La noche se lleva todo
Por: Juan Sebastián Ohem
Del
escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
Noche
sin luna. Las luces de la ciudad empiezan a distanciarse unas a otras mientras
recorro Baltic. Las mansiones ocupan manzanas enteras y forman abismos de
oscuridad. Hay algo irónico en eso. La llamada no era para la parte bonita de
Baltic. Martin no escucha jazz, algo le preocupa. No pregunto nada, quiere que
lo haga. Se quita el sombrero y se rasca donde su bigote solía estar. Debí
haber preguntado, pues el chico estalló como un volcán. Me arrepentí de no
haberle preguntado a tiempo, pero en retrospectiva, no hacerlo me libró de
prisión.
- Mi chica Violet cumple años
mañana. Se me olvidó comprarle un regalo.
- Vamos Martin, es un chico
grande. No creo que se ofenda.- Martin enciende un cigarro y finge que no me
presta atención.- Déjame adivinar, ¿Doyle, el sargento con dientes de conejo?
- No te preocupes Oz, él es todo
tuyo. Estaba pensando regalarle el disco de blues que te presté, de la Merry
band. ¿Aún lo tienes?
- Algo tiene que detener mi
ventana. Te lo alcanzo.
- Me salvas la vida. Le haremos
una fiesta sorpresa con sus amigos, puedes venir si encuentras donde estacionar
tu dinosaurio.
- No sé, dejar sola la cueva es
peligrosa en estos días.
La
cinta amarilla cubre suficiente espacio para estacionar un avión. Un puñado de
uniformados nos esperan para mostrarnos la pesca del día. Hombre mayor de
cuarenta, calvo, nariz chueca y un agujero en el cuello. Martin se ocupa de sus
bolsillos, yo me ocupo del uniformado que hizo el reporte. Las luces del auto y
las linternas de los uniformados rompen la oscuridad de las farolas apagadas.
El chico es un novato, Reggie Wilkins. Se arregla el uniforme como si estuviera
a punto de darle una medalla y me explica su papel en el eterno drama humano.
- Escuché algo detective y me
entrenaron para escuchar.
- A mí no, ve al grano.
- Estaba dando mi ronda, la
oscuridad siempre atrae parejas alocadas. En fin, escuché el disparo y corrí
para acá. Asusté al asesino.
- ¿Lo pudiste ver?
- No señor, sólo una sombra que
corrió por esa callejuela entre los edificios.
- ¿Habías visto al muerto antes?
- No señor.
- Así que el asesino estaba a
pie, le disparó y al escuchar que llegaste se asustó y se fue.
- Así es señor. ¿Cree que esto
vaya a mi expediente?
- Quién sabe hijo, lo más
probable es que el presidente quiera hablar contigo antes.- Lo dejo con la boca
abierta y me acercó a Martin, quien está de lo más divertido hurgando entre las
cosas del muerto.- ¿Encontraste un mejor regalo para Violet?
- No, pero encontré varias cosas
interesantes. El cuerpo está tirado sobre un charco de whisky.- Martin recoge
un vidrio del suelo y a la luz del auto veo la etiqueta.- No es del barato Oz.
La identificación en la cartera dice que se llamó Frank Gates. Tiene una docena
de tarjetas de la compañía metropolitana de taxis.
- Mis poderes de deducción me
llevan a la conclusión de que era taxista.
- ¿Qué haríamos sin ti Oz?
- Las sorpresas no terminan ahí.-
Tres pequeñas bolsas de marihuana.
- Whisky y hierba mágica, esto
pintaba para una fiesta perfecta.
- Y creo que sé adónde iba.- Se
pone de pie y me muestra sus llaves. Un llavero repleto de llaves, un juego de
llaves de auto y una llave solitaria.- El edificio a la derecha es una farmacia
y un estudio de fotografía, el de la izquierda un edificio de departamentos.
¿Qué te dicen tus poderes de deducción ahora?
- Hablemos con el intendente.- El
viejo miraba todo desde el marco de la puerta del edificio. Al vernos
acercarnos trató de fajarse la colección de manchas de comida que llamaba su
camisa.- Detectives Ozfelian y Felton.
- Soy el intendente Ward, ¿qué
puedo hacer por ustedes?
- Puede empezar por decirme si el
muerto se le hace conocido. Su licencia de manejo dice que vive en Alvarado,
pero creemos que venía aquí.
- No me meto en los asuntos de
mis inquilinos.- Dijo el viejo Ward mientras reacomodaba las flemas en su
garganta.- Llamé para quejarme que esas farolas no sirven desde hace una
semana, ¿sirvió de algo? Claro que no.
- ¿Hubo alguna fiesta en el
edificio?- Preguntó Martin.- Pensamos que vino a festejar.
- Como dije, no me meto en sus
asuntos, pero no he oído nada si eso les ayuda en algo.
- Invaluable, señor, invaluable.-
Le muestro la llave y me mira como si viniera de otro mundo.- ¿Tiene llaves a
todos los departamentos? Me gustaría compararla.
- Claro que tengo llaves, voy por
ellas.- Ward se tomó su tiempo. Recorrió el angosto pasillo hasta el cuarto
debajo de las escaleras y regresó con un manojo de llaves que puso en mis
manos.
- Claro, no se moleste en ayudar.
- Como dije, no me meto en
asuntos ajenos.
- Habría que decirle eso si
investigamos su muerte algún día.- Dijo Martin. Comparamos cada una de las
llaves y justo cuando pensé que no la encontraríamos, dimos en el blanco.- La
cinta dice 323.
- El elevador debería ser
mandatorio.- Los pisos eran inusualmente altos y para cuando llegamos al
segundo me arrepentí de no haber mandado uniformados por el inquilino del 323.
- ¿Te dije que Violet conoce a
Samantha?
- ¿Te dije que puedo reventarte
los dientes con la culata del arma?
- Varias veces.- Martin subió
trotando en reversa burlándose de mis rodillas.- Está a una llamada de
distancia Oz, no lo olvides. Ella pregunta por ti.
- Debes odiar tus dientes, y con
esos molares chuecos no te culpo.
- No podrías golpear tu sombre
con esa condición física. ¿Te traigo un yegua?
- Si sientes la necesidad de
involucrar a tu novia misteriosa, adelante.- Llegamos al tercer piso y miro
hacia abajo por el cubo de las escaleras. Habré conquistado la subida, pero aún
faltaba la bajada.- Es como contemplar mi destino, sólo que peor. Sólo espero
que esto valga la pena.
- Whisky y marihuana Oz, claro
que valdrá la pena.- Martin toca la puerta y me arreglo la corbata.
- Date una vuelta mientras hablo
con ella.
- ¿Diga?- Un hermoso rostro se
asoma de la puerta. Es morena y con ojos lo suficientemente grandes para
comerme vivo y con un cuerpo para agradecerlo.
