jueves, 23 de julio de 2015

Expedición a la oscuridad (Parte 2 de 2) Novela

Continuación de la primera parte 


DIARIO DE JULIA ANNET DELON
18 de marzo, 1928
            La música que escuché en Budapest se ha vuelto más fuerte, insoportable incluso. Escucho los murmullos de Benson y Trejo, y siento sus miradas en mi espalda, creen que tengo mal genio e incluso sospechan de mí, pero no tienen idea de cuán fuerte resuena en mí esa música. No me arrepiento de haber dejado la comuna, ellos mataron al monstruo que mató a mi madre de miedo y que infectó a todos de forma tan macabra. Les debo más que la vida.

            Hemos acampado cerca del jeque, iremos a matarlo. He visto a Ingersoll realizando extraños rituales con animales muertos y le he ayudado a formar un perímetro de sangre y piedras alrededor de la propiedad del jeque. Vernon dice que es para contenerlo en esa zona, y he visto suficiente magia gitana para saber que funcionará. Preparamos nuestras armas y repasamos nuestra misión, pero la fecha de la ejecución fue retrasada por un evento inesperado. Farisal ibn Kaliq salió de su propiedad, una alargada mansión de un piso que me hizo recordar a todas las historias de las mil y una noches. Al verlo salir en procesión me tapé los oídos, la música era insoportable.
- Escucharás esa música en todo el mundo, pero aquí encontraremos la fuente.- Me dijo Vernon.


            Ibn Kaliq llevaba algo en el cuello, como un pesado collar. Escondidos detrás de las siempre cambiantes dunas del desierto, nos asomamos por turnos. Vernon usó sus binoculares y se emocionó. Reconoció aquél objeto octagonal de piedra, cuando le preguntamos sobre él se limitó a decir que era una brújula y que la necesitaría para después, aunque no aclaró para qué motivo. El jeque y sus cultistas no salieron del perímetro que habíamos marcado, el ritual había funcionado. Vestido con telas viejas y raídas tenía grandes anillos en cada dedo y muchos collares de oro. Sus seguidores vestían con mejores ropas y mostraban un miedo fervoroso a su líder. Debatimos en ese momento de matarlo con el rifle de larga distancia, pero Ingersoll se negó, alegando que era imperativo robar aquella brújula.

            El hechicero realizó algunas invocaciones y la música se hizo aún más fuerte. Sentimos el aire gélido, como el peor invierno europeo, que parecía nacer de la arena. De inmediato tuvimos la sensación que algo vivía bajo las dunas, algo terrible y cruel. Vernon nos jaló para que le siguiéramos. Benson, el favorito de Vernon, me cargó, pues la música sonaba tan aguda que sentía mi cabeza como a punto de estallar. Montamos los camellos y Vernon le ordenó a los guías a que hicieran lo mismo y nos siguieran. Cabalgamos lejos del lugar y sin detenernos.
- El perímetro está asegurado, no saldrá de ahí. Regresaremos en la noche.
- ¿Qué era ese viento frío?- Preguntó Trejo.
- Sus ojos y oídos. No dejen que les toque, ha matado a más gente de la que imaginan.

            Esperamos a tres horas de distancia de la mansión del jeque. Los camellos estaban alejados entre sí, dando la impresión de ser una manada de camellos salvajes, y no una expedición. Incluso a esa distancia escuchamos los gritos, era imposible entenderlo pues provenía de un lenguaje muy antiguo, uno que únicamente le había escuchado a las brujas gitanas sin apenas entender lo que decían. La mejor descripción del idioma me la dio la bruja Lorea, cuando entre susurros me hizo saber que aquella lengua sería algún día universal, como el idioma de antes de la caída de la torre de Babel. Lorea dijo que los sobrevivientes usarían ese idioma “el día en que las estrellas caigan como ceniza”. En su momento no pensé mucho sobre esa descripción, ahora tenía sentido.

            La única palabra que logré entender, y que se repetía lo suficiente como para memorizar, incluso por encima de la estridente música era “Yog-Sothoth” y “Yogoth”. Llegó la noche y seguíamos esperando, con los nervios crispados y las manos en los rifles. Benson señaló al cielo, el corazón se me detuvo por un momento y la sangre se hizo hielo. Era como una pesadilla, pero era real. La luna, más grande que en los Pirineos, estaba peligrosamente cercana a la Tierra e incluso daba la impresión de estar a punto de estrellarse. Sin embargo, eso no era lo que asustaba. La luna era azul y no tenía las sombras que tanto habíamos visto en nuestras vidas. Algo me daba la impresión de que aquello no era un satélite, sino algo vivo.
- Esa no es nuestra luna, ni esas nuestras estrellas.- Dijo Vernon con toda calma.- Pero lo serán si fallamos.

            Cinco de nuestros guías decidieron huir. No los culpamos. La visión duró algunas horas y después se desvaneció en un parpadeo. ¿Cuántas veces lo había hecho el jeque loco?, y más importante ¿cuántas veces más antes de que lo haga bien?

            Hemos regresado a nuestras posiciones, el viento gélido se ha ido. Se supone que debemos dormir, nadie podrá hacerlo. Mañana mataremos.

PERIÓDICO BRITAIN’S PRIDE
20 de noviembre, 1780
Singapur. Hace dos días toda la colonia se estremeció cuando un grupo de soldados encontraron lo que ellos mismos llamaron el “laboratorio de la muerte”, ubicado en una bodega propiedad del mercader local y patrono de las artes, Vander Hawkings. Como él mismo explicó la bodega ha estado abandonada por mucho tiempo y era presa continua de pandillas y borrachos. El capitán Hawkings se lamentó de ver el mal uso que el sádico torturador hizo de su bodega y ha decidido donar el edificio para convertirlo en refugio de los más necesitados.

El capitán Hawkings quien, como nuestros lectores ya sabrán, ha realizado considerables contribuciones a la corona y ha financiado la construcción de la casa de ópera, se reunió ayer con el gobernador, el venerable señor Creed, para disculparse en persona y ofrecerse para manejar el refugio. El capitán Hawkings dijo a la prensa que “existe en esta colonia una enorme población flotante de marinos y capitanes caídos en desgracia que beben sus días y duermen en el frío suelo o en la peligrosa jungla. Lamentablemente muchos de ellos recurren al crimen, y otros simplemente desaparecen. Un refugio temporal serviría para hacerles de hogar, aunque no me hago ilusiones, estoy seguro que muchos de ellos continuarán desapareciendo en la nada.” Pues podemos decir aquí que el Britain’s pride le desea la mejor de las suertes a nuestro querido patrono de las artes y cuidador de los desposeídos.

DIARIO DE JAMES BENSON
20 de marzo, 1928
            Salimos ayer al atardecer, cuando el sol nos azotaba como un escorpión del desierto. Vernon y yo fuimos a pie y nos untamos ese aceite dorado de olor inmundo por cada parte de las ropas y las pocas partes del cuerpo que sobresalían. Vernon no habló, la misión lo tenía tenso. La verdad es que no era el mejor plan, y no teníamos idea de cuánta seguridad podía haber dentro del edificio. Me indicó que no sacara mi pistola al ver a los guardias, y conforme dimos pasos cortos y titubeantes noté que los guardias no podían vernos.

            Entramos a la mansión por la parte de atrás y caminamos tan cerca de los guardias que pensé que nos escucharían. La residencia era de ensueño, con docenas de arcos de herradura, mosaicos coloridos en las paredes y techos abovedados. En la fuente central ubicamos el sanctum sanctorum del diabólico jeque. Nos acercamos con cuchillos y pistolas, y avanzamos en cuclillas. Pegados a la pared escuchamos sus pasos y el pasar de hojas de algún enorme libro. Le sorprendimos por la espalda. Farisal ibn Kaliq era más alto de lo que había creído, y mucho más delgado. Hojeaba un enorme tomo usando una vara dorada para no tocar sus impías inscripciones. Como Vernon me había instruido saqué el dispositivo de mi mochila, un frasco de gasolina con una vara de dinamita en un extremo. El jeque se dio vuelta, nos había escuchado, y podía vernos.

            La boca del jeque se abrió más de lo normal, como si su mandíbula tuviera otros huesos, y en su garganta pude ver algo monstruoso, era como una flor de cinco pétalos. Recitó algo que no pude escuchar, pero que tuvo un efecto devastador en mí. Sentí una opresión en mi pecho, como si un elefante me aplastara. Ingersoll parecía no notarlo, pues se lanzó contra el diabólico jeque con su cimitarra y le cortó el cuello de un tajo, robándole la brújula en el proceso. Liberado de la terrible opresión que estaba por hacer reventar mi corazón encendí la dinamita. Ibn Kaliq dio unos pasos hacia atrás, cubriéndose la garganta con sus manos, y su piel comenzó a derretirse. Aquella forma humana no era sino un disfraz, un caparazón de algo más terrible. Su rostro se hizo aplastado de los lados y sus ojos parecían de los de un reptil, los huesos de sus manos sobresalían de la carne como afiladas garras.

            Los guardias escucharon a su líder y corrieron para ayudarlo. Estaríamos atrapados en cuestión de segundos. Le disparé en la cabeza hasta que el revólver quedó sin balas y le lancé la bomba. Me lancé sobre un diván y lo usé como protección cuando estalló dispositivo. Ingersoll estaba en la puerta disparando su metralla y no vio lo que fue del jeque. La explosión le arrancó parte del pecho y las llamas lo consumían. Las telas se quemaron, dejando ver un cuerpo enfermizo y repleto de purulencias con una piel gris y escamosa. Me recordó a la tribu de los Tcho-Tcho de quienes me había hablado Vernon, seres como iguanas que vivían en la ciudad sin nombre. Entonces lo entendí, en ese año en el desierto Farisal había muerto, reemplazado por uno de los sumos sacerdotes para regresar a la ciudad, y a sus letales misterios, a su antiguo esplendor. Corrió en círculos, avivando las llamas, su carne despidiendo un hedor que sólo había olido en las tumbas comunales abiertas. Su cabeza, achicharrada, se desprendió de su cuerpo gracias al ataque de Vernon y el jeque, o lo que fuera que le reemplazaba, estaba muerto.
           
            Vernon no podía seguir manteniendo a raya a los guardias, y en ese momento apareció la caballería. Trejo y Delon cabalgaban a toda velocidad, en compañía de los guías, abriéndose paso a tiros. Corrimos hasta la fuente, protegiéndonos de los disparos y montamos nuestros camellos. Hicimos nuestra huida, pero los seguidores de ibn Kaliq, ahora desesperados al punto de la histeria, cabalgaron detrás de nosotros. Vernon montaba adelante, mostrando el camino. Los guías árabes fueron desertando en masa de la suicida expedición y no podíamos avanzar muy rápido pues dos de nuestros camellos cargaban con una lancha motorizada. Gracias a la excelente puntería de la gitana nos deshicimos del primer ataque, pero ya había uno segundo acercándose a toda velocidad.
- ¡Tenemos que dejar el bote!- Gritaba Trejo.
- Nunca, es nuestro seguro de vida.- Gritaba Vernon.

            Vernon se posicionó detrás de una roca, estábamos en el desierto prohibido. Le ayudé a desamarrar el bote motorizado, aunque no veía para qué. Por toda respuesta señaló al desierto prohibido el “espacio vacío” como algunos le llamaban. Parecía un valle que se extendía hasta perderse de vista. Nuestros perseguidores nos alcanzaron y mientras el sol desaparecía hicimos nuestra defensa. Julia fue alcanzada en una pierna, había sangre por todas partes. Le apliqué un torniquete usando mi turbante, pero el dolor la incapacitaba para disparar. Gritaba sobre la música que hacía cada vez más fuerte y en ese momento fue que ocurrió el milagro. El valle se llenó de agua que parecía subir desde la arena. Subió tan rápido que apenas tuvimos tiempo de acomodarnos en el bote. Nuestros perseguidores, asustados, retrocedieron en masa. La mayoría se ahogó antes de alcanzar sus camellos. Ahora viajamos a la ciudad sin nombre. La gitana pierde sangre y tiene fiebre, seguramente de esa escandalosa música que nadie, mas que ella, puede escuchar. Nuestros camellos nadaron y se ubicaron en un pequeño pedazo de roca que quedó como islote.

            Con pocas municiones, la gitana mal herida y fuera de combate, y sin saber qué nos espera, estoy seguro que ésta será mi última anotación.

DIARIO DE VANDER VAN SOEST
23 de Agosto, 1800
            Veinte años de enriquecer a los capitanes de Singapur y de mantener gordos y felices a los gobernadores tenía que terminar. Veinte años, y sin una sola arruga. Después de que descubrieran mi laboratorio alquímico, la gente comenzó a especular. Lo había visto antes. No importa mudarme, después de todo este no es mi mundo. En estas partes del mundo es fácil empezar de cero y falsificar documentos. Me conocen como Vander Waite y me aseguré de que la gente pensara que Vander Hawkings había muerto en un ataque de piratas.

            Vivir entre los autodenominados “civilizados” fue un error. Ahora tengo propiedades en Singapur, la isla de Nicobar y Burma, y me encuentro en constante movimiento. La privacidad es costosa, pero mantengo bien sobornados a los oficiales y a los capitanes. En Burma he encontrado más cultistas y les he enseñado los misterios de Ithaqua. Ellos no ven nada más que el viento tempestivo, yo lo veo todo. Nos lleva en su lomo, furiosa e histérica. Cruzamos las montañas de Burma y nos internamos en la selva. Si los cultistas lo hubieran visto, la mayoría nativos y piratas de poca monta, sin duda habrían enloquecido. Entre esos remolinos se esconde su figura primigenia, su cuerpo huesudo y largo, con tres partes con patas semejantes a la de moscas peludas, con muchas poderosas alas y ojos desde las puntas de largos tentáculos como trompas que provienen de protuberancias carnosas semejantes a tumores o llagas. Yo sé que no es Ithaqua, sino una de su progenie pero viene a nosotros cuando la despertamos porque tenemos un buen trato juntos.

            Una noche cabalgamos los vientos encadenados al puerto de Bengala. Ithaqua quería sacrificios. Aquellos que no mataba los prensaba con sus fuertes trompas y las lanzaba al aire. Para los demás era como si lo tirara al cielo y su cuerpo desapareciera, pero no para mí. Sobre nosotros se abría el cielo como una tela rasgada con violencia, develando ese otro mundo temible y poderoso. Eran llevados a esos planetas desconocidos y recibidos por criaturas estelares indescriptibles. Bajo el cobijo de la locura, y protegidos del monzón, nosotros robamos todo lo que podíamos cargar. Al regreso repartimos las riquezas según me convino y gran parte del botín sirvió para mantener felices a los capitanes que dicen ser mis amigos.

            Pero no puedo hacerlos felices a todos. Ahora que los números de mis seguidores superan la centena, he atraído atención hacia mi persona. Jericho Thorne, a quien he hecho inmensamente rico, ahora me desconfía. Le he visto en visiones producidas por el ajenjo de los dioses, siguiéndome a todas partes. Era de esperarse, ya no puedo seleccionar víctimas de mi refugio temporal en la colonia de Singapur, por lo que a veces recurro a británicos de Burma. Sé que Thorne planea algo, y que sabe más de lo que debería, pero desconozco sus planes. ¿Habrá visto mis laboratorios en el barco Sardan II?, ¿habrá visto los tóxicos humos que salen de mi residencia en las montañas?

            Las visiones van tomando forma. Como lo imaginaba, no hay orden en el caos pero si la mente se adecúa a la intempestiva naturaleza de lo extraordinariamente irracional, se puede comprender. Pero no son irracionales, sino extrarracionales, de la misma manera en que habitan en el espacio entre los espacios, a la vez del tamaño de una molécula y a la vez más grandes que un planeta. Yog-Sothoth es la Llave, pero Cthulhu es el sumo sacerdote. Los Antiguos y los Exteriores siempre en batalla, pero unidos por un lazo incomprensible para el Hombre. Estaban antes de que lo está se hubiera manifestado. He visto los ángulos del cosmos, sentido las esquinas del Universo, visto dos estrellas colisionando para dar nacimiento a una entidad más vasta y potente que cualquier dios que la imaginación humana hubiera concebido jamás. Existen como atrapados en otro Universo, esperando a que las estrellas se encuentren bien alineadas para romper los sellos. Pero solo Cthulhu los puede romper, dejando que Yog-Sothoth abra la Puerta de los Otros Dioses. Y el grandioso Cthulhu lo hará, con tal de escapar de la ciudad sumergida de R’lyeh.

            Sospecho que los sellos de R’lyeh deben ser abiertos físicamente, por eso debo encontrar la ciudad sumergida. Esos mapas aborígenes que robé en Londres han sido de mucha ayuda. Muchos de ellos no representan el mundo en el que vivieron, sino otro mundo, infinitamente más terrible y antiguo, cuya sabiduría fue transmitida generacionalmente. Pero no ha sido suficiente. Tengo que recrear la geografía antediluviana para encontrar el continente que sobrevivió de último, donde las leyendas estarán menos llenas de fantasía y más cercanas a la fuente original. Estoy casi seguro que está en Asia, quizás más al Norte, pero hasta ahora no he tenido suerte.

            Mis seguidores realizan pesquisas, pero ignoran las implicaciones cósmicas de mi búsqueda. Que así sea, mientras menos sepan mejor. Aquel que despierte al sumo sacerdote será el más beneficiado. He visto el mundo que nos espera, ellos despertarán de todas formas, ¿por qué no hacer una ganancia con eso? Tendré todas las riquezas, placeres y conocimientos que podría desear y aún más. Aún más.

DIARIO DE ELISA SUSANA ELLERY
20 de abril, 1928
            No había estado en Lima desde que era pequeña. No me molestaría acostumbrarme, porque no regresaré a Argentina, a Buenos Aires ni qué decir. Escondida en la casa de mi amiga Regina me siento mucho más segura, manteniendo un bajo perfil. Después de la pesadilla en la casa del profesor me siguieron a todas partes, llamando a la Universidad y pidiendo cita para verme en alguna casa o lugar poco concurrido. Toda una carrera tirada por la borda. Pero Nestor tiene razón, conservo la vida y eso es más preciado. Y existe otra razón también, que el soldado americano Silas, dijo cuando se recuperó de su mal de nervios tras aquel tenebroso encuentro en Quintana Roo.
- Ésta expedición es de peligro mortal, pero también estamos en peligro si no lo hacemos. En un peligro aún mayor. No soportaría la idea de acobardarme ahora, sabiendo que en cualquier momento se acabará el mundo.

            Para empeorar la situación hemos estado leyendo reportes desde Europa del este y Medio Oriente. Noticias de la muerte de un Crin Antonescu y el incendio de su castillo, e inmediatamente después hay noticias de Oman, en la península arábiga, sobre un jeque muy religioso y su muerte. En ambos casos apuntan a extranjeros cuya descripción es idéntica a las historias de terror de un tren camino a la villa Donelescu. Algo encontraron ahí que les llevó al desierto prohibido en la frontera de Oman. Nestor había escuchado del lugar y me mostró un libro que habla de la ciudad sin nombre, donde el árabe loco Abdul Al-Hazred escribió el Necronomicon, del cual había tenido la mala suerte de leer algunos extractos. En aquella ciudad, al menos según la leyenda, permanece el árabe loco y su libro prohibido. No hay duda, hay otra expedición y no sabemos qué tanto saben y cuál es su siguiente paso. Pero sí sabemos su diabólico objetivo, despertar a los Antiguos.

            En mis investigaciones del pirata brujo van Soest, y completando la de Nestor, hemos encontrado noticias de él en Singapur, Burma, India, Tibet y también al sur de la península arábiga, por no contar muchos años antes en Estados Unidos. Sin duda, ese Vernon Ingersoll debe estar revisitando lugares conocidos. Todo eso nos mantiene con los nervios de puntas, nos obliga a apurarnos. El avance en Yucatán será nuestra clave al éxito. Las semillas que Nestor plantó en ese cenote por donde cruzan las corrientes provenientes de la ciudad sumergida florecerán por donde quiera que la tierra se nutra de esas aguas malditas. Nestor piensa que nos llevará a Lemuria y yo opino lo mismo.

            Mientras me mantenía oculta en casa de mi amiga he estado buscando noticias en periódicos Sudamericanos en busca de mesianismo apocalíptico. Los cultistas saben lo que viene y se preparan. Aquí en Perú está el llamado “diácono de Dios”, Armando Andrade. La expedición le seguirá, para determinar qué tan peligroso es y qué secretos oculta. Nestor me preguntó si quería unirme y decidí hacerlo. No solo por lo que Silas dijo, y con toda razón en ese español tan extraño que masculla, sino por algo más profundo. Además de que si vuelvo a casa me matarán como eliminaron al viejo profesor, hay algo mal en todo esto. Mi experiencia de vida se resume en libros, y aún así sé que no puedo quedarme de brazos cruzados mientras las únicas personas en el mundo salen a defender a la especie entera.

DIARIO DE JULARDO TREJO
24 de marzo, 1928
            La ciudad sin nombre sobresalía de las aguas como una garra de cinco pilares que trataba de emerger. En muchos puntos se formaba una vegetación que nunca había visto antes y, estoy seguro, ha permanecido extinta en el resto del mundo por millones de años. Entre los pilares sobre el agua se encontraba el acceso al nivel submarino y subterráneo. Atracamos en la isla de piedra y musgo y Vernon ató el bote a una columna derruida con varios nudos. Benson trataba de calmar la fiebre de la gitana, enloquecida por la música que nadie más escuchaba. Al ver su herida supe que no le quedaba mucho tiempo.

            La isla, de menos de 300 metros, estaba coronada por unos escalones irregulares y una entrada peculiar, era ancha pero muy baja, no diseñada para la especie humana. Vernon sintió el suelo y detectó el aire gélido. Corrimos al otro extremo de la isla, lejos de la puerta. Cargué a la gitana como pude, silenciándola con la mano. El viento helado se hizo cada vez más fuerte y comenzó a ganar terreno. En cuestión de segundos nos envolvía, y a juzgar por la mirada de horror en el rostro de Vernon, eso no era bueno. Benson propuso que nos tiráramos al agua, pero eso arruinaría nuestras armas y el mar a nuestro alrededor formaba olas de varios metros de distancia. Al final nos escondimos en la parte trasera del promontorio, detrás de la puerta donde las corrientes eran menos violentas. Nos sujetamos de los brazos mientras el huracán helado surgía de esa entrada y se extendía por el mar. Las olas eran tan grandes que rompían a pocos metros de nosotros y en más de una ocasión me resbalé sosteniendo a la gitana y fui salvado por Benson. Nuestro bote salió volando y varias de las cuerdas que le ataban se rompieron por la tensión, pero afortunadamente una de ellas sobrevivió.

            Cuando el huracán hubo abandonado el templo corrimos a la entrada. La gitana podía caminar, sin apoyar mucho su pierna, pero aún estaba frágil por la música que la volvía loca, y pálida por la sangre que había perdido. Las escaleras parecían durar eternamente, y apenas iluminadas por la linterna de Benson notamos las inscripciones en las paredes, y que la oscuridad a cientos de metros bajo nosotros no parecía terminar nunca. Cuando finalmente llegamos a una pequeña sala con cuatro entradas, Vernon nos llevó por el laberinto de túneles.
- Usa el papel que traje, está en tu mochila Benson, rómpelos y velos dejando en el suelo. En caso que algo me pase, sigan el camino hasta la superficie. Pero solo por si el viento nos alcanza aquí abajo, usen los picos para romper un poco las paredes, de modo que sepan en dónde han estado.
- Nada te pasará Vernon, saldremos de ésta juntos.- Le contestó Benson, con miedo en la voz.

            Las paredes nunca parecían estar normales, en ocasiones daba la impresión que estaba ladeadas al frente, en otras que la parte media sobresalía y en otras que se hundía casi medio metro. A pocos centímetros del suelo había una canaleta, casi oculta por completo, con petróleo que Vernon usó para mostrar el camino. El fuego salió disparado hacia adelante y se perdió entre los túneles, sin duda iluminando todo el complejo. Con ayuda de la luz me fijé en las paredes y el suelo, sin encontrar marcas de tabiques. La ciudad entera había sido tallada en la piedra, ¿qué intelecto superior sería capaz de lograr tal hazaña?, ¿qué colosales seres la construyeron y qué demonios habitaban en ella?

            Vernon apretó el paso al escuchar los quejidos de la gitana, el tiempo se agotaba y ya llevábamos más de dos horas allá abajo. Nos llevó atravesando extensas naves con columnas, otras con amplísimos techos en forma de pirámide, otras tan bajas que teníamos que arrodillarnos. Ni con un mapa podríamos haberlo cruzado de esa manera. Todas las escaleras, sin embargo, eran iguales y pensé que eso describía en parte a los seres que moraron en aquella ciudad. Los escalones eran bajos, como también los techos, pero tenían hendiduras en la pared como pasamanos. Lo que me llamó la atención era que eran tres de ellos a distintas alturas. Estaba ocupado con la gitana, tratando de mantenerla de pie lo más posible, así que no me fijé en los techos. Benson, sin embargo, sí lo hizo. Más tarde me habló de las escenas que describían los recintos más amplios. Contaban de una guerra entre dos razas, una que parecían vegetales de cuerpo triangular, cabeza de cinco puntas y extremidades como tentáculos, y la progenie de Cthulhu. Describían a los shogoths, creaciones de los seres de cabeza de cinco estrellas, unos seres amorfos capaces de asumir distintas formas que, al final, se rebelaron contra sus amos. Esos no eran, sin embargo, los seres que habitaron aquel lugar. Los habitantes de la ciudad sin nombre parecían más como reptiles por sus cabezas, pero con enormes hocicos y múltiples extremidades. Conforme avanzábamos las pinturas mostraban la degradación de estos seres, conforme el desierto ganaba terreno, mezclándose con humanos en la forma que él había visto en el jeque árabe.

            Finalmente llegamos a lo que Vernon llamó “el cuarto de mapas”. El recinto tenía ocho paredes y en una de ellas un mapa. En el medio había una roca que terminaba en punta, y en su extremo tenía una extraña forma. Vernon me mostró lo que le había robado al jeque, y en su parte inferior tenía exactamente esa figura. Lo entendí de inmediato, era la llave de un mecanismo que no había sido usado desde hacía miles de años. La brújula en sí era de piedra, con ocho lados, y la parte de arriba tenía el dibujo de una cabeza alargada con tentáculos en la parte inferior, el sello de R’lyeh. Vernon me explicó después que el sumo sacerdote en persona lo había diseñado. Colocó la brújula en su lugar y, como una llave, le dio ocho vueltas. Al principio no pasó nada, pero segundos después escuchamos un ligero temblor. La gitana gritó histérica y se desmayó. Antes que pudiera ayudarla noté que el recinto se iluminaba desde fuentes lumínicas invisibles. Los mapas se hicieron brillantes y la parte superior de la brújula se abrió. De su interior Ingersoll extendió un largo rollo de pergamino rojo con extrañas palabras que contenían los conjuros más espantosos. La brújula se iluminó desde el fondo, las letras se hicieron doradas y después despidieron una luz verde que iluminó el mapa. Poco a poco esas luces verdes se fueron concentrando en un lugar del mapa.
- India.- Benson se acercó al mapa y tocó la parte iluminada. El mapa era semejante a lo que nosotros conocíamos, pero tenía continentes demás y faltaban algunas penínsulas.- Debe ser el norte de India, quizás Nepal. India es donde Vander van Soest aprendió gran parte de la sabiduría de los cultos antediluvianos.
- Eso es precisamente lo que temo, que todo se relacione a él.- Dijo Vernon, aunque yo no entendí por qué era tan importante.
- El contrabandista y el lama rebelde... Las cartas de Antonescu.- Dije yo.- Sea lo que sea que los Impuros traman, estamos en la pista.
- Julia se pone peor.- Benson le sostuvo la cabeza a la gitana y ella se despertó, gritando alocadamente y regresando a la inconsciencia.
- Es la fiebre, la música la está cambiando. Pronto será uno de los Impuros.- Vernon guardó la brújula y se acercó a ella.- El viento regresará en una hora.
- Llevamos casi tres horas aquí abajo, no alcanzaremos la superficie. Pero incluso si lo hacemos, ¿a dónde iremos? Ella necesita un doctor, y el más cercano está a tres días de distancia, sin contar que seguramente somos buscados ahí por homicidio.
- No, nadie muere aquí. No aquí. Sólo queda una opción, nos internaremos aún más. Los mapas que he leído de este lugar indican que la fuente de la música está más abajo. Sé cómo llegar.
- ¿Qué hay del viento?
- No sé, pensaremos en algo cuando pase.- De su mochila extrajo collares para los tres con cuentas de marfil adornadas con extraños glifos que me recordaron a los dibujos mágicos de Rene Coty.- Esto nos hará invisible a los moradores invisibles, pero no por mucho tiempo. Pero hagan lo que hagan, no miren al techo, ellos duermen ahí. Mientras usen estos collares podrán ver parte de ellos.

            Cargué a la gitana de los hombros y Benson de los pies y seguimos corriendo a Vernon, mientras se internaba aún más en los túneles y estrechos pasadizos. Conforme bajábamos, y trataba de cincelar lo más posibles los muros en caso de que Vernon muriera, nosotros también escuchamos la música. Al principio era apenas un rumor, pero se hacía cada vez más fuerte. Sonaba como gaitas, pero más agudas. La curiosidad, la peor enemiga de la cordura, se apoderó de mí. Me atreví a ver hacia el techo apenas iluminado por las canaletas de petróleo. Lo que vi solo puede ser descrito como la encarnación del miedo. Eran transparentes, si es que eran más de uno, pero en su corporeidad traslúcida se advertían ciertos rasgos demenciales. En una sola mirada se insinuaron en mi persona imágenes que me hicieron pensar en capullos abultados, garras con ojos, hocicos dentro de lenguas larguísimas, extremidades como amebas peludas y muchas otras formas demasiado asquerosas para ser plasmadas en papel.
- No tienen materia como nosotros la comprendemos.- Vernon debió haber intuido que había desobedecido su orden al escuchar mi grito desesperado.- Existen transdimensionalmente, en ocho o diez dimensiones diferentes. Espacio y tiempo son solo juegos para ellos. Se manifiestan en nuestras tres dimensiones, pero lo que queda inmanifestado es aún peor.

