jueves, 23 de julio de 2015

En los días del incendio (Parte 2 de 2) Novela noir

Continuación de la primera parte.

4.- El gran incendio

Jefe Orren niega la existencia de  la llamada “mafia negra”,
aunque fuentes internas afirman que han expulsado a la familia Badessi de Morton


            Las semanas que siguieron al fracaso de Lundy y Carson estuvieron bañadas en sangre. Invertimos, junto con Tito, ingentes cantidades de dinero para asesinos de fuera. Tito daba las armas y la asistencia. Nosotros tres dábamos el lugar y la fecha. Se acabaron los camellos de Cornell Williams. Los italianos que les suplían no sabían qué hacer. Dejamos a la prostitución a un lado, esas chicas hubieran salido a venderse con o sin chulos. Quince mil dólares en una semana. Ejecutado, levantado, envuelto en bolsas negras, y llevado fuera de la ciudad para ser incinerado. Para cuando Cornell se dio cuenta que sus ingresos bajaban a la mitad, ya era demasiado tarde. Le pidió ayuda a los grasientos, pero se dieron cuenta que no valía la pena. Jugaron su mano y perdieron. Uno de los tenientes de Enrico y Tomasso Badessi es juzgado por el asesinato de Hugh Reddding. No sacan suficiente dinero de los negros, así que prefieren quedarse en Baltic, apenas invertir unos puntos en negocios tangenciales de Cornell, pero el mensaje es claro, ganamos la batalla. La mafia negra de Sandoval controla el flujo de cocaína y heroína. Todo en picaderos. Todo discreto. Todo ganancia.


            Trevor se convierte en el contador. Él se encarga de guardar el efectivo en la caja de seguridad y de contarlo. Él nos reparte nuestro salario secundario cada semana. Un poco de dinero para quemar. Lynch lo usa todo en sus diversiones de fin de semana. Trevor trata de sobornar la inquieta conciencia de su esposa con regalos caros. Ella sospecha que hay otra mujer. Wyms no puede terminar de convencerla. No mi amor, no es otra mujer, son kilos de polvo los que nos separan. En cuanto a mí, mi experimento alquímico continúa. He perdido la cuenta de todas las orquídeas. Hay noches que sé que no será suficiente. Hay noches que la sigo del trabajo a su casa. Está cansada, se detiene a comer algo, llega a su casa con el diario bajo el brazo y ve televisión por una hora. La he espiado a través de las cortinas mientras se hace de cenar. Tengo que ser cuidadoso, no quiero asustar a los vecinos. Mañana, tarde y noche. Lo he visto todo. Me rompe el corazón cuando la veo salir en la tarde, desarreglada y a medio vestir. Tiene un amante. Probablemente el vecino que hace paradas regulares por azúcar o café. Quizás el plomero que la atiende en varias ocasiones. Sea como sea, la orquídea nació en mí. Germinó con Oakley, estalló con la casa del horror. La paranoia ha hecho que crezca fuerte, con las flores en casa de Brenton Tauroso y de Ronald Parsons. Quizás no sea nada. Pero en mi segunda excursión para hojear su lista de servicios encuentro la casa de Taruso. La mejor florería en Morton, quizás eso explica todo. Pero estoy más allá de las explicaciones. Se sale de control. Yo lo sé, Lynch lo sabe, y el fantasma de Mariana Dreyfus que me visita cada noche lo sabe también.

            El trato con Taruso y Wright despeja mi mente. No quieren hacer negocios con negros, así que nos necesitan. Expulsamos a los italianos de Morton, aunque sea temporalmente, así que nos aman. Aún así, no hay que confundir negocios y placer. Trevor y Henry han estado preguntando a los obreros en la empaquetadora de carnes sobre el camión viejo que fue usado en los secuestros del caso de la casa del horror. No han conseguido nada. Incluso con los obreros más ingenuos, por más que fingían que querían comprarla, o preguntan sobre los camiones que han visto, no han obtenido nada. Eso me tranquiliza. Sería una lástima arruinar algo tan lucrativo por algo tan detestable.

            Taruso y Wright también han hecho su tarea con nosotros. De vez en cuando nos siguen de un lado a otro, o usan a sus empleados para hacerlo. No los culpo. Yo hago lo mismo. Brenton es el cerebro de la operación, no hay duda. Él es quien trae el producto desde la frontera. Él es quién desarrolló el plan de negocios. Hugo Wright es el músculo. Se conocieron desde chicos, Wright siempre lo defendían de los niños más grandes. Mientras Brenton Taruso se graduaba de la universidad con un título en negocios, Wright era mecánico y boxeador en peleas ilegales. Taruso desarrolló los conectes y trajo a Wright con él. Algo que Hugo nunca olvidará.
- Es un amigo Larry, ¿me entiendes? Le confío con mi vida.- Hugo golpea las carnes que cuelgan congeladas mientras me fumo un cigarro.- No deberías fumar, te debilita.
- ¿Quién necesita condición física cuando tiene un arma y mi habilidad de enredar las cosas?
- Yo no Larry, ¿yo? Tengo que vencer para avanzar.- Se detiene y me señala la carne. Le miro sin saber qué decir.- ¿No te parece una belleza?
- Sí, estaba pensando en pedirle matrimonio.
- Crecí rodeado de carne. Entrenaba en congeladores desde que tenía quince años. En esa época estaba rodeado de perras en la puerta babeando por mí.- Trato de no reírme.- Aprendes mucho sobre la carne. ¿Tienes idea en cuántas comidas y cenas se convertirá este bellísimo lomo? En lugares finos, más de veinte. En Morton, más de cincuenta. Los negros comen lo que sea, ¿para qué darles algo mejor? Puedo ver cualquier carne colgando y sé cuántos platos llenan. Es algo familiar. Todos mis primos están en la industria de la comida. ¿Cuánto crees que vale este pedazo?
- No sé Hugo, ¿cuánto vale, mil dólares?- Wright se ríe y usa un cuchillo para separar el hielo de la carne, y después descoser unas costuras.
- Trata más como setenta.- Cosidos dentro de la carne hay paquetes de cocaína.- ¿No es genial? Se le ocurrió a Brenton, él es muy inteligente. La poli abre el camión y ve carne congelada. No se acerca a ver las costuras. Solo alguien como yo lo haría.
- Meter la droga en carne, es buena idea.
- Y en pescado. Es más tardado y necesitas tener bien pagados a los obreros, pero se puede hacer. La chota nunca abre los pescados para ver qué hay adentro. Alguien compra el pescado y se lleva unos mil dólares de producto.
- Lo único de lo que me lamento es no haberlos encontrado antes. Si haces tanto dinero, ¿dónde están esas perras que babeaban por ti viéndote entrenar?
- Las consigo por mis propios medios, miran esta cara y saben que hablan con un hombre.- Reprimo mi risa tan fuerte que por un momento siento que no volveré a reír.
- ¿Oz?- Henry entra y empieza a temblar de frío.- Deberíamos regresar, es tarde.

            Policías modelos. Puntuales. Ordenados. Profesionales. Dejamos pasar lo de Carson. Fuera de nuestras actividades extracurriculares nos mantenemos limpios. Al principio, cuando el caso Collins les estalló en la cara al gran Zeus y a Carson todos nos veían raro. Sospechaban. Al diablo la sospecha, es mejor ser sospechoso y libre que honesto y en prisión. Poco a poco todos lo olvidan. Percy ni siquiera lo consideró. Galton lo dejó por la paz y se enterró en su trabajo. Carson no lo deja ir, pero está fuera de la correa de Lundy por ahora. Y por los demás detectives y uniformados, no me podría importar menos. Henry suspiró aliviado y siguió con su vida. Trevor quedó asustado, pero no tanto como para dejar pasar la oportunidad con Wright y Taruso. En cuanto a mí, el remordimiento de haber hecho que Trevor matara a Mariana aún pesa sobre lo que queda de mi conciencia, que no es mucha.
- Oz,- John Galton me aborda en cuanto entro.- no le digas al teniente Percy, pero sigo trabajando el caso de la casa del horror.
- ¿De qué hablas? Todos aquí lo sabemos. Sobre todo Percy, y no le importa un comino.
- Como sea, pero creo que tengo algo que podrías usar.- Me detengo en seco y espero a que busque entre sus anotaciones.- Sí, he estado rastreando otras víctimas de secuestro y hablado con varias prostitutas que podrían conocer a las prostis desaparecidas.
- Si esperas que crea que abordas prostis solo para hablar con ellas,  estás soñando Jack.
- Sí, muy gracioso. Claramente soy miembro del club de fans del herpes. Pero escucha esto. Algunas chicas trabajadoras dicen que las desaparecidas fueron contratadas por un hombre ancho y con bigote y a veces por una mujer rubia de piel tostada. Otras dicen que es de pelo negro, otras dicen que es blanca y el sujeto es grande y moreno. Deberías alertar a las prostis que conoces.
- Sí claro Jack, les haré saber que un hombre corpulento, blanco o moreno, que usa bigote y una mujer que podría ser rubia o de pelo negro, que podría ser morena o blanca son peligrosos. Eso califica a Lynch, Carson y a la mitad del precinto. Eso cubre casi todos los clientes que tienen. Y sin duda las lesbianas que las contratan.- Galton no está feliz. Suspiro y me froto los ojos, tratando de pensar en algo qué decir.- Hazme un favor Jack, dame una descripción concreta. Aunque sea dime lo que la mayoría ha dicho y entonces hago el recorrido por la ruta del placer fácil.
- La mayoría dicen que el hombre corpulento es blanco y la mujer morena y muy rubia. Aún así, veré cuál descripción aparece más.- Habla más con él mismo que conmigo y regresa a su escritorio. Percy se ríe desde el marco de la cafetería y me acerco.
- ¿Dónde están mis muchachos?
- Trabajando en el papeleo que has estado posponiendo por tantos días.
- Los beneficios de estar arriba.
- Ese Galton no se da por vencido, ¿no es cierto?
- Eso parece. Es buen detective.
- Sí, uno de mis mejores.- Voy a decir algo, pero me detiene con un gesto de la mano con la que come rosquillas.- No te pongas macho Oz.
- ¿Al menos me regalas una dona?- Percy levanta la caja de la mesa y me convida con una.- Somos un cliché Percy, ¿lo sabías?
- Sí, y hablando de clichés. El capitán Lundy aún no consigue posicionarse en el departamento de Justicia, dos strikes Oakley y Collins. No anda tras de ti, no te preocupes. No que yo sepa, al menos. Ha lanzado a Carson del Monte Olimpo de regreso a la tierra de los comunes. Carson anda metido en casos de negros en vez de quemar policías. Pobrecito, hasta escucho los violines.
- ¿Qué has sabido de mi solicitud de transferencia?
- No te lo quería decir Oz.- Se termina su dona. Me deja en suspenso.- Fue denegada. Según escucho uno de los jefes usó la expresión “sociópata corrupto”. Hay quienes te creen culpable de la muerte de Oakley. Lo siento viejo.
- Ni modo. Morton será.- Carson entra a la cafetería. La tensión se corta con cuchillo.
- Oye Pete, ¿cómo sigues en el caso Shane Parker?
- Revise su casa, donde lo mataron y sus negocios. Tiene un carrito de perros calientes en Baltic, un taxi y una zapatería, “Los príncipes”.
- ¿Sospechosos?
- Te doy una pista, no es blanco.
- Si necesitas ayuda, avísame.- No sé porqué lo digo. Supongo que era lo mejor que podía decir. Al parecer Carson no puede registrar lo que digo. Se queda con la coca-cola en la mano mirándome a los ojos. Trata de descifrar qué ángulo estoy jugando. Entendible.- En serio.
- Gracias Oz, pero creo que lo tengo controlado por ahora.- Sale de la cafetería y Percy trata de no reírse de mí. No lo logra.
- Solo trato de ser amable George, porque después de todo los pelirrojos somos amables.
- Sí, como no.

La radio, al fondo, pide hablar con el teniente. Lo sigo y le hago un gesto a mis muchachos a que me acompañen. No se ven muy decepcionados de dejar el papeleo a medios. Nos quedamos detrás de la calavera ambulante que es George Percy, pero no conseguimos escuchar lo que se dice del otro lado. Percy deja la radio, agradece al oficial y nos mira. Está cansado. No es bueno.
- Encontraron un cadáver en el basurero municipal. Una mujer. Tiene marcas de tortura y látigo. La identificaron como una Julia Rivers. Es de Morton.
- Nos ocuparemos de ella.
- Sí, pero tendría que decirle a Galton sobre esto. Pobre Jack lo asociará a la casa del horror de inmediato. Ya es lo suficientemente malo que se lleve esos expedientes a casa.
- Quizás si esté relacionado.
- Maldita sea Ozfelian, no quiero que manejen un caso como si estuvieran seguros de que es algo que quizás no es. No digo que no pueda ser, de hecho todos estábamos seguros que encontraríamos muchísimos cadáveres de prostis torturadas, solo digo que investiguen esto como si fuera cualquier otro caso.
- ¿Ebrios y violentos?
- Muy gracioso Lynch, gracias por tu contribución.- Nos quedamos ahí mirándolo como idiotas y Percy nos bendice con una mano.- ¿Qué están esperando?

            Como Lynch fue el gracioso, él se queda para ubicar los padres de Julia Rivers. Wyms y yo salimos a la calle para cazar proxenetas. Empezamos por los de Cornell Williams. A éstas alturas es prácticamente un deporte. Conozco el domicilio de algunos. Derribamos puertas. Zarandeamos. Confiscamos. Interrogamos con la ayuda de lámparas o radios. En una hora conseguimos el nombre y la dirección. Lebron Massie vive en un departamento miniatura en la peor zona de Morton. Largos corredores de puertas abiertas. Negros inyectándose en el marco de la puerta. Una prosti sin dientes se ofrece. El asco impide que la abofetee. Abrimos la puerta de Massie de una patada y Trevor llega a él antes que pueda salir por la ventana. Me quedo con el poco dinero que hay a la vista mientras Wyms lo sienta en una vieja silla metálica. Me robo tres cervezas. Nos sentamos a charlar como viejos amigos. El chulo tiene un ojo morado. No le importa, no tiene miedo. Lebron es estúpido o cínico y no sé cuál es peor. Acepta el juego y se rasca la entrepierna mientras se enciende un cigarro y me ofrece uno.
- El mago de Oz. Siempre me pregunté cuándo aparecerías.
- ¿Qué puedo decir? Soy famoso. ¿Cómo estás Lebron?
- No me quejo. Jugando y viviendo más que nada. Espero que no te quieras quedar con mi establo. Las trato bien, lo prometo. Conozco tus reglas.
- ¿Mis reglas? Si siguieras mis reglas Massie, no las tendrías en la calle. Son épocas violentas. Encontramos una chica de la noche, Julia Rivers, en el basurero. Fue torturada antes de morir, y me dicen que tú la padroteabas.
- No viejo, te mintieron.
- Lebron, quiero que escuches lo que te voy a decir.- Le doy una fumada al cigarro y lo sostengo frente a sus ojos.- Me vuelves a mentir y apagaré este cigarro en tus genitales. Mi amigo te atará de pies y manos con la cuerda de la cortina. ¿Crees que a tus vecinos les importará? Lo he hecho docenas de veces y siempre funciona. Así que por favor, decide si ésta será una charla amigable o si tendré que ponerme medieval contigo.
- Está bien. Ella trabajaba para mí, pero no la maté. ¿Por qué lo haría? Era buena trabajadora. No la he visto en mucho tiempo. Pensé que había escapado. Eso pasa. No le dije a nadie porque es una vergüenza que una perra se escape del jardín.
- ¿Dónde trabajan tus empleadas?
- La esquina de Colorado y Grass.
- ¿Quién te dio ese ojo morado?
- No me acuerdo.
- Cigarro Lebron, piensa en el cigarro.
- Una de mis perras.
- Debe ser la perra más fuerte del mundo, porque por poco te fractura el cráneo.
- Usó un bat. ¿Feliz?- Le doy un trago a la cerveza y me termino el cigarro.
- No te alegres tanto Lebron, tengo muchos cigarros.
- ¿Qué más quieren de mí? Sí era una de mis chicas, sí desapareció y no, no la maté. Ella siempre hablaba de escapar, pero eso dicen todas. Todas las zorras que conozco tienen su cantaleta de cómo ésta noche es la última noche. O sobre cómo si tan solo pudiera dejar de fumar crack podría ahorrar lo suficiente para irme de aquí y ser feliz en el mágico mundo de la fantasía. ¡Pero no lo hacen! Pensé que esa zorra estaría trabajando para alguien más. Quién sabe, quizás lo hizo.
 - Gracias por la cerveza.- Me detengo al ver la cocaína en el mostrador de la cocina.
- Vamos viejo, fui bueno.
- ¿No has oído? Ésta porquería se come tu cerebro.- Tiró el contenido de la bolsa por la ventana. Lebron se levanta, pero Wyms coloca el cañón de su arma en la nuca.
- Está bien, me comporto. Solamente váyanse por favor.

