jueves, 23 de julio de 2015

Secretos de familia

Secretos de familia
Por: Juan Sebastián Ohem


Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian    
            Pensó que me ganaría. Carta más alta y me libro del papeleo. Construyo una casa de naipes. Nadie se divierte haciéndolo, pero se hace porque es un reto. Basta con que una carta quede mal acomodada para que todo se venga abajo. Ejercicio en frustración. El teniente Quinn destruye mi obra maestra, tenemos una llamada. William “el toro” Abernathy, boxeador semi-profesional, padre de familia y cadáver. La única con futuro era la última opción. Harry no cierra el pico sobre el deporte del boxeo. Dos atletas en conflicto. Yo tengo otra versión, dos ingenuos que intercambian sudor y violencia, donde uno queda con parálisis y el otro gana lo suficiente para hacer rico a su representante. Pensamos que sería un caso sencillo, pero estábamos equivocados, una carta cayó y con ella se derribaría una casa de naipes a nuestro alrededor.


            El cartel en la entrada lateral de la arena Universal dice “El toro vs. El gigante. Viernes 6pm, rumbo a la liga profesional”. Avispero de azul y espectadores de civil. El entrenador, Boris Uker, un polaco con un ojo de vidrio, nos pintó el cuadro básico. William Abernathy venció a George Manner en el cuarto round, lo dejó viendo estrellitas en el suelo por un minuto. La gente de las gradas tenía otro final en mente y bajaron en manada a rodear el ring. Algún genio de seguridad pensó que era buena idea abrir la puerta lateral. Una segunda turba entró gritando insultos y lanzando botellas. Boris se llevó a William a su vestuario, para cuando llegó ahí estaba sangrando profusamente. Se le murió en los brazos antes que pudiera llamar a un doctor.
- La pelea terminó a las 8, pregúntele a cualquiera.- Boris no quiere entrar al vestuario. Le invito un cigarro y un trago de mi licorera. El polaco tiembla como una hoja y trata de juntar coraje.- No pudo haber sido George Manner o su gente, no estaban muy felices, pero ellos salieron del ring por el otro lado y habrían tenido a la turba en contra.
- ¿Alguien que reconociera?
- Nadie raro, no se me ocurre nada.- Harry abre la puerta del vestidor, Boris respira profundo y entra. William sigue acostado en la banca frente a los lockers. Los asistentes del forense tienen todo lo que necesitan.- No vi cuando fue apuñalado, pero le escuché gritar, estábamos frente a las puertas laterales. Lo llevé del hombro hasta aquí. La gente se asustó y empezó a correr.
- Dos heridas punzocortantes, navaja común.- Explica el asistente del forense mientras colocan el cuerpo en la camilla.- Una perforó su pulmón derecho, la otra el riñón derecho. Los cortes son precisos, de un solo esfuerzo. Estaba decidido. El pánico alteró la escena del crimen, hay sangre yendo a todas partes, pero la mayor parte se concentra a un lado del ring y frente a la puerta lateral.
- William estaba muy seguro de sí mismo.- Boris mira la sangre y contempla su futuro.- Vinieron su esposa Gillian y su hermano para desearle suerte y se quedaron a la pelea.
- ¿Y dónde está ahora?
- No lo sé.- Harry salió para mandarlos llamar a través de los uniformados. Boris me señaló el locker de William y saqué su maleta.- Tengan cuidado con esos Abernathy, esa familia se compone de locos, violentos y alcohólicos.
- Ya los mandé llamar, ¿qué tienes ahí?- Le muestro la maleta y la llave escondida en uno de sus zapatos.- “Love’s corner” #32. Conozco el lugar.
- ¿Por qué no me sorprende Harry?

            Dejamos el vestuario que apesta a sudor y sangre para acompañar a los uniformados en su búsqueda del arma homicida. Finalmente un novato tiene suerte donde todos habíamos fallado. Encuentra una navaja retráctil. Se puede comprar en cualquier parte y no le sacaremos huellas porque la sangre se detiene en el mango, como si algo le estuviera tapando. La corazonada de Harry se confirma, encontramos un pañuelo de tela con la letra A inscrito en un borde y manchado en sangre en uno de los basureros de la salida de la puerta lateral. Algo me hace ruido, la audiencia enfurecida, y planeo sacar respuestas del primer curioso al que puedo agarrar. Harry me interrumpe señalando a la pareja que llega escoltada, Gillian Dunn la esposa de William Abernathy y Sean Abernathy, el hermano. Gillian no puede esconder su belleza detrás de las lágrimas, su largo cabello negro combina con su vestido rojo y tiene una figura que combina con lo que sea. Sean Abernathy es diez años más joven, un pelirrojo de ojos pequeños, oculto detrás de gruesas gafas.
- ¿Por qué se fueron de la pelea?
- Estábamos felices, William había ganado y cuando la gente se puso violenta convencí a Gillian de irnos. Esto es terrible.- Sean se sienta en una de las gradas y se enciende un cigarro.- Fueron los McNeil, es la única explicación.
- ¿Qué le hace pensar eso?
- Hemos sido enemigos desde que vivíamos en el viejo continente. Los Abernathy y los McNeil hemos estado en pelea desde más de un siglo, con sus momentos de tregua. Ahora no hay tregua, y es todo por la boda. Esa maldita boda trajo la desgracia a nuestro nombre.
- Sean, cálmate. No todo tiene que ver con la boda de tu hermana Lori.
- ¿Les gustaría incluirnos en la conversación?
- Lori Abernathy, hermana de Sean y de William, se casará con el primogénito de los McNeil, Kevin. Finalmente esos dos se dieron cuenta que la mejor manera de detener esta tonta pelea es casándose.- Gillian mira al ring y ve a un fantasma. Esconde su rostro detrás de un pañuelo con una A bordada en un borde.- Estaba cumpliendo su sueño, pese a los reclamos de su madre posesiva y el fantasma de su adorado patriarca.
- Dices eso porque no eres realmente una Abernathy.
- ¡Y Dios me libre!- Gritó con su mejor acento escocés.- Tuve dos hijos de William, seré lo que se me pegue la gana. Ustedes y sus rencillas milenarias...
- Basta, ¡basta!- Tenía que interceder, no podíamos tener otra muerte en nuestras manos.- Dígame, ¿qué planes tenía con su esposo para hoy en la noche?
- Reservé un cuarto en el Ashford,- Harry y yo nos miramos sin decir nada.- estaba a un pelo de calificar a la liga profesional.
- ¿Quién financiaba su sueño?- Harry me hace la señal para que le dé tiempo. Los patrulleros retuvieron su bolso y Harry se dejó llevar por el instinto.
- Él, nadie más.
- ¿Segura que no había un inversor ajeno?, ¿alguien de dudosa reputación?
- ¿Por qué me pregunta eso?
- Porque usted dormía en la misma cama con él, los hombres hablan, las mujeres escuchan. ¿El entrenador polaco estaba recomendado?
- ¿Boris? Claro que sí, William lo hizo traer desde Chicago. ¿Cree que pudo ser un atentado de la mafia?
- Todo es posible, el brinco de semi a profesional es bien remunerado.
- Mi esposo tiene bastante dinero.
- Sí, pero sus contrincantes quizás no.- Señalo a Sean antes que volteé a ver a Harry hurgando en el bolso de su cuñada.- ¿Qué hay de usted?, ¿cómo se llevaba con su hermano?
- William era testarudo, pero era mi hermano. Los Abernathy somos muy tradicionales, el primogénito tiene ciertos derechos y obligaciones, usted sabe. Lori es la de en medio, era la luz en los ojos de mi amado padre. Se abría muerto de vergüenza de saber que se casaría con un McNeil.
- ¿Por qué no vino con su esposa?
- Soy viudo, ¿eso qué tiene que ver?- Trato de imaginar a Sean en la cama con su cuñada, pero me cuesta trabajo. Gillian lo mira con el desprecio típico en familias como la suya. Muchos comentarios tragados, demasiadas frustraciones sin mencionar en público.- William perseguía su sueño, Lori tenía que casarse con alguien adinerado y yo tuve que trabajar desde abajo.
- ¿Y en qué trabaja?
- Administro la fortuna, trabajo en una casa de bolsa, “Alia”.
- Sí, desde abajo, puedo verlo.- Le quito el pañuelo a Gillian y apuntó a la “A”.- ¿Usted tiene uno como ese?
- Sí, es común en toda la familia. No sé dónde le dejé, en este instante no puedo pensar en gran cosa. ¿Cuándo podremos hacer el funeral?
- Mañana en la noche tendrían su cuerpo, con suerte.- Harry regresa y nos despedimos de los parientes.- Vaya familia, están todos locos.
- Son católicos, la familia es importante. Tú no entenderías.
- ¿Encontraste algo útil?- Harry me muestra el ticket de apuesta del bar Molligan.
- Apostó dos mil dólares a su marido, lo que es entendible.
- Yo quiero ver los verdaderos planes de William para esta noche. Te aseguro que serán más sucios, candentes y de mal gusto que una noche de pasión con su esposa.

            Harry habló durante todo el camino. Habló pestes de los escoceses y de su terquedad. Le dije que los irlandeses son la misma cosa. Dejó de hablar, ahora explicaba a gritos las sutiles diferencias entre ambos grupos. Encendí la sirena y subí el volumen de la radio. Verlo ponerse azul de tanto gritar y gesticular alegró mi noche. El motel no quedaba lejos de ahí. Era un edificio de cuatro pisos con vista a una alberca vacía. Nos abrimos paso por un sendero rodeado de flamingos rosas, Harry aún terco con su tema. Sé que no debería darle cuerda, pero lo hago. En las escaleras se da cuenta que lo hago para molestarlo. Me mira serio y rompe a reír.
- Eres predecible Harry, ése es tu problema.- Señalo la habitación de la llave de William.- Luces encendidas. ¿Quieres hacer los honores?
- No, tú eres el suicida.
- Gracias compañero. Vigila la ventana.- La cerradura es vieja, ruidosa. La puerta es vieja y con marcas de termitas. Doy una patada con todas mis fuerzas y entró con el revólver apuntando a todas partes hasta dar con la chica que desesperadamente trata de cerrar una maleta sobre la cama. Harry entra después y se asegura de que estemos solos.- Detectives Ozfelian y Clayton. ¿Quién eres?
- Veronica Welles.- Me extiende su cartera y reviso su licencia para conducir. Tiene una tarjeta de un salón donde es maquillista.
- ¿Candy Welles?, ¿eso atrae a los clientes?
- ¿Qué quieren?
- William Abernathy está muerto, pero eso ya lo sabes.- Harry señala la maleta y sonríe.- ¿Por qué el apuro?
- No conozco a ningún William.
- ¿Segura?- Le tiro la llave que cae al buró a su lado.- De la maleta de tu amante.
- Está bien, ¿y qué? Sólo era diversión.
- No pareces sorprendida por la noticia. ¿Tú qué opinas Oz?
- Ella estuvo en la arena.
- Eso no es cierto.
- Díselo a Boris el polaco, te identificó cuando la gente se volvió loca.
- Me fui en cuanto abrieron la puerta lateral y entró más gente. Estaba apurada.
- ¿Por qué?
- Vi a su esposa en el público, no podía arriesgarme.- Le arranco las llaves del auto de sus manos y las tiro. Ella trata de evitarme, pero me planto frente a ella. Un puño contra la pared y otro apuntándole a la nariz. Candy finge que tiene miedo, ha estado en situaciones así antes, la rubia agita sus largas pestañas y se muerde el labio inferior. Toda la rutina. Habría funcionado con Harry, pero no conmigo.
- Estás mintiendo. Viste a su esposa desde el principio, te habrías ido antes pero te encanta la idea de estar cerca de ella. William la lleva a ocasiones sociales, pero en el fondo su entrepierna te pertenece.- La tomo de los cachetes y me acerco lo suficiente para que huela el alcohol en mi sudor. Candy se estremece y deja de actuar.- Te fuiste en cuanto acabó la pelea, ¿para qué?
- Quería llegar aquí lo antes posible, ponerme cómoda... Está bien, aposté en la pelea y quería cobrar antes que mi semental escocés llegara a su nido de amor.
- ¿Lo ves? La honestidad no duele.- La dejo ir y Candy se masajea los cachetes.
- ¿Adónde fuiste después de la pelea?
- Vine aquí. El gentío era como una marea. En cuanto pude liberarme escuché los gritos y vine directamente aquí. No sabía qué hacer.- Candy recupera sus llaves y Harry analiza cada centímetro del escotado vestido que lleva.- Esperen un segundo, ¿creen que lo maté? Debimos ser al menos 100 personas ahí.
- 99 personas no tenían motivo.
- Lo dudo mucho. Un hombre me empujó saliendo, tenía una larga barba negra y lentes profundos, se me hizo muy sospechoso porque era el único que no gritaba.
- Alertaremos a todas las unidades.- Bromeó Harry.- Pero te diré que es más sospechoso, que la amante haga las maletas a la primera señal de problemas y no se quede a ver qué pasó.
- Pueden pensar lo que quieran, es su derecho, pero no pueden arrestarme sin evidencia, ese es mi derecho.- Harry cierra la maleta y se la entrega.
- Gracias por consultar Harry, eres un primor.
- No nos diría nada más, además aquí hay algo más interesante.- Harry recoge pequeños pedazos de papel de debajo de la cama con números de teléfono.- Haré de cuenta que desperté en un universo paralelo donde Oz no sabe más de la vida ilegal que de la legal, y te explicaré un par de cosas. El ticket que tenía Gillian era legal, estos los reparten los apostadores que rápidamente escriben el número de teléfono de algún bar o teléfono público donde hacer las apuestas en persona o recoger el dinero. Candy los fue tirando a un lado del mueble con el teléfono, los repasó a todos. Por eso tardó tanto en irse.

