jueves, 23 de julio de 2015

La liga imperial

La liga imperial
Por: Sebastián Ohem


            La universidad de Oslund, la más importante en todo el este de Medkar, incluso más que la de Brivaria, es hogar de una de las bibliotecas más amplias y completas del mundo. El edificio, construido contra la piedra, reparte su biblioteca en tres pisos dentro de una maraña de pasillos y habitaciones de lectura. Iluminados por las pequeñas ventanas de vitrales y muchas velas, los monjes y estudiantes que dedican sus vidas a los libros desgastan su vista bajo la estricta vigilancia de los bibliotecarios. Nadie pudo dejar de notar que los bibliotecarios, conocidos por su celo sobreprotector de sus preciados tomos, comenzaron a portar un garrote y un legajo para llevar la cuenta de los tomos que eran tomados, por quién eran tomados y cuándo y dónde eran devueltos. Los bibliotecarios, conocidos también por sus malos modos, no revelaron a nadie la razón por la que ahora más libros estaban encadenados a los libreros, por qué había más libreros bajo llave y por qué rondaban guardias por los pasillos de libros. Todos pensaron que la biblioteca de Oslund sufría de robos de libros, pero fueron los guardias, famosos por bocones, quienes finalmente revelaron el misterio en cautelosos susurros. Los bibliotecarios habían descubierto que no faltaban libros, sino que sobraban. Alguna persona, o grupo de personas, había estado metiendo libros, y en otras ocasiones alterando preciados volúmenes, o dejando notas y papiros dentro de otros libros. Era claro, el colegio invisible había llegado a Oslund.

            La muerte de Ganlor, emisario del reino de Tervania había confirmado los rumores, el imperio invisible había llegado a Oslund con la férrea determinación de evitar la formación de la liga imperial. Los guardias no daban abasto, era imposible saber lo que las personas pensaban y Oslund estaba repleto de oscuros callejones, pasadizos olvidados entre los sótanos de las casas y un constante movimientos comercial. Se preciaba de ser el feudo mejor protegido de todo el este, pero era también el más propenso al intercambio de ideas. Lortian había llegado a la ciudad fingiendo ser diplomático del reino de Rusvania, y varios agentes del imperio invisible le ayudaron a mantener la mentira. Nunca dejó de impresionarse por la forma del feudo, pues la ciudad, la universidad y el castillo se habían construido sobre maciza piedra que, como un puente, nacía de la ladera de una escarpada montaña, pasaba por encima de un ancho río y se sostenía, como por un pilar de piedra natural, en la costa del río. La ciudad de Oslund se había convertido en la más rica del este después de la gran guerra, y se notaba por sus enormes edificios y fastuosos decorados. Tenía la mina de oro más rica y controlaba, mediante enormes puertas en el río, el tráfico comercial del río del puerto de dragones hasta Kolmira y la bahía de Goroth. Los comerciantes estaban obligados a pagar los ridículos impuestos si no querían navegar al sur por el mar de Kolmira y darle vuelta al continente.

