jueves, 23 de julio de 2015

La noche se lleva todo

La noche se lleva todo
Por: Juan Sebastián Ohem


Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
            Noche sin luna. Las luces de la ciudad empiezan a distanciarse unas a otras mientras recorro Baltic. Las mansiones ocupan manzanas enteras y forman abismos de oscuridad. Hay algo irónico en eso. La llamada no era para la parte bonita de Baltic. Martin no escucha jazz, algo le preocupa. No pregunto nada, quiere que lo haga. Se quita el sombrero y se rasca donde su bigote solía estar. Debí haber preguntado, pues el chico estalló como un volcán. Me arrepentí de no haberle preguntado a tiempo, pero en retrospectiva, no hacerlo me libró de prisión.

- Mi chica Violet cumple años mañana. Se me olvidó comprarle un regalo.
- Vamos Martin, es un chico grande. No creo que se ofenda.- Martin enciende un cigarro y finge que no me presta atención.- Déjame adivinar, ¿Doyle, el sargento con dientes de conejo?
- No te preocupes Oz, él es todo tuyo. Estaba pensando regalarle el disco de blues que te presté, de la Merry band. ¿Aún lo tienes?
- Algo tiene que detener mi ventana. Te lo alcanzo.
- Me salvas la vida. Le haremos una fiesta sorpresa con sus amigos, puedes venir si encuentras donde estacionar tu dinosaurio.
- No sé, dejar sola la cueva es peligrosa en estos días.

            La cinta amarilla cubre suficiente espacio para estacionar un avión. Un puñado de uniformados nos esperan para mostrarnos la pesca del día. Hombre mayor de cuarenta, calvo, nariz chueca y un agujero en el cuello. Martin se ocupa de sus bolsillos, yo me ocupo del uniformado que hizo el reporte. Las luces del auto y las linternas de los uniformados rompen la oscuridad de las farolas apagadas. El chico es un novato, Reggie Wilkins. Se arregla el uniforme como si estuviera a punto de darle una medalla y me explica su papel en el eterno drama humano.
- Escuché algo detective y me entrenaron para escuchar.
- A mí no, ve al grano.
- Estaba dando mi ronda, la oscuridad siempre atrae parejas alocadas. En fin, escuché el disparo y corrí para acá. Asusté al asesino.
- ¿Lo pudiste ver?
- No señor, sólo una sombra que corrió por esa callejuela entre los edificios.
- ¿Habías visto al muerto antes?
- No señor.
- Así que el asesino estaba a pie, le disparó y al escuchar que llegaste se asustó y se fue.
- Así es señor. ¿Cree que esto vaya a mi expediente?
- Quién sabe hijo, lo más probable es que el presidente quiera hablar contigo antes.- Lo dejo con la boca abierta y me acercó a Martin, quien está de lo más divertido hurgando entre las cosas del muerto.- ¿Encontraste un mejor regalo para Violet?
- No, pero encontré varias cosas interesantes. El cuerpo está tirado sobre un charco de whisky.- Martin recoge un vidrio del suelo y a la luz del auto veo la etiqueta.- No es del barato Oz. La identificación en la cartera dice que se llamó Frank Gates. Tiene una docena de tarjetas de la compañía metropolitana de taxis.
- Mis poderes de deducción me llevan a la conclusión de que era taxista.
- ¿Qué haríamos sin ti Oz?
- Las sorpresas no terminan ahí.- Tres pequeñas bolsas de marihuana.
- Whisky y hierba mágica, esto pintaba para una fiesta perfecta.
- Y creo que sé adónde iba.- Se pone de pie y me muestra sus llaves. Un llavero repleto de llaves, un juego de llaves de auto y una llave solitaria.- El edificio a la derecha es una farmacia y un estudio de fotografía, el de la izquierda un edificio de departamentos. ¿Qué te dicen tus poderes de deducción ahora?
- Hablemos con el intendente.- El viejo miraba todo desde el marco de la puerta del edificio. Al vernos acercarnos trató de fajarse la colección de manchas de comida que llamaba su camisa.- Detectives Ozfelian y Felton.
- Soy el intendente Ward, ¿qué puedo hacer por ustedes?
- Puede empezar por decirme si el muerto se le hace conocido. Su licencia de manejo dice que vive en Alvarado, pero creemos que venía aquí.
- No me meto en los asuntos de mis inquilinos.- Dijo el viejo Ward mientras reacomodaba las flemas en su garganta.- Llamé para quejarme que esas farolas no sirven desde hace una semana, ¿sirvió de algo? Claro que no.
- ¿Hubo alguna fiesta en el edificio?- Preguntó Martin.- Pensamos que vino a festejar.
- Como dije, no me meto en sus asuntos, pero no he oído nada si eso les ayuda en algo.
- Invaluable, señor, invaluable.- Le muestro la llave y me mira como si viniera de otro mundo.- ¿Tiene llaves a todos los departamentos? Me gustaría compararla.
- Claro que tengo llaves, voy por ellas.- Ward se tomó su tiempo. Recorrió el angosto pasillo hasta el cuarto debajo de las escaleras y regresó con un manojo de llaves que puso en mis manos.
- Claro, no se moleste en ayudar.
- Como dije, no me meto en asuntos ajenos.
- Habría que decirle eso si investigamos su muerte algún día.- Dijo Martin. Comparamos cada una de las llaves y justo cuando pensé que no la encontraríamos, dimos en el blanco.- La cinta dice 323.
- El elevador debería ser mandatorio.- Los pisos eran inusualmente altos y para cuando llegamos al segundo me arrepentí de no haber mandado uniformados por el inquilino del 323.
- ¿Te dije que Violet conoce a Samantha?
- ¿Te dije que puedo reventarte los dientes con la culata del arma?
- Varias veces.- Martin subió trotando en reversa burlándose de mis rodillas.- Está a una llamada de distancia Oz, no lo olvides. Ella pregunta por ti.
- Debes odiar tus dientes, y con esos molares chuecos no te culpo.
- No podrías golpear tu sombre con esa condición física. ¿Te traigo un yegua?
- Si sientes la necesidad de involucrar a tu novia misteriosa, adelante.- Llegamos al tercer piso y miro hacia abajo por el cubo de las escaleras. Habré conquistado la subida, pero aún faltaba la bajada.- Es como contemplar mi destino, sólo que peor. Sólo espero que esto valga la pena.
- Whisky y marihuana Oz, claro que valdrá la pena.- Martin toca la puerta y me arreglo la corbata.
- Date una vuelta mientras hablo con ella.
- ¿Diga?- Un hermoso rostro se asoma de la puerta. Es morena y con ojos lo suficientemente grandes para comerme vivo y con un cuerpo para agradecerlo.
- Detectives Ozfelian y Felton, homicidios. ¿Usted es la inquilina de este departamento?
- Sí, así es.
- ¿Vive sola?
- ¿Me quiere invitar a salir? No soy esa clase de chica detective.
- Empecemos por su nombre y veamos qué pasa.
- Wendy, Wende Kelley. ¿Es sobre la pluma que robé del correo? Juro que la iba a devolver.
- No, el fiscal general está armando ese caso, nosotros venimos por otra cosa. ¿Nos permite pasar? Me temo que es muy serio y querrá estar sentada para esto.
- Dios mío, pasen por favor.- Wendy nos lleva a su sala, a un lado de una pequeña cocina y un largo corredor de puertas. Me siento a un lado de Wendy, me quito el sombrero y lo apoyo en la rodilla. Martin tiene la señal. Le ofrece a Wendy un vaso con agua y después desaparece.
- ¿Conoce usted a un Frank Gates?
- ¿Qué está pasando?- Insisto en la pregunta y ella me mira implorando. Asiente con la cabeza, quiere que lo diga pero ella ya lo sabe.
- Frank Gates fue asesinado hace no más de hora y media al frente del edificio.
- Dios mío, ¿Frank Gates, están seguros?
- Mucho. ¿Es su novio?
- No, somos amigos.- Toma su vaso de agua y lo mira tratando de sacarle respuestas con la mirada.- ¿Qué pasó?
- Alguien le disparó en el cuello.- Asomó el cuello y veo a Martin saliendo de un cuarto con una botella de vino en una mano, y condones y cigarros de marihuana en la otra.- ¿Usted y Frank Gates son muy cercanos?
- Somos amigos, ya le dije.- Martin regresa lo que encontró y se materializa a mi lado.- No puedo imaginar quién le haría daño.
- No es por insistir en la cuestión, pero Gates venía aquí con una botella de whisky.
- ¿Y? Ustedes beben también, ¿no es cierto? Puedo olerlo en su aliento.
- Sí señorita, pero sólo del whisky barato, su amigo venía aquí armado para una fiesta.
- No sé qué estaría pensando, pero sé que está pensando usted y no me gusta.- Wendy se pone de pie y señala a la puerta como el ángel que expulsa a Adán y a Eva.
- No se vaya a ninguna parte, podríamos tener más preguntas.
- Váyanse par de vagos. No tienen derecho a acosar a una mujer sólo porque se atreve a tener amigos. No todo en esta vida es sexo detective Ozelian.
- Ozfelian, y le hubiera dicho eso a Frank Gates. Se abría ahorrado un viaje.- Nos grita un poco más mientras cierro la puerta pero me detengo en seco y asomo la cabeza.- Una última cosa, ¿este edificio tiene una entrada trasera?
- Sí, a un lado del ascensor, ¿por qué?
- Por nada, señorita Kelley, por nada.
- ¿Qué piensas Oz?
- Que bajaré en el ascensor. El deporte es nocivo a la salud.- Encontramos el ascensor al otro lado del pasillo y enciendo un cigarro.- El edificio tiene un acceso secundario Martin, y el asesino huyó en esa dirección. La imagen se está formando.
- Encontré pastillas, barbitúricos y velas románticas en su cuarto. Eran más que amigos.
- Pues vaya manera de acabar el romance.
- Hablando de romance.- Dijo Martin mientras abría la puerta del ascensor y salíamos del edificio por la entrada secundaria.- ¿Puedes pasar por el disco de blues a tu casa?
- Lo haré. Quiero revisar un par de cosas antes de eso. Ve al precinto y consigue el listado de llamadas de Wendy Kelley, también busca en su información tributaria, me gustaría saber quién paga por la luz, la renta y todo eso. No se me figura del tipo de trabajo duro.
- ¿Adónde irás tú?
- A la compañía de taxis. Ve en la patrulla del novato, una lección de humildad.
- Oz, el maestro de la humildad.
- Vivo para servir Martin.

