Contra la pared
Por: Juan Sebastián Ohem
Del
escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
El
rugido del motor. Intercambio de miradas. Ninguno de los dos sonríe. No hay
nada de qué sonreír. La palanca de velocidades cruje. Primera a segunda. No
llegarán a tercera. Freno a fondo. Acelerador a fondo. Las llantas se queman.
Faros prendidos. Iluminan la pared. Marcas en el asfalto como testamento. Se
miran de nuevo. Cierran los ojos. No hay nada más que ver. Dicen que se escuchó
un crujido metálico. Dicen que se amaban. Dicen que estaban contra la pared.
Ella tenía el cinturón puesto. Él no. Atraviesa el vidrio y su cuerpo se
estrella contra la pared. Estaban contra la pared, en cierto modo la
atravesaron juntos. Un baile termina. Un baile comienza. Hormigas que
bulliciosamente atacan las sobras de un picnic. Vecinos se asoman.
Exclamaciones. Gritos. Llamadas. Sirenas. Cinta de policía. Miradas ociosas.
Miradas a la historia de amor. Nadie la entiende. Nadie la entendió tampoco
cuando estaban vivos.
- ¿Identificación?
- Martin, apenas son niños.
Además, no creo que tengan credencial de la biblioteca. No aquí. No en Morton.-
El chico es apenas reconocible. Hurgo entre sus bolsillos.- 20 dólares en
billetes arrugados, una bolsa de marihuana y un recibo de una casa de empeño
“Rullers”. Tiene piquetes en los brazos, el chico perseguía al dragón.
- La chica no está bien.
- Bueno, está muerta pero dale la
oportunidad.- Me asomo al auto y reviso debajo del auto. Una automática calibre
.45.- Él no cantaba en el coro.
- No Oz, mira esto.- Con cuidado
de no tocar la sangre en el asiento me estiro para verla mejor. Martin señala
los moretones en su rostro y en su cuello.- El golpe no pudo haberlos
producido, estos no son frescos. Los del cuello forman dedos. Alguien abusaba
de ella.
- Noticias viejas, literalmente.
Tengo el arma del chico, te apuesto algo que balística nos dirá en qué ha sido
usada.- Un uniformado se acerca acompañado de una pareja. Le doy el arma para
que la mande a balística de inmediato.- ¿Son los padres de las víctimas?
- No detective, son dueños de la
farmacia de enfrente.- El policía recibe el arma en la bolsa y la mira como si
nunca hubiese visto algo semejante.
- ¿Por qué no dejas que ellos
hablen y tú haces tu trabajo?
- Soy Chuck, ella es mi esposa
Lidia. Lo vimos pasar.
- ¿Conocen a las víctimas?
- Sí, él era Andrew Rascol, ella
era Margaret Meeks.- La mujer usa el pañuelo de esposo al ver que los médicos
de la morgue luchan para sacar a Margaret de su asiento.- Debían vivir cerca
porque pasaban mucho tiempo en la farmacia, comprando sodas y escuchando la
radio. Chuck y yo nunca tuvimos hijos, así que nos encariñamos con los jóvenes.
- Entiendo. ¿Estos chicos iban a
la escuela, eran vagos o qué?
- Le puedo decir que se amaban
mucho.
- Sí, algo así me imaginé.- Les
llevo de vuelta al otro lado de la cinta policial y me encuentro con Martin,
quien no se ha separado de Margaret Meeks.- Hay que notificar a los padres.
- Te acompaño.
- ¿No prefieres apurar a los de
balística?- Martin toma al forense del brazo y lo separa de Margaret. Jala la
sábana blanca y miro su rostro. Era una adolescente rubia y pecosa, la clase de
chica que sólo existe en anuncios publicitarios. Ojos verdes que miran a
ninguna parte. Su rostro estaba en paz, pero los moretones ennegrecidos
perturbaban la imagen. Perturbaron a Martin.
- Animales Oz.
- ¿No se te ha ocurrido que
quizás fue Romeo? Si era lo suficientemente inestable para estrellarse contra
una pared, puede haber hecho cualquier cosa. La chica es joven, no sabe nada
del mundo.
- No lo creo Oz, no había marcas
en los nudillos de Andrew Rascol, a excepción de algunos vidrios. Además, se
suicidaron juntos acelerando de un lado a otro del estacionamiento. Ella no lo
habría hecho si era golpeada.
- He visto cosas así antes.
- Entonces dime Larry, si ella es
tan joven y sin duda vive con sus padres, ¿no crees que ellos habrían notado
las golpizas de su novio?
- Llamaré al precinto para
conseguir el domicilio de la chica.
Manejamos
en silencio. Su mirada es intensa. Odia estos casos. Enciendo un cigarro. Bebo
de la licorera. Pongo la sirena. Asustó a inocentes transeúntes. Martin sonríe.
Yo sonrío. La unión de Morton con Baltic. Sigue siendo Morton, pero con menos
prostitutas en las calles. El hogar Meeks es una casucha de tablas despintadas
de madera. Sueño americano venido a menos. Pasto amarillento en el porche. Es
cierto, siempre es más verde del otro lado de la barda. El perro nos gruñe y
ladra. Encadenado a una estaca en el suelo sirve de timbre. Norman Meeks sale
al porche en calzones y con un bat de baseball. Martin muestra su placa, yo
muestro mi arma. No me canso de repetirle al novato, algunos respetan la placa,
pero todos temen al arma.
- Detectives Felton y Ozfelian.
¿Usted es el padre de Margaret Meeks?
- Margaret Mary, sí.
- ¿Podemos pasar?- Lo duda, pero
Martin lo empuja dentro de la casa. Nos instalamos en una sala donde el
plástico aún cubre los sillones. Figurinas de porcelana nos miran desde los
estantes.
- ¿Qué ocurre Norman?- La esposa
baja en bata y camisón. Se para a un lado de su marido, pero no se toman de la
mano aún cuando se imaginan lo que estamos por decir.
- Ella es Vivian, mi esposa.
- Su hija Margaret Mary Meeks
falleció esta noche. Resultado de un accidente vehicular.- Martin sabe cómo ser
diplomático. Norman y Vivian se miran sin saber qué decir. Vivian se sienta en
el sillón frente a nosotros. Norman deja caer el bat y golpea la pared.- Fue
suicidio.
- Ella no tiene un auto.- Dijo
Vivian.
- La persona al volante fue
identificada como Andrew Rascol.
- ¡Maldita sea!- Norman arranca
un cuadro de la pared y lo tira al otro lado de la sala.- Ese vago bueno para
nada. ¿Cómo saben que fue suicidio?
- Manejó a toda velocidad por un
estacionamiento público hasta chocar de frente a una pared. ¿Qué nos pueden
decir de Andrew Rascol?
- Era su novio. Ella lo trataba
de esconder, pero lo sabía.- Vivian se suena la nariz con la manga de su bata.
Norman sigue haciendo rabietas en la cocina.- Es un huérfano que vivía sólo. No
sé cómo hacía para mantenerse. Se conocieron desde niños. Maldita sea eran
niños. Mi niña, mi única niña, tiene 14, o tenía. Él debía tener 16. ¿Cuándo
puedo verla?
- Mañana en la mañana.
Necesitaremos que la identifique en la morgue.
- Te dije Vivian que ese vago era
un bueno para nada. Tú la dejabas salir hasta tarde.
