miércoles, 22 de julio de 2015

El circo transdimensional del místico Farfan (parte 2 de 2)


(Continuación de la primera parte)

4 Noviembre 1911 10 am
            Calpetun se veía radicalmente diferente de cómo era cuando el circo transdimensional del místico Farfan había llegado. El incendio había devorado casi todo. La reconstrucción no parecía ir muy rápido y muchas familias contemplaban ya la idea de emigrar y dejarlo todo atrás. Farfan ordenó que los espectáculos del circo se movieran a la ciudad, para alegrar a los habitantes, y que no se cobrara ni un centavo. El circo de Tempus Fugit no estaba muy contento con eso. Farfan no pensaba en ellos, sino en el medallón robado. Se sentó frente a la casa de Laura Trillo para imaginar el modo en que un ladrón podría meterse a la casa. Las ventanas tenían barrotes, las puertas candado e incluso si alguien había estado dentro de la casa, escondido en alguna parte, no le habría sido fácil escapar sin ser visto.
“Es un misterio, eso es seguro.” Le dijo a Monito, quien comía nueces a su lado.
“¿Qué hay de la otra pieza invaluable?” Le preguntó Mukantagara, quien cargaba agua hacia las improvisadas carpas del circo. “¿Quién tiene la primer parte del nombre de la muerte.”
“Eso es lo de menos.”
“¿Lo de menos?” Mukantagara dejó el agua en el piso y lo miró extrañado. “Quien conozca su nombre podrá obligarla a hacer cualquier cosa, ¿te imaginas todo ese poder en las manos equivocadas? Incluso en las manos correctas es demasiado poder.”
“Me quedan tres pruebas más, no desesperes. Tenemos todo el tiempo del mundo.”
“Si tú lo dices….” Dijo Mukantagara antes de irse.
“¡Farfan!” Laura se acercó corriendo. “Tienes que venir conmigo, algo ha pasado.”
“¿Qué ocurre?”
“La mitad del pueblo ya está ahí.”

            Laura le condujo a Farfan, y a Monito, hasta los botes para cruzar hacia la isla pequeña que funcionaba como cementerio. Farfan aún la recordaba llena de velas, como una isla de luz, en el día de muertos. Remaron en silencio, pero Farfan podía ver que la mente de Laura Trillo iba a mil por hora. Farfan sonrió  y Laura pensó que se burlaba de ella.

“Nada de eso, es tan solo que veo que tienes muchas preocupaciones en la mente.”
“Pues sí, la verdad sí. El medallón iba a ser mi herencia en vida, mi patrimonio desde que mi papá nos dejó y vendió su tierra. El incendio ha destrozado al pueblo, no llueve, las siembras ya están a punto de perderse totalmente y todo el pueblo parece estar teniendo las pesadillas.”
“¿Pesadillas?”
“Sí, al principio pensé que solo era yo, pero poco a poco nos vamos enterando que todos en Calpetun han estado teniendo sueños terribles. Es por ese gringo que mataron, maldijo a este pueblo.”
“¿Y todo eso te preocupa?”
“Naturalmente, ¿a usted no?”
“No, no realmente. ¿Qué solucionó con preocuparme? Nada. Repetir los problemas una y otra vez no hace que se compongan. A veces lo mejor que se puede hacer es poner todas esas preocupaciones al baño María, en la cabeza, y dejar que se hiervan. Así maduran y, cuando se analizan nuevamente, pueden aportar nuevas ideas.”
“Es una manera extraña de ser detective, esperar a que todo se resuelva por sí solo, ¿así conseguirá mi medallón? Y no olvidemos que le prometió a Canuto Ríos que haría llover, ¿también planea esperar hasta que llueva por vía natural.”
“En alguna ocasión, hace muchos años en el futuro, un hombre viene a mí y me pide que le ayude a encontrar a su mujer ideal. Acepto, porque después de todo tengo un punto débil para el amor. Con una piedra me fui contra él, rompiéndole la mandíbula y los dientes. Asustado, salió corriendo desangrándose por el desierto hasta que se desmayó. Fue rescatado al día siguiente y, ya en su ciudad, acudió al dentista, un médico de dientes. La doctora era tan hermosa y perfecta que se enamoró de inmediato. Resulta que ella también lo estaba buscando.”
“Romperle la mandíbula a Canuto Ríos no hará llover.”
“Laura, Laura, Laura, siempre tomas la vía más directa para todo. ¿Qué no sabes que es mejor detenerse a oler las rosas?”

            Llegaron al cementerio y se abrieron paso entre los curiosos. Farfan estaba fascinado con los cementerios mexicanos, le parecían tan coloridas como las ciudades. Le gustaba la idea de que a veces los muertos dormían en lugares con decorados más festivos que sus propias casas. La turba estaba rodeando una tumba en particular. La tumba estaba medio abierta y el cadáver de Emil Lewis Jackson estaba a medio salir del sepulcro. Estaba tirado de frente sobre el pasto, sus dedos aún rígidos en el suelo como si tratara de escapar y con seis balazos en la espalda. “Es el gringo,” dijo una señora “lo mataron dos veces para ver si así podían detener su maldición.” Farfan comenzó a reír como un lunático y encendió su pipa.

12 Septiembre 1241 2 pm
            Los gritos se escucharon desde las afueras del circo. Farfan y Mukantagara convencían a un soldado musulmán de probar su suerte con el circo transdimensional cuando escucharon el alboroto. Simza, la joven prometida de Lovro, salió como escupida de una de las casas de estuco. El capitán mongol Firuz salió después de ella con su espada en la mano.
“No hice nada, maldito necio.” Dos jóvenes gitanos la levantaron y, cuidadosamente, fueron caminando en reversa. Se enfrentaban a una cobra que estaba a punto de atacar, sabían que era mejor no hacer movimientos bruscos. “Estúpido mongol, yo no robé nada.”
“Estaba en la mesa cuando entraste a lavar.” Firuz avanzaba lentamente, preparando su espada.
“No sea idiota, ¿por qué le robaría a usted?” Se hizo silencio, lo había insultado por última vez. Farfan y Mukantagara corrieron para detener lo que se venía, pero no llegarían a tiempo.
“Ése fue el último insulto.” Firuz levantó el arma, pero no descargó su golpe fatal.
“No tan rápido, mongol.” Un caballero cristiano lo detuvo con su espada. “Deja a la mujer y regresa a casa, no verterás su sangre en el suelo.”
“Regresa a tu campamento, cristiano, antes que te corte la cabeza y le dé tu cadáver a los perros.” El caballero ayudó a Simza a subir al caballo y se fueron juntos.
“Esto no es bueno.”
“No, mi nacido en guerra, esto no es bueno.”
“Me refiero a eso.” Lovro llegó corriendo, rojo de ira. Los gitanos le habían dicho que Firuz había amenazado con matarla, pero no le contaron porqué.
“Lovro, ven conmigo.” Farfan lo tomó del brazo y, con Mukantagara, se alejaron de la casa de Firuz, ahora rodeada de soldados mongoles que clamaban por venganza.
“Pero ese maldito casi mata a Simza.”
“Si quieres volver a ver a tu futura esposa, entonces vendrás conmigo.”

            Tomaron prestado dos caballos y cabalgaron a la cima de la colina, donde se encontraba el extenso campamento de cruzados. Los soldados estaban en pie de guerra, las mujeres afilaban las espadas e iban repartiendo comida y agua. El campamento era radicalmente diferente al campamento mongol. Mientras que los mongoles habían traído a Mongolia a las estepas, los cristianos habían traído a Europa. Las tiendas de campaña y las improvisadas casas de estuco seguían todos los estándares de belleza europea. Los caballeros importantes adornaban sus aposentos con tapices y armaduras de metales preciosos. Juglares se paseaban relatando valientes historias de sus héroes y los soldados les daban unas cuantas monedas de oro.

            Vieron al caballero cristiano entrar a una estructura grande rodeada de un pesado muro hecho con piedras, como un castillo miniatura dentro del cual había una casona de dos pisos. Los guardias de la entrada no les dejarían entrar, por lo que decidieron asomarse por las pequeñas aperturas de los arqueros.
“¿Cómo sabremos que es seguro?”
“Los insectos nos lo dirán.” Mukantagara sacó su violín y comenzó a tocar.
“Mi amigo puede hacer maravillas con ese violín.” Lentamente fueron apareciendo insectos, escarabajos, abejas, hormigas y moscas. Probaron suerte con la primera apertura. Escucharon la voz de un vigía luchando contra la marea de insectos. Siguieron con otra apertura, para encontrar lo mismo, hasta que dieron con una apertura desde la que no se escuchó voz alguna.
“Lovro, escala sobre mis hombros” Dijo Mukantagara “y dime qué ves.”
“Está bien.” El entrenador de caballos se trepó sobre Mukantagara y asomó la cabeza por un momento. “los caballeros a cargo del campamento viven aquí, es como un palacio de gobierno. Tienen a Simza, pero no entiendo lo que dicen. Simza no parece muy asustada, no creo que sea nada malo. Han traído a un hombre, no viste como soldado, carga muchas lanzas… Creo que le pidieron que haga más. Se irán a la guerra. Esto es terrible.”
“¿Qué hacen aquí?” La voz los asustó tanto que Lovro se cayó al lodo.
“Caphi, que linda sorpresa.” Dijo Farfan. “¿Te enteraste de la nueva noticia, o la fabricaste?”
“Era de esperarse que esto pasara. Tanta gente en la misma estepa… no es saludable.” Dijo Caphi con una sonrisa torcida. “Ahora váyanse antes que llame a los guardias y los arresten a todos.”
“Regresa al campamento Lovro,” dijo Farfan “y dile a Firuz que nosotros pagaremos lo extraviado. Dile que mi amigo Mukantagara lo hizo reír, así que nos la debe.”
“Tan lleno de esperanzas…” dijo Caphi refiriéndose a Lovro “lástima que no llegará a casarse. Para cuando venga el señor de la guerra no quedará mucho de este campamento.”
“Buitres felices y gordos, te lo agradecerán mucho.”
“Eres un tonto Farfan, siempre de buen humor, no te das cuenta cuando se acerca el final.”
“¿El final? Nada nunca termina Caphi, por eso estoy de buen humor.”
“Pobre Farfan…” Como una serpiente lo fue rodeando hasta apoyarse en Mukantagara “tus amigos se dan cuenta. ¿Verdad Mukantagara? Ellos tienen preocupaciones reales, mientras tú juegas con el destino de todos.”
“No me toques harpía.” Dijo Mukantagara.
“¿Qué ocurre, te duele la verdad? Tienes miedo, lo puedo ver en tus ojos, ¿miedo a la guerra que se avecina? Les cortarán el cuello a todos ustedes. ¿O acaso tienes miedo de que una de tus voces está vieja y moribunda?”
“¿Cómo sabes eso?” Caphi apuntó a su cabeza, indicándole que leía sus pensamientos.
“Tampoco se necesita ser un genio, no exageremos. Es como tu amigo Akila, puede predecir la muerte de cualquiera, menos la suya propia. Eso debe volverlo loco. Y, si mal no recuerdo Farfan, perdiste la primera prueba por el nombre de la muerte. ¿Puedes unir los puntos?”
“¿Para qué unirlos cuando son tan perfectos como son?” Irritada, Caphi bufó y se fue.
“Perdóname Farfan.”
“¿Por qué?”
“Es cierto, temo que una de mis voces está muriendo. ¿Qué tal si eso le pasa a todas? No puedo imaginar la soledad de tener una sola voz, la mía.”
“Nada nunca termina Mukantagara, es sólo un nuevo comienzo.”


31 Octubre 1911 11 am
            Farfan estaba más entusiasmado por el día de muertos que los niños. Ayudó a recoger flores, pintar el suelo hacia los botes, colgar catrinas en las entradas de las casas e incluso armó figuritas de metal con fuegos artificiales. Canuto Ríos lo toleró, pues inicialmente el pueblo le había pedido muchísimas pólvora para armar fuegos artificiales. No entendía del todo a Farfan, pero encontraba su alegría contagiosa. El gringo le ayudó a armar las figuras con varas de metal. Emil Lewis quería que hicieran figuras con forma de sus enemigos políticos, pero Farfan votó en contra, argumentando que el día de muertos era una excelente ocasión para olvidar la revolución, por al menos una noche. Emil, satisfecho con la explicación, le dijo “si tuviéremos una docena como tú en ciudad de México todo este relajo habría acabado al día de empezado.” Farfan no sabía si eso era bueno o era malo, pero lo festejo de cualquier forma.
“¿Qué es esto? El año pasado no estaba así.” Canuto interrogó a uno de los niños sobre la pintura en el suelo, desde la calle, hasta un camino empedrado al muelle improvisado de botes.
“Fue mi idea, es una tradición antigua tibetana para honrar a los muertos enseñándoles el camino.”
“No quiero que desperdicien más pintura.” Canuto sudaba alcohol, los tiempos de paz le afectaban más que las batallas mismas.
“Si quiere puedo regalar toda la pintura de mi circo para que pinten el pueblo.”
“Farfan, me caes bien.” Lo abrazó con todas sus fuerzas hasta que algo tronó. “Eres el primer payaso que conozco que no quiero acribillar.”
“No soy un payaso de circo, pero gracias por el cumplido.” Farfan le quitó la botella de la mano. Los niños a su alrededor se taparon la boca, el caudillo se ponía muy agresivo cuando alguien era lo suficientemente suicida como para hacer semejante cosa. “Ahora dígame caudillo, ¿usted cree que le puede atinar a la botella donde la dejé?”
“Te puedo atinar a ti, si no me traes mi botella.” Canuto desenfundó tan rápido que Farfan nunca pudo ver la intensión.
“Creo que necesitará estos.” De sus bolsillos Farfan sacó puñados enteros de balas. Hizo una reverencia como un mago y esperó a que Canuto no lo matara.
“¿Pero cómo lo hiciste?”
“¿Quiere saber la verdad?”
“Pues sí.”
“Se la diré a cambio de algo, que nos deje pintar la calle.” Canuto lo pensó un segundo y aceptó “aquí está la verdad: No lo hice. Éstas son otras balas.”
“¡Farfan!” Canuto miró sus pistolas y se sintió avergonzado de haber caído en semejante trampa. Lo miró a los ojos, y después a los niños, y comenzó a reír. “Por eso me caes bien.”

            Farfan quería pintar desde la entrada de la finca hasta el muelle. Tenía en mente un color rojo, con las orillas amarillas, y en el interior del camino rojo ir dibujando líneas de diversos colores que navegan y ondulan hacia afuera y después hacia adentro. “Indicando cómo los caminos de la vida siempre te alejan y te acercan.” Explicó Farfan. Los niños lo miraron sin saber qué decir, pero con miradas escépticas. “O pueden dibujar lo que quieran.” Concluyó Farfan. Los niños optaron por lo segundo. Dibujaron caballos, personas, casas, peces, solas y estrellas. Farfan se convenció que eso era más bonito que su idea original.
“Farfan, finalmente te encuentro.” Niut, vestida como una local, se acercó sonriendo “¿qué crees que descubrí? El teléfono. ¡Es increíble Farfan! Puedes llamar a cualquier otro teléfono y en cosa de segundos hablas con gente a días de distancia.”
“¿No estarás jugando con el teléfono, verdad?”
“No…” Dijo Niut, sin convencerse a sí misma.

            Los niños se tiraron al suelo al escuchar los balazos. Niut y Farfan corrieron a ver cuál era el problema. Doblaron la esquina en el edificio de correos y entonces lo vieron. Alguien fue expulsado de la ventana de su propia sala. Era el gringo, Emil Lewis Jackson. El gringo caminó unos pasos y cayó al suelo. Un soldado corrió al interior de la casa, pero ya habían escapado. Emil permanecía inmóvil en el suelo, con mucha sangre en el pecho.
“¿Dónde está el doctor?” Gritaba una mujer. Natividad Soto, el médico del pueblo llegó y revisó el cadáver. Tenía una expresión grave en su mirada.
“No hay nada que se le pueda hacer.”

            Farfan quiso regresar a los niños. Un soldado lo detuvo. No estaba solo, se encontraba con Polixenes. Niut, en un arranque de enojo, quiso que el soldado dejara de apuntarle a Farfan.
“Este es el hombre,” decía Polixenes “lo vi salir de la casa donde mataron al gringo.”
“¿Es cierto eso?”
“Por supuesto que no.”
“Ahí lo tiene,” decía Polixenes “los culpables nunca lo admiten.”
“No seas absurdo Polixenes.” Interrumpió Niut. “Señor, le aseguro que eso no es cierto, incluso puede preguntar por el pueblo, estaba entre los niños al momento de las balas.”
“Eso haré. Si es un malentendido, mis disculpas, pero si no lo es lo llevamos al paredón.”
“Justicia mexicana, ¿qué se le puede pedir?” Decía Polixenes.
“No sé qué tramen, pero no se saldrán con la suya.”
 “No seas melodramática Niut, no te queda.” Farfan empujó a Niut hacia Polixenes, para distraerlo mientras les hacía señas a los niños.
“Me voy, pero recuerda Farfan, quedan tres pruebas más antes de tu humillación final.”
“¿Por qué dejas que te hable así?” Le preguntó Niut. Farfan señaló a los niños que seguían a Polixenes y le tiraban cohetes. Se asustó tanto que corrió a toda velocidad hacia un árbol y se golpeó. Farfan se rió mientras seguía ayudando a los niños con la pintura.