            Hablamos con Henry, tiene una dirección de hotel y habitación. Nos alcanza al hotel en Baltic, un cuatro estrellas y no dejo de chiflar de sorpresa al ver que los pisos están limpios, las lámparas funcionan y hay un piano de cola tocando en el bar. Justo cuando pensamos que los preocupados padres serán ciudadanos modelos, nos encontramos con dos junkies en ropa interior. Las cortinas han estado cerradas por días, el cuarto apesta a marihuana y humo de crack. Es obvio que la señora de la limpieza no se detiene en ese cuarto. No tienen nada interesante que decir, no la han visto en muchos meses. Con padres como esos, no la culpo. Trevor quiere tirar las drogas por la ventana, pero no lo dejo.
- Déjalos que se mueran.

            Llamamos al precinto para comunicarle a Percy lo poco que tenemos. Obviamente Galton está interesado. Obviamente arrastró a Carson a ayudarle en caso. Obviamente está seguro que es la casa del horror. Jack es bueno, así que le pido que busque información de su pasado y vuelva a revisar el caso que tanto le obsesiona. Nosotros nos concentraremos en sus compañeras de trabajo. Sabemos por dónde empezar, la esquina de Colorado y Grass, justo en el distrito rojo del placer. Clausuramos una casa de opio hace una semana. Siete días después de estar cerrado se ha convertido en picadero y motel improvisado para las chicas que recorren la acera en altos tacones y pequeñas faldas. El ciclo de la maldita vida.

Sus chulos fuman algo más que tabaco en sus autos. Preparados para salir volando si llegan patrullas. Trevor se acerca caminando al auto, se agacha frente a la cajuela y con su cuchillo destroza las llantas. Antes que los negros puedan reaccionar Henry se asoma por la ventana y les apunta con el revólver. Los dejarán ahí mientras hablo con las chicas, no quiero que se asusten de hablar frente a sus jefes.
- Aunque no lo crean, es por su bien.- Me acerco con la placa en la mano. No tiene sentido engañarlas.- Saben cómo funciona, la que corre la alcanzo y arresto por posesión de lo que sea que esté cargando en mi abrigo.
- Nos estás costando billetes viejo, hazlo rápido.
- Muy bien, acérquense todas.- Saco un poco de mi dinero para quemar y engraso sus manos. Quinientos dólares repartidos en segundos. Ahora tengo su atención.- Encontramos el cuerpo de Julia Rivers, fue torturada y abandonada en el basurero. El que lo hizo se lo puede hacer a ustedes, de hecho Julia no fue la primera, pero podemos hacer que sea la última. No se meterán en problemas, tienen mi palabra. ¿Quién aquí la conoció?
- Yo.- Una negra flaca en chancletas alza la mano.
- ¿Cómo te llamas?
- Candy.
- Sí, seguro. No importa tú nombre. ¿Trabajaste para el mismo chulo?
- ¿Lebron?
- No, ese negro es un cualquiera. Mi papi me consiente.
- Claro, por eso estás aquí primor. ¿Eran amigas?
- No realmente, pero siempre que iba por cigarros o condones me la encontraba en la tienda. Tomábamos café y hablábamos. Era muy inteligente. Demasiado para estar en este negocio.
- ¿A qué te refieres?
- Siempre hablaba de irse para que no terminara como su hermana. Nunca me dijo qué le pasó, pero no creo que haya sido nada lindo. Simplemente la dejé de ver y pensé que finalmente se había largado. Ahora veo que no. ¿Saben quién fue?
- Aún no, pero cuando lo sepa lo cortaré en pedazos pequeños y lo enviaré en cajas a su madre.- Les paso mi tarjeta a varias de ellas.- Si escuchan de clientes que torturan o casas que se dedican a torturar mujeres, avísenme. Quiero saber de cualquier sádico que lastima a cualquiera de ustedes. Pero no olviden mi regla, los tips falsos significan dedos rotos. No estoy aquí para resolver sus problemas personales. No me obliguen a lastimarlas.
- Sí oficial.- Se burla una. Tengo ganas de mostrarle el dorso de mi mano muy de cerca, pero su vida ya es lo suficientemente asquerosa.
- ¿Qué han dicho?- Alcanzo a Henry y Trevor, que han sacado a los chulos y los sentaron en la banqueta. Los dos negros están drogados, pero entienden la situación.
- Nada interesante. Quieren saber qué les hacemos a sus propiedades.
- Propiedades...- Me agacho de cuclillas y enciendo un cigarro.- Ustedes son tan graciosos. Eran esclavos por generaciones y ahora tienen esclavas. ¿Quieren que les pongan una cadena alrededor del cuello y les hagan partir piedras o algo así? Porque si los mandamos a prisión eso es lo que pasará. Eso y las violaciones tumultuosas.
- No tienen nada contra nosotros. Adelante, arréstame.
- No seas idiota no ha pasado nada.-  Le suelto un par de billetes de cien. Henry les quita las esposas y del piso levanto los churros para que sigan fumando.- Adelante, cortesía del departamento de policía. Vamos, no sean tímidos.
- Si insiste.
- No queremos arrestarlos. Sabemos que ustedes no fueron, y tampoco les pido que me vendan a algún amigo o conocido. No los haremos en delatores.
- Háblenos de Julia Rivers.- Dice Lynch mientras me siento en la banqueta a su lado. No me preocupa, Wyms les apunta de cerca.- ¿Realmente se escapó del establo de Lebron Massie?
- ¿Se escapó?- Los dos negros comenzaron a reír incontrolablemente. Lynch quiere patear a uno de ellos, pero le detengo con una señal. Drogados es mejor que asustados. Ni siquiera sabemos lo que buscamos. Mejor dejarlos hablar.- No hay vergüenza más grande.
- No olviden, la pobre chica está muerta.- Lynch no está de humor para negros marihuanos.
- Eso suele pasar viejo, es una profesión peligrosa. Recuerdo las dos mulatas que murieron en prisión, llevaban condones llenos de coca. Estallaron antes de tiempo.
- El viejo Oakley solía hacer esa clase de cosas.- Los tres nos quedamos helados.- Las usaba para todo. Creía que podía controlarlas como un ejército, pero ellas no querían.
- ¿Te acuerdas cómo nos burlamos cuando Wilbur perdió a esa Francis o Frenchie o algo así?- Los dos negros se partieron de la risa.- No dejamos de molestarlo.

            Empezaron a divagar y nos fuimos de ahí. La mención de Oakley nos dejó nerviosos a todos. No era nada sólido, pero con tan solo mencionarlo pensamos en Rick Patridge. Regresamos al precinto. Jack Galton ha tenido mejor suerte y nos espera en la entrada. Peter Carson está con él. Henry y Trevor ni siquiera lo miran.
- Galton encontró una familia que podría saber algo. La hija fue víctima de secuestro y en su declaración afirma haber visto un látigo.
- Frágil como el hielo, pero podría ser. ¿Tiene la dirección y los nombres?
- Familia Holland, Gilroy y Bertha, la hija se llama Lisa. Síganos.
- No, si llega un ejército se pondrán nerviosos. Henry, Trevor, quédense aquí y traten de relacionar prostis desaparecidas con sus proxenetas. Si no llegamos en una hora, pueden irse.
- Claro Larry.- Si las miradas mataran Carson ya estaría enterrado en pedazitos. Nunca le perdonaron que fuera tras un compañero policía. Yo no le di importancia. Hizo lo que Lundy le dijo que hiciera, ni más ni menos. Además, ¿quiénes somos nosotros para criticar su fibra moral?
- Vamos en mi auto.- Dice Jack. Galton maneja mientras Peter Carson lee un expediente. Ya es tarde. La hora fantasma. La guardia nocturna se está preparando. Las calles se pueblan de lo que existe bajo la piel de la ciudad.
- Ésa es la casa.- Carson señala una pequeña de una sola planta.- ¿Cómo lo manejamos?
- Ustedes dos hagan la entrevista.- Peter se sorprende. Soy el jefe indio Carson, fuma de mi pipa de la paz. Prefiero tenerte cerca que de enemigo.

            La casa es pequeña y humilde, pero bien arreglada. Gilroy es electricista. Veo su cinturón de herramientas colgando de su sillón. Es negro, pero no como los negros que a dos cuadras de distancia hacen unos miserables billetes a riesgo de sus vidas. Bertha es una mujer grande, pero de rostro expresivo y cansado. Lisa no se para de su silla, prefiere seguir comiendo. Galton nos presenta a todos. Le hace promesas a Gilroy y a Bertha que quizás no podamos cumplir. La determinación en el rostro de Jack los convence. Nos sentamos en la sala. Nos disculpamos por interrumpir su cena. Bertha nos sirve un poco de jamón y Gilroy nos ofrece una cerveza. Carson no quiere aceptar, técnicamente estamos en el reloj. Galton le agradece y acepta. No tienen mucho que ofrecer, pero lo hacen con gusto. Detesto decirlo, pero eso me llega.

            Lisa cuenta su historia. No es bonita. No es nueva. Bolsa sobre la cabeza. Lo que parece ser el interior de un camión. Su encierro en uno de los cuartos de la casa del horror. La misma rutina. Los secuestradores piden rescate que la familia puede pagar. Gastan la mitad de sus ahorros y horas después tienen a Lisa. Al igual que las otras víctimas el pago se realiza dejando una mochila debajo de un basurero en un callejón. Galton ha estado ahí docenas de veces. Hay al menos cuatro puntos de acceso para recoger el dinero y desaparecer y muchas formas de vigilar al que lleva el dinero.

            Eso no es todo. Lisa Holland sabe otra cosa. Un día alguien llegó por una de las chicas. Un sujeto enmascarado y con un látigo. Horas después la devolvió, pero estaba marcada. Jack Galton le muestra las fotos de las heridas de látigo, ella lo confirma. Son marcas idénticas. El detective me mira, él tenía razón el asunto está relacionado. Carson quiere saber qué fue de ella. Tiempo después de regresarla a su cautiverio el psicópata regresó por ella. Nunca la volvieron a ver. Está segura que nunca la devolvieron.

            Bertha no lo soporta y se refugia en la cocina. La sigo mientras Carson y Galton hacen sus preguntas. La mujer se lava las lágrimas y se seca con la toalla de la cocina. Se avergüenza que la vea de esa forma. La tranquilizo y le hago prácticamente las mismas preguntas que a Lisa. No me dice nada nuevo. La nota de rescate. El dinero en el callejón. Lisa deambulando por la calle, colapsándose en la puerta. Secuestrada un lunes, devuelta un miércoles.
- Lo importante es que está con ustedes. Nos estamos acercando cada vez más. Mis compañeros son excelentes detectives.
- ¿Y usted?
- Pongámoslo así, si me entero quién fue no lo estaré arrestando.- Bertha se sorprende. Va a decir algo, pero la detengo.- Se hará justicia, para su hija y para todas las chicas secuestradas.
- 200 mil dólares señor Ozelian, era nuestro retiro de vejez. Esperábamos usar ese dinero y vender la casa,- Con la cabeza señala un cuadro en la pared, a un lado del viejo refrigerador.- mudarnos a un lugar más lindo, como Baltic o Pointville.
- ¿Qué es esto?- El diploma encuadrado tiene el nombre de Ursula Vickins.
- Es la amable mujer que hizo la evaluación de la casa. Es una tasadora que convence a las agencias de bienes raíces de comprar la casa por su valor y no por el vecindario.
- Ya veo.- Desagradable coincidencia, pero no inesperada. La amante de Rick trabaja sobre todo en Morton. Galton y Carson se están despidiendo. Los acompaño y Gilroy nos acompaña hasta la puerta. Entramos al auto porque sabemos que estamos siendo vigilados. Jack maneja sin rumbo.
- Está conectado a la casa del horror. Mismo látigo, mismas marcas.
- ¿Una segunda casa del horror?- Carson no está convencido del todo.
- ¿Por qué no? Es buen negocio y esos asesinos italianos nunca encontraron a los responsables.
- Aún así Jack, es demasiado escalofriante. Por cierto Jack, ¿me puedes prestar tus notas sobre el robo a la zapatería “los príncipes”? El dueño fue asesinado.
- Había un ex-pandillero involucrado, ¿no es cierto John?- Galton está distraído por el caso de la casa del horror.- Supuestamente reformado, de eso me acuerdo. Te diré qué Peter, mañana en la mañana te ayudo a encontrarlo.
- No sé...- Carson lo medita por una eternidad. Incluso Galton nota el silencio incómodo. Parecería que Peter resuelve una ecuación diferencial.- Está bien.

            Todavía es temprano. Me doy una vuelta por la casa de Florinda Piñero. Ella está atrapada en mis sospechas. Yo estoy atrapado en ella. No iremos a ninguna parte. El choque es inminente. Recorro los bares. Busco orquídeas. En la oscuridad del “Bango” me parece ver a Rick Patridge bailando con Mariana Dreyfus. De todas las personas que he matado, esos dos son los fantasmas más testarudos. Estoy a punto de darme por vencido cuando una chica me coquetea. Es morena y tiene los mismos labios que Piñero. Bailen todo lo que quieran fantasmas, yo tengo a mi orquídea.

