Con el peso del pasado
Por: Juan Sebastián Ohem
Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
Winston
Fredericks está rojo. Tiene los ojos de una fiera. Sus manos descansan sobre
una montaña de documentos y expedientes. No es la primera vez. Trató de
acorralarme hace seis años, por el homicidio de Terry y Daisy Kinnley. La
pareja había matado a su hijo adoptivo en una disputa. No había suficiente
evidencia. Estaban muy seguros de sí mismos. Lo suficiente como para decírmelo
en la cara. Ese fue su último error. Winston sabía que fui yo. Lo sabía con
certeza metafísica. Me libré por falta de evidencias y por la honorable
intervención de Bosch, el jefe de detectives. Ahora me tiene de nuevo, al menos
eso cree. Habla de Herbert Hill como si hubiese sido un santo. Mató a una
prostituta a golpes, torturó a la hija pequeña de la prosti y mató al padrote.
Hill no era un santo. Yo tampoco. Fredericks le trata de demostrar a la
comisión investigadora que traté de extorsionar a Hill, que accedió y más tarde
el remordimiento lo llevó al suicidio. Fredericks me mira como un niño
hambriento a una hamburguesa, pero ésta vez él está equivocado. No que importe,
la verdad no tiene nada que ver en esto. Pise demasiados pies. Alguien me
quiere rostizado. Puedo oler mi carne quemada mientras los tres investigadores
dan sus últimas opiniones. La diminuta silla de madera es más incómoda que una
celda. Las luces sobre mí me hacen sudar. Cuando finalmente termina la sesión
del día, estoy cansado y frustrado.
Una
cacería de brujas. Mi abogado se lo tomaba en serio. Ese fue su error. Lo
despedí cuando insinuó traer un polígrafo. A Winston le encantaría saber más
sobre mi pasado. Afortunadamente para mí hay partes de mi pasado que coinciden
con el pasado de gente importante. Mi cochinero es el suyo. Ahora entiendo a
Vinnie Paranoias, el teniente frío y analítico que se preocupa más por la
política que por los casos en los que trabajamos. Winston se despide con un
caballo de Troya “Bosch está cansado de ti, dinosaurio, él ya no te protegerá”.
Lo miro de arriba para abajo y acaricio mi pistola, le hago saber que soy peor
de lo que piensa pero mejor de lo que desearía.
- Larry, tenemos algo.- Felton se acariciaba el lugar
donde había estado su bigote.
- Y yo que quería descansar un momento.
- Vamos viejo, puedes descansar en el auto.
- Tu refinado sentido del humor.- Lo detengo con un
gesto.- Martin creo que todavía tienes un bigote de leche.
- ¿Aquí?- Se señala consternado. Me parto de la risa
mientras le quito las llaves del auto.
El
vecino llamó a la policía al ver que el enorme rottweiler del vecino estaba
suelto y la puerta delantera estaba abierta. Es la zona aparentemente
civilizada de Baltic, casas delgadas de ladrillos de dos plantas. Para cuando
llegamos el lugar está rodeado de patrullas y mirones. El cadáver está en el
recibidor. Alguien estaba furioso. El sujeto fue atacado contra la garganta con
un cuchillo grande, heridas en los brazos indican que se resistió, pero era
demasiado tarde.
- La identificación en la cartera dice que se llamaba
Jack Conroy.- Explicó con uno de los uniformados, mientras los peritos de
escena del crimen tomaban fotos.
- ¿Qué han descubierto los Einstein de la investigación
forense?
- Se defendió, y según los patrones de sangre en las
paredes y en los muebles, fue asesinado de espaldas a la puerta, probablemente
a la entrada de la cocina.
- La cerradura no parece haber sido forzada.- Dijo
Felton.- El señor Conroy conocía a su asesino.
- Vaya amistades.- Exploramos la pequeña casa de Conroy.
Discos de Jazz, libros sobre Jazz, todo en orden y una maleta con un millón de
dólares en efectivo descansando sobre un mueble al lado de las escaleras.- Jazz
y mucho dinero en efectivo. Normalmente esas dos cosas no se juntan.
- Es un millón cerrado.- Dijo el uniformado que contaba
los fajos y los guardaba en las bolsas de evidencia.
- ¿Qué opinas?- La clásica táctica de Felton cuando no
sabe qué decir.
- Algo salió mal, y no me refiero al matarlo. Eso salió
bien. Me refiero al dinero.
- Mira.- Martin tomó una de las fotografías al lado de la
maleta marrón con el dinero. El difunto y varias meseras frente a la barra de
un bar, sobre ellos el letrero “Midnite Jazz”.
- ¿Encontraron el arma homicida?
- Estaba en los arbustos.- Uno de los peritos acercó la
bolsa de evidencia. Un cuchillo grande de carnicero, para cortar carnes.- Trataremos
de sacar huellas digitales, pero parece que fue limpiado.
- Notifiquen a su familia, si tiene alguna. No veo fotos
familiares, ni parece del tipo sentimental. Iremos al bar para hablar con sus
empleados.
Felton
está emocionado. Ama el jazz. Yo estoy más emocionado por el prospecto del
whiskey. El Midnite Jazz es un bar mediocre en el sur de Pacific, casi en
Morton. Solía ser una bodega, ahora tiene un pequeño escenario y veinte mesas.
Voy directo a la barra. Es temprano en la mañana, pero me siento como si
hubiera pasado una semana. Aún puedo oler el aliento de Winston Fredericks. El
sujeto de la barra sabe que soy policía, aún así espera que le pague. Medito la
posibilidad de golpearlo con mi arma. La desecho. Hay cosas más importantes que
hacer. Martin reúne a las meseras y al del bar y les da la noticia. Caras
tristes. La iluminación es un asco y no hay ventanas, aún así se puede ver el
descontento.
Entrevistamos
a las meseras. Chicas altas. Faldas cortas y escotes amplios. No sé para qué,
con la iluminación que tienen con suerte los clientes verán sus vasos. Fumo un
cigarro y me termino el whisky mientras Martin y yo absorbemos la Gestalt del
lugar. Midnite Jazz era el sueño de Conroy. Obtuvo su jazz a la media noche, un
solo con un cuchillo de carnicero. Financiaba su pocilga con su verdadero
negocio, las apuestas. No dieron específicos, no los pedimos, pero nos
aseguraron que tenía más clientes apostadores que clientes en su bar. Les
pagaba bien, pero no a los músicos. En su concepto de jazz no entra el salario
mínimo, ni a tiempo. Las meseras los refieren a los músicos que afinan sus
instrumentos al fondo del bar, sobre el escenario.
- Detective Ozfelian y éste es mi compañero el detective
Felton, queremos hacerles unas preguntas.- Los tres músicos los miran con
miedo. Tres negritos flacuchos con ojos rojos. En la oscuridad pude adivinar
marcas de aguja.- Jack Conroy fue asesinado anoche, ¿es cierto que tenía
problemas con los músicos?
- No que yo sepa.- Dijo el líder del grupo.- Pagaba bien,
todos lo queríamos.
- Que extraño, me contaron otro cuento.- Le doy una
cachetada y señalo al más débil de los tres.
- La paga es miserable, pero no era mala persona. Me dejó
apostarle a los caballos y no me cobró intereses. Menner lo odia, se pelearon
ayer en la tarde.
- ¿Quién es Menner?
- W.G. Menner. William George. Creo que se llama así.-
Respondió el líder de los fracasados. El golpe no había sido fuerte, pero lo había
despertado de su trance. Estaba obediente como un perrito.- Menner es
saxofonista, es bueno aunque no el mejor. Estaba enojado porque no le pagaron a
tiempo. Nosotros no hacemos eso, necesitamos el dinero.
- ¿Y Menner no lo necesita?
- No es eso, es que se cree hecho por los dioses. Tiene
un amorío con una chica rica, una pelirroja con un tatuaje en la mano. Una
media luna en la mano izquierda.
- ¿Qué hay de Conroy? Además de esta riña, ¿Conroy tenía
pareja?
- Esther Mulligan. Rara vez venía, pero se notaba que
eran novios.
- ¿Dónde puedo encontrar a Menner?
- W.G tiene un departamento, pero no recuerdo donde.
- ¿Alguna libreta donde anotaba nombres y deudas?
- No, él era famoso por su memoria. Lo tenía todo en su
cabeza.
- Martin, - nos despedimos de los músicos y regresamos
hacia las meseras.- quédate aquí. Quiero que compiles una lista de personas que
apostaban con Jack Conroy. Estoy seguro que saben más de lo que dicen. Si amaba
a este lugar, entonces probablemente habló con sus apostadores aquí en algún
momento.
- ¿Y tú qué harás?
- Quiero encontrar al jazzista y a su novia.
El viaje
a la comisaría no es tranquilo. Pienso en Fredericks y sus marionetas montando
su investigación en mi contra. Puedo oler el pasillo de la prisión, y no me
gusta. Trato de distraerme con Jack Conroy. Quienquiera que le haya arrancado
la garganta con ese cuchillo sabía lo que hacía. Me sorprende que no se llevara
el dinero. Quizás no sabía exactamente lo que hacía, o quizás quiere que piense
eso. ¿Qué quiero que piense Winston? Que se vaya al demonio Fredericks, escojo
a Conroy mil veces por encima. Con o sin garganta, es menos molesto.
Cubículos
de madera. Humo de cigarro. Las máquinas de escribir suenan como fuego de
metralla. Los sombreros cuelgan de pequeños percheros. Los detectives me miran
y cuchichean. Mis días están contados. En el escuadrón anti-bandas me dijeron
eso al menos seis veces. Les demostré que este dinosaurio tiene trucos bajo la
manga. El teniente me llama. No está solo. Lo acompaña el capitán Adam Corbett,
una mole calva y de anchos hombros. El teniente me mira sin decir nada. El
capitán cierra la puerta y bufa.
- Seré breve, detective Ozelian.
- Ozfelian.
- Como sea.- El capitán se aclaró la garganta y fijó sus
ojos azules en mí.- Lo quiero fuera de la investigación del asesinato de Jack
Conroy.
- ¿Y puedo preguntar por qué?
- No, no puede. Pero se lo diré de todas formas. Está
siendo investigado por extorsión y homicidio culposo. Su participación en este
o cualquier caso puede significar exoneraciones en la corte. Quien sea
arrestado puede usar su oscuro pasado para demostrar fallas en la
investigación.
- ¿Teniente, usted qué piensa?- Vincent Simone se remueve
en su sillón, visiblemente incómodo.
- No le pregunte al teniente. Es una orden directa de su
superior.
- Ustedes los capitanes tienen una forma muy rara de ver
las cosas. He estado en el lodo desde el principio, trabajando los casos más
oscuros y sórdidos de la ciudad. Mis métodos no son los más limpios, pero me
necesitan. Me necesita más de lo que yo lo necesito a usted.
- ¡Ozfelian!- El capitán estaba rojo de furia.
- Me asignan al lodo y después me persiguen porque tengo
las manos sucias. No recuerdo a ningún capitán tomándome de la mano cuando
trabajaba en anti-bandas y resolvía guerras de pandillas sin soltar una sola
bala. Claro, siempre y cuando no se vea todo estará bien.
- Le advierto detective, ya de por si está en hielo
fino.- El capitán salió de la oficina dando pisotones. Simone y yo nos quedamos
viendo, sin saber qué decir.
- ¿Me asignan al lodo y me persiguen por que mis manos
están sucias? Brillante.- Dijo Vincent, con media sonrisa en el rostro. Media
sonrisa es lo más que cualquier mortal podría aspirar.
- ¿Qué interés tienen Corbett con Conroy?
- No lo sé, pero por sobre todas las cosas no me gusta
ser manipulado por los capitanes.
- Eso quiere decir que no estoy fuera del caso.
- ¿Usted qué cree Ozfelian?