- Norman, tú no te darías cuenta
a qué hora iba y venía a si tu vida dependiera de ello.- Martin los quiere
interrumpir, pero lo detengo de un codazo.- Andrew era un vago, pero tenía
excusa era sólo un chico. Tú eres un desempleado de 40.
- No te hagas a la inocente
Vivian, no te sale. Lo único que te importa es el dinero.
- ¿Cuál dinero, el de tu
herencia? Lo gastaste todo en esa propiedad de Broker.
- No podemos construir por
problemas de tecnicismos, ya te dije.- Se miran con odio y alejan la mirada.
Hay un silencio tan incómodo que hasta la figurinas de porcelana miran a otra
parte. Con un codazo animo a Martin.
- Hábleme de su hija.
- ¿Qué le puedo decir? Era una
buena chica, trabajaba de mesera cuando no estudiaba. Ahora en sus vacaciones
estuvo trabajando en “Chávez”, es el restaurante de Armando Chávez. Fue
boxeador de joven, es conocido aquí en Morton. No era buena estudiante, ¿pero a
quién le importa?
- Conocido en Morton, sí cómo
no.- Norman bebe de su cerveza de lata para calmarse, pero no funciona del todo
bien.- Un don nadie.
- ¿Y tú sabes de eso, no es así?
Como el maleante de tu hermano.
- Patrick ya cumplió su condena.
Él sí es un empresario, no entiendo por qué Maggie tenía que trabajar para ese
chicano.
- ¿Su hermano Patrick es
empresario?- Martin le soltó más cuerda. Ha aprendido bien.
- Es dueño del “penny arcade”,
son maquinitas, galería de tiro y todo eso. Tiene acciones en el bar de al
lado.
- Y tú tienes más deudas de juego
que cerebro.- Cortó Vivian. Martin se encendió un cigarro y les miró
detenidamente. La imagen estaba tan nítida como la vida real. Padre violento.
Familia de maleantes. Matrimonio infernal. Novio rebelde y libre. Atorada en
Morton. Se liberó finalmente. Se liberó fatalmente.- No fume en mi casa
detective, lo dejé y no quiero recaer.
- Fumo donde se me pegue la
gana.- Martin está rojo. Debería preocuparme, pero me divierte. Además, la
chica solo tenía 14. Me alegra que no haya sido yo quien estallara.- Su hija
tenía que vivir en esta pocilga con ustedes como padres, pero ya se liberó.
- ¿Quién se cree que es para
hablarme así?
- Usted ni hable Norman, esos
nudillos rojos lo dicen todo. Su hija era golpeada rutinariamente. Usted lo
sabe Vivian, o es la peor ciega de este mundo.- Vivian se sienta derecha y le
mira con odio. No dice nada, no al principio, puedo ver su mente calculando su
respuesta.
- Sabré quién la abusaba.- Martin
se pone de pie y nos dirigimos a la puerta.- Y cuando lo hagan, esa persona
deseará haberse estrellado contra la pared.
- Bien dicho.- Digo después del
silencio por varias cuadras.
- No puedo creer que haya hecho
eso.- Está rojo y temblando. Busca mi licorera con dedos nerviosos y le da un
buen trago.- Fue la adrenalina.
- No, hiciste bien chico, muy
bien. Se siento raro ser el policía bueno.
El
análisis del arma dura toda la noche. Esperamos dormidos en las sillas fuera de
la oficina. Café rancio. Plantas moribundas de decoración. Tapizado de colores
chillones. Vista a los barrios bajos. He estado en peores lugares. A primera
hora el analista se presenta cargado de expedientes y una sonrisa. Ganamos la
lotería. El arma fue usada en al menos cuatro asaltos. Cuatro crímenes sin
resolver. Cuatro nombres borrados del pizarrón de un solo golpe. El teniente
Simone sonríe como un buitre. De vuelta al auto. Tour de Andrew Rascol. Asalto
a licorería. Dos heridos de gravedad que sobrevivieron. Poco más de quinientos
dólares y una caja de las mejores botellas. El dependiente reconoció la
fotografía, pero añadió que el chico usaba un disfraz. Asalto a la nómina de
una bodega de muebles en Baltic. Entró por la puerta trasera, el único testigo
fue herido en el abdomen pero desde su silla de ruedas jura que fue él.
Farmacia, dos heridos y menos de 300 dólares y una maleta repleta de medicinas
para revender. Tienda de ropa, a una hora que llegara el camión de valores para
llevarse las ganancias. Usando disfraz. Varios golpeados. Un herido de bala en
el pie.
El
tour dura todo el día. El calor es sofocante. El viaje es alucinante. Andrew el
forajido. Andrew el desesperado. 16 años y un arma. 16 años y ya sabía que
nadie escapa de Morton, no con vida. Demasiado joven para hacerlo. Demasiado
joven para morir. De atraco a atraco. Seguimos las huellas de un muerto. Es
obvio que no sabemos ni la mitad. Martin no comparte la emoción. Al diablo
Andrew Rascol, él quiere saber más de Maggie Meeks. Mira la fotografía tomada
en la morgue. La mira como mira las fotos de sus sobrinas.
- Habrá que buscar socios y
conocidos. Podríamos cerrar otros cuatro.- El teniente prueba el café e
inmediatamente lo regresa a la mesa.
- Hay algunas preguntas que me
gustaría hacerle al jefe de Maggie.- Martin se quita el sombrero y se rasca la
cabeza con la misma mirada de cachorro perdido que siempre. Vinnie paranoias le
mira como un bicho raro. El teniente siempre juega a la segura.
- Detective, ésta es el
departamento de homicidios, no suicidios. Lo que haya llevado a esa pobre chica
a seguir a Andrew Rascol al otro mundo no nos incumbe. Concéntrense en Rascol,
es una orden. Ya tenemos al menos cuatro testigos que lo ubican en al menos
seis robos.
- Sí señor,- Martin es demasiado
terco.- pero la forense confirmó que Maggie sufrió abuso sexual prolongado. Eso
es ilegal.
- Por última vez, Andrew Rascol.
La chica está muerta. Ningún asistente del fiscal empujaría ese caso. Cierren
casos, no abran nuevos.
- Sí teniente.- Trato de no
reírme. Jalo a Martin del brazo, es hora de irnos.
- Oye chico, deberías hacer lo
tuyo.
- Pero el teniente dijo que no
abriera ningún caso nuevo.
- ¿Y? No lo hagas. Voy a ir al
departamento de Rascol, puedo hacerlo solo.
- Iré a hablar con ese Armando
Chavez a su restaurante, gracias Oz.
- No me agradezcas aún.- Alimento
su obsesión. Puede salir muy mal. No hay manera que salga algo bueno de la
violación de Maggie Meeks.
La
notificación de demolición ya tiene moho. El edificio cayó al limbo
burocrático. Renta congelada. Puedo ver a Andrew recorriendo el largo pasillo
infestado de agujas. Lo veo pateando a los vagabundos para subir por la
escalera. Pero ver a Maggie ahí me parte el corazón. El casero murió en una
balacera. No lo necesito. Fuerzo mi entrada por los cuatro seguros. El rebelde
no conocía la higiene. Un colchón y un baño. Las cucarachas luchan contra los
ratones. Las cucarachas van ganando. Ropa por todas partes. Ropa que esconde un
bote de basura. Ropa que esconde algo que solía ser un buró antes de partirse
en dos. Joyería robada, regalos para Maggie. Rebelde violento, pero enamorado.
