Gracias a mi compañera Sarah y su post sobre Houllebecq, que leí justo cuando llevaba unos días elucubrando sobre cómo podría ser la esperada adaptación de En las montañas de la locura de cineasta Guillermo del Toro, descubrí que el enfant terrible Michel Houellebecq había escrito un ensayo sobre H. P. Lovecraft. Como también un par de personas me comentaron que el estilo literario que gasto en Venus Decapitada parece inspirado por Houellebecq, al final no pude resistirme. Si tenía que empezar a leer algo del Houellebecq, tenía que ser H. P. Lovecraft, Contra el mundo, contra la vida.
A pesar de que no todos hemos leído al rarito de Lovecraft (yo, por ejemplo, sólo he consumido un par de cuentos suyos), lo cierto es que Lovecraft ha impregnado tanto nuestro acervo cultural que probablemente a todos vosotros os sonarán cosas como las agrestes colinas al oeste de Arkham, la Universidad de Miskatonic, Irem, la ciudad de las mil columnas, Dagón, Nyarlathothep y el blasfemo Necronomicón, cuyo nombre sólo puede pronunciarse en voz baja.
La literatura de Lovecraft fundó una nueva manera de tratar el terror. Lovecraft ya no recurría a elementos sobrenaturales sin más sino a mitologías que él mismo armaba con tal minuciosidad que, finalmente, muchos lectores empezaron a creer en ellas(¿quién de vosotros todavía cree que el Necronomicón es un libro real?).
Lovecraft también fue el primer autor en incluir datos casi enciclopédicos sobre lo que narraba, aunque ello fuera una criatura abominable imaginaria. Ese plus de verosimilitud, de cercanía científica, antropológica, geológica y arquitectónica, conseguía que el terror pareciera más próximo. Lovecraft lograba mantener al lector en vilo, subyugándole poco a poco, sólo incluyendo textos que bien podrían haber formado parte de un manual de biología. Este recurso podemos observarlo en mayor medida en En las montañas de la locura, donde Lovecraft despliega una documentación casi enfermiza sobre espeleología, química, geología y otras disciplinas.
El terror de Lovecraft es el primer terror tecnocrático y plausible.
Pero también era anti-cotidiano, extrañamente remoto, como si Lovecraft fuera incapaz de narrar la vida normal. Sus historias están dirigidas a fanáticos de lo anormal, de lo heteróclito. Sus personajes siempre son científicos o gente diferente. Como muestra, las primeras líneas de La llamada de Cthulhu:
A mi entender, el mayor favor que nos ha concedido el cielo es la incapacidad de la mente humana para relacionar todo lo que encierra. Vivimos en un islote de plácida ignorancia en el seno de los oscuros océanos del infinito, y no estamos destinados a emprender largos viajes. Las ciencias, cada una de las cuales apunta a una dirección concreta, no nos han hecho demasiado daño hasta el presente; pero llegará un día en que la síntesis de esos conocimientos disociados nos descubrirá terroríficas perspectivas sobre la realidad y el terrible lugar que ocupamos en ella: entonces esa revelación nos volverá locos, a menos que huyamos de esa claridad funesta para refugiarnos en la paz de una nueva edad de tinieblas.
Pero si bien Lovecraft puede tener rasgos literarios interesantes (aunque en general su estilo no era para echar cohetes), tal vez el rasgo más interesante de Lovecraft sea el propio Lovecraft, un personaje desmedido, misántropo, suicida, amargado, racista, feo y contrahecho, anulado por su madre, temeroso del mundo y del mar, incapaz de establecer relaciones sociales o amorosas, es definitiva, monstruoso como cualquiera de sus criaturas abominables. Y así, Howard Phillips Lovecraft (1890-1937) dijo cosas como:
Estoy tan harto de la humanidad y del mundo que nada logra interesarme a no ser que incluya, por lo menos, dos crímenes por página, o que trate de horrores innominados procedentes de espacios exteriores.
Así pues, este pequeño ensayo de Houellebecq resulta interesante en su análisis del estilo literario de Lovecraft o de los fragmentos más llamativos de sus obras, pero gana enormemente en interés cuando ahonda en la vida privada del autor, rebuscando entre sus cartas, sus notas y el testimonio de quienes lo conocieron. Lamentablemente, esta parte se hace corta, así que he de concluir que este libro es más un estudio literario del autor que una biografía.
Con todo, las escasas páginas de H. P. Lovecraft, Contra el mundo, contra la vida no daban para mucho más.
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