10 Septiembre 1241 11 am
            Farfan se había ganado el respeto de los capitanes mongoles después de ayudar a Arik a rescatar una cabra. Arik lo invitó a una competencia amistosa con los gitanos. Uno de los gitanos, mientras estaba bajo la influencia del alcohol, retó a los músicos mongoles a superar al arte gitano. Los mongoles aceptaron y se reunieron a orillas del río. Farfan estaba sorprendido por el colorido de las vestimentas mongol. Los músicos vestían una tela gruesa, algunos azul y otros roja, que  estaba cubierta de bordados de dragones y caballos alados. Sobre esta tela que cubría todo el cuerpo menos las manos y las botas puntiagudas, los músicos tenían otra pieza de tela que cubría sus hombros y su pecho. Esta tela era blanca, con bordados dorados de patrones geométricos. Sobre la cabeza los músicos usaban unos gorros cuadrados de colores que se alzan en su centro para terminar en una punta. Tocaron instrumentos que Farfan nunca había visto. Unos violines gigantes de cámara cuadrada y extremadamente largos, para colocar el instrumento en el piso y tocarlo con unas uñas largas de metal. Tocaron primero los gitanos, canciones de danza rápida sobre amantes y la luna. Los mongoles tocaron una música nostálgica que, incluso a los gitanos, les hizo pensar en las maravillas de Asia. Los gitanos, para no verse monótonos, tocaron canciones que evocaban guerras y disputas. Los mongoles, tomándolo como un enfrentamiento, tocaron la música previa a una batalla, era curiosamente colorida, con campanas y cantos de garganta desgañitada. Casi todo el campamento se encontraba ahí, y quienes no pudieron asistir lo escuchaban por todas partes.
“¿Qué opinas Farfan?” Le preguntó Arik.
“No tenía idea que la música mongola fuese tan divertida.” Un soldado se acercó a Arik y le habló al oído. “¿Por qué tengo la sensación que no podrá quedarse?”
“No lo puedo creer.” Arik siguió al soldado, Farfan siguió a Arik. “Otra vez. Es del décimo perro.”
“¿Qué ocurre?” Preguntó Farfan. Un soldado traía al perro en una pequeña carreta. Había sido atravesado por una flecha al cuello.
“Musulmanes. Les encanta matar a nuestros perros.” Arik sostuvo al perro con dulzura. Había un profundo dolor en sus ojos que Farfan respetó. El capitán mongol retiró la flecha con cuidado y la rompió. “Entre los musulmanes que matan perros y los cristianos que por todo quieren hacer pelea, estamos atorados. Es difícil de creer, pero para ser un pueblo nómada, nos encontramos bastante encerrados.”
“¿Qué quiere que haga con el perro?” Preguntó el soldado.
“Entiérrenlo. No le digan nada a Dalan, lo último que necesitamos es enfrentar a los musulmanes y cristianos. Esperaremos a que llegue Subotai.”
“Arik, ¿realmente cree que Subotai se enfrentará a los otros campamentos?”
“El gran Subotai no le teme a nada.” El pecho de Arik se infló y gesticuló cuidadosamente para remarcar la excelsa autoridad del señor de la guerra, el gran Subotai. “Luché hombro con hombro con él hace cinco años. Todo lo que sé se lo debo a mi señor de la guerra.”
“¿Qué será de los gitanos?”
“No sé qué decida el gran Subotai sobre los Romani. Hay cuestiones administrativas con ellos, hay una boda a ser celebrada en cuanto llegue el gran Subotai. Después de eso, no lo sé.”
“¿Farfan?” Una chica se acercó a los dos. Florica, la gitana, hizo una seña para hablar a solas con Farfan. “Disculpe capitán, pero es urgente.”
“¿Qué ocurre?”
“¿Es cierto que usted es un místico y un mago?”
“Entre otras cosas.”
“Mi nombre es Florica y tengo un problema. Estoy enamorada de un joven, estoy segura que, en el fondo, él también me ama. Su nombre es Lovro. Nos criamos juntos y hemos compartido casi toda nuestra vida juntas, pero ahora se casará con una rastrera llamada Simza. Decisión de ambas familias. No puedo dejar que se lo  lleven.”
“Ah, el amor.” Farfan estaba entusiasmado, le encantaban las historias de enamorados. Se encendió su pipa y caminó en círculos alrededor del pozo del campamento. “He visto mil historias de amor, y no me canso. Hay muchas cosas que puedes hacer, como evitar que llegue Subotai.”
“Eso no me ayuda. ¿Puede ayudarme, o no?”
“Por supuesto que sí, ésta no es la primera vez que esto me ocurre. En cierta ocasión una chica vino a mí pidiéndome ayuda.”
“¿Y qué pasó?”
“Quería enamorar a un joven gitano.”
“Sí, eso acaba de pasar, soy yo.”
“Ah, es cierto.” Farfan se golpeó la cabeza, sorprendido de no haberlo notado antes. “¿Y qué pasó?”
“Aún no ocurre nada.”
“Eso crees tú. La historia ya terminó, aún no lo sabes, pero todo esto es nuevo mientras que el desenlace es viejo, porque está escrito en las estrellas desde hace miles de años.”
“Basta de juegos Farfan, no soportaré mi vida si Lovro me deja por Simza, y Lovro tampoco lo soportaría. Hay mucho en juego.” Farfan comenzó a reír como un lunático. “¿Está absolutamente loco o qué le pasa? Payaso de porquería.”
“Un monje va con su maestro y le hace una pregunta que no le ha dejado dormir en semanas. El maestro se ríe en su cara y se va de su presencia. Pasan algunos días, el monje no puede dormir pensando en la reacción de su maestro. Finalmente, lo  confronta de nuevo y le hace saber que su risa lo ha lastimado. El maestro le dice: ¿sabes cuál es tu problema? Tú problema es que eres peor que un payaso. El monje está confundido y le dice: ¿cómo puede decir eso de mí que he estudiado por años? El maestro responde diciendo que: un payaso disfruta ver a la gente reírse, mientras que tú no puedes dormir porque otra persona se rió. Dime, ¿acaso no eres peor que un payaso? El monje comprendió y alcanzó la iluminación.”
“Eso me ayudaría mucho si fuera monja, pero no lo soy. ¿Me va a ayudar o no?”
“El místico Farfan está a tus órdenes. A cambio sólo quiero que rías más.”
“¿No quiere dinero ni favores?”
“Que tú rías más seguido es favor suficiente. ¿Te imaginas si el pago de todo favor fuera esa condición? El mundo sería un mejor lugar. Nadie mataría perros por diversión, ni planearían bodas sin preguntarle a los interesados.”



Atardecer del 19 Phalguna en el Krita Yuga
            Las trompetas sonaron esa mañana. Los carros de guerra de los arios bajaron de la colina hacia la villa de rebeldes mortales. La batalla fue cruel, los mortales estaban desesperados. Los arios expandían su control a lo largo del Ganges. Sanjiv disparaba sus veloces flechas mientras que Kapi controlaba a los caballos con una mano y se defendía con la otra. Los mortales no conocían a los caballos, ni a las flechas, estaban en completa desventaja. Sanjiv no quería estar ahí, pero era su dharma. Si su dharma era luchar y educar a los mortales, entonces no tenía otra opción. Su hermano, el cruel Gopal, disfrutaba la guerra más que a su dharma mismo. Mientras que Sanjiv peleaba para que los mortales se rindieran, Gopal luchaba por  matarlos a todos. El maestro Dapti cumplía con su dharma y orientaba a ambos, a Sanjiv para que acepte su dharma, y a Gopal para que luchara porque es su dharma, y no por la lujuria  de la violencia. Aún cuando Dapti regañaba a Gopal, era bastante obvio que Gopal era su favorito. Enseñaba con la espada en la mano, mientras que Sanjiv era débil y enseñaba a los niños en vez de los adultos.

            La batalla terminó cuando el sol se ocultaba. Casi todos los mortales estaban muertos. Los que sobrevivieron fueron encadenados y transportados ante los otros arios azules para determinar sus castas y su inclusión a la civilización. Sanjiv entró a una de las chozas y recogió una figurilla de arcilla con la forma de una mujer grande con amplios senos y amplias caderas. Había visto esos cultos antes, los mortales no parecían ser capaces de ir más allá de la materia y las dualidades.
“Hermano, ¿no estarás pensando en guardar esa porquería, o sí?” Gopal cabalgó hasta él con una sonrisa torcida.
“No, por supuesto que no. Sólo veía cómo vivían los mortales antes que nosotros los educáramos.”
“No los educamos Sanjiv, los gobernamos. Mediante nuestro gobierno aprenderán, por las buenas o por las malas. Quién sabe, quizás algún día un ario mortal será testigo de Brahman detrás de la cortina en el gran templo.” Un hombre moribundo salió de una de las chozas, había sido alcanzado por dos flechas al pecho. Gopal se bajó del caballo y se acercó a él, su hermano Sanjiv lo seguía.
“¿Realmente crees que algún día un Dvija, un nacido dos veces, tendrá acceso a la presencia de Brahman sin nuestra directa intercesión?” Gopal preparó su espada y, antes de matar al hombre miró a Sanjiv a los ojos, meditando la pregunta de su hermano.
“No, no lo creo.” Habiendo dicho eso le cortó la cabeza al mortal. “La Era del Hombre es un mito. Es algo que les decimos para mantenerlos a raya.”
“Vamos Gopal, no estarás dudando a los maestros.” Gopal se irguió de inmediato e infló su pecho como un gran guerrero. “Sólo porque este Yuga nos parezca que avanza lento no tiene porqué ser eterno, ni mucho menos lento, es un pestañeo para Brahman. ¿Acaso no enseñan eso?”
“Sí, lo hacen Sanjiv. Supongo que en eso tienes razón.”
“¡Sanjiv!” Gritó Kapi. Señaló a las figuras femeninas que bajaban de la colina. Eran las arias azules, pero Sanjiv entendió que Kapi se refería a Abhilasha.
“Qué bien, Abhilasha está aquí.” Los arios azules aún estaban encadenando sobrevivientes y arrastrándolos de sus casas. “¿Has venido a ver a los valientes guerreros?”
“¿Ha sido difícil?” Preguntó Abhilasha. “He oído historias terribles de los salvajes, como que hace sacrificios humanos, adoran a la luna y todas esas cosas.”
“Los mortales parecen tener cierta idea del dharma.” Dijo Sanjiv, aunque al juzgar por la reacción de Abhilasha, no le creía. “Buscan la verdad con los pocos medios que tienen.”
“Imposible, hermano.” Dijo Gopal. “No podrían alcanzar la verdad sin nosotros, ni siquiera buscarla. ¿No es así Abhilasha?”
“Así es Gopal, eres valiente como eres sabio.” El corazón de Sanjiv se contrajo como si hubiera sido alcanzado por una flecha de hielo.
“¿Qué te parece si probamos con uno de ellos?” Dijo Gopal.
“Excelente, ¿con cuál?” Gopal pateó a uno de los guerreros mortales y puso su pie en su cuello.
“Dime, pequeño salvaje, ¿cuáles son los purusarthas?” El mortal lo miró con temor, no sabía la respuesta a la pregunta. No sabía cuáles eran los sentidos de la vida. “¿Lo ves Sanjiv, ni idea?”
“Si los arios mortales pueden saber estas cosas, es obvio que cualquiera puede si tiene la preparación necesaria. ¿No te parece Abhilasha?”
“Pues…” La mirada escéptica de Abhilasha le dolió como una patada de un caballo salvaje.
“Pequeño mortal, déjame educarte, los purusarthas son cuarto, dharma, artha, kama y moksa. El deber, la riqueza, el placer y la liberación.”
“¿Qué será de ellos?” Preguntó Abhilasha.
“Los que pelearon serán de la casta guerrera, los que se escondieron serán sirvientes y los que nos aceptaron sin pelear serán brahmanes.” Los prisioneros se alejaron marchando.
“Ya me tengo que ir, es hora de los rituales.” Dijo Abhilasha.
“Espera,” dijo Gopal “¿no me vas a felicitar? El maestro Dapti dice que me casaré pronto.”
“Excelentes noticias.” Dijo Abhilasha. Sanjiv miró sorprendido a Gopal, no sabía nada de eso.
“Seré recompensado mil veces por mi valentía.”
“Gopal,” Sanjiv esperó a que Abhilasha se hubiese ido para preguntar “¿quién será tu esposa?”
“¿Quién más? La hermosa Abhilasha. Será increíble Sanjiv, ella misma me desea, ¿no lo viste?”
“Sí hermano, felicidades.” Y en su interior, Sanjiv lloró.



3 Noviembre 1911 9pm
            Calpetun ardía en llamas. Los invitados de Fernanda Trillo salieron corriendo, para ver si podían rescatar algo de sus oficinas y viviendas. Farfan se quedó de pie viendo al incendio consumir las casas. Laura corrió hacia el pueblo, su madre la siguió hasta la esquina, pero temía adentrarse más entre las casas en llamas. Farfan siguió a Laura para asegurarse de que no le pasara nada. Los rostros estaban llenos de hollín que se lavaba con las lágrimas. Laura ayudó a unos niños escapar de una casa en llamas y reunirlos con sus padres. Farfan sabía que no había nada que hacer.
“¿Escuchaste eso?” Le preguntó Laura. El crepitar de las llamas y los gritos de las personas opacaban cualquier ruido. “Viene de los cultivos.”

            Farfan lo escuchó, eran disparos. Corrió junto con Laura hacia el centro del pueblo, donde las llamas se detenían en los adoquines de la calle. Doblaron a la izquierda y, agachados para protegerse de las insaciables lenguas de fuego, alcanzaron el final del pueblo, donde comienzan los cultivos y las casas más pequeñas. Ésas casas también ardían. Así como los cultivos. Entre las llamas pudieron ver a Canuto Ríos bebiendo y gritando por la impotencia, alzando sus pistolas y descargando alocadamente.
“Se cocinará vivo ese idiota.” Canuto parecía no darse cuenta que estaba rodeado por las llamas que consumían el plantío de maíz.
“Necesito agua.” Detrás de ellos las familias, desesperadas y temblorosas, llevaban cubetas de agua para sofocar los incendios. Farfan se robó una y se empapó por completo.
“¿Estás seguro que funcionará?”
“No.” Dijo sonriente. Se lanzó a las llamas del maizal. Los primeros cinco metros ardían en llamas. Farfan trató de negociar con el fuego, pero no hablaba su idioma. Corrió entre las llamas, chamuscándose su barba. Corrió hacia Canuto, con la cabeza baja por miedo a los disparos. Cuando lo alcanzó lo tiró al suelo, le quitó la botella y las pistolas. Canuto no se defendió, lloraba como un niño.
“Todo, Farfan todo está perdido. ¿Para qué tanta revolución?”
“¡Farfan!” Escuchó la voz de Fadil desde el otro lado del sembradío, oculto entre las llamas.
“Bueno, Canuto, parece que tú y yo nos vamos de aquí.” Fadil convenció a los caballos, quienes brincaron entre las llamas, en los puntos menos afectados y galoparon hasta Farfan y Canuto. En cuanto montaron los caballos salieron disparados, brincaron las llamas y no se detuvieron hasta llegar al circo. “Fadil, me salvas la vida de nuevo.”
“Es todo tu culpa.” Dijo Canuto desde el suelo, donde su llanto se convertía en enojo.
“Cálmese.” Dijo Fukana. “Nosotros no hicimos nada.”
“Llenaste sus cabezas de tontos sueños y ahora lo han perdido todo.” Canuto comenzó a estrangular a Farfan. Mukantagara se acercó para separarlos, pero Farfan lo detuvo. No le preocupaba la violencia de Canuto, podía aguantar la respiración por diez minutos.
“Déjelo ir, Farfan no hizo nada mas que ayudar a su pueblo.” Niut no hizo caso de las señas de Farfan y los separó. Canuto le alzó la mano, su rostro rojo temblando de ira y se detuvo de milagro.
“De qué sirven los circos, no le darán de comer al pueblo. Tú que llamas a los caballos, ¿de qué le sirve a las familias que acaban de perder su cosecha? Tú que adivinas la fecha de la muerte de las personas, ¿eso pondrá comida en sus platos? Y tú Farfan, el peor de todos, prometiste lluvia y no la diste. Ahora el pueblo está seco como una rama y arde por eso.”
“¿Fadil, no puedes hablar con la naturaleza, hacer que germinen las cosechas y se recomponga lo perdido?” Preguntó Akila en voz baja.
“No, el suelo es demasiado ácido, nada puede sobrevivir por mucho tiempo. Además, no funciona así, tardaría semanas.”
“La tierra es de quien la trabaja.” Se lamentó Canuto “Pero no hay nada que trabajar.”
“Todo va y viene.” Dijo Farfan. Niut se tapó la cara, sabía que a Farfan a veces le costaba trabajo hablar de manera entendible. “Éste no es el final, a menos que quieras que sea el final.”
“Si tuviera mi pistola conmigo, te dispararía en la rodilla.”
“¿Gente?” Dijo Fadil “se acerca una turba iracunda.”
“¡Farfan!” Gritaban desde la entrada del circo. Rompieron las cadenas y entraron armados con palas, trinchetes y escopetas. “¿Dónde está el bueno para nada?”
“Creo que te hablan.” Dijo Canuto. Lo tomó del cuello y lo fue arrastrando ante la turba. Lo tiró al suelo y le dio una patada. “¿Lo quieren? Es todo suyo.”
“Esperen un segundo,” dijo Fukana. “¿por qué lo quieren lastimar?”
“Si alguno de ustedes,” dijo Mukantagara “lo lastima, esto se pondrá muy violento y no quieren ver lo que Niut es capaz de hacer.”
“Prometiste lluvias, prometiste un futuro para este pueblo pero eran todas mentiras.” Dijo uno de los afectados. “Lo más seguro es que ustedes hayan provocado el incendio.”
“Cálmense, no tiene sentido lo que dicen.” Gritó Fukana.
“Fue el gringo muerto, él empezó todo.” Dijo otro de ellos. “Las pesadillas, el incendio, son todas señales. Pero si me preguntan a mí, ellos están involucrados. ¿Acaso no hacen magia?”
“Esperen, esperen,” decía Farfan “lo podemos arreglar. Sólo denme una oportunidad, les prometo lluvias, les prometo terminar con la maldición del gringo.”
“Es inútil,” dijo una mujer que cargaba con la derecha a su hijo y con su izquierda un fusil “todo está perdido, si nos quedamos aquí terminaremos muertos. Nos iremos con el otro circo, ellos cumplen lo que prometen. Nos llevarán a dónde haya comida y tierra cultivable. Al demonio con Calpetun y su tierra árida.”
“No, esperen,” dijo Canuto “no se vayan. Yo puedo ayudar.”
“¿Ayudar a qué? No hay nada que la revolución pueda hacer. Nos iremos con Caphi y los demás. Al menos ellos no te esperanzan en vano.”
“Puedo hacer llover, pero es difícil, toma tiempo.” La gente ya no estaba interesada. Uno a uno se fueron del circo, de regreso a las ruinas de su pueblo.
“Farfan,” dijo Canuto, con toda seriedad “tienes hasta mañana para hacer llover, de lo contrario el pueblo entero se irá y yo te mataré.”



10 Septiembre 1241 4 pm
            Mukantagara tocaba el violín debajo de un árbol. Farfan se sentó sobre un tronco muerto y miró a los futuros esposos. Simza y Lovro recogían flores y jugaban entre ellos. A lo lejos, llorando detrás de una enorme piedra, Florica miraba al hombre de sus sueños. Simza bailaba alrededor de Lovro, quería que él también bailara, pero él no se dejaba. Para asegurarse de ello, Farfan le pidió a Mukantagara que llamara a las abejas y se interpusieran entre ambos, cada vez que Lovro la tomara de la mano. Farfan se acercó a los amantes cuidadosamente para no ser vistos, con cada paso se hacía invisible, hasta poder estar lo suficientemente cerca para tocar la pierna de Simza y regresar a la invisibilidad.
“¿Qué fue eso?” Simza dejó de bailar. Farfan, agachado lo más posible esperó a que Simza se calmara de nuevo, para volver a hacerlo, justo antes de que besara a Lovro. “Hay algo aquí.”
“No hay nadie Simza,” decía Lovro “estás siendo paranoica. Quizás un beso te calme.” Farfan la agarró del pie y la hizo tropezar, fallando a Lovro por centímetros, golpeándose contra su hombro y cayendo al suelo. Farfan se fue alejando, a espaldas de Lovro, al ver que Simza cayó justo sobre la centena de escarabajos que Mukantagara había invocado.

            Logró alejarse lo suficiente para no parecer demasiado sospechoso cuando se acercara a ellos. Iba a decir algo, pero Simza echó a correr fuera del pastizal y no se detuvo hasta llegar al campamento. Lovro iba a hacer lo mismo, pero lo pensó dos veces.
“Lindo día.” Dijo Farfan. “¿Qué le pasó a tu amiga?”
“¿Y a usted  qué le importa?” Lovro corrió tras de Simza. Farfan hizo una nota mental de estudiar a Lovro más de cerca.
“Eso fue divertido.” Dijo Mukantagara.
“No pude hablar con él, pero tenemos tiempo. El gran Subotai no llegará hasta dentro de varios días, según me han dicho.”
“¿Es tiempo suficiente?”
“Eso espero… Si Lovro realmente siente lo mismo que Florica por él, entonces esa boda los hará a todos miserables, hasta a Simza. Por no olvidar que los mongoles le cobrarán una fortuna a las familias Romani.”
“¡Farfan, mira!” Mukantagara señalaba hacia el cielo. Una piedra caía a toda velocidad desde más allá de las nubes.
“A los caballos, necesitamos llegar a ese meteorito lo antes posible.”

