El regreso de Doc Wild
Por: Juan Sebastián Ohem
Jack
Wild pasaba sus días y sus noches en un sórdido bar de Pontianak, en Borneo. El
edificio de tablas de madera parecía inacabado, las torrenciales lluvias
selváticas se filtraban por entre la mal colocada paja del techo y, de no ser
porque tenía cuartos secretos para jugar apuestas de alto calibre nadie lo
visitaría. Se rentaba un cuarto en el bar, y repartía las ganancias con el
dueño, un asiático con aspecto de ropero. Jack tenía talento para estafar en el
billar y en las cartas, pero también tenía talento para enojar a los mafiosos
que estafaba. Varios matones habían tratado de recobrar su dinero, pero Jack
también tenía talento para la violencia. Ludia Katsu se había enamorado de sus
muchos talentos. Jack conoció a Ludia en la selva, un grupo de cazadores la
atraparon robando y decidieron cazarla a ella. Ludia Katsu era una ladrona
profesional, hija de un mercader japonés su delicada belleza cautivaba todas
las miradas de Pontianak y escondían sus conocimientos en artes marciales.
Ludia había conocido estafadores, jugadores, y toda clase de fauna ilegal, pero
nunca había conocido a alguien como Jack Wild. El joven rubio y apuesto, de
físico atlético y mirada inteligente, se esforzaba mucho por ser un tipo duro,
pero era obvio que debajo de la superficie era un hombre de buen corazón.
- Un día se te acabarán los
trucos.- Le advirtió Ludia Katsu, mientras se sentaba a su lado en la barra de
astillada madera.- Le robaste casi cien mil dólares a Hursein. Al menos dime
que valió la pena, que te lo gastaste en mujeres o en joyas para mí.
- Lo regalé todo.- Dijo Jack en
tono aburrido, mientras acariciaba la iguana que se abría paso entre las
botellas y vasos de la barra.- ¿Qué sentido tiene gastarlo si fue tan fácil?
Las mujeres hablan demasiado en la cama, fue demasiado fácil saber cómo Hursein
estafaba a sus colegas, los piratas de Indonesia. El orfanato lo necesitará
más.
- ¿Mencionaste mujeres?- Preguntó
Ludia con el rostro enrojecido y el cigarro colgando de sus labios. Nunca le
había confesado su amor, en el fondo no sabía cómo, pero tenía la esperanza que
Jack Wild sentía lo mismo por ella.
- Sí, mujeres con amantes fáciles
de sobornar.- Katsu respiró tranquila y Jack la miró como si no entendiera qué
pasaba. El encargado de la barra puso una botella fría de cerveza frente a
Ludia y señaló a un hombre sentado de espaldas en una mesa alejada.
- Más admiradores Ludia.- El
encargado vio con cariño a su cerveza fría, su refrigerador parecía tener una
maldición y funcionaba cuando quería, y el hielo era difícil de conseguir en
esa parte de Borneo por lo que las cervezas frías eran un lujo comparable al
del champagne.
- Espera.- Jack le quitó la
botella antes que pudiera beber y olió el líquido. Había algo en esa rancia
cerveza que no estaba del todo bien.- ¿Vienes armada?
- Siempre.
Jack
se dio vuelta a toda velocidad, con la botella como un arma. El grueso vidrio
estalló contra la cabeza de un hombre blanco de impecable traje. Se agachó con
una rodilla al suelo, extendió la mano hacia la falda del vestido japonés de su
cómplice y sacó un pequeño revólver de su liguero al nivel del muslo.
Poniéndose de pie apuntó contra el hombre que había ofrecido la cerveza, quien
se dio vuelta lentamente con las manos en alto y Jack supo de inmediato que
había sido una trampa. Antes que pudiera darse vuelta sintió un fuerte golpe
contra el brazo que le hizo tirar el arma y entre dos corpulentos hombres lo
empujaron contra la barra. Uno tenía sangre en la cabeza y pedazos de vidrio en
el pelo, y no parecía muy feliz al respecto. Ludia tomó uno de los cuchillos
que escondía en su tocado del pelo y tomó a uno de los gorilas con la navaja
contra el cuello. Jack sonrió al reconocer el olor que flotaba, era como
almizcle y sudor, una fragancia barata que conocía demasiado bien.
- Podías llamar por teléfono.-
Dijo Jack, separándose del matón con la herida en la cabeza.- Está bien Ludia,
conozco a este hombre.
- No tienes teléfono y tampoco
confío en el correo o el telégrafo.
- Desmayar a Ludia no era una
buena estrategia para ganarte mi simpatía.- Ludia dejó ir a su prisionero y
miró a Jack con expresión de sorpresa.- Ludia Katsu, conoce a Edward Marconi.
- No sabíamos si podíamos confiar
en ella.- Marconi había envejecido desde la última vez que le veía. Sus sienes
plateadas ahora cubrían casi todo su cabello, pero su rostro jovial no había
cambiado en nada, aún tenía esa clase de cara que recuerda a un caballo. Vestía
un impecable traje gris y no parecía sudar, mientras que Jack vestía con
pantalones sucios, una camisa holgada con marcas de sudor y su enchinado
cabello en un constante estado de rebeldía.
- Te invitaría una cerveza, pero
ya te vas. Gracias por visitar Eddie, lo agradezco.- Jack se sentó y siguió
bebiendo sin ningún interés de los otros americanos en el bar.
- ¿Quiénes son estas personas
Jack?- Preguntó Ludia en japonés.
- Recuerdos de infancia.
- Querrás escuchar esto.-
Insistió Marconi.
- Entonces habla. Puedes confiar
en Ludia, yo lo hago por completo.
- Llevas cinco años en este
agujero infernal, malgastando tus dones.
- Yo no les llamaría así.
- Billar, cartas, venta de
información... Te has vuelto un delincuente más. ¿Qué pensaría tu padre?
- Mi padre murió, no sé si lo
recuerdes. Ésa es la razón por la que salí huyendo de Estados Unidos. No pensé
que me encontrarán.
- Tienes enemigos que hablan
demasiado. Y además, el Ojo de Horus está en todas partes. Te dejamos huir por
un tiempo, pero es hora que regreses a casa. Te necesitamos.
- Esa es un pésimo discurso de
ventas Eddie.
- Alva Moore sigue vivo.- Jack
escupió la cerveza y lo miró a los ojos. No había vacilación en su mirada, el
rostro equino de Marconi estaba serio por completo.- Alguien de la Orden debió
cambiar los cuerpos. Sobrevivió la explosión, aunque gravemente herido.
Resurgió hace poco y sólo un Wild puede cazarlo. Termina la obra de tu padre
Jack, termina lo que empezó. No sé si Moore resistirá la tentación de tratar de
matarte, después de todo, si nosotros pudimos encontrarte él también podría
hacerlo.
- Venganza.- Dijo Jack con el
rostro tenso y los puños cerrados y temblando de furia.- Estoy adentro. Ludia
viene con nosotros, será muy peligroso para ella si se queda.
- Convenido. Vengan, el auto está
cerca y el viaje a San Francisco es largo.
Jack
Wild se disculpó con el sujeto al que casi le rompe el cráneo y, luego que
revisara y limpiara su herida, el hombre aceptó sus disculpas. Jack permaneció
en silencio en el camino a la playa. Reconocía la tecnología del camión, tenía
un motor capaz del doble de velocidad que cualquier otro camión, con llantas de
un caucho especial que su padre había diseñado para resistir disparos. Sabía
muy bien, como cualquier otro que leyera el diario, que una segunda guerra
mundial estaba por estallar, y al ver el hidroavión que les esperaba recordó
por qué el Ojo de Horus debía permanecer en secreto. Poseían tecnología que
convertiría a cualquier nación en la potencia indiscutida, se encontraban en
prácticamente todos los países y tenían espías en todos los gobiernos hasta en
los niveles más altos. Jack recordó de golpe lo que era estar en el mundo del
Ojo de Horus, donde todo era clandestino, con absoluta secrecía y en un juego
de espionaje y diplomacia que daría dolores de cabeza a cualquiera. El avión
tenía dos motores de hélice y dos motores experimentales que su padre había
diseñado, y que él había terminado a la edad de 19 años. Eran turbinas de alta
potencia, o jets, que podían llevar el pesado hidroavión de Borneo a San
Francisco en apenas unas horas.
- Nunca me dijiste que eras
rico.- Dijo Ludia, mientras se acomodaba en uno de los sillones de pasajeros
que rodeaban una mesa con comida y bebida. La japonesa se asomó por la ventana,
el avión despegaba con un potente estruendo que, al alcanzar cierta altura y
velocidad, se convirtió en un chiflido.- De hecho, nunca me dijiste nada de tu
infancia. ¿Quiénes son estas personas?
- El Ojo de Horus es una
organización muy antigua que lucha por la libertad, y que ha estado en una
constante guerra secreta por siglos con muchos grupos. El mundo de países,
fronteras y banderas es sólo la superficie, nosotros vivimos en un mundo de
naciones esotéricas. La principal es la Orden, antiguamente llamada la Orden de
la cruz, nuestro enemigo más temido. Ellos quieren moldear al mundo a partir
del miedo, la superstición y la violencia.
- Eso de la guerra secreta debe
dejar dinero, a mí me educaron en barcos, de Japón a Borneo, y lo único que
aprendí fue a robar y a pelear.
- A mí no me educaron, me
diseñaron. Lo han hecho así desde antes de la revolución francesa. Diseñar al
hombre perfecto que luche sus guerras secretas. Mi padre, Ashford Wild, fue
parte de una larga sucesión. Murió hace cinco años, junto con Alva Moore, el
principal agente de la Orden. O al menos eso creía hasta hoy.
- Suena como si tu padre hubiera
muerto defendiendo al mundo de personas muy desagradables.
- Mi padre y el profesor Moore
jugaron ruleta rusa en un hospital abandonado, con tanques de oxígeno
encendidos y llenando el cuarto de gas flamable. Habían estado peleando por
décadas, frustrándose los planes mutuamente hasta que ya no lo soportaron más.
Eventualmente el martillo golpeó la bala, ahora sé que fue en el turno de mi
padre. El oxígeno estalló y habíamos pensado que Moore había muerto también. Es
una locura, no perdoné a mi padre por ser parte de todo esto, y decidí que yo
no sería así. Estaba harto Ludia, no era una vida saludable.
- ¿Qué tan poderosos son?
