5.-
5 años después: Danielle Dillon
Danielle odiaba las cámaras de
seguridad. En el fondo sabía que su rabia no se debía a la vigilancia en el
sector comercial de Brokner. No, estaba harta de tener que usar disfraces. No
podía usar el mismo dos veces, aunque su modus operandi seguía siendo el mismo.
Su padre adoptivo se estaba poniendo viejo, gastaba más en LSD y mientras más
intentaba escapar de Jesús Aburto, más le cobraba. Estafadora y marca al mismo
tiempo. Años atrás el negocio que tenía con los agentes de seguros habría
bastado, pero ahora tenía que pagar más. Ahora tenía que robar de joyerías. Se
ajustó la peluca de cabello negro sobre su corto cabello castaño. Sin
maquillaje y un poco retoques cosméticos con prótesis plásticas parecía un
hombre, algo afeminado pero muy distinto a D.D.. El truco estaba en caminar, de
modo que le daba vueltas a la cuadra para acostumbrarse. Incluso olía como
hombre, con un poco de la loción de su tío Mario. Traía un saco con hombreras y
un rociador de gas de pimienta atado a su antebrazo izquierdo.La policía ya
habría conectado los crímenes, de modo que ésta tendría que ser su última vez.
Era un alivio, se escondía el tatuaje con plástico que parecía piel y debía
convertirse en otra persona debido a las cámaras, pero por el otro lado, no
tenía otro juego en la mesa. Se quedaría con la estafa a los seguros y eso no
sería suficiente para Aburto. Últimamente nada era suficiente para él. Incluso
cuando se mudó de vuelta con su tío, su padre adoptivo alzó la cuota.
Entró a la tienda hablando con la
voz más gruesa que podía. Explicó que se acercaba el cumpleaños de su futura
esposa y quería regalarle algún collar o anillo. Cámaras en el techo en cada
esquina, guardia de seguridad recorriendo los escaparates. Era buena hora,
mucha gente. Habría conmoción, pero tendría que lidiar con él. El auto esperaba
cerca con el motor encendido, esperaba que nadie lo robara. Cuando tuvo una
buena docena en el aparador, el máximo que estaría autorizado el vendedor por
razones de seguridad. Empezó a revisar los diamantes y fingir que medía los
collares contra la silueta de la vendedora. El truco estaba en fingir no estar
apurada. Fingir que pertenecía a ese lugar con aquella clientela llena de dinero.
-
No me decido, podría llevármelos todos.- Le hizo señas al guardia para que se
acercara.- ¿Qué dices amigo?, ¿cuáles son los más románticos?
-
No sabría decirle señor.
Bajó el brazo izquierdo, el rociador
cayó en su mano y le dio una dosis al guardia que lo mantendría gritando por
horas. Al mismo tiempo recogió toda la joyería en el aparador y echó a correr.
Llegó al auto en treinta segundos, estaba fuera de la zona en dos minutos, el
tiempo estimado de llegada de la policía en el sector hipster de Brockner. Se
arrancó todas las prótesis, el saco y la peluca. Lo tiró a un basurero de
camino a la Jaula de billar, no podía ser conectada con nada. Jesús le esperaba
ahí con el mediador que se llevaría el oro y los diamantes para devolverles una
parte. Jesús era avaro y codicioso, pero no estúpido. Sabía que la atraparían
si seguía haciendo los robos blitzkrieg. Además, tenía en mente otra estafa. No
le gustaba mucho, pues involucraría a Jesús Aburto y quería independizarse de
él lo más rápido posible, pero aún así sacaría buen dinero. Al menos tendría un
departamento donde no hubiera un cobrador con pesadillas e insomnio crónico.
Jesús le había estafado a ella, la había hecho la marca, siempre pidiendo lo
suficiente como para que no huyera del nido. Ahora tendría que voltear las
cosas. Se la jugaría a la Hombre-sin-nombre en Puñado de dólares, poniendo a un
grupo contra otro y ella recibiría el dinero. Usando dinero de Aburto y sus
conexiones haría cambio de tipo de moneda con alguna marca, dándoles resultados
al principio para sacar más dinero y desaparecer. No sabía aún cómo pondría a
la marca contra Jesús, pero algo se le ocurriría, a Clint Eastwood se le
ocurrían cosas así todo el tiempo.
-
Ya me empezaba a preocupar.- Aburto le esperaba en la parte trasera del billar.
Le mostró lo que había conseguido, se quedó con un par de collares de oro y
perlas.- No necesita ver éstas. Espera en la oficina con Mario.
-
¿El mismo precio?
-
Le dije que la próxima semana venía la grande, pobre iluso no sabe que se acabó
el juego. Está sacando unos cuantos billetes de cien, nosotros nos llevamos
fácil el 90%.
-
Tú te llevas el 50 de eso.
-
Sí, bueno, sólo tienes un padre.
-
Es cierto.- Reprimió las ganas de añadir “adoptivo”. Clint no lo habría dicho,
él habría esperado su momento.
El mediador tenía compradores en Los
Ángeles y la estafa era bastante básica. Le habían convencido que estaban por
hacer un robo fuerte a Mark Poole, el más grande entre los grandes en Malkin.
El talento sería de otras ciudades y además necesitarían las herramientas de
última tecnología. Le mostraron mapas, horarios de guardias y hasta le
confiaron la fecha del gran golpe. Los hombres, sabía D.D., no eran tan
complicados. Siempre que se sintieran importantes les tendrías engañados. Creía
tener secretos que, revelados al mejor postor, o a cualquiera de los tenientes
de Poole, significaría la muerte de todos ellos. Nada es más intoxicante que el
poder de la muerte sobre la vida, y precisamente por eso no les traicionaba.
Mientras se preparaban robaban joyas de aquí y allá, sólo para juntar el
dinero. Una vez que regresara de Los Ángeles con el dinero Jesús le haría saber
a algunos conocidos suyos, hombres de apuestas que trabajaban para los
tenientes de Poole, que el mediador planeaba un trabajo. Incluso les daría los
mapas y esquemas para hacerlo más creíble. Tendría que dejar Malkin, eso era
seguro.
-
Mario, acompaña al señor hasta el aeropuerto. Me encargo de la clientela.- Se
paró en el umbral de la puerta de su oficina con D.D. a su lado. Se fumaron un
cigarro con calma, la clientela no estaba mala. Ya nadie apostaba contra
Danielle Dillon, era tiburón de billar y bien sabido.- No lo digo lo suficiente
D.D., pero bien hecho. Eres perfecta en lo que haces. ¿Tuviste problemas?
-
No, dejar el auto encendido ahorró los segundos clave para que el resto de los
guardias no abrieran fuego. Lo habrían hecho, sé que debía haber al menos dos
más en la trastienda.
-
Soy estricto contigo porque eres la mejor y quiero que sigas siendo la mejor
cuando ya no esté. No viviré para siempre.
-
Alguien se ha metido demasiadas pastillas.- Caminaron a la barra, se sirvieron
dos cervezas.
-
Dime otra vez el asunto del dinero.
-
Ok, soy una empresaria de importaciones, puedo cambiar tus dólares en euros con
un 20% de descuento. Más que eso y se vuelve obvio. Insisto en empezar
despacio, tengo otros clientes por todo el país. Durante la primera reunión uno
de tus deudores se aparece y me agradece por hacerlo rico. Nada demasiado
alucinante pero te das una idea. Digamos que empiezo con diez mil, la siguiente
vez son 50 y la tercera es cuando el escorpión ataca. Un millón o una cifra
cercana. Tiene que ser grande. Pueden ser varias marcas a la vez, pero no
pueden conocerse. Cada uno conoce una oficina empresarial distinta. Sueltan la
grande y desaparece la oficina y desaparezco yo.
-
¿Cómo sabes que no se van a quedar con el dinero que cambiemos a euros? Hablas
de diez o cincuenta mil dólares en euros…
-
Más que eso, porque el euro está alto.- Le interrumpió D.D. y bebió su cerveza
fumando con calma.- Y no se quedarán con el dinero, no cuando pueden hacer más
dinero.
-
No siempre puedes confiar en la codicia.
-
No, no es codicia… Bueno, no por completo. Si la marca es hombre basta con que duerma
con un maletín lleno de dinero para mantener la ilusión. Si es mujer necesitas
sexo, y en ese caso tendríamos a uno de tus deudores para hacerle de amante y
convencerla. Fingiendo que no me conoce, por supuesto.- Aburto se echó a reír.-
Hablamos de cuatro a seis meses, no quiero aparecer apurada, pero podemos sacar
tres o cuatro millones.
-
Usando una inversión de 100 o 200 mil.
-
Ajá.
-
D.D. eres un genio.
-
Ajá.- Aburto atendió clientes detrás de la barra vendiendo cervezas y cigarros.
Danielle supuso que estaría buscando un “pero”, hasta que le vio observándose
las canas en el espejo. Había envejecido mucho desde que la adoptara. Más aún
en los últimos años. Ese LSD debía ser impuro.- Nunca te tomé por vanidoso.
-
Ven.- Se sentó frente a él y le habló en susurros.
-
¿Crees que me queda mucho tiempo? El negocio de la usura es bueno, pero
últimamente tengo que apuntarlo todo. Dios sabe que este lugar no es un buen
plan de retiro. Tengo mis ahorros, pero… Estoy dedicándolos a otra cosa.
-
¿El sujeto de la suástica en el cuello?
-
No es racista, tuvo que unirse a unos para mezclarse en Blackbird. No necesitas
saber de qué va el asunto, pero lo que necesitas saber es que… Nunca fui buen
padre.
-
Lloraría pero sabrías que miento.
-
Te hice fuerte y pronto te haré independiente. Dame tiempo, sólo eso.
-
Entonces no quieres hacer lo de…
-
Sí, claro que sí. Es muy buen plan. ¿Tienes algo que hacer hoy?
-
No, mañana me reúno con el del seguro. La viuda del señor Juan Ficticio recibe
su herencia y él recibe su parte. 50% para ti, lo tendrás en la noche.
-
Bien, quédate. Podemos ver la naranja mecánica otra vez y me la explicas… otra
vez.
-
No quieres drogarte solo, quieres compañía.
-
Si estás ahí tengo un buen viaje. Con todo el estrés, lo necesito.
Últimamente se había vuelto suave de
esa forma, más parecido a un padre. No le creía la promesa de dejarla operar en
libertad. Lo tendría en la última estafa, lo vaciaría luego de que un cliente
se pusiera codicioso. Conocía gente que estaría dispuesta a jugar el papel,
gente que Aburto no conocía. Lo haría parecer la mayor de las estafas, quizás
el cliente pediría medio millón, su padre adoptivo reuniría la cantidad. Él era
quien dormía con el dinero, después de todo. Él era quien se creía importante y
esencial. Se repartiría el dinero con su cómplice y tomaría el siguiente
autobús adonde fuera. Se saldría de la vida de una buena vez. El tatuaje le
recordaba eso, lo cerca que había estado. Le daría dinero a Mario Aguilar
también. Su tío estaba cada vez más débil, ya no rompía piernas. Le daba largas
a Jesús o tenía que convencer al deudor. Ya no tenía el estómago para la
violencia, era algo que había ido perdiendo desde la muerte de esa niña, Nora
Fang. Seguía teniendo pesadillas sobre ella, de modo que muchas noches prefería
no dormir. D.D. le acompañaba para ver películas y le dejaba a solas cuando tenía
compañía. Ninguna de sus mujeres le soportaba demasiado, menos cuando gritaba
dormido. Le era difícil, de todas maneras, conseguirse buenas mujeres por su
cara de matón y su ojo izquierdo de vidrio color gris.
Pasó la tarde en Jaula de billar y
preparaba excusas para no pasar gran parte de la noche hablando sobre el
comentario social de Kubrick en Naranja Mecánica mientras su padre adoptivo
estaba en un mundo aparte. Sin embargo su tío llamó para decirle que había
conocido a una chica y pasaría parte de la noche en su casa. No podía decir la
palabra “sexo” a su sobrina, tenía demasiado pudor para hacerlo y Danielle
odiaba a las perras que no se daban cuenta que en el fondo, debajo de esa
máscara de matón violento y salvaje, había un hombre dulce y digno de amor.
Ayudó a Jesús a cerrar todo y subieron al segundo piso donde dormía su padre
adoptivo a un lado de una bóveda pesada. La ultra-violencia hacía reír a Jesús
Aburto, quien neciamente seguía creyendo que era una ligera comedia y nada más.
Mientras el LSD hacía efecto D.D. pensó en lo rápido que tendría que huir para
no terminar como Joe Pesci en Casino. Aburto se había vuelto más paternal en el
último año, pero en el fondo era capaz de cualquier cosa. Si le robaba lo que
planeaba robarle dejaría de ser su hija y convertirse en un serio problema con
graves consecuencias. Ella fumó yerba y dejó que Aburto se perdiera en su cama
hablando sobre los sonidos, sobre Ludwig van y preguntándose cómo era que
metían un mecanismo en una naranja. En cuanto Mario le mandó un texto
diciéndole que podía volver se fue y se llevó la bolsa de marihuana con ella.
Al menos calmaría los nervios de Mario y quizás le dejarían dormir sin sueños.
Al día siguiente se reunió con el
agente de seguros en un café. Le veía nervioso y supo que no podía ser bueno.
La aseguradora no pagaría hasta que su supuesto esposo regresara de su viaje en
yate en las Bahamas. Tenían un nuevo supervisador que era más difícil de
sobornar y mucho más estricto. Negaba pagos a gente que demostraba lo que decía
y requería el dinero, era aún más tacaño en los casos dudosos. Querría ir a ver
el funeral. Se despidió cortamente y la dejó bebiendo café y tamborileando los
dedos nerviosamente. Ya no tenía nada en la mesa, no tenía juego. Tendría que
esperar a la estafa del cambio de divisas, pero pasarían meses. Aburto le
obligaría a conseguir dinero de otra forma, regresaría a lo barato por muy buen
tiempo.
Regresó al edificio de departamentos
y decidió retirar algo de dinero y consultar su saldo en el cajero automático.
Tenía poco más de 200 dólares. El estallido de disparos le hizo agacharse
instintivamente. Sonaron como cañones, pero no había sido fuera. Pensó en Mario
y corrió al edificio subiendo las escaleras lo más rápido que pudo. Los
disparos le recordaron al asunto con Roger Fang y la muerte de su hija pequeña.
La puerta de su tío estaba abierta como premonición a una historia de horror.
Mario Aguilar estaba muerto sobre un charco de sangre. Había dado batalla,
había lámparas tiradas y sillas en el suelo. Algo se destacaba, y no era la
pila de DVD’s en el suelo, sino un reloj de oro. No era suyo y definitivamente
no era de su tío. Lo recogió y vio que detrás tenía una inscripción “Nat y
D.D.”. El asesino de Nathan había vuelto, le había arrebatado a otro ser
querido. No le había bastado su novio y su vía de escape de una vida de
constante peligro, sino que también había matado a un hombre tierno y amable
que estaba orgullosa de llamar tío. Al hombre que, desde siempre, habría
preferido la adoptara en vez de Jesús Aburto. Se escondió el reloj
instintivamente al oír los gritos de los vecinos y las llamas al 911. No sabía
cuánto tiempo había pasado ahí, sólo sabía que el departamento seguía oliendo a
pólvora y cordita. No oía lo que decían sus vecinos y no se dio cuenta cuándo
llegó la policía. La sacaron entre dos y el shock pasó de su sistema. La mente
lo había bloqueado lo más que podía, ahora era real, ahora era definitivo. Su
tío Mario Aguilar estaba muerto.
-
Señorita, tengo que hablar con usted, ¿me escucha?, ¿quiere que la llevemos a
un hospital? Se ve muy pálida.
-
No… No…- Repetía mecánicamente mientras lloraba. El detective la llevó a la
calle y evitó que viera a la camilla que trasportaba al cadáver. Pudo ver a la
ambulancia alejándose despacio y sin sirena pues era, después de todo,
demasiado tarde.
-
Intentemos de nuevo.- El detective le puso una frazada encima y le dio un café
humeante. Ella temblaba como una hoja.- Soy el detective Mark Chandler, ¿vio lo
que ocurrió?
-
La puerta estaba abierta… Oí los disparos, estaba en…
-
¿Dónde estaba usted, en el edificio?
-
No, ahí en el cajero.- Chandler le tronó los dedos a un uniformado para que se
acercara.
-
Quiero la grabación de ese cajero.- Le susurró. D.D. le pudo escuchar.
-
Creo que mi tarjeta sigue ahí, no importa. Ya no importa realmente.
-
Mario Aguilar era su novio.
-
No, por Dios, era mi tío.- Chandler la miró escépticamente.- Tío adoptado.
Compartíamos el departamento, era dulce y bueno conmigo. Me trataba siempre de
sobrina.
-
¿Dónde laboraba?
-
Trabajamos en la Jaula de Billar, queda en…
-
Conozco el lugar. ¿Tenía enemigos?
-
No, nada de eso. Parecía malo, pero no lo era.
-
Noté el ojo, por eso pregunto.
-
Pelea de borrachos fuera del billar. Él es el saca borrachos.- Aquella era la
mentira que todos habían decidido como la mejor y más plausible.- O era.
-
¿Pudo ver a alguien en el edificio?
-
Subí por las escaleras en cuanto escuché los tiros, no vi… Debió bajar por el
ascensor. Debí esperar al ascensor, debí quedarme, debí…
-
Señorita, habría muerto de haber hecho eso. ¿Cuál es su nombre?
-
Danielle Dillon.
-
Me gustaría que me acompañara, quisiera saber quiénes son sus vecinos y esa
clase de cosas. ¿Conoce al dueño de Jaula de billar?
-
Sí, necesito llamarlo.
-
Dígale que nos vea en la octava.