            Dejamos el nido de amantes atrás. Las luces de sus ventanas como ojos en la oscuridad de la larga avenida a oscuras. Las farolas se echaron a perder. Ríos de luces blancas en un sentido y ríos de luces rojas en el otro. Los peatones como ánimas que no existen por más de un pestañeo. Es una extraña soledad estar rodeado de esa contingencia. Cápsula de vida rodeada de oscuridad, de rostros, de boxeadores muertos, de tramas familiares y amantes candentes. Es el Harry Express, su beat, su jazz, sus mujeres, su carácter irlandés, su familia extendida. Suficiente familia para repoblar Malkin. Primos en todas partes, hermanos, hijos, cuñadas, sobrinos, tíos y amigos que son como de la familia. Harry no toca las aguas turbias, pero parte de su familia sí lo hace. En Malkin ésa es la historia de toda familia, hasta las de hijos únicos. Sus primos en el mundo de las apuestas de deportes nos reciben en sus oficinas, teléfonos públicos y bancas de parques. Les comunicamosm, se comunican y nos comunican. La información fluye sobre tapetes de verde, con rostros de presidentes muertos. Nada es demasiado caro, ni demasiado privado, en Malkin siempre vales algo cuando estás muerte. William no es la excepción.
- Oz, puedes mirar el tarro el tiempo que quieras, no se multiplicará.
- Trato de creer en los milagros.- Harry se sienta a mi lado y me roba la cerveza. Tiene su sonrisa de sabelotodo y hará que me lo merezca.- Está bien, Harry Clayton, ilumíname por favor.
- Como siempre, el buen Harry tiene que hacer el trabajo pesado. Candy visitó a seis apostadores diferentes y puso en la mesa 40 mil entre todos. Seis, que se sepa.
- ¿Cuánto ganó?
- Aquí viene lo mejor. Habían fuertes rumores, la clase de rumores que se insisten con armas automáticos y acentos italianos, que William perdería en el cuarto round. Las apuestas estaban 5 a 1. Candy habría ganado más de 200 mil entre estos apostadores conocidos.
- Sí, pero Candy es la clase de chica que sabe que cuando algo así pasa, que pierden dinero y el boxeador es asesinado inmediatamente, la mafia argumenta los principios y la ética y no paga. A ellos no les gustan las trampas que no cocinan con sus propias manos.
- Esto libera a Candy Oz.
- La libera de los 40 mil que puso sobre la mesa. Quizás tengas razón, quizás Gillian reconoció a Candy en la pelea.
- No fue Gillian, al menos no premeditado. Ya había reservado una habitación de 300 dólares la noche, no haces eso si tienes otros planes.
- Nunca subestimes a una mujer, sobre todo a una escocesa.

            Los Abernathy solían tener su mansión en el viejo continente, una abadía. Ahora viven en una vieja casona de tres pisos en Marvin  Gardens. La sirvienta nos hace pasar con cara de aburrida. Nos explica que William, Gillian y sus dos hijos viven en la casona, junto con la matriarca de la familia, Arlin Gilmore. Nos anuncia en una sala repleta de viejos muebles de sus épocas de gloria, bajo la omnipresente mirada de Angus Abernathy en una enorme pintura sobre la chimenea. Las tuberías de la casa se sacuden, tosiendo los años y preparando el camino para terminar de estropearse. Pedazos de yeso caen del techo, todos lo ignoran educadamente. La casona se viene abajo, sus ocupantes no parecen estar enterados. La sirvienta nos presenta en orden, primero Arlin Gilmore, una mujer de rostro severo, con vestigios de una belleza olvidada, después a la viuda de William, a Lori, una guapa pelirroja con enormes ojos, nariz pequeña y pecas que podemos advertir se extienden al cuello y hasta el cuerpo debajo del vestido negro. Sean viene al último, no que le importe, está más interesado en el brandy.
- Es una desgracia tener que mezclarse con esta clase de gente.
- Créame, el gusto es recíproco señora Gilmore. Estamos haciendo progreso, sabemos que no fue la mafia.
- Les dije que mi marido no estaba involucrado en nada turbio.
- Las familias tradicionales,- dijo Harry.- suelen tener patrimonios, herencias, esa clase de cosas. Siendo que los Abernathy son una familia de tanta importancia, ¿cómo es la sucesión testamentaria?
- Todos los bienes de William le corresponden a su esposa.- Dijo Arlin, apenas dedicándole una mirada.- La herencia de mi difunto esposo le correspondía también al primogénito, y en su defecto a su segunda hija, Lori.
- ¿Sólo a él?- Harry puede hablar con la mirada, ahora me dice que me calle. Él tiene el toque, yo los nudillos. Desearía golpearles la verdad hasta que salte, pero es la clase de gente que tiene muchos amigos abogados.
- No sea ingenuo detective, todos sus hijos quedaban cubiertos, pero no en el mismo porcentaje.
- Habla en futuro, ¿no se ha repartido la herencia?
- Yo puedo responder eso.- Dijo Sean.- Mi difunto padre realizó fuertes inversiones a una compañía de inmobiliario urbano, tiene varios millones ahí, pero quedaron congelados por un problema técnico. El dueño falleció y no queda claro quién se queda con la compañía. Es cuestión de uno o dos meses antes que se resuelva.
- Muchas responsabilidades, siendo el menor.- Cada vez que abro la boca Harry se estremece.- ¿No debería el primogénito encargarse del dinero?
- Es la sangre, detective Ozfelian.- Arlin se sienta erguida, ahora se aferra de los brazos de su sillón y me mira con fuego en los ojos como si dijera un secreto.- William y Lori son hijos de la guerra, Sean nació después. La paz hace que la sangre sea diferente, más pacífica, inteligente. Mi William era mi adoración, pero no le decían el toro sólo por sus peleas. Tenía el cerebro de un bruto.
- ¡Arlin, es el padre de mis hijos!
- ¡Y es la verdad o que me parta un rayo!- Arlin se agarra el pecho como si aún conservara algún corazón.- Son los McNeil, raza de asesinos todos ellos.
- ¿Alguien quiere explicarme este odio ancestral entre las familias?
- Es demasiado largo de explicar, pero sepa que desde finales del siglo pasado habíamos llegado a una tregua. Durante la guerra los McNeil y los Abernathy pelearon juntos, pero cuando Angus regresó al pueblo se encontró con que los McNeil se habían adueñado de la fábrica de calzado. Avergonzado, Angus trajo a su familia en barco. Los McNeil arruinaron la fábrica y escapando de la guerra como cobardes se instalaron aquí en Malkin. A veces pienso que lo hicieron sólo para poder aniquilarnos a todos.
- Y yo pensé que me llevaba mal con mi familia política...- Me enciendo un cigarro y me apoyó contra un sillón. Arlin quisiera que quedásemos de pie, cual servidumbre, pero mis pies opinan distinto.- Mañana a primera hora investigaremos a los McNeil. Mientras tanto, nos gustaría establecer coartadas.
- Para poder eliminarlos de la indagatoria.- Añadió Harry.- Empecemos con usted señorita Abernathy. ¿Tiene empleo?
- Sí, trabajo en una compañía de perfumería, Capria.- Arlin mira para otra parte y hace un ruido gutural que debería ser desaprobación, pero suena como un cerdo salvaje.- Y es trabajo duro mamá. Papá quiso que trabajara, para que valorara el dinero. Es un trabajo de dos turnos, realmente lo difícil es del medio día a las cinco, por los clientes. Mi prometido trabaja todo el día también, él quiere valorar el dinero también. Nos vemos en la noche.
- ¿Y esta noche?
- No fuimos a la pelea, mi hermano odiaba a Kevin. Supongo que todos aquí lo hacen, menos Gillian.- Lori y Gillian se toman de las manos y se sonríen. Lori perdió un hermano, Gillian perdió un marido, pero un vínculo más fuerte las une a pesar de la locura Abernathy, las dos viven en el mundo real. Eso hace toda la diferencia del mundo.- Salimos a pasear hasta las diez. No queremos sobrepasarnos, respetamos los horarios.
-¿Y usted Sean?
- Ya les dije, Gillian y yo salimos cuando terminó la pelea.
- ¿Y en general, cómo es su rutina?
- Trabajo en Alia, casa de bolsa, ya se lo dije. Ahí pasé todo el día.
- Trabajarías menos si aceptaras mi ayuda.- Le regañó su madre como si fuera un niño.
- Madre, no necesito asesores financieros, tengo dos maestrías en negocios y sé lo que hago.
- Te malcrío Sean, porque eres el más parecido a tu padre Angus.- Empieza a llover afuera y me convenzo que estoy en una película de terror cuando un rayo ilumina la sala y muestra las escopetas de cacería y las cabezas de conejos, gatos y perros callejeros.
- Parece que ya tenemos todo, ¿no crees Oz?
- Sí, eso sería todo. Pasen una buena noche y nuestras condolencias.- La sirvienta nos acompaña hasta la puerta. Apesta a cigarro, pero lo tiene que esconder en la cocina. Me detengo en la puerta y le muestro dos billetes de cien.- ¿Cómo te llamas?
- Wanda.
- Oye Wanda, adivinaré que tu salario es miserable, ¿te gustaría ganar más del doble de lo que haces en una semana en menos de una hora?
- No hagan que me corra, esa mujer es la peste pero es mi único trabajo.- Wanda aceptó el dinero y lo sintió entre sus dedos.- ¿Qué quieren?
- Quiero dar un paseo, sin que nadie más se dé cuenta.
- Oz, eso es ilegal.
- No, no lo es. No nos meteremos a su casa por la fuerza, nos invitaron ¿recuerdas?
- Sí, pero nada de lo que encontremos será legal en la corte.
- Olvida a mi compañero Wanda, ven conmigo serás mi vigía.
- Maldita sea, no me dejes aquí.

