miércoles, 22 de julio de 2015

La soviética (Parte 2 de 2) Novela

Continuación de la primera parte

4
Yo soy Alguien

“Vaya que hace calor, hace casi tanto calor como en la fábrica. Casi tan aburrido también. ¿No se supone que el gel que usan en hibernación debería dormirte? Hace tanto calor como en la fábrica, pero no es tan ruidoso. ¿Recuerdas el ruido constante de la fábrica? Cada vez que esos brazos mecánicos descendían, apretaban las tuercas y regresaban a su posición chillaban tan fuerte que era imposible descansar el cerebro. Piezas de camiones, de trenes y de comunicadores, todo en la misma línea de producción. Absurdo, pero el trabajo es el trabajo. ¿Te acuerdas cuando diseñabas máquinas en los paneles metálicos de las máquinas? Casi te atrapan por eso. Casi te atrapan desde el colegio. ¿Recuerdas ese cartel que leía “reporta a tu amigo imaginario”? Eso estuvo cerca... ¿Hace cuántos años desde que no me reportaste?”

“Yo tenía diez años, así que... como cincuenta años.”
“Cincuenta años de aventuras ininterrumpidas. Con los años cambiaste muchas cosas, pero no mi historia de origen. Abandonado en un navío naufragado cerca de las islas prohibidas fui aceptado por los aborígenes que vivían libres. Juré para siempre protegerlos de la soviética y sus nefastas intenciones. Todavía me acuerdo cuando me hice de un barco y organicé una flotilla pirata. ¿Te acuerdas cuando regresé a la civilización soviética como ladrón y bandolero de caminos? Era el dolor de cabeza más grande para la soviética. Robando al gobierno y repartiéndolo para el pueblo olvidado de la soviética en las zonas prohibidas. El héroe conocido por todos como Nadie.”
“¿Recuerdas cuando fui a la zona prohibida del sur? No hay nada... Nada más que muerte y frialdad. ¿Cómo pudo Rando seguir con su vida?”
“La ambición, mi querida Orgonal, la ambición. ¿Recuerdas cuando me imaginaste una compañera de aventuras?”
“Sí, Alguien, yo tenía treinta cuando primero lo imaginé. La basé en Gacreal, ¿te acuerdas de ella? La dejaron cambiar de trabajo diez años después. Suertuda. A Rashide le cambiaron de trabajo, sólo tuvo que sacrificar su cordura.”
“Eso lo dice la chica que aún tiene amigos imaginarios.”
“Y todo hubiera seguido bien, o al menos monótonamente bien si no me hubieran atrapado. Nunca pensé que descubrirían mis escritos. Fui tan cuidadosa en esconderlos bajo una terminal que siempre pensé que me saldría con la mía.”
“¿Cuántas hojas de plástico tenías escondidas? Debían ser más de cien. Las iban a encontrar tarde o temprano. Y escribir más de cinco líneas es sospechoso, más de cien hojas es ilegal.”
“Es difícil de creerlo, pero me salvó la eficiencia matemática de la soviética. Empezaron a comparar letras desde la A a la Z. Nadie, estuvimos cerca.”
“Cuando Rando traicionó a Brulin, yo pensé que te haría lo mismo.”
“¿Rando? Imposible, él será muchas cosas, pero en el fondo me ama. Nos ama a todos, aún cuando la soviética nos impuso por la fuerza que nos amaramos, lo hicimos.”
“El Hombre puede acostumbrarse a las condiciones más inhumanas si les das tiempo y les lavas el cerebro. Orgonal, ¿no crees que hace mucho calor?”
“Sí, y no me he dormido. ¿Cuánto tiempo tendría que tardar para...?” Orgonal se removió en el gel de hibernación, sus músculos estaban dormidos, pero ella no. “Nadie, tengo un mal presentimiento.”
“Orgonal, creo que estamos en un ataúd flotante. Rápido, haz algo.” Orgonal comenzó a moverse espasmódicamente, tratando de quitarse el visor de los ojos. “Rápido, no tenemos mucho tiempo.”

            Orgonal consiguió  quitarse el visor y miró a través del gel amarillento. Luces rojas estaban encendidas a lo largo del largo corredor de tubos de hibernación. Comenzó a empujar el panel de plástico cuando vio que había gente corriendo de un lado a otro. Consiguió romper el plástico y el gel se desbordó, empujándola al suelo. Estaba desnuda y resbalosa, pero eso no la detuvo. Vio que en los tubos a su alrededor también había tripulantes encerrados. Abrió las compuertas jalando de palancas y se resbaló cuando el gel salía por debajo de los tubos. Trató de quitarse el gel, mientras que las otras personas respiraban con dificultad. Escuchó disparos y gritos. El ataúd era todo menos silencioso. Imaginó que los demás tripulantes sabían lo que estaba pasando, y las normas de la decencia habían sido tiradas a un lado.
“¿Están bien?” Los tripulantes encontraron una manguera de agua que colgaba del techo y procedieron a lavarse desnudos. El hombre a su le compartió la manguera, estaba tenso pero extrañamente calmado. “¿Sabe lo que está pasando?”
“Todo lo que sé,” dijo el hombre “es que no llegaré a la prisión que me esperaba.”
“Yo tampoco,” dijo una mujer a su lado. “pero creo que brincamos de un problema a otro.”
“Esperen un segundo,” dijo Orgonal. Había más de dos docenas de hombres y mujeres peleando por la manguera que habían sido rescatados. “¿quiénes aquí son prisioneros?”
“Yo.” Dijo una persona a su lado, luego otra, y otra, hasta que todos los presentes se identificaron como prisioneros en camino a Marte para hacer lugar a las cárceles terrestres.
“Con razón, todos aquí somos indeseables. La soviética nos quiere muertos.” Orgonal se separó del grupo y caminó en reversa, hasta una consola de mando. Tenía problemas para respirar y estaba cayendo presa del pánico. La soviética no había sido engañada por Rando, ¿o podía ser que Rando supiera, desde el principio, que aquella nave sería un ataúd flotante?
“Mira detrás de ti,” le dijo Nadie. “en la consola. Revísala, a ver qué dice.”
“Vamos a ver...” La consola era básica, sin holograma, en vez de ello tenía una pantalla en blanco y negro. Orgonal navegó entre los íconos, sin estar segura de lo que hacía. Hizo click en “nave”, después en “estado de la nave”. El reporte no era bueno. El generador de oxígeno estaba lanzando todo su oxígeno al espacio. Se ahogarían, o se cocinarían vivos. “¿Qué hacemos?”
“Sobrevivir.” Dijo Nadie, en su pose de conquistador. “Rashide te enseñó donde están los paneles de emergencia, ¿lo recuerdas?”
“En los motores, ¿pero cómo llego hasta allá?” Nadie señaló detrás de él, al grupo de personas que aún se bañaban. “Pídeles ayuda.”
“No podría hacerlo.” Nadie dio un pisotón y señaló al grupo, en su mejor pose de comandante dando órdenes. Orgonal se acercó al grupo y se aclaró la garanta. “La nave pierde oxígeno, pero sé qué hacer.”
“¿Oxígeno?” Gritó una mujer frente a ella. El grupo cayó en pánico. Orgonal imaginó a Nadie dándole una bofetada. Orgonal la tomó del cuello y le dio una bofetada que la paralizó y forzó al resto del grupo a prestarle atención.
“Puedo salvar esta nave, uno de mis esposos es ingeniero en sistemas y se especializa en esto. Me contó donde están los controles de navegación de la nave, están escondidos cerca de los motores.” Un grupo de tres personas corrieron en llamas cerca de ellos, para caer muertos pocos metros después. “Ahora, el fuego consume oxígeno así que tenemos que apagarlo. Necesito que un grupo de ustedes se encargue de eso, necesito que otro grupo localice entre los tripulantes a los médicos, a los militares y a los ingenieros en sistemas, nos serán de mucha utilidad. Un tercer grupo vendría conmigo.”
“Pero, ¿cómo hacemos eso?” Preguntó un hombre.
“Esa consola de ahí les dirá donde encontrar la oficina de comunicaciones, en ella debería haber una consola de comunicación para la nave. Llámenlos por el altavoz y mándenlos a los motores. En cuanto al fuego, usen extinguidores o cierren escotillas y quiten el oxígeno con las consolas, si no pueden lo haré desde el control maestro. Vamos, no tenemos mucho tiempo.” El grupo no se movió. Se imaginó a Nadie, el capitán valeroso rodeado de hombres de paja. Orgonal se enojó y comenzó a separar personas en grupos. “Ustedes ocho vayan a los altavoces, ustedes cinco apaguen los fuegos, ustedes cuatro acompáñenme.”
“No sé, parece peligroso.” Los disparos, que resonaban por encima de las alarmas, parecían estar acercándose.
“Será más peligroso cuando se acabe el oxígeno.”

            Los grupos se dividieron. Orgonal y sus cuatro compañeros revisaron un mapa para localizar los motores. Era una nave colonizadora, en forma de platillo, los motores no estaban todos en el mismo lugar, más bien eran docenas de salas de motores para impulsar la nave en todas direcciones. Aquello no era un impedimento, sabía Orgonal, pues el centralismo de la soviética aparecía hasta en sus naves. Si bien había muchas salas de motores, existía una sala principal, una extensa galería en los pisos inferiores que recorría, como una media luna, gran parte de las secciones del platillo volador. El problema más grande sería atravesar la marea humana que parecía haber perdido la razón. Todos sabían que estarían muertos en poco tiempo, y habían comenzado a portarse como bestias. Seguían los caprichos de uno más grande que ellos, mejor armado, para violar y torturar a todos cuantos podían. Los pocos guardias que había fueron sometidos salvajemente, sus cuerpos colgados del techo como trofeos. Orgonal estaba muerta de miedo, imaginó que Nadie le daba la mano para cruzar por las distintas zonas. Habían pasado frente a docenas de brutales individuos que reían mientras torturaban, sin un solo problema. Las escaleras, sin embargo, eran otro problema. Un pequeño grupo, que se había hecho de armas y había tomado el control. Al ver a Orgonal se lanzaron contra ella, la golpearon y la sometieron en el suelo plástico. Los hombres que caminaban con ella se sumaron a la violación tumultuosa o corrieron en sentido contrario. Al caer al suelo miró hacia una pequeña habitación de servicio, donde otras mujeres y hombres habían sido brutalizados, violados y almacenados como mercancía. Orgonal luchó para separarse de sus victimarios, se arrastró hacia una pared, pero fue inútil. Le golpearon en la cara y le sostuvieron de las piernas.
“Vamos preciosa, dime tu nombre...” Le susurraba el hombre frente a ella que separaba sus piernas con la punta de un cuchillo improvisado.
“Déjame en paz imbécil, puedo salvar a la nave.” Estiró sus brazos alocadamente, hasta que dio con un pedazo filoso de metal. “Moriremos sin oxígeno si no me dejas ir.”
“Te dejaré ir, para que los demás tengan su turno.”

            Orgonal usó el filo del metal para clavárselo en el cuello. Le quitó el cuchillo mientras su violador caía sobre ella y se cubría la herida desesperadamente. Apuñaló al hombre a su izquierda en el pecho y se empujó con la cadera hacia la derecha, apuñalando salvajemente al otro hombre. Se levantó cuando de la escalera aparecieron dos hombres armados. Un tercer hombre saltó sobre ella, Orgonal le golpeó la entrepierna con su rodilla y lo empujó hacia los hombres armados. Los hombres dispararon contra el escudo humano y Orgonal dejó ir al cuerpo sin vida sobre uno de los pistoleros. Con la cuchilla se lanzó sobre el pistolero a su izquierda, le clavó el filo en el ojo y se hizo del arma. Sin pensarlo dos veces le disparó en el pecho, se dio vuelta y disparó contra el otro hombre armado. Subieron más personas por las escaleras, pero los detuvo a balazos con ambas pistolas. Se vistió con las ropas de uno de sus atacantes y miró al violador que se estremecía en un charco de sangre.
“Al final no te dije mi nombre.” Apuntó el arma mientras que las mercancías humanas salían para robarle la ropa a sus captores. “Soy la comandante Alguien, y ésta es mi nave.”

            El disparo resonó en su cabeza como una explosión y le acompañó durante su trayecto en las escaleras. Los hombres y mujeres liberados caminaban detrás de ella. Con cada piso se le iba sumando más gente, pues en cada piso se enfrentaba a la peor escoria y liberaba a sus prisioneros. Al llegar al piso del cuarto de máquinas derribaron la escotilla metálica entre todos. La sala de medialuna tenía computadoras a los lados de una maquinaria que corría por el centro de la habitación, hasta perderse en los pisos superiores. Rashide le había dicho  que todas las naves tenían un centro de navegación oculto por la soviética. Si estaba oculto imaginó que estaría detrás de algún panel. Buscaron en cada rincón, cruzaron ambas partes de la sala de máquinas por un puente de metal, hasta que alguien encontró algo detrás de una columna en la pared. La enorme columna estaba revestida por un aluminio que podía sacarse. Entre todos fueron empujando el aluminio hasta tirarlo abajo y revelar una consola maestra. Orgonal se hizo del aluminio para retorcerlo como una espada. Encendió la consola y navegó entre los íconos del menú. Encontró lo que buscaba, la computadora tenía la orden, mediante un guión fantasma, de soltar todo el oxígeno al espacio. Jugueteó con los botones hasta que encontró la manera de frenar la fuga y restablecer el flujo. Encontró el sistema de altavoz y lo activó.
“Orgonal está muerta, soy la comandante Alguien.” Se imaginó a Nadie a su lado, puños a los costados, pecho inflado y con una sonrisa triunfante. “Me he adueñado de la nave, reestablecido el oxígeno y, desde este momento, convoco a todos los tripulantes a un motín. No estoy hablando de las bandas de depredadores que andan sueltos por ahí, aplacaremos su violencia con medios extremos si es necesario. Me refiero a un motín más grande, me refiero a una promesa de algo más grande. Hoy nos rebelaremos contra la soviética. Estamos en guerra contra ella. Imagino que algunos de ustedes tendrán dudas, pero véanlo de esta forma, la soviética los quiere muertos a todos ustedes. ¿Qué le deben ustedes a la soviética? Nada. Les ha robado durante todas sus vidas. Les robó la libertad de elegir, les robó el producto de su esfuerzo, les robó de su dignidad y, finalmente, les robó de su propio futuro. ¿Deberle algo? Ridículo. Llamo a todos los que fueron miembros de las fuerzas armadas, a los ingenieros en sistemas y a los médicos para que se reporten a la sala de máquinas. No les prometo paz, no puedo dárselas, solo ustedes pueden. Cuando la paz proviene desde arriba, la paz es masacre, la paz es barbarie. Cuando la paz proviene desde abajo entonces es estable, sin miedo, próspera. No tenemos mucha comida, ni mucha agua, tendremos que racionalizarla. Me aseguraré de que todos reciban su ración y se mantengan con vida. Una vez llegados a Marte entonces tendremos más, mucho más. Habrá comida para todos, y de sobra, tendremos espacio, tendremos futuro y tendremos libertad.”
            “No mataremos a quien esté en el gobierno para reemplazarlo. Una burocracia por otra, un tirano por otro. Ésta vez no habrá tirano, porque no habrá gobierno que lo cobije, lo proteja y le dé las armas para mantener a la población aterrada de su propia sombra. La transición será violenta, sanguinaria, la revolución para acabar con la revolución. Les pido más que su asistencia, más que esfuerzo bélico, les pido que cambiemos a la sociedad desde los individuos. La sociedad colectivista no puede no ser totalitaria, está en sus principios básicos. Detrás de la tiranía de la soviética se esconde su raíz más insidiosa, más sutil. La semilla de la barbarie es la virtud absoluta del sacrificio.  Con cada paso que la soviética toma en llevar al Hombre cada vez más cerca de un estado animal, va pidiendo más sacrificios. El sacrificio, defienden ellos, es la base de la civilización. Ustedes han sacrificado justicia para dar lugar a la venganza que proviene de la envidia y el rencor de no tener exactamente lo mismo que el vecino.  Sacrificaron felicidad por deber.  Sacrificaron humanidad por el miedo de un mundo de individuos en vez de números. El mundo en el que vivimos, el que nos dio la espalda y nos sentenció a morir es el producto de nuestros sacrificios. ¿Quién decide qué sacrificar y cómo? Yo les diré quién, la soviética, al única persona que no sacrifica nada. El tirano todo lo exige, pero a él no se le exige nada. Qué fácil es satisfacer a la chusma con parques y atracciones cuando todo eso se construye con el dinero de los demás, con el trabajo y sacrificio de otros.”
            “Estamos en huelga, en rebelión armada, contra el credo del sacrificio obligado. Si queremos paz, si queremos prosperidad y libertad entonces se necesita de otra moralidad. La moralidad de la razón, que es correcto el buscar la felicidad de uno mismo como meta principal en la vida. No considerar la felicidad de otros como la meta principal de la vida, ni que la felicidad propia sea la meta de nadie más. ¿Por qué debe ser la felicidad ajena mi meta en la vida?, ¿por qué tengo que sacrificar, bajo la pena de la fuerza, mi vida por los demás? Ésa fuerza, esa agresión, es el gran mal que no tiene cabida en un mundo libre, en un mundo racional. Uno no debe forzar a otro para que actúe contra su propio juicio. Ésa será nuestra bandera, nadie tiene permitido agredir otro cuando no ha habido otra agresión. ¿De qué manera los delincuentes ideológicos agredieron a la soviética? De ninguna forma, pero la soviética agrede a todos para mantener el régimen basado en el sacrificio de la felicidad propia por la felicidad del bien común. Hemos permitido que nuestro mundo sea regido por la fuerza, por Hombres que dicen que temor y felicidad son igualmente incentivos, pero que el temor y la fuerza son más prácticos.”
            “Hemos justificado su permanencia en el poder predicando que todo Hombre es malvado desde que nace. Hemos justificado el reinado del terror en base a un mito, a una fantasía. Si el Hombre tiene una tendencia natural hacia comportarse de cierta forma, buscando su felicidad propia, ¿por qué lo consideramos anti-natural? Semejante moralidad nos lleva al temor y al odio. Tememos al Hombre que tiene un crédito menos que nosotros, porque creemos que ese crédito le pertenece a él por mérito propio. Odiamos al Hombre con un crédito más que nosotros porque creemos que ese crédito nos pertenece. Sabemos que no podemos darlo todo y morir de hambre, como quisieran nuestros tiranos comunistas. Nos hemos forzado a vivir con lo mínimo, invadidos de una culpa irracional. ¿Es correcto sacrificarse por otra persona? No si esa persona lo demanda como su derecho natural, o como nuestro deber absoluto. Sí, si es nuestra propia decisión basada en nuestro juicio del valor de esa persona y de su situación. Si me he comprado más zapatos que mi vecino, ¿por qué debo sentirme culpable si ese dinero es mío por mi esfuerzo? El comunismo quiere que crean que sería lícito que esa persona invadiera mi departamento, a la mitad de la noche, y me robase un zapato. Al principio no pensamos mucho sobre eso, lo dejamos ser, lo excusamos maquillando nuestra irracional culpa. Más tarde la soviética nos robó más y más, hasta que nada de lo que tenemos es nuestra propiedad. ¿Y dónde está su culpa?
            “Todo Hombre se pertenece a si mismo, él es su primera propiedad. Es propiedad privada y nadie en el mundo puede decidir por ella. El fruto de su esfuerzo, ¿por qué no es también su propiedad?, ¿qué me dicen de sus creencias y de su expresión? Todo lo que sale de él es su propiedad. Pensamos que es tan moral el sentirnos culpable de nuestra propiedad cuando otros tienen menos, y pensamos que es tan moral el sentir odio y rencor cuando otros tienen más. Lo pensamos tan moral que no parpadeamos ante la idea de forzar a otros a renunciar a su propiedad. Lo justificamos diciendo que tienen mucho, que pueden vivir con menos. Todos podríamos vivir con apenas unos mendrugos de pan y algo de agua, ¿por qué no empiezan nuestros tiranos por vivir así? Nos sentimos superiores porque nos avergonzamos, pero ¿por qué debo avergonzarme de buscar mi propia felicidad cuando no obligo a nadie a buscarla por mí?”
            “Llegaremos a Marte, la tomaremos por sorpresa. Conquistaremos Jalrena y destruiremos al comunismo desde su base. Cada hombre y cada mujer tendrá derecho a preservar su propiedad, su expresión y su seguridad de saber que nadie le obligará a renunciar a esos derechos. Esos derechos son nuestros desde el nacimiento. No es un Estado totalitario, disfrazado de nuestra madre, el que nos permite tener unos cuantos derechos abstractos y unos mendrugos de pan. No se equivoquen, vienen días de sangre y fuego. Días en los que se decidirá, no sólo nuestro futuro, sino el de un planeta entero. Lucharemos por nuestras vidas, pero más importante aún, por nuestra libertad. Soy la comandante Alguien, fin del comunicado.”

            Sometieron a los violentos y calmaron los incendios mientras que la sala de máquinas se llenaba de gente. El gran Nadie, quien fue pirata por muchos años, vio con agrado la aceptación de la tripulación a la filosofía de su compañera Alguien. Orgonal los dividió por empleos, asegurándose de tener a los mejores disponibles. Los médicos se organizaron para curar heridas con las pocas medicinas que habían. Los ingenieros en sistemas hicieron hasta lo imposible para que la soviética aún pensara que la nave era un ataúd flotante, el elemento sorpresa era el único que tenían a su disposición. Los militares, todos dados de baja por diversos crímenes, formaron un consejo para coordinar la repartición de comida entre los seis mil tripulantes. La comandante era buscada para solucionar todos los problemas, y pasó varios días sin dormir yendo de un lado a otro de la nave, hasta que eligió a un grupo de asistentes. Facrin el general de la nave le ayudaba en lo que tuviera que ver con repartir comida y lidiar con los criminales violentos. Grilta, ingeniera en sistemas, era la encargada de coordinar a los ingenieros. Wersal, quien había sido obrero como Orgonal, ayudaba en las tareas cotidianas. Wersal había sido de los primeros rescatados por la comandante cuando ésta había sido asaltada por los violadores.
“Los tenemos a todos encerrados. No tanto porque sean peligrosos, sino porque hay multitudes que quieren matarlos. Muchos de ellos fueron sus víctimas.” Facrin se sentó en las escaleras del puente en el salón de máquinas, mientras que Orgonal comía media barra de galleta, su única subsistencia para todo el día. “Consumen agua y comida como los demás, muchos de mis compañeros piensan lo mismo que yo, y que la mayoría de la tripulación. Deberíamos matarlos. Podemos quitarles el oxígeno, sería lo justo.”
“No.” Dijo Orgonal. “Si estuviéramos en lugar estable, en vez de esta lata a punto de estallar en motín, serían enviados a los tribunales. Lamentablemente no lo estamos, aún. Los necesitamos con vida, una vez que lleguemos a Marte necesitaremos de todos los Hombres que podamos.”
“¿Cómo van los entrenamientos?” Preguntó Wersal. El general Facrin se terminó su barra de galleta y comenzó a lamer el envoltorio.
“Bien, ya saben usar armas y conocen las técnicas de guerrilla urbana. La guerrilla urbana se usó por última vez en el 822. El ejército marciano estará listo para eso, así que cambiamos un poco la estrategia. Lo que tienen que entender es que en Marte hay bombarderos. La soviética nivelará la ciudad con tal de sofocar el problema.”
“Ese problema, será para otro día.” Dijo Orgonal. “Grilta, ¿qué novedades tienes?”
“Buenas y malas.” Grilta, quien ya se había acabado la galleta, revisaba en un bote de basura en busca de migajas. En la Tierra semejante actitud hubiera sido ridiculizada, pero a estas alturas ya todos lo habían hecho. Grilta encontró un envoltorio pegajoso y se lo metió a la boca. “La buena noticia es que llegaremos a Marte. Las colonizadoras, como ya saben, se seccionan, pero ésta vez la nave completa descenderá a la estación espacial. Al parecer la nave ya está en sus últimas y será reemplazada. La mala noticia es que podría haber una inspección en Fobos. Si utilizan sus escáneres no verán señales de vida, me aseguré de que ese guión fantasma estuviera instalado. Existe, sin embargo, la posibilidad de que quieran entrar.”
“Excelente.”
“Pero comandante, alertarán a la soviética.”
“Las naves militares llevan dos cosas, armas y comida.” Grilta entendió la idea y salió corriendo a buscar a los otros ingenieros en sistemas.

            Los ingenieros trabajaron largas horas para tender la trampa. Una nave militar de Fobos se fue acercando a la colonizadora. Aunque no detectaban rastros de vida sí había rastros de radioactividad. La nave militar se acopló a la colonial y abrieron la entrada del cargo desde los programas en sus naves. La colonizadora fue abordada por cincuenta soldados. Una vez que estuvieran dentro los ingenieros activaron un guión fantasma que selló el área y les quitó oxígeno y aumentó la presión cien veces. Los soldados murieron asfixiados y aplastados. Una segunda oleada, ésta vez de doce personas, entró a la nave para inspeccionar a sus compañeros. Uno de los militares cercanos a Facrin le dijo que ese era el procedimiento normal y que dentro de la nave militar sólo quedarían dos o tres operarios. Mataron a la nueva oleada de militares de la misma forma y los soldados rebeldes de la comandante Alguien abordaron la nave espacial militar. Los ingenieros en sistemas penetraron sus sistemas de comunicaciones e informaron a Fobos que no habían encontrado nada, pero ahora habían perdido conexión con sus motores. Los soldados del general Facrin regresaron cargando pesados contenedores repletos de comida y armas. La tripulación fue bien alimentada y se prepararon las armas. Llegarían a Marte en menos de un día.

            Nadie en la nave durmió. Existía un silencio sepulcral mientras los seis mil combatientes aguardan en silencio, muertos de miedo sin saber qué les esperaba. Orgonal no tenía que decirlo, nadie podía predecir lo que pasaría. Muchos de ellos no sobrevivirían, de eso no había duda. Si la soviética decidía sacrificar una ciudad antes que dejarla caer en manos de los individualistas, nadie sobreviviría, ni siquiera las fuerzas del supuesto orden. Facrin le mostró a Orgonal, a Wersal y a Grilta la estrategia que habían convenido. Encendió el holo-proyector de tres metros en la sala de comunicaciones y mostró un esquema aéreo de la ciudad.
“Jalrena, con sus ochenta millones de habitantes están organizados en esta cuadricula de cuatro zonas. La estación espacial se encuentra en el sector L de la zona sur.” El mapa extendió la cuadrícula L, era prácticamente idéntica a las demás cuadrículas. Cada cuadrado tenía treinta edificios multifamiliares, oficinas y fábricas, rodeados de árboles y conectados por las calles que llevaban los transportes. “La primera avanzada tomará a la estación espacial y se asegurará de que nadie pueda utilizar el sistema desde las bases militares en las dos lunas. Repeler las fuerzas de seguridad será lo más sencillo, lo difícil está en el ejército. Tenemos varias ventajas, el ejército siempre manda una primera fuerza que consiste básicamente en tropas de suelo y unos cuantos tanques. La única vía para los tanques, a menos que nivelen a los edificios, es por las calles. Nuestra estrategia es establecer, dentro de las cuadriculas, puntos de resistencia ubicados en los multifamiliares. Si podemos tomar el sector L podremos controlar a los sectores K, M y N. Formaremos cruces dentro de la cuadrícula, formando sectores pequeños fáciles de combatir.”
“¿Esperan hacerlo con todos los sectores?”
“Imposible, no tenemos suficiente gente. Si tomamos la zona sur, es decir, si no usan bombarderos o armas químicas que maten a sus propios ciudadanos, controlaríamos gran parte de los sectores este y oeste. El sector norte es más difícil recorrerlo a pie, en medio de la confusión será difícil mantener en orden a nuestras propias tropas. Si sobrevivimos la primera noche será porque logramos tomar el sur y defenderlo. Al día siguiente concentramos a las tropas que queden y vamos tomando hacia el este y el oeste. De esta manera controlaríamos casi todas las oficinas y las fábricas militares, así como la base más grande que está ubicada en el sur.”

            La nave descendió sobre Marte-Jalrena como estaba programado. Había tres equipos de los incineradores cargando grandes contenedores repletos de bolsas para cadáveres. La nave se apoyó sobre largas patas diagonales y, cuando los operarios dieron la orden a través de sus comunicadores, cuatro anchas y largas plataformas emergieron de la nave, bajo las puertas de ascenso y descenso de cargamento. Cuando las puertas se abrieron los hombres en la estación espacial miraron con extrañeza a los miles de Hombres apretados en las estaciones de cargo. Hubo unos diez segundos donde nadie hizo nada. Los soldados, temblando de miedo, se aferraban a sus rifles, los operarios de incineraciones miraban con el cuello torcido. Era la calma antes de la tormenta. Facrin extendió el brazo por encima del hombro de Orgonal y abrió fuego con su pistola de mano. Los soldados le siguieron y comenzaron a disparar.

            Los soldados convictos estaban divididos en equipos comandados por militares con experiencia. Dos equipos de treinta personas corrieron hacia las oficinas de la estación espacial, abriéndose camino a disparos. Orgonal quedó sorda y paralizada con el ruido estridente e insoportable de las armas. Facrin, Wersal, Grilta y Orgonal corrían juntos entre los soldados rebeldes hacia los multifamiliares. Las fuerzas de seguridad se presentaron, pero fueron abatidos sin problemas. Los convictos no dejaban ni a un solo cadáver con armas. Los refuerzos de las fuerzas de seguridad llegaron cinco minutos más tarde de lo planeado. El tiempo fue suficiente para que unos 400 hombres irrumpieran en los multifamiliares del sector L, disparándole a lo que se moviera. Las fuerzas de Jalrena entendieron rápidamente que se necesitaría más que a las fuerzas básicas para sofocar el motín.

            Facrin había tenido razón en suponer que parte del ejército se desintegraría en grupúsculos cuando la rebelión avanzara sobre los sectores poblados. El primer problema al que se enfrentaron los soldados de Jalrena eran esos grupos sin coordinación que corrían por las calles matando a civiles y soldados por igual. Ayudados por aquel retraso los rebeldes fueron formados cruces en la cuadrícula, estableciendo nidos de metralla en los multifamiliares. Los tanques llegaron pasada la hora. Los rebeldes disparaban desde los techos y lanzaban materiales flamables. Los tanques respondían disparando contra los multifamiliares, pero los disparadores escogían una ventana para atacar y rápidamente se alejaban para encontrar otra. La primera oleada de tanques fue repelida con apenas 200 bajas para el ejército rebelde.

            Orgonal y su grupo más cercano se estableció en un multifamiliar en el sector 1K. Entraron a un departamento cuando una familia con tres bebés se guarecían bajo las camas. Facrin se había hecho de varias pistolas de granadas y disparaba una tras otra contra las avanzadas militares. Orgonal se asomó por la ventana y vio los incendios, los cuerpos mutilados y la devastación por todas partes. Una ráfaga de fuego reventó las ventanas y Orgonal se lanzó al suelo. La familia les miraba debajo de la cama con hollín en sus rostros y temblando de miedo. Orgonal quiso hablarles sobre sus derechos, sobre la tiranía de la soviética y sobre el individualismo libertario, pero no pudo. Ellos no querían discursos, querían sobrevivir.
“Envíen refuerzos,” le gritaba Facrin a su comunicador “la comandante está expuesta.”
“¿Qué noticias tienen?” Preguntó Wersal.
“Estamos vivos.” Le mostró su comunicador, hablaban desde una frecuencia secreta. El ejército de Jalrena la ubicaría, pero tardarían más de un día y Facrin no creía durar tanto. “Protejan a la comandante, vayan con el convoy que está en el suelo, les llevarán a un refugio.”