Jesús Aburto abrazó a D.D., quien
empezó a llorar desde que le vio. Chandler les mostró la única evidencia que
tenían, el asesino había pasado a toda velocidad frente al cajero. La cámara
tomaba fotos cada dos segundos, de modo que tenían un borrón y nada más. Les
pidió a los dos que se sometieran a una prueba de detección de pólvora y
aceptaron. Dijo que era una mera formalidad, pero ambos sabían que la policía
de Malkin no buscaba quién lo hacía, si no quién lo pagaba. Ella buscaría a
quién lo había hecho. El asesino le había arrebatado demasiado. La prueba le
recordó a la que tomó tras la muerte de Nathan Burke hacía cinco años. Había
estado a punto de casarse con él, había sido el único hombre a quien había
amado de verdad. El único hombre a quien consideraba como pariente había sido
Mario Aguilar. El asesino le había arrebatado a ambos y lo encontraría. Nunca
había matado antes, pero lo haría ésta vez. Pensó en ello una y otra vez
mientras Jesús preguntaba sobre cuándo podían tener el funeral, explicando que
Mario no tenía parientes.
-
Nunca se lo dije…- Musitó Jesús en la barra de Jaula de billar, que había
cerrado. Le ofreció una cerveza a D.D. y bebió de la suya.- Se ofreció cuando
un amigo suyo me debía dinero, su amigo terminó muriendo de cáncer a las dos
semanas. Le dije que podía irse, pero quería trabajar. Nunca le dije que pasó
de ser cobrador a ser mi hermano. La clase de cosas que no decimos cuando
tenemos la oportunidad. Al menos tú le mostraste amor.
-
Lo amaba, era mi tío.- D.D. se encendió un cigarro y bebió la cerveza a grandes
tragos.
-
No quiero que pase lo mismo contigo Danielle, no quiero que te quedes conmigo
porque me debes algo… Dios, pensé que Mario nos enterraría a ambos. El tipo más
duro que conocí en toda mi vida. No Danielle, no cometeré el mismo error
contigo. No tienes que pagarme nada, si quieres capital no te cobraré intereses
y sé que necesitas dinero ahora, así que toma esto.- Le pasó un fajo de
billetes.- ¿A qué se reduce mi vida D.D.?
-
¿A qué se reduce la mía?- Terminó la cerveza y le señaló para pedirle otra.-
¿Liberaron el cuerpo?
-
Sí, hijos de perra con sus preguntas y sus pruebas de pólvora. Por Dios no
tienen compasión.
-
Ninguna.- Le dio fuertes tragos a la cerveza mientras Aburto aún bebía de su
primera a pequeños sorbos.- ¿Qué vas a hacer?
-
Ya le conseguí un lote en el cementerio, el que no queda lejos. Escogí uno bajo
un árbol, creo que le habría gustado. Siempre decía que unas cuantas plantas
mejorarían este antro.
-
Sí, le habría gustado.
-
La misa será mañana en la mañana, lo enterramos en la tarde. ¿Quieres quedarte
en la habitación extra que tengo arriba?
-
Quiero emborracharme hasta vomitar y dormir en el baño.- Le puso la mano en el
hombro y asintió.
-
Tengo hierba.
-
No, prefiero estar cruda. Masoquismo, pero fuma si quieres.
-
Sólo fumo cuando quiero reírme un rato, no tengo ganas de eso.- Jesús sonrió
con tristeza.- Me dijo algo gracioso el otro día. Me dijo que terminó de ver
Doctor Who contigo, todas las temporadas. Dijo que lo detesto, pero que te
gustaba a ti. Dijo que había algo llamado Tardis, una cabina de teléfono que
por dentro es enorme. Quería eso como bono navideño.
-
Le expliqué mil veces que no era una cabina de teléfono, nunca lo entendió.- Se
terminó la cerveza y Jesús le pasó otra.- Me dijo que le gustó, era bueno
conmigo.
-
Y conmigo. Era un buen hombre, punto.
Pocos atendieron el funeral de Mario
“el tuerto” Aguilar. Los regulares del billar, algunos deudores, algunas de sus
mujeres de una noche y conocidos. Todos especulaban sobre quién habría matado
al cobrador, Jesús Aburto sopesó varios nombres. Estaba seguro que era un
atentado contra él, o alguien que no pensaba seguir pagando. Danielle sabía
quién había sido, al menos sabía qué otras víctimas había tenido. Kyle Burke y,
más importante, Nathan su prometido. Lo encontraría, estaba segura. Antes del
entierro Jesús le dijo que la quería bien cuidada y, si no podía hacerlo él, lo
tendría que hacer una pistola. Le pasó el arma en una bolsa de papel marrón y
ella la escondió en su bolso. Juró que mataría a su asesino sobre su tumba que
leía “Amigo, hermano y tío”.
Danielle empezó a recorrer los bares
de poca monta, sobre todos los frecuentados por motociclistas. El eslabón más
débil tenía que ser Kyle Burke y por ahí empezaría. Sabía poco de él, pero
sabía, por lo que Nathan había dicho, que había tratado de pertenecer en un
club en Houston y lo golpearon por falso. Se figuró que en algún momento habría
tratado de hacer lo mismo en Malkin. Algunos querían dinero, otros querían
motivo. El motivo era simple, venganza. Los motociclistas eran muy unidos y,
aunque no habrían querido mucho a Kyle, habrían estado dispuestos a ayudar.
Pasó tiempo saltando entre bares, algunos recordaban a un Burke que cocinaba
metanfetaminas, pero no lo ubicaban o no sabían nada.
-
Kyle Burke… Sí, el cocinero.- Le dijo un biker enorme de largas barbas negras
con canas en uno de los bares fuera de la ciudad. Le señaló para que hablaran
afuera.- Lo conocí, quiso estar en la escena. Sus palabras, no las mías. ¿Qué
es para ti? Es historia antigua, cinco años es mucho tiempo.
-
El mismo que se lo echó mató a dos personas que me importaban.- Dijo ella
mientras caminaban hacia su coche.- ¿Quién querría verlo muerto?
-
Muchos, desde los locales hasta… Vaya, la lista es enorme.
-
Más importante, ¿a quién le pagarían? Fue un profesional, un gatillo. Supo
hacer tres muertos sin ser detectado. Al menos dos de ellos debieron ser
difíciles.
-
Te diré una cosa gatita, ¿por qué no lo discutimos en tu auto?- Se acercó y le
acarició el trasero. D.D. sonrió, sacó las llaves de su auto y abrió los
seguros. Cuando el viejo quiso abrir la puerta trasera sacó la automática y le
disparó en la rodilla. Había apuntado a la pierna, pero esto dolía más. El
viejo trató de sacar su pistola, D.D. pateó cerrada la puerta y negó con la
cabeza. El biker aullaba de dolor.
-
¿Dónde lo encuentro? Se me ocurren otros lugares más divertidos donde
dispararte.
-
Te van a cortar en pedazos perra.
-
No sabes mi nombre, este no es mi color de cabello y jamás me encontrarán.
Sobre todo si no me dices y te mato antes que les digas una palabra.- El sonido
del bar era ensordecedor, jamás lo escucharían gritar de dolor.- ¿No quieres
hablar? Muy bien.
-
¡Bobongo!
-
¿Qué?
-
El Bongo, un bar en Malkin, al dueño le dicen Bobongo. Ahí conocí a Kyle, sé
que ahí conoció a sus camellos.
D.D. subió al auto y se fue de ahí a
toda velocidad. Conocía el lugar, pero tendría que ser más precavida. No
tendría tanta suerte una segunda ocasión. Por un tiempo no usaría el auto, era
lo único que el biker sabía de ella. Se creería que no era castaña, pero
estarían buscando su auto. Usó el de Mario, que seguía estacionado detrás de la
Jaula de billar y manejó al Bongo. Se dejó ver varias noches, pues temía que
pensaran que era de Vicio o alguna clase de cooperadora. La matarían si
pensaban eso de ella. Tenía una historia preparada, Kyle Burke había sido su
proveedor y ahora necesitaba de alguien con la finesa como quien se echó a Kyle.
Desechó la idea de decir que era su novia, pues había esperado cinco años y
además el consenso general de quienes le habían conocido, es que nadie lo
quería. Querrían menos a su novia y una historia de telenovela. Su mentira era
lo suficientemente turbia como para funcionar en un lugar como el Bongo.
-
¿Burke? Niño rico queriendo jugar a ser Walter White, si quieres podemos probar
contigo, ver cómo vendes.- Le dijo uno de los empresariales matones del lugar.
No era lo que buscaba.- No sé quién lo hizo, la verdad no importa. Sabía los
riesgos cuando empezó su negocio.
-
Sí, el juego es para toda la vida.- Dijo ella, pensando en su tío Mario y en
ella misma, quien probablemente seguiría haciendo estafas baratas para siempre.
-
Conozco a un gatillo, buen sicario. Al menos más baratos que los que usa Poole,
pero igual de efectivo. Una bala es una bala, ¿no es cierto?
-
Lo pensaré. ¿Estás aquí todas las noches?
-
Entre semana, búscame si quieres ponerte seria. Habla con Bobongo, él te dirá
que hablo en serio.- Se sentó en la barra y puso 200 dólares. Bob Bongo los
miró y la miró de arriba para abajo.
-
No me has dicho lo que vas a tomar.
-
Necesito ayuda con un problema.
-
Todos tenemos problemas.
-
Mi problema se arregla con una bala.
-
¿Cómo te llamas?
-
Jane Asher, me dijeron que viniera contigo.- Si Bobongo ponía al asesino bajo
alerta podía acabar muerta. El nombre falso le daba cierta distancia, pero
seguía siendo un riesgo que tendría que correr. No podía dormir sin tener
pesadillas del cadáver de su tío abrazando al cadáver de la pequeña Nora Fang.
-
Pregunta y veo que puedo hacer.
-
Burke, hace cinco años. Me suplía de anfetas y quien lo haya matado lo hizo
bien. Quiero contratarlo, mi proveedor es aún peor que él.- Bobongo se quedó
con el dinero, sonrió y pensó en la pregunta.
-
Lo siento, nunca escuché hablar de Kyle Burke, pero conozco a alguien que te
pondría en contacto con esa clase de servidores públicos por un buen precio.-
Le dio quinientos y sonrió. Sabía más de lo que decía, pues nunca había dicho
su nombre.- Ven mañana.
Se fue del Bongo y se escondió en
una callejuela a media esquina. Bobongo mentía, seguramente para proteger al
asesino. No había sido muy sutil tampoco, ella había estado mintiendo por
tantos años que sabía detectar a un mentiroso. Esperó durante horas, sin
importarle la leve llovizna. Se acurrucó entre los basureros apestosos para
vigilar la puerta. Cuando dejó de llover se fumó un cigarro tras otro. Gente
entraba y salía del Bongo. Al alba se fueron yendo todos. Se estiró, sus miembros
estaban tiesos de haber permanecido tantas horas en una misma posición
incómoda. Sabía lo que pasaría ahora, lo mismo que pasaba en la Jaula de
billar. Eventualmente Bobongo sacaría la basura y se iría a casa, si es que
vivía en otra parte. Esperó a un lado de la puerta. Bob salió con dos bolsas
negras que lanzó a la acera y entonces aprovechó la oportunidad. Le golpeó con
la culata de la pistola y teniéndole en el piso le apuntó a la entrepierna.
-
¿Quién mató a Kyle Burke? Sé que me mentiste y si mientes de nuevo me aseguraré
que nunca tengas hijos.
-
Loca hija de perra…- Jaló el martillo y le enterró el arma hasta que le
doliera.- Está bien, está bien, ni siquiera me caía bien. Mike Thomas me
preguntó lo mismo hace cinco años. Un alemán perdedor bueno para nada. Patrick
Schnapp, le dicen Snap. Probablemente muerto ahora ese maldito degenerado
drogadicto.
-
¿Eso era tan difícil?
Una búsqueda en línea después y lo
tenía. Patrick Schnapp, dueño del taller mecánico “Snappie”. Manejó por ahí
para tomarle una foto con su celular, memorizar cada facción y después
borrarla. El taller no la engañaba, se estaría enfrentando a un asesino a sueldo
profesional y de sangre fría. Bobongo había dicho mucho sobre él, pero estaba
equivocado en al menos una cosa, no estaba muerto. Lo estaría pronto, pero
debía tener cuidado. La primera vez que había usado el arma había fallado por
muchos centímetros, probablemente no tendría oportunidad de una segunda bala.
Debía hacerlo rápido y debía hacerlo inteligentemente. No podía hacerlo durante
el día, pero no le gustaba la idea de vigilar el taller mecánico por varios
días para aprender sus patrones, pues seguramente Schnapp estaba entrenado para
saber si le vigilaban. Si se daba cuenta le haría caer en una trampa. Sabía
cómo sacarle dinero a gente como él, no como matarlos. Pensó en la posibilidad
de usar ayuda. Meter un auto al taller mediante alguno de los deudores de sus
padres y que tomaran nota de cuántos laboraban allí. Darse una idea del
terreno, pues no necesitaba ser teatral ni sádico, sino eficiente. Entrar,
disparar y salir. Preferiblemente de noche. Sin embargo quería dejar a su padre
adoptivo fuera del asunto pues era demasiado personal. Jesús se enojaría hasta
el día del Juicio Final al enterarse que no había vengado la muerte de su
amigo, pero en el fondo tenía que entender que debía ser ella. Mario era,
después de todo, su tío y su verdadera familia.
-
¿Te conté de la vez que me acompañó a comprar toallas femeninas y pasó quince
minutos inspeccionando el contenido y la caja?- Le preguntó a Jesús cuando
volvió a la Jaula de Billar. Aburto se rió mientras le pasaba cervezas a unos
chicos y recibía el dinero.- Estaba a kilómetros de su zona de confort.
-
¿Qué tal cuando preguntaste cuántos puntos valían diez yardas en ese Súper
Tazón el primer año que pasaste con nosotros?- Los dos se rieron.
-
Mario pasó el juego entero explicándome cada detalle e historia del deporte,
hasta se perdió las anotaciones. Para cuando acabó su magna conferencia también
terminó el juego.- Podía verlo aún. Todas las noches en sus sueños, pero
también sentía su presencia en el día. Más que una presencia era un vacío. El vacío
se estaba llenando de Patrick Schnapp. Mientras más hablaba de su tío, más lo
veía a él. Más veía al mecánico de nueve dedos que tanto le había quitado en su
vida. Únicamente su muerte dejaría virgen a ese vacío otra vez. Si es que algo
podía ser virgen de nuevo. Recordó lo que le había dicho hacía años en ese
estacionamiento, sobre aquella película “La cicatriz”, la mujer que sabía como
falsas todas esas cosas que los civiles creían como ciertas. Lo mucho que
quería olvidar. Ella no podría olvidarlo, se daba cuenta ahora. No podría
olvidar, pero podía dejar esa vida, dejar el juego que tanto le había costado
ya.
-
Aburto.- Le chifló un cliente que entraba. Le conocía, era el gemelo del sujeto
de la suástica en el cuello que entraba tras él. Querían hablar con él en su
oficina. Jesús parecía contento de verlos y la dejó a cargo.
-
¿Necesita algo?- El nuevo cobrador era un negro enorme llamado Jack. D.D. le
echó una mirada sucia. No lo odiaba porque no lo conocía, pero no le gustaba
que las cosas siguieran su marcha, pues ella no seguía avanzando. No podría
hasta que Snap estuviera muerto.- Si quiere puedo quedarme en la barra.
-
He manejado borrachos más tiempo que tú Jack, creo que sobreviviré. Ve a ver si
Jesús quiere algo.
-
¿Y tener que hablar con ese nazi loco?
-
Entonces encuentra la tumba de Indrid Cold.- Jack la dejó sin atreverse a decir
algo como respuesta. Sabía que llenaba zapatos grandes y Jesús le había
advertido de no meterse con su hija. Jack necesitaba el dinero, no las
complicaciones.
-
Voy a presionar a Grant por el dinero que debe, estaré por el teléfono si
necesita algo señorita Dillon.
-
Yo le llamo. Lo conozco de hace años. ¿Te dijo que su tía tiene cáncer y
necesita otra semana?
-
Ajá.
-
Su tía murió hace un año, siempre tiene a un pariente u otro muriendo de
cáncer. No debería preocuparme el tabaquismo, todo el cáncer ataca a su
familia.- Jack se rió y se fue.
D.D. no traía el celular de ese
mentiroso en su celular y revisó el celular que Jesús había dejado en la barra.
Lo amenazó con que le romperían los tobillos primero si no pagaba en dos días y
eso funcionó. Le dijo a Jack que lo visitara para suavizarlo un poco. Revisó
los otros números de llamadas realizadas y reconoció uno. No podía ubicarlo por
completo así que lo marcó desde el teléfono a un lado del refrigerador metálico
de Corona.
-
Snappie mecánica, ¿en qué puedo ayudar?
La sangre se le hizo como agua. El
corazón se congeló. Jesús Aburto había llamado a Snap. Él lo había contratado
para matar a Mario Aguilar, quizás para más cosas. Mecánicamente regresó el
celular a su lugar y se quedó tiesa como una piedra. La información entraba en
su cabeza como la lluvia de afuera. Primero unas cuantas gotas de recuerdos, en
el precinto, en el funeral y sus especulaciones sobre posibles deudores. Luego
recordó que lo había caracterizado como a un hermano. Le había dado autonomía a
ella. Mario se había vuelto suave con los deudores, era cuestión de aritmética.
Su vida y muerte se decidió en base a números. Era posible que los gemelos
tuvieran algo que ver, el nuevo negocio que Aburto estaba seguro que serviría
de pensión. Incluso su tumba era una broma de mal gusto, no había sido su amigo
y no había sido su hermano. Podría haberlo despedido, podía haber contratado a
otro para que le asistiera, aunque eso significaría que Jesús Aburto era capaz
de pensar en otra cosa que no fuera dinero.
Le haría lo mismo a ella tarde o
temprano. Nunca la dejaría libre a pesar de las promesas, era como todos esos
deudores patéticos con sus excusas de demora y sus suplicas de planes de pago.
Iría dando excusas hasta morir de viejo. Danielle supo que tenía que salirse
del juego, no solamente desearlo, no solamente planearlo, sino de hecho
hacerlo. Había estado cerca hacía cinco años. Tenía el reloj de oro aún en su
bolsillo como recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Estuvo cerca cuando casi
inicia el timo de cambio de divisas donde le exprimiría una buena cantidad para
desaparecer de la faz de la Tierra. No le importaba a dónde, se iría. No sin
antes matar a Snap. No sin antes robarle todo a su padre adoptivo. Todos y cada
uno de los dólares y centavos que tenía en esa bóveda. Nunca le diría la
combinación, pero sabía cómo conseguirla.
-
Tierra a Danielle.- Le dijo Jesús.- ¿Dónde está Jack?
