jueves, 23 de julio de 2015

Los tres chinos

Los tres chinos
Por: Juan Sebastián Ohem

Del escritorio de Larry Gustav Ozfelian
            Los marinos hablan de la calma antes de la tormenta. Un ambiente eléctrico de ansiedad y malos presagios. Nadie en la ciudad lo entiende realmente. Cualquier persona, buena, mala, miserable o noble, entiende más bien de un accidente de auto. Cualquier persona en cualquier momento. No hay calma antes de la tormenta. Hay sorpresa, miedo, el estertor del acero compactándose y la funesta certeza del dolor que se aproxima. Encogemos hombros y sonreímos torcido, así es la vida. Llega, te golpea y te deja sin saber por qué fue todo eso. Nadie lo vio venir. Martin terminaba su casa de cartas mientras yo fingía terminar mi papeleo. El teléfono sonó. No tenía idea de lo que estaba a punto de pasar. La colisión de dos trenes. La única certeza es la duda. Es Jenny 9. Demasiada historia entre los dos. Incendiaria y criminal de carrera.

- Oz, tienes que creerme, no sabía que había una persona en el edificio. Me dijeron que estaría vacío.- Mente en blanco. Extrañaba su voz, pero no así. Aún no digo nada cuando entra la coincidencia a nuestra oficina para hablar con el teniente. La coincidencia tiene nombre, David Galloway, fiscal de distrito y su corte.- ¿Oz, estás ahí?
- ¿Qué? Sí, aquí estoy. ¿De qué estás hablando?
- No fueron a pagarme, ahí supe que algo estaba mal. Lo escuché en la radio Oz, tratarán de echarme la culpa. Tienes que ayudarme.
- ¿Y quién es la barbacoa?
- ¿Cómo voy a saberlo? Ni sabía que estaría ahí.- Galloway me señala. No puede ser bueno.
- ¿Quién te contrató?
- Un sujeto grande, no lo había visto antes. Tiene un bigote canoso y una herida en la barbilla. Al menos cuarenta años, me dio la impresión que seguía órdenes.
- ¿Cómo sabes que tiene cuarenta años?
- Porque nadie es tan feo sin años de práctica.
- Déjame adivinar, ¿se peina de raya en medio y usa trajes baratos?
- Sí, ¿cómo lo sabes?
- Porque lo estoy viendo. Entró con el fiscal de distrito y están hablando de mí.
- Dios mío Oz, ¿crees que ellos saben que me conoces?
- No te asustes, el fiscal me detesta. Demasiadas golpizas y escándalos.
- Oz, hemos jugado mucho tú y yo desde el gran incendio, pero necesito saber que puedo contar contigo.
- ¿Qué pasó con James Hicks?
- No me tortures Oz, no ahora, te lo suplico.- Nada peor que una mujer suplicando. Un veneno irresistible. Ella me suplica y yo me suplico a mí mismo para creerle.
- El mago de Oz tiene sus  trucos.
- Detective Ozfelian, Martin, vengan un momento.
- Tengo que irme, el teniente me llama.- Entramos a su oficina e intercambiamos saludos.- Un placer, como siempre.
- Me sorprende que aún tenga su placa Ozfelian.- Galloway es un hombre duro de facciones blandas e impecable etiqueta.
- A mí me sorprende también, pero deben ser todos los casos que hemos resuelto.
- Sí, y con poca atención a la evidencia física. Las confesiones no son siempre la vía más segura, usted debería de saberlo.
- ¿Por qué? Nunca he confesado nada. Mejor vaya al grano, tengo un crucigrama que acabar.
- Anoche hubo un incendio, hubo una víctima fatal. Ocurrió a pocas cuadras de aquí, por lo que este precinto tendría jurisdicción. El muerto es Oliver Salcedo.- El teniente nos mira suspicaz. Martin se rasca la cabeza y me mira sin saber qué decir.
- Oliver Salcedo fue una espina en el costado de la fiscalía.- Explica el teniente Simone.- Demandó al fiscal por haberlo forzado a confesar y el caso se hizo famoso.
- Creo que mi magia es contagiosa. ¿Quiere asegurarse que seremos objetivos?
- No hay plural para usted Ozfelian, usted queda fuera del caso. Mi detective será el primario. Su nombre es Cole Presti.- El detective se quita el sombrero y saluda parcamente.- No puedo darme el lujo de tener a un policía incontrolable allá afuera mientras la prensa me mira a mí como el sospechoso número uno.
- El fiscal ya tiene suficientes preocupaciones.- El teniente alza la barbilla como si se dirigiera a un rey. Hasta los reyes tienen sangre en sus manos y sacrificios en sus altares. Una incendiaria conocida, criminal de carrera, el chivo expiatorio perfecto.- Entre la demanda de Salcedo y tu hijo Philip, no has tenido un respiro. ¿Cómo siguen sus riñones?
- Mejor Vincent, mucho mejor. Un asunto menos, ya puedo dormir en la noche, sólo falta Salcedo. Detective Felton, me gustaría que colaborara con Cole en todo lo que necesita. Seguramente requeriremos más detectives, pero alguien tiene que enseñarle el lugar y el teniente dice que usted es el hombre indicado.
- Me han dejado fuera de mejores fiestas.- El fiscal se despide del teniente y ni me mira cuando sale. Cole choca su hombro contra el mío.- No me malinterprete teniente, no me importa si el fiscal quiere quitarse de encima un problema.
- El fiscal ha mencionado mi nombre más de una vez, y no en buenos términos. Quiere asegurarse que todo salga bien. Digamos que no tiene una idea positiva sobre sus métodos.
- Entiendo, entiendo. Todo está claro como el arsénico, e igual de peligroso. Tomaré la primera llamada que llegue y me haré a un lado.

            Lo vendí bien, me hice al ofendido. Felton se lo creyó, Galloway y Presti también, pero no estoy tan seguro que Vinnie paranoias se lo haya tragado con la misma facilidad. El gallinero se alebresta mientras estoy a un lado del teléfono tratando de pensar. Cole Presti sabe quién incendió el edificio, no le será difícil plantar las evidencias que les lleven a Jenny 9. Martin se despide con una sonrisa, yo estoy nervioso como abogado tartamudo esperando que entre una llamada. Necesito un shuffle, un juego, una rutina, algo que me permita estar en dos lugares a la vez, algo que confunda el caso de Cole a tal punto que todos queden implicados menos la sospechosa principal. En cuanto suena el teléfono ya tengo el plan preparado y masticado. El juego de los tres chinos. La última vez que lo intenté pasé dos meses sacudiendo sospechas y acusaciones, ésta vez  tiene que ser perfecto. Manejo con la sirena encendida, debo darme prisa. Escala rápida, compro un mazo de cartas. El jazz de los tres chinos se toca de oído, se necesita de suerte y mucha imaginación.
- No podemos entrar.- Los uniformados esperan fuera del departamento. Tuve suerte.- Algo está contra la puerta, creemos que una mujer por lo poco que se puede ver. No quisimos alterar la escena del crimen.
- Voy a entrar.- Bien hecho muchachos, no alteren la escena del crimen, ese es mí trabajo.

            Forcejeo contra el peso muerto que cierra la puerta. Es una mujer mayor de cuarenta en uno de esos vestidos que son cursis hasta que son bañados en sangre, y entonces son extrañamente morbosos. Dos disparos al pecho. Muebles que pasaron de moda el día que salieron a la venta. Todos apretados entre sí como si los dueños hubiesen calculado mal el tamaño del lugar. Hay otra sorpresa en el dormitorio. Un muerto sentado en una silla frente a la ventana que da a las escaleras de emergencia. El revólver aún está en su mano y a sus pies una nota suicida. Trabajo sin futuro, despido, esposa que regaña todo el tiempo, la mató en un momento de furia y no lo soporta. El vals de “a quién le importa”. Firmado por Felipe Castillo, con disculpas a su esposa Marcia.

            No tengo mucho tiempo. Momento de ensuciarse las manos. Me pongo los guantes. Le quito el arma y la nota suicida. Tomo prestado dos de sus cinturones y lo amarro a la silla a la altura del pecho, con una toalla amarro sus piernas. Abro el mazo de cartas mientras los uniformados preguntan si ya pueden entrar. Pido más tiempo. Con manos nerviosas rompo una carta a la mitad y la oculto en el calcetín de Felipe Castillo. Operación destrozar el lugar. Saco cajones, reviso entre la ropa y hago un desastre en el mayor silencio posible. Encuentro un encendedor de oro y me lo guardo, me será útil más tarde. Los uniformados se impacientan cuando ven llegar al asistente del forense y abren la puerta. Casi me pescan sacando el colchón de su lugar.
- Es un desastre chicos.  Parece un robo que se convirtió en doble homicidio.
- ¿Qué podrían tener ellos que valiera la pena?
- Dame tiempo, lo encontraré.- Señalo la ventana a un lado de Castillo y me asomo. En la calle hay un proxeneta fumando cansado y una prostituta que se pasea de un lado a otro, turnos largos en esta época del año.- El asesino, o asesinos, debieron entrar, torturarlo por información, mataron a los dos y salieron por aquí. Lo que no sé es si Felipe Castillo, según su identificación, les dijo lo que sabía o si se fueron con las manos vacías.
- Es el tercero esta mañana.- Dice el asistente del forense, Roy Creery.- Tendrán que ir al fondo de la morgue, hubo un accidente que parece sabotaje y un triple homicidio en un robo.
- Vaya ciudad.
- Ni me lo diga, yo recojo las sobras.
- Ánimo Roy, las sobras saben mejor que el plato principal, eso te lo aseguro. Cuando llegue el fotógrafo pídele que se enfoque en la habitación, necesito saber qué buscaban. Yo bajaré a la calle, quiero ver si esos dos de abajo vieron algo.
- Está lloviendo gente blanca.- Bromea el proxeneta cuando termino de bajar la escalera. Puedo ver sus pupilas dilatadas incluso con sus lentes negros.
- Soy Oz,- Le muestro la placa, pero no se asusta. Escarba de entre sus múltiples y profundos bolsillos de su ridículo abrigo dorado con azul y diamantina por un cigarro.- ¿Cómo te llamas?
- Waylon Bret, y estás asustando a la clientela.- Le suelto diez dólares.- Así está mejor.
- Hubo un doble homicidio en el cuarto piso sobre ustedes dos, ¿no escucharon nada?- Waylon le hace señas a su prosti para que se acerque y aprovecho la oportunidad para plantarle otra mitad de carta en el ridículo e inútil bolsillo trasero.
- Yo escuché un grito, pero pasaba un camión y no pude oír más nada.- La prosti camina cansada sobre sus tacones de treinta centímetros. Una garrocha de negra, una torre de Pisa que se va de un lado. Le doy diez dólares para que se compre una sopa, pero dudo que esa sea su intención.
- ¿Cómo te llamas guapa?
- Candy Reems.
- Lindo nombre falso.
- Gracias.
- ¿No vieron nada más?
- Claro que sí.- Dijo Waylon con la palma extendida. Otros diez dólares.- Otro blanco bajando las escaleras y muy apurado. Por eso dije que llueven blancos en esta esquina. Fue más o menos al mismo tiempo que cuando Candy escuchó el grito.
- ¿Y cómo se veía?- El uniformado debió estar escondido detrás del buzón, porque al oírlo pegué un brinco. Un posible testigo lo echa todo a perder.
- Que sé yo, era flaco y nervioso. Parecía un junkie.
- ¿Nada más?- El uniformado quiere hacerse al duro.
- ¿Qué me importa a mí? No estoy escribiendo su biografía.
- Ya es suficiente.- Le hago una seña al uniformado para que se vaya y les doy otros diez dólares. Waylon dice algo sobre mi generosidad, pero no sabe que esa carta rota en su bolsillo le pondrá en el ojo de un huracán de sospechas, confusión y muerte. No habría aceptado el dinero si lo supiera.

