Secretos de familia
Por: Juan Sebastián Ohem
Del
escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
Pensó
que me ganaría. Carta más alta y me libro del papeleo. Construyo una casa de
naipes. Nadie se divierte haciéndolo, pero se hace porque es un reto. Basta con
que una carta quede mal acomodada para que todo se venga abajo. Ejercicio en
frustración. El teniente Quinn destruye mi obra maestra, tenemos una llamada.
William “el toro” Abernathy, boxeador semi-profesional, padre de familia y
cadáver. La única con futuro era la última opción. Harry no cierra el pico
sobre el deporte del boxeo. Dos atletas en conflicto. Yo tengo otra versión,
dos ingenuos que intercambian sudor y violencia, donde uno queda con parálisis
y el otro gana lo suficiente para hacer rico a su representante. Pensamos que
sería un caso sencillo, pero estábamos equivocados, una carta cayó y con ella
se derribaría una casa de naipes a nuestro alrededor.
El
cartel en la entrada lateral de la arena Universal dice “El toro vs. El
gigante. Viernes 6pm, rumbo a la liga profesional”. Avispero de azul y
espectadores de civil. El entrenador, Boris Uker, un polaco con un ojo de
vidrio, nos pintó el cuadro básico. William Abernathy venció a George Manner en
el cuarto round, lo dejó viendo estrellitas en el suelo por un minuto. La gente
de las gradas tenía otro final en mente y bajaron en manada a rodear el ring.
Algún genio de seguridad pensó que era buena idea abrir la puerta lateral. Una
segunda turba entró gritando insultos y lanzando botellas. Boris se llevó a
William a su vestuario, para cuando llegó ahí estaba sangrando profusamente. Se
le murió en los brazos antes que pudiera llamar a un doctor.
- La pelea terminó a las 8,
pregúntele a cualquiera.- Boris no quiere entrar al vestuario. Le invito un
cigarro y un trago de mi licorera. El polaco tiembla como una hoja y trata de
juntar coraje.- No pudo haber sido George Manner o su gente, no estaban muy
felices, pero ellos salieron del ring por el otro lado y habrían tenido a la
turba en contra.
- ¿Alguien que reconociera?
- Nadie raro, no se me ocurre
nada.- Harry abre la puerta del vestidor, Boris respira profundo y entra.
William sigue acostado en la banca frente a los lockers. Los asistentes del
forense tienen todo lo que necesitan.- No vi cuando fue apuñalado, pero le
escuché gritar, estábamos frente a las puertas laterales. Lo llevé del hombro hasta
aquí. La gente se asustó y empezó a correr.
- Dos heridas punzocortantes,
navaja común.- Explica el asistente del forense mientras colocan el cuerpo en
la camilla.- Una perforó su pulmón derecho, la otra el riñón derecho. Los
cortes son precisos, de un solo esfuerzo. Estaba decidido. El pánico alteró la
escena del crimen, hay sangre yendo a todas partes, pero la mayor parte se
concentra a un lado del ring y frente a la puerta lateral.
- William estaba muy seguro de sí
mismo.- Boris mira la sangre y contempla su futuro.- Vinieron su esposa Gillian
y su hermano para desearle suerte y se quedaron a la pelea.
- ¿Y dónde está ahora?
- No lo sé.- Harry salió para
mandarlos llamar a través de los uniformados. Boris me señaló el locker de
William y saqué su maleta.- Tengan cuidado con esos Abernathy, esa familia se
compone de locos, violentos y alcohólicos.
- Ya los mandé llamar, ¿qué
tienes ahí?- Le muestro la maleta y la llave escondida en uno de sus zapatos.-
“Love’s corner” #32. Conozco el lugar.
- ¿Por qué no me sorprende Harry?
Dejamos
el vestuario que apesta a sudor y sangre para acompañar a los uniformados en su
búsqueda del arma homicida. Finalmente un novato tiene suerte donde todos habíamos
fallado. Encuentra una navaja retráctil. Se puede comprar en cualquier parte y
no le sacaremos huellas porque la sangre se detiene en el mango, como si algo
le estuviera tapando. La corazonada de Harry se confirma, encontramos un
pañuelo de tela con la letra A inscrito en un borde y manchado en sangre en uno
de los basureros de la salida de la puerta lateral. Algo me hace ruido, la
audiencia enfurecida, y planeo sacar respuestas del primer curioso al que puedo
agarrar. Harry me interrumpe señalando a la pareja que llega escoltada, Gillian
Dunn la esposa de William Abernathy y Sean Abernathy, el hermano. Gillian no
puede esconder su belleza detrás de las lágrimas, su largo cabello negro
combina con su vestido rojo y tiene una figura que combina con lo que sea. Sean
Abernathy es diez años más joven, un pelirrojo de ojos pequeños, oculto detrás
de gruesas gafas.
- ¿Por qué se fueron de la pelea?
- Estábamos felices, William
había ganado y cuando la gente se puso violenta convencí a Gillian de irnos.
Esto es terrible.- Sean se sienta en una de las gradas y se enciende un
cigarro.- Fueron los McNeil, es la única explicación.
- ¿Qué le hace pensar eso?
- Hemos sido enemigos desde que
vivíamos en el viejo continente. Los Abernathy y los McNeil hemos estado en
pelea desde más de un siglo, con sus momentos de tregua. Ahora no hay tregua, y
es todo por la boda. Esa maldita boda trajo la desgracia a nuestro nombre.
- Sean, cálmate. No todo tiene
que ver con la boda de tu hermana Lori.
- ¿Les gustaría incluirnos en la
conversación?
- Lori Abernathy, hermana de Sean
y de William, se casará con el primogénito de los McNeil, Kevin. Finalmente
esos dos se dieron cuenta que la mejor manera de detener esta tonta pelea es
casándose.- Gillian mira al ring y ve a un fantasma. Esconde su rostro detrás
de un pañuelo con una A bordada en un borde.- Estaba cumpliendo su sueño, pese
a los reclamos de su madre posesiva y el fantasma de su adorado patriarca.
- Dices eso porque no eres
realmente una Abernathy.
- ¡Y Dios me libre!- Gritó con su
mejor acento escocés.- Tuve dos hijos de William, seré lo que se me pegue la
gana. Ustedes y sus rencillas milenarias...
- Basta, ¡basta!- Tenía que
interceder, no podíamos tener otra muerte en nuestras manos.- Dígame, ¿qué
planes tenía con su esposo para hoy en la noche?
- Reservé un cuarto en el
Ashford,- Harry y yo nos miramos sin decir nada.- estaba a un pelo de calificar
a la liga profesional.
- ¿Quién financiaba su sueño?-
Harry me hace la señal para que le dé tiempo. Los patrulleros retuvieron su
bolso y Harry se dejó llevar por el instinto.
- Él, nadie más.
- ¿Segura que no había un
inversor ajeno?, ¿alguien de dudosa reputación?
- ¿Por qué me pregunta eso?
- Porque usted dormía en la misma
cama con él, los hombres hablan, las mujeres escuchan. ¿El entrenador polaco
estaba recomendado?
- ¿Boris? Claro que sí, William
lo hizo traer desde Chicago. ¿Cree que pudo ser un atentado de la mafia?
- Todo es posible, el brinco de
semi a profesional es bien remunerado.
- Mi esposo tiene bastante dinero.
- Sí, pero sus contrincantes
quizás no.- Señalo a Sean antes que volteé a ver a Harry hurgando en el bolso
de su cuñada.- ¿Qué hay de usted?, ¿cómo se llevaba con su hermano?
- William era testarudo, pero era
mi hermano. Los Abernathy somos muy tradicionales, el primogénito tiene ciertos
derechos y obligaciones, usted sabe. Lori es la de en medio, era la luz en los
ojos de mi amado padre. Se abría muerto de vergüenza de saber que se casaría
con un McNeil.
- ¿Por qué no vino con su esposa?
- Soy viudo, ¿eso qué tiene que
ver?- Trato de imaginar a Sean en la cama con su cuñada, pero me cuesta
trabajo. Gillian lo mira con el desprecio típico en familias como la suya.
Muchos comentarios tragados, demasiadas frustraciones sin mencionar en público.-
William perseguía su sueño, Lori tenía que casarse con alguien adinerado y yo
tuve que trabajar desde abajo.
- ¿Y en qué trabaja?
- Administro la fortuna, trabajo
en una casa de bolsa, “Alia”.
- Sí, desde abajo, puedo verlo.-
Le quito el pañuelo a Gillian y apuntó a la “A”.- ¿Usted tiene uno como ese?
- Sí, es común en toda la
familia. No sé dónde le dejé, en este instante no puedo pensar en gran cosa.
¿Cuándo podremos hacer el funeral?
- Mañana en la noche tendrían su
cuerpo, con suerte.- Harry regresa y nos despedimos de los parientes.- Vaya
familia, están todos locos.
- Son católicos, la familia es
importante. Tú no entenderías.
- ¿Encontraste algo útil?- Harry
me muestra el ticket de apuesta del bar Molligan.
- Apostó dos mil dólares a su
marido, lo que es entendible.
- Yo quiero ver los verdaderos
planes de William para esta noche. Te aseguro que serán más sucios, candentes y
de mal gusto que una noche de pasión con su esposa.
Harry
habló durante todo el camino. Habló pestes de los escoceses y de su terquedad.
Le dije que los irlandeses son la misma cosa. Dejó de hablar, ahora explicaba a
gritos las sutiles diferencias entre ambos grupos. Encendí la sirena y subí el
volumen de la radio. Verlo ponerse azul de tanto gritar y gesticular alegró mi
noche. El motel no quedaba lejos de ahí. Era un edificio de cuatro pisos con
vista a una alberca vacía. Nos abrimos paso por un sendero rodeado de flamingos
rosas, Harry aún terco con su tema. Sé que no debería darle cuerda, pero lo
hago. En las escaleras se da cuenta que lo hago para molestarlo. Me mira serio
y rompe a reír.
- Eres predecible Harry, ése es
tu problema.- Señalo la habitación de la llave de William.- Luces encendidas.
¿Quieres hacer los honores?
- No, tú eres el suicida.
- Gracias compañero. Vigila la
ventana.- La cerradura es vieja, ruidosa. La puerta es vieja y con marcas de
termitas. Doy una patada con todas mis fuerzas y entró con el revólver
apuntando a todas partes hasta dar con la chica que desesperadamente trata de
cerrar una maleta sobre la cama. Harry entra después y se asegura de que
estemos solos.- Detectives Ozfelian y Clayton. ¿Quién eres?
- Veronica Welles.- Me extiende
su cartera y reviso su licencia para conducir. Tiene una tarjeta de un salón
donde es maquillista.
- ¿Candy Welles?, ¿eso atrae a
los clientes?
- ¿Qué quieren?
- William Abernathy está muerto,
pero eso ya lo sabes.- Harry señala la maleta y sonríe.- ¿Por qué el apuro?
- No conozco a ningún William.
- ¿Segura?- Le tiro la llave que
cae al buró a su lado.- De la maleta de tu amante.
- Está bien, ¿y qué? Sólo era
diversión.
- No pareces sorprendida por la
noticia. ¿Tú qué opinas Oz?
- Ella estuvo en la arena.
- Eso no es cierto.
- Díselo a Boris el polaco, te
identificó cuando la gente se volvió loca.
- Me fui en cuanto abrieron la
puerta lateral y entró más gente. Estaba apurada.
- ¿Por qué?
- Vi a su esposa en el público,
no podía arriesgarme.- Le arranco las llaves del auto de sus manos y las tiro.
Ella trata de evitarme, pero me planto frente a ella. Un puño contra la pared y
otro apuntándole a la nariz. Candy finge que tiene miedo, ha estado en
situaciones así antes, la rubia agita sus largas pestañas y se muerde el labio
inferior. Toda la rutina. Habría funcionado con Harry, pero no conmigo.
- Estás mintiendo. Viste a su
esposa desde el principio, te habrías ido antes pero te encanta la idea de
estar cerca de ella. William la lleva a ocasiones sociales, pero en el fondo su
entrepierna te pertenece.- La tomo de los cachetes y me acerco lo suficiente
para que huela el alcohol en mi sudor. Candy se estremece y deja de actuar.- Te
fuiste en cuanto acabó la pelea, ¿para qué?
