jueves, 23 de julio de 2015

El catalizador

El catalizador
Por: Juan Sebastián Ohem

Viernes
Patricio Vol 2 días antes del huracán
                Las notas amarillas van a la pila del lado derecho. Las toma una a una y las anota en un registro de Excel, concepto de venta, precio, pago con IVA final. Una máquina podría hacer su trabajo. Patricio suspiró contemplando la enorme pila de notas por procesar. Las paredes de su cubículo plástico se encogen a cada hora que pasa. “Pronto,” piensa Patricio Vol “será tan pequeño que no podré escribir a computadora. Esa sí que sería una buena excusa.” Olió el perfume de su coordinadora, Estela la vaca. Se plantó detrás de él mientras trabajaba. “Persianarte” estaba teniendo una buena racha y el personal estaba más amenazado que nunca.
- Pato,- Detesta que le llamen Pato, pero se aguanta.- no quiero más llamadas personales en horas de trabajo.
- Sí Estela, por supuesto. No he usado el teléfono para nada.
- Tú no, pero te llama Penélope todo el tiempo. No quiero que te andes distrayendo con tu prometida.- Era una carnada. Sus compañeros de trabajo se detuvieron, esperando la respuesta. Tenía que decir algo, terminar con el asunto de una vez.
- Ya no es mi prometida.
- Ah, es cierto. Eres el cornudo.- Todos en la oficina comenzaron a reír. Patricio sonrió falsamente y regresó a su trabajo.- Dile a Penélope que no te hable aquí, y que si sigue buscando a su padre puede escoger uno de aquí, seguro que todos ya se la echaron.


                Hacía dos meses que Penélope le había soltado la sopa. El bebé no era suyo. La oficina entera estaba enterada, pero aún así era la broma recurrente. El pato cornudo. Había estado muerto de nervios, sin estar listo para ser papá. Se habría salido con la suya de no haber sido por su conciencia. Ella no hubiera podido dormir tranquila sabiendo que su marido sólo estaba a su lado porque cree que el niño que educa es suyo. Tarde o temprano se sabría. Temprano era mejor que tarde.

                Elsa la vaca hizo otro par de bromas semejantes a lo largo del día. Penélope volvió a llamarle al trabajo, ella no sabe que Patricio no tiene teléfono propio. La curiosidad le estaba ganando. Normalmente le llamaba para disculparse/rogar, pero al paso de los dos meses había madurado. No amaba al sujeto con quien le fue infiel, pero parecía una persona decente y responsable. Penélope se quedó a la mitad, había estado engañando a Patricio por más de tres meses, quería dejarlo por Bobby pero se acababan de mudar juntos. Se embarazó y decidió seguir la farsa por más de medio año, pero Patricio tenía límites.
- Pato, espérame un segundo.- Elsa lo atrapó antes de que abandonara el cubículo.
- Dime Elsa.- Ella le entregó un sobre manila repleto de dinero.- ¿Nos pagan la quincena?
- Ya quisieras. No, les pagamos el lunes.
- ¿Y el huracán? He leído que pega el mañana o pasado.
- ¿Y? El lunes los quiero a todos aquí tempranito. Nada de excusas, y no doy oportunidades, ni siquiera a los cornudos. Necesito que lleves eso a la bodega y ayudes a mover unas cajas.
- Pero ese es trabajo de Gerardo.
- Despedí a Gerardo, tú tienes tiempo libre. Yo no tengo tiempo libre, así que adiós y nos vemos mañana. Te quedas con el licenciado Hernán.

                Patricio bajó a la bodega, le entregó al tesorero el sobre con dinero. Le ayudó a contarlo, separando en billetes de distintas denominaciones y dejó que el abogado lo guardara todo en la caja fuerte. El tesorero le pidió que moviera cajas de archivo muerto y, al verlo hambreado y de mal humor, le dejó irse.
- ¿Patricio?- Penélope lo esperaba al lado de su auto.
- Penélope, te ves… a punto de estallar.- La palabra “gorda” le pareció un tanto extrema. Penélope abrazó su vientre a punto de explotar y sonrió.- ¿Qué haces aquí?
- Quería hablar contigo.
- Creo que ya dijimos todo lo que teníamos que decir.- Estela pasaba en auto frente al estacionamiento, bajó la ventanilla y se rió de él a todo pulmón.- Otro día en el paraíso.
- ¿Te acuerdas que platicamos sobre regresar y tener juntos a este bebé?
- No, no realmente. ¿Me das permiso? Me gustaría ir a casa y embriagarme hasta perder la conciencia.
- Bobby se fue.
- ¿Se fue?
- Sí.
- ¿Se fue del departamento que yo pagué cuando pensé que iba a ser papá o se fue de tu vida?
- Las dos.
- Vaya, que mala suerte tienes. Eso tenemos en común.
- No tienes que ser tan irónico.
- ¿Qué te dijo tu mamá?
- Ya sabes cómo son mis papás, son demasiado religiosos. Quieren que me mude con ellos.
- Suena como una buena idea.
- No puedo, no quiero.
- ¿Te quedarás en el departamento?
- En el Cortijo.
- ¿Qué tienes con ese hotelucho? Siempre que hay un problema escapas allá. No voy a regresar contigo, parece que Bobby tampoco, así que regresa con tus papás. Serán unos fanáticos ignorantes, pero al menos te quieren.
- ¿Tú no me quieres?- Patricio se subió al auto y lo encendió mientras buscaba qué decir. La respuesta era obvia, pero no quería lastimarla.
- Nuestra relación era un asco incluso antes de que te embarzaras. Vuelve con tus papás.
- No existe el “amabas”, solo el amor.- Patricio comenzó a reír hasta que le salían las lágrimas.
- Cómprate un diccionario Penélope. Y regresa con tus papás.

                El viaje a casa fue silencioso. Se preocupaba por Penélope, pero no lo suficiente como para regresar con ella y criar a un hijo que no era suyo. Además, la conocía demasiado bien, en cuanto ella tenía lo que quería, se aburría y se iba. Le haría lo mismo si regresaba con ella para jugar a ser papá. Perdió a casi todos sus amigos cuando dejó a Penélope, eran más amigos de ella que de él y nunca se lo perdonaron.

El estomago gruñó, pero sin su pago no podía parar a comprar nada de comer. Su única consolación era que los viernes podía pedir una pizza y emborracharse con cerveza en el sillón mientras veía televisión y platicaba con Rodrigo. Las paredes de las pequeñas casas de Fraccionamiento Montejo parecían hechas de papel y su vecino lo escuchaba tanto como él a su vecino Rodrigo. Ambos de 28 años se habían hecho amigos de inmediato y los viernes era su día especial. Veían la misma película de bajo presupuesto y la comentaban entre los dos. Patricio llegó después de las nueve y le platicó su día, a lo cual Rodrigo concluyó en invitarlo a su casa.
- Ya compré la pizza, y tú no tienes dinero.
- Gracias Ro.- La casa de su vecino era idéntica, diferenciándose únicamente en los retratos y los detalles, pero tenían hasta los mismos muebles. Las casas ya venían amuebladas al momento de comprarse.- Traigo cerveza.
- Acomódate.- Rodrigo se acomodó en su sillón reclinable mientras pasaba los canales.- Me pareció ver anunciada la película de la serpiente gigante.
- Tienes muchas fotos, yo tenía sólo la de Penélope, que ahora está debajo de la cama.
- Que descaro ir a verte a tu trabajo.
- Si fuera por mí, yo me quedo con su hijo y ella con mi trabajo.
- ¿Tan mal está?
- Hoy tuve el récord, quince impulsos asesinos en un día. Ahora me tienen trabajando en el sótano cargando cajas y ayudando al tesorero a meter cosas a la bóveda.- Una de las fotos llamó su atención, Rodrigo con un grupo de jóvenes que se graduaban.
- ¿Tienen caja de seguridad?
- Sí, prefieren dejar el dinero ahí y llevarlo al banco una vez al mes. Está asegurado, por lo que nuestro salario no corre peligro. Pero eso no es lo que me enoja…- Patricio se quedó viendo la fotografía, conocía a una de las mujeres.
- ¿Sabes qué deberías hacer que te haría sentir mejor?
- ¿Qué?
- Robar el lugar. Sabes cómo llegar a la caja fuerte, sin duda la puedes sacar de su lugar y cargarla.
- ¿Para qué? Sé la combinación.- Se acercó a Ro y le mostró la mujer en la fotografía.- ¿Conoces a esta mujer?
- ¿Gina? Sí, éramos buenos amigos cuando estudiábamos. Nos fuimos alejando con el tiempo. ¿La conoces?
- Claro que la conozco, cuando era niño estaba loco por ella. Me acuerdo de su olor, olía idéntico a mi limonero. Ahora está crecida, pero es idéntica. Apuesto que aún huele a limones.
- Aguántame un segundo, ¿tú eras el niño que jugaba a la pelota en la calle y le rompió un vidrio a la mitad de la noche?
- Sí, ese era yo, ¿te contó que su mamá estaba asustada?
- Pensaba que la estaban robando…- Pasaron unos momentos en silencio, mirándose con curiosidad.- El mundo es un pañuelo. Creo que es soltera, ¿quieres que le llame? Me platicó mucho de ti, no me di cuenta que eras el mismo Patricio.
- Sí, sí, háblale.
- Mañana en la mañana la busco. Pero quiero que me hagas un favor a cambio.
- ¿Qué cosa?
- Piensa en lo que te dije, sobre robar Persianarte.
- Ja, sí como no. Yo no soy así, soy…
- ¿Un perdedor? Aprovecha que la marea cambia a tu favor.
- Lo pensaré, pero tú tienes que comunicarme con Gina.

Viernes
Frida Maité 2 días antes del huracán
                El auto ronroneaba en su lugar del estacionamiento. Quería obligarse a hacerlo, pero sabía que tenía miedo. Estaba confundida, pero eso no era novedad. Era parte de su ciclo de malas decisiones, siempre escogía novios borrachos, manipuladores y groseros. Gonzalo Farjat había sido de los peores. El hijo del dueño de las tiendas Gran Farjat era poco menos que un troglodita cavernario. Era enfermizo, de eso no tenía duda, pero terminar su relación era el primer paso a dejar atrás su rutina de dependencia. Había otra razón, un plus, y era que su padrastro, Jorge Bran, estaba en negocios con la familia Farjat. Su padrastro fue el primero en celebrar que Gonzalo era su novio, ahora tenía la oportunidad de lastimar a su padrastro y no había nada que él pudiera hacer al respecto. Vivía con él, pero a regañadientes, su madre pensó que los haría más cercanos. Su madre había huido a Europa con tal de no tener que vivir con él todos los días.

                El momento de la verdad. Revisó su apariencia en el ascensor, falda larga con botas, blusa de flores y sus perforaciones en los labios. Gonzalo odiaba cuando se vestía así. Frida odiaba a Gonzalo. Tan sencillo como eso. Su padre se había cansado de él y le había dado un trabajo, supervisor del área de electrónicos. Eso quería decir que podía jugar Xbox 360 todo el día sin que nadie lo molestara.
- Óyeme ingrato.- Los dos vendedores se irguieron de inmediato y voltearon a ver a Farjat, con gran expectación.- No me puedes tratar como tapete de bienvenida sólo porque tienes dinero. No me hables, no me nada. Déjame en paz. Si no te veo nunca jamás, será demasiado pronto.
- Frida, querida, cálmate. ¿Es porque te dejé plantada? No pude llegar.- Se hacía el macho frente a los vendedores que parecían adorarlo.
- Ernesto me contó que te vio con esa golfa amiga tuya.
- Después de todo lo que hice por ti, la gente que te conecté, los lugares que te enseñé.- En un movimiento fluido Frida tomó un artículo del aparador y lo lanzó fuertemente contra su entrepierne.
- Y otra cosa, cuando te dije que eras de  tamaño normal, mentía. Adiós chiquito.

                Se sentía iluminada. Revigorizada. Era inmortal, podía doblar el acero, predecir el futuro, volar por los aires. En ese momento era capaz de cualquier cosa. Faltaba la segunda parte de su plan, anunciar su decisión a su padrastro y volverlo loco. La mansión quedaba cerca del Gran Farjat de la colonia México, pero parecía estar totalmente vacía, a excepción de Julardo el jardinero. Julardo le daba miedo, ese bigote lo hacía parecer malvado y la cicatriz en la frente lo hacía parecer violento. Nunca había cruzado palabra con él, pero siempre sentía su mirada.

                Entró sin hacer ruido, pero se encontró a su padrastro en su despacho con la puerta abierta. Aquello era una novedad, Jorge siempre había sido un hombre muy privado. Frida se escondió detrás de una columna y aguzó el oído.
- Mi doctor es tan pesimista que llamó a un sacerdote por mí. La caja, tiene que ser la caja. Quédate cerca de Oleg, él tiene la caja.
- Está bien, -dijo Julardo.- pero si no sabemos de cuánto tiempo disponemos, de nada nos servirá.
- Tú déjamelo a mí. Hablaré con él, quiero saber qué tiene.
- Yo me quedo detrás, le guardo las espaldas, ¿ésa es la idea?
- Sí. Todo gira en el primogénito, el anciano duda que sea Humberto Nanché, tengo que saber quién es.
- Déjame ir a preguntarle.
- Bien pensado, mañana a primera hora. Te pasaré la dirección por celular.
- ¿Qué hacemos con nuestro templo?
- Déjame la llave debajo de la rana, como siempre.

                El jardinero caminó a centímetros de Frida, quien aprovechó el primer momento que tenía para salir de la casa y recorrer el patio. La rana a la que había hecho referencia su padrastro era una rana de cerámica que servía de maseta. Llave en mano, Frida buscó en la casita de Julardo. Era una cabaña a medio derruir con una trampilla en el suelo. La trampilla estaba bajo llave. Una larga escalera de mano le llevó a un sótano oscuro repleto de velas. Encendió algunas y se quedó pasmada.

                El sótano era un lugar macabro repleto de velas, figuras trazadas con tiza en el suelo, fotografías de enemigos comerciales y una cabra muerta a medio partir en dos. Frida no podía asimilar toda la información. Sabía que su padrastro era un hombre extraño y el jardinero un sujeto macabro, pero jamás se hubiera imaginado que juntos practicaban magia negra.

                Reconoció algunas de las fotografías como enemigos acérrimos de su padrastro. Una de las fotografías era la suya, y extrañamente no se sintió sorprendida. Muchas fotografías a medio quemar de su ahora ex novio, Gonzalo Farjat. Algunas de ellas bañadas en la sangre del apestoso cadáver de cabra. La habitación le mareaba, el asqueroso olor de la cabra le ponía de pálida a verde y la mala iluminación hacía que toda la demencia viajara en círculos. Encendió más velas hasta que se dio cuenta que había un foco a la mitad de la habitación.