            Bajaron corriendo las escaleras. Podían ver los tanques ardiendo en llamas y las pilas de cadáveres. Orgonal imaginó al valeroso Nadie disparando desde la calle. Orgonal no creía tener semejante valor. El convoy que los esperaba se había hecho de un vehículo militar blindado y recorría las plazas y los bosques con una metralla adelante y otra atrás. Se abrieron paso a través de una plaza y el vehículo se montó sobre una fuente, hasta cruzar la calle. Los edificios cercanos estaban repletos de rebeldes que disparaban desde las ventanas, la fábrica del fondo estaba fuertemente protegida. El vehículo se detuvo prácticamente adentro de la fábrica y bajaron corriendo hacia el edificio.
“Por aquí comandante, estará segura en esta fábrica de armamento.” Recorrieron las líneas de producción hasta el fondo. “Estableceremos aquí al centro de comando del sector sur. Estamos en constante comunicación mediante programas piratas en los comunicadores, no pueden rastrearnos.”
“¿Cómo va la avanzada?”
“Bien, tomamos la base militar del sur y en estos momentos las tropas en el este combaten en la base militar de su zona. Hemos establecido las trincheras correctamente.” Se detuvieron al fondo de las filas de producción de balas, trabajando al máximo, donde habían colocado mesas, comida y, pasando una computadora enorme, una jaula para los obreros detenidos.
“Quiero que delegue una orden al general Facrin. No quiero que maten a ningún preso, todos los prisioneros de guerra serán alimentados y cuidados.” La soldado le miró extrañada. “No somos como ellos soldado, y nunca lo olvide.”
“Sí mi comandante.” Wersal comió una barra de galleta, Grilta y Orgonal no tenían el estómago para ello. La comandante Alguien se acercó a los prisioneros, en su improvisada jaula. Los veinte hombres y mujeres les miraban con terror. “Sé que suena difícil de creer, pero este golpe de Estado es por su bien. Estableceremos una sociedad más justa, con derechos para todos.”
“Le creo.” Dijo uno, sin dejar de mirar al suelo.
“La soviética ya no les someterá más, eso se acabó. No habrá vigilancia continua, podrán decidir lo que quieren ser y cómo.”
“La soviética no nos oprime.” Le desafió una prisionera. “El colectivismo nos protege de ella.”
“¿El colectivismo?”
“Es una filosofía política igualitaria,” explicó Grilta “todos ganan lo mismo, por lo que entiendo es una comuna sin la soviética. Lo escuché en el multifamiliar donde estábamos. Es una teocracia basada en las fantasías de una profetiza conocida como la marxiana.”
“La marxiana...” Orgonal se acercó a la pared, había un poster con el rostro de su esposa Vamica y la leyenda “Marx habla a través de ella”. La comandante Alguien arrancó el póster y se acercó a los prisioneros. “La vida es más extraña que la ficción. ¿Ésta es su profetiza?”
“Sí, ella ve a Marx, se comunica con ella.”
“Marx se equivocó.” Dijo Orgonal. Los prisioneros se lanzaron contra ella, tratando de agarrarla a través de las rejas.
“Cuando esto acabe,” dijo Grilta “haremos que sea ilegal el mencionar ese asqueroso nombre. Toda imagen de la marxiana será quemada, así que pueden olvidarse del colectivismo.”
“¿Qué?” Orgonal estaba sorprendida. “¿No entendiste nada de lo que he dicho? Si ellos quieren ser colectivistas, que lo sean, siempre y cuando no fuercen a otros a ser como ellos.”
“Pero el colectivismo los encierra, los hace esclavos.”
“Sí, pero si ellos quieren ser esclavos es su decisión.” Los prisioneros la miraron sin saber qué decir, aunque ya no querían lanzarse contra la reja. “Y otra cosa, esa loca es mi esposa y la amo.”

            Al caer la noche los  tanques del ejército colectivista irrumpieron en la zona, rompiendo la barrera, en un desesperado intento por reclamar la base militar y la fábrica de municiones. La comandante y sus asistentes fueron escoltados en un vehículo de doble metralla hacia el sector este. El viaje era largo y difícil. Los tanques que habían roto el bloqueo, más de cincuenta, disparaban sobre todo aquello que se moviera. El general Facrin, ubicado en el sector A este, a un lado del 5Z del sur al centro de la ciudad, mantenía un control total sobre la zona. En el centro de la ciudad se conectaban la zona este con la sur y tenía las tres arterias principales que descendían del norte. La explicación del soldado no ayudó a mitigar el nerviosismo, el blindaje resistía fuertes embates de los soldados marxianos. El vehículo recibió un cañón de tanque y salió volando contra los árboles. Orgonal, Grilta y Wersal se golpearon, pero estaban prácticamente amarrados a sus cinturones de seguridad. El vehículo cayó sobre una arboleda, dio una voltereta y se derrapó por el suelo varios metros antes de detenerse. Los disparadores en el techo estaban muertos, así como el conductor, pero el copiloto estaba con vida. El copiloto salió del vehículo, mientras otros soldados rebeldes se unían a la resistencia. Abrió la puerta con mucho trabajo y liberó a los tres tripulantes. Wersal salió primero, con la cabeza gacha, y corrió hacia el edificio de enfrente, a treinta pasos de distancia. Grilta le siguió disparando alocadamente sobre su hombro con su rifle automático. Orgonal salió ayudado del soldado, quien recibió una ráfaga de fuego tan potente que prácticamente le cortó a la mitad. Orgonal se protegió detrás del vehículo, pero estaba atrapada. Los rebeldes en la esquina trataban de protegerla, pero no podían acercarse. Un tanque disparó a pocos metros de su posición y fue golpeada por el cascajo. Desesperada quitó al soldado muerto de la metralla y, con todas sus fuerzas, la hizo deslizarse sobre su riel para acomodarse a la posición. El vehículo estaba de lado, el riel de la metralla le permitía apenas apuntar hacia los soldados que se venían contra ella. Apretó los gatillos de las pesadas guías y la metralla se activó. Los casquillos de balas salían uno tras otro en rápida sucesión, la metralla vibraba con una potencia que lastimaba sus muñecas, pero era el ruido el que dejaba a Orgonal en un estado de completo shock. La fábrica no hacía tanto ruido. Vio a los soldados ser partidos a la mitad, sus cabezas y brazos volando por todas partes. La sangre inundó la calle mientras hacía tiempo para que los soldados rebeldes pudieran alcanzar.

            Cuando finalmente avanzaron, una vez que los dos tanques fueran detenidos usando pistolas de granadas, un grupo de diez soldados la llevaron al edificio. Prácticamente tuvieron que cargarla para zafarla de la metralla. Wersal y Grilta la esperaban y subieron por las escaleras para buscar una zona más protegida. Los bombarderos no habían atacado, Orgonal imaginó que era porque Vamica sabía que su esposa estaba viva. Cuando alcanzaron el décimo piso la comandanta se detuvo en seco. Era una central de comunicaciones. La electricidad había sido cortada para toda la ciudad pero, siendo edificio de gobierno, contaba con su propio generador. Entre todos buscaron las computadoras principales y uno de los soldados, que había sido ingeniero en sistemas, logró desbloquearlo.
“No ha sido actualizado en un tiempo, probablemente debido a la marxiana. ¿Qué hará con esto?”
“Esto me comunicará con todos los hogares de Jalrena. Deben estar muertos de miedo. Necesitan saber porqué luchamos y porque sus esposos y amigos están siendo masacrados.” Conectó el micrófono a una unidad aislada por paneles de cristal. Necesitaba el silencio. Su voz sería escuchada en todos los altavoces de la ciudad, y en los comunicadores que sintonizaran las estaciones de emergencia que, imaginó la comandante Alguien, serían la mayoría. “Yo soy la comandante Alguien y me dirijo al pueblo de Jalrena compartiendo el dolor de su pérdida. Hoy pierden a muchos de sus amigos y familiares. Pero más que eso, hoy pierden un estilo de vida. No somos fuerzas de la soviética. No estamos aquí para mandarlos a todos a escuelas de cuadras y castigarlos como una madre histérica castiga a sus hijos desobedientes. Los soldados colectivistas que se rindan serán tratados con dignidad y respeto. Son mis órdenes y mi promesa. Sepan que ésta es una pelea que no pueden ganar, todos los tripulantes de la nave colonizadora que descendió hoy hace tantas horas fuimos condenados a morir sin juicio alguno. La soviética decidió que debíamos morir. Esto no es nuevo para ustedes, si han renunciado al régimen de la soviética imagino que saben a lo que me refiero.”
            “No somos colectivistas, es cierto, pero tampoco estamos aquí para suplantar un tirano por otro. Esto es lo que puedo prometerlos. El gobierno libertario modificará las leyes de manera que todo individuo tenga derechos desde su nacimiento. Tienen derecho a su propiedad, a decidir por sí mismos si quieren otro trabajo, otro departamento, otros muebles, otra comida. Si aman a otra persona que no es su esposo o esposa, no los encerraremos en jaulas como castigo. Todo individuo tiene derecho a vivir su vida según su criterio, siempre y cuando no afecte la libertad de los demás. Su cuerpo, su amor, su trabajo, sus ideas, su forma de expresar sus ideas políticas, religiosas, artísticas o de cualquier índole, son su propiedad y ustedes la administrarán como les plazca. El gobierno será limitado, no decidirá por ustedes lo que pueden comer, con quienes se deben casar, dónde trabajarán o como buscarán su felicidad y prosperidad. La vida económica pasará a manos de los individuos y no del Estado. Las fábricas pasarán a manos de quienes las trabajarán, serán su propiedad. Serán libres de construir más fábricas, de unirse a las otras fábricas o competir con ellas. Sé que todas sus vidas les han indoctrinado para creer que la competencia es mala. La competencia es buena, los precios los determinarán los compradores, así como los salarios serán determinados según la oferta y la demanda. No habrá restricción para que cualquier individuo invente su propio negocio, creando nuevos empleos.”
            “Sé lo que están preguntándose. ¿Si nadie reparte la riqueza, cómo sabremos que no habrá unos cuantos que se queden con todo?, ¿cómo sabremos que no regresarán los burgueses a oprimirlos? La burguesía obtuvo de su poder a través del Estado. ¿Quién ejercía la violencia contra los individuos que retaban a la burguesía y sus estándares, sino era el Estado? Sin Estado no habrá burguesía ni monopolios. Es cierto, no se repartirá la riqueza centralizadamente, pero se repartirá de otra forma, creando más riqueza. No se puede compartir la riqueza, sólo se reparte miseria. La riqueza es algo que se crea, algo que se reparte mediante la compra y la venta. Si alguien no quiere participar está en todo su derecho. Aquellos colectivistas que no quieran ser parte del mercado libre pueden formar sus propios colectivos. La regla de oro es la siguiente: Se permite todo aquello que no sea una agresión directa contra la vida o patrimonio de otra persona.”
            “No es la utopía irreal de una soñadora, es el fruto de décadas de la vida monótona de una obrera de fábrica. Hora tras hora, día tras día, viviendo atemorizada por la soviética. En mi interior sabía que algo estaba mal, sabía que el individuo es de carne y hueso mientras que “el bien común” es algo abstracto. El libertarianismo puede funcionar si le dan una oportunidad. Les prometo que los estándares de vida crecerán, junto con sus libertades personales. Les prometo que la ciudad crecerá, que podrán vivir en departamentos más grandes, o incluso casas. Sé que habrá pobres, sé que habrán aquellos que sin la vigilancia omnipresente de la soviética sucumbirán a sus adicciones, sé que habrá desigualdades entre los que tienen más y los que tienen menos. Pero también sé que esos pobres vivirán mejor que como viven ahora. En Jalrena no es que no haya pobres, es que todos son pobres porque no pueden compararlo con nada más. El sistema no es perfecto, pero podremos mejorarlo. Mejor aún, podremos mejorarlo sin tener que matar a nadie. Les ofrezco un futuro de prosperidad y paz para todos. Acepten el ofrecimiento, únanse a nuestras tropas o ríndanse. Tienen mi palabra que ningún militar será posteriormente juzgado y perseguido por los actos cometidos en este día. Escojan entre un futuro de miseria y fanatismo, o un futuro donde todos tienen oportunidades para buscar su felicidad viviendo como les sea conveniente.”

            La batalla duró toda la noche. La base militar del sur no fue tomada por los colectivistas. La base al oeste aún daba problemas, y la base del este fue tomada durante la madrugada. La base del norte quedaba demasiado lejos, tendrían que cubrir demasiado espacio y no había suficientes soldados. Orgonal trató de dormir sobre un escritorio, pero estaba demasiado nerviosa. Se acercó a un capitán que informaba desde el comunicador y esperó a que terminara de hablar.
“¿Novedades?”
“Su discurso surtió efecto, más de cinco mil hombres se han sumado a nuestras filas, otros quince mil se han rendido. Todos están siendo alimentados en la escuela de cuadros. Dejamos ir a todos los internos para hacer lugar. Tenemos a once mil civiles que quieren unirse a nuestra causa. La mayoría está trabajando temporalmente en las fábricas y manteniendo a la ciudad con agua y electricidad. Las fábricas de armamento están a toda su capacidad, nos hemos hecho de varios cientos de tanques. Mi comandante, no sé cómo, pero ahora controlamos la mitad de la ciudad.”
“Yo sé cómo, tenemos al mejor incentivo para luchar, nuestras propias vidas.”

            En la mañana Orgonal, Wersal y Grilta fueron llevados a la base militar del este. Habían arrestado a un gran número de archimandritas, a todos los congresistas y varios políticos más. Los políticos trataron de explicar que, bajo la teocracia de la marxiana, ya no había congresos ni voceros públicos. Los rebeldes los arrestaron de todas formas.
“Ellos pueden forzar al norte a rendirse.” Dijo Grilta en voz baja. “Los archimandritas me refieor, no los políticos.”
“Habrán cambios,” dijo Orgonal a los detenidos. “me imagino que ya escucharon sobre eso.”
“Es blasfemia, herejía, es la burguesía después de tantos años.” Replicó un archimandrita que se pegó a los barrotes. Orgonal imaginó a Nadie preparando un pelotón de fusilamiento.
“Nadie será forzado a hacer nada. Los socialistas serán libres de seguir siendo socialistas.”
“¿Pero cómo podrán ser socialistas si la gente no es igual?”
“¿Por qué está tan dispuesto a usar la violencia para que todos sean iguales, en vez de confiar en que sus creyentes serán humildes y humanitarios por su propia voluntad?”
“A veces hay que usar la violencia para corregir los errores.”
“Sí, eso es lo que hacemos ahora mismo.” Orgonal suspiró cansada. “La guerra seguirá, miles de personas más morirán, a menos que ustedes actúen. Quiero que convenzan a las tropas del norte a detener las hostilidades. No serán arrestados, les quitaremos sus armas, sus títulos militares y podrán regresar a casa. Tendrán que cambiar de empleo, pero vivirán.”
“¿Por qué debo confiar en usted?”
“Porque sigue vivo. Si estuviésemos bajo la soviética, o si los roles fueran los contrarios y yo estuviera encarcelada, ¿seguiría con vida o me habrían corregido permanentemente?”
“Su utopía es una locura, la guerra de clases volverá a aparecer.”
“Guerra de clases... ¿Por qué suponen que el rasgo definitorio de una persona, aquello que le da identidad, es su clase social? Los ricos y los pobres trabajarán juntos, porque se necesitan.”
“Absurdo.”
“Hable con su gente, o cargue con sus muerte sobre su conciencia.” Orgonal salió al pasillo, donde sus asistentes le esperaban.
“¿Qué te dijeron?” Preguntó Wersal.
“Lo pensará, yo creo que va a acceder.” Notó que todos la miraban ocultando una sonrisa. “¿Qué ocurre?”
“Hace como una hora los técnicos militares duplicaron la voz de los archimandritas,” explicó Grilta “el mensaje ya se envió. El norte se ha rendido.”
“¿Qué?” La comandante brincó de alegría. Wersal brincó con ella y la abrazó con todas sus fuerzas.
“Así es,” dijo Facrin “se rindieron. Les quitamos sus armas, ya no son soldados. Como usted ordenó. La mitad de los soldados que habíamos apresado se unieron a nuestro ejército. La base norte cuenta con varios bombarderos. He dado la orden para que comiencen el bombardeo de Felna. Tengo entendido que ya llegaron a la ciudad.”
“¿Se ha vuelto absolutamente loco? Ordene a esas naves de regreso. No ataquen Felna.”
“Es lo lógico, diezmar sus capacidades de atacarnos de vuelta. Ellos violaron nuestras fronteras primero. Estaban montando un ataque en grande.”
“He dicho que lo cancele. Jalrena será más rica y próspera, ¿qué motivación más humana hay para que los habitantes de Felna abandonen el colectivismo? Usted no parece entenderlo general, pero nuestra meta es el libertarianismo marciano total, no la subyugación de millones de personas que poco o nada tienen que ver con la teocracia que les gobierna. ¿Me ha entendido?”
“Sí, comandante Alguien, le he entendido.”
“Cierre la frontera, pero necesitaré de sus hombres para mantener el orden, mientras reorganizamos las fuerzas de seguridad. La transición no será fácil, nadie ha sido realmente libre en casi dos mil años, quizás pierdan los estribos. Pero recuerde general Facrin, dé la orden de no matar a nadie, a menos que sea absolutamente necesario. Usen las prisiones, no las escuelas de  cuadros.”

            Orgonal había redactado docenas de constituciones mientras trabajaba en la fábrica. Había pensado y repensado la economía libre, sus problemas y sus ventajas. Ahora, a cientos de miles de kilómetros de su casa estaba al frente de un gobierno rebelde y tenía la oportunidad de realizar los cambios. Establecieron el gobierno en el antiguo congreso, el ejército se hizo cargo de la seguridad y ordenó que los prisioneros de guerra asistieran a los servicios de construcción para reconstruir los sectores más afectados de la ciudad. Había ochenta millones de personas asustadas en Jalrena, tendría que calmarlos sin incitar a disturbios, motines y saqueos. Había leído, cuando era niña, de las poblaciones en las islas prohibidas que se habían vuelto locos cuando la soviética retiró su gobierno. ¿Era propaganda para justificar el régimen o realmente había pasado así? No podía arriesgarse mucho, pero no parecía haber otra manera, a menos que fuese hipócrita en sus promesas y realmente reemplazase a un tirano por otro.
“¿Comandante?” Grilta la despertó de sus ensoñaciones. Grilta se estaba haciendo cargo de las comunicaciones y tenía listo un equipo para filmar sus primeras declaraciones como comandante suprema de Marte-Jalrena. “¿Quiere empezar de una vez?”
“¿Las comunicaciones con la Tierra están cerradas?”
“Sí, mi comandante.”
“Bien, no quiero que escuchen esto, pero después quiero hacer un último anuncio a la soviética. Mantengan esas oficinas selladas, iré para allá después de hablar con los ciudadanos de Jalrena.”
“Sí,” Grilta acomodó al camarógrafo con su cámara holográfica para que tomara a la comandante Alguien sobre el podio del congreso. “tampoco transmitiremos a Felna, ¿está bien?”
“Sí, lideramos con ellos después.” Orgonal dio la señal y comenzaron a grabar. Todos los comunicadores de Marte-Jalrena recibían la señal. “Soy la comandante Alguien, ya me escucharon hablar anoche, ahora quiero que me vean. Hemos tomado el control de la ciudad de Jalrena, no deseamos expandirnos agresivamente hacia Felna. Sé que todos están nerviosos y no saben qué esperar. El colectivismo destronó al comunismo hace muy poco tiempo, ahora el libertarianismo destrona al colectivismo. Las siguientes órdenes serán ley a partir de este momento: Los departamentos serán propiedad de las familias con los que están registrados. Son libres de venderlos y comprar otro disponible si así lo desean. El departamento de registros se encargará de registrar propiedades y nada más, el gobierno ya no les dirá donde vivir o con quién. Los que trabajan en una fábrica serán dueños de la fábrica por partes iguales. Podrán vender esa porción, o comprar otra, para ser más dueños y recibir más ingreso. Cada fábrica será una empresa privada cuyos dueños podrán vender, o unirla a otras fábricas, o comprar más negocios. Aquellos que trabajan en los edificios de compras, esas tiendas son de su propiedad con el mismo sistema. Todo individuo tiene derecho a vender su propiedad o comprar la de alguien más. La única regla es que toda transacción sea voluntaria. El uso de la fuerza, la amenaza o el fraude quedan tajantemente prohibidos. Si una fábrica, un comercio o un multifamiliar desea seguir el modelo colectivista puede hacerlo, siempre y cuando no obliguen a otros a hacerlo. Cualquier individuo, o grupo de individuos, puede construir nuevos asentamientos urbanos, pueden construir lo que quieran siempre que no invada propiedad privada. Los colegios, por ahora, serán en parte una empresa privada y en parte del gobierno. Nadie está obligado a rendir a su bebé a las manos del Estado. Cualquiera puede construir su propia escuela y enseñar lo  que quiera. Una vez que hayan suficientes escuelas, el gobierno irá dejando cada vez más el rubro educativo. Cualquiera puede buscar su propio trabajo donde quiera, el Estado ya no obligará a los individuos a trabajar en un lugar específico de acuerdo a sus calificaciones. Los  salarios, como los precios, serán determinados por la oferta y la demanda. La moneda continuará siendo el crédito y nuestra compañera Grilta manejará ese aspecto de la economía.
            “En lo tocante a los deberes del gobierno, quiero que quede clara una cosa, el gobierno es un mal temporalmente necesario. El gobierno únicamente se encargará de velar por la seguridad de sus ciudadanos. Por ahora también se encargará del reciclaje y otras funciones de servicios urbanos, pero cualquier ciudadanos puede establecer su propia empresa que ofrezca ese servicio. El gobierno no será dueño de todo, subsistirá a partir de un impuesto idéntico para todos los ciudadanos. Con el tiempo mejoraremos ese sistema, pues después de todo el quitar, con la amenaza de la fuerza, la propiedad de cualquier ciudadano, es un robo. Los comunicadores ya no servirán para rastrear y las cámaras en propiedad privada serán desactivadas. Siéntanse libres de arrancar las cámaras y los micrófonos y tirarlos a la basura. Éstos derechos inalienables, a la propiedad, a la vida, a la expresión y a la privacidad no los otorga el Estado, cada individuo nace con ellos.”
            “Como una última nota quiero dirigirme a los ciudadanos que consideren éstas reformas algo barbárico. Tenemos, como especie humana, que aprender a tolerar al vecino. El archimandrita tendrá que tolerar al comerciante, el secular tendrá que aprender a tolerar  al socialista. El libertario debe tolerar al comunista y viceversa. Hay que tolerar al vecino porque hay que respetarlo. Tenemos que entender que cada persona es libre de decidir su camino en esta vida. Si no aprendemos a vivir los unos con los otros, entonces todo estará perdido. Si no aprendemos a estar con los otros, entonces todos estamos muertos. No sobreviviremos al odio, pues lo único que el odio trae es la violencia y la destrucción. No es una amenaza, es una petición, por favor, encontremos una manera de vivir todos juntos respetando al vecino. Un mundo donde quepan muchos mundos, donde el socialista pueda vivir según sus principios, donde el comerciante pueda dedicarse a crear riqueza, donde los artistas puedan expresarse sin temor alguno. En fin, o vivimos juntos, o no vivimos en lo absoluto. Eso es todo. La comandante Alguien se despide.”

            El congreso aplaudió a Orgonal. Al principio pensé que serían solo los rebeldes, pero había archimandritas y curiosos congregados allí. Saludó a la gente y trató de explicar su filosofía libertaria mientras era empujada por Wersal quien la llevaba a un transporte militar para mandar el comunicado a la Tierra. El edificio estaba protegido por el ejército y la acompañaron hasta una sala de consolas. La computadora del fondo, pasando los cubículos, nunca se apagaba, era el contacto directo con la soviética. La pantalla era de vidrio, no holográfica, y consistía únicamente en un texto rojo. Orgonal tomó asiento y sus seguidores quedaron afuera, estaba sola.
“Marte-Jalrena es libre.” Escribió Orgonal. “Libre del fanatismo de la marxiana, libre del totalitarismo centralizado de la soviética. No es una sociedad de masas, es una sociedad de individuos. Jamás pediremos su asistencia. Si este proyecto fracasa y nos matamos los unos a los otros, si ustedes tenían razón desde el principio, entonces la soviética no habrá perdido nada. Si tenemos razón y Marte-Jalrena se vuelve rica y libre, próspera para sus ciudadanos, no nos expandiremos a la Tierra, ni buscaremos convencerlos de ninguna forma, entonces la soviética tampoco perderá nada. Solo pedimos que nos dejen en paz.”
“Información recibida, procesando...” Orgonal se sorprendió de la velocidad de la comunicación con la soviética. “Convoy militar va en camino, llegará en poco más de un año. La comunicación, desde ahora, quedará desactivada. Fin del comunicado.”

            Orgonal quedó pálida. Por unos momentos, cuando las fuerzas del norte de la ciudad se habían rendido, realmente pensó que podría funcionar. Había estado equivocada. La soviética nunca permitiría que nadie retara su autoridad omnipotente. La marxiana lo había hecho primero, ahora Orgonal había terminado de cortar lazos con la soviética. Todos morirían, no había duda. Salió de la oficina y todos se preocuparon de verla tan pálida. Ordenó que todas las computadoras fueran destruidas y nadie se comunicara con la Tierra. No podía decirles sin causar un pánico generalizado. Orgonal ya tenía suficiente pánico.

            Las siguientes semanas fueron tensas y cansadas. Los sectores del norte, liderados por un grupo de poderosos archimandritas, habían decidido mantenerse fieles al colectivismo. Los archimandritas amenazaban a las juntas directivas de las fábricas para no cambiar ni los salarios ni los precios. Diariamente hacían manifestaciones que desquiciaban el tráfico, tratando de convencer a los demás sectores. Facrin, quien no quería quitar a los soldados de las calles, insistía en la necesidad de reprimirlos un poco, para demostrarles quién mandaba. Orgonal se opuso tajantemente, pero supo que así estaba demostrando una peligrosa debilidad a sus adversarios políticos. Así como la marxiana odiaba al dinero y buscaba eliminarlo, Orgonal odiaba a la política y buscaba eliminarla. La ciudad estaba prácticamente en quiebra debido al socialismo, no podía construir más fábricas, ni más multifamiliares. Era incapaz de mostrarle a sus ciudadanos el esplendor de la prosperidad que podía alcanzarse, aquel esplendor sólo podía venir de ellos.

            La comandante Alguien contaba con el apoyo incondicional de los presos ideológicos, sus tropas y todos los ciudadanos que habían sido oprimidos o perseguidos por no ser socialistas devotos. Aún así, eran una minoría. Las fábricas en el sur, donde el libertarianismo fue mejor recibido, fueron las primeras en evolucionar. Las fábricas adoptaron nombres, en vez de números, y comenzaron a fabricar pequeñas alteraciones a sus productos anteriores. Los ciudadanos de Jalrena se volvían locos por cosas tan sencillas como sillas sostenidas de una sola pata central, puertas con un panel plástico para ver a través de ellas, lámparas de pie que podían usar en sus departamentos y camas más grandes de lo común. Las fábricas del sur fueron las primeras en apreciar la riqueza que venía con la innovación y la competencia. Lentamente las otras fábricas del sur y del este se enriquecieron y se fueron retando mutuamente por el favor de los consumidores.

            Mientras que las fábricas y las tiendas iban cambiando, Orgonal se enfrentaba a retos con su propio gabinete. Grilta, quien había formado la secretaría del crédito, permitía a los ciudadanos guardar su dinero y tomar préstamos. Los ciudadanos estaban entusiasmados con la idea de obtener dinero prestado para irlo pagando poco a poco. Grilta estaba haciendo una fortuna y le ofrecía a Orgonal préstamos para mejorar la ciudad. La comandante no quería aceptarlos, pues consideraba peligroso el que la ciudad se endeudara con una empresa privada. Facrin insistía en un régimen más duro de propiedad privada, aunque intentaba maquillarlo lo que buscaba era mezclar comunismo y mercado libre. Orgonal ya no sabía más que excusa utilizar. Le ordenó que escondieran las centrales de computadoras militares en la recién construida residencia militar. No tenía que decirlo, pero sus propias fuerzas armadas podían volverse un peligro si enojaba demasiado a Facrin. Wersal también resultó ser un problema cuando se alió con el líder sindical Fabrilon para que el gobierno mejorara el estándar de vida de los obreros.
“La gente tiene derecho a decidir sobre el destino de su ciudad.” Decía Wersal en el congreso. “No veo por qué hay que negarles el derecho a la democracia.”
“¿Quieren decidir sobre el destino de su ciudad?” La comandante, quien no había dejado su escritorio al frente del congreso por más de diez horas, ya estaba cansada. “Es un lindo eufemismo para decir que quieren imponer la voluntad de unos sobre la voluntad de otros. No te dejes engañar Wersal, la democracia, como la concebimos comúnmente, es la peor de las dictaduras. Detrás de los conceptos abstractos se esconde el gobierno de las turbas.”
“Quieren mejores salarios y tienen razón.”
“La gente podrá elegir por presidente en unos años, por congreso también, pero no dejaré que aplasten el derecho de unos para satisfacer los deseos de venganza de la mayoría. Piénsalo de esta forma, ¿qué pasaría si la mayoría elige regresar al régimen colectivista?”
“Pues... es su decisión. No somos sus tiranos, ¿o sí?”
“¿Y qué tal de aquellos que no desean regresar a ese régimen porque saben que ese régimen les niega sus derechos? Elegir semejante cosa sería como si entre todos votamos para matar a una persona que nos estorba. Es barbarismo escondido en lindas palabras y buenos motivos.”
“La gente está cansada,” interrumpió Fabrilon “de que el libertarianismo favorezca más a los ricos. ¿La secretaría de construcción? Ahora es la empresa más rica, sus empleados ganan muy poco y controlan un buen trozo de la economía. Los fabricantes de cables, acero, cemento, etc., todos ellos se ven obligados a venderle a precios prácticamente regalados.”
“Primero que nada, esos obreros ganan más que con el colectivismo.” Fabrilon bufó y sonrió hacia las cámaras, obviamente apelando a los espectadores. “En segundo lugar, cualquiera puede hacer su empresa de construcción. No es un monopolio porque tarde o temprano tendrá más compañías que les hagan competencia y los productores de todos esos artículos podrán competir mejor.”
“Eso dijo hace tres semanas, con todo respeto. Prometió que la competencia haría mejores empresas con precios más bajo. Las cuatro constructoras se aliaron en una sola. El pueblo demanda que, aunque sea por esta vez, se ponga de lado de los obreros. Permítame crear un sindicato único de constructores, así habrá mejores salarios y menos trabajo.”
“Lo he repetido mil veces, si los obreros quieren hacerlo adelante, hagan huelgas, busquen negocias, pero no dejaré que usen el vandalismo, al violencia y las amenazas para forzar a los jefes de las constructoras a hacer lo que usted quiera. Si usted, mi estimado Fabrilon quiere abrir su propia empresa, o si los fabricantes de artículos para construir se cansan de este monopolio y hacen su propia empresa, solucionarán el problema sin la necesidad de la violencia.”
“Fabrilon habla por muchos,” explicó Wersal “necesitamos mejor alcantarillado, hacer más calles, construir un nuevo hospital. Es terrible pensar que esta ciudad está casi en la bancarrota pero el general Facrin consigue producir más armas y ampliar el ejército. Me temo que tendremos que subir impuestos. Al menos temporalmente, mientras la economía mejora.”
“No, definitivamente no. El impuesto es robo, y mientras menos robemos mejor. Habrá más dinero público cuando los ciudadanos hagan más riqueza. No cederé a los chantajes de los archimandritas, como veo que tú has hecho, si los archimandritas están enojados quiero que recuerden esto: en la época de la soviética y en la época de la marxiana no podían hacer manifestaciones.”
“Los ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. ¿Cuánto falta antes de que los ricos controlen el poder, si no lo hacen ya, y recomience la lucha de clases?”
“Viene aquí hablando de los pobres obreros, pero no veo que usted, mi estimado Fabrilon, saque dinero de su propia bolsa para dárselos. ¿Es que alguien no ha visto el nuevo departamento que se mandó construir? Es cinco veces más grande que los departamentos de los obreros. Usted lo que quiere es regalar el dinero de los demás como si fuera el suyo propio. Hay desempleo, es cierto, pero nuestro departamento de desempleo ha comenzado programas para darles trabajo en el rubro de servicios públicos y de construcción. Necesitaremos expandirnos hacia la selva, pero no lo haré a costas del dinero de los ciudadanos. Esos trabajadores serán dueños de algo, no serán esclavos de un Estado que encuentra fácil el condenar a millones a la miseria con tal de que los obreros de una fábrica no ganen menos que los demás.”