Claro como
el agua. El lenguaje del teniente es parco, se limita a palabras claves, a
miradas e intenciones ocultas. Un juego peligroso que domina con facilidad. No
estoy hecho para eso. Que el teniente se ocupe de Corbett, yo quiero hablar con
Menner. Consigo su dirección haciendo llamadas y rastreando su nombre con la
compañía de luz. Manejo a la 33 con Figueroa, William George Menner no se da la
gran vida. El edificio es una madriguera. El camello en la entrada quiere
veinte dólares. Nada de lo que hay adentro vale tanto.
- Menner, abre la puerta.- Golpeo con furia su
puerta y tapo la mira. No quiero que
corra.
- ¿Quién es?- Apenas abre la puerta un par de centímetros
lanzo mi peso contra él y saco mi arma. El departamento está prácticamente
vacío. Un par de sillones, un televisor sobre un tabique, y un par de cómodas
anticuadas. No hay nadie más.
- Detective Larry Ozfelian, quiero hacerte preguntas y no
quería que te asustaras.
- Tiene una manera extraña de hacer eso.- Su mirada
lo traiciona. Está viendo hacia el
televisor. Lo agarro de su flacucho y blancuzco brazo y reviso detrás del
aparato. Suficiente cocaína y heroína para arrestarlo por intención de venta.
- Tranquilo chico, si juegas tu papel todo saldrá bien.-
Enciendo dos cigarros y le paso uno. Se sienta en uno de sus sillones y
tiembla.- Jack Conroy, ¿lo conoces?
- Usted sabe que sí. Soy jazzista y a veces toco en su
local. Es una rata, ¿por qué la pregunta?
- La rata está muerta. Anoche lo mataron con extrema
violencia. Fue algo personal.
- Pues yo no fui, si a eso se refiere.
- ¿Por qué no? Claramente necesitas el dinero.
- Conroy era una rata, pero no valía la pena matarlo. Al
menos no para mí. Tenía mucho dinero porque estaba bien conectado. Además de
las apuestas, ¿sabía que era corredor de apuestas?
- Sí, ya lo sabía. ¿Qué quieres decir con que estaba
conectado?
- Estaba conectado con gente rica, la clase de gente que
no haces enojar. Sé que tenía tratos con un Roger Lawrence Pickwood III para
construir un galgódromo.
- Un gran paso para un corredor de apuestas. Conroy no es
el único conectado, ¿no es así?
- No sé de qué me habla.
- No me mientas Menner, puedo hacer de tu vida un
infierno. Odio el jazz y a los jazzistas. Así que sé honesto conmigo, ¿quién es
la chica del tatuaje de media luna?
- Ella y yo somos… Amigos. Está bien, somos más que
amigos. Le gustan los jazzistas como yo.
- ¿Muertos de hambre?
- Talentosos.
- Si tú lo dices. ¿Nombre?
- Anastasia Bell. Estuve con ella anoche.- Fumé en
silencio mientras pensaba. Apagué el cigarro en el sillón de Menner, a un lado
de su mano.
- ¿Ella te mantiene? Tienes hábitos caros y no parece que
tu carrera esté volando por los cielos.
- Sí, ella es… quiero decir que tiene dinero. Es la
prometida de Roger Pickwood.
- Interesante. Te acuestas con la prometida del socio de
tu jefe.
- Pickwood es un perfecto idiota.
- No lo dudo chico, cualquiera que incluya números en su
nombre está en mi lista de idiotas. ¿El duque Pickwood tercero sabe del amorío?
- No lo creo. No me importa.
- Eso es todo. Por ahora. Me mantendré en contacto. Si
tratas de abandonar la ciudad te cazaré como a un perro. ¿Nos entendemos?
- Entiendo la rutina.
- Eso es lo que me asusta Menner. Eso es lo que me
asusta.
De
regreso a la comisaría y Felton está haciendo aviones de papel. Trata de que
lleguen al bote de basura. Como ingeniero aerodinámico se moriría de hambre. Lo
sorprendo por atrás. Por poco se cae de su silla. Cuelgo mi sombrero y le doy
un par de tragos a mi licorera antes de preguntar. Martin saca una hoja con
nombres posibles.
- Aquí tengo de todo. He checado algunos nombres. Muchos
no aparecen en ninguna parte, alias o gente sin arrestos. Tendría sentido, casi
todos los nombres que pude verificar son de gente acaudalada. Jack Conroy era
inteligente, sólo aceptaba apuestas de gente que pudiera pagarlas.
- Conroy estaba asociado con un Roger Lawrence Pickwood
III. Menner se tira a su prometida, la mujer del tatuaje en la mano, Anastasia
Bell.
- Vaya nombrecito. ¿Qué hacían juntos Conroy y el III?
- Un galgódromo.- Se le iluminó la cara.- Dime que tienes
algo y no te emocionaste porque te acordaste dónde dejaste las llaves de tu
casa.
- Entre los nombres que pude verificar hay una
entrenadora de galgos. Moira Stevenson
- ¿Tienes su dirección?
- Sí, aquí la tengo.
- Bien, antes de hablar con ella quiero busques las
direcciones de la novia de Conroy, Esther Mulligan, y del pedante Pickwood y su
prometida virginal. Si estamos tratando con gente rica, quizás el teniente sepa
algo de ellos.- Toco la puerta cuando el teniente lee una guía de términos
legales y procedimientos judiciales interdepartamentales. Leer el título en el
dorso del libro me provoca dolor de cabeza. Estudia mi caso, pero me preocupa
que lo estudie más como una curiosidad que con la intención de ayudarme.
- ¿Qué ocurre Ozfelian?
- Nos estamos haciendo una idea más o menos sólida de
nuestra víctima. Hay varios nombres de gente con dinero. No es mi mundo, por
eso quiero pasarle algunos nombres para que me diga si le resultan conocidos.
- ¿Gente rica? Parece que estamos cerca de descubrir cuál
es el interés de Corbett en el caso.
- Roger Lawrence Pickwood III, Anastasia Bell, Moira
Stevenson y también parece que estaban construyendo un nuevo galgódromo. Eso
implica mucho dinero. ¿Sabe algo sobre cualquiera de los anteriores? Quizás
alguno de ellos es amigo del capitán, o quizás también es socio para la
construcción del galgódromo.
- No me suena ningún nombre, pero lo investigaré por mi
parte. La actitud del capitán Corbett me ha dejado intrigado. ¿Cuál es su
siguiente paso?
- Esther Mulligan, la novia de Conroy. No hay que
desechar la idea de una pelea de amantes.
- Dudo que sea tan sencillo, pero me parece que es el
camino correcto.
Armados
con la bendición papal Martin y yo visitamos la casita de una planta de Esther
Mulligan. El estilo falso colonial desentona con las demás casas. Jardines
delanteros con pasto amarillento. Puertas de mosquiteros. Vecinas en bata y
rulos a las tres de la tarde. Latas de cerveza alrededor de los botes metálicos
de basura. Mulligan contestó de inmediato. Le dimos la noticia. Rompió a
llorar. No había oído de él por muchas horas, estaba preocupada. Nos sentamos
en la sala y esperamos a que deje de llorar.
- ¿Quién lo hizo?
- En eso estamos señorita Mulligan. ¿Quiere un café?
Martin, ve a la cocina y prepara café.- Me ajusto la corbata, nuestro código
secreto para “ve a husmear en la casa mientras la mantengo distraída”.- Hábleme
de su novio. ¿Tenía deudas de juego?
- ¿De qué me habla?
- Era agente independiente de apuestas. Es posible que él
mismo apostara.
- No, Jack era cuidadoso. Ni siquiera pensaba que lo que
hacía era ilegal. Nadie salía lastimado.
- A menos que alguien no pagara, ¿a quién mandaba para
disciplinarlos?
- Se ha confundido de persona, mi Jack no haría nada de
eso. Tenía ideas raras sobre las inversiones, eso es todo.- Se limpia la nariz
y le ofrezco un cigarro.- ¿Puede creer que lo dejé hace años? Al cigarro me
refiero.
- Yo lo dejo todas las noches, y lo recupero todas las
mañanas. Hábleme del galgódromo.
- Esa maldita cosa era todo en lo que Jack podía pensar.
Soñaba dormido y despierto. Tendría otro Midnite Jazz en las instalaciones.
Sería agente de apuestas legal. Estaba demasiado tenso.
- ¿Querían viajar a París?- Felton trajo una taza de café
y un panfleto sobre París con dos boletos aún sin fechar.- Veo que las
reservaciones no tenían fechas.
- Él no estaba seguro, quería quedarse hasta que el
galgódromo se terminase, pero eso no iba a pasar. Pickwood tiene toda clase de
excusas. Que si la maquinaria se echó a perder con la lluvia, que si los
obreros hicieron huelga, que si les desconectan la electricidad por accidente.
Excusas.
- Así que Conroy pone el dinero y Pickwood pone las
excusas, ¿algo así?
- Sí, más o menos. – Usó una taza vacía como cenicero y
me lo extendió para que lo usara.
- ¿Además de Pickwood, se le ocurre algún enemigo?
- Roger y Jack no eran enemigos, yo le dije mil veces que
Roger estaba retrasando tanto la obra que pronto nos quedaríamos sin dinero y
sin galgódromo.
- ¿Usted vivía de lo que ganaba su novio? – Martin
apuntaba todo a mil por hora, como el teniente le había enseñado. Vinnie
paranoias no es tonto, sabe que si Martin escribe todo con detalle no podrá
hablar y decir alguna tontería.
- La verdad es que sí. Me gustaría mentirles, sé que
admitir esto me hace sospechosa, pero la
triste realidad es que mis negocios nunca funcionan. El único que funcionaba
era mi taller de autopartes, lo cerré cuando me mudé aquí hace más de tres
años.
- ¿Y ahora tiene algún negocio por su cuenta?
- Jardinería y diseño de interiores. Me mato trabajando,
pero no consigo buen dinero. Anoche pasé casi toda la noche en el jardín de
Marie cavando para poner más árboles y plantando más flores.
- ¿Marie?
- Marie Rockwell, una conocida de Jack.
- ¿Qué hay del Midnite Jazz, su novio tenía enemigos?-
Esther lo pensó por un largo tiempo, hasta que resopló.- ¿Está pensando en
alguien en específico?
- ¿Qué quiere que le diga? Los músicos no lo querían.
Jack siempre tenía en la cabeza la idea del jazzista que gana miserias y tiene
más talento que necesidad.
- William George Menner.- Esther afirmó con un gesto.
- No conozco a Menner personalmente, más allá de que es
músico. Me lo presentó Anastasia, la prometida de Pickwood, son amigos. Jack ya
lo había mencionado, pero no creo que fuese capaz de matar a mi novio. Aunque
claro, alguien fue capaz.
- Sí, alguien. Encontraremos a ese alguien, señorita
Mulligan.
El sol
azota al pavimento. El tráfico común parece peor, las camisas tienen manchas de
sudor y las mujeres han perdido el maquillaje. Martin se pone nervioso, ahora
que no tiene su bigote no sabe qué hacer con sus manos. Quiere sintonizar jazz,
se lo prohíbo. Suficiente jazz de medianoche para durarnos un mes. Sé que
tocará el tema, no lo puede resistir. Saboreo su indecisión. Cuando finalmente
lo hace se atraganta con la saliva y pierde la voz por un momento.
- ¿Y cómo te va con la investigación? – No puedo ser muy
estricto con él, fue su mejor intento.
- De maravilla, el presidente se reunirá conmigo mañana
para que coordinemos mi camino al estrellato. ¿Cómo crees que me va? Son
policías que queman policías.
- Mi primo es abogado, si quieres puedo llamarlo.- Me
arrepiento de ser tan duro con él. Martin es un buen chico, pero está en el
lugar equivocado. Conmigo. Alguien tiene que enseñarle que el mundo es una
fiera que te mastica y te escupe.
- No, gracias. No vale la pena hundir la carrera de nadie
más junto con la mía.
- ¿Tan mal? Eres el mago de Oz, si alguien puede
quitárselos de encima, eres tú.
