La guerra de los dioses
Por: Juan Sebastián Ohem
Prometeo
podía sentir la presión, como calor, llegando de todas partes. Mientras su
destartalado Toyota se abría paso por las oscuras calles de la madrugada de
Austin, su botín descansa en una bolsa de gimnasio en el asiento de al lado.
Sólo esperaba que todo valiera la pena. Acarició el bolso constantemente. Le
pareció que le hablaba, prometiéndole lujos y dinero. Lo único que no le decía,
era lo que podía hacer ahora. Sabía que lo perseguirían, de modo que necesitaba
un lugar donde ocultarse. No es fácil esconderse de la mafia en Austin, pero
siempre existe un lugar que es perfecto, el club nocturno “Hades”. No estaba
dispuesto a dejar el bolso en el auto, pero el cadenero, un sujeto insoportable
llamado Cerbero, no quería dejarle pasar. Persefone se asomó un segundo, y al
reconocerle ordenó que le dejaran pasar. Prometeo pidió hablar con Hades de
inmediato, Persefone ya se imaginaba por qué. Le condujo por la discoteca y
asintió cuando Prometeo señaló a los dos amantes en la pista de baile.
Imposible perderlos de vista. Afrodita era aún más hermosa de lo que las
leyendas decían, y su novio se destacaba como una enorme bandera de alarma. Era
un motociclista, chaleco de jean y todo. El musculoso y barbudo Freyr era el
alma de la fiesta en el Hades, pero sólo tenía ojos para ella.
- Linda pareja, ¿no crees?-
Persefone se perdió entre las mesas, saludando invitados y Dionisio se le
apareció enfrente, con el brazo en su hombro y sus ojos en el botín. Prometeo
no confiaba mucho en el elusivo Dionisio, tenía fama de parrandero y
traicionero, pero no tenía muchas otras posibilidades. Hades le permitía
esconderse allí, pero no duraría para siempre.- Ven, dejemos a los enamorados y
vayamos a mi privado.
- Nunca he oído de un acto
altruista de tu parte.
- Eres tan aventurero como eres
honesto, me gusta.- Dionisio tenía cara de niño y un traje costoso. Su
alborotado cabello enchinado le daba un aire de jovialidad, pero la automática
en su cinturón le hacía sonar serio. Entraron a una cabina y Dionisio aplaudió
mientras Prometeo colocaba la bolsa sobre la mesa, la abría y le mostraba su
interior.- Prometeo, Zeus te cortará en pedazos por esto.
- ¿Crees que no lo sé?- Dionisio
tomó los papeles sobre los frascos de dorada ambrosía y con la mandíbula
temblándole, leyó la fórmula química para producirla.
- En verdad robas el trueno de
Zeus. La marihuana y heroína viene toda de México, a través de esos
motociclistas y hasta nosotros. Pero nosotros tenemos la mano más grande, somos
los únicos que producimos ambrosía y esta droga sintética vale oro en México.-
Dionisio se sentó sobre la mesa y se encendió un cigarro, mientras Prometeo
recibía un Martini de una mesera en vestido entallado.
- ¿Quién está cantando? Parece
que desollaran un gato.
- Es Pandora, Hades tiene unos
gustos muy extraños.
- ¿Y Hades aún no habla con su
hermano?
- No, Zeus y Hades siguen
peleados, una especie de tregua. No le dirá a su hermano que has estado aquí.
La privacidad del Hades, por eso me gusta este lugar.- Dionisio recibió dos
martinis, uno lo bebió de golpe y el otro lo dejó en la mesa para beberlo
después.- En esta ciudad no puedes
estornudar sin que Zeus lo sepa, a excepción de este lugar claro está. Las
carreteras son otra historia Prometeo, los nórdicos controlan el asfalto. Sólo
ellos negocian con el cártel.
- Suena como que estás por
proponer algo.
- Tengo unos motociclistas que
son amigos míos, ellos podrían vender esta ambrosía y la fórmula al cártel y
hacernos mucho, mucho dinero. Tú quédate aquí, yo tengo que preparar la venta.
Prometeo
se sintió aliviado. Ahora tenía un plan, ahora podía hacerse rico, irse a Cabo
y beber su peso en tequilas, comprando el amor de señoritas con sus fajos de
dólares. Sin alejarse mucho de su botín se asomó para ver a Afrodita. No era el
único, adonde fuera que fuese ella siempre volteaba las caras. Líneas de
pretendientes le daban vueltas a los edificios, pero sólo una persona en el
mundo decidiría su amor por ella, su padre Zeus. Sabía lo mucho que se enojaría
de enterarse que su hija favorita estaba siendo cortejada por un rudo
motociclista. Los novios parecían no prestarle atención al mundo que les
rodeaba, estaban absortos el uno en el otro. Freyr tenía tatuajes en las manos,
algunos de sus años en prisión y otros de sus crímenes. Era de aspecto tosco, aunque
fuese un hombre muy atractivo. Afrodita, para la mayoría de Austin, definía la
belleza. Su largo y ondulado cabello rubio y sus hermosas facciones le habían
ganado varios certámenes de belleza, pero Afrodita había dejado todo eso. El
mundo del modelaje no le era suficiente, y eso hizo a su padre aún más
orgulloso de su hija. Los novios se retiraron de la pista de baile, hacia un
módulo privado y ahí fue que Prometeo se dio cuenta. Distraído por la belleza
que, como muchos otros, había tratado se seducir en el pasado, no notó la
lucecilla roja que les había estado acosando. Detrás de varios clientes, Hades
les filmaba juntos, y ahora que se movían de lugar él salía de entre la gente
para seguirles grabando. Prometeo esperó a que Hades se alejara para abrir la
puerta del módulo e interrumpir a los amantes. Lo había hecho por su amor a
Afrodita, y rápidamente se arrepintió pues Freyr se levantó de golpe y puso sus
manos de osos sobre las solapas de su saco negro. Podía escucharle gruñir y
recordó todas las leyendas sobre los bárbaros motociclistas.
- Sólo quería decirle una cosa a
Afrodita, no vale la pena ponerse así. Les están grabando, vi a Hades
grabándoles. ¿Lo ves, amigo, que sólo trato de ayudarles?
- Gracias Prometeo.- Dijo ella y
miró a Freyr como en regaño.
- Lo siento, me excedí un poco.-
Le alisó las solapas de su saco negro y le empujó fuera del módulo.
- ¿Disfrutando la velada?- La voz
de Hades era profunda, como si su voz naciera desde lo más profundo de una
caverna. Vestía un elegante traje con solapas blancas y su cabello engominado
hacia atrás le hacía aún más cuadrada la cabeza. Su rostro era amenazador, con
gruesas y abultadas cejas y una expresión férrea.
- Sí Hades, mi gran amigo, es
bueno verte. Estaré por allá, a solas, si quieres acompañarme.
- Eso pensé.- Hades le vio
alejarse, saludó a su sobrina con un gesto y regresó a la pista de baile para
entrar a la parte de atrás del escenario. Colocó la cámara de video en una caja
y la cerró con un candado. No era grande, aunque sí muy pesada. Con el tronar
de sus dedos Pandora apareció a su lado. Era una joven guapa, aunque no muy
inteligente, volvía loca de celos a Persefone y esa era la verdadera razón por
la que Hades la había contratado.
- De nuevo, gracias por la
oportunidad. La escena de clubes es cruel en Austin.
- La crueldad es necesaria en
este negocio. Escucha Pandora,- Acarició su rostro y los ojos de la cantante
chisporrotearon de emoción. Hades se encendió un cigarro y sonrió.- confío en
ti y creo que tú confías en mí por completo.
- Por completo.
- Muy bien, pues quiero que me
hagas un favor. Lleva esta caja hasta mi hermano. ¿Sabes donde vive? Es el
rascacielos más grande de la ciudad.
- Sí Hades, todos conocemos el
edificio Olimpo.
- Bien, lleva esta caja hasta su
oficina. Hagas lo que hagas, no dejes que nadie la abra más que él y, por todos
los cielos, no la abras tú.
- Puedes contar conmigo.- Dijo
Pandora, tomando la caja y desapareciendo. Persefone había escuchado todo
detrás de una cortina. Pensó que su aparición asustaría a su marido, pero nada
asusta a Hades, y en parte por eso se casó con él.
- Me pudiste enviar a mí, no a un
nuevo modelo.
- Existe la posibilidad que Zeus
la mate por lo que carga, no te arriesgaría a ti. Además, no quiero mezclarte
en algo tan mezquino.
Mientras
los esposos se besaban, Pandora fue directo al Olimpo, escondiendo el paquete
con su chamarra de vaquera de cuero negro. Batiendo sus pestañas a los de
seguridad le dejaron usar el ascensor. Cuidadosamente la descubrió, como a un
bebé, apartando el cuero con apenas las uñas. La veía como si fuera una
criatura delicada, pero esa caja negra le daba gran curiosidad. Mientras el
ascensor ascendía hasta lo más alto del rascacielos, jugó con el pesado
candado. Sabía que no podía romperlo, pero aún así, la curiosidad no cesaba. El
seguro de la caja era viejo y sus tornillos se cayeron. El candado seguía
cerrado, pero ahora el seguro estaba al aire y la caja podía ser abierta. Pensó
en agacharse, en recoger los tornillos diminutos y asegurar la misteriosa caja.
Pandora respiró profundo y miró a su alrededor. El ascensor estaba iluminado
por el piso y el techo, con láminas metálicas doradas haciendo la forma de
truenos por las paredes. La metáfora le pareció adecuada, esos truenos podrían
consumirla si se descuidada. Aún así, juzgando que aún faltaban varios pisos,
abrió la caja y se sorprendió al ver una cámara. Tomándola en sus manos abrió
la pantalla lateral y apretó el botón para correr la cinta. Eran Afrodita y su
novio misterioso, bailando y besándose. Sabía quién era ella, todos lo sabían
en Austin, y sabía lo mucho que Zeus se enojaría al ver la cinta. La puerta del
ascensor se abrió, sin que se diera cuenta. Apolo se sorprendió al verla.
- ¿Te perdiste en alguna parte,
corazón?- Apolo, el príncipe del crimen como era conocido en Austin, era un
hombre de extraordinaria belleza. Se decía que su belleza era, para las
mujeres, lo que Afrodita a los hombres. También era el mafioso que sentaba la
moda y nadie nunca le había visto despeinado o en un traje barato.
- ¿Esto? No es nada.- Apolo se lo
arrebató de las manos. Pandora trató de recuperarlo, pero Apolo le señaló con
un dedo, y eso fue suficiente para hacerla entender que no quedaría mucho de
ella si se atrevía a tocarle. Apolo observó la grabación, enrojeciendo de
furia. Pandora entró en reversa al ascensor. Apretó el botón para regresar al
lobby. Antes que las puertas cerraran pudo verlo lanzando la cámara al suelo y
por varios pisos le escuchó profiriendo maldiciones contra los nórdicos y
amenazas contra toda su prole.
A
la mañana siguiente, a algunos kilómetros de Austin, en una vieja cafetería
polvosa, Prometeo llegó en su viejo auto, cargando con la bolsa de gimnasio.
Llegaba temprano a la cita que Dionisio había preparado, pero sus invitados estaban
ahí. Sentados en el cubículo del fondo había dos motociclistas de aspecto
peligroso. Dionisio, en un sucio traje de ganadero se quitó el sombrero al
verle y le susurró algo a sus compañeros.
- Este es Wagner, insistió en
venir. Quiero que conozcas a Fenrir, este nórdico tiene buenas conexiones con
el cartel.- Fenrir era un hombre corpulento, tatuado casi por completo, con una
barba que acentuaba su prominente quijada.- Le dicen el lobo, ya imaginarás por
qué.
- Sé que no tienen el dinero
aquí.- Dijo Prometeo de inmediato.- Y no me sentaré a esperar a que me lo
traigan. A quién sea que se lo vayan a vender, quiero conocerlo. Quiero estar
ahí.
- Se puede hacer.- Dijo Fenrir.-
Dionisio nos dice que no eres bienvenido en Austin.
- No queda lejos.- Dijo Dionisio.-
El operador en El Paso vino en persona. Tlaloc tiene el dinero.
- ¿En Middleton? Es de donde son
ustedes, ¿no es cierto?
- Sí, pero no será allí. ¿Vamos a
hablar de esto o lo haremos?
La
pregunta de Fenrir no dejó otra opción. Los dos motociclistas manejaron
primero, seguidos de Dionisio en su lujoso Audi y después por Prometeo en su
viejo Toyota. Dionisio no había mentido, el lugar no quedaba lejos. A medio
camino entre Middleton, el pueblo donde los nórdicos tenían su club de
motociclistas y Austin, en las polvorientas ruinas de una abandonada gasolinera
había un Mercedes Benz esperando. Tlaloc, un mexicano de nariz aguileña y
sonrisa de oreja a oreja, se bajó del auto al ver las motocicletas. No estaba
armado, aunque su guardaespaldas lo estaba, con una metralleta en sus manos.
Freyr presentó el bolso de gimnasio y Tlaloc estaba decididamente entusiasmado.
Abrió la cajuela y puso sobre la polvorienta carretera un maletín cargado de
billetes en dólares.
- Estos mexicanos siempre pagan
en dólares.- Bromeó Dionisio.- Lo hace más fácil.
- Si ésta es realmente la
fórmula, lo que el cartel mexica les paga no es nada.- Tlaloc se encendió un
cigarro, esperando que su guardaespaldas guardara todo cuidadosamente en el
maletero. Observó la ambrosía y sonrió. La sustancia en líquido valía cuatro
veces más a cuando se le hacía en cristales. Incluso si la fórmula estaba
incompleta, se trataba de un regalo.
- ¿Cómo saben que todo es
legítimo?- Preguntó Prometeo, de cuclillas, mientras se repartía el dinero, en
partes iguales, con Fenrir y Dionisio.
- Nadie es tan estúpido como para
traicionar al cartel. El mecanismo funciona, y ahora funcionará más gracias a ustedes.
Me voy, estaré en El Paso, como siempre. Si tienen más negocios, no duden en
llamar.- Tlaloc subió al Mercedes y dejó que su guardaespaldas manejara.
- El dinero es legítimo.-
Prometeo contó los fajos de billete que hacían pirámide en el maletero de su
auto.- Yo me voy a México, así que creo que eso es todo caballeros, un gusto
hacer negocios.
Dionisio
entró al baño de la gasolinera y Prometeo se dio cuenta que sólo hablaba con
Wagner, el silencioso matón de Fenrir. Podía ver las dos motocicletas, pero no
sabía qué había sido del lobo. El instinto despertó como si una cubeta de hielo
hubiese caído sobre él. Reaccionó a tiempo, cuando Wagner trató de tomar su
revólver y le dio un golpe directo a la nariz. Sacó su automática y le disparó
en el suelo, antes que él pudiera apuntarle. Corrió a su auto, lanzándose por
los aires cuando Fenrir apareció detrás de una las de bombas de gasolina con
una Uzi. Las balas destrozaron las ventanas e hicieron que la pirámide de
dinero saliera volando para todas partes. Subió al coche, disparando como pudo
y apretó el acelerador a fondo. En cuanto Fenrir dejó de disparar se dio vuelta
en su asiento y, aprovechando que el vidrio trasero había dejado de existir,
disparó contra las motocicletas hasta reventar sus llantas y quedarse sin
balas. No podía ir al sur, eso lo sabía bien. El auto no lo sobreviviría y no
tenía dinero para sobornar a los agentes aduanales. Su única salvación, estaba
en Middleton, que quedaba cerca, aunque fuera el hogar de los nórdicos.
La
red de rumores se activó en Austin segundos después que Apolo viera a su
hermana con un motociclista. Afrodita se enteró casi por accidente, les
buscaban por todas partes y Freyr era hombre muerto en Austin. No había mafioso
que no les buscara, la cabeza de Freyr valía demasiado. Afrodita le convenció
de buscar un lugar en Austin donde pudieran esconderse. El motociclista
prefería ir directo a Middleton, su territorio, pero cedió antes las
insistencias de su amada. Afrodita le explicó que tenía amigos fuera del mundo
criminal, gente confiable en quienes podían confiar. Montada en la motocicleta
de Freyr fueron directo a 81.9, la radio del amor. El edificio, de una planta,
en la peor zona de la ciudad, tenía una callejuela donde Freyr podía esconder
“el jabalí”, como le llamaba a su moto. Entraron por la puerta trasera, la
estación no tenía muchos empleados y todos eran tan leales a Eros y a Psique
que no llamarían a los matones de Zeus.
- Afrodita, te ves tan hermosa
como siempre.- Eros era un hombre apuesto, aunque algo afeminado. Vestía una
camisa de estampado de gueopardo con un chaleco de cuero rojo. Su voz era
profunda y carrasposa, perfecta para la radio. Psique terminó su segmento y
salió a recibirlos. La mujer de largo y enchinado cabello castaño tenía una mirada
inteligente y algo masculina, y parecía como si fuera el opuesto de su amante,
Eros.- Y encontraste el amor chica, qué gusto por ti.
- Hola, soy Psique. Mi Eros a
veces olvida los modales.
- Freyr, mucho gusto.
- Pero pasen, pasen, ¿quieren
café?- Eros les sirvió dos vasos de café y suspiró al verlos juntos. Psique le
abrazó, miró a los enamorados y suspiró de nuevo. Freyr estaba por decir algo,
pero Afrodita lo silenció de un codazo, eran sus anfitriones y les debían
paciencia.
- Freyr, ese nombre es raro.
¿Eres motociclista?
- Depende, ¿eso importa?
- Disculpa, siempre tengo esa
tendencia de juzgar a la gente.- Se disculpó Psique.- Sabemos que los buscan,
pero no diremos nada. Nadie debería entrometerse en el amor de dos jóvenes como
ustedes.
- Si quieren,- dijo Eros
animadamente.- pueden pasar el tiempo aquí. Tenemos una habitación en el fondo
donde... En fin, tenemos una habitación en el fondo.
- Sí, pero por favor, cambien las
sábanas.- Agregó Psique.
- Lamento arruinar el momento,-
El encargado de los teléfonos salió de su cubículo y señaló hacia la puerta de
entrada, más allá del pasillo.- Ares acaba de llegar.
- Hora de irnos.
- No.- Dijo Psique.- Puede traer
compañía, vayan a la cocina, hay una escalera retráctil que va al techo. Hay un
pequeño ático donde a veces hacemos... eso no importa ahora, es un ático y
pueden salir al techo. Y Freyr...
