miércoles, 22 de julio de 2015

El movimiento perpetuo

El movimiento perpetuo
Por: Juan Sebastián Ohem

                El estilo gótico nunca se perdió en Mérida, mucho menos en el subsuelo. Construyeron las interminables fábricas sosteniéndose de sus arcos y dinteles, columnas metálicas y escaleras de caracol reemplazan los vestigios más viejos de la antigua ciudad. Cuando la corporación compró los derechos exclusivos de la máquina de vapor decidió unir a todas las fábricas en el subsuelo. Después de la revolución algunas fábricas sufrieron daños y fueron olvidadas. Ahora albergan a una ciudad de mil habitantes, una fracción pequeña de la población. Silenciosa y silenciada. Cobalto y los punks se hicieron dueños de la sala de máquinas, en las afueras de la sub-ciudad. Iluminados por las lámparas de gas y apenas oxigenados por los ductos de aire puro, es el único espacio donde la corporación no controla cada aspecto de la vida cotidiana.


                Cobalto, la leyenda, con su típico abrigo de cuero de botones en el hombro izquierdo, su sombrero de copa y lentes negros, ensayaba con su guitarra de aire en los pisos superiores, entre los engranes y pistones cubiertos de hollín. Mariposa, la princesa rebelde de botas militares, playera agujereada, pelo azul y enormes gogles, repartía medicina robada a los trabajadores del circo. Voltio estaba exhausto, robar esas medicinas había sido laborioso, por lo que trataba en vano de refrescarse, sin quitarse nunca sus largos guantes de cuero y cuidando su pelo rojo parado en puntas con una gran cantidad de vaselina. No había sido caridad, los del circo les habían pagado con comida y cerveza, aún así Mariposa sabía que era un favor especial de Cobalto, pues las medicinas valían una fortuna, pero Oscar, hermano de mariposa, era actor de ese circo teatro. El único teatro del subsuelo, desde que la corporación compró los derechos de todas las obras y el género completo. Grasa, el escuálido inventor de pelo verde, y Pistón, el fortachón del grupo, siempre vestido con gorra y una pesada llave inglesa en la pistolera del pecho, celebraban su última invención. No tardaron en mostrársela a Voltio, quien suspiró mientras Grasa daba una introducción heroica y Pistón trataba de darse a entender por encima de su compañero.
- Basta, basta. ¿Qué tienen ahí?- Cobalto se deslizó por la oxidada escalera de mano.
- Este cilindro tiene un mecanismo de reloj que, con suficiente cuerda, puede durar tres días.- El cilindro no era tan distinto de los cilindros de gas, pero estaban coronados por un cubo donde los diminutos engranes se movían. Grasa retiró la tapa y le mostró el mecanismo mediante el cual, moviendo una aguja, podían establecer un momento exacto.- Cuando llega la hora señalada, el cilindro, que en realidad se compone de dos capas, una de ellas mecánica, puede abrirse.
- ¿Eso es todo?- Mariposa no estaba sorprendida. Grasa bajó los hombros y la cabeza.
- Imagínatelo con gas o con dinamita, es una bomba de  tiempo.- Intervino Pistón, tratando de darle ánimos a su amigo. Cobalto lo examino a detalle, estaba sorprendido.
- ¿Qué tan grande o qué tan pequeño puedes reproducirlo?- Grasa se animó de nuevo.
- Cualquier tamaño. Teniendo los esquemas, es fácil de reproducir, pero hemos trabajado dos semanas en esto. Las aplicaciones son infinitas.
- Excelente trabajo, como siempre.- Cobalto guardó su guitarra, tomó un arma y señaló a un mapa del subsuelo.- Ayer me confirmaron que los campechanos robaron armas de un convoy militar.
- ¿Y? Pobres campechanos, la corporación los conquistó para defender su propiedad intelectual. Déjalos que se armen, nos harán un gran favor.
- No es tan fácil Voltio. En este momento necesitan más dinero de lo que necesitan armas. No quiero que se las vendan a los Criollos.- Señaló el punto del mapa donde se creía que la banda de los Criollos se ocultaba, después de las fábricas de carbón.- Necesitamos dinero si queremos prepararnos.
- Malditos Criollos, después de lo que le hicieron a Engrane, deberíamos ir ahora mismo.
- Pronto, Mariposa, muy pronto. Tengo un plan.
- ¿Cuándo no tienes un plan?- Pistón, ansioso por salir del laboratorio, comenzó a armar su mortero personal, un mortero cargado sobre un rifle que, con una banda de cuero, podía sujetarse en el hombro, aliviando parte del peso, y mejorando la puntería del cañón.
- Gas. Más específicamente, un camión de gas. En la superficie hay un pequeño laboratorio de ingenieros, “Ingeniería Avanzada”, leí en el diario que están teniendo problemas legales. Sin embargo, les llega un camión de gas al día.
- Si es en la superficie, ¿para qué quieren un camión si todos los edificios tienen tuberías?
- No lo sé, son ingenieros. Supongo que necesitan gas licuado, además que sus experimentos deben quemar mucho más gas de lo normal y la ley permite un máximo de consumo.
- Podemos manejar un camión de vapor hasta aquí. Conozco los atajos.- Grasa trabajaba en las fábricas, engrasando los pistones y los engranes. Un empleo peligroso que requería de buenos reflejos, pues diariamente morían dos o tres aplastados en la maquinaria. El trabajo le dejó un conocimiento enciclopédico acerca de la sub-ciudad.- Hay caminos para carruajes y máquinas de vapor que se usaban antes de la revolución, y que ahora nadie conoce.

                Grasa les condujo por los túneles y las maquinarias hasta la superficie. Estaban lo suficientemente lejos del centro como para no desentonar. Lejos de la opulencia de la plaza corporativa los edificios, aunque altos, se venían abajo. La calle era un mercado y un caos constante, interrumpido en ocasiones por las pocas patrullas de vapor que recorrían la zona. Entraron a un billar clandestino, en un edificio que solía ser una iglesia, y esperaron junto a la ventana a que pasara el tren de carga. Entre diez y quince trenes de carga, cada uno con ocho carros, salían del subsuelo a repartir los frutos de la producción diaria. Los trenes se dirigían a todas partes de la ciudad, pero el tren de las tres de la tarde los llevaría a “Ingeniería avanzada”. El dueño del billar, un judío cejudo, no se atrevía a cobrarles por entrar, la última vez que lo intentó Pistón le rompió dos dedos de la mano derecha.

                El tren, puntual como siempre, pasó a un lado de la ventana y, uno por uno, fueron brincando hacia los contenedores. Los globos aerostáticos de la policía no llegaban hasta ciudad Caucel, no tendrían nada de qué preocuparse durante su viaje. Prepararon los rifles de aire con poderosas pinzas y ganchos, tenían la suficiente fuerza para clavarse a cualquier pared. El tren no podía ir muy rápido, pues era una zona urbana, lo que les dio la oportunidad perfecta para disparar hacia el edificio y engancharse. “Ingeniería avanzada” era un edificio de apenas tres pisos. Había sido un cuartel militar durante la colonia, después había servido de escuela y, finalmente, de laboratorio. Su fachada colonial lo hacía vulnerable y el patio central hizo fácil la ubicación del camión del gas. Cobalto lo había planeado bien, el camión acababa de llegar y estaba lleno.