- ¿Qué puedo decir? Mi magia no sirve con esos traidores.
Recuérdalo bien Martin, el día que vendes a una placa por una promoción, vendes
tu alma. Somos una hermandad. Somos lo único que detiene que las bestias que
ves allá afuera se maten entre ellas. No me importa si el policía mató a golpes
a una monja, venderlo es traición.
- ¿Qué tan sólida es su evidencia?
- Soy inocente, es lo único que diré. No extorsioné a
Herbert Hill y no lo llevé al suicidio.- Enciendo un cigarro y me doy cuenta de
lo que pasa.- Apelas a mi vanidad, ¿qué es lo que quieres?
- Jazz Oz, quiero Jazz.
- Está bien, vuélvete loco.- Lo sintoniza y lo amplifica.
Me echa a perder mi cigarro.
Moira
Stevenson vive en un pequeño departamento en un edificio de tres plantas. Todo
en su interior se centra alrededor de su granja de galgos. Fotografías,
recortes de periódico, trofeos y pinturas de perro. Moira no está feliz de
vernos. Es más hermosa de lo que había pensado. Esperaba un híbrido entre un
galgo y un humano, pero sus facciones eran finas y su cuerpo atlético.
- Jack Conroy falleció anoche. Sabemos que usted estaba
interesada en que se abriera el galgódromo de Pickwood. ¿Es cierto?
- Pobre Jack… ¿Creen que su muerte está relacionada con
el galgódromo?
- Puede ser. ¿Qué le hace creer eso?
- El galgódromo era su sueño. El mío también. Mantener
esa granja no es fácil. Necesitan un lugar donde correr, un lugar fijo. Los
infinitos retrasos y las constantes excusas parece que impidieron que Jack
pudiera ver el fruto de su sueño, y de su financiamiento.
- ¿Qué tan bien conocía a Conroy?
- No muy bien. Lo conocí a través de una conocida mutua,
Marie Rockwell.
- ¿También entrena perros?- Me rasco la frente, señal
para Martin de que se calle y apunte cada palabra. Moira trata de evadir la
pregunta, habla sobre entrenar galgos y su granja.
- ¿Marie Rockwell?- Moira se sirve algo de beber y se
sienta en un sillón.
- ¿Estarían ustedes interesados en delitos menores que
podrían existir en la periferia de su caso?
- No, en lo absoluto.- Miento, pero es la respuesta que
ella quiere. Los casos son su periferia, es la única manera de verlo. Moira
parece aliviada, pero mira con sospecha a Martin, mientras sigue escribiendo.
Le hago una señal para que no registre las actividades ilegales.
- Vivimos, o vivíamos, en un ambiente que le coquetea a
la ilegalidad. Yo entreno y corro perros para apuestas, Jack era agente de
apuestas, y queríamos que ese maldito de Pickwood III construyera un centro de
apuestas.
- ¿Y Marie Rockwell?
- Marie tiene un negocio exitoso. Ella apuesta con Jack,
o apostaba, a nombre de chicos ricos. Las apuestas son a través de ella, Conroy
no sabía sus nombres, perfecto anonimato. Si la policía investigaba, como
ahora, solo sabrían de su nombre y no de los verdaderos apostadores. Claro,
ella se lleva una buena tajada de las victorias.
- Una prestanombres de gente rica. Ya van dos
prestanombres en lo que va del caso.
- ¿Quién más además de Marie?
- El mismo Conroy, ¿o acaso hay recibos de su dinero a su
nombre entre los papeles de Pickwood?
- No sé qué haya entre los papeles de ese engreído, pero
sin duda no aparece Jack por nombre. El Midnite Jazz no deja lo suficiente, la
mayor parte de las ganancias vienen de las apuestas.
- Apuesto que se siente mejor. Habiendo confesado ese
asunto de Marie.
- Sí, mejor. Aunque la muerte de Jack… Es desafortunada.
- ¿Dónde estaba anoche?
- En el Bongo. Es un bar sobre la 21, a pocas cuadras de aquí.
Estoy segura de mi inocencia, no me molestaría si preguntan por mí. Les dirán
que estuve ahí toda la noche. Me encanta el jazz.
- Bien por usted.- Nos despedimos y no lo dudamos ni un
minuto. Tenemos que ir al Bongo.
- ¿La mujer tostada con lindo cuerpo?- Preguntó uno de
los meseros del Bongo.- Sí, la recuerdo. Moira algo. Fue noche de jazz, ella se
queda toda la noche oyendo a los distintos músicos.
- ¿La recuerdan a pesar de toda la gente?- El local era
grande, y el mesero no parecía dudarlo.
- Anoche eran puros desconocidos. Jerry Como, Louis
Barry, W.G. Menner y otros más.
- Gracias.- Salimos a la calle. La luz me deslumbra, pero
la coincidencia me enfría.
- Es mucha coincidencia.- Dice Felton.- ¿Crees que se
conocen?
- En el sentido bíblico Martin. Más importante aún,
Menner mintió.- El sol me fastidia.- Vamos, hay que hablar con su alteza Roger
Lawrence Pickwood III.
Llega un
Mercedes-Benz al mismo tiempo que nosotros. El sol comienza a ponerse y resalta
las mansiones del norte de Transit. Estoy cansado. Quiero golpear alguien. Con
suerte le arruinaré al día a Pickwood III. Nos hace pasar una ama de llaves,
nos anuncia como “Ozelian y Fellini”. Está cansada y neurótica. No la culpo, la
mansión tiene tres pisos y ocupa una cuadra entera. Debe recoger mucho polvo.
- Detectives Ozfelian y Felton. Queremos hacerle unas
preguntas sobre Jack Conroy.
- Sí, supe de su muerte.- Es alto y con cara de caballo.
Su traje cuesta más que mi pensión. Nos hace pasar a su lujosa sala. Martin
babea con su colección de discos de Jazz, yo babeo por su colección de botellas
de whisky.- Jack era uno de mis inversores principales.
- ¿Inversor de qué? Por lo que he escuchado ese
galgódromo es una fantasía.
- Tuvimos problemas con la compañía de luz y una
dragadora se descompuso. Ha sido un desastre. Le diré lo mismo que le dije a
Conroy, los sueños tardan en materializarse.
- Los sueños de Conroy se refiere, usted parece vivir el
sueño.- Pickwood se ríe con una risa falsa y aguda. Le gusta pretender que es
rico. Su ama de llaves quizás le crea. Sin duda su prometida adúltera. Martin
incluso le cree. Yo no. Si es tan rico ¿por qué necesita del dinero de un
agente de apuestas en un roñoso bar de jazz?
- No es mi único inversor.
- Moira Stevenson.
- Entre otros. Moira aporta unas sumas ridículas. La
verdad es que necesita el dinero que ganará con mi proyecto y lo necesita
urgentemente, su granja es un desastre. Sus galgos tienen los peores promedios
del estado. Le prometí que no le cobraría comisión por dejar que sus galgos compitan.
- El sueño americano. Proyectos, fantasías y avaricia.
Les vendió a Conroy y a su novia unas lindas ideas, pero como usted dice,
tardan en materializarse. Lástima que Jack no tenía suficiente tiempo.
- Ni me hable de su novia. Esther Mulligan le robaba
dinero a Jack, es una ladrona y siempre lo ha sido.
- ¿Otra vez hablando mal de Esther? pensé que teníamos un
trato.- Anastasia Bell bajó de las escaleras con un vestido tan caro como mi
auto. Es esbelta y pelirroja. Empuja sus caderas cuando camina. Sus ojos se
posan sobre mí y súbitamente deseo ese whisky más y más.
- Disculpen a mi prometida, Anastasia Bell. Es amiga de
Esther, siempre lo ha sido. Anastasia la sacó de la pobreza y prácticamente la
mantuvo con vida hasta que encontró a Jack.
- ¿Cuál es su relación con Marie Rockkwell?- Martin
finalmente intervino cuando el silencio se hizo demasiado incómodo. Anastasia
me aguantaba la mirada, me veía de lado a lado y no se dejaba apantallar. Su
prometido se conformaba con mirar el fondo de su vaso.
- Marie era cercana a Jack, creo que hizo un par de
apuestas.
- Hizo más que un par de apuestas y todos aquí lo
sabemos. No la arrestaremos por eso.
- Eso es un alivio.- Apuró su trago y lo dejó en la
barra.- Nosotros no apostamos, sabemos el valor del dinero, pero siempre hay
algunos que les gusta ensuciarse un poco. Usted comprenderá.
- Comprendo que el valor de su dinero y el valor del mío
están a mundos de distancia.
- Sí, supongo que sí.- Le parecía encantadoramente
gracioso.- Marie apuesta a nombre de otras personas. Se lleva una comisión más
que generosa. Está remodelando su casa, pero más allá de eso… No se me ocurre
otra cosa. La ama de llaves me llama, regresaré en un momento. Por favor,
sírvanse lo que quieran, están en su casa.
- Señorita Bell, ese es un tatuaje interesante.-
Anastasia lo trata de cubrir, apenada.- ¿Su prometido sabe que su pasión al
jazz se extiende a los músicos? Hablé con Menner.
- Oficial, por favor.
- Detective.
- Detective, por favor. Eso lo podemos discutir en mi
departamento. Menner no es importante, es una indiscreción pasajera. Por favor
no le diga a nadie más.
- ¿Dónde estábamos?- Pickwood regresó a la sala y rompió
el silencio incómodo.
- Estaba a punto de decirnos dónde estuvo anoche.
- En una cena en el Astoria, tratando de convencer a más
inversores.
- ¿Y usted?
- En mi departamento. Me temo que no salí anoche, no me
sentía bien.
- Sí, el jazz de media noche te hace eso.- Pickwood no
entendió, pero Martin y Anastasia lo entendieron al momento.
- Eso parece ser todo.- Apuró Martin.
- Cualquier duda
que tengan, pueden llamarme o visitarme cuando quieran.
- Sólo una cosa más. ¿Por qué su nombre tiene un número?
No le veo la lógica. ¿No tuvo su familia suficiente con dos hombres llamados
Roger Lawrence? Uno pensaría que aprenderían de sus errores.- Martin me
arrastra del brazo prácticamente hasta al auto.
Nos
detenemos para comer algo. Martin hace unas llamadas. La coartada de Pickwood
se sostiene. Más de treinta personas pueden asegurar que estuvo ahí hasta
pasadas las dos de la mañana. Jack murió cerca de las once. Mi sospechoso
favorito se libró de mí. De momento.
- Hay un último nombre en la lista.- Dijo Martin mientras
terminaba su perro caliente.
- Dos.
- Marie Rockwell y ¿quién más?
- Anastasia, quiero hablar con ella.
- ¿En su departamento?
- ¿Por qué no? Seguramente será tarde.
- Y déjame adivinar, ese interrogatorio lo quieres hacer
a solas.
- Debes ser psíquico Martin.
- No es correcto involucrarte con sospechosos.
- ¿Por qué no? En dos o tres días Winston Fredericks y
los demás traidores a la hermandad azul tendrán mi placa. ¿Qué diferencia da?
- No se me ocurre qué decir.
- No me sorprende. No te esfuerces demasiado Martin, te
provocarás un esguince. Vamos al auto.
Marie
Rockwell vivía el sueño. Se enriquecía con la indiscreción de sus clientes. Su
casa modernista tenía un amplio jardín, visible desde el patio frontal por un
corredor. Un auto de lujo estacionado en la cochera y un tapete persa en la
entrada. La mujer sabía vivir. Le pedí a Martin que se quedara en el auto. No
estaba muy feliz. Le dije que esto requería de la magia de Oz y era por su
bien. Me miró con odio. Podré vivir con ello.
- ¿Marie Rockwell? Soy el detective Larry Ozfelian.
Llámeme Oz. Quiero hablar con usted.