            Los meses siguientes fueron cruciales. Los ciudadanos de Marte-Jalrena comenzaron a probar las aguas, a explorar las posibilidades que nunca antes habían pensado, pues la soviética las había prohibido por más de un milenio. Muchos de los ciudadanos, además de tener su empleo rutinario, ponían negocios en sus departamentos. Los multifamiliares, que ahora eran tan coloridos como los templos socialistas, muy a pesar de los archimandritas, eran verdaderos mercados. Unos cortaban cabello, otros enseñaban artes, algunos se dedicaban a la decoración, muchos hacían de nanas para aquellas madres que no deseaban regalar sus hijos a los colegios, otros establecían locales para drogarse de Vasum, otros vendían sus cuerpos y, con el paso del tiempo, muchos multifamiliares dejaron de servir como departamentos y comenzaron a funcionar como centros comerciales. Había 27 mil pequeños locales que operaban durante el día. Los archimandritas convencían a sus seguidores de forzar a los prostíbulos y centros de drogas a que cerraran. La comandante fue muy clara, lo que la gente haga con su cuerpo era su problema y de nadie más.

            Muchas familias vendieron sus departamentos a diferentes negocios para tener suficiente dinero y mudarse a edificios más pequeños y con más espacio para ellos. La geografía de la ciudad fue cambiando cada vez más rápida. Nuevos asentamientos a las afueras de la ciudad significaban migraciones de miles de personas. Había innumerables sectores vacíos, con departamentos en construcción para hacer paso a oficinas y comercios. La red de comunicadores sirvió para formar más empresas y como plataformas de libre expresión. Los sectores comunistas fueron reduciéndose en tamaño, luego de que varias cientos de familias evacuaran la zona por un futuro mejor. Los archimandritas hacían hasta lo imposible por retenerlos, pero la ley, por primera vez en mucho tiempo, estaba del lado del ciudadano y no de los archimandritas.

            Aunque la opinión pública comenzó a favorecer a Orgonal, aún quedaban muchas críticas. En sus pocos tiempos de relajación Orgonal imaginaba a Nadie, el valeroso pirata convertido en canciller, que luchaba retóricamente contra monstruos e hipócritas. Había más comida, más dinero y más hospitales que nunca, pero existían ricos y pobres. La polarización inicial se fue paulatinamente reduciendo. La comandante se aseguró de que las leyes le impidieran al gobierno favorecer a una empresa cualquiera en detrimento de otra. Sabía que los ricos, incluso si compraban a los políticos, éstos no tendrían mucho campo de acción. También sabía que las leyes podían ser modificadas a futuro, por lo que ordenó crear placas doradas que serían colocadas en todos los edificios públicos, y una gigantesca en el congreso, que leían: “El objetivo de una constitución no es establecer los derechos del gobierno, sino los derechos de los ciudadanos. Quienquiera que viole estos principios libertarios que sea ejecutado sin dudar.” No sería suficiente, pero era un inicio.

            Jalrena fue pareciendo menos una ciudad y más un país. Los ochenta millones de personas se fueron repartiendo en las extensas tierras más allá de la ciudad original. El monopolio de constructoras no duró mucho, uno de los integrantes se dio cuenta que ganaría más dinero si se separaba de los otros y ofrecía un mejor servicio por menor dinero. Los productores de comida se habían vuelto también un monopolio. De la noche a la mañana el gobierno les había hecho dueños de la subsistencia de todos los ciudadanos. Frente a los elevados precios los ciudadanos encontraron una gran oportunidad de negocios el ir comprándole tierra al gobierno a las afueras de la ciudad y estableciendo granjas y ranchos. Orgonal había encontrado la manera perfecta de salvar a la ciudad de la bancarrota, empezaba a vender los nuevos territorios por una quinta parte del precio que tendrían en la ciudad. Era tan barato que muchos se dieron cuenta que era más factible vivir a las afueras que en la ciudad. En sí mismo era poco dinero, pero se vendía cientos de hectáreas al día, llenando así las arcas del gobierno libertario.

            El creciente ejército de Facrin reportaba continuamente el paso de migrantes desde Felna. Aunque no había comunicación oficial y la marxiana había prohibido que sus ciudadanos se comunicaran mediante la red con los herejes hostiles la gente se enteraba y prefería ser socialista en una casa propia, que un socialista viviendo en ratoneras. Gran parte del esfuerzo de las tropas de la marxiana en la frontera estaban destinadas a evitar la migración masiva. Facrin le comunicó a la comandante Alguien que un espía socialista se había rendido para enviarle un mensaje que únicamente le daría en persona. Orgonal viajó con Wersal hacia la frontera en uno de los nuevos vehículos de uso personal que comenzaba a fabricar la empresa de transporte público.
“Las nuevas casas de ahorro y préstamo,” le explicaba Wersal en el vehículo “exigen un porcentaje alto. Prestan y exigen que sea devuelto casi al doble. La gente quiere que hagas algo al respecto.”
“¿La gente?” Se preguntó Orgonal en voz alta “¿quién es la gente?”
“Pues los que están inconformes.”
“Estos bancos, ¿informan debidamente al cliente de sus tasas de interés o los toman por sorpresa?”
“Lo informan, pero es injusto.”
“Entonces no es fraude, no hay nada que podamos hacer. ¿No será una iniciativa de Grilta? Su banco es el más fuerte, quizás no quiera competencia.”
“¿Desconfías de Grilta?” Wersal estaba sorprendido.
“No, pero es humano el egoísmo.”
“De quien deberías desconfiar es de Facrin, todos saben que planea un golpe de Estado. Han pasado nueve meses y los tanques siguen en la calle. Por no contar que ahora su ejército es del doble de tamaño y de fuerza.” Llegaron a la frontera militarizada y Facrin le presentó al espía. El mensaje era breve, la marxiana quería verlo. La comandante se preguntó qué haría Nadie en esta situación.
“¿Comandante?” Le urgió Facrin.
“Acepto.” Facrin no podía creerlo. “Sí, es peligroso, pero si nos encontramos cerca de la frontera podríamos negociar por medio del holoproyector.”
“La profetiza no usa esas cosas.” Explicó el espía. “Quiere que sea en persona.”
“Que así sea. Dile que la veré en la frontera, entre los tanques. Si ellos empiezan a disparar nosotros también. No creo que hagan nada con su marxiana junto a mí.”

            Regresaron al espía a la frontera y al caer la noche la marxiana aceptó la propuesta. No había visto a su esposa en muchísimo tiempo, y no sabía qué decirle. La amaba, o al menos amaba quien solía ser. Se preguntó si el reverso también era cierto, ¿seguía amándola aún cuando pensaban dos cosas diametralmente diferentes? Incluso si la negociación llegara a nada, al menos tendría la respuesta a esa interrogante. Al amanecer llegó el convoy socialista. Se encontrarían justo en la frontera, en la línea divisora entre individualistas y colectivistas. La marxiana ordenó que se colocara un cubo de plástico para que pudieran hablar en privado. Facrin se aseguró de que el plástico fuese contra balas, en caso que los socialistas usaran francotiradores. Orgonal dejó órdenes estrictas de no atacar, incluso si los tanques socialistas se movían.
“Hola Vamica.” Entró al cubo y se sentó frente a su esposa, del otro lado de una delgada mesa plástica. “Supongo que ya no eres Vamica, eres la marxiana.”
“Tú tampoco eres Orgonal, eres la comandante Alguien.” Vamica acercó sus manos a las de Orgonal. No estaba seguro de tocarla, frente a sus tropas, y la comandante entendió el mensaje. “¿Adónde se va el tiempo esposa mía?”
“No lo sé.” Orgonal suspiró. “¿Alguna vez creíste, mientras dormíamos juntas, que terminaríamos matándonos entre nosotras?”
“Sí, siempre lo supe.” Ambas se miraron a los ojos y rieron. “Nos volvemos locas.”
“Sí, eso es cierto. Nunca te lastimaría Vamica, jamás. Sé que te lastimo haciendo lo que hago, pero no lo hago por eso, espero que lo entiendas.”
“Lo entiendo amor. Estamos en dos lados hostiles, destinados a pelear entre ellos. ¿En qué momento nos separamos tanto que acabamos aquí?”
“No tiene que ser así. Yo jamás daré ninguna orden de atacarte. El bombardeo no fue mi idea, fue uno de mis generales.”
“Sí, lo imaginé.”
“Tampoco nos has atacado a nosotros, así que imagino que piensas lo mismo que yo.”
“Lo hago, pero no creo que el socialismo y el individualismo puedan vivir juntos.”
“¿Por qué no? Si los socialistas que viven en tu ciudad quieren dejarla, ¿por qué tienes que retenerlos contra su voluntad? Hay muchísimos socialistas en Jalrena, son fieles a su credo.”
“No, no lo son. El Hombre tiene que colectivizarse Orgonal, o se matarán entre ellos.”
“Es cuando se colectivizan que se matan entre ellos Vamica.”
“Todo esto es inútil... No cambiaré de opinión y tú tampoco. No creo que quieras devolverme a los socialistas que se cruzan la frontera, y yo jamás permitiré que tus ideas sean siquiera comentadas en mi ciudad. No estoy aquí para eso... Me temo que no tendremos que matarnos entre nosotros, la soviética lo hará. Un convoy militar viene en camino.”
“Sí, lo sé.”
“La caravana se detuvo, no sé porqué. No habrá nada que podamos hacer una vez que lancen una docena de bombas de hidrógeno.”
“Un problema a la vez. Cuando el momento llegue lo pelearemos juntos. Por ahora, necesito saber que no tienes intención de invadirnos.”
“Ninguna, pero no hablo por todos mis generales. Nadie sabe que eres mi esposa.”
“Me alegra que no digas que fui tu esposa.”
“¿Qué hay de ti?”
“Tengo el mismo problema, tengo generales que se mueren de ganas de jugar a la guerra con las vidas de los demás.”
“Que así sea comandante, parece que viviremos en la misma paz insegura... Hasta que la soviética decida que dejemos de vivir.”

            Orgonal regresó al congreso para dar la noticia, la marxiana había prometido paz y Jalrena no rompería esa paz. Los asesores financieros sacaron a relucir el mismo problema que Wersal le había comentado. No había control sobre las casas de ahorro. Orgonal entró a su oficina, Grilta ya le estaba esperando.
“Es más complicado que eso,” Compareció Grilta “prestan del dinero de todos, vacían sus bóvedas hasta casi el mínimo. Cuando muchos clientes quieren retirar su dinero, lo ven perdido. La caja cierra, los dueños salen limpios, van a otro sector y abren otra caja de ahorro.”
“Ya veo, el problema es peor de lo que pensé...”
“Lo es. Los precios han estado subiendo cada mes, los salarios siguen igual y por más que el mercado es libre cada vez pareciera que es más difícil para una familia conseguir su propia casa, un vehículo, poner a sus hijos en la escuela y seguir creciendo. Yo propongo regular a estos bancos pequeños a través de mi banco. Mi banco es el único estable, el único que es lo suficientemente sólido para prestar un poco, con intereses bajos y seguir creciendo. Nuestras opciones de inversión para los clientes son las más estables y las que más rendimiento dan.”
“Todo eso es muy bueno, pero parece que el problema se solucionará solo, cuando los clientes se den cuenta que cuando los bancos ofrecen intereses bajísimos y prestan tanto, es porque usan el dinero de los demás sin ningún ánimo de mantener a la empresa a flote.”
“Orgonal, tienes que regularlos antes de que se salgan de control. No sabemos cuánto dinero hay allá afuera, la gente incluso comienza a comerciar con otra moneda que no es el crédito. Son monedas de Urbalita, no son digitales. Incluso usan bonos de bancos para comprar y pagar salarios. Esos mismos bancos que quiebran, estafan y se van.”
“El que los bancos se comprometan a tener el dinero listo para cuando el cliente lo saque y después rompan su promesa es un claro ejemplo de estafa. Me aseguraré de pasar leyes estrictas en ese sentido. En cuanto a cómo la gente comercia, es su problema. Si usan Urbalita o bonos, es algo que se decide por la mano invisible del mercado.”
“Esa mano invisible a veces es una fantasía mi comandante, en este caso no sirve. La moneda de Urbalita vale menos de un crédito, están siendo estafados a gran escala.”
“Lo pensaré Grilta, pero mientras lo pienso no quiero que nadie obligue a otros por la fuerza de usar cierta moneda sólo porque a ti te conviene. Si la gente usa Urbalita, entonces ofréceles Urbalita.”
“No puedo dar préstamos en Urbalita...” Grilta se dio cuenta que era inútil. Se levantó y salió sin decir más nada. El general Facrin entró a la oficina.
“No seré un especialista en dinero, pero pareciera que  Grilta quiere hacer su propio monopolio. No es tan descabellado.” El general se sentó y se relajó bebiendo de la botella de jugo de naranja que estaba en el escritorio para la comandante. “No sé cómo podíamos vivir sin esto. Si quiere puedo tomar el banco de Grilta, devolverlo al público.”
“Devolverlo al público quiere decir devolverlo al gobierno. Sé a lo que se refiere general, un gobierno más fuerte. Un gobierno que sepa gobernar. Todas esas son justificaciones de los tiranos. Un déspota sabe gobernar y es fuerte, pero la gente deja de tener derechos.”
“Son demasiadas las variables, en la libertad, que pueden crear un desequilibrio...” El comunicador del general comenzó a parpadear. Facrin leyó el mensaje, su sonrisa se esfumó. “Hay un motín en la zona norte. Los socialistas cacharon a varias personas haciendo negocios con los individualistas, trataron de lincharlos, pero mis tropas llegaron a tiempo.”
“Probablemente porque sus tropas están en todas partes.” Se levantaron para salir y el general se detuvo en la puerta.
“Mañana critique mis métodos, pero hoy salvamos vidas.”

            Llegaron a la zona norte en helicóptero. La zona socialista era cada vez más pequeña, y cada vez más explosiva. Todos seguían viviendo en multifamiliares, ganando a veces hasta cuatro veces menos que en las demás zonas. También era la zona con la mayor incidencia criminal, todos los días se ejecutaban arrestos, y con cada arresto los archimandritas se tornaban más agresivos. Cuando Orgonal llegó el asunto ya estaba solucionado, pero había una enorme multitud que le gritaba insultos al ejército.
“¿Qué clase de libertad es ésta, la de morirse de hambre?” Orgonal se paró sobre un vehículo policial y los gritos continuaron. Pensó que bajo el gobierno de la marxiana, ante la presencia del líder nadie se atrevía a decir nada. El problema estaba, le decía Nadie, en que la percibían como una mujer débil que prefería a los ricos.
“Lo único que han logrado son prostitución y drogas.” Gritaba otra voz. De entre la multitud emergió el líder sindical Fabrilon. Orgonal bajó del vehículo para hablar con él.
“¿Por qué obligan a todos a comerciar únicamente con socialistas?”
“Mi querida comandante,” dijo Fabrilon con exagerados ademanes “¿usted cree que están aquí porque unos cuantos obreros traicionaron a su clase? No, están aquí porque tienen hambre.”
“El obrero promedio gana 10 mil créditos al mes, en ésta zona los archimandritas obligan a pagar solamente 4 mil. Si quieren mejores sueldos, que tengan otros trabajos en otras zonas.”
“Usted prometió que podrían vivir como socialistas, sin embargo la compañía de electricidad y agua les cobra como si fueran traidores de clase o burgueses.            Si usted no odia a los obreros, entonces demuéstrelo y baje los precios. Y por favor, no nos salga con el cuento de hadas de que cualquiera puede hacer su propia compañía. ¿Qué obrero de fábrica puede hacer una presa, o una central de carbón? Sólo los burgueses tienen esa clase de dinero.”
“Paguen mejores salarios entonces.”
“Si hacen eso sus fábricas cerrarían y habría aún más desempleados. ¿Qué ocurre, no tiene ninguna solución real? Porque yo sí, mi unión de sindicatos podría tener el poder de mejorar las condiciones de vida de los obreros si se prohíben esos sindicatos burgueses que solo dividen a los obreros a beneficio del patrón.”
“Usted, que dice amar tanto al obrero, ¿por qué le quita el derecho de sindicalizarse con quien quiera? Hoy contamos con su honestidad, pero el día de mañana ¿qué pasará cuando los líderes sindicales sean corruptos, se vendan a los patrones o descuiden sus obligaciones hacia los obreros? Entonces no podrán formar nuevos sindicatos. Al principio, y todos lo saben, los patrones pagaban muy poco a los obreros, pero éstos se unieron, exigieron y a la vez negociaron, ganaron seguros de salud, prestaciones y mejores salarios. Los patrones se dieron cuenta que, a la larga, les resulta más económico el pagar bien, con buenas prestaciones, para tener obreros más felices que producen más y causan menos huelgas y problemas. Ahora quieren robarle al obrero de su mejor arma ¿en nombre de qué? De archimandritas que prefieren pagar miserias antes que dejar que la gente decida por sí misma lo que quiere hacer.”
“Veo que leyó su discurso en la mañana,” se burló Fabrilon, invocando la burla generalizada a la muchedumbre. “no esperábamos menos de alguien tan competente como usted. Ya que se niega a favorecer a los obreros, como siempre, tenemos una solución de libre mercado. He solicitado un préstamo al banco de Grilta para comprar la compañía de electricidad y agua. Los dueños no quieren, pero con una palabra suya estará hecho.”
“Ya veo...” Orgonal tuvo una idea y sonrió. “Parece que es hora de que favorezca a los obreros. ¿Debería favorecer a los obreros que ganan más dinero o a los que ganan menos?”
“¿Me pregunta a mí? Pues creo que es obvio, a los que ganan menos.”
“Perfecto, entonces está hecho. Les compraremos electricidad a los obreros de Felna. Esos obreros son los que menos ganan, en promedio mil créditos mensuales. Hay que demostrar solidaridad con los obreros, de otro modo ¿qué nos queda?”
“Prefiere...” Fabrilon se detuvo en sus palabras y la miró de arriba para abajo antes de volver a hablar. “Prefiere postergar el problema con soluciones burguesas, ya veo.”
“¿Gusta acaso que le diga a los obreros de Felna que no podrán vivir mejor porque los sindicatos de Jalrena se oponen?”
“No, claro que no. Parece que hoy estrecharé su mano.” Estrecharon manos y se miraron a los ojos. Orgonal imaginó a Nadie desenfundando su pistola y disparándole en la cabeza. Orgonal sonrió, Fabrilon no supo porqué.

            Los acuerdos fueron firmados como parte de una campaña entre ambas ciudades de promover las promesas de paz. Orgonal imaginó que la marxiana había accedido más porque era su esposa, que por cuestiones ideológicas. Cuando el acuerdo fue finalizado y los militares establecieron las redes eléctricas que pasarían por la frontera, los ciudadanos compraron su electricidad a menor precio. La compañía de luz y agua perdió mucho dinero, pues gran parte de su presupuesto venía de inversiones privadas. Fabrilon consiguió el préstamo de Grilta y compró la compañía. Las compañías más pequeñas, que carecían de la enorme infraestructura que la soviética había dejado, no podían competir. Los representantes de las compañías comparecieron en el congreso frente a la comandante.
“Competencia justa, es todo lo que pedimos. Justicia. ¿Cómo espera que construyamos una repesa en las cataratas del norte si no tenemos suficiente dinero para la inversión?” Fabrilon estaba en el congreso, Orgonal se sorprendió de estar de acuerdo con él por primera vez.
“Estimada comandante,” se levantó el líder sindical y adoptó su mejor pose política con el pecho inflado y el índice levantado “podrá serle una sorpresa pero concuerdo con los burgueses. Por ésta vez tienen razón, la competencia desleal está en todas partes y es el primer obstáculo que tienen los obreros para superarse. Justicia es lo único que pedimos.”
“Estimado Fabrilon, si usted desea bajar las tarifas de electricidad, adelante. Estoy seguro que el pueblo estaría muy agradecido con usted.”
“No es tan sencillo, la justicia debe extenderse a todos, o a nadie. No hay medias tintas. Hay quienes viven cómodos en casas, mientras son dueños de docenas de departamentos que rentan a comercios y familias, sin embargo las pequeñas empresas no pueden costearse un espacio propio. Hay quienes producen tantas miles de cabezas de ganado que la competencia no puede alcanzarlos. Hay quienes tienen muchas voces en el congreso, muchos grupos de presión, y hay quienes no pueden. Los ricos pueden costearse sus grupos de presión, los obrero no pueden.  ¿Por qué la poca democracia que tenemos está en manos de los ricos?, ¿por qué la justicia es un monopolio de los ricos y un lujo para los pobres? Competencia justa para todos.”
“¿Para todos?” Preguntó Orgonal. “Si establecemos, por ejemplo, que una granja no pueda tener más de mil vacas, ¿qué pasará cuando las pequeñas granjas, las que supuestamente tendrán ventaja de esta competencia justa, lleguen a tener mil vacas? Ellos también tendrán que ser detenidos. Nadie, entonces, podrá tener mil vacas. Aquellos millonarios del ganado le darán la vuelta a la ley, tendrán docenas de pequeñas granjas que, individualmente, tengan poco menos de mil vacas. De ser necesario no todas esas propiedades estarían a sus nombres, una a nombre de un esposo, otra a una esposa, a un hijo, a un amigo, etc. Lo mismo puede decirse de las grandes cadenas de tiendas. Supongamos que la electricidad no puede costar más de, por poner un ejemplo, diez créditos el voltio. El día de mañana, si el ingreso per cápita se incrementa y diez créditos no son nada hasta para el más humilde obrero de fábrica, la compañía no podrá subir el precio y se quedara atascada. Regular la economía tiene dos efectos, por un lado se ejerce la violencia contra ciudadanos, y por el otro lado la gente con menos escrúpulos siempre encuentra la manera de violar esas regulaciones, afectando únicamente a los más honestos.
            “El problema va más allá y todos lo sabemos. Odiamos a aquel que se le ocurre antes una idea y gana una fortuna. Envidiamos su fortuna y pretendemos, con palabras bonitas y frases huecas, llevarlo al altar de inmolación. Sacrificarlo en nombre de la supuesta virtud que es la mediocridad. ¿Por qué no en vez de odiar al rico, aprendemos de él? Este odio a los que tienen más de manera honesta sólo puede tener dos conclusiones trágicas. La primera es que obligaremos a la gente a nunca ser rica. La segunda, y quizás la peor, es que el día de mañana si alguien que odiaba a los ricos se hace rico no tendrá más opción que aceptar las medidas sanguinarias que apoyaba en el pasado. Hablar de los obreros como si todos fueran iguales, pensaran igual y desearan lo mismo no sólo es el resultado de una ignorante generalización, sino que aplasta a los obreros que quizás tienen un segundo salario vendiendo comida, artesanías o rentando su departamento. ¿Habremos de odiar a ese obrero porque no es como los demás? En nombre del amor y al colaboración ¿lo llamaremos traidor? Todo odio implica el amor de su opuesto, y olvidamos fácilmente los frutos del odio.”
            “En cuanto a la política, es peor aún. Si el gobierno se hace más grande, si asume más obligaciones, entonces esos mismos grupos de presión serán más efectivos porque tendrán a más gente a quienes sobornar. Mientras más políticos haya y mientras más funcionarios públicos existan, mayor será la corrupción. El iluminado que esté a cargo de estas regulaciones, ¿qué hará cuando los millonarios del ganado le ofrezcan el equivalente a diez años de su salario, solo para que altere un par de datos en la computadora? Y sé lo que dirán al respecto, que hay que contratar únicamente a gente perfecta, humilde e incorruptible, pero yo les pregunto ¿de dónde saldrán estos santos? Elaborar un sistema previendo que todos en él serán perfectos es el equivalente a cometer suicidio. Es impráctico, es miope y es absurdo el creer que sólo porque habrá ésta o aquella dependencia, esa regulación o ésta otra, entonces la naturaleza humana cambiará mágicamente y ya nadie será egoísta, ni corruptible. Existe otro elemento, aún peor, el gobierno. Primero que nada, la mera idea de gobierno nos debería ser chocante. Si el gobierno tiene que regular cada aspecto de la interacción entre los Hombres, entonces equivale a decir que si dejáramos en completa libertad al Hombre, sin regular sus interacciones, nos mataríamos los unos a los otros. Si eso es cierto, si alguien aquí cree que eso es cierto, entonces les invito a reflexionar, pues entonces no tienen fe alguna en sí mismos o en los demás. Si el Hombre está destinado a su propia destrucción, si el gobierno es necesario, entonces respóndanse esto ¿de qué está hecho el gobierno si no es de Hombres? Es un espejismo aquel que nos invita a pensar que las guerras del pasado eran fruto de la naturaleza humana sin regular. Era el Hombre, dice la Historia oficial, el que mandaba ejército tras ejército para masacrarse mutuamente. Es mentira, eran los gobiernos quienes hacían la guerra, y los Hombres no tenían más opción que aceptar su barbárico régimen. Era el gobierno, quien temiendo al Hombre, buscaba aniquilar al vecino, pensando que el vecino deseaba aniquilarlo a él. Por eso nos debe ser chocante la mera idea del gobierno, porque el gobierno es, fue y será, el peor enemigo del Hombre. No caigan en la falacia común que dice que este o aquel gobierno será  diferente, pues el gobierno desde su misma base es el reflejo de lo peor que hay en el Hombre. El miedo y el odio a sus congéneres. No crean en ningún gobierno, ni siquiera éste, que les diga que por amor a este o aquel se ve obligado a quitarles sus libertades. Una rebelión es más sana, a la larga, que un gobierno que en nombre del amor mantiene la esclavitud invisible de las regulaciones.”
“ Tenemos que entender que una vez que se abren más dependencias, que se regulan más cosas o se adquieren más responsabilidades, entonces el gobierno crece para siempre. El gobierno no puede achicarse de nuevo, pues el gobierno a diferencia de una empresa privada, puede emplear el uso de la violencia. Si abrimos un departamento de competencia justa ya nunca más lo cerraremos, pues aquellos servidores públicos sobornarán y extorsionarán para que su salario y presupuesto se justifique. El pueblo, incluyendo a esos obreros pobres que quieren defender, se vuelve cautivo, pagando cada vez más impuestos. Las burocracias no se hacen más pequeñas, solo más grandes. Incluso si creáramos el departamento de achicamiento de burocracias ésta sería en sí misma una burocracia con inmenso poder político que respondería a voluntades ajenas al gobierno y a los votantes. El gobierno es un mal, no es un bien. No tenemos que pensar en maneras de hacer que el gobierno tenga más responsabilidades, sino al contrario, que el gobierno tenga menos responsabilidades hasta que finalmente deje de existir.”
“Parece que el asunto queda zanjado.” Dijo Wersal. “Estando de acuerdo no tengo nada que agregar. Se cierra la sesión hasta mañana.”
“Vaya día.” Dijo Orgonal cuando se encontraron en privado. “Odio la política.”
“En cierto modo ellos tienen razón Orgonal, no puedes hacerlo todo tú sola. No es justo. Ese Fabrilon seguramente es un espía, pero habría que ponerlo a votación. La gente tiene derecho a expresarse y decidir cómo quieren que sea su país.”
“La democracia que no lleva a la libertad es demagogia. Si alguien quiere vivir bajo una dictadura, que lo haga. Ya lo hemos hablado Wersal, ¿cuánto tiempo pasará antes de que los socialistas ganen la mayoría y obliguen a todos a vivir de cierta forma?”
“Lo sé, créeme que lo sé. Lo único que digo es que no hay porqué ser tan radicales. Los extremos se tocan, no lo olvides.”
“Éstos no. ¿Cómo la falta de gobierno y el exceso de gobierno se tocan? Eso es todo lo que la política es, un montón de frases huecas.”
“La gente puede sacrificar un poco de su prosperidad para ayudar a las clases más bajas.”
“¿Y si no quiere sacrificar su felicidad por ellos?”
“Tendrán que hacerlo, es la única manera. De otro modo regresaremos a la lucha de clases, los pobres se irán haciendo cada vez más pobres, los patrones encontrarán la manera de hacerse del poder. Los pobres se unirán y harán la revolución. Serán engañados de alguna forma y surgirá la dictadura nuevamente. ¿Es que estamos destinados a repetir el ciclo una y otra vez?”
“No pasará. ¿Realmente crees que la soviética subió al poder porque los pobres se alzaron en armas y la pusieron ahí? Subió al poder porque un montón de millonarios poderosos encontraron que trabajar para el pueblo deja mucho dinero y mucho poder. Gente como Fabrilon, dispuestos a traicionar a sus obreros por un poco más de poder. Los ricos no se harán del poder político porque no habrá poder político. La marxiana se equivoca, no hay que repartir la riqueza, hay que crearla para que se reparta naturalmente. Lo que hay que repartir es el poder. Repartirlo entre tantos millones de personas que sea vuelva virtualmente inexistente.”
“¿Y cómo supones que se puede hacer eso sin formar partidos políticos, como en cualquier democracia?” Orgonal se desplomó sobre su silla y Wersal se mantuvo de pie sosteniéndose del respaldo de una silla. Orgonal abrió una botella de jugo de naranja y le dio un buen trago.
“¿Quieres mi respuesta honesta? No lo sé. El poder del gobierno se limita ahora mismo al sistema judicial, los bomberos, construcción de calles y sistema de cloacas, algunos hospitales para los pobres, tres escuelas y el ejército. Sé que el servicio de los bomberos puede existir en empresas privadas. Lo mismo las escuelas. Pero el ejército y el sistema judicial... No tengo idea. Parece que el único monopolio del Estado será la violencia.”
“Te doy un consejo, crea ese banco central. Sé que es regular la economía, pero tiene sentido. No existen economistas, no sabemos qué pasará en el futuro. Sé que has pensado en esto por más de treinta años, afinando los detalles, pero aún así. Me preocupan los precios que siguen subiendo, la gente gana lo mismo, muchas empresas ya subieron sueldos, pero de nada les sirve. Son esos bancos pequeños, deja que Graltin los regula, que ella decida qué moneda se usa y cuánto se presta. Es sólo regular su valor, no veo cómo el individuo es afectado, hablamos de dinero.”
“El dinero es una extensión de su voluntad, por supuesto que se afecta. ¿Tú no crees que Grilta lo hace para su propio beneficio personal?”
“Sí, pero eso no significa que esté equivocada. Te sería buena aliada, aún sabiendo sus intenciones.”
“¿Qué extraña maldición cayó sobre mi familia? Mi esposo Rando es el demagogo más importante de la Tierra, Rashide cambió para siempre después de la escuela de cuadros. Vamica... bueno, Vamica se radicalizó un poquito más y yo terminé de comandante pirata que conquista y crea su propio mundo.”
“No tienes porqué crearlo sola, es todo lo que digo.”
“¿Sola?” Orgonal miró a la esquina, donde Nadie le sonreía y guiñaba el ojo. “No estoy sola.”