            La piedra cayó más allá del campamento cristiano, detrás de una arboleda y a pocos metros del río. La piedra brillaba con la intensidad de una estrella y, aunque no era grande, había dejado un cráter a varios metros de distancia. Para cuando llegaron ya estaban Iago y Polixenes.
“Ahí está el que mató a mis pájaros ayer.” Dijo Iago.
“Fuera de aquí viejo,” dijo Polixenes “Caphi ya viene para acá. Además, todo lo que cae de este lado del campamento es nuestro.”
“Me temo que te equivocas, mi amigo velocista, no cayó en su circo, así que eso no es válido.” Mukantagara sacó su cuchillo, iba a enfrentarlos, pero Farfan lo detuvo con un gesto.
“Háganse a un lado.” Les amenazó Mukantagara.
“Hazme un favor, ve por mis cosas, creo que dentro de esa piedra hay un cristal.”
“En cuanto Caphi venga con algo de agua, para enfriar esta piedra, nos la llevaremos.”
“Muy bien Iago, si quieres comportarte así, ¿por qué no hacer una competencia?”
“Haz la competencia conmigo Farfan.” Dijo Polixenes. “De velocidad.”
“Suena bien.” Mukantagara no podía creer lo que oía.
“En ese monte de allá,” Farfan señaló a un enorme pino rodeado de arbustos que quedaba detrás de dos colinas, casi en el horizonte.  “hay unos arbustos con moras. Quien traiga primero un puñado de moras, gana. ¿Apuesta de caballeros?”
“Aceptamos.” Polixenes y Farfan se prepararon detrás de una línea que Iago dibujó con una piedra. Marcó con los dedos del 3 al 1. Ambos desaparecieron. Dos segundos después Farfan reapareció con moras en la mano. Dos segundos después llegó Polixenes con sus moras.
“No puede ser, soy el hombre más rápido del mundo.”
“Una apuesta es una apuesta.” Murmurando maldiciones Iago y Polixenes se fueron, haciéndole señas a Caphi para que dejara de correr con cubetas de agua.
“¿Cómo lo hiciste Farfan? No sabía que podías correr tan rápido.”
“Y no puedo.” Probó unas moras y sonrió “¿cómo crees que sabía que ese arbusto tenía moras?”
“Farfan, eres de lo peor.” Mukantagara siguió riéndose mientras iba hasta el circo por el pedido de Farfan. Para cuando regresó la piedra ya estaba fría.
“Tenía razón.” Dijo Farfan. Niut, Fadil, Akila y Monito se sumaron a la expedición de Mukantagara. “¿Quién está vigilando el circo?”
“Fukana. ¿Y bien, qué dice?”
“Eso no lo sé aún.” Le ayudaron a armar un tripie. La piedra, al enfriarse, se había destruido casi por completo, revelando en su interior un cristal amorfo. Lo tomó en sus manos y lo miró desde cada ángulo posible. De la punta del tripie colgaba una pequeña cadena con una garra para asegurar el cristal. Colocó el tripie con la piedra sobre un extenso espejo convexo de plata. “No hay suficiente luz. Rápido, los espejos.”
“Estos son todos los que habían.” Cada uno tomó un espejo y lo fue acomodando de manera que el sol del atardecer se reflejara hacia el espejo curvo de plata y, de ahí, al cristal.
“Perfecto.” Farfan se colocó unas gafas de acero que se atoraban con cintas de cuero detrás de la cabeza. De los ojos de las gafas se extendían lentes, de la más grande a la más pequeña. “Interesante, muy interesante.”
“¿De quién es? No me digas que son los Lamas errantes otra vez.”
“No, soy yo. Muchos, muchos años en el futuro.” Se levantó y se retiró las gafas. Los demás bajaron los espejos.
“¿Qué están haciendo?” Preguntó un cristiano.
“Leyendo luz, ¿qué parece que hacemos?” Respondió Fadil.
“¿Leyendo luz?”
“Los tibetanos aprendieron a viajar en el tiempo, la escritura tempológica es la luz, porque no avanza ni retrocede en el tiempo.” Le explicó Farfan, mientras comía más moras. “Para mandarse mensajes lanzan cristales formados de cierta forma que, cuando se les lee correctamente, revelan ciertas variaciones de luz y gamas de colores, mandando así el mensaje. Es un pequeño truco que aprendí no hace mucho.”
“Ya veo.”  El cristiano abrió los ojos lo más que pudo, su boca temblaba nerviosa y se quedó en silencio por un largo tiempo. “Ya veo. Bueno pues, hagan… lo que sea que estén haciendo en otra parte. Este es el campamento cristiano, gitanos y amigos de gitanos no están invitados.”
“Entendido y anotado.” Regresaron las cosas a grandes cajas de madera y cabalgaron de regreso. Todos morían de ganas por saber más, pero Farfan no decía.
“Vamos viejo, dilo de una vez. ¿Qué era tan importante que te mandaste un mensaje a ti mismo?”
“Bueno Fadil, era un breve mensaje donde yo me aviso a mí mismo que no tengo el nombre de la muerte, pero que siga intentando, porque vale la pena. Me parece un lindo mensaje.”
“¿Lindo? Es terrible.” Dijo Niut.
“¿No lo entienden? Esto sin duda quiere decir que la siguiente prueba será muy pronto.”
“¿Qué sentido tiene si vas a perder?”
“Akila, Akila, las cosas no tienen sentido porque ellas te den las lindas emociones que vienen cuando ganas algo. Las cosas no nos necesitan para tener sentido, solo se necesitan a ellas mismas.”

            Aquella noche todos terminaron temprano las funciones y se fueron a dormir. Sospechaban que Farfan tenía razón, que soñarían con la muerte. Farfan no se equivocaba. En su sueño la estepa entera ardía en llamas. No eran flamas rojas, sino azules. Farfan se sorprendió al sentir el frío abrazo de las llamas que cubrían hasta el horizonte en un océano de tiempo. La muerte estaba ahí, danzando y riendo. Una risa infantil, contagiosa, eterna.
“Farfan, ¿estás listo para la siguiente prueba?”
“Dime, ¿qué otra característica debe tener el hombre que se gana tu corazón?”
“Debe ser veloz y dulce. Debe ser tan tierno que ni siquiera una ardilla huiría de él.”
“Una ardilla, interesante.”
“Hay una ardilla muy especial, en su patita sostiene una pepita. Debes quitarle la pepita de la mano antes que la ardilla tenga tiempo de huir. Si eres agresivo, la ardilla se asustará y se irá, debes combinar fortaleza con dulzura.”
“No te fallaré muerte.”
“Yo sé que no.” Acarició el rostro de Farfan y, justo antes de que desapareciera, Farfan habló.
“¿Dónde está esta ardilla maravillosa?”
“Escondida dentro del espacio y el tiempo. Róbale la pepita y la ardilla te conducirá a la segunda pieza de madera. Y recuerda, tendrás competencia.”

            Farfan se despertó de golpe. La habitación estaba a oscuras. A través de la ventana vio a la estepa, sumergida en la oscuridad. En su corazón, aún estaba inundada de ese fuego azul.


Amanecer del 20 Phalguna en el Krita Yuga
            La construcción había costado muchas vidas y tardado más de 9 siglos, pero ya casi terminaban. Un templo a Agni tan grande como una montaña. Por fuera el techo estaba compuesto de varios niveles. Cada nivel era circular y contenía frisos de los versos védicos. El nivel superior era semejante, pero de menor tamaño, hasta llegar a un punto donde sólo cabía una hoguera que podía ser alimentada desde adentro del templo. A los pies del templo habían educado a un centenar de generaciones. Algunos arios mortales eran permitidos como asistentes de maestros, pero ninguno podía educar a otros mortales. Sanjiv tenía cinco ayudantes, una excusa para permitirles discutir libremente los Vedas y escribir anotaciones que debían mantener ocultas de los otros arios azules. Sanjiv disfrutaba esos momentos, pues Abhilasha recogía flores silvestres no muy lejos de ahí todos los días y podía verla a diario, aunque fuera de lejos.
“¡Ladrón!” El maestro Dapti y Gopal salieron del interior del templo.
“¿Qué ocurre?”
“Alguien ha robado una taza de Soma. Algún mortal, sin duda.” Los ayudantes escondieron sus anotaciones debajo de sus asientos al verlos acercarse. “Alguien será latigueado hasta que mi brazo se canse. ¡Cierren el lugar! Revisaremos persona por persona.”
“¿Están seguros  que fue un mortal?”
“Sanjiv, no empieces con eso.” Los acompañó en su búsqueda, de estudiante en estudiante. Lis espacios estaban separados por telas con bordados con versos védicos, para memorizarlos más fácilmente. Cada brahmán tenía un pequeño mueble de madera para sus rollos y papeles y un asiento para meditación.
“Revisa bien Gopal, el ladrón debe ser muy astuto.” Decía Dapti. Fueron revisando alumno por alumno, mientras que Sanjiv temblaba de miedo pensando que alguno de sus ayudantes había abusado de su confianza y, por su culpa, todos serían castigados.
“¿Qué ocurre?” Abhilasha y un grupo de arias se acercaron.
“Alguien ha robado Soma, un mortal que cree que puede abrir su tercer ojo. Tonterías, pero así es la ignorancia, los hace cometer delitos.”
“Aquí está maestro.” El brahmán responsable no era uno de los cercanos a Sanjiv, por lo que pudo respirar aliviado.
“Abhilasha, ¿siguen creciendo la flores salvajes?” Sanjiv trató de hacerle conversación, aprovechando que Dapti y Gopal estaban ocupados regañando al mortal.
“Estamos plantando nuevas, tenemos dos elefantes cargando las orquídeas que precisamos para los rituales del Soma. Sólo para ver a estos mortales robándolo como si les perteneciera.”
“Les pertenece Abhilasha, no somos sus amos, somos su cuidadores temporales. Nuestra Era terminará, así está escrito en los Vedas.” Abhilasha lo pensó, estaba inclinada a darle la razón, pero se le ocurrió una respuesta.
“El robo no deja de ser robo.”
“Así es Abhilasha.” Dijo Gopal. Habían dejado de regañarlo y ahora Gopal preparaba su látigo.
“¿Qué le harán maestro Dapti.”
“Mil azotes, si sobrevive lo haremos paria. Nadie nos roba y regresa a casa.”
“Esperen un segundo,” Sanjiv sujetó el látigo justo antes del primer golpe “no pueden hacerle eso. Es un excelente estudiante, un brahmán con una increíble capacidad para el yoga.  ¿Y qué si robó el Soma? Piénsenlo, ¿acaso no es humano desear lo que no se tiene? Y aún más importante ¿acaso no es humano desear aquello que nos haría mejores, si tan solo pudiéramos probarlo?”
“Sanjiv, ¿te atreves a dudar de mi palabra?” Dijo Dapti.
“No maestro, al contrario, su palabra me ha educado y ésa es la causa de mi comportamiento.”
“Ya veo, ¿entonces dices que es mi culpa que seas tan débil e irresponsable?”
“No maestro, es mi fortaleza la que me hace hablar, no mi amor por los mortales. Usted mismo nos ha dicho, en muchas ocasiones, que los mortales pueden alcanzar Moksha y liberarse de sus reencarnaciones. Por lo tanto, son capaces de abrir el tercer ojo.”
“Pero un mortal robando Soma…”
“La bebida de los dioses, lo sé maestro, pero sin duda si estos brahmanes pudieran participar en las celebraciones del Soma, entonces ellos también estarían libres de la dualidad.”
“Semejante idea es traición.” Gopal levantó el brazo, pero lo detuvo su maestro.
“Sigue Sanjiv, no te detengas.”
“Si los brahmanes que educamos nunca tocaran el Soma, ¿qué propósito tiene enseñarles? Si nunca alcanzarán el Moksha como nosotros, ¿qué propósito tenemos nosotros? Hay que preguntarnos, cada vez que un mortal desobedece, ¿somos sus maestros espirituales o sus dominadores?”
“Tu lengua hábil le ha salvado la vida Sanjiv.” Sin decir más nada Dapti los dejó.
“Un día esa lengua hábil te matará.” Amenazó Gopal “Y no dudaré en ejecutar a mi propio hermano.”
“¡Gopal!” Le gritó Abhilasha “¿qué clase de hermano eres? Los hermanos se protegen mutuamente, no se amenazan con la muerte.”
“Disculpa Abhilasha.”
“A veces siento que tu valentía y tu fortaleza te aleja del dharma.” Avergonzado, Gopal se fue. Sanjiv la miró a los ojos y la deseó con tanta pasión que sentía que su piel se encendía en llamas.
“Gracias Abhilasha, eres la flor silvestre más hermosa del Ganges.” Abhilasha le sostuvo la mirada por un momento y sonrió apenada.
“Sanjiv, eres especial. La mujer que te encuentre será la mujer más afortunada.” Sanjiv la miró partir, sin decir nada, mientras su corazón se partía en pedazos.
“Gracias maestro.” Fue lo único que Kiva, el brahmán rebelde le dijo, antes de correr de regreso a casa.



3 Noviembre 1911 9pm
            Farfan entendió porqué Laura Trillo quería escapar de su casa cuando la vio hablando con José Méndez. José trabajaba en la finca recuperada de Silvestre Rodríguez. Era un joven apuesto y, por la manera como le susurraba cumplidos a Laura, era obvio que el amor era correspondido. Laura miraba sobre su hombro todo el tiempo, buscando a su madre. No quería pasar por otro momento incómodo como el del día de ayer.
“No sé qué hacer Farfan, él me completa.” Le dijo Laura. “Mi mamá quiere que busque a alguien mejor. Lo cual es absurdo, porque José es un buen hombre.”
“Es difícil hacer cambiar de idea a las personas, su mamá no es excepción.” Los novios se tomaban de las manos a un lado de una de las entradas a la extensa finca.
“No se preocupen, jóvenes amantes.” Le hizo una seña a Fadil, para que se acercara. “Mi amigo Fadil puede hablar con la Naturaleza. Le puede preguntar dónde está cada persona en un radio de un kilómetro, a veces más. Él sabrá si su mamá está cerca.”
“¿Y funciona? Es raro, no recuerdo haberlo visto en el circo, ni a usted señor Farfan, y voy a Tempus Fugit todo el tiempo.” Laura lo miró como si la hubiese insultado.
“¿Cómo pudiste hacer eso?”
“Todos los que trabajamos con Silvestre Rodríguez vamos todo el tiempo.”
“¿Y tú crees que eso es bueno? Silvestre es una mala persona, trató de matar a Farfan ayer, y los quiere fuera del pueblo.”
“No estoy defendiendo a Silvestre, sino a Tempus Fugit. No creo que haya otro circo como ese.”
“José, ¿puedo llamarte José?”
“Por supuesto señor.”
“Verás José,” Farfan tomó a José del hombro, lo cual fue fácil porque Farfan medía más que él. Lo llevó, agarrado de esa manera, hacia el camino polvoso que rodeaba la finca y señaló hacia las estrellas “¿sabes qué quiere decir “Tempus fugit”?”
“No señor.”
“Quiere decir, el tiempo vuela. El tiempo se nos escurre de las manos momento a momento. Estamos irremediablemente infectados de una enfermedad llamada vida que, poco a poco, se nos va y se disuelve para no volver jamás.” José siguió en silencio, mirando las estrellas. “Es un circo para perder el tiempo, pero el tiempo ya se pierde por sí mismo. Yo prefiero montar  un espectáculo que ofrece sueños y expande las mentes. No puedo darte más tiempo del que ya tienes, nadie puede hacerlo, pero sí puedo motivarte para que disfrutes más el poco tiempo que te queda.”
“Vaya, no lo había visto así.” Farfan lo dejó ir, pero siguió en la misma pose, mirando a las estrellas. Mientras que José seguía viendo hacia arriba Farfan tomó un pequeño petardo y con la otra mano encendió la mecha.
“¿Y sabes qué más?”
“¿Qué, señor?”
“Mi experiencia me ha enseñado algo,” se acercó a su rostro, como un conspirador “siempre deja las sorpresas para el final.” Dejó caer el petardo justo antes de que estallara. José brinco del susto y Farfan comenzó a reír.
“Está bien José, no creas que se burla de ti. Farfan es un poco… raro.”
“Rápido, escóndanse.” Fadil señaló hacia el camino oscuro. “Viene para acá, en auto. Alguien la está llevando.”
“¿Dónde podemos escondernos?” Preguntó Laura.
“Síganme.” José los llevó a través de la entrada de la finca hacia la bodega. “Aquí estaremos bien.”
“Casi no hay lugar.” Los cuatro estaban apretados entre cajas de madera. “¿Qué es todo eso?”
“Dice algo, no puedo leerlo…” José busco un cerillo, Farfan lo detuvo gentilmente.
“No quieres hacer eso.” Las luces del auto pasaron por la entrada y todos se agacharon lo más posible. A través de las polvosas ventanas los faros del auto iluminaron las cajas.
“¿Qué decían?”
“No enciendas cerillos.” Dijo Farfan. “Puedo ver en la oscuridad y las cajas que nos rodean, y sobre la que Fadil está parado, son dinamita.”
“Deberíamos salir, entonces.” Dijo Fadil, tratando de ver la caja sobre la que estaba parado.
“Ustedes no, estarán bien ahí.” Dijo Farfan con una sonrisa antes de salir.
“Gracias por avisarme.” Se quejó Fadil. Caminaron hacia el circo, cuando Fadil se detuvo y corrió hacia la arboleda en la parte de atrás del circo. Sin lluvias, casi todos los árboles estaban muertos, pero aún así ocultaban la luz de la luna con sus ramas.
“¿Qué ocurre?”
“Es algo de lo más extraño, se siente como una ardilla, pero la Naturaleza no quiso decirme más nada, como si estuviese bajo algún hechizo.”
“Es la ardilla.” Corrió y rebasó a Fadil. Él podía  hablar con la Naturaleza y saber dónde estaba la ardilla, pero Farfan podía ver en la oscuridad. “Ve por los demás.”
“Pero ya empezaron sus funciones, de hecho también las nuestras.”
“Los que estén desocupados. Esto es importante.” Vio a la ardilla corriendo de una rama a otra con tanta naturalidad como si fuera mediodía. Se acercó a la ardilla cuando había dejado de correr y se sentó frente a ella, mostrándole que no era ninguna amenaza.
“Por algo como esto… al diablo con las funciones.” Dijo Niut. “¿Quieres que la trate de convencer?”
“Sí, Fadil no puede hacerlo.” Niut dijo unas palabras y miró a la ardilla. No funcionaba.
“Déjenme intentar.” Dijo Lucetta. Apareció de entre los árboles, sin duda no estaría sola, pero sus amigos estaban ocultos por sus sombras. Farfan era el único que podía ver a través de las sombras de Lucetta, ni siquiera las farolas más fuertes podían hacer eso. Lucetta manipuló la oscuridad lentamente, tratando de llamar la atención de la ardilla. Se sentó de rodillas en el suelo y esperó a que la ardilla se acercara para lanzarse contra ella. La ardilla brincó a tiempo y regresó a una rama.
“Por favor, hazte a un lado.” Dijo Polixenes “soy el hombre más rápido del mundo. Ciertamente, más rápido que una simple ardilla.”
“¿Vas a aburrirla hasta la muerte o vas a hacerlo?” Le retó Mukantagara. Polixenes se acercó lentamente, esperó a que la ardilla abriera un poco su puño, revelando la pepita y movió la mano tan rápido como pudo. No fue suficiente.
“Eres un chiste, y de los malos.” Dijo Niut.
“Mira quién lo dice, tus palabritas mágicas no sirvieron de nada tampoco.” Se acercó a Niut, con ademanes amenazantes. Niut sonrió complacida, sin saberlo estaba entrando a una trampa. Niut abrió la boca y dijo una palabra. Nadie pudo escucharla, pues estaba en idioma angélico, era de treinta sílabas y utilizaba casi todas las 156 letras básicas del goetia. Polixenes se sintió mareado, caminó de un lado a otro, pálido por completo, hasta que se colapsó en el piso, gimiendo y afiebrado. “Es el mantra de la momentánea omnipresencia, Polixenes está en todas partes a la vez, y al mismo tiempo en ninguna. Eso lo mantendrá mareado por un tiempo.”
“Mi turno.” dijo Caphi. Apareció de atrás de una piedra y trató de hipnotizar al animal, sin ningún éxito. Montano, detrás de Caphi, le dio vida a hombrecillos de arcilla, para distraer a la ardilla, pero sólo consiguió asustarla más.
“Es inútil, nadie puede hacerlo.”
“Ya agotaron sus intentos, me toca a mí.” Dijo Farfan.
“No, ya pasó tu turno.” Dijo Caphi. “Fuiste el primero.”
“No, Farfan no lo ha intentado, lo justo es justo.” Dijo Mukantagara. Lucetta afirmó con la cabeza, dándole la razón.
“Está bien.” Dijo Caphi. “Vámonos, tenemos mejores cosas que hacer, de todas formas no lo conseguirá.”
“Dime que tienes un plan infalible.” Dijo Fadil, cuando se fue la tropa del circo Tempus Fugit.
“No sé si infalible, pero es un plan. Regresen a sus funciones, tanta gente asusta a la pobre ardilla. Me quedaré aquí y esperaré a que la ardilla me tenga confianza.”