            Harry me acompañó, pataleando y quejándose, pero lo hizo de todas maneras. Las familias ricas mienten, viven en fantasías a expensas de los demás. Wanda no es así, no es de la familia, pero sabe mucho sobre ella. Nos dice que Lori no vive ahí porque su madre la echó en cuanto se enteró del noviazgo. La dejó sin un centavo. Resulta que los McNeil sí son una plaga, les han gastado varias bromas pesadas y a veces más que eso. Los han estado tratando de arruinar tanto como los Abernathy han hecho exactamente lo mismo. Hablan más de los McNeil que de ellos mismos y nadie los puede culpar, Arlin desmerece cualquier éxito y explota cualquier debilidad. Harry le pide un reporte completo de los McNeil mientras curioseo entre las habitaciones en busca de algo jugoso.

            Wanda toma aire antes de hablar, un ojo puesto en la escalera, una oreja apuntando a la sala y la boca bien dispuesta. Le cae bien Kevin, el primogénito y futuro esposo, cree que él puede terminar el odio. Kevin tiene un solo hermano, Colin, un hombre celoso que tiene una venta de autos. Los hermanos McNeil perdieron a su madre años atrás, pero les queda el patriarca Robert, según los Abernathy hijo del mismo diablo, la tía Mirna que está loca y entra y sale de asilos y al tío Donald, quien tiene la reputación de ser el sensato en la familia. Wanda confiesa divertida que el buen Angus no creía en la educación elemental y Arlin era demasiado orgullosa para permitir que sus retoños fuesen a escuelas públicas. Donald pagó por la educación preparatoria de William y Lori para tratar de hacer puentes. No funcionó, Robert nunca le perdonó ese despilfarro de dinero, pero así se ganó la reputación de sensatez. En la navidad pasada, cuando William y Sean le prendían fuego al césped de la casa de Robert McNeil, fueron muy cuidadosos en no lastimar el auto de Donald. Colin tiró una cabeza de cerdo por la mañana en la mañana de navidad, mientras los niños abrían sus juguetes. Wanda no lamenta la muerte de William, él podía insinuársele a un ropero si tuviera pulso. Sean siempre le envidió, por ser el primogénito y por su físico, aunque trataba desesperadamente de esconderlo detrás de su trabajo y su intelecto.

            Escucho cada palabra, pero me muevo tan rápido como la edad y el alcohol me permiten. Penetrar en sus mundos es como visitar un sueño. Los niños están acostados en sus propias habitaciones, rodeados de juguetes viejos de madera que debieron haber comprado en tiendas de cosas usadas y anticuarios. La habitación de Arlin pertenece a la Escocia medieval, tiene apenas cuatro vestidos y tres pares de zapatos. Una caja repleta de dinero debajo del ropero, otra en un cajón del buró y otra más en el bolsillo de un abrigo grueso de invierno. Esos deben ser todos los ahorros de los Abernathy, y no serían suficientes para reparar la casona. La habitación de William y Gillian es parecida, pero más pequeña. Un rincón tiene los artilugios más modernos de la casa, el de Gillian. William vivió sin mucho esplendor, con apenas unos cuantos libros sobre boxeo y una bolsa de golpear sostenida de milagro por el yeso del techo. En el baño encuentro restos de papel quemado, no encuentro nada en la papelera a primera vista, pero me llama la atención la caja de cerillos. Cuidadosamente dejo los pedazos de papel sobre el mueble del lavamanos y reúno los pedazos que no se quemaron. Tengo suerte, quien lo haya quemado sólo se ocupó de las esquinas. Es un telegrama y Harry pone la misma expresión que yo cuando se lo muestro, sin dejar que Wanda lo mire. Un mensaje breve, pero claro, “todavía tengo las cartas y valen una fortuna”. Wanda nos ayuda a escapar por la puerta trasera y lo discutimos en el auto.
- ¿Chantaje a William o a Gillian? Quizás por eso mataron a William.
- Todos en esa maldita familia están locos.- Le doy un buen trago a la licorera y me relajo manejando.- Si Candy extorsionaba a William y sabía que lo mataría, ¿para qué apostar?
- Exacto, por eso mi dinero está en Gillian.
- Eres pésimo apostando Harry. No pudo ser Gillian, no tendría sentido. Si ella quisiera matar a alguien, mataría a Arlin, la loca de su suegra. Sin William no hay jugosa herencia de los Abernathy. Además, si lo hiciera por el dinero de William no le serviría de nada. No podría irse con los hijos, Arlin no se dejaría, ella quiere nietos para continuar su fantasía medieval. Dinero Harry, es la mejor motivación de una mujer.
- ¿Hasta de Jenny?
- ¿Bromeas? Sobre todo Jenny, por eso generalizo. No, aquí falta algo. Mañana veremos, tengo que quitarme este maldito olor a inmigrante. Siempre lo he dicho Harry, los inmigrantes arruinan a este país.
- Tus padres eran inmigrantes Larry.
- Exacto.- Me termino la licorera y dejo que el whiskey piense por mí.- Descuida, pequeño detective de robos, el buen Oz te llevará de la mano hasta el culpable.
- Ahora sé que estás demasiado borracho. ¿Seguro que puedes manejar?
- Señor reglamento.- Invado el carril contrario y describo una S con la sirena a todo y sin quitarle los ojos encima a Clayton.- Te apuesto que yo encuentro al culpable antes que tú, como siempre.
- ¿Cómo siempre? Ayer fui yo quien encontré al proxeneta.
- Eso fue fácil, tenía que estar en una de las cinco direcciones. ¿Qué dices?
- Muy bien Ozfelian, pero si gano, que lo haré, tendrás que venir a la primera comunión de mi hijo Harry junior. Es el martes por la mañana.
- ¿Yo en una iglesia? No hay suficiente agua bendita.
- Muy gracioso hereje, ¿cuáles son tus términos?- Busco en la guantera por una botella de cerveza y la abro manejando con las rodillas para poner nervioso a Harry.
- Primero que nada, queda prohibido entorpecernos mutuamente. Nada de guardarse cartas.
- Me sorprendes Oz, en serio.
- El martes por la noche mi Jenny tendrá una reunión especial. Tiene puntos en un bar en Baltic que se compró con parte de mis ahorros. Mi regalo de aniversario.
- ¿Sigues tratando de enderezar su camino? Es encomiable.
- Sí, como decía, el lugar es para apuestas altas. Quiere músculo con placas, y dinero por supuesto.
- No puedo hacer eso Larry, es ilegal.
- ¿Quién nos va a arrestar? Somos la policía, hacemos lo que queremos.
- Ése es parte del problema.
- Bueno, si no tu mente irlandesa es demasiado tozuda para esto...
- Está bien, está bien.
- Ego Harry, demasiado predecible.
- Te veré de traje el martes por la mañana. Uno decente. Y tomarás la santa comunión.
- Dijimos apuesta, no tortura, no sea sádico.
- Ir a la iglesia sin la comunión, es como no haber ido.- Harry infla el pecho y gesticula hacia el cielo mientras su cuello se contorsiona para seguir al enorme par de piernas que pasamos.
- Ésa es la idea. Y no olvides Harry, nada de sermones cuando juguemos con los mafiosos, es malo para el negocio.

            La apuesta obra milagros. El teniente Quinn no lo sabe, nos llama “el show de Larry y Harry”. Clayton se ofende porque su nombre está en segundo lugar. El teniente nos mira trabajar a toda potencia y sonríe. Es un iluso de buen corazón, pero iluso al fin. Consiguió el trabajo con tantos favores que tendrá que pagarlos hasta su retiro. Los Abernathy y los McNeil donan dinero a la policía. Son tacaños para sus hijos, pero dadivosos con aquellos a quienes puedan usar en el futuro. Quinn no puede quedar mal, somos su única esperanza. No nos importa, sólo pensamos en la primera comunión y el juego ilegal de apuestas. Me descubro a mí mismo sobrio al mediodía. Hago una nota mental de apuntarlo en alguna parte, temo que en el futuro pensaré que fue mi imaginación. Demasiado ocupado para cualquier otra cosa. Revisamos las finanzas de los Abernathy, no encontramos nada útil, mucha actividad en la cuenta de Arlin pero de esa cuenta viven dos de sus hijos y sus familias. Rastrear dinero de chantaje es imposible. Me juego una corazonada llamando a la casa de bolsa, en Alia todos dicen cosas buenas de Sean. Añaden que es un poco raro, y no sólo por su acento, es chapado a la antigua. Harry revisa el teléfono, ante la corte tendría poca validez teniendo en cuenta que en esa casa viven tres adultos y dos niños. Comparamos los números de los McNeil, la casa principal y la de Kevin, quien al igual que Lori fue sacado de su casa por enamorarse de alguien de la familia enemiga. Quinn remarca que es como en Romeo y Julieta, más para ser notado que por otra cosa. Harry me mira sin decir nada, pero dice mucho. Tratamos de no reírnos y seguimos adelante. Varias llamadas al motel “Love’s Corner” donde William se veía con Candy. Harry se siente perdido, yo comparo números con los de los públicos y encuentro un interesante patrón. Reviso los números de ese teléfono público y mi corazonada se vuelve real. El teléfono público llama a la casona de los Abernathy, al día siguiente y a la misma hora el teléfono de la casona llama al teléfono público. Patrón de chantaje clásico.

            El teléfono se encuentra en un parque en Baltic, es un destartalado cubículo en una zona mal iluminada. Marcado en una pared del cubículo con un cuchillo “ya no hay dinero” escrito con furia. El chantajista pide y sigue pidiendo hasta que no hay nada. El homicidio de William empieza a enfocarse, pero hace falta visitar a los McNeil. Los enemigos de los Abernathy ocupan una casona y una casa vecina para Kevin McNeil. Los hermanos Robert y Donald abrieron la puerta. Robert tenía aire de patriarca, con su larga barba rojiza y sus ojos saltones, le faltaba la gaita y su falda a cuadros para completar la imagen. Donald era un hombre robusto con ojos pequeños y nariz chata, no tenía el mismo aire que su hermano, éste parecía más un Santa Claus sin la barba. A regañadientes nos dejan pasar. Adornos más o menos es como la casona de los Abernathy, un vejestorio a punto de venirse abajo rodeado de mucho jardín. Pasamos a la sala donde otro hombre, menor que Robert, con traje impecable y facciones delicadas se presenta como Charlie Mason, amigo de la familia. Harry usa el toque mágico, yo estoy hipnotizado por los perros disecados que decoran la sala. Robert pinta el cuadro de la familia perfecta, Colin McNeil está felizmente casado con Daysi Marshall y tienen cuatro maravillosos hijos. Colin es trabajador, asiste regularme a la iglesia y hasta ayuda con las obras de teatro. El primogénito Kevin McNeil es igualmente un santo, aunque traicionó a la familia queriéndose casar con Lori Abernathy.
- ¿Y por qué se odian tanto las familias?
- Excelente pregunta, siéntense por favor.- Robert sostiene sus manos sobre su bastón y mastica sus ideas mirando hacia el techo. Parece una estatua, hasta que veo las manchas de moho en el techo alrededor del antiquísimo candelabro.- Peleamos en la gran guerra, hombro con hombro. Al principio estuvimos estacionados en la base militar afuera de nuestro pueblo y todo parecía ir bien, pero la guerra saca lo peor de las personas. Tienen que entender que nuestras familias habían peleado por generaciones, pero finalmente parecía que este siglo XX traería paz para nosotros. Era una trampa, una trampa mortal señores. Angus nos traicionó y mató a mis hermanos, Frederick y Colin. Casi me mata a mí. Imaginen ustedes, un mes de batallas y Angus mostró sus verdaderos colores. Yo fui más inteligente, él me robó de mis hermanos, yo me aseguré que mis primos se hicieran de la fábrica para que el traidor regresara con nada. Los corrimos de Escocia, eso hicimos.
- ¿Usted lo vio hacerlo?- Le pregunta Harry a Donald.
- Yo no fui enlistado, era médico civil. Cuidé a mi hermana Mirna, pero pueden creer en mi hermano. Ese Angus era un maldito. La paz duró poco.
- Sí, y recuerdo que eras el médico de esa bruja Arlin cuando todavía estábamos en la base.
- La fiebre la iba a matar, estaba embarazada por Dios y tuve que hacer lo decente. No sabía que Angus nos traicionaría. Habrías hecho lo mismo.
- Eso es cierto, fue muy repentino. De hacerlo... No lo sé, el clan Abernathy habría quedado sin nada, mira lo que la harpía logró. Crió animales, eso hizo. Nos torturan todo el tiempo. Incendiaron más de un auto en el lote de venta de autos de Colin.
- ¿Y dónde están sus hijos ahora?
- Colin está en la concesionaria, Kevin está en el funeral. Desagradable, pero si tanto empeño tiene en casarse con una Abernathy y dar a luz a monstruos, tendría que ir. ¿Pueden creer que tuvieron el funeral de su primogénito en un lugar irlandés? Madigan, vaya broma. Otra peste esos irlandeses.
- Y qué lo diga.- Le sigo al juego y codeo a Donald, riéndonos. Harry me mira con odio, su mente visualizándome en misa, probablemente con el agua bendita quemando mi piel.
- Sólo para descartarlos, y dejarles en paz, ¿dónde estaban la noche del homicidio?
- Cuidaba a mi hermana Mirna, aquí en la casa.
- Yo salí a cenar con Charlie. ¿Ya tienen algún sospechoso?
- Ése es el problema señor McNeil, tenemos demasiados.- Charlie nos acompaña a la puerta y se enciende un cigarro.
- No me dejan fumar dentro, Robert cree que los cigarros comunes son para obreros. Lo encuentra demasiado provincial. Escoceses, ¿qué se puede hacer?
- ¿Qué tal si nos dice la versión real? Esta pintura de Rockwell parece demasiado perfecta.
- Colin y Daysi han tenido problemas maritales desde hace tiempo, eso no es secreto. En cuanto a Kevin, él es un interesado caza fortunas. Donald vive en la luna y Robert es más peligroso que la rabia. Es mi amigo, pero también es la verdad y cualquiera se lo dirá. Eso sí, ninguno de ellos capaz de matar. Los conozco bien.
- ¿Y usted?
- Yo tampoco sería capaz.
- ¿Quién sabe? Todos somos capaces de matar.- Concurso de miradas, Mason no puede ganar. Tarda tres segundos y desvía la mirada.
- ¿Qué le parece esto? No somos capaces y no fuimos. Al menos no Robert y yo. Cenamos en el “Kinko’s”, nos recordarán bien porque pedimos bastante comida y hablamos con el cocinero.