- Detectives Ozfelian y Felton,
homicidios. ¿Usted es la inquilina de este departamento?
- Sí, así es.
- ¿Vive sola?
- ¿Me quiere invitar a salir? No
soy esa clase de chica detective.
- Empecemos por su nombre y
veamos qué pasa.
- Wendy, Wende Kelley. ¿Es sobre
la pluma que robé del correo? Juro que la iba a devolver.
- No, el fiscal general está
armando ese caso, nosotros venimos por otra cosa. ¿Nos permite pasar? Me temo
que es muy serio y querrá estar sentada para esto.
- Dios mío, pasen por favor.-
Wendy nos lleva a su sala, a un lado de una pequeña cocina y un largo corredor
de puertas. Me siento a un lado de Wendy, me quito el sombrero y lo apoyo en la
rodilla. Martin tiene la señal. Le ofrece a Wendy un vaso con agua y después
desaparece.
- ¿Conoce usted a un Frank Gates?
- ¿Qué está pasando?- Insisto en
la pregunta y ella me mira implorando. Asiente con la cabeza, quiere que lo
diga pero ella ya lo sabe.
- Frank Gates fue asesinado hace
no más de hora y media al frente del edificio.
- Dios mío, ¿Frank Gates, están
seguros?
- Mucho. ¿Es su novio?
- No, somos amigos.- Toma su vaso
de agua y lo mira tratando de sacarle respuestas con la mirada.- ¿Qué pasó?
- Alguien le disparó en el
cuello.- Asomó el cuello y veo a Martin saliendo de un cuarto con una botella
de vino en una mano, y condones y cigarros de marihuana en la otra.- ¿Usted y
Frank Gates son muy cercanos?
- Somos amigos, ya le dije.-
Martin regresa lo que encontró y se materializa a mi lado.- No puedo imaginar
quién le haría daño.
- No es por insistir en la
cuestión, pero Gates venía aquí con una botella de whisky.
- ¿Y? Ustedes beben también, ¿no
es cierto? Puedo olerlo en su aliento.
- Sí señorita, pero sólo del
whisky barato, su amigo venía aquí armado para una fiesta.
- No sé qué estaría pensando,
pero sé que está pensando usted y no me gusta.- Wendy se pone de pie y señala a
la puerta como el ángel que expulsa a Adán y a Eva.
- No se vaya a ninguna parte,
podríamos tener más preguntas.
- Váyanse par de vagos. No tienen
derecho a acosar a una mujer sólo porque se atreve a tener amigos. No todo en
esta vida es sexo detective Ozelian.
- Ozfelian, y le hubiera dicho
eso a Frank Gates. Se abría ahorrado un viaje.- Nos grita un poco más mientras
cierro la puerta pero me detengo en seco y asomo la cabeza.- Una última cosa,
¿este edificio tiene una entrada trasera?
- Sí, a un lado del ascensor,
¿por qué?
- Por nada, señorita Kelley, por
nada.
- ¿Qué piensas Oz?
- Que bajaré en el ascensor. El
deporte es nocivo a la salud.- Encontramos el ascensor al otro lado del pasillo
y enciendo un cigarro.- El edificio tiene un acceso secundario Martin, y el
asesino huyó en esa dirección. La imagen se está formando.
- Encontré pastillas,
barbitúricos y velas románticas en su cuarto. Eran más que amigos.
- Pues vaya manera de acabar el
romance.
- Hablando de romance.- Dijo
Martin mientras abría la puerta del ascensor y salíamos del edificio por la
entrada secundaria.- ¿Puedes pasar por el disco de blues a tu casa?
- Lo haré. Quiero revisar un par
de cosas antes de eso. Ve al precinto y consigue el listado de llamadas de
Wendy Kelley, también busca en su información tributaria, me gustaría saber
quién paga por la luz, la renta y todo eso. No se me figura del tipo de trabajo
duro.
- ¿Adónde irás tú?
- A la compañía de taxis. Ve en
la patrulla del novato, una lección de humildad.
- Oz, el maestro de la humildad.
- Vivo para servir Martin.
Una
pareja parrandera, un final trágico. Si Wendy quería terminar el amorío, podría
haberlo matado en otro momento. Si temía que Frank se pusiera violento no
habría preparado todo su cuarto para una noche de sudorosa pasión. Taxis y
marihuana, estaba seguro que el nexo estaba ahí. Encontré la compañía de taxis
metropolitana, un viejo edificio en el corazón del distrito central, justo en
el centro de las colonias más elegantes y las más peligrosas. El lugar parece
vivir en un caos incontrolable, con autos entrando y saliendo y órdenes siendo
emitidas en altavoces gastados. El dueño no duerme tampoco. Zack Finch, un
obeso con cara de perro y en un viejo traje café que le quedó corto hace muchos
kilos. Le explico lo ocurrido y se sienta para quitarse el sudor con un
pañuelo. Se traga la noticia y escupe tabaco al piso.
- Maldita sea.- Finch niega con
la cabeza y se pega en la rodilla.- Maldita sea detective, estos chicos se
arriesgan todos los días. ¿Puede creer que somos la única compañía que entra a
Morton?
- Son valientes.
- Ninguno de ellos no lo haría
sino fuera por el seguro de vida.
- ¿Frank Gates tenía uno?
- No, prefirió un aumento
salarial. De nada le sirvió. Frank era soltero y era buen trabajador.
- ¿Y su vida personal?
- No me meto en esas cosas
detective Ozelian.
- Ozfelian, pero llámeme Oz.
¿Algún problema del trabajo que haya escuchado?, ¿quejas o cosas de ese tipo?
- No, Gates nunca dio problemas.
- Lo encontramos con algo de
marihuana, ¿qué cree que pase si lo arrastro a su oficina y reviso cada cajón?-
Finch contiene las ganas de golpearme cuando descorro mi gabardina y le muestro
mi arma.- No se ponga así flaquito, es sólo una pregunta.
- Tome.- Finch me da un enorme
manojo de llaves.- Las llaves a cada puerta, gaveta y auto en este edificio. No
encontrará nada. Si mis chicos hacen algo por su lado, eso no lo puedo solucionar.
- No se ponga heroico, es sólo
una pregunta.- Me pongo de pie y hago sonar las llaves.- Vamos a su oficina.
Tengo que hacer una llamada.
- Increíble, malditos policías.-
Lo acompaño al segundo piso. La oficina es una galería de gavetas y teléfonos
que son contestados por dos secretarias tan ocupadas, que no notarían una
guerra. El dueño abre los cajones de su escritorio y de los archiveros.-
Adelante, fíjese.
- No se ponga dramático. Sólo
necesito un teléfono.- Agarro uno al azar, la secretaria me pega un manotazo y
cambia de opinión al ver mi rostros. Marco al precinto y espero por diez
minutos hasta que Martin finalmente contesta.- Ya era hora.