            Lortian consiguió escabullirse de la rectoría hasta la biblioteca en anchas escaleras de caracol hacia abajo. Cargaba consigo, amarradas a su cuerpo con correas de cuero, los tomos y papiros que debía añadir a la amplia colección de la biblioteca. Sabía que descubrirían algunos, pero estaba seguro que los libros eran como semillas, cualquiera de ellos podría germinar en ideas y convencer a más personas de la sagrada misión del imperio invisible. Escuchó a los guardias haciendo sus rondas mientras colocaba el último de los pergaminos en un pesado tomo sobre las aves del este. Se quitó las sandalias y caminó de puntas en la fría piedra, tratando de adivinar la distancia del guardia a partir del eco en los oscuros pasillos. Le escuchó atrás de un librero y trató de esconderse dentro de una caja, pero ya no estaba como la había visto el día anterior, ahora tenía cubetas de tinta para los alumnos. Escaló el librero tan rápido como pudo, con cuidado de no patear libros al suelo y aguantó la respiración al oír al guardia bajo él. Aferrado a su túnica y con su cuerpo ocupando el techo del librero a la perfección. Tenía pocos centímetros de espacio contra el techo y no podía quedarse ahí por mucho tiempo, pues sabía que los guardias jugaban cartas en ese piso. Lortian se arrastró por el techo del librero hasta una ventana, la abrió con su cuchillo con cuidado de no hacer ruido y poco a poco se aferrando al marco de la puerta. La ventana se abría por el medio, haciéndola girar, y al asustarse por escuchar las voces de los guardias accidentalmente se machucó los dedos, perdió el equilibrio y se cayó sobre la paja del establo.
- No sabía que los diplomáticos dormían en paja.- Ulfric se burló de Lortian, clavó su pala en el suelo y le ayudó a levantarse.
- Creo que me escuchó un guardia.
- Ven, mi esposa te hizo de comer.- Ulfric había ayudado a Lortian desde el principio y habían entablado amistad rápidamente, ambos compartían el mismo amor por la comida y el sueño. Godiva, esposa de Ulfric, le dejó sentarse al frente de la mesa y le sirvió carne, papas y cerveza. Lortian trató de no reírse de las tonalidades de rojo que Ulfric iba adoptando mientras comía nada más que verduras.
- Y de nuevo, lord gato, usted disculpe nuestra casa, es humilde pero sirve al imperio invisible.- Dijo Godiva señalando la rústica cabaña con una media pared para separar la cama y un ropero.
- Mujer, lo atosigas con eso, ya dijo que la casa basta y sobra. Es lord gato, no el mismísimo Talos.
-  Aún, así uno de los seis vencedores de Meglos en mi casa, es un honor. Diez años de eso.
- Diez años.- Repitió Lortian, mirando hacia la nada con el tarro de cerveza aún levantado.- Parece una eternidad desde Meglos el breve, primer emperador del segundo imperio.
- Pues a mí me confunde todo eso.- Se quejó Godiva, comiendo una zanahoria en la mesa.- Imperios y ligas imperiales...
- Unrin VI, rey de Tervania,- le explicó Lortian por quinta vez.- busca unificar los reinos del este en un imperio que se expanda más allá de sus fronteras. Cuenta con el apoyo de su hermano Corlan II, señor de este feudo, y de su primo Lothar, duque de Komira, y enemigo personal del príncipe Vonlor de Brivaria. Todo parece indicar que Corlan hará de tesorero con todo ese oro en sus minas.
- Mina imperial.- Dijo Ulfric.- Es la única, pues mina azul ya no produce nada. Además, algo está mal con la puerta de mar, Corlan II no deja que se abra por ningún motivo. Mi primo me ha dicho que el gremio de comerciantes de Brivaria estaba dispuesto a pagar con la mitad de su inventario.
- No he conseguido nada en ese aspecto, y Yurga tampoco. El duque caballo ha seguido siendo mano derecha del señor de Oslund, y todo lo que Corlan II hace es insistir en sus cortesanos en una estrategia agresiva en su comercio. Eso significa estrangular Brivaria hasta que Vonlor deje de disputar el trono que le corresponde desde hace más de una década y el duque de Kolmira se haga del reino.
- Pues yo he oído algo.- Dijo Godiva, en tono conspirativo. Ulfric, con cierto escepticismo, se acercó como Lortian.- Es la tercera cabra que les roban a los vecinos. Hay ladrones en el feudo.
- Gofiva...- Ulfric estuvo a punto de decir algo, pero lo detuvo los golpes en la puerta.
- Sabía que te encontraría aquí.- Yurga se hizo pasar y cerró después de él. Ulfric era joven y rubio, de pequeños ojos azules y sonrisa de tonto, mientras que el asistente del señor feudal tenía una amplia entrada de calvicie, con pobladas cejas negras, ojos grandes y expresivos y nariz ganchuda. Vestido con sus mejores telas desentonaba por completo en la humilde cabaña de madera.
- ¿Me busca algún guardia?
- No, hasta ahora todo bien. Mañana tienes que estar en la corte, llegan los sacerdotes y sacerdotisas y todos estarán ahí.

            Edda trató de reprimir el sueño, pero el sueño fue más fuerte. En su sueño, Lortian se encontraba de pie en un campo, había tanto ruido alrededor que ella no podía escuchar nada, pero sabía que algo estaba mal, pues Lortian estaba tenso. El sueño fue breve, una enorme piedra cayó sobre Lortian y Edda despertó gritando. Tardó un segundo en reconocer el lugar y la incertidumbre regresó a su corazón. Estaba infiltrada en el culto de Ersala como una sacerdotisa más en camino al castillo de Oslund. El viaje había sido arduo e incluso ahora, cuando finalmente habían llegado a la villa a los pies del puente de piedra, estaban obligadas a dormir en el suelo, dentro de tiendas adornadas con cojines para las estatuas de la diosa y fuertes inciensos. Achacó su abrupto despertar a los nervios y prefirió quedarse despierta a volver a presenciar la muerte de su amado.