            Se retiraron y lo dejaron solo. Farfan se acomodó entre la hierba y abrió la palma de la mano. Farfan era capaz de permanecer en una posición tan estática que sus mismas moléculas dejaban de moverse, haciéndolo invisible, de manera que tenía una paciencia absoluta para quedar quieto como una estatua. Al principio se distraía con el ulular del viento, después con los sonidos del circo. Escuchó risas y escuchó suspiros. Escuchó a su tropa interactuando con la gente y escuchó a los amantes que se escondía detrás de las carpas. Lentamente fue filtrando los sonidos, para mantenerse alerta, hasta que no escuchó nada. Los pensamientos le distraían. Se encontró a sí mismo divagando, como era su costumbre, y con la mente y la mirada lejos de la pepita que tan celosamente cuidaba la ardilla. Pensamiento a pensamiento los fue bloqueando y triturando, hasta que no pensó en nada. Inadvertidamente cayó en un estado de trance. Incluso sus órganos internos fueron ralentizando sus acciones involuntarias. Cuando el sol subió lo despertó Fukana de su trance.
“¿Farfan?” El detective místico miró su la palma de su mano, no había pepita alguna. “¿Lograste pasar la prueba?”
“Nunca había estado en un trance tan completo, me quedé bloqueado del resto del mundo, no pensé que eso fuera posible.”

            Su amigo Narrador de nuevo, ¿se habían olvidado de mí? Espero que no porque les tengo muchas sorpresas más. ¿Les está gustando el mosaico hasta aquí? A estas alturas espero que tengan bien identificados a los personajes y si no, pues no se preocupen, regresen un par de hojas y refresquen su memoria. En estos días, ¿qué es más importante que la memoria? Sólo una cosa, las dudas y las preguntas. Así es, ¿qué es una historia sin suspenso? No es nada. ¿Qué le mereció a Sanjiv semejante castigo?, ¿qué tratos tienen Primitivo Zamora, el capitán de Silvestre Rodríguez, y el escribano Julián Prieto con el circo Tempus Fugit?, ¿cómo matas a una persona dos veces y qué clase de maldición ha caído sobre Calpetun?, ¿Simza se quedará con el corazón de Lovro o se podrá detener la boda a tiempo?, ¿cómo rescata Farfan al campamento mongol de una guerra entre musulmanes y cristianos?, ¿quién tiene los dos pedazos del nombre de la muerte?, ¿qué hará Farfan para ganarse el amor de la muerte en esta competencia donde el ganador se lleva todo? Preguntas, preguntas y más preguntas. ¿La mejor parte? Que las respuestas ya vienen en camino.

            Pero antes de regresar a nuestro mosaico me temo que tendremos que leer unas palabras de nuestros patrocinadores. El banco transdimensional ha subido su intereses y la economía no mejora. ¿Quién diría  que unas vacaciones atravesando los planos de la existencia conocida serían tan caras? Es molesto, pero nos va mejor que a otros, he visto seis páginas de comerciales en libros de cocina y tatuajes de corporaciones galácticas en la cabeza de los morosos. Es una pausa breve, así que vayan al baño y hablen con sus seres queridos, pero no tarden mucho, pues regresamos en un pestañeo.

            Las colonias mineras transplutonianas reciben a miles de habitantes cada día. Son economías estables y lugares seguros para tener una familia, pero ¿acaso no está cansado de abrir la escotilla y encontrar vampiros galácticos hurgando en su basura? Aquí en “respuestas sonares y más allá” creemos que esos problemáticos vampiros deberían regresar a las minas de las que salieron, por eso presentamos el increíble Gupta-78 el único emisor microondas que, no sólo le garantiza a usted una recepción telefónica increíble, sino que emite una señal de alta frecuencia que aleja a sus molestos vampiros. Pero no termina ahí, el Gupta-78 también incluye el injerto nanotecnológico Gupta-6. El paquete completo incluye el set fácil de usar para que realice el injerto sobre laringe de sus hijos e incluso de sus mascotas. Con el Gupta-6 cada palabra es acompañada de la misma señal de alta frecuencia que aleja a los vampiros. Todo esto por el increíble precio de seis mil créditos. Recuerde, la seguridad de su familia no tiene precio. Llame ya y aparte su kit completo Gupta-78.

            Todos sabemos que desde que la federación inter-galáctica de rutas comerciales anunció que seis de cien rutas estaban infectadas por los vampiros galácticos viajar se ha hecho más caro. Nadie quiere ser mordido por esos no-muertos espaciales, pero es necesario mantener las rutas comerciales. Con esto en mente la corporación estelar Virta ha anunciado que se separa de la federación y anuncia quince nuevas rutas. ¿Necesita transportar cien mil toneladas de Roaseas venusinas en tres días estelares?, ¿qué tal un simple viaje de negocios a Neptuno o unas vacaciones a Oberson-1? Entonces no lo dude más y conozca nuestra flotilla de paramilitares altamente entrenados. Todos nuestros empleados se someten a exámenes diarios para garantizar que no han sido infectados. Y recuerde nuestra póliza de garantía: “Si usted o un ser querido es infectado por un vampiro galáctico, le devolvemos su dinero en cómodos vales de despensa.”

            ¿Ha sido infectado por un vampiro galáctico y cree que su vida entera se colapsa?, ¿está cansado de la propaganda oficial que difama a esas pobres criaturas vampíricas?, ¿un ser querido ha sido infectado de vampirismo y ahora lo esconde en el sótano, alimentándolo con carne cruda, con tal de que el gobierno no lo mande a campos de concentración para ser reducido a cenizas? Si la respuesta es sí a una o más de estas preguntas, entonces contacte a la Asociación por la Protección de Vampiros y otros seres parasitarios, la APVP. Contamos con consultoría legal y médica. Quizás el vampirismo no tenga cura aún, pero sólo porque tiene colmillos largos, no soporta la luz y requiere sangre para subsistir, no quiere decir que no tenga derechos. No lo espere más y contacte con nosotros.

            Y estamos de regreso a nuestro mosaico. Más preguntas y más respuestas vienen en camino. ¿Ya tienen una historia favorita? Quizás el misticismo hindú les captura el corazón, quizás el amor gitano, quizás le celebración de la muerte en medio de una revolución, quizás las pruebas de la muerte para conocer su nombre y así dominarla. Sea la que sea, en este mosaico hay un poco de todo para todos. Así que, no demoro más y vamos ahora al campamento mongol.



Mediodía del 21 Phalguna en el Krita Yuga
            Estaba dicho que los arios azules pertenecían a Agni, el fuego. Estaba dicho que su hogar era la luz. Estaba dicho que cada quien su dharma y el Universo seguiría en su correcta proporción. El dharma de Sanjiv lo le llevaba a Abhilasha, y por ello estaba dispuesto a romper con él. Abhilasha se casaría con su hermano, el cruel Gopal. Estaba decidido. El corazón de Sanjiv ya no pertenecía a la luz, sino a las tinieblas. Huyó a la selva buscando algo más que refugio. Buscaba consejo. Si todo aquello en lo que creía le había traído tanto dolor, entonces, razonó Sanjiv, buscaría en lo contrario de la luz, la oscuridad. Para ello tenía que recorrer gran parte de la jungla, alejándose del divino Ganges, en busca de la zona donde siempre era de noche.

            Recorrió las antiguas ruinas que se abrían paso entre las montañas. Escaló por árboles tan grandes como los templos mismos. Escuchó a la Naturaleza carente de humanidad, salvaje, letal, hermosa. Alcanzó un valle cubierto de maleza donde, con cada paso que daba, la oscuridad ocasionada por las lianas y ramas se hacía cada vez más pesada. Había llegado al territorio de Nisha, la noche. Desenvainó su espada y esperó en silencio. A pocos pasos de él, donde la oscuridad era total, alcanzó a ver una mano que emergía de las tinieblas y lo llamaba.
“Sal de ahí Nisha.” No hubo respuesta. Sanjiv se acercó lentamente, espada en mano. Se detuvo a un paso de la tiniebla más espesa que hubiera visto. No podía ver a Nisha, ni al suelo, ni a los árboles. Pero sintió cuando la mano de Nisha lo jalaba hacia la oscuridad.
“Sanjiv…” Saludó Nisha.
“Quiero hablar contigo.” Dijo Sanjiv, cuando terminó de rodar por una colina hasta el suelo. Por un instante dudó de tener abiertos los ojos, pues la oscuridad era más densa que con los párpados cerrados.
“Sé porqué has venido, hijo de Agni. Has llegado al camino del cual no hay retorno. ¿Por qué no haces pases contigo mismo, por qué buscas la oscuridad en tu corazón?”
“Tú sabes porqué.”  Sobre la cabeza de Sanjiv, a varios metros de altura, las ramas se reacomodaron para dejar pasar luz.
“Abhilasha.” Nisha estaba apenas vestida con un taparrabos. Su piel era pálida. Su cabello era largo y cubría parte de su cuerpo. Sus uñas largas eran tan filosas como una espada. “¿Te das cuenta que, por aprender de mí, todos te odiarán? Quizás incluso Abhilasha.”
“Lo entiendo Nisha. Quiero entender.”
“¿Entender por qué hay día y hay noche, por qué hay luz y hay sombras?” Las ramas sobre Sanjiv se cerraron y regresó la oscuridad. Escuchó los pasos de Nisha hasta que estaba justo frente a ella, pero no era capaz de verla. Sentía su respiración jadeante sobre su cuerpo, era algo que nunca antes había sentido.
“Estoy en tus manos” Sintió un dedo sobre su frente.
“¿Puedes ver la luz?”
“Pues…” Sanjiv pensó bien su respuesta. “puedo ver.”
“Ves gracias a la luz, pero la luz en si misma es invisible. La oscuridad también lo es.” Nisha apretó su dedo y Sanjiv pudo ver con la misma claridad que si fuera de día.
“¿Cómo es posible que tú Nisha, señora de la noche, sepas tales cosas de la luz?”
“Las sé porque conozco a su contrario. Existo en el equilibrio, como todos, entre luz y oscuridad. Debes entender que la oscuridad es como la luz, pero su inversa, ves en virtud de ella pero ella misma es elusiva. Con la práctica te darás cuenta que, así como la luz te permite ver ciertas cosas, te oculta otras que sólo pueden ser vistas en la oscuridad.”
“¿Por qué tiene que haber un equilibrio en el dharma?”
“Tú lo que quieres es el corazón de Abhilasha, eso lo ganarás con tu karma.” Nisha le señaló una serpiente que peleaba con un ave herida. El perico opuso resistencia, pero al final la serpiente la rodeó y comenzó a comerla. “Existe un equilibrio delicado entre la luz y la oscuridad, entre los iluminados y los olvidados, entre dharma y karma, y si existiera más de cualquiera, incluso de la luz, acabaría con el universo.”
“No es justo.” Nisha sonrió y rió. “El Universo no puede ser un  rey malvado y cruel que le rehúsa su mano a un débil perico que enfrenta a una serpiente.”
“El Universo no es rey alguno, y ésa es la verdad que sólo puedes entender cuando ves la luz  y la oscuridad como tales. El Universo es una canción, con sus altas y sus bajas, y no existe la justicia como tal, solo quienes saben bailar y quiénes no.”
“Entonces el Universo es dualidad, entre sonido y silencio, entre ritmo y caos.”
“Una dualidad que debe mantenerse, pues de eso viven los dioses. Por esta razón ellos no son duales, nunca proyectan sombra, son lo que son. Pero hasta los dioses morirán algún día. Incluso con extraños eones, hasta la muerte puede morir.”
“Una canción, de un yuga a otro, hasta que todo termine y todo empiece.”
“Muy bien Sanjiv, ya vas entendiendo.”
“¿Y Abhilasha?”
“Paciencia aprendiz, paciencia. Todo a su tiempo, ¿qué es una canción sino historia plasmada en el tiempo? Tiempo es todo lo que tienes.”
“Espera un momento,” dijo Sanjiv, cuando su mente se liberó y encontró un mundo nuevo frente a sus ojos “si los mortales ven en virtud de la luz, pero no ven la luz, ¿no podría decirse lo mismo del tiempo?”
“Muy bien aprendiz,” Nisha comenzó a bailar “aprenderás mucho conmigo y, cuando acabes, tú le darás fin a una era.”



2 Noviembre 1911 10pm
            Farfan siguió a Laura por el camino de tierra en la completa oscuridad. Laura cargaba con una débil vela, mientras que Farfan no necesitaba ayuda para ver en la oscuridad. Farfan sabía que la razón por la que Laura Trillo quería escapar de Calpetun como parte de su tropa, se debía a cuestiones amorosas. Laura le condujo hasta la hacienda recuperada por Silvestre Rodríguez en los primeros meses de la revolución, cuando llegó a Calpetun con Canuto Ríos. La hacienda era la principal fuente de trabajo en el pueblo, pero los salarios eran tan bajos  que los  patrones les pagaban con herramientas, tequila y camisas. Canuto Ríos prohibió las tiendas de raya y reorganizó la hacienda. En realidad su idea de reorganización no había llegado muy lejos, según le explicaron a Farfan le dio todo a Silvestre Rodríguez para que la administrara a su antojo.

            El acceso trasero, a un lado de las bodegas, estaba cerrado. Laura golpeó la puerta con mucho cuidado y alguien desde adentro la abrió. Farfan pudo ver al amante de Laura, José Méndez. Dejaron la puerta abierta cuando desaparecieron en busca de un lugar solitario. Farfan entró a la hacienda y se sorprendió de su tamaño. Eran varias hectáreas dentro de las murallas, muchas más fuera de las murallas. No había manera de saber qué habían cultivado en esas hectáreas, pero ahora había hongos. Distinguió a varias personas, casi todos trabajadores y muy pocos soldados, manteniendo húmedos los hongos y recogiendo sus herramientas para irse.
“No eres bienvenido aquí.”
“Sólo un chamán podría ser invisible para mí.” Farfan se dio la vuelta para encontrarse a Silvestre detrás de él, con las manos reposando sobre sus pistolas.
“¿Revólveres? Un poco… bruto para un chamán de su categoría.” Silvestre le apuntó con el segundo y cuarto dedo y comenzó a caminar hacia atrás, murmurando hechizos. Farfan realizó la danza yaqui del caballo, galopando para delante y para atrás, simulando tener un arco y dando pequeños gritos con el estómago.
“Quizás sepas algunas cosas, pero te metiste con la persona equivocada.” Con un cuchillo se cortó parte del brazo y, apuntándole con los pulgares, agitó los brazos tirando sangre a toda parte. Farfan siguió danzando, sabiendo que los yaquis sabían que la existencia era una canción. Sostuvieron miradas por tanto tiempo que Farfan le parecía ver, sobre el rostro de Silvestre, una máscara de calavera con inscripciones sangrientas. Farfan sabía que era poderoso, pero aún tenía varios ases bajo la manga. La magia de Silvestre era chamánica, poderosa y gutural, en contacto con la Naturaleza, mientras que Farfan había aprendido magia por todas partes.
“¿Eso es todo lo que tienes Silvestre, ilusiones ópticas?” El chamán se enojó y caminó en ciclullas alrededor de él, haciendo gestos y señalándole con gestos de la mano.
“Conozco los cien dioses de la tortura Farfan, veamos qué tal te sentiría una invocación.” Farfan se levantó en un pie y comenzó a hacer mudras con los dedos y graznar como un pájaro. “¿Pichones y palomas es todo lo que tienes para una eternidad de tortura?”
“Pichones y palomas ciegas.” Corrigió Farfan. Las aves volaron sobre ellos yendo de un lugar a otro, alocadas y veloces. Silvestre sonrió, la invocación estaba a punto de acabar, cuando se paró sobre sus manos y llamó a los dioses a que brotaran de la tierra y capturaran a Farfan. El detective místico sonrió, podía sentir que la tierra bajo sus pies, y bajo los hongos alucinógenos, temblaba pero sabía que el chamán necesitaba de una concentración intensa. Las aves, en su revoloteo desesperado, chocaron contra las campanas de la hacienda. El ruido fue tan salvaje y súbito que el chamán perdió la concentración y se cayó al suelo.
“No puede ser.” Farfan se paró a su lado y sonrió “nunca había perdido.”
“Son los pequeños detalles los que cuentan, don Silvestre.”
“¿Qué está pasando aquí?” El grito los tomó por sorpresa a ambos. Farfan volteó y vio a Fernanda, la madre de Laura, jalando del cabello a su hija, quien solo tenía una sábana por todo vestido. José corría detrás de ella, tratando de explicarse, pero era inútil.
“Parece que, al final, yo gané.”
“Nunca hay un final, don Silvestre, nunca.”



15 Septiembre 1241 2 pm
            Florica había tenido suficiente. Simza trataba de convencer a Lovro de no volver a ver a su amiga de la infancia. Farfan trató de calmarla, diciéndole que esa era señal que Lovro aún la amaba y Simza temía por ello. No fue suficiente. Florica, con fuego en la sangre, había salido a buscarle. Farfan y Monito la buscaron por todas partes. Recorrieron el campamento mongol y se internaron entre las carrozas de madera de los gitanos, pero no las encontraban por ninguna parte.
“Están al oeste.” Les dijo una anciana gitana antes que pudieran preguntar. La anciana, que Farfan calculaba tenía más de un siglo, vestía con faldas coloridas y blusas con muchos collares.

            Simza y Florica se encontraban entre los pocos árboles de la estepa. Caminaban en círculos, como tigresas a punto de atacar, cada una con un cuchillo. Florica vestía de verde y azul, con un humilde paliacate sobre la cabeza y sus pulseras de cobre. Simza era el completo opuesto, tenía docenas de monedas de oro colgando de sus cinturones de cuero y paliacates, así como anillos en cada dedo. El atuendo de Simza era más atrevido, mostrando parte de los pechos y su esbelta figura. Nada de eso importaba, sabía Farfan, lo único que importaba en ese momento era quién era mejor con el cuchillo. Una pregunta que Farfan no quiso ver contestada. Le dio una señal a Monito para que se interpusiera entre ambas y comenzara a bailar, tratando de apagar la mecha.
“Florica, esto no soluciona nada.” La tomó del brazo, pero Florica no cejaba.
“Déjame en paz, me prometiste a Lovro y hasta ahora no me has dado nada.”
“¿Y crees que si le cortas la garganta a su prometida él regresará a tus brazos?” Florica lo vio con una intensidad feroz. “Esto no acaba aún.”
“Pero muy pronto.” Dijo Simza. Florica trató de zafarse de Farfan, pero era tarde, la empujaba a un lado. A lo lejos vio a Akila, quien galopaba desesperado hacia ellos.
“¡Farfan!” Gritaba Akila “es hoy, ¿no lo recuerdas?”
“¿Qué cosa?”
“El capitán Arik muere hoy mismo. Tenemos que encontrarlo.” Farfan sopesó sus opciones, seguir a su amigo y dejar que su amiga peleara hasta la muerte, o ayudar a Florica aún si no encontraban la manera de salvar a Arik.
“Es todo un conflicto.” Florica le preguntó a Arik qué pasaba y él le explicó. “¿Qué hacer? Hoy muere alguien, mi amigo el capitán mongol o Florica o Simza.”
“Ve por Arik, sé cuidarme sola. Puedo hacerlo.”
“Akila, adelántate. Encuentra al capitán y sálvalo.”
“Pero Farfan, es tu amigo, ¿no lo quieres salvar?”
“Tú también eres mi amiga, además que hay cosas que están escritas en los cielos y nadie puede cambiar.” Florica estaba más tranquila. Simza le gritaba a Monito, quien había logrado quitarle el cuchillo y corría en círculos alrededor de ella, demasiado rápido para ser atrapado.
“¿Y la boda? Dicen que se efectuará mañana, ¿está escrito en las estrellas?”
“Déjame contarte una historia real, no recuerdo cuándo me pasó. Un joven quería pasar un río bastante ancho y peligroso, yo estaba meditando en la otra orilla. El joven llama mi atención a gritos y pedradas. El ruido del agua me impide entender lo que quería, así que el joven escribe una nota en una piedra y la lanza a mi lado. La nota decía: ¿cómo puedo pasar a la otra orilla? Así que escribí la respuesta en otra piedra y la lancé de regreso.”
“¿Y qué decía?”
“La nota en la piedra decía: Hijo mío, ya estás en la otra orilla.” Florica se relajó y sonrió al escucharlo. Aunque el fuego no abandonaba su corazón, ya no odiaba a Farfan. “O quizás fue al revés, y yo lancé la piedra tratando de cruzar. No lo recuerdo. De todos modos, funciona.”
“Otra de tus historias que no son reales, aún así me divirtió.”
“¿No es real?, ¿historia mentira? Lo falso es demasiado odiado, como si los no-iniciados tuvieran idea de lo que la verdad es. No descartes nada Florica, prueba de todo, piensa de todo y decide por ti misma.” Akila regresaba a caballo.
“Su amigo, no está feliz.”
“No, no lo está. Mi amigo ha muerto.”