            Voy directo a mi departamento para sacar ropa y municiones. No podré regresar después, no hasta que los tres chinos dejen de bailar. Le marco a Jenny 9 desde el bar de la esquina y quedamos de vernos en el parque Trumidor al norte de Baltic. Madres con carriolas. Novios torpemente haciendo avances como ejércitos que avanzan y retroceden. Un par de vagabundos buscando comida en los basureros. En el reflejo de un puesto de salchichas veo que Jenny me sigue. Le doy vueltas a los caminos de ladrillos para saber si es la única que me sigue. Jenny trabaja para Jack Lupino, él y yo no tenemos la mejor de las amistades. Jennifer podrá decir muchas cosas, pero Lupino siempre seduce con su dinero. Cuando estoy seguro de estar solos me arrincono contra la reproducción mal hecha de un anfiteatro griego. En cuanto veo su brazo la jalo para mí y la beso. No sé por qué lo hice. Lupino tiene su dinero, yo tengo mis dudas, pero Jenny tiene a Jenny.
- Oz, gracias al cielo. Por un momento pensé que no me ayudarías.- Me gustaría creer que yo también lo creí, pero me estaría engañando.
- ¿Qué sabes exactamente?
- Lo que te dije por teléfono, ese sujeto me pagó para que incendiara el edificio. Me dijo que estaría vacío. Lo revisé y parecía estar vacío. El cuerpo debió estar bien escondido.
- No me mientas Jennifer Bukowsky.
- Sólo me llamas así cuando te enojas.
- Tú eres más cuidadosa que eso.- Le agarro de las muñecas para que vea las marcas del gran incendio. Un pequeño souvenir que se quedará con ella para siempre.- Tú preguntas por qué, tú conoces a tus clientes.
- A este no lo conocía, pero conocía al edificio. Por eso acepté el trabajo. Normalmente Lupino se enojaría, pero el edificio es de un pelmazo que se rehusaba a vender el edificio para que Lupino invirtiera en otro restaurante o algo así. Lava dinero con inmuebles. Pensé que Lupino no tendría problemas si lo incendiaba.
- Cole Presti, bajo las órdenes del fiscal del distrito, te contrata para ayudar a Lupino, mientras que también te usan como chivo expiatorio para culparte de la muerte de Oliver Salcedo.- Le doy un trago a la licorera, pero no me trae ideas.
- ¿Quién es ese?
- Un sujeto que le hizo la vida de cuadritos al fiscal Galloway. ¿Por qué viniste conmigo y no con Lupino?- Jenny 9 se acurruca en mi pecho y tiembla de miedo. No puedo evitar oler su cabello.
- Cuando Presti no se presentó para pagarme traté de hablar con Lupino, pero no me lo querían pasar. No quiere hablar conmigo. Creo que me está dejando colgada.
- Si Lupino tiene algo que ver, tendrá que caer.
- Vamos Oz, nadie puede hacer eso.
- Yo no, pero los tres chinos pueden hacer maravillas.
- ¿Qué chinos?
- Nada, es un jazz que toco de oído. Te llevaré a tu departamento, quiero que recojas tus cosas, no dormirás ahí esta noche.
- ¿Y dónde dormiremos?
- Tan rápido en ponerlo en plural.
- ¿Y me equivoco?
- Ese no es el punto. Vamos, tengo que hacer una llamada.- Jenny me toma del brazo mientras trato de ubicar a Martin. Pasan mi llamada de un lado a otro, me entretengo con el listín telefónico para sacar la dirección del proxeneta Waylon Bret. Finalmente doy con Martin y no suena muy feliz con su nueva asignación.
- ¿Cómo te va en tu caso Oz?
- Se pone interesante Martin, ¿cómo te va a ti?
- Cole Presti se juega las cartas pegadas al pecho, ahora desapareció. No quiere que hablemos con familiares de Oliver Salcedo, dice que lo hará él. Ahora estamos moviendo piedras para ver quién incendió el edificio. ¿Tú no conocías a una incendiaria?
- Tiempo pasado es correcto. Creo que salió de la ciudad desde hace tiempo.
- Lástima, me hubiera gustado hacerle unas cuantas preguntas.- Lo sabe, tiene que saberlo. Su tono de voz me lo dice todo. Puedo confiar en él, ¿pero puedo confiar en que preferirá tirar su carrera a la basura por mis confusos sentimientos hacia Jennifer? No puedo arriesgarme.
- Y a mí me gustaría conservar todo mi cabello, pero así es la vida.
- Triste y honesta confesión.
- Oye, ¿no sabes algo de los peritos de escena del crimen?
- Escuché que hubo un triple homicidio y han estado sacando huellas toda la mañana. ¿Aún no llegan a tu escena?
- Creo que no y me gustaría hablar con ellos. Estaremos en contacto.
- ¿Qué pasó?- Pone su mano sobre la mía. Si es una trampa está cubierta de miel. Si no lo es y me altero, la perderé para siempre. Un volado, mi vida está en juego.
- Presti está blindando a los familiares de Salcedo, eso significa que algo debe estar ahí. Te dejaré en tu departamento para que agarres tus cosas y quiero que me hagas un favor. Ubica a sus familiares, nos podría ser útil. Yo tengo que ir al departamento de Waylon Bret.
- ¿Y ése quién es?
- Un proxeneta cerca de la escena del crimen de Felipe Castillo.
- Odio repetirme, pero ¿y ése quién es?
- El chino muñeca, el chino que nos pondrá a bailar.
- Confío en ti Oz, pero si Lupino y el fiscal están juntos en esto, ¿podemos sobrevivir?

            No respondo su pregunta. No me molestaría mentirle si eso la calma un poco, pero no quiero mentirme a mí mismo. Mientras acerco a Jenny a su edificio y voy a toda velocidad al de Waylon Bret no dejo de pensar en mi primer saltador. Un oficinista en el techo, su esposa le dejó por su jefe y se dio cuenta que no hay luz al final del túnel. Traté de razonar con él, cuando eso no funcionó traté de mentirle. No quería su muerte en mis manos. Le dije que golpearía a su jefe, que lo lastimaría en modos que lo harían inútil a una mujer. El sujeto me miró en completa paz y después saltó. Uno de los uniformados que lo recogía con pala hizo una broma. Dijo que seguramente el suicida, mientras caía y veía pasar las ventanas como vería pasar su vida frente a sus ojos, habría pensado justo antes de estrellarse que hasta ahora todo iba bien. Le solté un gancho al hígado. Le solté otro a su jefe cuando lo vi al día siguiente en compañía de su nueva novia. Era un novato, no me gustó el comentario, pero era cierto. En el frenesí de la caída seguramente no se daría cuenta que estaba cayendo, quizás sentía que flotaba y que podía permanecer así para siempre. Ahora siento que floto, que estoy en tierra de nadie con demasiados platos en las manos y haciendo acrobacias al violín de los tres chinos. Ahora pienso que, hasta ahora, todo anda bien.

            Tengo suerte, Waylon no está en casa. Me pongo los guantes, me dejo entrar con las ganzúas y robo un cenicero y una caja de cerillos. Reviso el listín en busca del número de Cole Presti y llamo con la esperanza de que su esposa esté en casa. Cole es soltero, pero tengo suerte, su sirvienta contesta. Le hago plática, hago una encuesta sobre utensilios domésticos y la entrevista la pone en una rifa por un auto. Puedo escucharla encenderse un cigarro y acercar una silla. Hablamos por diez minutos y cuelgo. El proxeneta llamó a Cole, probablemente para informarle del crimen. La tela se va tejiendo, los hilos invisibles ya comienzan a enredar a los jugadores. Creen que estoy fuera de circulación, pero nunca había sido tan personal como ahora.

            Con las sirenas a todo lo que dan cruzo la ciudad hasta el edificio de Felipe Castillo. Aún no han llegado los peritos, pero dicen que vienen en camino. Los cuerpos ya no están ahí, dejo mensaje para que les digan a los peritos holgazanes que revisen todo por huellas. Planto el cenicero debajo del periódico en la mesa y la caja de cerillas detrás del radiador. Los fotógrafos me pescan saliendo del departamento, un segundo antes y me habrían visto apoyado contra el radiador con mis guantes puestos. Quieren hacerme conversación, saben que Galloway me sacó de su investigación. No saben lo metido que estoy en ella, hasta las rodillas. No tengo tiempo de hablar, voy directo al departamento de Jenny. Para ahora ya debe tener una maleta lista e información sobre los familiares de Salcedo.