            Al final de unas larguísimas escaleras tocamos pasto y nos adentramos en una gigantesca sala, de al menos un kilómetro de radio, con dos puertas gigantescas puertas de marfil, una en cada extremo y con una nauseabunda sustancia bulbosa en el techo que irradiaba luz y calor. Una de las puertas estaba cerrada y la otra abierta. La música provenía de ahí, y era tan escandalosa que nos hizo sangrar los oídos. La gitana se convulsionaba con violencia y finalmente se cayó de nuestras manos. Vernon empleó la cuerda en atarnos a una enorme piedra tallada con encantamientos antediluvianos.
- Los Impuros pueden oírla, y aquellos que pasan mucho tiempo con ellos, como nuestra gitana.
- Me gusta la idea de la cuerda, pero ¿qué haremos con ella?
- Aquí crecen hongos que únicamente se dan en este punto y en Yuggoth.
- ¿Y dónde queda ese lugar?
- Es el último planeta del sistema solar.
- ¿Qué hay en la otra puerta?- Preguntó Benson señalando a la puerta cerrada.
- Los Tcho-Tcho. Viven aquí abajo, en un paraíso subterráneo. Tratemos de no hacer mucho ruido.

            Vernon juntó algunos hongos de apariencia enferma, grises y bulbosos en su punta y aplastándolos en una roca hizo un concentrado con algunas sustancias con las que cargaba. Terminó la composición y se la administraba a Julia en la herida cuando escuchamos las ráfagas de viento que se acercaban a nosotros. Estábamos atrapados y mientras más cerca estaba, más fuerte sonaba la música, amenazando de convertirnos en Impuros si no huíamos de aquel lugar. Encerrados, me aseguré de que las cuerdas estuvieran bien sujetas, pero no encontré a Benson.
- ¡Ahí!- Vernon señaló hacia las puertas abiertas que conducían a un megalítico túnel. Benson se había desamarrado para alcanzar llegar a ese lugar.- Sácalo de ahí, apúrate.
- Amárrame con otra soga, necesito llegar a él.

            Entré al túnel donde la música era tan atronadora que embotaba mis pensamientos. Benson se encontraba colocando explosivos en las paredes, histérico de nervios sabiendo que Ithaqua regresaba a la morada en la que vivía encadenada. No quería irse sin antes terminar de colocar los explosivos y me rogaba que le dejara ahí, para llevarme el interruptor a un lugar seguro.
- ¡No hay lugar seguro!
- Nos volverá locos a todos, tengo que hacerlo.- Sus gritos apenas se hacían audibles mientras se zafaba de mis brazos y me empujaba. Benson señaló hacia el túnel, el cual tenía periódicamente unas extrañas formas de piedra y marfil, como dientes que se movían con el aire. Era un gigantesco órgano que se extendía por miles de kilómetros a miles de metros bajo la civilización humana. Era el centro del grotesco coro de los Impuros.
- Nadie muere aquí James, ya escuchaste a Vernon. No dejaré que lo hagas así tenga que dispararte en el pie.- Le arranqué el último de sus explosivos y lo lancé lejos dentro del túnel.

            Era demasiado tarde, el viento ya nos había alcanzado. Luchamos contra el huracán, mientras me aferraba del interruptor. Benson tenía el carrujo de cable, que giraba descontroladamente mientras las cargas eran empujadas cada vez más adentro. Por obra de algún milagro nos aferramos del marco de la puerta y Benson se lanzó a Vernon, quien a duras penas consiguió sujetarle lo suficientemente fuerte para amarrarlo a la piedra. James alargó su brazo para agarrarme, pero resbalé en el pasto y el viento huracanado me jaló con tanta violencia que me sacó el aire del pecho. Un segundo golpe me aplastó las costillas, eran Vernon y James sujetando la cuerda con todas sus fuerzas, en un desesperado intento por jalarme.

            Aunque estaba sujetado firmemente a cinco metros sobre el suelo, pude sentir que Ithaqua me jalaba hacia un lugar mucho más distante que nuestro sistema solar. Sentí los vientos solares de negras y burbujeantes estrellas soplándome en la cara. Fue entonces cuando, en un brevísimo abrir y cerrar de ojos, un simple pestañeo como tantos que había hecho en mi vida, me mostraron milenios de una Historia tan arcana, tan terrible, tan increíblemente espeluznante que mis nervios se crisparon al máximo y mi mente estalló en mil pedazos. En un instante contemplé extraños y desolados parajes que se extendían por miles de kilómetros, poblados por seres amorfos que se dirigían a una sola fuente, una criatura más grande que una montaña con hocicos por doquier para devorarlos. Vi el nacimiento de estrellas y de gigantescas amebas estelares con increíbles ecosistemas en su interior ser jaladas por la gravedad de un extraño planeta dorado. Vi la evolución de millones de años en un centésima de segundo de extrañas criaturas nacidas de vegetales bulbosos, la caída de estrellas, el sometimiento a los Antiguos, su abandono a nuevas estrellas y nuestro propio planeta invadido de criaturas demasiado terribles para ser pensadas. Pero lo que más me asustó fue que aquel planeta no se encontraba en su infancia, en la prehistoria, sino en nuestros días. Vi emerger a la ciudad. Vi las masas de miles de personas huyendo de criaturas aladas y mortíferas que consumían a sus víctimas con larguísimos tentáculos.

            Al siguiente pestañeo estaba del otro lado del umbral y la puerta se cerraba detrás de mí. Un último viento me sujetaba de los pies y me jalaba con la fuerza de miles de años de rabia contenida. Vernon y James me sujetaban de las manos, pero perderían. Benson se separó, pese a las protestas de Vernon y accionó el interruptor de las cargas explosivas. De inmediato la criatura me dejó ir. Las detonaciones sonaron muy lejanas, pero con la suficiente fuerza para hacer temblar a la ciudad sin nombre. Si temblaba por la dinamita, o por la furia no lo sé. Aún tembloroso y llorando de miedo Vernon me jaló del brazo para que corriera junto con ello, y con la gitana que se veía mucho mejor. La música se había ido.

            Los habitantes de aquellas cavernas sin duda habían escuchado las explosiones y corrían hacia la superficie, hacia su puerta, para darnos persecución. Los moradores invisibles, afortunadamente, no nos pudieron ver gracias a nuestros collares, y ésta vez no me atreví a mirarles. Los primeros quince minutos únicamente escuchábamos nuestros pasos mientras retrocedíamos nuestro camino, pero después oímos a los despreciables Tcho-Tcho. A la hora de correr el agotamiento se apoderó de mí, había vivido un año entero de horrores en un parpadeo y no podía continuar. La perspectiva de ser destazado vivo ya no me era tan terrible. ¿Qué esperanza había para la especie humana si aquellas criaturas serían liberadas cuando las estrellas estuvieran en su posición?, la triste realidad es que si logramos detener a los Impuros, ¿estamos salvando a la humanidad, o prolongado su existencia sin sentido, constantemente destruyéndose a si misma?

            Benson no me dejaría morir, y me tomó del hombro para que corriéramos juntos. Vernon nos llevó por nuevos caminos, atravesando estrechísimos corredores hacia escaleras empinadas. Las criaturas debieron perdernos inicialmente, pues dejamos de escucharlas. A la segunda hora y media, cuando todos estábamos exhaustos, caminábamos en vez de correr hasta que les oímos detrás de nosotros. Cerca de la superficie, según podíamos oler por el agua de mar, escuchamos las primeras cerbatanas. Nos defendimos a tiros y logramos contenerlos en aquellas escaleras oscuras. Al salir a la superficie pudimos verles en toda su putrefacta malignidad. La decadencia de su especie era visible, pues sus cabezas de reptiles, con esos ojos como iguanas, estaban carcomidas y se les podían ver los huesos. Sus patas eran más toscas, casi como muñones con garras, y su puntería era atroz con las lanzas. Agoté las municiones de la Thompson al llegar a la lancha motorizada, pero la gitana demostró de nuevo su excelente puntería al diezmar sus números con el rifle.

            Los reptiles no se rendirían fácilmente. Se tiraron al agua y demostraron ser excelentes nadadores. Benson mató a uno de ellos con su cuchillo y le disparó a otros dos. Les ganamos distancia gracias al motor, pero Vernon nos dijo que el agua se iría en cualquier momento. A la hora, cuando afortunadamente les habíamos ganado suficiente espacio, las aguas bajaron tan rápidas como habían subido. Después de eso mis nervios se alteraron de nuevo, debido al cansancio y me desmayé. En ésta ocasión fue a mí quien cargaron. Según me cuentan el viaje hasta los camellos duró todo un día. Desperté en el camello, mientras tomaban turnos para dormir y cuidar de los camellos. Nunca me había sentido tan feliz de ver a James y a Vernon platicando, y a la gitana afilando su cuchillo.
- Vas a tener pesadillas unas semanas.- Me advirtió Vernon.- Pero se irán. Tocó tu mente, y seguramente ha dejado una larva dentro de ella. Es como una mariposa astral que te contagia de sus sueños. Si eres fervoroso, aplícate a tu fe y se irá por si sola en dos o tres semanas.
- Tengo una mariposa en el cerebro, eso sí es nuevo.
- Gracias por no dejarme abajo.- Dijo la gitana.
- Nada de eso, somos un equipo. Nadie se muere, todos sobreviviremos a esta expedición. No sé si con la misma cordura, pero lo lograremos.
- Por cierto,- dijo Benson.- cuando estaba en el túnel noté inscripciones tibetanas. Las conozco porque he estudiado su cultura. Pero jamás había escuchado de tibetanos viajando a la península arábiga, y sin duda no eran nuevas las inscripciones, por el tamaño de ellas y la antigüedad de las grafías. No me lo explico.
- Túneles... ¡Túneles!- Vernon gritó y se golpeó en la frente con la palma.- ¿Cómo pude haber sido tan ciego? La noticia que Pierre nos facilitó en su reporte, el túnel en la mina en México, después el viaje a Yucatán, donde está repleto de túneles subterráneos y ojos de agua.
- No entiendo.
- ¿No lo ves Julardo? Hay túneles hasta los confines de la Tierra, construidos miles de años en el pasado remoto. Así es como se comunican, eso explica las bizarras migraciones. Un enorme mapa esotérico del mundo. Y esa expedición lo está siguiendo, sin duda hasta R’lyeh. ¡Ellos prácticamente tienen el trabajo hecho!
- ¿Entonces por qué no vamos a América?
- No Julia, no podemos. El que los despierta antes de tiempo está en Sudamérica en este instante, pero sus lacayos están por todas partes y planeando algo grande. Si los Impuros ya supieran cómo llegar a la sumergida ciudad del sumo sacerdote, ¿por qué arreglarían que escapara un contrabandista que les llevara hasta el lama rebelde Dorje? Quizás quieren acompañar el evento con algo más, algo que les ayuda de alguna manera. Sea lo que sea, debemos encontrarlo y detenerlo.

            Finalmente hemos acampado en un oasis. No me atrevo a dormir, pero no me atrevo a detenerme ahora y dejar que esa espantosa visión del futuro se haga realidad. Hemos de detener a esa otra expedición y a sus lacayos Impuros, el mundo depende de ello.

CARTA DE LAWRENCE STEWART
Recibida el 22 de abril, 1928
            Percy,
Espero que la dirección a la que me dijiste que enviara las cartas sea la correcta y no hayan dejado ya Lima. Primero que nada, de parte de tu hermana y mía, le agradecemos profundamente a tu patrón por el dinero que nos mandó. Pensábamos guardarlo para cuando terminaras tu expedición, pero me temo que ya lo hemos gastado casi todo en hospitales.

            No soy muy bueno en dar malas noticias, así que iré al grano. Miriam tuvo un accidente en auto. Sobrevivió, pero está muy lastimada. Al parecer se quedó dormida en el volante y los frenos fallaron, chocó contra un hidrante en plena tercera avenida. Miriam jamás se dormiría al volante, además que eran las dos de la tarde. Yo mismo revisé esos frenos tres días antes en el taller y estaban en perfectas condiciones, eran nuevos. Las historias de terror que he leído en tus cartas y las conversaciones telefónicas que tuviste con Miriam, seguramente perturbadoras por sus cambios de humor, nos han llevado a considerar lo peor.

            Miriam salió ayer del hospital, está en silla de ruedas y aunque perdió muchísima sangre, ya está mucho mejor. Ha sobrevivido de milagro. Te escribo para decirte que pasaremos escondidos una temporada. No me atrevo a decirte dónde estaremos, nadie lo sabe, y me da miedo pensar que alguien podría interceptar esta carta. Miriam me pidió que te dijera, como única dirección, que te quitaron una muela cerca de ahí. Ella dice que entenderás el significado.

            Sus nervios le impidieron escribir esta carta, pero ella te desea lo mejor y yo también.
Buena suerte Percy,
Lawrence.

CARTA DE JAMES BENSON
9 de abril, 1928
            Amada Ewa,
Hemos visto a la oscuridad de cerca y hemos escapado. De lo que ocurrió en la ciudad sin nombre prefiero no decirlo, pero puedo tranquilizar tus nervios asegurándote que no tuvimos problema alguno al entrar, ni al salir. Quizás lo más peligroso fue salir de este continente árabe. Espero que no hayas leído los periódicos de la península, pues te habrías llevado un gran susto. Nos registramos en un vuelo en Teherán y una tormenta deshizo el avión en pleno vuelo. Vernon tuvo razón en no abordarlo. Trejo nos ha fabricado nuevas identidades y con ellas hemos realizado el largo y tortuoso viaje hasta Jaipur, India.

            Los amuletos que Vernon nos dio, piedras verdes con extrañas inscripciones, deben funcionar perfectamente, pues no llamamos la atención de nadie. Es lo más cercano a ser invisibles, y sin duda eso ayudará para permanecer fuera del mapa de los Impuros. No son para nada como el medallón que Vernon cuida como oro y lleva consigo todo el tiempo. Supongo que es uno más de sus secretos. Ahora que estamos en la colonia británica Vernon ha podido mandar telefonear a Pierre Macri para que investigue a un Rajendra Hussain, contrabandista al norte de India.

            Según he encontrado en las hemerotecas hay reportes de Nepal, cerca del Tíbet de criaturas peludas y hombres desnudos que atacan a los montañistas. Extrañamente coinciden con la época en que Rajendra Hussain escapó de prisión. He revisado los periódicos más antiguos en busca de Vander van Soest y lo he encontrado en varias noticias aunque con nombres diferentes. Existe en todas ellas una constante, desapariciones, laboratorios de la muerte, rituales macabros y piratería. Al parecer, acechó Asia desde Singapur hasta Burma y las costas de India. ¿Qué locura más perversa puede llevar a un hombre, si es que era un hombre, a llevar semejante existencia tan plagada de horror y muerte?

            La misteriosa expedición en América, la conspiración de los Impuros, la infatigable búsqueda de van Soest, Hawkings, Holt, Waite y otros alias, el florecimiento de sus seguidores y esos túneles que conducen a la ciudad subterránea son piezas de un mismo rompecabezas. Mi sospecha de la supervivencia del pirata hechicero se ha confirmado, y parece que nos llevan la ventaja de tener un rumbo fijo. Mientras nosotros seguimos la ruta de los Impuros hasta su fuente ellos no parecen encontrar conflicto alguno con esa despreciable secta.

            He querido viajar más al sur, a las costas que van Soest atacó con furia sobrenatural, pero Vernon insiste en continuar el rumbo. Trejo ha estado investigando logias masónicas y dice haber encontrado una logia de los Impuros. Hemos de andarnos con cuidado. Aún después de salvarle la vida a la gitana su espíritu combativo se mantiene, quizás eso le permite sobrellevar mejor los horrores a los que nos hemos expuesto y que han ido erosionando nuestra cordura, llenándonos de manías, tics y pesadillas.
- ¿Cómo conocías tan bien esa ciudad?- Le interrogó Julia.
- Ha habido algunos curiosos que sobrevivieron a la exploración de sus secretos,- dijo Vernon.- dejaron atrás recuentos detallados y mapas. Ninguno sobrevivió más de un año después.
- Eso lo entiendo, pero ¿cómo es que sabías que habrían hongos en lo profundo y cómo mezclarlos si según tú, esos hongos  únicamente crecen en otro planeta y en ese punto?

            Vernon cambió de tema, pero la pregunta aún me queda. La gitana tenía razón en preguntar, es una duda legítima. Aún así, ella estuvo expuesta a esa espantosa música mucho más tiempo que el resto de nosotros, ¿realmente podemos confiar que no es una de los Impuros? Después de todo, nos ayudó cuando Antonescu ya estaba muerto. ¿No tendría sentido plantar un espía entre nosotros cuando nada sobrevivía ya del dragón de los Carpatos? Al mismo tiempo Trejo estuvo expuesto a cierta entidad que no quiero describir aquí, y solo digamos que le salieron canas después de eso. Vernon dijo que tendría una especie de larva psíquica por varias semanas, ¿y si esa larva crece para apoderarse de su mente?

            Conforme se suman los peligros nacen las dudas. Tú eres la única persona en quien confío lo suficiente para externar mis preocupaciones. No puedo empezar a describirte lo mucho que te extraño, que extraño estar contigo y reír abrazados en el teatro. No desesperes mi amada, no falta mucho. Pronto estaremos juntos de nuevo.
Tu prometido que te ama hasta el fin del mundo,
Jim.

PERIÓDICO LA JOYA DE DEHLI
12 de agosto, 1819
A pocos meses después del ataque al puerto de Ceylan, donde más de cincuenta personas perdieron la vida y otras veinte desaparecieron en el monzón, se calculan que los pillajes se hicieron de casi la mitad de la exportación de té en el puerto. El ataque de estos misteriosos piratas que siguen a los monzones recuerda a todos el vicioso ataque al puerto de Bengala y al de la isla de Nicobar. El gobierno de las colonias lanzó una extensa investigación en todas las colonias de Asia para dar con los responsables y, aunque no han llevado a ningún arresto, sus descubrimientos han dejado a toda la comunidad en vilo. Según la investigación oficial desde 1780 hasta la fecha han habido más de 500 desapariciones, 219 casos de mutilación relacionados a cultos de la selva y 28 cementerios ilegales con al menos 189 víctimas de tortura y homicidio. En un lapso de casi cuarenta años se han redactado más de 42 reportes oficiales de piratería, un aumento de casi el doble en la época de 1740 a 1780. Esto a pesar de la intensa seguridad de nuestros navíos británicos.

            En tan sólo tres años ha habido seis revueltas de colonos británicos contra villas en la selva y población nativas. Aunque un gran número de británicos culpan de la escalada de la violencia a los nativos de las junglas poco exploradas por el hombre blanco, las autoridades han desestimado estas versiones. El inspector Martins dijo en entrevista a este diario que “existe evidencias de una organización muy amplia de mercenarios y piratas que llevan a cabo extraños rituales. Sabemos que estos rituales implican sacrificios humanos y, lamento decirlo, incluso canibalismo. Sin embargo, también sabemos que en esta organización criminal hay hombres blancos e incluso que su líder es un ciudadano inglés.” Aunque su declaración fue polémica y muy discutida lo que es seguro es que el inspector Martins ha solicitado a Scotland Yard que envíe a sus mejores inspectores y que estos se encuentran en camino en este preciso momento.

            Otra acusación popular se dirige a los capitanes mercantes de la zona. No es extraño oír fantásticas historias, ficcionales por completo, de viajes por ríos poco explorados y ciudades de oro sólido. Así mismo han existido siempre rumores de capitanes que le venden su alma al diablo, o al mar o a ambos con tal de hacer riquezas. Sin embargo, un respetado capitán mercante que pidió permanecer anónimo insiste en que ésta teoría es correcta. Según su versión de los hechos existe un culto de piratas que se extiende desde Bombay hasta Borneo y tiene por líder absoluto al capitán Vander Waite. El capitán Waite es un respetado capitán y patrono de las artes que tan solo el año pasado donó miles de libras para la construcción de dos hospitales, uno en Calcutta y otra en Gongal, Burma. Hasta el momento de la impresión no fue posible contactar con el capitán Waite.

PERIÓDICO EL NACIONAL
6 de abril, 1928
San José, Perú. Finalmente fue resuelto el misterio de la desaparición del llamado “diácono del pueblo” Armando Andrade. El sacerdote regresó anoche rodeado de más de cien de sus fieles y habló con nosotros sobre su estancia en las montañas. “Estuve meditando, acercándome cada vez más a Dios, para llevar al pueblo a la tierra prometida y proteger el Camino” nos dijo el diácono, mientras el pueblo le hacía fiestas. Uno de sus seguidores, Fidel Góngora dijo a este reportero que “Armando Andrade es un hombre del pueblo y para el pueblo. Él ha predicho muchas cosas y nos ha prometido más para el futuro”. Ésta mañana el obispo Abreu hizo público su rechazo a la “teología heterodoxa” y las “prácticas aberrantes” del culto de Andrade y comunicó que mandaría una solicitud a la Santa Sede para que excomulgaran al diácono del pueblo.

PERIÓDICO EL SOL DE BURMA
2 de septiembre, 1829
            Un barco encalló ayer por la mañana en la playa de Adrián, quince kilómetros al sur del puerto de Congar, el buque “Royal Sea” del capitán Jericho Thorne. Tras una inspección los soldados bajaron corriendo y ordenaron que el buque fuese hecho arder ahí mismo. Uno de los soldados, que pidió como condición el permanecer anónimo, informó que encontraron al capitán Thorne y a toda su tripulación, de al menos 35 marinos, muertos y desde hacía al menos una semana. Según su declaración los marinos murieron debido a repetidas mordidas de venenosas serpientes. Siendo que no es irregular que un barco mercante lleve entre sus mercancías a variedades de ponzoñosas serpientes, se le insistió al soldado por la razón que les llevó a quemar al barco entero. El soldado declaró que todos los muertos tenían monedas en los ojos, florines del 1600, así como marcas de brujería y extraños símbolos. El cuerpo del capitán Jericho Thorne, respetado marino al servicio de la corona, fue incinerado en las llamas que consumieron al barco entero.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
11 de abril, 1928
            Vernon sigue seguro de su teoría sobre los túneles. Según él, los túneles se construyeron en el período Cámbrico, hace millones de años, y se fueron mejorando tan tardíamente como el 800 D.C. Lo que nos falta saber, es la ubicación del centro de aquellos túneles, su corazón. Benson me ha hablado sobre Shangri-La, la ciudad mítica en cuyo subsuelo existen túneles a todas partes del mundo. Vernon apuesta que el corazón se encontrará en el Tíbet, origen de aquella ciudad legendaria. Escondidos en un minúsculo hotel, constantemente mirando sobre nuestro hombro y temiendo a las multitudes, que en India parecen estar en todas partes, nos hemos coordinado lo suficientemente bien.

            Se supone que debo evitar las multitudes, en caso que uno de los Impuros esté entre ellos y nos puedan seguir, pero por alguna extraña razón me parece relajante. La pequeña ciudad existe en paz, totalmente ignorante del apocalipsis que se avecina conforme las estrellas continúan en su implacable camino hasta alinearse lo suficiente para permitirle despertar a los Antiguos. He dicho que existe en paz, pero no en tranquilidad. La gente blanca trata de fingir que vive en una región sobrepoblada de Inglaterra, mientras que los hindúes parecen no prestarles demasiada atención. Son bichos raros esos hindúes, adoran a las vacas y constantemente dan muestras de caridad, mientras que a la vez laboran como gente blanca e imitan sus manierismos. Internándome en callejuelas coloridas y estrechas me he topado con toda clase de gente, y en sus mercados pude entender la más profunda diferencia entre los blancos y esos morenos de tez casi roja. Los ojos de los ingleses son jóvenes, han visto poco y recuerdan poco. Los ojos de los hindúes, sin embargo, son viejos porque en su memoria colectiva han visto todo, y lo han visto varias veces. Incluso sus cultos a esas extrañas deidades monstruosas es radicalmente distinta a los cultos a la cruz. Por un lado, porque no existe el mismo orden que con los cristianos. Todo ese desorden, ¿es un recuero primitivo del cosmos en su juventud? No tengo duda que esa mirada profunda no cambiaría ni cuando los Antiguos despierten, luchen y abran las puertas a los  dioses Exteriores. Me cabe la menor duda que ya lo han visto antes, y varias veces.

            Esas relajantes caminatas me hacen falta, sobre todo después de los sueños. No dejo de soñar con peludos y asesinos seres en las faldas de los Himalayas, y con personas desnudas que no parecen verse afectados por el frío. Y a veces, entre ellos, puedo distinguir a Vernon. En la tormenta de nieve consigo distinguir algo enorme y terrible, algo que me puede ver y justo antes de devorarme, me despierto.
- Es normal tener pesadillas, hemos visto muchas cosas.- Me dijo Vernon mientras se abría una cerveza y se sentaba con los pies sobre la diminuta mesa de café.- Tu interacción con los Impuros te ha dotado de nuevas sensibilidades. Aunque no la suficiente para ganar la lotería.
- ¿Cómo puedes seguir viviendo sabiendo lo que sabes? Este mundo se acabará en cualquier momento, ¿quién sabe cuánta ventaja nos lleve la otra expedición, con van Soest entre ellos, y de cuánta información dispongan que nosotros no sepamos? Estamos siempre a milímetros de ellos, constantemente al borde del contacto. ¿Cómo puedes beber cerveza, jugar naipes con el portero y hacer bromas?
- Precisamente porque el mundo se va a acabar. Al menos luchamos para ganarnos unos años más. ¿No crees que vale la pena? Como yo lo veo, si ganamos hemos ganado tiempo de vida, y si perdemos no tengo que pagar mis deudas. Y son muchas.
- Es usted un cínico, señor Ingersoll... Y le envidio.
- No lo veo como si el orden del cosmos fuera amenazado por estos seres. El cosmos nunca fue ordenado. ¿Escuchas el tráfico allá afuera? La humanidad entera es un caos. Nos matamos, nos amamos, nos perseguimos, inventamos banderitas que no sirven para nada realmente y después nos sentamos a cenar con toda la parsimonia de una reunión religiosa. ¿Y para qué? En cualquier momento este mundo se prenderá fuego como un incendio forestal. Es una broma, una enorme y cruel broma. Afortunadamente para mí, tengo un retorcido sentido del humor.

            Hay algo en el sentido del humor de Vernon que siempre nos hace sonreír, liberando un poco de presión. Trejo quedó perturbado después de lo que vio en aquella ciudad, Benson también quedó muy nervioso de todo el asunto y yo soy un cúmulo de nervios. Aunque el silencio de la hemeroteca me pone ansiosa, acepté ayudar a Benson en su búsqueda por más pistas sobre Rajendra Hussain. Sin duda es el que las cartas de Antonescu mencionaban, el contrabandista había sido liberado de prisión una semana después de esa carta. Benson me mostró su información, y era muy reveladora. El tiempo que pasó Hussain en prisión fue dedicado a convertir a los presos en cultos anteriores al hinduismo, cultos que se pensaban perdidos para siempre. Vaticinó que sería rescatado de su encierro y cuando finalmente pasó los reos lo vieron como la confirmación de un desencadenamiento de eventos apocalípticos. Tan persistente fue la creencia que más de un guardia de seguridad se unió al culto.

            Benson hojeaba los reportes y las fotografías cuando le detuve. Había una imagen antes de su viaje al norte de Nepal, su último viaje y el más accidentado, y después había una fotografía en prisión. En ambas imágenes no tenía camisa, pero había una diferencia, el tatuaje. James lo identificó de inmediato, era un mapa. Me dijo que durante su sacerdocio había estudiado las religiones del Tíbet y estaba familiarizado con mapas de la zona. Ayudándose con un libro que tomó de una biblioteca pública fue delineando el mapa Rajendra Hussain en un mapa más específico. Tiene sentido, Hussain encontró algo en esas montañas, sin duda el lama rebelde, y fue aprehendido antes que pudiera regresar. En su desesperación debió haberse tatuado el mapa, para poder regresar algún día.
- Es de lo más fascinante el Tíbet.- Dijo James mientras caminábamos de regreso al hotel.- Sus cultos son incluso anteriores al hinduismo, pero lo que destaca es que ya eran metafísicos incluso cuando las poblaciones del Ganges eran animistas. Por no contar lo que Ouromov escribió sobre las migraciones tibetanas en sus “movimientos asiáticos”. Los pobladores del Tíbet, al igual que con India muchos siglos después, fueron colonizados por una sociedad que ya poseía una cultura compleja. No hubo evolución, sino que simplemente se manifestó por sí sola. Muchos afirman, como Ouromov, que ese pueblo provenía de Hiperbórea, aún más al norte, cerca de lo que hoy es el polo norte pero en algún momento, cuando la Tierra estaba inclinada diferente, era una región habitable.

            Gracias a las fotografías y al mapa ya tenemos una nueva misión. Hicimos los preparativos y conseguimos todo lo necesario para lanzarnos a la locura que habita en las montañas al norte de Nepal.

CARTA DE FLORINDA SÁNCHEZ
8 de abril, 1928
Señor Miguel Colunga,
 Siendo usted editor del diario Clarín de Lima me parece que debe estar informado de la desaparición de mi marido Josefo. Mi esposo fue parte del grupo de fieles de Armando Andrade, y no es el primero en desaparecer. Josefo tiene un buen corazón y eso le llevó a rechazar las diabólicas doctrinas de Andrade. Debió contárselo a alguien, pues ha desaparecido de la faz de la Tierra. Ruego a Dios que esté vivo, y no le escribo solo por mi esposo, sino por muchos más.