Amanecer del 21 Phalguna en el Krita Yuga
            Gopal no disfrutaba enseñándoles a los mortales los secretos del yoga, pero no tenía otra opción, era su dharma. Los mortales siempre estaban repletos de preguntas y todo querían saber. Gopal se limitaba a decir “porque lo digo yo, obedezcan no pregunten”. Dapti le había llamado la atención una vez, y una vez era suficiente. Si iba a casarse con Abhilasha necesitaba contar con la aprobación de su maestro, y si eso significaba mostrar más paciencia a los mortales, entonces eso haría. Los mortales lo bombardearon con preguntas, sobre el karma, el dharma, la naturaleza de Agni, el Soma y Gopal trató de explicarse lo más posible. La verdad era que Gopal tampoco lo tenía bien claro, él sólo seguía órdenes. Si sus superiores le decían que el Soma era la bebida de los dioses, entonces así era, y no necesitaba saber de qué estaba hecha. Pasó un tiempo, mientras el sol salía sobre el Ganges, entre docenas de gurús y religiosos que se bañaban en el río, tratando de explicar el karma y el dharma.
“Karma es acción, es el ciclo de Samsara, de causa y efecto. Todo lo que hacemos tiene ramificaciones invisibles que dan forma al futuro. Para ustedes mortales, todo cuanto les pase es fruto de su karma. Están atados a su karma, reencarnarán para siempre hasta que aprendan a actuar sin actuar, a no ambicionar el fruto de sus actos.” Alguien detrás de Gopal aplaudió.
“Gopal, ¿dónde habías escondido esa sabiduría?” Era Abhilasha. Gopal sonrió nerviosamente y no supo qué contestar. Sus alumnos dejaron a su maestro y meditaron sobre el muelle sobre el Ganges cubierto del oro del sol.
“Abhilasha, es un honor tenerte aquí.” Caminaron juntos sobre los muelles de madera y subieron a la estructura de piedra, una cabeza de Brahman construida en la orilla, donde muchísimos fieles hacían sus rituales matutinos.
“Es bueno ver que enseñas a los mortales, y no solo los escarmientas.” Gopal se avergonzó. Deseaba tanto a Abhilasha que su corazón se achicaba cada vez que ella no sentía admiración por él. “Por un momento pensé que te gustaba más ser guerrero que maestro.”
“Cada quien sigue su dharma, yo soy guerrero. Aún así, para honrar a mi maestro y a mi… querida amiga, hago todo mi esfuerzo en ser compasivo con los mortales. Como tú.”
“Eso es muy loable Gopal.”
“Tú me has enseñado bien.” Abhilasha lo miró sin decir nada. Gopal quería lanzarse a ella y besarle, pero se contuvo. “¿Has venido a buscar lotos del Ganges?”
“Sí, pero también buscaba a Sanjiv, ¿lo has visto por alguna parte?”
“No.” Cortó Gopal. “¿Te puedo sugerir algo, Abhilasha? Aléjate de Sanjiv, él es peligroso. Mi hermano es guerrero, como yo, pero no sigue su dharma. Es como una carreta de ruedas torcidas, va de un lado a otro hasta estrellarse en un árbol. Sanjiv busca que los mortales tengan una buena opinión de él, que lo alaben por su rectitud, pero un guerrero no necesita de la visión de otros, sólo necesita de su propia rectitud para ser humilde.”
“Hay algo que no ves en tu hermano.” Abhilasha se agachó para recoger las frágiles flores que crecían, como hierbas malas, entre las lozas de la estatua de Brahman. “Tiene un corazón compasivo, quizás demasiado compasivo.”
“Así es, demasiado compasivo. Mi corazón es balanceado, ¿acaso el balance no es mejor que el desequilibrio?” Era una pregunta tramposa, pero Abhilasha no tenía otra opción más que estar de acuerdo con Gopal. Se miraron en silencio unos segundos, hasta que Gopal escuchó el nombre de Sanjiv de boca de un par de arios que murmuraban entre ellos antes de entrar al Ganges. Gopal los tomó de los brazos y los agitó un par de veces, obligándoles a compartir su secreto.
“Gopal, ten cuidado con esos mortales.”
“Está bien, está bien,” decían los mortales “es que vimos al maestro Sanjiv anoche, en la villa.”
“Sanjiv…” Murmuró Gopal “has llegado demasiado lejos.”
“¿Están seguros?” Preguntó Abhilasha.
“¿Lo ves? Ha llegado demasiado lejos. Le cortarán la cabeza por esto.”

            Gopal echó a correr y Abhilasha lo siguió. Gopal buscaba a su maestro, pero no lo encontraba en el mercado. Kapi, quien compraba fruta para sus discípulos, vio que Gopal iba de un lado a otro, con una mano en la espada y la otra en la muñeca de Abhilasha. Decidió seguirlos hasta que dieron con Anandi. Kapi les cortó el camino, pues sabía que era mejor que hablaran primero con Anandi, la esposa del maestro, ya que su corazón era más suave.
“Ha llegado demasiado lejos, la pena es la muerte.” Gopal acariciaba sus collares de esmeraldas y diamantes y hablaba con el pecho hinchado.
“Sanjiv es tu hermano, ¿le deseas la muerte?” Anandi no era tonta, sabía tanto de leyes sagradas como su marido, aunque por ser mujer no tenía derecho a ejercerlas. “Está prohibido matar a tus familiares, un guerrero como tú debería saberlo.”
“¿Cómo saben que esos arios decían la verdad?” Añadió Kapi.
“Tú eres su mejor amigo Kapi,” dijo Gopal “con toda certeza tú estabas ahí.”
“¿Qué es lo que ocurre?” El maestro Dapti, acompañado de Sanjiv, los alcanzaron en medio del mercado. Gopal se explicó frente a su maestro.
“Son mentiras,” dijo Abhilasha “¿verdad Sanjiv?”
“Piensa lo que dirás a continuación,” le amenazó el maestro guardián del templo “mentirme es también un delito, tan grave como congeniar con los mortales, arios o de otra casta.”
“Es cierto, pero fui solo. Kapi trató de detenerme, pero no le hice caso.” Kapi ocultó el rostro bajo sus manos, sabiendo que su mejor amigo acababa de cometer el peor error de su vida. “Estamos aquí para ayudar a los mortales, si nos alejamos de ellos sólo les daremos más motivos para que nos odien y se rebelen en nuestra contra. Abhilasha, ¿acaso no es cierto que, por ley divina, somos sus maestros primero y protectores después?”
“Sanjiv,” dijo Abhilasha luego de respirar profundo y mirar a todos a los ojos “lo que hiciste estuvo mal y debes pagar el precio. Tu maestro es compasivo, como lo es tu hermano, seguramente tendrán eso en cuenta cuando dicten su sentencia.”
“Abhilasha,” dijo Sanjiv “¿no te das cuenta de lo que ocurre aquí? Si me amaras tanto como mi corazón sueña, me habrías defendido.”
“Sanjiv, perdóname.” Los ojos de Abhilasha se llenaron de lágrimas.
“Anandi, por favor disuade la furia de tu marido.” Le urgía Kapi. Anandi le susurró algunas palabras, pero la expresión dura y salvaje de Dapti no cambió.
“La pena es muerte.” Sanjiv dejó que su maestro se acercara para empujarlo contra Gopal. Dapti cayó al suelo, pero Gopal se levantó de inmediato y, con la mano en la espada, se lanzó en su persecución. Kapi se lanzó contra Gopal, para frenarlo y Abhilasha forcejeó con su brazo para que Sanjiv pudiera tener la mayor cantidad de espacio posible para empezar.
“Dapti, por favor.” Anandi detuvo a su marido. Sanjiv desapareció en la selva. El maestro desistió, pero Gopal quería correr tras él. Finalmente, Dapti le detuvo con un gesto.
“No tiene adónde ir Gopal, no puede regresar.”



29 Octubre 1911 9am
            Anclaron el circo temprano en la mañana haciendo un perímetro con sal. Farfan escaló sobre su carreta de madera y contempló el pueblo de Calpetun. Polvoso, pequeño, aburrido pero por alguna razón sumamente mágico. Los operarios comenzaron a armar el circo, mientras que Monito hacía café y Farfan buscaba los libros de filosofía de su gato Horemheb. Abrió cinco libros y dejó a su gato leyendo, Monito estaba entrenado para cambiar la hoja cada vez que el gato maullara.
“¿Dónde diablos estamos ahora?” Preguntó Niut. Salió de su carroza en una bata de baño y bostezando.
“Calpetun.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?”
“Cerca de Ciudad Juárez.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?”
“En México.”
“Ya veo, ¿y dónde está eso?” Farfan comenzó a reír.
“No te preocupes Niut, tengo un buen presentimiento.”
“Malas noticias.” Fadil los alcanzó corriendo.
“Ese presentimiento duró poco.” Se burló Niut.
“El circo Tempus Fugit llegó aquí anoche.”
“Me lo imaginé.” Respondió Farfan, entre sorbidos de café.
“Y uno de ellos está aquí, entró al perímetro antes de que se terminara de anclar el circo. Es Montano.” Fadil señaló hacia una de las carpas a medio armar. Se acercaron en silencio, pensando que Montano estaría robando algo, pero los tres se detuvieron en seco al escuchar la voz de Fukana.
“No hay nada que nadie pueda hacer.” Decía Fukana. “Ni Farfan, ni Niut, y estoy seguro que tampoco Caphi.”
“Te entiendo, no creas que no, y tienes razón, Caphi no podría ayudarte.” Decía Montano. “No te voy a mentir, quiero ser tu amigo, y los amigos no hacen eso. Caphi sólo podría ayudarte si tu ceguera fuera algo auto-inducido.”
“No es eso, créeme. ¿Sabes lo inútil que me siento? No puedo montar a caballo, me tropiezo todo el tiempo, no reconozco rostros, es como estar ciega, pero peor porque tienes un pelo de esperanza.” Montano colocó un hombrecillo de arcilla en el suelo y lo tocó. El homúnculo caminó en círculos tratando de tener una idea de dónde está.
“Yo pensé que yo era bueno, pero luego de ver tus maquetas y estatuas, nadie es mejor que tú. Tu sentido de  tridimensionalidad del espacio no tiene comparación.”
“Sí, bueno, lástima que eso no me permite ver detalles.”
“Sólo hay alguien que podría ayudarte, pero no está en ninguno de los dos circos.”
“No importa, vamos hasta donde sea. Estoy segura que puedo convencer a Farfan.”
“No es tan fácil. La única persona que te puede ayudar es la muerte. Quien conozca su nombre real puede obligarla a realizar cualquier número de milagros.”
“¿Tú crees? Farfan no tiene ninguna pieza, no que te las daría si las tuviera, perdóname pero no confío en Caphi.”
“No, te entiendo, yo haría lo mismo. Te puedo asegurar esto, si Caphi se las queda, le pido que te ayude. No creo que tenga problemas para eso. Pero tampoco sé si Caphi tiene las piezas, nadie sabe nada. Quizás Caphi no nos diría, pero ¿y en tu circo?”
“Buena pregunta.” Niut empujó la carpa y entraron.
“Vete de aquí Montano, sabes las reglas.”
“Sólo quiero ser su amigo, somos dos artistas.” Niut nombró el mantra del viento y Montano entendió la indirecta.
“No es justo, no me pueden espiar así como así.” Farfan trató de explicarle que no podía confiar en nadie del circo Tempus Fugit, pero sabía que no serviría para nada. De hecho, él no quería correr a Montano.
“Si Fukana y Montano se ven afuera del circo, no los molesten.” Niut iba a protestar, pero Farfan le detuvo. “Ella necesita amigos, no hay nada malo en eso.”
“Tú y tus presentimientos Farfan.”
“Farfan, se acerca una persona, está armada y viene a caballo.” Dijo Fadil.
“Reitero, tus presentimientos solo me ponen más nerviosa.”
“Calma Niut, ¿qué es lo peor que puede pasar en un pueblo tan tranquilo como Calpetun.”

            El jinete era Emil Lewis Jackson. Farfan se presentó, con todo y confeti y lo invitó a comer algo en el comedor de los operarios. Emil le explicó que tendría que pagar impuesto, que el país estaba en una sangrienta revolución y que si su circo no ayudaba a la gente y sólo les quitaba el dinero, habrían problemas.
“He pasado por esto antes, no es problema.” Dijo Farfan. “¿A quién le debo pagar?”
“Este pueblo fue tomado por el caudillo Canuto Ríos poco después de que peleara en la toma de Ciudad Juárez. Canuto tiene una mano derecha….”
“Y una izquierda me imagino, pero hablemos de sus capitanes.”
“A eso voy, no me deja terminar. Su capitán es Silvestre Rodríguez, él ha recuperado la hacienda donde se explotaba al proletariado de Calpetun. La mano… es decir, el más cercano a Silvestre es Primitivo Zamora.”
“¿Y usted?”
“Yo soy mercenario, me dicen el gringo, por obvias razones. ¿Y qué hay de usted, qué hace aquí?”
“Desde hace tiempo siento curiosidad por la muerte mexicana.”
“La catrina, sí. Es fascinante. Estos mexicanos tienen su sentido del humor. Pueden matarse entre ellos con toda facilidad, pero cuando se trata de la muerte le cantan y hacen rimas. Se llaman calaveras.” Farfan vio, a lo lejos, un niños que cargaba con una catrina hecha de cartón. “Es una cultura muy curiosa. Como dice el dicho, el muerto a la sepultura y el vivo a la travesura.”
“Fascinante. La muerte es mi… tema favorito. Distintas culturas tienen distintas muertas, pero pocas ella sonríen como la catrina.” Vio al niño tratando de colgar la Catrina, como no alcanzaba le ayudó un soldado. Le pareció colorido, aunque tenía que admitir que faltaba pintura en el pueblo.
“Es algo de identidad, en México hay dos verdades absolutas, la primera es que al vivo todo le falta y al muerto todo le sobra, y la segunda es que muerto el perro se acabó la rabia.”
“Increíble.” Uno de los operarios se acercó a la mesa de Farfan, le dolía el estómago.
“Revisé entre las cosas, nos hacen falta medicinas y rápido.”
“Tú no te ves muy bien. Emil, ¿hay un doctor en el pueblo?”
“Sí, pregunta por Natividad, así se llama. Es el mejor doctor… el único doctor.”
“¿Dónde lo encuentro?”
“Es primo de Primitivo Zamora, así que seguro anda pegado a él. Pregunta en el bar.”
“Ah,” interrumpió Farfan “hazme un favor, dile a tus muchachos que regalen toda la pintura que nos sobra. Este pueblo necesita una pintada.”
“Gracias por el regalo.” Dijo el gringo. “Se lo agradecerán mucho. Es de sabios ser indulgente con los caudillos. No vaya a ser que se les enoje y le digan que para morir nacemos.”
“Para morir nacemos” repitió Farfan con cuidado y con una sonrisa en los labios. Se acarició la barba mientras lo repetía una vez más. “Para morir nacemos. Qué cierto es eso.”
“Me tengo que ir, pero si quiere búsqueme en el pueblo, pregunte por el gringo y seguimos platicando. Quédese al día de muertos, le gustará mucho.”
“Estoy seguro que sí.” En cuanto el gringo desapareció entre las carpas salió una joven con mirada nerviosa. Era esbelta, con los ojos grandes y el pelo recogido.
“¿Usted es el dueño de este lugar?”
“Sí, así es. ¿Quién es usted?”
“Mi nombre es Laura Trillo y quiero acompañarlos en el circo. Puedo cargar cosas, puedo animar a la gente, contar boletos, vender manzanas, lo que quieran.”
“¿Y por qué harías eso?”
“Tengo que escapar de mi casa, de mi mamá.”
“Bueno, pues ¿de tu casa o de tu madre?”
“De las dos.”
“¿Tan fea es tu casa?”
“¿Qué? No, ¿de qué habla?”
“¿No bastaría con una manita de pintura para que deje de ser tan fea?”
“¿Mi mamá o mi casa?”
“Cualquiera de las dos. Quién sabe, quizás las dos.”
“¿De qué estamos hablando?”
“¿Yo cómo voy a saber, si usted empezó?”
“¿Yo empecé?” Laura se quedó callada un momento, mientras Farfan se terminaba su café. Le ofreció una taza caliente con una infusión extraña. “¿Qué es esto? Sabe horrible.”
“Es bueno para los nervios. Es una hierba que crece en las montañas chinas.”
“Prefiero el café, gracias.” Farfan le reemplazó la taza.
“¿Sabes cómo se descubrió el café? Muy semejante a la naturaleza de tu problema, cualquiera que sea, fueron las cabras. Los granjeros notaron que, después de comer ciertos arbustos las cabras se ponían como locas. El fruto que comían era café y los cuidadores lo disolvían en agua para beberlo.” Farfan la miró como si acabase de descubrir el hilo negro.
“¿Cómo me ayuda a mí?, ¿quiere que compre una cabra?”
“Es cosa de esperar y ver de qué arbusto comes que te ha puesto tan nerviosa. De todas formas nosotros acabamos de llegar, si quieres venir con nosotros lo puedes hacer, pero faltan muchos días.” Laura estuvo de acuerdo, pero una duda le pasó por la cabeza como un flechazo.
“¿Así se descubrió el café?”
“Sí.”
“¿En serio?”
“Qué sé yo, puede ser y eso es lo único que importa, si puede ser, entonces lo es en alguna parte de este loco mundo.”

Acompañó a Laura hasta la salida. Ella estaba tan confundida que no dijo nada. Farfan regresó a su carro de madera, donde Horemheb devoraba los libros de filosofía oriental mientras que Monito fumaba y se quitaba las pulgas de su pelaje. Farfan encendió el fuego de la pequeña cocineta para calentarse más café cuando notó que la flama era verde como las esmeraldas. Su presentimiento era el correcto, pese a lo que pensara Niut.
“Farfan,” era la voz de su amada. Farfan hincó sus viejas rodillas y miró al fuego de cerca. “Ha llegado el momento para una tercer prueba. ¿Estás listo mi amado?”
“No te fallaré, amada mía. Dime por favor, ¿qué otra cualidad debe tener el hombre que se robe tu corazón?” Vio a la muerte danzando en las llamas y riendo.
“El hombre que se gane mi corazón debe saber hacerme reír. El humor aligera el corazón, y un corazón pesado no sabe bailar. Hay un elefante, está muy cerca, quien lo haga reír se llevará la tercera parte de mi nombre eterno.”
“Yo puedo hacerlo, ya lo verás amada mía.”
“Confío en ti, mi amor. No olvides que debes darte prisa, tendrás mucha competencia.”