                La iluminación mejoró, aunque el lugar seguía siendo macabro. Se sentó en un banquito en la esquina y trató de pensar. Desde que había perdido el trabajo que su padrastro le había dado, se había vuelto caprichosa. Sabía que era su culpa, pero también culpaba a Gonzalo. Lo único que le importaba era verse bien, ir a lugares exclusivos y conocer gente igualmente despreocupada. Se sentía traicionada por ella misma. Algo muy serio estaba pasando y quería saber qué era. Además de las fotografías la única otra fuente de información que encontró fue una caja de velas que, según la descripción de la etiqueta eran “hechas a mano para trabajos intensos por el mejor santero.” Aparecía un nombre “Romino” y la dirección del lote del mercado.

                Regresó todo a su lugar y salió de ahí, dejando la llave debajo de la rana como la encontró. Era tarde para hablar con el santero, averiguar qué tanto hacía Jorge Bran, lo podía hacer en la mañana.
- Julardo dice que el huracán nos pega mañana.- Jorge apareció detrás de ella en cuanto entró a la casa.- ¿Tú qué crees?
- No sé, parece que va a llover.- Se fijó por la ventana, tratando de mantener la compostura. El ambiente era raro, mucho viento, nubes negras y relámpagos, pero nada de tormenta.
- Les dije a doña Queila y doña Luna que se quedaran en sus casas. Me imagino que podemos hacernos nuestras comidas y vaciar nuestros botes de basura, ¿no crees?
- Sí, claro que sí.- Subió un par de escalones, pero Jorge le tomó del brazo.
- Hablé con el señor Farjat, su hijo le contó una historia interesante.
- Corté con él. Era un grosero maleducado.
- Después de lo mucho que trabajé para que encontraras novio…- No le gustaba el modo en que lo dijo, como si hubiera recurrido a trabajos de santería. Una parte de ella se reía de la idea, otra parte de ella sabía que sin duda así había ocurrido.- Pero, si no es bueno para ti, que así sea. ¿Qué harás estos días?
- Buscar trabajo, si no puedo manejar una tienda de ropa, buscaré algo más.- Jorge le dejo ir, pero la siguió con la mirada hasta su habitación, en la cual se encerró hasta que el hambre la empujó a bajar a la cocina para robar alimentos.

Viernes
Charlie Puc y Ale Pardo 2 días antes del huracán
                Mirarse juntos era lo que único que hacían. Ya vivían juntos, por lo que estaban muy aburridos de mirarse. Cuando el hijo del dueño, Gonzalo Farjat, se hizo su superior tenían miedo, pero con el tiempo le tomaron respeto y aprendían mucho de él. Gonzalo era un sujeto alivianado que pasaba el día jugando videojuegos y retando a Charlie o a Ale a un encuentro. Tenía sus desventajas, por ejemplo, Gonzalo nunca llegaba temprano y, muchas veces, no llegaba en lo absoluto.
- Estoy tan aburrido que barnizaría los barandales de las escaleras eléctricas con gasolina y les prendería fuego.
- ¿Eso es todo? Vamos Charlie, puedes hacerlo mejor.
- ¿Ya acabé? Luego metería una docena de toros, haría como Pamplona con los toros subiendo las escaleras y prendería fuego a la gasolina.
- Toros en llamas, okey eso sí es bueno.- Dijo Ale.
- ¿Tú? Yo ya dije, te toca  a ti.
- Metería confeti en las cabezas de los maniquíes, les pondría bombas y a eso de las cinco, cuando está lleno, las haría explotar. Menos agresivo que toros que corren por escaleras en fuego, pero piensa en las viejitas que les explotaría el corazón.
- Charlie el intelectual.- Ale se reclinó en su silla, contemplando sus dominios vacíos de clientes.- Acecha, hoy es el día y no podemos quedarnos cortos.
- No hay nadie, olvídate de tu estúpida comisión. Tenemos el dinero, ésta noche tú y yo iremos a Envy, nos echamos alguna chiqui-rat, y vámonos papá, estamos hechos.
- ¿Sabes quién nos ayudaría a entrar? Gonzalo, ese wey siempre va y siempre liga.
- Mira, mira, el rey de Roma.
- Señores.- Saludó Gonzalo, bostezando mientras se arreglaba la camisa y la corbata.- ¿Quién quiere un torneo de luchas? Nos llegó el nuevo de la lucha libre gringa.
- Vas, pero antes queríamos pedirte un favor.- Charlie le dio un pisotón para callarlo.
- No es nada, es sobre nuestra comisión ésta quincena, o sea hoy.
- Ah, sí ustedes no se preocupen.- Gonzalo los alejó con un gesto al ver entrar a su novia.- Aguanten, aquí llega la harpía.
- Óyeme ingrato.- Charlie y Ale se irguieron de inmediato y voltearon a ver a Farjat, con gran expectación.- No me puedes tratar como tapete de bienvenida sólo porque tienes dinero. No me hables, no me nada. Déjame en paz. Si no te veo nunca jamás, será demasiado pronto.
- Frida, querida, cálmate. ¿Es porque te dejé plantada? No pude llegar.- Se hacía el macho frente a los vendedores, sabiendo que lo adoraban.
- Ricardo me contó que te vio con esa golfa amiga tuya.
- Después de todo lo que hice por ti, la gente que te conecté, los lugares que te enseñé.- En un movimiento fluido Frida tomó un artículo del aparador y lo lanzó fuertemente contra su entrepierne.
- Y otra cosa, cuando te dije que eras de  tamaño normal, mentía. Adiós chiquito.
- Gonzalo, ¿estás bien?- Empujó a Ale mientras se cubría la entrepierna y respiraba con dificultad.
- Estoy bien, estoy bien. Mujeres, nunca saben lo que quieren. Su padrastro me rogó que saliera con ella. Ni modo, que se joda.- Caminó arrastrando los pies hasta llegar al banquito frente al televisor y preparó el videojuego.- ¿Quién empieza?

                El día transcurrió despacio para Ale y Charlie, pues únicamente podían pensar en lo mucho que habían esperado para esa noche. Al llegar a casa se bañaron y vistieron rápidamente y recolectaron todo el dinero que habían guardado. Lo escondían en frascos de café, debajo del colchón, dentro de libros y en cada rincón. Sumaron seis mil pesos y transitaron la Colón hasta llegar al Envy, cuadras antes de llegar al Fiesta Americana. La expectación los ponía nerviosos.
- No, no lo creo.- Se burló el cadenero, un sujeto de nariz rota y cabello pintado de rubio y blanco.- Háganse a un lado, dejen pasar a la gente bonita.
- ¿Charlie y Ale?- Gonzalo los reconoció en la fila y les hizo señas para que se acercaran.- Vienen conmigo.
- Sí señor Farjat.

                Les ayudó a entrar y después desapareció. No les importó, ahora que estaban adentro era momento de ligar bellezas. Pasaron la primera hora tratando torpemente de invitar a alguna de las hermosas mujeres a bailar. Cuando se rindieron decidieron invitarles martinis o champán, y aunque funcionó mejor, cada Martini era de 300 pesos y las chicas bebían como esponjas.

                Bailaron y coquetearon por varias horas, hasta que Ale chocó con una persona y éste se tropezó. Cayó al suelo y dejó ir los cinco vasos que sostenía con apenas las uñas. Trató de disculparse, pero fue inútil. Cuando la persona se levantó le soltó un golpe al estómago y, antes de que Charlie pudiera intervenir, dos gorilas de seguridad los sacaron agarrándoles del cinturón. Las chicas con las que habían estado coqueteando se rieron y se despidieron soltando besos al aire. Los sacaron por la puerta de atrás y les empujaron con una patada a través de la puerta.
- ¿Tan rápido?- Gonzalo estaba en las escaleras, fumando marihuana de una pequeña pipa.
- No es justo, ahorramos por meses para poder venir aquí y ligar alguna chica.- Ale daba de patadas a la pared, mientras que Charlie se había resignado.
- Es una causa perdida Ale, somos de otro mundo.
- ¿Porqué? Porque ellos tienen dinero y nosotros no, ¿es eso?
- Sí.
- Cualquier imbécil puede tener dinero.
- Cualquier imbécil menos nosotros.
- Parece, que tenemos el mismo problema.- Les sorprendió Gonzalo.- Mi papá ya no quiere darme dinero, dice que es para que aprenda a ganármelo o alguna excusa semejante.
- Pero tú eres riquísimo, seguro que si vendes tu televisor sacarías lo suficiente.
- ¿Suficiente? A nadie le gusta lo suficiente, además yo quiero ir a París este año nuevo, todos mis amigos van a ir, y ni modo de llegar con lo suficiente.
- Pues sí, parece que es el mismo problema… O algo semejante.
- Quiero platicarles una idea.- Gonzalo se alejó de la entrada trasera y se apoyó contra uno de los autos. Les ofreció cigarros a los dos mientras se aseguraba de que estuvieran solos.- ¿Qué les parece si les digo que hay una manera a prueba de idiotas de hacer dinero rápido?
- ¿A quién tengo que matar?
- A nadie Charlie, de hecho no se necesita violencia ni dar la cara. Eso es lo perfecto de este plan.
- ¿Cómo es tú plan?
- Me secuestran. Le mandamos a mi papá una nota pidiendo un millón de pesos. Eso es propina para él. Paga el rescate y yo testifico que nunca vi a mis captores.
- No lo sé, suena peligroso.- Ale miró a Charlie, quien meditaba la propuesta.
- Hay que pensarle, hay que pensarle.
- No hay nada que pensar, es facilísimo. Mi amigo Freddie lo hizo hace dos años, dice que es lo más sencillo del mundo. Te escondes en una casa por un fin de semana, te llevan a algún parque, te amarran y corres a pedir auxilio. Lo difícil lo haré yo, ustedes nada más tienen que esconderme y recoger el dinero.
- ¿Y si la policía nos espera allá?
- Es fácil, el dinero se deja en alguna parte concurrida, mucha gente pasa al mismo tiempo y listo. Se hace a la salida de un cine. Es más, yo firmo algún papel donde diga que es un autosecuestro, si los atrapan yo me hago responsable, pero eso no va a pasar. Podemos grabarnos el fin de semana, para que la policía se dé cuenta que no me obligaron a firmar ese papel. Ustedes estarían cubiertos en el rarísimo caso de que algo saliera mal a la hora de recoger el dinero, por eso ustedes se quedan con cuarto de millón y yo con el resto.
- ¿Charlie, qué te parece?
- Suena bien, suena bien. La cantidad es justa ¿Por dónde empezamos?
- Me gusta esa actitud. Nos llevamos los autos a algún barrio peligroso, a la Juan Pablo II, ahí me subo a su auto. En su casa escribimos una nota en la computadora, le ponemos mi IFE, la dejan en el buzón de mi casa y mañana en algún café internet que esté repleto de gente le dan las instrucciones. Puede ser para el domingo o para el lunes. No se preocupen, mi viejo guarda cinco millones en efectivo en su caja fuerte.

                Siguieron el plan al pie de la letra y, en cuanto regresaron de dejar la nota del secuestro, Gonzalo escribió una carta explicando su plan y sus intenciones. Gonzalo había hecho una pequeña visita a su departamento y había sacado su Xbox 360 y su larga colección de juegos. En caso de huracán, por si se iba la luz, cargaba con su bolsa de marihuana, cocaína, pastillas y un gotero de ácido. Detestaba el calor, pero podía evadir los días sin tener que soportar a Ale y a Charlie.