            Las sacerdotisas terminaron su peregrinaje recorriendo las calles de la ciudad de Oslund vestidas con ligeros vestidos y togas de transparentes telas. El culto de Ersala, semidiosa hija de Milud, diosa del amor y los venenos, fue uno de los muchos cultos convocados para la creación oficial del segundo imperio. El culto de Erpan, diosa de la suerte, ya había llegado y Oslund, capital de los poetas y bardos, ya tenía al culto de Erbon, dios de la locura hijo de Gladue. Se instalaron en el hall del castillo y los ojos de los amantes se buscaron, deseos de tenerse de nuevo pero obligados a continuar la charada. Edda estaba segura que podían usar al culto de Ersala para envenenar a Corlan II y evitarse mayores problemas. Lortian no había estado muy feliz, pues odiaba la idea de exponer al peligro a su amada lady oruga.
- No estés nerviosa.- Un bardo se le acercó tocando la flauta. Sus palabras eran dulces, pero sus ojos eran cándidos. Los tres cultos, los cortesanos y dignatarios ocupaban todo el hall y se ocupaban con conversaciones, esperando la llegada del señor feudal, su hermano el rey de Tervania y su primo el duque de Kolmira.- Yo soy nativo de Oslund, como todos los buenos poetas del mundo, te podría enseñar algunos lugares.
- ¿En serio, sabes dónde queda la puerta de salida?
- Pues... claro.
- Entonces ya sabes por dónde irte.- Las demás sacerdotisas estallaron en jubilosas risas, pues se preciaban de siempre dejar a los hombres deseando más.

