jueves, 23 de julio de 2015

La guerra de los dioses

La guerra de los dioses
Por: Juan Sebastián Ohem

            Prometeo podía sentir la presión, como calor, llegando de todas partes. Mientras su destartalado Toyota se abría paso por las oscuras calles de la madrugada de Austin, su botín descansa en una bolsa de gimnasio en el asiento de al lado. Sólo esperaba que todo valiera la pena. Acarició el bolso constantemente. Le pareció que le hablaba, prometiéndole lujos y dinero. Lo único que no le decía, era lo que podía hacer ahora. Sabía que lo perseguirían, de modo que necesitaba un lugar donde ocultarse. No es fácil esconderse de la mafia en Austin, pero siempre existe un lugar que es perfecto, el club nocturno “Hades”. No estaba dispuesto a dejar el bolso en el auto, pero el cadenero, un sujeto insoportable llamado Cerbero, no quería dejarle pasar. Persefone se asomó un segundo, y al reconocerle ordenó que le dejaran pasar. Prometeo pidió hablar con Hades de inmediato, Persefone ya se imaginaba por qué. Le condujo por la discoteca y asintió cuando Prometeo señaló a los dos amantes en la pista de baile. Imposible perderlos de vista. Afrodita era aún más hermosa de lo que las leyendas decían, y su novio se destacaba como una enorme bandera de alarma. Era un motociclista, chaleco de jean y todo. El musculoso y barbudo Freyr era el alma de la fiesta en el Hades, pero sólo tenía ojos para ella.

- Linda pareja, ¿no crees?- Persefone se perdió entre las mesas, saludando invitados y Dionisio se le apareció enfrente, con el brazo en su hombro y sus ojos en el botín. Prometeo no confiaba mucho en el elusivo Dionisio, tenía fama de parrandero y traicionero, pero no tenía muchas otras posibilidades. Hades le permitía esconderse allí, pero no duraría para siempre.- Ven, dejemos a los enamorados y vayamos a mi privado.
- Nunca he oído de un acto altruista de tu parte.
- Eres tan aventurero como eres honesto, me gusta.- Dionisio tenía cara de niño y un traje costoso. Su alborotado cabello enchinado le daba un aire de jovialidad, pero la automática en su cinturón le hacía sonar serio. Entraron a una cabina y Dionisio aplaudió mientras Prometeo colocaba la bolsa sobre la mesa, la abría y le mostraba su interior.- Prometeo, Zeus te cortará en pedazos por esto.
- ¿Crees que no lo sé?- Dionisio tomó los papeles sobre los frascos de dorada ambrosía y con la mandíbula temblándole, leyó la fórmula química para producirla.
- En verdad robas el trueno de Zeus. La marihuana y heroína viene toda de México, a través de esos motociclistas y hasta nosotros. Pero nosotros tenemos la mano más grande, somos los únicos que producimos ambrosía y esta droga sintética vale oro en México.- Dionisio se sentó sobre la mesa y se encendió un cigarro, mientras Prometeo recibía un Martini de una mesera en vestido entallado.
- ¿Quién está cantando? Parece que desollaran un gato.
- Es Pandora, Hades tiene unos gustos muy extraños.
- ¿Y Hades aún no habla con su hermano?
- No, Zeus y Hades siguen peleados, una especie de tregua. No le dirá a su hermano que has estado aquí. La privacidad del Hades, por eso me gusta este lugar.- Dionisio recibió dos martinis, uno lo bebió de golpe y el otro lo dejó en la mesa para beberlo después.-  En esta ciudad no puedes estornudar sin que Zeus lo sepa, a excepción de este lugar claro está. Las carreteras son otra historia Prometeo, los nórdicos controlan el asfalto. Sólo ellos negocian con el cártel.
- Suena como que estás por proponer algo.
- Tengo unos motociclistas que son amigos míos, ellos podrían vender esta ambrosía y la fórmula al cártel y hacernos mucho, mucho dinero. Tú quédate aquí, yo tengo que preparar la venta.

            Prometeo se sintió aliviado. Ahora tenía un plan, ahora podía hacerse rico, irse a Cabo y beber su peso en tequilas, comprando el amor de señoritas con sus fajos de dólares. Sin alejarse mucho de su botín se asomó para ver a Afrodita. No era el único, adonde fuera que fuese ella siempre volteaba las caras. Líneas de pretendientes le daban vueltas a los edificios, pero sólo una persona en el mundo decidiría su amor por ella, su padre Zeus. Sabía lo mucho que se enojaría de enterarse que su hija favorita estaba siendo cortejada por un rudo motociclista. Los novios parecían no prestarle atención al mundo que les rodeaba, estaban absortos el uno en el otro. Freyr tenía tatuajes en las manos, algunos de sus años en prisión y otros de sus crímenes. Era de aspecto tosco, aunque fuese un hombre muy atractivo. Afrodita, para la mayoría de Austin, definía la belleza. Su largo y ondulado cabello rubio y sus hermosas facciones le habían ganado varios certámenes de belleza, pero Afrodita había dejado todo eso. El mundo del modelaje no le era suficiente, y eso hizo a su padre aún más orgulloso de su hija. Los novios se retiraron de la pista de baile, hacia un módulo privado y ahí fue que Prometeo se dio cuenta. Distraído por la belleza que, como muchos otros, había tratado se seducir en el pasado, no notó la lucecilla roja que les había estado acosando. Detrás de varios clientes, Hades les filmaba juntos, y ahora que se movían de lugar él salía de entre la gente para seguirles grabando. Prometeo esperó a que Hades se alejara para abrir la puerta del módulo e interrumpir a los amantes. Lo había hecho por su amor a Afrodita, y rápidamente se arrepintió pues Freyr se levantó de golpe y puso sus manos de osos sobre las solapas de su saco negro. Podía escucharle gruñir y recordó todas las leyendas sobre los bárbaros motociclistas.
- Sólo quería decirle una cosa a Afrodita, no vale la pena ponerse así. Les están grabando, vi a Hades grabándoles. ¿Lo ves, amigo, que sólo trato de ayudarles?
- Gracias Prometeo.- Dijo ella y miró a Freyr como en regaño.
- Lo siento, me excedí un poco.- Le alisó las solapas de su saco negro y le empujó fuera del módulo.
- ¿Disfrutando la velada?- La voz de Hades era profunda, como si su voz naciera desde lo más profundo de una caverna. Vestía un elegante traje con solapas blancas y su cabello engominado hacia atrás le hacía aún más cuadrada la cabeza. Su rostro era amenazador, con gruesas y abultadas cejas y una expresión férrea.
- Sí Hades, mi gran amigo, es bueno verte. Estaré por allá, a solas, si quieres acompañarme.
- Eso pensé.- Hades le vio alejarse, saludó a su sobrina con un gesto y regresó a la pista de baile para entrar a la parte de atrás del escenario. Colocó la cámara de video en una caja y la cerró con un candado. No era grande, aunque sí muy pesada. Con el tronar de sus dedos Pandora apareció a su lado. Era una joven guapa, aunque no muy inteligente, volvía loca de celos a Persefone y esa era la verdadera razón por la que Hades la había contratado.
- De nuevo, gracias por la oportunidad. La escena de clubes es cruel en Austin.
- La crueldad es necesaria en este negocio. Escucha Pandora,- Acarició su rostro y los ojos de la cantante chisporrotearon de emoción. Hades se encendió un cigarro y sonrió.- confío en ti y creo que tú confías en mí por completo.
- Por completo.
- Muy bien, pues quiero que me hagas un favor. Lleva esta caja hasta mi hermano. ¿Sabes donde vive? Es el rascacielos más grande de la ciudad.
- Sí Hades, todos conocemos el edificio Olimpo.
- Bien, lleva esta caja hasta su oficina. Hagas lo que hagas, no dejes que nadie la abra más que él y, por todos los cielos, no la abras tú.
- Puedes contar conmigo.- Dijo Pandora, tomando la caja y desapareciendo. Persefone había escuchado todo detrás de una cortina. Pensó que su aparición asustaría a su marido, pero nada asusta a Hades, y en parte por eso se casó con él.
- Me pudiste enviar a mí, no a un nuevo modelo.
- Existe la posibilidad que Zeus la mate por lo que carga, no te arriesgaría a ti. Además, no quiero mezclarte en algo tan mezquino.

            Mientras los esposos se besaban, Pandora fue directo al Olimpo, escondiendo el paquete con su chamarra de vaquera de cuero negro. Batiendo sus pestañas a los de seguridad le dejaron usar el ascensor. Cuidadosamente la descubrió, como a un bebé, apartando el cuero con apenas las uñas. La veía como si fuera una criatura delicada, pero esa caja negra le daba gran curiosidad. Mientras el ascensor ascendía hasta lo más alto del rascacielos, jugó con el pesado candado. Sabía que no podía romperlo, pero aún así, la curiosidad no cesaba. El seguro de la caja era viejo y sus tornillos se cayeron. El candado seguía cerrado, pero ahora el seguro estaba al aire y la caja podía ser abierta. Pensó en agacharse, en recoger los tornillos diminutos y asegurar la misteriosa caja. Pandora respiró profundo y miró a su alrededor. El ascensor estaba iluminado por el piso y el techo, con láminas metálicas doradas haciendo la forma de truenos por las paredes. La metáfora le pareció adecuada, esos truenos podrían consumirla si se descuidada. Aún así, juzgando que aún faltaban varios pisos, abrió la caja y se sorprendió al ver una cámara. Tomándola en sus manos abrió la pantalla lateral y apretó el botón para correr la cinta. Eran Afrodita y su novio misterioso, bailando y besándose. Sabía quién era ella, todos lo sabían en Austin, y sabía lo mucho que Zeus se enojaría al ver la cinta. La puerta del ascensor se abrió, sin que se diera cuenta. Apolo se sorprendió al verla.
- ¿Te perdiste en alguna parte, corazón?- Apolo, el príncipe del crimen como era conocido en Austin, era un hombre de extraordinaria belleza. Se decía que su belleza era, para las mujeres, lo que Afrodita a los hombres. También era el mafioso que sentaba la moda y nadie nunca le había visto despeinado o en un traje barato.
- ¿Esto? No es nada.- Apolo se lo arrebató de las manos. Pandora trató de recuperarlo, pero Apolo le señaló con un dedo, y eso fue suficiente para hacerla entender que no quedaría mucho de ella si se atrevía a tocarle. Apolo observó la grabación, enrojeciendo de furia. Pandora entró en reversa al ascensor. Apretó el botón para regresar al lobby. Antes que las puertas cerraran pudo verlo lanzando la cámara al suelo y por varios pisos le escuchó profiriendo maldiciones contra los nórdicos y amenazas contra toda su prole.

            A la mañana siguiente, a algunos kilómetros de Austin, en una vieja cafetería polvosa, Prometeo llegó en su viejo auto, cargando con la bolsa de gimnasio. Llegaba temprano a la cita que Dionisio había preparado, pero sus invitados estaban ahí. Sentados en el cubículo del fondo había dos motociclistas de aspecto peligroso. Dionisio, en un sucio traje de ganadero se quitó el sombrero al verle y le susurró algo a sus compañeros.
- Este es Wagner, insistió en venir. Quiero que conozcas a Fenrir, este nórdico tiene buenas conexiones con el cartel.- Fenrir era un hombre corpulento, tatuado casi por completo, con una barba que acentuaba su prominente quijada.- Le dicen el lobo, ya imaginarás por qué.
- Sé que no tienen el dinero aquí.- Dijo Prometeo de inmediato.- Y no me sentaré a esperar a que me lo traigan. A quién sea que se lo vayan a vender, quiero conocerlo. Quiero estar ahí.
- Se puede hacer.- Dijo Fenrir.- Dionisio nos dice que no eres bienvenido en Austin.
- No queda lejos.- Dijo Dionisio.- El operador en El Paso vino en persona. Tlaloc tiene el dinero.
- ¿En Middleton? Es de donde son ustedes, ¿no es cierto?
- Sí, pero no será allí. ¿Vamos a hablar de esto o lo haremos?

            La pregunta de Fenrir no dejó otra opción. Los dos motociclistas manejaron primero, seguidos de Dionisio en su lujoso Audi y después por Prometeo en su viejo Toyota. Dionisio no había mentido, el lugar no quedaba lejos. A medio camino entre Middleton, el pueblo donde los nórdicos tenían su club de motociclistas y Austin, en las polvorientas ruinas de una abandonada gasolinera había un Mercedes Benz esperando. Tlaloc, un mexicano de nariz aguileña y sonrisa de oreja a oreja, se bajó del auto al ver las motocicletas. No estaba armado, aunque su guardaespaldas lo estaba, con una metralleta en sus manos. Freyr presentó el bolso de gimnasio y Tlaloc estaba decididamente entusiasmado. Abrió la cajuela y puso sobre la polvorienta carretera un maletín cargado de billetes en dólares.
- Estos mexicanos siempre pagan en dólares.- Bromeó Dionisio.- Lo hace más fácil.
- Si ésta es realmente la fórmula, lo que el cartel mexica les paga no es nada.- Tlaloc se encendió un cigarro, esperando que su guardaespaldas guardara todo cuidadosamente en el maletero. Observó la ambrosía y sonrió. La sustancia en líquido valía cuatro veces más a cuando se le hacía en cristales. Incluso si la fórmula estaba incompleta, se trataba de un regalo.
- ¿Cómo saben que todo es legítimo?- Preguntó Prometeo, de cuclillas, mientras se repartía el dinero, en partes iguales, con Fenrir y Dionisio.
- Nadie es tan estúpido como para traicionar al cartel. El mecanismo funciona, y ahora funcionará más gracias a ustedes. Me voy, estaré en El Paso, como siempre. Si tienen más negocios, no duden en llamar.- Tlaloc subió al Mercedes y dejó que su guardaespaldas manejara.
- El dinero es legítimo.- Prometeo contó los fajos de billete que hacían pirámide en el maletero de su auto.- Yo me voy a México, así que creo que eso es todo caballeros, un gusto hacer negocios.

            Dionisio entró al baño de la gasolinera y Prometeo se dio cuenta que sólo hablaba con Wagner, el silencioso matón de Fenrir. Podía ver las dos motocicletas, pero no sabía qué había sido del lobo. El instinto despertó como si una cubeta de hielo hubiese caído sobre él. Reaccionó a tiempo, cuando Wagner trató de tomar su revólver y le dio un golpe directo a la nariz. Sacó su automática y le disparó en el suelo, antes que él pudiera apuntarle. Corrió a su auto, lanzándose por los aires cuando Fenrir apareció detrás de una las de bombas de gasolina con una Uzi. Las balas destrozaron las ventanas e hicieron que la pirámide de dinero saliera volando para todas partes. Subió al coche, disparando como pudo y apretó el acelerador a fondo. En cuanto Fenrir dejó de disparar se dio vuelta en su asiento y, aprovechando que el vidrio trasero había dejado de existir, disparó contra las motocicletas hasta reventar sus llantas y quedarse sin balas. No podía ir al sur, eso lo sabía bien. El auto no lo sobreviviría y no tenía dinero para sobornar a los agentes aduanales. Su única salvación, estaba en Middleton, que quedaba cerca, aunque fuera el hogar de los nórdicos.

            La red de rumores se activó en Austin segundos después que Apolo viera a su hermana con un motociclista. Afrodita se enteró casi por accidente, les buscaban por todas partes y Freyr era hombre muerto en Austin. No había mafioso que no les buscara, la cabeza de Freyr valía demasiado. Afrodita le convenció de buscar un lugar en Austin donde pudieran esconderse. El motociclista prefería ir directo a Middleton, su territorio, pero cedió antes las insistencias de su amada. Afrodita le explicó que tenía amigos fuera del mundo criminal, gente confiable en quienes podían confiar. Montada en la motocicleta de Freyr fueron directo a 81.9, la radio del amor. El edificio, de una planta, en la peor zona de la ciudad, tenía una callejuela donde Freyr podía esconder “el jabalí”, como le llamaba a su moto. Entraron por la puerta trasera, la estación no tenía muchos empleados y todos eran tan leales a Eros y a Psique que no llamarían a los matones de Zeus.
- Afrodita, te ves tan hermosa como siempre.- Eros era un hombre apuesto, aunque algo afeminado. Vestía una camisa de estampado de gueopardo con un chaleco de cuero rojo. Su voz era profunda y carrasposa, perfecta para la radio. Psique terminó su segmento y salió a recibirlos. La mujer de largo y enchinado cabello castaño tenía una mirada inteligente y algo masculina, y parecía como si fuera el opuesto de su amante, Eros.- Y encontraste el amor chica, qué gusto por ti.
- Hola, soy Psique. Mi Eros a veces olvida los modales.
- Freyr, mucho gusto.
- Pero pasen, pasen, ¿quieren café?- Eros les sirvió dos vasos de café y suspiró al verlos juntos. Psique le abrazó, miró a los enamorados y suspiró de nuevo. Freyr estaba por decir algo, pero Afrodita lo silenció de un codazo, eran sus anfitriones y les debían paciencia.
- Freyr, ese nombre es raro. ¿Eres motociclista?
- Depende, ¿eso importa?
- Disculpa, siempre tengo esa tendencia de juzgar a la gente.- Se disculpó Psique.- Sabemos que los buscan, pero no diremos nada. Nadie debería entrometerse en el amor de dos jóvenes como ustedes.
- Si quieren,- dijo Eros animadamente.- pueden pasar el tiempo aquí. Tenemos una habitación en el fondo donde... En fin, tenemos una habitación en el fondo.
- Sí, pero por favor, cambien las sábanas.- Agregó Psique.
- Lamento arruinar el momento,- El encargado de los teléfonos salió de su cubículo y señaló hacia la puerta de entrada, más allá del pasillo.- Ares acaba de llegar.
- Hora de irnos.
- No.- Dijo Psique.- Puede traer compañía, vayan a la cocina, hay una escalera retráctil que va al techo. Hay un pequeño ático donde a veces hacemos... eso no importa ahora, es un ático y pueden salir al techo. Y Freyr...
- ¿Sí?
- Protégela hasta el fin del mundo.
- Eso planeo hacer.- Los amantes corrieron a la cocina para jalar de un cable, descubrir las escaleras de mano y ocultarse en el techo. Eros recibió a Ares y a sus hombres ofreciéndoles café.
- No tengo tiempo para tus monólogos semi-eróticos Eros.- Ares era un hombre de aspecto duro, de cabello de azabache y enormes ojos expresivos. Su traje era barato, pues era de la opinión que el adorno más importante del hombre es su herramienta más crucial, su arma. Tenía una sobaquera doble, además de un revólver en el cinto y un cuchillo en el bolsillo de su saco. Su mano derecha, Efesto, era incluso más desgarbado. Tenía un incontrolable cabello rojo, era muy musculoso y de semblante taciturno.
- Estamos a la mitad de un programa.- Intervino Psique.
- Lo siento Psique, pero eso tendrá que esperar también. Buscamos a Afrodita, ha sido secuestrada por un violento motociclista, uno de los nórdicos.- Efesto se encendió un cigarro y recorrió el lugar, una mano sobre su revólver en su cinturón. Los operarios, nerviosos, fingieron que no le veían. Entró a la cocina, los amantes habían jalado del cordel así que no se dio cuenta del ático secreto.
- Afrodita es buena amiga nuestra.
- Eso es lo que me preocupa Eros. Zeus está muy enojado, y ya sabes cómo se pone cuando algo lo enoja. Me manda a mí, yo le digo que se calme, se enoja más, ordena que Efesto venga conmigo ¿y qué crees que hace ese hombrecillo? Le ruega que se calme también. Ahora sí que está enojado, nosotros somos los violentos hombres de confianza, ¿por qué estamos cuestionando al padre de padres? Y bueno, no les aburriré con los detalles, pero ahora tenemos más de cincuenta hombres en las calles. Volteamos cada roca y pensamos que podrían contactar con ustedes.
- Si lo hace, les llamaremos.- Dijo Psique, aparentando calma.
- No están aquí.- Efeso regresó mirando a la cabina de conducción, distraídamente.- Me encanta su estación, por cierto. No creo que nos hayamos conocido antes. Soy Efesto. Sus programas de media noche me han ayudado a salir de varios momentos tristes.
- ¿En serio?- Ares le miró desconcertado. Le conocía como a un hombrecillo, un montículo de músculos e instinto asesino.- Por todos los cielos Efesto, ¿y te preguntas por qué estás solo?
- El sólo espera a la chica especial.- Le defendió Eros.
- Vámonos antes que te pongas a llorar. Y ustedes dos, no olviden que Zeus está enojado.