                Cobalto y Pistón se abrieron paso silenciosamente por los pasillos, buscando a los ingenieros, mientras que Mariposa y Grasa esperaban la señal para atacar a los dos guardias del patio y al chofer del camión, y Voltio escalaba por la fachada hasta el techo, donde vigilaría los accesos posteriores. Cobalto se detuvo detrás de una pesada puerta de roble, los habían encontrado, y estaban protegidos por cuatro guardias armados. Alguien hizo operar cilindros de cera, con grabaciones de Roberto Sarmiento, dueño de la corporación.
- ¿Por qué haces eso?- Preguntó un ingeniero, mientras jugaba con un modelo a escala de una máquina. Cobalto usó un pequeño espejo para determinar la posición de los guardias.
- Primero, porque estamos obligados por ley, segundo porque escucharlo me recuerda porqué hacemos lo que hacemos. Ahora cállate y déjame pensar.- Todos jugaban con modelos a escalas, Cobalto no podía ver bien de qué se trataba, pero parecían juguetes.
- “… Me preguntan, ¿por qué la corporación Magnus no usa su nombre?, o bien ¿por qué me refiero a ella como corporación, y no como “la” corporación? Pues bien, es muy sencillo, ¿acaso Dios tiene nombre? Yucatán está comprado, hemos conquistado a la península, pero no por alguna ambición territorial, nada de eso, lo hemos hecho por el bien de la Península. Nosotros ofrecemos empleo y todas las comodidades imaginables. Pronto, ofreceremos electricidad a toda casa de la península. Podemos existir aislados de los fuereños y en perfecta autosuficiencia, pero por más racional y justo que sea nuestro sistema, todo sistema genera desechos. Ningún sistema es perfecto, es ley de la termodinámica que todo sistema tiende a la entropía, al caos y al desorden. Por eso es necesaria la fuerza, para  mantener a Yucatán bajo control. No existe la máquina de movimiento perpetuo, que no genere desechos, que no desperdicie energía. Nuestros críticos deben comprender que si no existe el movimiento perpetuo, entonces no deben exigir un sistema político que no genere desechos.”
- Vamos a demostrarlo equivocado caballeros, sigan trabajando.- Uno de los ingenieros, cansado de la grabación, la apagó y usando un periódico despertó a uno de los guardias que se había quedado dormido en su silla.
- Hora de actuar.- Pistón derribó la puerta de una patada y, usando su mortero portátil lanzó dos latas de gas al interior del lugar. Cobalto disparó su ballesta de flechas envenenadas y durmió a un guardia. Los otros sacaron sus armas.- No tan rápido, esas latas tienen gas. Disparan y volamos todos. Dormiré a los guardias, a los ingenieros no les pasará nada, si saben comportarse. Sólo queremos el gas del camión. No sus vidas.
- ¡Están locos!- Uno de los ingenieros sacaba espuma por la boca.- No saben lo que hacen, nuestra labor es demasiado importante para ser interrumpida por unos chiquillos.
- Silencio.- Pistón lo golpeó con su llave inglesa en la boca del estómago, mientras que Cobalto dormía a los otros guardias. En el patio, Grasa disparaba frascos de aceite y pólvora contra los accesos y las escaleras, deteniendo a los guardias. Mariposa usó su rifle para someter al conductor del camión y al guardia.
- Están ciegos, nosotros somos la única esperanza contra la corporación.- Eso llamó la atención de Cobalto, quien levantó al guardia del suelo y lo sentó en su mesa de trabajo.- Somos revolucionarios, tenemos la llave para derribar a la corporación. Ellos son dueños de todo, pero trabajamos en la máquina de movimiento perpetuo, si logramos demostrar que existe…
- No…- Voltio, desde el techo, hizo sonar la corneta de las malas noticias.- ¿Cómo pudieron…
- Vienen por nosotros.- Explicó el ingeniero.- Trabajar en este experimento es ilegal. Asaltaron al lugar equivocado en el momento equivocado.

                Voltio se deslizó por una cuerda hasta el patio y abordó el camión, junto con Grasa y Mariposa. La máquina de vapor estaba recién cargada, por lo que no tuvieron que esperar a que los carbones calentaran el agua. El camión salió despedido torpemente a través de la puerta y de la calle, al tiempo que los militares llegaban en globo. Pistón y Cobalto trataron de escapar por la parte trasera del edificio. Pistón aprovechó la primera ventana que daba contra una ventana del edificio contiguo para lanzarse y, apenas con una mano, sostenerse de la otra ventana. Cobalto tomó la puerta que conducía al prototipo de la máquina de movimiento perpetuo. La puerta estalló en mil pedazos y Cobalto regresó por donde venía. Estaba rodeado, los ingenieros estaban sometidos a punta de pistola. No había escapatoria.
- Vaya, vaya.- Dijo el soldado a cargo.- Un punk. Llévenselo al licenciado Puc, estará feliz de verlo.
- Nunca.- Trató de zafarse, pero uno de los soldados le dio un golpe con la culata de su rifle. Cayó al suelo derrotado y, antes que perdiera la conciencia, atestiguó la masacre de ingenieros.

                Cobalto fue transportado en un lujoso automóvil de vapor con interiores de cuero hasta la plaza corporativa. Hacía mucho tiempo que no veía la opulencia del centro. Los caballeros de trajes impecables, las mujeres de lujosos vestidos. Los edificios afrancesados de treinta pisos, conectados por pesados puentes bellamente decorados, con techos de cristal. La plaza se encontraba donde antes estuviera la catedral, ahora la oficina de registros de propiedad, y los edificios de gobierno. El auto entró al edificio de la corporación por un acceso trasero hasta un pesado elevador que los condujo a los pisos superiores. Fernando Puc, mano derecha de Roberto Sarmiento, un hombre mayor de cuarenta, con lentes de botella, sombrero de hongo y sonrisa altanera comenzó a aplaudir cuando vio a Cobalto. Media docena de militares, fuertemente armados, le apuntaban. Cobalto, esposado de pies y manos, fue lanzado fuera del vehículo.
- El legendario Cobalto.- Dijo Fernando Puc, quitándose el sombrero en señal de respeto.- Dicen que en la sub-ciudad eres casi un mito. Dicen que cuando se escucha la música de tu guitarra las paredes tiemblan. Pero, siendo honestos, la sub-ciudad es un chiquero, sus paredes tiemblan por cualquier cosa. No te aburriré con monólogos, iré directo al grano.
- Se lo agradezco.- Trató de levantarse, pero un soldado le dio una patada en la pierna que lo arrodilló de nuevo.- No me van a matar, al menos aún no. Ya estaría muerto. ¿Qué quieres?
- Inteligente, me gusta eso. La electricidad es el futuro. Todas las demás ciudades están preparándose para el cambio del vapor a la electricidad. Nosotros hacemos lo mismo, pero necesitamos espacio. El subsuelo está demasiado abarrotado de reliquias y desperdicios.
- ¿Van a destruir la sub-ciudad?  Están como locos.
- No, no destruirla. Eso hacen ustedes, las bandas del subsuelo. Se alimentan de la pobreza y estorban al progreso.
- Somos los únicos que les dan medicina, gas y vapor. No tienen dinero para la superficie.
- Las plantas eléctricas requerirán obreros y, si hemos de superar a las otras ciudades y mantener el control sobre Campeche y Quintana Roo, necesitaremos obreros que trabajen por derechos, y no por dinero. No creas que tienes opción, ya hemos empezado a sobornar a las otras bandas para que trabajen para la corporación. Serán nuestros capataces. Las que no quieren unirse, bueno, tendrán que ser liquidadas, y ahí entran ustedes.
- Sólo hay un pequeño detalle. La máquina del movimiento perpetuo.
- Semejante cosa no existe, viola las leyes de la termodinámica. Además, ¿qué sabes tú?
- Sé lo que vi. Esos ingenieros que tus matones liquidaron, lograron terminar la máquina. Lástima que destrozaron todo el laboratorio.- Puc empalideció.- Yo la vi, memoricé cada centímetro, cada tuerca y cada detalle. Debo decir, es tan sencilla que me sorprende que nadie la encontrara antes.
- Cuidado niño, estás en terreno peligroso. ¿Por qué no te torturamos hasta que nos des la información? Eso nos ahorraría mucho tiempo y energía.
- Porque les voy a mentir. Cualquier desviación, aún milimétrica, significa el fracaso. Te ayudaré, pero quiero algo a cambio.
- Veamos tus exigencias.
- Mis muchachos no sufren. Hacemos un par de golpes más y les permites escapar con parte de la ganancia. Una porción de ellas serán para ti.
- ¿Adónde irán? No pueden salir de la península y serán buscados como perros.
- Ese no es mi problema, yo cumpliré mis deberes de darles dinero y desearles buena suerte. Lo demás, es problema de ellos. Pero, las bandas no tienen suficiente dinero, quiero un par de golpes en la superficie.- Puc se encendió un cigarro y meditó las condiciones.
- Estaré informado de cada detalle del plan. Quiero tu tajada. Tres golpes y nunca vuelvo a ver a tus amiguitos. En cuanto a ti, servirás el resto de tu vida en los campos de concentración de Chetumal. Quiero que empieces por una banda, la que sea, desaparézcanla. ¿Nos entendemos?
- Claro como el agua. Empezaremos con los criollos.
- Hoy es miércoles, tienes hasta el domingo. Tus amiguitos serán perdonados.