Viernes
Gabriel Correa 2 días antes del huracán
                No sabía qué esperar del doctor Oleg Vrig. Sabía que el viejo masón era un especialista en la historia de la masonería mexicana de finales del siglo XIX y principios XX y aquello lo hacía una referencia obligada en su tesis. Lo rastreó en ciudad de México hasta que finalmente pudo confirmar que había salido de viaje a Mérida, sin revelar la causa. El doctor se quedaba en la casa rentada de su sobrina, quien había dejado la ciudad tras la alera de huracán. Gabriel le rogaba al Gran Arquitecto que el huracán se pasara de largo, afectando a Cuba en vez de tocar las playas peninsulares. El doctor lo hizo pasar sin hacer preguntas y lo acomodó en los sillones de la sala.
- Doctor, muchas gracias por darme la oportunidad de entrevistarlo. Mi nombre es Gabriel Correa, aunque imagino que ya le han hablado de mí.
- Sí, una pena que no nos viéramos en el DF, pero tenía que venir de urgencia.- Su acento ruso pasaba casi completamente desapercibido.
- Espero que no haya sido una urgencia médica.
- No, nada de eso. Mi única familia aquí en Yucatán se fue en cuanto escuchó del huracán. ¿Qué le gustaría saber?
- Estoy interesado en la masonería mexicana de principios del siglo XX, sé que es usted un experto en la materia.
- Es curioso, por eso mismo estoy aquí.
- ¿Y qué sería eso?
- Un pedazo de historia.- El viejo sonrió, sus gruesas cejas negras le dieron un aire cómico.- Estoy siendo demasiado enigmático, ¿no es cierto?
- Un poco, sí.
- En 1900 había docenas de logias escocesas en el DF, muchas de ellas eran irregulares. Algunas pocas se regularizaron a finales de la primera década. Éste es el caso de la logia de la estrella oriental. ¿Eso es parte de su tesis?
- La logia cerró en los 30’s, no tuvo mucho impacto.
- ¿Impacto?- El doctor hizo un gesto de sorpresa, como si se le escapara la vida por la boca.- Muchacho, tú no sabes nada. Esa logia es la logia más importante del siglo XX, inició al hombre más polémico e influyente en el mundo de la magia y las órdenes paramasónicas.
- ¿En serio, y quién sería esa persona tan especial?
-  Ni más ni menos que Aleister Crowley. Amante, poeta, ajedrecista y mago. Se inició en 1900 y ascendió rápidamente, no tenían mucho que enseñarle al hombre predestinado a convertirse en la Bestia del Apocalipsis.
- Ya veo, un charlatán.- El doctor por poco le tira su vaso de coca-cola. Sacó una cigarrera de oro y se encendió un cigarro.- Disculpe, no lo quise ofender.
- Ese hombre conquistó el mundo de las órdenes esotéricas, se consolidó como el mago más poderoso del siglo e incluso alteró la historia en modos que aún no comprendemos. Su fama lo hizo la Bestia y sufrió el castigo de Prometeo, sentenciado a ser devorado por los tabloides y el cotilleo.
- Pero si la logia ya cerró, ¿qué lo trae a Yucatán?
- El año de su iniciación Aleister Crowley le hizo un regalo a su maestro masón.- El doctor Oleg señaló un mueble en la pared en el que descansaba un pequeño artefacto, una pesada caja de madera. Su tapa consistía de pequeños cuadrados de cerámica que, en virtud de un espacio vacío, podían irse moviendo hasta formar una figura.
- ¿Él hizo este juguete?- Se lo pasó al doctor quien, sonriente y de buen ánimo, le dio un manotazo ligero.
- No es ningún juguete. Se lo regaló a su maestro masón, un hombre llamado Miramón Nanché, oriundo de Mérida. Cuando las piezas se ponen en su lugar las letras dicen “Amor es el catalizador de la naturaleza”. ¿No le parece lindo? Un catalizador es una sustancia que acelera una reacción sin que ella misma cambie.
- Suena romántico.
- Es más que romántico, está diciendo algo. El amor acelera las reacciones, siendo él mismo inagotable.- Contempló la caja con una mirada triste.- Me costó mucho encontrar esta caja, estaba entre las cosas de un maestro masón amigo mío. En cuanto la tuve en mis manos comencé a estudiar el tema, tenía que deshacerme de ella.
- ¿Porqué quiere deshacerse de algo que tanto le gusta? Miramón Nanché debe estar muerto.
- Muerto y enterrado hijo mío.- Le ofreció un cigarro a Gabriel, quien aceptó gustoso. El ánimo del viejo le hacía sentirse en casa y no le molestaría pasar horas escuchándolo.- Pero hay algo que debes saber sobre esta caja. Crowley ya era un gran mago y puso un hechizo en la caja.
- ¿Un hechizo, como en los cuentos, hace rana a alguien o pone a princesas bellas a dormir?
- Sí, igual que en los cuentos. Crowley la hizo para Miramón Nanché como un regalo a su primogénito. Cuando la caja está en posesión del descendiente del primogénito cuando éste tiene a su primer hijo, la caja es capaz de realizar un gran milagro.
- ¿Cuándo dejó de estar en manos de la familia Nanché?
- Hace muy poco, afortunadamente. En el ’49 nació el primer hijo del primogénito de Miramón, un día después hizo una fortuna al encontrar que el sótano de la casa que acababan de comprar estaba repleto de oro. En el ’79 al nacer el primogénito el padre se curó de un cáncer terminal. La caja se regaló, junto con otras cosas y desapareció hasta hoy.
- ¿Por eso viajó a Mérida cuando está en peligro de ser azotada por un huracán, ha rastreado a la familia y el primogénito está por tener su primer bebé?
- Así es, la familia Nanché vive ahora en Mérida. Se han convertido a la fe mormona, no hay duda que Crowley se divertiría con eso.
- Sí, la Bestia del apocalipsis no suena como algo muy mormón.
- ¿Por qué no? Crowley y Joseph Smith eran magos poderosos. Crowley habló con su ángel guardián y éste le dio el Libro de la Ley. Smith habló con su ángel guardián, el arcángel Gabriel, y le mostró las tablas de oro que contenían una nueva revelación. Claro, los métodos, los tecnicismos y los nombres son diferentes, pero en esencia es igual. Smith, como Crowley, fue perseguido y llamado una farsa y un anticristo. Al igual que Crowley fundó su propio retiro espiritual, rodeado de gente que le temía y le odiaba.
- Debo admitir que me está interesando todo esto, pero he de confesarle que soy un poco escéptico de eso de la magia.
- ¿Porqué duda de algo así, si es de lo más común? Investigando para su tesis ha quedado hechizado por mí. Mi embrujo ha sido tan potente que viajó miles de kilómetros con tal de estar frente a mí.
- Es una manera de ponerlo.
- Sin duda un joven tan guapo ha enamorado a una mujer, sus mejores ropas, sus mejores olores, su mejor comportamiento, tratando de crear una imagen. ¿Sabía que la palabra “mago” proviene de la palabra “imagen”?
- Sí, esas son maneras de decir las cosas, pero curar cáncer, eso es un brinco de lógica.
- Al contrario, la magia es lógica, es causa y efecto. El que no conozca la causa de un efecto, no quiere decir que el fenómeno no se produzca. Le falta intuición, le falta ver hacia adelante.- El doctor se levantó para correr las cortinas y le mostró las nubes negras repletas de relámpagos.- ¿Sabe cómo se llama ese huracán?
- No.
- Es el primero de la temporada, por lo tanto le pondrán un nombre que empiece por A. Causa y efecto. Escogieron el nombre de Alistar.
- Es cierto, hasta ahora lo conecto. ¿Cree que es Crowley que regresa para vigilar su caja de madera?
- Creo que Alistar es un efecto y, a su vez, una causa. No sé de qué, no aún, pero ya lo veremos juntos. Eso, claro está, si no me considera un anciano crédulo.
- No, para nada. Me encantaría ayudarle, ¿ya ha ubicado al primogénito de la familia Nanché?
- Sí, Humberto Nanché. Su esposa está a punto de dar a luz en este mes.- El doctor se sentó y suspiró.- Algo no me pasa, y es ese hombre.
- ¿A qué se refiere?
- Creo que me miente, o que no me confía. Hablamos por teléfono y debí haber sido demasiado hosco.
- Si quiere puedo hablar con él.- Oleg le dio la tarjeta del abogado.
- Hijo, eres un santo. Tú eres parte de la magia, como todos nosotros.

Sábado
Patricio Vol un día antes del huracán
                Alistar se había vuelto huracán de categoría dos y toda la oficina hablaba de eso. El negocio vendía docenas de persianas metálicas. Elsa cargó más trabajo al escritorio de Patricio y le informó que tendría que mover varias cajas de archivo muerto en el sótano, para hacer lugar a los productos por entregar. La posibilidad de robar el local se hacía cada vez más atractiva. Al principio le había parecido una ilusión absurda, pero Rodrigo tenía un buen punto, si algo iba a mejorar sus ánimos y cobrar venganza, sería robarles. El dinero estaba asegurado, nadie perdería ni un centavo, a excepción de la aseguradora, quien ni siquiera lo sentiría.
- ¡Patricio deja de soñar despierto!- Elsa le cargó de nuevas facturas.- Dame el oficio del señor Mena.
- Aquí está.- Elsa lo empujó con su gordura para acercarse a la impresora.
- ¿Qué es esta letra?
- Arial 12, como siempre.
- Pues no la puedo leer, está muy chiquita.
- Es la misma de siempre.
- ¿Y? Cambia las letras, más grandes. Y quiero que salga a color.
- Pero la impresora es blanco y negro.
- Pato, no quiero oír excusas, tu actitud deja mucho que desear. Si quiero a color, me das a color. Susanita tiene a color.
- Sí, claro.
- Y no lo olvides, tu trabajo pende de un hilo.

                Lo iban a despedir, no había duda. Si había un momento para ejercer su venganza, era ahora. Cambió las letras e imprimió los reportes en la impresora de la secretaria, quien no dejaba de hablar sobre su novio. No le prestó atención, pensaba en dejar su marca. Se imaginó a si mismo sobre su escritorio sosteniendo una metralleta, gritando y disparando al techo. Todos le temerían, todos sabrían que Patricio Vol es un hombre al que se le debe temor y respeto. No podría alardear frente a ellos, sosteniendo fajos de billetes en las manos, pero él sabría la verdad y con eso le bastaba. Al llegar su hora de comida, cuando todos los demás trabajadores ya se habían ido, trató de relajarse, pero Elsa se sentó cerca de él para masticar su comida.
- A mi sobrino le gustaría conocerte.
- ¿Ah sí, y eso porqué?- Patricio estaba inseguro de si seguir trabajando o largarse de ahí, y la conversación de Elsa la vaca le obligaba a quedarse.
- Siempre ha querido trabajar aquí y me gustaría que le enseñaras la empresa. Sería como un favor para mí.
- Claro.- Dijo en voz alta, pero por dentro pensaba algo muy diferente “si quisiera hacerte un favor te daría una liposucción y un tiro en la cabeza”. A través del ventanal vio a Rodrigo, quien le saludó desde la calle.- Tengo que irme.
- ¿Y el trabajo?
- Es mi hora de comida, el trabajo estará aquí cuando vuelva.- Elsa le miró ofendida, pero no le dio importancia. El mejor momento de su día era divertirse con su vecino, y no iba a desperdiciarlo por su trabajo sin futuro.
- ¿Estabas ocupado?- Rodrigo y Patricio compraron sendas tortas en un pequeño puesto cerca de ahí y caminaron alrededor de Persianarte.
- Estaba muerto de hambre, ¿pero tú no tendrías que estar en el trabajo?
- El huracán, nos mandaron todos a casa. Ya me iba a mi casa cuando se me ocurrió pasar por aquí y ver si ustedes seguían trabajando.
- Vendemos cortinas de metal, eso se vende como pan caliente en esta época del año.- Patricio se sentó en la silla del velador nocturno en la salida trasera del negocio, mientras que Rodrigo se quedó en el suelo.
- ¿Qué crees?
- No me dejes en suspenso, ¿hablaste con Gina?
- Ella no se acordó de ti, no quiere verte.- Le miró fijamente, tratando de ocultar su sonrisa.
- Ya, en serio, ¿qué dijo?
- ¡Claro que se acuerda de ti! Se muere por verte. Casi me saca el aire a golpes por no decirle que tú eres mi vecino. Te invita la cena esta noche, el Buda Wok a las nueve. Antes que lo cierren por el huracán.
- Claro que sí, ahí estaré. Ese lugar es caro, ¿ella tiene mucho dinero? Me refiero que, obvio pagaré por ella lo que ella quiera, pero espero que no se espere con un millonario.
- Ella no es así, olvídate. Quiere verse linda para ti, por eso lo escogió. ¿Por qué crees que tomó la iniciativa?
- ¿Tú crees?
- Si no estuviera segura te habría dado su número, dejarte que seas tú el nervioso que tartamudea al invitarle una taza de café.
- No lo puedo creer, Gina…
- ¿Vas a estar bien? Tienes cara como que te vas a orinar de felicidad.
- Creo que ya me oriné.- Bromeó Patricio. Estaba emocionado, extático, fuera de sí.- ¿Sabes qué? Al demonio, sí me voy a robar el dinero de la caja fuerte.
- ¿Eso? Sabes que lo decía en broma, ¿verdad?
- Quizás, pero entre broma y broma la verdad se asoma. Mi supervisora quiere traer a su sobrino a que aprenda lo que yo hago, es decir, me van a despedir después del fin de semana.
- Muy bien Robin Hood, ¿y cómo planeas hacerlo?
- Mañana domingo no hay nadie. Normalmente dejan un guardia, bastante avispado, pero por el huracán no creo que venga. Si viene, pues ni modo, me doy media vuelta y me voy. ¿Ves esa puerta?- Señaló a una pesada puerta negra con tres cerrojos.- Dos de los cerrojos son de fantasía, yo tengo una copia de la llave.
- ¿No crees que eso te vuelve sospechoso?
- Para nada, Elsa me pidió que duplicara una llave. Me pidió tres llaves, así que dupliqué tres veces. Al parecer ella quiso decir dos copias y el original, por lo que se me olvidó darle la llave. No tendría que haber delegado esa responsabilidad, el jefe se la pidió a ella personalmente. Lo mejor de todo, fue hace tres meses, nadie se acuerda de mí.
- Vaya, parece que lo has pensado mucho. ¿El dinero está botado por ahí o qué?
- Toda la mañana. Y no, está en una caja fuerte. Yo sé la combinación.
- Déjame adivinar, te sabes la combinación casi por azar.
- Exacto.- Rodrigo se estiró un poco hasta tomar un periódico que el guardia había dejado cerca de su silla.
- Mira esto.- Extendió la página principal de “La República” y se la fue leyendo.- “Gonzalo Farjat secuestrado. Saidén promete resolución expedita. Gobernadora se reúne con la familia Farjat.” Secuestraron al hijo del dueño de Gran Farjat. Seguramente pensaron que se saldrían con la suya, ahora mira la tormenta que tienen encima.
- ¿Y qué? No voy a lastimar a nadie, y ni me importa cuánto dinero haya, solo quiero dejar mal parada a Elsa. Esto de Gina es un mensaje del cielo.
- Pato, a trabajar.- Elsa se asomó y le tronó los dedos.
- Nos vemos luego Ro.
- Buena suerte con Gina.
- Ya regresaron todos.- Dijo Elsa.- ¿Sabes qué Pato? Tienes que empezar a esforzarte por tu trabajo, hacer lo mínimo necesario es de zánganos.
- Sí, lo prometo.
- Se necesitan más que palabras. ¿Sabes que voy a hacer mañana?- “¿Comer mi peso en chocolates?” Pensó Patricio.- Voy a estar aquí. El guardia no quiere quedarse, cree que el huracán pegará mañana. Él hace el mínimo necesario. Yo estaré sentada al lado de la caja fuerte, porque me esfuerzo.
- Bueno saberlo.- Dijo Patricio, sin ánimos.

                Elsa siempre le destrozaba sus ánimos. Si no se estaba burlando de él frente a sus compañeros de trabajo, lo estaba humillando, cargando de trabajo o amenazándolo constantemente con despedirlos. El malhumor de Patricio duró poco, tenía una cita con Gina y nadie podría arruinar eso. ¿Qué importaba si no podía vengarse de Elsa? Tendría a Gina y, el día que lo despidieran, estaría sonriendo por tener el amor de la mujer más hermosa que había visto. Penélope quedaría para siempre olvidada, su turbulento pasado amoroso se borraría.

                Gina representaba su salvación y cada minuto que pasaba lo ponía más ansioso. Hizo todo lo que la vaca Elsa le ordenó, su mente divagando en Gina y en su profundo amor nacido en la infancia. Elsa trató de retenerlo por una hora más, pero Patricio tomó sus cosas y se fue a casa sin preguntar. Sus demás compañeros  ya hacía una hora se habían ido, dejando solos al tesorero y a Elsa soltando amenazas.