            Había estado muy cerca para Afrodita y Freyr, era momento de dejar Austin. El motociclista no lo pensó dos veces. Subió a su amante al Jabalí y aceleró para irse de la ciudad. Llevaba una Uzi escondida a un costado del motor, así como un revólver en sus pantalones. No estaba seguro que eso fuera suficiente para defenderse de las mareas de matones que Ares había convocado. Se relajaron al llegar a la carretera. El aire libre y el día soleado les hizo bien. Afrodita, con su largo cabello rubio al aire, abrazó a Freyr con todas sus fuerzas. No le dejaría ir, ni siquiera ante la amenaza de la muerte. Sabía lo que su padre era capaz de hacer, y paradójicamente le respetaba más que a cualquier otro hombre. Su hermano Apolo se encaminaba a ser igual que él, aunque carecía de su sabiduría, e incluso admiraba la tregua que se había autoimpuesto con su hermano Hades. Temía por Freyr, aunque él no se cansaba de repetirle que sabía cuidarse sólo.
- ¿Por qué frenas, ya llegamos?
- No, pero los enanos necesitan ayuda.- Dijo Freyr, apuntando hacia el horizonte. Todo lo que Afrodita podía ver era una nube de polvo.- Espera aquí. Los gigantes de hielo atacan de nuevo.

            Afrodita se bajó y Freyr aceleró a fondo. Temía que Austin le hubiese hecho débil. Había crecido para ser motociclista. No era un extraño a la violencia y a la vida rápida, pero Afrodita y su delicadeza le habían robado el corazón. Probándose a sí mismo se acercó al taller mecánico que estaba siendo sitiado por los motociclistas. Había tenido razón, tenían los parches de “los gigantes de hielo”. No podía ver a su líder, Laufy, pero sí podía ver a los mecánicos aterrados. Habían cerrado las puertas y trataban de defenderse, pero carecían de las armas para hacerlo. Freyr aceleró en sentido contrario al círculo de gigantes de hielo. Agitando su pesada cadena derribó a uno de un golpe que le dejó desmayado. Uno de los gigantes aceleró frente a él, mostrándole un revólver. Sacó la Uzi y disparó una ráfaga que derribó a otros tres. Los demás gigantes le atacaron, obligándole a alejarse lo suficiente para recoger a sus heridos y huir. La nube de polvo se calmó y pudo ver a Afrodita caminando hacia él. La recogió en la mitad de la carretera y fueron al taller.
- Eres un héroe.- Gritó uno de los mecánicos.
- Afrodita, conoce a los enanos. Ellos han construido las mejores motos de Texas. Hicieron mi motocicleta.- Afrodita estrechó la mano del dueño, un enanos vestido de mecánico.
- Y la mía.- Thor apareció detrás de ellos. El inmenso pelirrojo escondía su cabello debajo de un paliacate. Tenía chamarra con picos en los hombros y guantes de cuero con picos en los nudillos. Freyr y Thor se abrazaron y Freyr le presentó a Afrodita.
- No puedo creerlo Freyr, tienes una novia que no sea imaginaria y es bonita además.
- Mucho gusto.- Afrodita estrechó su mano, que parecía más la garra de un oso y señaló a su motocicleta. Tenía un guardafangos plateado con alas en los costados, en la parte superior.
- Ah, notaste mi motocicleta, la mejor de Texas. Deja al Jabalí detrás y por mucho. Es Mjolnir, el martillo del asfalto. Sólo yo puedo manejarla.
- Lo dice como si fuera un gran honor, esa bestia traga gasolina como agua. Además, ese mito es falso por completo. Tiene un problema eléctrico, tienes que mover la llave de cierta manera.
- Oye, déjame impresionar a tu novia. Ya era hora que la presentaras.
- No en buenos términos, me temo.- Dijo Afrodita, mientras los enanos les invitaban a la sombra de su taller y les ofrecían cervezas.- Temo que haya arrastrado a la mafia hasta Middleton. Mi familia, me temo, no es de lo más normal y pueden causarles serios problemas.
- Problemas de familia, eso no es novedad.- Thor terminó su cerveza, estrelló la lata contra su frente, eructó y siguió hablando como si nada.- Llegas a una familia complicada también. Mi hermano Baldur, que no era nada como yo...
- Vamos Thor, era idéntico a ti. Se creía inmortal y no era ni la mitad de listo de lo que se creía.
- Convenido. En fin, Baldur... Era un buen hombre.
- Sí, eso sin duda. Él me adoptó para el club.- Recordó Freyr con ternura.
- ¿Y qué le pasó?
- Mi hermano Loki lo mató. No nos hablamos, sin decir lo menos. Tres hermanos, uno traidor, otro muerto y luego estoy yo. Créeme, entendemos de problemas de familia. Hay un griego en Middleton, se llama Prometeo. Ha llegado huyendo de algo.
- Prometeo... No puede ser nada bueno.- Dijo Afrodita.
- Vengan,- Dijo Thor, animadamente.- vayamos a Asgard que mi padre querrá verlos.

            Los motociclistas cruzaron el pequeño y apacible pueblo texano de Middleton hasta un camino que llevaba un kilómetro a las afueras, por un sendero ascendente, hasta llegar al bar de motociclistas del club de los nórdicos. Afrodita estaba fuera de su elemento y entendió lo que Freyr debió haber sentido en Austin. Ella había crecido en grandes mansiones, comiendo en lujosos restaurantes, con sirvientes que podían hacerle todo, desde traerle algo de beber hasta romperle las piernas a alguien. Todas las historias que Freyr le había contado, de las épicas batallas, de las aventuras en las olvidadas carreteras de Texas, todas ellas no explicaban la situación tan bien como lo hacía el experimentarlo en primera persona. El bar, Asgard, era un edificio grande y alargado, en dos aguas y con inmensos cuernos en el frente. Podía imaginar a Freyr creciendo en lugares así, siempre con no más de una o dos mudas de ropa, aprendiendo a los golpes y siempre dispuesto a morir. Afrodita supo entonces que Freyr no mentía, pelearía por ella como ella pelearía por su amante nórdico, sin reservas y hasta la muerte.
- ¡Hemos llegado!- Bramó Thor a todo pulmón, mientras empujaba las puertas y sonreía.
- ¡Freyr!- Los motociclistas celebraron su regreso y se asombraron de la belleza de Afrodita. Aún vestía su vestido de noche y no pudo dejar de sentirse observada. Un motociclista se le acercó, visiblemente borracho y Freyr lo tomó del cuello con tanta fuerza que lo levantó y lo azotó al suelo.
- Ni en tus sueños, y eso va para todos.
- ¡Déjenlos pasar!- Gritó un motociclista, de edad madura, con todos los dientes de oro.
- Afrodita, conoce a Heimdall, él habla por Odín normalmente.
- Thor deja de payasear y sé un buen anfitrión, sírveles cerveza de la buena.- Afrodita se sorprendió al ver a la mujer. En un susurro Freyr le hizo saber que se trataba de Frigg, esposa de Odín y padre de Thor. Ella era todo lo que Afrodita habría imaginado de una esposa madura de motociclista, era de hombros anchos, voluptuosa y de mirada fuerte.- Tú debes ser Afrodita, había escuchado de ti. La mujer más bella de Austin, pues bienvenida a Asgard.
- ¿Quién llegó, es mi hijo Baldur?- De la trastienda apareció un hombre de barba canosa, ancho como un ropero y encorvado por los años. Era tuerto y parecía distraído. Frigg le explicó que Baldur había muerto, hacía años y Odín repentinamente lo recordó con un gruñido. Llevaba dos jaulas para pájaros, aunque una estaba vacía. Las colocó en la barra y le dio de comer al cuervo que habitaba la otra jaula.- Mi memoria no ha quedado igual desde que Munin escapó de su jaula.
- Mi esposo es algo supersticioso, no le hagas caso.
- ¡Cerveza para todos!- Thor cargó un barril de cerveza con cada brazo y empezó a servir tarros, empezando por los novios.- Padre, ¿cuántas veces alimentaste a Hugin hoy? Se ve gordo.
- Yo sé lo que hago.- Se defendió Odín. Cuando dejó de alimentarlo estiró un brazo por encima de la barra y acarició el rostro de Afrodita.- Si eres novia de Freyr, estás en casa.
- Gracias.- Afrodita bebió del tarro hasta atragantarse, lo cual produjo carcajadas.
- Nena, escogiste un mal momento para eso.- Las risas se detuvieron cuando las puertas se abrieron y un grupo de motociclistas mujeres, con cascos con cuernos, entraron a Asgard.
- Valkirias.- Les saludó Heimdall, indicándoles que se sirvieran cerveza.- ¿Han aceptado la propuesta de Odín?
- No cambiaremos de parches, pero las Valkirias y los asgardianos somos hermanos desde ahora.
- Prepárate,- Le susurró Freyr a Afrodita.- aquí viene una celebración como nunca antes habías visto.

            Apolo no había cambiado de expresión desde que viera la cinta. Buscaba a su hermana Afrodita por todas partes y Zeus, sabiendo que su hijo tenía mucho pero carecía de sabiduría, envió a su consiglieri, Hermes, a acompañarle. El consejero era un hombre tranquilo y modesto que detestaba destacar en cualquier situación. Había estado a la derecha de Hermes, coordinando a todos sus capitanes rápida y eficientemente por años, como un mensajero alado, y se preciaba de su mente serena y de su extenso conocimiento del submundo criminal de Austin. Apolo quería partir cabezas, pero Hermes le convenció de tomar otra ruta. Conocía a todos quienes directa o indirectamente trabajaban para Zeus y se figuró que lo más sensato era empezar por aquellos que tenían fama de ser escurridizos. Manejó a Apolo hasta el mejor burdel de la ciudad, un club de strippers manejado por Cupido. El regordete, con rostro infantil y traje color salmón, les recibió con champagne y sus mejores mujeres. Hermes sabía que era una mala idea, y dejó que Apolo se lo hiciera saber.
- ¿Celebras que mi hermana haya desaparecido?- Apolo le dio un golpe en la boca del estómago que lo tiró al piso. Hermes le tronó los dedos a las mujeres para que se fueran.
- Cupido, Cupido... ¿No te jactabas siempre que puedes encontrar la pareja perfecta a cualquier enamorado?- Hermes le ofreció una mano para levantarse y dejó que se apoyara contra la barra de la entrada.- Apolo está algo enojado, y comprensiblemente.
- Vamos Hermes, haz algo por mí, ¿por los viejos tiempos?- Dijo Cupido cuando Apolo le tomó de las solapas de su traje y lo azotó contra la barra.
- ¿Con ese traje salmón? No lo sé... Apolo, deja que respire un poco.
- Tú no estás sordo,- Le dijo Apolo, mientras Cupido recuperaba el aliento.- seguramente has oído que mi hermana desapareció en los brazos de un nórdico. Dime lo que sabes y no dejarás tus dientes en la barra.
- Está bien, está bien, por Zeus... No sé si sea importante...
- Deja que nosotros juzguemos eso.- Dijo Hermes.
- Escuché que Dionisio estaba involucrado, que estaba en el Hades esa noche y ya saben cómo es él. Me lo dijo él mismo que los vio, él debe saber algo. No le puedes confiar, no como yo que nunca le he robado ni un centavo a Zeus.

            Hermes y Apolo encontraron a Dionisio por la red de informantes que no separaban la oreja del suelo. Caía la noche y, como todas las noches, se le podía ver en la escena de clubes. Apolo le mostró su revólver de oro y Dionisio entró al auto, tragando saliva y rogando por piedad. Dionisio dejó en claro que no había tenido nada que ver en el asunto, que les había visto en el Hades y nada más. Hermes no confiaba en su informante, de modo que decidió que sería mejor llevarlo al Hades. La grabación mostraba que se trataba de un club nocturno, pero todos eran más o menos iguales. Apolo maldijo a su tío de todas las formas que conocía. Hermes, por el otro lado, no estaba muy feliz. El hermano de su jefe había estado pintando dentro de las líneas, sus excesos eran tolerados por Zeus, como los de Zeus eran tolerados por Hades. El intento de chantaje podía romper esa tregua. Hermes podía ver los nubarrones de guerra que se cernían sobre ellos y a cada paso rogaba por que la situación se compusiera sola, mágicamente. En el fondo, sabía que no sería así.
- ¡Hades!- Apolo entró al club empujando gente. Hermes les pidió a los primeros clientes de la noche a que esperaban afuera. Quienes no le conocían a él, conocían a Apolo y su revólver de oro.
- Es una noche entresemana, por eso no me enojaré por esta interrupción.- Hades salió de su oficina y saludó a Hermes.- ¿Cómo estás Hermes?
- He estado mejor, te lo aseguro.
- ¿Cómo te trata mi hermano?
- Bien, gracias, ¿y cómo está Persefone? Escuché que había enfermado.
- Está bien ahora, una simple gripe. Es cierto que todo lo escuchas.
- Eso intento.- Apolo les veía, ir y venir y perdía la paciencia.
- Dionisio,- Dijo finalmente.- tiene una historia interesante que contar. Dice que Afrodita y Freyr estuvieron aquí.
- No tengo idea de quiénes vienen o van.
- Dice que aquí se filmó tu chantaje.- Dionisio se removió en su sitio y miró a Hades con absoluto terror.
- Siendo justos,- Añadió Dionisio.- yo no dije esa última parte.
- Pues Dionisio podría tener razón.- Dijo Hades, mientras sacaba un cigarro que Hermes encendió con su encendedor de plata.- Podrían estar aquí, de chantajes no sé nada.
- Vamos Hades, sabemos que pasó aquí y en este club nada sucede sin que tú lo permitas.
- Cuidado sobrino, con la forma en que me hablas. Tu cabello rubio y el parecido a mi hermano no te salvarán de mí.
- Sí, muy lindo. ¿Y eso?- Justo cuando Hermes estaba por interceder, Apolo señaló un cartel a un lado del escenario, frente a la pista de baile.- Esa cantante es la que yo vi en el ascensor con la cámara en la mano. Esa Pandora, ¿dónde está?
- Desapareció y ahora veo que con buen motivo. Hermes, ¿puedo hablar contigo en mi oficina?
- Por supuesto, Apolo espera aquí por favor.- Apolo aceptó de mala manera y dejó que Dionisio saliera corriendo, empujando sillas y accidentalmente tirando una mesa.
- Pasa y ponte cómodo.- Hermes pasó entre las columnas de lámparas de lava y se sentó en un cómodo sillón frente al escritorio de Hades. Él miró por entre las persianas de su ventana y suspiró entristecido.- Esa niña no podía hacer nada bien. Era algo que no podía hacer en persona, yo no puedo entrar a Olimpo y no quería meter a Persefone en esto. Es sólo entre Zeus y yo.
- ¿Por qué Afrodita?
- No me mires así Hermes, no es como si yo los enamorara. No se trataba de chantaje, lo entendieron todo mal. Sólo Zeus debía verlo, él habría sabido por qué si hubiese ocurrido de ese modo, pero gracias a la curiosidad de Pandora el mundo se caerá a pedazos creyendo que los traté de extorsionar. 
- Tiene sentido.- Reflexionó Hermes.- Si lo hubiese visto Zeus y nadie más.
- Lo que le espera a esos nórdicos no conoce definición... ¿Mi hermano ha visto al viejo?
- No.
- No tardará en llegar.- Hermes cerró las cortinas y se apoyó contra su escritorio de ébano negro.- Por cierto, ya que estamos de viejas chismosas, Prometeo estuvo aquí la misma noche. Desapareció y creo a que Middleton. Si él ayudó a los amantes no lo sé, pero dudo que sigan en Austin. No, estarán en Middleton, junto con Prometeo y lo que sea que haya robado.
- Las suertes se están decidiendo Hades, haces bien en hablar conmigo. La tormenta caerá sobre ellos, creo que será mejor que Apolo hable con los mexicas, nunca sobran los aliados.