- Quería llegar aquí lo antes
posible, ponerme cómoda... Está bien, aposté en la pelea y quería cobrar antes
que mi semental escocés llegara a su nido de amor.
- ¿Lo ves? La honestidad no
duele.- La dejo ir y Candy se masajea los cachetes.
- ¿Adónde fuiste después de la
pelea?
- Vine aquí. El gentío era como
una marea. En cuanto pude liberarme escuché los gritos y vine directamente
aquí. No sabía qué hacer.- Candy recupera sus llaves y Harry analiza cada
centímetro del escotado vestido que lleva.- Esperen un segundo, ¿creen que lo
maté? Debimos ser al menos 100 personas ahí.
- 99 personas no tenían motivo.
- Lo dudo mucho. Un hombre me
empujó saliendo, tenía una larga barba negra y lentes profundos, se me hizo muy
sospechoso porque era el único que no gritaba.
- Alertaremos a todas las
unidades.- Bromeó Harry.- Pero te diré que es más sospechoso, que la amante
haga las maletas a la primera señal de problemas y no se quede a ver qué pasó.
- Pueden pensar lo que quieran,
es su derecho, pero no pueden arrestarme sin evidencia, ese es mi derecho.-
Harry cierra la maleta y se la entrega.
- Gracias por consultar Harry,
eres un primor.
- No nos diría nada más, además
aquí hay algo más interesante.- Harry recoge pequeños pedazos de papel de
debajo de la cama con números de teléfono.- Haré de cuenta que desperté en un
universo paralelo donde Oz no sabe más de la vida ilegal que de la legal, y te
explicaré un par de cosas. El ticket que tenía Gillian era legal, estos los
reparten los apostadores que rápidamente escriben el número de teléfono de
algún bar o teléfono público donde hacer las apuestas en persona o recoger el
dinero. Candy los fue tirando a un lado del mueble con el teléfono, los repasó
a todos. Por eso tardó tanto en irse.
Dejamos
el nido de amantes atrás. Las luces de sus ventanas como ojos en la oscuridad
de la larga avenida a oscuras. Las farolas se echaron a perder. Ríos de luces
blancas en un sentido y ríos de luces rojas en el otro. Los peatones como
ánimas que no existen por más de un pestañeo. Es una extraña soledad estar
rodeado de esa contingencia. Cápsula de vida rodeada de oscuridad, de rostros,
de boxeadores muertos, de tramas familiares y amantes candentes. Es el Harry
Express, su beat, su jazz, sus mujeres, su carácter irlandés, su familia
extendida. Suficiente familia para repoblar Malkin. Primos en todas partes,
hermanos, hijos, cuñadas, sobrinos, tíos y amigos que son como de la familia.
Harry no toca las aguas turbias, pero parte de su familia sí lo hace. En Malkin
ésa es la historia de toda familia, hasta las de hijos únicos. Sus primos en el
mundo de las apuestas de deportes nos reciben en sus oficinas, teléfonos
públicos y bancas de parques. Les comunicamosm, se comunican y nos comunican.
La información fluye sobre tapetes de verde, con rostros de presidentes
muertos. Nada es demasiado caro, ni demasiado privado, en Malkin siempre vales
algo cuando estás muerte. William no es la excepción.
- Oz, puedes mirar el tarro el
tiempo que quieras, no se multiplicará.
- Trato de creer en los
milagros.- Harry se sienta a mi lado y me roba la cerveza. Tiene su sonrisa de
sabelotodo y hará que me lo merezca.- Está bien, Harry Clayton, ilumíname por
favor.
- Como siempre, el buen Harry
tiene que hacer el trabajo pesado. Candy visitó a seis apostadores diferentes y
puso en la mesa 40 mil entre todos. Seis, que se sepa.
- ¿Cuánto ganó?
- Aquí viene lo mejor. Habían
fuertes rumores, la clase de rumores que se insisten con armas automáticos y
acentos italianos, que William perdería en el cuarto round. Las apuestas
estaban 5 a 1. Candy habría ganado más de 200 mil entre estos apostadores
conocidos.
- Sí, pero Candy es la clase de
chica que sabe que cuando algo así pasa, que pierden dinero y el boxeador es
asesinado inmediatamente, la mafia argumenta los principios y la ética y no
paga. A ellos no les gustan las trampas que no cocinan con sus propias manos.
- Esto libera a Candy Oz.
- La libera de los 40 mil que
puso sobre la mesa. Quizás tengas razón, quizás Gillian reconoció a Candy en la
pelea.
- No fue Gillian, al menos no
premeditado. Ya había reservado una habitación de 300 dólares la noche, no
haces eso si tienes otros planes.
- Nunca subestimes a una mujer,
sobre todo a una escocesa.
Los
Abernathy solían tener su mansión en el viejo continente, una abadía. Ahora
viven en una vieja casona de tres pisos en Marvin Gardens. La sirvienta nos hace pasar con cara
de aburrida. Nos explica que William, Gillian y sus dos hijos viven en la casona,
junto con la matriarca de la familia, Arlin Gilmore. Nos anuncia en una sala
repleta de viejos muebles de sus épocas de gloria, bajo la omnipresente mirada
de Angus Abernathy en una enorme pintura sobre la chimenea. Las tuberías de la
casa se sacuden, tosiendo los años y preparando el camino para terminar de
estropearse. Pedazos de yeso caen del techo, todos lo ignoran educadamente. La
casona se viene abajo, sus ocupantes no parecen estar enterados. La sirvienta
nos presenta en orden, primero Arlin Gilmore, una mujer de rostro severo, con vestigios
de una belleza olvidada, después a la viuda de William, a Lori, una guapa
pelirroja con enormes ojos, nariz pequeña y pecas que podemos advertir se
extienden al cuello y hasta el cuerpo debajo del vestido negro. Sean viene al
último, no que le importe, está más interesado en el brandy.
- Es una desgracia tener que
mezclarse con esta clase de gente.
- Créame, el gusto es recíproco
señora Gilmore. Estamos haciendo progreso, sabemos que no fue la mafia.
- Les dije que mi marido no
estaba involucrado en nada turbio.
- Las familias tradicionales,-
dijo Harry.- suelen tener patrimonios, herencias, esa clase de cosas. Siendo
que los Abernathy son una familia de tanta importancia, ¿cómo es la sucesión
testamentaria?
- Todos los bienes de William le
corresponden a su esposa.- Dijo Arlin, apenas dedicándole una mirada.- La
herencia de mi difunto esposo le correspondía también al primogénito, y en su
defecto a su segunda hija, Lori.
- ¿Sólo a él?- Harry puede hablar
con la mirada, ahora me dice que me calle. Él tiene el toque, yo los nudillos.
Desearía golpearles la verdad hasta que salte, pero es la clase de gente que
tiene muchos amigos abogados.
- No sea ingenuo detective, todos
sus hijos quedaban cubiertos, pero no en el mismo porcentaje.
- Habla en futuro, ¿no se ha
repartido la herencia?
- Yo puedo responder eso.- Dijo
Sean.- Mi difunto padre realizó fuertes inversiones a una compañía de
inmobiliario urbano, tiene varios millones ahí, pero quedaron congelados por un
problema técnico. El dueño falleció y no queda claro quién se queda con la
compañía. Es cuestión de uno o dos meses antes que se resuelva.
- Muchas responsabilidades,
siendo el menor.- Cada vez que abro la boca Harry se estremece.- ¿No debería el
primogénito encargarse del dinero?
- Es la sangre, detective
Ozfelian.- Arlin se sienta erguida, ahora se aferra de los brazos de su sillón
y me mira con fuego en los ojos como si dijera un secreto.- William y Lori son
hijos de la guerra, Sean nació después. La paz hace que la sangre sea
diferente, más pacífica, inteligente. Mi William era mi adoración, pero no le
decían el toro sólo por sus peleas. Tenía el cerebro de un bruto.
- ¡Arlin, es el padre de mis
hijos!
- ¡Y es la verdad o que me parta
un rayo!- Arlin se agarra el pecho como si aún conservara algún corazón.- Son
los McNeil, raza de asesinos todos ellos.
- ¿Alguien quiere explicarme este
odio ancestral entre las familias?
- Es demasiado largo de explicar,
pero sepa que desde finales del siglo pasado habíamos llegado a una tregua.
Durante la guerra los McNeil y los Abernathy pelearon juntos, pero cuando Angus
regresó al pueblo se encontró con que los McNeil se habían adueñado de la
fábrica de calzado. Avergonzado, Angus trajo a su familia en barco. Los McNeil
arruinaron la fábrica y escapando de la guerra como cobardes se instalaron aquí
en Malkin. A veces pienso que lo hicieron sólo para poder aniquilarnos a todos.
- Y yo pensé que me llevaba mal
con mi familia política...- Me enciendo un cigarro y me apoyó contra un sillón.
Arlin quisiera que quedásemos de pie, cual servidumbre, pero mis pies opinan
distinto.- Mañana a primera hora investigaremos a los McNeil. Mientras tanto,
nos gustaría establecer coartadas.
- Para poder eliminarlos de la
indagatoria.- Añadió Harry.- Empecemos con usted señorita Abernathy. ¿Tiene
empleo?
- Sí, trabajo en una compañía de
perfumería, Capria.- Arlin mira para otra parte y hace un ruido gutural que
debería ser desaprobación, pero suena como un cerdo salvaje.- Y es trabajo duro
mamá. Papá quiso que trabajara, para que valorara el dinero. Es un trabajo de
dos turnos, realmente lo difícil es del medio día a las cinco, por los
clientes. Mi prometido trabaja todo el día también, él quiere valorar el dinero
también. Nos vemos en la noche.
- ¿Y esta noche?
- No fuimos a la pelea, mi
hermano odiaba a Kevin. Supongo que todos aquí lo hacen, menos Gillian.- Lori y
Gillian se toman de las manos y se sonríen. Lori perdió un hermano, Gillian
perdió un marido, pero un vínculo más fuerte las une a pesar de la locura
Abernathy, las dos viven en el mundo real. Eso hace toda la diferencia del
mundo.- Salimos a pasear hasta las diez. No queremos sobrepasarnos, respetamos
los horarios.
-¿Y usted Sean?
- Ya les dije, Gillian y yo
salimos cuando terminó la pelea.
- ¿Y en general, cómo es su
rutina?
- Trabajo en Alia, casa de bolsa,
ya se lo dije. Ahí pasé todo el día.
- Trabajarías menos si aceptaras
mi ayuda.- Le regañó su madre como si fuera un niño.
- Madre, no necesito asesores
financieros, tengo dos maestrías en negocios y sé lo que hago.
- Te malcrío Sean, porque eres el
más parecido a tu padre Angus.- Empieza a llover afuera y me convenzo que estoy
en una película de terror cuando un rayo ilumina la sala y muestra las
escopetas de cacería y las cabezas de conejos, gatos y perros callejeros.
- Parece que ya tenemos todo, ¿no
crees Oz?
- Sí, eso sería todo. Pasen una
buena noche y nuestras condolencias.- La sirvienta nos acompaña hasta la
puerta. Apesta a cigarro, pero lo tiene que esconder en la cocina. Me detengo
en la puerta y le muestro dos billetes de cien.- ¿Cómo te llamas?
- Wanda.
- Oye Wanda, adivinaré que tu
salario es miserable, ¿te gustaría ganar más del doble de lo que haces en una
semana en menos de una hora?
- No hagan que me corra, esa
mujer es la peste pero es mi único trabajo.- Wanda aceptó el dinero y lo sintió
entre sus dedos.- ¿Qué quieren?
- Quiero dar un paseo, sin que
nadie más se dé cuenta.
- Oz, eso es ilegal.
- No, no lo es. No nos meteremos
a su casa por la fuerza, nos invitaron ¿recuerdas?
- Sí, pero nada de lo que
encontremos será legal en la corte.
- Olvida a mi compañero Wanda,
ven conmigo serás mi vigía.
- Maldita sea, no me dejes aquí.