            El bardo, sin embargo, era insistente. Haciendo gala de sus conocimientos académicos le habló de los cultos reunidos, un tema que Lortian ya había usado para aburrirla hasta dormirla. Todos los dioses con prefijo Er-, fueron mortales nacidos de dioses que tras la guerra del fin del primer imperio fueron hechos dioses, junto con Talos, el primer emperador, quien Lortian le había dicho era en realidad Atlös, el padre de la humanidad. El rey unicornio, el rey dragón y el rey enano se vieron rodeados de enemigos nacidos de la ambición y la envidia, y gracias al emperador y a los semi-dioses el imperio había sobrevivido, siquiera por unos años más. El gran Talos, constructor de puentes y emperador de Medkar, sacrificó su vida por su pueblo junto con muchos de los hijos de Ven-ruz con mortales. Erulen fue hecho dios de los dragones y la metalurgia. Erbon, el peligroso y enloquecido hijo del dios de la sabiduría, Gladue, fue hecho dios de la locura poética y patrón de los poetas. Ersala, la licenciosa hija de Milud, diosa del amor y los venenos. Erpan, hija de Fenruz, fue hecha diosa de la suerte y patrona de los campesinos y cazadores. El poeta no sabía, se dio cuenta Edda de inmediato, cómo nació la disputa que llevó a la gran crisis del primer imperio, ni cómo el rey enano había cedido al príncipe oso su trono de madera, pero lo que todos sabían era que el primer imperio había ganado la batalla pero perdido la guerra y no hubo después de Talos hombre alguno que mereciese el título de emperador. Un honor que el señor de Oslund y su familia deseaban para sí.
- Ersala, Erpan y sobre todo Erbon son muy queridos aquí en Oslund.- Siguió el poeta mientras se hacía escuchar sobre las demás conversaciones y la música de clavicordio y flautas.- De hecho fue Erbon quien fundó la ciudad durante la guerra. Su locura, sin embargo, se salió de control una vez admitido en la montaña sagrada de Arlar y Milud lo reprimió. La diosa tomó su altar, preparado como debe de ser, y lo llevó a lo profundo del río, pues sus susurros enloquecedores no podían así llegar a oídos mortales. Así los pobladores pudieron vivir en paz, sin que sus caballos se volvieran locos, ni que sus sueños fueran idénticos a la vida real llevándoles así al agotamiento mental. Es un dios caprichoso, sólo acepta por flores las mandrágoras nocturnas y la cicuta.
- Eso no es nada.- Se entrometió un fiel de Erpan, vestido con una cota de malla hecha de pequeñas monedas con agujero al centro en su pecho y mangas.- Erpan es más meticulosa todavía, pues su altar sólo puede ser de cedro y pino, y se debe mantener un incenciario entre sus nueve matas de plata en todo momento.
- ¿Y qué? Las delgadas patas del altar de Erbon, más un mueble como una mesita que como un altar, tienen que estar atadas por correas de cuero bordadas con hilos de oro con poemas exquisitos. Si se sale de control puede causar mucha destrucción.
- Ersala no admite cerca la presencia de fuego, ni de humo.- Dijo una sacerdotisa, prácticamente desnuda.- El mejor altar debe ser hecho con madera de cerezo, cortada a la medianoche. Su sacrificio, como el de Erbon, es de cabras, pero además de palomas maduras. Y no cualquier día, tiene seis días al mes y nada más.
- Por Talos, eso sí que es difícil.- Se quejó el fiel de Erpan.- Aún así, nosotros no podemos cruzar puentes en la noche, pues Erpan abandonó a Talos en una batalla y ésta es su penitencia.
- Oslund es un puente,- dijo el poeta con mucho orgullo.- y Talos en persona lo construyó.
- Dudo que la característica de hacer puentes,- dijo Edda, canalizando a su amante Lortian.- deba ser tomada literalmente. Talos es el puente a Arlar, para quienes son imperiales de corazón.
- Vaya, eso fue bastante...- La sacerdotisa de Ersala guardó silencio cuando la música terminó y las conversaciones cesaron. Corlan II bajó las escaleras hasta su trono, donde a su derecha se sentó Unrin VI rey de Tervania, y a su izquierda Lothar, duque de Kolmira. Corlan II cargaba con algo que ocultaba bajo una tela negra usando sus dos manos y orando en voz baja.
­- Talos fue la piedra del imperio.- Dijo Unrin VI a un hall repleto de curiosos.- Con su sacrificio abrió las puertas de Arlar a las almas de los fieles. Los últimos reyes sagrados reunieron su sangre divina e hicieron de su cráneo de cristal una copa. El último rey enano, Fradien V, escondió la miel de Talos esperando al momento adecuado. Y el momento es ahora.
- No puede ser...- Todos habían oído de la leyenda, pero como todo cuanto había ocurrido hacía más de seis mil años, era difícil de tomarse en serio. Edda pudo ver que Lortian se ponía pálido y temblaba de miedo.
- He aquí, la miel de Talos.- Corlan II descubrió el velo y todos se hincaron. El cráneo de Talos estaba boca arriba y tenía una base del mismo cristal que el resto de sus huesos. La sangre, dorada como la de los dioses, descansaba en el cráneo brillando con la misma fuerza con la que había brillado mientras cruzaba las venas de Talos.- Las ancianas dicen que Arlar se construyó en el cráneo del gigante, del mismo modo el segundo imperio se construirá sobre el cráneo de Talos y será animado por su sangre divina.
- Las leyendas eran reales.- Dijo Lothar, duque de Kolmira vestido en su armadura de oro y plata, como sus parientes. Corlan se puso de pie y acercó la copa a los cortesanos, sus dedos con costosos anillos, su larga barba amarrada con anillos de oro.- La capacidad de una vida sobrenaturalmente larga y la habilidad de predecir el futuro. ¿Qué predices tú, Corlan?
- Predigo que Unrin VI será llamado Unrin I, sagrado emperador de Medkar.- Corlan le entregó a su hermano el cáliz y se hincó frente a él.
- El imperio invisible llenó a los jóvenes de ideas lamentables, sí debe haber un emperador de carne y hueso. De otro modo no hay imperio. Yo les llevaré a Arlar y mi sangre será el puente por generaciones, de un emperador a otro. Con la ayuda de Talos ningún reino podrá oponerse. La miel de Talos no se apareció en la mina imperial por mero accidente, fue una señal inequívoca. Ahora el imperio invisible no tiene arma que valga, pues Talos los ha demostrado como fraudes. Gracias a Fenruz aún quedan fieles al verdadero imperio que están dispuestos a erradicar a los espías que en este mismo instantes conspiran contra la liga imperial.
- Así es.- Dijo Corlan, mientras se sentaba en su trono.- Yurga, mi asistente, me ha dicho de un falso dignatario llamado Lortian. El extranjero ha venido a Oslund a envenenar a los jóvenes.
- ¡Ahí está!- Los guardias se abrieron paso entre los presentes, dando empujones con sus armas desenvainadas. Lortian se puso de pie, miró a Edda por una fracción de segundo y cerró los ojos. Los guardias lo sometieron en el suelo a golpes, lo encadenaron y arrastraron fuera del hall.

