miércoles, 22 de julio de 2015

Con la que puedes vivir

Con la que puedes vivir
Por: Juan Sebastián Ohem

                Estaba dormido cuando entró la llamada. Una de las camadas de gatitos que ocupaban mi cama esperó pacientemente a que me levantara del sillón para levantar el teléfono. Había que estar loco para aceptar el trato, pero alguien tiene que pagar la renta. Desayuné mi especial de cereal con leche y cerveza mientras me explicaban los detalles por teléfono. La compañía de exportación e importación de diamantes, Di’ expo, había tratado con todas las agencias de detectives privados, pero ninguna lo aceptó. Únicamente un suicida le buscaría pelea a Marduk, la terrible mente maestra detrás de la sanguinaria ola delictiva. Había asaltado el amplio corredor que conforma el mercado de diamantes y dejado tras de sí un saldo de siete muertos, más de veinte heridos y miles de millones de dólares en diamantes. Mi trabajo era encontrar y regresar un juego de cien diamantes verdes y negros que habían sido extraídos de la bóveda de la lujosa joyería Efraím. Era casi imposible, pero si lograba regresar el 90% de ese juego de cien diamantes me pagarían una comisión del dos por ciento  del valor del conjunto, lo cual era suficiente como para pagar mis deudas y los atrasados salarios de Alexis.

                En cuanto llegamos al espacioso corredor de tiendas especializadas Alexis se puso pálida y me lanzó una mirada acusadora, nos estábamos metiendo en algo que nos superaba. El corredor tenía una extensión de dos cuadras y de ancho medía lo suficiente para que fuera una calle de doble carril. Las manchas de sangre aparecían por todas partes y había una nube de peritos fotografiando cada centímetro, los numerosos cadáveres estaban siendo levantados por varios equipos de forenses y hombres de impecables trajes realizaban inventarios de lo robado. El golpe había sido ruidoso y violento, Marduk había dispensado de los guardias de seguridad, policías y guardaespaldas con la suficiente saña como para atemorizar a los rehenes. Cabezas rodando de un lado a otro, de una tienda a otra. Los pocos policías y guardias que no mató, les dejó en los puntos donde los francotiradores podían disparar, inmóviles por las bombas de fragmentación bajo sus pies.

                El golpe había sido a las diez de la mañana. Marduk, en compañía de sus tenientes el Cerillo y el Murmurador, irrumpieron en tres camiones de turistas. El robo duró más de cuarenta minutos, la policía no podía cercarse porque el Cerillo había dejado docenas de bombas incendiarias en el perímetro que necesitaban ser desactivadas una a una. Colocaron explosivos en el medio del corredor, justo por donde pasa el drenaje, y desaparecieron por ahí cargando con cinco pesadas maletas metálicas.


                Nos instalamos en la tienda Efraín y fuimos revisando las cintas de seguridad de cada una de las tiendas. Trabajo tedioso, pero era lo único que teníamos. Los policías no habían revisado todas las cintas, luego de revisar algunas y repasar las declaraciones de los testigos, pudieron armar el suceso y darse por bien servidos. Se perdieron lo que Alexis pudo ver, luego de tres horas y media.
- Hugo, ven a ver esto.- Alexis juega con su cabello mientras mira  el monitor. Ella puede permanecer frente a una pantalla por horas enteras, lo hacía desde que ambos trabajábamos en la fuerza policial.

                Alexis Moore me muestra el video desde el principio, acelerando durante el robo. Marduk camina de un lado a otro, con una mano sostiene la cabeza de un guardia, con la otra sostiene una M16. Camina erguido, pero parece un enorme gorila vestido de traje con largos guantes y máscara de plástico cubierta de imágenes, tatuajes que marcan sus crímenes. El Cerillo entra a cada una de las tiendas y, usando su lanzallamas, despacha la resistencia mientras arma sus bombas incendiarias y se asegura que toda ventana esté cubierta de rehenes. Su disfraz es naranja con amarillo, un pesado traje de bombero con casco de piloto de carreras. El Murmurador se encarga del robo, coloca un explosivo en la bóveda, o hace uso de un modernísimo aparato que simula la vibración exacta del código de seguridad. Donde quiera que entre, todos en la habitación se hincan de dolor. Los sobrevivientes lo describieron como un intenso murmullo en sus mentes que, mientras más lo peleaban, más fuerte se volvía. El murmurador tiene un cierto gusto por lo dramático, o ridículo, vista con un traje color azul marino de fibra sintética, con una máscara de grueso plástico que le cubre casi  todo el rostro, incluyendo la boca, con la excepción de dos lentes color ámbar para la abertura de los ojos. Ninguno de los tres deja tras de sí ni una sola fibra, ni dejan de enmascarar sus voces mediante moduladores, y eso vuelve loca a la policía. Seis meses de asaltos violentos, uno cada mes, como es la costumbre de Marduk, y la policía no ha avanzado ni un centímetro en su investigación.
- Mira esto.- Lo interesante estaba al final, cuando ya habían escapado por las alcantarillas y la policía había podido desactivar las bombas que cercaban el perímetro.- Mira al policía.

                El primer policía en entrar a la joyería Efraím, la última por ser robada por el Murmurador, se tapó los oídos y cayó hincado. Seguramente podía sentir el murmullo que las víctimas describieron. Lo interesante, sin embargo, era su rostro. En cuanto pasó el efecto se levantó y, apoyado contra la pared, parecía reconocer algo. Sus dedos se paseaban por el aire, como tratando de ubicar con precisión la última vez que había sentido algo semejante. Antes de ayudar a los rehenes sacó su teléfono e hizo un par de llamadas, parecía estar discutiendo algo que, al final, lo dejó furioso y pateando la pared. Fingió tranquilidad cuando otros policías entraron a la joyería para asistirle en el rescate de los rehenes, liberándolos de sus esposas plásticas.
- Sin duda sabe algo, algo que no le dice a sus compañeros.
- Alexis, eres una joya.- Me arreglé la camisa, la corbata y el saco como si nuestra primera pista fuese una cita prometedora.
- ¿Para qué te arreglas tanto, lo vas a invitar a salir? Además, es imposible que encontremos esos diamantes, sin ser decapitados por ese loco.
- Cien a uno Alexis, no es tanto.
- No, cien a uno son las posibilidades de que te quedes sobrio por un solo día.- El comentario me ofendió, por lo que tomé mi botellita de whisky tamaño de hotel y le di un buen trago.
- El voto de confianza está sobrevaluado.
- Muy gracioso, muy gracioso. Lo digo en serio, incluso si tenemos esto, tendremos que revisar las listas de todos los policías que entraron aquí.
- No, haz un acercamiento a su placa, lo ubicaremos así.
- No puedo hacerlo aquí, es sólo un DVD, necesitaría mi computadora.- Tomé el DVD de seguridad y se lo di. Antes de que protestara busqué otro de los DVD’s que la joyería guardaba en una caja de archivo muerto y lo reemplacé.- Nadie se dará cuenta, descuida.
- Brass, tú le robarías a tu madre.
- ¿Por qué crees que no me habla nunca?

                En menos de una hora ya tenía un nombre para mí. El oficial Brent Edwards del Precinto 52. Lo esperé que regresara de su hora de comida y le corté el paso. Edwards tenía una historia que contar. Hacía diez años trabajaba en el Precinto 21, en la zona de Baltic, y en una ocasión arrestaron a un hombre acusado de violación. Las víctimas se pusieron de acuerdo y, entre todas, levantaron cargos y prestaron declaraciones. Arrestaron al sujeto, pero su abogado lo sacó de inmediato, porque ninguna de las mujeres tenía evidencia alguna y, su testimonio era dudoso. Según ellas el violador les invita una copa en un bar, súbitamente se sienten enfermas, sienten que hay algo fuera de lugar en su mente, como un murmullo, pierden la conciencia y, al despertar a la mañana siguiente, se encuentran en la habitación de un motel.
- ¿Cómo sabes que es la misma persona?
- Yo fui muy hostil con él.
- ¿Es tu manera de decir que le diste una paliza?
- ¿Qué puedo decir? Realmente detesto a los violadores.
- Le diste una tunda y él te atacó con su murmullo, ¿no es así?
- Sí, exacto. Es como estática que, si te sobrepasa, te desmaya en menos de un minuto. Sentí lo mismo cuando entré a esa joyería.- Edwards buscó sus cigarros y le ofrecí uno de los míos. Nos apoyamos contra su patrulla y seguimos hablando.- No podía creerlo, traté de recordar su nombre, pero no podía. Diez años es mucho tiempo. Hablé con mis antiguos compañeros, los que estaban de guardia conmigo ese día. Obviamente ya no están de guardia en la 21, Leisel Jones es de la unidad canina, Steven Fredericks es detective en la Metro, Julian Mors es de Asuntos Internos, Rebecca Gilmore trabaja en el sótano de evidencias del Precinto 18 y Horton se salió de la fuerza.
- ¿Y cuál es su nombre?
- El registro aún se mantiene intacto, fue una suerte encontrarlo. Su nombre es Faust Sandberg.
- ¿Y qué te dijeron tus antiguos compañeros?
- Yo quería hacer algo, no sé qué, pero algo. Pero ellos tienen razón, no puedo hacer nada contra Marduk y sus tenientes. Eso es suicida.- Me dio gracia que me lo dijera a mí, yo tenía que robarle parte del botín al loco ese.- Me dijeron que lo mejor que puedo hacer es llamar al FBI. No lo puedo hacer, porque mis superiores me matarían y ya de por si estoy en la cuerda floja. No por nada sigo siendo policía de uniforme, por más de diez años. Le dije a mi sargento, pero no me toma en serio, dice que estaba en shock.
- Tiene una pieza importante del rompecabezas y a nadie le importa.
- Exacto. ¿Y tú para qué quieres saber Brass, quieres ir tras ellos o algo suicida por el estilo?
- Algo suicida por el estilo.

                Teníamos algo, aunque ese algo podía tenernos a nosotros. Alexis es una mujer casada y con dos hijas, no es justo meterla en aprietos como estos, pero a la vez ella sabe los riesgos. El dinero es bueno, muy bueno, pero ahora que teníamos una pista que ni la policía ni el FBI tenía, era momento de plantearse qué tan involucrados queríamos estar. Todos habíamos leído la historia de Marduk en Inglaterra, sobre cómo un transeúnte se topó con el restaurante clausurado desde el cual operaba mientras paseaba a su perro. Sin dudarlo lo reportó a la policía, corrompida por el dinero y la violencia de Marduk. Contactaron de inmediato a Corazón de León y, en un operativo conjunto con el servicio secreto, irrumpieron en el lugar con todas sus fuerzas. Los tenientes de Marduk, los Bloody Invisibles, murieron a manos de Corazón de León. Marduk escenificó su muerte. Nunca pudieron dar con su verdadera identidad, aunque lo dejaron casi sin dinero al reclamar casi todo el botín. Tres meses después murió el hombre que dio aviso a las autoridades. Deberían haberse dado cuenta en ese momento que la plaga no había desaparecido, solo había sido detenida por un breve tiempo, pero era demasiado tarde. Marduk solo reapareció para matar a ese pobre sujeto, y a su perro, y se mudó a América. Contrató a sus dos nuevos tenientes y ahora era nuestra plaga.
- Te puedo decir que existe un departamento a nombre de Faust Sandberg, pero no ha habido movimientos en su tarjeta de crédito.
- ¿Dónde queda el departamento?
- No debería decírtelo, pero está en la 72 sobre Kimberly, antes del Museo de Historia Natural, el número 601.
- Ya sé dónde queda, no es una zona muy lujosa.
- Vivir con lujos es lo peor que puede hacer ahora, aunque Dios sabe que han robado lo suficiente para retirarse millonarios por el resto de sus vidas. Brass,- dijo con tono serio.- no hagas nada estúpido.
- ¿Qué pasa, no confías en mí?- No tenía que decirlo, nunca confiaba en mí y mucho menos cuando se lo preguntaba. No se lo echo en cara porque sé que su preocupación es genuina. Incluso cuando ambos éramos policías se preocupaba por mí. No tenía que hacerlo, no era ni siquiera mi compañera, pero eso no la detenía.