            Lupino pide un favor y el fiscal entrega, Galloway tiene su propio favor y Lupino entrega también. El moño de regalo de una amistad duradera. Funciona, pero no me gusta. Lupino no tiene amigos, solo gente que le debe algo. Si Galloway quisiera matar a Salcedo, ¿dejaría el cuerpo expuesto para ser visto por la prensa? Hay algo que no estoy viendo. Construyo mi casa de espejos y humo sobre arenas movedizas. Avanzo a ciegas con sombras que me persiguen. Jenny sabe de fuego, ella podría iluminar el túnel. Llego a su edificio, pero no fui el único con la misma idea. Un auto estacionado sobre el pavimento, dos puertas abiertas. Interior lujoso, no es de policía ni fiscalía. Uso las escaleras. La pistola en una mano, el corazón en el otro. Estoy envejeciendo y mi corazón lo sabe. La puerta está abierta. Jenny se encerró en el baño, los matones tratan de abrir la puerta con el hacha de incendios. Uso la culata del revólver con uno, el otro suelta el hacha y se echa a correr. Demasiado cansado para perseguirlo. El golpeado se va arrastrando. No puedo arrestarlos y no puedo matarlos, al menos por ahora.
- Ya se fueron.- Jenny abre la puerta y le doy mi licorera. La termina de un trago. La relleno de su colección de botellas mientras ella se calma.
- Me invitaron a dar un paseo, no quise ir.
- Bien hecho. ¿Te lastimaron?
- Nada grave.- Se arregla el vestido y revisa su habitación. La destrozaron por deporte.
- Tenemos que irnos. Podemos escondernos en el Manitoba, es un hotel en Marvin Gardens. Lejos de Lupino y lejos de todo.
- Conozco el lugar.- Rehace su maleta y se prende un cigarro. La imito y me siento a su lado.
- ¿Segura que estás bien?
- No.
- Yo tampoco. Pero estaremos mejor.
- ¿Estaremos bien?
- Yo no dije eso, dije que estaremos mejor. Si todo sale bien.
- ¿Y si sale mal?
- No estaremos mejor.
- Eres un romántico empedernido Oz.- Se apoya en mi brazo y acaricio su cabello negro.- Se siente bien ¿sabes? Tener a alguien que no te venderá a la primera señal de peligro o de lucro.
- Sé lo que dices. Se siente bien.
- ¿Crees que algún día dejemos de quemarnos mutuamente?
- No puedes quemar las cenizas.- La beso como si tuviera veinte. Mi corazón sabe que estoy envejeciendo, supongo que mi cerebro no ha recibido el memorándum. Uno hace cosas raras en nombre del amor, como plantearse la posibilidad de que quizás, sólo quizás, la otra persona no te está mintiendo cuando te dice que te ama, te necesita y nunca te dejará ir.
- Oliver Salcedo tiene una hermana, le reportó desaparecido desde anoche y un detective le visitó.
- ¿Cole Presti?
- No dijo, pero me imagino que sí. Le dio la mala noticia. No pude sacarle más, le dije que era reportera de un diario.
- ¿Conoces a los matones que te visitaron?
- Sí, uno de ellos es muy cercano a Rusty Strawson, teniente de Lupino. Él se encarga de las cosas más difíciles, James Hicks es el teniente de las operaciones más básicas como prostitución y apuestas ilegales. No conozco mucho a Strawson, pero conozco su reputación. Es un maldito.
- Quiero hablar con él, una larga y dolorosa conversación.
- No sé donde vive, pero sé dónde vive su amante favorita.

            Apago la radio policial. No quiero reportarme aún. Han pasado varias horas, pero si Strawson planea desaparecer es mejor que visitemos a su amante cuanto antes. Jenny dice que le entregó varios “favores de fiestas” a su departamento, heroína, cocaína y tantas pastillas que podrían poner a trabajar a un boticario. Su nombre es Juliet Ollcot, y estamos a punto de aterrorizarla. Jenny dice que Rusty le confía con todo. Jenny dice muchas cosas. Jenny dice que me ama, dice que ahora sabe lo tonta que fue por confiar en Lupino. Me digo a mí mismo que es como lanzar una moneda, creerle o desconfiar, pero me engaño. No es nada como eso. Simplemente sale, rebosa sin poder detenerlo. Rebosa para engañar, matar y utilizar a quien sea necesario para protegerla. Al diablo mi carrera, he hecho suficientes cosas imperdonables como para saber que hay cosas más valiosas que la reputación y la vida.

            Juliet Ollcot abre la puerta y Jenny dice algo que no escucho. Juliet me mira a mí sin confiar demasiado. Le meto un derechazo que la manda volando. Entramos y cierro con seguro. No hay razón para jugarla a la segura, para jugarla decente. Esto es guerra, esto es amor, no hay nada limpio en ello. Jenny encuentra grasa de cocina, acetona y ácidos de cocina. Ya está rociando el lugar para una barbacoa. Juliet no quiere creerlo. Me mira fijo. Se da cuenta que la mataré sin dudarlo. La amarro contra la cama y le suelto otro al estómago para que deje de gritar.
- Tu novio Rusty me hizo enojar. ¿Sabes quién soy?
- No, por favor, no quiero saber.
- Soy Oz. Quiero que lo sepas, para que le digas al diablo quién te envió.
- ¡No, por favor! Lo que sea que Rusty les haya hecho, no tuve nada que ver.- Jenny la rocía. Las lágrimas se mezclan con la acetona y arden.
- ¿En qué está metido Rusty Strawson y David Galloway?- Le muestro mi encendedor, sabe que no es broma. Jenny jadea por ver las llamas.
- Rusty estaba ansioso de terminar con el favor al fiscal, no me dijo qué era pero lo escuché hablando por teléfono ayer al medio día. Dijo que llevaría a alguien al motel Vic, no sé dónde queda, pero sé que lo usa mucho porque lo había mencionado antes. Eso es todo lo que sé.
- ¿Le crees Oz?
- Lo suficiente para no matarla.- La desmayo de un golpe y la dejamos bien amarrada.

            Tarde o temprano le dirá a Lupino. Lo sé, pero es un riesgo necesario. Jenny conoce el lugar. La clase de motel donde lo único más falso que las firmas de registro es la promesa de sábanas limpias. Evito la radio de nuevo, estamos en serie, embonamos bien, no quiero detenerme. Nos hundimos al infierno, pero de alguna manera es tan dulce y oscuro como el túnel del amor en una feria. El Vic está cerca de la carretera. Un lugar tan abandonado y triste como día de las madres en un orfanato. Jenny coquetea con el dependiente y apunta al último búngalo. Fuerzo la entrada y entro a escondidas. Todo parece estar en orden. La bañera del baño está llena, el agua está helada. Debió ser un baño corto, el agua está limpísima. No hay más nada en el baño, ni siquiera jabones. Casi me rindo con la habitación, hasta que reviso debajo de la cama. Alguien se divirtió, una jeringa de vidrio rodó lejos. No puedo unir los puntos. Jenny ya encontró una testigo. La chica es buena, de eso no hay duda. Demasiado inteligente para ser policía, aunque lo corrupta ya lo tiene.
- Sí, yo los vi ayer en la tarde.- La anciana se apoya en su escoba como si bailara con ella y no sale de su bungaló de limpieza.- No he limpiado esa habitación aún. Nunca viene nadie, ¿para qué molestarse?
- Tiene sentido. ¿Qué vio?
- No sé, ya lo olvidé. Me dieron cincuenta razones para olvidarlo.
- No me mires a mí Oz, yo estoy quebrada.
- Está bien, aquí tiene cincuenta para recordarlo y otros cincuenta para decirlo y no repetirlo jamás.
- Así sí.- Cuenta el dinero y se lo guarda en el gastado bolsillo de su raído vestido.- Un camión llegó anoche, uno de esos repartidores, pero sin marca. Estacionó en reversa frente a esa puerta. Eran dos sujetos. No pude ver bien a uno, porque entró corriendo. El otro me pagó, todo un caballero. No sé cuándo se fueron o qué anduvieron haciendo. ¿La habitación está sucia?
- Para nada, puede tomarlo con calma. ¿Cómo era la persona que le pagó?
- Un sujeto flaco y bien vestido, tenía marcas de acné en la cara y ojos pequeños.
- Es Rusty Strawson, no hay duda.- Una caravana de tres autos se estacionan. Autos viejos, son policías. Hora de irse. Nos despedimos y salimos por la parte trasera mientras que Cole Presti y sus detectives revisan el lugar.