- Estos grupos están conectados a
todos los gobiernos, lo han estado por siglos. El Ojo de Horus manipuló las
situaciones para que se hiciera la revolución americana y la francesa. La Orden
también ha estado manipulando naciones enteras y no me sorprendería si esta
nueva guerra mundial fue preparada por estas naciones esotéricas.- Jack suspiró
cansado, se recostó en su sillón y miró por la ventana, hacia las nubes debajo
de ellos.- A los 20 años terminé mi doctorado en física y química, a mis 22
medicina y biología, a mis 23 ya era un piloto calificado, pasé el examen de la
barra de abogados y dominé una docena de artes marciales. Hablo más de doce idiomas,
toco el violín, la guitarra, el piano, el bajo, y el acordeón. Con cada
generación las técnicas varían, se mejoran. Mi padre me protegió del fanatismo
del Ojo de Horus, no quería que pasara por las mismas torturas que él, pero no
sirvió de nada. Siempre estuve rodeado de científicos, inspeccionándome en cada
momento. Me inyectaron todas las enfermedades conocidas por el hombre, para
irme curando de una en una y así formar anticuerpos. Tuve psicólogos, desde
antes que tuviera uso de razón, que reventaban mi mente para verme reparar el
daño y reconstruirla. Tenía rutina de ejercicio y estudio desde antes de los
seis años. Nunca tuve libertad Ludia, sólo conocí laboratorios, bibliotecas y
gimnasios. Me diseñaron para salvar un mundo que no conozco. Los únicos años
felices fueron en Borneo contigo.
- ¿Recuerdas cuando esa
expedición arqueológica buscaba un idolito y tú lo encontraste en dos días
luego de leer su investigación? Leíste el sánscrito como si fuera tu idioma
natal. Te acompañé a la selva por mera curiosidad, no pensé que lo
encontrarías, pero lo hiciste.- Ludia sonrió y acarició su rizado cabello,
suavizando su expresión de luto.- Y luego lo donaste a un museo para regalarle
el dinero a una colonia de leprosos. Te quejaste que fue demasiado fácil, eso
haces siempre Jack, odiabas Borneo porque no era un reto para ti. Ahora tienes
un reto. Olvida el Ojo de Horus, ya no perteneces a él, pero agradece que te
presentaron un reto de verdad.
El
hidroavión llegó a San Francisco poco antes de la madrugada. Un bote de alta
velocidad, que Jack había diseñado para viajes de larga distancia, les
recogieron para llevarlos a la mansión que el Ojo de Horus tenía en la ciudad.
Jack odiaba la idea de regresar al Ojo de Horus, pero sabía que Ludia tenía
razón, y además estaba emocionado por volver a ver a Susan Quertz, o Suzy Q a
quien afectuosamente llamara tía durante toda su infancia. Susan era el opuesto
de Marconi, él mismo un científico estricto que nunca cedía a las excusas del
joven Jack. Susan le había protegido cada vez que su padre no estaba cerca para
hacerlo, y doc Wild sabía que, de no haber sido por su instinto maternal,
quizás habría enloquecido. Era lo más cercano a una familia que había podido
tener, tras la muerte inesperada de su madre cuando aún era muy joven, y Suzy Q
había perdido a sus dos hijos en una peligrosa misión en Praga por lo que fue
fácil para ella adoptar a Jack. Susan vestía un vestido floral muy sencillo y
reprimía una lágrima mientras le veía entrar. No había cambiado en nada, ni
siquiera había conseguido más arrugas, y se lanzó a abrazarlo antes que pudiera
pasar por la puerta. Jack la abrazó con todas sus fuerzas, la había extrañado
terriblemente en Borneo y cuando le presentó a Ludia ella la abrazó también. Le
regañó por no haberla invitado a su boda, comentario que hizo sonreír a Ludia y
que dejó a Jack con la boca abierta.
- No ha cambiado mucho la vieja
mansión.- Explicó Susan mientras les daba el recorrido. Tomó a Ludia del brazo
y le señaló el extenso laboratorio que Jack recordaba demasiado bien.- El Ojo
de Horus tiene minas por todo el mundo, además de propiedades y empresas. Este
laboratorio, por ejemplo, está a años de distancia de lo mejor que el sector
privado pudiera lograr. Todo lo que ves ahí es producto de la mente de doc
Wild, no hemos movido mucho porque nuestros científicos no entienden las
ecuaciones de Jack, ni las que dejó su padre, y sus máquinas siguen sin ser
duplicadas.
- Einsten y Bohr me enseñaron
algunos trucos.- Dijo Jack, mientras sostenía una pistola de cañón muy ancho,
como de bengala, pero con un núcleo sobre el mango que despedía una luz verde.
- Este se ve divertido.- Dijo
Ludia, sosteniendo una pequeña pistola futurista de color rojo y blanco. Jack
tapó los oídos de Susan y se agacharon antes que Ludia accidentalmente apretara
el gatillo. Un ruido agudo y potente estalló de la pistola y la onda chocó
contra una mesa repleta de libros y equipos de química que salieron volando. El
eco rebotó por las pesadas paredes hasta salir por un resquicio pequeño de la
puerta a medio cerrar que reventó los cristales del pasillo.
- Es el disruptor sónico.- Dijo
doc Wild, mientras se metía los dedos a los oídos para destaparlos.- No es
buena idea usarlo en un lugar cerrado.
- Menos mal que no agarré esto.-
Ludia tomó un aparato en forma de balón separado por un colorido cilindro.
Marconi entró al laboratorio empujando la pesada puerta y al verla con el
reactor de prototipo se puso pálido.
- La quiero fuera Jack, esto es
no es una broma. Es bastante obvio que...- Ludia cerró las dos mitades del
extraño balón de acero y Marconi lanzó un chillido agudo. Le lanzó el reactor a
Jack quien la miró sonriente y luego se lo pasó a Marconi.- ¿Están locos?
- ¿No necesita esto?- Ludia
mostró una tarjeta de cromo con extraños circuitos de oro.- Se ve costoso.
- Muy costoso, la nanotecnología
era un área científica que siempre me llamó la atención.- Doc Wild la tomó en
sus manos y luego tiró al suelo y la pisoteó.- Es anticuada, se me ocurren
mejores.
- Me alegro que todo sea una
broma para ustedes. El mundo libre está a dos pasos del abismo y...- Ludia
lanzó los cuchillos que guardaba en el tocado de su cabello. Los cuchillos
rodearon la cabeza equina de Marconi y se clavaron en la pared de atrás. El
último cuchillo apagó el interruptor de luz y para cuando Eddie lo encendió de
nuevo la japonesa estaba sentada en una mesa a su lado, mostrándole la cartera
que le había robado y encendiéndose un cigarro con un mechero.
- Me quedo con Jack, alguien
tiene que mantenerlo en la coherencia.
- Me cae
bien.- Le
susurró Susan a Jack.- Doc Wild ha encontrado a su igual. Es completamente
diferente a ti, por eso es perfecta.
- Salvemos el mundo primero,
discutamos mi vida amorosa después.
Siguieron
a Susan hasta una sala donde tenían preparada toda la información en una
larguísima mesa de comedor. Jack Wild apretó un botón oculto en un busto de
Sócrates y una sección del suelo de madera se abrió para que un elevador revelara
una extraña máquina. Tenía antenas de distintas formas y una consola con alguna
especie de radar y varias palancas que Ludia jamás habría imaginado su función.
Jack explicó que la había construido en su infancia, era un emisor de radio que
bloqueaba todas las señales de posibles micrófonos espías.
- También permite la comunicación
con estos receptores y micrófonos miniatura.- Le entregó un par a Ludia, quien
se los puso en los oídos imitando a Jack.- El Ojo de Horus ahora también
escucha todo lo que dices. El rango cubre todo el estado de California, no fue
difícil encriptar las señales de radio para aprovechar las torres de
comunicaciones. Lo difícil fue ajustar el volumen, mi papá siempre sufría cada
que recibía la señal desde estos micrófonos y lo tenía que ajustar
constantemente.
- Perdimos un espía
recientemente. Fred Altman, quizás lo recuerdes.
- Sí, mi papá le enseñó todo lo
que sabía, era un buen hombre.
- Antes de morir recuperó esta
información.- Continuó Marconi, abriendo el expediente y entregándole los
papeles y las fotografías a doc Wild.- William Peck es un agente de la Orden,
quizás el más valioso en este momento.
- Empresario exitoso,- Dijo Jack
mientras leía la información.- tiene un conglomerado internacional. Dueño de
revistas y diarios, laboratorios médicos en Europa, química industrial, dos
casas editoras en oriente especializadas en medicina, fábricas de repuestos
industriales que le reportan millones en estas turbulentas épocas, un emporio
de exportación e importación, y es conocido por sus becas a estudiantes y
artistas. Dos veces ganador al mejor empresario del año, una en Suiza y otra en
América. Le gusta el golf y los autos de carrera. La corporación Sunlight fue
herencia de sus padres y ha sabido extender sus intereses a todo el globo.
- ¿Y recuerdas todo eso?
- Doc Wild tiene excelente
memoria. Le entrenamos para que memorizara aún sin darse cuenta y pudiera
acceder a cualquier parte de su memoria cuando lo necesitara.
- No me digas Doc Wild, me
recuerda a mi padre. Él era Doc Wild, el hombre de oro. Yo sólo soy Jack Wild.
¿Sabemos en qué está metido?
- Sabemos dos cosas, que la Orden
lo tiene mimado lo cual sugiere que se moverá pronto, y que nuestro espía le
vio en compañía de Alva Moore. Mañana tendrá una gala, quiero que estén ahí.
Jack
Wild había sido entrenado para pensar soluciones indirectas a problemas
urgentes. Podía recordar, con gran incomodidad, los ejercicios intelectuales de
cada mañana. Tenía que resolver una ecuación de dos maneras diferentes, al
mismo tiempo que diseñar un laberinto que ofreciera tres rutas distintas y todo
eso antes del desayuno y rodeado por bocinas que emitían espantosos chillidos
incrementando en ritmo y volumen. Sabía que su padre había tenido el mismo
entrenamiento, y en parte por eso no podía perdonarle que llegase a la absoluta
desesperación del suicidio. Por más que le culpaba, en el fondo lo extrañaba
terriblemente y asumirse con un agente del Ojo de Horus revolvía todas las
emociones a las que había sido entrenado para reprimir. Ludia le tranquilizó
diciéndole que sólo harían una misión y volverían a sus vidas, pero Jack no
estaba seguro de si tenía vida alguna a la cual regresar.
A
la noche siguiente acudieron a la gala, Ludia fingiendo ser una invitada y Jack
fingiendo ser el pianista. El verdadero pianista había sido desmayado en su
camino al centro de las artes de San Francisco y despertaría en su departamento
con un fajo de billetes y sin memoria de lo que había pasado. William Peck
había gastado miles de dólares para atraer a la crema y nata de la sociedad de
artistas y celebridades de todo el estado para celebrar a un grupo de artistas
japoneses que exponían sus cuadros y esculturas por primera vez. Peck era un
hombre de aspecto rudo, pero vestía a la última moda y tenía talento para hacer
sonreír a sus oyentes durante su largo discurso. Wild esperó a que el discurso
terminara para dejar el piano, cediéndoles el lugar a otros músicos, y caminó
entre los invitados haciendo conversación de coctel. No quería acercarse a
Peck, confiaba para ello en las habilidades de Ludia Katsu, y prefirió hablar
con el artista estrella, el japonés Kun Yuki quien recibía halagos por sus
pinturas sobre el temor de la guerra.