                Llegó media hora más temprano, vistiendo lo mejor de su guardarropa y Gina ya estaba ahí. Antes de entrar sonó el celular, la mamá de Penélope. ¿Le había pedido que hiciera su trabajo sucio por ella? Sólo había una manera de saberlo.
- ¿Bueno?
- ¿Patricio? Qué bueno que te encuentro, ¿has visto a Penélope?
- Sí, ayer pasó a verme al trabajo. ¿Todo bien?
- No sé, no la he visto. Ya sabes cómo es ella, le gusta esconderse unos días. Se llevó una maleta y algunos de sus libros.
- No se va lejos.
- No, yo sé que no. Pero estoy preocupada, está a punto de dar a luz y lo que más me asusta es que han venido varias personas a la casa a preguntar por ella.- Patricio se detuvo un segundo y regresó unos pasos, para que Gina no pudiera verle.
- ¿Cómo que preguntaron por ella?, ¿quiénes son o qué?
- No sé si anda metida en algún problema.- “Está embarazada y el padre de la criatura le abandonó, ¿usted qué cree?” pensó Patricio.- Si la ves, ¿la puedes convencer de venir a casa, o al hospital?
- Sí, claro, pero ahora estoy ocupado.

                Le colgó y se preparó para ver a Gina. Seguía siendo tan hermosa como la recordaba. Gina también le reconoció de inmediato. Patricio era de ojos zarcos, a veces celestes y a veces verdes. Gina era de estatura mediana, blanca como la nieve con dientes de conejo y una sonrisa enorme. Ambos estaban nerviosos, pero extrañamente cómodos, como si se conocieran de toda la vida. Incluso por encima de todos los olores, Gina olía a limones, como siempre lo había hecho. Hablaron del paso de los años, luego de mudarse de colonia Gina estudió publicidad, pero nunca se había olvidado de Patricio.
- Es raro,-dijo ella.- eran recuerdos tan hermosos que parecían inventados. Como muchos recuerdos de niños, que ya grande te parecían más grandes, o más agradables.
- Como cuando mis papás me llevaron a la feria, me quedé con el recuerdo de un lugar enorme e inmensamente divertido. Volví a ir hace como un año, todo me pareció más pequeño.
- Exacto, a mí me pasa igual. Es bueno saber que mis recuerdos sobre ti no eran falsos.- Patricio se sonrojó y Gina rió nerviosamente.- Tu celular está vibrando.
- ¿Quién será a esta hora?- El identificador  lo marcaba como “López”, pero el único López que conocía era de la oficina, y jamás le llamaría para algún evento social.
- Contesta, aquí te espero.
- ¿Segura que no te vas a mudar de nuevo mientras hablo por teléfono?- Gina se rió y le roció de su whisky mojándose la punta de sus dedos.
- ¿Quién habla?
- ¿Pato?- No había duda, era López, uno de los contables favoritos de Elsa y de los primeros en burlarse de él.
- Sí, ¿qué pasa?
- Oye, fíjate que hubo un accidente. Atropellaron a Elsa. Está bien, aunque se rompió las piernas.
- ¿Cómo fue eso?
- Un auto salió de la nada mientras ella cambiaba una llanta ponchada. Acaba de pasar. Me habló desde el hospital. Estábamos pensando ir allá y pasar un rato con ella. ¿Te apuntas?
- No creo, estoy con alguien.- Miró furtivamente hacia su mesa, Gina le miraba con una sonrisa.
- Pato, no engañas a nadie, tu mano derecha no cuenta como una cita. Todos vamos a ir, no puedes ser el único en no ir, ¿qué pensará Elsa?
- Con su obesidad me imagino que cayó en blandito. Tengo mejores cosas que hacer, vayan y pónganla a pastar.

                Colgó sintiéndose Tarzán. Se sentía como el Patricio que disparaba su metralleta encima de su escritorio. Había insultado a su jefa, a su compañero de trabajo y estaba en una cita romántica con Gina. Siguieron hablando sobre sus empleos y sus frustraciones, cuando Patricio unió los puntos. Si Elsa estaba en el hospital, no estaría vigilando la caja fuerte. El plan podía funcionar. Sentía ganas de reír histéricamente, la felicidad lo hacía brillar como una estrella. Aprovechando su ánimo y su nuevo impulso, le preguntó si le gustaría salir a alguna parte el domingo. Probablemente pegaría el huracán Alistar, pero Gina estaba tan emocionada como él.

                Esa noche Patricio se acostó con una sonrisa en la boca. Por primera vez todo le estaba saliendo bien. El destino le estaba mostrando clemencia. Su suerte estaba cambiando.

Sábado
Gabriel Correa un día antes del huracán
                Humberto Nanché lo recibió en su oficina mientras colocaba periódicos cerca de la ventana. La lluvia empezaba a arreciar y su oficina tenía goteras. Humberto era un hombre de rostro amable y un poco de sobrepeso. Ejercía derecho marítimo y la biblioteca detrás de él consistía casi por completo de libros de cartón que simulan ser antiguas obras latinas. El doctor Oleg y Gabriel habían formado un plan de batalla, aprovechando que casi todos los Nanché eran mormones, Gabriel fingiría ser un especialista en linajes mormones. Un área de gran importancia para los mormones, siempre obsesionados con los linajes y sus ramificaciones hasta su profeta o hasta los profetas de su libro del mormón.
- Me tendrán que disculpar, pero no confío en los catedráticos.- Dijo Humberto mientras encendía un cigarro.- Yo soy uno de ellos. Conozco a los de mi calaña.
- Bueno, pues puede confiar en mí.
- Claro, claro, no me refería a eso. No me gustan los catedráticos por teléfono, eso indica que no les importa lo suficiente para aparecer en persona. Usted es diferente, como aquel otro biógrafo.
- ¿Biógrafo?
- Sí, Julardo Cortez. Está haciendo una biografía sobre Miramón Nanché y nuestros antepasados. Naturalmente, quiere saber de nuestro árbol genealógico. Imagino que usted viene por lo mismo.
- Sí, así funciona mi profesión.- Gabriel tomó un cuaderno y una pluma, fingiendo sumo interés en todo el árbol genealógico. En realidad solo quería saber cuál era el primogénito, y estaba también preocupado por la coincidencia de  tener a otra persona buscando la misma información.
- Bueno, pues le tengo una sorpresa. Yo no soy el primogénito.- Gabriel se sorprendió, aunque ya se temía eso.
- ¿Entonces quién es?
- Mi papá estuvo casado por dos años antes de conocer a mi mamá. Su primera esposa, María Julia, falleció en un accidente. Su segunda esposa, mi mamá, Sarah Gil, ya me tenía a mí, después tuvieron a mis hermanos Ricardo y Esteban. Me puse el apellido Nanché, mi papá me abandonó y la verdad que Marco Nanché siempre me quiso como a su hijo.
- ¿Y cómo se llama el primer hijo?
- Hija, es mujer. Penélope Nanché. Pobrecita, siempre fue la más lenta. Anduvo de novia con un Patricio Vol. Al parecer se embarazó de otro sujeto que, obviamente la abandonó. Se separó de Patricio y ahora no sé qué sea de su vida. Vive con mamá.

                Hizo un par de preguntas más, aunque ya tenía lo que le interesaba. La intuición del doctor Oleg había sido la correcta, Humberto le había mentido. La primogénita estaba a punto de dar a luz, por lo que cada segundo era precioso. Al llegar a la casa del doctor había otro auto estacionado. El doctor hablaba con un hombre de 38 años, con una barba pequeña, peludo de los brazos y de gran altura, haciéndole parecer un oso.
- Señor Bran, éste es el Gabriel de quien le hablé.
- Encantado.- Su apretón de manos era fuerte, su mirada era escrutadora.- Jorge Bran, pero llámenme Jorge.
- Jorge es un entusiasta de todo lo que tenga que ver con Crowley. Naturalmente, está muy interesado en nuestra labor.
- Devolver esa caja al primogénito es una ocasión de una vez cada generación. No creo vivir para ver otra oportunidad.
- Pero toma asiento hijo, cuéntanos qué pasó.
- Bueno, pues hay buenas y malas noticias.- Gabriel se sentó frente a los dos y disfrutó de los cacahuates en la mesita de café.- La buena es que sabemos quién es el primogénito. Mejor dicho, primogénita. No es  Humberto, es Penélope Nanché. Humberto es mayor porque es de otro padre, quien los abandonó, su madre se volvió a casar con Marco Nanché. Marco Nanché tuvo a Penélope con su primera esposa, María Julia quien falleció poco después. Humberto dice que podemos encontrar a Penélope con su mamá, o madrastra según la perspectiva. Le pedí la dirección antes de irme.
- Vamos entonces, no hay un segundo que perder.- Jorge Bran le arrebató la dirección y ayudó al viejo doctor y subieron a su Mercedes Benz.
- Esto es muy emocionante.- Dijo el doctor Vrig.-  Estamos en el ojo de un huracán mágico.
- Ya lo creo.- Dijo Jorge.- Ayer secuestraron a Gonzalo Farjat, hijo del dueño de Gran Farjat. Quizás no lo conozcan, pero es el Liverpool de Yucatán. También es mi socio.
- Parece que el viejo Aleister jala de sus hilos.- Dijo Oleg.
- Casi se me olvida. Humberto Nanché me confió que no era la primera persona en aparecerme en su oficina haciendo preguntas sobre primogénitos. Julardo Cortez, ¿lo conocen?
- No.
- No, pero no es coincidencia.- Dijo Jorge.- Habrá que darnos prisa.
- ¿Otra vez lo mismo?- Preguntó Sarah Gil, una mujer arrugada y de largas uñas postizas.- ¿Qué se traen con mi hija?
- ¿A qué se refiere?- Preguntó confundido.- ¿Ha venido alguien más?
- Sí, dos personas. Todos quieren saber dónde está mi Penélope.
- ¿Julardo Cortez?- Preguntó Gabriel.
- Sí, ese fue el primero. Después vino un tipo extraño, descalzo y lleno de collarcitos de pelotitas rojas y blancas.- Se desapareció detrás de la puerta por un segundo y regresó con una tarjeta.- Romino, es lo único que dice. Santero del mercado.

                Se despidieron de la señora Gil y platicaron alrededor del auto. Parecía un callejón sin salida, pero Gabriel no estaba de acuerdo. Ahora sabían que no estaban solos. Había más gente metida en el asunto. Jorge decidió que lo mejor que podían hacer era dividirse. Gabriel hablaría con el santero, mientras que Oleg y él buscarían en los hospitales. Si Penélope estaba a punto de dar a luz, entonces no tardaría en acudir a un hospital. Regresaron a la casa del doctor, Gabriel tomó su auto y se fue. Mientras que el anciano doctor iba al baño Jorge aprovechó la soledad para hablar por teléfono.
- ¿Qué es lo que te pasa Romino? No puedes dar tu tarjeta a cada persona con la que hablas.
- Vaya, vaya, pero si es Jorge Bran. Me preguntaba cuándo llamarías. No he dado con la chica, aunque he estado dando algunas vueltas.
- O la tienes o no la tienes. Yo tengo la caja, o la tendré en el momento que me plazca, pero es inútil si no tengo a la niña.
- La superstición no te sienta bien, es solo una caja.
- Una caja que me va a curar mi enfermedad del corazón. Sólo porque no apeste a verdulería, no quiere decir que no sea magia. Magia más poderosa que la tuya.
- ¿A eso me llamas? Puedes contratar mis servicios, no mi dignidad. Si quieres algo, dilo.
- Una persona te va a visitar en cualquier momento. Se llama Gabriel Correa. Es muy peligroso.
- ¿Y cómo se ve este Gabriel Correa?
- Pelo largo, recogido por atrás, es de estatura media, complexión robusta, tiene una barba de dos días.
- Matarlo cuesta el doble de lo usual.
- Sí, sí, maldito médico brujo. Sácalo de circulación y te pago.
- Considéralo hecho.

                Poco después, cuando Gabriel encontró al santero, Romino lo saludó por su nombre y le ofreció sus mejores descuentos. Gabriel no sabía cómo sacarle información, por lo que fingió que quería encontrar a Penélope Nanché, el amor de su vida.
- Lo sé, lo he visto en sueños.- Romino cubrió su espacio del mercado con una lona y la aseguró con candados.- Este mercado es peligroso, si uno no se fija le roban.
- ¿Adónde vamos a ir?
- No puedo hacer los trabajos aquí.- Señaló a los cientos de compradores y vendedores que formaban un ruido ensordecedor.- Tengo un cuartito al fondo para esta clase de trabajos.
- ¿Entonces me dirá cómo encontrar a Penélope?
- Claro que sí, y porque me caes bien sólo te cobraré doscientos pesos.

                Condujo a Gabriel a través del mercado, empujándole desde atrás. En cuanto doblaron al fondo del mercado para adentrarse en el corredor de bodegas, Romino sacó su cuchillo de su cinturón. La hoja, aún sucia por la sangre seca de su última víctima sacrificial, temblaba de anticipación. Romino sonrió al ver su bodega, nadie lo escucharía y tendría la oportunidad de desaparecer el cadáver fácilmente. Jorge Bran lo haría un hombre muy rico por esto.

Sábado
Charlie Puc y Ale Pardo un día antes del huracán
                Gonzalo seguía tan tranquilo como en la noche anterior. Lo mismo no podía decirse de Charlie y de Ale, quienes habían comprado todos los diarios y los habían dejado en la mesa. En todas las primeras planas aparecía la noticia del secuestro. La teoría de Gonzalo, de que su padre resolvería todo fácilmente, sin atraer la atención, estaba equivocada.
- ¿Y qué? Pensé que el viejo se asustaría, pero al parecer su ego puede más. No quiere decir que sepan qué está pasando. Es más, éstas son buenas noticias, significa que se lo toma en serio.
- No sé porqué no soy tan optimista como tú.
- Lo único que podemos hacer ahora es que se vayan a trabajar. Actúen normal, si la cosa se pone muy tensa me voy, digo que mis captores me dejaron libre y listo.