            Lortian despertó en la mazmorra con un dolor de cabeza y el corazón partido. Había traducido gran parte de las memorias de Atlös con el paso de los años y conocía bien las leyendas alrededor de su muerte. El gran conflicto parecía tan lejano como la perversión de Meglös le había parecido hacía diez años, pero Lortian aprendió rápido que el pasado rara vez se queda en el pasado. Caminó por la mazmorra, evadiendo a los prisioneros más corpulentos. El lugar era oscuro y húmedo, estaba construido en la fría piedra que sostenía a la ciudad y los escalones del fondo llevaban a los prisioneros encadenados por los tobillos, y también a la única comida. Reconoció a Frolar al fondo, pero otro prisionero le detuvo.
- No debes ir ahí, aún no. No mientras todavía tengas cordura, pues ellos ya la perdieron hace mucho. Están encadenados para nuestra protección y para la suya propia.- El corpulento hombre harapiento le compartió la mitad de un pan y se sentó con él bajo una antorcha.- Vistes como alguien de la ciudad, ¿a quién enamoraste? A una esposa rica, sin duda.
- No, es peor que eso. ¿Y tú?
- Yo era minero, hasta que los universitarios clausuraron gran parte de la mina imperial. Encontraron algo allí, traté de ver de qué se trataba y me enviaron aquí.
- La miel de Talos...
- He oído esos rumores antes. De Corlan haciendo milagros para la plebe y algo llamado la miel de Talos. ¿Es algo que sacaron de la mina, como una gema encantada?
- No, es algo peor.- Lortian recogió la paja a su alrededor para apoyarse más cómodamente a la piedra y terminó el pan del minero.-  Fradien V, último rey sagrado de Brivaria, estuvo muy cerca de perder el trono por la guerra. Estaba rodeado y, de no haber sido por el príncipe oso, su reino no habría sobrevivido. Escribió la historia del imperio en una cueva y cuando regresó a su reino elevó al príncipe a rey oso del trono de madera. Fue el primero en retirarse del trono, en su exilio se llevó el cáliz con la sangre de Talos, hecho con el cráneo de cristal del emperador. Bien pudo haberse escondido en una mina cercana. Ahora el rey de Tervania hará un imperio con eso.
- ¿Y de qué le serviría una costosa copa de cristal?
- Puede ver el futuro, vivir siglos enteros, y, lo peor de todo, es prueba absoluta de su dominio. Quizás no tenga las mismas intenciones que Meglos, pero es igual de peligroso. Un emperador de carne y hueso es un emperador que puede corromperse. El imperio es algo que se lleva en el corazón, en el trato con los demás y en una vida honorable, caritativa y valiente.
- Estás muy despreocupado para alguien que le importa tanto esas leyendas.
- Mi estimado nuevo amigo, ¿alguna vez has visto a una oruga rescatar a un gato? Porque estás por verlo.

            La fiesta en el hall se propagó por toda la ciudad y Edda fue empujando a sus compañeras fieles a Ersala hacia la entrada de las mazmorras. Usando la brillantez de su estrella de cristal pudo convencer a los guardias de la puerta de abrirla y dejarles pasar. Mientras las demás entretenían a los guardias fue envenenando sus tarros de cerveza y, en cuanto se quedaron dormidos, les robó las llaves y corrió por la mazmorra. Algunas de sus compañeras, ávidas de más compañía masculina les siguieron y entretuvieron a los guardias de las distintas rejas que había que cruzar hasta los prisioneros. Armada con una espada se abrió paso entre los prisioneros y encontró a Lortian.
- Es bueno saber que compartes mi tensión.- Lortian había convencido a sus compañeros de mazmorra de jugar con dados y apostar su comida.
- Buenos caballeros, es hora de irme. Pero no olviden, iba ganando.- Edda le frunció el ceño y le jaló para que corriera junto con ella, y los demás prisioneros, hacia la libertad.- ¿Quién sabe? Quizás los vuelva a ver.