- Tiene usted un verdadero
talento.- Le dijo Jack en un japonés fluido que maravilló a los occidentales
que les miraban con sus copas de champagne y sus costosos vestidos.- El tema no
podría ser más actual.
- Las primeras víctimas de la
guerra, son siempre los ciudadanos.- Dijo Kun Yuki, haciendo una reverencia.
- Hay algo en esta pintura que me
recuerda a Kano Eitoku, mi favorito del arte japonés del siglo XIX. ¿Fue su
inspiración?
- Claro que lo fue, Kano Eitoku
fue el mejor de su generación.
Jack
introdujo a los demás en la conversación y en cuanto vio a Ludia salir del
centro de artes la siguió causalmente. Había alguien vigilándoles, detrás de
los árboles de la entrada y haciendo un esfuerzo por no ser obvio. Jack no lo
habría detectado, de no ser porque el periódico que parecía leer con tanto
entusiasmo era de hacía tres días y era obvio que lo había recogido del suelo.
Podía escuchar las voces de Susan y Edward por su radio-transmisor en el oído,
y para esas alturas eran como estática, pidiendo un reporte cada que había
silencio por más de tres segundos.
- Nuestro artista es un fraude,
dudo mucho que haya pintado esas obras. Le dije Kano Eitoku había pintado en el
siglo XIX, pero él trabajó en los 1500’s. Tiene una mancha de tinta de baja
calidad en su camisa, nada como el óleo de sus supuestas pinturas y las suelas
de sus zapatos estaban gastadas y con astillas, lo que sugiere que vive en un
mal departamento. Sería bueno que revisaran su dirección.- Marconi aceptó de
inmediato y su voz desapareció.
- Peck planea viajar.- Dijo
Ludia, agitando el dedo en su oído izquierdo.- No me acostumbro a estas cosas.
Sentía que me volvía loca.
- ¿Sabes a dónde?
- No aún, pero hay algo más.-
Ludia abrió su bolso y le mostró una lista.- La robé de uno de sus asistentes.
Es la lista de los artistas ganadores de becas. Ese Kun Yuki también se me hizo
muy falso, así que pensé que podría ser útil. Hay dos artistas plásticos,
aunque no vi ninguna escultura adentro. Esos ganaron cinco mil dólares al mes
por un año.
- Richard
Waters y Julian West. ¿Pueden
conseguir sus direcciones?
- Estoy en eso.- Respondió Susan.
- Tengo la dirección de Kun
Yuki.- Dijo la voz de Marconi.
- Prefiero a los artistas
plásticos, creo que no tenían nada que mostrar, ni falso, lo cual los hace más
sospechosos. Al menos Yuki compró arte en alguna universidad en Japón para
justificar el pago por sus misteriosos servicios. Además, quiero hablar con él
en su departamento.
Jack
y Ludia probaron suerte con Richard Waters primero. El encargado del edificio
no les habría dejado pasar de no ser por el entallado vestido de Ludia que le
dejó asombrado. Los siguió hasta el departamento y les detuvo de seguir
golpeando la puerta. Richard Waters había muerto hacía pocos días de ataque al
corazón. El encargado, apoyado contra la pared y con los ojos fijos en la misteriosa
mirada de Ludia, explicó que la muerte había sido repentina y de lo más
sorpresiva, pues era un joven muy saludable y nadie le recordaba enfermo. La
segunda dirección era una casa y Ludia no tuvo problemas para violar el seguro
de una ventana tras una insistente serie de golpes a la puerta. Jack detuvo a
Ludia y le mostró un tubo, semejante al de la pasta dental, que insertó en la
cerradura para apretar el tubo y sacar un gel que rápidamente endureció.
- Lo diseñé cuando tenía 19 años.
No sirve siempre, pero nos habría venido bien en Borneo.- Introdujo una llave
sin marcas y de un jalón abrió el seguro. Jack abrió la puerta y entraron
junto. Ludia Katsu empuñó el revólver miniatura que guardaba en su muslo, pero
Jack estaba tranquilo. No podía escuchar a nadie, y su oído podía detectar la
respiración a cientos de metros.
- La luz no sirve.- Dijo Katsu y
Jack salió un momento para buscar la caja de fusibles en el garaje y regresó
corriendo.
- Apagó la luz, quizás salió de
viaje.- Jack probó de nuevo y se iluminó la sala.
- La beca parece muy oficial.-
Dijo Ludia, señalando el correo en la mesa de café. Una carta de la corporación
Sunlight había sido abierta y su contenido estaba a la vista.- Sunlight Corp.
lo felicita por los miles de dólares que William Peck generosamente le estará
entregando como beca.
La
intuición de doc Wild se fue confirmando poco a poco. La conexión de gas estaba
cerrada, faltaba mucha ropa del clóset y tenía un recibo del veterinario donde
había mandado guardar a su mascota. Ludia encontró una puerta secreta en la
cocina, a un lado del refrigerador, que daba hacia un taller en el sótano.
Tenía varias mesas con extrañas herramientas y un horno de fundición de
metales. Jack escuchó el alambre en el suelo antes que Ludia pudiera darse
cuenta de lo que ocurría. Accidentalmente había pisado un alambre pintado del
mismo color gris que el suelo y sin perder ni un segundo la jaló del brazo con
todas sus fuerzas para empujarla después por la puerta. De un poderoso tirón el
refrigerador cayó al suelo bloqueando la entrada y la explosión devoró todo el
taller. La bomba habría incendiado toda la casa de no haber sido por el pesado
refrigerador que contuvo la mayor parte del impacto. El incendio, sin embargo,
se extendió al segundo piso y rápidamente salieron de la casa.
- Tus instintos ágiles me salvan
de nuevo Jack, eres el único hombre que me hace sentir como una dama en
peligro.- Jack estaba distraído, había visto al mismo hombre misterioso del
centro de artes acelerando en su auto.
- El pintor, es hora de hablar
con él. Con suerte ya se habrá ido de la gala. Disculpa, ¿decías algo?
- No, nada.- Incluso Suzy Q,
quien escuchaba todo, emitió un gemido de frustración.
Jack
Wild había tenido razón sobre el departamento viejo, el artista falso que Peck
había hecho famoso vivía en la parte más sórdida de la ciudad. Los maleantes
les vieron salir de un lujoso auto, uno un hombre alto, rubio y apuesto de
etiqueta, y la otra una hermosa asiática en un vestido rojo brillante y verde
esmeralda. No se atrevieron a acercarse, pues Ludia tenía su pistola miniatura
y Jack tenía una expresión de pocos amigos. El edificio había dejado de tener
buzón, producto del vandalismo de las pandillas, y era imposible no embarrar
las cartas en el suelo con el lodo de las calles de la lluviosa San Francisco.
Subieron tratando de no hacer ruido, pero fue imposible no ser notado. Frente a
la puerta vecina de Kun Yuki había un grupo de veladoras y vecinos cristianos
que rezaban fervientemente. Ludia escondió el arma mientras les explicaban que
el chismoso del edificio había muerto el día anterior de un ataque al corazón.
Jack les dio el pésame y se hizo pasar en el reducido pasillo. Kun Yuki abrió
la puerta antes que Jack pudiera tocar. Estaba cansado, en camisa y calzones, y
al verles cerró de nuevo. Doc Wild abrió la puerta de una patada, asustando a
los vecinos. Marconi le regañó por el radio-transmisor pero Jack no le prestó
atención, estaba harto de los juegos de la Orden y quería información. Kun
caminó en reversa, rogándoles por su vida. Antes que Wild pudiera tomarlo la
ventana estalló por un disparo y la bala le dio a Kun Yuki en la cabeza. Ludia
se tiró al suelo y Jack se ocultó detrás de la pared. Usó el espejo de Ludia
para mirar por la ventana, pudo ver al francotirador recogiendo su rifle y
huyendo entre las azoteas.
- Tenemos tres minutos, quizás
cinco, antes que la policía llegue aquí. Será mejor que revisemos el lugar a
conciencia antes que lleguen.
- No será difícil.- Dijo Ludia,
mientras Jack le ayudaba a levantarse.- No hay mucho que ver.
En
menos de un minuto ya habían encontrado la razón por la que William Peck le
había pagado miles de dólares a través de una falsa beca de artista. El hombre
que yacía muerto en la pequeña sala era un falsificador de documentos. Tenía
una máquina para enmicar, así como varias máquinas de escribir para falsificar
documentos oficiales. La policía llegó diez minutos después y doc Wild ya
estaba lejos para entonces. Marconi le dirigía de regreso a la mansión, pero
Jack no había terminado todavía. Visitó el hospital general y reconoció a
varios cirujanos, pues había estudiado con ellos. Todos eran diez años mayores
que él, pero lo respetaban más que a sus propios maestros. El doctor Monroe aún
recordaba la primera operación a corazón abierto que Jack Wild había realizado,
dejando hasta a los más veteranos cirujanos con la boca abierta.
- La misteriosa racha de ataques
al corazón me pone nervioso.- Doc Wild se apoyó contra el marco de entrada a
los quirófanos y no pudo evitar sonreír mientras Ludia se paseaba detrás de los
médicos haciendo caras y robando carteras.- Sé que es como pedir una aguja en
un panal, pues imagino que ven ataques al corazón todo el tiempo. Pero esto es
un veneno y el asesino ha dejado un rastro poderoso en poco tiempo.
- Creo que tengo exactamente lo
que buscas, doc. Marido y mujer que casi mueren de un ataque al corazón. No
encontramos ninguna toxina en la sangre, pero ¿qué otra cosa puede ser? Están
en terapia intensiva, no se han recobrado del coma.
- Gracias, doctor Donovan. Por
cierto, se le cayó la cartera.- Ludia se ruborizó y le entregó la cartera que
expertamente le había quitado.
- El esposo es agente de la
tesorería.- Dijo Donovan al abrir la puerta y mostrar las camas. Les dejó a
solas con los pacientes y Jack revisó la ropa que aún colgaba de una de las
sillas.
- Tengo su nombre, y tengo algo
mejor que eso. Esperaba viajar a la república de Hidalgo, tenía los boletos en
su chaqueta.
- Falsificador de documentos,
agentes de tesorería...- Dijo Ludia mientras robaba la cajetilla de cigarros
que el paciente había dejado en sus pantalones y se encendía uno. Se sentó en
la cama, haciéndose lugar al empujar las piernas del agente de tesorería.- Van
limpiando sus pasos.
- Deberíamos ir a Sunlight ahora
mismo, agarrar a golpes a William Peck antes que viaje a Hidalgo.
- De ninguna manera.- Ambos
escucharon las voces de Susan y Edward.- Eso sería contraproducente. La Orden
no debe saber que les seguimos los pasos.