- Aunque no lo creas, algunos sí
trabajamos. Tenías razón y estabas equivocado.
- ¿Cuál de las dos pesa más?
- Wendy Kelley está desempleada,
pero no era Frank Gates quien pagaba sus cuentas. Tiene docenas de llamadas a
un Herbert Lomax, quien también paga la electricidad y seguramente la renta.
- ¿Qué más tienes sobre ese
Lomax?
- Domicilio, al menos el oficial,
en Juliet, esquina con Orchid #8789. Herbert Lomax está casado a una Regina
Tyler y, esto te va a encantar, trabaja en la misma compañía de taxis.
¿Compartían trabajo y amores?
- Hay cosas que no se comparten
Martin, el poder y el sexo. Gracias.
- Apuraré a los de balística.
- Finch, tengo otras preguntas.
- ¿Quiere revisar los baños
también?
- Herbert Lomax, es empleado
suyo, ¿no es cierto?
- Sí, claro. ¿Está bien?
- ¿Está trabajando?
- Termino su turno.
- No me sorprende. ¿Qué me puede
decir de él, es un santo como todos sus empleados?
- Nunca dije que mis empleados
fueran unos santos.- Finch se apoya en su escritorio y mira por las ventanas
cubiertas de smog hacia su flotilla de taxis amarillos y negros con la actitud
de un emperador romano.- Somos humanos, ¿no es cierto? Dije que no eran
criminales. Todos tenemos nuestros demonios.
- ¿Y cuál es el demonio de Lomax?
- La bebida. Ya tiene dos
strikes. No es tanto el alcohol como su temperamento cuando bebe. Golpeó a un
cliente hace seis meses, ésa fue la última ofensa. Ha estado limpio desde
entonces.
- Esa es la cosa con la limpieza,
es relativa.
- Trata de decir que Lomax mató a
Gates, ¿no es cierto? Pues se equivoca. El turno de Lomax terminó a las nueve y
media. ¿A qué hora fue el homicidio?
- Entre las siete y las ocho y
media.- Finch me mira como si hubiera ganado una batalla.- Es taxista, ¿le
parece impensable que él mismo, o una prosti por cinco dólares, llamara a un
taxi para fingir que está ocupado con alguien que no existe?
- No creo que Herbert hiciera
algo así, no es la clase de persona que mata a alguien.
- Nadie es de esa clase de
personas Finch, hasta que jalas el gatillo. Eso es todo por ahora. Trate de
dormir.
- La noche aún es joven Oz.
- Ni me lo diga.
La
imagen se hace más nítida. Triángulo de amor aderezado con marihuana, whisky y
balas. La compañía de autos sigue siendo ruidosa, la noche sigue siendo oscura.
El aire fresco me sienta bien, pero lo arruino con un cigarro. Supongo que
algunos humos son mejores que otros. Inconscientemente mi mano se apoya en el
arma cuando me acerco al extraño apoyado contra mi auto. Me muestra su placa y
regreso la mano a su lugar.
- Detective Gregory Briggs,
homicidios. División norte. Tú debes ser Oz.
- Así parece. ¿Qué hace la
división norte por aquí?, ¿se cansaron de los prostitutos de la avenida
Carter?- Briggs es una piedra esculpida y ancho como un toro. Se enciende un
cigarro y su bíceps podría arrancarme la cabeza. Su rostro lo traiciona, tiene
ojos demasiado afables y me recordaron a los ojos de una vaca.
- El edificio de la Avalon y la
49 está en el límite entre nuestros territorios. Normalmente dejaría que te
hagas cargo, pero en ese edificio vive Wendy Kelley y su nombre ha salido en
varios casos de drogas. ¿Ella está relacionada con el caso?
- Déjame ver, se echaba a Frank
Gates y a Herbert Lomax, quien paga por todo. Yo diría que está hasta el
cuello.
- ¿Ya hablaste con las esposas de
Gates y Lomax?
- Gates era soltero, Lomax está
casado. Juliet, esquina con Orchid #8789.
- ¿Te molesta si vamos juntos?
Hay un par de casos que quisiera cerrar.
- Vamos en mi auto, ustedes del
distrito norte no saben manejar.
- ¿Entonces por qué nuestro
sargento Meyers ganó el circuito hace dos años?
- Suerte de principiante. Eso, y
que nuestro competidor se había metido tantas pastillas para dormir la noche
anterior que se quedó dormido antes de llegar a la meta.
Briggs
me informa de su ángulo de interés. Wendy Kelley hace dinero extra con la
marihuana. Wendy seduce taxistas y los usa como sus distribuidores. Tres
arrestos, uno de ellos dice su nombre pero no hay evidencia en su momento.
Pandilleros los tres, pero podría graduarse a taxistas. Insisto con mi
triángulo amoroso, es menos engorroso. A excepción claro del balazo en el
cuello. La pequeña casa de dos plantas en la esquina de la avenida Juliet tuvo
mejores épocas. La pintura se había gastado y las luces nocturnas la hacían
parecer aplastada entre dos caserones.
- ¿Qué quiere?- La mujer abre la
puerta con los ojos fijos en las placas. Diamantes, oro y placas siempre atraen
la mirada de las damas. Ésta no era muy agraciada, con un par de kilos demás y
la técnica de maquillaje de una profesional.
- Detectives Ozfelian y Briggs,
¿está su marido?
- Desafortunadamente.- La
seguimos a la cocina donde Herbert termina su cena.- Soy Regina, él es Herbert.
Quieren hablar contigo.
- ¿De qué se trata?- Herbert
Lomax es un pálido fantasma de mentón grande y ojos de cachorro. Podía ver lo
que alguien como Lomax vería en Wendy Kelley, pero no al revés. Supongo que el dinero
que le daba lo gastaba en vendas para los ojos.
- Lamento informarle que un amigo
suyo murió hace unas horas. Frank Gates.- Regina se sirve un vaso de agua,
Herbert Lomax lo juega suave, demasiado
suave. Finge que puede terminar su bistec, pero en realidad se queda ahí con la
mirada en el vacío y masticando como una vaca.
- ¿Va a tragar eso o no?- Le
pregunta Gregory.- Me confunde.
- ¿Frank Gates? Es una lástima.-
Le truena los dedos a Regina, es obvio que es una clave porque ella responde
sin pensarlo. Le acerca una cerveza del refrigerador y se bebe la mitad de la
valentía en lata antes de poder pararse y caminar hacia la sala.- ¿Quién cree
que fue?
- El hada madrina.
- No se haga al chistoso
detective.
- ¿Dónde estaba entre las seis y
las ocho?- Briggs se sienta a un lado de Herbert y yo del otro.
- Trabajando.
- Claro, ¿a qué hora terminaba su
turno?
- No pesqué mucho, me quise
quedar un poco más de tiempo.