                Me quedo en el auto mientras como una hamburguesa y la bajo con la botella de whisky de la guantera. Alexis me mandó una fotografía de Sandberg al celular. Un bicho raro, narizón, pelirrojo y con el pelo rizado. No parecía un hombre peligroso, pero con un solo pensamiento podía desmayar a una persona, y eso lo hacía una fiera salvaje. Reuní el coraje y me acerqué a la puerta del edificio. Esperé que no hubiera nadie alrededor para hacer mi magia. Si lograba concentrarme podía atravesar paredes como un fantasma. Una sensación de calor invade mi cuerpo, si me concentro lo suficiente podría atravesar hasta varios metros de concreto, pero entonces el calor probablemente me mataría. Soy cuidadoso para entrar a su departamento, quizás Sandberg no es el Murmurador, pero en caso de que lo sea no quiero entrar sin nada. Saco mi pistola y nuevamente me concentro para ser inmaterial y asomarme a través de la puerta.

                Cuando me convenzo de que no está en casa, atravieso la puerta con cuidado. Sandberg es el Murmurador, ésa es la única explicación. Un sofisticado sistema de alarmas necesita que, en menos de dos minutos de abierta la puerta, se ingrese un código y después un escáner de las dos manos, de lo contrario se activan las bombas que evaporizarían a todo el edificio. Las ventanas también están aseguradas con explosivo plástico y hay un escáner de la retina para entrar en la habitación. Algo es seguro, no invita a su mamá a tomar el té los domingos.

                El basurero tiene latas de comida y envoltorios de cenas de microondas, su cafetera está encendida y queda muy poco café, e incluso el diario se encuentra desperdigado por la mesa del comedor. Sigue viviendo en su departamento, eso es seguro, y quizás no tenga mucho tiempo más antes de llegue. El escáner de la retina en la puerta de su habitación me intriga, me invita a darme una vuelta. Asomo la cabeza a través de la puerta y me encuentro con una trampa en el suelo, una mina de tierra se activa si la puerta es abierta sin el escáner de retina. El Murmurador es un paranoico demente, eso está claro, y toda razón para estarlo.

                La amplia habitación también es un museo. Los cuadros colgados en las paredes muestran una biografía en fascículos. Reportes de periódicos y fotografías, son segundos encapsulados que muestran el recorrido doloroso de Faust Sandberg. Los cuadros no siguen ningún orden, entremezclando su historia personal, su familia y su presente. Sandberg estudió ingeniería en sistemas, su madre fue ingresada al Hospital por un ligero accidente automovilístico y se murió allí, dejándolo solo y único guardián de su hermanito, quien es un exitoso músico en Inglaterra. A sus veinte años era parte del grupo Hiperión, según pude ver en una fotografía de periódico con el titular “Toma de rehenes se resuelve en cinco minutos”. Su disfraz era ridículo, látex de colores y una capa. El reportaje le menciona una sola vez como “el silbido”. Otra nota del mismo año acerca del grupo “los temibles siete”, un grupo de adolescentes inadaptados que dejan de escuchar Nirvana y deprimirse, se ponen una máscara y luchan contra el crimen. Los temibles siete no duraron mucho tiempo, Gargantúa mató a tres de los originales. Los que reemplazaron a los originales a finales de los ochenta se infectaron de SIDA, Next-Boy, Electroman y Espejo fueron los casos que los medios pudieron descubrir, los demás casos fueron sospechas y rumores.

Una nota de un periódico sensacionalista tiene un retrato hablado de él como el sospechoso principal de un asalto a una tienda de autoservicio en una gasolinera, con pluma escribió “demasiado cerca” a un lado del retrato robot. En el suelo se encuentran diarios recientes con los golpes de Marduk, el asalto a los jefes de la mafia italiana, que dejó a todos fríos luego de encontrar la cabeza del Don Larioni, el robo de bonos del tesoro nacional, un robo atrevido a un barco de carga donde se embolsaron más de siete toneladas de cocaína, entre otros más que recibieron menor atención mediática.

                En el clóset tiene, además de su ropa ordinaria, varios de sus disfraces, incluyendo el que usaba en su juventud, de colores  azul y amarillo. En el estante en la parte de arriba tiene seis maletas, cada una con ropa, dinero, pasaportes falsos y armas. En una caja de cartón, detrás de la ropa se encuentran docenas de celulares, de planos de edificios, media docena de llaves de autos, algunas bolsitas de cocaína, pastillas de toda clase, y recibos de una compañía de camiones “Carga pesada y Asociados”, firmados por alguien llamado Turnbull. La fecha de cada recibo es de un día después de cada golpe. Así es como mueven lo robado de un lado a otro de la ciudad para venderlo o esconderlo.

                Alexis acompaña a sus nenas a la clase de ballet y aprovecha para despejarse. Yo no puedo darme el lujo, estoy tras la pista de la organización delictiva más peligrosa de la ciudad. Los seudo-intelectuales de la radio se lamentan que Dinastía y su grupo estén fuera del país atendiendo el huracán de Haití y que el grupo Vivaldi estuviera ocupado en Los Ángeles, pero ninguno de ellos admite lo que es obvio. Los pesos pesados, como Dinastía, Tornado, Robo Sapien, Espectro y los demás, incluso ellos, hacen lo que yo hago, por dinero. Mi motivación no es distinta a la de Sandberg, estoy en esto por el dinero. Los otros podrán disfrazarse y salir en la foto, pero son tan humanos como cualquiera de nosotros. La diferencia entre Sandberg y yo del resto de los mal llamados héroes, es que nosotros no somos hipócritas.

                Para cuando llego a “Carga pesada y Asociados” la radio sigue un incesante monólogo sobre la inmoralidad de los nuevos grupos de disfrazados, los rumores de lesbianismo de las tres Reinas, el alcoholismo de Gorgan, y todas las comparaciones tontas con los boy scouts como Svarog, Manix, Helios y compañía. Tengo que contenerme de gritarle la radio. Trato de calmarme fumando un cigarro y tomando un par de tragos de mi botella de la guantera. Pienso en lo ridículos que eran los Temibles Siete, en esos tontos disfraces, pienso en la Hermandad Azul, los policías que toman la ley en sus manos y se autodenominan héroes. Pienso en lo cerca que estuvimos Alexis y yo de solicitar unirnos, pero después pienso en mi compañero en la división de detectives y deja de parecerme ridículo, para volverse trágico.

                El edificio de “Carga pesada y Asociados” está rodeado de camiones, de mudanza, carga y de todo tipo, y de entradas de garaje. En el directorio de la planta baja el nombre de Turnbull aparece como “Ian Turnbull. Administrador general”. Fotografías en la pared muestran a Ian Turnbull y su esposa Lauren entregando cheques gigantes a escuelas de bajos recursos. Es todo un Ghandi envuelto en negocios con hombres como Marduk. Turnbull es un hombre corpulento y calvo, de tez tostada por el sol con dos enormes ojos azules que le dan una mirada intensa. Su esposa es su completo contrario, Lauren es pálida, con algunos kilos de más, pero todo en ella exuda elegancia.

La oficina de Ian Turnbull se encuentra en el quinto piso, donde se reemplazan los panales de cubículos por oficinas lujosas casi todas alrededor de una agradable estancia, con la oficina de Ian al fondo pasando una secretaria. En la estancia hay una pareja hablando con Turnbull, el marido es un hombre rapado y esbelto, pero muy atlético y de nariz aguileña, la esposa es una rubia con pronunciados pómulos que muestra su atlética figura a través de un casual conjunto de gimnasio. Me dedican un segundo de atención, bajan la voz de su conversación y me sigo de largo. El corredor de la oficina de Turnbull alberga otras tres oficinas y todos a una misma secretaria. Me fijo en el nombre de otra de las oficinas, “Cassandra Gillete. Relaciones públicas”. Antes de que la secretaria me corte el paso voy directamente con ella.
- Disculpe, odio molestarle, pero parece que hay un problema.- La secretaria, una pelirroja nerviosa, se quitó la diadema del teléfono y me miró fijamente, una mano cerca del teléfono para marcar a seguridad.- Hay un hombre abajo que desea hablar con Cassandra Gillete, yo le dije que no sería posible sin una cita, sin embargo insiste. Creo que no está bien de la cabeza, por lo que le dije que le conseguiría una cita, pero el hombre insiste en hablar con usted.
- ¿Le dijo cómo se llama?- Tomó su lápiz y una de las cuatro agendas, diferenciadas por color.
- No, solo me agarró del brazo y me dijo todo eso. ¿Qué hacemos?
- Sin duda es su novio borracho de nuevo. Sígame.

                La secretaria salió corriendo y, en cuanto salí de su campo de visión, atravesé la puerta de Turnbull en una fracción de segundo. Desconozco cuánto tiempo tengo y, al igual que con el departamento de Sandberg, todo debe ser regresado a su lugar original. Me lanzo primero al basurero, un sobre manila llama mi atención. Fotografías comprometedoras, una docena de ellas, al principio no logro identificar a la mujer, aunque me parece conocida, y las regreso al bote de basura. Los papeles en su escritorio no me dicen nada incriminatorio y no tengo tiempo para su computadora. Podría, si tuviera tiempo, enlazar la computadora a la de Alexis y pedirle que la analice, pero no puedo ser atrapado con las manos en la masa. Busco por una caja de seguridad y la encuentro en una de las patas del escritorio. Me arden las manos a medida que atravieso el metal y extraigo su contenido, pero pienso en el dulce dinero que Di’expo nos pagaría por encontrar los diamantes, y me aguanto.

                Varios fajos de dinero, papeles de su negocio, las escrituras de su casa y las escrituras de un departamento en Rose firmadas también por Vicky Skirving. Tiene un amante y puedo ubicar a la mujer de las fotografías, es la rubia que se encontraba en la estancia con su marido e Ian. Regreso los papeles a su lugar y, asegurándome que la secretaria no está en su estación, salgo corriendo de ahí. La pareja se ha ido y bajo las escaleras tan rápidamente como puedo. No tengo la condición física para correr todos los pisos, pero en el descanso de la escalera hay una ventana y veo a la pareja regresando a su auto, dándose de besos y arrumacos. Apunto las placas y le llamo a Alexis.
- ¿Qué pasa?- Le puse al día con el caso mientras me sentaba en los escalones y abría mi camisa y nudo de corbata.
- ¿Crees que puedas darme el nombre y dirección del dueño del auto?
- Descuida, tardaré un segundo.
- ¿Cómo estuvo el ballet?
- A mis angelitas les encanta. Warren manda saludos. ¿Qué te parece el caso de chantaje?
- No sé, quizás Marduk lo está chantajeando para que coopere. Quizás es algo completamente independiente de Marduk. De ser así, sería una extraordinaria coincidencia.
- Grant Thorpe, WoodBelt #767. Según lo que veo es médico particular y está nadando en dinero. ¿Vas para allá?
- ¿Tú qué crees?
- Ten cuidado Hugo, ya no tenemos placas para escondernos detrás de ellas.
- ¿Para qué me quiero esconder si puedo huir atravesando paredes?

                WoodBelt es la exclusiva zona al norte de la ciudad donde, rodeados de bosques, los más ricos y famosos viven despreocupadamente. A excepción de la amante de Ian Turnbull, quien seguramente sería víctima de extorsión, o la victimaria. En cualquier caso debería tener sus nervios a punta. Las palabras de Alexis, sin embargo, me distrajeron durante el trayecto. Traté de sonar seguro de mi mismo, un macho total, pero tenía miedo. Continuamente recordaba las escenas del noticiero hacía un par de años, cuando Polaris fue ejecutada frente a las cámaras a manos de la pandilla Tarantula. Polaris, quien fuera integrante del grupo de Dinastía por tantos años, un ícono cultural. Polaris, quien ayudada por Dinastía, Robo-Sapiens, Hombre Titanio y Vulcano, detuviese el atentado con aviones en el 2001, hasta ella era mortal. Un día está volando sobre la ciudad, su traje blanco y negro y su sonrisa de oreja a oreja, y al otro día es ejecutada como a un perro. Se distrajo, se sintió segura y fue su final. Si eso le podía pasar a ella, con toda seguridad me podría pasar a mí.

                Conforme estudio la mansión y me aseguro de que esté vacía y no haya testigos, pienso en la posibilidad de que sus dueños estén envueltos en el reino del terror de Marduk. Los sistemas de alarmas no sirven para nada si puedo atravesar las puertas y los lásers. Los perros guardianes no sirven si se mantienen encerrados en el jardín trasero. Más de mil dólares en seguridad tirados a la basura, casi me dan ganas de dejarle una propina o una lista de sugerencias.