            No puedo evitarlo más tiempo, me reporto. Dejo a Jenny cerca de Marvin Gardens para que nos registre y voy a la estación. La juego al inocente. Apesto a acetona y perfume barato. Me quito el labial del cuello con un pañuelo antes de entrar al departamento de homicidios. El teniente Simone me intercepta de camino al baño.
- ¿Alguna novedad con el caso Castillo?
- Estoy en esas, se me hace que fue el proxeneta, Waylon Bret. Tenía acceso y creo que tenía motivo también. No tengo suficiente para revisar su casa sin una orden.
- Mandaré una orden de captura, eso será suficiente.- Sonrío con el cejo fruncido, pero en mi cabeza se disparan fuegos artificiales. Una vez arrestado sus huellas serán procesadas y comparadas con los artículos que planté en el apartamento. El juego de los tres chinos empieza a cobrar vida.- Por cierto, ¿ha encontrado al posible testigo? Un uniformado dijo que alguien podría haberlo visto todo, bajaba de la escalera de incendios.
- ¿Dónde cree que he estado? Es difícil atrapar a alguien así.
- Encontraron algo interesante en Felipe Castillo, la mitad de una carta de poker. ¿Alguna idea?
- Sí, eso es grande. Es común en algunos robos que los participantes se identifiquen de esa forma, si no quieren revelar sus identidades. Felipe Castillo no me parecía del tipo amante de lo ajeno, pero uno nunca sabe. Trabajaré el ángulo Waylon Brent, el proxeneta, a ver a dónde me lleva.
- Hágalo detective, y siga trabajando su caso, no quiero verlo cerca de Cole Presti.
- ¿Qué voy a hacer, invitarlo a la graduación? Lo que haga o deje de hacer el fiscal no es mi problema.
- Lo será si se vuelve mi problema.
- Entendido y anotado.- Aprovecho que el capitán Parks quiere hablar con él para esfumarme entre los escritorios y directo a la sala de registros donde vi que Martin se escondía.
- Oz, ¿dónde te habías metido?
- Por aquí y por allá, tratando de darle sentido al doble homicidio. ¿Tú cómo vas con tu asignación de chico maravilla?
- No muy bien, Cole es un necio pero consigue resultados. Acabo de llegar del motel Vic, una trampa de ratas cerca de la carretera. Y escucha esto, parece que Oliver Salcedo y otro sospechoso pasaron la noche ahí. No encontramos nada relevante, el lugar ya había sido limpiado.
- ¿Y cómo llegaron ahí?, ¿lanzó dardos a un mapa o tiene algún método?- Me siento sobre el escritorio y me enciendo un cigarro. Martin se relaja y se rasca el incipiente bigote.
- Encontré cerillas del lugar en el departamento de Mortimer Unger. Al parecer los dos eran muy amigos, según un camello que recibió un trato de la fiscalía. No estoy muy seguro de la fuente, pero las cerillas ahí estaban y yo las encontré.
- Vaya, en cualquier momento podrían darte una placa por eso.- Señalo los archivos sobre el escritorio, casualmente tratando de leerlos.- ¿Mortimer Unger?
- Sí, nadie lo puede encontrar. Pensé que quizás si estudiaba dónde había estado antes, podríamos encontrar dónde está ahora y dónde irá después. Un pequeño truco que el teniente me enseñó, quizás algún día lo aprendas. Es un médico inmigrante que se enganchó a la heroína y tiene arrestos por posesión de armas, venta ilegal de armas, posesión de narcóticos y agente ilegal de apuestas. Según el registro Unger fue arrestado por última vez en el “Werewolf”, es un lugar de mafiosos ¿no es cierto?
- Es uno de los bares de Jack Lupino. Un sujeto tan malo como la tisis y tan feo como el perro que la tiene.
- Recuerdo a Lupino, pero eso es lo que más me preocupa.
- Tú deja que Cole Presti se dé de topes con Lupino.
- No es eso Oz, hay una descripción de la incendiaria que metió un bulto sospechoso al edificio antes de que ardiera dos horas después. Incendiaria mujer que trabaja con Lupino, ¿a qué te suena?- Me mira como un sospechoso. Me hago de piedra. Mi sangre se congela. Los latidos del corazón son tan fuertes que resuenan como tambores y me delatan. Una gota de sudor sale de mi frente y recorre mi mejilla.- Mira Oz, si la chica es culpable se acabó. ¿Me entiendes? Si tú tuvieras el caso quizás todo sería distinto, pero es el caso de Cole Presti y nosotros estamos ahí para hacerle coro.
- ¿Sabes del reporte de desaparición que la hermana de Oliver Salcedo levantó anoche?
- No, ¿qué tiene que ver con esa Jenny 9 que tanto te gusta?
- ¿Entraste al búngalo del motel Vic?
- ¿Cómo sabes que es un búngalo?, ¿de qué estás hablando?- Se quita el sombrero y nerviosamente mira hacia la puerta por si alguien espía del otro lado del vidrio humeado.- Dios mío Oz, sabes dónde está Jennifer Bukowsky.
- ¿Entraste o no?
- Sí, todos lo hicimos después de Cole.
- ¿Y viste la bañera repleta de agua helada y la jeringa debajo de la cama?
- ¿La qué?, ¿qué está pasando?
- Yo estuve ahí, minutos antes que ustedes llegaran y la bañera estaba a rebosar, había una jeringa en el suelo y la señora de la limpieza me aseguró que no había tocado ese cuarto. Imagino que tampoco les dijeron que el edificio incendiado es de un competidor de Jack Lupino que no lo quería vender. Jennifer se confió porque creía estar trabajando para Lupino, pero estaba equivocada. Cole miente, Jenny no llevó el cuerpo de Salcedo. El cuerpo ya estaba ahí.
- Madre de Dios, Oz esto es demasiado. No sé qué hacer.
- No hagas nada, no digas nada y sigue la corriente.
- Esta noche investigaremos un testigo que conoce a la incendiaria, le dará a Bukowsky. Parque Olimpic a las diez, todos estaremos ahí. Cole pidió ser el único en el parque, quiere arrestarlo a la primera y ser el primero en hablar con él.
- Será un hombre de Lupino, te lo puedo asegurar. Galloway está metido hasta las rodillas en el lodazal y los dos quieren a Jenny por esto. Ella no lo hizo Martin.
- De todas las locas criminales en esta ciudad, ¿por qué te enamoraste de ella?
- No lo sé.
- ¿Cómo sabes que no te está usando?
- ¿Nunca has apostado nada?
- No así Oz, ¿qué pasará cuando quieran arrestarla?
- No sé, por eso tengo que seguirme moviendo.
- Nos conocemos de mucho tiempo Oz, y ésta es la primera vez que te veo enamorado. Normalmente me alegraría por ti.
- Lo sé, maldita sea. Es una luz al final del túnel, podría ser aire libre o un tren a toda velocidad.
- ¿Cómo te puedo ayudar?- Ya no es un novato. No se lo quiero decir, aunque podría no tener muchas oportunidades más para decirlo.
- Esto es algo que tengo que hacer solo, porque si sale mal arruinaré a todos a mi alrededor. Tengo que irme Martin, tú sigue bailando a la tonada de Presti, pero mantén los ojos abiertos.
- Si necesitas algo, dímelo.
- Gracias Martin, en serio.

            Salgo del edificio fingiendo tranquilidad. Podría escuchar el nombre de Jenny 9 por la radio policial en cualquier momento. Nueve grandes incendios, eso dice ella, la verdad es que han sido muchos más, pero finalmente se encontró con uno que la devoró completa. Lo hará conmigo también si no tengo cuidado. El testigo que sabe que Felipe Castillo se suicidó es un problema grave, le doy vueltas en la cabeza al asunto. No quiero matarlo. Un fantasma más a la galería, podría decir que fue por amor pero lo bueno no siempre lava lo malo. El testigo se presenta sólo, como invocado por mis pensamientos. Me toma por sorpresa cuando subo al auto y enciendo la marcha. Es un hispano muerto de hambre con dos dientes de menos y una ceja de más.
- Yo vi a Felipe matar a Marcia y pegarse un tiro.
- Lo lamento, esa clase de cosas deben ser terribles de ver.
- Los escuché pelearse todo el tiempo, vivo sobre ellos.- Se apoya contra la ventana y contengo mis ganas de matarlo en el estacionamiento del precinto.- Escuché a los polis, lo cual me hace preguntarme ¿por qué un detective de homicidios alteraría la escena del caso más fácil de su carrera? Y creo que sé por qué.
- No me digas.
- Sí te digo, es porque tienes mucho que perder.
- ¿Cómo te llamas?
- Guardo Molina.
- Porque no nos ahorramos el baile y vamos directo a los negocios. ¿Cuánto quieres para dejar cerrado ese hocico?
- Veinte mil, ésta noche.- Lo pienso con calma mientras él sonríe como un idiota.
- Ésta noche a las diez, pero no estaré yo ahí. No de inmediato.
- ¿Qué quiere decir eso?
- Quiere decir que si alguien me aprieta las tuercas me gustaría saber de qué va todo el asunto, ¿cómo sé que trabajas a solas? A las diez en el parque Olimpic.
- ¿Con los veinte mil?
- Trataré de conseguirlos.
- No me gustan los hipotéticos.
- Palabra refinada Guardo, me sorprendes. ¿Es tu primera sacudida? Estoy sacudido, pero no es mi primer rodeo y tú no bailas muy bien. No puedes exigir veinte mil en unas cuantas horas. Mi banco ya cerró, ¿pensaste en eso?
- No quiero excusas.- Sería muy fácil tirarle los otros dientes, pero me es más útil con vida.
- No son excusas, como dije, trataré de juntarlo. Un amigo estará ahí. No puedes perderlo, es grande como un toro, tiene un bigote canoso y una herida en la barbilla, como unos cuarenta años. Se llama Cole. Te diré cómo funciona, te acercas a él y le hablas de baseball. Si finge que no te conoce es porque no pude ir, porque no conseguí el dinero a tiempo. Tendré que vender algunas cosas.
- ¿Y cómo puedo confiar en tu amigo?
- No seas idiota Guardo, tú tienes todas las cartas. Como dije, lo he hecho antes. Y de ambos lados de la barda. La extorsión debe ser sutil, tendrás tu dinero. Como dije, tienes todas las cartas.
- Así es poli, y que no se te olvide.

            Salgo de ahí y me parto de la risa. Las carcajadas se detienen cuando llego al departamento de Waylon Bret, los uniformados lo arrestarán después. Con paciencia espero a que saquen huellas y busquen cada rincón, pero la paciencia se agota. Tengo un juego de cartas que atender, James Hicks ya debe estar teniendo sus juegos a esta hora. Antes de ir llamo desde el teléfono de la calle y le pido a Jenny un favor.
- ¿Te gusta el hotel?
- Mejor que estar en mi departamento.
- Necesito que me hagas un favor. Necesito echarle más carne al caldo. Necesito un ladrón, o un robo, algo muy reciente.
- ¿A qué te refieres?
- Siempre hay ladrones que roban a camellos, ésa clase de cosas. Recuerdo que había uno muy famoso, Gary Evans.
- Sí, lo recuerdo. Lo partieron en dos con una sierra eléctrica. Sé lo que dices, buscaré entre mis contactos. ¿Tú dónde estarás?
- Quiero jugar cartas con Hicks.
- ¿Son celos o es estrictamente personal?
- Un poco de ambos. No te preocupes, no lo voy a lastimar, sólo necesito sus cartas.
- Lastímalo todo lo que quieras Oz. Me harías un favor.

            Encontrar a Hicks no es difícil. Tiene departamentos por toda la ciudad, uno para cada día de la semana. Tenía uno para Jenny y él. Mentiría si dijera que no es personal. Soy incendiario a mi manera, y nada arde mejor que el pasado. Arde y consume hasta devorar el futuro. Hicks debió oler su perfume en mí, porque me deja pasar sin hacer preguntas y sabe que no estoy de policía.
- La mínima son dos mil.- Uso los ahorros que guardo en mi auto. La mayoría dinero de víctimas y sospechosos. Martin se queja, pero se queda con lo que pueda regalarle a su novia. La moral es la moral, pero la sonrisa de una mujer es mejor aún.- Para ti son cinco.
- Pensé que ya no vendría nadie más.- El juego está en la sala. Empresarios y burócratas. Aburridos y forrados. La clase que a Hicks le enloquece.- ¿Es el doc, viene por dinero para salir de la ciudad?
- No, él es Oz, un vagabundo que tiene el molesto hábito de irrumpir en mi vida.- Reparte las cartas y la juego a la segura. Necesito durar lo suficiente para escoger las cartas correctas. Con sus huellas y directo a mi caso fantasma.
- Cuidado con este caballeros, si se descuidan se los come.
- No le hagan caso, tiene mal carácter.- Enciende un cigarro y me mira fijo. No me ve a los ojos, ve el bulto debajo de mi abrigo. Noté un bulto en su pantorrilla. Sé que está calculando quién llegaría primero. Me abro el abrigo, ahora lo sabe.
- Carácter de perro, o de hombre lobo.
- No te vendas tan caro Oz, las comparaciones sobran. ¿Cómo está ella?
- ¿No ha hablado contigo?
- No desde que dejó mal parado a Jack.- Los otros nos miran como juego de tenis. Los listos están listos para saltar y largarse, los más lentos creen que es emocionante.
- Te manda saludos.
- Que no se moleste, olvido fácilmente.
- Yo no, tengo memoria prodigiosa.- Reparte la mano. Todos hacen sus apuestas. Me pongo los guantes. El momento se acerca.
- ¿Sabes cuál es tu problema? No sabes del orden natural de las cosas. Si Jack dice que Jenny es historia, es eso y nada más. Te traicionará como hizo con todos.
- Si Jack la toca lo mato a él, y a ti.
- Eres un policía, no es tan fácil.
- Lo es Hicks, lo es. He matado más gente de la que puedo recordar.- Tiro las cartas sobre mi regazo y me las guardo sin llamar la atención. El juego se congela. Hicks suda nervioso. Yo no sudo.- Todos los discursos sobre el miedo, el poder, lo que él puede o no hacer. No valen para nada cuando no tienes pulso.
- Sigue así y ustedes no tendrán pulso.
- En el fondo Hicks, sólo hay dos clases de personas. Los vivos y los muertos.

