jueves, 23 de julio de 2015

Los hijos de Nadie

Los hijos de Nadie
Por: Sebastián Ohem

Del diario de Roy Keller
            Ésta es mi admisión de culpa. He redactado el texto para mi abogado Blake Edwards para ser publicado en caso de mi muerte o encarcelación. Soy un reportero. Utilizo métodos poco ortodoxos para conseguir la verdad, pero es parte de mi trabajo. Dejé Vietnam, pero la guerra tiene sus propios modos de acompañarte a donde vayas. El horror no está únicamente más allá de nuestras fronteras. Está en Malkin. En los ojos desesperados de los hijos de nadie.


            Alfred Huxley. Auto-proclamado reportero. El rostro público de “Ojos sobre Malkin”. Tiene el color correcto. La barbilla correcta. Parece que le importa, pero yo sé la verdad. A poca gente le importa. A Nadie le importa. Huxley piensa en términos de ratings, no de la verdad. No piensa en el derecho del público a conocer la verdad. Ése es mi trabajo. Huxley se limita a contratarme, pasar la investigación como suya. Me cita en el Nubian Café. Quiere ganarse puntos con quienes nacimos con el color equivocado. Saluda. Da autógrafos. No me quejo, es mejor que los cafés beatnicks que suele atender. Si escucho otro bongo y un haiku contra la guerra finalmente perderé los pocos estribos que me quedan. El Nubian está lleno. Panteras negras. Caras negras. Discusión política de taza de café. Muchas quejas, pocos levantan la mano cuando es su momento. A Nadie le importa.
- Revisé lo que me enviaste sobre Martin Luther King… No sé Roy, es un tema espinoso, problemático. No que esté en contra de los derechos civiles, es sólo que ya está muy cubierto.
- Buena salvada. Sutil como uñas en el pizarrón.
- ¿Ése fue un chiste? Roy Keller con sentido del humor, quizás sea cierto, el mundo está por terminarse. Es la última trompeta del apocalipsis.- Sonríe. Palmada en el hombro. Bebo mi café, prefiero no pensar en ello.- ¿Vas a terapia? Bien por ti. Yo también, ¿quieres que te refiera al mejor psicólogo de Malkin? Ve negros.
- Bien por él. Paso. ¿Qué tienes en mente, Alfred?
- Hippies. Son la moda, tenemos que capitalizar en esto antes que desaparezcan. “Una generación perdida”. ¿Te gusta el título?
- No. ¿Tiene algo que ver con la demanda de Swaim? El sujeto es un ultraderechista.
- Bueno… Tiene algo que ver.
- Ahora los políticos y jueces dictan las noticias, ¿es eso?
- No, jamás vendería mi integridad profesional.- Le creo. Primero tendría que tenerla.
- El juez James Swaim está en campaña contra los hippies y no está sólo. Ésta elección para alcalde parece resumirse en eso. Paul Cranston lanzó la bola de nieve y está creciendo Keller. Creciendo rápido. Si no tomamos acción, alguien más lo hará. Swaim quiere que clausuren y arresten a todos esos chicos del culto del “Alto templo”. ¿Habías oído de él?
- ¿El profeta Maynard? Sólo sé que tienen una fábrica en desuso, un culto personal. No es mi taza de té, pero la gente tiene derecho a la libertad de expresión… Independientemente de lo que diga el candidato Cranston.
- Es más que Cranston. El reverendo Jeremiah Stadler, su consejero espiritual, está armando toda una campaña contra los greñudos.
- Si lo hago, lo hago a mi manera. No quiero usar a Terrence. Buen camarógrafo, pero el hijo de perra es un racista. Duncan Poole. Vio acción en ‘Nam, aunque sólo fueran seis meses.
- Poole está en otra cosa… Está bien, si te hace feliz puedes usarlo, es buen camarógrafo.

            Me paga. Llama a Poole desde el teléfono público. Sticker de la pantera negra sobre el teléfono. La ciudad, el país, está por explotar. Gente como Huxley no lo ven. Instigadores como Paul Cranston, el reverendo Stadler o el juez Swaim tiran cerillos contra los barriles de pólvora por unos cuantos votos, por algo de atención. Michael Dorff, el oponente de Cranston, no está libre de toda culpa. Dinah, su esposa y mi amante, la mano detrás del trono, ella sí lo entiende.

            Duncan y yo empezamos por el juez James Swaim. Esperamos en la recepción de la corte. Su secretario se lanza un discurso. No presto atención, pero capto la vibra. Swaim quiere ir a la suprema corte, su único oponente real es el juez Aaron Zimmer, acusado de ser liberal. Capto rápido, su postura anti-hippie es una movida por poder. Realizamos la entrevista y confirma las vibras. No pregunto por sus aspiraciones políticas, no quiero que salgan en televisión. Habla del profeta Maynard, un peligro para los valores cristianos que fundaron ésta nación. Curioso como cada quién tiene su versión de la fundación de América. Esclavistas con ideas que hoy serían liberales, pero los muertos no hablan. Los jueces y políticos hablan por ellos. Vomitan su ego en la voz de los muertos. Pregunto por la demanda, es bastante directo. Maynard es un peligro. Es un culto anti-cristiano. Ergo, anti-americano. Lanza una diatriba contra Zimmer, un demagogo liberal según él.

            El siguiente en la lista es el reverendo Jeremiah Stadler. Alto, esbelto al punto de ser un esqueleto. Sonrisa de oreja a oreja. Esa mirada piadosa como si te perdonara por cosas que no conoce, que no entiende. Nunca ha visto la guerra, pero la condona. Le digo que soy veterano y me estrecha la mano. Me agradece el servicio público. Todas las personas que maté son servicio público para él. No duraría ni una semana en la jungla, pero se cree en un experto en la guerra y en Dios. No necesita que pregunte, promueve a Cranston. El republicano Walter Burrows tuvo sus dos términos como alcalde. La ciudad es una alcantarilla, pero es una alcantarilla cristiana. No veo la diferencia, sólo veo la miseria. Cranston es el futuro para el reverendo. Todo lo hace por Dios y patria. Si aún existe un Dios, es Moloch, el dios del dinero. El reverendo tiene oficinas que podrían alojar a tres familias necesitadas.
- No ocuparé ningún cargo en la siguiente administración señor Huxley.- Tenemos que fingir que habla con él. Alfred edita las entrevistas, se coloca de perfil con cara meditabunda. La magia de la televisión.- Tengo mucho trabajo con mis obras de beneficencia. Las veo como si fueran mis hijos, han florecido en estos tiempos de necesidad. La gente como ese tal profeta Maynard, verdadero anti-Cristo no ayuda a los más necesitados. No quieren trabajar, es el problema. Demasiado cómodos siendo idolatrados. Hay un solo Dios, y ese no es Maynard. Si la demanda no procede, pese a los esfuerzos del venerable juez Swaim, entonces nuestro ilustre nuevo alcalde, Paul Cranston hará algo al respecto. Se lo aseguro. Yo rezo día y noche por las almas de esos pobres descarriados. Necesitan a Cristo en sus corazones, y un baño.- Se ríe de su chiste. Duncan sonríe por compromiso. Mi rostro es inexpresivo. No me pagan lo suficiente para reírme.
- Gracias por su tiempo reverendo. Creo que tenemos lo que necesitábamos.
- ¿Qué harán ahora?
- Iremos al Alto templo.- Pierde la máscara piadosa por un segundo.- Tenemos que oír ambas versiones. Es América, tierra de la libertad de expresión.
- Rezaré por ustedes.

            Me recuerda a Joe Erswing, “El cura Joe”. Soldado de infantería. Rezaba en combate. La piedad le ganó una bala en el abdomen. Murió de disentería en una tienda de hospital en medio de la jungla. No hay dios en la jungla. No hay dios en Malkin. Si lo hay, no le importa. Sospecho que Maynard, el auto-proclamado profeta, es una versión hippie del bien vestido reverendo Stadler. Otro consejero espiritual. Otra lengua de oro que habla por Dios. Cuando llegamos al “Alto templo”, la vieja fábrica de zapatos abandonada hace una década, los hippies nos regalan flores y un cortejo nos lleva hasta el tercer piso, desde donde el profeta de la nueva era, sentado en su trono en forma de una mano de plástico, habla de amor y paz.

            Maynard es un hombre con crisis de mediana edad vestido como Jesucristo. Habla por media hora sobre su intento por establecer la primer comuna hippie auto-suficiente en Malkin. Otra media hora hablando en contra de la guerra. Ignora mis preguntas, tiene algo que decir. Duncan me mira. Leo su mirada, quiere saber si apagar la cámara. Le digo que no. Tiene derecho a expresarse. Nosotros, derecho a editarlo. Huxley quería material. Eso le daré.
- Somos un peligro contra el status quo porque nos oponemos a la coerción del materialismo y el consumismo. La demanda no me asusta. Si soy culpable de algo, es salvar a chicos que serían masticados y escupidos por las duras calles de Malkin. La mayoría tiene trabajos. Los cerdos capitalistas les tiran las sobras, pero llenan sus mentes de mentiras ponzoñosas. ¿Swaim y Stadler? No me asustan, estoy en la misma sintonía que el Universo, por eso me odian.- Me mira en silencio por unos momentos. La misma mirada piadosa que Stadler. Siente lástima por mí. Son iguales, a su manera. Ambos tienen verdades demasiado profundas para los meros mortales como yo. Aún así no puedo dejar de asentir cada que habla contra la guerra. No la vivió, pero al menos no finge como si lo hubiera hecho. Le doy la razón, pero no puedo entender su amor y su paz. No tengo mucho de esas dos. Aún huelo la pólvora. Aún siento la sangre en el paladar. Soy el monstruo de quien habla. Al menos lo fui por un tiempo.- ¿Te está entrando todo esto hermano?
- Sí, gracias por su tiempo.
- Hombre de pocas palabras. Augurio de sabiduría para algunos.
- Estuve en la guerra. Soy el mata bebés, el peón de la máquina de guerra y todos esos eslogans que escupes. Y tienes razón sobre todos ellos…- Lo miro con frialdad. No responde. No dice nada. Quizás sea más listo de lo que le doy crédito.- Yo también estoy en contra de la guerra, pero tengo que advertirte. Mi jefe quiere escuchar más a Cranston y los demás ultraderechistas. Haré lo posible por mostrar ambas caras de la moneda, hacerlo una pieza de controversia, no un linchamiento. No prometo nada.
- Gracias hermano. Y lo siento. Sé que debe ser difícil salir de esa mentalidad violenta.
- ¿Quién dice que salí de ella? Gracias por su tiempo señor Maynard.

            El profeta tiene su público. Los jóvenes nos miran, algunos asustados y otros con resentimiento. Quienes no escriben en pancartas de protestas, afinan sus guitarras o discuten sobre la sintonía del amor en la nueva era que abolirá la era de la corrupción y la codicia. Alguien levanta la mano. Me llama por mi nombre. No lo reconozco por el afro, pero cuando bajo las escaleras puedo ver de quién se trata. Martin Freeman. Hijo de Dwayne Freeman, mi mentor de juventud, maestro de box y uno de los pocos hombres en Malkin que se preocupaban por los chicos sin rumbo, por los hijos de nadie. Nos metía a su ring, sacábamos la frustración golpeando y ejercitándonos. Salvó más vidas que el reverendo Stadler y el profeta Maynard combinados. No habría entado a la universidad de no ser por él. Otra víctima de la guerra. Otro de esos tragos amargos que me dan pesadillas y me hacen llorar cuando bebo demasiado.
- ¡Roy! ¿Cuándo regresaste hermano?- Ha crecido desde que lo veía golpeando sacos de arena en el gimnasio. Tiene ojos alegres y piel morada. La viva imagen de su padre y eso me estremece. Me abraza y  no sé qué hacer. No sé qué decirle.
- Hace tiempo, conseguí trabajo.
- ¿Trabajando para el hombre?
- Lamentablemente.
- Debes estar lleno de historias.
- Lamentablemente.
- No te veía en años. Papá escribía todo el tiempo sobre ti. Dijo que eras su mejor amigo. Malditos capitalistas, lo mataron en la jungla.
- Lamentablemente.- Enciendo un cigarro. Me tiembla la mano. Duncan mira su reloj. Quiere irse. Todo es paz y armonía. Canciones y flores, pero el olor es insoportable para él. He olido peores cosas.- ¿Qué haces aquí?, ¿todavía vives en Morton?
- No… Mamá murió. No se tomó bien la muerte de papá. No quería que fuera, pero ya sabes cómo es. No te preguntan si quieres ir, sólo envían a una generación entera para pelear por unos cuantos centavos. No, mamá se suicidó.
- Lo siento Martin, recuerdo que eran muy cercanos.
- Sí… El profeta me da cobijo, es genial. ¿Harás una historia sobre él? Tiene mucho que decir.
- Eso escuché. Es peligroso que estés aquí Martin, en Malkin la policía tiene el hobby de golpear luchadores sociales.- Señalo su nariz. Ha quedado chueca. Adivino que no fue el boxeo.
- ¿Esto? No, estuve un tiempo con la banda O.K. ¿Has oído de ellos?
- No, su fama no llegó a la jungla.
- Aún existen, es una pandilla de Morton. Mejor que dormir en la calle. Eso pensé hasta que pasé un año en la juvenil por robo. Ahora el profeta me da donde dormir, me da de comer y me enseña que esas pandillas son creadas por el gobierno para programarnos hacia la violencia.
- Toma.- Le paso una tarjeta y escribo el número de mi casa, tachando el de Huxley.- Cualquier cosa, lo que sea y cuando sea. Si la policía se asoma, tú te largas. No te hagas al héroe chico, no vale la pena. Ésta ciudad no es lugar para héroes. Puedes quedarte Sarah y conmigo cuánto quieras. Es lo mínimo que puedo hacer por ti, y por tu padre.
- Tengo que saber Roy. ¿Cómo murió? Digo, ¿sufrió mucho?
- No, no sufrió. Tomó una bala por mí, me salvó la vida. Yo sé que no es justo. No le pedí que lo hiciera, pero en la guerra no siempre escoges quién vive y quién muere.
- Si le debes algo a mi papá, no linches al profeta. Vamos a cambiar al mundo, aunque nadie en el poder nos crea.
- Puedo convertirlo en una pieza de controversia, sobre derechos civiles. Tienen libertad de expresión y asamblea después de todo.- Duncan se aclara la garganta, señala el reloj.- Tengo que irme chico, pero recuerda, día o noche, tú llama y estaré ahí para ti. Vamos Duncan.
- Lo tratas como si fuera tu hijo.- Me dice saliendo de la fábrica y entrando al auto, guardando la cámara.- Ni yo trato a mis hijos así.
- Dwayne era… No importa. Es todo por hoy.
- ¿Y Paul Cranston? Tenemos que entrevistarlo, Huxley dijo…
- ¿Huxley te dijo que Cranston está ocupado en mitines todo el día? Haz una cita, yo haré otra. Alguna de las dos tendrá que respetar. Un consejo, no digas tu nombre, di que eres Huxley con la garganta lastimada.
- Espera, si ya no haremos nada, ¿por qué no te quedaste con el chico?
- Malos recuerdos. Vámonos. Tomemos unas horas de comida, te llamo para entrevistar a hippies en la calle.
- Suena excitante, puedes dejarme en casa. Quiero ver a mis hijos antes que se dejen el pelo largo y se vayan de la casa por culpa de locos como este Maynard.

