jueves, 23 de julio de 2015

Los condenados: Nadie escapa al Karma

Los condenados:

Nadie escapa al Karma
Por: Juan Sebastián Ohem


            No detectó nada raro cuando despertó, aparte de la incómoda posición sobre  un tapete polvoso, la refrescante brisa que soplaba desde debajo de la puerta de entrada parecía alimentar su estado de aletargamiento. No se cuestionó por qué estaba dormido sobre la alfombra, ni por qué sentía vomito en la boca. Un ligero dolor de cabeza le impulso a sentarse y mirar a su alrededor. Vestía pantalones de vestir negros, una camisa negra con tirantes verdes. Su ropa estaba arrugada, se imaginó que se debería a su improvisada cama. Miró hacia el departamento, tenía un par de sillones frente a una radio vieja, una cocina invadida de platos sucios y las cajas típicas de la comida china por teléfono. Todo el lugar parecía estar en desorden, pilas de periódicos habían sido volcadas, las rendijas de ventilación en la pared de la sala había sido arrancada con violencia, y estaba seguro que las sábanas y las pilas de auto que emergían de la habitación eran testamento de un desorden semejante en el interior de su cuarto. Aunque el desorden le pareció vagamente alarmante, su primera pregunta era más bien ¿dónde estoy? Y una vez iniciado en ese camino, se preguntó ¿quién soy?


            Se levantó y revisó el lugar, tratando de recordarlo y, al hacerlo, tratar de recordar su propia identidad. Era inútil, nada le suscitaba un efecto que encendiera su cerebro como cuando se enciende a un coche a la mala. Recordaba todo lo demás sobre el mundo, las noticias recientes de la guerra en Europa, el marcador de los Yankees, el funcionamiento de las cosas, pero toda su historia personal había desaparecido. La calma zen dio paso al pánico, para terminar en un estado de relativa calma, cuando trató de proceder sistemáticamente. Nada parecía informarle de estar en su casa, pero encontró su cartera aún en sus pantalones y la licencia de manejo decía Jonathan Sodebeck y supuso que la dirección de la licencia era la de ese mismo departamento. Sin saber qué hacer se sentó en un sillón, tratando de ordenar sus pensamientos, ¿podía marcarle a alguien, la policía o los doctores podrían servir de algo? La decisión llegó abruptamente, escuchó golpes fuertes en la puerta y sin pensarlo dos veces corrió hasta la puerta y la abrió de golpe, esperando ver a las respuestas esperándole afuera como vendedores de biblias. En vez de ello se topó con un hombre de baja estatura, pelirrojo y con una cara afectada por el acné que le hacía parecer una rata con mirada de odio. Jack le miró sin decir nada, ¿qué podía decirle?
- ¿Hola? Despierta de una vez soda.
- ¿Soda?
- ¿Cuánto bebiste anoche Jack?
- Lo suficiente para no recorder ese mote. ¿En qué le puedo ayudar?
- Muy gracioso.- El hombrecillo se encendió un cigarro de una cigarrera dorada guardada en el bolsillo interno de su saco deportivo y sonrió.- Sabía que no tendrías el dinero.
- ¿Dinero?
- ¿Hay un eco? Soy yo, Ronnie Nichols. ¿El idiota que te prestó 50 mil dólares? El mismo que te dijo que te rompería las piernas si no empezabas a pagar el jugo, son diez puntos y los espero desde ahora. O quizás debería añadirlo a la deuda que tienes con Rogers, aunque a estas alturas no sé si valga la pena comprar tu deuda o no.
- No sé de qué me habla... Esto es lo que pasa, me acabo de despertar y no recuerdo nada.- Ronnie tosió el humo del cigarro y le sonrió con el ceño fruncido.
- Ésa es buena.- Ronnie le soltó un puñetazo al estómago que lo dobló de dolor. Sacó una cachiporra de un bolsillo del pantalón y le dio un buen golpe a un hombro. Jack terminó en el suelo, aullando de dolor. Ronnie le pisó la mano izquierda y se agachó a su lado.- Empieza a pagar Jack, porque nadie te va a extrañar si desapareces un día.

            Ronnie cerró tras él y Jack se quedó en el suelo un rato más, tratando de recobrarse. No conocía a ese Jack “soda” Sodebeck y ya lo odiaba. Revisó el refrigerador y se abrió una cerveza mientras masticaba un sándwich helado que había dejado por al menos varios días. Se maldijo en voz alta, no era justo despertar habitando la piel de un perdedor con altas deudas y violentos usureros. Ya no estaba tan seguro de querer saber quién era, pero tenía que hacerlo de todas formas, pues intuía que Ronnie Nichols no era el único de sus problemas. Encontró una cuenta atrasada de teléfono entre las pilas de periódicos que dividían la sala de la puerta de la habitación. Los números de teléfono no le decían nada, pero podía empezar por el número más usado.
- ¿Hola? Mi nombre es Jack Sodebeck.
- Soda... ¿por qué hablas así?
- ¿Con quién hablo?
- ¿Es broma? Vamos hombre, sabes que estoy ocupado a esta hora. Algunos tenemos el desagradable hábito de trabajar para vivir. No todos podemos ser como tú.
- ¿Quién habla?- Gritó Jack, pateando la pared con todas sus fuerzas.- Maldita sea no recuerdo nada, no sé quién soy. Tengo a un usurero que quiere 50 mil dólares y estoy casi seguro que no tengo esa clase de dinero. Este es el número  que marco más frecuentemente según mi cuenta.
- Está bien, está bien. Vaya que suenas raro. Me llamo Carl Brown, hemos sido amigos desde que compartimos departamento hace unos años. Y sí, soy tu único amigo porque nadie más te soporta, no te lo tomes a mal. Siempre te quise decir eso. No puedo hablar mucho por teléfono, en diez minutos tengo mi descanso e iré para allá. ¿Estás en tu departamento?
- No sé, creo que sí.
- ¿Es pequeño, feo, tiene las paredes desnudas y una colección enorme de platos sucios?
- Sí.
- Entonces estás en tu departamento. Disfruta del lujo.

            Incapaz de quedarse en el departamento por el hedor a comida echada a perder y humedad, recogió sus llaves de un clavo en la entrada y salió a la calle. Corroboró la dirección con la de su licencia de conducir y se odió a sí mismo por poder recordar, a detalle, el área de Morton. El edificio se ubicaba entre una licorería y una tienda de armas, y tenías las ventanas que daban a la calle protegidas con barrotes. Era más una prisión que un edificio de departamentos. En lo que quedaba del vidrio de la puerta principal contempló su reflejo. No se había visto al espejo aún y el extraño que le devolvía la mirada no resucitaba su memoria. Tenía 31 años, eso sabía por la fecha de nacimiento en su licencia de manejo, pero no sentía nada por la persona que le miraba. Tenía aspecto duro, una cabeza cuadrada, con labios finos y una nariz ganchuda, los ojos azules hundidos y cabello rubio bajo varias capas de gomina.
- ¿Contemplando tu horrible cara?- Un Sedan color miel estacionó frente al edificio y dos gorilas en trajes baratos se le acercaron con una sonrisa en la mano y un cuchillo en la mano.
- ¿Y ustedes quiénes son?- Miró a su alrededor, en busca de un policía, pero recordaba lo mucho que la policía evitaba Morton.
- No te preocupes por nosotros, preocúpate por nuestro jefe. A Maurice Bradley no le gusta cuando ladrones como tú se hacen de su dinero.- El más alto lo golpeó en la nariz y con ayuda de su amigo lo arrastraron a un callejón cercano.- Fue muy específico contigo... Por ahora sólo quiere su dinero y tu nariz.
- No, esperen ustedes no entienden, tengo amnesia.- Lo tiraron contra botes de basura e intentó levantarse, pero se encontró con el cuchillo a centímetros de su nariz. Retrocedió en cuclillas, hasta que su mano derecha se cortó con una botella rota.
- Si yo le debiera medio millón al señor Bradley, a mí también me daría amnesia. Ahora dinos dónde está el dinero, o no tendrás que preocuparte por tener que comprar pañuelos desechables.

            Jack se congeló de miedo, pero su mente trabajó a toda potencia. Insultó a Jack Sodebeck, quien fuera que sea. Se preguntó si el shock de perder la nariz le regresaría sus recuerdos. Pensó en acceder a sus demandas, pero desechó la idea, no encontró mucho dinero en su departamento y el lugar ya había sido buscado. Lentamente deslizó su mano derecha hacia el cuello de botella y sus rodillas se tensaron. No vio la bofetada, estaba muy ocupado preparándose para el ataque. Con la botella le rajó la pierna a uno de ellos, saltó con todas sus fuerzas para tirarlo al suelo y corrió fuera del callejón. Aprendió que estaba en buena condición física, mejor que la de los matones que se rindieron a media cuadra. Cruzó un pequeño mercado hasta la calle de atrás, para perderles el rastro y hurgó en sus bolsillos para dar con sus llaves. El llavero tenía la forma de un Plymouth y tras un poco de prueba y erro dio su Plymouth celeste. Aceleró sin dirección, alejándose de su departamento lo más posible. El coche era un basurero, al menos le decía que comía comida rápida y frecuentaba el Rodeo, a partir de la docena de cerillas de ese bar, la mayoría con el nombre y número de alguna conquista de una sola noche. Debajo del asiento encontró un ramo de flores, secas por completo, con una etiqueta de dedicación para una Amy Willows y la dirección para los floristas. No tenía idea de por qué no las habría mandado, pero juzgando de la lista de gente que le odiaba no se sorprendería por nada. Ya le debía a al menos un usurero, le había robado a un mafioso y al parecer solo tenía un solo amigo en el mundo, que tampoco parecía tan amigable. Llevaba un par de horas siendo Jack, o soda, y empezaba a convencerse que la situación se pondría de mal en peor. No podía ir a la policía, seguramente habría matado a alguien y nadie le creería la amnesia. Él no lo creería si le estuviese pasando a alguien más. Se contentó con ir al Rodeo, donde por un par de dólares comió algo sustancioso y bebió un par de cervezas.
- ¿Ya eres demasiado importante para mí?- La mujer de la barra, una hermosa mujer madura con buena figura escondida en un primaveral vestido dos tallas más corto, se apoyó contra la barra mirándole con intensidad.
- ¿Te debo dinero?
- A estas alturas tu cuenta pagaría por el esfuerzo bélico. Me conformo con lo que me dijiste ayer.
- ¿Qué cosa?
- Que ganarías lo suficiente para pagarme.- La mujer se enojó al ver su cara de perro perdido y limpió la barra obsesivamente con su trapo.- Claro, típico Jack, mentiroso compulsivo.
- Deberías darme una oportunidad, no recuerdo nada. Hace tres horas ni siquiera sabía mi nombre.
- ¿Tanto bebiste?
- No,- le tomó de la mano y le miró con pánico.- me dio amnesia. No recuerdo nada que tenga que ver conmigo. Ya tuve a  Ronnie el usurero golpeándome por 50 mil que no puedo pagar, y a los muchachos de un tal Maurice Bradley que casi me quitan la nariz por 500 mil dólares. Toma, aquí hay diez dólares, no sé si eso ayude de algo.
- No sé... No caeré en otra de tus trampas.
- ¿Nadie confía en mí?
- Déjame pensarlo... No, ni tu perro.
- ¿Tengo perro?
- Se escapó de tu departamento. Como dije, nadie. Eres hablador, apostador compulsivo, traicionero y francamente eres pésimo en la cama.- La mujer se detuvo, algo en su mirada neutral le dijo que si no caía por su destreza sexual, entonces podría estar diciendo la verdad, o media verdad.- ¿No te acuerdas de mí? Soy Trisha.
- Para nada. Te dije que conseguiría dinero, ¿cómo?
- Apostando. Me contaste de un juego de cartas grande, sacaste dinero de todas partes para poder entrar. Viniste aquí antes de ir a tu juego en el gimnasio Olympia, el que está a una cuadra.- Jack terminó su cerveza y se tapó al eructar, otro indicador que asustó a Trisha.- Por cierto Jack, un sujeto vino aquí preguntando por ti. Un tal Roy, no se veía amigable.
- A estas alturas podría ser cualquier cosa... ¿Y si voy a la policía?
- Buena suerte, pero ¿adivina qué? Hay varios detectives que te odian. No sé qué decirte Jack, y no estoy muy segura de que me digas la verdad. Por eso me quedaré con tus diez dólares. La verdad es que la única persona que te ha soportado por años, por motivos completamente misteriosos para mí, ha sido Carl. No sé, ha de ser un loco.
- El juego de cartas más grande de mi vida, lo gané, al menos medio millón de dólares y no sólo no me acuerdo de nada, ya no tengo el dinero... Podría ser peor, podría no tener nariz.

            Jack decidió pasar por el gimnasio Olympia, pensando que algo le llamaría la atención. El viejo edificio no quedaba lejos, y no estaba abierto al público, media docena de patrullas ocupaban la entrada, con un ejército de detectives y forenses. Por un momento pensó lo peor, que él había matado a alguien y así despertado la furia de Maurice Bradley. Tímidamente le preguntó a un policía uniformado, quien con un tono misterioso y grave le explicó que tres personas habían sido asesinadas en la mañana, y el único testigo vivo afirmaba que se hacía llamar Roy. Jack sintió un escalofrío que convirtió su sangre en hielo. Lo que habría sido un consuelo, saber que él no había matado a esas personas, se convertía en algo mucho más terrible, tenía que ser el mismo Roy que preguntaba por él.