Empiezo a creer que Rascol no abusó de Maggie. Entre los restos de comida
encuentro un collar de perlas. Más de mil dólares debajo de cajas de pizza. Lo
suficientemente viejo para robarlo, pero demasiado joven para saber qué era.
Podría ganarse el corazón de cualquier ilusa de Morton, pero él quería a
Maggie. Una foto debajo del colchón, su gran tesoro. Maggie y Andrew en una
feria. Ella bonita e inocente, él peludo y sonriente. Inocente, a su manera. Estoy
por darme por vencido cuando reviso el basurero. Andrew lo usaba
ocasionalmente. Papeles garabateados y un recibo de detective privado “David G.
Brooks”. El nombre me suena, un matón con oficina en Baltic. Guardo el recibo
en mi bolsillo, junto con la nota de la casa de empeños “Rullers” que encontré
en su bolsillo. Me fumo un cigarro tratando de decidir qué pista seguir
primero, y la nota de empeño me gana. El empleado no recuerda nada, ninguno de
su clase lo hace, y me entrega el tesoro de Andrew Rascol, una vasija de porcelana
falsa. Decepcionado regreso al auto cargándola como las cenizas de mi madre y
regreso a Morton para recoger a Martin.
- Esto se pone cada vez más
interesante.- Recojo a Martin en el restaurante “Chávez”. El boxeador es un
hombre corpulento y de aspecto aventurero que se despide del detective Felton y
regresa a su restaurante dando pasos de boxeo y peleando contra su sombra.
Martin sonríe como un idiota, eso no puede ser bueno.
- Mi caso también es
interesante.- Me muestra un listado telefónico y se enciende un cigarro.- Hay
varias llamadas desde el único teléfono del restaurante a casa de los Meeks. Y
no creo que haya sido Maggie.
- ¿Por qué? Su padre podría
haberla obligado a reportarse.
- ¿Ese inútil? Ni siquiera notó
que su única hija no estaba en casa la noche que se mató. Además, el teléfono
está en la oficina de Armando Chavez. El sujeto se cree un semi-dios.
- Le vi despidiéndose muy feliz.
¿Algo más pasó en esa oficina que tengas que contarme usando un muñeco?
- Ya sabía de Maggie, estaba
triste. Le dije que sospechaba de Norman Meeks para el asunto de los golpes, no
mencioné las violaciones, y se puso muy feliz. Me ayudó con todo. El maldito la
forzó a tener sexo abusando de su autoridad y se pasea como si nada. Aún no
puedo probarlo, pero lo haré.
- Cuidado Martin, casi suenas
como un detective. Dentro de poco habrá que darte placa y todo.
- ¿Qué tienes ahí Oz?- Recoge la
vasija del asiento trasero y sonríe.- Las cenizas de tu buen gusto, finalmente
podrán descansar en paz.
- ¿Qué tiene de malo mi corbata?-
Instintivamente miro mi corbata. Salmones cafés nadando en un mar de violeta.
- Si tienes que hacer esa
pregunta, entonces ya lo sabes.
- Esa porquería es lo que tenía
empeñado. En su casa encontré el recibo de un detective privado. Vamos para
allá. No sé me ocurre por qué empeñaría eso. No parece herencia familiar, el
chico no tenía a nadie, y no vale nada esa porquería. Se me ocurre que es algo
que protegía, pagaba unos dólares cada quincena y no la venden. No que alguien
quisiera comprarla.
- Tiene algo adentro.- Agitó la
vasija contra su oído y me acerco para escuchar. Freno el auto en seco. Martin
rompe la vasija y encuentra una llave.- Creo que me gané mi placa.
- Compraremos una caja de cereal
en el camino. El plástico de esa llave es de la estación de trenes. Es un
locker.
Cambio de dirección y
cambio de planes. El sol se pone cuando llegamos a la estación. El calor abre
paso a la brisa nocturna. Ubicamos el locker por el número en la llave. Martin
y yo nos quedamos boquiabiertos. Un revólver y un ticket de estacionamiento.
Tomo el revólver con un pañuelo y lo reviso. Ha sido usado. Tres balas para ser
exactos. Empacamos la evidencia y se la encargo a un patrullero a punta de
amenazas para que la lleve al precinto y alguien lo analice. Es hora de hablar
con el detective privado.
- Detectives Ozfelian y Felton.-
Empujo al detective privado y nos hacemos pasar.
- ¿Oz? No sabía que aún estabas
activo.
- Las sorpresas de la vida.
Andrew Rascol, ¿te suena el nombre Brooks?
- Quizás.- El corpulento
detective se sienta en la esquina de su escritorio y nos mira de los zapatos
hasta el sombrero. No me gusta su sonrisa. Lo agarro de la corbata y de un
empujón lo tiro al suelo. Ahora sabe que sigo activo. Martin me detiene de
patearlo en el suelo y me enciendo un cigarro apoyado contra su archivero.
David Brooks se pone de pie sin quejarse. Él sabe cómo está el marcador.- Fue
justo, disculpa Oz.
- No te preocupes. ¿Andrew
Rascol?
- Sí, es mi cliente.
- Fue tu cliente.
- ¿Está muerto?
- No, está de vacaciones en la
morgue.
- Me contrató hace un mes para
que siguiera a su chica, una Maggie Meeks.
- ¿Por qué?
- Temía que tuviera un amorío. La
seguí por un buen tiempo.
- ¿Y?
- Ni idea si tenía un amorío. Yo
no vi nada.
- ¿Vio quien la golpeaba?- Pregunta
Martin al filo de su asiento.
- No, quizás Andrew. No lo sé. La
chica me hizo. Me descubrió cuando la vigilaba desde el auto. Le dije que su
novio me había contratado. Ella pensó que era un depravado.
- Y sí,- dije mientras hojeaba
sus expedientes.- pero también te había contratado su novio. ¿Le dijiste a
Andrew que tu marca te hizo?
- No, ella me pidió que no. Dejó
que la siguiera. Por eso estoy bastante seguro que no tenía un amorío. Una
chica linda la verdad.
- Así que seguiste cobrando a
Andrew por seguir inadvertidamente a una chica que sabía que las estabas
siguiendo.- Apago el cigarro en el archivero y sonrío.- No has cambiado Brooks.
Te arresté hace unos años, ¿lo recuerdas? Cobrador de la mafia. ¿Qué paga
mejor?
- ¿La verdad? Cobrador.- Brooks
se ríe mientras busca en su escritorio.- Pero al menos aquí nadie trata de
dispararme.
- Entendible. ¿El chico te pagó
por todos los días?
- No los últimos dos. Si está
muerto, no puedo reclamárselo. La verdad se me olvidó cobrar.- Me extiende su
bloc y lo reviso por encima.- Son mis notas sobre este caso. Me las ibas a
pedir, ¿no es cierto?
- Me conoces bien.
- Nadie olvida al mago de Oz.
- Sí, eso me temo.- Salimos de la
oficina y no hablamos hasta llegar al elevador.
- Maggie estaría avergonzada del
abuso. Sabía que estaba siendo seguida, habría tenido cuidado. Además, si fue
Norman quien la violaba entonces este idiota no tendría ni idea.