            Ella no deja de hablar en la cama. Su madre está enferma y pasa casi todos los días cuidándola. Ella misma tiene miedo de morir. El cáncer es común en su familia. Quiere saber de mi familia. Mientras menos sepa, mejor. Le fascina que sea poli. Me pregunta si me da miedo morir. Le digo que hay cosas peores que morir. Ella no me cree.
- La muerte es inevitable. El miedo hace que nos juguemos la vida a lo seguro. El miedo bloquea nuestras emociones, nuestros instintos, pero es un juego que vamos a perder. Sin pasión, ya estamos muertos.
- Pues que cosa más horrible dices.- Se separa de mí y busca su ropa en el suelo con un brazo, mientras se tapa con la sábana con el otro.- El que sea inevitable no nos rebaja a animales.
- Eso crees tú.
- ¿Honestamente crees que eso es lo que hacemos aquí? Pensé que eras diferente, interesante por ser poli. Estaba equivocada. Estás más loco que los otros. ¿Dónde quedó tu sentido del romance?
- Si me conocieras verías que soy romántico, aunque a mi manera.
- Pues vaya manera. ¿No crees en el amor eterno o la princesa dormida?
- Si lo creyera, ¿crees que iría a bares como “Bango”? No nena, no es tan fácil.
- ¿Para qué vas entonces, solo para una noche de placer?- Se levanta y comienza a vestirse.
- Soy un romántico empedernido primor, pero no creo en los cuentos de hadas. El príncipe no besa a la princesa para despertarla. Pobre mujer ha estado dormida por un siglo, no podría despertarla. Funciona al revés. Él la besa para despertarse a si mismo de la pesadilla que lo llevó hasta ahí.
- Pues quédate con tus pesadillas.- La escucho irse. Miro hacia la puerta de la habitación oscura. No estoy solo. Mariana Dreyfus está ahí conmigo, viéndome. La miro a los ojos y le hago saber que no me afectará. La reto con la mirada. Haz lo que puedas. Me doy vuelta y me duermo profundo.

            Carson y yo entramos a la zapatería “los príncipes” a primera hora en la mañana. Trevor y Henry no quisieron venir. Les digo que lo arruinen, es mejor tenerlo cerca. Están de acuerdo, pero no creen poder resistir la tentación de reventarle la quijada. ¿Carson sabe que estoy fingiendo? Si lo sabe, no deja que yo lo sepa.
- Es nuestro trabajo, no tenemos otra cosa. Cuando los parientes del señor Parker vengan les pediremos que mantengan este negocio abierto. O al menos que no nos despidan.
- ¿Qué nos pueden decir del robo?
- Lo reportamos y un detective vino a hacer toda clase de preguntas.- Una de las vendedoras les guía a la parte trasera. Señala uno de los vidrios altos de la bodega. Es nuevo. El espacio que el ladrón debió haber creado era apenas lo suficientemente grande para él. La bodega está repleta de cajas de zapatos. Montañas enteras que parecen endebles en sus cúspides.- El principal sospechoso fue Winston. Renunció al día siguiente.
- ¿Winston Hicks?- Galton me había preguntado por él. Le dije que no lo conocía. No mentí.
- ¿Tienen su dirección?- Regresamos a la tienda y la empleada busca entre los libros.
- ¿Qué tanto robaron?- La empleada le da la información a Peter y él llama una patrulla para que vigile el domicilio.
- El dinero que dejamos en la caja todas las noches y varios zapatos. No es exactamente el robo del sigo. ¿Creen que Winston tuvo algo que ver con la muerte del señor Shane?
- Puede ser.- Ahora yo pido el teléfono. Marco a la oficina del escuadrón de anti-bandas. Trevor contesta aburrido. Los puedo imaginar jugando a las cartas.- Trevor, necesito que busques en el expediente de Winston Hicks por asociaciones anteriores.
- Pobre señor Parker.- Nos quedamos cerca del teléfono, esperando que nos llamen. Los empleados nos ofrecieron café.- La persona más decente del mundo. Su hija tiene cáncer, ¿quién pagará sus cuentas ahora?
- ¿Qué hay de su esposa?
- Se divorció hace un año y ella se fue del país.- La empleada señaló el techo. La pintura blanca no terminaba de cubrir la rosa.- Compró el lugar hace dos meses. Maldito vecindario.
- Llegaremos al fondo del asunto.- Carson infla el pecho cuando lo dice. El teléfono suena y lo contesto. La patrulla dice que la dirección es falsa. Le mintió a su jefe, no nos sorprende. Trevor llama segundos después.
- Hizo dos años con un Marlon Rock. Cuando Rock fue arrestado hace un mes, Hicks testificó que había estado con él toda la tarde en el departamento que comparten. Quizás sea cierto, quizás no. Pensé que te podría interesar. Marlon Rock vive en departamentos Carter en la avenida Tally. Es el del enorme cartel en el techo de crema de afeitar. Arrestamos a unos chulos en el primer piso. Rock vive en el cuarto piso, apartamento 407.

            Carson y yo vamos al edificio. No quiero llamar patrullas. No podemos arriesgarnos que se asusten y corran. De la cajuela sacamos escopetas. Puedo ver que Peter no está cómodo con la idea de que esté detrás de él con una escopeta cargada. Que se aguante. Si es tan listo entonces debería saber que si lo hubiera querido matar, ya estaría muerto. La mayoría de los residentes son criaturas de la noche. A la hora en que subimos las escaleras todos están dormidos. De una patada derribamos la puerta. Escucho ruidos a mi derecha y veo a negro #1 tirado sobre el escusado, tratando de jalar la cadena. Disparo un tiro preventivo que destroza el espejo. Negro #2 se rinde fácilmente y Carson lo sienta en un sillón. El primer negro trataba de deshacerse de las drogas. Imposible saber de cuánto se deshizo realmente. Lo levanto del cabello y lo tiro a un lado de su amigo. El prisionero de Carson es Winston Hicks, el que abrazaba a la nuestra señora de porcelana era Marlon Rock. Peter le encuentra un llavero a Winston en sus pantalones sucios. Ahí mismo admite que son las llaves de Shane Parker. Lo presionamos más, pero no quiere hablar. No tiene que hacerlo, lo tenemos hecho para el robo de la zapatería y el homicidio.

            Carson interroga a ambos. Marlon Rock tiene una coartada sólida, así que sale. Por ahora. Shane se niega a hablar. Quiero intentarlo, pero Peter no me deja. No quiere que lo obligue a nadie. Lo quiere limpio y claro. Nada en la vida cubre ninguna de esas dos, pero no le digo nada. Cuando me agradece la ayuda ni él se lo cree. No le doy importancia. Además, Percy puso a Trevor y a Henry a investigar prostitutos. Terminan su asignación con dos arrestos mientras me pongo al día con una caja de donas y algo de café. George insiste en lo del cliché.
- ¿Cómo te fue con el chico maravilla?- Lynch se roba una dona.
- Nada fuera del otro mundo, ¿por qué, celoso?
- Oz,- Carson se asoma e ignora a Lynch.- no lo vas a creer, pero el asunto no es tan fácil.
- Tiene las llaves, ¿qué más fácil puede ser?
- Tengo varios testigos que dicen que era amenazado por otro empresario, Felipe Constanza. Lo revisé y parece que es dueño de docenas de lugares que nunca tienen malos años fiscales.
- Lavado de dinero.- Salgo de la cafetería. Quiero hablarlo a solas.- Peter, tienes a un candidato perfecto. No digo que lo olvides, solo te recuerdo que si sigues este camino quizás nunca puedas cerrarlo. Quizás te pierdas en la maraña.
- No me importa. Tengo que llegar al fondo. Le pedí a una patrulla que lo buscara.
- Entonces hazlo, pero si lava dinero puede que no te guste lo que hay del otro lado.
- Lidiaré con eso.- Galton detrás de él cuelga el teléfono y aplaude emocionado. Solamente puede ser una cosa. La casa del horror.- Gracias Oz, en serio.
- No hay problema.
- Oz, escucha esto. Tendrás que usar a tus muchachos.- Henry y Trevor se acercan al escritorio.- Hace dos noches alguien cargó a una prosti y dos cuadras después se detuvo para someterla a golpes. Un farmaceuta lo vio todo.- Nos pasa la dirección de la farmacia y el nombre del dueño.- Era un auto coupé marrón. Se pone loco aquí, Lebron Massie le amenazó con no decirle a nadie.
- Maldito negro, me mintió a la cara. Vamos, lo usaré de cenicero.
- Dos noches Oz, tú sabes lo que eso significa.
- Sí, no tienes que decirlo Jack.

            Vamos en dos autos. Vamos por sangre. Sin sirenas. Sin placas. Estacionamos en doble fila. Nos abrimos paso entre los junkies y subimos las escaleras con las escopetas cargadas. Golpeo a la puerta y no hay respuesta. Lynch se prepara para derribarla, pero lo detengo. Acerco la oreja a la puerta, no escucho nada. Le doy la señal a Wyms para que practique usando sus ganzúas. El departamento sigue igual. No encontramos nada incriminatorio. Hijo de perra está conectado. ¿También lo estaba Wilbur Oakley?, y en ese caso ¿qué hay de Lundy? Era su testigo estrella, quizás hacían dinero aparte. No puedo pensar bien. Veo rojo.
- Oz, calma. Ese negro no irá a ninguna parte. El simio tiene que venir aquí.- Wyms trata de calmarme. Camino en círculos y salgo del departamento.
- Lebron no está.- La puerta a mi derecha se abre. El negro en calzones tiene un revólver.

            Lo golpeo con la culata de la escopeta y con la nariz reventada cae de espaldas y suelta el revólver. Lynch y Wyms corren hacia mí. Suelto la escopeta y veo a otro negro que se lanza sobre mí con un cuchillo. Mi primer instinto es sacar la pistola de mi sobaquera. Lo pateo en la entrepierna cuando lo tengo cerca. El negro en el suelo recupera el arma y le disparo en la cabeza. El otro alza las manos y tira el cuchillo.
- Oz, no lo hagas.

            El negro tiembla de miedo. Sus ojos lo dicen todo. Quiere más sal para su reloj de arena. No tenía ninguna. Wyms y Lynch dicen algo, pero no los escucho. Todo lo que veo son los cadáveres desmembrados de la casa del horror y a la orquídea siempre tan cerca y siempre inalcanzable. El negro quiere decir algo, pero no termina la oración. La bala le da en el cuello. Wyms está pálido. Lynch sonríe. Trevor entra al departamento y cierra la puerta.
- No sabían viejo. No sabían que somos policías porque no vieron nuestras placas.
- ¿Y qué? Trataron de matar a Larry.- Corro a la ventana y miro hacia abajo. Es un basurero en un estrecho callejón. Dos negratas drogadictos. Nadie los extrañará. No son como Mariana Dreyfus.
- Esto es lo que haremos. Nadie toque nada. Lynch, ayúdame a cargar a los negros. Los tiraremos de la ventana. Trevor, tú te quedarás cerca, por si regresa Lebron. Arréstalo y llámanos. No lo lleves al precinto, quiero torturarlo para mi propia satisfacción.
- Ya que estaré esperando, puedo pedir el listado de llamadas y su información bancaria. Por si acaso y decidió escapar.
- Buena idea.- Dijo Henry mientras carga al negro con el arma de los pies. Lo tiramos por la ventana y regresamos por el otro. La bala en el cuello no lo mató. Henry se agacha de cuclillas y le entierra su cuchillo en el ojo. Wyms mira para otra parte. Parece que alguien no estará cachondo ésta noche con su esposa. Lo tiramos junto al otro y salimos de ahí.
- Saldremos por la entrada trasera, por si acaso.- Ubicamos las escaleras de servicio y bajamos a toda velocidad. Nadie cerca del callejón ha visto algo. En el auto enciendo un cigarro y trato de calmarme, pero no puedo. No son esos dos negros muertos. Es algo más. Algo que estalla de la prisión de donde había sido mantenido por mucho tiempo. Es el incendio. Las llamas invisibles y sé por quién llaman.
- ¿Qué quieres hacer? Podemos salir a buscar a Massie.
- Al diablo Massie. Hay algo que quiero hacer. Puedo olerlo, pero no puedo poner mi dedo en la fuente, ¿me entiendes?
- Es tu obsesión, ¿no es cierto?
- Cállate y vamos.
- Las obsesiones Oz, pueden matarte.
- La gente mata Lynch, y a veces por menos que eso.- Viajamos en silencio. Me siento estúpido sintiéndome nervioso. La conoceré de nuevo, y ésta vez la conoceré a fondo. Le dimos mucho espacio la primera vez que la entrevistamos, no pensábamos mucho de ella, pero ésta vez es distinto. Ésta vez ella tiene que ver mi fuego. Haré que baile a su ritmo. O arderemos ambos.
- Buenas tardes, ¿en qué puedo servirles?
- Florinda Piñero.- No es pregunta, pero ella contesta de todas maneras.- Lynch, busca entre sus libros. Tómate tu tiempo.
- ¿Qué creen que están haciendo? Necesitan orden.
- Venga conmigo, señorita Piñero.- La llevo a una esquina y le indico que se siente sobre un taburete alto. Rodeada entre las flores es aún más bella. Rodeada entre mis sospechas es aún más peligrosa.- Hábleme de Brenton Taruso.
- No sé quién es.
- Le entregó flores, ¿no es cierto?
- No conozco a todos a quienes entrego flores.- No trata de coquetear, pero lo logra.
- Ronald Parsons.
- No sé si haya sido cliente. Tengo un libro de... pero seguramente su compañero lo está leyendo.
- No le voy a mentir, señorita Piñero, pero está en un huracán de gasolina. Y lo único que se necesita es que me hagan enojar tanto que se me antoje un cigarro.
- Tiene una extraña manera de decir las cosas, detective... ¿cuál era su nombre?
- Lo que digo es que todos vamos a arder. Y me llamo Larry Ozfelian, pero todos me dicen Oz.
- ¿Oz?- Lynch sale del fondo sosteniendo un librito.
- ¿Lo ve? No se mueva. No me obligue a dispararle.
- Mira esto. ¿Te acuerdas que pediste información sobre una chica? Pues aquí está. Ursula Vickins.
- ¿Taruso y Wright?
- Nada, ni Oakley. Lo único realmente sólido que tienes, si se le puede llamar así, es que alguien cree que escuchó el apodo de “orquídea” en la casa del horror. Admítelo Oz, eso no es mucho.
- Quizás.- Lynch sale y yo me quedó atrás.- Florinda, te daré un consejo. Haz tus maletas y vete del país. Porque ¿ese huracán del que te hablaba? Me están dando ganas de fumar.- Salgo con Lynch y le hago señas para que no hable hasta que estamos en el auto y a varias cuadras de distancia. Me detengo en una farmacia para usar el teléfono y pedir el registro de llamadas de Pireño. Lynch se compra una cajetilla de cigarros y unos cerillos.
- ¿Qué quieres hacer Oz?
- La primera vez que escuchamos sobre la orquídea Wilbur Oakley también mencionó a Danielle Lychenberger. Es vendedora de bienes raíces, ¿no es cierto?
- Buscaré entre sus propiedades.
- Empieza por la casa del horror.
- Ya lo había hecho.
- Pues hazlo de nuevo. También la zapatería del robo, hay algo sospechoso en ese robo y homicidio.
- ¿Tú hablarás con Ursula Vickins?
- Con esa clarividencia deberías apostar a los caballos.