                No tenía sentido seguir discutiendo. En cierto sentido Farjat tenía razón, concluyeron que lo mejor que podían hacer era ir a trabajar y fingir que Gonzalo no estaba escondido en su casa. No era fácil, por supuesto. Todos en Gran Farjat, vendedores y clientes, hablaban sobre el secuestro. Los rumores de un ángulo político en el secuestro, eran aceptados como hechos absolutos. Escondidos en su departamento de electrónicos, Charlie y Ale decidieron contar los minutos antes de salir. Había pocos clientes, el clima estaba raro y temían que el huracán pegaría el domingo. Naturalmente esperaban salir temprano, sin embargo fueron escogidos para asistir en la ardua y aburrida tarea de hacer inventario para la aseguradora, de modo que si la tienda sufría daños, la aseguradora sabría cuánto dinero se había perdido. El inventario no tenía nada de difícil, cada artículo en la tienda aparecía en algún registro electrónico, por lo que sólo tenían que mostrar sus registros al agente de la aseguradora y nada más.
- ¿Estás bien Charlie? Te noto nervioso.- Dijo Alejandro, su supervisor de ventas.
- Es el huracán, siempre me pone nervioso.
- Y que me lo digas, mi casa no tiene todas las ventanas.- Alejandro firmó los papeles que tenía que firmar y, cuando Charlie y Ale regresaban a su estación, les detuvo con un chiflido.- Casi se me olvida, hay un agente de la PGJ que quiere hablar con ustedes.
- ¿Sobre qué?
- La muerte de Lady Di. ¿De qué será?
- Ah, claro. ¿Dónde está el agente?
- Les espera en su estación.- El agente, Jacobo Soto, era un hombre grande, corpulento y con una cicatriz debajo del ojo izquierdo. Les pareció un hombre duro y una terrible amenaza.
- Ustedes deben ser Carlos “Charlie” Puc y Alejandro Pardo. Soy el comandante Jacobo Soto de la PGJ.
- Carlos “Charlie” Puc, cuando lo dice así suena como si fuera el Chapo Guzmán.- Bromeó Charlie.
- Si lo conociera, -siguió Ale.- vería que se parece más a Alejandra Guzmán.
- ¿En qué le puedo ayudar?- Corrigió Charlie.
- Ustedes trabajan con el señor Gonzalo, ¿es correcto?
- Sí, así es.
- ¿Es su amigo?
- No, él ya tiene a sus amigos.
- Pero salieron anoche juntos a un bar muy exclusivo, ¿su salario les alcanza o él les invitó?
- Ahorramos. Mucho tiempo, de hecho. La verdad que fue en vano, nos corrieron poco después de entrar. Íbamos separados, él no sabía que iríamos al Envy, fue coincidencia.
- El cadenero dice que él intercedió por ustedes, para hacerlos pasar. Eso suena como algo que los amigos harían por otros amigos.
- Bueno, nos llevamos bien con Gonzalo, pero no como amigos.
- Les vieron salir juntos, ¿adónde fueron?- Iba mal, muy mal. Ambos lo sabían, el comandante lo sabía, y los tres sabían que el otro sabía que todo iba terriblemente mal. Eran sospechosos principales.
- A ninguna parte, o sea, salimos nosotros y Gonzalo ya se iba también. No sé adónde habrá ido.
- ¿Gonzalo iba solo?
- Sí.
- ¿No le parece sospechoso que Gonzalo Farjat, un hombre adinerado, con novia y con la habilidad de ligar mujeres en bares, se fuera temprano del Envy sin nadie que le acompañara?
- No tiene novia.
- Frida Maité, ¿sabían que era su novia?
- Sí, ayer la vimos aquí. Vino a cortar con él, fue muy hostil.
- Interesante. ¿Están seguros que no saben adónde iba o si iba solo?
- No, ni idea.
- Eso es todo entonces, que tengan una buena tarde. No se vayan muy lejos, hablaré con ustedes más tarde.- Le vieron alejarse mientras hablaba por teléfono. Tenían miedo de respirar, suspirar y relajarse. Tenían miedo de moverse, como si rascarse la nariz de inmediato le diera al comandante todas las pistas que necesitaba para arrestarlos.
- Estamos perdidos.- Dijo Ale.- Somos sospechoso principales.
- ¿Cómo demonios sabe todo eso?
- Habló con todos los empleados del Envy, ¿qué esperabas? Gonzalo es de la casta divina.
- Casta beduina será.
- Como sea, la policía no escatimará gastos en arrestarnos y meternos a un hoyo.
- Una hora, eso es todo lo que nos queda. Una hora y nos vamos a casa, hablamos con Gonzalo y vemos qué se puede hacer.
- Oigan muchachos.- Alejandro les sorprendió por la espalda.- Ya casi terminamos, media hora cuanto mucho y ya todos podemos ir a casa. Bueno, al menos ustedes, nosotros nos quedamos a apagar todo y cerrar.
- Esas son buenas noticias.- Parecía una reducción de la condena.
- ¿Hablaron con el comandante? Qué intenso, ojalá no los usen como chivos expiatorios.
- ¿Qué?- Charlie estaba pálido. Sintió que sus piernas le temblaban y se sentó para respirar.
- Por cierto, un reportero quiere hablar con ustedes, Ifigenio Balam, es de la República. Recuerden promocionar nuestra línea de verano.- El reportero subía las escaleras mientras Alejandro se despedía de ellos.
- No puede ser, esto es demasiado.
- Calma.- Alejandro le puso una mano en el hombro y en voz baja le susurró.- Prepárate para correr.

                Ale se fue antes de que el reportero lo interceptara, dejando a Charlie temblando de miedo. Entró en la oficina del supervisor que, debido al inventario, estaba sin vigilar. Se subió al escritorio sosteniendo una revista y su encendedor. Le prendió fuego a la revista y la acercó a la regadera de incendios. El mecanismo sintió el fuego y se activaron los rociadores de la tienda. Ale interceptó a Charlie mientras corría para alejarse del reportero. Corrieron sin detenerse hasta llegar al auto y aceleraron lo más rápido posible, tratando de esquivar a los demás vendedores que aprovechaban la confusión y el desalojo para dar por terminada su jornada. El día había terminado. Bajaron las ventanillas para respirar el aire nocturno, pero Charlie manejaba lo más rápido posible para llegar a casa cuanto antes.
- Calma, me gustaría llegar con vida.
- Eso estuvo cerca Ale, demasiado cerca.
- No tenemos nada de qué preocuparnos, tengo la carta de Farjat en el bolsillo del saco. Ésta noche lo platicamos y, si seguimos asustados mañana, vemos de terminar toda la farsa.
- El huracán, no puedo creer que nos olvidamos de eso. ¿Qué hacemos si nos quedamos sin luz una semana?
- ¿Usar velas?
- No, idiota, me refiero a los vecinos.
- ¿Usarán nuestras velas?
- No tarado, salen a la calle, Farjat se muere de calor en la casa. Lo reconocen por las ventanas y llaman a la policía.
- Piensas demasiado.- Charlie se siguió en la glorieta de la mestiza, cuando tendría que haber dado vuelta.- Esa era la vuelta.
- ¡Alguien tiene que pensar!- Charlie se aferró al volante y giró con todas sus fuerzas. La lluvia y el asfalto mojado le hicieron derrapar.
- ¡Cuidado!- Era demasiado tarde, una mujer obesa que luchaba por cambiar la llanta de su Tsuru fue iluminada por los faros. Charlie trató de esquivarla, pero le pegó con la esquina del acompañante. La mujer salió volando, se estrelló contra su auto y cayó al suelo.
- Madre, ¿la maté?- Por los espejos vieron que la mujer se movía, aunque aullaba de dolor sosteniéndose la pierna.- ¿Qué hago, qué hago?
- Acelera idiota, guardamos el auto en la casa.- Ale le dio de zapes a su amigo.- ¿Porqué te dejé manejar a ti?

                Para cuando llegaron estaban temblando y balbuceando histéricamente. Gonzalo veía la televisión con las cortinas corridas y trató de tranquilizarlos. Fumaron marihuana y se relajaron lo suficiente para hablar. Farjat les invitó a emborracharse y jugar videojuegos para olvidar todo el asunto. Charlie y Ale comenzaron a ver la situación desde su perspectiva. No necesitaban exponerse a recoger el dinero, podían golpear un poco a Gonzalo y dejarlo abandonado en la calle. De esa manera podía fingir que sus captores le habían liberado al asustarse. Lo cual era cierto. Quedaba el detalle del dinero, pero confiaba en que su padre sería más laxo en lo concerniente a darle dinero para viajar a París. Gonzalo les prometió pagarles por las molestias, pero ya no les importaba el dinero, sólo querían terminar con el asunto.

                Fumaron varios porros de marihuana mientras Farjat se permitía cantidades más fuertes de cocaína y cerveza. Al cabo de un par de horas Charlie y Ale no podían seguir concentrándose en nada y decidieron irse a dormir. Gonzalo puso música y bailó por una hora. Al encontrarse exhausto, mareado y con nauseas fue al baño para darse un regaderazo. Se le antojó fumar su pipa de crack en la ducha, pero sus dedos nerviosos la soltaron. Trató de recogerla, su cuerpo perdió el balance y resbaló en la bañera, golpeándose fuertemente la cabeza. Perdiendo la conciencia, trató de gritar, pero no encontraba fuerzas. Intentó levantarse y salir, pero volvió a resbalarse y ésta vez azotó la cabeza contra el lavamanos. Su mente en blanco, fue perdiendo la conciencia a medida que perdía más sangre. Al cabo de una hora su corazón dejó finalmente de latir y murió.

Sábado
Frida Maité un día antes del huracán
                Se levantó tarde después de una noche con pesadillas. El templo improvisado le había dejado una impresión muy fuerte. Tenía que mudarse, no había duda. Tenía que hablar con su mamá y exponer a Jorge y a Julardo. También estaba el asunto de la conversación que había sobre escuchado, alguien estaba en peligro mortal. Ella estaba en peligro mortal si no se cuidaba. Salió del cuarto sin hacer ruido. Bajó a la cocina sin encontrarse con alguien. No estaban las llaves del Mercedes, Jorge había salido. Desayunó tratando de idear un plan para escapar. Podía ir a vivir con su amiga Lorena, aunque después del fiasco en la LOB de Gran Plaza, le daría vergüenza. Los papás de Lorena eran dueños de la tienda, ella siempre había querido administrar un establecimiento semejante, por lo que Lorena intercedió por que le dieran la oportunidad. Ausentismo, robo hormiga y completo desinterés. Su noviecito en turno la consumía y no tenía lugar para nadie más que para él. Se daba cuenta ahora que sólo le importaba ella, que había sido una niña caprichosa. Se sentía más madura ahora, y muy asustada. Tan asustada que quería a su mamá, pero como siempre no estaba disponible al teléfono ni al celular.

                Hurgó entre todos sus escondites de dinero y se consiguió lo suficiente para un par de noches en un hotel. Terminó de hacer sus maletas y colocarlas en el auto cuando la puerta del garaje se abrió. Jorge había regresado, y no estaba solo. Se encontraba acompañado de un hombre viejo y cejudo que, con una amplia sonrisa, comentaba sobre cada rincón de la mansión. Frida dejó su maleta en el auto y se escondió detrás de él. No quería darle explicaciones a su padrastro, por lo que no podía salir, pero tampoco quería ser descubierta, por lo que no podía permanecer en cuclillas detrás del auto. Se escabulló por el costado de la casa, manteniéndose por debajo de las ventanas. Se detuvo antes de llegar al ventanal del comedor, al cual no se atrevía a cruzar teniendo a su padrastro e invitado tan cerca. Tapada por un árbol y con la espalda contra la pared bajo la ventana de la sala, hizo un esfuerzo por escuchar la conversación.
- …Admirable colección de Crowley, ¿ésta tapa es de cuero?
- Así es doctor Oleg. Como verá tenemos pasiones en común, la magia es un tema que me resulta de lo más cautivador. A veces pienso que es un llamado.
- Causa y efecto Don Bran, usted llegó a ella tanto como ella llegó a usted. Por cierto, delicioso el té.
- Gracias doctor, pero dígame, ¿qué era aquello que me quería compartir?
- Observe esta cajita, es el regalo que Crowley le hizo a Miramón Nanche.
- Fascinante, he oído mucho sobre ella.- Hubo un momento de silencio en el que Frida se preguntaba si la habían descubierto. Escuchó ruidos en el pasto, era Julardo que había entrado por la parte de atrás y avanzaba hacia la puerta trasera. Frida se pegó lo más posible a la pared, de modo que los árboles le ocultaran del macabro jardinero.- ¿Conoce usted al primogénito Nanché? Por lo que leí, así es como funciona.
- Leyó usted bien, Humberto Nanché es el nombre. Un colaborador hablará con él para que podamos regalarle la caja, su esposa dará a luz en poco tiempo.
- Me encantaría estar ahí.
- Faltaba más. Me parece que le molestaré con el baño.- Frida escuchó mientras Jorge le acompañaba y, en cuanto la puerta se cerraba, regresaba corriendo para hablar con Julardo.
- ¿Qué encontraste?
- Hablé con Humberto Nanché, resulta que no es el primogénito. Marco Nanché tuvo una hija con su primera esposa antes que muriera. Su nombre es Penélope Nanché. He conseguido su dirección, vive con su madrastra Sarah Gil. ¿Cómo quieres hacer esto?
- Algo muy importante, ¿está embarazada?
- Ocho meses y cacho, está a punto de estallar. ¿Mato a la niña?
- No, aún no. Tengo que hacerlo yo, es la única manera de que la magia de la caja se canalice hacia mí y me cure mi afección cardiaca.
- ¿Y el viejo?
- Sigue creyendo que el primogénito es Humberto. Quiero quedarme cerca de él, en cuanto la encuentres robaremos su caja. Creo que mencionó un colaborador, habrá que estar al pendiente.

                Frida se quedó petrificada, matarán a una mujer embarazada. Se quedó esperando a que se fueran todos para seguir con su plan. Salió en el coche, pero le molestaba la conciencia, tenía que hacer algo. Le daba miedo ir a la policía, pero podía acudir con su familia. En el directorio buscó a Sarah Gil y habló con ella, pero al oír su voz pensó que todo era bastante ridículo “mi padrastro quiere matar a su hijastra para robarle su vudú”.
- Necesito hablar urgentemente con Penélope.
- Pero ya le dije que no sé donde está.
- ¿Podría estar con sus amigas?
- Mire, señorita, mi hija se ha vuelto muy rebelde con su embarazo, no me dice las cosas.
- ¿Usted cree que si hablo con alguna de sus amigas…
- Está bien, está bien.- La mujer sonaba muy cansada y harta de la conversación.- Le doy el número de su mejor amiga Noelia.

                En esta ocasión presentó una mentira estructurada. Le dijo a Noelia que buscaba a Penélope debido a que había sobre escuchado una conversación de un ex novio que quería lastimarla. Noelia le habló de Penélope, sus caprichos y su facilidad para perder amistades. Le dio la dirección de su ex novio, Patricio Vol, y la puso al corriente de su drama con su amante Bobby Mendez y la paternidad de su hijo. Penélope tenía la tendencia a desaparecerse cada vez que algo salía mal, por lo que Noeli no estaba preocupada, siempre terminaba pidiendo ayuda y sin duda estaría en el hospital en cualquier momento. Frida decidió visitar al ex novio, quizás él sabría adónde le gustaba esconderse. Antes de salir se despidió de la mansión, nunca regresaría a ella.

