(Continuación de la primera parte)
4 Noviembre 1911 10 am
Calpetun
se veía radicalmente diferente de cómo era cuando el circo transdimensional del
místico Farfan había llegado. El incendio había devorado casi todo. La
reconstrucción no parecía ir muy rápido y muchas familias contemplaban ya la
idea de emigrar y dejarlo todo atrás. Farfan ordenó que los espectáculos del circo
se movieran a la ciudad, para alegrar a los habitantes, y que no se cobrara ni
un centavo. El circo de Tempus Fugit no estaba muy contento con eso. Farfan no
pensaba en ellos, sino en el medallón robado. Se sentó frente a la casa de
Laura Trillo para imaginar el modo en que un ladrón podría meterse a la casa.
Las ventanas tenían barrotes, las puertas candado e incluso si alguien había
estado dentro de la casa, escondido en alguna parte, no le habría sido fácil
escapar sin ser visto.
“Es un misterio, eso es seguro.”
Le dijo a Monito, quien comía nueces a su lado.
“¿Qué hay de la otra pieza
invaluable?” Le preguntó Mukantagara, quien cargaba agua hacia las improvisadas
carpas del circo. “¿Quién tiene la primer parte del nombre de la muerte.”
“Eso es lo de menos.”
“¿Lo de menos?” Mukantagara dejó
el agua en el piso y lo miró extrañado. “Quien conozca su nombre podrá
obligarla a hacer cualquier cosa, ¿te imaginas todo ese poder en las manos
equivocadas? Incluso en las manos correctas es demasiado poder.”
“Me quedan tres pruebas más, no
desesperes. Tenemos todo el tiempo del mundo.”
“Si tú lo dices….” Dijo
Mukantagara antes de irse.
“¡Farfan!” Laura se acercó
corriendo. “Tienes que venir conmigo, algo ha pasado.”
“¿Qué ocurre?”
“La mitad del pueblo ya está ahí.”
Laura
le condujo a Farfan, y a Monito, hasta los botes para cruzar hacia la isla
pequeña que funcionaba como cementerio. Farfan aún la recordaba llena de velas,
como una isla de luz, en el día de muertos. Remaron en silencio, pero Farfan
podía ver que la mente de Laura Trillo iba a mil por hora. Farfan sonrió y Laura pensó que se burlaba de ella.
“Nada de eso, es tan solo que veo
que tienes muchas preocupaciones en la mente.”
“Pues sí, la verdad sí. El
medallón iba a ser mi herencia en vida, mi patrimonio desde que mi papá nos
dejó y vendió su tierra. El incendio ha destrozado al pueblo, no llueve, las
siembras ya están a punto de perderse totalmente y todo el pueblo parece estar
teniendo las pesadillas.”
“¿Pesadillas?”
“Sí, al principio pensé que solo
era yo, pero poco a poco nos vamos enterando que todos en Calpetun han estado
teniendo sueños terribles. Es por ese gringo que mataron, maldijo a este
pueblo.”
“¿Y todo eso te preocupa?”
“Naturalmente, ¿a usted no?”
“No, no realmente. ¿Qué solucionó
con preocuparme? Nada. Repetir los problemas una y otra vez no hace que se
compongan. A veces lo mejor que se puede hacer es poner todas esas
preocupaciones al baño María, en la cabeza, y dejar que se hiervan. Así maduran
y, cuando se analizan nuevamente, pueden aportar nuevas ideas.”
“Es una manera extraña de ser
detective, esperar a que todo se resuelva por sí solo, ¿así conseguirá mi
medallón? Y no olvidemos que le prometió a Canuto Ríos que haría llover,
¿también planea esperar hasta que llueva por vía natural.”
“En alguna ocasión, hace muchos
años en el futuro, un hombre viene a mí y me pide que le ayude a encontrar a su
mujer ideal. Acepto, porque después de todo tengo un punto débil para el amor.
Con una piedra me fui contra él, rompiéndole la mandíbula y los dientes.
Asustado, salió corriendo desangrándose por el desierto hasta que se desmayó.
Fue rescatado al día siguiente y, ya en su ciudad, acudió al dentista, un
médico de dientes. La doctora era tan hermosa y perfecta que se enamoró de
inmediato. Resulta que ella también lo estaba buscando.”
“Romperle la mandíbula a Canuto
Ríos no hará llover.”
“Laura, Laura, Laura, siempre
tomas la vía más directa para todo. ¿Qué no sabes que es mejor detenerse a oler
las rosas?”
Llegaron
al cementerio y se abrieron paso entre los curiosos. Farfan estaba fascinado
con los cementerios mexicanos, le parecían tan coloridas como las ciudades. Le
gustaba la idea de que a veces los muertos dormían en lugares con decorados más
festivos que sus propias casas. La turba estaba rodeando una tumba en
particular. La tumba estaba medio abierta y el cadáver de Emil Lewis Jackson
estaba a medio salir del sepulcro. Estaba tirado de frente sobre el pasto, sus
dedos aún rígidos en el suelo como si tratara de escapar y con seis balazos en
la espalda. “Es el gringo,” dijo una señora “lo mataron dos veces para ver si
así podían detener su maldición.” Farfan comenzó a reír como un lunático y
encendió su pipa.
12 Septiembre 1241 2 pm
Los
gritos se escucharon desde las afueras del circo. Farfan y Mukantagara
convencían a un soldado musulmán de probar su suerte con el circo
transdimensional cuando escucharon el alboroto. Simza, la joven prometida de
Lovro, salió como escupida de una de las casas de estuco. El capitán mongol
Firuz salió después de ella con su espada en la mano.
“No hice nada, maldito necio.”
Dos jóvenes gitanos la levantaron y, cuidadosamente, fueron caminando en
reversa. Se enfrentaban a una cobra que estaba a punto de atacar, sabían que
era mejor no hacer movimientos bruscos. “Estúpido mongol, yo no robé nada.”
“Estaba en la mesa cuando
entraste a lavar.” Firuz avanzaba lentamente, preparando su espada.
“No sea idiota, ¿por qué le
robaría a usted?” Se hizo silencio, lo había insultado por última vez. Farfan y
Mukantagara corrieron para detener lo que se venía, pero no llegarían a tiempo.
“Ése fue el último insulto.”
Firuz levantó el arma, pero no descargó su golpe fatal.
“No tan rápido, mongol.” Un
caballero cristiano lo detuvo con su espada. “Deja a la mujer y regresa a casa,
no verterás su sangre en el suelo.”
“Regresa a tu campamento,
cristiano, antes que te corte la cabeza y le dé tu cadáver a los perros.” El
caballero ayudó a Simza a subir al caballo y se fueron juntos.
“Esto no es bueno.”
“No, mi nacido en guerra, esto no
es bueno.”
“Me refiero a eso.” Lovro llegó
corriendo, rojo de ira. Los gitanos le habían dicho que Firuz había amenazado
con matarla, pero no le contaron porqué.
“Lovro, ven conmigo.” Farfan lo
tomó del brazo y, con Mukantagara, se alejaron de la casa de Firuz, ahora
rodeada de soldados mongoles que clamaban por venganza.
“Pero ese maldito casi mata a
Simza.”
“Si quieres volver a ver a tu
futura esposa, entonces vendrás conmigo.”
Tomaron
prestado dos caballos y cabalgaron a la cima de la colina, donde se encontraba
el extenso campamento de cruzados. Los soldados estaban en pie de guerra, las
mujeres afilaban las espadas e iban repartiendo comida y agua. El campamento
era radicalmente diferente al campamento mongol. Mientras que los mongoles
habían traído a Mongolia a las estepas, los cristianos habían traído a Europa.
Las tiendas de campaña y las improvisadas casas de estuco seguían todos los
estándares de belleza europea. Los caballeros importantes adornaban sus
aposentos con tapices y armaduras de metales preciosos. Juglares se paseaban
relatando valientes historias de sus héroes y los soldados les daban unas
cuantas monedas de oro.
Vieron
al caballero cristiano entrar a una estructura grande rodeada de un pesado muro
hecho con piedras, como un castillo miniatura dentro del cual había una casona
de dos pisos. Los guardias de la entrada no les dejarían entrar, por lo que
decidieron asomarse por las pequeñas aperturas de los arqueros.
“¿Cómo sabremos que es seguro?”
“Los insectos nos lo dirán.”
Mukantagara sacó su violín y comenzó a tocar.
“Mi amigo puede hacer maravillas
con ese violín.” Lentamente fueron apareciendo insectos, escarabajos, abejas,
hormigas y moscas. Probaron suerte con la primera apertura. Escucharon la voz
de un vigía luchando contra la marea de insectos. Siguieron con otra apertura,
para encontrar lo mismo, hasta que dieron con una apertura desde la que no se
escuchó voz alguna.
“Lovro, escala sobre mis hombros”
Dijo Mukantagara “y dime qué ves.”
“Está bien.” El entrenador de
caballos se trepó sobre Mukantagara y asomó la cabeza por un momento. “los
caballeros a cargo del campamento viven aquí, es como un palacio de gobierno.
Tienen a Simza, pero no entiendo lo que dicen. Simza no parece muy asustada, no
creo que sea nada malo. Han traído a un hombre, no viste como soldado, carga
muchas lanzas… Creo que le pidieron que haga más. Se irán a la guerra. Esto es
terrible.”
“¿Qué hacen aquí?” La voz los
asustó tanto que Lovro se cayó al lodo.
“Caphi, que linda sorpresa.” Dijo
Farfan. “¿Te enteraste de la nueva noticia, o la fabricaste?”
“Era de esperarse que esto
pasara. Tanta gente en la misma estepa… no es saludable.” Dijo Caphi con una
sonrisa torcida. “Ahora váyanse antes que llame a los guardias y los arresten a
todos.”
“Regresa al campamento Lovro,”
dijo Farfan “y dile a Firuz que nosotros pagaremos lo extraviado. Dile que mi
amigo Mukantagara lo hizo reír, así que nos la debe.”
“Tan lleno de esperanzas…” dijo
Caphi refiriéndose a Lovro “lástima que no llegará a casarse. Para cuando venga
el señor de la guerra no quedará mucho de este campamento.”
“Buitres felices y gordos, te lo
agradecerán mucho.”
“Eres un tonto Farfan, siempre de
buen humor, no te das cuenta cuando se acerca el final.”
“¿El final? Nada nunca termina
Caphi, por eso estoy de buen humor.”
“Pobre Farfan…” Como una
serpiente lo fue rodeando hasta apoyarse en Mukantagara “tus amigos se dan
cuenta. ¿Verdad Mukantagara? Ellos tienen preocupaciones reales, mientras tú
juegas con el destino de todos.”
“No me toques harpía.” Dijo
Mukantagara.
“¿Qué ocurre, te duele la verdad?
Tienes miedo, lo puedo ver en tus ojos, ¿miedo a la guerra que se avecina? Les
cortarán el cuello a todos ustedes. ¿O acaso tienes miedo de que una de tus
voces está vieja y moribunda?”
“¿Cómo sabes eso?” Caphi apuntó a
su cabeza, indicándole que leía sus pensamientos.
“Tampoco se necesita ser un
genio, no exageremos. Es como tu amigo Akila, puede predecir la muerte de
cualquiera, menos la suya propia. Eso debe volverlo loco. Y, si mal no recuerdo
Farfan, perdiste la primera prueba por el nombre de la muerte. ¿Puedes unir los
puntos?”
“¿Para qué unirlos cuando son tan
perfectos como son?” Irritada, Caphi bufó y se fue.
“Perdóname Farfan.”
“¿Por qué?”
“Es cierto, temo que una de mis
voces está muriendo. ¿Qué tal si eso le pasa a todas? No puedo imaginar la
soledad de tener una sola voz, la mía.”
“Nada nunca termina Mukantagara,
es sólo un nuevo comienzo.”
31 Octubre 1911 11 am
Farfan
estaba más entusiasmado por el día de muertos que los niños. Ayudó a recoger
flores, pintar el suelo hacia los botes, colgar catrinas en las entradas de las
casas e incluso armó figuritas de metal con fuegos artificiales. Canuto Ríos lo
toleró, pues inicialmente el pueblo le había pedido muchísimas pólvora para
armar fuegos artificiales. No entendía del todo a Farfan, pero encontraba su
alegría contagiosa. El gringo le ayudó a armar las figuras con varas de metal.
Emil Lewis quería que hicieran figuras con forma de sus enemigos políticos,
pero Farfan votó en contra, argumentando que el día de muertos era una
excelente ocasión para olvidar la revolución, por al menos una noche. Emil,
satisfecho con la explicación, le dijo “si tuviéremos una docena como tú en
ciudad de México todo este relajo habría acabado al día de empezado.” Farfan no
sabía si eso era bueno o era malo, pero lo festejo de cualquier forma.
“¿Qué es esto? El año pasado no
estaba así.” Canuto interrogó a uno de los niños sobre la pintura en el suelo,
desde la calle, hasta un camino empedrado al muelle improvisado de botes.
“Fue mi idea, es una tradición
antigua tibetana para honrar a los muertos enseñándoles el camino.”
“No quiero que desperdicien más
pintura.” Canuto sudaba alcohol, los tiempos de paz le afectaban más que las
batallas mismas.
“Si quiere puedo regalar toda la
pintura de mi circo para que pinten el pueblo.”
“Farfan, me caes bien.” Lo abrazó
con todas sus fuerzas hasta que algo tronó. “Eres el primer payaso que conozco
que no quiero acribillar.”
“No soy un payaso de circo, pero
gracias por el cumplido.” Farfan le quitó la botella de la mano. Los niños a su
alrededor se taparon la boca, el caudillo se ponía muy agresivo cuando alguien
era lo suficientemente suicida como para hacer semejante cosa. “Ahora dígame
caudillo, ¿usted cree que le puede atinar a la botella donde la dejé?”
“Te puedo atinar a ti, si no me
traes mi botella.” Canuto desenfundó tan rápido que Farfan nunca pudo ver la
intensión.
“Creo que necesitará estos.” De
sus bolsillos Farfan sacó puñados enteros de balas. Hizo una reverencia como un
mago y esperó a que Canuto no lo matara.
“¿Pero cómo lo hiciste?”
“¿Quiere saber la verdad?”
“Pues sí.”
“Se la diré a cambio de algo, que
nos deje pintar la calle.” Canuto lo pensó un segundo y aceptó “aquí está la
verdad: No lo hice. Éstas son otras balas.”
“¡Farfan!” Canuto miró sus
pistolas y se sintió avergonzado de haber caído en semejante trampa. Lo miró a
los ojos, y después a los niños, y comenzó a reír. “Por eso me caes bien.”
Farfan
quería pintar desde la entrada de la finca hasta el muelle. Tenía en mente un
color rojo, con las orillas amarillas, y en el interior del camino rojo ir
dibujando líneas de diversos colores que navegan y ondulan hacia afuera y
después hacia adentro. “Indicando cómo los caminos de la vida siempre te alejan
y te acercan.” Explicó Farfan. Los niños lo miraron sin saber qué decir, pero
con miradas escépticas. “O pueden dibujar lo que quieran.” Concluyó Farfan. Los
niños optaron por lo segundo. Dibujaron caballos, personas, casas, peces, solas
y estrellas. Farfan se convenció que eso era más bonito que su idea original.
“Farfan, finalmente te
encuentro.” Niut, vestida como una local, se acercó sonriendo “¿qué crees que
descubrí? El teléfono. ¡Es increíble Farfan! Puedes llamar a cualquier otro
teléfono y en cosa de segundos hablas con gente a días de distancia.”
“¿No estarás jugando con el
teléfono, verdad?”
“No…” Dijo Niut, sin convencerse
a sí misma.
Los
niños se tiraron al suelo al escuchar los balazos. Niut y Farfan corrieron a
ver cuál era el problema. Doblaron la esquina en el edificio de correos y
entonces lo vieron. Alguien fue expulsado de la ventana de su propia sala. Era
el gringo, Emil Lewis Jackson. El gringo caminó unos pasos y cayó al suelo. Un
soldado corrió al interior de la casa, pero ya habían escapado. Emil permanecía
inmóvil en el suelo, con mucha sangre en el pecho.
“¿Dónde está el doctor?” Gritaba
una mujer. Natividad Soto, el médico del pueblo llegó y revisó el cadáver. Tenía
una expresión grave en su mirada.
“No hay nada que se le pueda
hacer.”
Farfan
quiso regresar a los niños. Un soldado lo detuvo. No estaba solo, se encontraba
con Polixenes. Niut, en un arranque de enojo, quiso que el soldado dejara de
apuntarle a Farfan.
“Este es el hombre,” decía
Polixenes “lo vi salir de la casa donde mataron al gringo.”
“¿Es cierto eso?”
“Por supuesto que no.”
“Ahí lo tiene,” decía Polixenes
“los culpables nunca lo admiten.”
“No seas absurdo Polixenes.”
Interrumpió Niut. “Señor, le aseguro que eso no es cierto, incluso puede
preguntar por el pueblo, estaba entre los niños al momento de las balas.”
“Eso haré. Si es un malentendido,
mis disculpas, pero si no lo es lo llevamos al paredón.”
“Justicia mexicana, ¿qué se le
puede pedir?” Decía Polixenes.
“No sé qué tramen, pero no se
saldrán con la suya.”
“No seas melodramática Niut, no te queda.”
Farfan empujó a Niut hacia Polixenes, para distraerlo mientras les hacía señas
a los niños.
“Me voy, pero recuerda Farfan,
quedan tres pruebas más antes de tu humillación final.”
“¿Por qué dejas que te hable
así?” Le preguntó Niut. Farfan señaló a los niños que seguían a Polixenes y le
tiraban cohetes. Se asustó tanto que corrió a toda velocidad hacia un árbol y
se golpeó. Farfan se rió mientras seguía ayudando a los niños con la pintura.
10 Septiembre 1241 11 am
Farfan
se había ganado el respeto de los capitanes mongoles después de ayudar a Arik a
rescatar una cabra. Arik lo invitó a una competencia amistosa con los gitanos.
Uno de los gitanos, mientras estaba bajo la influencia del alcohol, retó a los
músicos mongoles a superar al arte gitano. Los mongoles aceptaron y se
reunieron a orillas del río. Farfan estaba sorprendido por el colorido de las
vestimentas mongol. Los músicos vestían una tela gruesa, algunos azul y otros
roja, que estaba cubierta de bordados de
dragones y caballos alados. Sobre esta tela que cubría todo el cuerpo menos las
manos y las botas puntiagudas, los músicos tenían otra pieza de tela que cubría
sus hombros y su pecho. Esta tela era blanca, con bordados dorados de patrones
geométricos. Sobre la cabeza los músicos usaban unos gorros cuadrados de
colores que se alzan en su centro para terminar en una punta. Tocaron
instrumentos que Farfan nunca había visto. Unos violines gigantes de cámara
cuadrada y extremadamente largos, para colocar el instrumento en el piso y
tocarlo con unas uñas largas de metal. Tocaron primero los gitanos, canciones
de danza rápida sobre amantes y la luna. Los mongoles tocaron una música
nostálgica que, incluso a los gitanos, les hizo pensar en las maravillas de
Asia. Los gitanos, para no verse monótonos, tocaron canciones que evocaban
guerras y disputas. Los mongoles, tomándolo como un enfrentamiento, tocaron la
música previa a una batalla, era curiosamente colorida, con campanas y cantos
de garganta desgañitada. Casi todo el campamento se encontraba ahí, y quienes
no pudieron asistir lo escuchaban por todas partes.
“¿Qué opinas Farfan?” Le preguntó
Arik.
“No tenía idea que la música
mongola fuese tan divertida.” Un soldado se acercó a Arik y le habló al oído.
“¿Por qué tengo la sensación que no podrá quedarse?”
“No lo puedo creer.” Arik siguió
al soldado, Farfan siguió a Arik. “Otra vez. Es del décimo perro.”
“¿Qué ocurre?” Preguntó Farfan.
Un soldado traía al perro en una pequeña carreta. Había sido atravesado por una
flecha al cuello.
“Musulmanes. Les encanta matar a
nuestros perros.” Arik sostuvo al perro con dulzura. Había un profundo dolor en
sus ojos que Farfan respetó. El capitán mongol retiró la flecha con cuidado y
la rompió. “Entre los musulmanes que matan perros y los cristianos que por todo
quieren hacer pelea, estamos atorados. Es difícil de creer, pero para ser un
pueblo nómada, nos encontramos bastante encerrados.”