- Claro, claro.- Un par de
palmadas en la espalda para hacerle sentir a gusto y en casa. El reflector
sobre su cabeza es tan potente que suda por oleadas.- ¿Qué hay de usted, señora
Lomax?
- ¿Me está interrogando?- Se
enciende un cigarro y me echa el humo. Tengo el presentimiento que no le caigo
bien, y ella tiene la certeza que a mí no me importa.- Fui al cine con un par
de amigas, Doreen Walker y Carla Thompson. Salí a las ocho y media, el cine
coliseo a una cuadra de aquí. ¿Por qué interrogan a mi marido?
- Porque sabemos que el buen
Herbert y Frank eran mejores amigos.- Dice Briggs sin quitarle la mirada de
encima al marido.- Y tenían una amistad en común, Wendy Kelley.
- Ya les dije que estaba
trabajando. Además, no conozco a ninguna Wendy Kelley.
- Olvide mis cigarros en el
auto.- Me pongo de pie y le hago una discreta señal a Briggs. Es veterano, sabe
lo que pasa.- Venga conmigo Lomax.
- ¿Adónde se lleva a mi marido?
- A tomar aire fresco, se lo
devolveré en una pieza.
- Está bien amor, no tardo.-
Herbert camina como un condenado y cierra la puerta detrás de él.- Gracias por
no hacerlo frente a mi esposa. Wendy y yo tenemos algo, pero lo estamos
intentando terminar.
- ¿Intentando?
- Sí, no es tan fácil. Mi esposa
no lo sabe.
- Frank
Gates y Wendy Kelley.
- Frank me la presentó hace un
año.
- Escúcheme bien Lomax, porque
sólo lo preguntaré una vez.- Briggs lo arrincona con un dedo en el pecho y
Herbert nos mira con pánico. El arma de Briggs en la sobaquera está demasiado
cerca de la zona de confort.- Wendy Kelley y Frank Gates tenían un negocio de
drogas. Marihuana, quizás otras cosas más. ¿Cómo entra en ese negocio? Y no
finja demencia. Oz le dijo a su esposa que le devolveríamos en una pieza, pero
no mencionó en buena salud.
- Wendy siempre tiene pastillas y
hierba en su departamento, a Frank siempre le ha gustado el pasto, hace más
fácil el trabajo.- Briggs lo golpea en el estómago y Lomax queda en cuclillas.
Lo levanto del brazo y lo estrello contra la pared. Policía malo y policía
peor.- Yo no uso esas cosas, me alteran demasiado. La última vez que probé me puse
loco, golpeé a un cliente.
- No se vaya a ninguna parte
Lomax.- Vamos al auto. Enciendo un cigarro.- Me convenciste Briggs, revisemos
el ángulo de drogas. Hora de ver a Wendy Kelley otra vez.
Briggs
conoce mi reputación. Hablamos de casos pasados. Los buenos días y los malos
días, pero con el tiempo todos se ven iguales. En el teléfono de una farmacia
pongo a Martin al día. Tiene la información de balística. Me recuerda su
maldito disco de blues y suelta una bomba. Samantha llamó, quiso saber si la vería
mañana en la fiesta de Violet. Cuelgo sin decir nada y de inmediato me
arrepiento. No se me ocurría nada inteligente qué decir. La noche se ve más
oscura. La licorera me hace olvidar el olor de su cabello. Metí la pata y
cuando intenté reparar el daño era tarde, ahora ella quiere reparar un barco
que hace agua. El whisky me dice que aún no es tarde. La noche me dice que
siempre es demasiado tarde. Briggs
habla, pero yo no escucho. Llegamos al edificio en la avenida Avalon,
pero mi mente está lejos.
- Éste es nuevo.- Wendy abre en
camisón y nos deja pasar.
- Briggs, división norte.
Queremos hablarle sobre la droga.
- ¿Qué droga?- Voy directo a su
habitación, ya no está lo que Martin describió, pero no me toma mucho tiempo
encontrar las bolsas debajo de la cama.- Necesita una orden para hacer esto.
- Diremos que la tenía en la
mesa.- Briggs es listo. La sienta en la sala y le muestra el arma.- Gates,
Lomax y tú. Vaya triángulo. Había escuchado del triángulo de las Bermudas, pero
esto es más como el triángulo de la hierba. La reparte, ellos la venden en sus
taxis.
- No sé de qué me habla.- Abro
las bolsas y dejo que la hierba y las pastillas caigan a la mesa de café.- Es
para recreación.
- Deben haber mil dólares de
mercancía ahí.- Relevo a Briggs para que él busque en el departamento.- Pero no
me engaño Wendy, sé que no es la mente maestra. Es más como la entrepierna
maestra. Los tenía a los dos bien colocados y no le sería difícil. ¿De dónde la
saca?
- Lo que haga en mi tiempo libre
es mi problema.
- No sea idiota.- Un par de
cachetadas la tiran del asiento. La arrastro del brazo contra el baño y la
aviento contra la bañera.- ¿Cree que soy idiota? La droga se materializó en su
casa, ¿no es cierto?
- Está loco.- Trata de pararse.
La tomo del cuello y aplastándola contra la pared de cursis baldosas rosas le
hablo al oído.- Frank venía por su lado, pero yo no lo maté. No me pueden hacer
nada.
- ¿Qué tal de diez a veinte años
por posesión y venta con lo que está en esa mesa? ¿Quién se la vende?
- No le puedo decir eso.-
Forcejea, pero es inútil. Trata de liberarse hasta que siente el cañón de mi
revólver en las costillas.
- ¿Teme que su contacto le haga
esto?, ¿teme que le vuele una parte del pecho? No sea ilusa, primero la violará
por diversión. Rogará por regresar en el tiempo y haber jugado bien conmigo.
- ¡Oz!- Briggs se asusta al verme
y dejo ir a Wendy. La chica sale corriendo y me deja a solas con el reflejo del
espejo del baño. Pensé en Samantha y
después pensé en el animal en el espejo. Como soltar un toro en una
cristalería.
- Duarte Marconi.- Wendy tose y
se sacude para quitarse los nervios.- Es un maldito psicópata, le caerá bien.
No le digan que yo les dije. ¿Qué harán conmigo?
- Nada, por ahora. Regresaremos
en un día, quizás una semana o quizás un mes.- Briggs se hace al caballero y le
ofrece un vaso de agua. Yo la miro desde la puerta como un perro con rabia.- Si
encontramos algo, irá a prisión.
- No le digan que fui yo.
- Le diré que nos dijo la tabla
de la ouija. Vamos Briggs, hay que ubicar a ese idiota.
- Conozco a Duarte Marconi, traté
de arrestarlo varias veces.