            Una pareja parrandera, un final trágico. Si Wendy quería terminar el amorío, podría haberlo matado en otro momento. Si temía que Frank se pusiera violento no habría preparado todo su cuarto para una noche de sudorosa pasión. Taxis y marihuana, estaba seguro que el nexo estaba ahí. Encontré la compañía de taxis metropolitana, un viejo edificio en el corazón del distrito central, justo en el centro de las colonias más elegantes y las más peligrosas. El lugar parece vivir en un caos incontrolable, con autos entrando y saliendo y órdenes siendo emitidas en altavoces gastados. El dueño no duerme tampoco. Zack Finch, un obeso con cara de perro y en un viejo traje café que le quedó corto hace muchos kilos. Le explico lo ocurrido y se sienta para quitarse el sudor con un pañuelo. Se traga la noticia y escupe tabaco al piso.
- Maldita sea.- Finch niega con la cabeza y se pega en la rodilla.- Maldita sea detective, estos chicos se arriesgan todos los días. ¿Puede creer que somos la única compañía que entra a Morton?
- Son valientes.
- Ninguno de ellos no lo haría sino fuera por el seguro de vida.
- ¿Frank Gates tenía uno?
- No, prefirió un aumento salarial. De nada le sirvió. Frank era soltero y era buen trabajador.
- ¿Y su vida personal?
- No me meto en esas cosas detective Ozelian.
- Ozfelian, pero llámeme Oz. ¿Algún problema del trabajo que haya escuchado?, ¿quejas o cosas de ese tipo?
- No, Gates nunca dio problemas.
- Lo encontramos con algo de marihuana, ¿qué cree que pase si lo arrastro a su oficina y reviso cada cajón?- Finch contiene las ganas de golpearme cuando descorro mi gabardina y le muestro mi arma.- No se ponga así flaquito, es sólo una pregunta.
- Tome.- Finch me da un enorme manojo de llaves.- Las llaves a cada puerta, gaveta y auto en este edificio. No encontrará nada. Si mis chicos hacen algo por su lado, eso no lo puedo solucionar.
- No se ponga heroico, es sólo una pregunta.- Me pongo de pie y hago sonar las llaves.- Vamos a su oficina. Tengo que hacer una llamada.
- Increíble, malditos policías.- Lo acompaño al segundo piso. La oficina es una galería de gavetas y teléfonos que son contestados por dos secretarias tan ocupadas, que no notarían una guerra. El dueño abre los cajones de su escritorio y de los archiveros.- Adelante, fíjese.
- No se ponga dramático. Sólo necesito un teléfono.- Agarro uno al azar, la secretaria me pega un manotazo y cambia de opinión al ver mi rostros. Marco al precinto y espero por diez minutos hasta que Martin finalmente contesta.- Ya era hora.
- Aunque no lo creas, algunos sí trabajamos. Tenías razón y estabas equivocado.
- ¿Cuál de las dos pesa más?
- Wendy Kelley está desempleada, pero no era Frank Gates quien pagaba sus cuentas. Tiene docenas de llamadas a un Herbert Lomax, quien también paga la electricidad y seguramente la renta.
- ¿Qué más tienes sobre ese Lomax?
- Domicilio, al menos el oficial, en Juliet, esquina con Orchid #8789. Herbert Lomax está casado a una Regina Tyler y, esto te va a encantar, trabaja en la misma compañía de taxis. ¿Compartían trabajo y amores?
- Hay cosas que no se comparten Martin, el poder y el sexo. Gracias.
- Apuraré a los de balística.
- Finch, tengo otras preguntas.
- ¿Quiere revisar los baños también?
- Herbert Lomax, es empleado suyo, ¿no es cierto?
- Sí, claro. ¿Está bien?
- ¿Está trabajando?
- Termino su turno.
- No me sorprende. ¿Qué me puede decir de él, es un santo como todos sus empleados?
- Nunca dije que mis empleados fueran unos santos.- Finch se apoya en su escritorio y mira por las ventanas cubiertas de smog hacia su flotilla de taxis amarillos y negros con la actitud de un emperador romano.- Somos humanos, ¿no es cierto? Dije que no eran criminales. Todos tenemos nuestros demonios.
- ¿Y cuál es el demonio de Lomax?
- La bebida. Ya tiene dos strikes. No es tanto el alcohol como su temperamento cuando bebe. Golpeó a un cliente hace seis meses, ésa fue la última ofensa. Ha estado limpio desde entonces.
- Esa es la cosa con la limpieza, es relativa.
- Trata de decir que Lomax mató a Gates, ¿no es cierto? Pues se equivoca. El turno de Lomax terminó a las nueve y media. ¿A qué hora fue el homicidio?
- Entre las siete y las ocho y media.- Finch me mira como si hubiera ganado una batalla.- Es taxista, ¿le parece impensable que él mismo, o una prosti por cinco dólares, llamara a un taxi para fingir que está ocupado con alguien que no existe?
- No creo que Herbert hiciera algo así, no es la clase de persona que mata a alguien.
- Nadie es de esa clase de personas Finch, hasta que jalas el gatillo. Eso es todo por ahora. Trate de dormir.
- La noche aún es joven Oz.
- Ni me lo diga.

