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Yo soy Alguien
“Vaya que hace calor, hace casi
tanto calor como en la fábrica. Casi tan aburrido también. ¿No se supone que el
gel que usan en hibernación debería dormirte? Hace tanto calor como en la
fábrica, pero no es tan ruidoso. ¿Recuerdas el ruido constante de la fábrica?
Cada vez que esos brazos mecánicos descendían, apretaban las tuercas y
regresaban a su posición chillaban tan fuerte que era imposible descansar el
cerebro. Piezas de camiones, de trenes y de comunicadores, todo en la misma línea
de producción. Absurdo, pero el trabajo es el trabajo. ¿Te acuerdas cuando
diseñabas máquinas en los paneles metálicos de las máquinas? Casi te atrapan
por eso. Casi te atrapan desde el colegio. ¿Recuerdas ese cartel que leía
“reporta a tu amigo imaginario”? Eso estuvo cerca... ¿Hace cuántos años desde
que no me reportaste?”
“Yo tenía diez años, así que...
como cincuenta años.”
“Cincuenta años de aventuras
ininterrumpidas. Con los años cambiaste muchas cosas, pero no mi historia de
origen. Abandonado en un navío naufragado cerca de las islas prohibidas fui
aceptado por los aborígenes que vivían libres. Juré para siempre protegerlos de
la soviética y sus nefastas intenciones. Todavía me acuerdo cuando me hice de
un barco y organicé una flotilla pirata. ¿Te acuerdas cuando regresé a la
civilización soviética como ladrón y bandolero de caminos? Era el dolor de
cabeza más grande para la soviética. Robando al gobierno y repartiéndolo para
el pueblo olvidado de la soviética en las zonas prohibidas. El héroe conocido
por todos como Nadie.”
“¿Recuerdas cuando fui a la zona
prohibida del sur? No hay nada... Nada más que muerte y frialdad. ¿Cómo pudo
Rando seguir con su vida?”
“La ambición, mi querida Orgonal,
la ambición. ¿Recuerdas cuando me imaginaste una compañera de aventuras?”
“Sí, Alguien, yo tenía treinta
cuando primero lo imaginé. La basé en Gacreal, ¿te acuerdas de ella? La dejaron
cambiar de trabajo diez años después. Suertuda. A Rashide le cambiaron de
trabajo, sólo tuvo que sacrificar su cordura.”
“Eso lo dice la chica que aún
tiene amigos imaginarios.”
“Y todo hubiera seguido bien, o
al menos monótonamente bien si no me hubieran atrapado. Nunca pensé que
descubrirían mis escritos. Fui tan cuidadosa en esconderlos bajo una terminal
que siempre pensé que me saldría con la mía.”
“¿Cuántas hojas de plástico
tenías escondidas? Debían ser más de cien. Las iban a encontrar tarde o
temprano. Y escribir más de cinco líneas es sospechoso, más de cien hojas es
ilegal.”
“Es difícil de creerlo, pero me
salvó la eficiencia matemática de la soviética. Empezaron a comparar letras
desde la A a la Z. Nadie, estuvimos cerca.”
“Cuando Rando traicionó a Brulin,
yo pensé que te haría lo mismo.”
“¿Rando? Imposible, él será
muchas cosas, pero en el fondo me ama. Nos ama a todos, aún cuando la soviética
nos impuso por la fuerza que nos amaramos, lo hicimos.”
“El Hombre puede acostumbrarse a
las condiciones más inhumanas si les das tiempo y les lavas el cerebro.
Orgonal, ¿no crees que hace mucho calor?”
“Sí, y no me he dormido. ¿Cuánto
tiempo tendría que tardar para...?” Orgonal se removió en el gel de
hibernación, sus músculos estaban dormidos, pero ella no. “Nadie, tengo un mal
presentimiento.”
“Orgonal, creo que estamos en un
ataúd flotante. Rápido, haz algo.” Orgonal comenzó a moverse espasmódicamente,
tratando de quitarse el visor de los ojos. “Rápido, no tenemos mucho tiempo.”
Orgonal
consiguió quitarse el visor y miró a
través del gel amarillento. Luces rojas estaban encendidas a lo largo del largo
corredor de tubos de hibernación. Comenzó a empujar el panel de plástico cuando
vio que había gente corriendo de un lado a otro. Consiguió romper el plástico y
el gel se desbordó, empujándola al suelo. Estaba desnuda y resbalosa, pero eso
no la detuvo. Vio que en los tubos a su alrededor también había tripulantes
encerrados. Abrió las compuertas jalando de palancas y se resbaló cuando el gel
salía por debajo de los tubos. Trató de quitarse el gel, mientras que las otras
personas respiraban con dificultad. Escuchó disparos y gritos. El ataúd era
todo menos silencioso. Imaginó que los demás tripulantes sabían lo que estaba
pasando, y las normas de la decencia habían sido tiradas a un lado.
“¿Están bien?” Los tripulantes
encontraron una manguera de agua que colgaba del techo y procedieron a lavarse
desnudos. El hombre a su le compartió la manguera, estaba tenso pero
extrañamente calmado. “¿Sabe lo que está pasando?”
“Todo lo que sé,” dijo el hombre
“es que no llegaré a la prisión que me esperaba.”
“Yo tampoco,” dijo una mujer a su
lado. “pero creo que brincamos de un problema a otro.”
“Esperen un segundo,” dijo
Orgonal. Había más de dos docenas de hombres y mujeres peleando por la manguera
que habían sido rescatados. “¿quiénes aquí son prisioneros?”
“Yo.” Dijo una persona a su lado,
luego otra, y otra, hasta que todos los presentes se identificaron como
prisioneros en camino a Marte para hacer lugar a las cárceles terrestres.
“Con razón, todos aquí somos
indeseables. La soviética nos quiere muertos.” Orgonal se separó del grupo y
caminó en reversa, hasta una consola de mando. Tenía problemas para respirar y
estaba cayendo presa del pánico. La soviética no había sido engañada por Rando,
¿o podía ser que Rando supiera, desde el principio, que aquella nave sería un
ataúd flotante?
“Mira detrás de ti,” le dijo
Nadie. “en la consola. Revísala, a ver qué dice.”
“Vamos a ver...” La consola era
básica, sin holograma, en vez de ello tenía una pantalla en blanco y negro.
Orgonal navegó entre los íconos, sin estar segura de lo que hacía. Hizo click
en “nave”, después en “estado de la nave”. El reporte no era bueno. El
generador de oxígeno estaba lanzando todo su oxígeno al espacio. Se ahogarían,
o se cocinarían vivos. “¿Qué hacemos?”
“Sobrevivir.” Dijo Nadie, en su
pose de conquistador. “Rashide te enseñó donde están los paneles de emergencia,
¿lo recuerdas?”
“En los motores, ¿pero cómo llego
hasta allá?” Nadie señaló detrás de él, al grupo de personas que aún se
bañaban. “Pídeles ayuda.”
“No podría hacerlo.” Nadie dio un
pisotón y señaló al grupo, en su mejor pose de comandante dando órdenes.
Orgonal se acercó al grupo y se aclaró la garanta. “La nave pierde oxígeno,
pero sé qué hacer.”
“¿Oxígeno?” Gritó una mujer
frente a ella. El grupo cayó en pánico. Orgonal imaginó a Nadie dándole una
bofetada. Orgonal la tomó del cuello y le dio una bofetada que la paralizó y
forzó al resto del grupo a prestarle atención.
“Puedo salvar esta nave, uno de
mis esposos es ingeniero en sistemas y se especializa en esto. Me contó donde
están los controles de navegación de la nave, están escondidos cerca de los
motores.” Un grupo de tres personas corrieron en llamas cerca de ellos, para
caer muertos pocos metros después. “Ahora, el fuego consume oxígeno así que
tenemos que apagarlo. Necesito que un grupo de ustedes se encargue de eso,
necesito que otro grupo localice entre los tripulantes a los médicos, a los
militares y a los ingenieros en sistemas, nos serán de mucha utilidad. Un
tercer grupo vendría conmigo.”
“Pero, ¿cómo hacemos eso?”
Preguntó un hombre.
“Esa consola de ahí les dirá
donde encontrar la oficina de comunicaciones, en ella debería haber una consola
de comunicación para la nave. Llámenlos por el altavoz y mándenlos a los
motores. En cuanto al fuego, usen extinguidores o cierren escotillas y quiten
el oxígeno con las consolas, si no pueden lo haré desde el control maestro.
Vamos, no tenemos mucho tiempo.” El grupo no se movió. Se imaginó a Nadie, el
capitán valeroso rodeado de hombres de paja. Orgonal se enojó y comenzó a
separar personas en grupos. “Ustedes ocho vayan a los altavoces, ustedes cinco
apaguen los fuegos, ustedes cuatro acompáñenme.”
“No sé, parece peligroso.” Los
disparos, que resonaban por encima de las alarmas, parecían estar acercándose.
“Será más peligroso cuando se
acabe el oxígeno.”
Los
grupos se dividieron. Orgonal y sus cuatro compañeros revisaron un mapa para
localizar los motores. Era una nave colonizadora, en forma de platillo, los
motores no estaban todos en el mismo lugar, más bien eran docenas de salas de
motores para impulsar la nave en todas direcciones. Aquello no era un
impedimento, sabía Orgonal, pues el centralismo de la soviética aparecía hasta
en sus naves. Si bien había muchas salas de motores, existía una sala
principal, una extensa galería en los pisos inferiores que recorría, como una
media luna, gran parte de las secciones del platillo volador. El problema más
grande sería atravesar la marea humana que parecía haber perdido la razón.
Todos sabían que estarían muertos en poco tiempo, y habían comenzado a portarse
como bestias. Seguían los caprichos de uno más grande que ellos, mejor armado,
para violar y torturar a todos cuantos podían. Los pocos guardias que había
fueron sometidos salvajemente, sus cuerpos colgados del techo como trofeos.
Orgonal estaba muerta de miedo, imaginó que Nadie le daba la mano para cruzar
por las distintas zonas. Habían pasado frente a docenas de brutales individuos
que reían mientras torturaban, sin un solo problema. Las escaleras, sin
embargo, eran otro problema. Un pequeño grupo, que se había hecho de armas y
había tomado el control. Al ver a Orgonal se lanzaron contra ella, la golpearon
y la sometieron en el suelo plástico. Los hombres que caminaban con ella se
sumaron a la violación tumultuosa o corrieron en sentido contrario. Al caer al
suelo miró hacia una pequeña habitación de servicio, donde otras mujeres y
hombres habían sido brutalizados, violados y almacenados como mercancía.
Orgonal luchó para separarse de sus victimarios, se arrastró hacia una pared,
pero fue inútil. Le golpearon en la cara y le sostuvieron de las piernas.
“Vamos preciosa, dime tu
nombre...” Le susurraba el hombre frente a ella que separaba sus piernas con la
punta de un cuchillo improvisado.
“Déjame en paz imbécil, puedo
salvar a la nave.” Estiró sus brazos alocadamente, hasta que dio con un pedazo
filoso de metal. “Moriremos sin oxígeno si no me dejas ir.”
“Te dejaré ir, para que los demás
tengan su turno.”
Orgonal
usó el filo del metal para clavárselo en el cuello. Le quitó el cuchillo
mientras su violador caía sobre ella y se cubría la herida desesperadamente. Apuñaló
al hombre a su izquierda en el pecho y se empujó con la cadera hacia la
derecha, apuñalando salvajemente al otro hombre. Se levantó cuando de la
escalera aparecieron dos hombres armados. Un tercer hombre saltó sobre ella,
Orgonal le golpeó la entrepierna con su rodilla y lo empujó hacia los hombres
armados. Los hombres dispararon contra el escudo humano y Orgonal dejó ir al
cuerpo sin vida sobre uno de los pistoleros. Con la cuchilla se lanzó sobre el
pistolero a su izquierda, le clavó el filo en el ojo y se hizo del arma. Sin
pensarlo dos veces le disparó en el pecho, se dio vuelta y disparó contra el
otro hombre armado. Subieron más personas por las escaleras, pero los detuvo a
balazos con ambas pistolas. Se vistió con las ropas de uno de sus atacantes y
miró al violador que se estremecía en un charco de sangre.
“Al final no te dije mi nombre.”
Apuntó el arma mientras que las mercancías humanas salían para robarle la ropa
a sus captores. “Soy la comandante Alguien, y ésta es mi nave.”
El
disparo resonó en su cabeza como una explosión y le acompañó durante su
trayecto en las escaleras. Los hombres y mujeres liberados caminaban detrás de
ella. Con cada piso se le iba sumando más gente, pues en cada piso se enfrentaba
a la peor escoria y liberaba a sus prisioneros. Al llegar al piso del cuarto de
máquinas derribaron la escotilla metálica entre todos. La sala de medialuna
tenía computadoras a los lados de una maquinaria que corría por el centro de la
habitación, hasta perderse en los pisos superiores. Rashide le había dicho que todas las naves tenían un centro de
navegación oculto por la soviética. Si estaba oculto imaginó que estaría detrás
de algún panel. Buscaron en cada rincón, cruzaron ambas partes de la sala de
máquinas por un puente de metal, hasta que alguien encontró algo detrás de una
columna en la pared. La enorme columna estaba revestida por un aluminio que
podía sacarse. Entre todos fueron empujando el aluminio hasta tirarlo abajo y
revelar una consola maestra. Orgonal se hizo del aluminio para retorcerlo como
una espada. Encendió la consola y navegó entre los íconos del menú. Encontró lo
que buscaba, la computadora tenía la orden, mediante un guión fantasma, de
soltar todo el oxígeno al espacio. Jugueteó con los botones hasta que encontró
la manera de frenar la fuga y restablecer el flujo. Encontró el sistema de
altavoz y lo activó.
“Orgonal está muerta, soy la
comandante Alguien.” Se imaginó a Nadie a su lado, puños a los costados, pecho
inflado y con una sonrisa triunfante. “Me he adueñado de la nave, reestablecido
el oxígeno y, desde este momento, convoco a todos los tripulantes a un motín.
No estoy hablando de las bandas de depredadores que andan sueltos por ahí,
aplacaremos su violencia con medios extremos si es necesario. Me refiero a un
motín más grande, me refiero a una promesa de algo más grande. Hoy nos
rebelaremos contra la soviética. Estamos en guerra contra ella. Imagino que
algunos de ustedes tendrán dudas, pero véanlo de esta forma, la soviética los
quiere muertos a todos ustedes. ¿Qué le deben ustedes a la soviética? Nada. Les
ha robado durante todas sus vidas. Les robó la libertad de elegir, les robó el
producto de su esfuerzo, les robó de su dignidad y, finalmente, les robó de su
propio futuro. ¿Deberle algo? Ridículo. Llamo a todos los que fueron miembros
de las fuerzas armadas, a los ingenieros en sistemas y a los médicos para que
se reporten a la sala de máquinas. No les prometo paz, no puedo dárselas, solo
ustedes pueden. Cuando la paz proviene desde arriba, la paz es masacre, la paz
es barbarie. Cuando la paz proviene desde abajo entonces es estable, sin miedo,
próspera. No tenemos mucha comida, ni mucha agua, tendremos que racionalizarla.
Me aseguraré de que todos reciban su ración y se mantengan con vida. Una vez
llegados a Marte entonces tendremos más, mucho más. Habrá comida para todos, y
de sobra, tendremos espacio, tendremos futuro y tendremos libertad.”
“No
mataremos a quien esté en el gobierno para reemplazarlo. Una burocracia por
otra, un tirano por otro. Ésta vez no habrá tirano, porque no habrá gobierno
que lo cobije, lo proteja y le dé las armas para mantener a la población
aterrada de su propia sombra. La transición será violenta, sanguinaria, la
revolución para acabar con la revolución. Les pido más que su asistencia, más
que esfuerzo bélico, les pido que cambiemos a la sociedad desde los individuos.
La sociedad colectivista no puede no ser totalitaria, está en sus principios
básicos. Detrás de la tiranía de la soviética se esconde su raíz más insidiosa,
más sutil. La semilla de la barbarie es la virtud absoluta del sacrificio. Con cada paso que la soviética toma en llevar
al Hombre cada vez más cerca de un estado animal, va pidiendo más sacrificios.
El sacrificio, defienden ellos, es la base de la civilización. Ustedes han
sacrificado justicia para dar lugar a la venganza que proviene de la envidia y
el rencor de no tener exactamente lo mismo que el vecino. Sacrificaron felicidad por deber. Sacrificaron humanidad por el miedo de un
mundo de individuos en vez de números. El mundo en el que vivimos, el que nos
dio la espalda y nos sentenció a morir es el producto de nuestros sacrificios. ¿Quién
decide qué sacrificar y cómo? Yo les diré quién, la soviética, al única persona
que no sacrifica nada. El tirano todo lo exige, pero a él no se le exige nada.
Qué fácil es satisfacer a la chusma con parques y atracciones cuando todo eso
se construye con el dinero de los demás, con el trabajo y sacrificio de otros.”
“Estamos
en huelga, en rebelión armada, contra el credo del sacrificio obligado. Si
queremos paz, si queremos prosperidad y libertad entonces se necesita de otra
moralidad. La moralidad de la razón, que es correcto el buscar la felicidad de
uno mismo como meta principal en la vida. No considerar la felicidad de otros
como la meta principal de la vida, ni que la felicidad propia sea la meta de
nadie más. ¿Por qué debe ser la felicidad ajena mi meta en la vida?, ¿por qué
tengo que sacrificar, bajo la pena de la fuerza, mi vida por los demás? Ésa
fuerza, esa agresión, es el gran mal que no tiene cabida en un mundo libre, en
un mundo racional. Uno no debe forzar a otro para que actúe contra su propio
juicio. Ésa será nuestra bandera, nadie tiene permitido agredir otro cuando no ha
habido otra agresión. ¿De qué manera los delincuentes ideológicos agredieron a
la soviética? De ninguna forma, pero la soviética agrede a todos para mantener
el régimen basado en el sacrificio de la felicidad propia por la felicidad del
bien común. Hemos permitido que nuestro mundo sea regido por la fuerza, por
Hombres que dicen que temor y felicidad son igualmente incentivos, pero que el
temor y la fuerza son más prácticos.”
“Hemos
justificado su permanencia en el poder predicando que todo Hombre es malvado
desde que nace. Hemos justificado el reinado del terror en base a un mito, a
una fantasía. Si el Hombre tiene una tendencia natural hacia comportarse de
cierta forma, buscando su felicidad propia, ¿por qué lo consideramos
anti-natural? Semejante moralidad nos lleva al temor y al odio. Tememos al
Hombre que tiene un crédito menos que nosotros, porque creemos que ese crédito
le pertenece a él por mérito propio. Odiamos al Hombre con un crédito más que
nosotros porque creemos que ese crédito nos pertenece. Sabemos que no podemos
darlo todo y morir de hambre, como quisieran nuestros tiranos comunistas. Nos
hemos forzado a vivir con lo mínimo, invadidos de una culpa irracional. ¿Es
correcto sacrificarse por otra persona? No si esa persona lo demanda como su
derecho natural, o como nuestro deber absoluto. Sí, si es nuestra propia
decisión basada en nuestro juicio del valor de esa persona y de su situación.
Si me he comprado más zapatos que mi vecino, ¿por qué debo sentirme culpable si
ese dinero es mío por mi esfuerzo? El comunismo quiere que crean que sería
lícito que esa persona invadiera mi departamento, a la mitad de la noche, y me
robase un zapato. Al principio no pensamos mucho sobre eso, lo dejamos ser, lo
excusamos maquillando nuestra irracional culpa. Más tarde la soviética nos robó
más y más, hasta que nada de lo que tenemos es nuestra propiedad. ¿Y dónde está
su culpa?
“Todo
Hombre se pertenece a si mismo, él es su primera propiedad. Es propiedad
privada y nadie en el mundo puede decidir por ella. El fruto de su esfuerzo,
¿por qué no es también su propiedad?, ¿qué me dicen de sus creencias y de su
expresión? Todo lo que sale de él es su propiedad. Pensamos que es tan moral el
sentirnos culpable de nuestra propiedad cuando otros tienen menos, y pensamos
que es tan moral el sentir odio y rencor cuando otros tienen más. Lo pensamos
tan moral que no parpadeamos ante la idea de forzar a otros a renunciar a su
propiedad. Lo justificamos diciendo que tienen mucho, que pueden vivir con
menos. Todos podríamos vivir con apenas unos mendrugos de pan y algo de agua,
¿por qué no empiezan nuestros tiranos por vivir así? Nos sentimos superiores
porque nos avergonzamos, pero ¿por qué debo avergonzarme de buscar mi propia
felicidad cuando no obligo a nadie a buscarla por mí?”
“Llegaremos
a Marte, la tomaremos por sorpresa. Conquistaremos Jalrena y destruiremos al
comunismo desde su base. Cada hombre y cada mujer tendrá derecho a preservar su
propiedad, su expresión y su seguridad de saber que nadie le obligará a renunciar
a esos derechos. Esos derechos son nuestros desde el nacimiento. No es un
Estado totalitario, disfrazado de nuestra madre, el que nos permite tener unos
cuantos derechos abstractos y unos mendrugos de pan. No se equivoquen, vienen
días de sangre y fuego. Días en los que se decidirá, no sólo nuestro futuro,
sino el de un planeta entero. Lucharemos por nuestras vidas, pero más
importante aún, por nuestra libertad. Soy la comandante Alguien, fin del
comunicado.”
Sometieron
a los violentos y calmaron los incendios mientras que la sala de máquinas se
llenaba de gente. El gran Nadie, quien fue pirata por muchos años, vio con
agrado la aceptación de la tripulación a la filosofía de su compañera Alguien.
Orgonal los dividió por empleos, asegurándose de tener a los mejores
disponibles. Los médicos se organizaron para curar heridas con las pocas
medicinas que habían. Los ingenieros en sistemas hicieron hasta lo imposible
para que la soviética aún pensara que la nave era un ataúd flotante, el
elemento sorpresa era el único que tenían a su disposición. Los militares,
todos dados de baja por diversos crímenes, formaron un consejo para coordinar
la repartición de comida entre los seis mil tripulantes. La comandante era
buscada para solucionar todos los problemas, y pasó varios días sin dormir
yendo de un lado a otro de la nave, hasta que eligió a un grupo de asistentes.
Facrin el general de la nave le ayudaba en lo que tuviera que ver con repartir
comida y lidiar con los criminales violentos. Grilta, ingeniera en sistemas,
era la encargada de coordinar a los ingenieros. Wersal, quien había sido obrero
como Orgonal, ayudaba en las tareas cotidianas. Wersal había sido de los
primeros rescatados por la comandante cuando ésta había sido asaltada por los
violadores.
“Los tenemos a todos encerrados.
No tanto porque sean peligrosos, sino porque hay multitudes que quieren
matarlos. Muchos de ellos fueron sus víctimas.” Facrin se sentó en las
escaleras del puente en el salón de máquinas, mientras que Orgonal comía media
barra de galleta, su única subsistencia para todo el día. “Consumen agua y
comida como los demás, muchos de mis compañeros piensan lo mismo que yo, y que
la mayoría de la tripulación. Deberíamos matarlos. Podemos quitarles el
oxígeno, sería lo justo.”
“No.” Dijo Orgonal. “Si
estuviéramos en lugar estable, en vez de esta lata a punto de estallar en
motín, serían enviados a los tribunales. Lamentablemente no lo estamos, aún. Los
necesitamos con vida, una vez que lleguemos a Marte necesitaremos de todos los
Hombres que podamos.”
“¿Cómo van los entrenamientos?”
Preguntó Wersal. El general Facrin se terminó su barra de galleta y comenzó a
lamer el envoltorio.
“Bien, ya saben usar armas y
conocen las técnicas de guerrilla urbana. La guerrilla urbana se usó por última
vez en el 822. El ejército marciano estará listo para eso, así que cambiamos un
poco la estrategia. Lo que tienen que entender es que en Marte hay bombarderos.
La soviética nivelará la ciudad con tal de sofocar el problema.”
“Ese problema, será para otro
día.” Dijo Orgonal. “Grilta, ¿qué novedades tienes?”
“Buenas y malas.” Grilta, quien
ya se había acabado la galleta, revisaba en un bote de basura en busca de
migajas. En la Tierra semejante actitud hubiera sido ridiculizada, pero a estas
alturas ya todos lo habían hecho. Grilta encontró un envoltorio pegajoso y se
lo metió a la boca. “La buena noticia es que llegaremos a Marte. Las
colonizadoras, como ya saben, se seccionan, pero ésta vez la nave completa
descenderá a la estación espacial. Al parecer la nave ya está en sus últimas y
será reemplazada. La mala noticia es que podría haber una inspección en Fobos.
Si utilizan sus escáneres no verán señales de vida, me aseguré de que ese guión
fantasma estuviera instalado. Existe, sin embargo, la posibilidad de que quieran
entrar.”
“Excelente.”
“Pero comandante, alertarán a la
soviética.”
“Las naves militares llevan dos
cosas, armas y comida.” Grilta entendió la idea y salió corriendo a buscar a
los otros ingenieros en sistemas.
Los
ingenieros trabajaron largas horas para tender la trampa. Una nave militar de
Fobos se fue acercando a la colonizadora. Aunque no detectaban rastros de vida
sí había rastros de radioactividad. La nave militar se acopló a la colonial y
abrieron la entrada del cargo desde los programas en sus naves. La colonizadora
fue abordada por cincuenta soldados. Una vez que estuvieran dentro los
ingenieros activaron un guión fantasma que selló el área y les quitó oxígeno y
aumentó la presión cien veces. Los soldados murieron asfixiados y aplastados. Una
segunda oleada, ésta vez de doce personas, entró a la nave para inspeccionar a
sus compañeros. Uno de los militares cercanos a Facrin le dijo que ese era el
procedimiento normal y que dentro de la nave militar sólo quedarían dos o tres
operarios. Mataron a la nueva oleada de militares de la misma forma y los
soldados rebeldes de la comandante Alguien abordaron la nave espacial militar.
Los ingenieros en sistemas penetraron sus sistemas de comunicaciones e
informaron a Fobos que no habían encontrado nada, pero ahora habían perdido
conexión con sus motores. Los soldados del general Facrin regresaron cargando
pesados contenedores repletos de comida y armas. La tripulación fue bien
alimentada y se prepararon las armas. Llegarían a Marte en menos de un día.
Nadie
en la nave durmió. Existía un silencio sepulcral mientras los seis mil
combatientes aguardan en silencio, muertos de miedo sin saber qué les esperaba.
Orgonal no tenía que decirlo, nadie podía predecir lo que pasaría. Muchos de
ellos no sobrevivirían, de eso no había duda. Si la soviética decidía
sacrificar una ciudad antes que dejarla caer en manos de los individualistas,
nadie sobreviviría, ni siquiera las fuerzas del supuesto orden. Facrin le
mostró a Orgonal, a Wersal y a Grilta la estrategia que habían convenido.
Encendió el holo-proyector de tres metros en la sala de comunicaciones y mostró
un esquema aéreo de la ciudad.
“Jalrena, con sus ochenta
millones de habitantes están organizados en esta cuadricula de cuatro zonas. La
estación espacial se encuentra en el sector L de la zona sur.” El mapa extendió
la cuadrícula L, era prácticamente idéntica a las demás cuadrículas. Cada
cuadrado tenía treinta edificios multifamiliares, oficinas y fábricas, rodeados
de árboles y conectados por las calles que llevaban los transportes. “La
primera avanzada tomará a la estación espacial y se asegurará de que nadie
pueda utilizar el sistema desde las bases militares en las dos lunas. Repeler
las fuerzas de seguridad será lo más sencillo, lo difícil está en el ejército. Tenemos
varias ventajas, el ejército siempre manda una primera fuerza que consiste
básicamente en tropas de suelo y unos cuantos tanques. La única vía para los
tanques, a menos que nivelen a los edificios, es por las calles. Nuestra
estrategia es establecer, dentro de las cuadriculas, puntos de resistencia
ubicados en los multifamiliares. Si podemos tomar el sector L podremos
controlar a los sectores K, M y N. Formaremos cruces dentro de la cuadrícula,
formando sectores pequeños fáciles de combatir.”
“¿Esperan hacerlo con todos los
sectores?”
“Imposible, no tenemos suficiente
gente. Si tomamos la zona sur, es decir, si no usan bombarderos o armas
químicas que maten a sus propios ciudadanos, controlaríamos gran parte de los
sectores este y oeste. El sector norte es más difícil recorrerlo a pie, en
medio de la confusión será difícil mantener en orden a nuestras propias tropas.
Si sobrevivimos la primera noche será porque logramos tomar el sur y
defenderlo. Al día siguiente concentramos a las tropas que queden y vamos
tomando hacia el este y el oeste. De esta manera controlaríamos casi todas las
oficinas y las fábricas militares, así como la base más grande que está ubicada
en el sur.”
La
nave descendió sobre Marte-Jalrena como estaba programado. Había tres equipos
de los incineradores cargando grandes contenedores repletos de bolsas para
cadáveres. La nave se apoyó sobre largas patas diagonales y, cuando los
operarios dieron la orden a través de sus comunicadores, cuatro anchas y largas
plataformas emergieron de la nave, bajo las puertas de ascenso y descenso de
cargamento. Cuando las puertas se abrieron los hombres en la estación espacial
miraron con extrañeza a los miles de Hombres apretados en las estaciones de
cargo. Hubo unos diez segundos donde nadie hizo nada. Los soldados, temblando
de miedo, se aferraban a sus rifles, los operarios de incineraciones miraban
con el cuello torcido. Era la calma antes de la tormenta. Facrin extendió el
brazo por encima del hombro de Orgonal y abrió fuego con su pistola de mano.
Los soldados le siguieron y comenzaron a disparar.
Los
soldados convictos estaban divididos en equipos comandados por militares con
experiencia. Dos equipos de treinta personas corrieron hacia las oficinas de la
estación espacial, abriéndose camino a disparos. Orgonal quedó sorda y
paralizada con el ruido estridente e insoportable de las armas. Facrin, Wersal,
Grilta y Orgonal corrían juntos entre los soldados rebeldes hacia los
multifamiliares. Las fuerzas de seguridad se presentaron, pero fueron abatidos
sin problemas. Los convictos no dejaban ni a un solo cadáver con armas. Los
refuerzos de las fuerzas de seguridad llegaron cinco minutos más tarde de lo
planeado. El tiempo fue suficiente para que unos 400 hombres irrumpieran en los
multifamiliares del sector L, disparándole a lo que se moviera. Las fuerzas de
Jalrena entendieron rápidamente que se necesitaría más que a las fuerzas
básicas para sofocar el motín.
Facrin
había tenido razón en suponer que parte del ejército se desintegraría en grupúsculos
cuando la rebelión avanzara sobre los sectores poblados. El primer problema al
que se enfrentaron los soldados de Jalrena eran esos grupos sin coordinación
que corrían por las calles matando a civiles y soldados por igual. Ayudados por
aquel retraso los rebeldes fueron formados cruces en la cuadrícula,
estableciendo nidos de metralla en los multifamiliares. Los tanques llegaron
pasada la hora. Los rebeldes disparaban desde los techos y lanzaban materiales
flamables. Los tanques respondían disparando contra los multifamiliares, pero
los disparadores escogían una ventana para atacar y rápidamente se alejaban
para encontrar otra. La primera oleada de tanques fue repelida con apenas 200
bajas para el ejército rebelde.
Orgonal
y su grupo más cercano se estableció en un multifamiliar en el sector 1K.
Entraron a un departamento cuando una familia con tres bebés se guarecían bajo
las camas. Facrin se había hecho de varias pistolas de granadas y disparaba una
tras otra contra las avanzadas militares. Orgonal se asomó por la ventana y vio
los incendios, los cuerpos mutilados y la devastación por todas partes. Una
ráfaga de fuego reventó las ventanas y Orgonal se lanzó al suelo. La familia
les miraba debajo de la cama con hollín en sus rostros y temblando de miedo.
Orgonal quiso hablarles sobre sus derechos, sobre la tiranía de la soviética y
sobre el individualismo libertario, pero no pudo. Ellos no querían discursos,
querían sobrevivir.
“Envíen refuerzos,” le gritaba
Facrin a su comunicador “la comandante está expuesta.”
“¿Qué noticias tienen?” Preguntó
Wersal.