Briggs
trata de hacerme pensar en otras cosas, pero no es fácil. Pongo la sirena para
cortar la noche, pero sólo la llena de rojo y azul. Nada se ve bien en esos
colores. Los que caminan inocentemente parecen chulos, los que esperan el
camión parecen camellos. Me veo en el espejo retrovisor, no me parezco a nadie
que conozca. La licorera arregla el problema. Le ofrezco un trago a Briggs,
pero él me muestra su botellita en el bolsillo interno del saco y sonríe. La
bebida nos hace hablar de chismes y casos famosos. Briggs dirige el camino
hacia el norte, a un bar desde el que Duarte controla su negocio de drogas.
Apago la sirena varias cuadras atrás y estacionamos a media cuadra. Briggs me pide
un favor, finalmente el ángulo que había estado jugando desde el principio. Lo
quiere llevar a su comisaría como su arresto. El maldito se le había escapado
cuatro veces antes. No me importa, lo interrogaremos ahí.
- Espera aquí. Yo iré por él.
- Cubriré la puerta trasera Oz,
ten cuidado.
- He estado en peores lugares.
Esto es Broker, no es nada comparado a Morton.
- Sí, pero una pistola funciona
igual aquí que en Morton.
- Lo tendré en cuenta Briggs.-
Entro al bar y me sorprende que no sea tan malo. Una banda toca un jazz de la
jungla que pone a todos como locos. Un piso de mesas, dos escaleras hacia la
pista de baila y una barra al fondo. Briggs me dijo que Duarte Marconi tiene
una cicatriz en el brazo derecho y un tatuaje de prisión en el cuello, pero con
las pocas luces que hay en el “Bido’s” apenas puedo distinguir entre las
personas.
- ¿Qué quiere tomar? El consumo
mínimo son tres cervezas.
Le muestro un billete
de cien a la mesera y pido ver a Duarte. Se desparece entre la gente para
ponerle sobre aviso, así que me escondo en una mesa de chicanos ebrios. Un par
de matones italianos andan de un lado a otro como lobos enjaulados. Me muevo de
mesa en mesa, rastreando a los matones en busca de su líder. La mesera, con mi
billete aún en la mano, desaparece detrás de la barra, seguramente al acceso
trasero, pero regresa corriendo. Le avisa a Duarte Marconi que hay un policía
en la puerta trasera y corre hacia la puerta principal con dos de sus gorilas detrás.
Me pongo de pie y les sigo de cerca. En la puerta golpeo a uno con mi revólver
y al otro le entierro el cañón en el costado. Duarte quiere sacar la pistola
que guarda en el cinto, hasta que ve mi placa.
- No sabía que era policía. Está
bien Mickey, llévate a Paul y regresen adentro. No tengo nada que esconder.- Se
da media vuelta y le quito el arma. Briggs regresa corriendo.
- Duarte Marconi, ¿te acuerdas de
mí?
- Briggs. Vaya broma. ¿Qué es
ahora?
- Lo usual, venta de narcóticos y
homicidio. Frank Gates, uno de tus vendedores taxistas.
- Caballeros, no me hagan reír.-
Un derechazo al estómago le borra la sonrisa. Briggs no me detiene, él quiere
sangre. Lo levanta del pelo y lo tira a la calle para darle un par de patadas.
Duarte entiende el mensaje, se pone de pie y nos echa la mirada del perro
paleado.
- Frank Gates está muerto.- Le
dije sin guardar el arma.- Wendy Kelley le proveía de marihuana para vender en
su taxi. La hierba viene de ti.
- Revísenme, no tengo nada. Si
tienen algo sólido llamen a mi abogado, el detective Briggs tiene su número.
Además, no maté a nadie. Al menos no hoy.
- Encantador, pero no sé por qué
aún no te creo.
- Vamos Briggs, sabes que no soy
estúpido. Si realmente hubiera matado a alguien habría sacado esa pistola y
matado a tu novio.
- El nombre es Oz.- Un gancho al
hígado le quita el humor.- ¿Te vamos a creer por tu linda carita de inmigrante
bueno para nada?
- No soy inmigrante, y no. Pueden
desconfiar de mí todo lo que quieran, pero mi chica tuvo su bebé en la tarde. Estuve
con ella hasta hace una hora. Hablen con ella, aún está en el hospital.
- Y tú estás aquí, eres todo un
Don Juan.- Duarte se revisa los bolsillos. Nerviosamente deja caer un poco de
cambio y muestra unos recibos.
- Léanlo y lloren. Compré
medicinas para ella en la farmacia del hospital.
- A las siete y diez. Aún así,
cualquiera lo pudo comprar.
- Pues pregunten en la farmacia.
- Eso haremos, estás bajo
arresto.- Briggs lo esposa con una sonrisa en la boca.- Poner un contrato es
fácil, y en los hospitales hay teléfonos.
- ¿Te lo llevas a tu precinto?
- Sí, llamaré una patrulla Oz. No
te preocupes por nosotros.
Dejo
a Briggs y a su nuevo amigo cuando lo veo cruzar la calle y llamar a una
patrulla. Manejo por un par de cuadras bebiendo un poco más del néctar de los
dioses. Las manos me tiemblan. La mirada en los ojos de Wendy Kelley resuena en
la mía. El cigarro calma mis nervios. La sirena le da ritmo a la oscuridad de la
ciudad. Es un baile que no me gusta, pero que siempre está ahí. Se acaba el
whisky, ahora entro en pánico. Me estaciono en una licorería y consigo
suministros. Aprovecho el teléfono para poner a Martin al corriente.
- Ya terminé el papeleo sobre la
escena del crimen.
- Gracias Martin. Briggs y yo
encontramos el nexo de droga de Wendy Kelley.
- ¿Briggs? Vamos Larry, ¿qué te
he dicho de seducir hombres en la calle?
- No te hagas al gracioso,
Gregory Briggs es detective de la división norte.
- Vaya, novio con carrera. Eres
un suertudo. ¿Cómo encontraron el nexo?
- Regresamos a hablar con Wendy
Kelley, el nombre es Duarte Marconi. Debería tener antecedentes, hazme un favor
y encuentra lo que puedas. Admitió que Frank Gates vendía marihuana, pero tiene
una coartada para el asesinato. Pudo haber usado a alguien más.- Abro la
pequeña botella de whisky y el olor me emociona.
- ¿Abriste una botella de whisky?
- ¿La oliste hasta allá?
- Reconozco ese sonido en
cualquier parte, gracias a ti. Por cierto, no olvides mi disco de blues.
- Estoy cerca del departamento,
iré por él. Necesito que hagas un par de cosas. Revisa entre las finanzas de
Herbert Lomax por si acaso hay ingresos injustificados y revisa su listado de
teléfono a ver qué puedes sacar.- Martin se separa del teléfono, lo escuchó
hablar con alguien, pero no entiendo lo que dicen.- ¿Felton, estás ahí?
- Larry, me acaban de avisar.
Herbert Lomax está muerto. El cuerpo está en su casa. El uniformado dice que
parece suicidio, ¿te encuentro allá?