            Lo dejo en su casa. Llamo a Dinah Dorff para ver si quiere comer algo. La esposa del candidato demócrata Michael Dorff es la única esperanza de Malkin en la alcaldía. Tiene la cabeza sobre los hombros y le importa la gente común. Sabe cómo manejar al degenerado de su marido. Ella no contesta mis llamadas. No la culpo. El Malkin Times y otros diarios unieron las piezas, Hudson era su jefe de campaña y culpable de lavado de dinero. No exactamente el cambio que Michael Dorff promete ante micrófonos y cámaras. Llamo a Blake Edwards, mi abogado y terapista. Enseñaba ética en la universidad. Un buen hombre.

            Comemos en su oficina. Parece vivir ahí. A veces lo hace. Defiende clientes que pocos abogados tocarían. No siempre gana, pero siempre hace su mejor esfuerzo. Le digo de la pieza. El mal sabor de boca que me deja. Sé que Huxley lo convertirá en linchamiento. Blake está más interesado en Martin. Evado sus preguntas lo mejor que puedo, pero es inútil. Siempre lo fue. En la universidad fue duro conmigo. Siempre me preguntaba con ejemplos complejos. Lo hacía con buena razón, él creía en mí. Aún lo hace. No es la clase de terapista que Sarah tenía en mente, pero mi esposa entiende que un psicólogo tiene que reportar crímenes, un abogado no. Mis métodos no siempre son ortodoxos, y aunque Blake odie admitirlo, consiguen resultados.
- Un consecuencialista kantiano. La verdad por la verdad misma, al costo de la ley misma, justificándote en las consecuencias. Ya sabes lo que dicen de Stuart Mill. Eres un contrasentido.
- Sí, lo sé.
- ¿Por qué no quieres hablar de este chico, Martin Freeman? Dwayne Freeman fue una gran influencia en tu vida. Te enseño que la lección más importante sobre pelear, es saber cuándo evitar una pelea, y no ganar siempre en cada combate… Aunque no creo que estuviera de acuerdo que usaras una máscara, golpearas o mataras gente en nombre de la verdad periodística.
- No, no lo estaría…- Termino mi sándwich. Enciendo un cigarro y me sirvo de su café. Blake no tiene una oficina presuntuosa, pero su café vale lo que mi camisa y abrigo.- Roy no… Es decir, yo no quiero hablar sobre Dwayne y lo que pasó en esa jungla. Murió en combate, es todo lo que necesita saber.
- ¿Y la verdad? Estás siendo hipócrita, y lo peor de todo es que lo sabes.
- Objeción, me abstengo de contestar bajo la quinta enmienda.- Blake se ríe.
- Estás haciendo grandes avances, sólo quiero evitar que la presencia de este chico te acerque al precipicio de nuevo.
- El mundo entero está en el precipicio.
- Sí, pero el mundo entero no se desapega de sí mismo. Tú siempre hablas de responsabilidad, de hacer responsable a la gente en el poder, ¿cuándo harás lo mismo por ti?
- La delgada línea entre la cordura y la locura se define por nuestra habilidad de saber mentirnos a nosotros mismos. Hice cosas de las que no estoy orgulloso, no… No importa. Martin Freeman es como un hijo para mí. Me siento responsable por él. Responsable porque… No quiero hablar de eso. Como dije, la quinta enmienda.
- Está bien. ¿Cómo están las cosas en casa?
- Sarah me deja dormir con ella, es un avance. No me atrevo a tocarla, pero es un avance si nos soportamos mutuamente. Me vi con mi mamá el otro día. No le importaba la guerra o lo que he hecho, sólo quería saber si estaba comiendo bien.- Blake sonríe con franqueza. Puede ser un tiburón en la corte, pero aunque es bajo de estatura y casi jorobado, puede hacerse transparente para sus amigos.

            Seguimos hablando y bebiendo café, olvidando al mundo por unos momentos. El mundo no dejó de girar. En el Alto templo Martin Freeman y su mejor amigo Gary Booth acompañaron a las docenas de jóvenes que se sentaron en el suelo cubierto de mantas y cojines, esperando escuchar las palabras del profeta Maynard. Su voz hace eco en la enorme fábrica. Las pipas de la paz, repletas de marihuana cambian de manos. Algunos hacen ácidos y miran sus manos como si nunca las hubieran visto antes. Maynard pontifica sobre los prejuicios de la sociedad, sobre la expansión mental con químicos y el fin del status quo.
- Hijos del sol, soy su padre, pero soy un padre comprensivo. No doy órdenes, sólo enseño. Ustedes sabrán qué hacer con la sabiduría del cosmos. Usen esa tecnología mental para echar abajo al gigante. No teman, siempre estaré aquí por ustedes. Todos y cada uno de ustedes son especiales para mí. Lo saben, y terminar la guerra sólo es el primer paso para nosotros. Cambiaremos el sistema desde afuera, porque adentro está podrido y corrompe al que entra en él. Hay una guerra espiritual, pero su padre defenderá a sus hijos contra tormentas y tormentos.

            Martin escucha con atención como siempre lo hace. Ésta es su vida ahora. Fuera del sistema. Fuera del control gubernamental. No es un número, es un individuo. Es un peligro para la sociedad, lo sabe bien. Más peligroso que cuando era un pandillero, pues ahora piensa. Son las ideas del profeta, pero las asume como propias. Para cuando se da cuenta Gary ya no está a su lado. Se levanta y lo busca. El eco de las palabras sagradas lo siguen. La fábrica, su catedral. Las ruinas del viejo régimen consumista. Hijos de las ruinas, destinados a cambiar el mundo. Otra voz aparece. Es Gary. Corre a la entrada de la fábrica. Gary discute con un hombre maduro, hombros anchos como un toro y un traje caro. La guerra ha empezado, el profeta tenía razón. Martin empuja al otro hombre cuando toma a Gary del brazo.
- Soy joven, pero sé defenderme. Deja a mi amigo en paz.
- No te metas chico. ¿Sabes quién soy?- Le muestra la licencia de detective privado.- Jason Pullara, el hermano mayor de tu amiguito aquí presente me contrató para sacarlo del culto y desprogramarlo.
- Ya te dije que me dejes en paz, si mi hermano Isaac quiere hablar conmigo sabe dónde encontrarme.- Pullara lo toma del brazo. Los dos lo empujan con tanta fuerza que lo tiran al suelo.- Ni siquiera eres un cerdo con placa. Amenaza lo que quieras, no me iré a ninguna parte.
- Ya lo oíste.
- Están cometiendo un grave error, nunca le fallo a un cliente.
- ¿Algún problema, hijos míos?- Maynard les acompaña, junto con otra docena de jóvenes. Pullara deja el acto de tipo duro. Es listo.
- Me tocas de nuevo y eres hombre muerto. ¿Crees que no soy peligroso por no ser un policía? Te sorprenderás de lo que puedo hacerles.- Pullara se arregla la corbata y se va. Martin lo sigue, apunta las placas de su auto.

            Horas después recuerda mi tarjeta y marca a mi casa. Luego de pasar la tarde entrevistando hippies y extremistas de izquierda pensaba una cena tranquila con mi esposa, pero el destino tenía otros planes. Me habla de Arthur Pullara, me da sus placas. Reviso el directorio, no necesitaba de sus placas pero el chico es listo. Sarah conoce la mirada ausente que tengo al marcar su dirección. Me sigue mientras voy al cuarto. Me pongo las botas, tomo las herramientas de nadie, los guantes, el kit para violar cerraduras, mi automática y mis dos cuchillos. Escondo la máscara inexpresiva en un bolsillo secreto de mi chamarra. Nadie está listo. Sarah menea la cabeza.
- No hagas nada estúpido Roy, quédate. Quizás Martin está exagerando.
- No lo hago por él. Dwayne tomó una bala por mí. El chico quedó huérfano por mi culpa.
- No fue tu culpa Roy, Dwayne era mi mejor amigo también, pero ¿cuándo dejarás de culparte por lo que pasó en Vietnam y por lo que te viste forzado a hacer en la guerra? Ya no estás en la jungla.
- ¿Segura de eso?

            Arthur Pullara, detective privado. Oficinas en el edificio Luxor, calle Bridgefire, Marvin’s Garden. Se codea con la crema y nata. Me pierdo entre las calles hasta que finalmente ubico el lugar. Estaciono a media cuadra de distancia. No hay nadie en la calle, son las diez de la noche. En Marvin’s Garden los ricos están cómodos en sus casas a esa hora. No venden sus cuerpos como en Morton, no empujan pastillas o hierbas, no se pasean de tugurio en tugurio. No, la vibra es distinta aquí. Casi la puedo percibir. Casi. El guardia en el escritorio de la entrada está dormido. Me acerco silencioso. Está desparramado en el suelo. Drogado. Algo está muy mal. ¿Llegué a tiempo o demasiado tarde? En el quinto piso la oficina de Pullara se anuncia en una puerta de caoba entre dos departamentos de lujo. Tardo quince minutos violando la cerradura. El detective no es tonto, sabe cuáles son las mejores cerraduras. Tengo la máscara. Soy Nadie. A Nadie no le tiembla el pulso. Silencioso como un fantasma no espera ser atrapado por los vecinos. El pasillo es silencioso como una tumba. Distantes conversaciones de vecinos borrachos discuten la lucha contra el comunismo y ríen como en una cantina cualquiera.

            Nadie está listo para lo que está adentro de la enorme oficina. Sangre por todas partes. Un lago de sangre en el suelo y por todas las paredes. No me tiemblan las manos. El cadáver no aparece por ninguna parte. Nadie tiene cuidado de no pisar la sangre. Muebles tirados. Cerraduras violadas. Papeles empapados en la sangre. El asesino debió llevarse todos los papeles importantes. El asesino sabía lo que buscaba, pero a juzgar por la sangre Pullara se hizo al macho. Donde sea que lo hayan tirado, ya no es tan macho. Regreso al corredor y cierro la puerta. Me quito la máscara, golpeo las puertas de los vecinos inmediatos hasta que me atiendan. Uno estaba dormido, la otra pareja en pijama veía televisión. No esperan ver a un negro en el corredor.
- ¿Saben si Arthur Pullara está bien? Dijo que estaría en su oficina, pero nadie contesta. ¿Está con ustedes?- Los cuatro asienten con la cabeza lentamente. Ahora entienden, no soy un negrata cualquiera, soy un cliente de su distinguido vecino.- Estoy preocupado, ¿pueden llamar al intendente? Disculpen la hora, pero me temo que es urgente y dijo que vivía en su oficina.

            Uno de los vecinos corre al teléfono. Otro intenta con la perilla y abre la puerta. Gritos de horror. La sangre espesa y oscura bajo la luz del corredor parece salida de alguna película de terror. Todos llaman a la policía y despiertan a otros vecinos. Me aseguro que llamen al teniente Rick Kirby. “Sonrisa” Kirby es uno de los pocos policías honestos en la ciudad. Recibió una bala en la boca que le dejó una cicatriz en el cachete. Parece que sonríe, no creo haberlo visto sonreír alguna vez. Sabe quién soy. Sabe que soy Nadie. Le he ayudado antes, pero eso no garantiza nada. Me tiene bajo correa corta. Si cruzo la línea me pondrá las esposas. Por eso lo llamo, porque a él le importa.