“¿Qué quiere que haga con el
perro?” Preguntó el soldado.
“Entiérrenlo. No le digan nada a
Dalan, lo último que necesitamos es enfrentar a los musulmanes y cristianos.
Esperaremos a que llegue Subotai.”
“Arik, ¿realmente cree que
Subotai se enfrentará a los otros campamentos?”
“El gran Subotai no le teme a
nada.” El pecho de Arik se infló y gesticuló cuidadosamente para remarcar la
excelsa autoridad del señor de la guerra, el gran Subotai. “Luché hombro con
hombro con él hace cinco años. Todo lo que sé se lo debo a mi señor de la
guerra.”
“¿Qué será de los gitanos?”
“No sé qué decida el gran Subotai
sobre los Romani. Hay cuestiones administrativas con ellos, hay una boda a ser
celebrada en cuanto llegue el gran Subotai. Después de eso, no lo sé.”
“¿Farfan?” Una chica se acercó a
los dos. Florica, la gitana, hizo una seña para hablar a solas con Farfan.
“Disculpe capitán, pero es urgente.”
“¿Qué ocurre?”
“¿Es cierto que usted es un
místico y un mago?”
“Entre otras cosas.”
“Mi nombre es Florica y tengo un
problema. Estoy enamorada de un joven, estoy segura que, en el fondo, él
también me ama. Su nombre es Lovro. Nos criamos juntos y hemos compartido casi
toda nuestra vida juntas, pero ahora se casará con una rastrera llamada Simza.
Decisión de ambas familias. No puedo dejar que se lo lleven.”
“Ah, el amor.” Farfan estaba
entusiasmado, le encantaban las historias de enamorados. Se encendió su pipa y
caminó en círculos alrededor del pozo del campamento. “He visto mil historias
de amor, y no me canso. Hay muchas cosas que puedes hacer, como evitar que
llegue Subotai.”
“Eso no me ayuda. ¿Puede
ayudarme, o no?”
“Por supuesto que sí, ésta no es
la primera vez que esto me ocurre. En cierta ocasión una chica vino a mí
pidiéndome ayuda.”
“¿Y qué pasó?”
“Quería enamorar a un joven
gitano.”
“Sí, eso acaba de pasar, soy yo.”
“Ah, es cierto.” Farfan se golpeó
la cabeza, sorprendido de no haberlo notado antes. “¿Y qué pasó?”
“Aún no ocurre nada.”
“Eso crees tú. La historia ya
terminó, aún no lo sabes, pero todo esto es nuevo mientras que el desenlace es
viejo, porque está escrito en las estrellas desde hace miles de años.”
“Basta de juegos Farfan, no
soportaré mi vida si Lovro me deja por Simza, y Lovro tampoco lo soportaría.
Hay mucho en juego.” Farfan comenzó a reír como un lunático. “¿Está
absolutamente loco o qué le pasa? Payaso de porquería.”
“Un monje va con su maestro y le
hace una pregunta que no le ha dejado dormir en semanas. El maestro se ríe en
su cara y se va de su presencia. Pasan algunos días, el monje no puede dormir
pensando en la reacción de su maestro. Finalmente, lo confronta de nuevo y le hace saber que su
risa lo ha lastimado. El maestro le dice: ¿sabes cuál es tu problema? Tú
problema es que eres peor que un payaso. El monje está confundido y le dice:
¿cómo puede decir eso de mí que he estudiado por años? El maestro responde
diciendo que: un payaso disfruta ver a la gente reírse, mientras que tú no
puedes dormir porque otra persona se rió. Dime, ¿acaso no eres peor que un
payaso? El monje comprendió y alcanzó la iluminación.”
“Eso me ayudaría mucho si fuera
monja, pero no lo soy. ¿Me va a ayudar o no?”
“El místico Farfan está a tus
órdenes. A cambio sólo quiero que rías más.”
“¿No quiere dinero ni favores?”
“Que tú rías más seguido es favor
suficiente. ¿Te imaginas si el pago de todo favor fuera esa condición? El mundo
sería un mejor lugar. Nadie mataría perros por diversión, ni planearían bodas
sin preguntarle a los interesados.”
Atardecer del 19 Phalguna en el
Krita Yuga
Las
trompetas sonaron esa mañana. Los carros de guerra de los arios bajaron de la
colina hacia la villa de rebeldes mortales. La batalla fue cruel, los mortales
estaban desesperados. Los arios expandían su control a lo largo del Ganges.
Sanjiv disparaba sus veloces flechas mientras que Kapi controlaba a los
caballos con una mano y se defendía con la otra. Los mortales no conocían a los
caballos, ni a las flechas, estaban en completa desventaja. Sanjiv no quería
estar ahí, pero era su dharma. Si su dharma era luchar y educar a los mortales,
entonces no tenía otra opción. Su hermano, el cruel Gopal, disfrutaba la guerra
más que a su dharma mismo. Mientras que Sanjiv peleaba para que los mortales se
rindieran, Gopal luchaba por matarlos a
todos. El maestro Dapti cumplía con su dharma y orientaba a ambos, a Sanjiv
para que acepte su dharma, y a Gopal para que luchara porque es su dharma, y no
por la lujuria de la violencia. Aún
cuando Dapti regañaba a Gopal, era bastante obvio que Gopal era su favorito.
Enseñaba con la espada en la mano, mientras que Sanjiv era débil y enseñaba a
los niños en vez de los adultos.
La
batalla terminó cuando el sol se ocultaba. Casi todos los mortales estaban
muertos. Los que sobrevivieron fueron encadenados y transportados ante los
otros arios azules para determinar sus castas y su inclusión a la civilización.
Sanjiv entró a una de las chozas y recogió una figurilla de arcilla con la
forma de una mujer grande con amplios senos y amplias caderas. Había visto esos
cultos antes, los mortales no parecían ser capaces de ir más allá de la materia
y las dualidades.
“Hermano, ¿no estarás pensando en
guardar esa porquería, o sí?” Gopal cabalgó hasta él con una sonrisa torcida.
“No, por supuesto que no. Sólo
veía cómo vivían los mortales antes que nosotros los educáramos.”
“No los educamos Sanjiv, los
gobernamos. Mediante nuestro gobierno aprenderán, por las buenas o por las
malas. Quién sabe, quizás algún día un ario mortal será testigo de Brahman
detrás de la cortina en el gran templo.” Un hombre moribundo salió de una de
las chozas, había sido alcanzado por dos flechas al pecho. Gopal se bajó del
caballo y se acercó a él, su hermano Sanjiv lo seguía.
“¿Realmente crees que algún día
un Dvija, un nacido dos veces, tendrá acceso a la presencia de Brahman sin
nuestra directa intercesión?” Gopal preparó su espada y, antes de matar al
hombre miró a Sanjiv a los ojos, meditando la pregunta de su hermano.
“No, no lo creo.” Habiendo dicho
eso le cortó la cabeza al mortal. “La Era del Hombre es un mito. Es algo que
les decimos para mantenerlos a raya.”
“Vamos Gopal, no estarás dudando
a los maestros.” Gopal se irguió de inmediato e infló su pecho como un gran
guerrero. “Sólo porque este Yuga nos parezca que avanza lento no tiene porqué
ser eterno, ni mucho menos lento, es un pestañeo para Brahman. ¿Acaso no
enseñan eso?”
“Sí, lo hacen Sanjiv. Supongo que
en eso tienes razón.”
“¡Sanjiv!” Gritó Kapi. Señaló a
las figuras femeninas que bajaban de la colina. Eran las arias azules, pero
Sanjiv entendió que Kapi se refería a Abhilasha.
“Qué bien, Abhilasha está aquí.”
Los arios azules aún estaban encadenando sobrevivientes y arrastrándolos de sus
casas. “¿Has venido a ver a los valientes guerreros?”
“¿Ha sido difícil?” Preguntó
Abhilasha. “He oído historias terribles de los salvajes, como que hace
sacrificios humanos, adoran a la luna y todas esas cosas.”
“Los mortales parecen tener
cierta idea del dharma.” Dijo Sanjiv, aunque al juzgar por la reacción de
Abhilasha, no le creía. “Buscan la verdad con los pocos medios que tienen.”
“Imposible, hermano.” Dijo Gopal.
“No podrían alcanzar la verdad sin nosotros, ni siquiera buscarla. ¿No es así
Abhilasha?”
“Así es Gopal, eres valiente como
eres sabio.” El corazón de Sanjiv se contrajo como si hubiera sido alcanzado
por una flecha de hielo.
“¿Qué te parece si probamos con
uno de ellos?” Dijo Gopal.
“Excelente, ¿con cuál?” Gopal
pateó a uno de los guerreros mortales y puso su pie en su cuello.
“Dime, pequeño salvaje, ¿cuáles
son los purusarthas?” El mortal lo miró con temor, no sabía la respuesta a la
pregunta. No sabía cuáles eran los sentidos de la vida. “¿Lo ves Sanjiv, ni
idea?”
“Si los arios mortales pueden
saber estas cosas, es obvio que cualquiera puede si tiene la preparación
necesaria. ¿No te parece Abhilasha?”
“Pues…” La mirada escéptica de
Abhilasha le dolió como una patada de un caballo salvaje.
“Pequeño mortal, déjame educarte,
los purusarthas son cuarto, dharma, artha, kama y moksa. El deber, la riqueza,
el placer y la liberación.”
“¿Qué será de ellos?” Preguntó
Abhilasha.
“Los que pelearon serán de la
casta guerrera, los que se escondieron serán sirvientes y los que nos aceptaron
sin pelear serán brahmanes.” Los prisioneros se alejaron marchando.
“Ya me tengo que ir, es hora de
los rituales.” Dijo Abhilasha.
“Espera,” dijo Gopal “¿no me vas
a felicitar? El maestro Dapti dice que me casaré pronto.”
“Excelentes noticias.” Dijo
Abhilasha. Sanjiv miró sorprendido a Gopal, no sabía nada de eso.
“Seré recompensado mil veces por
mi valentía.”
“Gopal,” Sanjiv esperó a que
Abhilasha se hubiese ido para preguntar “¿quién será tu esposa?”
“¿Quién más? La hermosa
Abhilasha. Será increíble Sanjiv, ella misma me desea, ¿no lo viste?”
“Sí hermano, felicidades.” Y en
su interior, Sanjiv lloró.
3 Noviembre 1911 9pm
Calpetun
ardía en llamas. Los invitados de Fernanda Trillo salieron corriendo, para ver
si podían rescatar algo de sus oficinas y viviendas. Farfan se quedó de pie
viendo al incendio consumir las casas. Laura corrió hacia el pueblo, su madre
la siguió hasta la esquina, pero temía adentrarse más entre las casas en
llamas. Farfan siguió a Laura para asegurarse de que no le pasara nada. Los
rostros estaban llenos de hollín que se lavaba con las lágrimas. Laura ayudó a
unos niños escapar de una casa en llamas y reunirlos con sus padres. Farfan
sabía que no había nada que hacer.
“¿Escuchaste eso?” Le preguntó
Laura. El crepitar de las llamas y los gritos de las personas opacaban
cualquier ruido. “Viene de los cultivos.”
Farfan
lo escuchó, eran disparos. Corrió junto con Laura hacia el centro del pueblo,
donde las llamas se detenían en los adoquines de la calle. Doblaron a la
izquierda y, agachados para protegerse de las insaciables lenguas de fuego,
alcanzaron el final del pueblo, donde comienzan los cultivos y las casas más
pequeñas. Ésas casas también ardían. Así como los cultivos. Entre las llamas
pudieron ver a Canuto Ríos bebiendo y gritando por la impotencia, alzando sus
pistolas y descargando alocadamente.
“Se cocinará vivo ese idiota.”
Canuto parecía no darse cuenta que estaba rodeado por las llamas que consumían
el plantío de maíz.
“Necesito agua.” Detrás de ellos
las familias, desesperadas y temblorosas, llevaban cubetas de agua para sofocar
los incendios. Farfan se robó una y se empapó por completo.
“¿Estás seguro que funcionará?”
“No.” Dijo sonriente. Se lanzó a
las llamas del maizal. Los primeros cinco metros ardían en llamas. Farfan trató
de negociar con el fuego, pero no hablaba su idioma. Corrió entre las llamas,
chamuscándose su barba. Corrió hacia Canuto, con la cabeza baja por miedo a los
disparos. Cuando lo alcanzó lo tiró al suelo, le quitó la botella y las
pistolas. Canuto no se defendió, lloraba como un niño.
“Todo, Farfan todo está perdido.
¿Para qué tanta revolución?”
“¡Farfan!” Escuchó la voz de
Fadil desde el otro lado del sembradío, oculto entre las llamas.
“Bueno, Canuto, parece que tú y
yo nos vamos de aquí.” Fadil convenció a los caballos, quienes brincaron entre
las llamas, en los puntos menos afectados y galoparon hasta Farfan y Canuto. En
cuanto montaron los caballos salieron disparados, brincaron las llamas y no se
detuvieron hasta llegar al circo. “Fadil, me salvas la vida de nuevo.”
“Es todo tu culpa.” Dijo Canuto
desde el suelo, donde su llanto se convertía en enojo.
“Cálmese.” Dijo Fukana. “Nosotros
no hicimos nada.”
“Llenaste sus cabezas de tontos
sueños y ahora lo han perdido todo.” Canuto comenzó a estrangular a Farfan.
Mukantagara se acercó para separarlos, pero Farfan lo detuvo. No le preocupaba
la violencia de Canuto, podía aguantar la respiración por diez minutos.
“Déjelo ir, Farfan no hizo nada
mas que ayudar a su pueblo.” Niut no hizo caso de las señas de Farfan y los separó.
Canuto le alzó la mano, su rostro rojo temblando de ira y se detuvo de milagro.
“De qué sirven los circos, no le
darán de comer al pueblo. Tú que llamas a los caballos, ¿de qué le sirve a las
familias que acaban de perder su cosecha? Tú que adivinas la fecha de la muerte
de las personas, ¿eso pondrá comida en sus platos? Y tú Farfan, el peor de
todos, prometiste lluvia y no la diste. Ahora el pueblo está seco como una rama
y arde por eso.”
“¿Fadil, no puedes hablar con la
naturaleza, hacer que germinen las cosechas y se recomponga lo perdido?”
Preguntó Akila en voz baja.
“No, el suelo es demasiado ácido,
nada puede sobrevivir por mucho tiempo. Además, no funciona así, tardaría
semanas.”
“La tierra es de quien la
trabaja.” Se lamentó Canuto “Pero no hay nada que trabajar.”
“Todo va y viene.” Dijo Farfan.
Niut se tapó la cara, sabía que a Farfan a veces le costaba trabajo hablar de
manera entendible. “Éste no es el final, a menos que quieras que sea el final.”
“Si tuviera mi pistola conmigo,
te dispararía en la rodilla.”
“¿Gente?” Dijo Fadil “se acerca
una turba iracunda.”
“¡Farfan!” Gritaban desde la
entrada del circo. Rompieron las cadenas y entraron armados con palas,
trinchetes y escopetas. “¿Dónde está el bueno para nada?”
“Creo que te hablan.” Dijo Canuto.
Lo tomó del cuello y lo fue arrastrando ante la turba. Lo tiró al suelo y le
dio una patada. “¿Lo quieren? Es todo suyo.”
“Esperen un segundo,” dijo
Fukana. “¿por qué lo quieren lastimar?”
“Si alguno de ustedes,” dijo
Mukantagara “lo lastima, esto se pondrá muy violento y no quieren ver lo que
Niut es capaz de hacer.”
“Prometiste lluvias, prometiste
un futuro para este pueblo pero eran todas mentiras.” Dijo uno de los
afectados. “Lo más seguro es que ustedes hayan provocado el incendio.”
“Cálmense, no tiene sentido lo
que dicen.” Gritó Fukana.
“Fue el gringo muerto, él empezó
todo.” Dijo otro de ellos. “Las pesadillas, el incendio, son todas señales.
Pero si me preguntan a mí, ellos están involucrados. ¿Acaso no hacen magia?”
“Esperen, esperen,” decía Farfan
“lo podemos arreglar. Sólo denme una oportunidad, les prometo lluvias, les
prometo terminar con la maldición del gringo.”
“Es inútil,” dijo una mujer que
cargaba con la derecha a su hijo y con su izquierda un fusil “todo está
perdido, si nos quedamos aquí terminaremos muertos. Nos iremos con el otro
circo, ellos cumplen lo que prometen. Nos llevarán a dónde haya comida y tierra
cultivable. Al demonio con Calpetun y su tierra árida.”
“No, esperen,” dijo Canuto “no se
vayan. Yo puedo ayudar.”
“¿Ayudar a qué? No hay nada que
la revolución pueda hacer. Nos iremos con Caphi y los demás. Al menos ellos no
te esperanzan en vano.”
“Puedo hacer llover, pero es
difícil, toma tiempo.” La gente ya no estaba interesada. Uno a uno se fueron
del circo, de regreso a las ruinas de su pueblo.
“Farfan,” dijo Canuto, con toda
seriedad “tienes hasta mañana para hacer llover, de lo contrario el pueblo
entero se irá y yo te mataré.”
10 Septiembre 1241 4 pm
Mukantagara
tocaba el violín debajo de un árbol. Farfan se sentó sobre un tronco muerto y
miró a los futuros esposos. Simza y Lovro recogían flores y jugaban entre
ellos. A lo lejos, llorando detrás de una enorme piedra, Florica miraba al
hombre de sus sueños. Simza bailaba alrededor de Lovro, quería que él también
bailara, pero él no se dejaba. Para asegurarse de ello, Farfan le pidió a
Mukantagara que llamara a las abejas y se interpusieran entre ambos, cada vez
que Lovro la tomara de la mano. Farfan se acercó a los amantes cuidadosamente
para no ser vistos, con cada paso se hacía invisible, hasta poder estar lo
suficientemente cerca para tocar la pierna de Simza y regresar a la
invisibilidad.
“¿Qué fue eso?” Simza dejó de
bailar. Farfan, agachado lo más posible esperó a que Simza se calmara de nuevo,
para volver a hacerlo, justo antes de que besara a Lovro. “Hay algo aquí.”
“No hay nadie Simza,” decía Lovro
“estás siendo paranoica. Quizás un beso te calme.” Farfan la agarró del pie y
la hizo tropezar, fallando a Lovro por centímetros, golpeándose contra su
hombro y cayendo al suelo. Farfan se fue alejando, a espaldas de Lovro, al ver
que Simza cayó justo sobre la centena de escarabajos que Mukantagara había
invocado.
Logró
alejarse lo suficiente para no parecer demasiado sospechoso cuando se acercara
a ellos. Iba a decir algo, pero Simza echó a correr fuera del pastizal y no se
detuvo hasta llegar al campamento. Lovro iba a hacer lo mismo, pero lo pensó
dos veces.
“Lindo día.” Dijo Farfan. “¿Qué
le pasó a tu amiga?”
“¿Y a usted qué le importa?” Lovro corrió tras de Simza.
Farfan hizo una nota mental de estudiar a Lovro más de cerca.
“Eso fue divertido.” Dijo
Mukantagara.
“No pude hablar con él, pero
tenemos tiempo. El gran Subotai no llegará hasta dentro de varios días, según
me han dicho.”
“¿Es tiempo suficiente?”
“Eso espero… Si Lovro realmente
siente lo mismo que Florica por él, entonces esa boda los hará a todos
miserables, hasta a Simza. Por no olvidar que los mongoles le cobrarán una
fortuna a las familias Romani.”
“¡Farfan, mira!” Mukantagara
señalaba hacia el cielo. Una piedra caía a toda velocidad desde más allá de las
nubes.
“A los caballos, necesitamos
llegar a ese meteorito lo antes posible.”
La
piedra cayó más allá del campamento cristiano, detrás de una arboleda y a pocos
metros del río. La piedra brillaba con la intensidad de una estrella y, aunque
no era grande, había dejado un cráter a varios metros de distancia. Para cuando
llegaron ya estaban Iago y Polixenes.
“Ahí está el que mató a mis
pájaros ayer.” Dijo Iago.
“Fuera de aquí viejo,” dijo
Polixenes “Caphi ya viene para acá. Además, todo lo que cae de este lado del
campamento es nuestro.”
“Me temo que te equivocas, mi
amigo velocista, no cayó en su circo, así que eso no es válido.” Mukantagara
sacó su cuchillo, iba a enfrentarlos, pero Farfan lo detuvo con un gesto.