            Aprovechando la confusión de la fiesta corrieron por el patio hasta la ciudad. Los guardias descubrieron demasiado tarde lo que había pasado, y sin perder tiempo ordenaron cerrar las puertas de Oslund. Lortian y Edda corrieron por las empedradas calles, abriéndose paso entre las muchedumbres que salían de sus casas y negocios para reunirse en el festín a los pies del castillo. Las órdenes de cerrar la puerta ya habían llegado hasta la entrada, pero no pudieron ser efectuadas. Un grupo de soldados tomaron a Lortian y Edda de los brazos, pero no se atrevieron a dar otro paso.
- Déjalos ir y vivirás otro día.- Halbran se acercó tensando el arco de Erulen y listo para dispararle una flecha mágica.
- ¿Señor?- Los soldados les dejaron ir al ver que su comandante estaba arrinconado, con la espada dorada de Borden en su garganta.
- Esto no se queda así.- Les amenazó un guardia.
- En eso tienes razón.- Vonlor los separó de Lortian y Edda de un empujón.- Tenías razón Edda, ésta misión podía ponerse peligrosa. La estrella nos convocó aquí.
- ¿Les dijiste?- Se quejó Lortian.
- Claro que les dije. Además, ya estaban cerca de aquí.
- Nos ponen al corriente en otro momento, creo que nuestra bienvenida se alargó demasiado.- Dijo Borden, señalando a los jinetes que se acercaban a toda velocidad. El señor del feudo, aún con su armadura de lujo, y su guardia personal armados con ballestas y lanzas, se detuvieron frente a ellos. Corlan II sonreía y les saludaba con los brazos abiertos.
- La orden de la estrella. Siempre pensé que eran exageraciones y cuentos.- Corlan trató de acariciar la mejilla de Edda y Lortian le quitó la mano un manotazo.- Muy tierno.
- Nos llevaremos a tus prisioneros, puedes vivir para contarlo o puedes oponerte.
- El famoso Halbran, eres tan testarudo como todos dicen. Claro que les dejo irse, pero quería invitarles al festín. El imperio invisible debe ver esto. Tú Vonlor, en particular, ya que reclamas el trono de madera como tuyo. Tú y mi primo Lothar pueden terminar su discusión cómo se hacía en los viejos días. Apaga el fuego de Oslund y Brivaria será tuya. Con todo y esas molestas piedrecitas mágicas en tu escudo. Te advierto, sin embargo, que el fuego de esta ciudad está alimentado por la miel de Talos.- Halbran, Borden y Vonlor se miraron mutuamente, sorprendidos de escuchar sobre el cáliz legendario.- Descuiden, podrán verlo de cerca.
- Así sea Corlan II, señor de Oslund. Acepto tu prueba.

            Los cinco se acercaron al patio del frontal del castillo, bordeado por una enorme fuente colorida donde los niños tiran monedas y se encomiendan a Erbon. Mucho había cambiado en los doce años en que los cinco se conocían. Desde la batalla contra Meglos el breve Halbran se había hecho de su propio clan y tomado el reino de Dragmar como suyo. Los nórdicos que habían visto con sus propios ojos la verdadera naturaleza del primer emperador del segundo imperio, viajaban por semanas enteras con tal de ofrecer su ayuda en alguna batalla. Se había casado con una mujer de su mismo tamaño, lo cual a Lortian siempre le pareció de lo más divertido, y en la boda Nituk se había bebido todo el vino y comido todos los pasteles. Borden había sido coronado rey de Arryndel, al norte de la isla de Gaumeron. Su espada de oro había curado hasta los reyes de Gaunnia, ganándose así importantes aliados. Borden se había hecho famoso por sus sabios consejos y sus juicios sensatos. Vonlor fue quien se encontró con la bienvenida más hostil, pues los sumos sacerdotes lo odiaban y se resistían a la idea de un rey por encima de un clérigo. La situación y la necesidad, sin embargo, obraron extraños milagros, pues conforme Lothar y los ciudadanos más ricos de Brivaria amenazaban con hacerse del poder, Vonlor se encontró cada vez más bienvenido entre los sacerdotes. Se ganó el corazón de su pueblo con sus reformas religiosas y, aunque la casa de Kolmira gobierna Brivaria, los peregrinos que viajan hasta la ciudad de los templos lo buscan para consejo espiritual, y los campesinos lo adoran por las buenas cosechas que puede procurar con su escudo.

La batalla, sin embargo, no estaba pronta a terminar y los cinco lo sabían. Meglos había sembrado una semilla tóxica y su veneno amenazaba con apoderarse del segundo imperio. Habían recorrido juntos el mundo, mostrándole a los diversos reinos y feudos que se separaron de los tres tronos que podían formar un imperio en espíritu, sin confundir lealtad por servidumbre. Cuando Vonlor vio la miel de Talos en manos de Unrin VI entendió que todo podría haber sido en vano. Yurga encendió el fuego en la plataforma metálica en el centro del patio, con una fosa profunda para el carbón y los leños. Vonlor sabía que se trataba de una lucha espiritual y su voluntad no flaqueó ni en la presencia de la sangre del primer y único sagrado emperador. Comandó tormentas de nieve y columnas de agua, fríos gélidos y nieve, pero el fuego seguía ardiendo. Con el escudo hacia el cielo trajo vientos desde todas direcciones y pesados granizos que golpearon su escudo como pelotas de hielo, pero el fuego no lo notaba.