                Una mansión modernista, el señor Thorpe cuenta con lo mejor de todo, televisiones, computadora, dvd’s, una pequeña sala de cine, un gimnasio gigantesco con su propia piscina y spa. Pocas fotografías en las paredes, pocos libros, pocas plantas, poco pelo de mascota en los muebles. Algo está mal, nadie puede vivir cómodamente sin que sus muebles sufran daños como quemaduras de cigarro, rasgaduras por los zapatos o tacones, o algo semejante. Hay algo mal con esta pareja. Voy a la cocina y encuentro el mismo patrón de casa perfecta. Todas las evidencias apuntan a que habitan allí, pero parecería que, de la primera planta, solo hacen uso del gimnasio, el estudio y la cocina. Un gabinete para especias, un gabinete para platos, un gabinete para pastillas. Una farmacia entera en pastillas. Algunas de ellas son de venta regulada, pero llenadas bajo la receta del doctor Thorpe. El crimen perfecto. Encuentro algo que me da un escalofrío, el nombre de su esposa no es Vicky Skirving, sino Lisa Hudson. Ian Turnbull tiene una amante y la engañó con la esposa de Grant Thorpe.

                No estaba seguro dónde entraba Marduk, Sanberg y el Cerillo, pero algo me decía que no andaban lejos. Reprimí mis ansias por fumarme un cigarro, pues sin duda lo olerían y sabrían que algo andaba mal. Reviso su gabinete de dos pisos de pastillas, teniendo cuidado de regresarlas a su lugar. Pastillas para subir los ánimos, bajarlos, mantenerlos, para compensar, para regularizar, para llorar, para reír, para comer, para adelgazar, para engordar, para tornear los músculos, etcétera. Ese era solo el primer piso, para cuidar el estado mental y emocional. El segundo piso, con menos botellitas de pastillas, cubría las alergias de Grant Thorpe, al polvo, al pescado, a la lactosa, al polen, a las picaduras de abejas, al tabaco, entre otras. Mantenerlo cuerdo y en funciones costaba un ojo de la cara.

                En la recámara principal existía el mismo orden, pero también había un toque femenino. Lisa Hudson había puesto fotos con sus amigas y familiares sobre cada mueble de la inmensa habitación. Dediqué media hora a hurgar entre los cajones y en el baño, donde encontré aún más pastillas. Debajo de la cama, del lado de Lisa Hudson encontré un cuaderno hecho a mano con cartón e hilo que contenía una larga colección de recortes de periódico. Me recordó a Faust Sandberg y a su vida congelada en fragmentos y colgados de la pared. Era lo mismo, pero en sentido inverso. Todos los recortes tenían que ver con noticias sobre las tres Reinas, descrito en el diario como “grupo de heroínas feministas que demuestran que las mujeres son tan heroicas como los hombres”. La Reina Roja con su piel invulnerable, la Reina Azul con su capacidad de enfriar la humedad del ambiente y la Reina Negra con su habilidad de canalizar electricidad. Popularmente conocidas como las chicas superpoderosas, se trata de un trío muy capaz que nunca trascendió de los atracos de pandillas juveniles. Había noticias también sobre Svarog, el dios solar eslavo que formara parte del grupo Dinastía durante un tiempo. Regresé a su clóset y descubrí, escondido entre otras cajas, el maletín de maquillaje equipado con su peluca de largo cabello rubio.
- ¿Dónde estás?- La voz de Alexis era cansada y podía notar que hablaba en voz baja con sus niñas.
- En casa de Thorpe, pero creo que cometí un error.- Me asomé al balcón que daba al jardín trasero y encendí un cigarro.
- ¿Porqué, qué pasa?
- El nombre que encontré en el departamento que Turnbull compró era de Vicky Skirving, pero no es la misma mujer que aparece en las fotografías. La chica de las fotos, la pareja de Grant Thorpe, ¿sabes quién es?
- Espera, deja ver si mis dones de telepatía funcionan… No, hoy no.
- Muy graciosa. Su nombre es Lisa Hudson. Averigua todo lo que puedas sobre ella.- Tiré la cenizas sobre el perro guardián, un enorme mastín negro, y éste volteó a verme y perezosamente regresó a dormir.- Estoy segura que Lisa Hudson es la Reina Roja.
- ¿”La” Reina Roja?
- No, la otra Reina Roja que nadie conoce. Por supuesto que “la” Reina Roja, de Las Reinas. Se pone peor.
- ¿Cómo podría ponerse peor?
- Su marido, Grant Thorpe, él es Svarog.- Hubo un momento de silencio en la línea, cortado únicamente por su regaño a sus hijas.- Muy bien, muy bien. Nadie sabe que estás ahí, así que puedes dar marcha atrás y asunto arreglado.
- Sabes que no puedo hacerlo.
- Puedes, pero no quieres.
- En mi caso es lo mismo.
- Sabes lo que puede pasar, algunos de esos tipos se vuelven locos con la fama y defienden sus identidades con la muerte.
-Sólo búscame toda la información que puedas sobre Lisa Hudson, sus asociadas o lo que sea, quiero saber quiénes son las otras dos Reinas.- Alexis se concentró en su computadora, su habilidad predilecta.- Me apuesto algo que la Reina Azul es Vicky Skirving.
- Pues sí, tienes razón.
- ¿Tan rápido?
- Facebook, la tonta de Lisa Hudson tiene un perfil en Facebook y las tres amigas que aparecen siempre, las tres integrantes del “club de lectura de los jueves”, son Vicky Skirving y Clover Morris. Reina Azul y Reina Negra. Skirving tiene una refaccionaria y hay aquí un enlace a una noticia sobre cómo es una mujer independiente y exitosa. En la foto hay camiones de “Carga pesada y Asociados”, probablemente se conocieron así. Las tres parecen ser muy feministas.
- Siempre pensé que eran lesbianas.
- Tú crees que toda mujer que te rechaza es lesbiana. Bajo tu óptica todas las mujeres del mundo, a excepción de alguna chica ciega y tonta, son lesbianas. No sé cómo puede haber sobrepoblación mundial.
- Soy un genio incomprendido.- Apagué el cigarro y metí la colilla al bolsillo del pantalón.- Te hablo después.

                Sentado en la cama traté de recordar la posición desde la cual se habían tomado las fotografías. La cámara debía estar en el librero a un lado de la puerta y frente a la cama. Entre los libros encontré la diminuta cámara, del tamaño de mi uña meñique. Mientras me decidía entre arrancar la cámara o dejar todo en su lugar, sonó el teléfono. El corazón me pegó un brinco y me quedé en cuclillas al lado de la puerta tratando de escuchar si había alguien en la casa. El teléfono siguió sonando hasta que se activó el contestador automático, ubicado en el buró de Grant.
- … Tienes el celular apagado, como siempre. Soy Clover, aunque ya lo sabes, solo te llamaba para lo mismo. Estoy desesperada, no encuentro nada que apunte a la identidad de Marduk, por lo que trataré de convencer a Justin. Sé que no confías en él y, créeme cuando lo digo, yo tampoco confío en mi ex esposo, pero conoce gente. Bueno, eso era todo, llámame.

                Salí corriendo, atravesando paredes y puertas hacia el auto, mientras le marcaba a Alexis para tener la dirección de su ex marido. Ya tenía la información a mano, pues había cosechado un amplio dossier en las tres mujeres y en Grant Thorpe. Justin Holt vivía en Fern, al otro lado de la ciudad y, mientras aceleraba a toda máquina brincándome los semáforos, extrañé mi sirena de policía y mi placa. El ex marido había estado en prisión por asalto con arma blanca y era sospechoso de tráfico de drogas, una verdadera joya. La tarjeta de crédito de Clover tiene una deuda de varias decenas de miles de dólares y su casa ha sido embargada. El escenario se agranda, de un sospechoso se reproducen cuatro o más.

                Fue en ese momento cuando supe que no había manera de que el asunto terminara bien. Aquellos invaluables diamantes negros y verdes iban dejando tras de sí un rastro ominoso, como la calma antes de la tormenta. Esperando el semáforo tomé la decisión que lo cambió todo. Si no me hubiese pasado el alto, entonces habría llegado cinco minutos más tarde y jamás la habría conocido. El verde señalizaba a una calle sin tránsito, mientras que nosotros esperábamos aburridamente al semáforo. Causa y efecto, los ingleses son incapaces de descubrir la identidad real de Marduk y éste escapa a América. Marduk roba diamantes invaluables y el predecible Hugo Brass toma el caso. Predecible, obstinado y peligroso. Mirando el semáforo me  hice la única pregunta que valía la pena, ¿si violaba las leyes de tránsito y me saltaba el rojo, podría vivir con eso? Era broma, por supuesto, porque no conseguía ver los efectos de esa causa. Aceleré en rojo y con ese simple gesto precipité los eventos que cambiaron nuestras vidas para siempre.

                El edificio de Holt solía tener elegancia y estilo, pero ahora la pintura se caía por pedazos y los vagos sentados en la puerta no ayudaban en lo absoluto. El elevador estaba clausurado y, a juzgar por el olor, era un baño público. Subiendo las escaleras me topé con ella, una mujer negra de poderosa mirada. Intercambiamos miradas por una fracción de segundo y aquellos ojos ligeramente rasgados me atravesaron. Se quedó en mi mente hasta que llegué al departamento de Justin Holt.

                Atravesé la puerta sin llamar y acerqué mi mano a mi automática en su estuche del costado. Justin Holt era un hombre blanco y delgado, con una barba mal cuidada y ojos cansados. Al verme se asustó, pegando un brinco que le sacó del sillón de cuero, frente a la mesa de café con líneas de cocaína, y se echó a correr hacia su habitación, en busca de la ventana y la escalera contra incendios. Es muy fácil perseguir a alguien cuando se tiene la habilidad de atravesar paredes y puertas. Me lancé sobre Holt mientras trataba de salir de la ventana. La verdad es que la escalera contra incendios estaba a punto de caerse en pedazos, por lo que le salvé la vida. No que él opinara lo mismo, pataleó y gritó tanto como pudo, pero un porrazo de la cabeza contra la pared, cuando se sabe aplicar, calma a cualquiera.

                Lo arrastré del cabello de regreso a la sala. Miró su coca y me miró a mí. La sala, como su habitación, no tenía muchos muebles. Su estilo minimalista simplifica su vida cotidiana a lo que le importaba más, su droga. Tomo el paquete de cocaína y lo voy abriendo, lentamente mientras me presento.
- Soy el detective Hugo Brass, narcóticos.- No necesita ver mi placa, conforme la cocaína está cada vez más cerca de ser vaciada sus ojos van haciéndose cada vez más grande.- ¿Me prestas atención a mí o a tu producto?
- No, no, señor oficial tiene toda mi atención.- Regreso el paquete a su mesa de café y busco una silla, pero la única silla plástica está en un rincón y sostiene una pipa de crack.- Eso no es mío, se lo juro.
- Sí, claro que te creo Holt, no es como si fueras un adicto asustado o algo así.- Enciendo un cigarro y me apoyo contra la pared.- Te voy a ser honesto Holt, ¿puedo ser honesto?
- Sí.
- ¿Sí qué?- La nostalgia de mi carrera como detective me obliga en ocasiones.
- Sí señor… señor detective.
- Eso es. No te voy arrestar por posesión y venta, aunque Dios sabe que es mí deber como oficial de policía, no más que eso, como ciudadano respetable.- La palabra respetable casi me hace reír, pero me contengo.- Pareces útil, a pesar de todo. Al menos eso piensa tu ex esposa.
- ¿Clover?, ¿ella está en peligro?- Su preocupación es honesta, no está tan perdido como había pensado.
- No, no está en peligro, pero podría estarlo. Nuestra operación para atrapar a Marduk y sus cómplices está teniendo buenos resultados, pero tengo contactos que cuentan historias sobre tu ex.- Se pone nervioso, él sabe que ella es Reina Negra, pero no quiere que yo lo sepa.- Las comprobé y me parece fascinante cómo una mujer como Clover Morris, con el suficiente sentido común como para dejarte en esta pocilga, querría meter sus narices en algo tan peligroso.
- Así es Clover, es una mujer muy fuerte. No le tiene miedo a nada.- La extraña, es obvio. Siento lástima por el renacuajo y eso le duele.- No soy un vago, trabajo en bares. Estudié para ser bar tender. Trabajo en el Blue Oyster, el bar de maricas en la tarde, antes de la hora de los pellizcos, después estoy en Gillroy, el de la 45 y 30, a veces trabajo el Micky’s el bar irlandés de Garamond. Tengo trabajo.
- Sí, sí, sí eres todo un tipazo.- Sobre el sistema de sonido tiene una botella de vodka y le doy un buen trago, hasta que el calor me hace sudar.
- ¿No lo ve? Trabajo en bares y conozco gente, escucho historias. No sé nada tangible sobre Marduk, siempre usan esos trajes y si los viera caminando por la calle no lo reconocería. Tomé malas decisiones como esposo y ahora ella paga mis deudas, lo menos que puedo hacer es complacerla en este favor. Créame señor detective, si yo supiera algo se lo diría primero a la policía, pero no sé nada.
- O sea que no solo eres un fracaso como esposo, eres un fracaso como soplón. Perfecto. La próxima vez que veas a Clover Morris, dile que se aleje de todo este asunto. No sé cómo una mujer respetable se mezclaría en asuntos tan peligrosos, pero poco importa.