“Estamos vivos.” Le mostró su
comunicador, hablaban desde una frecuencia secreta. El ejército de Jalrena la
ubicaría, pero tardarían más de un día y Facrin no creía durar tanto. “Protejan
a la comandante, vayan con el convoy que está en el suelo, les llevarán a un
refugio.”
Bajaron
corriendo las escaleras. Podían ver los tanques ardiendo en llamas y las pilas
de cadáveres. Orgonal imaginó al valeroso Nadie disparando desde la calle.
Orgonal no creía tener semejante valor. El convoy que los esperaba se había
hecho de un vehículo militar blindado y recorría las plazas y los bosques con
una metralla adelante y otra atrás. Se abrieron paso a través de una plaza y el
vehículo se montó sobre una fuente, hasta cruzar la calle. Los edificios
cercanos estaban repletos de rebeldes que disparaban desde las ventanas, la
fábrica del fondo estaba fuertemente protegida. El vehículo se detuvo
prácticamente adentro de la fábrica y bajaron corriendo hacia el edificio.
“Por aquí comandante, estará
segura en esta fábrica de armamento.” Recorrieron las líneas de producción
hasta el fondo. “Estableceremos aquí al centro de comando del sector sur.
Estamos en constante comunicación mediante programas piratas en los comunicadores,
no pueden rastrearnos.”
“¿Cómo va la avanzada?”
“Bien, tomamos la base militar
del sur y en estos momentos las tropas en el este combaten en la base militar
de su zona. Hemos establecido las trincheras correctamente.” Se detuvieron al
fondo de las filas de producción de balas, trabajando al máximo, donde habían
colocado mesas, comida y, pasando una computadora enorme, una jaula para los
obreros detenidos.
“Quiero que delegue una orden al
general Facrin. No quiero que maten a ningún preso, todos los prisioneros de
guerra serán alimentados y cuidados.” La soldado le miró extrañada. “No somos
como ellos soldado, y nunca lo olvide.”
“Sí mi comandante.” Wersal comió
una barra de galleta, Grilta y Orgonal no tenían el estómago para ello. La
comandante Alguien se acercó a los prisioneros, en su improvisada jaula. Los
veinte hombres y mujeres les miraban con terror. “Sé que suena difícil de
creer, pero este golpe de Estado es por su bien. Estableceremos una sociedad
más justa, con derechos para todos.”
“Le creo.” Dijo uno, sin dejar de
mirar al suelo.
“La soviética ya no les someterá
más, eso se acabó. No habrá vigilancia continua, podrán decidir lo que quieren
ser y cómo.”
“La soviética no nos oprime.” Le
desafió una prisionera. “El colectivismo nos protege de ella.”
“¿El colectivismo?”
“Es una filosofía política
igualitaria,” explicó Grilta “todos ganan lo mismo, por lo que entiendo es una
comuna sin la soviética. Lo escuché en el multifamiliar donde estábamos. Es una
teocracia basada en las fantasías de una profetiza conocida como la marxiana.”
“La marxiana...” Orgonal se
acercó a la pared, había un poster con el rostro de su esposa Vamica y la
leyenda “Marx habla a través de ella”. La comandante Alguien arrancó el póster
y se acercó a los prisioneros. “La vida es más extraña que la ficción. ¿Ésta es
su profetiza?”
“Sí, ella ve a Marx, se comunica
con ella.”
“Marx se equivocó.” Dijo Orgonal.
Los prisioneros se lanzaron contra ella, tratando de agarrarla a través de las
rejas.
“Cuando esto acabe,” dijo Grilta
“haremos que sea ilegal el mencionar ese asqueroso nombre. Toda imagen de la
marxiana será quemada, así que pueden olvidarse del colectivismo.”
“¿Qué?” Orgonal estaba
sorprendida. “¿No entendiste nada de lo que he dicho? Si ellos quieren ser
colectivistas, que lo sean, siempre y cuando no fuercen a otros a ser como
ellos.”
“Pero el colectivismo los
encierra, los hace esclavos.”
“Sí, pero si ellos quieren ser
esclavos es su decisión.” Los prisioneros la miraron sin saber qué decir,
aunque ya no querían lanzarse contra la reja. “Y otra cosa, esa loca es mi
esposa y la amo.”
Al
caer la noche los tanques del ejército
colectivista irrumpieron en la zona, rompiendo la barrera, en un desesperado
intento por reclamar la base militar y la fábrica de municiones. La comandante
y sus asistentes fueron escoltados en un vehículo de doble metralla hacia el
sector este. El viaje era largo y difícil. Los tanques que habían roto el
bloqueo, más de cincuenta, disparaban sobre todo aquello que se moviera. El
general Facrin, ubicado en el sector A este, a un lado del 5Z del sur al centro
de la ciudad, mantenía un control total sobre la zona. En el centro de la
ciudad se conectaban la zona este con la sur y tenía las tres arterias
principales que descendían del norte. La explicación del soldado no ayudó a
mitigar el nerviosismo, el blindaje resistía fuertes embates de los soldados
marxianos. El vehículo recibió un cañón de tanque y salió volando contra los
árboles. Orgonal, Grilta y Wersal se golpearon, pero estaban prácticamente amarrados
a sus cinturones de seguridad. El vehículo cayó sobre una arboleda, dio una
voltereta y se derrapó por el suelo varios metros antes de detenerse. Los
disparadores en el techo estaban muertos, así como el conductor, pero el
copiloto estaba con vida. El copiloto salió del vehículo, mientras otros
soldados rebeldes se unían a la resistencia. Abrió la puerta con mucho trabajo
y liberó a los tres tripulantes. Wersal salió primero, con la cabeza gacha, y
corrió hacia el edificio de enfrente, a treinta pasos de distancia. Grilta le
siguió disparando alocadamente sobre su hombro con su rifle automático. Orgonal
salió ayudado del soldado, quien recibió una ráfaga de fuego tan potente que
prácticamente le cortó a la mitad. Orgonal se protegió detrás del vehículo, pero
estaba atrapada. Los rebeldes en la esquina trataban de protegerla, pero no
podían acercarse. Un tanque disparó a pocos metros de su posición y fue
golpeada por el cascajo. Desesperada quitó al soldado muerto de la metralla y,
con todas sus fuerzas, la hizo deslizarse sobre su riel para acomodarse a la
posición. El vehículo estaba de lado, el riel de la metralla le permitía apenas
apuntar hacia los soldados que se venían contra ella. Apretó los gatillos de
las pesadas guías y la metralla se activó. Los casquillos de balas salían uno
tras otro en rápida sucesión, la metralla vibraba con una potencia que
lastimaba sus muñecas, pero era el ruido el que dejaba a Orgonal en un estado
de completo shock. La fábrica no hacía tanto ruido. Vio a los soldados ser partidos
a la mitad, sus cabezas y brazos volando por todas partes. La sangre inundó la
calle mientras hacía tiempo para que los soldados rebeldes pudieran alcanzar.
Cuando
finalmente avanzaron, una vez que los dos tanques fueran detenidos usando
pistolas de granadas, un grupo de diez soldados la llevaron al edificio.
Prácticamente tuvieron que cargarla para zafarla de la metralla. Wersal y
Grilta la esperaban y subieron por las escaleras para buscar una zona más
protegida. Los bombarderos no habían atacado, Orgonal imaginó que era porque
Vamica sabía que su esposa estaba viva. Cuando alcanzaron el décimo piso la
comandanta se detuvo en seco. Era una central de comunicaciones. La
electricidad había sido cortada para toda la ciudad pero, siendo edificio de gobierno,
contaba con su propio generador. Entre todos buscaron las computadoras
principales y uno de los soldados, que había sido ingeniero en sistemas, logró
desbloquearlo.
“No ha sido actualizado en un
tiempo, probablemente debido a la marxiana. ¿Qué hará con esto?”
“Esto me comunicará con todos los
hogares de Jalrena. Deben estar muertos de miedo. Necesitan saber porqué
luchamos y porque sus esposos y amigos están siendo masacrados.” Conectó el
micrófono a una unidad aislada por paneles de cristal. Necesitaba el silencio.
Su voz sería escuchada en todos los altavoces de la ciudad, y en los
comunicadores que sintonizaran las estaciones de emergencia que, imaginó la
comandante Alguien, serían la mayoría. “Yo soy la comandante Alguien y me
dirijo al pueblo de Jalrena compartiendo el dolor de su pérdida. Hoy pierden a
muchos de sus amigos y familiares. Pero más que eso, hoy pierden un estilo de
vida. No somos fuerzas de la soviética. No estamos aquí para mandarlos a todos
a escuelas de cuadras y castigarlos como una madre histérica castiga a sus
hijos desobedientes. Los soldados colectivistas que se rindan serán tratados
con dignidad y respeto. Son mis órdenes y mi promesa. Sepan que ésta es una
pelea que no pueden ganar, todos los tripulantes de la nave colonizadora que
descendió hoy hace tantas horas fuimos condenados a morir sin juicio alguno. La
soviética decidió que debíamos morir. Esto no es nuevo para ustedes, si han
renunciado al régimen de la soviética imagino que saben a lo que me refiero.”
“No
somos colectivistas, es cierto, pero tampoco estamos aquí para suplantar un
tirano por otro. Esto es lo que puedo prometerlos. El gobierno libertario
modificará las leyes de manera que todo individuo tenga derechos desde su
nacimiento. Tienen derecho a su propiedad, a decidir por sí mismos si quieren
otro trabajo, otro departamento, otros muebles, otra comida. Si aman a otra
persona que no es su esposo o esposa, no los encerraremos en jaulas como
castigo. Todo individuo tiene derecho a vivir su vida según su criterio,
siempre y cuando no afecte la libertad de los demás. Su cuerpo, su amor, su
trabajo, sus ideas, su forma de expresar sus ideas políticas, religiosas,
artísticas o de cualquier índole, son su propiedad y ustedes la administrarán
como les plazca. El gobierno será limitado, no decidirá por ustedes lo que
pueden comer, con quienes se deben casar, dónde trabajarán o como buscarán su
felicidad y prosperidad. La vida económica pasará a manos de los individuos y
no del Estado. Las fábricas pasarán a manos de quienes las trabajarán, serán su
propiedad. Serán libres de construir más fábricas, de unirse a las otras
fábricas o competir con ellas. Sé que todas sus vidas les han indoctrinado para
creer que la competencia es mala. La competencia es buena, los precios los
determinarán los compradores, así como los salarios serán determinados según la
oferta y la demanda. No habrá restricción para que cualquier individuo invente
su propio negocio, creando nuevos empleos.”
“Sé
lo que están preguntándose. ¿Si nadie reparte la riqueza, cómo sabremos que no
habrá unos cuantos que se queden con todo?, ¿cómo sabremos que no regresarán
los burgueses a oprimirlos? La burguesía obtuvo de su poder a través del
Estado. ¿Quién ejercía la violencia contra los individuos que retaban a la
burguesía y sus estándares, sino era el Estado? Sin Estado no habrá burguesía
ni monopolios. Es cierto, no se repartirá la riqueza centralizadamente, pero se
repartirá de otra forma, creando más riqueza. No se puede compartir la riqueza,
sólo se reparte miseria. La riqueza es algo que se crea, algo que se reparte
mediante la compra y la venta. Si alguien no quiere participar está en todo su
derecho. Aquellos colectivistas que no quieran ser parte del mercado libre
pueden formar sus propios colectivos. La regla de oro es la siguiente: Se
permite todo aquello que no sea una agresión directa contra la vida o
patrimonio de otra persona.”
“No
es la utopía irreal de una soñadora, es el fruto de décadas de la vida monótona
de una obrera de fábrica. Hora tras hora, día tras día, viviendo atemorizada
por la soviética. En mi interior sabía que algo estaba mal, sabía que el
individuo es de carne y hueso mientras que “el bien común” es algo abstracto.
El libertarianismo puede funcionar si le dan una oportunidad. Les prometo que
los estándares de vida crecerán, junto con sus libertades personales. Les
prometo que la ciudad crecerá, que podrán vivir en departamentos más grandes, o
incluso casas. Sé que habrá pobres, sé que habrán aquellos que sin la
vigilancia omnipresente de la soviética sucumbirán a sus adicciones, sé que
habrá desigualdades entre los que tienen más y los que tienen menos. Pero
también sé que esos pobres vivirán mejor que como viven ahora. En Jalrena no es
que no haya pobres, es que todos son pobres porque no pueden compararlo con
nada más. El sistema no es perfecto, pero podremos mejorarlo. Mejor aún,
podremos mejorarlo sin tener que matar a nadie. Les ofrezco un futuro de
prosperidad y paz para todos. Acepten el ofrecimiento, únanse a nuestras tropas
o ríndanse. Tienen mi palabra que ningún militar será posteriormente juzgado y
perseguido por los actos cometidos en este día. Escojan entre un futuro de
miseria y fanatismo, o un futuro donde todos tienen oportunidades para buscar
su felicidad viviendo como les sea conveniente.”
La
batalla duró toda la noche. La base militar del sur no fue tomada por los
colectivistas. La base al oeste aún daba problemas, y la base del este fue
tomada durante la madrugada. La base del norte quedaba demasiado lejos, tendrían
que cubrir demasiado espacio y no había suficientes soldados. Orgonal trató de
dormir sobre un escritorio, pero estaba demasiado nerviosa. Se acercó a un
capitán que informaba desde el comunicador y esperó a que terminara de hablar.
“¿Novedades?”
“Su discurso surtió efecto, más
de cinco mil hombres se han sumado a nuestras filas, otros quince mil se han
rendido. Todos están siendo alimentados en la escuela de cuadros. Dejamos ir a
todos los internos para hacer lugar. Tenemos a once mil civiles que quieren
unirse a nuestra causa. La mayoría está trabajando temporalmente en las
fábricas y manteniendo a la ciudad con agua y electricidad. Las fábricas de
armamento están a toda su capacidad, nos hemos hecho de varios cientos de
tanques. Mi comandante, no sé cómo, pero ahora controlamos la mitad de la
ciudad.”
“Yo sé cómo, tenemos al mejor
incentivo para luchar, nuestras propias vidas.”
En
la mañana Orgonal, Wersal y Grilta fueron llevados a la base militar del este. Habían
arrestado a un gran número de archimandritas, a todos los congresistas y varios
políticos más. Los políticos trataron de explicar que, bajo la teocracia de la
marxiana, ya no había congresos ni voceros públicos. Los rebeldes los
arrestaron de todas formas.
“Ellos pueden forzar al norte a
rendirse.” Dijo Grilta en voz baja. “Los archimandritas me refieor, no los
políticos.”
“Habrán cambios,” dijo Orgonal a
los detenidos. “me imagino que ya escucharon sobre eso.”
“Es blasfemia, herejía, es la
burguesía después de tantos años.” Replicó un archimandrita que se pegó a los
barrotes. Orgonal imaginó a Nadie preparando un pelotón de fusilamiento.
“Nadie será forzado a hacer nada.
Los socialistas serán libres de seguir siendo socialistas.”
“¿Pero cómo podrán ser
socialistas si la gente no es igual?”
“¿Por qué está tan dispuesto a
usar la violencia para que todos sean iguales, en vez de confiar en que sus
creyentes serán humildes y humanitarios por su propia voluntad?”
“A veces hay que usar la
violencia para corregir los errores.”
“Sí, eso es lo que hacemos ahora
mismo.” Orgonal suspiró cansada. “La guerra seguirá, miles de personas más
morirán, a menos que ustedes actúen. Quiero que convenzan a las tropas del
norte a detener las hostilidades. No serán arrestados, les quitaremos sus
armas, sus títulos militares y podrán regresar a casa. Tendrán que cambiar de
empleo, pero vivirán.”
“¿Por qué debo confiar en usted?”
“Porque sigue vivo. Si
estuviésemos bajo la soviética, o si los roles fueran los contrarios y yo
estuviera encarcelada, ¿seguiría con vida o me habrían corregido
permanentemente?”
“Su utopía es una locura, la
guerra de clases volverá a aparecer.”
“Guerra de clases... ¿Por qué
suponen que el rasgo definitorio de una persona, aquello que le da identidad,
es su clase social? Los ricos y los pobres trabajarán juntos, porque se
necesitan.”
“Absurdo.”
“Hable con su gente, o cargue con
sus muerte sobre su conciencia.” Orgonal salió al pasillo, donde sus asistentes
le esperaban.
“¿Qué te dijeron?” Preguntó
Wersal.
“Lo pensará, yo creo que va a
acceder.” Notó que todos la miraban ocultando una sonrisa. “¿Qué ocurre?”
“Hace como una hora los técnicos
militares duplicaron la voz de los archimandritas,” explicó Grilta “el mensaje
ya se envió. El norte se ha rendido.”
“¿Qué?” La comandante brincó de
alegría. Wersal brincó con ella y la abrazó con todas sus fuerzas.
“Así es,” dijo Facrin “se
rindieron. Les quitamos sus armas, ya no son soldados. Como usted ordenó. La
mitad de los soldados que habíamos apresado se unieron a nuestro ejército. La
base norte cuenta con varios bombarderos. He dado la orden para que comiencen
el bombardeo de Felna. Tengo entendido que ya llegaron a la ciudad.”
“¿Se ha vuelto absolutamente
loco? Ordene a esas naves de regreso. No ataquen Felna.”
“Es lo lógico, diezmar sus
capacidades de atacarnos de vuelta. Ellos violaron nuestras fronteras primero.
Estaban montando un ataque en grande.”
“He dicho que lo cancele. Jalrena
será más rica y próspera, ¿qué motivación más humana hay para que los
habitantes de Felna abandonen el colectivismo? Usted no parece entenderlo
general, pero nuestra meta es el libertarianismo marciano total, no la
subyugación de millones de personas que poco o nada tienen que ver con la
teocracia que les gobierna. ¿Me ha entendido?”
“Sí, comandante Alguien, le he
entendido.”
“Cierre la frontera, pero
necesitaré de sus hombres para mantener el orden, mientras reorganizamos las
fuerzas de seguridad. La transición no será fácil, nadie ha sido realmente
libre en casi dos mil años, quizás pierdan los estribos. Pero recuerde general
Facrin, dé la orden de no matar a nadie, a menos que sea absolutamente
necesario. Usen las prisiones, no las escuelas de cuadros.”
Orgonal
había redactado docenas de constituciones mientras trabajaba en la fábrica.
Había pensado y repensado la economía libre, sus problemas y sus ventajas. Ahora,
a cientos de miles de kilómetros de su casa estaba al frente de un gobierno
rebelde y tenía la oportunidad de realizar los cambios. Establecieron el
gobierno en el antiguo congreso, el ejército se hizo cargo de la seguridad y
ordenó que los prisioneros de guerra asistieran a los servicios de construcción
para reconstruir los sectores más afectados de la ciudad. Había ochenta
millones de personas asustadas en Jalrena, tendría que calmarlos sin incitar a disturbios,
motines y saqueos. Había leído, cuando era niña, de las poblaciones en las
islas prohibidas que se habían vuelto locos cuando la soviética retiró su
gobierno. ¿Era propaganda para justificar el régimen o realmente había pasado
así? No podía arriesgarse mucho, pero no parecía haber otra manera, a menos que
fuese hipócrita en sus promesas y realmente reemplazase a un tirano por otro.
“¿Comandante?” Grilta la despertó
de sus ensoñaciones. Grilta se estaba haciendo cargo de las comunicaciones y
tenía listo un equipo para filmar sus primeras declaraciones como comandante
suprema de Marte-Jalrena. “¿Quiere empezar de una vez?”
“¿Las comunicaciones con la
Tierra están cerradas?”
“Sí, mi comandante.”
“Bien, no quiero que escuchen
esto, pero después quiero hacer un último anuncio a la soviética. Mantengan
esas oficinas selladas, iré para allá después de hablar con los ciudadanos de
Jalrena.”
“Sí,” Grilta acomodó al
camarógrafo con su cámara holográfica para que tomara a la comandante Alguien
sobre el podio del congreso. “tampoco transmitiremos a Felna, ¿está bien?”
“Sí, lideramos con ellos
después.” Orgonal dio la señal y comenzaron a grabar. Todos los comunicadores
de Marte-Jalrena recibían la señal. “Soy la comandante Alguien, ya me
escucharon hablar anoche, ahora quiero que me vean. Hemos tomado el control de
la ciudad de Jalrena, no deseamos expandirnos agresivamente hacia Felna. Sé que
todos están nerviosos y no saben qué esperar. El colectivismo destronó al
comunismo hace muy poco tiempo, ahora el libertarianismo destrona al
colectivismo. Las siguientes órdenes serán ley a partir de este momento: Los
departamentos serán propiedad de las familias con los que están registrados.
Son libres de venderlos y comprar otro disponible si así lo desean. El
departamento de registros se encargará de registrar propiedades y nada más, el
gobierno ya no les dirá donde vivir o con quién. Los que trabajan en una
fábrica serán dueños de la fábrica por partes iguales. Podrán vender esa
porción, o comprar otra, para ser más dueños y recibir más ingreso. Cada
fábrica será una empresa privada cuyos dueños podrán vender, o unirla a otras
fábricas, o comprar más negocios. Aquellos que trabajan en los edificios de
compras, esas tiendas son de su propiedad con el mismo sistema. Todo individuo
tiene derecho a vender su propiedad o comprar la de alguien más. La única regla
es que toda transacción sea voluntaria. El uso de la fuerza, la amenaza o el
fraude quedan tajantemente prohibidos. Si una fábrica, un comercio o un
multifamiliar desea seguir el modelo colectivista puede hacerlo, siempre y
cuando no obliguen a otros a hacerlo. Cualquier individuo, o grupo de
individuos, puede construir nuevos asentamientos urbanos, pueden construir lo
que quieran siempre que no invada propiedad privada. Los colegios, por ahora,
serán en parte una empresa privada y en parte del gobierno. Nadie está obligado
a rendir a su bebé a las manos del Estado. Cualquiera puede construir su propia
escuela y enseñar lo que quiera. Una vez
que hayan suficientes escuelas, el gobierno irá dejando cada vez más el rubro
educativo. Cualquiera puede buscar su propio trabajo donde quiera, el Estado ya
no obligará a los individuos a trabajar en un lugar específico de acuerdo a sus
calificaciones. Los salarios, como los
precios, serán determinados por la oferta y la demanda. La moneda continuará
siendo el crédito y nuestra compañera Grilta manejará ese aspecto de la
economía.
“En
lo tocante a los deberes del gobierno, quiero que quede clara una cosa, el
gobierno es un mal temporalmente necesario. El gobierno únicamente se encargará
de velar por la seguridad de sus ciudadanos. Por ahora también se encargará del
reciclaje y otras funciones de servicios urbanos, pero cualquier ciudadanos
puede establecer su propia empresa que ofrezca ese servicio. El gobierno no
será dueño de todo, subsistirá a partir de un impuesto idéntico para todos los
ciudadanos. Con el tiempo mejoraremos ese sistema, pues después de todo el
quitar, con la amenaza de la fuerza, la propiedad de cualquier ciudadano, es un
robo. Los comunicadores ya no servirán para rastrear y las cámaras en propiedad
privada serán desactivadas. Siéntanse libres de arrancar las cámaras y los
micrófonos y tirarlos a la basura. Éstos derechos inalienables, a la propiedad,
a la vida, a la expresión y a la privacidad no los otorga el Estado, cada
individuo nace con ellos.”
“Como
una última nota quiero dirigirme a los ciudadanos que consideren éstas reformas
algo barbárico. Tenemos, como especie humana, que aprender a tolerar al vecino.
El archimandrita tendrá que tolerar al comerciante, el secular tendrá que
aprender a tolerar al socialista. El
libertario debe tolerar al comunista y viceversa. Hay que tolerar al vecino
porque hay que respetarlo. Tenemos que entender que cada persona es libre de
decidir su camino en esta vida. Si no aprendemos a vivir los unos con los
otros, entonces todo estará perdido. Si no aprendemos a estar con los otros,
entonces todos estamos muertos. No sobreviviremos al odio, pues lo único que el
odio trae es la violencia y la destrucción. No es una amenaza, es una petición,
por favor, encontremos una manera de vivir todos juntos respetando al vecino.
Un mundo donde quepan muchos mundos, donde el socialista pueda vivir según sus
principios, donde el comerciante pueda dedicarse a crear riqueza, donde los
artistas puedan expresarse sin temor alguno. En fin, o vivimos juntos, o no
vivimos en lo absoluto. Eso es todo. La comandante Alguien se despide.”
El
congreso aplaudió a Orgonal. Al principio pensé que serían solo los rebeldes,
pero había archimandritas y curiosos congregados allí. Saludó a la gente y
trató de explicar su filosofía libertaria mientras era empujada por Wersal
quien la llevaba a un transporte militar para mandar el comunicado a la Tierra.
El edificio estaba protegido por el ejército y la acompañaron hasta una sala de
consolas. La computadora del fondo, pasando los cubículos, nunca se apagaba,
era el contacto directo con la soviética. La pantalla era de vidrio, no
holográfica, y consistía únicamente en un texto rojo. Orgonal tomó asiento y
sus seguidores quedaron afuera, estaba sola.
“Marte-Jalrena es libre.”
Escribió Orgonal. “Libre del fanatismo de la marxiana, libre del totalitarismo
centralizado de la soviética. No es una sociedad de masas, es una sociedad de
individuos. Jamás pediremos su asistencia. Si este proyecto fracasa y nos
matamos los unos a los otros, si ustedes tenían razón desde el principio,
entonces la soviética no habrá perdido nada. Si tenemos razón y Marte-Jalrena
se vuelve rica y libre, próspera para sus ciudadanos, no nos expandiremos a la
Tierra, ni buscaremos convencerlos de ninguna forma, entonces la soviética
tampoco perderá nada. Solo pedimos que nos dejen en paz.”
“Información recibida,
procesando...” Orgonal se sorprendió de la velocidad de la comunicación con la
soviética. “Convoy militar va en camino, llegará en poco más de un año. La
comunicación, desde ahora, quedará desactivada. Fin del comunicado.”
Orgonal
quedó pálida. Por unos momentos, cuando las fuerzas del norte de la ciudad se
habían rendido, realmente pensó que podría funcionar. Había estado equivocada.
La soviética nunca permitiría que nadie retara su autoridad omnipotente. La
marxiana lo había hecho primero, ahora Orgonal había terminado de cortar lazos con
la soviética. Todos morirían, no había duda. Salió de la oficina y todos se
preocuparon de verla tan pálida. Ordenó que todas las computadoras fueran
destruidas y nadie se comunicara con la Tierra. No podía decirles sin causar un
pánico generalizado. Orgonal ya tenía suficiente pánico.
Las
siguientes semanas fueron tensas y cansadas. Los sectores del norte, liderados
por un grupo de poderosos archimandritas, habían decidido mantenerse fieles al
colectivismo. Los archimandritas amenazaban a las juntas directivas de las
fábricas para no cambiar ni los salarios ni los precios. Diariamente hacían
manifestaciones que desquiciaban el tráfico, tratando de convencer a los demás
sectores. Facrin, quien no quería quitar a los soldados de las calles, insistía
en la necesidad de reprimirlos un poco, para demostrarles quién mandaba.
Orgonal se opuso tajantemente, pero supo que así estaba demostrando una
peligrosa debilidad a sus adversarios políticos. Así como la marxiana odiaba al
dinero y buscaba eliminarlo, Orgonal odiaba a la política y buscaba eliminarla.
La ciudad estaba prácticamente en quiebra debido al socialismo, no podía
construir más fábricas, ni más multifamiliares. Era incapaz de mostrarle a sus
ciudadanos el esplendor de la prosperidad que podía alcanzarse, aquel esplendor
sólo podía venir de ellos.
La
comandante Alguien contaba con el apoyo incondicional de los presos
ideológicos, sus tropas y todos los ciudadanos que habían sido oprimidos o
perseguidos por no ser socialistas devotos. Aún así, eran una minoría. Las
fábricas en el sur, donde el libertarianismo fue mejor recibido, fueron las
primeras en evolucionar. Las fábricas adoptaron nombres, en vez de números, y
comenzaron a fabricar pequeñas alteraciones a sus productos anteriores. Los
ciudadanos de Jalrena se volvían locos por cosas tan sencillas como sillas
sostenidas de una sola pata central, puertas con un panel plástico para ver a
través de ellas, lámparas de pie que podían usar en sus departamentos y camas
más grandes de lo común. Las fábricas del sur fueron las primeras en apreciar
la riqueza que venía con la innovación y la competencia. Lentamente las otras
fábricas del sur y del este se enriquecieron y se fueron retando mutuamente por
el favor de los consumidores.
Mientras
que las fábricas y las tiendas iban cambiando, Orgonal se enfrentaba a retos
con su propio gabinete. Grilta, quien había formado la secretaría del crédito,
permitía a los ciudadanos guardar su dinero y tomar préstamos. Los ciudadanos
estaban entusiasmados con la idea de obtener dinero prestado para irlo pagando
poco a poco. Grilta estaba haciendo una fortuna y le ofrecía a Orgonal
préstamos para mejorar la ciudad. La comandante no quería aceptarlos, pues
consideraba peligroso el que la ciudad se endeudara con una empresa privada. Facrin
insistía en un régimen más duro de propiedad privada, aunque intentaba
maquillarlo lo que buscaba era mezclar comunismo y mercado libre. Orgonal ya no
sabía más que excusa utilizar. Le ordenó que escondieran las centrales de
computadoras militares en la recién construida residencia militar. No tenía que
decirlo, pero sus propias fuerzas armadas podían volverse un peligro si enojaba
demasiado a Facrin. Wersal también resultó ser un problema cuando se alió con
el líder sindical Fabrilon para que el gobierno mejorara el estándar de vida de
los obreros.
“La gente tiene derecho a decidir
sobre el destino de su ciudad.” Decía Wersal en el congreso. “No veo por qué
hay que negarles el derecho a la democracia.”
“¿Quieren decidir sobre el
destino de su ciudad?” La comandante, quien no había dejado su escritorio al
frente del congreso por más de diez horas, ya estaba cansada. “Es un lindo
eufemismo para decir que quieren imponer la voluntad de unos sobre la voluntad
de otros. No te dejes engañar Wersal, la democracia, como la concebimos
comúnmente, es la peor de las dictaduras. Detrás de los conceptos abstractos se
esconde el gobierno de las turbas.”
“Quieren mejores salarios y
tienen razón.”
“La gente podrá elegir por
presidente en unos años, por congreso también, pero no dejaré que aplasten el
derecho de unos para satisfacer los deseos de venganza de la mayoría. Piénsalo
de esta forma, ¿qué pasaría si la mayoría elige regresar al régimen
colectivista?”
“Pues... es su decisión. No somos
sus tiranos, ¿o sí?”
“¿Y qué tal de aquellos que no
desean regresar a ese régimen porque saben que ese régimen les niega sus
derechos? Elegir semejante cosa sería como si entre todos votamos para matar a
una persona que nos estorba. Es barbarismo escondido en lindas palabras y
buenos motivos.”
“La gente está cansada,”
interrumpió Fabrilon “de que el libertarianismo favorezca más a los ricos. ¿La
secretaría de construcción? Ahora es la empresa más rica, sus empleados ganan
muy poco y controlan un buen trozo de la economía. Los fabricantes de cables,
acero, cemento, etc., todos ellos se ven obligados a venderle a precios
prácticamente regalados.”
“Primero que nada, esos obreros
ganan más que con el colectivismo.” Fabrilon bufó y sonrió hacia las cámaras,
obviamente apelando a los espectadores. “En segundo lugar, cualquiera puede
hacer su empresa de construcción. No es un monopolio porque tarde o temprano
tendrá más compañías que les hagan competencia y los productores de todos esos
artículos podrán competir mejor.”
“Eso dijo hace tres semanas, con
todo respeto. Prometió que la competencia haría mejores empresas con precios
más bajo. Las cuatro constructoras se aliaron en una sola. El pueblo demanda
que, aunque sea por esta vez, se ponga de lado de los obreros. Permítame crear
un sindicato único de constructores, así habrá mejores salarios y menos
trabajo.”
“Lo he repetido mil veces, si los
obreros quieren hacerlo adelante, hagan huelgas, busquen negocias, pero no
dejaré que usen el vandalismo, al violencia y las amenazas para forzar a los
jefes de las constructoras a hacer lo que usted quiera. Si usted, mi estimado
Fabrilon quiere abrir su propia empresa, o si los fabricantes de artículos para
construir se cansan de este monopolio y hacen su propia empresa, solucionarán
el problema sin la necesidad de la violencia.”