                Cobalto fue escoltado hasta la zona industrial, donde vagó por varias cuadras, aclarando su mente. Entre las callejuelas de Mérida, rodeado de prostitutas y ladrones, fumó un poco de opio y bebió mucha cerveza, rogando a las estrellas que casi nunca veía, por el valor que necesitaba para continuar. Sus compañeros estaban en plena fiesta y no se sorprendieron al verlo. Sabían que regresaría, no lo dudaban ni por un segundo. Pistón bailaba con Mariposa, tratando de enamorarla, aunque ella sólo tenía ojos para Cobalto. Los músicos del circo y algunos artistas y fenómenos bailaban y bebían alrededor del robado camión de gas licuado.
- Duerman temprano, mañana en la mañana acabamos con los criollos.- Voltio se atragantó con la cerveza. Habían hablado de ello, pero nunca se lo habían propuesto tan seriamente.
- Cobalto, no te ofendas, pero ¿cómo los vamos a encontrar? Sabemos que viven por las tuberías de agua, pero ese lugar es un laberinto.- Cobalto no respondió, en vez de ello subió a sus habitaciones para practicar con su guitarra de aire.

                Antes que el gigantesco reloj de sub-ciudad marcara el mediodía, Cobalto y sus amigos planeaban el golpe. El reloj emitía golpes irregulares a una campana, se había dañado después del gran incendio que acabó con las fábricas, pero seguía siendo puntual. Cobalto y Voltio habían armado el plan. Pistón conocía a alguien que podría venderles el camión robado, en el cual viajarían Grasa y Pistón. Revelarían el escondite de los criollos usando bengalas, mientras que Cobalto, Voltio y Mariposa irían a bordo del teleférico que cruzaba por encima de las máquinas de vapor y la fábrica de carbón. La venta del camión se llevó a cabo a la una de la tarde.

                Cobalto, Voltio y Mariposa tomaron por sorpresa al teleférico, desmayaron a los guardias y los amarraron. La cabina metálica se fue deslizando perezosamente por el cable. Debajo de ellos la central de vapor trabajaba a toda velocidad. Los desposeídos y criminales, que eran la misma cosa, eran sometidos a trabajos forzados lanzando carbón con enormes palas a los hornos que aprovechaban el agua del subsuelo y entubaban el vapor para toda la ciudad. Un grupo de cientos de obreros construían la primera central eléctrica, que se aprovecharía del vapor. El calor llegaba hasta el teleférico, era insoportable y causaba una docena de muertes por semana. El aire se fue enfriando conforme se acercaban al laberinto de tuberías de agua a presión, el sistema anti-incendios de la plaza corporativa. Mariposa señaló a un lugar entre las tuberías, iluminado por una bengala. El caballo de Troya había funcionado. Sin perder tiempo se armaron de los globos aerostáticos individuales que Grasa había inventado. Eran globos de cuero con un contenedor de helio que liberaba su gras e inflaba el globo. No era lo suficientemente fuerte para elevarlos, pero sí para permitirles un descenso lento. Voltio se quedó en el teleférico, lo detuvo y preparó las bombas que lanzó contra el refugio de la banda de los criollos.

                La banda, confundida por el repentino ataque, armó sus metrallas, descuidando el camión. Pistón lanzó una bomba de balines. Un contenedor repleto de dinamita y balines metálicos que, al estallar, esparce los balines a toda velocidad. Mariposa y Cobalto abrieron fuego mientras descendían. La escaramuza duró poco, el último sobreviviente, herido en las piernas, se deslizó hasta la bóveda del dinero, tratando de incendiarlo.

                El refugio de los criollos era uno de los puntos centrales del sistema de riego en caso de incendios, estaban bien protegidos y ocultos dentro de su laberinto, pero el factor sorpresa había sido determinante. Habiendo vengado la muerte de Engrane se dedicaron a robar todo lo que no estuviera clavado al suelo.