- Nunca he tenido a un policía en mi casa.- Me hace pasar
directamente a su barra. Me ofrece un vaso de whisky. Le quito la botella.
Estoy cansado y el viejo Jack Daniels repara mis nervios.
- Debería acostumbrarse. Por su trabajo, me refiero.
- ¿Mi trabajo? Compro y vendo antigüedades.
- Jack Conroy está muerto. Alguien le arrancó la garganta
con un cuchillo de carnicero. Trató de defenderse, pero no sirvió de nada. Los
chorros de sangre alcanzaron el techo.- Marie se sentó en un sillón blanco y
buscó en su bolso por sus cigarros. Se los quité de la mano y me agaché a su
nivel.
- Los chicos bien te dan su dinero para que apuestes.
Conroy era tu corredor de apuestas. ¿Cuánto dinero le debías? O quizás fue al
revés, quizás no podía pagarte su deuda.
- Absurdo.
- ¿Por qué?- Le doy un trago a la botella mientras camino
en círculos a su alrededor.- ¿También invertiste en el colosal fraude de
Pickwood? Quizás perdiste tu dinero ahí y tus estribos con el buen Jack. ¿Qué
pasa Marie, no estás acostumbrada a hablar con la policía?
- Yo no maté a Jack Conroy. Es absurdo. Ganaba mucho
dinero a costas de Jack, todos lo hacíamos. Pickwood y Anastasia sin duda,
Esther lo robaba descaradamente.
- Quiero una lista de tus clientes.
- No.
- No estás en posición de negarme nada Marie.- Negó con
la cabeza y aventé la botella con tanta fuerza que estalló en pedazos contra
una pintura de arte moderno. El vidrio rasgó el papel y el alcohol manchó la
pintura. En total, creo que la mejoré.
- Por favor no me arreste.- Se levantó y caminó hasta su
estudio. La seguí con la pistola en la mano, en caso de que quisiera
sorprenderme.- Aquí están.
- Interesante…- Había una docena de nombres, entre ellos,
Victor Corbett.- ¿Victor Corbett?
- Bastardo me debe cien mil dólares. Se protege con su
papi, creo que es capitán de policía o algo así. Me está pagando en
mensualidades, pero claro que no puedo cobrar intereses.
- ¿Conroy sabe quiénes son tus clientes?
- No, ni le importa. Yo hago la apuesta, yo cubro las
pérdidas. Tuve que vender las joyas de mamá para pagarle. Maldito Corbett por
poco me arruina.
- Tiene una casa bonita, ¿contrató algún diseñador de
interiores?- Encendió las luces de afuera y pude ver el jardín a través de un
ventanal. Había hoyos en el suelo y macetas por todas partes.
- Esther Mulligan diseñó casi todo.
- Es lindo.
- Es un bodrio, ¿pero qué puedo decirle a Jack Conroy?
- Nada, está muerto. ¿Estuvo en casa anoche?
- No. Dejé sola a Esther en el jardín. Cerré todas las
puertas con llave, por si acaso. Me fui y cuando regresé seguía ahí.
- ¿Y usted?
- Reunión de ex-alumnos en el Red-Red.
- No sabía que los prestanombres estudiaran en la misma
escuela.
- No se haga el gracioso.
- Si no le gusta mi acto de humor debería ver mi acto de
magia, incluye esposas, una patrulla y una noche en el calabozo.
- Estaré en contacto.
Pongo al
corriente a Martin. La lista nos pone nerviosos a los dos. Lo mando al Red-Red
a probar su coartada. Yo tengo una cita con Anastasia. Felton aún no me
perdona. Le hago un trato, puede llevarse el auto y nos vemos en la comisaría. Al menos no tendrá que irse en taxi. Mi
taxista es aficionado al jazz. Dios debe tener un sentido del humor negro y
sádico.
Anastasia
vive en un departamento en un décimo piso de un decorado edificio. Prefiero
llegar sin anunciarme. En el ascensor los habitantes me miran con sospecha. La
corbata no se decide entre anudarse o desamarrarse por completo. Mi gabardina
tiene arrugas encima de arrugas. Mi camisa está sudada y mi sombrero mal
acomodado. Tratan de hacerme sentir incómodo. Aparto la gabardina, coloco mis
manos en mi cintura, ven mi placa y mi arma. Las miradas se posan al frente.
- ¿Quién?- Un hombrecillo de pelo relamido abre la
puerta.
- ¿Aquí vive Anastasia Bell?
- Un momento.- El hombrecillo le gritó a Bell que un
policía quería verla. Me dejó pasar y sacó sus maletas.
- ¿Ya se va? Ni siquiera me ha dado la oportunidad.
- Mi esposa llega esta noche.
- Olvide a Carl, está emocionado porque será papá. Entre
por favor.- El departamento es enorme. Hacía cinco años el edificio era una
bodega industrial, ahora la renta era más costosa que mi auto. Anastasia apenas
está vestida en camisón. Se sirve un trago y se queda en la barra. Me atrae con
su belleza, como a un gatito obediente.- Carl es mormón, no bebe. Mejor para
mí, así es como lo veo.
- ¿Necesita a un compañero de departamento para pagar la
renta? Pensé que el señorito III podría pagarlo fácilmente.
- No me gusta que me controlen, mucho menos con dinero.
¿Algo de tomar?- Me sirvo whisky y me enciendo un cigarro. Camina ligera hacia
el ventanal de la sala. La vista no es tan buena, a dos casas de distancia
tiene a otro departamento justo enfrente.- Gracias por no decirle nada a mi
futuro esposo. Mi Roger podrá ser muchas cosas, pero no es un hombre malo.
- ¿Y Carl?
- Carl no es muy hombre que digamos. No me acuesto con
él, si a eso se refiere.- Su rostro se ilumina en la oscuridad cuando enciende
un cigarro.- Usted viene por Menner.
- Antes de eso quiero saber otra cosa.- El camisón
transparente me hipnotiza.- Victor Corbett, ¿cuál es su relación con su
prometido? Tengo la sospecha que es algo más que simples apuestas y una
considerable deuda de juego.
- Corbett es dueño
de varios negocios. Tiene constructoras, servicio de pintura, servicio de
jardinería de golf, en fin, sus intereses están por todos lados. Si tiene
alguna deuda de juego, estoy segura que puede pagarlo, pongámoslo así.
- Pongámoslo como quiera, pero se está formando un cuadro
muy claro.
- No sé de qué me habla detective.
- Me explico, la gente invierte en el galgódromo de su
prometido y su prometido contrata a las compañías de Victor Corbett. Les dan
largas, Corbett hace hasta lo imposible por retrasar la obra y entre ellos dos
se quedan con todo el dinero.
- Usted asume demasiado, ¿no le parece?
- No, no me lo parece.
- Mi Roger no haría nada de eso. No sea absurdo.- Me
termino el whisky y tiro mi cigarro en el vaso. Me acerco al ventanal.
Anastasia abre del todo sus ojos y hay algo torcido en su sonrisa.
- Su Roger seguramente piensa que usted no haría nada
malo, como acostarse con Menner.
- William George Menner, vaya perdedor. Lo comparto en la
cama, si sabe a lo que me refiero.
- ¿Con quién?
- Moira Stevenson.- No me sorprende. La coincidencia del
Bongo era demasiado grave.- Esa chica es todo un estuche de monerías.
- Se refiere, ¿además de acostarse con Menner?
- Le gusta apostar, y fuerte. No solo entrena a sus
galgos, apuesta en sus carreras.
- ¿Qué tiene eso de malo?
- Apuesta en contra. Sabe que sus perros son pésimos y
capitaliza sobre eso. Jack se dio cuenta, no estaba muy feliz. Dejó de
aceptarle apuestas, luego de que casi lo
deja en la bancarrota.
- ¿Y cómo sabe todo eso? Menner no le diría esas cosas.
- Esther y yo
somos amigas, ¿recuerda? Nosotras las mujeres tenemos que permanecer fuertes.
- Usted permanece muchas cosas con ese camisón. El
tatuaje le da otro aire, si sabe a lo que me refiero.- Trató de ocultarlo, pero
era demasiado tarde.- Trabajé mucho tiempo investigando bandas peligrosas, sé
el significado de los tatuajes. ¿Dónde hizo el tiempo?
- Alabama. Un año. Mi abogado logró que desecharan el
caso y anularan el juicio. Robo de automóviles, aunque nunca pudieron demostrar
nada. Una víctima más de la policía.
- La vida es
injusta, señorita Bell. Le llueve a los justos y a los injustos por
igual.
- Y usted, ¿en qué categoría queda?
- En la categoría de mojado. No salga de la ciudad,
quizás tenga otras preguntas que hacerle.
- Puede hacerme las preguntas que quiera. Mi casa es su
casa.
- Lo tendré en cuenta.
No voy
por un taxi, quiero hacer algo antes de ir a la comisaría. Camino por el patio
central hacia el otro edificio. Una ligera llovizna baja la temperatura. La
humedad me ahoga. Calculo cuál sería el departamento que mira de frente al de
Anastasia. Toco a la puerta y me contesta un joven adormilado. Me hago pasar a
empujones. Lo asusto con mi placa. Le cuento historias sobre una investigación
que requiere de su ayuda. Lo controlo argumentando que puede ir a prisión por
mentirme. El chico, Julian, quiere cooperar.
- Anastasia Bell.- No la conoce. Lo llevo de la oreja
hasta el ventanal de su sala. Le señalo al departamento de enfrente. Anastasia
fuma contra la ventana.
- Pero no…
- Guárdatelo. Una chica tan hermosa como ella
difícilmente vuela debajo de tu radar.
- Bueno, es guapa y…
- Sin duda la tienes en cuenta. Por lo que veo vives solo
y no pareces del tipo que tiene novia y una vida sexual sana. No hay nada de
ilegal en enamorarse de la vecina de enfrente.
- ¿No lo hay? Digo, claro que no. No es que yo la
vigile.- Le di opción, la ruta que tomar, no lo quise acorralar del todo, la
verdad es su única escapatoria.- No tengo muchas cosas que hacer, menos de
noche. Cuando ella está… pues me doy cuenta.
- ¿Y anoche?- Acaricio las cortinas que cubren el
ventanal. Son delgadas, pero no demasiado, Anastasia no podría ver a detalle la
identidad de su fisgón.
- La vi anoche, de diez a una, cuando me fui a dormir.
- ¿Estaba con alguien?
- No, de hecho caminaba en su departamento, estaba sola.
Era ella y se aburrió durante la noche. ¿Está en problemas?
- ¿Acaso no lo estamos todos?
Lo dejo
con esa perla de sabiduría y tomo un taxi a la comisaría. Martin se sorprende
de verme. Habría jurado que me quedaría con ella hasta la mañana. En otras
condiciones, lo pensaría, pero mañana temprano tengo otra sesión con la
inquisición. Martin compró café y donas. Somos un cliché. Apuntó en la pizarra
de gis a nuestros sospechosos, sus coartadas y sus relaciones.
- La coartada de Marie Rockwell está bien confirmada.
Estuvo ahí toda la noche.
- Muy bien, ¿qué es lo que tenemos?
- Jack Conroy es agente de apuestas e inversor en un
galgódromo que, todo parece indicar, jamás se terminará.
- Según Anastasia Victor Corbett tiene el contrato, él
pone a las empresas de construcción y demás y después no hace nada más.
Pickwood convence con sus aires de
superioridad.
- Creo que la única víctima real es Conroy.- Martin bebió
de su café, hipnotizado por los nombres en la pizarra.- Corbett y Pickwood
hacían buen dinero, lo cual quiere decir que Anastasia hace dinero. A menos que
hubiese habido traición entre Corbett y Pickwood y Conroy. Marie tenía un buen
negocio con Jack. Esther parece perder, aunque seguro le toca parte de la
herencia.
- La herencia no puede ser muy grande, gran parte de su
capital es ilegal, no lo puede intestar oficialmente. Claro, le puede dar la
vuelta al asunto, pero aún así no creo que haya muerto con mucho dinero. Además
del millón en la maleta.