            Le suelto un golpe a la garganta al de lado que lo manda volando. Levanto la mesa y saco el arma. Hicks toma su revólver, pero siente la culata de mi pistola en la cabeza y cae al suelo. Podría matarlo ahora, pero será más útil después. Todos huyen. Con Hicks desmayado puedo plantar el encendedor de oro de Felipe Castillo dentro de un cajón en un mueble apartado. Rompo la mitad de una carta y la dejo bajo una cómoda en su habitación. Lo dejo desmayado, pero con un mensaje. Las balas de su revólver haciendo fila frente a él. Un recordatorio de lo que podría pasar. Para él y para mí. Lupino adora la guerra, empujó a sus compañeros italianos a Marvin Gardens con su estrategia de guerra sin límites. Es estúpido pensar que sobreviviríamos una guerra, pero sería peor pensar que no vale la pena pelearla.

            La oficina de peritaje aún trabaja mi caso. Terminaron de procesar la carta en el calcetín de Felipe Castillo, reina de corazones. El encargado acepta analizarla de nuevo por una caja de whisky. El precio es alto, pero vale la pena. Para la mañana las huellas de Hicks estarán en el expediente. Si Hicks ya despertó debió haber puesto en sobre aviso a Lupino. Se esperará alguna jugada, pero el juego empezó desde la mañana, hace más de doce horas. Los estoy amarrando, y si tuviera dos días arrastraría a la ciudad entera por el drenaje por ella.
- ¿Oz, eres tú?
- ¿Estás bien?
- No. Ven rápido.

            Dejo descolgado el teléfono y manejo a toda velocidad hasta el hotel en Marvin Gardens. Tiembla como una hoja y me abraza en cuanto abro la puerta. Con unos tragos de vodka la calmo y mientras se acomoda en el sillón frente a la ventana me cuenta su historia. Las luces de la ciudad la tranquilizan, como mil luciérnagas embriagadas de frenesí. Lupino la secuestró. La obligó a confesar frente a un gramófono y lo tiene grabado en un disco para hacer copias. La dejó ir porque su vida ya no vale nada. Galloway recibirá el disco, tendrá su convicción y yo me quedaré colgando frente a un caso con más hoyos que el queso suizo.
- Tengo que irme de la ciudad.
- No servirá de nada muñeca, Lupino quizás no te alcance en México o en Canadá, pero Galloway sí. Estamos acorralados, pero no es tan malo. Al menos sabemos para dónde tirar.
- Me las arreglaré solas Oz, no puedo arrastrarte conmigo.
- Ya  estoy en el infierno Jenny, desde hace años. No pueden arrastrarme más bajo.
- No sé qué habrás hecho Oz, lo que sea que te dañó como estás, pero no puede ser tan malo.
- Lo es.
- No, te preocupas por alguien que es mercancía dañada.
- Nos parecemos mucho.- Nos besamos y ella se tranquiliza. Yo también.
- Estuve revisando entre mis contactos, me hablaron de Debonte Larkin. Hace robos a camellos en Morton. Se hizo de la reserva de unos camellos, marihuana y dinero.
- ¿Sabes dónde vive?
- ¿Crees que necesitemos el dinero?
- Sí, pero no para gastarlo. Los tres chinos necesitan jugo.
- ¿De qué demonios hablas Larry?
- El juego de los tres chinos es un jazz rara vez usado para que el detective gane algo de tiempo y pueda amarrar navajas.
- ¿Por qué le llaman el juego de los tres chinos?
- Por un caso famoso hace varios años. Yu, Yin y Yao llaman a la policía, han estado jugando cartas y el cuarto jugador está muerto. Inmediatamente son procesados, Yu culpa a Yin de haberlo envenenando, Yin culpa a Yao y él culpa a Yu. El motivo parece claro, la víctima pasó la noche entera hablando del dineral que había ganado. Murió de ataque cardiaco y los detectives pasan días buscando el veneno de una lista larguísima de posibles venenos chinos. La esposa de Yu muere, pero él estaba siendo interrogado en el momento. En la víctima encuentran un prendedor que después vinculan a la víctima original.
- ¿Y qué pasó después?
- Nada, Yin y Yao odiaban  a Yu, quien tenía motivo pero no tenía oportunidad. Tampoco encontraron el dinero. La verdad, según confesó uno de ellos antes de morir, es que nunca existió tal trama. El sujeto simplemente se murió, Yu quería matar a su esposa y se le ocurrió el método. Cuando los detectives llegaron los chinos intercambiaron carteras e identificaciones, como se parecían los polis lo creyeron.
- ¿Y crees que funciona?
- O funciona o falla.
- Eso es reconfortante.
- Es realista. Vayamos a visitar a Debonte Larkin.
- ¿No te molesta inculpar a alguien que no tiene nada que ver? Castillo al menos ya estaba muerto.
- Por ti hundiría al Papa si de algo me sirviera.

            La dirección de Larkin funciona. Un departamento minúsculo en Morton. Soltamos billetes, engrasamos las manos de los camellos y las prostis para que nos dejen pasar. No traigo placa, sólo la pistola. Usando las ganzúas entramos en silencio. Debonte está dormido. Caliento un poco de la heroína que tiene en el buró a su lado y Jenny me ayuda a inyectarlo. Dulces sueños príncipe. Registramos cada centímetro del lugar. Estamos por darnos por vencidos hasta que Jenny se sube a una silla y empuja el cartón barato que hace de techo. Paquete de varios kilos de hierba y unos 45 mil dólares en una maleta. Le dejamos unos cuantos billetes como agradecimiento, y la mitad de una de las cartas con las huellas de Hicks.

            Me reporto con Simone para actualizarlo en el caso. El robo de la marihuana es el eje del drama cósmico que fabrico cual mago de Oz. Quedamos en registrar el departamento de Waylon Bret y sus mujeres y arrestarlos para hacerlos sudar un poco. Agotados regresamos al hotel. Cargo con la radio policial. La escuchamos sobre una silla en la oscuridad de la habitación. No aparece el nombre de Jenny, Lupino no ha mandado la grabación aún. Un anuncio neón ilumina su cuerpo desnudo mientras se pone encima de mí para apagar la radio. Estamos en tierra de nadie, y no cambiaría de lugares por nada en el mundo.
- ¿Novedades?- Llego temprano al precinto. Pese a los nervios debo estar radiante. Bebo un poco del café y eso se quita en dos patadas. El teniente me presiona en cuanto me siento en mi escritorio.
- Estoy revisando las propiedades de los Castillo.- Le muestro los expedientes, pero no se molesta en mirarlos.- Su esposa tiene un departamento. ¿Cómo van con el caso de Galloway?
- Va muy bien, llegarán al fondo del asunto en cualquier momento.- Detengo al teniente para hablar por teléfono. La actuación funciona, el viejo Oz no quiere saber detalles y sólo pregunta por cortesía.
- ¿Y usted quién es?... Ya veo, ¿desde cuándo?... Sí, lamentable su fallecimiento... Me gustaría entrevistarla si fuera posible, ¿cuánto tiempo estará usted en el departamento? Gracias.- El departamento está a la venta y tengo una ventana de oportunidad.
- ¿Cree que Castillo estaría involucrado en el robo?
- Bueno teniente, la verdad es que este robo es de lo más sospechoso. Creo que hay muchos jugadores involucrados. Castillo debió tener un rol pequeño, y quizás también el proxeneta Waylon Bret. Habrá que seguir el rastro. ¿Tengo permiso para registrar departamentos de Waylon y asociados?
- Los uniformados están a su disposición detective Ozfelian.- El teniente es frío, calculador. Su expresión no cambia de verme a mí y de ver llegar a Galloway y Cole Presti.- Fiscal, que gusto verlo de nuevo. ¿Cómo le fue al pequeño Philip en su operación?
- Mi hijo salió bien, gracias por preguntar. El caso ha tenido avances y me gustaría discutirlos en la oficina.

            En cuanto el teniente Simone cierra la puerta me doy a la fuga. Tengo más de cinco kilos de hierba en el vehículo oficial. Me aseguro de que el departamento de Marcia Castillo esté vacío antes de entrar. No hay muebles, tendré que improvisar. Uso cinta adhesiva para pegar mil dólares bajo el fregadero y dejo rastros de marihuana detrás del boiler. Recojo a Jenny en Marvin Gardens. Se ve bien en su vestido azul. Se ve bien en cualquier vestido. Se lo digo. Primero el cumplido, después el favor. Le pido que plante el resto de la mercancía en alguno de los departamentos de Hicks después de embolsarme un poco de dinero para gastos. Es mucha la tentación y se le ve en la cara. Todo saldrá mal si no cumple su parte. Se lo digo y hace promesas.
- Iría contigo, pero tengo que descubrir evidencia en el departamento de Waylon Bret.
- ¿Qué hay de Rusty Strawson? Parecía muy feliz con el plan para matarme cuando me secuestraron ayer.
- Confía en mí, tengo planes para él.