            La imagen se hace más nítida. Triángulo de amor aderezado con marihuana, whisky y balas. La compañía de autos sigue siendo ruidosa, la noche sigue siendo oscura. El aire fresco me sienta bien, pero lo arruino con un cigarro. Supongo que algunos humos son mejores que otros. Inconscientemente mi mano se apoya en el arma cuando me acerco al extraño apoyado contra mi auto. Me muestra su placa y regreso la mano a su lugar.
- Detective Gregory Briggs, homicidios. División norte. Tú debes ser Oz.
- Así parece. ¿Qué hace la división norte por aquí?, ¿se cansaron de los prostitutos de la avenida Carter?- Briggs es una piedra esculpida y ancho como un toro. Se enciende un cigarro y su bíceps podría arrancarme la cabeza. Su rostro lo traiciona, tiene ojos demasiado afables y me recordaron a los ojos de una vaca.
- El edificio de la Avalon y la 49 está en el límite entre nuestros territorios. Normalmente dejaría que te hagas cargo, pero en ese edificio vive Wendy Kelley y su nombre ha salido en varios casos de drogas. ¿Ella está relacionada con el caso?
- Déjame ver, se echaba a Frank Gates y a Herbert Lomax, quien paga por todo. Yo diría que está hasta el cuello.
- ¿Ya hablaste con las esposas de Gates y Lomax?
- Gates era soltero, Lomax está casado. Juliet, esquina con Orchid #8789.
- ¿Te molesta si vamos juntos? Hay un par de casos que quisiera cerrar.
- Vamos en mi auto, ustedes del distrito norte no saben manejar.
- ¿Entonces por qué nuestro sargento Meyers ganó el circuito hace dos años?
- Suerte de principiante. Eso, y que nuestro competidor se había metido tantas pastillas para dormir la noche anterior que se quedó dormido antes de llegar a la meta.