            El teniente Kirby y sus detectives llegan con sirenas apagadas. No quieren despertar a los ricos. Revisan cada milímetro de la oficina mientras el resto de nosotros aguarda afuera. Alguien me comparte de su taza de café. Kirby observa a sus detectives y me lanza miradas furtivas. No sospecha de mí, pero sabe que si estoy involucrado no puede ser bueno. Llegan los peritos y estudian todo, buscando huellas, patrones y evidencias. Kirby los deja en paz, me arrastra del brazo hasta el rincón del fondo. Quiere saber por qué estaba ahí. Kirby no cree en las coincidencias. Yo tampoco, pero  no quiero mencionar a Martin.
- Arthur Pullara agredió a un chico llamado Gary Booth en el Alto templo, la fábrica de zapatos del profeta Maynard. Dudo que los hippies hayan hecho esto, pero así me enteré de él. Los vecinos te dijeron lo demás.
- ¿Y Gary Booth te llamó así nomás?
- Entregué tarjetas con mi número por si pasaba algo. Es parte del trabajo.
- No me estás diciendo todo.
- Tiene razón, y no lo haré. Pero quiero acompañarlo en el caso, estrictamente como reportero.
- Puedes ir estrictamente a recursos humanos y la secretaría de prensa por información. No puedo darte nada de un caso abierto.
- Hay más en esto que hippies y profetas. Conoces a Pullara, ¿no es cierto?
- Sí.- Me mira de arriba para abajo. Sabe que le estoy mintiendo. Sabe que yo abrí la cerradura. Sabe que yo vi la sangre antes que todos. No me considera sospechoso. Suspira y asiente la cabeza.- Está bien, puedes acompañar a los detectives y a mí. Dejaremos a los peritos, vamos a la estación.- Me detiene a medio camino y arquea la cejas con mirada de tipo duro. Kirby es el tipo más duro que conozco. Mataron a su familia. Trataron de matarlo a él. Demasiado terco para morir. Siguió adelante contra la marea de corrupción policial.- Deja el arma en el auto. Cualquier policía que valga su placa reconoce el bulto en la chamarra.

            Sarah descuelga la fotografía de nuestra boda. Bebé café y se pregunta quién es su marido ahora. Llama a Roman Fox. Médico altruista de Morton. Tiene dinero, pero le da un buen uso. Ayuda a los necesitados. Sarah quiere de su ayuda. Toma un taxi a su casa. Roman le invita una copa de vino. Fox es mi mejor amigo. Me conoce casi tan bien como Blake Edwards. Ha curado mis heridas en más de una ocasión. También fue amante de mi esposa mientras estaba en la guerra. Ningún amigo es perfecto.
- Ya no huele a perfume cuando llega tarde. Eso es bueno, ¿no es cierto?
- Parece que hace progreso.
- Blake fue su mentor en la universidad. Como Dwayne cuando era adolescente. Tú conociste a Dwayne, ¿cierto?- Roman sonríe.- Me olvidaba, crecimos en el mismo vecindario. Nunca entenderé por qué, podrías estar en Baltic en vez de este gueto.
- Por teléfono mencionaste al hijo de Dwayne. Lo último que oí era que estaba en una pandilla.
- Ya no, está en un culto para hippies. El profeta Maynard.
- He oído de él.- Sarah y Roman hablan por horas. Llama a casa cada media hora pero no estoy. Estoy ocupado en la comisaría.- ¿Sabes? Trato de redescubrir a mi marido, de traerlo de regreso pero… A veces me pregunto si vale la pena.
- Sarah, tú…- Roman termina su tercer copa de vino tinto. Se acerca mirándola a los ojos. La desea. Ella tiembla al sentir sus manos. Sus labios se acercan. Sarah lo empuja con delicadeza.
- Lo siento Roman, no puedo. Roy está haciendo un esfuerzo, me sentiría mal si…
- Disculpa, demasiado vino para este doctor. Nada peor que un médico que se autoprescribe.

            Sarah sigue llamando. Se da por vencida a las dos de la mañana. Pasan la noche abrazados en la sala. No hablan, pero su silencio dice muchas cosas. Yo paso la noche y parte de la mañana tirado en una silla, tratando de no dormir. Cada que cierro los ojos veo a Dwayne, eso me despierta mejor que el café. Kirby me chifla y entro a su oficina.
- Los peritos terminaron. Donde sea que esté Pullara, no está completo. Le faltan varios galones de sangre. Lo desangraron como a un cerdo. Me dice el forense que es el mismo tipo de sangre, B-, es muy difícil de encontrar. Fresca, no coagulada, lo cual indica que nunca estuvo congelada y murió alrededor de las diez, cuando tú llegaste.
- ¿El guardia en la entrada?
- Ketamina probablemente. No vio nada, no recuerda nada. Inútil. El chico que mencionaste, Gary Booth, tiene 23 años y no tiene antecedentes penales. Mis detectives están rastreando al muchacho ahora mismo.
- ¿Quién era Pullara?
- Alguien grande Keller, la clase de grande con quien no te quieres meter. Alguien lo pagará caro. Puedes irte.
- Prefiero quedarme, si no es problema.
- ¿Cómo se conecta con la historia en la que trabajas?
- No lo hace. Cubrimos la polémica entre el candidato Cranston, el reverendo Stadler y el juez Swaim que quieren cerrar esa fábrica y arrestar al profeta Maynard y los hippies que tienen derecho a expresarse. Huxley quiere un linchamiento pre-electoral. Trato de hacerlo otra cosa.
- Maynard… Ha estado en nuestro radar por un tiempo. Los chicos de Vicio lo investigaron hace un año. No encontraron nada. Lo que significa que encontraron algo, pero Maynard les pagó para callarse la boca. Su nombre verdadero es John Neely, pero supongo que Maynard demanda más autoridad.- Se enciende un cigarro y señala la puerta.- Haz lo que quieras con tu tiempo, pero este caso me tendrá muy ocupado.
- Esperaré afuera si no es problema.
- Es un país libre.
- Eso dicen.

            A mediodía los detectives trajeron al hermano mayor de Gary, Isaac Booth. Había leído sobre el homicidio en el diario. Los detectives llenan los espacios. El último cliente de Pullara, contrató al detective para sacar a Gary del culto. En cuanto a Gary y el resto de la banda de hippies, no hay noticias. Kirby detiene a un sargento que quiere entrar a golpes al lugar, sacar confesiones a bastonazos. Sigo a Isaac Booth hasta su tienda de venta de tapetes. No quiero pensar en los sospechosos más obvios, pero Isaac no parece una mente maestra, ni un asesino. Me presento y me lleva a su oficina en la trastienda.
- Mi esposa Romina, ella es la contadora. Llevamos quince años de negocios. No es mucho, pero es un trabajo decente.- Crucifijo en la pared, diploma de la universidad cristiana Mercy, fotografías con Gary Booth, diplomas por su trabajo de caridad con niños necesitados. Romina e Isaac me siguen la mirada.- Gary y yo quedamos huérfanos desde jóvenes... Hicimos cosas de las que me arrepiento. Yo encontré a Jesús en la universidad, él no.
- Pobre Gary.- Dice Romina, tomando la mano de su esposo.- ¿Fue usted a la universidad?
- La estatal.- Les sorprende que un negro tenga una educación. En Malkin eso sorprende a muchos.- No fui suma cum laude como usted. En parte gracias a mi maestro de ética. 
- Una buena educación significa poco si no tiene a Jesús en su corazón.- No sé qué decir a eso. Jesús no me sostuvo de la mano mientras mataba gente en la jungla. Ni siquiera cuando esa gente estaba desarmada y gritando por misericordia. Jesús no estuvo ahí por ellos. Quizás sólo se interesa en estudiantes de administración de empresas. El incómodo silencio se rompe con el teléfono. Romina contesta, se pone pálida y se lo pasa a su marido.- Gary, ¿dónde estás?... La policía, Dios mío Gary… Ya sé que no lo hiciste, no digas nada, llamaré a un buen abogado.
- Los dejaré en paz, iré al Alto templo.
- Yo también, ¿le puedo seguir?
- Es un país libre, o eso me siguen diciendo.

            Piqueteros. Canciones de protesta. Policías con cascos y bastones. Quieren sangre. Conozco la mirada. La veo en el espejo. Quieren violencia. Kirby logra disuadirlos con el megáfono. El profeta Maynard convence a sus discípulos de usar la no-violencia como arma contra la coerción gubernamental del estatus quo. Los policías con casco están desilusionados. Saben perfectamente que todas las drogas en ese lugar ya desaparecieron. Entrevistan a todos y arrestan a Gary. No lo llevan a la estación. Me quedo cerca de Kirby para escuchar a todos los entrevistados. El teniente quiere hablar con todos. Interrumpe al profeta cada tercer palabra. Quiere coartadas, no discursos que cambien al mundo. El consenso se forma rápidamente. Todos ponen a Gary en el Alto templo toda la noche. El único sin coartada es Martin Freeman. No quiere decir dónde estuvo, ni siquiera cuando le ruego que hable. Es el único arrestado. No sigo a las patrullas, sé a dónde lo llevarán. Sé la golpiza que le darán para extraer una confesión. No necesita un reportero, necesita un abogado. Llamo a Blake desde un teléfono en la fábrica. Le ruego que lo haga pro bono y accede.
-  Por lo que me dices suena bastante mal. Es un criminal reincidente, y si este detective privado tenía amigos poderosos puedes contar con que lo juzgarán como a un adulto. No tendrá fianza. Haré lo posible.
- Date prisa, estos policías quieren sangre.

            Kirby ya se huele la verdad. Mi interés por Martin es obvio. Me amenaza con que si alguna de las cientos de huellas corresponden a Martin Freeman, no tendrá oportunidad. Incluso si no encuentran el cuerpo, incluso si Martin no habla. Confío en que no encontrarán huellas. Confío en Martin. Manejo a toda velocidad, de un billar a otro hasta encontrar a Nick el griego. Es un ladrón, pero es honesto al respecto. Le pago para que sea mis oídos en las calles. Quiero mugre sobre Arthur Pullara, el detective privado debió tener clientes con rencillas o gente afectada por su trabajo. A la policía no le importa si tiene poco sentido que Martin matara al detective. A Nadie le importa.

            Llego a casa, cansado y muerto de hambre. Dinah Dorff me espera en la entrada con grandes lentes negros y un reboso que tapa su cabello y parte de su rostro. La invito a pasar. Me sirvo algo de comer. Está nerviosa. No sabe qué decir. Yo empiezo.
- Era mi trabajo reportar la verdad.
- La elección es en menos de un mes. Nos costaste muchos votos. Cranston nos supera por muchos números, ese demagogo ultraconservador tendrá a Jesús en el corazón, pero es un peligro. Tú lo sabes.- Dinah se quita el paliacate, acepta mi café. Me pasa un sobre rojo.- No vine por eso. Mira esto.
- No tiene estampilla.
- Correo interno. Lee la nota mecanografiada.
- “Sabemos que la pareja Dorff no puede cerrar las piernas. Ahora tenemos la evidencia.”
- ¿Saben de nosotros?
- No creo, pero se deben oler algo.
- ¿Qué no me estás diciendo?, ¿quién es la amante de tu marido?
- ¿Por cuál empezar? No sé todos sus nombres, pero sé quién se las provee. Un proxeneta para ricos y famosos llamado Wendell Jackson.
- Pullara.- Reacciona con el nombre. La taza tiembla en sus manos.- Si alguien tiene secretos, era Arthur Pullara. Imagino que leíste que está muerto.
- Esa rata ha trabajado para muchos políticos y contra muchos otros políticos, jueces y jugadores importantes. Los rumores hablaban de un paquete de secretos.
- Eso es lo que lo mató. Dijiste jueces, ¿James Swaim?
- No lo sé. No sé quiénes eran sus clientes. Yo nunca lo contraté. No sé si Michael lo habrá hecho. No creo, yo sabría sobre eso. No sabe guardar secretos cuando está borracho.
- La mitad del día.- La puerta se abre. Sarah nos mira a los dos. Se pone roja y lanza su bolso.
- Ahora sé por qué no contestabas el teléfono.
- Creo que debería irme.- Dice Dinah y desaparece como un fantasma.
- No es así Sarah. Pasé la noche en la estación de policía. Martin Freeman podría pasar de veinte años a sentencia de por vida por matar a un detective privado llamado Arthur Pullara. Es inocente, sólo tengo que probarlo.
- ¿Y esa ramera pasó por una taza de café?- La acompaño a la cocina.- Martin no mató a ese detective privado, ¿por qué no dejas que la policía haga su trabajo? No es tu hijo.
- Es mi culpa que esté en este embrollo.
- Roy Keller, siempre la víctima.
- Si Dwayne estuviera vivo, su mamá no se habría suicidado, no habría pasado tiempo con esa pandilla, los O.K., no estaría con el profeta Maynard. Nunca hubiera conocido a Pullara. Testigos lo ponen discutiendo con él. El chico no quiere dar coartada y la policía prefiere culpar a un negrata que remover el lodazal. No, Pullara murió porque sabía demasiado sobre demasiadas personas. Dinah, es decir, su esposo, está siendo extorsionado. Aún no dictan demandas, pero no tardarán en hacerlo.
- ¿Qué pasó realmente con Dwayne? Te salvó la vida, él escogió hacerlo. No fue tu culpa. Tu problema es que crees que todo es tu culpa. Todo menos engañarme con esa zorra blanca.
- Lo terminé y lo sabes. Dinah probablemente me odia más que a su marido, si pierden la elección será por mi culpa.- Me siento en la cocina. Termino de comer. Sarah se sienta conmigo, me toma de la mano.
- ¿Qué pasó con Dwayne?
- Dwayne se hizo sargento…- Pierdo la voz un momento. Una lágrima escapa de mi rostro. Odio eso. Nadie nunca llora. Nadie nunca se detiene. Nunca siente hambre o cansancio. Nadie es todo lo que Roy Keller quisiera ser, absolutamente nadie. Sin rostro, sin nombre, sin historia.- Tomamos la colina de Jeng-Xi con treinta hombres. Charlie se retiró. El convoy que esperábamos tardó un día más de lo esperado por las lluvias. Dwayne siguió empujando al enemigo. Avanzamos varios kilómetros en territorio enemigo. Perdimos compañeros y amigos porque Dwayne quería ser un héroe, demostrar que valía como sargento. Finalmente quedamos doce personas. No queríamos avanzar, nos estaban masacrando. No era nuestra misión, pero Dwayne quería la gloria. Apeló a nuestros mejores instintos, pero estábamos asustados, sólo queríamos regresar a casa. Apeló a mí. Yo era su mejor amigo. Nos ordenó avanzar, cruzar el río y tomar la siguiente colina. Apeló a mí, una y otra vez. “Eres mi mejor amigo” decía, yo… Yo saqué mi automática y le disparé en la cabeza. Regresamos los doce y nadie dijo nada.- Las lágrimas brotan ahora. Una fuente. Mis pecados expuestos. Barbarie desnuda.- Maté a mi mentor porque tenía miedo. Lo maté porque no quería ser un héroe. Lo maté porque no quería morir por él. Dios me perdone, lo maté en sangre fría. Me miró sin saber qué decir, nunca lo vio venir, no lo esperaba. No de su mejor amigo. Roy lo mató a sangre fría.
- ¿Mataste a Dwayne?- Aleja sus manos. Quiero tocarla pero me mira con repugnancia. Atisba lo que la guerra creó. Atisba la verdad sobre su marido.- No me toques monstruo. Pudiste haber hecho cualquier otra cosa, desertar, dispararte en el pie, lo que fuera. No hagas excusas.
- No estoy…
- Ojalá nunca hubieras regresado.
- Roy no regresó. Nadie regresó.