            Para cuando salió de sus habitaciones ya toda la tropa había tenido una visión semejante. Salieron disparados a caballo en busca del elefante. Fadil y Farfan pasaron por el pueblo, donde los niños ayudaban a las ancianas a pintar sus hogares con colores brillantes. Encontraron al elefante cerca de los sembradíos, comiendo pacientemente y rodeado de la tropa del circo Tempus Fugit.
“De nuevo llegamos primero.” Se burló Polixenes.
“¿Y eso de qué te sirve si no lo haces reír?” Preguntó Fadil.
“A ver, somos demasiados.” Dijo Caphi. “¿Sistema de honor?”
“Ustedes no tienen honor.” Respondió Akila.
“Cállate niño.” Se burló Antigonus. “Antes que te borre la memoria.”
“Calma, calma.” Urgió Farfan. “Caphi tiene razón, sistema de honor. Uno por uno.”
“Pero nosotros llegamos primero.” Dijo Antigonus. Trató de hacerlo reír con muecas y caras, pero no pudo.
“Mukantagara,” dijo Farfan. “trata con tu música.”
“Será un placer.” Mukantagara tocó su violín y bailó con toda la intensidad que pudo e incluso los insectos bailaron con él, pero el elefante apenas y lo vio.
“Me toca.” Dijo Caphi. Se acercó al elefante, lo miró a centímetros de sus ojos y trató de hipnotizarlo, pero lo único que logró que estornudara.
“Creo que lo tengo.” Dijo Niut.
“No, no” dijo Caphi “momento, que aquí no ha pasado Farfan. Así pasó la última vez, nos engañó vilmente. Le toca a Farfan.”
“Bueno, pues a ver.” Monito y Farfan bailaron juntos, hicieron muecas, fingieron que se caían y tropezaban, pero no lograron nada.

            Uno a uno fueron pasando, pero nadie lo consiguió. Llegando a un empate las dos partes se retiraron, para planear una mejor estrategia. No sabían con cuanto tiempo contaban, ni si era posible que un paquidermo riera, pero querían darse prisa. Niut trataba de asustar a Farfan, pero él se limitaba a decir “no me recrimino nada, no tendría sentido. Tengo toda una eternidad para hacerlo, después de todo la música no se para y todo sigue y sigue.” Niut no compartía su entusiasmo. Al caer el sol el elefante caminó, parsimoniosamente, hacia una arboleda por donde corría un riachuelo. Las dos tropas estaban cerca, aunque ninguna quería admitirlo. Fadil podía saber la ubicación de cada uno de ellos en un amplio rango, pero aún así todos fingían. Acamparon y fueron tomando turnos entre ellos, pero nadie conseguía que el animal se riera. Finalmente, cuando todos estaban dormidos, Farfan dormitaba cerca del elefante. Luchaba para quedarse despierto, pero sus párpados eran pesados. Cerró los ojos y, lo siguiente que supo era que el elefante reía. Lo escuchó como en un eco. Corrió al paquidermo, pero ya no estaba.



Amanecer del 22 Phalguna en el Krita Yuga
            Los murmullos recorrieron las villas como un incendio fuera de control. Se sabía. Era el fin. En la oscuridad ante de la madrugada fueron muchos los que creyeron que el sol no saldría. De la espesa jungla salieron Kapi, Sanjiv y Abhilasha. Sus rostros no estaban pintados. Sus cuerpos no estaban vestidos. Emergieron de la selva como si ésta se corporizara en esos tres. Los arios, mortales y azules, sabían que era el final. Finalmente había pasado, su amor había traído fin a la era de los dioses.

            Abhilasha había encontrado a Sanjiv gracias a Kapi. Nisha había sonreído “eres libre Sanjiv, no por tenerla, sino por desearla.” Habían violado todas las leyes, pero ahora veían la luz con tanta claridad como podían ver la oscuridad. Caminaron hacia el templo mayor, dentro del cual se encontraba la mortaja tras la que se ocultaban los dioses. Llegaron a la cima y se tomaron un momento para mirar hacia abajo. Los mortales, hincados, rogaban por misericordia. Los arios los alentaban. El sol salió y brilló en sus pieles azules. Los mortales entendieron, no era el fin de su mundo, sólo el fin de los dioses.

            El templo tenía la forma de los tres rostros de Brahman y sobresalía cientos de metros por encima de la selva. La puerta estaba cerrada, el maestro Dapti la había cerrado. Empujaron la puerta como si fuera de papel hasta hacerla reventar. Los monaguillos empujaron los pesados troncos sostenidos en cadenas para hacer sonar las campanas y los platillos. Estaba escrito en las estrellas que ese día llegaría, pero nadie esperaba que el amor de Sanjiv pudiera hacer eso.
“Han visto a Nisha, impuros.” Dijo Dapti. “Su conocimiento son mentiras. Ésta es la única realidad que deben conocer.” Dijo, señalando al fuego de Agni que ardía con fuerza sobre una pira de oro y plata. “¿Se dan cuenta que han traído las tinieblas?”
“Las tinieblas siempre han estado aquí.” Sanjiv señaló a los rincones del gigantesco templo que siempre estaban oscuros. “Negarlo no sirve de nada.”
“Los mortales nos necesitan Sanjiv, tú mismo lo has dicho. Si nosotros no contamos la historia Universal, ¿quién lo hará? Si nadie la relata todo acabará.”
“Los mortales también pueden contar historias, pero sólo si son libres.” Dapti se lanzó contra él, con su cuchillo sobre su cabeza. Kapi lo detuvo a centímetros de matar a Sanjiv.
“Contarán mentiras, habrá confusión. Habrá dualidad.” Soltó el cuchillo y se hincó en el suelo aferrándose a las piernas de Abhilasha. “Por favor, Abhilasha tú que eres la más sabia de los tres. ¿Es que no ven que la dualidad cubrirá al mundo si nosotros no estamos aquí para decirles lo que tienen que hacer y que pensar?”
“La existencia es danza Dapti, y la danza es dual. Lo siento, pero Sanjiv tiene razón.”
“Locos, están todos locos, pagarán su insolencia.” Dapti corrió hacia la entrada, se resbaló en los escalones y fue cayendo hasta ser detenido por una turba rabiosa que, a golpes y patadas, lo fueron tirando hasta que cayó al suelo.
“Los mortales se cansaron.” Dijo Abhilasha viendo a través de la puerta. Podía escuchar los gritos de Dapti que organizaban a las tropas de guerreros azules.
“Mi propio hermano vendrá a matarme. Lo ha querido hacer desde hace tiempo.”
“¿Estás listo para eso?” Preguntó Kapi.
“No, pero él tampoco.”

            Los mortales que subían las escaleras súbitamente se dieron vuelta para enfrentarse a los guerreros que trataban de someterlos. En todas las villas los mortales se alzaban contra la tiranía de sus amos. Estaba escrito que el día llegaría y los arios inmortales, en su vanidad, pensaron que su mera autoridad emplazaría los ciclos que los dioses habían dictado.



13 Septiembre 1241 10am
            Había llegado el día. Los musulmanes y cristianos habían estallado en violencia. Los cristianos culpaban a los musulmanes de espiarlos y matar su ganado, los musulmanes los acusaban de lo mismo. Caphi había tenido tacto para convencerlos y ponerlos unos contra otros. Los mongoles sabían que, en el fondo, la guerra era una excusa para que, entre los dos, tomaran el campamento mongol y lo saquearan. Confiados y orgullosos como eran los mongoles sabían que estaban en desventaja numérica y estratégica. Arik  había sido interrumpido por Farfan quien, escoltado por los Romani, ofreció salvar al campamento mongol enfrentándose contra los dos ejércitos él solo. Los mongoles se rieron de él, pero Farfan insistía “denme una oportunidad, no pierden nada. Lo haré al oeste, fuera del campamento.” Un viejo y tembloroso caballero cristiano lo tomó de los hombros, vestido en armadura completa y lo sacudió.
“¿Te das cuenta que nuestra única autoridad espiritual es Preste Juan? El caballero-Papa. La guerra está en nuestra sangre y la magia en nuestro espíritu.”
“Magia, eso es. Será mágico.”
“No lo dudes Farfan, será una batalla mágica y tienes la desventaja, todos somos tan magos como somos guerreros.” El anciano lo dejó y se alejó lentamente.
“Tiene un buen punto.” Dijo Niut. “¿Cuál es tu plan exactamente?”
“Aquí hay una lista de cosas.” Le entregó una lista larga que sacó de uno de sus bolsillos repletos de confeti.
“¿Y qué necesitas que haga yo, hay algún mantra en particular?”
“No, sólo necesito que me consigas todo eso.”
“¿Cinco caballos y nada más?”
“Confía en mí.”
“He oído eso antes.”
“Y nadie me ha arrancado la cabeza todavía.”

            Acompañado de cinco operarios del circo Farfan puso su plan en acción. Utilizaron enormes telas de carpas para amarrarles delgadas maderas sobre las que se atan cordeles formando una cuadricula. Sobre la cuadricula colgaron espejos y cristales. La carpa estaba bien atada a la estructura de madera que sostenía cada caballo. Los caballos también cargaban con una silla de montar que contaba con los cañones ligeros de fuegos artificiales que le habían sido regalados en China. Farfan estaba listo al medio día, cuando la caballería islámica, de enormes camellos de batalla, hacía maniobras para rodear a la legión de infantería. Los cristianos, a caballo, comenzaban a formar un frente amplio para ir rodeando al campamento mongol.

            Farfan dio la señal a sus caballos y se lanzó desde la cima de una colina. El viento fue inflando la carpa hasta que formó una enorme vela que, con sus cientos de espejos, reflejaba la luz del sol con una intensidad cegadora. Los caballos en las orillas de la línea tenían unas extensiones de madera que se alargaban por muchos metros más allá de los caballos. Al final de estas extensiones, meros palos de madera, tenían amarradas ramas que, como enormes dedos, raspaban la tierra y levantaban grandes cantidades de polvo. El efecto final hacía parecer que Farfan contaba con cincuenta caballos, y no solamente con cinco.

            Cristianos y musulmanes juntos detuvieron sus marcas a pocos metros de sus enemigos. La nueva amenaza parecía más preocupante. Un ejército de luz galopaba directamente hacia ellos. Los capitanes musulmanes y cristianos se miraron largamente, sin hacer un movimiento. Sería necesaria una tregua para combatir juntos la nueva amenaza. Los soldados ya estaban murmurando, decían que el gran mago Farfan había desenterrado a un ejército de metal.  Los capitanes dieron las órdenes, pero los soldados dudaron por un momento. Fue entonces cuando cayó fuego del cielo. Descendieron sobre ellos, cristianos y musulmanes, como dragones de chispas multicolores. Asustaron a los caballos con las sonoras explosiones. En más de una ocasión los petardos ocasionaron incendios. Los soldados, que nunca habían visto algo semejante, tenían miedo.
“¡Cuádrense, maldita sea!” Gritaba Firuz, el capitán musulmán. La luz era tan potente que no podía mirar a su enemigo. A su alrededor caían chispas y fuegos brillantes que estallaban entre las patas de los camellos. Su leal camello se asustó tanto con una explosión que tiró al capitán al suelo.

            Los gitanos, que nunca desperdician una oportunidad, saquearon los campamentos cristianos e islámicos por todo lo que no se hubiesen llevado. Los capitanes tuvieron que dividir sus fuerzas entre sus enemigos, Farfan y su legión mágica y los ladrones gitanos. Al principio eran unos cuantos que se escondían entre las tiendas, pero pronto se tornaron en legiones de saqueadores. Los soldados no querían acercarse a Farfan, y los capitanes no querían atacar al bando contrario. Casi al unísono los capitanes dieron la orden de regresar a los campamentos y recuperar sus cosas. Arrasaron a caballo por sus tiendas, recogiendo lo poco que habían dejado, y se fueron del campamento mongol, para no regresar jamás.

            Farfan llegó al campamento poco después de que los ejércitos se hubieran ido. La enorme carpa fue perdiendo forma y cayó al suelo. Los mongoles y los Romani corrieron a recibirle como a un héroe. Dalan, el capitán mongol, lo abrazó con todas sus fuerzas y prácticamente lo cargó hasta su casa de adobe, al lado de las caballerizas. Los gitanos sacaron el vino que habían robado para compartirle con sus compañeros mongoles. Dalan le ofreció una espada mongola como agradecimiento y Farfan aceptó humildemente.
“Estos gitanos han aprovechado la situación sabiamente, mientras nosotros estábamos al pie de guerra ellos robaban todo lo que no estuviera clavado al suelo.” Decía Dalan. “Disfruta mi comida, la has ganado, iré por mis compañeros.”
“Felicidades Farfan.” Caphi entró en cuanto se fue Dalan. “Vaya batalla mágica. Trucos baratos.”
“Trucos que funcionan. No cuentan con ese elemento tan curioso que es la manipulación, como sueles usar tú, pero funciona.” Farfan bailaba con la música de los gitanos.
“Puedo reconocer cuando me han ganado, y Farfan, me has ganado.” Caphi le ofreció la mano. Farfan la tomó y bailó con ella. “No tengo ganas de bailar ahora.”
“¿Por qué? Tonterías Caphi, ya encontrarás más víctimas para quitarles sus sueños y alimentar tu máquina del tiempo.”
“No es del todo una pérdida, tengo algo que negociar. Un trato, de dama a caballero.” Esperó a que Farfan se interesara, pero seguía dando de vueltas alrededor de una silla cantando canciones gitanas. “Farfan, ¿podrías concentrarte un segundo?”
“¿Qué sucede?”
“Tengo una de las piezas del nombre de la muerte, la he robado. Te la quiero cambiar.”
“Déjame pensar.” Farfan dejó de bailar y caminó alrededor de Caphi con las manos en los bolsillos.
“¿No es suficiente? Entiendo. ¿Qué tal si te doy la pieza y la identidad de la persona que me la entregó?” Farfan extrajo puñados de confeti que le lanzó a Caphi, enojándola más.
“¿Qué pedirías a cambio?”
“A Horemheb, tu gato filósofo.” Farfan comenzó a reír y lanzar confeti. Trató de hacer bailar a Caphi, pero no funcionaba.
“La respuesta es no.”
“¿No quieres saber qué ha pasado con las pruebas y los fragmentos del nombre de tu amada?”
“Mi gato es el filósofo más sabio que hay en este mundo, si alguien ya sabe cuál es el nombre de la muerte, es Horemheb. Así que no, no gracias.”
“Pero Farfan, estamos hablando de…” Dalan entró a su casa y se encontró a Caphi.
“Lárguese de aquí antes de que le corte las manos por ayudar a nuestros enemigos.”
“Piénsalo Farfan, antes que sea demasiado tarde.” Dijo Caphi mientras salía de la casa.



3 Noviembre 1911 6pm
            Canuto no se veía descansado. Farfan esperaba pacientemente a que Laura pasara por él, cuando el caudillo lo abordó. No estaba feliz y por el modo en que manejaba la botella de tequila era obvio que planeaba beberla completa.
“Si nos deja quedarnos, claro está.” Canuto estaba reevaluando la posibilidad de echar al circo transdimensional del místico Farfan.
“Hacer llover, sí eso es lo que Calpetun necesita. Tenemos un trato Farfan, si haces llover te quedas y si no te corro yo mismo a balazos.”
“Disculpe, don Canuto, pero me lo tengo que llevar.” Era Laura y llegaba justo a tiempo.
“Gracias Laura, el caudillo parece que no ha descansado.”
“Nadie ha descansado.” Farfan la miró sorprendido. “Todos tienen pesadillas, es a causa del gringo. Desde que se murió Emil todos en el pueblo han estado teniendo pesadillas.”
“Interesante misterio.” Laura le miró inquisitiva.
“¿Te puedo hacer una pregunta?”
“Adelante.”
“Escuché que alguien de tu tropa dijo que viajan por el tiempo.” Laura se avergonzó de haberlo preguntado. “No, olvídalo, es muy tonto.”
“¿Por qué? Somos viajeros del tiempo y el espacio.” Laura le miró con cierta sospecha, pensaba que se burlaba de ella. “Nos movemos a voluntad en el tiempo, para siempre en el ahora.”
“Pero, y no digo que sea real, pero ¿cambiar una cosa no cambiaría todo?”
“Que idea más graciosa.” Farfan se rió mientras caminaba. “¿Cuántas dimensiones conoces del espacio? Tres, alto, largo y profundo. Si hay tres dimensiones del espacio, ¿por qué tendría que existir una sola para el tiempo, adelante y atrás? El tiempo no es una línea recta, como un río, donde si se cambia una piedrita de lugar en el pasado, en el futuro hay cambios enormes. Es más como océano con muchas corrientes.”
“Dimensiones del tiempo, eso sí que es confuso.”
“¿Confuso? Todos conocen más de una dimensión, pero no le llaman así. Lo que pudo ser y lo que podría ser. Claro son cosas que pudieron haber pasado desde esta perspectiva en la que no ocurrieron, pero si estuviéramos en otro punto del océano temporal y sí hubiesen pasado entonces no serían cosas que pudieron haber pasado.” Laura le miró sin decir nada, completamente confundida.
“El podría ser… ¿estamos en el podría ser? Entonces todo esto sería falso. No, es imposible, todo esto es verdadero y por lo tanto el hubiera no existe.”
“¿Esto es verdadero para ti?” Preguntó Farfan, señalando las casas, el suelo y la gente.
“Pues claro.”
“Entonces es real.”  Laura iba a decir algo como reproche, pero ya habían llegado.
“Muy bien, recuerda que la misión es suavizar las cosas con mi mamá. No menciones a mi… amigo. Ni nada de viajar en el tiempo y cosas así.”

            Fernanda Trillo no estaba sola. Los otros invitados eran Julián Prieto, el escriba del pueblo y Primitivo Zamora, capitán de Silvestre Rodríguez. Tomaron un café y hablaron sobre las festividades de día de muertos. Farfan hizo lo posible por no hablar y contentarse con sonreír. Cada vez que abría la boca Laura lo miraba con horror. La situación era delicada, y Farfan lo entendía, no era la primera vez que conocía a una persona enamorada que pasaba por un mal momento. Comenzada la cena Fernanda buscó entre los pocos muebles que tenían en busca de una caja de madera. Lo acercó a los invitados y la abrió para revelar un enorme medallón de plata con brillantes.
“Es lo único que nos queda. La herencia de mi abuela para Laura.” El escriba tomó el medallón y lo estudió. “Por eso les invité, ¿creen que hay alguna manera de hacer un registro de pertenencias? Me da miedo, honestamente se los digo, que en nombre de la revolución nos despojen de nuestro único patrimonio. Desde que murió mi marido… no sé, vivo con miedo.”
“Doña Trillo,” dijo Primitivo “su marido murió en batalla y Silvestre lo sabe. Nunca le quitaría algo tan preciado como ese medallón. ¿Qué opina escriba?”
“Ningún problema, puedo registrarlo y asegurarlo.”
“Muchas gracias,” dijo Laura “ese medallón es lo único que está a mi nombre en este mundo.”
“Calma jovencita,” dijo su madre “aún no es tuyo. No lo será hasta que sea momento.”
“Tu madre tiene razón,” dijo Farfan, tratando de suavizar la obvia rencilla entre las dos al apelar a su madre “date tiempo, estás muy joven.”
“Gracias don… Farfan.” Dijo Fernanda. “Usted tiene más sentido común del que yo pensé.”
“¿Qué es ese olor?” Preguntó Primitivo. Se levantó del sillón y corrió una cortina. “Madre mía.”
“¿Qué ocurre?” Todos corrieron al ventanal y vieron las lenguas de fuego.
“¡El pueblo se incendia!” Fernanda regresó su tesoro a su caja y a su cajón. Salieron de la casa, Fernanda cerró con llave detrás de todos. Por un momento se quedaron en silencio, viendo cómo las llamas consumían al pueblo entero.