- ¿Qué hay de Marie Rockwell? Si Corbett le debía 100 mil
dólares, ella los tenía que pagar de su bolsillo. Siendo mujer no hay mucho que
pueda hacer para obligar a sus clientes a pagar.
- Tu cerebro está funcionando en horas extra, asegúrate
de que te las paguen.- Enciendo un cigarro y trato de verlo todo desde la
perspectiva de Rockwell y Corbett.- Corbett le debía, pero Conroy le suelta
dinero, podía regresarle su propio dinero. Lo más seguro es que Corbett se
gaste cada centavo. Entiendo lo que dices sobre Marie, quizás tiene motivo,
pero si le debía dinero a Jack ¿porqué Conroy tenía tanto dinero en su maleta?
Corbett, lo mismo que Pickwood, no lo querían muerto, hacían demasiado dinero
con él.
- ¿Y si es chantaje y por eso tenía tanto efectivo a la
mano?
- Quizás, pero no se me ocurre de qué. Además, si es
chantaje, ¿por qué el asesino no se lleva el dinero? Quizás es algo más, quizás
se iba a mudar de ciudad y empezar de cero. No lo sé.
- Entonces fue personal Oz, no hay otra salida. ¿Menner
quizás? Lo detestaba, además que Conroy dejó de aceptar las apuestas de Moira.
Menner siempre necesita dinero.
- Tendría sentido, de no ser que Moira y Menner estaban
en el Bongo.
- No exactamente Oz, Moira estuvo ahí. Menner tocó, pero
no toda la noche. Ella tiene coartada y móvil, ya no podía apostar en contra de
sus galgos.
- Sí y no, me refiero que si ella corre galgos debe
conocer al menos una docena de corredores de apuestas a quienes estafar. Aún
así tienes un buen punto Martin, el jazzista pudo terminar su turno, asesinado
a Jack y regresado con Moira. Algo huele mal con eso.
- ¿A qué te refieres?
- ¿Porqué no usó esa coartada desde el principio? Usó a
Anabel, quien no dudó en quemarlo en un segundo. Además Anabel es la prometida
de un hombre poderoso, si hubiese mencionado a Moira no habría sido tan
sospechoso.- Terminé mi café y me preparé para irme.
- ¿Crees que Bell es algo pasajero, pero que está
enamorado de Moira?
- Es cursi, pero creo que sí. Es un quebradero de cabeza,
pero al menos sabemos porqué Adam Corbett está tan interesado en que dejemos el
caso. Protege a su hijo. Habrá que hablar con él, pero no será fácil, el
capitán se masticará nuestras placas por esa insolencia.
- ¿Ya te vas Larry?
- Ya, estoy cansado y no puedo pensar.- Martin me
acompañó al auto. Quería decir algo, lo conozco demasiado, pero no se atrevía.-
Es tarde y estoy cansado, ¿qué quieres saber?
- Cuando te esperaba estuve leyendo sobre el caso de
Herbert Hill.- Solté un bufido y me apoyé contra el auto. Martin no desistía.-
¿Qué es lo que pasó?
- ¿Para qué quieres saber?
- Vamos Oz, nunca hablaría con ellos, son traidores, como
tú dijiste.
- Winston Fredericks tiene una copia del archivo que
leíste, ¿sabes cuál es la diferencia entre ambos archivos? Menciona la tortura
a la hija de la prostituta, Alice, una sola vez y no tiene fotografía. Hill no
era un santo. La quemó con un cigarro y le dislocó la muñeca.
- Soy tu compañero Oz, sólo quiero saber la verdad.
- La verdad vale poco, pero eres demasiado joven para
saberlo. La verdad y la justicia no siempre van de la mano. Winston cree que yo
extorsioné a ese animal y que eso lo llevó al suicidio.
- ¿Y qué pasó en realidad? - El chico tiene razón. Merece
saber la verdad.
- No lo extorsioné. Trató de sobornarme. Tomé el dinero,
¿y por qué no? Herbert era un parásito. Cuando la pequeña Alice tuvo una crisis
de pánico y me dijo que no testificaría, supe que el maldito saldría libre. Le
puse una bala en la cabeza. Fui demasiado bueno, Winston cree que fue suicidio.
- Vaya…- No tenía palabras. Quería saberlo, ahora lo sabe
y no sabe qué hacer con la revelación.
- ¿Tú qué habrías hecho?
- No sé…
- No mientas Martin, a ti te vuelve loco cuando lastiman
niños.
- Yo…- Martin me miró a los ojos, al borde de las
lágrimas.- Lo habría hecho sufrir toda la noche. Al diablo con el reglamento.
- Pues sí, ahora tengo a Winston tan arriba en mi trasero
que me duele cuando me siento. Lo más gracioso es que me culpa de cosas que
técnicamente soy inocente. Aunque sea culpable.
- Supongo que tienes razón, justicia y verdad son dos
cosas diferentes.
Cansado.
Frustrado. Derrotado. Sólo puedo pensar en dormir y matar a Winston Fredericks
a golpes. No lo noté cuando entré al departamento. Me di cuenta cuando encendí
la luz. Una carta bajo la puerta de entrada. Sabía que necesitaría una cerveza
para poder absorber lo que fuera que estuviese adentro. No eran buenas
noticias, de eso estaba seguro. La carta estaba mecanografiada. El mensaje era
claro. El autor era un misterio. Se identificó como “el testigo sorpresa de tus
acusadores. Yo sé que Herbert Hill te dio una considerable cantidad de dinero.
Hablé con él.” Sabe que soy inocente, que no se trataba de extorsión, pero
puede hacer que me libren de todos los cargos o me manden a prisión por el
resto de mi vida. Naturalmente, lo que
quiere a cambio, es dinero. La misiva termina con la dirección de un teléfono
público.
Termino mi
cerveza en el auto. Desearía haber traído más. Enciendo la sirena para
distraerme. Regresa el viejo sentimiento. La certeza de estar en la mira de una
escopeta desconocida. No es Winston Fredericks, eso lo sé. Alguien arriba de él
me quiere frito. Pero este juego es muy distinto. ¿Puedo confiar en el autor de
la carta? Y más importante aún ¿puedo darme el lujo de ignorarlo? Si en verdad
hay un testigo sorpresa que sabe que Herbert Hill sacó mucho dinero de su
cuenta para dármelo a mí, entonces me conviene tenerlo de mi parte. No puedo
excluir la posibilidad, al mismo tiempo, que se trate de una trampa. El comité
que me investiga podría esperando que me incrimine a mí mismo. Un par de
cuadras después estoy en el teléfono. Un
papel cuelga del techo, con un el número de otro teléfono público. Marco
el número mientras termino mi cerveza, éste podría ser el final de mi carrera,
no me gustaría afrontarlo sobrio.
- ¿Ozfelian?
- No, el hada madrina. ¿Quién eres?
- Preferiría no
hablar de eso.- Se tapa la voz con un trapo, pero no es un profesional. Puedo
escuchar campanas tocando y un tren. Con un poco de ayuda, podría tener su
ubicación en diez minutos. No sé si impericia es algo bueno, o algo peligroso.
Podría ponerse nervioso y quemarme sin recibir dinero, sólo por los nervios.-
Sé que eres inocente, y también sé que soy la única persona que te puede
ayudar. Soy tu único amigo Ozfelian.
- Un amigo anónimo. Sabes mi nombre, ¿cómo te llamo a ti?
- Alan.
- Bueno, Alan, no sé de qué me hablas. Estoy siendo
investigado por una cacería de brujas, yo no hice nada y no necesito tu ayuda.
- Pero la necesita detective, y mucho. ¿Cree que
Fredericks no tiene que reportarse con nadie? El caso depende de mí. Entiendo
que crea que es una trampa de la fiscalía.
- La idea me pasó por la mente.
- Estaremos en contacto y, téngalo por seguro, tendré mi
dinero. Tendremos que tener cuidado, usted quiere confiar que no soy de la
fiscalía, yo quiero ser cuidadoso para que la fiscalía no me descubra. Buenas
noches detective, estaré en contacto.
Él tuvo
buenas noches. Yo no pude dormir. Vi el amanecer sentado en mi tina, vestido y
borracho. El sol atravesó las ventanitas y se reflejó en las vacías botellas
verdes de cerveza. Mi vitral personalizado. El caleidoscopio de mi vida.
Colores bailando y nauseas subiendo. Pensé en Jack Conroy y en todos los
involucrados. Estaba en el mismo estado que yo, atado a un poste en la fría
región de la nada. Ni inocente, ni culpable. Su sueño, su redención de años de
ser un agente apostador de segunda frente a sus narices pero siempre demasiado
lejos.
Llego
temprano a la oficina. La fiscalía llega más temprano. Ahora realizan sus
procesos en el piso superior. Un mensaje sutil, los jefes están interesados. La
prensa ha comenzado a reportar. No les importa Herbert Hill, pero varios de
esos buitres me conocen. Casi todos ellos me odian. Winston habla con Adam
Corbett. La increíble coincidencia aún pesa sobre mis hombros. Sabe que su hijo
será sospechoso tarde o temprano, quiere evitarlo cortando al mal desde la
raíz. Theresa Mallory, la secretaria personal de Winston se me acerca antes de
la siguiente ronda de preguntas y testigos. Finge que se preocupa por mí. Una
trampa de Winston. Tengo ganas de tirarle el agua en la cara, pero me retengo.
- Alan Baskin es nuestro testigo, conoció a Hill. Él
puede hundirte Oz, por favor tienes que hacer un trato. Un par de años en
prisión es mejor que el resto de tu vida.
- Mallory, dile a tu jefe que merezco más que unos
cuantos años, pero no será él mi verdugo.
El
testigo no testifica. No aún. El hombrecillo me mira desde su silla, en un
rincón. Está nervioso. ¿Trata de ver si lo delataré a Fredericks? Debería
saberlo, no soy tan tonto. Me gustan los
plan B, sobre todo cuando el plan A nunca existió. Vecinos y conocidos de Hill.
Todos ellos diciendo lo mismo, era un sujeto normal, pagaba sus impuestos,
sacaba la basura y ayudaba a la anciana vecina a bajar a su gato del árbol. Me
tachan de monstruo. No quieren creer que
Herbert mató a esa personas, porque si lo hacen ¿de qué serían ellos capaces?
Afirman que los hostigué, que los obligué a que me dieran datos negativos sobre
su personalidad. Es completamente cierto, pero lo niego. Quiero verlo bailar,
quiero que Winston al menos se esfuerce por su salario.
Termina
el circo. Bosch aún debe tenerme la espalda, de otro modo estaríamos un par de
pisos más arriba, con reporteros en la sala. Bosch me debe favores horribles.
La sangre que he hecho correr por él me ha ganado su favor. Aún así, Corbett
debe tener algo con él, algo que pueda usar para forzarlo a dejarme colgado en
el aire. Paso de un circo a otro. Simone discute con Felton.
- Ozfelian, estás fuera del caso. Te transferiré a otra
cosa.
- ¿De qué habla teniente? Puedo hacer esto, no es la
primera vez que me persiguen.
- Pero parece que será la última. Lo último que quieres
es enojar al joven Corbett. Martin y yo seguiremos el caso.
- Irán a hablar con él en este momento, ¿no es cierto?
- Se requiere diplomacia
y tacto Ozfelian, virtudes de las que carece.
No
quiero otro caso. Vinnie paranoias piensa que soy terco. Lo soy. Me ha
funcionado antes, no veo porqué tengo que cambiar. Mientras Martin y Simone se
codean con la crema y nata yo visito a otro tipo de perdedor. La clase de
perdedor que no tiene el dinero suficiente como para esconder sus
indiscreciones. William George Menner me
hace pasar sin hacer preguntas. Sabe que yo sé que él me mintió. Está
preparado. Su mentira funcionó durante un día, pero no podía durar para
siempre. El apartamento apenas tiene muebles, la cocina es el único lugar con
cierto orden.