            Entre las cosas de Josefo encontré folletos y libritos del diácono del pueblo. Algunos no son dados al público, sino únicamente a sus seguidores más cercanos. Lo que cuentan es espantoso e inmoral y usted tiene la obligación de publicarlo en su periódico. No olvide sus obligaciones sociales, y por favor no deseche el asunto como han hecho otros periódicos. Le transcribo una parte para que usted decida por sí solo:
“El verdadero pescador estuvo entre nosotros mucho antes que Jesús, que es una copia absurda del primero. Multiplicó los panes para todos los pobres de América y les ayudó a construir sus ciudades. Al igual que con el farsante Nazareno, su reino no es de este mundo, sino de otro. Pero a diferencia del farsante todos podemos ir ahí en vida. ¿Te imaginas mi amigo? Nos daremos de la mano y cruzaremos la Puerta. El pescador de almas nos invita a su recinto para convidarnos de sus joyas y sus alimentos sagrados. Los españoles lo conocían, pero preferían al farsante crucificado, por eso hicieron destruir los templos. Ellos quieren que seamos pobres y serviles, quieren las riquezas para ellos mismos. ¿Te les unirás amigo, o vendrás con nosotros a un mundo maravilloso? Unamos a los americanos, regresemos a los orígenes y regresemos a la ciudad submarina.”

            Y como eso tengo docenas de textos más. Algunos son demasiado oscuros para entenderlos, hablan de R’lyeh, los Profundos, Cutlulu y muchas otras cosas prohibidas por la Iglesia de nuestro Señor Jesús. Si esto se sabe, ¿por qué no lo ha publicado su periódico?

            Como le dije, no está Josefo solo en esto, hace dos meses desapareció Patricia Mol, dos meses atrás fueron Jacinto y David Molinar, tan solo en esta semana desaparecieron Camila Huerta y Nancio Julio. ¿Cuánta gente más tiene que morir a manos de ese hereje antes que usted recobre su sentido de deber social y lo publique para que el mundo vea las vergüenzas de ese Andrade?

Le suplico recapacite. Florinda Sánchez.

DIARIO DE VANDER VAN SOEST
3 de febrero, 1928
            Los colonos empezaron a notar que no había envejecido ni un día. Tengo ya 180 años y me enfrenté a los mismos problemas que tuve en Nueva Inglaterra. Algo me ha quedado claro, basta  que una docena de aburridas amas de casa se sienten a tomar el té para hacer correr los más terribles rumores por todas las colonias asiáticas. Aún siendo precavido, no era difícil hilar los grotescos descubrimientos que hizo Scotland Yard hasta mí. Afortunadamente no encontraron la otra mitad de mis actividades, y no existe un solo papel legal que me impute cargo alguno que pudiera en algún momento perseguirme por todo el imperio británico y quedar alojado en los libros de Historia. Puedo comprar a todos los gobernadores, sobornar a todos los magistrados, y ganar la simpatía de muchos construyendo hospitales y teatros, pero los chismosos locales, la gente corriente, ella es más  difícil de convencer. Para hacerlo debí exponerme más a la vista, pero si lo hubiera hecho habrían notado que no envejecí en ningún momento.

            Para la turba de linchamiento debió parecer la caída en desgracia de un monstruo. Un episodio más en la eterna lucha entre el bien y el mal. En algo tuvieron razón, no lo vi venir aunque debí haberlo hecho. La muerte de Jericho Thorne alejó a todos los hipócritas que se habían enriquecido a mis costillas, y los obvios casos de corrupción en la investigación de Scotland Yard alertó a muchos fervorosos cristianos. Tacharon mi mansión de “casa del horror”, pero solo juzgaron desde afuera, pues si la hubiesen visto en su esplendor se habrían hincado ante mí rogando clemencia. Cuando el incendio en los astilleros revelaron mi templo clandestino varios magistrados y colonos unieron algunas piezas, no las suficientes para conectarme a todos los horrores que por tantas décadas había azotado Asia, pero sí lo suficiente como para saber que era yo quien pedía aquellos cargamentos de extrañas sustancias, que fui yo quien maté Jericho Thorne, y que yo era la cabecilla del culto del sumo sacerdote Cthulhu.

            Tras mucha práctica, y muchos terribles y sanguinarios errores en la selva de Burma, aprendí a igualar la arquitectura extradimensional de los templos de los Antiguos. Reconstruí los dos sótanos prácticamente de cero, con ayuda de una veintena de fieles a quienes daba de comer las semillas que crecen únicamente con el agua malsana de las corrientes de R’lyeh. Toda la estructura tenía que cambiar, convertirse en una caja de resonancia de las frecuencias cósmicas. Los Exteriores me ayudaron en esta tarea, y en violentas visiones me mostraron cada detalle de lo que necesitaba hacerse. La forma era casi esférica, con ángulos desde la parte y superior que, a manera de romboide, debía formar una estructura en medio con ocho triángulos, cada uno de ellos lanzando aristas hasta tocar la esfera. Era la mejor traducción euclidiana de una geometría imposible en nuestro mundo, basados en múltiples dimensiones y con geometría que sigue reglas totalmente diferentes. Los materiales debían hacerse de hueso humano, de roble y de una mezcla de sangre de cinco especies diferentes, elefante, tiburón, humano, pulpo y rana, solidificado con gomas extraordinariamente difíciles de conseguir. Se necesitaban galones de esa sustancia y eso retrasó la construcción por más de dos meses. Aunado a esas dificultades mi terapia para conservar la inmortalidad por poco se vio interrumpida por las investigaciones y mis obligadas apariciones en público. En sueños me fueron revelados los compuestos que hacen más fáciles la creación de mi elixir, pero la sangre humana continúa siendo uno de los elementos principales.

            Estaba demasiado ocupado en la construcción de mi sótano para darme cuenta de lo que ocurría afuera. Espías vigilaban el predio día y noche. Veían los ocho kilos diarios de carne que eran consumidos, pero rara vez veían a alguien. La criatura que invocaba, un shoggoth hambriento, necesitaba comer para manifestarse en nuestro plano. Sin duda notaron las extrañas luces que pululaban por la mansión, paseándose entre las ventanas durante las noches. El edificio entero comenzaba a convertirse en una puerta, quizás no La Puerta, pero un minúsculo reducto para los exiliados cósmicos.

            Realizamos ceremonias cada noche. Las visiones me guiaban a R’lyeh, mostrándome el modo de aproximarme a los sellos y abrirlos por la fuerza. No podía reconocer el lugar, se trataba de una selva con un volcán cerca. Si esa visión correspondía al mismo lugar hacía miles, o quizás millones de años, ¿estaría ahora de la misma forma?, ¿podrían ser ahora desiertos congelados en los Himalaya, o quizás islas sumergidas por completo en el Pacífico? Vi a los shoggoth bajo las órdenes de los Profundos, la espantosa progenie de Cthulhu, desarrollando órganos y apéndices para cavar en la tierra. Hordas de humanos esclavos le daban forma y decoraban. ¿Dónde estaban esos túneles, adónde llevan y cómo puedo alcanzarlos?

            La noche en que ocurrió los dioses mostraron que me necesitan. Me necesitan. La ceremonia se interrumpió de golpe y tuve la visión de lo que ocurriría en menos de una hora. Les vi derribar la puerta y encontrar el sótano. Las luces se apagaron, devolví los shoggoth a su dimensión correspondiente y le ordené a mis sirvientes que le prendieran fuego a todo, empezando por el sótano. En el techo de la mansión les vi recorrer la calle con sigilo, armados hasta los dientes. Invoqué a Ithaqua, el viento encadenado. Se reventó la tormenta con una furia asesina, inundando el puerto, derribando las casas más pequeñas y haciendo caer un aguacero tan poderoso que sus mosquetes se empaparon y sus pistolas se hicieron inútiles. La tormenta dejó caer los rayos, y tres de los asesinos murieron calcinados. Trataron de huir, pero Ithaqua decidió llevárselos a su morada interestelar. Al estar en el ojo de aquel potente huracán la iluminación llegó a mi mente como un relámpago. Aprendí cómo construir todo aquel templo con mi mente retorcida por las garras de los Antiguos. El viento me llevó en la noche, dejando tras de mí la muerte y la destrucción. Ellos habrán destruido mis mansiones y podrán confiscar mis bienes y congelar mis cuentas de banco, pero finalmente he aprendido cómo abrir una puerta a los seres que moran más allá de las estrellas. Quizás no encuentre la ciudad sumergida, pero podré abrir los sellos.

PERIÓDICO THE ASIAN SUN
15 de abril, 1928
Hace tres días, en la provincia Hing-Lo al norte de Nepal se estrelló un pequeño avión de pasajeros del cual no parecen haber sobrevivientes. Las autoridades de Nepal afirman que se sabe que la expedición salió de Katmandú, donde rentó la aeronave, y que presentaron pasaportes de la colonia británica de India bajo los nombres de Julian Tremaine, James Samuel Benson, Julia Davensham y Vernon Jacobson. Autoridades indias han estudiado el caso e iniciado una averiguación sobre los cuatro ocupantes pues, según explicó el comandante Dunsay, India no tiene conocimientos de esas personas, ni existe registro alguno de haber emitido pasaportes bajo esos nombres. Se presume que los cuatro eran contrabandistas y falsificadores.

PERIÓDICO EL CLARÍN
17 de abril, 1928
El día 14 nuestro editor en jefe Miguel Colunga fue bautizado por el diácono del pueblo Armando Andrade en la población de Río verde y comenzó la peregrinación hacia los andes. La celebración se vio empañada, sin embargo, por agitadores católicos quienes bajo amenazas y pedradas, trataron de detener la peregrinación a lo que el diácono del pueblo llama “el oasis del alma”. Muchos fieles del ministerio de Armando Andrade se quejaron argumentando que la curia católica había enviado espías entre sus filas, para sembrar la duda y la discordia. En la eterna lealtad a la verdad del que este diario se enorgullece, se investigaron esas quejas y se encontró al menos uno de esos agentes encubiertos. Uno de los fieles, que no se sabía las canciones de alabanza como “el ángel Sotot”, “el canto submarino” y “amanecer cósmico” que incluso los lugareños católicos conocen por repetición, mintió sobre su nombre en una breve entrevista, pues como descubrió después uno de nuestros periodistas, rentó su auto a nombre de Manolo Nestor Cusamano. ¿Agitador, curioso o espía? Es muy temprano para levantar el dedo acusador, pero lo que es seguro es que, como nuestro editor en jefe dijo en su discurso antes de partir “Armando, amigo del pobre y del necesitado, es la identidad de nuestro pueblo y el chivo expiatorio de muchos enemigos oligarcas”.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
20 de abril, 1928
            Lo que nos atacó en el aire no puede ser explicado. Los vientos tórridos son comunes en las faldas de las montañas más grandes del mundo, pero los vientos no tienen garras. Al menos eso fue lo que yo vi, enormes garras huesudas entre la nieve que destrozó el ala izquierda en dos y nos lanzó dando giros y piruetas. Benson jura haber visto un hocico de cinco lenguas con ojos en sus puntas. A Trejo le pareció ver más bien alas con espinas. Vernon simplemente gritó y trató de comandar ese ataúd ambulante. Atravesamos el viento y la nieve y, con el único motor que nos quedaba, el aeroplano logró nivelarse lo suficiente para estrellarnos en un banco de nieve. Conseguimos salvar un poco de la comida y todas las armas antes que estallara. Cada momento que el viento ululaba nos parecía sentir aquella entidad apenas a pocos metros, dispuesta a terminar su trabajo. Alcanzamos una extensa meseta de hierbajos y colinas y descansamos luego de cinco horas de caminata soportando los vientos más fríos que había sentido en mi vida. Vernon no sentía el frío, lo que no dejó de recordarme sobre mi sueño. Le prestó sus abrigos gruesos a Trejo, el español que nunca había escalado una montaña más grande que una colina.
- Según el mapa podemos recorrer esta meseta, cruzar la entrada de las montañas y llegaríamos a la meseta de Juang a tiempo para acampar.- Quizás por obra de los nervios la entrada a las montañas, apenas visible en el horizonte, me pareció una gruta oscura y terrible.- Después de eso estaremos a un día de distancia.
- La comida nos alcanza, pero apenas.- Dijo Trejo mientras revisaba las mochilas.- Eso si no pasamos más que medio día en nuestro objetivo y nos damos media vuelta.
- Es una locura, no sabemos qué hay allá afuera. Tenemos comida suficiente para regresar, yo digo que regresemos y lo intentemos por otra ruta.
- Julia, no hay tiempo para eso.- Dijo Benson.- Van Soest  y su expedición podrían estar en R’lyeh ahora mismo. Si nos equivocamos y no encontramos aquí el corazón de esos túneles y la cúspide de la jerarquía de los Impuros, podríamos ver el cielo partirse en dos. Al menos lo intentaremos.
- He visto lo que hay allá afuera, lo he visto en sueños. Si regresamos podemos traer guías que nos muestren caminos más rápidos. Estaremos a día y medio de la población más cercana, perderíamos uno o dos días cuanto más.
- ¿Y regresar a dónde?- Gritó Vernon.- Nos damos media vuelta y esa cosa nos destripará antes de que nos demos cuenta, y ésta vez no estaremos en una lata de sardinas voladora que nos salve el pellejo. No tenemos otra opción.
- ¿Qué tal si te equivocas Vernon?
- Los ríos que nacen estas montañas abastecen de agua a la mitad de la población. Llegan de Afganistán a Bangladesh, a Bután, China, India, Nepal, Birmania, Camboya, Kazahastan, Tailandia, Paquistán y quién sabe cuántos lugares más. Es Shangri-la, la ciudad de los túneles. Si Antonescu ordena que Hussain sea liberado para que lleve a los Impuros al lama Dorje, que no puede estar lejos de donde el mapa tatuado del contrabandista indicaba, ¿qué crees que estén planeando? Sea lo que sea tiene que ver con túneles y agua. Las órdenes de Antonescu fueron dadas hace muchas semanas, ¿quién sabe si lleguemos a tiempo o qué clase de monstruosidades han hecho ya?

            No me convenció del todo, pero acepté el plan. La apertura entre dos montañas resultó ser un peligroso peñasco de tierra húmeda y resbaladiza que llevaba, en el mínimo espacio disponible, hacia formaciones rocosas escarpadas y difíciles de cruzar. Al menos ya no se abrían abismos insondables frente a nuestros pies, pero las piedras en las paredes y columnas era filosa como navajas. Cuando las montañas comenzaron a despejarse el suelo se fue llenando de hierbas y extraños hongos y flores. Ingersoll nos indicó que nos tapáramos la boca con cuidado, pues aquellos vegetales sueltan letales esporas.

            Vientos nevados comenzaron a soplar al momento que atravesábamos la cadena montañosa, tres horas después,  y salíamos a la meseta de Juang con sus lagos y ríos. Todo aquello me recordaba a mi sueño y Vernon instintivamente preparó su rifle. En la gran apertura había un enorme espacio que formaba una cueva truncada, donde un extraño limo negro se había apoderado de las paredes. Escondidos desde allí escuchamos pasos, eran cortos pero se acercaban. Había dos hombres, de apariencia chinos, que caminaban semidesnudos en el frío.
- No tienen frío, como tú.
- Yo lo aprendí cuando era joven, pero éstas personas... Murieron hace mucho.

            Preparé mi rifle de larga distancia, pero no quería disparar. Hasta ahora esa pobre gente no nos había hecho nada. Aparecieron otros dos como ellos y deambulaban sin rumbo fijo. Uno de ellos cayó hincado y algo pasaba bajo la piel de su cabeza. La piel se puso morada, después roja y se abrió como herido de cientos de cortadas de navajas. Eran sus músculos que empujaban hacia afuera. Su cráneo estalló y de su interior apareció una masa gelatinosa, amorfa al principio, que iba tomando forma con forme avanzaba torpemente. Me pareció que era un insecto, pero su estructura ósea estaba al descubierto, como un cefalópodo con alas que empezaba a aletear y trataba de volar. Vernon disparó antes que yo y lo mató. Los otros cuatro siguieron caminando como si no hubieran escuchado. Vernon lo explicó, pero ya era obvio. Aquellas esporas de la extraña vegetación que se asentaba allí habían hecho germinar criaturas parasitarias en sus cráneos. Aunque la explicación me pareció muy natural, eso no mitigaba el horror. ¿Y esa vegetación se asentaba en todo el mundo?, ¿la raza humana tendría que vivir en un mundo donde el hijo tendría que estar dispuesto a disparar a su madre en nombre de la sobrevivencia?

            Trejo salió del escondite y mató a los otro cuatro con un tiro en la cabeza. Me ahorró el malestar de matar gente inocente. Él es fuerte, puede cargar con la culpa, aún si ya estaban muertos. Al verlo horrorizado salimos de la cueva y nos petrificamos a su lado. Había otros cinco muertos, con sus cráneos reventados desde adentro. ¿Dónde estaban los parásitos monstruosos que habitaban en sus cabezas? Vernon nos empujó para que bajáramos la ladera a toda velocidad, hasta los pastizales de la meseta. Me di vuelta al llegar al pasto y miré hacia arriba. Cinco cefalópodos voladores, del tamaño de un perro, revoloteaban entre las imponentes paredes de la montaña. Entre jadeos Vernon explicó que devoran el cerebro de sus víctimas, pero vuelven a tener hambre unas horas después. Corrimos como locos hasta que Trejo gritó que una de esas cosas, con huesudas patas como cangrejo y cabeza en forma de fresa repleta de ojos, se acercaba a nosotros. Vernon tomó a Benson y lo tiró al suelo, colocándose encima para protegerlo. Julardo y yo también nos tiramos al suelo, escondido por los altos pastos.

            El viaje de apenas dos horas caminando se hizo eterno mientras avanzábamos pecho tierra, constantemente volteando a ver a los engendros glotones que revoloteaban sobre nuestras cabezas. Definitivamente Vernon cuida más a Benson que a nosotros dos, quizás por sé cuidarme a mí misma y Trejo es un tipo duro, pues la razón por la que nos retrasábamos era porque quería mantener a Benson cubierto en todo momento. Ingersoll nos mantuvo alejado del agua, seguro de que ahí moraban también criaturas de épocas antediluvianas. Al caer la noche tratamos de dormir en el suelo, pero era imposible. Al llegar la oscuridad los parásitos emitían luces brillantes desde sus centros carnosos entre sus sólidas estructuras óseas. Volaron por toda la meseta, en ocasiones encontrando pequeños animales para cazar, en una danza multicolor. Aún ahora danzan, iluminándome lo suficiente para escribir esta entrada, quizás mi última. Imagino que, cuando era niña, ver este espectáculo me hubiera parecido conmovedor. Esa niña murió hace mucho. Los engendros sobre nosotros quieren mi carne. Lo que he vivido ha logrado convertir lo que antes era maravilloso en aterrador, lo que antes hubiera sido enternecedor en maligno.

DECLARACIÓN DE ISMAEL AMARU
25 de abril, 1928
            Lo que diré a continuación parecerán las locuras de un viejo que ha bebido demasiado, o de un fanático de Dios, si tal cosa existe. Yo mismo no lo habría creído, de no haber presenciado el infierno en carne propia. Habrá quien dirá que nosotros matamos a Andrade, pero él ya era un hijo de Satanás desde hacía mucho tiempo. La expedición siguió al extranjero que caminaba en la peregrinación entre los andes. En su ausencia el señor Percy estaba a cargo, junto a la señorita Eva, la señorita Elisa y el señor Silas. Al principio no confiamos en el señor Silas, pues era muy silencioso y parecía tener miedo todo el tiempo, como si estuviera a punto de estallar en gritos desesperados. Todos nosotros odiábamos a Andrade de por si, pues éramos todos fieles católicos, pero los tres fuereños le tenían miedo. Al principio tratábamos de explicarles que Jesús siempre es más fuerte y que, si andas con él, nada debe darte miedo. No les convencía, y la verdad es que tenían razón.

            A la segunda noche el que espiaba al campamento de Andrade, un señor Nestor, nos explicó que seguían el rastro de las peculiares orquídeas que habían parecido surgir recientemente, y que Andrade las fuma y las adora. Había logrado ver un mapa de su destino, las ruinas que popularmente llamamos del diablo por los sacrificios humanos que se encontraron ahí hace cinco años. Así fue como pudimos adelantarnos durante la noche hasta el camino en la cima de las montañas de Kechu y Mía. El camino es angosto y peligroso cuando bajan las nubes. Tomamos una desviación en el camino de San Martín, pues si seguíamos ahí nos habrían visto los más de cien fieles que llevaba Armando Andrade.

            El campamento de Andrade se acomodó en la ciudad inca de Winayhuayna, a menos de una hora de las ruinas del diablo. La ciudad en las nubes cobraba vida de nuevo con las fogatas y los herejes cánticos de ángeles con tentáculos, estrellas que bajaban de los cielos y predican evangelios y otras mentiras como esas. Nosotros nos escondimos en el camino selvático que lleva a Machu Picchu a ocho kilómetros de ahí. Al anochecer marchamos en un grupo de diez hacia las ruinas del diablo, dando un rodeo a Winayhuayna, y acercándonos a las ruinas del diablo sin ser visto. Andrade caminaba para allá, y en el camino se encontró con otras personas. Pudimos verlos bien cuando se situaron entre las ruinas, un amplio círculo de columnas. A la luz de la fogata los que acompañaban a Andrade parecían más aterradores. Eran personas, pero distintas. Algo en sus caras nos dio miedo, eran de nariz larga y con mentón prominente. Quizás eran los ojos pequeños debajo de esas enormes frentes antinaturales que nos dieron un escalofrío inicial en lo que se convertiría en un pérfido aquelarre.

            Se tiraron al suelo y escucharon con la oreja pegada al pasto, mientras Andrade decía algo en voz baja al fuego, como si pudiera contestarle. Pronto escuchamos lo que ellos podían oír. Era música, pero imposible de describir, era rítmica y veloz, pero a su vez parecía como latidos del titánico corazón de una inmensa criatura subterránea. Esas extrañas personas comenzaron a danzar alrededor del fuego, mientras que Andrade se desnudaba de sus ropas y las dejaba en un rincón. Extendió su mano y se cortó el dedo pulgar izquierdo como si no fuera suyo. Fue tan súbito que a todos nos tomó por sorpresa. Estando a un lado del fuego pudimos ver la sangre que manaba de su herida, era verde y estaba acompañada de gusanos que se reventaban al caer al fuego. Andrade no sintió dolor, o al menos así parecía, pues comenzó a cantar en una lengua que no es quechua, ni español, y no se parecía a nada que hubiese oído antes. La única parte que recuerdo decía algo así:
“Fataguen Yogsotu, Fataguen Niarlat, Cutluli Ñondumen, Fataguen Yogsot, Fataguen Niarlat, Shubigurrat Ñondumen.”

            El señor Nestor se puso pálido y señaló a la vegetación alrededor de ese anticristo, todo se moría y el radio de su muerte iba creciendo. En ese momento entendí que Andrade consumiría Perú como había consumido la vegetación en las ruinas del diablo. A lo lejos vimos a las masas de seguidores que caminaban hacia él cantando alegremente. Mi primo Norberto me señaló el cielo y todos nos asustamos terriblemente. Había algo allá arriba, algo que volaba y tenía cola de dragón, pero también ojos y hocicos por todas partes. No le podíamos ver bien, pues volaba alto y la luna no le iluminaba. El señor Nestor dio sus órdenes, el señor Percy debía robar las ropas de Andrade, el señor Silas debía detener la procesión, y la señorita Eva y él abrirían fuego para ganar terreno.

            El pelirrojo, el señor Percy, fue muy valiente porque se deslizó por la ladera de la colina junto a las ruinas y robó la ropa antes que esos frentones amigos de Andrade trataran de impedirlo. Cuando el anticristo se dio cuenta de lo que ocurría ya era tarde. El señor Silas lanzó algo que parecía un frasco de vidrio contra la entrada a las ruinas. Un fuego enorme consumió la entrada, evitando que los fieles le vendieran sus almas al diablo. La señorita Eva y el señor Nestor empezaron a disparar, y quienes tenían armas de nosotros dispararon también. Percy entregó la ropa y regresó disparando de su metralla directamente contra Andrade. Le destrozó el cuello, separó su cabeza y encendió una dinamita en su pecho. Los amigos de Andrade se consumieron en el fuego y nosotros echamos a correr. Ésta mañana los extranjeros se despidieron de nosotros. El señor Nestor ofreció dinero, pero declinamos, después de todo hicimos la obra del Señor.

CARTA DE JAMES BENSON
27 de abril, 1928
            Amada Ewa,
Escribo porque te amo, pero también escribo porque te extraño y tengo miedo. Nunca había tenido tanto miedo en mi vida. Ahora estamos atorados, no podemos salir de nuestro escondite y podríamos estar aquí toda la noche. Probablemente nunca mande esta carta, pero quizás si lo escribo parezca menos real, pues la mera perspectiva de vivir en un mundo donde esto que hemos visto, y que veremos, existe con la misma frialdad que existen las tormentas o los insectos, se hace intolerable la idea de seguir adelante. Intolerable, de no ser porque te tengo a ti.

            Después del encuentro con esas insólitas criaturas avanzamos por la meseta lentamente. Eventualmente dejamos atrás a los insectos carnívoros y pudimos andar de pie. Escalamos por escarpadas colinas y poco explorados caminos repletos de nieve y hielo, hasta que encontramos a una población nómada. Eso me alegró, pues quería decir que estábamos más cerca del Tíbet, y más cerca del mapa tatuado de Rajendra Hussain. Cuando los nativos vieron que Vernon no siente frío entre los hielos nos invitaron a acompañarlos. Nos acomodamos entre los ñus y lo enormes búfalos, en humildes carretas de palos. En dos horas llegamos al plató tibetano, una apertura como valle de muchos kilómetros de tamaño, con un enorme largo y serpenteantes ríos. Vernon habló con los nómadas, y no me sorprende saber que habla su dialecto. Después de hablar con ellos aceptó su comida y nos convidó, pues estábamos hambrientos y deseábamos conservar nuestras raciones.
- Ésta gente ha vivido aquí de la misma forma por 60 mil años.- Nos contó Vernon.- Por lo que les entendí su peor temor siempre ha sido, seguramente desde hace siglos, los Lamas que viven más allá de las montañas en la ciudad prohibida. Ahora están felices, porque dicen que son protegidos por otro Lama, uno llamado Dorje.
- ¿Estos nómadas son Impuros?
- Ellos no lo saben, ni lo llamarían así, pero sí, tienen los mismos dioses y cultos semejantes. Dudo que incurran en canibalismo, pero surgen de la misma idea. Los lamas seguramente han tratado de aniquilar todo rastro de los primeros pobladores de esta zona. Ellos se detendrán a comer en cualquier momento, y les ofrecerán algo de beber. Según me dijeron es agua mágica que Dorje les hace beber para tener visiones y mantener su fe en el orden original. Vi que es idéntica al agua, es transparente, pero hagan lo que hagan no lo beban.

            Tal y como Vernon lo había predicho nos hicieron beber del agua. No fueron agresivos, sino amables. Por 60 mil años, generación tras generación, habían vivido de la misma forma y ya no les parecía extravagante ni extraño. En cierto modo me sentí mal por lo que Vernon había dicho, los Lamas buscaban aniquilarlos. ¿Realmente eran tan amenazantes? No eran como los Impuros, no buscaban despertar a los Antiguos, ¿el rezarles es suficiente para matarlos? Lo que en algún momento fue mi Iglesia habría dicho que sí en la Edad Media.

            Cruzamos un río de cristalina agua mediante un improvisado puente y llegamos a la zona marcada por el mapa del contrabandista, la media luna en la ladera de una montaña. Nos separamos de la tribu nómada y seguimos nuestro camino. Mientras más me acercaba a la zona marcada por el mapa, más apreciaba lo que me rodeaba. La visión de las monumentales montañas, el inmenso plató tan repleto de calma y solemnidad, los ríos del agua más pura que háyase visto y el aire tan puro hacían de balance a los horrores que nos esperaban.

            El mapa tatuado de Rajendra mostraba una media luna, en cuyo extremo aparecía una pequeña catarata, en medio los ríos y el lago y entre las montañas había una flecha a una piedra con forma de mano. Luego de más de una hora de buscar dimos con la piedra en forma de mano, eran cinco piedras como columnas que se apoyaban en una entrada que permanecía prácticamente invisible desde casi todos los ángulos. Trejo señaló las huellas en el piso, nosotros no éramos los primeros en entrar ahí. La caverna pronto se convirtió en una inmensa estancia que brillaba por los pequeños riachuelos en las paredes que llevaban el agua de la nieve calentada más arriba. Seguimos las marcas de llantas hacia un camino en descenso. Estábamos por tomarlo cuando la gitana escuchó un ruido. Nos ocultamos entre las pequeñas cavernas del otro lado de un riachuelo congelado en el suelo. Nadie entraba a la caverna, ni subía por el camino recién descubierto. Trejo dedujo que, debido al eco, el origen debía estar cerca de ahí. Cerca de la entrada encontramos a Rajendra Hussain. Estaba vivo y gemía de dolor, pero se encontraba encerrado en alguna clase de capullo de piedra. El Himalaya lo había reclamado como suyo después de develar sus secretos.
- Por favor, mátenme. Me comen desde los pies.- Hussain lloraba amargamente y Vernon nos traducía desde el dialecto hindú que usaba.- Le mostré el camino a Dorje, el camino que encontré. El camino lleva al centro de la Tierra.
- Pregúntale si venía solo o acompañado.- Dijo Trejo. Vernon lo preguntó en ese extraño dialecto y le dio un par de bofetadas a Rajendra para mantenerlo despierto.
- Eran muchos y trajeron máquinas en camiones. Después vinieron los otros camiones... Tenían tambores como de petróleo, y eran toneladas.
- ¿Cuándo fue eso?
- La semana pasada. Mátenme, se los suplico.
- Si tú lo dices.- Trejo sacó el cuchillo, pero Vernon lo detuvo.
- No, se lo merece.
- ¿No crees que esa tortura es suficiente por haber mostrado una caverna?
- ¿Qué crees que hay en esos tambos? Recuerda, aquí nace el agua que alimenta los ríos de la mitad de la población mundial. Están envenenando el agua. Ya vimos un adelanto con esas malditas esporas. ¿Qué pasará cuando haya suficiente veneno?