                Tardaron muchas horas en el refugio de los criollos y, cuando terminaron, lo único que Pistón quería hacer era ir a la Casa de Todos. Usando la ropa de los criollos, vestidos a la vieja usanza colonial, Pistón podía sentirse seguro de subir a la superficie. La policía podía arrestar a cualquiera por su apariencia, y él tenía que recorrer parte de la ciudad para llegar hasta su objetivo. Con el dinero robado se rentó un carruaje que lo fue llevando a través del centro, rodeando la Plaza corporativa, y llegando hasta la zona de Santa Ana. Caminó entre las callejuelas que la corporación había tratado de desaparecer al construir enormes edificios de veinte pisos enfrente. No lograron desaparecer esas calles, pero sus únicos accesos eran apretados corredores donde rufianes y malandrines cobraban peaje. Era la ciudad detrás de la ciudad. La ciudad oscura donde el sol rara vez llegaba, oculto por las megalíticas construcciones. Las débiles farolas de gas alumbraban la entrada de los viejos edificios, todos en descomposición y sosteniéndose los unos contra los otros, como fichas de dominó a punto de caer. La Casa de Todos estaba al fondo, detrás de un pasadizo de columnas. Pistón se relajó, compró una cerveza e invitó a la chica que más se parecía a Mariposa. Era noche de poesía, y Pistón no se lo perdía por nada del mundo.
- Pistón, ¿cómo les va a los punks?- El dueño, vestido como militar, pero con largo cabello y barba canosa, se sentó en su mesa y le ofreció su mejor cerveza de importación.- Escuché de los criollos.
- Los criollos ya no son un problema.- De su bolsillo extrajo un fajo de billetes y se  lo entregó.- De parte de Cobalto y todos nosotros. Ojalá que sirva para  mantener alejado a los policías.
- Les gusta venir en noche de poesía. El género es propiedad intelectual de la corporación, los libros que leemos normalmente, no los son. Sin embargo, los únicos con derecho a imprimirlos son el sindicato único de impresiones y publicaciones. Ya te imaginarás a los censores. La policía pasa por alto nuestros libros hechos a mano y libros pirata, pero no la poesía, dicen que es radical.
- Lo único radical es el olor de la pólvora y la sangre seca sobre el suelo.- Brindaron juntos cuando se escuchó el estallido que sacudió las paredes. Una docena de militares entraron al lugar.
- Todos ustedes están bajo arresto por violar las leyes de propiedad intelectual. Llévenselos a todos.- Reparó en la presencia de Pistón y, revisando entre sus pergaminos, encontró su fotografía.- Vaya, vaya, golpe de suerte. Ese viene conmigo.
- De ninguna manera.- Trató de huir, pero fue inútil, tres soldados le cayeron encima golpeándolo con batones de madera y esposándolo de pies y manos. Lo sacaron del edificio, donde en fila india los detenidos eran llevados hasta el angosto acceso, donde eran referidos a las patrullas. Llevaron a Pistón a uno de los edificios vacíos, donde prostitutas hacían lo suyo y los adictos se escondían debajo de cajas de madera y de cartón.
- Soy el comandante Gabriel Jalisco. Te referirás a mí como comandante, o comandante Jalisco.
- Vete al demonio.- Los soldados le dieron una golpiza que lo dejó casi inconsciente. Lo levantaron de los brazos, su labio partido y un ojo morado.
- Eres de los punks, y ellos están en mi lista. Quiero alguien adentro de la banda, alguien que me mantenga informado de sus golpes. Pude ver cómo dejaron a los criollos, y no puedo dejar que la violencia continúe. En el fondo, soy humanitario.
- ¿Por qué haría algo así?- El comandante tomó su arma y disparó contra una de las detenidas, matándola al instante.- Eres un monstruo.
- Soy lo que tengo que hacer para asegurar el orden y la paz de los meridanos trabajadores. Tú preguntaste porqué lo haría, ahora lo sabes. Los tendré a todos en la misma celda, si te niegas, los mataré a todos, empezando por el dueño de esa pocilga. ¿Qué dices?
- Yo…- Estaba derrotado, y lo sabía. No podía traicionar a sus  amigos, no soportaría verse al espejo. Deseó que lo mataran, que anularan su existencia y no tuviera que tomar semejante decisión, pero estaba contra la pared. En sus manos estaban las vidas de dos docenas de personas, no tenía otra opción.- Lo haré.

                En la mañana siguiente Cobalto los esperaba en la cocina improvisada con mapas y grabados. Pistón fue el último en llegar, no había dormido. Argumentó que había estado en una pelea, antes de llegar a la Casa de Todos. El equipo estaba consternado sobre la aprehensión del dueño de la Casa de Todos, y estaban de acuerdo en tomar represalias. Aquello había hecho más sencillo el plan de Cobalto, pues después del golpe anterior no necesitaban dar otro, y mucho menos otro tan pronto, o tan arriesgado.
- El tren oficial cruza toda la ciudad y hace cinco paradas. La primera en el banco nacional de Yucatán, donde es cargado con dinero y con bonos del gobierno. Pasa por los tres edificios principales de la plaza corporativa, el edificio de gobierno y congreso de Yucatán, el edificio de registros de propiedad y el edificio de la corporación. Su última parada es la bóveda de la base militar número uno, donde es vaciado, se le da mantenimiento y prepara para el día siguiente.
- Ninguna de esas paradas tienen puntos débiles.- Dijo Voltio, visiblemente preocupado.- Además, no sólo carga eso, carga con diplomáticos, oficiales, militares y gente de la corporación. Son muchas armas. Somos muy pocos para tomarlo por asalto.
- Por eso no lo tomaremos por asalto. Es imposible atacarlo cuando está detenido, pues está bien protegido. Por eso lo haremos mientras se mueve. Necesitaremos un aerostático de hélice, de eso te encargas tú Mariposa, Grasa quiero que consigas los ácidos necesarios para abrir el techo. Pistón, Voltio y yo prepararemos lo demás. Lo haremos al atardecer, mientras va de la Plaza corporativa a la base militar. Es cuando tiene más bonos en los carros de en medio.

                Grasa estaba emocionado por el golpe, siempre hablaban sobre atacar a la corporación y su régimen dictatorial, pero ahora finalmente hacían algo al respecto. La corporación les había robado a todos ellos, Grasa había perdido a su hermano engrasando pistones en la fábrica de textiles, a su mamá le habían robado su casa por no poder pagar el seguro obligatorio y, al no tener casa se le prohibió seguir pagando su seguro médico. Su papá había trabajado como obrero constructor, hasta que el sindicato único de obreros de construcción decidió que los trabajos eran para yucatecos, no para fuereños de Chetumal. Salió a la superficie por los ductos de aire frío. Se tapó el pelo verde con una gorra y trató de actuar normal. Conseguiría los ácidos en la bodega de una tienda en el cuarto piso, para ello necesitaba entrar a uno de los edificios. Al llegar a la puerta sintió el empujón por atrás, cayó al suelo y al voltear vio al policía armado que cerraba la puerta.
- No te muevas.- Sacó unas esposas y lo esposó contra un tubo de vapor que ascendía hasta el techo. Grasa trató de luchar, pero era inútil.- Tus días de malandrín se terminaron.
- ¿Quién es usted?- La puerta se abrió y asomó un hombre trajeado portando un arma. El detective salió del edificio y de inmediato su arma fue confiscada.
- ¿Qué creen que hacen?- Otro hombre trajeado se presentó con su tarjeta.- “Fernando Puc”. ¿Y? Soy el detective Horacio Núñez, y lo que hacen es ilegal.
- Oficial, trabajo para la corporación.- Núñez le entregó su identificación. Estaba visiblemente enojado por la injusta situación.- ¿Me puede decir qué cree que está haciendo?
- Grasa es mi prisionero y será mi escucha dentro de la banda.
- De ninguna manera, la corporación y el ejército se harán cargo de  esto, no la policía local.
- No es tan fácil. Tengo una docena de pandilleros muertos entre las tuberías. Esa banda va a caer, y no puedo quedarme fuera del círculo. Por años he aceptado sus sobornos y los he mantenido tranquilos, pero ahora han ido demasiado lejos.
- Agradecemos que los haya mantenido “tranquilos” como usted dice, pero…
- Usted no entiende,- interrumpió Núñez.- si no soy parte del esfuerzo para arrestarlos, quedaré como el corrupto. Mis superiores no se darán cuenta que esos sobornos eran parte de un caso más  grande para apresarlos a todos. Este es mi caso y, si me lo quitan, apreciaría si al menos me mantienen oficialmente involucrado.- Puc lo pensó por unos momentos hasta asentir con la cabeza. Su guardaespaldas extrajo un folio de su maletín y, apoyado contra la pared, comenzó a escribir. El guardaespaldas le devolvió el arma y la placa.
- Muy bien, en este folio aclaro que es parte de la investigación, que sus conocimientos de la sub-ciudad y sus habitantes han sido de crítica ayuda.- Firmó el folio y, por último, se manchó el dedo de tinta y lo estampó contra el papel.- Todo muy oficial, ahora, manténgase lejos de mi investigación. Si va a extorsionar a ese chico quiero que me pase toda la información.
- Entendido.- Dijo, señalando al folio.- Esto era todo lo que necesitaba.
- Muy bien.- Se alejaron del edificio y Puc entró a una farmacia, donde usó el telégrafo público.
- ¿Qué hace?- Se comunicó con una operadora y pidió con el registro policiaco.
- Quiero corroborar que exista un Horacio Núñez.- Pasaron varios minutos mientras Puc daba pequeños golpes a la manivela con la letra correspondiente, que desencadenaba los puntos, espacios y largos de la máquina telegráfica. La respuesta llegaba y las mismas manivelas descendían sobre el papel, formando letras y palabras.- Es legítimo. El detective Núñez trabaja en el control de pandillas y bandas de la sub-ciudad. Tiene fama de brutal y corrupto. Habrá que vigilar que no se guarde información. Si juega limpio lo haremos rico, si trata de ganar algo, lo mandaré matar yo mismo.