- El detective Brooks no podría
detectar ni la silla sobre la que se sienta. Sus notas son un asco y tienen
muchos huecos. Lo más seguro es que se iría a comer por horas y apenas le
prestaría atención al asunto. Rascol tenía 16 años, la perfecta víctima para
estafar.- En el auto descifro los garabatos que Brooks hacía pasar por notas.-
Menciona un departamento al que Maggie fue a ver a Andrew hace una semana. No
está lejos de aquí. Es hora de ver cómo vivieron.
La
anotación indica que Maggie se encontró con Andrew en la puerta del edificio.
El corpulento Brooks no se bajó para investigar a dónde iban, pero anotó la
ventana que se iluminó y por la que Maggie se asomó para abrir la ventana. Martin
le pregunta al casero, la señora no sabe ni quienes viven en esos
departamentos. Recibe el dinero de sus inquilinos por debajo de la puerta.
Calculamos y uso mis ganzúas. Le atinamos, es la ventana. El departamento no es
lujoso, pero no es un nido de ratas tampoco. Es un nido de amor. Cuadros
azulados por la luz del día. Muebles pasados de moda que apenas se sostienen.
Lo único que vale la pena es la cama. Martin la observa en silencio. Maggie de
14 años estuvo en esa cama con las piernas abiertas y eso le afecta. El baño
tiene algunas lociones, gel y perfumen de jovencita y nada más.
- Nada en los basureros, no hay
refrigerador ni radio. Es obvio para qué servía este departamento y no
sacaremos nada más de él. Vamos Martin, hay otras anotaciones que seguir.
Habíamos
tomado el tour de Andrew. El tour de la fiebre. Estábamos en otro tour. Andrew
el forajido se convierte en Andrew el enamorado de 16 años. Me daría gracia, de
no ser por lo trágico del asunto. Pizzería en Baltic. El dependiente reconoce
las fotos. Dos chicos enamorados. Una plaza comercial. El “penny arcade” de
Patrick Meeks. Rifles de balines y osos de felpa. Tickets por regalos. Maggie
cargando algún premio. Andrew cargando una pistola en el cinto. Pagando todo
con dinero robado. Un sueño para ambos. La ilusión se rompe con la anotación
sobre el bar. Agente de apuestas, Maggie se quedó atrás. Andrew tenía otras
aficiones, unas costosas. Entramos al bar cerca del “penny arcade”, voy directo
a la barra y Martin se une a los apostadores frente a una radio.
- Tengo 200 con “dulce Mary” para
la quinta carrera. Es un hecho.
- ¿Cuánto dijiste?- Un sujeto
esbelto y con cara de rata se le acerca. Lápiz en la oreja y un librito en la
mano. El chico lo encontró como el que caza moscas con miel.
- Detective Felton, no se mueva.-
El agente de apuestas entra en pánico e intenta huir. Un golpe a los riñones lo
detienen. Se tambalea entre las sillas y cae al suelo. Lo levanto de la solapa
de su traje y lo aviento contra una cabina de sillones al fondo del bar.- Le
dije que no se moviera. Mi compañero no le gustan los que corren.
- No me gusta cansarme.- Reviso
su cartera y obtengo su nombre.- Gabriel F. Corrigan. ¿De quién más admites apuestas
Corrigan?
- Escuchen, ¿son de vicio?
- No, homicidios.- Corrigan se
quita el sombrero y suspira aliviado.- Soy Oz.
- Pensé que me iban a arrestar.
- Eso no está fuera de la mesa.
Ayúdanos y olvidaremos que te conocemos. Andrew Rascol.
- ¿Andrew de 16? Un apostador
degenerado, casi siempre perdía. Pésima suerte. ¿Quién lo mató?
- ¿Qué hay de Maggie Meeks?-
Pregunta Martin.
- ¿Quién es esa?
- Su novia.
- Ah sí, la rubia enamorada de
Andrew. Se quedaba fuera siempre, Andrew no quería que entrara.- Se alisa el
saco y trata de parecer calmado. Me tiene a mí arrinconándolo y a Martin frente
a él como un halcón. Está atrapado y lo sabe.- No les voy a mentir, no quiero
que me arresten. Andrew me debía 10 de los grandes. Sé que ese es motivo para
matar a alguien, pero yo no lo hice.
- ¿Cómo puede un chico de 16
endeudarse con un profesional como tú Corrigan?, ¿en qué estabas pensando
dejándole apostar cada vez más?
- No pasó así. Me pagaba
regularmente. Tuvo una buena racha, después una pésima racha. Ustedes saben
cómo es. Nunca pregunté cómo conseguía el dinero, siempre que pagara. Pero no
lo maté.
- Quién sabe Corrigan, quizás sí
lo hiciste, sin darte cuenta. Estaremos sobre ti, si intentas huir desataremos
la furia de Dios y te enviaremos a un hoyo muy profundo. ¿Entiendes?
- Entiendo Oz, yo sé cómo es.
- Eso es lo que me temo Corrigan.
La
imagen se va aclarando para mí, pero no para Martin. Endeudado, atrapado en una
racha de robos y deudas Andrew decide terminarlo todo. Maggie le acompaña en su
viaje. Eso nos dice mucho sobre Rascol, pero no nos dice lo que Martin quiere
saber. No nos dice quién abusaba de Maggie. A estas alturas yo también lo
quiero saber. El teniente Simone nos espera en el precinto con su propio
cuento. Uno que ha decorado una pizarra y ha puesto docenas de expedientes
sobre la mesa. Bebe su café mirando su pizarra. Me acerco a la máquina de café.
Es otro café. El teniente trajo el de su casa. Eso es dedicación.
El
ticket de estacionamiento que Andrew escondía junto a un revólver en el locker
de la estación llevó al teniente a dos homicidios sin resolver. George Stepan y
Horatio Balkan. El segundo era el cuidador nocturno del estacionamiento. Lugar
equivocado, momento equivocado. George Stepan fue un mafioso local, cómplice de
Joseph Stone. George Stepan se salvó de ir a prisión, no había suficiente
evidencia. Joe Stone no corrió con la misma suerte. Stone tenía una bodega de
ropa, escondía la heroína en las pieles más caras y feas al fondo de la bodega.
Stone era usurero y usaba a la gente que le debía dinero para hacer sus
crímenes con tal de saldar la deuda. Uno de los endeudados fue a la policía.
Stepan manejaba las finanzas y supo cómo desentenderse del asunto, pero Stone
estaba atrapado. Encontraron la heroína en su propiedad, pero el testimonio fue
invalidado por su abogado millonario. Hizo menos de diez años en prisión. Un
mes después de salir muere Stepan, y el guardia nocturno. Joe Stone ha
regresado a las andadas. Revisar los crímenes conectados a Joe Stone es otro
viaje alucinante. Martin se desaparece por varias horas y regresa con su
sonrisa de idiota. El teniente se preocupa tanto como yo.
- Adivinen quién hizo tiempo en
la misma celda que Stone. Patrick Meeks. Cinco años. Fraude en un negocio
inmobiliario.- Enciendo un cigarro y mastico la noticia.
- No sé por qué no lo conectamos
antes. El bar en el que estuvimos, ¿no es el mismo bar en el que Patrick Meeks
tiene “acciones”?- Felton se golpea la frente. Estuvo en nuestras narices y no
lo vimos.- El “penny arcade” y el bar. ¿No lo ves Martin? Corrigan nos mintió,
no reconoció el nombre. ¿Cómo puede ser, si el tío de Maggie es dueño del
lugar?
- ¿Detective Felton?- Un
uniformado le llama desde la puerta y Martin corre a recibirlo entre susurros.