- Moira Stevenson.
- Lo sé, lo sé. Es que no quería que la molestaran.- Me
encendí un cigarro y me apoyé contra la ventana. Estaba tan melancólico como el
jazzista fracasado.- Debí haberlo imaginado.
- Ella aparecería tarde o temprano. Sus galgos, eso la
conecta.
- Ambos odiaban a Conroy. Ella apostaba en contra de sus
propios perros.
- Sí, bueno cada quien hace lo que puede para sobrevivir.
No puedes quejarte de la mala mano que te repartió el destino, solamente tratas
de jugar al poker con lo poco que tienes.
- Te entiendo Menner.- Estaba sorprendido. Pensó que lo
agarraría a golpes. No tenía ganas. Me abrí una de sus cervezas y le di otra.-
Es curioso el asunto, nadie se tomaba en serio el galgódromo, ¿no es cierto?
- Jack sí.
- Sí, claro. Él sí. ¿Qué hay de ti?
- ¿Si confiaba en Conroy y en Pickwood? No, para nada.
- No, me refiero a cómo llegaste hasta aquí.- Pase un
dedo por la pared, quedó gris de polvo.- ¿Cómo llegaste a vivir el sueño
americano que ahora disfrutas?
- Estudié para chef.- Señaló hacia la cocina, donde sus
costosos cubiertos y cuchillos descansaban en sus estuches.- No hay mucho
espacio para un chef músico. Me tenía que decidir entre alguno de los dos.
Escogí música y heme aquí.
- Hete ahí.- Terminé la cerveza y la dejé en la cornisa
de la ventana.- Nos estaremos viendo Menner. Mientras tanto, no hagas nada
estúpido.
Regresó
a mi escritorio, hay algo que quiero hacer. Aprovecho mi soledad buscando
información sobre Alan Baskin. No puedo hacerlo directamente, sería demasiado
obvio. Fredericks lo sabría. En vez de ello enlisto la ayuda de los que me
deben favores. Terry me debe una luego de la golpiza que le di al alcahuete que
amenazaba con chantajearlo con su esposa. Ferris me debe una grande, luego de
que robé su auto para que pudiera recolectar el dinero del seguro y pagar sus
deudas de juego. Harris está en deuda desde que le di una golpiza al novio de
su hija por tener relaciones. La hija de Harris parece más un caballo, la
golpiza fue por el mal gusto. Jones y Manfred son dos detectives de robos y
homicidios que me deben una grande, luego de que asusté a un reportero que los
iba a quemar, robé sus fotos y notas y le prendí fuego a su departamento. Es
bueno saber que aún puedo contar con su ayuda. No me han dado la espalda. No lo
harían, el mago de Oz resuelve los problemas que no pueden resolver por sí
solos. Me necesitan.
La
información que recojo en la primera hora no es evidencia concreta de nada.
Pero tiene sentido. Alan Baskin es un banquero común. Un banquero en el mismo
banco que Hill. El día que Hill sacó dinero para sobornarme, él lo atendió.
¿Habló con él?, ¿Herbert lo conocía lo suficiente para decirle que me quería
sobornar? Quizás dijo algo por el estilo. Quizás Alan Baskin es otra alma
descarriada que busca sobrevivir y jugar al poker con la mano que Dios le dio.
En algo tiene razón Baskin, él podría hundirme o exonerarme. Aún me perturba la
pregunta más importante de todas ¿es una trampa, y aún siéndolo, puedo darme el
lujo de dejar pasar la oportunidad?
Llega
Felton con cara de cansado. Vincent Simone debió darle el sermón más largo de
su vida. Se sentó a un lado de mí y
esperó a ver que el teniente no estuviera justo detrás. Mi leal compañero, sabe
que no estoy fuera del caso.
- ¿Y bien, señor misterio? Dímelo todo.- Enciendo un
cigarro y veo cómo Martin saca sus notas y lee hoja tras hoja. Le quito su bloc
de notas y lo tiro a la basura.- Vamos, no tenemos todo el día.
- Vinnie Paranoias hizo hasta lo imposible por no
incomodar a Victor Corbett, y déjame decirte ese chico necesita una buena
tunda. Pudimos sacarle bastante información, el teniente será muchas cosas,
pero no es mal interrogador.
- Vamos, al grano, después fantaseas con tu héroe. ¿Qué
dijo?
- Las compañías que Pickwood usa son sus compañías, pero
jura que no hay fraude. Parece que Conroy ya no podía ser pagando, según
Corbett porque Marie Rockwell ya no le pagaba y Moira le sacó muchísimo dinero
con su truquito de apostar con sus perros.
- ¿Y su propia deuda?
- Jura que ya la pagó a Marie los cien mil. Quién sabe,
yo creo que es cierto. Si no lo pagó él, su papi lo haría felizmente. Y déjame
decirte, la sombra de Adam Corbett flota pesada en esa casa.
- ¿Qué más?
- Pickwood III resulta ser dueño de un club de campo, ahí
fue como conocieron a Conroy. A través de Esther y Anastasia que van ahí todo
el tiempo. De ahí Esther se enamoró de Jack Conroy y todos ellos quedaron
unidos.
Es hora
de escribir reportes. Dejo que Martin haga de eso. Me excuso diciendo que estoy
fuera del caso. No le agrada mi excusa. No le presto atención. Me dedico a
hacer aviones de papel y tirarlos al basurero. Empiezo por los memorándums del
teniente. Llega el sujeto del correo. Desde que lo vi soltar el sobre supe de
quién se trataba. Nervioso, lo escondí de Martin debajo de una pila de papeles.
Me llevé la carta al baño para leerla solas. Mi amigo Alan quiere empezar por
unos dos mil dólares en billetes no secuenciales dentro de un maletín para ser
entregado en “Kerry Services”. Rastreo la dirección, es de una compañía de
pintura. Me da mala espina. Si Winston está detrás de esto, esos dos mil
dólares sellarán mi destino. Hay otra consideración a tener en cuenta. No tengo
los dos mil dólares, es imposible entregarlos esta noche. No puedo quedarme con
los brazos cruzados. Agarro mis cosas y me voy sin decir una palabra.
Es la
hora de salida de los burócratas. Los verdaderos policías se quedan atrás, los
quema- policías se van temprano. Supongo que la venganza para ellos tiene
horarios fijos. Espero a Winston entre los trajeados que salen del edificio y
se dirigen al estacionamiento. Cuando veo a Fredericks me escondo y corro a mi
auto. Lo sigo a tres autos de distancia. No me nota. Hace mucho que no es
policía, uno de verdad, ya no está acostumbrado. Hace una parada antes de
llegar a casa, se detiene para hacer unas compras. Le doy cinco minutos antes
de entrar por él.
- Tienes buenos gustos.- Lo sorprendo en la zona de
vinos.
- ¿Me estuviste siguiendo Ozfelian?
- ¿Yo? Imposible. Vengo aquí todo el tiempo.
- Difícil de creer, considerando que vives del otro lado
de la ciudad.
- Me alegra ver que esos instintos de policía aún existen
en un burócrata como tú.- Dejo el vino en su carrito y me miró de arriba para
abajo.- ¿No vas a preguntar?
- ¿Qué quieres? No, no lo voy a preguntar. No me importa
lo que quieras.
- Lo sé. Tú sabes a qué me refiero, yo lo sé.
- ¿Sabes que perderás el juicio? Es bueno saberlo.
- No te hagas al gracioso. Sé de tu pequeño as bajo la
manga. Poco ortodoxo, pero es la clase de cosas que yo habría hecho.
- Tomaré eso como un insulto.- Winston iba a decir algo,
pero se lo guardó.- Oz, no tienes ni la más mínima oportunidad.
- Eso lo veremos.
- Bosch solía llamarme día y noche para frenar la
investigación. Ahora me llama cada dos o tres días. No le importas. ¿Y tu
teniente? Ni creas que te protegerá, luego de las cosas que has hecho por él,
con o sin saberlo. Simone te ha traicionado. Te está enfilando al matadero.
Tienes dos días máximo con esa placa, tres antes de encontrarte en un autobús
color gris con barrotes en las ventanas de camino a la grande.
No
aprendí lo que quería saber. Aprendí lo que no quería saber. No me sorprendió,
Simone es demasiado pragmático. Si me protegía era porque de algún modo le soy
útil. Tanta sospecha me da hambre. No he comido nada desde la madrugada y estoy
famélico. Martin se apunta, el teniente interviene en la línea y sugiere un
lugar, el club de campo de Pickwood. Se ven en el lujoso club a las afueras de
la Pacific Avenue. Nos sentamos fuera del edificio principal, a un lado del
gigantesco campo de golf. El teniente se siente en casa, a mí me enferma. Toda
esa gente pretensiosa yendo de un lugar a otro y mirándonos como poco menos que
plomeros. A diez cuadras de ahí, en Oslo Avenue los camellos y los jefes de
maquiladoras japonesas tiemblan de miedo ante la presencia de una placa. Trato
de comer sin pensar en el teniente traidor. Verlo a los ojos me enfurece.
Necesito de cada fibra de mi ser para no lanzarme sobre él y golpearlo hasta
dejarlo hecho una pulpa. La buena comida es lo único que me detiene.
- Es un agente de apuestas, lo más lógico serían sus
deudores.
- Sé a lo que vas con esto Felton.- Lo interrumpió el
teniente.- No fue Victor Corbett. Sáquenselo de lo cabeza inmediatamente. No
podemos tocar a Corbett.
- Pero teniente…
- Sin peros. Si lo cuestionamos de nuevo su papá cerrará
el caso por nosotros y mandará a Ozfelian a la penitenciaría más cercana. No
podemos arriesgarnos. Investigaremos todo lo que podamos alrededor de Victor
Corbett, pero jamás lo tocaremos.
- Si quitamos dinero, el crimen es pasional. La manera en
que murió indica que el asesino lo conocía.- El teniente estaba complacido al
ver que Martin recitaba líneas de los libros que el teniente le había
prestado.- Sin señal de entrada forzada, la víctima lo dejó pasar. Pero mató a
Conroy de frente, él se defendió. No que le sirviera para mucho.
- Esther Mulligan, la novia de Conroy.
- Imposible, estaba en casa de Marie Rockwell, los
vecinos la escucharon cavar y su auto permaneció en el mismo lugar, según un
vecino.
- Hay una pieza que no están viendo.- Intervine. Terminé
mi bistec y cambié platos con Martin, quien no tenía mucha hambre. El teniente
me miró con frialdad.
- Estás fuera del caso Ozfelian, no te emociones.- Me encogí
de hombros. Al menos lo intenté.
- Pickwood se pudo haber peleado con Conroy. Aunque, de
nuevo, tiene coartada sólida. Pudo haber contratado a alguien para hacerlo por
él.
- Implausible Martin, de ser así se hubieran robado el
dinero.
- Bueno, si me preguntan.- El teniente mi miró nuevamente
con odio. Bajé el trozo de carne con un buen trago de vino.- Y eso es solo si
me lo preguntan. Están corriendo en círculos, porque no se hacen la pregunta
que importa. ¿Qué hacía Conroy con un millón de dólares en una maleta?
- Ese es un buen punto.-
Dijo Felton, tratando de mediar con el teniente.
- Sí, concedido. Es una buena pregunta.- Miró su reloj y
se levantó.- Tengo que irme, quiero reunirme con Winston Fredericks, para ver
cómo puedo debilitar su caso. Ozfelian, ve a casa. Puedes asistir con tus
opiniones, pero técnicamente hablando estás suspendido. Ve a casa y quédate
ahí. Deja que Martin se encargue, ahora que lo has encarrilado en una buena
línea de investigación. Y recuerda, no me hagas enojar. Ve a casa, es una
orden.
- ¿Y bien?- Preguntó Martin, cuando finalmente se fue el
teniente.- ¿Por qué las malas vibras?