            Briggs me informa de su ángulo de interés. Wendy Kelley hace dinero extra con la marihuana. Wendy seduce taxistas y los usa como sus distribuidores. Tres arrestos, uno de ellos dice su nombre pero no hay evidencia en su momento. Pandilleros los tres, pero podría graduarse a taxistas. Insisto con mi triángulo amoroso, es menos engorroso. A excepción claro del balazo en el cuello. La pequeña casa de dos plantas en la esquina de la avenida Juliet tuvo mejores épocas. La pintura se había gastado y las luces nocturnas la hacían parecer aplastada entre dos caserones.
- ¿Qué quiere?- La mujer abre la puerta con los ojos fijos en las placas. Diamantes, oro y placas siempre atraen la mirada de las damas. Ésta no era muy agraciada, con un par de kilos demás y la técnica de maquillaje de una profesional.
- Detectives Ozfelian y Briggs, ¿está su marido?
- Desafortunadamente.- La seguimos a la cocina donde Herbert termina su cena.- Soy Regina, él es Herbert. Quieren hablar contigo.
- ¿De qué se trata?- Herbert Lomax es un pálido fantasma de mentón grande y ojos de cachorro. Podía ver lo que alguien como Lomax vería en Wendy Kelley, pero no al revés. Supongo que el dinero que le daba lo gastaba en vendas para los ojos.
- Lamento informarle que un amigo suyo murió hace unas horas. Frank Gates.- Regina se sirve un vaso de agua, Herbert  Lomax lo juega suave, demasiado suave. Finge que puede terminar su bistec, pero en realidad se queda ahí con la mirada en el vacío y masticando como una vaca.
- ¿Va a tragar eso o no?- Le pregunta Gregory.- Me confunde.
- ¿Frank Gates? Es una lástima.- Le truena los dedos a Regina, es obvio que es una clave porque ella responde sin pensarlo. Le acerca una cerveza del refrigerador y se bebe la mitad de la valentía en lata antes de poder pararse y caminar hacia la sala.- ¿Quién cree que fue?
- El hada madrina.
- No se haga al chistoso detective.
- ¿Dónde estaba entre las seis y las ocho?- Briggs se sienta a un lado de Herbert y yo del otro.
- Trabajando.
- Claro, ¿a qué hora terminaba su turno?
- No pesqué mucho, me quise quedar un poco más de tiempo.
- Claro, claro.- Un par de palmadas en la espalda para hacerle sentir a gusto y en casa. El reflector sobre su cabeza es tan potente que suda por oleadas.- ¿Qué hay de usted, señora Lomax?
- ¿Me está interrogando?- Se enciende un cigarro y me echa el humo. Tengo el presentimiento que no le caigo bien, y ella tiene la certeza que a mí no me importa.- Fui al cine con un par de amigas, Doreen Walker y Carla Thompson. Salí a las ocho y media, el cine coliseo a una cuadra de aquí. ¿Por qué interrogan a mi marido?
- Porque sabemos que el buen Herbert y Frank eran mejores amigos.- Dice Briggs sin quitarle la mirada de encima al marido.- Y tenían una amistad en común, Wendy Kelley.
- Ya les dije que estaba trabajando. Además, no conozco a ninguna Wendy Kelley.
- Olvide mis cigarros en el auto.- Me pongo de pie y le hago una discreta señal a Briggs. Es veterano, sabe lo que pasa.- Venga conmigo Lomax.
- ¿Adónde se lleva a mi marido?
- A tomar aire fresco, se lo devolveré en una pieza.
- Está bien amor, no tardo.- Herbert camina como un condenado y cierra la puerta detrás de él.- Gracias por no hacerlo frente a mi esposa. Wendy y yo tenemos algo, pero lo estamos intentando terminar.
- ¿Intentando?
- Sí, no es tan fácil. Mi esposa no lo sabe.
- Frank Gates y Wendy Kelley.
- Frank me la presentó hace un año.
- Escúcheme bien Lomax, porque sólo lo preguntaré una vez.- Briggs lo arrincona con un dedo en el pecho y Herbert nos mira con pánico. El arma de Briggs en la sobaquera está demasiado cerca de la zona de confort.- Wendy Kelley y Frank Gates tenían un negocio de drogas. Marihuana, quizás otras cosas más. ¿Cómo entra en ese negocio? Y no finja demencia. Oz le dijo a su esposa que le devolveríamos en una pieza, pero no mencionó en buena salud.
- Wendy siempre tiene pastillas y hierba en su departamento, a Frank siempre le ha gustado el pasto, hace más fácil el trabajo.- Briggs lo golpea en el estómago y Lomax queda en cuclillas. Lo levanto del brazo y lo estrello contra la pared. Policía malo y policía peor.- Yo no uso esas cosas, me alteran demasiado. La última vez que probé me puse loco, golpeé a un cliente.
- No se vaya a ninguna parte Lomax.- Vamos al auto. Enciendo un cigarro.- Me convenciste Briggs, revisemos el ángulo de drogas. Hora de ver a Wendy Kelley otra vez.

            Briggs conoce mi reputación. Hablamos de casos pasados. Los buenos días y los malos días, pero con el tiempo todos se ven iguales. En el teléfono de una farmacia pongo a Martin al día. Tiene la información de balística. Me recuerda su maldito disco de blues y suelta una bomba. Samantha llamó, quiso saber si la vería mañana en la fiesta de Violet. Cuelgo sin decir nada y de inmediato me arrepiento. No se me ocurría nada inteligente qué decir. La noche se ve más oscura. La licorera me hace olvidar el olor de su cabello. Metí la pata y cuando intenté reparar el daño era tarde, ahora ella quiere reparar un barco que hace agua. El whisky me dice que aún no es tarde. La noche me dice que siempre es demasiado tarde. Briggs  habla, pero yo no escucho. Llegamos al edificio en la avenida Avalon, pero mi mente está lejos.
- Éste es nuevo.- Wendy abre en camisón y nos deja pasar.
- Briggs, división norte. Queremos hablarle sobre la droga.
- ¿Qué droga?- Voy directo a su habitación, ya no está lo que Martin describió, pero no me toma mucho tiempo encontrar las bolsas debajo de la cama.- Necesita una orden para hacer esto.
- Diremos que la tenía en la mesa.- Briggs es listo. La sienta en la sala y le muestra el arma.- Gates, Lomax y tú. Vaya triángulo. Había escuchado del triángulo de las Bermudas, pero esto es más como el triángulo de la hierba. La reparte, ellos la venden en sus taxis.
- No sé de qué me habla.- Abro las bolsas y dejo que la hierba y las pastillas caigan a la mesa de café.- Es para recreación.
- Deben haber mil dólares de mercancía ahí.- Relevo a Briggs para que él busque en el departamento.- Pero no me engaño Wendy, sé que no es la mente maestra. Es más como la entrepierna maestra. Los tenía a los dos bien colocados y no le sería difícil. ¿De dónde la saca?
- Lo que haga en mi tiempo libre es mi problema.
- No sea idiota.- Un par de cachetadas la tiran del asiento. La arrastro del brazo contra el baño y la aviento contra la bañera.- ¿Cree que soy idiota? La droga se materializó en su casa, ¿no es cierto?
- Está loco.- Trata de pararse. La tomo del cuello y aplastándola contra la pared de cursis baldosas rosas le hablo al oído.- Frank venía por su lado, pero yo no lo maté. No me pueden hacer nada.
- ¿Qué tal de diez a veinte años por posesión y venta con lo que está en esa mesa? ¿Quién se la vende?
- No le puedo decir eso.- Forcejea, pero es inútil. Trata de liberarse hasta que siente el cañón de mi revólver en las costillas.
- ¿Teme que su contacto le haga esto?, ¿teme que le vuele una parte del pecho? No sea ilusa, primero la violará por diversión. Rogará por regresar en el tiempo y haber jugado bien conmigo.
- ¡Oz!- Briggs se asusta al verme y dejo ir a Wendy. La chica sale corriendo y me deja a solas con el reflejo del espejo del baño. Pensé en Samantha  y después pensé en el animal en el espejo. Como soltar un toro en una cristalería.
- Duarte Marconi.- Wendy tose y se sacude para quitarse los nervios.- Es un maldito psicópata, le caerá bien. No le digan que yo les dije. ¿Qué harán conmigo?
- Nada, por ahora. Regresaremos en un día, quizás una semana o quizás un mes.- Briggs se hace al caballero y le ofrece un vaso de agua. Yo la miro desde la puerta como un perro con rabia.- Si encontramos algo, irá a prisión.
- No le digan que fui yo.
- Le diré que nos dijo la tabla de la ouija. Vamos Briggs, hay que ubicar a ese idiota.
- Conozco a Duarte Marconi, traté de arrestarlo varias veces.