            Borden, el más práctico de los tres, se separó del gentío y se interesó más en Yurga, asistente de Corlan II, que en la pequeña tormenta y el cáliz sobre la cabeza del rey de Tervania. Sospechando de Yurga le siguió mientras se escondía detrás de cortesanos que extendían banderas del reinado de Tervania, dos venados mirando una torre, y a prudente distancia lo vio escurriese bajo la plataforma hacia la rectangular fosa. Yurga vaciaba pequeñas botellas de vidrio en los agujeros de la fosa, y por lo que Borden pudo oler serán sulfuros y líquidos alquímicos para alimentar el fuego. Vonlor finalmente desistió, con derrota en sus ojos, y la liga imperial los despidió de Oslund.
- No se atreven a tocarnos porque Dragmar no queda lejos y temen a mi clan. Pero si el dinero de esta familia es realmente tan peligroso como Vonlor nos ha dicho, dudo que mi clan pueda detenerlos por si solo.- Se lamentó Halbran mientras se subía a su percherón, en la entrada de la ciudad, rodeados de abucheos y burlas.
- Tendremos que robarlo.- Dijo Edda, subiéndose al caballo que Vonlor había traído para ella y Lortian.- Sé que no es la salida más honorable, pero será necesario.
- Imposible, mi amor. El segundo imperio empezó por el pie izquierdo, un paso que dudo mucho podamos resarcir por más empeño que pongamos. No podemos dar otro mal paso.
- Lortian tiene razón, nos espera otro largo invierno de guerra.- Dijo Vonlor, decepcionado.
- ¿Se quieren calmar? Yurga estaba haciendo trampa. Eso significa que el cáliz es falso. No recurrirían a trampas de no ser así. Tenemos que probar que su reliquia es falsa.- Lortian y Edda les relataron todo cuanto vieron y escucharon mientras llegaban a la villa a los pies del puente natural de piedra y Lortian les dirigía a una posada para comer algo.
- Comes tanto como Nituk, está volviendo loco a mi esposa.- Bromeó Halbran.- Pero por lo que dices, parece que la mina imperial es donde debemos buscar.
- No, la clausuraron porque no está la pared de Fradien V, el último rey enano. Sin esa pared no pueden decir que su reliquia es verdadera. Entonces la cerraron.
- Deberías quedarte aquí.- Cortó Edda.- Estarás más seguro.
- Más cómodo sin duda.- Edda le dijo del sueño profético y le tomó de las manos. Todos sabían que la estrella, además de hipnotizar con su belleza a las personas más torpes, le daba a Edda sueños proféticos que tenían la desagradable tendencia a hacerse realidad.
- Voy a estar bien, en serio. Además, ya sé adónde tenemos que ir ahora. Y te prometo, no es el campo. Tenemos que ir a la universidad, ellos cerraron la mina, ellos sabrán quiénes lo hicieron y por qué. La mejor manera de exponer una mentira es dejar que los conspiradores lo hagan. Debería saberlo, soy buen mentiroso y conozco a los de mi calaña.
- Lo haremos mañana.- Dijo Vonlor, con la mirada en el vacío.- El general Burmaus me espera no muy lejos, como le instruí. Tengo que prepararme para lo peor.
- Ánimo amigo, ten fe.- Dijo Borden mientras terminaba su cerveza.
- Tienes razón, no es momento para dejarse llevar por la tristeza.

            Vonlor suspiró y su cejo fruncido desapareció. Edda siempre se sorprendía del cambio que había sufrido Vonlor tras la gran guerra. El vanidoso egocéntrico se había convertido en la fortaleza moral del equipo. Aunque seguía siendo, de vez en cuando, el mismo vanidoso coqueto, su espíritu se había hecho como su escudo, capaz de soportar cualquier cosa. En su espantosa misión a los pantanos de Relois, cuando el hechicero había hecho creer a cada uno de ellos que los otros habían muerto y se encontraban solos en ese pantano repleto de licántropos y monstruos, Vonlor fue el único que no se dio por vencido y les salvó la vida. “Aunque claro, recordó Edda con una sonrisa, no sin antes quejarse que la humedad del pantano enchinaba su cabello rubio”.

            A la mitad de la noche, escondidos en una noche sin luna, Vonlor se vio con Burmaus de Redmer en un bosque. El general, ávido de bañar su espada en sangre enemiga, ya tenía preparado un lento y tortuoso plan de ataque, con una dolorosa guerra contra la liga imperial, con la asistencia del clan de Halbran en Dragmar, así como una serie de asesinatos políticos en Brivaria y Tervania. Era obvio que lo había pensado por mucho tiempo, pues conocía bien a las posibles víctimas y los modos en que podían matarles. Vonlor entendió rápidamente que ya no estaba en sus manos, los generales querían una guerra, sin importarles lo que eso haría en su población. Mediante muchos argumentos y varias horas de discusión logró aplazar la fecha de los primeros ataques por uno o dos días, concesión que Burmaus le dio tras escuchar el desquiciado plan de la orden de la estrella.