            La comandante Alguien pasó los siguientes días visitando los asentamientos en el este. Jalrena ya no era una ciudad, era un país. Las calles estaban atestadas de autos, los multifamiliares eran ruidosos y repletos de caótica vida, había carteles de tiendas por todas partes y todo lo que antes era ordenado ahora era una desorganización extrema. Aún así, a Orgonal le gustaba y, por lo que veía en las ciudades nacientes, a mucha gente le gustaba también. En el este y en el sur se concentraban las multitudes que más lo apoyaban, entre ellos muchos socialistas. Observó que nacían nuevas tecnologías, la mayoría centradas en la electricidad. El costo de la electricidad por hidroeléctricas era muy elevado, y las plantas disruptoras de núcleo habían sido desactivadas, por lo que mucha gente comenzaba a experimentar. Se alegró de ver hectáreas completas de extraños molinos que, empujados por el viento, producían electricidad. Muchas de las casas contaban con celdas solares también, luchando así contra la dependencia de la electricidad de la compañía de electricidad y agua. Marte carecía de petróleo, por lo que el plástico comenzaba a ser caro. Notó que habían cada vez más artículos de metal, que sobraba en Jalrena, y de madera. En el norte le mostraron la primera imprenta de libros. Las antiguas enseñanzas de que leer era un vicio de la burguesía que debía ser exterminado, se habían olvidado. Recordó las cientos de hojas de historias sobre el capitán Nadie que habían quedado en la Tierra, seguramente destruidas por la soviética.

            Los días de viajar entre sus seguidores terminaron abruptamente cuando se suscitó una matanza en la frontera. Sin una ley que lo prohibiera, muchos ciudadanos establecían mercados cerca de la frontera militarizada. El ejército trataba de impedirlo, pero no podía hacerlo. Los socialistas de Felna cruzaban la frontera ilegalmente y compraban artículos para toda su familia. Los soldados del general Facrin a veces cobraban tributo a los mercaderes para dejar pasar a sus clientes. Al parecer el ejército marxiano se enteró de ello, pues cuando un grupo de socialistas era deportado de vuelta, con mercancía escondida entre sus maletas, abrieron fuego contra su propia gente. Los soldados del general Facrin comenzaron una movilización masiva, activando a los bombarderos que sobrevolaban el área a pocos metros de los bombarderos marxianos.
“General, ¿quién le dijo que activara esos bombarderos? Ahora los marxianos lo han hecho también, ¿y si esa misma locura que los hizo matar a sus propios ciudadanos los lleva a atacarnos?”
“Es necesario, hay más en este asunto que esa masacre.”
“Espero que sea algo que explique por qué intensificó la vigilancia en Jalrena. Odio tener que decírselo, pero algunos de sus soldados tienden a emborracharse de poder.”
“Tengo razones para creer que hay una conjura socialista, mire esto.” Facrin le mostró la pantalla de su comunicador y abrió un archivo. En la imagen pudo ver a Fabrilon comiendo en la calle con Wersal. El general subió el volumen para que pudiera escucharlo.
“Se cree tan santa porque habla de la libertad, pero tiene a sus cachorros militares en cada esquina.” Decía Fabrilon mientras comía un pan y bebía de una botella. “Está enamorada del poder.”
“Dice que la burguesía nunca tendrá el poder, pero ella es burguesa.”
“Me alegra que estemos de acuerdo en algo Wersal.”
“Estamos de acuerdo en algo más que eso. Me arrepiento de no haberte defendido en el congreso para apoyar esas regulaciones. Esos soldados son lo único que detienen a los millones de proletarios de alzarse al poder. Semejante cosa nos regresará a la dictadura.”
“Hay maneras, usted que es ministro del interior lo sabe perfectamente.”
“Un partido político sindicalista, eso creo yo.” Wersal terminó su botella y la tiró a la basura. “Pero las elecciones no serán suficiente, si sabe a lo que me refiero.”
“Usted me coloca ahí, yo pongo a los obreros en la calle.” El video terminó y Orgonal respiró profundo. El general Facrin suspiró y se quitó el sudor con un pañuelo.
“¿Ve a lo que me refiero? No quiero poner a Jalrena en estado de sitio, pero no podemos quedarnos quietos mucho tiempo.”
“Tiene razón general, pero si hay una conjura ésta tiene que venir de Felna. Los socialistas del norte de Jalrena no tienen ni el dinero ni los números para convertirse en un verdadero problema.” Orgonal salió de la tienda militar y miró pasar los vehículos y soldados.  “La marxiana ya nos está vendiendo electricidad, ellos sí mantienen los disruptores de núcleo. Yo he visto lo que puede pasar, me niego a ponerlos en funcionamiento. La marxiana está usando esto como excusa, se hace pasar por pacifista mientras su ejército manda dinero y órdenes a los traidores locales.”
“¿Qué quiere hacer?”
“Seguirles el juego. Mande la comunicación, me quiero ver con la marxiana. En su territorio.” El general quiso protestar, pero Orgonal le detuvo. “No lo harán. No se atreverían, no así. Ya apostaron por Fabrilon y sus provocadores, se quedarán con ese plan.”
“Puedo hacerlo desaparecer. Parecería un accidente. A ambos.”
“No, aún no. Arruinaría nuestra estrategia. Si los tenemos cerca los podemos vigilar, si los alejamos no podremos hacerlo y, si los matamos, no sabremos quiénes serán sus sucesores. Procure información, pero dentro del marco de la ley. Nada de vigilancia, las cámaras ya no están. Sé  que eso nos hubiera servido perfectamente en ésta ocasión, pero ni modo.”

            La marxiana aceptó y prometió su seguridad. Orgonal fue escoltada por una cuadrilla libertaria y dos tanques marxianos hasta llegar al templo mayor. Durante el trayecto no dejó de asombrarse de los pésimos estándares de vidas. No había pintura, los transportes se estaban cayendo en pedazos, casi no había ventanas completas, las ropas de la gente eran de pésima calidad y aunque todo estaba estrictamente organizado, le pareció más un cementerio que una ciudad. Se aseguró que su cuadrilla grabara cada momento, le sería una herramienta útil para la política en Jalrena. Entraron al templo mayor sin agachar la cabeza y Orgonal fue escoltado, a través de una enorme escalera de brillante Urbalita, hacia la cámara principal. La marxiana se encontraba sentada en un trono esculpido de Urbalita, vestía telas rojas y sostenía un báculo. Con un gesto alejó a la escolta y Orgonal quedó de pie, sin saber donde sentarse.
“Supongo que hay micrófonos aquí.” La marxiana asintió.
“Sólo por ésta vez, mis asesores de seguridad temían que trataras de atacarme.”
“Entiendo. Vi que la prensa nos siguió desde la frontera. Debes estar sacando una buena tajada política a todo esto. No te culpo, yo también. El negocio de la electricidad es bueno, mucha gente se beneficiará de eso. Estamos interesados en continuar el trato y, por supuesto, siéntete libre de vendernos lo que quieras.”
“No pienses que soy tan ingenua. No abriré mis fronteras para que tus burgueses vengan a saquearnos. No existe tal interdependencia, como muestra tu bandera de tres círculos conectados, sólo existe la dependencia. Si negociamos con ustedes en todos los niveles, perderemos más de lo que ganamos. Espero que entiendas la lógica de mi decisión.”
“Lo hago. No quiero forzarte a abrir tus fronteras, ni lo haré. Pero la economía de mercado funciona, ambas partes ganan.”
“Eres tú la que es ingenua, los has liberado a fuerzas. ¿Quién te eligió a ti libertadora? Nadie, eres tan arbitraria como la soviética. ¿Y qué pasará cuando tu economía se colapse por sus contradicciones inherentes y la gente quiera un gobierno socialista que los proteja de los ricos?, ¿acaso usarás tu ejército para masacrarlos y obligarlos a ser libertarios aunque no quieran?”
“Mientras haya un solo aliento de vida en mi cuerpo lucharé con todo lo que tenga para evitar que unos ejerzan su voluntad sobre otros a partir de la violencia. Nadie tiene la libertad de oprimir a otros, no importa que ideal tengan. Ni los socialistas, ni los millonarios, ni nadie.”
“Orgonal, tu fantasía no durará mucho. Los ricos le ponen el precio que quieren a sus productos y obligan a los otros a comprarlos. Y sí, los obligan, crean una cultura de consumo, una cultura materialista que los impele a comprar cada vez más.”
“¿Vamos a estar discutiendo esto para siempre? Tu ciudad es una ruina, tu gente es esclava y tu economía es un desastre. ¿Todos ganan lo mismo? Es un acto de crueldad.”
“El colectivismo funciona. De hecho hace poco pedimos un préstamo al banco de Grilta para construir un nuevo hospital y saldar unas deudas. Lo pagaremos con electricidad.”
“¿Y cuando ya no tengan electricidad o nosotros ya no la necesitemos?”
“Puedes irte. Me vuelves loca Orgonal, te juro que me vuelves loca.”
“Tú también Va... Marxiana, tú también.”

            Al regresar a Jalrena se enfrentó con más manifestantes sindicalistas que exigían un partido político que los representara, para defenderlos de los patrones. Orgonal mostró las grabaciones de la vida diaria en Felna, más allá de la tendenciosa propaganda que se repartía en el norte. El impacto de la grabación fue suficiente, se salvaría por un día más. Firmó acuerdos con los socialistas de Felna en los días venideros y resolvió disputas entre compañías. Por unos momentos pensó que podría pasar unas semanas tranquila, pero se equivocaba. Un grupo de empresarios pidió hablar con ella de inmediato. Wersal les hizo pasar cuando se enteró del problema. Los hombres trabajaban en “Woltran índices”, una compañía que llevaba registro de las carteras de inversiones y crecimiento de empresas. La comandante se acomodó en su silla, sabiendo que no podía ser bueno.
“Como puede ver en esta gráfica,” la gráfica mostraba picos y valles cada vez más pronunciados, hasta una caída libre. “la inversión general en Jalrena ha descendido drásticamente.”
“¿A qué se refiere?”
“Puesto simplemente, la gente no sólo ha dejado de invertir, sino que viendo la tendencia negativa del mercado ha vendido sus inversiones a precios regalados. Ayer quebró la constructora Felna, la más grande de la ciudad con casi mil empleados. Hace tres semanas quebraron las principales compañías de muebles y producción de comida y la lista sigue.”
“Espere, espere, ¿estaban gastando más de lo que producían cuando la gente dejó de invertir en ellos y cayeron en la bancarrota? Entiendo que eso pase con una cuantas compañías, es un error común el gastar lo que no se tiene, pero ¿por qué están quebrando tantas empresas tan grandes?”
“Bueno, como usted sabe este problema no ha existido por más de 1978 años, no existe nada escrito sobre el tema y, la verdad, no sabemos exactamente lo que ocurrió.” El expositor tomó asiento y Orgonal esperó a que continuara, pero realmente no sabía qué decir. “Si quiere le puedo dar mi opinión profesional, pero tenga en cuenta que he estado trabajando en esto menos de un año, yo solía ser contador en la secretaría de créditos. En mi opinión lo que pasó fue el invertir se puso de moda, las ganancias eran cada vez mayores, así que más gente invirtió. El mercado de venta de inversiones se elevó, todos compraban opciones de inversión, pensando que subiría para siempre. La verdad es que todos pensamos que la prosperidad aumentaría infinitamente, seguramente usted también. Cuando esas opciones se hicieron demasiado caras la gente dejó de comprar, se volvieron menos atractivas, bajó su precio y todos comenzaron a vender, antes de que bajaran aún más el precio. Finalmente, valieron tan poco que la gente las vendió por centavos y perdieron lo que tenían. Las empresas perdieron gran parte de su ingreso, no pudieron pagar sus salarios y se vinieron abajo.”
“Sí, eso es lo que parece... No pensé que esto fuera a ocurrir.” Se abrió una botella de jugo de naranja y ordenó sus pensamientos. “Tenían que haber habido señales... No pudo pasar de la noche a la mañana, ¿qué me dice del alza continua de precios? Los precios subían, los salarios no.”
“Sí, la moneda se... no sé cómo llamarlo... se depreció. Dejó de valer lo mismo. Lo que antes podía comprar diez créditos, ahora se necesitaban quince.”
“¿Tienen un índice de los precios de productos básicos?”
“Sí, pero no está finalizado. Muestra que los precios subieron hasta ser demasiado caros y acompañar a esa alza de precios de inversión. Pero no lo entiendo, la economía no estaba regulada, ¿qué ocurrió?”
“No tengo idea, pero ahora tenemos a miles de desempleados.”
“Millones.”
“Gracias, ahora me siento mejor.” Escucharon las protestas afuera del congreso. “Prácticamente viven afuera a estas alturas. Tengo que salir a soportar sus insultos y tratar de maquillar la situación. Por favor, ¿tienen algún consejo económico?”
“Parece ser un ajuste natural del mercado. No es el fin del mundo, nos sobrepondremos, después de todo ahora que las opciones de inversión han bajado tanto, son baratas de nuevo y la gente compra barato y vende caro. Sin embargo, aunque el mercado se cure solo, es probable que vuelva a pasar.”
“Por el bien de todos nosotros, esperemos que no pase de nuevo.” Orgonal salió de su oficina para enfrentarse a los manifestantes fuera del congreso. Por un segundo pensó que no valía la pena, todos estarían muertos cuando llegara el convoy militar, en cuestión de meses. Sería mejor permitirle al general Facrin incrementar el tamaño del ejército, dedicar toda la economía a la producción militar y montar la mejor defensa posible. Se detuvo entre los escritorios que solían pertenecer a los congresistas de la soviética y miró hacia sus colaboradores en el otro extremo del edificio para luego ver hacia las muchedumbres que Fabrilon congregaba. Eran todos humanos, independientemente de sus ideas políticas. Eran personas que la soviética estaba dispuesta a eliminar. Orgonal pensó que les debía, cuando menos, la oportunidad de vivir, aunque fuera por un tiempo limitado, libres de pensar como quisieran antes de ser reducidos a cenizas.
“El capitalismo es cíclico,” gritaba Fabrilon por un altavoz “la aparente riqueza se pierde, los ricos siguen ricos pero los pobres son cada vez más pobres.”
“Es un ajuste temporal del mercado,” trató de explicar Orgonal “los precios no suben hasta el infinito, bajan de nuevo.”
“¿Pero cómo puede ser, estimada comandante, si los precios se establecen por oferta y demanda? Pareciera que nos quiere hacer creer que de pronto ya nadie demanda nada.”
“Es un poco más complejo que eso. Lo importante es que la crisis es temporal, trataremos de cubrir a la mayor cantidad de desempleados posibles con nuestros programas de empleo sustentable y les puedo prometer que todo regresará a la normalidad.”

            La situación era peor de lo que había pensado. Las tasas de interés habían subido al máximo, la gente no podía pagarlas y se veía en la necesidad de vender todo lo que tenían. Los bancos no podían sostenerse y empezaban a quebrar. Las nuevas empresas, que necesitaban de préstamos, no podían mantenerse y quebraron también. Una tras otra fueron cayendo como fichas después de que los bancos quebraran. El banco de Grilta, llamado el Banco de Jalrena, fue de los pocos que sobrevivieron, aunque tuvo que elevar sus tasas de interés al doble y vio cómo muchos de sus clientes retiraban su dinero por montones.

            En las semanas siguientes la situación empeoró. El crimen se había disparado a un máximo histórico, los multifamiliares formaban ahora ciudades fantasmas repletas de prostitutas y criminales. De los ochenta millones de habitantes había al menos 8 o 9 desempleados. Los manifestantes se iban sumando y ahora prácticamente acampaban en el congreso.
“Tienes que hacer algo,” le argumentaba Wersal “tienes que rescatar a los bancos.”
“No puedo, estoy gastando casi todo lo que tenemos en los programas de desempleo. Aún tenemos miles de kilómetros de superficie marciana que habitar, podemos establecer a gran parte de los desempleados en pequeñas empresas. El gobierno las financiará en su primer año.”
“El déficit bancario es de más de treinta millones de créditos. Les tomará años poder recuperarse. La gente no tiene años comandante Alguien, no tiene mucho.”
“Tiene mucho menos que eso.” Dijo Orgonal en voz baja. “Ellos prestan hasta lo que no tienen, después van a ti para quejarse y pedirme dinero. Pero no es mi dinero, es dinero de los contribuyentes. A ti que te gusta la democracia, ¿por qué no les preguntas si les gustaría que prestáramos su dinero a esos gordos banqueros? Y te aseguro que esos banqueros no se están quedando pobres, que usen su propio dinero. Si tanto les preocupa el asunto, que se unan y rescaten las que puedan. Diles eso.”
“Lo haré, pero no podemos hacer esa votación.”
“¿Por qué no? Ya lo hemos hecho antes, les preguntamos si querían más carreteras al oeste, que reemplazáramos el alcantarillado de toda la zona sur, que financiáramos laboratorios para encontrar nuevas formas de energía. Es la única democracia que me gusta.”
“En este momento la gente dirá que no, pero se equivocan.”
“¿Entonces la gente sabe lo que hace cuando elige a un tirano pero no sabe lo que hace cuando se trata de su propio dinero? Eres un gran demócrata Wersal. Mi respuesta es no.” Orgonal se puso de pie y le señaló la puerta. “Y otra cosa, esa votación no era opcional, es una orden. Pregúntales si quieren que desviemos recursos de los programas de empleo sustentable para salvar a los bancos de modo que las tasas de interés bajen y puedan pagar sus deudas. No lo maquilles, pregúntalo así.”
“Estás cometiendo un error.” Dijo Wersal mientras salía y el general Facrin entraba cargando un pequeño holoproyector.
“¿Problemas?”
“¿Acaso hay algo más?” El general se sentó y encendió el aparato.
“¿Qué quería nuestro leal e incorruptible secretario del interior?”
“Regulaciones y regalar el dinero de los contribuyentes para salvar a ricos y gordos banqueros que construyeron sus fortunas con lo que no era suyo. Lo usual. ¿Qué me trae aquí?”
“Sé que lo que estoy a punto de decirle podrá sonar extremo, pero le pido que me escuche con paciencia.” El proyector mostró un mapa detallado de Felna, resaltando la frontera, las bases militares y los edificios de gobierno. “Como usted ya sabe, o se imagina, existe un grupo numeroso de ciudadanos y militares que son de la opinión que Felna debe ser liberada.”
“Ahora entiendo porqué me pidió paciencia. Continúe.”
“Felna tiene alrededor de 60 millones de habitantes que prácticamente viven en la miseria. Pongamos el asunto ideológico a un lado, son sesenta millones de consumidores. Sesenta millones de personas que estarían encantadas de comprar lo que sea y trabajar por el salario que sea. Nos salvaría de esta crisis, por no contar con todas sus fábricas, su central disruptora del núcleo y su considerable arsenal armamentístico. Sé que la idea le parecerá abominable en un principio, pero medítelo desde el punto de vista nuestro contexto actual. Tenga en cuenta también que la marxiana nos invadirá tarde o temprano, ésta crisis pudo haber sido resultado de su influencia en nuestra ciudad, y es la oportunidad perfecta para atacarnos cuando la moral está más baja que nunca.”
“¿Cuánta gente moriría?”
“¿Un estimado conservador?”
“No, el realista. No maquille números.”
“Alrededor de dos millones. Tenemos mejores armas que ellos, más misiles y con mejor tecnología. Lo único que tienen a su favor es el fanatismo y el Estado totalitario.”
“Dos millones...” Imaginó al capitán Nadie sentado sobre el sillón al fondo negando con la cabeza. Orgonal repetía el número mientras miraba a su amigo imaginario sentado detrás del general. “Acepto, pero con condiciones. Tenemos que armar a la ciudadanía.”
“¿Disculpe?”
“Es la misma situación que en la nave, si recuerda la tripulación que no era militar peleó junto con todos ustedes y conmigo. Una bala de un hombre poco entrenado es igual de efectiva que la de un militar de carrera. La marxiana invadirá, no hay duda, pero si nuestra población está armada no tendremos que preocuparnos de debilitar nuestra presencia militar en Felna para rescatarlos.”
“Entiendo, es buena idea, pero ¿no cree que se matarán entre ellos?”
“Habrá más de un desquiciado, pero la policía también está armada. Además, si alguien planea robar su casa e imagina que tiene un arma, se lo piensa dos veces, incluso si ese ladrón también tiene un arma. Es una cuestión de sobrevivencia, usted no se metería a una pelea de borrachos con otro hombre armado, sabe que le puede disparar.”
“Está bien, ¿cuáles son sus otras condiciones?”
“Nadie puede saber que invadiremos Felna, al público le diremos que tenemos información de una posible invasión. La historia oficial será que, ahora que estamos debilitados, somos un objetivo fácil para el ejército marxiano. Es mi única otra condición.”
“Convenido, pero hay un problema. Nuestras fábricas de armamento están prácticamente en la bancarrota, no podemos costearles armas a los ciudadanos.”
“Quiero una pistola por familia, cuando menos. En cada zona de la ciudad, y en cada poblado, quiero un arsenal y un pequeño destacamento militar para protegerlo y repartirlo en caso de emergencia. Por el dinero no se preocupe, le pediremos un préstamo a Grilta.”

            Al día siguiente la comandante Alguien visitó a Grilta en su alta torre del Banco de Jalrena. Grilta vestía uno de los nuevos modelos de ropa que eran de una sola pieza y que estaban de moda. La comandante aún usaba ropas militares. Se sentó al otro extremo del largo escritorio, en un cómodo sillón negro. Grilta miraba por la ventana hacia la ciudad mientras bebía una infusión caliente.
“Es prácticamente un país,” dijo la banquera “¿has visitado los poblados del este? Son ciudades completas. No extraño las épocas en que los ochenta millones de personas vivíamos encerrados en ciudades gigantescas. Todas las ciudades iguales....”
“Yo tampoco lo extraño, por eso te pido el préstamo. Sabes que puedo pagarlo, soy muy cuidadosa con las finanzas públicas. Te pagaré del presupuesto militar, una vez completada la operación.”
“No te preocupes por los eufemismos, sé guardar un secreto. La invasión de Felna no saldrá de mi boca. No me preocupa que puedas pagarlo, sé que lo harás, es otra cosa.”
“El rescate bancario.” Grilta se sentó en su sillón y asintió con la cabeza. “Los contribuyentes han hablado, según revisé mi comunicador en el elevador más del 70 por ciento se opone.”
“Cuando todo era prosperidad la gente nos amaba, cuando hay problemas, nos odian. Son ingratos de verdad.”
“La prosperidad viene del trabajo y la creación de riqueza, no de pedir prestado, eso es deuda.”
“No te ofendas Orgonal, pero estás siendo ingenua. ¿Realmente creías que tu idea de un mercado de propiedad privada es suficiente para generar tanta riqueza? Por favor... ¿honestamente pensabas que esa explosión de prosperidad que ocurrió en cuestión de meses venía únicamente de eso?”
“¿De dónde va a venir, si no?”
“De nosotros. ¿Qué crees que es un préstamo? No es nada más una deuda que hay que pagar, un banco no es tu vecino que te presta cincuenta créditos y se los devuelves mañana. Prestamos dinero de las cuentas, un poco de cada cuenta y tenemos una reserva para reponerlo en caso de emergencia. Eso fue lo que ordenaste cuando tipificaste a las cajas de ahorros como fraudulentas por prestar todo lo que había en las cuentas de los demás. Gran parte de los préstamos viene de dinero que no existe, se imprime el billete o se crea digitalmente. Cuando se devuelve el préstamo, ese dinero fabricado se vuelve verdadera riqueza. Los bancos, Orgonal, son los que producen riqueza. Nos necesitas más de lo que necesitas al ejército, nosotros somos quienes damos la prosperidad. De cada diez créditos prestados cuatro provienen de otras cuentas, y seis es dinero creado digitalmente.”
“Ahora la gente no devuelve lo prestado y ese dinero... carece de valor.”
“Ahora entiendes el problema. Tienen que devolver el préstamo con intereses, porque esos intereses absorben el valor del dinero fabricado. Es una falla del capitalismo que nadie había previsto porque nunca lo habíamos intentado. Gran parte de los bancos me piden prestado, otro gran número hace lo mismo y así sobrevive. ¿Entiendes la relevancia del asunto?”
“Tienes razón... No lo entendí cuando querías hacer un banco central que regulara a los otros bancos. No puedo darte el rescate financiero que pides, pero cuando Felna esté bajo nuestro control y toda Marte sea libertaria, tendrás mucho espacio para expandirte. Serás el banco del gobierno para evitar que estas crisis vuelvan a ocurrir. ¿Tenemos un acuerdo?”
“Orgonal,” Grilta le dio la mano cuando ambos se pusieron de pie “tenemos un acuerdo.”

            El proceso de armar a la población fue lento y difícil. Los rumores de una inminente invasión habían facilitado el asunto. Las poblaciones al sur, las más ricas, fueron las más difíciles. En la ciudad llamada “Nueva Ralia” se había establecido una especie de congreso, donde los ciudadanos voluntariamente pagaban una prima para decidir, por votaciones de todos los contribuyentes, cómo podían invertir el dinero, como una forma de cortar la dependencia al gobierno. Orgonal lo había aceptado con mucho gusto, ahora ellos casi no pagaban impuestos, pero se financiaban sus propias construcciones y servicios. Por voto casi unánime había elegido a un vocero que recibió a Orgonal en su congreso. Éste congreso era más pequeño que el de Jalrena, pero mucho más lujoso.
“La tasa de criminalidad ha subido en estos últimos días.”
“Lo entiendo vocero, pero empezó a subir con la crisis y la creciente tasa de desempleo. Es natural que algunos usen esas armas para facilitar sus operaciones criminales, pero no todos actúan de esa forma. Si alguien armado quiere cometer un delito ahora se lo pensará dos veces, porque su víctima probablemente estará armada también.”
“Creo que cada persona tiene el derecho de decidir si acepta o no esas armas. Es una clara violación de los principios libertarios. Por no contar que aquí en Nueva Ralia no confiamos ni en sus bancos, ni en sus ejércitos. Si esta presión continua, no tendremos más opción que separarnos.”
“Primero que nada, es una situación extraordinaria y si alguien no quiere el arma que se les está dando por familia pueden tirarla a la basura. En segundo lugar, ¿secesión?”
“Sí, eso es lo que dije.”
“¿Qué tanto pueden secesionar si estamos tan interconectados por medio del comercio? Si no quieren ondear nuestra bandera y si quieren formar su propio sistema judicial, adelante. Siempre y cuando preserven el espíritu libertario de no-agresión, no me opongo.”
“Comandante,” el vocero se levantó y le tendió la mano “lo discutiremos entre nosotros, pero por ahora y mientras ésta crisis con los socialistas pasa, estamos con usted.”

            Aunque con muchas críticas, el proceso de armamiento ciudadano se completó exitosamente. Orgonal esperaba que Fabrilon tuviera alguna protesta qué hacer, pero no la hizo. El sindicalista aceptó la propuesta como una excusa para armar a los obreros para la eventual revolución proletaria cuando, según sus palabras, “las necesidades históricas se cumplan y las contradicciones clasistas los obliguen”. La mayoría estaba de acuerdo con estar armada y preparada, pero esa misma mayoría estaba en contra de la guerra. La revolución libertaria no había sido hacía tanto tiempo y los temores continuaban. Habían logrado vivir una época de prosperidad y paz, y nadie quería regresar a la violencia.
“Todo el mundo lo sabe.” Discutía Wersal mientras viajaban en el denso tráfico de la tarde hacia la central sindical. “Nadie lo dice en voz alta, pero está en la red de comunicadores por todas partes. Están planeando una guerra.”
“No seas absurdo, es una medida preventiva. Tenemos razones para creer que las fuerzas socialistas están conspirando en nuestro país. No podemos torturar a nadie, pero podemos prepararnos.”
“Una guerra en este momento sería catastrófica, ¿cómo podremos asimilar a tantas millones de personas a nuestra economía en crisis?” Llegaron, pero no se bajaron del vehículo y sus guardias esperaron pacientemente en la calle. “Espera un segundo... ¿no estarán planeando una guerra para solucionar las fallas del capitalismo, o sí?”
“Me insulta que pienses eso.” Orgonal bajó del auto y se acercó al guardia. “Que sea trasladado a la residencia militar y que no salga de ahí. Háganlo calladamente, pero no lo lastimen.”
“Sí mi comandante.” Se llevaron a Wersal mientras Orgonal era acompañada a la oficina de Fabrilon. Encontró al líder sindical esperándole sentado sobre su escritorio.
“Comandante Alguien, un gusto como siempre.” Orgonal permaneció de pie mientras el sindicalista se levantaba y la dejaba sentarse. “¿Gusta algo de beber?”
“No gracias. ¿Hay micrófonos en la oficina?” Fabrilon sonrió. Orgonal mostró un pequeño aparato con dos largas bocinas, lo acomodó en el escritorio y lo encendió. “Es una maravilla de la competencia capitalista. Este aparatito satura los micrófonos. Es un seguro.”
“¿Qué es tan importante que necesita semejante cosa?”
“Lo que estoy a punto de decirle no puede salir de esta oficina. Si lo hace será considerado como alta traición por ley militar y sería ejecutado.”
“Veo que es importante y tiene que ver con el ejército. No me sorprende. ¿Qué se le ha ocurrido ahora? Déjeme adivinar, legalizará a los mercenarios de los bancos que hostigan a los deudores para pagar sus deudas.”
“Esos crímenes están siendo perseguidos, pero me temo que algo más grande que eso. Mañana después del mediodía las fuerzas socialistas atacarán sobre la frontera. La guerra es nuestra única opción. Liberaremos a Felna y asumiremos control.”
“¿Por eso armó a sus ciudadanos?”
“Precisamente, me temo que esta guerra será cruel y sanguinaria, como todas las guerras. La cuestión que quiero discutir es la siguiente, una vez que asumamos control político de la ciudad comenzaremos a liberalizar el mercado. Felna tiene muchas fábricas y no me gustaría utilizar el mismo método empleado la vez pasada. Necesito que esas fábricas sean sindicalizadas para que el proceso sea paulatino y no haya acaparamiento. Para eso necesito un buen líder sindical.”
“¿Por qué viene a mí? No me confía, no se haga la cándida.”
“Por supuesto que no le confío, pero le conozco. Sé que le interesa más el poder de lo que le interesan los obreros. No lo niegue, no vine a discutir eso. Prefiero malo conocido que peor por conocer. Asumirá el control, pero tengo mis condiciones. La primera es que las manifestaciones tienen que detenerse. No es negociable. La segunda es que ofrecerá su apoyo al gobierno libertario una vez establecido. Podrá mantener a las fábricas bajo un régimen sindicalizado, pero si yo no me meto con el modo que controla esas fábricas, usted no se mete conmigo. Es una oferta de una sola vez. ¿Acepta o me busco a un títere?”
“Acepto.” Dijo Fabrilon fingiendo pesar.