            Briggs trata de hacerme pensar en otras cosas, pero no es fácil. Pongo la sirena para cortar la noche, pero sólo la llena de rojo y azul. Nada se ve bien en esos colores. Los que caminan inocentemente parecen chulos, los que esperan el camión parecen camellos. Me veo en el espejo retrovisor, no me parezco a nadie que conozca. La licorera arregla el problema. Le ofrezco un trago a Briggs, pero él me muestra su botellita en el bolsillo interno del saco y sonríe. La bebida nos hace hablar de chismes y casos famosos. Briggs dirige el camino hacia el norte, a un bar desde el que Duarte controla su negocio de drogas. Apago la sirena varias cuadras atrás y estacionamos a media cuadra. Briggs me pide un favor, finalmente el ángulo que había estado jugando desde el principio. Lo quiere llevar a su comisaría como su arresto. El maldito se le había escapado cuatro veces antes. No me importa, lo interrogaremos ahí.
- Espera aquí. Yo iré por él.
- Cubriré la puerta trasera Oz, ten cuidado.
- He estado en peores lugares. Esto es Broker, no es nada comparado a Morton.
- Sí, pero una pistola funciona igual aquí que en Morton.
- Lo tendré en cuenta Briggs.- Entro al bar y me sorprende que no sea tan malo. Una banda toca un jazz de la jungla que pone a todos como locos. Un piso de mesas, dos escaleras hacia la pista de baila y una barra al fondo. Briggs me dijo que Duarte Marconi tiene una cicatriz en el brazo derecho y un tatuaje de prisión en el cuello, pero con las pocas luces que hay en el “Bido’s” apenas puedo distinguir entre las personas.
- ¿Qué quiere tomar? El consumo mínimo son tres cervezas.

Le muestro un billete de cien a la mesera y pido ver a Duarte. Se desparece entre la gente para ponerle sobre aviso, así que me escondo en una mesa de chicanos ebrios. Un par de matones italianos andan de un lado a otro como lobos enjaulados. Me muevo de mesa en mesa, rastreando a los matones en busca de su líder. La mesera, con mi billete aún en la mano, desaparece detrás de la barra, seguramente al acceso trasero, pero regresa corriendo. Le avisa a Duarte Marconi que hay un policía en la puerta trasera y corre hacia la puerta principal con dos de sus gorilas detrás. Me pongo de pie y les sigo de cerca. En la puerta golpeo a uno con mi revólver y al otro le entierro el cañón en el costado. Duarte quiere sacar la pistola que guarda en el cinto, hasta que ve mi placa.
- No sabía que era policía. Está bien Mickey, llévate a Paul y regresen adentro. No tengo nada que esconder.- Se da media vuelta y le quito el arma. Briggs regresa corriendo.
- Duarte Marconi, ¿te acuerdas de mí?
- Briggs. Vaya broma. ¿Qué es ahora?
- Lo usual, venta de narcóticos y homicidio. Frank Gates, uno de tus vendedores taxistas.
- Caballeros, no me hagan reír.- Un derechazo al estómago le borra la sonrisa. Briggs no me detiene, él quiere sangre. Lo levanta del pelo y lo tira a la calle para darle un par de patadas. Duarte entiende el mensaje, se pone de pie y nos echa la mirada del perro paleado.
- Frank Gates está muerto.- Le dije sin guardar el arma.- Wendy Kelley le proveía de marihuana para vender en su taxi. La hierba viene de ti.
- Revísenme, no tengo nada. Si tienen algo sólido llamen a mi abogado, el detective Briggs tiene su número. Además, no maté a nadie. Al menos no hoy.
- Encantador, pero no sé por qué aún no te creo.
- Vamos Briggs, sabes que no soy estúpido. Si realmente hubiera matado a alguien habría sacado esa pistola y matado a tu novio.
- El nombre es Oz.- Un gancho al hígado le quita el humor.- ¿Te vamos a creer por tu linda carita de inmigrante bueno para nada?
- No soy inmigrante, y no. Pueden desconfiar de mí todo lo que quieran, pero mi chica tuvo su bebé en la tarde. Estuve con ella hasta hace una hora. Hablen con ella, aún está en el hospital.
- Y tú estás aquí, eres todo un Don Juan.- Duarte se revisa los bolsillos. Nerviosamente deja caer un poco de cambio y muestra unos recibos.
- Léanlo y lloren. Compré medicinas para ella en la farmacia del hospital.
- A las siete y diez. Aún así, cualquiera lo pudo comprar.
- Pues pregunten en la farmacia.
- Eso haremos, estás bajo arresto.- Briggs lo esposa con una sonrisa en la boca.- Poner un contrato es fácil, y en los hospitales hay teléfonos.
- ¿Te lo llevas a tu precinto?
- Sí, llamaré una patrulla Oz. No te preocupes por nosotros.

            Dejo a Briggs y a su nuevo amigo cuando lo veo cruzar la calle y llamar a una patrulla. Manejo por un par de cuadras bebiendo un poco más del néctar de los dioses. Las manos me tiemblan. La mirada en los ojos de Wendy Kelley resuena en la mía. El cigarro calma mis nervios. La sirena le da ritmo a la oscuridad de la ciudad. Es un baile que no me gusta, pero que siempre está ahí. Se acaba el whisky, ahora entro en pánico. Me estaciono en una licorería y consigo suministros. Aprovecho el teléfono para poner a Martin al corriente.
- Ya terminé el papeleo sobre la escena del crimen.
- Gracias Martin. Briggs y yo encontramos el nexo de droga de Wendy Kelley.
- ¿Briggs? Vamos Larry, ¿qué te he dicho de seducir hombres en la calle?
- No te hagas al gracioso, Gregory Briggs es detective de la división norte.
- Vaya, novio con carrera. Eres un suertudo. ¿Cómo encontraron el nexo?
- Regresamos a hablar con Wendy Kelley, el nombre es Duarte Marconi. Debería tener antecedentes, hazme un favor y encuentra lo que puedas. Admitió que Frank Gates vendía marihuana, pero tiene una coartada para el asesinato. Pudo haber usado a alguien más.- Abro la pequeña botella de whisky y el olor me emociona.
- ¿Abriste una botella de whisky?
- ¿La oliste hasta allá?
- Reconozco ese sonido en cualquier parte, gracias a ti. Por cierto, no olvides mi disco de blues.
- Estoy cerca del departamento, iré por él. Necesito que hagas un par de cosas. Revisa entre las finanzas de Herbert Lomax por si acaso hay ingresos injustificados y revisa su listado de teléfono a ver qué puedes sacar.- Martin se separa del teléfono, lo escuchó hablar con alguien, pero no entiendo lo que dicen.- ¿Felton, estás ahí?
- Larry, me acaban de avisar. Herbert Lomax está muerto. El cuerpo está en su casa. El uniformado dice que parece suicidio, ¿te encuentro allá?