            Quiero hacerlo solo. Se lo debo a Rick. Eso cuanto menos. Ursula Vickins tiene su oficina en la parte linda de Morton. Una casa típicamente americana en medio del gueto. La verja de madera pintada de blanco y con porche incluido. Toco el timbre que suenan a campanas y Ursula Vickins me hace entrar. Mide casi lo mismo yo y entre saludos me dirige a su oficina, donde se sienta detrás de un humilde escritorio, en una silla cómicamente baja para su estatura.
- Ha habido muchos secuestros en Morton, ¿sabía eso?- Me quedo de pie para inspeccionar su oficina.- ¿Conoce a la familia Holland?
- ¿Es una pregunta o son dos?- Se pone de pie y se queda cerca del escritorio mientras veo las fotografías de cerca.- Sé de los secuestros. No sabía que la familia Holland había sufrido algo así. He trabajado con muchas familias de escasos recursos en este vecindario.
- ¿Cómo funciona, exactamente?
- Les evalúo la casa a un precio mayor del que realmente vale. Lo trato de disfrazar con mis clientes, pero no tiene sentido mentirle a usted.
- ¿Y de qué sirve eso?
- Tengo el apoyo de varios programas de gobierno y asociaciones civiles que respaldan mis evaluaciones. Eso obliga un poco a las casas de bienes raíces.- Señala una foto al lado de su título de la Moore University.- Ésta casa se vendió al doble de su precio real. Los Gomez, según recuerdo. Ésta otra son los Davidson, por allá están los Smithers, Flack, Ellroy, Poe, y la lista sigue. Es un servicio social. Me pagan una tasa fija por la evaluación, no saco nada de las ventas. ¿Satisfecho?
- Si me conociera, sabría que nunca estoy satisfecho.
- Si quiere alguna información técnica o financiera no dude en pedírmela. No tengo nada que esconder.- Saco mi cajetilla y ella me detiene con un gesto.- ¿Le molestaría?
- No necesariamente.- Guardo los cigarros y sonrío.- Apuesto que obtiene lo que quiera con su altura y sus buenos modos.
- Se sorprendería de saber que funciona al revés. Yo no quiero intimidar, pero muchos de mis clientes se asustan al ver a una mujer de metro noventa. Dos diez con tacones. Por eso no los uso, además que me lastiman. La psicología es rara.
- Y me lo dice a mí. ¿Cuál es su relación con Florinda Piñero?
- Le compro flores de vez en cuando, cada que se vende una casa a un precio inflado gracias a mí. No siempre, solo a veces.
- ¿La venta o las flores?
- Las dos. A veces las compro con el señor que está a una cuadra, sus rosas huelen mejor que las de la señorita Piñero. Además, sus flores son un poco caras.
- Casi como si ella también valuara sus flores.
- Sí, supongo que sí.- Me le quedo viendo unos segundos, sin saber cómo decirlo. Ella es paciente, pero tienes sus límites.- ¿Hay algo que quiere preguntarme, detective?
- ¿Cuál es su relación con el capitán Lloyd?
- Lo conocí en el último año de la carrera. Somos amigos, nada más.- Baja su mirada cuando lo dice. La santa del gueto es amante de un hombre casado. Nadie es perfecto.
- Gracias por su ayuda, señorita Vickins.
- No es problema detective ¿Ozelian?
- Ozfelian. Y si algún día quiero vender mi departamento, la llamaré.
- Con mucho gusto.

            En la banda policial escucho a Trevor. Me da el número del teléfono público y le marco desde una esquina. Tiene a Lebron Massie en un pequeño restaurante en la avenida Tally. Estaciono en la calle de enfrente y me espera fuera de su auto con un montón de papeles. Le entregaron la lista de llamadas desde ese teléfono en los últimos tres meses.
- Tuve mucho con qué trabajar, mientras lo esperaba en el auto. No entró al edificio, sino que se siguió de frente y lo seguí hasta aquí. Nadie ha descubierto...
- ¿Los negros entre la basura?
- Sí, eso. Comparé las llamadas con mis apuntes. Le habló al teléfono público que solía trabajar Wilbur Oakley con sus mujeres. Tres de la mañana. Horario de trabajo de ellos.
- ¿Qué esperamos? Vamos a preguntarle.

Cruzamos la calle y nos separamos. Cada uno por un acceso diferente. Entro la local y Lebron no me ha visto, sigue comiendo su pollo frito. Le dejo 300 dólares al cocinero en la barra. Me reconoce, sabe que esto puede ir mal. Honestamente, quiero que vaya mal. Massie levanta la vista mientras saco mi arma. Wyms le pone el cañón de su revólver antes que pueda mover un músculo. A golpes lo saco por la puerta trasera. Regresa el rojo. Al menos una de sus prostitutas usadas para la casa del horror. Ahora estamos casi seguros que hay una segunda. Quizás no es coincidencia.
- Lebron, ¿recuerdas lo que dije sobre mi cigarro y tu escroto? Aún aplica.
- ¿Qué les pasa? Les dije todo lo que...
- El farmaceuta genio.- Trevor le suelta una cachetada. Hace bien. Sabe que si él no se ocupa, lo mataré como a los otros dos negros.- La chica que se llevaron. La estaban haciendo puré.
- Ese estúpido siempre trata mal a las perras. Por eso le di la tunda.
- Negro imbécil.- Lo agarro a golpes y caemos al suelo. Wyms me levanta de un empujón. Lebron piensa hacerse el macho, hasta que ve que guardo la pistola y saco mi cuchillo.- Les dices perras de nuevo y te cortaré de modos que te haré inútil a una mujer.
- Está bien, está bien. No lo vuelvo a decir.
- La estaban golpeando.- Interrumpe Wyms.
- ¿Y? Es un mundo frío.- Me acerco y se arrastra hasta la pared.- Lo vi afuera y trate de razonar con él. Los clientes se ponen nerviosos si alguien así se les queda viendo.
- Antes de que lo golpearas, ¿qué te dijo? Y piensa bien esta respuesta, porque es la diferencia entre la vida y la muerte.
- Déjenme pensar... El cliente, dio que había un hombre y una mujer. El cliente era blanco y la mujer morena. ¿Creen que sea como esa... chica Rivers?
- Por tu bien, espero que no. Porque si la encontramos muerta te cortaré todos los dedos.
- Mantendré los ojos abiertos, ¿qué tal suena eso?
- Vamos Oz, no vale la pena.- Enciendo un cigarro y me agacho de cuclillas a su lado. Trevor se pone nervioso. Apago el cigarro en el cachete de Massie.
- Si tengo que perseguirte, esto no será nada comparado con lo que te haré.

            En el precinto le explicamos a Galton lo que tenemos. La descripción encaja de las otras desapariciones. Una nueva casa del horror. Nunca me gustaron las secuelas. Lynch no está, sigue trabajando. Wyms se toma un descanso para comer algo. Por alguna razón me acerco a Carson y me siento en su escritorio. Le robo un poco de su sándwich y él me mira cansado y con la camisa arrugada y arremangada.
- ¿Qué crees?
- No me digas, Constanza está muerto.
- No que yo sepa, pero no está ni en su casa, ni en su oficina. No quiero esperar a que aparezca en alguno de los lugares comunes.
- Tengo una idea. Si lava dinero y tiene apellido italiano entonces es mafioso. Agarra tus cosas, iremos a Baltic.
- ¿Sabes dónde encontrarlo?
- No, pero sé dónde buscar.

            Le muestro un par de lugares en Baltic que son frentes de operaciones criminales. La familia Badessi quizás haya perdido el control de Morton para dejárselo a Tito, pero maneja a Baltic como su segundo hogar. Escogemos el cabaret cuyo piso superior opera como casino. La mitad de las mesas están ocupadas por mafiosos. Todos armados. Todos saben, desde que entramos, que somos policías. Nadie está feliz por eso. Carson está inquieto. Le susurro que no saque su arma y no haga movimientos bruscos. Algunos de los más jóvenes alternan sus miradas, de nosotros a un par de hombres mayores de 60 que siguen bebiendo como si nunca hubiésemos entrado. No puedo escoger a cualquiera, tiene que ser joven e inexperto. Más importante aún, tiene que ocupar un rango muy bajo. La clase de persona por la que no vale la pena matar. Me conformo con el italiano con más cara de idiota y aplasto su cara contra la sopa caliente.
- Todo el mundo tranquilo, está bajo control.- Le dice Carson a las multitudes que huyen despavoridas.- Estoy seguro que el detective tiene un plan.
- ¿Qué pasa?- Le ladró a los que se quedan. Golpeo al italiano en su silla y lo tiro al suelo. Aplasto su cuello con mi zapato. Estoy viendo rojo de nuevo. Carson me da la misma mirada que Trevor. Me estoy saliendo de control. Cuando la orquídea salió de su prisión, todos los cimientos se cimbraron.- Tengo una sola pregunta, que ni siquiera alude a nada ilegal.
- ¿Qué quieres?- Pregunta uno de los hombres maduros.
- Felipe Constanza. ¿Dónde podemos encontrarlo?
- Poli idiota.- Los viejos se rieron de nosotros un par de minutos, mientras tanto tenía al otro italiano bien apresado en la suela de mi zapato.- Está en una comida en el hotel Biltmor junto con un montón de engreídos políticos.
- Gracias.- Salimos del lugar y en el auto Carson reconoció el lugar.
- Biltmor... Es un evento del departamento de Justicia. El capitán Lundy está ahí, promocionándose.
- No diré nada, dada mi historia con el gran Zeus, pero tú has la algebra.
- ¿Crees que me detendré porque Lundy podría conocer a este sujeto? El hijo de perra lava el dinero de los Badessi. No olvidaré el asunto. Además, Lundy conoce a toda clase de gente porque es político, a eso se dedican.
- Lundy te debió haber fregado duro.
- Hubo promesas incumplidas, si a eso te refieres. Mejor dicho, pospuestas. Pero no es por eso.
- Si tú lo dices.
- No desistiré Oz, no sé quién crees que soy, pero no desistiré.
- Pues no sé quién crees que soy yo.
- Un hombre en la cuerda floja. Te vi allá adentro. Por poco pierdes el control.
- Muy bien señor control, ¿qué quieres hacer ahora?
- Vamos a su casa. Al demonio, tengo la suficiente causa probable por las amenazas a Shane Parker y el estado financiero de sus negocios.
- O inventamos algo.
- Sí, así es.- Dijo Carson con una sonrisa en la boca.

            No quiero usar las ganzúas enfrente de él, así que dejo que Carson sea quien resuelve el problema. Fue fácil. La puerta trasera no estaba cerrada con llave. Nos ponemos guantes antes de entrar. La casa tiene un solo piso, pero tanto lujo que no cabría en tres. Nos concentramos en su oficina. No encuentro nada interesante en los papeles del escritorio. Los expedientes en su archivero parecen comunes. Del fondo de un cajón rescato una fotografía enmarcada. Uno de ellos me parece conocido y se la muestro a Carson.
- Ése es Cesar Rosas. Aunque no distingo a leer lo que dice el anuncio en el edificio de atrás.- Me quedo viendo a la fotografía mientras él busca entre la basura.
- El cartel dice “Reed, Vickers y Sanders”. Suena como un bufete de abogados.
- Porque lo es detective, porque lo es.- Del bote de basura saca una hoja arrugada y la extiende en el escritorio. Es una lista de propiedades. Extrae sus notas del saco y compara propiedad por propiedad.- No es dueño de ninguna. Eso es interesante.
- Más interesante es esto.- Encuentro una liga de dinero tirada a un lado de un mueble. Nos ponemos a buscar, hasta que damos con el escondite. Una trampilla en el suelo bajo el tapete. Carson la abre con cuidado. Paquetes de dinero. Una pequeña fortuna.- Cierra la trampilla y regresa el papel que encontraste. Nada de lo que encontremos es admisible en la corte.
- Sí, a menos que tengamos una orden y no será difícil.

Carson apuntó las propiedades y regresó el papel al basurero. Por si acaso apunto las mismas propiedades en mis notas. En el precinto se encargó de que hubiera una orden de arresto y, con algunos favores de Percy, comenzaron el lento proceso de convencer, o sobornar, a un juez para que redactara la orden de búsqueda. Lynch y Wyms me hacen señas desde la oficina de anti-bandas. No parecen felices. Cierro la puerta detrás de mí y enciendo un cigarro.
- Vamos, escúpelo.
- Danielle Lychenberger compró la zapatería “los príncipes”. O mejor dicho fue Shane Parker, pero ella era la vendedora.
- Espera un segundo, solo para estar seguro, ¿no ha vendido alguna propiedad con la ayuda de Vickins y su programa de valuaciones?
- No, ninguna que yo sepa.- Es un alivio saberlo.- La idea se me había ocurrido. Pero se pone peor, porque ella fue la vendedora de la empaquetadora de carnes “Carne Diva” y la casa de Ronald Parsons. Oz, ella está metida.
- ¿La casa del horror?
- Nada la primera vez que busqué y nada la segunda.- Le muestro mis notas de las propiedades en la lista.- Larry, éstas son todas vendidas por Lychenberger.
- ¿Oz?- Wyms señala hacia la puerta. Rick Lloyd golpea el vidrio de la puerta y lo dejo entrar.
- No podía creerlo cuando lo escuché. Carson quiere arrestar a alguien probablemente conectado a Lundy. Quería ver eso. Además, claro está, del caso de la casa del horror. Esperen un segundo, ¿porqué tan serios? Deberíamos estar celebrando que el chico favorito de Lundy está en una cruzada por avergonzarlo. Oakley, Collins y ahora esto.
- Hay problemas Lloyd, graves.
- Estamos investigando a tres mujeres, Florinda Piñero, Danielle Lychenberger y Ursula Vickins.- No puedo ver a Lloyd a los ojos. No quería que escuchara eso, pero no les dije que Vickins es su amante. Rick se lo toma con toda naturalidad.- Piñero y Lychenberger fueron mencionadas por Wilbur Oakley. Desde entonces Larry ha estado obsesionado y parece que tenía razón.
- ¿Qué tienen?
- Lychenberger está conectada a Taruso y Wright. Ella vendió todas sus propiedades, así como la de algunos casos que ahora cobran otra luz completamente diferente. Constanza tenía una lista de sus propiedades, ahora la tiene Carson.
- ¿Cómo van a manejarlo?
- Iremos a ver a la vendedora de bienes raíces primero.
- Háganlo. Antes que Carson lo haga por ustedes. Si está relacionada con nuestra gallina de los huevos de oro les sugiero que protejan nuestro salario secundario.