El teniente alza una ceaja y trato de distraerlo haciendo preguntas sobre la
psicología de Stone. Área en la que el teniente parece muy interesado.
- ¿Todo bien, detective Felton?-
El teniente le mira de arriba para abajo.
- Está relacionado, no se
preocupe teniente. Oz y yo nos estamos enfocando exclusivamente a Andrew
Rascol.
- Muy bien.- Alguien lanza de
gritos y lanza un archivero. Nos asomamos y vemos a Norman Meeks borracho y
exigiendo información. Le doy una palmada en la espalda al teniente, es su
función. Nos escurrimos por la otra puerta y desaparecemos.
- Hice algunas averiguaciones,-
dijo Martin.- las llamadas de Chávez ocurrieron cuando Maggie estaba trabajando
de mesera. El asunto se pone peor. En dos ocasiones llamó a la casa de los
Meeks e inmediatamente después llamó a un hotel. Mandé a un uniformado a
preguntar y Vivian firmó con su nombre.
- Armando Chávez se acuesta con
Vivian. Eso sí es interesante.
- Quizás con las dos, pero con
una de ellas era a golpes.
- Primero Corrigan chico, después
seguimos tu línea.
Viajamos
en silencio. Martin puede oírlo. Los gritos de Maggie. Yo escucho la cursilería
barata de antes que Andrew encendiera el motor. ¿Qué se pudieron haber dicho
antes de matarse? Prendo la radio policial a todo volumen. Una violación. Un
apuñalado. Un robo a una gasolinera. La ciudad se está volviendo loca. Tratamos
de fingir que no es así. Tratamos de creer que cada quien encuentra su nicho de
libertad. Creemos que somos normales por esconder la cabeza. La verdad es que
Andrew tenía razón. Estamos todos contra la pared.
Gabriel Corrigan está
fuera del bar fumando un cigarro. No nos nota cuando estacionamos. Acaba el
cigarro. Se dispone a entrar. El gancho al hígado le sorprende. Se tambalea en
reversa. Se tropieza con los basureros. Martin no me detiene cuando tomo la
tapa de un basurero y la uso en Corrigan. Trato de aplanar su nariz de rata. Si
no puedes a la primera, intenta, intenta e intenta. Me canso de golpearlo.
Martin lo pone de pie de un jalón. Lo revisa y me da su pequeño cuadernillo de
números y colores. Muchos rojos. Rojos como la sangre que sale de su nariz.
- Omitiste un par de detalles
Corrigan. A Oz no le gusta que le mientan.
- Les dije la verdad, malditos
sádicos.
- No, yo soy el sádico, él es el
bruto. Andrew Rascol no trabajaba para sí mismo.
- No, por favor no. Les diré lo
que quieran, pero nada sobre él.- Martin le suelta una bofetada.
- Te dije, él es el bruto.
- Stone compró su deuda. El jugo
que me pagaba era secundario, intereses de mi parte. Stone es quien se lleva
los billetes grandes.
- ¿Dónde está?
- No lo sé Oz, lo juro.
- Conocías a Maggie Meeks.-
Martin le tuerce el brazo. Martin no lo disfruta, pero sabe que es necesario.-
El bar es prácticamente de Patrick Meeks.
- No sabía que estaban
relacionados aunque el nombre me resultaba familiar. Patrick es cliente,
siempre está en rojo pero siempre me paga. Su hermano también.- Reviso entre
sus nombres en código. Cada letra es una letra menos en el alfabeto, B es A, A
es Z. Todo un genio. Los hermanos Meeks le deben quince de los grandes. Pagos
semanas. Intereses infernales.
-Me vas a decir dónde está Joe
Stone. Entiende eso Corrigan.- Le doy un par de cachetadas y lo tiro de regreso
a la basura. Se remueve en su hábitat tratando de levantarse. Mi pie en su
cuello no ayuda. Martin pisa su entrepierna. Efectivo, cruel pero efectivo.-
Toda la fuerza lo está buscando por una cascada de crímenes y casos sin
resolver. Danos el lujo de entregarlo.
- No puedo Oz, lo juro.
- ¿Le tienes miedo?, ¿crees que
yo no te mataré?- Le muestro el arma y jalo el martillo.- Mi amigo y yo tenemos
placas. Podemos hacer lo que sea.
- No puedo porque me habla por
teléfono. Habla al bar.
- ¿Le crees?
- Yo sí.- Martin me muestra sus
pantalones. Se orina de miedo. Buena señal.
- Cuando Stone te llame, me
llamas. Nos encargaremos de él, no te podrá hacer nada.
- Nadie puede saber que fui yo.-
Dice finalmente cuando le dejamos levantarse.- Tiene amigos en lugares oscuros
si saben a lo que me refiero. Conoce a la pandilla de los West.
- Si no llamas, te encerraremos
por complicidad. Con la cantidad de crímenes que le imputamos a Stone pasarás
el resto de tu vida mirando por la ventana de la celda.- Le doy mi tarjeta y
tiembla de miedo.- No quieres pasar el resto de tus días soñando con que esos
barrotes se derritan.
- ¿Qué quieres hacer ahora Oz?
Quiero visitar a Chavez.
- Es hora que visitemos a Patrick
Meeks, está aquí cerca.
La noche atrae a los
jóvenes al “penny arcade”. Nos abrimos paso entre los que disparan con rifles
de juguetes, los que gastan sus mesadas con máquinas que echan luces y mueve
palancas. Estoy demasiado viejo. Gasto mi mesada en whisky, es más divertido.
Patrick Meeks se parece a su hermano, menos el alcoholismo. Parece un tipo
duro, con rostro anguloso y pequeños ojos negros. Bajo la luz roja se le puede
ver el efecto de la prisión. Nos mira llegar. Es obvio que no somos clientes.
Nos espera mientras se acomoda la corbata.
- Detectives Ozfelian y Felton.
¿Algún lugar privado donde podamos hablar?
- Señor Meeks, la máquina de ping
pong se trabó de nuevo.- El chico tiene la edad de Andrew, pero con mejor
aspecto. Está vivo para empezar.
- Llévala a depósito. Tengo que
hablar con los detectives. Vengan conmigo.
- Noche ocupada.
- Sí, pero uno nunca se
acostumbra al ruido.- Nos lleva a su oficina, un clóset amplio. Escritorio con
planta, teléfono y papeles por todas partes. Los tres nos agolpamos alrededor
de su escritorio bajo una única lámpara con la bombilla en sus últimas.
- La prisión debió ser más
silenciosa.
- Lo era, no que la extrañe.- Se
enciende un cigarro y le imitamos.- Mi hermano me habló de ustedes. Es sobre
Maggie y el patán de su novio, ¿no es cierto?
- Ha habido algunas novedades.
Como Joe Stone. ¿Lo recuerdas?- De un empujón lo arrincono y el miedo en su
rostro me lo dice todo.- ¿Dónde está?
- No sé, lo juro. ¿Creen que me
está buscando?
- Tantos años compartiendo celda,
¿y ni una visita?
- Años de tortura. Ese hombre es
un sádico. Mientras menos escucha su nombre, mejor.
- No nos mienta Meeks, no es
bueno para la salud. Pregúntele a Corrigan.
- Ese degenerado cree que porque
le debo dinero puede operar en mi bar. Me harían un favor si lo echan.- Lo dejo
ir y Patrick no se queja. Sin duda tiene flashbacks de prisión.