            Mandamos a una patrulla a verificar. Nos responde antes de llegar a la concesionaria de Colin McNeil, Charlie Mason no mentía. La coartada es real, quizás demasiado perfecta. Aún así, es físicamente imposible que el patriarca McNeil y su amigo mataran a William. Colin es un hombre rubio, algo blando por el alcohol y con unas cuantas arrugas que no marcan sonrisas. Sale a encontrarnos entre sus autos, carcachas en su mayoría con precios exorbitantes. Es obvio que su padre le avisó, porque conoce nuestros apellidos y sabe quién es quién. Su esposa le acompaña del brazo, otra imagen de postal, demasiado perfecta para ser real. Daysi Marshall es una mujer de cabello castaño, con ojos pequeños, labios carnosos y una figura que sobrevivió a 4 hijos y la demencia McNeil. Apenas y tenemos que preguntar para que nos diga su coartada, estuvo trabajando hasta después de las 9, llamó a su esposa a las 8 y repasaron números de ventas y compras. Daysi confirma la coartada con una sonrisa demasiado inocente.
- ¿Usted cree que la boda se detenga por la muerte de William Abernathy?
- No creo, mi hermano Kevin está muy decidido. Secuestrará a Lori y se la llevará a Vegas si es necesario. Es desagradable, la verdad. Kevin cree que puede detener toda la mala sangre, pero él mismo odiaba a William. No que lo haya matado, sería incapaz. Yo también lo odié y no tengo miedo a decirlo. Nunca debimos haber venido a este país, pero el tío Donald insistió y no teníamos opción.
- No me habrías conocido cariño.- Daysi se ofende y se separa, pero a Colin le importa poco. Es inteligente, muestra lo menos posible frente a nosotros. Sigue hablando de la peste que son los Abernathy mientras que Daysi busca un sombrero en su auto descapotable. Harry me gana, hace la señal de ajustarse el sombrero para buscar en su auto. Yo quedo atorado con el demente McNeil.
- Sí, ya escuché la historia. También vi sus perros disecados.
- Mascotas de mi padre. Mató a Moon cuando compró este lote, estaba muy feliz.
- Su padre más que su perro, estoy seguro. ¿Cómo es la relación con su hermano Kevin y con su esposa? Veo que los McNeil son muy apegados a su propia sangre.
- Se imaginará que mi padre está enojadísimo por la boda. Yo también. Mi padre adora a mi Daysi, todo el tiempo la baña en regalos que ni siquiera yo podría comprarle. Le conozco demasiado bien, él quiere que tengamos más hijos. Superar numéricamente a nuestros enemigos.
- Paternidad responsable, entiendo.

            Un empleado no deja de mirar a su patrón y cuando Colin me deja para venderle autos a una pareja de ilusos evita mi mirada. Le sigo hasta el pequeño edificio y de un empujón lo meto a un clóset de servicio. Un par de cachetadas después y se abre como un libro. El buen Colin obliga a algunos de sus empleados a seguir rutinariamente a su esposa. Él la siguió el día del homicidio pero, como siempre, no encontró nada. Daysi Marshall fue a comer sola al “Olive’s”.
- ¿Y le crees?
- Tenía miedo, créeme.- Hablamos mientras regresamos al auto. La política de no esconder nada hasta el fondo. Los dos queremos ganar tanto que no romperíamos la regla ni soñando.- Pero no creo que me haya dicho todo.
­- ¿Qué pasa, tú método no es perfecto?
- La gente miente. Es más, si todos odian al escocés avaro ni le dirían si su esposa le pinta los cuernos con el primero que pasa. ¿Tú encontraste algo?
- Trabajo policial por las reglas.- Me muestra una servilleta arrugada como si sostuviera el santo Grial y tararea canciones de iglesia.- Mira el membrete, el hotel Royal. Ya te puedo ver recibiendo la santísima comunión.
- Eso lo veremos.

            Es un tiro en la oscuridad, pero funciona de maravilla. La recuerdan sin dudar. Siempre rentaba la misma habitación, 332. Lo dicen en pasado y tienen buenas razones para ello. Daysi llegaba sola, pero están seguros que se veía con alguien directamente en la habitación. Alguien que entraba por la puerta lateral y desde recepción no podrían verle, mucho menos recordarle. Dejó de ser regular cuando golpeó a una mucama entrometida el lunes. La mucama quería terminar su turno y al no ver señal asomó la cabeza. No vio nada, pero de inmediato escuchó la discusión. Esperó fuera pero de algún modo Daysi Marshall la escuchó y le soltó un derechazo que le dejó el ojo morado. Los de seguridad le pidieron a Daysi que no regresara, al parecer la princesa siempre trataba a la servidumbre a gritos.
- Aquí está.- El conserje la materializa de atrás del mostrador. Es una chicana con cara de asustada y un ojo morado.- Se llama Estela. Adelante, diles lo que pasó.
- Me pegó la señorita Marshall.- Nos mira como si la fuéramos a amarrar a una catapulta y regresarla del otro lado de la frontera. Le invito un cigarro y mi licorera y acepta ambas.
- Está bien, no te haremos daño.- Le suelto 10 dólares y codeo a Harry para que haga lo mismo.
- A las tres de la tarde tengo que recoger a mis hijos, ya se me hacía tarde. No debí meter la nariz donde nadie me llamaba. Me pegó fuerte.
- ¿Escuchaste algo?
- Sí, “no podemos dejar evidencia detrás, la familia estaría en riesgo”. Se me hizo sospechoso, por eso lo recordé.
- Ahí lo tienes Oz, parece que gané.
- Ajá.- Regresamos al auto y le doy vueltas al asunto mientras me fumo un cigarro y como restos de dona que dejé en el auto, ante la mirada asqueada de Harry.- Así que el amante de Daysi Marshall no quiere matar a William, porque pondría en peligro a la familia, pero lo hace de todas formas. Ahora explícame por qué alguno de estos locos mataría al boxeador.
- ¿No es obvio? William es chantajeado por cartas pasionales que destruirían su matrimonio y le arruinarían frente a su madre. Quizás incluso dejaría de recibir la herencia.
- Pero William se acostaba con Candy, ¿crees que tenía dos amantes?
- Puede ser. William se acuesta con ambas, pero Daysi tiene otro amante que chantajea a William por su amorío con Candy. Dos uniones Abernathy-McNeil sería demasiado. No puede pagar más, como escribió en la caseta de teléfonos y el segundo amante de Daysi lo mata. Probablemente Colin, su coartada es una broma. Él pudo llamar desde cerca de la arena.
- No puede pagar el chantaje y... ¿lo matan? Si la idea es arruinarlo por acostarse con Candy o con Daysi, o con ambas, ¿por qué no hacerlo? Además, si Colin quiere chantajearlo por echarse a su mujer, ¿no sabría que él también quedaría afectado?, y si lo chantajea por Candy ¿por qué no mostrar las cartas? Además, si Colin es el misterioso hombre del hotel, ¿por qué verse en un hotel o por qué mandar seguir a su esposa?
- Bueno, la teoría quedará completada cuando los arrestemos.
- Adelante, explícale al teniente cómo debemos lidiar con los abogados.
- Arruinas la diversión Oz, ¿lo sabías?
- Vivo para servir.
- ¿Cuál es tu teoría?
- No tengo idea. Por eso te voy a ganar, porque no pierdo tiempo con castillos en el aire.

            Nos figuramos que el funeral ya habría acabado y decidimos probar suerte con Kevin en su trabajo, en las oficinas del banco nacional. El primogénito tiene su propia oficina en el décimo piso. No mide más de dos metros cuadrados, pero tiene una vista envidiable de un oscuro callejón. Familias arcaicas que descubren que su fortuna de generaciones se resume en dos que tres propiedades y nada más. Cada centímetro de la oficina está ordenado y pulcro. Un ejecutivo, al menos en su mente. No tiene secretaria, nadie en ese piso tiene una, pero todos se conocen ya que los cubículos dominan la mayor parte del piso.
- Religioso y muy firme.- Dice uno de sus compañeros.
- Religioso es cierto, sobre todo su horario de comida a las dos. Como reloj.- Bromea otro.
- No seas celoso Matt, el señor McNeil trabaja como asno.- La conversación se apaga con la campanita del elevador. Kevin McNeil entra al piso y todos se teletransportan a sus cubículos a la velocidad de la luz. Es obvio que no ha hablado con su padre porque no nos reconoce. Toma a Harry por un ejecutivo, por su ridículo chaleco, pero me toma por vagabundo por las manchas de café en mi arrugado abrigo.
- Detectives Clayton y Ozfelian. ¿Cómo estuvo el funeral?
- Incómodo. Pasen a mi oficina por favor.- Apenas y cabemos en ella, pero Kevin se toma el tiempo de revisar su correo interno y ordenar su rolodex antes de cruzar las manos y hablar con nosotros.
- ¿Decía?
- Ah sí, el funeral. Muy incómodo. Ya se imaginarán, como un pez entre tiburones. Arlin y gran parte de los Abernathy quieren detener la boda.
- Eso sería una lástima.- Me adelanto a Harry, me empieza a cansar el toque especial. Si no fuera por su dinero estaríamos apretando su cabeza en el cajón de su escritorio. Justicia social, si estás en la sección de sociales tienes justicia, si no tienes a Oz.- El buen Angus tenía ideas muy fijas sobre las herencias. Sin William la herencia pasaría a Lori y su marido.
- Ni lo mencione, ya lo insinuaron los Abernathy lo suficiente. Creen que soy un interesado. A Lori y a mí no nos importa si nos desheredan, ambos trabajamos y tenemos buenos empleos. Me cambiaré el apellido de ser preciso. Además, yo no pude haberlo matado porque estaba con Lori. Hubieran visto sus caras cuando les restregué eso en sus narices, no podían llamar mentirosa a Lori sin dañar su propio apellido.
- Hemos estado conociendo a su familia, muy interesante. ¿Qué nos puede decir de Daysi Marshall?
- ¿Creen que Daysi mató a William Abernathy? Imposible, no creo que siquiera se conozcan. No, Daysi es la luz de los ojos de mi padre, la baña en regalos y detalles, le cumple cada capricho como la hija que nunca tuvo. La hija que puede darle camadas enteras de McNeil’s ya que su primogénito traicionó a su familia con una Abernathy. Pobre la verdad, mi padre me refiero, el resto de la familia está en Escocia y nosotros nos extinguiremos, sólo quedan los hijos de Colin y Daysi.
- ¿Apostaste en la pelea de William? Y ten en cuenta, lo sabremos.
- No aposté, no creo en eso y nunca he creído. Además, sólo porque me casaré con Lori no significa que andaría por ahí apostándole a un Abernathy. A William menos que a nadie. Siempre fue muy hiriente con nuestra familia, con sus mentadas bromas y todo eso.