            Planto algo de marihuana en el departamento de Waylon Bret. Llamo a las patrullas y llego media hora después. Lo encontraron todo, Waylon está metido en el juego. Conforme los tres chinos llegan a su clímax crece en mí la incertidumbre. Estoy cerca, pero de nada servirá si no descifro el ángulo de Galloway y Lupino. La voz de Jenny entrará a los registros públicos y aún no logro encontrarle sentido al rompecabezas. No conozco a ese Mortimer Unger en quien estaba tan interesado Martin, como tampoco entiendo lo que ocurrió en aquel motel, a excepción que Cole quería desaparecer la evidencia comprometedora de su jefe. Me avisan que Waylon Bret suda su peso en la sala de interrogación. No tengo nada que decirle, pero tengo que presentarme.
- Déjenlo ahí un par de horas, es sólo un peón.- Me escondo del teniente. Lo mantengo todo bajo el agua. Simone no se da cuenta, pero Presti es un tiburón y nada bajo el agua. Me sorprende por la espalda. Tiene una mano en la pistolera.
- ¿Cómo va su caso detective?
- Un montón de buenos para nada robando marihuana y dinero. Nada que salga en los encabezados. Eso se los dejo a ustedes. ¿Encontraron a Mortimer Unger?
- No puedo discutirlo.- No es buena señal. El arma en la sobaquera me pesa, pero el revólver de Felipe Castillo en la parte trasera de mi cinturón me pesa más.- ¿Conoce a una Jennifer Bukowsky?
- ¿Incendiaria de estatura media, pelo negro, ojos verdes y marcas en los brazos?
- La misma.- Se enciende un cigarro apoyado contra el espejo de doble cara. Deja apoyado su encendedor dorado.
- No, no la conozco. ¿Quiere invitarla con sus padres para convencerlos que no está enamorado del fiscal?- Cole sonríe y me apunta divertido. La rutina no durará para siempre.
- Jenny 9 es una persona de interés en nuestro caso.
- ¿Es sospechosa?
- No puedo discutirlo con usted.
- Entonces no pregunte.
- ¿Durmió anoche en su departamento?
- No, su madre quería compañía.- Enciendo un cigarro mientras el otro enrojece de furia.
- Mire Ozfelian, está en hielo delgado de por sí.- Lo hice enojar. Hacemos el baile. Intercambiamos lugares. Nos movemos en círculo. Mi mano se posa sobre su encendedor y lo robo. En el baile de los tres chinos se hacen planes todo el tiempo.- Si conoce su paradero, más le vale decírmelo ahora y ahorrarse algunas preguntas embarazosas. La encontraremos, con o sin usted.
- Tú no encontrarías tu trasero aunque te metieras esa pistola hasta la culata y jalaras el gatillo.- Da un paso al frente y me apunta. Le quito el dedo de encima. Competencia de miradas.
- He oído de usted, un dinosaurio en vías de extinción. Gente como usted no sólo pierde la placa, pierde la vida. Tienes tanto estiércol encima que me da asco estar cerca de ti.
- Puedo nadar en él, pero Galloway y tu jefe Lupino pueden ahogarse.- El momento no podría ser peor. Guardo Molina cruza la esquina y me mira discutiendo. No puedo dejar que me hable.- Yo haré mi trabajo y usted el suyo. Que las piezas caigan donde puedan.
- La próxima vez que hablemos no tendré tanta paciencia.

            Le hago señas a Guardo que camine y le acompaño fuera del precinto. Cole no nos sigue, pero estoy seguro que lo vio. Seguro que en cuanto Guardo abra la boca mi casa de cartas se vendrá abajo. Compartiré la celda con algún matón de Jack Lupino y Jenny tendrá suerte de sobrevivir una semana. No iré a prisión. Se lo digo a Molina. Le digo que pagaré. Me dice que el precio ahora son 100 de los grandes, anuales. En un año su testimonio no valdrá para nada. Tendré 365 días para matarlo sin que nadie se dé cuenta. Conozco 365 maneras para hacerlo.
- Tu amigo hizo como que no me conocía. Quiero mi dinero Oz.- Le llevo por callejuelas hasta la entrada de un estacionamiento abandonado.- No me desesperes, tengo mal carácter cuando me desespero. ¿Por qué no simplemente les digo lo que sé?
- Porque entonces pierdes tu dinero, ¿quieres arriesgar 200 de los grandes?
- ¿Cómo sé que lo dices en serio?
- Te daré un adelanto, cincuenta hoy mismo. Mañana cien, el resto la próxima semana.
- No sé.- un auto se estaciona frente a nosotros. No es policía, es Lupino en persona. Camino al interior del estacionamiento jalando del brazo a Guardo, quien no reconoce al hombre lobo.
- ¿Tienes un nuevo amigo Oz?- Apretado de ambos lados.- Tú y Jenny son historia, pero te ofrezco un trato. Un empleo seguro conmigo. Eres un bastardo cruel y amoral, serás bien apreciado. Jenny está perdida, déjala ir. Ese disco es la evidencia que Galloway necesita, y te hundirá a ti también si no te avispas. Haz lo que te conviene, como siempre has hecho. No sería la primera vez.
- ¿Y este quién demonios es?
- Más respeto Guardo, él es Jack Lupino. ¿Nunca escuchaste del sujeto que enfrío en un estacionamiento? Es un tipo de cuidado con más ladrido que mordida.

            Saco el revólver de Castillo antes que Lupino se dé cuenta y lo golpeo con la culata. Guardo trata de escapar, pero lo mato de un tiro en la cabeza. Jack trata de levantarse pero me hinco sobre su pecho y lo golpeo de nuevo. Trata de sacar su arma, pero se la quito. Un último golpe le deja inconsciente el tiempo suficiente para limpiar mis huellas y plantar las suyas. Tiro la pistola en un drenaje y con guantes le coloco a Guardo una de las medias cartas con las huellas de Hicks. El chofer de Lupino corre hacia su jefe, pero estoy demasiado lejos para que me dispare. Corro por varias cuadras, no que sirva de algo, estoy oficialmente muerto. Tierra de nadie, más allá de los avisos y el desierto de calaveras que urgen a los nómadas a regresar. Le pago a una prosti para que llame a Martin y le avise del altercado. Ha pasado una hora, tiempo suficiente para que Lupino dé la orden de exterminio. Tiempo suficiente para que el fiscal mande levantar órdenes de aprehensión con mi nombre y el de Jennifer Bukowsky.
- ¿Jenny, todo bien?
- Estar encerrada aquí me está volviendo loca. Entregué lo que me pediste. Suenas cansado, ¿qué ocurre?- Me enciendo un cigarro y me siento en un banco de la cafetería.
- Tuve una discusión con Lupino, nada grave. Necesito que hagas algo peligroso y no puedo apoyarte. Tengo que estar en otra parte.
- ¿De qué se trata?
- Necesito que vayas con Rusty Strawson, o hables con él.
- El maldito me quiere muerta, ¿qué le voy a decir?
- Le dirás que quieres salvar tu pellejo.
- Me matará al momento Oz.
- No si me ofreces a mí. Dile que estaré en el estacionamiento del edificio Reardon, el piso de hasta abajo. A las tres de la tarde.- Silencio en la otra línea. No sabe qué pensar.
- Dime que no estarás ahí.
- Probablemente sí. Jenny, te lo ruego, tienes que confiar en mí.
- Oz, no te venderé. Mi cuello no vale lo suficiente.
- Confía en el mago de Oz.

            Cuelgo y salgo a toda velocidad. Jenny podría hacerlo. Podría usar la marihuana y el dinero que debió haberle plantado a Hicks para hacer un trato. Quizás hasta le darían el disco con su confesión. Ella piensa lo mismo de mí. Podría sacrificarla, zafarme del problema y mandarla a una trampa mortal. Lo he hecho antes, ella también. No es una apuesta segura, pero es mi única carta.

            Aún no hay orden de arresto en la radio policial cuando llego al departamento de Cole Presti. Podría ser que hay un trato, podría ser que no existe el disco, podría ser que Lupino no lo ha mandado. Podrían ser muchas cosas, pero mientras no conozca la tonada del tango que Lupino y Galloway están bailando no tendré certezas. Es bueno tener a Jenny, es mejor tener certezas. Las tres cerraduras abren fácil. La sirvienta no está y los vecinos parecen estar fuera, trabajando. Debajo de la cama encuentro los expedientes vergonzosos de Oliver Salcedo. Material de chantaje. Él suelta el hueso, olvida la demanda o el mundo se entera que le gustaban los niños y su hermano el empresario es adicto a la heroína. No tiene sentido. ¿Para qué pedirle a Lupino que lo mate? No hay duda que el hombre lobo se codea con el fiscal y su detective, encuentro un ticket del restaurante Musso’s de Lupino.