- Hicimos estallar la bomba, así
que lo saben. Iremos mañana.- Jack se quitó los dos transmisores y Ludia le
imitó. Jack se sentó en la silla acojinada y miró hacia la nada, masajeando sus
sienes. Ludia le conocía demasiado bien, sabía que Jack estaba de pésimo humor
y no era por el asunto de la bomba o del francotirador.
- ¿Tienes alguna teoría?- Ludia
extendió sus piernas y Jack acomodó sus pies sobre sus rodillas para darle un
masaje.- Tu cerebro seguramente ya sabe qué está pasando.
- Quiero ir a casa, esa es mi
teoría.
- Ya estás en casa. Yo soy la que
debería ir a casa.
- No sería una mala idea.- Ludia
se congeló, el cigarro se desprendió de sus labios y terminó en el suelo.- Tú
no entiendes, el Ojo de Horus no me trajo aquí para hacerme un favor. Me
quieren de regreso y, peor aún, te quieren a ti también.
- ¿A mí por qué? Yo soy una
ladrona, no una espía.
- El linaje Wild, desde hace más
de siglo y medio, ha producido a sus mejores agentes. Te hacen un ratón de
experimento y te lanzan a la guerra. Seguro, conoces mucha gente en las
universidades, pero no puedes hacer amigos porque nadie debe saber de tu misión
sagrada.
- ¿Y eso qué tiene que ver
conmigo?
- Saben que te amo.- Jack siguió
masajeando los pies y suspiró.- ¿No lo entiendes? Querrán que me case contigo,
para que tengamos un hijo y el Ojo pueda seguir diseñando hombres de oro. Te
usarán como hicieron con mi madre, y con mi abuela. No les importas, sólo eres
un útero fértil. A veces creo que yo no les importo tampoco, sólo soy una
herramienta para ellos. Crecí rodeado de docenas de hombres que eran mis padres
y docenas de mujeres que eran mis madres. Al final del día sólo tenía a Doc
Wild, el hombre de oro. Pero hasta a él consumieron hasta la médula. Lo
enloquecieron al punto del suicidio, y si mi padre que parecía estar hecho de
oro macizo se quebró ante la presión yo no tengo muchas esperanzas.
- ¿Y si no los dejas? Eres más
listo que cualquiera de ellos, que todos ellos combinados.
- Entonces la Orden me
secuestrará y lavará el cerebro, o lo hará el Clan de la lámpara roja. Usarán a
las personas que amo para manejarme como un arma. Hoy es Peck, mañana será otra
cosa. El mundo siempre está a merced de algún genio del mal, arma del
apocalipsis o crisis diplomática.
- No te dejes engañar por tu
propia educación, lo mejor que tienes Jack no es tu cerebro, o tus músculos, es
tu corazón. Tienes una brújula moral que me vuelve loca porque a veces nos pone
en posiciones totalmente contrarias, pero te hace la persona más íntegra y
recta que yo haya conocido. Haz lo correcto Jack, ante todo, haz lo correcto.
A
la mañana siguiente Jack Wild y Ludia Katsu se presentaron en las oficinas de
la corporación Sunlight. Jack había diseñado identificaciones falsas de la
secretaría de Hacienda para poder revisar las finanzas del corrupto millonario.
En una rápida búsqueda en los diarios encontró la noticia de la muerte de
Julian West, quien había sufrido un ataque al corazón y muerto en el
aeropuerto. No necesitaba hablar, quizás fingiendo ser policía, para preguntar
adónde se dirigía, pues estaba seguro que todos los caminos llegaban a la
república de Hidalgo. Su única esperanza era encontrar algo en las finanzas de
la corporación que arrojaran más luz sobre los planes de Peck, así como
detenerlo antes que pudiera viajar. La encargada de esas oficinas era mujer
nerviosa llamada Francis Mead quien le temía más a una auditoría que al cáncer.
Se hizo pasar entre las montañas de papeles y fue explicando lo que cada
empleado hacía. Wild había pedido registros bancarios de la corporación y Mead
despachó órdenes a gritos para que sus asistentes reunieran los papeles.
- Tuvimos un robo recientemente,
por suerte sólo fueron artículos de papelería. Espero que eso no vaya al
expediente, es decir... ¡Los registros!- Francis Mead cargaba con su propia
pila de papeles y un asistente entregó un expediente a los falsos agentes de
hacienda. Jack los revisó rápidamente, sin encontrar nada visiblemente
sospechoso.
- Estas becas que la corporación
ha estado entregando...- Francis le dejó con la palabra en la boca cuando sonó
el teléfono de su escritorio y lo contestó. Puso los papeles que cargaba sobre
su mesa y se sentó con expresión de miedo. Jack dio un paso hacia atrás y miró
por el amplio ventanal hacia la azotea del edificio de enfrente. Su viejo amigo
el francotirador hablaba por un teléfono de la compañía de teléfonos conectado
a la central en el techo, al mismo tiempo que terminaba de preparar el rifle.
- ¿Jack?- Ludia codeó a Jack,
quien seguía mirando a la ventana, para que prestara atención a la mujer con el
revólver que les apuntaba.
- Es un delito hacerse pasar por
agentes del gobierno. Caminen en reversa.
- Si hacemos eso el francotirador
nos matará.- Explicó calmadamente doc Wild. Respiró profundo y miró a su
alrededor, prestando atención a los detalles. Notó la decoloración en el cuarto
dedo, típica de las argollas de matrimonio, y un anillo de bodas más pequeño.
Su bolso, aunque era de buena marca, contenía crayolas y colores de niños.
Tenía la camisa arrugada como si no hubiese sido planchada en varios días y su
colonia era un Chanel artificial.- Francis, piensa en lo que haces. Estás en tu
segundo matrimonio, no está funcionando porque tus hijos no lo aceptan, y
trabajas como loca para mantener a ese vago y a tus niños, lo cual te aleja de
ellos cada vez más. Tienes libros de leyes entre tus papeles, así que asumo que
estudias otra carrera aunque por lo pronto la corporación Sunlight es todo para
ti. Tu nuevo esposo no te deja estudiar en casa, por eso lo haces aquí, pero
tienes poco tiempo para hacerlo y por eso están casi nuevos, aunque ya es junio
y deberías tener semestrales pronto. Te recomiendo Higgins y sus tres tomos de
historia de leyes, está más actualizado que el Richmond que la universidad te
sugirió. Eso leen los maestros antes de hacer las pruebas, pero no le dicen a
nadie. El segundo tomo es perfecto para el segundo semestre, ¿estás en el
segundo semestre Francis?
- Sí, de hecho sí lo estoy. No sé
si pueda pasarlo, Martin no me deja... Bueno, todo eso ya lo sabes.- Miró el
revólver y se dio cuenta que no quería ser parte de una conspiración criminal.
La dejó caer de su mano y se hundió en su sillón.
- Diles que te golpeamos, te
creerán. ¿Dónde está tu jefe?
- Peck viajó a la república de
Hidalgo esta mañana, sin avisarle a nadie. ¿Cómo supiste todo eso?
- Psicología básica. Solía
enloquecer a mis maestros con esos trucos de circo.
Salieron
del edificio eludiendo al francotirador y Suzy Q ya les tenía preparado el
vuelo hacia la pequeña nación a un costado de Panamá. Jack se figuraba que Peck
planeaba enviar algo a esa remota nación latinoamericana usando su empresa de
exportación, y hasta tenía cierta idea de lo que podía ser. Antes de aterrizar
en el aeropuerto internacional de Hidalgo, Marconi ya tenía la ubicación de las
bodegas de inmigración que Peck habría usado. Durante todo el vuelo Marconi
había estado ocupado en la radio, mandando mensajes cifrados a sus agentes y
actualizando la información que tenían a la mano. Ludia no pudo dormir durante
el viaje, pues estaba asombrada de la organización internacional clandestina
que nunca parecía detenerse. Entendió el ritmo acelerado, inclemente y
demencial al que los Wild estaban sujetos, siempre viajando de una aventura a
otra, rodeándose de espías que iban muriendo uno a uno.
La
bodega de inmigración en el puerto tenía los mismos estándares de seguridad que
el resto del país, y consistía básicamente en aburridos policías mal pagados
que no hacían otra cosa que cuidar la entrada, la llegada de los barcos y el
patrullaje en las amplias bodegas, separadas por mallas ciclónicas y el
eventual poste de astillada madera. Jack se infiltró por el agua, con su traje
completamente negro y su máscara de oxígeno miniatura. Ludia, mientras tanto,
se había disfrazado de chica fácil y flirteaba con los agentes del orden.
Mientras Jack evitaba a los policías en los muelles y escalaba la pared de
ladrillos al interior de la laberíntica bodega, podía escuchar la conversación
de Ludia por su radio-transmisor. Uno de los policías quería echarla, pero otro
apuntó que sería mejor mantenerla distraída hasta que llegara Tom Kretz por su
paquete. Los policías se confiaban en el pobre español de Ludia, pero Jack lo
hablaba con fluidez y adivinaba sus intenciones. Un Mercedes de lujo se acercó
a la entrada, uno de los policías confirmó que se trataba de Kretz y comentó su
gusto por las mujeres y el alcohol. Kretz, un hombre corpulento y calvo,
depositó un grueso fajo de billetes sobre el mostrador de la entrada y comentó
sobre la belleza de Ludia Katsu, quien seguía insistiendo que era una americana
divertida que buscaba emociones y no hablaba nada de español. Wild se asomó
entre las cajas apiladas y pudo ver una pesada caja con el logotipo de Sunlight
Corp., que cambió de manos. Kretz chasqueó los dedos y dos matones cargaron con
la caja. Kretz se quedó hablando con los policías, preguntando por la chica y
al detallar lo que planeaba hacer con ella Jack perdió toda concentración. No
escuchó al vigilante que se acercaba con su linterna hasta que le oyó
ladrándole órdenes.
- Tengo identificación.- Jack
sabía que no mentiría su salida, después de todo parecía una silueta negra con
abultado cabello rubio enrulado. La mentira, sin embargo, evitó que el guardia
sacara su pistola y empezara a disparar.
Jack
saltó al suelo, dándole una patada en la cara que lo desmayó. Los policías de
la entrada dispararon entre las cajas, pero también escuchó otras armas y supo
que los mercenarios de la Orden habían llegado con Tom Kretz. Usó su pistola de
balas de humo para desmayar a los policías y hacer una cortina de humo. Por los
gritos reconoció que Kretz se subía a su auto y Ludia saltaba sobre él,
rogándole que le salvara. Las balas de humo se agotaron contra los últimos
policías del puerto, y dos autos entraron a toda velocidad con mercenarios que
cargaban rifles automáticos. Jack se resignó a usar su automática y velozmente
cubrió mucha distancia hasta encontrar un buen lugar donde esconderse. Su
puntería había sido mejor que la de los campeones olímpicos hacía cinco años,
antes que huyera a Borneo para desaparecer del mundo, y contaba con que el
instinto siguiera allí. Disparó contra un poste, de modo que la bala rebotara y
matara al primer chofer. Midió el espacio entre las cajas detrás de las que se
escondía y sus enemigos para asomar el cañón de la pistola y medir los grados
de diferencia. Sin asomarse disparó cinco veces y todas dieron contra la
cabeza. Estaba por salir de su escondite cuando otro auto llegó a toda
velocidad y los mercenarios rápidamente le fueron rodeando.