                La diminuta casa parecía estar vacía. Frida se dio cuenta que seguramente estaría trabajando. Comió cerca de ahí y después se sentó en los escalones de la casa, esperándolo. Una horda de pintores salían de la casa de al lado y le chiflaban obscenidades. Se sintió ridícula, pero su miedo a su padrastro la mantuvo firme. Después de fumarse seis cigarros concluyó que no era tan firme. Regresó al auto para buscar una pluma y algo donde escribir su número de celular, para pasarlo por debajo de la puerta. A media calle escuchó los chirridos de las llantas. Desde la periferia visual divisó al auto verde de Julardo. Echó a correr hacia la banqueta, pero instintivamente sabía que eso no le detendría. Saltó con todas sus fuerzas contra el muro que dividía las casas cuando el auto subía a la banqueta y chocaba contra los botes plásticos de basura. Frida se colgó de la pared y se brincó el muro cuando el auto frenaba de golpe para evitar el choque. Julardo hizo reversa y desistió en su intento.

                Lloró en el auto mientras trataba de localizar a su mamá. Se calmó y pensó en Penélope. Una mujer asustada, a punto de dar a luz. Una víctima que ella podía salvar. Ya había roto con Gonzalo, eso le había demostrado que era fuerte, ahora podía poner a su padrastro y a Julardo tras las rejas. Eso le hizo sonreír. Recordó la etiqueta del brujo del mercado, Romino. Se dirigió al mercado cuando recibió la llamada del comandante Jacobo Soto. Gonzalo había sido secuestrado. Explicó que había ido a la mansión, pero no había nadie. Quedaron de verse en Gran Farjat. La noticia le cayó como una bomba. Gonzalo era egoísta, caprichoso, parrandero, arrogante y maleducado, pero también era un ser humano capaz de una gran ternura. No le había atraído su dinero, ni el de su padre, sino aquella capacidad de mostrar un enorme cariño. Lamentablemente se veía opacada por su lado negativo, pero aún así la idea de un Gonzalo atado, muerto de miedo y golpeado, le angustiaba.
- Gracias por venir.- Soto cruzó la calle cuando Frida se estacionó y ya le tendía la mano desde antes que apagara el motor.
- Pasaba por aquí, me quedaba cerca. ¿Qué le pasó a Gonzalo, dónde está?
- No lo sabemos, fue secuestrado anoche, cuando salió del Envy, ¿conoce el lugar?
- Sí, era su lugar predilecto. ¿Saben si está bien?
- Sabemos que fue secuestrado, han hecho contacto con la familia. ¿Usted estuvo con él anoche?
- No.
- Pero sabía que iría a ese bar, ¿es cierto?
- Le encantaba ir.
- ¿Porqué no fue con él?
- Terminamos ayer.- Frida se dio cuenta que no la miraba como a una pariente consternada, sino como a una sospechosa.- Cortamos. No podíamos seguir. Concluimos nuestra relación.
- Sé lo que “terminamos” significa, gracias. ¿Porqué terminó con él?
- Es buena persona, pero es… No era una buena persona.
- Sabía que consumía drogas.
- Sí.
- ¿Con usted?- Frida no pudo contener una sonrisa nerviosa.- ¿Está bajo tratamiento por su adicción a las drogas?
- No tengo una adicción, de hecho el del problema era él.
- ¿Está desempleada?
- Sí.
- ¿De dónde saca el dinero para comprar sus drogas?
- Mire oficial…
- Comandante.
- Oficial. No tengo tiempo para esto, tengo que salvar una vida.
- Que casualidad, yo también.- Soto se fijó en las maletas en la parte trasera del auto.- ¿Adónde creía que se iría?
- ¿Qué?- Soto se acercó a ella lentamente, Frida se dio cuenta que tenía las maletas a la vista y que él pensaba que se iría de la ciudad.- Gonzalo era un pedante, pero jamás haría algo así. De hecho, si quiere sospechar de alguien, mi padrastro tenía negocios con el papá de Gonzalo, mi relación con él fue su idea.

                Soto estaba a un paso de ella, un hombre vestido de civil también se acercaba, sin duda un policía encubierto. Una alarma chilló a todo volumen y los detuvo a los tres. Sonó como una sirena desde el Gran Farjat. Docenas de personas salían corriendo, algunos asustados, otros gritando y uno que otro riendo, todos empapados por completo. Frida aprovechó la confusión para entrar al auto y largarse de ahí, mientras Soto y el policía de civil corrían hacia la tienda. Imaginó que lo volvería a ver, sabía dónde vivía y podría rastrear sus tarjetas de crédito. Tenía suerte de cargar con efectivo.

                No podía hacer nada por Gonzalo, pero sí por Penélope. No dejó de buscar patrullas y sirenas en su trayecto al centro. Escondió las maletas en su cajuela y entró al mercado. Entre empujones y pellizcos encontró a Romino, casi al fondo del mercado, poco antes de los corredores de bodegas. No sería fácil mentirle, Sarah Gil y Noelia eran dos mujeres con una vida común y corriente, pero este era un chamán y un charlatán, sin duda su mente se movía de manera más rápida y retorcida.
- ¿Cómo qué se te antoja guapa?- Se acercó y enmudeció al ver las fotos. Era una mujer de cabello castaño y pecas que la hacían parecer infantil, el nombre “Penélope Nanché” estaba escrito con marcador rojo.
- Yo…- Se le olvidó lo que iba a decir y se sorprendió a si misma diciendo la verdad.- Estoy interesada en saber si usted trabaja con una persona llamada Jorge Bran.
- Niñas tan lindas como tú, no deberían hacer esas preguntas.- Se quitó los lentes oscuros para verla mejor y sonrió mientras se acariciaba la canosa barba.- Tú debes ser Frida, no te reconocí. ¿Cómo está tu novio Gonzalo?
- No muy bien. Entonces si trabaja para mi padrastro.
- Emparejarte con él no fue nada fácil, pero hay poco que Oshún no pueda hacer. Ahora Jorge, eso es otra cosa, ese adora a Ogún, es hombre de armas, es guerrero. Pero tiene sus muertos y carga con ellos, ¿entiendes lo que te digo? Se la están cobrando y su corazón no da para más.
- ¿Ha matado por él?
- No puedes adivinar sin un buen sacrificio, tú porque no entiendes, pero yo soy un babalosha, tengo ahijados consagrados. Consagré a Julardo cuando todavía tenía pelos en la mano. Cabras, perros, gatos, hay que hacer lo que los Orishas pidan, ¿me entiendes?
- Sí, creo que sí.
- Ahora ya lo sabes, así que vete.

                Se alejó del santero, pero no se fue. Imaginó que Julardo, su aprendiz, se aparecería en cualquier momento. No sabía bien lo que haría, pero vería alguna manera de averiguar dónde estaba escondida Penélope y salvarla. Un hombre se acercó a Romino, con el pelo recogido hacia atrás y una insipiente barba. Al principio supuso que era un cliente regular, pero a juzgar por el modo en que gesticulaba y Romino guardaba sus cosas, imaginó que las cosas eran diferentes. Al verles caminar hacia las bodegas notó el cuchillo de Romino y entonces se convenció. Buscó por un policía, pero no encontró ninguno. Corrió hacia ellos eludiendo vendedores y clientes y llegó hasta la zona de bodegas. Constató que se trataba de un cuchillo, y Romino estaba a punto de matarlo. Un extinguidor colgaba de la pared a su derecha. Lo tomó y corrió hacia Romino. El golpe contra su cabeza emitió un ruido metálico. El santero se detuvo un segundo, puso los ojos en blanco y cayó de rodillas, terminando con la cara contra el suelo. El joven se quedó petrificado, pero cuando Frida le ofreció la mano le acompañó hasta su auto.
- …Y por eso estaba ahí.- Frida le explicó todo acerca de su padrastro, Romino y Julardo Cortez.- Tengo que salvar a esa pobre mujer. La van a sacrificar como a una cabra.
- ¿Jorge Bran? Ya sospechaba yo de algo. ¿Cómo dices que se llama el otro?
- Julardo, Julardo Cortez, ¿te suena conocido?
- Sí, habló con Humberto Nanché antes que yo. Tengo que avisarle al doctor.- Puso al corriente al doctor Oleg, quien prometió cerrar todo con llave y mantenerse en contacto.- Bueno, no podrán robar la caja ahora.
- Todo por una estúpida superstición.
- ¿Crees que es una superstición?
- No, creo que una cajita de madera tiene ambiguos poderes mágicos capaces de vagas maravillas.
- Esa superstición me salvó la vida, por eso estabas ahí.
- No, esa superstición casi te mata, por eso estabas ahí.
- Causa y efecto, estamos en el rango de acción de Crowley, todos estamos siguiendo fuerzas más grandes que nosotros, para bien o para mal.
- No puedo aceptar eso, tendría que aceptar que la magia existe y que me enamoré de Gonzalo porque un médico brujo mató un animal e hizo algún ritual ridículo. No, no lo acepto. Yo soy yo, para bien o para mal, es mi voluntad y soy libre. Tomo mis propias decisiones.
- Y por eso salvarás a Penélope.
- Exacto.
- Exacto, causa y efecto.- Frida le dio un golpe juguetón.
- Contigo no se puede.

                Lo dejó en el Hyatt y ella también bajó para pedir una habitación. Imaginó que no podía esconderse del comandante, pero sí podría eludir a su padrastro y a Julardo, al menos temporalmente. Se acostó con la certeza que, aún si había fuerzas poderosas que buscaban a Penélope, ella vería alguna forma para salvarla y, pensó antes de quedarse dormida, si eso era magia, entonces ella también era una maga.

Domingo
Charlie Puc y Ale Pardo el día del huracán
                Se levantaron tarde y crudos. Los sucesos del día anterior eran confusos y nebulosos. Ale abandonó su cuarto apenas vestido en bóxers y acompañó a Charlie en su desayuno de cereal.
- ¿Y Gonzalo?
- ¿Quién?
- El rehén.
- Casi me olvidaba.- Dijo Charlie. Se tomó pastillas para el dolor de cabeza y se asomó a la sala.- No estaba en mi cuarto, ¿estaba en el tuyo?
- No, busca en el baño. Seguro está vomitando, sea lo que sea que hicimos ayer me está matando.
- Déjame ver.- Abrió la puerta a empujones y se encontró muerto a Farjat, el agua corriendo y sangre por todo el suelo.- ¡Ale, está muerto!
- ¿Quién?
- El otro rehén, ¿tú qué crees? Se murió.- Ale corrió hacia el baño, se puso pálido y después verde.
- Dios mío.- Corrió al lavabo de la cocina y vomitó.
- Parece que el idiota se cayó… ¿Qué vamos hacer? No puedo ir a prisión, soy demasiado bonito.
- No sé, no sé, no sé.- Ale caminaba en círculos golpeándose la cabeza.- ¿Cómo algo tan fácil puede salir tan mal? Charlie, tienes que pensar en algo. El mundo entero lo está buscando, parecerá que lo matamos. ¿Dónde tienes la carta que escribió?
- No servirá de nada, creerán que lo obligamos. Sólo funcionaba si él nos respaldaba o, al menos, si estaba vivo.- Charlie se vistió y le lanzó ropa a Ale, no quería acercarse al baño.- Muy bien, hay que pensarlo bien. No podemos tener su cadáver aquí, habrá que esconderlo. Primero lo primero, lo envolvemos en la cortina del baño. Lavamos la sangre y lo enterramos en la carretera.
- ¿Y el huracán?- Ale señaló a la ventana, vientos fuertes y lluvia comenzaban a azotar a la ciudad.
- No sé, una cosa a la vez.

                Siguieron el plan de Charlie. Ale volvió a vomitar cuando trataron de levantar el cuerpo de Gonzalo Farjat. La cortina no lo tapaba del todo, por lo que Ale sacó sus sábanas para  terminar de envolverlo. Limpiar la sangre resultaba algo más difícil. Usaron todas las jergas y toallas que tenían, lavándolas en la bañera.
- Tengo una maleta, ahí metemos todas sus cosas.
- ¿Todo?
- ¿Te quieres quedar con su celular para que la policía te encierre?
- Bueno, bueno, pero su Xbox no tiene identificación.
- Ya lo matamos, ¿quieres robarlo? Eso pensará la policía.
- ¿Tú como sabes lo que pensará la policía?
- Películas, perdóname si no tengo experiencia, pero es mi primero. Quizás en el futuro, cuando tengamos experiencia, podamos robarles con calma.
- Yo me lo quedo, hazle como quieras.- Alguien tocó la puerta, dejándolos helados.- Tenemos que abrir.
- No podemos dejar a Gonzalo en la sala.- Escucharon la voz del comandante y empalidecieron.- Vamos a cargarlo, lo dejamos debajo de tu cama.
- ¡Abran la puerta!
- Voy, voy.- Charlie abrió la puerta y el comandante lo empujó para entrar.- ¿Quiere ver si Gonzalo está aquí?
- Disculpen, pero no puedo dejar que la alerta roja detenga la investigación.- Recorrió la cocina, la sala y le echó una mirada a las habitaciones. Ale seguía empujando el cadáver con el pie.- Disculpen si los desperté.
- No se preocupe, pero es un poco molesto, ¿no tienen pistas todavía?
- Pistas, varias, pero pocas confirmaciones. Su ex novia estaba en casa al momento del secuestro, así lo confirma su padrastro y su laptop, revisamos el registro de la computadora y de su messenger. Me voy, tengan cuidado con el huracán… ¿Están seguros que no son homosexuales?
- Mucho comandante, mucho.

                El comandante Soto los dejó, no sin antes mirarlos fijamente. Al ver que el auto se alejaba Charlie y Ale suspiraron aliviados y se sentaron en el sillón. Había estado cerca, muy cerca. Conforme la tormenta empeoraba se ponían más nerviosos. La televisión decía que el huracán había pegado a pocos kilómetros de Progreso como categoría uno. Mérida estaría bajo el huracán en pocas horas. Si querían esconder el cuerpo, tenían que apresurarse. Ocultos en la tormenta escondieron el cadáver en la cajuela, luchando por doblar sus piernas.