            Guiándose por la dirección en la tarjeta del seco ramo de flores visitó a quien suponía era su novia, Amy Willows en su pequeña casa en Brokner. Amy le abrió con una mirada de odio y el cuello torcido. Se figuró que era tarde entregar ese ramo de flores. Amy era un poco más joven que él, con una casa en las mismas condiciones que su departamento. Jack tímidamente le explicó su situación, pero nada de lo que decía afectaba su pétrea mirada de odio concentrado.
- Déjame pintarte un cuadro, ya que no recuerdas nada... Quizás esto te despierte de la amnesia, ¿recuerdas cuando tuve que enterarme que estaba casada porque tu esposa llegó a mi casa con un revólver para matarme? También está la vez que desfalcaste a mi papá del dinero de su retiro, o de la vez que te acostaste con mi hermana y culpaste a su alcoholismo.
- Espera, ¿tengo esposa? No vi su foto en mi cartera, quizás no sea esa clase de persona.
- No te hagas al tonto, le compraste esa casa en Baltic con el dinero que robaste de mi papá.- Amy hurgó entre los cajones de una cómoda y le entregó una fotografía en las manos. Jack la miró sin reconocerla, y se fijó en la dirección apenas visible.- Se la mandaste a papá en Austin como prueba de la inversión, poco antes de decirle que el gobierno se había equivocado en los papeles.
- Ese Jack, vaya que es un cretino.
- Finalmente, en algo estamos de acuerdo. Pero descuida, ya llegarás a mí con cuentos de hadas, me engatusarás como siempre haces, me pedirás dinero y te largarás, como siempre haces.- Amy tomó un puñado de dólares y se los tiro en la casa.- Toma, aceleré el proceso.
- No sé si debería disculparme por Jack, o irme nada más. Supongo que irme.

            Regresó a su edificio, deprimido y sufriendo cierta clase de culpa que no entendía del todo, ¿seguía siendo el mismo cretino Jack Sodebeck?, ¿sería un nuevo cretino? Y más importante, ¿sobreviviría lo suficiente para empezar a ser alguien más? No se sorprendió al ver un auto con tres maleantes frente al edificio y se siguió de largo con la cabeza gacha. En el semáforo miró por el espejo, temeroso de ver el auto encenderse o ver bajar a los maleantes. Se sorprendió de tener esos instintos callejeros aún afinados, era al menos un regalo del cretino Sodebeck. Alguien se subió a su auto sin preguntar, no le vio hasta que se empujaba para adentro. Lo tomó del cuello y trató de sacarlo, hasta que el extraño se identificó como Carl Brown y decidió que era mejor alejarse de la cuadra y no causar una escena. Carl tardó un poco en creerle, pero al final pareció quedar convencido. Le había hablado de algunos de sus momentos más altos, todos ellos sobre apuestas de cartas y el ocasional robo, y de sus más bajos, los cuales variaban grandemente en cuanto a su temática y nivel de desesperada sordidez.

            Carl le explicó que había participado en el juego de cartas más importante de su vida. Eso ya lo sabía, pero también le dijo cuáles eran los otros jugadores. Maurice Bradley estaba incluido, ese lo pudo adivinar Jack. Los otros jugadores eran Bill Chandler, glorificado vendedor de autos, Alfredo Garza, un peligroso mafioso dedicado a meter y sacar artículos ilegales de Malkin en grandes cantidades, y la jueza Heather O’Reilly, una mujer ebria de poder y adicta al juego. Carl le explicó que había ganado, le llamó después de las dos para despertarlo y decirle eso, además un discurso de borracho sobre lo mucho que era genial y los estúpidos que son los demás integrantes de la raza común, Carl lo llamó “su típica llamada de borracho”.
- ¿Tengo esposa?
- Ex-esposa, aunque le cobraste dos mil por el acta de divorcio. Lo usaste para engatusar a Amy, de modo que le pudieras sacar dinero a la alcohólica de su hermana y establecieras un juego de cartas donde le robaste ciegos a varios camellos.
- Vaya... ¿por qué eres mi amigo?
- Yo me pregunto eso cada vez que me llamas. Compartimos departamento, fui padrino en tu boda y creo que soy la única persona a quien no le has robado dinero aún.- Jack se estacionó y sostuvo su cabeza sobre sus manos. Había jugado ruleta con el diablo y perdido, era su única explicación. Lo peor es que no tenía ni tiempo para contemplar las complejidades filosóficas y morales de su situación, no cuando tenía a un mafioso convencido que le había robado en un juego de cartas donde claramente algo terrible había pasado, algo por lo que valía la pena matar según opinaba el misterioso Roy. No tenía tiempo, y eso le desesperaba. Había mucho que quería hacer, pero tenía que averiguar lo que el antiguo residente de su cuerpo había hecho y encontrar una manera de limpiar el desastre.
- Tengo que verla... No sé para qué, pero tengo que verla.
- Salúdala de mi parte, yo tengo que regresar a trabajar. Ella vive en Yule #78 esquina con la 12.
- Sí, Amy me dio una foto con la dirección... Otro de mis momentos gloriosos.

            Manejó a la casa de su ex-esposa tratando de convencerse que era buena idea, y tratando de pensar en algo que decir. Fracasó miserablemente en ambas. Escuchó la radio, tratando de recordar si le gustaba una canción, o al menos un género musical, pero nada le venía a la mente. Era como si alguien lo hubiese recortado de cada fotografía y recuerdo. Ahora era el espacio vacío, tratando de sobrevivir en la vida de un extraño. El buzón decía Wendy Costello y, tras un par de apretones al timbre, una mujer de 40, con canas en los costados, labios carnosos y ojos expresivos respondió al llamado. Jack detectó sus ganas de cerrarle la puerta en la cara y metió el pie por si acaso. Trató de explicarle sobre la amnesia, pero no sirvió de nada. No le sorprendía, a estas alturas odiaba a Jack Sodebeck más que su ex-esposa y ex-novia. Wendy le dejó a entrar, pero no le ofreció ni un vaso de agua. Se apoyó contra un sillón, mirando su rostro de odio y se quedó sin palabras.
- ¿Eso fue todo? Normalmente vienes con un monólogo. ¿No me vas a recordar que compraste esta casa?
- No, parece ser que robé ese dinero de un retirado. Soy un idiota, sin duda.
- Nos las arreglamos bien nosotros solos.- Jack se quedó petrificado al ver al niño de diez años vestido como vaquero que entraba a la sala cargando una enorme guitarra con solo tres cuerdas.
- Dios mío, tengo un hijo.- Se hincó a su lado, al borde de las lágrimas y con la sangre fría.- Hola amiguito, ¿cómo estás bien?
- Estoy aprendiendo a tocar la guitarra.- El niño le miró a los ojos, pero sus ojos tenían las retinas nubladas, estaba ciego. Jack sintió que se le rompía el corazón.
- Gabriel, ¿qué te he dicho de hablar con ese hombre?
- Perdón.- Jack se puso de pie, mirándolo con pena y aferrándose al dorso del florido sillón con tanta fuerza que pensó que lo rompería.- Dios mío, si sobrevivo a este desastre juro que...
- No empieces con eso. ¿Quieres ayudar? Vete.

            Jack regresó a su auto, ya no estaba deprimido, ahora estaba enojado. Estaba tan enojado que, de no vivir en el cuerpo que antes habitaba Jack Sodebeck, una diferencia que se remarcaba constantemente, habría ayudado a Maurice Bradley a arrancarle la nariz, o al misterioso Roy a ubicarle. Se figuró que su única estrategia a estas alturas era hablar con los otros jugadores, excluyendo a Maurice Bradley, y decidió empezar por la jueza O’Reilly. Entró al edificio como si fuera parte de él, se robó un carrito de correo para pasar desapercibido entre los policías y buscó el número de oficina en el directorio de la entrada. El guardia en el corredor del tercer piso le saludó con un gesto y regresó a leer su revista sensacionalista.            Entró a la amplia antesala de puertas de cristal y altos libreros de costosa caoba. La secretaria no estaba y aprovechó para asomarse a la agenda de la jueza para ver si estaría disponible. Había tenido una cita con “fiscal R.L.” en la mañana, otra el día anterior en la comida y en la cena, y tenía apuntada una entrevista para el Heraldo que habría terminado hacía algunos minutos. Escuchó el excusado y el agua del lavamanos y se alejó del escritorio. No fue lo suficientemente rápido, la secretaria le cachó husmeando entre sus cosas. La mujer, una pelirroja de cabello enrulado y rostro pecoso se aclaró la garganta para hacerle a un lado y regresar a su puesto.
- Veo que la jueza O’Reilly no estará ocupada con...
- Es un caso urgente. Como todos sus casos. ¿En qué puedo ayudarle?
- Quisiera hablar con la jueza de un caso urgente. Querrá verme.
- Su entrevista ya habrá acabado, como sin duda ya sabe... Ahí está su señoría.
- Esos malditos buitres...- Heather O’Reilly era una mujer de cabello oscuro, con facciones masculinas y una mirada inteligente. Apartó el carrito del correo y se detuvo antes de entrar a su oficina. Reconoció a Jack de inmediato, y le pareció que estaba más sonrojada que enojada.- Usted no es el mensajero, ¿qué está pasando aquí? Cinthia, llama a seguridad ahora mismo.
- No, por favor, usted no entiende. Tengo que hablar con usted...- El corpulento policía dejó de la revista para arrastrarlo fuera.
- Es ilegal lo que hiciste.- Dijo el policía, mientras lo empujaba al elevador y se comunicaba por radio con sus compañeros, enviándoles al garaje.- Y cada que un loquito como tú se pasa entre nuestras manos, nos reducen la paga. O’Reilly va a reportarlo, estoy seguro. Hiciste enojar a muchos policías desesperados por dinero.

            El policía usó su llave para comandar el elevador, e impedir que otros lo usaran, y Jack sabía lo que se avecinaba. Lo veía en los blancos nudillos del policía bigotón y en la manera que resoplaba como si alguien le hubiera prendido fuego a su silla y a su revista. Los números se fueron pasando rápidamente hasta el estacionamiento. Las doradas puertas se abrieron y el policía lo jaló del cuello de la camisa. Escuchó las puertas de acceso, pesadas puertas metálicas que cerraban con un ruido fuerte y ominoso que le hicieron pensar en disparos. El estacionamiento tenía una pequeña plaza, con el acceso principal a las escaleras doradas y marmoleadas, y después una caverna mal iluminada de interminables filas y columnas de espacios para estacionar. Los policías se relamieron los labios, asintiendo entre ellos como si compartieran un secreto. No podían hacerlo ahí, planeaban llevarlo a un lugar más oculto, uno que fue marcado por uno de ellos al apagar sus luces. Sabía que no le matarían en ese oasis de oscuridad, pero sabía que terminaría en el hospital. Sus nerviosas manos no podían hacer mucho, su guardián le llevaba del brazo izquierdo entre los autos y no podía zafar una antena sin hacer mucho ruido. En la lejanía un auto se internaba en las rampas de bajada, era un testigo con quien no contaría.

            Jack esperó a cruzar entre dos enormes Buick, cuando tuvo al policía delante de él, débilmente tomándole del brazo. En cuanto salió de entre ambos coches aprovechó su única oportunidad para soltarle un sorpresivo golpe en el riñón derecho. Sus compañeros no tardaron en reaccionar, aunque el oficial estaba en suelo gritando maldiciones. Jack se echó a correr entre los autos, deslizándose entre ellos hasta llegar a la rampa. Saltó del muro un metro hasta la oscura rampa y después saltó ágilmente por el otro muro para reducir la distancia. Corrió entre los autos, lanzándose al suelo cuando escuchó los pasos de los policías y detectó los haces de luz de sus linternas. Arrastrándose lentamente intentaba orientarse a partir de los ecos de pisadas. Alguien gritó que buscaran bajo los autos y eso le hizo salir. Escondido contra la llanta, para no ser visto, esperó su momento para correr agachado contra la pared, hacia la enorme caja gris con todos los fusibles. Usando un trapo los arrancó todos, sumiendo el lugar a una penumbra rasgada por los haces de luz de las linternas.

            Con algo de paciencia consiguió regresar a la rampa. Lanzó unas cubetas de pintura en el agujero entre las rampas y eso convenció a sus perseguidores que había huido para abajo. De vuelta en el primer piso buscó la salida siguiendo una callejuela con carteles sobre los espacios. Al toparse con el de “jueza O’Reilly”, decidió probar sus instintos una vez más. Descubrió que podía violar los seguros de los autos con los ojos cerrados y en la guantera buscó la tarjeta de circulación para sacar su dirección. Hablaría con ella, de una manera o de otra. Luego de eso huyó fuera del edificio y no dejó de correr hasta entrar a su auto y alejarse a toda prisa. Trató de calmarse en vano, pero decidió usar su adrenalina para impulsarse. Dio con la dirección de Bill Chandler en un listín, en la zona lujosa de Marvin Gardens y supuso que sería el mismo.