            Cuelgo el teléfono y arranco el auto. Mi linda casa de cartas se desmorona. Aprieto el acelerador y quemo las llantas. Las luces del carril contrario me ciegan pero doy las vueltas con calzador. Barajo los nombres y las caras como cartas en un juego de poker. ¿Regina Tyler de Lomax es una reina o un comodín?, ¿Wendy Kelley es un as? Algo me dice que es hora de recoger mis fichas y salir. No puedo hacerlo. La corriente me arrastra hacia abajo. La noche me tiene.
- ¿La viuda está en casa?- El uniformado señala hacia la sala. Martin me está esperando.
- Ya era hora Larry, la viuda insiste en que se lleven el cuerpo y le dejen hablar con sus parientes.
- ¿Y el cuerpo?
- En el piso de arriba.- Sigo a Martin por las escaleras atestadas de policías. Los camarógrafos terminaron su sesión para la portada de villa-tumba. Herbert Lomax está ladeado en la silla de su dormitorio con la pistola en su mano y un agujero como una ventana en su cráneo.- Tiene pólvora en la mano. Apesta alcohol. La esposa dice que discutieron, ella bajó para hacerse un té y Herbert se quedó atrás. Se quitó los pantalones y la camisa, las dejó dobladas en la cama y se pegó un tiro.
- No creo que sea tan claro.- Me agacho a su lado y reviso los dedos.- El dedo de en medio está roto. ¿Lo ves?
- No sé cómo no lo vi.- Martin se agacha, lo mira y se quita el sombrero.- ¿Crees que tiene que ver con Wendy Kelley?
- Como dije Martin, no se comparte ni el poder, ni el dinero. Ahí se va mi mejor sospechoso para la muerte de Gates. La encuentra camino a su amante con una fiesta portátil, luego su esposa se entera de la amante y pone fin al asunto. Briggs no estará feliz de no poder cargarle el muerto a Marconi.
- Me dijo de Wendy.- Regina Tyler nos sorprendió en el umbral de la puerta fumando nerviosamente. A la luz de la mesita de la cama puedo ver el moretón en su pómulo izquierdo.- Maldito cerdo. Discutimos antes de irnos a la cama. Estaba ebrio y se pone violento cuando bebe. Redecoró mi casa y el cuadro del baño.
- Ya veo.- Me asomo al baño y veo el cuadro en el piso. El golpe rompió el vidrio, la caída destrozó el marco.- ¿De quién es el arma?
- De mi marido. ¿Cree que haya matado a Frank? No creo que haya sido capaz de matar a otra persona. Nunca tuvo los pantalones. Sólo para pegarme.
- Martin, asegúrate de llevarte el arma y compárala con el reporte de balística.- Salimos de la casa y tengo un sabor amargo en la boca.- Manda unidades para que vigilen a Wendy, si es que aún vive.
- No te olvides de mi disco de blues.
- Tienes una mente de una pista, ¿sabías eso? Está bien, maldita sea. Voy ahora mismo.
- Gracias, ya son más de las doce y me gustaría bañarme para verme decente.
- ¿Le mientes tan temprano en la relación?
- Muy gracioso. Revisaré los arrestos de Marconi y su pandilla, por si acaso.- Me detiene antes de que entre al auto.- Oz, ¿crees que haya sido suicidio?
- Creo que está muerto, quizás sí fue suicidio o quizás no. Hay algo que no me cuadra en todo esto. Lo sabremos con el arma.
- Ya que vas de camino a tu casa recoge una muda de ropa, no querrás ver a Samantha en este estado. Ya sé, ya sé, no irás a la fiesta.

            Debería ser fácil, pero no lo es. Un triángulo amoroso envenenado por Duarte Marconi. Un simple ajuste de cuentas opacado por un suicidio. Taxista alcohólico y violento se da lobotomía con una bala. No es el primero, ni será el final. Es el momento el que me pone nervioso. Dejo de mentirme un par de cuadras más tarde. No es el caso. Es ella. La noche se lleva todo, hace que la sangre se vea como agua, que los moretones parezcan sombras y las muecas sean sonrisas, pero no se llevan su imagen de mi mente. Atorado en el tráfico del corredor de prostitutos. Una flor trata de crecer en la banqueta, sufriendo pisotones todo el tiempo. Es demasiado doloroso para ser cursi, demasiado cursi para tomarse en serio. Aún así, la noche no se la lleva. No importa cuántas paradas a ciudad-whisky tome. Mi departamento no ayuda tampoco. Ella es la dueña, pero si supiera lo que ha pasado entre esas paredes, y entre esas sábanas, probablemente le prendería fuego. Yo iría a un hotel, pero las verdaderas víctimas serían las cucarachas.

            Recojo el disco del marco de la ventana y ésta se cae haciendo temblar el vidrio. Lo guardo en la gabardina con mucho cuidado. Martin me mataría si Violet escucha rayones. Enciendo la luz para buscar algo de comer. La luz del refri ilumina el pasillo. No estoy solo. Saco el arma y me dan ganas de golpearme. Si quisiera matarme, ya estaría muerto. Aún así, jalo el martillo del revólver. Reconozco la punta del zapato que se asoma en el corredor hacia mi cuarto. Es de Duarte Marconi. Eso no es todo. Duarte no está de pie. Es más, sólo está de cuerpo presente. Ahorcado y golpeado. Sus ojos desorbitados mirando hacia las goteras de mi techo. El resorte está tenso. La trampa está puesta.

            Sirenas en la lejanía. Se acercan. Estoy parado como un idiota frente a un cadáver. Se acercan hasta que dejan de moverse. Pánico. La imagen de una celda pequeña y un uniforme ajustado. Comidas con internos que saben quién soy. Duarte aún mira el techo. Briggs partiéndose de la risa. Las sirenas no fueron apagadas. No tocarán el timbre. Pongo una silla contra el picaporte de la puerta. Algo de tiempo, pero no suficiente. El tic-tac de mi reloj me vuelve loco. Todos me vieron arrastrarlo fuera. Nadie vio a Briggs. Nadie que importe. Soy un dinosaurio. Los policías deben estar subiendo las escaleras. El ascensor no sirve. Un poco más tiempo. Cargo a Duarte como un costal y corro al baño para abrir la ventana y tirar el cuerpo por la escalera de incendios. Tiempo, no hay tiempo. Es tarde, demasiado tarde. Me miro en el espejo. El mismo extraño que en el baño de Wendy Kelley. No estoy muerto maldita sea. No estoy extinto. Escucho los pasos. Opacan el tic-tac. Se acabó el tiempo.