Cuelgo
el teléfono y arranco el auto. Mi linda casa de cartas se desmorona. Aprieto el
acelerador y quemo las llantas. Las luces del carril contrario me ciegan pero
doy las vueltas con calzador. Barajo los nombres y las caras como cartas en un
juego de poker. ¿Regina Tyler de Lomax es una reina o un comodín?, ¿Wendy
Kelley es un as? Algo me dice que es hora de recoger mis fichas y salir. No
puedo hacerlo. La corriente me arrastra hacia abajo. La noche me tiene.
- ¿La viuda está en casa?- El
uniformado señala hacia la sala. Martin me está esperando.
- Ya era hora Larry, la viuda
insiste en que se lleven el cuerpo y le dejen hablar con sus parientes.
- ¿Y el cuerpo?
- En el piso de arriba.- Sigo a
Martin por las escaleras atestadas de policías. Los camarógrafos terminaron su
sesión para la portada de villa-tumba. Herbert Lomax está ladeado en la silla
de su dormitorio con la pistola en su mano y un agujero como una ventana en su
cráneo.- Tiene pólvora en la mano. Apesta alcohol. La esposa dice que
discutieron, ella bajó para hacerse un té y Herbert se quedó atrás. Se quitó
los pantalones y la camisa, las dejó dobladas en la cama y se pegó un tiro.
- No creo que sea tan claro.- Me
agacho a su lado y reviso los dedos.- El dedo de en medio está roto. ¿Lo ves?
- No sé cómo no lo vi.- Martin se
agacha, lo mira y se quita el sombrero.- ¿Crees que tiene que ver con Wendy
Kelley?
- Como dije Martin, no se
comparte ni el poder, ni el dinero. Ahí se va mi mejor sospechoso para la
muerte de Gates. La encuentra camino a su amante con una fiesta portátil, luego
su esposa se entera de la amante y pone fin al asunto. Briggs no estará feliz
de no poder cargarle el muerto a Marconi.
- Me dijo de Wendy.- Regina Tyler
nos sorprendió en el umbral de la puerta fumando nerviosamente. A la luz de la
mesita de la cama puedo ver el moretón en su pómulo izquierdo.- Maldito cerdo.
Discutimos antes de irnos a la cama. Estaba ebrio y se pone violento cuando
bebe. Redecoró mi casa y el cuadro del baño.
- Ya veo.- Me asomo al baño y veo
el cuadro en el piso. El golpe rompió el vidrio, la caída destrozó el marco.-
¿De quién es el arma?
- De mi marido. ¿Cree que haya
matado a Frank? No creo que haya sido capaz de matar a otra persona. Nunca tuvo
los pantalones. Sólo para pegarme.
- Martin, asegúrate de llevarte
el arma y compárala con el reporte de balística.- Salimos de la casa y tengo un
sabor amargo en la boca.- Manda unidades para que vigilen a Wendy, si es que
aún vive.
- No te olvides de mi disco de
blues.
- Tienes una mente de una pista,
¿sabías eso? Está bien, maldita sea. Voy ahora mismo.
- Gracias, ya son más de las doce
y me gustaría bañarme para verme decente.
- ¿Le mientes tan temprano en la
relación?
- Muy gracioso. Revisaré los
arrestos de Marconi y su pandilla, por si acaso.- Me detiene antes de que entre
al auto.- Oz, ¿crees que haya sido suicidio?
- Creo que está muerto, quizás sí
fue suicidio o quizás no. Hay algo que no me cuadra en todo esto. Lo sabremos
con el arma.
- Ya que vas de camino a tu casa
recoge una muda de ropa, no querrás ver a Samantha en este estado. Ya sé, ya
sé, no irás a la fiesta.
Debería
ser fácil, pero no lo es. Un triángulo amoroso envenenado por Duarte Marconi.
Un simple ajuste de cuentas opacado por un suicidio. Taxista alcohólico y
violento se da lobotomía con una bala. No es el primero, ni será el final. Es
el momento el que me pone nervioso. Dejo de mentirme un par de cuadras más
tarde. No es el caso. Es ella. La noche se lleva todo, hace que la sangre se
vea como agua, que los moretones parezcan sombras y las muecas sean sonrisas,
pero no se llevan su imagen de mi mente. Atorado en el tráfico del corredor de
prostitutos. Una flor trata de crecer en la banqueta, sufriendo pisotones todo
el tiempo. Es demasiado doloroso para ser cursi, demasiado cursi para tomarse en
serio. Aún así, la noche no se la lleva. No importa cuántas paradas a
ciudad-whisky tome. Mi departamento no ayuda tampoco. Ella es la dueña, pero si
supiera lo que ha pasado entre esas paredes, y entre esas sábanas,
probablemente le prendería fuego. Yo iría a un hotel, pero las verdaderas
víctimas serían las cucarachas.
Recojo
el disco del marco de la ventana y ésta se cae haciendo temblar el vidrio. Lo
guardo en la gabardina con mucho cuidado. Martin me mataría si Violet escucha
rayones. Enciendo la luz para buscar algo de comer. La luz del refri ilumina el
pasillo. No estoy solo. Saco el arma y me dan ganas de golpearme. Si quisiera
matarme, ya estaría muerto. Aún así, jalo el martillo del revólver. Reconozco
la punta del zapato que se asoma en el corredor hacia mi cuarto. Es de Duarte
Marconi. Eso no es todo. Duarte no está de pie. Es más, sólo está de cuerpo
presente. Ahorcado y golpeado. Sus ojos desorbitados mirando hacia las goteras
de mi techo. El resorte está tenso. La trampa está puesta.
Sirenas
en la lejanía. Se acercan. Estoy parado como un idiota frente a un cadáver. Se
acercan hasta que dejan de moverse. Pánico. La imagen de una celda pequeña y un
uniforme ajustado. Comidas con internos que saben quién soy. Duarte aún mira el
techo. Briggs partiéndose de la risa. Las sirenas no fueron apagadas. No
tocarán el timbre. Pongo una silla contra el picaporte de la puerta. Algo de
tiempo, pero no suficiente. El tic-tac de mi reloj me vuelve loco. Todos me
vieron arrastrarlo fuera. Nadie vio a Briggs. Nadie que importe. Soy un
dinosaurio. Los policías deben estar subiendo las escaleras. El ascensor no
sirve. Un poco más tiempo. Cargo a Duarte como un costal y corro al baño para
abrir la ventana y tirar el cuerpo por la escalera de incendios. Tiempo, no hay
tiempo. Es tarde, demasiado tarde. Me miro en el espejo. El mismo extraño que
en el baño de Wendy Kelley. No estoy muerto maldita sea. No estoy extinto.
Escucho los pasos. Opacan el tic-tac. Se acabó el tiempo.
Arrastro
el cadáver por las escaleras. Demasiado pesado. Estoy demasiado viejo.