“Háganse a un lado.” Les amenazó
Mukantagara.
“Hazme un favor, ve por mis
cosas, creo que dentro de esa piedra hay un cristal.”
“En cuanto Caphi venga con algo
de agua, para enfriar esta piedra, nos la llevaremos.”
“Muy bien Iago, si quieres
comportarte así, ¿por qué no hacer una competencia?”
“Haz la competencia conmigo
Farfan.” Dijo Polixenes. “De velocidad.”
“Suena bien.” Mukantagara no
podía creer lo que oía.
“En ese monte de allá,” Farfan
señaló a un enorme pino rodeado de arbustos que quedaba detrás de dos colinas,
casi en el horizonte. “hay unos arbustos
con moras. Quien traiga primero un puñado de moras, gana. ¿Apuesta de
caballeros?”
“Aceptamos.” Polixenes y Farfan
se prepararon detrás de una línea que Iago dibujó con una piedra. Marcó con los
dedos del 3 al 1. Ambos desaparecieron. Dos segundos después Farfan reapareció
con moras en la mano. Dos segundos después llegó Polixenes con sus moras.
“No puede ser, soy el hombre más
rápido del mundo.”
“Una apuesta es una apuesta.”
Murmurando maldiciones Iago y Polixenes se fueron, haciéndole señas a Caphi
para que dejara de correr con cubetas de agua.
“¿Cómo lo hiciste Farfan? No
sabía que podías correr tan rápido.”
“Y no puedo.” Probó unas moras y
sonrió “¿cómo crees que sabía que ese arbusto tenía moras?”
“Farfan, eres de lo peor.”
Mukantagara siguió riéndose mientras iba hasta el circo por el pedido de
Farfan. Para cuando regresó la piedra ya estaba fría.
“Tenía razón.” Dijo Farfan. Niut,
Fadil, Akila y Monito se sumaron a la expedición de Mukantagara. “¿Quién está
vigilando el circo?”
“Fukana. ¿Y bien, qué dice?”
“Eso no lo sé aún.” Le ayudaron a
armar un tripie. La piedra, al enfriarse, se había destruido casi por completo,
revelando en su interior un cristal amorfo. Lo tomó en sus manos y lo miró
desde cada ángulo posible. De la punta del tripie colgaba una pequeña cadena
con una garra para asegurar el cristal. Colocó el tripie con la piedra sobre un
extenso espejo convexo de plata. “No hay suficiente luz. Rápido, los espejos.”
“Estos son todos los que habían.”
Cada uno tomó un espejo y lo fue acomodando de manera que el sol del atardecer
se reflejara hacia el espejo curvo de plata y, de ahí, al cristal.
“Perfecto.” Farfan se colocó unas
gafas de acero que se atoraban con cintas de cuero detrás de la cabeza. De los
ojos de las gafas se extendían lentes, de la más grande a la más pequeña.
“Interesante, muy interesante.”
“¿De quién es? No me digas que
son los Lamas errantes otra vez.”
“No, soy yo. Muchos, muchos años
en el futuro.” Se levantó y se retiró las gafas. Los demás bajaron los espejos.
“¿Qué están haciendo?” Preguntó
un cristiano.
“Leyendo luz, ¿qué parece que
hacemos?” Respondió Fadil.
“¿Leyendo luz?”
“Los tibetanos aprendieron a
viajar en el tiempo, la escritura tempológica es la luz, porque no avanza ni
retrocede en el tiempo.” Le explicó Farfan, mientras comía más moras. “Para
mandarse mensajes lanzan cristales formados de cierta forma que, cuando se les
lee correctamente, revelan ciertas variaciones de luz y gamas de colores, mandando
así el mensaje. Es un pequeño truco que aprendí no hace mucho.”
“Ya veo.” El cristiano abrió los ojos lo más que pudo,
su boca temblaba nerviosa y se quedó en silencio por un largo tiempo. “Ya veo.
Bueno pues, hagan… lo que sea que estén haciendo en otra parte. Este es el
campamento cristiano, gitanos y amigos de gitanos no están invitados.”
“Entendido y anotado.” Regresaron
las cosas a grandes cajas de madera y cabalgaron de regreso. Todos morían de
ganas por saber más, pero Farfan no decía.
“Vamos viejo, dilo de una vez.
¿Qué era tan importante que te mandaste un mensaje a ti mismo?”
“Bueno Fadil, era un breve
mensaje donde yo me aviso a mí mismo que no tengo el nombre de la muerte, pero
que siga intentando, porque vale la pena. Me parece un lindo mensaje.”
“¿Lindo? Es terrible.” Dijo Niut.
“¿No lo entienden? Esto sin duda
quiere decir que la siguiente prueba será muy pronto.”
“¿Qué sentido tiene si vas a
perder?”
“Akila, Akila, las cosas no
tienen sentido porque ellas te den las lindas emociones que vienen cuando ganas
algo. Las cosas no nos necesitan para tener sentido, solo se necesitan a ellas
mismas.”
Aquella
noche todos terminaron temprano las funciones y se fueron a dormir. Sospechaban
que Farfan tenía razón, que soñarían con la muerte. Farfan no se equivocaba. En
su sueño la estepa entera ardía en llamas. No eran flamas rojas, sino azules.
Farfan se sorprendió al sentir el frío abrazo de las llamas que cubrían hasta
el horizonte en un océano de tiempo. La muerte estaba ahí, danzando y riendo.
Una risa infantil, contagiosa, eterna.
“Farfan, ¿estás listo para la
siguiente prueba?”
“Dime, ¿qué otra característica
debe tener el hombre que se gana tu corazón?”
“Debe ser veloz y dulce. Debe ser
tan tierno que ni siquiera una ardilla huiría de él.”
“Una ardilla, interesante.”
“Hay una ardilla muy especial, en
su patita sostiene una pepita. Debes quitarle la pepita de la mano antes que la
ardilla tenga tiempo de huir. Si eres agresivo, la ardilla se asustará y se
irá, debes combinar fortaleza con dulzura.”
“No te fallaré muerte.”
“Yo sé que no.” Acarició el
rostro de Farfan y, justo antes de que desapareciera, Farfan habló.
“¿Dónde está esta ardilla
maravillosa?”
“Escondida dentro del espacio y
el tiempo. Róbale la pepita y la ardilla te conducirá a la segunda pieza de
madera. Y recuerda, tendrás competencia.”
Farfan
se despertó de golpe. La habitación estaba a oscuras. A través de la ventana
vio a la estepa, sumergida en la oscuridad. En su corazón, aún estaba inundada
de ese fuego azul.
Amanecer del 20 Phalguna en el
Krita Yuga
La
construcción había costado muchas vidas y tardado más de 9 siglos, pero ya casi
terminaban. Un templo a Agni tan grande como una montaña. Por fuera el techo
estaba compuesto de varios niveles. Cada nivel era circular y contenía frisos
de los versos védicos. El nivel superior era semejante, pero de menor tamaño,
hasta llegar a un punto donde sólo cabía una hoguera que podía ser alimentada
desde adentro del templo. A los pies del templo habían educado a un centenar de
generaciones. Algunos arios mortales eran permitidos como asistentes de
maestros, pero ninguno podía educar a otros mortales. Sanjiv tenía cinco
ayudantes, una excusa para permitirles discutir libremente los Vedas y escribir
anotaciones que debían mantener ocultas de los otros arios azules. Sanjiv
disfrutaba esos momentos, pues Abhilasha recogía flores silvestres no muy lejos
de ahí todos los días y podía verla a diario, aunque fuera de lejos.
“¡Ladrón!” El maestro Dapti y
Gopal salieron del interior del templo.
“¿Qué ocurre?”
“Alguien ha robado una taza de
Soma. Algún mortal, sin duda.” Los ayudantes escondieron sus anotaciones debajo
de sus asientos al verlos acercarse. “Alguien será latigueado hasta que mi
brazo se canse. ¡Cierren el lugar! Revisaremos persona por persona.”
“¿Están seguros que fue un mortal?”
“Sanjiv, no empieces con eso.”
Los acompañó en su búsqueda, de estudiante en estudiante. Lis espacios estaban
separados por telas con bordados con versos védicos, para memorizarlos más
fácilmente. Cada brahmán tenía un pequeño mueble de madera para sus rollos y
papeles y un asiento para meditación.
“Revisa bien Gopal, el ladrón
debe ser muy astuto.” Decía Dapti. Fueron revisando alumno por alumno, mientras
que Sanjiv temblaba de miedo pensando que alguno de sus ayudantes había abusado
de su confianza y, por su culpa, todos serían castigados.
“¿Qué ocurre?” Abhilasha y un
grupo de arias se acercaron.
“Alguien ha robado Soma, un
mortal que cree que puede abrir su tercer ojo. Tonterías, pero así es la
ignorancia, los hace cometer delitos.”
“Aquí está maestro.” El brahmán
responsable no era uno de los cercanos a Sanjiv, por lo que pudo respirar
aliviado.
“Abhilasha, ¿siguen creciendo la
flores salvajes?” Sanjiv trató de hacerle conversación, aprovechando que Dapti
y Gopal estaban ocupados regañando al mortal.
“Estamos plantando nuevas,
tenemos dos elefantes cargando las orquídeas que precisamos para los rituales
del Soma. Sólo para ver a estos mortales robándolo como si les perteneciera.”
“Les pertenece Abhilasha, no
somos sus amos, somos su cuidadores temporales. Nuestra Era terminará, así está
escrito en los Vedas.” Abhilasha lo pensó, estaba inclinada a darle la razón,
pero se le ocurrió una respuesta.
“El robo no deja de ser robo.”
“Así es Abhilasha.” Dijo Gopal.
Habían dejado de regañarlo y ahora Gopal preparaba su látigo.
“¿Qué le harán maestro Dapti.”
“Mil azotes, si sobrevive lo
haremos paria. Nadie nos roba y regresa a casa.”
“Esperen un segundo,” Sanjiv
sujetó el látigo justo antes del primer golpe “no pueden hacerle eso. Es un
excelente estudiante, un brahmán con una increíble capacidad para el yoga. ¿Y qué si robó el Soma? Piénsenlo, ¿acaso no
es humano desear lo que no se tiene? Y aún más importante ¿acaso no es humano
desear aquello que nos haría mejores, si tan solo pudiéramos probarlo?”
“Sanjiv, ¿te atreves a dudar de
mi palabra?” Dijo Dapti.
“No maestro, al contrario, su
palabra me ha educado y ésa es la causa de mi comportamiento.”
“Ya veo, ¿entonces dices que es
mi culpa que seas tan débil e irresponsable?”
“No maestro, es mi fortaleza la
que me hace hablar, no mi amor por los mortales. Usted mismo nos ha dicho, en
muchas ocasiones, que los mortales pueden alcanzar Moksha y liberarse de sus
reencarnaciones. Por lo tanto, son capaces de abrir el tercer ojo.”
“Pero un mortal robando Soma…”
“La bebida de los dioses, lo sé
maestro, pero sin duda si estos brahmanes pudieran participar en las
celebraciones del Soma, entonces ellos también estarían libres de la dualidad.”
“Semejante idea es traición.”
Gopal levantó el brazo, pero lo detuvo su maestro.
“Sigue Sanjiv, no te detengas.”
“Si los brahmanes que educamos
nunca tocaran el Soma, ¿qué propósito tiene enseñarles? Si nunca alcanzarán el
Moksha como nosotros, ¿qué propósito tenemos nosotros? Hay que preguntarnos,
cada vez que un mortal desobedece, ¿somos sus maestros espirituales o sus
dominadores?”
“Tu lengua hábil le ha salvado la
vida Sanjiv.” Sin decir más nada Dapti los dejó.
“Un día esa lengua hábil te
matará.” Amenazó Gopal “Y no dudaré en ejecutar a mi propio hermano.”
“¡Gopal!” Le gritó Abhilasha
“¿qué clase de hermano eres? Los hermanos se protegen mutuamente, no se
amenazan con la muerte.”
“Disculpa Abhilasha.”
“A veces siento que tu valentía y
tu fortaleza te aleja del dharma.” Avergonzado, Gopal se fue. Sanjiv la miró a
los ojos y la deseó con tanta pasión que sentía que su piel se encendía en
llamas.
“Gracias Abhilasha, eres la flor
silvestre más hermosa del Ganges.” Abhilasha le sostuvo la mirada por un
momento y sonrió apenada.
“Sanjiv, eres especial. La mujer
que te encuentre será la mujer más afortunada.” Sanjiv la miró partir, sin
decir nada, mientras su corazón se partía en pedazos.
“Gracias maestro.” Fue lo único
que Kiva, el brahmán rebelde le dijo, antes de correr de regreso a casa.
3 Noviembre 1911 9pm
Farfan
entendió porqué Laura Trillo quería escapar de su casa cuando la vio hablando
con José Méndez. José trabajaba en la finca recuperada de Silvestre Rodríguez.
Era un joven apuesto y, por la manera como le susurraba cumplidos a Laura, era
obvio que el amor era correspondido. Laura miraba sobre su hombro todo el
tiempo, buscando a su madre. No quería pasar por otro momento incómodo como el
del día de ayer.
“No sé qué hacer Farfan, él me
completa.” Le dijo Laura. “Mi mamá quiere que busque a alguien mejor. Lo cual
es absurdo, porque José es un buen hombre.”
“Es difícil hacer cambiar de idea
a las personas, su mamá no es excepción.” Los novios se tomaban de las manos a
un lado de una de las entradas a la extensa finca.
“No se preocupen, jóvenes
amantes.” Le hizo una seña a Fadil, para que se acercara. “Mi amigo Fadil puede
hablar con la Naturaleza. Le puede preguntar dónde está cada persona en un
radio de un kilómetro, a veces más. Él sabrá si su mamá está cerca.”
“¿Y funciona? Es raro, no
recuerdo haberlo visto en el circo, ni a usted señor Farfan, y voy a Tempus
Fugit todo el tiempo.” Laura lo miró como si la hubiese insultado.
“¿Cómo pudiste hacer eso?”
“Todos los que trabajamos con
Silvestre Rodríguez vamos todo el tiempo.”
“¿Y tú crees que eso es bueno?
Silvestre es una mala persona, trató de matar a Farfan ayer, y los quiere fuera
del pueblo.”
“No estoy defendiendo a
Silvestre, sino a Tempus Fugit. No creo que haya otro circo como ese.”
“José, ¿puedo llamarte José?”
“Por supuesto señor.”
“Verás José,” Farfan tomó a José
del hombro, lo cual fue fácil porque Farfan medía más que él. Lo llevó,
agarrado de esa manera, hacia el camino polvoso que rodeaba la finca y señaló
hacia las estrellas “¿sabes qué quiere decir “Tempus fugit”?”
“No señor.”
“Quiere decir, el tiempo vuela.
El tiempo se nos escurre de las manos momento a momento. Estamos
irremediablemente infectados de una enfermedad llamada vida que, poco a poco,
se nos va y se disuelve para no volver jamás.” José siguió en silencio, mirando
las estrellas. “Es un circo para perder el tiempo, pero el tiempo ya se pierde
por sí mismo. Yo prefiero montar un
espectáculo que ofrece sueños y expande las mentes. No puedo darte más tiempo
del que ya tienes, nadie puede hacerlo, pero sí puedo motivarte para que
disfrutes más el poco tiempo que te queda.”
“Vaya, no lo había visto así.”
Farfan lo dejó ir, pero siguió en la misma pose, mirando a las estrellas.
Mientras que José seguía viendo hacia arriba Farfan tomó un pequeño petardo y
con la otra mano encendió la mecha.
“¿Y sabes qué más?”
“¿Qué, señor?”
“Mi experiencia me ha enseñado
algo,” se acercó a su rostro, como un conspirador “siempre deja las sorpresas
para el final.” Dejó caer el petardo justo antes de que estallara. José brinco
del susto y Farfan comenzó a reír.
“Está bien José, no creas que se
burla de ti. Farfan es un poco… raro.”
“Rápido, escóndanse.” Fadil
señaló hacia el camino oscuro. “Viene para acá, en auto. Alguien la está
llevando.”
“¿Dónde podemos escondernos?”
Preguntó Laura.
“Síganme.” José los llevó a
través de la entrada de la finca hacia la bodega. “Aquí estaremos bien.”
“Casi no hay lugar.” Los cuatro
estaban apretados entre cajas de madera. “¿Qué es todo eso?”
“Dice algo, no puedo leerlo…”
José busco un cerillo, Farfan lo detuvo gentilmente.
“No quieres hacer eso.” Las luces
del auto pasaron por la entrada y todos se agacharon lo más posible. A través
de las polvosas ventanas los faros del auto iluminaron las cajas.
“¿Qué decían?”
“No enciendas cerillos.” Dijo
Farfan. “Puedo ver en la oscuridad y las cajas que nos rodean, y sobre la que
Fadil está parado, son dinamita.”
“Deberíamos salir, entonces.”
Dijo Fadil, tratando de ver la caja sobre la que estaba parado.
“Ustedes no, estarán bien ahí.”
Dijo Farfan con una sonrisa antes de salir.
“Gracias por avisarme.” Se quejó
Fadil. Caminaron hacia el circo, cuando Fadil se detuvo y corrió hacia la
arboleda en la parte de atrás del circo. Sin lluvias, casi todos los árboles
estaban muertos, pero aún así ocultaban la luz de la luna con sus ramas.
“¿Qué ocurre?”
“Es algo de lo más extraño, se
siente como una ardilla, pero la Naturaleza no quiso decirme más nada, como si
estuviese bajo algún hechizo.”
“Es la ardilla.” Corrió y rebasó
a Fadil. Él podía hablar con la
Naturaleza y saber dónde estaba la ardilla, pero Farfan podía ver en la
oscuridad. “Ve por los demás.”
“Pero ya empezaron sus funciones,
de hecho también las nuestras.”
“Los que estén desocupados. Esto
es importante.” Vio a la ardilla corriendo de una rama a otra con tanta naturalidad
como si fuera mediodía. Se acercó a la ardilla cuando había dejado de correr y
se sentó frente a ella, mostrándole que no era ninguna amenaza.
“Por algo como esto… al diablo
con las funciones.” Dijo Niut. “¿Quieres que la trate de convencer?”
“Sí, Fadil no puede hacerlo.”
Niut dijo unas palabras y miró a la ardilla. No funcionaba.
“Déjenme intentar.” Dijo Lucetta.
Apareció de entre los árboles, sin duda no estaría sola, pero sus amigos
estaban ocultos por sus sombras. Farfan era el único que podía ver a través de
las sombras de Lucetta, ni siquiera las farolas más fuertes podían hacer eso.
Lucetta manipuló la oscuridad lentamente, tratando de llamar la atención de la
ardilla. Se sentó de rodillas en el suelo y esperó a que la ardilla se acercara
para lanzarse contra ella. La ardilla brincó a tiempo y regresó a una rama.
“Por favor, hazte a un lado.”
Dijo Polixenes “soy el hombre más rápido del mundo. Ciertamente, más rápido que
una simple ardilla.”
“¿Vas a aburrirla hasta la muerte
o vas a hacerlo?” Le retó Mukantagara. Polixenes se acercó lentamente, esperó a
que la ardilla abriera un poco su puño, revelando la pepita y movió la mano tan
rápido como pudo. No fue suficiente.
“Eres un chiste, y de los malos.”
Dijo Niut.
“Mira quién lo dice, tus palabritas
mágicas no sirvieron de nada tampoco.” Se acercó a Niut, con ademanes
amenazantes. Niut sonrió complacida, sin saberlo estaba entrando a una trampa.
Niut abrió la boca y dijo una palabra. Nadie pudo escucharla, pues estaba en
idioma angélico, era de treinta sílabas y utilizaba casi todas las 156 letras
básicas del goetia. Polixenes se sintió mareado, caminó de un lado a otro,
pálido por completo, hasta que se colapsó en el piso, gimiendo y afiebrado. “Es
el mantra de la momentánea omnipresencia, Polixenes está en todas partes a la
vez, y al mismo tiempo en ninguna. Eso lo mantendrá mareado por un tiempo.”
“Mi turno.” dijo Caphi. Apareció
de atrás de una piedra y trató de hipnotizar al animal, sin ningún éxito.
Montano, detrás de Caphi, le dio vida a hombrecillos de arcilla, para distraer
a la ardilla, pero sólo consiguió asustarla más.
“Es inútil, nadie puede hacerlo.”
“Ya agotaron sus intentos, me
toca a mí.” Dijo Farfan.