Harry
me acompañó, pataleando y quejándose, pero lo hizo de todas maneras. Las
familias ricas mienten, viven en fantasías a expensas de los demás. Wanda no es
así, no es de la familia, pero sabe mucho sobre ella. Nos dice que Lori no vive
ahí porque su madre la echó en cuanto se enteró del noviazgo. La dejó sin un
centavo. Resulta que los McNeil sí son una plaga, les han gastado varias bromas
pesadas y a veces más que eso. Los han estado tratando de arruinar tanto como
los Abernathy han hecho exactamente lo mismo. Hablan más de los McNeil que de
ellos mismos y nadie los puede culpar, Arlin desmerece cualquier éxito y
explota cualquier debilidad. Harry le pide un reporte completo de los McNeil
mientras curioseo entre las habitaciones en busca de algo jugoso.
Wanda
toma aire antes de hablar, un ojo puesto en la escalera, una oreja apuntando a
la sala y la boca bien dispuesta. Le cae bien Kevin, el primogénito y futuro
esposo, cree que él puede terminar el odio. Kevin tiene un solo hermano, Colin,
un hombre celoso que tiene una venta de autos. Los hermanos McNeil perdieron a
su madre años atrás, pero les queda el patriarca Robert, según los Abernathy
hijo del mismo diablo, la tía Mirna que está loca y entra y sale de asilos y al
tío Donald, quien tiene la reputación de ser el sensato en la familia. Wanda
confiesa divertida que el buen Angus no creía en la educación elemental y Arlin
era demasiado orgullosa para permitir que sus retoños fuesen a escuelas
públicas. Donald pagó por la educación preparatoria de William y Lori para
tratar de hacer puentes. No funcionó, Robert nunca le perdonó ese despilfarro
de dinero, pero así se ganó la reputación de sensatez. En la navidad pasada,
cuando William y Sean le prendían fuego al césped de la casa de Robert McNeil,
fueron muy cuidadosos en no lastimar el auto de Donald. Colin tiró una cabeza
de cerdo por la mañana en la mañana de navidad, mientras los niños abrían sus
juguetes. Wanda no lamenta la muerte de William, él podía insinuársele a un
ropero si tuviera pulso. Sean siempre le envidió, por ser el primogénito y por
su físico, aunque trataba desesperadamente de esconderlo detrás de su trabajo y
su intelecto.
Escucho
cada palabra, pero me muevo tan rápido como la edad y el alcohol me permiten. Penetrar
en sus mundos es como visitar un sueño. Los niños están acostados en sus
propias habitaciones, rodeados de juguetes viejos de madera que debieron haber
comprado en tiendas de cosas usadas y anticuarios. La habitación de Arlin
pertenece a la Escocia medieval, tiene apenas cuatro vestidos y tres pares de
zapatos. Una caja repleta de dinero debajo del ropero, otra en un cajón del
buró y otra más en el bolsillo de un abrigo grueso de invierno. Esos deben ser
todos los ahorros de los Abernathy, y no serían suficientes para reparar la
casona. La habitación de William y Gillian es parecida, pero más pequeña. Un
rincón tiene los artilugios más modernos de la casa, el de Gillian. William
vivió sin mucho esplendor, con apenas unos cuantos libros sobre boxeo y una
bolsa de golpear sostenida de milagro por el yeso del techo. En el baño encuentro
restos de papel quemado, no encuentro nada en la papelera a primera vista, pero
me llama la atención la caja de cerillos. Cuidadosamente dejo los pedazos de
papel sobre el mueble del lavamanos y reúno los pedazos que no se quemaron.
Tengo suerte, quien lo haya quemado sólo se ocupó de las esquinas. Es un
telegrama y Harry pone la misma expresión que yo cuando se lo muestro, sin
dejar que Wanda lo mire. Un mensaje breve, pero claro, “todavía tengo las
cartas y valen una fortuna”. Wanda nos ayuda a escapar por la puerta trasera y
lo discutimos en el auto.
- ¿Chantaje a William o a
Gillian? Quizás por eso mataron a William.
- Todos en esa maldita familia
están locos.- Le doy un buen trago a la licorera y me relajo manejando.- Si
Candy extorsionaba a William y sabía que lo mataría, ¿para qué apostar?
- Exacto, por eso mi dinero está
en Gillian.
- Eres pésimo apostando Harry. No
pudo ser Gillian, no tendría sentido. Si ella quisiera matar a alguien, mataría
a Arlin, la loca de su suegra. Sin William no hay jugosa herencia de los
Abernathy. Además, si lo hiciera por el dinero de William no le serviría de
nada. No podría irse con los hijos, Arlin no se dejaría, ella quiere nietos
para continuar su fantasía medieval. Dinero Harry, es la mejor motivación de una
mujer.
- ¿Hasta de Jenny?
- ¿Bromeas? Sobre todo Jenny, por
eso generalizo. No, aquí falta algo. Mañana veremos, tengo que quitarme este
maldito olor a inmigrante. Siempre lo he dicho Harry, los inmigrantes arruinan
a este país.
- Tus padres eran inmigrantes
Larry.
- Exacto.- Me termino la licorera
y dejo que el whiskey piense por mí.- Descuida, pequeño detective de robos, el
buen Oz te llevará de la mano hasta el culpable.
- Ahora sé que estás demasiado
borracho. ¿Seguro que puedes manejar?
- Señor reglamento.- Invado el
carril contrario y describo una S con la sirena a todo y sin quitarle los ojos
encima a Clayton.- Te apuesto que yo encuentro al culpable antes que tú, como
siempre.
- ¿Cómo siempre? Ayer fui yo
quien encontré al proxeneta.
- Eso fue fácil, tenía que estar
en una de las cinco direcciones. ¿Qué dices?
- Muy bien Ozfelian, pero si gano,
que lo haré, tendrás que venir a la primera comunión de mi hijo Harry junior.
Es el martes por la mañana.
- ¿Yo en una iglesia? No hay
suficiente agua bendita.
- Muy gracioso hereje, ¿cuáles
son tus términos?- Busco en la guantera por una botella de cerveza y la abro
manejando con las rodillas para poner nervioso a Harry.
- Primero que nada, queda
prohibido entorpecernos mutuamente. Nada de guardarse cartas.
- Me sorprendes Oz, en serio.
- El martes por la noche mi Jenny
tendrá una reunión especial. Tiene puntos en un bar en Baltic que se compró con
parte de mis ahorros. Mi regalo de aniversario.
- ¿Sigues tratando de enderezar
su camino? Es encomiable.
- Sí, como decía, el lugar es
para apuestas altas. Quiere músculo con placas, y dinero por supuesto.
- No puedo hacer eso Larry, es
ilegal.
- ¿Quién nos va a arrestar? Somos
la policía, hacemos lo que queremos.
- Ése es parte del problema.
- Bueno, si no tu mente irlandesa
es demasiado tozuda para esto...
- Está bien, está bien.
- Ego Harry, demasiado
predecible.
- Te veré de traje el martes por
la mañana. Uno decente. Y tomarás la santa comunión.
- Dijimos apuesta, no tortura, no
sea sádico.
- Ir a la iglesia sin la
comunión, es como no haber ido.- Harry infla el pecho y gesticula hacia el
cielo mientras su cuello se contorsiona para seguir al enorme par de piernas
que pasamos.
- Ésa es la idea. Y no olvides
Harry, nada de sermones cuando juguemos con los mafiosos, es malo para el
negocio.
La
apuesta obra milagros. El teniente Quinn no lo sabe, nos llama “el show de
Larry y Harry”. Clayton se ofende porque su nombre está en segundo lugar. El
teniente nos mira trabajar a toda potencia y sonríe. Es un iluso de buen
corazón, pero iluso al fin. Consiguió el trabajo con tantos favores que tendrá
que pagarlos hasta su retiro. Los Abernathy y los McNeil donan dinero a la
policía. Son tacaños para sus hijos, pero dadivosos con aquellos a quienes
puedan usar en el futuro. Quinn no puede quedar mal, somos su única esperanza.
No nos importa, sólo pensamos en la primera comunión y el juego ilegal de
apuestas. Me descubro a mí mismo sobrio al mediodía. Hago una nota mental de
apuntarlo en alguna parte, temo que en el futuro pensaré que fue mi
imaginación. Demasiado ocupado para cualquier otra cosa. Revisamos las finanzas
de los Abernathy, no encontramos nada útil, mucha actividad en la cuenta de
Arlin pero de esa cuenta viven dos de sus hijos y sus familias. Rastrear dinero
de chantaje es imposible. Me juego una corazonada llamando a la casa de bolsa,
en Alia todos dicen cosas buenas de Sean. Añaden que es un poco raro, y no sólo
por su acento, es chapado a la antigua. Harry revisa el teléfono, ante la corte
tendría poca validez teniendo en cuenta que en esa casa viven tres adultos y
dos niños. Comparamos los números de los McNeil, la casa principal y la de
Kevin, quien al igual que Lori fue sacado de su casa por enamorarse de alguien
de la familia enemiga. Quinn remarca que es como en Romeo y Julieta, más para
ser notado que por otra cosa. Harry me mira sin decir nada, pero dice mucho.
Tratamos de no reírnos y seguimos adelante. Varias llamadas al motel “Love’s
Corner” donde William se veía con Candy. Harry se siente perdido, yo comparo
números con los de los públicos y encuentro un interesante patrón. Reviso los
números de ese teléfono público y mi corazonada se vuelve real. El teléfono
público llama a la casona de los Abernathy, al día siguiente y a la misma hora
el teléfono de la casona llama al teléfono público. Patrón de chantaje clásico.
El
teléfono se encuentra en un parque en Baltic, es un destartalado cubículo en
una zona mal iluminada. Marcado en una pared del cubículo con un cuchillo “ya
no hay dinero” escrito con furia. El chantajista pide y sigue pidiendo hasta
que no hay nada. El homicidio de William empieza a enfocarse, pero hace falta
visitar a los McNeil. Los enemigos de los Abernathy ocupan una casona y una
casa vecina para Kevin McNeil. Los hermanos Robert y Donald abrieron la puerta.
Robert tenía aire de patriarca, con su larga barba rojiza y sus ojos saltones,
le faltaba la gaita y su falda a cuadros para completar la imagen. Donald era
un hombre robusto con ojos pequeños y nariz chata, no tenía el mismo aire que
su hermano, éste parecía más un Santa Claus sin la barba. A regañadientes nos
dejan pasar. Adornos más o menos es como la casona de los Abernathy, un
vejestorio a punto de venirse abajo rodeado de mucho jardín. Pasamos a la sala
donde otro hombre, menor que Robert, con traje impecable y facciones delicadas
se presenta como Charlie Mason, amigo de la familia. Harry usa el toque mágico,
yo estoy hipnotizado por los perros disecados que decoran la sala. Robert pinta
el cuadro de la familia perfecta, Colin McNeil está felizmente casado con Daysi
Marshall y tienen cuatro maravillosos hijos. Colin es trabajador, asiste
regularme a la iglesia y hasta ayuda con las obras de teatro. El primogénito
Kevin McNeil es igualmente un santo, aunque traicionó a la familia queriéndose
casar con Lori Abernathy.
- ¿Y por qué se odian tanto las
familias?
- Excelente pregunta, siéntense
por favor.- Robert sostiene sus manos sobre su bastón y mastica sus ideas
mirando hacia el techo. Parece una estatua, hasta que veo las manchas de moho
en el techo alrededor del antiquísimo candelabro.- Peleamos en la gran guerra,
hombro con hombro. Al principio estuvimos estacionados en la base militar
afuera de nuestro pueblo y todo parecía ir bien, pero la guerra saca lo peor de
las personas. Tienen que entender que nuestras familias habían peleado por
generaciones, pero finalmente parecía que este siglo XX traería paz para
nosotros. Era una trampa, una trampa mortal señores. Angus nos traicionó y mató
a mis hermanos, Frederick y Colin. Casi me mata a mí. Imaginen ustedes, un mes
de batallas y Angus mostró sus verdaderos colores. Yo fui más inteligente, él
me robó de mis hermanos, yo me aseguré que mis primos se hicieran de la fábrica
para que el traidor regresara con nada. Los corrimos de Escocia, eso hicimos.
- ¿Usted lo vio hacerlo?- Le
pregunta Harry a Donald.
- Yo no fui enlistado, era médico
civil. Cuidé a mi hermana Mirna, pero pueden creer en mi hermano. Ese Angus era
un maldito. La paz duró poco.
