Los lujos que valen la pena
Por: Juan Sebastián Ohem
Antes:
Los
casos de amoríos son los peores, involucran mucha espera y aburrición. Aún así,
Bruno dice que lo siga, así que lo sigo. La necesidad es la madre de todas las
invenciones, pero el aburrimiento es la madre de toda filosofía. Bruno detesta
la filosofía, según él un detective privado nunca debe ponerse filosófico,
confunde su misión. Estaría de acuerdo, de no ser que Antonio Uc me ha hecho
esperar cuatro horas en mi auto, esperando a ver qué hora sale de su trabajo.
Estoy tentado a ir por él, a pegarle un par de bofetadas y arrastrarlo hasta su
amante, sea quien sea. Bruno me cortaría en pedazos, por no contar que mi
licencia de detective privado se haría polvo. Muchos exámenes para tener esa
licencia, la policía nos odia y se nota, es más fácil comprar un título de
medicina y hacer operaciones de corazón abierto que mantener una licencia de
detective privado con licencia para armas. Letras grandes y rojas “Beltrán y
asociados”. No hay asociados, no a menos que uno cuente su colección de discos
de blues y la cafetera. Yo no soy asociado, soy el novato que hace lo mejor
posible por no pisar sus agujetas y caer de bruces.
Vamos,
Antonio Uc, pon de tu parte. Te necesito libidinoso, y te necesito ahora. No
tengo a otra persona a quien culpar, más que a mí mismo. Bruno me dijo que
llevara una revista, no le hice caso. Eventualmente veo a Antonio Uc, sale de
su oficina quitándose la corbata. Sonrío, no debe gustarle tener la corbata
ahorcándole mientras piensa en su amante. Le marco a Bruno, me conozco los
rituales de este pobre diablo, me dará tiempo de pasar a recogerlo. Mi corazón
acelera, hoy es el día. No es mi primer caso, pero es mi primer caso a solas.
Bruno quiere acompañarme, es como un examen final y me pongo nervioso. Sé
adónde irá Antonio Uc, siempre come en el mismo lugar para quedar bien con los
jefes, pero no sé dónde se verá con su amante y por eso acelero, no puedo
fallar ahora. Recojo a Bruno, regresamos al restaurante, la marca sigue ahí. Bruno
Beltrán es fornido, aunque no lo parece, sabe como esconder sus músculos en su
traje de diseñador. No puede esconder
las dos enormes entradas de calvicie, solía intentarlo con un sombrero, pero
hasta él mismo se dio cuenta que se veía ridículo.
- Quita esto de aquí.- Saca la
cámara con telefoto del tablero y la esconde bajo su asiento.- ¿Qué tal si te
detiene la policía?
- No es ilegal tener una cámara,
además, tengo mi licencia y no podrían acusarme de nada.
- Si serás bruto.- Me mete un
zape y se enciende un cigarro.- Trata todo lo que haces con el máximo cuidado,
incluso si es legal. La policía te mira, esperando en el auto por horas, ve la
cámara y se podrían poner nerviosos. Claro, te zafarás, pero ¿qué hay de la
marca? Sale de la oficina y te ve discutiendo con la policía.
- Buen punto.- Me muestra una
bolsa del oxxo, me compró algo de comer.- Gracias, estaba famélico. Tengo un
buen presentimiento Beltrán, ésta es la tarde. Puedo sentirlo en el aire.
- Creo que tienes razón.- Antonio
sale del restaurante, platica con compañero de trabajo mientras se fuma un
cigarro y revisa nerviosamente su reloj.- ¿De qué crees que hablan?
- Qué sé yo, es irrelevante al
caso.
- Nada es irrelevante, nunca. Lo
aprenderás el día que aprendas a vestirte.
- ¿Qué tiene de malo esto?-
Señalo la camisa hawaiana y él se ríe.
- Siempre vístete mejor que tu
cliente y la marca. Eso impone más. Como te ven, te tratan. Ahora, dime de qué
están hablando.
- No tengo idea, no leo labios.
- Yo tampoco, pero es obvio.-
Espera que diga algo, pero soy una tabla en blanco. Odio esa sensación, pero
Beltrán siempre logra que me sienta como un torpe neófito.- Mira como se
inclina el otro, manos en los bolsillos. Tiene dos manchas de salsa de tomate
en sus pantalones, tiene la corbata puesta y marcas de gel en el cabello. Ahora
mira a Antonio, él está nervioso, revisando su reloj, pero ninguna marca de
comida.
- Antonio está nervioso, quiere
llegar con su amante. Son precavidos, si hablan por teléfono no lo hacen en
público, creo que me daría cuenta.
- Su compañero Momo, está a punto
de ser despedido. Se preocupa por verse presentable, pero está hecho un manojo
de nervios. Parece de los peleadores, aunque sabe que está perdiendo, por eso
las manos en los bolsillos, porque está vulnerable. Si se llegase a enterar de
la amante, lo usaría en su contra. Memoriza esa cara, si esta tarde no
conseguimos lo que queremos podríamos tener que preocuparnos por él. Ahí viene
su coche, apunta sus placas.
- Nada es irrelevante, lección
aprendida.
- Llegó el auto de Uc, síguelo a
tres autos de distancia.- Me pongo tenso. No estaba así el resto de la semana,
siguiéndolo por todas partes. Lo estoy ahora. Beltrán tiene ese efecto.- Nunca
subestimes al otro, ni siquiera al cliente. Hay dos tipos de personas en el
mundo Momo, los que hacen y los que se dejan hacer, ésa es la regla número uno,
nunca seas de la segunda clase.
Antonio
Uc nos lleva hasta un modesto hotel al este de la ciudad. Estaciona a dos
cuadras, no quiere tener el ticket del estacionamiento. En el fondo sabía que
esto pasaría, mi examen final no podía ser tan fácil. No podía ser un par de
clicks desde el auto y vamos a comer algo decente, no, tenía que ser más que
eso. Beltrán quiere las fotos, la clienta quiere las fotos. No tengo otra
opción. Hora de probarte Momo. Entro al hotel como si tuviera todo el tiempo
del mundo. Edificio de cuatro pisos, un corredor por piso. No es como si
pudiera llamar a Antonio y preguntarle donde está. De hecho, es lo único que
puedo hacer. El encargado marca el número de la habitación, para cuando levanta
la cabeza ya no estoy. Espero hasta que la mucama haya dejado el corredor.
Beltrán me enseñó a violar cerraduras, practico cada noche en mi casa. No es
suficiente, estoy nervioso y estoy dejando marcas con mis ganzúas. Cinco
interminables minutos, los gemidos de la amante me hacen compañía. Abro
lentamente y apunto con mi cámara digital, pero no están en la cama. Entro al
cuarto, el corazón en la garganta. Fotografía a la bolsa de la mujer y su
contenido, Margarita Ojeda, gerente regional de Mexicana. Lindo trabajo, linda
foto con marido e hijos. Están en la regadera, al menos la señora Ojeda se
preocupa por la higiene. Tomo un par de fotos, suficientes para ver caras y
cosas que harían sonrojar a un pervertido.
Regreso al auto
trotando, soy un campeón. Beltrán aplaude, invita la comida, eso significa
mucho para el cubano. Nunca me dijo qué solía hacer en la isla, pero no quiero
saberlo. El sujeto es un genio, puede leer a una persona en cuestión de
segundos. Lo hace en el restaurante, mientras nos entregan la orden para
llevar, saca al menos dos padres divorciados y un marido homosexual. Me jura
que nunca lo ha hecho conmigo, sé que está mintiendo pero no lo presiono.
Además, la comida es buena, incluso si tenemos que comerla en la agencia, en la
pequeña oficina sin aire acondicionado.
- ¿Extrañas el calor de Cuba?
Dios inventó el aire acondicionado para sobrevivir en lugares como éste.- Ahora
tengo una silla y un escritorio. Me muevo en el mundo, voy para arriba. Apoyo
las piernas contra la ventana abierta del tercer piso. Beltrán hace lo mismo y
miramos a las oleadas de gente que cruzan por el centro a estas horas.
- Me gusta el calor, saca la verdad de la
gente. Ya mandé las fotos, nos pagarán mañana en la mañana, la señora de Uc no
dijo mucho. Ella ya sabía.
- ¿Cómo sabes eso?
- Porque se inclinó cuando vino a
verme, sus pupilas no se dilataron cuando sugerí que podría tener una amante.
El anillo era pequeño, mostraba una marca más grande de alianza de matrimonio.
Típico de segundo marido, aunque con menos dinero para el anillo. Me dijo que
su hermana se había divorciado por las mismas circunstancias, pero no tenía
hermana, inventó el nombre y al hacerlo miró hacia la esquina superior derecha.
Eso haces cuando mientes al momento. La gente repite patrones, recuérdalo Momo.
- ¿Yo miro a la esquina superior
derecha cuando miento?
- No, tú bajas la cabeza, apenas
unos grados y tensas la quijada. Es muy obvio.
- No hago eso.
- ¿Sigues viéndote con mi
hermana?
- No.- Me mira como si fuera un
chiquillo. Nos hemos estado viendo por meses, nada oficial.- Quizás.
- Cuando alguien dice quizás,
dice “sí, pero quiero ser vago al respecto”. Aléjate de mi hermana Maribel, esa
mujer significa problemas. Por cierto, hueles a uno de sus perfumes.
- ¿Algo más, señor?
- Sí, mejora tu gusto musical.
Maribel odia tu música de cholo. Escucha blues, le gusta el blues.- Sonríe y me
guiñe el ojo. Estoy por decir algo cuando suena el timbre. Escondemos todo como
si fuera la escena de un crimen. Beltrán hace entrar al cliente, yo me quito la
carne de entre los dientes con un tenedor y finjo seriedad.
- Mi nombre es Miguel Canel, y
quiero contratarle. Tiene excelentes referencias.
- Gracias.- Beltrán le sirve agua
helada y se sienta frente a él con esa mirada que pone cuando está leyendo a
alguien. Canel es un hombre moreno y feo, tiene ojos saltones, un traje barato
y su pulso tiembla al beber el agua. Está en problemas, pero es obvio que
Beltrán ve más allá.
- Trabaja para el gobierno, hay
un problema de dinero, es divorciado dos veces, tiene una hija de siete años
que no ve tanto como le gustaría, sus padres se divorciaron y están lejanos. Vino
aquí porque está desesperado, pero duda que seamos de ayuda.
- ¿Cómo supo todo eso?
- Es mi trabajo saber estas
cosas. ¿Cuál es el problema?
- Trabajo para la tesorería, así
que tiene razón sobre eso. Hace unos días un empresario llamado Rodolfo Alancón
ganó un concurso mercantil por una urbanización en ciudad Caucel. Ganó otros
antes, el hombre estaba limpio como la virgen María. El gobierno transfirió
treinta millones de pesos a la cuenta de su compañía. El dinero desapareció y
Alancón murió en un incendio esta mañana. La policía busca el dinero, es obvio,
pero yo necesito ayuda adicional.
- ¿Hizo trampa?
- No, él no al menos. Verá, para
transferir el dinero se necesitan de muchas firmas, como es obvio, nosotros nos
saltamos varios pasos todo el tiempo, es rutinario.
- Pero la policía no lo verá así.
Se olvidarán de su muerte y del dinero, investigarán a ustedes y encontrarán
que tal o cual burócrata no firmó y usted termina en el bote.
- Exacto. ¿Puede ayudarme?-
Miguel Canel le entrega un sobre y le mira suplicante. Beltrán revisa el
contenido y murmura los datos adicionales.
- Son veinte mil pesos ahora,
otros veinte cuando todo haya terminado.
- ¿Cuarenta mil?
- ¿Quiere ir a prisión?
- No, pero...
- Pero si no le gusta puede
invertir esos cuarenta mil en un buen abogado. ¿Quién sabe? Quizás el gobierno
del estado olvide que perdieron treinta millones de pesos.
- Está bien.- Escribió el cheque
ahí mismo y se fue poco después.
- ¿Qué opinas Momo?
- Se ve complicado, alguien tiene
treinta millones de pesos. Será difícil saber quién, son treinta millones de
poderosas motivaciones.
- No, me refiero al cliente.
Siempre pregúntate esto Momo, ¿qué ángulo está jugando, en qué podría estar
mintiendo y por qué?
- El proceso pudo ser más turbio
de lo que él describió.
- Sí, de eso me encargaré yo. Tú
empieza por la viuda de Rodolfo Alancón, su nombre es Elisa Cobiella y nos dejó
su número y dirección en este papel.
- De un seguimiento a otro, la
glamurosa vida de un detective privado.
- ¿Quieres hacerme un favor
antes? Necesito expedientes. No quiero saber la historia por una sola fuente.
Hora de que hagas contactos Momo.
No
me quejo, es mejor que seguir a Antonio Uc y sus andanzas amorosas. Busco conocidos
en el MP, no veo a ninguno. Beltrán me lo advirtió, pero no hay manera de
verdaderamente advertir el desgastante caos que es el ministerio público. Nunca
sobornas a uno solo, siempre tienes que alimentar a todos los pollitos.
Técnicamente el registro es público, el caso está cerrado, pero esto es México
y aquí la guadalupana te dejará en el infierno a menos que le pagues algo. Le
digo a Beltrán lo que tengo, que es lo mismo que él tiene. Rodolfo Alancón se
encontraba en una casa en construcción cuando hubo una explosión. La llave del
gas había quedado abierta, error humano predecible. Muchos le vieron entrar a
solas, pero después no salió, al menos no en una pieza. Le identificaron por el
reloj y sus joyas, además de los dientes. Ningún arresto. En cuanto al dinero,
todo es un gran misterio.
La
viuda, Elisa Cobiella, no me dice nada nuevo. Me deja pasar, aunque incómoda.
Beltrán tenía razón, no debo vestirme así. Aprovecho la oportunidad para
revisar el estudio que Alancón tenía en su casa. No sé qué busco, así que anoto
todos los nombres y números. La viuda me sorprende, me echa de la casa. Eso no
debía pasar. Beltrán dice que leo demasiados libros de autoayuda, solo fue uno
pero a él le pareció hilarante. Dice que me veo como en una película, pero las
cosas no siempre resultan así. Tiene razón, y alguien tiene treinta millones de
razones para cerciorarse que no sea así.
No
debería, pero hago el esfuerzo extra. Visito la oficina de Rodolfo Alancón. Le
he visto en fotos, era un farol. Le gustaba el oro, los coches buenos y las
oficinas vistosas. Todo es de cristal, alfombra nueva y esos cuadros que se
supone tienen sentido si eres inteligente, o con mucho dinero. La oficina está
al norte, en un lindo vecindario que hace hasta lo imposible por tratar de
fingir que es un suburbio gringo. La seguridad es una burla, un cerrojo fácil
de violar y nada más. La oficina de Alancón es fácil de ubicar, nombre en oro
en una puerta de metal. La computadora está protegida por contraseña, pero
tengo suerte, nadie ha vaciado el lugar y hay muchos papeles dando de vueltas.
Nadie espera morir en un accidente como ese, si es que fue un accidente, de
modo que tengo su vida frente a mí, codificada en forma de cartas, anotaciones,
recibos y papeles de reciclaje en la impresora. Es un caos, pero lo tomo con
calma. Ahora entiendo la fascinación por el blues de la familia Beltrán.
Necesito la calma, tengo que pensar. Cotejo lo que tengo de su casa, y apunté
una clave importante aún sin saberlo. Tiene un socio misterioso, alguien que no
aparece en papeles oficiales, pero aparece continuamente en sus cuentas de
banco e incluso títulos de propiedad de dos autos y una casa de
fraccionamiento. Una buena manera de cubrir sus deudas, dándole coches y casas.
Me pregunto si la deuda acumulada es de treinta millones.
Regreso
al auto, Maribel está ahí. Es la cubana más hermosa que haya visto en mi vida.
Una de esas mezclas que ni un genetista nazi podría haber imaginado. Alemana
con negra, una morena de ojos azules, abultado cabello rizado, una cara
angelical y un cuerpo que tentaría al Papa. No dice nada. Me besa y me agarra
el trasero. Me suelta y me interrumpe de nuevo, empujándome contra el auto.
Regreso a la Tierra unos segundos después y por un instante olvido
absolutamente todo.
- Te extrañaba.- Dice finalmente,
en un susurro que desarmaría a cualquiera.
- Y yo a ti.- Saco el celular,
pongo mi dedo en sus labios.- Tengo que hablar con tu hermano, no digas nada.
Creo que está afilando el hacha con la que me cortará la cabeza si te huele de
nuevo en mi camisa.
- ¿Momo? Ya era hora, ¿qué
tienes?
- Esto te encantará, Alancón
tenía deudas con un sujeto llamado Rafael Villafaña. Buen motivo para robar y
matar, ¿no crees?
- Excelente, quédate con la
viuda, esa Cobiella está ocultando algo, estoy seguro. La vi hace un rato y no
actúa como debería actuar una viuda. Yo me encargaré de Villafaña.
- Entendido y anotado.
- Espera un segundo, ¿estás con
mi hermana?
- No.- No puede verme a los ojos,
no puede ver si bajo la cabeza un poco, si miro hacia una esquina. En realidad
no lo hago, no puedo quitarle los ojos de encima a Maribel.
- Muy bien, sigue así. Nos vemos
mañana.
Ahora:
El
verano no refresca, la noche no ayuda de nada. La cantina se ve incluso más
miserable que de costumbre. Me refugio en una esquina, cerveza tras otra,
tratando de capitalizar en la leve brisa que se cuela por la ventana. Podría ir
a mi departamento, arriba de la cantina, disfrutar de un aire acondicionado, de
cerveza importada y de algo de blues. No puedo, el cliente me citó diciendo que
era urgente. Todos dicen lo mismo, incluso cuando no lo es. Es urgente para
ellos, eso es lo que cuenta. Además, la urgencia es buena, significa dinero.
Las carteras se abren fácil cuando están contra la pared. Sin esas carteras no
tendría mi aire acondicionado, mi cerveza de importación y mi blues. El cliente
se demora cuarenta minutos, pero eventualmente llega. Se pone incómodo en la
cantina, no es de ese mundo. Tiene un aire de superioridad que suena a dinero.
Es larguirucho, como un espantapájaros, con pequeños anteojos redondos y un
reloj rolex de oro.
- ¿Momo?- Me termino la cerveza y
asiento con la cabeza. El cantinero nos ofrece otra ronda. El cliente paga.
Suelta 200 pesos como si no supiera lo que vale la Corona al tiempo.- Mi nombre
es Julio Molina, soy doctor, psicólogo para ser preciso. Tengo un problema.
- Todos tenemos problemas, ¿no es
lo que dicen ustedes los loqueros?- Me enciendo un cigarro, me aflojo la
corbata. Traen las cervezas y las mira como si no supiera qué son. Me gusta
este sujeto.
- Me robaron algo muy valioso, y
muy valioso para mis pacientes. Mis anotaciones.- Me muestra su blackberry,
tiene fotografías de su cuaderno.- Algunos pacientes han dicho ciertas cosas
que yo he anotado. En las manos equivocadas podría... No, prefiero no pensar en
eso.
- Chantaje.
- Sí, el chantajista me mandó
estas fotos y este mensaje.- Lo leo por encima, dice la clásica jugarreta de
amenazas. Treinta mil pesos, dos pagos, los tres pacientes.
- Es terrible, no hay duda. ¿Por
qué no va con la policía?
- Porque yo... No es fácil de
explicar.
- ¿Embarazó a una paciente?
- No, por Dios. Es que la ley
requiere que yo reporte cualquier confesión criminal, pero no lo hice. No hay
nada terriblemente ilegal ahí, y la confianza de mis pacientes vale oro para
mí.
- Hábleme de ellos.
- El primero es Ramón Echeverría,
es un corredor de bolsa en Vórtice casa de bolsa. Le robó algo de dinero a su
mejor amigo, Ernesto Masid, además que tiene un amorío con la esposa de
Ernesto, una mujer llamada Sarah, Ech es su apellido de soltera.
- Vamos, no lo reporta a la
policía por algo peor.
- Yo invertí dinero con Ramón
Echeverría, tuve muy buenos resultados. Aún así, me he enterado que ha hecho
algunas transacciones poco... ilegales. La policía creerá que yo tuve algo que
ver.