“No, ya pasó tu turno.” Dijo
Caphi. “Fuiste el primero.”
“No, Farfan no lo ha intentado,
lo justo es justo.” Dijo Mukantagara. Lucetta afirmó con la cabeza, dándole la
razón.
“Está bien.” Dijo Caphi.
“Vámonos, tenemos mejores cosas que hacer, de todas formas no lo conseguirá.”
“Dime que tienes un plan
infalible.” Dijo Fadil, cuando se fue la tropa del circo Tempus Fugit.
“No sé si infalible, pero es un
plan. Regresen a sus funciones, tanta gente asusta a la pobre ardilla. Me
quedaré aquí y esperaré a que la ardilla me tenga confianza.”
Se
retiraron y lo dejaron solo. Farfan se acomodó entre la hierba y abrió la palma
de la mano. Farfan era capaz de permanecer en una posición tan estática que sus
mismas moléculas dejaban de moverse, haciéndolo invisible, de manera que tenía
una paciencia absoluta para quedar quieto como una estatua. Al principio se
distraía con el ulular del viento, después con los sonidos del circo. Escuchó
risas y escuchó suspiros. Escuchó a su tropa interactuando con la gente y
escuchó a los amantes que se escondía detrás de las carpas. Lentamente fue
filtrando los sonidos, para mantenerse alerta, hasta que no escuchó nada. Los
pensamientos le distraían. Se encontró a sí mismo divagando, como era su
costumbre, y con la mente y la mirada lejos de la pepita que tan celosamente
cuidaba la ardilla. Pensamiento a pensamiento los fue bloqueando y triturando,
hasta que no pensó en nada. Inadvertidamente cayó en un estado de trance.
Incluso sus órganos internos fueron ralentizando sus acciones involuntarias.
Cuando el sol subió lo despertó Fukana de su trance.
“¿Farfan?” El detective místico
miró su la palma de su mano, no había pepita alguna. “¿Lograste pasar la
prueba?”
“Nunca había estado en un trance
tan completo, me quedé bloqueado del resto del mundo, no pensé que eso fuera
posible.”
Su
amigo Narrador de nuevo, ¿se habían olvidado de mí? Espero que no porque les
tengo muchas sorpresas más. ¿Les está gustando el mosaico hasta aquí? A estas
alturas espero que tengan bien identificados a los personajes y si no, pues no
se preocupen, regresen un par de hojas y refresquen su memoria. En estos días,
¿qué es más importante que la memoria? Sólo una cosa, las dudas y las
preguntas. Así es, ¿qué es una historia sin suspenso? No es nada. ¿Qué le
mereció a Sanjiv semejante castigo?, ¿qué tratos tienen Primitivo Zamora, el
capitán de Silvestre Rodríguez, y el escribano Julián Prieto con el circo
Tempus Fugit?, ¿cómo matas a una persona dos veces y qué clase de maldición ha
caído sobre Calpetun?, ¿Simza se quedará con el corazón de Lovro o se podrá
detener la boda a tiempo?, ¿cómo rescata Farfan al campamento mongol de una
guerra entre musulmanes y cristianos?, ¿quién tiene los dos pedazos del nombre
de la muerte?, ¿qué hará Farfan para ganarse el amor de la muerte en esta
competencia donde el ganador se lleva todo? Preguntas, preguntas y más
preguntas. ¿La mejor parte? Que las respuestas ya vienen en camino.
Pero
antes de regresar a nuestro mosaico me temo que tendremos que leer unas
palabras de nuestros patrocinadores. El banco transdimensional ha subido su
intereses y la economía no mejora. ¿Quién diría
que unas vacaciones atravesando los planos de la existencia conocida
serían tan caras? Es molesto, pero nos va mejor que a otros, he visto seis
páginas de comerciales en libros de cocina y tatuajes de corporaciones
galácticas en la cabeza de los morosos. Es una pausa breve, así que vayan al
baño y hablen con sus seres queridos, pero no tarden mucho, pues regresamos en
un pestañeo.
Las colonias mineras transplutonianas
reciben a miles de habitantes cada día. Son economías estables y lugares
seguros para tener una familia, pero ¿acaso no está cansado de abrir la
escotilla y encontrar vampiros galácticos hurgando en su basura? Aquí en
“respuestas sonares y más allá” creemos que esos problemáticos vampiros
deberían regresar a las minas de las que salieron, por eso presentamos el
increíble Gupta-78 el único emisor microondas que, no sólo le garantiza a usted
una recepción telefónica increíble, sino que emite una señal de alta frecuencia
que aleja a sus molestos vampiros. Pero no termina ahí, el Gupta-78 también
incluye el injerto nanotecnológico Gupta-6. El paquete completo incluye el set
fácil de usar para que realice el injerto sobre laringe de sus hijos e incluso
de sus mascotas. Con el Gupta-6 cada palabra es acompañada de la misma señal de
alta frecuencia que aleja a los vampiros. Todo esto por el increíble precio de
seis mil créditos. Recuerde, la seguridad de su familia no tiene precio. Llame
ya y aparte su kit completo Gupta-78.
Todos sabemos que desde que la
federación inter-galáctica de rutas comerciales anunció que seis de cien rutas
estaban infectadas por los vampiros galácticos viajar se ha hecho más caro.
Nadie quiere ser mordido por esos no-muertos espaciales, pero es necesario
mantener las rutas comerciales. Con esto en mente la corporación estelar Virta
ha anunciado que se separa de la federación y anuncia quince nuevas rutas.
¿Necesita transportar cien mil toneladas de Roaseas venusinas en tres días
estelares?, ¿qué tal un simple viaje de negocios a Neptuno o unas vacaciones a
Oberson-1? Entonces no lo dude más y conozca nuestra flotilla de paramilitares
altamente entrenados. Todos nuestros empleados se someten a exámenes diarios
para garantizar que no han sido infectados. Y recuerde nuestra póliza de
garantía: “Si usted o un ser querido es infectado por un vampiro galáctico, le
devolvemos su dinero en cómodos vales de despensa.”
¿Ha sido infectado por un vampiro
galáctico y cree que su vida entera se colapsa?, ¿está cansado de la propaganda
oficial que difama a esas pobres criaturas vampíricas?, ¿un ser querido ha sido
infectado de vampirismo y ahora lo esconde en el sótano, alimentándolo con
carne cruda, con tal de que el gobierno no lo mande a campos de concentración
para ser reducido a cenizas? Si la respuesta es sí a una o más de estas
preguntas, entonces contacte a la Asociación por la Protección de Vampiros y
otros seres parasitarios, la APVP. Contamos con consultoría legal y médica.
Quizás el vampirismo no tenga cura aún, pero sólo porque tiene colmillos
largos, no soporta la luz y requiere sangre para subsistir, no quiere decir que
no tenga derechos. No lo espere más y contacte con nosotros.
Y
estamos de regreso a nuestro mosaico. Más preguntas y más respuestas vienen en
camino. ¿Ya tienen una historia favorita? Quizás el misticismo hindú les
captura el corazón, quizás el amor gitano, quizás le celebración de la muerte
en medio de una revolución, quizás las pruebas de la muerte para conocer su
nombre y así dominarla. Sea la que sea, en este mosaico hay un poco de todo
para todos. Así que, no demoro más y vamos ahora al campamento mongol.
Mediodía del 21 Phalguna en el
Krita Yuga
Estaba
dicho que los arios azules pertenecían a Agni, el fuego. Estaba dicho que su
hogar era la luz. Estaba dicho que cada quien su dharma y el Universo seguiría
en su correcta proporción. El dharma de Sanjiv lo le llevaba a Abhilasha, y por
ello estaba dispuesto a romper con él. Abhilasha se casaría con su hermano, el
cruel Gopal. Estaba decidido. El corazón de Sanjiv ya no pertenecía a la luz,
sino a las tinieblas. Huyó a la selva buscando algo más que refugio. Buscaba
consejo. Si todo aquello en lo que creía le había traído tanto dolor, entonces,
razonó Sanjiv, buscaría en lo contrario de la luz, la oscuridad. Para ello
tenía que recorrer gran parte de la jungla, alejándose del divino Ganges, en
busca de la zona donde siempre era de noche.
Recorrió
las antiguas ruinas que se abrían paso entre las montañas. Escaló por árboles
tan grandes como los templos mismos. Escuchó a la Naturaleza carente de
humanidad, salvaje, letal, hermosa. Alcanzó un valle cubierto de maleza donde,
con cada paso que daba, la oscuridad ocasionada por las lianas y ramas se hacía
cada vez más pesada. Había llegado al territorio de Nisha, la noche. Desenvainó
su espada y esperó en silencio. A pocos pasos de él, donde la oscuridad era
total, alcanzó a ver una mano que emergía de las tinieblas y lo llamaba.
“Sal de ahí Nisha.” No hubo
respuesta. Sanjiv se acercó lentamente, espada en mano. Se detuvo a un paso de
la tiniebla más espesa que hubiera visto. No podía ver a Nisha, ni al suelo, ni
a los árboles. Pero sintió cuando la mano de Nisha lo jalaba hacia la
oscuridad.
“Sanjiv…” Saludó Nisha.
“Quiero hablar contigo.” Dijo
Sanjiv, cuando terminó de rodar por una colina hasta el suelo. Por un instante
dudó de tener abiertos los ojos, pues la oscuridad era más densa que con los
párpados cerrados.
“Sé porqué has venido, hijo de
Agni. Has llegado al camino del cual no hay retorno. ¿Por qué no haces pases
contigo mismo, por qué buscas la oscuridad en tu corazón?”
“Tú sabes porqué.” Sobre la cabeza de Sanjiv, a varios metros de
altura, las ramas se reacomodaron para dejar pasar luz.
“Abhilasha.” Nisha estaba apenas
vestida con un taparrabos. Su piel era pálida. Su cabello era largo y cubría
parte de su cuerpo. Sus uñas largas eran tan filosas como una espada. “¿Te das
cuenta que, por aprender de mí, todos te odiarán? Quizás incluso Abhilasha.”
“Lo entiendo Nisha. Quiero
entender.”
“¿Entender por qué hay día y hay
noche, por qué hay luz y hay sombras?” Las ramas sobre Sanjiv se cerraron y
regresó la oscuridad. Escuchó los pasos de Nisha hasta que estaba justo frente
a ella, pero no era capaz de verla. Sentía su respiración jadeante sobre su
cuerpo, era algo que nunca antes había sentido.
“Estoy en tus manos” Sintió un
dedo sobre su frente.
“¿Puedes ver la luz?”
“Pues…” Sanjiv pensó bien su
respuesta. “puedo ver.”
“Ves gracias a la luz, pero la
luz en si misma es invisible. La oscuridad también lo es.” Nisha apretó su dedo
y Sanjiv pudo ver con la misma claridad que si fuera de día.
“¿Cómo es posible que tú Nisha,
señora de la noche, sepas tales cosas de la luz?”
“Las sé porque conozco a su
contrario. Existo en el equilibrio, como todos, entre luz y oscuridad. Debes
entender que la oscuridad es como la luz, pero su inversa, ves en virtud de
ella pero ella misma es elusiva. Con la práctica te darás cuenta que, así como
la luz te permite ver ciertas cosas, te oculta otras que sólo pueden ser vistas
en la oscuridad.”
“¿Por qué tiene que haber un
equilibrio en el dharma?”
“Tú lo que quieres es el corazón
de Abhilasha, eso lo ganarás con tu karma.” Nisha le señaló una serpiente que
peleaba con un ave herida. El perico opuso resistencia, pero al final la
serpiente la rodeó y comenzó a comerla. “Existe un equilibrio delicado entre la
luz y la oscuridad, entre los iluminados y los olvidados, entre dharma y karma,
y si existiera más de cualquiera, incluso de la luz, acabaría con el universo.”
“No es justo.” Nisha sonrió y
rió. “El Universo no puede ser un rey
malvado y cruel que le rehúsa su mano a un débil perico que enfrenta a una
serpiente.”
“El Universo no es rey alguno, y
ésa es la verdad que sólo puedes entender cuando ves la luz y la oscuridad como tales. El Universo es una
canción, con sus altas y sus bajas, y no existe la justicia como tal, solo
quienes saben bailar y quiénes no.”
“Entonces el Universo es
dualidad, entre sonido y silencio, entre ritmo y caos.”
“Una dualidad que debe
mantenerse, pues de eso viven los dioses. Por esta razón ellos no son duales,
nunca proyectan sombra, son lo que son. Pero hasta los dioses morirán algún
día. Incluso con extraños eones, hasta la muerte puede morir.”
“Una canción, de un yuga a otro,
hasta que todo termine y todo empiece.”
“Muy bien Sanjiv, ya vas
entendiendo.”
“¿Y Abhilasha?”
“Paciencia aprendiz, paciencia.
Todo a su tiempo, ¿qué es una canción sino historia plasmada en el tiempo?
Tiempo es todo lo que tienes.”
“Espera un momento,” dijo Sanjiv,
cuando su mente se liberó y encontró un mundo nuevo frente a sus ojos “si los
mortales ven en virtud de la luz, pero no ven la luz, ¿no podría decirse lo
mismo del tiempo?”
“Muy bien aprendiz,” Nisha
comenzó a bailar “aprenderás mucho conmigo y, cuando acabes, tú le darás fin a
una era.”
2 Noviembre 1911 10pm
Farfan
siguió a Laura por el camino de tierra en la completa oscuridad. Laura cargaba
con una débil vela, mientras que Farfan no necesitaba ayuda para ver en la
oscuridad. Farfan sabía que la razón por la que Laura Trillo quería escapar de
Calpetun como parte de su tropa, se debía a cuestiones amorosas. Laura le
condujo hasta la hacienda recuperada por Silvestre Rodríguez en los primeros
meses de la revolución, cuando llegó a Calpetun con Canuto Ríos. La hacienda
era la principal fuente de trabajo en el pueblo, pero los salarios eran tan
bajos que los patrones les pagaban con herramientas,
tequila y camisas. Canuto Ríos prohibió las tiendas de raya y reorganizó la
hacienda. En realidad su idea de reorganización no había llegado muy lejos,
según le explicaron a Farfan le dio todo a Silvestre Rodríguez para que la
administrara a su antojo.
El
acceso trasero, a un lado de las bodegas, estaba cerrado. Laura golpeó la
puerta con mucho cuidado y alguien desde adentro la abrió. Farfan pudo ver al
amante de Laura, José Méndez. Dejaron la puerta abierta cuando desaparecieron
en busca de un lugar solitario. Farfan entró a la hacienda y se sorprendió de
su tamaño. Eran varias hectáreas dentro de las murallas, muchas más fuera de
las murallas. No había manera de saber qué habían cultivado en esas hectáreas,
pero ahora había hongos. Distinguió a varias personas, casi todos trabajadores
y muy pocos soldados, manteniendo húmedos los hongos y recogiendo sus
herramientas para irse.
“No eres bienvenido aquí.”
“Sólo un chamán podría ser
invisible para mí.” Farfan se dio la vuelta para encontrarse a Silvestre detrás
de él, con las manos reposando sobre sus pistolas.
“¿Revólveres? Un poco… bruto para
un chamán de su categoría.” Silvestre le apuntó con el segundo y cuarto dedo y
comenzó a caminar hacia atrás, murmurando hechizos. Farfan realizó la danza
yaqui del caballo, galopando para delante y para atrás, simulando tener un arco
y dando pequeños gritos con el estómago.
“Quizás sepas algunas cosas, pero
te metiste con la persona equivocada.” Con un cuchillo se cortó parte del brazo
y, apuntándole con los pulgares, agitó los brazos tirando sangre a toda parte.
Farfan siguió danzando, sabiendo que los yaquis sabían que la existencia era
una canción. Sostuvieron miradas por tanto tiempo que Farfan le parecía ver,
sobre el rostro de Silvestre, una máscara de calavera con inscripciones
sangrientas. Farfan sabía que era poderoso, pero aún tenía varios ases bajo la
manga. La magia de Silvestre era chamánica, poderosa y gutural, en contacto con
la Naturaleza, mientras que Farfan había aprendido magia por todas partes.
“¿Eso es todo lo que tienes
Silvestre, ilusiones ópticas?” El chamán se enojó y caminó en ciclullas
alrededor de él, haciendo gestos y señalándole con gestos de la mano.
“Conozco los cien dioses de la
tortura Farfan, veamos qué tal te sentiría una invocación.” Farfan se levantó
en un pie y comenzó a hacer mudras con los dedos y graznar como un pájaro.
“¿Pichones y palomas es todo lo que tienes para una eternidad de tortura?”
“Pichones y palomas ciegas.”
Corrigió Farfan. Las aves volaron sobre ellos yendo de un lugar a otro,
alocadas y veloces. Silvestre sonrió, la invocación estaba a punto de acabar,
cuando se paró sobre sus manos y llamó a los dioses a que brotaran de la tierra
y capturaran a Farfan. El detective místico sonrió, podía sentir que la tierra
bajo sus pies, y bajo los hongos alucinógenos, temblaba pero sabía que el
chamán necesitaba de una concentración intensa. Las aves, en su revoloteo
desesperado, chocaron contra las campanas de la hacienda. El ruido fue tan
salvaje y súbito que el chamán perdió la concentración y se cayó al suelo.
“No puede ser.” Farfan se paró a
su lado y sonrió “nunca había perdido.”
“Son los pequeños detalles los
que cuentan, don Silvestre.”
“¿Qué está pasando aquí?” El
grito los tomó por sorpresa a ambos. Farfan volteó y vio a Fernanda, la madre
de Laura, jalando del cabello a su hija, quien solo tenía una sábana por todo
vestido. José corría detrás de ella, tratando de explicarse, pero era inútil.
“Parece que, al final, yo gané.”
“Nunca hay un final, don
Silvestre, nunca.”
15 Septiembre 1241 2 pm
Florica
había tenido suficiente. Simza trataba de convencer a Lovro de no volver a ver
a su amiga de la infancia. Farfan trató de calmarla, diciéndole que esa era
señal que Lovro aún la amaba y Simza temía por ello. No fue suficiente.
Florica, con fuego en la sangre, había salido a buscarle. Farfan y Monito la
buscaron por todas partes. Recorrieron el campamento mongol y se internaron
entre las carrozas de madera de los gitanos, pero no las encontraban por
ninguna parte.
“Están al oeste.” Les dijo una
anciana gitana antes que pudieran preguntar. La anciana, que Farfan calculaba
tenía más de un siglo, vestía con faldas coloridas y blusas con muchos
collares.
Simza
y Florica se encontraban entre los pocos árboles de la estepa. Caminaban en
círculos, como tigresas a punto de atacar, cada una con un cuchillo. Florica
vestía de verde y azul, con un humilde paliacate sobre la cabeza y sus pulseras
de cobre. Simza era el completo opuesto, tenía docenas de monedas de oro
colgando de sus cinturones de cuero y paliacates, así como anillos en cada
dedo. El atuendo de Simza era más atrevido, mostrando parte de los pechos y su
esbelta figura. Nada de eso importaba, sabía Farfan, lo único que importaba en
ese momento era quién era mejor con el cuchillo. Una pregunta que Farfan no
quiso ver contestada. Le dio una señal a Monito para que se interpusiera entre
ambas y comenzara a bailar, tratando de apagar la mecha.
“Florica, esto no soluciona
nada.” La tomó del brazo, pero Florica no cejaba.
“Déjame en paz, me prometiste a
Lovro y hasta ahora no me has dado nada.”
“¿Y crees que si le cortas la
garganta a su prometida él regresará a tus brazos?” Florica lo vio con una
intensidad feroz. “Esto no acaba aún.”
“Pero muy pronto.” Dijo Simza.
Florica trató de zafarse de Farfan, pero era tarde, la empujaba a un lado. A lo
lejos vio a Akila, quien galopaba desesperado hacia ellos.
“¡Farfan!” Gritaba Akila “es hoy,
¿no lo recuerdas?”
“¿Qué cosa?”
“El capitán Arik muere hoy mismo.
Tenemos que encontrarlo.” Farfan sopesó sus opciones, seguir a su amigo y dejar
que su amiga peleara hasta la muerte, o ayudar a Florica aún si no encontraban
la manera de salvar a Arik.
“Es todo un conflicto.” Florica
le preguntó a Arik qué pasaba y él le explicó. “¿Qué hacer? Hoy muere alguien,
mi amigo el capitán mongol o Florica o Simza.”
“Ve por Arik, sé cuidarme sola.
Puedo hacerlo.”