            Orgonal fue trasladada a un búnker en las afueras de Jalrena a pocas horas de la frontera. Atacarían al mediodía y todos miraban incesantemente a sus relojes. Orgonal recordó sus días en la nave colonizadora, con la ansiedad y el temor palpable en el aire. El general Facrin también estaba nervioso, aunque un poco aburrido. El búnker tenía los mejores sistemas de comunicación, departamentos y un pequeño congreso para continuar el gobierno incluso en caso de bombardeos intensivos. Al amanecer Orgonal se acercó al general Facrin que se disponía a subir para estar con sus tropas antes de dar la orden final.
“General, ¿alguna actividad hostil?”
“Ninguna. Ya tenemos la historia que le daremos a los civiles, diremos que fuimos atacados y que no tuvimos más remedio que atacar. No hay cámaras ni elementos de la prensa, nadie lo sabrá.”
“Excelente. ¿Ésta búnker tiene lo que pedí?”
“Sí mi comandante, el centro de comunicaciones se enlaza a todos los comunicadores de la Red y a los canales oficiales. ¿Quiere decirles algo antes de empezar?”
“Sí, no me parece justo dejarlos a oscuras. Les debo al menos eso. Quiero decirles que estamos bajo ataque, quizás si lo escuchan de mí les será más fácil creerlo.”
“Acompáñeme.” El general la condujo a través de unas angostas escaleras hacia un segundo sótano protegido por una ancha puerta de metal que únicamente se cerraba por dentro. La sala tenía dos generadores autónomos, servidores de Red, computadoras para la comunicación y holoproyectores para mantenerse al momento de las batallas y poder ofrecer estrategias. El general la dejó sola y Orgonal cerró la puerta tras él. Encendió la computadora de comunicaciones y se enlazó a todos los comunicadores. El holograma azul era fácil de navegar y no tardó mucho para estar en línea.
“Ciudadanos de Jalrena, es la comandante Alguien. Jalrena vive ahora momentos de confusión. Existen rumores de guerra, hay desempleo creciente y excesos rampantes. El libre mercado, dicen algunos, es bueno pero tiene la falla esencial de los ciclos. Pareciera que Marte-Jalrena, el único  país libre en todo el sistema solar, se enfrenta a una difícil decisión. Por un lado están aquellos que buscan que el gobierno se convierta en el corrector de los errores del libre mercado. Proponen leyes que aseguren salarios mínimos, rescates bancarios para que los intereses bajen y la gente pueda pagar sus deudas y volver a pedir prestado, regulaciones para que los precios no vuelvan a subir tan rápido causando otra crisis. Los ciclos, argumentan ellos, pueden ser suavizados en sus crisis de manera que, pasada la crisis, la pérdida total sea mucho menor a la ganancia recogida en el momento de prosperidad. Éstas medidas tendrían a su vez un impacto social, se evitaría la polarización entre aquellos que acaparan todo en época de crisis y se mantendría la avaricia que causa esos ciclos bajo control. Ellos argumentan que de esta forma los pobres no perderían todo lo que habían ganado con cada ciclo. Tienen razón cuando dicen que la economía cíclica no funciona, es una trampa donde unos cuantos someten a la miseria a la mayoría para hacerse cada vez más ricos. Ya saben lo que pienso sobre las regulaciones, nadie tiene el derecho de oprimir. Más allá de eso, los ciclos no se generan porque el libre mercado esté destinado a fracasar. La mayoría de quienes piden esas regulaciones son los millonarios que se enriquecen con las crisis, ésa debería ser nuestra primera alarma. ¿Por qué los más ricos, los banqueros primero, querrían que el gobierno regulara la economía? Yo les diré porqué, es porque su sistema bancario produce la crisis y ellos ganan, sin importar quién pierda. Saben que su sistema bancario no puede sostenerse si toda la población es miserable, por eso buscan que el gobierno evite eso.”
            “Detrás de las complicadas fórmulas bancarias, las excusas y las promesas se esconde un fraude multimillonario que, lamentablemente, no detuvimos a tiempo. Nadie quiso que fuera detenido, pues mucha gente poderosa se beneficiaba de ello. Supongan ciudadanos libres de Jalrena, que el día de mañana un fantasma les regalara a todos el doble del dinero que tienen. Sin duda comprarían todo aquello que antes no podían comprar, saldarían deudas y enriquecerían a los comerciantes. Los comerciantes elevarían sus precios, primero porque no tienen suficiente mercancía para vender tan barata, y en segundo lugar porque mientras más gente demanda algo más caro se vuelve. Simple ley de oferta y demanda. En apariencia todos son más ricos, pero los salarios son los mismos, mientras que los precios siguen subiendo. Los comerciantes abrirán más sucursales y comenzarán nuevas empresas ofreciendo más empleo. Es un espejismo, los asalariados piden mejores sueldos, las empresas tienen que subir más los precios para pagarlos, los pequeños empresarios tienen que cobrar más por sus productos y tarde o temprano cerrarán sus negocios. Ahora el dinero vale la mitad de lo que solía valer, es más difícil ganarse la vida, nadie devuelve los préstamos y los bancos entran en crisis. Esto que parecerá un cuento de hadas es exactamente lo que ha sucedido. Los bancos prestan dinero que no tienen y simplemente lo fabrican. El banco de Jalrena, que es prácticamente un banco central que rige sobre los otros, ha creado dinero de la nada. Dinero cuyo único valor es que todos crean que vale mucho, pero si la gente deja de creer el dinero deja de valer. Ha sido un error dejar que el Banco de Jalrena se convirtiera en el banco del gobierno, ha sido un proteccionismo que le permitió aplastar a la competencia. Si mi vecino me pide azúcar y yo le entrego una jarra con talco, ¿acaso no es fraude? Si me pide diez créditos y falsifico un billete ¿no es también un fraude? Eso es lo que el Banco de Jalrena ha hecho, presta dinero falsificado y cuando todo el sistema se desploma culpa al gobierno de no rescatarlo para que continúe con sus actividades criminales. No existe un peligro más grande que un banco central. Por medio de la intimidación y las prácticas ilegales lograron hacer que la única moneda fuesen los créditos. Aquel que controla la producción del dinero lo controla todo. Desde ahora es ilegal el fraude del dinero fabricado a partir de la nada. El dinero debe estar respaldado por algo, sea Urbalita o cualquier cosa que los consumidores mismos decidan. Si el dinero está respaldado los bancos no pueden inventar dinero para enriquecerse y se verán obligados a participar en negocios legales. El dinero respaldado es la única fuente de riqueza real. Sin dinero falsificado no habrá depreciación, y si una moneda va perdiendo su valor porque menos gente la acepta, entonces encontrarán otra que sí acepten.”
            “Si la democracia interrumpe de alguna forma el libre mercado, entonces no es democracia. El libre mercado, cuando no se cometen fraudes, es el sistema más democrático de todos, pues el poder se reparte entre todos. Sé que el poder es más que el dinero, el poder lamentablemente a veces se traduce en la capacidad de oprimir. Es por ello que hemos armado a la población, ahora no vivirán temiendo a su gobierno, sino que será su gobierno quien les tema. Y ésa debe ser la actitud de todo gobierno, el miedo. El gobierno y todos los servidores públicos deben vivir aterrados de su propia población, subsistiendo con la certeza absoluta de que el día que, por medio de la retórica, se hagan de más responsabilidades y usurpen la libertad del individuo, ese día serán ejecutados cruelmente por sus propios ciudadanos. Toda persona tiene derecho a defender su patrimonio, por eso desde ahora es legal comprar armas. Con una ciudadanía bien armada no es necesario seguir manteniendo a un ejército tan grande. Desde ahora el ejército queda reducido a cuatro regimientos, dos de los cuales se especializarán para rescates en casos de catástrofes y en entrenamiento militar voluntario de los ciudadanos. El general Facrin no estará feliz con ésta medida, como tampoco estará la banquera Grilta. Grilta será arrestada por dos cargos, junto con muchos otros banqueros será arrestada por fraude millonario, pero también por alta traición. Grilta y Facrin han estado en contubernio desde el principio. Mientras que el presupuesto para el ejército no subía la banquera les prestó grandes cantitdades de dinero para ser pagadas con favores. Al ver un gobierno que no aceptaba el oprimir a sus ciudadanos, y lo consideraron débil, fraguaron una conspiración. Grilta armó al ejército para que Facrin me convenciera, una vez empezada la crisis económica, de conquistar Felna. No tengo duda alguna que, una vez conquistada, me ejecutarían para colocar a alguien más en el poder. Han sido hábiles en acomodar las piezas y tomar ventaja de un gobierno aparentemente débil. El gobierno no tendrá mucho poder, pero ahora la ciudadanía tiene suficientes armas para repeler cualquier intento de golpe de Estado.”
“No habrá tal invasión de Felna. Ésta es una noticia buena para muchos, a excepción de un líder sindical. El sindicalista Fabrilon, el agente colectivista, había recibido la promesa de que se quedaría con todas las fábricas de Felna. El espía se dio cuenta que si apoyaba la invasión del general Facrin recibiría más poder del que sus amos colectivistas le habían prometido. Hasta esta mañana no hubo movimiento de las tropas marxianas, porque el espía no les alertó. El poder, está claro, seduce y corrompe. Más que eso, el poder mata y mientras menos se concentre el poder, mejor para todos. La única función de los políticos será ofrecerle al pueblo opciones para gastar el dinero que los contribuyentes pagan y los votantes decidirán en voto secreto. Saldremos de ésta crisis, la prosperidad será posible, aunque será un proceso más lento. Lento, pero no se esfumará con cada ciclo. Ésta es la comandante Alguien, cambio y fuera.”

            La puerta que la protegía había sido golpeada con violencia y casi se había zafado de la pared. Mediante las computadoras se pudo asegurarse que Facrin y Grilta fuesen puestos bajo arresto. Un pequeño grupo del ejército, leal a Facrin, habían intentado rescatarlo, pero la mayor parte del ejército permanecía fiel al gobierno libertario. Antes de salir del búnker se imaginó al capitán Nadie abrazándola y felicitándola. Afuera fue recibida como a un héroe. La opinión pública, en los medidores de la Red, estaban casi por entero a su favor. Estaba a medio camino de Jalrena cuando las fuerzas marxianas comenzaron a atacar con bombardeos intensivos sobre la frontera. El convoy de la comandante fue atacado por los pocos aviones que podían cruzar el cerco de cañones antiaéreos. El camión donde viajaba Orgonal fue volcado y bajó junto con los pocos soldados que quedaban con vida para refugiarse en la selva.

            La general Brolina, quien se hacía cargo después del arresto de Facrin, le informó que los marxianos atacaban no sólo en la frontera este, sino también al norte. Pelotón tras pelotón cruzaba la selva con enormes máquinas que trituraban los árboles para llegar hasta Jalrena. Las fuerzas libertarias en la frontera estaban al pie de guerra y habían actuado a tiempo pero, según le explicó la general Brolina, las fuerzas en la ciudad estaban en una confusión total.
“¿Cuánto tiempo antes de que lleguen a Jalrena?”
“No estamos seguros comandante, podría ser menos de una hora. Hemos tratado de repelerlos mediante nuestros misiles, pero sin éxito. El sistema no funciona. Afortunadamente ellos no tienen muchos misiles, pero sin nuestro sistema de escudo aéreo no creo que podamos defendernos muy bien.” Brolina se apartó de la cámara de su comunicador, habló con un capitán y regresó a la pantalla. “Me informan que hay un motín en la zona norte. La avanzada marxiana mató a Fabrilon.”
“No me sorprende. Dejen de intentar con los misiles y los aviones rápidos, no funcionarán.”
“¿A qué se refiere?”
“Sólo hágame caso. El ejército socialista no  puede estar demasiado bien armado, ni alimentado.”
“Recibieron más de treinta millones de créditos el mes pasado, aunque no es ni remotamente cercano a nuestro presupuesto, es bastante.”
“Grilta...” Orgonal se agachó cuando un par de aviones sobrevolaron el área y soltaron bombas. El humo de las explosiones no era negro, era azul. “El humo es azul, ¿no será...?”
“Es botulimia, una toxina botulínica. Salgan de ahí. Un convoy va en camino.”
“Ordenen al ejército de Jalrena ahora mismo.”
“Se están matando entre ellos comandante, nadie quiere que se le asocie con Facrin.”
“Entonces ponlos bajo arresto, diles que se les perdonarán sus crímines si pelean y ganan, y después de un año quedarán despedidos.”

            El bloqueo carretero seguía bajo el control libertario, pero la invasión en forma de tenaza al sur y al este le permitió a los marxianos accesar a la ciudad de Jalrena. Los aviones eran repelidos con la batería antiárea y la población misma se defendió. Los arsenales fueron abiertos y sus contenidos repartidos. Los soldados socialistas esperaban en contrar, en el sector este, a catorce mil soldados cuando mucho, pero se encontraron con una fuerza de casi medio millón. En el norte los marxianos encontraron menos resistencia, los archimandritas convencían a sus fieles de unirse al ejército para liberar Jalrena del yugo violento de los burgueses. Al caer la noche las fuerzas marxianas habían tomado el control del norte, habían perdido el este, y abrían un nuevo frente al sur. Orgonal dio la orden de no invadir Felna, no sólo porque aquello significaría matar a miles de civiles, sino porque sin los avanzados sistemas militares de defensa necesitarían a todas las tropas en Marte-Jalrena. A la mañana siguiente la población del sur aceptó el armamento, cuando se dieron cuenta que las tropas no eran suficiente y los socialistas venían a quitarles todo lo que tenían, para repartirlo convertido en miseria, decidieron armarse y luchar para proteger sus vidas, su libertad y su propiedad. El plan de Orgonal había funcionado, aunque los civiles carecían de entrenamiento militar los meros números superaban a las fuerzas marxianas por el doble.

            Orgonal fue llevada en un convoy artillado a un punto en la selva en la zona este. Al caer la tarde las fuerzas marxianas estaban detenidas en el norte, destruidas en el este y carecían de posiciones estratégicas al sur. Habían conseguido demoler docenas de fábricas y nivelado muchas cuadras de multifailiares, pero no podían tomar la ciudad. Durante la noche, mientras las fuerzas militares libertarias dejaban el sur y el este para concentrarse en el norte, Orgonal fue informada de una larga migración que se aproximaba a su centro de comando en la selva. Eran más de 500 tanques, poco más de cien mil hombres y treinta bombarderos. La mayoría no vestía como soldado, eran civiles. La marcha, que hacía retumbar el suelo, no parecía dirigirse a los frentes establecidos de batalla. Orgonal se les unió, demandando hablar con su líder.
“Yo soy el comandante Graneran de la milicia libertaria.”
“¿A dónde van?” La marcha no se detenía, el comandante miliciano se bajó de su vehículo para hablar con la comandante Alguien. “Di la orden expresa de no invadir Felna.”
“Con todo respeto comandante, usted no puede dar esa orden.”
“¿De qué demonios está hablando?”
“Somos libres de hacer lo que queramos y somos libres de defendernos. Si no invadimos Felna, si no la liberamos de sus opresores, ¿cuánto tiempo cree que tarden ellos en volver a invadirnos, sacrificar cientos de miles de vidas hasta que lo consigan?”
“Felna es una teocracia militar, ¿creen que tan pocos soldados pueden conquistar la ciudad? Serán masacrados salvajemente, ellos no tienen leyes de combate como nosotros.”
“¿Y quién dijo que esas leyes de combate se aplican a las milicias? Ellos golpearon primero, nosotros golpearemos al último.Tenemos el derecho de defender nuestro patrimonio, si esa loca no se detiene, ¿quién la detendrá? Está claro que no se puede negociar con ella.”
“Pero, ¿qué me dice de todos los civiles que morirán en el fuego cruzado?”
“Sus fuerzas rebeldes mataron a mi esposo cuando llegaron a Marte. Me quejé, pero cuando vi que era un sacrificio necesario y que usted buscaba un gobierno que liberara en vez de oprimiera, la apoyé ciegamente. Hay cientos de personas en nuestra milicia que tienen historias semejantes. Cuando bajaron de la colonizadora muchos de sus soldados disparaban indiscriminadamente, pero así es la guerra. Es un caos, es sanguinario y es injusto, pero a veces es necesario. Si ustedes se hubieran detenido a pensar sobre los civiles que matarían, nosotros seguiríamos bajo la bota marxiana. Lo siento comandante, pero se tiene que hacer, por el bien de todos.”
“Yo...” El comandante miliciano regresó a la marcha y subió a un vehículo militar, dejando a Orgonal con la boca abierta. Tenían razón y ella lo sabía. Habían matado a más de mil civiles inocentes en la toma de Marte-Jalrena, ¿quién era ella para decidir si otras personas podían o no hacer lo mismo? Los liberaron sin preguntarles, asumiendo que eso era lo que querían. No existían las condiciones políticas para conducir semejante análisis, pero en Felna tampoco las había.

            Regresó  a la base y cuando a la media noche las torpas marxianas del norte fueron aniquiladas por completó, dio la orden de que detuvieran, y arrestaran si era necesario, a los milicianos que quisieran cruzar la frontera. La mayoría quería ir a Felna a matar aquellos que habían matado a sus familiares. Era entendible, pero también era suicida. Los milicianos detenidos se quejaron y la general Brolina enlazó a Orgonal con otro comandante miliciano.
“Esto es opresión, tenemos derecho a defendernos.”
“Es suicidio lo que quieren hacer.”
“Entonces ayúdenos, envíe al ejército de Jalrena. No nos dé la espalda cuando más la necesitamos.”
“Ustedes no entienden, hice hasta lo imposible por detener a quienes querían invadir Jalrena, porque trataba de protegerlos a ustedes, ahora me piden que...”
“Los ciudadanos de Felna también tienen derechos, se nacen con ellos, ¿no fue eso lo que dijo? Pareciera que los únicos que nacemos con derechos somos nosotros.”
“Comandante, si usted cruza esa frontera y mata a alguien está cometiendo un crimen.”
“¿En qué se diferencia de lo que usted hizo?”
“¿Qué hago?” Preguntó la general Brolina. “¿Lo dejo ir, los retengo, o movilizo las tropas para acompañarles?”
“Yo... no lo sé.” Miró hacia su amigo imaginario, el capitán Nadie tampoco tenía una respuesta. “General Brolina, déjelos ir y envíe apoyo.”
“Sí mi comandante, pero queda el detalle de nuestro sistema de defensa militar. Todo aparato más avanzado que los tanques y cañones antiaéreos está desactivado por alguna razón.”
“Yo no me preocuparía por eso. Funcionará.”

            Los milicianos fueron sumando sus esfuerzos. La comandante Alguien se sumó a una cuadrilla de lanzamisiles que acompañaba a las fuerzas del comandante miliciano Sarnerin. Los aviones de las fuerzas libertarias volvieron a funcionar y acompañaron a los bombarderos. Asistieron a las primeras oleadas milicianas en romper el cerco fronterizo marxiano. Estaban mejor armados, pero ahora estaban en clara desventaja numérica. Al amanecer la comandante y su pelotón se encontró atorado en los multifamiliares del sector 5Z, los primeros de la ciudad. Los milicianos habían comenzado a ocupar los multifamiliares como bases y nidos de metralla. El cielo estaba oscurecido por los bombarderos que destruían fábricas militares y bases del ejército. Los aviones de caza los protegían lo más posible de los cañones antiaéreos y de los aviones marxianos. Orgonal comandaba al ejército libertario, pero los milicianos rara vez acataban órdenes. En muchas ocasiones los milicianos insistían en tomar puntos sin ningún valor estratégico, o se encañoban en las trampas del ejército marxiano. Hubo un brillo de esperanza cuando Orgonal, guarecida con otros cuarenta soldados, disparaba su metralla de granada y por un instante pensó que podía hacerse. Pensó que podían liberar a Felna, sin tener que matar a su esposa. Los bombarederos marxianos, de brillante color rojo, comenzaron a nivelar los multifamiliares. Estaban dispuestos a masacrar a sus propios civiles. La única estrategia libertaria había sido destruida por completa. El bombardeo se acercaba a su posición, evacuaron el complejo y fueron rescatados por un convoy de vehículos de doble metralla y tanques con capacidad de derrumbar aviones. Trataron de regresar a la frontera, o al menos alejarse de la ciudad donde los bombarderos marxianos nivelaban sectores completos o barrían con gases tóxicos, cuando el convoy se vio rodeado de tanques. Lucharon desesperadamente hasta que el vehículo de Orgonal fue impactado por fuego de granada y salió volando. Orgonal trató de salir, pero el humo invadía sus pulmones y perdía conocimiento. Sus últimos pensamientos estuvieron en Vamica, y en las inumerables noches donde juntas habían tenido todo lo que deseaban.

            Despertó dentro de un vehículo marxiano rodeada de soldados que la habían atado. Miró por la ventana de grueso plástico y no pudo creer lo que veía. Milicianos luchaban con sed de sangre, atacando blancos indiscriminadamente. Tropas marxianas disparaban contra sus propios civiles con tal de matar a un libertario. Orgonal se dio cuenta que había menospreciado la capacidad humana de perder su propia humanidad y matar a sus congéneres sin pensarlo dos veces. Ella había matado a muchos civiles durante el golpe de Estado y nunca se había detenido a pensar en sus familias. Lo había hecho por un ideal, para no tener que matar de nuevo, pero esto era diferente. Había impuesto su sueño mediante la violencia, y ahora la violencia engendraba más violencia. Con lágrimas en los ojos se pegó al vidrio y vio a los edificios en llamas y a las cientos de pilas de cadáveres en el suelo. Mientras veía a una mujer bañada en sangre caminando entre las explosiones para buscar su brazo perdido, imaginó al valeroso capitán Nadie muriendo a su lado, cubierto en polvo que opacaban sus medallas, con los brazos extendidos y el rostro bañado en sangre.
“Llévenla.” los soldados habían llegado al templo mayor, ahora rodeado de batería antiaérea. La cargaron y golpearon salvajamente por los escalones hasta llevarla a la cámara personal de la profetiza. La marxiana ahora tenía más Urbalita que antes, y miraba por la ventana con su báculo místico en la mano. Dejaron caer a Orgonal en el suelo y Vamica se dio vuelta para mirarla.
“Orgonal, es lamentable verte  de nuevo y en estas condiciones.”
“Podía haberlo logrado...” Se lamentó Orgonal.
“Imposible, tus guerrillas burguesas no son nada ante mi ejército.”
“No Vamica, me refiero a la paz. Pude haberlo logrado, detuve la invasión del general Facrin, ¿por qué tuviste que atacarnos?”
“La amenaza de la agresión constituye una agresión. ¿Pretendías que me quedaría sentada viendo cómo tus generales conspiraban en mi contra?”
“¿Qué has hecho?”
“¿Qué he hecho yo?” Vamica gritó y golpeó el báculo a centímetros de Orgonal. Al verlo Orgonal se dio cuenta que había sangre seca en su báculo. “Les diste armas, les dijiste que soy el enemigo y que el colectivismo es su peor pesadilla. ¿Qué esperabas que sucediera? Los educaste para que me odiaran y ahora lo hacen.”
“Hemos sido unas ingenuas Vamica, iniciamos un ciclo perpetuo. Podrás detenerlos ahora, pero es cuestión de tiempo antes de que tu ejército o el mío se enfrenten de nuevo. ¿Cuánta gente más estamos dispuestos a matar?”
“Los que sean necesarios para que el colectivismo sobreviva de las avariciosas manos de los burgueses. Imagino que tu respuesta sería la misma.”
“La es. Protegeré las libertades de cada individuo hasta la muerte.”
“Hasta la muerte de todos, querrás decir, y no sólo la tuya.”
“¿Cómo llegamos tan lejos Vamica? Hablamos sobre sacrificar vidas  ajenas como si fuera nada.”
“Ambas tenemos eso en común Orgonal, aunque te duela admitirlo. Ambas estamos dispuestas a bañarnos en sangre antes de comprometer nuestros principios.” Orgonal la miró sorprendida. Tenía razón, Wersal también había tenido razón al decir que los extremos se tocaban. Orgonal estaba dispuesta a matar a un millón de soldados con tal de proteger la libertad de un solo individuo. La diferencia, razonó la comandante, estaba en que nunca mataría a su propia gente, no si podía evitarlo de alguna manera. La marxiana no tenía esos límites.
“Esos miles de socialistas que estás tan dispuesta a matar... Confiaron en ti Vamica, ¿no significa nada?” La profetiza gruñó y regresó a la ventana.
“Nivelaré la ciudad entera si es necesario.”
“No es necesario, podemos terminar la guerra ahora mismo.”
“Sí, en eso tienes razón, ellos dejarán Felna o te mataré.” Vamica se acercó a su esposa y le acarició el cabello. “Antes que creas que soy un monstruo, quiero que sepas que esto me duele desde lo más íntimo de mi ser.”
“No mates a los prisioneros de guerra, depórtalos. Daré la orden de que se detengan, me harán caso a mí. Pero me dejarás ir, porque tú también detendrás a tu ejército. No me refiero solamente de esta batalla, sino de todas. Lo harás o le diré al mundo que naves terrícolas vienen a matarnos y llegarán en cuestión de unos cuantos meses.”
“Veo que ya no te has comunicado con la soviética. No son naves militares, sino naves terraformadoras y llegarán en dos años.”
“¿Terraformadoras? La soviética prefiere rehacer al planeta entero antes que tocarnos... ¿Crees que nuestros huesos queden enterrados bajo toneladas de tierra para ser descubiertas siglos después? ¿Crees que en unos siglos a alguien le importe?”
“No quedarán nuestros huesos Orgonal, no quedará nada.”
“Aún así, le diré a Marte lo que se avecina. El pánico será tan grande que tu amada utopía quedará destruida para siempre. Mi utopía también, pero estoy dispuesta a hacerlo. Tú misma lo dijiste, yo también mataría por mis sueños y los de los ciudadanos que confían en mí. Y ni creas que matándome solucionarías algo, tengo a alguien en Jalrena con órdenes de revelar el secreto en caso de emergencia. Si invades de nuevo, se lo diré a todos.”
“No te atreverías... ¿O sí? Esposa mía, si tu gente trata de atacarnos... Haré lo mismo. Un mundo sin colectivismo no es un mundo en el que valga la pena vivir.” La marxiana acarició su báculo y pensó por unos momentos. Levantó el báculo y lo dejó caer. La vara rebotó en el suelo y rodó hacia la izquierda. “Marx acepta tus condiciones, la prioridad del ejército marxiano será arrestar a los milicianos y deportarlos. Ahora te toca a ti.”
“Está bien.” Orgonal acceso a su comunicador y se comunicó con la general Broslin. “General, quiero que repliegue todas las fuerzas a la frontera. Repito, ni un avión, ni un tanque, ni un bombardero, ni un solo soldado, todos regresan a la frontera. La marxiana ha aceptado que no matará a los milicianos de ser posible, todos los prisioneros serán deportados a la brevedad.”
“Sí mi comandante, daré la orden en este momento. ¿Tenemos garantías de la marxiana?, ¿dónde se encuentra usted? Pensamos que la habíamos perdido en la ciudad.”
“Estoy bien, estoy con la marxiana. Hemos llegado a un acuerdo de paz. Se ha comprometido a detener las hostilidades de inmediato. ¿Son claras mis órdenes?”
“Sí mi comandante, ¿la marxiana la tiene prisionera?”
“No, me escoltarán sus soldados hasta la frontera.” Apagó la comunicación y Vamica zafó el seguro de sus amarras plásticas. “Tu experimento colectivista no puede funcionar, lo sabes ¿no es cierto?”
“Funcionará... En el tiempo que nos queda.” Orgonal se sentó en uno de los escalones de Urbalita que ascendían hasta el trono y Vamica se sentó a su lado.
“Nos destruiremos mutuamente Vamica... ¿Ésa es la única manera de garantizar la paz entre nosotros?” La marxiana miró hacia su báculo y luego a su esposa.
“No llegará a eso, valoramos demasiado a nuestros ideales.”
“Si alguien escapa del cerco marxiano, no lo deportaremos. Prefiero decírtelo aquí que mentirte después con mil excusas.”
“No será un problema. Levantaré un muro tan alto y largo que nadie podrá cruzarse. Defenderé al pueblo colectivista libre y amante de la paz.” La marxiana se puso de pie y ayudó a su esposa a levantarse. “Si alguien cruza de tu frontera a la mía, tampoco lo deportaré.”
“Creo que ésta es la última vez que nos veremos.” Vamica le tomó de las manos y sonrió con tristeza. “Hay tanto que podría... Te amo Vamica, quiero que lo sepas. Sé que debajo de tu fanatis... fervor religioso, tú me amas también.”
“¿Por qué estás tan segura?” Preguntó la marxiana con una sonrisa en la boca.
“Porque sigo con vida.”

            El viaje a la frontera fue lento y silencioso. El vehículo tenía que rodear el escombro y los cadáveres. Los soldados no hablaban con ella, ni Orgonal tenía ganas de hablar. La batalla se fue deteniendo paulatinamente. Los milicianos, derrotados, regresaron a casa. Los prisioneros estaban siendo obligados a marchar hacia Jalrena. Orgonal fue recibida por Wersal, quien la abrazó en cuanto bajó del vehículo. Los soldados estaban tensos, esperando atacar en cuanto los marxianos dispararan contra la comandante.
“Habrá que desplazar la frontera,” le dijo Orgonal a la general Broslin. “al menos dos kilómetros para tener un área desmilitarizada y suficiente espacio para que los marxianos y los libertarios no estén apuntándose los cañones a las narices.”
“Sí mi comandante, ¿confía en la marxiana?”
“En ella sí, pero no necesariamente en sus generales. Facrin ha sido una enseñanza útil. ¿Qué hay de Jalrena?” Wersal subió al vehículo y Broslin y Orgonal hablaron en la puerta.
“Diez mil muertos en total. La esperan para recibirla como a un héroe.”
“No soy un héroe.” Detuvo a Broslin que quería sentarse con ella en la parte de atrás. “No se ofenda, pero me gustaría hablar a solas con mi ministro del interior.”
“¿Estás bien?” Le preguntó Wersal en cuanto encendió el motor. “Tienes sangre en la cara y unos cuantos moretones. ¿Te maltrataron mucho?”
“Estoy cansada, pero bien. ¿No te maltrataron durante tu arresto?”
“No mucho. Fue muy sutil, por cierto. Las instrucciones que dejaste en la residencia militar fueron de mucha ayuda. Reactivé el sistema militar en cuánto me enteré que estarías invadiendo Felna.”
“Gracias Wersal, sin ti las tropas de Facrin podrían haber intentado un golpe militar.”
“¿Cómo sabías que no era un traidor? Yo sabía que Facrin quería hacer un golpe de Estado, pero ¿cómo uniste las cosas?”
“Imaginé que Grilta y Facrin estaban en contubernio desde que el ejército seguía expandiéndose más rápido que el resto de la economía. Cuando me di cuenta que las piezas estaban puestas para invadir Felna deduje que el banco más fuerte podría reemplazar al gobierno. Ellos producen el dinero, entonces tienen el mayor control. Facrin me mostró una grabación donde me traicionabas, diciendo que querías un golpe de Estado y ayudar a Fabrilon a formar un partido sindicalista. En la grabación dijiste que no apoyabas a Fabrilon y su petición de regular la economía, pero lo hiciste. Como fue en privado el general no tenía manera de saber que tú estabas de acuerdo con ellos, al menos en parte. Fue fácil sumarme a la conspiración y tenderles la trampa a todos. Nunca subestimes la avaricia del Hombre. Antes que apelar a su belleza o a su inteligencia, apela a su cartera y así sabrás qué clase de persona es.”
“Impedir una invasión para que al final se haga la invasión y se fracase. Vaya días. Al menos extirpaste a Facrin, a Grilta y a sus planes. ¿Cómo podemos confiar en esa loca?”
“Esa loca es mi esposa, y la amo aunque esté completamente en desacuerdo con todo lo que dice y hace.” Wersal la miró con tanta sorpresa que casi chocan contra un árbol. “Compartimos más de cuarenta años juntos, amándonos y volviéndonos locas. Eso no se olvida, ni siquiera bajo el peso del fanatismo y el odio. No permitirá que sus tropas crucen la frontera, porque si lo hace entonces revelaré el secreto que únicamente nosotras dos sabemos.”
“¿Y cuál es?” Orgonal miró por la ventana sin decir nada. Wersal insistió. “Puedes confiar en mí. Me salvaste la vida en esa colonizadora, confiaste en mí durante el complot de los banqueros, aún cuando estuve en descuerdo contigo en muchas cosas. No desconfíe ahora comandante Alguien.”
“Ya no soy Alguien, soy Orgonal. Y no es que desconfíe de ti, es que... bueno, verás por ti mismo. Naves terraformadoras de la soviética vienen en camino. Harán un nuevo planeta. Ni siquiera podremos defendernos debidamente.” Wersal detuvo el vehículo y se bajó. Necesitaba aire fresco. Orgonal le acompañó mientras vomitaba entre los árboles.
“Estamos perdidos, Orgonal estamos perdidos.” Repetía una y otra vez. “Hay que aliarnos con la marxiana, formar un ejército.”
“No servirá de nada. ¿Cuántas naves podemos mandar? Cien, como máximo, las terraformadoras están equipadas con bombas de hidrógeno. No durarían nada esas naves. ¿Ahora entiendes por qué no puedes decirle a nadie?”
“No, el pánico nos reduciría a animales. La marxiana se enfrentaría a lo mismo.”
“Destrucción mutua asegurada.”
“¿Pero Orgonal, qué vamos a hacer?”
“Vivir Wersal, eso es lo que haremos, vivir. Viviremos mientras podamos.”