Demasiado borracho. Demasiado suave. Sobrevivencia. Lanzo el cadáver hasta el
callejón. No se queja. Me deslizo por las escaleras. Escucho que se dan de
topes contra la puerta. La división metropolitana no sabe que éste es mi
departamento. Está a nombre de Samantha. Nada de cortesías. Cargo a Duarte
hacia mi auto. Patrullas con sirenas encendidas. Nada se ve en color rojo. Yo
me veo igual. Meto el cuerpo en la cajuela. Miro a mi ventana. Las luces se
encienden. Cinco segundos antes que llamen por refuerzos y empiecen la
investigación. Cinco segundos después estoy acelerando fuera de ahí como un
alma fuera del infierno. No me siento como alguien que escapa al infierno.
Tengo a Duarte muerto en la cajuela. Estoy en el infierno. La noche se lleva
todo. No me llevará a mí. Pero se llevará a Briggs.
- Tengo un problema.- Le explico
la situación a Martin. Silencio en la línea. Me pone nervioso.- ¿Hay una orden
de captura con mi nombre?
- No, lo sabría si lo hubiera y
el teniente también.
- El teniente no es mi mejor
amigo.
- Mencionaste a Gregory Briggs y
la división norte, llamé para ir a ver a Duarte. Me dijeron que nunca lo
llevaron, no tenía idea que estaría en tu departamento.
- ¿Dónde vive?
- Espera Oz, me dijeron que
Briggs ya no trabaja ahí. Se retiró hace dos años. Media pensión. Espera un
segundo.- El silencio es eterno. Una mujer quiere usar el teléfono. Le muestro
la placa. Sigue molestando. Abro la puerta de la cabina y le pongo el cañón en
la nariz. Deja de molestar.- Oz, maldita sea.
- ¿Qué pasa?
- Los uniformados de la división
metro actuaron por llamada anónima. Maldito Briggs sabía que si llamaba a
nuestra división te habríamos avisado.
- Sí, se lo celebraré con mis
puños. Ahora dime qué pasó.
- La llamada anónima dijo que
había una golpiza en tu departamento, muchos gritos y lo que parecían los
gemidos de muerte de una persona. Los uniformados encontraron dos mil dólares
escondidos en un cajón.
- Parecerá que le pagué para
matar a Gates y luego lo maté a él para cubrir mis rastros. ¿A qué hora es el
reporte de rotación?
- Tienes dos horas Oz, si no
estás aquí el capitán hará preguntas. Tengo la dirección de Briggs. Olmos #876,
apartamento 29. ¿Qué vas a hacer?
- Manejar por la ciudad con un
cuerpo en el maletero. Emitirán una orden de captura en menos de dos horas, eso
te lo aseguro. Para entonces buscarán mi auto.
- Estaré al pendiente, mantente
reportado. ¿Quieres usar mi auto? Está estacionado frente a mi edificio.
- No, no te quiero involucrar en
esto Martin, pero gracias. En serio.
- Soy tu compañero, claro que
estoy involucrado. ¿Qué necesitas?
- Un milagro, pero mientras tanto
mantén el oído en el suelo y mantente alerta. Intercepta cualquier cosa que
podría alarmar al teniente o al capitán cuando lleguen en unas horas.
- Hecho. Oye Oz, ¿matarás a
Briggs?
- Quiero hacerle un par de
preguntas, si no las contesta redecoraré la pared de su sala con sus dientes.
Manejo
con la radio encendida. Pervertidos, ladrones y prostis. Nada que tenga mi
nombre. Nada aún. Hijo de perra dibujó la escena completa. El dinero será
difícil de explicar. La pandilla de Marconi apuntará el dedo hacia mí. Tengo
demasiados enemigos en el departamento como para alimentar la esperanza de
convencer a alguien de la jerarquía. Briggs tocó las teclas correctas. Una
maldita sinfonía. Un número musical con Duarte Marconi, y conmigo como el golpe
final. Estaciono a dos cuadras de su edificio. No quiero ser obvio cuando lo
mate. Nadie me ve entrar al edificio. El arma pesa una tonelada y mis manos
tiemblan. No temblarán cuando lo tenga enfrente. Uso mis ganzúas para abrir la
cerradura. Luces apagadas. Cocina, dos cuartos y un baño. Silencio de muerte.
Camino sobre el tapete. Evito la madera que puede crujir. Lo he hecho antes.
Mil veces. Nunca con un cadáver en el maletero. Briggs no está. Tiene sentido.
No se iría a dormir inmediatamente después de preparar la trampa.
Nada
me sorprende en su departamento. Porno, comida echada a perder, un radiador
descompuesto, sábanas tan sucias que ellas se enfermaron, bien podría ser mi
departamento. Reviso el baño y encuentro la diferencia entre mi nido de ratas y
el suyo. Maquillaje. En el basurero hay un lápiz de labios y toallas femeninas.
Todas las mujeres son iguales. Sin importar si tienen un amante, o tres.
Considero dejarle un mensaje, pero no tiene sentido. No vivirá lo suficiente
para leerlo. Uso su teléfono. Trato de pensar si conozco a alguien en la otra
punta del mundo, pero me conformo con Martin. Tarda una eternidad en contestar
y no dejo de ver hacia la puerta.
- Detective Felton, ¿en qué le
puedo ayudar?
- Martin, Briggs no está en casa.
¿Novedades?
- Sí, hay una orden de busca y
captura para ti. Alguien debe odiarte en el monte Olimpo porque el capitán se
enteró y llamó. El teniente Simone acaba de llegar.
- ¿Tienen mi auto?
- Sí, ¿quieres que vaya por ti
para que no uses el auto?
- No, yo me ocupo de eso.
Necesito que llames desde Broker y alertes a la policía que estoy en Grammer
#767. Conozco el edificio, el conserje me debe un favor, dile que le diga a la
policía que subí a algún departamento con una escopeta. Eso los mantendrá
ocupados.
- Hecho, salgo para allá.
- Martin espera, hay otra cosa.
Manda arrestar a Wendy Kelley ahora mismo.
- El teniente está subiendo las
escaleras Oz, tengo que irme ahora.
- Un último favor Martin,
necesito que me salves la vida y sé cómo hacerlo.
- Espera.- Escucho que carga el
teléfono y se esconde bajo uno de los escritorios.- Te escucho.
Briggs
mostró sus cartas. Juego las mías. No hay fichas, sólo mi vida. Martin hará su
parte. Tengo que hacer la mía. Intercambio placas con otro auto. Mi coupé es
común, los uniformados leerán placas y nada más. Le doy tiempo a Martin.
Cigarro tras otro. Tic-tac. Me aferro al volante con tanta fuerza que podría
romperlo. Media hora. Tiempo suficiente. Manejo con calma. Las sirenas recorren
Alvarado. Funcionó. Un poco de tiempo. Tiempo es lo único que no tengo.