            La mansión también tenía policías, pero ésta vez era una patrulla y un carro de civil. La esposa de Chandler, Victoria según escuchó de lejos, explicaba una y otra vez la misma secuencia de eventos. Ella había estado fuera casi toda la noche, su marido había sido atacado antes de la madrugada y al encontrarle estaba muerto de miedo, pues se encontró con que tenía amnesia. La esposa sonaba cínica, no creía en su condición, pero Jack le creyó de inmediato. Aprovechó cuando los detectives dejaban de hablar con ella para acercársele. Le explicó que se encontraba en una situación semejante que su marido y Victoria le dejó entrar, más porque ella tenía ganas de un café fuerte que por otra cosa. La sala estaba hecha un desastre y le recordó a su propio departamento, aunque la sala misma era más grande que donde habitaba. 
- Estos policías... ¿Café?
- Sí, gracias.- Dijo Jack, mientras le acompañaba a la cocina.
- Son realmente brutos, ¿cómo les puedes hacer entender? Llamé una y otra vez en la noche, pero él no contestó. Eso solo lo hace cuando pierde mucho dinero apostando o cuando está con su amante, o ambas.- Se sentó en la mesa de la cocina y fingió una sonrisa para los detectives que hablaban entre ellos y miraban hacia adentro.- No sé si me haya dicho la verdad, pero si tú...
- Sí, y mi departamento estaba tan revuelto como su sala. No sé qué relación tenga eso, pero es demasiada coincidencia que dos personas sufran amnesia el mismo día. Sobre todo cuando ambos jugamos un juego de poker de altas apuestas, según me han dicho.
- ¿Y perdiste también?
- No, creo que gané. No que me sirva de mucho, se robaron mi dinero y al parecer pedí prestado a todas partes para conseguir entrar en él. Uno de los jugadores me quiere ver en pedazos, un Maurice Bradley. ¿El nombre le suena?
- Sí, uno de los amiguitos de mi marido. Un mafioso que se cree italiano.
- ¿Qué tal Heather O’Reilly?
- ¿Así se llama la amante de mi marido?- Por el tono casual se figuró que la noche anterior ella había estado afuera divirtiéndose tanto como sospechaba que su marido hacía.
- No sé, no creo. Es una jueza.
- No sería su estilo.
- ¿Alfredo Garza?- Victoria dejó la taza de café y suspiró como si le hubiese dicho que el diablo en persona se había sentado a jugar cartas con su marido.- ¿Tan malo?
- Bill me prometió que ya no lo vería, otra mentira más supongo. Es un mafioso, puro y duro. Está siendo enjuiciado pero ni eso le detiene. Dicen que mueve mucha heroína y artículos robados. La policía tardó tres años en armar un caso y el juicio ya lleva año y medio. Si vas a visitarlos a todos, hazte un favor y lleva un arma cuando veas a Garza.
- ¿Y qué hay de un tal Roy?
- ¿El policía? Vino aquí con los demás, estaba en la biblioteca.- Victoria se levantó a buscarlo y Jack le siguió, con la esperanza que no fuera el mismo Roy que había matado a tres personas en el gimnasio y le andaba buscando. Al parecer el policía se había ido, junto con los otros que tampoco se habían despedido y eso tranquilizó a Jack. Era una coincidencia que no quería poner a prueba.- Vaya que son maleducados, ¿puedes creer que no se despidieron? Supongo que ahora tendré que ir a ver a Bill.
- No sea tan dura con él, sé lo que se siente despertarse en la piel de un cretino con más enemigos que amigos.- Victoria acompañó a Jack a la puerta mientras un Coupé blanco llegaba a toda velocidad al estacionamiento de grava frente a la puerta.
- ¿Más policías?- Jack estiró el cuello, tratando de ver lo que el sujeto del asiento del copiloto cargaba como a un bebé. Era una metralleta.
- No, no son policías.

            Jack se dio vuelta y empujó dentro a Victoria antes que los disparos empezaran. Se arrastró dentro de la mansión y pateó la puerta para cerrarla, aunque no servía de mucho. Victoria gritaba aterrada, avanzando pecho tierra hasta las escaleras de subida. Los disparos se detuvieron, escuchó sus pasos en la grava acercándose a la mansión. Jack levantó la cabeza y se asomó por los agujeros de bala al escuchar otro motor. Un auto entró a toda velocidad y atropelló a uno de los matones. El otro disparó su metralla hasta dejar inutilizable al auto y preparó su revólver. El conductor se había lanzado a tiempo, pero sangraba de la pierna aunque por la sonrisa en sus labios era difícil saber si estaba adolorido. El matón disparó su revólver un par de veces, una de esas le atinó a su pecho. Jack emitió un grito ahogado, tapándose la boca con las manos, pero el conductor se limitó a mirar el orificio de bala y a dispararle con su automática tres veces en el pecho.
- Tenemos que irnos, vienen más. Les seguí hasta aquí pero eran dos autos, no debe tardar el segundo.- Jack supo que se refería a él, aunque no sabía cómo. Salió de la mansión, con cuidado de no pisar la sangre o el cuerpo del mafioso.
- ¿Qué quieren?
- El anillo Jack, te metiste en la madre de todas las disputas.- Quiso preguntarle su nombre, y saber cómo era que le conocía a él, pero al verle sacar una escopeta y asegurarse de tener municiones, pensó que lo más sensato era robarle una pistola a uno de los muertos.- ¿Tienes auto?
- Sí.- Un segundo auto entró a la calle de acceso y ésta vez su nuevo amigo no esperó para ver sus intenciones. Comenzó a disparar, un tiro tras otro contra el parabrisas hasta que se llenó de sangre y el auto chocó contra el suyo a toda velocidad y terminó tumbado de lado.
- Creo que ahora es buen momento para irnos.- Jack corrió hasta su auto y casi se va sin su amigo.
- Por cierto, ¿cómo te llamas?
- Soy Roy Morris, pero me dicen Roy.- Jack se congeló, inseguro sobre lo que podía hacer. Tenía al menos tres agujeros de bala, con poca sangre emanando de ellos, no parecía sentir nada y tenía una sonrisa de oreja a oreja que parecía estar engrapada.- Te he estado buscando, eres un hombre muy popular... ¿No vas a avanzar? Vamos, si te quisiera muerto no estaríamos aquí.
- Tiene su lógica.
- Trabajan para Maurice Bradley, es tu nuevo mejor amigo. Dobla a la derecha, vamos a la empaquetadora de Yule, en Brokner.- Roy encontró una magullada cajetilla de cigarros y se encendió uno.- ¿Fumas?
- No me acuerdo, y francamente ya estoy harto. ¿Por qué me estabas siguiendo?
- Por la misma razón que el avispero se ha vuelto loco, y tú mi amigo, estás metido en el medio. Mal día para perder la memoria, aunque no fue tu culpa.- Asomó la cabeza por la ventana, lengua afuera como un perro.- Acelera, acelera.
- ¿Quieres meter la cabeza? No me has dicho nada aún.- Jack no podía creerlo, fumaba y jadeaba con medio cuerpo afuera mientras que sus orificios de bala eran visibles a simple vista. Pensó que sería un sujeto realmente duro, o realmente drogado, o ambas. Aún no estaba decidido si estaba de su lado o si era su amigo.
- El anillo.- Dijo finalmente cuando regresó al auto.- Uno de los diez anillos del Mongol. Pertenecieron a Genghis Khan y fueron la fuente de su poder sobrenatural. Su conquista del mundo conocido fue visto por sus detractores como una demostración de la ambición sobre el espíritu y decidieron evitar que otro emperador mongol quemara al mundo una segunda vez. Robaron los anillos, convirtiéndose así en fugitivos, y los escondieron por todas partes. Algunos en templos, lo que no fue muy inteligente porque el ejército que los buscaba dio con ellos primero. Otros quedaron en el desierto, enterrados sobre las dunas, y han estado saliendo a la superficie debido a las excavaciones arqueológicas. Los más listos los tiraron al mar. Uno a uno han ido surgiendo y la mayoría se encuentran en Malkin. Bill Chandler debió apostar uno anoche y tú lo ganaste. Por eso ambos tienen amnesia.
- ¿Dices que el anillo da amnesia?
- No, el anillo hace mucho peor. La amnesia... ya tendremos tiempo para eso. Tú ya no lo tienes, pero explícale eso a quienes lo quieren. Dobla aquí.- Jack estacionó y antes que pudiera preguntar sobre la empaquetadora de carne, Roy la señaló sonriente.- Es de Maurice Chandler, tú debes acordarte de él, o al menos que trata de matarme.
- ¿Y por qué estamos aquí?
- Necesito saber una cosa, así que voy a entrar.
- ¿Así nada más? Sus empleados parecen un tanto... agresivos.
- Les diré que soy tu guardaespaldas, a ver cómo funciona. Deséame suerte.

            Jack no pudo decir nada, trató de decir algo inteligente y fracasó terriblemente. Demasiado nervioso para quedarse en el auto se acercó al edificio refugiándose en el contenedor vacío de basura. Saltó con todas sus fuerzas para aferrarse de una sucia ventana, con un ojo mirando hacia adentro y otro hacia la esquina, temiendo ser sorprendido por algún matón. Roy entró al edificio, sonriendo y bromeando. Incluso los carniceros estaban armados y tras un par de chiflidos apareció un hombre en traje impecable que Jack adivinó que sería Maurice Bradley. Jack no daba crédito a lo que veía. Roy aseguraba ser el guardaespaldas de Jack e incluso les amenazaba con sus manos como si fueran pistolas. Eventualmente Bradley se cansó y con apenas un gesto con su cabeza sometieron a Roy, para colgarle de un gancho de carne en una esquina y darle una brutal paliza. El obeso carnicero lo golpeaba con todas sus fuerzas, pero Roy no dejaba de reír y bromear.
- Ya me estás hartando. ¿Dónde está el dinero?- Bradley se unió a la diversión, usando una gruesa palanca de metal para darle en las piernas.- Soda siempre fue un mejor jugador, pero no mejor que yo. Ese pequeño bastardo tiene el dinero que me pertenece.
- ¿No has escuchado de tal cosa como el buen perdedor?- Incluso los carniceros se llevaron la palma a la cara, era una pésima idea. Maurice tronó los dedos y alguien comenzó a darle a Roy con una cadena.- ¿No has pensado en Bill Chandler, él apostó ese anillo suyo?
- Bill no me haría esto. Hablaré con él...
- Ya lo trataste, yo lo impedí. Lo siento si eran tus amigos. Pero mira el lado amable, todos nos morimos tarde o temprano.- Maurice se puso rojo de furia.- Además, Chandler está en el hospital con un mal caso de amnesia. Igual que mi empleador.
- Conozco otras maneras para llegar a él. Ya tuve suficiente de esto. Sáquenlo de aquí, al callejón de servicio. Una bala en la cabeza y desaparezcan el cuerpo. Ya no estoy de humor para torturar a nadie. Pero gracias por venir.

            Jack se dejó caer al contenedor de basura y de un salto regresó a la calle. Corrió hasta el auto, sabiendo que no tenía mucho tiempo. Les pudo ver mientras aceleraba y daba la vuelta, dos matones vestidos de carniceros, cada uno con un revólver, empujando a Roy hasta el acceso de camiones. Roy no dejaba de sonreír, y cuando vio al auto acelerar a toda velocidad sonrió aún más. Forcejeó con uno de ellos, el otro saltó contra la pared para no ser arrollado. Roy entró por la ventana abierta de la parte trasera con las piernas afuera, y las fue metiendo mientras el coche retrocedía hasta la calle. Jack no soltó el acelerador hasta estar varias cuadras más lejos.
- Roy, eso fue increíblemente estúpido. ¿Estás bien?
- No, algo anda mal con mis piernas y ya no siento un brazo.- Roy se palpó el brazo izquierdo y se masajeó el pecho. Necesito manejar.
- ¿Podrás?
- Tengo que llegar a la morgue cuanto antes y tú manejas como una viejita.- Jack frenó de golpe en una esquina y tan pronto como cambiaron de lugares Roy manejó a 120 por reducidas calles, dando vuelta con una mano, saltando sobre las aceras, golpeando basureros y asustando a los peatones.
- Me gustaría llegar con vida. ¿Por qué vamos a la morgue?
- A ver a un amigo. No falta mucho.
- ¿Por qué dijiste eso, que eras mi guardaespaldas?- Preguntó Jack, mientras se ponía el cinturón de seguridad y su cuerpo era lanzado contra la puerta en las vueltas.
- Mira, te lo explicaré mejor después de nuestra visita a la morgue, pero tú y yo queremos lo mismo. El anillo.
- Yo no quiero el anillo, quiero saber qué me pasó y sacarme a estos mafiosos de encima. Quiero que la jueza me ayude, hablar con los otros jugadores, tener una vida de nuevo. No necesariamente mi vieja vida.
- Créeme, quieres ese anillo más que yo. Tu vida depende de eso. Se roba parte de tu alma.- Frenó de golpe, apagó el motor y salió corriendo a la entrada de ambulancias. Jack le siguió de cerca, esperando ver algún amigo que les dejara entrar. Entraron por una puerta secundaria y, luego de caminar de puntitas por los extensos corredores con puertas corredizas de hospital, agachando la cabeza para no ser vistos por los cristales, Roy encontró la sala que buscaba y entró silenciosamente.- Tenemos suerte, están cambiando de guardia, siempre lo hacen a las seis.
- ¿Qué quieres hacer aquí?- Preguntó Jack, caminando entre los cadáveres sobre mesas con rueditas. No podía evitar tenerle miedo a ese lugar, no recordaba haber visto a un muerto antes y no era una impresión agradable. Roy se detuvo frente al cuerpo de un hombre corpulento y cejudo. Leyó una breve folio pegado con clip a la cabecera de la mesa y sonrió.
- Muerto por intoxicación hace dos horas. Las palabras mágicas.- Se abrió la camisa de golpe, revelando agujeros de balas, golpes y cortaduras.

            Jack se olvidó de la morgue, de los cuerpos y del riesgo de estar en un lugar como ese en cuanto vio el aparato que Roy tenía enganchado en una axila. No tuvo tiempo para verle bien, pero cabía en su mano, era dorado y le recordó a un escarabajo por sus afiladas patas. Se lo retiró del cuerpo, sus patas se alargaban como agujas retráctiles y ágilmente lo insertó en el cuerpo del corpulento cadáver en el muslo izquierdo. Jack sintió nauseas, y antes que pudiera decir algo Roy cayó muerto en el piso. Pensó en llamar por ayuda, pero tenía demasiado miedo para moverse. Sabía que si la policía le veía ahí le culparían de la muerte de Roy, no habría manera humana en que creerían que simplemente colapsó tras arrancarse un misterioso mecanismo dorado e insertarlo en el muslo de un muerto. Caminó un par de pasos en reversa, pero se quedó quieto cuando pensó que había visto algo. El miedo le jugaba una mala pasada, creía que el cuerpo frío se había movido. Esperó unos segundos y lo vio de nuevo, ésta vez era el cuello para que la cabeza le mirase.
- Ya me siento mejor.- Dijo Roy, con una enorme sonrisa.

            Jack sintió que se desmayaba. Su cerebro se apagó y su cuerpo le sacó de ahí. Entre el pánico y la inconsciencia recorrió el amplio corredor y se subió al auto. En una esquina se detuvo para vomitar, cuando el shock inicial fue pasando. Se encontró a si mismo comiendo en una pequeña fonda cuando se hacía de noche. No recordaba muy bien cómo había llegado, pero lamentablemente si recordaba el cuerpo que se reanimaba. Un par de horas después, cuando se calmó un poco más, regresó al auto y manejó a la casa de la jueza. Se trataba de una casa de tres pisos al estilo francés, más humilde que la de Bill Chandler, pero en un vecindario tan exclusivo como la suya. Tocó el timbre varias veces, hasta que escuchó la voz de un hombre que salía a recibirle. Se presentó como Herman O’Reilly, el esposo de Heather.
- Asistente de fiscal, y a su edad... Vaya, usted sí que no pierde tiempo.- Jack sonrió y asintió con la cabeza mientras le llevaba al recibidor.- Mi esposa está en su estudio, terminando unos papeles.
- La jueza nunca descansa.
- Nunca.- Dijo Herman mientras se sentaba en el sillón frente a él.- Tiene los dos casos más sonados en Malkin ahora mismo. El Estado contra Figgins, dos cargos de secuestro, y el Estado contra Murnau, el demente que puso esas bombas en la escuela primaria hace unos años. Normalmente no tendría tanto trabajo, pero usted sabe cómo es. Norman West, el fiscal a cargo del caso Figgins se está divorciando y está hecho un desastre. Hugo Beak está gravemente enfermo y eso ha desestabilizado el caso Murnau. ¿Usted para qué fiscal trabaja?
- ¡Herman!- El grito asustó más a Jack que al marido. Heather, en bata y pantuflas, salió de su estudio para dejar otra montaña de papeles en la mesa del comedor y se acercó a ellos como la furia de Dios.- ¿Qué te he dicho de dejar entrar a la gente? Eres un pésimo juez de carácter.
- Pero este joven...
- ¿Este joven? Por Dios Herman, mira como está vestido. Es un apostador degenerado.- Jack no pudo evitar sonreír, había algo cómicamente freudiano en ese balance de poder entre la poderosa hembra y el emasculado macho.- Si tuvieras menos sentido común serías una mesa.
- Estoy en graves problemas, jueza O’Reilly.
- ¿Y quieres jugar la carta de simpatía? Quizás no tenga policías en mi casa, pero te echaré de todas formas. Me robaste mi collar de jade hace dos meses, ¿no te acuerdas de eso? Lo dejé pasar porque soy demasiado débil y laxa.
- Hay un demente llamado Roy que ha matado al menos a cinco personas en menos de un día, tengo a Maurice Bradley persiguiéndome porque cree que hice trampa y todo esto por un maldito anillo que no recuerdo haber ganado porque no recuerdo nada sobre mí mismo. ¿Acaso las juezas no están relacionadas con la policía? Levante un acta o haga algo antes que me maten.
- No recuerdo una sola vez donde confiar en ti haya llevado a algo bueno... Pero si hay matanzas en las calles por ese estúpido anillo que Chandler apostó anoche entonces quiero saberlo. Hablaré con la policía sobre ese Roy, conozco a un buen detective. Mientras tanto tú te quedas en la biblioteca y trata de no robar nada. Hay una segunda línea, por si quieres llamar a tu abogado, sería recomendable.
- No sé si tenga abogado.
- ¿Y tengo que resolverte todo yo?- Heather le apuntó al pecho y después a la biblioteca. La jueza cerró las puertas detrás de él y Jack se quedó en la oscuridad. Intentó prender una lámpara de pie, pero casi se cae al suelo de no tener buenos reflejos. Levantó el basurero que había tirado accidentalmente y empezó a revisar los papeles por curiosidad. Dejó la lámpara en el suelo y fue leyendo los recibos. Imaginó que la habitación correspondería a su marido, por las pipas y sus fotografías, donde apenas y salía su esposa. Tenía un recibo de una tienda de tabaco, otra de una suscripción a una revista sobre pesca deportiva y un recibo de hotel expedido a su cuenta por una noche. Jack no pudo evitar sentir cierta emoción, el buen Herman al menos tenía sus diversiones extracurriculares, como el vestido que le compró a su amante en el lobby del hotel y la elegante cena. Regresó todo a su lugar y llamó a Carl Brown.- ¿Carl?
- Jack, estaba muerto de preocupación. Te llamé mil veces.
- No he regresado a mi departamento. Mucha gente quiere matarme.
- ¿Estás en tu departamento?
- No, en casa de la jueza O’Reilly. No sé si hice trampa en el juego de anoche o no, pero todo el mundo quiere el anillo que no recuerdo haber ganado, por no contar con los 500 mil dólares. Además de Roy... No me creerías si me dijeras. ¿Puedo pedirte un favor?
- Es fácil creer tu amnesia,- bromeó Brown.- nunca pides favores. No de esa manera. Dispara.
- ¿Podrías hablar con Bill Chandler? Sé que está hospitalizado, pero no sé dónde. No creo poder visitarlo. No esta noche, la jueza llamará a un detective.
- Tengo el día libre mañana, yo lo encuentro.
- Gracias... y gracias por ser mi amigo. Sé que no es fácil.

            Heather tocó la puerta y le indicó que le acompañara. Le sirvió algo de la ternera recalentada y una taza de café. No podía creerle que tuviera amnesia, no porque la condición fuera tan rara, sino porque resultaba una coincidencia demasiado cómoda para el timador profesional. Quince minutos después el detective sonó el timbre y la jueza lo llevó a la cocina. Herman había desaparecido y cada que la jueza explicaba algo, con tono sombrío, Jack sonreía pensando en su marido y su amante, quien seguramente no se parecía en nada a su esposa demandante. Heather le admitió que solía ir a juegos de cartas de apuestas altas, su pequeño vicio privado, pero estaba preocupado porque este juego en particular se habría salido de las manos. El detective tampoco le creyó la amnesia, pero creyó en los cuerpos en la mansión Chandler y el testimonio de la esposa, aterrada por completo al punto de la histeria.

            Jack dejó los platos en el lavamanos, algo que O’Reilly no podía terminar de creer. Antes que pudiera regresar a la mesa vio algo por la ventana, era un hombre merodeando. La puerta de acceso secundaria, a un lado del enorme refrigerador, se abrió de una patada, el pestillo salió volando contra la pared. Los instintos de Jack se dispararon de nuevo, saltó sobre la mesa, rodando hasta el otro lado mientras que el detective sacaba su pistola y protegía a Heather en el suelo. Jack salió corriendo, saltando sobre los sillones de la sala hasta la puerta principal. El atacante sacó un revólver, con el que desmayó al detective. La primera bala le pasó cerca de la cabeza y reventó uno de los cristales del ventanal de la sala. Aunque le había visto por una fracción de segundo, el atacante le parecía un hombre extraordinariamente pálido y alto, con un abrigo pesado, una cara neutra y revólver que disparaba balas como caramelos. Jack saltó contra un sillón de respaldo alto y se protegió con su base. Recordó que había tomado una pistola y disparó sin apuntar. Cuando asomó la cabeza, el hombre ya no estaba, pero sabía que le estaría dando vuelta a la propiedad. Salió de la casa cuando escuchó los disparos en el corredor del jardín que llevaba a la parte trasera, era el nuevo cuerpo de Roy.
- Te estoy haciendo un favor Jack, ¿te quieres subir al auto o no?
- No me lo tienes que pedir dos veces.- Entró por la ventana, mientras Roy terminaba de disparar y regresaba al coche. Jack no pensaba en el aparato que parecía capaz de darle vida a un cadáver, sólo pensaba sobrevivir hasta el siguiente día.
- Disculpa por el susto, a veces olvido que ustedes no... Es decir, que no es normal.
- Sí, normal no es una palabra que usaría para estos casos. Pensé que eras uno de ellos, perdón.
- Suele pasar. Imaginé que vendrías aquí por lo que me dijiste. No tienes idea lo que tardé en encontrar ropa para este cuerpo y robar este auto. Cinco minutos más tarde y el Vampiro te habría liquidado.
- ¿El vampiro?- Aunque Roy tenía un nuevo cuerpo, sus habilidades de manejo no habían mejorado.
- ¿Quién crees que te dio amnesia? Te diré más sobre él después, pero sólo digamos que es el asesino a sueldo más peligroso que vas a conocer en tu vida. Y conozco a muchos.
- No me gusta eso de después, quiero saberlo ahora. ¡Frena aquí!

            Roy se lo tomó literal y Jack casi sale volando por el parabrisas. Jack salió corriendo a la juguetería y prácticamente tuvo que sobornar al dueño para que no cerrara tan rápido. Buscó una guitarra para su hijo Gabriel, pero lo mejor que encontró fue un ukelele. Roy lo pagó, pues su ropa había incluido una cartera repleta de dinero. Jack no estaba muy seguro de por qué lo hacía, sabía que debía sentir unas emociones encontradas sobre su ex-esposa y su hijo ciego, pero la verdad es que no los conocía. Aún así, se figuró que sería decente regalarle algo. Manejó a casa de su ex y trató de dejar el regalo en el frente, sin hacer ruido, pero Roy pensó que era buen momento para subirle a la radio, bailando la conga con una cerveza en el capó del coche.
- ¿Un ukelele, en serio?- Wendy le sorprendió abriendo la puerta de golpe.- ¿Es tu rutina del hombre bueno?
- No sé si sea bueno, incluso con amnesia. No sé, él quiere tocar la guitarra...
- No, no tienes el derecho de hacer esto. No puedes simplemente aparecerte de la nada como si fueras Santa Claus, esperanzar a Gabriel y luego dejarlo mal como siempre lo haces. No lo harás de nuevo.
- Entonces dile que es de tu parte. Odiamos a la misma persona Wendy. No te amo, no te conozco y no conozco a mi hijo, pero se me hace que es lo decente el darle el regalo ocasional.- Wendy quiso hablar de nuevo, pero Jack le detuvo, señalando al demente que bailaba sobre el auto.- Roy y yo tenemos que encontrar un anillo mágico para que la mafia deje de perseguirme. Suena lindo, no lo es, ya mató como a cinco personas y yo he estado cerca de matar a varios también. ¿Quién sabe? Quizás termine en prisión, quizás no, pero vale la pena intentarlo. Dile que es tuyo Wendy, porque hay una buena posibilidad que no te vea de nuevo.
- Eso fue muy tierno, lo que hiciste.- Dijo Roy, de regreso al volante y manejando como un demente. Jack le quitó una cerveza y se la abrió para calmar sus nervios.
- Empieza a hablar.- Dijo Jack, sujetándose las costillas. Empezaba a sentirse mal, como un mal caso de la gripe y por más que bebía el dolor no se iba.
- Bradley es el último de tus problemas. El clan de la lámpara roja ha controlado Malkin desde hace años. Tienen a esta ciudad en la palma de su mano y todo el crimen organizado trabaja para ellos, aunque no lo sepan. Todo ese contrabando de Alfredo Garza que desaparece misteriosamente... sólo digamos que el clan se hace más rico aún gracias a su negocio. Si quieren algo... ¿Te sientes bien Jack? Te ves más pálido que yo, y yo tengo excusa.
- Me siento mal, es como si todo fallara.
- Es el anillo del Mongol, te ha robado parte de tu alma y hasta que no la consigas de vuelta quedarás condenado.- Jack trató de burlarse de esa idea, pero nunca había visto a Roy tan serio.
- No existe tal cosa como el alma.
- ¿Acaso no viste a un cadáver despertar de nuevo? Tengo que llevarte a Undercity.- Roy dio media vuelta y con el pedal hasta el metal tocó la bocina sin detenerse.- Tengo que pasar por algo antes.
- Me estoy muriendo... ¿Qué me hiciste?
- Ya casi llegamos.

            Jack comenzó a perder la conciencia cuando Roy le cargó como costal hasta una casa en Morton. Le vio recoger una pesada maleta y después de eso se desmayó. Le pareció que había pasado una fracción de segundo, pero ya se sentía mejor. Abrió los ojos y vio la casa de Morton. Se levantó del sillón y siguió a Roy a la calle. El auto había desaparecido y en su lugar había otro. Roy se quedó en silencio, lo cual alarmó a Jack. Miraba hacia las calles, todas húmedas, con cálidos vapores emergiendo de las cloacas, los letreros de neón, las junglas de cables, todo le parecía igual y a la vez extrañamente diferente. No podía poner el dedo en la causa exacta, pero había algo distinto en Malkin. Roy estacionó en la avenida Alvarado y Jack miró hacia la humilde casa de dos pisos, justo entre el teatro chino y la tienda de ropa elegante “Gary’s”. Un hotel debía estar ahí, el Imperial pero ya no estaba. Jack se dio cuenta entonces, no es que nunca hubiera desaparecido, es que no debía estar ahí. Se pinchó la mano para saber que no era un sueño y Roy le dio una bofetada para convencerle aún más.
- Es mejor que lo sepas con un estómago lleno.

            Roy le llevó a un lugar de hamburguesas, donde se comió tres antes de explicar. Jack se resistió al principio, pero luego consideró que le había visto morir y renacer en otro cuerpo, así que nada podía ser imposible. Le explicó que se encontraba en Undercity porque su alma estaba incompleta. Tarde o temprano quedaría estancado allí hasta que se le acabara el tiempo y saliera su número. Estaba en el purgatorio, rodeado de almas que no conocían otra Malkin, ni buenas ni malas, que esperaban su juicio teniendo una segunda oportunidad. Jack no se puso nervioso, ni se preocupó de estar en el purgatorio, estaba seguro que vería cosas mucho más raras. Luego de la cena y la explicación Roy le llevó a casa de su amigo Vic.
- Los dos mundos deberían estar separados, pero la verdad es que esto de la ultratumba no es tan preciso. Algunos lugares abren túneles entre los mundos, como esa casa en Malkin y la mansión de mi amigo Vic. Undercity es más peligrosa que Malkin, pero descuida, si todo sale bien entonces nunca regresarás aquí.
- ¿Ninguno de ellos sabe que está muerto?- Preguntó Jack, señalando por la ventana.
- ¿Tú me hubieras creído el momento en que te conocí que tu Malkin tiene un duplicado y en realidad estabas muertos? Nadie lo creería. No son ellos de quienes debes cuidarte aquí. No, los realmente peligrosos son los que saben que están muertos, saben lo que les pasará en el mundo de los muertos tras su juicio y se rehúsan a morir. Compran tiempo de los relojeros, ellos controlan Undercity. También están los otros... los olvidados. Almas que no cruzaron, por cualquier motivo, y se quedan en Undercity por eternidades, lentamente perdiendo la cordura, viviendo en la peor zona de Undercity, le llamamos la orilla. Hace a Morton parecer un baño de rosas. Omar Park es uno de ellos. El que trató de matarte en la casa de la jueza. Aquí le conocemos por otro nombre, el vampiro. Él te dio la amnesia.
- ¿Por qué le dicen vampiro?
- Omar se alimenta de recuerdos. Es la mano derecha del Ojo, un mafioso que trafica con información. Nadie lo conoce, pero él lo ve todo. Se disputa Undercity contra los relojeros y contra el clan de la lámpara roja.

            Roy estacionó frente a una lujosa mansión y llevó a Jack hasta una enorme sala rodeada de altos libreros. El lugar le pareció más como un museo, por las esculturas y los extraños artefactos en vitrinas cerradas. El techo abovedado tenía grabados de oro que formaban círculos, y las palabras en latín en las columnas y en los bordados de oro en los tapices, le hizo pensar en la casa de un mago de cuento, o mejor dicho, una mansión de mago de cuento. Victor Crown se paró para recibirlos, cerró el pesado legajo y les aplaudió como si hubieran ganado el Super Tazón. Victor era un hombre negro, con una piel casi morada, de mediana edad y con la complexión de un sedentario consumado.
- Así que este es el sujeto que tiene el anillo.
- No exactamente.- Torció Roy, cargando la maleta que llevaba hasta una mesa en un enorme corredor.- Se puso el anillo, ¿quién lo haría si no supiera lo que hace? Está tan convencido como nosotros de encontrarlo. Además, se topó con algunos problemas, además del vampiro y necesita de nuestra ayuda Vic.
- Ese es tu problema Roy, siempre traes a casa a los perritos perdidos. Sin ofender. El anillo podría estar en manos del Ojo ahora mismo.
- Difícilmente, el vampiro lo sigue buscando.
- ¿Y qué hay de la lámpara roja?
- No han mostrado su mano aún, pero están enterados.- Roy abrió los seguros de la maleta y Jack se acercó para ver su contenido.
- Ya veo. Nada de anillo, un pobre sujeto que no sabe ni dónde está y un cuerpo que tengo que regresar a Malkin. ¿Lo robaste de la morgue otra vez? Tú sabes lo que cuestan esos sobornos.
- ¿Una morgue? Por favor Vic, me conoces mejor que eso.- Dijo Roy, lanzándole un guiño a Jack.

            En el interior de la maleta había algo que Jack pensó que parecía un traje de buzo. No estaba hecho de tela, sino de cintas de cuero, con botas y guantes incluidos. Una pesada placa de cobre y acero cubría el centro del pecho y parte del estómago. Jack pegó la nariz al metal y notó que las placas parecían proteger un complejo pero infinitamente pequeño mecanismo que surgía del centro de la placa, donde una tapa se daba vuelta para mostrar un hueco de dos centímetros de profundidad repletos de pequeños tubos de colores y filamentos. Vic Crown lo separó gentilmente y explicó que esos mecanismos eran apenas visibles en un microscopio, pero eran cientos de veces más complejos que cualquier otra máquina. El cuello del traje estaba unido a una máscara contra gas que cubriría toda la cabeza. Roy se quitó los pantalones y subió la pierna, fría y pálida, a la mesa. Se quitó el mecanismo dorado que se había injertado y lo colocó sobre la mesa, para que después cayera el cuerpo sin vida al suelo. Aunque le daba impresión el muerto tirado y sin pantalones, la curiosidad se impuso y se acercó al misterioso mecanismo. Permaneció quieto unos segundos, con su forma de escarabajo, con una línea divisoria donde las alas tendrían que estar, pero con un agujero en el centro de color azul. Se acercó al centro azul y se maravilló al ver un complejo ballet de diminutos filamentos que operaban como una máquina de precisión, algunos como brazos con mecanismos como pinzas, otros que parecían más unos peces nadando en una sustancia azulosa y otros más que parecían rotores y pernos. La máquina empezó a moverse con patas de escarabajo, lanzando filamentos hacia todas partes para orientarse. Eventualmente encontró el centro de la placa de meta en el traje y se metió.

            Jack dio un brinco al ver que el traje empezaba a llenarse y se tropezó con el muerto, terminando en el suelo. Vic le ayudó a levantarse, sus ojos fijados en el mismo espectáculos. El traje parecía inflarse, hasta quedar rígido, y poco a poco fue cobrando forma. En menos de un minuto Roy estaba de pie en ese traje, tocando con sus guantes lo que serían sus brazos como si tratara de sentir algo. Vic le proporcionó una silla a Jack, quien necesitaba sentarse un momento.
- Ahora estoy en casa. Esos cuerpos son geniales, pero no puedo usarlos más de un día o dejo de tener control sobre sus partes. Aún así, no puedo comer en este cuerpo.- Roy abrió unas puertas disimuladas entre libreros y sacó un traje de tres piezas completo con zapatos y calcetines. Jack pudo ver que el clóset estaba repleto de esos trajes.
- ¿Tú eres como ellos?- Jack habló sin pensar porque su mente había decidido cerrar el negocio por unos momentos, mientras absorbía toda la información de las últimas horas.- Uno de los olvidados, me refiero. Como el vampiro.
- No como el vampiro. No, no como él, pero sí soy uno de los olvidados. No por elección.- Dijo con rencor y fue la primera vez que le escuchó enojado.- Vic me rescató cuando más lo necesitaba y ahora trabajo para él.
- ¿Y qué es lo que hacen, exactamente?
- Mantenerme conectado, reunir objetos mágicos y desaparecer los que son demasiado peligrosos, como los anillos del Mongol. La magia y lo arcano es mi especialidad. De vez en cuando hago negocios con la gente menos... iluminada que yo. Pero hasta ahora me he sabido mantener lejos de Juan Calavera. Karma y yo tenemos un buen negocio, y todo cambiaría si el Ojo se queda con el anillo, el clan o los relojeros.
- ¿Karma?
- Nadie escapa del karma.- Dijo Roy, con tono misterioso, mientras se ponía su sombrero.- Me gusta, es melodramático. Y tiene sentido, no era buena persona cuando estaba vivo, tampoco Vic, pero Undercity es todo sobre segundas oportunidades. Como tú entenderás muy bien.
- Debes ser un genio si construiste ese traje y ese mecanismo.
- No fui yo.- Era obvio que se trataba de un tema espinoso, porque ambos fingieron estar atentos a otra cosa.- De cualquier modo, es difícil escapar de alguien que puede cambiar de forma. Tiene una sólida reputación aquí en Undercity. La ley en Malkin tiene un nombre para él, “el hombre que ríe”. Han tenido docenas de casos con balaceras y un sujeto que ríe, todos de distintas apariencias según el caso, pero se ha hecho parte del folclore el echarle la culpa a “el hombre que ríe”. Pero, regresando al caso, yo no he estado sentado sin hacer nada. Terrence Holt ha estado muy activo, me acabo de enterar que es compañero de negocios de un Alfredo Garza, quien según me dijo Karma está involucrado en el asunto. Deberían revisar la orilla. Claro, si Jack quiere ir. Puedes quedarte aquí si quieres.
- No. No quiero mi vida de regreso, pero sí quiero la segunda oportunidad para vivir. Estoy adentro hasta el final.- Roy lo abrazo, levantándole del suelo como si no pesara nada.
- Me encanta su actitud.

            Roy le llevó hasta una oscura avenida, con negocios abandonados y edificios de rentas congeladas. Le explicó que las calles de Undercity forman un laberinto que impide salir, y la mayoría de las veces sus ciudadanos no se dan cuenta. Entraron a un edificio de departamentos y abrió una puerta que llevaba a una habitación vacía. Apretó un ladrillo, después jaló de una palanca en la penumbra y parte de la pared se abrió como una puerta. Explicó que existe una pequeña ciudad alrededor del laberinto, conocida como la orilla. No se encontraba únicamente en la orilla geográfica de Undercity, existían muchos puntos en medio de la ciudad que llevaban al mismo lugar. La geografía de los muertos, dijo en tono de broma, siempre es más de lo que parece a primera vista. A Jack le pareció como una ciudad fabricada por un demente, en ocasiones a medio construir mostrando medio edificio sosteniéndose de apenas unos ladrillos, en otras ocasiones había un río separando zonas enteras y cruzado por docenas de puentes, algunos de tabiques y otros con forma de pequeñas casas acostadas. Mercados bullían de actividad en calles que se hacían tan angostas por los edificios que se tenía que avanzar en línea recta, y manzanas enteras que eran un enorme edificio con un laberinto de corredores, escaleras, departamentos y puentes colgantes.
- Mira esto.- Jack siguió el brazo de Roy hasta una pared donde alguien había marcado una mano con pintura gris.- Señal que el clan controla esta zona. No les basta Malkin, quieren dominar el mundo de los muertos también. Si es que la muerte roja les deja.
- ¿Qué venden ahí?- Jack señaló al mercado en un edificio enorme, pero vacío de paredes y puertas. Un mercado se había establecido en varios pisos, con sujetos sombríos y de aspecto peligroso.
- Todos los vicios de los vivos y los muertos. Entre otros artículos más... letales.- Luego de cruzar algunas cuadras Roy se pegó contra una pared y señaló a un hombre entre la multitud. Era un hombre corpulento, de calvicie avanzada, que hablaba entre susurros con sujetos que parecían pandilleros.- Ese es Terrence Holt, será mejor seguirlo.

            Manteniendo una buena distancia caminaron varias cuadras, siguiendo la ruta enrevesada de Terrence Holt, hasta un sitio que había estado en construcción por tantos años que el polvo cubría los letreros por completo. Un grupo de matones saludaron a Holt y le siguieron hasta el extenso solario decorado con algunas vigas y casuchas para capataces e ingenieros. Roy le señaló la enorme muralla que quedaba más allá, eran los edificios de Undercity. Aprovechando que los cuidadores estaban desprevenidos, cruzaron el solario hasta esconderse detrás de una montaña de tabiques. Jack se asomó cuidadosamente, pero no entendió lo que veía hasta que Karma se lo explicó. Le dijo que era un túnel mágico, la única manera en que el clan de la lámpara roja puede cruzar de un lado a otro, uno de los muy pocos que pueden mantener en funcionamiento, pues se desgastan con el uso. El suelo estaba marcado con extrañas insignias de metal, y con la ayuda de algunas mamparas tenían colgados una extensa colección de talismanes que, cuando las débiles luces de las farolas callejeras lo iluminaban, podía verse el conjunto como un túnel.

            Un grupo de matones, con el rifle colgando del hombro como soldados, se alejaron del túnel para fumar un cigarro y se apoyaron contra una viga a un lado de los tabiques. Silenciosamente Roy y Jack caminar en reversa, hasta ocultarse detrás de láminas apoyadas contra una viga. Les escucharon hablar del anillo con cierto fastidio, parecía como si lo hubieran estado esperando desde la noche anterior y se estaban cansando de Terrence Holt y sus modos. Salieron del lugar cuando escucharon a Holt despidiéndose de todos. Le siguieron hasta una cafetería pequeña en un tráiler acondicionado, pegado al muro que separaba la orilla del resto de la ciudad. Entró a un baño y desapareció, se trataba de una puerta que daba a un callejón oscuro y húmedo. Le siguieron hasta una parada de taxis, a media cuadra del callejón y no notaron al grupo de pandilleros que caminaba por la cuadra como si fueran sus dueños.
- ¿Roy?- Jack escuchó el distintivo sonido de una hoja retráctil de navaja.- Creo que te buscan.
- No son pandilleros comunes, me temerían.- Karma miró de un lado a otro, de los pandilleros a Terrence Holt que esperaba por su taxi. Sacó su automática de la sobaquera y lanzó una carcajada de frustración.- No se puede todo en la vida. Quédate con Holt, estos trabajan para los relojeros.
- Deberías tener cuidado con eso.- De entre la manada emergió un hombre de traje pachuco, sosteniendo la cadena de un reloj de bolsillo.- Sabes que no puedes quedarte con algo que no te pertenece. El reloj debe volver a nosotros.
- Nos vio, maldita sea.- Holt sacó su arma y obligó sacó a un chofer de su taxi. Jack le persiguió, pero el sonido de llantas quemándose en el pavimento le detuvieron instintivamente. Un pesado Buick aceleró contra el taxi de Holt y por poco y lo choca. Jack reconoció al vampiro, con la misma expresión neutra de un profesional irritado. Terrence aceleró a fondo, perdiendo temporalmente el control del auto, pero ganando de terreno del Vampiro, quien hacía reversa tan rápido como podía.- Vamos Roy, se está alejando.
- No puedes huir para siempre.- Dijo el relojero.- Nadie escapa del reloj.
- Usted, deme su taxi.- Jack se robó un taxi y esperó un poco hasta que Roy se subió con él.- ¿Qué fue todo eso?
- El relojero hizo este reloj, el escarabajo de la resurrección, para unos motivos menos que agradables. Ahora lo quieren de regreso porque escapó de su influencia. Mi alma es el motor del reloj que me da tiempo, en esencia, me doy tiempo a mí mismo. Eso es un lujo desconocido en Undercity, por no decir que uno muy deseado. Ahora por favor, maneja más rápido.

            Terrence escapaba de los disparos del vampiro entre el tráfico de la avenida Alvarado, rebasando autos con la gracia de un hipopótamo. El vampiro se acercaba, centímetros cada segundo, mientras que Jack tenía problemas para seguir a los dos, guiándose más por los disparos. Roy tomó el volante y lo jaló de lado, lanzando al taxi robado contra un parque. Jack esquivó los árboles y las colinas escarpadas lo mejor que pudo, pero no sabía a dónde iba. A medio camino, luego de estar demasiado cerca de atropellar a una familia que disfrutaba de la calmada caminata nocturna, pudo ver los dos autos a su izquierda, preparándose para roblar por el tráfico, quedando justo frente a él. Roy sacó el cuerpo por la ventana abierta, riendo como un maniático y disparando contra el vampiro. Vació un clip y preparó otro, y cuando Jack estaba a pocos metros de salir a la calle finalmente le reventó las llantas y Omar Park salió despedido contra una pared. Terrence Holt les miró, el rostro sólido de miedo, y le erró a un auto que trataba de rebasar, perdiendo el control y chocando contra un auto estacionado.
- No me divertía tanto desde hace mucho Jack, eso te lo aseguro.
- ¿Roy? El vampiro ya no está.- Jack se asomó al auto destrozado, pistola en mano, pero Omar Park había desaparecido.- Es un hijo de perra muy duro.
- Ese sujeto siempre regresa.- Dijo Roy, mientras caminaba al auto de Terrence tratando de bailar. Terrence Holt se bajó del coche, dando de tumbos entre los ciudadanos que huían del lugar gritando y corriendo como una manada de toros enloquecidos.

            Jack sintió un golpe en la nuca que le tiró al suelo sin siquiera poder poner las manos primero. Su cabeza rebotó en el pavimento y sintió que se desvanecía. Un grupo de trajeados le pasaron por encima cargando extraños rifles con un cañón que terminaba en algo que le pareció un enorme y grueso silenciador. Intentó gritar, pero el dolor lo tenía incapacitado. Uno de los hombres disparó su rifle de aire comprimido y la bala lanzó a Roy contra un auto. Los hombres dispararon varias veces con unas balas de goma que podían atravesar autos enteros. Tomándole por sorpresa pudieron encadenar sus brazos a sus piernas y cargarlo a un camión de basura que avanzaba por el tráfico empujando autos de un lado a otro. Jack consiguió rodar a tiempo para subirse a la acera y pegarse contra la pared, evitando las gruesas llantas del camión que le pasaron peligrosamente cerca. Los hombres, mostrando sus relojes de bolsillo, cargaron a Karma y lo tiraron a la parte trasera del camión. Aturdido, pero decidido a cumplir su palabra de merecerse una segunda oportunidad de vida, corrió tras el camión y robó una motocicleta a un pesado pandillero golpeándole con la culata de la pistola sin hacerle preguntas.

            Seguir el enorme camión no fue problema. Escapaba de una docena de patrullas que llegaban al lugar de los hechos cinco minutos demasiado tarde, lo que confirmaba su sospecha que la policía de Undercity era igual a la de Malkin. Manteniéndose a algunos autos de distancia les siguió el rastro hasta un enorme edificio abandonado que, a juzgar por los viejos letreros, había sido la central del servicio de recolección de basura. El lugar estaba protegido por matones y sólo tenía un acceso principal y algunas ventanas sucias en un costado. Se sorprendió a si mismo caminando entre los autos lujosos de los mafiosos, un conocimiento instintivo de su anterior vida le impulsaba a tirarse al suelo, rodar bajo el coche y perforar el tanque de gasolina con un desarmador que encontró en la calle. Repitió la operación un par de veces, sin dejarse ver por los matones de la entrada. Una vez que el hilillo de gasolina se hubiese convertido en un ancho río encendió una tela y la lanzó a la gasolina. Corrió hacia el costado del edificio y se tapó los oídos. Los coches estallaron como petardos y una cacofonía de mafiosos salió del edificio para ver lo que había pasado. Rompió de una de las ventanas y entró a un clóset, para mirar por la puerta entreabierta. Aún quedaban dos hombres, vestidos como doctores, con extraños aparatos colgando del techo y en sus manos. Estaban abriendo a Roy como si fuera una máquina, para conseguir el reloj que le daba vida. Se maldijo a si mismo un par de veces, detestando a Jack Sodebeck, y luego pensó en su hijo y respiró profundo. Abrió la puerta de una matada y los mató a los dos con una puntería que no sabía que tenía. Mató al guardia en la puerta y se apuró a la mesa de operaciones. Regresó el reloj a su lugar, tratando de colocar las placas de metal de regreso a su lugar.

            Los mafiosos se dieron cuenta de lo que pasaba, pero demasiado tarde. Karma levantó la mesa de operaciones como si no pesara nada y la lanzó a la entrada para retrasarlos. Mientras que Jack escapaba por la ventana que había entrado, Karma disparaba una bala tras otra a los desprevenidos mafiosos. Podía soportar las balas, no conocía el dolor, tenía el triple de fuerza que cualquiera de ellos y estaba muy enojado. Lanzó un pesado tanque de propano y lo hizo explotar antes de acompañar a Jack. Le jaló del brazo para que le siguiera. Jack estaba cansado, había pasado más de un día sin dormir y tenido suficiente excitación para durarle una vida, pero Roy no sentía cansancio alguno. Lo levantó del suelo, bromeando que no se le ocurrieran cosas románticas, y a una velocidad impresionante cruzó la calle hasta un callejón oscuro. Le explicó que los condenados pueden cruzar de un mundo a otro en algunos puntos oscuros que sean idénticos a los puntos oscuros en Undercity. No se detuvo hasta chocar contra la pared, pero habían llegado a Malkin.
- Los relojeros no pueden cruzar, estarás bien. Gracias, en serio.
- No podía dejar que te abrieran en pedazos.- Jack miró al cielo diurno y se sorprendió.
- ¿Te asombra que las noches de Undercity sean más largas? El tiempo es más largo para los muertos.
- ¿Y para ti?, ¿cuántos años tienes?
- Los suficientes para saber lo mucho que una persona necesita sentir y tocar. Ni siquiera cuando comando un cuerpo puedo sentir del todo, ni saborear del todo...- Jack se arrepintió de haber preguntado, pues aunque la máscara anti-gas era inexpresiva, era obvio que sentía inmensa pena.
- Perdón, no debí ser tan idiota. Mejor hablemos con Carl.
- Sí, y yo quiero saber quién contactó al Ojo y al clan, y por qué aún no tienen el anillo.- Jack le mostró un periódico de un kiosco cercano y sonrió. En primera plana mostraba los asesinatos de los testigos cruciales de la fiscalía contra Alfredo Garza.
- Quizás ya lo tienen, o están cerca de tenerlo.
- Vayamos a verlo.- El vendedor de periódicos miró a Roy con una sonrisa torcido. Vestido de manera tan elegante, pero con una máscara contra gas y sombrero, le pareció un disfraz de Halloween.- ¿Qué, una máscara anti-gas no puede leer el periódico? Huélase las axilas, y sabrá por qué uso esto.

            En el camino Jack habló con su amigo Carl. Le dijo que Bill Chandler sería dado de alta en cualquier momento, después de todo no había nada malo con él físicamente. Le pareció ver a su amante, quien se alejó de la habitación en cuanto un grupo de grasientos se apareció para hacer preguntas. No pensó mucho en el asunto, hasta que vio que estaban armados. Siguiendo la dirección que mostraba el periódico llegaron a la modesta posada donde el gobierno había colocado a los testigos para mantenerlos seguros. Aún quedaban algunos policías, pero eso no era lo que Roy quería ver. Le mostró una mano pintada de pintura en un poste cercano, Mr. Gray había librado a Alfredo Garza de sus problemas, sin duda para hacerse del anillo del Mongol antes que el Ojo y su matón preferido, el vampiro. Jack quería hablar con Chandler, y su esposa le dirigió a la concesionaria de autos. El negocio, en el centro de Baltic, tenía dos amplios espacios repletos de coches a la venta, tanto del lado de la avenida como la calle paralela, todos limpios y con el sticker con la leyenda “Concesionaria Chandler”. Tocaron la puerta de la oficina principal, Bill no quería hablar con nadie. No necesitaba decir mucho, era obvio que estaba en una situación muy similar a la de Jack Sodebeck. La secretaria, con todo y su placa “Leroux, asistente primera”, les corrió de la oficina. Era una mujer hermosa, que Jack adivinó tenía que ser su amante, con espeso cabello negro y una hermosa figura debajo de un apretado vestido con suficiente escote para hundir cualquier barco.
- No se encuentra en condiciones de hablar con nadie.- Les llevó hasta el patio de autos y miró a Roy con cierta desconfianza.- ¿Esperas la guerra química?
- No, lo uso para no sucumbir a los sutiles aromas de bellezas como tú.
- Rose, por favor.- El momento de ternura duró poco, le gritó a un par de vendedores ociosos y con un tronido de dedos despabilo a los aburridos conserjes.
- Bill parece deberte mucho.
- Y no sólo en el sentido laboral.- Dijo Rose mordiéndose el labio.
- ¿Y Bill no ha tenido problemas últimamente con personas menos que diplomáticas?
- Prefiero no hablar de Maurice. Siempre pensé que era un sujeto deleznable, pero no sabía que fuera tan mal perdedor. Bill perdió, pero no estaba tan devastado, ciertamente no como para abrir las puertas del infierno.- Rose se agachó detrás de un auto repleto de hombres que miraban hacia todas partes. Era obvio que la estaban buscando y era obvio que Rose lo sabía.
- Podemos ofrecerle un paseo... ¿Quizás a una locación menos peligrosa?- Dijo Roy, hincándose como caballero y tomándole de la mano.- Los buitres no se alejarán tan fácilmente.
- Rodeada de caballeros, ¿qué más podría esperar una chica?- Rose se petrificó, mirando hacia el túnel que daba a las oficinas y al segundo lote. Jack siguió su mirada lentamente y se petrificó también, era el vampiro. Omar Park la señaló, con la misma mirada neutra que antes. En una velocidad increíble Roy la sacó del medio con un brazo y desenfundó su pistola. El vampiro no vio a Roy hasta que fue muy tarde. Se lanzó contra la pared, disparando de regreso. Roy caminó hacia él, recibiendo los disparos y sintiendo tan solo la molestia de tener más agujeros en la ropa. El vampiro se dio media vuelta, había cambiado de planes, y huyó de los disparos saltando por encima de los coches hacia la calle.
- Ese sujeto es más terco que el obsesivo compulsivo que trataba de contar arroz en un carguero. Los disparos alertarán a los matones, es hora de irnos.
- Lo vi la otra noche.- Dijo Rose, mientras corrían al auto.- Atacó a Bill y ahora quiere terminarlo.

            Dejaron a Rose en casa de su hermana y Jack explotó en el coche golpeando el volante y profiriendo maldiciones. Así como el vampiro y los relojeros en Undercity, Maurice Bradley parecía estar por doquier. Roy comenzó a reír y le platicó su idea como si fuera la mejor broma práctica del mundo. Jack quedó cautivado con la lógica, poner a Bradley contra Garza, pero añadió un elemento, Ronnie Nichols. Cerca del edificio de Jack encontraron al usurero y Roy lo secuestró sin problemas. Lo levantó del suelo con una mano y lo azotó contra un coche con tanta fuerza que quebró el parabrisas y le arrancó un par de dientes. Enfrente de todos los amarró y lo puso en la cajuela del coche. Jack no pudo evitar disfrutar su sufrimiento, segunda oportunidad o no.

            Ronnie llegó hasta la mafia de Bradley en su empaquetadora de carnes para convencerle que el dinero de Jack había sido robado por Alfredo Garza. No podían ver lo que pasaba dentro, pero en cuanto vieron salir a Ronnie, dando de tumbos y más golpeado que antes, supieron que había cumplido su parte del trato. Bradley ahora estaba decidido a quitarle la alfombra de la victoria de los pies de Garza, y Karma estaba seguro que la ocasión era idónea para sacarle el anillo si es que aún no había sido entregado al clan a cambio de esos homicidios. Siguieron a la comitiva hasta un restaurante donde Alfredo Garza celebraba el final de sus problemas legales. Una docena de matones se bajaron de sus autos y entraron causando revuelo. Aprovechando la conmoción Roy entró al restaurante atravesando uno de los ventanales y aterrizando sobre una mesa, donde procedió a reír y saltar entre las mesas para acercarse a Garza, mientras que los matones hacían lo que hacían mejor y disparaban para todas partes. Jack entró por el ventanal, caminando a gatas hasta la mesa de Garza. Sus guardaespaldas estaban demasiado ocupados y para cuando Jack llegó hasta él, enterrándole la automática en el costado, ya era demasiado tarde. Garza y todos los invitados en su mesa estaban muertos. Roy pensó que habían sido las balas, pero Jack no encontró ningún orificio, además la comida apestaba a almendras. Algo en su cerebro de delincuente le decía que esa era la marca de un veneno muy poderoso.
- No encuentro el anillo.- Roy prácticamente destrozó los trajes y las bolsas de Garza y sus invitados.- ¿Qué los mató?
- El veneno de ricino en su comida. ¡El chef!- Entraron a la cocina para encontrar al chef huyendo del lugar, empujando a sus compañeros hasta una puerta lateral. Roy saltó sobre las sartenes, sin sentir el calor, y abarcó mayor distancia brincando de un lado a otro hasta saltar contra la puerta. El chef corría por la calle, hasta que una bala le perforó la cabeza y cayó de espaldas.
- Francotirador, no salgas Jack. Llegamos segundos demasiado tarde.- Roy hizo como si escuchara algo, con su mano contra el lugar de hule donde la oreja debía ir y rió como un chiquillo.- Sirenas, parece que seremos los más deseados en esta fiesta.
- Sí, pero prefiero no ser deseado por nadie.
- Ese es tu problema Jack, no eres nada romántico.- Regresaron al auto cuando los matones ya habían decidido que la misión tenía que abortarse y se alejaron a tiempo antes que llegaran las patrullas.
- ¡Carl! Estaremos seguros con él.
- No sé, ¿al que le hablaste en casa de la jueza antes que llegara el vampiro?
- No, confío en él.- Jack manejó cansado, escuchando las noticias en la radio. Roy se aburrió del programa y cambió a una música más alegre.
- ¿Y si pasamos a la morgue?
- No, ya escuchaste a Vic, cuesta muy caro.
- Pero tengo ganas de treinta perros calientes y un litro de cerveza.
- ¿Quién no?- Dijo Jack, bostezando de cansancio.- Pero no puedes ir por ahí robando cadáveres.
- Aguafiestas.- Roy le codeó en broma y Jack se partió de la risa.
- Trato de convencer a un alma capaz de habitar cuerpos que no robe un cadáver de la morgue para irse de juerga, mientras al mismo tiempo busca un místico anillo que podría alterar el balance de poder en el purgatorio.- La explicación le pareció de lo más hilarante. No olvidaba las balaceras, los golpes, las descargas de adrenalina y el peligro constante de llegar demasiado tarde, no tomar el anillo y perder un trozo de su alma para quedar condenado en Undercity.- Es el mejor día de mi vida y mi vida ha tenido dos días.
- Imagina lo que sería un año así... Las golpizas, las mujeres, treinta perros calientes y un litro de cerveza...
- No me vas a convencer.
- No puedes verlo, pero hago pucheros.
- ¿No estás algo grande para hacer pucheros?
- Tienes razón, es vergonzoso.- Karma se asomó por la ventana, una mano sujetando su sombrero y con la otra disparando a los buzones.- ¡Cacería de buzones! Muere servicio postal, sufre la furia de Karma. ¡Acelera Jack, acelera!
- Será una noche larga.- Jack eventualmente lo convenció de dejar de dispararle a los buzones y llegaron al departamento de Carl Brown. Carl les abrió y les invitó a su departamento y oficina de servicio de mensajería de revistas pornográficas. Roy se entretuvo con la colección de revistas prohibidas y Carl lo señaló extrañado.
- ¿Y ese quién es?
- Es Roy, es buena persona. Algo demente, como psicóticamente demente, pero buena persona. Carl, ¿qué te pasó?- Jack le agarró la cara bajo una lámpara y puso cara de dolor. Tenía moretones y un labio perdido.
- Tú estás igual.
- Día largo.
- Fue Ronnie, quiere ese dinero a como dé lugar.
- No te preocupes por él, mi amigo Roy le convenció de olvidarse del dinero.
- Por cierto, no te dije por teléfono porque había unos uniformados atrás de mí. Seguí a la amante de Bill Chandler hasta su casa. Algo me pareció muy sospechoso de ella.
- Sí, a mí también aunque Roy se enamoró. Se enamora de cualquier mujer, por lo que veo.- Le arrancó la revista pornográfica de los guantes y la tiró junto con la otras.- ¿Lucrativo negocio?
- Lo suficiente para tener este departamento donde tener este negocio que paga por este departamento. Así que creo que no.- Extrajo un papel de uno de sus bolsillos y se lo puso en la mano.- Es la dirección de la amante, la apunté porque sabía que la olvidaría.
- ¿Qué dices Roy?
- Sin Garza se me acaban las ideas. El clan podría tener el anillo ahora mismo. Vamos.

            Jack se sorprendió de lo mucho que parecía valer el ser amante de un rico empresario, pues la casa en Baltic, aunque no fuera una mansión, era una casa de ensueño como algo sacado de una revista de decoración. Roy tocó a la puerta y cuando no hubo respuesta trató de abrir la puerta de una patada. Jack le detuvo y le mostró lo fácil que era violar una cerradura con un clip común.
- No tengo idea de cómo lo aprendí o para qué.
- Yo creo que sabes para qué.- Roy encendió la luz y Jack se agachó al suelo.- ¿Qué haces?
- Es ilegal estar en una casa que no es la tuya. Tú podrías evadir a la policía, yo no.
- ¿Y eso te preocupa ahora? No sé, después de la balacera con Garza muerto y demás... No pensé que fueras de los tímidos.- Jack se sintió ofendido y se puso de pie.- Eres sensible, no eres romántico, pero eres sensible.
- Mejor concentrémonos en lo que podamos encontrar.- Husmearon por la sala de la entrada y el comedor a un lado de la cocina. Jack revisó sus cuentas de correo, sin encontrar nada interesante y Roy le tocó el hombro con mucho cuidado. Jack se dio vuelta para ver al clóset bajo las escaleras con un pequeño tambo negro conectado a un explosivo plástico del tamaño de un melón.
- No tiene reloj, podría estallar en cualquier momento si alguien aprieta el botón del control remoto. No hagas mucho ruido y deslízate detrás de mí hacia la cocina, hay un salida trasera.
- Te dije que no prendieras la luz.

            Jack arrastró los pies con mucho cuidado, pasando a centímetros de la puerta del clóset bajo las escaleras, hasta llegar a la cocina. La iluminación de la sala cambió y Roy lo vio al mismo tiempo. Abandonando toda precaución corrió a la cocina, dando grandes zancadas y prácticamente empujó a Jack hasta la puerta de salida. Una camioneta subió el patio exterior y atravesó la sala hasta detenerse contra los muebles del comedor. Jack pudo ver el rostro del vampiro, ahora rojo de furia, antes de ser lanzado metros afuera por Karma. La bomba estalló antes que su cabeza se diera contra el pasto. Roy se tiró encima de Jack justo cuando la bomba creaba una enorme bola de fuego que consumía al edificio entero desde su centro y la onda expansiva reventaba los muros por la mitad. Jack se cubrió los oídos, pero aún así el estallido había sido ensordecedor. Una parte del muro de la cocina cayó sobre ellos, pero Roy la apartó sin problemas para luego levantar a Jack del cinturón y prácticamente cargarlo hasta el auto. Jack se despabiló al llegar a la calle y ver a un auto acelerando hacia la oscuridad nocturna.
- ¿Crees que esté muerto?
- Lo dudo mucho. La mano ha sido mostrada. Tenemos que regresar a Undercity, a la orilla.

            Roy y Jack cruzaron hacia Undercity en un oscuro túnel de un parque. Rápidamente se consiguió un auto y manejó como un desquiciado hasta la orilla. Karma se apostaba todo por el túnel del clan de la lámpara roja en el solario en construcción y cuando llegaron allá supieron que había tenido razón. El lugar estaba protegido como una fortaleza, pero Roy quiso atravesar la marea de matones hasta Mr. Gray que seguramente estaría con Terrence Holt en espera del paquete. Jack le convenció de tomar una ruta más indirecta.
- Si están ahí, el anillo no ha cruzado. Si te lanzas ahora como un caballero medieval, no conseguiremos nada porque cambiarán la ubicación.- Jack señaló el techo de un pequeño edificio de dos plantas.- Tendremos buena vista del túnel desde ahí.
- Imposible, arriba de esas vigas hay francotiradores. Mejor... hagámoslo allí.- Roy señaló el edificio a contra esquina que estaba terminado a la mitad, faltándole los muros de uno de los lados del edificio.

            Roy se abrió paso entre los condenados y olvidados que pasaban el tiempo jugando rayuela y cartas. Se instalaron detrás de una cómoda abandonada que daba hacia el vacío y espiaron hacia el solar en construcción. Jack pudo ver a los francotiradores patrullando el área, rifle en posición. Le era imposible ver el túnel, quedaba seis pisos abajo, detrás de algunas vigas y en completa oscuridad, hasta que los talismanes parecieron cobrar vida e iluminarse con un halo misterioso. El túnel se hizo visible, como líneas de luz que formaban extraños símbolos. La luz iluminó el auto que cruzaba del mundo de los vivos al de los muertos. Incluso a esa distancia, y gracias a las brillantes luces del túnel, podía ver la estampa de “Concesionaria Chandler”. Roy se puso de pie cuando el conductor sacó una caja de metal con dos pesados candados, pero Jack le regresó al suelo.
- Mira.- El paquete fue entregado a una docena de matones que se lo llevaron en dos autos, pero el hombre que parecía dirigir toda la operación, vestido de pies a cabeza de color gris, esperó a que se fueran para subirse al coche.- Sigue en el auto.
- Ese cerebro de delincuente nos ha servido de mucho.- Jack se puso de pie y fue siguiendo al auto, que doblaba para pasar frente a ellos.- Baja a la calle y prepárate para lo peor.

            Jack bajó las escaleras tan rápido como pudo y desde una ventana pudo ver el Coupé que avanzaba por la calle y a Karma lanzándose seis pesos hasta caer sobre el techo del coche. El vehículo se salió de control, Roy salió volando contra un poste. Jack bajó las escaleras de tres escalones a la vez, la pistola lista. Salió a la calle para disparar contra los mafiosos del clan de la lámpara roja que salían corriendo del solario en construcción y que manejaban la media cuadra hacia ellos. Roy arrancó la puerta del auto antes que Mr. Gray pudiera avanzar un poco más y lo sacó del cuello como si no pesara nada. Le rompió el cuello con un gesto de la muñeca y disparó hacia los mafiosos que se acercaban cada vez más. Jack corrió en los disparos hasta meterse al coche saltando por la ventana del lado del pasajero. Revisó debajo de los asientos y en la guantera, y finalmente encontró la cajita de madera pegada a la parte de abajo del tablero con algo de cinta adhesiva. Roy reía como un demente, recibiendo las balas y llamando la atención mientras que Jack hacía arrancar al motor y se alejaba a toda velocidad.

            La idea era buena, pero tenía demasiados enemigos. Las llantas traseras fueron las primeras en reventarse. Avanzó con el acero de las ruedas, con la cabeza pegada a las rodillas. Las balas atravesaron cada parte del auto hasta que el motor tosió aceite y amenazó con morirse. Jack saltó del auto cuando olió a gasolina quemada y corrió hacia los edificios antes que el coche estallara en pedazos. Trató de recordar lo que Roy le había dicho sobre regresar a Malkin. Trató de correr por calles oscuras, pero no servía de nada. Tenía que ser en un lugar idéntico a la ciudad de los vivos. Fue fácil orientarse hacia la enorme muralla, pero no fue fácil acercarse. Se escondía de todos los autos, la mayoría con matones peligrosos que le estaban buscando. Jack Sodebeck poseía el premio que todas las mafias querían y estaba solo y asustado en la orilla del purgatorio. Siguió el muro, avanzando cuando no veía nadie a su alrededor. Le pareció que habían pasado al menos dos horas, con la adrenalina aún bombeando en su corazón, pero según su reloj solo habían pasado quince minutos. Entró a un edificio abandonado, habitado únicamente por drogadictos que estarían ahí por eternidades enteras, y por pura suerte encontró una puerta a Undercity.

            Reconociendo las calles de memoria encontró un callejón oscuro, cerró los ojos y corrió como loco hasta que se dio contra la pared y cayó al suelo. Al menos había llegado a Malkin, pero aún así sería cazado por todas partes. Impulsado por el miedo tomó un taxi al departamento de su amigo Carl para buscar asilo. La cabeza le partía y no pudo evitar vomitar en el taxi. El chofer amenazó con dejarle ahí, pero Jack le puso la pistola en la nuca y le dijo que no se detuviera. El miedo salía de su cuerpo, pero había una infinita cantidad de miedo en ese pozo y pensar sobre su situación sólo lo hacía más difícil. Con el anillo en el bolsillo, y temeroso de siquiera tocarlo, entró al departamento de Carl arrastrando los pies. Estaba exhausto, física y mentalmente. Carl le ofreció su sillón, del que quitó todas sus revistas pornográficas y Jack se tiró a dormir. Le pareció tan solo un segundo, pero había pasado una hora. Carl lo despertó con un vaso de agua, arrastrándole para que saliera por la escalera de incendios. Escuchó las sirenas demasiado tarde y antes que llegara a la ventana la puerta se vino abajo por una patada de un uniformado.

            Carl rogó y berreó, pidiéndole perdón a Jack. La policía le había tendido una trampa, pero él no sabía. Le subieron a una patrulla sin dirigirle la palabra. Lo único que dijeron fue que era sospechoso de homicidio, de Alfredo Garza. Jack no tenía fuerzas para discutir, ni para proteger el anillo, ni para hacer gran cosa. Se apoyó en el cómodo asiento y miró al frente. En una intersección un sujeto, de traje barato y mirada de loco se acercó haciendo malabarismos con naranjas. Al ver su sonrisa de loco Jack se echó a reír. El patrullero le tocó la bocina e hizo sonar la sirena, pero no sirvió de mucho. Roy se acercó hasta no dejarles moverse y les lanzó las naranjas. Uno de los oficiales se bajó y Roy le dio un puñetazo en la quijada. El otro le disparó por la espalda, pero no sirvió de mucho. Riendo alegremente le quitó el revólver al que había dejado inconsciente y golpeó al otro con tanta fuerza que le dejó en las mismas circunstancias. Abrió la puerta de la patrulla y con llaves robadas lo sacó de la patrulla.
- Imaginé que irías al departamento de tu amigo.
- ¿La morgue?
- Una inversión que vale la pena.- Dijo, señalando su flácida barriga.- Tiene aspecto como que podría comer un kilo de perros calientes y treinta cervezas.
- ¿No era al revés?
- Tendremos tiempo para todo.
- Yo no, la policía me busca. Te daré el anillo, pero tienes que ayudarme Roy. Necesito de la protección de la jueza. Tengo un plan.
- Dame el anillo.- Jack no lo dudó ni un instante, quizás su anterior personalidad habría tenido reservas, siendo cínico de su amistad. Roy no se lo guardó, sino que se lo puso en su dedo índice y señaló los grabados. Era un anillo grueso, con la forma de dos dragones que se tienen cara a cara con los hocicos abiertos.- Aprieta los dragones y dale vuelta a la derecha.
- ¿Así?- Los dos dragones parecieron sentir lo que quería, pues cobraron vida y cerraron los hocicos. Una ráfaga cálida inundo su cuerpo, regresándole algo que no había sentido que perdiera.
- Ahora estás completo. Pero por si acaso, no lo uses de nuevo.
- Sí, y por si acaso mejor vayámonos de aquí. No es buen presagio estar a un lado de una patrulla con dos policías desmayados.

            Una vez que quedaron lo suficientemente lejos de la patrulla Jack llamó a la jueza. Era la llamada más importante de su vida y tenía que hacerla valer. Le rogó por protección contra la policía, pero tal y como lo adivinaba, eso no era suficiente. Le dijo que tenía el dinero del juego de la otra noche, los 500 mil dólares, así como el anillo que Bill Chandler había apostado. Heather O’Reilly se quedó en silencio unos momentos antes de decidirse. Finalmente le envió al motel Price, en la Industrial, para hablarlo en persona. Jack sabía que podía haber quince patrullas y agentes de civil esperándole para apresarlo, pero era un riesgo que tenía que correr. Roy preparó todo y se dio unas vueltas para asegurarse que el viejo motel, ya abandonado casi por completo, no tuviera un ejército de detectives. Jack le exigió a su cuerpo un último estirón y con la promesa de estar cerca de la meta final llegó al bungaló 12 junto con Roy. Entraron a la oscura habitación con las armas listas, pero no había nadie ahí tampoco. Unos minutos después la jueza tocó la puerta y entró mirando sobre su hombro hasta la puerta del baño al fondo.
- Estás metido en muchos problemas jovencito. ¿Y él quién es?
- Roy, es un amigo.- Jack se apoyó contra una pared de madera falsa y suspiró.- Difícil de creer que un anillo valdría tanto.
- ¿Lo tienes contigo, junto con el dinero?- Jack sacó el anillo y se lo mostró.
- Roy tiene el dinero. No recuerdo si Bill sabía qué era este anillo y lo que es capaz de hacer. Yo sé quién más lo ha visto. Rose, la amante de Chandler tuvo que haberlo visto. Pero Chandler no lo tenía cuando Omar Park lo atacó y le robó los recuerdos. Eso es obvio, pero así supo todo sobre el juego de cartas y vino a mi departamento. Debí estar borracho la noche anterior, me levanté con un sabor a vómito. Yo creo que Rose me lo robó mientras yo estaba dormido, porque el vampiro no lo consiguió revisando mi departamento y llevándose mis recuerdos. Maurice Bradley tampoco tenía el anillo, de hecho ni siquiera sabía que era. Cuando torturó a Roy sólo quería saber del dinero. ¿Y Alfredo Garza? Vaya broma, él seguramente nunca lo tuvo, pero el clan de la lámpara roja mató a esos testigos para que el Ojo, y el vampiro, creyeran que sí lo tenía. Fue todo para desviar la atención. Fueron muy obvios dejando su marco de mano con pintura para hacerle creer al Ojo que se trataba de un trato, los testigos por el anillo.
- ¿De eso se trataron esos asesinatos, de los testigos y de Alfredo Garza?, ¿por ese anillo?
- Sí, y la transacción se hizo después de ese teatro. El auto que pasaron al otro lado era de la concesionaria Chandler. Rose pudo haber tenido acceso a ello.- Jack suspiró, jugando con el anillo en su palma.- Llegué a pensar mal de mi amigo, Carl Brown. Demasiadas coincidencias lo pondrían nervioso a cualquiera. Me arrestaron en su casa, nos envió a una casa con una bomba... Pero no, no pudo ser el titiritero porque no sabía del anillo, sólo del dinero. Habría sido atacado por el vampiro de haber estado conectado al anillo y al clan de la lámpara roja. Y seguramente no habría puesto una bomba en casa de Rose que esperaba la llegada del vampiro. De hecho, usted podría haberla puesto. Lo pudo haber aprendido de uno de sus casos.
- ¿Te has vuelto loco? Soy una jueza, por el amor de Dios. ¿Arriesgaría es por ti o por ese mugroso anillo que Chandler apostó?
- Lo haría si supiera lo que vale, cualquiera lo haría. Esos recibos de hotel que encontré en el bote de basura en su casa, con la tarjeta de su marido Herman no eran de él. No le importa usar su tarjeta y que se entere, he visto como le trata. Usted llamó al vampiro mientras yo hablaba con Carl. Habló al detective también, para parecer inocente. Esos recibos... La fiscal ficticia que inunda su agenda y que no está encargada de ningún “caso urgente” como dijo su secretaria... Su esposo me dijo los nombres de los fiscales. Ninguno con las iniciales R.L., ninguno Rose Leroux. Una mujer, dos amantes.- O’Reilly se quedó petrificada en un gesto de ofensa.- Usted manipuló a la policía para subir la temperatura y hacer que me arresten.
- Vienes a mí por ayuda y...- La jueza miró hacia el mohoso techo y sonrió.- ¿Tienes idea de lo que te pasara a ti si algo me pasa? A nadie le importa un apostador degenerado, pero yo tengo al fiscal general en el teléfono con tronar los dedos y puedo desarmar tu vida, pedazo a pedazo con una simple llamada. ¿Quieres que te arresten por alta traición, o que cada miembro de tu familia y cada amigo que tengas sea perseguido por sedición? No tienes idea de lo que puedo hacer.
- Tengo cierta idea.- Jack se levantó la camisa, para dejarle ver el arma y evitar que se fuera.- Sé lo que Rose puede hacer, pero ¿qué le puedes hacer tú a ella? Porque le doy vueltas al asunto y me pregunto si le dijiste a Rose que el anillo roba parte de tu alma si lo usas descuidadamente. Quizás no habría estado tan motivada. ¿Quién no usaría un anillo que roba del departamento de un don nadie? Sobre todo sabiendo lo que vale a ciertas personas. ¿Y qué hay de la bomba? Mandaste al vampiro a esa casa para que muriera, ¿segura que no esperabas también a Rose? Dos pájaros de un tiro. Con todo ese dinero podrías conseguirte una amante que no te compartiera con otro. Encendimos la luz, ¿nos viste entrar o pensaste que era Rose?
- ¿Qué está diciendo Heather?- Rose se metió por una ventana, era obvio que estaba lista para la emboscada en cuanto la jueza le diera la señal.- Dijiste que ellos pusieron la bomba. ¿Y qué dijo sobre robar almas? Por lo que he visto... No descarto nada en relación a ese maldito anillo.
- ¿Te quieres calmar? Es sólo una estrategia, el dinero es bueno y lo sabes. ¿Cómo crees que vas a pagar esas cuentas pendientes del hospital de tu papá? Son un par de vagabundos y nada más.
- Un par de vagabundos y Maurice Bradley. Realmente quiere su dinero.- Roy sonrió y quitó el periódico de encima del teléfono para mostrarle el auricular descolgado.
- Y también grabamos cada palabra, sólo por si acaso. No podías pasar la oportunidad de robar esos 50 mil dólares. ¿Quién podría?
- ¿Y qué? Eso no cambia nada, tengo a la policía de mi lado. Bradley es un pésimo perdedor, eso es todo, pero no es suicida, no les hagas caso Rose. Son todos unos idiotas, como Chandler. Mantuvo ese anillo oculto en su bóveda por décadas. Una herencia de familia, quién sabe de dónde. En cuanto explicó el mito alrededor del anillo, cómo fue robado del cuerpo de Genghis Khan y cómo han pasado de dueño en dueño buscándose mutuamente... Lo reconocí de todas las tonterías de las que habla el clan de la lámpara roja y que he ido escuchando con los años de trabajar con ellos. No sé cómo lo supo el Ojo, él me ofreció tres millones. Rose fue lo suficientemente rápida para robarlo de tu dedo mientras dormías la borrachera. El vampiro llegó demasiado tarde, pero así tenía que ser porque el clan me ofreció siete millones y pagaron de entrada. Por eso me iré de aquí con el anillo. Rose ha hecho su papel de intermediaria, pero parece que como siempre tengo que hacerlo todo sola.- Rose le miró sorprendida, murmuró algo que Jack no escuchó y Heather O’Reilly la miró con sorna.- Por supuesto que no te dije que era tanto dinero. Si alguien tenía que caer bajo el martillo del Ojo y su organización, prefiero que seas tú. Debiste morir en esa explosión, para que el vampiro no te robara tus recuerdos y supiera de mí, pero ya no importa porque él está muerto.
- ¿Cómo pudiste hacerme esto? Pensé que me amabas...

            Rose se lanzó contra la jueza O’Reilly y Roy llegó tarde para separarle. La jueza produjo un cuchillo de una manga de su vestido y la apuñaló en el abdomen. Jack dejó que se fuera corriendo, podía escuchar los autos en la entrada del motel. Maurice ya había mandado a sus chacales. La jueza no llegó hasta el lobby cuando fue raptada por tres sujetos que le metieron un trapo en la boca y la subieron al auto para irse a toda prisa. Jack llamó a la policía y detuvieron al auto. La jueza no quiso hablar en el precinto, no podía explicar por qué estaba en ese mugroso motel a la mitad de la noche y por qué Maurice Bradley la había mandado secuestrar. No la podían arrestar, no tenían cargos en su contra ni querían imputarle nada por temor a su poder. Sin embargo, Rose Leroux se presentó por su propia voluntad para explicar el robo de dinero y un anillo, y la locura que eso conllevó. Los detectives no tuvieron mayor opción que interrogar a la jueza, quien negaba cada palabra que decía Rose, sobre todo su amorío lésbico. La confrontó en un corredor, incrédula al verla con vida. Rose la miró y sonrió como una loca.
- No olvide la grabación, jueza O’Reilly. Esto siempre puede ponerse peor.
- No puede ser... Yo te maté.- Los detectives del precinto se quedaron helados y la miraron sorprendidos.- Te maté, yo la maté y ella no debería estar aquí.
- ¿Qué pasa, jueza O’Reilly, no sabe que nadie escapa al Karma?

            Heather O’Reilly confesó y repitió la misma historia que Rose Leroux. La había mandado a robar un costoso anillo y 50 mil dólares en efectivo, para después traicionar a su vendedor inicial yendo con otro. Ella tuvo la idea de matar a los testigos de Alfredo Garza, sabía donde se encontrarían, y de esa manera poder evitar las sospechas del cliente inicial. También colocó una poderosa bomba para matar a su amante lésbica y a su primer cliente, Omar Park. La explosión había destruido la casa, y las llamas incendiaron gran parte de la cuadra dejando a cinco familias sin hogar. Al final Maurice Bradley también fue arrestado, por secuestro e intento de homicidio contra Alfredo Garza, así como múltiples cargos de crimen organizado. Jack no tenía que quedarse a todo el proceso, pero se quedó hasta el amanecer.
- ¿Y ahora?- Le preguntó Roy mientras subía al auto.
- Ahora, tú cambias de cuerpo, porque es muy raro verte como mujer. Pero antes, quiero hacer una última con el anillo, si no hay problema.
- Cada segundo que el anillo está en Malkin es un riesgo enorme. Eso diría Vic, pero Vic no está aquí para decirme qué hacer. ¿Qué quieres hacer con él?

            Jack visitó a Bill Chandler en su casa. Su esposa empezaba a creerle la rutina de la amnesia, aunque seguía muy nerviosa por los matones muertos en su porche. Jack les explicó todo cuanto había pasado, incluyendo el rol que Rose había jugado, y la maldición que cargaba el anillo. Roy decidió quedarse afuera, sabiendo que Chandler y su esposa no querrían ver a Rose. Jack ayudó a Bill a recuperar su alma y le dijo que el anillo sería llevado a un lugar seguro.
- Después de esta experiencia,- Dijo Victoria, mirando con horror al anillo.- mejor que desaparezca por completo.
- Llévatelo Jack, no quiero verlo de nuevo.
- Por cierto Bill, tienes una segunda oportunidad ahora. No tienes que seguir siendo el cretino que engaña a su esposa. Te lo dice otro mujeriego malviviente. Hay algo bueno de todo esto.- Jack se despidió y se reunió con Roy en la entrada del camino a la mansión.
- ¿Sabes una cosa Jack? Hasta ahora me doy cuenta... Podrías haberte robado el anillo y dejarme atrás. Vale mucho dinero...
- ¿De qué sirve el dinero si todos te quieren muerto?- Jack le entregó el anillo en la palma del cuerpo de Rose y sonrió.- Puedo enmendar las cosas, o al menos tratar de hacerlo. Trabajo decente, serles útil a Wendy y a Gabriel... Eso suena mucho mejor que todo el dinero del mundo.
- El anillo no te regresó el alma, no la tenías, pero ahora te la ganaste.- Rose soltó una lágrima y ocultó la tristeza en su rostro.- Maldita sea, fue divertido ¿no crees?
- Oye, cuando tengas ganas de treinta cervezas y un kilo de perros calientes, roba un cadáver de la morgue y toca mi timbre. Pero por favor, yo manejo.
- Es cierto lo que siempre digo,- dijo Roy alejándose con paso ligero.- no tienes nada que temerle al karma, si no tienes karma.

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