            Narrador aquí de nuevo con ustedes. Ya casi termina este viaje transdimensional, psicodélico y maravilloso. ¿Tristes? No lo estén, porque lo mejor está por venir. Así es, ha llegado el momento de las sorpresas y las respuestas. ¿Ya saben quién mató al camello del gran Subotai?, ¿saben por qué Calpetun se enfrenta a tan terrible maldición?, ¿saben quién o quiénes tienen los fragmentos del nombre de la muerte?, ¿pueden imaginar lo que será de Florica y Lovro?, ¿traerá Farfan lluvias para salvar al pueblo de Calpetun o el circo Tempus Fugit los devorará a todos?, ¿terminaré de pagar mi hipoteca al banco transdimensional o para siempre quedaré en deuda? Está bien, lo admito, esa última es mía. Pero aún así es buena pregunta. Los tengo que dejar con unos anuncios de nuestros patrocinadores, pero no se vayan muy lejos, ya casi terminamos con ésta psicodelia.

            Todos sabemos lo difícil que es conseguir un trabajo para empresas no afiliadas al banco transdimensional. Esos molestos papeleos y auditorias express consumen demasiados minutos de nuestra, ya de por si ocupada, vida cotidiana. Es por eso que la primera impresión siempre es la más importante. El nuevo kit Rena-KLX incluye todo lo que usted necesita para demostrarle a su próximo jefe que es un humano saludable y no uno de esos roñosos vampiros. ¿Demasiado pálido? Una inyección lo curará. ¿Quiere informar a su patrón en todo momento, 24 horas al día, que su sangre no está infectada? Un pequeño injerto indoloro comunica qué toxinas flotan en la sangre. ¿Y qué hay de las otras señales como pérdida de cabello, resequedad en la piel y orejas puntiagudas? El Rena-KLX se ocupa de ello. Un injerto de cabello y una glándula de sudoración le demostrarán a su jefe que usted es un humano chapado a la antigua. Y en estos días de sobrepoblación vampírica, nada es más importante.

            Viajar entre las confederaciones de uniones nacionales siempre ha sido problemático. Las largas filas, el escaneo encefálico, lectores psíquicos, son todos muy necesarios pero consumen mucho tiempo. ¿No desearía que su vehículo se encargara de todo ello por usted? Plosark tiene para usted el auto que mantiene notificada a las autoridades de cada movimiento. Los sensores de microondas se conectan a las aduanas y rinden un informe completo de su estado legal en tres nanosegundos. El nuevo Mordo W hace todo el papeleo por usted. Incluso de sus acompañantes. Los lectores psíquicos y escaners encefálicos en el techo se activan automáticamente y realizan su trabajo sin que usted se dé cuenta. ¿Pero qué hay de las recién fundadas naciones vampíricas? El Mordo W tiene todos los permisos otorgados por el banco transdimensional para viajar libremente por las naciones vampíricas. Recuerde, si viajar es lo suyo, Mordo W.

            ¿Cansado de ver los comerciales tatuados en su vecino? Las empresas publicitarias le ofrecen al banco transdimensional servicios que, muchas veces, son inútiles. ¿Cuántas veces ha visto tatuajes con la marca de su producto en lugares que son comúnmente ocultos por la ropa? Esos días se acabaron gracias al chip inteligente sublineal. Un injerto listo en dos minutos que el sujeto ni siquiera notará. Basta de ver la imagen del producto, a estas alturas ya nadie presta atención. El chip inteligente sublineal convence al sujeto que su marca es la mejor marca en el mercado y se asegura que el sujeto se lo haga saber a todos con quienes se topa. Conversaciones casuales en circunstancias cotidianas. El chip inteligente sublineal garantiza que el sujeto no sabrá porqué habla continuamente de su marca, pues está absolutamente convencido de lo que dice. Puede ir despidiendo a sus secretarios de prensa, cuatro o cinco mil de estos chips y tendrá una legión de leales compradores. No espere más y llame. Recuerde que tenemos oferta especial de medio millón de chips con el 50% de descuento.

            Y estamos de vuelta. Narrador aquí con ustedes para relatarles la última parte de este increíble viaje. A tenido sus altas, sus bajas, sus momentos donde seguramente se perdieron entre tantos personajes y movimientos temporales, pero les puedo asegurar, cuando el mosaico cuente con sus últimas piezas y alejen la mirada, tan solo un poquito, no solo se emocionarán, sino que se llevarán una hermosa sorpresa. Después de todo, ¿qué sirven las historias sino para expandir los horizontes? Pero en fin, ya sé, ya sé, a nadie le importa el narrador. Sigamos con nuestro mosaico, en esta ocasión viajemos hasta la estepas.



15 Septiembre 1241 4pm
            El capitán Arik había muerto. Fue encontrado en el pozo. Los demás capitanes estaban nerviosos, había rumores de cristianos o musulmanes infiltrados, saboteando al campamento. El gran Subotai, se rumoraba, planeaba un persecución para sacar definitivamente a los intrusos cristianos y árabes de sus estepas. Farfan vio la turba de curiosos alrededor del pozo. Le hubiera gustado despedirse de su amigo, pero no había tenido oportunidad. Florica corría atrás de él, pero  al llegar al pozo la perdió. Buscándola entre la gente la vio a lo lejos, corriendo junto a Simza. Ya no peleaban entre ellas, habían visto una emergencia que posponía su pelea. Farfan tenía una idea de lo que podría ser.

            Los caballos de Dalan se habían asustado por la conmoción. Lovro los estaba entrenando cuando la movilización de tropas había causado una estampida. Los caballos corrían en círculos alrededor de la amplia caballeriza. Lovro colgaba de un madero y luchaba por su vida. Si sus manos se resbalaban caería entre las patas de los agresivos animales. Al ver a Simza y a Florica le regresó el color a la piel, recobraba sus sentidos. Se balanceó de adelante para atrás, apenas aferrado al madero por los dedos. Al tercer intento se dejó ir, brincando hasta el otro lado de los muros de contención. Farfan y las dos mujeres respiraron tranquilos. La calma duró poco. Los caballos se habían golpeado contra la puerta tantas veces que ésta se había astillado y ya no resistía más. Simza y Florica corrían hacia él cuando la puerta quedó deshecha y los caballos salieron a toda velocidad.
“¡Lovro!” Florica no dejó de correr, lo tomó del cuello de su camisa y se lanzaron a un lado con toda la fuerza que tenían, mientras que Simza se dio media vuelta y echó a correr.
“¿Están bien?” Preguntó Farfan desde atrás de una piedra. Florica y Lovro se besaban en el pasto. “Sí, parece que están bien.”

            A Farfan le hubiera gustado mostrarle al gran Subotai la amorosa pareja, pero sabía que el señor de la guerra tenía otras preocupaciones en su mente. La muerte de Arik había reunido a Lovro con Florica. Farfan sabía que no era coincidencia, después de todo nada nunca termina. Se reunió con los capitanes mongoles y la procesión funeraria. Los soldados encendieron una pira y, en medio del fuego, estaba la muerte. Farfan se emocionó de verla, quería lanzarse a la pira, pero no podía hacerlo. La muerte no parecía estar consciente de lo que ocurría a su alrededor, ni le importaba.
“Farfan, ha llegado el momento. La última prueba. La última característica del hombre que podría robarse mi corazón.”
“Lo que sea, será tuyo.”
“Mi hombre perfecto debe ser un músico, uno tan bueno que podría hacer que una piedra ardiera en llamas usando sólo la música. ¿Estás listo Farfan? La última pieza para ganar mi corazón y tendrás mucha competencia. Encuentra la piedra donde revolotean las aves, y no me falles.”

            Farfan echó a correr hacia el circo. La última oportunidad y tenía que hacerlo bien. El resto de la tropa ya había tenido una visión semejante. Fadil, hablando con la naturaleza, ubicó la piedra no muy lejos del circo. Cabalgaron hasta ella hablando en murmullos, nadie afirmaba saber la ubicación de los otros tres pedazos. A lo lejos vieron a la tropa de Tempus Fugit. No tardarían en llegar, era ya una tradición que los ponía a todos al límite.

            La roca sobre la que volaban las aves era grande y blanca, lisa casi por completo. Las aves se dispersaron en cuanto la tropa encontró la piedra. Una vez libres del hechizo cayeron bajo el hechizo de Iago, quien las usó para mantener ocupados a la tropa de Farfan mientras llegaba Caphi y su gente. La tropa de Farfan se mantuvo a raya, pensando que llegarían al mismo acuerdo que la última vez. Estaban equivocados. Polixenes apareció frente a Niut y en menos de un segundo le tapó la boca con un trapo. Querían jugar sucio.
“Pelear no nos llevará a nada.” Akila y Fukana trataban de quitarle el trapo, pero las aves de Iago los mantenían a raya. Mukantagara, sin perder un segundo, agarró a Horemheb y lo lanzó contra las aves, atrapando a una. Monito hacía bolas de lodo y las tiraba al cielo.
“Es detestable tener que llegar a esto, lo sé.”  Decía Caphi. “Pero es necesario.”
“Montano, dile que se detenga.” Decía Fukana, pero Montano no le prestaba atención.
“Ríndete Farfan, la única persona realmente poderosa en tu tropa es Niut, y sin su boca no hay mucho que pueda hacer.” Antigonus trataba de borrarle la memoria a Niut. Farfan se hizo invisible. “Eso no te servirá de mucho, no te puedes mover si estás invisible.”
“Aquí no está.” Advirtió Lucetta pasando los brazos por la última ubicación de Farfan. Antigonus recibió un golpazo en la cara que lo tiró al suelo.
“No sabía que podías hacer eso.” Dijo Caphi.
“Yo tampoco.” Respondió Farfan. “Ahora dile a tu tropa que se calme. Todos estamos en el mismo predicamento. Polixenes es inútil, por ejemplo, por más que corra no sabe hacer música.”
“Tampoco Akila, si nos vamos a eso.” Dijo Caphi.
“Muy bien, designa a tus músicos y yo designaré a los míos.” Se reunieron en círculos para discutir la estrategia. Farfan no tenía ninguna.
“Mukantagara y Fadil son los mejores músicos. Dudo que los mantras sirvan de algo.” Dijo Farfan.
“Ellos no jugarán limpio.” Decía Fukana. “¿No tienes un plan alternativo?”
“Nunca tengo un plan, solo sigo la corriente.”

            Caphi escogió a Lucetta y Montano. Farfan escogió a Mukantagara y a Fadil. Caphi sí tenía un plan, al principio dejó que Montano tocara su flauta, pero pronto se dio cuenta que ninguna música terrenal haría arder una piedra. Farfan ya lo sabía, por eso había optado por las habilidades musicales de Mukantagara y por la capacidad de hablar con la naturaleza de Fadil. Ellos dos no lograron hacer arder la piedra. Lo intentaron lo mejor que pudieron, pero no obtenían reacción alguna. Caphi intervino entonces, usando sus pocos conocimientos en magia hizo que Lucetta, quien hablaba el idioma de las sombras, dirigiera la música. No consiguieron cambiar nada.

            Se quedaron todos por varias horas buscando la canción adecuada, hasta que uno por uno la roca se fue quedando sola, a excepción de Lucetta y Farfan. Sabían que la música solar no serviría, necesitaban música de la oscuridad.
“Ya casi, puedo sentir calor.” Decía Lucetta mientras tocaba su violín. “No lo suficiente.”
“No desesperes, tocas demasiado rápido. Es una piedra, ¿no crees que tendrías que hablar el idioma de la piedra?” Lucetta se golpeó la frente, era obvio realmente. Estaba, sin embargo, más sorprendida del hecho que Farfan le estuviera ayudando.
“No pareces darte cuenta, pero quien se quede con este pedazo, lo gana todo.”
“Todo es demasiado terminal con ustedes, siempre es el último este o aquel, la mejor jugada de todas, en fin, ¿qué no se dan cuenta que nada nunca termina?”
“¿Quieres hablar de cosas que terminan? Alguien en tu tropa tiene al menos un fragmento, eso sabemos con certeza. ¿Qué ocurre viejo, no puedes creer que tengas un traidor entre tu tropa? Piénsalo, Mukantagara ha estado lloriqueando porque una de sus voces está muriendo, ¿acaso no querría que la muerte se ocupara de darle inmortalidad? Vi a Niut enseñándole mantras para prolongar su vida. ¿Qué me dices de Akila? Se está volviendo loco porque sabe cuándo se va a morir cualquiera, menos él. Y no olvidemos a Fukana, ella te traicionaría por Montano.”
“¿En serio? No lo puedo creer, es decir, planearon que Montano se acercara a ella, se hiciera pasar por su amigo, para ser descubierto por nosotros, con tal de tener maneras de hacerme sospechar de mis amigos. Eso es triste.”
“Adelante, hazte el ciego. Ya no importa, quien tenga los fragmentos podrá traer a este mundo a su final.”
“Nunca es el final, si alguien destruyera el mundo se volvería a hacer y aquí estaríamos. Quién sabe, quizás el Universo ya ha colapsado infinitas veces.” Farfan tocó el violín para su propio gusto y para bailar alrededor de la piedra. Lucetta lo miró con odio.
“Ese buen ánimo, ese optimismo ciego, será tu tumba Farfan.” Sin decir más nada, se fue dejándole a solas con la piedra.

            Farfan se recostó en el pasto, violín en mano y tocó lentamente, una música de la oscuridad. Una música completamente diferente a la solar. La música solar tiene ritmos definidos, pues la luz define las formas, pero la música de las tinieblas tiene una libertad absoluta. Tocó por varias horas, hasta que se quedó dormido. Escuchó gritos detrás, se levantó para ver a Akila.
“Vi el fuego desde mi ventana.” Farfan miró a la piedra, estaba reducida a cenizas. “Lo lograste, ¿obtuviste el último fragmento?”
“Me quedé dormido.” Akila empalideció y se sentó en el pasto.
“Farfan…” Había una profunda tristeza en su voz.
“Akila, ¿alguna vez te he fallado? Entonces confía en mí, todo va a estar bien.”



Atardecer del 22 Phalguna en el Krita Yuga
            Sanjiv gritó hasta que sus pulmones ardieron, y entonces cayó de rodillas en la cúspide de las escaleras del gran templo de Brahman. Podía ver el humo y los incendios a lo lejos, la Era del Hombre había  comenzado, ya no había marcha atrás. Los arios azules trataban de contener a los arios mortales, pero eran demasiados. Una vez que las castas bajas se dieron cuenta que el sol había salido de nuevo y que nada de lo que los azules habían amenazado había ocurrido, se unían a la rebeldía de Kiva.
“¡Hermano!” Gritó Gopal “Ha llegado tu momento.”
“Pagarás por lo que has hecho, mi cruel hermano.” Desenfundaron sus espadas y lucharon en la entrada del templo.
“Pagaron el precio de su rebeldía Sanjiv, como lo pagarás tú también.” Los ruidos de la batalla de abajo llegaban hasta el templo, resonando entre las enormes paredes.
“Tu crueldad te ha hecho ciego e ignorante Gopal.” Su hermano era más fuerte, pero Sanjiv había rejuvenecido en la oscuridad de la selva.
“El único ciego aquí eres tú y ese mortal Kiva.” Sanjiv fue retrocediendo a propósito hacia la parte más elevada, subiendo resistentes escalones de madera. Al fondo de la escalera, en la pared más lejana, se encontraba la tela que cubría a los dioses. Gopal se dio cuenta demasiado tarde, cuando ya estaban a pocos pasos. “Sanjiv, no te dejaré, no puedes molestar a los dioses que existen detrás de la cortina. Está escrito que si lo haces, todos moriremos.”
“No Gopal, no está en los Vedas sino en las amenazas que usamos para que los mortales nos teman.” Esto enfureció más a Gopal, quien se lanzó en una embestida mal planeada que Sanjiv aprovechó. Se hizo a un lado y forzó la espada de Gopal para que saliera volando a pocos metros de ahí. Gopal se tropezó con su propio pie y cayó a pocos pasos de la mortaja. Sanjiv lo tomó del cabello, mientras que con la otra sostenía la espada.
“No lo hagas, destruirás al Universo. Nadie puede ver el rostro de Dios, está prohibido.”
“¡Aquí están los dioses Gopal!” Sanjiv recorrió la cortina con fuerza y toda la tela se vino abajo. Detrás de la mortaja descansaba un espejo pulido y nada más. Gopal se miró a si mismo, con los ojos casi fuera de sus órbitas y sangre en las manos. “He ahí a Dios.”
“¡No!” Gopal gritó alaridos de terror. Se lanzó al suelo, hacia su espada y, con la fuerza de un guerrero, se atravesó el vientre con ella. Sus ojos se fueron para arriba y, después de eso, cayó muerto.

            Sanjiv salió del templo y bajó las escaleras. Era momento de enfrentarse a sus maestros y a su castigo. Lo aceptaría sin reclamos.



4 Noviembre 1911 2pm
            José Méndez ya había empacado sus cosas. Laura Trillo no quería irse sin él, pero tampoco quería abandonar a su madre. Farfan llegó a caballo y les cortó el paso a ambos. Traía consigo otro caballo, la orden era simple. José y Laura cabalgaron hasta el circo. Farfan trató de explicarse, pero no sabía cómo, así que mejor les llevó hasta los cañones. Toda la tropa estaba cargando los cañones con nitrito de plata, mientras que Niut decía los mantras de la lluvia, para generar más nubes.
“¿Qué van a hacer?” Preguntó José Méndez.
“Vamos a salvar a Calpetun.” Dijo Farfan. “¿Se ocupan desde aquí?”
“Descuida Farfan, lo tenemos bajo control.”
“Perfecto, vayamos a ver a Canuto Ríos, ¿lo han visto?”
“Yo sí, estaba preparando sus cosas para acompañar al pueblo, no confía del todo en la oferta de Tempus Fugit.” Dijo Laura.
“Lo necesitaremos.”