- No me diga lo que tengo que
hacer, no me gusta.
- No son de lo más amables, ¿se
los habían dicho? Pensé que era un suicidio.
- El novio de Maggie, ¿lo
conoce?- Martin presiona su línea. No lo culpo.
- Claro que lo conozco. Trató de
asaltarme hace un mes usando un disfraz ridículo. Le amenacé con decirle a
Maggie y se fue.
- Andrew Rascol trabajaba para
Joe Stone, Corrigan lo admitió y usted lo hará también. Dile Oz, dile lo que le
pasará si no lo hace.
- Mi parte favorita.- Tomo el
teléfono y agarrándole del cuello lo amenazo con golpearlo. Patrick se hinca y
trata de defenderse.- ¿Dónde está Stone?
- No lo sé maldita sea. No me
golpeé, no sé dónde está.
- Espero, por su bien, que no me
mienta. No me haga buscarlo.
Lo
dejamos en su oficina. Llamo al precinto. Quiero dos detectives siguiéndolo
todo el día. Brincamos de riel. La cacería por Stone es anunciada por la radio
policial. Saltamos al riel de Martin. El abuso de Maggie Meeks. Un viaje de
feria. Luces rojas y mal olor. Disfruto golpeando a Corrigan y amenazando a
Patrick, pero no disfruto investigar el pasado de Maggie. La rubia pecosa debe
estar en camino a su sepelio. Tranquila. Sonriente. Martin y yo cargamos con su
maldición. Cargamos su peso muerto. Consume a Martin. No dice nada hasta llegar
a la casa de Armando Chávez en Baltic. Tocamos la puerta. Nadie contesta. Uso
mis ganzúas. Martin guarda la respiración. Es ilegal, pero no es por eso.
El
boxeador retirado no vive mal. El gusto de un boxeador. Afiches de sus peleas
en las paredes. Un comedor antiguo y una radio del tamaño de una pared. Subimos
las escaleras para encontrar su dormitorio. Martin revisa el clóset. Ropa de
mujer, sin duda de Vivian. Una fotografía en el piso del clóset, es Maggie. Nos
miramos sin decir nada. Ambos lo pensamos. Vivian la trajo. Chávez se divirtió
con ambas. Una de ella no se divirtió mucho. Una bolsa de heroína escondida en
el baño. Martin me muestra su antebrazo. Los piquetes de Andrew. Tendría
sentido, un sentido macabro. Me digo a mí mismo que no es concluyente. No me
convenzo. Vivian la trae, Andrew le compra a Chávez y le paga con su novia. Lo
peor es que es posible.
- Oz, mira esto. Chávez escribió
algo.- Bloc de notas a un lado del teléfono del refrigerador. Abro la cerveza
que robé de su refri antes de usar un lápiz para sacar una impresión de lo que
fue escrito en la hoja anterior.- Tiene una cita con Brooks esta noche.
“Brooks. Olimpic, noche”.
- ¿A qué se refiere con
“Olimpic”? Hay un cine de ese nombre.
- Y un gimnasio, y un teatro y
veinte lugares más. No sabemos la hora tampoco.- Bebo de la cerveza y
tranquilizo a Martin.- No podemos avisar en el precinto, no deberíamos estar
aquí, ¿recuerdas?
- ¿Entonces qué hacemos?
- Visitemos a Brooks. Si no está
entramos y llamamos al precinto. Diremos que teníamos causa probable, ruidos
sospechosos que resultaron ser ratones o algo así. Quizás ahí encontremos el
lugar y la hora de la reunión. Si no hay nada, escribimos el mensaje y lo
incluimos al reporte.
- ¿Por qué suenas como si
tuvieras experiencia en eso?
- ¿Qué puedo decir? He visto
películas.
- En casas ajenas sin duda.
- Lo llamo sábados especiales.
Supongo que cada quien necesita un hobby.
Me
termino la cerveza en el auto. Martin trata de reunir las piezas. No le gusta
la imagen. A mí tampoco. Maggie estaba en un laberinto. Andrew trató de escapar
de él con la fuerza de una locomotora. Martin y yo lo vemos desde arriba. Un
rompecabezas. Cada paso es una insinuación. Stone, Corrigan, Rascol, Vivian,
Chávez, Patrick, Brooks y Norman. Todos unidos por un hilo sangriento. De
alguna manera todo se conecta, pero aún no sabemos cómo. Sabemos que si jalamos
de cualquier hilo haremos un nudo gordiano. El detective privado encaja. El
detective privado no está en su oficina. Martin dice escuchar chillidos
sospechosos. Estoy obligado a usar mis ganzúas. Martin estaba equivocado.
Simples ratones comiendo de las sobras. Ya estamos aquí, hagamos que valga la
pena.
- Se compró un bote y una casa.-
Martin me muestra los folletos y los recibos debajo de pilas de papeles.- De
alguna parte saca todo ese dinero.
- ¿Estamos seguros que Andrew lo
contrató y no fue al revés?
- ¿Encontraste algo?
- Nada que indique a dónde fue.
Llama al precinto mientras falsifico una nota.
- ¿Y si comparan su letra con la
tuya?
- Brooks y Chávez se verán esta
noche, pero uno de los dos no saldrá con vida. Mi dinero está en el idiota de
Brooks. Si una chica de 14 años lo pudo ver venir, ese boxeador galán también.-
Garabateo un par de cosas mientras Martin se reporta. Anuncia una orden de
captura para el detective y el boxeador, por si acaso.- ¿Me miras así porque te
dijeron algo interesante o me pedirás matrimonio?
- Lo primero. Patrick Meeks no se
ha movido. Agarrarán a alguno de los dos, espero que a los dos. Están
investigando las finanzas de Charles Stone, el hermano menor de Joseph. Nos
quieren en el precinto para nadar entre los papeles.
- Odio la natación.
Regresamos
al precinto y el teniente administra nuestros nombres junto a los de otros seis
detectives. La búsqueda por Joe Stone continúa. Martin sale temprano, tiene una
cita. Yo duermo unas horas en la habitación de arriba. Me despiertan para mi
turno y Martin llega media hora tarde apestando a cerveza y con lápiz labial en
el cuello. El rastro es tedioso, recibos, información tributaria y registros
municipales. Los renglones se confunden. Las letras se barren. El aburrimiento
nos afecta más que el poco sueño y la mala dieta. El teniente trae el desayuno
y comemos en silencio. Alguien se queda trabajando. Alguien muy suertudo. Stone
ha sido hábil en esconder su rastro, pero su hermano menor no era un mafioso.
Falleció sin testamento hace un año y sus posesiones quedaron sin reclamar por
mucho tiempo. Charles vendía departamentos y tenía varios a su nombre. Todos
ellos bajo llave y coleccionando polvo. Todos, menos uno.
- Joe Stone pagó la luz en un
departamento en Broker. Avenida Derrick #7674 apartamento 5-B.- Richard se pone
el saco, pero el teniente lo detiene.
- Vamos nosotros. Llévate las
donas Martin.- Richard White está furioso. Diez horas de arduo trabajo para
nada.- Tranquilo Richard. Nosotros somos los machos alfa. Nada personal. Si
detectamos cualquier movimiento llamaremos a la caballería.