- ¿Y los otros dos?
- Mariano Ix, es ayudante de un
diputado del PRI. Me ha confesado cosas que le dejarían en prisión. Es un
hombre corrupto, pero sus hábitos han dejado una profunda marca en su psique,
un patrón de remordimiento que lo carcome.
- Sí, me imagino. ¿El tercero?
- Esther Morales, es una dama de
sociedad casada con un César Orozco. El señor Orozco es dueño de una empresa de
seguridad privada, Traco.
- ¿Los palurdos de los centros
comerciales que andan en esas estúpidas máquinas?
- Sí, los mismos.- Concedió, un
tanto apenado.
- ¿Y ésta qué hizo?
- Esther Morales es lesbiana.
Sostiene una relación con una mujer casada de nombre Laura Cruz. La señora de
Orozco he confesado ciertas cuestiones indecorosas a gran detalle. La
arruinaría, usted puede entenderlo.
- Sí, la verdad tiene ese efecto.
Usted les saca la verdad, yo la mantengo escondida. Puede hacerse.
- Excelente, y en cuanto a sus
servicios...
- Treinta mil cada uno, pero
imagino que usted también está siendo chantajeado.
- Efectivamente.
- Será en dos entregas, de modo
que son 60 mil. Es un total de 240 mil entre los cuatro. Es una jugosa movida.
Yo sólo pido veinte ahora, veinte acabando.
- No sé... Es decir, no sabía
cuánto costaría algo así.- El psicólogo estaba confundido, limpiando sus gafas
obsesivamente. No era el dinero, la cifra no le cambió la expresión, era la
situación completa.- Sí, claro que sí. ¿Qué necesita?
- Un par de cosas. Hable con
todos, explíqueles y dígales que me haré cargo del asunto. Necesitaré hablar
con todos.
- ¿Pero por qué?
- Porque esas anotaciones valen
tanto como su vida, imagino que no las dejaría olvidadas en algún restaurante.
No, alguien se las robó, y quien haya sido le conoce bastante bien. Uno nunca
sabe.
- Pues es cierto, nunca me
despego de ellas. A excepción de cuando salgo a comer, junto con mi secretaria.
El cuaderno se queda adentro, y cuando regresé ya no estaba. Sólo un paciente
podría saberlo, a veces lo escondo mientras el paciente aún no se ha ido. Ni mi
secretaria sabría donde buscarle. ¿Usted cree que uno de los tres pacientes
podría ser el responsable?
- Posiblemente. Necesitaré sus
direcciones, números y toda la información que se le pueda ocurrir. Mándelo a
mi celular, tiene mi número.- Termino la cerveza y me pongo de pie. Recupero mi
saco, el doctor sale junto conmigo.- Aún no es muy tarde, empezaré por Ramón
Echeverría. Mándeme esa información cuanto antes. Y otra cosa.
- Sí, lo que sea.
- No salgas de Mérida. Me entero
que me dejaste con el desastre en las manos y no terminará bien para ti. No lo
olvides, no soy tu paciente.
Sus
pacientes desembolsaron miles de pesos en sus consultas, para pagar otros miles
de pesos para mantener sus secretos a salvo. Se habrían ahorrado mucho sin
terapia. El doc manda lo que necesito, me dirijo a San Ramón Norte, son las
nueve de la noche pero algo me dice que el corredor es de los que salen a
cenar. La noche de verano se ve diferente desde el auto. El calor se ha ido,
sólo quedan las luces de los autos y la promesa de la incertidumbre. Ramón
Echeverría se lanza a ella, el corredor tiene planes y lo agarro justo a
tiempo. Tiene un jaguar, un reloj costoso y un traje a la medida. Se da la gran
vida en una residencia lujosa en una calle sin pavimentar, con la vegetación
creciendo salvajemente. Le sigo en silencio, me fumo un cigarro. Echeverría no
va lejos, un restaurante argentino en Prolongación Montejo. Le conocen ahí, y
cuando estacionan su auto lo hacen a la entrada, para que otros clientes vean
la clase de lugar que es. No tiene reservación y espera en la barra, junto a
las parejitas y los don nadie como yo. Habla con su amante, la esposa de su
mejor amigo Ernesto Masid, y Sarah Ech no está feliz en lo absoluto. Ramón le
pide terminarlo, sabe que tiene problemas en puerta y no necesita esa clase de
problemas. Ramón será muchas cosas, pero al menos es sensato.
Pensé
que la vería ahí, o alguna otra amante, pero Echeverría tiene otra clase de
problemas. Este problema es feo y calvo, con un traje arrugado y una sonrisa
triste. Van a su mesa, yo les espero afuera. Paso el tiempo jugando rayuela con
los del valet parking. Una colección de adictos a las pastillas y a las
carreras de auto. Pierdo algo de dinero, soporto la conversación, quiero estar
cerca de la puerta. El truco funciona, Echeverría y su amigo misterioso salen
juntos. Le advierte de la posible demanda. Al parecer ya no hay luna de miel en
Vórtice casa de bolsa. Le entrega una tarjeta que Ramón Echeverría finge que
guarda en su abrigo, para tirarla al suelo. El abogado es otro corredor de
bolsa, para Centurión casa de bolsa. Apesta a gato encerrado desde kilómetros.
Aprovecho el favor de los valets y yo voy por el auto de Echeverría. Él es
demasiado importante como para caminar diez metros a su Jaguar, espera que
alguien se lo traiga. Me consienten, pero el coche me importa poco. Reviso por
encima y encuentro, escondido bajo el asiento del acompañante las cuentas de
estado que Echeverría tiene abiertos en Centurión con nombres ligeramente
diferentes, así como cuentas de su amigo Ernesto Masid en ambos lugares.
Entrego el coche, ni me ve a la cara, pero no importa, lo estaré viendo pronto.
Se
puede ver, como la luz de un tren, este caso será diferente. Algo me dice que
aquí hay más que chantaje. La luz se hará más grande, pero para cuando pueda
verla bien el tren me pasará por encima. Pienso en ir a la cama, propuesta
atractiva. Pruebo suerte, hay otro nombre que podría estar despierto en la
noche, Mariano Ix. Sus revelaciones podrían ganarle muchos enemigos en su
partido, pero también me suena como la clase de persona capaz de realizar un
chantaje como este, luciéndose como la víctima para despistar. Es perverso,
pero él es político. Mi tío Franco solía decir que podía saber cuando un
político mentía, la evidencia es que mueven los labios. Buena observación, y él
era político en municipio perdido. Mintió toda su vida, menos en esa frase. Al
igual que mi tío, Mariano Ix es difícil de ubicar. No está en casa, su esposa
cena a solas y con cara de enojada. Tampoco está en su oficina, pero antes de
darme por vencido lo escucho en la radio. El edificio del DIF tiene un evento
oficial, alcaldes y diputados estarán ahí. Vale la pena.
Un
par de preguntas después y alguien me señala a Mariano Ix. Tiene esa rara
mezcla entre la cara de idiota y los ojos de un tiburón. Viste guayabera, pero
en su bolsillo guarda unos Ray-Ban clásicos. Está empapado en sudor, como el
resto de nosotros, pero finge que se siente en el paraíso viendo a un gordo
político no decir nada en un discurso de hora y media. La noche de verano es
infernal, pero no me muevo de mi lugar. Espero hasta que todos hayan dicho
adiós, hasta que cada mano haya sido estrechada y hasta que todos terminen de
fingir que quieren estar ahí. Mariano Ix no maneja a su casa. Le sigo de cerca,
dudo que se preocupe por una cola. No va a la oficina. Maneja a la García
Ginerés, hasta una casa chica rodeada de hermoso jardín. Se echa algo de
colonia antes de salir del auto, no visita a su abuela. Salgo del auto y espero
en la acera de enfrente, oculto por una frondosa bugambilia. Le veo revisarse
con un espejo de mujer, sus dientes están perfectos pero se echa un poco más de
colonia. Se alisa la guayabera y abre la portezuela del jardín delantero. La
casa se ilumina. La puerta se abre. El calor me hace sudar. El sudor se resbala
de mi frente, ahoga mis cejas y quema mis ojos. Estoy a más de cien metros,
sudor en los ojos y cada poro de mi cuerpo gritando por el calor. Aún así la
veo. Aún así puedo sentirla. Aún así puedo olerla. La noche se hace
infinitamente más profunda. Es ella. Nunca pensé que la vería así. Es Maribel
Beltrán. La noche veraniega se congela. El aire es como una puñalada de hielo a
mis nervios. La veo besarlo. Lo veo acariciar su trasero a través de su larga
falda. Ella se ve perfecta pero en sus manos se ve sórdida y vulgar. Entran a
la casa. Yo me quedó ahí, peleando por respirar. Las luces no se apagan por
mucho tiempo y yo sé, desde lo más profundo de mi ser, que ella ha vuelto de
verdad y yo nunca estaré preparado para ella, no de nuevo.
Antes:
Paso
el día convertido en la sombra de Elisa Cobiello, viuda de Rodolfo Alancón
alias el tostado. Finjo que sé lo que busco, pero no tengo ni idea. La sigo de
cerca, hago todo para lo que Beltrán me entrenó, me hago invisible pero siempre
presente. Soy el maldito Espíritu Santo. Ella quiere sacar la póliza por el
seguro de vida de su marido, tiene deudas que debe pagar. No se me hace
sospechoso, cualquier viuda haría lo mismo. Además, no me parece realista que
una mujer que esconde treinta millones de pesos pelearía por esa póliza con
uñas y dientes. Aún así, Bruno insiste. Dice que podría ser todo un acto. Regla
número uno, nunca seas de los que se dejan hacer. La viuda es de las que hacen,
podría fingir para ser inocente y gastar ese dinero dentro de tres años cuando
la cosa se calme. Yo sé que yo lo haría, si tuviera ese dinero. Sigo el
entrenamiento de Bruno a cada paso, menos en lo concerniente a su hermana. Soporto
los largos días porque al final sé que estaremos juntos en la noche.
- ¿Alguna vez te conté de mi tío
Archibaldo? Se ganó una lotería local, vivía en Motul. El problema, es que
compró ese boleto de rifa con su amante y le dijo a mi tía que esa amante ya ni
vivía en Motul.- Acarició su cabello y dejo que el olor llegue a mí. No tengo
mucho, un par de colchones en el suelo, muebles viejos y una tele que funciona
cuando quiera. Aún así, Maribel lo hace sentirse como si fuera un palacio. El
ruidoso ventilador de techo nos hace compañía, es lo único que evita que
muramos de calor. Eso y que estamos desnudos.
- ¿Y qué hizo?
- ¿Qué podía hacer? No lo cobró.
Pensó que el dinero se perdería para siempre, pero su amante lo cobró. También
era amante del organizador, así que no hubo problema. Mi tía se enteró,
eventualmente, estaba más enojada que no tomara el dinero que por la amante.-
Ella se ríe. Pasa sus manos por mi pecho y luego recoge la corbata del suelo.
- ¿Y esto?
- Tengo que aprender a vestirme
bien, y a escoger buena música. Tu hermano no deja de insistir en ello. Creo
que tiene un fetiche.
- No, tiene buen gusto. Digo,
cada quien sus gustos Momo, pero ¿Los Tigres del Norte?
- ¿Qué tienen de malo? Tienen su
valor estético... Tú ganas, nada de banda desde mañana.- La beso como si
tuviera todo el día, porque si fuera por mí la besaría todo el día.- Pero
tienes que prometerme que aprenderás a cocinar. No es algo sexista, es solo que
no había visto a nadie que quemara las tostadas en la tostadora.
- Una chica no puede ser buena en
todo.
Nos
besamos de nuevo hasta que suena su celular. No se da cuenta, pero memorizo el
número. Es casi la media noche y ella reacciona a la llamada como si fuera
alarma de ataque nuclear. Se levanta de un salto, se viste en segundos. Se caen
sus prendedores de mariposa y se los levanto con calma. Tiene su collar de mariposas,
sus aretes y prendedores de mariposas. Me dice alguna excusa a la que no le
presto atención y finjo que entiendo. Ella sale corriendo y me levanto a la
misma velocidad. Aprovecho los pocos contactos que he cosechado para conseguir
más información de ese número. Era local y no era celular, lo cual lo hace más
fácil. Mi contacto me escupe la dirección, no necesito apuntarla. Me calmo en
el auto, pero no me molesto en racionalizarlo. No es como si fuera mi esposa y
ella no quiere nada serio, pero aún así, si estoy compitiendo con alguien me
gustaría más saber de qué trata. Ubico la dirección en una fea colonia del sur,
es una clínica de ortodoncia, con una sola luz encendida y un solo coche en el
estacionamiento. La luz de la farola me deja ver, en el asiento del copiloto,
lo único que necesito ver. Hay una tanga, la reconozco bien, es de Maribel.
Estiro el brazo por la ventana a medio cerrar de la parte trasera, abro el
seguro y reviso los papeles en la guantera. Mi competencia tiene nombre,
Alfredo López. Salgo del auto y me quedo en la puerta, pensando qué hacer. La
idea de entrar y agarrarlo a golpes es tentadora, pero estúpida. Maribel quiere
hacer las cosas a su manera y me toma cada fibra de mi ser el aceptar la mano
que su amor me ha dado. La jugaré a su manera, no tengo otra opción.
- Te estoy diciendo Bruno, la
viuda no lo tiene.- Ahora visto de traje y llego temprano, pero la noche
anterior sigue dándome de vueltas en la cabeza.- Al menos nada indica a esa
posición. ¿Qué hay de Villafaña? Nuestro acreedor misterioso se ve muy
sospechoso.
- Sospechoso de aquí a la luna.-
Dice Bruno, con su profundo acento cubano mientras hace el café.- ¿Quieres? Es
brasileño. Acostúmbrate al buen café, me lo agradecerás cuando no te den
agruras.
- ¿Y crees que Villafaña tenga el
dinero?
- No, al menos nada apunta a esa
dirección. Sigue con la viuda, ahora que ha sacado el dinero por el seguro de
vida podría tratar de justificar sus nuevos gastos con esa excusa. Si empieza a
gastar en cosas caras, la clase de cosas que Alancón nunca le hubiera regalado,
entonces la tendremos. Si ella tiene el dinero no aguantará más que unos días
para empezar a usarlo.- Me pasa una taza, tengo que admitir que el café es
bueno.- ¿No te lo dije?
- Mejor que Nescafé.
- Los mejores lujos son los lujos
pequeños, eso decía mi padre todo el tiempo y tenía razón. Amistad, amor, café,
licor y comida. No hay nada más.- Brindamos con tazas de café. Está por decir
algo cuando suena mi celular. Reconozco el número, es Maribel.
- Mi amigo en la aseguradora.- Me
apresuro a decir, mientras salgo de la oficina. Me aseguro de darle la espalda,
lo último que quiero hacer es discutir con Bruno sobre su hermana.
- ¿Momo?
- ¿Qué ocurre? Suenas asustada.
- He estado investigando a ese
Villafaña, el acreedor de Rodolfo Alancón...
- ¿Y?
- Leí los apuntes de mi hermano,
descubrí algo que él no sabe y traté de extorsionar a Villafaña.
- ¿Hiciste qué?- Escupo el café
por la sorpresa y los señores del elevador rápidamente aprietan el botón para
alejarse del loco en el corredor.
- ¿Quieres calmarte? Estás más
asustado que yo. Como si tú nunca lo hubieras hecho.
- No a solas. ¿Qué hay que Bruno
no sabe?
- ¿Prometes no decirle?
- Está bien, está bien.
- La instalación de gas en esa
casa en que murió Rodolfo Alancón es de la misma compañía de Rafael Villafaña.
Él puso la instalación de gas. Le dije que sabía algo, no le dije nombres por
supuesto, y creo que lo hice enojar más de la cuenta.
- Con treinta millones de pesos
involucrados, no me sorprende. Está bien, veré el asunto. Quiero saber más
sobre ese Rafael Villafaña.
- ¿Qué vas a hacer?
- Iré a su oficina, descuida,
todo estará bien.
Regreso
la taza de café y me voy sin dar explicaciones. La extorsión de Maribel, un
ángulo adicional a tener en cuenta. Me lanzo como Lancelot, pero la chica
probablemente sabe más de esto que yo. Lo he hecho antes, pero siguiendo a
Beltrán. Limpio, rápido, efectivo. Nada de sumas exageradas, nada de
complicaciones. Tengo la intuición que Maribel no comparte esa filosofía. Me
quejo en silencio, pero lo haré de todas formas. El lugar no es difícil de
encontrar, “Instalaciones Villafaña” tiene su edificio en la Jacinto Kanek, un
par de pisos con un pequeño letrero en la puerta. Anuncian instalaciones
hidráulicas, pero en la recepción me entero de las promociones para
instalaciones de gas en fábricas y edificios grandes. Curioso, que Villafaña
instalara en una casa. Más curioso aún, que haya habido una filtración de gas
durante la noche. Quizás se enojó de las constantes demoras de su deudor,
quizás le sacó el dinero a Alancón y luego eliminó. Me gusta la puerta número
dos, pero por ahora sólo busco la puerta de la oficina de Rafael Villafaña.
Finjo que represento a Bachoco y me dan el tratamiento real. El ingeniero
Villafaña no está, pero alguien señala su oficina, al fondo del segundo piso.
Me escabullo a la primera y entro como si el lugar fuera mío.
Tiene
presupuestos para fábricas, tiene contratos para instalaciones hidráulicas y
todo parece muy legal hasta que encuentro, escondidos en un cajón, un par de
cheques viejos de Rodolfo Alancón. Le pagó cincuenta mil en cada uno, a unas
semanas de diferencias. Se me hace un rompecabezas en la mente hasta que
escucho la espectral voz de Beltrán, pidiendo por algo de reflexión. Todo depende
de la pregunta, esa es su regla número dos. La pregunta que importa es, ¿por
qué no los cobró? La respuesta es obvia, no podía. Alancón le debe dinero y no
puede pagarle. Reviso el cesto de la basura, tiene un presupuesto para el
desarrollo en el que Alancón trabajaba, ninguna mención de la instalación de
gas. Debió ser un regalo, uno que le costó a Alancón treinta millones y su
vida.
- Dijeron que venías de Bachoco.-
El gorila abre la puerta y me tiene en cuatro revisando el cesto de basura. La
patada en la boca del estómago me golpea la espalda contra el escritorio de
piedra. Me jala de una pierna y me suelta un gancho al hígado que me paraliza
por un instante.- Dile a tu novia que Rafael Villafaña no tiene nada que
esconder.
- Linda manera de probarlo.- Me
deja ponerme de pie, para agarrarme del cabello y azotarme contra el marco de
la puerta.
- Soy Ricardo Murillo, podrías
decir que soy el jefe de seguridad de este edificio.- Me empuja fuera y me
acompaña hasta las escaleras, agarrándome del cinturón.- ¿Por qué no mejor
llamo a la policía?
- No lo harás, no eres tan
estúpido como pareces. Una llamada y la policía sabrán todo sobre esa
misteriosa instalación de gas que no debía existir.
- Un comediante, perfecto, lo que
me faltaba.- Me empuja por las escaleras, voy dando de tumbos hasta quedar boca
abajo y arrastrándome hasta la puerta. Espera que me ponga de pie en la acera,
frente a la mirada atónita de todos los empleados. Me entrega mi cartera y me
empuja.- Lárgate de aquí y no vuelvas. Dile a tu novia que se enfríe, o yo la
enfriaré a ella.
Me
duele cada músculo del cuerpo, pero me duele más el orgullo. Me agarraron con
las manos en la masa. Podría arruinar el caso de Beltrán, podría arruinar la
extorsión de Maribel. Tuve suerte esta vez, pero sir Lancelot debería ser más
precavido en el futuro. No trabé la puerta, me tardé demasiado, me puse en una
posición imposible de defender. Se fue el hambre, de hecho se fue todo menos el
dolor y el pensamiento de Maribel. Sigo su tonada, voy a la escena del crimen.
El viaje es largo, le da la oportunidad a mi cuerpo de calmarse, pero tendré
unos sucios moretones que durarán por muchos días más.