-
Fue a hablar con Grant, él y su tubo de metal. No creo que te dé problemas.
- No es Mario, pero algo es algo.
-
Tenías razón sobre Naranja Mecánica.
-
¿De qué hablas?- D.D. se salió de la barra y se sentó frente a él,
encendiéndose un cigarro y dejando que el viejo siguiera vendiendo a los
jugadores.
-
Dijiste una vez que era una comedia y en cierto sentido es cierto. Una muy
violenta. Se llama Naranja Mecánica porque es ridículo que un organismo, que
crece como… pues como un organismo, se convierta en una máquina. Las máquinas
no crecen, le añades cosas, partes y demás. Quieren que Alex, un ser humano, un
organismo, se haga un robot. La naranja es un organismo, y es tan ridículo
esperar una máquina que se convierta en un robot, como esperar que Alex se
convierta en un robot. Además de contraproducente. ¿Quieres ver otra de
Kubrick?
-
No, el Resplandor me dio un mal viaje. La vi de nuevo sobrio y no entendí si es
un fantasma o viaja en el tiempo, por la foto del final.
-
Es un fantasma que viaja en el tiempo. Para nada confuso.
-
No, para nada.- Bromeó él.
-
¿2001 Odisea en el espacio?
-
¿Cuál es?, ¿es la de los monos y el monolito? Suena aburrida.
-
Es aburrida si estás sobrio, pero tiene luces brillantes y bebés cósmicos.
Tarda para siempre, pero mi explicación tardará lo mismo que la película.
-
¿Dónde aprendes todo eso?
-
En línea.
-
No quieres saber lo que yo aprendo en línea… Ja, como Mario cuando descubriste
su colección de porno. Te evadió por semanas. Tenías 23 años, aún así, la
sobrinita.- Ella sonrió, él era la marca y ella ya no era timadora, no era una
estafa, era una cacería. Era la película del Juego más peligroso, el sujeto con
la isla privada que caza humanos. Lo cazaría a él como apetitivo para cazar a
Snap.
Se quedó a un lado de su padre
adoptivo aunque sus instintos le decían que le cortara el cuello. No podía
hacerlo, por Nathan y por Mario. Se la jugó suave, se la jugó Bogart en el
halcón maltés. Siempre un paso adelante y fingiendo no saber nada. Le ayudó a
cerrar, pero dejó la puerta de enfrente destrabada. Le acompañó a su cuarto y
él se tragó la pastilla mientras iniciaba la película. Habló de la importancia
de la película mientras diluía otra pastilla en el agua de Jamaica que le
gustaba tomar para orinar la toxina rápido.
-
¿Le gustó a Mario?
-
¿Tú qué crees?
-
Buen punto.- Se acomodó en la cama, ella le pasó el agua de Jamaica y se sentó
en el suelo a su lado.- Por cierto, cuando quieras empezar a planear el timo
del cambio de divisas me dices, hay que ir escogiendo las oficinas en renta y
las marcas. No te preocupes por el dinero.
-
Mañana empiezo.
Mañana terminaría sus asuntos en
Malkin. No le importaba a dónde iría después, siempre que fuera lejos y pudiera
empezar de cero. Sería mesera o secretaria, pero tendría su propia vida, libre
por primera vez. La droga empezó a hacer efecto, llevándolo a especular sobre
monos que atacan naves espaciales. Ella empezó a hablarle de las luces, sobre
cómo huelen y cómo saben. Mientras más Jamaica bebía, más empezaba a estar de
acuerdo. Le convenció que el foco en el techo le decía cosas y le creyó. Parado
sobre la cama habló con el foco, interpretando cosas sin sentido de la
película. Danielle le dijo que las voces venían de la bóveda y Jesús se cayó de
la cama tratando de llegar hasta ella. D.D. le habló de las luces, estaban
escondidas ahí, eran hadas. Abrió la bóveda y después empezó a lamer el
televisor. Ella se robó todo el dinero en un maletín que había en la bóveda. El
maletín casi no cerraba y era bastante grande. Tenía los títulos de propiedad del
billar y de los autos. Los tiró porque después de ese día no los necesitaría.
-
¡Están allá afuera! Las luces.- Le prendió la linterna del celular y lo hizo
perseguirla mientras el celular reproducía canciones de Led Zepellin. Lo llevó
hasta la puerta donde encontró más luces.
D.D. salió del billar cargando con
el dinero robado y caminó al acceso de la parte trasera donde estaban los
autos. Puso el dinero en el maletero y manejó hasta la calle. Jesús Aburto
perseguía las luces delanteras de los autos. Los conductores le sonaban la
bocina, alimentando su delirio y lo esquivaban por poco. Un camión de carga no
tuvo tiempo de reaccionar y lo aplastó en colisión directa, arrastrándolo
varios metros hasta dejar una pulposa carnosidad de lo que antes había sido
Jesús Aburto. Los autos se detuvieron y el camión también. No le levantarían
cargos, no tras revisar su sangre y tomar sus declaraciones. Todos lo vieron
drogado por completo persiguiendo autos. D.D. se fue antes que llegaran las
patrullas. Tenía un último asunto antes de usar el dinero para escapar de
Malkin y establecerse lejos de allí. Iría a matar a Patrick Schnapp, alias
Snap.
6.-
5 años después: Ian Madison
Ian pensó que saldría de Blackbird
en una bolsa negra, pero el día había llegado. El último año había sido el más
difícil, había tratado de ser un fantasma y con forme se acercaba la fecha de
su libertad la nación aria le hacía más difícil la situación. No querían que se
fuera, querían orillarlo a matar y venderlo a los guardias para que añadieran
años a su pena. Dejó atrás el hedor inmundo y la estruendosa cacofonía cuando
los guardias le llevaron hasta la puerta de salida de prisioneros. Tendría que
bañarse una docena de veces para quitarse la peste a prisión. A primera hora de
la mañana era hombre libre y respiró el aire de la carretera. No le importaba
el olor a gasolina, era mejor que estar adentro.
Siguiendo las instrucciones del
guardia caminó hacia la parada de autobuses, pero un auto le siguió y tocó el
claxon. Pensó en Joanie, pero era el detective Chandler. Dudaba que su
ex-esposa supiera la fecha de su liberación y dudaba que le importara. Siguió
caminando, no tenía ganas de hablar con el detective. La última vez que le
había visto, hacía años, no había sido una visita placentera. Le había dejado
obsesionado con encontrar a quien le hubiera dado el pitazo a la policía. Había
sido Phil, sin duda, un plan para quedarse con Joan. Ella pudo haberle
mencionado que ya no le estaría vendiendo objetos robados. No quería pensar en
lo que haría si lo veía. Se había reprimido por mucho tiempo, el temperamento
de su padre puesto a prueba. No sabía el rottweiler que cargaba adentro había
sido encadenado de nuevo, o si simplemente esperaba su momento.
-
¿Realmente vas a caminar medio kilómetro, cabeza cuadrada?
-
Esa es la idea, oficial.
-
Vamos, sube de una vez irlandés necio. Te dejo donde quieras.- Ian mantuvo la
calma y entró a su auto.- Linda tinta. ¿Adónde?
-
A mi casa. O lo que era mi casa, quiero ver a mi… quiero ver a Joan.
-
Hablé con el alcaide Smith sobre ti, me dijo que cambiaste cuando tu abogado
consiguió que te rebajaran los años.
-
¿Y qué con eso?
-
Quería ver por mí mismo si era una jugarreta o si era en serio.- Ian se levantó
la playera y le mostró la última herida, un cuchillo hecho con una pluma. Todo
su cuerpo tenía marcas de peleas y navajazos.
-
¿Suficientemente serio para usted? No regresaré a Blackbird, prefiero morir.
-
Bueno escucharlo.- Le pasó un cigarro y fumaron en silencio por un rato.
-
Tengo que preguntar, ¿la historia del anciano y el ataque de corazón…
-
Fue verdad, pero supongo que ya sufriste tu penitencia.
-
Dios, esperaba que fuera una broma pesada.- Ian miró la ciudad con asco. Era
otra prisión, una sin murallas ni celdas. No lo parecía, pero era otro Blackbird.-
Nunca quise provocar algo así. No soy un asesino. De haber sido yo quien robó
esa casa.
-
No te estoy grabando.- Ian se alzó de hombros y siguió fumando.- No siempre
logramos lo que queremos y a veces lastimamos gente sin saberlo. Incluso hasta
la muerte.
-
Ya no más, me voy de este lugar. No me importa tener trabajo de ex-convicto,
pero ya no soporto Malkin.
-
¿No tiene nada que ver el que la nación aria quiera matarte?
-
Es un incentivo, pero no es por eso. Te terminas convirtiendo en lo que odias.
No quiero ver al viejo Madison cuando me mire en el espejo.
-
Blackbird te hizo sabio.
-
No, me abrió los ojos nada más. La pregunta es, si la ciudad dejará que me
vaya.
-
Espero que no te ofendas, pero mientras más rápido te vayas, mejor me sentiré.
No es que me caigas mal y no es que no te confíe. No confío en tu temperamento.
Uno es lo que es, ¿no es cierto?
-
Tanta misericordia en una sola persona, ¿cuál es su secreto, detective?
-
Fibra.
-
Hay otra cosa… Cuando me visitó en ese infierno, dijo que les habían dado el
pitazo. ¿Quién fue?
-
¿Te lo creíste?- Chandler trató de contener la risa pero no pudo.- Estaba
metiéndome en tu mente, eso es todo. Un dedo medio a tu mente. Quería que
sufrieras.
Ian no estaba seguro de creerle.
Habían llegado muchas patrullas al mismo tiempo, tanto de uniformados como
detectives de civil. Además Chandler lo conocía. Sabía que mataría a quien le
hubiera enviado a ese lugar sin dudárselo ni un segundo. No lo aprendería de
él, pero lo aprendería de alguien, de eso estaba seguro. Madison lo fue guiando
hasta su casa y lo dejó en el frente. Todo había cambiado, el pasto era más
verde, había un rosal y estaba pintada de verde y blanco. No era lo único
diferente, el nombre en el buzón no era Madison o Sellers, como el apellido de
soltera de Joan. Tocó el timbre varias veces hasta que un ama de casa abrió la
puerta y le miró con suspicacia.
-
Buenos días, mi nombre es Ian Madison. Vivía aquí, mi esposa se quedó con la
casa tras el divorcio y me preguntaba si sabía dónde estaría residiendo ahora.-
Le mostró su licencia de conducir para que viera que no estaba mintiendo.- El
nombre de soltera de mi esposa es Sellers.
-
No me acuerdo bien de la dueña, creo que no… ¿Una mujer negra de tez ligera con
pelo largo y enchinado?- Ian asintió.- Sí, J.S., está con el correo cada
semana.
-
¿A qué se refiere?- Sacó las cartas en su buzón y le pasó una hoja púrpura del
“Ministerio de los ángeles y los tronos”. Tenía la dirección en la parte de
abajo y el nombre del pastor Elías Burrell. En una esquina estaban las
iniciales “J.S.”.
-
Muy cambiada ahora a cuando le vendió la casa a mi hermano. Es una secta o
culto, a todos nos llegan esos volantes. Traté de decirle que dejara de
ponerlos en mi buzón, es basura, pero no me hace caso. No le hace caso a nadie.
Si me pregunta a mí, creo que está loca.
-
Pero nadie le preguntó eso, ¿o sí?- Se reprimió por haberle hablado de esa
forma y se despidió parcamente. No le gustaba el divorcio y no le gustaba la
manera en que esa mujer hablaba sobre Joanie.
La dirección no quedaba lejos y
caminó hasta una dilapidada tienda de autoservicio que había sido adaptada para
parecer un ministerio cristiano. Las ventanas estaban tapadas con hojas de la
Biblia pegadas al vidrio y tenía un crucifijo de neón a un lado de la puerta,
encerrado en una jaula de acero para que los vagos no se la robaran. Miró al
techo, la conexión de luz era robada hacia el poste. Nada de ello le gustaba.
Entró y se dio cuenta que no era una iglesia en lo más mínimo. Había
colchonetas por el suelo formando un círculo y podía ver que detrás de unas
láminas de aluminio estaban las habitaciones separadas por género. La gente
reunida, en su mayoría revisando cajas del ejército de salvación en busca de
comida enlatada y ropa, vestían todos camisas blancas y zapatos blancos. Le
ofrecieron trípticos con información de la verdad del evangelio, pero Ian no
estaba interesado. Se contuvo de golpear a uno de ellos en la garganta para que
dejara de hablar de lo asombrosas que eran las comuniones del reverendo Burrell.
Llamó el nombre de su esposa y Joan apareció de la trastienda donde había
estado lavando ropa. Los demás lo dejaron en paz. Joanie era una persona muy
diferente. Estaba demacrada, se le veía ansiosa y malnutrida.
-
El pastor no se encuentra en este momento, pero si quiere participar en nuestro
estudio bíblico…
-
Joan, soy yo. Ian, Ian Madison.- Le interrumpió. Le mostró el anillo de casado
y ella le reconoció. La abrazó con fuerza temiendo que se le rompiera en
pedazos.- Amor, ¿estás bien?
-
Claro que sí, ¿porqué no lo estaría?
-
¿Podemos salir? La iluminación me va a enfermar.- No había luz natural, todos
eran luces amarillentas y lámparas con móviles de estrellas que brillaban a
gran intensidad.
-
No sabía que estabas fuera, ¿cómo lo hiciste?
-
Me dejaron salir antes para tapar algunos problemas técnicos durante mi
arresto. Joan, ¿qué haces aquí?, ¿qué te pasó?- La acompañó a sentarse en la
acera y ella le abrazó sobre el hombro.- No te ves bien Joanie.
-
Me despidieron, poco después que Phil me dejara. No iba a funcionar de todas
maneras. Te extrañaba demasiado. Vendí la casa y me mudé, pero no volví a
conseguir trabajo. Pasé dos años como mesera durmiendo en la terminal de
autobuses hasta que el pastor Burrell me encontró y me invitó a su comunidad.-
Ian se encendió un cigarro y se la imaginó durmiendo en una banca de la
terminal, muerta de frío, de calor o de miedo.- Ya me voy recuperando.
-
Pero la llave, amor, te dije que usaras la llave si necesitabas el dinero.
-
La usé, pero ya no quedaba nada. Estaba tu baúl y estaba vacío.- Ian se puso
rojo de furia. Podía llenar los vacíos en blanco. Phil Hickman. Quedarse con
Joan por el dinero y luego dejarla para que se pudriera. Fumó para calmarse y
Joanie le besó la mejilla enrojecida.- Estoy mejor, son buenos conmigo y ya que
saliste puedes venir a vivir conmigo. Tienes que estudiar las Escrituras con
nosotros, ¿sabías que hay cientos de referencias a Ovnis en la Biblia? El
pastor lo explica mejor que yo, pero está desde el Génesis hasta Revelaciones,
la guerra entre dos especies alienígenas.
-
Joan…- Dijo Ian, tratando de no sonar frustrado, aunque lo estaba.
-
No amor, en serio. Jesús es de los grises, nos quieren ayudar y te pueden
ayudar.
-
Joanie, Dios mío… ¿Qué fue de Phil?
-
Sigue trabajando en el Emporio de tapetes y pieles. Al menos eso creo.
-
Pensaba que nos fuéramos de Malkin, la ciudad solo nos trajo problemas amor.
-
Pero, pero…
-
Iríamos a dónde tú quisieras.
-
Tendría que pensarlo.- Sonó una campana dentro del edificio y ella se puso de
pie.- Hora de las oraciones, ¿me acompañas?
-
Tengo que ver a un amigo antes. Piénsalo Joan, en serio piénsalo. Adónde
quieras ir nos iremos. No te preocupes por nada.
Se quedó sentado fumándose el
cigarro después que ella entrara. Su esposa estaba en un culto, la habían
reclutado cuando tenía hambre y miseria. Al menos sabría dónde encontrar al
bastardo que la dejó sin sus ahorros. Caminó por varias cuadras hasta dar con
una de los pocos teléfonos públicos que quedaban en la ciudad que aún tenía las
páginas amarillas. Buscó la tienda de tapetes, llamó y tomó varios autobuses
para llegar hasta ahí. Comió en la acera de enfrente de la avenida, pensando en
lo que podía hacer y lo que quería hacer. Lo que quería hacer era torturar a
Phil Hickman hasta la muerte. Fantaseaba con los métodos, pero no tenía dónde
hacerlo. Se reprimió para dejar de pensar de esa forma, es lo que su viejo
habría hecho. Es lo que lo dejó en prisión. Lo que lo dejó en el infierno sobre
la Tierra llamado Blackbird. No, tenía que ser razonable, tenía que hablar con
él y obligarle a darle el dinero. Lo más sabio era esperar hasta la noche,
quizás sorprenderlo en el estacionamiento o seguirlo hasta su casa o
departamento. Ian, sin embargo, no tenía tanta paciencia.
Terminó de comer, cruzó la calle y
entró al Emporio de tapetes y pieles, un edificio de dos pisos con varios
vendedores. Phil tenía su fotografía enmarcada, segundo mes como mejor
empleado. Caminó entre las montañas de tapetes y los clientes. Encontró a
Hickman saliendo del edificio por una salida lateral. Se fijó la hora, debía
ser un horario de comida. Ian salió por la misma puerta hacia el
estacionamiento. Pateó a Phil en una rodilla y aplastó su cabeza contra el
frente de su auto compacto. Hickman se asustó y al voltear y mirarlo casi grita
de miedo. Ian no le dio la oportunidad de pedir ayuda. Lo golpeó una y otra vez
hasta que le hizo escupir dientes y sangre. Lo pateó en el piso, la ira
rebasándole y cegándolo. Lo fue llevando a patadas hasta la pared entre dos
autos y se contuvo de romperle el cuello. Le necesitaba con vida.
-
Hijo de perra.- Lo levantó del cuello y le soltó un rodillazo en la
entrepierna.- ¡Joan, hijo de perra! Le robaste todo a ella, me robaste a mí. Me
delataste, ¿verdad? Seguramente pensaste que moriría adentro pero soy tu peor
pesadilla.
-
Ian…- Lo dejó tirarse al suelo, donde vomitó el desayuno mezclado con sangre.-
No sé de qué estás hablando, ¿por qué te delataría? Éramos un buen equipo.