            El asunto con Daysi empieza a ponerme nervioso. Colin nos esperaba en la concesionaria y fue muy cuidadoso de decir lo menos posible. Decidimos sorprenderlo en su casa, la vecina a su padre y tíos. Le digo a Harry que no malgasto el tiempo en teorías, pero es una mentira y él lo sabe. Las conexiones sobrecargan mi cerebro, ni siquiera el whiskey les hace tener sentido. Tenemos suerte, Colin ha salido momentáneamente y Daysi se da cuenta que no puede evitar que entremos. Los cuatro pequeños corren entre nuestras piernas y su madre les contenta con galletas. Daysi niega tener un amorío, dejamos fuera lo del hotel Royal y le decimos que la siguen. No le sorprende, se deja seguir para calmar los celos de Colin.
- Un amorío, que cosa más absurda. Tengo cuatro hijos, ¿creen que los sometería a algo así?
- ¿Francamente? Sí. ¿Y por qué no? Sabes que los McNeil están tan locos como los Abernathy.
- Eso es cierto, pero aunque suene extraño yo amo a mi esposo.
- ¿Qué tanto conocías a William?- Pregunta con truco.
- No mucho, de vista más que nada. Le vi hace unos días en el “Olive’s” cuando salí a comer. Sola por cierto. Él no estaba solo, tenía a una chica con él y no era su esposa.- Harry le describe a Candy y Daysi sonríe.- La misma. Muy simpática. William hasta pagó la comida de los tres y salimos juntos, él me llevó al salón a una cuadra. Y créanme, no pasó nada en una cuadra. La chica me cayó bien, si puede hacer que un escocés pague la comida de otra persona, sobre todo una casada con un McNeil, entonces debe obrar milagros.
- ¿Daysi?- Colin nos sorprende en la cocina y enrojece de inmediato.- Prepárate y prepara a los niños, ya nos vamos. Ustedes dos, lárguense.
- Ya nos íbamos.- Regresamos en silencio al auto. Le doy una vuelta a la manzana y espero en una esquina.- ¿Qué haces?
- Esperando.
- No te hagas al gracioso Larry, ¿qué esperas?
- Al verano, ¿tú qué crees? Quiero entrar a esa casa.
- No podemos hacerlo sin una orden de cateo.
- ¿Cómo resolvían casos en robo?
- Con paciencia.
- ¿Paciencia? Hay al menos un chantaje, un homicidio y muchas complicaciones. Esto se pondrá feo antes de mejorar Harry. Primera lección de Homicidios, el que mata una vez puede hacerlo muchas veces más. Ya se salió con la suya, nos ha visto dando vueltas sin atinarle, debe sentir que puede hacerlo de nuevo. Si quieres quédate aquí.
- No te hagas al ofendido. Vaya que eres sensible. Harías lo que fuera con tal de no ir a misa.
- Dios me evita tanto como yo a él. Las cartas pueden ser chantaje, o material para que los Abernathy chantajeen a los McNeil.

No esperamos mucho. Los McNeil salen de la casa, entran al auto de Colin y se van. Espero un minuto hasta salir del auto. Harry me sigue murmurando maldiciones. Las cerraduras son viejas, las ganzúas funcionan a la perfección. Busco en el estudio, pero no encuentro nada fuera de lo común, muchas guías de autos y órdenes de compras.
- “San Francisco, obra en tres actos” Colin estará disfrazado de monje mientras su esposa abre las piernas para Dios sabe quién.- Dejo el volante de regreso al escritorio cuando Harry chifla.
- Mira esto.- Harry está en el suelo hurgando entre la basura de la cocina.
- ¿Qué tienes tú con la basura?
- La basura cuenta una historia. Apuesto que si busco entre la tuya encontraré alcohol, pizza, comida china, donas y material de lectura de lo más vigorizante.
- Está bien, tienes razón. ¿Qué tienes?
- Una nota de papel, tiene un membrete “Madigan”, no parece parte de una carta. Sin fecha ni firma, “Se acabó. Está hecho y no hay vuelta atrás”. ¿A qué te suena?
- Me suena a que es cierto, no hay vuelta atrás para William.- Escuchamos el auto y Harry regresa la basura a su lugar. Escucho las llaves en la puerta. Sacamos nuestras armas y nos escondemos en la alacena. Un hombre y una mujer. Son los McNeil que olvidaron el paraguas. Un minuto después la casa regresa al silencio.
- Maldita sea Oz, ¿ves por qué detesto hacer esto? Pudimos perder la placa.
- Vamos Harry, no habrías roto el caso por la mitad.
- Apelar a mi ego siempre es buena idea. Vamos, antes que me dé un ataque al corazón.- Salimos de la casa y regresamos corriendo al auto.- El asesinato no tiene nada que ver con el box. Eso es claro.
- ¿Qué tal dos asesinos? Colin asiste o Daysi, que entre ellos son coartada. Quizás Colin chantajea a Daysi con su amorío, puede ser que Daysi mintió sobre haber visto a Candy con William.
- Yo digo que las dos familias están confabuladas. Lori recibiría el dinero, Arlin escala la violencia y lo usa como excusa para detener la boda.
- Odio este caso, odio a estos escoceses y todo el maldito asunto Harry. ¿Quién pagaba el chantaje en el parque?, ¿de quién son las cartas comprometedoras?, ¿con quién hablaba Daysi en el hotel?, ¿de quién es la nota que acabamos de encontrar?
- Sí, es difícil... Casi hace que ir a la primera comunión de mi hijo parezca una nimiedad.
- Tienes razón, casi.

            Quinn quería resultados. Al parecer sus acreedores no pueden esperar. Llenamos formatos y redactamos reportes, pero no tenemos nada concreto. Sueño con las altas colinas de Escocia, bañadas con ríos de sangre que descienden hasta Malkin. Los Abernathy y los McNeil pertenecen a Malkin, no hay duda, su demencia se eclipsa por la demencia colectiva, por la sociedad de Caín que hace mucho mataron a los Abel y ahora se las ingenian para cohabitar el mismo espacio sin colapsar en la anarquía. Harry está ciego a esa ciudad, la ciudad invisible que existe a milímetros debajo de la ciudad visible. Sueños con colinas que bajan a Malkin, con lobos que suben desde la jungla urbana. Generaciones de esos clanes asesinos, todos viviendo en mansiones de naipes, listas para caer de un soplido. Me despierto sabiendo que me perdí algo, una respuesta que existe etérea, como la ciudad invisible, a un centímetro y a un kilómetro de mi adormilada mente. Trato de pescar la idea, pero es inútil. El show de los Abernathy y los McNeil aún no acaba. Secuestraron mi sueño, ahora secuestran mi día libre. Harry en el teléfono. Kevin McNeil está en el hospital, envenenamiento por talio. Ha sobrevivido de milagro.
- Ésta maldita gente, ¿se tienen que matar en fin de semana?
- ¿Apenas te despiertas?
- No sabía que eras granjero, es medio día Harry.
- Ya llevé a Harry junior a la escuela de la iglesia, está emocionado. Como tú, seguramente.
- Brinco de emoción. Desayunó, me baño y voy para allá.
- Claro compañero, no te apures.
- Pueden esperar.

            Harry me dice la versión del médico, grandes cantidades de talio, casi se muere envenenado y ahora está fuertemente sedado. Un milagro que haya sobrevivido. No me sorprendería si esa gente regresara de la muerte. Robert McNeil mira a su hijo en silencio desde el marco de la puerta, mientras que Donald le toma de la mano acompañado de la familia de Colin. Ni una lágrima, el patriarca no puede permitirse ni un ápice de debilidad. Le invitamos una taza de café y afloja la lengua. Yo aún tengo lagañas y el segundo café del día me despierta cuando le agrego whiskey. Tuvieron un brunch, una especie de lunch para la gente rica, en su casona. Kevin fue acompañado de Lori Abernathy, lo cual ya le parecía insultante, y para colmo Lori llevó a su hermano Sean. El viejo especula que llevó a Sean como seguridad, temiendo lo peor. Robert termina de hablar y mira hacia la nada. La realización que la vida de su hijo pende de un hilo finalmente le llega. Súbitamente los juegos de guerra se hacen reales y su rostro se contorsiona de dolor.
- ¿Cómo cree que se siente Arlin Gilmore por la muerte de su hijo?- Me mira sin entender la pregunta, se levanta y regresa al marco de la puerta. Harry le hace señas a Colin para que se acerque a las sillas frente a la mesa de café y se sirve uno. Colin parece más enojado que angustiado.
- ¿Qué esperan para arrestarlos?
- Empieza por el principio. Tuvieron Bruch o lunch o lo que sea que seas eso. ¿Qué ocurrió?
- Sólo el tío Donald pudo detener que les sacáramos de la casa, está de acuerdo con la boda. Nos portamos bien, les dimos el viejo trato McNeil.- Quiero decir algo, pero Harry me pisa en el pie.- A la mitad del brunch empezó a convulsionarse y sacar espuma por la boca. Mis hijos siguen aterrados.
- ¿Cómo fue la reunión? Me refiero a quiénes tuvieron acceso a la comida, para envenenarla.
- Eso es lo peor. Fue semi-formal, todos anduvimos de un lado a otro. Cualquiera pudo entrar a la cocina.- Daysi se acerca y toma a su marido de los hombros.
- Diles de la pelea.
- ¿Qué pelea?
- Sí, Sean y Lori discutieron en el baño. No sé de qué. Me mantuve alejado de ellos.
- Los Abernathy están afuera, en la calle.- Añadió Daysi antes de animar a su esposo para regresar a la habitación con sus hijos.

            Encontramos a Lori y a Sean fumando en la entrada de ambulancias. Lori llora desconsolada, agarrada a su pañuelo y con la cabeza apoyada en el hombro de su hermano. Sean no quiere hablar mucho, pero se da cuenta que tiene que hacerlo, que los McNeil le apuntarán con el dedo y que nosotros dos también lo haremos. Minimiza la discusión, a Sean se le hacía de mal gusto que estuvieran ahí el día siguiente del funeral, cuando aún debían seguir en luto bajo ley tradicional. Me pregunta si creemos que cualquiera de los dos podría haber envenenado a Kevin. Harry trata de convencerle que no emitimos esos juicios, pero me está mirando a mí. Le veo a los ojos y no digo nada. Todos son capaces. Entre ellos han fantaseado con matarse mutuamente, ahora se hace realidad y fingen que son todos unos inocentes incomprendidos. Quien apuñaló a William no era inocente, sabía lo que hacía, lo mismo con quien haya envenenado a Kevin, o quien haya estado chantajeando a los Abernathy.