                Si sabía algo no me lo dirá. Siento que el viaje fue inútil, por lo que antes de atravesar la puerta corro hacia el paquete de coca y lo tiro por la ventana. Justin grita desesperado mientras el polvo blanco se esparce por los aires. Me siento bien conmigo mismo, Alexis diría que soy un hombre fácil de complacer.

                Antes de doblar en la esquina y bajar las escaleras el rocío de gas pimienta cae sobre mis ojos como una marea. El ardor toma efecto de inmediato y siento que me agarran firmemente del saco y me empujan. Voy rodando por las escaleras, tratando de sostener mi cabeza mientras siento que mis ojos arden y laten como para salirse de sus órbitas. Trato de guardar alguna calma mientras trato desesperadamente de sacar el arma de su estuche de cuero, pero mi atacante me pisa la mano.
-Tú no eres policía, y torturaste a mi ex marido.- Traté de mirar a Clover, pero mis ojos lloraban demasiado.- La policía no acepta gente como tú, metahumanos.
- Hugo Brass, detective privado.- Me restregué los ojos con la mano libre y la vi por segunda vez. La primera vez me había atravesado con la mirada, ésta segunda vez era diferente, me estudiaba.- Si no te molesta, me gustaría tener mi brazo de vuelta.
- Trataste de sacar tu pistola, no tenía opción.- Me senté y seguí restregándome los ojos. Su atlética figura se adivinaba a través de mis lágrimas.- ¿Detective privado? Vaya, no sé porqué no me di cuenta antes. Con sobrepeso, desaliñado, alcohólico, sin rasurar, ropa que fue comprada, o robada, del ejército de salvación… Sí, todo el cliché está completo.
- Bueno, no todos tenemos el ocio de saltar de azotea en azotea luchando contra el crimen.- Un poderoso escalofrío la irguió de pronto y se sintió incómoda, por primera vez no estaba en control de la situación. Comencé a reír mientras me ponía de pie, apoyándome contra la pared.- Metahumano, sí como no. Fenómenos de circo, esa es la expresión correcta. No vine a torturar a tu marido.
- Ex marido.- Me corrigió impaciente, con los brazos cruzados y una mirada curiosa.
- Eso, ex marido. No lo vine a torturar, pero ustedes y yo vamos tras lo mismo. Estoy trabajando para una compañía especializada en diamantes, los robó Marduk y su gente y yo tengo que encontrarlos y devolverlos.
- No creo que debamos hablar de esto aquí.- De su bolso me dio un pañuelo de tela para que siguiera restregando mis ojos.
- Estoy de acuerdo.

                Al salir a la calle concordamos en seguir nuestra conversación en su departamento. Seguí su auto hasta una bonita zona residencial de clase media baja. Ocupaba el segundo piso de una casa victoriana de tres y su departamento era totalmente distinto del de su ex marido, o de la mansión de Thorpe y Lisa Hudson. No tenía colgadas noticias sobre las Tres Reinas, aunque sí tenía fotografías de Dinastía, en su característico traje rojo y blanco, deteniendo el avión que en el 2001 se estrellaría en Manhattan, peleando contra Gargantua en Seattle, deteniendo el tsunami del 2004 en el sureste asiático, entre otros momentos famosos.
- Me uní a su club de fans cuando tenía doce años, ¿puedes creerlo?- Sacó un par de cervezas del refrigerador y se tumbó sobre su sillón, invitándome a hacer lo mismo en el silloncito frente a ella.- Cuando eres niña crees en lo que sea. ¿Quieres una?
- Sí, por favor.- La dejé que hablara mientras bebía mi cerveza. El lagrimeo se había detenido y nuevamente veía a la hermosa mujer con la que me había cruzado en la escalera. Ojos ligeramente rasgados, pero una mirada inteligente y provocadora. Esporádicamente jugaba con su rizado cabello, mientras cruzaba sus piernas y gesticulaba con la mano con la que sostenía su cerveza.
- Supongo que lo que más me ilusiona de Dinastía es cómo evoca la inocencia de creer que todo es sencillo y la opción correcta siempre se muestra a sí misma.- Se terminó la cerveza y del cajón de un mueble cercano sacó sus cigarros y cenicero, me ofreció uno y suspiró.- Ahora sí, hablemos de negocios. Podemos hablar sin problemas, el departamento está protegido contra escuchas. Es un regalo que Robo-Sapiens le dio a Svarog hace unos años. ¿Dijo algo de regresar los diamantes robados de esta mañana?
- No todos, únicamente un cargamento robado de la joyería Efraín. Son diamantes negros, llamados Carbonados, y diamantes verdes. Me dieron la explicación completa por teléfono, unos provienen de meteoritos y los otros de zonas radioactivas. No sé, estaba borracho cuando contesté el teléfono.
- Nosotras tres hemos estado tras de Marduk desde el principio. Cada una ha estado siguiendo diversas pistas, pero hasta ahora no tenemos nada.- No sabía qué tanto podía decirle, y qué tanto debía callar. Estaba en medio de una red sórdida de chantaje y tras la pista del hombre más peligroso de la ciudad, tenía que jugar mis cartas con cuidado.
- Yo sé porqué lo hago, ¿qué hay de ustedes tres, o cuatro, si contamos a Svarog? Supongo que lo que quiero decir es ¿qué ganan de todo esto? Y por favor, no digas que lo haces por el bien y la justicia.
- Mira esto.- Extendió el brazo y desconectó la lámpara del suelo. Con su palma apretó el conector de la lámpara y el foco se encendió con una luz tan brillante que, tras unos cuantos segundos, se fundió.- ¿Qué demonios puedo hacer con esto? Trabajaba en una compañía de seguros, ¿tú crees que les sirve de algo? No puedo controlar el voltaje, por lo que ni siquiera sirvo para planta eléctrica. La policía no admite gente como tú o como yo, y a mí me cuesta trabajo esconder mi habilidad. Cuando Lisa, Vicky y yo nos conocimos, hace siete años, no podíamos creer la coincidencia. Una cosa llevó a la otra y, el final, como siempre es la misma estúpida historia que has escuchado un millón de veces, me di cuenta que…
- Luchar contra el crimen no paga la renta.
- Exacto, por eso entrenamos muy duro y somos muy selectivas sobre nuestros golpes. Básicamente vamos tras criminales buscados, la recompensa a veces cubre mis gastos, a veces no. Pero si encontramos a Marduk es muy posible que el gobierno nos ofrezca una pensión, como al grupo de Dinastía o al grupo Vivaldi. Quién sabe, quizás incluso podamos entrar en alguno de esos grupos, más ahora que Lisa se casará con Grant por boda religiosa. Espero que pueda mover algunos hilos y que su fama se nos pegue a nosotras.
- ¿Las tres piensan como tú?
- No, no exactamente. Vicky no quiere seguir haciendo esto por mucho tiempo más, dice que es peligroso y no vale la pena. Es entendible, quiere casarse con Ian, su novio, y ser mamá de tiempo completo. Lisa, por el otro lado, bueno ella está tan obsesionada con nuestro trabajo como Reinas como su pareja lo está de ser Svarog.

                El teléfono sonó y se excusó de la sala. En cierto modo me recordó a mi departamento, pero mucho más limpio, ordenado, con muebles más nuevos y de mejor  gusto, y sin media docena de  gatos maullando y afilándose las uñas en los muebles. Pensándolo mejor, no se parecía a mi departamento en lo absoluto, pero tampoco se parecía en nada a la mansión Thorpe. Clover tenía fotografías de su familia y amigas, sus muebles mostraban las marcas de haber sido usados por varios años y, pude adivinar, no tenía toneladas de medicinas, como Grant Thorpe.

                Cuando Clover Morris terminó de hablar por teléfono salió de su habitación apenas vestida por su ropa interior. El cigarro se cayó de mis labios y la lata de cerveza se resbaló de mis dedos. No dijo mucho, no era necesario, sus movimientos confiados y fuertes dijeron todo lo que se necesitaba. Se plantó frente a mí, me tomó de la corbata y, sin preguntar, me llevó a su cama. El sexo fue electrizante y pasional. Las descargas eléctricas me paralizaban y Clover se divirtió hasta que el sol se puso. Al terminar quedamos exhaustos contemplando la vista desde su ventana.
- Me habló Lisa.- Explicó mientras fumaba y colocaba el cenicero en mi estómago.- Ian Turnbull, la pareja de Vicky, ha estado rentando camiones a Marduk. Al principio no se dio cuenta, pero cada camión tiene GPS y los camiones que renta, que siempre corresponden a las fechas de los crímenes, dan de vueltas por toda la ciudad, pero al final todos llegan al mismo lugar. Seguramente creen que al hacerlo pueden despistar a las autoridades, pero se olvidaron del GPS. Ian se lo dijo a Vicky, ella le pasó el dato a Lisa y ésta mañana fue a hablar con él junto con Grant.
- ¿Y adónde van todos los camiones?
- A una bodega industrial, a las afueras de Morton. Vicky ha estado dando vigilancia todo el día mientras Lisa y Grant preparan los detalles para nuestra actuación ésta noche.
- ¿Porqué no llaman a la policía?- Me miró como un bicho raro, por lo que traté de suavizar la situación.- No me malinterpretes, pero Marduk tiene habilidades telekinéticas. Puede arrancarle la cabeza a una persona con un solo gesto, puede detener balas, dará una buena pelea. No olvidemos a sus compañeros, el Cerillo es un piromaníaco y el Murmurador puede estar escondido en un búnker de concreto que de todas maneras puede invadir tu mente.
- ¿Crees que somos tres amateurs? No somos tontas, lo tenemos todo planeado. Marduk puede detener balas haciendo un campo de fuerza, pero hay dos cosas que sus telequinesis no puede hacer.
- ¿Qué cosas?- Extraje mis cigarros del saco en el suelo y le convidé uno.
- No puede aislar la electricidad, ni el frío.
- ¿Entonces el plan es darle gripa?- Puso un dedo en mi cuello y una descarga me sacudió hasta los pies.- Madre de Dios, primero el gas pimienta y ahora esto.
- Vicky puede congelar la humedad de una habitación, o congelar el líquido en tus genitales.
- Vaya, esa mujer es un peligro.- Me estiré y conseguí sacar la botella de whisky para terminarla de un par de tragos.
- Así es. Lisa y Grant crean distracción, nos movemos como falange hasta separar a los tres, en cuanto Marduk esté solo y confiado, entonces Vicky y yo nos encargamos de él. Si podemos mojar el piso será mucho mejor, un segundo y tendré a Marduk en la silla eléctrica. El loco del lanzallamas no durará mucho, la piel de Lisa es indestructible y Vicky puede congelarlo. El Murmurador no aguantará mucho tiempo en una pelea con Svarog, lo he visto alumbrar kilómetros de un solo golpe, así que lo puede dejar ciego de por vida con un mínimo esfuerzo.
- Se nota que lo han pensado.
- Tres veces por semana practicamos en un campo de paint-ball, Svarog últimamente se ha hecho nuestro entrenador. Se cree mucho porque los diarios no se burlan de él, como sí hacen con nosotras, “las chicas superpoderosas”. Todo eso cambiará esta noche, tres arrestos y puertas abiertas al glamuroso mundo de las pensiones gubernamentales.
- ¿No te molesta que Svarog se meta en esto?
- Un poco, pero lo respeto. Puede ser muy presuntuoso, como cualquiera que conozca personalmente a Dinastía. Es muy controlador, pero es como nosotras. Svarog empezó de cero, estuvo en muchos grupúsculos de adolescentes, los Rebeldes, Júpiter 5, Hiperión, Jóvenes Vengadores, Fuerza de Julio y hasta en los Libertadores.
- ¿Los ridículos con trajecitos azules y blancos, que ahora hacen comerciales navideños?
- Los mismos. Le vendieron sus almas al mundo corporativo y ahora tienen un show en Vegas.- Se levantó desnuda y abrió una caja de seguridad empotrada al clóset, de donde extrajo una amplia bolsa de gimnasio.
- ¿Confías en el tip de Turnbull? No sé, parece que es el hombre que quiere romper el equipo, si Vicky las deja para unirse con él.
- Ian es una buena persona, su esposa le está dando el divorcio sin ningún problema, pues parece que su matrimonio ya estaba destinado al fracaso. Lauren es una buena mujer, incluso ha aceptado a Vicky. Finalizarán el divorcio el próximo mes, por lo que este golpe nos cae bien a todas.- Terminó su cigarro y me miró atentamente.- ¿Qué hay de ti? Déjame adivinar, eras policía. ¿Parte de la hermandad azul?
- No, nunca creí en esas cosas, pero sí era policía. Detective de robo y homicidios. No hay mucho que contar ahí.
- No lo sé Hugo, eres un alcohólico y ellos siempre tienen buenas historias que contar. ¿Qué pasa, te da timidez  tu historia? Yo me abrí contigo, ahora dime ¿te mordió un insecto radioactivo, murieron tus padres a manos de criminales, explotó el planeta en el que naciste, juraste venganza tras la muerte de tu esposa a manos de algún supervillano?, ¿cuál es la historia del origen de Hugo Brass, detective privado?
- Maté a mi compañero.- La sonrisa se borró de sus labios.- Alexis y yo empezamos a trabajar casos olvidados, para mejorar nuestra carrera policíaca. Alexis es muy buena con computadoras, y yo no necesito una orden de cateo para entrar a una casa. Era una buena idea en teoría, pero no en la práctica. No importa qué encuentres, si no tienes una orden de cateo se vuelve inadmisible en la corte. Al mismo tiempo, algunos compañeros sospechaban que estaba ocultando algo. Mi compañero pensó que estaba investigándolo a él, pero no era cierto. Se puso tan paranoico de mí, que yo me puse paranoico de él, por lo que empecé a investigarlo. Un caso olvidado con una mujer y un niño muertos en un departamentucho en Morton. Mi compañero mató a la prosti accidentalmente, el niño aparece en el momento equivocado y lo mató.
- ¿Y qué hiciste?
- Como dije, lo maté. Entré a su departamento mientras dormía frente al televisor y le disparé en la cabeza con una automática con silenciador. Su esposa e hijos estaban en el piso de arriba. Nadie sospechó de mí, pero enviudé a su mujer y dejé a sus hijos sin su padre. Pensé que sería una buena idea, pensé que me saldría con la mía.
- ¿Y no pasó así, te arrestaron?
- No, logré salirme con la mía, jurídicamente hablando. Fui a su funeral, abracé a su viuda, conforté a sus hijos. Les miré a los ojos y les juré que encontraría al culpable. Veo sus rostros cada noche cuando me voy a dormir, pero cuando bebo las imágenes se van. Renuncié a mi carrera, Alexis me siguió y ahora soy privado.- Clover no sabía qué decir y aquello me hizo sonreír.- ¿Qué pasa, prefieres que te diga que estalló el planeta en el que nací?
- ¿Porqué me lo dijiste?
- Te doy asco, no eres la primera.
- No, no quise decir eso. ¿No te da miedo que use esa información en tu contra o haga que reabran el caso de la muerte de tu compañero?
- No sé, confío en ti.- Busqué otro cigarro, pero Clover detuvo mi mano.
- Me recuerdas a Justin, cuando todavía podía confiar en él. Yo también confío en ti Hugo, y no me das asco. Tomaste una decisión difícil, quizás era la correcta, o quizás no.
- En mi experiencia Clover, no hay tal cosa como correcta o incorrecta, solo existen las decisiones con las que puedes vivir, y las que te volverán loco con los años.- Clover me besó, en esta ocasión con dulzura extraordinaria.
- Me tengo que cambiar, Lisa y Grant pasarán por mí en un rato.