“Fabrilon habla por muchos,”
explicó Wersal “necesitamos mejor alcantarillado, hacer más calles, construir
un nuevo hospital. Es terrible pensar que esta ciudad está casi en la
bancarrota pero el general Facrin consigue producir más armas y ampliar el
ejército. Me temo que tendremos que subir impuestos. Al menos temporalmente,
mientras la economía mejora.”
“No, definitivamente no. El
impuesto es robo, y mientras menos robemos mejor. Habrá más dinero público
cuando los ciudadanos hagan más riqueza. No cederé a los chantajes de los
archimandritas, como veo que tú has hecho, si los archimandritas están enojados
quiero que recuerden esto: en la época de la soviética y en la época de la
marxiana no podían hacer manifestaciones.”
“Los ricos se hacen más ricos y
los pobres más pobres. ¿Cuánto falta antes de que los ricos controlen el poder,
si no lo hacen ya, y recomience la lucha de clases?”
“Viene aquí hablando de los
pobres obreros, pero no veo que usted, mi estimado Fabrilon, saque dinero de su
propia bolsa para dárselos. ¿Es que alguien no ha visto el nuevo departamento
que se mandó construir? Es cinco veces más grande que los departamentos de los
obreros. Usted lo que quiere es regalar el dinero de los demás como si fuera el
suyo propio. Hay desempleo, es cierto, pero nuestro departamento de desempleo
ha comenzado programas para darles trabajo en el rubro de servicios públicos y
de construcción. Necesitaremos expandirnos hacia la selva, pero no lo haré a
costas del dinero de los ciudadanos. Esos trabajadores serán dueños de algo, no
serán esclavos de un Estado que encuentra fácil el condenar a millones a la
miseria con tal de que los obreros de una fábrica no ganen menos que los
demás.”
Los
meses siguientes fueron cruciales. Los ciudadanos de Marte-Jalrena comenzaron a
probar las aguas, a explorar las posibilidades que nunca antes habían pensado,
pues la soviética las había prohibido por más de un milenio. Muchos de los
ciudadanos, además de tener su empleo rutinario, ponían negocios en sus
departamentos. Los multifamiliares, que ahora eran tan coloridos como los
templos socialistas, muy a pesar de los archimandritas, eran verdaderos
mercados. Unos cortaban cabello, otros enseñaban artes, algunos se dedicaban a
la decoración, muchos hacían de nanas para aquellas madres que no deseaban
regalar sus hijos a los colegios, otros establecían locales para drogarse de
Vasum, otros vendían sus cuerpos y, con el paso del tiempo, muchos
multifamiliares dejaron de servir como departamentos y comenzaron a funcionar
como centros comerciales. Había 27 mil pequeños locales que operaban durante el
día. Los archimandritas convencían a sus seguidores de forzar a los prostíbulos
y centros de drogas a que cerraran. La comandante fue muy clara, lo que la
gente haga con su cuerpo era su problema y de nadie más.
Muchas
familias vendieron sus departamentos a diferentes negocios para tener
suficiente dinero y mudarse a edificios más pequeños y con más espacio para
ellos. La geografía de la ciudad fue cambiando cada vez más rápida. Nuevos
asentamientos a las afueras de la ciudad significaban migraciones de miles de
personas. Había innumerables sectores vacíos, con departamentos en construcción
para hacer paso a oficinas y comercios. La red de comunicadores sirvió para
formar más empresas y como plataformas de libre expresión. Los sectores
comunistas fueron reduciéndose en tamaño, luego de que varias cientos de
familias evacuaran la zona por un futuro mejor. Los archimandritas hacían hasta
lo imposible por retenerlos, pero la ley, por primera vez en mucho tiempo,
estaba del lado del ciudadano y no de los archimandritas.
Aunque
la opinión pública comenzó a favorecer a Orgonal, aún quedaban muchas críticas.
En sus pocos tiempos de relajación Orgonal imaginaba a Nadie, el valeroso
pirata convertido en canciller, que luchaba retóricamente contra monstruos e
hipócritas. Había más comida, más dinero y más hospitales que nunca, pero
existían ricos y pobres. La polarización inicial se fue paulatinamente
reduciendo. La comandante se aseguró de que las leyes le impidieran al gobierno
favorecer a una empresa cualquiera en detrimento de otra. Sabía que los ricos,
incluso si compraban a los políticos, éstos no tendrían mucho campo de acción.
También sabía que las leyes podían ser modificadas a futuro, por lo que ordenó
crear placas doradas que serían colocadas en todos los edificios públicos, y
una gigantesca en el congreso, que leían: “El objetivo de una constitución no
es establecer los derechos del gobierno, sino los derechos de los ciudadanos.
Quienquiera que viole estos principios libertarios que sea ejecutado sin
dudar.” No sería suficiente, pero era un inicio.
Jalrena
fue pareciendo menos una ciudad y más un país. Los ochenta millones de personas
se fueron repartiendo en las extensas tierras más allá de la ciudad original.
El monopolio de constructoras no duró mucho, uno de los integrantes se dio
cuenta que ganaría más dinero si se separaba de los otros y ofrecía un mejor
servicio por menor dinero. Los productores de comida se habían vuelto también
un monopolio. De la noche a la mañana el gobierno les había hecho dueños de la
subsistencia de todos los ciudadanos. Frente a los elevados precios los
ciudadanos encontraron una gran oportunidad de negocios el ir comprándole
tierra al gobierno a las afueras de la ciudad y estableciendo granjas y
ranchos. Orgonal había encontrado la manera perfecta de salvar a la ciudad de
la bancarrota, empezaba a vender los nuevos territorios por una quinta parte
del precio que tendrían en la ciudad. Era tan barato que muchos se dieron
cuenta que era más factible vivir a las afueras que en la ciudad. En sí mismo
era poco dinero, pero se vendía cientos de hectáreas al día, llenando así las
arcas del gobierno libertario.
El
creciente ejército de Facrin reportaba continuamente el paso de migrantes desde
Felna. Aunque no había comunicación oficial y la marxiana había prohibido que
sus ciudadanos se comunicaran mediante la red con los herejes hostiles la gente
se enteraba y prefería ser socialista en una casa propia, que un socialista
viviendo en ratoneras. Gran parte del esfuerzo de las tropas de la marxiana en
la frontera estaban destinadas a evitar la migración masiva. Facrin le comunicó
a la comandante Alguien que un espía socialista se había rendido para enviarle
un mensaje que únicamente le daría en persona. Orgonal viajó con Wersal hacia
la frontera en uno de los nuevos vehículos de uso personal que comenzaba a
fabricar la empresa de transporte público.
“Las nuevas casas de ahorro y
préstamo,” le explicaba Wersal en el vehículo “exigen un porcentaje alto.
Prestan y exigen que sea devuelto casi al doble. La gente quiere que hagas algo
al respecto.”
“¿La gente?” Se preguntó Orgonal
en voz alta “¿quién es la gente?”
“Pues los que están inconformes.”
“Estos bancos, ¿informan
debidamente al cliente de sus tasas de interés o los toman por sorpresa?”
“Lo informan, pero es injusto.”
“Entonces no es fraude, no hay
nada que podamos hacer. ¿No será una iniciativa de Grilta? Su banco es el más
fuerte, quizás no quiera competencia.”
“¿Desconfías de Grilta?” Wersal
estaba sorprendido.
“No, pero es humano el egoísmo.”
“De quien deberías desconfiar es
de Facrin, todos saben que planea un golpe de Estado. Han pasado nueve meses y
los tanques siguen en la calle. Por no contar que ahora su ejército es del
doble de tamaño y de fuerza.” Llegaron a la frontera militarizada y Facrin le
presentó al espía. El mensaje era breve, la marxiana quería verlo. La
comandante se preguntó qué haría Nadie en esta situación.
“¿Comandante?” Le urgió Facrin.
“Acepto.” Facrin no podía
creerlo. “Sí, es peligroso, pero si nos encontramos cerca de la frontera
podríamos negociar por medio del holoproyector.”
“La profetiza no usa esas cosas.”
Explicó el espía. “Quiere que sea en persona.”
“Que así sea. Dile que la veré en
la frontera, entre los tanques. Si ellos empiezan a disparar nosotros también.
No creo que hagan nada con su marxiana junto a mí.”
Regresaron
al espía a la frontera y al caer la noche la marxiana aceptó la propuesta. No
había visto a su esposa en muchísimo tiempo, y no sabía qué decirle. La amaba,
o al menos amaba quien solía ser. Se preguntó si el reverso también era cierto,
¿seguía amándola aún cuando pensaban dos cosas diametralmente diferentes?
Incluso si la negociación llegara a nada, al menos tendría la respuesta a esa
interrogante. Al amanecer llegó el convoy socialista. Se encontrarían justo en
la frontera, en la línea divisora entre individualistas y colectivistas. La
marxiana ordenó que se colocara un cubo de plástico para que pudieran hablar en
privado. Facrin se aseguró de que el plástico fuese contra balas, en caso que
los socialistas usaran francotiradores. Orgonal dejó órdenes estrictas de no
atacar, incluso si los tanques socialistas se movían.
“Hola Vamica.” Entró al cubo y se
sentó frente a su esposa, del otro lado de una delgada mesa plástica. “Supongo
que ya no eres Vamica, eres la marxiana.”
“Tú tampoco eres Orgonal, eres la
comandante Alguien.” Vamica acercó sus manos a las de Orgonal. No estaba seguro
de tocarla, frente a sus tropas, y la comandante entendió el mensaje. “¿Adónde
se va el tiempo esposa mía?”
“No lo sé.” Orgonal suspiró.
“¿Alguna vez creíste, mientras dormíamos juntas, que terminaríamos matándonos
entre nosotras?”
“Sí, siempre lo supe.” Ambas se
miraron a los ojos y rieron. “Nos volvemos locas.”
“Sí, eso es cierto. Nunca te
lastimaría Vamica, jamás. Sé que te lastimo haciendo lo que hago, pero no lo
hago por eso, espero que lo entiendas.”
“Lo entiendo amor. Estamos en dos
lados hostiles, destinados a pelear entre ellos. ¿En qué momento nos separamos
tanto que acabamos aquí?”
“No tiene que ser así. Yo jamás
daré ninguna orden de atacarte. El bombardeo no fue mi idea, fue uno de mis
generales.”
“Sí, lo imaginé.”
“Tampoco nos has atacado a nosotros,
así que imagino que piensas lo mismo que yo.”
“Lo hago, pero no creo que el
socialismo y el individualismo puedan vivir juntos.”
“¿Por qué no? Si los socialistas
que viven en tu ciudad quieren dejarla, ¿por qué tienes que retenerlos contra
su voluntad? Hay muchísimos socialistas en Jalrena, son fieles a su credo.”
“No, no lo son. El Hombre tiene
que colectivizarse Orgonal, o se matarán entre ellos.”
“Es cuando se colectivizan que se
matan entre ellos Vamica.”
“Todo esto es inútil... No
cambiaré de opinión y tú tampoco. No creo que quieras devolverme a los
socialistas que se cruzan la frontera, y yo jamás permitiré que tus ideas sean
siquiera comentadas en mi ciudad. No estoy aquí para eso... Me temo que no
tendremos que matarnos entre nosotros, la soviética lo hará. Un convoy militar
viene en camino.”
“Sí, lo sé.”
“La caravana se detuvo, no sé
porqué. No habrá nada que podamos hacer una vez que lancen una docena de bombas
de hidrógeno.”
“Un problema a la vez. Cuando el
momento llegue lo pelearemos juntos. Por ahora, necesito saber que no tienes
intención de invadirnos.”
“Ninguna, pero no hablo por todos
mis generales. Nadie sabe que eres mi esposa.”
“Me alegra que no digas que fui
tu esposa.”
“¿Qué hay de ti?”
“Tengo el mismo problema, tengo
generales que se mueren de ganas de jugar a la guerra con las vidas de los
demás.”
“Que así sea comandante, parece
que viviremos en la misma paz insegura... Hasta que la soviética decida que
dejemos de vivir.”
Orgonal
regresó al congreso para dar la noticia, la marxiana había prometido paz y
Jalrena no rompería esa paz. Los asesores financieros sacaron a relucir el
mismo problema que Wersal le había comentado. No había control sobre las casas
de ahorro. Orgonal entró a su oficina, Grilta ya le estaba esperando.
“Es más complicado que eso,”
Compareció Grilta “prestan del dinero de todos, vacían sus bóvedas hasta casi
el mínimo. Cuando muchos clientes quieren retirar su dinero, lo ven perdido. La
caja cierra, los dueños salen limpios, van a otro sector y abren otra caja de
ahorro.”
“Ya veo, el problema es peor de
lo que pensé...”
“Lo es. Los precios han estado
subiendo cada mes, los salarios siguen igual y por más que el mercado es libre
cada vez pareciera que es más difícil para una familia conseguir su propia
casa, un vehículo, poner a sus hijos en la escuela y seguir creciendo. Yo
propongo regular a estos bancos pequeños a través de mi banco. Mi banco es el
único estable, el único que es lo suficientemente sólido para prestar un poco,
con intereses bajos y seguir creciendo. Nuestras opciones de inversión para los
clientes son las más estables y las que más rendimiento dan.”
“Todo eso es muy bueno, pero
parece que el problema se solucionará solo, cuando los clientes se den cuenta
que cuando los bancos ofrecen intereses bajísimos y prestan tanto, es porque
usan el dinero de los demás sin ningún ánimo de mantener a la empresa a flote.”
“Orgonal, tienes que regularlos
antes de que se salgan de control. No sabemos cuánto dinero hay allá afuera, la
gente incluso comienza a comerciar con otra moneda que no es el crédito. Son
monedas de Urbalita, no son digitales. Incluso usan bonos de bancos para
comprar y pagar salarios. Esos mismos bancos que quiebran, estafan y se van.”
“El que los bancos se comprometan
a tener el dinero listo para cuando el cliente lo saque y después rompan su
promesa es un claro ejemplo de estafa. Me aseguraré de pasar leyes estrictas en
ese sentido. En cuanto a cómo la gente comercia, es su problema. Si usan
Urbalita o bonos, es algo que se decide por la mano invisible del mercado.”
“Esa mano invisible a veces es
una fantasía mi comandante, en este caso no sirve. La moneda de Urbalita vale
menos de un crédito, están siendo estafados a gran escala.”
“Lo pensaré Grilta, pero mientras
lo pienso no quiero que nadie obligue a otros por la fuerza de usar cierta
moneda sólo porque a ti te conviene. Si la gente usa Urbalita, entonces
ofréceles Urbalita.”
“No puedo dar préstamos en
Urbalita...” Grilta se dio cuenta que era inútil. Se levantó y salió sin decir
más nada. El general Facrin entró a la oficina.
“No seré un especialista en
dinero, pero pareciera que Grilta quiere
hacer su propio monopolio. No es tan descabellado.” El general se sentó y se
relajó bebiendo de la botella de jugo de naranja que estaba en el escritorio
para la comandante. “No sé cómo podíamos vivir sin esto. Si quiere puedo tomar
el banco de Grilta, devolverlo al público.”
“Devolverlo al público quiere
decir devolverlo al gobierno. Sé a lo que se refiere general, un gobierno más
fuerte. Un gobierno que sepa gobernar. Todas esas son justificaciones de los
tiranos. Un déspota sabe gobernar y es fuerte, pero la gente deja de tener
derechos.”
“Son demasiadas las variables, en
la libertad, que pueden crear un desequilibrio...” El comunicador del general
comenzó a parpadear. Facrin leyó el mensaje, su sonrisa se esfumó. “Hay un
motín en la zona norte. Los socialistas cacharon a varias personas haciendo
negocios con los individualistas, trataron de lincharlos, pero mis tropas
llegaron a tiempo.”
“Probablemente porque sus tropas
están en todas partes.” Se levantaron para salir y el general se detuvo en la
puerta.
“Mañana critique mis métodos,
pero hoy salvamos vidas.”
Llegaron
a la zona norte en helicóptero. La zona socialista era cada vez más pequeña, y
cada vez más explosiva. Todos seguían viviendo en multifamiliares, ganando a
veces hasta cuatro veces menos que en las demás zonas. También era la zona con
la mayor incidencia criminal, todos los días se ejecutaban arrestos, y con cada
arresto los archimandritas se tornaban más agresivos. Cuando Orgonal llegó el
asunto ya estaba solucionado, pero había una enorme multitud que le gritaba
insultos al ejército.
“¿Qué clase de libertad es ésta,
la de morirse de hambre?” Orgonal se paró sobre un vehículo policial y los
gritos continuaron. Pensó que bajo el gobierno de la marxiana, ante la
presencia del líder nadie se atrevía a decir nada. El problema estaba, le decía
Nadie, en que la percibían como una mujer débil que prefería a los ricos.
“Lo único que han logrado son
prostitución y drogas.” Gritaba otra voz. De entre la multitud emergió el líder
sindical Fabrilon. Orgonal bajó del vehículo para hablar con él.
“¿Por qué obligan a todos a
comerciar únicamente con socialistas?”
“Mi querida comandante,” dijo Fabrilon
con exagerados ademanes “¿usted cree que están aquí porque unos cuantos obreros
traicionaron a su clase? No, están aquí porque tienen hambre.”
“El obrero promedio gana 10 mil
créditos al mes, en ésta zona los archimandritas obligan a pagar solamente 4
mil. Si quieren mejores sueldos, que tengan otros trabajos en otras zonas.”
“Usted prometió que podrían vivir
como socialistas, sin embargo la compañía de electricidad y agua les cobra como
si fueran traidores de clase o burgueses.
Si usted no odia a los obreros, entonces demuéstrelo y baje los precios. Y por
favor, no nos salga con el cuento de hadas de que cualquiera puede hacer su
propia compañía. ¿Qué obrero de fábrica puede hacer una presa, o una central de
carbón? Sólo los burgueses tienen esa clase de dinero.”
“Paguen mejores salarios
entonces.”
“Si hacen eso sus fábricas
cerrarían y habría aún más desempleados. ¿Qué ocurre, no tiene ninguna solución
real? Porque yo sí, mi unión de sindicatos podría tener el poder de mejorar las
condiciones de vida de los obreros si se prohíben esos sindicatos burgueses que
solo dividen a los obreros a beneficio del patrón.”
“Usted, que dice amar tanto al
obrero, ¿por qué le quita el derecho de sindicalizarse con quien quiera? Hoy
contamos con su honestidad, pero el día de mañana ¿qué pasará cuando los
líderes sindicales sean corruptos, se vendan a los patrones o descuiden sus
obligaciones hacia los obreros? Entonces no podrán formar nuevos sindicatos. Al
principio, y todos lo saben, los patrones pagaban muy poco a los obreros, pero
éstos se unieron, exigieron y a la vez negociaron, ganaron seguros de salud,
prestaciones y mejores salarios. Los patrones se dieron cuenta que, a la larga,
les resulta más económico el pagar bien, con buenas prestaciones, para tener
obreros más felices que producen más y causan menos huelgas y problemas. Ahora
quieren robarle al obrero de su mejor arma ¿en nombre de qué? De archimandritas
que prefieren pagar miserias antes que dejar que la gente decida por sí misma
lo que quiere hacer.”
“Veo que leyó su discurso en la
mañana,” se burló Fabrilon, invocando la burla generalizada a la muchedumbre.
“no esperábamos menos de alguien tan competente como usted. Ya que se niega a
favorecer a los obreros, como siempre, tenemos una solución de libre mercado.
He solicitado un préstamo al banco de Grilta para comprar la compañía de
electricidad y agua. Los dueños no quieren, pero con una palabra suya estará
hecho.”
“Ya veo...” Orgonal tuvo una idea
y sonrió. “Parece que es hora de que favorezca a los obreros. ¿Debería
favorecer a los obreros que ganan más dinero o a los que ganan menos?”
“¿Me pregunta a mí? Pues creo que
es obvio, a los que ganan menos.”
“Perfecto, entonces está hecho.
Les compraremos electricidad a los obreros de Felna. Esos obreros son los que
menos ganan, en promedio mil créditos mensuales. Hay que demostrar solidaridad
con los obreros, de otro modo ¿qué nos queda?”
“Prefiere...” Fabrilon se detuvo
en sus palabras y la miró de arriba para abajo antes de volver a hablar.
“Prefiere postergar el problema con soluciones burguesas, ya veo.”
“¿Gusta acaso que le diga a los
obreros de Felna que no podrán vivir mejor porque los sindicatos de Jalrena se
oponen?”
“No, claro que no. Parece que hoy
estrecharé su mano.” Estrecharon manos y se miraron a los ojos. Orgonal imaginó
a Nadie desenfundando su pistola y disparándole en la cabeza. Orgonal sonrió,
Fabrilon no supo porqué.
Los
acuerdos fueron firmados como parte de una campaña entre ambas ciudades de
promover las promesas de paz. Orgonal imaginó que la marxiana había accedido
más porque era su esposa, que por cuestiones ideológicas. Cuando el acuerdo fue
finalizado y los militares establecieron las redes eléctricas que pasarían por
la frontera, los ciudadanos compraron su electricidad a menor precio. La
compañía de luz y agua perdió mucho dinero, pues gran parte de su presupuesto
venía de inversiones privadas. Fabrilon consiguió el préstamo de Grilta y
compró la compañía. Las compañías más pequeñas, que carecían de la enorme
infraestructura que la soviética había dejado, no podían competir. Los
representantes de las compañías comparecieron en el congreso frente a la
comandante.
“Competencia justa, es todo lo
que pedimos. Justicia. ¿Cómo espera que construyamos una repesa en las
cataratas del norte si no tenemos suficiente dinero para la inversión?”
Fabrilon estaba en el congreso, Orgonal se sorprendió de estar de acuerdo con
él por primera vez.
“Estimada comandante,” se levantó
el líder sindical y adoptó su mejor pose política con el pecho inflado y el
índice levantado “podrá serle una sorpresa pero concuerdo con los burgueses.
Por ésta vez tienen razón, la competencia desleal está en todas partes y es el
primer obstáculo que tienen los obreros para superarse. Justicia es lo único
que pedimos.”
“Estimado Fabrilon, si usted
desea bajar las tarifas de electricidad, adelante. Estoy seguro que el pueblo
estaría muy agradecido con usted.”
“No es tan sencillo, la justicia
debe extenderse a todos, o a nadie. No hay medias tintas. Hay quienes viven
cómodos en casas, mientras son dueños de docenas de departamentos que rentan a
comercios y familias, sin embargo las pequeñas empresas no pueden costearse un
espacio propio. Hay quienes producen tantas miles de cabezas de ganado que la
competencia no puede alcanzarlos. Hay quienes tienen muchas voces en el
congreso, muchos grupos de presión, y hay quienes no pueden. Los ricos pueden
costearse sus grupos de presión, los obrero no pueden. ¿Por qué la poca democracia que tenemos está
en manos de los ricos?, ¿por qué la justicia es un monopolio de los ricos y un
lujo para los pobres? Competencia justa para todos.”
“¿Para todos?” Preguntó Orgonal.
“Si establecemos, por ejemplo, que una granja no pueda tener más de mil vacas,
¿qué pasará cuando las pequeñas granjas, las que supuestamente tendrán ventaja
de esta competencia justa, lleguen a tener mil vacas? Ellos también tendrán que
ser detenidos. Nadie, entonces, podrá tener mil vacas. Aquellos millonarios del
ganado le darán la vuelta a la ley, tendrán docenas de pequeñas granjas que,
individualmente, tengan poco menos de mil vacas. De ser necesario no todas esas
propiedades estarían a sus nombres, una a nombre de un esposo, otra a una
esposa, a un hijo, a un amigo, etc. Lo mismo puede decirse de las grandes
cadenas de tiendas. Supongamos que la electricidad no puede costar más de, por
poner un ejemplo, diez créditos el voltio. El día de mañana, si el ingreso per
cápita se incrementa y diez créditos no son nada hasta para el más humilde
obrero de fábrica, la compañía no podrá subir el precio y se quedara atascada.
Regular la economía tiene dos efectos, por un lado se ejerce la violencia
contra ciudadanos, y por el otro lado la gente con menos escrúpulos siempre
encuentra la manera de violar esas regulaciones, afectando únicamente a los más
honestos.
“El
problema va más allá y todos lo sabemos. Odiamos a aquel que se le ocurre antes
una idea y gana una fortuna. Envidiamos su fortuna y pretendemos, con palabras
bonitas y frases huecas, llevarlo al altar de inmolación. Sacrificarlo en
nombre de la supuesta virtud que es la mediocridad. ¿Por qué no en vez de odiar
al rico, aprendemos de él? Este odio a los que tienen más de manera honesta
sólo puede tener dos conclusiones trágicas. La primera es que obligaremos a la
gente a nunca ser rica. La segunda, y quizás la peor, es que el día de mañana
si alguien que odiaba a los ricos se hace rico no tendrá más opción que aceptar
las medidas sanguinarias que apoyaba en el pasado. Hablar de los obreros como
si todos fueran iguales, pensaran igual y desearan lo mismo no sólo es el
resultado de una ignorante generalización, sino que aplasta a los obreros que
quizás tienen un segundo salario vendiendo comida, artesanías o rentando su
departamento. ¿Habremos de odiar a ese obrero porque no es como los demás? En
nombre del amor y al colaboración ¿lo llamaremos traidor? Todo odio implica el
amor de su opuesto, y olvidamos fácilmente los frutos del odio.”
“En
cuanto a la política, es peor aún. Si el gobierno se hace más grande, si asume
más obligaciones, entonces esos mismos grupos de presión serán más efectivos
porque tendrán a más gente a quienes sobornar. Mientras más políticos haya y
mientras más funcionarios públicos existan, mayor será la corrupción. El
iluminado que esté a cargo de estas regulaciones, ¿qué hará cuando los
millonarios del ganado le ofrezcan el equivalente a diez años de su salario,
solo para que altere un par de datos en la computadora? Y sé lo que dirán al
respecto, que hay que contratar únicamente a gente perfecta, humilde e
incorruptible, pero yo les pregunto ¿de dónde saldrán estos santos? Elaborar un
sistema previendo que todos en él serán perfectos es el equivalente a cometer
suicidio. Es impráctico, es miope y es absurdo el creer que sólo porque habrá
ésta o aquella dependencia, esa regulación o ésta otra, entonces la naturaleza
humana cambiará mágicamente y ya nadie será egoísta, ni corruptible. Existe
otro elemento, aún peor, el gobierno. Primero que nada, la mera idea de
gobierno nos debería ser chocante. Si el gobierno tiene que regular cada
aspecto de la interacción entre los Hombres, entonces equivale a decir que si
dejáramos en completa libertad al Hombre, sin regular sus interacciones, nos
mataríamos los unos a los otros. Si eso es cierto, si alguien aquí cree que eso
es cierto, entonces les invito a reflexionar, pues entonces no tienen fe alguna
en sí mismos o en los demás. Si el Hombre está destinado a su propia
destrucción, si el gobierno es necesario, entonces respóndanse esto ¿de qué
está hecho el gobierno si no es de Hombres? Es un espejismo aquel que nos
invita a pensar que las guerras del pasado eran fruto de la naturaleza humana
sin regular. Era el Hombre, dice la Historia oficial, el que mandaba ejército
tras ejército para masacrarse mutuamente. Es mentira, eran los gobiernos
quienes hacían la guerra, y los Hombres no tenían más opción que aceptar su
barbárico régimen. Era el gobierno, quien temiendo al Hombre, buscaba aniquilar
al vecino, pensando que el vecino deseaba aniquilarlo a él. Por eso nos debe ser
chocante la mera idea del gobierno, porque el gobierno es, fue y será, el peor
enemigo del Hombre. No caigan en la falacia común que dice que este o aquel
gobierno será diferente, pues el
gobierno desde su misma base es el reflejo de lo peor que hay en el Hombre. El
miedo y el odio a sus congéneres. No crean en ningún gobierno, ni siquiera
éste, que les diga que por amor a este o aquel se ve obligado a quitarles sus
libertades. Una rebelión es más sana, a la larga, que un gobierno que en nombre
del amor mantiene la esclavitud invisible de las regulaciones.”
“ Tenemos que entender
que una vez que se abren más dependencias, que se regulan más cosas o se
adquieren más responsabilidades, entonces el gobierno crece para siempre. El
gobierno no puede achicarse de nuevo, pues el gobierno a diferencia de una
empresa privada, puede emplear el uso de la violencia. Si abrimos un
departamento de competencia justa ya nunca más lo cerraremos, pues aquellos
servidores públicos sobornarán y extorsionarán para que su salario y
presupuesto se justifique. El pueblo, incluyendo a esos obreros pobres que
quieren defender, se vuelve cautivo, pagando cada vez más impuestos. Las
burocracias no se hacen más pequeñas, solo más grandes. Incluso si creáramos el
departamento de achicamiento de burocracias ésta sería en sí misma una
burocracia con inmenso poder político que respondería a voluntades ajenas al
gobierno y a los votantes. El gobierno es un mal, no es un bien. No tenemos que
pensar en maneras de hacer que el gobierno tenga más responsabilidades, sino al
contrario, que el gobierno tenga menos responsabilidades hasta que finalmente
deje de existir.”
“Parece que el asunto queda
zanjado.” Dijo Wersal. “Estando de acuerdo no tengo nada que agregar. Se cierra
la sesión hasta mañana.”
“Vaya día.” Dijo Orgonal cuando
se encontraron en privado. “Odio la política.”
“En cierto modo ellos tienen
razón Orgonal, no puedes hacerlo todo tú sola. No es justo. Ese Fabrilon
seguramente es un espía, pero habría que ponerlo a votación. La gente tiene
derecho a expresarse y decidir cómo quieren que sea su país.”
“La democracia que no lleva a la
libertad es demagogia. Si alguien quiere vivir bajo una dictadura, que lo haga.
Ya lo hemos hablado Wersal, ¿cuánto tiempo pasará antes de que los socialistas ganen
la mayoría y obliguen a todos a vivir de cierta forma?”
“Lo sé, créeme que lo sé. Lo
único que digo es que no hay porqué ser tan radicales. Los extremos se tocan,
no lo olvides.”
“Éstos no. ¿Cómo la falta de
gobierno y el exceso de gobierno se tocan? Eso es todo lo que la política es,
un montón de frases huecas.”
“La gente puede sacrificar un
poco de su prosperidad para ayudar a las clases más bajas.”
“¿Y si no quiere sacrificar su
felicidad por ellos?”
“Tendrán que hacerlo, es la única
manera. De otro modo regresaremos a la lucha de clases, los pobres se irán
haciendo cada vez más pobres, los patrones encontrarán la manera de hacerse del
poder. Los pobres se unirán y harán la revolución. Serán engañados de alguna
forma y surgirá la dictadura nuevamente. ¿Es que estamos destinados a repetir
el ciclo una y otra vez?”
“No pasará. ¿Realmente crees que
la soviética subió al poder porque los pobres se alzaron en armas y la pusieron
ahí? Subió al poder porque un montón de millonarios poderosos encontraron que
trabajar para el pueblo deja mucho dinero y mucho poder. Gente como Fabrilon,
dispuestos a traicionar a sus obreros por un poco más de poder. Los ricos no se
harán del poder político porque no habrá poder político. La marxiana se
equivoca, no hay que repartir la riqueza, hay que crearla para que se reparta
naturalmente. Lo que hay que repartir es el poder. Repartirlo entre tantos
millones de personas que sea vuelva virtualmente inexistente.”
“¿Y cómo supones que se puede
hacer eso sin formar partidos políticos, como en cualquier democracia?” Orgonal
se desplomó sobre su silla y Wersal se mantuvo de pie sosteniéndose del
respaldo de una silla. Orgonal abrió una botella de jugo de naranja y le dio un
buen trago.
“¿Quieres mi respuesta honesta?
No lo sé. El poder del gobierno se limita ahora mismo al sistema judicial, los
bomberos, construcción de calles y sistema de cloacas, algunos hospitales para
los pobres, tres escuelas y el ejército. Sé que el servicio de los bomberos
puede existir en empresas privadas. Lo mismo las escuelas. Pero el ejército y
el sistema judicial... No tengo idea. Parece que el único monopolio del Estado
será la violencia.”