            No regresaron al vehículo. Se sentaron sobre un tronco y miraron a las lunas de Marte a través de las nubes en un pacífico atardecer marciano. Pensaron en cuántos atardeceres había habido antes que ellos, y cuántos más habría cuando sus ideales y sus sueños no fueran más que arena roja.



5
La fantasma













            Trolarin acomodó el apuntador plástico a 7.5 centímetros de la tabla digital de anotaciones. Se aseguró que las tres computadoras tuvieran la luz azul y encendió los cinco holoproyectores. Trolarin contempló las cuatro paredes de su pequeño cubículo y sonrió. Estaba como en casa. Se levantaba temprano cada mañana para llegar lo antes posible. La habían ascendido a vigilante de alto nivel hacía ocho meses y, aunque su carga de trabajo era menor, se encargaba de estudiar hasta el mínimo detalle. Ahora vigilaba sobre seis personas, en vez de doce. Le habían asignado una familia tradicional de cuatro y dos altos funcionarios de la soviética. La familia de Marwerna estaba compuesta de dos ingenieros en sistemas de la educación, Varlon y Graslin, y dos obreros de fábrica llamados Dretin y Julber. Los vigilaba en casa, los seguía, los vigilaba atentamente en sus trabajos y los vigilaba cuando regresaban al departamento para cenar y dormir. Prefería ser vigilante especializada a ser parte del cuerpo de vigilantes que se ocupaban de cámaras específicas. No le molestaba analizar veinte cámaras al mismo tiempo, sino el anonimato. Esos vigilantes perdían interés en su trabajo porque no conocían a quienes vigilaban, para ellos, eran únicamente masas humanas que iban y venían, pero no para Trolarin. Ella se orgullecía de conocer a sus sujetos, pues ésa era la única manera de comprenderlos. El trabajo de Trolarin no era simplemente vigilar desconocidos, era conocerlos íntimamente. Disfrutaba conociendo a la familia de Marwerna, pero disfrutaba más con la joven y ambiciosa pareja de Rando y Rashide.  Nunca había seguido de cerca a la política hasta que la reubicaron en Croleran. Junto con la transferencia estaba también la responsabilidad de entender que ésta ciudad no era como cualquier otra, casi todos eran transferidos de otras partes del mundo, y muchas veces vivían dos o tres en un departamento que, en cualquier otro país, sería para cuatro.

            En cuanto le asignaron a Rando se interesó por leer las noticias y estudiar su meteórico ascenso. Su revolucionaria democracia estaba siendo aceptada mundialmente, se había ganado el derecho a vivir en Croleran y Trolarin quería demostrar que ella también lo merecía. Trabajaba duro y anotaba todo, de esa manera podía buscar palabras claves en su tabla digital y establecer patrones. La vida, según Trolarin había concluido hacía muchos años, estaba en los patrones. La familia de Marwerna tenían los patrones típicos, pero Rando y Rashide no. Ellos tenían acceso al edificio de la soviética, el cual contaba con muchos puntos ciegos en la vigilancia donde se discutían asuntos de gran importancia.
“Interesante...” Trolarin escribió sobre su tabla digital mientras miraba ocho cámaras a la vez y escuchaba desde diez micrófonos diferentes. “Julber traza formas geométricas sobre el vapor del espejo del baño... Tercera vez en este mes.”

            Ampliaba y reducía las pantallas de las cámaras con una mano sobre el holograma y con la otra subía el volumen de los distintos micrófonos. Croleran contaba con mejor sistema de monitoreo que cualquier otro país del mundo, y de las colonias. Dretin conversaba con compañeros del trabajo sobre los viajes espaciales. Sus compañeros son marcianos y describen el proceso. Trolarin dio la orden de encender las luces de las cámaras sobre ellos, como un mensaje sutil para que regresaran a trabajar. Miró hacia la cámara frente a ella, no la había visto encenderse desde que trabajaba ahí, quizás porque hacía tan bien su trabajo que no era necesario presionarla. Se preguntaba quién la vigilaba a ella, y quién vigilaba al vigilante. Se moría de ganas de escribir un mensaje y mostrarlo a la cámara, pero sabía que estaba prohibido.

            Al caer la noche Rando entraría en contacto con Julber en una bodega industrial. Era una sensación extraña el que dos de sus vigilados se conocieran, sin saber que ambos estaban siendo vigilados por la misma persona. Le hubiera gustado fantasear sobre conocerlos, pero tenía que vigilar una actividad que se salía completamente de la rutina y eso siempre la ponía nerviosa. Rando viajaba en un transporte de carga alargado conteniendo fragmentos de una estatua de Urbalita. La estatua, una obra conceptual de cuatro metros, sería ensamblada en la bodega y movida con grúas a dos cuadras de distancia. El transporte se estacionó en reversa en la entrada del edificio. Trató de accesar a las cámaras de la bodega, pero estaban protegidas. Las cámaras del transporte se desconectaron en cuanto llegó al edificio. Escogió las cámaras callejeras para ver a través de las ventanas, pero la lluvia dificultaba la visión. Alguien no le permitía acceso, al principió pensó que sería debido a que un alto funcionario estaba presente y podía discutir asuntos urgentes, pero el único funcionario que viajaba en la cabina de pasajero era Rando y se trataba de una estatua, no una conferencia. Su solicitud fue estudiada por algún anónimo en la confusa jerarquía de la vigilancia y finalmente tuvo acceso. La estatua estaba cubierta por una manta y Trolarin se puso nerviosa. Aumentó el volumen de los micrófonos dentro del edificio, pero la lluvia dificultaba la vigilancia. Rando salió de la parte delantera del vehículo y entró a la manta. Escuchó la voz de Julber mientras cargaban piezas usando poleas y palancas hidráulicas.
“Parece que ya está.” Dijo Rando mientras salía de la manta y le hacía señas al conductor para que se marchara. Estaba a punto de jalar la manta cuando alguien adentro le pidió paciencia. “Detalles, detalles, ésta estatua tiene que estar lista e instalada para el amanecer, antes que los proletarios se levanten, miren por la ventana y se decepcionen de no tener nada.”
“Muy bien, listo.“ Julber salió de la manta y les ayudó a jalar.
“Perfecto, llamen a la grúa.” Rando se sentó sobre una caja y miró a la estatua. Era un conjunto de piezas de Urbalita que, como listones rojizos, formaban una especie de árbol. “Esperen un segundo. Llamen a seguridad inmediatamente.”

            Trolarin fue rotando entre las distintas cámaras para ver lo que Rando veía. Se trataba de un sabotaje. Alguien había pintado la palabra “Marx” con colores amarillos y verdes entre los listones metálicos al centro de la estructura. Trolarin cayó en pánico, dos de sus vigilados podrían estar en peligro. Jamás se había tocado el corazón para denunciar a los delincuentes ideológicos, pues ese era su trabajo, pero siempre trataba de hacer el mejor trabajo en buscar la verdad. Comenzó a seleccionar grabaciones desde todas las cámaras posibles para determinar la ubicación exacta de sus dos vigilados en todo momento. Rando entraba y salía de la manta con las manos libres. Trolarin había visto esa clase de cosas antes, los delincuentes ideológicos conseguían la pintura de piezas metálicas viejas o en reciclaje, transferían el color a telas y las usaban para pintar. Normalmente aprovechaban puntos ciegos, pero ahora lo habían hecho en presencia de un alto dirigente de la soviética. Vigiló a Julber, pero fue más difícil, él permaneció bajo la manta casi en todo momento, hasta después de demorar a Rando y salir de la manta para jalarla. No sería su trabajo determinar quién lo había hecho, ella simplemente mandaría un paquete de archivos para facilitar la investigación.

            No se enteró de quién investigaría el vandalismo, pero tal y como Trolarin lo había supuesto, alguien solicitó su información y ella la mandó sin demora. Llegó a casa esa noche para enlazar las cámaras de los departamentos que vigilaba al holoproyector de su sala.  Mientras pasaba su comunicador por el lector óptico de la cocina y seleccionaba su cena, mantuvo un ojo sobre sus sujetos. Sus colaboradores, cuando empezaba y tenía permiso de hablar con otros vigilantes de bajo nivel, solían llamarlos “sospechosos”, pero ella sabía que no apreciaban lo delicado y especial que era su trabajo. Esas personas eran parte de su hogar, de su vida. Los vigilaba y reportaba, pero en el fondo se conectaba con cada uno de ellos. Se sentó a cenar sola, como todas las noches, y agrandó las imágenes de la sala de Rando y Rashide. Los vio platicar sobre el vandalismo, sobre el trabajo de Rashide y sobre posibles mociones que Rando empujaría. Trolarin miró hacia la cámara que la vigilaba desde la otra pared, ¿ella también sería especial para su vigilante o estaría reportando que vigilaba más a unos que a otros?

            Cuando Rando empujó la moción de reciclar un complejo multifamiliar Trolarin no pudo dejar de sentirse especial, había visto el génesis de aquella idea. Había presenciado el momento en el que Rashide consideraba la situación y ofrecía su opinión, el momento en que Rando meditaba las opciones e incluso le escuchó balbucearlo mientras dormía. Rando se mostraba preocupado por el vandalismo, Trolarin también lo estaba. Solicitó información al respecto y se le fue denegada. Todos los días en cuanto llegaba enviaba una nueva solicitud y todos los días, minutos antes de irse, regresaba el mensaje con respuesta negativa. En varias ocasiones trató de examinar nuevamente las grabaciones, pero no llegaba a ningún lado. Se moría de ganas de platicarlo con alguien, pero no podía. En una de sus pocas pausas para ir al baño y beber agua se topó con un vigilante como ella. Trató de hacerle conversación, pero el hombre la ignoró y regresó rápidamente a su cubículo. Todos temían a la fuga de información, por lo que Trolarin se quedó con las ganas de discutir el tema, pero justo cuando estaba por darse por vencida se topó con una nueva vigilancia complicada.

Rando había sido retado a jugar Beraner con la canciller Rewil, todo el proletariado estaba interesado y Rando había aprovechado para hacer varios discursos alertando sobre el colectivismo que se estaba imponiendo en Marte. Anunciaba una campaña masiva de enviar cientos de naves para evacuar a millones de marcianos. Trolarin se había enfrentado a discursos antes, lo que le preocupaba era lo que venía después. Rando tenía todas las intenciones de caminar entre las masas a través de un túnel con un punto ciego. Mientras terminaba el discurso fue rotando entre sus otros vigilados. Varlon y Graslin seguían presentando su tecnología neuro-óptica a un grupo de concejales. La pesada máquina era una serie de pequeñas pantallas, sobre un soporte metálico, que formaban tres paredes, las de los costados colocadas en ángulo de modo que pareciera que se cerrara, tenía un brazo que se apoyaba sobre la cabeza con una serie de sensores y emisores de pulsos. Trolarin se aburría de tan solo verlo. Rashide discutía con ingenieros en sistemas y regresaba a una sala sin vigilancia que, Trolarin imaginaba, debía contener servidores. Dretin disfrutaba su día libre, Trolarin le había visto jugar los hologramas del lago una docena de veces. Julber cargaba cajas de madera en compañía de otro hombre con quien, según las anotaciones de Trolarin, había pasado más tiempo de lo normal. Rápidamente, mientras Rando cerraba su discurso, revisó la información del otro hombre. Moslen, quien había llegado a Croleran hacía poco más de un año, había pedido que no le rotaran en sus deberes. Trolarin hizo una anotación para vigilar que Julber no cometiera actos de infidelidad.

Trolarin miró ansiosa la imagen mientras Rando caminaba entre la masa humana y se dirigía hacia un punto ciego. Según su cálculo había más de dos mil personas caminando en el ancho túnel. Enfocó la cámara y se aseguró de que la computadora retuviera sus rostros. Rando entró al punto ciego, Trolarin subió el volumen de los micrófonos al máximo, pero no escuchaba nada que no fueran gritos y frases cortadas. Rando reapareció y Trolarin respiró aliviada. Estaba a punto de revisar si Rashide seguía en uno de los puntos ciegos del edificio de la soviética, cuando notó que algo estaba mal. Había algo raro sobre la camiseta de Rando. Era una marca blanca. Realizó un acercamiento mientras escribía un mensaje a los agentes de seguridad. No había duda, tenía dos largas marcas blancas en la espalda a la altura del omóplato. Mandó la alerta de seguridad. Rando fue notificado en su comunicador y, como el político que era, hizo hasta lo imposible por no correr ni poner a la gente sobre aviso. Naturalmente querrían sus videos, y Trolarin los envió antes de que le fueran pedidos.

Los días siguientes le resultaron aburridos. Podía imaginar lo que los cuerpos de seguridad estaban pensando, había una conspiración en Croleran. El vandalismo y ahora  el atentado contra Rando. Trolarin se llevó muchos archivos en su comunicador para revisarlos en casa. Mientras que en la imagen de una cámara veía a Dretin y Graslin platicando en la cama, en otra imagen veía el incidente de Rando. Subió el volumen de la conversación y abrió el programa que le permitía convertir la imagen de dos dimensiones en tres dimensiones para que pudiera ir pasando de un rostro a otro de la muchedumbre más cercana a Rando antes y después de pasar el punto ciego. Graslin divagaba sobre la importancia de la educación mientras Trolarin caminaba en medio de su sala inspeccionando un rostro a la vez. Con el programa identificador podía obtener una ficha básica de cada persona. En su tabla de anotaciones fue apuntando nombres y empleos. La tabla se iluminó cuando ingresó uno de los nombres, una mujer que estaba a dos personas de distancia después de pasar por el punto ciego. Mafrer, obrera en el mismo lugar que Dretin. Recordó que Dretin había estado en un parque, abrió el archivo de mapas y localizadores y colocó a Dretin, a Rando y a Mafrer por su ubicación exacta. Dretin podía verlos a todos. Mafrer, según el GPS, había pasado muy cerca de Rando. No lo suficiente como para marcarlo, pero la coincidencia le ponía ansiosa. Tenía un rompecabezas, pero dos de sus piezas involucraban a dos de sus vigilados. Corrió a su habitación por su inhalador de Vasum y respiró una buena dosis. Mientras la droga hacía efecto se sentó en una silla y miró los tres puntos sobre el mapa. Algo le llamó la atención sobre la conversación y le prestó atención mientras cerraba los otros archivos y abría la información de la cámara de la sala de Rando y Rashide. Rashide jugaba Beraner con fichas contra su comunicador.
“No me importa quién escuche...” Nada bueno empezaba así. Dretin hablaba en susurros con Graslin en la cama. Trolarin luchó contra los narcóticos en su  cuerpo y comenzó a anotar en su tabla digital. “¿No lo ves amor? Es lavado de cerebro, eso no es educación. El colegio al que todos vamos, eso es educación, hay humanidad en eso. Esa cosa con sus flashes y sus imprentas subconscientes es antinatural.”
“Suenas como un socialista.” Le respondió Graslin. “Mejor duérmete.”

            Trolarin escuchó que se quedaban dormidos e inhaló más Vasum. Miró a Rashide mientras éste jugaba Beraner. Algo estaba mal con Rashide, aunque no podía determinar qué era. Nada en sus patrones era en sí mismo sospechoso, pero había momentos que veía la cámara con tal intensidad que parecía que podía ver a través de ella. Perdió el juego y miró hacia la cámara. Trolarin se levantó tambaleando, el contador de su sangre mostrando la dosis máxima de Vasum. Acarició el holograma como si fuera su marido. Sabía que su vigilante la estaría reportando, pero en su estupor no le importaba. Rashide la miró y Trolarin estaba seguro que se comunicaba con ella mediante su mirada intensa. Lo miró hasta que se fue a la cama y, llorando, Trolarin fue a la suya.

            Cuando a la mañana siguiente se anunció que Rando jugaría en el edificio de la soviética contra la canciller Rewil, Trolarin desayunó en el transporte público con tal de llegar lo más temprano posible. Tenía planeado buscar entre los archivos todas las grabaciones de Rando jugando Beraner para que pudiera apreciar las sutilezas del juego. Sus planes se vinieron abajo al ver que sus computadoras estaban bañadas en luz roja. Accesó al sistema con los programas al mínimo, la soviética había bloqueado su estación y redirigido la vigilancia a otros vigilantes de menor nivel que, sin duda alguna, aprovecharían la ocasión para demostrarles a su madre lo útiles que le podían ser. La soviética le informó que tenía una cita con el departamento de bienestar emocional. Normalmente habría estado feliz de ver a su terapeuta, pero en esta ocasión odiaba el tener que separarse, aunque fuera por una hora, de sus vigilados. Dejó instrucciones a sus ayudantes, a quienes tenía prohibido conocer, para que buscaran esos archivos de Beraner, vigilaran de cerca a Dretin y no parpadearan.

            La estación de bienestar emocional se encontraba en un apartado pequeño al fondo de los cubículos. Antes de entrar Trolarin miró hacia los cientos de cubículos, nunca había explorado la oficina hasta la otra pared, y se preguntaba cuántos vigilantes había. El holograma del terapeuta ya le estaba esperando. Imaginaba porqué la habían enviado, entre la neblina del Vasum recordó había llorado y sospechaba que se había comportado de manera extraña frente a su vigilante. El holograma mostraba una playa tranquila y, en cuanto Trolarin se sentó, el anaranjado sol de atardecer seguía su mirada.
“Mamá se preocupa por todos sus pollitos, y por ti más que nadie Trolarin. Tú eres especial.”
“Lo sé y me disculpo por cualquier comportamiento fuera de lugar.”
“¿Estás muy presionada? Puedes solicitar días libres.”
“No,” se apresuró a decir “estoy a la mitad de algo. Creo que hay un complot.”
“La función del vigilante es vigilar, las fuerzas de seguridad, la policía secreta y la policía ideológica investigan. No lo olvides.” Trolarin no dijo nada, se sintió súbitamente avergonzada. “Háblame de tu familia.”
“Soy divorciada, ya lo hablamos antes, ¿no recuerda?”
“Ah sí, ya veo, discúlpame es que tengo a muchos pacientes hoy. Fuiste divorciada hace dos años, ¿extrañas a tus esposos y esposa?”
“Sí y no. No extraño a Lorneron, él fue encontrado culpable de conspirar para proteger libros. Yo misma lo investigué. Pero extraño a los demás.”
“Es normal que extrañes. No arriesgues tu objetividad por revivir una etapa de tu vida que ya no existe. No lo olvides, tus vigilados son sospechosos. Es más sano verlos así.”
“Sí, entiendo. Gracias. Ya me siento mejor.”

            Caminó de regreso a su cubículo, los holoproyectores ya funcionaban con normalidad. Sus subalternos le pusieron al momento y le enviaron las grabaciones de Beraner. No podía verlos a todos como sospechosos, a excepción de Dretin. Se aseguró de que los agentes de seguridad recibieran la información que había recopilado anoche. Le asustaba pensar que sus vigilados se conocerían, y que peor, uno de ellos quería lastimar a otro. Aquel sería el final de su carrera, pero más importante para ella, uno de sus vigilados saldría lastimado por algo que ella podría haber detenido a tiempo. Jamás lo admitiría en voz alta, pero quería más a Rando que a los demás. Era un hombre bueno, un idealista y a la vez un hombre centrado. Rando estaba perdidamente enamorado de Rashide y viceversa. Le encantaba verlos juntos pero, en el fondo, envidiaba a Rashide.

            Rando terminó de concretar su moción de reciclar un viejo complejo multifamiliar y realizó más discursos alertando a los ciudadanos del peligro del fanatismo que estaba tomando a Marte por asalto. Trolarin sabía que sus votos iban bajando, pero no le importaba, Rando tenía la razón. La marxiana, la mujer que había reemplazado a la esposa de Rando, era un peligro para todos. Fue siguiendo cinco imágenes distintas mientras que escuchaba el discurso de Rando y, de alguna forma, alternaba su vista para ver los juegos de Beraner y sus jugadas típicas. Mientras Rando se quejaba del arduo trabajo que los proletarios hacían para mantener a Marte, sólo para que una loca se quedara con todo y atacara repetidamente a las fuerzas del orden, Trolarin examinaba sus estrategias favoritas. Por lo que pudo ver dedujo que Rando ocupaba bien todo el tablero tridimensional, formando ofensivas arriba y distractores abajo, para sacrificar algunas piezas y bajar su ofensiva en un golpe final.

            El juego contra la canciller Rewil fue cardiaco. Trolarin apenas y apartaba la mirada para vigilar a sus otros sujetos. La canciller empleó una estrategia defensiva y Rando no utilizó ninguna de las estrategias que Trolarin hubiese visto. Dos largas y tensas horas después Rewil ganó por jaque mate. Rando aceptó la derrota con gracia y sonrieron a las cámaras de la prensa. Trolarin se decepcionó al darse cuenta que Rando se había dejado ganar. Por medio de su comunicador fue siguiendo a sus vigilados mientras todos regresaban a sus departamentos luego de un duro día de trabajo. Escuchó en las noticias del tren magnético que, según cálculos de expertos, la carga cotidiana de trabajo del proletario común sería reducida en seis por ciento si retiraban sus colonias marcianas. No le prestó mucha atención al anuncio, aunque al parecer los demás sí porque lo estaban comentado emocionadamente. Llegó a su departamento cuando casi todos sus vigilados ya estaban ahí. Cenó estofado mientras conectaba la señal de su comunicador con el holoproyector de su sala. Dretin se había comportado bien, sin ningún contacto verbal o visual con Mafrer. Julber había trabajado en silencio en la planta de reciclaje. Varlon y Graslin preparaban los últimos detalles para la fabricación en serie de su tecnología educativa. Rashide había visto el juego de Beraner con la misma intensidad que Trolarin y, al igual que ella, se había decepcionado. No se lo diría a Rando, Trolarin estaba segura, pero lo podía notar en su comportamiento.

Rando parecía nervioso, comió más lento de lo normal y se rascó los dedos de los pies. Trolarin sabía que hacía eso desde el colegio, era uno de sus tics más arraigados. Mientras Rashide y Rando cenaban Trolarin se preguntó si ella misma tenía un tic. Rashide se llevaba las manos a la nuca cuando estaba cansado y fingía toser cuando estaba fastidiado y no quería demostrarlo. Varlon se mordía las uñas cuando se sentía inseguro, como cuando su colega Gralan le corregía un error. Graslin movía la pierna y pestañeaba mucho cuando estaba ansioso, un tic que le había copiado a su esposo Dretin. Julber, el más extraño de todos, enumeraba las obras de holodromo en voz baja cuando estaba aburrido. Trolarin caminó en silencio en su departamento de una sola persona y trató de hacer memoria, recordar cualquier tic que tuviera, pero no encontró ninguno. Se tropezó con una silla y su cuchara salió volando, se golpeó en la pared y cayó al suelo, dejando una pequeña mancha aceitosa en la pared de plástico. Trolarin dejó sus ensoñaciones para tratar de borrarla, aunque la mancha parecía ser más persistente de lo que había pensado.
“No sé, algo que dijo...” Rashide había logrado hacerlo hablar. La vigilante le subió el volumen para escucharlos mientras limpiaba la mancha. Estaban susurrando en la cama, pero podía oírles perfectamente. Desde que se habían prohibido las sábanas en Crolaren el trabajo de los vigilantes se había hecho más fácil. Ahora que nadie podía escribir nada bajo las sábanas los vigilantes ya tenían a casi todos los sistemas de comunicación privada bien estudiados.
“¿Lashade?”
“Sí, en la sala de gobierno, cuando estuvimos seguros de las cámaras, él dijo algo en voz baja.”
“¿Qué dijo?”
“Estaban hablando del primer grafiti, él dijo “ese complot marxiano sabe demasiado”. No le quise preguntar nada, pero ahora me arrepiento.”
“Rando, eso es grave. ¿Tú crees que él podría haber sido quien te marcara?”
“No sé, no creo, pero ¿qué sabe Lashade que yo no sepa?”

            Trolarin dejó caer el trapo. Había escuchado algo relacionado a seguridad de la soviética. Había sido entrenada para eso, jamás lo discutiría con nadie más, como creía que su vigilante tampoco lo haría. Fingiría que no lo había escuchado, pero ésta vez era diferente. Ahora Lashade era un sospechoso. Trolarin sabía que no era su investigación y un sentimiento de impotencia la rebasó. Corrió a su dormitorio por su inhalador de Vasum y se dio una buena dosis. Miró a las pantallas dentro del holograma y sintió ganas de llorar. No lo haría, ahora ella haría algo. Estaba cansada de ser una simple observadora, uno de sus vigilados estaba en peligro y ella ayudaría a descubrir al complot marxiano. La soviética se lo agradecería, como la madre cariñosa que era y, quizás, podría conocer a Rando y a Rashide. Se imaginó a sí misma saludando a sus vigilados, platicando con ellos de sus rutinas y comiendo en su mesa. Serían felices, tan felices que no dejarían de sonreír. Trolarin sonrió, soltó una lágrima y se quedó dormida en el sillón.

            A primera hora de la mañana solicitó hablar con el investigador en jefe del caso. No esperaba que su solicitud fuese respondida con prontitud, y no lo fue. No accedió al sistema para buscar específicamente la señal GPS de Lashade, en vez de ello los buscó en las cámaras cercanas a Rando. No podía dejar que nadie supiera que lo estaba investigando, pero tenía el poder de vigilar a cualquier ciudadano, a excepción de los cancilleres de la pentarquía. Lashade, quien había sido padrino político de Rando, ahora disfrutaba sus días en Croleran haciendo discursos para los archimandritas. Se aseguraba de no alienarlos demasiado, bajo el clima anti-socialista en el que se vivía. Trolarin no tuvo problemas para pensarlo como un sospechoso, pues mientras la soviética iniciaba una campaña de creación y distribución de naves para facilitar el masivo éxodo marciano, Lashade apoyaba a los socialistas y su posición de mantener la colonia marciana a toda costa. Cuando se cansó de verlo envió una solicitud para hablar con el vigilante de Lashade. Mientras la solicitud era respondida y se ponía al día con horas de grabaciones de sus seis vigilados durmiendo, pensó en maneras de obtener los videos sin tener que admitir que estaba investigando algo que no le correspondía por motivos que, vistos de cierta forma, podían ser considerados sospechosos.

            El sistema se bloqueo. El holograma era de color rojo y recibió un mensaje. Trolarin se lamentó de no haber llevado el Vasum con ella, pues temía lo peor. El mensaje era de su superior inmediato que exigía verla cuanto antes. Mientras caminaba entre los cubículos y las oficinas no pudo dejar de preguntarse sobre el sistema de vigilancia. Sabía que en un primer nivel estaban los vigilantes de cámaras específicas, una especie de entrenamiento para detectar las cosas más obvias. Aquellos que eran promovidos vigilaban una zona en especial, podía ser un parque, una oficina o cualquier lugar. Existían grados intermedios entre los vigilantes de zona y los principiantes, los ayudantes de vigilancia. El ayudante no podía saber quién era su superior ni viceversa. Todos los vigilantes habían cumplido al menos dos años de vigilar a ciertas personas, objetos, lugares o transportes sin saber porqué lo estaban haciendo. Los vigilantes que ascendían se dedicaban a tres o cuatro familias al mismo tiempo. Mamá premiaba a quienes detenían conspiraciones al ascenderlas a vigilantes intensivas, como Trolarin, especialistas en comportamiento y psicología. Trolarin no sabía qué había arriba de ella, imaginaba que eran vigilantes que se dedicaban a políticos importantes o a vigilar vigilantes. Casi en broma imaginaba que, por encima de todos los superiores, no había nadie, sino que el que vigilaba al que vigilaba a los que vigilaban, era en realidad un novato de la más baja categoría que, sin saberlo, se sentaba en la cima de la pirámide y era a su vez vigilado por quienes serían sus subalternos.
“Has hecho dos solicitudes hoy,” leía su superior en su oficina. Ronodre examinaba el holograma sin verla a los ojos. “quieres saber qué se está haciendo al respecto del grafiti y de la posible amenaza contra tu vigilado Rando. También quieres acceso a los archivos de vigilancia de Lashade. ¿Para qué quieres esos archivos?”
“Tengo razones para creer que Lashade y Rando, cuando menos, corren el mismo peligro.”
“Me sorprende que haya llegado tan alto mintiendo a sus superiores. Anoche Rando hizo una declaración cuya naturaleza es, cuando menos, peligrosa. Usted sabe a qué me refiero y no veo la necesidad de mencionarla nunca más.”
“¿Usted es mi vigilante?” No pudo detenerse, era una pregunta tonta pero le había salido naturalmente.
“No sea tonta, por supuesto que no. Yo me encargo de vigilar a gente importante, como a Lashade. Por eso la llamé aquí. No puedo compartirle información clasificada que podría usarse para fines ajenos al bienestar del proletariado.”
“Ronodre, señor, como usted sabe no ha habido un atentado contra un político desde... Nunca que yo recuerde. Si Lashade está, de alguna forma, involucrado aunque fuera de manera accidental, es necesario saberlo. Si compartimos información podremos enviarle mejor información a los agentes de seguridad.” Era la mejor excusa que se le podía ocurrir.
“Yo tengo acceso a sus archivos, pero usted no a los míos, así funciona la jerarquía. Nadie sabe, ni puede saber, a quién vigila cada uno. La soviética es la única que sabe y la única que puede cambiarlos, y yo sé de todos mis subordinados. Si encuentro algo relevante lo anexaré junto con la información que usted recopile. Puede descansar, el problema está siendo solucionado.”