                La tormenta inundaba las calles. En pleno día era necesario encender las luces altas y guiarse por las luces de los otros autos. Recorrer la colonia les tomó casi media hora, pero las calles comenzaron a vaciarse. La gente pensante no estaba dispuesta a manejar en esas condiciones, pero ellos no estaban pensando, sino sobreviviendo. El viento aullaba con tanta violencia que se colaba por las ventilas de aire acondicionado y por las ventanas. El interior del auto era una vorágine ensordecedora. Charlie estaba perdido, aunque no quería admitirlo. Hacía ya más de media hora que no podía ver los carteles de las calles y había perdido orientación. Pocos edificios se veían en la tormenta. Ninguno de los dos vio al auto que les chocó por atrás. Charlie frenó e hizo lo posible por no derraparse. El auto finalmente se detuvo cuando se golpeó del lado del acompañante. El otro auto también había derrapado, pero había salido ileso. Un hombre corrió hacia ellos, haciendo lo posible por no ahogarse en la tormenta.
- ¿Están todos bien?- El hombre se pegó a la ventana de Charlie, quien la bajó un poco para oírle claramente.- ¿Nadie está herido?
- No, ¿está usted bien?- El extraño se dio media vuelta y regresó corriendo a su auto, para salir disparado.- ¿Qué te parece? Ese tipo está bien loco.
- Charlie, creo que estamos perdidos, ¿porqué no encontramos un refugio?
- ¿Con Gonzalo en la cajuela?- Ale señaló a la tormenta, la cual empezaba a arrastrar techos de lámina y ramas.- Sí, un refugio.
- Pero maneja con cuidado.- Un par de cuadras más adelante Charlie notó que, además de la nula visibilidad, el vidrio trasero estaba oscurecido.
- Espera un segundo.- Se detuvo y salió del auto. La cajuela había sido dañada en el choque, se abrió en algún momento y Gonzalo ya no estaba.
- ¿Qué ocurre?- Ale se bajó y vio lo mismo.- ¡Por el amor de Dios Charlie! Cada vez que manejas pasa algo. Dame las malditas llaves.
- Pero, pero, pero…
- Pero nada, Gonzalo se fue. Olvídalo, nos vamos a matar si seguimos manejando. Voy a orillar el auto y pedimos asilo en alguna casa.
- ¿Y la policía?
- Al demonio, no me quiero morir hoy.- Luego de orillar el auto tocaron las puertas de media docena de casas, hasta que un matrimonio anciano los invitó a pasar. Aguardaron en silencio, preguntándose dónde estaría Gonzalo y qué nuevos desastres estaría provocando.

Domingo
Gabriel Correa y Frida Maité el día del huracán
                El huracán Alistar pasaría por Mérida como categoría uno. La alerta estaba en el color rojo. Era demencial salir a la calle, pero no tenía opción. Había llamado al doctor Oleg media docena de veces, pero no contestaba. Gabriel temía lo peor. La puerta estaba cerrada con llave, pero en la lluvia vio una cortina que ondeaba en el jardín delantero, una ventana estaba abierta. Entró a la casa y llamó el nombre del doctor.

La transición del ruido de la tormenta, al silencio de la casa, le parecía dolorosa. Escuchó ruidos en la escalera. Pasos furtivos. Frida le había descrito a Julardo Cortez en cada detalle, y lo reconoció de inmediato. Julardo estaba armado, se dio vuelta y se quedaron pasmados. Gabriel lo vio a él y después el arma. Se tiró al suelo antes de que Julardo disparara. Corría desesperado, una mano en el arma y otra en la caja de Crowley. Gabriel lo persiguió agachándose lo más posible. Julardo batallaba con la puerta de cristal que daba al jardín trasero. Finalmente cedió el cerrojo y la tormenta abrió la puerta contra él. Gabriel aprovechó el momento de confusión para lanzarse sobre él sosteniendo una botella de vino que había adornado la mesa. “Si funcionó ayer, que funcione hoy” pensó antes de golpearlo en la cabeza. La botella se rompió, Julardo dio media vuelta, histérico por completo, pero antes de levantar el arma Gabriel asestó otro par de golpes. El vidrio le cortó el rostro y el brazo. Aullando de dolor soltó el arma y se lanzó al jardín. Gabriel se tiró sobre él para arrebatarle la caja. Con tal de escapar, Julardo se olvidó de su objetivo principal.

                Regresó a la casa e intentó cerrar la ventana, pero el viento arrastraba ramas que se estrellaron contra las paredes del comedor, reventando vidrios y tirando cuadros. Subió las escaleras en busca del doctor. Lo encontró en su habitación en un estado plácido e inmóvil. Sus botellas de pastillas estaban abiertas, sin duda lo había envenado. El doctor sostenía en su brazo derecho un ejemplar de “Magia(k) en teoría y práctica” de Aleister Crowley. Gabriel se sentó en la cama y lloró.
- Es un honor haberlo conocido doctor Oleg Vrig, fue usted un maestro.

                El libro tenía un separador, lo abrió en la página y contempló las anotaciones de su maestro. Un gran número de pasajes subrayados, otros con comentarios y muchos circulados con un grueso plumón. Había un pasaje en particular que el doctor había marcado en amarillo y subrayado con violencia “La naturaleza de la Ley es el amor”. Gabriel regresó el libro a su lugar, bajo su brazo, sin terminar de asimilar el significado de aquella frase.

                Cuando dejó de llorar se levantó y miró a la codiciada caja, sus piezas aún sin ordenar. “Amor es el catalizador de la naturaleza”, eso debía leer. ¿Qué significaba eso? El doctor estaba muerto, dos sociópatas estaban dispuestos a matar por la caja y a matar a Penélope Nanché. No veía dónde estaba el amor en todo el asunto. Buscó por el celular de Frida, ella buscaba a Penélope.
- ¿Frida?
- ¿Quién habla?
- Soy yo, Gabriel Correa. Me salvaste la vida ayer, ¿me recuerdas?
- Ah, claro. ¿Qué ocurre, encontraste a Penélope?
- No, me preocupé por el doctor, lo vine a visitar. Julardo Cortez estuvo aquí, el doctor está muerto.
- Dios mío, pobre hombre.
- Le robé la caja de Crowley. Tenemos que encontrar a esa chica, tu padrastro y ese otro monstruo la van a matar.
- Fui a casa del ex novio, no estaba. Estoy con Noelia y tratamos de averiguar dónde podría estar. Su mamá dice que no ha oído nada de ella, ya buscó en los hospitales y no se ha internado. La última vez que la vio, estaba realmente a punto de dar a luz.
- Dame la dirección y voy para allá.

                Noelia finalmente se había preocupado lo suficiente. Frida le dijo que su vida estaba en peligro, de inmediato comenzó a elaborar una red de amigos y conocidos para ubicarla. Sus papás colocaban tablas sobre las ventanas mientras Noelia y Frida hablaban por teléfono y luchaban contra las señales de celulares que en ocasiones se perdían por el clima. La situación era desesperada, la policía no les ayudaría aunque hubiese una seria amenaza a su vida pues estaban en alerta roja y prevenían tragedias por el huracán.

                Frida recibió siete llamadas de su padrastro, no las quiso contestar. Sabía que Jorge la mataría, estaba enterada de todo, el santero le habría dicho de su aparición. Podía imaginarlo en aquel macabro templo lanzando huesos de gallinas e invocando a los espíritus. ¿Romino había producido mágicamente su terrible relación codependiente con Gonzalo o había sido una coincidencia? El secuestro de Gonzalo también parecía una coincidencia enorme. La idea de estar predestinada por brujos le daba más miedo que la idea de Jorge Bran ansiando asesinarle.

                Cuando llegó Gabriel la familia de Noelia había terminado de preparar la casa y estaban involucrados en la búsqueda. Sin embargo, habían intentado de todo. Habían contactado absolutamente todos sus conocidos en Mérida, a excepción de Patricio Vol, quien había apagado su celular y había salido muy temprano en la mañana. Gabriel preguntó si no era posible que Penélope estuviera con él, pero era imposible, Patricio no la había perdonado y se negaba a verla. Finalmente, la mamá de Noelia tuvo una idea. En la preparatoria Noelia y Penélope habían sido mejores amigas e incluso en la universidad habían sido muy cercanas. En esa época se escribían cartas y notas continuamente. Noelia rescató la caja en la que se encontraban todas sus notas y las examinaron una a una.
- Es desesperado, pero quizás encontremos una que mencione una persona o un lugar sobre la que no habían pensado.
- ¡Soy una estúpida!- Gritó Noelia.- Su primera vez, con Paco en segundo semestre. Lo hicieron en un hotel que se llama el Cortijo, cerca de la prepa uno. Su segunda pareja, Roberto, fue un desgraciado. Creo que trató de abusar con ella o algo así, ya no éramos tan íntimas. Penélope se iba al Cortijo para esconderse, de su mamá, de su pareja o de sus problemas. Se llevaba una mochila que era una maleta, a veces se quedaba dos noches seguidas. Pero eso fue hace años, no sé si lo siga haciendo.
- Algo es algo, vamos Gabriel, yo sé dónde queda.
- No, no, ¿cómo creen que van a salir con el agua así?
- Van a matar a Penélope, no hay duda. No les importa si hay agua.
- Oye, - Dijo Gabriel mientras se acomodaba en el auto de Frida.- ¿crees que pasará un milagro si la caja está con Penélope cuando tenga a su primogénita?
- Creo que será un milagro si la encontramos viva.
- Aún así, por tu carácter no te rendirás, ni siquiera con un huracán. Podríamos decir que estás fatalmente predestinada por tu forma de ser.
- No lo digas.
- Causa y efecto.
- Vuelve a decir eso,-bromeó Frida.- y te saco del auto.

                Manejaron despacio y con cuidado, los vientos huracanados aún no tenían la fuerza para obstruir las calles. Por todas partes había ramas, pero aún no levantaba techos, ni piedras, ni tinacos. Cuando llegaron, una hora más tarde, la dueña del hotel estaba despidiendo a los huéspedes. Buscaron a Penélope desde el auto, pero no la encontraron. Frida se bajó del auto para hablar con la dueña, una mujer gorda y vestida en colores pastel.
- ¿Conoce a usted a una Penélope Nanché?- La dueña la dejó seguirla dentro del edificio.- Está embarazada, mucho, difícil perderla de vista.
- Ya despedía a mis clientes, me obligó la policía. No sé quién sea Penélope.
- ¿Entonces no la ha visto?
- No dije eso, dije que no sé quién sea.- Frida no entendió al principio, pero la mujer le señaló con los dedos que quería dinero.
- Dejé mi cartera en el auto, pero por el amor de Dios, su vida está en peligro, ¿la ha visto o no, cuándo se fue o adónde?
- ¿No trae cartera? Qué mala suerte, parece que el destino no quiere que la encuentre.
- ¿Destino?- Le soltó una bofetada que le dolió los huesos de la mano. La mujer casi cae al piso y se alejó aullando de dolor.- No me venga con destino, ni magia, ni causa y efecto, usted me dice dónde encontrarla o le rompo la cara a golpes.
- Está bien, calma, calma. Estaba aquí, se acaba de ir. Cruzó la calle como hacia las prepas.

                Le explicó lo ocurrido a Gabriel y comenzaron a buscarla en el auto. Penélope cargaba su vientre a punto de estallar y se ahogaba con las lluvias torrenciales. Al ver que el auto le hacía señas con las luces y que se estacionaba, aceleró el paso para huir de ahí. Frida llamó su nombre y corrió a ella junto con Gabriel, pero Penélope no se detenía. El guardia de la prepa había dejado la reja con el candado sin cerrar y los vientos la habían abierto. Penélope entró buscando refugio en el edificio principal. Subió las escaleras sin detenerse mientras escuchaba su nombre una y otra vez. Era justo como lo había soñado, pero peor pues era real. En su pesadilla la perseguían tres hombres y una mujer y todos morían. Un hombre apuñalaría a su bebé. Parecía tan real que siguió escondida en el hotel, pero ahora se hacía realidad. En el quinto piso sintió calambres y se arrastró como pudo hacia uno de los pocos salones que tenían la puerta abierta.

                Gabriel estaba sorprendido de su fuerza, una mujer embarazada que se movía como una leona. Tenía a Frida detrás de él, sufriendo por el cansancio. Quería detenerse para ayudarla, pero temía perder a Penélope. Escuchó sus pasos subiendo la escalera, no podía faltar mucho antes de tener la oportunidad de hablar con ella. Se detuvo para esperar a Frida y, desde el pasamano de la escalera en el tercer piso, reconoció a Jorge Bran y Julardo Cortez. Seguramente habían seguido el auto de Frida, el Hyatt habría sido de los primeros hoteles donde habrían buscado. Frida lo alcanzó y le urgió a seguir subiendo, Penélope había llegado al quinto piso. Gabriel los señaló, estaban subiendo la escalera. No tenía opción, tendrían que subir, ésta vez a punta de pistola y con una sentencia de muerte asegurada.