                Cada miembro del grupo había realizado su tarea. Zarparon al atardecer en el amplio globo aerostático con propulsión de hélice. Mariposa manipulaba el timón y la palanca, mientras que los demás se preparaban. Descendieron entre los altos edificios, teniendo cuidado con los amplios puentes y las líneas de telégrafo. Cuando el tren avanzaba bajo ellos dispararon ganchos que se aferraron a los vagones del medio y les permitieron descender. Grasa, sosteniéndose del gancho con una mano, usó los ácidos para hacer un agujero en el techo. Pistón, Voltio y Cobalto, quienes cargaban con pesados bolsos de cuero, lanzaron una lata de gas y ampliaron el agujero a golpes. Luego de asegurarse que el guardia estuviera dormido por el cloroformo, Voltio aseguró la puerta y clavó pedazos de metal con un martillo neumático que, al apretar un botón, insertaba sólidos pernos. Usando un soplete personal derritió el metal contra la puerta, bloqueándola con mayor seguridad.

                Cobalto y Pistón fueron al otro vagón para hacer lo mismo, mientras que Voltio y Grasa preparaban los ganchos que subirían la mercancía robada, y a los asaltantes, de regreso al globo. Los guardias ya estaban enterados, pero por más que empujaban la puerta, no podían derribarla. Justo cuando Grasa y Voltio habían perdido la paciencia salieron sus compañeros para colgarse de regreso al globo y escapar rápidamente antes que los guardias derribaran la puerta. El tren continuó su marcha, pero el globo se alejaba silenciosamente.

                Los bonos valían una fortuna y podían ser cambiados anónimamente en cualquier banco de Yucatán, eran imposibles de rastrear y su robo los haría los hombres más buscados de la península. Celebraron en la plaza de San Juan, un extenso parque en los techos de seis edificios departamentales en una zona que, antes de la revolución, había sido muy exclusiva. Ahora en el parque se intercambiaba literatura prohibida, se vendían revolucionadores ilegales y mapas de  las tuberías del subsuelo, entre muchas otras mercancías legales. El viento fresco y la vista de la ciudad, iluminada por las lámparas de gas y las nuevas lámparas eléctricas, y con las lámparas de los globos en el aire haciendo de estrellas, era centro preferido de los elementos que la sociedad había denominado como desechos o sobras.

                Compraron vino robado y celebraron su buena suerte. Grasa no bebió mucho, se sintió nostálgico y se fue temprano. Pistón estaba serio, incluso cuando Mariposa lo invitó a bailar. Se había comprado nuevas botas, usadas desde hacía treinta años. Voltio aprovechó que Pistón no quería bailar para sacarla a ella y disfrutar un rato. Cobalto también estaba serio y luego de contemplar el panorama decidió irse.
- Quiero ver a alguien.- Todos sabían que se refería a su misteriosa novia. Nadie sabía quién era, y las especulaciones abundaban, pero Cobalto nunca había aclarado el misterio.

Tenía que recorrer un largo camino, hasta la antigua penitenciaria. Rentó un globo aerostático impulsado por bicicleta y se cuidó de no volar muy alto, donde rondaban los policías aéreos, llamados halcones, que detenían a todos los de aspecto sospechoso. Descendió cerca del Centenario, donde las estructuras de diez pisos formaban ciudades con forma de panales de abejas. Los edificios, con sus techos de cristal y vitrales, tenían seis divisiones de altura, en cada piso docenas de locales amplios, tiendas, casas, hoteles, enfermerías y escuelas. Cobalto entró por un acceso del techo y sintió la comodidad del anonimato entre las multitudes. Los largos pasillos habían sido de blancos mosaicos, ahora cafés y rotos, frecuentemente reemplazados por planchas de madera. Hombres vestidos en finos trajes, otros como Cobalto usaban ropa usada y de otras tallas. El teatro había terminado su función, por lo que hordas de espectadores de movían por el laberinto de pasillos, escaleras y ascensores. Golpeó la puerta de la escuela y jaló el cordel de la campana hasta que el guardia le abrió la puerta.

La escuela era espaciosa, contaba con toda una preparatoria, dos patios y habitaciones para algunos maestros. Disfrutaba un espacio al aire libre, lo demás estaba dentro del edificio. Juliana lo esperaba en el patio, no parecía feliz. Vestía en su vestido de flores cafés, viejo y razgado por los años. Juliana Vera había sido su novia por muchos años, y nunca le gustaban las visitas a la mitad de la noche.
- Tengo que dar clase mañana a las siete.- Juliana dormía con otras tres maestras en una misma habitación desde hacía tres años, cuando subieron los impuestos hasta quitarle la mitad de su salario. No pudo pagar la renta de su departamento y se resignó a vivir en su ratonera.
- ¿No te alegras de verme?- Se besaron con cariño, pero Juliana tenía miedo. Siempre que se veían tan tarde, era por algo malo.- No pasa nada malo, te lo juro. Vamos afuera.
- Felipe, ¿cuándo volverás a ser maestro?- Se acostaron en el pequeño pedazo de pasto que la escuela tenía por jardín y contemplaron las luces nocturnas. En la distancia un globo policial alumbraba con una poderosa lámpara de gas hacia las azoteas.- Te daríamos trabajo.
- ¿Para qué quiero un trabajo, para apenas tener lo suficiente para pagarle a la corporación por el derecho a vivir, al sindicato de maestros por el derecho a enseñar y al gobierno títere por el derecho a no ser tratado como animal por la policía? No, lo siento. No puedo hacerlo.
- ¿Y prefieres matar gente? A veces creo que llegas demasiado lejos.
- Es una guerra Juliana, una guerra por el movimiento perpetuo, el sistema que no produzca desechos o sobras. Hasta entonces, haré lo que sea para sobrevivir. Te amo, ¿lo sabes?- Juliana no respondió con palabras, sino con besos. El sexo fue dulce, pero juguetón. Como siempre había sido, incluso antes que el sindicato de maestros desterrara a Felipe.
- ¿Por qué haces esto?
- ¿Necesitas un diagrama?- La tapó con su abrigo de cuero y él quedó desnudo sobre el pasto.
- No me refiero al sexo.
- Lo hago porque nunca he visto una vaca. Todas son propiedad de la corporación y su títere, la unión única de ganaderos industriales. Lo hago porque nunca he tenido el derecho de andar en bicicleta por el centro un domingo y comprado un helado. Porque los libros son tan caros que los únicos que he leído son los que papá robaba. Porque vendió el departamento para pagar el funeral de mamá, que era obligatorio. Porque tu papá murió de una simple apendicitis y tu mamá tuvo que vender su riñón para pagarla, aunque era demasiado tarde. Porque todo lo que haces, deseas y buscas es propiedad intelectual de una oligarquía. Porque alguien tiene que recordarles lo que significa el terror. Por eso.
- Te amo, ¿lo sabes?- Cobalto se apoyó en su pecho.- Sólo espero que algún día termines con todo esto. Hasta entonces, no podemos estar juntos. Tengo que irme, tengo que levantarme temprano.