Tic-tac. Me acercó al edificio de Avalon, Wendy es arrestada. Me alejo con cuidado.
Ya deben estar en el edificio de Grammer. Deben estar reuniendo hombres y
material. Tic-tac. Patrullas. Patrulleros ojerosos bebiendo café. Miradas
bajas. Leyendo placas. Mantengo la calma que no tengo. Duarte tiene toda la
calma. Él tiene todo el tiempo del mundo. Tic-tac. La extinción se acerca. No
estoy listo. La noche no se lleva mis nervios. Tampoco se lleva a Samantha.
- ¿Qué hora es?- Regina Tyler
abre la puerta y se quita las lagañas.
- Más de las tres.
- Me despertó. ¿Qué ocurre?
- Wendy Kelley fue arrestada. El
tercer amante de Kelley será arrestado muy pronto. ¿Puedo pasar?
- ¿Quiere café?- Me deja pasar y
vamos directo a la cocina. Disfruto el café. Mi mano se acerca al revólver en
la parte trasera de mi cinturón.
- Gregory Briggs es su amante.-
Dejo el café y ella abre los ojos.- Supongo que eso la despertó.
- ¿Se refiere al gorila que vino
con usted para interrogar a mi marido?
- No le diga así, debe estar muy
enamorado. Lo suficiente para tratar de matar a su marido por usted. Las farolas
no servían, pensó que sería buena cubierta. No contaba con que Herbert tendría
compañía y mata a Gates. El policía uniformado evitó que lo matara. Su marido
salió corriendo en cuanto pudo. Briggs tenía que involucrarse para matar a
Duarte Marconi y esconderlo en mi departamento, junto con los fríos dos mil que
se supone yo le pagaría por el trabajo.
- Está loco detective.
- Sí, pero ese no es el punto.
Usted terminó el trabajo, lo hizo parecer suicidio. El estúpido de su amante
habla mucho, se hace al macho, pero no pudo hacer algo sencillo como matar a
alguien en la calle. Un marido golpeador y un amante inepto, vaya gusto en
hombres.
- Ya es suficiente.- Gregory
Briggs aparece en las escaleras con su revólver. Desenfundó de mi sobaquera y
de mi repuesto en el cinto. Una para él, otra para Regina.
- Adelante. Nos vamos los tres.
- No seas estúpido Oz, no la
metas en esto.
- El amor. Es algo maravilloso.-
Jalo el martillo de mi repuesto y Regina empalidece. Me mira a los ojos y mira
su muerte.- Un disparo y mis músculos se tensan. Una fiesta para todos.
- Estás acabado Oz, llamé desde
el teléfono en la parte trasera del bar a esta casa. Te reportaste con Herbert,
¿no lo ves? El dinero salió de su bóveda secreta, Regina lo reportaría mañana
en la mañana cuando los detectives hagan su segunda visita. No contaba con que
te llevarías el cuerpo.
- ¿Me viste? De milagro fui a mi
departamento. No contabas con eso, pero tampoco contabas con que Herbert y
Frank eran un par de pervertidos. A Wendy le gustaba la acción de tres
esquinas. No era una pelea de amantes. Tenías que meter la droga de todas
maneras, es mejor para cubrir tus pasos. Wendy está arrestada, por si acaso
querías matar a la única otra persona que te vio conmigo.
- Baja las armas Oz y te dejaré
ir. Camina hacia atrás y desaparece. Llévate a Duarte Marconi contigo. Se
sintió bien matarlo, después de tantas veces de perderlo entre mis dedos.
- ¿Regina te dijo por qué quería
matar a su esposo?
- ¿No le ves la cara? Maldito
zángano, debí haberlo hecho antes.
- No fue por eso, es por el
seguro de vida que tienen los taxistas de la compañía metropolitana. Van a unos
lugares muy feos, y el dueño les consiguió a todos seguros de vida. Menos a
Frank, que prefirió el dinero.- Briggs me mira con dudas y después mira a
Regina, quien no mueve ni un músculo. Y con eso dice suficiente.- No seas
idiota Briggs, si alguien aquí ha sido usado fuiste tú. Regina está atorada con
un marido que se acuesta con otra y que además le pega. Ella se cansa, se
consigue a un matón para hacer su trabajo sucio. Paga con su sexo, pero se
queda con el dinero.
- ¿Por qué no me dijiste nena?
- Iba a decírtelo Greg, pero no
seas tonto, está jugando contigo. Y no te atrevas a verme así, yo saqué seis de
la caja fuerte y no sólo dos.
- No importa.- Dijo Briggs dando
un par de pasos hacia mí.- No importa Regina, porque estamos hablando con un
hombre muerto.
- ¿Realmente quieres morir
Briggs? No te hagas al macho, ella te importa.
- Tienes las cartas más bajas, yo
gano. Si la matas sólo parecerá que ella se dio cuenta del asunto que su marido
había armado y por eso la mataste. Herbert se suicidó por la culpa, ella te
puede arrastrar al infierno incluso si yo muero. Así que dime Oz, ¿qué demonios
tienes que yo no?
- Amigos.- Martin jala el
martillo del revólver y el sonido hace que Briggs tiemble de los pies a la
cabeza. Felton se abre paso desde la entrada. Los ojos de Briggs van de un lado
a otro. Conozco la expresión. Contempla posibilidades. Se centra en mí y tensa
el brazo.
- Baje el arma, no hay
escapatoria.- El teniente entró por la puerta lateral y me apoya. Martin le
quita el arma y le suelta un gancho al hígado. Empuja a Briggs para darme la
oportunidad, pero no lo hago.
- Mírame Briggs.- Le sostengo de
la mandíbula y sonrío. Viejo. Dinosaurio. Mi corazón aún late.- Recuerda esta
cara cuando te violen en prisión.
- El teniente me sorprendió
mientras me escapaba. Hizo un par de llamadas él mismo.- El teniente hizo el
arresto y los escoltó a la salida, donde un par de patrullas esperaban.
- Duarte Marconi está mi
maletero.
- Lo sabe.
- Necesitaré un aventón.- Martin
me abraza con el brazo en el hombro y los dos nos partimos de la risa. Estuvo
cerca. La adrenalina me hace temblar.
- Yo te llevo Oz. Violet estará
en el restaurante en dos horas. Te invito desayuno.
- Buen intento.- Le doy el disco
y lo revisa. No está rayado.- Me puedes dejar en cualquier esquina.
- Supongo que no quieres ver a
Samantha. Una lástima, Violet te quiere conocer. Tiene curiosidad de ver si aún
cazas búfalos con un arco.
- ¿Violet?- Nos detenemos en la
entrada de la casa y miro salir el sol. La noche terminó. La noche se llevó a
Lomax, a Gates, a Wendy, a Regina, a Duarte y a Briggs. La noche no me llevó.
La noche tampoco se llevó a Samantha.- Tengo curiosidad de ver si Violet existe.
Vamos.
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