“Akila, adelántate. Encuentra al
capitán y sálvalo.”
“Pero Farfan, es tu amigo, ¿no lo
quieres salvar?”
“Tú también eres mi amiga, además
que hay cosas que están escritas en los cielos y nadie puede cambiar.” Florica
estaba más tranquila. Simza le gritaba a Monito, quien había logrado quitarle
el cuchillo y corría en círculos alrededor de ella, demasiado rápido para ser
atrapado.
“¿Y la boda? Dicen que se
efectuará mañana, ¿está escrito en las estrellas?”
“Déjame contarte una historia
real, no recuerdo cuándo me pasó. Un joven quería pasar un río bastante ancho y
peligroso, yo estaba meditando en la otra orilla. El joven llama mi atención a
gritos y pedradas. El ruido del agua me impide entender lo que quería, así que
el joven escribe una nota en una piedra y la lanza a mi lado. La nota decía:
¿cómo puedo pasar a la otra orilla? Así que escribí la respuesta en otra piedra
y la lancé de regreso.”
“¿Y qué decía?”
“La nota en la piedra decía: Hijo
mío, ya estás en la otra orilla.” Florica se relajó y sonrió al escucharlo.
Aunque el fuego no abandonaba su corazón, ya no odiaba a Farfan. “O quizás fue
al revés, y yo lancé la piedra tratando de cruzar. No lo recuerdo. De todos
modos, funciona.”
“Otra de tus historias que no son
reales, aún así me divirtió.”
“¿No es real?, ¿historia mentira?
Lo falso es demasiado odiado, como si los no-iniciados tuvieran idea de lo que
la verdad es. No descartes nada Florica, prueba de todo, piensa de todo y
decide por ti misma.” Akila regresaba a caballo.
“Su amigo, no está feliz.”
“No, no lo está. Mi amigo ha
muerto.”
Amanecer del 21 Phalguna en el
Krita Yuga
Gopal
no disfrutaba enseñándoles a los mortales los secretos del yoga, pero no tenía
otra opción, era su dharma. Los mortales siempre estaban repletos de preguntas
y todo querían saber. Gopal se limitaba a decir “porque lo digo yo, obedezcan
no pregunten”. Dapti le había llamado la atención una vez, y una vez era
suficiente. Si iba a casarse con Abhilasha necesitaba contar con la aprobación
de su maestro, y si eso significaba mostrar más paciencia a los mortales,
entonces eso haría. Los mortales lo bombardearon con preguntas, sobre el karma,
el dharma, la naturaleza de Agni, el Soma y Gopal trató de explicarse lo más
posible. La verdad era que Gopal tampoco lo tenía bien claro, él sólo seguía
órdenes. Si sus superiores le decían que el Soma era la bebida de los dioses,
entonces así era, y no necesitaba saber de qué estaba hecha. Pasó un tiempo,
mientras el sol salía sobre el Ganges, entre docenas de gurús y religiosos que
se bañaban en el río, tratando de explicar el karma y el dharma.
“Karma es acción, es el ciclo de
Samsara, de causa y efecto. Todo lo que hacemos tiene ramificaciones invisibles
que dan forma al futuro. Para ustedes mortales, todo cuanto les pase es fruto
de su karma. Están atados a su karma, reencarnarán para siempre hasta que
aprendan a actuar sin actuar, a no ambicionar el fruto de sus actos.” Alguien
detrás de Gopal aplaudió.
“Gopal, ¿dónde habías escondido
esa sabiduría?” Era Abhilasha. Gopal sonrió nerviosamente y no supo qué
contestar. Sus alumnos dejaron a su maestro y meditaron sobre el muelle sobre
el Ganges cubierto del oro del sol.
“Abhilasha, es un honor tenerte
aquí.” Caminaron juntos sobre los muelles de madera y subieron a la estructura
de piedra, una cabeza de Brahman construida en la orilla, donde muchísimos
fieles hacían sus rituales matutinos.
“Es bueno ver que enseñas a los
mortales, y no solo los escarmientas.” Gopal se avergonzó. Deseaba tanto a
Abhilasha que su corazón se achicaba cada vez que ella no sentía admiración por
él. “Por un momento pensé que te gustaba más ser guerrero que maestro.”
“Cada quien sigue su dharma, yo
soy guerrero. Aún así, para honrar a mi maestro y a mi… querida amiga, hago
todo mi esfuerzo en ser compasivo con los mortales. Como tú.”
“Eso es muy loable Gopal.”
“Tú me has enseñado bien.”
Abhilasha lo miró sin decir nada. Gopal quería lanzarse a ella y besarle, pero
se contuvo. “¿Has venido a buscar lotos del Ganges?”
“Sí, pero también buscaba a
Sanjiv, ¿lo has visto por alguna parte?”
“No.” Cortó Gopal. “¿Te puedo sugerir
algo, Abhilasha? Aléjate de Sanjiv, él es peligroso. Mi hermano es guerrero,
como yo, pero no sigue su dharma. Es como una carreta de ruedas torcidas, va de
un lado a otro hasta estrellarse en un árbol. Sanjiv busca que los mortales
tengan una buena opinión de él, que lo alaben por su rectitud, pero un guerrero
no necesita de la visión de otros, sólo necesita de su propia rectitud para ser
humilde.”
“Hay algo que no ves en tu
hermano.” Abhilasha se agachó para recoger las frágiles flores que crecían,
como hierbas malas, entre las lozas de la estatua de Brahman. “Tiene un corazón
compasivo, quizás demasiado compasivo.”
“Así es, demasiado compasivo. Mi
corazón es balanceado, ¿acaso el balance no es mejor que el desequilibrio?” Era
una pregunta tramposa, pero Abhilasha no tenía otra opción más que estar de
acuerdo con Gopal. Se miraron en silencio unos segundos, hasta que Gopal
escuchó el nombre de Sanjiv de boca de un par de arios que murmuraban entre
ellos antes de entrar al Ganges. Gopal los tomó de los brazos y los agitó un
par de veces, obligándoles a compartir su secreto.
“Gopal, ten cuidado con esos
mortales.”
“Está bien, está bien,” decían
los mortales “es que vimos al maestro Sanjiv anoche, en la villa.”
“Sanjiv…” Murmuró Gopal “has
llegado demasiado lejos.”
“¿Están seguros?” Preguntó
Abhilasha.
“¿Lo ves? Ha llegado demasiado
lejos. Le cortarán la cabeza por esto.”
Gopal
echó a correr y Abhilasha lo siguió. Gopal buscaba a su maestro, pero no lo
encontraba en el mercado. Kapi, quien compraba fruta para sus discípulos, vio
que Gopal iba de un lado a otro, con una mano en la espada y la otra en la
muñeca de Abhilasha. Decidió seguirlos hasta que dieron con Anandi. Kapi les
cortó el camino, pues sabía que era mejor que hablaran primero con Anandi, la
esposa del maestro, ya que su corazón era más suave.
“Ha llegado demasiado lejos, la
pena es la muerte.” Gopal acariciaba sus collares de esmeraldas y diamantes y
hablaba con el pecho hinchado.
“Sanjiv es tu hermano, ¿le deseas
la muerte?” Anandi no era tonta, sabía tanto de leyes sagradas como su marido,
aunque por ser mujer no tenía derecho a ejercerlas. “Está prohibido matar a tus
familiares, un guerrero como tú debería saberlo.”
“¿Cómo saben que esos arios
decían la verdad?” Añadió Kapi.
“Tú eres su mejor amigo Kapi,”
dijo Gopal “con toda certeza tú estabas ahí.”
“¿Qué es lo que ocurre?” El
maestro Dapti, acompañado de Sanjiv, los alcanzaron en medio del mercado. Gopal
se explicó frente a su maestro.
“Son mentiras,” dijo Abhilasha
“¿verdad Sanjiv?”
“Piensa lo que dirás a
continuación,” le amenazó el maestro guardián del templo “mentirme es también
un delito, tan grave como congeniar con los mortales, arios o de otra casta.”
“Es cierto, pero fui solo. Kapi
trató de detenerme, pero no le hice caso.” Kapi ocultó el rostro bajo sus
manos, sabiendo que su mejor amigo acababa de cometer el peor error de su vida.
“Estamos aquí para ayudar a los mortales, si nos alejamos de ellos sólo les
daremos más motivos para que nos odien y se rebelen en nuestra contra. Abhilasha,
¿acaso no es cierto que, por ley divina, somos sus maestros primero y
protectores después?”
“Sanjiv,” dijo Abhilasha luego de
respirar profundo y mirar a todos a los ojos “lo que hiciste estuvo mal y debes
pagar el precio. Tu maestro es compasivo, como lo es tu hermano, seguramente
tendrán eso en cuenta cuando dicten su sentencia.”
“Abhilasha,” dijo Sanjiv “¿no te
das cuenta de lo que ocurre aquí? Si me amaras tanto como mi corazón sueña, me
habrías defendido.”
“Sanjiv, perdóname.” Los ojos de
Abhilasha se llenaron de lágrimas.
“Anandi, por favor disuade la
furia de tu marido.” Le urgía Kapi. Anandi le susurró algunas palabras, pero la
expresión dura y salvaje de Dapti no cambió.
“La pena es muerte.” Sanjiv dejó
que su maestro se acercara para empujarlo contra Gopal. Dapti cayó al suelo,
pero Gopal se levantó de inmediato y, con la mano en la espada, se lanzó en su
persecución. Kapi se lanzó contra Gopal, para frenarlo y Abhilasha forcejeó con
su brazo para que Sanjiv pudiera tener la mayor cantidad de espacio posible
para empezar.
“Dapti, por favor.” Anandi detuvo
a su marido. Sanjiv desapareció en la selva. El maestro desistió, pero Gopal
quería correr tras él. Finalmente, Dapti le detuvo con un gesto.
“No tiene adónde ir Gopal, no
puede regresar.”
29 Octubre 1911 9am
Anclaron
el circo temprano en la mañana haciendo un perímetro con sal. Farfan escaló
sobre su carreta de madera y contempló el pueblo de Calpetun. Polvoso, pequeño,
aburrido pero por alguna razón sumamente mágico. Los operarios comenzaron a
armar el circo, mientras que Monito hacía café y Farfan buscaba los libros de
filosofía de su gato Horemheb. Abrió cinco libros y dejó a su gato leyendo,
Monito estaba entrenado para cambiar la hoja cada vez que el gato maullara.
“¿Dónde diablos estamos ahora?”
Preguntó Niut. Salió de su carroza en una bata de baño y bostezando.
“Calpetun.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?”
“Cerca de Ciudad Juárez.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?”
“En México.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?”
Farfan comenzó a reír.
“No te preocupes Niut, tengo un
buen presentimiento.”
“Malas noticias.” Fadil los
alcanzó corriendo.
“Ese presentimiento duró poco.”
Se burló Niut.
“El circo Tempus Fugit llegó aquí
anoche.”
“Me lo imaginé.” Respondió
Farfan, entre sorbidos de café.
“Y uno de ellos está aquí, entró
al perímetro antes de que se terminara de anclar el circo. Es Montano.” Fadil
señaló hacia una de las carpas a medio armar. Se acercaron en silencio,
pensando que Montano estaría robando algo, pero los tres se detuvieron en seco
al escuchar la voz de Fukana.
“No hay nada que nadie pueda
hacer.” Decía Fukana. “Ni Farfan, ni Niut, y estoy seguro que tampoco Caphi.”
“Te entiendo, no creas que no, y
tienes razón, Caphi no podría ayudarte.” Decía Montano. “No te voy a mentir,
quiero ser tu amigo, y los amigos no hacen eso. Caphi sólo podría ayudarte si
tu ceguera fuera algo auto-inducido.”
“No es eso, créeme. ¿Sabes lo
inútil que me siento? No puedo montar a caballo, me tropiezo todo el tiempo, no
reconozco rostros, es como estar ciega, pero peor porque tienes un pelo de
esperanza.” Montano colocó un hombrecillo de arcilla en el suelo y lo tocó. El
homúnculo caminó en círculos tratando de tener una idea de dónde está.
“Yo pensé que yo era bueno, pero
luego de ver tus maquetas y estatuas, nadie es mejor que tú. Tu sentido de tridimensionalidad del espacio no tiene
comparación.”
“Sí, bueno, lástima que eso no me
permite ver detalles.”
“Sólo hay alguien que podría
ayudarte, pero no está en ninguno de los dos circos.”
“No importa, vamos hasta donde
sea. Estoy segura que puedo convencer a Farfan.”
“No es tan fácil. La única
persona que te puede ayudar es la muerte. Quien conozca su nombre real puede
obligarla a realizar cualquier número de milagros.”
“¿Tú crees? Farfan no tiene
ninguna pieza, no que te las daría si las tuviera, perdóname pero no confío en
Caphi.”
“No, te entiendo, yo haría lo
mismo. Te puedo asegurar esto, si Caphi se las queda, le pido que te ayude. No
creo que tenga problemas para eso. Pero tampoco sé si Caphi tiene las piezas,
nadie sabe nada. Quizás Caphi no nos diría, pero ¿y en tu circo?”
“Buena pregunta.” Niut empujó la
carpa y entraron.
“Vete de aquí Montano, sabes las
reglas.”
“Sólo quiero ser su amigo, somos
dos artistas.” Niut nombró el mantra del viento y Montano entendió la indirecta.
“No es justo, no me pueden espiar
así como así.” Farfan trató de explicarle que no podía confiar en nadie del
circo Tempus Fugit, pero sabía que no serviría para nada. De hecho, él no
quería correr a Montano.
“Si Fukana y Montano se ven
afuera del circo, no los molesten.” Niut iba a protestar, pero Farfan le detuvo.
“Ella necesita amigos, no hay nada malo en eso.”
“Tú y tus presentimientos
Farfan.”
“Farfan, se acerca una persona,
está armada y viene a caballo.” Dijo Fadil.
“Reitero, tus presentimientos
solo me ponen más nerviosa.”
“Calma Niut, ¿qué es lo peor que
puede pasar en un pueblo tan tranquilo como Calpetun.”
El
jinete era Emil Lewis Jackson. Farfan se presentó, con todo y confeti y lo
invitó a comer algo en el comedor de los operarios. Emil le explicó que tendría
que pagar impuesto, que el país estaba en una sangrienta revolución y que si su
circo no ayudaba a la gente y sólo les quitaba el dinero, habrían problemas.
“He pasado por esto antes, no es
problema.” Dijo Farfan. “¿A quién le debo pagar?”
“Este pueblo fue tomado por el
caudillo Canuto Ríos poco después de que peleara en la toma de Ciudad Juárez.
Canuto tiene una mano derecha….”
“Y una izquierda me imagino, pero
hablemos de sus capitanes.”
“A eso voy, no me deja terminar.
Su capitán es Silvestre Rodríguez, él ha recuperado la hacienda donde se
explotaba al proletariado de Calpetun. La mano… es decir, el más cercano a
Silvestre es Primitivo Zamora.”
“¿Y usted?”
“Yo soy mercenario, me dicen el
gringo, por obvias razones. ¿Y qué hay de usted, qué hace aquí?”
“Desde hace tiempo siento
curiosidad por la muerte mexicana.”
“La catrina, sí. Es fascinante.
Estos mexicanos tienen su sentido del humor. Pueden matarse entre ellos con
toda facilidad, pero cuando se trata de la muerte le cantan y hacen rimas. Se
llaman calaveras.” Farfan vio, a lo lejos, un niños que cargaba con una catrina
hecha de cartón. “Es una cultura muy curiosa. Como dice el dicho, el muerto a
la sepultura y el vivo a la travesura.”
“Fascinante. La muerte es mi…
tema favorito. Distintas culturas tienen distintas muertas, pero pocas ella
sonríen como la catrina.” Vio al niño tratando de colgar la Catrina, como no
alcanzaba le ayudó un soldado. Le pareció colorido, aunque tenía que admitir
que faltaba pintura en el pueblo.
“Es algo de identidad, en México
hay dos verdades absolutas, la primera es que al vivo todo le falta y al muerto
todo le sobra, y la segunda es que muerto el perro se acabó la rabia.”
“Increíble.” Uno de los operarios
se acercó a la mesa de Farfan, le dolía el estómago.
“Revisé entre las cosas, nos
hacen falta medicinas y rápido.”
“Tú no te ves muy bien. Emil,
¿hay un doctor en el pueblo?”
“Sí, pregunta por Natividad, así
se llama. Es el mejor doctor… el único doctor.”
“¿Dónde lo encuentro?”
“Es primo de Primitivo Zamora,
así que seguro anda pegado a él. Pregunta en el bar.”
“Ah,” interrumpió Farfan “hazme
un favor, dile a tus muchachos que regalen toda la pintura que nos sobra. Este
pueblo necesita una pintada.”
“Gracias por el regalo.” Dijo el
gringo. “Se lo agradecerán mucho. Es de sabios ser indulgente con los
caudillos. No vaya a ser que se les enoje y le digan que para morir nacemos.”
“Para morir nacemos” repitió
Farfan con cuidado y con una sonrisa en los labios. Se acarició la barba
mientras lo repetía una vez más. “Para morir nacemos. Qué cierto es eso.”
“Me tengo que ir, pero si quiere
búsqueme en el pueblo, pregunte por el gringo y seguimos platicando. Quédese al
día de muertos, le gustará mucho.”
“Estoy seguro que sí.” En cuanto
el gringo desapareció entre las carpas salió una joven con mirada nerviosa. Era
esbelta, con los ojos grandes y el pelo recogido.
“¿Usted es el dueño de este
lugar?”
“Sí, así es. ¿Quién es usted?”
“Mi nombre es Laura Trillo y
quiero acompañarlos en el circo. Puedo cargar cosas, puedo animar a la gente,
contar boletos, vender manzanas, lo que quieran.”
“¿Y por qué harías eso?”
“Tengo que escapar de mi casa, de
mi mamá.”
“Bueno, pues ¿de tu casa o de tu
madre?”
“De las dos.”
“¿Tan fea es tu casa?”
“¿Qué? No, ¿de qué habla?”
“¿No bastaría con una manita de
pintura para que deje de ser tan fea?”
“¿Mi mamá o mi casa?”
“Cualquiera de las dos. Quién
sabe, quizás las dos.”
“¿De qué estamos hablando?”
“¿Yo cómo voy a saber, si usted
empezó?”
“¿Yo empecé?” Laura se quedó
callada un momento, mientras Farfan se terminaba su café. Le ofreció una taza
caliente con una infusión extraña. “¿Qué es esto? Sabe horrible.”
“Es bueno para los nervios. Es
una hierba que crece en las montañas chinas.”
“Prefiero el café, gracias.”
Farfan le reemplazó la taza.
“¿Sabes cómo se descubrió el
café? Muy semejante a la naturaleza de tu problema, cualquiera que sea, fueron
las cabras. Los granjeros notaron que, después de comer ciertos arbustos las
cabras se ponían como locas. El fruto que comían era café y los cuidadores lo
disolvían en agua para beberlo.” Farfan la miró como si acabase de descubrir el
hilo negro.
“¿Cómo me ayuda a mí?, ¿quiere
que compre una cabra?”
“Es cosa de esperar y ver de qué
arbusto comes que te ha puesto tan nerviosa. De todas formas nosotros acabamos
de llegar, si quieres venir con nosotros lo puedes hacer, pero faltan muchos
días.” Laura estuvo de acuerdo, pero una duda le pasó por la cabeza como un
flechazo.
“¿Así se descubrió el café?”
“Sí.”
“¿En serio?”
“Qué sé yo, puede ser y eso es lo
único que importa, si puede ser, entonces lo es en alguna parte de este loco
mundo.”
Acompañó a Laura hasta
la salida. Ella estaba tan confundida que no dijo nada. Farfan regresó a su
carro de madera, donde Horemheb devoraba los libros de filosofía oriental
mientras que Monito fumaba y se quitaba las pulgas de su pelaje. Farfan
encendió el fuego de la pequeña cocineta para calentarse más café cuando notó
que la flama era verde como las esmeraldas. Su presentimiento era el correcto,
pese a lo que pensara Niut.
“Farfan,” era la voz de su amada.
Farfan hincó sus viejas rodillas y miró al fuego de cerca. “Ha llegado el
momento para una tercer prueba. ¿Estás listo mi amado?”
“No te fallaré, amada mía. Dime
por favor, ¿qué otra cualidad debe tener el hombre que se robe tu corazón?” Vio
a la muerte danzando en las llamas y riendo.