            Hermes detuvo la cacería humana, pese a las protestas de Ares, pues estaba seguro que Afrodita estaría con su amante en Middleton. Manejó con Apolo hacia el Olimpo, quería hablar con Zeus personalmente. Apolo preguntó mil veces sobre su conversación a puertas cerradas, pero Hermes insistió en darle la versión abreviada. Había cosas que ni siquiera Apolo debía saber, y se sentía orgulloso de contar la confianza de Zeus para saber de sus secretos. En el penthouse Apolo se quedó discutiendo con Ares, mientras que Hermes entró hasta la oficina. Se quedó en la antesala, un lujoso espacio de muebles traídos del viejo continente y columnas romanas. Podía escucharle adentro, hablando con alguien que apenas y emitía un susurro, y así supo que hablaba con el viejo.
- Imaginé que vendrías a molestarme, tarde o temprano.- La oficina de Zeus parecía un edificio en sí mismo. Tenía cuatro series de columnas, dos de cada lado, dentro de las cuales se encontraban los sillones y la barra. Zeus ocupaba su sillón en su escritorio, en una plataforma sobre escaleras. Su barba canosa y alborotado cabello cano le daban un aspecto casi salvaje, aunque vestía con la elegancia de un rey. Era un hombre seductor y se le podía notar en la mirada. El viejo parecía su contrato, era muy esbelto, arrugado y débil. Vestía un horrible traje café y tenía aspecto de vagabundo.- Mucha gente está preocupada, lo entiendo, pero la guerra aún no ha sido declarada. Heimdall no dejará que llegue a eso.
- La guerra es inevitable Zeus, y tu hija se ha asegurado de ello.
- Nadie quiere a Afrodita de vuelta más que yo, pero se necesitan dos para bailar. Odín tiene la pelota de su lado de la cancha. Él decidirá si hay guerra o no.
- Hablaré con él.
- Es lo único que pido.
- Era un buen negocio, la droga del cartel mexica a los motociclistas y luego a ustedes, y la ambrosía fluyendo en el sentido inverso.
- Me pones nervioso cuando hablas en pasado. Habla con Odín y deja de molestarme.

            Afrodita y Freyr durmieron en uno de los bungalós a un lado de Asgard. La celebración había durado hasta la madrugada, y aunque estaban cansados, no durmieron mucho. Afrodita no consiguió dormir en ningún momento. Preocupada por lo que su padre haría con tal de conseguirla de regreso, pasó la noche pensando y caminando por la habitación. Cuando finalmente durmió, en las primeras horas de la mañana, se despertó para encontrarse con que Freyr le había traído el desayuno. Trataron de hablar de lo que fuera, menos de Ares, pero fue inútil.
- Ustedes los griegos están demasiado acostumbrados al lujo.- Dijo Freyr, mientras salía de bañarse y se vestía.- No te ofendas, son criminales de carrera, pero no son forajidos.
- Eso es cierto, no tienen calendarios de chicas desnudas de hace años.- Freyr se sonrojó al ver la colección de calendarios viejos y los arrancó de la pared.
- Ser forajido es más que eso, es estar totalmente fuera de la ley y en todos los sentidos. La mayoría de nosotros ni siquiera tiene papeles. Somos libres, totalmente libres, lo único que tenemos es lo que somos.- Dijo Freyr, sentándose en la cama y señalando las motocicletas estacionadas fuera de la ventana.- Estamos fuera del sistema, tomamos lo que queremos y no queremos mucho. Por eso la gente de Middleton nos soporta, mantenemos lejos a los criminales peligrosos a cambio de muy poco. La mafia de Zeus vive en el sistema, lo corrompe para hacerse un lugar en él y dominarlo. Vivimos en dos mundos muy diferentes, pero en el fondo tu padre le contesta a políticos y policías, nosotros no le contestamos a nadie. No es el palacio que mereces Afrodita, pero esto aún no termina.
- No quiero un palacio, te quiero a ti. Yo viviría en este bungaló toda mi vida si supiera que nos dejarían vivir.- Abrazó a su amante por la espalda y le besó el cuello.-Es más cuidaría de esa horrible cabra con patas de más que estuvo berreando toda la noche y comiendo basura.
- Es la mascota de Odín, mejor no hables de ella en esa forma frente a él. La tiene desde que era boxeador, no tenía ni idea que las cabras vivieran tanto.- Alguien tocó la puerta y Afrodita rápidamente se vistió con una de las playeras de Freyr, que le llegaban hasta los muslos.
- ¡Frey!- El motociclista le quitó el seguro a la puerta y Thor se asomó con un ojo cerrado.- ¿Se puede pasar o se están probando vestidos?
- No hay ninguno que quede de tu talla.- Thor saludó a Afrodita de un gesto, se apoyó contra el marco de la puerta y se abrió una cerveza que compartió con Freyr.
- Iremos a El Paso, para hablar con el cartel. Monta ese cerdito que llamas motocicleta y vamos.
- Descuida,- Le dijo Freyr a su amante.- este es el lugar más seguro en todo Texas.

            Thor y Freyr cruzaron las carreteras a toda velocidad. Freyr tuvo que admitir que Mjolnir era más rápida y a la vez la más pesada. No soportaba únicamente al inmenso Thor, también cargaba con un pequeño arsenal. Los camioneros reconocían a Thor y, además de cederle el paso, hacían sonar sus trompetas en señal de respeto. No había camionero en Texas no hubiese perdido su cargamento a manos de Thor en al menos una ocasión. Ahora los veteranos se limitaban a estacionarse y entregarle las llaves sin oponer resistencia. Más de un camionero había peleado por su camión, ninguno había vencido a Thor. Al llegar a El Paso los dos motociclistas cruzaron la ciudad hasta la compañía de construcción “Pirámide” donde Tlaloc mantenía sus oficinas regulares. Los trabajadores mexicanos les dejaron entrar. Thor pudo ver a varios albañiles escondiendo armas automáticas e instintivamente revisó su revólver. Tlaloc les saludó desde la puerta del contenedor que hacía de oficina. Vestía un ridículo traje rosa mexicano, con un saco con bordados de exóticas aves. Entraron a la oficina, al aire acondicionado y Tlaloc dejó de sonreír.
- ¿Problemas con la construcción?- Preguntó Freyr, señalando por la minúscula ventana.- Ese albañil no mezclará el cemento con esa AK-47.
- Ustedes sí que están en graves problemas.- Tlaloc se encendió un cigarro nerviosamente y pidió silencio con un gesto.- Ya no está en mis manos, ¿me entienden? El cartel envió a mi jefe y no está muy feliz de estar aquí. No está feliz de verme y ciertamente no está feliz de lo que ustedes hicieron.
- Refresca mi memoria.- Dijo Thor.- ¿Qué es lo que hicimos?
- Es decir, cuando dijeron que venían para aquí yo no lo podía creer.
- Eso no responde mi pregunta.
- Esa ambrosía era veneno puro. La cocinaron en Tijuana y llegó hasta Monterrey y Acapulco. Nadie se dio cuenta que era un lote envenenado hasta que fue demasiado tarde. Ahora los federales están enojados con mis jefes y yo parezco un idiota porque pagué por ese producto. Hasta la fórmula era un fraude.
- Nosotros no hicimos nada de eso.- Se defendió Freyr. La puerta se abrió de golpe y entró un hombre moreno, de largo cabello negro, rostro duro como si fuera tallado en piedra. Vestía un traje azul pastel, con una enorme metralleta automática colgando de su hombro derecho.
- Éste es mi jefe, la mano derecha del cartel, Huitzilopochtli.
- ¿Y siempre llega a una reunión de negocios con esa clase de armas?- Preguntó Freyr.
- Los mexicas no nos andamos con juegos. Si alguien cruza la línea, se muere.
- Nosotros tenemos una filosofía parecida y empiezan a cruzar esa línea.- Dijo Thor. Acercó la mano a su revólver, pero Freyr la calmó con un gesto.
- Nosotros no les vendimos ambrosía envenenada. De hecho, hace mucho que no les vendemos ambrosía. Tlaloc se equivoca.
- Normalmente estaría de acuerdo con ustedes, Tlaloc es una burla al sur de la frontera.- Huitzilopochtli se acercó amenazadoramente a su subalterno, le quitó la cerveza de la mano y se la bebió.- Pero ésta vez no hay duda, eran nórdicos.
- No sé cómo hagan las cosas al sur de la frontera, pero en este país no cargamos semejantes metralletas para discutir negocios.
- ¿Esto?- Huitzilopochtli tomó el arma en sus manos y la tiró sobre el escritorio, derrumbando algunos papeles.- Lamento el traspié cultural. Yo no soy el que mata gente, no soy el torturador. Yo soy el que habla. Y si me gusta la conversación, no invito a mi amigo. Si la conversación me aburre, entonces lo llamo. Asuman lo peor, nadie sobrevive a Tezcatlipoca.- Un segundo mexicano entró a la oficina. Vestía un traje negro, con camisa y corbata negra. Era de un moreno claro, con tatuajes en el cuello y en el rostro.
- Me alegra que vengan a visitar Texas, pero están equivocados.
- No, no lo estamos. Dos nórdicos y un griego nos tendieron la trampa.- Mientras Huitzilopochtli hablaba, Tezcatlipoca caminó en círculos a su alrededor sin decir ni una palabra.- Queremos lo que es justo, el doble de ambrosía pero de  la mejor calidad, además de la fórmula.
- Nadie conoce esa fórmula.
- Ese no es mi problema, es suyo. ¿Entienden las condiciones?
- Son muy valientes  en su territorio, vengan a Asgard y les daremos una paliza tan fuerte que su descendencia nacerá adolorida.- Thor escupió a los pies de Tezcatlipoca y los dos motociclistas salieron de la oficina, pero luego salir del lugar.
- Son tipos duros.- Dijo Tlaloc, tratando de romper el hielo.
- ¿Duros?- Huitzilopochtli lo tomó del cuello y lo azotó contra la pared, derribando algunas fotografías enmarcadas.- Les arrancaré el corazón frente a sus familias. Es hora de expandir nuestras operaciones en este país. Los nórdicos serán los primeros en desaparecer, ya no los necesitamos. Y si quieres ser parte de esto, sugiero que te calles y sigas órdenes.
- Entendido.- Dijo Tlaloc, visiblemente asustado.

            Thor y Freyr no hablaron en el camino de regreso a casa. Alguien les había traicionado, probablemente los griegos. Thor sospechaba de Prometeo, el griego que había llegado en un auto convertido en coladera, con la cola entre las patas. Freyr se imaginaba por qué Prometeo habría hecho algo así, era el movimiento maestro de Zeus para recuperar a su hija. Aunque no estaban seguros de su siguiente movimiento, sí sabían que debían llegar a Asgard y avisarle a los demás. A la entrada de Middleton, sin embargo, una patrulla les cerró el paso. Hel se bajó con toda calma, abanicándose con su sombrero. La mujer sheriff se había separado de los asgardianos hacía años para hacerse agente de la ley. La endeble tregua entre ella y Odín les permitía mover drogas, siempre que no vendieran en Middleton.
- Alto ahí, vaqueros.- Hel se apoyó contra la patrulla, mientras su compañero se bajaba, rifle en mano.- ¿Adónde creen que van?
- A Asgard, y no tenemos tiempo para esto.
- Thor, siempre el cabeza dura. ¿Llevan drogas o armas? Vamos, no me miren así que nunca fuimos amigos. No quiero que anden por ahí con armas y drogas como si este pueblo no tuviera ley. ¿Saben quién es la ley?- Thor retrocedió para rodear la patrulla e irse, hasta que Hel disparó al suelo a su lado.- Yo soy la ley. Desenfunden muchachos.
- Odín no estará complacido.- Hel se alzó de hombros y sonrió cuando los motociclistas dejaron las armas en el asfalto. Hel y el patrullero no se movían, era obvio que no moverían la patrulla.
- Ahora lárguense, y díganle a sus amigos que la tregua terminó. Es época de casería para asgardianos.

            Los nórdicos retrocedieron y rodearon Middleton desde la carretera. No habían recorrido ni un kilómetro cuando escucharon dos motocicletas detrás de ellos. Freyr no se sorprendió de ver gigantes de hielo, ni de verlos armados. Trataron de perderlos entre las casas más pobres, la mayoría de maderas, en el límite del pueblo. Eran más veloces y ágiles que ellos, pero los gigantes no tenían miedo de disparar entre las casas. Se separaron en las callejuelas, Thor guiando a uno de los gigantes a una trampa. Frenó en seco en una curva, apagó el motor y dejó que el asesino se acercara. Preparó el mazo de constructor, su arma preferida, y en cuanto vio la llanta delantera le golpeó la cara con tanta fuerza que su cuerpo salió volando y la motocicleta se derrapó docenas de metros hasta entrar a una casucha. Freyr intentó hacer lo mismo, pero no contó con la basura en una calle. La motocicleta derrapó entre las casas y el gigante preparó su escopeta recortada mientras se acercaba a toda velocidad. Freyr trató de levantarse, apoyándose contra una de las paredes. El gigante apuntó, Freyr cerró los ojos, pero el disparó no sonó como de escopeta. El revólver estalló en el eco de la callejuela, la bala atravesando el pecho del gigante de hielo. Freyr se puso de pie y saludó a Tir. El asgardiano era un hombre corpulento, con algunas canas, con tatuajes en la cara y con un cuchillo por mano derecha.
- Tu puntería no ha mejorado.- Dijo Freyr, casualmente.
- Fallé a su corazón a propósito. ¿Por qué no tienen armas?
- Hel decidió que ya no habrá tregua. ¿Qué hacías tú aquí?
- Hay mafiosos en el pueblo, todo lo que tenga nuestra marca es usado para práctica de tiro.- Tir pateó el arma del gigante de hielo y apretó, con su bota militar, la herida de bala para que manara más sangre.- Somos varios los que culpamos a Prometeo, pero no podemos encontrarle.
- Prometeo ha hecho más que eso.- Thor y Freyr le pusieron al corriente. Tir gruñó y se agachó para ver al enemigo de cerca.
- ¿Dónde está el griego? Aún queda tiempo para llevarte al hospital.
- Prometeo está escondido, Laufy nunca se lo cederá a ustedes.
- Lamentable.- Tir le disparó en la cara y se levantó.- Volvamos a Asgard, la guerra se acerca.

            Ares llegó a Middleton en su BMW y estacionó en la cafetería al centro del pueblo. Había estado allí una sola vez antes, y el pueblo era tan aburrido ahora como lo era entonces. La plaza central tenía una feria medieval que parecía ser toda la sensación entre los pueblerinos. Entró a la cafetería quitándose el saco. La mesera vio las dos sobaqueras y la automática en su cinturón y se encerró en la cocina. Heimdall le estaba esperando, su sonrisa de dientes de oro no le distraían de los otros motociclistas armados que le acompañaban. Freyr estaba entre ellos y Ares se sintió insultado que los nórdicos se lo mostraran de esa manera, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que valía su cabeza en Austin. Ares se sentó frente a los nórdicos, rechazó el café y se encendió un cigarro, su mirada fija en Freyr.
- Quería hablar con Odín.
- Nadie habla con Odín, sin hablar conmigo primero.- Heimdall le tronó los dedos para que le prestara atención.- No lo invitarás al baile Ares, sácatelo de la cabeza.
- Tú y yo muchacho, y muy pronto.
- Suertudo yo.
- Oh no, nadie es suertudo de verme. Zeus la quiere de vuelta, en una pieza. Afrodita fue raptada por ese sinvergüenza y le perdonaremos la vida si nos entregan a Afrodita.- Fumó despacio y tranquilo, tirando la ceniza en el café de Heimdall.- Y a Prometeo también. Tenemos algunas cosas que discutir. Si quieren puedo esperar aquí.
- Puedes esperar hasta que el sol se apague Ares, pero no es tan fácil. Ustedes vendieron veneno a los mexicas y ahora ellos quieren sacarnos de Texas.
- No sé de qué me hablas Heimdall. Nosotros no hacemos tratos con el cartel, para eso están ustedes. Si Tlaloc está enojado con ustedes, sugiero le envíen chocolates y flores.
- Esta... ¿Cómo lo llaman ustedes los mafiosos? Ah sí, ésta ofensa que nos han hecho, puede enterrarse y  olvidarse. Ustedes pondrán la ambrosía para arreglar el malentendido con los mexicas.- Heimdall le miró en silencio, Ares parecía masticar la idea.
- Claro, y si quieren podemos pagar la boda de Afrodita con ese imbécil.
- Afrodita tiene edad para hacer lo que quiera.- Freyr estaba por decir algo más cuando Heimdall azotó la palma de su mano en la mesa y lo calló.
- Tú no tomas estas decisiones Ares, pero confío que le pasarás el mensaje a Hermes. El que te dejemos salir caminando de aquí es el mensaje más fuerte, porque no olvides, la ira de los asgardianos puede quemar Austin y lo hará si ustedes fraternizan con el cartel para barrernos.- Ares abrió la boca para decir algo, pero notó que Heimdall observaba por encima de su hombro.