Tengo que navegar entre las extensas colecciones de pornografía sádica que la sirvienta meticulosamente guarda en los libreros entre libros de leyes y procesos judiciales. Quizás le parezca vergonzoso a ella, pero ambas cosas se parecen mucho. Reviso las bolsas de basura, mucha comida china y algunos condones usados, hasta que encuentro algo que no encajan. Hay docenas de recibos y cuentas por pagar, pero hay una para envío inmediato de carne en refrigeración a Tijuana. El envío fue antier. La imagen se hace más nítida. Robo los expedientes de Salcedo y antes de salir reparo en el periódico a un lado del teléfono. Anoto la dirección que apuntó en el matutino y salgo después de asegurarme de haber dejado todo en su lugar. Regreso al precinto, aún no hay órdenes de aprehensión, aún tengo pulso, es momento de jalar los hilos chinos y arrastrar a Hicks.
- Una orden de arresto y de registro de todas sus propiedades. Tengo razones para creer que está metido hasta las rodillas en esto.- El teniente Simone me mira en silencio y sin moverse. Calcula y estudia, analiza cada detalle y lo procesa en ese iceberg que pasa por cerebro.
- Dudo que sea posible, el fiscal pidió tiempo para armar su propio caso sobre las actividades ilegales de Jack Lupino y toda su organización.
- ¿Y eso qué? James Hicks está involucrado en el robo y la muerte de al menos dos personas. Necesito revisar sus departamentos para saber si tiene o no más de esas cartas. Creo que fue él quién mató a los Castillo para quedarse con la droga y el dinero. Según los forenses es su huella en la media carta que encontraron en el calcetín de Felipe Castillo.
- Suena sólido y en lo personal concuerdo con usted detective, pero me temo que el fiscal se ha metido a mi cocina. No me gusta, tampoco me gustaba fuera de ella, pero así es.
- ¿Vino a quejarse Ozfelian?- Cole entra a la oficina y cierra la puerta. El teniente lo mira con la misma frialdad que mira a su bote de basura. No le gusta que entren sin anunciarse.
- Aunque te parezca mentira, algunos de nosotros sí hacemos nuestro trabajo. Esto no tiene nada que ver con la muerte de Oliver Salcedo.
- ¿Dónde está Jenny 9?
- ¿Otra vez con esto?, ¿crees que si lo preguntas suficientes veces te diré algo que no sé? No he visto a Jennifer Bukowsky desde hace más de un mes.
- Usted no durmió en su departamento anoche.
- Lo que haga o deje de hacer un detective como Larry Gustav Ozfelian después de sus asignadas horas de trabajo, no es problema suyo.- El teniente se enoja, a su manera.
- Me gustaría saber más sobre su caso.
- Felipe Castillo y Waylon Bret estuvieron implicados en el robo de varios kilos de marihuana y mucho dinero. Se dice que Debonte Larkin, ladrón de camellos oriundo de Morton, fue el primer ladrón. Tengo buenas y sólidas razones para pensar que James Hicks, teniente de Jack Lupino, orquestó el robo con Larkin y después mató a Felipe Castillo por el producto y el dinero. Tengo su huella en media carta de póker en su calcetín, como la que encontraron en el departamento de Waylon Bret junto a restos de marihuana. Esas cartas son usadas como identificación, para ocultar identidades, pero Hicks sabía quiénes eran y tomó ventaja.
- ¿Y además de la huella que más tiene?- Cole ya no suena tan seguro. La mentira es tan convincente que hasta yo mismo la empiezo a creer.
- Un testigo, Guardo Molina, quien bajaba de la escalera de incendio cuando ocurrió. Él es el testigo teniente, un bueno para nada, pero testigo material de la ejecución a manos de Hicks. Quiero arrestar a ese maldito, volver a encontrar a Guardo y armar el caso. Eso, si el fiscal tiene ganas de hacer algo más que cubrirse el trasero con el asunto de Salcedo.
- ¿No se ha enterado detective?- El teniente busca entre las ordenadas pilas de expedientes y me pasa el reporte de la muerte de Guardo Molina. Es una sensación extraña el ver mi mano de obra desde una perspectiva de inocencia.- Fue asesinado en la mañana. Balística confirmó que es la misma arma que mató a los Castillo. La tenía registrada a nombre de Felipe Castillo.
- Muerto por su propia arma... ¿El revólver tiene las huellas de Hicks?
- Aún no se han revisado.- Martin se asoma a la oficina y espera fuera.
- El fiscal Galloway querrá todas sus notas, las anexaremos al expediente que yo mismo trabajaré.- Extiende la mano para recibir el fólder con el reporte de Guardo, pero el teniente ni se inmuta. Odia que le quiten los casos de esa manera. Lo mínimo que Presti puede hacer es esforzarse por agarrarlo con su propio esfuerzo.
- Anda, regresa a tu dueño.- Cole me mira sin decir nada, calibrando sus posibilidades y se va. Me despido del teniente y Martin me acorrala contra el botellón de agua.
- Oz, yo fui el detective primario en la muerte de Guardo Molina. No conseguí nada claro, algunos amigos mencionaron que esperaba hacer un dineral.
- ¿Crees que haya estado involucrado en el robo desde el principio?- Vamos Martin, demuestra que no eres un novato, demuestra que recuerdas la cara.
- No sé, pero yo lo había visto antes. En el parque Olimpic, se acercó a Cole y hablaron. No sé de qué. Dijo que no lo reconocía, que fue un loco más como suelen haber en el parque en la noche. Pero si esperaba mucho dinero, ¿tú crees que Cole era el medio?
- Probablemente.- Suficiente sangre y cualquier cosa se vuelve real.
- Quizás fue quién le dijo sobre Jenny 9, no sé Oz, creo que nuestros casos tienen relación.
- Además del nombre de Jenny, ¿ha habido algún adelanto?
- No logro encontrar a Unger, el sujeto es un delincuente de carrera pero no consigo nada.- La idea me nace de golpe. Es un tiro en la oscuridad, pero vale la pena intentarlo.
- Sigue tratando, y avísame cuando estén listos para arrestar a Jenny.
- Lo haré, buena suerte Oz.
- Ya me conoces chico, yo hago mi propia suerte.

            Me llevo una foto de Mortimer Unger y visito la dirección que Presti anotó sobre el diario a un lado de su teléfono. El lugar es una empaquetadora, uno de los muchos negocios de Lupino. Ronda de preguntas y respuestas. Algunos vecinos lo han visto, otros no, otros están demasiado borrachos para contestar la pregunta. El barrio industrial, donde los sueños van a morir. A nadie le interesa. Pruebo con la fábrica. Lo identifican de inmediato, Unger es el doctor de planta para accidentes. Lupino no gasta en seguros u hospitales. No llegó a trabajar en la mañana. Un último intento con los vecinos. Una mesera sale de su turno y reconoce a Unger, aunque no por nombre. Trabajaba temprano, a eso de las cinco y media, cuando vio a Unger ser arrastrado por otro hombre a un auto. Le describo a Cole Presti y lo reconoce de inmediato. Le agradezco y miro la hora, ya casi es momento para mi cita con Rusty Strawson.

            Localizo a Cole Presti y emparejo mi auto con el suyo. Lo hago breve y conciso. Le muestro el material de chantaje que robé de su casa. Le daré a Jenny 9 y los expedientes. Ha picado el anzuelo, quiere saber dónde y cuándo. Estacionamiento del edificio Reardon, último piso, a las tres. Le dejo la mitad del material como prueba de buena fe. Si manda a sus matones, yo gano. Si lo hace en persona, yo gano. Si no se aparece, tengo mis planes de reserva. Sonríe cuando acelera y se va. Él cree que es duro, pero yo perdí mi conciencia hace mucho. Ha dejado de sorprenderme de lo que soy capaz. Eso debería suscitarme alguna emoción contradictoria. No soy tan complicado. Amas y proteges lo que amas. El infierno deja de arder cuando te acostumbras. Tratas de creer que al jalarlos para abajo de alguna forma te impulsas hacia arriba, es mentira. El infierno no es un lugar, es saber que sin importar qué hagas, estás condenado y maldito.
- Ya era hora.- Strawson ha estado esperando por media hora. Yo he esperado oculto por más de una hora. Entré por el acceso trasero y usé las escaleras de emergencia. Strawson se fuma uno tras otro creyendo que la figura solitaria que baja por la rampa soy yo. Es Cole Presti.- Lupino no creyó que fueras a llegar, pensó que Jenny nos estaba tomando el pelo.
- ¿Lupino te envió? No es lo que esperaba.
- Cole, ¿qué demonios haces aquí? No me digas que has cambiado de equipo.
- Ese perdedor no es equipo alguno. Galloway y yo estamos en el mismo barco, aunque no muy felices.
- A Jack le gusta solidificar amistades. ¿Qué haces aquí?
- Pensé que eras Ozfelian.
- Y yo pensé que tú eras Ozfelian. Esos amantes son patéticos.
- Y yo ya me harté. Dile a Jack que lo haremos a nuestro modo primero, pueden matarlos cuando estén en prisión. Jack no pierde nada.
- Quién sabe, capaz que tienes razón, me encantaría ver a Oz vistiendo propiedad estatal.- Cole se va y Rusty se acaba el cigarro para irse por la puerta trasera.

            Me muevo entre los coches sin hacer ruido. El eco de sus pasos es pesado, no se da cuenta que estoy detrás de él. No se da cuenta que tengo una cuerda entre mis manos. No se da cuenta hasta que lo ahorco. Strawson es un tipo duro, pero le tomé por sorpresa. Suelta manotazos y trata de zafarse al golpearme contra un auto. Nadie lo escucha mientras desesperadamente trata de respirar. Sus esfuerzos se hacen débiles y su cuerpo queda flácido como un muñeco de trapo. Tiro el encendedor dorado de Cole Presti debajo de un auto y uso la escalera de emergencia para llamar a Martin desde el teléfono del lobby. Le pido que encuentre el cuerpo antes que el fiscal tenga tiempo de borrar la evidencia, y que arreste y registre a James Hicks en todas sus propiedades. No está seguro que el teniente lo apruebe, pero le aseguro que lo hará. Me pregunta si yo maté a alguien. No digo nada.
- Oz, gracias a Dios.- Jenny me besa desde que entro a la habitación con la radio policial bajo el brazo.- Pensé que estabas muerto. No hay que hacer esto nunca más.
- Sí, los tres chinos me matarán de un ataque al corazón.