- Sí, y recuerdo que eras el
médico de esa bruja Arlin cuando todavía estábamos en la base.
- La fiebre la iba a matar,
estaba embarazada por Dios y tuve que hacer lo decente. No sabía que Angus nos
traicionaría. Habrías hecho lo mismo.
- Eso es cierto, fue muy
repentino. De hacerlo... No lo sé, el clan Abernathy habría quedado sin nada,
mira lo que la harpía logró. Crió animales, eso hizo. Nos torturan todo el
tiempo. Incendiaron más de un auto en el lote de venta de autos de Colin.
- ¿Y dónde están sus hijos ahora?
- Colin está en la concesionaria,
Kevin está en el funeral. Desagradable, pero si tanto empeño tiene en casarse
con una Abernathy y dar a luz a monstruos, tendría que ir. ¿Pueden creer que
tuvieron el funeral de su primogénito en un lugar irlandés? Madigan, vaya broma.
Otra peste esos irlandeses.
- Y qué lo diga.- Le sigo al
juego y codeo a Donald, riéndonos. Harry me mira con odio, su mente
visualizándome en misa, probablemente con el agua bendita quemando mi piel.
- Sólo para descartarlos, y
dejarles en paz, ¿dónde estaban la noche del homicidio?
- Cuidaba a mi hermana Mirna,
aquí en la casa.
- Yo salí a cenar con Charlie.
¿Ya tienen algún sospechoso?
- Ése es el problema señor
McNeil, tenemos demasiados.- Charlie nos acompaña a la puerta y se enciende un
cigarro.
- No me dejan fumar dentro,
Robert cree que los cigarros comunes son para obreros. Lo encuentra demasiado
provincial. Escoceses, ¿qué se puede hacer?
- ¿Qué tal si nos dice la versión
real? Esta pintura de Rockwell parece demasiado perfecta.
- Colin y Daysi han tenido
problemas maritales desde hace tiempo, eso no es secreto. En cuanto a Kevin, él
es un interesado caza fortunas. Donald vive en la luna y Robert es más
peligroso que la rabia. Es mi amigo, pero también es la verdad y cualquiera se
lo dirá. Eso sí, ninguno de ellos capaz de matar. Los conozco bien.
- ¿Y usted?
- Yo tampoco sería capaz.
- ¿Quién sabe? Todos somos
capaces de matar.- Concurso de miradas, Mason no puede ganar. Tarda tres
segundos y desvía la mirada.
- ¿Qué le parece esto? No somos capaces
y no fuimos. Al menos no Robert y yo. Cenamos en el “Kinko’s”, nos recordarán
bien porque pedimos bastante comida y hablamos con el cocinero.
Mandamos
a una patrulla a verificar. Nos responde antes de llegar a la concesionaria de
Colin McNeil, Charlie Mason no mentía. La coartada es real, quizás demasiado
perfecta. Aún así, es físicamente imposible que el patriarca McNeil y su amigo
mataran a William. Colin es un hombre rubio, algo blando por el alcohol y con
unas cuantas arrugas que no marcan sonrisas. Sale a encontrarnos entre sus
autos, carcachas en su mayoría con precios exorbitantes. Es obvio que su padre
le avisó, porque conoce nuestros apellidos y sabe quién es quién. Su esposa le
acompaña del brazo, otra imagen de postal, demasiado perfecta para ser real.
Daysi Marshall es una mujer de cabello castaño, con ojos pequeños, labios
carnosos y una figura que sobrevivió a 4 hijos y la demencia McNeil. Apenas y
tenemos que preguntar para que nos diga su coartada, estuvo trabajando hasta
después de las 9, llamó a su esposa a las 8 y repasaron números de ventas y
compras. Daysi confirma la coartada con una sonrisa demasiado inocente.
- ¿Usted cree que la boda se
detenga por la muerte de William Abernathy?
- No creo, mi hermano Kevin está
muy decidido. Secuestrará a Lori y se la llevará a Vegas si es necesario. Es
desagradable, la verdad. Kevin cree que puede detener toda la mala sangre, pero
él mismo odiaba a William. No que lo haya matado, sería incapaz. Yo también lo
odié y no tengo miedo a decirlo. Nunca debimos haber venido a este país, pero
el tío Donald insistió y no teníamos opción.
- No me habrías conocido cariño.-
Daysi se ofende y se separa, pero a Colin le importa poco. Es inteligente,
muestra lo menos posible frente a nosotros. Sigue hablando de la peste que son
los Abernathy mientras que Daysi busca un sombrero en su auto descapotable.
Harry me gana, hace la señal de ajustarse el sombrero para buscar en su auto.
Yo quedo atorado con el demente McNeil.
- Sí, ya escuché la historia.
También vi sus perros disecados.
- Mascotas de mi padre. Mató a
Moon cuando compró este lote, estaba muy feliz.
- Su padre más que su perro,
estoy seguro. ¿Cómo es la relación con su hermano Kevin y con su esposa? Veo
que los McNeil son muy apegados a su propia sangre.
- Se imaginará que mi padre está
enojadísimo por la boda. Yo también. Mi padre adora a mi Daysi, todo el tiempo
la baña en regalos que ni siquiera yo podría comprarle. Le conozco demasiado
bien, él quiere que tengamos más hijos. Superar numéricamente a nuestros
enemigos.
- Paternidad responsable,
entiendo.
Un
empleado no deja de mirar a su patrón y cuando Colin me deja para venderle
autos a una pareja de ilusos evita mi mirada. Le sigo hasta el pequeño edificio
y de un empujón lo meto a un clóset de servicio. Un par de cachetadas después y
se abre como un libro. El buen Colin obliga a algunos de sus empleados a seguir
rutinariamente a su esposa. Él la siguió el día del homicidio pero, como
siempre, no encontró nada. Daysi Marshall fue a comer sola al “Olive’s”.
- ¿Y le crees?
- Tenía miedo, créeme.- Hablamos
mientras regresamos al auto. La política de no esconder nada hasta el fondo.
Los dos queremos ganar tanto que no romperíamos la regla ni soñando.- Pero no
creo que me haya dicho todo.
- ¿Qué pasa, tú método no es
perfecto?
- La gente miente. Es más, si
todos odian al escocés avaro ni le dirían si su esposa le pinta los cuernos con
el primero que pasa. ¿Tú encontraste algo?
- Trabajo policial por las
reglas.- Me muestra una servilleta arrugada como si sostuviera el santo Grial y
tararea canciones de iglesia.- Mira el membrete, el hotel Royal. Ya te puedo
ver recibiendo la santísima comunión.
- Eso lo veremos.
Es
un tiro en la oscuridad, pero funciona de maravilla. La recuerdan sin dudar.
Siempre rentaba la misma habitación, 332. Lo dicen en pasado y tienen buenas
razones para ello. Daysi llegaba sola, pero están seguros que se veía con
alguien directamente en la habitación. Alguien que entraba por la puerta
lateral y desde recepción no podrían verle, mucho menos recordarle. Dejó de ser
regular cuando golpeó a una mucama entrometida el lunes. La mucama quería
terminar su turno y al no ver señal asomó la cabeza. No vio nada, pero de
inmediato escuchó la discusión. Esperó fuera pero de algún modo Daysi Marshall
la escuchó y le soltó un derechazo que le dejó el ojo morado. Los de seguridad
le pidieron a Daysi que no regresara, al parecer la princesa siempre trataba a
la servidumbre a gritos.
- Aquí está.- El conserje la
materializa de atrás del mostrador. Es una chicana con cara de asustada y un
ojo morado.- Se llama Estela. Adelante, diles lo que pasó.
- Me pegó la señorita Marshall.-
Nos mira como si la fuéramos a amarrar a una catapulta y regresarla del otro
lado de la frontera. Le invito un cigarro y mi licorera y acepta ambas.
- Está bien, no te haremos daño.-
Le suelto 10 dólares y codeo a Harry para que haga lo mismo.
- A las tres de la tarde tengo
que recoger a mis hijos, ya se me hacía tarde. No debí meter la nariz donde
nadie me llamaba. Me pegó fuerte.
- ¿Escuchaste algo?
- Sí, “no podemos dejar evidencia
detrás, la familia estaría en riesgo”. Se me hizo sospechoso, por eso lo
recordé.
- Ahí lo tienes Oz, parece que
gané.
- Ajá.- Regresamos al auto y le
doy vueltas al asunto mientras me fumo un cigarro y como restos de dona que
dejé en el auto, ante la mirada asqueada de Harry.- Así que el amante de Daysi
Marshall no quiere matar a William, porque pondría en peligro a la familia,
pero lo hace de todas formas. Ahora explícame por qué alguno de estos locos
mataría al boxeador.
- ¿No es obvio? William es
chantajeado por cartas pasionales que destruirían su matrimonio y le
arruinarían frente a su madre. Quizás incluso dejaría de recibir la herencia.
- Pero William se acostaba con
Candy, ¿crees que tenía dos amantes?
- Puede ser. William se acuesta
con ambas, pero Daysi tiene otro amante que chantajea a William por su amorío
con Candy. Dos uniones Abernathy-McNeil sería demasiado. No puede pagar más,
como escribió en la caseta de teléfonos y el segundo amante de Daysi lo mata.
Probablemente Colin, su coartada es una broma. Él pudo llamar desde cerca de la
arena.
- No puede pagar el chantaje y...
¿lo matan? Si la idea es arruinarlo por acostarse con Candy o con Daysi, o con
ambas, ¿por qué no hacerlo? Además, si Colin quiere chantajearlo por echarse a
su mujer, ¿no sabría que él también quedaría afectado?, y si lo chantajea por
Candy ¿por qué no mostrar las cartas? Además, si Colin es el misterioso hombre
del hotel, ¿por qué verse en un hotel o por qué mandar seguir a su esposa?
- Bueno, la teoría quedará
completada cuando los arrestemos.
- Adelante, explícale al teniente
cómo debemos lidiar con los abogados.
- Arruinas la diversión Oz, ¿lo
sabías?
- Vivo para servir.
- ¿Cuál es tu teoría?
- No tengo idea. Por eso te voy a
ganar, porque no pierdo tiempo con castillos en el aire.
Nos
figuramos que el funeral ya habría acabado y decidimos probar suerte con Kevin
en su trabajo, en las oficinas del banco nacional. El primogénito tiene su
propia oficina en el décimo piso. No mide más de dos metros cuadrados, pero
tiene una vista envidiable de un oscuro callejón. Familias arcaicas que
descubren que su fortuna de generaciones se resume en dos que tres propiedades
y nada más. Cada centímetro de la oficina está ordenado y pulcro. Un ejecutivo,
al menos en su mente. No tiene secretaria, nadie en ese piso tiene una, pero
todos se conocen ya que los cubículos dominan la mayor parte del piso.
- Religioso y muy firme.- Dice
uno de sus compañeros.
- Religioso es cierto, sobre todo
su horario de comida a las dos. Como reloj.- Bromea otro.
- No seas celoso Matt, el señor
McNeil trabaja como asno.- La conversación se apaga con la campanita del
elevador. Kevin McNeil entra al piso y todos se teletransportan a sus cubículos
a la velocidad de la luz. Es obvio que no ha hablado con su padre porque no nos
reconoce. Toma a Harry por un ejecutivo, por su ridículo chaleco, pero me toma
por vagabundo por las manchas de café en mi arrugado abrigo.
- Detectives Clayton y Ozfelian.
¿Cómo estuvo el funeral?
- Incómodo. Pasen a mi oficina
por favor.- Apenas y cabemos en ella, pero Kevin se toma el tiempo de revisar
su correo interno y ordenar su rolodex antes de cruzar las manos y hablar con
nosotros.
- ¿Decía?
- Ah sí, el funeral. Muy
incómodo. Ya se imaginarán, como un pez entre tiburones. Arlin y gran parte de
los Abernathy quieren detener la boda.
- Eso sería una lástima.- Me
adelanto a Harry, me empieza a cansar el toque especial. Si no fuera por su
dinero estaríamos apretando su cabeza en el cajón de su escritorio. Justicia
social, si estás en la sección de sociales tienes justicia, si no tienes a Oz.-
El buen Angus tenía ideas muy fijas sobre las herencias. Sin William la
herencia pasaría a Lori y su marido.