            Sarah se va de la casa. Mis demonios me acompañan una hora. El cigarro se consume en mis dedos. Columna de cenizas que tocan la mesa barata. El café se enfría. Roy Keller se activa. Roy rastrea a Nick el griego. Nick el griego tiene noticias. Nos reunimos en Sharky’s pool hall, un billar de mala muerte en Broker. Pedimos dos cervezas.
- Escucha este jazz. Arthur Pullara tiene reputación en las calles. Era policía, echado por corrupto. No saltó a la fama, no de inmediato. Trabajó en cosas bastante sombrías o ilegales, dependiendo de quién trace la línea. Wendell Jackson, el proxeneta de las estrellas fue un cliente suyo. Tengo otros dos. Larry Meneker, extorsionista y sospechoso de homicidio y Tony Verlucci. Solía ser alguien en la mafia Vallenquist, pero ahora sólo es un camello cualquiera. Los que realmente gobiernan esta ciudad han oído rumores del paquete, supuestamente toda la mugre recolectada en años de trabajo.
- Información clasificada que podría tirar abajo a mucha gente, desde las cloacas de Morton hasta las torres de marfil de Marvin’s Garden. ¿Cuándo saltó a la fama?
- Soy bueno, pero no obro milagros. Seguiré preguntando por sus clientes más influyentes.

            Pago la cuenta. Manejo a la comisaría. Kirby sabía. Kirby no dijo nada. Lo confronto directamente. Sé del paquete. Sé de su pasado tenebroso. Quiero que rellene los espacios en blanco. Kirby me mira impaciente, termina de hablar por teléfono. Cuelga y se quita el saco.
- No trabajo para ti, no tenía por qué decirte nada.
- ¿Con quién trabajaba aquí?
- Era un uniformado, su compañero era Daniel O’Hara, los dos eran unas ratas, metidos en trata de blancas. O’Hara sigue dando vueltas, únicamente porque Pullara no testificó en su contra. No pude ponerlo en prisión, así que se hizo detective privado. La escoria del universo. No sé quiénes eran sus clientes, el asesino robó todo, incluyendo su agenda y cualquier cosa que pudiera decirnos quién le pagaba. Martin Freeman no ha confesado, pero él lo mató.
- ¿Alguna nueva evidencia?
- Nada, es circunstancial, lo admito, pero el chico no quiere hablar con los cerdos. Seguro lo mató con ayuda de alguien más, pero no tenemos mucho más.
- Tengo nombres de clientes. Antes que Pullara trabajara para los ricos e influyentes. Verlucci, Jackson, Meneker, ¿suena alguna alarma?
- Todas.
- Los conoces.
- Pullara los arrestó y todos salieron por problemas técnicos que Pullara arreglaba.
- Cualquiera de ellos podría ser el asesino.
- Verlucci era camello y asesino a sueldo. Wendell Jackson es un proxeneta protegido. Larry Meneker es un extorsionista, falsificador y sospechoso de al menos dos homicidios. Aún así, Martin sigue siendo el principal sospechoso. Indagaremos sobre ellos, sé hacer mi trabajo.
- Quiero ver a Martin.
- Buena suerte sacarle alguna palabra que no haya salido antes del profeta Maynard.

            Un uniformado me escolta hasta las jaulas. Martin está cansado igual que yo, pero sonríe al verme. Tardo más de media hora tratando de sacarle algo, lo que sea que pueda sacarlo del embrollo. Confía en mí, sabe que no soy policía y que estoy de su lado.
- Gracias por el abogado, evitó que me golpearan mucho.- Ojo morado. Labio hinchado. Justicia de Malkin.- No puedo decirle a nadie dónde estaba.
- Me puedes decir a mí.
- O.K. me llamó a las nueve. Omar Killroy, la pandilla de la que te hablé. Me salí cuando pasé un año en la juvenil. No sé cuánto sepa la policía, yo no dije nada en su momento y estoy seguro que nadie más lo hizo. A menos que alguno de ellos no haya tenido los pantalones para ir al correccional. Omar quería que regresara, pero me negué. La primera vez que me arrestaron negué ser parte de la pandilla, si hablo ahora… Tengo esqueletos en el clóset.
- ¿Cómo opera la pandilla?
- Son Omar Killroy, Francis Suárez y Victor Ferrer, a veces emplean a más chicos. Robábamos casas de gente rica. Suárez limpiaba albercas, sabía cuando la casa estaría desocupada.- Golpea la cabeza contra los barrotes.- No lo reconocí en su momento. Pullara debió reconocerme, por la manera en que hablaba, como tipo duro haciendo amenazas.
- ¿Cuándo lo conociste?
- Uno de los robos fue a Mary Mulligan, secretaria del juez Aaron Zimmer. El juez contrató al detective cuando la policía no hizo nada. Oficialmente nunca encontró a nadie, eso es porque Omar Killroy le pagó casi todo lo que ganamos con el golpe.
- Zimmer…-  Reconozco el nombre. El juez que compite para la corte suprema contra el ultraconservador James Swaim. Entiendo por qué no habló con Kirby. Martin tiene motivos para matar a Pullara, su nombre estaría en el paquete.- Eso fue a las nueve, ¿a qué hora regresaste al Alto templo?
- Poco antes de las diez.
- ¿Faltaba alguien?, ¿Gary Booth?
- No, Gary no estaba.
- ¿Quién no?- Se muerde la lengua. No quiere decirlo. Insisto por cinco minutos hasta que se vuelve a golpear contra los barrotes.- El profeta Maynard salió poco antes de las diez, pero eso es precisamente lo que quieren escuchar para poder destruir su pontificado.
- Olvida el pontificado, ¿dónde estaba?
- Comprando ácidos a Dexter. Debió regresar a tiempo, estoy seguro que lo hizo. No mataría a nadie, él no cree en la violencia.
- ¿Dexter qué?, ¿cuál es su dirección?
- Avenida Galvin #170, pero no se lo diré a nadie más. No lo tiraré a los lobos.
- Él no tuvo problema en hacértelo a ti. Galvin queda a una hora de camino de la Industrial, no podría haber regresado a tiempo. Blake y yo te sacaremos de aquí Martin, resiste. Empezaré por Dexter.

            El buzón en el edificio tiene el nombre de Dexter Farrah. Nadie entra al edificio. Nadie se prepara para patear la puerta cuando escucha el ruido. Se esconde en el marco de otra puerta. Dexter Farrah sale, cierra con llave y baja corriendo las escaleras. Nadie le sigue hasta una casa en la zona buena de Broker. Hasta la pequeña Italia. Nadie entra a su casa. Escucha la discusión. Dexter Farrah trabaja para Tony Verlucci, uno de los destacados clientes del difunto Arthur Pullara. Nadie se esconde en un estudio con más estatuas del Quijote que libros. Verlucci teme al paquete, el extorsionista pide dinero que no tiene.
- No puede ser Pullara. Está muerto, y si no lo estuviera ya lo habrían encontrado para ahora. He oído que le está hincando el diente a todos, quien quiera que sea el extorsionista. No, esto empezó con Pullara, esa rata de dos caras era capaz de cualquier cosa, pero me da la impresión que su colega se puso ambicioso y lo hizo chop suey en su oficina.- Nadie toma uno de los Quijotes de plomo. Entra a la sala. El Quijote golpea a Verlucci directo en la cara y una patada en la entrepierna lo tira al suelo. Dexter es un tipo grande. He visto peores. He matado a peores. Nadie lo toma del brazo, le rompe el codo, lo somete en el suelo y se aferra a su muñeca y sus dedos.- Hijo de perra, ¿sabes lo que haces?
- Nadie sabe. Verluccci, tú tienes el paquete, fingir una extorsión es buena coartada.
- No lo tengo.- Le rompo un dedo a Dexter.- ¿Cuántos dedos más voy a romperle antes de que hables? Tengo otros cuatro.
- Duele, ¡duele!- Grita Dexter. Verlucci se levanta, busca el arma en su abrigo. Lo pateo en un costado, le rompo la mano a Dexter cuando giro. Me lanzo sobre Verlucci y Nadie lo golpea con todas sus fuerzas. Cada golpe es un flash de cámara. Una imagen. El cráneo de Dwayne Freeman estallando a quemarropa.
- A Nadie le importa.
- ¡Tony!

            Demasiada furia. No lo escuché entrar. Me golpea con una silla. Nadie rueda por el suelo. Se levanta como un tigre. Se lanza contra el matón, le quita el cuchillo. Nadie lo apuñala en el hombro. Sobrevivirá, tiene dos. Dexter aúlla de dolor. No era tan duro después de todo. Otros dos matones me levantan a golpes. Me lanzan contra la pared. No puedo sacar mi arma, uno de ellos es un gorila. Tiene la forma de un boxeador. La forma de Dwayne. Un par de golpes a las costillas. Me saca el aire. Lo pateo, me escurro. Tomo al segundo matón como escudo humano cuando Verlucci empieza a disparar. Dos al pecho que iban para mí. Otra silla contra la espalda. Me lanza de frente. Nadie corre agachado, disparos por encima de su cabeza. Lanza una estatuilla contra el ventanal y escapa por ahí.

            Nadie se quita la máscara. Roy grita de dolor. Grita de rabia. Golpea el volante y evita vomitar la adrenalina. Estaciono frente a la casa de Roman Fox. Me apoyo contra su puerta. Mi dedo contra el timbre. Las costillas me duelen, los costados me arden, la espalda se arquea de dolor. Frágil. Estúpido. Lento. Necesito estar vivo el suficiente tiempo para probar la inocencia de Martin Freeman. Roman abre la puerta. Nervioso. Desfajado. Lo empujo. Sarah me mira preocupada. Tengo un moretón en la mejilla y la quijada tan tensa que tiembla. Roy no quiere pensar en lo que estaba pasando en esa casa. Roy no quiere hablar de eso. Me quito la chamarra y la camisa. Juro que tengo dos costillas rotas. Roman me examina con cuidado, no están rotas pero los moretones durarán semanas. Me pone vendajes. Me tiro sobre un sillón. Sarah espera que diga algo. La miro sin expresión. Nadie regresó de la selva. Nos engañamos mutuamente, Roy es una ficción, tan real como la máscara de Nadie. Otra máscara en un océano de contradicciones.
- Le dije a Roman que mataste a Dwayne.
- Menos mal que es mi amigo.- Roman me sirve un licor. Quiere decir algo, pero lo detengo con la mano.- Te dije sobre Dinah porque no queríamos secretos. Roy quiere ser honesto contigo.
- ¡Deja de hablar en tercera persona!
- Dinah es lo mejor que le puede pasar a esta ciudad.- Señalo el televisor.- Eso es lo peor.
- ¿Te importa más la política que tu matrimonio?
- No dejaré que le hagan a Martin lo que yo le hice a su padre. No sería ético.- Sarah casi se ríe al oír la palabra. Una de las tantas contradicciones. Subo el volumen del televisor. Paul Cranston, sonrisa de político, frente a jóvenes empresarios.
- “… Liberales como Michael Dorff no entienden la clase de amenaza que representa el supuesto profeta Maynard. Otro falso mesías que corrompe la mente de los jóvenes. Un comunista de pelo largo. John Neely, autoproclamado profeta del cosmos, debería estar en prisión. Prometo que protegeré los valores cristianos de este país y de esta ciudad. El reverendo Jeremiah Stadler será un buen consejero espiritual, pero separaré siempre la religión de la política. No es por denigrar al reverendo. Al contrario, a diferencia de Neely, el reverendo Stadler ha usado el dinero de limosnas para levantar la clínica Mercy para la lucha contra el cáncer, el orfanato Mercy, la universidad de la que ustedes egresarán como patrióticos ciudadanos, pero Dorff miente cuando dice que estableceré una teocracia. Otra mentira más de los medios liberales que son controlados desde Moscú…”
- Sabes dónde encontrarme Roy, si quieres seguir casado.