“Te doy un consejo, crea ese
banco central. Sé que es regular la economía, pero tiene sentido. No existen
economistas, no sabemos qué pasará en el futuro. Sé que has pensado en esto por
más de treinta años, afinando los detalles, pero aún así. Me preocupan los
precios que siguen subiendo, la gente gana lo mismo, muchas empresas ya
subieron sueldos, pero de nada les sirve. Son esos bancos pequeños, deja que
Graltin los regula, que ella decida qué moneda se usa y cuánto se presta. Es
sólo regular su valor, no veo cómo el individuo es afectado, hablamos de
dinero.”
“El dinero es una extensión de su
voluntad, por supuesto que se afecta. ¿Tú no crees que Grilta lo hace para su
propio beneficio personal?”
“Sí, pero eso no significa que
esté equivocada. Te sería buena aliada, aún sabiendo sus intenciones.”
“¿Qué extraña maldición cayó
sobre mi familia? Mi esposo Rando es el demagogo más importante de la Tierra,
Rashide cambió para siempre después de la escuela de cuadros. Vamica... bueno,
Vamica se radicalizó un poquito más y yo terminé de comandante pirata que
conquista y crea su propio mundo.”
“No tienes porqué crearlo sola,
es todo lo que digo.”
“¿Sola?” Orgonal miró a la
esquina, donde Nadie le sonreía y guiñaba el ojo. “No estoy sola.”
La
comandante Alguien pasó los siguientes días visitando los asentamientos en el
este. Jalrena ya no era una ciudad, era un país. Las calles estaban atestadas
de autos, los multifamiliares eran ruidosos y repletos de caótica vida, había
carteles de tiendas por todas partes y todo lo que antes era ordenado ahora era
una desorganización extrema. Aún así, a Orgonal le gustaba y, por lo que veía en
las ciudades nacientes, a mucha gente le gustaba también. En el este y en el
sur se concentraban las multitudes que más lo apoyaban, entre ellos muchos
socialistas. Observó que nacían nuevas tecnologías, la mayoría centradas en la
electricidad. El costo de la electricidad por hidroeléctricas era muy elevado,
y las plantas disruptoras de núcleo habían sido desactivadas, por lo que mucha
gente comenzaba a experimentar. Se alegró de ver hectáreas completas de
extraños molinos que, empujados por el viento, producían electricidad. Muchas
de las casas contaban con celdas solares también, luchando así contra la
dependencia de la electricidad de la compañía de electricidad y agua. Marte
carecía de petróleo, por lo que el plástico comenzaba a ser caro. Notó que habían
cada vez más artículos de metal, que sobraba en Jalrena, y de madera. En el
norte le mostraron la primera imprenta de libros. Las antiguas enseñanzas de
que leer era un vicio de la burguesía que debía ser exterminado, se habían
olvidado. Recordó las cientos de hojas de historias sobre el capitán Nadie que
habían quedado en la Tierra, seguramente destruidas por la soviética.
Los
días de viajar entre sus seguidores terminaron abruptamente cuando se suscitó
una matanza en la frontera. Sin una ley que lo prohibiera, muchos ciudadanos
establecían mercados cerca de la frontera militarizada. El ejército trataba de
impedirlo, pero no podía hacerlo. Los socialistas de Felna cruzaban la frontera
ilegalmente y compraban artículos para toda su familia. Los soldados del
general Facrin a veces cobraban tributo a los mercaderes para dejar pasar a sus
clientes. Al parecer el ejército marxiano se enteró de ello, pues cuando un
grupo de socialistas era deportado de vuelta, con mercancía escondida entre sus
maletas, abrieron fuego contra su propia gente. Los soldados del general Facrin
comenzaron una movilización masiva, activando a los bombarderos que
sobrevolaban el área a pocos metros de los bombarderos marxianos.
“General, ¿quién le dijo que
activara esos bombarderos? Ahora los marxianos lo han hecho también, ¿y si esa
misma locura que los hizo matar a sus propios ciudadanos los lleva a
atacarnos?”
“Es necesario, hay más en este
asunto que esa masacre.”
“Espero que sea algo que explique
por qué intensificó la vigilancia en Jalrena. Odio tener que decírselo, pero
algunos de sus soldados tienden a emborracharse de poder.”
“Tengo razones para creer que hay
una conjura socialista, mire esto.” Facrin le mostró la pantalla de su
comunicador y abrió un archivo. En la imagen pudo ver a Fabrilon comiendo en la
calle con Wersal. El general subió el volumen para que pudiera escucharlo.
“Se cree tan santa porque habla
de la libertad, pero tiene a sus cachorros militares en cada esquina.” Decía
Fabrilon mientras comía un pan y bebía de una botella. “Está enamorada del
poder.”
“Dice que la burguesía nunca
tendrá el poder, pero ella es burguesa.”
“Me alegra que estemos de acuerdo
en algo Wersal.”
“Estamos de acuerdo en algo más
que eso. Me arrepiento de no haberte defendido en el congreso para apoyar esas
regulaciones. Esos soldados son lo único que detienen a los millones de
proletarios de alzarse al poder. Semejante cosa nos regresará a la dictadura.”
“Hay maneras, usted que es
ministro del interior lo sabe perfectamente.”
“Un partido político
sindicalista, eso creo yo.” Wersal terminó su botella y la tiró a la basura.
“Pero las elecciones no serán suficiente, si sabe a lo que me refiero.”
“Usted me coloca ahí, yo pongo a
los obreros en la calle.” El video terminó y Orgonal respiró profundo. El
general Facrin suspiró y se quitó el sudor con un pañuelo.
“¿Ve a lo que me refiero? No
quiero poner a Jalrena en estado de sitio, pero no podemos quedarnos quietos
mucho tiempo.”
“Tiene razón general, pero si hay
una conjura ésta tiene que venir de Felna. Los socialistas del norte de Jalrena
no tienen ni el dinero ni los números para convertirse en un verdadero
problema.” Orgonal salió de la tienda militar y miró pasar los vehículos y
soldados. “La marxiana ya nos está
vendiendo electricidad, ellos sí mantienen los disruptores de núcleo. Yo he
visto lo que puede pasar, me niego a ponerlos en funcionamiento. La marxiana
está usando esto como excusa, se hace pasar por pacifista mientras su ejército
manda dinero y órdenes a los traidores locales.”
“¿Qué quiere hacer?”
“Seguirles el juego. Mande la
comunicación, me quiero ver con la marxiana. En su territorio.” El general
quiso protestar, pero Orgonal le detuvo. “No lo harán. No se atreverían, no
así. Ya apostaron por Fabrilon y sus provocadores, se quedarán con ese plan.”
“Puedo hacerlo desaparecer.
Parecería un accidente. A ambos.”
“No, aún no. Arruinaría nuestra
estrategia. Si los tenemos cerca los podemos vigilar, si los alejamos no
podremos hacerlo y, si los matamos, no sabremos quiénes serán sus sucesores.
Procure información, pero dentro del marco de la ley. Nada de vigilancia, las
cámaras ya no están. Sé que eso nos
hubiera servido perfectamente en ésta ocasión, pero ni modo.”
La
marxiana aceptó y prometió su seguridad. Orgonal fue escoltada por una
cuadrilla libertaria y dos tanques marxianos hasta llegar al templo mayor.
Durante el trayecto no dejó de asombrarse de los pésimos estándares de vidas.
No había pintura, los transportes se estaban cayendo en pedazos, casi no había
ventanas completas, las ropas de la gente eran de pésima calidad y aunque todo
estaba estrictamente organizado, le pareció más un cementerio que una ciudad.
Se aseguró que su cuadrilla grabara cada momento, le sería una herramienta útil
para la política en Jalrena. Entraron al templo mayor sin agachar la cabeza y
Orgonal fue escoltado, a través de una enorme escalera de brillante Urbalita,
hacia la cámara principal. La marxiana se encontraba sentada en un trono
esculpido de Urbalita, vestía telas rojas y sostenía un báculo. Con un gesto
alejó a la escolta y Orgonal quedó de pie, sin saber donde sentarse.
“Supongo que hay micrófonos
aquí.” La marxiana asintió.
“Sólo por ésta vez, mis asesores
de seguridad temían que trataras de atacarme.”
“Entiendo. Vi que la prensa nos
siguió desde la frontera. Debes estar sacando una buena tajada política a todo
esto. No te culpo, yo también. El negocio de la electricidad es bueno, mucha
gente se beneficiará de eso. Estamos interesados en continuar el trato y, por
supuesto, siéntete libre de vendernos lo que quieras.”
“No pienses que soy tan ingenua.
No abriré mis fronteras para que tus burgueses vengan a saquearnos. No existe
tal interdependencia, como muestra tu bandera de tres círculos conectados, sólo
existe la dependencia. Si negociamos con ustedes en todos los niveles,
perderemos más de lo que ganamos. Espero que entiendas la lógica de mi
decisión.”
“Lo hago. No quiero forzarte a
abrir tus fronteras, ni lo haré. Pero la economía de mercado funciona, ambas
partes ganan.”
“Eres tú la que es ingenua, los
has liberado a fuerzas. ¿Quién te eligió a ti libertadora? Nadie, eres tan
arbitraria como la soviética. ¿Y qué pasará cuando tu economía se colapse por
sus contradicciones inherentes y la gente quiera un gobierno socialista que los
proteja de los ricos?, ¿acaso usarás tu ejército para masacrarlos y obligarlos
a ser libertarios aunque no quieran?”
“Mientras haya un solo aliento de
vida en mi cuerpo lucharé con todo lo que tenga para evitar que unos ejerzan su
voluntad sobre otros a partir de la violencia. Nadie tiene la libertad de
oprimir a otros, no importa que ideal tengan. Ni los socialistas, ni los
millonarios, ni nadie.”
“Orgonal, tu fantasía no durará
mucho. Los ricos le ponen el precio que quieren a sus productos y obligan a los
otros a comprarlos. Y sí, los obligan, crean una cultura de consumo, una
cultura materialista que los impele a comprar cada vez más.”
“¿Vamos a estar discutiendo esto
para siempre? Tu ciudad es una ruina, tu gente es esclava y tu economía es un
desastre. ¿Todos ganan lo mismo? Es un acto de crueldad.”
“El colectivismo funciona. De
hecho hace poco pedimos un préstamo al banco de Grilta para construir un nuevo
hospital y saldar unas deudas. Lo pagaremos con electricidad.”
“¿Y cuando ya no tengan
electricidad o nosotros ya no la necesitemos?”
“Puedes irte. Me vuelves loca
Orgonal, te juro que me vuelves loca.”
“Tú también Va... Marxiana, tú
también.”
Al
regresar a Jalrena se enfrentó con más manifestantes sindicalistas que exigían
un partido político que los representara, para defenderlos de los patrones.
Orgonal mostró las grabaciones de la vida diaria en Felna, más allá de la
tendenciosa propaganda que se repartía en el norte. El impacto de la grabación
fue suficiente, se salvaría por un día más. Firmó acuerdos con los socialistas
de Felna en los días venideros y resolvió disputas entre compañías. Por unos
momentos pensó que podría pasar unas semanas tranquila, pero se equivocaba. Un
grupo de empresarios pidió hablar con ella de inmediato. Wersal les hizo pasar
cuando se enteró del problema. Los hombres trabajaban en “Woltran índices”, una
compañía que llevaba registro de las carteras de inversiones y crecimiento de
empresas. La comandante se acomodó en su silla, sabiendo que no podía ser
bueno.
“Como puede ver en esta gráfica,”
la gráfica mostraba picos y valles cada vez más pronunciados, hasta una caída
libre. “la inversión general en Jalrena ha descendido drásticamente.”
“¿A qué se refiere?”
“Puesto simplemente, la gente no
sólo ha dejado de invertir, sino que viendo la tendencia negativa del mercado
ha vendido sus inversiones a precios regalados. Ayer quebró la constructora
Felna, la más grande de la ciudad con casi mil empleados. Hace tres semanas
quebraron las principales compañías de muebles y producción de comida y la
lista sigue.”
“Espere, espere, ¿estaban
gastando más de lo que producían cuando la gente dejó de invertir en ellos y
cayeron en la bancarrota? Entiendo que eso pase con una cuantas compañías, es
un error común el gastar lo que no se tiene, pero ¿por qué están quebrando
tantas empresas tan grandes?”
“Bueno, como usted sabe este
problema no ha existido por más de 1978 años, no existe nada escrito sobre el
tema y, la verdad, no sabemos exactamente lo que ocurrió.” El expositor tomó
asiento y Orgonal esperó a que continuara, pero realmente no sabía qué decir.
“Si quiere le puedo dar mi opinión profesional, pero tenga en cuenta que he
estado trabajando en esto menos de un año, yo solía ser contador en la
secretaría de créditos. En mi opinión lo que pasó fue el invertir se puso de
moda, las ganancias eran cada vez mayores, así que más gente invirtió. El
mercado de venta de inversiones se elevó, todos compraban opciones de
inversión, pensando que subiría para siempre. La verdad es que todos pensamos
que la prosperidad aumentaría infinitamente, seguramente usted también. Cuando
esas opciones se hicieron demasiado caras la gente dejó de comprar, se
volvieron menos atractivas, bajó su precio y todos comenzaron a vender, antes
de que bajaran aún más el precio. Finalmente, valieron tan poco que la gente
las vendió por centavos y perdieron lo que tenían. Las empresas perdieron gran
parte de su ingreso, no pudieron pagar sus salarios y se vinieron abajo.”
“Sí, eso es lo que parece... No
pensé que esto fuera a ocurrir.” Se abrió una botella de jugo de naranja y
ordenó sus pensamientos. “Tenían que haber habido señales... No pudo pasar de
la noche a la mañana, ¿qué me dice del alza continua de precios? Los precios
subían, los salarios no.”
“Sí, la moneda se... no sé cómo
llamarlo... se depreció. Dejó de valer lo mismo. Lo que antes podía comprar
diez créditos, ahora se necesitaban quince.”
“¿Tienen un índice de los precios
de productos básicos?”
“Sí, pero no está finalizado.
Muestra que los precios subieron hasta ser demasiado caros y acompañar a esa
alza de precios de inversión. Pero no lo entiendo, la economía no estaba
regulada, ¿qué ocurrió?”
“No tengo idea, pero ahora
tenemos a miles de desempleados.”
“Millones.”
“Gracias, ahora me siento mejor.”
Escucharon las protestas afuera del congreso. “Prácticamente viven afuera a
estas alturas. Tengo que salir a soportar sus insultos y tratar de maquillar la
situación. Por favor, ¿tienen algún consejo económico?”
“Parece ser un ajuste natural del
mercado. No es el fin del mundo, nos sobrepondremos, después de todo ahora que
las opciones de inversión han bajado tanto, son baratas de nuevo y la gente
compra barato y vende caro. Sin embargo, aunque el mercado se cure solo, es
probable que vuelva a pasar.”
“Por el bien de todos nosotros,
esperemos que no pase de nuevo.” Orgonal salió de su oficina para enfrentarse a
los manifestantes fuera del congreso. Por un segundo pensó que no valía la
pena, todos estarían muertos cuando llegara el convoy militar, en cuestión de
meses. Sería mejor permitirle al general Facrin incrementar el tamaño del
ejército, dedicar toda la economía a la producción militar y montar la mejor
defensa posible. Se detuvo entre los escritorios que solían pertenecer a los
congresistas de la soviética y miró hacia sus colaboradores en el otro extremo
del edificio para luego ver hacia las muchedumbres que Fabrilon congregaba.
Eran todos humanos, independientemente de sus ideas políticas. Eran personas
que la soviética estaba dispuesta a eliminar. Orgonal pensó que les debía,
cuando menos, la oportunidad de vivir, aunque fuera por un tiempo limitado,
libres de pensar como quisieran antes de ser reducidos a cenizas.
“El capitalismo es cíclico,”
gritaba Fabrilon por un altavoz “la aparente riqueza se pierde, los ricos siguen
ricos pero los pobres son cada vez más pobres.”
“Es un ajuste temporal del
mercado,” trató de explicar Orgonal “los precios no suben hasta el infinito,
bajan de nuevo.”
“¿Pero cómo puede ser, estimada
comandante, si los precios se establecen por oferta y demanda? Pareciera que
nos quiere hacer creer que de pronto ya nadie demanda nada.”
“Es un poco más complejo que eso.
Lo importante es que la crisis es temporal, trataremos de cubrir a la mayor
cantidad de desempleados posibles con nuestros programas de empleo sustentable
y les puedo prometer que todo regresará a la normalidad.”
La
situación era peor de lo que había pensado. Las tasas de interés habían subido
al máximo, la gente no podía pagarlas y se veía en la necesidad de vender todo
lo que tenían. Los bancos no podían sostenerse y empezaban a quebrar. Las
nuevas empresas, que necesitaban de préstamos, no podían mantenerse y quebraron
también. Una tras otra fueron cayendo como fichas después de que los bancos
quebraran. El banco de Grilta, llamado el Banco de Jalrena, fue de los pocos
que sobrevivieron, aunque tuvo que elevar sus tasas de interés al doble y vio
cómo muchos de sus clientes retiraban su dinero por montones.
En
las semanas siguientes la situación empeoró. El crimen se había disparado a un
máximo histórico, los multifamiliares formaban ahora ciudades fantasmas
repletas de prostitutas y criminales. De los ochenta millones de habitantes
había al menos 8 o 9 desempleados. Los manifestantes se iban sumando y ahora
prácticamente acampaban en el congreso.
“Tienes que hacer algo,” le
argumentaba Wersal “tienes que rescatar a los bancos.”
“No puedo, estoy gastando casi
todo lo que tenemos en los programas de desempleo. Aún tenemos miles de
kilómetros de superficie marciana que habitar, podemos establecer a gran parte
de los desempleados en pequeñas empresas. El gobierno las financiará en su
primer año.”
“El déficit bancario es de más de
treinta millones de créditos. Les tomará años poder recuperarse. La gente no
tiene años comandante Alguien, no tiene mucho.”
“Tiene mucho menos que eso.” Dijo
Orgonal en voz baja. “Ellos prestan hasta lo que no tienen, después van a ti
para quejarse y pedirme dinero. Pero no es mi dinero, es dinero de los
contribuyentes. A ti que te gusta la democracia, ¿por qué no les preguntas si
les gustaría que prestáramos su dinero a esos gordos banqueros? Y te aseguro
que esos banqueros no se están quedando pobres, que usen su propio dinero. Si
tanto les preocupa el asunto, que se unan y rescaten las que puedan. Diles
eso.”
“Lo haré, pero no podemos hacer
esa votación.”
“¿Por qué no? Ya lo hemos hecho
antes, les preguntamos si querían más carreteras al oeste, que reemplazáramos
el alcantarillado de toda la zona sur, que financiáramos laboratorios para
encontrar nuevas formas de energía. Es la única democracia que me gusta.”
“En este momento la gente dirá
que no, pero se equivocan.”
“¿Entonces la gente sabe lo que
hace cuando elige a un tirano pero no sabe lo que hace cuando se trata de su
propio dinero? Eres un gran demócrata Wersal. Mi respuesta es no.” Orgonal se
puso de pie y le señaló la puerta. “Y otra cosa, esa votación no era opcional,
es una orden. Pregúntales si quieren que desviemos recursos de los programas de
empleo sustentable para salvar a los bancos de modo que las tasas de interés
bajen y puedan pagar sus deudas. No lo maquilles, pregúntalo así.”
“Estás cometiendo un error.” Dijo
Wersal mientras salía y el general Facrin entraba cargando un pequeño
holoproyector.
“¿Problemas?”
“¿Acaso hay algo más?” El general
se sentó y encendió el aparato.
“¿Qué quería nuestro leal e
incorruptible secretario del interior?”
“Regulaciones y regalar el dinero
de los contribuyentes para salvar a ricos y gordos banqueros que construyeron
sus fortunas con lo que no era suyo. Lo usual. ¿Qué me trae aquí?”
“Sé que lo que estoy a punto de
decirle podrá sonar extremo, pero le pido que me escuche con paciencia.” El
proyector mostró un mapa detallado de Felna, resaltando la frontera, las bases
militares y los edificios de gobierno. “Como usted ya sabe, o se imagina,
existe un grupo numeroso de ciudadanos y militares que son de la opinión que
Felna debe ser liberada.”
“Ahora entiendo porqué me pidió
paciencia. Continúe.”
“Felna tiene alrededor de 60
millones de habitantes que prácticamente viven en la miseria. Pongamos el
asunto ideológico a un lado, son sesenta millones de consumidores. Sesenta
millones de personas que estarían encantadas de comprar lo que sea y trabajar
por el salario que sea. Nos salvaría de esta crisis, por no contar con todas sus
fábricas, su central disruptora del núcleo y su considerable arsenal
armamentístico. Sé que la idea le parecerá abominable en un principio, pero
medítelo desde el punto de vista nuestro contexto actual. Tenga en cuenta
también que la marxiana nos invadirá tarde o temprano, ésta crisis pudo haber
sido resultado de su influencia en nuestra ciudad, y es la oportunidad perfecta
para atacarnos cuando la moral está más baja que nunca.”
“¿Cuánta gente moriría?”
“¿Un estimado conservador?”
“No, el realista. No maquille
números.”
“Alrededor de dos millones.
Tenemos mejores armas que ellos, más misiles y con mejor tecnología. Lo único
que tienen a su favor es el fanatismo y el Estado totalitario.”
“Dos millones...” Imaginó al
capitán Nadie sentado sobre el sillón al fondo negando con la cabeza. Orgonal
repetía el número mientras miraba a su amigo imaginario sentado detrás del
general. “Acepto, pero con condiciones. Tenemos que armar a la ciudadanía.”
“¿Disculpe?”
“Es la misma situación que en la
nave, si recuerda la tripulación que no era militar peleó junto con todos
ustedes y conmigo. Una bala de un hombre poco entrenado es igual de efectiva
que la de un militar de carrera. La marxiana invadirá, no hay duda, pero si
nuestra población está armada no tendremos que preocuparnos de debilitar
nuestra presencia militar en Felna para rescatarlos.”
“Entiendo, es buena idea, pero
¿no cree que se matarán entre ellos?”
“Habrá más de un desquiciado,
pero la policía también está armada. Además, si alguien planea robar su casa e
imagina que tiene un arma, se lo piensa dos veces, incluso si ese ladrón
también tiene un arma. Es una cuestión de sobrevivencia, usted no se metería a
una pelea de borrachos con otro hombre armado, sabe que le puede disparar.”
“Está bien, ¿cuáles son sus otras
condiciones?”
“Nadie puede saber que
invadiremos Felna, al público le diremos que tenemos información de una posible
invasión. La historia oficial será que, ahora que estamos debilitados, somos un
objetivo fácil para el ejército marxiano. Es mi única otra condición.”
“Convenido, pero hay un problema.
Nuestras fábricas de armamento están prácticamente en la bancarrota, no podemos
costearles armas a los ciudadanos.”
“Quiero una pistola por familia,
cuando menos. En cada zona de la ciudad, y en cada poblado, quiero un arsenal y
un pequeño destacamento militar para protegerlo y repartirlo en caso de
emergencia. Por el dinero no se preocupe, le pediremos un préstamo a Grilta.”
Al
día siguiente la comandante Alguien visitó a Grilta en su alta torre del Banco
de Jalrena. Grilta vestía uno de los nuevos modelos de ropa que eran de una
sola pieza y que estaban de moda. La comandante aún usaba ropas militares. Se
sentó al otro extremo del largo escritorio, en un cómodo sillón negro. Grilta
miraba por la ventana hacia la ciudad mientras bebía una infusión caliente.
“Es prácticamente un país,” dijo
la banquera “¿has visitado los poblados del este? Son ciudades completas. No
extraño las épocas en que los ochenta millones de personas vivíamos encerrados
en ciudades gigantescas. Todas las ciudades iguales....”
“Yo tampoco lo extraño, por eso
te pido el préstamo. Sabes que puedo pagarlo, soy muy cuidadosa con las
finanzas públicas. Te pagaré del presupuesto militar, una vez completada la
operación.”
“No te preocupes por los
eufemismos, sé guardar un secreto. La invasión de Felna no saldrá de mi boca.
No me preocupa que puedas pagarlo, sé que lo harás, es otra cosa.”
“El rescate bancario.” Grilta se
sentó en su sillón y asintió con la cabeza. “Los contribuyentes han hablado,
según revisé mi comunicador en el elevador más del 70 por ciento se opone.”
“Cuando todo era prosperidad la
gente nos amaba, cuando hay problemas, nos odian. Son ingratos de verdad.”
“La prosperidad viene del trabajo
y la creación de riqueza, no de pedir prestado, eso es deuda.”
“No te ofendas Orgonal, pero
estás siendo ingenua. ¿Realmente creías que tu idea de un mercado de propiedad
privada es suficiente para generar tanta riqueza? Por favor... ¿honestamente
pensabas que esa explosión de prosperidad que ocurrió en cuestión de meses
venía únicamente de eso?”
“¿De dónde va a venir, si no?”
“De nosotros. ¿Qué crees que es
un préstamo? No es nada más una deuda que hay que pagar, un banco no es tu
vecino que te presta cincuenta créditos y se los devuelves mañana. Prestamos
dinero de las cuentas, un poco de cada cuenta y tenemos una reserva para
reponerlo en caso de emergencia. Eso fue lo que ordenaste cuando tipificaste a
las cajas de ahorros como fraudulentas por prestar todo lo que había en las
cuentas de los demás. Gran parte de los préstamos viene de dinero que no
existe, se imprime el billete o se crea digitalmente. Cuando se devuelve el
préstamo, ese dinero fabricado se vuelve verdadera riqueza. Los bancos,
Orgonal, son los que producen riqueza. Nos necesitas más de lo que necesitas al
ejército, nosotros somos quienes damos la prosperidad. De cada diez créditos
prestados cuatro provienen de otras cuentas, y seis es dinero creado
digitalmente.”
“Ahora la gente no devuelve lo
prestado y ese dinero... carece de valor.”
“Ahora entiendes el problema.
Tienen que devolver el préstamo con intereses, porque esos intereses absorben
el valor del dinero fabricado. Es una falla del capitalismo que nadie había
previsto porque nunca lo habíamos intentado. Gran parte de los bancos me piden
prestado, otro gran número hace lo mismo y así sobrevive. ¿Entiendes la
relevancia del asunto?”
“Tienes razón... No lo entendí
cuando querías hacer un banco central que regulara a los otros bancos. No puedo
darte el rescate financiero que pides, pero cuando Felna esté bajo nuestro
control y toda Marte sea libertaria, tendrás mucho espacio para expandirte.
Serás el banco del gobierno para evitar que estas crisis vuelvan a ocurrir.
¿Tenemos un acuerdo?”
“Orgonal,” Grilta le dio la mano
cuando ambos se pusieron de pie “tenemos un acuerdo.”
El
proceso de armar a la población fue lento y difícil. Los rumores de una
inminente invasión habían facilitado el asunto. Las poblaciones al sur, las más
ricas, fueron las más difíciles. En la ciudad llamada “Nueva Ralia” se había
establecido una especie de congreso, donde los ciudadanos voluntariamente
pagaban una prima para decidir, por votaciones de todos los contribuyentes,
cómo podían invertir el dinero, como una forma de cortar la dependencia al gobierno.
Orgonal lo había aceptado con mucho gusto, ahora ellos casi no pagaban
impuestos, pero se financiaban sus propias construcciones y servicios. Por voto
casi unánime había elegido a un vocero que recibió a Orgonal en su congreso.
Éste congreso era más pequeño que el de Jalrena, pero mucho más lujoso.
“La tasa de criminalidad ha
subido en estos últimos días.”
“Lo entiendo vocero, pero empezó
a subir con la crisis y la creciente tasa de desempleo. Es natural que algunos
usen esas armas para facilitar sus operaciones criminales, pero no todos actúan
de esa forma. Si alguien armado quiere cometer un delito ahora se lo pensará
dos veces, porque su víctima probablemente estará armada también.”
“Creo que cada persona tiene el
derecho de decidir si acepta o no esas armas. Es una clara violación de los
principios libertarios. Por no contar que aquí en Nueva Ralia no confiamos ni
en sus bancos, ni en sus ejércitos. Si esta presión continua, no tendremos más
opción que separarnos.”
“Primero que nada, es una situación
extraordinaria y si alguien no quiere el arma que se les está dando por familia
pueden tirarla a la basura. En segundo lugar, ¿secesión?”
“Sí, eso es lo que dije.”
“¿Qué tanto pueden secesionar si
estamos tan interconectados por medio del comercio? Si no quieren ondear
nuestra bandera y si quieren formar su propio sistema judicial, adelante.
Siempre y cuando preserven el espíritu libertario de no-agresión, no me
opongo.”
“Comandante,” el vocero se
levantó y le tendió la mano “lo discutiremos entre nosotros, pero por ahora y
mientras ésta crisis con los socialistas pasa, estamos con usted.”
Aunque
con muchas críticas, el proceso de armamiento ciudadano se completó
exitosamente. Orgonal esperaba que Fabrilon tuviera alguna protesta qué hacer,
pero no la hizo. El sindicalista aceptó la propuesta como una excusa para armar
a los obreros para la eventual revolución proletaria cuando, según sus
palabras, “las necesidades históricas se cumplan y las contradicciones
clasistas los obliguen”. La mayoría estaba de acuerdo con estar armada y
preparada, pero esa misma mayoría estaba en contra de la guerra. La revolución
libertaria no había sido hacía tanto tiempo y los temores continuaban. Habían
logrado vivir una época de prosperidad y paz, y nadie quería regresar a la
violencia.
“Todo el mundo lo sabe.” Discutía
Wersal mientras viajaban en el denso tráfico de la tarde hacia la central
sindical. “Nadie lo dice en voz alta, pero está en la red de comunicadores por
todas partes. Están planeando una guerra.”
“No seas absurdo, es una medida
preventiva. Tenemos razones para creer que las fuerzas socialistas están
conspirando en nuestro país. No podemos torturar a nadie, pero podemos
prepararnos.”
“Una guerra en este momento sería
catastrófica, ¿cómo podremos asimilar a tantas millones de personas a nuestra
economía en crisis?” Llegaron, pero no se bajaron del vehículo y sus guardias
esperaron pacientemente en la calle. “Espera un segundo... ¿no estarán
planeando una guerra para solucionar las fallas del capitalismo, o sí?”
“Me insulta que pienses eso.”
Orgonal bajó del auto y se acercó al guardia. “Que sea trasladado a la
residencia militar y que no salga de ahí. Háganlo calladamente, pero no lo
lastimen.”
“Sí mi comandante.” Se llevaron a
Wersal mientras Orgonal era acompañada a la oficina de Fabrilon. Encontró al
líder sindical esperándole sentado sobre su escritorio.
“Comandante Alguien, un gusto
como siempre.” Orgonal permaneció de pie mientras el sindicalista se levantaba
y la dejaba sentarse. “¿Gusta algo de beber?”
“No gracias. ¿Hay micrófonos en
la oficina?” Fabrilon sonrió. Orgonal mostró un pequeño aparato con dos largas
bocinas, lo acomodó en el escritorio y lo encendió. “Es una maravilla de la
competencia capitalista. Este aparatito satura los micrófonos. Es un seguro.”
“¿Qué es tan importante que
necesita semejante cosa?”
“Lo que estoy a punto de decirle
no puede salir de esta oficina. Si lo hace será considerado como alta traición
por ley militar y sería ejecutado.”
“Veo que es importante y tiene
que ver con el ejército. No me sorprende. ¿Qué se le ha ocurrido ahora? Déjeme
adivinar, legalizará a los mercenarios de los bancos que hostigan a los
deudores para pagar sus deudas.”
“Esos crímenes están siendo
perseguidos, pero me temo que algo más grande que eso. Mañana después del
mediodía las fuerzas socialistas atacarán sobre la frontera. La guerra es
nuestra única opción. Liberaremos a Felna y asumiremos control.”
“¿Por eso armó a sus ciudadanos?”
“Precisamente, me temo que esta
guerra será cruel y sanguinaria, como todas las guerras. La cuestión que quiero
discutir es la siguiente, una vez que asumamos control político de la ciudad
comenzaremos a liberalizar el mercado. Felna tiene muchas fábricas y no me
gustaría utilizar el mismo método empleado la vez pasada. Necesito que esas
fábricas sean sindicalizadas para que el proceso sea paulatino y no haya
acaparamiento. Para eso necesito un buen líder sindical.”
“¿Por qué viene a mí? No me
confía, no se haga la cándida.”