- Ni lo mencione, ya lo
insinuaron los Abernathy lo suficiente. Creen que soy un interesado. A Lori y a
mí no nos importa si nos desheredan, ambos trabajamos y tenemos buenos empleos.
Me cambiaré el apellido de ser preciso. Además, yo no pude haberlo matado porque
estaba con Lori. Hubieran visto sus caras cuando les restregué eso en sus
narices, no podían llamar mentirosa a Lori sin dañar su propio apellido.
- Hemos estado conociendo a su
familia, muy interesante. ¿Qué nos puede decir de Daysi Marshall?
- ¿Creen que Daysi mató a William
Abernathy? Imposible, no creo que siquiera se conozcan. No, Daysi es la luz de
los ojos de mi padre, la baña en regalos y detalles, le cumple cada capricho
como la hija que nunca tuvo. La hija que puede darle camadas enteras de McNeil’s
ya que su primogénito traicionó a su familia con una Abernathy. Pobre la
verdad, mi padre me refiero, el resto de la familia está en Escocia y nosotros
nos extinguiremos, sólo quedan los hijos de Colin y Daysi.
- ¿Apostaste en la pelea de
William? Y ten en cuenta, lo sabremos.
- No aposté, no creo en eso y
nunca he creído. Además, sólo porque me casaré con Lori no significa que
andaría por ahí apostándole a un Abernathy. A William menos que a nadie.
Siempre fue muy hiriente con nuestra familia, con sus mentadas bromas y todo
eso.
El
asunto con Daysi empieza a ponerme nervioso. Colin nos esperaba en la
concesionaria y fue muy cuidadoso de decir lo menos posible. Decidimos
sorprenderlo en su casa, la vecina a su padre y tíos. Le digo a Harry que no
malgasto el tiempo en teorías, pero es una mentira y él lo sabe. Las conexiones
sobrecargan mi cerebro, ni siquiera el whiskey les hace tener sentido. Tenemos
suerte, Colin ha salido momentáneamente y Daysi se da cuenta que no puede
evitar que entremos. Los cuatro pequeños corren entre nuestras piernas y su
madre les contenta con galletas. Daysi niega tener un amorío, dejamos fuera lo
del hotel Royal y le decimos que la siguen. No le sorprende, se deja seguir
para calmar los celos de Colin.
- Un amorío, que cosa más
absurda. Tengo cuatro hijos, ¿creen que los sometería a algo así?
- ¿Francamente? Sí. ¿Y por qué
no? Sabes que los McNeil están tan locos como los Abernathy.
- Eso es cierto, pero aunque
suene extraño yo amo a mi esposo.
- ¿Qué tanto conocías a William?-
Pregunta con truco.
- No mucho, de vista más que
nada. Le vi hace unos días en el “Olive’s” cuando salí a comer. Sola por
cierto. Él no estaba solo, tenía a una chica con él y no era su esposa.- Harry
le describe a Candy y Daysi sonríe.- La misma. Muy simpática. William hasta
pagó la comida de los tres y salimos juntos, él me llevó al salón a una cuadra.
Y créanme, no pasó nada en una cuadra. La chica me cayó bien, si puede hacer
que un escocés pague la comida de otra persona, sobre todo una casada con un
McNeil, entonces debe obrar milagros.
- ¿Daysi?- Colin nos sorprende en
la cocina y enrojece de inmediato.- Prepárate y prepara a los niños, ya nos
vamos. Ustedes dos, lárguense.
- Ya nos íbamos.- Regresamos en
silencio al auto. Le doy una vuelta a la manzana y espero en una esquina.- ¿Qué
haces?
- Esperando.
- No te hagas al gracioso Larry,
¿qué esperas?
- Al verano, ¿tú qué crees?
Quiero entrar a esa casa.
- No podemos hacerlo sin una
orden de cateo.
- ¿Cómo resolvían casos en robo?
- Con paciencia.
- ¿Paciencia? Hay al menos un
chantaje, un homicidio y muchas complicaciones. Esto se pondrá feo antes de
mejorar Harry. Primera lección de Homicidios, el que mata una vez puede hacerlo
muchas veces más. Ya se salió con la suya, nos ha visto dando vueltas sin
atinarle, debe sentir que puede hacerlo de nuevo. Si quieres quédate aquí.
- No te hagas al ofendido. Vaya
que eres sensible. Harías lo que fuera con tal de no ir a misa.
- Dios me evita tanto como yo a
él. Las cartas pueden ser chantaje, o material para que los Abernathy
chantajeen a los McNeil.
No esperamos mucho.
Los McNeil salen de la casa, entran al auto de Colin y se van. Espero un minuto
hasta salir del auto. Harry me sigue murmurando maldiciones. Las cerraduras son
viejas, las ganzúas funcionan a la perfección. Busco en el estudio, pero no
encuentro nada fuera de lo común, muchas guías de autos y órdenes de compras.
- “San Francisco, obra en tres
actos” Colin estará disfrazado de monje mientras su esposa abre las piernas
para Dios sabe quién.- Dejo el volante de regreso al escritorio cuando Harry
chifla.
- Mira esto.- Harry está en el
suelo hurgando entre la basura de la cocina.
- ¿Qué tienes tú con la basura?
- La basura cuenta una historia.
Apuesto que si busco entre la tuya encontraré alcohol, pizza, comida china,
donas y material de lectura de lo más vigorizante.
- Está bien, tienes razón. ¿Qué
tienes?
- Una nota de papel, tiene un
membrete “Madigan”, no parece parte de una carta. Sin fecha ni firma, “Se
acabó. Está hecho y no hay vuelta atrás”. ¿A qué te suena?
- Me suena a que es cierto, no
hay vuelta atrás para William.- Escuchamos el auto y Harry regresa la basura a
su lugar. Escucho las llaves en la puerta. Sacamos nuestras armas y nos
escondemos en la alacena. Un hombre y una mujer. Son los McNeil que olvidaron
el paraguas. Un minuto después la casa regresa al silencio.
- Maldita sea Oz, ¿ves por qué
detesto hacer esto? Pudimos perder la placa.
- Vamos Harry, no habrías roto el
caso por la mitad.
- Apelar a mi ego siempre es
buena idea. Vamos, antes que me dé un ataque al corazón.- Salimos de la casa y
regresamos corriendo al auto.- El asesinato no tiene nada que ver con el box.
Eso es claro.
- ¿Qué tal dos asesinos? Colin
asiste o Daysi, que entre ellos son coartada. Quizás Colin chantajea a Daysi
con su amorío, puede ser que Daysi mintió sobre haber visto a Candy con
William.
- Yo digo que las dos familias
están confabuladas. Lori recibiría el dinero, Arlin escala la violencia y lo
usa como excusa para detener la boda.
- Odio este caso, odio a estos
escoceses y todo el maldito asunto Harry. ¿Quién pagaba el chantaje en el
parque?, ¿de quién son las cartas comprometedoras?, ¿con quién hablaba Daysi en
el hotel?, ¿de quién es la nota que acabamos de encontrar?
- Sí, es difícil... Casi hace que
ir a la primera comunión de mi hijo parezca una nimiedad.
- Tienes razón, casi.
Quinn quería resultados. Al parecer
sus acreedores no pueden esperar. Llenamos formatos y redactamos reportes, pero
no tenemos nada concreto. Sueño con las altas colinas de Escocia, bañadas con
ríos de sangre que descienden hasta Malkin. Los Abernathy y los McNeil
pertenecen a Malkin, no hay duda, su demencia se eclipsa por la demencia colectiva,
por la sociedad de Caín que hace mucho mataron a los Abel y ahora se las
ingenian para cohabitar el mismo espacio sin colapsar en la anarquía. Harry
está ciego a esa ciudad, la ciudad invisible que existe a milímetros debajo de
la ciudad visible. Sueños con colinas que bajan a Malkin, con lobos que suben
desde la jungla urbana. Generaciones de esos clanes asesinos, todos viviendo en
mansiones de naipes, listas para caer de un soplido. Me despierto sabiendo que
me perdí algo, una respuesta que existe etérea, como la ciudad invisible, a un
centímetro y a un kilómetro de mi adormilada mente. Trato de pescar la idea,
pero es inútil. El show de los Abernathy y los McNeil aún no acaba.
Secuestraron mi sueño, ahora secuestran mi día libre. Harry en el teléfono.
Kevin McNeil está en el hospital, envenenamiento por talio. Ha sobrevivido de
milagro.
- Ésta maldita gente, ¿se tienen
que matar en fin de semana?
- ¿Apenas te despiertas?
- No sabía que eras granjero, es
medio día Harry.
- Ya llevé a Harry junior a la escuela
de la iglesia, está emocionado. Como tú, seguramente.
- Brinco de emoción. Desayunó, me
baño y voy para allá.
- Claro compañero, no te apures.
- Pueden esperar.
Harry
me dice la versión del médico, grandes cantidades de talio, casi se muere
envenenado y ahora está fuertemente sedado. Un milagro que haya sobrevivido. No
me sorprendería si esa gente regresara de la muerte. Robert McNeil mira a su
hijo en silencio desde el marco de la puerta, mientras que Donald le toma de la
mano acompañado de la familia de Colin. Ni una lágrima, el patriarca no puede
permitirse ni un ápice de debilidad. Le invitamos una taza de café y afloja la
lengua. Yo aún tengo lagañas y el segundo café del día me despierta cuando le
agrego whiskey. Tuvieron un brunch, una especie de lunch para la gente rica, en
su casona. Kevin fue acompañado de Lori Abernathy, lo cual ya le parecía
insultante, y para colmo Lori llevó a su hermano Sean. El viejo especula que
llevó a Sean como seguridad, temiendo lo peor. Robert termina de hablar y mira
hacia la nada. La realización que la vida de su hijo pende de un hilo
finalmente le llega. Súbitamente los juegos de guerra se hacen reales y su
rostro se contorsiona de dolor.
- ¿Cómo cree que se siente Arlin
Gilmore por la muerte de su hijo?- Me mira sin entender la pregunta, se levanta
y regresa al marco de la puerta. Harry le hace señas a Colin para que se
acerque a las sillas frente a la mesa de café y se sirve uno. Colin parece más
enojado que angustiado.
- ¿Qué esperan para arrestarlos?
- Empieza por el principio.
Tuvieron Bruch o lunch o lo que sea que seas eso. ¿Qué ocurrió?
- Sólo el tío Donald pudo detener
que les sacáramos de la casa, está de acuerdo con la boda. Nos portamos bien,
les dimos el viejo trato McNeil.- Quiero decir algo, pero Harry me pisa en el
pie.- A la mitad del brunch empezó a convulsionarse y sacar espuma por la boca.
Mis hijos siguen aterrados.
- ¿Cómo fue la reunión? Me
refiero a quiénes tuvieron acceso a la comida, para envenenarla.
- Eso es lo peor. Fue
semi-formal, todos anduvimos de un lado a otro. Cualquiera pudo entrar a la
cocina.- Daysi se acerca y toma a su marido de los hombros.
- Diles de la pelea.
- ¿Qué pelea?
- Sí, Sean y Lori discutieron en
el baño. No sé de qué. Me mantuve alejado de ellos.
- Los Abernathy están afuera, en
la calle.- Añadió Daysi antes de animar a su esposo para regresar a la
habitación con sus hijos.
Encontramos
a Lori y a Sean fumando en la entrada de ambulancias. Lori llora desconsolada,
agarrada a su pañuelo y con la cabeza apoyada en el hombro de su hermano. Sean
no quiere hablar mucho, pero se da cuenta que tiene que hacerlo, que los McNeil
le apuntarán con el dedo y que nosotros dos también lo haremos. Minimiza la
discusión, a Sean se le hacía de mal gusto que estuvieran ahí el día siguiente
del funeral, cuando aún debían seguir en luto bajo ley tradicional. Me pregunta
si creemos que cualquiera de los dos podría haber envenenado a Kevin. Harry trata
de convencerle que no emitimos esos juicios, pero me está mirando a mí. Le veo
a los ojos y no digo nada. Todos son capaces. Entre ellos han fantaseado con
matarse mutuamente, ahora se hace realidad y fingen que son todos unos
inocentes incomprendidos. Quien apuñaló a William no era inocente, sabía lo que
hacía, lo mismo con quien haya envenenado a Kevin, o quien haya estado
chantajeando a los Abernathy.