            Roy no contesta. Sigue viendo la televisión. Bebiendo para olvidar el dolor. No olvida a Dwayne rogando por su apoyo. No olvida lo pesada que se sentía el arma. Lo fácil que reaccionó cuando jaló el gatillo. El estertor del disparo. Roy se da cuenta que ha pasado tiempo cuando termina el noticiero. Habla con Huxley, pide más tiempo. Huxley no quiere, Roy le dice de las extorsiones, del paquete y el homicidio de Pullara. Huxley estalla de emoción. Habla con Duncan Poole, le pide al camarógrafo que siga recogiendo testimonios y consiga algo de Paul Cranston. Habla con Blake Edwards, el abogado no tiene buenas noticias. Le explica que aún sin cuerpo tienen un buen caso en su contra. Roy le pone al tanto del paquete, las extorsiones y las oscuras alianzas de Pullara. Podría servir en el juicio. Blake no necesita decirlo, pero lo dice. Nadie reporta chantajes en Malkin, todos esconden sus pecados. Roy le dice que quiere esperar a que sea haga más de noche para confrontar a Killroy, Blake ya sabe de la pandilla O.K. Imposible de usar en el juicio, Omar Killroy no admitirá nada. Viejos cargos pueden salir a la luz. Roy recuerda a Mary Mulligan, al juez Zimmer como uno de los clientes de Pullara, probablemente el que le abrió las llaves del reino a mejores clientes. Un ex-cliente que quiere llegar a la suprema corte de justicia. Nadie debe actuar otra vez. Debe ser inteligente. Rápido. Todo lo que Roy Keller no es.

            Nadie entra a la casa del juez Aaron Zimmer por una ventana en la parte trasera. Sigue el sonido de la conversación al piso superior. Mary Mulligan se está bañando. Zimmer se viste en el cuarto, burlándose de su esposa que no sospecha del engaño. Nadie lo toma por la espalda, le tuerce el brazo y lo somete al suelo, ahogando un grito en su alfombra de felpa morada.
- Grita ahora y dejaré a tu amante en pedazos por toda tu casa.- Susurra Nadie.
- Soy un juez, no puedes…
- Soy Nadie, nadie puede tocarte. Nadie puede derribar tu torre de marfil. El paquete de Pullara.
- Yo no lo maté, fue ese criminal, ese negrata Freeman. Yo le dicté sentencia, lo debí haber enviado más años a la correccional.- Jalo del brazo, aplasto su cara contra el suelo.- A mí también me están extorsionando. Pullara sabía de mi amorío con Mary, tiene fotos. Si mi esposa se entera, si Swaim se entera… Nunca llegaré a la corte suprema.
- Mientes, hay más y quiero saberlo todo. Un amorío es fácil de negar. Más aún si tomó fotos hace años, cuando Mulligan fue robada.
- Está bien, está bien, pero no me mates. Apoyo a Michael Dorff, no lo hago público pero soy ligero en mis veredictos para sus potenciales aliados. Es el reformador que Malkin necesita. Swaim, tiene que ser James Swaim. Me odia el ultraderechista, está loco.- Nadie lo suelta. El juez se queda tirado en el suelo, temeroso de alzar la vista hasta que Mary sale de bañarse. Nadie ya desapareció.

            Me calmo en el auto. Trato de pensar. James Swaim podría haberlo hecho, sus aspiraciones a la corte suprema son motivo suficiente. Lo rastreo en su oficina, así que voy a su casa. Nadie escala por el garaje, entra por una ventana. Nadie está decidido a buscar en cada rincón, hasta que escucha voces. Se asoma a la escalera. Puede ver a una mujer y dos hombres de traje. La señora Swaim consulta con sus abogados. Les dice que están siendo extorsionados, pero su marido no quiere decir por qué o qué quieren. Ella quiere protegerse. Incluso ella sospecha de su marido. Podría ser una mentira. Roy le mintió a Sarah sobre Dinah, como Sarah le mintió a Roy sobre Roman Fox. Si todos los involucrados dicen estar siendo chantajeados, cualquiera de ellos podría tener el paquete.

            La noche cae sobre Malkin. Un trapo sucio morado por la contaminación. Alguien tira cerillas contra los barriles de pólvora. Alguien mueve los hilos. Martin pagará el precio. Culpable por comodidad. A nadie le importa. Contacto a Nick el griego, sabe dónde encontrar a Omar Killroy, le pido que encuentre a Meneker y Jackson. Los otros dos ilustres ciudadanos que eran clientes habituales del difunto. Omar Killroy no sabe esconderse bien. Tiene un salón de billar llamado “O.K.”. En el piso superior se encuentra su departamento. Nadie revienta el seguro de las escaleras de emergencia. Sube al departamento y rompe la ventana para entrar. Omar salta para atacarlo. Nadie toma la lámpara de la mesa a su derecha y se lanza contra la cara, apagando las luces. Nadie siente la patada en la espalda. Se da vuelta con su cuchillo y lo clava en la rodilla. Omar se levanta, pero Nadie le clava el cuchillo en el muslo, lo tira al suelo y lo agarra de la garganta.
- Tú eres la única coartada de Martin Freeman.
- No sé de qué hablas.
- ¿Lo atrajiste para que no tuviera coartada? No creo en las coincidencias.- El otro, Francis Suárez, enciende la luz del techo, pero se desploma en el suelo sosteniéndose la rodilla. La luz ilumina la máscara. Sin expresión, pero con un chisguete de sangre. Nadie ha visto mucha sangre. Aprieta el cuello para hacerle entender que está listo para más sangre.
- Martin no quiso entrarle al negocio que tenemos con Jackson.
- ¿Wendell Jackson?
- Sí.- Dice Omar, perdiendo oxígeno. Lo suelto, pero pongo el cuchillo militar en su garganta.- Es un buen negocio, pero está muy metido en esa onda hippie.
- Irás a la policía, le dirás al teniente Kirby lo que me acabas de decir… O te mataré, junto a tus amigos. No es una amenaza, es un hecho.
- Hablaré por teléfono.
- Con el teniente Kirby directamente. Sabré si mientes. ¿Dónde está Jackson?
- No sé desde dónde opera, lo vimos en el billar.
- ¿Dónde está el paquete?
- Espera, no me mates.- Saca una fotografía de su chamarra. La fotografía es vieja, tiene a Omar Killroy y Martin Freeman en una tienda de empeño.- Las cosas de Mary Mulligan. Ese detective debió tomarlas. Me dijeron que no hablara con la policía, que los cargos podrían regresar.
- Hablarás con el teniente Kirby otra vez. Y si tengo que encontrarte, no morirás lento.- Me pongo de pie y lo pateo en la cara.- Lleva a tu amigo al hospital o se morirá ahí mismo. Hazlo, después de llamar por teléfono.

            No tengo noticias de Nick el griego. Voy a casa de Kirby. No se sorprende al verme. Omar Killroy llamó, ofreció una coartada para Martin Freeman. Kirby destroza mis esperanzas. Es inútil, la fiscalía sabe de los delitos de Omar Killroy, lo tomarán como dos criminales conspirando para matar a Pullara.
- Por no contar que todo lo que hagas con esa máscara es fruto del árbol prohibido. No se sostendrá en las cortes. A menos que quieras confesar tus múltiples delitos.
- Otro día, quizás. Quiero encontrar a Larry Meneker y a Wendell Jackson.
- Tú y yo. No hemos tenido suerte. Encontramos a Verlucci y algunos de sus asociados en el hospital. Dejaste una buena impresión.
-  Los jueces Zimmer y Swaim dicen estar siendo chantajeados. Lo creo de Zimmer, tiene un amorío.- No le digo de sus trucos sucios para favorecer aliados potenciales de Dorff. No lo hago por Michael Dorff, lo hago por Dinah.- Swaim… No estoy tan seguro. La esposa lo está.
- Y no vas a decirme cómo lo sabes.
- No.
- La fiscalía está empujando el caso contra Martin Freeman, ya fue llevado a la cárcel del condado, lo enjuiciarán lo más rápido posible.
-  ¿Y no le afecta saber que el verdadero culpable se saldrá con la suya?- Tiembla de rabia. La herida en su cachete parece arderle.
- No eres el único que se preocupa por la justicia en Malkin. No me importa si me toma diez años, sabré quién contrató a Martin Freeman, o quien haya sido, para hacer el trabajo. Ambos somos soldados. Sabes que hay batallas que a veces ganas y a veces pierdes.
- No, no esta batalla. No.
- ¿Por qué es tan importante? La mitad de mis detectives no quieren mover el avispero, la otra mitad no sabe por dónde empezar. El consenso general es dejar las cosas por la paz. ¿Por qué no haces lo mismo?
- Por la misma razón que se negó a morir cuando le metieron la pistola en la boca y jalaron el gatillo. Tomaron a su familia, pero usted encontró a los culpables. Es mi culpa que Martin haya quedado huérfano, pero es culpa de alguien más que esté siendo usado como chivo expiatorio. Omar Killroy no se presentó antes porque estaba siendo chantajeado, le dijeron que podían investigarle por viejos cargos, cerrar su operación. Alguien sabe por qué, y a Nadie le importa.

            Regreso a casa. Cansado. Derrotado. Inútil como el periódico de ayer y sintiéndome igual de sucio. Me acuesto a un lado de Sarah. Sé que está despierta, pero no dice nada. Yo tampoco. No puedo dormir. Demasiadas piezas en el tablero. El profeta Maynard, John Neely, recogiendo los desperdicios de la sociedad, los frutos de la miseria para convertirse en mesías. Descarriados. Tan perdidos como Martin Freeman. Hijos de nadie. Reflejo alterno del reverendo Stadler. El teócrata. Huxley quiere una historia. Es más que eso. Martin lo hace personal. Lo hice huérfano. Kirby depende de sus detectives. Dudo que Sonrisa Kirby sea la clase de sujeto que se deje dominar tan fácil. Preferiría perder la placa a perder su integridad. Me hundo en el lodo de la selva. El lodo de las dudas. El lodo de las peguntas que temo plantearme. Me hace lento, me embarra. Peor que eso, me confronta. Es mentira lo que les enseñan a reporteros y detectives, que la verdad siempre sale a flote. En Malkin la verdad es más rara que un diamante perfecto y más letal que el cianuro. Una ciudad construida en mentiras, poblada por máscaras. El teléfono suena cuando estoy cerrando los ojos, rogando por el néctar del olvido.
- ¿Roy? Habla Blake, disculpa que llame a estas horas.
- ¿Qué ocurrió?
- Tengo malas noticias. Martin fue acuchillado en la cárcel del condado. Nadie vio nada, ya sabes cómo es. No es grave, pero estará en el hospital unos días. Quizás sea para mejor.
- O quizás sea más fácil matarlo ahí. Blake, por favor quédate con él. No confío en los policías que lo estarán cuidando. ¿Cuál es la otra? Dijiste que había dos malas noticias.
- El juez que supervisará el caso es James Swaim, un ultraderechista que odia al profeta Maynard y a los hippies en general. La noción de un juicio justo siempre fue una fantasía en esta ciudad, ahora sería un milagro.- Recuerdo a la esposa. Temía el vago chantaje. No sé si creer que fue obligado a presidir el caso, o si está cubriendo sus bases.- La verdad es que no tengo mucho con qué defenderlo, y él lo sabe.
- Si encuentro el paquete, encuentro al asesino y a la mente maestra.
- Eso bastaría, ¿pero cómo piensas hacer eso?
- No lo sé. Dios me perdone, no lo sé.- Cuelgo y vuelvo a acostarme. Nada sucede por coincidencia. Alguien diseñó todo esto. Alguien muy agradecido por la presencia inoportuna de Martin Freeman y su enfrentamiento con el detective muerto. No lo dejarán ir. Vivo o muerto, él tomará la culpa. Ésta ciudad se ahoga, pero Malkin prefiere ignorar la fuga que ayudar a los pasajeros. Cerillos y barriles de pólvora. El teléfono suena de nuevo. Es Nick el griego.
- ¿Recuerdas cuando te dije que no obraba milagros? Mentía. Me debes 200 dólares, es lo que me costó conseguir la información de Larry Meneker. El amigo de un amigo sabe dónde está su oficina para sus actividades extracurriculares. Lakersfield, Grogan #667. Es un centro de revelado de fotografías. Meneker se hace pasar por fotógrafo. No sé si viva ahí.
- Gracias Nick, te pago en cuanto te vea.

            Nadie está suelto. La expresión en el espejo está muerta. No muestro cansancio. No muestro mi enojo. No muestro mi frustración. La misma mirada muerta que atestiguó demasiadas carnicerías. Una máscara que se oculta bajo otra. Blake lo sabe y no lo dice. Sospecha lo que yo. Sospecha que Roy sea otra máscara y ésta expresión muerta sea lo único que queda. Políticos, religiosos, hombres de negocios y matones están drenando Malkin hasta dejar a esta ciudad en sus huesos. Hasta dejar a Malkin como una expresión muerta.