- ¿Sí?
- Protégela hasta el fin del
mundo.
- Eso planeo hacer.- Los amantes
corrieron a la cocina para jalar de un cable, descubrir las escaleras de mano y
ocultarse en el techo. Eros recibió a Ares y a sus hombres ofreciéndoles café.
- No tengo tiempo para tus
monólogos semi-eróticos Eros.- Ares era un hombre de aspecto duro, de cabello
de azabache y enormes ojos expresivos. Su traje era barato, pues era de la
opinión que el adorno más importante del hombre es su herramienta más crucial,
su arma. Tenía una sobaquera doble, además de un revólver en el cinto y un
cuchillo en el bolsillo de su saco. Su mano derecha, Efesto, era incluso más
desgarbado. Tenía un incontrolable cabello rojo, era muy musculoso y de
semblante taciturno.
- Estamos a la mitad de un
programa.- Intervino Psique.
- Lo siento Psique, pero eso
tendrá que esperar también. Buscamos a Afrodita, ha sido secuestrada por un
violento motociclista, uno de los nórdicos.- Efesto se encendió un cigarro y
recorrió el lugar, una mano sobre su revólver en su cinturón. Los operarios,
nerviosos, fingieron que no le veían. Entró a la cocina, los amantes habían
jalado del cordel así que no se dio cuenta del ático secreto.
- Afrodita es buena amiga
nuestra.
- Eso es lo que me preocupa Eros.
Zeus está muy enojado, y ya sabes cómo se pone cuando algo lo enoja. Me manda a
mí, yo le digo que se calme, se enoja más, ordena que Efesto venga conmigo ¿y
qué crees que hace ese hombrecillo? Le ruega que se calme también. Ahora sí que
está enojado, nosotros somos los violentos hombres de confianza, ¿por qué
estamos cuestionando al padre de padres? Y bueno, no les aburriré con los
detalles, pero ahora tenemos más de cincuenta hombres en las calles. Volteamos
cada roca y pensamos que podrían contactar con ustedes.
- Si lo hace, les llamaremos.-
Dijo Psique, aparentando calma.
- No están aquí.- Efeso regresó
mirando a la cabina de conducción, distraídamente.- Me encanta su estación, por
cierto. No creo que nos hayamos conocido antes. Soy Efesto. Sus programas de
media noche me han ayudado a salir de varios momentos tristes.
- ¿En serio?- Ares le miró desconcertado.
Le conocía como a un hombrecillo, un montículo de músculos e instinto asesino.-
Por todos los cielos Efesto, ¿y te preguntas por qué estás solo?
- El sólo espera a la chica
especial.- Le defendió Eros.
- Vámonos antes que te pongas a
llorar. Y ustedes dos, no olviden que Zeus está enojado.
Había
estado muy cerca para Afrodita y Freyr, era momento de dejar Austin. El
motociclista no lo pensó dos veces. Subió a su amante al Jabalí y aceleró para
irse de la ciudad. Llevaba una Uzi escondida a un costado del motor, así como
un revólver en sus pantalones. No estaba seguro que eso fuera suficiente para
defenderse de las mareas de matones que Ares había convocado. Se relajaron al
llegar a la carretera. El aire libre y el día soleado les hizo bien. Afrodita,
con su largo cabello rubio al aire, abrazó a Freyr con todas sus fuerzas. No le
dejaría ir, ni siquiera ante la amenaza de la muerte. Sabía lo que su padre era
capaz de hacer, y paradójicamente le respetaba más que a cualquier otro hombre.
Su hermano Apolo se encaminaba a ser igual que él, aunque carecía de su
sabiduría, e incluso admiraba la tregua que se había autoimpuesto con su
hermano Hades. Temía por Freyr, aunque él no se cansaba de repetirle que sabía
cuidarse sólo.
- ¿Por qué frenas, ya llegamos?
- No, pero los enanos necesitan
ayuda.- Dijo Freyr, apuntando hacia el horizonte. Todo lo que Afrodita podía
ver era una nube de polvo.- Espera aquí. Los gigantes de hielo atacan de nuevo.
Afrodita
se bajó y Freyr aceleró a fondo. Temía que Austin le hubiese hecho débil. Había
crecido para ser motociclista. No era un extraño a la violencia y a la vida
rápida, pero Afrodita y su delicadeza le habían robado el corazón. Probándose a
sí mismo se acercó al taller mecánico que estaba siendo sitiado por los
motociclistas. Había tenido razón, tenían los parches de “los gigantes de
hielo”. No podía ver a su líder, Laufy, pero sí podía ver a los mecánicos
aterrados. Habían cerrado las puertas y trataban de defenderse, pero carecían
de las armas para hacerlo. Freyr aceleró en sentido contrario al círculo de
gigantes de hielo. Agitando su pesada cadena derribó a uno de un golpe que le
dejó desmayado. Uno de los gigantes aceleró frente a él, mostrándole un
revólver. Sacó la Uzi y disparó una ráfaga que derribó a otros tres. Los demás
gigantes le atacaron, obligándole a alejarse lo suficiente para recoger a sus
heridos y huir. La nube de polvo se calmó y pudo ver a Afrodita caminando hacia
él. La recogió en la mitad de la carretera y fueron al taller.
- Eres un héroe.- Gritó uno de
los mecánicos.
- Afrodita, conoce a los enanos.
Ellos han construido las mejores motos de Texas. Hicieron mi motocicleta.-
Afrodita estrechó la mano del dueño, un enanos vestido de mecánico.
- Y la mía.- Thor apareció detrás
de ellos. El inmenso pelirrojo escondía su cabello debajo de un paliacate.
Tenía chamarra con picos en los hombros y guantes de cuero con picos en los
nudillos. Freyr y Thor se abrazaron y Freyr le presentó a Afrodita.
- No puedo creerlo Freyr, tienes
una novia que no sea imaginaria y es bonita además.
- Mucho gusto.- Afrodita estrechó
su mano, que parecía más la garra de un oso y señaló a su motocicleta. Tenía un
guardafangos plateado con alas en los costados, en la parte superior.
- Ah, notaste mi motocicleta, la
mejor de Texas. Deja al Jabalí detrás y por mucho. Es Mjolnir, el martillo del
asfalto. Sólo yo puedo manejarla.
- Lo dice como si fuera un gran
honor, esa bestia traga gasolina como agua. Además, ese mito es falso por
completo. Tiene un problema eléctrico, tienes que mover la llave de cierta
manera.
- Oye, déjame impresionar a tu
novia. Ya era hora que la presentaras.
- No en buenos términos, me
temo.- Dijo Afrodita, mientras los enanos les invitaban a la sombra de su
taller y les ofrecían cervezas.- Temo que haya arrastrado a la mafia hasta
Middleton. Mi familia, me temo, no es de lo más normal y pueden causarles
serios problemas.
- Problemas de familia, eso no es
novedad.- Thor terminó su cerveza, estrelló la lata contra su frente, eructó y
siguió hablando como si nada.- Llegas a una familia complicada también. Mi
hermano Baldur, que no era nada como yo...
- Vamos Thor, era idéntico a ti.
Se creía inmortal y no era ni la mitad de listo de lo que se creía.
- Convenido. En fin, Baldur...
Era un buen hombre.
- Sí, eso sin duda. Él me adoptó
para el club.- Recordó Freyr con ternura.
- ¿Y qué le pasó?
- Mi hermano Loki lo mató. No nos
hablamos, sin decir lo menos. Tres hermanos, uno traidor, otro muerto y luego
estoy yo. Créeme, entendemos de problemas de familia. Hay un griego en
Middleton, se llama Prometeo. Ha llegado huyendo de algo.
- Prometeo... No puede ser nada
bueno.- Dijo Afrodita.
- Vengan,- Dijo Thor,
animadamente.- vayamos a Asgard que mi padre querrá verlos.
Los
motociclistas cruzaron el pequeño y apacible pueblo texano de Middleton hasta
un camino que llevaba un kilómetro a las afueras, por un sendero ascendente,
hasta llegar al bar de motociclistas del club de los nórdicos. Afrodita estaba
fuera de su elemento y entendió lo que Freyr debió haber sentido en Austin.
Ella había crecido en grandes mansiones, comiendo en lujosos restaurantes, con
sirvientes que podían hacerle todo, desde traerle algo de beber hasta romperle
las piernas a alguien. Todas las historias que Freyr le había contado, de las
épicas batallas, de las aventuras en las olvidadas carreteras de Texas, todas
ellas no explicaban la situación tan bien como lo hacía el experimentarlo en
primera persona. El bar, Asgard, era un edificio grande y alargado, en dos
aguas y con inmensos cuernos en el frente. Podía imaginar a Freyr creciendo en
lugares así, siempre con no más de una o dos mudas de ropa, aprendiendo a los
golpes y siempre dispuesto a morir. Afrodita supo entonces que Freyr no mentía,
pelearía por ella como ella pelearía por su amante nórdico, sin reservas y
hasta la muerte.
- ¡Hemos llegado!- Bramó Thor a
todo pulmón, mientras empujaba las puertas y sonreía.
- ¡Freyr!- Los motociclistas
celebraron su regreso y se asombraron de la belleza de Afrodita. Aún vestía su
vestido de noche y no pudo dejar de sentirse observada. Un motociclista se le
acercó, visiblemente borracho y Freyr lo tomó del cuello con tanta fuerza que
lo levantó y lo azotó al suelo.
- Ni en tus sueños, y eso va para
todos.
- ¡Déjenlos pasar!- Gritó un
motociclista, de edad madura, con todos los dientes de oro.
- Afrodita, conoce a Heimdall, él
habla por Odín normalmente.
- Thor deja de payasear y sé un
buen anfitrión, sírveles cerveza de la buena.- Afrodita se sorprendió al ver a
la mujer. En un susurro Freyr le hizo saber que se trataba de Frigg, esposa de
Odín y padre de Thor. Ella era todo lo que Afrodita habría imaginado de una
esposa madura de motociclista, era de hombros anchos, voluptuosa y de mirada
fuerte.- Tú debes ser Afrodita, había escuchado de ti. La mujer más bella de
Austin, pues bienvenida a Asgard.
- ¿Quién llegó, es mi hijo
Baldur?- De la trastienda apareció un hombre de barba canosa, ancho como un
ropero y encorvado por los años. Era tuerto y parecía distraído. Frigg le
explicó que Baldur había muerto, hacía años y Odín repentinamente lo recordó
con un gruñido. Llevaba dos jaulas para pájaros, aunque una estaba vacía. Las
colocó en la barra y le dio de comer al cuervo que habitaba la otra jaula.- Mi
memoria no ha quedado igual desde que Munin escapó de su jaula.
- Mi esposo es algo
supersticioso, no le hagas caso.
- ¡Cerveza para todos!- Thor
cargó un barril de cerveza con cada brazo y empezó a servir tarros, empezando
por los novios.- Padre, ¿cuántas veces alimentaste a Hugin hoy? Se ve gordo.
- Yo sé lo que hago.- Se defendió
Odín. Cuando dejó de alimentarlo estiró un brazo por encima de la barra y
acarició el rostro de Afrodita.- Si eres novia de Freyr, estás en casa.
- Gracias.- Afrodita bebió del
tarro hasta atragantarse, lo cual produjo carcajadas.
- Nena, escogiste un mal momento
para eso.- Las risas se detuvieron cuando las puertas se abrieron y un grupo de
motociclistas mujeres, con cascos con cuernos, entraron a Asgard.
- Valkirias.- Les saludó
Heimdall, indicándoles que se sirvieran cerveza.- ¿Han aceptado la propuesta de
Odín?
- No cambiaremos de parches, pero
las Valkirias y los asgardianos somos hermanos desde ahora.
- Prepárate,- Le susurró Freyr a
Afrodita.- aquí viene una celebración como nunca antes habías visto.
Apolo
no había cambiado de expresión desde que viera la cinta. Buscaba a su hermana
Afrodita por todas partes y Zeus, sabiendo que su hijo tenía mucho pero carecía
de sabiduría, envió a su consiglieri, Hermes, a acompañarle. El consejero era
un hombre tranquilo y modesto que detestaba destacar en cualquier situación.
Había estado a la derecha de Hermes, coordinando a todos sus capitanes rápida y
eficientemente por años, como un mensajero alado, y se preciaba de su mente
serena y de su extenso conocimiento del submundo criminal de Austin. Apolo
quería partir cabezas, pero Hermes le convenció de tomar otra ruta. Conocía a
todos quienes directa o indirectamente trabajaban para Zeus y se figuró que lo
más sensato era empezar por aquellos que tenían fama de ser escurridizos.
Manejó a Apolo hasta el mejor burdel de la ciudad, un club de strippers
manejado por Cupido. El regordete, con rostro infantil y traje color salmón,
les recibió con champagne y sus mejores mujeres. Hermes sabía que era una mala
idea, y dejó que Apolo se lo hiciera saber.
- ¿Celebras que mi hermana haya
desaparecido?- Apolo le dio un golpe en la boca del estómago que lo tiró al
piso. Hermes le tronó los dedos a las mujeres para que se fueran.
- Cupido, Cupido... ¿No te
jactabas siempre que puedes encontrar la pareja perfecta a cualquier
enamorado?- Hermes le ofreció una mano para levantarse y dejó que se apoyara
contra la barra de la entrada.- Apolo está algo enojado, y comprensiblemente.
- Vamos Hermes, haz algo por mí,
¿por los viejos tiempos?- Dijo Cupido cuando Apolo le tomó de las solapas de su
traje y lo azotó contra la barra.
- ¿Con ese traje salmón? No lo
sé... Apolo, deja que respire un poco.
- Tú no estás sordo,- Le dijo
Apolo, mientras Cupido recuperaba el aliento.- seguramente has oído que mi
hermana desapareció en los brazos de un nórdico. Dime lo que sabes y no dejarás
tus dientes en la barra.
- Está bien, está bien, por
Zeus... No sé si sea importante...
- Deja que nosotros juzguemos
eso.- Dijo Hermes.
- Escuché que Dionisio estaba
involucrado, que estaba en el Hades esa noche y ya saben cómo es él. Me lo dijo
él mismo que los vio, él debe saber algo. No le puedes confiar, no como yo que
nunca le he robado ni un centavo a Zeus.
Hermes
y Apolo encontraron a Dionisio por la red de informantes que no separaban la
oreja del suelo. Caía la noche y, como todas las noches, se le podía ver en la
escena de clubes. Apolo le mostró su revólver de oro y Dionisio entró al auto,
tragando saliva y rogando por piedad. Dionisio dejó en claro que no había
tenido nada que ver en el asunto, que les había visto en el Hades y nada más.
Hermes no confiaba en su informante, de modo que decidió que sería mejor
llevarlo al Hades. La grabación mostraba que se trataba de un club nocturno, pero
todos eran más o menos iguales. Apolo maldijo a su tío de todas las formas que
conocía. Hermes, por el otro lado, no estaba muy feliz. El hermano de su jefe
había estado pintando dentro de las líneas, sus excesos eran tolerados por
Zeus, como los de Zeus eran tolerados por Hades. El intento de chantaje podía
romper esa tregua. Hermes podía ver los nubarrones de guerra que se cernían
sobre ellos y a cada paso rogaba por que la situación se compusiera sola,
mágicamente. En el fondo, sabía que no sería así.
- ¡Hades!- Apolo entró al club
empujando gente. Hermes les pidió a los primeros clientes de la noche a que
esperaban afuera. Quienes no le conocían a él, conocían a Apolo y su revólver
de oro.
- Es una noche entresemana, por
eso no me enojaré por esta interrupción.- Hades salió de su oficina y saludó a
Hermes.- ¿Cómo estás Hermes?
- He estado mejor, te lo aseguro.
- ¿Cómo te trata mi hermano?
- Bien, gracias, ¿y cómo está
Persefone? Escuché que había enfermado.
- Está bien ahora, una simple
gripe. Es cierto que todo lo escuchas.
- Eso intento.- Apolo les veía,
ir y venir y perdía la paciencia.
- Dionisio,- Dijo finalmente.-
tiene una historia interesante que contar. Dice que Afrodita y Freyr estuvieron
aquí.
- No tengo idea de quiénes vienen
o van.
- Dice que aquí se filmó tu
chantaje.- Dionisio se removió en su sitio y miró a Hades con absoluto terror.
- Siendo justos,- Añadió
Dionisio.- yo no dije esa última parte.
- Pues Dionisio podría tener
razón.- Dijo Hades, mientras sacaba un cigarro que Hermes encendió con su
encendedor de plata.- Podrían estar aquí, de chantajes no sé nada.
- Vamos Hades, sabemos que pasó
aquí y en este club nada sucede sin que tú lo permitas.
- Cuidado sobrino, con la forma
en que me hablas. Tu cabello rubio y el parecido a mi hermano no te salvarán de
mí.
- Sí, muy lindo. ¿Y eso?- Justo
cuando Hermes estaba por interceder, Apolo señaló un cartel a un lado del
escenario, frente a la pista de baile.- Esa cantante es la que yo vi en el
ascensor con la cámara en la mano. Esa Pandora, ¿dónde está?
- Desapareció y ahora veo que con
buen motivo. Hermes, ¿puedo hablar contigo en mi oficina?
- Por supuesto, Apolo espera aquí
por favor.- Apolo aceptó de mala manera y dejó que Dionisio saliera corriendo,
empujando sillas y accidentalmente tirando una mesa.
- Pasa y ponte cómodo.- Hermes
pasó entre las columnas de lámparas de lava y se sentó en un cómodo sillón
frente al escritorio de Hades. Él miró por entre las persianas de su ventana y
suspiró entristecido.- Esa niña no podía hacer nada bien. Era algo que no podía
hacer en persona, yo no puedo entrar a Olimpo y no quería meter a Persefone en
esto. Es sólo entre Zeus y yo.
- ¿Por qué Afrodita?
- No me mires así Hermes, no es
como si yo los enamorara. No se trataba de chantaje, lo entendieron todo mal.
Sólo Zeus debía verlo, él habría sabido por qué si hubiese ocurrido de ese
modo, pero gracias a la curiosidad de Pandora el mundo se caerá a pedazos
creyendo que los traté de extorsionar.
- Tiene sentido.- Reflexionó
Hermes.- Si lo hubiese visto Zeus y nadie más.
- Lo que le espera a esos
nórdicos no conoce definición... ¿Mi hermano ha visto al viejo?
- No.
- No tardará en llegar.- Hermes
cerró las cortinas y se apoyó contra su escritorio de ébano negro.- Por cierto,
ya que estamos de viejas chismosas, Prometeo estuvo aquí la misma noche.