- Luego te lo explico.
- No le harás caso al teniente, ¿verdad?
- ¿Tú qué crees? Realmente crees que Corbett es el
culpable, ¿no es cierto?
- Podría ser. Es culpable de algo, sin duda. No tiene
coartada sólida, dice que estuvo con su padre durante la noche viendo
televisión y jugando cartas. Además el teniente notó que faltaban cosas en su
casa. Tú sabes, el rectángulo en la pared que es de otro color que el resto de
la pared porque una pintura estuvo ahí por años, círculos libres de polvo en
sus muebles. Tiene obras de arte de todas partes, deben valer una fortuna. Por
eso pienso que pagó su deuda con Marie Rockwell, porque para él habría sido cuestión
de vender un par de cuadros y estatuas y listo.
- Quizás. Estoy más interesado en saber porqué Conroy
tenía ese dinero. Alguien que podría saberlo es Marie Rockwell. ¿El teniente ya
pagó?
- Ya. Entonces tendremos postre para llevar y una botella
de vino.
No
la encontramos en su casa. Un vecino nos dirigió a una plaza comercial cercana,
la vio salir para allá hacía minutos. La encontramos en una joyería, empeñando
pulceras y collares. No era exactamente su momento más digno. El joyero la veía
desesperada y sonreía.
- ¿Problemas con las cuentas?- Se sorprendió al vernos.
El joyero le cedió el fajo de dinero y lo contó antes de hablar con nosotros.
- No mis cuentas, las de un cliente. Un chiquillo
millonario me debe dinero, me dio las joyas de su abuela. Espero que nunca
tenga que explicárselo a su abuela.
- ¿Corbett empeñó algo para pagarle?
- Vendió unas cosas por su parte, me dio unos adelantos y
nada más. No me pagó. Se escondió detrás de su papi, un capitán de policía o
algo semejante. Me dijo que debería alegrarme de tener eso, o me lanzarían a
prisión. Así que, ni modo. Es amigo de Pickwood, él también me dio una amenaza
semejante. Es de sabios juzgar a una persona por sus amistades. Al menos eso
creo.
- Lo mismo podría decirse de usted. ¿Es muy amiga de
Esther Mulligan?
- No, no diría amigas. Es más amiga Anastasia, nunca se
separan. Esther es buena para la jardinería, no para interiores, como me di
cuenta demasiado tarde, luego de pagar con efectivo en adelantado. La sureña
que perdió el acento no tendría trabajo de no ser por su novio que la refería a
otras personas. ¿Siguen pensando que Mulligan tuvo algo que ver? Imposible,
estaban felices juntos y ella estuvo en mi casa toda la noche. Me encantaría
decir lo contrario, pero no puedo.
- ¿Qué hay del dinero que Conroy tenía en su maleta?
- ¿Dinero en una maleta? Buena pregunta. Gastaba todo lo
que tenía en ese galgódromo. No puedo imaginar porqué tenía tanto dinero en ese
momento. Pregúntenselo a su novia o a Pickwood.
- Eso haremos. Hasta entonces, trate de no empeñar todos
los tesoros de la juventud aristocrática.
- No prometo nada.
Hora de
volver a visitar a Roger Lawrence Pickwood III. Lo encontramos en la oficina de
su club de golf. Comemos los postres en el viaje de regreso al club. Guardo el
vino para otro momento. Nos hace pasar una secretaria aburrida y tomamos
asiento frente a su escritorio de ébano. Detrás de semejante monstruo de
escritorio Pickwood parece ridículamente pequeño y pretensioso.
- ¿Vienen a decirme que ya encontraron al culpable?
- Aún no.
- Vaya, me sorprende que la policía aún siga operando,
viendo como tardan tanto para algo tan sencillo.- Encendió un puro con una
sonrisa torcida. Le quité la caja de puros y le robé dos.
- Si usted quiere hacerlo por nosotros, adelante.- Martin
estaba irritado.- Si quiere dejar su cómoda oficina para arrastrarse por el
lodo y la sangre de allá afuera para darle sentido a un mundo violento, cruel e
inmisericorde, entonces por favor con todo gusto. Si no está dispuesto a hacer
eso entonces guarde silencio y responda nuestras preguntas.- Lo miré con
admiración. Mi aprendiz.
- Bueno está bien, fui demasiado lejos. Me retracto. Y
sí, puede quedarse con mis puros.
- Gracias. Queremos hacernos una idea de cuánto dinero
fue y vino en la construcción del galgódromo. Necesitamos recibos de todo.
- ¿Recibos? Absolutamente no. Si tienen dudas pueden
referirlas a mis abogados. Les aseguro que están al tanto de mis operaciones
económicas.- Eso llevaría al menos dos años. Para entonces a nadie le importaría
Jack Conroy.
- Una última pregunta, espero que no tengamos que
referirla a sus abogados. ¿Por qué Jack Conroy tenía una maleta con un millón
de dólares?
- No sé si pueda responder a eso, no estoy seguro. La
tarde del día en que murió Jack me habló por teléfono. Me dijo que tenía el
dinero que faltaba. Me llamó la atención, pues pensé que ya no tenía más dinero
para invertir en el galgódromo, había sido muy específico en ese respecto la
semana anterior. Estaba sorprendido, y feliz. Ya no pensaba llamarle más, luego
de que me dijo que no tenía dinero. No sé de dónde lo habría sacado. De hecho
todas las inversiones se depositan en mi cuenta de banco directamente, no
manejo efectivo. Lo encuentro algo vulgar.
- ¿Y por qué no lo mencionó antes?- Felton seguía
enojado.- ¿No cree que era información valiosa?
- No pensé que importara. Casi se me olvida, para cuando
me acordé ya se habían ido y no quise molestarlos.
- La próxima vez, señor III, moléstenos.
Dejo a
Martin en su casa y me voy a la mía. La entrevista con Pickwood nos dejó a los
dos con un mal sabor de boca. No pertenecíamos a su casta, éramos una molestia,
un penoso inconveniente. El sujeto se dedicaba a estafar con la ayuda de su
amiguito el hijo del capitán de policía. Aún así se creía mejor que Conroy,
mejor que Marie, mejor que los ladrones callejeros. Como si fuese diferente ser
robado por un hombre vestido en harapos que por un hombre vestido en trajes
sastre. Me dispongo a abrir la botella de vino y olvidar el asunto cuando
encuentro otra carta. Mecanografiada y dejada debajo de la puerta. Alan quiere
que nos reunamos cara a cara. Me da la dirección del café Galt. La cita es a
las diez de la noche. Ya es tarde. Subo al auto con mi botella de vino, una
cerveza y municiones. Llego diez minutos tarde y, mientras me oculto de la luz
de la farola me aseguro de que mis dos revólveres estén cargados. Estoy listo
para él, si no es que he llegado demasiado tarde.
Espero
nerviosamente, mis manos en los bolsillos y pistolas en los bolsillos. No estoy
seguro de mi estrategia. Hay un callejón a media cuadra, puedo forzarlo y
golpearlo. Sacarle información. Alan Baskin no es un profesional del chantaje y
quizás incluso opere bajo las órdenes de Winston Fredericks. Respondería a mis
preguntas, no había duda. Enciendo un cigarro cuando me canso de esperar. La
luz de la farola de enfrente comienza a fallar. Su halo de luz, su círculo de
día constreñido por la oscuridad de la noche, viene y se va. Ilumina
intermitentemente el letrero que dice V.C. Gardening, una compañía de servicios
de jardín. La coincidencia me llega de golpe. El primer pago tenía que
entregarse en Kerry Services, compañía de pintura. Corro hasta la esquina y le
llamo a Martin. Lo despierto. Quiero los
nombres de las compañías de Victor Corbett. Tarda unos momentos en buscar el
archivo. Me recita nombres con la voz adormilada. Entre los nombres están V.C.
Gardening y Kerry Services. Siento que la sangre se me congela. Es una trampa,
la peor de todas.
Corbett,
padre o hijo, tiene un as bajo la manga. ¿Cómo Victor sabía del caso? Su padre
se lo dijo. Adam Corbett se hizo íntimo del caso desde la muerte de Conroy.
Quiero partirle el cráneo, quiero hacerlo rápido. Me asomo a las oficinas de
V.C. Gardening. Lo veo salir. Corro a mi auto y lo sigo por casi una hora.
Estoy nervioso con anticipación, tendré sangre esta noche. Aullaré como un lobo
cuando la culata de mi revólver le reviente el cráneo. El asunto me es cada vez
más claro. Él tendría acceso al nombre del testigo sorpresa, sabría los detalles
para hacer plausible la extorsión. Necesitaba el dinero, me tendría fuera de la
investigación y destaparían el intento de extorsión como evidencia definitiva
de mis crímenes. La única pregunta que me persigue mientras lo veo salir del
auto y entrara a una fiesta privada es, ¿por qué no se robó el dinero de
Conroy?
Le doy
la botella de vino al hombre de la entrada. Me dejan pasar al casino
clandestino. El humo del cigarro forma una neblina permanente sobre mi cabeza.
Me quedo atrás, escondido, mientras lo veo apostar fajos de billetes. Hace un
par de líneas, se pone loco. Manosea a una invitada. Le tira dinero en la cara.
Alguien quiere molerlo a golpes. No lo dejan, su padre es el capitán Corbett.
Si el chico quiere, la policía estaría confiscando y arrestando en menos de
diez minutos. Está ebrio por el poder, por la cocaína y por el vodka. Fuerza a
una prosti a uno de las habitaciones. La pobre chica trata de escapar, pero
nadie la ayuda. Me voy de ahí. El lugar está demasiado lleno como para hacer un
movimiento contra Corbett, y no tengo ganas de esperarlo afuera. Prefiero
regresar a casa y no dormir toda la noche.
Trato de
llegar aún más temprano. Todos llegan media hora antes que yo. Espero fuera de
la oficina de crucifixiones. Los investigadores me miran como a una jugosa
pieza de carne. De la sala contigua sale el testigo sorpresa, Alan Baskin.
Aprieta nerviosamente su sombrero. El teniente sale después y cierra la puerta.
No he golpeado a nadie en mucho tiempo, y él parece un buen candidato. Me aguanto,
por ahora.
- Es más que oficial,- dice el teniente.- el capitán
Corbett quiere su cabeza detective.
- ¿Y qué hay para ti Vinnie?, ¿tú qué ganas o qué
pierdes?, ¿a qué debo tu interés?
- Por si no lo sabía Corbett es uno de los capitanes más
corruptos de la Fuerza. En otras ocasiones ustedes dos habrían sido excelentes
amigos. Lamentablemente yo le debo más favores a él, que él a mí. Como están
las cosas Corbett te mandará a prisión, a menos que puedas demostrar que el
testigo principal miente. He revisado la investigación de Fredericks, es
sólida. El testigo no parece mentir.
- Parece que me tengo que ir.- Entré a la sala. Me
esperaban con dos testigos a quienes interrogué.
- ¿Es verdad detective Ozfelian, que cuando la señorita
Mernard le dijo que estaba divorciada usted se burló de ella?
- Es cierto.- Interrumpió la mujer. Una vaca francesa con
más bigote que frente.- Se rió de mí diciendo que mi marido había encontrado
finalmente sus lentes.
- Momento, momento, ¿qué tiene que ver esto con los
cargos de extorsión y muerte imprudencial?
- No es muerte imprudencial, detective Ozfelian usted
causó la muerte de Herbert Hills. Y estos testigos han sido llamados para
declarar acerca de su carácter.
- ¿Mi carácter? Sí, le dije eso a la señorita Mernard.
Fue hostil desde el principio y no tenía nada relevante que decir, era una
pérdida de tiempo en ese momento y ahora.- Gritaron algo que no me importó
escuchar y miré al testigo sorpresa. Algo en su mirada me hizo pensar sobre el
caso Conroy y entonces la revelación se fue formando en mi cabeza.- Voy al
baño. Discúlpenme.