            Nadie entra al estudio fotográfico. Larry Meneker, como Wendell Jackson y Tony Velucci fue arrestado y liberado por Arthur Pullara para convertirse en uno de sus clientes. La puerta está abierta, veo luz más allá de la cortina negra. No escucho nada. Me asomo con cuidado. Abro la cortina. Dos cuerpos en el suelo cuentan una historia de violencia. El atacante usó un cuchillo, Meneker se defendió con un bisturí. Se desangraron hasta morir, uno encima del otro. El atacante parece vagabundo por el zapato con la suela gastada hasta dejar un agujero. Me aseguro de no tocar la sangre, pero me acerco al escritorio de trabajo de Meneker. Lo tomó por sorpresa ahí. Hay un chorro de sangre que indica que lo atacó por la espalda. Meneker trabajaba en licencias de conducir falsas. La misma fotografía para siete licencias con nombres distintos. Reviso la estantería de la otra pared. Estados de cuenta que deberían ser clasificados escondidos detrás de libros. Apunto los nombres, ninguno me suena conocido. Reviso al atacante, algo sobresale del bolsillo de su pantalón viejo y gastado. Envoltorio plástico con el sticker del Mercy shelter, un refugio para gente sin hogar. Asesino a sueldo. Encontré al asesino de Arthur Pullara, pero no sirve de nada. No tiene nada más en sus bolsillos mas que algo de cambio como para tomar un autobús. Otro hijo de nadie, descartado como basura.        Los albergues adoran a los reporteros, pero los vagabundos los odian. Mi ropa está lo suficientemente gastada y usada como parecer vagabundo. Me admiten sin problemas. La mujer encargada ha visto mejores días, pero no los recuerda. Entiendo la sensación.
- Señor Kirby, nos gustaría tomar algunos datos en caso de emergencia. ¿Está bien?- Saca un formato mientras enciendo un cigarro.- ¿Algún número al que deberíamos marcar si tiene problemas médicos?
- No conozco a nadie realmente.
- ¿Último empleo o lugar de residencia?
- Llegué a Malkin hace seis meses, lustraba zapatos en la estación de autobuses de Industrial, ¿eso cuenta?
- Sí, gracias. ¿Sufre alguna condición médica severa?
- No que yo sepa.
- ¿Es donante de sangre y qué tipo de sangre tiene?
- O negativa, soy donante supongo.
- No puede donar si usa drogas.
- Entonces no soy donante.
- Por favor no use drogas, tenemos un problema de adicción entre nuestros huéspedes, no queremos hacerlo peor.
- No señora, no será problema. Alguien me refirió aquí, dijo que tratan bien a las personas. No me sé su nombre, pero me invitó de su comida.- Le muestro el envoltorio plástico y describo al asesino de Larry Meneker.
- Bob Wheeler, ha estado con nosotros por un tiempo.
- ¿Está aquí? Realmente me gustaría devolverle el favor. Solía verlo mucho en la estación, pero hace tiempo que no lo veo, pensé que estaría aquí. Es lo más cercano a un amigo que tengo, la gente a quien le lustro los zapatos no es muy amable que digamos.
- Salió en la tarde, pero volverá. Siempre vuelve. Además, dejó su maleta con nosotros. Si tiene algo que quiera guardar tenemos un depósito. Como dije, tenemos un problema de adictos.
- No tengo nada que valga la pena robar.

            Es tarde, pero muchos de los huéspedes están despierto. Hago lo posible por pasar desapercibido. Muchos de ellos estuvieron en la guerra. Compartimos historias de horror que espantan a los otros. Me encuentro a mí mismo confesando mis crímenes, hablando de un Roy Keller como si fuera alguien más. Pregunto por Wheeler, pero los desesperados no prestan atención y no quieren prestar atención a los movimientos de los demás. La mayoría no conoce los nombres de quienes duermen a sus lados en los catres militares. Mi mirada vaga hacia la entrada. Espero el momento para actuar. Al llegar la madrugada la encargada y sus dos compañeros corren para ayudar a una chica que tiene una sobredosis. Me muevo sutilmente hacia la parte de atrás. Violo la cerradura del viejo candado. Bajo las escaleras. Violo la cerradura de la jaula donde guardan los pocos efectos personales de quienes reciben.

            Bob Wheeler dejó una maleta. La encuentro por su nombre. Ropa gastada, revistas obscenas, dinero escondido. Dinero de sangre. Ticket de casa de empeño. Salgo del refugio, voy directo a la casa de empeño. Demasiado temprano. Desayuno algo en la calle. Prácticamente abro el lugar junto con el dueño. Bob Wheeler empeñó un Quijote de bronce y una cámara desmantelada. El dependiente lo recuerda como un yonqui desesperado. Yo recuerdo los Quijotes en casa de Tony Verlucci. Podría ser una coincidencia. Blake tiene un Quijote en su oficina. Aún así, Wheeler debió haber sido bien recompensado por su trabajo.

            Llamo a casa desde el teléfono público. Sarah no cree que haya pasado la noche en un albergue para gente sin hogar. Dinah llamó. La llama mi ramera blanca. No le digo nada. Me odia por haber matado a Dwayne. Los pecados de guerra siempre cobran otra dimensión cuando estás en casa, para algunos se queda en la jungla, en mi caso me siguen. Michael Dorff debería estar yendo a su casa de campaña, de modo que llamo a su casa. Dinah contesta.
- Roy, ¿recuerdas el sobre rojo que te mostré?
- Sí, la extorsión por el paquete del detective muerto.
- Llamaron en la noche. Michael contestó, no sé si reconoció la voz o no. Le prohibió asistir a la inauguración del monumento a las víctimas del disturbio de Morton. Eso nos costará caro en votos. ¿No lo ves? Es Paul Cranston, tiene que ser. Él o su consejero espiritual, el reverendo Stadler.
- Tiene sentido, pero ninguno de los dos mató al detective Pullara personalmente. No, conocí al asesino. Está muerto. Murió asesinando a un Larry Meneker, viejo conocido de Pullara, ¿lo conoces?
- No me suena.
- ¿Estás segura que nunca contrataron los servicios de Arthur Pullara?
- Segura, lo platiqué con Michael y jura que nunca habló con él. Nunca supo de su existencia hasta que murió.
- ¿Qué hay de gente cercana a ustedes?
- No, nadie cercano lo contrató. Nadie está yendo a la policía, en esta ciudad la última vez que una víctima de chantaje fue a la policía terminó siendo chantajeada por el detective a cargo de la investigación. No podemos ir a la prensa tampoco. ¿Qué hay del chico que arrestaron?
- Bob Wheeler es el asesino, pero dudo que saquen algo, era un vagabundo. ¿Tampoco lo conoces?
- No Roy, tampoco me suena. ¿Me estás interrogando?
- No Dinah, disculpa. No he dormido en algunos días y Martin fue acuchillado en prisión. No durará mucho en la cárcel. No sé qué hacer. Voy a mi casa, si algo pasa localízame ahí.
- Tu esposa no me quiere mucho.
- No me quiere a mí tampoco.

            No me sorprende ver a Roman Fox desayunando con Sarah. Roman trata de mediar entre nosotros. Sarah no le dijo sobre Dwayne. Lo ignoro y enciendo el televisor para ver el noticiero matutino. La última encuesta favorece a Cranston, pero ese paquete le daría más que la alcaldía, las llaves del reino. Nada, ni nadie, estaría fuera de su control y Cranston adora el control. No puedo probarlo, ni siquiera sé si mi teoría tiene sentido. Estoy demasiado cansado.
- ¿Roy? Tu cigarro se quemó entre tus dedos.
- ¿Qué? Roy no se dio cuenta.- Fotografías de Martin en el hospital. Los medios ya lo culparon, sólo falta que Swaim dicte sentencia.- Roy no puede salvarlo. Nadie puede. Nadie…
- Roy, como tu doctor y como tu amigo, te digo que estás quemando aceite. Necesitas dormir.
- Nadie.- Saco la máscara del bolsillo secreto en la chamarra.- Bailey tenía razón. Uno de mis sargentos de instrucción. Decía que era un número, que era nadie.
- La guerra seguirá en Vietnam, pero tú estás aquí, tú estás vivo y tu esposa te necesita.
- ¿Cómo te atreves?- Lo agarro del cuello con una mano, agarro el cuchillo con la otra. Sarah chilla de miedo.- ¿Has olido intestinos humanos? Composta y sangre. No necesito dormir, Charlie está en todas partes.
- Roy, por favor baja el cuchillo.
- No puedo Roman…- Empiezo a llorar. El cansancio me vence. Lo suelto y me abraza.- Dios mío Roy no puede. Roy ruega por olvidar lo que hizo. Las cosas que hizo. Se quedaron con él. Blake está con él ahora, pero… Fox, tú eres doctor, por favor ven al hospital con Roy.
- Tú eres Roy. Tú eres Roy. Haré lo que me pidas, pero tú eres mi amigo, estás aquí ahora.
- Sí, lo siento. Vamos al hospital, Martin debe estar muerto de miedo.
- Iré con ustedes.- Dice Sarah.

            Manejo en silencio. Blake está exhausto afuera de la habitación rodeado de policías. Si lo quisieran muerto lo matarían a él también. Roman se hace pasar por el médico de Martin, lo reconocen por su caridad en Morton de modo que lo dejan entrar. Martin está feliz de verme. Lo veo entubado y vendado, frágil. Blake entra con nosotros. Los cuatro intentamos convencerlo que sea honesto con la policía sobre Maynard. Él pudo haberlo hecho.
- No, de ninguna manera. Iré a prisión antes que delatarlo. Me acogió cuando no tenía a nadie.
- Nadie dice que irá a prisión Martin, pero crearía duda razonable.
- Roy, mi papá me enseñó que lo más importante en el mundo es la lealtad a los amigos.- Sarah mira para otra parte. Yo lo miro a los ojos y me siento tentado a decirle que lo maté a sangre fría.- Por favor, no hagas nada contra el profeta Maynard. ¿Lo prometes?
- Lo prometo. Tengo que irme. Roman, pídele a Bukowski que se quede con él. Me debe una.
- ¿Adónde vas?- Me pregunta Sarah cuando salimos del cuarto.
- Voy a hablar con Maynard y obligarlo a decirle la verdad a la policía, o lo mataré.

            El maltrato a hippies es un pasatiempo nacional, pero en Malkin es un deporte para la policía. El Alto templo está lleno de policías que golpean jóvenes. Duncan lo está cubriendo. Me mira como si hubiera dormido en una zanja. Le digo que no dormí, sólo me quedé en la zanja. La policía se dispersa cuando llegan más camarógrafos. Entro a la fábrica por un costado. Maynard observa todo desde su trono, la mano de plástico. Le aplasto la cabeza contra el riel. Golpeo su nariz hasta que sangra y lo jalo del cabello para lanzarlo a una de las oficinas que usa como dormitorio múltiple.
- Estabas comprando ácidos a Dexter Farrah, quien trabaja para Tony Verlucci. Le dirás eso a la policía. Tuviste el tiempo para matar a Pullara.
- ¿Por qué haría algo así?
- Ese paquete convierte a cualquiera en un jugador peligroso y te encanta el poder.
- No maté a nadie y no puedes golpearme, no seas parte de la coerción de las energías de baja frecuencia.- Le tomo de la mano y le rompo un dedo.
- Yo soy la guerra. Yo soy el dolor. Yo soy tu peor pesadilla John Neely porque a mí me importa. Incluso si a ti no.
- Vete al diablo eso duele.- Se tira al suelo y me mira con rencor. Está acostumbrado a ser el mesías, pero no el mártir.- ¿Porqué ayudaría a Freeman? Es sólo otro negrata, uno de millones que viven en la calle. ¿Quién les abre los brazos? Yo. Yo les doy lo que quieren, les doy una dirección. Me necesitan.
- Llámalo negrata otra vez.- Le rompo otro dedo.
- ¿Por qué iría a prisión por ese hijo de nadie cuando mi ministerio puede hacer mucho más?- Me escupe en la cara. Estoy por romperle la cabeza cuando un policía me suelta un bastonazo en la cabeza.

            Me somete a golpes y me arrestan por agresión. Kirby me visita en la celda de contención. No conseguí nada. Dexter Farrah nunca confesará haberle vendido ácidos, destrozando su coartada, y Maynard nunca abandonará su pose de mesías sabelotodos. Al menos conoció el dolor. Rick “Sonrisa” Kirby enciende un cigarro con paciencia y mira a los hippies a mis lados. Los aleja con su mera presencia al dar un paso al frente. Algo sobre su cicatriz lo hace parecer amenazador. Lo es.
- Acostúmbrate a estos barrotes. Tarde o temprano terminarás aquí. No hoy. El profeta no quiere levantar cargos y francamente el oficial que te arrestó no sabía a quién golpeabas. De haberlo sabido hubiera dejado que le reventaras todos los dedos. Aún así, puedo mantener los cargos. Sé que sabes algo. No es una pregunta, es un hecho.
- Michael Dorff está siendo extorsionado, no quieren que vaya a una inauguración. El que tenga el paquete, probablemente Paul Cranston, quiere asegurarse que pierda la elección.
- ¿Qué le tienen?
- Michael no puede mantener sus pantalones en su lugar. Utiliza a Wendell Jackson para conseguir mujeres. ¿Lo han encontrado, o a Larry Meneker?
- No hemos encontrado a Jackson. No sé cuánta gente esté siendo chantajeada, pero obtuvimos la primer denuncia oficial. Lucas Whitmore, millonario excéntrico que aporta para la campaña de Dorff, parece que tuvo una indiscreción con un prostituto hace unos años.
- Ahí está.
- No tan rápido. Antes de que lo conviertas en una teoría de la conspiración, tienes que saber que el jefe de la policía habló con el reverendo Stadler, Paul Cranston y hasta el alcalde Burrows. Todos están siendo chantajeados. No quieren denunciarlo porque no quieren exponer su ropa sucia al sol.
- El chantajista diría que está siendo chantajeado.
- Sé hacer mi trabajo. Esa deducción ya se me ocurrió. No ayuda en nada. ¿Cómo sabes que no es Michael Dorff quien miente?- Me quedo callado porque tiene toda la razón. El paquete le ganaría las elecciones. Lo único que tiene que hacer es no aparecer en un mitin y ya, no puede perder tantos votos, sobre todo en Morton donde se concentra gran parte de la votación demócrata.
- ¿Whitmore fue cliente de Pullara?
- Sí.- Whitmore contribuye a la campaña, usó a Pullara y Dinah dijo que nadie que ella conociera lo había contratado. ¿Mentía o no lo sabía?
- Dijiste que no han encontrado al proxeneta Jackson, ¿qué hay de Meneker?
- Lo encontramos muerto, junto con un vagabundo llamado Robert Wheeler. Meneker es el único con cerebros en esta ciudad, en su casa, registrada a nombre de su ex-esposa, encontramos su pasaje de una ida para Acapulco pasando por Los Ángeles. No se quedó a averiguar quién tiene el paquete.
- O quizás se lo quitaron. El paquete es caliente, pudo quemarle las manos a quien lo tuviera originalmente. Podría estar pasando de manos, podría estar siendo distribuido por dinero al mejor postor. Como sea, Martin será juzgado por James Swaim, otra víctima de chantaje. O al menos eso dice su esposa.- Juego una corazonada.- Meneker está muerto, ¿qué hay de Tony Verlucci?
- Ya lo pensé. Envíe unidades a su casa. No hay señales de él. Debió salir de la ciudad.
- Quizás pies primero.
- Quizás.
- ¿Y Daniel O’Hara, el ex-compañero de Pullara?
- No se ha presentado a trabajar. Saca las conclusiones que quieras.
- ¿Ya puedo salir?
- ¡Abran la jaula 12!