Desapareció y creo a que Middleton. Si él ayudó a los amantes no lo sé, pero
dudo que sigan en Austin. No, estarán en Middleton, junto con Prometeo y lo que
sea que haya robado.
- Las suertes se están decidiendo
Hades, haces bien en hablar conmigo. La tormenta caerá sobre ellos, creo que
será mejor que Apolo hable con los mexicas, nunca sobran los aliados.
Hermes
detuvo la cacería humana, pese a las protestas de Ares, pues estaba seguro que
Afrodita estaría con su amante en Middleton. Manejó con Apolo hacia el Olimpo,
quería hablar con Zeus personalmente. Apolo preguntó mil veces sobre su
conversación a puertas cerradas, pero Hermes insistió en darle la versión
abreviada. Había cosas que ni siquiera Apolo debía saber, y se sentía orgulloso
de contar la confianza de Zeus para saber de sus secretos. En el penthouse
Apolo se quedó discutiendo con Ares, mientras que Hermes entró hasta la
oficina. Se quedó en la antesala, un lujoso espacio de muebles traídos del viejo
continente y columnas romanas. Podía escucharle adentro, hablando con alguien
que apenas y emitía un susurro, y así supo que hablaba con el viejo.
- Imaginé que vendrías a
molestarme, tarde o temprano.- La oficina de Zeus parecía un edificio en sí
mismo. Tenía cuatro series de columnas, dos de cada lado, dentro de las cuales
se encontraban los sillones y la barra. Zeus ocupaba su sillón en su
escritorio, en una plataforma sobre escaleras. Su barba canosa y alborotado
cabello cano le daban un aspecto casi salvaje, aunque vestía con la elegancia
de un rey. Era un hombre seductor y se le podía notar en la mirada. El viejo
parecía su contrato, era muy esbelto, arrugado y débil. Vestía un horrible
traje café y tenía aspecto de vagabundo.- Mucha gente está preocupada, lo
entiendo, pero la guerra aún no ha sido declarada. Heimdall no dejará que
llegue a eso.
- La guerra es inevitable Zeus, y
tu hija se ha asegurado de ello.
- Nadie quiere a Afrodita de
vuelta más que yo, pero se necesitan dos para bailar. Odín tiene la pelota de
su lado de la cancha. Él decidirá si hay guerra o no.
- Hablaré con él.
- Es lo único que pido.
- Era un buen negocio, la droga
del cartel mexica a los motociclistas y luego a ustedes, y la ambrosía fluyendo
en el sentido inverso.
- Me pones nervioso cuando hablas
en pasado. Habla con Odín y deja de molestarme.
Afrodita
y Freyr durmieron en uno de los bungalós a un lado de Asgard. La celebración
había durado hasta la madrugada, y aunque estaban cansados, no durmieron mucho.
Afrodita no consiguió dormir en ningún momento. Preocupada por lo que su padre
haría con tal de conseguirla de regreso, pasó la noche pensando y caminando por
la habitación. Cuando finalmente durmió, en las primeras horas de la mañana, se
despertó para encontrarse con que Freyr le había traído el desayuno. Trataron
de hablar de lo que fuera, menos de Ares, pero fue inútil.
- Ustedes los griegos están
demasiado acostumbrados al lujo.- Dijo Freyr, mientras salía de bañarse y se
vestía.- No te ofendas, son criminales de carrera, pero no son forajidos.
- Eso es cierto, no tienen
calendarios de chicas desnudas de hace años.- Freyr se sonrojó al ver la
colección de calendarios viejos y los arrancó de la pared.
- Ser forajido es más que eso, es
estar totalmente fuera de la ley y en todos los sentidos. La mayoría de
nosotros ni siquiera tiene papeles. Somos libres, totalmente libres, lo único
que tenemos es lo que somos.- Dijo Freyr, sentándose en la cama y señalando las
motocicletas estacionadas fuera de la ventana.- Estamos fuera del sistema,
tomamos lo que queremos y no queremos mucho. Por eso la gente de Middleton nos
soporta, mantenemos lejos a los criminales peligrosos a cambio de muy poco. La
mafia de Zeus vive en el sistema, lo corrompe para hacerse un lugar en él y dominarlo.
Vivimos en dos mundos muy diferentes, pero en el fondo tu padre le contesta a
políticos y policías, nosotros no le contestamos a nadie. No es el palacio que
mereces Afrodita, pero esto aún no termina.
- No quiero un palacio, te quiero
a ti. Yo viviría en este bungaló toda mi vida si supiera que nos dejarían
vivir.- Abrazó a su amante por la espalda y le besó el cuello.-Es más cuidaría
de esa horrible cabra con patas de más que estuvo berreando toda la noche y
comiendo basura.
- Es la mascota de Odín, mejor no
hables de ella en esa forma frente a él. La tiene desde que era boxeador, no
tenía ni idea que las cabras vivieran tanto.- Alguien tocó la puerta y Afrodita
rápidamente se vistió con una de las playeras de Freyr, que le llegaban hasta
los muslos.
- ¡Frey!- El motociclista le
quitó el seguro a la puerta y Thor se asomó con un ojo cerrado.- ¿Se puede
pasar o se están probando vestidos?
- No hay ninguno que quede de tu
talla.- Thor saludó a Afrodita de un gesto, se apoyó contra el marco de la
puerta y se abrió una cerveza que compartió con Freyr.
- Iremos a El Paso, para hablar
con el cartel. Monta ese cerdito que llamas motocicleta y vamos.
- Descuida,- Le dijo Freyr a su
amante.- este es el lugar más seguro en todo Texas.
Thor
y Freyr cruzaron las carreteras a toda velocidad. Freyr tuvo que admitir que
Mjolnir era más rápida y a la vez la más pesada. No soportaba únicamente al
inmenso Thor, también cargaba con un pequeño arsenal. Los camioneros reconocían
a Thor y, además de cederle el paso, hacían sonar sus trompetas en señal de
respeto. No había camionero en Texas no hubiese perdido su cargamento a manos
de Thor en al menos una ocasión. Ahora los veteranos se limitaban a
estacionarse y entregarle las llaves sin oponer resistencia. Más de un camionero
había peleado por su camión, ninguno había vencido a Thor. Al llegar a El Paso
los dos motociclistas cruzaron la ciudad hasta la compañía de construcción
“Pirámide” donde Tlaloc mantenía sus oficinas regulares. Los trabajadores
mexicanos les dejaron entrar. Thor pudo ver a varios albañiles escondiendo
armas automáticas e instintivamente revisó su revólver. Tlaloc les saludó desde
la puerta del contenedor que hacía de oficina. Vestía un ridículo traje rosa
mexicano, con un saco con bordados de exóticas aves. Entraron a la oficina, al
aire acondicionado y Tlaloc dejó de sonreír.
- ¿Problemas con la
construcción?- Preguntó Freyr, señalando por la minúscula ventana.- Ese albañil
no mezclará el cemento con esa AK-47.
- Ustedes sí que están en graves
problemas.- Tlaloc se encendió un cigarro nerviosamente y pidió silencio con un
gesto.- Ya no está en mis manos, ¿me entienden? El cartel envió a mi jefe y no
está muy feliz de estar aquí. No está feliz de verme y ciertamente no está
feliz de lo que ustedes hicieron.
- Refresca mi memoria.- Dijo
Thor.- ¿Qué es lo que hicimos?
- Es decir, cuando dijeron que
venían para aquí yo no lo podía creer.
- Eso no responde mi pregunta.
- Esa ambrosía era veneno puro.
La cocinaron en Tijuana y llegó hasta Monterrey y Acapulco. Nadie se dio cuenta
que era un lote envenenado hasta que fue demasiado tarde. Ahora los federales
están enojados con mis jefes y yo parezco un idiota porque pagué por ese
producto. Hasta la fórmula era un fraude.
- Nosotros no hicimos nada de
eso.- Se defendió Freyr. La puerta se abrió de golpe y entró un hombre moreno,
de largo cabello negro, rostro duro como si fuera tallado en piedra. Vestía un
traje azul pastel, con una enorme metralleta automática colgando de su hombro
derecho.
- Éste es mi jefe, la mano
derecha del cartel, Huitzilopochtli.
- ¿Y siempre llega a una reunión
de negocios con esa clase de armas?- Preguntó Freyr.
- Los mexicas no nos andamos con
juegos. Si alguien cruza la línea, se muere.
- Nosotros tenemos una filosofía
parecida y empiezan a cruzar esa línea.- Dijo Thor. Acercó la mano a su
revólver, pero Freyr la calmó con un gesto.
- Nosotros no les vendimos
ambrosía envenenada. De hecho, hace mucho que no les vendemos ambrosía. Tlaloc
se equivoca.
- Normalmente estaría de acuerdo
con ustedes, Tlaloc es una burla al sur de la frontera.- Huitzilopochtli se
acercó amenazadoramente a su subalterno, le quitó la cerveza de la mano y se la
bebió.- Pero ésta vez no hay duda, eran nórdicos.
- No sé cómo hagan las cosas al
sur de la frontera, pero en este país no cargamos semejantes metralletas para
discutir negocios.
- ¿Esto?- Huitzilopochtli tomó el
arma en sus manos y la tiró sobre el escritorio, derrumbando algunos papeles.-
Lamento el traspié cultural. Yo no soy el que mata gente, no soy el torturador.
Yo soy el que habla. Y si me gusta la conversación, no invito a mi amigo. Si la
conversación me aburre, entonces lo llamo. Asuman lo peor, nadie sobrevive a
Tezcatlipoca.- Un segundo mexicano entró a la oficina. Vestía un traje negro,
con camisa y corbata negra. Era de un moreno claro, con tatuajes en el cuello y
en el rostro.
- Me alegra que vengan a visitar
Texas, pero están equivocados.
- No, no lo estamos. Dos nórdicos
y un griego nos tendieron la trampa.- Mientras Huitzilopochtli hablaba,
Tezcatlipoca caminó en círculos a su alrededor sin decir ni una palabra.-
Queremos lo que es justo, el doble de ambrosía pero de la mejor calidad, además de la fórmula.
- Nadie conoce esa fórmula.
- Ese no es mi problema, es suyo.
¿Entienden las condiciones?
- Son muy valientes en su territorio, vengan a Asgard y les
daremos una paliza tan fuerte que su descendencia nacerá adolorida.- Thor
escupió a los pies de Tezcatlipoca y los dos motociclistas salieron de la
oficina, pero luego salir del lugar.
- Son tipos duros.- Dijo Tlaloc,
tratando de romper el hielo.
- ¿Duros?- Huitzilopochtli lo
tomó del cuello y lo azotó contra la pared, derribando algunas fotografías
enmarcadas.- Les arrancaré el corazón frente a sus familias. Es hora de
expandir nuestras operaciones en este país. Los nórdicos serán los primeros en
desaparecer, ya no los necesitamos. Y si quieres ser parte de esto, sugiero que
te calles y sigas órdenes.
- Entendido.- Dijo Tlaloc,
visiblemente asustado.
Thor
y Freyr no hablaron en el camino de regreso a casa. Alguien les había
traicionado, probablemente los griegos. Thor sospechaba de Prometeo, el griego
que había llegado en un auto convertido en coladera, con la cola entre las
patas. Freyr se imaginaba por qué Prometeo habría hecho algo así, era el
movimiento maestro de Zeus para recuperar a su hija. Aunque no estaban seguros
de su siguiente movimiento, sí sabían que debían llegar a Asgard y avisarle a
los demás. A la entrada de Middleton, sin embargo, una patrulla les cerró el
paso. Hel se bajó con toda calma, abanicándose con su sombrero. La mujer
sheriff se había separado de los asgardianos hacía años para hacerse agente de
la ley. La endeble tregua entre ella y Odín les permitía mover drogas, siempre
que no vendieran en Middleton.
- Alto ahí, vaqueros.- Hel se
apoyó contra la patrulla, mientras su compañero se bajaba, rifle en mano.-
¿Adónde creen que van?
- A Asgard, y no tenemos tiempo
para esto.
- Thor, siempre el cabeza dura.
¿Llevan drogas o armas? Vamos, no me miren así que nunca fuimos amigos. No
quiero que anden por ahí con armas y drogas como si este pueblo no tuviera ley.
¿Saben quién es la ley?- Thor retrocedió para rodear la patrulla e irse, hasta
que Hel disparó al suelo a su lado.- Yo soy la ley. Desenfunden muchachos.
- Odín no estará complacido.- Hel
se alzó de hombros y sonrió cuando los motociclistas dejaron las armas en el
asfalto. Hel y el patrullero no se movían, era obvio que no moverían la
patrulla.
- Ahora lárguense, y díganle a
sus amigos que la tregua terminó. Es época de casería para asgardianos.
Los
nórdicos retrocedieron y rodearon Middleton desde la carretera. No habían
recorrido ni un kilómetro cuando escucharon dos motocicletas detrás de ellos.
Freyr no se sorprendió de ver gigantes de hielo, ni de verlos armados. Trataron
de perderlos entre las casas más pobres, la mayoría de maderas, en el límite
del pueblo. Eran más veloces y ágiles que ellos, pero los gigantes no tenían
miedo de disparar entre las casas. Se separaron en las callejuelas, Thor
guiando a uno de los gigantes a una trampa. Frenó en seco en una curva, apagó
el motor y dejó que el asesino se acercara. Preparó el mazo de constructor, su
arma preferida, y en cuanto vio la llanta delantera le golpeó la cara con tanta
fuerza que su cuerpo salió volando y la motocicleta se derrapó docenas de
metros hasta entrar a una casucha. Freyr intentó hacer lo mismo, pero no contó
con la basura en una calle. La motocicleta derrapó entre las casas y el gigante
preparó su escopeta recortada mientras se acercaba a toda velocidad. Freyr
trató de levantarse, apoyándose contra una de las paredes. El gigante apuntó,
Freyr cerró los ojos, pero el disparó no sonó como de escopeta. El revólver
estalló en el eco de la callejuela, la bala atravesando el pecho del gigante de
hielo. Freyr se puso de pie y saludó a Tir. El asgardiano era un hombre
corpulento, con algunas canas, con tatuajes en la cara y con un cuchillo por
mano derecha.
- Tu puntería no ha mejorado.-
Dijo Freyr, casualmente.
- Fallé a su corazón a propósito.
¿Por qué no tienen armas?
- Hel decidió que ya no habrá
tregua. ¿Qué hacías tú aquí?
- Hay mafiosos en el pueblo, todo
lo que tenga nuestra marca es usado para práctica de tiro.- Tir pateó el arma
del gigante de hielo y apretó, con su bota militar, la herida de bala para que
manara más sangre.- Somos varios los que culpamos a Prometeo, pero no podemos
encontrarle.
- Prometeo ha hecho más que eso.-
Thor y Freyr le pusieron al corriente. Tir gruñó y se agachó para ver al
enemigo de cerca.
- ¿Dónde está el griego? Aún
queda tiempo para llevarte al hospital.
- Prometeo está escondido, Laufy
nunca se lo cederá a ustedes.
- Lamentable.- Tir le disparó en
la cara y se levantó.- Volvamos a Asgard, la guerra se acerca.
Ares
llegó a Middleton en su BMW y estacionó en la cafetería al centro del pueblo.
Había estado allí una sola vez antes, y el pueblo era tan aburrido ahora como
lo era entonces. La plaza central tenía una feria medieval que parecía ser toda
la sensación entre los pueblerinos. Entró a la cafetería quitándose el saco. La
mesera vio las dos sobaqueras y la automática en su cinturón y se encerró en la
cocina. Heimdall le estaba esperando, su sonrisa de dientes de oro no le
distraían de los otros motociclistas armados que le acompañaban. Freyr estaba
entre ellos y Ares se sintió insultado que los nórdicos se lo mostraran de esa
manera, sobre todo teniendo en cuenta lo mucho que valía su cabeza en Austin.
Ares se sentó frente a los nórdicos, rechazó el café y se encendió un cigarro,
su mirada fija en Freyr.
- Quería hablar con Odín.
- Nadie habla con Odín, sin
hablar conmigo primero.- Heimdall le tronó los dedos para que le prestara
atención.- No lo invitarás al baile Ares, sácatelo de la cabeza.
- Tú y yo muchacho, y muy pronto.
- Suertudo yo.
- Oh no, nadie es suertudo de
verme. Zeus la quiere de vuelta, en una pieza. Afrodita fue raptada por ese
sinvergüenza y le perdonaremos la vida si nos entregan a Afrodita.- Fumó
despacio y tranquilo, tirando la ceniza en el café de Heimdall.- Y a Prometeo
también. Tenemos algunas cosas que discutir. Si quieren puedo esperar aquí.
- Puedes esperar hasta que el sol
se apague Ares, pero no es tan fácil. Ustedes vendieron veneno a los mexicas y
ahora ellos quieren sacarnos de Texas.
- No sé de qué me hablas
Heimdall. Nosotros no hacemos tratos con el cartel, para eso están ustedes. Si
Tlaloc está enojado con ustedes, sugiero le envíen chocolates y flores.
- Esta... ¿Cómo lo llaman ustedes
los mafiosos? Ah sí, ésta ofensa que nos han hecho, puede enterrarse y olvidarse. Ustedes pondrán la ambrosía para
arreglar el malentendido con los mexicas.- Heimdall le miró en silencio, Ares
parecía masticar la idea.
- Claro, y si quieren podemos
pagar la boda de Afrodita con ese imbécil.
- Afrodita tiene edad para hacer
lo que quiera.- Freyr estaba por decir algo más cuando Heimdall azotó la palma
de su mano en la mesa y lo calló.
- Tú no tomas estas decisiones
Ares, pero confío que le pasarás el mensaje a Hermes. El que te dejemos salir
caminando de aquí es el mensaje más fuerte, porque no olvides, la ira de los
asgardianos puede quemar Austin y lo hará si ustedes fraternizan con el cartel
para barrernos.- Ares abrió la boca para decir algo, pero notó que Heimdall
observaba por encima de su hombro.
Cruzando
la calle apareció una figura fuera de lugar. Rodeado de los caballeros y damas
medievales que se apuraban para atender la feria medieval, apareció un vaquero.
Botas de punta de plata, espolones, cinturón con balas y dos pistoleras, camisa
sucia por el polvo y sombrero. Heimdall le reconoció de inmediato por su tez
pálida, era el peor asesino a sueldo de Texas, conocido únicamente como el
vaquero. Heimdall no esperó a conocer sus intenciones, se tiró al suelo
volcando el mantel de la mesa. Ares le imitó y fue el primero en desenfundar.