Llegamos
sin la sirena. No queremos hacer ruido. Subimos por las escaleras sin mostrar
nuestras placas al casero que ronca sobre una revista de deportes. Pego la
oreja a la puerta, pero no escucho nada. Martin toma unas flores y golpea en la
puerta. Señor repartidor, una mano en las flores y la otra en el revólver. Mi
revólver está listo. Nadie responde. Golpea tan fuerte que la puerta se
tambalea. Aún nada. Suficientes juegos. Violamos el cerrojo y entramos listos
para disparar. Sala, cocina, baño y cuarto. No hay nadie. Unas cuantas latas en
los anaqueles y una botella de leche en el refri que aún no expira. El clóset
está casi vacío, con varios ganchos en el suelo. El baño no tiene pasta dental
ni cepillo. Reviso entre las bolsas de basura dejadas fuera del apartamento.
Recibo de la estación de camiones. Un boleto comprado ayer en la mañana para
salir hace una hora. Joe Stone se ha ido. Regresamos a la estación lanzando
insultos. La sirena a todo en hora pico. No dejo de pensar en lo mucho que robó
Andrew y lo poco que tenía. Martin no ha dejado de pensar en Maggie.
- El hijo de perra se ha ido.
Compró un boleto de ida. Encontré el ticket de compra en la basura y ni se
molesten en mostrar su fotografía en la estación. Demasiada gente.- Me desplomo
en mi silla y termino las rosquillas. El asunto no me cuadra. A escondidas le
hecho algo de whisky al café.
- Encontraron a Armando Chávez
regresando a su casa.- El teniente señaló al boxeador y Martin se puso de pie
como impulsado por un resorte.- Jura que Brooks le llamó a él. Fue a su encuentro
y no se apareció.
- ¿Y cómo conocía a Brooks?
- Según Chávez,- el teniente
remarcó esas palabras para que el boxeador las escuchara mientras era escoltado
a la sala de interrogatorios.- cuando le llamó le hizo saber que tenía
información pertinente sobre Margaret Meeks. Naturalmente, dice él, habiendo
sido su empleada se interesó en el asunto. No hemos encontrado rastro del
detective privado David Brooks.
- Ni lo encontrarán teniente, ese
hombre está más muerto que su sentido del humor.
- Maldito hijo de perra.- Martin
se echó a correr, empujando al teniente, y lanzándose contra el boxeador.
Chávez es un tipo duro, pero Martin está fuera de control. Clava sus rodillas
contra su abdomen y lo golpea en la cara hasta que lo separo.- Estás muerto
Chávez, ¿me escuchaste? Tú y Vivian responderán por lo que le hicieron a
Maggie. A mí sí me importa.
- Está loco, sáquenmelo de
encima. Los veré a todos ustedes en la corte con mi abogado. Quiero presentar
cargos.
- No te hagas al chistoso.- Ahora
soy yo quien lo empuja en cuanto se pone de pie. El boxeador cierra los puños.
Le clavo el revólver en las costillas.- Una palabra de esto y analizamos tu
restaurante por centímetros. Expondremos tu amorío con Vivian Meeks y tendremos
una larga conversación sobre la heroína que usas y guardas en tu baño.
- Nunca me habían tratado así en
mi vida.- El boxeador me empuja, se alisa la camisa y se va rápidamente.- Son
unos salvajes.
- No puedo decir que apruebo de
sus métodos, detective Ozfelian.- Enciendo un cigarro mientras el teniente está
parado frente a mí como una garrocha, señalándome con el índice. Martin trata
de calmarse golpeando un escritorio.- No puedo en lo absoluto.
- No me lo agradezca teniente.
- Y usted.- Martin no quiere ni
escucharlo. Empujó demasiado a Chávez, ahora nunca podrá hablar con él para
exponerlo en alguna contradicción.- Está en la cuerda floja detective. No
olvide que no hace mucho me rogaba por una oportunidad en las grandes ligas. El
detective Ozfelian es un pésimo ejemplo a seguir, pero al menos es competente.
Cierra casos. No como su obsesión con esa chica.
- ¿Y qué se supone que haremos?
No podemos olvidar que alguien la violó una y otra vez teniente, una y otra
vez.- Se le enfrenta, pero el teniente no se asusta. Vinnie paranoias no se
asusta fácilmente. Felton lanza los papeles de su escritorio y trata de
calmarse.- No me importa si la chica está muerta, es una víctima. Tenemos que
hacer nuestro trabajo.
- Es una lástima detective, lo
promovieron muy temprano. Recoja sus cosas, está suspendido.
- No le hable así.- El teniente
me mira con la ceja alzada. Finalmente, una emoción.- Martin tenía razón, lo
único que debía importarnos era Maggie. Gracias a él quebramos este caso en
dos.
- ¿De qué demonios habla
Ozfelian?
- Deje de gritarle, regrese a su
cómoda oficina y déjenos trabajar. Verá los resultados.- Me pongo mi sombrero y
me llevo el whisky.- ¿Quiere cerrar casos? Le pedirá disculpas al chico cuando
vea lo que viene. Vamos Martin, hay trabajo que hacer.
- Gracias.- Me dijo cuando
llegamos al estacionamiento.- Pensé que me despediría. No debí perder el
control, pero la verdad es que no he dormido y estos casos me afectan.
- Hiciste bien chico, ya no eres
un novato.
- ¿Primera parada Corrigan?
- Exacto.
Salimos a toda
velocidad. Sirenas y marcas en el asfalto. La ciudad se despierta. La ciudad
nunca durmió realmente. Nosotros tampoco. El mal sabor del whisky y las donas
se queda en mi garganta. La imagen de Maggie se queda en la de Martin como algo
tan amargo que le dobla. Estalló como una tubería de vapor. Ya era hora. Mira
por la ventana en silencio. Ahora entiende, ya no es un novato. Primera regla
del homicidio, los muertos no quedan enterrados para siempre. La segunda regla
es más siniestra, los muertos tienen la tendencia de aferrarte. La desaparición
de Brooks fue la gota que derramó el vaso. Martin ve la imagen tan clara como
yo lo hago. Yo desde mi riel y él desde el suyo. Los rieles se conectan y como
dos locomotoras que se estrellan la verdad nos golpea en la cara.
- Gabriel Corrigan, ¿nunca
duermes?- Corrigan me mira y se echa a correr. Le perseguimos por el bar, pero
estoy demasiado lento. Martin va tras él y yo regreso a la calle. Salen por la
entrada trasera. Disparo al aire y Corrigan se paraliza por unos segundos. Los
suficientes para que Martin lo tacleé al suelo. Regreso al auto y lo detengo a
centímetros de la cabeza de Corrigan.- No debiste correr Corrigan, ésa fue una
mala idea. Odio a los que corren.
- Es cierto Corrigan, Oz odia a
los que corren.- Martin le mete un par de bofetadas y le pone de pie.
- ¿Qué más quieren de mí?
- Nos mentiste sobre Stone, él te
llamó y no nos avisaste.
- No, lo juro. Vamos detectives,
me muero de miedo ¿es que no lo ven?
- Claro que te mueres de miedo
Corrigan. Tanto que mataste para él. Mataste al detective privado. Pero Stone
ya no está en la ciudad, ya no puede tocarte.- Corrigan piensa en alguna
mentira. Un gancho al hígado y cae al suelo. Martin lo patea un par de veces y
lo levanta para subirlo a la parte trasera del auto.
- Daremos un paseo Corrigan. Yo
manejaré y Oz te hará compañía.