            La vendedora tiene su oficina en Morton, cerca del parque. Uno de los pocos edificios de oficinas en el barrio. Wyms y Lynch se quedan afuera. Trevor está preocupado que pierda el control de nuevo, así que trato de tranquilizarme lo más posible antes de irrumpir en su oficina. El lugar es amplio, tiene una maqueta sobre un mueble, un par de libreros y una oficina con un pizarrón de recados y mapas de la ciudad. Lychenberger es una pelirroja pecosa que no se siente cómoda al ver mi placa. Enciende un cigarro y trata de jugarla como si nada pasara. No funciona.
- ¿En qué puedo ayudarle detective?
- Larry Ozfelian, pero llámeme Oz.- Paso los dedos por la maqueta de departamentos y la pongo nerviosa.- Tengo unas preguntas que hacerle sobre propiedades que ha vendido.
- He vendido muchas propiedades.
- Ese es parte del problema.- Sigo paseando mis manos en la maqueta y no lo soporta.
- Detective por favor tenga cuidado, es un proyecto conjunto con otras casas inmobiliarias. Será un éxito en Ocean View. Si le interesan tengo en Marvin Gardens, Lakeview y Baltic.
- Usted vendió una empaquetadora de carnes.- Enciendo un cigarro y la miro calmadamente.
- Creo que sí, no recuerdo.
- Lo hizo. Le vendió una casa a Ronald Parsons.
- No me acuerdo de ese nombre, tendría que revisar.
- No juegues Danielle, porque juegas con fuego. Wilbur Oakley te mencionó. Más importante que eso, trabajas con Brenton Taruso y Hugo Wright.
- No tengo idea de qué me está hablando. Váyase o arrésteme.
- No sea idiota, la intento ayudar. Nosotros tenemos... arreglos con Taruso y Wright. Normalmente no la molestaríamos, pero será investigada por la policía a menos que yo le ayude.
- ¿Conocen a Brenton y Hugo?
- Sí y mientras más rápido lo asimile, mejor para todos. ¿Qué hace, además de venderles propiedades, ayuda a su distribución?
- No, me dedico a lavarles dinero. ¿Wilbur Oakley me mencionó?
- Sí.
- Probablemente porque trabajaba para la competencia.
- Y Carson, un compañero detective, tiene una lista de sus propiedades que tomó de la casa de Felipe Constanza. Lo arrestarán en cualquier momento.
- Constanza es algo así como un rival. Estamos en el mismo negocio. Si saben cuáles son nuestras propiedades, entonces estamos muy expuestos.
- Considérelo una advertencia. Si yo fuera usted, empezaría a tener más cuidado.- Antes de salir apago el cigarro en su maqueta. Wyms y Lynch se estaban aburriendo. Les pongo al corriente mientras caminamos de regreso al auto.
- No me gusta Larry,- decía Trevor.- que Taruso y Wright nos hayan omitido ciertos aspectos que nos podrían morder en el trasero. ¿Con quienes más hacen negocios? Yo digo que veamos sus libros de contabilidad. Aunque no sé dónde.
- La empaquetadora.- Henry ya había pensado en eso.- Parece ser la clave.

            Nos despedimos de todos en el precinto y fingimos tener otros planes. Wyms habla con Tricia, quien le grita tan fuerte que Trevor tiene que separar el teléfono de su oído. Cambiamos de auto y de ropa y estacionamos en la parte trasera de la empaquetadora. Caminamos ocultos entre los camiones de entrega. Taruso no quiere ser famoso, así que se asegura que sus compañías siempre apenas y sobrevivan, nada que llame la atención. Los trabajadores se han ido, pero aún quedan los guardias de seguridad. Según Hugo Wright ellos no saben nada, así que hay una buena posibilidad de que estén dormidos. Dos de ellos lo están. Trevor se brinca la barda, regresa un minuto después para abrirnos la puerta. Caminamos entre las carnes con cuidado de no hacer ruidos. Nos escondemos detrás de paquetes de carne cuando pasa el vigilante y le dedica una fracción de segundo a todo el lugar. Subir las escaleras fue difícil, aunque no imposible. La oficina está bajo llave, no es sorpresa. Un candado del tamaño de mi nariz y tres seguros. Henry abre una ventana al costado. Es irónico, pero nadie tiene ganas de reír.

            Si realmente hay libros, estos no tendrán nada ilegal. Probablemente se encuentren la caja de seguridad. Aún así, si Taruso es tan cuidadoso no hará los pagos sospechosos a su nombre, sino a nombre de la compañía. El rastro de papel es tan bueno que da miedo. “Carne Diva” es propiedad de “Comidas Excelsior”, y ella a su vez es parte de un grupo de distintas compañías de comida y distribución llamado “Grupo Tenedor”. El grupo está conformado por una docena de compañías que estoy seguro son tan pequeñas que consisten únicamente en una oficina con una silla y un teléfono. Casi todas las compañías parecen tener su sede en Colombia, Francia, Angola, España y Filipinas. Si alguien los investiga siempre pueden entorpecer el camino ubicando compañías fantasmas entre tantos países. Podría tardarnos días el rehacer el camino. Tenemos menos de una hora.
- Oz, mira esto.- Trevor hojea entre expedientes, alumbrado apenas por la señal de neón de la compañía.- Han estado haciendo pagos fijos de cinco mil dólares a la semana a una compañía llamada “Sistemas de enfriamiento Córdova”.
- Trevor, congelan carnes ¿a quién más le van dar pagos fijos?
- No viejo, me refiero a que este papel dice que pagaron a ese nombre, pero no dice cuenta bancaria, ni dice recibido ni nada. Uno o dos son coincidencia, pero tienen docenas de estos pagos. Todos en fechas irregulares. Además, aquí está el contrato a seis años con otra compañía de especialistas en enfriamiento, y no les pagan tanto.
- ¿Quién sabe cuántos pagos más hacen a compañías fantasma y por cuánto dinero?
- ¿Crees que tengan registrados nuestros pagos?
- Por su bien, espero que no.- Lynch me hace señas para que me acerque. Me agacho a su lado cuando escuchamos que un guardia sube las escaleras. Henry saca el arma. Contenemos la respiración. El haz de luz se pasea por la oficina. No nos ve. El guardia eructa y baja cansadamente las escaleras.
- Mira, es un pagaré de Shane Parker, vencido hace un mes y medio.
- El problema empezó con él, por eso Carson encontró a Constanza. Hay que cerrar ese caso, es nuestra mejor oportunidad. Vámonos de aquí antes que nos descubran.

            Salimos de ahí de la misma manera en que entramos y los voy dejando donde me dicen. Cuando me quedo solo enciendo un cigarro y escucho la radio. Debería irme a dormir. No puedo dejar de pensar en los dos negros que enfríe. No que me importen, pero son una señal. Se está saliendo de control. Me detengo en “Lito’s” y conozco a una morena. Le digo de la casa del horror, de los cuerpos desmembrados. Me mira horrorizada. No me detengo. Le digo de la orquídea y de cómo me recuerda a ella. Me tira el whisky en la cara y se va corriendo. Entiendo cómo se siente. Me siento igual. Duermo poco y mal, pensando en la lista de gente que he engañado, manipulado y asesinado. Me despierto y, para mi sorpresa, no me siento mal. Me miro al espejo y me digo en voz baja “me salí con la mía entonces, lo haré de nuevo”. No dejo de preguntarme si debería sentirme culpable por eso.
- Oz tenemos progreso.- Carson me invita una taza de café y unos panques en cuanto entro al precinto.- Lynch y Wyms llegaron antes que tú. El teniente Percy los puso en la muerte de dos negros encontrados en un bote de basura en un callejón. El caso del siglo, ¿no es cierto?
- Estoy seguro que llegarán al fondo del misterio esos dos. ¿Qué tienes?
- Arrestamos a Constanza, está arriba en interrogación. No ha querido decir ni una palabra hasta que llegue su abogado. Winston Hicks dio una confesión.
- ¿Qué pasó con la rutina del chico malo?
- Tiene un mal caso de amor por el polvo blanco. Estaba más que drogado cuando lo trajimos. Ahora que pasó la noche babeando y temblando, piensa de otra manera.
- Debe sentirse Juan Ciudadano dando su confesión. Teníamos las llaves del muerto en su posesión y un montón de droga. Es un negro menos.
- Dice que entró para robarle drogas y venderlas.
- Vaya mundo.
- Pero ¿cómo un simple empresario, con una hija con cáncer y todo ese drama, conseguiría todas esas drogas? Destrozaron el piso de su cocina, los uniformados encontraron más de diez tabiques de cocaína. Una fortuna Oz.
- Interesante.- Siento náuseas, pero Peter no lo ve.- ¿Cómo crees que se conectan las cosas?
- Shane Parker obviamente era un narcotraficante de mucho peso, Hicks trabaja para él pero se pone avaro y lo mata. Felipe Constanza lo amenaza porque quiere parte del negocio, o bien porque él también es traficante bajo las órdenes de los Badessi.
- Suena bien.- Suena terriblemente mal. Suena como que el cielo se cae en pedazos.- ¿Alguna suerte con las propiedades de la lista?
- Nada aún, son de toda clase de cosas, desde casas hasta negocios.
- Si quieres yo me encargo de la lista.
- Suena bien. Yo soy mejor con los abogados que tú.

            Me refugio en la oficina. Se me quitó el hambre. Le doy vueltas al asunto sin encontrar nada de qué agarrarme. Cuando Galton pregunta por mí me escondo en el baño. Me tranquilizo cuando entra Lloyd. El gran Zeus entra poco después y me tranquilizo aún más. Si Lundy le pide a Carson que desista en su investigación de Felipe Constanza el asunto quedaría tapado. Mi única pregunta es si Peter Carson valora más su carrera que la verdad. ¿Qué pesa más, la billetera o la necedad?
- Lundy, ¿qué haces aquí?- Me quedo cerca, pero no demasiado cerca.
- Quiero que me mantengan enterado del caso de los secuestros.- Wyms y Lynch entran y mantienen su atención fija en los capitanes. Entran a la cafetería conmigo y esperan a que otro detective salga para poder hablar.
- El problema de los negratas ha sido oficialmente solucionado. No te preocupes.
- Tenemos a los dos aquí. Constanza no hablará hasta que llegue su abogado y tras inspeccionar la casa de Shane Parker encontraron varios tabiques de coca bajo el piso de la cocina. Carson no sabe mucho, pero teniendo a Parker por traficante, podría enterarse de mucho más.
- Larry, creo que ya llegó el abogado.- Trevor apunta a un trajeado que se me hace conocido.
- ¿Qué hacemos Oz? Tenemos que cerrar el asunto lo antes posible.
- Síganme, sé qué hacer.- Finjo interés y me acerco a Carson.- ¿Quién es ese?
- El abogado, Cesar Rosas.- Corre a la cafetería por dos cafés en vasos de cartón. Mira al abogado subir las escaleras con gesto de desprecio.- Deben estar besándose allá adentro, par de cucarachas. Parece que finalmente tendremos algunas respuestas. Voy a subir, ¿vienes conmigo?
- No, como dijiste tú eres mejor con los abogados.- Hay que jugarla con cuidado. Estamos en terreno peligroso. Hay demasiados testigos y muchas cosas pueden salir mal.- Lynch, ¿recuerdas ese caso, hace una semana, de la mujer que envenenó a su esposo y Galton la hizo confesar usando su álbum de fotos familiares?
- ¿Qué con eso?
- El caso ha sido aplazado, la evidencia sigue aquí. En el sótano. Tú te llevas con Calloway, consigue ese veneno en una botellita y deja el original.
- Son diez de los grandes, es su precio.
- Al diablo su precio, nadie puede saber que lo sacaste.
- Espera, ¿quieres hacer algo aquí?
- No tenemos muchas opciones. Apúrate, creo que la entrevista será breve.- Miro sobre mi hombro y veo a los capitanes discutiendo con George. Lynch corre al sótano y Trevor y yo casualmente nos acercamos a la escalera.
- ¿Qué quieres hacer?
- Algo que tiene que hacerse rápido.- Lynch tiene lo que le pedí y lo guardo en un bolsillo. La puerta de interrogaciones se abre con su chirrido metálico acostumbrado. Carson y Rosas bajan y Lundy se apura para alcanzarlos.
- Detective Carson, ¿qué cree que está haciendo?
- No tiene nada sobre mi cliente, puras invenciones y evidencia circunstancial.- El abogado no deja de caminar y lo van siguiendo.
- No hay nada de circunstancial en el dinero que encontramos abogado.- Se detienen en la puerta. Es hora de actuar.- Capitán, Constanza es la clave para algo más grande.
- Ahora o nunca.- Lynch se encarga que no regresen. Le doy una mirada rápida al precinto. Somos pocos y nadie presta atención a las escaleras. Trevor y yo subimos corriendo. Wyms abre la puerta antes que yo siquiera alcance el último escalón. Me asomo al cuarto de al lado, no hay nadie.
- ¿Disfrutando de las incomodidades?
- ¿Qué quieren?- Le hago una seña para se levante. Le doy a Trevor la botella.
- Disculpe, pero es de rutina. Tenemos que revisarlo cada vez que hablan con alguien. Póngase contra la pared, esto tomará un segundo.- Lo volteo y lo voy palpando con una mano, mientras que con la otra saco la tarjeta de Enrico Badessi de mi cartera. Planto la tarjeta en el bolsillo trasero vacío. Para cuando nos volteamos Trevor está en la puerta y el café se ha movido unos centímetros.- Disculpe la molestia. ¿Habló con su abogado?
- Sí, saldré de aquí en cosa de unas horas.
- Disfrute su café, si quiere algo más no dude en pedirlo.- Cuando lo dejamos está bebiendo su café. Me tardo más de lo necesario, necesito verlo. No nota el sabor y sigue bebiendo. Bajamos las escaleras trotando, mirando hacia arriba. Al llegar al último escalón nos congelamos. Es el capitán Lloyd.- Rick, hola.
- Oz, ¿qué está pasando? Lynch parece nervioso sobre el sujeto de allá arriba.
- Está conectado, tiene direcciones y Carson no se hará a un lado. Quizás Constanza no hable ahora, pero el daño estará hecho. Necesito un favor.
- ¿Qué cosa?- Caminamos a la oficina del escuadrón y enciendo un cigarro.
- Tienes que detener a Cesar Rosas lo más posible. Inventa algo, lo que sea. Quiero quince minutos de ventaja. Voy a su casa. Trevor y Henry se quedan aquí. Si alguien pregunta donde estoy, salí por algo que ver con el caso de los dos negros en el basurero de esta mañana.