El vaquero disparó de sus dos revólveres, mientras caminaba de lado contra la
pared de la entrada para guarecerse. Freyr se hincó a tiempo, la bala le rozó
por encima y atravesó el cuello del compañero que tenía detrás. Ares disparó
contra la entrada y el ventanal a su izquierda, para salir corriendo a la calle
en cuanto tuvo la oportunidad. Afuera los gritos se opacaron por el ruido de
las sirenas. Los nórdicos dispararon contra el vaquero escondido y salieron
siguiendo a Ares. El vaquero ya no estaba, pero todos sabían que regresaría
para terminar su trabajo.
Ares
se alejó de Middleton a toda velocidad, las patrullas le pasaron sin darles
importancia, todos iban tras los motociclistas. Hermes había sido tan sabio
como rápido, aquella no era la única reunión que tendría ese día. Apolo ya
estaba en la carretera, esperándole. Zeus no había querido que le acompañara a
Middleton, temiendo que esos salvajes le hicieran prisionero a él también. Ares
temía más que Apolo matara a Freyr a la primera provocación. Jamás se lo diría
al jefe, pero su príncipe podía ser algo testarudo y explosivo. Había crecido,
literalmente, en el Olimpo y su perspectiva sobre la vida era la misma que la
vista del penthouse hasta la calle. El BMW de Apolo arrancó detrás de él y
juntos dejaron la carretera para adentrarse al caluroso desierto texano. Los
mexicas les esperaban cerca de ahí, en una pick-up pintada con motivos
mexicanos. Huitzilopochtli y Tezcatlipoca se bajaron del camión y mostraron que
no iban armados. Ares escuchó la misma cantaleta de la droga venenosa de sus
labios, y Apolo se vio tan sorprendido como él lo había estado en Middleton.
Los olímpicos tenían un solo ofrecimiento de negocios, Afrodita en una pieza y
Freyr en varias por descomunales cantidades de dinero. Ares estaba preocupado
por las palabras de Heimdall, creían que los mexicas avanzarían al norte,
desplazándoles. El problema estaba en que podían barrerlos a ellos también del
mapa.
- Este dinero debería curar
algunas heridas.- Apolo le entregó a Huitzilopochtli una mochila repleta de
dinero. Huitzilopochtli contó el dinero, no estaba satisfecho.- Pues es todo lo
que tendrán hasta que no me entreguen a mi hermana en una pieza, y les sugiero que
se apuren porque hay muchos otros gatilleros en Texas que quieren ese dinero.
- ¿Y bien?- Tezcatlipoca
preguntó, luego que los griegos se fueran y hubiese un momento de silencio.
Huitzilopochtli no dijo nada al principio, y cuando terminó de meditar el asunto
señaló a un alacrán negro que avanzaba hacia sus botas texanas. Tomando el
revólver que tenía escondido en la parte trasera de su cinturón le disparó.
- Lo hicieron a propósito, para
mermar nuestras fuerzas. ¿Qué tan necesario es Zeus, después de todo? Ve a
Austin, castígalos.
Hel
persiguió a los nórdicos hasta Asgard, pero no se atrevió a entrar allí con sus
patrullas. Frigg no recordaba haber visto patrullas tan cerca de Asgard en toda
su vida, y menos ver tantas patrullas. Sabía que Odín, su marido, pensaba lo
mismo que ella, algo grande estaba por ocurrir. Heimdall explicó lo que había
pasado, además de la muerte de uno de sus camaradas. Frigg quería a Freyr como
si fuera su hijo y le contraía el corazón verle tan acongojado. Se sentía
responsable de esa muerte y de todos los problemas que caían sobre Asgard.
Afrodita la miraba, tratando de juzgar su reacción. La joven vestía unos jeans
de diseñador con zapatos de tacones altos y una costosa blusa de algodón,
mientras que la reina de Asgard vestía jeans gastados y una camisa amarrada a
la altura de su ombligo. Frigg la miró a los ojos, su semblante se había
endurecido por los años, pero algo en sus ojos reconfortó a la joven.
- Ahora mismo,- Seguía hablando
Heimdall.- nuestra mejor ficha contra Zeus es, paradójicamente, la peor que
tenemos. Afrodita.
- No usarás a Afrodita para
canjearla por paz.- Ladró Freyr.
- Claro que no.- Dijo Thor.- No
tomamos órdenes de esos sucios griegos, sin ofender a la joven.
- No habrá nada de eso.- Concluyó
Frigg. Afrodita es libre de quedarse y hacer lo que quiera.
- El gatillero...- Dijo Odín tras
terminar su tarro de cerveza y mientras acariciaba el pico de su cuervo
Huginn.- ¿estás seguro que era un vaquero y que era muy pálido?
- Muy seguro, le vimos muy de cerca.
- ¿Le conoces?- Preguntó Thor a
su padre.
- ¿Te sorprendería si digo que
sí?- Odín sonrió y golpeó sus puños enguantados con cuero contra la barra, y
lanzó una carcajada.- Ahora sí que será una pelea. Conozco su verdadero nombre.
No se detendrá hasta matar a Freyr y a Afrodita.
- Hablando de los novios....-
Thor volteó hacia todas partes, pero era claro que habían desaparecido.
Afrodita se destacaba en cualquier habitación, y más en una de motociclistas.
- Estarán bien.- Dijo Frigg,
llamando su atención.- Ve a robar ambrosía a los griegos y esparce el terror en
Austin. Las carreteras son nuestras y es hora que de hacerles recordar eso.
Odín
y Frigg no se preocuparon por los amantes, pues sabían que Freyr nunca huiría
de una pelea, y tenían razón. Freyr se cambió de chaqueta en su bungaló, para
pasar desapercibido y salió acompañado de Afrodita para buscar gigantes de
hielo. La idea de ir a buscar a Prometeo había sido de Afrodita, juzgaba que
era la mejor manera de demostrarle a la familia de su novio que no era inútil,
y además porque temía lo que los pandilleros harían con Prometeo, y temía aún
más si Laufy y su gente lo vendían a la mafia de Austin. Freyr asaltó a un par
de motociclistas de los gigantes de hielo en un callejón y les obligó, a punta de
golpes con su cadena, que les dijera donde tenían encerrado a Prometeo. Los
pandilleros cedieron, en parte porque Prometeo estaba en el Jotunheim, hogar de
los gigantes de hielo.
Freyr
no quería admitirlo, pero se sentía derrotado. Jotunheim estaba a varios
kilómetros a las afueras de Middleton, en una cuneta polvosa que hacía de
fortaleza inexpugnable. No podía hacerlo solo, muchos le reconocerían e incluso
si podía entrar al lugar, eso no implicaba que pudiera tomar prisionero a
Prometeo y escapar con vida. Afrodita insistió en conocer el lugar, aunque
fuera de lejos, de modo que pudieran darse una idea de lo que les esperaba. El
camino de tierra, que se desviaba de la carretera principal, describía un largo
rodeo en el desierto e iba a bajando a la cuneta, una pequeño valle protegido
por todas partes. Freyr le explicó que el edificio estaba empotrado a la pared
y se conectaba a viejos túneles mineros de los que salía un aire gélido, de
allí el mote de gigantes de hielo. Prometeo, si estaba encerrado en Jotunheim,
podía estar en esos impenetrables túneles mineros. Había motociclistas entrando
y saliendo de esa cuneta y los amantes tuvieron que esconderse detrás de unas
inmensas piedras.
- Mi padre me contó una historia
sobre Ares, cuando yo era muy joven.- Afrodita le robó un cigarro a Freyr y
sonrió.- Unos tipos estaban encerrados en un sótano, muy bien protegido. ¿Sabes
lo que hizo? Jugó sus fortalezas como si fueran sus debilidades.
- Suena como que tienes una idea.
- Oh primor, tengo una excelente
idea.
Aprovechando
la caída del sol siguieron los postes eléctricos por varios kilómetros. Freyr
escaló, cuchillo en boca y saboteó los cables. Lo hizo con cuidado, no quería
que los gigantes de hielo pudieran ver el cable el suelo. Regresaron al camino
y aprovechando la oscuridad atacó a dos gigantes de hielo con un tubo de metal.
Les quitó sus chaquetas y escondió sus cuerpos desmayados. Afrodita había
tenido razón, sumidos en la oscuridad y el calor del desierto la fortaleza se
volvía prácticamente inútil. Los motociclistas estaban a pie de guerra, pero
por la oscuridad, torpemente cortada por los faros de las motos, les impidieron
notar a los amantes que entraban a Jotunheim como si pertenecieran allí.
Afrodita se había recogido el cabello en un paliacate de cuero y ocultado parte
de su rostro con una bandana. Freyr la jaló contra una pared cuando escuchó la
voz de Laufy y la besó como hacían las parejas que aprovechaban la oscuridad.
Laufy lanzó maldiciones, culpando a los griegos que habían decidido tomar a
Prometeo sin pagarles lo que era suyo. Aquella no era la única voz que pudo
discernir, Hel estaba con ellos y parecía apurada para cerrar un trato e irse.
Laufy, sin embargo, se olía la trampa y prefirió dejar sus negociaciones para
otro momento para reubicar al prisionero.
Prometeo
estaba encerrado en el segundo piso de lo que antes había sido un edificio
minero, en una habitación improvisada del ático donde se guardaba la cerveza,
las drogas y las armas. Freyr intentó seguir a los gigantes de hielo de
confianza de Laufy, pero ellos no lo dejaron subir. Afrodita, sin embargo, no
tuvo el mismo problema. Descubriéndose el rostro y batiendo sus pestañas los
enormes pandilleros decidieron que era buena idea llevarla al aislado ático
para divertirse. Prometeo agitó la puerta que le encerraba, pero no le
prestaban atención a él. Cargaron a Afrodita hasta un viejo colchón y ella
fingió que le gustaba. Mirando al techo, al enorme tragaluz sobre sus cabezas,
intentó ganarse tiempo. Eventualmente, cuando no pudo frenarlos más, se empujó
hacia atrás, tomó un tubo de metal y le dio a uno con todas sus fuerzas. Saltó
como pudo, pescando las llaves del suelo, y cuando los otros tres la tomaron de
los hombros ella lanzó las llaves por debajo da la improvisada pared de palos
de madera que encerraban a Prometeo. El ladrón abrió el cerrojo de su encierro
y tomando un bat de baseball defendió a Afrodita. Ella tomó un ladrillo y
desmayó al último de ellos.
- No es que no agradezca la
intención, pero ¿ahora qué?- Prometeo rápidamente cerró el acceso al ático
cuando escuchó voces que se acercaban.- Laufy nos matará a los dos.
- No vamos para abajo, vamos para
arriba.
Afrodita
usó una silla para abrir el tragaluz sin tener que romperlo y alertar a todo el
violento club de motociclistas. La puerta del ático fue probada, Laufy estaba
impaciente. El seguro no aguantaría para siempre y Afrodita confiaba que no
tendría que esperar tanto. Freyr había regresado a la motocicleta y conseguido
una soga larga. Atándola de una piedra se fue deslizando hasta el techo de
Jotunheim para rescatar a los dos griegos antes que los motociclistas
derribaran la puerta. Subieron tan rápido como pudieron, con Afrodita colgada
de la ancha espalda de su amante. Laufy se dio cuenta cuando Freyr ya les
llevaba un kilómetro de distancia y para entonces fue demasiado tarde. Prometeo
les agradeció durante todo el camino, pero Freyr le hizo saber, al llegar a
Asgard, que únicamente había saltado de una sartén ardiente a otra. Heimdall
recibió a los héroes con aplausos y brindis, pero en cuanto vio a Prometeo le
cargó con todas sus fuerzas y azotó sobre una mesa. Tir le mostró el cuchillo
de cazador que tenía por mano y presionando contra su frente le mantuvo
tranquilo.
- Freya, tú quédate aquí,
necesitaremos a una enfermera.- Le dijo Frigg a la rubia que había tomado su
uniforme y se preparaba para irse a su turno al hospital de Middleton.
- Hel y Laufy están en
contubernio, les vimos juntos. Y todo por culpa de él.
- Estoy orgulloso de ustedes
dos.- Les dijo Odín, mientras se acercaba al prisionero, que ahora rogaba por
su vida. Le golpeó en la boca del estómago, con el cuchillo de Tir aún
presionando en su frente.- Dinos, amigo Prometeo, ¿por qué no deberíamos
matarte ahora mismo?
- Juro que no tenía idea.
- Miente.- Dijo Tir, pero
Heimdall le contuvo de cortarle.
- Yo no sabía que esa ambrosía
estaba envenenada, trataron de matarme a mí primero.
- ¿Por qué los mexicas están tan
seguros que los nórdicos les vendimos esa porquería?- Preguntó Frigg.- Y piensa
tu respuesta.
- Estaba con uno de ustedes, lo
juro. Dionisio me dijo que sabía cómo vender lo que había robado, me puso en
contacto con uno de ustedes que luego trató de matarme.
- ¿Con quién de nosotros?-
Preguntó Freyr.
- Con él.- Prometeo se quitó el cuchillo
de Tir de encima y miró hacia las fotografías en la pared. Le dejaron
levantarse y tomó una fotografía enmarcada de varios nórdicos posando frente a
la entrada de un rancho.- El de en medio, el que parece lobo.
- Fenrir.- Dijo Tir en un
gruñido, acariciando el cuchillo que ahora tomaba el lugar de su mano derecha.-
No es uno de nosotros, ya no.
- ¿Qué pasó?- Le preguntó
Afrodita a Freyr en voz baja, pero accidentalmente le escuchó Tir.
- Se salió de control y tuve que
hacer algo. Yo lo mandé a prisión, a pudrirse hasta el final de los tiempos, o
al menos esa era la sentencia. Perdí mi mano cuando lo engañé para que fuera
arrestado, no es mi momento más orgulloso y tengo que verlo todos los días.
- Si estaba en prisión, ¿cómo
salió?- Se preguntó Freyr.
- Yo sé cómo. Loki, él es
abogado.- Dijo Frigg con frialdad.- Mi hijo conspiró en nuestra contra.
- Podríamos entregarles a
Prometeo, explicar toda la situación a Zeus.- Heimdall quiso seguir hablando,
pero Odín le miró, con su único ojo, como si hubiese ofrecido arrancarle el
otro.
- No, la guerra empezó y es muy
tarde. Los griegos son tan culpables de esto como Prometeo y Loki. No les
daremos nada, a veces los principios valen más que las negociaciones.
La
noche que Thor llegó a Austin sería recordada hasta años después. Su primera
parada fueron los camellos de Apolo, limitándose a dispararles desde su
motocicleta por donde fuera que les encontrase. Irrumpió un juego ilegal de
cartas y usó su mazo contra los dos guardias de seguridad, robó el dinero y le
prendió fuego al departamento. Lanzó cocteles molotov contra las casas que
sabía eran laboratorios para drogas sintéticas. Mjolnir recorrió las calles,
sembrando terror y robando todo lo que podía. Thor irrumpió en un restaurante
de lujo destrozando el ventanal con su motocicleta. Disparó contra los meseros
armados y se hizo pasar hasta la cocina. Un chef trató de matarlo con un enorme
cuchillo, pero Thor le rompió la quijada con su mazo. El lugar era un depósito
de ambrosía, escondido en el refrigerador de carne y Zeus sin duda rechinaría
sus dientes sabiendo que perdía medio millón de dólares en una sola noche. En
cuanto obtuvo lo que quiso salió por la calle trasera y evadió las patrullas
por entre las callejuelas. Haría orgulloso a sus padres, de eso estaba seguro,
pero quería una última parada. Manejó hasta el Olimpo, pero alguien ya había
tenido la misma idea. Tres autos de mexicas abrieron fuego contra el lobby, y
contra lo que se moviera, y los olímpicos difícilmente pudieron defenderse
antes que Tezcatlipoca disparara su lanzagranadas contra el vitral de la
entrada del edificio y se largara del lugar a toda velocidad. La noche estaba
pronta a terminar, los olímpicos habían sido castigados con dureza, pero Thor
sabía perfectamente que Zeus lanzaría truenos y relámpagos contra todos sus
enemigos.
Las
oficinas de Zeus tenían un total de siete teléfonos, y cada teléfono tenía
cinco líneas. Todos los teléfonos sonaban, y todas las líneas. Todos querían
hablar con él, desde el alcalde, hasta el gobernador, el jefe de la policía,
sus socios comerciales, legales e ilegales y la prensa. Habían sido tomados por
sorpresa, pues en el fondo nunca creyeron que alguien, y mucho menos dos
facciones enteras, decidieran atacarles en la misma noche. Thor había dejado
una estela de destrucción, dedos rotos y robos, mientras que Tezcatlipoca y su
ejército habían demostrado estar mejor armados que la policía, mejor
organizados y entrenados, y mucho mejor pagados. Ares estaba rojo de furia,
pero no se atrevía a hablar. Ares, Hermes y Apolo estaban sentados en el mismo
sillón, sintiéndose como niños regañados, mientras que Zeus miraba su ciudad en
sepulcral silencio. Había perdido a su hija, había perdido a sus socios, había
perdido ambrosía y ahora había perdido el respeto. La copa de vino en su mano
se rompió por la presión, pero Zeus no dijo nada. Apolo se relamió los labios,
tratando de pensar en algo que decir, pero Hermes le silenció con una mirada,
era mejor esperar a que él hablara.
- Hermes,- Dijo finalmente, mientras
se limpiaba las manos con su pañuelo de seda. Se acarició las barbas canosas y
respiró profundo.- antes que me olvide, asegúrate que la hermana del alcalde
reciba un lindo regalo, mañana es su cumpleaños. Tengo entendido que tiene
cierta afición por el campismo. También, envía algo del arte que tenemos en la
bodega para esa exhibición en el museo, es una semana pero quiero que sus
curadores lo tengan desde antes. Sólo porque estamos en guerra no es razón
suficiente para perder los estribos y la civilidad. Austin no arderá, y yo me
ocuparé de eso. Nos sorprendieron, solo eso. No culparé a ciertas personas en
este penthouse, aunque podría hacerlo. No lo haré, porque el futuro siempre es
más importante que el pasado.
- El demente de Tezcatlipoca
tenía un lanzagranadas.- Dijo Ares, como estallando por el enojo.- Por favor
Zeus, desencadéname.
- Sí, déjame serte útil padre,
Ares y yo los aplastaremos a todos.