-
No me mientas de nuevo o te arranco la manzana de Adán y dejo que te desangre
aquí mismo.
-
Dios no… No quise hacerlo, pero estaba obligado. Me iba a casar con Joan.
-
¡La dejaste con nada!
-
Me timaron Ian, una perra que iba a destrozar lo que tenía con Joan. Dijo que
el bebé era mío, quería dinero para mantener la boca callada. No tenía nada,
así que yo….- Ian se agachó en cuclillas y lo miró a los ojos. Estaba aterrado,
pero estaba diciendo la verdad. Al menos en esto.- D.D., dijo que su nombre era
D.D., y Joan me había dicho de la llave. Maldita sea, pensé que si algo
calificaba como emergencia eso era. La perdí de todas formas.
-
Sobrevivió de mesera durmiendo en una terminal de camiones maldito bastardo, no
me digas que te importó. No me mientas y me digas que te importó.
-
No lo sabía, lo juro. No quiso saber más de mí. Me enteré que vendió su casa,
le pregunté si quería quedarse conmigo hasta que consiguiera algo mejor. No
tengo mucho, pero… No quiso, dijo que se quedaba con un amigo. Le creí Ian, lo
juro. Te devolvería el dinero si lo tuviera, pero no lo tengo. ¿Ves mi auto?,
¿viste donde trabajo? No tengo esa clase de dinero.
-
D.D., ¿quién es?
-
Cosa de una noche. Meses después me rastrea para decirme que el bebé es mío,
probablemente tenía a otros en el mismo juego. Tiene un tatuaje del Ying Yang
en el antebrazo, a la altura de la muñeca derecha. Tiene nariz de tucán,
enorme. Ojos hundidos y grandes, es castaña… La busqué cuando puse una hipoteca
en mi casa. La perdí porque este salario no me alcanza. Nunca la encontré, y
busqué mucho.- Trató de pararse, pero el dolor lo dejó en el suelo otra vez.-
Casi me matas.
-
No, sabrás cuando quiera matarte.- Ian le extendió un cigarro y se lo encendió.
Phil fumó y tosió.
-
Dios te pusiste a hacer ejercicio en Blackbird. Me arrancaste…
-
Concéntrate.- Le amenazó Ian.
-
D.D., es el único nombre que me dio. Si es que su nombre. Podría haber mentido
sobre eso también. Cuando te arrestaron me cambió la vida, dejé todo atrás.
Dejé de mover cosas calientes. Este trabajo es lo mejor que pude conseguir.-
Fumó pensativamente y negó con la cabeza.- No sabía de Joan, en serio. Me dijo
que todo estaba bien. Ya la conoces, es dura, una peleadora. No pensé que
terminara así… ¿Cómo está?
-
En una secta de locos de Ovni’s. Se le ve mal, pero dice que va mejorando, que
estaba peor.
-
Esta mujer, D.D., ¿cuántos años tiene?
-
No, sé fue cosa de una noche. Tiene nuestra edad más o menos. Baja estatura. La
perra me estafó Ian.- Se levantó con ayuda de Madison y sacó su cartera. Le
entregó todo los billetes que tenía.- Si tuviera más te daría más.
-
¿Te acuerdas de Mark Chandler? El detective que me arrestó la vez pasada.
-
¿Sonrisas?
-
El mismo bastardo. Me visita en prisión, me dice un par de cosas, pregunta
sobre un caso que tiene y me dice que alguien me delató.
-
¿Y quién lo hizo?
-
No me dijo, quería que me doliera más estar ahí. Me esperaba fuera hoy. Me
trajo a casa. Dijo que mentía, que nadie me había entregado y todo había sido
trabajo policial. No le creo. Y no te creo.
-
Dios Ian, no, tienes que creerme.- No sabía si decía la verdad o si le estaba
mintiendo. Ian no le hizo nada, no quería volver a golpearlo. No quería volver
a convertirse en esa bestia de furia ciega. No quería ser el viejo Madison
buscando venganza. Quería dinero, quería a Joan, quería salir de Malkin. Ya
encontraría la verdad antes de irse, y entonces habría un infierno por pagar.
-
Nos estaremos viendo, empleado del mes.
Mientras el autobús lo empujaba de
un lado a otro se miró los ensangrentados nudillos. Tenía callos en ellos. Los
había usado demasiado en su vida. Demasiado en los últimos años. Podría haberlo
matado y no quería hacer eso, a menos que descubriera que le mentía sobre el
pequeño detalle de mandarlo a un literal infierno. Usando el dinero de Phil, el
único dinero que tenía, se hospedó en un hotelucho de bungalows para pasar el
tiempo. Pensaba ir al Bongo para ponerse al día en los detalles del submundo
criminal, quizás encontraría a la estafadora. Se habría gastado el dinero, pero
tendría más dinero. Le robaría, aunque la idea no le gustaba. No tenía
problemas con robarle todo lo que tuviera, no, el problema es que querría
matarla. Era una línea que nunca había cruzado. La dejaría echa una pulpa, peor
que a Phil y probablemente la mataría. No quería admitir la bestia en su
interior, la quería mantener enterrada como había hecho en su último año.
Enterrada como un carbón ardiente calentándolo día y noche. Era una olla de
presión, pero con algo de suerte no estallaría de vuelta a prisión.
En la noche fue al Bongo en taxi. Conocía
bien al dueño, Bobby Bongo. Bobby le tenía estima porque era de los pocos que
no le llamaban Bobongo, ni siquiera a sus espaldas. Su padre le había hablado
del lugar, él mismo era regular ahí. Se emborrachaba hasta tarde hablando de
sus robos como si fueran grandes logros o requirieran destreza o cerebro. Bongo
era como Suiza, un lugar neutral independientemente de lo que pasara en el
mundo exterior. Un buen lugar para hacer contactos, de hecho había conocido a
Kyle Burke ahí, como también a Phil Hickman. El lugar no había cambiado en
todos esos años, probablemente no había cambiado desde que iba por su papá para
llevarlo a casa y llevarse una golpiza por escuchar a su madre.
-
Bobby, muchos años hermano.- El bartender le extendió una cerveza.
-
Por cuenta de la casa. Escuché que estabas en Blackbird.
-
Lo estuve.- Le mostró el tatuaje del dragó en el cuello.- Bobby silbó
sorprendido.
-
Y aún en una pieza. Tú te ves igual Bobby, ¿soportando a estos borrachos?
-
Soportando que me digan Bobongo cada que quieran.
-
Estoy buscando a una estafadora, pensé que sería un buen lugar para empezar.
-
Ja, describes a casi todas mis clientas.
Ian pasó casi toda la noche ahí,
hablando con todos los que le conocían, los que conocían a su padre y aquellos
que pensaban estaba interesado en estafar a alguien. No había señales de la
mujer que Hickman había descrito. Era posible que fuera mentira, pero en su
experiencia esos detalles no eran los de una mentira pensada al vapor después
de una golpiza. Se trataba de una aguja en un pajar y lo sabía. No quería estar
en el juego, pero no actuaba como si quisiera salirse. Era una última cosa que
necesitaba, algo de capital para escapar con Joan. No quería mucho dinero, sólo
lo suficiente para empezar de cero en lo que buscaban trabajos. Estaba por irse
cuando escuchó una voz que le heló hasta la sangre.
-
Ian el-fantasma Madison.- Clay Thomas acompañado de su hermano gemelo Mike
Thomas.- ¿Cuánto llevas fuera?
-
Un día.
-
Algo de licor y algo de mujeres, ¿no es cierto? Hice como trece líneas de coca
el día que salí.- Le dijo Clay, sentándose a su lado mientras su hermano jalaba
una silla para sentarse con ellos.- Vaya pesadilla Blackbird, ¿no?
-
Sí, veo que no te quitaste la suástica.
-
Estoy en esas. ¿Te quitarás el dragón?
-
Quizás.
-
La nación aria, qué bola de maniáticos.- Mike sirvió tres tragos de la botella
de whisky que Bobby Bongo le había regalado y bebieron. Ian no sabía qué
esperar, pero la prisión le había enseñado a esperar cualquier cosa. Si iba a
matarlo, no lo haría ahí. No lo haría en el Bongo y por nada del mundo saldría
con los Thomas.- Regresamos al negocio mi hermano y yo. ¿Te acuerdas de Roger
Fang?
-
Sí, se supone que financiaba la operación de Kyle Burke, o que puso el capital.
-
Era un apostador degenerado, está muerto. ¿Qué se le va a hacer? El dinero no
vino de él, de hecho Kyle era de familia texana con más dinero que sesos. No lo
quiso, así que Fang puso el dinero a través de un usurero mexicano, Jesús
Aburto. Lo fui a ver.
-
¿Con todo y esa tinta?
-
Es un hombre de negocios, no le interesa. Necesitamos gente de confianza y le
dije a Mike que tú eras de confianza. ¿Eres de confianza, no?
-
Salí temprano de milagro Clay, habría muerto allá adentro. Mondo o cualquier
otro fenómeno de circo me habría puesto en la morgue. No, yo estoy fuera.
-
Fuera, ¿de qué estás hablando Madison? Que no se te olvide que el que te salvó
la vida allá adentro fui yo. No me des la espalda.
-
Llevo un día y…
-
No digo que empieces ahora. Lo tenemos bien pensado, como tú lo tenías.
-
No, no, no. No me digas nada.- Había aprendido en prisión que escuchar detalles
podía dejarte muerto de modo que interrumpió a Clay, se puso de pie y se fue
del Bongo.
-
Lindo lugar.- Le dijo el detective Chandler cuando cruzó una cuadra. Era obvio
que vigilaba el Bongo.- Pura gente de calidad.
-
Sí, creo que su madre está allá adentro.
-
¿Clay Thomas cambió como tú?
-
No quiero hablar de eso.- Siguió caminando y pensó que se había librado, hasta
que el detective Chandler regresó en auto. Dobló una esquina antes de aceptar la
invitación. Si alguien del Bongo lo veía con él se podía considerar muerto.- No
quiero hablar de Clay Thomas o su hermano medio idiota Mike.
-
Los he estado vigilando, sobre todo desde que Clay salió. Hay algunos cuerpos
que podrían conectarse con los gemelos. Piénsalo dos veces si…
-
Les dije que no, no empujes Chandler. Es en serio, ha sido un día largo.
-
¿Adónde te llevo? Los Thomas seguirán ahí para cuando vuelva.- Le dijo del
hotelucho de bungalows y el detective aceleró.- ¿Cómo era Clay adentro?
-
Como el resto de nosotros, un animal más en una jungla violenta. Tuvimos que
hacer cosas bastante feas para la nación aria. Clay es feroz, es peor que Mike.
Creo que le gustó y no salió del personaje.- El detective se encendió un
cigarro y Madison le agarró la cajetilla.
-
Quédatela.
-
Todavía tiene la suástica, está lo suficientemente loco para estar haciendo
negocios con la nación aria aquí afuera… Cuando estás adentro tienes toda clase
de planes, lo que harás, a quiénes verás… El mundo afuera siguió girando
perfectamente bien sin ti, y lo seguirá haciendo cuando estés muerto. Muchos no
lo soportan, se dan cuenta que no tendrán buenos trabajos, si es que alguien
los emplea y regresan a lo mismo. Lo mismo, pero peor, porque aprendes toda
clase de cosas adentro. Antes no sabía pelear, ahora podría matarlo de dos
golpes detective.
-
¿Amenaza o promesa?
-
Sígueme empujando Chandler, eres el príncipe encantador.
-
Eso me han dicho.- Le llevó hasta el hotel y antes que se bajara le dijo.- Vete de Malkin Ian, antes que hagas algo
estúpido o algún estúpido te haga algo.
La cama estaba sucia y el cuarto era
un desastre, pero a comparación de su celda olía a pino. Tenía la privacidad de
ir al baño sin tener una audiencia. Se bañó por tercera vez, aún podía oler la
prisión. Se tiró en la cama cansado y pensó que caería rendido. En realidad se
quedó pensando. Chandler tenía razón, como el alcaide Smith había tenido razón,
eventualmente haría algo estúpido o alguien creería que podía con él. Mataría a
quien se le pusiera bravo. No sabía si podría contra Clay, pero algo le decía
que lo averiguaría forzosamente si no se iba de la ciudad y pronto. Clay podía
estar con la nación aria y, si bien al final ellos le dejaron ser, dentro de lo
que se puede considerar como una tregua en esa infernal zona de batalla, no
tenía buena sangre con ellos. No eran muchos en Malkin, pero poco importaba,
sólo se necesitaba una bala para matarlo. Encontrar a D.D., por otro lado, era
también una cosa estúpida. La idea de robarle hasta lo que tuviera clavado
contra el suelo no perdía su encanto, pero tardaría demasiado en encontrarla.
Se sintió culpable, sólo pensaba en sí mismo. Joan era quien necesitaba ayuda,
era ella la que tenía que irse de ese lavado de cerebro. La respuesta estaba,
extrañamente, en Phil Hickman. No sabía si le había reportado, probablemente
no, pero aún así verle de nuevo era un riesgo. Tenía que hacerlo.
Al día siguiente fue al Emporio de
tapetes y pieles para hablar con él. Tenía un cabestrillo para un brazo y un collarín.
Hickman se asustó al verlo, pero no brincaron las alarmas y no vio policías.
Parecía que no había reportado el ataque después de todo. Por un instante hasta
se había imaginado al detective Chandler y su sonrisa de maldito poniéndole las
esposas. Phil se apoyó contra una montaña de tapetes cuando Ian se acercó.
-
Phil… Creo que me pasé ayer contigo. Es mi carácter.
-
Pensaste que te había puesto en prisión y te robé los ahorros. Es entendible.-
Se le quedó viendo inquisitivamente, quería saber si tenía algo que temer.
-
Cálmate, vine a disculparme.
-
Oh, gracias a Dios. Busqué a D.D. ayer en el Bongo, pero no tuve suerte. Podría
pasar años buscarla y aún así bien podría estar muerta o en Miami.
-
Que es casi lo mismo.- Ian sonrió, hacía tiempo que no sonreía.
-
No le voy a perdonar habernos robado ese dinero, pero no la voy a encontrar y
me topé con un tipo de prisión que… No creo poder quedarme mucho tiempo aquí.-
Phil sacó la cartera y le dio nuevamente todos sus billetes.
-
Ésta vez traje más de mis ahorros. No es mucho, pero es algo.
-
Nos dará de comer por unos días. Lo que necesito es un trabajo, algo fuera de
Malkin. ¿Tiene sucursales, este lugar?
-
¿El Emporio? Sí, en Albuquerque, Nuevo México. Podría hablar con Jerry, es el
dueño de esta sucursal, podrías trabajar ahí. ¿Te vas con Joan?
-
Sí, los dos necesitamos empezar de cero. Me consigues el trabajo, todo está
perdonado.
-
Gracias Ian, sé que ayer me pudiste haber matado. No sin razón, pero te
contuviste. Lo agradezco. Te conseguiré el empleo, me llevo bien con Jerry.- Le
pasó su tarjeta de vendedor y apuntó su celular.- Día o noche, me hablas.
Tomó un taxi al Ministerio de los
ángeles y los tronos, llegó cuando sonaba la campana así que esperó. Se figuró
que sonaría varias veces al día. Un auto parecía observarle, le dio la vuelta a
la manzana y se estacionó a suficiente distancia como para que no supiera quién
era. Supuso que era el detective Chandler, era muy probable que esos muertos
que trataba de colgarle a Clay hubiera sido una fabricación. Le había mentido
sobre el asunto del trabajo policial, estaba seguro que alguien lo había tirado
a los perros. Probablemente Hickman, quizás el difunto Burke, aunque no veía
por qué. No le gustaba la atención del detective Chandler, había algo oculto
ahí. También podía ser alguno de los hermanos Thomas, pero lo dudó pues ellos
no sabrían dónde encontrar a Joan. Regresó el bullicio normal y se asomó por la
puerta para encontrar a su ex-esposa. Le aceptaron y le hablaron sobre los
grises y los reptilianos. Les daba lástima, tanta como ellos le miraban con
lástima a él. Eventualmente Joanie dejó de lavar los uniformes de la secta y lo
saludó. Se sentaron afuera, las luces lo mareaban y le hacían recordar al foco
que nunca se apagaba de la celda del solitario, el tanque.
-
¿Viste a tu amigo ayer?
-
Sí, tuvimos una charla muy amena.- Le tomó de la mano y miró al auto. Parecía
vacío, pero no podía estar seguro. Seguramente seguía en estado paranoia como
había estado viviendo por cinco años.- Escuché que Nuevo México es la meca de
los Ovnis, ¿es cierto?
-
Oh, sí. Roswell fue un atentado reptiliano, está en las revelaciones.
-
Me puse a pensar sobre lo que dijiste sobre eso ayer… No sé, tiene mucho
sentido con forme más lo pienso. Y este amigo tiene trabajo para mí en
Albuquerque, Nuevo México. Vendiendo tapetes, nada grande. Pero es legal, es
honesto y he oído que puedes ver las estrellas en ese cielo nocturno. No como
aquí.
-
Suena bien, podemos empezar de cero. Entra conmigo, quiero que leas algunas
cosas. Pasar tiempo juntos, como antes.
Entraron y escuchó las locuras sobre
Ovnis en la Biblia, de extraterrestres creando al hombre y su destino en las
estrellas. Estaban convencidos y Madison dejó de prestarles atención luego de
veinte minutos. Quería estar con ella, eso era todo. Se dio cuenta que no
pensaba en aquella D.D., ni pensaba en Hickman y su traición, pensaba en ella.
Pensaba en los viejos tiempos que no fueron buenos tiempos pero la memoria los
decora con pátina de sepia y parecen los eternos veranos de las vacaciones
escolares. Ella seguía entrando y saliendo de la lucidez, como si algo dentro
de ella ya estuviera desgastado. Los dos estaban rotos, pero ella quería
empezar de cero, reconstruirse. Aquello le daba más esperanzas a Ian que todos
los discursos del alcaide Smith o las palabras del detective Chandler.
Se fue cuando volvió a ser momento
de las oraciones y trabajo comunal dentro del ministerio. El pastor Elías
Burrelll le distrajo con sus tonterías religiosas y su Joanie se fue a trabajar.