            Cruzando la calle apareció una figura fuera de lugar. Rodeado de los caballeros y damas medievales que se apuraban para atender la feria medieval, apareció un vaquero. Botas de punta de plata, espolones, cinturón con balas y dos pistoleras, camisa sucia por el polvo y sombrero. Heimdall le reconoció de inmediato por su tez pálida, era el peor asesino a sueldo de Texas, conocido únicamente como el vaquero. Heimdall no esperó a conocer sus intenciones, se tiró al suelo volcando el mantel de la mesa. Ares le imitó y fue el primero en desenfundar. El vaquero disparó de sus dos revólveres, mientras caminaba de lado contra la pared de la entrada para guarecerse. Freyr se hincó a tiempo, la bala le rozó por encima y atravesó el cuello del compañero que tenía detrás. Ares disparó contra la entrada y el ventanal a su izquierda, para salir corriendo a la calle en cuanto tuvo la oportunidad. Afuera los gritos se opacaron por el ruido de las sirenas. Los nórdicos dispararon contra el vaquero escondido y salieron siguiendo a Ares. El vaquero ya no estaba, pero todos sabían que regresaría para terminar su trabajo.

            Ares se alejó de Middleton a toda velocidad, las patrullas le pasaron sin darles importancia, todos iban tras los motociclistas. Hermes había sido tan sabio como rápido, aquella no era la única reunión que tendría ese día. Apolo ya estaba en la carretera, esperándole. Zeus no había querido que le acompañara a Middleton, temiendo que esos salvajes le hicieran prisionero a él también. Ares temía más que Apolo matara a Freyr a la primera provocación. Jamás se lo diría al jefe, pero su príncipe podía ser algo testarudo y explosivo. Había crecido, literalmente, en el Olimpo y su perspectiva sobre la vida era la misma que la vista del penthouse hasta la calle. El BMW de Apolo arrancó detrás de él y juntos dejaron la carretera para adentrarse al caluroso desierto texano. Los mexicas les esperaban cerca de ahí, en una pick-up pintada con motivos mexicanos. Huitzilopochtli y Tezcatlipoca se bajaron del camión y mostraron que no iban armados. Ares escuchó la misma cantaleta de la droga venenosa de sus labios, y Apolo se vio tan sorprendido como él lo había estado en Middleton. Los olímpicos tenían un solo ofrecimiento de negocios, Afrodita en una pieza y Freyr en varias por descomunales cantidades de dinero. Ares estaba preocupado por las palabras de Heimdall, creían que los mexicas avanzarían al norte, desplazándoles. El problema estaba en que podían barrerlos a ellos también del mapa.
- Este dinero debería curar algunas heridas.- Apolo le entregó a Huitzilopochtli una mochila repleta de dinero. Huitzilopochtli contó el dinero, no estaba satisfecho.- Pues es todo lo que tendrán hasta que no me entreguen a mi hermana en una pieza, y les sugiero que se apuren porque hay muchos otros gatilleros en Texas que quieren ese dinero.
- ¿Y bien?- Tezcatlipoca preguntó, luego que los griegos se fueran y hubiese un momento de silencio. Huitzilopochtli no dijo nada al principio, y cuando terminó de meditar el asunto señaló a un alacrán negro que avanzaba hacia sus botas texanas. Tomando el revólver que tenía escondido en la parte trasera de su cinturón le disparó.
- Lo hicieron a propósito, para mermar nuestras fuerzas. ¿Qué tan necesario es Zeus, después de todo? Ve a Austin, castígalos.

            Hel persiguió a los nórdicos hasta Asgard, pero no se atrevió a entrar allí con sus patrullas. Frigg no recordaba haber visto patrullas tan cerca de Asgard en toda su vida, y menos ver tantas patrullas. Sabía que Odín, su marido, pensaba lo mismo que ella, algo grande estaba por ocurrir. Heimdall explicó lo que había pasado, además de la muerte de uno de sus camaradas. Frigg quería a Freyr como si fuera su hijo y le contraía el corazón verle tan acongojado. Se sentía responsable de esa muerte y de todos los problemas que caían sobre Asgard. Afrodita la miraba, tratando de juzgar su reacción. La joven vestía unos jeans de diseñador con zapatos de tacones altos y una costosa blusa de algodón, mientras que la reina de Asgard vestía jeans gastados y una camisa amarrada a la altura de su ombligo. Frigg la miró a los ojos, su semblante se había endurecido por los años, pero algo en sus ojos reconfortó a la joven.
- Ahora mismo,- Seguía hablando Heimdall.- nuestra mejor ficha contra Zeus es, paradójicamente, la peor que tenemos. Afrodita.
- No usarás a Afrodita para canjearla por paz.- Ladró Freyr.
- Claro que no.- Dijo Thor.- No tomamos órdenes de esos sucios griegos, sin ofender a la joven.
- No habrá nada de eso.- Concluyó Frigg. Afrodita es libre de quedarse y hacer lo que quiera.
- El gatillero...- Dijo Odín tras terminar su tarro de cerveza y mientras acariciaba el pico de su cuervo Huginn.- ¿estás seguro que era un vaquero y que era muy pálido?
- Muy seguro, le vimos muy de cerca.
- ¿Le conoces?- Preguntó Thor a su padre.
- ¿Te sorprendería si digo que sí?- Odín sonrió y golpeó sus puños enguantados con cuero contra la barra, y lanzó una carcajada.- Ahora sí que será una pelea. Conozco su verdadero nombre. No se detendrá hasta matar a Freyr y a Afrodita.
- Hablando de los novios....- Thor volteó hacia todas partes, pero era claro que habían desaparecido. Afrodita se destacaba en cualquier habitación, y más en una de motociclistas.
- Estarán bien.- Dijo Frigg, llamando su atención.- Ve a robar ambrosía a los griegos y esparce el terror en Austin. Las carreteras son nuestras y es hora que de hacerles recordar eso.

            Odín y Frigg no se preocuparon por los amantes, pues sabían que Freyr nunca huiría de una pelea, y tenían razón. Freyr se cambió de chaqueta en su bungaló, para pasar desapercibido y salió acompañado de Afrodita para buscar gigantes de hielo. La idea de ir a buscar a Prometeo había sido de Afrodita, juzgaba que era la mejor manera de demostrarle a la familia de su novio que no era inútil, y además porque temía lo que los pandilleros harían con Prometeo, y temía aún más si Laufy y su gente lo vendían a la mafia de Austin. Freyr asaltó a un par de motociclistas de los gigantes de hielo en un callejón y les obligó, a punta de golpes con su cadena, que les dijera donde tenían encerrado a Prometeo. Los pandilleros cedieron, en parte porque Prometeo estaba en el Jotunheim, hogar de los gigantes de hielo.

            Freyr no quería admitirlo, pero se sentía derrotado. Jotunheim estaba a varios kilómetros a las afueras de Middleton, en una cuneta polvosa que hacía de fortaleza inexpugnable. No podía hacerlo solo, muchos le reconocerían e incluso si podía entrar al lugar, eso no implicaba que pudiera tomar prisionero a Prometeo y escapar con vida. Afrodita insistió en conocer el lugar, aunque fuera de lejos, de modo que pudieran darse una idea de lo que les esperaba. El camino de tierra, que se desviaba de la carretera principal, describía un largo rodeo en el desierto e iba a bajando a la cuneta, una pequeño valle protegido por todas partes. Freyr le explicó que el edificio estaba empotrado a la pared y se conectaba a viejos túneles mineros de los que salía un aire gélido, de allí el mote de gigantes de hielo. Prometeo, si estaba encerrado en Jotunheim, podía estar en esos impenetrables túneles mineros. Había motociclistas entrando y saliendo de esa cuneta y los amantes tuvieron que esconderse detrás de unas inmensas piedras.
- Mi padre me contó una historia sobre Ares, cuando yo era muy joven.- Afrodita le robó un cigarro a Freyr y sonrió.- Unos tipos estaban encerrados en un sótano, muy bien protegido. ¿Sabes lo que hizo? Jugó sus fortalezas como si fueran sus debilidades.
- Suena como que tienes una idea.
- Oh primor, tengo una excelente idea.

            Aprovechando la caída del sol siguieron los postes eléctricos por varios kilómetros. Freyr escaló, cuchillo en boca y saboteó los cables. Lo hizo con cuidado, no quería que los gigantes de hielo pudieran ver el cable el suelo. Regresaron al camino y aprovechando la oscuridad atacó a dos gigantes de hielo con un tubo de metal. Les quitó sus chaquetas y escondió sus cuerpos desmayados. Afrodita había tenido razón, sumidos en la oscuridad y el calor del desierto la fortaleza se volvía prácticamente inútil. Los motociclistas estaban a pie de guerra, pero por la oscuridad, torpemente cortada por los faros de las motos, les impidieron notar a los amantes que entraban a Jotunheim como si pertenecieran allí. Afrodita se había recogido el cabello en un paliacate de cuero y ocultado parte de su rostro con una bandana. Freyr la jaló contra una pared cuando escuchó la voz de Laufy y la besó como hacían las parejas que aprovechaban la oscuridad. Laufy lanzó maldiciones, culpando a los griegos que habían decidido tomar a Prometeo sin pagarles lo que era suyo. Aquella no era la única voz que pudo discernir, Hel estaba con ellos y parecía apurada para cerrar un trato e irse. Laufy, sin embargo, se olía la trampa y prefirió dejar sus negociaciones para otro momento para reubicar al prisionero.

            Prometeo estaba encerrado en el segundo piso de lo que antes había sido un edificio minero, en una habitación improvisada del ático donde se guardaba la cerveza, las drogas y las armas. Freyr intentó seguir a los gigantes de hielo de confianza de Laufy, pero ellos no lo dejaron subir. Afrodita, sin embargo, no tuvo el mismo problema. Descubriéndose el rostro y batiendo sus pestañas los enormes pandilleros decidieron que era buena idea llevarla al aislado ático para divertirse. Prometeo agitó la puerta que le encerraba, pero no le prestaban atención a él. Cargaron a Afrodita hasta un viejo colchón y ella fingió que le gustaba. Mirando al techo, al enorme tragaluz sobre sus cabezas, intentó ganarse tiempo. Eventualmente, cuando no pudo frenarlos más, se empujó hacia atrás, tomó un tubo de metal y le dio a uno con todas sus fuerzas. Saltó como pudo, pescando las llaves del suelo, y cuando los otros tres la tomaron de los hombros ella lanzó las llaves por debajo da la improvisada pared de palos de madera que encerraban a Prometeo. El ladrón abrió el cerrojo de su encierro y tomando un bat de baseball defendió a Afrodita. Ella tomó un ladrillo y desmayó al último de ellos.
- No es que no agradezca la intención, pero ¿ahora qué?- Prometeo rápidamente cerró el acceso al ático cuando escuchó voces que se acercaban.- Laufy nos matará a los dos.
- No vamos para abajo, vamos para arriba.

            Afrodita usó una silla para abrir el tragaluz sin tener que romperlo y alertar a todo el violento club de motociclistas. La puerta del ático fue probada, Laufy estaba impaciente. El seguro no aguantaría para siempre y Afrodita confiaba que no tendría que esperar tanto. Freyr había regresado a la motocicleta y conseguido una soga larga. Atándola de una piedra se fue deslizando hasta el techo de Jotunheim para rescatar a los dos griegos antes que los motociclistas derribaran la puerta. Subieron tan rápido como pudieron, con Afrodita colgada de la ancha espalda de su amante. Laufy se dio cuenta cuando Freyr ya les llevaba un kilómetro de distancia y para entonces fue demasiado tarde. Prometeo les agradeció durante todo el camino, pero Freyr le hizo saber, al llegar a Asgard, que únicamente había saltado de una sartén ardiente a otra. Heimdall recibió a los héroes con aplausos y brindis, pero en cuanto vio a Prometeo le cargó con todas sus fuerzas y azotó sobre una mesa. Tir le mostró el cuchillo de cazador que tenía por mano y presionando contra su frente le mantuvo tranquilo.
- Freya, tú quédate aquí, necesitaremos a una enfermera.- Le dijo Frigg a la rubia que había tomado su uniforme y se preparaba para irse a su turno al hospital de Middleton.
- Hel y Laufy están en contubernio, les vimos juntos. Y todo por culpa de él.
- Estoy orgulloso de ustedes dos.- Les dijo Odín, mientras se acercaba al prisionero, que ahora rogaba por su vida. Le golpeó en la boca del estómago, con el cuchillo de Tir aún presionando en su frente.- Dinos, amigo Prometeo, ¿por qué no deberíamos matarte ahora mismo?
- Juro que no tenía idea.
- Miente.- Dijo Tir, pero Heimdall le contuvo de cortarle.
- Yo no sabía que esa ambrosía estaba envenenada, trataron de matarme a mí primero.
- ¿Por qué los mexicas están tan seguros que los nórdicos les vendimos esa porquería?- Preguntó Frigg.- Y piensa tu respuesta.
- Estaba con uno de ustedes, lo juro. Dionisio me dijo que sabía cómo vender lo que había robado, me puso en contacto con uno de ustedes que luego trató de matarme.
- ¿Con quién de nosotros?- Preguntó Freyr.
- Con él.- Prometeo se quitó el cuchillo de Tir de encima y miró hacia las fotografías en la pared. Le dejaron levantarse y tomó una fotografía enmarcada de varios nórdicos posando frente a la entrada de un rancho.- El de en medio, el que parece lobo.
- Fenrir.- Dijo Tir en un gruñido, acariciando el cuchillo que ahora tomaba el lugar de su mano derecha.- No es uno de nosotros, ya no.
- ¿Qué pasó?- Le preguntó Afrodita a Freyr en voz baja, pero accidentalmente le escuchó Tir.
- Se salió de control y tuve que hacer algo. Yo lo mandé a prisión, a pudrirse hasta el final de los tiempos, o al menos esa era la sentencia. Perdí mi mano cuando lo engañé para que fuera arrestado, no es mi momento más orgulloso y tengo que verlo todos los días.
- Si estaba en prisión, ¿cómo salió?- Se preguntó Freyr.
- Yo sé cómo. Loki, él es abogado.- Dijo Frigg con frialdad.- Mi hijo conspiró en nuestra contra.
- Podríamos entregarles a Prometeo, explicar toda la situación a Zeus.- Heimdall quiso seguir hablando, pero Odín le miró, con su único ojo, como si hubiese ofrecido arrancarle el otro.
- No, la guerra empezó y es muy tarde. Los griegos son tan culpables de esto como Prometeo y Loki. No les daremos nada, a veces los principios valen más que las negociaciones.

            La noche que Thor llegó a Austin sería recordada hasta años después. Su primera parada fueron los camellos de Apolo, limitándose a dispararles desde su motocicleta por donde fuera que les encontrase. Irrumpió un juego ilegal de cartas y usó su mazo contra los dos guardias de seguridad, robó el dinero y le prendió fuego al departamento. Lanzó cocteles molotov contra las casas que sabía eran laboratorios para drogas sintéticas. Mjolnir recorrió las calles, sembrando terror y robando todo lo que podía. Thor irrumpió en un restaurante de lujo destrozando el ventanal con su motocicleta. Disparó contra los meseros armados y se hizo pasar hasta la cocina. Un chef trató de matarlo con un enorme cuchillo, pero Thor le rompió la quijada con su mazo. El lugar era un depósito de ambrosía, escondido en el refrigerador de carne y Zeus sin duda rechinaría sus dientes sabiendo que perdía medio millón de dólares en una sola noche. En cuanto obtuvo lo que quiso salió por la calle trasera y evadió las patrullas por entre las callejuelas. Haría orgulloso a sus padres, de eso estaba seguro, pero quería una última parada. Manejó hasta el Olimpo, pero alguien ya había tenido la misma idea. Tres autos de mexicas abrieron fuego contra el lobby, y contra lo que se moviera, y los olímpicos difícilmente pudieron defenderse antes que Tezcatlipoca disparara su lanzagranadas contra el vitral de la entrada del edificio y se largara del lugar a toda velocidad. La noche estaba pronta a terminar, los olímpicos habían sido castigados con dureza, pero Thor sabía perfectamente que Zeus lanzaría truenos y relámpagos contra todos sus enemigos.

            Las oficinas de Zeus tenían un total de siete teléfonos, y cada teléfono tenía cinco líneas. Todos los teléfonos sonaban, y todas las líneas. Todos querían hablar con él, desde el alcalde, hasta el gobernador, el jefe de la policía, sus socios comerciales, legales e ilegales y la prensa. Habían sido tomados por sorpresa, pues en el fondo nunca creyeron que alguien, y mucho menos dos facciones enteras, decidieran atacarles en la misma noche. Thor había dejado una estela de destrucción, dedos rotos y robos, mientras que Tezcatlipoca y su ejército habían demostrado estar mejor armados que la policía, mejor organizados y entrenados, y mucho mejor pagados. Ares estaba rojo de furia, pero no se atrevía a hablar. Ares, Hermes y Apolo estaban sentados en el mismo sillón, sintiéndose como niños regañados, mientras que Zeus miraba su ciudad en sepulcral silencio. Había perdido a su hija, había perdido a sus socios, había perdido ambrosía y ahora había perdido el respeto. La copa de vino en su mano se rompió por la presión, pero Zeus no dijo nada. Apolo se relamió los labios, tratando de pensar en algo que decir, pero Hermes le silenció con una mirada, era mejor esperar a que él hablara.
- Hermes,- Dijo finalmente, mientras se limpiaba las manos con su pañuelo de seda. Se acarició las barbas canosas y respiró profundo.- antes que me olvide, asegúrate que la hermana del alcalde reciba un lindo regalo, mañana es su cumpleaños. Tengo entendido que tiene cierta afición por el campismo. También, envía algo del arte que tenemos en la bodega para esa exhibición en el museo, es una semana pero quiero que sus curadores lo tengan desde antes. Sólo porque estamos en guerra no es razón suficiente para perder los estribos y la civilidad. Austin no arderá, y yo me ocuparé de eso. Nos sorprendieron, solo eso. No culparé a ciertas personas en este penthouse, aunque podría hacerlo. No lo haré, porque el futuro siempre es más importante que el pasado.
- El demente de Tezcatlipoca tenía un lanzagranadas.- Dijo Ares, como estallando por el enojo.- Por favor Zeus, desencadéname.
- Sí, déjame serte útil padre, Ares y yo los aplastaremos a todos.
- Necesitamos prudencia.- Dijo Hermes, plenamente consciente de las miradas asesinas de Ares y el dorado príncipe del crimen.- Heimdall es prudente, sabe que una guerra abierta no beneficia a nadie.
- Hermes, de todas las personas en esta sala, no pensé que tú fueras el más ciego.- Zeus se encendió un puro y su semblante serio se iluminaba por el resplandor del cigarro en la relativa oscuridad de la oficina.- Esto no es por drogas, ni es por dinero o por orgullo. Es por Afrodita, nada más importa. La quiero aquí o haré arder Texas hasta las cenizas.
- Hay algo que sería sensato saber.- Dijo Hermes, tragándose el orgullo.- ¿De dónde salió esa ambrosía envenenada que los mexicas nos culpan de haberles vendido?
- Finalmente, algo de sabiduría.- Celebró Zeus.- Ares, llévate a Efesto y considérate desatado. Conquisten el asfalto, repelan a los mexicas y maten a tantos como puedan. Hermes, usa a alguien de tu confianza para encontrar de dónde vino esa ambrosía y esa fórmula falsa.
- Tengo a alguien perfecto, Heracles, nunca me ha fallado. Puede empezar por Persefone, la esposa de Hades no me parece inocente del todo, ella podría haberlo pensado.
- ¿Y yo, padre?
- Tú te quedas cerca, por ahora. Quiero que aprendas cómo se conquista el mundo.