                Cobalto se vistió y se despidió de Juliana, acariciando su hermoso rostro. Todas sus despedidas eran ambivalentes y tristes. Salió a los atestados pasillos, pero sintió asco de estar ahí. Aseguró su sombrero de copa con la correa de cuero que pasaba por la mandíbula y salió del edificio cuanto antes, para vagar por los túneles y puentes. Era un hombre buscado, pero prefería arriesgarse que andar entre el ciego rebaño. Al cruzar el puente de piedra del piso cuarto sintió el reflector en el rostro. Era Fernando  Puc.
- Aquí tienes tu parte.- Le entregó una mochila con bonos del gobierno. Apagó el reflector y se refugiaron a la salida del puente, lejos de los curiosos que pasaban por allí.- Aléjate de ella.
- No sabía que tenías a alguien en el exterior. Eso es una debilidad explotable.
- Haré lo que quieres, pero déjala en paz. Ya es suficientemente malo tener que traicionar a mis amigos.- Se encendió un cigarro con su encendedor de mecha y se apoyó en el depósito de basura. Los globos de limpieza estaban a dos cuadras, vaciando basura y llevándola a los tranvías de servicio.- Quiero hacer otro golpe. El aguinaldo de los militares.
- Estás loco, no dejaré que se acerquen a la plaza corporativa ni soñando.- Lo pensó por un momento y sonrió.- Sin embargo, hay una segunda torre con varios accesos, entre ellos el tren de evacuación. Es la torre Yucatán, ¿la conoces?
- La conozco, tienen una pequeña armería ahí de prototipos. Descuida, no los tocaremos.
- Más les vale. Puedo relajar la seguridad del edificio, para evitar muertos.- Algo sonó detrás del basurero, alguien escuchaba. Mariposa se levantó del suelo, lágrimas en los ojos.
- ¿Trabajas para la corporación? Nos mentiste a todos Cobalto.
- Mariposa, ¿qué haces aquí, desde cuando me sigues?
- Quería saber si seguías con tu novia, ahora veo que te acuestas con cosas peores.- Sacó un cuchillo pequeño de adentro de su bota derecha y, con actitud amenazante, avanzó hacia él. Cobalto sacó su arma y le disparó en el pecho. Mariposa salió despedida hacia atrás, la sangre estalló de su herida.
- ¡Mariposa!- Cobalto se hincó a su lado, el arma aún humeante.- ¿Qué hice?
- Sobrevivir.- Puc se agachó a su lado, tomó la muñeca de Mariposa y la dejó caer.- Está bien muerta. Así es esto. No esperes que te ayude, si la policía te agarra, es tu problema. Desaparécela y crea alguna historia plausible para tus amigos, si es que son tus amigos.

                El sábado por la mañana Pistón se acomodó los gogles y un largo abrigo para pasar desapercibido. Sus rostros estaban en los diarios. Sentía náuseas cada vez que un policía caminaba cerca de él, pero aún así vagó por las calles hasta la estación de zepelín de la colonia Pinos. Subió hasta las plataformas, compró un diario, como había sido instruido, y espero a un lado del baño de mujeres. El coronel Jalisco salió del baño de hombres  y se paró junto a él.
- ¿Ves eso?- Señaló hacia las luces del edificio.- Electricidad. Fuego invisible. Es el futuro.
- Cobalto quiere robar la nómina militar del edificio secundario.
- El edificio Yucatán alberga a nuestros prototipos. Si caen en manos enemigas Yucatán estaría en peligro. Quédense con el dinero, pero no con las armas. Hay una en particular. Un prototipo de oruga, para los tanques, tú te harás cargo de que llegue sano y salvo a la base de la plaza corporativa. Y cuidado con los muertos, no querrás hacerme enojar, porque entonces sí arresto y ejecuto a toda la banda, junto con todos los de la Casa de Todos.
- Yo me encargo del prototipo, usted encárguese de cumplir con su parte del trato.

                Pistón usó parte de sus ganancias para volar en zepelín hasta la estación Alemán y, de ahí, rentó un globo aerostático. Tenía suficiente dinero como para comprarlo, pero sabía que el dinero servía de poco cuando el coronel Jalisco estaba tras de él. No había suficientes globos en el mundo como para escapar de él.

                En la base, mientras esperaban a Pistón, Grasa estaba cada vez más nervioso. No quería hacer el golpe, en parte porque estaban siendo perseguidos por el atraco al tren, pero más importante aún, porque no contarían con Mariposa. Voltio sentía lo mismo por ella, la extrañaba y no concebía que Mariposa huyera por la presión. Cobalto les había dicho acerca de su conversación, que ella estaba nerviosa y temerosa de ser descubierta, y que regresaría tarde o temprano, cuando la policía olvidara el asunto.
- ¿Qué me perdí?- Dijo Pistón, cuando regresó a la fábrica abandonada.
- Pistón,- dijo Voltio.- ¿tú qué opinas de este atraco? Grasa y yo queremos esperar.
- Es un último golpe.- Dijo Cobalto.- Después, no tendremos que robar nunca más.
- Yo estoy dentro. Lo haré.
- Está bien.- Dijo Grasa.- Cuenten conmigo.
- Lo mismo, dijo Voltio. Es un buen plan, arriesgado, pero podría funcionar.
- Tengo que irme.- Dijo Grasa.- Le prometí a mi primo que le ayudaría a engrasar la fábrica de textiles. Estaré aquí a tiempo para la función.

                La práctica lo hacía un maestro. Con la gracia y agilidad de un bailarín, Grasa se deslizaba de un lado a otro, aplicando grasa, vaselina y aceite a los motores y mecanismos. Era cuidadoso, los engranes eran más peligrosos de lo que parecían, y la limpieza de las chimeneas podían llenar los pulmones de hollín. Al terminar su turno, después de cobrar y entregarle el dinero a su primo, se encontró con que alguien lo vigilaba. Era Núñez. Sin pensarlo dos veces corrió entre los obreros, entrando al laberinto de túneles y escaleras de mano que llevaban hasta la superficie. Salió por la zona del mercado y brincó a un tranvía que lo llevó hasta la plaza, donde cientos de vendedores y clientes serían el escondite perfecto. Un brazo, ancho como un tronco, lo detuvo en su carrera. El detective corría tras de él, muerto de cansancio. Cuando llegó le propinó una fuerte cachetada que lo tiró al suelo. Le hizo una señal al gorila para que los dejará en paz.
- Gracias oficial.- El gorila lo dejó ir y el detective se lo llevó hasta la amplia fuente donde niños jugaban y señoras lavaban la fruta que vendían. Lo lanzó dentro y amenazó con ahogarlo.- Mi jefe está histérico con eso de los criollos. Sé que fueron ustedes y, para serte honesto, mientras más rápido termine con ustedes, más fácil será para mí.
- Núñez, hijo de perra, no me engañas. ¿Cuánto quieres?- El detective lo aplastó con su pie, sumergiéndolo.
- El doble de mi tarifa mensual.- Dijo, cuando lo liberó. Grasa trató de escapar, el policía se hincó y con ambas manos lo ahogó en la fuente.- El doble, enano, o te ahogo en esta plaza frente a todos.
- Sé dónde Cobalto guarda el dinero, te lo puedo conseguir.- Satisfecho, lo dejó escapar. Puc no estaba feliz, le esperaba fuera de la fuente, en compañía de su gorila guarda espalda.
- Hazte a un lado Núñez, esto no te compete. Tenemos un trato, pero puedo cambiarlo.
- Sigo siendo policía y tengo a toda la pandilla de los criollos muertos, asesinados por los mismos que ejecutaron un atraco imposible al tren oficial. Todo eso, además, bajo la supervisión de un  alto mando de la corporación. Estoy manejando esto tan suave como puedo, sin hacer muchas olas con mi jefe, protegiéndolo a usted, sólo pido remuneración. Además, usar a ese gorila fue mala idea, lo traté como policía, ¿pero qué pasaría si Grasa se diera cuenta que era un hombre de la corporación?
- No sea idiota, los policías son hombres de la corporación. La compramos hace más de una década. Tú trabajas para mí, no al revés, y obtendrás remuneración si se me da la gana. Pero ta atreves a hacerme otra amenaza velada y estarás muerto antes de que caiga el sol.- Dicho esto, le dio una bofetada y lo excusó con un gesto exagerado.- Recuérdame de tenerlo en mi lista negra. Esto se ha complicado más de lo esperado. No quiero darle a Cobalto ninguna oportunidad, después del golpe, entramos y arrasamos con todos. Ya me cansé de jugar con estos punks.