Se despidió de ella y del ministro para ir a comer algo. Doblando la cuadra se
encontró con un matón con ojo de vidrio nublado en el ojo izquierdo y una
automática escondida dentro de una chamarra. Le señaló con la cabeza para que
caminara hacia un callejón donde le soltó un par de golpes, sacó la pistola y
le derribó de un culatazo. Ian vio rojo, estaba por saltar del piso y forcejear
por el arma cuando el matón dio un paso hacia atrás y se guardó el arma.
-
Maldita sea no puedo hacerlo. Lo siento amigo, no es nada personal. ¿Ian
Madison, correcto?
-
Ajá, ¿y quién demonios eres tú?
-
Mario, mi jefe me dijo que te convenciera de hacerle caso a los hermanos
Thomas.
-
¿Trabajas para Clay?
-
¿El loco de la suástica? Dios no, pero mi jefe sí. Aburto fue muy específico,
si no aceptas tengo que matarte y no quiero hacer eso, ¿me entiendes? Estoy
cansado, simplemente no lo tengo en mí. Lo tuve, pero ya lo perdí. Te vi con
esa mujer, ¿es tu esposa?
-
Sí… Ex-esposa.
-
Me recordó a D.D., tiene la misma mirada triste, como que ha visto mucho y le
ha pasado más de una tragedia.- Todas las alarmas sonaron. Había salido a
buscar a D.D. para desecharlo como una búsqueda imposible. Ahora era como si
ella llegara hacia él. Sacó la cajetilla que le había dado Chandler, sacó dos
cigarros e invitó al enorme mexicano a sentarse con él.
-
¿Tiene el mismo pelo negro?- Preguntó inocentemente, mientras le encendía el
cigarro y se encendía el suyo.
-
¿Mi sobrina D.D.? No, es castaña. Danielle ni siquiera es mi sobrina, pero se
siente como si lo fuera. Detesta a su padre, que no es su padre, padre
adoptivo.
-
¿Ese sujeto Aburto?
-
Sí, pudo llamarse Aburto, pero permaneció como Dillon. Lo hizo para enojarlo,
lo mismo que el tatuaje. ¿Tú hacías enojar a tu padre?- Preguntó señalando el tatuaje.
-
No, al viejo le habría gustado este dragón. No lo había pensado hasta ahora,
pero sí, le habría gustado. ¿Qué se puso tu sobrina, un unicornio o algo así?
-
Una cosa rara, me trató de explicar quiénes eran Yin y Yan pero no entiendo de
eso. Ella tiene que hacer cosas también, igual que yo. Es una economía libre,
no un país libre. Eso lo aprendió mi viejo a la mala. Esos hermanos gemelos son
unos locos. Te habrían matado ellos mismos pero creo que te tienen miedo.- Fumó
con calma, desahogándose.- Aún así, dale a un cobarde una pistola y mata al más
valiente. Te conviene pensarlo dos veces.
-
Si decido aceptar la oferta, ¿dónde encuentro a tu jefe Aburto?
-
Pero…
-
No, tiene que ser él. Si ese sujeto me dice que los Thomas no me matarán le voy
a creer más que a Clay. Ese sujeto te miente sin pensarlo dos veces.
-
Jaula del billar.- Lo miró pensativamente y finalmente habló.- Thomas dijo que
estuviste en Blackbird, ¿mataste a alguien?
-
No afuera, pero sí adentro.
-
¿Te afectó?- Ian no podía mentirle. Mario el cobrador estaba cansado de la
violencia, tan cansado como lo estaba Ian. Lo único que movía a Ian a la
violencia era su temperamento, pero incluso eso se sentía pesado. Se sentía
como si cargara una mochila de ladrillos.
-
Sí, la verdad es que sí. Era necesario, pero no me gustó. Clay… A él le
gustaba.
-
Tienes que aceptar, no les diré de tu esposa pero si yo la pude encontrar… No
quiero imaginarme lo que pasaría… Tienes que aceptar. Y si no aceptas, si no
confías en mi jefe o en esos locos, vete por favor. Diré que te maté sin
querer, que te empujé demasiado. Simplemente desaparece.
-
¿Sabes qué Mario? Creo que eso haré.- Se dieron la mano y cada uno se fue por
su lado.
Danielle Dillon, ahora tenía su
nombre. Conocía el nombre del financiero de los Thomas, Aburo. Sabía dónde
encontrarle, Jaula de billar. Esa noche decidió hacer un recorrido por la zona,
inspeccionar los puntos débiles. Se figuró que si Joan no aceptaba irse al día
siguiente, robaría el billar y con ese dinero la convencería teniendo boleto de
avión y, según la cantidad que robara, el pago inicial de un departamento o al
menos unas noches en un hotel. Tenía la esperanza que eso la terminaría de
convencer. No tenía mucho tiempo más, dos días a lo máximo. De lo contrario
Clay iría tras Joan. Mario tenía razón, si él la había encontrado, ellos
también podrían y la mera idea de dejarla en manos de ese par de locos le daba
una punzada en el estómago. Se dio una buena idea del edificio y regresó a su
búngalo.
Soñó con compartir celda con el
viejo Madison. Su padre regañándole por ser débil, cometer el único pecado que
hay. Burlándose de lo inteligente que creía que era antes de ser arrestado. El
sueño terminó con él matando a su padre con un picahielo. Se despertó con los
golpes en la puerta y se levantó asustado. Pensó en Clay. No tenía un arma. Lo
único que se le ocurría era lanzarse sobre él y matarlo para huir directo por
Joan y tomar un autobús. Abrió la puerta y se topó con el detective Chandler.
-
Ponte pantalones y ven conmigo.
-
¿Adónde vamos?
-
Al restaurante frente al hotel, quiero comprarte desayuno.- Se vistió rápido y
lo siguió. Chandler no estaba sonriendo. Eso no podía ser bueno.
-
Dos días como hombre libre y me quiere arrestar detective, yo no creo que la
muerte del viejo sea agua bajo el puente.
-
Sólo entra conmigo y come algo.- Pidió un enorme desayuno, aprovechando que
Mark Chandler pagaba y durante el café se preparó para lo que fuera. El
detective abrió su portafolio y sacó una hoja dentro de una bolsa transparente
de evidencia.
-
Escúchame bien Chandler, porque sólo lo diré una vez y quiero que sepas que
estoy siendo absolutamente honesto contigo. Si me quieres endilgar un muertito
o una mala jugada voy a matarte, tomaré rehenes y dejaré que la policía me
dispare. No voy a regresar a prisión.
-
Esa noche en el Bongo realmente seguía a los Thomas. Están en mi radar, nada
concreto aún, pero no era sobre ti. No todo es sobre ti.- Respiró profundo y
buscó las palabras.- A la medianoche de ayer recibimos una llamada en el
Ministerio de los ángeles y los tronos. 18 personas se suicidaron con veneno,
incluyendo Joan Sellers.
-
¿Qué?
-
Lo siento Ian, sé que soy un bastardo contigo, pero en verdad lo siento.
-
Hijo de perra, qué nervio tienes, ¡sigues jugando conmigo!- Ian se puso de pie
y golpeó la mesa con todas sus fuerzas, tirando su taza de café al suelo.-
¡Deja a mi esposa fuera de esto! Lo siento por tu amigo pero esto es demasiado.
-
Ian, siéntate, estoy hablando en serio.- Buscó una foto entre sus cosas y se la
mostró. Entre los cuerpos se encontraba Joanie.- No sufrieron, eso es lo que
nos dijo el forense. Se quedaron dormidos. El dueño del lugar llamó a 911 para
avisar de una “ascensión” y dejó abierta la línea. La operadora los escuchó
quedarse dormidos. Él fue el último en morir.
-
Íbamos ir a Nuevo México juntos, empezar de cero… Me dijo que… No quería que me
sintiera mal, por eso lo dijo… Oh Dios mío, Joan.- Ian empezó a llorar y se
sentó cubriéndose la cara.- Mi Joan, nunca le hizo daño a nadie.
-
Todos escribieron una carta de despedida, más o menos la misma para todos.
Listos para la ascensión, cosas sobre alienígenas y demás… Cuando te dije que
alguien había dado el pitazo de dónde estarías, fue ella. Lo dice en la carta
de despedida. Avisó sobre tu operación de drogas, te esperaron fuera de esa
casa con la esperanza de agarrarte en dos delitos distintos pero ya no tenías
metanfetaminas. Dejó de cooperar cuando te vio arrestado. Ella dijo que te
ponías cada vez más violento, supongo que quería darte un susto pero cuando las
cosas escalaron se asustó.- Entendía por qué Chandler le había preguntado sobre
Kyle Burke en prisión, nadie debía saber sobre eso. Entendía por qué Joan se
sentía tan culpable que incluso le había mentido a Phil Hickman y se había
autoimpuesto el castigo de estar sin hogar.
-
Nuevo México…- Decía Ian, llorando y escondiendo el rostro. Chandler le mostró
la carta y la leyó sobre el plástico. Le habían lavado el cerebro por completo
pues lo único genuino era su profundo arrepentimiento por haberlo denunciado a
la policía.
-
¿Se iban a ir juntos?
-
Sí.
-
No es tarde para ti Madison. No es tarde aún. Piénsalo.
-
¿Cuándo puedo verla? Quiero verla.
Su cuerpo estaba en una mesa fría de
acero en compañía de las otras víctimas de la secta. Todos los familiares
lloraban. Ian podía sentir que la bestia en su interior se apoderaba. Hablaron
entre todos de hacer los funerales e Ian avisó a los familiares de Joan que aún
recordaba y a Phil Hickman. Todo le resultaba mecánico. Toda su mente estaba
dedicada a una sola persona. Danielle Dillon. Ella había sido la raíz. La
bestia en su interior rugía con violencia. Ella le había timado el dinero de
emergencias, por su culpa había perdido todo y caído en una espiral de culpa y
miseria. Gracias a D.D. fue reclutada en la secta. Gracias a ella estaba
muerta.
Phil le vio en el funeral, le dijo
que tenía el trabajo en Albuquerque e incluso le pasó más dinero para volar
hasta allá. Ian se lo agradeció, pero pensaba en otra cosa. Pensaba en la Jaula
del Billar. Pensaba en robar el lugar, matar a quien viviera ahí y, sobre todo,
matar a Danielle Dillon.
7.-
5 años después: Patrick Schnapp
Patrick Schnapp tenía sus sospechas,
pero no las decía en voz alta. El padre Morrow, durante una de sus pláticas
después de misa, le dio la noticia. Lo hizo de pasada, como si fuera un detalle
en una de sus muchas conversaciones con otros feligreses. Angie ya no veía al
enfermero con quien se había estado viendo por año y medio. Patrick se había
preocupado cuando la relación había empezado, sin embargo el padre Morrow le
convenció que quizás era para lo mejor, aunque consideraba que seguía casada
con él. Ahora le había dicho que la relación había terminado y Angie había
preguntado por él. Snap lo supo entonces, el padre jugaba a Cupido y tanto él
como su esposa se mandaban mensajes por medio de él. El padre Morrow sólo lo
mencionó porque el hermano del enfermero tenía una pequeña liga de basketball
para adolescentes. Siguió hablando del juego que sus muchachos tendrían en una
semana, pero Snap estaba demasiado emocionado para fingir que prestaba
atención.
-
¿Y qué dijo ella?
-
¿Quién?
-
Angie, ¿qué dijo ella?
-
Ah, Angie, pues no hablé con ella, sino con el hermano de Jake. Algo le dijo
sobre la posibilidad de buscar tu taller mecánico.
-
Snappie.
-
Snappie.- Repitió él, fingiendo que el nombre le pesaba y frustraba.- Eso es
todo lo que sé, honestamente.
-
Padre, por favor, las mentiras hacen llorar al niño Dios.- Morrow rió
ligeramente y le dio una palmada en la espalda. Patrick había estado bien,
ahora estaba radiante.- Habló con ella, ¿verdad?
-
El sello de la confesión es sagrado, sabes que no te lo puedo decir.
-
¿Entonces vino?
-
Sí, y no fue para confesarse así que te puedo decir.- Le guiñó el ojo y los dos
rieron un poco.- Preguntó por ti, mencionó que había terminado su relación con
Jake y quería que te lo mencionara. Por el amor de Dios, Patrick, no le digas
que te dije.
-
Para nada. Sabía que la vería de nuevo, para eso instalé las rampas en el
taller.- Snap se puso de pie y le dio una palmada al sacerdote.- Sanador de
almas es usted, padre. Tengo que irme, tengo mucho que hacer.
Se bañó y escogió la mejor colonia
que tenía para hablarle por teléfono. Estaba nervioso, pero estaba emocionado
también. Angie sonaba feliz y platicaron por más de una hora mientras Snap
fingía hacer el inventario. No podía concentrarse en las dos cosas a la vez.
Hacía muchos años que no hablaban y ahora les salía natural. Aún podía hacerla
reír, contó eso como una victoria. La invitó a un restaurante italiano que
conocía, nada demasiado extravagante, pero con clase. Tenía un par de autos que
necesitaban un cambio de aceites y silbó mientras trabajaba. La paga no era
buena, pero era suficiente. No se quejaba por el trabajo y no extrañaba su
anterior empleo como asesino a sueldo. Tenía pesadillas sobre Angie gritando de
dolor en la cama del hospital, pero no sobre sus víctimas. Ni siquiera sobre
las que rogaron por sus vidas o con quienes fue realmente duro y de sangre
fría. Eso le preocupaba y no se cansaba de reiterárselo al padre Morrow. Un
buen católico, después de todo, debería sufrir por sus pecados, sobre todo si
eran tan graves. No tenía el coraje para decirle al sacerdote que la Gracia de
Dios de la que tanto hablaba, el perdón del que, según él, era merecedor,
parecía eludirle aún. Si Dios escuchaba sus plegarias diarias, no le decía
nada. Sabía que se habría quejado de tener pesadillas sobre el japonés al que
le hizo masticar una botella, o al pobre diablo a quien le cortó la lengua para
después matar a su familia y dejarlo desangrarse. Había muchos, demasiados de
hecho. El reloj de oro era un recuerdo de esa vida, una especie de ancla que no
le dejaría olvidar el dolor que había causado. Aún así, con todo y reloj, con
todo y el mal sabor de boca de una vida violenta, temía que había perdido su
alma. Pedazo a pedazo, víctima por víctima. No se lo compartía al padre Morrow
en parte por vergüenza, no quería que le viera como una bestia sin alma, y en
parte porque se figuraba que la explicación teológica del padre no sería
suficiente. No, para esto necesitaba directamente a Dios. Si amanecía un día
con la culpa de tanta muerte y sufrimiento en su espalda la cargaría como una
cruz. Estaba, al menos por ahora, como un simple mecánico de nueve dedos
cambiando el aceite de un T-bird de los 80’s y reemplazando una pieza del
cinturón del abanico en el Ford Fiesta.
Angie aceptó y la noche siguiente
pasó a recogerla para llevarla al restaurante Olivia. Se sentaron en el balcón.
Angie se veía bien, como si el reloj se hubiera detenido o incluso retrasado.
Su rostro seguía siendo esbelto y alargado, pero estaba rozagante. Su cabello
pelirrojo más corto de un lado que del otro. Confinada a la silla de ruedas
había subido de peso y mantenía su brazo en un cabestrillo, a excepción para
comer, pues su codo nunca se curó del todo. Snap estaba un poco más regordete,
aunque trabajaba duro en el taller la vida de un hombre sobrio y de sesenta no
podía mantener la figura. Seguía siendo algo imponente, aunque no aquella noche
de risas e historias. Durante el postre Angie le acarició el muñón donde debía
ir su meñique derecho como solía hacer desde que se habían conocido hacía
muchísimos años y kilos menos.
-
Tengo que cuidar lo que como.- Dijo ella, dudosa de probar el mousse de
chocolate.- No puedo hacer mucho ejercicio.
-
Tienes razón, no le metas la cuchara.- Él metió su cuchara y se la acercó a su
boca. Angie aceptó de buena gana y con gran sonrisa.- No sé si el padre Morrow
te dijo que Snappie tiene rampas para sillas de rueda.
-
Dijo que las instalaste de inmediato. Es un poco chismoso ese padre. ¿Te dijo
que pregunté por ti?- Snap asintió con la cabeza, un tanto apenado.- Creo que
quiere que regresemos.
-
Bueno, los sacerdotes y el asunto del matrimonio…- Angie le besó los dedos de
la mano derecha y al llegar al meñique lamió donde debía ir.
-
¿Tienes espacio en Snappie?
-
Hice dos habitaciones para cuando te quieras mudar tengamos espacio.- Ella se
rió.
-
Snap, tú sabías que volveríamos.
-
No.
-
¿No?
-
Sí.
-
Eso pensé. Eres un caballero Snap, siempre fuiste mi caballero.- Ella señaló
los cigarros que Snap tenía en el bolsillo de su mejor camisa de seda y
sonrió.- Puedes fumar frente a mí, no me pasará nada.
-
Oh, gracias a Dios. No debería hacerlo, pero me dan ganas cuando me pongo
nervioso.- Se encendió un cigarro y acarició el rostro de Angie.
-
¿Cuánto llevas limpio?
-
5 años, ¿y tú?
-
Lo mismo. Ni siquiera pruebo alcohol. Mi nutrióloga me lo prohibió, pero si me
viera comer esta delicia de chocolate le daría un ataque al corazón. Y tú no
deberías fumar, pero lo te pongo nervioso. El gran Snap, nervioso por una mujer
en silla de ruedas.
-
El amor te puede poner nervioso.
-
Tienes que afrontarlo Patrick, soy una mala influencia sobre ti, siempre lo he
sido.
-
No digas tonterías Angie ángel. Nadie me obligó a hacer nada que yo no
quisiera. Debí detenerte, fue mi culpa.
-
Tú eres el que dice tonterías. Nunca supiste decirme que no. Probemos, quiero
quedarme en mi departamento.
-
No.
-
No quiero compartir cama contigo esta noche.
-
No.
-
No quiero que me beses.
-
Lo siento princesa, pero he crecido y sé decir que no.- Se estiró y se besaron.
Ansiaban ese beso y al mirarse al ojos Angie los tenía rojos, conteniendo
lágrimas.
-
Te falta un dedo, a mí la mitad del cuerpo. Creo que ambos estamos rotos Snap.