“El hombre que se gane mi corazón
debe saber hacerme reír. El humor aligera el corazón, y un corazón pesado no
sabe bailar. Hay un elefante, está muy cerca, quien lo haga reír se llevará la
tercera parte de mi nombre eterno.”
“Yo puedo hacerlo, ya lo verás
amada mía.”
“Confío en ti, mi amor. No
olvides que debes darte prisa, tendrás mucha competencia.”
Para
cuando salió de sus habitaciones ya toda la tropa había tenido una visión
semejante. Salieron disparados a caballo en busca del elefante. Fadil y Farfan
pasaron por el pueblo, donde los niños ayudaban a las ancianas a pintar sus
hogares con colores brillantes. Encontraron al elefante cerca de los
sembradíos, comiendo pacientemente y rodeado de la tropa del circo Tempus
Fugit.
“De nuevo llegamos primero.” Se
burló Polixenes.
“¿Y eso de qué te sirve si no lo
haces reír?” Preguntó Fadil.
“A ver, somos demasiados.” Dijo
Caphi. “¿Sistema de honor?”
“Ustedes no tienen honor.”
Respondió Akila.
“Cállate niño.” Se burló
Antigonus. “Antes que te borre la memoria.”
“Calma, calma.” Urgió Farfan.
“Caphi tiene razón, sistema de honor. Uno por uno.”
“Pero nosotros llegamos primero.”
Dijo Antigonus. Trató de hacerlo reír con muecas y caras, pero no pudo.
“Mukantagara,” dijo Farfan.
“trata con tu música.”
“Será un placer.” Mukantagara
tocó su violín y bailó con toda la intensidad que pudo e incluso los insectos
bailaron con él, pero el elefante apenas y lo vio.
“Me toca.” Dijo Caphi. Se acercó
al elefante, lo miró a centímetros de sus ojos y trató de hipnotizarlo, pero lo
único que logró que estornudara.
“Creo que lo tengo.” Dijo Niut.
“No, no” dijo Caphi “momento, que
aquí no ha pasado Farfan. Así pasó la última vez, nos engañó vilmente. Le toca
a Farfan.”
“Bueno, pues a ver.” Monito y
Farfan bailaron juntos, hicieron muecas, fingieron que se caían y tropezaban,
pero no lograron nada.
Uno
a uno fueron pasando, pero nadie lo consiguió. Llegando a un empate las dos
partes se retiraron, para planear una mejor estrategia. No sabían con cuanto
tiempo contaban, ni si era posible que un paquidermo riera, pero querían darse
prisa. Niut trataba de asustar a Farfan, pero él se limitaba a decir “no me
recrimino nada, no tendría sentido. Tengo toda una eternidad para hacerlo,
después de todo la música no se para y todo sigue y sigue.” Niut no compartía
su entusiasmo. Al caer el sol el elefante caminó, parsimoniosamente, hacia una
arboleda por donde corría un riachuelo. Las dos tropas estaban cerca, aunque
ninguna quería admitirlo. Fadil podía saber la ubicación de cada uno de ellos
en un amplio rango, pero aún así todos fingían. Acamparon y fueron tomando
turnos entre ellos, pero nadie conseguía que el animal se riera. Finalmente,
cuando todos estaban dormidos, Farfan dormitaba cerca del elefante. Luchaba
para quedarse despierto, pero sus párpados eran pesados. Cerró los ojos y, lo
siguiente que supo era que el elefante reía. Lo escuchó como en un eco. Corrió
al paquidermo, pero ya no estaba.
Amanecer del 22 Phalguna en el
Krita Yuga
Los
murmullos recorrieron las villas como un incendio fuera de control. Se sabía.
Era el fin. En la oscuridad ante de la madrugada fueron muchos los que creyeron
que el sol no saldría. De la espesa jungla salieron Kapi, Sanjiv y Abhilasha. Sus
rostros no estaban pintados. Sus cuerpos no estaban vestidos. Emergieron de la
selva como si ésta se corporizara en esos tres. Los arios, mortales y azules,
sabían que era el final. Finalmente había pasado, su amor había traído fin a la
era de los dioses.
Abhilasha
había encontrado a Sanjiv gracias a Kapi. Nisha había sonreído “eres libre
Sanjiv, no por tenerla, sino por desearla.” Habían violado todas las leyes,
pero ahora veían la luz con tanta claridad como podían ver la oscuridad.
Caminaron hacia el templo mayor, dentro del cual se encontraba la mortaja tras
la que se ocultaban los dioses. Llegaron a la cima y se tomaron un momento para
mirar hacia abajo. Los mortales, hincados, rogaban por misericordia. Los arios
los alentaban. El sol salió y brilló en sus pieles azules. Los mortales
entendieron, no era el fin de su mundo, sólo el fin de los dioses.
El
templo tenía la forma de los tres rostros de Brahman y sobresalía cientos de
metros por encima de la selva. La puerta estaba cerrada, el maestro Dapti la
había cerrado. Empujaron la puerta como si fuera de papel hasta hacerla
reventar. Los monaguillos empujaron los pesados troncos sostenidos en cadenas
para hacer sonar las campanas y los platillos. Estaba escrito en las estrellas
que ese día llegaría, pero nadie esperaba que el amor de Sanjiv pudiera hacer
eso.
“Han visto a Nisha, impuros.”
Dijo Dapti. “Su conocimiento son mentiras. Ésta es la única realidad que deben
conocer.” Dijo, señalando al fuego de Agni que ardía con fuerza sobre una pira de
oro y plata. “¿Se dan cuenta que han traído las tinieblas?”
“Las tinieblas siempre han estado
aquí.” Sanjiv señaló a los rincones del gigantesco templo que siempre estaban
oscuros. “Negarlo no sirve de nada.”
“Los mortales nos necesitan
Sanjiv, tú mismo lo has dicho. Si nosotros no contamos la historia Universal,
¿quién lo hará? Si nadie la relata todo acabará.”
“Los mortales también pueden
contar historias, pero sólo si son libres.” Dapti se lanzó contra él, con su
cuchillo sobre su cabeza. Kapi lo detuvo a centímetros de matar a Sanjiv.
“Contarán mentiras, habrá
confusión. Habrá dualidad.” Soltó el cuchillo y se hincó en el suelo
aferrándose a las piernas de Abhilasha. “Por favor, Abhilasha tú que eres la
más sabia de los tres. ¿Es que no ven que la dualidad cubrirá al mundo si
nosotros no estamos aquí para decirles lo que tienen que hacer y que pensar?”
“La existencia es danza Dapti, y
la danza es dual. Lo siento, pero Sanjiv tiene razón.”
“Locos, están todos locos,
pagarán su insolencia.” Dapti corrió hacia la entrada, se resbaló en los
escalones y fue cayendo hasta ser detenido por una turba rabiosa que, a golpes
y patadas, lo fueron tirando hasta que cayó al suelo.
“Los mortales se cansaron.” Dijo
Abhilasha viendo a través de la puerta. Podía escuchar los gritos de Dapti que
organizaban a las tropas de guerreros azules.
“Mi propio hermano vendrá a
matarme. Lo ha querido hacer desde hace tiempo.”
“¿Estás listo para eso?” Preguntó
Kapi.
“No, pero él tampoco.”
Los
mortales que subían las escaleras súbitamente se dieron vuelta para enfrentarse
a los guerreros que trataban de someterlos. En todas las villas los mortales se
alzaban contra la tiranía de sus amos. Estaba escrito que el día llegaría y los
arios inmortales, en su vanidad, pensaron que su mera autoridad emplazaría los
ciclos que los dioses habían dictado.
13 Septiembre 1241 10am
Había
llegado el día. Los musulmanes y cristianos habían estallado en violencia. Los
cristianos culpaban a los musulmanes de espiarlos y matar su ganado, los
musulmanes los acusaban de lo mismo. Caphi había tenido tacto para convencerlos
y ponerlos unos contra otros. Los mongoles sabían que, en el fondo, la guerra
era una excusa para que, entre los dos, tomaran el campamento mongol y lo
saquearan. Confiados y orgullosos como eran los mongoles sabían que estaban en
desventaja numérica y estratégica. Arik
había sido interrumpido por Farfan quien, escoltado por los Romani,
ofreció salvar al campamento mongol enfrentándose contra los dos ejércitos él
solo. Los mongoles se rieron de él, pero Farfan insistía “denme una
oportunidad, no pierden nada. Lo haré al oeste, fuera del campamento.” Un viejo
y tembloroso caballero cristiano lo tomó de los hombros, vestido en armadura
completa y lo sacudió.
“¿Te das cuenta que nuestra única
autoridad espiritual es Preste Juan? El caballero-Papa. La guerra está en
nuestra sangre y la magia en nuestro espíritu.”
“Magia, eso es. Será mágico.”
“No lo dudes Farfan, será una
batalla mágica y tienes la desventaja, todos somos tan magos como somos
guerreros.” El anciano lo dejó y se alejó lentamente.
“Tiene un buen punto.” Dijo Niut.
“¿Cuál es tu plan exactamente?”
“Aquí hay una lista de cosas.” Le
entregó una lista larga que sacó de uno de sus bolsillos repletos de confeti.
“¿Y qué necesitas que haga yo,
hay algún mantra en particular?”
“No, sólo necesito que me
consigas todo eso.”
“¿Cinco caballos y nada más?”
“Confía en mí.”
“He oído eso antes.”
“Y nadie me ha arrancado la
cabeza todavía.”
Acompañado
de cinco operarios del circo Farfan puso su plan en acción. Utilizaron enormes
telas de carpas para amarrarles delgadas maderas sobre las que se atan cordeles
formando una cuadricula. Sobre la cuadricula colgaron espejos y cristales. La
carpa estaba bien atada a la estructura de madera que sostenía cada caballo.
Los caballos también cargaban con una silla de montar que contaba con los
cañones ligeros de fuegos artificiales que le habían sido regalados en China.
Farfan estaba listo al medio día, cuando la caballería islámica, de enormes
camellos de batalla, hacía maniobras para rodear a la legión de infantería. Los
cristianos, a caballo, comenzaban a formar un frente amplio para ir rodeando al
campamento mongol.
Farfan
dio la señal a sus caballos y se lanzó desde la cima de una colina. El viento
fue inflando la carpa hasta que formó una enorme vela que, con sus cientos de
espejos, reflejaba la luz del sol con una intensidad cegadora. Los caballos en
las orillas de la línea tenían unas extensiones de madera que se alargaban por
muchos metros más allá de los caballos. Al final de estas extensiones, meros
palos de madera, tenían amarradas ramas que, como enormes dedos, raspaban la
tierra y levantaban grandes cantidades de polvo. El efecto final hacía parecer
que Farfan contaba con cincuenta caballos, y no solamente con cinco.
Cristianos
y musulmanes juntos detuvieron sus marcas a pocos metros de sus enemigos. La
nueva amenaza parecía más preocupante. Un ejército de luz galopaba directamente
hacia ellos. Los capitanes musulmanes y cristianos se miraron largamente, sin
hacer un movimiento. Sería necesaria una tregua para combatir juntos la nueva
amenaza. Los soldados ya estaban murmurando, decían que el gran mago Farfan
había desenterrado a un ejército de metal.
Los capitanes dieron las órdenes, pero los soldados dudaron por un
momento. Fue entonces cuando cayó fuego del cielo. Descendieron sobre ellos,
cristianos y musulmanes, como dragones de chispas multicolores. Asustaron a los
caballos con las sonoras explosiones. En más de una ocasión los petardos ocasionaron
incendios. Los soldados, que nunca habían visto algo semejante, tenían miedo.
“¡Cuádrense, maldita sea!”
Gritaba Firuz, el capitán musulmán. La luz era tan potente que no podía mirar a
su enemigo. A su alrededor caían chispas y fuegos brillantes que estallaban
entre las patas de los camellos. Su leal camello se asustó tanto con una
explosión que tiró al capitán al suelo.
Los
gitanos, que nunca desperdician una oportunidad, saquearon los campamentos
cristianos e islámicos por todo lo que no se hubiesen llevado. Los capitanes
tuvieron que dividir sus fuerzas entre sus enemigos, Farfan y su legión mágica
y los ladrones gitanos. Al principio eran unos cuantos que se escondían entre
las tiendas, pero pronto se tornaron en legiones de saqueadores. Los soldados
no querían acercarse a Farfan, y los capitanes no querían atacar al bando
contrario. Casi al unísono los capitanes dieron la orden de regresar a los
campamentos y recuperar sus cosas. Arrasaron a caballo por sus tiendas,
recogiendo lo poco que habían dejado, y se fueron del campamento mongol, para
no regresar jamás.
Farfan
llegó al campamento poco después de que los ejércitos se hubieran ido. La
enorme carpa fue perdiendo forma y cayó al suelo. Los mongoles y los Romani
corrieron a recibirle como a un héroe. Dalan, el capitán mongol, lo abrazó con
todas sus fuerzas y prácticamente lo cargó hasta su casa de adobe, al lado de
las caballerizas. Los gitanos sacaron el vino que habían robado para
compartirle con sus compañeros mongoles. Dalan le ofreció una espada mongola
como agradecimiento y Farfan aceptó humildemente.
“Estos gitanos han aprovechado la
situación sabiamente, mientras nosotros estábamos al pie de guerra ellos
robaban todo lo que no estuviera clavado al suelo.” Decía Dalan. “Disfruta mi comida,
la has ganado, iré por mis compañeros.”
“Felicidades Farfan.” Caphi entró
en cuanto se fue Dalan. “Vaya batalla mágica. Trucos baratos.”
“Trucos que funcionan. No cuentan
con ese elemento tan curioso que es la manipulación, como sueles usar tú, pero
funciona.” Farfan bailaba con la música de los gitanos.
“Puedo reconocer cuando me han
ganado, y Farfan, me has ganado.” Caphi le ofreció la mano. Farfan la tomó y
bailó con ella. “No tengo ganas de bailar ahora.”
“¿Por qué? Tonterías Caphi, ya
encontrarás más víctimas para quitarles sus sueños y alimentar tu máquina del
tiempo.”
“No es del todo una pérdida,
tengo algo que negociar. Un trato, de dama a caballero.” Esperó a que Farfan se
interesara, pero seguía dando de vueltas alrededor de una silla cantando
canciones gitanas. “Farfan, ¿podrías concentrarte un segundo?”
“¿Qué sucede?”
“Tengo una de las piezas del
nombre de la muerte, la he robado. Te la quiero cambiar.”
“Déjame pensar.” Farfan dejó de
bailar y caminó alrededor de Caphi con las manos en los bolsillos.
“¿No es suficiente? Entiendo.
¿Qué tal si te doy la pieza y la identidad de la persona que me la entregó?”
Farfan extrajo puñados de confeti que le lanzó a Caphi, enojándola más.
“¿Qué pedirías a cambio?”
“A Horemheb, tu gato filósofo.”
Farfan comenzó a reír y lanzar confeti. Trató de hacer bailar a Caphi, pero no
funcionaba.
“La respuesta es no.”
“¿No quieres saber qué ha pasado
con las pruebas y los fragmentos del nombre de tu amada?”
“Mi gato es el filósofo más sabio
que hay en este mundo, si alguien ya sabe cuál es el nombre de la muerte, es
Horemheb. Así que no, no gracias.”
“Pero Farfan, estamos hablando
de…” Dalan entró a su casa y se encontró a Caphi.
“Lárguese de aquí antes de que le
corte las manos por ayudar a nuestros enemigos.”
“Piénsalo Farfan, antes que sea
demasiado tarde.” Dijo Caphi mientras salía de la casa.
3 Noviembre 1911 6pm
Canuto
no se veía descansado. Farfan esperaba pacientemente a que Laura pasara por él,
cuando el caudillo lo abordó. No estaba feliz y por el modo en que manejaba la
botella de tequila era obvio que planeaba beberla completa.
“Si nos deja quedarnos, claro
está.” Canuto estaba reevaluando la posibilidad de echar al circo
transdimensional del místico Farfan.
“Hacer llover, sí eso es lo que
Calpetun necesita. Tenemos un trato Farfan, si haces llover te quedas y si no
te corro yo mismo a balazos.”
“Disculpe, don Canuto, pero me lo
tengo que llevar.” Era Laura y llegaba justo a tiempo.
“Gracias Laura, el caudillo
parece que no ha descansado.”
“Nadie ha descansado.” Farfan la
miró sorprendido. “Todos tienen pesadillas, es a causa del gringo. Desde que se
murió Emil todos en el pueblo han estado teniendo pesadillas.”
“Interesante misterio.” Laura le
miró inquisitiva.
“¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Adelante.”
“Escuché que alguien de tu tropa
dijo que viajan por el tiempo.” Laura se avergonzó de haberlo preguntado. “No,
olvídalo, es muy tonto.”
“¿Por qué? Somos viajeros del
tiempo y el espacio.” Laura le miró con cierta sospecha, pensaba que se burlaba
de ella. “Nos movemos a voluntad en el tiempo, para siempre en el ahora.”
“Pero, y no digo que sea real,
pero ¿cambiar una cosa no cambiaría todo?”
“Que idea más graciosa.” Farfan
se rió mientras caminaba. “¿Cuántas dimensiones conoces del espacio? Tres,
alto, largo y profundo. Si hay tres dimensiones del espacio, ¿por qué tendría
que existir una sola para el tiempo, adelante y atrás? El tiempo no es una
línea recta, como un río, donde si se cambia una piedrita de lugar en el
pasado, en el futuro hay cambios enormes. Es más como océano con muchas
corrientes.”
“Dimensiones del tiempo, eso sí
que es confuso.”
“¿Confuso? Todos conocen más de
una dimensión, pero no le llaman así. Lo que pudo ser y lo que podría ser.
Claro son cosas que pudieron haber pasado desde esta perspectiva en la que no
ocurrieron, pero si estuviéramos en otro punto del océano temporal y sí
hubiesen pasado entonces no serían cosas que pudieron haber pasado.” Laura le
miró sin decir nada, completamente confundida.
“El podría ser… ¿estamos en el
podría ser? Entonces todo esto sería falso. No, es imposible, todo esto es
verdadero y por lo tanto el hubiera no existe.”
“¿Esto es verdadero para ti?”
Preguntó Farfan, señalando las casas, el suelo y la gente.
“Pues claro.”
“Entonces es real.” Laura iba a decir algo como reproche, pero ya
habían llegado.
“Muy bien, recuerda que la misión
es suavizar las cosas con mi mamá. No menciones a mi… amigo. Ni nada de viajar
en el tiempo y cosas así.”
Fernanda
Trillo no estaba sola. Los otros invitados eran Julián Prieto, el escriba del
pueblo y Primitivo Zamora, capitán de Silvestre Rodríguez. Tomaron un café y
hablaron sobre las festividades de día de muertos. Farfan hizo lo posible por
no hablar y contentarse con sonreír. Cada vez que abría la boca Laura lo miraba
con horror. La situación era delicada, y Farfan lo entendía, no era la primera
vez que conocía a una persona enamorada que pasaba por un mal momento.
Comenzada la cena Fernanda buscó entre los pocos muebles que tenían en busca de
una caja de madera. Lo acercó a los invitados y la abrió para revelar un enorme
medallón de plata con brillantes.
“Es lo único que nos queda. La
herencia de mi abuela para Laura.” El escriba tomó el medallón y lo estudió.
“Por eso les invité, ¿creen que hay alguna manera de hacer un registro de
pertenencias? Me da miedo, honestamente se los digo, que en nombre de la
revolución nos despojen de nuestro único patrimonio. Desde que murió mi marido…
no sé, vivo con miedo.”
“Doña Trillo,” dijo Primitivo “su
marido murió en batalla y Silvestre lo sabe. Nunca le quitaría algo tan
preciado como ese medallón. ¿Qué opina escriba?”
“Ningún problema, puedo
registrarlo y asegurarlo.”
“Muchas gracias,” dijo Laura “ese
medallón es lo único que está a mi nombre en este mundo.”
“Calma jovencita,” dijo su madre
“aún no es tuyo. No lo será hasta que sea momento.”
“Tu madre tiene razón,” dijo
Farfan, tratando de suavizar la obvia rencilla entre las dos al apelar a su
madre “date tiempo, estás muy joven.”
“Gracias don… Farfan.” Dijo
Fernanda. “Usted tiene más sentido común del que yo pensé.”
“¿Qué es ese olor?” Preguntó
Primitivo. Se levantó del sillón y corrió una cortina. “Madre mía.”