Domingo
Patricio Vol el día del huracán
                Rodrigo había aceptado ser parte del robo, como su chofer de escapada. Habían bromeado durante todo el trayecto. Estacionaron en la parte de atrás. Confirmaron que no había agente de seguridad. Patricio se colocó un pasamontañas y corrió bajo la lluvia hacia la puerta de metal. No habían cambiado la llave. Entró sin hacer ruido, aunque con el rugido de la tormenta. Elsa estaba en el hospital, planeando su despido. El edificio estaba vacío. La contraseña no había cambiado. Varias docenas de miles de pesos en efectivo, así como papeles importantes de la compañía. No contó el dinero, se limitó a meterlo en su cangurera, la cual quedó rebosante de billetes de $200 y $500.
- ¡Somos ricos!- Gritó mientras recorría a Rodrigo hacia el lugar del acompañante.
- Oye, yo quería ser el chofer de escapada.
- ¿Cuál escape? Fue como quitarle un dulce a un bebé.
- ¿Y hay mucho?
- No lo conté, lo traigo todo aquí. Fácil son más de cien mil pesos.- Se encendió el cigarro de la victoria.- Y no te preocupes, tú tendrás tu parte.
- Suena perfecto subcomandante marcos.- Patricio gritó del susto al verse en el espejo, aún traía pasamontañas.
- Gracias por avisarme.
- No tienes que darme nada, no hice nada.
- Tonterías, éste dinero es la venganza absoluta, con él haremos lo inverso de lo que haremos en nuestros respectivos trabajos, cosas como divertirnos.
- Levantarme tarde.
- Viajar. El cielo es el límite.
- Al Capone, su celular está sonando.
- ¿Bueno?- Era su mamá. Sentía ganas de estallar y decirle lo que acababa de hacer, pero se contuvo conformándose con una risa nerviosa.- ¿Qué pasa mamá?
- ¿Porqué no estás en casa?
- Tuve que salir de urgencia, cosas para el huracán. ¿Ustedes están listos?
- Desde ayer, tu padre se puso a colocar maderas, hasta en la puerta de entrada. Nos encerró por un par de horas hasta que los vecinos nos ayudaron a destrabar la puerta. Imagino que no sabes las noticias.
- ¿Cuáles?
- Así eres siempre, vives en tu mundo Patricio. La casa vecina a la tuya que estaba a la venta, le bajaron el precio. Podremos comprarla para ampliar tu casa.
- ¿Se mudó el señor Barrios?
- ¿Qué? No, Patricio despierta. La otra casa, donde vivía tu vecino Rodrigo que te caía tan bien.
- Rodrigo.- Se puso pálido y se estacionó de golpe.
- Puede que este no sea el mejor momento, lo hablamos mañana.
- Eso estaría perfecto.- Miró a Rodrigo fijamente, él le sonrió de regreso.- ¿Rodrigo?
- No me mires a mí, pensé que tú sabías.- El cigarro cayó de su boca y lo apagó nerviosamente.
- Tú no eres real, ¿o sí?
- ¿Por qué no?
- Porque no existes, por eso.
- Detalle sin importancia. Tu frustración no existe, al menos no físicamente. No es un germen que habite en tu organismo, ni es una molécula que flote dentro de tu oficina, y sin embargo es real.
- Sí, bueno eso es distinto.
- ¿Porqué?
- Porque no tengo conversaciones con mi frustración, ni me siento a ver películas malas y beber cerveza.
- Estás haciendo un problema donde no lo hay, soy tu mejor amigo, ¿qué importa si no puedo ir al mercado y comprarte tomates?
- No, no, no, Gina. Ella no es real, ¿no es cierto?
- Ella es muy real, con tan solo pensar en ella vences todos tus miedos. Ayer irradiabas luz como un faro, hoy cometiste robo y te sientes como King Kong.
- Ustedes no existen, el mundo dirá que estoy loco, ustedes no existen en la realidad.
- ¿El mundo? Escúchate por un segundo, ¿qué te importa lo que digan de ti? Pasas la vida sintiéndote como basura, con la absoluta seguridad que el mundo se burla de ti, pero ¿estás dispuesto a abandonar a la mujer de tus sueños y a tu mejor amigo por el mundo? Y más que eso, ¿qué ha hecho la realidad por ti últimamente? En un trabajo sin futuro, rodeado de gente que te ridiculiza abiertamente, con una ex novia confundida que cree que aún te ama y un bebé que no es tuyo. La realidad apesta, ¿y tú le debes favores? Al diablo con ellos Patricio, es hora de ser tu mismo.
- ¿Yo mismo? Yo soy un loco, y no estoy hablando contigo.- Cerró los ojos con fuerza, repitiéndose “tú no eres real” una y otra vez.
- Eso solo sucede en las películas.
- Me engañaste, me hiciste robar el dinero de la oficina… Tengo que devolverlo, es lo único que puedo hacer.
- ¿En serio? Tuviste suerte una vez, ¿crees que tendrás suerte las dos? Si te descubren puedes decirle “mi amigo imaginario me obligó”, que además es mentira. Yo lo mencioné de pasada, no tenía ni idea que tú lo harías.
- Estoy enfermo, esto no es normal, tengo que ir a un psiquiatra, son alucinaciones.
- Lo estás haciendo de nuevo, ¿a quién buscas complacer? Quien quiera que sea, no eres tú. Empieza a preguntarte lo que tú quieres, no lo que la sociedad espera de ti, o lo que tú crees que es la realidad. Ellos no viven tu vida, tú lo haces y, seamos sinceros, tú vida estaba en el excusado. Al menos ahora tienes un mejor amigo y la mujer que siempre has deseado, ¿tirarás todo a la basura para complacer a gente anónima que ni le importas?
- No eres real, pero tiene sentido lo que dices.- Patricio miró su reloj, le daba tiempo de llegar a su cita con Gina.- Veré a Gina, ¿qué importa si no existe? Al carajo con ellos, la amo y eso es lo único que importa.
- Bien dicho.

                La tormenta empeoró, pero no cambió su decisión. Vería a Gina, así fuera lo último que hiciera. Cuando la calle se inundó hasta tocar su puerta y la visibilidad se tornó nula se dio cuenta que probablemente sería lo último que haría. Supuso que estaría solo, nadie más se atrevería a desafiar al huracán Alistar. Se equivocó, la lluvia no lo hizo visible hasta que lo tenía demasiado cerca. Le chocó la cajuela y comenzó a derrapar. El otro auto giró fuera de su campo de visión, Patricio reconoció que frenar a fondo sería inútil, por lo que trató de dirigir el auto fuera de peligro. Cuando se detuvo se preocupó por los otros. Salió del auto deseando que nadie estuviera herido, no que le importara, pero entonces no llegaría a su cita.
- ¿Están todos bien?- Corrió hasta pegarse a la ventana del conductor. Eran dos jóvenes, parecían asustados, pero sanos. - ¿Nadie está herido?
- No, ¿está usted bien?- No le interesó contestar, se dio media vuelta y regresó al auto.

                Gina la esperaba con un paraguas en la mano que se había doblado. Tomaba refugio en la entrada de una casa. Patricio corrió hacia ella, la abrazó y la besó con todas sus fuerzas. Rodrigo tenía razón, no importaba si existía verdaderamente, porque no había tal cosa como “verdaderamente”, sólo existía lo que era real para él y si su sentimiento de impotencia y frustración había sido real, entonces era momento de sentir el amor de Gina. Subieron al auto entre besos y caricias, Rodrigo le cedió su lugar, y una vez dentro trataron de secarse lo más posible.
- Estamos muy lejos de mi casa,- dijo Gina.- pero podríamos ir a la tuya.
- No hay problema.- Se deleitó con su tono coqueto.
- Odio ser mal trío, pero no esperen que salga y me vaya a casa solito, no traje mi kayak.- No le hicieron caso, estaban muy ocupados acariciándose y susurrando palabras de amor.
- Hueles delicioso, como…
- El árbol de limón que había en tu jardín cuando eras niño.- Completó Gina.
- Mira, ¿ella es la que pienso que es?- Rodrigo se metió entre los dos y señaló.- Bajó la lluvia, aunque no mucho, aún así creo que es ella.
- Es ella.- Dijo Gina.- Es Penélope.
- ¿Y? Seguramente sus amigos se…- De inmediato reconoció que no eran sus amigos. El auto que la seguía se detuvo, comenzaron a perseguirla. Un segundo auto estacionó detrás del primero y dos sujetos bajaron del auto, uno de ellos con un arma.- No es justo. No ahora, todo iba tan bien.
- Patricio, siempre estaremos juntos.

                Quería quedarse en el auto, quedarse con ellos. Su cerebro gritaba para que se quedara con ella, pero el resto de su ser ya se estaba bajando del auto. No estaba seguro de lo que pasaría, pero corrió detrás de ellos con la extraña certeza que el huracán lo había arrancado de su vida y le había dejado en una isla desconocida.

El huracán
                La lluvia había bajado de intensidad mientras la el huracán paseaba el ojo de su tormenta por el poniente de la ciudad. Conforme Patricio subía las escaleras la intensidad de la tempestad se hacía cada vez más insoportable. Desde el cuarto piso vio techos de tejas y aluminio que salían volando, postes de luz que caían al suelo, espectaculares que recorrían a vuelo colonias enteras. Tuvo que agarrarse del pasamano para no ser golpeado al suelo por el viento y el agua. En el quinto piso vio el disturbio. Jorge Bran acomodaba las sillas para el ritual, mientras Julardo mantenía a los tres a punta de pistola. Penélope lloraba desconsoladamente, Gabriel le tomó de la mano. Patricio se acercó lentamente, sin saber qué hacer. El ruido del huracán volvían casi inaudibles las voces.
- Disculpen, ¿me quieren decir qué pasa aquí?- Patricio sintió ganas de golpearse, era la cosa más idiota que podía decir.
- ¿Y tú quién demonios eres?- Julardo se alejó de la puerta mientras lo invitaba a pasar.
- ¿Qué quieren con Penélope?
- Nada, solo su vida y esto.- Bran mostró la caja que tenía en la mano y sacó un puñal.
- Miren esto.- Patricio se quitó la cangurera y abrió un poco el zipper. Billetes volaron dentro del salón de clases.- Deben ser como cien mil pesos en efectivo.
- Hay que robarle ahora que podemos.- Dijo Julardo.- Es dinero gratis.
- No tenemos tiempo, lo mataremos después, junto con los otros.- Julardo jaló el martillo.
- Dame el dinero, lentamente. Lánzalo hacia mí.- Patricio dio un paso atrás y amenazó con lanzar la cangurera.
- No seas idiota, lo haces y te mato.

 Patricio dejó ir la cangurera, tirándola hacia arriba. El viento la arrastró hacia el abismo. Julardo puso a prueba su agilidad lanzándose contra el barandal y pescando la cangurera con la yema de los dedos. Teniendo casi todo su peso balanceándose en el barandal, la gravedad hizo lo suyo y su cuerpo cayó cinco pisos hasta su muerte segura. Los billetes se liberaron de su encierro, cien mil pesos volando en torbellinos.

Jorge pensó en lanzarse con el puñal hacia Penélope, pero Gabriel y Frida se pusieron de pie de un brinco y Bran retrocedió. Al verse superado numéricamente, y sin la ayuda de una pistola, Bran echó a correr, empujando a Patricio.
- Era igual que en mi sueño, pero no acabó igual.- Dijo Penélope.- Tú lo hiciste diferente Patricio, ¿cómo lo hiciste?
- Sonará estúpido, pero fue el amor.- Frida se lanzó a sus brazos, lágrimas en los ojos.
- Gracias, gracias, gracias, gracias. No sé de dónde saliste, pero fue magia.
- ¿Están bien?- Frida afirmó con la cabeza y volvió a abrazarlo. Fue en ese momento que Patricio la olió. Olía a limones, como el limonero que había tenido en su casa cuando era niño.
- Hablando de magia,- Dijo Gabriel.- Penélope rompió la fuente.
- Hay que llevarla al hospital.
- No hay tiempo Patricio, creo que yo sé lo que hay que hacer.- Dijo Gabriel.- Estudié medicina un par de años.

                El huracán rugía con todas sus fuerzas, Frida y Patricio se esforzaron por cerrar la puerta, hasta se reventaron dos ventanas. Siguieron las indicaciones de Gabriel, procurando secar tela para arropar al bebé. Patricio le tomaba de la mano y levantaba su cabeza mientras Gabriel y Frida asistían el parto. El bebé chilló cuando nació salió al mundo exterior. El huracán dejó de importar, todos miraban al bebé. Penélope olvidó el dolor y lloró de alegría al ver a su niño bebé sano y salvo, aunque aún cubierto de líquidos amnióticos y sangre.
- Es lo más hermoso que he visto.- Dijo Gabriel.- Felicidades.
- Arropémoslo.- Gabriel cortó el cordón umbilical mientras Frida lo envolvía en su bufanda y en la camiseta sport que Patricio tenía debajo de su camisa.
- Es bellísimo…-dijo Penélope.- Alistar, se  llamará Alistar.

                Sostuvo a su bebé y le mostró la caja mágica de Crowley. Arregló las letras que para que dijeran “Amor es el catalizador de la naturaleza” y se lo entregó a su bebé, quien posó sus manos sobre él como si supiera que es suyo. Exhaustos, pero con la adrenalina en sus cuerpos, esperaron a que el huracán terminara de degradarse en tormenta tropical. Frida y Patricio platicaron mientras veían por las ventanas rotas. Ambos se sentían extrañamente cómodos, como si se conocieran de toda la vida. Patricio disfrutó de su olor a limón y entendió lo que Gina le había dicho, siempre estaría con ella. Gabriel aún estaba asombrado por Penélope, su fuerza para tener a su hijo sin calmantes y, al mismo tiempo, una frágil sensibilidad. La mantuvo sentada en el suelo y apoyada contra su pecho. Penélope miraba a su hijo y besaba la mano de Gabriel que le acariciaba el rostro. En un momento en que los cuatro guardaban silencio Gabriel lo dijo todo “lo que es arriba, es como lo que es abajo”, y todos sonrieron.

                Jorge no había corrido con la misma suerte. Huyó en cuanto se vio superado numéricamente. Julardo estaba muerto, al demonio con él. No podían demostrarle nada, contrataría a su mejor abogado para zafarse del asunto. Le preocupaba más su frágil corazón. Subió al auto y aceleró a fondo, esquivando ramas y techos de lámina. Frenó el auto al sentir que algo pegaba contra sus llantas. Salió a la tormenta y vio a Gonzalo. Le pareció que se movía, una ilusión óptica provocada por la lluvia. Corrió hacia él creyendo que estaba vivo. Cargó su cuerpo adentro del auto cuando una patrulla se detuvo a su lado. Los oficiales reconocieron a Farjat y lo sometieron a golpes para arrestarlo por secuestro.

                El huracán de categoría uno se degradó a una tormenta tropical y los daños fueron mínimos. Con el paso de los días los titulares dejaban atrás al huracán y sus daños para concentrarse en el secuestro de Gonzalo Farjat. El comandante Jacobo Soto anunció que Jorge Bran era el principal sospechoso, aunque se negaba a declarar. La muerte de Julardo Cortez también fue conectada al secuestro, la policía sospechaba que Cortez había tratado de robarle a su patrón, lo que explicaba los más de diez mil pesos en el cadáver y los billetes que se regaron por toda la colonia. Naturalmente los vecinos se quedaron con el dinero que les había llovido, por lo que era imposible saber de cuánto dinero se trataba. Jorge Bran finalmente murió durante un careo con un juez, su corazón dio de sí y se colapsó en el suelo.

                Patricio fue despedido, pero nadie sospechó de él, era demasiado patético para cometer semejante acto de valentía. No le importó, Frida había heredado parte del dinero de su padrastro y estaba planeando una tienda de ropa en Gran Plaza. Se hicieron novios rápidamente y, cuando llegó a casa y se encontró con que ya no estaban Rodrigo y Gina, no le dio importancia, pues ellos vivían aún, encarnados en Frida y Gabriel. Penélope regresó a casa de su madrastra temporalmente, Gabriel se mudó a Mérida y terminó su tesis, Penélope se mudó con él. Ambos hacían una excelente pareja y continuaron su amistad con Frida y Patricio. El día que abrieron la tienda “Magical Fashion” Charlie y Ale pidieron trabajo como vendedores. No sabían mucho de ropa, pero trabajaban duro y no regresarían a Gran Farjat ni por todo el dinero del mundo.

No hay comentarios :

Publicar un comentario