                De la bolsa de gimnasio extrajo todo lo que necesitaba. Con un gotero extrajo un líquido viscoso de un bote de pintura, una especie de kevlar líquido que Robo-Sapiens había confeccionado para sus amigos y que Svarog había compartido con ellas. Estaba hecho de materiales tóxicos, por lo que necesitaba bañarse en menos de doce horas o le produciría cáncer. Lo mezcló con una tintura de color negro en un botecito de vidrio y se cubrió las extremidades con un pincel gordo. Después se colocó un chaleco de placas de titanio antes de ponerse mangas de cota de malla. Sus pantalones parecían estar hechos de chalecos antibalas, aunque mucho más delgados para permitir agilidad. Se colocó su playera de tela sobre el conjunto y estaba lista. Únicamente faltaba su máscara de soldador con distorsionador de voz y la transformación estaba completa.
- Es más complicado de lo que pensé.- Me levanté y vestí con toda parsimonia.- En mi caso es más fácil.
- No todos podemos convertirnos en Gasparín el fantasma fumador.
- Quiero ir con ustedes.
- ¿Te preocupa que no puedas regresar esos diamantes? Descuida, no vamos a robar nada.
- No es eso. Marduk y sus tenientes deben usar mucho músculo dentro de esa bodega, los choferes de los camiones y contactos con las mafias locales. Te puedes barnizar de kevlar todo lo que quieras, pero un disparo en la nuca, es un disparo en la nuca.
- Ya es suficientemente malo que Svarog venga con nosotras, aunque se lo perdonamos porque le propondrá matrimonio esta noche a Lisa. No te preocupes por mí, si crees que me acosté contigo para conseguirme un hombre que me proteja, estás equivocado. Lo hice porque puedo.
- No,- dije antes de atravesar la pared de su habitación.- lo hiciste por odias a Justin más de lo que te odias a ti misma por haberte liado con él.

                Feministas, incluso después del sexo se sienten ofendidas por los hombres. Alexis dice que es mi percepción de macho alfa. Sabe que acostarme con Clover Morris fue un error, pero pretendo hacerme la víctima. Obviamente no funciona con ella. Me invita la cena en su casa, sus nenas ya comieron y Warren prefiere que trabaje en casa. Warren Moore, el esposo de Alexis, me conoce desde que Alexis y yo trabamos amistad en la Fuerza. Me agradeció infinitamente cuando la convencí de renunciar para trabajar como mi ayudante, de esa forma puede estar más cerca de su familia. Warren me invita una cerveza y nos acompaña en la sala, escuchando nuestra conversación en silencio. Trabaja en una pequeña librería y el momento más emocionante de su día es escuchar a su esposa.

                Mientras yo me divertía con Clover, o ella se divertía conmigo, Alexis había estado trabajando duro. Al igual que yo, estaba convencida que Lauren Turnbull estaba chantajeando a su marido, y quizás también a Lisa Hudson. Ya había sido suficiente humillación saber de la amante por la que le iba a dejar, como para saber de una segunda amante. Eso quería decir que Lauren sabía perfectamente quiénes eran las tres Reinas y, probablemente, Svarog. También era perfectamente posible que supiera a quién le rentaban los camiones y estuviera en contubernio con el cartel de Marduk.

                Se aburrió de esperar mi llamada, por lo que fue directo con Lauren Turnbull y fue perfectamente franca con ella. Lauren y su marido no se hablan desde hace muchos meses, aunque aún mantienen un contacto superficial, su abogado de divorcios le está consiguiendo todas las posesiones de su marido, por lo que no le molesta que la dejen por una mujer más joven. Si su marido tiene otra amante, no lo sabe, pero sí conoce las identidades de las Tres Reinas. Lisa Hudson le parece muy profesional, Clover vive endeudada, y Vicky quiere salirse mientras puede para darse la gran vida con su marido. El divorcio será final en un mes y Vicky dejará el equipo para siempre.
- Podría estar mintiendo.- Alexis afirmó con la cabeza.- Quizás dice la verdad, quizás no. No sabemos si Lisa Hudson está siendo chantajeada, o si es ella misma la chantajista.
- Quizás son dos casos diferentes.- Interrumpió Warren. Comenzó a llover y el repiqueteo de las gotas contra la ventana nos relajó a los tres.
- Podría ser, no podemos estar seguros.  Lauren me pareció honesta.
- Te conozco Alexis, te encanta corroborar cada dato con tu propia investigación.- De su bolso sacó un fólder y me lo dio.
- Los gastos de Ian y Lauren Turnbull. No parece un chantaje común porque no ha habido grandes retiros de efectivo, ni grandes depósitos tampoco y estoy segura que son las dos únicas tarjetas que manejan. A menos que tengan la costumbre de tener su dinero en efectivo debajo del colchón, entonces esos han sido sus gastos en el último trimestre.
- Es una lista larga.
- Ian es dueño de un restaurante y se ha dado cuenta que el éxito está en la diversidad, por lo que ahora invierte en locales a los que les instala plomería. Esos son sus gastos más fuertes.
- Ya veo, diez mil por Mulligan’s Jazz, tenemos Torreto’s, Micky’s, Hogan Restaurant y el Bido’s. Otros miles de dólares en el departamento que ocupará con su amada Vicky Skirving, gastos de oficina en su negocio de camiones. Muchos movimientos, ¿detectas algo irregular?
- No, y lo he estado revisando una y otra vez.
- Descuida, -tiré el fólder al suelo y suspiré con gravedad.- no nos compete este chantaje. Ésta misma noche, en cualquier momento, se decide todo.
- Pareces preocupado, ¿es Clover?
- No, no es eso.- Mentí.- Supongamos que las chicas superpoderosas arrestan al cartel de Marduk, la policía se hace del botín y regresa las joyas. Di’ expo se reirá en mi cara si les exijo que nos paguen. Si no logran arrestarlos, es porque estarán muertas, en cuyo caso nuestro caso sigue, pero el precio es muy alto.
- Entonces sí es Clover. Vaya, no pensé que fueras capaz de enamorarte.
- No estoy enamorado, es distinto. No sé, no quiero que salga lastimada, pero la veo tan absorta en su equipo, en la posibilidad de emigrar a las grandes ligas y recibir pensión del gobierno que me da miedo que haga algo estúpido. ¿Qué es lo más peligroso que han hecho? Pandilleros callejeros. Armados, es cierto, pero es otro ambiente.
- No sabes lo que quieres, si quieres los diamantes entonces crees que esperas encontrarla decapitada.- Me levanté y me serví un vaso grande de whisky.- Y, por supuesto, bebes cuando no sabes lo que quieres.
- Odio cuando me conoces. Y no, también bebo cuando sé lo que quiero.- Me tragué el vaso de un golpe y me preparé para salir.- Es una bodega industrial a las afueras de Morton, investiga dueños y la radio policial. Avísame cuando tengas algo.
- No hagas nada estúpido Brass.- Me detuve ante la puerta, regresé por la botella de whisky y me fui.
- Te la pago después Warren.

                Manejar a Morton es razón suficiente para deprimirme. Antes de que terminara de recorrer las nocturnas y violentas calles de la peor zona de la ciudad ya había terminado la botella. Manejaba despacio, una mano en la pistola y la otra en el volante. Esperaba la llamada de Alexis, las noticias malas o las buenas, aunque ya no sabía cuál era cuál. El largo corredor de fábricas era hogar de centenar de prostitutas, proxenetas y maleantes. Mirarlos apoyados contra la pared de una fábrica clausurada por más de diez años me daba un escalofrío. Finalmente, Alexis me llama por teléfono con una dirección, en la banda policial están llamando a todas las patrullas a la bodega 52 en avenida Camden.