La
casa sigue en ruinas. La policía colocó un sello en la puerta, pero al inmueble
le falta una pared. La lógica judicial en todo su esplendor. El lugar es
ceniza, madera quemada y tabiques ahumados. Puedo ver, a través del espejo en
el baño, que un auto se estaciona atrás del mío. Lo reconozco a la primera, es
Ricardo Murillo, el gorila que me debe una paliza. Ésta vez le sacaré más
respuestas a él que a la escena del crimen. Me sigo de largo, como si nada
pasara. Salgo de la casa por un hueco, tomo un tubo galvanizado y espero a que
salga por donde la puerta solía estar. El golpe le da en el estómago y lo tira
al suelo. El espacio entre las casas es reducido, un jardín lateral que por
ahora sólo es grava. Poco espacio para el tubo, pero hago que funcione. Le
golpeo en un brazo cuando trata de levantarse.
- Muy bien, ahora ¿dónde
estábamos?
- ¿Sigues molesto por la golpiza?
Vamos comediante, vete de aquí antes que te lastime de verdad.
- ¿Dónde esconde el dinero? No me
hagas adivinar, eso sería más doloroso para ti.
- Realmente eres un idiota.-
Murillo se sienta en el suelo y apunta detrás de mí. No lo escuché acercarse, pero
escuché el arma.
- Vaya, vaya, vaya, y yo que
pensé que solo había ratones bajo este horrible sol. Nada que ver aquí más que
casas a medio terminar, ¿o me equivoco?- Suelto el tubo y pongo las manos en
alto. El policía no es municipal, es un judicial tan grande como un ropero que
apunta su arma a los dos.
- No es nada oficial.- Dijo
Murillo.- Es que lo atrapé con mi novia, eso es todo. ¿No es así?
- Sí, disculpe que me haya puesto
tan a la defensiva, pero creo que esa chica es para quedarse.
- Ponte de pie y apóyense contra
la pared.- Nos revisa a ambos, pero no encuentra nada.- Soy el oficial Ulises
Cabrisas, y soy judicial, par de maricones, eso significa que los subo a mi
nave y nadie tiene por qué saber en dónde terminaron. ¿Entienden?
- Sí oficial.
- Lárguense de aquí.
Estuvo
demasiado cerca. El judicial Cabrisas nos tenía en sus manos, de haber traído
mi arma estaría llamando a Bruno con toda clase de explicaciones que no
quisiera dar. Manejo en círculos por casi una hora, asegurándome que he perdido
a Murillo definitivamente. Una vez convencido me dirijo directo a Maribel, hay
un par de preguntas que me gustaría hacerle. Espero que las pueda conseguir sin
más moretones y golpes. Maribel me abre la puerta en un camisón que revelaría
menos si estuviera desnuda. Difícil recordar lo que estaba por decirle. Me
limpia las heridas en el sofá de su sala con algodón, alcohol, vendas y muchos
besos. Ella podría ser enfermera, podría hacer que cualquiera olvidara que
tiene cáncer o un disparo. Le digo todo, no omito las partes vergonzosas, pues
son gran parte de la historia. Ella termina, pone algo de blues y se sienta
sobre mí, acariciando mi rostro.
- ¿Cómo fue que lo puso? Amistad,
amor, café, licor y comida. Los lujos que valen la pena.
- Suena como algo muy sabio.
- ¿Qué tienes con Villafaña?
Sabemos que le debía dinero, sabemos que él instaló el gas, pero tú debes tener
algo más, sonabas demasiado segura.
- Lo voy a traer.- Se pone de pie
y me guiña el ojo.
- Pero camina más despacio, la
vista es buena.
- Eres un romántico empedernido
Momo.- Regresa con un cigarro en la boca y un pequeño bloc negro de
anotaciones.- ¿Sabes qué es esto?
- Intuyo que no es tu diario.
- Intuyes bien. Es un bloc de
policía. Más específicamente el bloc de uno de los policías que pasaron la
noche entera, y el día, en un retén. Este retén está inmediatamente saliendo de
Caucel, si alguien iba o salía de esos desarrollos, su placa estaría aquí junto
con la fecha, incluso si no lo cuestionan. ¿Adivina quién estuvo ahí esa
madrugada?
- Rafael Villafaña.
- Exactamente, y esto lo
demuestra. Le dijo a la policía que pasó la noche en la oficina, esto lo
desmiente. Incluso tuvo a un sujeto que lo apoyó, un gorila que dijo ser jefe
de seguridad.
- Ricardo Murillo.- Leo el bloc.
Varias placas, horarios, un par de albures y algunos dibujos obscenos. Ella señala
el número de su placa. Lo tenemos justo donde lo queremos, limpio, rápido y,
sobre todo, contundente.
- Toda esta emoción... Me pone
creativa.- Se hinca frente a mí y me abre el cinturón.
- ¿Segura que tienes tiempo? Dios
no lo quiera y te llaman al celular.
- Momo...- Se detiene y me mira
divertida. Tengo cara de idiota, no necesito un espejo para saberlo. Trato de
sonar casual, no hay nada de casual en esto.- No te pongas celoso de una vieja
flama. Es un anestesiólogo que cree que me trae muerta. Es parte de mi equipaje
y no quiero embarrarte con él, quiero hacerlo bien, al menos una vez.
- ¿Por qué las más lindas siempre
son las más peligrosas?
- Buena pregunta, ¿por qué será?
- Porque valen la pena.- Maribel
se ríe, se le hace romántico y juvenil. Yo me rió también.- Lo saqué de una
película. Sonaba mejor ahí.
- Sí, estoy segura que sí, pero
la intención es lo que vale.- Me mira plácidamente, su respiración tranquila y
un destello en los ojos que no puedo estar imaginando.- ¿Por qué te dicen Momo?
- No sé, siempre ha sido así. Lo
prefiero a Mario Orson. Mi papá me decía así. Es lo único que me queda de él,
esas visitas al penal. Crecí con mi mamá y mis tíos.
- Tus cientos de tíos.- Dijo,
encendiéndome un cigarro y acostándose en mis piernas.
- Sí, creo que la familia quería
poblar el estado entero. Por eso me da miedo salir con chicas yucatecas, podría
ser mi prima. Pasó una vez, gracias a Dios no llegó a más. Mi tío Justiniano me
quería entrenar para policía, pero soy demasiado decente para eso.
- Demasiado decente y demasiado
inteligente. Mírate nada más,- Dijo con dulzura.- tienes 25 años y ya eres todo
un detective.
- Mejor que lo que obtuvo mi
papá, vida en prisión. Bueno, dicen vida pero es más como muerte. Lo apuñalaron
cuando cumplí veinte. Ya casi no lo visitábamos para ese entonces. El viejo se
hizo suave, le falló algo y adiós. Linda lección de vida. Es como Bruno siempre
dice, los aciertos no los cuentes, los fallos son lo que sacan tu número. ¿Y
qué hay de ustedes dos, extrañas Cuba?
- Fue hace muchos años, no hay
mucho que extrañar. Bruno y yo nunca tuvimos una familia muy unida. Haces lo
mejor que puedes con las herramientas que tienes, ¿no es cierto? Mi hermano
mayor y tú tienen ese cerebro especial. Yo tengo... Lo que ves.
- Eres más lista que cualquiera
de nosotros, y más peligrosa.
- Que bueno que te gusta el
peligro.
- Me encanta.- Susurro, mientras
la beso con calma.
Ahora:
Siempre
existen un par de indicadores que te muestran cómo avanza el tiempo. Los
anuncios espectaculares, la música de centros comerciales y las mujeres que has
amado. Ella aparece de nuevo y me doy cuenta que han pasado diez años. Una
década que se hizo el doble de larga al verla de nuevo. Maribel Beltrán,
incluso pensar su nombre me hace sentir más viejo. Me gustaría decir que me
hace sentir más cercano a la muerte, pero no es cierto, ella me hace sentir más
cercano a la vida. No hay nada más peligroso que algo que te hace sentir vivo. Quizás
es cierto, quizás el cuerpo, en el fondo, no puede esperar para morir. Por eso
te enamoras de las peligrosas, por eso te atrae la velocidad y la violencia.
Derrite un corazón que ha estado congelado y es imposible seguir el caso sin
dejar de pensar en ella.
No
pude dormir en lo absoluto. Las aspas del ventilador no consiguieron
hipnotizarme. A primera hora estoy en el Club Campestre, Esther Morales se
encuentra jugando canasta con aburridas amas de casa que atienden por la
promesa de tener sus rostros en la sección de sociales. No es fea, pero eso no
dice mucho. Es una rubia con apariencia de aburrida, pero con un secreto que le
costaría todo. Aquí estoy yo, para esconder la verdad, para quitarle ese
estúpido velo de santidad moral y regresarla a donde pertenece, la oscuridad.
- Sería terrible, impensable.-
Repite hasta que llegamos a la puerta, lejos de los oídos curiosos.- No puedo
ni decirlo en voz alta. ¿Qué puedo hacer?
- Le daré un consejo, señora
Morales...
- Orozco.
- Como sea, señora Orozco, pague
el dinero. La mejor manera de atrapar al maldito es con el dinero.
- ¡César, querido, que bueno que
llegas!- Me interrumpe con un saludo que me deja sordo. César Orozco es un
hombre de estatura media, con cara de aburrido y una costosa camisa de algodón
egipcio.- Quiero que conozcas a Mario Orson.
- Momo, por favor.- Estrechamos
manos sin saber qué decir.
- Momo es un reportero y está
pensando hacer un artículo sobre nosotros.- Eso le llama la atención y sonrío,
es la mentira perfecta.
- ¿Cómo va el negocio con Traco?
- A la perfección, nos estamos
expandiendo rápidamente.- Un par de frases neutras y el marido se va. Esther
respira tranquila por unos momentos, pero los nervios no se van.
- No puedo conseguir los treinta
mil pesos sin que César se dé cuenta. No tengo mi propia cuenta.
- ¿Qué hay de su... ¿Qué hay de
Laura Cruz?
- Ella no me quiere hablar desde
que le mencioné el chantaje. Tiene tanto que perder como nosotros, quizás ella
no aparezca en Sociales, pero podría destruirla.
- Quizás yo podría convencerla,
deme su dirección.
No
quiero perder tiempo. El esposo de Laura Cruz, Juan Esteban Cintra, podría
estar en casa. Prefiero ir a la casa de bolsa Centurión, queda cerca y hay
varias preguntas que quiero hacerle al misterioso abogado. Entro a la recepción
para preguntar por él, pero no hay nadie. La secretaria acompaña a los visitantes.
No les prestaría mayor atención, de no ser que entre ellos está Mariano Ix, el
político del PRI y amante de Maribel Beltrán. La tentación de romperle el
cráneo es llamativa, pero tendrá que esperar, al menos por ahora. Está
discutiendo con su grupo y uno a uno se van yendo con la misma cara que con la
que entraron. Lo espero apoyado contra su auto, es el último en irse. Disfruto
la sombra, la poca briza que hay, pero mis nudillos están blancos.
- ¿Mariano Ix? Soy Momo, el
doctor Molina debió haber hablado con usted.- Deja de sonreír. De hecho, de
deja de moverse. No puede ni parpadear, el miedo estalla desde la base de su
columna y trata miserablemente de decir algo más coherente que algunos
murmullos.
- Puedo conseguir el dinero,
¿servirá de algo?
- Sí, servirá de mucho. ¿Conoce a
un Ramón Echeverría?- Niega con la cabeza. Valía la pena intentarlo, el
corredor de bolsa de Vórtice está en la misma lista de chantajeados. Podría
decirme la verdad, pero no lo hará. Incluso si no le conoce directamente es
obvio, si está en Centurión, que tienen amistades en común. Podría ser
coincidencia, los pacientes del doctor provienen de los mismos círculos. Podría
ser eso, podría haber algo más. La mera presencia de Maribel apunta a eso.
- Mencioné nombres y mencioné...
Si recupera esas anotaciones no significará nada, pero si no lo hace, si esos
apuntes ven la luz del día...
- Lo destruirían.
- Exactamente. A mí y a muchos
más que no estarían muy felices conmigo. Nada felices.
- ¿Quiénes sabían que Julio
Molina era su terapeuta? Me refiero a enemigos, la clase de gente que podría
atender a un par de sesiones y aprovechar la oportunidad de hacerse del
cuaderno.
- No se me ocurre nadie.
- Vamos, has el esfuerzo.- Quiero
estrangularlo, pero me contengo.- Todos tenemos enemigos.
- Nadie sabía que iba al
terapeuta, ni siquiera mi mujer. Es vergonzoso.
- No, vergonzoso es que te
cachen. Otro nombre en la lista conocía al doctor Molina, no íntimamente sino
en cuestión de negocios. Le pidió consejos y esa clase de cosas que los
psicólogos no deberían hacer. Me preguntaba si no habría hecho lo mismo
contigo.
- No exactamente.
- No tengo paciencia para “no
exactamente”. Eso es un sí, ¿qué fue?
- Nada grave, quería saber si el
estado podía cambiar leyes sobre similares. Ya sabe, los medicamentos. Él
prescribe solo similares. Es más barato.
- He oído eso.
- Le dije que no, es algo
federal. Fue hace casi un año, con la campaña contra similares, su hermano
fabrica similares aquí y por eso quería saber. Fuera de eso, creo que odia a la
política.
- Cualquier persona decente lo
haría. Prepara el dinero, cuando el chantajista mande instrucciones actuaré, y
podría ser en cualquier momento.
Mariano
Ix confirma todo lo que la gente ya sabe sobre los políticos. Si mueve los
labios está mintiendo, y los movió mucho. Conoce a Ramón Echeverría, estoy
seguro, pero no sé cómo y no sé para qué. Algo me dice que el chantajista sí lo
sabe, pero tendré que dar un rodeo para enterarme por mí mismo. Quiero lavarme
los oídos, escuché suficiente basura por un día. Quiero visitar a la amante
casada de Esther Morales de Orozco, pero sé que no llegaré hasta allá. Alguien
me sigue, sería peligroso llevar mi cola hasta su casa. Tomo una glorieta, le
doy cinco vueltas. El coche estaba a dos autos de distancia, un Audi blanco
bien mantenido. La puedo ver al volante, es Maribel Beltrán. Me adelanto un
poco, estaciono en una plaza y la espero afuera. Si quiere dispararme, tendrá
que esperar, escogí un buen lugar con muchos testigos. Me enciendo un cigarro
para aparentar tranquilidad mientras ella estaciona a mi lado y sale. No ha
envejecido ni un día. Ahora viste más decente, como la amante de un político
debería vestir. Aún así, conserva su collar de mariposas. Es bueno ver que
algunas no cambian.
- ¿Qué quieres con Mariano?- Se
cruza de brazos, va directo al grano.
- No me seguiste desde la mañana,
tú estabas siguiendo a Mariano Ix. ¿Por qué, cuál es el ángulo?
- Tengo algo estable con él.
- No, no lo tienes. ¿Cuál es el
ángulo?
- ¿Cuál es el tuyo?
- ¿En serio? Diez años y vamos a
recurrir a tácticas de niños de escuela. ¿Ahora operamos bajo la política de
“yo lo dije primer”?
- Tú y yo Momo, no operamos bajo
ninguna política. No desde lo de mi hermano.
- Mariano está siendo
chantajeado, junto con otras personas. Hablaron de más con un psicólogo. Ahí
está, ¿qué hay de tu ángulo?
- ¿Te asustaría saber que tenemos
una relación estable?
- Me asustan muchas cosas
Maribel, tú eres una de esas, pero no me asusta la mentira que me acabas de
decir.
- Mariano tiene el lodo hasta las
rodillas. Habla mucho en la cama y grabo muchas cosas. He estado vendiendo
secretos de partido al PAN por un rato, a veces con su ayuda y a veces sin él. ¿De
eso trata el chantaje?
- No, desfalco. Descuida, estás
protegida.
- Me siento muy segura ahora,
gracias Momo.- Se sube a su auto y hace reversa como si no hubiera nadie. Está
fuera de mi vista en un pestañeo.
No
dejo de pensar en ella mientras manejo a la casa de Laura Cruz. La amante
casada tiene una pequeña casa en la parte fea de la Emiliano Zapata. Es más que
las casas de piedras y argamasa que le rodean, pero mucho menos que las
residencias y mansiones de la siguiente cuadra. Existe a varios escalones
sociales de Esther Morales de Orozco, de eso no hay duda. Me reconoce a la
primera, me hace pasar y me ofrece un vaso de agua. No tiene mucho, pero al
menos es un hogar. Tiene una pared cubierta de fotografías. Su matrimonio con
Juan Esteban Cintra, del comienzo hasta la navidad pasada. Son pequeñas
cápsulas del tiempo. Juan Esteban tiene un camión de mudanzas, luego es de
mensajería, luego la oficina de Mensayuc, luego una flotilla de tres camiones.
Mientras tanto aparecen cada vez más alejados en las fotografías y ella cada
vez más desesperada. No me engaño, el chantaje a Esther es tanto para ella como
lo es para Laura. Ella no se engaña tampoco, sabe que tendrá que saquear su
cuenta de ahorros.
- Hablé con ella hace una hora,
me dijo que la fue a visitar. Ella tiene algo de dinero que puede usar, además
de empeñar algunas joyas que su marido no extrañará. Podremos reunir el dinero.
- Todo esto durará poco, se lo
prometo.
- Es que no puedo...- Su rostro,
delicado y casi pálido, se pone rojo y sus ojos se inundan de lágrimas.- No
puedo divorciarme de Juan Esteban, y no es por dinero o nada parecido. Es que
le ha estado yendo tan bien y sería tan sorpresivo... Al menos para él sería
abrupto. Mensayuc consiguió ser la primera mensajería privada local para el
gobierno del estado, es algo por lo que ha luchado toda su vida. ¿Sabe lo que
le harían si se enteraran que su esposa es una...
- Entiendo, lo harían pedazos.
Vivimos en un monasterio sin paredes, pueden soportar tener algunos políticos
maricones, pero saldrían con alguna clausula moral para quitarle esos
contratos.
Se
lanza a mis brazos y se suelta a llorar. Ahora la entiendo, vive encerrada en
esas cuatro paredes con un amor prohibido y el corazón en la garganta. Esther
Morales podrá empeñar algunas perlas, no las extrañará, pero Laura Cruz
perdería mucho más que solo el dinero. Le hago un té de tila y la dejo más
calmada. Yo no estoy más calmado, estoy tenso como cuerda de violín. Mi tía
Anastasia solía decir que la tensión mata, vivió como hippie en Umán por muchos
años hasta que la atropelló un camión. El conductor mencionó que parecía muy
calmada en sus últimos momentos. Yo no estaré así. Estoy tan encerrado como Laura
Cruz de Cintra. Camino en un laberinto que se hizo más peligroso el momento en
que Maribel reapareció en mi vida.
Trato
de comer algo, pero hasta eso se arruina. El doctor Molina ha recibido
instrucciones. No quiero decírmelas por teléfono así que me arruina el bistec y
el vino tinto. Podría hacerlo por teléfono, pero el psicólogo cree que estamos
en película de espías así que manejo hasta su consultorio y lo encuentro
temblando en el sillón que sus pacientes usan. Me extiende su Blackberry con el
mensaje. El sujeto es listo, usó un número diferente para cada imagen que envió
y ahora para el mensaje. Los treinta mil de cada uno en dos maletas, llevarlas
hasta el cuarto 434 del Hotel real en el centro, la llave electrónica estará en
el florero del pasillo a las once de la noche. Aviso a todos los involucrados,
el doctor recogerá el dinero y yo me haré cargo desde ahí. Manejo a mi casa
para recoger algunas cosas y la veo sentada en las escaleras de mi
departamento.
- ¿No me vas a invitar a entrar?-
Me congelé unos segundos. Abro la puerta nerviosamente y la dejo entrar. Echa
un vistazo a todo y no parece sorprendida.- Muebles minimalistas, no me
sorprende. ¿Esa es una colección de discos de blues?
- Sí, me creció la afición.
- Todo es tan... Limpio y meticuloso.
¿Comprar cosas caras tapa el hueco en tu corazón?
- No, pero el revólver que llevas
en el bolso pondrá uno ahí.- Ella me mira sin reaccionar, tira el bolso sobre
la mesa y yo le quito las balas.