Probamos
suerte con la escena del crimen. Con los McNeil fuera de la casa, menos por
Mirna la loca que guardan en el ático, corremos con suerte. La cocinera, Norma
Smith, nos abre la puerta y nos deja pasar. Norma le tiene el mismo cariño a
los McNeil que un enfermo a su cáncer. La mujer es religiosa, cree que Dios la
castiga con esa familia. No la corrijo, probablemente sea cierto. Nos explica
que los McNeil, en su típico humor dadivoso, la usaron de cocinera, mesera y
sirvienta. Nos instalamos en el comedor, con dos de las sillas aún en el piso y
la mayor parte de los platos y vasos aún con comida y bebida.
- Tenía muchas cosas que hacer,
deje todos los platos en la cocina mientras terminaban con los aperitivos,
después los serví.
- ¿Cada quien comió algo
diferente? Me refiero si fue sirviendo los platos en desorden.
- No, los McNeil no son así. Cada
quien quería algo diferente, estuve cocinando desde anoche.
- ¿Quiénes entraron a la cocina
durante la primera parte?
- Donald y Robert discutieron
todo el tiempo, pero ya sabe lo que dicen, uno pone a dos escoceses en la misma
habitación y obtiene tres opiniones. La próxima vez que pasé por ahí Donald ya
no estaba y Kevin insistía sobre la boda con su padre. Estaban muy enojados y
se separaron cuando yo entré.- Norma se rasca la cabeza y trata de recordar.-
No sé, todos entraron y salieron en algún punto. No he tocado nada, me dijeron
que no lavara nada. ¿Quieren ver los platos?
La
cocina es del siglo pasado, apenas y tiene electricidad. Norma trabaja con
hornos de carbón y leña. Nos explicó que recogió los platos con comida y los
dejó sin tocarlos. No quería envenenarse accidentalmente. Sólo uno tenía
rastros de talio, el de Kevin. Pequeñas flecas de polvo blanco, casi como
nieve, mezclado con el hígado con especias. Harry encontró el frasquito con el
polvo detrás del horno de piedra y carbón. Metió el frasco en una bolsa de
emergencia y antes que pudiéramos irnos nos topamos con Donald. Nos miró con
los ojos hundidos y rojos de tanto llorar y con temblores nos comunicó que
Kevin tuvo una complicación y había sido trasladado a cuidados intensivos,
todos los familiares habían sido echados y el pronóstico no era bueno.
Llevamos
el frasco para que analicen las huellas, pero después de dos horas de espera no
obtuvieron resultado alguno. El responsable había borrado las huellas antes de
tirar el frasco donde pensó que no sería descubierto, o bien utilizó guantes o
un pañuelo. Harry acaricia su crucifijo mientras su mente corre en círculos.
Fingimos que revisamos declaraciones de testigos, pero en el fondo el único
método para un detective es pensar. Discutimos hasta quedarnos sin saliva y
mientras ordenábamos algo de comer. Kevin se beneficiaba de la muerte de
William, su coartada era Lori, pero no quedaba claro cuál era el chantaje del
parque. Quizás éste estuviese relacionado con el misterioso amante de Daysi, y
quizás el amante y el chantaje fuesen los motivos para envenenar a Kevin. Aún
así, el papel que Candy jugaba en todo esto era como una pieza que no encaja.
Harry revisa entre las propiedades de Veronica “Candy” Welles y encontró un
departamento. Sus llamadas eran interesantes, pues al parecer conocía a alguien
en la casona McNeil. Una de las llamadas era del día después del homicidio del
boxeador. No era necesario decirlo. Dejamos al teniente a media oración y
cruzamos la ciudad hasta el departamento de Candy.
- ¿Qué tal esto?- Harry no ha
dejado de hablar en todo el camino. Su estrategia es inteligente, suelta
suficientes teorías como para atinarle a una por accidente y ganar la apuesta.-
Gillian Dunn es chantajeada por cartas pasionales, no puede dejar que su marido
se entere o la mata. Gillian asesina a su esposo después de dejarle en claro al
chantajista que ya no tiene dinero, y temiendo que la exponga ante la familia y
lo pierda todo. Apostó y rentó una habitación para parecer inocente. Con William
muerto la herencia iría a Lori, cuando ésta salga del limbo legal en la que se
encuentra. Kevin se da cuenta de ello, empuja lo de la boda y eso hace enojar
al chantajista, sin duda un McNeil. Colin entonces lo envenena, asumiendo que
él es el chantajista, que quizás no sólo haga seguir a su esposa sino a
Gillian. Se le pasa la dosis, nunca había hecho algo así y casi mata a su
hermano. La nota de la hoja con membrete se refiere al homicidio y el
misterioso amante de Daysi no es sino Lori quien quería armar el homicidio de
su hermano con su ayuda.
- Factible. Falso, pero
factible.- Subimos las escaleras al edificio y entramos al elevador mientras
bebo de mi licorera y le busco puntos débiles a su teoría.- Kevin pudo haberlo
matado y convencido a su prometida de mentir por él con alguna excusa. Además,
el chantaje y la nota con membrete podrían ser de lo mismo. Quizás vendían las
cartas pasionales y la nota indica que la transacción se ha hecho, o quizás que
se vendieron a alguien más. Las cartas podrían perjudicar a los McNeil y con lo
herméticos que son quizás ya están en circulación. ¿Quién sabe? Quizás las
cartas muestran que Kevin no ama a Lori, ella las leyó pero no creyó poder
hacerlo sola, así que lleva a su hermano con la intención de matar a Kevin.
- ¿Y William?
- El cartero. Qué sé yo. La única
certeza en este caso es que tu camisa levemente rosada le da mal nombre a la
Fuerza, y eso no es fácil.
- Al menos mi camisa no es un
mapa del tesoro con una colección de manchas.
- Oye, cada mancha tiene una
historia.
- Eres raro Oz, en serio.
Descuida, una buena misa te lo quitará.
Dejamos
de bromear cuando ubicamos el departamento de Candy, la puerta está abierta y
la cerradura fue forzada. Nos apuramos dentro, pero no hay prisa, Candy está
muerta. El cráneo se reventó a golpes y su ojo izquierdo cuelga de las venas y
roza el tapete blanco. Harry llama a una patrulla y al forense. La tercera
víctima de una guerra que aún no entendemos. Procesamos la escena en silencio,
nadie tiene ganas de hablar. Demasiado lentos para impedirlo. Los chicos del
forense dicen lo obvio, los peritos de la escena del crimen siempre lo hacen,
hubo una pelea entre Candy y su atacante, ceniceros en el suelo, una silla y
varias figurinas rotas en el suelo. Los golpes a la cabeza la mataron.
Encuentran un cabello negro en el tapete y una sustancia blanca en sus manos,
crema de manos. También encuentran algo bajo sus uñas, un hule color carne muy
delgado. Debajo de un mueble encuentro una linterna y un destornillador.
- Oye Larry, mira esto.- Harry me
muestra la agenda a un lado del teléfono de la cocina.- Reconozco el número y
mira el nombre, Sean Abernathy.
- ¿Hora de la muerte?
- Entre cinco y seis.- Dicen los
aburridos forenses mientras la cargan a la camilla. Su belleza se ha ido y
ahora es un títere de carne.- Usa la agenda para llamar parientes o amigos que
puedan decirnos quiénes eran sus parientes. Yo seguiré buscando.
Mientras
Harry comunica las malas noticias reviso el lugar a conciencia. Si algo aprendí
de Vincent Simone cuando era teniente, es que la gente pasa más tiempo viva que
muerta. Toda casa o departamento es el retrato de una persona, no pueden
evitarlo, en su área de confianza se muestran como son. Candy era una mujer
alegre, colorida. Quizás por eso William cayó en sus manos. También le gustaba
el dinero, por lo que veo en su guardarropa, quizás eso vio Candy en el
boxeador. La paciencia obra milagros. Debajo del colchón hay un recorte pegado
con cinta adhesiva. Lo retiro cuidadosamente para verlo a la luz de la lámpara
del buró. Es una foto de la prensa de la noche de la pelea. Está Sean a un lado
de Gillian y un círculo pintado con plumón rojo donde la mano de Sean debería
estar, oculta por el cuerpo de Gillian. Al verlo Harry me mira sin decir nada,
pero ambos pensamos lo mismo. Lo guardamos como evidencia y hablamos con los
vecinos, la turba de curiosos que se ha reunido afuera de la puerta del
departamento.
- A las cuatro recibió a alguien,
estoy segura.- Dijo un ama de casa mientras sostenía a su hijo en brazos.- Yo
vivo al lado y estaba saliendo cuando les escuché discutiendo en la puerta.
- ¿Pudo verlo?
- No, pero Candy estaba enojada y
no le dejaba entrar del todo, la puerta no me dejó ver quién era. No que sea yo
una chismosa. Discutían de dinero, de eso estoy segura.
- Hablando de dinero,- dijo el casero.-
Candy me dijo que me pagaría lo que me debe, tres meses de atraso, mañana
mismo. Estaba muy segura, ¿la ciudad me pagará?
- Roy, ahora no es momento.- Le
regañó un anciano.
- ¿Alguien lo vio salir?-
Pregunta Harry, pero nadie dice nada.- ¿No han tenido visitas, gente que no
conozcan en cualquier momento entre las cuatro y las siete?
- Vino mi primo, él no se quedó
mucho tiempo. Es moreno y de bigote, usa un sombrero verde.- Dijo un señor al
fondo.- No lo vayan a confundir con el asesino por favor.
- Yo lo vi.- Dijo un joven.- Yo
vivo en el primer piso y al perro le gusta ver para afuera, por las rejas. Vi a
su primo señor Mendez, también al plomero, a una señora que traía un gato y al
vendedor de seguros. No sé, quizás hubo más gente pero es el perro el que se
queda mirando para afuera, yo no.
- No vayan a desconfiar de la
señora.- Dijo otro joven en las escaleras.- Es mi mamá, me trajo a mi gato
porque me acabo de mudar. ¿Creen que mi mamá es sospechosa?
- No, descuida. Tu gato no sé,
pero no tú mamá.- Harry bromea y la gente se aligera. Él es bueno en eso, en
mantenerlos confiados y platicadores.
- El de los seguros me visitó a
mí, también el plomero. No tenía necesidad de ninguno y les dije que se fueran,
eso fue a las cuatro y algo.- Dice un anciano judío con el periódico bajo el
brazo.
- Yo sí lo dejé entrar, arregló
mi lavamanos aunque lo dejó peor.- Una señora se limpió las profundas gafas y
se hizo pasar con aires de importancia.- Vi pasar al hombre del que habló
Gloria, pero no le vi bien por mi visión. Se quedó en la puerta. Apreté el
botón equivocado del ascensor, por eso lo vi. No sé a qué hora se fue.
Tres
personas salen del ascensor con lágrimas en los ojos y preguntan por Candy, son
las personas a las que le habló Harry. Los vecinos se van yendo uno por uno y
los extraños se presentan. Un primo, una amiga y una persona que salió con ella
un par de veces hace un año y le tomó cariño. Nos dicen que Candy casi no tiene
familia, tiene una tía en Brokner y Harry apunta el número de teléfono. De
todos modos los patrulleros pueden hacerlo. También tiene un medio hermano,
Charlie Mason. La coincidencia es sobrenatural y hace sonar toda clase de
campanas. Harry también lo capta, pero hace como si aquel pedazo de información
encajase perfecto en una de sus teorías. Clay le ordena a los de uniforme que
ubiquen a su familia e inicien el papeleo, nosotros dos tenemos una cita con
Sean Abernathy. En su casa nos remiten al parque Deeds a un par de cuadras de
distancia.
- Con tacto Oz, recuerda que
puede demandarte.
- Claro, con tacto de príncipe.
Ellos que maten a quien sea, nosotros con guante blanco.
- Extrañas a las prostitutas, ¿no
es cierto?
- Tú también Clay, y no de la
misma forma.- Lo encontramos con sus tres hijos cenando sobre un mantel a
cuadros y bajo la luz de la farola.
- Tacto Oz, no dejes que el
abogado lo deje libre porque lo torturaste frente a sus hijos. Rutina de
dobles, ¿te parece?
- Hecho, tú empieza.