            Salgo por la puerta trasera. Matar a una persona en un precinto es un acto suicida. Si los Badessi saben que está muerto, quizás se ocupen de borrar todo rastro de sus actividades ilegales. No es una certeza. Nada en la vida lo es. Juegas con fuego y te quemas. Todos saben eso. Hasta Carson, señor rectitud, lo sabe. Yo juego con fuego y estoy en llamas. Gajes del oficio. Llego a la casa de Cesar Rosas a toda velocidad. Salgo de Morton y está en llamas. Me llevo el incendio a Marvin Gardens. No soy el primero en llegar. Dejo mi pistola de servicio. Tomo el revólver debajo del asiento. Me acerco entre los arbustos y entonces lo reconozco. Es Hugo Wright cargando una caja metálica de gasolina. Cuando dijo que Taruso era el listo y él era el músculo no mentía.
- ¿Hugo, que demonios estás haciendo?- Wright se detiene en los escalones y se asusta al ver el arma. Dejo de apuntarle, pero no la guardo.
- Cesar Rosas puede implicar a Lychenberger. Hay que matar los cabos sueltos.
- No seas idiota, ¿creías que no haría nada al respecto? Déjame trabajar.- Deja la gasolina en el piso y me acompaña. No quiero meterme a su casa a la mitad del día. Estoy desesperado, pero no soy idiota. Entre los basureros rocío la basura con el veneno que huele a almendras. Tiro el bote y lo reviento con el pie. Nada demasiado obvio, pero tampoco tan inocuo que pase desapercibido.
- ¿Eso es todo?- Caminamos de regreso a la lata de gasolina. Hugo está decepcionado. Puedo vivir con eso.- ¿De qué sirve eso?
- Rosas acaba de matar a un prisionero en custodia. Ésa es la evidencia. Hay que largarnos de aquí antes que llegue la policía, o él. ¿Tienes planeados más incendios?
- No, pero aún si los tuviera no sería tu problema.
- Lo es genio, lo es porque yo estaré en la celda al lado de ustedes.- Lo acompaño a su auto. Quiero verlo largarse. Estacionó detrás de una arboleda y escucho que una puerta se abre. Escucho las pisadas. Saco el arma y corro al auto, pero se ha ido.
- La asustaste macho.
- ¿Quién demonios era ella?
- Mi novia, es una rubia despampanante. Le gusta verme entrenar.
- ¿Y la traes a esto? Maldita sea... Hugo, no es inteligente traer testigos al lugar al que le piensas prender fuego.
- Puedo confiar en ella.
- Felicidades, haz encontrado el amor. Yo no confío en ella. Piensa en los demás Hugo. Ustedes no han sido honestos con nosotros, no del todo.
- ¿De qué estás hablando? Les pagamos, ¿no es cierto?
- No nos dijeron sobre Lychenberger, ni sobre Shane Parker.
- ¿Shane? Él no era nada, nos debía dinero que estaba a punto de pagarnos. Supongo que ahora nadie nos pagará. Tuvo mala suerte con el robo. Mala suerte con ese negro Hicks.
- No seas idiota, él mismo robó el depósito. Iba tras la droga y entró por la puerta. Reventó ese cristal para que pareciera otra cosa, pero apenas y hubiera cabido, mucho menos cargar con miles de dólares de producto. Winston Hicks lo sabe y decide matarlo y vender la droga.
- Vaya, suenas como un detective.
- Eso hago en mi tiempo libre. ¿Qué tanto sabe Hicks?
- No mucho, sabe de esa bodega y quizás de otra. Ya ha sido vaciada. Y no me digas idiota, fue idea de Parker el contratar a ese pandillero. Realmente creía que estaba reformado.
- Uno nunca sabe Hugo.

            Puedo sentir las sirenas detrás de mí. Pero no lo están. Puedo escuchar mi orden de aprehensión por la radio. Pero no la escucho. Puedo sentir la presencia de Mariana Dreyfus. Está a mi lado. Que me vea todo lo que quiera. No sacará nada de mí. No puede tocarme, estoy en llamas.
- Oz, ahí estás.- Galton fumaba en la escaleras de la salida trasera. Finalmente me encuentra.
- Jack, el genio. ¿En qué andas?
- Salí a fumar en calma. Allá adentro es jaula de locos.
- ¿Por qué?
- Carson discutía con el abogado, Lundy discutía con Carson y Lloyd discutía con todos. ¿Cómo fue en el caso de los dos negros en la basura?
- ¿Qué puedo decir? Encontraron su lugar en este mundo.
- Bien dicho.- Tira el cigarro y lo apaga con el pie.- Tengo una lista de 12 familias de clase baja y media cuyas hijas fueron secuestras y liberadas sin problemas.
- 12 son muchas, ¿por qué nadie dijo nada?
- La gran pregunta.- De un escalón levanta su gordo expediente y me pasa una lista.- Esa es tu copia. Al parecer todos estaban tan preocupados que sabían que la policía no les dedicaría el mismo tiempo y esfuerzo que si fueran blancos y vivieran fuera de Morton.
- La triste realidad.
- Sí, puedo escuchar el violín.- Entramos al precinto, pero me detiene en el umbral de la puerta a un lado de la oficina de anti-bandas.- Me concentré en la casa del horror, revisé por multas de tráfico, autos estacionados por demasiado tiempo y esa clase de cosas. Aparecen cuatro multas a ¿estás listo? Un Coupé marrón viejo. Las placas no coinciden, es robado.
- ¿Y quién las pagó?
- Ahí es donde la cosa se pone frustrante y misteriosa. Me dijeron que las multas fueron pagadas, pero no me dijeron por quién. Eso es muy irregular.
- ¿Y no pudiste presionar?
- Nadie puede decirme a quién se pagaron. Pueden echarse la culpa mutuamente de aquí al Juicio Final. Es un paso adelante, pero no sé adónde me lleve eso.
- Así es la vida.

            Me detengo en cuanto veo subir a Lundy por las escaleras. Galton sigue hablando y yo sigo asintiendo. El tiempo pasa tan lento que prácticamente se arrastra. Lundy grita algo que no alcanzo a escuchar. Suben patrulleros. Se arma el escándalo. Felipe Constanza está muerto. Galton acompaña a los demás detectives para ver qué pasa. Me quedo abajo, junto a Lynch y Wyms. El caos se desenvuelve como un ballet. Algún genio tiene la brillante idea de llamar a los paramédicos. Es imposible revivirlo, a menos que alguien quiera usar magia negra. Encuentran la tarjeta de Enrico Badessi. El último en entrar en contacto con él fue el abogado. Carson no deja de gritarlo.
- Quiero investigar a ese Cesar Rosas, ha estado apareciendo en muchos casos últimamente.
- De ningún modo.- Lundy se interpuso entre Peter y el teniente.- Rosas es un abogado respetable, conocido en la comunidad. Es prácticamente un pilar.
- Hijo de perra ha representado a la peor escoria de la humanidad desde que compró su título a algún gitano. No sé qué relación tenga con él capitán, pero le sugiero que se haga a un lado.
- ¿Me estás amenazando Peter?
- No, le estoy avisando.- Señaló a George, y el teniente se acerco sin saber qué lado tomar.- Teniente, necesito una orden de arresto y búsqueda para su casa y oficina.
- Teniente, le ordeno que no haga tal cosa. Si el detective no puede procurar evidencia sólida, no podemos pedirle a un juez que firme semejante orden.
- George,- Dijo Lloyd.- yo la firmo. Redáctala de una vez.
- Ten cuidado Lloyd.
- Carson tiene razón, hay que investigarlo.
- No olvidaré esto.- Dijo el gran Zeus antes de salir.
- Bueno, ahí se va mi caso.- Dijo Carson señalando al cuerpo que era bajado en camilla. Después apuntó al capitán que salía rojo de furia.- Y ahí se va mi carrera.
- Ánimo Pete, esto no acaba hasta que acaba.-           Lloyd lo consuela y trata de darle ánimos. Yo regreso a mi oficina por un cigarro y un trago de whisky.
- Oz, llegaron los estados de cuenta de Lebron Massie.- Se sentó en la silla a mi lado y señaló los papeles que sostenía. No le presté mucha atención.- ¿Crees que estaremos bien?
- Sí, pero esto no acaba hasta que acaba. ¿Qué encontraste?
- Ya le dije a Galton, y estaba tan emocionado como yo.
- ¿Le pediste matrimonio finalmente?
- No, aunque yo creo que estaba más feliz con esto que lo que estaría si la mujer de sus sueños se desnuda y le espera en la cama. Escucha esto, al día siguiente de la desaparición de su prosti metió quinientos dólares. Hizo otros dos depósitos de quinientos dólares cada uno que coinciden con las fechas de desapariciones. ¿Vamos por él?
- Odio al perro, pero en este instante hay peces más grandes.- Lynch entra a la oficina con un enorme sándwich del que me regala la mitad. Trato de comerlo, aunque no tengo hambre.- Eso me recuerda a los padres de Julia Rivers, eran unos junkies degenerados, pero se hospedaban en un buen hotel. ¿Qué es lo que ella había dicho?
- Que no quería que terminar como su hermana...- Lynch pensó lo mismo que yo salió corriendo a los archivos de arrestos. Trevor y yo nos reunimos con Galton en la cafetería.
- Ya me lo mostró Trevor. Pone el asunto bajo una luz.
- Uno de los padrotes había mencionado a Wilbur Oakley.- Ahora realmente tengo su atención.- Hacía que sus mujeres metieran drogas a prisión y lo molestaron mucho cuando perdió a una de sus mujeres. Se llamaba...
- Francis algo.- Terminó Wyms sin terminar de ver la conexión. Lynch regresó con el expediente.
- ¿Adónde vas con esto?- Preguntó Galton.
- Julia Rivers no quería acabar como su hermana,- Lynch mostró los arrestos de Oakley.- porque su hermana había trabajado para Wilbur. No se llamaba Francis o Frenchi, sino Francesca Rivers.
- Una de las víctimas que encontramos hecha picadillo.- Galton hace la unión y el tenedor se le cae de la mano contra el plato metálico.- Hijo de perra. Y ahora está muerto.
- Oz, ¿puedes venir?- Carson me llama desde el marco de la puerta. Lynch aún no puede verlo sin mostrar odio.- Me acaban de marcar los policías que hicieron el registro. Yo tuve que quedarme.
- ¿Y?
- Encontraron el veneno que Rosas usó para matar a Constanza aquí en el precinto. El abogado subió antes que yo, ¿lo recuerdas?
- Sí.
- Qué bueno, porque conozco a los abogados. Tratarán de plantar dudas y decir que yo lo maté antes que acusar a uno de los suyos.
- Rosas es escoria humana. Si el asunto llega a la corte no creo que tengas problema alguno.
- Es cierto, aún así quería saber si contaba contigo.- Me ofrece la mano. Está siendo sincero.
- Cuenta conmigo.- Le apretó la mano y, extrañamente, también soy sincero.
- Detective Ozfelian, ¿podría hablar con usted?- Lundy parece materializarse detrás de una columna y me lleva hasta la puerta de mi oficina.
- Si es sobre ese abogado amigo suyo, no sé si pueda ayudarle.
- No, esto es sobre ti. Ahora que estuve en casa de Cesar Rosas me topé con testigos que aforman que un hombre y una morena fueron a esa casa con la intención de prenderle fuego. El sujeto no lo hizo porque el sujeto discutió con un hombre cuya descripción es idéntica a mí.
- ¿Trata de decirme que hay otro pelirrojo en el mundo? Vaya capitán, me agarra por sorpresa.
- No te hagas al inocente. No he olvidado esa llamadita que le echaste a tu amigo Tito Sandoval cuando buscábamos a Rupert Jackson.
- ¿Hace cuánto que fue eso? Meses. Tengo muy buena idea de lo que se tiene entre manos Lundy y si yo le estorbo entonces le sugiero que encuentre otro camino.
- Le está hablando a un capitán de policía, ¿crees que puedes tratarme como a cualquier desgraciado?
- No se haga el inocente Lundy, todos somos desgraciados.

            El gran Zeus regresa a su monte Olimpo. Yo desciendo a los infiernos. Ubico a Rick en un restaurante en Washington Boulevard y lo espero en mi auto. Lloyd sale al estacionamiento se sienta a mi lado. Hablamos tonterías primero. Estaba con su esposa y un juez platicando sobre baseball cuando recibió mi llamada. Ahora es mi turno.
- Lundy me tiene del cuello Rick. Cuando fui a casa del abogado me topé con Hugo Wright, trataba de prenderle fuego a la casa.
- Qué idiota. ¿Qué hiciste?
- Lo detuve por supuesto. El problema es que un testigo me vio.
- Primero que nada, tranquilízate. Si tuviera algo sólido estarías con esposas.
- Eso no me tranquiliza. No le dije nada a los muchachos, ¿pero qué de ellos?
- No va a pasar nada. Si hubiera una investigación oficial en tú contra, yo estaría al tanto de ella.
- Va a revivir el caso Oakley, de eso estoy seguro.
- No digas eso. Yo tampoco tengo las manos limpias. Qué idiota, tratar de prenderle fuego.
- Estaba nervioso, si llegan a Lychenberger pueden llegar a ellos.
- Idiotas, pueden salir del país y desaparecer. Pueden irse a México y comprarse una playa. ¿Nosotros? No podemos salir ni a la esquina.
- Esta Lychenberger, ¿se puede controlar?
- Sí. Tengo planes de reserva en caso de emergencia.
- Bien. Te ayudaré a enterrarla si es necesario. Pero no puedes dejar que el rastro llegue a ella.
- Muerto Constanza todo se enloda. Carson tiene la lista, así que limitamos el daño pero no estamos libres del todo.
- Espera un segundo, su Lundy quiere ir tras de ti entonces ¿no usaría a Carson?
- Probablemente. Galton no dejará el caso de la casa del horror, sin importar quién se lo pida. Es obstinado en ese sentido. Con Galton tras de mí no tendrá tanto tiempo de perseguir el rastro de papel. Aún así, no es certeza.
- No hay certezas en esta vida.
- Maldita verdad.
- En tu opinión, ¿es bueno seguir en negocios con estos traficantes?
- No sé, de no ser por Hugo Wright no estaría metido en este embrollo. Aún así, el dinero es bueno, se puede contener el problema de drogas en Morton y Taruso es un hombre inteligente. Tenemos que ser cuidadosos, eso es todo.
- Agradezco la honestidad.
- Por cierto, disculpa por investigar a Ursula Vickins. Es que apareció en el directorio de Florinda Piñero y... Todo lo que tenga que ver con ella me vuelve loco.
- Debí haberte dicho que Ursula es mi amante. No te preocupes por eso.
- Gracias Rick, me siento mejor.
- Por si acaso, tendré a tu representante sindical bajo alerta por debajo del agua.- Nos damos la mano y Rick regresa a su bistec. Yo regreso a mi pesadilla.

            No tengo ganas de regresar al precinto. Le pido a Lynch que me excuse. No quiero preocuparlo demasiado, así que solo le digo de las amenazas de Lundy. Henry no tiene miedo. No me sorprende. Yo tengo que hacer algo más. Lebron Massie. Vendió a una mujer para ser torturada y destazada. Un ojo morado no es suficiente. Demasiado temprano para estar en las calles, demasiado tarde para estar en su departamento. Hay un asesino en Morton. Viaja en auto de civil con sirena apagada. Hago circuitos por la selva de asfalto. Me fijo en licorerías. Me fijo en los bares de mala muerte. ¿Aún se gasta el dinero que le dieron por Julia Rivers? Solo hay una manera de saberlo. Preguntarle. Preguntarle tan fuerte que su cabeza se parta en dos como un melón.