            Cuando Thor llegó a Asgard la encontró prácticamente sitiada por los gigantes de hielo. Abrieron fuego contra el bar en la madrugada, aprovechando que la mayoría dormía la borrachera. Laufy sabía que no podía tomar Asgard, al menos no aún, pero estaba decidido a debilitarlos lo más posible. Thor, sin embargo, fue una variable que no tenía en cuenta. Atacó como un rayo, permitiendo a sus camaradas proteger el club y abrir fuego. Laufy fue el primero en irse, sus muchachos empezaron a caer como moscas cuando Tir consiguió rodearles con otros seis motociclistas. La huida, sin embargo, no fue tan veloz como Laufy había pensado. El vaquero apareció en un auto viejo y destartalado. Se abrió paso entre los gigantes de hielo para llegar hasta Asgard, aceleró contra las motocicletas y, cuando todos dispararon en su contra, saltó por la puerta, rodó unos metros y consiguió esconderse detrás de unas puertas en la parte trasera, cerca de los bungalós. Matando motociclistas de un lado y del otro avanzó hacia las habitaciones, en busca de los amantes. Abrió la puerta de uno de los bungalós de una patada y disparó contra la cama, pero no estaban ahí. Sabiendo que su oportunidad se había malgastado robó una motocicleta y escapó, confiado en que perseguirían a los hombres de Laufy y no a él. Afrodita salió de debajo de la cama, los disparos habían atravesado las almohadas bajo las sábanas y le fallaron por muy poco.
- Vino por mí, por nadie más.- Afrodita abrió el clóset, donde Freyr había encadenado a Prometeo.- Ésta guerra es parcialmente mi culpa.
- No digas eso Afrodita...
- Dije parcialmente, tú todavía no te zafas. La próxima vez ese vaquero me matará, o peor aún a Freyr. Tengo que irme de aquí y quiero que me acompañes.- Los ojos de Prometeo se iluminaron.- Hay una sola manera para que mi padre no te corte en pedazos muy pequeños y te alimente a los buitres.
- ¿Y cuál es esa?- Preguntó Prometeo, mientras Afrodita buscaba en los pantalones de Freyr hasta dar con la llave del candado.
- Vamos a encontrar a la persona que te puso la trampa, que empezó esta guerra. Y sé que me acompañarás, porque no tienes otro lugar a dónde ir.
- Si vamos a Austin, ¿te entregarás a Zeus?- Preguntó, mientras se quitaba las cadenas y la acompañaba de cuclillas hacia la salida, hasta un auto que tenía las llaves puestas. La balacera continuaba, aunque no con la misma violencia que antes.
- No, además eso no salvaría a Freyr. Si podemos probar que los nórdicos no tuvieron nada que ver, quizás pueda salvarle la vida.- Afrodita encendió la marcha mientras Prometeo subía del otro lado y sin mirar atrás aceleró hacia la carretera.

            El daño de la pelea no había sido grave. Ningún nórdico había quedado fuertemente herido y todas las ventanas rotas podían reemplazarse fácilmente. Frigg mandó a los neófitos a cargar los cuerpos de los gigantes de hielo que habían muerto para enterrarlos en el desierto, de modo que Hel no pudiera arrestar a todos en un solo golpe. Ella eventualmente llegó, su dorada estrella de sheriff reluciente y brillando ante el sol. Quedaba aún algo de sangre en la arena compacta y las paredes tenían agujeros de balas, pero nadie admitió pelea alguna. Hel escupió en el suelo, amenazadoramente y se fue de ahí. Thor presentó el botín de su saqueo nocturno, produciendo admiración. Heimdall se quedó con el dinero y le envió, junto a Freyr a contactar con los mexicas y entregar la ambrosía robada, con la esperanza que Huitzilopochtli les diera algo de tiempo. Freyr no tuvo ocasión de ir a su bungaló y despedirse de Afrodita, Thor prácticamente lo jaló hasta su motocicleta para partir cuanto antes. Mjolnir y el Jabalí aprovecharon las carreteras secundarias hasta un punto desolado de desierto donde entregaron el paquete frente a una pick-up con motivos mexicanos y se fueron de ahí sin decir ni una sola palabra. Los mexicas les vieron alejarse, mostrándoles sus AK-47 de oro. Usaron los mismos caminos de regreso, pero Hel se esperaba eso. Cerró el camino con una valla de metal y dos patrullas y pacientemente les esperó, mascando tabaco y reprimiendo a los patrulleros que le veían el trasero.
- Tengo una buena noticia,- Les dijo en cuanto les vio frenando y desenfundó su revólver.- y seis muy malas noticias. La buena noticia es que, bajo este inclemente sol de desierto, aún les queda la opción de rendirse y enfrentar cargos por portación de armas y narcotráfico. En cuanto a las seis malas noticias, bueno, traten algo y verán de qué se tratan.
- ¿Cuánto te paga Laufy para hacernos esto? Llegas cuando los gigantes de hielo ya se fueron y te conviertes en la dama de la ley.
- Freyr, tú siempre me caíste bien, por eso no te mataré ahora mismo. Apaguen sus motos y suban a mi auto, tiene aire acondicionado.- Añadió Hel, con una sonrisa torcida.
- No sé,- Dijo Thor con una sonrisa.- hoy hay una linda brisa. ¿Para qué desperdiciarla en un auto?
- Hijo de Odín, tú en especial me caes muy mal. ¿Cómo está él, sus lagunas de memoria se hacen mares?, ¿aún sigue creyendo que Baldur está vivo?
- Tú deja a mi hermano fuera de esto.
- Miren nada más, toqué un nervio. Tu hermano se lo merecía y tu madre siempre lo quiso más que a ti. Ahora por favor Thor, te lo suplico, has algo estúpido para que me des la oportunidad de quebrar a tu padre en dos como una niña llorona.
- Está bien, ya basta.- Gritó Freyr, apagando su motocicleta. Thor le imitó, pero no se bajaron. Los patrulleros se acercaron, bastones en mano y les indicaron que levantaran las manos.

            Thor, siguiendo instrucciones, liberó el seguro que mantenía la bolsa de cuero a su lado, con sus armas. Las pistolas cayeron al suelo con un fuerte golpe. Indicó que tenía un revólver en su cinturón, en la parte trasera y dejó que el patrullero se la quitara. Aprovechando que Freyr se ponía de pie e insultaba a Hel, deslizó su mano al costado izquierdo, tomó su mazo de constructor y le dio un golpe tan fuerte al patrullero que le rompió dos costillas, haciéndole tirar su arma. El patrullero a su izquierda trató de someterlo con su bastón, pero recibió un golpe similar en la rodilla. Hel se dio cuenta de lo que pasaba y no dudó en disparar. Thor se agachó, inclinando Mjolnir contra su pie derecho y de un jalón al acelerador se dio a la fuga. Freyr desarmó al patrullero a su lado, le quitó el bastón y le soltó un fuerte golpe a la rodilla de Hel, salvándole la vida a Thor. La sheriff sabía que no le encontrarían tan fácilmente y prefirió darse por satisfecha arrestando solamente a Freyr. Thor no dejó de gruñir y mascullar maldiciones en todo su largo camino hasta Asgard.
- Hel arrestó a Freyr.- Dijo, en cuanto entró al bar abriendo las puertas de un empujón.
- Esa no es la única mala noticia, Afrodita y Prometeo escaparon.- Dijo Heimdall.- ¿Cómo rescatamos a Freyr?
- Voy para allá, pero necesitaré soldados.
- De ninguna manera Thor.- Dijo Odín. Incluso Frigg, que se preciaba de conocer bien a su marido, estaba sorprendida.- No, sólo asegúrate que un par de matones de confianza estén cerca. Que estén armados, sin llamar la atención y listos para cualquier eventualidad. Tú irás a Austin, quiero que ayudes a Tir, él ha ido a buscar a tu hermano Loki para hacerle algunas preguntas. Si encuentran a Afrodita, protéjanla y traten de regresarla a aquí.
- Pero padre, Freyr podría...
- No me cuestiones.- Bramó Odín, golpeando sus puños contra la barra. El bar quedó en silencio sepulcral, nadie había visto al tuerto en ese humor.- ¿Qué esperas? Encuentren a Loki, ahora.
- Sí, padre.- Dijo Thor, con el orgullo herido.
- Amor mío,- Empezó Frigg, y Odín sabía lo que vendría. Siempre tenía algo que decir cuando empezaba por esas palabras y normalmente lograba hacerle cambiar de opinión.- quizás sería mejor que Thor, el mejor de tus guerreros, se quedara cerca. Los olímpicos podrían contraatacar.
- Y lo harán. No, Freyr estará bien. El resto de ustedes,- Dijo a los motociclistas que le veían sin saber qué pensar.- ya saben qué hacer. Vacíen el depósito de armas si es necesario. Freya, me temo que perderás otro turno en el hospital, pero necesitaremos a una curandera.
- Estos parches no son de adorno.- Dijo Freya, señalando los parches del club, un par de hachas de guerra sobre una calavera.
- Eso me gusta escuchar.- Dijo Frigg, viéndola con orgullo. No tenían muchos miembros mujeres, y de hecho ningún club los tenía, pero Odín la había recogido de las calles, tratándola como si fuera su hija, y esa fue la inspiración para el club femenino de motociclistas, las valkirias.
- Estaré atrás, alimentando a los cuervos.- Dijo Odín, mirando hacia una de las ventanas desde la que podía ver al viejo, estacionándose y caminando hacia la parte trasera del club. Odín entró a la trastienda, que también eran sus habitaciones, y le abrió la puerta a su invitado. Le ofreció una cerveza, que el viejo declinó con un gesto y se sentaron sobre dos bancos, frente a la mesa donde descansaban las dos jaulas de pájaros. Odín notó que una estaba vacía y la miró extrañado.
- Se te escapó Munin.- Le dijo el viejo, amablemente.
- Ah, es cierto. Pensé que Baldur lo tendría con él.
- No, viejo amigo, tu hijo Baldur está muerto. ¿Lo recuerdas?
- Ya, sí...- Odín miró a su invitado con tristeza.- Loki... ¿Cómo pudo hacerlo?
- Me estabas esperando.
- Tu gatillero ha estado aquí, el vaquero no obtuvo lo que buscaba.
- El vaquero matara a todos si es necesario, deberías saberlo.
- Es curioso lo que recuerdo y olvido. Sé que lo hará.- El viejo le miró extrañado. No esperaba una reacción como esa.- ¿Sorprendido? Somos guerreros, hasta el final.
- Yo también he venido por ellos.
- Llegas tarde entonces, Afrodita ha huido a Austin, sin duda para alejar al asesino de nuestro territorio. En cuanto a Freyr, nadie lo puede tocar donde está, ni siquiera yo.
- Es lamentable, toda la situación.- El viejo se limpió un poco del polvo que tenía en las solapas de su saco y acarició al cuervo en su jaula.- Esta guerra será nefasta. Tu club tendrá unos cincuenta o sesenta miembros, ¿no es cierto?
- Sumando los neófitos diría que cien. Laufy tiene casi la misma cantidad.
- Y todos ellos serán como nada para la tempestad que se acerca. ¿A cuántos asesinos crees que Ares comanda o Tezcatlipoca?
- Cuando hablaste con ellos, porque imagino que has visitado a Zeus y a Huitzilopochtli, ¿les diste el mismo discurso, pero en inverso?
- Sí.- El viejo se rió un poco y puso su delgada mano sobre el ancho hombro del ex-boxeador.- Les dije que tú tenías más de cien guerreros acostumbrados a matar y que no conocen otro lujo más que la gloria, otra diversión más que el combate.
- ¿Y qué te dijeron ellos?
- Me preguntaron lo mismo que tú, por eso me pareció gracioso.- El viejo se puso de pie lenta y adoloridamente.- Ares y Efesto traen un ejército hacia aquí, llegarán en cuestión de minutos. Odín, toma mi consejo y olvida a los amantes. Tú olvidas todo, hoy día. Olvídalos a ellos, deja que el vaquero haga su trabajo. ¿Qué son dos cadáveres más frente a una guerra que no puedes ganar?
- La guerra tiene gloria, el homicidio es vergonzoso.
- Muy bien.- Dijo el viejo, resignándose, manos en posición de rendición.- Vienen del sur, son al menos tres coches. Buena suerte.
- Gracias, viejo amigo.

            Odín corrió al segundo piso donde la alarma se encontraba montada, era un inmenso cuerno que medía prácticamente la longitud de Asgard y sobresalía por encima de los cuernos de la entrada. Sopló el cuerno a todo pulmón, avisando a la mayoría de los miembros, que habían dejado el club minutos antes, que se encontraban bajo ataque. Heimdall se levantó de su asiento, dejando todo detrás, para preparar el campo de batalla junto con otros cuatro camaradas. En el camino terroso que llevaba hasta el club se encontraban dos postes, los cuales escondían una cadena con picos que podía alargarse de lado a lado. Apenas tuvieron tiempo de colocarla para regresar a Asgard y montar la defensa. Ares y Efesto, junto a un pequeño ejército de asesinos profesionales, llegaron a toda velocidad. Los dos primeros autos desgarraron sus llantas, se salieron fuera de control y obstruyeron a los otros, hasta que arrastraron la cadena, con todo y poste, por varios metros. El ataque sorpresa ya no era tan sorpresivo.

            Odín montó una vieja metralleta en un nicho del techo y abrió fuego, junto con los pocos asgardianos que se encontraban en el edificio. Los mafiosos lograron rodear el edificio, pero no podían entrar en él. Heimdall, escondido detrás de una de las puertas traseras, esperó su momento para apuñalar a uno de los mercenarios en la pierna y arrastrarlo a Asgard. Le mostró que no tenían a Afrodita y a Freyr, pero ya era demasiado tarde para eso. Heimdall mató al sicario, le cortó la cabeza con una pesada hacha que descansaba montada en la pared y la lanzó por una de las ventanas hasta los pies de Ares. Cubiertos de disparos por todas partes, Freya se arrastró hasta un depósito en la parte trasera, tenía un plan para engañarles. Reclutando a algunos valientes se disfrazaron como si fueran del club de Laufy, y logrando romper el sitio, aunque fuera momentáneamente, subieron a sus motos y les atacaron por atrás de las líneas enemigas.

            La estrategia de Freya fue bien recibida en Asgard, pero ahora tenían incluso a menos miembros protegiendo el edificio. Ares logró repeler el ataque de los motociclistas, haciéndoles huir lejos de ahí. Ordenó que incendiaran al edificio y quemaran a todos adentro en cuanto se convenció que Afrodita no estaba ahí. Frigg, Heimdall y los pocos motociclistas que quedaban se dedicaron a apagar el fuego, pero en el fondo sabían que era inútil. El plan de Freya, sin embargo, no había terminado. La enfermera y su pequeña legión de falsos gigantes de hielo, cruzaron la carretera hasta una gasolinera operada por Laufy. Dispararon contra las bombas y obligaron a los motociclistas a atacarles, lanzando la orden de ir por Laufy y refuerzos. Freya y sus hombres les llevaron hasta la batalla y el efecto fue el deseado. Los gigantes de hielo aprovecharon el ataque para terminar con los asgardianos, pero Ares no estaba dispuesto a caer en la misma trampa dos veces y abrió fuego contra ellos. Aunque Laufy los hizo más lentos, Efesto y un pequeño grupo de sicarios fuertemente armados, consiguió cercarlos de nuevo y avanzaron con lanzagranadas. Freya y sus hombres estaban de vuelta, y quienes habían ido por más armas y municiones llegaban en oleadas, y aunque Efesto no consiguió volar el lugar entero hasta los cielos, sí consiguió que más de una docena entraran al edificio y causaran tantas bajas como pudieran. Un segundo cuerno sonó, antes que Efesto pudiera reforzar el sitio, eran las valkirias y llegaban dispuestas a morir con tal de defender Asgard.

            Middleton podía escuchar los disparos, aunque eran muy lejanos. La policía, sin embargo, fingía que estaba sorda y se contentaba con ayudar a los hombres que Ares había enviado para incendiar los negocios que los asgardianos tenían en Middleton. Hel en persona les ayudó a hacerlo, junto con casi todos sus hombres. El edificio del sheriff quedó con apenas un par de policías, pero no creían que Freyr pudiera traspasar los barrotes de la jaula al fondo, detrás de todos los escritorios. Los aburridos policías se contentaron con leer el periódico y nunca repararon en el pálido vaquero que hacía sonar sus espuelas mientras subía los escalones de piedra y entraba al edificio. Se acercó a uno de los policías y le cortó la garganta con un cuchillo largo. Le disparó a los otros dos y calmadamente se acercó a la jaula donde Freyr golpeaba la pared del fondo y hablaba por la pequeña ventanita con barrotes. El vaquero recordó los dos sujetos de aspecto peligroso que perdían el tiempo, apoyados contra una pared del edificio. No había visto la dinamita que cargaban, pero se podía imaginar la escena cuando parte del muro estalló y Freyr se lanzó al agujero como un conejo, mientras que el vaquero disparaba en vano.