- Es exactamente el lugar que uno
esperaría ver en alguien como tú. Alguien vacío, sin amigos, sin amor, sin nada
que lo ate a este mundo más que el dinero.
- ¿Te gusta la psicología?
- La detesto. Yo no quería
regresar, tenía algo seguro en Cancún. No quería, pero lo hice.
- ¿Por qué lo hiciste?
- Mariano Ix es un idiota, pero
uno que hace dinero y me permite hacer dinero a mi manera.
- ¿Quieres algo de tomar?
- Tequila.- Se impresiona al ver
la barra, tengo una botella de cada cosa y todo de la mejor calidad. Sirvo dos
vasos pequeños de tequila. Necesitaré más que un tímido caballito de tequila
para calmarme.- Tenía miedo de volver, pensé que si lo hacía te encontraría a
ti. Así que finalmente lo hago, regreso a Mérida con la certeza que nuestros
caminos no se cruzarán y entonces te veo.
- ¿Tienes algo que ver con el
chantaje del psicólogo?
- Nada.
- Entonces nuestros caminos no se
cruzarán de nuevo.
- No bromees sobre eso... Maldito
seas Momo, ¿tienes que ser tan frío?
- Sí, porque si no lo fuera no
sobreviviría el verte.
Me
lanza la bofetada más fuerte que he sentido en mi vida. Me saca una lágrima y
el cachete me arde como si me hubiese lanzado ácido de batería. Le detengo la
siguiente y yo le suelto una que le voltea el rostro. Me mira con esa expresión
que solo las leonas pueden tener cuando se lanzan a matar. La agarro del rostro
y la beso con todas mis fuerzas. Me empuja, pero la agarro de nuevo. La tiro
sobre el sofá y dejo que me ahorque, dejo que me pegue, dejaría que me
disparara si eso quisiera. Me arranca la camisa con la misma furia con la que yo
le arranco la blusa. No hay nada más que el fuego, nada más que aquello que te
hace sentir vivo pero que te matará de mil maneras antes de expirar. No nos
importa, lo hacemos aunque sabemos que está mal, aunque sabemos que es tóxico,
aunque sabemos que no conoce otro nombre más grosero y más obsceno que amor.
Debe ser el mismo amor que la flama tiene con el gas, el mismo amor que el
cáncer tiene con las células. Terminamos desnudos en el piso, gruñendo y
maldiciendo. No queremos lastimarnos, pero lo hacemos. Quizás siempre sea así,
que lo que más deseas te lastima con mayor intensidad. Lo es para mí, porque yo
la deseo a ella tanto como ella quiere matarme, tanto como ella quiere poseerme
y tanto como ella me desea a mí. Al final terminamos desnudos y jadeando,
recuperando el aliento bajo el frío abrazo del aire acondicionado central. Nos
miramos en silencio, somos dos reos en sentencia de muerte, sabemos que esto no
irá a otro lugar más que a la tumba, pero si es así, ¿por qué la deseo tanto?
- Te odio porque te amo.- Dijo
ella. Lógica de desesperación, pero tiene sentido para mí.- Te amo tanto que me
odio a mí misma. Diez años...
- Diez años, nueve meses y trece
días. Recuerdo la fecha mejor de lo que recuerdo el funeral de mi madre.- Se
estira para sacar los cigarros de mi pantalón y me pasa uno.
- Mi hermano era todo lo que
tenía y no lo he visto desde...
- Desde hace cinco años, lo
visitaste en su cumpleaños y en Navidad. Tenía amigos en el penal en ese
tiempo.
- Venía para verlo desde Cancún y
regresaba. Valía la pena. No pude seguir viniendo. No podía seguir viéndolo
así, cada vez más desesperado y más golpeado. Me pidió que no lo visitara nunca
más. Ese fue el día que realmente lo perdí. ¿Sentiste eso cuando tu papá estaba
en prisión?
- Sí.- No sabía qué decir. No
había nada realmente que pudiera decir. Esa clase de preguntas no buscan una
respuesta, buscan algo más profundo.- ¿Desde cuándo estás en Mérida?
- Unos meses. Conocí a Mariano en
Cancún, conectamos de inmediato.
- ¿Conectaron?
- Él cree que sí, ¿importa la
verdad?
- No, no realmente. ¿Qué tiene
con las casas de bolsa?
- Ix y otros de su camarilla usan
Centurión para su desfalco. Han estado teniendo un juego de esconder el dinero
y lavarlo desde hace tiempo.
- ¿Y tú lo apretarás con eso?
- No, Ix tiene mucha cola que le
pisen. No quiero apretarlo, quiero sacar dinero a sus expensas. Además, no
bromeaba cuando dije que era algo estable. Me trata bien, me consiente, cree
que es más listo que yo, ¿no es el sueño de toda mujer?
- ¿Y lo amas?
- ¿Importa la verdad?
- Importa para mí.
- Tú ya no tienes derecho a la
verdad Momo, no desde que me quitaste a mi hermano.
- La verdad es complicada.
- Vaya que lo es.- Se pone de pie
y comienza a vestirse.- Me tengo que ir, Mariano me llevará a cenar esta noche.
No lo toques, no bromeo.
- ¿Qué crees que haría?
- Si realmente eres tan frío como
pareces ser, entonces nada. Si no lo eres, le partirás el cuello como a un
pollo.
- Estoy tentado, pero cuarenta
mil pesos dicen que termine el caso y encuentre al chantajista.
- Me lo suponía. Buena suerte
Momo,- Dijo, mientras recolectaba sus cosas y caminaba a la puerta.- espero que
tu dinero te haga compañía en la noche. Por cierto, ¿has oído la noticia?
- ¿Qué noticia?- Me hace esperar.
Se queda en la puerta mientras yo trato de reunir algo de dignidad sentándome
desnudo en la sala de mi departamento.
- Bruno salió de prisión la
semana pasada. Que pases buena noche.
Incluso
si tuviera ropa estaría vulnerable por completo. Nunca me había sentido tan
desnudo. Bruno Beltrán salió del lugar de donde se suponía pasaría el resto de
su vida. Mi mundo, frío, controlado, estable, se derrumba a mí alrededor.
Maribel aparece de nuevo y le prende fuego a todo lo que quisiera creer sobre
mí mismo. Su hermano hará algo peor que eso. Algo infinitamente peor. Habría
vomitado del susto, de no ser por la hora. Tenía que capturar a un chantajista,
nada de tiempo para el miedo, ni para los nervios. Un silencio, profundo y
ensordecedor me acompañó hasta el consultorio del doctor. Era una nada tan
honda y temible que me asfixiaba. Peor que el veneno, era un espejo, y no salía
bien librado.
Aún
así, todo debe estar controlado, todo por compartimientos. Finjo que cierro la
gaveta que lee “Beltrán”, pero ese es un cajón que nunca permanecerá cerrado.
Llevo las dos maletas al hotel, sigo las instrucciones al pie de la letra.
Reviso cada ángulo, pistola en mano. Nadie sospechoso en el lugar. Abro la
puerta de golpe, pero me quedo en el marco. La habitación esta sola. Tiene que
haber un ángulo, el chantajista no es tan estúpido como para esperar unas horas
y entrar por las maletas. Tenía razón, no lo es. Un sobre en el marco de la
ventana me da las últimas instrucciones. Me asomo, el camión de redilas está
ahí como prometido, tiro las maletas y el vehículo avanza a toda velocidad.
Corro para perseguirlo, pero es muy tarde. Se ha ido con el dinero y me mejor
oportunidad para atraparlo.
La
noche aún no termina, hay otra pregunta que me está quemando por dentro. ¿Cómo
hizo Bruno Beltrán para salir de prisión? Engraso algunas manos en el
ministerio público y en menos de una hora tengo algunas respuestas. El abogado
Hassan Alfid se hizo cargo del caso seis meses atrás, encontró ciertas
irregularidades en el proceso y los tecnicismos lo liberan. No pierdo tiempo,
ubico la oficina de la firma de Hassan Alfid y violo un par de cerraduras para
entrar. El perro de ataque protege la parte delantera del edificio, pero uso
algo del cloroformo que guardo en el maletero con un poco de comida y está fuera
de combate. Las alarmas electrónicas se quedaron en los ochenta y en menos de
diez minutos estoy en la oficina de Hassan Alfid, guantes de látex y lámpara
agarrada con mis dientes.
Hassan
Alfid es un abogado mercantilista, no penal, esa es la primera luz de alarma.
El lugar tiene un enorme cuadro de arte contemporáneo que adorna una oficina
pulcramente ordenada al estilo minimalista japonés. Reviso lo que encuentro y
me formo una idea de la clase de lugar. Alfid supervisa los permisos y trámites
para una compañía que quiere surtir florerías por varios pueblos, tiene
contratos para abrir franquicias de helados y el gordo archivo criminal de
Bruno Beltrán. Hermosa historia del sistema penal mexicano, Alfid “descubrió”
que el expediente estuvo mal redactado diez años antes. Es un pase fuera de
prisión que debió costarle muy caro.
Regreso
a mi casa, espero verle ahí. Entro, pistola en mano, pero no está. Intento con
la casa de Maribel y encuentro a un BMW vigilando el lugar. Estaciono a dos
cuadras, los vigilo con binoculares. Algo me dicen que me conocen y eso podría
traer problemas. Le llamo a Mariano Ix, le pregunto si puso a alguien en casa
de su amante. Está casi tan asustado como yo. Dos minutos después una patrulla
los corre. Les sigo desde lejos, no puedo arriesgarme. Es difícil mantener la
distancia cuando transitan avenidas que a esa hora de la noche están vacías. Me
muevo pegado a la banqueta, luces apagadas. A más de cien metros soy prácticamente
invisible, pero tengo que tener los sentidos agudizados al máximo para evitar
las patrullas.
Llegamos
al centro, pero el BMW maneja por rutas poco conocidas. Termina en una casona
con un estacionamiento en la parte de al lado. Les veo entrar a la casona por
una vieja puerta de madera que tiene a un guardia vigilando. Estaciono en el
mismo lugar tratando de seguir al valet que lleva al BMW. Le veo colocar la
llave en un pequeño arreglo de madera. Aprovecho que nadie lo vigila para echar
un vistazo. Tienen revólveres de plata bajo los asientos y media docena de
celulares. Llamo desde cada uno a mi celular, para luego borrar el registro.
Ningún número es el de mi chantajista. Son celulares desechables, no tienen
mensajes ni memoria, existen para contactar con camellos o pedir algo y luego
tirarlos por la ventana. Dejaron sus carteras atrás también, tienen suficiente
dinero en los bolsillos como para olvidarse de ellas. Mis gorilas ahora tienen
nombres, Horacio Machado y Gerardo Benavides. Salgo del estacionamiento para ir
a la casona. La juego suave, sonrisa en los labios y con ritmo interior.
- ¿Le puedo ayudar en algo?- El
rubio me mira con cara de aburrido, pero yo sonrió como un estúpido. Saco la
cartera, arreglo mis billetes, me aliso el cabello y sonrío aún más. Repite la
pregunta, pero en inglés y de inmediato sé qué clase de lugar es este.
- Tú no, pero las chicas adentro,
creo que sí.- Se lo digo en inglés y él sonríe y me deja pasar.
Había
escuchado de lugares así, son burdeles para los gringos retirados que ahora
prácticamente son dueños del centro, al menos de las partes lindas. Los hay de
todas las edades, junto con algunos locales. Las chicas y los chicos también
son de todas las edades. El patio está decorado como fiesta griega, supongo que
se ajusta a la situación. El edificio, construido al estilo español, tiene dos
pisos de habitaciones que se cobran por la hora. Entablo conversación con un
par de clientes, nada de preguntas y nada de detalles. Compro algunas bebidas
del bar, no causo impresión alguna y los vigilantes, verdaderos halcones que se
pasean entre todos, no podrían imaginar lo que tengo en mente. No dejo de
pensar en Maribel, en Bruno, en esos dos matones, en mi chantajista y en el
laberinto en el que estoy metido. Eventualmente los veo y hago lo posible por
no ser visto. Se eligen a dos jovencitas tailandesas muertas de hambre y suben
al segundo piso. Les veo desde abajo, a través de un vaso de cognac barato.
Subo las escaleras con calma, silbando una canción, preguntándole a las chicas
sus precios. Tercera puerta, está entreabierta y me asomo lo suficiente para
saber que están en la tina del baño.
- ¿Le puedo ayudar?- Es mujer,
pero comanda respeto. Vestido de coctel que esconde un cuchillo de hoja
retráctil en el escote.
- Me preguntaba si pudiera tener
habitación con tina y televisión.
- Todo es posible en esta vida.
Están ocupadas, pero si gusta acompañarme podríamos encontrar un... amor que le
venga bien.
- Eso estaría perfecto.- No puedo
forzar mi mano, pero al escuchar sus voces en la habitación, peleándose para
contestar un teléfono y acallar a las mujeres tengo que improvisar algo.- ¿Cuál
es su política sobre grupos? Tengo amigos en Chetumal que les encantaría venir.
- Bueno, eso depende.- Me planto
en el umbral de la puerta y la miro como si me importara un demonio lo que
tiene que decir. Escucho la conversación por celular, pero es difícil, la mujer
no parece fácil de engañar.
- Llegará por el puerto de
Progreso...- Decía uno de los mafiosos.- los técnicos tendrían que estar listos
para entonces... Entiendo, ¿pero quién contratará los camiones? Tendrían que
ser dos...
- Disculpe,- Dije en cuanto le
escuché despedirse.- ¿por qué no seguimos la conversación abajo? No quiero
molestar a los huéspedes.
Media
hora de plática después y yo estoy fuera. Quería irme antes, pero no valía la
pena. La habría puesto nerviosa, recordaría la habitación y con una simple
descripción yo estaría quemado. El cártel está involucrado en algo, no quisiera
saber en qué, pero algo me dice que ese algo tiene que ver conmigo. Manejo de
regreso, sabiendo que no dormiré esa noche tampoco.
Antes:
Mis
actividades extracurriculares con Maribel se detienen, Bruno recibe una pista
prometedora. No me pregunta por su hermana, y por ello estoy infinitamente
agradecido. Comenta en mi corbata, dice que no tengo gusto, pero es un paso
delante de las camisas hawaianas y las playeras de equipos de football. La
viuda de Rodolfo Alancón usó su tarjeta para comprarse siete mil pesos en
abrigos. Elisa Cobiella se ha dado la gran vida tras el lamentable
fallecimiento de su marido, tal como Bruno lo había predicho. La encontramos
aún en Chapur, cargada de bolsas y con una sonrisa en la boca como si el lugar
le perteneciera. Quiero llegar a presentarme, pero Bruno me detiene. La
seguimos un poco, la vemos escoger algunas cosas y volver locas a las
dependientes con toda clase de preguntas.
- Aún no, quiero esperar a que se
pruebe zapatos.
- ¿Por qué?
- ¿Le viste los pies? Creo que
cazamos a Pie Grande.- Esperamos en la sección de trajes y sastrería, el lugar
está tan abandonado que podría robarme todo su inventario y ni así llamaría la
atención de los vendedores.- No tendrán de su talla, eso la hará emocionalmente
vulnerable. Cualquier cosa será una ventaja.
- Crees que Alancón sacó el
dinero pero nunca le dio su parte a Villafaña. Crees que ella sabía en dónde
estaba el dinero y ha empezado a gastarlo.
- Exactamente. Estás mejorando en
esto.- Me ruborizo, pero él finge que no se da cuenta.- Tienes que pensar en
los ángulos Momo. Ésta no es mi única teoría, pero es la mejor que tengo. Dime,
¿qué ves en ella?
- Años, liberación, frenética.
- ¿Quién dice que los jóvenes no
aprenden? Vamos, acaban de informarle que sus pies son monstruosamente
grandes.- La abordamos mientras se aleja, con la cabeza gacha.
- Mi nombre es Bruno Beltrán,
detective privado.- Le muestra la identificación y de inmediato le ayuda con
algunas bolsas.
- ¿Son del seguro? Porque ellos
me dijeron que el dinero ya era mío.- Nos mira asustada. Me pongo atrás de
ella, como Bruno me enseñó. Su reflejo en el espejo del otro corredor me deja
ver una mujer pálida y asustada.
- ¿Cuánto le pagó su aseguradora?
- Ese no es problema suyo.
- Rodolfo Alancón se hizo de una
fortuna antes de morir, la tesorería lo está buscando.
- ¿Y qué? Rodolfo nunca me dio
nada. Además, yo puedo gastar mi dinero cuando quiera.
- No si es dinero de los
contribuyentes. ¿Alguna idea de dónde pudo haberlo dejado? No es la clase de
cosas que uno olvida en el buró antes de salir.
- La policía ya me interrogó y no
tengo por qué revivirlo de nuevo. Devuélvame la bolsa.
- ¿Esta bolsa?- Bruno la lanza
por encima de una mesa con zapatos en oferta tirando algunos.
- Malditos fuereños.- Se hace
pasar, recupera su bolso y yo sigo a Bruno que se aleja sonriendo.
- ¿Qué fue eso?
- ¿Quieres un chicle?- Abre un
envoltorio de chicles, toma uno y me lo ofrece.
- ¿Qué? No, gracias. ¿Qué fue
eso?
- ¿Seguro? Es un paquete nuevo.-
Se detiene en las escaleras al estacionamiento y repite la pregunta.- ¿Seguro
que no quieres un chicle?
- ¿Qué obsesión tienes con los
chicles? No, gracias. No quiero chicles. ¿Ahora me dirás?
- Algunas personas toman el
chicle, quienes lo hacen son la clase de gente que puedes quebrar. Es
psicología aplicada, nada más. Lo de la bolsa fue lo mismo. Esa mujer tiene
mucho que ocultar.
- ¿Cómo treinta millones de cosas
que ocultar?
- Eso creo. Está todo en el
comportamiento. Al menos una parte de mi teoría ha quedado comprobada. Se me
antoja comida italiana, ¿me acompañas? Conozco un excelente lugar donde cocinan
con vino blanco italiano, y no esa porquería en caja que suelen usar.
- No, tengo algo que hacer, pero
gracias de todas maneras.
Moría
de hambre, pero tenía algo más importante que comida italiana en la cabeza.
Había tenido tiempo para pensar las cosas. Mi incursión fallida a la oficina de
Villafaña, la golpiza de Murillo y esa pequeña excursión a la casa en ruinas
tenían una pieza que sobraba. El judicial, Ulises Cabrisas. Demasiada
coincidencia que un judicial estuviera ahí, a solas y sin ningún otro motivo
que las ganas de quemarse al sol entre casas a medio terminar. Aprovecho
algunos contactos de Bruno, finjo que es para él y reparto algo de dinero. Ese
algo me cuesta una buena parte de mis ahorros, pero la información funciona.
Ulises Cabrisas tiene una de esas casas de tres muros en Miguel Hidalgo sección
IV. Las colonias que tienen sección ya hablan por sí mismas y mientras más
números tienen peor es. Cuadra tras interminable cuadra de las mismas casas y
la misma pobreza. El número 187 está pintado en graffiti y el auto no está en
la entrada. Recojo los panfletos que encuentro en las casas y me presento como
vendedor. La idea es estúpida, nadie quiere a los vendedores, pero por obra del
Espíritu Santo funciona. Mi tío Ricardo hacía lo mismo, sólo que era vendedor
de aspiradoras, siempre decía que si quieres sexo rápido y fácil no hay mejor
manera que fingir ser vendedor de aspiradoras. Según su filosófica teoría
antropológica, las mujeres que están lo suficientemente desesperadas para
escuchar a alguien hablar sobre vendedoras y entonces estaban lo
suficientemente rápido para algo de acción clandestina. Era sabio mi tío, hasta
que le dio clamidia y su truco dejó de funcionar. Mi tío habría adorado a la
esposa de Ulises Cabrisas, ella quería saberlo todo. Tenían una tele nueva, un
sofá nuevo y una vajilla que parecía costosa. Me dejó saber que su marido
esperaba un dinero y pronto. Era todo lo que necesitaba saber, lo difícil fue
despegarme de ella.