            Arrastro el cadáver por las escaleras. Demasiado pesado. Estoy demasiado viejo. Demasiado borracho. Demasiado suave. Sobrevivencia. Lanzo el cadáver hasta el callejón. No se queja. Me deslizo por las escaleras. Escucho que se dan de topes contra la puerta. La división metropolitana no sabe que éste es mi departamento. Está a nombre de Samantha. Nada de cortesías. Cargo a Duarte hacia mi auto. Patrullas con sirenas encendidas. Nada se ve en color rojo. Yo me veo igual. Meto el cuerpo en la cajuela. Miro a mi ventana. Las luces se encienden. Cinco segundos antes que llamen por refuerzos y empiecen la investigación. Cinco segundos después estoy acelerando fuera de ahí como un alma fuera del infierno. No me siento como alguien que escapa al infierno. Tengo a Duarte muerto en la cajuela. Estoy en el infierno. La noche se lleva todo. No me llevará a mí. Pero se llevará a Briggs.
- Tengo un problema.- Le explico la situación a Martin. Silencio en la línea. Me pone nervioso.- ¿Hay una orden de captura con mi nombre?
- No, lo sabría si lo hubiera y el teniente también.
- El teniente no es mi mejor amigo.
- Mencionaste a Gregory Briggs y la división norte, llamé para ir a ver a Duarte. Me dijeron que nunca lo llevaron, no tenía idea que estaría en tu departamento.
- ¿Dónde vive?
- Espera Oz, me dijeron que Briggs ya no trabaja ahí. Se retiró hace dos años. Media pensión. Espera un segundo.- El silencio es eterno. Una mujer quiere usar el teléfono. Le muestro la placa. Sigue molestando. Abro la puerta de la cabina y le pongo el cañón en la nariz. Deja de molestar.- Oz, maldita sea.
- ¿Qué pasa?
- Los uniformados de la división metro actuaron por llamada anónima. Maldito Briggs sabía que si llamaba a nuestra división te habríamos avisado.
- Sí, se lo celebraré con mis puños. Ahora dime qué pasó.
- La llamada anónima dijo que había una golpiza en tu departamento, muchos gritos y lo que parecían los gemidos de muerte de una persona. Los uniformados encontraron dos mil dólares escondidos en un cajón.
- Parecerá que le pagué para matar a Gates y luego lo maté a él para cubrir mis rastros. ¿A qué hora es el reporte de rotación?
- Tienes dos horas Oz, si no estás aquí el capitán hará preguntas. Tengo la dirección de Briggs. Olmos #876, apartamento 29. ¿Qué vas a hacer?
- Manejar por la ciudad con un cuerpo en el maletero. Emitirán una orden de captura en menos de dos horas, eso te lo aseguro. Para entonces buscarán mi auto.
- Estaré al pendiente, mantente reportado. ¿Quieres usar mi auto? Está estacionado frente a mi edificio.
- No, no te quiero involucrar en esto Martin, pero gracias. En serio.
- Soy tu compañero, claro que estoy involucrado. ¿Qué necesitas?
- Un milagro, pero mientras tanto mantén el oído en el suelo y mantente alerta. Intercepta cualquier cosa que podría alarmar al teniente o al capitán cuando lleguen en unas horas.
- Hecho. Oye Oz, ¿matarás a Briggs?
- Quiero hacerle un par de preguntas, si no las contesta redecoraré la pared de su sala con sus dientes.

            Manejo con la radio encendida. Pervertidos, ladrones y prostis. Nada que tenga mi nombre. Nada aún. Hijo de perra dibujó la escena completa. El dinero será difícil de explicar. La pandilla de Marconi apuntará el dedo hacia mí. Tengo demasiados enemigos en el departamento como para alimentar la esperanza de convencer a alguien de la jerarquía. Briggs tocó las teclas correctas. Una maldita sinfonía. Un número musical con Duarte Marconi, y conmigo como el golpe final. Estaciono a dos cuadras de su edificio. No quiero ser obvio cuando lo mate. Nadie me ve entrar al edificio. El arma pesa una tonelada y mis manos tiemblan. No temblarán cuando lo tenga enfrente. Uso mis ganzúas para abrir la cerradura. Luces apagadas. Cocina, dos cuartos y un baño. Silencio de muerte. Camino sobre el tapete. Evito la madera que puede crujir. Lo he hecho antes. Mil veces. Nunca con un cadáver en el maletero. Briggs no está. Tiene sentido. No se iría a dormir inmediatamente después de preparar la trampa.

            Nada me sorprende en su departamento. Porno, comida echada a perder, un radiador descompuesto, sábanas tan sucias que ellas se enfermaron, bien podría ser mi departamento. Reviso el baño y encuentro la diferencia entre mi nido de ratas y el suyo. Maquillaje. En el basurero hay un lápiz de labios y toallas femeninas. Todas las mujeres son iguales. Sin importar si tienen un amante, o tres. Considero dejarle un mensaje, pero no tiene sentido. No vivirá lo suficiente para leerlo. Uso su teléfono. Trato de pensar si conozco a alguien en la otra punta del mundo, pero me conformo con Martin. Tarda una eternidad en contestar y no dejo de ver hacia la puerta.
- Detective Felton, ¿en qué le puedo ayudar?
- Martin, Briggs no está en casa. ¿Novedades?
- Sí, hay una orden de busca y captura para ti. Alguien debe odiarte en el monte Olimpo porque el capitán se enteró y llamó. El teniente Simone acaba de llegar.
- ¿Tienen mi auto?
- Sí, ¿quieres que vaya por ti para que no uses el auto?
- No, yo me ocupo de eso. Necesito que llames desde Broker y alertes a la policía que estoy en Grammer #767. Conozco el edificio, el conserje me debe un favor, dile que le diga a la policía que subí a algún departamento con una escopeta. Eso los mantendrá ocupados.
- Hecho, salgo para allá.
- Martin espera, hay otra cosa. Manda arrestar a Wendy Kelley ahora mismo.
- El teniente está subiendo las escaleras Oz, tengo que irme ahora.
- Un último favor Martin, necesito que me salves la vida y sé cómo hacerlo.
- Espera.- Escucho que carga el teléfono y se esconde bajo uno de los escritorios.- Te escucho.