            Sus rescatadores pusieron al tanto a Freyr, y le entregaron el Jabalí, que les había costado un dineral sobornar a los policías para recuperarla. Freyr aceleró en el sentido contrario, hasta llegar al desierto donde un grupo de sicarios de Tezcatlipoca supervisaban las carreteras. Dispararon contra ellos y se aseguraron de tenerles cerca hasta llegar a Asgard y agregar más armas y balas a la pelea. Ares no estaba dispuesto a seguir la pelea, enfrentándose además a Laufy y a los hombres de Tezcatlipoca. La conflagración fue bajando de intensidad mientras los mexicas se daban cuenta que estaban siendo usados y decidieron irse. Laufy fue el último, pero eventualmente se retiró con el orgullo lastimado. Asgard había sido salvado, aunque carecía de vidrios, tenía agujeros de bala por todas partes, marcas de incendios y agujeros por los estallidos de granadas. Los asgardianos parecían no darse cuenta y celebraron la victoria junto a las valkirias cargando con barriles de cerveza y repartiendo tarros. Cuando Freyr se enteró que Afrodita había vuelto a Austin dejó de celebrar y tuvo que ser retenido por varios para poderle convencer de quedarse y confiar en las órdenes de Odín.
- Vinieron por sangre y la tuvieron.- Dijo Odín, parándose sobre la barra y levantando su tarro.- Ésta es la primera batalla, es tan solo el ensayo, la siguiente pelea nos llevará hasta la gloria.

            Cuando Ares se enteró que los asgardianos celebraban, pese haber perdido todos sus negocios legítimos, muchos de sus hombres y prácticamente perdido su bar, sintió una descarga desde la base de su espina dorsal que le recordó lo que el miedo era. Sabía que no sobrevivirían un segundo asalto, de modo que no les consideró una amenaza inmediata, sin embargo su fracaso se había debido, en gran parte, a los mexicas. Mediante los contactos que Hermes había cosechado desde hacía años, se vio con Tezcatlipoca y Hel en una habitación del único hotel en Middleton.
- Quiero decir, en primer lugar,- Dijo Tezcatlipoca mientras se encendía un cigarro y dejaba que Hel y Ares se sirvieran un trago del minibar.- que esos hombres ya han sido reprendidos. Fueron impulsivos por completo, yo jamás hubiera dado semejante orden. Los nórdicos nos entregaron parte de la compensación que nos debían, y es lamentable que esto haya avivado el conflicto entre ellos y nosotros.
- Sí, esa compensación es nuestra, la robaron a nuestros hombres.
- Ese no es mi problema, lo que trato de decir es que no pasará de nuevo.
- ¿Y dónde estabas tú?- Ares señaló a Hel y ella tranquilamente se bebió un trago de la pequeña botellita de vidrio del mini-bar.
- Haciendo tu trabajo en Middleton, corazón.- Añadió eso con algo de sorna.- Y deberíamos haber hecho esto antes Ares, podemos unificar frentes.
- Ya era hora, ¿tenías que esperar a que Freyr matara a tres de tus policías?
- No, no fue Freyr. Fue un vaquero, varios testigos lo vieron. Además, de haber sido los nórdicos no habrían volado parte de la pared como en una película del oeste. Yo quiero saber quién le paga a ese vaquero, y me las huele que viene del sur de la frontera.
- A mí no me señales. Tú eres la ley aquí, ve a Asgard y arréstalos.
- No es tan fácil. Si lo hago ahora tendremos que notificar al idiota del fiscal que hubo una carnicería porque una pandilla de mafiosos y agentes del cartel atacaron un bar de motociclistas. No es la clase de papeleo que quiero hacer.
- Esos nórdicos no podrán terminar de pagar su compensación.- Dijo Tezcatlipoca, acariciando su pistola de oro.- Ya no nos son útiles.
- Excelente,- Celebró Ares.- finalmente estamos de acuerdo en algo. Ustedes los mexicas pueden ayudarnos, podemos aplastarlos juntos.
- No, ¿para qué molestarnos? Ustedes y los nórdicos se matarán mutuamente, ¿para qué exponer a Huitzilopochtli antes del tiempo? Son tan ridículos como los nórdicos que dicen combatir.
- Cuidado, cuidado, amiguito.- Le dijo Hel, señalándole juguetonamente.- No son ridículos y sería un error tomarles como tales.
- Cuidado a quien señalas, en un año estarás tomando órdenes de Huitzilopochtli y esos ridículos asgardianos pasarán al olvido, donde debían estar desde hace mucho.
- Te advertí.- Hel desenfundó su revólver y de no ser por los ágiles movimientos de Ares, le habría volado la cabeza de un tajo.- Cuidado cómo hablas de los nórdicos, yo soy uno de ellos.
- ¿Has perdido la cabeza?- Le gritó Ares, mientras Tezcatlipoca se limitaba a alzarse de hombros e irse.- A mí tampoco me cae bien, pero volarle la cabeza en un hotel es un suicidio.
- Ese el problema con ustedes los olímpicos, están demasiado cómodos. Bajen a nuestro terreno, al lodo y la sangre. Tendrán que hacerlo eventualmente, aquí en Texas parece que todos queremos matarnos mutuamente.

            Afrodita y Prometeo llegaron a Austin con un profundo miedo en la boca del estómago. Escucharon por la radio de nuevos ataques de motociclistas en la ciudad y cada vez que se mencionaba el nombre de las víctimas Afrodita esperaba escuchar el de Freyr. Prometeo también tenía miedo, aunque por su vida, pero estaba convencido que el plan de Afrodita era lo mejor que tenía. Para saber quién alteró la ambrosía y falsificó la fórmula que vendió a Tlaloc, probaron suerte con Hades. El hermano de Zeus, sabía Afrodita muy bien, era capaz de cualquier cosa y la inestable tregua entre su padre y su tío podía romperse en cualquier momento. Entraron por una puerta trasera que no estaba vigilada, pero no lograron entrar al club cuando vieron que Heracles discutía con Persefone, tratando de sacarle alguna información. Afrodita conocía bien a Heracles, era un sujeto ancho y corpulento, de larga caballera y que se creía hijo de dioses.
- Bueno, este es un plan que duró poco.- Se lamentó Prometeo mientras regresaba al auto.
- Vamos Prometeo, piensa, ¿dónde la robaste?
- En la Isla Afortunada, ¿conoces el lugar?
- Sí, ¿pero es un laboratorio de drogas?
- Entonces no conoces el lugar.

            El club no quedaba lejos, La isla afortunada era más pequeño que Hades, y pasaba muchas noches con apenas un puñado de clientes. No era ningún competidor contra los bares de Hades, según le explicó Prometeo, y por eso Hades le dejó ser. El negocio verdadero se encontraba en la parte trasera, un enorme laboratorio de drogas sintéticas, de proporciones industriales, que fabricaba casi toda la ambrosía de Texas, además de metanfetaminas y éxtasis. Entraron a la Isla afortunada aprovechando que estaba vacío casi por completo y Prometeo le dirigió hasta el inmenso laboratorio industrial. Escondidos de los guardias se abrieron paso hasta la oficina de donde Prometeo había robado todo. La dueña del lugar, Artemisa, se encontraba en la oficina contando dinero y no les escuchó mientras cerraron silenciosamente la puerta y la sorprendieron por la espalda.
- No te muevas Artemisa.- Prometeo le mostró su arma y ella se paralizó de miedo hasta que reconoció a su compañera.
- ¿Afrodita? Has estado matando a tu padre del susto. Dile que baje el arma antes que haga algo estúpido.
- Lo siento Artemisa, pero tenemos unas preguntas. El brillante Prometeo, con esa temeridad característica, robó algo de esta oficina que ha empezado una guerra de tres bandas. ¿Alguna idea de por qué la ambrosía estaba envenenada y la fórmula era falsa?
- Yo no guardo eso en esta oficina, todo se queda en el laboratorio. Ahora, por favor, guarda esa pistola. No me vas a disparar y me ponen nerviosa.
- Un momento, algo está mal.- Prometeo señaló la puerta cerrada y contó los seguros, eran siete.- No estaban puestos, como si alguien quisiese que entrara aquí.
- Artemisa, ¿tienes algo que ver?- Preguntó Afrodita.
- Lo siento, te dije que bajaras el arma.- La puerta se abrió y un gorila con una escopeta les apuntó a los dos. Prometeo se alzó de brazos, pero el sujeto no tenía intención de dejarles con vida. Antes que pudiera apretar el gatillo parte de  su cráneo se reventó y cayó de bruces al suelo. Heracles entró, pisando su cadáver, y con una automática con silenciador en la mano.
- Esto es como un dos por uno.- Dijo, señalando a Artemisa y a Prometeo.
- Heracles, yo no sabía que estaba envenenado. Por favor...
- Zeus me dijo lo que quería hacer contigo. Te tendrá amarrado contra un tubo en el sótano del edificio, tendrá a un par de matones dándote de golpes con bats de baseball, y un par de enfermeros para mantenerte con vida. Te golpearán hasta el borde de la muerte, y entonces los enfermeros te regresarán a la salud, una y otra vez por el resto de miserable, y corta, vida.
- Oye, genio...- Artemisa señaló a Afrodita, quien estaba parada en una esquina.
- Vaya, es como un tres en uno.
- No, Heracles, Prometeo tiene razón. Es un ladrón, sí, pero fue una trampa. Esos seguros estaban abiertos, alguien se aseguró de que robara eso, lo vendiera a los mexicas y empezara la guerra.
- Tiene sentido, me acabo de enterar que Artemisa tiene un amorío con un buen amigo de Prometeo, la clase de gente que sabría que planeaba un robo como este.
- Yo no lo sabía, lo juro.- Insistió Artemisa.- Por favor Heracles, no le digas a Zeus.
- Yo sé quién fue.- Dijo Prometeo, con severidad.- Y no me llevarás ante Zeus hasta que ponga mis manos en el canalla.

            Thor y Tir se enteraron que la guerra había llegado a casa cuando hablaron por teléfono con Freyr. Les imploró que buscaran a Afrodita, aunque no tenía idea de cómo. Odín les dio instrucciones más detalladas, era momento de sacar al jefe del Olimpo de su torre de marfil y tenía un plan para hacerlo. Antes de proceder con él probaron la oficina de Loki en su pequeño pero exitoso bufete de abogados en la mejor zona de la ciudad. El lugar estaba a oscuras, pero le buscaron en silencio temiendo una trampa. Eventualmente, luego de revisar los dos pisos de oficinas, se convencieron que no estaba ahí. Era una sensación extraña estar en su oficina, y a los dos les afectaba de diferentes formas. Tir había sido muy cercano a Baldur, pero él era hermano de Thor. Frustrados se sentaron en los sillones un momento, Thor robó un par de cervezas de importación de un refrigerador y Tir recogió unas cerillas del escritorio para encenderse un cigarro. Thor le miró intentando encender la cerilla con una mano hasta que se desesperó antes que el manco. Tir disfrutó el cigarro y le agradeció con un gesto.
- Mi hermano sí que se da la gran vida.- Dijo Thor, bebiendo su cerveza y revisando las fotografías que colgaban de la pared.- ¿Puedes creer que tiene una fotografía de cuando éramos niños, de cuando el rancho todavía existía?
- Recuerdo que se enojó con Laufy, que se le lanzó a los golpes.
- Sí, eso fue antes de Baldur. Tiene sentido que sea abogado, es decir, mi hermano sólo era bueno para mentir y formar ilusiones, ¿qué mejor que un abogado?
- Si, uno que puede sacar a Fenrir con cualquier excusa.- Dijo Tir, señalando una fotografía de Fenrir y Loki en prisión, los dos vestidos de civil.- A veces puedo sentir mi mano derecha, sé que no está ahí, pero la siento, ¿me entiendes? Y eso me recuerda a ese maldito rancho en ruinas, el día que el lobo casi me devora completo.
- Sí, y pensar que sólo te quitó la hombría.- Bromeó Thor.
- Cállate.- Tir le lanzó su botella en broma y cuando ésta se revenó contra la computadora los dos se miraron sonrientes. Thor levantó la silla y la lanzó contra un anaquel, mientras que Tir tiró las fotografías con su cuchillo, partiendo la pared de yeso. Thor levantó el escritorio completo y lo lanzó contra un mueble con vitrina, que se reventó en mil pedazos. Cuando la destrucción terminó los dos se prepararon para irse, hasta que Tir notó algo en el suelo.- Eres un idiota Thor, te lo digo como amigo, busca tu yo interior y date cuenta que eres un idiota.
- ¿De qué hablas?- Tir se agachó y con su cuchillo le señaló la nota que había sido pegada al teléfono, tenía el nombre de Tlaloc y el nombre de un hotel.

            El hotel estaba repleto de sicarios mexicas y los dos se destacaban a la primera. El edificio tenía un patio interior con escaleras a los dos pisos de habitaciones. Incluso desde la entrada podían ver a Tlaloc, con expresión de niño regañado, que era echado de una habitación por Huitzilopochtli. Rodearon el edificio y en cuanto Tlaloc puso un pie en el estacionamiento del hotel, Thor le tomó de las solapas del traje y lo azotó contra la pared.
- Hola amiguito, ¿cómo te trata el cartel hoy?
- ¿No muy bien?
- Que lástima, porque hoy trataron de matar a mi padre.
- Vamos Thor, dame una oportunidad.- Empujó al motociclista y se alisó el saco de ganadero, con todo y su corbata texana.- Todo iba bien entre ustedes y yo hasta que llegó Huitzilopochtli. No les voy a mentir, los matarán a todos, y a los griegos también. Hermes está allá arriba, tratando de sonar relevante, pero les dará igual. No me hubieran vendido liebre por gato.
- No fuimos nosotros.- Dijo Tir.- Fue Prometeo y Fenrir, y él ya no está con nosotros. ¿Cómo conoces a Loki?
- ¿Loki el abogado?
- No, Loki el que te va a partir en dos si te haces al gracioso.
- ¿Sabes una cosa Thor? Tú tienes un problema con la ira.- Tlaloc trató de encenderse un cigarro y Tir le compartió de sus cerillas.- Es el abogado que quiere representar al cartel, hacer todo legalmente para que dominen todo Texas y yo, quien les ha hecho mucho dinero con los años, termine lavando los excusados de Tezcatlipoca y su banda de lunáticos...
- ¿Qué pasa?- Tlaloc miró el paquete de cerillas y luego miró a Tir.
- ¿De dónde salió esto?
- De la oficina de Loki, ¿por qué?
- Porque aquí es donde le conocí por primera vez... Ese maldito, sabía que me iría mal con esta nueva “reestructuración” del cartel, como Huitzilopochtli le llama. Lo sabía y lo hizo de todas formas. No me sorprendería que estuviese detrás de todo.
- Tir...- Dijo Thor, pensativamente.- Creo que tengo una idea.

            Tlaloc regresó al hotel y los dos asgardianos se pusieron manos a la obra. Tir cargaba con dinamita en su motocicleta y Thor la conectó, junto con un detonador al auto de Huitzilopochtli. Los autos de los matones de Tezcatlipoca fueron fáciles de discernir, aunque todos los representantes del cartel en el hotel manejaban el mismo modelo de BMW, los matones tenían que dejar atrás sus metralletas de oro en los asientos traseros. Tir saboteó los frenos de todos los autos con su cuchillo mientras que Thor usaba su cadena para atar el eje del automóvil de Hermes a un poste. Esperaron silenciosos en sus motocicletas, escondidos detrás de los arbustos que separaban esa sección del estacionamiento. Hermes fue el primero en bajar, acompañado de Huitzilopochtli y algunos de sus guardaespaldas. Hermes subió a su Mercedes-Benz y en cuanto arrancó la cadena se tensó y el auto perdió las llantas traseras. Los motociclistas cruzaron los arbustos, Tir disparando contra los mexicas, mientras que Thor mataba al chofer de Hermes, lo desmayaba de un golpe y le subía a su motocicleta. Huitzilopochtli se tiró detrás de un auto, dejando que uno de sus guardaespaldas le acercara el auto, que voló en mil pedazos en cuanto encendió la marcha. Los mexicas les persiguieron, pero eso no duró mucho, sus autos se estrellaron en el tráfico. Hermes despertó a medio camino al Olimpo y los motociclistas le convencieron que no iban a matarlo, necesitaban que entregara un mensaje a Zeus.