- Necesitamos prudencia.- Dijo
Hermes, plenamente consciente de las miradas asesinas de Ares y el dorado
príncipe del crimen.- Heimdall es prudente, sabe que una guerra abierta no
beneficia a nadie.
- Hermes, de todas las personas
en esta sala, no pensé que tú fueras el más ciego.- Zeus se encendió un puro y
su semblante serio se iluminaba por el resplandor del cigarro en la relativa
oscuridad de la oficina.- Esto no es por drogas, ni es por dinero o por
orgullo. Es por Afrodita, nada más importa. La quiero aquí o haré arder Texas
hasta las cenizas.
- Hay algo que sería sensato
saber.- Dijo Hermes, tragándose el orgullo.- ¿De dónde salió esa ambrosía
envenenada que los mexicas nos culpan de haberles vendido?
- Finalmente, algo de sabiduría.-
Celebró Zeus.- Ares, llévate a Efesto y considérate desatado. Conquisten el
asfalto, repelan a los mexicas y maten a tantos como puedan. Hermes, usa a
alguien de tu confianza para encontrar de dónde vino esa ambrosía y esa fórmula
falsa.
- Tengo a alguien perfecto,
Heracles, nunca me ha fallado. Puede empezar por Persefone, la esposa de Hades
no me parece inocente del todo, ella podría haberlo pensado.
- ¿Y yo, padre?
- Tú te quedas cerca, por ahora.
Quiero que aprendas cómo se conquista el mundo.
Cuando
Thor llegó a Asgard la encontró prácticamente sitiada por los gigantes de
hielo. Abrieron fuego contra el bar en la madrugada, aprovechando que la
mayoría dormía la borrachera. Laufy sabía que no podía tomar Asgard, al menos
no aún, pero estaba decidido a debilitarlos lo más posible. Thor, sin embargo,
fue una variable que no tenía en cuenta. Atacó como un rayo, permitiendo a sus
camaradas proteger el club y abrir fuego. Laufy fue el primero en irse, sus
muchachos empezaron a caer como moscas cuando Tir consiguió rodearles con otros
seis motociclistas. La huida, sin embargo, no fue tan veloz como Laufy había
pensado. El vaquero apareció en un auto viejo y destartalado. Se abrió paso
entre los gigantes de hielo para llegar hasta Asgard, aceleró contra las
motocicletas y, cuando todos dispararon en su contra, saltó por la puerta, rodó
unos metros y consiguió esconderse detrás de unas puertas en la parte trasera,
cerca de los bungalós. Matando motociclistas de un lado y del otro avanzó hacia
las habitaciones, en busca de los amantes. Abrió la puerta de uno de los
bungalós de una patada y disparó contra la cama, pero no estaban ahí. Sabiendo
que su oportunidad se había malgastado robó una motocicleta y escapó, confiado
en que perseguirían a los hombres de Laufy y no a él. Afrodita salió de debajo
de la cama, los disparos habían atravesado las almohadas bajo las sábanas y le
fallaron por muy poco.
- Vino por mí, por nadie más.-
Afrodita abrió el clóset, donde Freyr había encadenado a Prometeo.- Ésta guerra
es parcialmente mi culpa.
- No digas eso Afrodita...
- Dije parcialmente, tú todavía
no te zafas. La próxima vez ese vaquero me matará, o peor aún a Freyr. Tengo
que irme de aquí y quiero que me acompañes.- Los ojos de Prometeo se
iluminaron.- Hay una sola manera para que mi padre no te corte en pedazos muy pequeños
y te alimente a los buitres.
- ¿Y cuál es esa?- Preguntó
Prometeo, mientras Afrodita buscaba en los pantalones de Freyr hasta dar con la
llave del candado.
- Vamos a encontrar a la persona
que te puso la trampa, que empezó esta guerra. Y sé que me acompañarás, porque
no tienes otro lugar a dónde ir.
- Si vamos a Austin, ¿te
entregarás a Zeus?- Preguntó, mientras se quitaba las cadenas y la acompañaba
de cuclillas hacia la salida, hasta un auto que tenía las llaves puestas. La
balacera continuaba, aunque no con la misma violencia que antes.
- No, además eso no salvaría a
Freyr. Si podemos probar que los nórdicos no tuvieron nada que ver, quizás
pueda salvarle la vida.- Afrodita encendió la marcha mientras Prometeo subía
del otro lado y sin mirar atrás aceleró hacia la carretera.
El
daño de la pelea no había sido grave. Ningún nórdico había quedado fuertemente
herido y todas las ventanas rotas podían reemplazarse fácilmente. Frigg mandó a
los neófitos a cargar los cuerpos de los gigantes de hielo que habían muerto
para enterrarlos en el desierto, de modo que Hel no pudiera arrestar a todos en
un solo golpe. Ella eventualmente llegó, su dorada estrella de sheriff
reluciente y brillando ante el sol. Quedaba aún algo de sangre en la arena
compacta y las paredes tenían agujeros de balas, pero nadie admitió pelea
alguna. Hel escupió en el suelo, amenazadoramente y se fue de ahí. Thor
presentó el botín de su saqueo nocturno, produciendo admiración. Heimdall se
quedó con el dinero y le envió, junto a Freyr a contactar con los mexicas y
entregar la ambrosía robada, con la esperanza que Huitzilopochtli les diera
algo de tiempo. Freyr no tuvo ocasión de ir a su bungaló y despedirse de
Afrodita, Thor prácticamente lo jaló hasta su motocicleta para partir cuanto antes.
Mjolnir y el Jabalí aprovecharon las carreteras secundarias hasta un punto
desolado de desierto donde entregaron el paquete frente a una pick-up con
motivos mexicanos y se fueron de ahí sin decir ni una sola palabra. Los mexicas
les vieron alejarse, mostrándoles sus AK-47 de oro. Usaron los mismos caminos
de regreso, pero Hel se esperaba eso. Cerró el camino con una valla de metal y
dos patrullas y pacientemente les esperó, mascando tabaco y reprimiendo a los
patrulleros que le veían el trasero.
- Tengo una buena noticia,- Les
dijo en cuanto les vio frenando y desenfundó su revólver.- y seis muy malas
noticias. La buena noticia es que, bajo este inclemente sol de desierto, aún
les queda la opción de rendirse y enfrentar cargos por portación de armas y
narcotráfico. En cuanto a las seis malas noticias, bueno, traten algo y verán
de qué se tratan.
- ¿Cuánto te paga Laufy para
hacernos esto? Llegas cuando los gigantes de hielo ya se fueron y te conviertes
en la dama de la ley.
- Freyr, tú siempre me caíste
bien, por eso no te mataré ahora mismo. Apaguen sus motos y suban a mi auto,
tiene aire acondicionado.- Añadió Hel, con una sonrisa torcida.
- No sé,- Dijo Thor con una
sonrisa.- hoy hay una linda brisa. ¿Para qué desperdiciarla en un auto?
- Hijo de Odín, tú en especial me
caes muy mal. ¿Cómo está él, sus lagunas de memoria se hacen mares?, ¿aún sigue
creyendo que Baldur está vivo?
- Tú deja a mi hermano fuera de
esto.
- Miren nada más, toqué un
nervio. Tu hermano se lo merecía y tu madre siempre lo quiso más que a ti.
Ahora por favor Thor, te lo suplico, has algo estúpido para que me des la
oportunidad de quebrar a tu padre en dos como una niña llorona.
- Está bien, ya basta.- Gritó
Freyr, apagando su motocicleta. Thor le imitó, pero no se bajaron. Los patrulleros
se acercaron, bastones en mano y les indicaron que levantaran las manos.
Thor,
siguiendo instrucciones, liberó el seguro que mantenía la bolsa de cuero a su
lado, con sus armas. Las pistolas cayeron al suelo con un fuerte golpe. Indicó
que tenía un revólver en su cinturón, en la parte trasera y dejó que el
patrullero se la quitara. Aprovechando que Freyr se ponía de pie e insultaba a
Hel, deslizó su mano al costado izquierdo, tomó su mazo de constructor y le dio
un golpe tan fuerte al patrullero que le rompió dos costillas, haciéndole tirar
su arma. El patrullero a su izquierda trató de someterlo con su bastón, pero
recibió un golpe similar en la rodilla. Hel se dio cuenta de lo que pasaba y no
dudó en disparar. Thor se agachó, inclinando Mjolnir contra su pie derecho y de
un jalón al acelerador se dio a la fuga. Freyr desarmó al patrullero a su lado,
le quitó el bastón y le soltó un fuerte golpe a la rodilla de Hel, salvándole
la vida a Thor. La sheriff sabía que no le encontrarían tan fácilmente y
prefirió darse por satisfecha arrestando solamente a Freyr. Thor no dejó de
gruñir y mascullar maldiciones en todo su largo camino hasta Asgard.
- Hel arrestó a Freyr.- Dijo, en
cuanto entró al bar abriendo las puertas de un empujón.
- Esa no es la única mala
noticia, Afrodita y Prometeo escaparon.- Dijo Heimdall.- ¿Cómo rescatamos a
Freyr?
- Voy para allá, pero necesitaré
soldados.
- De ninguna manera Thor.- Dijo
Odín. Incluso Frigg, que se preciaba de conocer bien a su marido, estaba
sorprendida.- No, sólo asegúrate que un par de matones de confianza estén
cerca. Que estén armados, sin llamar la atención y listos para cualquier
eventualidad. Tú irás a Austin, quiero que ayudes a Tir, él ha ido a buscar a
tu hermano Loki para hacerle algunas preguntas. Si encuentran a Afrodita,
protéjanla y traten de regresarla a aquí.
- Pero padre, Freyr podría...
- No me cuestiones.- Bramó Odín,
golpeando sus puños contra la barra. El bar quedó en silencio sepulcral, nadie
había visto al tuerto en ese humor.- ¿Qué esperas? Encuentren a Loki, ahora.
- Sí, padre.- Dijo Thor, con el
orgullo herido.
- Amor mío,- Empezó Frigg, y Odín
sabía lo que vendría. Siempre tenía algo que decir cuando empezaba por esas
palabras y normalmente lograba hacerle cambiar de opinión.- quizás sería mejor
que Thor, el mejor de tus guerreros, se quedara cerca. Los olímpicos podrían
contraatacar.
- Y lo harán. No, Freyr estará
bien. El resto de ustedes,- Dijo a los motociclistas que le veían sin saber qué
pensar.- ya saben qué hacer. Vacíen el depósito de armas si es necesario.
Freya, me temo que perderás otro turno en el hospital, pero necesitaremos a una
curandera.
- Estos parches no son de
adorno.- Dijo Freya, señalando los parches del club, un par de hachas de guerra
sobre una calavera.
- Eso me gusta escuchar.- Dijo
Frigg, viéndola con orgullo. No tenían muchos miembros mujeres, y de hecho
ningún club los tenía, pero Odín la había recogido de las calles, tratándola
como si fuera su hija, y esa fue la inspiración para el club femenino de motociclistas,
las valkirias.
- Estaré atrás, alimentando a los
cuervos.- Dijo Odín, mirando hacia una de las ventanas desde la que podía ver
al viejo, estacionándose y caminando hacia la parte trasera del club. Odín
entró a la trastienda, que también eran sus habitaciones, y le abrió la puerta
a su invitado. Le ofreció una cerveza, que el viejo declinó con un gesto y se
sentaron sobre dos bancos, frente a la mesa donde descansaban las dos jaulas de
pájaros. Odín notó que una estaba vacía y la miró extrañado.
- Se te escapó Munin.- Le dijo el
viejo, amablemente.
- Ah, es cierto. Pensé que Baldur
lo tendría con él.
- No, viejo amigo, tu hijo Baldur
está muerto. ¿Lo recuerdas?
- Ya, sí...- Odín miró a su
invitado con tristeza.- Loki... ¿Cómo pudo hacerlo?
- Me estabas esperando.
- Tu gatillero ha estado aquí, el
vaquero no obtuvo lo que buscaba.
- El vaquero matara a todos si es
necesario, deberías saberlo.
- Es curioso lo que recuerdo y
olvido. Sé que lo hará.- El viejo le miró extrañado. No esperaba una reacción
como esa.- ¿Sorprendido? Somos guerreros, hasta el final.
- Yo también he venido por ellos.
- Llegas tarde entonces, Afrodita
ha huido a Austin, sin duda para alejar al asesino de nuestro territorio. En
cuanto a Freyr, nadie lo puede tocar donde está, ni siquiera yo.
- Es lamentable, toda la
situación.- El viejo se limpió un poco del polvo que tenía en las solapas de su
saco y acarició al cuervo en su jaula.- Esta guerra será nefasta. Tu club
tendrá unos cincuenta o sesenta miembros, ¿no es cierto?
- Sumando los neófitos diría que
cien. Laufy tiene casi la misma cantidad.
- Y todos ellos serán como nada
para la tempestad que se acerca. ¿A cuántos asesinos crees que Ares comanda o
Tezcatlipoca?
- Cuando hablaste con ellos,
porque imagino que has visitado a Zeus y a Huitzilopochtli, ¿les diste el mismo
discurso, pero en inverso?
- Sí.- El viejo se rió un poco y
puso su delgada mano sobre el ancho hombro del ex-boxeador.- Les dije que tú
tenías más de cien guerreros acostumbrados a matar y que no conocen otro lujo
más que la gloria, otra diversión más que el combate.
- ¿Y qué te dijeron ellos?
- Me preguntaron lo mismo que tú,
por eso me pareció gracioso.- El viejo se puso de pie lenta y adoloridamente.-
Ares y Efesto traen un ejército hacia aquí, llegarán en cuestión de minutos.
Odín, toma mi consejo y olvida a los amantes. Tú olvidas todo, hoy día.
Olvídalos a ellos, deja que el vaquero haga su trabajo. ¿Qué son dos cadáveres
más frente a una guerra que no puedes ganar?
- La guerra tiene gloria, el
homicidio es vergonzoso.
- Muy bien.- Dijo el viejo,
resignándose, manos en posición de rendición.- Vienen del sur, son al menos
tres coches. Buena suerte.
- Gracias, viejo amigo.
Odín
corrió al segundo piso donde la alarma se encontraba montada, era un inmenso
cuerno que medía prácticamente la longitud de Asgard y sobresalía por encima de
los cuernos de la entrada. Sopló el cuerno a todo pulmón, avisando a la mayoría
de los miembros, que habían dejado el club minutos antes, que se encontraban
bajo ataque. Heimdall se levantó de su asiento, dejando todo detrás, para
preparar el campo de batalla junto con otros cuatro camaradas. En el camino
terroso que llevaba hasta el club se encontraban dos postes, los cuales
escondían una cadena con picos que podía alargarse de lado a lado. Apenas
tuvieron tiempo de colocarla para regresar a Asgard y montar la defensa. Ares y
Efesto, junto a un pequeño ejército de asesinos profesionales, llegaron a toda
velocidad. Los dos primeros autos desgarraron sus llantas, se salieron fuera de
control y obstruyeron a los otros, hasta que arrastraron la cadena, con todo y
poste, por varios metros. El ataque sorpresa ya no era tan sorpresivo.
Odín
montó una vieja metralleta en un nicho del techo y abrió fuego, junto con los
pocos asgardianos que se encontraban en el edificio. Los mafiosos lograron
rodear el edificio, pero no podían entrar en él. Heimdall, escondido detrás de
una de las puertas traseras, esperó su momento para apuñalar a uno de los
mercenarios en la pierna y arrastrarlo a Asgard. Le mostró que no tenían a
Afrodita y a Freyr, pero ya era demasiado tarde para eso. Heimdall mató al
sicario, le cortó la cabeza con una pesada hacha que descansaba montada en la
pared y la lanzó por una de las ventanas hasta los pies de Ares. Cubiertos de
disparos por todas partes, Freya se arrastró hasta un depósito en la parte
trasera, tenía un plan para engañarles. Reclutando a algunos valientes se
disfrazaron como si fueran del club de Laufy, y logrando romper el sitio,
aunque fuera momentáneamente, subieron a sus motos y les atacaron por atrás de
las líneas enemigas.
La
estrategia de Freya fue bien recibida en Asgard, pero ahora tenían incluso a
menos miembros protegiendo el edificio. Ares logró repeler el ataque de los
motociclistas, haciéndoles huir lejos de ahí. Ordenó que incendiaran al
edificio y quemaran a todos adentro en cuanto se convenció que Afrodita no
estaba ahí. Frigg, Heimdall y los pocos motociclistas que quedaban se dedicaron
a apagar el fuego, pero en el fondo sabían que era inútil. El plan de Freya,
sin embargo, no había terminado. La enfermera y su pequeña legión de falsos
gigantes de hielo, cruzaron la carretera hasta una gasolinera operada por
Laufy. Dispararon contra las bombas y obligaron a los motociclistas a atacarles,
lanzando la orden de ir por Laufy y refuerzos. Freya y sus hombres les llevaron
hasta la batalla y el efecto fue el deseado. Los gigantes de hielo aprovecharon
el ataque para terminar con los asgardianos, pero Ares no estaba dispuesto a
caer en la misma trampa dos veces y abrió fuego contra ellos. Aunque Laufy los
hizo más lentos, Efesto y un pequeño grupo de sicarios fuertemente armados,
consiguió cercarlos de nuevo y avanzaron con lanzagranadas. Freya y sus hombres
estaban de vuelta, y quienes habían ido por más armas y municiones llegaban en
oleadas, y aunque Efesto no consiguió volar el lugar entero hasta los cielos,
sí consiguió que más de una docena entraran al edificio y causaran tantas bajas
como pudieran. Un segundo cuerno sonó, antes que Efesto pudiera reforzar el
sitio, eran las valkirias y llegaban dispuestas a morir con tal de defender
Asgard.
Middleton
podía escuchar los disparos, aunque eran muy lejanos. La policía, sin embargo,
fingía que estaba sorda y se contentaba con ayudar a los hombres que Ares había
enviado para incendiar los negocios que los asgardianos tenían en Middleton.
Hel en persona les ayudó a hacerlo, junto con casi todos sus hombres. El
edificio del sheriff quedó con apenas un par de policías, pero no creían que
Freyr pudiera traspasar los barrotes de la jaula al fondo, detrás de todos los
escritorios. Los aburridos policías se contentaron con leer el periódico y
nunca repararon en el pálido vaquero que hacía sonar sus espuelas mientras
subía los escalones de piedra y entraba al edificio. Se acercó a uno de los
policías y le cortó la garganta con un cuchillo largo. Le disparó a los otros
dos y calmadamente se acercó a la jaula donde Freyr golpeaba la pared del fondo
y hablaba por la pequeña ventanita con barrotes. El vaquero recordó los dos
sujetos de aspecto peligroso que perdían el tiempo, apoyados contra una pared
del edificio. No había visto la dinamita que cargaban, pero se podía imaginar
la escena cuando parte del muro estalló y Freyr se lanzó al agujero como un
conejo, mientras que el vaquero disparaba en vano.