“Por supuesto que no le confío,
pero le conozco. Sé que le interesa más el poder de lo que le interesan los
obreros. No lo niegue, no vine a discutir eso. Prefiero malo conocido que peor
por conocer. Asumirá el control, pero tengo mis condiciones. La primera es que
las manifestaciones tienen que detenerse. No es negociable. La segunda es que
ofrecerá su apoyo al gobierno libertario una vez establecido. Podrá mantener a
las fábricas bajo un régimen sindicalizado, pero si yo no me meto con el modo
que controla esas fábricas, usted no se mete conmigo. Es una oferta de una sola
vez. ¿Acepta o me busco a un títere?”
“Acepto.” Dijo Fabrilon fingiendo
pesar.
Orgonal
fue trasladada a un búnker en las afueras de Jalrena a pocas horas de la
frontera. Atacarían al mediodía y todos miraban incesantemente a sus relojes.
Orgonal recordó sus días en la nave colonizadora, con la ansiedad y el temor
palpable en el aire. El general Facrin también estaba nervioso, aunque un poco
aburrido. El búnker tenía los mejores sistemas de comunicación, departamentos y
un pequeño congreso para continuar el gobierno incluso en caso de bombardeos
intensivos. Al amanecer Orgonal se acercó al general Facrin que se disponía a
subir para estar con sus tropas antes de dar la orden final.
“General, ¿alguna actividad
hostil?”
“Ninguna. Ya tenemos la historia
que le daremos a los civiles, diremos que fuimos atacados y que no tuvimos más
remedio que atacar. No hay cámaras ni elementos de la prensa, nadie lo sabrá.”
“Excelente. ¿Ésta búnker tiene lo
que pedí?”
“Sí mi comandante, el centro de
comunicaciones se enlaza a todos los comunicadores de la Red y a los canales
oficiales. ¿Quiere decirles algo antes de empezar?”
“Sí, no me parece justo dejarlos
a oscuras. Les debo al menos eso. Quiero decirles que estamos bajo ataque,
quizás si lo escuchan de mí les será más fácil creerlo.”
“Acompáñeme.” El general la
condujo a través de unas angostas escaleras hacia un segundo sótano protegido
por una ancha puerta de metal que únicamente se cerraba por dentro. La sala
tenía dos generadores autónomos, servidores de Red, computadoras para la
comunicación y holoproyectores para mantenerse al momento de las batallas y
poder ofrecer estrategias. El general la dejó sola y Orgonal cerró la puerta
tras él. Encendió la computadora de comunicaciones y se enlazó a todos los
comunicadores. El holograma azul era fácil de navegar y no tardó mucho para
estar en línea.
“Ciudadanos de Jalrena, es la
comandante Alguien. Jalrena vive ahora momentos de confusión. Existen rumores
de guerra, hay desempleo creciente y excesos rampantes. El libre mercado, dicen
algunos, es bueno pero tiene la falla esencial de los ciclos. Pareciera que
Marte-Jalrena, el único país libre en
todo el sistema solar, se enfrenta a una difícil decisión. Por un lado están
aquellos que buscan que el gobierno se convierta en el corrector de los errores
del libre mercado. Proponen leyes que aseguren salarios mínimos, rescates
bancarios para que los intereses bajen y la gente pueda pagar sus deudas y
volver a pedir prestado, regulaciones para que los precios no vuelvan a subir
tan rápido causando otra crisis. Los ciclos, argumentan ellos, pueden ser
suavizados en sus crisis de manera que, pasada la crisis, la pérdida total sea
mucho menor a la ganancia recogida en el momento de prosperidad. Éstas medidas
tendrían a su vez un impacto social, se evitaría la polarización entre aquellos
que acaparan todo en época de crisis y se mantendría la avaricia que causa esos
ciclos bajo control. Ellos argumentan que de esta forma los pobres no perderían
todo lo que habían ganado con cada ciclo. Tienen razón cuando dicen que la
economía cíclica no funciona, es una trampa donde unos cuantos someten a la
miseria a la mayoría para hacerse cada vez más ricos. Ya saben lo que pienso
sobre las regulaciones, nadie tiene el derecho de oprimir. Más allá de eso, los
ciclos no se generan porque el libre mercado esté destinado a fracasar. La
mayoría de quienes piden esas regulaciones son los millonarios que se
enriquecen con las crisis, ésa debería ser nuestra primera alarma. ¿Por qué los
más ricos, los banqueros primero, querrían que el gobierno regulara la
economía? Yo les diré porqué, es porque su sistema bancario produce la crisis y
ellos ganan, sin importar quién pierda. Saben que su sistema bancario no puede
sostenerse si toda la población es miserable, por eso buscan que el gobierno
evite eso.”
“Detrás
de las complicadas fórmulas bancarias, las excusas y las promesas se esconde un
fraude multimillonario que, lamentablemente, no detuvimos a tiempo. Nadie quiso
que fuera detenido, pues mucha gente poderosa se beneficiaba de ello. Supongan
ciudadanos libres de Jalrena, que el día de mañana un fantasma les regalara a
todos el doble del dinero que tienen. Sin duda comprarían todo aquello que
antes no podían comprar, saldarían deudas y enriquecerían a los comerciantes.
Los comerciantes elevarían sus precios, primero porque no tienen suficiente
mercancía para vender tan barata, y en segundo lugar porque mientras más gente
demanda algo más caro se vuelve. Simple ley de oferta y demanda. En apariencia
todos son más ricos, pero los salarios son los mismos, mientras que los precios
siguen subiendo. Los comerciantes abrirán más sucursales y comenzarán nuevas
empresas ofreciendo más empleo. Es un espejismo, los asalariados piden mejores
sueldos, las empresas tienen que subir más los precios para pagarlos, los
pequeños empresarios tienen que cobrar más por sus productos y tarde o temprano
cerrarán sus negocios. Ahora el dinero vale la mitad de lo que solía valer, es
más difícil ganarse la vida, nadie devuelve los préstamos y los bancos entran
en crisis. Esto que parecerá un cuento de hadas es exactamente lo que ha
sucedido. Los bancos prestan dinero que no tienen y simplemente lo fabrican. El
banco de Jalrena, que es prácticamente un banco central que rige sobre los
otros, ha creado dinero de la nada. Dinero cuyo único valor es que todos crean
que vale mucho, pero si la gente deja de creer el dinero deja de valer. Ha sido
un error dejar que el Banco de Jalrena se convirtiera en el banco del gobierno,
ha sido un proteccionismo que le permitió aplastar a la competencia. Si mi
vecino me pide azúcar y yo le entrego una jarra con talco, ¿acaso no es fraude?
Si me pide diez créditos y falsifico un billete ¿no es también un fraude? Eso
es lo que el Banco de Jalrena ha hecho, presta dinero falsificado y cuando todo
el sistema se desploma culpa al gobierno de no rescatarlo para que continúe con
sus actividades criminales. No existe un peligro más grande que un banco
central. Por medio de la intimidación y las prácticas ilegales lograron hacer
que la única moneda fuesen los créditos. Aquel que controla la producción del
dinero lo controla todo. Desde ahora es ilegal el fraude del dinero fabricado a
partir de la nada. El dinero debe estar respaldado por algo, sea Urbalita o
cualquier cosa que los consumidores mismos decidan. Si el dinero está
respaldado los bancos no pueden inventar dinero para enriquecerse y se verán
obligados a participar en negocios legales. El dinero respaldado es la única
fuente de riqueza real. Sin dinero falsificado no habrá depreciación, y si una
moneda va perdiendo su valor porque menos gente la acepta, entonces encontrarán
otra que sí acepten.”
“Si
la democracia interrumpe de alguna forma el libre mercado, entonces no es
democracia. El libre mercado, cuando no se cometen fraudes, es el sistema más
democrático de todos, pues el poder se reparte entre todos. Sé que el poder es
más que el dinero, el poder lamentablemente a veces se traduce en la capacidad
de oprimir. Es por ello que hemos armado a la población, ahora no vivirán
temiendo a su gobierno, sino que será su gobierno quien les tema. Y ésa debe
ser la actitud de todo gobierno, el miedo. El gobierno y todos los servidores
públicos deben vivir aterrados de su propia población, subsistiendo con la
certeza absoluta de que el día que, por medio de la retórica, se hagan de más
responsabilidades y usurpen la libertad del individuo, ese día serán ejecutados
cruelmente por sus propios ciudadanos. Toda persona tiene derecho a defender su
patrimonio, por eso desde ahora es legal comprar armas. Con una ciudadanía bien
armada no es necesario seguir manteniendo a un ejército tan grande. Desde ahora
el ejército queda reducido a cuatro regimientos, dos de los cuales se
especializarán para rescates en casos de catástrofes y en entrenamiento militar
voluntario de los ciudadanos. El general Facrin no estará feliz con ésta
medida, como tampoco estará la banquera Grilta. Grilta será arrestada por dos
cargos, junto con muchos otros banqueros será arrestada por fraude millonario,
pero también por alta traición. Grilta y Facrin han estado en contubernio desde
el principio. Mientras que el presupuesto para el ejército no subía la banquera
les prestó grandes cantitdades de dinero para ser pagadas con favores. Al ver
un gobierno que no aceptaba el oprimir a sus ciudadanos, y lo consideraron
débil, fraguaron una conspiración. Grilta armó al ejército para que Facrin me
convenciera, una vez empezada la crisis económica, de conquistar Felna. No
tengo duda alguna que, una vez conquistada, me ejecutarían para colocar a
alguien más en el poder. Han sido hábiles en acomodar las piezas y tomar
ventaja de un gobierno aparentemente débil. El gobierno no tendrá mucho poder,
pero ahora la ciudadanía tiene suficientes armas para repeler cualquier intento
de golpe de Estado.”
“No habrá tal invasión
de Felna. Ésta es una noticia buena para muchos, a excepción de un líder
sindical. El sindicalista Fabrilon, el agente colectivista, había recibido la
promesa de que se quedaría con todas las fábricas de Felna. El espía se dio
cuenta que si apoyaba la invasión del general Facrin recibiría más poder del
que sus amos colectivistas le habían prometido. Hasta esta mañana no hubo
movimiento de las tropas marxianas, porque el espía no les alertó. El poder,
está claro, seduce y corrompe. Más que eso, el poder mata y mientras menos se
concentre el poder, mejor para todos. La única función de los políticos será
ofrecerle al pueblo opciones para gastar el dinero que los contribuyentes pagan
y los votantes decidirán en voto secreto. Saldremos de ésta crisis, la
prosperidad será posible, aunque será un proceso más lento. Lento, pero no se
esfumará con cada ciclo. Ésta es la comandante Alguien, cambio y fuera.”
La
puerta que la protegía había sido golpeada con violencia y casi se había zafado
de la pared. Mediante las computadoras se pudo asegurarse que Facrin y Grilta
fuesen puestos bajo arresto. Un pequeño grupo del ejército, leal a Facrin,
habían intentado rescatarlo, pero la mayor parte del ejército permanecía fiel
al gobierno libertario. Antes de salir del búnker se imaginó al capitán Nadie
abrazándola y felicitándola. Afuera fue recibida como a un héroe. La opinión
pública, en los medidores de la Red, estaban casi por entero a su favor. Estaba
a medio camino de Jalrena cuando las fuerzas marxianas comenzaron a atacar con
bombardeos intensivos sobre la frontera. El convoy de la comandante fue atacado
por los pocos aviones que podían cruzar el cerco de cañones antiaéreos. El
camión donde viajaba Orgonal fue volcado y bajó junto con los pocos soldados
que quedaban con vida para refugiarse en la selva.
La
general Brolina, quien se hacía cargo después del arresto de Facrin, le informó
que los marxianos atacaban no sólo en la frontera este, sino también al norte.
Pelotón tras pelotón cruzaba la selva con enormes máquinas que trituraban los
árboles para llegar hasta Jalrena. Las fuerzas libertarias en la frontera
estaban al pie de guerra y habían actuado a tiempo pero, según le explicó la
general Brolina, las fuerzas en la ciudad estaban en una confusión total.
“¿Cuánto tiempo antes de que
lleguen a Jalrena?”
“No estamos seguros comandante,
podría ser menos de una hora. Hemos tratado de repelerlos mediante nuestros
misiles, pero sin éxito. El sistema no funciona. Afortunadamente ellos no
tienen muchos misiles, pero sin nuestro sistema de escudo aéreo no creo que
podamos defendernos muy bien.” Brolina se apartó de la cámara de su
comunicador, habló con un capitán y regresó a la pantalla. “Me informan que hay
un motín en la zona norte. La avanzada marxiana mató a Fabrilon.”
“No me sorprende. Dejen de
intentar con los misiles y los aviones rápidos, no funcionarán.”
“¿A qué se refiere?”
“Sólo hágame caso. El ejército
socialista no puede estar demasiado bien
armado, ni alimentado.”
“Recibieron más de treinta
millones de créditos el mes pasado, aunque no es ni remotamente cercano a
nuestro presupuesto, es bastante.”
“Grilta...” Orgonal se agachó
cuando un par de aviones sobrevolaron el área y soltaron bombas. El humo de las
explosiones no era negro, era azul. “El humo es azul, ¿no será...?”
“Es botulimia, una toxina
botulínica. Salgan de ahí. Un convoy va en camino.”
“Ordenen al ejército de Jalrena
ahora mismo.”
“Se están matando entre ellos
comandante, nadie quiere que se le asocie con Facrin.”
“Entonces ponlos bajo arresto,
diles que se les perdonarán sus crímines si pelean y ganan, y después de un año
quedarán despedidos.”
El
bloqueo carretero seguía bajo el control libertario, pero la invasión en forma
de tenaza al sur y al este le permitió a los marxianos accesar a la ciudad de
Jalrena. Los aviones eran repelidos con la batería antiárea y la población
misma se defendió. Los arsenales fueron abiertos y sus contenidos repartidos.
Los soldados socialistas esperaban en contrar, en el sector este, a catorce mil
soldados cuando mucho, pero se encontraron con una fuerza de casi medio millón.
En el norte los marxianos encontraron menos resistencia, los archimandritas
convencían a sus fieles de unirse al ejército para liberar Jalrena del yugo
violento de los burgueses. Al caer la noche las fuerzas marxianas habían tomado
el control del norte, habían perdido el este, y abrían un nuevo frente al sur.
Orgonal dio la orden de no invadir Felna, no sólo porque aquello significaría
matar a miles de civiles, sino porque sin los avanzados sistemas militares de
defensa necesitarían a todas las tropas en Marte-Jalrena. A la mañana siguiente
la población del sur aceptó el armamento, cuando se dieron cuenta que las
tropas no eran suficiente y los socialistas venían a quitarles todo lo que
tenían, para repartirlo convertido en miseria, decidieron armarse y luchar para
proteger sus vidas, su libertad y su propiedad. El plan de Orgonal había
funcionado, aunque los civiles carecían de entrenamiento militar los meros
números superaban a las fuerzas marxianas por el doble.
Orgonal
fue llevada en un convoy artillado a un punto en la selva en la zona este. Al
caer la tarde las fuerzas marxianas estaban detenidas en el norte, destruidas
en el este y carecían de posiciones estratégicas al sur. Habían conseguido
demoler docenas de fábricas y nivelado muchas cuadras de multifailiares, pero
no podían tomar la ciudad. Durante la noche, mientras las fuerzas militares
libertarias dejaban el sur y el este para concentrarse en el norte, Orgonal fue
informada de una larga migración que se aproximaba a su centro de comando en la
selva. Eran más de 500 tanques, poco más de cien mil hombres y treinta
bombarderos. La mayoría no vestía como soldado, eran civiles. La marcha, que
hacía retumbar el suelo, no parecía dirigirse a los frentes establecidos de
batalla. Orgonal se les unió, demandando hablar con su líder.
“Yo soy el comandante Graneran de
la milicia libertaria.”
“¿A dónde van?” La marcha no se
detenía, el comandante miliciano se bajó de su vehículo para hablar con la
comandante Alguien. “Di la orden expresa de no invadir Felna.”
“Con todo respeto comandante,
usted no puede dar esa orden.”
“¿De qué demonios está hablando?”
“Somos libres de hacer lo que
queramos y somos libres de defendernos. Si no invadimos Felna, si no la
liberamos de sus opresores, ¿cuánto tiempo cree que tarden ellos en volver a
invadirnos, sacrificar cientos de miles de vidas hasta que lo consigan?”
“Felna es una teocracia militar,
¿creen que tan pocos soldados pueden conquistar la ciudad? Serán masacrados
salvajemente, ellos no tienen leyes de combate como nosotros.”
“¿Y quién dijo que esas leyes de
combate se aplican a las milicias? Ellos golpearon primero, nosotros
golpearemos al último.Tenemos el derecho de defender nuestro patrimonio, si esa
loca no se detiene, ¿quién la detendrá? Está claro que no se puede negociar con
ella.”
“Pero, ¿qué me dice de todos los
civiles que morirán en el fuego cruzado?”
“Sus fuerzas rebeldes mataron a
mi esposo cuando llegaron a Marte. Me quejé, pero cuando vi que era un
sacrificio necesario y que usted buscaba un gobierno que liberara en vez de
oprimiera, la apoyé ciegamente. Hay cientos de personas en nuestra milicia que
tienen historias semejantes. Cuando bajaron de la colonizadora muchos de sus
soldados disparaban indiscriminadamente, pero así es la guerra. Es un caos, es
sanguinario y es injusto, pero a veces es necesario. Si ustedes se hubieran
detenido a pensar sobre los civiles que matarían, nosotros seguiríamos bajo la
bota marxiana. Lo siento comandante, pero se tiene que hacer, por el bien de
todos.”
“Yo...” El comandante miliciano
regresó a la marcha y subió a un vehículo militar, dejando a Orgonal con la
boca abierta. Tenían razón y ella lo sabía. Habían matado a más de mil civiles
inocentes en la toma de Marte-Jalrena, ¿quién era ella para decidir si otras
personas podían o no hacer lo mismo? Los liberaron sin preguntarles, asumiendo
que eso era lo que querían. No existían las condiciones políticas para conducir
semejante análisis, pero en Felna tampoco las había.
Regresó a la base y cuando a la media noche las
torpas marxianas del norte fueron aniquiladas por completó, dio la orden de que
detuvieran, y arrestaran si era necesario, a los milicianos que quisieran
cruzar la frontera. La mayoría quería ir a Felna a matar aquellos que habían
matado a sus familiares. Era entendible, pero también era suicida. Los
milicianos detenidos se quejaron y la general Brolina enlazó a Orgonal con otro
comandante miliciano.
“Esto es opresión, tenemos
derecho a defendernos.”
“Es suicidio lo que quieren
hacer.”
“Entonces ayúdenos, envíe al
ejército de Jalrena. No nos dé la espalda cuando más la necesitamos.”
“Ustedes no entienden, hice hasta
lo imposible por detener a quienes querían invadir Jalrena, porque trataba de
protegerlos a ustedes, ahora me piden que...”
“Los ciudadanos de Felna también
tienen derechos, se nacen con ellos, ¿no fue eso lo que dijo? Pareciera que los
únicos que nacemos con derechos somos nosotros.”
“Comandante, si usted cruza esa
frontera y mata a alguien está cometiendo un crimen.”
“¿En qué se diferencia de lo que
usted hizo?”
“¿Qué hago?” Preguntó la general
Brolina. “¿Lo dejo ir, los retengo, o movilizo las tropas para acompañarles?”
“Yo... no lo sé.” Miró hacia su
amigo imaginario, el capitán Nadie tampoco tenía una respuesta. “General
Brolina, déjelos ir y envíe apoyo.”
“Sí mi comandante, pero queda el
detalle de nuestro sistema de defensa militar. Todo aparato más avanzado que
los tanques y cañones antiaéreos está desactivado por alguna razón.”
“Yo no me preocuparía por eso.
Funcionará.”
Los
milicianos fueron sumando sus esfuerzos. La comandante Alguien se sumó a una
cuadrilla de lanzamisiles que acompañaba a las fuerzas del comandante miliciano
Sarnerin. Los aviones de las fuerzas libertarias volvieron a funcionar y
acompañaron a los bombarderos. Asistieron a las primeras oleadas milicianas en
romper el cerco fronterizo marxiano. Estaban mejor armados, pero ahora estaban
en clara desventaja numérica. Al amanecer la comandante y su pelotón se
encontró atorado en los multifamiliares del sector 5Z, los primeros de la
ciudad. Los milicianos habían comenzado a ocupar los multifamiliares como bases
y nidos de metralla. El cielo estaba oscurecido por los bombarderos que
destruían fábricas militares y bases del ejército. Los aviones de caza los
protegían lo más posible de los cañones antiaéreos y de los aviones marxianos.
Orgonal comandaba al ejército libertario, pero los milicianos rara vez acataban
órdenes. En muchas ocasiones los milicianos insistían en tomar puntos sin
ningún valor estratégico, o se encañoban en las trampas del ejército marxiano.
Hubo un brillo de esperanza cuando Orgonal, guarecida con otros cuarenta
soldados, disparaba su metralla de granada y por un instante pensó que podía
hacerse. Pensó que podían liberar a Felna, sin tener que matar a su esposa. Los
bombarederos marxianos, de brillante color rojo, comenzaron a nivelar los
multifamiliares. Estaban dispuestos a masacrar a sus propios civiles. La única
estrategia libertaria había sido destruida por completa. El bombardeo se
acercaba a su posición, evacuaron el complejo y fueron rescatados por un convoy
de vehículos de doble metralla y tanques con capacidad de derrumbar aviones. Trataron
de regresar a la frontera, o al menos alejarse de la ciudad donde los
bombarderos marxianos nivelaban sectores completos o barrían con gases tóxicos,
cuando el convoy se vio rodeado de tanques. Lucharon desesperadamente hasta que
el vehículo de Orgonal fue impactado por fuego de granada y salió volando.
Orgonal trató de salir, pero el humo invadía sus pulmones y perdía
conocimiento. Sus últimos pensamientos estuvieron en Vamica, y en las
inumerables noches donde juntas habían tenido todo lo que deseaban.
Despertó
dentro de un vehículo marxiano rodeada de soldados que la habían atado. Miró
por la ventana de grueso plástico y no pudo creer lo que veía. Milicianos
luchaban con sed de sangre, atacando blancos indiscriminadamente. Tropas
marxianas disparaban contra sus propios civiles con tal de matar a un
libertario. Orgonal se dio cuenta que había menospreciado la capacidad humana
de perder su propia humanidad y matar a sus congéneres sin pensarlo dos veces.
Ella había matado a muchos civiles durante el golpe de Estado y nunca se había
detenido a pensar en sus familias. Lo había hecho por un ideal, para no tener
que matar de nuevo, pero esto era diferente. Había impuesto su sueño mediante
la violencia, y ahora la violencia engendraba más violencia. Con lágrimas en
los ojos se pegó al vidrio y vio a los edificios en llamas y a las cientos de
pilas de cadáveres en el suelo. Mientras veía a una mujer bañada en sangre
caminando entre las explosiones para buscar su brazo perdido, imaginó al
valeroso capitán Nadie muriendo a su lado, cubierto en polvo que opacaban sus
medallas, con los brazos extendidos y el rostro bañado en sangre.
“Llévenla.” los soldados habían
llegado al templo mayor, ahora rodeado de batería antiaérea. La cargaron y
golpearon salvajamente por los escalones hasta llevarla a la cámara personal de
la profetiza. La marxiana ahora tenía más Urbalita que antes, y miraba por la
ventana con su báculo místico en la mano. Dejaron caer a Orgonal en el suelo y
Vamica se dio vuelta para mirarla.
“Orgonal, es lamentable
verte de nuevo y en estas condiciones.”
“Podía haberlo logrado...” Se
lamentó Orgonal.
“Imposible, tus guerrillas
burguesas no son nada ante mi ejército.”
“No Vamica, me refiero a la paz.
Pude haberlo logrado, detuve la invasión del general Facrin, ¿por qué tuviste
que atacarnos?”
“La amenaza de la agresión
constituye una agresión. ¿Pretendías que me quedaría sentada viendo cómo tus
generales conspiraban en mi contra?”
“¿Qué has hecho?”
“¿Qué he hecho yo?” Vamica gritó
y golpeó el báculo a centímetros de Orgonal. Al verlo Orgonal se dio cuenta que
había sangre seca en su báculo. “Les diste armas, les dijiste que soy el
enemigo y que el colectivismo es su peor pesadilla. ¿Qué esperabas que
sucediera? Los educaste para que me odiaran y ahora lo hacen.”
“Hemos sido unas ingenuas Vamica,
iniciamos un ciclo perpetuo. Podrás detenerlos ahora, pero es cuestión de
tiempo antes de que tu ejército o el mío se enfrenten de nuevo. ¿Cuánta gente
más estamos dispuestos a matar?”
“Los que sean necesarios para que
el colectivismo sobreviva de las avariciosas manos de los burgueses. Imagino
que tu respuesta sería la misma.”
“La es. Protegeré las libertades
de cada individuo hasta la muerte.”
“Hasta la muerte de todos,
querrás decir, y no sólo la tuya.”
“¿Cómo llegamos tan lejos Vamica?
Hablamos sobre sacrificar vidas ajenas
como si fuera nada.”
“Ambas tenemos eso en común
Orgonal, aunque te duela admitirlo. Ambas estamos dispuestas a bañarnos en
sangre antes de comprometer nuestros principios.” Orgonal la miró sorprendida.
Tenía razón, Wersal también había tenido razón al decir que los extremos se
tocaban. Orgonal estaba dispuesta a matar a un millón de soldados con tal de
proteger la libertad de un solo individuo. La diferencia, razonó la comandante,
estaba en que nunca mataría a su propia gente, no si podía evitarlo de alguna
manera. La marxiana no tenía esos límites.
“Esos miles de socialistas que
estás tan dispuesta a matar... Confiaron en ti Vamica, ¿no significa nada?” La
profetiza gruñó y regresó a la ventana.
“Nivelaré la ciudad entera si es
necesario.”
“No es necesario, podemos
terminar la guerra ahora mismo.”
“Sí, en eso tienes razón, ellos
dejarán Felna o te mataré.” Vamica se acercó a su esposa y le acarició el
cabello. “Antes que creas que soy un monstruo, quiero que sepas que esto me
duele desde lo más íntimo de mi ser.”
“No mates a los prisioneros de
guerra, depórtalos. Daré la orden de que se detengan, me harán caso a mí. Pero
me dejarás ir, porque tú también detendrás a tu ejército. No me refiero solamente
de esta batalla, sino de todas. Lo harás o le diré al mundo que naves
terrícolas vienen a matarnos y llegarán en cuestión de unos cuantos meses.”
“Veo que ya no te has comunicado
con la soviética. No son naves militares, sino naves terraformadoras y llegarán
en dos años.”
“¿Terraformadoras? La soviética
prefiere rehacer al planeta entero antes que tocarnos... ¿Crees que nuestros
huesos queden enterrados bajo toneladas de tierra para ser descubiertas siglos
después? ¿Crees que en unos siglos a alguien le importe?”
“No quedarán nuestros huesos
Orgonal, no quedará nada.”
“Aún así, le diré a Marte lo que
se avecina. El pánico será tan grande que tu amada utopía quedará destruida
para siempre. Mi utopía también, pero estoy dispuesta a hacerlo. Tú misma lo
dijiste, yo también mataría por mis sueños y los de los ciudadanos que confían
en mí. Y ni creas que matándome solucionarías algo, tengo a alguien en Jalrena
con órdenes de revelar el secreto en caso de emergencia. Si invades de nuevo,
se lo diré a todos.”
“No te atreverías... ¿O sí?
Esposa mía, si tu gente trata de atacarnos... Haré lo mismo. Un mundo sin
colectivismo no es un mundo en el que valga la pena vivir.” La marxiana
acarició su báculo y pensó por unos momentos. Levantó el báculo y lo dejó caer.
La vara rebotó en el suelo y rodó hacia la izquierda. “Marx acepta tus
condiciones, la prioridad del ejército marxiano será arrestar a los milicianos
y deportarlos. Ahora te toca a ti.”
“Está bien.” Orgonal acceso a su
comunicador y se comunicó con la general Broslin. “General, quiero que
repliegue todas las fuerzas a la frontera. Repito, ni un avión, ni un tanque,
ni un bombardero, ni un solo soldado, todos regresan a la frontera. La marxiana
ha aceptado que no matará a los milicianos de ser posible, todos los
prisioneros serán deportados a la brevedad.”
“Sí mi comandante, daré la orden
en este momento. ¿Tenemos garantías de la marxiana?, ¿dónde se encuentra usted?
Pensamos que la habíamos perdido en la ciudad.”
“Estoy bien, estoy con la
marxiana. Hemos llegado a un acuerdo de paz. Se ha comprometido a detener las
hostilidades de inmediato. ¿Son claras mis órdenes?”
“Sí mi comandante, ¿la marxiana
la tiene prisionera?”
“No, me escoltarán sus soldados
hasta la frontera.” Apagó la comunicación y Vamica zafó el seguro de sus
amarras plásticas. “Tu experimento colectivista no puede funcionar, lo sabes
¿no es cierto?”
“Funcionará... En el tiempo que
nos queda.” Orgonal se sentó en uno de los escalones de Urbalita que ascendían
hasta el trono y Vamica se sentó a su lado.
“Nos destruiremos mutuamente
Vamica... ¿Ésa es la única manera de garantizar la paz entre nosotros?” La
marxiana miró hacia su báculo y luego a su esposa.
“No llegará a eso, valoramos
demasiado a nuestros ideales.”
“Si alguien escapa del cerco marxiano,
no lo deportaremos. Prefiero decírtelo aquí que mentirte después con mil
excusas.”
“No será un problema. Levantaré
un muro tan alto y largo que nadie podrá cruzarse. Defenderé al pueblo
colectivista libre y amante de la paz.” La marxiana se puso de pie y ayudó a su
esposa a levantarse. “Si alguien cruza de tu frontera a la mía, tampoco lo
deportaré.”
“Creo que ésta es la última vez
que nos veremos.” Vamica le tomó de las manos y sonrió con tristeza. “Hay tanto
que podría... Te amo Vamica, quiero que lo sepas. Sé que debajo de tu
fanatis... fervor religioso, tú me amas también.”
“¿Por qué estás tan segura?”
Preguntó la marxiana con una sonrisa en la boca.
“Porque sigo con vida.”
El
viaje a la frontera fue lento y silencioso. El vehículo tenía que rodear el
escombro y los cadáveres. Los soldados no hablaban con ella, ni Orgonal tenía
ganas de hablar. La batalla se fue deteniendo paulatinamente. Los milicianos,
derrotados, regresaron a casa. Los prisioneros estaban siendo obligados a
marchar hacia Jalrena. Orgonal fue recibida por Wersal, quien la abrazó en
cuanto bajó del vehículo. Los soldados estaban tensos, esperando atacar en
cuanto los marxianos dispararan contra la comandante.
“Habrá que desplazar la
frontera,” le dijo Orgonal a la general Broslin. “al menos dos kilómetros para
tener un área desmilitarizada y suficiente espacio para que los marxianos y los
libertarios no estén apuntándose los cañones a las narices.”
“Sí mi comandante, ¿confía en la
marxiana?”
“En ella sí, pero no
necesariamente en sus generales. Facrin ha sido una enseñanza útil. ¿Qué hay de
Jalrena?” Wersal subió al vehículo y Broslin y Orgonal hablaron en la puerta.
“Diez mil muertos en total. La
esperan para recibirla como a un héroe.”
“No soy un héroe.” Detuvo a
Broslin que quería sentarse con ella en la parte de atrás. “No se ofenda, pero
me gustaría hablar a solas con mi ministro del interior.”
“¿Estás bien?” Le preguntó Wersal
en cuanto encendió el motor. “Tienes sangre en la cara y unos cuantos
moretones. ¿Te maltrataron mucho?”
“Estoy cansada, pero bien. ¿No te
maltrataron durante tu arresto?”
“No mucho. Fue muy sutil, por
cierto. Las instrucciones que dejaste en la residencia militar fueron de mucha
ayuda. Reactivé el sistema militar en cuánto me enteré que estarías invadiendo
Felna.”
“Gracias Wersal, sin ti las
tropas de Facrin podrían haber intentado un golpe militar.”
“¿Cómo sabías que no era un
traidor? Yo sabía que Facrin quería hacer un golpe de Estado, pero ¿cómo uniste
las cosas?”