            El sentimiento de impotencia había regresado, pero no duraría mucho. Un hombre la esperaba de pie a un lado de su cubículo. Lo identificó de inmediato, era Frelon, el subjefe de seguridad del edificio de la soviética. Había visto a Frelon de pie en la puerta de la sala de gobierno mil veces. Comúnmente se le llamaba “el guardia del palacio”, aunque nunca lo había escuchado decir semejante término.
“Tengo entendido que está interesada en colaborar con la investigación. Sus reportes de vigilancia han sido muy beneficiosos.” Trolarin escondió su emoción y le dio la mano. “Tiene buen ojo para esto. Apague su computadora y notifique a sus ayudantes, quiero que venga conmigo. Hay algo que quiero mostrarle. Algo que pondrá al asunto en perspectiva.”

            Trolarin dejó instrucciones y acompañó a Frelon a su vehículo de la policía secreta. Viajaron en silencio. Trolarin inspeccionaba su comunicador periódicamente. No se sentía cómoda dejando todo en manos de extraños. Temía que cometieran errores comunes, como confundir una simple broma con un insulto a la soviética, o que no apreciaran la sutileza de los gestos. Frelon se detuvo frente a una fábrica de reciclaje que ocupaba toda la cuadra. Bajaron del vehículo y Frelon la guió hasta detrás de unos enormes tanques de propano. Le mostró, en su comunicador, una fotografía del vandalismo. La palabra “Marx” había sido escrita con colores brillantes.
“El vandalismo tenía rastros de cal.”
“Como Rando.”
“Así es. Lo encontramos un día después que el primer incidente.”
“Déjeme adivinar,” Trolarin conocía el lugar. Apuntó hacia el techo sobre los tanques, después la cámara a cien metros parcialmente bloqueada cuando la puerta de carga se abre, después apuntó hacia los tanques, indicando la otra cámara opacada por los enormes tanques. “es un punto ciego. Más que eso, es un punto ciego al que se puede acceder sin aparecer frente a las cámaras.”
“Quienquiera que sea, o que sean, sabe lo que hace. Éste no es el último.”
“¿Queda otro?”

            Frelon la llevó al otro lado de la ciudad. El vehículo rebasaba camiones y doblaba a toda velocidad. Trolarin estaba agarrada del panel frente a ella y de su cinturón de seguridad, pero secretamente lo disfrutaba enormemente. No recordaba la última vez que había sentido tanta excitación. Su vida nunca había tenido tanta emoción como en ese momento. Frelon se detuvo frente a un templo socialista. La estructura piramidal del único templo había sido arruinada con la anexión de barracas, en un edificio cuadrangular alargado. Frelon le guió rodeando el edificio hacia la parte de atrás, parcialmente oculta por los árboles. Nuevamente le mostró una fotografía con la evidencia del vandalismo y la misma palabra, en uno de los escalones que daban a la puerta trasera.
“Por la ubicación, bajo la rebaba del escalón, pasó desapercibido. Es imposible saber cuánto tiempo.” Frelon se sentó en los escalones y miró hacia los árboles y los proletarios que caminaban sin una preocupación en la mente.
“El mismo problema que con la fábrica, es un punto ciego de fácil acceso. Quien lo haya hecho sabe muy bien cómo esconderse.” Trolarin permaneció de pie y asimiló todo. “Esto es terrible. Peor de lo que había pensado. Son claramente marcianos.”
“Sí, pero no sé si lo haya notado, gran parte de la población de la ciudad-política es marciana.”
“La amenaza contra Rando, es porque quiere que dejemos Marte. Parece que los marxianos creen que pueden hacer lo que quieran.”
“Sé que ha estado investigando este asunto, me informó su superior Ronodre. A él no le gusta, pero yo se lo agradezco. En última instancia es mi decisión si continúa siendo parte de la investigación y creo que necesito de un buen vigilante. ¿Hay algo que no haya incluido en los paquetes de información que me ha pasado? Cualquier cosa será de gran ayuda.
“Hay algo, pero mi superior no quiere que se lo comparta. Usted es parte de la policía secreta, así que me imagino que tiene el suficiente rango para conocer información clasificada.”
“La tengo, ¿de qué se trata?”
“Lashade es sospechoso.” Accedió a su comunicador y le envió la grabación de la conversación que Rando y Rashide habían tenido la noche anterior. Frelon observó la pantalla de su comunicador y arqueó las cejas. Al terminar el video Frelon iba a decir algo, pero no le salían las palabras. “Lo sé, es difícil de procesar.”
“Tiene sentido, desde cierta perspectiva.”
“Sí, Lashade se ha acercado mucho a los marcianos. No aprueba de las iniciativas de Rando de evacuar Marte y dejar de mantener a los socialistas.”
“¿Por qué querría pintar paredes? No tiene sentido... Quizás sabe algo que nosotros no sabemos, pero no por eso está involucrado. Hay que mantenerlo bajo vigilancia, por si acaso.”
“¿Tiene algunas teorías?” Frelon no quiso decir nada y optó por esquivar la mirada. “Quiero ayudar lo más posible, pero trabajo mejor si sé qué es lo que busco.”
“Creo que un grupo de socialistas aquí en Croleran se preparan para matar a Rando. Estas muestras de vandalismo... Son la punta del iceberg. Quienquiera que sea el líder, no las ordenó. Al mismo tiempo, son tan atrevidas que cuesta pensar que sea obra de un muchacho idealista envuelto en algo más grande. No sé qué decirle, más allá de que no puedo hacerlo solo.”
“Me gusta su teoría, tiene sentido. Haré mi mejor esfuerzo.”

            Frelon la llevó a su departamento y de inmediato se puso al día con la vida de sus vigilados. Se aseguró de tener la ficha básica de todos con los que sus vigilados entablaban contacto. Sus ayudantes, quien quiera que fueran, habían hecho un buen trabajo, aunque no habían prestado atención al contacto visual. La vigilante sabía perfectamente lo mucho que dos personas podían decirse sin cruzar palabra. Inhaló Vasum antes de dormir, reduciendo su ansiedad al mínimo. Trató de relajarse en el sillón frente al holograma, pero esa maldita mancha en la pared la distraía demasiado. Se dedicó a limpiarla hasta las altas horas de la noche, pensando y repensando. No podía dejar de recordarse que Julber trabajaba en esa fábrica de reciclaje y que Graslin era socialista, aunque no practicante.

            Frelon no le esperaba al día siguiente, pero a Trolarin no le molestó, podía dedicarse a sus vigilados como se merecían. Se pasó el día haciendo anotaciones y se pasó la noche tratando de limpiar esa mancha. Al ver por la ventana hacia la ciudad se dio cuenta que la vida parecía estarle pasando por enfrente, alejándose para no regresar. Ella estaba cómoda viviendo con sus vigilados, eran parte de su vida. Como imaginó que podían reportarla por ser demasiado entusiasta de su trabajo, accedió al programa de radio oficial. Escuchó sobre la cancelación masiva de vuelos a Marte y a Venus mientras trataba de limpiar la mancha. Cuando se cansó de tallar decidió usar una cuchara para rasparla. Las noticias sobre Marte la ponían nerviosa y la política local era peor. Por su bienestar emocional decidió que dejaría de distraerse con las noticias y se dedicaría mejor a su trabajo. No se sentía del todo a gusto en su departamento, prefería la oficina.

            Con un renovado entusiasmo se enterró en el trabajo y, subrepticiamente, vigiló a Lashade. Para seguir una persona sólo tenía que apretar unos comandos y todas las cámaras que podían vigilar a la señal de GPS le enviaban señal. No podía hacer lo mismo con Lashade, Ronodre se enteraría. Con una destreza aprendida tras varios años fue brincando de una cámara a otra, nivelando el zoom y siguiéndole sin valerse de los programas rutinarios. Estaba por darse por vencida por el día cuando lo vio entrar a un restaurante, pasar su comunicador por el lector óptico y comer en una mesa al fondo. Al principio no pensó mucho en ello, pero reconoció un rostro entre la multitud. Subió el zoom sobre uno de los espejos en la pared y vio a Ronodre comiendo una sopa. Tronarin pegó la nariz al holograma para asegurarse de que era él.

            No podía hacer ninguna anotación, ni ser muy obvia al respecto, pero tenía que hacer algo. Transfirió la señal al comunicador de Frelon. El guardia del palacio le prometió que Ronodre no podría revisar su trabajo, al etiquetarlo como seguridad nacional. Trolarin siguió a Lashade en cuanto salió del restaurante. No se vio de nuevo con Ronodre, pero quizás no necesitaba hacerlo. Quizás su mera presencia era un mensaje. Cuando vio a Lashade entrar a los edificios en reciclaje se convenció de que había algo turbio en el asunto. Esos complejos multifamiliares estaban plagados de puntos ciegos, era fácil entrar a ellos y salir sin ser detectados. Trolarin mandó una solicitud urgente, citando cuestiones de seguridad nacional, para que reactivaran las pocas cámaras que quedaban e instalaran nuevas. Lo perdió cuando Lashade subió las escaleras y por más que buscaba otras cámaras, no podía ubicarlo. Lo había perdido. No podía rastrear la señal de GPS de Ronodre, pues se daría cuenta, esas solicitudes le llegaban a él, por lo que había perdido a ambos.

            Trató de regresar a la vigilancia rutinaria, pero ya no podía. Se había tropezado con algo tan grande que no podía entenderlo. Se concentró en Graslin y Julber. El que Graslin ocasionalmente atendiera a las ceremonias de ese templo socialista no significaba nada específico. Había miles de socialistas, y aquel era el único templo. Muchísimos de los socialistas eran de Marte, serían mejores sospechosos. Sin embargo, el trabajo de Graslin era muy importante. La tecnología educativa, por lo que había leído en la Red, podía fácilmente reemplazar a los colegios en un lapso de una o dos décadas. Años de aprendizaje en unos cuantos flashes. Si esa tecnología caía en manos de los socialistas marxianos sería una catástrofe. Graslin era valioso, pero no encontraba nada incriminante. Julber, por el otro lado, era otra historia. Trabajaba en la misma fábrica de reciclaje donde se había cometido el vandalismo, hacía bromas ideológicamente comprometedoras, estaba en contra de perder las colonias marcianas y nunca votaba por Rando. Trolarin trató de justificarse, no sospechaba de él porque no votara por su vigilado, sino porque él mismo era buen sospechoso. Comenzó a estudiar a los colaboradores de Julber, casi todos los obreros venían de Marte.

            Trolarin sintió ansiedad, el viejo sentimiento de impotencia regresaba. Había perdido a dos sospechosos, no quería quedarse sentada viendo a su vida pasar. Se levantó de un brinco y avisó a sus asistentes para que le cubrieran, ella haría una visita de campo con la intención de interrogar a los obreros marcianos. Estaba segura que Frelon ya lo había hecho, pero aún así le pareció pertinente. No podía hablar directamente con Julber, ni siquiera dejarse ver por él, pues estaría cometiendo las mismas infracciones que Ronodre.

            Usando el transporte público tardó más de una hora. Extrañaba el vehículo de Frelon. Usando el sistema de mapas trató de calcular la velocidad a la que iban, pero no pudo porque era demasiado grande la distancia. Se dio cuenta que todos sus vigilados vivían y trabajaban a horas de distancia que ella. Ésa sería la norma para todos los vigilantes, ¿qué hacía Lashade cruzando toda la ciudad, más dos horas y media de camino, para entrar a ese restaurante? Todos los restaurantes del planeta eran iguales, ¿qué otra cosa tenía de especial, además de Ronodre? Lashade, estaba segura, estaba involucrado por completo.
“Lo lamento camarada, pero no puede entrar.” Un obrero la detuvo en la entrada.
“Usted no entiende, yo soy vigilante haciendo una visita de campo. La fábrica tiene que permitirme entrar y ayudarme en lo que sea necesario. Lo he hecho antes.”
“Sabemos quién es usted Trolarin, y no puede pasar.” El obrero se acercó a su oído y susurró “Somos policía secreta. El área está acordonada.” Trolarin miró hacia distintos obreros en diversos lugares que la miraban de reojo.
“Entiendo que uno de mis vigilados está adentro, pero él trabaja en la zona sur de la fábrica de reciclaje, yo solamente hablaría con...”
“Lo siento, en verdad, pero mantenemos un estricto control. Me temo que tendrá que regresar después con las formas apropiadas firmadas por sus superiores y con los sellos debidamente colocados. Es un asunto de seguridad nacional, usted entenderá.”
“Sí, entiendo. Gracias por la explicación.” Trolarin quiso decir algo más en su frustración, pero sabía que era peligroso retar a la policía secreta. Le parecía exagerado que dispusieran de tantos policías secretos únicamente por un acto de vandalismo cometido en la fábrica. No habían tomado esas medidas con los otros sitios.

            Pensó que el día de emociones había terminado y regresó a su departamento. Tres horas de viaje después entró con desgane. No se sentía cómoda en aquel lugar sin la presencia de sus vigilados. Prefería vivir en la oficina, e incluso se imaginó durmiendo en su escritorio, o en los sillones del área de descanso. Todos los departamentos que había vigilado a lo largo de sus cuarenta años de carrera eran iguales, pero a la vez eran únicos. Conectó su comunicador a su holoproyector y se fijó en los departamentos de sus vigilados. El de Rando y Rashide era más pequeño que el de los obreros e ingenieros de la educación, pero era más que eso. Había imágenes pegadas en las paredes de sus conocidos y familiares. Trolarin miró sus paredes, estaban tan blancas como el piso. Todo era blanco e idéntico, con excepción de las máquinas de servicio de comida en su cocina. Había dejado todas sus imágenes impresas en su anterior departamento. No se había llevado nada tras el divorcio. Lo único que no era blanco era esa mancha de comida en la pared. Ayer se le había hecho pequeña, pero ahora le parecía más grande. Imaginó que la mancha crecería hasta devorar su departamento. Escuchó las conversaciones de sus vigilados mientras utilizó una cuchara y un zapato para golpear el plástico y arrancarlo de ser necesario.
“Muchas de las solicitudes que llegan son absurdas, pero algunas son buenas.” Decía Rashide. “Alguien, con mucho tino, pidió que se volvieran a colocar las cámaras y micrófonos a los edificios en proceso de reciclaje.”
“Es buena idea.” Dijo Rando. Trolarin brincó de la pared hacia la sala, silenció las demás conversaciones e hizo que la única imagen proyectada fuese Rando y Rashide. Se acercó a ellos interfiriendo con el holograma y los miró a los ojos a centímetros de sus imágenes. “Al menos en teoría. No se puede hacer.”
“¿Por qué?”
“No se puede hacer porque van a demoler el lugar, necesitan reciclar todo, incluyendo las cámaras. En todo caso se podría incrementar la seguridad.”

            Trolarin sintió que se le bajaba la presión. Había logrado hacer lo que siempre había deseado. Había influido en sus vidas sin romper las reglas. Era solo una conversación, pero hablaban de ella sin saberlo. Se les hizo una buena idea. Los había tocado, aunque fuera por unos segundos. Los tocaría de nuevo cuando atrapara a los conspiradores. Ellos se sentirían orgullosos, Rando estaría en deuda por salvarle la vida. Trolarin sintió ganas de llorar, ahora existía. Se sentó en el suelo y los miró mientras se besaban y acariciaban. ¿Se estaba convirtiendo en un fantasma? Trolarin no sabía cómo responder a esa pregunta. Siempre había escuchado de los vigilantes que se convertían en fantasmas, personas sin vidas propias que se obsesionaban por la vida de los demás. De pronto sintió que todo ese blanco en su departamento era opresivo. Buscó debajo de la cama por su impresora y, accediendo remotamente por vía del comunicador, comenzó a imprimir imágenes. Imprimió a partir de las grabaciones que había memorizado, como la vez que Julber se había desguinzado la mano y Varlon le había llevado al parque. Trolarin nunca había visto a Julber tan feliz como esa vez. Imprimió a Rando y a Rashide sonriendo a la cámara de la cocina durante la vigilancia rutinaria. Encontró el momento en el que Dretin había ganado un juego de Caleran con algunos de sus compañeros de trabajo. Fue imprimiendo durante horas y las pegó por todas partes. Ahora su departamento ya no era blanco, frío y sin vida.

            Terminó su decoración y se acostó en el sillón para ver los momentos más felices de sus vigilados. Imprimió una imagen del momento en que Rando y Rashide hablaban sobre ella y lo pegó sobre la mancha. Ya no se sentía fuera de lugar en su propia casa. Durmió rodeada de las personas que amaba y se soñó a si misma en sus brazos.

            Con el espíritu alto solicitó, a primera hora de la mañana, una licencia de policía secreta. La solicitud fue aceptada antes de que llegara a su oficina. Frelon la esperaba en la entrada del edificio, bajo un árbol.
“Yo estoy enterado de quienes piden licencias. Mi superior tenían dudas, pero le mostré tu registro. 304 arrestos, 1,397 infracciones ideológicas, 486 análisis de comportamiento que condujeron a interrogación, de los cuales hubo 122 arrestos. 98 conspiraciones criminales detenidas a tiempo, incluyendo a uno de tus ex-esposos. La única mancha que mi superior mencionó es que no has solicitado reubicación tras el divorcio.”
“Di a luz a cuatro bebés, hijos sanos de la soviética.” Respondió Trolarin, sintiéndose extrañamente vulnerable. “Cuatro hijos es lo deseable, hasta donde yo sé. ¿Usted es casado?”
“Una esposa se quedó en Mornia, lo extrañamos mucho.”
“He retrasado ese asunto, seguramente usted comprenderá.”
“Entiendo, no se preocupe Trolarin. Por cierto, el nuevo mínimo deseable establecido es de únicamente dos hijos, según la legislación que se aprobó por la pentarquía y será aprobada por los congresos nacionales.” Frelon apuntó hacia el edificio. “Recibí el video... fue sumamente interesante. Ya dejé instrucciones para que su oficina no le moleste. Deje instrucciones a sus subordinados para que podamos empezar.”
“Lo haré en el auto.” Escribió el mensaje mientras se acomodaba en el vehículo. Nunca había estado tan cómoda y tranquila en un vehículo, normalmente había cientos de personas, o cuando menos cincuenta o sesenta personas. Todas ellas de carne y  hueso, pero todas ellas anónimas por completo. “¿Ha habido avances?”
“Éste caso puede hacer la carrera de cualquiera de nosotros. Está siendo considerado de máxima prioridad por mi superior en el palacio de la soviética.” Frelon la miró y le sonrió. “Y sí, le llamamos palacio.”
“¿Cuál es la reacción oficial sobre el asunto entre esa persona y su vigilante?”
“¿Lashade y Ronodre?” Trolarin quedó pálida y miró a la cámara. “Descuide, nadie está vigilando. Mi superior dice que la única persona que me vigila es la soviética... No sé qué quiera decir. Mi superior no sabe, si él lo supiera estarían arrestados y no atraparíamos a todos. Me temo que hay otra complicación. Alguien que no puedo mencionar también ha estado en ese edificio, no puedo revelar su identidad. Es un asunto extraordinariamente delicado.”
“¿Más alto que Lashade?” La pregunta fue más para ella que para el guardia del palacio. Si bien Lashade estaba en los escaños más bajos de la ciudad-política, la referencia la asustaba. ¿Podía referirse a Rando? A veces pasaban horas en que no le veía, escondido en los puntos ciegos del palacio de la soviética. El palacio estaba a horas de distancia, pero quizás Rando había encontrado la manera, Trolarin lo conocía lo suficiente para saber que era lo suficientemente inteligente para hacerlo. “Imagino que se enteró sobre mi aventura ayer en la planta de reciclaje.”
“Sí, y realmente no podían dejarle pasar. Ahora con su licencia temporal, y conmigo, no debería tener problemas. Quiero ir al edificio en reciclaje, quizás valga la pena, después iremos a la planta.”
“¿No le parece demasiado excesivo poner a un destacamento de policías secretos por un simple vandalismo?” Frelon comenzó a reír. Trolarin se cruzó de brazos, se sentía vulnerable de nuevo. Frelon la codeó y trató de explicarse.
“No están ahí por el vandalismo. La soviética ordenó su presencia ahí, no sé para qué. El vandalismo ocurrió con ellos ahí, por eso la policía secreta está tan interesada en cerrar el caso.”

            Los edificios en reciclaje estaban ocupados por los equipos de deconstrucción. El edificio utilizado por Lashade y por la persona que Frelon no podía mencionar, era un multifamiliar entre una arboleda rodeado de otros edificios y puntos ciegos. El edificio estaba siendo desmantelado desde arriba, los únicos puntos que conservaban cámaras. Frelon y Trolarin fueron subiendo escaleras, pues los ascensores no servían, pero no tenían claro adónde iban. Tenían al menos quince pisos que explorar, con treinta departamentos por piso. Según Frelon, a partir de la poca vigilancia que pudo obtener, llovía con fuerza el día que la persona, cuya identidad no podía revelar, fue vista en el edificio al mismo tiempo que Lashade. Dedujeron que no se habrían encontrado en un punto donde el reciclaje ya se hubiera llevado la cañería y parte del techo, pues habría habido goteras masivas. Fueron descartando departamentos que permanecían relativamente intactos y los fueron analizando uno a uno. Casi todos los departamentos eran iguales, poco quedaba de las paredes y el techo que cubrían el concreto, el cableado había sido arrancado a la fuerza y no había ventanas. Luego de dos horas de búsqueda encontraron un departamento con la puerta bloqueada. Frelon la abrió de una patada y sacó su arma. Trolarin se quedó atrás mientras Frelon inspeccionaba con la ayuda de una linterna. No era un arma común, se trataba de un disruptor. Trolarin nunca había visto uno y no pudo dejar de emocionarse. El disruptor no usaba balas, sino pequeñas tabletas de gel con una sustancia altamente cancerígena. El cañón del arma era como un tubo con un globo en la punta. Frelon se convenció de que no había nadie y le indicó a Trolarin que entrara.
“Este es el más sospechoso sin duda.” Dijo Trolarin.
“La puerta trabada y una tela cubriendo la ventana. Este lugar sería idóneo para una conspiración.”
“¿Qué es esto?” Trolarin levantó una gruesa pieza de plástico debajo de escombro. Le pasó la pieza a Frelon y levantó otra. Ambas piezas eran verdes, una era casi cuadrangular, tenía un patrón geométrico adelante y por atrás tenía dos anillos casi completos del mismo material. La pieza de Trolarin era más pequeña, también había sido rota con violencia, era semicircular, con un patrón idéntico pero más pequeño.
“Parte del departamento, hay mucho plástico por todas partes.”
“No, esto no es del departamento. Vigilé a una familia de recicladores, aprendí mucho con ellos sobre las piezas que forman los departamentos y el plástico en general. Éste parece ser más duro, y ninguna pieza plástica usada en los hogares es de este color.”
“Estos anillos... Son para cables, ésta pieza es de una máquina. ¿Pero de qué? La enviaré de inmediato para que sea examinada.” Trolarin se guardó su pieza en el bolsillo, sin saber porqué. Fue un impulso inmaduro, pero toda la excitación de la investigación se le había subido a la cabeza.

            Se dieron por satisfechos y Frelon manejó hacia la planta recicladora. Trolarin ya no se asustaba de las altas velocidades, de hecho comenzaba a disfrutarlo más de lo que se atrevería a admitir. Cuando Frelon dio una vuelta a toda velocidad y por poco se estrella con un camión Trolarin sonrió nerviosa. Había sido la mayor diversión que había tenido en años. Justo cuando lo disfrutaba más el vehículo fue bajando de velocidad, el tráfico estaba embotellado.
“Parece que estará así por un buen tiempo.” Dijo Frelon. “¿Disfruta su licencia?”
“Mucho. Quizás no debería decirlo, el futuro de la soviética podría estar en peligro a causa de este complot marxiano, pero es muy emocionante.”
“Imagino que su trabajo no debe ser muy emocionante.”
“Tiene sus momentos, como cuando Varlon se cayó del andén del tren magnético y por poco y lo aplasta el tren. Julber, hace menos de un año, retó a jugar Caleran a un sujeto de la fábrica que siempre lo trataba mal. Iban abajo dos puntos y, quién sabe cómo, Julber hace dos anotaciones en serie cuando les faltaba un minuto para terminar el descanso. La expresión en su mirada... No la olvidaré jamás. Una lástima que ahora sea un sospechoso. No dudaría ni un segundo en reportarlo, soy dura en eso. Rando y Rashide son diferentes, Rando puede ser muy serio y aburrido, pero en el fondo tiene un gran sentido del humor. Rashide es... indescriptible. Es el más rutinario de todos, pero a la vez es el más salvaje. No sé cómo explicarlo.”
“¿Te gusta el Caleran?”
“No, la verdad es que nunca lo he jugado.”
“¿Y el holodromo? A mi esposo le encanta.”
“Hace mucho que no veo una obra, desde... el divorcio.”
“¿Qué hay del Tucton, te gusta la música? Me encanta el Tucton de Mornia, es muy movido.”
“La verdad es que no lo escuchó.”
“Bueno entonces, ¿y qué le gusta?”
“Mi trabajo.”

            Trolarin trató de no demostrarlo, pero se sentía insegura a su lado. Tuvo que reprimir una lágrima y pensar en otra cosa. Prefirió conectar su comunicador a la señal de la vigilancia y distraerse con sus vigilados mientras salían del tráfico. No era un fantasma, estaba segura. No pensaba que Frelon la entendería, no pensaba que nadie la entendería, pero su vida estaba en las vidas de sus vigilados.

            Llegaron a la planta recicladora y estacionaron el vehículo en la zona de carga. Trolarin caminó detrás de Frelon hasta la entrada oeste. Frelon habló disimuladamente con uno de los obreros, un encubierto. El obrero se rascó la nariz y caminó a otra parte. Entraron a la fábrica y se confundieron con la muchedumbre. Enormes cintas transportadoras dirigía hacia los hornos y hacia la fábrica de planchas de plástico. Pocos obreros parecían estar trabajando, la mayoría hacía fila. Frelon y Trolarin se abrieron paso entre los obreros para ver lo que pasaba. Varlon y Graslin estaban sentados detrás de un escritorio con su tecnología educativa sobre una mesa a un lado. Los obreros colocaban la cara en un soporte, un mecanismo colocaba una red con un líquido viscoso sobre la cabeza y las pantallas emitían flashes a alta velocidad. Tras cinco minutos de proceso los flashes se detenían y otro obrero tomaba su lugar. Al verlos tan cerca sintió ganas de correr hacia ellos. Quería decirles que los había visto armando el primer modelo, el prototipo con una sola pantalla en vez de tres. Los había escuchado hablar sobre su tecnología por horas. Inconscientemente se fue acercando cada vez más hasta que Frelon le tomó del brazo y la alejó.
“No puede ser vista con ellos.” Explicaba Frelon. “¿En qué estaba pensando?”
“Tiene razón, ya es suficientemente malo que estemos en el mismo edificio.”
“Por eso no se preocupe, su licencia temporal se lo permite, pero no puede entablar ningún tipo de contacto. No olvide que su jefe Ronodre está en problemas por la misma razón.”
“Es cierto,” salieron de la fábrica y se apoyaron contra uno de los pilares de la entrada. “si por comer en el mismo lugar se metió en tantos problemas... No, no debo contactarlos nunca.”
“Me alegra que lo vea así.” Frelon suspiró. “Eso fue una gran nada. No aprendimos nada nuevo. Los compañeros de Julber son en su mayoría marcianos, pero hoy no podremos interrogarlos. No podemos entorpecer las órdenes de la soviética.”
“Sí, quizás lo que encontramos en ese departamento sea lo único...” Trolarin se lanzó a los brazos de Frelon y hundió la cabeza en su pecho. Por unos segundos el guardia del palacio no supo qué hacer. Iba a separarla con cuidado cuando vio que Graslin caminaba hacia ellos. Frelon abrazó a Trolarin y lentamente se alejaron juntos. Graslin se detuvo al borde de la calle para saludar algunos archimandritas que pasaban por ahí.
“Vamos al vehículo.” Trolarin sacó la cabeza lentamente y se cubrió los ojos con las manos. Si Ronodre la veía estableciendo contacto visual con Graslin, no sólo la despedirían, sino que acabaría en prisión. Corrieron al vehículo y Trolarin suspiró cuando estuvo adentro.
“Eso estuvo cerca.”
“Vaya que sí.”
“Disculpe por... Usted sabe, no quise...”
“No se preocupe Trolarin, es entendible.” Quedaron en silencio unos segundos y Trolarin comenzó a reír, codeando al guardia del palacio.
“Es lo más divertido que me había pasado en toda mi vida. Mis subalternos seguramente me vieron, deben estar muertos de la risa. Los toqué, a mis subalternos digo, deben estar preguntándose quién es la loca que se lanza a los brazos de ese hombre y corre a un vehículo de la policía secreta. Me recordarán Frelon, aunque sea por unos días, pero me recordarán.”
“Trolarin, yo la recordaré por muchos años.” La vigilante se puso roja de vergüenza y sonrió. Regresó el sentimiento de bienestar que había sentido cuando Rashide la había mencionado. Ahora podía decir que existía, que no era un fantasma, era una persona real porque alguien la recordaría.
“Gracias camarada, muchas gracias.”
“¿Qué le parece si dejo la evidencia para que la analicen y vamos al templo socialista. Creo que es hora de ver más profundo este asunto marxiano.”

            Frelon la dejó sola en el vehículo para entregar su pedazo de evidencia para que fuera examinado, dándole a Trolarin tiempo para ponerse al día con sus subalternos. Reportaron a la loca de la fábrica y Trolarin se aseguró de guardar el video en su colección personal. Recibió la noticia, junto con todos en Croleran de que Rando jugaría Beraner con la soviética. Trolarin estaba emocionada, ¿se dejaría ganar como la última vez o se luciría con sus talentos? No sabía quién era la soviética, nadie lo sabía. Todos habían sido educados en que la soviética eran todos, pero muchas veces consideraban a la pentarquía democráticamente electa como la soviética. ¿Jugaría contra todos los cancilleres? Eso era emocionante. Pudo ver a Rando y Rashide hablando en las escaleras del edificio de la soviética.
“Tengo permiso para conectar la red interna del edificio de la soviética con el sistema de Croleran, Todos los comunicadores de la ciudad podrán ver cada jugada en tiempo real.”
“¿Y por eso sales temprano mi amor, qué tan difícil puede ser?”
“Claro sí, búrlate. Te dedicas a besar manos y estrechar bebés... ¿O era al revés?” Trolarin se rió en voz alta e inmediatamente guardó el archivo para su colección personal. “No, conectar el sistema del edificio con Croleran fue fácil, el problema es que, y lo verás mañana en las noticias, tenemos que hacer algunos arreglos a las redes de cada nación. Habrá nuevos filtros y la conexión entre los países será irregular, se irá por días enteros.”            
“Suena como una pesadilla de programación.”
“Lo es.” Rando besó a su esposo mientras llegaba el camión.
“Y sí, estreché bebés todo el día, pero no se lo digas a los votantes.”
“¿Qué es tan gracioso?” El guardia del palacio entró al vehículo y encontró a la vigilante riendo.
“Rashide y Rando me matan de risa. ¿Ya está listo?”
“No tienen resultados aún, pero tenía razón, definitivamente no es de un departamento.”
“¿Qué hacemos ahora?”
“Vamos al templo archimandrita. Quiero hablar con ellos. No creo que podamos interrogarlos, son muy políticos, pero quizás con algo de amabilidad les sacaremos algo.”