Sus
rescatadores pusieron al tanto a Freyr, y le entregaron el Jabalí, que les
había costado un dineral sobornar a los policías para recuperarla. Freyr
aceleró en el sentido contrario, hasta llegar al desierto donde un grupo de
sicarios de Tezcatlipoca supervisaban las carreteras. Dispararon contra ellos y
se aseguraron de tenerles cerca hasta llegar a Asgard y agregar más armas y
balas a la pelea. Ares no estaba dispuesto a seguir la pelea, enfrentándose
además a Laufy y a los hombres de Tezcatlipoca. La conflagración fue bajando de
intensidad mientras los mexicas se daban cuenta que estaban siendo usados y
decidieron irse. Laufy fue el último, pero eventualmente se retiró con el
orgullo lastimado. Asgard había sido salvado, aunque carecía de vidrios, tenía
agujeros de bala por todas partes, marcas de incendios y agujeros por los
estallidos de granadas. Los asgardianos parecían no darse cuenta y celebraron
la victoria junto a las valkirias cargando con barriles de cerveza y
repartiendo tarros. Cuando Freyr se enteró que Afrodita había vuelto a Austin
dejó de celebrar y tuvo que ser retenido por varios para poderle convencer de
quedarse y confiar en las órdenes de Odín.
- Vinieron por sangre y la
tuvieron.- Dijo Odín, parándose sobre la barra y levantando su tarro.- Ésta es
la primera batalla, es tan solo el ensayo, la siguiente pelea nos llevará hasta
la gloria.
Cuando
Ares se enteró que los asgardianos celebraban, pese haber perdido todos sus
negocios legítimos, muchos de sus hombres y prácticamente perdido su bar,
sintió una descarga desde la base de su espina dorsal que le recordó lo que el
miedo era. Sabía que no sobrevivirían un segundo asalto, de modo que no les
consideró una amenaza inmediata, sin embargo su fracaso se había debido, en
gran parte, a los mexicas. Mediante los contactos que Hermes había cosechado
desde hacía años, se vio con Tezcatlipoca y Hel en una habitación del único
hotel en Middleton.
- Quiero decir, en primer lugar,-
Dijo Tezcatlipoca mientras se encendía un cigarro y dejaba que Hel y Ares se
sirvieran un trago del minibar.- que esos hombres ya han sido reprendidos.
Fueron impulsivos por completo, yo jamás hubiera dado semejante orden. Los
nórdicos nos entregaron parte de la compensación que nos debían, y es
lamentable que esto haya avivado el conflicto entre ellos y nosotros.
- Sí, esa compensación es
nuestra, la robaron a nuestros hombres.
- Ese no es mi problema, lo que
trato de decir es que no pasará de nuevo.
- ¿Y dónde estabas tú?- Ares
señaló a Hel y ella tranquilamente se bebió un trago de la pequeña botellita de
vidrio del mini-bar.
- Haciendo tu trabajo en
Middleton, corazón.- Añadió eso con algo de sorna.- Y deberíamos haber hecho
esto antes Ares, podemos unificar frentes.
- Ya era hora, ¿tenías que
esperar a que Freyr matara a tres de tus policías?
- No, no fue Freyr. Fue un
vaquero, varios testigos lo vieron. Además, de haber sido los nórdicos no
habrían volado parte de la pared como en una película del oeste. Yo quiero
saber quién le paga a ese vaquero, y me las huele que viene del sur de la
frontera.
- A mí no me señales. Tú eres la
ley aquí, ve a Asgard y arréstalos.
- No es tan fácil. Si lo hago
ahora tendremos que notificar al idiota del fiscal que hubo una carnicería
porque una pandilla de mafiosos y agentes del cartel atacaron un bar de
motociclistas. No es la clase de papeleo que quiero hacer.
- Esos nórdicos no podrán
terminar de pagar su compensación.- Dijo Tezcatlipoca, acariciando su pistola
de oro.- Ya no nos son útiles.
- Excelente,- Celebró Ares.-
finalmente estamos de acuerdo en algo. Ustedes los mexicas pueden ayudarnos, podemos
aplastarlos juntos.
- No, ¿para qué molestarnos?
Ustedes y los nórdicos se matarán mutuamente, ¿para qué exponer a
Huitzilopochtli antes del tiempo? Son tan ridículos como los nórdicos que dicen
combatir.
- Cuidado, cuidado, amiguito.- Le
dijo Hel, señalándole juguetonamente.- No son ridículos y sería un error
tomarles como tales.
- Cuidado a quien señalas, en un
año estarás tomando órdenes de Huitzilopochtli y esos ridículos asgardianos
pasarán al olvido, donde debían estar desde hace mucho.
- Te advertí.- Hel desenfundó su
revólver y de no ser por los ágiles movimientos de Ares, le habría volado la
cabeza de un tajo.- Cuidado cómo hablas de los nórdicos, yo soy uno de ellos.
- ¿Has perdido la cabeza?- Le
gritó Ares, mientras Tezcatlipoca se limitaba a alzarse de hombros e irse.- A
mí tampoco me cae bien, pero volarle la cabeza en un hotel es un suicidio.
- Ese el problema con ustedes los
olímpicos, están demasiado cómodos. Bajen a nuestro terreno, al lodo y la
sangre. Tendrán que hacerlo eventualmente, aquí en Texas parece que todos
queremos matarnos mutuamente.
Afrodita
y Prometeo llegaron a Austin con un profundo miedo en la boca del estómago.
Escucharon por la radio de nuevos ataques de motociclistas en la ciudad y cada
vez que se mencionaba el nombre de las víctimas Afrodita esperaba escuchar el
de Freyr. Prometeo también tenía miedo, aunque por su vida, pero estaba
convencido que el plan de Afrodita era lo mejor que tenía. Para saber quién
alteró la ambrosía y falsificó la fórmula que vendió a Tlaloc, probaron suerte
con Hades. El hermano de Zeus, sabía Afrodita muy bien, era capaz de cualquier
cosa y la inestable tregua entre su padre y su tío podía romperse en cualquier
momento. Entraron por una puerta trasera que no estaba vigilada, pero no lograron
entrar al club cuando vieron que Heracles discutía con Persefone, tratando de
sacarle alguna información. Afrodita conocía bien a Heracles, era un sujeto
ancho y corpulento, de larga caballera y que se creía hijo de dioses.
- Bueno, este es un plan que duró
poco.- Se lamentó Prometeo mientras regresaba al auto.
- Vamos Prometeo, piensa, ¿dónde
la robaste?
- En la Isla Afortunada, ¿conoces
el lugar?
- Sí, ¿pero es un laboratorio de
drogas?
- Entonces no conoces el lugar.
El
club no quedaba lejos, La isla afortunada era más pequeño que Hades, y pasaba
muchas noches con apenas un puñado de clientes. No era ningún competidor contra
los bares de Hades, según le explicó Prometeo, y por eso Hades le dejó ser. El
negocio verdadero se encontraba en la parte trasera, un enorme laboratorio de
drogas sintéticas, de proporciones industriales, que fabricaba casi toda la
ambrosía de Texas, además de metanfetaminas y éxtasis. Entraron a la Isla
afortunada aprovechando que estaba vacío casi por completo y Prometeo le
dirigió hasta el inmenso laboratorio industrial. Escondidos de los guardias se
abrieron paso hasta la oficina de donde Prometeo había robado todo. La dueña
del lugar, Artemisa, se encontraba en la oficina contando dinero y no les
escuchó mientras cerraron silenciosamente la puerta y la sorprendieron por la
espalda.
- No te muevas Artemisa.-
Prometeo le mostró su arma y ella se paralizó de miedo hasta que reconoció a su
compañera.
- ¿Afrodita? Has estado matando a
tu padre del susto. Dile que baje el arma antes que haga algo estúpido.
- Lo siento Artemisa, pero
tenemos unas preguntas. El brillante Prometeo, con esa temeridad
característica, robó algo de esta oficina que ha empezado una guerra de tres
bandas. ¿Alguna idea de por qué la ambrosía estaba envenenada y la fórmula era
falsa?
- Yo no guardo eso en esta
oficina, todo se queda en el laboratorio. Ahora, por favor, guarda esa pistola.
No me vas a disparar y me ponen nerviosa.
- Un momento, algo está mal.-
Prometeo señaló la puerta cerrada y contó los seguros, eran siete.- No estaban
puestos, como si alguien quisiese que entrara aquí.
- Artemisa, ¿tienes algo que
ver?- Preguntó Afrodita.
- Lo siento, te dije que bajaras
el arma.- La puerta se abrió y un gorila con una escopeta les apuntó a los dos.
Prometeo se alzó de brazos, pero el sujeto no tenía intención de dejarles con
vida. Antes que pudiera apretar el gatillo parte de su cráneo se reventó y cayó de bruces al
suelo. Heracles entró, pisando su cadáver, y con una automática con silenciador
en la mano.
- Esto es como un dos por uno.-
Dijo, señalando a Artemisa y a Prometeo.
- Heracles, yo no sabía que
estaba envenenado. Por favor...
- Zeus me dijo lo que quería
hacer contigo. Te tendrá amarrado contra un tubo en el sótano del edificio,
tendrá a un par de matones dándote de golpes con bats de baseball, y un par de
enfermeros para mantenerte con vida. Te golpearán hasta el borde de la muerte,
y entonces los enfermeros te regresarán a la salud, una y otra vez por el resto
de miserable, y corta, vida.
- Oye, genio...- Artemisa señaló
a Afrodita, quien estaba parada en una esquina.
- Vaya, es como un tres en uno.
- No, Heracles, Prometeo tiene
razón. Es un ladrón, sí, pero fue una trampa. Esos seguros estaban abiertos,
alguien se aseguró de que robara eso, lo vendiera a los mexicas y empezara la
guerra.
- Tiene sentido, me acabo de
enterar que Artemisa tiene un amorío con un buen amigo de Prometeo, la clase de
gente que sabría que planeaba un robo como este.
- Yo no lo sabía, lo juro.-
Insistió Artemisa.- Por favor Heracles, no le digas a Zeus.
- Yo sé quién fue.- Dijo
Prometeo, con severidad.- Y no me llevarás ante Zeus hasta que ponga mis manos
en el canalla.
Thor
y Tir se enteraron que la guerra había llegado a casa cuando hablaron por
teléfono con Freyr. Les imploró que buscaran a Afrodita, aunque no tenía idea
de cómo. Odín les dio instrucciones más detalladas, era momento de sacar al
jefe del Olimpo de su torre de marfil y tenía un plan para hacerlo. Antes de
proceder con él probaron la oficina de Loki en su pequeño pero exitoso bufete
de abogados en la mejor zona de la ciudad. El lugar estaba a oscuras, pero le
buscaron en silencio temiendo una trampa. Eventualmente, luego de revisar los
dos pisos de oficinas, se convencieron que no estaba ahí. Era una sensación
extraña estar en su oficina, y a los dos les afectaba de diferentes formas. Tir
había sido muy cercano a Baldur, pero él era hermano de Thor. Frustrados se
sentaron en los sillones un momento, Thor robó un par de cervezas de
importación de un refrigerador y Tir recogió unas cerillas del escritorio para
encenderse un cigarro. Thor le miró intentando encender la cerilla con una mano
hasta que se desesperó antes que el manco. Tir disfrutó el cigarro y le
agradeció con un gesto.
- Mi hermano sí que se da la gran
vida.- Dijo Thor, bebiendo su cerveza y revisando las fotografías que colgaban
de la pared.- ¿Puedes creer que tiene una fotografía de cuando éramos niños, de
cuando el rancho todavía existía?
- Recuerdo que se enojó con
Laufy, que se le lanzó a los golpes.
- Sí, eso fue antes de Baldur.
Tiene sentido que sea abogado, es decir, mi hermano sólo era bueno para mentir
y formar ilusiones, ¿qué mejor que un abogado?
- Si, uno que puede sacar a
Fenrir con cualquier excusa.- Dijo Tir, señalando una fotografía de Fenrir y
Loki en prisión, los dos vestidos de civil.- A veces puedo sentir mi mano
derecha, sé que no está ahí, pero la siento, ¿me entiendes? Y eso me recuerda a
ese maldito rancho en ruinas, el día que el lobo casi me devora completo.
- Sí, y pensar que sólo te quitó
la hombría.- Bromeó Thor.
- Cállate.- Tir le lanzó su
botella en broma y cuando ésta se revenó contra la computadora los dos se
miraron sonrientes. Thor levantó la silla y la lanzó contra un anaquel,
mientras que Tir tiró las fotografías con su cuchillo, partiendo la pared de
yeso. Thor levantó el escritorio completo y lo lanzó contra un mueble con
vitrina, que se reventó en mil pedazos. Cuando la destrucción terminó los dos
se prepararon para irse, hasta que Tir notó algo en el suelo.- Eres un idiota
Thor, te lo digo como amigo, busca tu yo interior y date cuenta que eres un
idiota.
- ¿De qué hablas?- Tir se agachó
y con su cuchillo le señaló la nota que había sido pegada al teléfono, tenía el
nombre de Tlaloc y el nombre de un hotel.
El
hotel estaba repleto de sicarios mexicas y los dos se destacaban a la primera.
El edificio tenía un patio interior con escaleras a los dos pisos de
habitaciones. Incluso desde la entrada podían ver a Tlaloc, con expresión de
niño regañado, que era echado de una habitación por Huitzilopochtli. Rodearon
el edificio y en cuanto Tlaloc puso un pie en el estacionamiento del hotel,
Thor le tomó de las solapas del traje y lo azotó contra la pared.
- Hola amiguito, ¿cómo te trata
el cartel hoy?
- ¿No muy bien?
- Que lástima, porque hoy
trataron de matar a mi padre.
- Vamos Thor, dame una
oportunidad.- Empujó al motociclista y se alisó el saco de ganadero, con todo y
su corbata texana.- Todo iba bien entre ustedes y yo hasta que llegó
Huitzilopochtli. No les voy a mentir, los matarán a todos, y a los griegos
también. Hermes está allá arriba, tratando de sonar relevante, pero les dará
igual. No me hubieran vendido liebre por gato.
- No fuimos nosotros.- Dijo Tir.-
Fue Prometeo y Fenrir, y él ya no está con nosotros. ¿Cómo conoces a Loki?
- ¿Loki el abogado?
- No, Loki el que te va a partir
en dos si te haces al gracioso.
- ¿Sabes una cosa Thor? Tú tienes
un problema con la ira.- Tlaloc trató de encenderse un cigarro y Tir le
compartió de sus cerillas.- Es el abogado que quiere representar al cartel,
hacer todo legalmente para que dominen todo Texas y yo, quien les ha hecho
mucho dinero con los años, termine lavando los excusados de Tezcatlipoca y su
banda de lunáticos...
- ¿Qué pasa?- Tlaloc miró el
paquete de cerillas y luego miró a Tir.
- ¿De dónde salió esto?
- De la oficina de Loki, ¿por
qué?
- Porque aquí es donde le conocí
por primera vez... Ese maldito, sabía que me iría mal con esta nueva
“reestructuración” del cartel, como Huitzilopochtli le llama. Lo sabía y lo
hizo de todas formas. No me sorprendería que estuviese detrás de todo.
- Tir...- Dijo Thor,
pensativamente.- Creo que tengo una idea.
Tlaloc
regresó al hotel y los dos asgardianos se pusieron manos a la obra. Tir cargaba
con dinamita en su motocicleta y Thor la conectó, junto con un detonador al
auto de Huitzilopochtli. Los autos de los matones de Tezcatlipoca fueron
fáciles de discernir, aunque todos los representantes del cartel en el hotel
manejaban el mismo modelo de BMW, los matones tenían que dejar atrás sus
metralletas de oro en los asientos traseros. Tir saboteó los frenos de todos
los autos con su cuchillo mientras que Thor usaba su cadena para atar el eje
del automóvil de Hermes a un poste. Esperaron silenciosos en sus motocicletas,
escondidos detrás de los arbustos que separaban esa sección del
estacionamiento. Hermes fue el primero en bajar, acompañado de Huitzilopochtli
y algunos de sus guardaespaldas. Hermes subió a su Mercedes-Benz y en cuanto
arrancó la cadena se tensó y el auto perdió las llantas traseras. Los
motociclistas cruzaron los arbustos, Tir disparando contra los mexicas,
mientras que Thor mataba al chofer de Hermes, lo desmayaba de un golpe y le subía
a su motocicleta. Huitzilopochtli se tiró detrás de un auto, dejando que uno de
sus guardaespaldas le acercara el auto, que voló en mil pedazos en cuanto
encendió la marcha. Los mexicas les persiguieron, pero eso no duró mucho, sus
autos se estrellaron en el tráfico. Hermes despertó a medio camino al Olimpo y
los motociclistas le convencieron que no iban a matarlo, necesitaban que
entregara un mensaje a Zeus.
Afrodita
y Prometeo viajaron en el auto de Heracles hasta los Campos Eliseos, un centro
cultural famoso por sus ocasionales orgías y sus espacios para el consumo de
drogas y experimentación de toda clase. Dionisio tenía su nombre en la entrada
y una enorme estatua en su honor. Le encontraron en la bodega donde se
guardaban las obras de artes. Los guardias mal pagados de Dionisio reconocieron
a Heracles, vieron su arma con silenciador y prefirieron salir corriendo.
Dionisio, con su rostro juvenil y sus delicadas maneras, les ofreció una taza
de café. Prometeo le soltó un golpe a la boca del estómago que le dobló de
dolor.
- Tú sabías que robaría ese
laboratorio, tú te enteraste y tú plantaste ese botín demasiado suculento para
ser posible. Tú armaste todo Dionisio y ahora me quieren muerto por tu culpa.
- Y más importante,- Añadió
Heracles.- los mexicas, los nórdicos y nosotros estamos en guerra.
- ¿Qué podrías ganar de todo
esto?- Le preguntó Afrodita. Dionisio luchó para respirar y lentamente se puso
de pie.
- Zeus se enterará de esto.- Dijo
Heracles.