“Imaginé que Grilta y Facrin
estaban en contubernio desde que el ejército seguía expandiéndose más rápido
que el resto de la economía. Cuando me di cuenta que las piezas estaban puestas
para invadir Felna deduje que el banco más fuerte podría reemplazar al
gobierno. Ellos producen el dinero, entonces tienen el mayor control. Facrin me
mostró una grabación donde me traicionabas, diciendo que querías un golpe de
Estado y ayudar a Fabrilon a formar un partido sindicalista. En la grabación
dijiste que no apoyabas a Fabrilon y su petición de regular la economía, pero
lo hiciste. Como fue en privado el general no tenía manera de saber que tú
estabas de acuerdo con ellos, al menos en parte. Fue fácil sumarme a la
conspiración y tenderles la trampa a todos. Nunca subestimes la avaricia del
Hombre. Antes que apelar a su belleza o a su inteligencia, apela a su cartera y
así sabrás qué clase de persona es.”
“Impedir una invasión para que al
final se haga la invasión y se fracase. Vaya días. Al menos extirpaste a
Facrin, a Grilta y a sus planes. ¿Cómo podemos confiar en esa loca?”
“Esa loca es mi esposa, y la amo
aunque esté completamente en desacuerdo con todo lo que dice y hace.” Wersal la
miró con tanta sorpresa que casi chocan contra un árbol. “Compartimos más de
cuarenta años juntos, amándonos y volviéndonos locas. Eso no se olvida, ni
siquiera bajo el peso del fanatismo y el odio. No permitirá que sus tropas
crucen la frontera, porque si lo hace entonces revelaré el secreto que
únicamente nosotras dos sabemos.”
“¿Y cuál es?” Orgonal miró por la
ventana sin decir nada. Wersal insistió. “Puedes confiar en mí. Me salvaste la
vida en esa colonizadora, confiaste en mí durante el complot de los banqueros,
aún cuando estuve en descuerdo contigo en muchas cosas. No desconfíe ahora
comandante Alguien.”
“Ya no soy Alguien, soy Orgonal.
Y no es que desconfíe de ti, es que... bueno, verás por ti mismo. Naves
terraformadoras de la soviética vienen en camino. Harán un nuevo planeta. Ni
siquiera podremos defendernos debidamente.” Wersal detuvo el vehículo y se
bajó. Necesitaba aire fresco. Orgonal le acompañó mientras vomitaba entre los
árboles.
“Estamos perdidos, Orgonal
estamos perdidos.” Repetía una y otra vez. “Hay que aliarnos con la marxiana,
formar un ejército.”
“No servirá de nada. ¿Cuántas
naves podemos mandar? Cien, como máximo, las terraformadoras están equipadas
con bombas de hidrógeno. No durarían nada esas naves. ¿Ahora entiendes por qué
no puedes decirle a nadie?”
“No, el pánico nos reduciría a
animales. La marxiana se enfrentaría a lo mismo.”
“Destrucción mutua asegurada.”
“¿Pero Orgonal, qué vamos a
hacer?”
“Vivir Wersal, eso es lo que
haremos, vivir. Viviremos mientras podamos.”
No
regresaron al vehículo. Se sentaron sobre un tronco y miraron a las lunas de
Marte a través de las nubes en un pacífico atardecer marciano. Pensaron en
cuántos atardeceres había habido antes que ellos, y cuántos más habría cuando
sus ideales y sus sueños no fueran más que arena roja.
5
La fantasma
Trolarin
acomodó el apuntador plástico a 7.5 centímetros de la tabla digital de
anotaciones. Se aseguró que las tres computadoras tuvieran la luz azul y
encendió los cinco holoproyectores. Trolarin contempló las cuatro paredes de su
pequeño cubículo y sonrió. Estaba como en casa. Se levantaba temprano cada
mañana para llegar lo antes posible. La habían ascendido a vigilante de alto
nivel hacía ocho meses y, aunque su carga de trabajo era menor, se encargaba de
estudiar hasta el mínimo detalle. Ahora vigilaba sobre seis personas, en vez de
doce. Le habían asignado una familia tradicional de cuatro y dos altos
funcionarios de la soviética. La familia de Marwerna estaba compuesta de dos
ingenieros en sistemas de la educación, Varlon y Graslin, y dos obreros de
fábrica llamados Dretin y Julber. Los vigilaba en casa, los seguía, los
vigilaba atentamente en sus trabajos y los vigilaba cuando regresaban al
departamento para cenar y dormir. Prefería ser vigilante especializada a ser
parte del cuerpo de vigilantes que se ocupaban de cámaras específicas. No le
molestaba analizar veinte cámaras al mismo tiempo, sino el anonimato. Esos
vigilantes perdían interés en su trabajo porque no conocían a quienes
vigilaban, para ellos, eran únicamente masas humanas que iban y venían, pero no
para Trolarin. Ella se orgullecía de conocer a sus sujetos, pues ésa era la
única manera de comprenderlos. El trabajo de Trolarin no era simplemente
vigilar desconocidos, era conocerlos íntimamente. Disfrutaba conociendo a la
familia de Marwerna, pero disfrutaba más con la joven y ambiciosa pareja de Rando
y Rashide. Nunca había seguido de cerca
a la política hasta que la reubicaron en Croleran. Junto con la transferencia
estaba también la responsabilidad de entender que ésta ciudad no era como
cualquier otra, casi todos eran transferidos de otras partes del mundo, y
muchas veces vivían dos o tres en un departamento que, en cualquier otro país,
sería para cuatro.
En
cuanto le asignaron a Rando se interesó por leer las noticias y estudiar su
meteórico ascenso. Su revolucionaria democracia estaba siendo aceptada
mundialmente, se había ganado el derecho a vivir en Croleran y Trolarin quería
demostrar que ella también lo merecía. Trabajaba duro y anotaba todo, de esa
manera podía buscar palabras claves en su tabla digital y establecer patrones.
La vida, según Trolarin había concluido hacía muchos años, estaba en los
patrones. La familia de Marwerna tenían los patrones típicos, pero Rando y
Rashide no. Ellos tenían acceso al edificio de la soviética, el cual contaba
con muchos puntos ciegos en la vigilancia donde se discutían asuntos de gran
importancia.
“Interesante...” Trolarin
escribió sobre su tabla digital mientras miraba ocho cámaras a la vez y
escuchaba desde diez micrófonos diferentes. “Julber traza formas geométricas
sobre el vapor del espejo del baño... Tercera vez en este mes.”
Ampliaba
y reducía las pantallas de las cámaras con una mano sobre el holograma y con la
otra subía el volumen de los distintos micrófonos. Croleran contaba con mejor
sistema de monitoreo que cualquier otro país del mundo, y de las colonias.
Dretin conversaba con compañeros del trabajo sobre los viajes espaciales. Sus
compañeros son marcianos y describen el proceso. Trolarin dio la orden de
encender las luces de las cámaras sobre ellos, como un mensaje sutil para que
regresaran a trabajar. Miró hacia la cámara frente a ella, no la había visto
encenderse desde que trabajaba ahí, quizás porque hacía tan bien su trabajo que
no era necesario presionarla. Se preguntaba quién la vigilaba a ella, y quién
vigilaba al vigilante. Se moría de ganas de escribir un mensaje y mostrarlo a
la cámara, pero sabía que estaba prohibido.
Al
caer la noche Rando entraría en contacto con Julber en una bodega industrial.
Era una sensación extraña el que dos de sus vigilados se conocieran, sin saber
que ambos estaban siendo vigilados por la misma persona. Le hubiera gustado
fantasear sobre conocerlos, pero tenía que vigilar una actividad que se salía
completamente de la rutina y eso siempre la ponía nerviosa. Rando viajaba en un
transporte de carga alargado conteniendo fragmentos de una estatua de Urbalita.
La estatua, una obra conceptual de cuatro metros, sería ensamblada en la bodega
y movida con grúas a dos cuadras de distancia. El transporte se estacionó en
reversa en la entrada del edificio. Trató de accesar a las cámaras de la
bodega, pero estaban protegidas. Las cámaras del transporte se desconectaron en
cuanto llegó al edificio. Escogió las cámaras callejeras para ver a través de
las ventanas, pero la lluvia dificultaba la visión. Alguien no le permitía
acceso, al principió pensó que sería debido a que un alto funcionario estaba
presente y podía discutir asuntos urgentes, pero el único funcionario que
viajaba en la cabina de pasajero era Rando y se trataba de una estatua, no una
conferencia. Su solicitud fue estudiada por algún anónimo en la confusa
jerarquía de la vigilancia y finalmente tuvo acceso. La estatua estaba cubierta
por una manta y Trolarin se puso nerviosa. Aumentó el volumen de los micrófonos
dentro del edificio, pero la lluvia dificultaba la vigilancia. Rando salió de
la parte delantera del vehículo y entró a la manta. Escuchó la voz de Julber
mientras cargaban piezas usando poleas y palancas hidráulicas.
“Parece que ya está.” Dijo Rando
mientras salía de la manta y le hacía señas al conductor para que se marchara.
Estaba a punto de jalar la manta cuando alguien adentro le pidió paciencia.
“Detalles, detalles, ésta estatua tiene que estar lista e instalada para el
amanecer, antes que los proletarios se levanten, miren por la ventana y se
decepcionen de no tener nada.”
“Muy bien, listo.“ Julber salió
de la manta y les ayudó a jalar.
“Perfecto, llamen a la grúa.”
Rando se sentó sobre una caja y miró a la estatua. Era un conjunto de piezas de
Urbalita que, como listones rojizos, formaban una especie de árbol. “Esperen un
segundo. Llamen a seguridad inmediatamente.”
Trolarin
fue rotando entre las distintas cámaras para ver lo que Rando veía. Se trataba
de un sabotaje. Alguien había pintado la palabra “Marx” con colores amarillos y
verdes entre los listones metálicos al centro de la estructura. Trolarin cayó
en pánico, dos de sus vigilados podrían estar en peligro. Jamás se había tocado
el corazón para denunciar a los delincuentes ideológicos, pues ese era su
trabajo, pero siempre trataba de hacer el mejor trabajo en buscar la verdad.
Comenzó a seleccionar grabaciones desde todas las cámaras posibles para
determinar la ubicación exacta de sus dos vigilados en todo momento. Rando
entraba y salía de la manta con las manos libres. Trolarin había visto esa
clase de cosas antes, los delincuentes ideológicos conseguían la pintura de
piezas metálicas viejas o en reciclaje, transferían el color a telas y las
usaban para pintar. Normalmente aprovechaban puntos ciegos, pero ahora lo
habían hecho en presencia de un alto dirigente de la soviética. Vigiló a
Julber, pero fue más difícil, él permaneció bajo la manta casi en todo momento,
hasta después de demorar a Rando y salir de la manta para jalarla. No sería su
trabajo determinar quién lo había hecho, ella simplemente mandaría un paquete
de archivos para facilitar la investigación.
No
se enteró de quién investigaría el vandalismo, pero tal y como Trolarin lo
había supuesto, alguien solicitó su información y ella la mandó sin demora.
Llegó a casa esa noche para enlazar las cámaras de los departamentos que
vigilaba al holoproyector de su sala.
Mientras pasaba su comunicador por el lector óptico de la cocina y
seleccionaba su cena, mantuvo un ojo sobre sus sujetos. Sus colaboradores,
cuando empezaba y tenía permiso de hablar con otros vigilantes de bajo nivel,
solían llamarlos “sospechosos”, pero ella sabía que no apreciaban lo delicado y
especial que era su trabajo. Esas personas eran parte de su hogar, de su vida.
Los vigilaba y reportaba, pero en el fondo se conectaba con cada uno de ellos.
Se sentó a cenar sola, como todas las noches, y agrandó las imágenes de la sala
de Rando y Rashide. Los vio platicar sobre el vandalismo, sobre el trabajo de
Rashide y sobre posibles mociones que Rando empujaría. Trolarin miró hacia la
cámara que la vigilaba desde la otra pared, ¿ella también sería especial para
su vigilante o estaría reportando que vigilaba más a unos que a otros?
Cuando
Rando empujó la moción de reciclar un complejo multifamiliar Trolarin no pudo
dejar de sentirse especial, había visto el génesis de aquella idea. Había
presenciado el momento en el que Rashide consideraba la situación y ofrecía su
opinión, el momento en que Rando meditaba las opciones e incluso le escuchó
balbucearlo mientras dormía. Rando se mostraba preocupado por el vandalismo,
Trolarin también lo estaba. Solicitó información al respecto y se le fue
denegada. Todos los días en cuanto llegaba enviaba una nueva solicitud y todos
los días, minutos antes de irse, regresaba el mensaje con respuesta negativa.
En varias ocasiones trató de examinar nuevamente las grabaciones, pero no
llegaba a ningún lado. Se moría de ganas de platicarlo con alguien, pero no
podía. En una de sus pocas pausas para ir al baño y beber agua se topó con un
vigilante como ella. Trató de hacerle conversación, pero el hombre la ignoró y
regresó rápidamente a su cubículo. Todos temían a la fuga de información, por
lo que Trolarin se quedó con las ganas de discutir el tema, pero justo cuando
estaba por darse por vencida se topó con una nueva vigilancia complicada.
Rando había sido
retado a jugar Beraner con la canciller Rewil, todo el proletariado estaba
interesado y Rando había aprovechado para hacer varios discursos alertando
sobre el colectivismo que se estaba imponiendo en Marte. Anunciaba una campaña
masiva de enviar cientos de naves para evacuar a millones de marcianos.
Trolarin se había enfrentado a discursos antes, lo que le preocupaba era lo que
venía después. Rando tenía todas las intenciones de caminar entre las masas a
través de un túnel con un punto ciego. Mientras terminaba el discurso fue
rotando entre sus otros vigilados. Varlon y Graslin seguían presentando su
tecnología neuro-óptica a un grupo de concejales. La pesada máquina era una
serie de pequeñas pantallas, sobre un soporte metálico, que formaban tres
paredes, las de los costados colocadas en ángulo de modo que pareciera que se
cerrara, tenía un brazo que se apoyaba sobre la cabeza con una serie de
sensores y emisores de pulsos. Trolarin se aburría de tan solo verlo. Rashide
discutía con ingenieros en sistemas y regresaba a una sala sin vigilancia que,
Trolarin imaginaba, debía contener servidores. Dretin disfrutaba su día libre,
Trolarin le había visto jugar los hologramas del lago una docena de veces.
Julber cargaba cajas de madera en compañía de otro hombre con quien, según las
anotaciones de Trolarin, había pasado más tiempo de lo normal. Rápidamente,
mientras Rando cerraba su discurso, revisó la información del otro hombre.
Moslen, quien había llegado a Croleran hacía poco más de un año, había pedido
que no le rotaran en sus deberes. Trolarin hizo una anotación para vigilar que
Julber no cometiera actos de infidelidad.
Trolarin miró ansiosa
la imagen mientras Rando caminaba entre la masa humana y se dirigía hacia un
punto ciego. Según su cálculo había más de dos mil personas caminando en el
ancho túnel. Enfocó la cámara y se aseguró de que la computadora retuviera sus
rostros. Rando entró al punto ciego, Trolarin subió el volumen de los micrófonos
al máximo, pero no escuchaba nada que no fueran gritos y frases cortadas. Rando
reapareció y Trolarin respiró aliviada. Estaba a punto de revisar si Rashide
seguía en uno de los puntos ciegos del edificio de la soviética, cuando notó
que algo estaba mal. Había algo raro sobre la camiseta de Rando. Era una marca
blanca. Realizó un acercamiento mientras escribía un mensaje a los agentes de
seguridad. No había duda, tenía dos largas marcas blancas en la espalda a la
altura del omóplato. Mandó la alerta de seguridad. Rando fue notificado en su
comunicador y, como el político que era, hizo hasta lo imposible por no correr
ni poner a la gente sobre aviso. Naturalmente querrían sus videos, y Trolarin
los envió antes de que le fueran pedidos.
Los días siguientes le
resultaron aburridos. Podía imaginar lo que los cuerpos de seguridad estaban
pensando, había una conspiración en Croleran. El vandalismo y ahora el atentado contra Rando. Trolarin se llevó
muchos archivos en su comunicador para revisarlos en casa. Mientras que en la
imagen de una cámara veía a Dretin y Graslin platicando en la cama, en otra
imagen veía el incidente de Rando. Subió el volumen de la conversación y abrió
el programa que le permitía convertir la imagen de dos dimensiones en tres
dimensiones para que pudiera ir pasando de un rostro a otro de la muchedumbre
más cercana a Rando antes y después de pasar el punto ciego. Graslin divagaba
sobre la importancia de la educación mientras Trolarin caminaba en medio de su
sala inspeccionando un rostro a la vez. Con el programa identificador podía
obtener una ficha básica de cada persona. En su tabla de anotaciones fue
apuntando nombres y empleos. La tabla se iluminó cuando ingresó uno de los
nombres, una mujer que estaba a dos personas de distancia después de pasar por
el punto ciego. Mafrer, obrera en el mismo lugar que Dretin. Recordó que Dretin
había estado en un parque, abrió el archivo de mapas y localizadores y colocó a
Dretin, a Rando y a Mafrer por su ubicación exacta. Dretin podía verlos a todos.
Mafrer, según el GPS, había pasado muy cerca de Rando. No lo suficiente como
para marcarlo, pero la coincidencia le ponía ansiosa. Tenía un rompecabezas,
pero dos de sus piezas involucraban a dos de sus vigilados. Corrió a su
habitación por su inhalador de Vasum y respiró una buena dosis. Mientras la
droga hacía efecto se sentó en una silla y miró los tres puntos sobre el mapa.
Algo le llamó la atención sobre la conversación y le prestó atención mientras
cerraba los otros archivos y abría la información de la cámara de la sala de
Rando y Rashide. Rashide jugaba Beraner con fichas contra su comunicador.
“No me importa quién escuche...”
Nada bueno empezaba así. Dretin hablaba en susurros con Graslin en la cama.
Trolarin luchó contra los narcóticos en su
cuerpo y comenzó a anotar en su tabla digital. “¿No lo ves amor? Es
lavado de cerebro, eso no es educación. El colegio al que todos vamos, eso es
educación, hay humanidad en eso. Esa cosa con sus flashes y sus imprentas
subconscientes es antinatural.”
“Suenas como un socialista.” Le
respondió Graslin. “Mejor duérmete.”
Trolarin
escuchó que se quedaban dormidos e inhaló más Vasum. Miró a Rashide mientras
éste jugaba Beraner. Algo estaba mal con Rashide, aunque no podía determinar
qué era. Nada en sus patrones era en sí mismo sospechoso, pero había momentos
que veía la cámara con tal intensidad que parecía que podía ver a través de
ella. Perdió el juego y miró hacia la cámara. Trolarin se levantó tambaleando,
el contador de su sangre mostrando la dosis máxima de Vasum. Acarició el
holograma como si fuera su marido. Sabía que su vigilante la estaría
reportando, pero en su estupor no le importaba. Rashide la miró y Trolarin
estaba seguro que se comunicaba con ella mediante su mirada intensa. Lo miró
hasta que se fue a la cama y, llorando, Trolarin fue a la suya.
Cuando
a la mañana siguiente se anunció que Rando jugaría en el edificio de la
soviética contra la canciller Rewil, Trolarin desayunó en el transporte público
con tal de llegar lo más temprano posible. Tenía planeado buscar entre los
archivos todas las grabaciones de Rando jugando Beraner para que pudiera
apreciar las sutilezas del juego. Sus planes se vinieron abajo al ver que sus
computadoras estaban bañadas en luz roja. Accesó al sistema con los programas
al mínimo, la soviética había bloqueado su estación y redirigido la vigilancia
a otros vigilantes de menor nivel que, sin duda alguna, aprovecharían la
ocasión para demostrarles a su madre lo útiles que le podían ser. La soviética
le informó que tenía una cita con el departamento de bienestar emocional.
Normalmente habría estado feliz de ver a su terapeuta, pero en esta ocasión
odiaba el tener que separarse, aunque fuera por una hora, de sus vigilados.
Dejó instrucciones a sus ayudantes, a quienes tenía prohibido conocer, para que
buscaran esos archivos de Beraner, vigilaran de cerca a Dretin y no
parpadearan.
La
estación de bienestar emocional se encontraba en un apartado pequeño al fondo
de los cubículos. Antes de entrar Trolarin miró hacia los cientos de cubículos,
nunca había explorado la oficina hasta la otra pared, y se preguntaba cuántos
vigilantes había. El holograma del terapeuta ya le estaba esperando. Imaginaba
porqué la habían enviado, entre la neblina del Vasum recordó había llorado y
sospechaba que se había comportado de manera extraña frente a su vigilante. El
holograma mostraba una playa tranquila y, en cuanto Trolarin se sentó, el
anaranjado sol de atardecer seguía su mirada.
“Mamá se preocupa por todos sus
pollitos, y por ti más que nadie Trolarin. Tú eres especial.”
“Lo sé y me disculpo por
cualquier comportamiento fuera de lugar.”
“¿Estás muy presionada? Puedes
solicitar días libres.”
“No,” se apresuró a decir “estoy
a la mitad de algo. Creo que hay un complot.”
“La función del vigilante es
vigilar, las fuerzas de seguridad, la policía secreta y la policía ideológica
investigan. No lo olvides.” Trolarin no dijo nada, se sintió súbitamente
avergonzada. “Háblame de tu familia.”
“Soy divorciada, ya lo hablamos
antes, ¿no recuerda?”
“Ah sí, ya veo, discúlpame es que
tengo a muchos pacientes hoy. Fuiste divorciada hace dos años, ¿extrañas a tus
esposos y esposa?”
“Sí y no. No extraño a Lorneron,
él fue encontrado culpable de conspirar para proteger libros. Yo misma lo
investigué. Pero extraño a los demás.”
“Es normal que extrañes. No
arriesgues tu objetividad por revivir una etapa de tu vida que ya no existe. No
lo olvides, tus vigilados son sospechosos. Es más sano verlos así.”
“Sí, entiendo. Gracias. Ya me
siento mejor.”
Caminó
de regreso a su cubículo, los holoproyectores ya funcionaban con normalidad.
Sus subalternos le pusieron al momento y le enviaron las grabaciones de
Beraner. No podía verlos a todos como sospechosos, a excepción de Dretin. Se
aseguró de que los agentes de seguridad recibieran la información que había
recopilado anoche. Le asustaba pensar que sus vigilados se conocerían, y que
peor, uno de ellos quería lastimar a otro. Aquel sería el final de su carrera,
pero más importante para ella, uno de sus vigilados saldría lastimado por algo
que ella podría haber detenido a tiempo. Jamás lo admitiría en voz alta, pero
quería más a Rando que a los demás. Era un hombre bueno, un idealista y a la
vez un hombre centrado. Rando estaba perdidamente enamorado de Rashide y
viceversa. Le encantaba verlos juntos pero, en el fondo, envidiaba a Rashide.
Rando
terminó de concretar su moción de reciclar un viejo complejo multifamiliar y
realizó más discursos alertando a los ciudadanos del peligro del fanatismo que
estaba tomando a Marte por asalto. Trolarin sabía que sus votos iban bajando,
pero no le importaba, Rando tenía la razón. La marxiana, la mujer que había
reemplazado a la esposa de Rando, era un peligro para todos. Fue siguiendo
cinco imágenes distintas mientras que escuchaba el discurso de Rando y, de
alguna forma, alternaba su vista para ver los juegos de Beraner y sus jugadas
típicas. Mientras Rando se quejaba del arduo trabajo que los proletarios hacían
para mantener a Marte, sólo para que una loca se quedara con todo y atacara repetidamente
a las fuerzas del orden, Trolarin examinaba sus estrategias favoritas. Por lo
que pudo ver dedujo que Rando ocupaba bien todo el tablero tridimensional,
formando ofensivas arriba y distractores abajo, para sacrificar algunas piezas
y bajar su ofensiva en un golpe final.
El
juego contra la canciller Rewil fue cardiaco. Trolarin apenas y apartaba la
mirada para vigilar a sus otros sujetos. La canciller empleó una estrategia
defensiva y Rando no utilizó ninguna de las estrategias que Trolarin hubiese
visto. Dos largas y tensas horas después Rewil ganó por jaque mate. Rando
aceptó la derrota con gracia y sonrieron a las cámaras de la prensa. Trolarin
se decepcionó al darse cuenta que Rando se había dejado ganar. Por medio de su
comunicador fue siguiendo a sus vigilados mientras todos regresaban a sus
departamentos luego de un duro día de trabajo. Escuchó en las noticias del tren
magnético que, según cálculos de expertos, la carga cotidiana de trabajo del
proletario común sería reducida en seis por ciento si retiraban sus colonias
marcianas. No le prestó mucha atención al anuncio, aunque al parecer los demás
sí porque lo estaban comentado emocionadamente. Llegó a su departamento cuando
casi todos sus vigilados ya estaban ahí. Cenó estofado mientras conectaba la
señal de su comunicador con el holoproyector de su sala. Dretin se había
comportado bien, sin ningún contacto verbal o visual con Mafrer. Julber había
trabajado en silencio en la planta de reciclaje. Varlon y Graslin preparaban
los últimos detalles para la fabricación en serie de su tecnología educativa.
Rashide había visto el juego de Beraner con la misma intensidad que Trolarin y,
al igual que ella, se había decepcionado. No se lo diría a Rando, Trolarin
estaba segura, pero lo podía notar en su comportamiento.
Rando parecía
nervioso, comió más lento de lo normal y se rascó los dedos de los pies.
Trolarin sabía que hacía eso desde el colegio, era uno de sus tics más
arraigados. Mientras Rashide y Rando cenaban Trolarin se preguntó si ella misma
tenía un tic. Rashide se llevaba las manos a la nuca cuando estaba cansado y
fingía toser cuando estaba fastidiado y no quería demostrarlo. Varlon se mordía
las uñas cuando se sentía inseguro, como cuando su colega Gralan le corregía un
error. Graslin movía la pierna y pestañeaba mucho cuando estaba ansioso, un tic
que le había copiado a su esposo Dretin. Julber, el más extraño de todos,
enumeraba las obras de holodromo en voz baja cuando estaba aburrido. Trolarin
caminó en silencio en su departamento de una sola persona y trató de hacer
memoria, recordar cualquier tic que tuviera, pero no encontró ninguno. Se
tropezó con una silla y su cuchara salió volando, se golpeó en la pared y cayó
al suelo, dejando una pequeña mancha aceitosa en la pared de plástico. Trolarin
dejó sus ensoñaciones para tratar de borrarla, aunque la mancha parecía ser más
persistente de lo que había pensado.
“No sé, algo que dijo...” Rashide
había logrado hacerlo hablar. La vigilante le subió el volumen para escucharlos
mientras limpiaba la mancha. Estaban susurrando en la cama, pero podía oírles
perfectamente. Desde que se habían prohibido las sábanas en Crolaren el trabajo
de los vigilantes se había hecho más fácil. Ahora que nadie podía escribir nada
bajo las sábanas los vigilantes ya tenían a casi todos los sistemas de
comunicación privada bien estudiados.
“¿Lashade?”
“Sí, en la sala de gobierno,
cuando estuvimos seguros de las cámaras, él dijo algo en voz baja.”
“¿Qué dijo?”
“Estaban hablando del primer
grafiti, él dijo “ese complot marxiano sabe demasiado”. No le quise preguntar
nada, pero ahora me arrepiento.”
“Rando, eso es grave. ¿Tú crees
que él podría haber sido quien te marcara?”
“No sé, no creo, pero ¿qué sabe
Lashade que yo no sepa?”
Trolarin
dejó caer el trapo. Había escuchado algo relacionado a seguridad de la
soviética. Había sido entrenada para eso, jamás lo discutiría con nadie más,
como creía que su vigilante tampoco lo haría. Fingiría que no lo había
escuchado, pero ésta vez era diferente. Ahora Lashade era un sospechoso.
Trolarin sabía que no era su investigación y un sentimiento de impotencia la
rebasó. Corrió a su dormitorio por su inhalador de Vasum y se dio una buena
dosis. Miró a las pantallas dentro del holograma y sintió ganas de llorar. No
lo haría, ahora ella haría algo. Estaba cansada de ser una simple observadora,
uno de sus vigilados estaba en peligro y ella ayudaría a descubrir al complot
marxiano. La soviética se lo agradecería, como la madre cariñosa que era y,
quizás, podría conocer a Rando y a Rashide. Se imaginó a sí misma saludando a
sus vigilados, platicando con ellos de sus rutinas y comiendo en su mesa.
Serían felices, tan felices que no dejarían de sonreír. Trolarin sonrió, soltó
una lágrima y se quedó dormida en el sillón.
A
primera hora de la mañana solicitó hablar con el investigador en jefe del caso.
No esperaba que su solicitud fuese respondida con prontitud, y no lo fue. No
accedió al sistema para buscar específicamente la señal GPS de Lashade, en vez
de ello los buscó en las cámaras cercanas a Rando. No podía dejar que nadie
supiera que lo estaba investigando, pero tenía el poder de vigilar a cualquier
ciudadano, a excepción de los cancilleres de la pentarquía. Lashade, quien
había sido padrino político de Rando, ahora disfrutaba sus días en Croleran
haciendo discursos para los archimandritas. Se aseguraba de no alienarlos
demasiado, bajo el clima anti-socialista en el que se vivía. Trolarin no tuvo
problemas para pensarlo como un sospechoso, pues mientras la soviética iniciaba
una campaña de creación y distribución de naves para facilitar el masivo éxodo
marciano, Lashade apoyaba a los socialistas y su posición de mantener la
colonia marciana a toda costa. Cuando se cansó de verlo envió una solicitud
para hablar con el vigilante de Lashade. Mientras la solicitud era respondida y
se ponía al día con horas de grabaciones de sus seis vigilados durmiendo, pensó
en maneras de obtener los videos sin tener que admitir que estaba investigando
algo que no le correspondía por motivos que, vistos de cierta forma, podían ser
considerados sospechosos.
El
sistema se bloqueo. El holograma era de color rojo y recibió un mensaje.
Trolarin se lamentó de no haber llevado el Vasum con ella, pues temía lo peor.
El mensaje era de su superior inmediato que exigía verla cuanto antes. Mientras
caminaba entre los cubículos y las oficinas no pudo dejar de preguntarse sobre
el sistema de vigilancia. Sabía que en un primer nivel estaban los vigilantes
de cámaras específicas, una especie de entrenamiento para detectar las cosas
más obvias. Aquellos que eran promovidos vigilaban una zona en especial, podía
ser un parque, una oficina o cualquier lugar. Existían grados intermedios entre
los vigilantes de zona y los principiantes, los ayudantes de vigilancia. El
ayudante no podía saber quién era su superior ni viceversa. Todos los
vigilantes habían cumplido al menos dos años de vigilar a ciertas personas,
objetos, lugares o transportes sin saber porqué lo estaban haciendo. Los
vigilantes que ascendían se dedicaban a tres o cuatro familias al mismo tiempo.
Mamá premiaba a quienes detenían conspiraciones al ascenderlas a vigilantes
intensivas, como Trolarin, especialistas en comportamiento y psicología.
Trolarin no sabía qué había arriba de ella, imaginaba que eran vigilantes que se
dedicaban a políticos importantes o a vigilar vigilantes. Casi en broma
imaginaba que, por encima de todos los superiores, no había nadie, sino que el
que vigilaba al que vigilaba a los que vigilaban, era en realidad un novato de
la más baja categoría que, sin saberlo, se sentaba en la cima de la pirámide y
era a su vez vigilado por quienes serían sus subalternos.
“Has hecho dos solicitudes hoy,”
leía su superior en su oficina. Ronodre examinaba el holograma sin verla a los
ojos. “quieres saber qué se está haciendo al respecto del grafiti y de la
posible amenaza contra tu vigilado Rando. También quieres acceso a los archivos
de vigilancia de Lashade. ¿Para qué quieres esos archivos?”
“Tengo razones para creer que
Lashade y Rando, cuando menos, corren el mismo peligro.”
“Me sorprende que haya llegado
tan alto mintiendo a sus superiores. Anoche Rando hizo una declaración cuya
naturaleza es, cuando menos, peligrosa. Usted sabe a qué me refiero y no veo la
necesidad de mencionarla nunca más.”
“¿Usted es mi vigilante?” No pudo
detenerse, era una pregunta tonta pero le había salido naturalmente.
“No sea tonta, por supuesto que
no. Yo me encargo de vigilar a gente importante, como a Lashade. Por eso la
llamé aquí. No puedo compartirle información clasificada que podría usarse para
fines ajenos al bienestar del proletariado.”