- ¿Qué quieren?- Sean se levanta
y le hace señas a sus hijos para que se queden quietos.
- ¿Conoce a una persona llamada
Veronica Welles?, le gustaba que le dijeran Candy.
- Le gustaba hasta hace poco. Su
ojo brincó de su cuenca ocular.- Harry el agradable, Oz el repugnante. Clay se
para enfrente, yo me ubico en la periferia de su visión.
- No conozco a nadie de ese
nombre. ¿No pueden resolver la muerte de mi hermano y se inventan nuevas
víctimas?
- ¿Qué ha hecho esta tarde?
- Además de visitar gente que no
conoce.
- He estado aquí con los niños
toda la tarde.
- ¿Sabe? Los niños pueden mentir,
pero la gente en el parque tiene memoria y la gente por su casa también la
tendrá.
- Y Candy tenía buena memoria,
quizás por eso está muerta.
- Está bien, pasé por los niños a
las seis. Estuve paseando, a solas. ¿Es delito?
- Es raro que una mujer que no
conoce tenga su número en su agenda, a un lado del teléfono.
- Podemos ir a su edificio, sus
vecinos son metiches.
- Miren, la vi a las cuatro y no
me quedé más de media hora. Estaba viva cuando me fui. La mujerzuela quería
dinero, dijo que ella también era la viuda de mi hermano.- Se muerde las uñas,
está nervioso. Contengo mi impulso de golpearle en los riñones, es más difícil
de lo que suena.- No puedo dejar que Gillian se entere que William tenía una
amante.
- Candy tenía más que un amante,
tuvo un asesino. Está bajo arresto.
- Descuide, la patrulla llevará a
sus hijos con la abuela.
- No pueden hacerme esto.
- Podemos y lo haremos. Con mucho
gusto, añadiría yo.
Le
mostramos el recorte de periódico que encontré bajo la cama de Candy y el
pañuelo de su familia encontrado en la arena tras el homicidio de su hermano.
El escocés nos mira con odio, pero no abre la boca. El abogado lo hace por él.
Traemos testigos del edificio, le identifican como el hombre que subió por las
escaleras para hablar con Candy a las cuatro. Sean tiene a un abogado, nosotros
tenemos tiempo. Al menos eso creíamos, a la media noche entra un detective
privado que sonríe como un idiota y habla con el abogado. Encontraron al
dependiente de una tienda que asegura que entre las 5 o las 5:30 entró a su
tienda a usar el teléfono. La gente miente, la gente es sobornable, pero el
teniente no escucha. La juega a lo seguro. Liberamos a Sean Abernathy. Quinn
tiene ganas de regañarnos de nuevo. Harry y yo recogemos nuestras cosas y nos
vamos a dormir.
Evidencia
insuficiente. Eso dijeron los abogados. Nos enojamos y discutimos, pero en el
fondo sabíamos que tenían razón. No dejo de pensar en el chantaje de las
cartas, en la nota con membrete, en la discusión en la habitación de hotel de
Daysi, en algo grande que he pasado por alto. Grande como las colinas de
Escocia. Sanguinario y vergonzoso. Duermo sin sueños, pero duermo mal.
Demasiadas preguntas, demasiada urgencia. Guerra de clanes, abogados costosos y
evidencia insuficiente. Al alba suena el teléfono. Sé quién es. Ni siquiera nos
saludamos. Él tampoco está de humor. Me doy vuelta y me caigo de la cama cuando
me lo dice, el teléfono pegado al oído.
- Donald McNeil está muerto, lo
encontraron en un callejón.
- Voy para allá.
La
ciudad aún no se despierta y Donald McNeil ya nunca más abrirá los ojos.
Estaciono en la colmena de patrullas. Le doy un trago al whiskey antes de
acompañar a Harry al callejón. Donald está sentado en el suelo con sangre en la
camisa. Harry señala la automática en el drenaje que recorre la pared de
enfrente. Reviso al muerto y le encuentro un revólver en el cinto trasero. El
ayudante del forense abre su camisa y vemos las cinco heridas de navaja. Debe
ser un arma popular entre los escoceses.
- Es espantoso, pero debí
imaginar que algo malo pasaría cuando el ladrón desmayó a la cocinera.
- ¿De qué diablos habla?
- Anoche se metió alguien a la
casa. La cocinera le debió sorprender porque ella quedó desmayada en el suelo.
No se robaron nada, por eso no quise hablar a la policía.
- ¿Y cuándo salió su hermano?
- No tenía idea, pensé que se
retiró temprano a dormir.
- Harry, mira esto.- Levanto la
rejilla del drenaje y meto la mano al río que empieza a rebosar. La cloaca
estaba tapada por billetes de un dólar, tiras de periódico, envoltorio y basura
de todo tipo.- ¿Por qué a Donald?
- Tenemos un testigo.- El
uniformado llegó corriendo jalando del brazo a un joven que aún no terminaba de
despertar.- Ya recorrimos las cuadras, Tim Jameson vio algo.
- ¿Qué viste?- Lo alejamos del
cadáver. Alguien le ofrece café. Me enciendo un cigarro y no le quito el ojo de
encima a Robert, quien llora del otro lado del listón amarillo.
- Después de la media noche, tuvo
que ser después. Déjeme ver... Ya recordé, entre una y dos. Tiene que ser,
porque a esa hora el gato pide salir por la ventana. Yo vivo en el departamento
de ahí, tengo una linda vista del callejón. Lo vi de traje, se me hizo raro que
estuviera tan formal con todo y maletín de doctor entrando a un callejón que no
da a otro edificio. No me fijé si alguien le seguía, el gato entró, cerré la
ventana y nada más.
- ¿Viste si vino en coche?
- Sí, estacionó en algún punto de
esa cuadra.- Harry y yo seguimos sus instrucciones y en la esquina encontramos
su auto. Robert lo identifica de inmediato. McNeil no había arreglado su
defensa en más de tres años.
- La magia de Oz, háganse a un
lado.- En diez segundos forcé la entrada y abrí la puerta.
- Debería preocuparme, en serio.
- Tarjeta de banquero debajo del
asiento. El número está apuntado a mano.- Harry toma la tarjeta y le acompaño
al teléfono público. Dos líneas de diálogo y me mira extrañado.
- Dice que sacó un préstamo por
80 mil dólares el día después del homicidio y recogió el dinero el sábado.
Tenías razón, el chantaje sigue en juego. Pero, ¿por qué Donald? No le veo
relación al box, a las apuestas o a Candy, ¿crees que era el amante de Daysi
Marshall?
- Creo muchas cosas en este
momento.- Le hago señas a Robert McNeil para que se acerque.- ¿Sabía usted del
préstamo que su hermano pidió?
- Ustedes par de inútiles no
tienen vergüenza. No toleraré que me hablen así, o que le hablen a un McNeil de
esa forma.
- De haber sabido que se haría el
gracioso le aplastaba la cabeza contra la puerta del auto antes de preguntarle.
- Se la verán con nuestros
abogados, se lo prometo.
- Deberíamos arrestar a todos,
así se detendría la violencia.- Harry se enciende un cigarro y se apoya contra
un auto para poder pensar con claridad.
- Es toda esa porquería católica
que les meten en la cabeza. A mí me metieron a una escuela católica y mírame
ahora. Enredado entre escoceses, vaya manera de pasar los días.
- Eres una víctima de la sociedad
Oz, no hay duda.- Harry suspira cansado y mira el reloj, apenas son las seis de
la mañana.- No tenemos nada sobre el asunto William, o sobre el envenenamiento
o sobre Candy. Nada sólido. Es insoportable. Tenemos un chantaje que no sabemos
de qué trata. Tenemos misteriosas discusiones en el hotel con Daysi, en el
departamento con Candy y una nota que probablemente habla del homicidio. Una
boda mal vista, una herencia en pugna y dos familias de mentirosos patológicos.
- De haber sabido que el caso
sería tan insufrible habría apostado más fuerte, quizás tu hígado.
- ¿Qué pasa Oz, no te gusta el reto?
- Te tendré comiendo de la mano
Harry, no hay duda.- Quinn se aparece. Bien bañado, bien trajeado, bien
afeitado. Parezco un vagabundo y tengo más whiskey que comida encima. No es
buena momento.- El teniente, es hora de irnos.
- Vamos a desayunar Larry, yo
invito.
- Las palabras mágicas.
- Sí, te quiero bien alimentado
para la primera comunión de Harry junior.
Harry
podrá ser un insufrible detective que juega por las reglas y no pierde ocasión
para señalar mis debilidades, pero tiene buen gusto. El restaurante es de un
pariente suyo y en cuanto le ve se pone a temblar, el buen Harry tiene el
hábito de jugar la carta del familiar e irse sin pagar. Él invita un desayuno
sin pagar nada, clásico Harry. Le seguimos dando vueltas al asunto al punto que
Harry le pide una pluma al mesero y escribe diagramas de sospechosos y motivos.
- Es una maldita telaraña. La
boda, apoyada entre otras personas por Donald, se ve en peligro por su muerte y
el atentado a Kevin. ¿Qué pasa con Candy y con el chantaje? No tengo idea.-
Harry tira la pluma y termina su café haciendo a un lado los platos vacíos de
comida.- Tienen que ser dos o tres ruedas girando independientemente.
- Posiblemente, pero entonces
¿por qué matar a Candy, por qué seguir el chantaje o tratar de robar algo en la
casona McNeil si saben perfectamente que estamos sobre ellos? El riesgo es
grave, así también debe ser la cuestión de fondo. No, esto va todo unido. Estoy
seguro.- Bebo mi café tratando de no pensar, pero es inútil. Harry se queda en
silencio también y cuando nuestras mentes se clarean empezamos a mirar las
cosas desde otro ángulo.
- Sí,- dijo Harry mientras se
limpiaba con una servilleta.- hay apuro en todo esto, como si el tiempo se
estuviese agotando.
- Exacto, es casi como si el
castillo de naipes se viniera abajo.- El
trueno que estalla en mi cabeza me pone de pie. Harry me mira boquiabierto. Una
red mortal, desde un ángulo parece un embrollo, pero siempre existe un ángulo
desde el cual todas las piezas encajan.
- Hay que arrestar a todos. Ahora
mismo.
Los
Abernathy y los McNeil son llevados a la estación. Los que se rehusaron fueron
arrestados y llevados por la fuerza. La sala de interrogación estaba a
reventar. De un lado Arlin Gilmore, Gillian Dunn, Lori y Sean Abernathy; del
otro lado Robert, Colin y Daysi; en medio, sus abogados respectivos. Cacofonía
de términos legales. Quinn no sabe qué hacer. El chico es lo suficientemente
listo para saber que es mejor esperar y ver, dejarnos obrar un poco de magia.
- Vayamos en orden.- Harry empuja
la mesa de metal contra la pared para hacernos espacio.- A los abogados, quiero
que sepan que reconocemos el derecho a guardar silencio de sus clientes. Pero
ellos querrán escuchar esto. No había otra forma de reunirlos a todos.
- Este es el día más negro del
clan Abernathy.- Se quejó Arlin.
- Como usted sabe señora, su hijo
William murió antes de tiempo, como unas doce horas antes, porque el plan ya
estaba en efecto. Debía perder, pero él tenía otros planes. El entrenador
polaco debió darse cuenta, nos habló de lo confiado que estaba. Candy también
lo sabía, apostó una jugosa suma de dinero a su favor y se llevaría un dineral.
También lo hizo su esposa, lo cual interpretamos como una natural señal de amor
matrimonial, pero no fue por eso. Gillian Dunn necesitaba el dinero, y usted
también señora Arlin porque estaban siendo chantajeadas con algo tan terrible y
vergonzoso que derrumbaría al clan Abernathy y McNeil para siempre.
- Es ridículo, no hay chantaje
alguno.
- Vimos el telegrama, las
llamadas al teléfono público y el mensaje que le dejaron al chantajista
misterioso. Debía ser algo grande para unir a dos mujeres que se desprecian
mutuamente.- Harry se enciende un cigarro y les deja en suspenso.- Cuando el
dinero no llegó al chantajista, éste se tornó a Donald McNeil. Le vieron con un
maletín que estaba lleno de billetes de un dólar y periódico, porque no pensaba
pagar. Pensaba matarlo, para eso llevó dos armas. Donald tenía que recuperar
las cartas, estaba en el mismo embrollo que Arlin y Gillian.