Ulises
llegó a comer poco después. Corrí a la tienda para calmar el estómago y le
esperé a cuadra y media de distancia. Ulises no tardó mucho, pero no salió a un
ministerio público, fue directo a la viuda, Elisa Cobiella. No pude escuchar la
conversación, pero ella estaba a la defensiva y él quería algo de ella con gran
insistencia. Vestía como judicial, con la misma horrible camisa que les hace
parecer gordos, pero nunca señaló su insignia, ni la quiso asustar con su
placa. Nunca confíes en un policía, menos en uno que se le olvida que es
policía. El tour no había terminado, Ulises Cabrisas me llevó al centro, a la
agencia Beltrán. Aprovechó la ventaja de tener una patrulla y estacionó a un
lado del edificio. No podía quedarme allí así que aproveché que no miraba hacia
la calle para avanzar y desesperadamente encontrar un sitio en línea amarilla.
Regresé corriendo la cuadra, pero me quedé en la esquina, fingiendo que
compraba playeras para turistas que ni ellos usan. No entró a la agencia, se
quedó agachado a un lado de la consola de Telmex. Violó el candado con un
desarmador y de su bolsillo sacó otro idéntico. Era obvio que lo había hecho
antes. Abrió la consola e, incluso sin verle, supe que estaba instalando una
escucha electrónica. Luego de eso regresó a la patrulla y se alejó a toda
velocidad. Caminé con calma a la consola, rompí el candado con una piedra y
quité la escucha, algo como un clip negro con antena y dos pequeños focos.
Me
fui de ahí, sin saber qué pensar o qué decirle a Bruno. ¿Cabrisas quería
escucharlo a él o a mí? Era posible que supiera mi identidad, que supiera que
investigo el caso desde otro ángulo y que supiera sobre la extorsión a
Villafaña. Era posible que el judicial hubiera estado ahí para proteger a
Murillo, en cuyo caso no tardarían mucho en averiguar que Maribel Beltrán tenía
la evidencia de extorsión. Decidí omitirle el incidente a Bruno, con la
esperanza que la extorsión terminaría rápido. Maribel pareció leerme el
pensamiento, pues me llamó en ese preciso instante.
- Mujer mariposa, estaba pensando
en ti.
- Ahora me siento fatal por
decirte en lo que pensaba.
- ¿Villafaña?
- Exacto. No suena tan romántico
así.- Oír su voz me relaja, me deja conducir en silencio. Enciendo un cigarro
al mismo tiempo que escucho que ella lo hace.- ¿Adivina qué llamada hice?
- La importante.
- Bueno, la segunda importante,
la primera en importancia es siempre llamarte a ti. ¿Eso sonó más romántico?
- Mucho. ¿Lo hiciste en un lugar
cerrado, usaste un pañuelo, dijiste solo los detalles y nada más?
- Te sorprenderá saber que ésta
no es la primera vez que lo hago.
- Lo siento, es solo que estoy
volando solo en esto. ¿Cuándo y cómo?
- Hoy a las ocho en un parque. 25
mil pesos.
Una
sola oportunidad, veinticinco mil razones para que todo salga bien. Se me
antoja la música de banda, pero pongo el CD de Coltrane que Bruno me prestó y
me tomo una de sus cervezas oscuras de importación. No puedo decir que me
encante, pero de alguna manera todo ese caos de notas y esa falta de dirección
cobran sentido cuando veo a Maribel, esperándome fuera de su casa. Se mete al
auto, aunque faltan horas para el pago. Me muestra el bloc de policía y nos
besamos. Hurga en mi colección de discos y se ríe.
- ¿Tienes a Miles Davis a un lado
del Potro mayor?
- Ese hombre es un maldito tesoro
nacional.
- ¿No te molesta hacer esto? Me
refiero sin mi hermano mayor.
- Llevo poco más de año y medio
con tu hermano, creo que me ha enseñado lo suficiente.
- Al parecer no, si estás
conmigo.- Se juega sus enormes aretes de mariposas y sonríe pícaramente.- ¿Te
dijo que soy problemas?
- Algo así se le cruzó. No
cambiaría de sitio con nadie en el mundo. Además, necesitas mi ayuda.
- Tienes razón, podría tener un
repentino antojo de la Banda Limón.
Lo
único que hacemos es hablar. Lo podríamos hacer por años enteros. El paso de
las horas no se siente, pero cuando enciendo la marcha me tenso de nuevo. Tengo
que estar tenso, cualquier cosa podría pasar. La noche se hace silenciosa,
sigue al ritmo del blues porque va para donde quiere. Podríamos morir en ese lugar
o podríamos salir cada uno con poco más de doce mil pesos. Curioso, si uno lo
piensa así, que tu vida pueda valer eso o menos. Nunca fui muy religioso, sé
que la vida tiene precio y casi siempre es más barata de lo que asumimos. Mi
tío Andronico sí era religioso, se hizo sacerdote y se fue Chiapas para estar
con los pobres, el gran orgullo de su familia. Murió en la rebelión zapatista.
Su vida valía una bala, nada más y nada menos. Creyeron que era demasiado joven
para entenderlo, no lo era. Maribel vale más que todo el oro en el mundo, pero
esa es mi idea, no la de Villafaña y su bulldog, Ricardo Murillo.
Maribel
encontró el lugar perfecto. El parque estaba vacío y oscuro, alejado de las
casas miserables de una colonia sin nombre, sólo con número. Llegamos hora y
media más temprano, pero ellos ya habían llegado. Maribel salió con el bloc en
la mano, yo me quedé a varios pasos de distancia. Rafael Villafaña y Ricardo
Murillo no la vieron hasta que pasó una farola. Se acercaron, con los brazos
abiertos. Murillo cargaba una bolsa de plástico con el dinero, que lanzó a los
pies de Maribel. Ella les presentó el bloc, pero no podía escuchar lo que
decían. Por primera vez en muchos años me encontré a mí mismo rezando.
Rezándole a Dios porque esos dos primates tomaran el bloc y se alejaran. Le
rogué al mismo Dios al que le rezan todos los enfermos de SIDA, todos esos
niños famélicos de África y todos esos pobres desgraciados que se encuentran en
un avión picada. La clase de Dios que es sordo y ciego. Villafaña le soltó una
bofetada y la tomó de la muñeca derecha. Todo se hizo silencioso y lento. Saqué
el arma, apunté con cuidado mientras caminaba hacia ellos. Podía escuchar a
Bruno en mi mente. No corras, eso altera la puntería. Respira profundo. No
jales el gatillo, apriétalo suavemente. Toma el arma con ambas manos y vacía tu
mente. Mi mente no estaba vacía, tenía a Maribel. El primer tiro le dio a
Rafael Villafaña en el cuello, una fuente de sangre estalló hacia todas partes.
Maribel se tiró al suelo, pero Murillo no estaba asustado. Me apuntó con un
pequeño revólver que escondía en los pantalones. Jalé el gatillo menos de un
segundo antes, pero ese tiempo hizo toda la diferencia. Le acerté al pecho y él
disparó contra los arbustos.
- ¿Estás bien?- Maribel tiembla
de miedo, cubierta en sangre y lágrimas en los ojos.
- Hijo de perra...- Alcanzó a
decir Murillo al ver que su amigo Rafael estaba muerto. Se tomó de la herida y
trató de sentarse, pero era inútil. Un brazo se extendió hacia su arma.
- No esta noche.- Le disparé de
nuevo, ésta vez se quedó muerto.- ¿Estás bien?
- ¿Qué vamos a hacer? Dios mío,
Momo, estamos perdidos.
- Calma, lo difícil ya pasó.
- ¿Cómo puedes estar tan
tranquilo?- No tenía una respuesta para eso. Ni yo lo sabía.
- A menos que regresen de entre
los muertos, no te harán nada. Tenemos que hablarle a Bruno.
- Me matará Momo, no me lo
perdonará.
- Nos preocupamos de eso cuando
el momento llegue.- Guardo el arma, olvidando el detalle que el cañón estaba
ardiendo, pero no le presto atención, tengo que hacer la llamada más importante
de mi vida. Se tarda en responder, está entre el sueño y la borrachera. Yo
tengo algo que lo regresará a la sobriedad fácilmente.- Bruno, tengo un enorme
problema y necesito que me salves el trasero.
- ¿Otra vez confundiste a las
trasvestis por las chicas?
- No, eso no. Maté a dos
personas.- Silencio en la línea. ¿Cómo puedo estar tan tranquilo?
- ¿Dónde estás?- Le doy la
dirección, junto con algunas instrucciones.- Quédate ahí y no te muevas. Si
puedes esconder los cuerpos, hazlo.
- ¿Le dijiste de mí?- Preguntó
Maribel cuando guardé el celular.
- No, tú puedes irte. Yo me
quedaré. Vas a estar bien.
- No.- Se detiene a medio camino
y regresa corriendo.- No, este es mi desastre y es mi problema.
- ¿Segura?
- Estoy segura, sir Lancelot.
Arrastramos
los dos cuerpos hasta los arbustos y esperamos en las sombras. Bruno Beltrán se
tomó su tiempo, pero eventualmente llegó. Estaba histérico. Groserías y
bofetones. Me agarró del cuello y me insultó de todas las formas posibles.
Maribel intercedió, explicó que había sido su idea. Bruno seguía enojado, no
era tanto la extorsión o el homicidio, era la manera burda y los errores. No
estaba enojado de que lo intentara, estaba enojado que fallara. Me quedé
callado, primero porque tenía razón, segundo porque mi cuerpo había decidido
doparse a sí mismo y existía en un trance que sabía que no duraría mucho. Bruno
se figuró un plan en un par de segundos. Conocía de un buen lugar donde
desaparecer un cuerpo. Cada uno se llevó un auto, siguiendo a Bruno hasta una
fábrica en el periférico. Se bajó a solas, cargando una jeringa con alguna
droga. El cuidador estaba dormido y lo inyectó. Abrió la reja para dejarnos
pasar y me ayudó a cargar los cuerpos hasta un horno industrial.
- Problema resuelto.- Nos
alejamos del horno, el calor era insoportable.
- ¿Vas a seguir insultando a
Momo?- Le preguntó Maribel.- Él llegó para salvarme, de no ser por él... No
quiero ni pensarlo.
- ¿No te dije que te alejaras de
mi hermana?- Estaba enojado, se relamía los labios como siempre hacía y
caminaba en círculos.- Aún así, le salvaste la vida.
- ¿Ya puedo salir con tu hermana?
- Como si no lo hicieras ya.-
Beltrán sonrió y comenzó a aplaudir.- Maldita sea Momo, eres maravilloso y si
no fuera porque finges ser heterosexual frente a mi hermana yo te besaría.
Nunca lo olvidaré hermano.
- Aprendí del maestro.- Bruno me
abraza tan fuerte que no puedo respirar.
- Yo me voy a mi casa, ustedes
dos... Vayan a donde quieran, pero dejen el auto de Villafaña lejos de aquí y
limpia tus huellas.
- ¿Y bien, sir Lancelot?- Nos
quedamos apoyados contra los autos mientras Bruno se aleja.- ¿Mi casa o la
tuya?
- La mía. Acabo de comprar una
cama.
- Me seduces a la primera.
Ahora:
La
noche es benevolente y me deja dormir. Tengo suficiente en mi cabeza como para
enloquecer a cualquiera, pero mi cuerpo estaba agotado. Despierto antes del
amanecer, sin moverme, sin siquiera respirar. Las sábanas de seda se deslizan
en mi piel, el aire acondicionado funcionó toda la noche y el lugar es una
heladera. Funciono mejor cuando mi cerebro está en el congelador. Mirar hacia
atrás es como hacer una lista de mercado, son muchos ángulos en tener en
cuenta. El psicólogo Julio Molina es chantajeado, alguien tiene sus
anotaciones. Ramón Echeverría, corredor de bolsa y probable defraudador.
Mariano Ix, político que vende secretos de partido y que se trae algo con su
camarilla. Algo que sin duda toca a Echeverría. Esther Morales, la dama de
sociedad que prefiere a las mujeres. Maribel Beltrán está usando a Mariano Ix,
ella dice que vende secretos pero podría estar mintiendo. Además de eso Bruno
salió de prisión. El abogado es un beduino que debió engrasar las ruedas de la
justicia con mucho dinero. Me apuesto algo que los dos narcos están con Hassan
y Bruno. Horacio Machado y Gerardo Benavides esperan algo que llegará al puerto
de Progreso. Mi dinero está en un cargamento de drogas. Aún así, ¿cómo se
conecta Bruno con los dos narcos?, ¿será él el chantajista? Y en cuyo caso,
¿qué es lo que quiere, además de dinero? Me vuelve loco, pero no me muevo.
Decido quedarme ahí, más muerto que vivo. Cierro los ojos, escucho el aire
acondicionado, siento las sábanas de seda y huelo el café recién hecho. Eso me
hace saltar como un gato asustado. Me visto con el pijama, salgo de ahí con
pistola en mano.
- Buenos días.- Bruno Beltrán
está en mi cocina haciendo café y desayunando waffles.- Dejaste el aire
prendido anoche, pero me gusta más así.
- Me alegra que te guste.
- ¿Café brasileño? Tienes buen
gusto.- Tiene las mismas entradas de cabello, más algunas canas. Se ve fornido,
duro por años de constante tensión y violencia.- Le eché una hojeada a tu
colección de discos de vinil.
- ¿Te gusta? Son tuyos, los saqué
de tu casa cuando fuiste a prisión. No pensé que te sirvieran.- Bruno contiene
la risa y termina de tragar sus waffles.
- Muy bien Momo, muy bien. Esa es
una excelente manera de medir mis reacciones. Aprendiste bien.
- No reaccionaste, eso te hace
infinitamente más peligroso.- Jalo el martillo, pero él no pestañea. Sabe que
no lo mataré.
- Por favor, desayuna conmigo.-
Me sirvo un vaso de leche y como algunas galletas esperando despertar del
sueño, pero eso no ocurre.- Entré el diario, espero no te moleste.
- Esos dos matones fuera de la
casa de Maribel son tuyos, la estaban protegiendo. ¿Qué quiere ese abogado tuyo
a cambio de tu libertad?
- No vine a hablar de eso.
- ¿Viniste por el café y la
compañía?
- Vine a decirte algo. Quiero una
tregua.
- No estoy lo suficientemente
ebrio para creer eso. Mataste mi apetito.- Le arranco el plato y el mío, los
lanzo al fregadero. Lanzo un manotazo que avienta su taza de café varios metros
hasta mi alfombra oriental.- ¡Viniste aquí a matarme!
- La idea me cruzó por la mente.-
Lo dice lento, lo dice con calma. Tiene tiempo, ahora que ha pasado tiempo.- Me
mandaste a prisión a morir.
- Deberías irte. Vete de mi casa,
vete de Mérida y vete del estado. Esto no acabará bien. Sea lo que sea que
estás planeando, no funcionará. Maribel enterrará a su hermano.
- No has cambiado mucho Momo, aún
te pones nervioso cuando yo estoy. Ya no eres el chico medio torpe, ahora eres
el adulto medio torpe.- Camina hacia la puerta, pero se queda en el marco.- No
mucho ha cambiado en diez años.
- Eras mi ídolo.
- Sí, y mira donde nos dejó eso.
Se
va de mi departamento, pero no de mi vida. No quiero perder tiempo, tengo una
pista que seguir. El camión de redilas que se llevó el dinero pasó por algunas
cámaras de vigilancia en un Banorte cercano. Siempre puedes confiar en los
bancos para guardar absolutamente todo y, por una módica cantidad, puedo ver
sus grabaciones. No se ve mucho, pero tengo la placa. Un par de llamadas
después averiguo que es rentado y tengo la dirección. El dependiente resuelve
el sudoku del diario en un trance de aburrimiento absoluto. El lugar es
pequeño, no es una franquicia y no hay mucho que ver, aún así tiene un Iphone
nuevo y un collar de oro. No quiere decirme nada, le pagaron para olvidar. Le
describo a Bruno Beltrán de mil maneras, tratando de medir su reacción. Él se
siente confiado, Beltrán no estaba en el volante. No significa nada, bien
podría ser la mente maestra. Es una pista que no me lleva a nada, pero si
Beltrán es la mente maestra del chantaje entonces tengo un par de cartas que
jugar, la primera de ellas Ramón Echeverría. Todo se conecta al dinero, a las
casas de bolsas. Mariano Ix y su pandilla tienen negocios con Centurión y
Echeverría también. Es hora de enfrentarlo, de saber lo que Bruno planea debajo
del chantaje. El corredor de bolsa está Vórtice desde temprano. Finjo ser uno
de sus clientes y me dirigen a su cubículo.
- Excelente trabajo, por cierto.
El doctor me dijo que pediste el dinero.
- Esto aún no acaba Echeverría.
Hay mucho más en juego. Háblame de Centurión casa de bolsa.
- ¿Qué hay que decir? Podría
estar trabajando pronto.
- Lo dudo, tu amigo en Centurión
no es tan tu amigo. ¿Problemas legales?- Echeverría me mira de los pies a la
cabeza.- ¿Qué hay de Mariano Ix?
- No conozco a nadie con ese
nombre.
- Está bien, es justo.
Le
dejo pensar que ganó la partida, pero el pobre iluso no tiene ni idea. Activo
la alarma contra incendios y me escondo bajo el escritorio de un cubículo
vacío. Es una táctica infantil, pero funciona. Me muevo en panal de cubículos
cuando todos se han ido y reviso la computadora de Echeverría. Tengo unos cinco
minutos, cuando mucho. Reviso su correo y me doy una buena idea de todo lo que
no me dice. Ramón es la clase de farol que dice más cuando no dice nada. Tiene
correos de Mariano Ix, muchos correos. La jugarreta es inteligente. Ix y varios
de sus asociados crean carteras comunales en Vórtice, meten toda clase de
dinero que no podrían explicar en un banco con una seguridad decente. Ramón
Echeverría es el contacto, él vende esas carteras comunales a Centurión, donde
su amigo el abogado misterioso reparte el dinero y las ganancias
individualmente. El último correo me da un escalofrío. Ix menciona que Maribel
le ha avisado que varios burócratas del PAN se están poniendo sospechosos y que
deberían terminarlo rápido. El dinero acumulado debe sobrepasar los cientos de
miles de pesos. Ella mintió, sabía de todo. Me pregunto cuánto sabía el doctor
Molina, si pidió consejos e invirtió dinero podría saber más de lo que admite.
El dinero hace esa clase de cosas en la gente, pero aún así el chantaje no me
cuadra. Si Molina tiene sus manos en esta mina de oro difícilmente montaría un
chantaje, esas carteras comunales valen el triple de lo que el chantajista está
pidiendo.
Salgo
del edificio por una ventana antes que todos regresen a sus puestos. Llamo a la
oficina de Ix, aún se encuentra ahí. Le cuelgo y manejo tan rápido como puedo.
Maribel entra al edificio, se me congela el corazón al verla de lejos. Espero
por más de una hora hasta que finalmente salen y les sigo desde lejos. Me
llevan hasta Altabrisa, el lugar perfecto para abordar a ambos. Trato de
convencerme que no lo hago por Maribel, pero es mentira. Ella le toma del
brazo, le besa el cuello y se ríe de sus chistes. Yo camino a solas, con muerte
en la mente y el nudo de la horca ajustándose en mi cuello. Daría todo lo que
tengo por estar en sus zapatos. Me convenzo que solo le está usando, pero aún
así, es mejor que caminar a solas. Tienen cola, los detecto por el reflejo de
un ventanal. Son Horacio Machado y Gerardo Benavides, los dos narcos del burdel
para gringos. Beltrán la mantiene bien vigilada. Quizás Ix no se da cuenta,
pero esos sujetos son profesionales. Me detectan como si trajeran un radar. Les
veo reducir la velocidad, cerrar los puños, miradas silenciosas entre ellos.