                Acelero y llego junto con los policías. De dos patrullas se bajan fotógrafos de la prensa y el aire se vuelve tenso a medida en que todos nos agazapamos contra la cinta policial frente a las puertas cerradas de la bodega. Una luz brillante inunda las puertas y va disminuyendo conforme se abren. Las Tres Reinas caminan al centro, Lisa Hudson en medio, y van cargando el cuerpo inconsciente de Marduk. Había sido molido a palos, el rostro era irreconocible sin su máscara, con golpes por todo el cuerpo en lo que debió haber sido una pelea a muerte. Las Reinas parecen algo golpeadas, pero caminan sin dificultad. Se quedan en el umbral de la puerta, antes de salir a la lluvia y depositan a Marduk en custodia policial. Los capitanes llegan en camionetas y el Jefe de la Policía en persona camina entre la multitud bajo un paraguas.
- Aquí lo tiene.- Dice la Reina Roja.- Es Marduk, su verdadera identidad es Bair Dostay, mafioso Georgia. Adentro encontrara identificaciones y pasaportes de los tres.
- No sé qué decir.- Tartamudea el Jefe, Tim la Orca Willis. Su obeso cuerpo se voltea a tres cuartos para los flashes de las cámaras, pero no se siente lo suficientemente seguro como para estrecharles la mano.- Ésta ciudad está en deuda con ustedes. Me dijeron que Svarog está con ustedes, ¿es cierto?
- Así es.- Hubo aplausos y chiflidos, y pude adivinar el rostro de Clover al verme en la primera fila. Debía estar histérica por no haber recibido vitoreos, mientras que Svarog, en su ridículo traje plástico de blanco y verde, con el sol dorado y sus rayitos, recibía todos los aplausos. Frenó las fiestas con un gesto. Su máscara ocultaba parte de su rostro, pero me pareció totalmente distinto que cuando le vi en el edificio de Ian Turnbull. Estaba empapado de pies a cabeza, pero su aura lumínica lo hacía parecer un ser más allá de todos nosotros.- Las Tres Reinas me permitieron ayudarles, pero ellas hicieron todo el trabajo. Investigaron las operaciones de Marduk en los bajos fondos, localizaron esta bodega y le dieron una buena tunda.
- ¿Qué hay de sus tenientes, el Cerillo y el Murmurador?- Preguntó la Orca Willis. Los reporteros grababan cada instante del encuentro que seguramente sería noticia de primera plana por meses.
- Marduk empleaba a muchos criminales de la mafia italiana, cuando mató al Don Larioni le ofreció trabajo a sus gatilleros, y han sido una lata. La mayoría están inconscientes y amarrados. Lamentablemente durante la pelea se escapó el Cerillo, sin embargo conocemos su verdadera identidad y, confiamos, que sus hombres le capturarán sin problemas. Su nombre verdadero es Mikhail Kazankov, de la mafia rusa de Los Ángeles. En cuanto al Murmurador, él está muerto. Recibió una bala perdida. Su nombre era Faust Sandberg.
- ¿Qué hay de lo robado por Marduk y sus hombres?- Yo me preguntaba lo mismo.
- Todo está ahí, no han podido mover gran parte de lo robado. Encontramos pocas drogas, eso sí vendieron, pero casi todo está guardado en bóvedas.

                Los cuatro mostraron que no cargaban con nada del botín, mostraron que no llevaban bolsillos, ni bolsos o contenedores. El Jefe les dio la mano una a una, y después un gran apretón para Svarog el boy scout. Después de innumerables fotografías y bajo el estruendo de la lluvia y las preguntas de los reporteros, las Tres Reinas se aferraron a Svarog quien las retiró de la escena volando lo suficientemente lento para que las cámaras los pudieran captar.

                Poco después se fue la Orca Willis y los capitanes, a excepción de Lewis quien se hacía cargo de robos y homicidios. Establecieron una barricada para detener a la prensa y para revisar a cada policía que entraba o salía de la bodega. Vaciaban los bolsillos, colocando todo en cajas plásticas y, cuando salían, eran revisados dos veces por policías expertos. Policías de uniforme, de civil, con perros pastor alemán, con detector de metales, con detector de radiación, con herramientas forenses, etcétera. Ésta era la oportunidad de la policía local para mostrarle al FBI que podían hacer un buen trabajo. Sacaron primero a la mano de obra que las Tres Reinas habían dejado amarrados, y después empezó la inspección cuidadosa de cada centímetro. La bodega era enorme y el trabajo duraría toda la noche. El celular sonó un par de veces, lo revisaba ansioso, pero una parte de mí estaba decepcionado que no fuera Clover Morris. Los hombres de Di’ expo querían saber si tenían sus diamantes o no. Hubiera sido inútil contestarles, la policía aún no me permitía pasar. El capitán Lewis se me acercó ofreciéndome un vaso de café.
- Debes estar muerto de frío Brass.- La lluvia había amainado y el capitán parecía cansado. Yo debía parecer muerto, había sido un día largo.
- Necesito entrar, ver si la mercancía de mis clientes está intacta y notificarlos. ¿Cree que pueda ayudarme?
- Pasa de una vez, pero irás acompañado del detective Jameson.

                El detective era un hombre flaco y chaparro que pacientemente esperó a que dejara todas mis pertenencias en una caja plática y fuera sometido a una revisión para asegurarse que no entrara con bolsas escondidas o algo así. Dentro de la bodega había suficiente riqueza como para comprar un país pequeño, era natural que se sintieran paranoicos. Habían puesto plástico en el suelo en las zonas donde los policías, empapados por la lluvia, podían caminar sin contaminar evidencia. La bodega industrial era gigantesca, establecida en forma de rectángulo de tres pisos, con patio interior, barracas para la mano de obra y zonas acondicionadas con los mejores electrodomésticos robados. Vivían como príncipes allá adentro, eran como departamentos lujosos. Debía haber sido un gran trato, algunos meses metido allá haciéndole de comer y lavándole a tres psicópatas disfrazados y una paga de varios millones de dólares. Los grasientos vivían como reyes con las mejores televisiones, juegos de video, aire acondicionado y demás lujos que seguramente no experimentaban en su vida cotidiana.

                Jameson me mostró el cuerpo de Sandberg. El cadáver se encontraba a unos pasos de una de las puertas de vidrio que conectaban al patio interior. Su expresión parecía calmada con su nuevo ojo, un tercer ojo permanente. Las cajas de seguridad y bóvedas alojadas en el cuadrante noreste de la bodega tenían la misma forma y tecnología que lo que había encontrado en su departamento. Equipos técnicos de la policía estaban tratando de violar las cajas de seguridad que formaban galerías en libreros metálicos de muchos metros de largo. Cada caja de seguridad requería un escáner de la palma de la mano y un código de quince dígitos, y las cajas de seguridad del tamaño de bóvedas, empotradas al inicio y final de cada galería, requería de un escáner de ambas retinas. Podrían pasar días antes de que abrieran esas.
- ¿Los diamantes?- Preguntó el perito en abrir cajas de seguridad.- Es en ésta galería. Hemos abierto todas las del asalto de esta mañana, usaban el mismo código de seguridad. Eso no pasa con las otras cajas, cada una tiene su código. El maldito que hizo esto era un loco total, o un genio.
- ¿Son éstas cuatro?- Afirmó con la cabeza y esperé a que Jameson sacara de su interior la caja que contenía los objetos robados.- Busco diamantes negros o verdes, así que deberían relucir fácilmente.
- ¿Es una broma? Los diamantes no tienen color.- Dijo, mientras sacudía ligeramente la caja, mostrándome los miles de diamantes.
- Eso pensaba yo, pero resulta que sí los hay. No es en ésta, veamos las demás.             Una a una las fue extrayendo y no encontramos los diamantes. Finalmente, en la última caja de la galería había dos diamantes negros y uno verde.
- Vaya, sí existen. ¿Son estos los que busca?
- Sí y no, son muchos los que busco y estos distan de ser muchos.-  Habían sido robados.
- Quizás le dijeron mal.- Me agaché en cuclillas con la esperanza de encontrar más diamantes en el suelo, pero en vez de ello encontré un pequeño plástico rojo sobre una sustancia café y densa. Olí un poco y era mantequilla de maní. El plástico había sido parte de un envoltorio de condón.- ¿Se siente bien?
- No.- Me enderecé y regresé por nuestra ruta de plástico hacia la salida.

 No sabía qué hacer, se me bajó la presión por lo que le di un trago fuerte al café y dejé que la lluvia helada calmara mis ánimos. Esperé en línea para la doble revisión y, cuando me dieron de alta y me devolvieron mis cosas, corrí hacia mi auto. Había estado equivocado, no la decapitaron, pero tampoco tenía lo que quería. Alguien había tomado una decisión creyendo que podría vivir con ella, y yo le demostraría lo contrario. De la guantera saqué mi botellita de whisky y la terminé mientras buscaba furiosamente mi celular.
- Aleluya, dime qué pasó.
- Alexis, todo está mal.
- ¿Todo qué, tu noviecita está bien, fue herida?
- No, ella está bien, y lo robado está bien, a excepción de nuestros diamantes. Esos sí fueron robados.- Alexis guardó silencio un momento y la escuché que se levantaba de la cama, le pedía a su esposo que regresara a dormir y entraba a su estudio.- ¿Qué demonios vamos a hacer? Al principio no pensé que llegáramos tan lejos y ahora que estamos aquí, no sé qué hacer.
- Hay que pensar. Esos diamantes son invaluables, es cierto, pero tienen que ser sacados de circulación cuanto antes. Tenemos al Cerillo libre, Mikhail Kazankov, si quiere salir del país ese es su ticket al anonimato. Es la clase de mercancía que es tan caliente que cualquier asociación se vuelve tóxica, una sentencia de muerte.
- Dime dónde quieres que empiece Hugo, soy toda oídos.
- Humo y espejos, como un show de magia, así que iré al epicentro.
- Ian Turnbull.- Ella está feliz de que podamos conseguir la recompensa, yo estoy furioso de haber estado mirando un espectáculo sin darme cuenta del momento en el que retiraron la alfombra debajo de mis pies.
- Exactamente. Es hora de romper las reglas.
- A tus órdenes.
- Todos mis semáforos en verde, no quiero ver un solo rojo. Tienes mi GPS en línea, ¿no es cierto?
- Lo tengo.

                Aprieto el pedal hasta el fondo y alcanzo el departamento de soltero de Turnbull y Skirving en quince minutos. Atravieso la puerta del recibidor, pero no tengo ganas de correr, por lo que tomo el ascensor. Pistola en mano atravieso la puerta del departamento, pero llego demasiado tarde. Alguien ha estado ahí antes y ha buscado algo. Los cajones en el suelo, ropa por doquier, en la sala dos maletas con ropa de hombre y un boleto a Frankfurt para el vuelo de las seis de la mañana, en tres horas. La recamara ha sufrido los mismos daños, algunos billetes de cien dólares desperdigados por el suelo muestran que el atacante, o la atacante, no buscaba efectivo. Al abrir el clóset me encuentro con Ian Turnbull, en bóxers, atado y amordazado. Le quito la mordaza y lo tiendo en el suelo para revisar sus signos vitales. Respira, aunque ligeramente. La mordaza debió haberlo ahogado. Al levantarme noto un par de huellas de barro, casi las perdía de vista pero se encontraban cerca de la ventana, la cual por supuesto estaba abierta. Las huellas mostraban tacones, sin duda eran zapatos de mujer. El mundo me da vueltas, me asomo por la ventana y veo a la escalera contra incendios. Mi corazonada era correcta, me habían quitado el tapete debajo de mis pies. Antes de informarle a Alexis escucho ruidos en la puerta, alguien entra. Apago las luces y le espero, pistola en mano, en la oscuridad de la sala.
- ¿Amor, me esperaste despierto?- Encendió las luces y se sorprendió con el desorden.
- No te muevas.- Vicky soltó un grito al verme y se le cayó la bolsa. Era mujer de mediana estatura de tez bronceada y profundos ojos azules.
- Si le hiciste algo a Ian te mato.
- No trates tu cosa del frío conmigo, me tomo vitaminas contra la gripe.- Su mirada pasó de enojada a asustada, sabía su identidad secreta.- Mi nombre es Hugo Brass, detective privado, y yo no hice esto. Lo encontré así.
- ¿Dónde está?- Le señalé con la cabeza y esperé en el umbral de la puerta a que lo sostuviera, le revisara sus signos vitales y buscara su celular.
- No tan rápido.
- No tengo tiempo para esto.
- Hay un par de huellas de zapato de mujer cerca de la ventana, y yo tengo un arma. Son dos excelentes razones para que respondas un par de preguntas. Empecemos por la más obvia, ¿dónde has estado Reina Azul?
- Tú sabes dónde he estado. Eres el vago de la primera fila, el que Clover se tiró antes de la misión.
- Después de eso, mujer Einstein.- Saqué un cigarro y lo encendí mientras continuaba apuntándole, no pensé que quisiera un cigarro en ese momento, por lo que no le ofrecí.
- En un bar, Xander. Estábamos celebrando.
- ¿Las tres juntas como un equipo?
- No, Clover y yo.- Estaba colmando su paciencia, pero yo también estaba desesperado. La temperatura del cuarto comenzó a bajar, por lo que me concentré en desmaterializarme lo suficiente como para calentarme, atravesar el silloncito frente a ella, pero no tanto que me cayera del suelo.- Lo olvidaba, tu truquito de gasparín.
- Mira, esto es muy sencillo, me das una coartada que puedas demostrar y dejo que llames a la ambulancia. Todo el mundo gana, ¿estamos de acuerdo?
- ¿Cómo puedes pensar que yo haría algo así? Lo amo.
- Te quieres retirar del equipo, así que decides retirarte a lo grande.
- Eso es lo más estúpido que he escuchado. Fui con ellas porque Clover necesita la oportunidad de una pensión y porque la vida de Lisa se basa en nuestro equipo, nada más. No quiero salir a la calle y exponerme a lo idiota, estoy embarazada del hombre que amo.- Tomó su celular y me mostró fotografías con Clover tomadas en un bar, en la parte de atrás podía leerse “Xander”. No estaba mintiendo.- Grant le propuso matrimonio a Lisa, por eso no nos acompañaron.