            Probamos suerte con la escena del crimen. Con los McNeil fuera de la casa, menos por Mirna la loca que guardan en el ático, corremos con suerte. La cocinera, Norma Smith, nos abre la puerta y nos deja pasar. Norma le tiene el mismo cariño a los McNeil que un enfermo a su cáncer. La mujer es religiosa, cree que Dios la castiga con esa familia. No la corrijo, probablemente sea cierto. Nos explica que los McNeil, en su típico humor dadivoso, la usaron de cocinera, mesera y sirvienta. Nos instalamos en el comedor, con dos de las sillas aún en el piso y la mayor parte de los platos y vasos aún con comida y bebida.
- Tenía muchas cosas que hacer, deje todos los platos en la cocina mientras terminaban con los aperitivos, después los serví.
- ¿Cada quien comió algo diferente? Me refiero si fue sirviendo los platos en desorden.
- No, los McNeil no son así. Cada quien quería algo diferente, estuve cocinando desde anoche.
- ¿Quiénes entraron a la cocina durante la primera parte?
- Donald y Robert discutieron todo el tiempo, pero ya sabe lo que dicen, uno pone a dos escoceses en la misma habitación y obtiene tres opiniones. La próxima vez que pasé por ahí Donald ya no estaba y Kevin insistía sobre la boda con su padre. Estaban muy enojados y se separaron cuando yo entré.- Norma se rasca la cabeza y trata de recordar.- No sé, todos entraron y salieron en algún punto. No he tocado nada, me dijeron que no lavara nada. ¿Quieren ver los platos?

            La cocina es del siglo pasado, apenas y tiene electricidad. Norma trabaja con hornos de carbón y leña. Nos explicó que recogió los platos con comida y los dejó sin tocarlos. No quería envenenarse accidentalmente. Sólo uno tenía rastros de talio, el de Kevin. Pequeñas flecas de polvo blanco, casi como nieve, mezclado con el hígado con especias. Harry encontró el frasquito con el polvo detrás del horno de piedra y carbón. Metió el frasco en una bolsa de emergencia y antes que pudiéramos irnos nos topamos con Donald. Nos miró con los ojos hundidos y rojos de tanto llorar y con temblores nos comunicó que Kevin tuvo una complicación y había sido trasladado a cuidados intensivos, todos los familiares habían sido echados y el pronóstico no era bueno.

            Llevamos el frasco para que analicen las huellas, pero después de dos horas de espera no obtuvieron resultado alguno. El responsable había borrado las huellas antes de tirar el frasco donde pensó que no sería descubierto, o bien utilizó guantes o un pañuelo. Harry acaricia su crucifijo mientras su mente corre en círculos. Fingimos que revisamos declaraciones de testigos, pero en el fondo el único método para un detective es pensar. Discutimos hasta quedarnos sin saliva y mientras ordenábamos algo de comer. Kevin se beneficiaba de la muerte de William, su coartada era Lori, pero no quedaba claro cuál era el chantaje del parque. Quizás éste estuviese relacionado con el misterioso amante de Daysi, y quizás el amante y el chantaje fuesen los motivos para envenenar a Kevin. Aún así, el papel que Candy jugaba en todo esto era como una pieza que no encaja. Harry revisa entre las propiedades de Veronica “Candy” Welles y encontró un departamento. Sus llamadas eran interesantes, pues al parecer conocía a alguien en la casona McNeil. Una de las llamadas era del día después del homicidio del boxeador. No era necesario decirlo. Dejamos al teniente a media oración y cruzamos la ciudad hasta el departamento de Candy.
- ¿Qué tal esto?- Harry no ha dejado de hablar en todo el camino. Su estrategia es inteligente, suelta suficientes teorías como para atinarle a una por accidente y ganar la apuesta.- Gillian Dunn es chantajeada por cartas pasionales, no puede dejar que su marido se entere o la mata. Gillian asesina a su esposo después de dejarle en claro al chantajista que ya no tiene dinero, y temiendo que la exponga ante la familia y lo pierda todo. Apostó y rentó una habitación para parecer inocente. Con William muerto la herencia iría a Lori, cuando ésta salga del limbo legal en la que se encuentra. Kevin se da cuenta de ello, empuja lo de la boda y eso hace enojar al chantajista, sin duda un McNeil. Colin entonces lo envenena, asumiendo que él es el chantajista, que quizás no sólo haga seguir a su esposa sino a Gillian. Se le pasa la dosis, nunca había hecho algo así y casi mata a su hermano. La nota de la hoja con membrete se refiere al homicidio y el misterioso amante de Daysi no es sino Lori quien quería armar el homicidio de su hermano con su ayuda.
- Factible. Falso, pero factible.- Subimos las escaleras al edificio y entramos al elevador mientras bebo de mi licorera y le busco puntos débiles a su teoría.- Kevin pudo haberlo matado y convencido a su prometida de mentir por él con alguna excusa. Además, el chantaje y la nota con membrete podrían ser de lo mismo. Quizás vendían las cartas pasionales y la nota indica que la transacción se ha hecho, o quizás que se vendieron a alguien más. Las cartas podrían perjudicar a los McNeil y con lo herméticos que son quizás ya están en circulación. ¿Quién sabe? Quizás las cartas muestran que Kevin no ama a Lori, ella las leyó pero no creyó poder hacerlo sola, así que lleva a su hermano con la intención de matar a Kevin.
- ¿Y William?
- El cartero. Qué sé yo. La única certeza en este caso es que tu camisa levemente rosada le da mal nombre a la Fuerza, y eso no es fácil.
- Al menos mi camisa no es un mapa del tesoro con una colección de manchas.
- Oye, cada mancha tiene una historia.
- Eres raro Oz, en serio. Descuida, una buena misa te lo quitará.

            Dejamos de bromear cuando ubicamos el departamento de Candy, la puerta está abierta y la cerradura fue forzada. Nos apuramos dentro, pero no hay prisa, Candy está muerta. El cráneo se reventó a golpes y su ojo izquierdo cuelga de las venas y roza el tapete blanco. Harry llama a una patrulla y al forense. La tercera víctima de una guerra que aún no entendemos. Procesamos la escena en silencio, nadie tiene ganas de hablar. Demasiado lentos para impedirlo. Los chicos del forense dicen lo obvio, los peritos de la escena del crimen siempre lo hacen, hubo una pelea entre Candy y su atacante, ceniceros en el suelo, una silla y varias figurinas rotas en el suelo. Los golpes a la cabeza la mataron. Encuentran un cabello negro en el tapete y una sustancia blanca en sus manos, crema de manos. También encuentran algo bajo sus uñas, un hule color carne muy delgado. Debajo de un mueble encuentro una linterna y un destornillador.
- Oye Larry, mira esto.- Harry me muestra la agenda a un lado del teléfono de la cocina.- Reconozco el número y mira el nombre, Sean Abernathy.
- ¿Hora de la muerte?
- Entre cinco y seis.- Dicen los aburridos forenses mientras la cargan a la camilla. Su belleza se ha ido y ahora es un títere de carne.- Usa la agenda para llamar parientes o amigos que puedan decirnos quiénes eran sus parientes. Yo seguiré buscando.

            Mientras Harry comunica las malas noticias reviso el lugar a conciencia. Si algo aprendí de Vincent Simone cuando era teniente, es que la gente pasa más tiempo viva que muerta. Toda casa o departamento es el retrato de una persona, no pueden evitarlo, en su área de confianza se muestran como son. Candy era una mujer alegre, colorida. Quizás por eso William cayó en sus manos. También le gustaba el dinero, por lo que veo en su guardarropa, quizás eso vio Candy en el boxeador. La paciencia obra milagros. Debajo del colchón hay un recorte pegado con cinta adhesiva. Lo retiro cuidadosamente para verlo a la luz de la lámpara del buró. Es una foto de la prensa de la noche de la pelea. Está Sean a un lado de Gillian y un círculo pintado con plumón rojo donde la mano de Sean debería estar, oculta por el cuerpo de Gillian. Al verlo Harry me mira sin decir nada, pero ambos pensamos lo mismo. Lo guardamos como evidencia y hablamos con los vecinos, la turba de curiosos que se ha reunido afuera de la puerta del departamento.
- A las cuatro recibió a alguien, estoy segura.- Dijo un ama de casa mientras sostenía a su hijo en brazos.- Yo vivo al lado y estaba saliendo cuando les escuché discutiendo en la puerta.
- ¿Pudo verlo?
- No, pero Candy estaba enojada y no le dejaba entrar del todo, la puerta no me dejó ver quién era. No que sea yo una chismosa. Discutían de dinero, de eso estoy segura.
- Hablando de dinero,- dijo el casero.- Candy me dijo que me pagaría lo que me debe, tres meses de atraso, mañana mismo. Estaba muy segura, ¿la ciudad me pagará?
- Roy, ahora no es momento.- Le regañó un anciano.
- ¿Alguien lo vio salir?- Pregunta Harry, pero nadie dice nada.- ¿No han tenido visitas, gente que no conozcan en cualquier momento entre las cuatro y las siete?
- Vino mi primo, él no se quedó mucho tiempo. Es moreno y de bigote, usa un sombrero verde.- Dijo un señor al fondo.- No lo vayan a confundir con el asesino por favor.
- Yo lo vi.- Dijo un joven.- Yo vivo en el primer piso y al perro le gusta ver para afuera, por las rejas. Vi a su primo señor Mendez, también al plomero, a una señora que traía un gato y al vendedor de seguros. No sé, quizás hubo más gente pero es el perro el que se queda mirando para afuera, yo no.
- No vayan a desconfiar de la señora.- Dijo otro joven en las escaleras.- Es mi mamá, me trajo a mi gato porque me acabo de mudar. ¿Creen que mi mamá es sospechosa?
- No, descuida. Tu gato no sé, pero no tú mamá.- Harry bromea y la gente se aligera. Él es bueno en eso, en mantenerlos confiados y platicadores.
- El de los seguros me visitó a mí, también el plomero. No tenía necesidad de ninguno y les dije que se fueran, eso fue a las cuatro y algo.- Dice un anciano judío con el periódico bajo el brazo.
- Yo sí lo dejé entrar, arregló mi lavamanos aunque lo dejó peor.- Una señora se limpió las profundas gafas y se hizo pasar con aires de importancia.- Vi pasar al hombre del que habló Gloria, pero no le vi bien por mi visión. Se quedó en la puerta. Apreté el botón equivocado del ascensor, por eso lo vi. No sé a qué hora se fue.