            Rastreo a Nick, le pago lo que debo. Le pago extra por Wendell Jackson, le doy una pista. Estaba cerrando un negocio con la pandilla O.K., los conoce bien y podría conseguir algo siguiéndolos o haciendo preguntas en los últimos bares desde donde operaba el proxeneta antes de saltar a las grandes ligas y desaparecer del mapa. Es probable que esté muerto. Es probable que todos quienes conocían a Pullara desaparecieran del mapa. Al menos los peces pequeños. Los grandes valen más vivos.

            Cobro mis favores. Localizo a todos los que he ayudado y a mis fuentes. Los pongo a buscar junto con Nick el griego, siguiendo la pista de alguien que podría estar muerto. Buscamos a Wendell Jackson y a Daniel O’Hara. Nick el griego sospecha de un burdel que mantiene un bajo perfil, un piso de departamentos. No quiero preguntarle a Dinah. No sé si creería su respuesta. Mike Saltieri conoce a alguien que conoce a alguien que sabe que ese piso de departamentos pertenece a May Gundal. El nombre no está registrado en el directorio, pero Nick consigue la dirección. Nadie maneja Marvin’s Garden. Se acabo el tiempo de la sutileza.

            Nadie toca la puerta. Alguien pregunta quién es. Nadie patea la puerta tan fuerte que la revienta y pone al guardia en el piso. Patada en el estómago y culatazo en la nariz. Lo levanto del suelo. Pistola en la sien. Quiero a Wendell Jackson o su cerebro decorará el tapete multicolor. Las mujeres gritan y dejo que huyan en estampida. Caos en el extenso departamento. Demasiadas puertas que vigilar. Charlie me espera detrás de todas ellas. Alguien se asoma con un revólver. Le disparo en el pie. La sala que hace de corredor de habitaciones termina para dar con lo que parece un bar, con mesas y una barra de plástico transparente en el fondo.
- ¡Wendell Jackson! Nadie puede salvarte.- Dos escopetas a mis doce. No dispararán. No quieren matar al guardia. Paso la esquina cuando siento el golpe de la culata de una escopeta en la cara que me tira al suelo. Disparo contra los dos guardias, matando a uno y dejando al otro con una bala en la pierna.
- ¿Me querías?- Jackson es gordo y sonriente. El de la escopeta no sonríe.- Mátalo en el baño.
- Deja la pistola y arrástrate.- El baño está detrás de mí. Suelto el arma y retrocedo. No miro el cañón de la escopeta recortada, miro los ojos de mi asesino. Veo dudas y pupilas demasiado dilatadas. No sabe dónde está, pero sabe jalar el gatillo y con eso basta. Las lozas se sienten frías mientras pienso en algún plan. Escucho los tiros y pienso que estoy muerto. Mi verdugo cae sobre mí, un hueco en la cabeza.
- ¡O’Hara!- Wendell grita y escucho más disparos. Jackson cae al suelo y cuando Daniel O’Hara se asoma al baño, automática humeante yo juego al muerto.

            Daniel O’Hara obtuvo lo que quiso. Otro asociado de Pullara que muerde el polvo. Me quito al muerto de encima. Lo sigo a prudente distancia. No mira hacia atrás. Aún no termina su trabajo. Lo sigo en mi auto lo mejor que puedo, mientras que él maneja como si el auto fuera robado. Probablemente lo es. Las cerillas golpean la pólvora. Puedo olerla. La explosión es inminente. O’Hara, el ex-compañero de Pullara de sus días en la Fuerza, me lleva hasta Marvin’s Garden y estaciona frente a una lujosa mansión. Salgo del auto después de un tenso minuto. El buzón dorado con cisnes de metal anuncian la residencia de Lucas Whitmore. Ex-cliente de Pullara, aliado de Michael Dorff. Paso el trago amargo, la incertidumbre, el lodo de dudas sobre mí mismo, sobre Dinah Dorff. Entro por la misma ventana que O’Hara, escucho la discusión.
- ¡No me mientas Whitmore! Sé que Dorff te prometió un cargo en su administración si gana. Está desesperado y el paquete de Arthur le dará las llaves del reino.
- Te digo que no lo tengo.- Whitmore es robusto, pero no es un peleador. No es un asesino. No es O’Hara. El perro tiene rabia, vino por sangre y eso tendrá.

            Los gritos se intensifican. O’Hara demanda el paquete. Whitmore dice no tenerlo. Dice no saber quién lo tiene. Dice ser una víctima. Malkin es la ciudad de las víctimas. El policía saca un arma, la entierra en su estómago. No dejaré que lo mate. En en el lujoso salón de billar tomo uno de los tacos. Golpeo a Daniel en la espalda cuando él noquea al excéntrico millonario con su pistola y se prepara para matarlo en el suelo, como a un perro. O’Hara siente el golpe, pero no cae. Es un tipo duro. Se da vuelta, golpeo su mano, suelta el arma. Se lanza con todo su peso y me avienta contra una vitrina. Los vidrios de incrustan en mi espalda. El policía saca un cuchillo y lo entierra en mi estómago. Huelo a la selva. Huelo a tripas. Mis tripas. Arranco un pedazo de cristal de mi espalda. Lo paso por su garganta. Sangre brotando como fuente. Lo pateo en la entrepierna y en cuanto veo su cráneo incrusto el cristal en su cabeza. Lo pongo a dormir como el perro rabioso que era.

            Sangre. La siento en mi cuerpo. La siento en mi máscara. Nadie se quita el cinturón, se arranca parte de la camisa. Torniquete improvisado. Experiencia de guerra. Nadie aprieta el cinturón hasta que duele. Sale de la mansión Whitmore tambaleándome. Se sube al auto. Maneja a casa de Roman Fox. Se quita la máscara. Roy grita de dolor. El cuchillo lo atravesó profundo. Otro segundo y sería destripado como un cerdo. Contiene la sangre lo mejor que puede. No puede ir a un hospital. Estaciona frente a la casa de Fox. A través del ventanal los puede ver. Sarah y Fox besándose. Tocándose. Martin a punto de morir, su matrimonio en el hielo, su sangre bañándolo hasta los pies. Grita como la primera vez que vio batalla.

            Acelera. Albergue Mercy. No harán preguntas. No lo rechazarán. No llamarán a la policía. Roy entra vacilante. Puntos negros en su campo de visión. Imágenes superpuestas. Viaje de ácidos, cerebro en llamas. Selva y Malkin. Vagabundos y Vietcong. Lo rescatan en la entrada. Improvisada sala médica. Bordado express. Médicos de guerra. Manos llenas de sangre. Las imágenes coinciden. Roy con sangre en la jungla. Roy con sangre en el albergue. Alguien le inyecta morfina. Roy grita asustado. No quiere morir. Grita por Dwayne. En su primer batalla Dwayne lo cargó cuando le dieron un rozón en el costado. Lo cargó medio kilómetro hasta el médico. Dwayne Freeman enseñándole boxeo, alejándolo de las drogas. Dwayne en la colina, matando V.C.’s. Grito de guerra. Territorio enemigo. Revuelta. Insubordinación. Bang. Dwayne en el suelo. El arma humeante en manos de Roy. Ni siquiera una lágrima en su rostro.
- ¿Cómo te sientes?- Despierta asustado y se sienta en el camastro. Todo duele. Respirar duele. El vagabundo le ofrece un vaso de café negro. Mejor que el lodo en el campo de batalla que se hacía pasar por café. 
- No dejo de pensar en ella.
- ¿Dolor del corazón?
- No luché por mi matrimonio.- Bebo el café. Ignoro las preguntas. Sé que Sarah estará mejor con Roman. Lo sé y no me importa. El amor es egoísta. Yo soy egoísta. Salvar a Martin no salvará mi alma. No regresará a Dwayne a la vida. Los que sobreviven el primer semestre cuentan sus muertos. Yo perdí la cuenta. Nunca me importó. Matar o morir. No iba a morir. Martin lo hará por mí. Hijo de Nadie.
- ¿Está respondiendo?- El encargado pregunta y truena los dedos frente a mí. Mirada muerta, ausente. El vagabundo se alza de hombros.
- Me asaltaron, no tenía nada pero no les importó.
- Si bueno, es Malkin. ¿Cómo te sientes?
- Desorientado. Drogado.
- Es la morfina. Bebe tu café, la herida era grave pero si vas a una clínica te darán mejor servicio. No somos un banco de sangre, ¿sabes?
- Nada de hospitales.
- ¿Nada de policías?
- He visto demasiados.
- Vamos al cementerio, murió Bob Wheeler, tú preguntaste por él, ¿no es cierto? Lo siento por tu amigo. ¿Te gustaría acompañarnos al funeral?- Asesino por dinero. Desesperado. Arrinconado. Mata o te matamos. Plata o plomo. Hijo de la miseria de Malkin. Asiento ausente.- Lo entierran en una hora.
- Los veo allá, tengo mucho en qué pensar.
- Lamento tu pérdida hermano, en serio.

            Pérdidas. Dwayne. Martin. Pullara. Wheeler. Meneker. Jackson. O’Hara. Sarah, la que más me duele. Los vagabundos van a fosas comunes. Nada de ceremonias. De alguna manera son menos que humanos. Wheeler es distinto, él tiene una lápida, un pedazo de tierra en el cementerio. Cuando la encargada me lo dice algo hace clic. No sé qué es, pero me empuja a mi auto. Mi Volkswagen manchado en sangre. Tengo que ir. Me quito la chamarra, la uso contra el asiento. Me termino de quitar la camisa en el camino, quedándome en playera. Escondo bien mis armas y la máscara. La procesión es breve. Wheeler no tenía a muchos, la mayoría van porque saben que terminarán en algo semejante. Uno de los rostros en el pequeño grupo se destaca. La única vestida con ropa que no es del ejército de la salvación. Tardo en reconocerla, la morfina aún hace efecto en mi mente. Es Romina Booth, la esposa de Isaac Booth, el último cliente de Arthur Pullara. Lo contrató para sacar a su hermano Gary del culto del profeta Maynard. Espero a que se dispersen y me acerco tambaleándome. La adrenalina se fue. Quiero vomitar, pero me aguanto.
- ¿Señor Keller?- Romina me recuerda. Me mira con lástima. No he dormido. No he comido. Estoy herido. He perdido sangre. He perdido esperanzas. Me apoyo contra el auto para no caerme.- ¿Está bien?
- ¿Conoció a Wheeler? Yo lo conocí brevemente. No hablamos mucho.
- Isaac, mi esposo, donaba al albergue  cuando teníamos el dinero para hacerlo y le dio trabajo a Bob cuando más lo necesitaba. La tienda no necesitaba otro empleado, pero Bob necesitaba un trabajo honesto. ¿Quiere que lo lleve a un hospital?
- No, puedo manejar.

            Las conexiones se forman y disuelven. La conexión suelta alarmas en mi cabeza. Campanas tan grandes como de una catedral e igual de ruidosas. Manejo a mi casa. Mi mente actúa sin pensar, mecánicamente. Siento caliente el abdomen. Sangre. No puedo concentrarme. Trato de unir las piezas pero son demasiadas. Peleo contra el reloj, contra la inconsciencia, contra mí mismo. Roy Keller se desmaya en la entrada de su casa. El auto avanza hasta chocar contra el garaje. Escucho la selva. Escucho el mortero, los disparos y los gritos. Escucho a Dwayne ladrando órdenes. Imágenes superpuestas del reverendo Stadler y el profeta Maynard. No conocen el horror. La imagen se difumina y finalmente me desprendo. Negro. Olvido.