- No sé, yo tengo mis dudas sobre
eso.- Dionisio caminó en reversa y sonrió. Las luces se apagaron y Heracles
lanzó un grito cuando una pesada estatua le dio en la cabeza y le obligó a
tirar el arma. Cuando las luces regresaron se encontraron con Loki,
apuntándoles con el arma de Heracles. Loki era un hombre delgado, de facciones
casi femeninas y una sonrisa traviesa.
- Dionisio tiene razón, Zeus no
tiene por qué saberlo. Me sorprende que no hayas entregado a Afrodita y a
Prometeo en la primer oportunidad que tuviste Heracles, supongo que quisiste jugar
al héroe y eso me favorece, nadie tiene por qué saber lo que Afrodita y
Prometeo saben.
- Loki,- Le reconoció Afrodita de
fotografías que había visto en Asgard.- tienes una familia que se muere de
ganas de verte.
- Veo que le tienen miedo a mi
arma, no deberían. Yo no los voy a matar. Él los va a matar.- Fenrir apareció
de atrás de una cortina de plástico con una escopeta recortada.- Mata a los
cuatro, saben demasiado.
- Pero yo he sido útil.- Se
defendió Dionisio.
- Así es, en tiempo pasado.
- No es nada personal, en serio,-
Dijo Fenrir, alternando objetivos hasta decidirse por Afrodita.- y creo que lo
más honorable sería matarte a ti primero muñeca, ahorrarte la ansiedad y la
angustia.
Fenrir
se rascó las barbas de lobo, pero antes que pudiera jalar el gatillo un disparo
reventó contra la columna a un lado de su cabeza. Instintivamente se agachó y
respondió el fuego, pero Thor y Tir ya habían entrado a la bodega y se cubrían
detrás de cajas repletas de arte. Heracles tomó a Afrodita de la mano y con
increíble fuerza la levantó del piso y la lanzó detrás de unas cajas antes de
seguirla. Prometeo les imitó y Dionisio prefirió lanzar una silla contra el
ventanal para salir huyendo del edificio. Fenrir y Loki se protegieron detrás
de una columna, regresaron algunos disparos pero estaban conscientes de su
desventaja. En cuanto escucharon los gritos de mercenarios mexicas decidieron
que era momento de huir por la parte trasera.
- Tlaloc les debió decir adónde
iríamos. Suena como que es hora de irnos.- Dijo Thor, cargando otro cartucho a
su automática.- Afrodita, será mejor que nos sigas.
- No puedo,- Dijo ella con miedo
en la voz.- puedo convencer a mi padre que los nórdicos no le tendieron una
trampa y si regreso con él le perdonará la vida a Freyr.
- ¡Tú!- Tir tomó del cuello a
Prometeo y le acercó el cuchillo que tenía por mano hasta llegar al ojo.- Tú y
ricitos de oro dirán la verdad, o te buscaré yo mismo hasta los confines de la
tierra para matarte. ¿Nos entendemos?
- Sí, claro como el agua.- Dijo
Heracles, tomando a Prometeo de las muñecas, como si fuera su prisionero.- Pero
Afrodita tiene razón.
- No, no la tiene, Freyr escalará
el Olimpo con tal de verla de nuevo.
Los
cuatro huyeron del lugar por la misma ventana que Dionisio y antes que los
mexicas inundaran el lugar. Heracles se llevó a Prometeo por su lado y Afrodita
se subió a Mjolnir para que pudieran dejar Austin cuanto antes. Las patrullas
estaban por todas partes, los mexicas habían atacado de nuevo, ésta vez
paralizando gran parte de sus negocios legales con cascadas de balas. Las
negociaciones con Hermes no habían dado el resultado esperado. Al amanecer,
cuando llegaron a Middleton, el apacible poblado se encontraba en un estado
similar de nervios. Los mexicas habían atacado de nuevo, contra los hombres de
Ares y de Heimdall por igual. La batalla había sido perdida para el pequeño
ejército de Tezcatlipoca, pero el daño sobre Middleton ya estaba hecho. Freyr y
Afrodita se reunieron de nuevo en Asgard, donde Valkirias, enanos y asgardianos
se preparaban para la pelea más grande de sus vidas.
- Esto es una locura Freyr.- Le
dijo Afrodita a su amante, luego de besarse.- Loki y Dionisio lo planearon
todo, esto no tiene por qué prolongarse más.
- Ni lo hará, gracias a Odín, a
Thor y a Tir. Esto acabará en la tarde, pelea sin armas y sin cuartel.- Freyr
señaló a las valkirias y enanos que se hacían de tubos, cadenas y cuchillos y
se preparaban para pelear junto a los asgardianos.- Ésta noche muchos de
nosotros regresaremos a Valhala.
- ¿Adónde?- Freyr cargó a
Afrodita hasta el club y cuidadosamente la dejó acostada sobre una vieja mesa
frente al muro de fotografías. Besando su mano le mostró una vieja fotografía
de un rancho, con un Odín joven y antes de quedar tuerto.
- Odín creció en este rancho,
Valhala. Era prospero y pacífico, hasta que Laufy saboteó sus cultivos e
incendió la casa. Odín siempre habla de regresar a Valhala, quizás porque está
perdiendo la memoria o quizás porque, en espíritu, nosotros los nórdicos
merecemos algo de tranquilidad cuando morimos en batalla.- Freyr se encendió un
cigarro y suspiró.- Frigg había llegado a conocer Valhala, me parece Heimdall
también. Odín no fue el mismo desde entonces, ya era un motociclista pero ahora
tenía un deber en la vida, matar a Laufy.
- ¿Por qué Laufy haría algo así?
- Otro rancho le pagó. Ahí es
donde pelearemos, en el mismo lugar donde Baldur murió a manos de Loki. Tiene
cierto sentido poético, si lo piensas. Tir perdió su mano en ese rancho
ruinoso, cuando logró que Fenrir fuera enviado a prisión por sus crímenes,
pensando que estaría allí por el resto de su vida. El abandonado rancho
Ragnarok. Ésta noche termina ahí, de una vez y para siempre.
- ¿Y tú crees que si mueres ahí,
despertarás en Valhala?
- Yo creo que despertar en
cualquier parte menos a tu lado es una tortura.- Afrodita se lanzó contra
Freyr, besándolo con todas sus fuerzas y suscitando chiflidos. El espíritu
festivo terminó abruptamente cuando Hel entró a Asgard como si fuera dueña del
lugar. Llegó a solas, pistola en mano y abanicando su frío rostro con su
sombrero de vaquera.
- En este ambiente se puede
escuchar a un ratón estornudar.- Se sentó frente a la barra, haciéndose de un
tarro de cerveza y se encendió un cigarro con toda calma. Odín salió de la
trastienda, donde había estado practicando sus movimientos de boxeo y se plantó
frente a ella.
- Siempre pensé que el día que
entrarías a Valhala traerías a un ejército, o quizás a Laufy.- Dijo Odín, con
voz grave. Levantó las manos para detener a los miembros de su club que se
acercaban para matar a Hel a golpes.- Nunca olvidaré que tú le ayudaste a
incendiar Valhala.
- Eso fue hace mucho tiempo, y yo
era muy joven.
- No tan joven.
- ¿Qué quieres que te diga, Odín?
Tú y yo tenemos mucha historia juntos. Laufy también. Los tres sabemos que, al
final del día cuando todo se haya dicho y hecho, sólo uno de nosotros terminará
con vida, y Odín... Yo tengo una obsesión con seguir con vida.
- Estoy perdiendo la memoria,
pero no tanto, sé todo eso. Laufy pagará por sus crímenes, él primero y después
lo harás tú. Si viniste a intimidar, llegas tarde.
- No vine a eso.- Hel se terminó
la cerveza, eructó y apagó el cigarro en la barra.- Vine a decirte que, cuando
el día llegue, seré yo quien te mate, o quizás Luafy. No un griego, ni un
mexica. No, mi querido y adorado Odín, Asgard y yo tenemos una cuenta
pendiente. Lo que pase en Ragnarok, yo no interferiré, considéralo mi último
regalo. Mátense mutuamente, yo me las arreglaré con quien resulte victorioso.
Buena suerte Odín, y si ésta es la última vez que tú y yo cruzamos palabra,
quiero que sepas que si tú me caes mal, Loki me cae aún peor.
- Siempre un gusto tenerte aquí.-
Le dijo Frigg, mientras le lanzaba un vaso de agua helada. Los motociclistas se
echaron a reír, pero a Hel no le dio gracia. Le dedicó una reverencia a Frigg y
salió como había entrado.
En
una polvosa carretera, no muy lejos de Middleton, Ares y Apolo se hicieron de
una pequeña cafetería, ahuyentando a sus clientes con sus armas. Efesto llegó
poco después, cargando con un lanzacohetes que medía y pesaba casi lo mismo que
él. Apolo no dejó de reírse cuando le vio, le pareció como si la enorme arma
cargara a Efesto, y no al revés.
- Vamos, vamos, hombrecito, no te
enojes, creo que esta radio sintoniza a Eros y Psique.- Se mofó Apolo mientras
se sentaba en un taburete frente a la barra de la vacía cocina.
- Se lo tenías que decir, ¿no es
cierto? Pues pueden burlarse todo lo que quieran, un disparo de este bebé y
díganle adiós a los asgardianos y al suelo que pisan. Esto convertirá la arena
a sus pies en cristal. Ya lo verán, Efesto siempre tiene las mejores armas.
- Pues será inútil.- Ares se
quitó el saco y tronó los dedos para llamar la atención de los matones que
ocupaban todas las mesas.- Y eso va para todos ustedes, nada de armas. Zeus fue
muy específico. Por eso pedí por los más grandes y rudos de ustedes. No
mancillarán el honor de Zeus cargando una pistola a ese rancho abandonado.
- Es una tontería.- Dijo Apolo,
sin darse cuenta que el BMW de Zeus, color dorado y azul, aparcaba frente a la
puerta de entrada. Su padre debió escucharle, mientras bajaba con Hermes, pues
su carácter explosivo se reflejó en su centelleante mirada.
- No es ninguna tontería.- El
lugar cayó en absoluto silencio.- Cuando yo tenía menos que tu edad ya peleaba
en las calles. Yo le arranqué Austin de las manos de los titanes, y no se
hacían llamar así por ser buenas personas. Un cuchillo y yo, no necesitaba de
nada más. Ellos eran unos salvajes, como nuestros enemigos de esta tarde, pero
nuestros enemigos de ahora respetarán la consigna de no llevar armas, mientras
que los titanes no lo respetaban. Construí un imperio con mis propias manos y no
toleraré insubordinaciones, menos aún de mi propio hijo.
- Heracles viene en camino.- Dijo
Hermes, para romper el silencio.- Insistí que trajera a Prometeo, parece que
tiene algo interesante que decirnos.
- Si no tiene escondida a mi hija
en un bolsillo, dudo que me interese.- Efesto le dio una taza de café que Zeus
tragó con expresión de asco. Efesto se alzó de hombros, señalando la máquina de
café. Ares se levantó de golpe, al ver la caravana de pick-ups con motivos
mexicas que bajaban la velocidad al irse acercando a la cafetería rodeada de
autos lujosos. Se colocó frente a Zeus y Apolo le acompañó, escopeta en mano.
Los mexicas bajaron la velocidad y tiraron sus armas por la ventana antes de
seguir avanzando.
- Los veremos en la tarde,- Les
dijo Huitzilopochtli cuando su Audi se detuvo frente a la cafetería. Podían ver
a Tlaloc y a Tezcatlipoca sin camisa y afilando cuchillos.- si se atreven.
- Ya era hora.- Se alegró Zeus
cuando los mexicas se fueron. Se quitó el saco y la camisa, quedando en
camiseta. Tenía un tatuaje de rayos cayendo de sus hombros y docenas de
cicatrices de peleas.- Hacía mucho que no estaba en una pelea cuerpo a cuerpo
que valiera la pena.
- ¿Estás pensando ir?- Preguntó
Apolo, visiblemente sorprendido.
- Por supuesto que sí. Ares ha conseguido
a los sesenta sujetos más duros y peligrosos que tenemos. Será una justa
batalla, porque todo el club de Odín estará allí, y de Laufy, y me apuesto algo
que esos mexicas no enviarán a unas cuantas niñas exploradoras. Claro que
estaré ahí, no me lo perdería por nada del mundo. Con algo de suerte y podremos
rescatar a tu hermana.
- Afrodita está bien.- Dijo Ares,
terminando su cigarro.- Eso dicen los espías de Efesto, está en Asggard y no es
prisionera.
- ¿Quizás podríamos convencerles
de darnos a Afrodita?- Sugirió Hermes.
- No compraré a mi hija como si
fuera ganado. No es orgullo paterno Hermes, es mucho más que eso. No se trata
únicamente de las ofensas y humillaciones.
- ¿Es por ese misterioso viejo?-
Preguntó Hermes, mientras se sentaba en un cubículo.
- Sí, de hecho le saludé en el
camino. Estaba parado en la carretera y me saludó como su fuera a morir.- Apolo
se preocupó por el tono serio de su padre.- Y eso es precisamente lo que
haremos. No lo duden, iremos a Ragnarok a morir, pero moriremos la muerte de un
héroe, peleando.
- No te ofendas,- Dijo Apolo.-
pero preferiría si tú vivieras otro día más.
- Eres un buen hijo.- Zeus
revolvió sus cabellos rubios como si aún fuera un niño y aplaudió al ver que
Heracles llegaba llevando a Prometeo amarrado de las muñecas.- Heracles, ¿hay
un trabajo que no puedas hacer?
- Zeus, creo que deberías
escuchar lo que Prometeo tiene que decirte.
Loki
y Fenrir fueron los primeros en llegar a Ragnarok. El rancho, a varios
kilómetros de Middleton, había quedado abandonado desde que un fuerte incendio
consumió casi todos los edificios. Todo lo que quedaba ahora, además del
esqueleto de lo que había sido un granero, era el edificio principal que había
perdido su fachada. Subieron por las escaleras casi al aire libre, con
vegetación creciendo de lo que había sido la sala y las habitaciones. Vieron
llegar al vaquero, quien caminó por el crecido pastizal, sin sus revólveres. Se
acomodó contra el tronco de un árbol, silenciosamente quitándose pedazos de
comida con su cuchillo de hoja retráctil. Fenrir, el lobo, llevaba sus gruesas
nudilleras y le dio a Loki un cuchillo, al ver que parecía estar desarmado. El
delicado rostro de Loki estaba trabado en una expresión de puro odio. Había
hecho tratos con Laufy, de modo que sabía que no peleaba únicamente con Fenrir,
pero no podía contener su rabia. En ese rancho, antes del incendio, había
asesinado a su hermano Baldur casi por accidente o al menos eso quiso pensar su
madre, quien fue la única persona que pudo convencer a Thor de dejarle escapar
y empezar otra vida. Ahora había regresado y de cierto modo sabía que, aquello
que había empezado en Ragnarok estaba de algún modo destinado a terminar ahí.
Los
mexicas llegaron del sur de la propiedad. Formaron un semi-círculo contra la
entrada usando sus camionetas. Machetes, tubos y puños era todo lo que traían,
y todo lo que necesitaban. Su formación era militar, Tezcatlipoca no tuvo que
acomodarles pues estaban acostumbrados a la guerra. Odín llegó desde el norte,
todo lo que quedaba de su club, y de las valkirias, llegaron en formación de
flecha. Tomaron los árboles que habían crecido desordenadamente y comenzaron a
lanzar insultos a los mexicas, del otro lado del extenso cultivo y pasando el
edificio central. Los griegos llegaron al último, por la puerta del este. Sus
autos eran los más caros, pero eran igual de duros que todos los demás. Con o
sin sus trajes, ordenados por Ares, llevaban cuchillos y tubos, y no estaban
dispuestos a ceder ni un centímetro. Las tres facciones comenzaron a gritarse
mutuamente, todos mostrando que no necesitaban armas para destruir a sus
enemigos. Poco después de los griegos llegaron del oeste y no perdieron tiempo,
buscaron a los nórdicos para saldar sus rencillas de una vez y para siempre.
Laufy sopló por un cuerno y se lanzó, junto con setenta de sus combatientes a
la batalla.
Los
cuatro lados del rancho avanzaron a toda velocidad y las primeras líneas fueron
las primeras en caer al suelo. Tubos, bats de baseball y cuchillos se
enfrentaron, desgajando y golpeando sin clemencia. Toda la estrategia que sus
respectivos líderes habían explicitado antes de llegar fue olvidada por
completo, era una lucha de todos contra todos. Thor tenía una estrategia,
acercarse a Loki, y Tir le acompañó en su empeñó. El mazo de Thor derribó
gigantes de hielos de un lado y del otro, con el cuchillo de Tir cortando y
rebanando a su espalda. Ares se sorprendió al encontrarse rodeado de mexicas,
pensó que serían los nórdicos quienes les tratarían de rodear, pero ellos ya tenían
las manos llenas con los gigantes de hielo. Tezcatlipoca le buscó de entre los
combatientes, empujando y golpeando su camino hasta él. Ares consiguió
golpearle en las costillas, pero Tezcatlipoca le cortó el pecho y le dio con un
tubo de metal en la cabeza. Ares retrocedió, a punto de caer al suelo, cuando
Efesto apareció de la nada y le dio tan fuerte con su bat de baseball que
Tezcatlipoca salió volando por varios metros. El vaquero, viendo el desorden,
escupió al suelo y decidió terminar con su trabajo. Silenciosamente avanzó, de
cuclillas o escondiéndose detrás de peleadores, y cortó tantas gargantas como
fueran necesarias, con tal de encontrar a Afrodita y a Freyr. La pelea duró más
de quince minutos en ese caótico estado, sin una facción ganadora, pero Loki se
preocupó rápidamente. No contaba con la brutalidad, con que los mexicas
atacarían de esa forma sin importarles aquello que era más sensato o
conveniente. En suma, estaba sorprendido y asqueado que hubiese llegado tanta
gente y que, más importante aún, pelearan con honor sin tratar de hacer trampas
para conseguir sus objetivos. Loki se asustó aún más al ver que Thor y Tir se
acercaban al edificio, con toda la intención de matarlo.
- ¿Loki, qué estás haciendo?-
Fenrir se sorprendió al ver que sacaba un arma de la parte trasera de sus
pantalones y se le tiró encima.
- Quítate idiota, que estoy a
punto de ganar esto. Puedo ver a Odín desde aquí.- Trató de empujarlo, pero
Fenrir era más fuerte que él.