-
No digas tonterías. Estuve leyendo todos estos años sobre enfermería,
probablemente sé más que tu ex-novio Jake. Lo digo en serio, tengo una
colección debajo de mi escritorio. Y tú no estás rota, te ves como un millón de
dólares. No sé si fue dejar a ese enfermero o verme a mí.
-
Y te has vuelto coqueto con los años, señor Snap.- Se puso seria y miró la
silla de ruedas que sostenía las bolsas para los desechos. Estaba apenada y era
obvio. Snap le acarició la mano y la besó. No le importaba, nada de eso le
importaba.
-
Nunca te pregunté por el nombre de ese camello.
-
I. No sé su nombre, me lo refirió Patrice, ella murió hace tres años. ¿Por?
-
No, no es lo que crees. Me dio curiosidad, eso es todo.- Era mentira, lo había
pensado desde hacía años. Angie solía ser una excelente conductora, habría
podido evadir la furia de Dios si estaba en un auto. Las anfetas la habían
hecho lenta. La habían puesto en esa silla. Le habían quitado la mitad de su
cuerpo. Había pensado en matarlo si llegaba a encontrarlo, ¿qué era otro cuerpo
a la larga lista de víctimas.- A decir verdad, de serte honesta, si hubiera
sabido de él te lo habría dicho en el hospital. Te hubiera pedido que… Ya
sabes. Qué bueno que no sabía, que bueno que salimos de donde estábamos mi
amor. Que saliste de dónde estabas. ¿Ya no has…
-
¿Trabajado, trabajado? No, el taller deja algo de dinero, no es una fortuna
pero es algo… Bueno, la verdad apenas da para comer, pero no te preocupes
porque he estado ahorrando todos estos años y tendrás todo el cuidado que
mereces.
-
Coqueto y presuntuoso, ¿qué hubiera pasado si no te buscaba otra vez?
-
Habría esperado hasta la tumba.
-
Mentiroso, seguro que…
-
Hasta la tumba Angie ángel.
-
Te amo Snap, ¿lo sabes verdad? Necesitaba espacio, necesitaba tiempo pero…
Incluso con Jake sólo pensaba en ti.
-
Lo sé mi amor.
-
Entonces no ganas mucho con el taller.
-
Ya te dije, no tienes que preocuparte.
-
No es eso, es que pensaba… Quizás, no sé qué pienses, que podríamos mudarnos.
Tengo una prima en Blanchester Ohio. Tiene cuatro mil habitantes, es un pueblo
polvoriento, lo sé Snap, pero tienen un excelente hospital y seguramente
necesitan mecánicos.
-
¿Y dejar esta vibrante metrópolis llena de gratos recuerdos? Mi amor, claro que
sí.- Angie aplaudió de felicidad y se besaron. Le puso las manos alrededor del
cuello grueso y le besó otra vez, ésta vez con suavidad.- No sabes lo feliz que
me haces. Pensé que dirías que no, que…
-
Cuatro mil habitantes suena bien. Todo es caro en Malkin, podría vender el
taller y las partes. Podemos mudarnos cuando quieras. Un retiro para ambos.
Pondré otro taller ahí, “Angie Ángel”. Ya lo puedo ver mi amor, ahorraré para
contratar para cuando sea demasiado viejo para lo pesado. Te dedicaré más
tiempo, tú podrías llevar la administración. Será perfecto amor. Al demonio con
Malkin, es un purgatorio de los perdidos y los condenados. Merecemos una
segunda oportunidad.
Los medicamentos para el dolor del
hueso fracturado en el hombro hacían que Angie durmiera más tiempo. Snap estaba
acostumbrado a levantarse temprano y trabajar. Había llevado una vida espartana
por muchos años, se había acomodado en ella y fuera de la iglesia y las
actividades del padre Morrow, no tenía otra cosa que hacer. Le daría las noticias
al sacerdote en cuanto pudiera, quedaría feliz por los dos. Extrañaría sus
pláticas, pero conocía a Morrow, podían llamarse por teléfono y hablar sobre la
Gracia y los misterios de la Revelación.
-
¿Patrick Schnapp?- Snap miró al hombre de cabello chino encanecido y frente
arrugada. Señaló su auto y el hombre negó con la cabeza.- No, mi auto está
bien.
-
¿Quiere el T-bird? Me lo han pedido ya y le diré lo mismo que a los demás,
tendrá que preguntarle al dueño. No vendo autos.
-
No Snap, quiero contratarte para algo más productivo y entretenido que arreglar
un auto. Aunque admito que es buena pantalla.
-
No es pantalla amigo.- Se acercó con la pesada llave inglesa y la fue meneando
lentamente para que la viera. Lo último que necesitaba era un policía tratando
de arrinconarlo.
-
Mi nombre es Jesús Aburto, soy el dueño de Jaula de billar.
-
Sugiero que regrese ahí y no vuelva.
-
5 mil dólares para algo fácil, entrada por salida. Nada teatral, sé que puedo
confiar en un profesional como tú Snap.- Una patrulla pasó por la calle y Snap
se encendió un cigarro, sin soltar la herramienta pero sin parecer tan
amenazador.- Mi cobrador se ha hecho débil, Mario Aguilar. No te dará
problemas.
-
Aburto, vuelve a tu Jaula de billar antes que te arranque los dientes a golpes
y te obligue a tragártelos. No quisiera manchar el pavimento, lo lavé ayer.
-
Piénsalo y llámame.- Le extendió una tarjeta con un número de teléfono.
Snap guardó la tarjeta, pero no
consideró el asunto. Le vendría bien el dinero, pero no quería arriesgar lo que
tenía con Angie. Si creía que estaba de vuelta en el negocio lo dejaría y se
mudaría sola. Snap había recibido algo de sabiduría en su vejez y sabía tres
cosas de sí mismo metafísica certeza. Sabía que necesitaba a Angie más de lo que
ella lo necesitaba a él. Sabía que se iría al infierno irremediablemente. Y,
finalmente, sabía que el instinto asesino seguía en él y nunca se iría. Décadas
de violencia no desaparecían, se hundían en él como las arrugas se hunden en el
rostro alrededor de la sonrisa.
Trabajó otro par de horas y
recalentó el desayuno para su esposa. Juntos pusieron el anuncio de venta para
el taller mecánico. Ya había tenido tentadoras ofertas de potenciales clientes
y dejó que su esposa les llamara para saber si seguían interesados. Terminó con
el Fiesta, llamó al dueño quien fue por él poco después. Pensó en cómo sus
clientes lo veían. Parecía un hombre grande, con calvicie casi completa y un
dedo de menos, era ancho aunque no demasiado. Podía ser amenazador, aunque
nunca lo era con los clientes, ni siquiera con quienes se negaban a pagar o le
echaban la culpa de los problemas de su auto. Era otro rostro más en un mar de
rostros de la gran ciudad. Algunos incluso le decían Snappie, pero ninguno se
lo imaginaba arrancándole la cabeza a un camello con un hacha y disparando al
mismo tiempo. No se trataba que hubiera quedado tan en el pasado que no se
reflejara, la gente simplemente no lo notaba, pues como su reloj siempre le
recordaba, aquello había pasado y, como Jesús Aburto le recordaba, podía volver
a pasar otra vez.
Se enterró en su trabajo otra
vez, ya casi terminaba con el T-bird, quería lavarlo y encerarlo para su último
cliente. No escuchó que Angie había terminado de comer hasta que le llamó desde
la oficina. Movió la pila de libros de enfermería del suelo a un mueble y abrió
la nevera pequeña para sacarse un refresco.
-
Ya llamé a la lista que me diste y he estado revisando tus libros, tienes todo
un negocio. Creo que nos irá bien en Blanchester, las cosas son más baratas
allá.- Angie tenía el libro sobre el regazo y lo estudiaba con una pluma.- No
eres tan buen administrador como eres mecánico.
-
Tú serás el cerebro de la operación mi amor. ¿Cuándo sale el anuncio?
-
A partir de la tarde hasta una semana y en un rato vienen a poner el letrero de
“se vende”.
-
Hablaré con el dueño del T-bird…- Mike Thomas se estacionó fuera, podía verle
desde las ventanas de la oficina. Lo recordaba bien, a pesar de haber pasado
muchos años. Le había obligado a matar a Nathan Burke mientras Angie estaba
gritando de dolor y desmayándose por los medicamentos.
-
Tienes otro cliente potencial, ¿qué le vas a decir?
-
No es cliente, es un conocido de la iglesia. Le diré que no puedo aceptar su
auto.- Salió a la calle mientras Thomas fumaba un cigarro y miraba al T-bird.
-
¿Está a la venta?
-
No, yo tampoco. Estoy retirado.
-
Jesús Aburto vino a verte, pero conociendo al mexicano seguramente te ofreció
una bolsa de cacahuates por el trabajo.
-
Ya no te debo nada, creo que eso quedó claro hace años.
-
Lo que quedó claro es que podemos hacer negocios de nuevo. No soy de la clase
de gente que guarda rencores. Estamos a mano y creo que podría ayudarte a que
le des otra mano de pintura a este lugar.- No le dijo que se mudaría, ni
quisiera volteó a su oficina para que Thomas no viera a Angie.- Por curiosidad,
¿cuánto te ofreció?
-
5 mil para matar a un empleado suyo que algo tenía, no le presté atención.
-
Típico de él, tiene 10% de nuestras ganancias pero quiere baratear en lo
importante. Ven conmigo, será rápido.- Sabía que era inútil insistir, tendría
que negarse rotundamente, pero no quería hacerlo cerca de Angie. No quería
matar de nuevo, pero sabía que podía hacerlo. Sabía que no se sentiría
particularmente culpable. Se subió a su camioneta y dejó que acelerara mientras
le mandaba un texto a su esposa. “Potencial comprador. No creo tardar. Te
amo.”.- Te ves bien Snap, mejor que la última vez que te vi. ¿Dejaste los malos
hábitos?
-
Sí, reparo autos. Es aburrido, pero soy bueno en eso.
-
Me alegra oírlo. Quiero que conozcas a mi hermano Clay. No queda lejos, es
Avenida E. La conoces, ahí mataste a Kyle. Clay se encarga de la operación
ahora. Es cocinero también, veinte veces mejor que Kyle.
-
Felicidades por él.
-
No te vamos a pagar en eso. En lo particular no me caen bien los adictos, y no
hay nada peor que un adicto que cae de vuelta a su vicio. ¿Cuánto llevas?
-
Cinco años sobrio.
-
¿Sobrio por completo?
-
Por completo.
-
Dios, yo no aguantaría un mes sin emborracharme o al menos algo de hierba.
-
Concentré mis malos hábitos en uno.- Se encendió un cigarro y deseó haber
cargado con el revólver en cuanto se despertó. No tenía idea que el día se
pondría tan turbio tan rápido. Y el momento no podía ser peor, estaba Angie y
estaban vendiendo el lugar para alejarse de gente como Mike Thomas y su hermano
Clay.
-
Mira, salió no hace mucho de Blackbird. Lo extrañaba a morir.- Le mostró la
foto de su celular. Snap se puso nervioso, era la fotografía de Mike y no
entendía la broma.
-
Tu fotografía, te equivocaste.
-
Todos dicen lo mismo. Me encanta hacer eso. Somos gemelos idénticos. Lo
tatuaron en prisión pero no porque quisiera, en Blackbird tienes que pertenecer
a una pandilla u otra.- Siguieron en silencio por Avenida E hasta Nueva
Industrial. El edificio seguía igual, el hedor seguía igual. La cámara era más
moderna y en cuanto se pararon frente a la puerta sonó un zumbido que abrió la
pesada puerta de acero. Tenía cinco cerrojos y no sabía si podía violar la
mitad de ellos en una hora. Se calmó a sí mismo, tenía que verlos para decirles
que no y, de ser necesario, matarlos a ambos.
-
¿Es tu socio ahora?
-
Sí, Aburto es más un socio silencioso. 10%, ¿puedes creer eso?- Pasaron por un
enorme sembradío hidropónico de marihuana hasta una segunda puerta.- ¿Seguro
que no quieres un toque? No es problema, es de excelente calidad. Nací para
jardinero yo creo.
-
El lugar ha cambiado, tienen toda una buena operación.- La puerta se abrió y
Clay Thomas les llevó hasta el laboratorio donde cocinaba metanfetaminas.
-
Así que este es el viejo Snap.- Era idéntico a Mike, blanco pálido, de corta
estatura pero ancho de hombro, fino de labios y grandes orejas. Lo único que
les diferenciaba era el tatuaje de suástica.- ¿Te gusta, alemán?
-
No, no particularmente. Además, no soy tan viejo.
-
Me lo remuevo en un mes, detesto verlo en el espejo. Atrae demasiada atención
además. Es lo que no podemos tener, atención.- Clay abrió un gabinete y sacó un
fajo de billetes.- ¿Cuánto le ofreció Aburto?
-
5.- Respondió Mike.
-
Avaro hijo de perra. Aquí hay diez. Aburto no sabe de ellos, le cobras a él
también y te llevas quince. Nada mal, ¿no?
-
Ya no estoy en el negocio. Vine aquí por respeto, pero ya no estoy en el
negocio.- Ambos estaban armados, él no traía nada. Tenía más experiencia que
ellos y no sería la primera vez que mataría a dos personas armadas sin usar una
pistola.- Soy mejor mecánico de lo que fui asesino a sueldo. Tienen algo bueno,
seguro que pueden conseguirse a alguien más joven y más hambriento.
-
Ninguno de los dos quiere hacer esto Snap, en serio. Mario Aguilar es problema
de Aburto, pero la cuestión es que debía convencer a I de hacer algo y parece
que no lo quiso convencer. Aburto dice que ha estado débil así por un tiempo.
Lo quiere seis metros bajo tierra. El verdadero dinero está en convencer a I, o
matarlo, según sea el caso.- Snap prestó atención, era la misma operación que
la que había mantenido Kyle Burke, de modo que querían a los mismos camellos.
Podía conseguir a I. Mario Aguilar le valía pepino, quería conocer al bastardo
por cuya culpa su esposa quedó en silla de ruedas y adolorida por siempre. No
podía dejar de pensar en él cada vez que la ayudaba a limpiar las bolsas
plásticas de desechos y veía su vergüenza.
-
¿Qué tiene de interesante este I, quién es?
-
Un sujeto listo, pero un desgraciado ingrato que sobrevivió Blackbird porque yo
lo avalé y ahora quiere hacerse al santo. Lo arrestaron por robo, una pobre
mujer quedó en silla de ruedas cuando la policía lo perseguía. En parte por eso
sólo cumplió 5 de 15 años. Lo maravilloso es que si lo convences tendremos a
alguien motivado que sabe trabajar este negocio, si no, o si crees que no
pudiste, pues qué lástima. Se tiene que ir. Treinta por él. En total 45 mil.
-
Piensa la cantidad de llantas de refacción y esas basuras que podrías comprar.-
Dijo Mike. Clay le miró raro.- Tiene una refaccionaria, me estuvo diciendo lo
fuera que estaba del juego.
-
¿Quién es I?
-
Todo a su tiempo, mata a Aguilar y te doy su foto y nombre.- Le mostró una
fotografía de Mario Aguilar mientras Mike Thomas apuntaba la dirección del
cobrador. Snap miró la imagen, pero estaba pensando en otra cosa. Tenía una
oportunidad de vengar a Angie. La patrulla lo había estado persiguiendo. No
sabía si era ironía o coincidencia que la patrulla se estampara contra su
esposa, y la dejara prácticamente muerta de la cintura para abajo con once
clavos, sin control sobre esfínteres y un codo que jamás sanaría, perseguía al
mismo camello a quien le había comprado esa tarde.- ¿Qué dices Snap?
-
OK, llamaré a Aburto a decirle que acepto su oferta.- Memorizó la dirección y
destruyó el papel.- Quiero hacerlo con cuidado, quiero hacerlo bien.
-
Así se habla Snap.
Mike lo llevó de vuelta a su taller.
El instinto asesino no se había ido a ninguna parte. Una de las verdades más
ocultas que sabía sobre sí mismo. Quizás nunca se iría. Quizás nunca se
sentiría culpable. Se sentía culpable de no sentirse culpable, pues no dejaba
de ser un buen católico. No habló en todo el camino, pensando en lo que quería
hacer y lo que debía hacer. Había adquirido un revólver para protección casera
y tenía un pasamontañas para las nevadas de invierno. Si tenía cuidado podía
hacerlo. Angie nunca lo sabría y, cuando finalmente la muerte los separara y
Angie fuera al cielo y él al infierno, sabría que había hecho algo bien, por
más malo que fuera. Mike frenó y lo sacó de sus meditaciones. Había gente en
Snappie y Angie les daba el tour. Se despidió de Mike e intercambiaron números.
-
Y ahí está Patrick Schnapp.- Le señaló Angie.- Les estuve diciendo que la grúa
hidráulica, o como se llame lo que levanta los autos, viene con el lugar. Tú
sabes más de mecánica amor.
-
Yo les explico, por supuesto.
Vieron tres potenciales compradores
en la tarde. Angie estaba exhausta, la medicación le quitaba muchas energías.
Tenía que tomar pastillas para el dolor, para la ansiedad, la depresión y para
sus intestinos. Tomaba 28 pastillas al día y Snap pensó que, si podía, le daría
28 balazos al misterioso I. Cenó con ella, diciéndole que tenía un potencial comprador
en la iglesia del padre Morrow y quería verlo mañana en la mañana, aunque el
padre le esperaba esa noche. Mientras ella dormía revisó el revólver, lo
limpió, le puso grasa y lo cargó. No se lo llevó consigo, si decidía hacerlo no
lo haría esa noche. Lo haría por la mañana, pues lo último que necesitaba era
hacer un trabajo sin hacer la tarea, como había hecho con Kyle y Nathan Burke.
Al menos vería su casa o edificio, revisaría las cámaras y posibles alarmas.
Entró al confesionario del padre Morrow y suspiró cansado.
-
Perdóneme padre por lo que estoy por hacer.
-
¿Patrick? Podemos hablar en la cocina de…
-
No, aquí sería más apropiado. Es una confesión.
-
Dime hijo.
-
Creo que voy a matar a dos personas.
-
¿No estás seguro?
-
No, no quiero hacer al primero pero si no lo hago no puedo matar al que sí
quiero ver muerto.