Escuchó
una granada rebotando entre las cajas sobre él y saltó con todas sus fuerzas
hasta los cimientos de una grúa. El mercenario probó suerte de nuevo, pero ésta
vez Jack lo estaba esperando. Disparó contra la granada y mató a dos
mercenarios. Los faros de un inmenso camión de volteo iluminaron las bodegas y
el motor rugió de potencia con forme se acercaba. Pudo ver al conductor por
menos de un segundo, parecía portar un casco de motociclista. Mientras el
camión se subía a la banqueta y atravesaba la bodega, lanzando cajas a todas
partes, Jack aprovechó la distracción para defenderse de sus atacantes. En el
caos tres mercenarios, que habían sido heridos gravemente, se lanzaron contra
Wild en un huracán de golpes y patadas.
Doc
Wild, aunque estaba distraído por el extraño que se bajaba del camión, pudo
defenderse de los tres atacantes. Sus golpes eran cuidadosos, siempre buscando
los puntos débiles, siempre con la intención de incapacitar de manera rápida.
Atrapó un puño con su izquierda y con la derecha le golpeó la muñeca con tanta
fuerza que lo partió. Recibió una patada detrás de las rodillas, cayó hincado y
tomó la pierna del tobillo, mientras trataba de darle otra patada, y de un
golpe veloz le rompió la rodilla. El tercero usó un hacha de incendios, que Wild
pudo interceptar con una mano para soltar un golpe a la yugular que lo dejó
desmayado. Sin perder el ritmo se hizo del hacha y golpeó contra el hombre del
casco, pero resultó tan veloz como él. Sabiendo que Ludia estaba en peligro
inmediato Jack trató de terminar la pelea rápidamente, pero fue imposible.
El
extraño era igual de veloz y fuerte. Doc Wild consiguió arrancarle el casco y
darle un golpe a la quijada que habría tirado a cualquier otro. El golpe no
pareció dañar la piel, pero de inmediato se dio cuenta que había algo muy
extraño en ese rostro aparentemente neutral. Los golpes parecían correr la
piel, como si fuera una máscara. El extraño consiguió someterlo al suelo, pero
Jack lo tiró de una patada a la rodilla y de un desesperado zarpazo le arrancó
la máscara de piel falsa. El rostro estaba totalmente destruido por cicatrices,
el hombre había sufrido mucho en un incendio y hasta había perdido los párpados
y todo el cabello.
- Alva Moore.- Dijo Jack,
mientras se ponía de pie. Moore gruñó algo ininteligible, Jack sabía que el
fuego habría arruinado sus cuerdas vocales. Al decir su nombre, Susan y Edward
gritaron de terror y le prometieron asistencia inmediata. Jack Wild no quería
asistencia, quería matarlo ahí mismo. Había volado de Borneo hasta Hidalgo para
tener su venganza, y no planeaba fallar.
Las
emociones, sin embargo, le traicionaron de inmediato. Se lanzó como un demente,
forcejeando contra su saco y camisa. Al rasgar su camisa pudo ver su pecho
totalmente consumido por el incendio. Recordó el cadáver de su padre en su
funeral, cuando insistió en abrir el ataúd, y recordó su juramento de venganza
contra toda la Orden. No sabía entonces que Alva Moore había sobrevivido, y de
haberlo sabido le habría cazado hasta los confines de la Tierra. Alva había
sido diseñado, igual que su padre Ashford, y se conservaba en excelente forma.
Se separó de él de una patada, y en cuanto escuchó el helicóptero y el auto que
se acercaban a toda velocidad se echó a correr hacia el agua. Jack se lanzó
contra él, tacleándole antes que pudiera llegar al borde. Le tomó de un brazo y
le dio puñetazos contra el rostro mientras gritaba de rabia. Alva Moore
consiguió patearlo y lanzarse al agua cuando el reflector del helicóptero del
Ojo de Horus llegó a esa bodega.
- No lo digas.- Gritó Jack una y
otra vez mientras Edward Marconi bajaba del auto y el helicóptero aterrizaba.-
Ni siquiera lo digas.
- ¿Estás bien?- No esperaba que
dijera eso y le tomó por sorpresa. Creyó que le volvería a regañar por usar el
método de violencia frontal, pero el rostro equino de Marconi tenía una
consternación paternal.- ¿Necesitas asistencia médica?
- No.- Jack se dio cuenta que
sangraba de una herida en los labios y de un corte en la frente, pero no podía
sentir dolor.- Tenemos que encontrar a Ludia.
- Descuida lo haremos.- Jack
caminó en círculos, gritando improperios e insultándose. Lo había tenido en sus
manos, y lo había dejado escapar. Notó en el suelo, gracias al reflector del
helicóptero aterrizado, que Alva Moore había dejado detrás su pluma fuente y la
tomó casi por instinto.
- ¿Alguna idea?- Preguntó Susan.
- Ese tal Kretz es aficionado a
las fiestas, es un sujeto que gusta de lo que es caro y no pueden haber muchos
lugares en esta ciudad que cumplan con sus gustos. Probemos bares y
restaurantes de lujo, mientras más ilegal mejor. Usen el helicóptero para el
norte de la ciudad, yo iré al sur. Usen a todo personal disponible, ésta es
nuestro único objetivo esta noche. Eddie, Susan, vuelvan a la base, usen a sus
espías para encontrar las amantes de Tom Kretz, debe tener muchas y deben
conocer sus movimientos. Estamos en alerta roja hasta que encontremos a Ludia,
espero que el Ojo sea tan diligente como yo lo recuerdo.
Jack
había estado en Hidalgo varias veces antes, su padre había descubierto una
población indígena secreta que vivía en una ciudad de oro sólido, así como
asistido al gobierno para liberarse de más de un traidor. Sabía que el gobierno
de la república perdonaría el desastre en el puerto, ninguno de los policías
estaba herido de gravedad y la mayor parte de la destrucción había sido de la
Orden y sus mercenarios. Su padre le hacía memorizar mapas de todas las
ciudades que visitaba y recordaba un par de restaurantes de temible fama que
cada noche llamaba a la crema y nata de la sociedad. Tuvo suerte en el primero,
era un restaurante de dos pisos con una larga lista de espera y autos lujosos
estacionados en línea. No reconoció al de Kretz, pero sí a otro que había
estado con él pues conservaba el mismo tipo de fango en las llantas y la
salpicadera. Antes de entrar, vestido en su traje negro rasgado, con moretones
y cortes, escuchó una pelea en el piso superior. Una ventana estalló con el
cuerpo de un matón vestido de traje, que terminó sobre uno de los elegantes
coches. Un segundo matón salió volando, pistola en mano, para hacerle compañía.
Ludia se asomó y saludó sonriente a Jack. Se deslizó de un tubo del desagüe del
techo entre las atónitas miradas de los patrones y subió al auto de Jack para
alejarse rápidamente. Doc Wild le dijo de todo lo que había pasado y Ludia
revisó sus heridas con expresión de dolor.
- Tom Kretz es KGB.- Ludia soltó
la bomba mientras se encendía un cigarro y revisaba el bolso que había robado.
Jack detuvo el auto y le entregó todo lo de valor a un vagabundo, antes de
seguir manejando y escuchando su historia.- Como decía, es KGB. Hablo algo de
ruso y por lo que le dijo a su amigo, el primer pelmazo que lancé por la
ventana, planean algo muy grande con ayuda de William Peck. Tiene un escondite
en alguna parte de la ciudad, fue para allá. No me dejó acompañarle, al parecer
ya tenía a alguien. Moverán el paquete, pero no sé a dónde, ni qué pueda ser.
Su chica es una María algo, pero no sé si eso sirva.
- Moore sigue allá afuera, querrá
estar cerca de Kretz. Si encuentro al ruso, encuentro a Moore.
Jack
y Ludia apenas tuvieron tiempo de comer algo, bañarse y cambiarse. La red de
espías de Marconi ya tenía un nombre para ellos, María Núñez. La mujer había
sido acusada de espionaje para los rusos, durante su turbulenta estancia en
Panamá y tenía un departamento registrado a su nombre, además de una casa. Los
espías ya habían ido a la casa, y no había nadie, por lo que sólo quedaba el
departamento. Marconi no se cansaba de repetir, por el radio-transmisor, que la
mejor táctica era la de las operaciones secretas, en vez de los grandes
tiroteos. Susan trató de mediar las cosas con Jack, quien tenía la mente en un
lugar muy oscuro, y adornaba la súplica de Marconi, de que no hiciera nada
estúpido, con otras palabras. Jack y Ludia entraron por la puerta, tras violar
la cerradura con su gel especial. El cenicero aún despedía humo, así que no
podían haberse ido hacía mucho. Ludia encontró identificaciones falsas del
departamento de la tesorería de Estados Unidos, así como otras imitaciones de
menor calidad que habían sido quemadas parcialmente, y un boleto a Panamá. Jack
estaba prácticamente fuera del departamento, y en camino al aeropuerto, hasta
que Ludia Katsu le señaló la ventana. Tom Kretz y María Núñez discutían algo en
el largo callejón del edificio. Marconi volvió a suplicar que no hiciera nada
estúpido, pero era tarde. Con increíble fuerza levantó una silla de una pata y
la lanzó contra la ventana. Sin pensarlo dos veces se lanzó él después.
Recorrió
la distancia corriendo por la orilla de los edificios que formaban el callejón,
saltando de techo a techo con grandes impulsos. Los guardaespaldas de Kretz lo
tiraron detrás de botes de basura y empezaron a disparar contra él. Ludia había
bajado los tres pisos tan rápido como pudo y apareció por la puerta trasera
disparando contra los guardaespaldas. Núñez no se quedó a ver cómo terminaba el
tiroteo y corrió hasta un garaje que daba contra el callejón para arrancar el
auto de Kretz y salvarlo. Jack saltó de un techo a otro, hasta caer en el
suelo. Ludia había matado a casi todos los guardaespaldas y Jack usó su
revólver de alto impacto para atravesar el basurero detrás del cual se
escondían. El auto de Kretz estalló en una bola de fuego y la explosión mandó a
Jack contra la pared. Doc Wild se levantó atontado y pudo ver al ruso que
corría hasta la calle. Trató de correr hacia él cuando sintió el disparo en un
costado. Ludia gritó, ella corría detrás de él desde que su revólver se había
quedado sin balas, y al ver al francotirador ajustando sus miras se lanzó
contra la basura para evitar el disparo. Jack disparó hacia el techo de la
calle de enfrente, pero el asesino ya no estaba, como ya no estaba Kretz y su
misterioso paquete.