Laufy
había visto el arma y pensaba lo mismo que Loki. Corrió al edificio, evadiendo
los golpes, y subió las escaleras hasta el segundo piso donde los dos
discutían. Se lanzó contra Fenrir, para robarle su arma, pero el lobo fue más
ágil. Laufy consiguió tomarle de su chaleco de jean y juntos cayeron del
edificio sin frente hasta los pastizales de la entrada. Loki recuperó la
pistola que Fenrir la había quitado, y que había dejado caer en vez de dejar
que Laufy la tomara. Se asomó para verles pelear y luego apuntó a Thor, que se
acercaba hacia el edificio. Jaló el gatillo, pero el arma no tenía balas, y le
faltaba el perno, Fenrir no dejaría que hiciera trampa.
Fenrir
se levantó del suelo con el costado adolorido. Sintió la bota de Tir contra la
cara a toda velocidad y cayó de espaldas. Rodó en el pasto, evadiendo su
cuchillo, y se puso de pie de un salto para soltarle un gancho al hígado.
Fenrir había soñado con ese momento por muchos años, cada día en su celda,
mientras se ejercitaba o peleaba contra otro prisionero, soñaba con matar a
Tir. Se le lanzó a golpes, desviándole la nariz y haciéndole escupir sangre. Lo
que Fenrir no sabía, era que Tir fantaseaba lo mismo que él, pues cada mañana
se despertaba con un muñón donde la mano derecha había estado. Fenrir peleó con
salvajismo, tirándole un diente en la pelea. Tir, por el otro lado, esperó a su
momento. Dejó que se acercara lo suficiente para evitar un golpe, darle en la
rodilla derecha con el tubo que llevaba en la izquierda y, cuando Fenrir trató
de lanzarse sobre él como un lobo, Tir le clavó el cuchillo en el estómago con
todas sus fuerzas. Lo levantó unos centímetros del suelo y lo dejó caer muerto
sobre el amarillento pasto cubierto de sangre.
Thor
peleó contra Laufy usando su mazo. Thor era más joven, pero su juicio estaba
nublado por su profundo odio hacia el hombre que había arruinado a su padre
desde su tierna infancia, y también por su orgullo, pues se preciaba de ser el
mejor peleador en todo el campo de batalla. Laufy, aunque mayor, era más rápido
pues no era la montaña de músculos que era Thor. Evitó el mazo y le soltó un
par de golpes en un costado que le hicieron tambalearse. Cayendo de rodillas
azotó su mazo contra la bota izquierda de Laufy, evitando así que lo matara en
ese momento. Se puso de pie, hasta que sintió la pala a toda velocidad que le
golpeaba por la espalda. Loki había decidido unirse a la pelea, y quería la
sangre de su hermano. Thor detuvo otro golpe, ésta vez contra su cara, usando
su mazo. Laufy pateó su arma y Thor rodó a un lado para dolorosamente ponerse
de pie. Laufy le tomó la chaqueta de cuero para que Loki pudiera cortarle la
cabeza, pero antes que la pala llegase a su cuello, Freyr le salvó con su bat
metálico. Desarmó a Loki con otro golpe, pero el abogado se le lanzó encima, arañando
y ahorcando. Thor le ayudó, pateando a Loki, y Laufy pudo darle un fuerte golpe
directo a la quijada. Loki se lanzó contra su hermano y Freyr estaba por
ayudarle, cuando pudo ver al vaquero que se acercaba hacia Afrodita. La había
dejado escondida y detrás de varios peleadores, pero el vaquero la había
encontrado de entre toda la muchedumbre y se acercaba, cuchillo en mano.
Freyr
pensó que sería fácil cuando se lanzó sobre el vaquero tomando impulso de una
motocicleta. El vaquero probó ser más rápido, se hizo a un lado y de un golpe
le lastimó las costillas. Freyr se levantó para atacarle, pero el vaquero
consiguió cortarle un brazo y de una patada le dio un fuerte golpe a la quijada
que lo tiró al suelo. Afrodita trató de ayudarle, pero el vaquero le tomó del
cuello y de un impulso la lanzó contra el suelo. Cuchillo en alto se preparó
para matarla cuando sintió el golpe de un bat contra la espalda. Zeus le había
tomado por sorpresa. No dejaría que matara a su hija. El vaquero se lanzó
contra la chica de todas formas, sin saber cómo era que Zeus, de todos los
griegos, había podido atravesar todo el territorio nórdico. El siguiente golpe
confirmó su sospecha. Odín le dio un poderoso golpe contra la espalda que salvó
la vida de Afrodita. Él tampoco estaba dispuesto a dejarlo matar a Freyr, a
quien amaba como a un hijo.
Sin
la ayuda de Freyr, Thor estaba en una situación muy precaria. Loki era
inteligente, sólo atacaba cuando Laufy le tenía ocupado, y ya le había dado
varios golpes a las rodillas con su pala. Peleaba lento y desesperado, Laufy
parecía disfrutar la idea de matar al hijo de su peor enemigo. Thor se lanzó a
un lado, pero recuperar su mazo. Loki se lanzó contra él, su pala como una
lanza, pero Heimdall le golpeó con su cadena, tomándole de la cintura y
jalándolo hacia él. Heimdall le dio un derechazo contra la mandíbula que le
puso los ojos en blanco, y cuando trató de defenderse, Heimdall le rompió la
muñeca derecha y de una patada a la entrepierna lo lanzó al suelo. Laufy se
lanzó contra Thor, pero él ya había aprendido la lección. Dejó que estuviera
cerca, pero tomarlo de un brazo y jalarlo, salvándose del cuchillo que había
conseguido del suelo, y cuando Laufy se dio vuelta sintió el mazo de Thor
contra la cara con tanta fuerza que le partió el cráneo y lo mató en el acto.
Adolorido, cansado, bañado en sangre y muy sonriente, Thor jaló a su hermano
Loki del cabello y lo empujó hacia el edificio.
El
vaquero era rápido y brutal. Dos griegos y dos nórdicos habían defendido a sus
respectivos jefes, pero sirvió de poco. Su velocidad no conocía igual, les
cortó la garganta a todos y con una extraordinaria fuerza golpeó a Zeus en un
costado cuando trató de cargar a Afrodita para llevársela. Freyr lo atacó de
nuevo, tomando el lugar de Odín, pero el vaquero le dio una fuerte patada en la
entrepierna y se preparó a enterrarle el cuchillo en el cráneo cuando Odín lazó
su brazo con una cadena. El vaquero empujó, pero Odín era más fuerte. Zeuz le
tomó del otro brazo y con la palma de su mano le rompió el codo. El vaquero
finalmente dijo algo, gritó de dolor hasta que Hermes apareció de entre los
cuerpos y los peleadores y le enterró su machete en el cuello con tanta fuerza
que su cabeza quedó pendiendo de un pellejo de piel. Zeus pateó a Freyr en el
piso, para mantenerle allí y Hermes saltó sobre Odin. Él le desarmó de un
golpe, pero Zeus lo golpeó en un costado y consiguió hacerse de su cuello para
apretar con todas sus fuerzas, mientras que Hermes le sostenía los brazos y lo
pateaba en sus costados.
- Vamos hermano, tú tienes algo
que decir.- Thor llevó a Loki hasta el techo de
la casa, le rompió el brazo derecha y, tomándolo de la parte de atrás
del cuello de su saco lo mantuvo al borde del precipicio.
- Está bien, está bien, pero no
me tires... Yo hice que Dionisio fabricara ambrosía envenenada y se la vendiera
a los mexicas a través de Fenrir, de modo que sospecharan de ambos.- Lo gritó
tres veces más, sus pies cada vez más al aire por los empujones de Thor.- Sabía
que se matarían entre ellos y yo representaría al cartel en todo Texas.
- Ese maldito...- Dijo Zeus,
soltando a Odín. Le ayudó a ponerse de pie, para sorpresa de Hermes, y estaba
azul y tosiendo por aire.- ¡Dionisio! Quiero a Dionisio, sé que fue arrastrado
a esto. ¡No lo dejen escapar!
- Debiste creerle a Prometeo.-
Dijo Odín, recuperando el aire. Zeus le miró a los ojos y sonrió, al borde de
la risa.
- Espero no te lo tomes personal.
- Fueron dos contra uno Zeus,
casi te tengo.
- Sí, es cierto.
- ¿Quieres que no te corte la
cabeza? Ayuda a las valkirias.
Zeus
le gritó a Ares, quien estaba ocupado con Efeso decapitando gigantes de hielo y
abriéndose camino a golpes entre los nórdicos. Entendió las instrucciones y a
gritos volcó la pelea contra los mexicas, quienes estaban cerca de derrotar por
completo a las valkirias y a los griegos. Dionisio había sido arrastrado a la
pelea, y en cuanto se vio rodeado de heridos y muertos decidió que era momento
para huir, lamentablemente se encontraba casi al centro de la pelea y no
consiguió huir a tiempo. Ares le tomó de un brazo, le jaló y le dio un puñetazo
que lo desmayó. Cargándole como a un costal lo fue pasando, de peleador en
peleador, de griego a nórdico, hasta que fue llevado al edificio. Los mexicas
pelearon aún más fuerte, cuando la marea se puso en su contra, pero cuando
Huitzilopochtli vio que Zeus y Odin estaban juntos, en el techo de la casona
del rancho mostrando a Loki y a Dionisio, ordenó la tregua a gritos. No era,
definitivamente, el desenlace que se esperaba. Los peleadores siguieron luchando,
demasiado enojados y estimulados como para detenerse de golpe. Todos tenían a
uno que otro que querían romperle algún hueso, por un tratamiento similar. El
viejo arrastró el cadáver del vaquero entre esos peleadores, evitando sus
golpes y sin llamar la atención. Dejó el cuerpo a la entrada de las ruinas y
subió las escaleras en silencio, hasta el techo.
- Ustedes dos han cometido un
terrible error.
- Querrás decir, nosotros
cuatro.- Dijo Zeus, señalando a Afrodita y a Freyr. Ella le limpiaba las heridas
a su amante y le besaba constantemente por el miedo que había tenido de
perderlo.
- Me sorprende de ti Zeus, en
cierto modo eres más orgulloso que Odin.
- Freyr me ha convencido,
cualquiera dispuesto a matar y morir por mi hija, merece estar con ella. Y en
el fondo, Odin tiene razón viejo.
- En el fondo los dos son unos
necios.
- ¿Quién es este hombre y cómo es
que le conocen?- Preguntó Afrodita.
- En verdad tengo más memoria de
la que me gustaría admitir.- Dijo Odin, colocando su mano sobre el hombro del
viejo.- Él es Cronos, el tiempo. Su lacayo, el vaquero, era el destino, ni más
ni menos que la muerte.
- No debía pasar así.- Dijo el
viejo.- Esto es Ragnarok y ustedes debían morir aquí. Los griegos y los
nórdicos no deberían unirse. Este es un baile que ha estado girando por
generaciones, por siglos enteros desde el principio de los tiempos. Al matar al
destino escogieron la locura.
- No,- Dijo Zeus con una voz
grave y decidida.- escogimos la vida. Haremos nuestra propia historia desde
ahora.
- Observa bien, hijo mío.- Odín
tomó a Loki del cuello y levemente le empujo por la orilla.- Lo que tú hiciste,
no ha servido de nada. Tus ilusiones no te salvarán. Ahora mismo la guerra
cesa, cada quien recoge sus muertos y heridos y tú, tú que pudiste tenerlo todo
enfrentarás un destino peor que la muerte. Tú destino es el olvido.
- No, padre, por favor...
- Ya no te conozco, me he
olvidado de ti.- Lanzó a Loki a los brazos de Ares, quien sonrió traviesamente.
Zeus agradeció con un gesto y le entregó Dionisio a Heimdall.
- Hay mucha mala sangre allá
abajo.- Dijo Hermes, señalando a quienes se negaban a detenerse, pese a las
insistencias de sus compañeros.- Mucha sangre en el campo.
- Pues lo haremos al estilo
nórdico.
- Algo me dice que no serán
negociaciones y compensaciones.- Lamentó Hermes, quien tenía moretones por toda
la cara y varias heridas con vendajes.
- Eso es para las mujeres.- Dijo
Thor con orgullo, aunque no podía mantenerse erguido.- ¡Cerveza y comida para
todos!
Las
tres facciones recogieron a sus muertos y heridos. El hospital de Middleton no
se dio abasto cuando llegaron más de cien heridos de gravedad, quince muertos y
más ciento veinte con heridas que requerían internación. Aquellos que podían
andar por sí solos acudieron a Asgard, donde los nórdicos compartieron todo lo
que tenían, y todo cuanto habían robado al ahora extinto club de gigantes de
hielo. Las tres facciones hicieron las paces sin mucha sinceridad, pero con el
alcohol, las mujeres y la fiesta se limaron algunas asperezas. Incluso los
mexicas entraron en el espíritu de la celebración. Huitzilopochtli entendió a
Odin, era momento de celebrar la vida tras haberse probado frente a la muerte.
Zeus, Odin y Huitzilopochtli se sentaron en la misma mesa, afuera de Asgard y
demostraron a sus hombres cómo debían comportarse. Una solitaria patrulla
llegó, ya avanzada la noche, cuando todo el derredor de Asgard era una
gigantesca fiesta con piras, mujeres desnudas y muchos borrachos. Thor se paró
frente a la patrulla, puso su pie sobre la defensa para que terminara de frenar
y le tiró la chaqueta ensangrentada de Laufy.
- Cuando vi a todos los heridos y
muertos en el hospital no podía creerlo.- Dijo Hel, asomando la cabeza.- ¿Y
Odin vive?
- ¿Celebraríamos si no fuera así?
- Yo sí.- Thor, enardecido,
golpeó el capó de la patrulla con su mazo y rugió a la luna. Hel se echó a reír
y empezó a hacer reversa.- Disfruten su victoria, no durará para siempre.
- Linda persona.- Dijo Apolo.
Estaba incluso más ebrio que Thor y habían descubierto que tenían cosas en
común. Abrazados como amigos fueron por otro barril de los que le habían robado
a Jotunheim. Apolo se distrajo en cuanto vio a Freyr y se le acercó trotando e
incapaz de andar en línea recta. Hermes y Efesto ya estaban con él.- Y tú,
Freyr...
- ¿Sí?
- Tú cuida a mi hermana o te la
verás conmigo.- Apolo fingió que boxeaba y cayó al suelo.
- Tu hermano está más que
ebrio... Ebrio como nórdico.- Dijo Hermes, como si anunciara alguna gran verdad
metafísica.- Como yo, pero no tanto.
- Apolo tiene razón,- Le dijo
Efesto con la mano en su hombro.- tú la haces llorar y todos los griegos
querremos un pedazo para montar sobre la pared. Recuerden, el romance es
importante, pero la lealtad lo es aún más.
- ¿Quién dijera que Efesto es tan
romántico?- Dijo Heimdall, quien pasaba por allí.
- Es un hombre complicado.- Dijo
Afrodita antes de besar a Freyr. Estaban montados sobre el Jabalí, con Afrodita
frente a Freyr y abrazándolo.
Zeus
le perdonó la vida a Prometeo, por haber cuidado de su Afrodita cuando podía
haber intentado algo nefario. Prometeo prometió no volver a robar, aunque nadie
le creyó, y se acomodó entre Tlaloc y Freya para coquetear con las nórdicas con
historia fantásticas sobre su rol en la pelea. El viejo se apareció y se sentó
entre Zeus y Odin. Le invitaron un tarro, que aceptó gustoso y miró a su
alrededor. Griegos, mexicas y nórdicos danzaban alrededor de mujeres desnudas
cerca de las piras. Se rió cuando vio las tonterías de Ares y Heimdall,
tratando de impresionar algunas mujeres con sus heridas de guerra. Tir y
Tezcatlipoca bebían y retaban a la gente a una demostración de fuerza, hasta
que Frigg, quien era la única persona medianamente sobria, aceptó el reto y le
ganó a los dos.
- Tú crees que lo has visto todo,
y entonces pasa algo como esto.- Dijo finalmente.
- ¡Esa mujer podría partir esta
mesa en dos!- Bramó Odin con orgullo.
- Ustedes los nórdicos,- Se mofó
Zeus.- si sus mujeres no pueden partirlos en dos como palillos, no están
felices. ¿Qué pasó con las bellezas frágiles y sutiles?
- Una mujer que no es capaz de
matarte, no es una mujer.- Dijo Huitzilopochtli con solemnidad.
- Tu esposa debe ser toda una
princesa.- Dijo Zeus y Huitzilopochtli lanzó la carcajada.
- Mató a mi amante con una
cuchara y trató de prenderme fuego en mi cama... En nuestro aniversario. La
vida la da la muerte, es algo que ustedes los griegos no quieren entender.
- Habías visto ya muchos
funerales.- Le dijo Odin al viejo.
- Cargué tu cuerpo miles de veces
Odin. Escuché los lamentos de Frigg y de Thor... Lo mismo podría decir con esos
dos. Tienen que entender, ahora ya nada está escrito. ¿Pueden vivir no sabiendo
lo que pasará mañana?
- Sé que ocurrirá mañana.- Dijo
Odin.- Seré olvidadizo, pero aún puedo ver al futuro. Mañana habrá vida, habrá
muerte, habrá lucha, habrá gloria y vergüenza.
- Brindo por eso.- Dijo el viejo
mientras Zeus y Huitzilopochtli celebraban con sus tarros al aire.- La próxima
vez que nos veamos, no será agradable. Ahora, si me disculpan, debo despedirme
de los novios antes que se vayan.
- Aquí viene el misterioso de
nuevo.- Dijo Efesto cuando el viejo se acercó.
- Me despido.
- ¿Por qué tan pronto?- Preguntó
Apolo.
- Porque nunca hay suficiente
tiempo.- Respondió con una sonrisa pícara que pasó rápido.- Y el día en que me
vean, rogarán por más tiempo con lágrimas en los ojos. Sin embargo, por ahora,
mis felicitaciones a ustedes tres.
- ¿Tres?- Preguntó Apolo.
- Está embaraza.- Dijo el viejo,
acariciando el cabello de Afrodita y ella asintió con la cabeza.
- No podía decirle a nadie, eso
habría hecho que todo empeorara.- En la distancia Zeus lo celebró de pie y los
griegos aplaudieron. Apolo le dio la mano a Freyr y se despidió de ellos con un
gesto.
Freyr
encendió la motocicleta rodeado de bendiciones, vitoreos y aplausos. Con
Afrodita besándole se alejaron por la carretera polvosa hacia el amanecer.
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