                Alexis está tan confundida como yo. Al principio sospecha de Lauren Turnbull, pero ¿cómo robó los diamantes? Y si los robó su marido, quizás a través de Vicky Skirving, ¿cómo se enteró? Incluso si aceptábamos la teoría de que Ian y Lauren planearan el asalto y Lauren le traicionara de último minuto, ¿porqué se robaron específicamente esos diamantes y no otros? Eran los más caros, sin duda, pero el sistema de Sandberg era sofisticado, tendrían que haber pasado mucho tiempo desactivando los seguros y sin duda los cuatro tendrían que estar confabulados, en cuyo caso, ¿porqué les darían los diamantes a Ian? Él parecería ser el menos indicado para guardar el botín, pues estaría mucho más seguro en las manos de Lisa y Grant.

                Hay luz en la mansión, la pareja debe estar celebrando la oficialización de su matrimonio, o un plan bien ejecutado. No me molesto en tocar a la puerta y avanzo sobre la casa con la mano preparada para sacar mi arma, la cual aunque sería inútil contra la piel invulnerable de Lisa Hudson, podrían servir contra Grant Thorpe. Lisa se prepara un té, aún con su vestido de noche, mientras Grant habla por teléfono con el Jefe de la policía. Trata de hablar en voz baja, pero lo puedo oír del otro lado de la puerta.
- Buenas noches, señora Thorpe.- El susto casi le hace tirar la taza. Finjo que no estoy muriendo de la risa por dentro.- Mi nombre es Hugo Brass, detective privado.
- Madre de Dios, casi me da un ataque al corazón. Si mi marido lo ve, lo matará.
- Quería hablar con usted sin su marido, acerca de Ian Turnbull.- Se sienta en la mesa de la cocina y me invita a sentarme, pero antes de hacerlo cargo con una taza sucia para usarla de cenicero.
- ¿Le molesta?- Me pregunta cuando enciendo el cigarro.
- No, en lo absoluto, pero llevo haciéndolo por años, ¿quiere uno?
- Un comediante.
- Hablando de cosas graciosas, hábleme de su amorío con el señor Turnbull.
- ¿Cómo sabe de eso?
- Tuve la oportunidad de ver las fotografías en la mañana, cuando fui a la oficina de Ian y usted estaba con su marido hablando con él.
- Espere un momento, ¿qué fotografías?
- Las del chantaje, y por favor, no se haga la víctima aquí.- Lisa se quedó pensando, preocupación en sus ojos.
- Alguien más sabe…- Dijo preocupada.- No he recibido ninguna fotografía, pero entonces Ian debe estar siendo chantajeado.
- Así parece.
- Iian y yo no tenemos nada serio. Estabamos jugando, nada más. Vicky es mi mejor amiga, no querría lastimarla. Lo hicimos en mi habitación, solo fue un par de veces, pero si alguien tomó fotos debió haber sido allí. Eso significa que alguien sabe, alguien como el Cerillo o el Murmurador. Espero que haya sido el Murmurador, Sandberg está muerto, pero ¿qué querrían con Ian?
- No sé, quizás usar sus camiones. Ian se pone nervioso, se da cuenta quién es Marduk y las usa a ustedes para eliminarlo.
- Hay que hablar con Ian.
- No se moleste, estará en el Hospital. Alguien entró a su casa buscando algo, removió cada centímetro del departamento y le dejó atado y amordazado en el clóset. La mordaza lo asfixió, pero no lo mató.- Lisa se levantó y buscó pastillas para los nervios.- ¿Dónde estaba usted esta noche?
- ¿Qué está pasando?- Grant entró a la cocina, sorprendido de verme.- ¿Quién es usted?
- Hugo Brass, detective privado. Estoy en el caso de unos diamantes robados muy particulares, negros y verdes, que desaparecieron de la caja fuerte de Marduk.
- ¿Qué tiene que ver Marduk con nosotros? Sólo soy un doctor, ¿qué le hace pensar que sabemos algo sobre semejantes capos de la mafia?
- Grant, cariño, el señor Brass sabe quién somos en realidad.- Thorpe me miró asustado, sin su disfraz y su peluca rubia era completamente diferente.
- Descuide, su secreto está seguro conmigo. Lo único que quiero son los diamantes y, por ahora, saber dónde pasaron la noche después del golpe a Marduk.
- Eso es fácil.- Lisa me mostró el anillo de compromiso con su diamante enorme.- Y no, no fue robado. Mi futuro marido tiene el recibo si lo quiere ver.
- Aquí tiene.- Dijo Thorpe, abriendo el refrigerador para sacar una cajita de sobras con el logotipo y nombre del restaurante “Marina Azul, la mejor paella de la ciudad”.- Lo trajimos para el perro de Clover.
- Tome.- Lisa me extendió las llaves del BMW que guardaba en su bolso. Las llaves estaban amarradas a un cartón donde mostraba la hora en que habían llegado y salido del restaurante.
- Espere un momento, usted sospecha de nosotros, ¿no es cierto? Pues le puedo decir que la mera idea de Lisa, Vicky o Clover robando diamantes durante el zafarrancho es ridícula. No tiene idea de lo ocupados que estábamos todos, y además no teníamos donde esconder los diamantes. Mucho menos la manera de abrir las cajas fuertes, adivinar en cuál estaban los diamantes que usted busca y luego esconderlos tal forma que no se pudieran ver cuando les mostramos al público que no escondíamos nada.
- ¿No ha visto el uniforme de mi marido? Es una pieza de plástico pegada a su cuerpo, ¿cree que nos tragamos diamantes? Habríamos muerto de hemorragia.
- Parece que tiene todo lo que quería detective Brass, ahora puede irse. El Jefe de la Policía ha pedido mi ayuda para rastrear al Cerillo. Parece que la policía no puede ni siquiera seguirle la pista a un solo prófugo.
- Se me olvidaba, señor Thorpe, Ian Turnbull ha sido atacado ésta noche, y de alguna manera o de otra todos ustedes están involucrados. Encontraré el modo en que todas las piezas se unen, y cuando lo haga, habrá que pagar las consecuencias.

                Alexis confirmó el gasto de la tarjeta de crédito de Thorpe en el restaurante. Mi teoría del marido celoso se cayó en pedazos. Había demasiadas piezas y no todas encajaban, ¿mantequilla de maní en la escena del crimen?, ¿Ian atacado, su departamento saqueado por una mujer, pero todas con coartadas y sin motivos aparentes? En el caso de diamantes, siempre hay motivos. La gente siempre quiere más dinero, y la tentación de estos diamantes tan raros es demasiada para cualquier persona.

                Son casi las seis de la mañana, ha sido un día largo y me detengo a cenar-desayunar y comprar más cigarros y una botella de whisky. Al mirarme en el espejo me doy pena, profundas ojeras en un rostro inflado por el alcohol y en un traje barato y arrugado. Sigo enojado con la situación, pero el cansancio me tranquiliza lo suficiente como para comer en paz. Alexis me llama para avisarme de un adelanto en la búsqueda de Kazankov, el sociópata enamorado del fuego ha atacado en un bar irlandés llamado Micky’s. Mientras manejo hacia allá trato de recordar dónde había oído el nombre de ese bar, y entonces me llega como una cubeta de agua fría. El ex marido de Clover, Justin Holt, trabaja en ese bar y en el estado de cuenta de Ian Turnbull aparecen arreglos de plomería a ese bar. ¿La relación entre los dos? Circunstancial, pero probable. Ambos son, o han sido, amantes de las integrantes de las Tres Reinas, Ian invirtió en el bar en el que trabaja Justin. No es la mejor evidencia del mundo, pero es  una pieza más a considerar en este laberinto de rompecabezas.

                Para cuando llegué el incendio ya había sido sofocado. Una pareja que hacía ejercicio pudo ver al Cerillo corriendo por la puerta lateral hacia el callejón. El bar estaba cerrado, al menos oficialmente, pero había gente adentro, policías. Un avispero de policías de uniforme y detectives. No había manera de que me permitieran entrar a hurgar, por lo que le di la vuelta al Micky’s y atravesé la pared trasera, para después esconderme bajo la barra. Desde mi posición podía entrever a los detectives y escucharlos, sin ser detectado.
- Buenos días Powalski.
- ¿Qué tienen de buenos?- Ambos hombres eran maduros, mayores de cincuenta. El polaco era de estatura media y cabello blanco, mientras el segundo detective, Matherson, era alto y calvo.- ¿Todos son hermanos en azul?
- Todos policías. Hemos identificado algunos cuerpos, Franz Jonas, Rebecca Gilmore y Terry Newark. El cadáver frente a la pared está demasiado chamuscado, no queda gran cosa mas que un coxis y parte de una mano. Tenemos otro así que estaba saliendo del baño. No podremos identificarlos. Encontramos residuos de un perro policía, un cacho de pelaje de pastor alemán al lado del muerte frente a la pared. Aquí está lo interesante, Franz Jonas, el que ves ahí, tenía algo debajo de la ropa.- Desde el poco espejo que quedaba en la pared, pude ver a Matherson levantando la camisa chamuscada de Jonas con una pluma. Le mostró una ropa interior color azul, probablemente de látex o alguna fibra sintética.
- ¿La hermandad azul?- Powalski emitió un gruñido.- Esto no es bueno.
- Jonas era el Verdugo, ¿recuerdas al loco que se metía a las casas de los pandilleros para romperles las piernas? Parece que era Franz Jonas, simple patrullero del Precinto 15.
- ¿Todos son de la hermandad azul?
- No sé. Es el único disfrazado aquí, quizás los demás eran parte de la hermandad, quizás no. Te pone a pensar, si conocían al Cerillo, Kazankov o como se llame, ¿qué te dice de la hermandad azul y de todos los grupúsculos conectados? Quizás por eso Marduk era indetenible, porque la hermandad azul estaba comprada por ellos, y si ellos eran comprados, entonces también Guardianes X de Filadelfia, La Tabla Redonde de Chicago y  Fuerza de Julio, de esta querida ciudad. Después de todo son prácticamente la misma cosa.
- Una enorme mafia disfrazada de superhéroes. Mi hijo va a llorar cuando se entere.

                Me voy antes de que los peritos comiencen a hurgar en cada detalle. Puedo atravesar paredes, pero no soy invisible. Nuevamente los diamantes atacan de nuevo, pero ¿qué ángulo juega la hermandad azul en todo esto? Había estado tan obsesionado con las tres Reinas y el chantaje a Ian Turnbull que no había tenido tiempo de pensar en otras posibilidades. Sin embargo, algo olía mal en todos los lugares donde había metido la nariz, todo estaba fuera de foco y nada estaba en claro. Casi nada, sabía que Clover necesitaba dinero desesperadamente, pero a la vez sabía que a nadie le sobra el dinero. Una parte de mí no quería sospechar de Clover, la otra parte de mí quería sospechar de todos. Me leyó el pensamiento y el celular comenzó a sonar. Me alejé del perímetro policial y regresé al auto mientras contestaba el teléfono.
- ¿Brass? Quiero ofrecerte un trato.- Sonaba tensa.
- ¿De qué se trata?
- Mikhail Kazankov, sé dónde encontrarlo. Justin me acaba de pasar el dato, parece que el Cerillo está desesperado por salir de la ciudad, trató de venderle bonos del tesoro a un sujeto llamado Nick el Ruso. El Ruso aceptó, pero ha estado compartiendo esa información con todo aquel que quiera escucharla.
- ¿Porqué haría algo así? Pensé que Kazankov era mafia rusa.
- La palabra principal es “era”. El Ruso no está feliz con la manera en que Marduk y sus tenientes se quedaron con todas las riquezas. Nick no irá al punto de reunión para la venta, no le molesta si alguien va y despacha a Mikhail.
- ¿Me estás pidiendo ayuda? Espera un segundo, ¿qué pasó con todo de lo que me decías sobre no necesitar protección y demás?
- Mira, puedes echarme en cara la manera en que terminó nuestra última visita, o puedes ayudarme. Yo me llevo el crédito, y la recompensa, y tú te quedas con los diamantes que has estado buscando. Lisa y Vicky están en el hospital con Ian y me han contado de tus malos modales.
- ¿Dónde nos vemos?
- 49 y Uneker, la cita del Cerillo es en el restaurante “Beluga”. Tenemos que darnos prisa, Svarog ha estado sacudiendo sus contactos en los bajos fondos y podría adelantársenos al golpe.