            Tres personas salen del ascensor con lágrimas en los ojos y preguntan por Candy, son las personas a las que le habló Harry. Los vecinos se van yendo uno por uno y los extraños se presentan. Un primo, una amiga y una persona que salió con ella un par de veces hace un año y le tomó cariño. Nos dicen que Candy casi no tiene familia, tiene una tía en Brokner y Harry apunta el número de teléfono. De todos modos los patrulleros pueden hacerlo. También tiene un medio hermano, Charlie Mason. La coincidencia es sobrenatural y hace sonar toda clase de campanas. Harry también lo capta, pero hace como si aquel pedazo de información encajase perfecto en una de sus teorías. Clay le ordena a los de uniforme que ubiquen a su familia e inicien el papeleo, nosotros dos tenemos una cita con Sean Abernathy. En su casa nos remiten al parque Deeds a un par de cuadras de distancia.
- Con tacto Oz, recuerda que puede demandarte.
- Claro, con tacto de príncipe. Ellos que maten a quien sea, nosotros con guante blanco.
- Extrañas a las prostitutas, ¿no es cierto?
- Tú también Clay, y no de la misma forma.- Lo encontramos con sus tres hijos cenando sobre un mantel a cuadros y bajo la luz de la farola.
- Tacto Oz, no dejes que el abogado lo deje libre porque lo torturaste frente a sus hijos. Rutina de dobles, ¿te parece?
- Hecho, tú empieza.
- ¿Qué quieren?- Sean se levanta y le hace señas a sus hijos para que se queden quietos.
- ¿Conoce a una persona llamada Veronica Welles?, le gustaba que le dijeran Candy.
- Le gustaba hasta hace poco. Su ojo brincó de su cuenca ocular.- Harry el agradable, Oz el repugnante. Clay se para enfrente, yo me ubico en la periferia de su visión.
- No conozco a nadie de ese nombre. ¿No pueden resolver la muerte de mi hermano y se inventan nuevas víctimas?
- ¿Qué ha hecho esta tarde?
- Además de visitar gente que no conoce.
- He estado aquí con los niños toda la tarde.
- ¿Sabe? Los niños pueden mentir, pero la gente en el parque tiene memoria y la gente por su casa también la tendrá.
- Y Candy tenía buena memoria, quizás por eso está muerta.
- Está bien, pasé por los niños a las seis. Estuve paseando, a solas. ¿Es delito?
- Es raro que una mujer que no conoce tenga su número en su agenda, a un lado del teléfono.
- Podemos ir a su edificio, sus vecinos son metiches.
- Miren, la vi a las cuatro y no me quedé más de media hora. Estaba viva cuando me fui. La mujerzuela quería dinero, dijo que ella también era la viuda de mi hermano.- Se muerde las uñas, está nervioso. Contengo mi impulso de golpearle en los riñones, es más difícil de lo que suena.- No puedo dejar que Gillian se entere que William tenía una amante.
- Candy tenía más que un amante, tuvo un asesino. Está bajo arresto.
- Descuide, la patrulla llevará a sus hijos con la abuela.
- No pueden hacerme esto.
- Podemos y lo haremos. Con mucho gusto, añadiría yo.

            Le mostramos el recorte de periódico que encontré bajo la cama de Candy y el pañuelo de su familia encontrado en la arena tras el homicidio de su hermano. El escocés nos mira con odio, pero no abre la boca. El abogado lo hace por él. Traemos testigos del edificio, le identifican como el hombre que subió por las escaleras para hablar con Candy a las cuatro. Sean tiene a un abogado, nosotros tenemos tiempo. Al menos eso creíamos, a la media noche entra un detective privado que sonríe como un idiota y habla con el abogado. Encontraron al dependiente de una tienda que asegura que entre las 5 o las 5:30 entró a su tienda a usar el teléfono. La gente miente, la gente es sobornable, pero el teniente no escucha. La juega a lo seguro. Liberamos a Sean Abernathy. Quinn tiene ganas de regañarnos de nuevo. Harry y yo recogemos nuestras cosas y nos vamos a dormir.

            Evidencia insuficiente. Eso dijeron los abogados. Nos enojamos y discutimos, pero en el fondo sabíamos que tenían razón. No dejo de pensar en el chantaje de las cartas, en la nota con membrete, en la discusión en la habitación de hotel de Daysi, en algo grande que he pasado por alto. Grande como las colinas de Escocia. Sanguinario y vergonzoso. Duermo sin sueños, pero duermo mal. Demasiadas preguntas, demasiada urgencia. Guerra de clanes, abogados costosos y evidencia insuficiente. Al alba suena el teléfono. Sé quién es. Ni siquiera nos saludamos. Él tampoco está de humor. Me doy vuelta y me caigo de la cama cuando me lo dice, el teléfono pegado al oído.
- Donald McNeil está muerto, lo encontraron en un callejón.
- Voy para allá.

            La ciudad aún no se despierta y Donald McNeil ya nunca más abrirá los ojos. Estaciono en la colmena de patrullas. Le doy un trago al whiskey antes de acompañar a Harry al callejón. Donald está sentado en el suelo con sangre en la camisa. Harry señala la automática en el drenaje que recorre la pared de enfrente. Reviso al muerto y le encuentro un revólver en el cinto trasero. El ayudante del forense abre su camisa y vemos las cinco heridas de navaja. Debe ser un arma popular entre los escoceses.
- Es espantoso, pero debí imaginar que algo malo pasaría cuando el ladrón desmayó a la cocinera.
- ¿De qué diablos habla?
- Anoche se metió alguien a la casa. La cocinera le debió sorprender porque ella quedó desmayada en el suelo. No se robaron nada, por eso no quise hablar a la policía.
- ¿Y cuándo salió su hermano?
- No tenía idea, pensé que se retiró temprano a dormir.
- Harry, mira esto.- Levanto la rejilla del drenaje y meto la mano al río que empieza a rebosar. La cloaca estaba tapada por billetes de un dólar, tiras de periódico, envoltorio y basura de todo tipo.- ¿Por qué a Donald?
- Tenemos un testigo.- El uniformado llegó corriendo jalando del brazo a un joven que aún no terminaba de despertar.- Ya recorrimos las cuadras, Tim Jameson vio algo.
- ¿Qué viste?- Lo alejamos del cadáver. Alguien le ofrece café. Me enciendo un cigarro y no le quito el ojo de encima a Robert, quien llora del otro lado del listón amarillo.
- Después de la media noche, tuvo que ser después. Déjeme ver... Ya recordé, entre una y dos. Tiene que ser, porque a esa hora el gato pide salir por la ventana. Yo vivo en el departamento de ahí, tengo una linda vista del callejón. Lo vi de traje, se me hizo raro que estuviera tan formal con todo y maletín de doctor entrando a un callejón que no da a otro edificio. No me fijé si alguien le seguía, el gato entró, cerré la ventana y nada más.
- ¿Viste si vino en coche?
- Sí, estacionó en algún punto de esa cuadra.- Harry y yo seguimos sus instrucciones y en la esquina encontramos su auto. Robert lo identifica de inmediato. McNeil no había arreglado su defensa en más de tres años.
- La magia de Oz, háganse a un lado.- En diez segundos forcé la entrada y abrí la puerta.
- Debería preocuparme, en serio.
- Tarjeta de banquero debajo del asiento. El número está apuntado a mano.- Harry toma la tarjeta y le acompaño al teléfono público. Dos líneas de diálogo y me mira extrañado.
- Dice que sacó un préstamo por 80 mil dólares el día después del homicidio y recogió el dinero el sábado. Tenías razón, el chantaje sigue en juego. Pero, ¿por qué Donald? No le veo relación al box, a las apuestas o a Candy, ¿crees que era el amante de Daysi Marshall?
- Creo muchas cosas en este momento.- Le hago señas a Robert McNeil para que se acerque.- ¿Sabía usted del préstamo que su hermano pidió?
- Ustedes par de inútiles no tienen vergüenza. No toleraré que me hablen así, o que le hablen a un McNeil de esa forma.
- De haber sabido que se haría el gracioso le aplastaba la cabeza contra la puerta del auto antes de preguntarle.
- Se la verán con nuestros abogados, se lo prometo.
- Deberíamos arrestar a todos, así se detendría la violencia.- Harry se enciende un cigarro y se apoya contra un auto para poder pensar con claridad.
- Es toda esa porquería católica que les meten en la cabeza. A mí me metieron a una escuela católica y mírame ahora. Enredado entre escoceses, vaya manera de pasar los días.
- Eres una víctima de la sociedad Oz, no hay duda.- Harry suspira cansado y mira el reloj, apenas son las seis de la mañana.- No tenemos nada sobre el asunto William, o sobre el envenenamiento o sobre Candy. Nada sólido. Es insoportable. Tenemos un chantaje que no sabemos de qué trata. Tenemos misteriosas discusiones en el hotel con Daysi, en el departamento con Candy y una nota que probablemente habla del homicidio. Una boda mal vista, una herencia en pugna y dos familias de mentirosos patológicos.
- De haber sabido que el caso sería tan insufrible habría apostado más fuerte, quizás tu hígado.
- ¿Qué pasa Oz, no te gusta el reto?
- Te tendré comiendo de la mano Harry, no hay duda.- Quinn se aparece. Bien bañado, bien trajeado, bien afeitado. Parezco un vagabundo y tengo más whiskey que comida encima. No es buena momento.- El teniente, es hora de irnos.
- Vamos a desayunar Larry, yo invito.
- Las palabras mágicas.
- Sí, te quiero bien alimentado para la primera comunión de Harry junior.

            Harry podrá ser un insufrible detective que juega por las reglas y no pierde ocasión para señalar mis debilidades, pero tiene buen gusto. El restaurante es de un pariente suyo y en cuanto le ve se pone a temblar, el buen Harry tiene el hábito de jugar la carta del familiar e irse sin pagar. Él invita un desayuno sin pagar nada, clásico Harry. Le seguimos dando vueltas al asunto al punto que Harry le pide una pluma al mesero y escribe diagramas de sospechosos y motivos.
- Es una maldita telaraña. La boda, apoyada entre otras personas por Donald, se ve en peligro por su muerte y el atentado a Kevin. ¿Qué pasa con Candy y con el chantaje? No tengo idea.- Harry tira la pluma y termina su café haciendo a un lado los platos vacíos de comida.- Tienen que ser dos o tres ruedas girando independientemente.
- Posiblemente, pero entonces ¿por qué matar a Candy, por qué seguir el chantaje o tratar de robar algo en la casona McNeil si saben perfectamente que estamos sobre ellos? El riesgo es grave, así también debe ser la cuestión de fondo. No, esto va todo unido. Estoy seguro.- Bebo mi café tratando de no pensar, pero es inútil. Harry se queda en silencio también y cuando nuestras mentes se clarean empezamos a mirar las cosas desde otro ángulo.
- Sí,- dijo Harry mientras se limpiaba con una servilleta.- hay apuro en todo esto, como si el tiempo se estuviese agotando.
- Exacto, es casi como si el castillo de naipes se viniera abajo.-        El trueno que estalla en mi cabeza me pone de pie. Harry me mira boquiabierto. Una red mortal, desde un ángulo parece un embrollo, pero siempre existe un ángulo desde el cual todas las piezas encajan.
- Hay que arrestar a todos. Ahora mismo.