            Nos preparamos para bajar por el sendero, cuando escuchamos los jinetes. Nos ocultamos en una caverna, agachados detrás de una media pared de estalactitas. Los jinetes dejaron sus caballos, revisaron sus armas y la mitad bajó por el sendero cargando bolsas y sacos de provisiones. Si la otra mitad nos descubre habrá disparos y alertaremos a nuestros enemigos. No hay manera de matarlos silenciosamente, pues nos detectarían en cuanto saliésemos de esta caverna. Nuestra única opción es esperar, y esperar y sobrevivir.

No sé si estaré vivo mañana. A estas alturas pensé que no me daría miedo, pero me da. Te amo.
James.

DIARIO DE MAYNARD THORNE
7 de febrero, 1820
            Los medios lo reportaron como un monzón fuera de temporada. Yo sé lo que fue, fue el diablo en persona. Todo el asunto es demasiado increíble, dudo que los magistrados me crean. La verdad es que no podía ser de otra manera, estaba sujeto a fuerzas superiores. Mi hermano siempre llevaba su diario consigo cuando zarpaba. Siempre a excepción de una única vez, cuando zarpó por última vez. Los militares incendiaron el barco, habría sido imposible rescatar sus notas. ¿Habrá sido la Providencia la que forzó el olvido en la mente de mi hermano?, ¿o quizás el diablo que quería que su hijo le acompañara en el infierno?

            En su diario leí de su alianza con Vander Waite. Leí de las riquezas, de las arcas siempre rebosantes de Waite, y de su carácter siempre dispuesto a regalar sus sobras. Leí de la corrupción, la liga de piratas y entonces empezó a describir los extraños cultos, los asesinatos, el pillaje sanguinario de la bahía de Bengala. Las terribles insinuaciones de Waite, las miradas cómplices de sus marinos. Era dinero manchado de sangre. Aún recuerdo la manera en que él lo describió “en el barco que navega sobre el fuego el pirata hechicero brama contra la tempestad, conquistándola”.

            Tras el asunto del astillero fue innegable que Vander Waite era culpable de al menos media docena de crímenes, si tan solo la policía se hubiera interesado lo suficiente. Reuní capitanes y magistrados, quienes nos compartieron los descubrimientos extra-oficiales de los inspectores que Scotland Yard había enviado. Eran tan aterradores que embotaban nuestras mentes pero encendían el fuego de nuestra decisión. Las autoridades no harían nada, se hacían cada día más gordas e inútiles a expensas de Waite. Debíamos hacerlo nosotros.

            Estacionamos espías día y noche para vigilar la mansión Waite. Sus historias de luces brillantes durante la noche, de los extraños y tóxicos humos, y de los alaridos de horror habrían sido demasiado fantasiosas de no haber sido por lo que leí en el diario de mi hermano. Corrección, de mi hermano asesinado. ¿Qué tenía en ese sótano que pudiera requerir tanta carne diariamente?

            La noche del golpe fuimos seguidos por serpientes venenosas. Ésa debió haber sido nuestra principal señal de alarma. No tenía duda que esa era la misma especie de serpiente que había matado a mi hermano y a toda la tripulación. La gota que derramó el vaso. Debió saber que veníamos, pues la mansión se prendió fuego. Ninguno de los sobrevivientes lo admitiría, pero le vimos en el techo. Le vimos en el centro de esa tormenta, y ni siquiera fue movido por el viento. Yo vi a Stevens, a Sanderson y a Mercer salir volando hacia arriba, jalados por el viento. Compton, justo a mi lado, fue fulminado por un trueno y corrió por ahí como una antorcha humana.

            Han empezado las investigaciones oficiales, y sé que hemos perdido nuestra oportunidad. Vander Waite quizás habría delatado a los demás integrantes de su culto bajo tortura. Ahora se han ido, escaparon a la selva y seguramente esperan el regreso de su maestro.

DIARIO DE PERCY COLLINS
27 de abril, 1928
Huimos a toda prisa y en la mañana dejamos atrás a nuestros guías. Andrade está muerto, su diabólico culto ha sido terminado. Entre las ropas que robé encontramos un llavero y un recibo gastado de una tintorería en el pueblo de San José. Por los periódicos que habíamos leído ya teníamos idea de que aquel había sido su hogar durante casi toda su vida. El lugar es tan pequeño que no aparece en los mapas para turistas y tuvimos que conseguir uno más especializado. Salir de la selva y entrar a los pueblos nos llenaba de terror, oíamos las radios y las conversaciones y la mayoría de las personas lamentaban la muerte del diácono del pueblo. Finalmente Nestor fue quien bajó de la colina, entró a un pueblo y consiguió más comida y un mejor mapa.

            Seguimos avanzando por la sierra a paso lento y cuidadoso. Silas está perdiendo la razón y me destroza el corazón verlo tan de cerca. ¿Es ése el destino que nos espera a todos? Lo único que le impide volverse loco es Eva, de quien está perdidamente enamorado. Si Eva le sigue la corriente porque le corresponde sus sentimientos o por lástima, no lo sé. A estas alturas ambas son aceptables. Elisa no deja de tener pesadillas que la despiertan gritando y convulsionándose. Nestor ha tratado de calmarla mediante sedativos que él mismo prepara, pero no han servido de nada. Yo también tengo pesadillas, y a veces alucinaciones a la mitad del día sobre monstruos en el aire o los caníbales de cabeza cónica. Incluso Nestor se ha vuelto aún más serio, aún más intenso. Se preocupó mucho por lo de mi hermana y me ofreció enviarle más dinero. Se lo agradecí, pero no pude dejar de preguntarme ¿de dónde saca tanto dinero? Dice que cuando sueña ve a la otra expedición, y que está seguro que busca despertar a los Antiguos de que podamos llegar a la ciudad sumergida. Si Andrade escribió algo, nos daría una nueva ventaja. Aún así, ¿cómo podemos saber que los otros no han encontrado ya la manera de despertarlos?, ¿cómo saber que no es demasiado tarde?

            Bajamos de la sierra a San José y anduvimos por separado. Los pueblerinos eran muy cerrados, y lamentaban la muerte de Andrade como si se hubiera tratado de un héroe local. Nos era imposible presionar a la gente para conseguir la dirección de su casa sin atraer demasiada atención. Tuve suerte en un bar, donde a un borracho se les escapó decir dónde vivía el diácono del pueblo. La casa de dos pisos pasaba desapercibida entre casas similares. El techo era de dos aguas, con tejas viejas y rotas casi en su totalidad. Me pareció que éramos vigilados, pero eso era natural, todos los pueblerinos de hecho nos vigilaban. Silas abrió el primitivo cerrojo con poderosos ácidos y nos abrió la puerta. Tras echarle una mirada a la desolada calle entramos rápidamente y cerramos detrás de nosotros. Los extraños ídolos en las repisas de la sala asustaron a Elia hasta dejarla pálida, algo vio ella en esos moldes primitivos, en esas grotescas formas de murciélagos, pulpos y deformes batracios, que le sugirió a su mente las más perversas y perturbadoras posibilidades. El lugar estaba repleto de extraños patrones geométricos que Eva reconoció como incas, pero también tenía otras decoraciones que no eran tan fácilmente explicables. Había cruces colgadas boca abajo, máscaras de madera con formas de pesadilla y extraños hongos alargados con fibras tan finas como cabellos que crecían en los rincones del techo.
- Encontré el despacho.- Dijo Nestor parado en el umbral de una habitación al fondo, pasando las escaleras de piedra.- Puede que no tengamos mucho tiempo. Percy, tú vigila la entrada. Silas, vigila la parte trasera. Elisa y Eva, ustedes hagan guardia en las escaleras, en caso algo esté allá arriba.
- No quiero estar aquí, no quiero estar aquí.- Elisa temblaba como una hoja, la podía ver desde atrás del sillón que usaba como escondite. Eva trataba de calmarla, pero la pobre mujer echaba furtivas miradas hacia arriba y se golpeaba la cabeza contra la pared.- No quiero morir...
- Calma Eva, ya casi salimos de aquí.- Eva iba a decir otra cosa, pero escuchó algo.
- ¿Qué fue eso?- Elisa se agachó y señaló sobre ella.- ¿Son pasos?
- Tenemos que salir de aquí.- Susurró Eva. Oímos la ventana que se rompía y cargué la escopeta.
- ¿Dónde fue eso?- Nestor apareció cargado de papeles que violentamente guardaba en su mochila.

            Eva y Elisa bajaron corriendo, señalando hacia arriba y con miradas de pánico. Silas cruzó el corredor hacia nosotros justo a tiempo, porque el despacho se prendió fuego y las llamas saltaron e incendiaron el pasillo. Se estacionaron dos camiones frente a la casa, eran los mismos seres frentones que habíamos visto la otra noche. Con la diferencia que ahora estaban armados. Abrí fuego detrás del sillón y reventé el ventanal. Silas cargó uno de sus explosivos y lo lanzó a uno de los camiones, haciéndole estallar con tanta violencia que el golpe nos sacudió con fuerza. Nestor disparaba hacia atrás, a las escaleras, donde un grupo de esas criaturas disparaban ocultos detrás de la pared y tosiendo por el humo del incendio que pronto les calcinaría si no regresaban por donde habían venido. Avancé a la puerta y junto con Silas nos defendimos del segundo grupo. Vendrían otros, muchos otros, y no teníamos tiempo. Nos abrimos paso hasta la camioneta que no estaba en llamas y escapamos justo a tiempo. Detrás de nosotros el incendio de la casa era devastador, las llamas reclamaban los horrores ocultos entre esos muros.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
7 de abril, 1928
            Los jinetes que esperaban en la entrada debieron haber terminado su vigilancia, pues sin mediar palabra revisaron sus rifles y bajaron por el largo camino subterráneo. Salimos de nuestro escondite y marchamos en cuclillas y en fila india, con Vernon a la cabeza y Benson al final. El camino descendente medía seis metros de ancho y pronto se abrió mucho más. Se trataba de una ancha y larga ladera rocosa hasta el río subterráneo. El camino era irregular, y en muchas ocasiones tenía desviaciones a caminos secundarios que no iban tan profundos y terminaban en un callejón sin salida. Tomamos uno de esos caminos al acercarnos a las luces eléctricas y al zumbar del generador de gasolina. Al fondo, donde el camino llegaba al anchísimo y profundo canal, había un grupo de personas supervisando enormes máquinas. Los tambos estaban ahí, y más de cincuenta estaban vacíos. Con cuidado vertían la sustancia de los tambos en un alto aparto que procesaba el líquido con otras sustancias y lo vertía al río. Vernon había tenido razón, estaban contaminando a la mitad de la población. De inmediato imaginé ejércitos de cadáveres, esos hongos creciendo salvajemente en las calles y aquellos moluscos voladores haciendo nidos sobre enormes edificios.

            Había dos tipos de personas supervisando el trabajo, algunos que parecían oficiales chinos y otros seres semidesnudos con grandes cráneos que Benson identificó como Cromagnones, un escalón evolutivo de la raza humana que convivió con homo sapiens por muchos siglos, hasta desaparecer misteriosamente. Aquellos ancestros debieron haber sobrevivido por eones en las cavernas inexploradas del Himalaya. Los oficiales chinos, y algunas personas hindúes, preparaban las sustancias con las que el líquido de los tambores era mezclado en aquel enorme aparato. Usaban tinas de cristal donde vertían gotas de diversas sustancias en frascos de vidrio y lo mezclaban con alguna especie de carne sanguinolenta. Nos acomodamos en un camino superior a ellos y permanecimos en silencio, mientras que los de abajo trabajaban en la extinción de la raza humana. Hablaban en chino y en un dialecto hindú que únicamente Vernon podía entender. Por lo que tradujo, en silenciosos susurros, eran Impuros celebrando a “aquel que vino antes de tiempo”, preparándose para despertar a todos los Antiguos. Planeaban vivir en túneles subterráneos mientras las batallas entre los Antiguos encerrados en nuestro mundo se llevaban a cabo. Sus líderes serían parte del sacerdocio de los Profundos y, cuando el momento fuera el apropiado, regresarían a la superficie para acompañar a sus amos y gobernar este mundo, dirigiendo su evolución por los siguientes eones. El motivo más viejo de todos, el poder, con el instrumento más cruel, la destrucción completa de la civilización humana.

            Debatíamos qué hacer cuando escuchamos un nuevo grupo de personas que bajaban por el largo sendero descendente. Era el lama rebelde Dorje, un tibetano anciano con una mirada fría y una sonrisa siniestra. Le acompañaban una docena de nómadas que parecían estar hipnotizados por Dorje. Una ceremonia repleta de danza y oscuras invocaciones provocó que partes del techo de la caverna, a más de cien metros sobre el agua, se iluminara. Al principio no podía entender lo que era, mientras más esferas se iluminaban de distintos colores el cuerpo quedó revelado. Vernon los reconoció de inmediato como los shoggoth, los esclavos de los Antiguos, criaturas que se amoldan a las necesidades de sus amos. Sus cuerpos carnosos estaban repletos de tumores, como desagradables bulbos que respiraban con purulencias incandescentes que les iluminaban. Se movían como gusanos, pero pude notar que tenían miembros, como tentáculos, que se retorcían violentamente por el techo. Debajo de aquellas infernales y demenciales criaturas Dorje acomodaba a sus víctimas hipnotizadas sobre  una mesa con agujeros de cuyos extremos surgían mangueras a la tina de composición de la sustancia vertida al río. Aquella carne sanguinolenta, ese último ingrediente maligno no era sino carne humana y, por lo que vimos con el primer sacrificado, la mitad de la carne era para los Cro Magnones.

            Trejo no pudo más, tenía que hacer algo antes que mataran a los demás. Salió del escondite resbalándose cuidadosamente por la pared hacia la parte trasera del generador eléctrico. Con todos los malévolos Impuros participando en la ceremonia nadie le notó cuando tomó la gasolina de sus tanques plásticos y la tiraba sobre los tambos de aquel líquido perverso. Pudo vaciar dos y tiró el otro entero sobre los tambores. Ahora sabían que había intrusos, y no estaban muy felices. Trejo disparó la pistola de bengalas y la gasolina ardió en un segundo. El tanque plástico de gasolina que había tirado entero explotó con tal violencia que gran parte de los Cro Magnones se prendió fuego y los tambores se hicieron inútiles.
- Quédate aquí James, por el amor de Dios no salgas de aquí.- Benson iba a decir algo, pero Vernon insistió.- No te muevas de aquí.

            Con mi rifle de larga distancia pude matar a tres guardias armados antes que pudieran ver de dónde venían las balas. Trejo se defendió desde atrás de una enorme piedra y Vernon colocó tres palos de dinamita en la máquina surtidora del río y la inutilizó. Rodeado de balas se lanzó al río y desapareció bajo su superficie. Yo había visto lo suficiente para saber que cuando el Lama rezaba y hacía señas extrañas al aire, no podía ser bueno. Traté de matarlo, deslizándome por la piedra hacia una posición donde pudiera proteger mejor al español, pero sus guardias se sacrificaron por él.  Uno de los chinos tenía consigo una metralla y descargó su cartucho contra Trejo, quien gritando de furia se escondía en una porción más pequeña de su escondite, mientras que otros dos guardias le rodeaban para terminarlo. Traté de ayudarlo, pero estaba entre los tambores que ardían y la enorme máquina descompuesta, defendiéndome de los Cro Magnones que me atacaban con cuchillos. Descargué mi revólver y no tenía oportunidad de usar mi automática, pues la lucha contra esos primitivos cavernarios era demasiado rápida y violenta. Uno de ellos me cortó el brazo, pero pude cortarle la garganta para defenderme del otro. Cuando volteé hacia atrás Trejo le disparaba a los dos guardias que le habían rodeado, pero uno de ellos le disparó en el estómago.

            Vernon salió del agua pegando un brinco y se despachó a tres Impuros chinos y a uno de los hindúes. Soltó al suelo extraños cristales que asustaron a los prehistóricos habitantes de aquellos túneles y se hincó al suelo con las manos hacia arriba y rezando. Los shoggoth del techo, que ahora irradiaban tanta luz como poderosos focos, cayeron al suelo. Eran tres, uno cayó al agua, otro cerca de Vernon y el tercero sobre la máquina descompuesta justo encima de mí. Me escurrí entre los Cro Magnones, huyendo de los tentáculos que, como látigos, me azotaron en la espalda y me hicieron sangrar. Defendí a Trejo de los Cro Magnones y le ayudé a levantarse para ir escapando por el sendero. Vernon terminó lo que estaba haciendo y atacó al lama. Naturalmente, las balas no le hicieron daño. Pensé que el lama había invocado a los shoggoth, pero estaba equivocada. Algo más estaba en esa delirante y sangrienta caverna, algo mucho peor. No pude advertir su forma exacta, pues era semi-invisible, sin duda existiendo en múltiples dimensiones simultáneamente, como Vernon me había explicado anteriormente. El lama sonrió como un loco, pero después su sonrisa se borró, Vernon había invocado algo más. Se podían ver luces como flashes, y extrañas figuras, como escamas peludas y tentáculos con ojos. Las dos criaturas luchaban entre sí, Dorje había jugado su mano y le había fallado. Histérico empuñó un cuchillo y atacó a Vernon, clavando su hoja en su pierna. Ingersoll esquivó otro ataque, empujó lejos a un Cro Magnon y lanzó su cuchillo que se clavó en el pecho de Dorje.

            El shoggoth que me había atacado se nos acercaba lentamente, sus tentáculos cada vez más cerca. Trejo gritaba de dolor y se me resbaló, empujándose del suelo para escapar de la satánica criatura. De un túnel escondido emergieron más de esos Cro Magnones, y me defendí de ellos lo mejor que pude, pero no conseguía adelantarme, escapar de ese shoggoth. Al darme vuelta vi que Dorje atacaba a Vernon, y le habría matado, de no ser porque Benson luchó contra tres cavernícolas caníbales y logró alcanzar al lama rebelde por la espalda, clavándole una hacha en la nuca y golpeando furiosamente hasta arrancarle la cabeza. En cuanto la cabeza cayó al piso Benson robó todos los papeles que habían quedado en una mesita que cayó al suelo en el enfrentamiento. El cuerpo del lama creció, como hinchado, y al reventarse sus costillas algo salió de allí. No pude verlo bien, pues seguía peleando contra los Cro Magnones y tirando los únicos dos palos de dinamita que tenía contra el shoggoth. Sea lo que fuere asustó a Benson y a Ingersoll lo suficiente para lanzarse al agua y nadar a nuestra posición. Las dos criaturas que el Lama y Vernon habían invocado chillaron histéricas con una potencia tan titánica que toda la caverna empezó a temblar. Los shoggoth se detuvieron, y había algo en el modo en que volteaban hacia la cacofonía visual en el techo que me hizo pensar que tenían miedo. James y Vernon nos ayudaron a escapar, disparando contra los Cro Magnones y cargando a Trejo por el largo sendero hacia la superficie. Aquello que había habitado en el Lama rebelde estaba creciendo, parecía un árbol por su cuerpo horizontal y la carencia de una cabeza, pero era gris y parecía tener venas pulsantes, así como largas ramas como tentáculos que crecían, se pegaban a las paredes y al suelo y nos seguían. El techo de la caverna comenzó a colapsar, lo cual hizo titubear a los caníbales lo suficiente para que pudiéramos escapar.
- Déjenme aquí.- Dijo Julardo, con sus manos empapadas de la sangre de su herida en el estómago.- No viviré hasta la noche. Solo los retrasaré.
- No, de ninguna manera. Nadie muere aquí. Muy pronto estaremos todos en un bar riéndonos de todo esto. Ya lo verás Julardo, todo va a estar bien.
- ¿A quién engañas Vernon? Todos vamos a morir, este es mi momento.

Julardo señaló a la entrada, el suelo se estaba cubriendo de esas lianas grisáceas y pulsantes. Podíamos ver el colapso del techo, pero fue lo suficientemente pausado para que pudieran salir dos Cro Magnones y tres de los Impuros, con sendos agujeros de bala en el techo. Los Impuros se desplomaron al suelo y sus cabezas estallaron, liberando a extraños cefalópodos que eran distintos a los que habíamos visto antes, sus cuerpos sólidos no crecían, pero sí sus tentáculos que complementaban a la criatura más grande. Usé la escopeta de Benson para matar a los dos Cro Magnones y seguimos retrocediendo a la entrada.
- Ellos duermen, pero no duermen como los vivos. Se proyectan y siempre traen algo a este mundo.- Nos dijo Rajendra desde su prisión-capullo en la pared.- Son semillas de maldad.
- Ya cállate.- Trejo lo mató de un balazo y se tiró al suelo. Tratamos de levantarlo, pero no quería, buscaba la dinamita de Benson y se aseguraba que su encendedor funcionara.- Usen los caballos de los guardias y déjenme aquí.
- No Julardo, no seas necio.- Le decía Benson.- Somos un equipo.
- ¡Váyanse maldita sea! Antes que pierda demasiada sangre. Sé lo que hago.- Se puso de pie y caminó hacia las lianas que avanzaban y daban zarpazos ciegos, buscándonos. Vernon iba a decir algo, pero Trejo gritó.- ¿Por qué siguen aquí? Váyanse de una maldita vez.
- Perdóname Julardo.- Llegó a decir Vernon, mientras nos subíamos a los caballos.- Nunca debí dejar que te unieras.
- No, perdóname a mí. Pude haber hecho más. Mi diario está en mi mochila. No lo pierdas.- Encendió los dos gruesos cartuchos de dinamita y dejó que las lianas se enredaran en sus pies y le jalarán hacia la caverna.- ¿Me quieres, maldito aborto enloquecido? ¡Pues te llevo al infierno conmigo!

            Segundos después escuchamos la explosión y el graznido agudo y lastimero, después de eso la caverna colapsó. Cabalgamos en silencio y llorando. A la noche me di la vuelta para vigilar la cueva con binoculares y vi a un grupo de Cro Magnones alrededor de una fogata comiendo carne cruda. Espero que les haya sabido a dinamita.

            Nadie quiso dormir, así que seguimos avanzando. A la mañana siguiente, mientras comíamos a caballo, Vernon se colapsó llorando. Estaba histérico. Benson trató de calmarlo. Entre los papeles que robó aparecían los planes para China, India y media docena más de países. El agua habría llegado en menos de una semana, y en dos semanas se habría terminado todo rastro de civilización asiática. Se mencionaban los planes de despertar a los Antiguos y aunque no eran específicos para encontrar la ubicación exacta, sí aparecían nombres de Impuros. Por primera vez ya no teníamos alias y oscuras referencias, sino nombres, apellidos, logias y fechas. Vernon aceptó aquellos papeles y dijo que se los mandaría a Pierre Macri en cuanto pudiera. Aún así, no era suficiente. Se sentía culpable del asunto, y se culpaba también por haberse equivocado.
- Tenía sentido, juro que tenía sentido. Los túneles subterráneos, Shangri-la y sus túneles, la avanzada cultura tibetana... Todo conectaba, pero no, era un callejón sin salida.
- ¿Callejón sin salida?- Tenía ganas de abofetearlo, pero me contuve.- Ésos monstruos continúan el trabajo que Vander van Soest estuvo a punto de finalizar en los muelles londinenses antes de volar en pedacitos, o sobrevivir, o ambas. Salvamos al mundo en es terrible cueva, nadie se va a enterar pero lo que hicimos valió la pena.
- ¿Y qué hay de la otra expedición? No sirve de nada lo que hicimos si encontraron la ciudad sumergida y planean despertar a Cthulhu. Podrían estar ahí mismo en este preciso instante.
- Un día a la vez.- Le dije.
- Sí, hasta que no queden más días.

PERIÓDICO THE COLONIAL
11 de febrero, 1820
Las autoridades condenaron nuevamente el ataque a la mansión Waite en el marco de los extraños eventos en la prisión Dareen que ocurrieron anoche y han dejado estupefactos a los guardias y al alcaide. Todo el mundo recuerda que la mansión Waite fue atacada durante el último monzón y se provocó un incendio que cobró la vida de tres sirvientes y de Vander Waite. Como les informamos hace dos días, el líder del grupo de la turba asesina, Maynard Thorne, fue arrestado y compartió celda con cinco de sus compañeros conspiradores.

            En la fría y ventosa noche anterior la prisión de Dareen hizo sonar la alarma poco después de la una de la mañana. El alcaide movilizó a los guardias y una intensa búsqueda fue coordinada con la policía para buscar a Richard Price y Walter Sutton. Dos horas después la policía local informó a este diario que Maynard Thorne había sido salvajemente acuchillado en su celda en compañía de otros tres de los conspiradores, Norman Bell, Bruce Yeats y Howard Phelps. Price y Sutton desaparecieron sin dejar rastro, ni forzar cerraduras no romper los barrotes de la ventana. La búsqueda, hasta ahora, ha sido infructuosa.

            Un oficial que ha deseado permanecer anónimo, nos reveló que las heridas sobre Thorne y sus compañeros asesinos, eran de un salvajismo que nunca había visto antes. Contradijo la versión oficial según la cual el arma había sido un cuchillo largo, o quizás una espada, diciendo que las heridas eran tan gruesas y profundas que incluso había separado brazos y piernas completas. Maynard Thorne, hermano del fallecido capitán Jericho Thorne, había sido diagnosticado por un alienista como “obsesivo y delirante, con un fuerte complejo de paranoia y superioridad moral”.

CARTA DE SILAS EZEKIEL DEWITT
30 de abril, 1928
Benjamin,
Gracias por las noticias de Europa y esas referencias a Oriente Medio. La otra expedición está simultáneamente lejos y cerca. Tan cerca que nos tienen del cuello. ¿Qué saben ellos que nosotros no? No te puedo escribir de lo que nosotros hicimos, porque técnicamente es ilegal. Pero si la policía nos captura, confía en que el daño que hicimos no es nada comparado al daño que ese monstruo estaba por hacer. Yo miré al cielo, yo vi lo que estaba cruzando a nuestro mundo con la malignidad del infierno, con las más tenebrosas intenciones y con el más voraz apetito. Yo lo vi, y su imagen me persigue. En las noches desearía abrirme la tapa de los sesos y remover mi memoria con mis propios dedos. Me persigue en sueños Ben, ¡en mis sueños! Y no estoy loco, porque las heridas que me provoco huyendo por esa selva ¡siguen ahí en la mañana! Esos enormes ojos de varias pupilas, ese hocico tan repleto de escamosas lenguas, la piel como hongos y esas colas con brazos de cangrejo. Cada noche que soy lo suficientemente insensato para dormir me persigue por la selva, cada noche está más cerca de alcanzarme. No he dormido en semanas y no lo soporto más. De no ser por Eva, yo dejaría que me atrapara e hiciera de mí lo que quisiera. Cómo me gustaría que conocieras a Eva, y como me gustaría haberla conocido antes, cuando sonreía y reía y no era el ridículo manojo de nervios que soy ahora. No sé cómo Percy lo hace, tampoco puede dormir bien, pero es un irlandés duro. Elisa está igual que yo, está perdiendo la cabeza. Solo Eva sigue igual, aunque más seria, y Nestor sigue siendo el mismo misterioso.

            Entre los papeles que Nestor pudo salvar antes del incendio encontró figuras que Elisa reconoció, esas fórmulas mágicas son idénticas a las líneas de Nazca, unos enormes dibujos de pájaros y monos a la mitad de la nada y tan increíblemente largas que solo pueden ser apreciadas desde muy arriba. Quien quiera que las haya hecho, las hicieron para algo que vivía en el cielo, algo que no es de esta tierra. Según los diarios esas líneas están reverdeciendo con las flores que Nestor plantó en el cenote de Xibalba. Hay muchas fórmulas en los papeles que Nestor recuperó, gran parte de ellas sobre magia. Lo poco que es entendible habla sobre despertar a los Antiguos. Una parte decía algo como “el insensato que los despierta antes de tiempo, él habla con Quien Acecha En La Oscuridad. Guiado por una mano muerta hacia su Despertar. Hacia el Final.” Todo eso se relaciona a ese pirata holandés, Vander van Soest, el que vivió muchos años en Asia y aprendió toda clase de terrores por medio de las artes oscuras. Se dice que podía invocar tormentas y seres invisibles, que había aprendido a esconder sus móviles con tanta pericia que sus cercanos habrían jurado que era un santo. Fue temporalmente detenido en Londres, además que no conoce los túneles y el camino a R’lyeh que Nestor conoce y que juntos habremos de destruir. A juzgar por la expedición del otro lado del océano, van Soest aún no conoce lo que nosotros conocemos, pero ¿qué saben que nosotros no? La pregunta nos está volviendo locos.

            Te escribo en tren, muy pronto llegaremos a Santiago de Chile. Ahí mandaré la carta. Cuánto tiempo nos quedemos ahí, eso no lo sé. Seguiremos viajando al sur, y no dejo de tener la sensación que hay algo ahí, enterrado en las nieves del sur, que llama mi nombre.

Reza por mí,
Silas.

REPORTE DE LA POLICÍA DE SRI LANKA
20 de abril, 1928
Mi nombre es Abili Punja y confieso ser parte del grupo de contrabandistas del puerto de Colombo. Sobre el incendio y las muertes es difícil hablar sin explicar dos cosas, primero que yo nunca fui violento, ni estaba entre los favoritos de nuestro jefe, y segundo que Rashid Batt, nuestro líder, se volvió muy religioso desde el año pasado. Esto lo menciono porque su religión era diferente, muy diferente. Nos daba a miedo a mí y a casi todos. Estaba en un culto donde había serpientes y adoraba piedras extrañas que dijo haber recuperado del océano. Operábamos en “la mansión”, una casa en el puerto que Rashid había conseguido quién sabe cómo hace cosa de un año. Insisto que no era uno de los favoritos y por eso no me la pasaba en esa mansión, además que escuché toda clase de historias sobre sus prácticas religiosas. Me enteré que había tomado tres rehenes extranjeros, dos hombres y una mujer. Nunca los vi, pero me lo dijo Bhanu Pratap y él si era de los favoritos de Rashid.

            La noche del 17 me fui para interceptar un cargamento de opio de Rangoon y llevarlo a un barco inglés, el “Destiny”. Con el dinero en la mano regresé a Kotta. La mansión estaba en llamas cuando yo regresé y no sé qué lo ocasionó. Escuché disparos y me escondí. Fue entonces cuando lo vi, y juro que estaba sobrio. No había usado nada del dinero en opio o alcohol, Rashid lo habría sabido porque siempre sabía cuando alguien le mentía. Lo vi en el agua, en el puerto, era un barco mercader chino. Era muy antiguo y envuelto en nieblas. Soy hombre de mar, yo había oído hablar de ese barco fantasma. El barco del que nadie regresa con vida.

            Al oír gritos en la mansión traté de ayudarlos, pero el fuego me lo impedía. Entre las llamas y el humo vi algo más, algo que también resulta imposible de creer. Hasta yo mismo lo dudaría, de no haberlo visto con mis propios ojos. Eran monstruos, engendros del mar. Atacaron a mis compañeros y me dio tanto miedo que me eché a correr.

Anotaciones finales: Abili Punja fue encontrado vagando y en estado de ebriedad, fumaba opio y llevaba consigo medio kilo de esa sustancia. Fue arrestado por iniciar el incendio y causar la muerte de cinco personas. Por su propia confesión se añaden los cargos de tráfico de opio y asociación criminal. La información ha sido transmitida al puerto de Rangoon para que lleven a cabo las pesquisas necesarias con el buque “Destiny”.

PERIÓDICO LA PROVIDENCIA DE CHILE
8 de mayo, 1928
Editorial de Jorge Lajoye. Dos sucesos ilógicos y desproporcionados han azotado a Puerto Montt, el pueblo más al sur del país. El primero de ellos fue el encallecimiento del buque mercantil Coralte en las costas cercanas al pueblo. En esto mismo hay dos cuestiones que son de llamar la atención. El buque parecía haber sido atacado por uno de los monstruos marinos de Verne, pues tenía las marcas que dejaría un calamar gigante. Eso en sí mismo, sin embargo, no explica por qué toda la tripulación fue hallada muerta con extrema violencia. Los militares se han hecho del caso, y como todos sabemos, eso significa que no se hablará más del asunto. Ése fue el primer suceso.

            El segundo suceso es aún más incomprensible. Tres noches después de que el barco encallara, más de cien familias se fueron del puerto para no volver. Simplemente empacaron sus cosas y se fueron. Los militares, que “estudiaban” el caso del buque, no pudieron impedirlo. Las familias que permanecieron hablaron con el reportero Jorge Peniche, de este mismo periódico, y le dijeron que habían estado escuchando cada noche, desde que el buque fue atacado por alguna bestia marina creída extinta, unos gritos guturales que provenían del mar. La gente de Montt está acostumbrada al frío, al sonido de las olas contra el impresionante desfiladero cerca de ahí, así que usted y yo, amable lector, podemos estar seguros que no es gente que se asuste fácilmente. Este extraño caso de histeria colectiva ha llamado la atención de la Universidad Nacional, que había mandado algunos psicólogos para estudiar el suceso. Anoche esos psicólogos fueron detenidos por los militares y enviados de regreso. No quisieron explicar su comportamiento y, mientras obtenemos respuestas o el asunto se olvida, dos cosas quedan seguras en todo este mar de incertidumbres. En primer lugar, que los militares parecen tener una política de que nadie entra pero la gente de Montt puede salir cuando quiera y, que en la mansión Phillips, icónica residencia de la población portuaria, hay un enorme letrero pintado en la pared que dice “Los dioses arquetípicos se despiertan”. Sea lo que sea que eso signifique, es parte de la histeria colectiva que los militares no quieren que sea investigado.

DIARIO DE VANDER VAN SOEST
2 de diciembre, 1848
            Luego de tan provechosos viajes a los desiertos de Arabia y de mi búsqueda frustrada en Haití, terminé de mudarme a mi nueva residencia en Londres. Se siente bien estar de vuelta, donde los viejos enemigos murieron ya de vejez, mientras que yo me conservo a los 208. Mi primera prerrogativa ha sido restablecer contacto con la familia Marsh después de tantos años. Para mi sorpresa el viejo Pierce tuvo familia y su familia, marinos y exploradores, ha tenido mucha más familia. El culto aún existe, como aún existe en Singapur, India, Nepal y Burma. He invitado al culto de Peter Orne de Nueva Inglaterra para que vengan aquí, me harán falta. Las autoridades nunca sabrán lo que pasó en mi anterior residencia, ni de cómo escapé en esa tormenta. Me dan por muerto y mi cambio de nombre en Haití funciona aquí también. Escogí Vander Hawthorne como burla a los hermanos Thorne. Disfruté matando tanto a Jericho como a Maynard, y quizás aún más a Maynard.

            Encontré la manera de invocar a Yog-Sothoth, aunque Él es la Llave necesito despertar a Cthulhu para que haga de sumo sacerdote y muestre los caminos. Tras mi fracaso en Haití me doy por vencido, estaba segurísimo que allí encontraría a R’lyeh, pero incluso si no estoy físicamente ahí puedo aún así hacerle surgir del mar y abrir los sellos. Para hacerlo necesitaré de mucho trabajo y de la ciudad de Londres. Ésta ciudad tiene antiquísimas cloacas, prácticamente una ciudad subterránea debajo del Támesis y por todas partes. Es la única manera, eso lo aprendí trágicamente en Haití, cuando la sed de sangre se apoderó de mí y maté a esa veintena de pobladores en una noche. Las visiones me habían hecho perder el control, y eso me preocupa. Sé que la mente es una sustancia plástica que puede amoldarse, pero ¿qué tanto puede extenderse sin romperse por completo?, ¿me veré reducido a un deforme y babeante loco en algún rincón olvidado matando gallinas y trazando sigiles en la tierra como he visto a muchos hechiceros en mis viajes? Quizás Ellos no permitan que eso pase, mientras que les sea útil.

            Contraté un secretario personal, Howard Wilkinson. Es perfecto para el trabajo, es geólogo por lo que será útil para que analice mis muestras y me dé dataciones más o menos precisas de su origen. Además que carece de imaginación e iniciativa. Aún así debo ser precavido con él, no sea que sospeche y lo arruine todo. Pero más que eso debo tener cuidado con las visiones. Aunque no me asustan, ni me asquean, esos vistazos a los enormes parajes de dioses extradimensionales consumiendo sangre y los abortos de Shub-Nigurrath que vagan sin rumbo más allá del cinturón de Orion, sí afectan mi psique patéticamente humana. Pero puedo sentirlo, los Antiguos despertarán su sueño eterno y los dioses arquetípicos me darán todo el mundo cuando acaben de comer. El destino de un dios me espera, ¿acaso la cordura no es justo precio?

DIARIO DE ELISA ELLERY
15 de mayo, 1928
            Anoche Nestor entró a mi cuarto mientras tenía pesadillas. Gritaba y pateaba para alejarme de un ente inaudito que en la niebla me tomaba de los brazos y me jalaba hacia su enorme hocico de metro y medio con afilados colmillos en tres series que giraban. El mismo sueño que he estado teniendo ésta última semana. Platicamos tonterías y me pidió mi ayuda para que tuviéramos un sueño colectivo. Tomamos algo que él llamó hidromiel de Levi, un líquido azul brillante. El efecto fue casi instantáneo.

            Nestor me ayudó a levantarme, pero vi mi cuerpo acostado en la cama. Nos acercamos a la ventana y había un murciélago enorme, más grande que un caballo, y con escamas en vez de pelaje y con lenguas que me hicieron pensar en una mosca, que salían de un hocico sin dientes. Nos aferramos de las gruesas escamas y nos hundimos en las nubes sobre nosotros. Durante todo el viaje Nestor habló sobre los viajes astrales y los sueños lúcidos, para distraerme del hecho que volábamos sobre un engendro mitad murciélago y mitad mosca.
- Éste es el mejor sueño que he tenido en mucho tiempo.
- Lo sé.
- Me está afectando. Ya  no duermo, ni como... No sé si puedo seguir.
- Tenemos que seguir, el destino de la humanidad depende de que sacrifiquemos la poca salud mental que nos queda. Nunca lo sabrán, jamás darán las gracias, pero vale la pena. Incluso si somos internados en un manicomio valdrá la pena.

            Las aves, o insectos, debían volar muy rápido, o muy alto, pues alcanzamos las líneas Nazca de Perú. Las criaturas se acercaron lo suficiente para que pudiéramos ver lo que ocurría abajo. Había masas de gentes llevando a cabo extraños rituales. Estaban felices, los Antiguos despertarían. Los bichos alados se dieron la vuelta y regresamos a Chile, descendiendo lentamente sobre un extenso y bellísimo valle rodeado de altísimas montañas y con un lago justo al medio. Un grupo de personas, iluminadas por fogatas y antorchas. Del agua emergió una montaña y una de las laderas tembló, dejando salir  algo que había estado enterrado allá abajo por miles de años. Pese a mis reclamos las abominaciones que  nos llevaban bajaron al suelo a pocos kilómetros de ahí. Lo que vivía en la montaña parecía estar encadenada por grilletes invisibles. Aún sumergido en la oscuridad era parcialmente visible. Nestor le llamó Ghatanothoa, el abismo en la cúspide. Era un intempestivo caos de patas arácnidas, ojos de pupilas incandescentes, hocicos y selvas de tentáculos. Carecía de lo que llamaríamos cuerpo, pues parecía simplemente empujar su presencia hacia afuera, hacia la libertad. Aquellas patas no podrían sostenerle, ni aquellos tentáculos parecían controlarse. Todo en él era locura. Y aquél era nuestro destino, un mundo extirpado de su civilización, desnudos ante nuestros miedos, sin la espada de la ciencia, sin el escudo de la moral. Terriblemente desnudos y huyendo de Ghatanothoa y de todos como él. Huyendo hacia las colinas, viviendo atemorizados de los horrores que podrían atacar en cualquier momento. Con un ojo en el vecino y otro en el cielo, aguardando el momento para ser asesinado en cualquiera de esas dos direcciones. El cielo dejaría ser el recurso de los poetas y la maravilla de los científicos, para convertirse en las fauces abiertas de una apocalíptica demencia que se cierne cada vez más cerca, cada vez más real, cada vez más espantosa y nauseabunda, hasta invadir nuestros hogares, nuestros pocos reductos de paz, nuestra cordura misma.      Lloré cuando me di cuenta que arrancarme los ojos no sería suficiente. Me asqueaba aquella entidad deforme e insana, pero el horror no estaba allí, el horror estaba en mí.

            Nestor me calmó y me mostró los papeles que había rescatado del incendio, uno de ellos era un mapa de una serie de islas, y un mapa astronómico. Me dijo que siendo astróloga, quizás reconocería algunas de las estrellas. Apuntó hacia arriba y miré un panorama que no había visto antes. Había más estrellas de lo habitual, y otras simplemente habían desaparecido.
- Las estrellas que sobran son las que se extinguieron antes de la raza humana. Las que no se ven es porque Azathoth las eclipsaba en ese momento, hace muchos cientos de miles de años, cuando Ghatanothoa era adorada más por miedo que por fervor, y alimentada con carne humana que los Cro Magnones le conseguían con sus constantes cacerías.
- ¿Y eclipsa estrellas enteras? Tendría que ser enorme.
- Más de lo que podrías imaginar. Azathoth es el primer motor del caos, la antítesis de la creación, el necio sultán de los demonios; el que roe, gime y babea en el centro del vacío final. El dios idiota y ciego que se mueve con la música de sus flautistas infernales.
- ¿Van a liberar a ese engendro apocalíptico?
- Eso quisieran. Ese Vernon Ingersoll busca despertar a todos los Antiguos, eso enoja a los cultistas, pues ellos querrían liberar a su dios particular primero y antes que los otros, pues los Antiguos se odian mutuamente. Yo cuento con que estén lo suficientemente enojados para que podamos destruir la entrada de R’lyeh y clausurarla para siempre. Sin Cthulhu ninguno de los otros Antiguos puede ser liberado.

            Fijándome en las estrellas pude hacer similitudes con los mapas de Andrade, y señalé la zona de una isla que correspondía con la constelación de Eridanus, o que al menos se parecía mucho. Andrade buscaba algo, y se guiaba por las estrellas para hacer referencia a coordenadas de mapas mucho más antiguos que debió haber transcrito de alguna fuente original milenaria. Nestor prácticamente brincaba de emoción.
- Tenemos lo que Vander nunca encontró. Esa isla que señalaste es Lemuria y en su costa se encuentra R’lyeh. Seguiremos las flores hasta la costa al sur, después acabaremos con nuestra tarea antes que Vander van Soest pueda encontrarlo del otro lado.

            Regresamos a los demonios alados y en poco tiempo estuvimos de vuelta al hotel. Antes de que Nestor tocara una campana para despertarnos le pedí que me dejara en ese estado. Era lo más cercano a dormir que había podido estar en semanas. Le pedí que me dejara a solas, y lloré a un lado de mi cuerpo hasta que salió el sol y Nestor tocó la campana. Aún sigo llorando, no tuve la valentía de rogarle que me dejara en ese estado, un fantasma que finalmente pueda descansar.

PERIÓDICO THE HERALD
24 de octubre, 1849
En Ipswich condado de Suffolk se registró ayer el quinto caso de profanación de tumba en el antiguo cementerio Warwick. En ésta ocasión el guardián del cementerio fue atacado, dejado inconsciente y posteriormente atado. En las cuatro ocasiones anteriores se habían profanado dos tumbas sin marcas que debieron ser colocadas en su lugar no antes de 1780. En ésta ocasión se profanaron cinco tumbas la sección moderna del cementerio. Las discrepancias no terminan ahí, mientras que en ocasiones anteriores el ataúd había sido dejado vacío, en este ataque los cuerpos fueron descuartizados. Un policía que pidió permanecer anónimo nos contó, con miedo y asco, que había señales de canibalismo. Estos grotescos crímenes, sumados a los dos incidentes semejantes hace dos meses en Chelmsford y a la profanación de seis tumbas en Maidstone, donde también hubo señales de canibalismo, ha dejado expuesto al público una ola incontrolable que las autoridades no parecen ser capaces de detener.

DIARIO DE SILAS EZEKIEL DEWITT
17 de mayo, 1928
            Nuestra estadía en Santiago se prolongó más de lo planeado, después que Nestor anunciara que sabía cómo llegar a R’lyeh y me pidiera que hiciese explosivos submarinos de gran potencia. Necesité de dos días para conseguir los componentes y fabricar Ciclotrimetilentrinitramina. Eso me recordó a mis años de estudio en la base militar, donde la fabricación de un kilo de RDX me ganó una promoción. En ésta ocasión hice quince kilos en varios paquetes, cada uno con su propio detonador. Los cristales de RDX son muy seguros e incluso pueden soportar incendios y disparos sin explotar. Por lo que Nestor me había dicho la ciudad sumergida tiene un templo principal, que es la que saldría primero a la superficie. Con quince kilos de esta sustancia podríamos aplanar tres manzanas en Nueva York, espero que sea suficiente para destruir un templo construido hace millones de años.

            En cuanto lo terminé tomamos el barco a las islas de Pascua. En el viaje Nestor me habló del archipiélago de Juan Fernández, donde aún sobrevive un adoratorio de la raza maya más antigua, los feroces y colmilludos de cabeza cónica. Nos hospedamos en un acogedor mesón en la parte más activa de la isla. Las enormes cabezas, llamadas Moai por los pobladores, nos turbaron hasta la médula. Eran ellos a quienes habíamos visto en compañía de Andrade, eran ellos quienes trataron de matarnos en la casa del diácono del pueblo. Estábamos en su patria. El armamento de Percy y mis quince kilos de explosivos no me parecieron suficiente seguridad. En apariencia el lugar era apacible, un edén tropical en un fresco otoño, con vendedores animados y guías serviles. Pero debajo de la superficie podía sentir un mal tan sombrío y perverso que me congelaba la sangre.

            El guía de turistas explicó que había mil cabezas y figuras por toda la isla. No se conocía el autor de tales colosales obras, ni el destino del pueblo que las formó de la ladera del volcán. Aunque eran famosas las cabezas que miraban a Chile, sin duda al punto a donde la corriente submarina proveniente de R’lyeh pasaba por debajo y hasta algún túnel en la costa chilena, la mayoría de los Moai se encontraban de camino al volcán, como metáfora de las migraciones al volcán que, según las leyendas, contenía la entrada al mundo utópico de Hawaiki. Al final del recorrido nos separamos del grupo y seguimos a Nestor hacia la selva, donde con ayuda de ciertos artilugios metálicos invocó serpientes. Nos hicimos para atrás ante las docenas de serpientes que reptaron a Nestor. Le vimos susurrarles algo y eso me recordó a Vander van Soest, de quien se decía perteneció a un culto de serpientes y aprendió a hablar con ellas. Se lo dije a Eva y ella me tranquilizó.
- Silas, si Nestor realmente fuera Vander van Soest, ¿no crees  que usaría más magia? Es la otra expedición, ese Vernon Ingersoll quien es la amenaza.
- Sí pero, ¿cómo podemos estar seguros de que siquiera existen?
- ¿Crees que Nestor lo habría inventado? No creo. Si Nestor fuera van Soest, ¿por qué hemos tenido tantos problemas? A cada paso hemos encontrado muerte y peligro.
- Tienes razón, son los nervios.

            Las serpientes debieron haber entendido las órdenes de Nestor, pues reptaron juntas y nos condujeron a un camino secreto que llevaba al volcán. Percy notó las huellas en la tierra, eran recientes. Habíamos encontrado una entrada al volcán, escondido detrás de palmeras y custodiado por hombres que escondían sus caras con sombreros, los moai. Percy quería entrar a balazos, pero todos nos negamos. Elisa quería que olvidásemos el asunto, y la verdad es que yo estaba de acuerdo, quizás podríamos haber encontrado un camino que no llevara a una trampa. Nestor nos convenció, faltaba un último esfuerzo para poner fin a la pesadilla. Regresamos a nuestra base y compramos un bote mientras que Percy y Elisa rentaban una destartalada camioneta. Subimos el bote a la camioneta y explicamos que iríamos de pesca del otro lado de la isla. El vendedor insistió en que podíamos salir de ahí y darle la vuelta a la isla, que después de todo no era tan grande. Algunas excusas y mentiras después estábamos armados con todo lo que necesitábamos. Ya no éramos el comando bien articulado que fuimos en algún momento. Elisa temblaba como una hoja y yo tenía enormes ojeras y un cansancio crónico, Percy estaba constantemente ansioso y Eva no dejaba de morderse las uñas y lanzar furtivas miradas sobre su hombro.

            Percy y yo nos acercamos a pie y nos escondimos detrás de una enorme cabeza moai. Los guardias en la entrada parecían atentos, y por el modo en que sostenían sus armas entendí que estaban listos para usarlas. Nos disponíamos a rodearles cuando vimos llegar al vendedor de lanchas. Habló con los guardias haciendo extrañas señas, y comprendí de inmediato que nos estaba describiendo. Ya no había marcha atrás, nos estarían esperando en la posada y en el puerto de salida. Estábamos atrapados en aquella isla y nuestra ruta de escape incluía adentrarnos al infierno. Percy no le dio la misma importancia que yo, y en cuanto el vendedor se fue nos pusimos manos a la obra. Nestor nos había dado una serie de medallones de cobre con inscripciones de estrellas y caracteres en algún idioma antediluviano. Asistidos por un mapa colocamos las piezas en la selva y rodeando al enorme volcán, sin ser vistos por los guardias. Los puntos en el mapa parecían una constelación que debía ser imitada a la perfección, lo cual implicaba que escalásemos parte del volcán y nos arriesgásemos a dejarlos incluso en el camino de turistas.

            Cuando regresamos a nuestro punto de encuentro Nestor, Elisa y Eva no estaban. Ellos tenían que estar terminando de colocar medallones en el otro lado, y aún faltaba colocar algunos dentro de la gruta secreta del volcán. Hubo un ligero temblor que hizo agitar a las palmeras y los guardias en la entrada hablaron entre ellos, finalmente decidiendo a entrar. Era nuestra oportunidad, pero cada fibra de mi ser me decía que me diera vuelta y corriera. No valía la pena el dinero y a cada momento dudaba más de nuestra misión, ¿no podían hacerlo ellos, ahora que les había dado los explosivos necesarios?

            A regañadientes seguí a Percy, pero debí haber huido en la otra dirección. La entrada oculta daba paso a un largo y ancho corredor cavernoso con extrañas inscripciones que concluía en un muro falso que los guardias habían empujado, como a una puerta, pero que sin duda habría despistados a los turistas casuales. El camino se hizo aún más grande y llevaba a una pequeña ciudad de casas de adobe, iluminada por la verdosa luz del río subterráneo, que bullía estando tan cerca del ardiente azufre del volcán, sin duda metros más allá del techo y las paredes. Percy y yo nos pusimos las máscaras anti-gas, el hedor del azufre era vomitivo. Las casas habían sido erigidas a orillas del río, lo que nos permitió acercarnos entre las columnas talladas con desfigurados rostros. Esperamos escondidos a que llegarán Nestor, Eva y Elisa. Por mi cabeza pasaban los crímenes más atroces cometidos a Eva. Es deprimente pensar que me di cuenta en ese momento de lo mucho que la amo por cuánto me preocupaba que fuera despedazada y devorada por enloquecidas jaurías de mezclas de Cro Magnon. Percy me tocó el hombro y señaló por encima de le piedra detrás de la cual nos escondíamos, en una de las calles más grandes de aquella ciudad. Era el vendedor de lanchas y tiraba pedazos de carne cruda al agua con los ojos saltones y la mirada de un loco.
- ¡Que no sueñe!, ¡hagan que duerma profundo!- Treinta de los moai cantaban invocaciones, pero no parecía funcionar.

            Escuchamos a los otros tres corriendo detrás de nosotros. Nestor colocaba los últimos medallones. Del río aparecieron largos tentáculos con filosos colmillos tan gruesos como un árbol y tan altos que en ocasiones raspaban el altísimo techo. La luz verdosa del río se hizo más fuerte y cuando Nestor me explicó que había que llevar el bote a ese río para que nos llevara directo y sin escalas hasta R’lyeh empalidecí y por poco me desmayo. El agua parecía arremolinarse, y junto a los tentáculos emergía cuerpos gelatinosos con ojos y hocicos que se alzaban y regresaban al agua. Toda la población de moai se acercaba al río e invocaban a la pesadilla apocalíptica que se alzaba con la fuerza de una locomotora.
- Ahora o nunca.- Dijo Nestor.- Percy y yo iremos por el bote motorizado. Ustedes tres quédense aquí y protejan el camino. Estos moai puede que tengan más de un as bajo la manga y no tenemos mucho tiempo más.
- Estamos muy expuestos.- Elisa se pegó a mi brazo, temblando de miedo. La criatura no dejaba de crecer y devorar a sus adoradores. Eva señaló hacia la casa de adobe más cercana.- Nestor invocó a uno de los esbirros ultradimensionales de Azathoth para contrarrestar al sueño de Cthulhu y abrirnos paso. Eso no quiere decir que no nos matará si nos quedamos aquí.

            Elisa no quería moverse, la verdad es que yo tampoco, pero el plan de Eva tenía sentido. Con todos los cultistas en la orilla del río sus casas estarían desocupadas. Avanzamos en fila india con mi Thompson lista para disparar y algunas granadas en mi cinturón. Empujé la puerta de paja y las dejé entrar. Me encerré después de que entró Elisa, y justo a tiempo pues en el techo de la enorme pesadilla subterránea se formaron nubes de colores brillantes. La consistencia es lo primero que llamó mi atención, no eran de agua, sino de algo pegajoso que se extendía adhiriéndose a la piedra hirviente. La espesa formó burbujas incandescentes y sonó un sonido como de flauta, o quizás gaita, mientras de entre la bruma se asomaban ojos y larguísimos cabellos que, como enloquecidas vainas, se agitaban hacia abajo. Aquellos dos engendros transdimensionales debían odiarse terriblemente, pues parecían estar enfrascados en una batalla de fuerzas iguales.

            Eva me tocó el hombro y me di vuelta. Nuestro plan no había sido tan bueno después de todo. En el rincón opuesto de la casucha había una sustancia oscura que parecía un capullo, por sus cabellos negros que enredaban algo que pulsaba en su interior, pero también tenía venas que bombeaban y algo como el tallo de un bulbo que me hizo pensar que aquello era alguna especie de vegetal adorado por esas bestias enloquecidas que allá afuera disparaban contra la criatura del techo. El capullo se extendió y se contrajo con violencia. Elisa brincó detrás de mí y preparé la Thompson. Tomé a Eva del brazo y la coloqué detrás de mí. Aquel era el as bajo la manga de los moai, sus perros guardianes. Nació del capullo reventando la parte inferior y soltando una inmunda sustancia negruzca y aceitosa. Afortunadamente nuestras máscaras de gas nos protegieron de sus insalubres y asquerosos gases. No nació como niño, si es que estaba vivo y realmente había nacido, pero tenía una forma que me recordó a la humana. Sin embargo, las cuatro extremidades y la cabeza eran lo único humano en aquella visión aterradora. Su cabeza tenía un hocico donde la nariz debería ir, y dos pares de ojos, unos encima de otros, con tres pupilas en cada ojo. Sus manos parecían más bien extremidades de un batracio, pues estaban palmeadas y coronadas con afiladas garras. Estaba hambriento y no le dejé avanzar más de un par de pasos, en aquella jorobada manera de caminar. Jalé el gatillo y lo partí en dos. Hubo un momento de triunfo, sumergidos en la cacofonía de los disparos y los guturales bramidos desde el agua, pero el momento fue breve. Ésa extraña sustancia, ese capullo virulento estaba en todas las casas, y había casi cien casas, y por lo que pude ver el capullo estaba listo para expulsar a otro aborto nacido de la más espantosa magia negra.

            La puerta fue abierta con la suficiente violencia para arrancarla de tajo y otras dos de esas criaturas se lanzaron contra Elisa y Eva. Asustada como estaba, Elisa disparó su revólver hasta quedarse sin balas y preparó su rifle. Eva usó un machete para destrozarle el cráneo a otra de esas innombrables atrocidades a la naturaleza. Le tiré una granada al capullo y salimos corriendo. La explosión derribó la casa, pero los habitantes de las profundidades no se darían cuenta, pues del río emergían seres con forma de batracios, mitad hombres y mitad pez, que parecían hambrientos y dispuestos a comer carne cruda. La batalla entre los dos enloquecedores horrores milenarios continuaba, pero el ser bajo el agua parecía estar perdiendo, pues regresaba a las aguas. Estábamos rodeados de aquellas criaturas jorobadas, maté a tres con una granada, Eva y Elisa despacharon a cinco frente a nosotros y mi Thompson se encargó de otros cuatro. No sería suficiente. De las más de cien deformidades la mayoría luchaba contra los seres batracios, pero había al menos treinta de ellos que querían devorar nuestras carnes. Grité desesperado mientras jalaba a Eva lejos de los zarpazos de uno de ellos. Justo cuando pensé que no duraríamos ni un minuto más, cuando mi mente estaba embotada por el espanto al grado de coquetear con la inconsciencia, Nestor y Percy bajaron corriendo. Empujaban la lancha motorizada con sus ruedas y disparaban con furia.

            Nosotros tres les seguimos al río subterráneo, lejos del sueño milenario de Cthulhu, pero cruzando el campo de batalla de los pocos moai sobrevivientes y los seres batracios. Por más de cinco mil años habían adorado a ese río subterráneo, ahora eran devorados por él, su maldad erradicada de la Tierra por la misma impía trasgresión inmunda que habían ayudado a cruzar desde su morada prohibida hasta nuestro mundo. Tiramos la lancha al agua y nos lanzamos todos juntos con tanta desesperación que casi se da vuelta y no tira a todos. Encendí el motor mientras Percy  usaba mis granadas para mantener alejados a los grotescos deformes que corrían hacia nosotros. El motor encendió sin problemas, pero tampoco habría sido necesario, pues la contracorriente era tan fuerte que prácticamente nos chupó al mar a una velocidad increíble. La lancha avanza tan rápido que, si no fuera por nuestro peso, se alzaría de la punta y se daría vuelta. La contracorriente a Cthulhu nos lleva, nos arrastra como el paso de los siglos arrastra al destino, implacablemente. No hay marcha atrás. R’lyeh es nuestro destino, y su destino son mis quince kilos de explosivos submarinos.

PERIÓDICO THE MORNING HERALD
22 de diciembre, 1849
Editorial de Richard Burton. Mientras que la prensa en nuestro país va ganando la dudosa fama de ser la más amarillista de Europa, he detectado una corriente que va en sentido opuesto. Algunos periódicos, con tal de no ser contados entre los amarillistas, prefieren ignorar aquellas notas que, las delicadas consciencias de nuestros compatriotas, podrían encontrar grotescas y sí, amarillistas. Me parece que, al menos en este esfuerzo, se ha pasado por alto la noticia que, a mi parecer, es la más importante de la segunda mitad de nuestro año que está por concluir.

Hace unos meses empezaron los reportes de desaparecidos, borrachos y vagabundos en su mayoría, en las poblaciones costeras de Harwick, cerca de Ipswich, Aldeburgh, Walton on the Naze y Clacton. El atento lector podrá objetar que siempre hay desapariciones, que casi siempre es gente que pasa desapercibida y que no hay conexión alguna. Sin embargo hay dos elementos que destacan a estas desapariciones. El primer elemento es que el promedio de desapariciones de este tipo se duplicó en esas poblaciones costeras, y el segundo elemento es que todos, más de veinte personas en total, desaparecieron durante tormentas fuera de época. ¿Acaso no tiene sentido secuestrar a alguien durante una tormenta de manera que los potenciales testigos no le vean a uno la cara?

Sin embargo todo esto habría pasado desapercibido, sobre todo por el celo de no parecer alarmistas, de no haber sido por las desapariciones en Octubre de tres niños, Marion, Herbert y Patrick Wells, sobrinos del alcalde de West Mersea. El mes pasado se contaron ocho desapariciones en Maldon, todos ellos obreros y dos oficinistas. Al parecer el dinero engrasa las ruedas de la justicia, pues fue gracias a la insistencia del alcalde Victor Wells que Scotland Yard comenzó a investigar la indetenible ola de desapariciones. En este mes desaparecieron cinco personas más en la población de Burnham, dos de ellos menores de edad. Sin duda el lector observador habrá notado que todas estas poblaciones, además de ser costeras, siguen otro curioso patrón. Han empezado en Aldeburgh y han estado avanzando hacia el sur. ¿Llegarán hasta Londres o Scotland Yard será capaz de detenerlas?

Por si eso no fuera suficiente para que los detractores de la letra impresa consideren esta editorial una muestra más del amarillismo que, como una plaga, ha infectado a todos los periódicos, existe otro extraño fenómeno. En Septiembre un grupo de amas de casa de Wivenhoe, cerca de West Mersea y Clacton, reportaron haber visto extraños individuos que parecían salir del mar y cuyos rostros eran de lo más peculiares, como peces. En mi opinión un relato como ese puede ser fácilmente explicado como un caso de histeria femenina, pero llama la atención que ha habido reportes idénticos en Harwick, Aldeburgh, Maldon y hace unos días en Gravesend, a pocas horas de Londres. ¿Reportaje informativo o nota amarillista? Eso se lo dejo a usted amable lector, de tarea.

REPORTE DE PIERRE MACRI
15 de abril, 1928
En cumplimiento de sus instrucciones he coordinado los esfuerzos de nuestros detectives en América Latina. Tenemos la identidad de los expedicionarios que han estado viajando al sur. Percy Collins, mercenario americano, Silas Ezekiel DeWitt experto en explosivos y químico del ejército americano recientemente dado de baja, y Eva Michelle Fontaine, académica de Boston, parecen estar liderados por Manolo Nestor Cusamano de quien no tenemos suficiente información. La expedición de Vander van Soest navegó el canal de Panamá para atracar en Perú entre el 15 y 18 de abril, según la información que los detectives obtuvieron del manifiesto aduanal. Sus fechas coinciden con la desaparición de Armando Andrade, figura mesiánica peruana. Otro dato curioso es que se ha reportado la aparición de orquídeas que se pensaban extintas en Yucatán, gran parte de Centroamérica y tan al sur como en la Patagonia en Argentina y la costa sur de Chile. El science quaterly le dedicó una mención la semana pasada.

            La situación en América del sur está completamente fuera de control y coincide perfectamente con esa otra expedición. Los encabezados que me han comunicado nuestros detectives hablan por sí solos, y son testamento a una locura en espiral hacia la aniquilación total. Cada culto del que teníamos noticia se ha vuelto mucho más activo, atrayendo publicidad y eso no parece molestarse. Ése es quizás el detalle más aterrador. Saben que serán descubiertos, pero no les importa porque saben que la victoria está al alcance de sus manos. Nunca había visto algo así, y quizás el mundo tampoco. Por favor, encuentre a R’lyeh antes que la otra expedición y ponga fin a esta locura.
Estos son algunos ejemplos del sanguinario frenesí que azota al sur de América.
- En el lago Rogagua Bolivia fueron encontrados los restos de quince mujeres jóvenes con claras muestras de canibalismo.
- En Challapata Perú veinte vacas fueron mutiladas, dejando muestras de ser atacadas por un animal. Según la descripción de un testigo los cuerpos mostraban marcas de quince centímetros de longitud que parecían haberlas agarrado y sostenido, como tentáculos ácidos.
- En el puerto de Barretos en Brasil 13 casas construidas sobre el río se derrumbaron en un deslave, pero sus cuerpos no han sido encontrados, a excepción de algunas partes mutiladas.
- En Paracatú, Brasil, la policía detuvo una ceremonia en la selva que incluía el sacrificio de tres niños pequeños. Los cultistas se ahorcaron en sus celdas, sus cuerpos desaparecieron al día siguiente. Entre los predios de los cultistas encontraron dos entierros con al menos 32 personas.
- Puerto Montt, Chile, un barco encalló después de ser atacado por un calamar gigante, todos los marinos fueron muertos con violencia. Un gran número de familias evacuaron el pueblo después de escuchar extrañas voces del mar.
- San Javier, Ecuador, un grupo de veinte personas incendió la selva, consumiendo a más de 30 personas que vivían en esa comunidad. Los pocos sobrevivientes hablaron de criaturas en el fuego, con descripciones muy contradictorias entre si.
- En Charagua, Guatemala, más de quince pescadores fueron atacados por algo desde la profundidad del mar y desaparecieron.
- En Villa Monta Belice, treinta miembros de un culto caníbal fueron arrestados cuando se les sorprendió en un frenesí de violencia, yendo de puerta en puerta matando familias y comiendo pedazos.
- Se reporta la desaparición del pueblo de Baures en Paraguay, más de cien personas desaparecidas sin dejar rastro. Lo único que quedó fue una inscripción tallada en un árbol “Cutluku”.
- Las plumas en la Patagonia Argentina fue atacada por un grupo de indios que dispararon contra todo lo que se moviera y se llevaron más de cinco cadáveres para realizar rituales obscenos en el río, donde los soldados les encontraron y mataron.
- En san Sebastián, Tierra del fuego, un culto esotérico incendió cuatro iglesias cristianas, encerró a un grupo de católicos en misa y les prendieron fuego. La policía los persiguió hasta que se lanzaron al mar.
- En Temuco Perú, más de treinta personas han muerto a manos de un culto de asesinos en serie que anunciaron sus intenciones de dar la bienvenida a sus dioses que en cualquier momento despertarían. La policía ha hecho arrestos, pero no ha encontrado a todos. Once de las víctimas habían sido cocinadas, y unas ocho de ellas eran niños pequeños.

            Y así tengo otras treinta noticias. Todo el continente es un barril de pólvora a punto de estallar. Las intenciones de la expedición de van Soest es clara, finalmente ha encontrado la dirección de los túneles que llevan la corriente submarina de R’lyeh. Es imposible saber si ya lo han encontrado. Por favor, si sabe a dónde se dirigen o si tiene al menos una ligera sospecha, no pierda tiempo. Encuéntrelos antes que ellos encuentren a los Antiguos. Nuestras vidas dependen de eso.
Pierre.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
17 de abril, 1928
Nunca antes había tenido tanto miedo. Pensé que conocía el miedo, durante nuestro peregrinaje por India, usando extrañas joyas que nos hacían temporalmente invisibles para los guardianes de las montañas. Estábamos desanimados y al borde la locura. Nadie podía dormir, pero no podíamos abandonarlo tampoco. Julardo Trejo había muerto, nuestro funeral sin cuerpo fue breve y silencioso. Internándonos en la colonia de India nos fuimos alojando en los peores hostales que podíamos encontrar, tratando de mantener el perfil más bajo posible. Podíamos sentir a los Impuros respirando sobre nuestras nucas. Habían infiltrado a la masonería y con ella a las estructuras de poder. Nada estaba demasiado lejano para ellos, y contaban con miles de ojos y orejas por el mundo entero.
- Vamos a morir como Julardo.- Dijo Benson una noche, mientras los tres permanecíamos despiertos y mirando por la diminuta ventana, esperando ver a los asesinos entrar al hostal.
- Nadie más va a morir.- Dijo Vernon.- Pero el tiempo se agota, ustedes leyeron el reporte de Pierre. El cono sur se encuentra en un frenesí de sangre, quizás ya sea demasiado tarde.
- Van al sur, a Chile, ¿y después qué? No sabemos adónde van.- Dije yo mientras bebía de nuestra cantimplora. Nos negábamos a beber agua de la llave, prefiriendo comprar agua embotellada.
- Le doy vueltas al asunto y no lo veo. Entiendo que son túneles subterráneos, las corrientes de R’lyeh y que las han seguido pero, ¿a dónde conducen? No podemos ir al primer incidente, al norte de México porque tardaríamos demasiado tiempo recreando sus pasos. Quizás la clave está en el origen de esos túneles. Adoradores y cultistas, probablemente miles de años antes de la civilización humana, ¿de qué me pierdo?
- Todo el sur de América es un misterio.- Benson apoyó su cabeza contra el ladrillo y suspiró cansado.- La teoría oficial es que el homo sapiens cruzó por el estrecho de Bering y fue poblando América hacia el sur. Eso explica por qué los esquimales parecen japoneses o mongoles. Pero no explica la diversidad étnica. Los pieles rojas no se parecen a los esquimales, ni se parecen a los incas y a los araucanos. Pero la mera idea de una segunda migración es impensable, el océano que separa América de las filipinas o Nueva Zelanda es enorme. No tenían barcos tan avanzados como los modernos.
- Una migración del sur.- Vernon se golpeó la frente varias veces.- Soy un idiota. Por supuesto, estaba ahí todo este tiempo. El océano no era tan grande cuando existió Lemuria, además que el polo sur fue cálido en algún punto. Lemuria abarcaba desde Australia hasta Nueva Zelanda y mucho más al este, y quizás tan arriba como Micronesia. Así es como dieron el salto, no era tan grande. R’lyeh debe ser parte de lo que en algún momento fue Lemuria, que se hundió cuando Cthulhu y los otros Antiguos fueron aprisionados por los Exteriores.
- Más o menos teníamos idea de eso, pero ¿dónde exactamente? El Pacífico sur es un lugar muy  grande.- Vernon encontró un mapa del mundo entre las cosas de su mochila y dibujó el lugar que había ocupado el continente perdido. Nueva Zelanda, Australia y Nueva Guinea eran las costas occidentales y se extendía sobre el Pacífico ocupando lo que ahora son las islas de Fiji, tan al norte como las islas Cook, tan al este como Tahití, y sobre el océano casi hasta llegar a las islas de Pascua, a pocos kilómetros de Chile.- Es un inicio. ¿Tenemos un plan?
- Sí, llegar a Nueva Zelanda. Algo se me ocurrirá en el camino. Quizás podamos adelantarnos a van Soest viajando al oeste. Necesitamos llegar a Sri Lanka, de ahí volaremos a Darwin Australia. No puede ser nada oficial, así que usaremos contrabandistas.

            Benson envió cartas de Sri Lanka, yo no tenía a nadie en el mundo. Encontramos a los contrabandistas, o quizás ellos nos encontraron a nosotros. Apuesto que Benson se golpea la cabeza ahora arrepintiéndose de haber abierto la boca. Fuimos útiles, de eso no hay duda. Los contrabandistas nos engañaron en aquella vieja mansión en el puerto y nos secuestraron, pero no a Vernon. Debí haberlo visto venir, era un acto, todo aquello de preocuparse por nuestra seguridad era un acto. Los piratas le acogieron como a uno de ellos, era más que un igual, era su santo patrono el azote de Asia, Vander van Soest. Benson llora porque nos matarán a ambos, pero llora más porque ese monstruo es su tatara tío o algo así. Está relacionado a ese monstruo. Ahora entiendo por qué lo cuidaba tanto, es el último vestigio de su hermano muerto hace siglos. Nos encerraron en la bodega de este barco chino. Entre las roídas tablas he visto hacia el mar, y no he encontrado agua, únicamente llamas azules que nos llevan a toda prisa hasta el punto en que seremos sacrificados. Vander van Soest ha invocado algo, lo escuchamos Benson y yo, y ese algo ha respondido. No sé por qué escribo esto. Van Soest desechará el diario a la basura, o quizás lo leerá para reírse un rato. Espero que haga eso, para que pueda leer esto, no puedes ganar van Soest, nunca encontrarás a esa maldita ciudad sumergida y si llegas a hacerlo y despiertas a Cthulhu para que él pueda despertar a los otros, te comerán a ti primero. Al menos yo estaré muerta cuando te arranquen la piel y te traguen vivo. Disfruta disolviéndote en ácidos estomacales maldito engendro del infierno.

DIARIO DE VANDER VAN SOEST
10 de agosto, 1850
            Lentamente todo se está saliendo de control. Los cultistas que llegaron del Atlántico y Nueva Inglaterra se han vuelto difíciles de tratar, incluso desobedientes. Los casos de canibalismo se han vuelto tan notorios que la policía los investiga y los diarios lo reportan. En la selva era distinto, el racismo inglés se contentaba con que ningún blanco saliera herido, pero no aquí. Comen cadáveres y cometen necrofilia en el mismo cementerio, ni siquiera se los llevan a sus guaridas en las cloacas. Se lo advertí a Peter Orne, pero no quiere escuchar. Él quiere adelantar la fecha, se muere por ver el apocalipsis lo más pronto posible.

            No puedo decir que esos desobedientes cultistas retrasen el programa, aunque sí lo hacen peligrar. Fueron de lo más útiles en ayudarme a invocar al shoggoth y moldearlo para mis necesidades. Tiene pulmones, vísceras, ocho corazones, huesos lo suficientemente gruesos, y expuestos, para extraer su médula cuando es necesario y muchas otras partes útiles. Su apetito es voraz, pero los cultistas le traen comida constantemente. Mi secretario particular, Howard Wilkinson me parece que ha sospechado algo, pues ha hecho demasiadas preguntas. Ésta mañana moví al shoggoth a una de mis bodegas del muelle.

            Tengo que cuidarme de él, es útil pero no idiota. Mis visiones se hacen más fuertes y vívidas conforme el final se acerca. Ayer una de ellas me llegó mientras le dictaba recados a mis banqueros para transferir fondos a compañías fantasmas en Burma, para financiar a los cultos asiáticos. Argumenté que era el cansancio, pero no sé qué tanto grité, ni en qué idioma. Me vi a mí mismo en las junglas de Ceylon en compañía de fieles que invocaban de los mares tormentosos a los Profundos y juntos que aniquilábamos una población para hacer lugar a los altares. No fue una simple visión, estuve ahí. Ésta mañana, mientras regresaba del muelle tuve otra visión, igual de vívida, pero no era del presente sino del futuro cercano. Vi el Támesis cubierto en fango, con hordas de Profundos saliendo del agua, vi a Cathunga, el devorador de ahogados, salir del agua tan grande como la ciudad misma. Se dejó caer sobre las casas, una informe masa de tentáculos y hocicos. Sus gigantescas fauces abiertas y hambreadas. Sus gordos tentáculos reventaron los puentes como si fueran de lodo, sus larguísimas patas derrumbaban edificios y su inmunda pestilencia se extendía como raíces o troncos que invadían a la ciudad entera. Le vi rugiendo, alimentado por sus shoggoth y por los Profundos. Cientos de personas adheridas a sus tentáculos siendo depositadas en su monumental garganta. Yo estaba ahí, en medio del caos, sobre las ruinas de Westminster adorándole como un dios, preparándome para el equinoccio macabro, el regreso de los dioses Antiguos y la hora de permitir a sus fieles humanos entre sus filas. Mis poderes crecen, de eso no hay duda, me tienen en consideración. Pero, ¿qué tanto durará mi mente? Es como mi ser pudiera extenderse hasta el otro lado del mundo, como si mi mente fuera tan dúctil que abarcara todas las dimensiones a la vez. Ahora puedo ver sus sueños por todas partes, invisibles y encerrados en otra dimensión, esperando ser liberados. Está cerca.

DIARIO DE JAMES BENSON
3 de mayo, 1928
            Cómo llegamos a Australia no lo sé. La embarcación fantasma no navegaba, de eso estoy seguro, pues el barco no se movía. Recuerdo las inmundas jaulas, la comida echada a perder y las burlas de esos marinos deformes y malvados. En esos ojos había más maldad que en cualquier libro de teología. Cualquier teólogo se habría vuelto loco con tan solo notar aquellas miradas de infinito odio, esas burlonas sonrisas de quienes preparaban sus cuchillos para sacrificarnos en el altar de sus espantosos dioses olvidados. Al atracar nos bajaron con todo y jaula y mientras fuimos descargados del barco pude ver a Rashid mostrándole a Vernon una soga bajo el mar, al parecer larguísima porque jalaron por tres días y tres noches. Esos tres días permanecimos ahí, bajo el furioso sol y soportando las bajísimas temperaturas nocturnas. Nos golpeaban con ramas y orinaban sobre nosotros. Habrían violado a la gitana de no ser que Rashid ordenó a toda su asquerosa tripulación a ayudarles a jalar de la kilométrica soga. En la noche del tercer día finalmente recuperaron del mar un objeto cubierto de algas que Vernon limpió con muchísimo cuidado. Era alguna especie de tótem, enterrado en las profundidades del océano por muy buenas razones. Medía un metro y estaba hecho de metal. La cabeza hasta arriba era de la de Cthulhu, como la de un pulpo con tentáculos donde debería ir la boca. La cabeza del medio era un enorme ojo con protuberancias alrededor, que me imaginó era una rudimentaria representación de Yog-Sothot, la Llave y la Puerta. La cabeza hasta abajo era un murciélago con tentáculos por patas, una de las miles de formas de Nyarlathotep el dios mensajero entre los exiliados de las estrellas y los exiliados en los planetas.  La mera presencia impía y grotesca de aquel tótem era sugerente al borde del espanto.

            En el largo trayecto al altísimo risco todos comieron de las algas que habían cubierto al tótem por milenios, y eso afortunadamente salvó a la gitana de ser tumultuosamente violada por los voraces marinos, aunque les detuvo de propinarme golpizas por diversión. Julia atendía mis heridas cuando nadie nos veía, pero temíamos hablar entre nosotros, no fuera que despertáramos peores señales de aborrecimiento. En la cúspide nos encontramos con aborígenes pintados por todo el cuerpo, quienes habían preparado ya un altar de piedra. Al ver a Vander van Soest se tiraron al suelo, chillando de emoción. Vernon les alejó con una señal de repugnancia y, agradecidos, quisieron dar muestras de su devoción al amarrarse de sogas al altar y tirarse al vacío, a pocos pasos de ahí. Regresaban cantando canciones en idiomas que afortunadamente no conocía.

Mientras que todos estaban ocupados preparando el ritual, haciendo uso de toda clase de símbolos y danzas, pensé en la cultura de aquellos aborígenes. Había leído sobre ellos en el seminario, y recuerdo que me llamó la atención el término de “tiempo de sueño”. Al parecer no crean una diferencia tajante entre la vigilia y el sueño, pensando que es toda la misma realidad. Al mismo tiempo el sueño es un término que hace referencia al pasado mítico, y al conjunto de creencias espirituales de cada persona. El alma de un hombre podía ser a la vez el sueño de un escorpión, de una piedra o de las olas. Me había parecido fascinante, incluso tierno, pero ahora las implicaciones de aquellas creencias me resultaban abominables. ¿Qué no estaba Cthulhu dormido también, y con sus sueños proyectando los horrores que crecen desde los rincones del mundo?

            Al llegar la madrugada las danzas concluyeron y los fuegos se apagaron. Vinieron primero por Julia. Traté de detener aquellas manos sanguinarias, pero finalmente la jalaron del cabello y golpeándola en la cara. Vernon se la llevó jalándola del brazo hasta el altar y con un cuchillo la desnudó de sus ropas, entregándole otras ropas aún húmedas de la sangre de la víctima. Grité y me agité dentro de la jaula, pidiéndoles que me mataran a mí primero, cuando descubrí que la gitana había conseguido abrir mi jaula mientras era removida con violencia. Detuve mis forcejeos y medí mis oportunidades. Tenía a un pirata a pocos metros de distancia, totalmente fascinado por el tenebroso ritual y con un revólver que sostenía perezosamente del mango. A más de veinte metros estaba el camión en que los aborígenes habían llegado. Era suicida, pero era mejor que eso.

            Mientras la gitana se vestía en el suelo, ocultándose detrás del altar, Vernon sostuvo el tótem sobre su cabeza y lanzó hechizos que hicieron que todos se hincaran. Rashid se acercó, no quería estar lejos del pirata hechicero. Con una serie de pase de manos y guturales sonidos el tótem se abrió desde una bisagra invisible, en posición horizontal. Había un líquido allí dentro, uno tan venerado y amado que quienes estaban hincados yacían ahora en el suelo. Gritó encantaciones que tenían que ver con Cthulhu y hubo un gran terremoto, algo se removía en el océano, algo que se acercaba a toda velocidad. Al oír los sombríos cantos desde el agua Vernon tomó a la gitana del cuello y la lanzó al vacío, la primera víctima en su insensata liturgia.

Vernon acercó el tótem a la orilla del risco, pero en vez de tirarlo se dio media vuelta y lo lanzó contra los fieles. De la pistolera en su cintura extrajo su revólver y mató a Rashid a su lado. El significado de aquel líquido debía ser espantoso, pues aquellos que fueron bañados en él trataban de quitárselo, a veces cortando su propia piel con tal de liberase de aquella ponzoña. Salí de mi jaula y me lancé contra el pirata con el revólver, éste cayó al suelo y rodamos juntos pero yo conseguí el arma y le puse una bala entre las cejas. Todo el entrenamiento que Julardo me había dado, no había sido en vano. Vernon disparó también, pero estaba más ocupado en jalar de la soga con la que había amarrado a la gitana, regresándola a la superficie.
- Roba las maletas de Rashid, están detrás de la carreta.

            Salté por encima de la carreta, protegiéndome de las balas. Tomé la maleta de Rashid y me defendí lo mejor que pude, hasta que las balas se acabaron. Julia gritó algo sobre el mar, algo uque se acercaba. Al ver hacia la orilla vi aquellos tentáculos de cinco o seis metros que se alzaban contra el risco y se golpeaban con la fuerza de una locomotora, haciendo temblar al suelo. No faltaba mucho para que crecieran lo suficiente para atraparnos. Vernon mató al aborigen que trataba de huir en el camión, lo puso en marcha, agachándose de las balas y se detuvo a mi lado para que me subiera. Al ver hacia atrás alcancé a ver los tentáculos que alcanzaban el risco y apresaban a quienes trataban de huir. Ellos lo habían querido invocar, ahora ellos eran su desayuno. Me parece justo.
- ¡Maldito!- Julia le pegó con todas sus fuerzas en el hombro y casi chocamos en nuestra huída.- Pudiste habernos matado. ¿Cómo pudiste hacernos eso?
- Rashid era uno de los Impuros, lo supe de inmediato. Al ver sus intenciones dije que era Vander van Soest, después de todo soy quien más sabe del tema, después de Jim. Se la creyó, afortunadamente. Tenía que saber qué tan involucrado estaba y necesitábamos llegar a Australia.
- Nos pudieron haber matado.- Dije.- Pudieron haber violado a Julia, todo esto pudo haber salido muy mal. ¿Es que no te importa lo que sea de nosotros?
- ¿Cómo puedes decirme eso? Después de Julardo... Su muerte fue mi culpa, no iba a dejar que nada les pasara. No tuve ocasión de hacérselos saber, Rashid no me confiaba del todo.

            Llegamos a Tennant Creek después del medio día. Reservamos dos cuartos de hotel. Vernon quería uno, pero Julia insistió en una habitación aparte. Lloré mientras me bañaba, no sólo por el susto, sino porque aquella fue una dolorosa lección. Nos enseñó a Julia y a mí que debíamos estar preparados para perder, no sólo la vida y la salud mental, sino también la dignidad. No justifico la jugarreta que Vernon nos hizo, pero lo entiendo. ¿Yo habría hecho lo mismo? Prefiero no contestarme.

PERIÓDICO SIDNEY’S BEST
7 de mayo, 1928
Fueron encontrados los mutilados cuerpos de al menos ocho hombros, tres de ellos de origen asiático y cinco de ellos aborígenes locales. El crimen fue perpetrado al oeste de Darwin y a cuatro horas de la carretera más cercana, lo cual retrasó el descubrimiento por varios días, según atestigua el estado de los cuerpos. En el suelo se encontraron algas, conchas y restos de coral, así como impresiones en la tierra de un origen que hasta ahora no ha sido explicado. Éstas marcas, comunes en las playas y en los muelles, han llamado la atención de las autoridades, debido a que se encuentran a un risco a más de once metros del mar.

CARTA DE CHARLES DOYLE
15 de agosto, 1850
Estimado Howard,
Te escribo brevemente para ponerte en sobre aviso del diablo a quien sirves. Richard Rice, un teólogo amigo mío de la Universidad de Oxford, me habló de un enfrentamiento que sostuvo con un hombre llamado Vander Hawthorne. Le encontró en el campus, era un manojo de nervios y, según me dijo Richard, parecía que no había dormido en días. Le pidió ayuda para una tesis, aunque de inmediato se dio cuenta que aquel no era un estudiante. Le preguntó insistentemente sobre los sellos del libro de las Revelaciones. Siendo teólogo, le mencionó de todas las ocasiones que las Sagradas Escrituras menciona sellos y sus funciones espirituales. Él no estaba interesado en eso. Agarró a Richard por los hombros y le sacudía frenéticamente mientras le hacía preguntas raras, no quería saber sobre la sagrada Biblia, quería saber cómo abrir esos sellos. Entre sus arrebatos de locura mencionó los  “sellos de Ryle” o de Rilé, o alguna ficción semejante.

            Lo que me llamó la atención del relato de mi amigo Richard, pues no es la primera vez que un teólogo es cuestionado por un fanático religioso, ni será la última, es el cambio que se suscitó en aquel demente. Le dejó abruptamente y dos horas después se lo volvió a encontrar. Estaba coqueteando con una secretaria, había ayudado a un alumno con su tarea y le sonreía a todo el mundo como si se hubiera ganado la lotería. Entabló conversación de nuevo, ésta vez habló sobre Oxford y su peculiar historia. En el curso de la conversación dejó entrever que conocía a Richard, su horario y el nombre de sus hermanas. No era amenazante, eso es lo peor, era dulce y amigable. Todos habían caído en su manipulación, incluso Richard. Quien tuvo que explicarle que esos sellos son cosa de Dios y no de los Hombres. Se despidió de él y se fue.

            Todo aquello me pareció de lo más raro. ¿Un caballero que habla sobre abrir los sellos del Apocalipsis? Más raro aún su inusitada transformación, su capacidad de hacerse agradable y de manipular a los demás. Finalmente me enteré de quién era tu nuevo patrón, y las extrañas historias que se cuentan sobre él. Todo aquello me llegó de golpe, no era un loco el que manipulaba a mi amigo el teólogo, y no eran incoherencias lo que decía sobre abrir los sellos. Realmente quiere hacerlo, y yo sé mi querido Howard, yo sé que recorrerá el espacio y el tiempo para conseguir lo que quiere. Esos sellos son su obsesión, y encontrará la manera de abrirlos. Huye ahora, sálvate de su furia y de la furia del Señor.

Muy atentamente,
Charles Doyle.

DIARIO DE PERCY COLLINS
20 de mayo, 1928
            La velocidad del boté disminuyó, pero no cambió la dirección. Se acercaba el final, pero aún había más dolor y terror. Estábamos cansados, exhaustos, habíamos visto demasiada sangre, demasiada muerte y nuestras agotadas mentes rayaban en la histeria. Había sido peor que Juárez. Mil veces peor. Había matado niños en Juárez, algunos de ellos por necesidad y otros por ebriedad. No podía regresar a casa después de eso, y aquellos horrores me habían servido como una macabra consolación, pues no importaría qué pasara después, no podía ser peor que Juárez. Estaba equivocado, y de haberlo sabido me habría pegado un tiro antes de aceptar el trabajo en Zacatecas, antes de sumergirme en un mundo infinitamente más oscuro y terrible que la revolución. Es desesperante cuando ni siquiera el suicidio es una salida. ¿Qué queda de un hombre cuando se le ha quitado la esperanza en las cosas más pequeñas, el goce de las minucias y su propia redención?

Aprovechando la neblina fuimos atacados por sorpresa. La lancha era más veloz y querían nuestras vidas. Abrimos fuego, pero era tarde. Silas fue herido en el pecho. Su sangre me salpicó en la cara. Quise usar uno de los explosivos de Silas, pero Nestro se rehusó. Lancé dos paquetes de palos de dinamita hacia la lancha y los hundimos antes que alguien más resultara herido. Le apliqué un torniquete a mi amigo, pero su rostro tenso por el dolor tenía la mirada más dulce. No tenía que decirlo, yo sabía lo que pensaba. Él ansiaba la muerte. Moriría como un valiente, si es que queda alguien en el mundo que pueda leer mi diario.

      Nestor le hizo beber una extraña sustancia que le quitaría los dolores y funcionó, pues su rostro se relajó, pero no podía hacer nada por la sangre más que apretar sobre la herida. Insistí en que regresáramos, pero Nestor no quiso. Elisa estaba de mi lado, con tal de alejarse del curso habría saltado al agua y nadado de regreso a Chile. Quizás Eva tenía razón, nuestros enemigos vendrían de ahí, seguramente de la isla de Pascua. El debate fue inútil, pues pronto nos vimos rodeados por dos botes pequeños y quince rifles. Los marinos eran asiáticos, o al menos lo parecían, y nos hicieron dejar la lancha, quitándonos nuestras armas y los explosivos de Silas. Mientras esperábamos que llegara el barco de donde habían salido nuestros enemigos, Silas murió. La herida debió ser más profunda de lo que pensé, pues alimentaba la esperanza de al menos mantenerlo con vida por día y medio.

      El barco apareció media hora después, un barco pesquero. Nos hicieron subir a golpes, amenazando con violar a Eva y Elisa. Nos encerraron en un clóset mientras decidían qué hacer con nosotros. Durante las horas que siguieron en aquella diminuta habitación donde apenas cabíamos de pie, Elisa no paraba de llorar y la consolé lo mejor que pude, pero yo también estaba histérico. Eva recordó las veces en que Silas, muerto de miedo, había salvado el día con increíbles muestras de heroísmo. Ahora ella quería dedicarle una. Cuando uno de los pescadores entró para violar a Eva ella no ofreció resistencia. Apenas la sacó del diminuto clóset, brincó sobre él y le rompió el cuello echando todo su cuerpo hacia un lado. Silenciosamente salimos y recorrimos el corredor hasta una entrada resguardada por dos marinos. Desesperadamente busqué un cuchillo, y me contenté con un vidrio roto. Le rebané la garganta a uno y se lo clavé en el ojo al otro.

Escuchamos los cantos y las risas de los marinos borrachos mientras recorríamos la parte inferior del barco. Encontramos nuestras cosas en un camarote y nos armamos. Elisa tomó una Thompson, pero se la cambié por una escopeta corta, pues tenía miedo que jalara el gatillo y se volviera loca, accidentalmente matándonos a todos. Había dos accesos a cubierta, Nestor y Eva cubrieron uno, Elisa y yo tomamos otro. La académica me miró muerta de miedo, me habría gustado que todo saldría bien, pero le habría mentido. Subí primero a estribor, pegándome a la pared a mi derecha. No necesitaba asomarme para saber que estaban ahí, bebiendo y jugando cartas. Elisa señaló una de las ventanas abiertas y me deslizó dos palos de dinamita. Encendí las mechas, me puse de pie  y las tiré con todas mis fuerzas. La dinamita cayó bajo una mesa, lo cual redujo el tamaño de la explosión, pero incapacitó a seis de ellos.

      Del otro lado del barco se escucharon disparos y Elisa y yo avanzamos por la cubierta hasta la entrada de la cocina. Ahora eran ellos quienes estaban en desventaja, les teníamos rodeados y les habíamos tomado por sorpresa. Elisa disparó como una maniática contra dos marinos detrás de nosotros, yo me asomé por la puerta con la Thompson y los rocié de plomo. No quería tener que entrar, pues no estaba seguro de dónde se escondían todos, así que con el rifle disparé contra los que se escondían detrás de una delgada mesa, y con el revólver maté a los heridos por la dinamita. Recorrimos la cubierta a toda prisa, había un disparador en uno de los dos techos. Afortunadamente estaba ebrio y por el movimiento del barco no pudo acertarnos. Lo maté antes que Elisa malgastara sus balas.

Nestor y Elisa estaban del otro lado del edificio del capitán. Nos abrimos paso tomando a los marinos por la espalda y alcanzamos a los otros dos, quienes estaban esquinados detrás de los instrumentos. El capitán y sus tres marinos se acercaban poco a poco, disparando indiscriminadamente contra sus controles de navegación. Elisa gritó histérica y descargó su revólver contra dos de los marinos, hiriendo el otro en un brazo. Maté al herido y le disparé al capitán en una pierna. Lo necesitábamos vivo.
- ¿Por qué nos atacaron?
- Nos pagaron muy bien.
- ¿Quiénes?- Le disparé en la mano y cuando la tuvo en el suelo la aplasté con mi bota.
- Unos chilenos, son contrabandistas o eso dicen.- Por suerte la radio había sobrevivido al encuentro y se la extendí.-  Insistieron en traer a algunos de sus hombres aquí
- Llámeles, dígale que nos mataron y tiraron todo al mar. Y tenga cuidado con lo que dice, hablo español. No me obligue a tener que prenderle fuego a sus genitales.

            El capitán hizo su llamada y, por lo que pudimos escuchar, hizo enojar a sus clientes pero los pudo convencer. Le puse una bala en la cabeza cuando terminó la comunicación. Nestor estaba devastado que habíamos perdido nuestro bote y Silas había muerto. Elisa gritó, disparando su revólver sin balas contra la ventana. Eran tres marinos, pero ya estaban muertos. No tenían armas, pero no venían en son de paz. Les disparé con la Thompson hasta que cayeron al suelo y no se levantaron, pero algo estaba vivo dentro de ellos. Lo podíamos ver debajo de su piel, alguna especie de enorme parásito que ahora trataba de salir. Uno de ellos salió de la boca, otro disolvió el ojo derecho y salió de la cuenca y el tercero simplemente agrandó el agujero de bala en el pecho.

            Eran babosos y por sus cuerpos me recordaron a arañas, pero usaba larguísimos fibras gruesas para moverse. El contacto con el aire las cambió de color y pasaron de rosas a verdes, pero también crecieron. Desarrollaron largas patas desde la parte superior de sus cuerpos. Se movieron hacia nosotros, ansiosos de invadir nuestros cuerpos y devorarnos desde adentro. Le atiné a dos de ellos, pero el tercero se escurrió a mi lado. Elisa disparó, pero no tenía balas. El parásito brincó sobre su pierna y se adhirió como si le succionara. De sus costados pudimos ver ácidos que disolvían su ropa y le permitían introducir sus fibras. Eva usó un hacha para cortarlo en dos y separarlo de su pierna. Elisa gritaba y se revolcaba de dolor, la herida era tremenda.

            Me aseguré de cargar las armas y Nestor robó las pistolas de nuestros agresores. Habíamos tenido razón, había más de esas cosas. Eran más grandes y más desesperadas. Una de ellas se pegó a la ventana principal, Nestor quiso dispararle, pero le detuve. Aquella era nuestra mejor protección. Dejamos encerradas a las mujeres y en la tormenta que se había formado cazamos a nuestros cazadores. Matamos al de la ventana sin ningún problema, pero detrás de nosotros escalaba otra de esas criaturas. Nestor pudo dispararle a tiempo, pues sus fibras se empezaban a adherir a mi espalda. En la cubierta había otras dos, grandes como perros. De la cocina salieron dos más, eran veloces y ágiles, siendo capaces de succionarse a la cubierta, mientras que nosotros nos balanceábamos torpemente en la furiosa tempestad. Perdí piso y me resbalé hasta los costales que estaban amarrados al suelo, accidentalmente perdiendo mi revólver. Armé la Thompson a tiempo, mientras uno de esos esperpentos escalaba los costales, pero se trabó en el peor momento posible. Saltó sobre mí, sus patas cayeron a mis costados. Desenfundé el cuchillo de mi cinturón a tiempo y acuchillé a aquella bestia con todas mis fuerzas. El ácido me quemaba, pero no me importó, lo partí en dos y lo lancé al mar. Cuando pude hacer funcionar mi metralla terminé de matar al último de aquellos parásitos.

            Al oír gritos en la cabina principal pensamos que habíamos dejado atrás alguno más de esos parásitos. Por la ventanita de la puerta pude ver a Eva escalando sobre los controles y saliendo por la ventana destruida. Elisa, infectada por aquél terrible parásito, se había lanzado contra la ventana hasta romperla y quería lanzarse al agua. Eva la alcanzó a tiempo, forcejeando con ella hasta que Nestor y yo la sostuvimos de los brazos. Lo que haya quedado de Elisa después de todas las repulsivas brutalidades y las espantosas visiones, se disolvía rápidamente bajo el embrujo de la más atroz demencia. Entre sus chillidos incoherentes gritaba sobre R’lyeh y su deseo de regresar a casa. Tranquilizarla era imposible, así que terminamos por amarrarla de la ventana del centro de comando. Ella apunta hacia R’lyeh, nuestra brújula maldita. Ella nos dirige a la muerte.

            Termino esto porque Eva ha visto tierra finalmente, aunque es difícil saberlo con toda la niebla verde que nos ha rodeado desde hace más de una hora.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
11 de mayo, 1928
            No podemos descansar tampoco en Sidney. Cuando cierro los ojos veo la carnicería que se avecina cuando los Antiguos despierten, y cuando los abro veo a los Impuros rodeándonos en cualquier momento. Cada amanecer me llena de terror, ¿veré salir el sol, o será el hocico de una entidad extradimensional que ha cruzado a nuestra realidad para servirse el desayuno? Cada extraño es un potencial enemigo y ésta paranoia  no es mía únicamente, ésta mañana no subimos a un taxi por miedo de que el taxista fuera uno de los Impuros y nos reportara. ¿Hay límite a nuestra paranoia bien justificada? Cuando Vernon me ató de la soga y me tiró al vacío, a ese enorme calamar de cinco ojos, pensé en mi hogar en el campamento de gitanos. Esto es aún peor, aún peor que Boinko.

            A juzgar por las maletas de Rashid que Benson había robado, el contrabandista planeaba un viaje largo a Australia. Entre la ropa encontramos correspondencia con un cartógrafo australiano llamado Roger Nate. Según los diarios el señor Nate murió la semana pasada en situación sospechosa. En la fotografía del periódico era visible su casa y la calle. Entramos a la casa sin hacer ruido y robamos todo lo que podría ser útil. Vernon usó el dinero que Pierre le envió para que nos compráramos ropa nueva. También tenía noticias, la otra expedición había estado en Chile cuando el diácono del pueblo, alguna especie de mesías enloquecido, había muerto. No había duda que había sido la otra expedición, y que todo lo que él supiera ellos lo sabrían también.

            No dejo de sospechar de Vernon, ¿y si él fuese Vander van Soest? Ese Pierre Macri podría trabajar con él para mandar noticias falsas o manipular la información de modo que nosotros sospecháramos de la otra expedición. ¿Y si ellos han recorrido la mitad de un continente para detenernos a nosotros? Vernon sabe magia, y sabía demasiado de la ciudad sin nombre como para achacarlo a arduas lecturas. Viéndole en el departamento que rentamos, hablando con Benson y revisando entre las cosas robadas del cartógrafo Roger Nate, no podía dejar de pensar que nos enfilaba a una trampa. Y que su constante protección a James se debía a que era su último lazo con su pasado familiar. La única vez que traje el tema a colación, estando James y yo a solas, él rechazó todo eso. Argumentó que de haber sido Vander van Soest nos habría sacrificado y navegado en ese barca fantasma hasta R’lyeh. Después de todo, si él era Vander van Soest, ¿por qué peleábamos constantemente contra los Impuros? Nosotros habíamos seguido la pista de los Impuros, ¿y la otra expedición qué había hecho? Se dirigían directamente a la ciudad sumergida. Argumentos convincentes, pero no del todo. No quise tocar el tema de nuevo por dos motivos. En primer lugar, no confío lo suficiente en Benson, ¿cómo sé que ellos dos no están conspirando a mis espaldas? En segundo lugar, su prometida Ewa O’neal le envió una carta desde un monasterio de puertas cerradas. Los horrores de los que le había escrito la empujaron al encierro. Toda chispa de vida se apagó en sus ojos.
- La conocí mientras ella se decidía a ser monja. La he asustado tanto, con mi investigación de mi relación de parentesco con Vander van Soest y con ésta expedición a la oscuridad que su fe la regresó a la vida espiritual. No la culpo, hizo bien. De todas maneras la humanidad entera morirá en menos de una semana, quizás despierten esta noche. Es mejor si ella está en el claustro rezando por la salvación de su alma, porque no creo que la mía tenga salvación después de lo que he vivido.- Benson se terminó su cerveza y se sentó a un lado de los papales que robamos en la casa del cartógrafo. Vernon se encendió un cigarro y Benson le pidió uno.- ¿Qué sentido tiene cuidar la salud a estas alturas?
- Ánimo Jim, sobreviviremos a esto. Nadie más muere.- Dijo Vernon.- Y cuando todo esto termine, tú regresarás al sacerdocio. Ocúltate en la fe, estarás más seguro.
- No podría. El saber que Ellos existen, que eso de lo que se ha discutido por siglos realmente existe, pero que nos contempla con indiferencia e incluso odio... Es peor que el ateísmo.
- Entonces vive una mentira, convéncete a ti mismo de tu fe en la humanidad. ¿De qué sirve vivir en la verdad, si ésta erosiona tu cordura hasta volverte loco?
- No lo sé...- Benson no quería hablar más de eso y cambió de tema.- Julia, ¿encontraste noticias de buques perdidos?
- Sí, aquí están algunas anotaciones.- Le pasé mi bloc de notas a Vernon, quien las inspeccionó detenidamente.- El mapa que trazaste parece más o menos exacto. En el último año han ido ascendiendo el número de buques, botes y lanchas que desaparecen o son atacados al este de Nueva Zelanda. No es suficiente para tener coordenadas, pero es un inicio.
- ¿Nueva Zelanda?- Benson se tensó de la espalda y escarbó entre los papales obtenidos del despacho de Roger Nate hasta que finalmente dio con un pequeño papel azul.- Pagó una cuenta de instalación de gas para una casa en Nueva Zelanda, en la población de Christchurch.
- Debemos ir de inmediato.
- Sí Vernon, pero ¿cómo?- No lo quise admitir frente a ellos, pero estaba muerta de miedo.- Cada paso que damos nos lleva a una tortura cada vez peor. Ha sido así desde el inicio. Casi muero en el desierto, después Julardo en el Tíbet, esos malditos piratas de camino aquí... Si nos quedamos para planear el viaje de modo que no nos puedan rastrear, los Impuros nos encontrarán, o será demasiado tarde. Pero si tomamos un avión algún ser de pesadilla lo derrumbará como pasó en los Himalaya, si tomamos un barco... No quiero ni pensar lo que sería de nosotros.
- Un hombre sabio dijo alguna vez: Cuando el Hombre se enfrenta a una fuerza que no puede comprender ni dominar, el Hombre se destruye a sí mismo.- Terminó su cerveza ceremoniosamente y se puso de pie de un brinco.- Tengo un plan.
- Eso temía que dijeras.
- Descuida, ésta vez no te lanzaré de un risco.

            Se fue después de eso, no sé a dónde. ¿Estará concertando algún plan con los Impuros? Simplemente no lo sé. Estoy agotada y nerviosa, y por mi mente pasan las peores posibilidades. No dejo de pensar en lo dijo, es cierto pero si él ha estado consciente de los horrores que habitan en los confines de la Tierra y en los rincones del cosmos, ¿cómo es que no se ha destruido a sí mismo aún?

DIARIO DE HOWARD WILKINSON
18 de agosto, 1850
            Decir que algo está mal equivale a no comprender la situación en lo absoluto. Tras la desaparición de mi amigo Charles Doyle lo que antes eran vagas sospechas, se han ido materializando en oscuras y nefastas realidades. Fue difícil no notar las ingentes cantidades de carne que eran traídas a diario, nadie las comía. Nadie que yo pudiera ver. Encerrado en el despacho me dedicaba a transcribir las notas que el señor Hawthorne me ha pedido, pero ni siquiera así pude hacerme de la vista gorda. Vi a los criados, a esas personas horribles de ojos saltones, llevar la carne al sótano y regresar con las cubetas vacías.

            Tampoco podía ignorar las espeluznantes prácticas místicas y esos guturales cantos en el ático. A veces duran toda la noche y entre la música de gaitas y tambores escucho los gritos de algo que no es humano. Diría que chilla como un bebé, de no ser que esa voz es demasiado profunda y lejana, como amplificada por inmensos ecos, que llegan hasta mi alma y me retuercen por dentro. Esos dos elementos son, en suma, muy sospechosos, pero hubo uno tercero. Me tiene revisando libros de editoriales sin nombre en busca de cultos caníbales del pasado. En la entrevista de trabajo me preguntó si leía el diario y le dije que no, con tal de conseguir el trabajo. La verdad es que lo leo con avidez, y más ahora cuando un culto caníbal en Inglaterra que deja atrás un desconcertante rastro de maldad y muerte mientras viaja por las costas del norte hasta aquí mismo en Londres.

            Tenía que renunciar, pero la muerte de Doyle bajo esas sospechosísimas circunstancias me ha impelido a hacer algo más que renunciar. Ayer encontré la manera de acceder al sótano, mientras los criados ayudaban a su amo y yo debía estar encerrado en la biblioteca. El sótano está bien iluminado y es obvio que mudaron los muebles que habían estado ahí. Seguramente en esa mudanza a los muelles que tanta curiosidad me suscitó. Había una segunda jaula, de tamaño suficiente para encerrar a una persona, y con extraños caracteres labrados en sus barrotes. Estaba abierta, pero eso en sí mismo no me asustó, pues podía ver todo el sótano y no había nada escondido allí. De inmediato pensé en toda esa carne que era traída a este sótano. Luego encontré un enorme acceso, disimulado entre los ladrillos de la pared, que llevan hacia el drenaje kilométrico de la ciudad de Londres. ¿Llevarían la carne a las cloacas? Y más importante aún, ¿qué horror había permanecido encerrado en esa jaula, que ahora vagaba libremente por el drenaje?

            Regresé corriendo a la biblioteca y nadie notó mi ausencia. No dejo de pensar en el drenaje y en la cosa que ahora ha hecho de ella su morada. Algo que consume más de diez kilos de carne. Pero más que eso, no dejo de pensar en el diabólico engendro que se hace llamar Vander Hawthorne y que ahora grita encantaciones oscuras y terribles en el ático.

DIARIO DE JAMES BENSON
15 de mayo, 1928
El plan maestro de Vernon consistió en robar un pequeño avión de un aeródromo a las afueras de la ciudad. Volamos en la noche, para no regresar jamás. Llegamos a la carretera a Christchurch justo a tiempo, no había ya más combustible. Nadie habló durante el viaje, sabíamos que en cualquier momento el avión sería derribado. Los que habitan debajo de la superficie de la realidad, detrás de una pared del grosor de una hoja de papel, no obedecen lógica alguna. Esperábamos que cruzaran de su prisión, aunque fuera momentáneamente, para destrozar el avión y hundirnos en las olas negras debajo de nosotros. El miedo es insoportable. El miedo es el que nos acabará matando. Cuando era teólogo creía que cada respiro era un milagro de Dios, ahora he aprendido que la línea entre milagro y maldición es muy fina; y que toda instancia en la que algo suprahumano y algo humano convergen es a la vez maravilloso e indescriptiblemente aterrador.

Mientras caminábamos a Christchurch pensé en la decisión de Ewa. No sólo la entendía, sino que la envidiaba. La gitana trató de consolarme, pero no sirvió. Además, no confío en ella. ¿Cómo estar seguros que ella no es, en realidad, uno de los Impuros? Estaba en ese campamento de gitanos que habían vendido sus almas al diablo llamado Crin Antonescu. Ella entabló contacto con nosotros. Ella escuchaba esa misteriosa música y quizás los Impuros nos encontraban a cada paso que dábamos porque ella les ponía sobre aviso. Si todo esto es cierto, moriremos mañana. Hemos llegado demasiado lejos, o demasiado cerca, si hay una trampa en todo esto, se manifestará mañana.

            En la madrugada encontramos la casa de Roger Nate, habitada por quien debía ser su hermano, pues tenía un aire familiar muy poderoso. Nos escondimos entre las piedras de la playa, comimos de las raciones militares que Vernon compró en Sidney y le miramos marcharse a la diez en punto. Nuestros músculos estaban cansados y me tronaban los huesos. Nadie había dormido en al menos tres días, y nadie había conseguido dormir una noche completa, aunque fuera con pesadillas, desde hacía más de una semana. Los sueños repetitivos son los peores, pues son los más reales. Cada noche veo a Vander van Soest en su barco pirata “Sardam” llegando a R’lyeh, celebrado por una hueste de deformes batracios y rodeado de una nauseabunda neblina verde. El barco era devorado por las fauces de la entrada del templo y después, en un abrir y cerrar de ojos, una potente luz estallaba fuera de R’lyeh. Me despierto inmediatamente después, con la certeza que Cthulhu había despertado, y con él todos los Antiguos, para después abrirle las Puertas a los Exteriores.

            Seguimos al hermano hasta una logia masónica con el sello de un hombre-pez, eran los Impuros. Regresamos a la casa costera y entramos por la puerta trasera. No sabíamos de cuánto tiempo disponíamos, así que nos dimos prisa. Julia encontró un telegrama en el bote de basura de la cocina “Cusamano está en Chile. Encontró la corriente.” Aquel recordatorio de nuestra tenebrosa competencia heló mi sangre. ¿Ya habían llegado? Si una cegadora luz nacía desde el Pacífico al este de donde estábamos, tendría mi respuesta.
- Lo tengo.- Vernon llegó corriendo a la cocina sosteniendo un mapa del Pacífico. El cartógrafo debía haber encontrado lo que buscaba, pues había remarcado un conjunto de islas no muy lejos de nosotros.- Tiene las coordenadas 47º 9’ sur, 126º 43’ oeste. Sólo hace falta que robemos un barco, una brújula y un buen mapa y quizás lleguemos antes que Cusamano.
- Quizás eso no sea necesario.- Señalé el calendario en la puerta del refrigerador.- Marcaron el día de mañana y dice “expedición”. ¿Quieren apostar que se preparan para un viaje de una sola ida?
- Regresemos todo donde estaba, parece que tendremos chofer.
- ¿Esperas que me suba a un barco repleto de Impuros? La última vez que me subí a un barco contigo, no acabó tan bien.
- Confía en mí Julia. Además, si nos vamos por nuestro lado, nos encontrarán. ¿No crees que tendrían un patrullaje en el océano? Buscarían proteger su pieza más valiosa, la ciudad sumergida, sobre todo después de la manera en que arruinamos sus planes en las montañas tibetanas.

            Julia aceptó, pero tiene sospechas. Yo también las tengo. ¿De quién sospecha Vernon?

PERIÓDICO THE LONDON HERALD
30 de agosto, 1850
Ayer fueron encontrados los cuerpos de cuatro ingenieros civiles que realizaban inspecciones en el sistema de drenaje. Los ingenieros parecen haber sido atacados por un animal grande, aunque los investigadores no pudieron explicar las marcas de ácido en su piel que dificultó de sobremanera su identificación. Una investigación subsecuente reveló al menos cinco “altares paganos”, hechos con tablas y adornados con idolitos de origen desconocido. También se encontraron marcas hechas con pintura, y muy recientes, que se extendían por varios kilómetros por todas direcciones. Las marcas parecían ser letras de un alfabeto desconocido. Hasta el momento la investigación no ha encontrado sospechosos.

DIARIO DE JULIA ANNET DELON
19 de mayo, 1928
            Antes de salir de Christchurch Vernon envió telegramas urgentes, mientras que Benson y yo nos las ingeniamos para robar municiones. Compramos las últimas ropas que usaremos en nuestra vida y pasamos desapercibidos en los muelles, para entrar al barco “Old Glory”, un pequeño barco de carga. Mientras los marinos subían el cargamento nosotros tres pasamos desapercibidos bajando las escaleras desde cubierta hasta la sala de máquinas. Fingimos que reparábamos una sección, como hacían otros dos marinos, y en cuanto tuvimos oportunidad nos escondimos detrás de una caldera, ocultos bajo las mantas que usaban para poner sobre las tuberías gruesas y llenas de fugas de vapor. Después de dos horas de absoluto silencio los motores se encendieron y navegamos rumbo a R’lyeh, para atestiguar el Gran Despertar de los Antiguos.
- Conté cinco que estoy seguro son Impuros, ¿cuántos contaste tú?- Me preguntó Vernon.
- Quince marinos, ocho Impuros, había tres trajeados detrás de la puerta de un camarote discutiendo por algo. ¿No crees que los marinos viajen con nosotros?
- ¿Para algo como esto? No lo creo.
- ¿Qué eran todas esas cosas que cargaban?- Preguntó Benson.
- Lo que estaban en las cajas son relicarios y altares. Lo que estaba en los costales no lo sé.
- Hay diez galones de ácido aquí abajo, del otro lado del motor, enganchados a la pared.- Dije yo. Los dos me miraron sorprendidos, según me percaté en la oscuridad debajo de la manta.- Soy observadora. Está en latas grandes y según la etiqueta fueron vendidas en Sidney.
- Si están desesperados tratarán de disolver los sellos que aprisionan a Cthulhu.

            Permanecimos inmóviles por lo que me parecieron eternidades. Comencé a escuchar, en la lejanía, un extraño canto. No provenía de arriba, aunque escuchábamos sus alaridos e invocaciones, provenía de abajo. El océano cantaba y, aunque los demás no lo escuchaban, James comenzó a agitarse. Tenía el oído puesto a la pared, escuchando el océano y jalándose el cabello. Estábamos tan acostumbrados al ruido del agua que cuando dejamos de oírlo el silencio nos pareció insoportable. Vernon le dijo a Benson que se quedara donde está y le acompañé hacia las escaleras. Subimos lentamente, empuñando nuestras armas y Vernon abrió la puerta delicadamente lo suficiente para dejarnos ver dentro de la enfermería. Subí después que él, estaba por salir del edificio hacia la cubierta cuando me tomó del brazo y señaló la ventana. No navegábamos en el agua, y eso no era el cielo. Era negro, pero no como el negro de la noche, sino un negro brillante. No había estrellas, sino destellos multicolores y pude ver una parte de algo más grande, un algo terroríficamente enorme. Observé hipnotizada, mientras mi mente y mi frágil estado de salud mental llegaban a un acuerdo. Incluso antes de pensarlo lo sabía, pese a las devastadoras implicaciones, yo sabía que navegábamos en los confines del espacio.
- Los Impuros lo están haciendo, para llegar más rápido.- Vernon abrió la puerta de salida lo suficiente para dejarme ver el ritual de hombres desnudos y rezando.- Yog Sothoth debe estar presente para el Despertar.

            James abrió la puerta de las escaleras de una patada, venía cargando con dos pesadísimas latas de ácido. Vernon trató de detenerlo, pero Benson estaba histérico. Su cabello enmarañado como un demente, sus ojerosos ojos como dos bolas saltonas y una expresión inconfundible de pánico. Estaba loco, pero eso no le impedía de tener toda la razón. Salió de la enfermería hacia el centro de la cubierta. Abrió las tapas sin dejar de sostener las azas y lanzó una de ellas al centro de la ceremonia. Los ocho hombres leían de peculiares libros hechos de cuero, quizás piel, y hacían gestos siniestros mientras declamaban oscuros poemas.  Al ver a Benson gritaron histéricos. La lata que tiró salpicó de ácido a su círculo de sangre y derribó las extrañas estatuillas negras de abominables seres imposibles. Con la otra lata les roció con violencia, gritando maldiciones y haciendo su mejor esfuerzo por no mirar hacia arriba. Los Impuros se arrastraban por el suelo, gritando de dolor, consumiéndose rápidamente. Vernon les disparó antes que alcanzaran su ropa y sus armas y yo corrí para recuperar a Benson quien, enloquecido como estaba, les gritaba obscenidades y los pateaba.

            Al irrumpir el ritual, también había alterado el orden. El barco se agitó con violencia mientras que los objetos más pequeños en la cubierta salieron flotando. No había mucho tiempo antes de que el pulso gravitatorio nos absorbiera a todos. Vernon gritó algo que, entre los alaridos de dolor, no pude escuchar. Imaginé que me decía que no mirara hacia arriba, pero de lo que trataba de advertirme era de los Impuros. Aún muertos estaban vivos. Jalé a Benson del brazo y lo empujé hacia Vernon, pero algo se aferró a mi pierna y me tropecé. Los Impuros llevaban algo consigo que me hizo recordar a los infectados en el Himalaya, pero infinitamente más aterrador, pues aquella era la fuente de su determinación y de su vida, y no meros parásitos de otras dimensiones. Habían crecido en sus cuerpos hasta tener su mismo tamaño, y ahora que su vehículo había muerto trataban desesperadamente de salir y ocupar otro. Lo que salía de la boca del muerto no tenía cabida en nuestro mundo. Era como una enorme lengua, peluda de fibras blancuzcas, que avanzaba sobre mí, empujando el resto de su cuerpo fuera de la boca del Impuro, reventándole la quijada y haciendo estallar su garganta.

            Usé mi cuchillo para cortarlo, pero de su herida emergían más fibras que como pequeños tentáculos se adherían al suelo y a mi piel. Un cuerpo óseo salió de lo que antes había sido la boca del Impuro, y era ahora un sanguinolento cráter. Otras lenguas y patas salieron de ahí, y lo mismo salía de los demás Impuros. Cuando la gravedad comenzó a hacerme sentir ligera me lancé al barandal y cerré los ojos, pero el ácido de aquellas fibras me obligó a abrirlos. Vi a los otros cuerpos salir volando hacia arriba y mis pies colgaron hacia arriba, el parásito que trataba de invadirme estaba adherido a mí piel, pero el pulso era tan fuerte que esa lengua reventó y salió disparada hacia el vacío. Me sostuve con toda mi fuerza y en vez de mirar hacia arriba volteé hacia el centro de la cubierta. El altar principal, hecho de piedra tallada con símbolos de dioses marinos olvidados desde hace centurias, así como uno de los idolitos negros, permanecía en su lugar.
- El ídolo de Yog-Sothoth.- Me gritó Vernon desde la enfermería.- Tíralo antes que la gravedad nos lleve a todos.
- No puedo, me voy a caer.

            Vernon desapareció detrás de la puerta y supe que iba a morir. Mis dedos se fueron resbalando, perdí un zapato y mis brazos se estiraban, muy pronto estaría agarrada por mis yemas y no dudaría ni un minuto. La certeza de mi muerte me llevó a mirar hacia arriba, contemplar mi verdugo. Aquello que había visto por la ventana, tenía razón, era sólo una parte. Me es imposible describirlo con exactitud, se necesitaría de mucho opio para hacerlo. Al principio pensé que estaba vivo, y después pensé que era un edificio. No estaba hecho de materia orgánica, pero tampoco era de piedra. Estaba hecho de lo mismo que está hecho el espacio, es la única manera de describirlo. Era de un negro tan oscuro que nada hay en nuestro mundo que se parezca. Se iluminaba por unas extrañas y oscilantes luces multicolores que parecían salir de todas partes, y a la vez de ninguna. Vernon me ha explicado que es la Puerta de Yog-Sothoth, por donde atravesaría a nuestro mundo. Por mero egoísmo humano siempre había pensado que Yog-Sothoth, como los dioses Exteriores, tendrían dimensiones humanas, pero estaba equivocado. Aquella estructura debía medir más que nuestro planeta, y estando a millones de kilómetros ocupaba todo el espacio sobre nosotros. Parecía estar compuesto de tres partes más o menos circulares, donde en la parte media se extendían hacia los lados dos extrañas bocas en unos ángulos imposibles para nuestra geometría euclidiana. No había sido hecho de algo semejante a ladrillos, e incluso me hizo pensar en el coral o en los hongos, pues parecía tener consistencia semejante. Nada había de liso en aquellas superficies kilométricas, ni de plano tampoco. Mientras mis brazos cansados se extendían me pareció ver que aquella superficies estaban hechas de algo vivo, de algo que se movía con la dexteridad de un cefalópodo.