            Lo encuentro saliendo de una iglesia. Disfruto la ironía. Tuvo su media hora de salvación. Ahora tendrá una eternidad de sufrimiento. Lo sigo despacio por las calles. El idiota no ve sobre su espalda. Se mete a un callejón para hacer líneas. Agacha la cabeza e inhala con la ayuda de un billete de cien. Tengo una buena idea de dónde provino ese billete. Levanta la cabeza y ve mi puño. Le reviento la nariz de un golpe. Me pongo la máscara y me acomodo los guantes y empujo el basurero con ruedas para que tengamos privacidad. Lo pateo un par de veces y le pongo un pañuelo alrededor de la boca. No quiero hacerle preguntas. No quiero saber sus respuestas. Enciendo un cigarro y él sabe a dónde va esto. No le digo nada. No quiero que sepa. Yo tampoco quiero saber. Le clavo el cuchillo en su rodilla, después en su mano. Recuerdo los pedazos de Francesca Rivers. Me imagino a su hermana tratando de sobrevivir, de escapar a sus padres. Toma la misma ruta que su hermana, pero cree que tendrá mejor suerte. Julia descubrió que la señora de la suerte también es prostituta, y ya no tenía dinero. Latigueada y violada por docenas de extraños. No siento nada al apuñalar a Massie. Pero me aseguro que él sienta lo que Julia sintió estando encadenada por grilletes en la mesa de la diversión. Cuando inserto el cuchillo en sus genitales y veo las lágrimas que salen de sus ojos no siento absolutamente nada. No estoy muerto. Estoy entumecido por las llamas. Lebron se desangra en el suelo, incapaz de moverse. Le muestro el cigarro. Es lo último que ve antes de apagarlo en su ojo derecho. Salgo corriendo de ahí. A diez cuadras llamo al precinto. Le pido a Trevor y a Henry que limpien el desastre que Lebron se hizo a si mismo.

Llego tan temprano a mi departamento que hasta las cucarachas se asustan de verme. La cabeza aún me da vueltas. Un poco de whisky ayuda, pero me hace pensar en la orquídea envenenada. Cuando escucho pasos fuera de mi puerta preparo mi revólver. No hay duda, vienen a matarme. Tocan la puerta. Escucho la voz de Peter Carson. De todos los asesinos, no me lo esperaba a él. Abro la puerta de golpe y, escondido contra el marco, le pongo el cañón en la nariz. Lo hago entrar y me asomo. Ha venido solo.
- Maldito psicópata, ¿me ibas a matar?- Se pasea por mi sala y se fija en la botella vacía.
- La idea se me cruzó. Si no viniste a matarme, ¿qué te trae por aquí?
- La idea también se me cruzó a mí.- Bajo el revólver, pero no lo guardo.- Tú mataste a Constanza y le tendiste la trampa al abogado. Es tu modus operandi, ¿no es cierto?
- No sé de qué me hablas.
- Hijo de perra, ¡me usaste!- Me toma de las solapas y me azota contra la puerta.- Fingiste que… que me respetabas, pero en realidad querías estar cerca de mí para poder cubrirte mejor.
- No eres el centro del Universo, Carson.- Lo aparto de un empujón.
- Hiciste lo mismo con Oakley y con Sandoval. Después de todo eres el mago de Oz, ¿no es cierto?
- No, soy la bruja del oeste. Lárgate.
- No te zafarás de ésta Larry, no tan fácil. Lundy te investigará formalmente en la mañana. ¿Ese veneno que usaste en su café? No fue tan rápido como creíste. Felipe Constanza estaba muriendo cuando Lundy lo descubrió. Dijo que tú y Wyms lo revisaron.
- Tonterías. Es la palabra de un muerto contra la mía. ¿Qué hará Lundy, poner su cadáver en el banquillo de testigos? Abre los ojos Carson, todos los peones que Lundy usa para su beneficio personal están más sucios que yo. Oakley era toda una joya, Collins era parte de una trampa y un verdadero bastardo. Ahora Felipe Constanza, el maldito que lava el dinero de los Badessi.
- Cada vez que nos acercamos a ti hay una pila de cadáveres y pistas falsas.
- ¿Qué te prometió ahora Peter, un cargo en Marvin Gardens? Quizás división Oeste, o mejor aún teniente detective en división Metro.
- No Larry,- Me empuja a un lado y abre la puerta. Se detiene en el umbral y me mira como mi última orquídea, con una mezcla de miedo y asco.- ésta vez me hice voluntario. No me importa si acaba con mi carrera, me encargaré de que pases el resto de tu vida en prisión.
- Carson, no puedes tocarme sin quemarte. Tienes que preguntarte ¿vale la pena perderlo todo porque te sientes traicionado?
- ¿Ahora quién es el centro del Universo?

            Veo rojo. Destrozo el lugar. Lanzo la radio de un lugar a otro. Reviento botellas vacías contra las paredes y cuando el huracán termina lo único que queda es un vacío. No es que me calme, es que el fuego se apaga. Pienso en huir. Pienso en escapar con el dinero y dejarles instrucciones a los muchachos. Lundy nunca me encontraría. Pienso en matar al gran Zeus y a su perro faldero. Me siento en el clóset sobre la ropa. Encuentro una cajetilla con un último cigarro y unos cerillos. No es lo único que encuentro. En un bolsillo de un abrigo encuentro el registro de llamadas de Florinda Piñero que nunca revisé. Al leer la larga lista recuerdo la explosión en mi interior al escuchar a una de las víctimas de la casa del horror mencionar a la orquídea. El incendio empezó ahí. Esto es mil veces peor.

            Me levanto de un golpe. Sé exactamente lo que tengo que hacer. Es sanguinario, desagradable y desesperado. No lo aceptaría de ninguna otra manera. Hago unas llamadas y escribo un par de cartas. Coloco la última pieza del rompecabezas y la imagen soy yo terminando el rompecabezas. La verdad me parte el cráneo con la fuerza de un relámpago. Escondido frente a mis narices, oculto por el humo. Estuve cegado por la luz de las llamas. El crepitar de mi cuerpo una señal del trágico final. Cuando subo al auto sé, sin lugar a dudas, que de este momento en adelante, por el resto de mi vida, estaré maldito. Puedo vivir con eso. Puedo vivir con cosas mucho peores.

            Mi primera parada es el bar de Dixon Jones. Le doy casi todo mi dinero. El fajo de unos fríos cinco mil bañados en sudor y sangre. Le entrego las cartas y le doy mis instrucciones. Le robé más de lo que jamás le podré regresar, pero Dixon es en la única persona en la que puedo confiar. Jones me mira a los ojos y me promete que hará todo a la letra. Le creo. Me dice que tenga cuidado. Le respondo que tiré el cuidado por la ventana en el momento en que le entregué las cartas y las instrucciones. Ahora lo único que queda soy yo.

            Golpeo la puerta de Carson. Abre la puerta y me pone la pistola en la nariz. Le prometo que Lynch y Wyms no están ocultos en los arbustos. No me cree. Yo tampoco lo creería. Le hago una oferta demasiado tentadora. Le daré todo. Sin reservas. A cambio quiero que me acompañe al motel 6 por la carretera interestatal. Cuando le explico lo que hay en ese motel no tarda ni dos segundos en recoger sus cosas. Me esposa en su auto y maneja en silencio. No hay nada que quiera decirme. Hay mucho que está a punto de conocer. No abro la boca en todo el camino. Saboreo el dulce veneno de la orquídea fatal. Me arrastra al infierno. No podía ser de otra manera.

            Me quedo en el auto mientras Peter le pregunta al encargado y consigue una llave. Me quita las esposas y no deja de apuntarme mientras subimos las escaleras. Le digo que se quede pegado a la ventana, querrá escuchar esto. Abro la puerta y me encuentro a Rick Lloyd bebiendo cerveza silenciosamente y escuchando la radio. Apago el ruido.  Tengo suficiente música para que nos dure una eternidad, y Lloyd quiere escucharla.
- Dijiste que sabías como zafarnos del problema. ¿Dónde están Wyms y Lynch?
- Los dejé abajo, quería hablar contigo en privado.
- Lo veo venir, será un favor grande.
- ¿Tienes cigarros? Me quedé sin uno.- Me ofrece su encendedor y cigarrera. Me enciendo uno y me quedo de pie en las ridículas escaleritas que descienden de la entrada a la sala y cuarto. Me apoyo contra el barandal y volteo hacia la ventana. Carson está bien escondido, pero veo su arma. Es bueno saberlo.- Estaba equivocado sobre lo que encontré en ese locker.
- ¿Qué locker?
- Cuando mataste a Oakley y dejaste la llave detrás, ¿recuerdas? Tenías algo de dinero, una pistola y un panfleto con el número de Ursula Vickins.
- ¿Y qué?
- El número no importaba, era el folleto. Apartamentos Ocean View, vi la maqueta en la oficina de Lychenberger. Asumí que Vickins era tu amante.
- Ella es mi novia Larry, ¿de qué hablas?
- Tu esposa me pagó cinco mil dólares para investigar tu amorío.
- ¿Virginia?
- No te hagas el sorprendido, ¿creías que era estúpida? Se iba a enterar. Le dije que no encontré nada, no te preocupes. Le mentí, por supuesto, porque vi tu llave del hotel Atlantic. La mujer se estaba bañando, pensé que era Vickins. Pero Vickins no usa tacones, me lo dijo. Le duelen. Y los vi tirados en el suelo. No, tu amante es Florinda Piñero. Revisé sus llamadas Rick, habló a tu casa como tu esposa me dijo.
- Esto es vergonzoso Larry, no quise decírtelo. Lynch me contó que estabas obsesionado por tu orquídea y estas cosas siempre arruinan amistades. La amo Larry, no la quiero dejar por más que seas mi amigo. Espero que con el tiempo me sepas perdonar.
- No se trata de eso Rick, se trata de la verdad.
- Mi vida personal es mi problema Oz, ¿yo te fastidio por lo que haces en tu tiempo libre? Te mentí para protegerte.
- No me refiero a eso Rick, ¿por quién me tomas?
- ¿Entonces cuál es tu maldito problema?
- Oakley habló con Patridge y mencionó a Lychenberger y a la orquídea. Intervenimos su teléfono para robarle el dinero.
- Me figuraba que habías sido tú. Tres blancos en un trabajo tan organizado.
- Te hice un favor al matar a Patridge.
- ¿Qué quieres por eso, una medalla? Estás ebrio, mejor lo dejamos para otro día.
- Hugo Wright me dijo que tú eras “Sistema de enfriamiento Córdova”.- La mentira funciona, Rick se queda helado, tratando de pensar en algo que decir.- Tú estabas haciendo dinero de ellos mucho antes de que mis muchachos y yo los encontráramos. Dime si miento Rick, ¡dime si miento!
- Sí, está bien. Hago una fortuna con ellos. Cuando les obligaste a dejarte entrar lo consultaron conmigo. Te querían muerto Oz, y Lynch y a Wyms. A los tres. Pero yo intercedí por ustedes. Te salvé la vida Larry, así que deberías estar agradeciéndome.
- Lo haría Rick, pero Wright y Taruso hacen más que vender drogas. La casa de los horrores olía a carne podrida y pescado, eso debió alertarme en cuanto conocí su empaquetadora o sus pescaderías. Rastreamos un camión de entregas de carnes a un carnicero apellidado Sutton. Dijo que se lo vendió a su primo. Hugo Wright me dijo que todos sus primos están en el negocio de la comida. Estoy seguro que si los investigan de cerca verán que alguno de los dos estuvo en un orfanatorio con Sutton. Pero no trabajan solos. Secuestran gente que Vickins conoce, si revisamos sus casos de asistencia social encontraremos a las víctimas. Ella entra a la casa, evalúa a la familia y decide si vale la pena o no secuestrarlos. Le confían con sus vidas y ella decide quién vive y quién muere.
- Fueron cuidadosos en cada caso. No pidieron demasiado, ni un solo error. Es un negocio Larry, es todo lo que es.
- ¡Es secuestro!
- ¡Es dinero!
- Era Piñero la que organizaba todo.
- Era seguro.
- ¿Seguro? Torturaron a quién sabe cuántas mujeres.
- Eso fue distinto. A Hugo le gusta esa clase de cosas. Si no ve sangre, él no se excita. Quién sabe de dónde conseguía a los clientes. Pero les encantaba. Se salió de control y les ordené que lo dejaran en cuanto los Badessi clausuraron la casa a balazos.
- No te hagas al inocente Rick, tu novia es quien las compra. Probablemente contigo. ¿Fornido, ancho y con bigote? Cuando Galton lo dijo me pareció demasiado general, pero estaba equivocado. Eras tú en el auto, con tu orquídea. Encontramos la peluca Rick, la vimos cuando revisamos su tienda.- La segunda mentira y funciona a la perfección. Lloyd está nervioso.
- A Florinda le gusta también. ¿Y qué si unas cuantas zorras desaparecen de la faz de la tierra? A nadie les importaba cuando estaban vivas, ¿en qué cambia?
- Le compraron a Lebron Massie. Seguramente fuiste tú el que le dio el ojo morado.
- Se puso terco.
- Massie está muerto, yo lo maté. Oakley también fue cliente, pero yo no lo maté. Fuiste tú. El caso de Lundy era en tu contra. Wilbur Oakley podía testificar que te vendió a Francesca Rivers. Estabas en el fango, así que lo mataste y me pediste ayuda para cubrir tus pasos. ¿Cuánto pagaste en multas para el Coupé marrón? El muerte-móvil. Por eso no aparecía nombre, ¿no es cierto? Porque pediste anonimato como favor especial.
- ¿Y qué Larry? No me digas que no has robado y matado por los últimos seis años. Tienes las manos tan sucias como yo.
- Lo hice porqué podíamos hacer la diferencia en Morton. Mantener la paz, ayudar a la gente. ¿Y qué si me hice de un segundo salario? No trates de insinuar que somos iguales Rick.
- Lo somos. Lo único que nos diferencia es que yo soy capitán y gano más.
- La diferencia es que escuchaste sus gritos de súplica de las rehenes mientras violabas a las prostis y no hiciste nada. - Rick se pone de pie para lanzarse contra mí, pero Carson entra apuntándole a la cabeza.
- Larry, ¿qué crees que haces?
- Ya escuché suficiente.
- No,-detengo a Peter en los escalones.- aún no he terminado.
- Nada de esto es admisible en la corte. ¿Quién será tu testigo Carson, ese policía corrupto?
- Ursula Vickins fue a la universidad Moore y te conoció ahí. Piñero fue a la misma universidad. Ese es otro rastro que puedes seguir Carson. Él se entrometió al precinto en el momento en que revisamos a Piñero en su florería. Para una secuestradora y asesina, debió estar muy asustada. Era un negocio redondo, drogas, prostitución especializada y secuestro. Pero cuando las cosas se salieron de control y Lychenberger estaba a dos de ser investigada por Carson gracias a la lista que Felipe Constanza tenía en su oficina, entonces entraste en pánico. Me vendiste a Lundy. Diez años de amistad tirados a la basura.
- Diez años de exprimir a esos negros por todo lo que valen. El precio de hacer negocios.
- Lo llevaste demasiado lejos.
- No me entregarás Oz, no puedes. Sé de tu conexión a Sandoval, de cómo ayudaste a Rupert Jackson a escapar de la persecución, del dineral que sacas de Taruso y Wright. Y ésa es la punta del iceberg. Diez años de corrupción, manipular y plantar evidencia, sobornos. Lo tengo todo en mi cabeza. Y lo diré todo frente a Lundy o frente a quien sea.
- Vi la casa Rick. Esas mujeres estaban tan desesperadas que arañaban las paredes. Hicieron surcos Rick. Escribieron en la maldita pared con sus malditas uñas ensangrentadas. Y lo hicieron, mientras tú, Wright y Piñero cortaban a alguna prosti en pedacitos. Ahora dime, y sé honesto, ¿te excitabas sabiendo eso o era la orquídea la que se volvía loca?
- Florinda vive tanto tiempo entre flores y cosas inertes que necesita ver un poco de carne y sangre de vez en cuando. Le encantaba Larry, ¿te enoja que me la esté echando mientras tú te masturbabas pensando en ella? Porque me encantó.
- Quiero que sepas, y te lo digo por diez años de amistad, que la volverás a ver. En el infierno.
- Basta Ozfelian, lo arresto ahora.- Carson baja un escalón. Me acerco para hablarle al oído y le meto un codazo con todas mis fuerzas. Lo golpeo en el cuello y le quito el arma.
- Larry, no lo hagas.- Rick se sienta y me mira con lágrimas. Carson trata de respirar y levantarse.