Jack
Wild despertó a la mañana siguiente en una tina cubierto en un gel rojizo que
ardía en cada poro de su piel. Sabía que las propiedades curativas eran
inestimables, podía cicatrizar todas sus heridas en cuestión de horas, así como
acelerar el proceso para desaparecer los moretones y desinfectar todas las
heridas. Ludia no se había separado de su lado y le explicó que la bala había
atravesado su cuerpo sin dañar gravemente ningún órgano. Marconi y Suzy Q
aparecieron poco después, le explicaron que Ludia había conseguido alejarlo del
peligro y ahora estaba en la mansión del Ojo de Horus en Hidalgo.
- Lo importante es que estás
bien.- Marconi interrumpió las quejas de doc Wild, seguía sin perdonarse sus
fracasos.- Nuestros espías confirman que el departamento fue vaciado, Kretz y
el paquete ya debe estar en Panamá.
- Notificamos al departamento de
la Tesorería en Panamá,- Continuó Susan Quertz.- sobre la identificación falsa
y la conjura de la KGB. Parece ser que habrá un congreso internacional sobre
tesorería y hacienda que marcará la mudanza de la imprenta de dólares que
tienen en la capital.
- Los artistas plásticos...- Jack
miró al techo y sonrió. Todo ese entrenamiento en pensamiento lateral le había
servido bien.- Trabajaban con metales. Creo que hicieron placas para imprimir
dólares. Peck las vende a la KGB, ellos se encargan de hacer el intercambio
antes que las placas de Panamá sean mudadas. El gobierno tardará meses en darse
cuenta, para entonces la Unión Soviética ya habría impreso millones de dólares.
Sin
tiempo que perder viajaron a Panamá ese mismo día. El cuartel general del Ojo
de Horus se encontraba en un amplio departamento en lo que antes había sido una
fábrica a la orilla del inmenso río que parte en dos a la ciudad. Marconi ya
había puesto sobre aviso al gobierno, pero Wild sabía que eso no los detendría.
A lo largo de los siglos la Orden había causado los desastres más terribles y
las guerras más crueles, y habían aprendido muchos trucos con el paso de los
años. Un agente de la tesorería le dio a Jack y a Ludia el tour del edificio
donde tendrían al congreso. En la planta baja, resguardada por soldados, se
encontraba un sótano de gruesas paredes de hormigón. En su interior había una
inmensa imprenta, parcialmente desarmada y envuelta en plástico y tiras de plástico
para ser trasladada, además de pesadas cajas con placas para imprimir billetes
aseguradas con varios candados, así como una pequeña montaña de tinta en tambos
negros y una colina de papel para hacer billetes. Doc Wild les advirtió que
sería difícil descubrir al agente falso durante el bullicioso congreso, sus
identificaciones falsas serían de la mejor calidad.
- Sabemos cuándo atacará el
enemigo y conocemos su objetivo. Descuide, doc Wild, detendremos esta
conspiración antes que se salga de control.- Dijo el agente mientras salían del
bellísimo edificio de monedas, de estilo colonial español con decoraciones
doradas. Jack Wild vestía de caquis y chamarra de aviador, y desentonaba con
todos los agentes de traje, y no solamente por su ropa, sino por su piel
tostada por el sol, casi dorada, y por su largo cabello enchinado y rubio.- Y
si me permite decirlo doc, es usted la viva imagen de su padre. Doc Wild, el
hombre de oro bien podría ser usted. Ese Ashton Wild realizó un gran servicio a
su patria.
Se
despidieron del agente y mientras cruzaban la plaza Jack pudo ver al
francotirador por el rabillo del ojo, estaba de pie apoyado contra un taxi y
tomando nota. Con apenas una seña a Ludia Jack coordinó el ataque. El
francotirador parecía sorprendido de verles y rápidamente subió al taxi. El
vehículo encendió la marcha y comenzó a alejarse mientras que Ludia robaba una
motocicleta con su navaja de confianza y les perseguía a toda velocidad. Doc
Wild avanzó sobre los autos estacionados y saltó sobre un camión para acercarse
al taxi. El taxista no pudo evadir el tráfico diurno y pronto quedó atorado.
Antes que el francotirador pudiera salir del vehículo Ludia frenó a un lado del
taxi, abrió la puerta y saltó sobre él para tomarlo de su chaqueta. Jack saltó
hasta la calle y lo arrinconó con un duro golpe a la quijada que lo metió al
taxi. Le ordenaron al taxista que acelerara, pero el conductor era parte de la
trampa. Una ventana de plástico separó a los tripulantes y un gas paralizador llenó
la cabina desde el techo y el suelo. Ludia y Jack se desmayaron de inmediato.
Jack
Wild despertó con las manos atadas a su espalda y sintiéndose más ligero, todas
sus armas y aparatos ya no estaban, ni siquiera el radio-transmisor en sus
oídos. Aunque el lugar estaba a oscuras podía sentir el piso de rejilla
metálica, la pared de acero y escuchaba pasos con ecos y el distintivo sonido
de mecanismos de escotillas. Sabía que estaba en un submarino, pero no sabía
dónde estaba Ludia Katsu, ni cuánto tiempo tenía. Empezó a forcejear contra las
amarras mientras se ponía de pie, la cuerda estaba atada a un tubo en el piso y
mientras más tiraba, más cerrado se hacía el nudo. La escotilla se abrió y la
luz de las rojas lámparas iluminaron a Tom Kretz y a Ludia Katsu. No necesitaba
escucharlo para saber sus intenciones. Tenía agarrada a la oriental de un
brazo, con una automática enterrada entre sus costillas. Doc Wild se sentó en
el suelo, para evitar cerrar aún más el nudo, y siguió abriendo espacio para
liberar sus manos. Kretz le ordenó que entregara las placas falsas e hiciera el
cambio él mismo. Doc Wild, el hombre de oro, sonrió divertido y mantuvo
contacto visual con ella para tranquilizar a Ludia.
- Ese es el plan más estúpido del
mundo. El instante en que alguien desate mis manos yo liberaré a Ludia y te
torturaré hasta que me digas dónde está Alva Moore.- Kretz estalló en
carcajadas y afirmó con la cabeza.
- Es cierto, es cierto.
Técnicamente no serás tú. La Orden tiene planes más dolorosos contigo.
- Mi nombre es Jack Wild.- La voz
era idéntica a la suya. Un hombre apareció detrás de Kretz con una máscara
idéntica al rostro de Wild y señalando un modulador de voz en la garganta.-
Hice buenos amigos en la secretaría de la tesorería y no me detendrán cuando
quiera revisar las placas yo mismo.
- Moore....- Wild emitió un
gruñido gutural, casi animal. Flexionó sus impresionantes músculos, rasgando la
piel en sus muñecas mientras forcejeaba contra las amarras con un esfuerzo
titánico.
- Kretz,
vete ahora.- Dijo Moore.- Llévate a la chica por si acaso.
- No es lo único que me llevaré,
tengo una segunda lancha con hombres de confianza. Ven conmigo Alva, terminemos
con esto.
- Adelántate, quiero matar al
hijo del gran Ashton Wild.
Ludia
gritó mientras Kretz la arrastraba del cabello y todo el submarino parecía
estar en un violento desorden. Había pasos que iban y venían, órdenes gritadas
y el submarino mismo se inclinó hacia arriba mientras llegaba a la superficie.
Alva Moore, disfrazado como él hasta el último detalle, se rodeó de fornidos
marinos armados y ordenó su ejecución. Doc Wild ya había liberado sus manos, y
ahora buscaba algo parecido a un arma. La soga que ataba a sus manos estaba
amarrada a un tubo que corría por el piso, la inscripción en ruso que pudo leer
cuando la puerta se abrió y la bañó de rojiza luz indicaba que era vapor. Se
colocó en cuclillas, con las manos aferradas a la soga y de un esfuerzo se puso
de pie y la soga partió la tubería de gas en una conexión. La distracción fue
suficiente para desmatar a los tres soldados que habían entrado. Avanzó como un
tigre hacia Alva Moore, quien caminaba en reversa. Jack se dio cuenta que era
una trampa cuando sintió la golpiza con pesadas llaves inglesas de los marinos
de la Orden que le estaban esperando. Desarmó a un marino y, mientras se
lanzaba al suelo y rodeaba lejos de los golpes, lanzó la llave inglesa contra
el foco rojo en una pared lateral, reduciendo todo a tinieblas.
Cruzando
el estrecho pasillo, e inutilizando a los marinos, persiguió a Alva Moore hacia
una sala de máquinas. El profesor Moore trataba de escapar subiendo por una
escalera de mano, y aunque la patada que le dio en la quijada fue muy dolorosa,
la sed de venganza de Wild era incontenible. Lo lanzó de las escaleras contra
una máquina y le golpeó en un costado con tanta fuerza que casi lo deja
inconsciente. Resistió los golpes de Moore y pudo predecirlos sin problemas,
pero Moore no estaba solo. Un marino lo tacleó contra la mesa donde habían
depositado todos los artículos que le habían despojado. La mesa salió volando y
los marinos siguieron apilándose mientras Moore escapaba por la escalera hasta
la escotilla superior.
Jack
lo escuchó abriendo la escotilla y lanzando órdenes a la lancha que le esperaba
con una voz idéntica a la suya. Cargando con tres marinos de la Orden que se
habían apilado sobre él logró dar unos pasos más antes de caer de rodillas.
Recogió sus radio-transmisores del suelo y se los colocó en los oídos. Escuchó
a un marino preparar su revólver y ágilmente se deshizo de los marinos sobre
él, haciéndole tropezar. Eso no los detendría para siempre, sabía que en cuanto
estuviera lejos de sus atacantes los marinos armados dispararían. Se lanzó de
espaldas al suelo, su mano cayendo sobre el disruptor sónico y jaló el gatillo
un segundo antes que los marinos que llevaban armas. El ruido, agudo y
penetrante, escapó del cañón y el golpe sónico lanzó a los marinos contra la
pared. El eco siguió rebotando, sin encontrar una salida y todos los cristales
del submarino se reventaron al unísono. Los medidores y paneles de control
estallaron, y el eco sólo hacía más potente el ruido del disruptor, desmayando
a los marinos que no estaban preparados.
Jack
recogió sus cosas y subió por la escalera de mano hasta el piso superior, donde
los operarios yacían inconscientes con sangre emanando de sus oídos. Usando el
telescopio pudo medir la distancia hacia las lanchas que habían estado
esperando a Kretz y a Moore. No pudo ver la lancha de Moore, sin duda escondida
entre los barcos del río de Panamá, pero sí pudo ver a Ludia Katsu forcejando
con los maleantes del soviético Tom Kretz. Doc Wild había aprendido a pilotear
submarinos diez veces más grande que ese, y pudo hacer el trabajo de diez
operarios con sus dos manos. Su padre le había hecho practicar con un viejo
submarino ruidoso para entrar a aguas territoriales rusas sin ser detectado.