            En la madrugada se disfrazaron como peones y catedráticos y se internaron en la ciudad. Entraron a la universidad sin saber bien lo que buscaban y deambularon por los amplios salones y las distintas alas. Lortian estaba seguro que los catedráticos que habrían cerrado la mina, para fingir que se trataba de una cueva sagrada que requería un lento estudio, tendrían que haber sido de alto rango, gente confiable que no compartiría el chisme con mujeres en la taberna por un poco de cariño. Lortian, que conocía bien el edificio, les indicó que guardaran silencio en un ala que llevaba a la biblioteca personal de la sala de recámaras de los altos funcionarios. El lugar estaba poblado de largos escritorios donde los ancianos, ciegos por el estudio, bordaban con hilos de oro las prendas de los catedráticos importantes. Aquellos ancianos, se decía en los corredores, eran capaces de distinguir personas por los olores.
- Es un poco temprano para los mozos.- Dijo de uno ello mientras los cinco se abrían paso hasta las escaleras.- Y una es mujer. Bonita, por lo que huelo.
- Se refiere a ti.- Codeó Borden a Vonlor cuando ya estaban lejos, quien había sido disfrazado de cortesana.
- Esto es degradante.
- Siempre dices que eres el más bonito.
- El precio de la belleza.- Se quejó Vonlor, mientras acomodaba el vestido que cubría su armadura ligera de cuero, para que no hiciera ruido.- Al menos no parezco bestia de carga.
- Es lo único que había de mi talla.- Dijo Halbran, señalando su ropa de bibliotecario, pesados abrigos grises de lana, que le hacían parecer un asno de trenzada barba rubia.
- Con esa hacha y el arco de Erulen en tu espalda parece que tienes joroba.- Se mofó Borden.
- Última vez que dejo que Lortian escoja la ropa...- Halbran se detuvo, agachado de cuclillas y los demás le siguieron. Había escuchado el crujir de la madera del otro lado del pesado librero a su izquierda. Edda le tapó la boca a Lortian, quien estaba por decir algo.

            Halbran empujó a Lortian y Edda a un lado cuando escuchó el crujir de la madera. Borden y Vonlor saltaron por encima de un escritorio y Halbran rodó a un lado cuando el macizo librero se vino abajo. El atacante, al ver que había fallado, trató de huir, pero Vonlor le lanzó un pesado tomo contra la cabeza que lo lanzó al suelo. Habiendo perdido el elemento de la sorpresa, escuchando los gritos de los catedráticos y el ruido de los pasos, sometieron al atacante contra una columna de piedra. Halbran se arrancó las ropas, como hicieron los demás, y le mostró su hacha de doble filo demasiado cerca. El atacante, un joven estudiante, tembló de miedo al ver la sangre seca y escuchar el gutural gruñido de Vonlor.
- No me dejaron opción tenía que hacerlo.- Dijo el poeta.
- ¿A qué te refieres, hombrecillo?
- Sé quiénes son ustedes y no puedo dejar que arruinen el origen de un imperio.
- ¿Qué clase de origen es ese, si empiezan con engaños y traiciones?
- No son engaños, la miel de Talos es real y ustedes la han visto. Ustedes son los villanos de la historia, quieren una multiplicidad desorganizada, constantemente en ebullición.
- El imperio invisible se sostiene sobre la justicia, la fuerza y la fe, ¿qué sabes tú imperio?- Le espetó Edda.
- Y más importante aún,- añadió Borden.- ¿por qué cerraron esa parte de la mina imperial y quién tiene acceso a ella?
- ¿Por qué? No pueden trabajar en un lugar sagrado. Yo mismo lo vi, el cráneo de Talos en un pedestal.- Los cinco se miraron sin saber qué decir.- Me enamoré en cuanto le vi.
- ¿Y la pared de Fradien V?- Le preguntó Lortian.
- No estaba, pero seguramente es un mito. Todo se hizo en forma, nos llamó el jefe de mineros para que le dijéramos qué era. No tenía ni idea.
- ¿Quién es el jefe de mineros?
- Gundav, vive en la ciudad.- Los cinco se quedaron tensos cuando escucharon pesadas cadenas que caían, y el poeta sonrió como un desquiciado.- Ya no pueden salir de aquí.
- Hemos peleado contra el Thulka de la fuerza niñito, un montón de poetas en ridículas mallas no me impresionan.
- ¿Y qué tal,- le preguntó Lortian a Borden, jalándole del brazo.- poetas en ridículas mallas con ballestas, espadas y lanzas?

            Protegiéndose entre los libreros huyeron de las flechas y las lanzas. A lo lejos podían escuchar las pesadas armaduras y las órdenes militares. