jueves, 23 de julio de 2015

Los tres trenes (Parte 2 de 2)

Conclusión de la primera parte


5.- 5 años después: Danielle Dillon
            Danielle odiaba las cámaras de seguridad. En el fondo sabía que su rabia no se debía a la vigilancia en el sector comercial de Brokner. No, estaba harta de tener que usar disfraces. No podía usar el mismo dos veces, aunque su modus operandi seguía siendo el mismo. Su padre adoptivo se estaba poniendo viejo, gastaba más en LSD y mientras más intentaba escapar de Jesús Aburto, más le cobraba. Estafadora y marca al mismo tiempo. Años atrás el negocio que tenía con los agentes de seguros habría bastado, pero ahora tenía que pagar más. Ahora tenía que robar de joyerías. Se ajustó la peluca de cabello negro sobre su corto cabello castaño. Sin maquillaje y un poco retoques cosméticos con prótesis plásticas parecía un hombre, algo afeminado pero muy distinto a D.D.. El truco estaba en caminar, de modo que le daba vueltas a la cuadra para acostumbrarse. Incluso olía como hombre, con un poco de la loción de su tío Mario. Traía un saco con hombreras y un rociador de gas de pimienta atado a su antebrazo izquierdo.La policía ya habría conectado los crímenes, de modo que ésta tendría que ser su última vez. Era un alivio, se escondía el tatuaje con plástico que parecía piel y debía convertirse en otra persona debido a las cámaras, pero por el otro lado, no tenía otro juego en la mesa. Se quedaría con la estafa a los seguros y eso no sería suficiente para Aburto. Últimamente nada era suficiente para él. Incluso cuando se mudó de vuelta con su tío, su padre adoptivo alzó la cuota.

            Entró a la tienda hablando con la voz más gruesa que podía. Explicó que se acercaba el cumpleaños de su futura esposa y quería regalarle algún collar o anillo. Cámaras en el techo en cada esquina, guardia de seguridad recorriendo los escaparates. Era buena hora, mucha gente. Habría conmoción, pero tendría que lidiar con él. El auto esperaba cerca con el motor encendido, esperaba que nadie lo robara. Cuando tuvo una buena docena en el aparador, el máximo que estaría autorizado el vendedor por razones de seguridad. Empezó a revisar los diamantes y fingir que medía los collares contra la silueta de la vendedora. El truco estaba en fingir no estar apurada. Fingir que pertenecía a ese lugar con aquella clientela llena de dinero.
- No me decido, podría llevármelos todos.- Le hizo señas al guardia para que se acercara.- ¿Qué dices amigo?, ¿cuáles son los más románticos?
- No sabría decirle señor.


            Bajó el brazo izquierdo, el rociador cayó en su mano y le dio una dosis al guardia que lo mantendría gritando por horas. Al mismo tiempo recogió toda la joyería en el aparador y echó a correr. Llegó al auto en treinta segundos, estaba fuera de la zona en dos minutos, el tiempo estimado de llegada de la policía en el sector hipster de Brockner. Se arrancó todas las prótesis, el saco y la peluca. Lo tiró a un basurero de camino a la Jaula de billar, no podía ser conectada con nada. Jesús le esperaba ahí con el mediador que se llevaría el oro y los diamantes para devolverles una parte. Jesús era avaro y codicioso, pero no estúpido. Sabía que la atraparían si seguía haciendo los robos blitzkrieg. Además, tenía en mente otra estafa. No le gustaba mucho, pues involucraría a Jesús Aburto y quería independizarse de él lo más rápido posible, pero aún así sacaría buen dinero. Al menos tendría un departamento donde no hubiera un cobrador con pesadillas e insomnio crónico. Jesús le había estafado a ella, la había hecho la marca, siempre pidiendo lo suficiente como para que no huyera del nido. Ahora tendría que voltear las cosas. Se la jugaría a la Hombre-sin-nombre en Puñado de dólares, poniendo a un grupo contra otro y ella recibiría el dinero. Usando dinero de Aburto y sus conexiones haría cambio de tipo de moneda con alguna marca, dándoles resultados al principio para sacar más dinero y desaparecer. No sabía aún cómo pondría a la marca contra Jesús, pero algo se le ocurriría, a Clint Eastwood se le ocurrían cosas así todo el tiempo.
- Ya me empezaba a preocupar.- Aburto le esperaba en la parte trasera del billar. Le mostró lo que había conseguido, se quedó con un par de collares de oro y perlas.- No necesita ver éstas. Espera en la oficina con Mario.
- ¿El mismo precio?
- Le dije que la próxima semana venía la grande, pobre iluso no sabe que se acabó el juego. Está sacando unos cuantos billetes de cien, nosotros nos llevamos fácil el 90%.
- Tú te llevas el 50 de eso.
- Sí, bueno, sólo tienes un padre.
- Es cierto.- Reprimió las ganas de añadir “adoptivo”. Clint no lo habría dicho, él habría esperado su momento.

            El mediador tenía compradores en Los Ángeles y la estafa era bastante básica. Le habían convencido que estaban por hacer un robo fuerte a Mark Poole, el más grande entre los grandes en Malkin. El talento sería de otras ciudades y además necesitarían las herramientas de última tecnología. Le mostraron mapas, horarios de guardias y hasta le confiaron la fecha del gran golpe. Los hombres, sabía D.D., no eran tan complicados. Siempre que se sintieran importantes les tendrías engañados. Creía tener secretos que, revelados al mejor postor, o a cualquiera de los tenientes de Poole, significaría la muerte de todos ellos. Nada es más intoxicante que el poder de la muerte sobre la vida, y precisamente por eso no les traicionaba. Mientras se preparaban robaban joyas de aquí y allá, sólo para juntar el dinero. Una vez que regresara de Los Ángeles con el dinero Jesús le haría saber a algunos conocidos suyos, hombres de apuestas que trabajaban para los tenientes de Poole, que el mediador planeaba un trabajo. Incluso les daría los mapas y esquemas para hacerlo más creíble. Tendría que dejar Malkin, eso era seguro.
- Mario, acompaña al señor hasta el aeropuerto. Me encargo de la clientela.- Se paró en el umbral de la puerta de su oficina con D.D. a su lado. Se fumaron un cigarro con calma, la clientela no estaba mala. Ya nadie apostaba contra Danielle Dillon, era tiburón de billar y bien sabido.- No lo digo lo suficiente D.D., pero bien hecho. Eres perfecta en lo que haces. ¿Tuviste problemas?
- No, dejar el auto encendido ahorró los segundos clave para que el resto de los guardias no abrieran fuego. Lo habrían hecho, sé que debía haber al menos dos más en la trastienda.
- Soy estricto contigo porque eres la mejor y quiero que sigas siendo la mejor cuando ya no esté. No viviré para siempre.
- Alguien se ha metido demasiadas pastillas.- Caminaron a la barra, se sirvieron dos cervezas.
- Dime otra vez el asunto del dinero.
- Ok, soy una empresaria de importaciones, puedo cambiar tus dólares en euros con un 20% de descuento. Más que eso y se vuelve obvio. Insisto en empezar despacio, tengo otros clientes por todo el país. Durante la primera reunión uno de tus deudores se aparece y me agradece por hacerlo rico. Nada demasiado alucinante pero te das una idea. Digamos que empiezo con diez mil, la siguiente vez son 50 y la tercera es cuando el escorpión ataca. Un millón o una cifra cercana. Tiene que ser grande. Pueden ser varias marcas a la vez, pero no pueden conocerse. Cada uno conoce una oficina empresarial distinta. Sueltan la grande y desaparece la oficina y desaparezco yo.
- ¿Cómo sabes que no se van a quedar con el dinero que cambiemos a euros? Hablas de diez o cincuenta mil dólares en euros…
- Más que eso, porque el euro está alto.- Le interrumpió D.D. y bebió su cerveza fumando con calma.- Y no se quedarán con el dinero, no cuando pueden hacer más dinero.
- No siempre puedes confiar en la codicia.
- No, no es codicia… Bueno, no por completo. Si la marca es hombre basta con que duerma con un maletín lleno de dinero para mantener la ilusión. Si es mujer necesitas sexo, y en ese caso tendríamos a uno de tus deudores para hacerle de amante y convencerla. Fingiendo que no me conoce, por supuesto.- Aburto se echó a reír.- Hablamos de cuatro a seis meses, no quiero aparecer apurada, pero podemos sacar tres o cuatro millones.
- Usando una inversión de 100 o 200 mil.
- Ajá.
- D.D. eres un genio.
- Ajá.- Aburto atendió clientes detrás de la barra vendiendo cervezas y cigarros. Danielle supuso que estaría buscando un “pero”, hasta que le vio observándose las canas en el espejo. Había envejecido mucho desde que la adoptara. Más aún en los últimos años. Ese LSD debía ser impuro.- Nunca te tomé por vanidoso.
- Ven.- Se sentó frente a él y le habló en susurros.
- ¿Crees que me queda mucho tiempo? El negocio de la usura es bueno, pero últimamente tengo que apuntarlo todo. Dios sabe que este lugar no es un buen plan de retiro. Tengo mis ahorros, pero… Estoy dedicándolos a otra cosa.
- ¿El sujeto de la suástica en el cuello?
- No es racista, tuvo que unirse a unos para mezclarse en Blackbird. No necesitas saber de qué va el asunto, pero lo que necesitas saber es que… Nunca fui buen padre.
- Lloraría pero sabrías que miento.
- Te hice fuerte y pronto te haré independiente. Dame tiempo, sólo eso.
- Entonces no quieres hacer lo de…
- Sí, claro que sí. Es muy buen plan. ¿Tienes algo que hacer hoy?
- No, mañana me reúno con el del seguro. La viuda del señor Juan Ficticio recibe su herencia y él recibe su parte. 50% para ti, lo tendrás en la noche.
- Bien, quédate. Podemos ver la naranja mecánica otra vez y me la explicas… otra vez.
- No quieres drogarte solo, quieres compañía.
- Si estás ahí tengo un buen viaje. Con todo el estrés, lo necesito.

            Últimamente se había vuelto suave de esa forma, más parecido a un padre. No le creía la promesa de dejarla operar en libertad. Lo tendría en la última estafa, lo vaciaría luego de que un cliente se pusiera codicioso. Conocía gente que estaría dispuesta a jugar el papel, gente que Aburto no conocía. Lo haría parecer la mayor de las estafas, quizás el cliente pediría medio millón, su padre adoptivo reuniría la cantidad. Él era quien dormía con el dinero, después de todo. Él era quien se creía importante y esencial. Se repartiría el dinero con su cómplice y tomaría el siguiente autobús adonde fuera. Se saldría de la vida de una buena vez. El tatuaje le recordaba eso, lo cerca que había estado. Le daría dinero a Mario Aguilar también. Su tío estaba cada vez más débil, ya no rompía piernas. Le daba largas a Jesús o tenía que convencer al deudor. Ya no tenía el estómago para la violencia, era algo que había ido perdiendo desde la muerte de esa niña, Nora Fang. Seguía teniendo pesadillas sobre ella, de modo que muchas noches prefería no dormir. D.D. le acompañaba para ver películas y le dejaba a solas cuando tenía compañía. Ninguna de sus mujeres le soportaba demasiado, menos cuando gritaba dormido. Le era difícil, de todas maneras, conseguirse buenas mujeres por su cara de matón y su ojo izquierdo de vidrio color gris.

            Pasó la tarde en Jaula de billar y preparaba excusas para no pasar gran parte de la noche hablando sobre el comentario social de Kubrick en Naranja Mecánica mientras su padre adoptivo estaba en un mundo aparte. Sin embargo su tío llamó para decirle que había conocido a una chica y pasaría parte de la noche en su casa. No podía decir la palabra “sexo” a su sobrina, tenía demasiado pudor para hacerlo y Danielle odiaba a las perras que no se daban cuenta que en el fondo, debajo de esa máscara de matón violento y salvaje, había un hombre dulce y digno de amor. Ayudó a Jesús a cerrar todo y subieron al segundo piso donde dormía su padre adoptivo a un lado de una bóveda pesada. La ultra-violencia hacía reír a Jesús Aburto, quien neciamente seguía creyendo que era una ligera comedia y nada más. Mientras el LSD hacía efecto D.D. pensó en lo rápido que tendría que huir para no terminar como Joe Pesci en Casino. Aburto se había vuelto más paternal en el último año, pero en el fondo era capaz de cualquier cosa. Si le robaba lo que planeaba robarle dejaría de ser su hija y convertirse en un serio problema con graves consecuencias. Ella fumó yerba y dejó que Aburto se perdiera en su cama hablando sobre los sonidos, sobre Ludwig van y preguntándose cómo era que metían un mecanismo en una naranja. En cuanto Mario le mandó un texto diciéndole que podía volver se fue y se llevó la bolsa de marihuana con ella. Al menos calmaría los nervios de Mario y quizás le dejarían dormir sin sueños.

            Al día siguiente se reunió con el agente de seguros en un café. Le veía nervioso y supo que no podía ser bueno. La aseguradora no pagaría hasta que su supuesto esposo regresara de su viaje en yate en las Bahamas. Tenían un nuevo supervisador que era más difícil de sobornar y mucho más estricto. Negaba pagos a gente que demostraba lo que decía y requería el dinero, era aún más tacaño en los casos dudosos. Querría ir a ver el funeral. Se despidió cortamente y la dejó bebiendo café y tamborileando los dedos nerviosamente. Ya no tenía nada en la mesa, no tenía juego. Tendría que esperar a la estafa del cambio de divisas, pero pasarían meses. Aburto le obligaría a conseguir dinero de otra forma, regresaría a lo barato por muy buen tiempo.

            Regresó al edificio de departamentos y decidió retirar algo de dinero y consultar su saldo en el cajero automático. Tenía poco más de 200 dólares. El estallido de disparos le hizo agacharse instintivamente. Sonaron como cañones, pero no había sido fuera. Pensó en Mario y corrió al edificio subiendo las escaleras lo más rápido que pudo. Los disparos le recordaron al asunto con Roger Fang y la muerte de su hija pequeña. La puerta de su tío estaba abierta como premonición a una historia de horror. Mario Aguilar estaba muerto sobre un charco de sangre. Había dado batalla, había lámparas tiradas y sillas en el suelo. Algo se destacaba, y no era la pila de DVD’s en el suelo, sino un reloj de oro. No era suyo y definitivamente no era de su tío. Lo recogió y vio que detrás tenía una inscripción “Nat y D.D.”. El asesino de Nathan había vuelto, le había arrebatado a otro ser querido. No le había bastado su novio y su vía de escape de una vida de constante peligro, sino que también había matado a un hombre tierno y amable que estaba orgullosa de llamar tío. Al hombre que, desde siempre, habría preferido la adoptara en vez de Jesús Aburto. Se escondió el reloj instintivamente al oír los gritos de los vecinos y las llamas al 911. No sabía cuánto tiempo había pasado ahí, sólo sabía que el departamento seguía oliendo a pólvora y cordita. No oía lo que decían sus vecinos y no se dio cuenta cuándo llegó la policía. La sacaron entre dos y el shock pasó de su sistema. La mente lo había bloqueado lo más que podía, ahora era real, ahora era definitivo. Su tío Mario Aguilar estaba muerto.
- Señorita, tengo que hablar con usted, ¿me escucha?, ¿quiere que la llevemos a un hospital? Se ve muy pálida.
- No… No…- Repetía mecánicamente mientras lloraba. El detective la llevó a la calle y evitó que viera a la camilla que trasportaba al cadáver. Pudo ver a la ambulancia alejándose despacio y sin sirena pues era, después de todo, demasiado tarde.
- Intentemos de nuevo.- El detective le puso una frazada encima y le dio un café humeante. Ella temblaba como una hoja.- Soy el detective Mark Chandler, ¿vio lo que ocurrió?
- La puerta estaba abierta… Oí los disparos, estaba en…
- ¿Dónde estaba usted, en el edificio?
- No, ahí en el cajero.- Chandler le tronó los dedos a un uniformado para que se acercara.
- Quiero la grabación de ese cajero.- Le susurró. D.D. le pudo escuchar.
- Creo que mi tarjeta sigue ahí, no importa. Ya no importa realmente.
- Mario Aguilar era su novio.
- No, por Dios, era mi tío.- Chandler la miró escépticamente.- Tío adoptado. Compartíamos el departamento, era dulce y bueno conmigo. Me trataba siempre de sobrina.
- ¿Dónde laboraba?
- Trabajamos en la Jaula de Billar, queda en…
- Conozco el lugar. ¿Tenía enemigos?
- No, nada de eso. Parecía malo, pero no lo era.
- Noté el ojo, por eso pregunto.
- Pelea de borrachos fuera del billar. Él es el saca borrachos.- Aquella era la mentira que todos habían decidido como la mejor y más plausible.- O era.
- ¿Pudo ver a alguien en el edificio?
- Subí por las escaleras en cuanto escuché los tiros, no vi… Debió bajar por el ascensor. Debí esperar al ascensor, debí quedarme, debí…
- Señorita, habría muerto de haber hecho eso. ¿Cuál es su nombre?
- Danielle Dillon.
- Me gustaría que me acompañara, quisiera saber quiénes son sus vecinos y esa clase de cosas. ¿Conoce al dueño de Jaula de billar?
- Sí, necesito llamarlo.
- Dígale que nos vea en la octava.

            Jesús Aburto abrazó a D.D., quien empezó a llorar desde que le vio. Chandler les mostró la única evidencia que tenían, el asesino había pasado a toda velocidad frente al cajero. La cámara tomaba fotos cada dos segundos, de modo que tenían un borrón y nada más. Les pidió a los dos que se sometieran a una prueba de detección de pólvora y aceptaron. Dijo que era una mera formalidad, pero ambos sabían que la policía de Malkin no buscaba quién lo hacía, si no quién lo pagaba. Ella buscaría a quién lo había hecho. El asesino le había arrebatado demasiado. La prueba le recordó a la que tomó tras la muerte de Nathan Burke hacía cinco años. Había estado a punto de casarse con él, había sido el único hombre a quien había amado de verdad. El único hombre a quien consideraba como pariente había sido Mario Aguilar. El asesino le había arrebatado a ambos y lo encontraría. Nunca había matado antes, pero lo haría ésta vez. Pensó en ello una y otra vez mientras Jesús preguntaba sobre cuándo podían tener el funeral, explicando que Mario no tenía parientes.
- Nunca se lo dije…- Musitó Jesús en la barra de Jaula de billar, que había cerrado. Le ofreció una cerveza a D.D. y bebió de la suya.- Se ofreció cuando un amigo suyo me debía dinero, su amigo terminó muriendo de cáncer a las dos semanas. Le dije que podía irse, pero quería trabajar. Nunca le dije que pasó de ser cobrador a ser mi hermano. La clase de cosas que no decimos cuando tenemos la oportunidad. Al menos tú le mostraste amor.
- Lo amaba, era mi tío.- D.D. se encendió un cigarro y bebió la cerveza a grandes tragos.
- No quiero que pase lo mismo contigo Danielle, no quiero que te quedes conmigo porque me debes algo… Dios, pensé que Mario nos enterraría a ambos. El tipo más duro que conocí en toda mi vida. No Danielle, no cometeré el mismo error contigo. No tienes que pagarme nada, si quieres capital no te cobraré intereses y sé que necesitas dinero ahora, así que toma esto.- Le pasó un fajo de billetes.- ¿A qué se reduce mi vida D.D.?
- ¿A qué se reduce la mía?- Terminó la cerveza y le señaló para pedirle otra.- ¿Liberaron el cuerpo?
- Sí, hijos de perra con sus preguntas y sus pruebas de pólvora. Por Dios no tienen compasión.
- Ninguna.- Le dio fuertes tragos a la cerveza mientras Aburto aún bebía de su primera a pequeños sorbos.- ¿Qué vas a hacer?
- Ya le conseguí un lote en el cementerio, el que no queda lejos. Escogí uno bajo un árbol, creo que le habría gustado. Siempre decía que unas cuantas plantas mejorarían este antro.
- Sí, le habría gustado.
- La misa será mañana en la mañana, lo enterramos en la tarde. ¿Quieres quedarte en la habitación extra que tengo arriba?
- Quiero emborracharme hasta vomitar y dormir en el baño.- Le puso la mano en el hombro y asintió.
- Tengo hierba.
- No, prefiero estar cruda. Masoquismo, pero fuma si quieres.
- Sólo fumo cuando quiero reírme un rato, no tengo ganas de eso.- Jesús sonrió con tristeza.- Me dijo algo gracioso el otro día. Me dijo que terminó de ver Doctor Who contigo, todas las temporadas. Dijo que lo detesto, pero que te gustaba a ti. Dijo que había algo llamado Tardis, una cabina de teléfono que por dentro es enorme. Quería eso como bono navideño.
- Le expliqué mil veces que no era una cabina de teléfono, nunca lo entendió.- Se terminó la cerveza y Jesús le pasó otra.- Me dijo que le gustó, era bueno conmigo.
- Y conmigo. Era un buen hombre, punto.

            Pocos atendieron el funeral de Mario “el tuerto” Aguilar. Los regulares del billar, algunos deudores, algunas de sus mujeres de una noche y conocidos. Todos especulaban sobre quién habría matado al cobrador, Jesús Aburto sopesó varios nombres. Estaba seguro que era un atentado contra él, o alguien que no pensaba seguir pagando. Danielle sabía quién había sido, al menos sabía qué otras víctimas había tenido. Kyle Burke y, más importante, Nathan su prometido. Lo encontraría, estaba segura. Antes del entierro Jesús le dijo que la quería bien cuidada y, si no podía hacerlo él, lo tendría que hacer una pistola. Le pasó el arma en una bolsa de papel marrón y ella la escondió en su bolso. Juró que mataría a su asesino sobre su tumba que leía “Amigo, hermano y tío”.

            Danielle empezó a recorrer los bares de poca monta, sobre todos los frecuentados por motociclistas. El eslabón más débil tenía que ser Kyle Burke y por ahí empezaría. Sabía poco de él, pero sabía, por lo que Nathan había dicho, que había tratado de pertenecer en un club en Houston y lo golpearon por falso. Se figuró que en algún momento habría tratado de hacer lo mismo en Malkin. Algunos querían dinero, otros querían motivo. El motivo era simple, venganza. Los motociclistas eran muy unidos y, aunque no habrían querido mucho a Kyle, habrían estado dispuestos a ayudar. Pasó tiempo saltando entre bares, algunos recordaban a un Burke que cocinaba metanfetaminas, pero no lo ubicaban o no sabían nada.
- Kyle Burke… Sí, el cocinero.- Le dijo un biker enorme de largas barbas negras con canas en uno de los bares fuera de la ciudad. Le señaló para que hablaran afuera.- Lo conocí, quiso estar en la escena. Sus palabras, no las mías. ¿Qué es para ti? Es historia antigua, cinco años es mucho tiempo.
- El mismo que se lo echó mató a dos personas que me importaban.- Dijo ella mientras caminaban hacia su coche.- ¿Quién querría verlo muerto?
- Muchos, desde los locales hasta… Vaya, la lista es enorme.
- Más importante, ¿a quién le pagarían? Fue un profesional, un gatillo. Supo hacer tres muertos sin ser detectado. Al menos dos de ellos debieron ser difíciles.
- Te diré una cosa gatita, ¿por qué no lo discutimos en tu auto?- Se acercó y le acarició el trasero. D.D. sonrió, sacó las llaves de su auto y abrió los seguros. Cuando el viejo quiso abrir la puerta trasera sacó la automática y le disparó en la rodilla. Había apuntado a la pierna, pero esto dolía más. El viejo trató de sacar su pistola, D.D. pateó cerrada la puerta y negó con la cabeza. El biker aullaba de dolor.
- ¿Dónde lo encuentro? Se me ocurren otros lugares más divertidos donde dispararte.
- Te van a cortar en pedazos perra.
- No sabes mi nombre, este no es mi color de cabello y jamás me encontrarán. Sobre todo si no me dices y te mato antes que les digas una palabra.- El sonido del bar era ensordecedor, jamás lo escucharían gritar de dolor.- ¿No quieres hablar? Muy bien.
- ¡Bobongo!
- ¿Qué?
- El Bongo, un bar en Malkin, al dueño le dicen Bobongo. Ahí conocí a Kyle, sé que ahí conoció a sus camellos.

            D.D. subió al auto y se fue de ahí a toda velocidad. Conocía el lugar, pero tendría que ser más precavida. No tendría tanta suerte una segunda ocasión. Por un tiempo no usaría el auto, era lo único que el biker sabía de ella. Se creería que no era castaña, pero estarían buscando su auto. Usó el de Mario, que seguía estacionado detrás de la Jaula de billar y manejó al Bongo. Se dejó ver varias noches, pues temía que pensaran que era de Vicio o alguna clase de cooperadora. La matarían si pensaban eso de ella. Tenía una historia preparada, Kyle Burke había sido su proveedor y ahora necesitaba de alguien con la finesa como quien se echó a Kyle. Desechó la idea de decir que era su novia, pues había esperado cinco años y además el consenso general de quienes le habían conocido, es que nadie lo quería. Querrían menos a su novia y una historia de telenovela. Su mentira era lo suficientemente turbia como para funcionar en un lugar como el Bongo.
- ¿Burke? Niño rico queriendo jugar a ser Walter White, si quieres podemos probar contigo, ver cómo vendes.- Le dijo uno de los empresariales matones del lugar. No era lo que buscaba.- No sé quién lo hizo, la verdad no importa. Sabía los riesgos cuando empezó su negocio.
- Sí, el juego es para toda la vida.- Dijo ella, pensando en su tío Mario y en ella misma, quien probablemente seguiría haciendo estafas baratas para siempre.
- Conozco a un gatillo, buen sicario. Al menos más baratos que los que usa Poole, pero igual de efectivo. Una bala es una bala, ¿no es cierto?
- Lo pensaré. ¿Estás aquí todas las noches?
- Entre semana, búscame si quieres ponerte seria. Habla con Bobongo, él te dirá que hablo en serio.- Se sentó en la barra y puso 200 dólares. Bob Bongo los miró y la miró de arriba para abajo.
- No me has dicho lo que vas a tomar.
- Necesito ayuda con un problema.
- Todos tenemos problemas.
- Mi problema se arregla con una bala.
- ¿Cómo te llamas?
- Jane Asher, me dijeron que viniera contigo.- Si Bobongo ponía al asesino bajo alerta podía acabar muerta. El nombre falso le daba cierta distancia, pero seguía siendo un riesgo que tendría que correr. No podía dormir sin tener pesadillas del cadáver de su tío abrazando al cadáver de la pequeña Nora Fang.
- Pregunta y veo que puedo hacer.
- Burke, hace cinco años. Me suplía de anfetas y quien lo haya matado lo hizo bien. Quiero contratarlo, mi proveedor es aún peor que él.- Bobongo se quedó con el dinero, sonrió y pensó en la pregunta.
- Lo siento, nunca escuché hablar de Kyle Burke, pero conozco a alguien que te pondría en contacto con esa clase de servidores públicos por un buen precio.- Le dio quinientos y sonrió. Sabía más de lo que decía, pues nunca había dicho su nombre.- Ven mañana.

            Se fue del Bongo y se escondió en una callejuela a media esquina. Bobongo mentía, seguramente para proteger al asesino. No había sido muy sutil tampoco, ella había estado mintiendo por tantos años que sabía detectar a un mentiroso. Esperó durante horas, sin importarle la leve llovizna. Se acurrucó entre los basureros apestosos para vigilar la puerta. Cuando dejó de llover se fumó un cigarro tras otro. Gente entraba y salía del Bongo. Al alba se fueron yendo todos. Se estiró, sus miembros estaban tiesos de haber permanecido tantas horas en una misma posición incómoda. Sabía lo que pasaría ahora, lo mismo que pasaba en la Jaula de billar. Eventualmente Bobongo sacaría la basura y se iría a casa, si es que vivía en otra parte. Esperó a un lado de la puerta. Bob salió con dos bolsas negras que lanzó a la acera y entonces aprovechó la oportunidad. Le golpeó con la culata de la pistola y teniéndole en el piso le apuntó a la entrepierna.
- ¿Quién mató a Kyle Burke? Sé que me mentiste y si mientes de nuevo me aseguraré que nunca tengas hijos.
- Loca hija de perra…- Jaló el martillo y le enterró el arma hasta que le doliera.- Está bien, está bien, ni siquiera me caía bien. Mike Thomas me preguntó lo mismo hace cinco años. Un alemán perdedor bueno para nada. Patrick Schnapp, le dicen Snap. Probablemente muerto ahora ese maldito degenerado drogadicto.
- ¿Eso era tan difícil?

            Una búsqueda en línea después y lo tenía. Patrick Schnapp, dueño del taller mecánico “Snappie”. Manejó por ahí para tomarle una foto con su celular, memorizar cada facción y después borrarla. El taller no la engañaba, se estaría enfrentando a un asesino a sueldo profesional y de sangre fría. Bobongo había dicho mucho sobre él, pero estaba equivocado en al menos una cosa, no estaba muerto. Lo estaría pronto, pero debía tener cuidado. La primera vez que había usado el arma había fallado por muchos centímetros, probablemente no tendría oportunidad de una segunda bala. Debía hacerlo rápido y debía hacerlo inteligentemente. No podía hacerlo durante el día, pero no le gustaba la idea de vigilar el taller mecánico por varios días para aprender sus patrones, pues seguramente Schnapp estaba entrenado para saber si le vigilaban. Si se daba cuenta le haría caer en una trampa. Sabía cómo sacarle dinero a gente como él, no como matarlos. Pensó en la posibilidad de usar ayuda. Meter un auto al taller mediante alguno de los deudores de sus padres y que tomaran nota de cuántos laboraban allí. Darse una idea del terreno, pues no necesitaba ser teatral ni sádico, sino eficiente. Entrar, disparar y salir. Preferiblemente de noche. Sin embargo quería dejar a su padre adoptivo fuera del asunto pues era demasiado personal. Jesús se enojaría hasta el día del Juicio Final al enterarse que no había vengado la muerte de su amigo, pero en el fondo tenía que entender que debía ser ella. Mario era, después de todo, su tío y su verdadera familia.
- ¿Te conté de la vez que me acompañó a comprar toallas femeninas y pasó quince minutos inspeccionando el contenido y la caja?- Le preguntó a Jesús cuando volvió a la Jaula de Billar. Aburto se rió mientras le pasaba cervezas a unos chicos y recibía el dinero.- Estaba a kilómetros de su zona de confort.
- ¿Qué tal cuando preguntaste cuántos puntos valían diez yardas en ese Súper Tazón el primer año que pasaste con nosotros?- Los dos se rieron.
- Mario pasó el juego entero explicándome cada detalle e historia del deporte, hasta se perdió las anotaciones. Para cuando acabó su magna conferencia también terminó el juego.- Podía verlo aún. Todas las noches en sus sueños, pero también sentía su presencia en el día. Más que una presencia era un vacío. El vacío se estaba llenando de Patrick Schnapp. Mientras más hablaba de su tío, más lo veía a él. Más veía al mecánico de nueve dedos que tanto le había quitado en su vida. Únicamente su muerte dejaría virgen a ese vacío otra vez. Si es que algo podía ser virgen de nuevo. Recordó lo que le había dicho hacía años en ese estacionamiento, sobre aquella película “La cicatriz”, la mujer que sabía como falsas todas esas cosas que los civiles creían como ciertas. Lo mucho que quería olvidar. Ella no podría olvidarlo, se daba cuenta ahora. No podría olvidar, pero podía dejar esa vida, dejar el juego que tanto le había costado ya.
- Aburto.- Le chifló un cliente que entraba. Le conocía, era el gemelo del sujeto de la suástica en el cuello que entraba tras él. Querían hablar con él en su oficina. Jesús parecía contento de verlos y la dejó a cargo.
- ¿Necesita algo?- El nuevo cobrador era un negro enorme llamado Jack. D.D. le echó una mirada sucia. No lo odiaba porque no lo conocía, pero no le gustaba que las cosas siguieran su marcha, pues ella no seguía avanzando. No podría hasta que Snap estuviera muerto.- Si quiere puedo quedarme en la barra.
- He manejado borrachos más tiempo que tú Jack, creo que sobreviviré. Ve a ver si Jesús quiere algo.
- ¿Y tener que hablar con ese nazi loco?
- Entonces encuentra la tumba de Indrid Cold.- Jack la dejó sin atreverse a decir algo como respuesta. Sabía que llenaba zapatos grandes y Jesús le había advertido de no meterse con su hija. Jack necesitaba el dinero, no las complicaciones.
- Voy a presionar a Grant por el dinero que debe, estaré por el teléfono si necesita algo señorita Dillon.
- Yo le llamo. Lo conozco de hace años. ¿Te dijo que su tía tiene cáncer y necesita otra semana?
- Ajá.
- Su tía murió hace un año, siempre tiene a un pariente u otro muriendo de cáncer. No debería preocuparme el tabaquismo, todo el cáncer ataca a su familia.- Jack se rió y se fue.

            D.D. no traía el celular de ese mentiroso en su celular y revisó el celular que Jesús había dejado en la barra. Lo amenazó con que le romperían los tobillos primero si no pagaba en dos días y eso funcionó. Le dijo a Jack que lo visitara para suavizarlo un poco. Revisó los otros números de llamadas realizadas y reconoció uno. No podía ubicarlo por completo así que lo marcó desde el teléfono a un lado del refrigerador metálico de Corona.
- Snappie mecánica, ¿en qué puedo ayudar?

            La sangre se le hizo como agua. El corazón se congeló. Jesús Aburto había llamado a Snap. Él lo había contratado para matar a Mario Aguilar, quizás para más cosas. Mecánicamente regresó el celular a su lugar y se quedó tiesa como una piedra. La información entraba en su cabeza como la lluvia de afuera. Primero unas cuantas gotas de recuerdos, en el precinto, en el funeral y sus especulaciones sobre posibles deudores. Luego recordó que lo había caracterizado como a un hermano. Le había dado autonomía a ella. Mario se había vuelto suave con los deudores, era cuestión de aritmética. Su vida y muerte se decidió en base a números. Era posible que los gemelos tuvieran algo que ver, el nuevo negocio que Aburto estaba seguro que serviría de pensión. Incluso su tumba era una broma de mal gusto, no había sido su amigo y no había sido su hermano. Podría haberlo despedido, podía haber contratado a otro para que le asistiera, aunque eso significaría que Jesús Aburto era capaz de pensar en otra cosa que no fuera dinero.

            Le haría lo mismo a ella tarde o temprano. Nunca la dejaría libre a pesar de las promesas, era como todos esos deudores patéticos con sus excusas de demora y sus suplicas de planes de pago. Iría dando excusas hasta morir de viejo. Danielle supo que tenía que salirse del juego, no solamente desearlo, no solamente planearlo, sino de hecho hacerlo. Había estado cerca hacía cinco años. Tenía el reloj de oro aún en su bolsillo como recuerdo de lo que pudo ser y no fue. Estuvo cerca cuando casi inicia el timo de cambio de divisas donde le exprimiría una buena cantidad para desaparecer de la faz de la Tierra. No le importaba a dónde, se iría. No sin antes matar a Snap. No sin antes robarle todo a su padre adoptivo. Todos y cada uno de los dólares y centavos que tenía en esa bóveda. Nunca le diría la combinación, pero sabía cómo conseguirla.
- Tierra a Danielle.- Le dijo Jesús.- ¿Dónde está Jack?
- Fue a hablar con Grant, él y su tubo de metal. No creo que te dé problemas.
-  No es Mario, pero algo es algo.
- Tenías razón sobre Naranja Mecánica.
- ¿De qué hablas?- D.D. se salió de la barra y se sentó frente a él, encendiéndose un cigarro y dejando que el viejo siguiera vendiendo a los jugadores.
- Dijiste una vez que era una comedia y en cierto sentido es cierto. Una muy violenta. Se llama Naranja Mecánica porque es ridículo que un organismo, que crece como… pues como un organismo, se convierta en una máquina. Las máquinas no crecen, le añades cosas, partes y demás. Quieren que Alex, un ser humano, un organismo, se haga un robot. La naranja es un organismo, y es tan ridículo esperar una máquina que se convierta en un robot, como esperar que Alex se convierta en un robot. Además de contraproducente. ¿Quieres ver otra de Kubrick?
- No, el Resplandor me dio un mal viaje. La vi de nuevo sobrio y no entendí si es un fantasma o viaja en el tiempo, por la foto del final.
- Es un fantasma que viaja en el tiempo. Para nada confuso.
- No, para nada.- Bromeó él.
- ¿2001 Odisea en el espacio?
- ¿Cuál es?, ¿es la de los monos y el monolito? Suena aburrida.
- Es aburrida si estás sobrio, pero tiene luces brillantes y bebés cósmicos. Tarda para siempre, pero mi explicación tardará lo mismo que la película.
- ¿Dónde aprendes todo eso?
- En línea.
- No quieres saber lo que yo aprendo en línea… Ja, como Mario cuando descubriste su colección de porno. Te evadió por semanas. Tenías 23 años, aún así, la sobrinita.- Ella sonrió, él era la marca y ella ya no era timadora, no era una estafa, era una cacería. Era la película del Juego más peligroso, el sujeto con la isla privada que caza humanos. Lo cazaría a él como apetitivo para cazar a Snap.

            Se quedó a un lado de su padre adoptivo aunque sus instintos le decían que le cortara el cuello. No podía hacerlo, por Nathan y por Mario. Se la jugó suave, se la jugó Bogart en el halcón maltés. Siempre un paso adelante y fingiendo no saber nada. Le ayudó a cerrar, pero dejó la puerta de enfrente destrabada. Le acompañó a su cuarto y él se tragó la pastilla mientras iniciaba la película. Habló de la importancia de la película mientras diluía otra pastilla en el agua de Jamaica que le gustaba tomar para orinar la toxina rápido.
- ¿Le gustó a Mario?
- ¿Tú qué crees?
- Buen punto.- Se acomodó en la cama, ella le pasó el agua de Jamaica y se sentó en el suelo a su lado.- Por cierto, cuando quieras empezar a planear el timo del cambio de divisas me dices, hay que ir escogiendo las oficinas en renta y las marcas. No te preocupes por el dinero.
- Mañana empiezo.

            Mañana terminaría sus asuntos en Malkin. No le importaba a dónde iría después, siempre que fuera lejos y pudiera empezar de cero. Sería mesera o secretaria, pero tendría su propia vida, libre por primera vez. La droga empezó a hacer efecto, llevándolo a especular sobre monos que atacan naves espaciales. Ella empezó a hablarle de las luces, sobre cómo huelen y cómo saben. Mientras más Jamaica bebía, más empezaba a estar de acuerdo. Le convenció que el foco en el techo le decía cosas y le creyó. Parado sobre la cama habló con el foco, interpretando cosas sin sentido de la película. Danielle le dijo que las voces venían de la bóveda y Jesús se cayó de la cama tratando de llegar hasta ella. D.D. le habló de las luces, estaban escondidas ahí, eran hadas. Abrió la bóveda y después empezó a lamer el televisor. Ella se robó todo el dinero en un maletín que había en la bóveda. El maletín casi no cerraba y era bastante grande. Tenía los títulos de propiedad del billar y de los autos. Los tiró porque después de ese día no los necesitaría.
- ¡Están allá afuera! Las luces.- Le prendió la linterna del celular y lo hizo perseguirla mientras el celular reproducía canciones de Led Zepellin. Lo llevó hasta la puerta donde encontró más luces.

            D.D. salió del billar cargando con el dinero robado y caminó al acceso de la parte trasera donde estaban los autos. Puso el dinero en el maletero y manejó hasta la calle. Jesús Aburto perseguía las luces delanteras de los autos. Los conductores le sonaban la bocina, alimentando su delirio y lo esquivaban por poco. Un camión de carga no tuvo tiempo de reaccionar y lo aplastó en colisión directa, arrastrándolo varios metros hasta dejar una pulposa carnosidad de lo que antes había sido Jesús Aburto. Los autos se detuvieron y el camión también. No le levantarían cargos, no tras revisar su sangre y tomar sus declaraciones. Todos lo vieron drogado por completo persiguiendo autos. D.D. se fue antes que llegaran las patrullas. Tenía un último asunto antes de usar el dinero para escapar de Malkin y establecerse lejos de allí. Iría a matar a Patrick Schnapp, alias Snap.


6.- 5 años después: Ian Madison
            Ian pensó que saldría de Blackbird en una bolsa negra, pero el día había llegado. El último año había sido el más difícil, había tratado de ser un fantasma y con forme se acercaba la fecha de su libertad la nación aria le hacía más difícil la situación. No querían que se fuera, querían orillarlo a matar y venderlo a los guardias para que añadieran años a su pena. Dejó atrás el hedor inmundo y la estruendosa cacofonía cuando los guardias le llevaron hasta la puerta de salida de prisioneros. Tendría que bañarse una docena de veces para quitarse la peste a prisión. A primera hora de la mañana era hombre libre y respiró el aire de la carretera. No le importaba el olor a gasolina, era mejor que estar adentro.

            Siguiendo las instrucciones del guardia caminó hacia la parada de autobuses, pero un auto le siguió y tocó el claxon. Pensó en Joanie, pero era el detective Chandler. Dudaba que su ex-esposa supiera la fecha de su liberación y dudaba que le importara. Siguió caminando, no tenía ganas de hablar con el detective. La última vez que le había visto, hacía años, no había sido una visita placentera. Le había dejado obsesionado con encontrar a quien le hubiera dado el pitazo a la policía. Había sido Phil, sin duda, un plan para quedarse con Joan. Ella pudo haberle mencionado que ya no le estaría vendiendo objetos robados. No quería pensar en lo que haría si lo veía. Se había reprimido por mucho tiempo, el temperamento de su padre puesto a prueba. No sabía el rottweiler que cargaba adentro había sido encadenado de nuevo, o si simplemente esperaba su momento.
- ¿Realmente vas a caminar medio kilómetro, cabeza cuadrada?
- Esa es la idea, oficial.
- Vamos, sube de una vez irlandés necio. Te dejo donde quieras.- Ian mantuvo la calma y entró a su auto.- Linda tinta. ¿Adónde?
- A mi casa. O lo que era mi casa, quiero ver a mi… quiero ver a Joan.
- Hablé con el alcaide Smith sobre ti, me dijo que cambiaste cuando tu abogado consiguió que te rebajaran los años.
- ¿Y qué con eso?
- Quería ver por mí mismo si era una jugarreta o si era en serio.- Ian se levantó la playera y le mostró la última herida, un cuchillo hecho con una pluma. Todo su cuerpo tenía marcas de peleas y navajazos.
- ¿Suficientemente serio para usted? No regresaré a Blackbird, prefiero morir.
- Bueno escucharlo.- Le pasó un cigarro y fumaron en silencio por un rato.
- Tengo que preguntar, ¿la historia del anciano y el ataque de corazón…
- Fue verdad, pero supongo que ya sufriste tu penitencia.
- Dios, esperaba que fuera una broma pesada.- Ian miró la ciudad con asco. Era otra prisión, una sin murallas ni celdas. No lo parecía, pero era otro Blackbird.- Nunca quise provocar algo así. No soy un asesino. De haber sido yo quien robó esa casa.
- No te estoy grabando.- Ian se alzó de hombros y siguió fumando.- No siempre logramos lo que queremos y a veces lastimamos gente sin saberlo. Incluso hasta la muerte.
- Ya no más, me voy de este lugar. No me importa tener trabajo de ex-convicto, pero ya no soporto Malkin.
- ¿No tiene nada que ver el que la nación aria quiera matarte?
- Es un incentivo, pero no es por eso. Te terminas convirtiendo en lo que odias. No quiero ver al viejo Madison cuando me mire en el espejo.
- Blackbird te hizo sabio.
- No, me abrió los ojos nada más. La pregunta es, si la ciudad dejará que me vaya.
- Espero que no te ofendas, pero mientras más rápido te vayas, mejor me sentiré. No es que me caigas mal y no es que no te confíe. No confío en tu temperamento. Uno es lo que es, ¿no es cierto?
- Tanta misericordia en una sola persona, ¿cuál es su secreto, detective?
- Fibra.
- Hay otra cosa… Cuando me visitó en ese infierno, dijo que les habían dado el pitazo. ¿Quién fue?
- ¿Te lo creíste?- Chandler trató de contener la risa pero no pudo.- Estaba metiéndome en tu mente, eso es todo. Un dedo medio a tu mente. Quería que sufrieras.

            Ian no estaba seguro de creerle. Habían llegado muchas patrullas al mismo tiempo, tanto de uniformados como detectives de civil. Además Chandler lo conocía. Sabía que mataría a quien le hubiera enviado a ese lugar sin dudárselo ni un segundo. No lo aprendería de él, pero lo aprendería de alguien, de eso estaba seguro. Madison lo fue guiando hasta su casa y lo dejó en el frente. Todo había cambiado, el pasto era más verde, había un rosal y estaba pintada de verde y blanco. No era lo único diferente, el nombre en el buzón no era Madison o Sellers, como el apellido de soltera de Joan. Tocó el timbre varias veces hasta que un ama de casa abrió la puerta y le miró con suspicacia.
- Buenos días, mi nombre es Ian Madison. Vivía aquí, mi esposa se quedó con la casa tras el divorcio y me preguntaba si sabía dónde estaría residiendo ahora.- Le mostró su licencia de conducir para que viera que no estaba mintiendo.- El nombre de soltera de mi esposa es Sellers.
- No me acuerdo bien de la dueña, creo que no… ¿Una mujer negra de tez ligera con pelo largo y enchinado?- Ian asintió.- Sí, J.S., está con el correo cada semana.
- ¿A qué se refiere?- Sacó las cartas en su buzón y le pasó una hoja púrpura del “Ministerio de los ángeles y los tronos”. Tenía la dirección en la parte de abajo y el nombre del pastor Elías Burrell. En una esquina estaban las iniciales “J.S.”.
- Muy cambiada ahora a cuando le vendió la casa a mi hermano. Es una secta o culto, a todos nos llegan esos volantes. Traté de decirle que dejara de ponerlos en mi buzón, es basura, pero no me hace caso. No le hace caso a nadie. Si me pregunta a mí, creo que está loca.
- Pero nadie le preguntó eso, ¿o sí?- Se reprimió por haberle hablado de esa forma y se despidió parcamente. No le gustaba el divorcio y no le gustaba la manera en que esa mujer hablaba sobre Joanie.

            La dirección no quedaba lejos y caminó hasta una dilapidada tienda de autoservicio que había sido adaptada para parecer un ministerio cristiano. Las ventanas estaban tapadas con hojas de la Biblia pegadas al vidrio y tenía un crucifijo de neón a un lado de la puerta, encerrado en una jaula de acero para que los vagos no se la robaran. Miró al techo, la conexión de luz era robada hacia el poste. Nada de ello le gustaba. Entró y se dio cuenta que no era una iglesia en lo más mínimo. Había colchonetas por el suelo formando un círculo y podía ver que detrás de unas láminas de aluminio estaban las habitaciones separadas por género. La gente reunida, en su mayoría revisando cajas del ejército de salvación en busca de comida enlatada y ropa, vestían todos camisas blancas y zapatos blancos. Le ofrecieron trípticos con información de la verdad del evangelio, pero Ian no estaba interesado. Se contuvo de golpear a uno de ellos en la garganta para que dejara de hablar de lo asombrosas que eran las comuniones del reverendo Burrell. Llamó el nombre de su esposa y Joan apareció de la trastienda donde había estado lavando ropa. Los demás lo dejaron en paz. Joanie era una persona muy diferente. Estaba demacrada, se le veía ansiosa y malnutrida.
- El pastor no se encuentra en este momento, pero si quiere participar en nuestro estudio bíblico…
- Joan, soy yo. Ian, Ian Madison.- Le interrumpió. Le mostró el anillo de casado y ella le reconoció. La abrazó con fuerza temiendo que se le rompiera en pedazos.- Amor, ¿estás bien?
- Claro que sí, ¿porqué no lo estaría?
- ¿Podemos salir? La iluminación me va a enfermar.- No había luz natural, todos eran luces amarillentas y lámparas con móviles de estrellas que brillaban a gran intensidad.
- No sabía que estabas fuera, ¿cómo lo hiciste?
- Me dejaron salir antes para tapar algunos problemas técnicos durante mi arresto. Joan, ¿qué haces aquí?, ¿qué te pasó?- La acompañó a sentarse en la acera y ella le abrazó sobre el hombro.- No te ves bien Joanie.
- Me despidieron, poco después que Phil me dejara. No iba a funcionar de todas maneras. Te extrañaba demasiado. Vendí la casa y me mudé, pero no volví a conseguir trabajo. Pasé dos años como mesera durmiendo en la terminal de autobuses hasta que el pastor Burrell me encontró y me invitó a su comunidad.- Ian se encendió un cigarro y se la imaginó durmiendo en una banca de la terminal, muerta de frío, de calor o de miedo.- Ya me voy recuperando.
- Pero la llave, amor, te dije que usaras la llave si necesitabas el dinero.
- La usé, pero ya no quedaba nada. Estaba tu baúl y estaba vacío.- Ian se puso rojo de furia. Podía llenar los vacíos en blanco. Phil Hickman. Quedarse con Joan por el dinero y luego dejarla para que se pudriera. Fumó para calmarse y Joanie le besó la mejilla enrojecida.- Estoy mejor, son buenos conmigo y ya que saliste puedes venir a vivir conmigo. Tienes que estudiar las Escrituras con nosotros, ¿sabías que hay cientos de referencias a Ovnis en la Biblia? El pastor lo explica mejor que yo, pero está desde el Génesis hasta Revelaciones, la guerra entre dos especies alienígenas.
- Joan…- Dijo Ian, tratando de no sonar frustrado, aunque lo estaba.
- No amor, en serio. Jesús es de los grises, nos quieren ayudar y te pueden ayudar.
- Joanie, Dios mío… ¿Qué fue de Phil?
- Sigue trabajando en el Emporio de tapetes y pieles. Al menos eso creo.
- Pensaba que nos fuéramos de Malkin, la ciudad solo nos trajo problemas amor.
- Pero, pero…
- Iríamos a dónde tú quisieras.
- Tendría que pensarlo.- Sonó una campana dentro del edificio y ella se puso de pie.- Hora de las oraciones, ¿me acompañas?
- Tengo que ver a un amigo antes. Piénsalo Joan, en serio piénsalo. Adónde quieras ir nos iremos. No te preocupes por nada.

            Se quedó sentado fumándose el cigarro después que ella entrara. Su esposa estaba en un culto, la habían reclutado cuando tenía hambre y miseria. Al menos sabría dónde encontrar al bastardo que la dejó sin sus ahorros. Caminó por varias cuadras hasta dar con una de los pocos teléfonos públicos que quedaban en la ciudad que aún tenía las páginas amarillas. Buscó la tienda de tapetes, llamó y tomó varios autobuses para llegar hasta ahí. Comió en la acera de enfrente de la avenida, pensando en lo que podía hacer y lo que quería hacer. Lo que quería hacer era torturar a Phil Hickman hasta la muerte. Fantaseaba con los métodos, pero no tenía dónde hacerlo. Se reprimió para dejar de pensar de esa forma, es lo que su viejo habría hecho. Es lo que lo dejó en prisión. Lo que lo dejó en el infierno sobre la Tierra llamado Blackbird. No, tenía que ser razonable, tenía que hablar con él y obligarle a darle el dinero. Lo más sabio era esperar hasta la noche, quizás sorprenderlo en el estacionamiento o seguirlo hasta su casa o departamento. Ian, sin embargo, no tenía tanta paciencia.

            Terminó de comer, cruzó la calle y entró al Emporio de tapetes y pieles, un edificio de dos pisos con varios vendedores. Phil tenía su fotografía enmarcada, segundo mes como mejor empleado. Caminó entre las montañas de tapetes y los clientes. Encontró a Hickman saliendo del edificio por una salida lateral. Se fijó la hora, debía ser un horario de comida. Ian salió por la misma puerta hacia el estacionamiento. Pateó a Phil en una rodilla y aplastó su cabeza contra el frente de su auto compacto. Hickman se asustó y al voltear y mirarlo casi grita de miedo. Ian no le dio la oportunidad de pedir ayuda. Lo golpeó una y otra vez hasta que le hizo escupir dientes y sangre. Lo pateó en el piso, la ira rebasándole y cegándolo. Lo fue llevando a patadas hasta la pared entre dos autos y se contuvo de romperle el cuello. Le necesitaba con vida.
- Hijo de perra.- Lo levantó del cuello y le soltó un rodillazo en la entrepierna.- ¡Joan, hijo de perra! Le robaste todo a ella, me robaste a mí. Me delataste, ¿verdad? Seguramente pensaste que moriría adentro pero soy tu peor pesadilla.
- Ian…- Lo dejó tirarse al suelo, donde vomitó el desayuno mezclado con sangre.- No sé de qué estás hablando, ¿por qué te delataría? Éramos un buen equipo.
- No me mientas de nuevo o te arranco la manzana de Adán y dejo que te desangre aquí mismo.
- Dios no… No quise hacerlo, pero estaba obligado. Me iba a casar con Joan.
- ¡La dejaste con nada!
- Me timaron Ian, una perra que iba a destrozar lo que tenía con Joan. Dijo que el bebé era mío, quería dinero para mantener la boca callada. No tenía nada, así que yo….- Ian se agachó en cuclillas y lo miró a los ojos. Estaba aterrado, pero estaba diciendo la verdad. Al menos en esto.- D.D., dijo que su nombre era D.D., y Joan me había dicho de la llave. Maldita sea, pensé que si algo calificaba como emergencia eso era. La perdí de todas formas.
- Sobrevivió de mesera durmiendo en una terminal de camiones maldito bastardo, no me digas que te importó. No me mientas y me digas que te importó.
- No lo sabía, lo juro. No quiso saber más de mí. Me enteré que vendió su casa, le pregunté si quería quedarse conmigo hasta que consiguiera algo mejor. No tengo mucho, pero… No quiso, dijo que se quedaba con un amigo. Le creí Ian, lo juro. Te devolvería el dinero si lo tuviera, pero no lo tengo. ¿Ves mi auto?, ¿viste donde trabajo? No tengo esa clase de dinero.
- D.D., ¿quién es?
- Cosa de una noche. Meses después me rastrea para decirme que el bebé es mío, probablemente tenía a otros en el mismo juego. Tiene un tatuaje del Ying Yang en el antebrazo, a la altura de la muñeca derecha. Tiene nariz de tucán, enorme. Ojos hundidos y grandes, es castaña… La busqué cuando puse una hipoteca en mi casa. La perdí porque este salario no me alcanza. Nunca la encontré, y busqué mucho.- Trató de pararse, pero el dolor lo dejó en el suelo otra vez.- Casi me matas.
- No, sabrás cuando quiera matarte.- Ian le extendió un cigarro y se lo encendió. Phil fumó y tosió.
- Dios te pusiste a hacer ejercicio en Blackbird. Me arrancaste…
- Concéntrate.- Le amenazó Ian.
- D.D., es el único nombre que me dio. Si es que su nombre. Podría haber mentido sobre eso también. Cuando te arrestaron me cambió la vida, dejé todo atrás. Dejé de mover cosas calientes. Este trabajo es lo mejor que pude conseguir.- Fumó pensativamente y negó con la cabeza.- No sabía de Joan, en serio. Me dijo que todo estaba bien. Ya la conoces, es dura, una peleadora. No pensé que terminara así… ¿Cómo está?
- En una secta de locos de Ovni’s. Se le ve mal, pero dice que va mejorando, que estaba peor.
- Esta mujer, D.D., ¿cuántos años tiene?
- No, sé fue cosa de una noche. Tiene nuestra edad más o menos. Baja estatura. La perra me estafó Ian.- Se levantó con ayuda de Madison y sacó su cartera. Le entregó todo los billetes que tenía.- Si tuviera más te daría más.
- ¿Te acuerdas de Mark Chandler? El detective que me arrestó la vez pasada.
- ¿Sonrisas?
- El mismo bastardo. Me visita en prisión, me dice un par de cosas, pregunta sobre un caso que tiene y me dice que alguien me delató.
- ¿Y quién lo hizo?
- No me dijo, quería que me doliera más estar ahí. Me esperaba fuera hoy. Me trajo a casa. Dijo que mentía, que nadie me había entregado y todo había sido trabajo policial. No le creo. Y no te creo.
- Dios Ian, no, tienes que creerme.- No sabía si decía la verdad o si le estaba mintiendo. Ian no le hizo nada, no quería volver a golpearlo. No quería volver a convertirse en esa bestia de furia ciega. No quería ser el viejo Madison buscando venganza. Quería dinero, quería a Joan, quería salir de Malkin. Ya encontraría la verdad antes de irse, y entonces habría un infierno por pagar.
- Nos estaremos viendo, empleado del mes.

            Mientras el autobús lo empujaba de un lado a otro se miró los ensangrentados nudillos. Tenía callos en ellos. Los había usado demasiado en su vida. Demasiado en los últimos años. Podría haberlo matado y no quería hacer eso, a menos que descubriera que le mentía sobre el pequeño detalle de mandarlo a un literal infierno. Usando el dinero de Phil, el único dinero que tenía, se hospedó en un hotelucho de bungalows para pasar el tiempo. Pensaba ir al Bongo para ponerse al día en los detalles del submundo criminal, quizás encontraría a la estafadora. Se habría gastado el dinero, pero tendría más dinero. Le robaría, aunque la idea no le gustaba. No tenía problemas con robarle todo lo que tuviera, no, el problema es que querría matarla. Era una línea que nunca había cruzado. La dejaría echa una pulpa, peor que a Phil y probablemente la mataría. No quería admitir la bestia en su interior, la quería mantener enterrada como había hecho en su último año. Enterrada como un carbón ardiente calentándolo día y noche. Era una olla de presión, pero con algo de suerte no estallaría de vuelta a prisión.

            En la noche fue al Bongo en taxi. Conocía bien al dueño, Bobby Bongo. Bobby le tenía estima porque era de los pocos que no le llamaban Bobongo, ni siquiera a sus espaldas. Su padre le había hablado del lugar, él mismo era regular ahí. Se emborrachaba hasta tarde hablando de sus robos como si fueran grandes logros o requirieran destreza o cerebro. Bongo era como Suiza, un lugar neutral independientemente de lo que pasara en el mundo exterior. Un buen lugar para hacer contactos, de hecho había conocido a Kyle Burke ahí, como también a Phil Hickman. El lugar no había cambiado en todos esos años, probablemente no había cambiado desde que iba por su papá para llevarlo a casa y llevarse una golpiza por escuchar a su madre.
- Bobby, muchos años hermano.- El bartender le extendió una cerveza.
- Por cuenta de la casa. Escuché que estabas en Blackbird.
- Lo estuve.- Le mostró el tatuaje del dragó en el cuello.- Bobby silbó sorprendido.
- Y aún en una pieza. Tú te ves igual Bobby, ¿soportando a estos borrachos?
- Soportando que me digan Bobongo cada que quieran.
- Estoy buscando a una estafadora, pensé que sería un buen lugar para empezar.
- Ja, describes a casi todas mis clientas.

            Ian pasó casi toda la noche ahí, hablando con todos los que le conocían, los que conocían a su padre y aquellos que pensaban estaba interesado en estafar a alguien. No había señales de la mujer que Hickman había descrito. Era posible que fuera mentira, pero en su experiencia esos detalles no eran los de una mentira pensada al vapor después de una golpiza. Se trataba de una aguja en un pajar y lo sabía. No quería estar en el juego, pero no actuaba como si quisiera salirse. Era una última cosa que necesitaba, algo de capital para escapar con Joan. No quería mucho dinero, sólo lo suficiente para empezar de cero en lo que buscaban trabajos. Estaba por irse cuando escuchó una voz que le heló hasta la sangre.
- Ian el-fantasma Madison.- Clay Thomas acompañado de su hermano gemelo Mike Thomas.- ¿Cuánto llevas fuera?
- Un día.
- Algo de licor y algo de mujeres, ¿no es cierto? Hice como trece líneas de coca el día que salí.- Le dijo Clay, sentándose a su lado mientras su hermano jalaba una silla para sentarse con ellos.- Vaya pesadilla Blackbird, ¿no?
- Sí, veo que no te quitaste la suástica.
- Estoy en esas. ¿Te quitarás el dragón?
- Quizás.
- La nación aria, qué bola de maniáticos.- Mike sirvió tres tragos de la botella de whisky que Bobby Bongo le había regalado y bebieron. Ian no sabía qué esperar, pero la prisión le había enseñado a esperar cualquier cosa. Si iba a matarlo, no lo haría ahí. No lo haría en el Bongo y por nada del mundo saldría con los Thomas.- Regresamos al negocio mi hermano y yo. ¿Te acuerdas de Roger Fang?
- Sí, se supone que financiaba la operación de Kyle Burke, o que puso el capital.
- Era un apostador degenerado, está muerto. ¿Qué se le va a hacer? El dinero no vino de él, de hecho Kyle era de familia texana con más dinero que sesos. No lo quiso, así que Fang puso el dinero a través de un usurero mexicano, Jesús Aburto. Lo fui a ver.
- ¿Con todo y esa tinta?
- Es un hombre de negocios, no le interesa. Necesitamos gente de confianza y le dije a Mike que tú eras de confianza. ¿Eres de confianza, no?
- Salí temprano de milagro Clay, habría muerto allá adentro. Mondo o cualquier otro fenómeno de circo me habría puesto en la morgue. No, yo estoy fuera.  
- Fuera, ¿de qué estás hablando Madison? Que no se te olvide que el que te salvó la vida allá adentro fui yo. No me des la espalda.
- Llevo un día y…
- No digo que empieces ahora. Lo tenemos bien pensado, como tú lo tenías.
- No, no, no. No me digas nada.- Había aprendido en prisión que escuchar detalles podía dejarte muerto de modo que interrumpió a Clay, se puso de pie y se fue del Bongo.
- Lindo lugar.- Le dijo el detective Chandler cuando cruzó una cuadra. Era obvio que vigilaba el Bongo.- Pura gente de calidad.
- Sí, creo que su madre está allá adentro.
- ¿Clay Thomas cambió como tú?
- No quiero hablar de eso.- Siguió caminando y pensó que se había librado, hasta que el detective Chandler regresó en auto. Dobló una esquina antes de aceptar la invitación. Si alguien del Bongo lo veía con él se podía considerar muerto.- No quiero hablar de Clay Thomas o su hermano medio idiota Mike.
- Los he estado vigilando, sobre todo desde que Clay salió. Hay algunos cuerpos que podrían conectarse con los gemelos. Piénsalo dos veces si…
- Les dije que no, no empujes Chandler. Es en serio, ha sido un día largo.
- ¿Adónde te llevo? Los Thomas seguirán ahí para cuando vuelva.- Le dijo del hotelucho de bungalows y el detective aceleró.- ¿Cómo era Clay adentro?
- Como el resto de nosotros, un animal más en una jungla violenta. Tuvimos que hacer cosas bastante feas para la nación aria. Clay es feroz, es peor que Mike. Creo que le gustó y no salió del personaje.- El detective se encendió un cigarro y Madison le agarró la cajetilla.
- Quédatela.
- Todavía tiene la suástica, está lo suficientemente loco para estar haciendo negocios con la nación aria aquí afuera… Cuando estás adentro tienes toda clase de planes, lo que harás, a quiénes verás… El mundo afuera siguió girando perfectamente bien sin ti, y lo seguirá haciendo cuando estés muerto. Muchos no lo soportan, se dan cuenta que no tendrán buenos trabajos, si es que alguien los emplea y regresan a lo mismo. Lo mismo, pero peor, porque aprendes toda clase de cosas adentro. Antes no sabía pelear, ahora podría matarlo de dos golpes detective.
- ¿Amenaza o promesa?
- Sígueme empujando Chandler, eres el príncipe encantador.
- Eso me han dicho.- Le llevó hasta el hotel y antes que se bajara le dijo.-  Vete de Malkin Ian, antes que hagas algo estúpido o algún estúpido te haga algo.

            La cama estaba sucia y el cuarto era un desastre, pero a comparación de su celda olía a pino. Tenía la privacidad de ir al baño sin tener una audiencia. Se bañó por tercera vez, aún podía oler la prisión. Se tiró en la cama cansado y pensó que caería rendido. En realidad se quedó pensando. Chandler tenía razón, como el alcaide Smith había tenido razón, eventualmente haría algo estúpido o alguien creería que podía con él. Mataría a quien se le pusiera bravo. No sabía si podría contra Clay, pero algo le decía que lo averiguaría forzosamente si no se iba de la ciudad y pronto. Clay podía estar con la nación aria y, si bien al final ellos le dejaron ser, dentro de lo que se puede considerar como una tregua en esa infernal zona de batalla, no tenía buena sangre con ellos. No eran muchos en Malkin, pero poco importaba, sólo se necesitaba una bala para matarlo. Encontrar a D.D., por otro lado, era también una cosa estúpida. La idea de robarle hasta lo que tuviera clavado contra el suelo no perdía su encanto, pero tardaría demasiado en encontrarla. Se sintió culpable, sólo pensaba en sí mismo. Joan era quien necesitaba ayuda, era ella la que tenía que irse de ese lavado de cerebro. La respuesta estaba, extrañamente, en Phil Hickman. No sabía si le había reportado, probablemente no, pero aún así verle de nuevo era un riesgo. Tenía que hacerlo.

            Al día siguiente fue al Emporio de tapetes y pieles para hablar con él. Tenía un cabestrillo para un brazo y un collarín. Hickman se asustó al verlo, pero no brincaron las alarmas y no vio policías. Parecía que no había reportado el ataque después de todo. Por un instante hasta se había imaginado al detective Chandler y su sonrisa de maldito poniéndole las esposas. Phil se apoyó contra una montaña de tapetes cuando Ian se acercó.
- Phil… Creo que me pasé ayer contigo. Es mi carácter.
- Pensaste que te había puesto en prisión y te robé los ahorros. Es entendible.- Se le quedó viendo inquisitivamente, quería saber si tenía algo que temer.
- Cálmate, vine a disculparme.
- Oh, gracias a Dios. Busqué a D.D. ayer en el Bongo, pero no tuve suerte. Podría pasar años buscarla y aún así bien podría estar muerta o en Miami.
- Que es casi lo mismo.- Ian sonrió, hacía tiempo que no sonreía.
- No le voy a perdonar habernos robado ese dinero, pero no la voy a encontrar y me topé con un tipo de prisión que… No creo poder quedarme mucho tiempo aquí.- Phil sacó la cartera y le dio nuevamente todos sus billetes.
- Ésta vez traje más de mis ahorros. No es mucho, pero es algo.
- Nos dará de comer por unos días. Lo que necesito es un trabajo, algo fuera de Malkin. ¿Tiene sucursales, este lugar?
- ¿El Emporio? Sí, en Albuquerque, Nuevo México. Podría hablar con Jerry, es el dueño de esta sucursal, podrías trabajar ahí. ¿Te vas con Joan?
- Sí, los dos necesitamos empezar de cero. Me consigues el trabajo, todo está perdonado.
- Gracias Ian, sé que ayer me pudiste haber matado. No sin razón, pero te contuviste. Lo agradezco. Te conseguiré el empleo, me llevo bien con Jerry.- Le pasó su tarjeta de vendedor y apuntó su celular.- Día o noche, me hablas.

            Tomó un taxi al Ministerio de los ángeles y los tronos, llegó cuando sonaba la campana así que esperó. Se figuró que sonaría varias veces al día. Un auto parecía observarle, le dio la vuelta a la manzana y se estacionó a suficiente distancia como para que no supiera quién era. Supuso que era el detective Chandler, era muy probable que esos muertos que trataba de colgarle a Clay hubiera sido una fabricación. Le había mentido sobre el asunto del trabajo policial, estaba seguro que alguien lo había tirado a los perros. Probablemente Hickman, quizás el difunto Burke, aunque no veía por qué. No le gustaba la atención del detective Chandler, había algo oculto ahí. También podía ser alguno de los hermanos Thomas, pero lo dudó pues ellos no sabrían dónde encontrar a Joan. Regresó el bullicio normal y se asomó por la puerta para encontrar a su ex-esposa. Le aceptaron y le hablaron sobre los grises y los reptilianos. Les daba lástima, tanta como ellos le miraban con lástima a él. Eventualmente Joanie dejó de lavar los uniformes de la secta y lo saludó. Se sentaron afuera, las luces lo mareaban y le hacían recordar al foco que nunca se apagaba de la celda del solitario, el tanque.
- ¿Viste a tu amigo ayer?
- Sí, tuvimos una charla muy amena.- Le tomó de la mano y miró al auto. Parecía vacío, pero no podía estar seguro. Seguramente seguía en estado paranoia como había estado viviendo por cinco años.- Escuché que Nuevo México es la meca de los Ovnis, ¿es cierto?
- Oh, sí. Roswell fue un atentado reptiliano, está en las revelaciones.
- Me puse a pensar sobre lo que dijiste sobre eso ayer… No sé, tiene mucho sentido con forme más lo pienso. Y este amigo tiene trabajo para mí en Albuquerque, Nuevo México. Vendiendo tapetes, nada grande. Pero es legal, es honesto y he oído que puedes ver las estrellas en ese cielo nocturno. No como aquí.
- Suena bien, podemos empezar de cero. Entra conmigo, quiero que leas algunas cosas. Pasar tiempo juntos, como antes.

            Entraron y escuchó las locuras sobre Ovnis en la Biblia, de extraterrestres creando al hombre y su destino en las estrellas. Estaban convencidos y Madison dejó de prestarles atención luego de veinte minutos. Quería estar con ella, eso era todo. Se dio cuenta que no pensaba en aquella D.D., ni pensaba en Hickman y su traición, pensaba en ella. Pensaba en los viejos tiempos que no fueron buenos tiempos pero la memoria los decora con pátina de sepia y parecen los eternos veranos de las vacaciones escolares. Ella seguía entrando y saliendo de la lucidez, como si algo dentro de ella ya estuviera desgastado. Los dos estaban rotos, pero ella quería empezar de cero, reconstruirse. Aquello le daba más esperanzas a Ian que todos los discursos del alcaide Smith o las palabras del detective Chandler.

            Se fue cuando volvió a ser momento de las oraciones y trabajo comunal dentro del ministerio. El pastor Elías Burrelll le distrajo con sus tonterías religiosas y su Joanie se fue a trabajar. Se despidió de ella y del ministro para ir a comer algo. Doblando la cuadra se encontró con un matón con ojo de vidrio nublado en el ojo izquierdo y una automática escondida dentro de una chamarra. Le señaló con la cabeza para que caminara hacia un callejón donde le soltó un par de golpes, sacó la pistola y le derribó de un culatazo. Ian vio rojo, estaba por saltar del piso y forcejear por el arma cuando el matón dio un paso hacia atrás y se guardó el arma.
- Maldita sea no puedo hacerlo. Lo siento amigo, no es nada personal. ¿Ian Madison, correcto?
- Ajá, ¿y quién demonios eres tú?
- Mario, mi jefe me dijo que te convenciera de hacerle caso a los hermanos Thomas.
- ¿Trabajas para Clay?
- ¿El loco de la suástica? Dios no, pero mi jefe sí. Aburto fue muy específico, si no aceptas tengo que matarte y no quiero hacer eso, ¿me entiendes? Estoy cansado, simplemente no lo tengo en mí. Lo tuve, pero ya lo perdí. Te vi con esa mujer, ¿es tu esposa?
- Sí… Ex-esposa.
- Me recordó a D.D., tiene la misma mirada triste, como que ha visto mucho y le ha pasado más de una tragedia.- Todas las alarmas sonaron. Había salido a buscar a D.D. para desecharlo como una búsqueda imposible. Ahora era como si ella llegara hacia él. Sacó la cajetilla que le había dado Chandler, sacó dos cigarros e invitó al enorme mexicano a sentarse con él.
- ¿Tiene el mismo pelo negro?- Preguntó inocentemente, mientras le encendía el cigarro y se encendía el suyo.
- ¿Mi sobrina D.D.? No, es castaña. Danielle ni siquiera es mi sobrina, pero se siente como si lo fuera. Detesta a su padre, que no es su padre, padre adoptivo.
- ¿Ese sujeto Aburto?
- Sí, pudo llamarse Aburto, pero permaneció como Dillon. Lo hizo para enojarlo, lo mismo que el tatuaje. ¿Tú hacías enojar a tu padre?- Preguntó señalando el tatuaje.
- No, al viejo le habría gustado este dragón. No lo había pensado hasta ahora, pero sí, le habría gustado. ¿Qué se puso tu sobrina, un unicornio o algo así?
- Una cosa rara, me trató de explicar quiénes eran Yin y Yan pero no entiendo de eso. Ella tiene que hacer cosas también, igual que yo. Es una economía libre, no un país libre. Eso lo aprendió mi viejo a la mala. Esos hermanos gemelos son unos locos. Te habrían matado ellos mismos pero creo que te tienen miedo.- Fumó con calma, desahogándose.- Aún así, dale a un cobarde una pistola y mata al más valiente. Te conviene pensarlo dos veces.
- Si decido aceptar la oferta, ¿dónde encuentro a tu jefe Aburto?
- Pero…
- No, tiene que ser él. Si ese sujeto me dice que los Thomas no me matarán le voy a creer más que a Clay. Ese sujeto te miente sin pensarlo dos veces.
- Jaula del billar.- Lo miró pensativamente y finalmente habló.- Thomas dijo que estuviste en Blackbird, ¿mataste a alguien?
- No afuera, pero sí adentro.
- ¿Te afectó?- Ian no podía mentirle. Mario el cobrador estaba cansado de la violencia, tan cansado como lo estaba Ian. Lo único que movía a Ian a la violencia era su temperamento, pero incluso eso se sentía pesado. Se sentía como si cargara una mochila de ladrillos.
- Sí, la verdad es que sí. Era necesario, pero no me gustó. Clay… A él le gustaba.
- Tienes que aceptar, no les diré de tu esposa pero si yo la pude encontrar… No quiero imaginarme lo que pasaría… Tienes que aceptar. Y si no aceptas, si no confías en mi jefe o en esos locos, vete por favor. Diré que te maté sin querer, que te empujé demasiado. Simplemente desaparece.
- ¿Sabes qué Mario? Creo que eso haré.- Se dieron la mano y cada uno se fue por su lado.

            Danielle Dillon, ahora tenía su nombre. Conocía el nombre del financiero de los Thomas, Aburo. Sabía dónde encontrarle, Jaula de billar. Esa noche decidió hacer un recorrido por la zona, inspeccionar los puntos débiles. Se figuró que si Joan no aceptaba irse al día siguiente, robaría el billar y con ese dinero la convencería teniendo boleto de avión y, según la cantidad que robara, el pago inicial de un departamento o al menos unas noches en un hotel. Tenía la esperanza que eso la terminaría de convencer. No tenía mucho tiempo más, dos días a lo máximo. De lo contrario Clay iría tras Joan. Mario tenía razón, si él la había encontrado, ellos también podrían y la mera idea de dejarla en manos de ese par de locos le daba una punzada en el estómago. Se dio una buena idea del edificio y regresó a su búngalo.

            Soñó con compartir celda con el viejo Madison. Su padre regañándole por ser débil, cometer el único pecado que hay. Burlándose de lo inteligente que creía que era antes de ser arrestado. El sueño terminó con él matando a su padre con un picahielo. Se despertó con los golpes en la puerta y se levantó asustado. Pensó en Clay. No tenía un arma. Lo único que se le ocurría era lanzarse sobre él y matarlo para huir directo por Joan y tomar un autobús. Abrió la puerta y se topó con el detective Chandler.
- Ponte pantalones y ven conmigo.
- ¿Adónde vamos?
- Al restaurante frente al hotel, quiero comprarte desayuno.- Se vistió rápido y lo siguió. Chandler no estaba sonriendo. Eso no podía ser bueno.
- Dos días como hombre libre y me quiere arrestar detective, yo no creo que la muerte del viejo sea agua bajo el puente.
- Sólo entra conmigo y come algo.- Pidió un enorme desayuno, aprovechando que Mark Chandler pagaba y durante el café se preparó para lo que fuera. El detective abrió su portafolio y sacó una hoja dentro de una bolsa transparente de evidencia.
- Escúchame bien Chandler, porque sólo lo diré una vez y quiero que sepas que estoy siendo absolutamente honesto contigo. Si me quieres endilgar un muertito o una mala jugada voy a matarte, tomaré rehenes y dejaré que la policía me dispare. No voy a regresar a prisión.
- Esa noche en el Bongo realmente seguía a los Thomas. Están en mi radar, nada concreto aún, pero no era sobre ti. No todo es sobre ti.- Respiró profundo y buscó las palabras.- A la medianoche de ayer recibimos una llamada en el Ministerio de los ángeles y los tronos. 18 personas se suicidaron con veneno, incluyendo Joan Sellers.
- ¿Qué?
- Lo siento Ian, sé que soy un bastardo contigo, pero en verdad lo siento.
- Hijo de perra, qué nervio tienes, ¡sigues jugando conmigo!- Ian se puso de pie y golpeó la mesa con todas sus fuerzas, tirando su taza de café al suelo.- ¡Deja a mi esposa fuera de esto! Lo siento por tu amigo pero esto es demasiado.
- Ian, siéntate, estoy hablando en serio.- Buscó una foto entre sus cosas y se la mostró. Entre los cuerpos se encontraba Joanie.- No sufrieron, eso es lo que nos dijo el forense. Se quedaron dormidos. El dueño del lugar llamó a 911 para avisar de una “ascensión” y dejó abierta la línea. La operadora los escuchó quedarse dormidos. Él fue el último en morir.
- Íbamos ir a Nuevo México juntos, empezar de cero… Me dijo que… No quería que me sintiera mal, por eso lo dijo… Oh Dios mío, Joan.- Ian empezó a llorar y se sentó cubriéndose la cara.- Mi Joan, nunca le hizo daño a nadie.
- Todos escribieron una carta de despedida, más o menos la misma para todos. Listos para la ascensión, cosas sobre alienígenas y demás… Cuando te dije que alguien había dado el pitazo de dónde estarías, fue ella. Lo dice en la carta de despedida. Avisó sobre tu operación de drogas, te esperaron fuera de esa casa con la esperanza de agarrarte en dos delitos distintos pero ya no tenías metanfetaminas. Dejó de cooperar cuando te vio arrestado. Ella dijo que te ponías cada vez más violento, supongo que quería darte un susto pero cuando las cosas escalaron se asustó.- Entendía por qué Chandler le había preguntado sobre Kyle Burke en prisión, nadie debía saber sobre eso. Entendía por qué Joan se sentía tan culpable que incluso le había mentido a Phil Hickman y se había autoimpuesto el castigo de estar sin hogar.
- Nuevo México…- Decía Ian, llorando y escondiendo el rostro. Chandler le mostró la carta y la leyó sobre el plástico. Le habían lavado el cerebro por completo pues lo único genuino era su profundo arrepentimiento por haberlo denunciado a la policía.
- ¿Se iban a ir juntos?
- Sí.
- No es tarde para ti Madison. No es tarde aún. Piénsalo.
- ¿Cuándo puedo verla? Quiero verla.

            Su cuerpo estaba en una mesa fría de acero en compañía de las otras víctimas de la secta. Todos los familiares lloraban. Ian podía sentir que la bestia en su interior se apoderaba. Hablaron entre todos de hacer los funerales e Ian avisó a los familiares de Joan que aún recordaba y a Phil Hickman. Todo le resultaba mecánico. Toda su mente estaba dedicada a una sola persona. Danielle Dillon. Ella había sido la raíz. La bestia en su interior rugía con violencia. Ella le había timado el dinero de emergencias, por su culpa había perdido todo y caído en una espiral de culpa y miseria. Gracias a D.D. fue reclutada en la secta. Gracias a ella estaba muerta.

            Phil le vio en el funeral, le dijo que tenía el trabajo en Albuquerque e incluso le pasó más dinero para volar hasta allá. Ian se lo agradeció, pero pensaba en otra cosa. Pensaba en la Jaula del Billar. Pensaba en robar el lugar, matar a quien viviera ahí y, sobre todo, matar a Danielle Dillon.


7.- 5 años después: Patrick Schnapp
            Patrick Schnapp tenía sus sospechas, pero no las decía en voz alta. El padre Morrow, durante una de sus pláticas después de misa, le dio la noticia. Lo hizo de pasada, como si fuera un detalle en una de sus muchas conversaciones con otros feligreses. Angie ya no veía al enfermero con quien se había estado viendo por año y medio. Patrick se había preocupado cuando la relación había empezado, sin embargo el padre Morrow le convenció que quizás era para lo mejor, aunque consideraba que seguía casada con él. Ahora le había dicho que la relación había terminado y Angie había preguntado por él. Snap lo supo entonces, el padre jugaba a Cupido y tanto él como su esposa se mandaban mensajes por medio de él. El padre Morrow sólo lo mencionó porque el hermano del enfermero tenía una pequeña liga de basketball para adolescentes. Siguió hablando del juego que sus muchachos tendrían en una semana, pero Snap estaba demasiado emocionado para fingir que prestaba atención.
- ¿Y qué dijo ella?
- ¿Quién?
- Angie, ¿qué dijo ella?
- Ah, Angie, pues no hablé con ella, sino con el hermano de Jake. Algo le dijo sobre la posibilidad de buscar tu taller mecánico.
- Snappie.
- Snappie.- Repitió él, fingiendo que el nombre le pesaba y frustraba.- Eso es todo lo que sé, honestamente.
- Padre, por favor, las mentiras hacen llorar al niño Dios.- Morrow rió ligeramente y le dio una palmada en la espalda. Patrick había estado bien, ahora estaba radiante.- Habló con ella, ¿verdad?
- El sello de la confesión es sagrado, sabes que no te lo puedo decir.
- ¿Entonces vino?
- Sí, y no fue para confesarse así que te puedo decir.- Le guiñó el ojo y los dos rieron un poco.- Preguntó por ti, mencionó que había terminado su relación con Jake y quería que te lo mencionara. Por el amor de Dios, Patrick, no le digas que te dije.
- Para nada. Sabía que la vería de nuevo, para eso instalé las rampas en el taller.- Snap se puso de pie y le dio una palmada al sacerdote.- Sanador de almas es usted, padre. Tengo que irme, tengo mucho que hacer.

            Se bañó y escogió la mejor colonia que tenía para hablarle por teléfono. Estaba nervioso, pero estaba emocionado también. Angie sonaba feliz y platicaron por más de una hora mientras Snap fingía hacer el inventario. No podía concentrarse en las dos cosas a la vez. Hacía muchos años que no hablaban y ahora les salía natural. Aún podía hacerla reír, contó eso como una victoria. La invitó a un restaurante italiano que conocía, nada demasiado extravagante, pero con clase. Tenía un par de autos que necesitaban un cambio de aceites y silbó mientras trabajaba. La paga no era buena, pero era suficiente. No se quejaba por el trabajo y no extrañaba su anterior empleo como asesino a sueldo. Tenía pesadillas sobre Angie gritando de dolor en la cama del hospital, pero no sobre sus víctimas. Ni siquiera sobre las que rogaron por sus vidas o con quienes fue realmente duro y de sangre fría. Eso le preocupaba y no se cansaba de reiterárselo al padre Morrow. Un buen católico, después de todo, debería sufrir por sus pecados, sobre todo si eran tan graves. No tenía el coraje para decirle al sacerdote que la Gracia de Dios de la que tanto hablaba, el perdón del que, según él, era merecedor, parecía eludirle aún. Si Dios escuchaba sus plegarias diarias, no le decía nada. Sabía que se habría quejado de tener pesadillas sobre el japonés al que le hizo masticar una botella, o al pobre diablo a quien le cortó la lengua para después matar a su familia y dejarlo desangrarse. Había muchos, demasiados de hecho. El reloj de oro era un recuerdo de esa vida, una especie de ancla que no le dejaría olvidar el dolor que había causado. Aún así, con todo y reloj, con todo y el mal sabor de boca de una vida violenta, temía que había perdido su alma. Pedazo a pedazo, víctima por víctima. No se lo compartía al padre Morrow en parte por vergüenza, no quería que le viera como una bestia sin alma, y en parte porque se figuraba que la explicación teológica del padre no sería suficiente. No, para esto necesitaba directamente a Dios. Si amanecía un día con la culpa de tanta muerte y sufrimiento en su espalda la cargaría como una cruz. Estaba, al menos por ahora, como un simple mecánico de nueve dedos cambiando el aceite de un T-bird de los 80’s y reemplazando una pieza del cinturón del abanico en el Ford Fiesta.

Angie aceptó y la noche siguiente pasó a recogerla para llevarla al restaurante Olivia. Se sentaron en el balcón. Angie se veía bien, como si el reloj se hubiera detenido o incluso retrasado. Su rostro seguía siendo esbelto y alargado, pero estaba rozagante. Su cabello pelirrojo más corto de un lado que del otro. Confinada a la silla de ruedas había subido de peso y mantenía su brazo en un cabestrillo, a excepción para comer, pues su codo nunca se curó del todo. Snap estaba un poco más regordete, aunque trabajaba duro en el taller la vida de un hombre sobrio y de sesenta no podía mantener la figura. Seguía siendo algo imponente, aunque no aquella noche de risas e historias. Durante el postre Angie le acarició el muñón donde debía ir su meñique derecho como solía hacer desde que se habían conocido hacía muchísimos años y kilos menos.
- Tengo que cuidar lo que como.- Dijo ella, dudosa de probar el mousse de chocolate.- No puedo hacer mucho ejercicio.
- Tienes razón, no le metas la cuchara.- Él metió su cuchara y se la acercó a su boca. Angie aceptó de buena gana y con gran sonrisa.- No sé si el padre Morrow te dijo que Snappie tiene rampas para sillas de rueda.
- Dijo que las instalaste de inmediato. Es un poco chismoso ese padre. ¿Te dijo que pregunté por ti?- Snap asintió con la cabeza, un tanto apenado.- Creo que quiere que regresemos.
- Bueno, los sacerdotes y el asunto del matrimonio…- Angie le besó los dedos de la mano derecha y al llegar al meñique lamió donde debía ir.
- ¿Tienes espacio en Snappie?
- Hice dos habitaciones para cuando te quieras mudar tengamos espacio.- Ella se rió.
- Snap, tú sabías que volveríamos.
- No.
- ¿No?
- Sí.
- Eso pensé. Eres un caballero Snap, siempre fuiste mi caballero.- Ella señaló los cigarros que Snap tenía en el bolsillo de su mejor camisa de seda y sonrió.- Puedes fumar frente a mí, no me pasará nada.
- Oh, gracias a Dios. No debería hacerlo, pero me dan ganas cuando me pongo nervioso.- Se encendió un cigarro y acarició el rostro de Angie.
- ¿Cuánto llevas limpio?
- 5 años, ¿y tú?
- Lo mismo. Ni siquiera pruebo alcohol. Mi nutrióloga me lo prohibió, pero si me viera comer esta delicia de chocolate le daría un ataque al corazón. Y tú no deberías fumar, pero lo te pongo nervioso. El gran Snap, nervioso por una mujer en silla de ruedas.
- El amor te puede poner nervioso.
- Tienes que afrontarlo Patrick, soy una mala influencia sobre ti, siempre lo he sido.
- No digas tonterías Angie ángel. Nadie me obligó a hacer nada que yo no quisiera. Debí detenerte, fue mi culpa.
- Tú eres el que dice tonterías. Nunca supiste decirme que no. Probemos, quiero quedarme en mi departamento.
- No.
- No quiero compartir cama contigo esta noche.
- No.
- No quiero que me beses.
- Lo siento princesa, pero he crecido y sé decir que no.- Se estiró y se besaron. Ansiaban ese beso y al mirarse al ojos Angie los tenía rojos, conteniendo lágrimas.
- Te falta un dedo, a mí la mitad del cuerpo. Creo que ambos estamos rotos Snap.
- No digas tonterías. Estuve leyendo todos estos años sobre enfermería, probablemente sé más que tu ex-novio Jake. Lo digo en serio, tengo una colección debajo de mi escritorio. Y tú no estás rota, te ves como un millón de dólares. No sé si fue dejar a ese enfermero o verme a mí.
- Y te has vuelto coqueto con los años, señor Snap.- Se puso seria y miró la silla de ruedas que sostenía las bolsas para los desechos. Estaba apenada y era obvio. Snap le acarició la mano y la besó. No le importaba, nada de eso le importaba.
- Nunca te pregunté por el nombre de ese camello.
- I. No sé su nombre, me lo refirió Patrice, ella murió hace tres años. ¿Por?
- No, no es lo que crees. Me dio curiosidad, eso es todo.- Era mentira, lo había pensado desde hacía años. Angie solía ser una excelente conductora, habría podido evadir la furia de Dios si estaba en un auto. Las anfetas la habían hecho lenta. La habían puesto en esa silla. Le habían quitado la mitad de su cuerpo. Había pensado en matarlo si llegaba a encontrarlo, ¿qué era otro cuerpo a la larga lista de víctimas.- A decir verdad, de serte honesta, si hubiera sabido de él te lo habría dicho en el hospital. Te hubiera pedido que… Ya sabes. Qué bueno que no sabía, que bueno que salimos de donde estábamos mi amor. Que saliste de dónde estabas. ¿Ya no has…
- ¿Trabajado, trabajado? No, el taller deja algo de dinero, no es una fortuna pero es algo… Bueno, la verdad apenas da para comer, pero no te preocupes porque he estado ahorrando todos estos años y tendrás todo el cuidado que mereces.
- Coqueto y presuntuoso, ¿qué hubiera pasado si no te buscaba otra vez?
- Habría esperado hasta la tumba.
- Mentiroso, seguro que…
- Hasta la tumba Angie ángel.
- Te amo Snap, ¿lo sabes verdad? Necesitaba espacio, necesitaba tiempo pero… Incluso con Jake sólo pensaba en ti.
- Lo sé mi amor.
- Entonces no ganas mucho con el taller.
- Ya te dije, no tienes que preocuparte.
- No es eso, es que pensaba… Quizás, no sé qué pienses, que podríamos mudarnos. Tengo una prima en Blanchester Ohio. Tiene cuatro mil habitantes, es un pueblo polvoriento, lo sé Snap, pero tienen un excelente hospital y seguramente necesitan mecánicos.
- ¿Y dejar esta vibrante metrópolis llena de gratos recuerdos? Mi amor, claro que sí.- Angie aplaudió de felicidad y se besaron. Le puso las manos alrededor del cuello grueso y le besó otra vez, ésta vez con suavidad.- No sabes lo feliz que me haces. Pensé que dirías que no, que…
- Cuatro mil habitantes suena bien. Todo es caro en Malkin, podría vender el taller y las partes. Podemos mudarnos cuando quieras. Un retiro para ambos. Pondré otro taller ahí, “Angie Ángel”. Ya lo puedo ver mi amor, ahorraré para contratar para cuando sea demasiado viejo para lo pesado. Te dedicaré más tiempo, tú podrías llevar la administración. Será perfecto amor. Al demonio con Malkin, es un purgatorio de los perdidos y los condenados. Merecemos una segunda oportunidad.

            Los medicamentos para el dolor del hueso fracturado en el hombro hacían que Angie durmiera más tiempo. Snap estaba acostumbrado a levantarse temprano y trabajar. Había llevado una vida espartana por muchos años, se había acomodado en ella y fuera de la iglesia y las actividades del padre Morrow, no tenía otra cosa que hacer. Le daría las noticias al sacerdote en cuanto pudiera, quedaría feliz por los dos. Extrañaría sus pláticas, pero conocía a Morrow, podían llamarse por teléfono y hablar sobre la Gracia y los misterios de la Revelación.
- ¿Patrick Schnapp?- Snap miró al hombre de cabello chino encanecido y frente arrugada. Señaló su auto y el hombre negó con la cabeza.- No, mi auto está bien.
- ¿Quiere el T-bird? Me lo han pedido ya y le diré lo mismo que a los demás, tendrá que preguntarle al dueño. No vendo autos.
- No Snap, quiero contratarte para algo más productivo y entretenido que arreglar un auto. Aunque admito que es buena pantalla.
- No es pantalla amigo.- Se acercó con la pesada llave inglesa y la fue meneando lentamente para que la viera. Lo último que necesitaba era un policía tratando de arrinconarlo.
- Mi nombre es Jesús Aburto, soy el dueño de Jaula de billar.
- Sugiero que regrese ahí y no vuelva.
- 5 mil dólares para algo fácil, entrada por salida. Nada teatral, sé que puedo confiar en un profesional como tú Snap.- Una patrulla pasó por la calle y Snap se encendió un cigarro, sin soltar la herramienta pero sin parecer tan amenazador.- Mi cobrador se ha hecho débil, Mario Aguilar. No te dará problemas.
- Aburto, vuelve a tu Jaula de billar antes que te arranque los dientes a golpes y te obligue a tragártelos. No quisiera manchar el pavimento, lo lavé ayer.
- Piénsalo y llámame.- Le extendió una tarjeta con un número de teléfono.

            Snap guardó la tarjeta, pero no consideró el asunto. Le vendría bien el dinero, pero no quería arriesgar lo que tenía con Angie. Si creía que estaba de vuelta en el negocio lo dejaría y se mudaría sola. Snap había recibido algo de sabiduría en su vejez y sabía tres cosas de sí mismo metafísica certeza. Sabía que necesitaba a Angie más de lo que ella lo necesitaba a él. Sabía que se iría al infierno irremediablemente. Y, finalmente, sabía que el instinto asesino seguía en él y nunca se iría. Décadas de violencia no desaparecían, se hundían en él como las arrugas se hunden en el rostro alrededor de la sonrisa.

            Trabajó otro par de horas y recalentó el desayuno para su esposa. Juntos pusieron el anuncio de venta para el taller mecánico. Ya había tenido tentadoras ofertas de potenciales clientes y dejó que su esposa les llamara para saber si seguían interesados. Terminó con el Fiesta, llamó al dueño quien fue por él poco después. Pensó en cómo sus clientes lo veían. Parecía un hombre grande, con calvicie casi completa y un dedo de menos, era ancho aunque no demasiado. Podía ser amenazador, aunque nunca lo era con los clientes, ni siquiera con quienes se negaban a pagar o le echaban la culpa de los problemas de su auto. Era otro rostro más en un mar de rostros de la gran ciudad. Algunos incluso le decían Snappie, pero ninguno se lo imaginaba arrancándole la cabeza a un camello con un hacha y disparando al mismo tiempo. No se trataba que hubiera quedado tan en el pasado que no se reflejara, la gente simplemente no lo notaba, pues como su reloj siempre le recordaba, aquello había pasado y, como Jesús Aburto le recordaba, podía volver a pasar otra vez.

Se enterró en su trabajo otra vez, ya casi terminaba con el T-bird, quería lavarlo y encerarlo para su último cliente. No escuchó que Angie había terminado de comer hasta que le llamó desde la oficina. Movió la pila de libros de enfermería del suelo a un mueble y abrió la nevera pequeña para sacarse un refresco.
- Ya llamé a la lista que me diste y he estado revisando tus libros, tienes todo un negocio. Creo que nos irá bien en Blanchester, las cosas son más baratas allá.- Angie tenía el libro sobre el regazo y lo estudiaba con una pluma.- No eres tan buen administrador como eres mecánico.
- Tú serás el cerebro de la operación mi amor. ¿Cuándo sale el anuncio?
- A partir de la tarde hasta una semana y en un rato vienen a poner el letrero de “se vende”.
- Hablaré con el dueño del T-bird…- Mike Thomas se estacionó fuera, podía verle desde las ventanas de la oficina. Lo recordaba bien, a pesar de haber pasado muchos años. Le había obligado a matar a Nathan Burke mientras Angie estaba gritando de dolor y desmayándose por los medicamentos.
- Tienes otro cliente potencial, ¿qué le vas a decir?
- No es cliente, es un conocido de la iglesia. Le diré que no puedo aceptar su auto.- Salió a la calle mientras Thomas fumaba un cigarro y miraba al T-bird.
- ¿Está a la venta?
- No, yo tampoco. Estoy retirado.
- Jesús Aburto vino a verte, pero conociendo al mexicano seguramente te ofreció una bolsa de cacahuates por el trabajo.
- Ya no te debo nada, creo que eso quedó claro hace años.
- Lo que quedó claro es que podemos hacer negocios de nuevo. No soy de la clase de gente que guarda rencores. Estamos a mano y creo que podría ayudarte a que le des otra mano de pintura a este lugar.- No le dijo que se mudaría, ni quisiera volteó a su oficina para que Thomas no viera a Angie.- Por curiosidad, ¿cuánto te ofreció?
- 5 mil para matar a un empleado suyo que algo tenía, no le presté atención.
- Típico de él, tiene 10% de nuestras ganancias pero quiere baratear en lo importante. Ven conmigo, será rápido.- Sabía que era inútil insistir, tendría que negarse rotundamente, pero no quería hacerlo cerca de Angie. No quería matar de nuevo, pero sabía que podía hacerlo. Sabía que no se sentiría particularmente culpable. Se subió a su camioneta y dejó que acelerara mientras le mandaba un texto a su esposa. “Potencial comprador. No creo tardar. Te amo.”.- Te ves bien Snap, mejor que la última vez que te vi. ¿Dejaste los malos hábitos?
- Sí, reparo autos. Es aburrido, pero soy bueno en eso.
- Me alegra oírlo. Quiero que conozcas a mi hermano Clay. No queda lejos, es Avenida E. La conoces, ahí mataste a Kyle. Clay se encarga de la operación ahora. Es cocinero también, veinte veces mejor que Kyle.
- Felicidades por él.
- No te vamos a pagar en eso. En lo particular no me caen bien los adictos, y no hay nada peor que un adicto que cae de vuelta a su vicio. ¿Cuánto llevas?
- Cinco años sobrio.
- ¿Sobrio por completo?
- Por completo.
- Dios, yo no aguantaría un mes sin emborracharme o al menos algo de hierba.
- Concentré mis malos hábitos en uno.- Se encendió un cigarro y deseó haber cargado con el revólver en cuanto se despertó. No tenía idea que el día se pondría tan turbio tan rápido. Y el momento no podía ser peor, estaba Angie y estaban vendiendo el lugar para alejarse de gente como Mike Thomas y su hermano Clay.
- Mira, salió no hace mucho de Blackbird. Lo extrañaba a morir.- Le mostró la foto de su celular. Snap se puso nervioso, era la fotografía de Mike y no entendía la broma.
- Tu fotografía, te equivocaste.
- Todos dicen lo mismo. Me encanta hacer eso. Somos gemelos idénticos. Lo tatuaron en prisión pero no porque quisiera, en Blackbird tienes que pertenecer a una pandilla u otra.- Siguieron en silencio por Avenida E hasta Nueva Industrial. El edificio seguía igual, el hedor seguía igual. La cámara era más moderna y en cuanto se pararon frente a la puerta sonó un zumbido que abrió la pesada puerta de acero. Tenía cinco cerrojos y no sabía si podía violar la mitad de ellos en una hora. Se calmó a sí mismo, tenía que verlos para decirles que no y, de ser necesario, matarlos a ambos.
- ¿Es tu socio ahora?
- Sí, Aburto es más un socio silencioso. 10%, ¿puedes creer eso?- Pasaron por un enorme sembradío hidropónico de marihuana hasta una segunda puerta.- ¿Seguro que no quieres un toque? No es problema, es de excelente calidad. Nací para jardinero yo creo.
- El lugar ha cambiado, tienen toda una buena operación.- La puerta se abrió y Clay Thomas les llevó hasta el laboratorio donde cocinaba metanfetaminas.
- Así que este es el viejo Snap.- Era idéntico a Mike, blanco pálido, de corta estatura pero ancho de hombro, fino de labios y grandes orejas. Lo único que les diferenciaba era el tatuaje de suástica.- ¿Te gusta, alemán?
- No, no particularmente. Además, no soy tan viejo.
- Me lo remuevo en un mes, detesto verlo en el espejo. Atrae demasiada atención además. Es lo que no podemos tener, atención.- Clay abrió un gabinete y sacó un fajo de billetes.- ¿Cuánto le ofreció Aburto?
- 5.- Respondió Mike.
- Avaro hijo de perra. Aquí hay diez. Aburto no sabe de ellos, le cobras a él también y te llevas quince. Nada mal, ¿no?
- Ya no estoy en el negocio. Vine aquí por respeto, pero ya no estoy en el negocio.- Ambos estaban armados, él no traía nada. Tenía más experiencia que ellos y no sería la primera vez que mataría a dos personas armadas sin usar una pistola.- Soy mejor mecánico de lo que fui asesino a sueldo. Tienen algo bueno, seguro que pueden conseguirse a alguien más joven y más hambriento.
- Ninguno de los dos quiere hacer esto Snap, en serio. Mario Aguilar es problema de Aburto, pero la cuestión es que debía convencer a I de hacer algo y parece que no lo quiso convencer. Aburto dice que ha estado débil así por un tiempo. Lo quiere seis metros bajo tierra. El verdadero dinero está en convencer a I, o matarlo, según sea el caso.- Snap prestó atención, era la misma operación que la que había mantenido Kyle Burke, de modo que querían a los mismos camellos. Podía conseguir a I. Mario Aguilar le valía pepino, quería conocer al bastardo por cuya culpa su esposa quedó en silla de ruedas y adolorida por siempre. No podía dejar de pensar en él cada vez que la ayudaba a limpiar las bolsas plásticas de desechos y veía su vergüenza.
- ¿Qué tiene de interesante este I, quién es?
- Un sujeto listo, pero un desgraciado ingrato que sobrevivió Blackbird porque yo lo avalé y ahora quiere hacerse al santo. Lo arrestaron por robo, una pobre mujer quedó en silla de ruedas cuando la policía lo perseguía. En parte por eso sólo cumplió 5 de 15 años. Lo maravilloso es que si lo convences tendremos a alguien motivado que sabe trabajar este negocio, si no, o si crees que no pudiste, pues qué lástima. Se tiene que ir. Treinta por él. En total 45 mil.
- Piensa la cantidad de llantas de refacción y esas basuras que podrías comprar.- Dijo Mike. Clay le miró raro.- Tiene una refaccionaria, me estuvo diciendo lo fuera que estaba del juego.
- ¿Quién es I?
- Todo a su tiempo, mata a Aguilar y te doy su foto y nombre.- Le mostró una fotografía de Mario Aguilar mientras Mike Thomas apuntaba la dirección del cobrador. Snap miró la imagen, pero estaba pensando en otra cosa. Tenía una oportunidad de vengar a Angie. La patrulla lo había estado persiguiendo. No sabía si era ironía o coincidencia que la patrulla se estampara contra su esposa, y la dejara prácticamente muerta de la cintura para abajo con once clavos, sin control sobre esfínteres y un codo que jamás sanaría, perseguía al mismo camello a quien le había comprado esa tarde.- ¿Qué dices Snap?
- OK, llamaré a Aburto a decirle que acepto su oferta.- Memorizó la dirección y destruyó el papel.- Quiero hacerlo con cuidado, quiero hacerlo bien.
- Así se habla Snap.

            Mike lo llevó de vuelta a su taller. El instinto asesino no se había ido a ninguna parte. Una de las verdades más ocultas que sabía sobre sí mismo. Quizás nunca se iría. Quizás nunca se sentiría culpable. Se sentía culpable de no sentirse culpable, pues no dejaba de ser un buen católico. No habló en todo el camino, pensando en lo que quería hacer y lo que debía hacer. Había adquirido un revólver para protección casera y tenía un pasamontañas para las nevadas de invierno. Si tenía cuidado podía hacerlo. Angie nunca lo sabría y, cuando finalmente la muerte los separara y Angie fuera al cielo y él al infierno, sabría que había hecho algo bien, por más malo que fuera. Mike frenó y lo sacó de sus meditaciones. Había gente en Snappie y Angie les daba el tour. Se despidió de Mike e intercambiaron números.
- Y ahí está Patrick Schnapp.- Le señaló Angie.- Les estuve diciendo que la grúa hidráulica, o como se llame lo que levanta los autos, viene con el lugar. Tú sabes más de mecánica amor.
- Yo les explico, por supuesto.

            Vieron tres potenciales compradores en la tarde. Angie estaba exhausta, la medicación le quitaba muchas energías. Tenía que tomar pastillas para el dolor, para la ansiedad, la depresión y para sus intestinos. Tomaba 28 pastillas al día y Snap pensó que, si podía, le daría 28 balazos al misterioso I. Cenó con ella, diciéndole que tenía un potencial comprador en la iglesia del padre Morrow y quería verlo mañana en la mañana, aunque el padre le esperaba esa noche. Mientras ella dormía revisó el revólver, lo limpió, le puso grasa y lo cargó. No se lo llevó consigo, si decidía hacerlo no lo haría esa noche. Lo haría por la mañana, pues lo último que necesitaba era hacer un trabajo sin hacer la tarea, como había hecho con Kyle y Nathan Burke. Al menos vería su casa o edificio, revisaría las cámaras y posibles alarmas. Entró al confesionario del padre Morrow y suspiró cansado.
- Perdóneme padre por lo que estoy por hacer.
- ¿Patrick? Podemos hablar en la cocina de…
- No, aquí sería más apropiado. Es una confesión.
- Dime hijo.
- Creo que voy a matar a dos personas.
- ¿No estás seguro?
- No, no quiero hacer al primero pero si no lo hago no puedo matar al que sí quiero ver muerto.
- No es tarde aún entonces. No tienes que hacerlo, sabes que has pasado cinco años ejemplares. Piensa en el sacrificio que Jesús tuvo que hacer para que pudiéramos ser perdonados por Dios cuando nos confesamos y arrepentimos.
- Pero padre… Es I. El hombre que le vendía anfetaminas a Angie, la causa por la que quedó como… Bueno, ya sabe cómo quedó. No podré saber su nombre hasta que mate a Mario Aguilar. No lo conozco, ni siquiera sé si es mala persona.
- Las personas no son malas, sus acciones son malas. Nadie merece morir asesinado, ni siquiera este sujeto I que mencionas.
- Lo perseguían a él cuando la patrulla chocó contra Angie… ¿Por qué ella y no yo? Yo lo merezco, ¿dónde está la justicia de Dios?
- La justicia de Dios es misericordiosa y nunca nos da más de lo que…
- No controla sus esfínteres, pobre mujer tiene pañales y bolsas de plástico. La cambio como a un bebé y eso la está matando, eso le da una vergüenza que… Que es como si no se lo perdonase. Pero fueron sus drogas y fue él quien estaba siendo perseguido. Él cavó su propia tumba padre.
- ¿Y crees que estarás satisfecho si lo matas?
- Sí, es terrible decirlo, pero sí. No estaré tranquilo hasta que muera por mi arma. La cambio, la baño, hasta tengo que cocinarle por culpa de ese codo que nunca sanó. No puedo irme de Malkin hasta resolver eso.
- Nunca estarás tranquilo hasta que lo perdones.
- El mundo no funciona así.
- Jesús perdonó a sus torturadores.
- No soy Jesús.
- Cristo no nos pide que seamos perfectos, nos pide que seamos razonablemente buenos. Eso es todo. ¿Te has quitado el reloj?
- No, lo tengo por culpa de I, no habría matado a Nathan Burke de no haber tenido a mi mujer en el hospital. Habría terminado con Mike Thomas. Lo habría hecho bien, su hermano jamás habría sabido que fui yo. Me dejé intimidar y maté a un civil. Estaba por casarse y lo maté. Claro, me pagó para que matara a su hermano, era Caín, pero aún así no estaba en el juego. No como Kyle, no como Mike Thomas o su hermano Clay. Padre, es algo que tienes que hacer.
- Dios te ha dado una segunda oportunidad con tu esposa, ¿la quieres arruinar tan pronto?
- Ella no lo sabrá. No le diga padre, se lo suplico.
- No le diré nada, estará en tu conciencia.- Snap reprimió las lágrimas, le gustaría tener la conciencia pesada pero no la tenía. Sabía que Nathan Burke no necesitaba morir, que no es lo mismo a decir que se sentía particularmente culpable de haberlo matado mientras rogaba por su vida. Morrow no lo sabía y no se lo diría.
- Rece, no por mí padre, porque sería en vano, rece por las almas de los que pronto van a morir y rece por Angie.
- Rezo por ti, siempre lo hago. Rezo por ti y por tus víctimas, y sí, entre ellas está tu esposa. Si haces esto, no habrá vuelta atrás.
- Padre, no imagino cómo deben verse las cosas desde ahí, porque desde donde estoy sentado, la vuelta atrás nunca fue una opción, fue una cosa de tiempo.

            Se levantó y se fue antes que se le quebrara la voz. Rezó el rosario de camino al edificio de Mario Aguilar y mientras caminaba por la calle y entraba al lugar. La única cámara era la del cajero, fácil de burlar. La cámara callejera más cercana estaba a dos cuadras en línea recta, entraría y saldría por la 46 y 48, no lo captarían así. El edificio no tenía superintendente, se caía a pedazos. No encontró un dispositivo de alarma, no era para nada como el lujoso edificio de Nathan Burke. Subió en ascensor los seis pisos, se agitaba de un lugar a otro. Difícilmente podría subir y bajar corriendo, tendría que arriesgarse con el elevador. Si se atoraba era hombre muerto. No había cámaras en ese piso, ni en el elevador. Se figuraba que llegaría temprano, tocaría la puerta, dispararía y regresaría al elevador que mantendría bloqueado con un sticker en el visor óptico. Regresó a casa sintiéndose derrotado. Nunca había siquiera conocido a Mario Aguilar, lo único que sabía era que se dedicaba a cobrar deudas y que se había vuelto suave. Por lo que había oído de él le recordaba a sí mismo, él también estaba fuera o tratando de salirse del juego. Malkin, sin embargo, era la clase de ciudad que, mientras más te intentabas limpiar, más lodo te tiraba encima. En Snappie preparó el arma, los guantes de mecánico limpios y recién comprados y el pasamontañas, los puso en su auto debajo del asiento y trató de dormir un poco. Soñó con los gritos de Angie hasta el amanecer y se levantó para trabajar. Pronto haría su otro trabajo. En un teléfono público llamó a Jesús Aburto para decirle que lo haría la mañana siguiente, le contestó que le diría a Mario que llegara tarde.

            Entregó el T-bird y miró la hora. Su esposa aún no se levantaba. Habló con gente que llamaba por el taller y lo describió lo mejor que pudo. Hizo el desayuno para Angie y el olor la despertó. La ayudó a subirse a su silla de ruedas, juntos hablaron con otros posibles compradores. Snap peleó contra las ganas de mirar la hora, no quería que su esposa sospechara algo. Se fijó en la hora cuando recibió otra llamada, aún era temprano, estaba a tiempo. Los clientes querían comprar el lugar, Angie estaba casi tan feliz como cuando le propuso matrimonio. En cuanto se fueron celebraron con Ginger Ale a la salud de Blanchester Ohio.
- Tengo que hablar con los sujetos de la iglesia, para ver si quieren pagar más que estos.
- Mírate, todo un hombre de negocios, mi amor.
- No creo tardar. ¿Te traigo algo?
- Besos.
- A montones.

            Manejó al edificio de Mario Aguilar evitando las cámaras de tráfico, sólo por si acaso. Esperó a que el elevador estuviera vacío para ocuparlo y poner el sticker en el lente para evitar que cerrara. Miró a un lado y a otro del corredor, poniéndose el pasamontañas y sacando el arma. Tapó la mirilla con el dedo y tocó a la puerta. Ésta se abrió de golpe y un puño le dio en el estómago. Debió sospechar por culpa de Aburto, debió haber escuchado el ascensor abrirse pero no cerrarse. Snap lo golpeó en la entrepierna y con la culata del revólver le dio en el mentón, tirándolo contra una mesa con una pila de dvd’s. Mario le lanzó un cuchillo, pero Snap se hizo a un lado rápidamente. El cobrador se había hecho suave, pero no débil. Lo golpeó con una lámpara y lo lanzó contra un mueble. El arma se cayó de sus manos enguantadas. Snap consiguió darle un golpe en la garganta y se lanzó al suelo, tomando el arma y rodando para dispararle a Jesús Aburto hasta asegurarse de que estuviera muerto. Se levantó adolorido y corrió al ascensor. Se guardó el sticker y bajó al lobby mientras se quitaba el pasamontañas. Salió por la puerta delantera corriendo a su auto para regresar a Snappie cuanto antes. A medio camino se dio cuenta que no traía reloj, lo había perdido en la pelea. No le preocupaba demasiado, no tenía su nombre y nadie sabría quiénes eran “Nat y D.D.”.
- La fábrica de besos estaba abierta, te conseguí mil y una lata de abrazos.- Le dijo a Angie por teléfono. Tuvo una sensación extraña en el estómago, no era culpa, pero se sentía culpable de no sentirse culpable. Era más bien una emoción, el saber que mataría a I.
- ¿Te pagarán más?
- No, parece que vamos con los Campbell.
- En ese caso hay que verlos en su notario a las tres.- Snap miró su reloj, le daba tiempo.- ¿Vienes para acá?
- Sí, tengo que hacer una parada rápida, pero voy para allá.

            Se vio con Jesús Aburto en la parte trasera de Jaula de billar y le pagó los cinco mil dólares. Snap los escondió entre las herramientas que siempre cargaba. Regresó a Snappie para comer con Angie e ir al notario. Las hermanas Campbell querían añadir el lugar como parte de su cadena y querían ver todos los papeles. El notario los revisó minuciosamente, pero Snap sabía que estaban en regla. No tuvieron problemas con eso, pero les harían varios pagos por cuestiones tributarias y todo tenía que ir notariado. Significaban más días y muchas más vueltas. Snap no se enojó, era la excusa perfecta para casar a I.
- Estamos a un paso de Blanchester Ohio, Snap. Una semana más de tráfico, ruido, contaminación y ratas gigantes.
- Probablemente menos.
- Hubiera preferido que nos dieran el cheque ahí mismo.
- Es un consorcio, no entiendo de esas cosas. Mientras los números se sumen, todo estará bien. Vas a ver Angie ángel, todo va a estar bien.
- ¿Siempre me vas a llamar “Angie ángel”?
- Siempre.- Se estiró lo más que pudo para tomarlo del brazo. Su camioneta tenía espacio para la silla de ruedas. Snap se acercó a ella para besarla hasta que sonaron los cláxones porque el semáforo se había puesto en verde.
- Parecemos adolescentes.
- ¿Hay semáforos en Blanchester?
- Amor, es chico pero no tan chico.
- Espero que duren más.
- Eres un romántico empedernido, ¿lo sabías?
- No, es algo que le digo a todas. No soy romántico en lo más mínimo.
- Coqueto, te has puesto coqueto.

            En cuanto tuvo la oportunidad llamó a Mike Thomas para reunirse. Se vieron esa noche en un parque cerca del taller mecánico. La gente paseaba a los perros y hacía ejercicio. Mientras esperaba a Thomas pensó que el cumpleaños de Angie sería en un mes. Ella no lo sabría, pero parte de su regalo sería la muerte de quien le había puesto en esa silla. Mike llegó en motocicleta y la señaló mientras caminaba a la banca.
- ¿Linda, verdad? Era de Burke, me debía dinero así que se la quité. Ni siquiera peleó por ella y se supone que la quería.- Sacó su celular y le mostró un encabezado de una nota roja en línea. La muerte de Mario Aguilar ya era noticia.- No tienen idea. Aún tienes el toque viejo, esas cosas no se van. Por eso pensé en ti, sabía que eras bueno. Los chamacos de ahora habrían hecho un desastre por todas partes. Tú eres un fantasma.
- Bueno saberlo. Así que la moto de Kyle Burke, su vieja propiedad, su viejo negocio y hasta su viejo sistema de seguridad.
- No, para nada.- Rió Mike Thomas.- La seguridad es más estricta, viste las dos puertas. Mi hermano no graba nada, si no estoy yo vigilando, lo está él. ¿Kyle grababa?
- Sí, se me hizo estúpido grabar a tus propios socios entrando y saliendo. Me encargué de ello.
- Gracias, me hiciste un favor con eso. La policía me habría visto entrar y salir varias veces al día. ¿Te molesta?- Le mostró una pipa de marihuana y Snap le bajó el brazo. Mike no era el inteligente. Cualquier otro con un cerebro funcional le habría dicho que había sido grabado. Ahora sabía que, si pasaba algo terrible, siempre podía ir por ellos y matarlos sin que tuviera que eliminar los archivos de video.
- Pasa una patrulla cada diez minutos y el área está muy traficada. Algunos de ellos me conocen. Así que sí, sí me molesta.- Mike se impresionó.- Viejos hábitos, revisar cada cuándo pasan patrullas, fijarme en las caras. Hace unas semanas hubo algunos policías de civil en el área, se les nota a la primera que están vigilando. Y creo que vigilan precisamente por gente que fuma pasto en un lugar tan público.
- Me quito el sombrero. ¿Algún problema con que te pase el dinero?- Se abrió la chaqueta de motociclista y Snap guardó el fajo en uno de los bolsillos de su chamarra.
- No, no tengo problema con eso. Ya le cobré a Aburto. ¿Qué hay del otro trabajo?
- Ian Madison.- Le pasó una fotografía de cuando fue arrestado.- Ahora tiene tatuaje de un dragón en el cuello.
- Ian Madison.- El bastardo finalmente tenía nombre.- ¿Dirección?
- Ahí está el detalle, por eso son treinta. No sabemos dónde está. Acaba de salir de prisión. No tiene domicilio registrado, ya buscamos. Nos lo topamos en el Bongo la otra noche, pero dudo que vuelva a ir ahí. No sé qué hacía ahí si se supone que ahora es un santo.- Snap se encendió un cigarro. Por supuesto que no sería tan fácil, pero no le molestaba. Podía encontrarlo en unos cuantos días, matarlo e irse a un pueblo perdido de Ohio.
- ¿Qué sabes de él que pueda ayudar?, ¿casado?
- Se divorció me dijo Clay. No fue su idea, sino de su esposa. Joan Sellers, tampoco aparece en internet y ya buscamos. No sé si Mario lo encontró o no, no creo. Estaba demasiado quemado, ya no le ponía de su parte.
- ¿Socios conocidos?
- El difunto Kyle Burke le suministraba, creo que lo conociste.- Bromeó, golpeándolo en el brazo, aunque a él no le pareció divertido.- Clay dice que un Phillip Hickman, el que le robó la mujer, solía mover las cosas que robaba. Es todo lo que sé, tendrás que trabajar duro por ésta Snap. Lo haces tan bien como Aguilar, Clay podría darte un pequeño bono navideño antes de temporada. ¿Suena bien?
- Suena perfecto.

            No tenía autos que reparar, ni clientes que esperar o explicarles los detalles del taller. Tenía solamente a Angie. Le dolía tener que dejarla, pero era necesario. No dormiría tranquilo hasta que matara a Ian Madison. Seguiría teniendo la misma pesadilla de su esposa gritando de dolor cada vez que los calmantes dejaban de surtir efecto. Fingiendo complicaciones con el banco o el notario, o incluso despedidas con el resto de la congregación y con el padre Morrow, lo cual detestaba tener que hacer, empezó a buscar a su objetivo. No quería confiarle la ubicación a nadie más, no podía ir con su viejo contacto en el departamento de automóviles para buscar direcciones de Joan Sellers o Phillip Hickman. Buscó los domicilios anteriores de los dos, sin encontrarlos. Encontró el de Phil Hickman al día siguiente, un pequeño departamento. No quería tener que torturarlo por información, de modo que no forzó la entrada. Si lo torturaba tenía que matarlo. Y no quería añadir más cuerpos de los estrictamente necesarios. Mediante el correo del buzón, al cual sí le forzó la entrada, supo dónde trabajaba. Vigiló el Emporio de tapetes y pieles, lo vio con collarín y una golpiza. Se figuró que Ian había pasado por ahí. No podía quedarse todo el día, pero una tarde consiguió seguirlo. No le llevó hasta Ian Madison. Lo llevó a un bar, donde contrató a una prosti y se la llevó a su departamento. Nadie salió de él, de modo que, o bien Madison no le molestaba el ruido o bien no estaba ahí. Era dudoso además, que le hubiera perdonado. Snap sabía que su esposa necesitaba tiempo, pero de haberla perdido a manos de un supuesto amigo, y las heridas en Hickman demostraba que no eran amigos, no viviría con él y probablemente le habría matado. En cuanto a la ex-esposa Joan Sellers, simplemente no tuvo suerte. Parecía que se iría a Blanchester sin obtener lo que había querido. Había matado a Mario Aguilar por nada.
- Llamaron y dijeron que era el último cheque, casi ni te he visto.
- Los de la iglesia me dejaron ayer todo el día en una reunión de AA de emergencia. Traté de decirles que había en Blanchester, Ohio. No me hicieron caso. Te manda saludos el padre Morrow, por cierto.
- Llamé a mi prima y me dijo que hay una iglesia católica en el pueblo.- Compartieron el desayuno mientras leían el diario.- Te voy a acompañar a misa, vas a ver.
- ¿En serio? La última vez casi te quedas dormida.
- Pues no es muy excitante que digamos, pero quiero darle una oportunidad. Ver de qué se trata.
- Bueno, para eso está Blanchester Angie ángel, para segundas oportunidades.
- Amén mi amor.- Le besó, pero Snap no respondía.- ¿Amor?
- ¿Viste esto?- Le mostró la noticia que ocupaba la parte baja de la portada. Suicidio masivo de secta.- El “Ministerio de los ángeles y los tronos” llegó a un abrupto final ayer a la media noche cuando… blah, blah, veneno, blah, blah, las víctimas….
- ¿A ver?- Leyeron juntos en voz baja. Lo que le había llamado la atención había sido el nombre de una de las víctimas. Joan Sellers. Buscó en el interior para saber de los funerales. Ian Madison estaría ahí. No tenía duda.- Qué cosa más horrible. Menos mal que nos vamos de Malkin. No te das cuenta lo enferma que está la ciudad hasta que estás por irte.
- Sí, apuesto que esto no pasa en Blanchester Ohio.- Tenía un par de horas para los funerales. Terminó de desayunar y hablaron de lo que les esperaba, pero Snap casi no prestaba atención. Estaba mirando el reloj de su celular.- Voy al notario y al banco, mi amor. Se me acaba de ocurrir que, desde que no pienso regresar nunca, hay algunas personas de las que me quiero despedir. Hagamos las maletas mi amor.

            Hicieron las maletas. Se irían en cuanto ella despertara. Reservaron el boleto de avión y Snap se fue a hacer trámites. No podía esperar para que acabaran. Llamó a Angie, por si necesitaba algo, le dijo que no sabía cuánto tardaría pero que no le esperara temprano. No quiso pensar en la vez que la había dejado sola y asustada en el hospital. Quiso pensar en Ian Madison. Él estaba en uno de los entierros. Lo reconoció a la primera. Hickman estaba ahí también. Siguió a Madison a un hotel de búngalos y decidió esperar una hora antes de salir. Caía el sol, el tiempo había terminado pero Ian iba de salida. Le siguió en el auto que Hickman le había prestado en el funeral, parecía que le debía mucho y se lo estaba pagando. Le llevó hasta la Jaula de billar. No sabía qué hacía ahí, no le importaba tampoco. Lo mataría y estaría en Blanchester Ohio para cuando la policía iniciara sus indagaciones.


Ahora:
            Patrick Schnapp dejó de hablar, pero Danielle no bajó su arma, ninguno lo hizo. Solamente había disparado el arma una vez y fallado por varios centímetros, pero ahora estaba cerca de Snap, ahora le tenía en la mira y su pulso no temblaba. Ninguno de los tres temblaba. Todos sabían que un disparo iniciaría a los demás, era cuestión de ver quién disparaba primero, y quién disparaba al último. Ian Madison tenía a Danielle en la mira y se sintió ligeramente ofendido porque no le reconociera. Arquitectos de desgracias ajenas y propias sólo conocían a sus víctimas, pero desconocían a sus victimarios. Snap se preguntó a sí mismo si los conductores de los tres trenes que habían colisionado, el último zarpazo de Indrid Cold, se habían conocido entre sí. Estaba seguro que no, se figuraba que los tres conductores habrían muerto sin haber cruzado palabra alguna con cualquiera de los otros dos.
- Deja de apuntarme viejo, guárdate tus historias de la infancia y vete. Esto es entre Danielle Dillon y yo.- Ian no desviaba la mirada. La bestia en su interior le decía que no lo hiciera, ni siquiera por un segundo. En Blackbird había aprendido a reconocer a los de sangre realmente fría y el sujeto del revólver ciertamente calificaba.
- No puedo hacerlo chico, no puedo irme de aquí y dejarte con vida. No podría aunque quisiera, esa loca me dispararía por la espalda.
- Y no me sentiría mal al respecto.- Dijo D.D., algo asombrada porque quien le había quitado tanto no supiera a quién se lo quitaba. Supuso que sabría, que el reloj de oro que había dejado en el departamento de su tío, el regalo de cumpleaños de Nathan, simbolizaba su sadismo. El que no lo supiera lo hacía peor, pues era peor un hombre indiferente a las desgracias que causa que uno que al menos las acepta.- Snap no se va de aquí con vida, así que deja de apuntarme a mí cabeza cuadrada y apúntale a él. ¡Él te vino a matar!
- Y yo te vine a matar a ti, ramera. Tú mataste a mi esposa. Mataste a Joanie.
- ¿Quién demonios es Joanie? Te equivocaste pelirrojo.
- ¡Es Ian! Maldita sea, mi nombre es Ian Madison, mi esposa era Joan Madison.
­- Nunca he matado a una mujer y la persona a quien maté realmente lo merecía. Al segundo que mataré también.
- Le robaste sus ahorros. ¿Recuerdas a Phil Hickman? Porque él te recuerda a ti. Le dijiste que el bebé era suyo. Le timaste y Joan se quedó sin nada. Quedó en la miseria y así la atrapó el culto suicida. De no haber sido por ti estaría con ella ahora.
- Tuve que hacerlo Ian, porque tenía mi vía de escape de miserable vida de esclava, me iba a casar con Nathan Burke. ¿Lo recuerdas, Snap? Nathan Burke. Él lo mató, por eso tuve que seguir estafando gente así que por favor, si no es mucha molestia, ¡matemos al hijo de perra!
- ¿Y conociste bien a Nathan?, ¿Lo amabas? Déjame decirte una cosa de Nathan Burke niña, él era Caín. Me pagó porque matara a Kyle Burke. Anda, pregúntale a tu amigo Ian por Kyle Burke, por sus negocios de metanfetaminas.
- Nathan no haría eso. Mientes.
- No lo conocías, no como yo conozco a mi esposa. No como yo la conocí cuando estaba llena de vida y no llena de pastillas y remordimientos.
- ¿Qué tiene que ver eso conmigo? Ni siquiera te conozco, ni siquiera sé quién es tu esposa.
- Angie Schnapp, ¿no te suena? Hace cinco años le vendiste metanfetaminas…
- Lo que la gente haga con su cuerpo es su problema.- Le cortó Ian.- ¿La obligué a fumarla? No, no es mi problema.
- No, pero era a ti a quien perseguían esa noche hace cinco años. Tenías que huir, no podías dejarte atrapar como un hombre…
- ¡Vete al diablo viejo, no sabes lo que sufrí en Blackbird!
- Una de las patrullas que te perseguía le dio a mi esposa, la dejó casi muerta. ¿Quieres hablar de sufrimiento? Imagina quince operaciones en cinco años. Imagina clavos en los huesos de tus piernas para que crezcan como deben, aunque no funcionen de nuevo. Imagina pañales y bolsas de plástico para tus desechos. Imagina tener que depender de otra persona ¡como un maldito bebé! No me hables de sufrimiento engreído, ella es la sufre. Tú eres el que se salió con la suya. ¿5 años? Debiste cumplir los 15.
- Tanta compasión por tu esposa Snap.- Dijo D.D. con un rencor feroz en su voz.- ¿Qué hay de mi tío Mario Aguilar?, ¿me vas a mentir y decirme que te pidió morir? Sé que te contrató Aburto. No tienes que preocuparte por él, eres el único que falta en mi lista. ¿Recuerdas a Mario? Te dio pelea, no se dejó morir tan fácil como Nathan. Dejaste mi regalo de cumpleaños detrás, el reloj de oro. ¿Pensaste que no lo uniría?
- No finjamos que alguno de los tres se irá al cielo. No hagamos que las víctimas sean santos sólo porque están muertos. Mario tampoco era una blanca paloma. Hay que afrontarlo, todos aquí nos iremos al infierno.- Se quedaron en silencio por unos momentos que parecieron eternos.- Sí, me dio pelea, pero necesitaba matarlo para saber quién era I, el bastardo que le costó tanto a Angie.
- No tengo problemas contigo Ian, yo digo que matemos a Snap y resolvamos lo nuestro después.- Propuso D.D.- He visto el final de Perros de reserva y preferiría salir de ésta con vida. Lo nuestro puede esperar.
- ¿Qué te hace pensar eso? Si lo ponemos en pausa, ¿Joanie regresará de entre los muertos?, ¿puedes hacer eso? Mata a Snap si quieres.
- ¿Para tener una bala en la cara? No lo creo.
- Deja de apuntarme D.D., Ian pasó la oportunidad. Tú y yo nos las arreglaremos después.- Era mentira por supuesto, pero trató de sonar convincente.
- Eres un asesino a sueldo, me matarás si te dejo de apuntar. No te daré la oportunidad de hacerme rogar. ¿Nathan rogó cuando le robaste y mataste?- Snap no dijo nada, no quería pensar en ello.- Usaste una almohada para ahogar el sonido, ¿la pusiste contra su cara?
- No era una buena persona, no me vengas con sentimentalismos D.D., ya te dije lo que me pagó para hacer.
- Es Danielle, Danielle Dillon. No mereces llamarme D.D., no tú.
- Entonces dime algo Danielle, ¿qué tan bien lo conocías?
- Nos íbamos a casar, sabía todo sobre él. Todo menos lo de Kyle, eso no lo hace menos. No para mí. Iba a salir de esta vida, dejar a Aburto detrás y viajar por el mundo.
- ¿Y él te conocía bien?
- Éramos almas gemelas, el único hombre al que amé.
- Sé cuando alguien evade una respuesta y ésa es una evasión.- Dijo Snap.- No sabía que eras estafadora, ¿cierto? Era otra marca para ti y no me digas lo contrario. No es momento de mentir, no cuando estás tan cerca de la muerte.
- Sabía lo que importaba, sabía que lo amaba y no era una marca.
- No mientas perra.- Dijo Ian.- Te volaré la cabeza ahora mismo si vuelves a mentir. ¡Usas a las personas y las tiras a la basura!
- Hickman sacó el dinero, no fui yo Ian, no fui yo. Pudo haberle dicho la verdad a tu mujer, que había tenido una noche conmigo. Pudo ser honesto, pero escogió ser una basura humana. Snap pudo escoger no matar a Nathan o a mi tío Mario.
- No tenía elección, tenía que hacer a Nathan, Kyle supo que fui yo. Kyle Burke, se lo dijo Bobongo. Iba matar a mi esposa y ya te dije que tu infortunado tío era un escalón más para matar a este sujeto y su cuento de lágrimas sobre su sufrimiento en Blackbird.
- ¡Me violaron!- Gritó Ian, admitiéndolo por primera vez en su vida.- Me violaron, me violaron… Me acuchillaron también, tengo un maldito mapa de dolor en mi cuerpo.
- Eso le pasa a la gente en prisión, niño, ¿lloraste cuando murió la mamá de Bambie? Crece de una vez Madison, nadie te forzó a escapar de la policía, ¿cierto? Como nadie te forzó a vender anfetas o todo lo demás. No finjas que el mundo está en tu contra. Despierta imbécil, está en contra de todos. No eres especial y no saldrás de aquí con vida. Otro cadáver nada especial. Ya no sé cuántos llevo, pero sé que tú eres el último Madison. Ni siquiera quiero matarte a ti Danielle, pero lo haré si me obligas. Tú puedes caminar de esto. Corre, vete de una vez. Tengo una esposa que me necesita.
- Yo tenía un prometido e Ian una esposa. Tú tampoco eres especial Snap. Supongo que nadie aquí lo es. ¿Y qué? No significa nada. Tú mismo lo dijiste Snap, no sabes cuántos muertos tienes encima. Sabes que mereces una bala, esposa en silla de ruedas o no.
- No tenías un prometido zorra.- Escupió Ian, viendo rojo y a punto de estallar.- Tú misma lo dijiste, no te conocía, no realmente. Seguramente te habría escupido en la cara de saber la clase de persona que eres. Al menos yo traté de cambiar, lo traté en prisión. Cambié, ¿tú cambiaste?
- No parece que hayas cambiado, no desde aquí. No que veo el cañón de tu pistola.
- Tenía razón, ¿no es cierto? Tu preciado Nathan te habría escupido en la cara. Snap dijo que le pagó para matar a su propio hermano. Vaya esposo que casi tienes. Me alegro que esté muerto, serán felices en el infierno.
- ¡Me conocía lo suficiente!- Estalló Danielle. Los tres guardaron silencio. Podían gritarse toda la noche, pero no cambiarían de víctima. No harían alianzas. No había salidas fáciles. Danielle pensó en Nate, pensó en su familia y en todas las mentiras que le había dicho. Se había hecho pasar por inglesa, no lo había pensado hasta ahora, no lo había procesado hasta este momento pero Nathan no lo conocía.- No, no me conocía. No realmente. Aún así, no te da permiso para matar Snap. No te da permiso para quitarlo de mi vida, tenía al menos una oportunidad con él. Quizás Ian tiene razón, quizás me habría escupido e insultado, pero tú me quitaste la oportunidad de ser honesta con él.
- ¿Lo habrías sido?- Preguntó Ian.
- No.- Confesó Danielle.- No, nunca. Era parte de una buena estafa, universitarios de otras partes del país con dinero y pocos conocidos. Me hacía pasar por una inglesa que estudiaba cine. Les sacaba todo el dinero que podía y los dejaba. Nate era diferente, me enamoré de él y nos íbamos a casar. Se habría dado cuenta, no era idiota. Eventualmente me habría dejado. Eventualmente habría regresado a los brazos de mi padre adoptivo, Jesús Aburto. Ese bastardo… Toda mi vida fingió que adoptarme había sido toda una carga. La verdad es que me entrenó para robar y mentir. Nunca había estado libre, hasta ahora.
- Y ahora vas a morir en la parte de atrás de su casa.- Le dijo Snap.- ¿Dijiste que lo mataste?
- Sí, le gustaba el LSD, debió tener cuidado al cruzar la calle. Te vi en tu taller Snap, debí matarte ahí cuando pude, pensé que sería demasiado arriesgado… Vaya que fui estúpida.
- No, así es mejor. Al menos mi esposa no verá el cuerpo. Yo dejé de… dejé de matar gente por dinero tras el accidente de Angie. Mike Thomas me obligó a matar a Nathan, él había puesto el contrato y Kyle Burke era su socio de negocios. Me había alejado de esa vida hasta que Mike me abordó de nuevo, matar a Mario Aguilar a cambio de la identidad del hombre que había hecho miserable a mí esposa. A esta excusa de humanidad que ves aquí, el niño ténganme-compasión-porque-estuve-en-prisión. No quería matar a Mario, de hecho si te soy sincero no me siento muy culpable de haber matado a todas esas personas, aunque quisiera estarlo, pero no puedo dejar que haya muerto en vano. No puedo dejar que Madison viva para ver el amanecer. Por el amor de Dios Danielle, él quiere matarte.
- Nunca pedí compasión Snap, no sabía de tu esposa. No me dijeron… No, no me interesó saberlo. Ésa es la verdad. No me interesó saberlo. Me enteré y no me importó. Siempre culpo a los demás.- Ian respiró profundo. Podía sentir que se deshacía en pedazos, se deshilachaba por los costados.- Lo había dejado todo atrás… Hasta Joan. Hickman, el bastardo no le pudo ser fiel a la mujer que me estaba robando. No tenía que darte ese dinero, no era suyo. Joan pudo pedir ayuda, Dios me perdona pero es cierto. Ella me delató a la policía, se sintió culpable al verme convertirme en mi padre en ese infierno en la Tierra. Se dejó ir, la culpa la dejó… No la dejó bien en la cabeza.
- No voy a matarte Snap.- Dijo Danielle, con lágrimas en los ojos.- Me quitaste a mi tío, lo más parecido a una familia que he tenido, pero si no eras tú lo habría hecho otro. No, estoy cansada. La verdad es que estoy cansada. Le robé todo a mi padre adoptivo, está en el auto. Me voy de la ciudad. Si quieres matarme Ian, hazlo ahora.- Ella bajó el arma y cerró los ojos.
- El único pecado es la debilidad… Mi viejo lo decía, era un bastardo violento. Te conviertes en lo que más odias. ¿Qué es lo que más odias, Snap?
- A mí mismo. Quisiera poder sentirme culpable, creo que soy un monstruo. Creo que crucé la línea hace mucho, pasé el punto de no retorno.- Bajó el arma, aunque no del todo y dio un paso atrás. Ian bajó el arma tentativamente.
- Esta bestia que tengo en mi interior, eso lo cargaré por el resto de mi vida, pero no le daré la razón a mi viejo. No, no lo merece. Hijo de perra mereció lo que obtuvo.
- Voy por el dinero.- Danielle caminó al auto y abrió la cajuela. Snap se había resignado, si ella le sorprendía con un disparo sería enteramente su culpa, pero por más que odiaba la idea de dejar desamparada a su Angie, odiaba la idea de matar de nuevo. Su esposa había estado drogada en el volante, era cuestión de tiempo. Habrían muerto por las metanfetaminas hacía años de no haber sido por el accidente. Jamás diría que había sido algo bueno, pero había sido la alarma de despertador para ambos.
- No somos trenes.- Dijo Snap y guardó el arma, esperando a que Danielle le matara. Ella sacó un bolso lleno de dinero. Le separó una parte a Ian.
- Lamento lo de Hickman, no fue nada personal, pero como dijiste, no tenía por qué haberte robado de esa forma.- Le dio una parte a Ian y él le devolvió un fajo.
- No necesito tanto, me voy a vender tapetes muy lejos de aquí.
- Yo no sé adónde iré.- Admitió D.D..- Nunca había tenido esta clase de libertad.
- Vívela. Ya te quité demasiado, hubieran ido por otro gatillero, de esos hay muchos. Pero aún así, podía haberme negado.- Snap sacó su celular, los otros dos se le quedaron viendo.- Voy a reportar el negocio de los gemelos Mike y Clay Thomas.
- Pregunta por el detective Chandler. Le debo al menos eso.- Dijo Ian.- Él sabrá qué hacer.

            Los tres trenes se separaron, cada uno tomando una ruta alterna. Había estado cerca, pero sus vidas no terminaron ahí. Patrick regresó a Snappie y se acostó a un lado de Angie, le besó la cabeza y le dijo que la amaba. No necesitaba matar a Ian Madison. Las lágrimas le llegaron, primero poco a poco y después en cascada. Se había ocultado de la Gracia de Dios y, sin saberlo, le había alcanzado. Estaba vivo gracias a Él y se lo haría saber al padre Morrow antes de irse a Blanchester Ohio. La culpa le seguía eludiendo, aunque él seguía pidiendo perdón. Se figuró que quizás Cristo cargaba con sus muertos encima de la cruz en el camino al Gólgota. Quizás no era una maldición, sino una oportunidad y la trataría como tal. Angie y Snap dejaron atrás Malkin para llegar a Blanchester mediante un vuelo y dos viajes en autobús. La primera noche Patrick lloró y Angie lo abrazó con cariño. No necesitaba decirlo, habían estado en el precipicio pero ahora estaba en el pasado.

            Ian Madison llegó a Albuquerque para el medio día. La bestia seguía dentro de él, pero ya no era tan feroz. Pensó que era, al mismo tiempo, un último regalo por parte de Joanie y un dedo de en medio para el viejo Madison. Su padre se había equivocado, él hubiera acabado muerto detrás de Jaula de billar. Su bestia interna era demasiado fuerte, le controlaba por completo y no podría haber entendido que el haber perdonado a Danielle Dillon y aceptar su responsabilidad no era debilidad, sino la más imponente de las fortalezas. Phil Hickman llamó al día siguiente, en su primer día, para asegurarse de que estuviera ahí. La paga no era buena, pero D.D. le había dado para rentar un departamento y no le molestaba no tener mucho dinero. Lo gastaría en pintura para tapar el moho si llegaba a presentarse.

            Danielle Dillon se mudó a Colorado donde se inscribió a clases nocturnas de cine. Lo único que había llevado consigo era una fotografía de su tío Mario, una muda de ropa y el dinero que le había robado a Aburto. No necesitaba nada más. Encontró trabajo como asistente y, cuando le preguntaron por el tatuaje durante la entrevista, se limitó a decir que era “souvenir de otra vida”. Había sido otra vida y sabía que podía haber terminado en ese lugar, a pocos metros de donde habían estado tantos años de malos recuerdos. Colocó en su mesa de trabajo tres pequeños trenes de juguete. Se habían descarrilado ellos tres, aprendido a manejarse sin vías, escapar de ellas. Quienes preguntaban por los trenes asumían que era cosa de Malkin, pero no tenían idea de cuándo tres trenes escogieron sus vías y, sin saberlo, construyeron el destino de perfectos extraños.

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