“Ronodre, señor, como usted sabe
no ha habido un atentado contra un político desde... Nunca que yo recuerde. Si
Lashade está, de alguna forma, involucrado aunque fuera de manera accidental,
es necesario saberlo. Si compartimos información podremos enviarle mejor
información a los agentes de seguridad.” Era la mejor excusa que se le podía
ocurrir.
“Yo tengo acceso a sus archivos,
pero usted no a los míos, así funciona la jerarquía. Nadie sabe, ni puede
saber, a quién vigila cada uno. La soviética es la única que sabe y la única
que puede cambiarlos, y yo sé de todos mis subordinados. Si encuentro algo
relevante lo anexaré junto con la información que usted recopile. Puede
descansar, el problema está siendo solucionado.”
El
sentimiento de impotencia había regresado, pero no duraría mucho. Un hombre la
esperaba de pie a un lado de su cubículo. Lo identificó de inmediato, era
Frelon, el subjefe de seguridad del edificio de la soviética. Había visto a
Frelon de pie en la puerta de la sala de gobierno mil veces. Comúnmente se le
llamaba “el guardia del palacio”, aunque nunca lo había escuchado decir
semejante término.
“Tengo entendido que está
interesada en colaborar con la investigación. Sus reportes de vigilancia han
sido muy beneficiosos.” Trolarin escondió su emoción y le dio la mano. “Tiene
buen ojo para esto. Apague su computadora y notifique a sus ayudantes, quiero
que venga conmigo. Hay algo que quiero mostrarle. Algo que pondrá al asunto en
perspectiva.”
Trolarin
dejó instrucciones y acompañó a Frelon a su vehículo de la policía secreta.
Viajaron en silencio. Trolarin inspeccionaba su comunicador periódicamente. No
se sentía cómoda dejando todo en manos de extraños. Temía que cometieran errores
comunes, como confundir una simple broma con un insulto a la soviética, o que
no apreciaran la sutileza de los gestos. Frelon se detuvo frente a una fábrica
de reciclaje que ocupaba toda la cuadra. Bajaron del vehículo y Frelon la guió
hasta detrás de unos enormes tanques de propano. Le mostró, en su comunicador,
una fotografía del vandalismo. La palabra “Marx” había sido escrita con colores
brillantes.
“El vandalismo tenía rastros de
cal.”
“Como Rando.”
“Así es. Lo encontramos un día
después que el primer incidente.”
“Déjeme adivinar,” Trolarin
conocía el lugar. Apuntó hacia el techo sobre los tanques, después la cámara a
cien metros parcialmente bloqueada cuando la puerta de carga se abre, después
apuntó hacia los tanques, indicando la otra cámara opacada por los enormes
tanques. “es un punto ciego. Más que eso, es un punto ciego al que se puede
acceder sin aparecer frente a las cámaras.”
“Quienquiera que sea, o que sean,
sabe lo que hace. Éste no es el último.”
“¿Queda otro?”
Frelon
la llevó al otro lado de la ciudad. El vehículo rebasaba camiones y doblaba a
toda velocidad. Trolarin estaba agarrada del panel frente a ella y de su
cinturón de seguridad, pero secretamente lo disfrutaba enormemente. No
recordaba la última vez que había sentido tanta excitación. Su vida nunca había
tenido tanta emoción como en ese momento. Frelon se detuvo frente a un templo
socialista. La estructura piramidal del único templo había sido arruinada con
la anexión de barracas, en un edificio cuadrangular alargado. Frelon le guió
rodeando el edificio hacia la parte de atrás, parcialmente oculta por los
árboles. Nuevamente le mostró una fotografía con la evidencia del vandalismo y
la misma palabra, en uno de los escalones que daban a la puerta trasera.
“Por la ubicación, bajo la rebaba
del escalón, pasó desapercibido. Es imposible saber cuánto tiempo.” Frelon se
sentó en los escalones y miró hacia los árboles y los proletarios que caminaban
sin una preocupación en la mente.
“El mismo problema que con la
fábrica, es un punto ciego de fácil acceso. Quien lo haya hecho sabe muy bien
cómo esconderse.” Trolarin permaneció de pie y asimiló todo. “Esto es terrible.
Peor de lo que había pensado. Son claramente marcianos.”
“Sí, pero no sé si lo haya
notado, gran parte de la población de la ciudad-política es marciana.”
“La amenaza contra Rando, es
porque quiere que dejemos Marte. Parece que los marxianos creen que pueden
hacer lo que quieran.”
“Sé que ha estado investigando
este asunto, me informó su superior Ronodre. A él no le gusta, pero yo se lo
agradezco. En última instancia es mi decisión si continúa siendo parte de la
investigación y creo que necesito de un buen vigilante. ¿Hay algo que no haya
incluido en los paquetes de información que me ha pasado? Cualquier cosa será
de gran ayuda.
“Hay algo, pero mi superior no
quiere que se lo comparta. Usted es parte de la policía secreta, así que me
imagino que tiene el suficiente rango para conocer información clasificada.”
“La tengo, ¿de qué se trata?”
“Lashade es sospechoso.” Accedió
a su comunicador y le envió la grabación de la conversación que Rando y Rashide
habían tenido la noche anterior. Frelon observó la pantalla de su comunicador y
arqueó las cejas. Al terminar el video Frelon iba a decir algo, pero no le
salían las palabras. “Lo sé, es difícil de procesar.”
“Tiene sentido, desde cierta
perspectiva.”
“Sí, Lashade se ha acercado mucho
a los marcianos. No aprueba de las iniciativas de Rando de evacuar Marte y
dejar de mantener a los socialistas.”
“¿Por qué querría pintar paredes?
No tiene sentido... Quizás sabe algo que nosotros no sabemos, pero no por eso
está involucrado. Hay que mantenerlo bajo vigilancia, por si acaso.”
“¿Tiene algunas teorías?” Frelon
no quiso decir nada y optó por esquivar la mirada. “Quiero ayudar lo más
posible, pero trabajo mejor si sé qué es lo que busco.”
“Creo que un grupo de socialistas
aquí en Croleran se preparan para matar a Rando. Estas muestras de
vandalismo... Son la punta del iceberg. Quienquiera que sea el líder, no las
ordenó. Al mismo tiempo, son tan atrevidas que cuesta pensar que sea obra de un
muchacho idealista envuelto en algo más grande. No sé qué decirle, más allá de
que no puedo hacerlo solo.”
“Me gusta su teoría, tiene
sentido. Haré mi mejor esfuerzo.”
Frelon
la llevó a su departamento y de inmediato se puso al día con la vida de sus
vigilados. Se aseguró de tener la ficha básica de todos con los que sus
vigilados entablaban contacto. Sus ayudantes, quien quiera que fueran, habían
hecho un buen trabajo, aunque no habían prestado atención al contacto visual.
La vigilante sabía perfectamente lo mucho que dos personas podían decirse sin
cruzar palabra. Inhaló Vasum antes de dormir, reduciendo su ansiedad al mínimo.
Trató de relajarse en el sillón frente al holograma, pero esa maldita mancha en
la pared la distraía demasiado. Se dedicó a limpiarla hasta las altas horas de
la noche, pensando y repensando. No podía dejar de recordarse que Julber
trabajaba en esa fábrica de reciclaje y que Graslin era socialista, aunque no
practicante.
Frelon
no le esperaba al día siguiente, pero a Trolarin no le molestó, podía dedicarse
a sus vigilados como se merecían. Se pasó el día haciendo anotaciones y se pasó
la noche tratando de limpiar esa mancha. Al ver por la ventana hacia la ciudad
se dio cuenta que la vida parecía estarle pasando por enfrente, alejándose para
no regresar. Ella estaba cómoda viviendo con sus vigilados, eran parte de su
vida. Como imaginó que podían reportarla por ser demasiado entusiasta de su
trabajo, accedió al programa de radio oficial. Escuchó sobre la cancelación
masiva de vuelos a Marte y a Venus mientras trataba de limpiar la mancha.
Cuando se cansó de tallar decidió usar una cuchara para rasparla. Las noticias
sobre Marte la ponían nerviosa y la política local era peor. Por su bienestar emocional decidió que dejaría
de distraerse con las noticias y se dedicaría mejor a su trabajo. No se sentía
del todo a gusto en su departamento, prefería la oficina.
Con
un renovado entusiasmo se enterró en el trabajo y, subrepticiamente, vigiló a
Lashade. Para seguir una persona sólo tenía que apretar unos comandos y todas
las cámaras que podían vigilar a la señal de GPS le enviaban señal. No podía
hacer lo mismo con Lashade, Ronodre se enteraría. Con una destreza aprendida
tras varios años fue brincando de una cámara a otra, nivelando el zoom y
siguiéndole sin valerse de los programas rutinarios. Estaba por darse por
vencida por el día cuando lo vio entrar a un restaurante, pasar su comunicador
por el lector óptico y comer en una mesa al fondo. Al principio no pensó mucho
en ello, pero reconoció un rostro entre la multitud. Subió el zoom sobre uno de
los espejos en la pared y vio a Ronodre comiendo una sopa. Tronarin pegó la
nariz al holograma para asegurarse de que era él.
No
podía hacer ninguna anotación, ni ser muy obvia al respecto, pero tenía que
hacer algo. Transfirió la señal al comunicador de Frelon. El guardia del
palacio le prometió que Ronodre no podría revisar su trabajo, al etiquetarlo
como seguridad nacional. Trolarin siguió a Lashade en cuanto salió del
restaurante. No se vio de nuevo con Ronodre, pero quizás no necesitaba hacerlo.
Quizás su mera presencia era un mensaje. Cuando vio a Lashade entrar a los
edificios en reciclaje se convenció de que había algo turbio en el asunto. Esos
complejos multifamiliares estaban plagados de puntos ciegos, era fácil entrar a
ellos y salir sin ser detectados. Trolarin mandó una solicitud urgente, citando
cuestiones de seguridad nacional, para que reactivaran las pocas cámaras que
quedaban e instalaran nuevas. Lo perdió cuando Lashade subió las escaleras y
por más que buscaba otras cámaras, no podía ubicarlo. Lo había perdido. No
podía rastrear la señal de GPS de Ronodre, pues se daría cuenta, esas
solicitudes le llegaban a él, por lo que había perdido a ambos.
Trató
de regresar a la vigilancia rutinaria, pero ya no podía. Se había tropezado con
algo tan grande que no podía entenderlo. Se concentró en Graslin y Julber. El
que Graslin ocasionalmente atendiera a las ceremonias de ese templo socialista
no significaba nada específico. Había miles de socialistas, y aquel era el
único templo. Muchísimos de los socialistas eran de Marte, serían mejores
sospechosos. Sin embargo, el trabajo de Graslin era muy importante. La
tecnología educativa, por lo que había leído en la Red, podía fácilmente
reemplazar a los colegios en un lapso de una o dos décadas. Años de aprendizaje
en unos cuantos flashes. Si esa tecnología caía en manos de los socialistas
marxianos sería una catástrofe. Graslin era valioso, pero no encontraba nada
incriminante. Julber, por el otro lado, era otra historia. Trabajaba en la
misma fábrica de reciclaje donde se había cometido el vandalismo, hacía bromas
ideológicamente comprometedoras, estaba en contra de perder las colonias
marcianas y nunca votaba por Rando. Trolarin trató de justificarse, no
sospechaba de él porque no votara por su vigilado, sino porque él mismo era
buen sospechoso. Comenzó a estudiar a los colaboradores de Julber, casi todos
los obreros venían de Marte.
Trolarin
sintió ansiedad, el viejo sentimiento de impotencia regresaba. Había perdido a
dos sospechosos, no quería quedarse sentada viendo a su vida pasar. Se levantó
de un brinco y avisó a sus asistentes para que le cubrieran, ella haría una
visita de campo con la intención de interrogar a los obreros marcianos. Estaba
segura que Frelon ya lo había hecho, pero aún así le pareció pertinente. No
podía hablar directamente con Julber, ni siquiera dejarse ver por él, pues
estaría cometiendo las mismas infracciones que Ronodre.
Usando
el transporte público tardó más de una hora. Extrañaba el vehículo de Frelon.
Usando el sistema de mapas trató de calcular la velocidad a la que iban, pero
no pudo porque era demasiado grande la distancia. Se dio cuenta que todos sus
vigilados vivían y trabajaban a horas de distancia que ella. Ésa sería la norma
para todos los vigilantes, ¿qué hacía Lashade cruzando toda la ciudad, más dos
horas y media de camino, para entrar a ese restaurante? Todos los restaurantes
del planeta eran iguales, ¿qué otra cosa tenía de especial, además de Ronodre?
Lashade, estaba segura, estaba involucrado por completo.
“Lo lamento camarada, pero no
puede entrar.” Un obrero la detuvo en la entrada.
“Usted no entiende, yo soy
vigilante haciendo una visita de campo. La fábrica tiene que permitirme entrar
y ayudarme en lo que sea necesario. Lo he hecho antes.”
“Sabemos quién es usted Trolarin,
y no puede pasar.” El obrero se acercó a su oído y susurró “Somos policía
secreta. El área está acordonada.” Trolarin miró hacia distintos obreros en
diversos lugares que la miraban de reojo.
“Entiendo que uno de mis
vigilados está adentro, pero él trabaja en la zona sur de la fábrica de
reciclaje, yo solamente hablaría con...”
“Lo siento, en verdad, pero
mantenemos un estricto control. Me temo que tendrá que regresar después con las
formas apropiadas firmadas por sus superiores y con los sellos debidamente
colocados. Es un asunto de seguridad nacional, usted entenderá.”
“Sí, entiendo. Gracias por la
explicación.” Trolarin quiso decir algo más en su frustración, pero sabía que
era peligroso retar a la policía secreta. Le parecía exagerado que dispusieran
de tantos policías secretos únicamente por un acto de vandalismo cometido en la
fábrica. No habían tomado esas medidas con los otros sitios.
Pensó
que el día de emociones había terminado y regresó a su departamento. Tres horas
de viaje después entró con desgane. No se sentía cómoda en aquel lugar sin la
presencia de sus vigilados. Prefería vivir en la oficina, e incluso se imaginó
durmiendo en su escritorio, o en los sillones del área de descanso. Todos los
departamentos que había vigilado a lo largo de sus cuarenta años de carrera
eran iguales, pero a la vez eran únicos. Conectó su comunicador a su
holoproyector y se fijó en los departamentos de sus vigilados. El de Rando y
Rashide era más pequeño que el de los obreros e ingenieros de la educación,
pero era más que eso. Había imágenes pegadas en las paredes de sus conocidos y
familiares. Trolarin miró sus paredes, estaban tan blancas como el piso. Todo
era blanco e idéntico, con excepción de las máquinas de servicio de comida en
su cocina. Había dejado todas sus imágenes impresas en su anterior
departamento. No se había llevado nada tras el divorcio. Lo único que no era
blanco era esa mancha de comida en la pared. Ayer se le había hecho pequeña,
pero ahora le parecía más grande. Imaginó que la mancha crecería hasta devorar
su departamento. Escuchó las conversaciones de sus vigilados mientras utilizó
una cuchara y un zapato para golpear el plástico y arrancarlo de ser necesario.
“Muchas de las solicitudes que
llegan son absurdas, pero algunas son buenas.” Decía Rashide. “Alguien, con
mucho tino, pidió que se volvieran a colocar las cámaras y micrófonos a los
edificios en proceso de reciclaje.”
“Es buena idea.” Dijo Rando.
Trolarin brincó de la pared hacia la sala, silenció las demás conversaciones e
hizo que la única imagen proyectada fuese Rando y Rashide. Se acercó a ellos
interfiriendo con el holograma y los miró a los ojos a centímetros de sus
imágenes. “Al menos en teoría. No se puede hacer.”
“¿Por qué?”
“No se puede hacer porque van a
demoler el lugar, necesitan reciclar todo, incluyendo las cámaras. En todo caso
se podría incrementar la seguridad.”
Trolarin
sintió que se le bajaba la presión. Había logrado hacer lo que siempre había
deseado. Había influido en sus vidas sin romper las reglas. Era solo una
conversación, pero hablaban de ella sin saberlo. Se les hizo una buena idea.
Los había tocado, aunque fuera por unos segundos. Los tocaría de nuevo cuando
atrapara a los conspiradores. Ellos se sentirían orgullosos, Rando estaría en
deuda por salvarle la vida. Trolarin sintió ganas de llorar, ahora existía. Se
sentó en el suelo y los miró mientras se besaban y acariciaban. ¿Se estaba
convirtiendo en un fantasma? Trolarin no sabía cómo responder a esa pregunta.
Siempre había escuchado de los vigilantes que se convertían en fantasmas,
personas sin vidas propias que se obsesionaban por la vida de los demás. De
pronto sintió que todo ese blanco en su departamento era opresivo. Buscó debajo
de la cama por su impresora y, accediendo remotamente por vía del comunicador,
comenzó a imprimir imágenes. Imprimió a partir de las grabaciones que había
memorizado, como la vez que Julber se había desguinzado la mano y Varlon le
había llevado al parque. Trolarin nunca había visto a Julber tan feliz como esa
vez. Imprimió a Rando y a Rashide sonriendo a la cámara de la cocina durante la
vigilancia rutinaria. Encontró el momento en el que Dretin había ganado un
juego de Caleran con algunos de sus compañeros de trabajo. Fue imprimiendo
durante horas y las pegó por todas partes. Ahora su departamento ya no era
blanco, frío y sin vida.
Terminó
su decoración y se acostó en el sillón para ver los momentos más felices de sus
vigilados. Imprimió una imagen del momento en que Rando y Rashide hablaban
sobre ella y lo pegó sobre la mancha. Ya no se sentía fuera de lugar en su
propia casa. Durmió rodeada de las personas que amaba y se soñó a si misma en
sus brazos.
Con
el espíritu alto solicitó, a primera hora de la mañana, una licencia de policía
secreta. La solicitud fue aceptada antes de que llegara a su oficina. Frelon la
esperaba en la entrada del edificio, bajo un árbol.
“Yo estoy enterado de quienes piden
licencias. Mi superior tenían dudas, pero le mostré tu registro. 304 arrestos,
1,397 infracciones ideológicas, 486 análisis de comportamiento que condujeron a
interrogación, de los cuales hubo 122 arrestos. 98 conspiraciones criminales
detenidas a tiempo, incluyendo a uno de tus ex-esposos. La única mancha que mi
superior mencionó es que no has solicitado reubicación tras el divorcio.”
“Di a luz a cuatro bebés, hijos
sanos de la soviética.” Respondió Trolarin, sintiéndose extrañamente
vulnerable. “Cuatro hijos es lo deseable, hasta donde yo sé. ¿Usted es casado?”
“Una esposa se quedó en Mornia,
lo extrañamos mucho.”
“He retrasado ese asunto,
seguramente usted comprenderá.”
“Entiendo, no se preocupe
Trolarin. Por cierto, el nuevo mínimo deseable establecido es de únicamente dos
hijos, según la legislación que se aprobó por la pentarquía y será aprobada por
los congresos nacionales.” Frelon apuntó hacia el edificio. “Recibí el video...
fue sumamente interesante. Ya dejé instrucciones para que su oficina no le
moleste. Deje instrucciones a sus subordinados para que podamos empezar.”
“Lo haré en el auto.” Escribió el
mensaje mientras se acomodaba en el vehículo. Nunca había estado tan cómoda y
tranquila en un vehículo, normalmente había cientos de personas, o cuando menos
cincuenta o sesenta personas. Todas ellas de carne y hueso, pero todas ellas anónimas por
completo. “¿Ha habido avances?”
“Éste caso puede hacer la carrera
de cualquiera de nosotros. Está siendo considerado de máxima prioridad por mi
superior en el palacio de la soviética.” Frelon la miró y le sonrió. “Y sí, le
llamamos palacio.”
“¿Cuál es la reacción oficial
sobre el asunto entre esa persona y su vigilante?”
“¿Lashade y Ronodre?” Trolarin
quedó pálida y miró a la cámara. “Descuide, nadie está vigilando. Mi superior
dice que la única persona que me vigila es la soviética... No sé qué quiera
decir. Mi superior no sabe, si él lo supiera estarían arrestados y no
atraparíamos a todos. Me temo que hay otra complicación. Alguien que no puedo
mencionar también ha estado en ese edificio, no puedo revelar su identidad. Es
un asunto extraordinariamente delicado.”
“¿Más alto que Lashade?” La
pregunta fue más para ella que para el guardia del palacio. Si bien Lashade
estaba en los escaños más bajos de la ciudad-política, la referencia la
asustaba. ¿Podía referirse a Rando? A veces pasaban horas en que no le veía,
escondido en los puntos ciegos del palacio de la soviética. El palacio estaba a
horas de distancia, pero quizás Rando había encontrado la manera, Trolarin lo
conocía lo suficiente para saber que era lo suficientemente inteligente para
hacerlo. “Imagino que se enteró sobre mi aventura ayer en la planta de
reciclaje.”
“Sí, y realmente no podían
dejarle pasar. Ahora con su licencia temporal, y conmigo, no debería tener
problemas. Quiero ir al edificio en reciclaje, quizás valga la pena, después
iremos a la planta.”
“¿No le parece demasiado excesivo
poner a un destacamento de policías secretos por un simple vandalismo?” Frelon
comenzó a reír. Trolarin se cruzó de brazos, se sentía vulnerable de nuevo.
Frelon la codeó y trató de explicarse.
“No están ahí por el vandalismo.
La soviética ordenó su presencia ahí, no sé para qué. El vandalismo ocurrió con
ellos ahí, por eso la policía secreta está tan interesada en cerrar el caso.”
Los
edificios en reciclaje estaban ocupados por los equipos de deconstrucción. El
edificio utilizado por Lashade y por la persona que Frelon no podía mencionar,
era un multifamiliar entre una arboleda rodeado de otros edificios y puntos
ciegos. El edificio estaba siendo desmantelado desde arriba, los únicos puntos
que conservaban cámaras. Frelon y Trolarin fueron subiendo escaleras, pues los
ascensores no servían, pero no tenían claro adónde iban. Tenían al menos quince
pisos que explorar, con treinta departamentos por piso. Según Frelon, a partir
de la poca vigilancia que pudo obtener, llovía con fuerza el día que la
persona, cuya identidad no podía revelar, fue vista en el edificio al mismo
tiempo que Lashade. Dedujeron que no se habrían encontrado en un punto donde el
reciclaje ya se hubiera llevado la cañería y parte del techo, pues habría
habido goteras masivas. Fueron descartando departamentos que permanecían
relativamente intactos y los fueron analizando uno a uno. Casi todos los
departamentos eran iguales, poco quedaba de las paredes y el techo que cubrían
el concreto, el cableado había sido arrancado a la fuerza y no había ventanas.
Luego de dos horas de búsqueda encontraron un departamento con la puerta
bloqueada. Frelon la abrió de una patada y sacó su arma. Trolarin se quedó
atrás mientras Frelon inspeccionaba con la ayuda de una linterna. No era un
arma común, se trataba de un disruptor. Trolarin nunca había visto uno y no
pudo dejar de emocionarse. El disruptor no usaba balas, sino pequeñas tabletas
de gel con una sustancia altamente cancerígena. El cañón del arma era como un
tubo con un globo en la punta. Frelon se convenció de que no había nadie y le
indicó a Trolarin que entrara.
“Este es el más sospechoso sin
duda.” Dijo Trolarin.
“La puerta trabada y una tela
cubriendo la ventana. Este lugar sería idóneo para una conspiración.”
“¿Qué es esto?” Trolarin levantó
una gruesa pieza de plástico debajo de escombro. Le pasó la pieza a Frelon y
levantó otra. Ambas piezas eran verdes, una era casi cuadrangular, tenía un
patrón geométrico adelante y por atrás tenía dos anillos casi completos del
mismo material. La pieza de Trolarin era más pequeña, también había sido rota
con violencia, era semicircular, con un patrón idéntico pero más pequeño.
“Parte del departamento, hay
mucho plástico por todas partes.”
“No, esto no es del departamento.
Vigilé a una familia de recicladores, aprendí mucho con ellos sobre las piezas
que forman los departamentos y el plástico en general. Éste parece ser más
duro, y ninguna pieza plástica usada en los hogares es de este color.”
“Estos anillos... Son para
cables, ésta pieza es de una máquina. ¿Pero de qué? La enviaré de inmediato
para que sea examinada.” Trolarin se guardó su pieza en el bolsillo, sin saber
porqué. Fue un impulso inmaduro, pero toda la excitación de la investigación se
le había subido a la cabeza.
Se
dieron por satisfechos y Frelon manejó hacia la planta recicladora. Trolarin ya
no se asustaba de las altas velocidades, de hecho comenzaba a disfrutarlo más
de lo que se atrevería a admitir. Cuando Frelon dio una vuelta a toda velocidad
y por poco se estrella con un camión Trolarin sonrió nerviosa. Había sido la
mayor diversión que había tenido en años. Justo cuando lo disfrutaba más el vehículo
fue bajando de velocidad, el tráfico estaba embotellado.
“Parece que estará así por un
buen tiempo.” Dijo Frelon. “¿Disfruta su licencia?”
“Mucho. Quizás no debería
decirlo, el futuro de la soviética podría estar en peligro a causa de este
complot marxiano, pero es muy emocionante.”
“Imagino que su trabajo no debe
ser muy emocionante.”
“Tiene sus momentos, como cuando
Varlon se cayó del andén del tren magnético y por poco y lo aplasta el tren.
Julber, hace menos de un año, retó a jugar Caleran a un sujeto de la fábrica
que siempre lo trataba mal. Iban abajo dos puntos y, quién sabe cómo, Julber
hace dos anotaciones en serie cuando les faltaba un minuto para terminar el
descanso. La expresión en su mirada... No la olvidaré jamás. Una lástima que
ahora sea un sospechoso. No dudaría ni un segundo en reportarlo, soy dura en
eso. Rando y Rashide son diferentes, Rando puede ser muy serio y aburrido, pero
en el fondo tiene un gran sentido del humor. Rashide es... indescriptible. Es
el más rutinario de todos, pero a la vez es el más salvaje. No sé cómo
explicarlo.”
“¿Te gusta el Caleran?”
“No, la verdad es que nunca lo he
jugado.”
“¿Y el holodromo? A mi esposo le
encanta.”
“Hace mucho que no veo una obra,
desde... el divorcio.”
“¿Qué hay del Tucton, te gusta la
música? Me encanta el Tucton de Mornia, es muy movido.”
“La verdad es que no lo escuchó.”
“Bueno entonces, ¿y qué le
gusta?”
“Mi trabajo.”
Trolarin
trató de no demostrarlo, pero se sentía insegura a su lado. Tuvo que reprimir
una lágrima y pensar en otra cosa. Prefirió conectar su comunicador a la señal
de la vigilancia y distraerse con sus vigilados mientras salían del tráfico. No
era un fantasma, estaba segura. No pensaba que Frelon la entendería, no pensaba
que nadie la entendería, pero su vida estaba en las vidas de sus vigilados.
Llegaron
a la planta recicladora y estacionaron el vehículo en la zona de carga.
Trolarin caminó detrás de Frelon hasta la entrada oeste. Frelon habló
disimuladamente con uno de los obreros, un encubierto. El obrero se rascó la
nariz y caminó a otra parte. Entraron a la fábrica y se confundieron con la
muchedumbre. Enormes cintas transportadoras dirigía hacia los hornos y hacia la
fábrica de planchas de plástico. Pocos obreros parecían estar trabajando, la
mayoría hacía fila. Frelon y Trolarin se abrieron paso entre los obreros para
ver lo que pasaba. Varlon y Graslin estaban sentados detrás de un escritorio
con su tecnología educativa sobre una mesa a un lado. Los obreros colocaban la
cara en un soporte, un mecanismo colocaba una red con un líquido viscoso sobre
la cabeza y las pantallas emitían flashes a alta velocidad. Tras cinco minutos
de proceso los flashes se detenían y otro obrero tomaba su lugar. Al verlos tan
cerca sintió ganas de correr hacia ellos. Quería decirles que los había visto
armando el primer modelo, el prototipo con una sola pantalla en vez de tres.
Los había escuchado hablar sobre su tecnología por horas. Inconscientemente se
fue acercando cada vez más hasta que Frelon le tomó del brazo y la alejó.
“No puede ser vista con ellos.”
Explicaba Frelon. “¿En qué estaba pensando?”
“Tiene razón, ya es
suficientemente malo que estemos en el mismo edificio.”
“Por eso no se preocupe, su
licencia temporal se lo permite, pero no puede entablar ningún tipo de contacto.
No olvide que su jefe Ronodre está en problemas por la misma razón.”
“Es cierto,” salieron de la
fábrica y se apoyaron contra uno de los pilares de la entrada. “si por comer en
el mismo lugar se metió en tantos problemas... No, no debo contactarlos nunca.”
“Me alegra que lo vea así.”
Frelon suspiró. “Eso fue una gran nada. No aprendimos nada nuevo. Los
compañeros de Julber son en su mayoría marcianos, pero hoy no podremos
interrogarlos. No podemos entorpecer las órdenes de la soviética.”
“Sí, quizás lo que encontramos en
ese departamento sea lo único...” Trolarin se lanzó a los brazos de Frelon y
hundió la cabeza en su pecho. Por unos segundos el guardia del palacio no supo
qué hacer. Iba a separarla con cuidado cuando vio que Graslin caminaba hacia
ellos. Frelon abrazó a Trolarin y lentamente se alejaron juntos. Graslin se
detuvo al borde de la calle para saludar algunos archimandritas que pasaban por
ahí.
“Vamos al vehículo.” Trolarin
sacó la cabeza lentamente y se cubrió los ojos con las manos. Si Ronodre la
veía estableciendo contacto visual con Graslin, no sólo la despedirían, sino
que acabaría en prisión. Corrieron al vehículo y Trolarin suspiró cuando estuvo
adentro.
“Eso estuvo cerca.”
“Vaya que sí.”
“Disculpe por... Usted sabe, no
quise...”
“No se preocupe Trolarin, es
entendible.” Quedaron en silencio unos segundos y Trolarin comenzó a reír,
codeando al guardia del palacio.
“Es lo más divertido que me había
pasado en toda mi vida. Mis subalternos seguramente me vieron, deben estar
muertos de la risa. Los toqué, a mis subalternos digo, deben estar
preguntándose quién es la loca que se lanza a los brazos de ese hombre y corre
a un vehículo de la policía secreta. Me recordarán Frelon, aunque sea por unos
días, pero me recordarán.”
“Trolarin, yo la recordaré por
muchos años.” La vigilante se puso roja de vergüenza y sonrió. Regresó el
sentimiento de bienestar que había sentido cuando Rashide la había mencionado.
Ahora podía decir que existía, que no era un fantasma, era una persona real
porque alguien la recordaría.
“Gracias camarada, muchas
gracias.”
“¿Qué le parece si dejo la
evidencia para que la analicen y vamos al templo socialista. Creo que es hora
de ver más profundo este asunto marxiano.”
Frelon
la dejó sola en el vehículo para entregar su pedazo de evidencia para que fuera
examinado, dándole a Trolarin tiempo para ponerse al día con sus subalternos.
Reportaron a la loca de la fábrica y Trolarin se aseguró de guardar el video en
su colección personal. Recibió la noticia, junto con todos en Croleran de que
Rando jugaría Beraner con la soviética. Trolarin estaba emocionada, ¿se dejaría
ganar como la última vez o se luciría con sus talentos? No sabía quién era la
soviética, nadie lo sabía. Todos habían sido educados en que la soviética eran
todos, pero muchas veces consideraban a la pentarquía democráticamente electa
como la soviética. ¿Jugaría contra todos los cancilleres? Eso era emocionante.
Pudo ver a Rando y Rashide hablando en las escaleras del edificio de la
soviética.
“Tengo permiso para conectar la
red interna del edificio de la soviética con el sistema de Croleran, Todos los
comunicadores de la ciudad podrán ver cada jugada en tiempo real.”
“¿Y por eso sales temprano mi
amor, qué tan difícil puede ser?”
“Claro sí, búrlate. Te dedicas a
besar manos y estrechar bebés... ¿O era al revés?” Trolarin se rió en voz alta
e inmediatamente guardó el archivo para su colección personal. “No, conectar el
sistema del edificio con Croleran fue fácil, el problema es que, y lo verás
mañana en las noticias, tenemos que hacer algunos arreglos a las redes de cada
nación. Habrá nuevos filtros y la conexión entre los países será irregular, se
irá por días enteros.”