            Encontraron al caudillo y Farfan le convenció de acompañarlo. “Si estoy equivocado habrá perdido cinco minutos, si estoy en lo correcto habrá ganado al pueblo.” Canuto lo siguió hacia la finca recuperada de Silvestre Rodríguez. En la puerta Primitivo Zamora hacía guardia con su escopeta.
“Nosotros no nos iremos, esos hongos son buen negocio. ¿Lo recuerda Canuto? Ese era nuestro trato.”  Canuto Ríos lo pensó y afirmó con la cabeza.
“Sí, ese es el trato.” Repitió Canuto.
“No puede  entrar.” Le dijo Primitivo a Farfan.
“¿Qué hacen allá adentro?”
“¿Y a usted qué le importa?” Primitivo apuntó su arma contra la cabeza de Farfan y preparó el gatillo. “Cultivamos hongos, lo único cultivable en tierra tan ácida.”
“Yo solo preguntaba, porque si tienen dinamita allá adentro, está a punto de arruinarse.” Escucharon los rugidos de los cañones del circo. “El gringo fue muerto dos veces, ¿se entero?”
“Todos nos enteramos.” Canuto tomó el cañón de la escopeta de Primitivo y la apuntó a otra parte que no fuera la cabeza de su amigo.
“Ésa fue la primera vez que lo mataron. La vez que le dispararon en público fue revisado por el único médico, primo de Primitivo aquí presente. Tenía que fingir estar muerto, nadie sospecha del muerto. No hay tal cosa como una maldición.”
“Momento, momento.” Dijo Canuto. “Lo del incendio tendría sentido, alguien lo hizo, pero ¿y las pesadillas?”
“¿Cuántos pozos hay? Uno solo, ¿qué tienen allá adentro? Cientos de kilos de hongos alucinógenos. Envenenaron el agua.”
“Suficiente.” Dijo Primitivo. Apuntó su arma, pero no alcanzó a disparar. Canuto le había disparado contra la cabeza. Su cadáver cayó de espaldas, abriendo un poco la puerta. Los cañones seguían disparando uno tras otro, sin un segundo de descanso.
“Primitivo y el escriba tenían un trato con Tempus Fugit, el circo se lleva a la gente, el escribano hace oficial la propiedad de este terreno, que es ácido por una buena razón.” Farfan, de una patada, terminó de abrir la puerta.
“Madre de Dios.” Canuto se sorprendió al ver a Silvestre Rodríguez y un equipo de trabajadores armando enormes brazos mecánicos.
“Es ácida la tierra,” dijo Farfan “porque hay petróleo.”
“Nadie se mueve.” Silvestre trató de sacar la pistola, Canuto le disparó en las piernas. Los demás trabajadores se tiraron al suelo. Las hectáreas ya estaban preparadas con explosivos para hacer los pozos. Algunos incluso tenían las mechas encendidas. Finalmente, poco antes que las mechas se agotaran, comenzó la lluvia. Los cañones habían funcionado.
“¿Don Canuto?” Preguntó Farfan “¿quiere ir por su pueblo?”
“Farfan, gracias.” Lo abrazó con la fuerza de un oso y salió disparado por su caballo para detener la migración.
“Perdón,” dijo Laura “por no creer en ti. Eres un verdadero detective.”
“¿Qué puedo decir, hago lo que puedo?”
“¿Pero qué hay de mi medallón?” Preguntó Laura.
“La respuesta es fácil. Tu madre cerró la puerta detrás de nosotros. El lugar es impenetrable. ¿Cómo robas algo de una jaula impenetrable?”
“Pues eso me pregunto yo.” Dijo José.
“Pues no lo haces. Tú lo robaste Laura, en cuanto entraste con tu madre. Ella no te lo iba a dar, no quería que te casaras con José, así que lo robaste por si acaso.”
“¿Le dirás a mi mamá?” Preguntó avergonzada.
“No, dile que José lo encontró aquí, quizás eso se gane su respeto.”
“Farfan, muchísimas gracias.” Laura se le tiró encima y lo abrazó. Salieron los tres por la puerta principal de la hacienda, para ver cómo regresaban todos con sus pertenencias. Canuto había corrido al circo Tempus Fugit y saludaba a Farfan agitando su sombrero desde su corcel.



16 Septiembre 1241 11am
            El gran Subotai estaba irritado. Exigió el pago de la boda para ser efectuada de inmediato, de modo que no tuviera que distraerse pensando en cuestiones que no tuvieran que ver con cazar a todos los europeos y árabes de sus estepas. Los gitanos pagaron y vistieron a Simza con sus mejores ropas. Lovro no estaba muy contento. Miraba a Farfan con desesperación en los ojos.
“Ahora que el pago se ha efectuado, no podemos escapar ni de nuestra propia gente.” Decía Florica. “Todo está perdido.”
“Calma, calma, nada está perdido ni encontrado.” Miraban desde una piedra a la procesión de bailarinas y músicos que reunían a los amantes. Farfan bebía plácidamente un poco de vino, pero Florica no iba a dejar que lo disfrutara.
“¿Cómo puedes estar tan calmado?”
“Porque sé quién mató a mi amigo Arik y al camello.” Contestó Farfan con toda calma. “Y lo diré en cuanto me termine este delicioso vino.”
“Pues disculpa que mi corazón no tenga la paciencia que tú tienes.” Le quitó el vino y lo vertió en el suelo. “¿Quién fue? Habla de una vez.”
“Está bien, está bien. No hay apuro.” Farfan se levantó y caminó hacia la gente, con Florica detrás de él. Se abrió paso entre los músicos vestidos en coloridas prendas, entre los mongoles en sus mejores trajes de pieles y hasta tropezó con varias bailarinas. El gran Subotai ya estaba presente y sostenía las manos de los amantes, como era costumbre.
“Un segundo,” dijo Subotai “que alguien se lleve a Farfan, ha bebido suficiente.”
“Momento, me gustaría decir unas palabras, si se me permite.” Subotai se negó, pero sus capitanes intercedieron, pues los había salvado ya en una ocasión después de todo.
“Está bien, pero que sea rápido.”
“Gracias, oh gran señor de la guerra.” Farfan hizo reverencias ridículas hasta tocar el suelo. “El camello del gran Subotai fue envenenado y el capitán Arik fue muerto cobardemente. Yo sé quién fue y porqué.” Hizo una pausa dramática mientras reía como un niño.
“Vamos, al grano, no tenemos todo el día.”  Dijo el padre de Simza, un viejo gitano.
“Es fácil, Subotai no es quien dice ser, es un impostor. El camello lo reconocería y Arik también.” Subotai enrojeció de furia y lo mandó ejecutar. “Esperen, hay una manera de saber que usted es el gran Subotai. Si estoy equivocado que me arranquen la cabeza.”
“Perfecto, adelante.” Dijo Subotai. “No tengo nada que esconder.”
“Arik me habló de usted, dijo que hace unos años peleó con el capitán Alen contra las tropas de Bogdan, dice que fue el momento más heroico que háyase visto, mi prueba es la siguiente ¿cómo se llamaba el camello que le regaló al capitán Arik como recompensa?”
“Basta de tonterías, que lo maten.” Los gitanos protestaron, empujando a los soldados mongoles.
“¡Basta con una respuesta!” Gritó alguien. “¡Su nombre y asunto zanjado!”
“El camello se llamaba Ena.” Dijo Subotai. Todos guardaron silencio, los gitanos quedaron sorprendidos, Farfan había fallado.
“Difícil de creer, porque me acabo de inventar toda esa batalla y esos nombres.” Replicó Farfan.
“Yo sabía que algo estaba mal.” Dijo Dalan. El falso Subotai, viéndose rodeado, se dio media vuelta y echó a correr. No llegaría lejos.
“Vino aquí por la boda, por eso su prisa, es mucho dinero.” Los gitanos celebraron, a excepción de quienes dieron el dinero y Lovro y Florica se reunieron nuevamente.
“Gracias Farfan,” dijo Dalan “el imperio mongol te debe.”
“Capitán, solo hay algo que podrían hacer por mí.”
“Lo que sea, el imperio entero está a tu disposición absoluta.” Dalan hizo una reverencia, y detrás de él todos los demás capitanes.
“Me gustaría que Lovro fuera casado con Florica, libre de cargos y… si no es mucha imposición, unos cuantos barriles de vino. Le encanta su vino a Monito.”
“Farfan, siempre serás extraño para mí.” Dijo Dalan, sonriendo como un niño.

            Bebieron y danzaron todo el día y toda la noche. Simza huyó de las estepas, la vergüenza era demasiada para ella. El falso Subotai fue arrestado, los novios fueron casados y el vino fue entregado sin demora al circo.



Mediodía del 22 Phalguna en el Krita Yuga
            Abhilasha enfrentó a Gopal. El ario cruel había dado la orden “mátenlos, pero a Abhilasha háganla sufrir”. Era demasiado orgulloso para admitirlo, pero siempre había sabido que el corazón de Abhilasha le pertenecía a su débil hermano Sanjiv.
“No tiene sentido pelear Gopal” decía ella “la Era del Hombre ha comenzado. Es imposible regresar el reloj. Lo mejor que puedes hacer es abandonar las formas despóticas de los arios azules.”
“¿Y ser como tú admitiendo blanco y negro, confundiéndolo todo?”
“¿No lo ves? Estás confundido.” Gopal le mostró una enorme piedra brillante de color roja.
“La robé cuando era niño, de un ario maestro en el arte de las transformaciones. Justo castigo para ti, que te has transformado en algo inmundo.”
“¡Déjala en paz!” Kapi se lanzó contra él, pero Subotai se agachó a tiempo y le logró dar un fuerte golpe en la cabeza.
“Puedes matarnos Gopal, pero seguiremos existiendo. Somos inmortales de maneras que tú nunca entenderías.”

            Carruajes de guerreros rodearon a los arios rebeldes. Abhilasha se hizo de una lanza y los mantuvo a raya, mientras que Kapi regresaba en sí y se defendía con su espada. Los guerreros dispararon flechas, Kapi se escudó detrás de un árbol, pero Abhilasha no tuvo tanta suerte. Una flecha la alcanzó en el pecho desnudo. Gopal se hincó a su lado y colocó su tesoro sobre su cabeza.
“¡Déjala en paz hechicero de segunda!” Kapi le dio batalla, pero Gopal logró cortar carne y lo sometió nuevamente con un golpe del mango de su espada.
“Empezaré contigo entonces.” Colocó la piedra sobre su pecho e hizo fuerza. Kapi sentía que su piel ardía como si esa piedra fuese fuego sólido. “Siempre has sido una broma de mal gusto, hasta tu nombre quiere decir mono, así que eso serás para toda la eternidad.”
“No lo hagas Gopal.” Decía Abhilasha. Kapi se fue transformando rápidamente. Le creció pelo, se redujo en tamaño y, en menos de un minuto, era un mono cualquiera que huía hacia la selva.
“Ahora sí, por fin solos. No te me mueras Abhilasha. Aún no. A ti te espera un castigo peor.” Presionó la piedra con tanta fuerza que la sangre de la herida salía a borbotones. “A ti que te gusta danzar para siempre serás la muerte, lo único que el inmortal Sanjiv nunca experimentará. Podrá buscarte siempre, pero nunca estarán juntos.”
“Gopal…” El cuerpo de Abhilasha se prendió fuego. Gopal, asustado, se levantó, pero Abhilasha le arrebató la piedra y con un mínimo esfuerzo la redujo a fino polvo. “tu crueldad será pagada con tu muerte, y cuando eso pasé te consumiré con violencia.”
“Silencio bruja.” Gopal corrió de ella, viendo que el fuego en el que se había convertido se extinguía. Viviría para siempre, pero sólo como la muerte.

            Sobre el templo de Brahman Sanjiv aguardaba a su hermano. Envuelto de un dolor indescriptible, viendo visto el castigo de su mejor amigo y de su amada, gritó con todas sus fuerzas. Su grito fue escuchado en toda India, y por todo el Ganges. Todo mortal escuchó el grito y supo que un dios había llorado ese día.



En algún punto del tiempo y el espacio
            Los caballos arrastraron las carretas y las carpas hasta que quedaron unos frente a otros. Ambos circos habían llegado juntos al mismo punto. Era un desierto nocturno, pero no sabían de dónde o de cuándo. Todas las pruebas habían pasado, alguien tenía los fragmentos. Caphi y su tropa se pararon en una fila, Farfan y la suya se paró en otra.
“Me parece una muestra de civilidad que hayamos podido tomarnos este tiempo para discutirlo como personas adultas.” Dijo Caphi.
“No hay nada de civilizado en ustedes.” Replicó Niut.
“Farfan, por favor ponle correa a tu mascota.” Dijo Iago.
“Bueno, ya basta.” Cortó Farfan. “Todos, y me refiero a todos, parecen estar tan terriblemente preocupados por este asunto que es mejor discutirlo aquí y ahora. Donde sea que aquí y ahora sean. ¿Alguien quiere empezar?”
“Mukantagara,”  acusó Antigonus “puede hacer maravillas con su música, él debe tener un pedazo.”
“Tonterías, si yo tuviera un fragmento del nombre de la muerte se lo habría dado a Farfan.”
“No si quieres salvarle la vida a esa voz en tu cabeza.” Dijo Lucetta.
“Tonterías. ¿Qué me dicen de Polixenes? Él es lo suficientemente veloz para robarle la pepita a la ardilla sin que Farfan lo sintiera.”
“Siendo justos, Mukantagara” dijo Niut “Farfan también es veloz y su oído refinado para escuchar la campana en esa cajita de madera. ¿Quién lo puede sorprender dormido? Nadie.”
“Es imposible lo que infieres Niut,” dijo Caphi “¿no estás olvidando el pequeño detalle del cristal? Recuerda que era un mensaje de él mismo, en el futuro, diciendo que no tenía el nombre.”
“Es gracioso, es lo más cercano a sentarnos a tomar el té que hemos tenido desde que nos conocemos.” Dijo Farfan, claramente divertido por la situación.
“Farfan, Farfan,” Caphi se desesperaba rápidamente con Farfan “¿por qué siempre hay que explicarte los problemas que te enfrentas una y otra vez? No puede ser que estemos nosotros más preocupados que tú, es tu amada y todas esas cursilerías. Somos enemigos, por todos los rayos, y tenemos que ayudarte a resolver tus propios problemas. Presta atención.”
“Es lamentable que lo veas así Caphi. Yo no nos veo como enemigos.” Todos se sorprendieron. “Claro, tus fines son macabros y tus métodos engañosos y viles, pero eso no quiere decir que seamos agua y aceite. Ambos circos somos parte de la misma dualidad entre luz y sombras, eterna pugna para ver quién condena a más o quién salva a más, y lo más importante es que si hubiese un desbalance, incluso de nuestra parte, entonces todo se caería en pedazos.”
“Imposible.” Repetían Caphi y Montano. “Lo que dices son locuras.”
“Lo que dice Farfan es cierto.” Dijo Fukana. “Nos complementamos, no puede ser que la más ciega de todos tenga que decirle. Montano tú lo sabes.”
“Pero…” dijo Montano. “Fukana, nosotros no somos como ustedes… O quizás sí.”
“Amantes, en otro momento por favor.” Dijo Caphi. Casi todos se sorprendieron, menos Farfan.
“Fukana, no sabes lo que estás haciendo.” Dijo Akila. “Ellos son… Malos.”
“Déjenla en paz.” Dijo Farfan. “Puede enamorarse de quien quiera. Si nos complementamos, entonces no hay porqué verlo todo en blanco y negro, ellos no son malos y nosotros buenos. Somos lo que somos.”
“¿Podríamos regresar al punto?” Preguntó Caphi.
“Tú mentías.” dijo Farfan.
“Vas a tener que ser más específico que eso viejito, miento todo el tiempo.”
“Cuando dijiste que tenías una pieza y que me dirías quién me traicionó a cambio de Horemheb.” Farfan recogió a su gato de la fresca arena nocturna. “De ser así no necesitarías al filósofo.”
“Es cierto.” Dijo el gato. Todos se sorprendieron al oírlo hablar. “Caphi no sabía que ni siquiera yo sabría el nombre de la muerte, pues sólo se lo murmura a quienes mueren y no regresan. La respuesta a la interrogante que nos ha traído aquí es bastante sencilla. Farfan tiene todas las piezas.”
“¿Pero cómo es posible?” Preguntó Niut. “¿Qué hay del mensaje del futuro?”
“Todos ustedes conocen a Farfan. Pasó todas las pruebas porque la muerte lo desea a él, están hechas a su medida, después de todo él ya es quien se ha robado su corazón.” Farfan metió las manos a sus bolsillos y encontró las tablas de madera. Hasta él mismo estaba sorprendido.
“Debo tener un sentido del deporte.” Explicó Farfan.
“¿Entonces el mensaje mentía o mentía él sobre el mensaje del futuro?” Preguntó Iago.
“Ninguna de las dos.” Dijo Horemheb. “Conociendo a Farfan, ¿qué creen que hará con los fragmentos?”

            Monito tomó unos leños y encendió una fogata. Las dos tropas miraron en silencio mientras el fuego crecía en intensidad.
“Gracias Kapi.” Le dijo Farfan. Unió las tablas de madera y el fuego se alzó como una columna hasta el cielo. Sin dudarlo entró caminando al fuego. En vez de quemarle se sentían como caricias de los dedos de su amada. La muerte se presentó frente a él, danzando como siempre.
“Siempre has sabido mi nombre.”
“Es cierto Abhilasha.” La muerte tomó las maderas y las consumió hasta cenizas. Tomó a Farfan y lo besó largamente.
“Nunca lo dudé mi amado Farfan. Pero no puedes estar aquí para siempre. Eres inmortal, el único hombre que nunca me tendrá en sus brazos. Sabiéndolo, ¿no pierdes la razón?”
“Eso sólo aligera más mi corazón. Me gusta danzar en la llama con ella.”
“Siempre estaremos juntos.” Farfan la besó con intensidad. La pasión en sus labios ardía como un carbón ardiente. “Ahora dime, amado mío, ¿quieres hacerlo de nuevo?”
“Por un beso y una caricia tuya, sí, hagámoslo de nuevo.” La muerte recogió un madero del fuego y escribió su nombre en él. Antes de partirlo le guiñó el ojo. Lo harían de nuevo por toda la eternidad.

            Gira y gira la rueda infinita. ¿Les gustó la historia? Espero que sí, tenía de todo. ¿A quién no le gusta leer una historia con gitanas que pelean con cuchillos, o historias de detectives con pistas y todo? En el mosaico de la vida hay un poco de todo para todos los gustos. Ahora las luces del circo comienzan a apagarse, la función ha terminado. La gente aún no se va, como si hubiese polvo de hada flotando en el aire, suspendiendo en el aire la magia y la fantasía. En el circo transdimensional del místico Farfan ese polvo está siempre suspendido. Así que no estén tristes, ahora que conocen al circo pueden regresar a él cuando quieran. Dejen atrás sus preocupaciones, acomódense y contemplen la magia del circo transdimensional del místico Farfan.

            Yo sé lo que algunos de ustedes están pensando. Quizás no les gustó el final. Pues ahí está su error, nada tiene un final, ¿acaso no prestaron atención? En vez de cometer esos errores, mejor propónganse esto, la próxima vez que la vida cotidiana haga que sus corazones estén pesados, entonces traten de imaginarse a éste bellísimo circo y usen su propio poder de imaginación para relatarse historias, por ejemplo ¿cómo conoció Farfan a su tropa?, ¿qué otras aventuras a tenido Farfan?, ¿cómo funciona la máquina de viaje espacio-temporal de Caphi y de dónde salió? Adelante, inténtelo, las respuestas a las que lleguen serán las verdaderas. Incluso si son contradictorias, serán las verdaderas porque serán suyas.

            ¿Qué pasa ahora? Oigo murmullos, ¿acaso dudan de que el mosaico que les acabo de contar no está basado en la historia verídica? Quizás Farfan es un monje enloquecido por hongos alucinógenos que escribe una historia psicodélica sobre circos que viajan en el tiempo y mongoles, e historias de amor y todas esas cosas. Quizás Farfan inventó todo, quizás Caphi y compañía son personajes de ficción, creados por Farfan para ser un contrapeso cósmico. Después de todo, todos los nombres de esa tropa son shakespereanos. ¿Acaso no se dieron cuenta? Y si me piden que ponga el pie en el piso y defina lo que es y lo que no es, ¿es ésta historia real? Pues… qué sé yo, puede ser y eso es lo único que importa, si puede ser, entonces lo es en alguna parte de este loco mundo. Después de todo, ¿para qué perder tiempo con ir del punto A al punto B cuando el mundo del pudiera ser es mucho más amplio?

            Hasta luego amigos míos y no duden en regresar al circo transdimensional del místico Farfan. Traigan a sus familiares y amigos, después de todo en la imaginación no hay límite de cupo.


            ¿Cansado de despertar al anochecer y encontrar a esos molestos humanos revisando su basura? Esas pequeñas lacras parecen estar en todas partes, es por ello que usted merece el nuevo teletransportador de materia inorgánica Teleporsia. Un equipo fácil de instalar que con sus cañones duales de transposición molecular enviará su basura en un parpadeo a los basureros mercuriales. Dígale adiós a esos molestos humanos comiendo su basura con Teleporsia.

            Estar técnicamente muerto no es excusa para no tener una vida. Yulga, la nueva glándula sudorípara de Vichenz emite feromonas para cada momento del día. Un perfume discreto para el trabajo, algo dulce para esos encuentros amorosos y toda la línea Vichenz para que su vida nocturna se convierta en trans-vida nocturna.

            Ésta obra intelectual propiedad de Narrador está protegida por las leyes bancarias intergalácticas del banco transdimensional. Estos derechos aplican para colonias extra-galácticas.

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