            Los Abernathy y los McNeil son llevados a la estación. Los que se rehusaron fueron arrestados y llevados por la fuerza. La sala de interrogación estaba a reventar. De un lado Arlin Gilmore, Gillian Dunn, Lori y Sean Abernathy; del otro lado Robert, Colin y Daysi; en medio, sus abogados respectivos. Cacofonía de términos legales. Quinn no sabe qué hacer. El chico es lo suficientemente listo para saber que es mejor esperar y ver, dejarnos obrar un poco de magia.
- Vayamos en orden.- Harry empuja la mesa de metal contra la pared para hacernos espacio.- A los abogados, quiero que sepan que reconocemos el derecho a guardar silencio de sus clientes. Pero ellos querrán escuchar esto. No había otra forma de reunirlos a todos.
- Este es el día más negro del clan Abernathy.- Se quejó Arlin.
- Como usted sabe señora, su hijo William murió antes de tiempo, como unas doce horas antes, porque el plan ya estaba en efecto. Debía perder, pero él tenía otros planes. El entrenador polaco debió darse cuenta, nos habló de lo confiado que estaba. Candy también lo sabía, apostó una jugosa suma de dinero a su favor y se llevaría un dineral. También lo hizo su esposa, lo cual interpretamos como una natural señal de amor matrimonial, pero no fue por eso. Gillian Dunn necesitaba el dinero, y usted también señora Arlin porque estaban siendo chantajeadas con algo tan terrible y vergonzoso que derrumbaría al clan Abernathy y McNeil para siempre.
- Es ridículo, no hay chantaje alguno.
- Vimos el telegrama, las llamadas al teléfono público y el mensaje que le dejaron al chantajista misterioso. Debía ser algo grande para unir a dos mujeres que se desprecian mutuamente.- Harry se enciende un cigarro y les deja en suspenso.- Cuando el dinero no llegó al chantajista, éste se tornó a Donald McNeil. Le vieron con un maletín que estaba lleno de billetes de un dólar y periódico, porque no pensaba pagar. Pensaba matarlo, para eso llevó dos armas. Donald tenía que recuperar las cartas, estaba en el mismo embrollo que Arlin y Gillian.
- No olvidemos a Candy, ella no sabía del chantaje pero sí estaba involucrada en otra actividad ilegal, la estafa. Su medio hermano, Charlie Mason es amigo de Robert McNeil y lo planearon juntos, lo que explica las llamadas de Candy a la casona McNeil. El plan era perverso, seducir a William, convencerle de ganar la pelea que debía perder, hacer un dineral y huir juntos abandonando a su esposa e hijos. Por eso Candy tenía maletas en esa habitación de hotel, esperaba a su amante para irse de la ciudad con el dinero, sólo que ella planeaba robarle después. El dinero se repartiría entre los tres estafadores, William no podría regresar a casa y el clan Abernathy sufriría. Ella no esperaba la muerte de William. Quizás lo mataría después, quizás no, pero su muerte arruinó sus planes y perdió todo el dinero que apostó.
- Semejante cosa sería impensable para un McNeil.- Se quejó Robert. El abogado le recomendó guardar silencio, pero la sala empezó a calentarse. Gillian trató de pegarle con su zapato y dos abogados tuvieron que someterla.
- Candy se quedó sin dinero, pero tenía un as bajo la manga, sabía cómo conseguir dinero rápido. Ella sabía quién mató a William y trató de venderle la información a Sean.
- Es cierto,- dijo Sean Abernathy.- me dijo que le pagara al día siguiente.
- Sí, pero el asesino de William la silenció primero.
- ¿Quién mató a mi hermano?- Gritó Lori.- Eso es lo que me importa, ¿y quién envenenó a mi prometido? Dígame eso.
- William murió por celos, pero no fue su esposa. Celos mal direccionados, la peor clase de celos. Daysi Marshall estaba siendo infiel y su marido la hizo seguir en varias ocasiones.
- Eso es ofensivo, no tengo ningún amorío y menos con un Abernathy. Tengo dignidad.
- Tiene razón, no fue con William que tenía un amorío, pero la persona que la seguía ¿qué vio? Usted entró a un restaurante y después salió con William quien la llevó en su auto. Usted sabe que no hubo nada romántico, pero su marido no tiene manera de saberlo. Colin aprovechó el caos producido por la turba violenta después de la pelea para asesinar a William. Candy habló del extraño de pelo negro que se le hizo sospechoso. Tenía que serlo, pues debió reconocer su rostro tiempo después. Colin es actor en su iglesia, eso explica el hule color carne bajo las uñas de Candy, la crema típica de los actores y el cabello negro en la alfombra. En la arena dejó ese pañuelo que fácilmente pudo haber robado en otra ocasión y en el departamento trató de culpar a Sean.
- Eso es absurdo, yo no maté a nadie y no pueden probar nada eso.- Gillian se lanzó contra Colin McNeil, pero Harry la detuvo y recibió un par de golpes. Colin empezó a sudar, mirando a su alrededor y encontrando miradas de sospecha.
- La gente del edificio le reconocerá, porque queriendo entrar en personaje hasta arregló un lavamanos, el cual dejó en peor estado. Se disfrazó de plomero para que Candy bajase la guardia, lo que explican las herramientas bajo el mueble. Hasta dejó ese recorte de periódico para que pensáramos que había sido Sean.
- Padre, seguramente no creerás nada de esto.
- Ahora no sé en qué pensar. Veronica era amiga mía y Charlie está devastado. ¿Le podré decir que mi propio hijo la mató porque actuó sobre sus celos? Ella iba a hacernos ricos, ella iba a destruir a los Abernathy de una vez por toda. Lo arruinaste todo por tus celos.
- Eso no es todo, no se hagan los inocentes. La nota que encontramos con el membrete de la funeraria, sobre como estaba hecho y no había vuelta atrás, hablaba de la boda y no del homicidio. Era el amante de Daysi Marshall, su cuñado Kevin que terminaba con ella.
- ¡Harpía!- Gritó Colin, pero su esposa le volteó la cara de una bofetada.
- Él era más hombre de lo que tú jamás serás y esa zorra Abernathy creía que podía quitármelo. El buen Kevin siempre fue un interesado. No paraba de hablar sobre la herencia, quería tenerme a un lado. Por eso lo envenené, para darle una lección en humildad.
- Esto está demasiado tendencioso.- Se quejó Robert McNeil, pese a la insistencia de su abogado de guardar silencio.- Ahora resulta que los McNeil somos lo peor del mundo. ¿Se les olvida que mi hermano está muerto en un callejón?
- Tiene razón, los Abernathy también tienen sus pecados, y no me refiero al amorío de William o la vergüenza de tener que rascar por dinero con tal de pagar a un chantajista desconocido.- Arlin me tomó del brazo y con la mirada me imploró que no dijera más.- No, tiene que decirse. Esta maldita guerra que ha estado por generaciones tiene que terminar.
- Arlin Gilmore y Donald McNeil fueron amantes durante la guerra. Por eso la cuidaba tanto mientras el buen Angus estaba en la base militar. William y Lori eran sus hijos. Por eso el chantajista lo extorsionó a él después, porque él tampoco quería que se supiera. Fingía estar a favor de la boda, pero la gente miente, al igual que Arlin sabía que no podían casarse porque Lori y Kevin son primos. En su desesperación Arlin buscó a Gillian, que aunque se detestaban mutuamente entendía el riesgo, las familias colapsarían y Gillian perdería su herencia.
- ¿Mamá, es cierto?
- No nena, nada de eso es cierto.
- Sí es cierto.- Dijo Gillian.- Por Dios Arlin, el juego se acabó. Ya ha muerto suficiente gente. El detective tiene razón en que me importó la herencia, pero sobre todo mi William. Habría quedado devastado. Pensamos que era Robert el chantajista, por eso entramos a su casa para tratar de robar.
- Sí, pero hay algo irónico en el asunto. El dinero que le pagaban al chantajista, y a quien le dijeron que ya no había dinero en el punto de recolección, que le planeaba remediar con la apuesta a favor de William, iba directo a Sean Abernathy para que él siguiera fingiendo que la herencia aún existe. Él estaba desesperado por meter dinero a la cuenta, cuando el problema legal se solucione se sabrá que el dinero ya no está. Por eso tenía que actuar rápido, aún cuando nosotros estábamos involucrados investigándoles. El mundo sabría que o es inepto o ladrón.
- De inepto no tengo nada. Tengo ese dinero bien guardado y la otra mitad ya la gasté. En cuanto leí las cartas que robé del ático supe por qué siempre quisiste más a mis medios-hermanos. Te recordaban a Donald, yo te recordaba demasiado a Angus. Ese dinero es más mío que de mis supuestos hermanos. El viejo no iba a ceder tan fácilmente, le pedí evidencia de que había sacado el dinero pero llegó armado. Tenía que matarlo.
- ¿William era mi primo?- Preguntó Colin con asco.
- Sí, mataste a tu propia sangre Colin.- Le respondió Arlin.- Y ojalá el diablo te lo recuerde cada día. Mastate a un McNeil.
- Vieja harpía.- Le escupió Robert. La pelea se desató como una tormenta. Harry y yo nos hicimos a un lado y dejamos que los abogados recibieran la peor parte. La casa de cartas se vino abajo. Todos soltaron la boca, unos orgullosamente y otros tratando de excusarse.
- Si ya se sienten más descansados...- Dijo Harry cuando finalmente el teniente mandó uniformados para someter a los guerreros que aún peleaban en las colinas de Escocia.- Sean está bajo arresto por extorsión, Colin por dos homicidios, Daysi por intento de homicidio, Robert McNeil por estafa y lo mismo estará Charles Mason. Arlin y Gillian por haber entrado a la casa de los McNeil y asaltar a la cocinera.
- Ustedes americanos no entienden.- Nos ladró Robert McNeil mientras le ponían las esposas.- Nosotros tenemos familia, ustedes no tienen nada.
- Pues lo logró señor McNeil, finalmente destruyó la casa de los Abernathy. Y usted también Arlin, logró destruir la casa McNeil. Espero que estén felices.
- ¿Qué se supone que haré ahora?- Preguntó Lori cuando la sala se vacío. La única sin esposas, pero se sentía tan perdida como los otros.- Me entero que mi prometido era un promiscuo busca fortunas y además mi primo. Mi mamá nos escondió tanto... Mi hermano está muerto, el otro nos robó. ¿Qué se supone que haré?
- Hija,- dijo Harry tomándole de las manos y limpiando sus lágrimas.- ahora puedes empezar a vivir. Encuentra lo que te gusta, deja que los pretendientes te lluevan y sé tú misma.
- Pobre chica.- Dije cuando se fue llorando.
- Estará bien, con ese par de piernas no caminará una cuadra sin tener a veinte que la busquen. Su familia está loca, sufrirá por los juicios y todo pero estará bien.
- Sí, ella sí. Tú no, te gané.
- Debes estar loco, a mí se me ocurrió primero. Desde que pedí el café ya lo había pensado.
- Irlandés mentiroso, en todo caso a los dos a la vez.
- Vaya, el mago de Oz ofreciendo tregua.
- Nadie dijo nada sobre tregua, sólo trato de ser educado.
- Siempre hay una primera vez.- No llegamos a los escritorios hasta que nos miramos como un par de gatilleros.- Tu ego es demasiado grande Ozfelian.
- No te hagas al santo Clayton, el tuyo es del tamaño de tu libido.

            Charles Mason fue arrestado y aunque negaba la estafa, junto con Robert, encontramos cartas en el departamento de Candy dejaban todo muy en claro. Rober McNeil levantó cargos por allanamiento de morada y convenció a la cocinera de levantar cargos por asalto. Sean confesó el desfalco millonario y Colin confesó las muertes. Kevin despertó de su estupor narcótico para recibir la noticia, estaba a punto de casarse con su prima y su amante había tratado de envenenarlo. Todos los castillos se derrumban. Los Abernathy y los McNeil no dejaron atrás mas que las ruinas de sus odios y rencillas. Arruinaron vidas, mataron, mintieron, estafaron y desfalcaron. Todo en nombre del honor. Harry no soltó el dedo del renglón, cada quince minutos hacía un comentario aparentemente azaroso sobre el honor. Traté de ser amable con el novato en homicidios, pero el irlandés no me dejó opción. No podía perder y él tampoco. En esos casos nadie gana, porque nadie quiere ganar, al igual que los Abernathy o los McNeil, solo queríamos que el otro perdiera y eso no es lo mismo.

            Nuestro propio orgullo nos hundió como un ancla. Tratamos de convencernos que habíamos ganado, pero no duró mucho. Perdimos mutuamente. El martes por la mañana me presenté bien arreglado en un traje nuevo. Jenny 9 sonreía y fingía que le gustaban los niños. No dejó pasar la oportunidad de enterrarme sus uñas en mi brazo cada vez que Martha, la esposa de Harry, le hacía cumplidos sobre su peinado o le preguntaba sobre sus cicatrices en las manos. Harry junior, la réplica de su padre, marchó, comió, rezó, se aburrió y se fue. Harry disfrutó verme tratando de contener los bostezos. Mi agonía sólo hizo más dulce mi victoria. En la noche me acompañó al bar en el que Jenny tiene puntos y mostramos músculo con placa y revólver mata-elefantes. Los mafiosos y las sabandijas apostaron fuerte, nosotros vaciamos nuestras carteras. Jugamos toda la noche, Harry con cara de indignado. Me ganó casi todas, eso lo hizo soportable para él. Se fue de la mesa con la cartera gorda de tantos billetes. Debió darse cuenta, pero si lo hizo no lo mostró. Una mesera le hizo conversación, más escote que cerebro, justo como le gusta a Harry. En diez segundos su cartera había desaparecido y llegado a mis manos. Le envíe su cartera vacía por correo. Aprendí la lección de los escoceses, cuando la recibió le invité la comida en su restaurante favorito.

No hay comentarios :

Publicar un comentario