Preparan la trampa. No me quedo a ver esas escuadras de oro más de cerca. Me
doy media vuelta y echo a correr. Los de seguridad gritan algo que no escucho
cuando ellos también corren. Los de seguridad son de Traco, la empresa de
Césaro Orozco, el marido de la lesbiana de sociedad. Mi mente da vueltas,
podría ser una conexión, podría ser que todo esté unido. Por ahora me limito a
correr. Subo las escaleras eléctricas de dos en dos, empujando clientes y
asustando niños. Los narcos son atletas olímpicos, esos sujetos corren como
gacelas. Logro darme algo distancia, pero quizás no sea suficiente. Paso por
entre tiendas en construcción, paredes de madera con el logotipo del centro
comercial. Una de las puertas sin cerrojo se abren, un par de delicadas manos
me agarran del brazo y me meten. Maribel cierra después de ella y retrocede
entre el material de construcción. Escuchamos a los narcos, corriendo, jadeando
y pasándose de largo.
- Lindos amigos.
- No son mis amigos, son de mi
hermano. Momo, él quiere matarte.
- Sí, lo he notado preciosa.- Me
mira diferente. Ayer todo era juego y diversión, era la novedad, diez años de
pasión contenida. Ahora me mira como si me fuera a morir, esa mirada de pena
que uno le lanza al convaleciente. Ya no me habla igual, espera lo peor y le
duele desde lo más profundo del alma. A mí me duele peor.- Tú sabías del juego
del dinero, sabes que el PAN se pone sospechoso. Lo leí en un correo de Mariano
Ix a Ramón Echeverría.
- Tengo algo bueno aquí Momo. No
lo olvides como la última vez.
- Dime qué tan bueno es.
- Puedo venderle la primicia al
PAN, agarrar a seis importantes políticos del PRI lavando su dinero. Además de
ciertos secretos de partido que he estado grabando.- Me toma de las manos pero
no puede verme a la cara. Para ella, yo estoy desahuciado.- Ayúdame Momo.
- Es como la historia
repitiéndose.
- No tiene por qué acabar igual.
- No sé, eso creía mi tía Urbina.
Cada novio que tenía le pegaba, pero creía que la historia podía cambiar.
- ¿Y cambió?
- Mató al último con una pala, así
que creo que sí.
- Yo no te mataré con una pala.
- Sí, tú lo harías diferente.
- Eso sonó mal, disculpa.
- Tu hermano necesitó mucho
dinero para salir de prisión, Hassan Alfid no es de los baratos. ¿Le prestaste
el dinero?
- No, no habría tenido el suficiente
dinero.- Le creo, no sé por qué, pero le creo. No es que esos hermoso ojos
azules no puedan mentir, en el fondo es el azul del hielo, pero algo en mí dice
que tiene sentido lo que dice. Algo en mí hace clic en alguna pieza que no
encuentro.
- Te ayudaré, ¿los tienes
grabados?
- Sí, sólo me faltaba una
conversación con Mariano y termino mi colección.
- ¿Qué sabes de Traco?
- ¿Los de seguridad que se visten
como paramilitares y ahuyentan vagos con sus linternas?
- Los mismos.
- No creo que sean un peligro
nacional... Aunque, había oído de ellos antes. El gobierno del estado permitió
que demandaran a la otra firma grande, ahora es prácticamente un monopolio. Si
no son policías del gobierno, es Traco. Hay mucho dinero en seguridad privada,
¿piensas aplicarte?
- No creo, no me quedan bien los
trajes de paramilitar.
La
beso apasionadamente y luego de eso nos separamos. Yo salgo por entre los
locales en construcción. Los narcos están del otro lado y no me ven. Me quedo
lo suficiente para ver a Maribel, corriendo a los brazos de Mariano. Mi tío
Julardo solía decir que con las mujeres hay que caer en sus brazos, pero nunca
en sus manos. Era homosexual, no sabía nada de mujeres, pero aún así tenía
razón. Es difícil, sin embargo, saber si uno está en sus brazos o en sus manos.
Hay algo en las mujeres que te hacen olvidar que tienes dos hemisferios
cerebrales. Hay algo que no olvido, el abogado mercantilista, el beduino Hassan
Alfid. En su oficina me dicen el restaurante en el que se encuentra, creyeron
que yo era un cliente. Soy algo como un cliente. El restaurante queda al sur,
una marisquería en una calle ocupada. Adivino cuál es su auto a la primera, el
único de lujo en el lugar. Me asomo un momento, finjo que leo el menú en la
entrada. Hassan no está solo, tiene a cuatro personas con abrigos de doctor a
quienes subrepticiamente entrega un sobre. No entiendo lo que dicen, tienen un
fuerte acento tabasqueño que no me deja entenderles. No puedo quedarme, Hassan
está contra un espejo y podría verme. Regreso a la calle, bajo un inclemente
sol que me quema la piel. Hasta la iguana que se pasea en una pared tiene que
correr a la sombra.
¿Qué
querría Hassan con esos cuatro doctores tabasqueños? No tiene sentido, pero aún
así, muchas cosas no tienen sentido en el caso. La he jugado por las buenas
hasta ahora, pero es momento de cambiar de táctica. Reúno algunos palos, les
pongo botellas en las puntas y les acomodo que se sostengan contra la cajuela
del auto de Hassan. Es un lindo motivo decorativo y un viejo truco que Beltrán
me enseñó. Me quedo oculto atrás de un auto, esperando mi momento. Me siento en
la banqueta tras cinco dolorosos minutos de estar de cuclillas. Me fumo un
cigarro mientras que empujo un vidrio roto con el pie, hasta tener el reflejo
de la puerta del restaurante. A solas, sudando por el sol carente de viento,
espero sin moverme. Debería haberlo imaginado, todo esto, nada se queda
enterrado. Todo regresa, tarde o temprano, y el pasado suele hacerse venenoso
cuando está repleto de arrepentimientos y culpas. El beduino se toma su tiempo,
pero eventualmente sale. Los doctores se van primero, muchas risas y abrazos.
Me preparo, la ventana de oportunidad será corta. Hassan enciende el auto y en
cuanto se mueve unos metros las botellas caen y se rompen. El ruido lo saca del
auto, sale para averiguar. Entro a la parte trasera, aprovecho los vidrios
ahumados para tirarme al suelo y esperar que regrese. Le dejo alejarse un par
de cuadras antes de salir de entre los asientos apuntándole mi arma a sus
costillas.
- Ya era hora que tú y yo
habláramos.- Le entierro la pistola y el abogado detiene el auto contra la
banqueta. Sube las manos, le tiemblan horriblemente pero finge que no está
asustado.
- Tengo dinero en la cartera y
puedes llevarte el auto.
- No, gracias. Tentador, pero no
gracias. No sé, los abogados son la clase de gente que no importa qué les
hagas, te sientes justificado. Sobre todo si eres tú.
- ¿Vas a matarte?
- No, vengo a instruirte.
¿Beltrán? Se hizo suave en prisión, se hizo torpe. Tú sabes quién soy.
- Momo.
- Exacto. Sabes de lo que soy
capaz. No quiero matarte, quiero un empleo.
- Bruno me advirtió que harías
exactamente esto. No le quise creer, pero tenía razón.
- Todo lo que él puede hacer, yo
lo puedo hacer mejor. Me entrenó el mejor, después de todo. Además, soy más
joven y tengo más recursos. Me probaré, te daré una oportunidad para que
juzgues por ti mismo.
- No hago contrataciones.
- ¿Machado y Benavides te tienen
en correa corta? No debe ser agradable, son un par de trogloditas.
- Debo admitir que me asustan.-
Se calma un poco. Manos al volante, aún así no se atreve a moverse. Le extiendo
mis cigarros, mi pequeña oferta de paz.- Esos trogloditas sólo son buenos para
matar, no como Beltrán. No, él es un genio y nos hará mucho dinero. Aún así,
mis manos están atadas y Bruno... Bueno, debo admitir que es reciclable, como
Machado y Benavides. Son solo herramientas, pero no es bueno cambiar de caballo
a la mitad de la carrera.
- Al diablo con esos tres Hassan,
yo puedo darte algo que te hará buen dinero, no tienes por qué compartirlo con
esos tres. ¿Crees que me gustaría estar en las manos de asesinos como Machado y
Benavides? No, prefiero trabajar para gente como tú, gente más civilizada.
- ¿De qué estás hablando?- Ha
picado. Mordió el anzuelo y se lo tragó.
- Puedo darte evidencia
irrefutable, grabaciones muy cándidas, de lavado de dinero en altas esferas del
PRI. Involucra a más de un diputado, dinero de campañas que se esfuma y regresa
con intereses. Puedes usarlo en su contra, puedes venderlo al PAN, puedes
vendérselo a ellos. Haz lo que quieras con esas grabaciones. Valen oro.
- Pero, ¿cómo harás que...
- Tengo a alguien en el interior.
Pasará muy pronto, pero este tren sólo se detiene unos momentos. Si quieres
hacer dinero, si quieres deshacerte de Machado, de Benavides y de Beltrán,
entonces este es tu momento para decidir.
- Está bien, está bien, acepto.
Luego de esa serie de incendios en las zapaterías del centro que esos dos
narcos hicieron, no puedo esperar para venderlos a la AFI y liberarme de ellos.
- ¿Y Beltrán? Sabes que los dos
no cabemos en el mismo planeta.
- Olvida a Beltrán, es sólo un
ex-convicto que podría regresar a prisión antes de lo que se imagina.
Salgo
del auto y le dejo alejarse. Los abogados son como los políticos, basta con que
muevan los labios para saber que están mintiendo. Tengo lo que quería de él,
ahora es momento de rogar porque los planes no se caigan en pedazos. Nunca hay
que subestimar la avaricia del otro, regla número cuatro de Bruno Beltrán. Este
mundo se mueve con dinero y todo tiene un precio, empezando por la vida. La
vida vale una bala, ni más ni menos. ¿Pero cuánto vale el amor, y cuánto vale
la verdad? La verdad vale poco, el amor no tengo ni idea. No sé de qué sea
capaz Maribel, odio y amor son una combinación poderosa. Tendré que jugarla de
oído y odio tener que hacer eso. No soporto caminar sin rumbo, pero no importa
qué planes tenga, Bruno ya pensó en eso. Es difícil enfrentarte a alguien que
puede leerte la mente. La única otra persona que puede hacerme eso es Maribel,
y llama cuando llevo un par de cuadras. No dura mucho, sólo tiene una cosa qué
decir.
- Tengo todas las grabaciones
juntas en un USB, ven a verme.
Eso
es Momo, lánzate al vacío. Lánzate a sus brazos y ruega por no quedar en sus
manos. Juega su juego. Baila a su ritmo. Quizás tenga suerte, quizás no escuche
el martillo. Quizás la bala sea silenciosa. En cuanto a la verdad, al diablo la
verdad. La única verdad que importa no me habla, no me muestra la luz al final
del camino. Los doctores tabasqueños, el monopolio Traco, el lavado de dinero,
la extorsión de Maribel, el chantaje de las notas del doctor Molina, el paquete
esperado por los narcos. Todo eso me da vueltas, nada de eso encaja. Sólo me
queda esperar a que esa luz al final del túnel no sea un tren.
Antes:
Freud
solía decir que el sexo y la muerte van de la mano. Era un judío pervertido
pero tenía razón. Maribel me mira distinto, como si fuera su salvador. Hay algo
en sus ojos que no había visto antes, una profunda admiración que me hace
sentir como King Kong con cocaína. Lo hacemos toda la noche, la adrenalina y
los nervios nos hacen sentir vivos. El cielo empieza a cambiar de color, el
sueño terminará pronto. Desnudos y abrazados como una pareja de cangrejos que
espera la primera ola del día para arrastrarlos y separarles. La vida nos
cubrirá, nos alejará y lo único que puedo hacer es rogar para que esa misma ola
nos reúna. El sol se asoma por el horizonte y Maribel se mete a bañar. Nos
despedimos con un beso y me quedó frente a mi puerta como un idiota, como si
ella siguiera allí. Recuerdo que me muero de hambre pero no llego a la cocina.
Alguien toca a la puerta. No es ella, no es suave ni delicado. Es la policía.
- ¿Les puedo ayudar en algo?
- Soy el agente Vicente Muñoz,
del ministerio público. Queremos hacerle unas preguntas.
- ¿Sobre qué?
- La muerte de Ricardo Murillo y
Rafael Villafaña.
La
sangre se convierte en hielo, pero de camino al MP me sereno, no pueden tener
nada en mi contra. Los dos cuerpos son cenizas, para ahora deben estar camino a
Progreso. No saben donde murieron, no es posible. Incluso si alguno de los dos
le dijo a su esposa o a su amante sobre el chantaje, nunca hubo nombres y todo
puede ser fácilmente negado. Los policías, gordos y de aliento alcohólico me
ayudan a bajar de la patrulla de un empujón, cerrándome las esposas hasta que
me duela. Clásica rutina de poli, no tienen nada pero si lo hacen todo sonar de
lo más oficial entonces quizás te pondrán nervioso. No podrían hacerlo, no
aunque trajeran a la madre llorona de Villafaña, Beltrán me entrenó bien y la
libertad de Maribel está en juego, no habrá errores. Para cuando me sientan,
ofrecen café y el agente enciende la grabadora quisiera reírme de ellos. Lo
juego a su manera, bailo a su ritmo, pero estoy más sereno que una monja en
misa.
- No te lo hagas más difícil de
lo que debe ser Mario.
- Agente Muñoz, por favor llámeme
Momo. ¿Puedo llamarte Vicente?
- Muñoz, Vicente no me gusta.
- Bueno, Vicente, yo no maté a
esas dos personas. ¿Por qué haría algo así?
- Vamos Momo, sabemos que o bien
fuiste tú, o tú sabes qué pasó. Ya está en el acta.- Acta. Estos agentes siempre
hablan de actas y registros. Todo muy oficial, un borrón cuesta cinco mil pesos
y un extravío puedes pagarlo con ronda de cervezas y un viaje a Cancún.- La
evidencia ya está en el acta.
- ¿Qué evidencia podría ser?
- Tu credencial para votar.
- ¿Mi qué?- Me sonrojo, no
esperaba eso.- Mi IFE está en mi cartera.
- ¿Seguro de eso?- Me levanto y
trato de sacar mi billetera, pero tengo las manos esposadas. Muñoz me abre las
esposas. Mi IFE no está. Mi memoria se activa. Dispara el recuerdo como una
bala. La golpiza. Murillo me devolvió la cartera, bien pudo quedarse con mi
credencial.
- Y no está, no lo sabía. ¿Me la
van a devolver o debería sacar otra?
- Saca otra, sé un buen
ciudadano.
- Aún así, no veo el problema.
¿La tenía cuando murió?
- Primero dime cómo llegó a sus
manos.
- Eso es fácil.- Me extiende un
cigarro. Se sienta en la mesa metálica, ahora es todo sonrisas y amabilidad.-
Soy detective privado, como ya sabes. Murillo no fue muy amable, me agarró a
golpes y me tiró por las escaleras. La cartera se me cayó y me la devolvió. Me
debió haber quitado la IFE en ese momento. Pueden llamar a su oficina, los
empleados lo vieron. Fue vergonzoso. No entiendo por qué Murillo se quedaría
con ella hasta su muerte.
- Espera un momento.- Muñoz se va
de la oficina. Me dejan a solas y me espían por el espejo de doble vista.
Termino mi cigarro con calma, dejo que el agente llame al edificio de
Villafaña. Regresa media hora después con una sonrisa torcida y un vaso de
agua.- Así pasó. Encontramos la credencial en su oficina, con sus cosas. No
sabes qué fue de él.
- Gente peligrosa, vidas
peligrosas. No te culpo por intentar Muñoz.
- Investigamos cada posible
callejón del asunto. Alancón desapareció treinta millones de pesos antes de
morir, Villafaña era uno de nuestros sospechosos.- Salimos de la sala de
interrogación y le sigo hasta la cafetera entre los escritorios donde me ofrece
una taza.- Villafaña tiene enemigos, pero su desaparición nos ha dejado a todos
a ciegas. Alancón trató, hace muchos años, de ponerle una demanda por usura que
nunca prosperó.
- ¿Creen que Villafaña mató a
Alancón?
- ¿Y tú no? Oficialmente es una
muerte accidental, esperábamos cambiar el estatus del expediente cuando
tuviésemos más mugre sobre Villafaña.- Estamos en su escritorio, el expediente
sobre la montaña de papeles es sobre la muerte de Rodolfo Alancón.- ¿Cuál es tu
ángulo? No quería preguntarlo allá adentro, no quería que fuera oficial, pero
si tienes algo que podría ayudarnos eso valdría mucho. ¿Quién sabe? Quizás te
harías de algunos amigos. Esos treinta millones harán carreras, te lo digo
desde ahora. El que los encuentre tendrá las llaves de la ciudad. Si no los
gasta primero, claro está.
- Ahora ya no sé si sirva para
algo.- Arrastro las palabras, me hago al misterioso para estirarme y agarrar el
expediente. Muñoz no tiene problema así que me aprovechó.- Indaguen sobre la
instalación de gas en la casa que estalló.
- No vimos nada raro en su
momento, la válvula estaba abierta pero eso difícilmente demuestra homicidio
voluntario.
- No, la marca. Villafaña tiene
una empresa que instala gas y agua, pero eso ya lo saben. Lo hace en fábricas,
lugares grandes...
- Menos en este caso.- Dice
Muñoz, rascándose la cabeza.- Eso sí que es extraño.
- Como dije, a menos que
Villafaña se aparezca por ahí, la información no vale mucho.
- Sí, yo creo que o está fuera
del país o está muerto.
- ¿Te molesta?- Le indico el
expediente, él mira hacia todas partes y luego asienta, con un guiño en el ojo.
Rodolfo
Alancón encendió su último cigarro, el lugar se convirtió en una bola de fuego
antes de estallar. La fotografía no es bonita. Seres queridos identificaron sus
joyas y un dentista comparó el registro dental y pudieron identificarlo. El
dentista es Alfredo López. Tiene su dirección, no la conozco pero el nombre me
parece conocido. Dejo el expediente, hago algo más de conversación y me voy
directo a desayunar. ¿Dónde había escuchado ese nombre? Me vuelve loco mientras
como huevos rancheros. La imagen llega a mí durante el café. Hijo de perra, es
el amante de Maribel, la vieja flama. Su nombre estaba en los papeles del
coche. La dirección era otra, seguramente su casa, pero he visto la clínica en
la que trabajaba. Maribel dijo que era anestesiólogo, que era una vieja flama.
La gente miente.
Salgo
corriendo y sin pagar. Marco a la agencia, pero no hay nadie y Beltrán no
contesta su celular. Maribel me cuelga las llamadas y eventualmente lo apaga.
Pasan varios minutos hasta que me doy cuenta que he estado manejando sin rumbo.
No sé qué hacer. Vuelo a solas, el pato que se queda atrás y no tiene idea de
cómo volver a casa. Las piezas caen en su sitio, pero cada una me golpea la
cabeza y me empujan a un precipicio. Uno puede estar viéndolo todo y estar
completamente ciego al mismo tiempo. Llamo a la tesorería, pregunto por Miguel
Canel pero no importa cuántas veces lo deletree esa persona no existe. El
cliente que llegó a nosotros no existe, o al menos no es quién dice ser. ¿Quién
sí lo es?
Sólo
me queda una alternativa, el dentista, Alfredo López. Manejo a la dirección que
tenía el expediente judicial y llego en diez minutos. Se trata de una casa de
una planta en un barrio bonito. Nadie responde a la puerta aunque puedo ver,
por las planchas de vidrio de las ventanas que los ventiladores están
encendidos. La puerta está abierta, ese es solo el prólogo de lo que está por
venir. Cruzó la pequeña sala, voy directo al dormitorio. Nunca lo conocí, pero
estoy seguro que tenía toda esa sangre dentro de su cuerpo y estaba menos horizontal.
Alfredo López está muerto, tijeras al pecho. Me acerco, aunque cada fibra de mi
ser me exige que me vaya corriendo. Algo suelta un brillo debajo del buró, me
agacho por él y es un prendedor de mariposa. Maribel, de pronto todo tiene
sentido, una revelación que es como un tren que te pasa por encima. Hora de
irme, pero es demasiado tarde. El judicial, Ulises Cabrisas, aparece en la
puerta de entrada y me apunta al pecho, detrás de mí el dentista se enfría en
la cama, tijeras y todo.
- ¿Alfredo?
- ¿Lo conoces?
- Me pagaba bien, ahora no tendré
nada gracias a ti.