Los globos aerostáticos se desplazaron como libélulas a máxima altura. Las alas de madera y lona eran accionadas por las bicicletas. No había policías en el área, Cobalto estaba aliviado al ver que Puc había honrado su parte del trato. Descendieron en globos de cuero inflados por el helio, tomando por asalto a los dos guardias del techo. Grasa ubicó los ductos de aire y preparó su última invención. Se trataba de una máquina de cuatro piernas extensibles y un mecanismo en el centro que escupe aceite. Atorando a su araña mecánica al ducto lo dejó en libertad, cubriendo todo con aceite. Al llegar hasta el fondo el golpe desestabilizó un contenedor de cristal con un poco de nitroglicerina. La sustancia dio un pequeño estallido, pero lo suficiente para incendiar el aceite. El fuego devoró los ductos y comenzó la confusión del desalojo.

                Sin perder ni un segundo asaltaron el último piso y forzaron su entrada al ducto del ascensor. Se deslizaron por las cuerdas metálicas y Voltio se quedó atrás, inutilizando los elevadores con su soplete. Cobalto y Pistón instalaron la bomba en la puerta del último piso, pero no entraron por ahí, sino por el piso superior. Esperaron a Voltio antes de prender la mecha y volar la puerta. Los militares creyeron que entrarían por ahí, pero mientras se agrupaban, los cuatro punks engrasaron las escaleras, deteniendo temporalmente a los guardias.

                Se encontraban en el subsuelo, en el área administrativa y de prototipos. Al fondo podían ver la estación de tren militar. No habían contado con un mapa detallado del lugar, por lo que improvisaron la búsqueda por la nómina. Pistón voló la primera caja de seguridad que encontró, pero no era la indicada, y había una docena de oficinas en el piso. Los soldados del piso inferior, las barracas, no quedarían detenidos para siempre. Voltio y Grasa cargaron pesados muebles, archiveros de madera y escritorios, y formaron una barricada al frente de las escaleras. Tiraron aceite al ascensor y le prendieron fuego. Mientras Grasa y Pistón continuaban volando cajas de seguridad, Cobalto y Voltio corrieron al andén, el tren se acercaba y solo tendrían una oportunidad para hacer esto bien. Según sus cálculos el edificio había emitido la alarma cuando el tren ya había partido, por lo que no estaría cargado de militares tratando de asegurar la zona. En el andén esperaban pesadas cajas de madera, prototipos, para ser cargadas al tren. Se disfrazaron con ropas militares y se cercioraron que sus pistolas de aire tuvieran dardos tranquilizantes. Grasa aulló de felicidad cuando encontraron el dinero. Lo metieron en tres bolsos de viaje y los colocaron en el andén.

                El tren se detuvo y un par de aburridos comandantes salieron con los papeles para ser firmados. Los cargadores ya metían el cargamento al tren antes que los comandantes notaran que algo estaba mal. Cobalto le disparó un dardo al primero, Pistón hizo lo mismo con el segundo. Voltio y Grasa amagaron al conductor y lo sacaron del tren. Los cargadores abrieron fuego, pero el tren ya estaba en marcha. Sin duda todos los andenes por los que pasaba aquel tren urbano, ya estarían sobre aviso, pero no necesitaban llegar tan lejos. Pistón se excusó, argumentando que quería revisar el cargamento. Ubicó los prototipos en los últimos cargos, entre ellos las ruedas de oruga para tanques. Sabía lo que tenía que hacer.
- ¿Adónde fue Pistón?- Preguntó Voltio.
- Descuida, no hay nadie en el tren. Fue a ver la carga, ya regresará.- Grasa abrazaba uno de los bolsos de viaje como si fuera un amante.- Somos ricos, más ricos que Dios.
- Perdimos los vagones traseros.- Pistón los acompañó en la cabina del conductor.- Los cargadores debieron liberarlos al ver que algo salía mal.
- No importa, no podríamos cargarlos de todas formas.