- No, por favor. No me lastimen.-
Martin se sube al auto y yo acompaño al agente de apuestas.- Está bien. Stone
me habló anoche, a través de un chico, pero sabía la contraseña y me dio las
instrucciones. Les juro que no sé dónde está.
- Vamos al depósito Martin, es
más silencioso ahí.
- No, se los juro. ¿Es verdad que
ya no está en la ciudad?
- Se fue esta mañana.
- Les diré dónde está el cuerpo,
si me sacan del embrollo.
- Muy bien, tenemos un trato.- Le
doy mi bloc y apunta la dirección. Martin se estaciona frente a una patrulla y
hace señas.- Llévenselo muchachos. En esta dirección está el cuerpo de David
Brooks, detective privado. Confesó haberlo matado.
- Lo llevaremos.- Corrigan se
resiste, pero el uniformado no tiene paciencia. Lo calma con un par de
macanazos. El agente de apuestas nos mira con odio. Fue su error el creerme, no
el mío.
- Díganle al teniente Vincent
Simone que esta basura trabaja para Joe Stone. Él sabrá de qué se trata. Y si
pregunta a dónde fuimos, díganle que sabemos quién abusó de Maggie Meeks.- Le
suelto cincuenta dólares por el esfuerzo y regreso al auto.
- ¿Cómo quieres manejarlo Oz? No
lo olvides, violó a Maggie Meeks. Ningún jurado en el mundo lo condenará por
eso. Menos aún cuando tienen tantos crímenes que imputarle. Irá a prisión por
todos ellos, menos por el de Maggie.
- Tengo que hacer una llamada.
La
trampa está puesta. Martin está de pie en un rincón fumando nerviosamente. Me
acomodo en la silla y bebo de mi licorera. Sabe que estamos aquí y sabe que no
puede evitarlo. Finalmente entra a la oficina y me enciendo un cigarro.
- Joe Stone se fue de la ciudad.
Nadie sabe dónde está.
- Es bueno saberlo.
- Se fue hace mucho tiempo,
cuando Andrew Rascol lo mató en compañía de su amigo George Stepan y por
accidente mató también al cuidador. Faltaban tres balas en ese revólver y no
dos. Se llevó el cuerpo, como le fue ordenado, para que todos creyeran que Joe
Stone aún vivía.
- ¿Y eso lo saben con seguridad?
- No se haga al santo Patrick, no
le queda. Aprendió su operación siendo su compañero de celda. Ya no le
necesitaba. Llama por teléfono y todos temen a Stone. Repitió el juego, bodega
de pieles donde guardar la droga sin sospechas y usar gente que debe dinero. En
su caso el “penny arcade” y Corrigan es el intermediario con los que deben
dinero.
- Muy inteligente tener una deuda
con Corrigan.- Dijo Martin.- Debió pensarlo mucho en prisión.
- No tienen nada.- Dijo Patrick
Meeks con toda calma mientras se apoyaba contra la pared.
- Andrew no era idiota, guardó la
pistola y el ticket del estacionamiento en un locker como protección, porque él
sabía que tú eras Joe Stone. Fue un error matar a Brooks, muy apresurado. ¿Te
asustaste al ver las patrullas de civil frente a tu negocio y a tu casa?
- Maggie Meeks era la clave.-
Martin se encendió otro cigarro y puso una mano sobre su revólver.- Ella no le
dice a Andrew quién redecora su cara, el chico le paga a un detective privado
para saber quién fue. El nido de amor que Brooks apuntó en sus notas era
demasiado caro para ser de Andrew Rascol, incluso con lociones que él no
usaría. Pensé que era de Armando Chávez pero no lo era. Él hubiera usado su
casa.
- Andrew se enteró que Stone y el
tío de Maggie eran las mismas personas, pero no podía hacer nada contra el
hombre que abusaba de su novia de catorce años. Sin duda su padre la vendió.
Maggie descubrió al detective y lo pidió que siguiera porque quería fotos.
Andrew guardaba evidencia en tu contra.
- ¿Tienen algo sólido o meras
suposiciones?
- Si Maggie pudo detectar a
Brooks, sin duda tú también. Por eso mintió el detective en sus notas, lo
sobornó para que cambiara el reporte y Andrew nunca se daría cuenta. Pero tenía
que matarlo Meeks, porque él lo vio a usted. Trató de incriminar a Chávez, pero
ese fue el error.
- ¿Quién sabría que Armando
Chávez es amante de Vivian Meeks? Joe Stone no lo sabría, pero el hermano del
marido de Vivian podría saberlo. Estás contra la pared Patrick. Chávez fue tu
error.
- Sin el cuerpo de Stone todos
seguirán pensando que aún vive. El idiota de Andrew nunca logró tener nada
fuerte en mi contra, ¿no es cierto? Brooks no tomó fotografías y ahora está
muerto. Además, fue idea de mi hermano usar a su hija para pagarme lo que me debía.
Y lo disfruté cada segundo. Ella también. Soy más hombre que su Andrew. Esos
chicos, niños como Andrew, son todos unos idiotas, un poco de hierba y hacen lo
que sea. Ellos tocan la droga, yo no. No pueden ponerlos en el tribunal. El
iluso que le llamó a Corrigan por mí llamó desde un teléfono a kilómetros de
aquí.
- ¿Qué hay de Stone? Él tenía
amigos, como la pandilla West.
- ¿Qué importa Stone? Siempre fue
un idiota, en prisión y fuera de ella. Anden, revisen mis máquinas. La droga ya
no estará ahí para cuando consigan la orden. Un par de chicos apuntarán sus
dedos a mí, pero cualquier abogado podría desechar los cargos. Corrigan nunca
supo que yo era Stone, la chica se mató así que no puede señalarme tampoco y mi
hermano Norman nunca me traicionaría. Enfrenten los hechos detectives, yo
disfruté a Maggie dos veces por semana.
- ¿Qué demonios crees que pasa
aquí?- Martin tiembla de furia, pero no lo golpea.- No venimos aquí para
arrestarte. Venimos a matarte.
- Saluda a la pandilla West.-
Muevo la planta y revelo el teléfono descolgado.- Escucharon cada palabra. Como
dije, Joe Stone habrá sido un hijo de perra, pero tenía amigos.
- No, no pueden hacerme esto.
Ustedes son policías, tienen que arrestarme.- Salimos de la oficina. Meeks nos
sigue.- El cuerpo de Stone me une, es la única evidencia fuerte en mi contra.
Está en el terreno que Norman compró con la herencia de mis papás. Yo me
aseguré que nadie remueva la tierra por una o dos décadas. El cuerpo debe estar
ahí aún, reconocible. Por favor, arréstenme.
- Enfréntalo,- dice Martin.- estás contra la pared.
Comemos
algo en un restaurante cercano. Nadie dice nada. En el precinto pedimos una
orden de allanamiento para el terreno de Norman Meeks. El cuerpo de Stone es
descubierto con una bala en la cabeza. Balística hace su danza. Ya sabemos el
resultado. La pistola de Andrew. Unimos los puntos frente al teniente y
ordenamos el arresto de Patrick momentos después de escuchar sobre la balacera
en la radio. La pandilla West se movió rápido. Patrick salía con maletas del
“penny arcade”. No llegó al auto. El teniente está feliz de cerrar más casos.
Felicita a Martin. Él no dice nada. El teniente se lamenta que Patrick haya
sido asesinado, quería escuchar su confesión. Martin aún no dice nada. Él tenía
razón, Patrick Meeks estaba contra la pared.
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