- No olvidemos a Candy, ella no
sabía del chantaje pero sí estaba involucrada en otra actividad ilegal, la
estafa. Su medio hermano, Charlie Mason es amigo de Robert McNeil y lo
planearon juntos, lo que explica las llamadas de Candy a la casona McNeil. El plan
era perverso, seducir a William, convencerle de ganar la pelea que debía
perder, hacer un dineral y huir juntos abandonando a su esposa e hijos. Por eso
Candy tenía maletas en esa habitación de hotel, esperaba a su amante para irse
de la ciudad con el dinero, sólo que ella planeaba robarle después. El dinero
se repartiría entre los tres estafadores, William no podría regresar a casa y
el clan Abernathy sufriría. Ella no esperaba la muerte de William. Quizás lo
mataría después, quizás no, pero su muerte arruinó sus planes y perdió todo el
dinero que apostó.
- Semejante cosa sería impensable
para un McNeil.- Se quejó Robert. El abogado le recomendó guardar silencio,
pero la sala empezó a calentarse. Gillian trató de pegarle con su zapato y dos
abogados tuvieron que someterla.
- Candy se quedó sin dinero, pero
tenía un as bajo la manga, sabía cómo conseguir dinero rápido. Ella sabía quién
mató a William y trató de venderle la información a Sean.
- Es cierto,- dijo Sean
Abernathy.- me dijo que le pagara al día siguiente.
- Sí, pero el asesino de William
la silenció primero.
- ¿Quién mató a mi hermano?-
Gritó Lori.- Eso es lo que me importa, ¿y quién envenenó a mi prometido? Dígame
eso.
- William murió por celos, pero
no fue su esposa. Celos mal direccionados, la peor clase de celos. Daysi
Marshall estaba siendo infiel y su marido la hizo seguir en varias ocasiones.
- Eso es ofensivo, no tengo
ningún amorío y menos con un Abernathy. Tengo dignidad.
- Tiene razón, no fue con William
que tenía un amorío, pero la persona que la seguía ¿qué vio? Usted entró a un
restaurante y después salió con William quien la llevó en su auto. Usted sabe
que no hubo nada romántico, pero su marido no tiene manera de saberlo. Colin
aprovechó el caos producido por la turba violenta después de la pelea para
asesinar a William. Candy habló del extraño de pelo negro que se le hizo
sospechoso. Tenía que serlo, pues debió reconocer su rostro tiempo después.
Colin es actor en su iglesia, eso explica el hule color carne bajo las uñas de
Candy, la crema típica de los actores y el cabello negro en la alfombra. En la
arena dejó ese pañuelo que fácilmente pudo haber robado en otra ocasión y en el
departamento trató de culpar a Sean.
- Eso es absurdo, yo no maté a
nadie y no pueden probar nada eso.- Gillian se lanzó contra Colin McNeil, pero
Harry la detuvo y recibió un par de golpes. Colin empezó a sudar, mirando a su
alrededor y encontrando miradas de sospecha.
- La gente del edificio le
reconocerá, porque queriendo entrar en personaje hasta arregló un lavamanos, el
cual dejó en peor estado. Se disfrazó de plomero para que Candy bajase la
guardia, lo que explican las herramientas bajo el mueble. Hasta dejó ese recorte
de periódico para que pensáramos que había sido Sean.
- Padre, seguramente no creerás
nada de esto.
- Ahora no sé en qué pensar.
Veronica era amiga mía y Charlie está devastado. ¿Le podré decir que mi propio
hijo la mató porque actuó sobre sus celos? Ella iba a hacernos ricos, ella iba
a destruir a los Abernathy de una vez por toda. Lo arruinaste todo por tus
celos.
- Eso no es todo, no se hagan los
inocentes. La nota que encontramos con el membrete de la funeraria, sobre como
estaba hecho y no había vuelta atrás, hablaba de la boda y no del homicidio.
Era el amante de Daysi Marshall, su cuñado Kevin que terminaba con ella.
- ¡Harpía!- Gritó Colin, pero su
esposa le volteó la cara de una bofetada.
- Él era más hombre de lo que tú
jamás serás y esa zorra Abernathy creía que podía quitármelo. El buen Kevin
siempre fue un interesado. No paraba de hablar sobre la herencia, quería
tenerme a un lado. Por eso lo envenené, para darle una lección en humildad.
- Esto está demasiado
tendencioso.- Se quejó Robert McNeil, pese a la insistencia de su abogado de
guardar silencio.- Ahora resulta que los McNeil somos lo peor del mundo. ¿Se
les olvida que mi hermano está muerto en un callejón?
- Tiene razón, los Abernathy
también tienen sus pecados, y no me refiero al amorío de William o la vergüenza
de tener que rascar por dinero con tal de pagar a un chantajista desconocido.-
Arlin me tomó del brazo y con la mirada me imploró que no dijera más.- No,
tiene que decirse. Esta maldita guerra que ha estado por generaciones tiene que
terminar.
- Arlin Gilmore y Donald McNeil
fueron amantes durante la guerra. Por eso la cuidaba tanto mientras el buen
Angus estaba en la base militar. William y Lori eran sus hijos. Por eso el
chantajista lo extorsionó a él después, porque él tampoco quería que se
supiera. Fingía estar a favor de la boda, pero la gente miente, al igual que
Arlin sabía que no podían casarse porque Lori y Kevin son primos. En su
desesperación Arlin buscó a Gillian, que aunque se detestaban mutuamente
entendía el riesgo, las familias colapsarían y Gillian perdería su herencia.
- ¿Mamá, es cierto?
- No nena, nada de eso es cierto.
- Sí es cierto.- Dijo Gillian.-
Por Dios Arlin, el juego se acabó. Ya ha muerto suficiente gente. El detective
tiene razón en que me importó la herencia, pero sobre todo mi William. Habría
quedado devastado. Pensamos que era Robert el chantajista, por eso entramos a
su casa para tratar de robar.
- Sí, pero hay algo irónico en el
asunto. El dinero que le pagaban al chantajista, y a quien le dijeron que ya no
había dinero en el punto de recolección, que le planeaba remediar con la
apuesta a favor de William, iba directo a Sean Abernathy para que él siguiera
fingiendo que la herencia aún existe. Él estaba desesperado por meter dinero a
la cuenta, cuando el problema legal se solucione se sabrá que el dinero ya no
está. Por eso tenía que actuar rápido, aún cuando nosotros estábamos
involucrados investigándoles. El mundo sabría que o es inepto o ladrón.
- De inepto no tengo nada. Tengo
ese dinero bien guardado y la otra mitad ya la gasté. En cuanto leí las cartas
que robé del ático supe por qué siempre quisiste más a mis medios-hermanos. Te
recordaban a Donald, yo te recordaba demasiado a Angus. Ese dinero es más mío
que de mis supuestos hermanos. El viejo no iba a ceder tan fácilmente, le pedí
evidencia de que había sacado el dinero pero llegó armado. Tenía que matarlo.
- ¿William era mi primo?-
Preguntó Colin con asco.
- Sí, mataste a tu propia sangre
Colin.- Le respondió Arlin.- Y ojalá el diablo te lo recuerde cada día. Mastate
a un McNeil.
- Vieja harpía.- Le escupió
Robert. La pelea se desató como una tormenta. Harry y yo nos hicimos a un lado
y dejamos que los abogados recibieran la peor parte. La casa de cartas se vino
abajo. Todos soltaron la boca, unos orgullosamente y otros tratando de
excusarse.
- Si ya se sienten más
descansados...- Dijo Harry cuando finalmente el teniente mandó uniformados para
someter a los guerreros que aún peleaban en las colinas de Escocia.- Sean está
bajo arresto por extorsión, Colin por dos homicidios, Daysi por intento de
homicidio, Robert McNeil por estafa y lo mismo estará Charles Mason. Arlin y
Gillian por haber entrado a la casa de los McNeil y asaltar a la cocinera.
- Ustedes americanos no
entienden.- Nos ladró Robert McNeil mientras le ponían las esposas.- Nosotros
tenemos familia, ustedes no tienen nada.
- Pues lo logró señor McNeil,
finalmente destruyó la casa de los Abernathy. Y usted también Arlin, logró
destruir la casa McNeil. Espero que estén felices.
- ¿Qué se supone que haré ahora?-
Preguntó Lori cuando la sala se vacío. La única sin esposas, pero se sentía tan
perdida como los otros.- Me entero que mi prometido era un promiscuo busca
fortunas y además mi primo. Mi mamá nos escondió tanto... Mi hermano está
muerto, el otro nos robó. ¿Qué se supone que haré?
- Hija,- dijo Harry tomándole de
las manos y limpiando sus lágrimas.- ahora puedes empezar a vivir. Encuentra lo
que te gusta, deja que los pretendientes te lluevan y sé tú misma.
- Pobre chica.- Dije cuando se
fue llorando.
- Estará bien, con ese par de
piernas no caminará una cuadra sin tener a veinte que la busquen. Su familia
está loca, sufrirá por los juicios y todo pero estará bien.
- Sí, ella sí. Tú no, te gané.
- Debes estar loco, a mí se me
ocurrió primero. Desde que pedí el café ya lo había pensado.
- Irlandés mentiroso, en todo
caso a los dos a la vez.
- Vaya, el mago de Oz ofreciendo
tregua.
- Nadie dijo nada sobre tregua,
sólo trato de ser educado.
- Siempre hay una primera vez.-
No llegamos a los escritorios hasta que nos miramos como un par de gatilleros.-
Tu ego es demasiado grande Ozfelian.
- No te hagas al santo Clayton,
el tuyo es del tamaño de tu libido.
Charles
Mason fue arrestado y aunque negaba la estafa, junto con Robert, encontramos
cartas en el departamento de Candy dejaban todo muy en claro. Rober McNeil
levantó cargos por allanamiento de morada y convenció a la cocinera de levantar
cargos por asalto. Sean confesó el desfalco millonario y Colin confesó las
muertes. Kevin despertó de su estupor narcótico para recibir la noticia, estaba
a punto de casarse con su prima y su amante había tratado de envenenarlo. Todos
los castillos se derrumban. Los Abernathy y los McNeil no dejaron atrás mas que
las ruinas de sus odios y rencillas. Arruinaron vidas, mataron, mintieron,
estafaron y desfalcaron. Todo en nombre del honor. Harry no soltó el dedo del
renglón, cada quince minutos hacía un comentario aparentemente azaroso sobre el
honor. Traté de ser amable con el novato en homicidios, pero el irlandés no me
dejó opción. No podía perder y él tampoco. En esos casos nadie gana, porque
nadie quiere ganar, al igual que los Abernathy o los McNeil, solo queríamos que
el otro perdiera y eso no es lo mismo.
Nuestro
propio orgullo nos hundió como un ancla. Tratamos de convencernos que habíamos
ganado, pero no duró mucho. Perdimos mutuamente. El martes por la mañana me
presenté bien arreglado en un traje nuevo. Jenny 9 sonreía y fingía que le
gustaban los niños. No dejó pasar la oportunidad de enterrarme sus uñas en mi
brazo cada vez que Martha, la esposa de Harry, le hacía cumplidos sobre su
peinado o le preguntaba sobre sus cicatrices en las manos. Harry junior, la
réplica de su padre, marchó, comió, rezó, se aburrió y se fue. Harry disfrutó
verme tratando de contener los bostezos. Mi agonía sólo hizo más dulce mi
victoria. En la noche me acompañó al bar en el que Jenny tiene puntos y
mostramos músculo con placa y revólver mata-elefantes. Los mafiosos y las sabandijas
apostaron fuerte, nosotros vaciamos nuestras carteras. Jugamos toda la noche,
Harry con cara de indignado. Me ganó casi todas, eso lo hizo soportable para
él. Se fue de la mesa con la cartera gorda de tantos billetes. Debió darse
cuenta, pero si lo hizo no lo mostró. Una mesera le hizo conversación, más
escote que cerebro, justo como le gusta a Harry. En diez segundos su cartera
había desaparecido y llegado a mis manos. Le envíe su cartera vacía por correo.
Aprendí la lección de los escoceses, cuando la recibió le invité la comida en
su restaurante favorito.
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