            Le disparo en el pecho, pero no en el corazón. Le disparo de nuevo en el estómago. Quiero que se desangre. No puedo hacerlo sufrir como a Lebron Massie, pero no se irá de aquí tan fácil. Levanto a Carson apuntándole en la cabeza. Le quito las esposas y lo encadeno al riel. Le quito su arma de repuesto. Se la pongo en la mano a Rick. Él me mira sin poder oponerse. Le hago jalar el gatillo dos veces hacia donde Carson debería haber estado. Peter me mira con odio, pero vive en un mundo fantasía. En nuestro mundo los monstruos como Rick Lloyd no van a juicio. Demasiados amigos. Demasiados secretos. Zeus Lundy entra y no se inmuta. Él lo sabía.
- Gracias por llamarme detective Ozfelian. Escuché parte de la conversación. Muy iluminadora.- Enciendo un cigarro. Ésta será una noche larga.- Pero no saldrá limpio de ésta. Lloyd ya me había dado una declaración oficial y firmada. Muerto o no, es válida en la corte.
- La va a destruir.
- ¿Por qué haría eso?
- No se haga al inocente. Ninguno de los dos tenía las manos limpias. Está trabajando para la familia Badessi. El bufete del que Percy me habló era “Reed, Vickers y Sanders”. Ellos financian su campaña fuera de los libros. ¿Esos asesinos a sueldo italianos que rastreamos hasta un hotel? Estoy seguro que las prostis lo identificarían. Usted ordenó el contrato. Su amigo, el abogado Cesar Rosas tiene mucha cola que le pisen. Fue abogado de Oakley y Norman Waters le llamó el día del ataque a Adolfo Arias. El contacto de droga de Tito Sandoval. De eso se tratan todas estas investigaciones. Los Badessi quieren el control del narcotráfico en Morton. El ataque a Ronald Parsons lo hicieron parecer de Sandoval, pero fueron los italianos. Le encontraron una vieja .22 a un famoso tirador del viejo continente cuando hicieron esa orden de búsqueda. De no ser porque yo planté otra arma en la escena del crimen, ésa hubiera encajado perfecto. Taruso y Wright le estorban a los italianos, así que investiga al capitán de policía que les da protección. Los Badessi ganan Morton, le pagan su campaña política y usted asciende al Olimpo del departamento de Justicia.
- ¿Crees que vas a chantajearme tan fácilmente Ozfelian? Haré que esos hermanos Badessi te corten en pedazos. Te odian de por sí. ¿Crees que sería difícil para mí? Me adoran.
- Ofrezco un trato.- Le muestro un pequeño bloc de anotaciones.- Puedo demostrar que Lloyd era corrupto con esto. No es suficiente que muera, si quiere hacer su carrera a partir de ella, tendrá que mostrar qué tan corrupto era realmente.
- No te necesito para eso.- Dijo Carson, quien seguía sentado en un escalón.
- Escúchame bien Peter, porque esto puede ir de dos maneras. Tú arrestaste a Lloyd porque sabías que era corrupto. El hijo de perra te dispara, así que te haces el héroe. Te ganas medallas y fotos. O eres al menos cómplice de homicidio. Tú fuiste quien preguntó por la habitación. El sujeto te recordará a ti, no a mí. A mí no me vio en ningún momento. Preguntas por él y lo matas a sangre fría. Así que cierra el hocico Carson, quédate con la primera opción.
- Calculador hijo de perra. Era trampa.
- Así es la vida.- Le doy el bloc a Lundy, quien comienza a hojearlo.- Taruso y Wright, las conexiones a la casa de horror, a Piñero, Vickins y Lychenberger. Todo lo que sé sobre el caso. Las direcciones de la vendedora, sin duda todas las víctimas vivirán en esas casas. Todo tuyo.
- Es un buen comienzo, pero no es suficiente. Lloyd no trabajaba solo, todo mundo lo sabe. ¿Por qué crees que no te ascenderán nunca? Las grandes ligas te quieren ahí, con los negros, porque saben que eres un sociópata manipulador y corrupto. A quien los jefes quieren, es a ti. Antes tu única protección era Lloyd. Ahora Lloyd se desangra como cerdo en matadero.
- Lo sé.- Me termino el cigarro y me apoyo contra la ventana. Las luces de la calle parecen luciérnagas. Doy un fuerte suspiro. Es tan fuerte que siento que pierdo la vida, porque se me va el alma de la boca.- Trevor Wyms. Tengo las huellas en el arma que mató a la hermana de Richard Dreyfus, Mariana. En ese bloc está la dirección del lugar donde almacenamos el dinero corrupto. Si queda un poco del dinero marcado, estará allá. Wyms es el único que lo toca, nuestro contador. Sus huellas estarán por todas partes. Todo tuyo, con condiciones.
- Adelante.
- Dos cosas. Trevor Wyms nunca se entera.
- Hecho.
- Quiero que me cambien a robos y homicidios, a un buen lugar.
- Hecho, pero ¿cómo vivirás contigo mismo sabiendo lo que has hecho?
- He hecho cosas peores.
- No lo dudo.
- Por si acaso se le ocurre traicionarme quiero que sepa que he dejado una carta que irá directamente a los Badessi detallando cómo los traicionó. Además de siete mil dólares a un asesino a sueldo para que lo mate. No llegará ni a la puerta si tan siquiera piensa en traicionarme. Esa declaración de Lloyd irá a la basura o la quemará, a menos que quiera que sus hijos vean como su padre es asesinado y la casa es encendida como una antorcha.
- Lo peor de todo es que te creo. ¿Dónde está el arma?
- Última página. Es un departamento en Baltic. El arma está debajo de la madera bajo la cama.
- Van a ser un largo par de días.- Reviso el pulso de Lloyd. Está muerto.
- Buenas noches, diviértanse con el cadáver.

            La noche aún no acaba. Fijo una cita con Hugo Wright. Está bebiendo en un bar de lujo con leyendas del boxeo. Sale borracho y se sube a mi auto. Lo drogo con una inyección al cuello y cuando despierta estamos en Morton. Está esposado y atado de piernas. No quiere hablar al principio. Me imaginaba eso. Pero habla. Cualquiera hablaría después de perder dos dedos y parte de la oreja. La nueva casa del horror está en la zona industrial. No muy lejos de “Carne Diva”. Una planta. Ventanas cubiertas. Dice que no hay guardias, que él debería estar ahí. Abro con sus llaves y entro con la pistola cargada, solo por si acaso. Dos largos pasillos y escaleras a un sótano. No hay nadie. Voy por él al auto y lo arrastro a golpes. Lo encadeno con grilletes en el sótano, a un lado de una prostituta muerta y fría. Seis cuartos. Dos mujeres por cuarto llorando y rogando por ayuda. Reviento los candados y les quito las esposas con mis ganzúas. Tienen la cabeza cubierta con sacos negros. Las vuelvo a encerrar.
- No tardaré mucho, y cuando las libere quiero que hablen con el detective John Galton, ¿me entendieron?- Me ruegan que les abra.- Voy a matar al monstruo que las trajo aquí. Quiero tomarme mi tiempo. ¿Entienden?
- Tómate toda la noche primor.- Les dicto el número de la casa de Jack Galton. Les digo que soy un empaquetador de carnes que trabaja con Hugo Wright y que no soporta la situación.

            Wright pide clemencia. Miro el reloj. Para ahora Dixon debe estar leyendo el segundo sobre. Encuentro un machete en una mesa llena de marcas. Encuentro gasolina en frascos. Lo roció en la entrepierna. Enciendo un cigarro y le tiro el cerillo. Mientras se retuerce le corto los dedos y sigo golpeando el machete contra las piernas. Los chorros de sangre apagan el cigarro. Me ciegan temporalmente, pero no le doy importancia porque sigo podando. Cuando me limpio de sangre y sudor las llamas iluminan un espejo roto en el techo. No me gusta lo que veo. Tengo esa misma mirada. La que nació cuando conocí a la orquídea. Ya no siento ganas de torturar a Hugo Wright. El incendio se apagó. Le disparo en la cabeza y dejo que el fuego consuma su cuerpo. Libero a las mujeres y me largo de ahí.

            Llego al bar de Dixon y entro por la puerta trasera. Me deja usar la regadera vieja de la bodega. Me quedo acurrucado en un rincón llorando tan fuerte que los clientes me escuchan y sienten lástima por mí. Se sienta a mi lado en un viejo banco de madera y trata de calmarme. Hizo la llamada que le pedí a su contacto. También le avisó a Trevor. Debe estar huyendo con su esposa. Tenía planes para matar a Florinda Piñero. Torturarla como ella lo hizo con muchas otras. Hacerla sufrir hasta que su veneno se vaya de mi sistema. Ya no lo haré. Su veneno ya no me afecta. Ya no es la orquídea. Ahora solo es Florinda Piñero y al infierno donde la mandarán no se compara con una hora de sufrimiento.

            Cuando llego a casa alcanzo el teléfono. Es Lynch. Wyms le habló desesperado. Lloyd  lo entregó. Al principio se preocupa porque Wyms y Tricia puedan evadir a la policía. Luego se preocupa porque Trevor nos delate cuando sea presionado por Carson y Lundy. En la mañana se desata la tempestad. Carson mató a Lloyd cuando éste trató de matarlo. Galton ha encontrado la segunda casa del horror. Wright está muerto. Un empleado de una empaquetadora salvó a las chicas. Sigue la pista todo el día y descubre el mercado de drogas. Lynch y yo nos ocupamos de Tito. Le obligamos a distanciarse. Irse del país mientras todo vuela. Taruso no podrá seguirle vendiendo producto. Nosotros éramos el intermediario así que Tito no se preocupa demasiado. Carson sigue las pistas del caso Lloyd y combina esfuerzos con Galton. Destapan todo. Piñero, Vickins y Lychenberger son arrestados. Taruso muere en un tiroteo.

            En la noche, antes de salir, escuchamos las noticias de Percy. La esposa de Trevor huía con él cuando la policía los encontró. Hubo un tiroteo y mataron a Tricia. Trevor está en custodia y pasará la noche en la prisión del condado. Ya no me habla como su amigo. No le culpo. Lynch se quedará en anti-bandas, yo estoy suspendido sin paga, y el teniente escogerá a los reemplazos. Al día siguiente leo sobre “la orquídea asesina” en los periódicos. Piñero fue la primera en confesar cuando vio la fotografía de su amante muerto. Vickins confesó su papel en los secuestros. Lychenberger trata de protegerse, pero hay una montaña de acusaciones de las que no sobrevivirá en la corte.

            Dos semanas después Lundy me llama. He sido removido de mi cargo en el escuadrón de anti-bandas por el trabajo que se me prometió. No es la mejor sección, pero es robo y homicidios. Henry me invita los tragos. Las morenas ya no me parecen a la orquídea. La maldición ha sido removida. Después de haber matado a tanta gente. Me cuenta los chismes del precinto, que seré juzgado por veinte cargos o quizás más. La verdad es que Lundy me hará investigar por dos detectives con nexos a los Badessi y que siguen sus órdenes puntualmente. La libraré, pero no se lo digo a Lynch. Después de la primera cerveza me da las malas noticias. Mark Rondell, el hermano de Mariana de Dreyfus, acuchilló a Trevor cincuenta veces en la cárcel del condado. Llegan las otras cervezas y hay un momento de incómodo silencio. Lynch sospecha algo. Los contactos de Dixon fueron buenos, le dieron el mensaje a Rondell. Lynch no mueve ni un músculo y me sostiene la mirada. Tenía que asegurarme que Wyms estuviera en la cárcel del condado, por eso tenía que escapar. Lynch deja de respirar, ¿noto que disimuladamente va por su arma o estoy siendo paranoico? Yo no muevo un músculo. No podía correr el riesgo de que Trevor hablara más de la cuenta por una reducción en su condena. Le sostengo la mirada como si mi vida dependiera de ella, porque lo hace. No hay duda alguna que Henry me volará la tapa de los sesos si cree que yo podría haberlo delatado a él. Finalmente Lynch baja la mirada, viviré.

            Tres semanas más de contestar preguntas. A los detectives ni siquiera les interesa. Me hacen repetir mi historia un millón de veces, siempre corrigiéndome cuando me contradigo. Están bien informados. El proceso termina abruptamente cuando Zeus Lundy se redime de los fiascos de Oakley y Collins finalmente limpiando la corrupción y es aceptando con todos los honores en las oficinas del fiscal general. Al día siguiente me presento en mi nuevo trabajo. Lundy me estaba esperando en la entrada.
- ¿Preocupado que no iba a llegar?
- Algo así.- Entramos, pero se detiene en la escalera.- Estarás bien vigilado Ozfelian. Tu superior es el teniente Vincent Simone. Es un paranoide brillante que pudo ser capitán hace mucho. Un solo error Ozfelian y será tu final. No creas que no estaré sobre ti.
- Como un halcón, me imagino.
- Escúchame bien idiota,- Me toma del brazo y me jala para hablarme en privado mientras suben y bajan policías de uniforme y de civil.- después de todo lo que has hecho te sales limpio.
- Nadie sale limpio del lodazal, nadie.

            Me asignan escritorio y me sirvo una taza de café. Está rancio. Supongo que eso no cambia de un precinto a otro. Me apoyo en la ventana viendo pasar las patrullas con sirenas. Mis fantasmas no han desaparecido. Ahora son más. Pienso en la orquídea. Una pasión envenenada. En los días del gran incendio me enamoré de una orquídea venenosa. Bailamos y nos quemamos. Pienso en el gran incendio y en lo que queda cuando todo se ha terminado. Aún queda el humo, pero no me ciega. Mis fantasmas se lanzan sobre mí con sed de venganza. No la encontrarán. Cuando el incendio acaba no quedan más que las verdades al aire. Las mentiras se han ido. Solo queda la soledad y algo que todos mis fantasmas no soportan. En los escombros de lo que queda de mí permanece un abismo. Mariana, Trevor, Tricia, Lebron, esos dos negros en el departamento, Redding, Patridge y un pequeño ejército más me miran a los ojos y entienden, los devoraré muertos como lo hice cuando estaban vivos. Uno a uno me abandonan. El incendio ha terminado. El veneno se ha ido. Sigo flotando. Vendí mi alma envenenada para sobrevivir. Puedo vivir con eso.

No hay comentarios :

Publicar un comentario