-
No es tarde aún entonces. No tienes que hacerlo, sabes que has pasado cinco
años ejemplares. Piensa en el sacrificio que Jesús tuvo que hacer para que
pudiéramos ser perdonados por Dios cuando nos confesamos y arrepentimos.
-
Pero padre… Es I. El hombre que le vendía anfetaminas a Angie, la causa por la
que quedó como… Bueno, ya sabe cómo quedó. No podré saber su nombre hasta que
mate a Mario Aguilar. No lo conozco, ni siquiera sé si es mala persona.
-
Las personas no son malas, sus acciones son malas. Nadie merece morir
asesinado, ni siquiera este sujeto I que mencionas.
-
Lo perseguían a él cuando la patrulla chocó contra Angie… ¿Por qué ella y no
yo? Yo lo merezco, ¿dónde está la justicia de Dios?
-
La justicia de Dios es misericordiosa y nunca nos da más de lo que…
-
No controla sus esfínteres, pobre mujer tiene pañales y bolsas de plástico. La
cambio como a un bebé y eso la está matando, eso le da una vergüenza que… Que
es como si no se lo perdonase. Pero fueron sus drogas y fue él quien estaba
siendo perseguido. Él cavó su propia tumba padre.
-
¿Y crees que estarás satisfecho si lo matas?
-
Sí, es terrible decirlo, pero sí. No estaré tranquilo hasta que muera por mi
arma. La cambio, la baño, hasta tengo que cocinarle por culpa de ese codo que
nunca sanó. No puedo irme de Malkin hasta resolver eso.
-
Nunca estarás tranquilo hasta que lo perdones.
-
El mundo no funciona así.
-
Jesús perdonó a sus torturadores.
-
No soy Jesús.
-
Cristo no nos pide que seamos perfectos, nos pide que seamos razonablemente
buenos. Eso es todo. ¿Te has quitado el reloj?
-
No, lo tengo por culpa de I, no habría matado a Nathan Burke de no haber tenido
a mi mujer en el hospital. Habría terminado con Mike Thomas. Lo habría hecho
bien, su hermano jamás habría sabido que fui yo. Me dejé intimidar y maté a un
civil. Estaba por casarse y lo maté. Claro, me pagó para que matara a su
hermano, era Caín, pero aún así no estaba en el juego. No como Kyle, no como Mike
Thomas o su hermano Clay. Padre, es algo que tienes que hacer.
-
Dios te ha dado una segunda oportunidad con tu esposa, ¿la quieres arruinar tan
pronto?
-
Ella no lo sabrá. No le diga padre, se lo suplico.
-
No le diré nada, estará en tu conciencia.- Snap reprimió las lágrimas, le
gustaría tener la conciencia pesada pero no la tenía. Sabía que Nathan Burke no
necesitaba morir, que no es lo mismo a decir que se sentía particularmente
culpable de haberlo matado mientras rogaba por su vida. Morrow no lo sabía y no
se lo diría.
-
Rece, no por mí padre, porque sería en vano, rece por las almas de los que
pronto van a morir y rece por Angie.
-
Rezo por ti, siempre lo hago. Rezo por ti y por tus víctimas, y sí, entre ellas
está tu esposa. Si haces esto, no habrá vuelta atrás.
-
Padre, no imagino cómo deben verse las cosas desde ahí, porque desde donde
estoy sentado, la vuelta atrás nunca fue una opción, fue una cosa de tiempo.
Se levantó y se fue antes que se le
quebrara la voz. Rezó el rosario de camino al edificio de Mario Aguilar y
mientras caminaba por la calle y entraba al lugar. La única cámara era la del
cajero, fácil de burlar. La cámara callejera más cercana estaba a dos cuadras
en línea recta, entraría y saldría por la 46 y 48, no lo captarían así. El
edificio no tenía superintendente, se caía a pedazos. No encontró un
dispositivo de alarma, no era para nada como el lujoso edificio de Nathan
Burke. Subió en ascensor los seis pisos, se agitaba de un lugar a otro.
Difícilmente podría subir y bajar corriendo, tendría que arriesgarse con el
elevador. Si se atoraba era hombre muerto. No había cámaras en ese piso, ni en
el elevador. Se figuraba que llegaría temprano, tocaría la puerta, dispararía y
regresaría al elevador que mantendría bloqueado con un sticker en el visor
óptico. Regresó a casa sintiéndose derrotado. Nunca había siquiera conocido a
Mario Aguilar, lo único que sabía era que se dedicaba a cobrar deudas y que se
había vuelto suave. Por lo que había oído de él le recordaba a sí mismo, él
también estaba fuera o tratando de salirse del juego. Malkin, sin embargo, era
la clase de ciudad que, mientras más te intentabas limpiar, más lodo te tiraba
encima. En Snappie preparó el arma, los guantes de mecánico limpios y recién
comprados y el pasamontañas, los puso en su auto debajo del asiento y trató de
dormir un poco. Soñó con los gritos de Angie hasta el amanecer y se levantó
para trabajar. Pronto haría su otro trabajo. En un teléfono público llamó a
Jesús Aburto para decirle que lo haría la mañana siguiente, le contestó que le
diría a Mario que llegara tarde.
Entregó el T-bird y miró la hora. Su
esposa aún no se levantaba. Habló con gente que llamaba por el taller y lo
describió lo mejor que pudo. Hizo el desayuno para Angie y el olor la despertó.
La ayudó a subirse a su silla de ruedas, juntos hablaron con otros posibles
compradores. Snap peleó contra las ganas de mirar la hora, no quería que su
esposa sospechara algo. Se fijó en la hora cuando recibió otra llamada, aún era
temprano, estaba a tiempo. Los clientes querían comprar el lugar, Angie estaba
casi tan feliz como cuando le propuso matrimonio. En cuanto se fueron
celebraron con Ginger Ale a la salud de Blanchester Ohio.
-
Tengo que hablar con los sujetos de la iglesia, para ver si quieren pagar más
que estos.
-
Mírate, todo un hombre de negocios, mi amor.
-
No creo tardar. ¿Te traigo algo?
-
Besos.
-
A montones.
Manejó al edificio de Mario Aguilar
evitando las cámaras de tráfico, sólo por si acaso. Esperó a que el elevador
estuviera vacío para ocuparlo y poner el sticker en el lente para evitar que
cerrara. Miró a un lado y a otro del corredor, poniéndose el pasamontañas y
sacando el arma. Tapó la mirilla con el dedo y tocó a la puerta. Ésta se abrió
de golpe y un puño le dio en el estómago. Debió sospechar por culpa de Aburto,
debió haber escuchado el ascensor abrirse pero no cerrarse. Snap lo golpeó en
la entrepierna y con la culata del revólver le dio en el mentón, tirándolo
contra una mesa con una pila de dvd’s. Mario le lanzó un cuchillo, pero Snap se
hizo a un lado rápidamente. El cobrador se había hecho suave, pero no débil. Lo
golpeó con una lámpara y lo lanzó contra un mueble. El arma se cayó de sus
manos enguantadas. Snap consiguió darle un golpe en la garganta y se lanzó al
suelo, tomando el arma y rodando para dispararle a Jesús Aburto hasta
asegurarse de que estuviera muerto. Se levantó adolorido y corrió al ascensor.
Se guardó el sticker y bajó al lobby mientras se quitaba el pasamontañas. Salió
por la puerta delantera corriendo a su auto para regresar a Snappie cuanto
antes. A medio camino se dio cuenta que no traía reloj, lo había perdido en la
pelea. No le preocupaba demasiado, no tenía su nombre y nadie sabría quiénes
eran “Nat y D.D.”.
-
La fábrica de besos estaba abierta, te conseguí mil y una lata de abrazos.- Le
dijo a Angie por teléfono. Tuvo una sensación extraña en el estómago, no era
culpa, pero se sentía culpable de no sentirse culpable. Era más bien una
emoción, el saber que mataría a I.
-
¿Te pagarán más?
-
No, parece que vamos con los Campbell.
-
En ese caso hay que verlos en su notario a las tres.- Snap miró su reloj, le
daba tiempo.- ¿Vienes para acá?
-
Sí, tengo que hacer una parada rápida, pero voy para allá.
Se vio con Jesús Aburto en la parte
trasera de Jaula de billar y le pagó los cinco mil dólares. Snap los escondió
entre las herramientas que siempre cargaba. Regresó a Snappie para comer con
Angie e ir al notario. Las hermanas Campbell querían añadir el lugar como parte
de su cadena y querían ver todos los papeles. El notario los revisó
minuciosamente, pero Snap sabía que estaban en regla. No tuvieron problemas con
eso, pero les harían varios pagos por cuestiones tributarias y todo tenía que
ir notariado. Significaban más días y muchas más vueltas. Snap no se enojó, era
la excusa perfecta para casar a I.
-
Estamos a un paso de Blanchester Ohio, Snap. Una semana más de tráfico, ruido,
contaminación y ratas gigantes.
-
Probablemente menos.
-
Hubiera preferido que nos dieran el cheque ahí mismo.
-
Es un consorcio, no entiendo de esas cosas. Mientras los números se sumen, todo
estará bien. Vas a ver Angie ángel, todo va a estar bien.
-
¿Siempre me vas a llamar “Angie ángel”?
-
Siempre.- Se estiró lo más que pudo para tomarlo del brazo. Su camioneta tenía
espacio para la silla de ruedas. Snap se acercó a ella para besarla hasta que
sonaron los cláxones porque el semáforo se había puesto en verde.
-
Parecemos adolescentes.
-
¿Hay semáforos en Blanchester?
-
Amor, es chico pero no tan chico.
-
Espero que duren más.
-
Eres un romántico empedernido, ¿lo sabías?
-
No, es algo que le digo a todas. No soy romántico en lo más mínimo.
-
Coqueto, te has puesto coqueto.
En cuanto tuvo la oportunidad llamó
a Mike Thomas para reunirse. Se vieron esa noche en un parque cerca del taller
mecánico. La gente paseaba a los perros y hacía ejercicio. Mientras esperaba a
Thomas pensó que el cumpleaños de Angie sería en un mes. Ella no lo sabría,
pero parte de su regalo sería la muerte de quien le había puesto en esa silla. Mike
llegó en motocicleta y la señaló mientras caminaba a la banca.
-
¿Linda, verdad? Era de Burke, me debía dinero así que se la quité. Ni siquiera
peleó por ella y se supone que la quería.- Sacó su celular y le mostró un
encabezado de una nota roja en línea. La muerte de Mario Aguilar ya era
noticia.- No tienen idea. Aún tienes el toque viejo, esas cosas no se van. Por
eso pensé en ti, sabía que eras bueno. Los chamacos de ahora habrían hecho un
desastre por todas partes. Tú eres un fantasma.
-
Bueno saberlo. Así que la moto de Kyle Burke, su vieja propiedad, su viejo
negocio y hasta su viejo sistema de seguridad.
-
No, para nada.- Rió Mike Thomas.- La seguridad es más estricta, viste las dos
puertas. Mi hermano no graba nada, si no estoy yo vigilando, lo está él. ¿Kyle
grababa?
-
Sí, se me hizo estúpido grabar a tus propios socios entrando y saliendo. Me
encargué de ello.
-
Gracias, me hiciste un favor con eso. La policía me habría visto entrar y salir
varias veces al día. ¿Te molesta?- Le mostró una pipa de marihuana y Snap le
bajó el brazo. Mike no era el inteligente. Cualquier otro con un cerebro
funcional le habría dicho que había sido grabado. Ahora sabía que, si pasaba
algo terrible, siempre podía ir por ellos y matarlos sin que tuviera que
eliminar los archivos de video.
-
Pasa una patrulla cada diez minutos y el área está muy traficada. Algunos de
ellos me conocen. Así que sí, sí me molesta.- Mike se impresionó.- Viejos
hábitos, revisar cada cuándo pasan patrullas, fijarme en las caras. Hace unas
semanas hubo algunos policías de civil en el área, se les nota a la primera que
están vigilando. Y creo que vigilan precisamente por gente que fuma pasto en un
lugar tan público.
-
Me quito el sombrero. ¿Algún problema con que te pase el dinero?- Se abrió la
chaqueta de motociclista y Snap guardó el fajo en uno de los bolsillos de su
chamarra.
-
No, no tengo problema con eso. Ya le cobré a Aburto. ¿Qué hay del otro trabajo?
-
Ian Madison.- Le pasó una fotografía de cuando fue arrestado.- Ahora tiene
tatuaje de un dragón en el cuello.
-
Ian Madison.- El bastardo finalmente tenía nombre.- ¿Dirección?
-
Ahí está el detalle, por eso son treinta. No sabemos dónde está. Acaba de salir
de prisión. No tiene domicilio registrado, ya buscamos. Nos lo topamos en el
Bongo la otra noche, pero dudo que vuelva a ir ahí. No sé qué hacía ahí si se
supone que ahora es un santo.- Snap se encendió un cigarro. Por supuesto que no
sería tan fácil, pero no le molestaba. Podía encontrarlo en unos cuantos días,
matarlo e irse a un pueblo perdido de Ohio.
-
¿Qué sabes de él que pueda ayudar?, ¿casado?
-
Se divorció me dijo Clay. No fue su idea, sino de su esposa. Joan Sellers,
tampoco aparece en internet y ya buscamos. No sé si Mario lo encontró o no, no
creo. Estaba demasiado quemado, ya no le ponía de su parte.
-
¿Socios conocidos?
-
El difunto Kyle Burke le suministraba, creo que lo conociste.- Bromeó,
golpeándolo en el brazo, aunque a él no le pareció divertido.- Clay dice que un
Phillip Hickman, el que le robó la mujer, solía mover las cosas que robaba. Es
todo lo que sé, tendrás que trabajar duro por ésta Snap. Lo haces tan bien como
Aguilar, Clay podría darte un pequeño bono navideño antes de temporada. ¿Suena
bien?
-
Suena perfecto.
No tenía autos que reparar, ni
clientes que esperar o explicarles los detalles del taller. Tenía solamente a
Angie. Le dolía tener que dejarla, pero era necesario. No dormiría tranquilo
hasta que matara a Ian Madison. Seguiría teniendo la misma pesadilla de su
esposa gritando de dolor cada vez que los calmantes dejaban de surtir efecto. Fingiendo
complicaciones con el banco o el notario, o incluso despedidas con el resto de
la congregación y con el padre Morrow, lo cual detestaba tener que hacer,
empezó a buscar a su objetivo. No quería confiarle la ubicación a nadie más, no
podía ir con su viejo contacto en el departamento de automóviles para buscar
direcciones de Joan Sellers o Phillip Hickman. Buscó los domicilios anteriores
de los dos, sin encontrarlos. Encontró el de Phil Hickman al día siguiente, un
pequeño departamento. No quería tener que torturarlo por información, de modo
que no forzó la entrada. Si lo torturaba tenía que matarlo. Y no quería añadir
más cuerpos de los estrictamente necesarios. Mediante el correo del buzón, al
cual sí le forzó la entrada, supo dónde trabajaba. Vigiló el Emporio de tapetes
y pieles, lo vio con collarín y una golpiza. Se figuró que Ian había pasado por
ahí. No podía quedarse todo el día, pero una tarde consiguió seguirlo. No le
llevó hasta Ian Madison. Lo llevó a un bar, donde contrató a una prosti y se la
llevó a su departamento. Nadie salió de él, de modo que, o bien Madison no le
molestaba el ruido o bien no estaba ahí. Era dudoso además, que le hubiera
perdonado. Snap sabía que su esposa necesitaba tiempo, pero de haberla perdido
a manos de un supuesto amigo, y las heridas en Hickman demostraba que no eran
amigos, no viviría con él y probablemente le habría matado. En cuanto a la
ex-esposa Joan Sellers, simplemente no tuvo suerte. Parecía que se iría a
Blanchester sin obtener lo que había querido. Había matado a Mario Aguilar por
nada.
-
Llamaron y dijeron que era el último cheque, casi ni te he visto.
-
Los de la iglesia me dejaron ayer todo el día en una reunión de AA de
emergencia. Traté de decirles que había en Blanchester, Ohio. No me hicieron
caso. Te manda saludos el padre Morrow, por cierto.
-
Llamé a mi prima y me dijo que hay una iglesia católica en el pueblo.-
Compartieron el desayuno mientras leían el diario.- Te voy a acompañar a misa,
vas a ver.
-
¿En serio? La última vez casi te quedas dormida.
-
Pues no es muy excitante que digamos, pero quiero darle una oportunidad. Ver de
qué se trata.
-
Bueno, para eso está Blanchester Angie ángel, para segundas oportunidades.
-
Amén mi amor.- Le besó, pero Snap no respondía.- ¿Amor?
-
¿Viste esto?- Le mostró la noticia que ocupaba la parte baja de la portada.
Suicidio masivo de secta.- El “Ministerio de los ángeles y los tronos” llegó a
un abrupto final ayer a la media noche cuando… blah, blah, veneno, blah, blah,
las víctimas….
-
¿A ver?- Leyeron juntos en voz baja. Lo que le había llamado la atención había
sido el nombre de una de las víctimas. Joan Sellers. Buscó en el interior para
saber de los funerales. Ian Madison estaría ahí. No tenía duda.- Qué cosa más
horrible. Menos mal que nos vamos de Malkin. No te das cuenta lo enferma que
está la ciudad hasta que estás por irte.
-
Sí, apuesto que esto no pasa en Blanchester Ohio.- Tenía un par de horas para
los funerales. Terminó de desayunar y hablaron de lo que les esperaba, pero
Snap casi no prestaba atención. Estaba mirando el reloj de su celular.- Voy al
notario y al banco, mi amor. Se me acaba de ocurrir que, desde que no pienso
regresar nunca, hay algunas personas de las que me quiero despedir. Hagamos las
maletas mi amor.
Hicieron las maletas. Se irían en
cuanto ella despertara. Reservaron el boleto de avión y Snap se fue a hacer
trámites. No podía esperar para que acabaran. Llamó a Angie, por si necesitaba algo,
le dijo que no sabía cuánto tardaría pero que no le esperara temprano. No quiso
pensar en la vez que la había dejado sola y asustada en el hospital. Quiso
pensar en Ian Madison. Él estaba en uno de los entierros. Lo reconoció a la
primera. Hickman estaba ahí también. Siguió a Madison a un hotel de búngalos y
decidió esperar una hora antes de salir. Caía el sol, el tiempo había terminado
pero Ian iba de salida. Le siguió en el auto que Hickman le había prestado en
el funeral, parecía que le debía mucho y se lo estaba pagando. Le llevó hasta
la Jaula de billar. No sabía qué hacía ahí, no le importaba tampoco. Lo mataría
y estaría en Blanchester Ohio para cuando la policía iniciara sus indagaciones.