            Al sentir un golpe en las costillas se rompió el trance hipnótico. Vernon y Benson, pegados al techo de la enfermería, me extendían un larguísimo tubo que debieron haber encontrado en la sala de máquinas. En un segundo intento lo colocaron entre mis brazos y me pude sujetar, atorándolo entre los barandales para no salir volando. El barco empezaba a crujir, la gravedad comenzaba a conquistar incluso su peso. Mientras recorría el tubo saqué el revólver y apunté con cuidado. Disparé justo en medio de aquella estatuilla de un murciélago cíclope con tentáculos en vez de colmillos. Inmediatamente después caí al suelo. El espacio sideral desapareció detrás de una cortina de llamas y nuevamente escuchamos el golpe de las olas. Me quedé en el suelo, exhausta y Vernon corrió hacia mí, para sentarme y tratar de calmarme con un cigarro que acepté gustosa. James estaba acurrucado en una esquina, llorando. Él había entendido lo que yo, y lo que Julardo debió haber comprendido al enfrentarse al viento carnívoro en las profundidades de la ciudad sin nombre. Comprendí nuestra infinita pequeñez y nuestros ridículos intentos de imponer orden en un Universo que carece de cualquier orden.
- Pensé usar una soga, pero serían dos veces en un mismo mes y no pensé que te gustaría que te jalara mientras estás al borde de la desesperación y la locura.
- Qué sensible, gracias.
- ¡No lo soporto más!- Benson trató de tirarse al agua, pero Vernon lo sometió a cachetadas.- Vamos a morir, no tiene sentido. De nada servirá. La Puerta ya está construida, pasará tarde o temprano. No vale la pena.
- Vale la pena,- dijo Vernon.- porque aún tenemos aliento en el cuerpo y latidos en el corazón. Pelearemos hasta perderlo todo. No podemos regresar atrás.

            Dejo de escribir porque después de navegar por unas horas James ha divisado tierra y estamos rodeados de una niebla verde que, según Vernon, indica que R’lyeh está cerca. Si alguien lee este diario, quiero que entienda que peleamos. Aún cuando habíamos quedado locos para siempre, al menos peleamos. No sé si eso valga para algo.

DIARIO DE HOWARD WILKINSON
5 de septiembre, 1850
            Reunir el equipo no fue difícil, hay mucha gente preocupada por la maligna presencia de Vander Hawthorne en nuestra ciudad y en la provincia encontramos a mucha gente dispuesta a ayudarnos, gente que había perdido a alguien a manos del culto caníbal o cuyos antepasados habían sido removidos de sus tumbas y probablemente devorados por esos extraños hombres-pez de lo que tanto hablaban.

            La noticia sobre los ingenieros civiles encontrados muertos en el drenaje confirmó mis sospechas, la criatura de la segunda jaula vivía ahí. Sabíamos que no podíamos acudir a la policía, primero porque Hawthorne me mandaría matar en cuanto fuera investigado, y en segundo lugar porque estamos bastante seguros que tiene amigos poderosos en Scotland Yard. Yo mismo le vi cenar en varias ocasiones con jueces y prominentes políticos cuyos nombres guardo en mi escondite, por si acaso algo me pasara a mí. Era ilegal lo que hacíamos, pero tenía que hacerse. Y encontrarlo no fue tan difícil. Hace dos días me ordenó que guardara todos sus papeles y me despidió. Cuando regresé a buscar algunos objetos personales que había dejado en su residencia, los criados me dijeron que no había regresado desde el momento en que me despidió. Yo sabía dónde estaba. Seguimos la ruta de extrañas marcas en las paredes por más de dos horas. Iluminados a penas por dos lámparas de petróleo caminamos temerosos de nuestras propias sombras. 

            No nos topamos con su extraña mascota, y el sendero nos llevó a un callejón sin salida. Victor, quien era ingeniero civil, amigo de los cuatro muertos, y que conocía el drenaje como a la palma de su mano, identificó que estábamos justo en los muelles. Recordé que Hawthorne tenía una bodega en los muelles, así que sabía que estábamos en el lugar indicado. Retrocedimos en nuestros pasos hasta un par de cuadras más atrás y subimos por fangosas escaleras de mano. Llevábamos suficientes explosivos para derribar al Big Ben, y los colocamos afuera de la bodega. Escuchábamos voces adentro, parecían estar cantando y, al mirar por una de las polvosas ventanas, pudimos ver a Vander Hawthorne oficiando una macabra e impía misa a sus deformes acólitos.

Al colocar la última de las cargas escuchamos el rugido. Algo estaba en ese callejón, algo que era grande y con muchos ojos. Oímos gritos a nuestra derecha, habíamos sido descubiertos. La puerta trasera se abrió y abrimos fuego contra todos. Los cultistas, desnudos y empapados en sangre, nos atacaban con cuchillos y en oleadas desesperadas. Escuché los gritos de terror detrás de mí, cuando la bestia en el callejón saltaba sobre mis compañeros. Alguien debió usar su lámpara de petróleo como arma, pues la bestia rugió espantosamente. No miré atrás, sino que entré a la bodega con mi pistola cargada. Vander trató de decir algo, señalando hacia el muelle a su lado, pero le disparé tres veces en el pecho. Vi morir al monstruo y salí por otra puerta. Los pocos sobrevivientes de la masacre me encontraron encendiendo las mechas. Las descripciones de la bestia, con seis patas, con tentáculos y dos hocicos me parecieron absurdas en su momento, pero recordando toda la carne que entraba a la mansión Hawthorne no puedo evitar sino considerarla fidedigna. La bestia entró a la bodega, en busca de su amo y no pude ver nada más, pues me jalaron para corriera con mis compañeros.

      Las cargas estallaron casi todas al mismo tiempo. La explosión fue tan demoledora que el golpe nos lanzó por los aires y nos dejó sordos por más de un día. El edificio prácticamente se desintegró. Los ladrillos salieron disparados y la bola de fuego devoró desde dentro hasta el techo. Incluso la bodega de al lado se incendió. La policía aún busca a los responsables, pero nunca dará con nosotros. Nos hemos separado, yo me he mudado a Essex con mis tíos. No le diré a nadie sobre lo que hicimos, pero la conciencia no me pesa. Hicimos lo correcto. Los deformes seres de aspecto batracio han abandonado el país, los robos de tumbas han cesado y la mansión Hawthorne se incendió. El testamento a la maldad de Vander Hawthorne no soportó existir sin el corazón negro de su amo y se desintegró.

      Termino aquí mi diario. Desde mañana usaré uno nuevo y nunca jamás haré relación a estos macabros y detestables sucesos.

DIARIO DE PERCY COLLINS
Lo que escribiré a continuación es el relato de lo que ocurrió el 23 de mayo, 1928 hasta donde tengo conocimiento. Ese día llegamos al solitario atolón, una especie de isla casi circular con un gigantesco lago en su interior que se conecta al océano, y de pocos kilómetros de tierra y vegetación en las orillas. Al desembarcar Nestor nos explicó cómo se forman. Por lo que entendí es que antes había allí un volcán. El volcán más al este de Lemuria y en R’lyeh. El volcán hizo erupción millones de años atrás,  la roca volcánica se fue erosionando por el contacto con el agua, pero se formó una densa capa de corales a su alrededor, como un anillo. El volcán desapareció, pero los corales sobresalieron del agua lo suficiente para formar el anillo. Aquel era el lugar idóneo para una ciudad sumergida, o al menos para su templo, que es lo que nos interesaba encontrar. La inmunda neblina que nos había rodeado era más densa aquí, y provenía del lago central. Al cruzar la poca selva que había en las playas de la orilla, con sogas y los explosivos preparados, miramos con horror a la neblina que se disipaba casi por completo, dejando entrever la cúspide del templo de Cthulhu. Eso no fue lo único que vimos.

            La otra expedición ya estaba ahí, a menos de un kilómetro de distancia de nuestra posición, e igualmente sorprendidos. Eran dos hombres y una mujer, mientras que de nuestro lado estábamos dos hombres, una mujer y Elisa, a quien habíamos bajado amarrada porque no dejaba de chillar y tratar de escapar para regresar a su hogar submarino. Ambos grupos nos escondimos en la jungla mientras que el suelo temblaba con violencia. Del centro del lago emergía la ciudad submarina de R’lyeh. Sus retorcidas columnas negras repletas de limo salieron como los colmillos de una bestia feroz. Cuando empezaron los disparos corrimos a los pilares, cargando a Elisa con muchas dificultades. Nuestros agresores se escondían entre la vegetación y estaban decididos a matarnos.
- Él es Vander van Soest, él es nuestro enemigo.- Gritó el líder de su grupo, Vernon Ingersoll.- Llegó para despertar a los Antiguos.
- No te hagas al gracioso, maldito pirata holandés.- Gritó Nestor.- ¿Pensabas que nadie podría impedir que terminaras tu sacrílega misión? Debe matarte por dentro saber que fallaste en tu único propósito en el mundo por más de tres siglos. Tu magia es inconfundible.
- Dios mío.- Pude ver al otro hombre, Benson, que parecía estar casi tan enloquecido como la pobre de Elisa, que agitaba a Vernon del cuello de su camisa.- Crin Antonescu te reconoció. Hasta ahora lo relacioné, te apuntó y te dijo algo porque sabía quién eras. ¿Pasó lo mismo con Farisal ibn Kaliq?
- No seas absurdo Jim.- Dijo Vernon.- Si yo fuera van Soest, ¿por qué habría detenido que envenenaran los ríos que nacen del Himalaya? Así es Cusamano, ¿no te enteraste que Antonescu, ibn Kaliq y Dorje están muertos? No envenenarán a nadie en el infierno donde pertenecen.
- Me cuidabas más a mí porque soy tu pariente...- Benson no parecía convencido.- Y por eso conociste tan bien a la ciudad sin nombre. Por eso sabías de los hongos y de dónde encontrar todo.
- James, escúchame bien.- Vernon le quitó las manos de encima y le miró con la tristeza más profunda que haya visto antes.- Yo soy Vander van Soest, pero no soy la misma persona que crees que fui. No realicé toda esta expedición para despertar a los Antiguos, sino para detener a Cusamano de hacerlo.
- Monstruo.- Benson se le tiró encima, ahorcándolo. La mujer, Julia, trató de detenerlos golpeando a Benson con la culata del enorme arponero que traía consigo, y tuve un tiro limpio a su cabeza, pero por más que Nestor insistía no quise tomarlo.- ¿Cómo pudiste matar a toda esa gente? Nos usaste desde el principio.
- James, por favor...- Decía Vernon entrecortadamente.- Los Impuros quieren que suceda, que destruya los sellos que yo nunca tuve oportunidad de destruir, por eso los hemos estado luchando desde el principio. No es lo que crees. Quieren despertar a todos a la vez, los cultistas lo quieren detener porque quieren despertar a uno solo, ganar sus favores. Si me matas, ellos ganarán. Viene antes de tiempo.
- Un segundo.- Me agaché entre los enormes pilones y miré a Eva y a Nestor.- La profecía del que viene antes de tiempo... Los cultistas no quieren que pase, no así. Lo que el hombre dijo en el volcán, quería dormirlo y no despertarlo.
- ¿Qué dices?- Me preguntó Eva.
- Piénsalo, el misterioso despacho de Andrade. Los asesinos no estaban ahí, pero tenía que hacerlo para recoger solo aquellos que no llevaban su nombre. La sustancia que le dio a Silas, lo relajó porque era para matarlo, después de todo ya había cumplido su parte en el plan.
- Percy, ¿cómo puedes creer eso, después de todo lo que hemos vivido?- A Nestor no le gustaron mis acusaciones, y mucho menos que pusiera mi Thompson en su cara.
- Y el peor de todos... Le di la dirección de mi hermana para que le mandara dinero, por eso la encontraron. Pudieron haberla matado Nestor.- Elisa gritó histérica mientras terminaba de roer sus amarras y se liberaba. La confusión de Elisa corriendo entre los torcidos pilares para lanzarse al agua fue lo único que evitó que jalara el gatillo.
- Dios mío Percy, tienes razón.- Eva bajó mi arma y apuntó su revólver al cuello de Nestor.- Mató a Silas, el maldito nos usó desde el principio. ¿Crees que podamos confiar en los otros?
- No sé, el maldito ese es Vander van Soest.
- Tienes razón.- Eva se volteó y me disparó en la pierna. Caí al suelo y levanté el arma, pero fue muy tarde. Eva Fontaine sonrió y me dio un culatazo en la cabeza. La miré desde el suelo mientras las luces se apagaban. Lo último que dijo fue.- Descuida, te comerá a ti primero y será indoloro.

CARTA DE VANDER VAN SOEST
1 de septiembre, 1850
Peter Orne,
La locura que me ha aquejado todo el año se debió a un ajuste de perspectiva. Como bien sabes eso es normal entre nosotros. Quienes no están dispuestos a aceptar que son menos que polvo en el gran abismo infinito del caos pierden la cordura. Aquellos que se sobreponen, como tú y yo, somos capaces de alcanzar grandes cosas en honor a los Otros dioses, a los Verdaderos Dioses. Gente como tú o como Antonescu han sido receptáculos de una sabiduría transhumana. Yo he logrado más, y por eso me llaman con afecto “su alteza macabra”. Lo que yo he logrado, no creo que nadie pueda duplicarlo jamás. He visto el horror en los rostros de miles de personas. He lamido el sudor que solo aparece con el pánico que suscita encontrarse con un cuchillo enterrado en las vísceras. Me he visto a mismo en los ojos aterrorizados de docenas de mujeres que, con indescriptible horror que satisface a nuestros oscuros amos, me miran mientras devoro sus entrañas calientes. He estado en los pilares de Carcosa, he visto la explosión de estrellas moribundas más allá de las Pléyades, he montado a Ithaqua, he acariciado al Durmiente y sentido el pulsar de Yog-Sothoth. Es por eso que me han honrado con su amistad, su asistencia, su dinero y su lealtad.

            Me he sobrepuesto a la locura asesina y he entendido algo que va más allá de lo que ustedes podrían siquiera imaginar. He visto lo ínfima que es la existencia humana y, con toda sinceridad, me parte de la risa. Más allá de los horrores, la sangre, los sacrificios, los parásitos extradimensionales que prácticamente convocamos para nuestra diversión, y más allá incluso de los dioses, reside la eterna e infinita ironía de la existencia. Y me parte de la risa. La determinación fogosa que por siglos me impulsaron a avanzar en nuestro glorioso sendero de miedo consumía mis esfuerzos. Lo francamente hilarante de la ironía universal me da vida.

            Contentaré al ridículo culto que me enviaste al abrir el pasaje, pero sólo lo haré para ofrecerlos como sacrificio y después cerraré las vías para siempre. Para cuando leas esto ya será demasiado tarde. ¿Para qué quiero un planeta entero si no me puedo reír de gente como tú? Con las vías cerradas me quedaré con todos estos maravillosos poderes, con todo su dinero y con mi preciada inmortalidad. Mi última burla al mundo será dejar de ser Vander van Soest.

En mi defensa, lo debiste haber visto venir. Después de todo, soy un pirata de corazón.
Riéndome de ti por toda una eternidad de lujos y placeres, tu Alteza macabra,
Vander van Soest.

Post-data JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA JA

REPORTE DE VANDER VAN SOEST
Sobre lo ocurrido el 23 de mayo, 1928 y para completar la entrada del diario de Percy Collins.

            Cuando Eva Fontaine le disparó y desmayó a Percy Collins, Julia la mató con su rifle con una pala justo en el temple. Habíamos escuchado toda su discusión, pero aquello no convencía a Benson. Se lanzó encima de mí mientras Julia y yo corríamos por la ciudad sumergida, disparándole a Nestor quien cargó los explosivos submarinos en su cinturón y se lanzó al agua. Nos deslizamos por el limo hasta las sogas que la expedición de Nestor había llevado y James trató de usarla para ahorcarme. En su histeria sus esfuerzos eran el doble de fuertes y, de no haber sido por Julia, me habría matado ahí mismo.
- Este no es momento, lo matas después.- Dijo Julia.- Yo tampoco le confío.
- Regresa al barco James, no creo que logremos matar a Nestor.- James me golpeó en la nariz y caí sentado.- Supongo que me lo merezco.
- Te mereces un cuchillo en la garganta.
- No hay tiempo, Nestor se lanzó al agua para volar los sellos.- Julia me levantó del suelo.- ¿Qué hacemos?
- Nos zambullimos. Trae tu arpón.

            Julia y yo nos echamos al agua, y al ver hacia arriba pude ver que el cielo cambiaba de color. Estaba pasando, Yog-Sothoth cruzaría la Puerta en cualquier momento. Los sellos de la entrada del templo de R’lyeh no estaban lejos y Nestor ya había colocado un explosivo. La otra mujer, Elisa Ellery, se convirtió en un híbrido entre humano y batracio y nadando a velocidades increíbles instaló otro. Julia, azul de tanto aguantar la respiración, le disparó su arpón dándole justo en la pierna y, jalando de la cuerda, regresó a la superficie.

            Yo aprendí a aguantar la respiración por quince minutos en Singapur, pero mi ventaja era limitada, pues los Profundos empezaban a salir de sus cavernas. Aquellos peces con cuerpo humano no parecían interesados en nosotros, en cambio buscaban despertar a la progenie de Cthulhu en lo más profundo y, cuando eso pasara ellos dominarían las aguas. Logré quitar una de las minas entre aquellas columnas de 45º que parecían apuntas a todas partes. En la confusión no pude ver a Nestor, quien nadaba justo detrás de mí y consiguió cortarme con su largo cuchillo. Nadé entre los anchos picos sobre la entrada del templo, escondiéndome de sus furiosos ataques. En aquellas aguas aceitosas y mugrientas no vi la cuerda hasta que me golpeó en la cabeza. Julia tiene su carácter, pero también su sentido del humor. Me aferré de la cuerda y dejé que Nestor se acercara a mí. Me apuñaló en el hombro y ésta vez le agarré de la muñeca, jalando la cuerda con la otra mano.

            Nestor se removía histérico. Los Profundos habían despertado a la progenie de Cthulhu en sus celdas submarinas y por el resplandor en sus ojos pude ver que no estaban felices de verme de nuevo. La cuerda subió rápidamente y levanté mis piernas a tiempo antes que un enorme tentáculo pudiera agarrarlo. Julia me ayudó a levantarme y con ayuda de Benson jalamos a Nestor. Trató de huir hacia las columnas, pero James le disparó en la cabeza repetidas veces. Elisa Ellery se había transformado completamente en una criatura del mar, y ahora estaba muerta sofocada. Les alerté de la progenie y corrimos de la orilla. Julia recordaba esos enormes tentáculos de su encuentro cercano en Australia. Fue entonces cuando miré al cielo, era el mismo espacio sideral que habíamos visto desde el barco, pero era peor. La Puerta estaba ahí, pero muy lejos. Algo empezaba a salir, congelado desde hacía millones de años. Algo tan grande como una ciudad, algo que se acercaba cada vez más. Algo que, detrás de todo ese hielo, nos miraba con sus tres pupilas.

            Benson gritó y señaló el cuerpo de Nestor, que estaba de pie y sin parte del cráneo. El tronido de la caja torácica era inconfundible. Su cuerpo de hinchó hasta proporciones cómicas, y después la piel comenzó a partirse. La parte inferior seguía siendo la misma, pero la parte superior era una especie de aterrador y repulsivo árbol con un tronco que pulsaba y enormes venas, sus ramas se deslizaban como serpientes y variaban en tamaño. Si existe un árbol de la vida, aquel era el árbol de la muerte. Sus raíces le sostuvieron de pie al cuerpo de Nestor, mientras que continuaba ascendiendo y lanzando sus ramas. El ojo, y toda la criatura congelada, continuaba acercándose. El hielo empezaba a partirse. El ojo medía docenas de kilómetros de largo y pronto ocuparía todo el cielo. Pronto se tocarían. Pronto estaríamos en el apocalíptico epicentro del renacimiento de los Antiguos. Las raíces que empezaban a cubrir a todo R’lyeh romperían los sellos y, cuando se tocara aquel árbol de la muerte con uno de los ojos de Yog-Sothoth, entonces todo estaría terminado.
- No toquen las raíces.- Corrimos entre los pilares, saltando sobre las raíces y agachándonos de los golpes de aquellos tentáculos furiosos. Llegamos a la selva y miramos a los tentáculos que salían del mar, ahora eran casi diez de ellos. Pronto serían cien.- James, necesito que confíes en mí.
- Eres Vander van Soest, no me pidas eso.- Benson estaba pálido y temblaba como una hoja.
- El destino de toda la humanidad está sobre tus hombros. Yo sé que es injusto pedírtelo, pero la única manera de detener el ascenso de R’lyeh es con el barco. Está anclado del otro lado de esta selva, a un lado de una de las entradas del río. Tienes que meter el barco, y asegúrate que tenga mucha gasolina. La progenie de Cthulhu hará el resto.
- Pero quedaremos atrapados.
- Ahí entra la parte de la confianza. Lo haría yo, pero tengo que lidiar con eso.- Los Profundos empezaban a salir a la superficie, conforme R’lyeh temblaba y ascendía poco a poco.- Julia, tú quédate aquí y ayuda a James a saltar del barco cuando lo meta.

            Corrí de regreso a R’lyeh y recuperé el cuerpo de Percy. Me quedé con la Thompson mientras Julia le llevaba a un lugar seguro. Los Profundos son increíblemente veloces en el agua, y sus garras son capaces de reventar el caso de barcos pequeños, pero su escamosa piel no es muy dura. Me defendí de sus avances, mientras esquivaba las ramas serpentinas del árbol que ahora medía más de cien metros de altura y sus raíces debía estar cubriendo gran parte de R’lyeh. Los Profundos venían específicamente por mí, y contaba con eso. Quizás los demás tendrían la oportunidad de escapar.

            El ojo sobre nosotros cubría todo el horizonte y me miraba a mí. Me quería de regreso. El olor de la pólvora era lo único que mitigaba el nauseabundo hedor del mar muerto. Muerto más allá de toda muerte. Cuando se acabaron las balas de la Thompson usé los dos revólveres. El barco entraba por el río que era apenas lo suficientemente grande para dejarlo pasar. Miré de reojo al árbol de la muerte, pulsaba con una vida maligna y los hielos más grandes crujieron, era el cuerpo de Yog-Sothoth saliendo de las aperturas de la Puerta. Las balas se me acabaron cuando Benson saltaba del barco hacia la selva. Tres enormes tentáculos se habían agarrado del barco. James usó el ácido que quedaba para hacer una bomba. La explosión fue feroz y me lanzó al suelo. El barco se hundió justo frente a la entrada del templo del dios dormido. No era suficiente, pero podría retrasar el apocalipsis. Sin balas, aún mareado por la explosión, y apenas armado con un cuchillo de cazador me defendí de los Profundos. Uno de ellos se lanzó sobre mí, mientras que otro metía sus garras en mi herida del hombro. Mis gritos de dolor solo les animaban más. Debía saberlo, yo lo había visto miles de veces. Uno de la progenie de Cthulhu debió haberme olido cerca, pues su tentáculo reptaba por entre las ruinas ardientes del barco “Old Glory”. Sostuve el cuello del Profundo sobre mí, sus colmillos a centímetros de mi cara.

            El disparo fue increíblemente certero. El Profundo cayó muerto. Hubo otro disparo, y después otro. Julia y su excelente puntería me habían salvado la vida. Benson me ofreció la mano y me ayudó a levantarme.
- No podíamos dejar que te mataran.
- Quizás haya sido en vano.- Señalé al cielo mientras corríamos a la selva. Una punta del hielo cósmico estaba a un metro del árbol, ahora tan grande que su tronco ocupaba casi todo el espacio de la fracción superficial de R’lyeh.
- Quizás, pero al menos peleamos.- Al ver lo que quedaba del cuerpo de Nestor Cusamano se me ocurrió la idea.
- ¿Tienes un arma?

            Tomé su revólver y les grité que corrieran a la playa del otro lado de la selva. Uno de los Profundos corría hacia mí con sus cuatro extremidades, como un perro subido del infierno submarino para arrastrarme con él a una eternidad de tormentos. Le disparé justo entre los ojos mientras corría entre los pilares, ahora cubiertos totalmente por sus raíces. Me deslicé debajo de una gruesa rama que se extendía hasta el mar. Seguí avanzando hacia mi muerte con calma, aún sabiendo que la punta del árbol de la muerte comenzaba ya a flirtear con los hielos cósmicos que se reventaban sobre nosotros con unos crujidos tan potentes que sonaban como cañones. Le disparé a otros dos profundos mientras que con el cuchillo me habría paso entre las lianas y las ramas hacia el tronco. Nestor se había dejado el cinturón de explosivos submarinos. Jalé todos los interruptores de todas las bombas y salí corriendo. Mirando sobre mi hombro noté que los Profundos no me perseguían, sino que miraban al cielo. El hielo en uno de los ojos de Yog-Sothoth se cuarteó seguido de un grito gutural e infinitamente lejano. El agua de R’lyeh se iluminó de verde brillante desde su base cuando me adentraba en la selva.

            El sonido fue ensordecedor. El espacio entero chillaba aumentado por el eco de incontables galaxias de lejanía. Empujé a Julia y a James, quien cargaba a Percy como costal, al agua cuando las bombas explotaron. Fue un segundo sonido ensordecedor, pero éste fue seguido de un resplandor enceguecedor. La explosión evaporizó el pequeño estrecho de selva y nos lanzó varios metros al agua. Nos sumergimos lo más posible mientras que la gigantesca bola de fuego lo cubría todo a kilómetros de distancia. Cuando emergimos ya no quedaba nada de la selva, ni nada de aquel diabólico árbol de la muerte. El cielo, en un parpadeo, regresó a su azul normal. Nos habíamos salvado. Estábamos demasiado agotados para celebrar. Caminamos hacia el lago central para ver lo que quedaba de Nestor Cusamano, poco menos que cenizas. La ciudad, y todos los horrores que en ella habitan, regresaron a su lugar. Apliqué un torniquete con mi camisa ensangrentada y me quité mi medallón de dragón para apretarlo repetidas veces.
- Te dije que algún día me salvaría la vida.

DIARIO DE VANDER VAN SOEST
19 de noviembre, 1890
            Ésta será mi última anotación, ahora que empiezo a vivir mi último capítulo de mi vida. Entré en contacto con el club Enoc en Berlín. Sabían quién era y me acogieron como a un héroe, pero yo no me siento así. No solo por las monstruosidades que cometí bajo el influjo de esa perversa idolatría, sino porque no pude cerrar los caminos a tiempo. Ese idiota tenía que jugar a ser el héroe. ¿Por qué no pudieron detenerme antes, cuando estaba seducido por las oscuras promesas? Me tenían que detener cuando hacía lo único bueno en toda mi vida.

            Parece que los dioses tuvieron su venganza. Conservo algo de mis habilidades mágicas y de una inmortalidad que no requiere de elixir alguno. Eso no es bendición, es el retorcido humor del cosmos. Viviré para atestiguar el fin del mundo. Vendrán por mí y mostrarán conmigo la vileza, la saña y la crueldad más insólita. Pero no cuentan con que sea, en el fondo, un pirata. Pelearé para ganarme cada segundo del poco tiempo que me queda. Haré trampa. No puedo ganar, pero vale la pena pelear.

            Me cambié el nombre legalmente a Victor van Allen después de entregar todos mis papales al club Enoc. Me dejaron matar a Peter Orne yo mismo. Uno menos, faltan cientos. Tendrán este diario y todas mis anotaciones. Con mi ayuda el club busca mantener cerrado el paso a los Antiguos y a los que moran en pesadillas más allá de las estrellas.

REPORTE FINAL
6 de agosto, 1928
            Le había telegrafiado las coordenadas a Pierre y Benson había tenido el buen tino de salvar uno de los botes salvavidas del Old Glory. En el largo viaje les expliqué que ya no era el pirata hechicero y creo que me creyeron. La señal del medallón fue lo suficientemente fuerte para ser captada desde el aire y nos recogieron al día siguiente. Insistí en que todos me acompañaran a Alemania. Especialmente Percy, cuya herida se había infectado.

            Investigaciones posteriores muestran que Manolo Nestor Cusamano era un mago de la Golden Dawn y que entró en contacto con los Impuros en Roma. Tardó más de dos años en organizar todo el montaje con su hermana Eva, quien se hacía pasar por Eva Michelle Fontaine. Necesitaban de mano de obra, por eso el encubrimiento. Los otros diarios seguían en el barco en que el grupo de Percy llegó al atolón y los pudimos recobrar sin problemas.

            La información recopilada a lo largo de la expedición ya ha empezado a rendir frutos. Con las muertes de Antonescu e ibn Kaliq fallecen las dos únicas personas que podrían reconocerme como Vander van Soest, y mentiría si digo que no se sintió bien el eliminarlos.

            Percy Adam Collins se mejoró y se mudó a vivir con su hermana Miriam en Chicago. El club ha contratado un detective privado para protegerlos, sólo por si acaso. Julia Annet Delon entra y sale de hospitales psiquiátricos y ha aceptado trabajar para el club. Su única condición es que no quiere involucrarse con nada que implique viajar. James Samuel Benson regresó al clero y aún mantiene correspondencia con Ewa O’neal. James oficia misa aquí mismo en Berlin, aunque tuve que insistir mucho para que aceptara. Lo quiero tener cerca, después de todo es la única familia que tengo. Asisto cada domingo, incluso dejo que confiese mis horrores. Parece hacerlo feliz, así que lo hago.

            En cuanto a mí persona, solicito urgentemente unas largas y tranquilas vacaciones. Al menos hasta que los cultos se calmen, como parece que lo han estado haciendo en Sudamérica, y hasta que nuestros agentes del club eliminen a los Impuros con los que nos topamos en nuestro viaje. Después de mis vacaciones me gustaría que me asignaran algo más tranquilo, como el proyecto mecánico en el que trabaja el club Enoc, ese misterioso “proyecto Frost” del que tanto he oído, sobre esas extrañas botellas con péndulos.

Sea como sea, es bueno estar en casa. Quedo a sus órdenes,
Victor van Allen.

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