- De ninguna manera…
- A menos que quiere que ensucie esta prestigiada sala de
caza de brujas, insisto en que salgo un momento.
- Está bien.- Los investigadores y fiscales se miraron
entre ellos y finalmente aceptaron.- No irá solo. El guardia le acompañará al
baño.
Entré al
baño, le quité la tapa al escusado y abrí la puerta lentamente y sin hacer
ruido. El guardia, aburrido por completo, se mordía las uñas. Lo golpeé en la
cabeza. Cargué su cuerpo desmayado al cubículo del retrete y regresé la tapa de
porcelana a su lugar. Salí sin hacer ruido y directo al precinto. Felton y
Simone estaban extrañados de verme tan temprano.
- Vamos a dar un paseo. Ya sé quién mató a Conroy.
Llegaré hasta las últimas consecuencias y sin importar a quién hago enojar.
Manejé
en silencio. Apagué la radio policial. Sin duda estaban buscándome. Simone
estaba complacido. Iría a prisión, no había duda. Me iría, pero me iría
peleando. Les recordaría a todos los Pickwood y a todos los Corbett que no
importa su casta, siempre que tenga mi placa y una pistola, son todos parte de la misma escoria que atora la
cañería de la sociedad. Llegamos al club de campo de Pickwood. Esther Mulligan,
Anastasia Bell y Pickwood III estaban desayunando. Sin decir nada nos sentamos
con ellos. Martin a mi derecha, nervioso por las implicaciones. Simone se
limitaba a sonreír, entretenido con el vulgar espectáculo.
- ¿Qué significa todo esto?
- La comida es tan buena que decidimos desayunar aquí.
Tenemos suerte de encontrarlos a los tres juntos, hay algo de lo que me
gustaría hablar.
- Esto es insultante. Llamaré a mi abogado.- Se levantó y
le indicó por señas al mesero que le trajera el teléfono. Saqué mi revólver
mientras me servía un poco de cerveza.
- No tan rápido. Siéntese.- Pickwood le comunicó a los
meseros que nos dejaran en paz. Martin estaba pálido. El teniente no cambiaba
esa estúpida mirada.- Moira, Pickwood, Marie y Victor Corbett estaban
desangrando las finanzas de Conroy. Aún así consiguió juntar dinero. Alguien lo
mató, cuchillo a la garganta. ¿Quién pudo haber sido y, más importante aún,
porqué no se llevarían el dinero? Como no hubo robo pensamos que fue personal.
No fue nada personal, no realmente. Era todo por el dinero, pero ese maldito
perro rottweiler se puso como loco y asustó al asesino, dejando atrás al
dinero. Huyendo, el asesino dejó abierta la puerta y el perro escapo. No fue
una sola persona, fueron dos. Dos personas íntimamente conectadas en su pasado.
Conroy habría
reunido el dinero si Pickwood se lo pedía. Si le hubiesen prometido que sería
el último pago, que con ese dinero definitivamente quedaría sellado el asunto.
Aún así, Pickwood no lo pidió. Lo pidió Anastasia Bell, hablando por su
prometido. Conroy lo creyó.- Anastasia iba a decir algo. Levanto el arma, le
dejo en claro que no tiene voz y voto en el asunto.- El vecino de enfrente de
Anastasia, un verdadero pervertido, vio que Anastasia iba de un lado a otro. En
realidad miraba a su compañero de cuarto. El mormón que pronto sería padre,
naturalmente eso pone nervioso a un hombre y lo hace caminar de un lado a otro
del departamento durante toda una noche.
Como el vecino miraba a través de una cortina no puede apreciar detalles y ver
que se trataba del vecino, quien normalmente no estaría despierto después de
las diez.
Conroy murió con un cuchillo de carnicero, la
clase de cosas a las que tendría acceso un estudiante de chef, ahora convertido
en jazzista drogadicto, amante de Anastasia. Pero Anastasia no lo empleó a él
para le muerte de Jack, porque Anastasia tenía otra amante con quien compartía
un pasado. Esther Mulligan perdió su acento sureño, pero mencionó que venía de
otra ciudad y tenía un taller de autos. Curioso, porque Anastasia hizo un año
por robo de autopartes. Si buscamos antecedentes de Esther veremos que
coinciden las fechas y los lugares. Estaban juntas antes de conocer a Pickwood,
pero no hay mucho que una ex-convicta y su amante lésbica puedan hacer en la
gran ciudad. Así que las dos se consiguieron novios adinerados. El viaje de
Esther a Paris, aunque lo planeó con Jack Conroy, lo disfrutaría con su novia y
un millón de dólares.
Los
hoyos de jardinería que cavaba Esther, además de ser su coartada, servirían
para ocultar el cadáver. ¿Por qué otra razón una chica linda cavaría hasta
largas horas de la noche? De no ser por el perro, tendrían el dinero y
Anastasia habría llevado el cadáver a la casa de Marie, donde lo habrían
enterrado. Si recuperábamos el cadáver culparíamos a Marie, quien tenía motivos
para matarlo y robar el dinero y, si llegábamos a estudiar al cadáver, el arma
lo uniría a Menner el jazzista que lo odiaba. Si tenían suerte, también
conectaríamos a la amante de Menner, quien también tenía motivos para matarlo.
Moira lo había engañado con apuestas de sus propios galgos y Jack le había
ordenado apostar, además de arruinar su reputación.
- Bravo.- Se limitó a decir Simone. Por la sorpresa en
sus ojos, él no había pensado en eso.
- El plan no era perfecto, sabríamos que se habían escapado
juntas, pero para entonces y con un millón de dólares en otro continente, jamás
las habríamos arrestado. Lo que realmente nos despistó era que dejaron el
dinero y nunca tuvieron ocasión de esconder el cadáver.
- Martin, espósalos y llévalos a la patrulla. Llama
refuerzos si es necesario.- Martin se llevó a las amantes, quienes gritaban y
pataleaban. Anastasia me escupió en el rostro. No me molestó, yo habría hecho
lo mismo. Una patrulla ya esperaba afuera. Los meseros habían llamado a la
policía, sin saber que yo era detective.
- Ya se los están llevando.- Dijo Martin.- ¿Qué hacemos,
quieres regresar a tu juicio o qué?
- Hay algo más.- Encendí un cigarro y, apoyado contra una
columna le eché el humo al teniente.- La extorsión de las últimas dos noches,
sé que fue usted.
- No sé de qué me hablas.
- Imaginé que diría eso. Quería que uniera a Victor
Corbett de alguna forma, ya era sospechoso en este crimen, era solo cuestión de
hacerlo aún más sospechoso. Por eso los envíos tenían que ser a sus propiedades
e incluso la supuesta cita, la más obvia, era frente a las oficinas de Corbett.
Sabía que Victor trabajaba ahí, sabía que saldría de trabajar a esas horas. De
esa forma yo lo seguiría. No me estaría esperando, no me conocía. Usted se
aseguró de eso, al querer entrevistarlo sin mí. Así, si ambos llegábamos a
nuestro destino y me veía, no entraría en pánico. Me mantuvo interesado en el
caso, pero a la vez me mandó a casa argumentando que técnicamente estaba
suspendido. Una suspensión que no quería ejercer. Fue bastante obvio, quería
que fuera a casa y viera la carta. El detalle del testigo sorpresa fue
efectivo. No hay tal testigo. Usted simplemente tomó al banquero del mismo
banco y quien le dio el dinero a Hill. A Fredericks le encantó la idea de
asustarme con eso, y así usted creaba la ilusión, ante Winston Fredericks, que
me estaba abandonando a mi suerte. Ingenioso. Sádicamente ingenioso.
- No contaba con el plan de asesinato se había llevado a
cabo hasta la mitad, pensé que así había sido pensado. No tuve en cuenta el
detalle del perro, buen ojo detective.- Vinnie Paranoias sacó un cigarro, su
forma particular de celebrar sus victorias.- El plan se me ocurrió desde que me
preguntaron sobre esos nombres. Recordé que Victor Corbett y Pickwood atendían
a las mismas fiestas de sociedad. De inmediato imaginé que Corbett estaba
involucrado y que el capitán estaría dispuesto a ir a la guerra con tal de
enterrar el asunto. Era la única manera como podía protegerlo Ozfelian , al
forzar a Adam Corbett a hacer un trato, tú por su hijo. Al crear la idea del
testigo, supuestamente para que confesaras por miedo por una sentencia menor,
Corbett pensaba que trabajaba con él, cuando en realidad estaba ganando tiempo
para llevarte de una pista a otra para que arrestaras a Victor Corbett. Pensé
que te dejarías llevar. Me equivoqué. Me sorprende que sea tan objetivo y no se
haya comportada como el Neanderthal que normalmente es.
- Como dije, ingenioso. Arresto al chico Corbett por
homicidio, desfalco y extorsión a un oficial de policía. El capitán Corbett cae
en pánico, no quiere que eso llegue a las noticias. Usted le ofrece el trato,
se olvida de mí y usted se asegura que el asunto de su hijo se olvide. De esa
forma usted queda en la ventaja, el capitán le debería un favor. Corbett es
culpable de muchas cosas, anoche se comportó como bestia en ese casino
clandestino, pero no es culpable de esto.
- Sí, básicamente. Lástima que ya no podamos emplear esa
estrategia.
- No necesariamente. Aún lo pueden hacer.- El teniente y
yo casi nos ahogamos con el humo de nuestros cigarros. Felton parecía muy
seguro de sí mismo.- Podemos obligar a Marie a divulgar su nombre. A la prensa
le encanta cuando una madame de alta alcurnia amenaza con liberar su libreta
negra de nombres. Si Marie Rockwell no es suficiente podemos hacer que Pickwood
enfrente cargos de fraude y malversación de fondos y, en un intento por
zafarse, él nos entregue a Víctor Corbett. Juntos, los dos harían mucha
presión. Claro, si todo lo demás fracasa, podemos ir a la casa de apuestas que
Larry conoce, y sacar nombres. Si todos lo queman a la vez, el capitán Corbett
no tendrá otra opción más que hacer un trato, en vez de atacar individualmente
a todos los acusadores. La mejor parte del asunto sería que si obligamos a
hacer un trato al capitán Corbett, y ya no existe la ilusión del testigo
sorpresa, la comisión de investigación interna tendrá que dejar el caso.
Martin
el genio. Martin el Napoleón. Martin el mesías. Presionamos a Marie, ella está
dispuesta, pero sólo si no va sola. Le aseguramos que tendrá compañía. Pickwood
se rehúsa. Llevo a la sala de interrogatorio una cubeta con agua y un
directorio. Mojo el directorio y me voy tras él como una piñata. No dura ni
quince minutos. Confiesa del fraude, confiesa que se le acabó el dinero hace
años. Confiesa que Corbett fue el de la idea. Confiesa que Victor Corbett tiene
a un par de prostis de alta calidad. Al final del día tenemos más cargos sobre
Víctor Corbett que todos los cargos que se me hayan imputado a lo largo de la carrera.
Filtramos la información a la prensa. Simone excusa mi comportamiento. Se toma
el crédito del arresto de las lesbianas, pero argumenta que sin mí no habría
podido logarlo. La mitad de todo, con el teniente, es verdad y la otra es
siempre mentira. Adam Corbett tomó el anzuelo, desesperado hizo un trato con el
teniente. Todos los cargos fueron abandonados. Estaba libre. Winston Fredericks
se lanzó en mi contra. El teniente me urgía a no empeorar la situación. Le di
una patada en la entrepierna, lo azoté contra la pared y le recordé que no era
un policía de verdad. Me sentí tentado a decirle la verdad, sólo para verlo
sufrir, no lo hice. Quería que anduviera a tientas en la oscuridad. Quizás así,
si prestaba atención, escucharía los gritos, los insultos y la violencia en las
calles. Caminaría, como todo el resto de nosotros los meros mortales, con el
rostro al frente pero encadenados con el peso de nuestro pasado.
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