                Detuvieron el tren a la mitad del túnel subterráneo y bajaron con el dinero robado. El túnel, que había sido parte de la construcción original de los niveles subterráneos, tenía muchos accesos y salidas. Entre los paneles de concreto ubicaron un oscuro, casi invisible, pasadizo. Recorrieron el laberinto de corredores y puertas ocultas mientras cantaban canciones de protesta y celebraban el atraco más valiente de la historia. Al llegar a casa las luces estaban encendidas, pensaron que quizás Mariposa habría regresado a la fábrica, pero Cobalto sabía que no era así. Fernando Puc le había dado hasta el domingo, ahora quería a su presa un día antes.
- Muy impresionante.- Puc estaba acompañado de una docena de hombres de la corporación. Con un gesto de la mano dispararon los dardos, durmiendo a los punks.
- Despierten.- Era otra voz. Cobalto la reconoció del cilindro de cera de “Ingeniería Avanzada”, era Roberto Sarmiento.- Despierten holgazanes.
- ¿Dónde estamos?- Les quitaron las vendas y despertaron a Grasa con puntapiés. Estaban en el zepelín personal de Sarmiento.
- A cientos de pies de altura. Su amiguito Cobalto los vendió.
- Éste no era el trato. Los iban a dejar libres.- Voltio trató de lanzarse contra él, pero fue detenido por un guardia lo detuvo con un golpe en la cabeza.
- ¿Creías que íbamos a dejarlos libres?- Sarmiento le pidió el arma a uno de los guardias y apuntó contra Voltio.- Me dirás cada detalle de la máquina de movimiento perpetuo, o mato a tus amigos, como tú mataste a Mariposa.
- ¿Mataste a Mariposa?
- No te sorprendas Pistón, él es como tú. Ambos se vendieron, solo que tú al coronel Jalisco. Grasa se vendió a un detective, Núñez. Parece que todos son iguales en la sub-ciudad. Pobre Voltio…
- Si los lastimas te daré mal los detalles.
- Si lo haces mato a tu novia. Clausuraremos esa escuela y le prenderé fuego con todos adentro. Tú irás a las mazmorras por un largo tiempo Cobalto, piensa en eso.
- Fernando Puc ha estado recibiendo tajadas de todos nuestros golpes.
- ¿En serio?- Sarmiento comenzó a reír.- Me lo dijo de inmediato, queríamos que pensaras que tenías un as bajo la manga, pero fallaste. Puc gana más al mes de lo que ustedes puedan robar en un año. Como dije, tu as bajo la manga no existe.
- Eso no es del todo cierto, ¿tengo un as, no es cierto?- Uno de los guardias lo golpeó repetidamente con la culata de su arma, hasta que escupió sangre.- ¿Quieres el movimiento perpetuo? Te lo diré. Las estrellas, los ríos y la vida, siempre se mueven y no necesitan que les des cuerda. Todas esas cosas que ustedes en la corporación creen que pueden poseer.
- Bien, dile adiós a Voltio.- Un guardia puso la pistola en la cabeza de Voltio y esperó órdenes.
- ¿Qué hora es?- Preguntó Voltio. Puc y Sarmiento se miraron entre sí, confundidos.- Porque dependiendo de la hora podrán ver al movimiento perpetuo.
- ¿Dónde está?- Preguntó Sarmiento. Cobalto se puso de pie lentamente y caminó hasta el ventanal. Señaló hacia abajo y esperó a que Puc se le uniera.
- Ya casi es medianoche.- Dijo Cobalto. Puc pegó su rostro al ventanal, Cobalto señalaba a la plaza corporativa, a cientos de metros de distancia.- No atracamos el tren oficial para robar bonos, sino para poner una bomba. Lo mismo con los prototipos del ejército, el coronel Jalisco ha llevado bombas a su base militar inexpugnable. En cuanto Grasa y Pistón me mostraron el cilindro mecánico, supe que podía usarse como una bomba de tiempo. En cuanto tuve la fecha límite, establecimos los explosivos para esta noche. La verdad ya me las olía que nos arrestarían antes.
- ¿Entonces sabían que trabajabas para nosotros?
- Por supuesto, son mis amigos, ¿crees que traicionaría a mis amigos por dinero? Lo mismo puede decirse de Pistón. Lo único que necesitábamos era una firma y una huella dactilar, pues la única manera de pasar por el filtro de seguridad del edificio de registros de propiedad, es con una orden de alguien de la corporación. ¿Quién es más grande que Fernando Puc?
- Eso es absurdo, yo no firmé nada…- Puc empalideció.- El policía. Era una trampa, para  llevar explosivos al edificio.
- El hermano de Mariposa es un excelente actor, escogió a un detective real, en caso que quisieran validar su existencia. Como ya se imaginarán, Mariposa no está muerta. Otra gran actriz. Es sorprendente lo que se puede hacer una bolsita de sangre de gallina y un pequeño petardo debajo de su ropa. La necesitábamos afuera, junto con su hermano, para entregar la última pieza.
- No seas iluso,- gritó Sarmiento, desesperado y frustrado, debatiéndose entre tomarlo todo por un ardid, o por una terrible realidad.- se necesita más que un poco de dinamita para derribarlo todo, y ustedes no se acercaron en ningún momento a la Plaza Corporativa. De eso me encargué yo. Incluso si todo lo que has dicho es verdad, que lo dudo, no lograrán nada.
- Si estuvimos en la Plaza Corporativa. Mejor dicho, debajo de ella. Atacamos a los Criollos porque ellos vivían en las tuberías de la Plaza Corporativa, más específicamente, las tuberías que sirven como regadores, en caso de emergencia. Y la habrá. Llevamos el camión de gas  licuado para reemplazar al agua.
- No, no lo harían.- Fernando sudaba frío y miraba a su jefe con horror y pánico. Si era verdad, él les había ayudado desde el principio. Fernando corrió hasta la ventana cuando escuchó los campanazos que anunciaban la medianoche.

                El invento de Grasa había funcionado a la perfección. El tren oficial pasaba por el edificio de la corporación cuando la dinamita, que habían alojado en la parte de abajo del tren, estalló. El regalo que Mariposa y su hermano habían llevado también hizo explosión, fue mucho más pequeña, pero los regadores se activaron en ambos edificios, soltando grandes cantidades de gas, como si fuera una lluvia. La explosión cimbró el suelo. El edificio de registros tembló, sus ventanas estallaron, y una gigantesca bola de fuego consumió al lugar en segundos. Todos los registros de propiedades, físicas o intelectuales, que la corporación había cosechado por tantas décadas, se perdieron en un segundo. El edificio de la corporación se tambaleó, y cuando la explosión continuó en el subsuelo, el edificio se desplomó sobre sí mismo, llevándose con él a otros edificios gubernamentales. A la distancia, en la base militar, una bola de fuego se alzaba hasta el cielo.

                Los guardias estaban más interesados en observar la catástrofe, que mantenerlos en orden. En segundos Pistón y Voltio desarmaron a uno y atacaron a los otros. Grasa lanzó una mesa de metal contra uno de los ventanales, rompiéndolo en añicos. Cobalto estrelló el rostro de Puc contra la ventana y lo dejó en el suelo. Tomó a Sarmiento del cuello y presionó. Mariposa, desde su aerostático de hélice, ya había lanzado las bombas, y dejado caer las cuerdas para que sus compañeros escaparan. El helio dentro del globo del zepelín aulló con violencia, mientras se consumía en una bola de fuego que rápidamente amenazaba con consumir también a la estructura que mantenía.
- Cobalto, vámonos.- Voltio acercó las cuerdas con un gancho y aseguró a sus amigos con pinzas. Su líder no dejaba de ahorcar a Sarmiento.
- Éste es el movimiento perpetuo, la libertad. Es el único sistema que no genera desechos y el único sistema que corrige los excesos. Espera a ver lo que los campechanos harán, una vez que se den cuenta que todo tu poder se ha perdido. Las masas se alzarán Sarmiento, porque no puedes poseer lo que no es tuyo.
- ¡Cobalto!- Pistón corrió hacia él y lo abrazó por la espalda. El globo comenzaba a alejarse del zepelín, que caía en picada.
- No me dejen, por favor.- Fernando Puc trató de aferrarse a Grasa, pero de una patada lo alejó, dejándolo sólo en el incendio. El globo dio un tiró fuerte y se los llevó a todos justo a tiempo.
- Ustedes crearon esto.- Cobalto le gritaba a Sarmiento, quien se aferraba a los brazos que lo ahorcaban.- Nos quitaron todo, le llamaron empleo a la esclavitud y cooperación a la extorsión. Ahora disfruta de tus obras. Lo soltó y contempló su caída hasta el incendio en el edificio de registros. Continuaron el vuelo hasta la escuela de Juliana, quien no se sorprendió al verlos.
- ¡Felipe!- Se abrazaron como dos amantes que se reunían después de la guerra, como si no se hubiesen visto desde hacía años y, en cierto modo, era cierto.
- Traje el tequila.- Mariposa y su hermano Oscar aterrizaron la nave y sirvieron el alcohol. Festejaron mientras escuchaban los gritos y los disparos. La revolución había comenzado. Cobalto había cobrado su venganza. Se felicitaron entre todos por el excelente papel que habían desempeñado en su aventura y por todo el dinero que habían robado.
- ¿Crees que será mejor?- Le preguntó Voltio a Cobalto.- Tras la violencia, me refiero.
- No lo sé, pero no será igual. Además, si alguien se hace del poder, no dormirá tranquilo, sabiendo que si comete excesos las pagará muy caro. Tan solo espero que la gente comprenda que la libertad es el sistema que no genera desechos y que la amistad es la única maquinaria siempre dispuesta a moverse eternamente.

                La violencia no se detuvo. La fiesta tampoco. En la confusión nadie supo cómo había comenzado, o gracias a quién, pero a los punks no les importó. Cuando los militares se rindieron ante las milicias, una semana después, y regresó la soberanía de los pueblos conquistados, Cobalto regresó a ser maestro y tuvo una familia con Juliana, mientras que sus amigos abrieron un bar llamado “el movimiento perpetuo”.

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