“Suena como una pesadilla de
programación.”
“Lo es.” Rando besó a su esposo
mientras llegaba el camión.
“Y sí, estreché bebés todo el
día, pero no se lo digas a los votantes.”
“¿Qué es tan gracioso?” El
guardia del palacio entró al vehículo y encontró a la vigilante riendo.
“Rashide y Rando me matan de
risa. ¿Ya está listo?”
“No tienen resultados aún, pero
tenía razón, definitivamente no es de un departamento.”
“¿Qué hacemos ahora?”
“Vamos al templo archimandrita.
Quiero hablar con ellos. No creo que podamos interrogarlos, son muy políticos,
pero quizás con algo de amabilidad les sacaremos algo.”
Con
todas las noticias de los excesos socialistas en Marte esperaban que los
archimandritas fuesen tercos y se negaran a cooperar. Fueron admitidos y un
archimandrita anciano, Loscano, les invitó una infusión caliente y los acomodó
en sillas a un lado de las recién construidas barracas.
“¿Son para los exiliados que
están llegando?” Preguntó Frelon.
“No, son para los exiliados que
llegaron hace meses. Escaparon a tiempo de la marxiana. Los que no fueron tan
suertudos están siendo reubicados en los países con nuevas familias.”
“Suertudos, hay millones que aún
no escapan.” Dijo Trolarin.
“Sí, y en estos días es difícil
ser socialista. No importa que hagas o digas, todos te asocian con esa loca.
Por fortuna contamos con gente como la canciller Rewil y el congresista Lashade
para cambiar la opinión pública.” Loscano miró su taza de aluminio y guardó
silencio unos segundos. “Solía haber una época donde ser archimandrita era
comandar respeto y admiración, la gente sabía los sacrificios que hay que
hacer, incluso los que no creen. Ahora somos monstruos.”
“Dígame, archimandrita Loscano,
¿ustedes tienen por costumbre limpiar el templo todos los días?”
“Así es agente.”
“Pregunto porque me parece...
extraño, que no descubrieran el vandalismo.”
“Bueno, es un templo grande, hay
mucha gente que entra y sale.” El archimandrita se removió nervioso en su
silla. “No se puede estar en todas partes a la vez.”
“Ya veo.” Frelon alargó las
palabras lo más que pudo.
“¿No estará insinuando que...?”
“¿Cuántos de los archimandritas
son marcianos?”
“Algunos pocos. ¿Qué tiene que
ver?”
“Toda esa gente que entra y
sale... ¿Son en su mayoría civiles?”
“Sí, y antes de que lo pregunte,
sí viven en esas barracas. ¿Eso es lo que insinúa, que alguien que vive en las
barrancas pintó el nombre de nuestro amado profeta en un escalón?” El
archimandrita perdía la paciencia. “No sólo es nuestro profeta, es el padre del
comunismo. ¿Es tan terrible que un devoto socialista, o incluso comunista,
escribiera su nombre en un escalón?”
“Me temo que es más grave que eso.”
Intervino Trolarin interrumpiendo al guardia del palacio. “Ha habido otros
casos más extremos. Amenazas incluso.”
“Pues yo no lo sabía.” El
archimandrita se calmó y bebió su infusión. “Ahora entiendo la urgencia. Pues
mire, no sé qué decirle, no conozco a todos, y estoy seguro que todos los otros
archimandritas están en lo mismo. Puedo decirle lo que he escuchado, ellos
vieron a la marxiana salir del monasterio y convertirse en figura política.
Dicen que es Vamica, la hermana del consejal Rando.”
“Rumores absurdos.” Dijo Frelon.
“Sí, es cierto, quizás como ellos
salieron del planeta tan pronto no vieron cuando la marxiana fue sucedida por
otra persona. Es la idea que ellos tienen, es todo lo que digo.”
“Es interesante.” Trolarin y
Frelon se miraron sin decir nada. No era necesario, pensaban lo mismo. Si
culpaban a Vamica de la ruina de Marte, ¿no era motivo suficiente para asesinar
a Rando? “Toda esta gente que vive en las barracas, los refugiados, ¿están bien
integrados?”
“Sí, ya tienen trabajos. Que yo sepa
son muy trabajadores. Aunque no conozco a todos, diría que a quienes conozco
son dignos de confianza. Trabajan todos los días, menos hoy.”
“¿Qué pasó hoy?” Preguntó Frelon.
“Reeducación. Así le llaman a la
máquina con los flashes. No sé cómo funciona, pero dicen que es muy efectivo.
Reeducaron a casi todos, proletarios y archimandritas. A mí no, y no sé a quién
más. Hablé con algunas personas después y debo decir que el resultado es
increíble, nunca había visto personas tan devotas de nuestra madre.”
“Muy bien, me alegra ver que los
exiliados están siendo aceptados en nuestra sociedad.” Frelon se puso de pie,
Trolarin le acompañó, y se despidió del archimandrita. Salieron del templo y se
apoyaron contra el vehículo. Trolarin miraba el atardecer detrás de los
edificios y los árboles, mientras que Frelon recibía un mensaje.
“¿Qué ocurre?”
“Mis compañeros me dicen que
Dretin fue arrestado e interrogado. Cuando entregué la evidencia decidí que la
idea de interrogarlos era buena, aunque no pudimos entrar a la fábrica.”
“¿Y bien?”
“Quieren determinar si robó
piezas del reciclado. Es una práctica común para sacar dinero fácil en los
círculos de contrabando en el submundo criminal.”
“¿Y qué les dijo?”
“Que no, pero ellos no están tan
seguros. Aseguran que sí ha robado.” Entraron al vehículo y Frelon se detuvo
antes de encender el motor. “Por experiencia propia, los interrogadores siempre
te dirán lo que quieres oír. No pueden ser confiados, a menos que la
información sea valiosa y lleve a encontrar evidencia de algún tipo.”
“O sea que quién sabe.” Trolarin
comenzó a escribir en su comunicador. “Pediré la ficha y registros de todos los
archimandritas del templo.”
“Los vigilantes guardan
anotaciones, ¿no es cierto? Me gustaría verlas.”
“Con gusto, pero mi tabla de anotaciones
está en mi departamento y no la puedo accesar de manera remota. ¿Le gustaría
tener información sobre la vida diaria de Dretin para los interrogadores?”
“Es una buena policía secreta,
¿lo sabía?”
Trolarin
se sonrojó durante todo el camino. Conforme se acercaban a su edificio se fue
poniendo cada vez más nerviosa. Nadie había entrado a su departamento antes. Su
vigilante quizás lo encontraría sospechoso, una mujer soltera y un hombre
casado en el mismo departamento, pero a ella no le preocupaba eso. Le
preocupaba que Frelon dejara de respetarla. En el curso del día se había dado
cuenta de cuánto respetaba a ese hombre. Era un proletario dedicado a su mamá,
como ella, y tenían mucho en común en ese sentido. Trolarin no confundía
respeto con amor, pero aunque le dolía admitirlo, ese respeto era el único amor
que alguien había sentido hacia ella desde el divorcio. Cuando llegaron el
edificio trató de buscar excusas para dejarlo esperando abajo, pero Frelon la
acompañó al elevador. Su única esperanza era que Frelon se quedara afuera, como
haría un caballero proletario.
“Está adentro,” deslizó su
comunicador en la puerta y ésta se abrió. “no tardo.”
Buscó
frenéticamente por su tabla. Cada tabla de anotación de vigilante era producida
en pares, por lo que podía leer todo lo que tenía en su tabla en la oficina, a
horas de distancia. La encontró sobre la mesa, pero no salió de inmediato. Su
fotografía favorita, la de Rando y Rashide hablando de ella, que usaba para
ocultar la mancha de aceite, se había caído. Ahí estaba la mancha. La veía más
grande que el día anterior. Se apresuró para pegar la fotografía de regreso,
pero no se adhería. Debió tardar demasiado, porque Frelon entró al
departamento.
“¿Todo bien?” Miró hacia las
paredes, hacia las docenas de fotografías de sus vigilados pegadas en todas
partes. Era un collage de la vida de otros, un inútil parche para tapar la
falta de vida propia. Trolarin se sintió desnuda y avergonzada. Buscó algo que
decir.
“La encontré.” Corrió para
entregarle la tabla. Frelon la aceptó pero seguía embobado por la imagen de su
departamento. “¿Novedad con nuestra pieza de plástico?”
“Ninguna. Me dicen que no es
suficiente.” Frelon trató de sonar natural, pero no la veía a los ojos.
“Eran pedazos pequeños.”
“¿Plural?”
“Ah sí, es que...” Trató de
pensar en una mentira, pero cada fracción de segundo que pasaba la hacía sentir
peor. Sacó su pieza del bolsillo y se la mostró. “Olvidé dársela cuando la
reportó.”
“¿Lo olvidó? No estamos jugando
camarada, ¿sabía que puedo reportarla y enviarla a prisión por cinco años por
un error como este?”
“Fue un error, usted sabe que no
lo habría hecho a propósito.”
“¿Un error?” La empujó con el
hombro cuando caminó dentro del departamento señalando las fotografías. “Todo
este departamento es un horror. ¿Ésta es la excusa de vida que tiene?”
“Son mis vigilados, me gusta mi
trabajo.” Se defendió Trolarin. Se seguía sintiendo invadida y desnuda, pero
empezaba a enojarse.
“¿Es que no lo ve? Es un
fantasma. Es alguna especie de fantasma que chupa la vida de los demás porque
está muerta por dentro.”
“Maldito.” Trolarin le dio una
bofetada que le dobló la cara. Frelon la miró con rabia, alzó la mano pero no
hizo nada. Trolarin empezaba a llorar, pero no se hacía para atrás. Frelon se
avergonzó y la empujó para salir.
“Voy a entregar esto.”
Trolarin
quedó de pie, inmóvil en medio de su departamento. Ya no lo sentía suyo, era
como si algo se hubiese roto para siempre. Las imágenes le parecían frías y sin
vida, para nada como ayer cuando las veía llenas de vida y alegría. La mancha
estaba de vuelta. No tenía ganas de taparla de nuevo. No tenía ganas de nada.
La miró a través del departamento con completa impotencia. La mancha había
llegado para quedarse. Esa mancha era lo único verdaderamente suyo. El único detalle
que realmente demostraba que Trolarin existía. Había tratado de borrarla y
taparla con su trabajo, pero no había podido. Cuando sus subalternos le
mandaron la información que había solicitado y su comunicador resplandeció,
optó por no volver a cubrir la mancha, ahora simplemente la ignoraría. Enlazó
la información del comunicador al holoproyector y aunque estaba atenta a su
trabajo, no dejaba de vigilar a la mancha de reojo.
Pasó
más de una hora leyendo las fichas y los registros de los archimandritas del
templo socialista. No lograba conectar gran cosa, más allá de que ciertos
archimandritas se habían visto en privado con Graltin y a Varlon en el último
año, pero también se habían visto con miles de otras personas que buscaban
auxilio espiritual. Trolarin se iba convenciendo de que los ingenieros buscaban
algo más que asistencia espiritual. Loscano era el único archimandrita
terrícola, había llegado a Croleran a los treinta años y se había quedado desde
entonces. Al escuchar el golpe en la puerta brincó del susto y se acercó para
ver quién era. Frelon esperaba del otro lado con la mirada gacha. Esperaba que
estuviera acompañado de agentes para llevarla a la escuela de cuadros por
atacar al guardia del palacio, pero estaba solo. Trolarin abrió la puerta y se
quedó en el marco.
“Lo que dije fue estúpido y
ofensivo.” Dijo Frelon sin mirarla a los ojos. “No debí haber abierto la boca.
Usted ha sido muy amable y me porté como una bestia.”
“No debí haberlo golpeado,
discúlpeme.”
“No, hizo bien. Lo merecía.” La
miró a los ojos y sonrió torpemente. “No quise dejar las cosas así, por eso
regresé. Creo que después de toda su ayuda lo menos que merecía era una
disculpa. Además, los resultados de la evidencia ya están listos.”
“¿Y qué era?”
“Un pedazo de una nave espacial.
Probablemente una colonizadora.”
“Gracias.”
“No quise dejarla en lo oscuro,
no se lo merece.” Frelon no sabía qué decir y Trolarin tampoco. Seguía enojada,
pero no tanto. Se miraron sin decir nada hasta que el guardia del palacio se
aclaró la garganta. “¿Nos vemos mañana? Su licencia expira pasado mañana y creo
que estamos cerca.”
“Yo también lo creo. Sería un
honor seguir trabajando con usted.”
“Muy bien entonces, nos vemos
mañana.” Trolarin le ofreció la mano y Frelon la estrechó avergonzado. Trolarin
lo miró alejarse y entrar al ascensor antes de regresar a su departamento.
Trolarin
sabía que lo perdonaría, pero aún no estaba lista. Pensó que quizás al día
siguiente lo vería distinto, con el mismo respeto y admiración que había
sentido hasta ese momento. No quiso irse a dormir, prefirió revisar la
evidencia desde el principio. Con un ojo en el holograma y otro en la mancha en
la pared, revisó el video de la primera muestra de vandalismo. La imagen era la
misma que había visto, la lluvia opacaba los ruidos y la visibilidad. No quería
volver a atorarse siguiendo las mismas ideas y revisando los mismos datos que
la primera vez. Dos de sus vigilados estaban allí, Rando y Julber, y aunque eso
era sumamente sospechoso prefirió considerar otras posibilidades. La estatua
había sido ensamblada en un punto, llevada a un segundo punto y terminada ahí.
Quizás el vandalismo se había efectuado desde el principio. Sabía que era poco
probable, pues las posibilidades de que nadie lo viera eran mínimas. Las piezas
habían sido reunidas ese mismo día en una primera bodega, antes de que llegara
el vehículo de carga con Rando para llevarlo a la segunda bodega. Revisó las
imágenes y no encontró nada sospechoso. Siguió a cada uno de los obreros
mientras reunían las partes y soldaban algunos puntos. Pensó que quizás el
vándalo no trabajaba ahí, sino que se había metido al último momento, hecho la
pinta y escapado cuando lo montaban al vehículo. Revisó las cámaras de afuera y
no encontró nada. Se sentó en el sillón acelerando el video hasta que llegara
el vehículo de carga. La tormenta se inició en cuanto llegaron. Desde el sillón
buscó cámaras más lejanas, para asegurarse que nadie entrara y saliera de la
bodega y manipulara la estatua durante la confusión de cargarla al camión. No
entraba nadie, pero no estaba lloviendo.
“Madre nuestra...” Una sensación
electrizante recorrió su espalda. Revisó los reportes climatológicos, ese día
no llovió en ningún sector de la ciudad.
Revisó
todas las cámaras que vieran al camión y en todas llovía. El efecto era
sorprendentemente realista, incluso las gotas rebotaban del suelo y las
superficies se oscurecían. Era lo suficientemente bueno para engañarla por un
tiempo. Trolarin sabía que únicamente un vigilante podía alterar las imágenes. No tenía que
decirlo en voz alta, era obvio quién había sido, pero no era obvio porqué lo
había hecho. Utilizando las herramientas del programa de los vigilantes para
mejorar las imágenes fue eliminando el efecto de la lluvia. Sabía que lo
trataba de esconder no era algo que se podía ver, sino algo que no se podía
escuchar. Se concentró en el momento en el que el vehículo de carga pesada
llegaba a la segunda bodega para terminar la estatua. Eliminó el ruido de la
lluvia y buscó el micrófono del camión. Un requisito para solicitud
apareció en la pantalla, alguien había
decidido que el contenido de esas grabaciones solo podía ser escuchado con
permiso de su superior, el vigilante Ronodre. Subió el volumen de los otros
micrófonos, había una nueva voz que antes no había podido escuchar. Era la
canciller Rewil. Sin perder ni un segundo usó su comunicador para llamar a
Frelon quien, a juzgar por lo que veía en la imagen, ya había llegado a casa y
terminaba de cenar.
“Frelon, disculpe que lo moleste
a esta hora, pero es urgente. Esa persona de la que me habló, y no me refiero a
la persona cuya identidad no puede decirme, sino la persona que mencionó en el
auto...” El auto era el único lugar en el que habían tenido privacidad. La
vigilante había aprendido docenas de métodos para hablar con franqueza, y los
había reportado y multado a todos, y sabía que probablemente su vigilante no
sería engañado, pero lo hacía por Frelon. “La que dijo que juega muy bien al
Beraner, ¿es la canciller Rewil?”
“Bueno, pues...” Trolarin pensó
que no había entendido la indirecta, pero el guardia del palacio sólo estaba
fingiendo. “yo dije que sí, que juega mejor que Rando. Por eso me sorprendí de
que la pentarquía de la soviética jugara con él. ¿Para qué si ya perdió una
vez?”
“Sí, pero juegan en cualquier
momento. ¿Lo va a ver?”
“Sí, no me lo perdería.” Frelon
le sonrió y dijo “Quién sabe, quizás sea mejor que Rewil.”
“Será un juego interesante.”
“Si quiere puedo verlo con usted,
voy para allá.” Trolarin vio que su familia no estaba muy feliz con eso, pero
sabía que Frelon habría desarrollado algún método para decirles que era una
cuestión urgente, sin alertar a los vigilantes.
La
confirmación estaba dada, Lashade se había reunido con Rewil en ese edificio en
reciclaje. Trolarin tuvo una idea mientras la señal del juego de Beraner
aparecía en su comunicador. Revisó los reportes de vigilancia especializada de
hacía un año. No podía buscar lo que quería de manera directa, pero podía darle
la vuelta. Cada trimestre los vigilantes especializados redactaban un reporte
minucioso de la personalidad y actividades sospechosas de sus vigilados. Nadie
firmaba sus reportes, pues la identidad de los vigilantes siempre era anónima,
sin embargo, cuando algún vigilante pedía leer el reporte y no estaba en su
jurisdicción, el vigilante podía aprobar o denegar la solicitud. El aplicante
no sabía quién había tomado la decisión, pero el sistema de la soviética sí.
Buscó las solicitudes para revisar el reporte de la canciller Rewil, todos
habían sido denegados. Buscó las fechas de las solicitudes y después buscó
entre los registros de movimientos del sistema de la soviética usando esas
fechas. Todos habían sido denegados por Ronodre. Su superior vigilaba a ambos,
Lashade y Rewil. Trolarin quedó pasmada y no sabía qué hacer. Ronodre no la
estaba vigilando, era otra persona quien miraba detrás de la cámara, y no tenía
el permiso de vigilar su casa o ella lo sabría. Podía, sin embargo, vigilar a
Frelon y la llamada que había hecho. Cuando escuchó el golpe en la puerta
imaginó que Ronodre se había dado cuenta que estaban tras él y había mandado a
la policía secreta para silenciarla. Detrás de la puerta, sin embargo, estaba
Frelon.
“Vine lo más rápido que pude.”
Frelon pasó y miró el holoproyector.
“Ronodre es el vigilante de
Lashade y de Rewil.” Frelon se pegó en la frente.
“Soy un idiota, ¿por qué no lo
averigüé antes?”
“Si lo hubiera hecho Ronodre
habría conectado las piezas. Habría tratado de salvarse, quizás acelerando el
plan de matar a Rando, o tratando de perjudicarnos a nosotros.”
“Por ahora Rando está a salvo.”
Frelon mostró su comunicador, estaba siguiendo el juego, como todos en
Croleran.
“Ronodre alteró los videos usando
un efecto de lluvia para cubrir la voz de Rewil.”
“Es la violación más clara que
puede haber, pondré a Ronodre bajo arresto inmediatamente.” Escribió el mensaje
pero Trolarin lo detuvo.
“No tan rápido, cuando los
interrogadores lleguen a él le sacarán la información que nosotros queremos
escuchar. Necesito saber qué está pasando en realidad.”
“Buen punto, no quiero vivir
preguntándome lo mismo. ¿Rewil cometió ese vandalismo?”
“Lo dudo.” Dijo Trolarin. Se
quedaron en silencio por unos momentos, conectando las piezas. “Lashade sabía,
le dijo a Rando, que el complot marxiano sabía demasiado.”
“Sí, es cierto, me envió esa
información. ¿Pero qué sabían? Por no contar que Lashade es parte del complot,
aunque tratara de desviar la atención de si mismo con ese comentario.”
“Es la tecnología educativa, ¿no
lo ve? Le han estado lavando... reeducando a los marcianos que escaparon a
tiempo, pero no a los terrícolas como Loscano. Los vimos en esa fábrica de
reciclaje. La misma que está protegida por la policía secreta con órdenes que
ni siquiera usted puede saber.”
“¿Qué están reciclando?”
“Reciclan las naves de
extracción, las que se supone que están
mandando en masa para rescatar a los millones de marcianos. La comunicación
entre países está bloqueada, según dijo Rashide, dificultando la comunicación
durante este proceso. Los reubican en otras familias, con la esperanza de que
sus seres queridos dejarán de buscarlos.”
“No, un segundo, ¿trata de decir
que no hay éxodo marciano y que todos siguen ahí?”
“Creo que eso es lo que creen los
miembros de la conspiración. No olvide la pieza de plástico, ésa es la evidencia.
Los marcianos están tratando de decirlo...”
“No, es demasiado grande, tiene
que ser otra cosa.”
“Todos están conectados Frelon,
¿no lo ve? El que trabaja en la recicladora, los que se mantienen en contacto
con los archimandritas, el que marcó a Rando... Todos mis vigilados están
involucrados.”
“Es demasiado fantasioso, mucha
paranoia y poca evidencia.”
“Lashade y Ronodre se ven en el
restaurante, el mensaje está puesto, les tiene las espaldas. El triángulo se
cierra con la canciller Rewil. Los tres buscan ocultarlo, o peor, son parte del
complot. Rando ha sido el único que abiertamente se opone al colectivismo
salido de control de los socialistas. Sus compañeros lo han dejado solo,
aliándose con los marxianos.”
“Un golpe de Estado.” Frelon lo
entendió todo de golpe. “Todavía no entiendo porqué están reciclando las naves
que deberían rescatar a los marcianos, pero la conspiración es real. Muerto
Rando Lashade y Rewil podrían acercar aún más a los marxianos, simular la
evidencia o la demostración de que el resto de la pentarquía está dejando que
los marcianos se mueran bajo la bota de la marxiana. Podrían tomar el poder.”
“¿Qué hacemos?”
“Voy a reportarlo, necesito una
copia de sus archivos.” Trolarin copió todo lo que tenía a Frelon. “Quédese
aquí, cierre con seguro. No deje entrar a nadie. Pondré a mi gente sobre aviso,
usted está en peligro porque su superior es parte de una conspiración
criminal.”
“Está bien, entiendo. Ordenaré
mis archivos para que sean más fáciles de seguir.”
“Sí, y haga copias. Almacénelas
en los servidores de la soviética, le daré mi contraseña, y en su correo
particular, envíe otra copia a mi correo, solo por si acaso.” Frelon ya se
disponía a irse, cuando se detuvo en la puerta. “No podría estar más orgulloso
de usted Trolarin, el mundo necesita a gente como usted.”
“Gracias camarada.”
Cuando
Frelon se hubo ido y Trolarin ya había terminado de ordenar sus archivos,
duplicarlos y guardarlos en distintos lugares de la Red se sentó en el suelo
mirando a sus fotografías. Sus vigilados estaban involucrados, serían
interrogados con violencia. Aún así no quiso quitar sus fotografías, pues
prefería recordarlos en sus mejores momentos. Se acomodó contra la pared, a un
lado de la mancha y miró el juego de Beraner desde su comunicador. No podía ver
a la pentarquía, ni a Rando, únicamente a las piezas. Alternando su mirada
entre la mancha de aceite y el comunicador se preguntó si la soviética
realmente era tan cruel como para simular el éxodo marciano, condenarlos a
muerte y fingir que todo estaba bien. No quería creer que su madre fuera tan
inhumana, pero la evidencia era fuerte. Se convenció a si misma que todo era
culpa de Rewil, como parte de su plan para hacerse del poder absoluto y,
descartando sus dudas, miró el juego.
Todos
los ciudadanos de Croleran estaban pegados a la pantalla de sus comunicadores.
Ya se había dado la noticia, podían
llegar dos horas más tarde a sus trabajos para que pudieran ver el juego.
Existían los rumores, esparcidos por quienes sabían de Beraner, que Rando se
había dejado ganar por la canciller. Este nuevo juego, sin embargo, no parecía
estar arreglado. Mientras casi todos los ojos estaban puestos sobre los
comunicadores, Rando tenía sus ojos puestos sus fichas y sobre la soviética. La
enorme computadora en la sala de gobierno mostraba en su pantalla el tablero y
Rando lo seguía con su tablero plástico. Estaban solos y Rando no dejaba de
pensar que la soviética podía leerle el pensamiento.
“Tu nivel de juego es muy
avanzado.” Dijo la soviética con su tono mecánico. “Sé que te dejaste ganar por
tu jefa. Fue una decisión inteligente, sin embargo me extraña que te dejes
ganar en el otro juego, la política. Tus votos están peligrosamente bajos.
Puedo procesar billones de variables en una fracción de segundo, pero nunca
termino de entenderlos.”
“Estoy sirviendo al proletariado
al impulsar sus ideas y sus planes.”
“Todos lo hacen Rando, pero
solamente tú lo haces sin, aparentemente, buscar formas de agradar al
proletariado a la vez que engañándolo.”
“Sus planes para el futuro de la
humanidad son adecuados y necesarios. No veo por qué hay que darle de vueltas
al asunto. Las cosas deben hacerse de
manera rápida y expedita. El proletariado se acostumbrará con el tiempo. Basta
con que su calidad de vida suba para tenerlos a todos bajo control.” Rando
movió una ficha y se comió un tanque de la soviética.
“La naturaleza humana no es
complicada, convenido, solamente sus irracionales decisiones.”
“Hay maneras de evadir eso.
Propongo que las plataformas espaciales sean desmanteladas y recicladas. Ahora
que hemos prohibido los vuelos a Venus y Marte y abortado el proyecto Júpiter,
esas plataformas y estaciones son inútiles.”
“Convenido.” Jugaron en silencio
por unos momentos. Hasta que la soviética habló de nuevo. “Las naves terraformadoras
ya casi llegan a Marte, matarán a tus esposas.”
“Dejaron de ser mis esposas
cuando traicionaron a la soviética y a todo en lo que creo. Mientras más rápido
se acabe ese asunto, mejor.”
“Fue sabio su consejo de emplear
naves terraformadoras en vez de naves militares. Es más económico y hay menos
gente a quienes reeducar intensivamente.”
“Buena jugada.” La soviética
comió a uno de sus cuchillos. Rando sabía que estaba en clara desventaja, él
podía ver cinco o seis jugadas más adelante y estudiar las docenas de
posibilidades, mientras su adversaria podía prever al menos cien jugadas más
adelante. Era, sin embargo, una computadora y como tal era incapaz de
comprender la mente de Rando y sus intenciones. “Una vigilante trató de
reincorporar micrófonos y cámaras a los edificios en reciclaje. Como ya sabe
esos edificios siguen teniendo vigilancia, aunque se esparzan los rumores de lo
contrario.”
“Aprendiste mucho en tu viaje a
Júpiter. ¿Cuántas veces jugamos?”
“Las suficientes para aprender de
usted.”
“Fuiste tú quien los quisiste
reciclar. ¿Viendo varias jugadas más adelante?”
“Lashade y Rewil han estado
viéndose en secreto ahí.”
“Lo sé,” dijo la soviética con el
mismo monótono ritmo. “pero no he decidido entre quién es más útil al
proletariado.”
“¿Y ya tiene una decisión?” Rando
había formado dos ofensivas en la parte de arriba, pero aún tenía muchos trucos
en la parte de abajo, previendo las rutas que podría tomar la soviética. Sabía
que, por más inteligente que fuera, tenía una debilidad cuando se le comparaba
a la mente humana. La soviética no podía resistir tomar siempre el camino más
racional. La distancia más corta entre dos puntos, razonaba la soviética, era
la recta. Aquella era la mejor ventaja de Rando, su única ventaja.
“Hace media hora el guardia del
palacio y una vigilante denunciaron un complot marxiano involucrando obreros,
ingenieros de la educación y, más importante, a Lashade, la canciller y el
vigilante de ambos. Han sido puestos bajo arresto y serán ejecutados en los
siguientes días.”
“Entonces ha tomado su decisión.”
“Así es. Rando, serás promovido a
vocero oficial de la soviética. Continuarás tu trabajo de impulsar mis ideas y
tendrás control sobre la pentarquía. Aún queda mucha política por hacer con
ellos, me temo, pero no deberías tener problemas, viendo tus talentos en
Beraner. El guardia Frelon será promovido a guardia interno de la sala de
gobierno y mi jefe de seguridad.”
“En vez de estar fuera de la
puerta estará del otro lado.” Dijo Rando. “Una promoción de tres metros, pero una
promoción que agradecerá.”
“La vigilante ha sido reeducada,
no recuerda detalles del complot marxiano, más allá de la traición de una
miembro de la pentarquía, de Lashade y de un vigilante. Frelon solicitó su
promoción y me pareció acertada.” El juego estaba por terminar, ambos estaban
persiguiéndose en jaque. “Los ingenieros de la educación ya no estarán a cargo
de su tecnología, Rashide lo estará. La fabricación en masa comienza mañana
mismo, habrá quince millones de aparatos en menos de un trimestre. Nos tomará
año y medio reeducar a todos.”
“Excelente.” Dijo Rando. “Jaque
mate.”
“Bien jugado.”
La
soviética claudicó y Rando se levantó de la silla. Hizo lo posible por no
mostrar emoción alguna, pero estaba radiante de felicidad. La puerta se abrió y
entró la pentarquía, menos Rewil, y Rashide. Le felicitaron con sus mejores
tonos políticos, estrechó manos y sonrió. Los proletarios se irían a dormir
comentando el triunfo y al amanecer recibirían la noticia de su promoción.
También recibirían la noticia de la canciller Rewil. Otro títere sería puesto
en su lugar, uno designado por Rando. El nuevo jefe de seguridad entró a la
sala, no le dirían que la soviética era una computadora aún, en vez de ello
estaba ahí para aplicar la tecnología reeducadora a todos los presentes.
Mientras el sistema se cargaba y los cancilleres platicaban entre ellos Rashide
y Rando salieron al balcón.
Rashide
miró a su esposo sin decir nada. Jamás lo dirían, no se lo permitirían. Habían
jugado y habían ganado. Aunque a Rashide no le gustaba el Beraner, podía
entender el atractivo del juego. Miraron hacia la ciudad sin decir una sola
palabra. Rashide sonrió complacido, había sido más fácil de lo que había
pensado. Lashade opacaba a Rando, bajo las órdenes de Rewil quien seguía insistiendo
en colonizar. Pensaron que era una alianza perfecta, pues así controlaban a
Rando desde abajo y desde arriba. Lo habían dejado solo para que justificara
las órdenes de la soviética, mientras los otros dos ganaban favor político al
dejar que Rando fuese sacrificado en el altar de la política. Rashide urdió el
plan y se lo comunicó en monosílabos en los puntos ciegos del edificio de la
soviética. No son tantos, pero Rashide los conoce bien. Él sabe quiénes son los
vigilantes y de qué casos se ocupan. Sabía que la mejor arma que tenían contra
la soviética era la soviética misma. Usarían la vigilancia a su favor. Rando
sólo tenía tres cosas por hacer, primero realizó el vandalismo en la estatua
mientras la estaban montando. Colocó un paño sobre el dibujo para que quedara
oculto hasta que jalaran de la manta que cubría a la estructura. Le recomendó a
Lashade el restaurante al que siempre iba Ronodre. Finalmente, en el mitin,
aprovechó el punto ciego para mancharse con cal y después lavarse la mano. Rashide
aplicó el efecto en el video para hacerlo más incriminador, tapando la voz de
Rewil con la lluvia. Conociendo los puntos ciegos pintó en la fábrica de
reciclaje para que lo unieran con su otra pinta en el templo socialista. La
última pieza fue colocar el pedazo de plástico donde Lashade y Rewil se habían
visto. Él estaba a cargo de su vigilancia y le fue fácil burlar su propio
sistema mientras fingía repararlo. La mera apariencia de la conjura era
suficiente, la soviética recicla las naves espaciales y les lava el cerebro a
los marcianos primero. Esos dos elementos de verdad cerraban el paquete.
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