                Puse al día a Alexis y, conforme me acercaba, me actualizaba en la banda policial. Tenían cercado a Mikhail Kazankov, era demasiado tarde. Cuando llegué Clover estaba sentada en la parada de autobús cargando su bolso de gimnasio con todas sus cosas. No parecía feliz de verme, pero me confesó que ella también había llegado tarde.
- Svarog está allá adentro. Se acabó. Es mi culpa en realidad.
- ¿A qué te refieres?
-¿Recuerdas el plan que te dije que usaríamos?
- Se vino abajo.
- Así es. Se me escapó el loco del lanzallamas cuando me dispararon en la espalda. Diez centímetros más arriba y en vez de caer en mi chaleco metálico, me habría volado la cabeza. Lo mismo con Sandberg, Vicky y yo estábamos huyendo de Marduk y los disparos. Finalmente pudimos electrocutarlo y congelarlo, pero el Murmurador recibió una de las miles de balas. Había muchísima más gente de la que esperábamos.
- No seas tan dura contigo misma, hiciste lo mejor que pudiste y al final funcionó. Marduk está bajo arresto, tú eres una celebridad y te darán la recompensa.
- Y tú crees que durante la pelea nos robamos los diamantes negros y verdes, ¿no es así?
- Algo así.- Clover puso su mano sobre la mía y me electrocutó. No lo suficiente para desmayarme, pero si para sufrir un espasmo violento que me tiró del asiento metálico.
- No nos robamos nada. ¿No viste que mostramos nuestros atuendos al público? Tú mismo me viste vestirme.- Se escucharon balazos en el restaurante y unas luces brillantes, Svarog en acción.- ¿Crees que pasamos horas buscando entre las galerías de cajas fuertes para meternos los diamantes como supositorios?
- No me explico cómo desaparecieron, pero sucedió. Cada persona que entró a esa bodega fue revisada, antes de entrar, y dos veces al salir.- Miramos en silencio al cerco policíaco mientras en el interior sonaban los disparos y poderosas llamas hacían estallar las ventanas.- Tengo un chantaje, tengo mantequilla de maní, un grupo de policías quemados hasta las cenizas, un grupo de súper heroínas que se disolverá en su momento más glorioso, tres sociópatas que aterrorizaron a la ciudad por muchos meses y una mujer que le ruego a los dioses no tenga nada que ver porque me gusta demasiado.
- Receta para deprimir a cualquiera. Si me miras a los ojos en este instante y sospechas que yo pude tener algo que ver en todo el asunto te romperé el cuello.
- Los diamantes son como las botellas de whisky,- No la volteé a ver.- tienen un brillo especial que puede hipnotizar a quien se deje.- La puerta principal se abrió de golpe y Svarog salió corriendo sosteniendo una mochila y el casco de piloto de carreras del Cerillo.
- Parece que ya terminó.- Mientras corría agitaba los brazos para alejar a los policías, a la vez que gritaba “el lanzallamas, se prendió fuego, todos atrás, va a estallar”. Una bola de fuego hizo un fuerte crack y comenzó a devorar el edificio. Los bomberos, que ya tenían todo preparado, comenzaron a rociar con agua.
- Vamos, quiero ver si son los diamantes.- Clover me acompañó hacia la multitud y, aunque no podías atravesar a la prensa, pudimos ver a Svarog explicando cada detalle, mientras mostraba el contenido de la mochila. Bonos del tesoro, pero ningún diamante.- Por alguna razón, no me sorprende.
- Los están retirando.- Los bomberos entraron para sacar a los supervivientes, entre ellos el Cerillo, quien había sufrido quemaduras graves, pero vivía.- Y ahí está mi recompensa. Es una lástima, pero supongo que no siempre se gana. Te perdono que sospeches de mí si me acompañas a desayunar.
- ¿Adónde quieres ir?- Pregunté, mientras nos alejábamos de la turba y de regreso a nuestros autos.
- Al hospital, voy a acompañar a mis amigas, y me imagino que Grant también irá.- Dijo, apuntando a Svorag que volaba por encima de los edificios.

                La sigo al hospital, no tengo hambre pero necesito distraerme. ¿Quiénes sabían de los diamantes?, ¿cómo los sacaron de su escondite?, ¿quién es el chantajista de Ian Turnbull?, ¿podría haber una rencilla interna entre Vicky y Lisa Hudson?, ¿qué tan conectados están Ian, Justin Holt y la hermandad azul? Para cuando llego al hospital tengo tantas preguntas qué no sé cuál es más importante. Acompaño a Clover al cuarto piso, pero no entro con ella. Todos se encuentran alrededor de Ian y me miran con odio. No los culpo, una gran neblina se ha puesto, todas las piezas están ahí, pero no puedo ver la imagen más grande. Me quedo ahí, sin saber qué hacer, hasta que un niño se tropieza conmigo y su globo de helio escapa de su manita. Atrapo el globo del perro Snoopy y se lo devuelvo, y entonces lo veo todo claro.

                La solución cayó a mí como un relámpago e instantáneamente se formó mi determinación. Tenía que jugarlo inteligentemente, pues solo tenía una oportunidad. Ubiqué la sala de enfermeras, donde hacen anotaciones, guardan archivos y anuncian mediante el micrófono y me acerqué corriendo. Atravesé la barra y a punta de pistola las encerré en el clóset, colocando una silla contra el picaporte de la puerta para que no pudieran abrirla. Me escondí en la oficina de la enfermera en jefa del piso y traje el micrófono conmigo. Cerré con seguro la puerta y, por si acaso, tiré un pesado archivero encima. Me acomodé en la silla con rueditas, encendí un cigarro y, con una sonrisa, encendí el micrófono para que fuera escuchado en todo el hospital. El telón se abrió, ahora era momento de la función.
- Causa y efecto, llegué al departamento de Holt justo a tiempo para conocerla… No, no debería empezar por ahí. Lo haré desde el principio. Causa y efecto, Brent Edwards, policía de poca monta, reconoce al Murmurador como Faust Sandberg. Ahora es causa y error, se lo comenta a los policías que estaban con él cuando lo arrestaron por sospecha de violación. Una era Rebecca Gilmore y el otro es Leisel Jones, ambos muertos esta noche, y ambos conectados a la Hermandad Azul y a Fuerza de Julio. Así es como Grant Thorpe se entera de su identidad secreta, Svarog había sido parte de Fuerza de Julio y de Hiperión, el grupo al que Sandberg había pertenecido en el pasado.
                “Se le ocurre que puede ir a presionarlo, sabe dónde vive. Sandberg negocia un trato, él le habla de los diamantes que encontraron en el robo a la joyería Efraín. Diamantes Carbonados y diamantes verdes. Un total de cien de ellos. El equipo de seguridad era idéntico al que Faust Sandberg tenía en su departamento, él le abrió la caja de seguridad y Svarog se aseguró de que recibiera una bala perdida. Una bala perdida con la suficiente fortuna de atinarle justo entre los ojos. Por eso cuando se abrieron las puertas de la bodega industrial las Tres Reinas estaban secas, mientras que Grant Thorpe estaba empapado en la lluvia.
                “Pero no puede sacar los diamantes él mismo, por lo que le pide ayuda a un conocido. Sabe que revisarán a cada persona que entra o salga del lugar, pero hay algo que no revisan, perros de búsqueda. Por eso había mantequilla de maní y parte de un envoltorio de condones. Su amiguito Leisel Jones embarró un condón repleto de diamantes y se lo dio a su perro para que lo tragara. Tenía que traicionarlo, por lo que lo citó en el bar Micky, junto con Rebecca Gilmore, y todos los que estaban enterados del golpe y, disfrazándose como el Cerillo, los redujo a cenizas. Despedazó al perro hasta encontrar los diamantes.- La policía patea la puerta y comienza a empujar el archivero. No me queda mucho tiempo más, pero disfruto mi momento.
                “El plan podía destapársele en la cara, por lo que aumentó la confusión al golpear, amarrar y amordazar a Ian Turnbull. Hizo parecer el asalto como si estuviera buscando algo, haciéndole parecer sospechoso. Las marcas de zapatos de mujer fueron un detalle particularmente interesante. Ian habría muerto de no haber sido por Vicky y por mí. Pero Ian Turnbull ya era parte de su plan desde antes del asalto, lo tenía chantajeado por su romance con su futura esposa Lisa Hudson. El chantaje no era por dinero, sino para alejar sospechas. Por eso Ian instala plomería en Micky’s, conectando a Clover al múltiple homicidio de los policías. Chantajea también a su esposa, ésta vez lo que necesita es una coartada. Lisa tiene que fingir que sale a cenar con Grant, una cena romántica donde él le propone matrimonio. Existe, sin embargo, un inconveniente. Lisa no es tonta, y elige un restaurante de mariscos, porque sabe que su pareja es alérgica a los mariscos, según pude comprobar en el enorme gabinete de medicinas.”

                La policía se hizo pasar, pero me fui caminando, atravesando las paredes. Grant peleaba con Lisa mientras dos guardias de seguridad se quedaban atónitos, sin saber qué hacer. Un fuerte destello de luz encegueció a todos los presentes. Cuando la luz se fue calmando pudimos ver a Grant sosteniendo un arma y usando a un guardia como rehén. Saqué mi pistola y la apunté al techo, al disparar despedacé el rociador de agua y el sistema de alarma accionó las regaderas automáticas.
- Me muero de ganas de ver ese truco de los genitales congelados.- No pude contenerme, uno sólo puede ver esas cosas una sola vez en la vida.- Vicky se concentró, su piel se puso azul y Grant soltó un chillido. Dejó ir al rehén y a su arma y, sosteniéndose la entrepierna, cayó hincado de dolor. Clover se acercó despreocupadamente y con una mano le tomó la cara. Un segundo más tarde un flashazo y Grant recibió una descarga que dormiría a un toro.
- Llegas a mi vida y en un día la cambias por completo.- Dijo Clover.- ¿Aún no crees en las decisiones correctas?
- Creo que no hubiera podido vivir sin ella.- Nos besamos antes de que los policías me taclearan.

                 Hablé con Alexis cuando me arrestaron por aterrorizar a las enfermeras, pero todo se resolvió antes del mediodía. La policía encontró los diamantes en el estudio de Grant Thorpe, junto con la cámara que usó para chantajear a su esposa cubierta con sus huellas dactilares.

                El mundo entero conoció las verdaderas identidades de Svarog y las tres Reinas y tuve a reporteros siguiéndome por semanas. Di’expo nos pagó lo que debía y Alexis aprovechó su fortuna para retirarse y escribir un libro sobre el caso que Warren le ayudó a publicar y a vender. Ian Turnbull despertó del coma y, aunque no recordaba la identidad de su atacante, el caso contra Grant Thorpe se resolvió rápidamente. Fue puesto en condena perpetua en compañía de varios de los criminales que ayudó a arrestar, y murió asesinado pocos meses después. Acostumbrado a que todo el mundo le dijera que siempre estaba en lo correcto había tomado una decisión creyendo que podría vivir con ella, al final le demostré su error. Causa y efecto.


                El Equipo de las Tres Reinas se disolvió, Vicky le perdonó todo a Ian y a Lisa luego de un largo tiempo. Finalmente tuvo a su bebé en la misma fecha en la que Lisa y Clover fueron aceptadas como suplentes del Grupo Vivaldi y ahora viven de jugosos cheques de pensión gubernamental. En cuanto a mí, me mudé a un departamento más grande donde quepan cómodos mis gatos. Sigo viendo a Clover de vez en cuando, peleamos acerca de todo. Con el dinero del caso le conseguí a su ex marido su propio bar y me doy mis rondas para asegurarme que siga limpio. Alexis me convenció de unirme a Alcohólicos Anónimos y retirarme en alguna playa del Caribe, pero no quise. Trabajo en una agencia de investigadores privados con buen sueldo y trabajos por encargo. El trabajo me ayuda a limpiarme, y cuando trabajo lo suficiente no veo los rostros en mis sueños.

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