Ahora:
Patrick Schnapp dejó de hablar, pero
Danielle no bajó su arma, ninguno lo hizo. Solamente había disparado el arma
una vez y fallado por varios centímetros, pero ahora estaba cerca de Snap,
ahora le tenía en la mira y su pulso no temblaba. Ninguno de los tres temblaba.
Todos sabían que un disparo iniciaría a los demás, era cuestión de ver quién
disparaba primero, y quién disparaba al último. Ian Madison tenía a Danielle en
la mira y se sintió ligeramente ofendido porque no le reconociera. Arquitectos
de desgracias ajenas y propias sólo conocían a sus víctimas, pero desconocían a
sus victimarios. Snap se preguntó a sí mismo si los conductores de los tres
trenes que habían colisionado, el último zarpazo de Indrid Cold, se habían
conocido entre sí. Estaba seguro que no, se figuraba que los tres conductores habrían
muerto sin haber cruzado palabra alguna con cualquiera de los otros dos.
-
Deja de apuntarme viejo, guárdate tus historias de la infancia y vete. Esto es
entre Danielle Dillon y yo.- Ian no desviaba la mirada. La bestia en su
interior le decía que no lo hiciera, ni siquiera por un segundo. En Blackbird
había aprendido a reconocer a los de sangre realmente fría y el sujeto del
revólver ciertamente calificaba.
-
No puedo hacerlo chico, no puedo irme de aquí y dejarte con vida. No podría
aunque quisiera, esa loca me dispararía por la espalda.
-
Y no me sentiría mal al respecto.- Dijo D.D., algo asombrada porque quien le
había quitado tanto no supiera a quién se lo quitaba. Supuso que sabría, que el
reloj de oro que había dejado en el departamento de su tío, el regalo de
cumpleaños de Nathan, simbolizaba su sadismo. El que no lo supiera lo hacía
peor, pues era peor un hombre indiferente a las desgracias que causa que uno
que al menos las acepta.- Snap no se va de aquí con vida, así que deja de
apuntarme a mí cabeza cuadrada y apúntale a él. ¡Él te vino a matar!
-
Y yo te vine a matar a ti, ramera. Tú mataste a mi esposa. Mataste a Joanie.
-
¿Quién demonios es Joanie? Te equivocaste pelirrojo.
-
¡Es Ian! Maldita sea, mi nombre es Ian Madison, mi esposa era Joan Madison.
-
Nunca he matado a una mujer y la persona a quien maté realmente lo merecía. Al
segundo que mataré también.
-
Le robaste sus ahorros. ¿Recuerdas a Phil Hickman? Porque él te recuerda a ti. Le
dijiste que el bebé era suyo. Le timaste y Joan se quedó sin nada. Quedó en la
miseria y así la atrapó el culto suicida. De no haber sido por ti estaría con
ella ahora.
-
Tuve que hacerlo Ian, porque tenía mi vía de escape de miserable vida de
esclava, me iba a casar con Nathan Burke. ¿Lo recuerdas, Snap? Nathan Burke. Él
lo mató, por eso tuve que seguir estafando gente así que por favor, si no es
mucha molestia, ¡matemos al hijo de perra!
-
¿Y conociste bien a Nathan?, ¿Lo amabas? Déjame decirte una cosa de Nathan
Burke niña, él era Caín. Me pagó porque matara a Kyle Burke. Anda, pregúntale a
tu amigo Ian por Kyle Burke, por sus negocios de metanfetaminas.
-
Nathan no haría eso. Mientes.
-
No lo conocías, no como yo conozco a mi esposa. No como yo la conocí cuando
estaba llena de vida y no llena de pastillas y remordimientos.
-
¿Qué tiene que ver eso conmigo? Ni siquiera te conozco, ni siquiera sé quién es
tu esposa.
-
Angie Schnapp, ¿no te suena? Hace cinco años le vendiste metanfetaminas…
-
Lo que la gente haga con su cuerpo es su problema.- Le cortó Ian.- ¿La obligué
a fumarla? No, no es mi problema.
-
No, pero era a ti a quien perseguían esa noche hace cinco años. Tenías que
huir, no podías dejarte atrapar como un hombre…
-
¡Vete al diablo viejo, no sabes lo que sufrí en Blackbird!
-
Una de las patrullas que te perseguía le dio a mi esposa, la dejó casi muerta.
¿Quieres hablar de sufrimiento? Imagina quince operaciones en cinco años.
Imagina clavos en los huesos de tus piernas para que crezcan como deben, aunque
no funcionen de nuevo. Imagina pañales y bolsas de plástico para tus desechos.
Imagina tener que depender de otra persona ¡como un maldito bebé! No me hables
de sufrimiento engreído, ella es la sufre. Tú eres el que se salió con la suya.
¿5 años? Debiste cumplir los 15.
-
Tanta compasión por tu esposa Snap.- Dijo D.D. con un rencor feroz en su voz.-
¿Qué hay de mi tío Mario Aguilar?, ¿me vas a mentir y decirme que te pidió
morir? Sé que te contrató Aburto. No tienes que preocuparte por él, eres el
único que falta en mi lista. ¿Recuerdas a Mario? Te dio pelea, no se dejó morir
tan fácil como Nathan. Dejaste mi regalo de cumpleaños detrás, el reloj de oro.
¿Pensaste que no lo uniría?
-
No finjamos que alguno de los tres se irá al cielo. No hagamos que las víctimas
sean santos sólo porque están muertos. Mario tampoco era una blanca paloma. Hay
que afrontarlo, todos aquí nos iremos al infierno.- Se quedaron en silencio por
unos momentos que parecieron eternos.- Sí, me dio pelea, pero necesitaba
matarlo para saber quién era I, el bastardo que le costó tanto a Angie.
-
No tengo problemas contigo Ian, yo digo que matemos a Snap y resolvamos lo
nuestro después.- Propuso D.D.- He visto el final de Perros de reserva y
preferiría salir de ésta con vida. Lo nuestro puede esperar.
-
¿Qué te hace pensar eso? Si lo ponemos en pausa, ¿Joanie regresará de entre los
muertos?, ¿puedes hacer eso? Mata a Snap si quieres.
-
¿Para tener una bala en la cara? No lo creo.
-
Deja de apuntarme D.D., Ian pasó la oportunidad. Tú y yo nos las arreglaremos
después.- Era mentira por supuesto, pero trató de sonar convincente.
-
Eres un asesino a sueldo, me matarás si te dejo de apuntar. No te daré la
oportunidad de hacerme rogar. ¿Nathan rogó cuando le robaste y mataste?- Snap
no dijo nada, no quería pensar en ello.- Usaste una almohada para ahogar el
sonido, ¿la pusiste contra su cara?
-
No era una buena persona, no me vengas con sentimentalismos D.D., ya te dije lo
que me pagó para hacer.
-
Es Danielle, Danielle Dillon. No mereces llamarme D.D., no tú.
-
Entonces dime algo Danielle, ¿qué tan bien lo conocías?
-
Nos íbamos a casar, sabía todo sobre él. Todo menos lo de Kyle, eso no lo hace
menos. No para mí. Iba a salir de esta vida, dejar a Aburto detrás y viajar por
el mundo.
-
¿Y él te conocía bien?
-
Éramos almas gemelas, el único hombre al que amé.
-
Sé cuando alguien evade una respuesta y ésa es una evasión.- Dijo Snap.- No
sabía que eras estafadora, ¿cierto? Era otra marca para ti y no me digas lo
contrario. No es momento de mentir, no cuando estás tan cerca de la muerte.
-
Sabía lo que importaba, sabía que lo amaba y no era una marca.
-
No mientas perra.- Dijo Ian.- Te volaré la cabeza ahora mismo si vuelves a
mentir. ¡Usas a las personas y las tiras a la basura!
-
Hickman sacó el dinero, no fui yo Ian, no fui yo. Pudo haberle dicho la verdad
a tu mujer, que había tenido una noche conmigo. Pudo ser honesto, pero escogió
ser una basura humana. Snap pudo escoger no matar a Nathan o a mi tío Mario.
-
No tenía elección, tenía que hacer a Nathan, Kyle supo que fui yo. Kyle Burke,
se lo dijo Bobongo. Iba matar a mi esposa y ya te dije que tu infortunado tío
era un escalón más para matar a este sujeto y su cuento de lágrimas sobre su
sufrimiento en Blackbird.
-
¡Me violaron!- Gritó Ian, admitiéndolo por primera vez en su vida.- Me violaron,
me violaron… Me acuchillaron también, tengo un maldito mapa de dolor en mi
cuerpo.
-
Eso le pasa a la gente en prisión, niño, ¿lloraste cuando murió la mamá de
Bambie? Crece de una vez Madison, nadie te forzó a escapar de la policía,
¿cierto? Como nadie te forzó a vender anfetas o todo lo demás. No finjas que el
mundo está en tu contra. Despierta imbécil, está en contra de todos. No eres
especial y no saldrás de aquí con vida. Otro cadáver nada especial. Ya no sé
cuántos llevo, pero sé que tú eres el último Madison. Ni siquiera quiero
matarte a ti Danielle, pero lo haré si me obligas. Tú puedes caminar de esto.
Corre, vete de una vez. Tengo una esposa que me necesita.
-
Yo tenía un prometido e Ian una esposa. Tú tampoco eres especial Snap. Supongo
que nadie aquí lo es. ¿Y qué? No significa nada. Tú mismo lo dijiste Snap, no
sabes cuántos muertos tienes encima. Sabes que mereces una bala, esposa en
silla de ruedas o no.
-
No tenías un prometido zorra.- Escupió Ian, viendo rojo y a punto de estallar.-
Tú misma lo dijiste, no te conocía, no realmente. Seguramente te habría
escupido en la cara de saber la clase de persona que eres. Al menos yo traté de
cambiar, lo traté en prisión. Cambié, ¿tú cambiaste?
-
No parece que hayas cambiado, no desde aquí. No que veo el cañón de tu pistola.
-
Tenía razón, ¿no es cierto? Tu preciado Nathan te habría escupido en la cara.
Snap dijo que le pagó para matar a su propio hermano. Vaya esposo que casi
tienes. Me alegro que esté muerto, serán felices en el infierno.
-
¡Me conocía lo suficiente!- Estalló Danielle. Los tres guardaron silencio.
Podían gritarse toda la noche, pero no cambiarían de víctima. No harían
alianzas. No había salidas fáciles. Danielle pensó en Nate, pensó en su familia
y en todas las mentiras que le había dicho. Se había hecho pasar por inglesa,
no lo había pensado hasta ahora, no lo había procesado hasta este momento pero
Nathan no lo conocía.- No, no me conocía. No realmente. Aún así, no te da
permiso para matar Snap. No te da permiso para quitarlo de mi vida, tenía al
menos una oportunidad con él. Quizás Ian tiene razón, quizás me habría escupido
e insultado, pero tú me quitaste la oportunidad de ser honesta con él.
-
¿Lo habrías sido?- Preguntó Ian.
-
No.- Confesó Danielle.- No, nunca. Era parte de una buena estafa,
universitarios de otras partes del país con dinero y pocos conocidos. Me hacía
pasar por una inglesa que estudiaba cine. Les sacaba todo el dinero que podía y
los dejaba. Nate era diferente, me enamoré de él y nos íbamos a casar. Se habría
dado cuenta, no era idiota. Eventualmente me habría dejado. Eventualmente
habría regresado a los brazos de mi padre adoptivo, Jesús Aburto. Ese bastardo…
Toda mi vida fingió que adoptarme había sido toda una carga. La verdad es que
me entrenó para robar y mentir. Nunca había estado libre, hasta ahora.
-
Y ahora vas a morir en la parte de atrás de su casa.- Le dijo Snap.- ¿Dijiste
que lo mataste?
-
Sí, le gustaba el LSD, debió tener cuidado al cruzar la calle. Te vi en tu
taller Snap, debí matarte ahí cuando pude, pensé que sería demasiado
arriesgado… Vaya que fui estúpida.
-
No, así es mejor. Al menos mi esposa no verá el cuerpo. Yo dejé de… dejé de
matar gente por dinero tras el accidente de Angie. Mike Thomas me obligó a
matar a Nathan, él había puesto el contrato y Kyle Burke era su socio de
negocios. Me había alejado de esa vida hasta que Mike me abordó de nuevo, matar
a Mario Aguilar a cambio de la identidad del hombre que había hecho miserable a
mí esposa. A esta excusa de humanidad que ves aquí, el niño
ténganme-compasión-porque-estuve-en-prisión. No quería matar a Mario, de hecho
si te soy sincero no me siento muy culpable de haber matado a todas esas
personas, aunque quisiera estarlo, pero no puedo dejar que haya muerto en vano.
No puedo dejar que Madison viva para ver el amanecer. Por el amor de Dios
Danielle, él quiere matarte.
-
Nunca pedí compasión Snap, no sabía de tu esposa. No me dijeron… No, no me
interesó saberlo. Ésa es la verdad. No me interesó saberlo. Me enteré y no me
importó. Siempre culpo a los demás.- Ian respiró profundo. Podía sentir que se
deshacía en pedazos, se deshilachaba por los costados.- Lo había dejado todo
atrás… Hasta Joan. Hickman, el bastardo no le pudo ser fiel a la mujer que me
estaba robando. No tenía que darte ese dinero, no era suyo. Joan pudo pedir
ayuda, Dios me perdona pero es cierto. Ella me delató a la policía, se sintió
culpable al verme convertirme en mi padre en ese infierno en la Tierra. Se dejó
ir, la culpa la dejó… No la dejó bien en la cabeza.
-
No voy a matarte Snap.- Dijo Danielle, con lágrimas en los ojos.- Me quitaste a
mi tío, lo más parecido a una familia que he tenido, pero si no eras tú lo
habría hecho otro. No, estoy cansada. La verdad es que estoy cansada. Le robé
todo a mi padre adoptivo, está en el auto. Me voy de la ciudad. Si quieres
matarme Ian, hazlo ahora.- Ella bajó el arma y cerró los ojos.
-
El único pecado es la debilidad… Mi viejo lo decía, era un bastardo violento.
Te conviertes en lo que más odias. ¿Qué es lo que más odias, Snap?
-
A mí mismo. Quisiera poder sentirme culpable, creo que soy un monstruo. Creo
que crucé la línea hace mucho, pasé el punto de no retorno.- Bajó el arma,
aunque no del todo y dio un paso atrás. Ian bajó el arma tentativamente.
-
Esta bestia que tengo en mi interior, eso lo cargaré por el resto de mi vida,
pero no le daré la razón a mi viejo. No, no lo merece. Hijo de perra mereció lo
que obtuvo.
-
Voy por el dinero.- Danielle caminó al auto y abrió la cajuela. Snap se había
resignado, si ella le sorprendía con un disparo sería enteramente su culpa,
pero por más que odiaba la idea de dejar desamparada a su Angie, odiaba la idea
de matar de nuevo. Su esposa había estado drogada en el volante, era cuestión
de tiempo. Habrían muerto por las metanfetaminas hacía años de no haber sido
por el accidente. Jamás diría que había sido algo bueno, pero había sido la
alarma de despertador para ambos.
-
No somos trenes.- Dijo Snap y guardó el arma, esperando a que Danielle le
matara. Ella sacó un bolso lleno de dinero. Le separó una parte a Ian.
-
Lamento lo de Hickman, no fue nada personal, pero como dijiste, no tenía por
qué haberte robado de esa forma.- Le dio una parte a Ian y él le devolvió un
fajo.
-
No necesito tanto, me voy a vender tapetes muy lejos de aquí.
-
Yo no sé adónde iré.- Admitió D.D..- Nunca había tenido esta clase de libertad.
-
Vívela. Ya te quité demasiado, hubieran ido por otro gatillero, de esos hay
muchos. Pero aún así, podía haberme negado.- Snap sacó su celular, los otros
dos se le quedaron viendo.- Voy a reportar el negocio de los gemelos Mike y
Clay Thomas.
-
Pregunta por el detective Chandler. Le debo al menos eso.- Dijo Ian.- Él sabrá
qué hacer.
Los tres trenes se separaron, cada
uno tomando una ruta alterna. Había estado cerca, pero sus vidas no terminaron
ahí. Patrick regresó a Snappie y se acostó a un lado de Angie, le besó la
cabeza y le dijo que la amaba. No necesitaba matar a Ian Madison. Las lágrimas
le llegaron, primero poco a poco y después en cascada. Se había ocultado de la
Gracia de Dios y, sin saberlo, le había alcanzado. Estaba vivo gracias a Él y
se lo haría saber al padre Morrow antes de irse a Blanchester Ohio. La culpa le
seguía eludiendo, aunque él seguía pidiendo perdón. Se figuró que quizás Cristo
cargaba con sus muertos encima de la cruz en el camino al Gólgota. Quizás no
era una maldición, sino una oportunidad y la trataría como tal. Angie y Snap
dejaron atrás Malkin para llegar a Blanchester mediante un vuelo y dos viajes
en autobús. La primera noche Patrick lloró y Angie lo abrazó con cariño. No
necesitaba decirlo, habían estado en el precipicio pero ahora estaba en el
pasado.
Ian Madison llegó a Albuquerque para
el medio día. La bestia seguía dentro de él, pero ya no era tan feroz. Pensó
que era, al mismo tiempo, un último regalo por parte de Joanie y un dedo de en
medio para el viejo Madison. Su padre se había equivocado, él hubiera acabado
muerto detrás de Jaula de billar. Su bestia interna era demasiado fuerte, le
controlaba por completo y no podría haber entendido que el haber perdonado a
Danielle Dillon y aceptar su responsabilidad no era debilidad, sino la más
imponente de las fortalezas. Phil Hickman llamó al día siguiente, en su primer
día, para asegurarse de que estuviera ahí. La paga no era buena, pero D.D. le
había dado para rentar un departamento y no le molestaba no tener mucho dinero.
Lo gastaría en pintura para tapar el moho si llegaba a presentarse.
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