Sumergió el submarino diez metros, para no golpear ninguno de los barcos que
pasaban por el canal de Panamá, y avanzó a toda potencia. Los medidores aún
funcionaban, al menos algunos, y se guió por instinto calculando
matemáticamente la velocidad de las lanchas enemigas, su propia velocidad y la
distancia de los barcos que había visto en el periscopio. A toda prisa preparó
un torpedo para el único cañón del pequeño submarino y midió la distancia
faltante a sus enemigos usando el periscopio. La lancha de Kretz estaba
llegando a su destino, un pequeño puerto. Disparó el torpedo hacia una lancha y
luego hizo emerger al submarino con tanta fuerza que saltó del agua como una
ballena mecánica y aplastó la lancha que llevaba al francotirador que había
tratado de matarle. Subió por la escalera de mano hasta la escotilla y no tuvo
tiempo para notar a todos los marinos, y transeúntes, que le miraban
sorprendidos. Nunca habían visto a un submarino en el canal de Panamá usando un
torpedo para volar una lancha repleta de mercenarios y que después emergía para
aplastar a otra lancha. Saltó hacia el muelle y disparó contra el auto al que K retz se subía con su revólver de alta
potencia. El ruso empujó fuera a Ludia Katsu, acostado contra el asiento para
evitar las balas que atravesaban sus protecciones anti-balas.
- Cuidado, Kretz dijo que estallaría
si la tocabas.- Ludia cargaba un chaleco con explosivos plásticos y una maraña
de cables. Rápidamente describió la bomba a detalle, para que Marconi y Quertz
pudieran identificar el tipo y ofrecer una solución.
- Nuestro experto en bombas está
revisando entre sus manuales, espera un segundo.
- No tengo un segundo.- Dijo doc
Wild mientras revisaba el contador, escondido detrás de la maraña de cables,
que le faltaba poco por acercarse a cero.
- ¿Jack?- Ludia estaba nerviosa y
podía verse en su mirada, pero también estaba preocupada por las patrullas que
se acercaban a toda velocidad.- Creo que tu truco con el submarino nos ha hecho
muy populares.
- El Ojo se encargará de eso,
descuida.- El experto en bombas no tenía idea de qué hacer. Era un explosivo
plástico experimental que parecía conectado a un mecanismo de reloj, además de
un gatillo de mercurio, una gotita en un envase de cristal que haría puente en
cuanto el chaleco se moviera demasiado.
Jack
cortó el chaleco por la tela y cuidadosamente se lo quitó a Ludia. La policía
no entendió el gesto y le cercaron apuntándole con nerviosos pulsos. Marconi le
suplicaba que no hiciera nada estúpido, pero Jack no tenía idea de qué sería
estúpido en esa situación. Mientras el segundero se acercaba a cero lanzó la
bomba al agua, a un lado del submarino y la explosión levantó cientos de
galones de agua. Los marinos escapaban del submarino con dolores de cabeza y
oídos sangrantes, la explosión había causado un enorme agujero en la nave. En
la distracción Ludia se hizo de las bombas de humo de Jack y antes que la
cortina de denso humo negro pudiera despejarse, ellos dos ya estaban muy lejos.
Kretz
y Moore se habían ganado algo de espacio, pero Wild sabía adónde se dirigían.
Ludia intentó entrar al Congreso, pero la policía no podía dejarla pasar sin
identificación, ella fingió ser la biógrafa de Jack Wild y amablemente le
explicaron que el doctor Wild ya había llegado y estaba muy ocupado en una
misión internacional. Jack rodeó el edificio y desmayó a dos guardias con balas
de humo. Usó su rifle compacto de aire comprimido para disparar una flecha de
metal para que se aferrara de una terraza, que estaba unida a una cuerda de
acero. Jack subió hasta la terraza y entró al edificio por el tercer piso
violando el seguro de un amplio ventanal. Sin hacer ruido rodeó las salas
preparadas para el congreso, confundiéndose entre los cientos de invitados, y
accedió a una escalera de servicio. Desmayó a otros dos policías con sus balas
de humo y llegó a un área de servicio que daba a un acceso secundario del
sótano. Tom Kretz subía por esas escaleras cargando un pesado maletín y sin
perder tiempo disparó contra él. La policía fue alertada por los disparos y
casi dejan pasar a Kretz, con falsas identificaciones de la tesorería, de no
ser por Ludia Katsu. La habilidosa ladrona había robado el pase de prensa de
una reportera filipina que se parecía a ella y en cuanto vio a Tom Kretz salir
por las puertas de servicio hacia la sala principal, donde los asustados
invitados corrían para todas partes, lanzó sus cuchillos. Dos le dieron en el
brazo izquierdo, obligándole a tirar el maletín, otra le dio en la mano derecha
haciéndole tirar la pistola y las últimas dos le clavaron los pies al suelo,
por venganza personal.
- ¡No se mueva!- La policía rodeó
a Ludia, pero Jack les convenció de dejarla a ir.
- Las placas verdaderas.- Jack
abrió el maletín y tiró sus contenidos al suelo, mientras un grupo de
paramédicos cuidadosamente le quitaban los cuchillos de los zapatos.
- Le dejamos pasar cuando llegó
con usted.- Explicó el agente de tesorería con el que había hablado en la
mañana.- Claro que se vestía distinto que usted, y supongo que no era usted.
- Supone bien. Será mejor que
revisen todo, sólo por si acaso.- La policía y los agentes americanos fueron
evacuando el edificio, revisando a los invitados uno por uno, así como
inspeccionando cada centímetro del edificio.
- ¿Moore?- Preguntó Susan cuando
llegó con Eddie Marconi.
- Ni una pista.- Dijo Jack, con
resentimiento.
- Estaban avisados, la única
persona en la que confiaban eres tú, y ese profesor Moore se disfraza para
parecer tu doble. Es un buen plan.- Dijo Ludia, hipnotizada con las filas de
enojados y asustados invitados que eran procesados. La policía, por sugerencia
de Marconi, revisaba que sus rostros no fueran máscaras, pero hasta el momento
Alva Moore seguía desaparecido.- ¿Cómo harán para que todo esto se olvide? Me
refiero al submarino y la bomba, y esto...
- El Ojo de Horus tiene muchos
amigos en el gobierno de Estados Unidos. En un mes nadie se acordará nada. Dos
lanchas estallaron por pésimo mantenimiento, y en cuanto al submarino ahora
está en el fondo del canal y será retirado por nuestros submarinos.- Explicó
Marconi.
- ¿Nada?- Susan tomó al agente
federal de la manga de su saco.
- No, nada aún. Todo parece en
orden. No cometeremos más errores, por eso ya estamos transportando todo.
Mientras más rápido llegue a América, mejor para mis nervios.
- ¿Revisaron a todos los agentes
de tesorería?- Preguntó Jack.
- Lo primero que hice en cuanto
tu amiguita clavó a ese ruso al suelo. No sólo sus identificaciones, me aseguré
que todos le conociéramos de vista, respondieron preguntas que sólo ellos
sabrían y revisamos para ver si no usaban máscaras.
- Ustedes no tienen camiones
esperando en la banqueta, imagino que trajeron más camiones para cargar con la
imprenta, la tinta, el papel y las placas. ¿Correcto?
- Correcto, ¿y eso qué?
- ¿Y los revisaron a ellos?
El
agente dudó por un instante, y eso fue todo lo que doc Wild necesitaba. Todas
las puertas estaban llenas de gente, así que lanzó una pesada mesa como si no
pesara nada contra un ventanal y saltó a la calle como una máquina acelerada al
máximo. Ludia le siguió corriendo mientras Jack se hacía de una motocicleta de
la policía. Avanzó a toda velocidad con Ludia Kastu sentada detrás de él y se
dirigió al aeropuerto evitando el tráfico a toda velocidad. Su mente era capaz
de formar mapas topográficos y calcular las probabilidades del tráfico en
segundos. Esquivó coches y camiones con precisión matemática mientras jalaba
del acelerador con los nudillos blancos. El camión militar, con la insignia de
la secretaría de la tesorería de Estados Unidos, ya estaba entrando a la zona
prohibida del aeropuerto de Panamá cuando ellos doblaron por la extensa avenida
a toda velocidad. Los soldados panameños trataron de disuadirle, mostrándole
sus rifles y ordenándole que frenara. Jack disparó su disruptor sónico y la ola
de sonido los lanzó por los aires, desmayándoles.
Los
agentes de tesorería dispararon en cuenta le vieron entrar. Pudo reconocer a
varios, eran matones de Tom Kretz. Ludia saltó y rodó para esconderse detrás de
cajas y Jack se deslizó con todo y motocicleta para taclear a un falso agente y
cubrirse detrás de un auto. El avión militar ya estaba siendo cargado y los
motores se encendieron. Los agentes falsos dispararon sus armas automáticas
mientras ordenaban al piloto que se elevara. Uno de los agentes era William
Peck, quien estaba escondido detrás de grandes cajas de madera para evitar los
disparos de Ludia Katsu. Jack Wild disparó su revólver de alta potencia contra
los dos motores del ala derecha hasta inutilizarlos y quedarse sin balas. Peck
le miró con una mezcla de odio y de terror, ahora no tenía con qué escaparse.
Jack usó su disruptor otro par de veces, hasta que se agotó la batería.
Los
falsos agentes bajaron del avión y atacaron a Ludia rodeándole por todos los
flancos. La oriental fingió que estaba herida, para luego levantarse del suelo
con la escopeta de uno de los agentes y disparó contra los enemigos que
trataban de hacerle lo mismo a Jack. Marconi y Suzy Q llegaron en un auto a
toda velocidad y para ayudarles. Doc Wild ya estaba subiendo al avión y
peleando con William Peck. El millonario sabía defenderse, bloqueaba sus golpes
a la velocidad de un relámpago y arremetía con golpes a sus puntos nerviosos.
Doc Wild fue lanzado contra la pared y se dejó ahorcar por William Peck para
golpearlo con las palmas contra los lados de la cabeza. Hundió sus pulgares en
sus cuencas oculares y cuando William Peck retrocedió unos pasos, le arrancó la
máscara de piel sintética para revelar un rostro completamente herido por un
incendio. Marconi, Ludia y Susy Q emitieron gritos ahogados de sorpresa,
William Peck era Alva Moore todo ese tiempo y ni lo habían adivinado. Jack lo
pateó en una rodilla, haciéndole caer hincado, tomó una barra de encima de una
de las cajas y lo golpeó en la cabeza. Moore cayó de espaldas, detrás de cajas
marcadas con el sello del gobierno de Estados Unidos, y Jack gritó a todo
pulmón antes de enterrar esa barra con todas sus fuerzas. Los que le observaban
quedaron mudos y fijos en su lugar como estatuas. Jack Wild se bajó del avión,
sangrando de sus heridas y respirando cansadamente.