“¿Qué ocurre?” Todos corrieron al
ventanal y vieron las lenguas de fuego.
“¡El pueblo se incendia!”
Fernanda regresó su tesoro a su caja y a su cajón. Salieron de la casa,
Fernanda cerró con llave detrás de todos. Por un momento se quedaron en
silencio, viendo cómo las llamas consumían al pueblo entero.
Narrador
aquí de nuevo con ustedes. Ya casi termina este viaje transdimensional,
psicodélico y maravilloso. ¿Tristes? No lo estén, porque lo mejor está por
venir. Así es, ha llegado el momento de las sorpresas y las respuestas. ¿Ya
saben quién mató al camello del gran Subotai?, ¿saben por qué Calpetun se
enfrenta a tan terrible maldición?, ¿saben quién o quiénes tienen los
fragmentos del nombre de la muerte?, ¿pueden imaginar lo que será de Florica y
Lovro?, ¿traerá Farfan lluvias para salvar al pueblo de Calpetun o el circo
Tempus Fugit los devorará a todos?, ¿terminaré de pagar mi hipoteca al banco
transdimensional o para siempre quedaré en deuda? Está bien, lo admito, esa
última es mía. Pero aún así es buena pregunta. Los tengo que dejar con unos
anuncios de nuestros patrocinadores, pero no se vayan muy lejos, ya casi terminamos
con ésta psicodelia.
Todos sabemos lo difícil que es conseguir un
trabajo para empresas no afiliadas al banco transdimensional. Esos molestos
papeleos y auditorias express consumen demasiados minutos de nuestra, ya de por
si ocupada, vida cotidiana. Es por eso que la primera impresión siempre es la
más importante. El nuevo kit Rena-KLX incluye todo lo que usted necesita para
demostrarle a su próximo jefe que es un humano saludable y no uno de esos
roñosos vampiros. ¿Demasiado pálido? Una inyección lo curará. ¿Quiere informar
a su patrón en todo momento, 24 horas al día, que su sangre no está infectada?
Un pequeño injerto indoloro comunica qué toxinas flotan en la sangre. ¿Y qué
hay de las otras señales como pérdida de cabello, resequedad en la piel y
orejas puntiagudas? El Rena-KLX se ocupa de ello. Un injerto de cabello y una
glándula de sudoración le demostrarán a su jefe que usted es un humano chapado
a la antigua. Y en estos días de sobrepoblación vampírica, nada es más
importante.
Viajar entre las confederaciones de uniones
nacionales siempre ha sido problemático. Las largas filas, el escaneo
encefálico, lectores psíquicos, son todos muy necesarios pero consumen mucho
tiempo. ¿No desearía que su vehículo se encargara de todo ello por usted? Plosark
tiene para usted el auto que mantiene notificada a las autoridades de cada
movimiento. Los sensores de microondas se conectan a las aduanas y rinden un
informe completo de su estado legal en tres nanosegundos. El nuevo Mordo W hace
todo el papeleo por usted. Incluso de sus acompañantes. Los lectores psíquicos
y escaners encefálicos en el techo se activan automáticamente y realizan su
trabajo sin que usted se dé cuenta. ¿Pero qué hay de las recién fundadas
naciones vampíricas? El Mordo W tiene todos los permisos otorgados por el banco
transdimensional para viajar libremente por las naciones vampíricas. Recuerde,
si viajar es lo suyo, Mordo W.
¿Cansado de ver los comerciales
tatuados en su vecino? Las empresas publicitarias le ofrecen al banco
transdimensional servicios que, muchas veces, son inútiles. ¿Cuántas veces ha
visto tatuajes con la marca de su producto en lugares que son comúnmente
ocultos por la ropa? Esos días se acabaron gracias al chip inteligente
sublineal. Un injerto listo en dos minutos que el sujeto ni siquiera notará.
Basta de ver la imagen del producto, a estas alturas ya nadie presta atención.
El chip inteligente sublineal convence al sujeto que su marca es la mejor marca
en el mercado y se asegura que el sujeto se lo haga saber a todos con quienes
se topa. Conversaciones casuales en circunstancias cotidianas. El chip
inteligente sublineal garantiza que el sujeto no sabrá porqué habla
continuamente de su marca, pues está absolutamente convencido de lo que dice.
Puede ir despidiendo a sus secretarios de prensa, cuatro o cinco mil de estos
chips y tendrá una legión de leales compradores. No espere más y llame.
Recuerde que tenemos oferta especial de medio millón de chips con el 50% de
descuento.
Y
estamos de vuelta. Narrador aquí con ustedes para relatarles la última parte de
este increíble viaje. A tenido sus altas, sus bajas, sus momentos donde
seguramente se perdieron entre tantos personajes y movimientos temporales, pero
les puedo asegurar, cuando el mosaico cuente con sus últimas piezas y alejen la
mirada, tan solo un poquito, no solo se emocionarán, sino que se llevarán una
hermosa sorpresa. Después de todo, ¿qué sirven las historias sino para expandir
los horizontes? Pero en fin, ya sé, ya sé, a nadie le importa el narrador.
Sigamos con nuestro mosaico, en esta ocasión viajemos hasta la estepas.
15 Septiembre 1241 4pm
El
capitán Arik había muerto. Fue encontrado en el pozo. Los demás capitanes
estaban nerviosos, había rumores de cristianos o musulmanes infiltrados,
saboteando al campamento. El gran Subotai, se rumoraba, planeaba un persecución
para sacar definitivamente a los intrusos cristianos y árabes de sus estepas.
Farfan vio la turba de curiosos alrededor del pozo. Le hubiera gustado
despedirse de su amigo, pero no había tenido oportunidad. Florica corría atrás
de él, pero al llegar al pozo la perdió.
Buscándola entre la gente la vio a lo lejos, corriendo junto a Simza. Ya no
peleaban entre ellas, habían visto una emergencia que posponía su pelea. Farfan
tenía una idea de lo que podría ser.
Los
caballos de Dalan se habían asustado por la conmoción. Lovro los estaba
entrenando cuando la movilización de tropas había causado una estampida. Los
caballos corrían en círculos alrededor de la amplia caballeriza. Lovro colgaba
de un madero y luchaba por su vida. Si sus manos se resbalaban caería entre las
patas de los agresivos animales. Al ver a Simza y a Florica le regresó el color
a la piel, recobraba sus sentidos. Se balanceó de adelante para atrás, apenas
aferrado al madero por los dedos. Al tercer intento se dejó ir, brincando hasta
el otro lado de los muros de contención. Farfan y las dos mujeres respiraron
tranquilos. La calma duró poco. Los caballos se habían golpeado contra la
puerta tantas veces que ésta se había astillado y ya no resistía más. Simza y
Florica corrían hacia él cuando la puerta quedó deshecha y los caballos
salieron a toda velocidad.
“¡Lovro!” Florica no dejó de
correr, lo tomó del cuello de su camisa y se lanzaron a un lado con toda la
fuerza que tenían, mientras que Simza se dio media vuelta y echó a correr.
“¿Están bien?” Preguntó Farfan
desde atrás de una piedra. Florica y Lovro se besaban en el pasto. “Sí, parece
que están bien.”
A
Farfan le hubiera gustado mostrarle al gran Subotai la amorosa pareja, pero
sabía que el señor de la guerra tenía otras preocupaciones en su mente. La
muerte de Arik había reunido a Lovro con Florica. Farfan sabía que no era
coincidencia, después de todo nada nunca termina. Se reunió con los capitanes
mongoles y la procesión funeraria. Los soldados encendieron una pira y, en
medio del fuego, estaba la muerte. Farfan se emocionó de verla, quería lanzarse
a la pira, pero no podía hacerlo. La muerte no parecía estar consciente de lo
que ocurría a su alrededor, ni le importaba.
“Farfan, ha llegado el momento.
La última prueba. La última característica del hombre que podría robarse mi
corazón.”
“Lo que sea, será tuyo.”
“Mi hombre perfecto debe ser un
músico, uno tan bueno que podría hacer que una piedra ardiera en llamas usando
sólo la música. ¿Estás listo Farfan? La última pieza para ganar mi corazón y
tendrás mucha competencia. Encuentra la piedra donde revolotean las aves, y no
me falles.”
Farfan
echó a correr hacia el circo. La última oportunidad y tenía que hacerlo bien.
El resto de la tropa ya había tenido una visión semejante. Fadil, hablando con
la naturaleza, ubicó la piedra no muy lejos del circo. Cabalgaron hasta ella
hablando en murmullos, nadie afirmaba saber la ubicación de los otros tres
pedazos. A lo lejos vieron a la tropa de Tempus Fugit. No tardarían en llegar,
era ya una tradición que los ponía a todos al límite.
La
roca sobre la que volaban las aves era grande y blanca, lisa casi por completo.
Las aves se dispersaron en cuanto la tropa encontró la piedra. Una vez libres
del hechizo cayeron bajo el hechizo de Iago, quien las usó para mantener
ocupados a la tropa de Farfan mientras llegaba Caphi y su gente. La tropa de
Farfan se mantuvo a raya, pensando que llegarían al mismo acuerdo que la última
vez. Estaban equivocados. Polixenes apareció frente a Niut y en menos de un
segundo le tapó la boca con un trapo. Querían jugar sucio.
“Pelear no nos llevará a nada.”
Akila y Fukana trataban de quitarle el trapo, pero las aves de Iago los
mantenían a raya. Mukantagara, sin perder un segundo, agarró a Horemheb y lo
lanzó contra las aves, atrapando a una. Monito hacía bolas de lodo y las tiraba
al cielo.
“Es detestable tener que llegar a
esto, lo sé.” Decía Caphi. “Pero es
necesario.”
“Montano, dile que se detenga.”
Decía Fukana, pero Montano no le prestaba atención.
“Ríndete Farfan, la única persona
realmente poderosa en tu tropa es Niut, y sin su boca no hay mucho que pueda
hacer.” Antigonus trataba de borrarle la memoria a Niut. Farfan se hizo
invisible. “Eso no te servirá de mucho, no te puedes mover si estás invisible.”
“Aquí no está.” Advirtió Lucetta
pasando los brazos por la última ubicación de Farfan. Antigonus recibió un
golpazo en la cara que lo tiró al suelo.
“No sabía que podías hacer eso.”
Dijo Caphi.
“Yo tampoco.” Respondió Farfan.
“Ahora dile a tu tropa que se calme. Todos estamos en el mismo predicamento.
Polixenes es inútil, por ejemplo, por más que corra no sabe hacer música.”
“Tampoco Akila, si nos vamos a
eso.” Dijo Caphi.
“Muy bien, designa a tus músicos
y yo designaré a los míos.” Se reunieron en círculos para discutir la
estrategia. Farfan no tenía ninguna.
“Mukantagara y Fadil son los
mejores músicos. Dudo que los mantras sirvan de algo.” Dijo Farfan.
“Ellos no jugarán limpio.” Decía
Fukana. “¿No tienes un plan alternativo?”
“Nunca tengo un plan, solo sigo
la corriente.”
Caphi
escogió a Lucetta y Montano. Farfan escogió a Mukantagara y a Fadil. Caphi sí
tenía un plan, al principio dejó que Montano tocara su flauta, pero pronto se
dio cuenta que ninguna música terrenal haría arder una piedra. Farfan ya lo
sabía, por eso había optado por las habilidades musicales de Mukantagara y por
la capacidad de hablar con la naturaleza de Fadil. Ellos dos no lograron hacer
arder la piedra. Lo intentaron lo mejor que pudieron, pero no obtenían reacción
alguna. Caphi intervino entonces, usando sus pocos conocimientos en magia hizo
que Lucetta, quien hablaba el idioma de las sombras, dirigiera la música. No
consiguieron cambiar nada.
Se
quedaron todos por varias horas buscando la canción adecuada, hasta que uno por
uno la roca se fue quedando sola, a excepción de Lucetta y Farfan. Sabían que
la música solar no serviría, necesitaban música de la oscuridad.
“Ya casi, puedo sentir calor.”
Decía Lucetta mientras tocaba su violín. “No lo suficiente.”
“No desesperes, tocas demasiado
rápido. Es una piedra, ¿no crees que tendrías que hablar el idioma de la
piedra?” Lucetta se golpeó la frente, era obvio realmente. Estaba, sin embargo,
más sorprendida del hecho que Farfan le estuviera ayudando.
“No pareces darte cuenta, pero
quien se quede con este pedazo, lo gana todo.”
“Todo es demasiado terminal con
ustedes, siempre es el último este o aquel, la mejor jugada de todas, en fin,
¿qué no se dan cuenta que nada nunca termina?”
“¿Quieres hablar de cosas que
terminan? Alguien en tu tropa tiene al menos un fragmento, eso sabemos con
certeza. ¿Qué ocurre viejo, no puedes creer que tengas un traidor entre tu
tropa? Piénsalo, Mukantagara ha estado lloriqueando porque una de sus voces está
muriendo, ¿acaso no querría que la muerte se ocupara de darle inmortalidad? Vi
a Niut enseñándole mantras para prolongar su vida. ¿Qué me dices de Akila? Se
está volviendo loco porque sabe cuándo se va a morir cualquiera, menos él. Y no
olvidemos a Fukana, ella te traicionaría por Montano.”
“¿En serio? No lo puedo creer, es
decir, planearon que Montano se acercara a ella, se hiciera pasar por su amigo,
para ser descubierto por nosotros, con tal de tener maneras de hacerme
sospechar de mis amigos. Eso es triste.”
“Adelante, hazte el ciego. Ya no
importa, quien tenga los fragmentos podrá traer a este mundo a su final.”
“Nunca es el final, si alguien
destruyera el mundo se volvería a hacer y aquí estaríamos. Quién sabe, quizás
el Universo ya ha colapsado infinitas veces.” Farfan tocó el violín para su
propio gusto y para bailar alrededor de la piedra. Lucetta lo miró con odio.
“Ese buen ánimo, ese optimismo
ciego, será tu tumba Farfan.” Sin decir más nada, se fue dejándole a solas con
la piedra.
Farfan
se recostó en el pasto, violín en mano y tocó lentamente, una música de la
oscuridad. Una música completamente diferente a la solar. La música solar tiene
ritmos definidos, pues la luz define las formas, pero la música de las
tinieblas tiene una libertad absoluta. Tocó por varias horas, hasta que se
quedó dormido. Escuchó gritos detrás, se levantó para ver a Akila.
“Vi el fuego desde mi ventana.”
Farfan miró a la piedra, estaba reducida a cenizas. “Lo lograste, ¿obtuviste el
último fragmento?”
“Me quedé dormido.” Akila
empalideció y se sentó en el pasto.
“Farfan…” Había una profunda
tristeza en su voz.
“Akila, ¿alguna vez te he
fallado? Entonces confía en mí, todo va a estar bien.”
Atardecer del 22 Phalguna en el
Krita Yuga
Sanjiv
gritó hasta que sus pulmones ardieron, y entonces cayó de rodillas en la
cúspide de las escaleras del gran templo de Brahman. Podía ver el humo y los
incendios a lo lejos, la Era del Hombre había
comenzado, ya no había marcha atrás. Los arios azules trataban de
contener a los arios mortales, pero eran demasiados. Una vez que las castas
bajas se dieron cuenta que el sol había salido de nuevo y que nada de lo que
los azules habían amenazado había ocurrido, se unían a la rebeldía de Kiva.
“¡Hermano!” Gritó Gopal “Ha
llegado tu momento.”
“Pagarás por lo que has hecho, mi
cruel hermano.” Desenfundaron sus espadas y lucharon en la entrada del templo.
“Pagaron el precio de su rebeldía
Sanjiv, como lo pagarás tú también.” Los ruidos de la batalla de abajo llegaban
hasta el templo, resonando entre las enormes paredes.
“Tu crueldad te ha hecho ciego e
ignorante Gopal.” Su hermano era más fuerte, pero Sanjiv había rejuvenecido en
la oscuridad de la selva.
“El único ciego aquí eres tú y
ese mortal Kiva.” Sanjiv fue retrocediendo a propósito hacia la parte más
elevada, subiendo resistentes escalones de madera. Al fondo de la escalera, en
la pared más lejana, se encontraba la tela que cubría a los dioses. Gopal se
dio cuenta demasiado tarde, cuando ya estaban a pocos pasos. “Sanjiv, no te
dejaré, no puedes molestar a los dioses que existen detrás de la cortina. Está
escrito que si lo haces, todos moriremos.”
“No Gopal, no está en los Vedas
sino en las amenazas que usamos para que los mortales nos teman.” Esto
enfureció más a Gopal, quien se lanzó en una embestida mal planeada que Sanjiv
aprovechó. Se hizo a un lado y forzó la espada de Gopal para que saliera
volando a pocos metros de ahí. Gopal se tropezó con su propio pie y cayó a
pocos pasos de la mortaja. Sanjiv lo tomó del cabello, mientras que con la otra
sostenía la espada.
“No lo hagas, destruirás al
Universo. Nadie puede ver el rostro de Dios, está prohibido.”
“¡Aquí están los dioses Gopal!”
Sanjiv recorrió la cortina con fuerza y toda la tela se vino abajo. Detrás de
la mortaja descansaba un espejo pulido y nada más. Gopal se miró a si mismo,
con los ojos casi fuera de sus órbitas y sangre en las manos. “He ahí a Dios.”
“¡No!” Gopal gritó alaridos de
terror. Se lanzó al suelo, hacia su espada y, con la fuerza de un guerrero, se
atravesó el vientre con ella. Sus ojos se fueron para arriba y, después de eso,
cayó muerto.
Sanjiv
salió del templo y bajó las escaleras. Era momento de enfrentarse a sus
maestros y a su castigo. Lo aceptaría sin reclamos.
4 Noviembre 1911 2pm
José
Méndez ya había empacado sus cosas. Laura Trillo no quería irse sin él, pero
tampoco quería abandonar a su madre. Farfan llegó a caballo y les cortó el paso
a ambos. Traía consigo otro caballo, la orden era simple. José y Laura
cabalgaron hasta el circo. Farfan trató de explicarse, pero no sabía cómo, así
que mejor les llevó hasta los cañones. Toda la tropa estaba cargando los
cañones con nitrito de plata, mientras que Niut decía los mantras de la lluvia,
para generar más nubes.
“¿Qué van a hacer?” Preguntó José
Méndez.
“Vamos a salvar a Calpetun.” Dijo
Farfan. “¿Se ocupan desde aquí?”
“Descuida Farfan, lo tenemos bajo
control.”
“Perfecto, vayamos a ver a Canuto
Ríos, ¿lo han visto?”
“Yo sí, estaba preparando sus
cosas para acompañar al pueblo, no confía del todo en la oferta de Tempus
Fugit.” Dijo Laura.
“Lo necesitaremos.”
Encontraron
al caudillo y Farfan le convenció de acompañarlo. “Si estoy equivocado habrá
perdido cinco minutos, si estoy en lo correcto habrá ganado al pueblo.” Canuto
lo siguió hacia la finca recuperada de Silvestre Rodríguez. En la puerta
Primitivo Zamora hacía guardia con su escopeta.
“Nosotros no nos iremos, esos
hongos son buen negocio. ¿Lo recuerda Canuto? Ese era nuestro trato.” Canuto Ríos lo pensó y afirmó con la cabeza.
“Sí, ese es el trato.” Repitió
Canuto.
“No puede entrar.” Le dijo Primitivo a Farfan.
“¿Qué hacen allá adentro?”
“¿Y a usted qué le importa?”
Primitivo apuntó su arma contra la cabeza de Farfan y preparó el gatillo.
“Cultivamos hongos, lo único cultivable en tierra tan ácida.”
“Yo solo preguntaba, porque si
tienen dinamita allá adentro, está a punto de arruinarse.” Escucharon los
rugidos de los cañones del circo. “El gringo fue muerto dos veces, ¿se entero?”
“Todos nos enteramos.” Canuto
tomó el cañón de la escopeta de Primitivo y la apuntó a otra parte que no fuera
la cabeza de su amigo.
“Ésa fue la primera vez que lo
mataron. La vez que le dispararon en público fue revisado por el único médico,
primo de Primitivo aquí presente. Tenía que fingir estar muerto, nadie sospecha
del muerto. No hay tal cosa como una maldición.”
“Momento, momento.” Dijo Canuto.
“Lo del incendio tendría sentido, alguien lo hizo, pero ¿y las pesadillas?”
“¿Cuántos pozos hay? Uno solo,
¿qué tienen allá adentro? Cientos de kilos de hongos alucinógenos. Envenenaron
el agua.”