            Briggs mostró sus cartas. Juego las mías. No hay fichas, sólo mi vida. Martin hará su parte. Tengo que hacer la mía. Intercambio placas con otro auto. Mi coupé es común, los uniformados leerán placas y nada más. Le doy tiempo a Martin. Cigarro tras otro. Tic-tac. Me aferro al volante con tanta fuerza que podría romperlo. Media hora. Tiempo suficiente. Manejo con calma. Las sirenas recorren Alvarado. Funcionó. Un poco de tiempo. Tiempo es lo único que no tengo. Tic-tac. Me acercó al edificio de Avalon, Wendy es arrestada. Me alejo con cuidado. Ya deben estar en el edificio de Grammer. Deben estar reuniendo hombres y material. Tic-tac. Patrullas. Patrulleros ojerosos bebiendo café. Miradas bajas. Leyendo placas. Mantengo la calma que no tengo. Duarte tiene toda la calma. Él tiene todo el tiempo del mundo. Tic-tac. La extinción se acerca. No estoy listo. La noche no se lleva mis nervios. Tampoco se lleva a Samantha.
- ¿Qué hora es?- Regina Tyler abre la puerta y se quita las lagañas.
- Más de las tres.
- Me despertó. ¿Qué ocurre?
- Wendy Kelley fue arrestada. El tercer amante de Kelley será arrestado muy pronto. ¿Puedo pasar?
- ¿Quiere café?- Me deja pasar y vamos directo a la cocina. Disfruto el café. Mi mano se acerca al revólver en la parte trasera de mi cinturón.
- Gregory Briggs es su amante.- Dejo el café y ella abre los ojos.- Supongo que eso la despertó.
- ¿Se refiere al gorila que vino con usted para interrogar a mi marido?
- No le diga así, debe estar muy enamorado. Lo suficiente para tratar de matar a su marido por usted. Las farolas no servían, pensó que sería buena cubierta. No contaba con que Herbert tendría compañía y mata a Gates. El policía uniformado evitó que lo matara. Su marido salió corriendo en cuanto pudo. Briggs tenía que involucrarse para matar a Duarte Marconi y esconderlo en mi departamento, junto con los fríos dos mil que se supone yo le pagaría por el trabajo.
- Está loco detective.
- Sí, pero ese no es el punto. Usted terminó el trabajo, lo hizo parecer suicidio. El estúpido de su amante habla mucho, se hace al macho, pero no pudo hacer algo sencillo como matar a alguien en la calle. Un marido golpeador y un amante inepto, vaya gusto en hombres.
- Ya es suficiente.- Gregory Briggs aparece en las escaleras con su revólver. Desenfundó de mi sobaquera y de mi repuesto en el cinto. Una para él, otra para Regina.
- Adelante. Nos vamos los tres.
- No seas estúpido Oz, no la metas en esto.
- El amor. Es algo maravilloso.- Jalo el martillo de mi repuesto y Regina empalidece. Me mira a los ojos y mira su muerte.- Un disparo y mis músculos se tensan. Una fiesta para todos.
- Estás acabado Oz, llamé desde el teléfono en la parte trasera del bar a esta casa. Te reportaste con Herbert, ¿no lo ves? El dinero salió de su bóveda secreta, Regina lo reportaría mañana en la mañana cuando los detectives hagan su segunda visita. No contaba con que te llevarías el cuerpo.
- ¿Me viste? De milagro fui a mi departamento. No contabas con eso, pero tampoco contabas con que Herbert y Frank eran un par de pervertidos. A Wendy le gustaba la acción de tres esquinas. No era una pelea de amantes. Tenías que meter la droga de todas maneras, es mejor para cubrir tus pasos. Wendy está arrestada, por si acaso querías matar a la única otra persona que te vio conmigo.
- Baja las armas Oz y te dejaré ir. Camina hacia atrás y desaparece. Llévate a Duarte Marconi contigo. Se sintió bien matarlo, después de tantas veces de perderlo entre mis dedos.
- ¿Regina te dijo por qué quería matar a su esposo?
- ¿No le ves la cara? Maldito zángano, debí haberlo hecho antes.
- No fue por eso, es por el seguro de vida que tienen los taxistas de la compañía metropolitana. Van a unos lugares muy feos, y el dueño les consiguió a todos seguros de vida. Menos a Frank, que prefirió el dinero.- Briggs me mira con dudas y después mira a Regina, quien no mueve ni un músculo. Y con eso dice suficiente.- No seas idiota Briggs, si alguien aquí ha sido usado fuiste tú. Regina está atorada con un marido que se acuesta con otra y que además le pega. Ella se cansa, se consigue a un matón para hacer su trabajo sucio. Paga con su sexo, pero se queda con el dinero.
- ¿Por qué no me dijiste nena?
- Iba a decírtelo Greg, pero no seas tonto, está jugando contigo. Y no te atrevas a verme así, yo saqué seis de la caja fuerte y no sólo dos.
- No importa.- Dijo Briggs dando un par de pasos hacia mí.- No importa Regina, porque estamos hablando con un hombre muerto.
- ¿Realmente quieres morir Briggs? No te hagas al macho, ella te importa.
- Tienes las cartas más bajas, yo gano. Si la matas sólo parecerá que ella se dio cuenta del asunto que su marido había armado y por eso la mataste. Herbert se suicidó por la culpa, ella te puede arrastrar al infierno incluso si yo muero. Así que dime Oz, ¿qué demonios tienes que yo no?
- Amigos.- Martin jala el martillo del revólver y el sonido hace que Briggs tiemble de los pies a la cabeza. Felton se abre paso desde la entrada. Los ojos de Briggs van de un lado a otro. Conozco la expresión. Contempla posibilidades. Se centra en mí y tensa el brazo.
- Baje el arma, no hay escapatoria.- El teniente entró por la puerta lateral y me apoya. Martin le quita el arma y le suelta un gancho al hígado. Empuja a Briggs para darme la oportunidad, pero no lo hago.
- Mírame Briggs.- Le sostengo de la mandíbula y sonrío. Viejo. Dinosaurio. Mi corazón aún late.- Recuerda esta cara cuando te violen en prisión.
- El teniente me sorprendió mientras me escapaba. Hizo un par de llamadas él mismo.- El teniente hizo el arresto y los escoltó a la salida, donde un par de patrullas esperaban.
- Duarte Marconi está mi maletero.
- Lo sabe.
- Necesitaré un aventón.- Martin me abraza con el brazo en el hombro y los dos nos partimos de la risa. Estuvo cerca. La adrenalina me hace temblar.
- Yo te llevo Oz. Violet estará en el restaurante en dos horas. Te invito desayuno.
- Buen intento.- Le doy el disco y lo revisa. No está rayado.- Me puedes dejar en cualquier esquina.
- Supongo que no quieres ver a Samantha. Una lástima, Violet te quiere conocer. Tiene curiosidad de ver si aún cazas búfalos con un arco.
- ¿Violet?- Nos detenemos en la entrada de la casa y miro salir el sol. La noche terminó. La noche se llevó a Lomax, a Gates, a Wendy, a Regina, a Duarte y a Briggs. La noche no me llevó. La noche tampoco se llevó a Samantha.- Tengo curiosidad de ver si Violet existe. Vamos.

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