- No, espera, yo no fui.- Me
apunta a la cara y cierro los ojos.
- No podías dejar de husmear por
ahí, ¿no es cierto?
- Yo no fui, te lo digo, yo no
fui.
- ¿Y cómo piensas probarlo?
- Puedes matarme aquí mismo y
hacer muchas explicaciones a tus superiores o puedes verlo por ti mismo. Revisa
ese café, está frío. Yo no estaba aquí, estaba en el ministerio público toda la
mañana.
- ¿Y por qué debería creerte?
- No me mates, sacaré mi
celular.- Lo hago lento y marco el número que guardé del agente del ministerio
público. Le paso el teléfono cuando puedo escuchar la voz del agente Muñoz.
- Habla el policía judicial
Ulises Cabrisas, ¿usted conoce a un Momo?
- Mario Orson.
- Sí, Mario Orson.
- Sí, lo trajimos para unas
averiguaciones.
- ¿Toda la mañana?
- Sí, toda la mañana.
- Te lo dije.- Extiendo el brazo
para tomar el celular, pero él vuelve a subir el arma. No ha terminado y eso es
lo que me temo.
- ¿De qué se trata esto oficial?
- Tienen que venir aquí, hay un
cadáver y su amigo es el primero en la escena. Su nombre es Alfredo López.- Le
pasa la dirección, me devuelve el teléfono y sonríe.- Ahora veremos de qué
trata todo esto.
- No quieres saber amigo, no
quieres saber. Yo quisiera no saberlo.
Las
patrullas no tardan. Cuando vi al primer grupo de uniformados fue todo como si
el tiempo se detuviera, como si todos los sonidos se hiciesen sordos. Me
arrestaron, de nuevo, ésta vez las esposas estaban aún más apretadas. Me
llevaron, pero no al ministerio público. Los policías querían un caso fácil. Me
llevaron detrás de una bodega y me trabajaron como si fuera una piñata. Me
golpearon en el piso, me patearon y cuando eso no fue suficiente probaron con
algo de refrescos por mis fosas nasales. Sentía que me ahogaba, mis pulmones
ardían como si pasara ácido. Querían que confesara y por un momento estuve
tentado a hacerlo. Eventualmente les llamaron por radio, les estaban esperando.
Me presentaron así, mi playera rota por completo, con sangre y moretones. Jugué
mi parte, dije que traté de escapar y no quería reportar nada. Eso me salvó de
otra sesión en la bodega del ministerio. Muñoz dejó de sonreír, cerró la puerta
con fuerza, tiró la mesa con una fuerza que no pensé que tuviera. Lo puso muy
sencillo, él podía decir que yo me fui temprano y nadie tendría por qué saber
nada más. Estaba tentado, pero después pensé en ella. Maribel mató al dentista,
pero el juego era mucho más grande. Sólo tenía una carta que jugar, la peor de
ellas. Algo horrible y estúpido llamado la verdad. Un veneno suave que destruye
todas aquellas fantasías con que adornas tu vida. Yo adorné la mía con muchas
de ellas. Escuchar la verdad salir de mis labios rotos e inflamados fue como
una traición a mí mismo. Mataba mis ilusiones, y no haya nada peor que eso. Es
peor que la muerte.
- Dime ahora mismo quién mató a
Alfredo López.
- Beltrán.
- ¿Tiene nombre este Beltrán?
- Sí... Bruno. Bruno Beltrán,
detective privado. Yo trabajo en su agencia.
- ¿Y por qué haría algo así?
- Tiene treinta millones de
razones para hacerlo.- Me mira sorprendido. Me mira como si le hubiera curado
el cáncer. Oh sí, ahí viene la grande.
- Explícate.
- Esto empezó hace unos días.
Rodolfo Alancón se robó el dinero, pero no para hacer más que pagar sus deudas
con Rafael Villafaña, para tener otra vida.
- Alancón murió.
- Sí, pero no murió en el
incendio. Alfredo López falsificó el reporte, ustedes tienen el cadáver de otra
persona.
- ¿Por qué Alfredo López haría
algo así?- Yo sé la verdad. Maribel lo motivó. Ella motivaría al diablo de
congelar su infierno.
- Dinero, obviamente. Treinta
millones es mucho dinero. Bruno Beltrán planeó todo.
Les
digo una versión abreviada, mi mentor me deja atrás mientras hace sus juegos
pero la verdad es mucho más íntima que eso. Maribel seduce al dentista, pero
hace mucho más que eso. La extorsión estuvo planeada por Bruno. La historia más
vieja del mundo. Me advierte sobre su hermana, algo de psicología a la inversa.
Mientras más lo prohíbe más la deseo. Ella extorsiona a Villafaña, él acude a
Bruno seguramente y él le dice que pague. Total, tienen mucho más dinero que
ese. Sabía lo que pasaría. Maribel y Bruno sabían que estaba loco de amor, que
jugaría a ser sir Lancelot. Contaba con que yo los matara. Bruno se deshizo de
Alancón, yo me deshice de Villafaña y Maribel se deshizo del dentista que se
puso codicioso, que pagó a un judicial para asegurarse que Beltrán jugara como
era debido.
- No sé, Alancón muerto, el
dentista muerto, ¿Villafaña muere igual?
- No lo sé, pero tendría sentido.
No tenía ni idea, hasta que llamé a tesorería para saber sobre nuestro cliente,
Miguel Canel. No existe, es sola otra pieza de su ajedrez.
- ¿Cómo sé que tú no estás
involucrado en todo?
- Porque yo sé donde puedes
encontrar a Bruno y a los treinta millones.
Es
la respuesta del millón, o más bien, de los treinta millones. Me gana lo
suficiente para ser liberado. Me quedo cerca, no tengo a dónde ir. Lo juego en
mi mente todo el tiempo. Luego aprendería que Miguel Canel, el falso cliente,
era un actor pagado. Maribel me mantuvo distraído, lo suficiente para que Bruno
opere en las sombras y yo esté de un lugar a otro siguiendo a la viuda o
asistiendo al chantaje. La muerte de Alfredo López, el dentista, es lo que más
duele. Maribel lo mató, eso lo entiendo bien, pero es algo peor que eso. Una
intuición que me quema desde dentro. Tengo que saberlo y se lo pregunto al
judicial. Él tampoco puede ir muy lejos, tiene toneladas de papeles que firmar
y concluir. Quiero saber por qué acudió a la casa de López. Sabe que ya perdió
todo el dinero que el dentista le había prometido. Él fue más listo que yo, no
se dejó engañar por Maribel y lo empleó para tener algunas certezas. Bruno
debió haberlo sabido, después de todo el judicial recibió una llamada anónima
que le dirigió a la casa del dentista. La llamada de un hombre. Si algo salía
mal entonces Maribel es encontrada culpable. Vendió a su hermana para darse
espacio.
- ¡Ya la encontramos!- Grita
Muñoz desde su escritorio, teléfono en alto. Todos aplauden, yo no me siento
con ganas de aplaudir. No me siento con ganas de respirar.
- ¿Dónde estaba?- Pregunta
Cabrisas.
- Bruno Beltrán estaba camino a
la Habana como copiloto, con una maleta con treinta millones de pesos. Momo nos
alertó de la gerente de Mexicana, Margarita Ojeda. Vaya plan de escape.
Ella había sido la
verdadera marca en el caso de Antonio Uc, el marido calenturiento. Mi examen
final era parte del plan general, una excelente manera de escapar del país,
convencer mediante al chantaje a una persona que te puede hacer copiloto y
sellar tu maleta como valija diplomática. Bruno se divierte en Cuba, su hermana
queda al aire, quizás nunca la acusan del asesinato o quizás sí. Pero es más
que eso, la idea se le cruzó. Ella me engañó, pero ni aún así la dejaría al
aire de esa manera.
Las autoridades
cubanas lo arrestan de inmediato y lo suben a un avión de regreso. Disfrutó un
total de dos minutos de libertad. El aeropuerto es un circo, hay reporteros por
todas partes. Lo mueven en la base aérea militar. Mi nombre queda fuera, todo fue
gracias al agente Muñoz y al judicial Cabrisas. Lo prefiero así, pero Maribel
se entera. Se entera o une dos más dos. Me lo echa en cara. Me grita, en el
umbral de mi puerta. Me escupe, me abofetea y me maldice. No sabía que su
hermano se llevaba el dinero, pero me juzga por tomarme tan a pecho la
extorsión a Villafaña. No tiene ni idea que Bruno no pensaba mandarle ni un
centavo, que no había ningún boleto de avión en su futuro. Lo idolatro, incluso
más de lo que yo lo hago. Quizás pensó que entendería, que algún día yo
visitaría la isla y me aceptaría a su mansión. Seguramente pensó que nunca me
daría cuenta de lo que planeaba hacer con su hermana. Y si lo sabía, ¿habría
juzgado que yo preferiría que la investigasen con tal de compartir su dinero?
No me hago ilusiones, me habría matado en Cuba de haber tratado de tocar su
dinero. Si era capaz de enviar a su hermana a prisión, sería capaz de hacerme
cualquier cosa. Amistad, amor, café, licor y comida, los lujos que valen la
pena. Yo me quedé sin amistad y sin amor. Ella finalmente se calla y me mira a
los ojos. Quiere una respuesta. No puedo decirle que su hermano la traicionó
así que cierro la puerta y lloro. Ella me sigue gritando hasta que se va, le
quité a su hermano para toda la vida. Yo la perdí, quizás porque la amé
demasiado, quizás porque en el fondo quería me lastimara por haber lastimado a
mi ídolo. Al final del día, nada de eso importa. Haces o dejas que te hagan,
nunca dejes que te hagan. Fuera de eso, ya no queda nada.
Ahora:
El
chantajista quiere su segunda ración de dinero, nos da hasta la noche. El
doctor Morales trata de convencer a sus pacientes, rojo de vergüenza. Sabe que
perderá a sus clientes, pero sabe que quizás evitará ir a prisión. Esther
Morales, la dama de sociedad con gustos exóticos es la más problemática. Lo
aprovecho, quería ver a su esposo de todas formas. César Orozco, el dueño de
Traco, una linda coincidencia que no sé cómo se ajuste.
- No sé qué haré, Laura no puede
pagar nada más.- Otra vez el Club campestre, pero ésta vez caminamos por los
jardines. Su marido nos mira con suspicacia, no está feliz de verme. Ella se
asusta al verle, pero yo insisto en quedarme en mi lugar.
- ¿Le puedo ayudar en algo? Puedo
ver a mi esposa llorando desde allá.
- Mi nombre es Momo, soy un arreglador.
Me temo que tenemos un chantaje.- Esther me mira como si acabase de clavarle el
último clavo en la cruz.- Su esposa no quiere involucrarle, pero yo le insisto
que no hay otra opción.
- ¿De qué está hablando Esther?
- Ciertos secretos suyos quedarán
expuestos. Alguien se hizo de las anotaciones del doctor Molina, aprovecha esos
secretos para hacer algo de dinero, treinta mil pesos para ser exactos. Sus
secretos están ahí.
- ¿Esther?
- Pensé que podía hablar
libremente.- Lo hace perfectamente. Ahora se tambalea y balbucea.
- ¿Le dijiste de los sobornos
para arruinar a la competencia?
- Hay más, no seamos inocentes
que no hay mucho tiempo.- Me enciendo un cigarro y dejo que se trague el susto.
- ¿A qué se refiere?
- Vórtice y Centurión, las casas
de bolsa. El lavado de dinero de sus amiguitos en el PRI.
- ¿De qué demonios me está
hablando?- Es convincente, debo darle algo de crédito.
- Eso dicen ellos, pero puedo
protegerlo.
- ¿Dijo treinta mil? Lo pagaré,
pero no me parece justo que me extorsionen por cosas que no hice. No sé nada de
lavado de dinero. Son solo esas demandas que fueron irregulares, nada más, todo
para hundir a la competencia pero así son los negocios.
- Es buena idea que pague, pero
no quiero darle la impresión de que yo soy quien le extorsiona, es por ello que
le daré algo para protegerse, algo muy valioso. El lavado de dinero y todas
esas cosas que usted no hizo están en grabadas. Se las daré, para que haga con
ellas lo que quieran. Vamos, no sea tímido, tiene una agencia de seguridad
privada usted no llegó a dónde está por jugar bonito. Le daré más instrucciones
después, pero ahora necesitamos su dinero.
- Tendrá el dinero, además de un
extra si puede hacer eso que dice.
- Hay muchas cosas que puedo
hacer.
Mi
siguiente parada es con Mariano Ix y Maribel me está esperando. Sugerí algo con
clase, pero Ix teme ser visto. Esa es buena señal. Nos sentamos en una de las
mesas en la banqueta de un pequeño café en una abandonada calle en el centro,
pero nadie está de ganas de beber algo. Mariano es un manojo de nervios,
Maribel le acaricia el cabello para calmarlo pero estoy seguro que lo hace para
encenderme más. Ya no podría estar más encendido, con Bruno en la ciudad yo
estoy en llamas. Mi departamento ya no se siente igual. Busqué en cada rincón,
por si acaso, su mera aparición me robó de todo concepto de hogar o intimidad,
pero es difícil devolverle el favor si no sé dónde está y qué planea.
- ¿Posible grabación, qué
demonios quiere decir eso?
- Es lo que suena, palabra por
palabra.- Maribel me mira inquisitivamente, lo jugará a mi modo porque sabe que
en el fondo le convendrá.- Hassad Alfid es un abogado que tiene material
incriminatorio, tiene varios archivos de audio que cubren varias de sus
actividades... extraescolares.
- ¿Pero quién nos pudo haber
grabado?
- Ramón Echeverría.- Maribel
respira más tranquila. Al diablo Echeverría, en la escala no puede ni competir
con Maribel.- Eso dice el abogado.
- ¿Y cuánto quiere este abogado?
- No lo sé, eso tendrás que verlo
con él.
No
hablamos mucho más, él no tiene ganas de hacerlo. Me despido, pero no me voy
lejos. El auto de Maribel me sigue poco después y vamos a su casa. Sus gustos
no han cambiado mucho. La casa es colorida, con decoraciones de todas partes de
Latinoamérica y un enorme vitral con forma de mariposas en la entrada de la
cocina. Me muestra su laptop en su habitación, las grabaciones en el USB son
dinamita pura. La clase de conversación donde cualquier porquería se hace parte
de una broma, la clase de cosas que la prensa adora. Me entrega el USB y lo
guardo en mi saco. Me besa el cuello y acaricia mi cabello. Es fácil dejarse
llevar, pero ella aún piensa en otras cosas mucho más peligrosas.
- ¿Le darás el USB al abogado?,
¿no te da miedo que le diga a mi hermano?
- No se lo daré a Hassan, pero él
creerá que sí. Se lo daré sólo para que se lo venda a Mariano Ix.
- ¿Quieres ser más su amigo que
mi hermano?- Me lee como un libro, pero la juego como si fuera de braile.
- La última en ser sospechada
serás tú, porque pensarán que todo es culpa de Echeverría, o una jugarreta de
Hassan.
- ¿Y si se rastrea hasta ti?
- Soy un niño grande, sé cuidarme
solo. Plantaremos parte del dinero en Echeverría, en alguna parte que no sea
muy obvia pero donde la policía buscaría si alguien decide investigarlo a
profundidad. Ramón pisa la grande, seguido de Hassan y, por supuesto, de Ix y
compañía.
- ¿Qué dinero?- Me susurra al
oído. Podría susurrarme que me apuñalará por la espalda y aún así me haría
ronronear. Mi diabla de ojos de azules sabe qué botones tocar.
- El del chantaje, pero necesito
ayuda con el chantajista y creo que sabes quién es.
- No sé, y no sé si mi hermano
tiene las manos metidas en eso. Lo único que sé es que salió, me vio hace unos
días y no hablamos de mucho.
- Hablaron de mí.
- Ten cuidado Momo, él jura que
no quiere hacerte daño pero está mintiendo.
- La idea me ha cruzado por la
mente.
Me
empuja hasta el sofá, subiéndose la falda pero yo quiero la cama. Sé que
Mariano Ix ha estado ahí y en el fondo los hombres somos trogloditas. Ella me
susurra, me dice que soy su sir Lancelot. No recuerdo cómo acabó esa historia.
Algunos dicen que huyó con la reina, otros dicen que murieron juntos. No hay
nada romántico en morir juntos, no soy ningún Romeo. Me meto a bañar mientras
ella duerme la siesta. Me siento tentado a despertarla, pero lo prefiero así.
No el bañarme a solas, podría usar su compañía, pero prefiero que se bañe
después. La despierto y espero unos minutos para salir silenciosamente de la
casa. Me asomo a la enorme Escalade que le compró Mariano, tiene un GPS que
tendrá las respuestas que busco. Reviso sus rutas nocturnas, ha tenido algunos
viajes misteriosos de medianoche. Mintió sobre su hermano, le ha estado viendo
cada noche pero no esperaba que dijera la verdad. Ahí debe estar Bruno,
moviendo sus hilos, formando la soga con la que me ahorcará.
No
quiero que el abogado la vea, así que la convenzo de quedarse afuera. Mariano
le dijo la hora en la que pasaría al bufete de Hassan Alfid y yo llego unos
diez minutos antes para hacer conversación. Él se la juega como todos los
abogados, dice mucho sin querer decir nada más. Lo único que habla es el
dinero, y habla cualquier lenguaje. Mariano Ix llega a la oficina mientras yo
le sirvo un trago al abogado. Tiene un sobre en la mano y cara de pocos amigos.
- 25 mil pesos.- Los pone en la
mesa y yo le acerco el USB.- Espero no verlos de nuevo.
- Es mutuo.- Dijo Hassan,
contando su dinero.
- Te enviaré más copias esta
noche, es una mina de oro.
- Creo que te subestimé Momo.-
Ahora es él quien me sirve algo de Chivas Reagal.- Eres un operador suave, pero
contundente.
- Cada quien hace uso de las
herramientas que Dios le dio.- Me mira inquisitivamente mientras se sienta en
su sillón de escritorio.- ¿Qué? Es un dicho común. Mi tío Jacobo lo decía todo
el tiempo, él enterraba los muertos en Cholul. Olvido el nombre de ese trabajo.
Dicen que se enterró solo el día que murió, o que murió enterrado, no recuerdo
cuál es cuál.
- No me refería a eso. Esperaba
el momento en que me preguntas sobre Bruno, más específicamente que quieras
pagar para matarlo.
- Soy demasiado suave para eso.
Gracias por el Chivas.
Salgo
de ahí, cabeza en alto y como si acabase de darle una buena mordida a la
manzana del Edén. Gente como Hassan sólo pueden ser tratados de ese modo, la
violencia les hace escurridizos pero si consigues que crea que eres tan
hipócrita y sórdido como él, lo tendrás en la mano. Bruno Beltrán me enseñó
eso. Me enseñó muchas cosas más, pero nunca me enseñó cómo ponerle una bala en
la cabeza. Espero a que Mariano se termine de despedir de Maribel, incluyendo
nalgada y guiño. Maribel sonríe, acaba de comprar las grabaciones que ella hizo
y se lo agradece como si tuviera la cura para el cáncer. Mi celular suena en el
lobby, pero no tengo ganas de contestar afuera al sol. Maribel entra al aire
acondicionado cuando Ix se aleja.
- Tenemos instrucciones.- Dice el
doctor Molina.- Y ya tengo el dinero.
- ¿Cuáles son las instrucciones?
- A las ocho, kilómetro siete a
Progreso tirar las maletas de dinero a las hierbas. Dios mío Momo, ¿puedes
hacer algo con eso?
- Es la clase de suerte que
estaba esperando doc, son las seis así que tengo algo de tiempo.
- ¿Qué pasa?- Pregunta Maribel,
mientras me toma del brazo y salimos a la calle. No había sentido su brazo de
esa forma en mucho tiempo.
- Instrucciones para el último
pago.
- ¿Quieres que te acompañe?
- No, quiero alejarte del doctor
Molina y de todo el asunto lo más posible. Tengo algo de tiempo, puedo llevarte
a tu casa. ¿Me quieres acompañar a mi casa? Tengo algunas cosas que debo
recoger.
- ¿Crees que tengamos tiempo?- Se
muerde el labio y guiñe.