- Me acaban de avisar.- Dijo
Marconi, con un dedo en su radio-transmisor.- William Peck fue encontrado
muerto cerca de aquí. Alva Moore se habría salido con la suya.
- Te prometimos que te
ayudaríamos a encontrar al asesino de tu padre Jack, y ahora que cumpliste tu
venganza, ¿te quedarás con nosotros?- Jack escuchó distraídamente, rascándose
la cabeza de abultado cabello rubio y revisando sus heridas en el cráneo. Un
golpe de llave inglesa le había dado justo en la cabeza y sabía que muy pronto
sufriría una espantosa migraña mientras su cerebro se inflamaba.
- ¿Jack?- Ahora fue Ludia quien
preguntó. Había sobrevivido mucho peligro en los últimos días, pero no tenía
miedo por eso. Temía por su Jack, pues sabía que su corazón podía llevarle a su
propia destrucción. Jack se sentó un momento contra el capó de un auto repleto
de agujeros de balas y suspiró cansado, su mirada viendo hacia la nada. Ludia
conocía esa rutina, quería decir que no quería hablar del asunto, así que
decidió ayudarle y cambiar de tema.- Hay algo que no entiendo Jack, ¿qué te
hizo sospechar del traslado? Ya teníamos a Kretz, con las manos en la masa, y
el gobierno de Estados Unidos sin duda destruiría las placas al tocar suelo
nacional para evitar la sorpresa de toparse con las falsas.
- ¿Recuerdas esas muertes por
ataque al corazón? El vecino chismoso de Kun Yuki, Richard Waters, Julian West,
esa pareja de casados... ¿Qué crees que les unía?
- ¿Sunlight?
- El correo, el robo de papelería
de oficina del que nos habló Francis antes de amenazarnos con la muerte. Cartas
de la corporación Sunlight, como esa que leíste felicitando de la beca. La
tinta estaba envenenada, ese era el verdadero objetivo. Las placas eran la
distracción, querían envenenar la tinta que serviría para imprimir los billetes.
- Es
terrible.- Dijo
Marconi.- No lo habríamos visto sin ti. Alva Moore aún así podría culpar a los
soviéticos de envenenar miles de billetes y matar a millones. Él fue eliminando
el rastro que conducía hacia él con ese mismo veneno.
- La bomba en el auto de Kretz,
ahí me di cuenta. La pluma que dejó caer en el puerto de Hidalgo fue la última
pieza del rompecabezas. Moore no limpiaba su propio rastro, porque no era
suyo.- Jack Wild se dio media vuelta y los encaró a todos.- El Ojo de Horus es
el traidor en este juego. Las muertes por envenenamiento apuntaban todas al
complot de la tinta, pero ustedes siempre me guiaron hacia las placas. Trató de
matar al artista japonés, accidentalmente matando al vecino chismoso que revisó
sus cartas. El francotirador fue después, idea del Ojo, de ustedes, para
insistir en el rastro de las identificaciones falsas. Tú diste con María Núñez,
te aseguraste que siguiera las pistas hasta Panamá teniendo el boleto ahí, y
las identificaciones falsas de la secretaría de la tesorería.
- Jack, prácticamente te crié.
Entiendo que fui un poco duro, pero no tiene sentido lo que dices. La Orden
ha...- Marconi se dio cuenta que no lo convencía. En cuanto Jack metió la mano
a su chaqueta él sacó su automática y tomó a Ludia Katsu como rehén.
- Suéltame.- Ludia forcejeó, pero
Marconi le tenía neutralizada jalando su brazo por su espalda y con el cañón de
la pistola en el cuello.- ¿Por qué no podían haberlo dejado en Borneo? Debían
haber sospechado que se daría cuenta.
- No,- Explicó Jack, mientras
lentamente sacaba algo de su bolsillo interno.- sabían que estaría demasiado
cegado por la promesa de la venganza que no prestaría atención a nada más.
Tenía que matar a Moore, antes que él arruinara sus planes.
- Suelta lo que tengas Jack, la
mataré.
- Lo han estado tratando de hacer
desde que la conocieron.- Jack abrió la palma y mostró la pluma fuente que
Moore había dejado caer en el puerto de Hidalgo.
Ludia
Katsu atrapó la pluma en el aire y jalando la pequeña palanquita hizo que la
pluma escupiera su tinta contra el rostro de Edward Marconi. La tinta estaba
envenenada y Marconi sufrió un ataque al corazón tan fuerte que le hizo
convulsionarse. Ludia tomó su arma y saltó por encima del capó del auto para
protegerse. Los agentes del Ojo de Horus abrieron fuego, pero Jack tenía un as
bajo la manga. Moore salió de entre las cajas en el avión y disparó con una
excepcional puntería. Recibió un disparo en el estómago, pero consiguió
regresarle el favor a Susan Quertz en el mismo lugar. Moore salió del avión con
pasos vacilantes y Jack corrió para sostenerlo antes que cayera de bruces en la
rampa del avión. Ludia se acercó corriendo, sin entender la expresión de Jack.
- Papá...- Ludia empalideció y
miró a Jack Wild que tenía los ojos repletos de lágrimas.- Contaban con mi odio
a Alva Moore, querían que lo matara porque soy el único que podría haberlo
hecho, y porque sabían que él no mataría a su propio hijo. Me salvaste la vida
en esa bodega y me diste esa pluma. Yo sabía que el Alva Moore del submarino
era falso, tenía que ser William Peck porque no peleaba igual.
- No me habrías creído si te lo
decía en Hidalgo.- Dijo Ashford Wild en un hilillo de gutural voz.- No podía
decirte antes porque el Ojo te habría asesinado si sabías la verdad. Alva Moore
me dijo muchas cosas antes que jalara el gatillo. Él estaba harto de la Orden,
y de su complicidad con el Ojo de Horus. Se salió de control hijo, como mi vida
y la de Alva. Mis pocos amigos cambiaron los cuerpos en la morgue, me salvaron
en un hospital en Europa. Estaba consumido por la venganza. Hice cosas
terribles, rompí mi juramento varias veces y me avergüenza que me veas así
Jack.
- No digas eso, eres mi padre.-
Jack lo abrazó con todas sus fuerzas y su padre le dedicó un último abrazo.
- Esperé mi momento, tardé cinco
años haciéndome de aliados peligrosos con dinero que había estado escondiendo
por años. Por favor Jack, perdóname. Me consumió algo oscuro y terrible, mi
imagen en el espejo. Me convertí en un monstruo para destruir al Ojo de Horus,
y a la Orden, y a todos ellos. Destruir todo este mundo oculto que rige los
destinos de naciones como si fueran juegos de azar. Prométeme que harás lo
correcto, y prométeme que me perdonarás.
- Lo prometo papá, lo prometo.-
Jack abrazó más fuerte, pero su padre le dejó ir. Estaba muerto.
- Vamos Jack, tu padre murió.-
Ludia consoló a doc Wild y él emitió un grito desde el fondo de su corazón tan
potente y conmovedor que resonó por todo el aeropuerto y erizó la piel de Ludia
llevándola hasta las lágrimas. Con un gruñido se puso de pie, alejó a Ludia y
se acercó a Susan Quertz con pistola en mano. Había sido disparada en el
estómago y se había estado arrastrando por el suelo hacia ellos.
- Adelante Jack, haz lo mismo que
él, condena tu alma para siempre y sacia tu venganza. Mátame.
- Fuiste como mi madre por tantos
años Susan, Dios mío, ¿por qué lo hicieron?
- Hemos estado en contubernio con
la Orden por muchísimos años. ¿Qué son las naciones invisibles cuando lo único
que importa ahora es el dinero y no las viejas ideologías liberales?
- La tinta...
- Peck descubrió la fórmula a
través de sus ingenieros químicos. Un veneno que puede usarse en tinta para
papel moneda, y que podría soltar su toxina a lo largo de semanas o meses.
Tardarían meses en relacionar la fuente de la epidemia con los billetes. El miedo
colapsaría la economía, la gente quemaría sus billetes por miedo y los bancos
no se darían abasto por la demanda. Los soviéticos serían culpados y atacarían
con todas sus fuerzas. El balance de la guerra cambiaría por completo, y el Ojo
de Horus haría otra revolución americana. ¿No lo entiendes Jack, podemos salvar
a este país, regresarlo a sus raíces?
- ¿Matando gente inocente?
- No seas ingenuo, toda
revolución tiene sus víctimas. El Ojo, la Orden, todos nosotros Jack, nosotros
somos los forjadores de naciones.
- No, ustedes son asesinos en
masa.
- Termínalo Jack, siempre fuiste
más fuerte que tú padre, te diseñamos así. Ahora jala ese gatillo y termínalo
de una vez.- Jack jaló el martillo y gritó a todo pulmón. La recordaba
correteándole cuando era un niño, curando sus heridas, enseñándole a cocinar,
contándole cuentos en la noche sobre las aventuras de su padre y luego la
recordó mintiéndole sobre Alva Moore, sobre el Ojo, sobre todo lo que Jack
creía saber sobre el mundo.
- No, no mereces esa clase de
perdón.
- Ya lo destruiste todo, y en
cierto sentido estoy orgulloso de ti.- Dijo Susan, mientras escupía sangre.-
Regresa a Borneo, cásate con Ludia, ella es una buena mujer.
- No regresaremos a Borneo.
Tomaré lo que es mío, mi herencia. Voy a rehacer el Ojo de Horus, lo voy a
limpiar y terminaré con estas malditas guerras secretas que han estado dando de
vueltas por siglos. Lo sacaré a la luz, lo sacaré todo. Ya me cansé de
ocultarme. Lo haré a mi manera.
- Y yo le voy a ayudar.- Dijo
Ludia mientras Susan se atragantaba con la sangre y moría. Jack la besó
apasionadamente y ella devolvió esa pasión. Había visto morir a su padre y a
los hombres que le habían criado desde que era un infante, pero podía sentir en
la energía de sus brazos una máquina indetenible e invencible que no se
detendría nunca. Ludia se dio cuenta que estaba perdidamente enamorada de él,
no por su dinero, su fuerza o intelecto, sino por esa fuerza interior que le
ayudaba a hacer lo correcto.
- Las sirenas están muy cerca.
Será mejor irnos de aquí.- Dijo Jack, con la mirada fija en su padre.- No puedo
llevármelo, pero lo enterrarán en una fosa común.
- Vamos Jack, no es la primera
vez que tú y yo robamos un cementerio. Tendremos mucho que explicar si nos
quedamos aquí.- Ludia entró al auto y forzó la marcha mientras Jack se despedía
de su padre por última vez y se subía.
- Tendremos mucho que explicar
cuando muestre todos los papeles del Ojo de Horus al mundo. ¿Sabes una cosa
Ludia? Creo que ya llegué a casa.
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