Enciendo la radio y lo dejo sobre la silla a un lado de la cama. Jenny me quita el abrigo y desabotona mi camisa. Se desnuda y no quiero detenerla. No quiero decirle que Galloway nos mandará a prisión y Lupino nos matará ahí. Ella lo sabe y no le importa. Ambos estamos malditos. Ambos somos tan iguales que la atracción derrumbaría al hotel entero. La radio vomita las tragedias. Códigos y números, direcciones y apellidos. Son los gemidos de una ciudad moribunda y enferma, una bestia furiosa y fuera de control. Jenny y yo somos así. Nos tomamos todo el tiempo del mundo. La radio profetiza el final. La radio escupe sus códigos hipócritas que enmascaran la realidad más obvia, la ciudad nos tragó a todos y nos arrastró al infierno. Fumamos plácidamente hasta escuchar nuestros nombres. Jennifer Bukowsky y el detective Larry Gustav Ozfelian. Perezosamente alcanzo el teléfono. El instante que marque el número del precinto nuestra utopía se habrá caído en pedazos. Jenny sugiere quedarnos como estamos lejos de todo. La policía derrumbará la puerta tarde o temprano, pero al menos sabremos que por un tiempo estuvimos juntos y nada más se interpuso en el camino. Mejor eso que nada. No me rindo, soy una bestia herida y furiosa que lanza zarpazos y que busca sangre, aún no me sacio de ella.
- ¿Teniente? Soy Oz.
- Detective, le recomiendo que venga de inmediato. Me tome la libertad de contactar con su representante sindical y un excelente abogado experto en la materia.
- Sea honesto teniente, ¿realmente cree que soy de la clase que se rinde?
- No, no realmente.- Me río de su tono monótono y frío. Jenny se acomoda sobre mi pecho y me enciende un cigarro mientras sus piernas desnudas juegan con las mías.- Bukowsky es buscada por homicidio y causar el incendio, usted por obstrucción de la justicia y complicidad después del hecho. No son cargos tan graves, podría mantenerse fuera de prisión.
- Gracias por la preocupación.
- No puede esperar, honestamente, que sus mentiras y la sangre que ha vertido por más de quince brutales y corruptos años no quedarán sin pagar.
- Nadie esperaba que el mundo fuera redondo, pero así fue. Y si tengo que pagar, no será hoy. No con Galloway y Lupino. No por ellos. ¿Está Martin?
- ¿Está consciente que si lo comunico con él, el fiscal Galloway podría interpretarlo como un intento, por mi parte, de asistir en su fuga?
- Estoy consciente que detesta al fiscal casi tanto como yo.
- Buen punto.- Le escucho hablar con Martin y conectar la llamada. Vincent Simone tiene su sentido del humor. Está escondido junto al santo grial, pero lo tiene.
- ¿Oz? Dios mío todo mundo se volvió loco. Te están buscando Larry, tienes que hacer algo.
- Calma novato, apenas caliento motores.- Jenny me embriaga.- ¿Pudiste arrestar a Hicks?
- ¿Bromeas? Ha sido un huracán. Tenemos a Hicks por posesión de drogas, encontramos muchísimos paquetes en uno de sus departamentos y fajos enteros de dinero. Encontramos una de las tarjetas cortadas a la mitad que le vinculan al robo. Galloway estaba furioso conmigo, amenazó con quitarme la placa.
- Bien hecho chico, ya vas aprendiendo.
- Eso no es todo. Arrestamos a Cole Presti por el homicidio de Rusty Strawson. Revisamos su departamento y el proxeneta, Waylon Bret, le llamó. Aunque Waylon se obstina en decir lo contrario. Encontramos su encendedor dorado cerca de Strawson. Galloway estalló y mandó la orden de captura para ustedes dos. Por cierto, las huellas de Lupino están en el arma que mató a Guardo Molina, pero nadie se atreve a tocar el tema. Ese Galloway ya muestra sus verdaderos colores, se le cae encima el mundo y amenazó con reprimendas para que dejemos a Lupino en paz.
- Fácil viene, fácil se va. Te llamaré en un rato, necesito pedirte un último favor.
- Déjame adivinar, no te vas a rendir.
- Aún no estoy muerto.- Cuelgo y suspiro. Hora de irme. Los tres chinos están terminando su canción, el juego de las sillas llegará a su abrupto final.
- Nos busca medio mundo Oz, ¿por qué estás tan tranquilo?
- Ya casi estamos en casa. Necesito que confíes en mí en una última cosa.
- Lo que sea.
- Quiero que vayas directo con Galloway y te entregues.
- Todo menos eso.
- No, espera, tiene sentido. Tienes que ir directo con él, con nadie más. ¿Entiendes?
- No, no entiendo. ¿Tu idea de libertad es que me entregue a la persona que me quiere matar?
- Sí. Hay algunos detalles.

            Le explico el plan, detalle a detalle. No está convencida, pero lo hará de todas formas. Le digo mi plan y le gusta, pero todo depende de ella. Hago el tour Lupino, cada uno de sus restaurantes y bares. Contrato a una prosti que se ve medianamente decente, le pago 100 dólares para que entre y revise. No necesita hacer nada más. Cada minuto es un riesgo. Cada patrulla es como escuchar a los perros ladrando cada vez más cerca. Tengo suerte, está en Musso’s, mi cuarta parada. Le marco a Martin desde un teléfono público y le explico mi problema. Martin le avisa casualmente al fiscal que hará una redada al Musso’s, sin importarle si con ello pierde la placa y la pensión. Ubico el auto de Lupino y espero la cadena de eventos. Un dominó cae sobre otro. Galloway le avisa a su amigo. Fatal como un reloj.

            Lupino entra en su auto, pero el chofer no llega tan lejos. Lo desmayo con la culata del revólver y secuestro al hombre lobo. Sus hombres se dan cuenta de lo que ocurrió, pero evado la persecución fácilmente. En la primera parada que puedo lo golpeo, le quito el arma y lo esposo. Lanza acusaciones y amenazas durante todo el trayecto. Yo no digo nada. No estoy ahí para asustarlo, y finalmente lo entiende, estoy ahí para matarlo. Fin de la línea. Lo llevo a rastras a un edificio abandonado y lo esposo contra la tubería expuesta del sótano.
- La grabación ya está en la fiscalía, no hay nada que puedas hacer. ¿Crees que un policía, odiado por su propio departamento, y una cualquiera pueden cambiar eso? Tengo amigos en lugares poderosos, juego golf con el alcalde, no puedes hacerme nada.
- ¿De qué te sirven tus amistades si estás muerto?- Le suelto una cachetada y me escupe sangre.
- ¿Vale la pena tanto problema por una ramera envejecida y buena para nada?
- Vale la pena matarte por ella.
- Eres un idiota y un ciego, no tienes idea de lo que pasa.- Me enciendo un cigarro y lo pateo para mantenerlo en el suelo.
- Tengo una muy buena idea. El fiscal de distrito tiene un hijo que necesita un trasplante de riñones. Tú ofreciste ayudarlo, pero el donante forzado era un viejo enemigo del fiscal. Le sacaron los riñones en esa habitación de hotel, con la tina con hielo para preservar el cuerpo. Cole Presti se encargó de enviarlos a Tijuana, congelados como paquete de carnes. Unger fue el doctor, probablemente tenía más deuda de la que podía pagar en esa empaquetadora. Llevaron el cuerpo de Salcedo al edificio, y le pediste a Galloway que regresara el favor contratando a un incendiario para que quemara el edificio del competidor que no te lo quería vender. Entre las cenizas encontrarían el cuerpo de Salcedo, todos sospecharían del fiscal y tú le tendrías bien amarrado. La única persona que sobraba era Jenny, Cole le había contratado en persona y podía volverse un problema. Cole probablemente mató a Unger esta mañana, ¿fuiste tú quién le dijo donde encontrarle?
- Ese idiota no lo habría encontrado nunca, se aseguró que el motel estuviera limpio, Galloway quería mi ayuda. Hasta le di la grabación con la voz de tu preciada Jenny.- Vacío los botes de aceite y gasolina que encuentro por las partes en construcción. Lupino escupe y tose, los humos arden sus ojos.- Ella sabía Oz, tenía que saberlo. Leí el reporte del incendio, puso aceleradores a pocos metros de donde Strawson dejó el cuerpo de Salcedo en una tina con gasolina. Lo sabía, lo debió haber visto aún vivo y pidiendo ayuda, pero el dinero que le dieron de entrada era demasiado bueno, diez mil dólares. Tenía que saberlo, ¿puedes vivir con eso? Ella te ha estado usando.
- Oye Lupino, ¿a quién crees que le hablas?- Enciendo mi encendedor y mira la llama.
- Vamos Oz, ¿a cuánta gente mataste para mí? La mayoría camellos y proxenetas, pero no finjas ahora que nunca mataste a alguien inocente.
- Ya fue suficiente.- Galloway baja las escaleras junto con Jenny 9. Tiene un arma, y no le está apuntando a Lupino.- Philip está bien, gracias a Dios. Ese trasplante salvó su vida.
- Me alegra saberlo fiscal.- Enciendo de nuevo el encendedor. Estoy parado sobre un charco de gasolina. Me mataría, pero también a Lupino.- Cole Presti tenía que caer, trató de matar a Jenny y eso no me gusta. También tiré a los dos tenientes de Lupino. Piénselo Galloway, ¿quiere vivir bajo el yugo de Lupino el resto de su vida?
- No tengo otra opción.
- Sí la tiene. El titiritero tiene tantos hilos que se ahorca solo.
- Tiene amigos.
- No, tiene gente que le debe. Con él muerto y su mafia en desorden, nadie podrá recoger lo debido.- Galloway se acerca, pero está indeciso. Se aleja del charco de gasolina y medita sus posibilidades con la mirada fija en mi encendedor.
- Oz por favor, no lo hagas.- Jenny sabe lo que planeo hacer.- No valgo la pena, no tienes que hacerlo. El fuego no es buena manera de morir.
- Vales la pena Jenny, no me importa si sabías que Salcedo estaba ahí o si te pagaron. Vales la pena.- Me siento en la gasolina y Galloway suda nervioso alternando objetivos.
- ¿Qué esperas Galloway? Quítale el encendedor y mátalo. Sabes lo que pasará si no lo haces.
- Inténtalo Galloway y lo dejo caer. Me matas a mí pierdes a tu titiritero, pero también a tu único aliado. Tienes que hacerlo tú, ¿no lo ves? Es la única manera de ganar tu libertad.
- No seas idiota,- Lupino pierde su usual compostura y se muestra como el lobo sediento de sangre que siempre ha sido. Forcejea contra la tubería hasta que sus muñecas sangran.- sólo hay dos clases de personas y lo sabes. Los de arriba y los de abajo. Ayúdame y seguirás estando arriba.
- Ahí es donde te equivocas Lupino.- Jack me mira a mí, pero Galloway se le acerca con el martillo listo.- Sólo hay dos clases de personas, los vivos y los muertos.
- No te atreverías, siempre fuiste demasiado débil.- El disparo resuena con un eco que parece cimbrar la estructura entera con la vida de Lupino, su rapiña y sus manipulaciones.
- ¿Y ahora qué?- Apago mi encendedor y Jenny corre para secarme de la gasolina usando los trapos que encuentra a su alrededor.
- Libera a Jenny de todos sus cargos. Ella te trajo aquí después de todo. La confesión fue forzada y todo lo que Cole Presti reportó son frutos del árbol prohibido. Puede salir de esto como un héroe.
- ¿Y qué hay de ti Oz?
- Manda retirar la orden en mi contra, eso estaría bien. Por lo demás, los tres chinos dejaron de jugar. Usted se va a casa con su hijo, yo iré a mi departamento con una peligrosa incendiaria. Todos tenemos lo que queríamos.

            Jenny y yo nos fuimos sin mirar atrás. Encendí la radio policial en mi auto y ella lo apagó. Basta de eso. Nos tenemos mutuamente. El teniente espera en mi puerta. El traje no se ha arrugado y se mira las uñas con cierto orgullo. Me contó sobre un caso en el que trabajó, donde había tres chinos y un caso imposible. Él lo descifró, no hubo confesión alguna. Me dejó jugarla, sabiendo que podría lastimar al fiscal, quien había sido su enemigo por años. Le expliqué lo que había pasado y sonrió como un buitre. Simone tiene una nueva pieza en su juego de ajedrez. Me deja ir, planeando alegremente su próxima movida política. No le presto atención, Jenny abre la puerta y me jala dentro. Juntos en el infierno, pero de algún modo las llamas ya no se sienten.


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