            Afrodita y Prometeo viajaron en el auto de Heracles hasta los Campos Eliseos, un centro cultural famoso por sus ocasionales orgías y sus espacios para el consumo de drogas y experimentación de toda clase. Dionisio tenía su nombre en la entrada y una enorme estatua en su honor. Le encontraron en la bodega donde se guardaban las obras de artes. Los guardias mal pagados de Dionisio reconocieron a Heracles, vieron su arma con silenciador y prefirieron salir corriendo. Dionisio, con su rostro juvenil y sus delicadas maneras, les ofreció una taza de café. Prometeo le soltó un golpe a la boca del estómago que le dobló de dolor.
- Tú sabías que robaría ese laboratorio, tú te enteraste y tú plantaste ese botín demasiado suculento para ser posible. Tú armaste todo Dionisio y ahora me quieren muerto por tu culpa.
- Y más importante,- Añadió Heracles.- los mexicas, los nórdicos y nosotros estamos en guerra.
- ¿Qué podrías ganar de todo esto?- Le preguntó Afrodita. Dionisio luchó para respirar y lentamente se puso de pie.
- Zeus se enterará de esto.- Dijo Heracles.
- No sé, yo tengo mis dudas sobre eso.- Dionisio caminó en reversa y sonrió. Las luces se apagaron y Heracles lanzó un grito cuando una pesada estatua le dio en la cabeza y le obligó a tirar el arma. Cuando las luces regresaron se encontraron con Loki, apuntándoles con el arma de Heracles. Loki era un hombre delgado, de facciones casi femeninas y una sonrisa traviesa.
- Dionisio tiene razón, Zeus no tiene por qué saberlo. Me sorprende que no hayas entregado a Afrodita y a Prometeo en la primer oportunidad que tuviste Heracles, supongo que quisiste jugar al héroe y eso me favorece, nadie tiene por qué saber lo que Afrodita y Prometeo saben.
- Loki,- Le reconoció Afrodita de fotografías que había visto en Asgard.- tienes una familia que se muere de ganas de verte.
- Veo que le tienen miedo a mi arma, no deberían. Yo no los voy a matar. Él los va a matar.- Fenrir apareció de atrás de una cortina de plástico con una escopeta recortada.- Mata a los cuatro, saben demasiado.
- Pero yo he sido útil.- Se defendió Dionisio.
- Así es, en tiempo pasado.
- No es nada personal, en serio,- Dijo Fenrir, alternando objetivos hasta decidirse por Afrodita.- y creo que lo más honorable sería matarte a ti primero muñeca, ahorrarte la ansiedad y la angustia.

            Fenrir se rascó las barbas de lobo, pero antes que pudiera jalar el gatillo un disparo reventó contra la columna a un lado de su cabeza. Instintivamente se agachó y respondió el fuego, pero Thor y Tir ya habían entrado a la bodega y se cubrían detrás de cajas repletas de arte. Heracles tomó a Afrodita de la mano y con increíble fuerza la levantó del piso y la lanzó detrás de unas cajas antes de seguirla. Prometeo les imitó y Dionisio prefirió lanzar una silla contra el ventanal para salir huyendo del edificio. Fenrir y Loki se protegieron detrás de una columna, regresaron algunos disparos pero estaban conscientes de su desventaja. En cuanto escucharon los gritos de mercenarios mexicas decidieron que era momento de huir por la parte trasera.
- Tlaloc les debió decir adónde iríamos. Suena como que es hora de irnos.- Dijo Thor, cargando otro cartucho a su automática.- Afrodita, será mejor que nos sigas.
- No puedo,- Dijo ella con miedo en la voz.- puedo convencer a mi padre que los nórdicos no le tendieron una trampa y si regreso con él le perdonará la vida a Freyr.
- ¡Tú!- Tir tomó del cuello a Prometeo y le acercó el cuchillo que tenía por mano hasta llegar al ojo.- Tú y ricitos de oro dirán la verdad, o te buscaré yo mismo hasta los confines de la tierra para matarte. ¿Nos entendemos?
- Sí, claro como el agua.- Dijo Heracles, tomando a Prometeo de las muñecas, como si fuera su prisionero.- Pero Afrodita tiene razón.
- No, no la tiene, Freyr escalará el Olimpo con tal de verla de nuevo.

            Los cuatro huyeron del lugar por la misma ventana que Dionisio y antes que los mexicas inundaran el lugar. Heracles se llevó a Prometeo por su lado y Afrodita se subió a Mjolnir para que pudieran dejar Austin cuanto antes. Las patrullas estaban por todas partes, los mexicas habían atacado de nuevo, ésta vez paralizando gran parte de sus negocios legales con cascadas de balas. Las negociaciones con Hermes no habían dado el resultado esperado. Al amanecer, cuando llegaron a Middleton, el apacible poblado se encontraba en un estado similar de nervios. Los mexicas habían atacado de nuevo, contra los hombres de Ares y de Heimdall por igual. La batalla había sido perdida para el pequeño ejército de Tezcatlipoca, pero el daño sobre Middleton ya estaba hecho. Freyr y Afrodita se reunieron de nuevo en Asgard, donde Valkirias, enanos y asgardianos se preparaban para la pelea más grande de sus vidas.
- Esto es una locura Freyr.- Le dijo Afrodita a su amante, luego de besarse.- Loki y Dionisio lo planearon todo, esto no tiene por qué prolongarse más.
- Ni lo hará, gracias a Odín, a Thor y a Tir. Esto acabará en la tarde, pelea sin armas y sin cuartel.- Freyr señaló a las valkirias y enanos que se hacían de tubos, cadenas y cuchillos y se preparaban para pelear junto a los asgardianos.- Ésta noche muchos de nosotros regresaremos a Valhala.
- ¿Adónde?- Freyr cargó a Afrodita hasta el club y cuidadosamente la dejó acostada sobre una vieja mesa frente al muro de fotografías. Besando su mano le mostró una vieja fotografía de un rancho, con un Odín joven y antes de quedar tuerto.
- Odín creció en este rancho, Valhala. Era prospero y pacífico, hasta que Laufy saboteó sus cultivos e incendió la casa. Odín siempre habla de regresar a Valhala, quizás porque está perdiendo la memoria o quizás porque, en espíritu, nosotros los nórdicos merecemos algo de tranquilidad cuando morimos en batalla.- Freyr se encendió un cigarro y suspiró.- Frigg había llegado a conocer Valhala, me parece Heimdall también. Odín no fue el mismo desde entonces, ya era un motociclista pero ahora tenía un deber en la vida, matar a Laufy.
- ¿Por qué Laufy haría algo así?
- Otro rancho le pagó. Ahí es donde pelearemos, en el mismo lugar donde Baldur murió a manos de Loki. Tiene cierto sentido poético, si lo piensas. Tir perdió su mano en ese rancho ruinoso, cuando logró que Fenrir fuera enviado a prisión por sus crímenes, pensando que estaría allí por el resto de su vida. El abandonado rancho Ragnarok. Ésta noche termina ahí, de una vez y para siempre.
- ¿Y tú crees que si mueres ahí, despertarás en Valhala?
- Yo creo que despertar en cualquier parte menos a tu lado es una tortura.- Afrodita se lanzó contra Freyr, besándolo con todas sus fuerzas y suscitando chiflidos. El espíritu festivo terminó abruptamente cuando Hel entró a Asgard como si fuera dueña del lugar. Llegó a solas, pistola en mano y abanicando su frío rostro con su sombrero de vaquera.
- En este ambiente se puede escuchar a un ratón estornudar.- Se sentó frente a la barra, haciéndose de un tarro de cerveza y se encendió un cigarro con toda calma. Odín salió de la trastienda, donde había estado practicando sus movimientos de boxeo y se plantó frente a ella.
- Siempre pensé que el día que entrarías a Valhala traerías a un ejército, o quizás a Laufy.- Dijo Odín, con voz grave. Levantó las manos para detener a los miembros de su club que se acercaban para matar a Hel a golpes.- Nunca olvidaré que tú le ayudaste a incendiar Valhala.
- Eso fue hace mucho tiempo, y yo era muy joven.
- No tan joven.
- ¿Qué quieres que te diga, Odín? Tú y yo tenemos mucha historia juntos. Laufy también. Los tres sabemos que, al final del día cuando todo se haya dicho y hecho, sólo uno de nosotros terminará con vida, y Odín... Yo tengo una obsesión con seguir con vida.
- Estoy perdiendo la memoria, pero no tanto, sé todo eso. Laufy pagará por sus crímenes, él primero y después lo harás tú. Si viniste a intimidar, llegas tarde.
- No vine a eso.- Hel se terminó la cerveza, eructó y apagó el cigarro en la barra.- Vine a decirte que, cuando el día llegue, seré yo quien te mate, o quizás Luafy. No un griego, ni un mexica. No, mi querido y adorado Odín, Asgard y yo tenemos una cuenta pendiente. Lo que pase en Ragnarok, yo no interferiré, considéralo mi último regalo. Mátense mutuamente, yo me las arreglaré con quien resulte victorioso. Buena suerte Odín, y si ésta es la última vez que tú y yo cruzamos palabra, quiero que sepas que si tú me caes mal, Loki me cae aún peor.  
- Siempre un gusto tenerte aquí.- Le dijo Frigg, mientras le lanzaba un vaso de agua helada. Los motociclistas se echaron a reír, pero a Hel no le dio gracia. Le dedicó una reverencia a Frigg y salió como había entrado.

            En una polvosa carretera, no muy lejos de Middleton, Ares y Apolo se hicieron de una pequeña cafetería, ahuyentando a sus clientes con sus armas. Efesto llegó poco después, cargando con un lanzacohetes que medía y pesaba casi lo mismo que él. Apolo no dejó de reírse cuando le vio, le pareció como si la enorme arma cargara a Efesto, y no al revés.
- Vamos, vamos, hombrecito, no te enojes, creo que esta radio sintoniza a Eros y Psique.- Se mofó Apolo mientras se sentaba en un taburete frente a la barra de la vacía cocina.
- Se lo tenías que decir, ¿no es cierto? Pues pueden burlarse todo lo que quieran, un disparo de este bebé y díganle adiós a los asgardianos y al suelo que pisan. Esto convertirá la arena a sus pies en cristal. Ya lo verán, Efesto siempre tiene las mejores armas.
- Pues será inútil.- Ares se quitó el saco y tronó los dedos para llamar la atención de los matones que ocupaban todas las mesas.- Y eso va para todos ustedes, nada de armas. Zeus fue muy específico. Por eso pedí por los más grandes y rudos de ustedes. No mancillarán el honor de Zeus cargando una pistola a ese rancho abandonado.
- Es una tontería.- Dijo Apolo, sin darse cuenta que el BMW de Zeus, color dorado y azul, aparcaba frente a la puerta de entrada. Su padre debió escucharle, mientras bajaba con Hermes, pues su carácter explosivo se reflejó en su centelleante mirada.
- No es ninguna tontería.- El lugar cayó en absoluto silencio.- Cuando yo tenía menos que tu edad ya peleaba en las calles. Yo le arranqué Austin de las manos de los titanes, y no se hacían llamar así por ser buenas personas. Un cuchillo y yo, no necesitaba de nada más. Ellos eran unos salvajes, como nuestros enemigos de esta tarde, pero nuestros enemigos de ahora respetarán la consigna de no llevar armas, mientras que los titanes no lo respetaban. Construí un imperio con mis propias manos y no toleraré insubordinaciones, menos aún de mi propio hijo.
- Heracles viene en camino.- Dijo Hermes, para romper el silencio.- Insistí que trajera a Prometeo, parece que tiene algo interesante que decirnos.
- Si no tiene escondida a mi hija en un bolsillo, dudo que me interese.- Efesto le dio una taza de café que Zeus tragó con expresión de asco. Efesto se alzó de hombros, señalando la máquina de café. Ares se levantó de golpe, al ver la caravana de pick-ups con motivos mexicas que bajaban la velocidad al irse acercando a la cafetería rodeada de autos lujosos. Se colocó frente a Zeus y Apolo le acompañó, escopeta en mano. Los mexicas bajaron la velocidad y tiraron sus armas por la ventana antes de seguir avanzando.
- Los veremos en la tarde,- Les dijo Huitzilopochtli cuando su Audi se detuvo frente a la cafetería. Podían ver a Tlaloc y a Tezcatlipoca sin camisa y afilando cuchillos.- si se atreven.
- Ya era hora.- Se alegró Zeus cuando los mexicas se fueron. Se quitó el saco y la camisa, quedando en camiseta. Tenía un tatuaje de rayos cayendo de sus hombros y docenas de cicatrices de peleas.- Hacía mucho que no estaba en una pelea cuerpo a cuerpo que valiera la pena.
- ¿Estás pensando ir?- Preguntó Apolo, visiblemente sorprendido.
- Por supuesto que sí. Ares ha conseguido a los sesenta sujetos más duros y peligrosos que tenemos. Será una justa batalla, porque todo el club de Odín estará allí, y de Laufy, y me apuesto algo que esos mexicas no enviarán a unas cuantas niñas exploradoras. Claro que estaré ahí, no me lo perdería por nada del mundo. Con algo de suerte y podremos rescatar a tu hermana.
- Afrodita está bien.- Dijo Ares, terminando su cigarro.- Eso dicen los espías de Efesto, está en Asggard y no es prisionera.
- ¿Quizás podríamos convencerles de darnos a Afrodita?- Sugirió Hermes.
- No compraré a mi hija como si fuera ganado. No es orgullo paterno Hermes, es mucho más que eso. No se trata únicamente de las ofensas y humillaciones.
- ¿Es por ese misterioso viejo?- Preguntó Hermes, mientras se sentaba en un cubículo.
- Sí, de hecho le saludé en el camino. Estaba parado en la carretera y me saludó como su fuera a morir.- Apolo se preocupó por el tono serio de su padre.- Y eso es precisamente lo que haremos. No lo duden, iremos a Ragnarok a morir, pero moriremos la muerte de un héroe, peleando.
- No te ofendas,- Dijo Apolo.- pero preferiría si tú vivieras otro día más.
- Eres un buen hijo.- Zeus revolvió sus cabellos rubios como si aún fuera un niño y aplaudió al ver que Heracles llegaba llevando a Prometeo amarrado de las muñecas.- Heracles, ¿hay un trabajo que no puedas hacer?
- Zeus, creo que deberías escuchar lo que Prometeo tiene que decirte.

            Loki y Fenrir fueron los primeros en llegar a Ragnarok. El rancho, a varios kilómetros de Middleton, había quedado abandonado desde que un fuerte incendio consumió casi todos los edificios. Todo lo que quedaba ahora, además del esqueleto de lo que había sido un granero, era el edificio principal que había perdido su fachada. Subieron por las escaleras casi al aire libre, con vegetación creciendo de lo que había sido la sala y las habitaciones. Vieron llegar al vaquero, quien caminó por el crecido pastizal, sin sus revólveres. Se acomodó contra el tronco de un árbol, silenciosamente quitándose pedazos de comida con su cuchillo de hoja retráctil. Fenrir, el lobo, llevaba sus gruesas nudilleras y le dio a Loki un cuchillo, al ver que parecía estar desarmado. El delicado rostro de Loki estaba trabado en una expresión de puro odio. Había hecho tratos con Laufy, de modo que sabía que no peleaba únicamente con Fenrir, pero no podía contener su rabia. En ese rancho, antes del incendio, había asesinado a su hermano Baldur casi por accidente o al menos eso quiso pensar su madre, quien fue la única persona que pudo convencer a Thor de dejarle escapar y empezar otra vida. Ahora había regresado y de cierto modo sabía que, aquello que había empezado en Ragnarok estaba de algún modo destinado a terminar ahí.

            Los mexicas llegaron del sur de la propiedad. Formaron un semi-círculo contra la entrada usando sus camionetas. Machetes, tubos y puños era todo lo que traían, y todo lo que necesitaban. Su formación era militar, Tezcatlipoca no tuvo que acomodarles pues estaban acostumbrados a la guerra. Odín llegó desde el norte, todo lo que quedaba de su club, y de las valkirias, llegaron en formación de flecha. Tomaron los árboles que habían crecido desordenadamente y comenzaron a lanzar insultos a los mexicas, del otro lado del extenso cultivo y pasando el edificio central. Los griegos llegaron al último, por la puerta del este. Sus autos eran los más caros, pero eran igual de duros que todos los demás. Con o sin sus trajes, ordenados por Ares, llevaban cuchillos y tubos, y no estaban dispuestos a ceder ni un centímetro. Las tres facciones comenzaron a gritarse mutuamente, todos mostrando que no necesitaban armas para destruir a sus enemigos. Poco después de los griegos llegaron del oeste y no perdieron tiempo, buscaron a los nórdicos para saldar sus rencillas de una vez y para siempre. Laufy sopló por un cuerno y se lanzó, junto con setenta de sus combatientes a la batalla.

            Los cuatro lados del rancho avanzaron a toda velocidad y las primeras líneas fueron las primeras en caer al suelo. Tubos, bats de baseball y cuchillos se enfrentaron, desgajando y golpeando sin clemencia. Toda la estrategia que sus respectivos líderes habían explicitado antes de llegar fue olvidada por completo, era una lucha de todos contra todos. Thor tenía una estrategia, acercarse a Loki, y Tir le acompañó en su empeñó. El mazo de Thor derribó gigantes de hielos de un lado y del otro, con el cuchillo de Tir cortando y rebanando a su espalda. Ares se sorprendió al encontrarse rodeado de mexicas, pensó que serían los nórdicos quienes les tratarían de rodear, pero ellos ya tenían las manos llenas con los gigantes de hielo. Tezcatlipoca le buscó de entre los combatientes, empujando y golpeando su camino hasta él. Ares consiguió golpearle en las costillas, pero Tezcatlipoca le cortó el pecho y le dio con un tubo de metal en la cabeza. Ares retrocedió, a punto de caer al suelo, cuando Efesto apareció de la nada y le dio tan fuerte con su bat de baseball que Tezcatlipoca salió volando por varios metros. El vaquero, viendo el desorden, escupió al suelo y decidió terminar con su trabajo. Silenciosamente avanzó, de cuclillas o escondiéndose detrás de peleadores, y cortó tantas gargantas como fueran necesarias, con tal de encontrar a Afrodita y a Freyr. La pelea duró más de quince minutos en ese caótico estado, sin una facción ganadora, pero Loki se preocupó rápidamente. No contaba con la brutalidad, con que los mexicas atacarían de esa forma sin importarles aquello que era más sensato o conveniente. En suma, estaba sorprendido y asqueado que hubiese llegado tanta gente y que, más importante aún, pelearan con honor sin tratar de hacer trampas para conseguir sus objetivos. Loki se asustó aún más al ver que Thor y Tir se acercaban al edificio, con toda la intención de matarlo.
- ¿Loki, qué estás haciendo?- Fenrir se sorprendió al ver que sacaba un arma de la parte trasera de sus pantalones y se le tiró encima.
- Quítate idiota, que estoy a punto de ganar esto. Puedo ver a Odín desde aquí.- Trató de empujarlo, pero Fenrir era más fuerte que él.