            Con todas las noticias de los excesos socialistas en Marte esperaban que los archimandritas fuesen tercos y se negaran a cooperar. Fueron admitidos y un archimandrita anciano, Loscano, les invitó una infusión caliente y los acomodó en sillas a un lado de las recién construidas barracas.
“¿Son para los exiliados que están llegando?” Preguntó Frelon.
“No, son para los exiliados que llegaron hace meses. Escaparon a tiempo de la marxiana. Los que no fueron tan suertudos están siendo reubicados en los países con nuevas familias.”
“Suertudos, hay millones que aún no escapan.” Dijo Trolarin.
“Sí, y en estos días es difícil ser socialista. No importa que hagas o digas, todos te asocian con esa loca. Por fortuna contamos con gente como la canciller Rewil y el congresista Lashade para cambiar la opinión pública.” Loscano miró su taza de aluminio y guardó silencio unos segundos. “Solía haber una época donde ser archimandrita era comandar respeto y admiración, la gente sabía los sacrificios que hay que hacer, incluso los que no creen. Ahora somos monstruos.”
“Dígame, archimandrita Loscano, ¿ustedes tienen por costumbre limpiar el templo todos los días?”
“Así es agente.”
“Pregunto porque me parece... extraño, que no descubrieran el vandalismo.”
“Bueno, es un templo grande, hay mucha gente que entra y sale.” El archimandrita se removió nervioso en su silla. “No se puede estar en todas partes a la vez.”
“Ya veo.” Frelon alargó las palabras lo más que pudo.
“¿No estará insinuando que...?”
“¿Cuántos de los archimandritas son marcianos?”
“Algunos pocos. ¿Qué tiene que ver?”
“Toda esa gente que entra y sale... ¿Son en su mayoría civiles?”
“Sí, y antes de que lo pregunte, sí viven en esas barracas. ¿Eso es lo que insinúa, que alguien que vive en las barrancas pintó el nombre de nuestro amado profeta en un escalón?” El archimandrita perdía la paciencia. “No sólo es nuestro profeta, es el padre del comunismo. ¿Es tan terrible que un devoto socialista, o incluso comunista, escribiera su nombre en un escalón?”
“Me temo que es más grave que eso.” Intervino Trolarin interrumpiendo al guardia del palacio. “Ha habido otros casos más extremos. Amenazas incluso.”
“Pues yo no lo sabía.” El archimandrita se calmó y bebió su infusión. “Ahora entiendo la urgencia. Pues mire, no sé qué decirle, no conozco a todos, y estoy seguro que todos los otros archimandritas están en lo mismo. Puedo decirle lo que he escuchado, ellos vieron a la marxiana salir del monasterio y convertirse en figura política. Dicen que es Vamica, la hermana del consejal Rando.”
“Rumores absurdos.” Dijo Frelon.
“Sí, es cierto, quizás como ellos salieron del planeta tan pronto no vieron cuando la marxiana fue sucedida por otra persona. Es la idea que ellos tienen, es todo lo que digo.”
“Es interesante.” Trolarin y Frelon se miraron sin decir nada. No era necesario, pensaban lo mismo. Si culpaban a Vamica de la ruina de Marte, ¿no era motivo suficiente para asesinar a Rando? “Toda esta gente que vive en las barracas, los refugiados, ¿están bien integrados?”
“Sí, ya tienen trabajos. Que yo sepa son muy trabajadores. Aunque no conozco a todos, diría que a quienes conozco son dignos de confianza. Trabajan todos los días, menos hoy.”
“¿Qué pasó hoy?” Preguntó Frelon.
“Reeducación. Así le llaman a la máquina con los flashes. No sé cómo funciona, pero dicen que es muy efectivo. Reeducaron a casi todos, proletarios y archimandritas. A mí no, y no sé a quién más. Hablé con algunas personas después y debo decir que el resultado es increíble, nunca había visto personas tan devotas de nuestra madre.”
“Muy bien, me alegra ver que los exiliados están siendo aceptados en nuestra sociedad.” Frelon se puso de pie, Trolarin le acompañó, y se despidió del archimandrita. Salieron del templo y se apoyaron contra el vehículo. Trolarin miraba el atardecer detrás de los edificios y los árboles, mientras que Frelon recibía un mensaje.
“¿Qué ocurre?”
“Mis compañeros me dicen que Dretin fue arrestado e interrogado. Cuando entregué la evidencia decidí que la idea de interrogarlos era buena, aunque no pudimos entrar a la fábrica.”
“¿Y bien?”
“Quieren determinar si robó piezas del reciclado. Es una práctica común para sacar dinero fácil en los círculos de contrabando en el submundo criminal.”
“¿Y qué les dijo?”
“Que no, pero ellos no están tan seguros. Aseguran que sí ha robado.” Entraron al vehículo y Frelon se detuvo antes de encender el motor. “Por experiencia propia, los interrogadores siempre te dirán lo que quieres oír. No pueden ser confiados, a menos que la información sea valiosa y lleve a encontrar evidencia de algún tipo.”
“O sea que quién sabe.” Trolarin comenzó a escribir en su comunicador. “Pediré la ficha y registros de todos los archimandritas del templo.”
“Los vigilantes guardan anotaciones, ¿no es cierto? Me gustaría verlas.”
“Con gusto, pero mi tabla de anotaciones está en mi departamento y no la puedo accesar de manera remota. ¿Le gustaría tener información sobre la vida diaria de Dretin para los interrogadores?”
“Es una buena policía secreta, ¿lo sabía?”

            Trolarin se sonrojó durante todo el camino. Conforme se acercaban a su edificio se fue poniendo cada vez más nerviosa. Nadie había entrado a su departamento antes. Su vigilante quizás lo encontraría sospechoso, una mujer soltera y un hombre casado en el mismo departamento, pero a ella no le preocupaba eso. Le preocupaba que Frelon dejara de respetarla. En el curso del día se había dado cuenta de cuánto respetaba a ese hombre. Era un proletario dedicado a su mamá, como ella, y tenían mucho en común en ese sentido. Trolarin no confundía respeto con amor, pero aunque le dolía admitirlo, ese respeto era el único amor que alguien había sentido hacia ella desde el divorcio. Cuando llegaron el edificio trató de buscar excusas para dejarlo esperando abajo, pero Frelon la acompañó al elevador. Su única esperanza era que Frelon se quedara afuera, como haría un caballero proletario.
“Está adentro,” deslizó su comunicador en la puerta y ésta se abrió. “no tardo.”

            Buscó frenéticamente por su tabla. Cada tabla de anotación de vigilante era producida en pares, por lo que podía leer todo lo que tenía en su tabla en la oficina, a horas de distancia. La encontró sobre la mesa, pero no salió de inmediato. Su fotografía favorita, la de Rando y Rashide hablando de ella, que usaba para ocultar la mancha de aceite, se había caído. Ahí estaba la mancha. La veía más grande que el día anterior. Se apresuró para pegar la fotografía de regreso, pero no se adhería. Debió tardar demasiado, porque Frelon entró al departamento.
“¿Todo bien?” Miró hacia las paredes, hacia las docenas de fotografías de sus vigilados pegadas en todas partes. Era un collage de la vida de otros, un inútil parche para tapar la falta de vida propia. Trolarin se sintió desnuda y avergonzada. Buscó algo que decir.
“La encontré.” Corrió para entregarle la tabla. Frelon la aceptó pero seguía embobado por la imagen de su departamento. “¿Novedad con nuestra pieza de plástico?”
“Ninguna. Me dicen que no es suficiente.” Frelon trató de sonar natural, pero no la veía a los ojos.
“Eran pedazos pequeños.”
“¿Plural?”
“Ah sí, es que...” Trató de pensar en una mentira, pero cada fracción de segundo que pasaba la hacía sentir peor. Sacó su pieza del bolsillo y se la mostró. “Olvidé dársela cuando la reportó.”
“¿Lo olvidó? No estamos jugando camarada, ¿sabía que puedo reportarla y enviarla a prisión por cinco años por un error como este?”
“Fue un error, usted sabe que no lo habría hecho a propósito.”
“¿Un error?” La empujó con el hombro cuando caminó dentro del departamento señalando las fotografías. “Todo este departamento es un horror. ¿Ésta es la excusa de vida que tiene?”
“Son mis vigilados, me gusta mi trabajo.” Se defendió Trolarin. Se seguía sintiendo invadida y desnuda, pero empezaba a enojarse.
“¿Es que no lo ve? Es un fantasma. Es alguna especie de fantasma que chupa la vida de los demás porque está muerta por dentro.”
“Maldito.” Trolarin le dio una bofetada que le dobló la cara. Frelon la miró con rabia, alzó la mano pero no hizo nada. Trolarin empezaba a llorar, pero no se hacía para atrás. Frelon se avergonzó y la empujó para salir.
“Voy a entregar esto.”

            Trolarin quedó de pie, inmóvil en medio de su departamento. Ya no lo sentía suyo, era como si algo se hubiese roto para siempre. Las imágenes le parecían frías y sin vida, para nada como ayer cuando las veía llenas de vida y alegría. La mancha estaba de vuelta. No tenía ganas de taparla de nuevo. No tenía ganas de nada. La miró a través del departamento con completa impotencia. La mancha había llegado para quedarse. Esa mancha era lo único verdaderamente suyo. El único detalle que realmente demostraba que Trolarin existía. Había tratado de borrarla y taparla con su trabajo, pero no había podido. Cuando sus subalternos le mandaron la información que había solicitado y su comunicador resplandeció, optó por no volver a cubrir la mancha, ahora simplemente la ignoraría. Enlazó la información del comunicador al holoproyector y aunque estaba atenta a su trabajo, no dejaba de vigilar a la mancha de reojo.

            Pasó más de una hora leyendo las fichas y los registros de los archimandritas del templo socialista. No lograba conectar gran cosa, más allá de que ciertos archimandritas se habían visto en privado con Graltin y a Varlon en el último año, pero también se habían visto con miles de otras personas que buscaban auxilio espiritual. Trolarin se iba convenciendo de que los ingenieros buscaban algo más que asistencia espiritual. Loscano era el único archimandrita terrícola, había llegado a Croleran a los treinta años y se había quedado desde entonces. Al escuchar el golpe en la puerta brincó del susto y se acercó para ver quién era. Frelon esperaba del otro lado con la mirada gacha. Esperaba que estuviera acompañado de agentes para llevarla a la escuela de cuadros por atacar al guardia del palacio, pero estaba solo. Trolarin abrió la puerta y se quedó en el marco.
“Lo que dije fue estúpido y ofensivo.” Dijo Frelon sin mirarla a los ojos. “No debí haber abierto la boca. Usted ha sido muy amable y me porté como una bestia.”
“No debí haberlo golpeado, discúlpeme.”
“No, hizo bien. Lo merecía.” La miró a los ojos y sonrió torpemente. “No quise dejar las cosas así, por eso regresé. Creo que después de toda su ayuda lo menos que merecía era una disculpa. Además, los resultados de la evidencia ya están listos.”
“¿Y qué era?”
“Un pedazo de una nave espacial. Probablemente una colonizadora.”
“Gracias.”
“No quise dejarla en lo oscuro, no se lo merece.” Frelon no sabía qué decir y Trolarin tampoco. Seguía enojada, pero no tanto. Se miraron sin decir nada hasta que el guardia del palacio se aclaró la garganta. “¿Nos vemos mañana? Su licencia expira pasado mañana y creo que estamos cerca.”
“Yo también lo creo. Sería un honor seguir trabajando con usted.”
“Muy bien entonces, nos vemos mañana.” Trolarin le ofreció la mano y Frelon la estrechó avergonzado. Trolarin lo miró alejarse y entrar al ascensor antes de regresar a su departamento.

            Trolarin sabía que lo perdonaría, pero aún no estaba lista. Pensó que quizás al día siguiente lo vería distinto, con el mismo respeto y admiración que había sentido hasta ese momento. No quiso irse a dormir, prefirió revisar la evidencia desde el principio. Con un ojo en el holograma y otro en la mancha en la pared, revisó el video de la primera muestra de vandalismo. La imagen era la misma que había visto, la lluvia opacaba los ruidos y la visibilidad. No quería volver a atorarse siguiendo las mismas ideas y revisando los mismos datos que la primera vez. Dos de sus vigilados estaban allí, Rando y Julber, y aunque eso era sumamente sospechoso prefirió considerar otras posibilidades. La estatua había sido ensamblada en un punto, llevada a un segundo punto y terminada ahí. Quizás el vandalismo se había efectuado desde el principio. Sabía que era poco probable, pues las posibilidades de que nadie lo viera eran mínimas. Las piezas habían sido reunidas ese mismo día en una primera bodega, antes de que llegara el vehículo de carga con Rando para llevarlo a la segunda bodega. Revisó las imágenes y no encontró nada sospechoso. Siguió a cada uno de los obreros mientras reunían las partes y soldaban algunos puntos. Pensó que quizás el vándalo no trabajaba ahí, sino que se había metido al último momento, hecho la pinta y escapado cuando lo montaban al vehículo. Revisó las cámaras de afuera y no encontró nada. Se sentó en el sillón acelerando el video hasta que llegara el vehículo de carga. La tormenta se inició en cuanto llegaron. Desde el sillón buscó cámaras más lejanas, para asegurarse que nadie entrara y saliera de la bodega y manipulara la estatua durante la confusión de cargarla al camión. No entraba nadie, pero no estaba lloviendo.
“Madre nuestra...” Una sensación electrizante recorrió su espalda. Revisó los reportes climatológicos, ese día no llovió en ningún sector de la ciudad.

            Revisó todas las cámaras que vieran al camión y en todas llovía. El efecto era sorprendentemente realista, incluso las gotas rebotaban del suelo y las superficies se oscurecían. Era lo suficientemente bueno para engañarla por un tiempo. Trolarin sabía que únicamente un vigilante  podía alterar las imágenes. No tenía que decirlo en voz alta, era obvio quién había sido, pero no era obvio porqué lo había hecho. Utilizando las herramientas del programa de los vigilantes para mejorar las imágenes fue eliminando el efecto de la lluvia. Sabía que lo trataba de esconder no era algo que se podía ver, sino algo que no se podía escuchar. Se concentró en el momento en el que el vehículo de carga pesada llegaba a la segunda bodega para terminar la estatua. Eliminó el ruido de la lluvia y buscó el micrófono del camión. Un requisito para solicitud apareció  en la pantalla, alguien había decidido que el contenido de esas grabaciones solo podía ser escuchado con permiso de su superior, el vigilante Ronodre. Subió el volumen de los otros micrófonos, había una nueva voz que antes no había podido escuchar. Era la canciller Rewil. Sin perder ni un segundo usó su comunicador para llamar a Frelon quien, a juzgar por lo que veía en la imagen, ya había llegado a casa y terminaba de cenar.
“Frelon, disculpe que lo moleste a esta hora, pero es urgente. Esa persona de la que me habló, y no me refiero a la persona cuya identidad no puede decirme, sino la persona que mencionó en el auto...” El auto era el único lugar en el que habían tenido privacidad. La vigilante había aprendido docenas de métodos para hablar con franqueza, y los había reportado y multado a todos, y sabía que probablemente su vigilante no sería engañado, pero lo hacía por Frelon. “La que dijo que juega muy bien al Beraner, ¿es la canciller Rewil?”
“Bueno, pues...” Trolarin pensó que no había entendido la indirecta, pero el guardia del palacio sólo estaba fingiendo. “yo dije que sí, que juega mejor que Rando. Por eso me sorprendí de que la pentarquía de la soviética jugara con él. ¿Para qué si ya perdió una vez?”
“Sí, pero juegan en cualquier momento. ¿Lo va a ver?”
“Sí, no me lo perdería.” Frelon le sonrió y dijo “Quién sabe, quizás sea mejor que Rewil.”
“Será un juego interesante.”
“Si quiere puedo verlo con usted, voy para allá.” Trolarin vio que su familia no estaba muy feliz con eso, pero sabía que Frelon habría desarrollado algún método para decirles que era una cuestión urgente, sin alertar a los vigilantes.

            La confirmación estaba dada, Lashade se había reunido con Rewil en ese edificio en reciclaje. Trolarin tuvo una idea mientras la señal del juego de Beraner aparecía en su comunicador. Revisó los reportes de vigilancia especializada de hacía un año. No podía buscar lo que quería de manera directa, pero podía darle la vuelta. Cada trimestre los vigilantes especializados redactaban un reporte minucioso de la personalidad y actividades sospechosas de sus vigilados. Nadie firmaba sus reportes, pues la identidad de los vigilantes siempre era anónima, sin embargo, cuando algún vigilante pedía leer el reporte y no estaba en su jurisdicción, el vigilante podía aprobar o denegar la solicitud. El aplicante no sabía quién había tomado la decisión, pero el sistema de la soviética sí. Buscó las solicitudes para revisar el reporte de la canciller Rewil, todos habían sido denegados. Buscó las fechas de las solicitudes y después buscó entre los registros de movimientos del sistema de la soviética usando esas fechas. Todos habían sido denegados por Ronodre. Su superior vigilaba a ambos, Lashade y Rewil. Trolarin quedó pasmada y no sabía qué hacer. Ronodre no la estaba vigilando, era otra persona quien miraba detrás de la cámara, y no tenía el permiso de vigilar su casa o ella lo sabría. Podía, sin embargo, vigilar a Frelon y la llamada que había hecho. Cuando escuchó el golpe en la puerta imaginó que Ronodre se había dado cuenta que estaban tras él y había mandado a la policía secreta para silenciarla. Detrás de la puerta, sin embargo, estaba Frelon.
“Vine lo más rápido que pude.” Frelon pasó y miró el holoproyector.
“Ronodre es el vigilante de Lashade y de Rewil.” Frelon se pegó en la frente.
“Soy un idiota, ¿por qué no lo averigüé antes?”
“Si lo hubiera hecho Ronodre habría conectado las piezas. Habría tratado de salvarse, quizás acelerando el plan de matar a Rando, o tratando de perjudicarnos a nosotros.”
“Por ahora Rando está a salvo.” Frelon mostró su comunicador, estaba siguiendo el juego, como todos en Croleran.
“Ronodre alteró los videos usando un efecto de lluvia para cubrir la voz de Rewil.”
“Es la violación más clara que puede haber, pondré a Ronodre bajo arresto inmediatamente.” Escribió el mensaje pero Trolarin lo detuvo.
“No tan rápido, cuando los interrogadores lleguen a él le sacarán la información que nosotros queremos escuchar. Necesito saber qué está pasando en realidad.”
“Buen punto, no quiero vivir preguntándome lo mismo. ¿Rewil cometió ese vandalismo?”
“Lo dudo.” Dijo Trolarin. Se quedaron en silencio por unos momentos, conectando las piezas. “Lashade sabía, le dijo a Rando, que el complot marxiano sabía demasiado.”
“Sí, es cierto, me envió esa información. ¿Pero qué sabían? Por no contar que Lashade es parte del complot, aunque tratara de desviar la atención de si mismo con ese comentario.”
“Es la tecnología educativa, ¿no lo ve? Le han estado lavando... reeducando a los marcianos que escaparon a tiempo, pero no a los terrícolas como Loscano. Los vimos en esa fábrica de reciclaje. La misma que está protegida por la policía secreta con órdenes que ni siquiera usted puede saber.”
“¿Qué están reciclando?”
“Reciclan las naves de extracción, las  que se supone que están mandando en masa para rescatar a los millones de marcianos. La comunicación entre países está bloqueada, según dijo Rashide, dificultando la comunicación durante este proceso. Los reubican en otras familias, con la esperanza de que sus seres queridos dejarán de buscarlos.”
“No, un segundo, ¿trata de decir que no hay éxodo marciano y que todos siguen ahí?”
“Creo que eso es lo que creen los miembros de la conspiración. No olvide la pieza de plástico, ésa es la evidencia. Los marcianos están tratando de decirlo...”
“No, es demasiado grande, tiene que ser otra cosa.”
“Todos están conectados Frelon, ¿no lo ve? El que trabaja en la recicladora, los que se mantienen en contacto con los archimandritas, el que marcó a Rando... Todos mis vigilados están involucrados.”
“Es demasiado fantasioso, mucha paranoia y poca evidencia.”
“Lashade y Ronodre se ven en el restaurante, el mensaje está puesto, les tiene las espaldas. El triángulo se cierra con la canciller Rewil. Los tres buscan ocultarlo, o peor, son parte del complot. Rando ha sido el único que abiertamente se opone al colectivismo salido de control de los socialistas. Sus compañeros lo han dejado solo, aliándose con los marxianos.”
“Un golpe de Estado.” Frelon lo entendió todo de golpe. “Todavía no entiendo porqué están reciclando las naves que deberían rescatar a los marcianos, pero la conspiración es real. Muerto Rando Lashade y Rewil podrían acercar aún más a los marxianos, simular la evidencia o la demostración de que el resto de la pentarquía está dejando que los marcianos se mueran bajo la bota de la marxiana. Podrían tomar el poder.”
“¿Qué hacemos?”
“Voy a reportarlo, necesito una copia de sus archivos.” Trolarin copió todo lo que tenía a Frelon. “Quédese aquí, cierre con seguro. No deje entrar a nadie. Pondré a mi gente sobre aviso, usted está en peligro porque su superior es parte de una conspiración criminal.”
“Está bien, entiendo. Ordenaré mis archivos para que sean más fáciles de seguir.”
“Sí, y haga copias. Almacénelas en los servidores de la soviética, le daré mi contraseña, y en su correo particular, envíe otra copia a mi correo, solo por si acaso.” Frelon ya se disponía a irse, cuando se detuvo en la puerta. “No podría estar más orgulloso de usted Trolarin, el mundo necesita a gente como usted.”
“Gracias camarada.”

            Cuando Frelon se hubo ido y Trolarin ya había terminado de ordenar sus archivos, duplicarlos y guardarlos en distintos lugares de la Red se sentó en el suelo mirando a sus fotografías. Sus vigilados estaban involucrados, serían interrogados con violencia. Aún así no quiso quitar sus fotografías, pues prefería recordarlos en sus mejores momentos. Se acomodó contra la pared, a un lado de la mancha y miró el juego de Beraner desde su comunicador. No podía ver a la pentarquía, ni a Rando, únicamente a las piezas. Alternando su mirada entre la mancha de aceite y el comunicador se preguntó si la soviética realmente era tan cruel como para simular el éxodo marciano, condenarlos a muerte y fingir que todo estaba bien. No quería creer que su madre fuera tan inhumana, pero la evidencia era fuerte. Se convenció a si misma que todo era culpa de Rewil, como parte de su plan para hacerse del poder absoluto y, descartando sus dudas, miró el juego.

            Todos los ciudadanos de Croleran estaban pegados a la pantalla de sus comunicadores. Ya  se había dado la noticia, podían llegar dos horas más tarde a sus trabajos para que pudieran ver el juego. Existían los rumores, esparcidos por quienes sabían de Beraner, que Rando se había dejado ganar por la canciller. Este nuevo juego, sin embargo, no parecía estar arreglado. Mientras casi todos los ojos estaban puestos sobre los comunicadores, Rando tenía sus ojos puestos sus fichas y sobre la soviética. La enorme computadora en la sala de gobierno mostraba en su pantalla el tablero y Rando lo seguía con su tablero plástico. Estaban solos y Rando no dejaba de pensar que la soviética podía leerle el pensamiento.
“Tu nivel de juego es muy avanzado.” Dijo la soviética con su tono mecánico. “Sé que te dejaste ganar por tu jefa. Fue una decisión inteligente, sin embargo me extraña que te dejes ganar en el otro juego, la política. Tus votos están peligrosamente bajos. Puedo procesar billones de variables en una fracción de segundo, pero nunca termino de entenderlos.”
“Estoy sirviendo al proletariado al impulsar sus ideas y sus planes.”
“Todos lo hacen Rando, pero solamente tú lo haces sin, aparentemente, buscar formas de agradar al proletariado a la vez que engañándolo.”
“Sus planes para el futuro de la humanidad son adecuados y necesarios. No veo por qué hay que darle de vueltas al asunto. Las cosas  deben hacerse de manera rápida y expedita. El proletariado se acostumbrará con el tiempo. Basta con que su calidad de vida suba para tenerlos a todos bajo control.” Rando movió una ficha y se comió un tanque de la soviética.
“La naturaleza humana no es complicada, convenido, solamente sus irracionales decisiones.”
“Hay maneras de evadir eso. Propongo que las plataformas espaciales sean desmanteladas y recicladas. Ahora que hemos prohibido los vuelos a Venus y Marte y abortado el proyecto Júpiter, esas plataformas y estaciones son inútiles.”
“Convenido.” Jugaron en silencio por unos momentos. Hasta que la soviética habló de nuevo. “Las naves terraformadoras ya casi llegan a Marte, matarán a tus esposas.”
“Dejaron de ser mis esposas cuando traicionaron a la soviética y a todo en lo que creo. Mientras más rápido se acabe ese asunto, mejor.”
“Fue sabio su consejo de emplear naves terraformadoras en vez de naves militares. Es más económico y hay menos gente a quienes reeducar intensivamente.”
“Buena jugada.” La soviética comió a uno de sus cuchillos. Rando sabía que estaba en clara desventaja, él podía ver cinco o seis jugadas más adelante y estudiar las docenas de posibilidades, mientras su adversaria podía prever al menos cien jugadas más adelante. Era, sin embargo, una computadora y como tal era incapaz de comprender la mente de Rando y sus intenciones. “Una vigilante trató de reincorporar micrófonos y cámaras a los edificios en reciclaje. Como ya sabe esos edificios siguen teniendo vigilancia, aunque se esparzan los rumores de lo contrario.”
“Aprendiste mucho en tu viaje a Júpiter. ¿Cuántas veces jugamos?”
“Las suficientes para aprender de usted.”
“Fuiste tú quien los quisiste reciclar. ¿Viendo varias jugadas más adelante?”
“Lashade y Rewil han estado viéndose en secreto ahí.”
“Lo sé,” dijo la soviética con el mismo monótono ritmo. “pero no he decidido entre quién es más útil al proletariado.”
“¿Y ya tiene una decisión?” Rando había formado dos ofensivas en la parte de arriba, pero aún tenía muchos trucos en la parte de abajo, previendo las rutas que podría tomar la soviética. Sabía que, por más inteligente que fuera, tenía una debilidad cuando se le comparaba a la mente humana. La soviética no podía resistir tomar siempre el camino más racional. La distancia más corta entre dos puntos, razonaba la soviética, era la recta. Aquella era la mejor ventaja de Rando, su única ventaja.
“Hace media hora el guardia del palacio y una vigilante denunciaron un complot marxiano involucrando obreros, ingenieros de la educación y, más importante, a Lashade, la canciller y el vigilante de ambos. Han sido puestos bajo arresto y serán ejecutados en los siguientes días.”
“Entonces ha tomado su decisión.”
“Así es. Rando, serás promovido a vocero oficial de la soviética. Continuarás tu trabajo de impulsar mis ideas y tendrás control sobre la pentarquía. Aún queda mucha política por hacer con ellos, me temo, pero no deberías tener problemas, viendo tus talentos en Beraner. El guardia Frelon será promovido a guardia interno de la sala de gobierno y mi jefe de seguridad.”
“En vez de estar fuera de la puerta estará del otro lado.” Dijo Rando. “Una promoción de tres metros, pero una promoción que agradecerá.”
“La vigilante ha sido reeducada, no recuerda detalles del complot marxiano, más allá de la traición de una miembro de la pentarquía, de Lashade y de un vigilante. Frelon solicitó su promoción y me pareció acertada.” El juego estaba por terminar, ambos estaban persiguiéndose en jaque. “Los ingenieros de la educación ya no estarán a cargo de su tecnología, Rashide lo estará. La fabricación en masa comienza mañana mismo, habrá quince millones de aparatos en menos de un trimestre. Nos tomará año y medio reeducar a todos.”
“Excelente.” Dijo Rando. “Jaque mate.”
“Bien jugado.”

            La soviética claudicó y Rando se levantó de la silla. Hizo lo posible por no mostrar emoción alguna, pero estaba radiante de felicidad. La puerta se abrió y entró la pentarquía, menos Rewil, y Rashide. Le felicitaron con sus mejores tonos políticos, estrechó manos y sonrió. Los proletarios se irían a dormir comentando el triunfo y al amanecer recibirían la noticia de su promoción. También recibirían la noticia de la canciller Rewil. Otro títere sería puesto en su lugar, uno designado por Rando. El nuevo jefe de seguridad entró a la sala, no le dirían que la soviética era una computadora aún, en vez de ello estaba ahí para aplicar la tecnología reeducadora a todos los presentes. Mientras el sistema se cargaba y los cancilleres platicaban entre ellos Rashide y Rando salieron al balcón.

            Rashide miró a su esposo sin decir nada. Jamás lo dirían, no se lo permitirían. Habían jugado y habían ganado. Aunque a Rashide no le gustaba el Beraner, podía entender el atractivo del juego. Miraron hacia la ciudad sin decir una sola palabra. Rashide sonrió complacido, había sido más fácil de lo que había pensado. Lashade opacaba a Rando, bajo las órdenes de Rewil quien seguía insistiendo en colonizar. Pensaron que era una alianza perfecta, pues así controlaban a Rando desde abajo y desde arriba. Lo habían dejado solo para que justificara las órdenes de la soviética, mientras los otros dos ganaban favor político al dejar que Rando fuese sacrificado en el altar de la política. Rashide urdió el plan y se lo comunicó en monosílabos en los puntos ciegos del edificio de la soviética. No son tantos, pero Rashide los conoce bien. Él sabe quiénes son los vigilantes y de qué casos se ocupan. Sabía que la mejor arma que tenían contra la soviética era la soviética misma. Usarían la vigilancia a su favor. Rando sólo tenía tres cosas por hacer, primero realizó el vandalismo en la estatua mientras la estaban montando. Colocó un paño sobre el dibujo para que quedara oculto hasta que jalaran de la manta que cubría a la estructura. Le recomendó a Lashade el restaurante al que siempre iba Ronodre. Finalmente, en el mitin, aprovechó el punto ciego para mancharse con cal y después lavarse la mano. Rashide aplicó el efecto en el video para hacerlo más incriminador, tapando la voz de Rewil con la lluvia. Conociendo los puntos ciegos pintó en la fábrica de reciclaje para que lo unieran con su otra pinta en el templo socialista. La última pieza fue colocar el pedazo de plástico donde Lashade y Rewil se habían visto. Él estaba a cargo de su vigilancia y le fue fácil burlar su propio sistema mientras fingía repararlo. La mera apariencia de la conjura era suficiente, la soviética recicla las naves espaciales y les lava el cerebro a los marcianos primero. Esos dos elementos de verdad cerraban el paquete.

            Frelon colocó la máquina sobre una mesa y los cuatro cancilleres fueron avanzando en fila india. El reeducador aplicaba distintos impulsos dependiendo del sujeto. Rando y Rashide se colocaron en fila. Rando eliminó a sus últimos adversarios políticos y Rashide se aseguró de incriminar a los ingenieros en tecnología educativa para realizar mejoras sobre el sistema y asegurarse de que no les lavaran el cerebro. Rando pasó primero y después Rashide. Nadie detectaba ningún cambio, aunque algunos recuerdos habían sido borrados y se habían impreso creencias férreas sobre amor y lealtad a la soviética. Rando miró a Rashide y sonrió. Con un poco de insinuaciones y la ayuda de una fantasma, ahora lo tenían todo. Rando tenía a la soviética y Rashide tenía a Rando. Sonrieron y se miraron a los ojos. Gracias a su amor ahora tenían al mundo.

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