            Sarah grita asustada. La sangre la asusta. Roman me saca del auto. Me cargan a la casa. Sarah sospecha lo peor, no quiere llamar a una ambulancia. Me acuestan en la cama. Roman cierra la herida. Sarah se sienta a mi lado, tomándome de la mano por horas enteras. El olvido se convierte en gritos. La ejecución de Dwayne en Tecnicolor. Grito asustado y me levanto bañado en sudor. Sarah y Roman me tranquilizan. Perdí demasiada sangre. Ha pasado un día. Desperdicié un día entero porque no Roy Keller no es lo suficientemente fuerte. No es lo suficientemente listo para encontrar la mente maestra. Para salvar al huérfano que creó.
- Toma, bebe agua.- Sarah me acerca el vaso y trato de sentarme en la cama.
- Entiendo por qué recurres a Roman. En serio, mereces mejor que esto. No luché por nuestro matrimonio.
- No te podía perdonar por Dwayne, no sé si estoy lista, pero fue en la guerra.- Sarah se enciende un cigarro y le pido uno.- Cosas malas pasan en la guerra. Tú la trajiste a casa, pero no lo hiciste a propósito.
- Ya no soy la persona con quien te casaste.
- Quiero conocer al nuevo Roy Keller.
- ¿Martin?- Sarah no quiere responder. Pregunto una segunda y tercera vez.
- Blake llamó esta mañana. Martin se declaró culpable ante el juez Swaim. Le dio veinte años en prisión.- Hiciste lo mejor que pudiste Roy, no es tu culpa. Por más que quieras ser el centro del universo moral de Malkin, no fue tu culpa.
- Tampoco fue culpa de Martin.
- No, tampoco. Kirby llegará al fondo de esto, y tú tampoco te vas a rendir, pero debes tomarlo con calma.
- Isaac Booth conocía a Bob Wheeler, ¿a quién más conoce? La tienda de tapetes podría ser una tapadera para los negocios de Verlucci. O’Hara mató a Wendell Jackson así que no lo sabré de él. Yo maté a ese policía. Debí encontrar otra manera, sacarle información. Todos los asociados corruptos de Pullara están muertos o desaparecidos y estoy seguro que Bob Wheeler mató a Pullara y a Meneker. O’Hara mató a Jackson.- Suena el timbre. Sarah se asoma por la ventana y ahoga un chillido.
- Es Kirby. Ya me vio.
- Ve, estaré bien.- Sarah baja las escaleras, Kirby golpea la puerta con su puño.
- ¿Dónde está? Vi su auto, está bañado en sangre.
- Teniente, no es lo que piensa.
- Encontramos muerto a O’Hara. Whitmore despertó e identificó a un hombre con máscara, ¿le suena parecido señora Keller? Roy se salió de control. Le dije que lo arrestaría.
- Fue en defensa propia, Roy no es un asesino.
- Si cree eso, no conoce a su marido.- Sarah lo taclea en las escaleras, pero Kirby consigue zafarse y entra al cuarto pateando la puerta. El revólver listo. Gota de sangre en la puerta del baño. Abre la puerta pero ya me vestí y me fui. Encuentra la gota de sangre en la ventana del baño.- Pondré una orden de captura para Roy Keller. Tiene que contestar algunas preguntas. No diré que es Nadie. No aún.

            Tomo un taxi hasta el despacho de Blake Edwards. Le digo todo como mi abogado. No puedo ser arrestado. No aún. Tengo que sacar a Martin de prisión, pero Blake tiene malas noticias. Investigó a Isaac Booth y además de tener coartada el detective privado que contrató no dio con nada sospechoso. Limpio la sangre de mi máscara y gruñe al ver mi pistola y los dos cuchillos. Blake intentó todos sus trucos, pero no pudo disuadir a Martin. Prefirió declararse culpable que enfrentar una quema de brujas.
- No sobrevivirá los veinte años…- Me guardo las armas. Pienso por un largo tiempo en tenso silencio.- Necesito tu teléfono.
- ¿Qué harás?
- Llamar a Duncan y a Huxley, tengo la historia que los Ojos sobre Malkin querían. Luego tú harás una llamada.
- ¿Para qué?
- Para ofrecer diez mil dólares a beneficencia.
- No tengo diez mil dólares.
- No los darás. Mi última carta Blake, son los malos días otra vez. Los días de matar o morir. Todo o nada. Nadie está listo para la guerra.

            Llamo a Duncan y convenzo a Alfred Huxley, quien está desesperado por la noticia. La historia tiene demasiadas variables, pero cuando remueves las fichas encuentras el hilo de plata. Lo jalas y tiras todo. Blake hace la llamada. Tengo que jugarla seguro, la policía me busca y aún no tengo la evidencia, pero ahora sé donde conseguirla.
- ¿Adónde irás?
- Tengo que hablar con un suma cum laude sobre unos tapetes…- Me levanto, pero me detengo.- Si algo sale mal Blake, dile a mi esposa que la amo y dile a Roman que sigue siendo mi mejor amigo.
- Nada va a salir mal.
- Todo salió mal.

            Isaac Booth y Bob Wheeler. Arthur Pullara y Larry Meneker, Tony Verlucci y Wendell Jackson. Omar Killroy y el club O.K. Los jueces Zimmer y Swaim. El profeta Maynard, el reverendo Stadler. Michael Dorff y Paul Cranston. Todos tiran cerillos a la pólvora. La explosión detona y barre con Malkin. Los hijos de nadie quedan en el medio, aplastados por la codicia y corrupción que corroe a esta ciudad. Es Napalm y siento el ácido cítrico en la lengua. Las llamas hacen que mi cuerpo arda. A ninguno de ellos le importa. En Malkin a Nadie le importa. Sé que Kirby me busca, así que le llamo desde un teléfono público. No quería usar el teléfono de Blake por miedo a que siguieran la llamada. Le digo que estoy listo para explicarme y rendirme de ser necesario, acepta el lugar y mis términos. Tomo un taxi en el sentido opuesto.

            El reverendo Jeremiah Stadler se ve con Blake Edwards en su espaciosa oficina. Duncan Poole prepara la cámara. Alfred Huxley se maquilla y lo entrevista. Las preguntas estándar sobre lo que hará con el dinero. Ni un centavo irá para Paul Cranston, todo irá para sus múltiples instituciones de beneficencia. El aura de santidad se refleja en su cadavérica sonrisa. Tengo que verlo. No puedo resistirme. Entro a la oficina por un acceso lateral. Me quedo detrás de la cámara. Huxley no querría arruinar la toma con una cara negra.
- Sólo quedan algunas preguntas reverendo, si no es mucha molestia.
- Por supuesto que no. En ésta época de corrupción moral la gente responsable como usted necesita reportar las buenas noticias.
- El refugio para gente sin hogar, el Mercy shelter, es una de sus obras de beneficencia, ¿correcto?
- Es correcto. La gente sin hogar merece un lugar donde dormir y un cálido tazón de sopa.
- Bob Wheeler vivía ahí. Asesinó a Larry Meneker, uno de los asociados del detective Arthur Pullara.
- Escuché sobre eso, es terrible, pero no veo por qué debería reflejarse en…
- Y usted creó el Mercy college, la universidad cristiana, ¿correcto?
- Sí, soy rector también.
- ¿Conoció a Isaac Booth?
- No me suena, pasan tantos alumnos que…
- Todo parecía muy complicado.- Interrumpo a Huxley. Puede poner su voz en vez de la mía si le parece. Lo que me importa es la verdad. Soy reportero, eso solía significar algo.- Arthur Pullara tenía un paquete de información incómoda sobre mucha gente en Malkin y estos últimos días han sido terribles, todos buscan el paquete y le temen.
- No veo qué tenga que ver conmigo.
- Todo.- No dejo que me interrumpa, de modo que sigo hablando.- Arthur Pullara no está muerto, el trato fue conseguir su información a cambio de fingir su muerte. El tipo de sangre es difícil de encontrar, pero te preguntan el tipo de sangre en el Mercy shelter, así fue como Bob Wheeler encontró a alguien. Un donante involuntario. Otro hijo de nadie. Larry Meneker falsifica documentos, la policía lo sabe y en la escena de su homicidio había documentos falsificados. También planeaba irse a Acapulco, donde Pullara seguramente disfruta un cheque mensual, cortesía de la administración de Cranston. Wheeler puso la sangre, pero no resistió el impulso de robarle una cámara para empeñarla y tengo el ticket que lo demuestra, la cámara tendrá las huellas de Pullara. Destrozó el lugar para aparentar un robo, pero nadie escuchó nada. Eso debió ser obvio desde el principio. No querían dejar cabos sueltos, de modo que Wheeler mata al falsificador, Larry Meneker antes que escape a Acapulco. Murió durante el ataque, cortando otro cabo suelto. Isaac Booth pone el caso y la probable causa de muerte, porque usted se lo pidió.
- Esto es absurdo.
- Corte, Duncan apaga la cámara por favor.- La luz se apaga y el reverendo sigue tentado a irse. Sigo hablando para mantenerlo en su asiento.
- Isaac Booth conocía a Bob Wheeler, le dio trabajo cuando lo necesitaba y donaba para su refugio. Isaac ya habló y lo tengo grabado. Isaac se derretiría ante el foco público y lo sabía, por eso habló. Le dije que todos morían como moscas, que el paquete era tóxico y él seguía en la lista. El último cabo suelto. Cuando un negrata apareció como sospechoso perfecto, otro hijo de nadie, lo sacrificaron por el bien mayor. El que el juez Swaim haya sido su juez no fue coincidencia tampoco, lo tienen chantajeado. Paul Cranston gana la elección y además controla a la ciudad, a través de su consejero espiritual.
- Esto es absurdo.
- La confesión de Isaac fue muy clara.
- ¡Pues está mintiendo!
- ¿Lo sacrificará por el bien mayor como hizo con Martin Freeman?
- No puede haber evidencia contra mí, o contra Paul, porque somos inocentes.
- ¿Lo hizo porque quería preservar los valores cristianos en nuestra decadente generación de hippies y falsos profetas?- Alfred Huxley en su pose de interrogador.- Incluso con la confesión de Isaac Booth, usted es intocable, será polémico sí, pero nadie puede tocarlo.
- Tiene maldita razón en eso. ¿Tienen idea de lo que podría hacerles si quisiera? Podría cerrar su cadena de televisión, cancelar su programa, enterrar a políticos y obligar a jueces a procesarlos a todos ustedes por falso testimonio. ¡Yo protejo a Malkin!
- Usted tiene el paquete.
- Y no hay nada que puedan hacer al respecto. Adelante, traten de llevar la confesión de Isaac Booth a la policía, ¿cree que no controlo a la policía? Tengo a docenas de policías en mi paquete, e Isaac no vivirá un día en la cárcel del condado. Nunca encontrarán a Pullara, seguramente ya no está en Acapulco, no es ningún tonto. En cuanto murió Meneker debió saber que era mejor desaparecer. No íbamos a gastar un centavo en él. No pueden hacer nada.
- Casi tiene razón.- Huxley sonríe y mira a la cámara.- Apagamos la luz sobre la cámara, pero ésta sigue rodando. Y estamos en vivo en el noticiero de las seis. Acaba de confesar frente a millones de televidentes. Tengo los ojos sobre Malkin reverendo, y usted irá a prisión.
- No…- Se pone de pie. Corre a la puerta. La puerta se abre. Kirby lo apunta con su revólver y le pone las esposas con una mano. Me mira a los ojos. Sabía que mentía sobre mi rendición, sólo tenía que seguir a Huxley o Blake para encontrarme.
- Jeremiah Stadler, está bajo arresto por chantaje, conspiración para cometer homicidio, obstrucción de la justicia, corromper oficiales de policía y media docena de crímenes más.

            Alfred Huxley se tomó el crédito de la investigación. El noticiero le dedicó todo el tiempo que quiso. Héroe nacional. Escándalo nacional. Así es en Malkin, para subir tienes que aplastar a los de abajo. Sonrisa Kirby retiró la orden en mi contra y Martin Freeman fue liberado de prisión. Las víctimas del chantaje aparecieron en televisión, James Swaim lloró frente a las cámaras y negó su asociación con Paul Cranston, como él hizo con su consejero espiritual. No importó mucho, a pocas semanas de las elecciones Michael Dorff, el reformador, reapareció ante los medios como una estrella.

            Recogí a Martin cuando fue liberado y lo llevé a casa. Sarah nos esperaba con una gran cena. Me besó en cuanto me vio. Liberar a Martin no me hizo sentir menos culpable de haber matado a su padre, pero Sarah me terminó de perdonar. Entendió mi obsesión, mi cargo de conciencia. Dinah llamó mientras cenábamos y charlábamos sobre los viejos días, sobre Dwayne y las prácticas de boxeo. Le dije que la quería como amiga, pero prefería cenar con mi esposa. Sarah sonrió y me tomó de la mano en la mesa. Quizás haya esperanza para nosotros. Martin durmió en el sofá y en la noche Blake llamó para decirnos que le había encontrado trabajo. Martin Freeman se decepcionó de su profeta cuando no le visitó en prisión.
- Fue agradable escuchar tu voz en televisión, aunque no aparecieras.
- Me sorprende que Huxley me haya dejado. Dijo que era su fuente anónima. Isaac nunca confesó, prefería morir que delatar al hombre que ordenaría su muerte, Kirby lo hará hablar ahora que el reverendo lo implicó. Me recordó la devoción de Martin por su profeta.
- Roman y yo…
- Sarah, no…
- Lo terminamos. Lo quiero como amigo y me sentí traicionada y abandonada. No sé, no es lo que esperaba cuando me dijeron que regresabas a casa. No eres la misma persona, pero quien quiera que seas, hiciste algo bueno.
- Lo que hice no cancela nada.
- Si yo te perdoné, y si puedes perdonarme a mí, ¿no crees que mereces perdonarte a ti mismo?
- Creo que si me perdono, perderé lo que me hace humano. La guerra me cambió Sarah. En la jungla de Vietnam o en la jungla de Malkin, Vietnam parece una fábrica de adolescentes y jóvenes abandonados a su suerte, presas de profetas y corruptos. Hijos de nadie, y a Nadie le importa.


No hay comentarios :

Publicar un comentario