“Suficiente.” Dijo Primitivo.
Apuntó su arma, pero no alcanzó a disparar. Canuto le había disparado contra la
cabeza. Su cadáver cayó de espaldas, abriendo un poco la puerta. Los cañones
seguían disparando uno tras otro, sin un segundo de descanso.
“Primitivo y el escriba tenían un
trato con Tempus Fugit, el circo se lleva a la gente, el escribano hace oficial
la propiedad de este terreno, que es ácido por una buena razón.” Farfan, de una
patada, terminó de abrir la puerta.
“Madre de Dios.” Canuto se
sorprendió al ver a Silvestre Rodríguez y un equipo de trabajadores armando
enormes brazos mecánicos.
“Es ácida la tierra,” dijo Farfan
“porque hay petróleo.”
“Nadie se mueve.” Silvestre trató
de sacar la pistola, Canuto le disparó en las piernas. Los demás trabajadores
se tiraron al suelo. Las hectáreas ya estaban preparadas con explosivos para
hacer los pozos. Algunos incluso tenían las mechas encendidas. Finalmente, poco
antes que las mechas se agotaran, comenzó la lluvia. Los cañones habían
funcionado.
“¿Don Canuto?” Preguntó Farfan
“¿quiere ir por su pueblo?”
“Farfan, gracias.” Lo abrazó con
la fuerza de un oso y salió disparado por su caballo para detener la migración.
“Perdón,” dijo Laura “por no
creer en ti. Eres un verdadero detective.”
“¿Qué puedo decir, hago lo que
puedo?”
“¿Pero qué hay de mi medallón?”
Preguntó Laura.
“La respuesta es fácil. Tu madre
cerró la puerta detrás de nosotros. El lugar es impenetrable. ¿Cómo robas algo
de una jaula impenetrable?”
“Pues eso me pregunto yo.” Dijo
José.
“Pues no lo haces. Tú lo robaste
Laura, en cuanto entraste con tu madre. Ella no te lo iba a dar, no quería que
te casaras con José, así que lo robaste por si acaso.”
“¿Le dirás a mi mamá?” Preguntó
avergonzada.
“No, dile que José lo encontró
aquí, quizás eso se gane su respeto.”
“Farfan, muchísimas gracias.”
Laura se le tiró encima y lo abrazó. Salieron los tres por la puerta principal
de la hacienda, para ver cómo regresaban todos con sus pertenencias. Canuto
había corrido al circo Tempus Fugit y saludaba a Farfan agitando su sombrero
desde su corcel.
16 Septiembre 1241 11am
El
gran Subotai estaba irritado. Exigió el pago de la boda para ser efectuada de
inmediato, de modo que no tuviera que distraerse pensando en cuestiones que no
tuvieran que ver con cazar a todos los europeos y árabes de sus estepas. Los
gitanos pagaron y vistieron a Simza con sus mejores ropas. Lovro no estaba muy
contento. Miraba a Farfan con desesperación en los ojos.
“Ahora que el pago se ha
efectuado, no podemos escapar ni de nuestra propia gente.” Decía Florica. “Todo
está perdido.”
“Calma, calma, nada está perdido
ni encontrado.” Miraban desde una piedra a la procesión de bailarinas y músicos
que reunían a los amantes. Farfan bebía plácidamente un poco de vino, pero
Florica no iba a dejar que lo disfrutara.
“¿Cómo puedes estar tan calmado?”
“Porque sé quién mató a mi amigo
Arik y al camello.” Contestó Farfan con toda calma. “Y lo diré en cuanto me
termine este delicioso vino.”
“Pues disculpa que mi corazón no
tenga la paciencia que tú tienes.” Le quitó el vino y lo vertió en el suelo.
“¿Quién fue? Habla de una vez.”
“Está bien, está bien. No hay
apuro.” Farfan se levantó y caminó hacia la gente, con Florica detrás de él. Se
abrió paso entre los músicos vestidos en coloridas prendas, entre los mongoles
en sus mejores trajes de pieles y hasta tropezó con varias bailarinas. El gran
Subotai ya estaba presente y sostenía las manos de los amantes, como era
costumbre.
“Un segundo,” dijo Subotai “que
alguien se lleve a Farfan, ha bebido suficiente.”
“Momento, me gustaría decir unas
palabras, si se me permite.” Subotai se negó, pero sus capitanes intercedieron,
pues los había salvado ya en una ocasión después de todo.
“Está bien, pero que sea rápido.”
“Gracias, oh gran señor de la
guerra.” Farfan hizo reverencias ridículas hasta tocar el suelo. “El camello
del gran Subotai fue envenenado y el capitán Arik fue muerto cobardemente. Yo
sé quién fue y porqué.” Hizo una pausa dramática mientras reía como un niño.
“Vamos, al grano, no tenemos todo
el día.” Dijo el padre de Simza, un
viejo gitano.
“Es fácil, Subotai no es quien
dice ser, es un impostor. El camello lo reconocería y Arik también.” Subotai
enrojeció de furia y lo mandó ejecutar. “Esperen, hay una manera de saber que
usted es el gran Subotai. Si estoy equivocado que me arranquen la cabeza.”
“Perfecto, adelante.” Dijo
Subotai. “No tengo nada que esconder.”
“Arik me habló de usted, dijo que
hace unos años peleó con el capitán Alen contra las tropas de Bogdan, dice que
fue el momento más heroico que háyase visto, mi prueba es la siguiente ¿cómo se
llamaba el camello que le regaló al capitán Arik como recompensa?”
“Basta de tonterías, que lo
maten.” Los gitanos protestaron, empujando a los soldados mongoles.
“¡Basta con una respuesta!” Gritó
alguien. “¡Su nombre y asunto zanjado!”
“El camello se llamaba Ena.” Dijo
Subotai. Todos guardaron silencio, los gitanos quedaron sorprendidos, Farfan
había fallado.
“Difícil de creer, porque me
acabo de inventar toda esa batalla y esos nombres.” Replicó Farfan.
“Yo sabía que algo estaba mal.”
Dijo Dalan. El falso Subotai, viéndose rodeado, se dio media vuelta y echó a
correr. No llegaría lejos.
“Vino aquí por la boda, por eso
su prisa, es mucho dinero.” Los gitanos celebraron, a excepción de quienes
dieron el dinero y Lovro y Florica se reunieron nuevamente.
“Gracias Farfan,” dijo Dalan “el
imperio mongol te debe.”
“Capitán, solo hay algo que
podrían hacer por mí.”
“Lo que sea, el imperio entero
está a tu disposición absoluta.” Dalan hizo una reverencia, y detrás de él
todos los demás capitanes.
“Me gustaría que Lovro fuera
casado con Florica, libre de cargos y… si no es mucha imposición, unos cuantos
barriles de vino. Le encanta su vino a Monito.”
“Farfan, siempre serás extraño
para mí.” Dijo Dalan, sonriendo como un niño.
Bebieron
y danzaron todo el día y toda la noche. Simza huyó de las estepas, la vergüenza
era demasiada para ella. El falso Subotai fue arrestado, los novios fueron
casados y el vino fue entregado sin demora al circo.
Mediodía del 22 Phalguna en el
Krita Yuga
Abhilasha
enfrentó a Gopal. El ario cruel había dado la orden “mátenlos, pero a Abhilasha
háganla sufrir”. Era demasiado orgulloso para admitirlo, pero siempre había
sabido que el corazón de Abhilasha le pertenecía a su débil hermano Sanjiv.
“No tiene sentido pelear Gopal”
decía ella “la Era del Hombre ha comenzado. Es imposible regresar el reloj. Lo
mejor que puedes hacer es abandonar las formas despóticas de los arios azules.”
“¿Y ser como tú admitiendo blanco
y negro, confundiéndolo todo?”
“¿No lo ves? Estás confundido.”
Gopal le mostró una enorme piedra brillante de color roja.
“La robé cuando era niño, de un
ario maestro en el arte de las transformaciones. Justo castigo para ti, que te
has transformado en algo inmundo.”
“¡Déjala en paz!” Kapi se lanzó
contra él, pero Subotai se agachó a tiempo y le logró dar un fuerte golpe en la
cabeza.
“Puedes matarnos Gopal, pero
seguiremos existiendo. Somos inmortales de maneras que tú nunca entenderías.”
Carruajes
de guerreros rodearon a los arios rebeldes. Abhilasha se hizo de una lanza y
los mantuvo a raya, mientras que Kapi regresaba en sí y se defendía con su
espada. Los guerreros dispararon flechas, Kapi se escudó detrás de un árbol,
pero Abhilasha no tuvo tanta suerte. Una flecha la alcanzó en el pecho desnudo.
Gopal se hincó a su lado y colocó su tesoro sobre su cabeza.
“¡Déjala en paz hechicero de
segunda!” Kapi le dio batalla, pero Gopal logró cortar carne y lo sometió
nuevamente con un golpe del mango de su espada.
“Empezaré contigo entonces.”
Colocó la piedra sobre su pecho e hizo fuerza. Kapi sentía que su piel ardía
como si esa piedra fuese fuego sólido. “Siempre has sido una broma de mal
gusto, hasta tu nombre quiere decir mono, así que eso serás para toda la eternidad.”
“No lo hagas Gopal.” Decía
Abhilasha. Kapi se fue transformando rápidamente. Le creció pelo, se redujo en
tamaño y, en menos de un minuto, era un mono cualquiera que huía hacia la
selva.
“Ahora sí, por fin solos. No te
me mueras Abhilasha. Aún no. A ti te espera un castigo peor.” Presionó la
piedra con tanta fuerza que la sangre de la herida salía a borbotones. “A ti
que te gusta danzar para siempre serás la muerte, lo único que el inmortal
Sanjiv nunca experimentará. Podrá buscarte siempre, pero nunca estarán juntos.”
“Gopal…” El cuerpo de Abhilasha
se prendió fuego. Gopal, asustado, se levantó, pero Abhilasha le arrebató la
piedra y con un mínimo esfuerzo la redujo a fino polvo. “tu crueldad será
pagada con tu muerte, y cuando eso pasé te consumiré con violencia.”
“Silencio bruja.” Gopal corrió de
ella, viendo que el fuego en el que se había convertido se extinguía. Viviría
para siempre, pero sólo como la muerte.
Sobre
el templo de Brahman Sanjiv aguardaba a su hermano. Envuelto de un dolor indescriptible,
viendo visto el castigo de su mejor amigo y de su amada, gritó con todas sus
fuerzas. Su grito fue escuchado en toda India, y por todo el Ganges. Todo
mortal escuchó el grito y supo que un dios había llorado ese día.
En algún punto del tiempo y el
espacio
Los
caballos arrastraron las carretas y las carpas hasta que quedaron unos frente a
otros. Ambos circos habían llegado juntos al mismo punto. Era un desierto
nocturno, pero no sabían de dónde o de cuándo. Todas las pruebas habían pasado,
alguien tenía los fragmentos. Caphi y su tropa se pararon en una fila, Farfan y
la suya se paró en otra.
“Me parece una muestra de
civilidad que hayamos podido tomarnos este tiempo para discutirlo como personas
adultas.” Dijo Caphi.
“No hay nada de civilizado en
ustedes.” Replicó Niut.
“Farfan, por favor ponle correa a
tu mascota.” Dijo Iago.
“Bueno, ya basta.” Cortó Farfan.
“Todos, y me refiero a todos, parecen estar tan terriblemente preocupados por
este asunto que es mejor discutirlo aquí y ahora. Donde sea que aquí y ahora
sean. ¿Alguien quiere empezar?”
“Mukantagara,” acusó Antigonus “puede hacer maravillas con
su música, él debe tener un pedazo.”
“Tonterías, si yo tuviera un
fragmento del nombre de la muerte se lo habría dado a Farfan.”
“No si quieres salvarle la vida a
esa voz en tu cabeza.” Dijo Lucetta.
“Tonterías. ¿Qué me dicen de
Polixenes? Él es lo suficientemente veloz para robarle la pepita a la ardilla
sin que Farfan lo sintiera.”
“Siendo justos, Mukantagara” dijo
Niut “Farfan también es veloz y su oído refinado para escuchar la campana en
esa cajita de madera. ¿Quién lo puede sorprender dormido? Nadie.”
“Es imposible lo que infieres
Niut,” dijo Caphi “¿no estás olvidando el pequeño detalle del cristal? Recuerda
que era un mensaje de él mismo, en el futuro, diciendo que no tenía el nombre.”
“Es gracioso, es lo más cercano a
sentarnos a tomar el té que hemos tenido desde que nos conocemos.” Dijo Farfan,
claramente divertido por la situación.
“Farfan, Farfan,” Caphi se
desesperaba rápidamente con Farfan “¿por qué siempre hay que explicarte los
problemas que te enfrentas una y otra vez? No puede ser que estemos nosotros
más preocupados que tú, es tu amada y todas esas cursilerías. Somos enemigos,
por todos los rayos, y tenemos que ayudarte a resolver tus propios problemas.
Presta atención.”
“Es lamentable que lo veas así
Caphi. Yo no nos veo como enemigos.” Todos se sorprendieron. “Claro, tus fines
son macabros y tus métodos engañosos y viles, pero eso no quiere decir que
seamos agua y aceite. Ambos circos somos parte de la misma dualidad entre luz y
sombras, eterna pugna para ver quién condena a más o quién salva a más, y lo
más importante es que si hubiese un desbalance, incluso de nuestra parte,
entonces todo se caería en pedazos.”
“Imposible.” Repetían Caphi y
Montano. “Lo que dices son locuras.”
“Lo que dice Farfan es cierto.”
Dijo Fukana. “Nos complementamos, no puede ser que la más ciega de todos tenga
que decirle. Montano tú lo sabes.”
“Pero…” dijo Montano. “Fukana,
nosotros no somos como ustedes… O quizás sí.”
“Amantes, en otro momento por
favor.” Dijo Caphi. Casi todos se sorprendieron, menos Farfan.
“Fukana, no sabes lo que estás
haciendo.” Dijo Akila. “Ellos son… Malos.”
“Déjenla en paz.” Dijo Farfan.
“Puede enamorarse de quien quiera. Si nos complementamos, entonces no hay
porqué verlo todo en blanco y negro, ellos no son malos y nosotros buenos.
Somos lo que somos.”
“¿Podríamos regresar al punto?”
Preguntó Caphi.
“Tú mentías.” dijo Farfan.
“Vas a tener que ser más
específico que eso viejito, miento todo el tiempo.”
“Cuando dijiste que tenías una
pieza y que me dirías quién me traicionó a cambio de Horemheb.” Farfan recogió
a su gato de la fresca arena nocturna. “De ser así no necesitarías al
filósofo.”
“Es cierto.” Dijo el gato. Todos
se sorprendieron al oírlo hablar. “Caphi no sabía que ni siquiera yo sabría el
nombre de la muerte, pues sólo se lo murmura a quienes mueren y no regresan. La
respuesta a la interrogante que nos ha traído aquí es bastante sencilla. Farfan
tiene todas las piezas.”
“¿Pero cómo es posible?” Preguntó
Niut. “¿Qué hay del mensaje del futuro?”
“Todos ustedes conocen a Farfan.
Pasó todas las pruebas porque la muerte lo desea a él, están hechas a su
medida, después de todo él ya es quien se ha robado su corazón.” Farfan metió
las manos a sus bolsillos y encontró las tablas de madera. Hasta él mismo
estaba sorprendido.
“Debo tener un sentido del
deporte.” Explicó Farfan.
“¿Entonces el mensaje mentía o
mentía él sobre el mensaje del futuro?” Preguntó Iago.
“Ninguna de las dos.” Dijo
Horemheb. “Conociendo a Farfan, ¿qué creen que hará con los fragmentos?”
Monito
tomó unos leños y encendió una fogata. Las dos tropas miraron en silencio
mientras el fuego crecía en intensidad.
“Gracias Kapi.” Le dijo Farfan.
Unió las tablas de madera y el fuego se alzó como una columna hasta el cielo.
Sin dudarlo entró caminando al fuego. En vez de quemarle se sentían como
caricias de los dedos de su amada. La muerte se presentó frente a él, danzando
como siempre.
“Siempre has sabido mi nombre.”
“Es cierto Abhilasha.” La muerte
tomó las maderas y las consumió hasta cenizas. Tomó a Farfan y lo besó
largamente.
“Nunca lo dudé mi amado Farfan.
Pero no puedes estar aquí para siempre. Eres inmortal, el único hombre que
nunca me tendrá en sus brazos. Sabiéndolo, ¿no pierdes la razón?”
“Eso sólo aligera más mi corazón.
Me gusta danzar en la llama con ella.”
“Siempre estaremos juntos.”
Farfan la besó con intensidad. La pasión en sus labios ardía como un carbón
ardiente. “Ahora dime, amado mío, ¿quieres hacerlo de nuevo?”
“Por un beso y una caricia tuya,
sí, hagámoslo de nuevo.” La muerte recogió un madero del fuego y escribió su
nombre en él. Antes de partirlo le guiñó el ojo. Lo harían de nuevo por toda la
eternidad.
Gira
y gira la rueda infinita. ¿Les gustó la historia? Espero que sí, tenía de todo.
¿A quién no le gusta leer una historia con gitanas que pelean con cuchillos, o
historias de detectives con pistas y todo? En el mosaico de la vida hay un poco
de todo para todos los gustos. Ahora las luces del circo comienzan a apagarse,
la función ha terminado. La gente aún no se va, como si hubiese polvo de hada
flotando en el aire, suspendiendo en el aire la magia y la fantasía. En el
circo transdimensional del místico Farfan ese polvo está siempre suspendido.
Así que no estén tristes, ahora que conocen al circo pueden regresar a él
cuando quieran. Dejen atrás sus preocupaciones, acomódense y contemplen la
magia del circo transdimensional del místico Farfan.
Yo
sé lo que algunos de ustedes están pensando. Quizás no les gustó el final. Pues
ahí está su error, nada tiene un final, ¿acaso no prestaron atención? En vez de
cometer esos errores, mejor propónganse esto, la próxima vez que la vida
cotidiana haga que sus corazones estén pesados, entonces traten de imaginarse a
éste bellísimo circo y usen su propio poder de imaginación para relatarse
historias, por ejemplo ¿cómo conoció Farfan a su tropa?, ¿qué otras aventuras a
tenido Farfan?, ¿cómo funciona la máquina de viaje espacio-temporal de Caphi y
de dónde salió? Adelante, inténtelo, las respuestas a las que lleguen serán las
verdaderas. Incluso si son contradictorias, serán las verdaderas porque serán
suyas.
¿Qué
pasa ahora? Oigo murmullos, ¿acaso dudan de que el mosaico que les acabo de
contar no está basado en la historia verídica? Quizás Farfan es un monje
enloquecido por hongos alucinógenos que escribe una historia psicodélica sobre
circos que viajan en el tiempo y mongoles, e historias de amor y todas esas
cosas. Quizás Farfan inventó todo, quizás Caphi y compañía son personajes de
ficción, creados por Farfan para ser un contrapeso cósmico. Después de todo,
todos los nombres de esa tropa son shakespereanos. ¿Acaso no se dieron cuenta?
Y si me piden que ponga el pie en el piso y defina lo que es y lo que no es,
¿es ésta historia real? Pues… qué sé yo, puede ser y eso es lo único que
importa, si puede ser, entonces lo es en alguna parte de este loco mundo.
Después de todo, ¿para qué perder tiempo con ir del punto A al punto B cuando
el mundo del pudiera ser es mucho más amplio?
Hasta
luego amigos míos y no duden en regresar al circo transdimensional del místico
Farfan. Traigan a sus familiares y amigos, después de todo en la imaginación no
hay límite de cupo.
¿Cansado de despertar al anochecer y
encontrar a esos molestos humanos revisando su basura? Esas pequeñas lacras
parecen estar en todas partes, es por ello que usted merece el nuevo
teletransportador de materia inorgánica Teleporsia. Un equipo fácil de instalar
que con sus cañones duales de transposición molecular enviará su basura en un
parpadeo a los basureros mercuriales. Dígale adiós a esos molestos humanos
comiendo su basura con Teleporsia.
Estar técnicamente muerto no es
excusa para no tener una vida. Yulga, la nueva glándula sudorípara de Vichenz
emite feromonas para cada momento del día. Un perfume discreto para el trabajo,
algo dulce para esos encuentros amorosos y toda la línea Vichenz para que su
vida nocturna se convierta en trans-vida nocturna.
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