- Cancún te hizo bien, por lo que
veo.
- Cállate, soy muy romántica.
Recojo
lo que necesito en mi departamento y manejo en silencio hacia la García
Ginerés. Maribel habla, pero no la escucho. No puedo escuchar nada, hay un
silencio que me ensordece sin importar cuánto le subo a la radio. Me estaciono
a una cuadra de su casa y salgo del auto, directo a la cajuela. Maribel me
sigue, sin saber qué decir.
- Disculpa, pero esos matones de
tu hermano ya me persiguieron una vez y no quiero correr riesgos, prefiero
mantenerme lejos de tu casa.
- ¿Me vas a llamar cuando
termines lo del dinero?
- Sí, pero antes de eso...- La
beso con todas mis fuerzas porque podría ser la última vez que la beso en mi
vida. Ella lo sabe, hay algo de desesperación en el modo en que lo hace. Trata
de advertirme pero es tarde para eso, fue demasiado tarde diez años antes.
Quizás todo estaba destinado a terminar así, siempre a medias y con sospechas
de toda clase.
- Regresa a mí.- Dice ella, con
un hilillo de voz. Recojo lo que necesito de la cajuela, pero no me levanto.
- Cloroformo.
- ¿Qué?- Le pongo el trapo contra
la boca y dejo que se relaje en mis brazos.
- Dije, cloroformo. Lo siento
nena, pero por ahora serás mi equipaje... Lo has sido por diez años.
La
meto a la cajuela y ordeno todo lo que debo ordenar. Manejo a buena velocidad,
me alejo lo suficiente pero no quiero llamar la atención. Hago un par de
llamadas, algunas maniobras de hombre ahogado. Son desesperadas, pero estoy
desesperado. El nudo se cierra, el piso está a punto de abrirse bajo mis
zapatos. No seré un lindo cadáver, pero ninguno lo es. No lo fue el de ese
pobre dentista, hace diez años, ni lo será Bruno Beltrán. Me alejo del norte,
no tengo intención alguna de ir a Progreso. Manejo al centro, a la dirección
que saqué del GPS de Maribel. Todos los caminos llevan a Roma.
El
lugar es bonito, una de esas viejas casonas al estilo español. Tiene los techos
altos y la entrada de madera vieja con la portezuela abierta. Al centro del
dilapidado edificio hay una mesa pesada de azulejos con una vieja máquina de
café y sentado, en una vieja silla de metal está Bruno, hay otra silla frente a
él, a un lado de la cafetera. No creo que me haya estado esperando, pero lo
finge muy bien. Tengo la pistola en la mano y camino con calma. Bruno me señala
la silla y el café. Traigo la maleta de ejercicio repleta de dinero y dejo que
ella haga las introducciones.
- Traté de dejar el vicio en
prisión.- Se enciende un cigarro y sigue disfrutando su café.- ¿Te gusta, es
brasileño?
- Colombiano.
- Muy bien, pasas el examen.
¿Viniste a matarme?
- ¿Esto? Digamos que es
protección.- Me siento, quiero que crea que bailo a su ritmo.- ¿Extrañaba el
aire fresco?
- La idea de sentarte en un
patio, beber café, fumar cigarros... Todo eso es como veneno cuando estás ahí
por el resto de tu vida.
- Diez años para pensarlo
Beltrán, diez largos y tortuosos años... Y fallaste, oh Dios mío cómo fallaste.
Te estrellaste en llamas, estás quemado.
- No sé de qué me hablas.
- Lo tenías que hacer personal,
esa fue tu debilidad Beltrán. No es mí debilidad, yo nunca lo hago personal, yo
no tengo nada personal. Nada, me lo enseñaste bien. Pero tú no, tú tenías que
dejarme saber que estabas libre. Grave error. Desde que supe que estabas libre
sabía que todo a mí alrededor era completamente falso. Todo, hasta las paredes.
Todo, claro está, a excepción de la razón por la que te liberaron, la gran
operación.
- Yo tengo una historia Momo,
como las tuyas de tus tíos. Mi tía Juliana solía decir que el truco más
importante que el diablo logró hacer fue hacerle creer a la gente que existe.
Piénsalo bien, siempre nos cuentan la otra cara de la moneda, ¿no es cierto?
Nos dicen que el diablo nos engañó, haciéndonos creer que no existe y así no
podemos distinguir el mal de aquello que se justifica. No, nos hizo creer que existe,
porque así nos decimos a nosotros de que no, y que si no existe entonces debe
ser una jugarreta suya. ¿Te suena conocido?
- Tiene esa clase de lógica
retorcida que tanto te gusta.
- Veo que tienes el dinero.
- Sí, no habrá retén policiaco
para mí.- Bruno sonríe, pero su sonrisa desaparece cuando suena un celular en
la mesa de azulejos. Lo recojo, leo el número y se lo paso, pero él no lo
contesta.- ¿No lo vas a contestar? Es el doctor Molina, diciéndote que algo
salió mal. No podrá entrar a mi casa y plantar las anotaciones. César Orozco
está ahí, probablemente con su gente de Traco. Era una buena idea. Me detienen
en la carretera con dinero que no puedo explicar, el psicólogo me apunta como
el chantajista. Puede falsificar citas en su calendario, hacer parecer que yo
he estado en su consultorio, que yo podría haberlo robado. Revisan mi casa,
encuentran las anotaciones y yo termino en prisión. ¿Por qué no? He estado
animando a la gente a pagar la extorsión.
- Las dos caras de la moneda
Momo, el diablo, exista o no, de cierta forma existe.
- Habría caído, era buena. Todo
eso con Vórtice y Centurión, las casas de bolsa, el lavado de dinero y el PRI
era todo una enorme cortina de humo. El doc insistía en ellos y Maribel me
convenció en Mariano Ix. No, lo único que importaba, además del doctor, era la
lesbiana, o mejor dicho la amante.
- ¿El juego con Mexicana? El
blues de la tercera banda. Aprendiste bien.- Lo enmascara, pero puedo ver el
odio en su rostro. No se mueve mucho, no quiere vea dónde esconde el arma.
- Decidí quitar todo lo que
sobra. Al diablo el chantaje del doctor, quería saber cuál era tu gran
operación. Los dos mafiosos dijeron un par de cosas valiosas. Dijeron que algo
venía en barco a Progreso. Pensé que eran drogas, pero no tenía sentido. No
necesitarían técnicos si fueran drogas, además de los dos camiones. Luego
estaban los hombres que Hassan contrató, gente tabasqueña con esas batas de
doctor. No tenía sentido que fueran doctores, pero no encontraba otra
explicación. Luego recordé algo que escuché por ahí, que el doctor tiene un
hermano que produce medicamentos similares. Algo grande, algo que necesita de
técnicos, un lugar que produce drogas legales, esos de bata bien podrían ser
químicos. Una operación de producción de drogas sintéticas al por mayor.
¿Estaba Mensayuc involucrado, esa
empresa de envíos de mensajería con contratos del gobierno?
- El gobierno no sospecharía de
esos camiones yendo por todas partes del estado. Hassan ya estableció una
compañía de florerías al por mayor, necesitarían de muchos envíos.- Beltrán
sonríe y aplaude, con cuidado de no tirar la taza entre las piernas.- Muy bien,
muy bien. Impresionante diría yo. ¿Y qué tiene? Nada de eso se puede rastrear
hacia mí. No puedes siquiera demostrar que el doctor Molina es el chantajista.
No puedes demostrar que estableceremos una producción masiva de metanfetaminas.
Saber y demostrar son dos cosas muy diferentes. Saber, el simple saber, se
queda en tu cerebro y basta una bala para acallarlo definitivamente.
- ¿Qué hay del USB que Ix compró
a Hassan?
- ¡No me decepciones!- Bramó
Beltrán con una furia impresionante. La taza cayó al suelo y se quebró. No pude
evitar saltar del susto.- ¿Crees que Hassan caería en tu pequeña trampa? No
seas transparente Momo, ¿qué no aprendiste nada?
- Beltrán...- Me echo a reír, un
par de buenas carcajadas.- Por supuesto que sabía que te diría todo, contaba
con eso. El diablo, ¿recuerdas? Si existe o no, si existe pero hace creer que
no existe... Claro que Hassan te dijo, claro que hizo todo lo que le dijiste
que hiciera. Contaba con eso.
- Intrigante...
- No podía dejar que nadie
escuchara esos audios, son más que dinamita, son veneno. Maribel aparece en
ellos, tarde o temprano sumarían una cosa con la otra. No, yo le di un USB,
pero no el que estaba esperando. Hassan le vendió a Ix una grabación de otro
tipo, una mucho más divertida. Es un pequeño regalo de mi parte. Lo grabé
mientras discutimos en su auto. No sé si te dijo algo al respecto, pero fue una
conversación iluminadora, y no faltarán aquellos que harán buen uso de ese
material. Habló de ti, de esos dos narcos amigos tuyos, de sí mismo, de sus
tratos con el PRI...- Beltrán me mira de los pies a la cabeza, espera ver un
micrófono oculto. Saco mi celular, le muestro que está apagado y lo pongo en la
mesa.
- Todo se puede componer, además
Machado y Benavides han estado insistiendo en matarte. Sabía que no podías
hacernos daño, y no estaba equivocado.
- No has preguntado por tu
hermana, pero eso es un patrón contigo. Sabías que esas grabaciones suyas
podían llegar hasta ella, llegar y con muchas balas.
- Es una niña grande, sabe
cuidarse sola.
- ¿Cómo cuando le dijiste que
matara al dentista, hace diez años, sabiendo que la podían investigar? Encontré
uno de sus prendedores de mariposa en el lugar, ¿te imaginas lo que habría sido
si la policía hubiese llegado primero, como es judicial al cual le hablaste?
- ¡Eran treinta millones de pesos
y tú me hablas de detalles menores! Ese dinero compra muchos abogados.
- ¿Y yo? Estaba casi tan expuesto
como ella, podían decir que era lío de faldas, que la maté por celos. Mucha
gente nos vio juntos y mucha gente la vio con ese dentista. Lindo fondo del
retiro, una mansión en Cuba mientras todos los que te querían se pudren en
prisión.
- Esa clase de dinero compra una
nueva conciencia. Yo trabajé muchos años para tener un golpe como ese. Ahora mi
dinero seguramente habrá sido gastado por un montón de políticos corruptos.
- El PRI la buscaría Beltrán,
¿crees que el partido no puede hacerle daño por sus propios medios?
- Puede irse del país. Este
negocio con Machado y Benavides vale millones. Saben que puedo operar con
guante de seda, puedo establecerles un negocio de treinta o cuarenta millones
al año. ¿Sabes lo que es ese dinero para gente como tú o como yo?
- No me incluyas en tu grupo,
Beltrán. El dinero es lo único que me gusta, pero Maribel me gusta más. Eras mi
ídolo Beltrán. Fui un idiota, pensé que me casaría con tu hermana, que
seguiríamos trabajando por años, los tres juntos. Tú tenías que arruinarlo
todo, tenías que meter la cruda realidad entre nosotros. ¿Por qué no te
quedaste abajo, con el resto de nosotros?, ¿por qué quisiste arruinarlo todo
con tus juegos? Amistad, amor, café, licor y comida, los únicos lujos que valen
la pena.
- No me hables como si me
conocieras Momo, tú eras un niño salido de la calle, no eras nadie. Yo te
enseñé todo lo que sabes, y si no supiste leer entre líneas no es mi problema.
En esta vida tú agarras al toro por los cojones y le haces darte lo que
quieras. Todo lo demás es para ilusos. Tú lo sabes ahora, gracias a mí. Y ahora
que, francamente, esta conversación se tornó insulsa te haré una única
pregunta, y quiero que la medites bien. ¿Cuál es tu utilidad? Me dijiste un
montón de cosas que son ciertas, pero que no puedes probar. El doctor Molina no
habrá podido plantar la evidencia, pero sigue siendo útil, su hermano nos
dejará cocinar toneladas de metanfetaminas. Yo aún tengo muchos planes. Hassan
nos cubrirá las espaldas, ¿y tú?
- Yo soy el que te entrega el
dinero. 120 mil pesos, tómalo ahora y vete del país.- Me pongo de pie, pongo la
maleta sobre la mesa, abro el zipper y le muestro el dinero.- ¿Lo ves? Está
todo aquí, es tuyo Beltrán, tú te lo ganaste.
- No has contestado mi pregunta.-
Se pone de pie, saca el revólver que tenía metido en el cinturón, pero no me
apunta.
- Tendrás al PRI en tu contra,
Hassan habló de ti y ahora mismo el partido entero ya lo habrá escuchado.
¿Estás pensando en esa fábrica para producir drogas? No, ya avisé a las
autoridades que esperen un cargamento en Progreso, cualquier clase de
maquinaria química. Incluso les dije del doctor Molina y de su hermano. ¿Quién
sabe? Quizás Machado y Benavides puedan sobornar a las autoridades, pero
incluso si eso pasa, ¿qué utilidad tendrías tú? Te sacaron de prisión,
desembolsaron mucho dinero para hacerlo, ¿y qué les darás a cambio, unos
mugrosos 120 mil pesos? Eso no cubre nada. No cubrirá tu trasero.
- No, todo tiene arreglo. Conocí
al doctor Molina y a su hermano a través de un chantajista que trató de hacerle
lo mismo, era su cómplice pero el doctor Molina se arrepintió. Pude revertir
eso, puedo revertir esto, puedes tenerlo por seguro. He aprendido mucho en
prisión. Si tuviera todas las habilidades que tengo ahora unos diez años antes
no estaríamos aquí.
- Pero estamos.
- Sí, y tú estás ganando tiempo.
Vamos Momo, ya dijiste todo lo que tenías que decir.
- No, me faltó algo.- Bruno alza
una ceja, su brazo tensa, está esperando su momento.
- Vamos, di tus últimas palabras.
- Tres celulares.- Saco los dos
celulares de los bolsillos de mi saco, los pongo sobre la mesa y sonrío.- Te
estás haciendo viejo.
Maribel
aparece en la puerta, pistola en mano y lista para usarla. Fue un tratamiento
duro, pero necesario. La dejé en el maletero con agua, comida, un arma, la
llave, un mensaje para que me diera tiempo y un celular en llamada con uno de
los míos. Pensé que Beltrán se asustaría por el asunto de la grabación de
Hassan, por eso necesitaba de los celulares que tenía en mi departamento, le
mostré el que estaba apagado y no se figuró que podía tener más. Lo hizo
personal, él quería hablar, él quería demostrarme lo inteligente que es. La
verdad es que es cierto, es simplemente brillante, pero en esta vida no gana el
que más se esfuerza o el que es más inteligente, lo único que vale en el mundo
es la astucia. Mi padre solía decirlo todo el tiempo. Un celular apagado, uno
en llamada al maletero y otro que grabe toda la conversación. Beltrán quería
conocer mi arma secreta, pero mi arma secreta era él.
- ¡Me ibas a dejar en Mérida, en
prisión! Bruno, ¿cómo pudiste?- Beltrán le apunta a ella y después a mí. Yo le
apunto a la cabeza, respiro tranquilo y trato de ordenar el caos a mi
alrededor.- ¿Qué fue lo que me dijiste cuando llegamos a Mérida? Dilo o te
mato.
- No.
- Maldito cobarde, me dijiste
que, pasara lo que pasara, siempre estaríamos juntos.
- ¡Éramos niños Maribel!
Finalmente lo tenía, el suficiente dinero para tenerla hecha toda mi vida.
- ¿Sin mí? Momo no me dijo porque
sabía lo mucho que te idolatraba, no le habría creído. Cuando regresaste,
cuando me dijiste que querías vengarte de él, aunque fuera un poquito y yo
estaba deshecha. No sabía qué pensar, pero la sangre es la sangre. Me
convertiste en lo que más odio para hacer unos cuantos billetes y dejarme colgada
en el aire.
- Maribel, eres mi hermana pero
si me haces elegir tendré que disparar.
- Estos diez años me hiciste
creer que Momo se había acobardado, que te había entregado porque estaba
envidioso que tú tuvieras el dinero, que no creía que tú lo compartirías con
él, que había decidido que si él no lo tenía entonces nadie lo tendría. Fui una
idiota porque Momo te habría seguido hasta La Habana nadando, hasta el infierno
te hubiera seguido... Y yo también.
- Basta.- Alargo el brazo hasta
el hombro de Maribel para calmarla.- No, esto no acaba así. No, maldita sea, no
te voy a perder otra vez. No mates a tu hermano Maribel, no seas como él.
- Es un maldito.
- Sí, lo es, pero esto no es
justo para ti, ni para mí. No, Bruno merece estar solo, merece vivir con miedo
el resto de su vida.
- No descansará hasta matarte
Momo.
- No me importa.- Bajo el arma y
Beltrán me mira, me mide. Siempre fue bueno para eso.- No voy a matarte Bruno,
no lo haré. Fuiste como mi padre por un tiempo, no te puedo hacer esto. Por favor,
no mates a Maribel, ni hagas que tu hermana te mate, piensa en ella, al menos
una vez. Toma el dinero, está todo ahí. Suficiente para salir del país,
establecerte en otra parte.
- Estás mintiendo.
- Mírame a la cara Bruno, ¿estoy
mintiendo?
Maribel baja la
pistola cuando su hermano lo hace. Le tiro el dinero al centro del patio y los
dos lo observamos en silencio. Lo recoge sin decir nada, se guarda el arma y
sale del lugar. Pasa a nuestro lado, la cabeza gacha, los ojos repletos de
lágrimas y entonces sé que ese es el peor momento de su vida. Le seguimos
afuera y caminamos de regreso al auto sin decir nada. No queda nada qué decir.
La verdad tiene ese efecto, corta la conversación como un hacha. Nada que
añadirle, nada que pulir, la verdad en su estado puro destruyó a Beltrán y sé
que destruyó un poco a Maribel. Había sido muy fácil, había sido mucho mejor
creer que yo había traicionado a su hermano, quien había sido como un padre
para mí, por algo vulgar como odio o cobardía. Me apoyo contra el auto, me
enciendo un cigarro. Mis manos aún tiemblan. Le muestro el USB que me había
dado en su casa, lo tiro al piso y lo aplasto con fuerza.
- Deberías borrarlo todo Maribel,
es tóxico de maneras que no quieres ni imaginar.
- ¿Por qué no me dijiste?
- No lo sé, naturaleza humana.
Natural como huir, como lastimar, como enojar a miembros del cartel... Maribel,
ese dinero no será suficiente.
- Lo sé.- Lo dice fríamente. Sabe
que mandé a su hermano a morir pero no puede sentir nada al respecto.
- Todos estos años pensé que eras
alguien distinto. Pensé que eras frío, calculador, incapaz de intimar, incapaz
de sentir, amante únicamente del dinero.
- No, pensabas bien. Era esa
persona, pero cuando estoy contigo soy otra persona completamente.
- ¿Alguien mejor?
- Vamos, nos esperan en mi
departamento.
César
Orozco seguía ahí, junto con algunos de sus matones. El doctor Molina trató de
entrar, de forzar la cerradura, le agarraron con las manos en la masa y se lo
llevó una patrulla. Le devuelvo los treinta mil, le mentí a Beltrán, saqué algo
para Orozco. Nos dejan a solas y pasamos la noche abrazados en el sofá,
escuchando blues. Nadie dice nada, nadie quiere moverse. Nos quedamos
encerrados por varios días, es nuestra burbuja que espera pincharse. Sucede
finalmente, nos enteramos que Bruno fue baleado tratando de cruzar a Guatemala.
Lo enterraron en una tumba sin nombre, sin funeral y sin seres queridos que le
lloraran. Maribel no dejó caer ni una sola lágrima, yo tampoco. Habíamos
vertido suficientes para estas alturas. Al día siguiente la llevo al
aeropuerto, regresa a Cancún. No soporta Mérida, pero no lloramos, sabemos que
nos veremos de nuevo. La beso antes de dejarla ir, esa frialdad se apodera de
mi corazón otra vez. Ella me regala su collar de mariposas. Yo le dejo una nota
en su maleta. Un papelito que dice “Amor, amistad, café, licor y comida, los
únicos lujos que valen la pena”.
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