            Laufy había visto el arma y pensaba lo mismo que Loki. Corrió al edificio, evadiendo los golpes, y subió las escaleras hasta el segundo piso donde los dos discutían. Se lanzó contra Fenrir, para robarle su arma, pero el lobo fue más ágil. Laufy consiguió tomarle de su chaleco de jean y juntos cayeron del edificio sin frente hasta los pastizales de la entrada. Loki recuperó la pistola que Fenrir la había quitado, y que había dejado caer en vez de dejar que Laufy la tomara. Se asomó para verles pelear y luego apuntó a Thor, que se acercaba hacia el edificio. Jaló el gatillo, pero el arma no tenía balas, y le faltaba el perno, Fenrir no dejaría que hiciera trampa.

            Fenrir se levantó del suelo con el costado adolorido. Sintió la bota de Tir contra la cara a toda velocidad y cayó de espaldas. Rodó en el pasto, evadiendo su cuchillo, y se puso de pie de un salto para soltarle un gancho al hígado. Fenrir había soñado con ese momento por muchos años, cada día en su celda, mientras se ejercitaba o peleaba contra otro prisionero, soñaba con matar a Tir. Se le lanzó a golpes, desviándole la nariz y haciéndole escupir sangre. Lo que Fenrir no sabía, era que Tir fantaseaba lo mismo que él, pues cada mañana se despertaba con un muñón donde la mano derecha había estado. Fenrir peleó con salvajismo, tirándole un diente en la pelea. Tir, por el otro lado, esperó a su momento. Dejó que se acercara lo suficiente para evitar un golpe, darle en la rodilla derecha con el tubo que llevaba en la izquierda y, cuando Fenrir trató de lanzarse sobre él como un lobo, Tir le clavó el cuchillo en el estómago con todas sus fuerzas. Lo levantó unos centímetros del suelo y lo dejó caer muerto sobre el amarillento pasto cubierto de sangre.

            Thor peleó contra Laufy usando su mazo. Thor era más joven, pero su juicio estaba nublado por su profundo odio hacia el hombre que había arruinado a su padre desde su tierna infancia, y también por su orgullo, pues se preciaba de ser el mejor peleador en todo el campo de batalla. Laufy, aunque mayor, era más rápido pues no era la montaña de músculos que era Thor. Evitó el mazo y le soltó un par de golpes en un costado que le hicieron tambalearse. Cayendo de rodillas azotó su mazo contra la bota izquierda de Laufy, evitando así que lo matara en ese momento. Se puso de pie, hasta que sintió la pala a toda velocidad que le golpeaba por la espalda. Loki había decidido unirse a la pelea, y quería la sangre de su hermano. Thor detuvo otro golpe, ésta vez contra su cara, usando su mazo. Laufy pateó su arma y Thor rodó a un lado para dolorosamente ponerse de pie. Laufy le tomó la chaqueta de cuero para que Loki pudiera cortarle la cabeza, pero antes que la pala llegase a su cuello, Freyr le salvó con su bat metálico. Desarmó a Loki con otro golpe, pero el abogado se le lanzó encima, arañando y ahorcando. Thor le ayudó, pateando a Loki, y Laufy pudo darle un fuerte golpe directo a la quijada. Loki se lanzó contra su hermano y Freyr estaba por ayudarle, cuando pudo ver al vaquero que se acercaba hacia Afrodita. La había dejado escondida y detrás de varios peleadores, pero el vaquero la había encontrado de entre toda la muchedumbre y se acercaba, cuchillo en mano.

            Freyr pensó que sería fácil cuando se lanzó sobre el vaquero tomando impulso de una motocicleta. El vaquero probó ser más rápido, se hizo a un lado y de un golpe le lastimó las costillas. Freyr se levantó para atacarle, pero el vaquero consiguió cortarle un brazo y de una patada le dio un fuerte golpe a la quijada que lo tiró al suelo. Afrodita trató de ayudarle, pero el vaquero le tomó del cuello y de un impulso la lanzó contra el suelo. Cuchillo en alto se preparó para matarla cuando sintió el golpe de un bat contra la espalda. Zeus le había tomado por sorpresa. No dejaría que matara a su hija. El vaquero se lanzó contra la chica de todas formas, sin saber cómo era que Zeus, de todos los griegos, había podido atravesar todo el territorio nórdico. El siguiente golpe confirmó su sospecha. Odín le dio un poderoso golpe contra la espalda que salvó la vida de Afrodita. Él tampoco estaba dispuesto a dejarlo matar a Freyr, a quien amaba como a un hijo.

            Sin la ayuda de Freyr, Thor estaba en una situación muy precaria. Loki era inteligente, sólo atacaba cuando Laufy le tenía ocupado, y ya le había dado varios golpes a las rodillas con su pala. Peleaba lento y desesperado, Laufy parecía disfrutar la idea de matar al hijo de su peor enemigo. Thor se lanzó a un lado, pero recuperar su mazo. Loki se lanzó contra él, su pala como una lanza, pero Heimdall le golpeó con su cadena, tomándole de la cintura y jalándolo hacia él. Heimdall le dio un derechazo contra la mandíbula que le puso los ojos en blanco, y cuando trató de defenderse, Heimdall le rompió la muñeca derecha y de una patada a la entrepierna lo lanzó al suelo. Laufy se lanzó contra Thor, pero él ya había aprendido la lección. Dejó que estuviera cerca, pero tomarlo de un brazo y jalarlo, salvándose del cuchillo que había conseguido del suelo, y cuando Laufy se dio vuelta sintió el mazo de Thor contra la cara con tanta fuerza que le partió el cráneo y lo mató en el acto. Adolorido, cansado, bañado en sangre y muy sonriente, Thor jaló a su hermano Loki del cabello y lo empujó hacia el edificio.

            El vaquero era rápido y brutal. Dos griegos y dos nórdicos habían defendido a sus respectivos jefes, pero sirvió de poco. Su velocidad no conocía igual, les cortó la garganta a todos y con una extraordinaria fuerza golpeó a Zeus en un costado cuando trató de cargar a Afrodita para llevársela. Freyr lo atacó de nuevo, tomando el lugar de Odín, pero el vaquero le dio una fuerte patada en la entrepierna y se preparó a enterrarle el cuchillo en el cráneo cuando Odín lazó su brazo con una cadena. El vaquero empujó, pero Odín era más fuerte. Zeuz le tomó del otro brazo y con la palma de su mano le rompió el codo. El vaquero finalmente dijo algo, gritó de dolor hasta que Hermes apareció de entre los cuerpos y los peleadores y le enterró su machete en el cuello con tanta fuerza que su cabeza quedó pendiendo de un pellejo de piel. Zeus pateó a Freyr en el piso, para mantenerle allí y Hermes saltó sobre Odin. Él le desarmó de un golpe, pero Zeus lo golpeó en un costado y consiguió hacerse de su cuello para apretar con todas sus fuerzas, mientras que Hermes le sostenía los brazos y lo pateaba en sus costados.
- Vamos hermano, tú tienes algo que decir.- Thor llevó a Loki hasta el techo de  la casa, le rompió el brazo derecha y, tomándolo de la parte de atrás del cuello de su saco lo mantuvo al borde del precipicio.
- Está bien, está bien, pero no me tires... Yo hice que Dionisio fabricara ambrosía envenenada y se la vendiera a los mexicas a través de Fenrir, de modo que sospecharan de ambos.- Lo gritó tres veces más, sus pies cada vez más al aire por los empujones de Thor.- Sabía que se matarían entre ellos y yo representaría al cartel en todo Texas.
- Ese maldito...- Dijo Zeus, soltando a Odín. Le ayudó a ponerse de pie, para sorpresa de Hermes, y estaba azul y tosiendo por aire.- ¡Dionisio! Quiero a Dionisio, sé que fue arrastrado a esto. ¡No lo dejen escapar!
- Debiste creerle a Prometeo.- Dijo Odín, recuperando el aire. Zeus le miró a los ojos y sonrió, al borde de la risa.
- Espero no te lo tomes personal.
- Fueron dos contra uno Zeus, casi te tengo.
- Sí, es cierto.
- ¿Quieres que no te corte la cabeza? Ayuda a las valkirias.

            Zeus le gritó a Ares, quien estaba ocupado con Efeso decapitando gigantes de hielo y abriéndose camino a golpes entre los nórdicos. Entendió las instrucciones y a gritos volcó la pelea contra los mexicas, quienes estaban cerca de derrotar por completo a las valkirias y a los griegos. Dionisio había sido arrastrado a la pelea, y en cuanto se vio rodeado de heridos y muertos decidió que era momento para huir, lamentablemente se encontraba casi al centro de la pelea y no consiguió huir a tiempo. Ares le tomó de un brazo, le jaló y le dio un puñetazo que lo desmayó. Cargándole como a un costal lo fue pasando, de peleador en peleador, de griego a nórdico, hasta que fue llevado al edificio. Los mexicas pelearon aún más fuerte, cuando la marea se puso en su contra, pero cuando Huitzilopochtli vio que Zeus y Odin estaban juntos, en el techo de la casona del rancho mostrando a Loki y a Dionisio, ordenó la tregua a gritos. No era, definitivamente, el desenlace que se esperaba. Los peleadores siguieron luchando, demasiado enojados y estimulados como para detenerse de golpe. Todos tenían a uno que otro que querían romperle algún hueso, por un tratamiento similar. El viejo arrastró el cadáver del vaquero entre esos peleadores, evitando sus golpes y sin llamar la atención. Dejó el cuerpo a la entrada de las ruinas y subió las escaleras en silencio, hasta el techo.
- Ustedes dos han cometido un terrible error.
- Querrás decir, nosotros cuatro.- Dijo Zeus, señalando a Afrodita y a Freyr. Ella le limpiaba las heridas a su amante y le besaba constantemente por el miedo que había tenido de perderlo.
- Me sorprende de ti Zeus, en cierto modo eres más orgulloso que Odin.
- Freyr me ha convencido, cualquiera dispuesto a matar y morir por mi hija, merece estar con ella. Y en el fondo, Odin tiene razón viejo.
- En el fondo los dos son unos necios.
- ¿Quién es este hombre y cómo es que le conocen?- Preguntó Afrodita.
- En verdad tengo más memoria de la que me gustaría admitir.- Dijo Odin, colocando su mano sobre el hombro del viejo.- Él es Cronos, el tiempo. Su lacayo, el vaquero, era el destino, ni más ni menos que la muerte.
- No debía pasar así.- Dijo el viejo.- Esto es Ragnarok y ustedes debían morir aquí. Los griegos y los nórdicos no deberían unirse. Este es un baile que ha estado girando por generaciones, por siglos enteros desde el principio de los tiempos. Al matar al destino escogieron la locura.
- No,- Dijo Zeus con una voz grave y decidida.- escogimos la vida. Haremos nuestra propia historia desde ahora.
- Observa bien, hijo mío.- Odín tomó a Loki del cuello y levemente le empujo por la orilla.- Lo que tú hiciste, no ha servido de nada. Tus ilusiones no te salvarán. Ahora mismo la guerra cesa, cada quien recoge sus muertos y heridos y tú, tú que pudiste tenerlo todo enfrentarás un destino peor que la muerte. Tú destino es el olvido.
- No, padre, por favor...
- Ya no te conozco, me he olvidado de ti.- Lanzó a Loki a los brazos de Ares, quien sonrió traviesamente. Zeus agradeció con un gesto y le entregó Dionisio a Heimdall.
- Hay mucha mala sangre allá abajo.- Dijo Hermes, señalando a quienes se negaban a detenerse, pese a las insistencias de sus compañeros.- Mucha sangre en el campo.
- Pues lo haremos al estilo nórdico.
- Algo me dice que no serán negociaciones y compensaciones.- Lamentó Hermes, quien tenía moretones por toda la cara y varias heridas con vendajes.
- Eso es para las mujeres.- Dijo Thor con orgullo, aunque no podía mantenerse erguido.- ¡Cerveza y comida para todos!

            Las tres facciones recogieron a sus muertos y heridos. El hospital de Middleton no se dio abasto cuando llegaron más de cien heridos de gravedad, quince muertos y más ciento veinte con heridas que requerían internación. Aquellos que podían andar por sí solos acudieron a Asgard, donde los nórdicos compartieron todo lo que tenían, y todo cuanto habían robado al ahora extinto club de gigantes de hielo. Las tres facciones hicieron las paces sin mucha sinceridad, pero con el alcohol, las mujeres y la fiesta se limaron algunas asperezas. Incluso los mexicas entraron en el espíritu de la celebración. Huitzilopochtli entendió a Odin, era momento de celebrar la vida tras haberse probado frente a la muerte. Zeus, Odin y Huitzilopochtli se sentaron en la misma mesa, afuera de Asgard y demostraron a sus hombres cómo debían comportarse. Una solitaria patrulla llegó, ya avanzada la noche, cuando todo el derredor de Asgard era una gigantesca fiesta con piras, mujeres desnudas y muchos borrachos. Thor se paró frente a la patrulla, puso su pie sobre la defensa para que terminara de frenar y le tiró la chaqueta ensangrentada de Laufy.
- Cuando vi a todos los heridos y muertos en el hospital no podía creerlo.- Dijo Hel, asomando la cabeza.- ¿Y Odin vive?
- ¿Celebraríamos si no fuera así?
- Yo sí.- Thor, enardecido, golpeó el capó de la patrulla con su mazo y rugió a la luna. Hel se echó a reír y empezó a hacer reversa.- Disfruten su victoria, no durará para siempre.
- Linda persona.- Dijo Apolo. Estaba incluso más ebrio que Thor y habían descubierto que tenían cosas en común. Abrazados como amigos fueron por otro barril de los que le habían robado a Jotunheim. Apolo se distrajo en cuanto vio a Freyr y se le acercó trotando e incapaz de andar en línea recta. Hermes y Efesto ya estaban con él.- Y tú, Freyr...
- ¿Sí?
- Tú cuida a mi hermana o te la verás conmigo.- Apolo fingió que boxeaba y cayó al suelo.
- Tu hermano está más que ebrio... Ebrio como nórdico.- Dijo Hermes, como si anunciara alguna gran verdad metafísica.- Como yo, pero no tanto.
- Apolo tiene razón,- Le dijo Efesto con la mano en su hombro.- tú la haces llorar y todos los griegos querremos un pedazo para montar sobre la pared. Recuerden, el romance es importante, pero la lealtad lo es aún más.
- ¿Quién dijera que Efesto es tan romántico?- Dijo Heimdall, quien pasaba por allí.
- Es un hombre complicado.- Dijo Afrodita antes de besar a Freyr. Estaban montados sobre el Jabalí, con Afrodita frente a Freyr y abrazándolo.

            Zeus le perdonó la vida a Prometeo, por haber cuidado de su Afrodita cuando podía haber intentado algo nefario. Prometeo prometió no volver a robar, aunque nadie le creyó, y se acomodó entre Tlaloc y Freya para coquetear con las nórdicas con historia fantásticas sobre su rol en la pelea. El viejo se apareció y se sentó entre Zeus y Odin. Le invitaron un tarro, que aceptó gustoso y miró a su alrededor. Griegos, mexicas y nórdicos danzaban alrededor de mujeres desnudas cerca de las piras. Se rió cuando vio las tonterías de Ares y Heimdall, tratando de impresionar algunas mujeres con sus heridas de guerra. Tir y Tezcatlipoca bebían y retaban a la gente a una demostración de fuerza, hasta que Frigg, quien era la única persona medianamente sobria, aceptó el reto y le ganó a los dos.
- Tú crees que lo has visto todo, y entonces pasa algo como esto.- Dijo finalmente.
- ¡Esa mujer podría partir esta mesa en dos!- Bramó Odin con orgullo.
- Ustedes los nórdicos,- Se mofó Zeus.- si sus mujeres no pueden partirlos en dos como palillos, no están felices. ¿Qué pasó con las bellezas frágiles y sutiles?
- Una mujer que no es capaz de matarte, no es una mujer.- Dijo Huitzilopochtli con solemnidad.
- Tu esposa debe ser toda una princesa.- Dijo Zeus y Huitzilopochtli lanzó la carcajada.
- Mató a mi amante con una cuchara y trató de prenderme fuego en mi cama... En nuestro aniversario. La vida la da la muerte, es algo que ustedes los griegos no quieren entender.
- Habías visto ya muchos funerales.- Le dijo Odin al viejo.
- Cargué tu cuerpo miles de veces Odin. Escuché los lamentos de Frigg y de Thor... Lo mismo podría decir con esos dos. Tienen que entender, ahora ya nada está escrito. ¿Pueden vivir no sabiendo lo que pasará mañana?
- Sé que ocurrirá mañana.- Dijo Odin.- Seré olvidadizo, pero aún puedo ver al futuro. Mañana habrá vida, habrá muerte, habrá lucha, habrá gloria y vergüenza.
- Brindo por eso.- Dijo el viejo mientras Zeus y Huitzilopochtli celebraban con sus tarros al aire.- La próxima vez que nos veamos, no será agradable. Ahora, si me disculpan, debo despedirme de los novios antes que se vayan.
- Aquí viene el misterioso de nuevo.- Dijo Efesto cuando el viejo se acercó.
- Me despido.
- ¿Por qué tan pronto?- Preguntó Apolo.
- Porque nunca hay suficiente tiempo.- Respondió con una sonrisa pícara que pasó rápido.- Y el día en que me vean, rogarán por más tiempo con lágrimas en los ojos. Sin embargo, por ahora, mis felicitaciones a ustedes tres.
- ¿Tres?- Preguntó Apolo.
- Está embaraza.- Dijo el viejo, acariciando el cabello de Afrodita y ella asintió con la cabeza.
- No podía decirle a nadie, eso habría hecho que todo empeorara.- En la distancia Zeus lo celebró de pie y los griegos aplaudieron. Apolo le dio la mano a Freyr y se despidió de ellos con un gesto.

            Freyr encendió la motocicleta rodeado de bendiciones, vitoreos y aplausos. Con Afrodita besándole se alejaron por la carretera polvosa hacia el amanecer. 



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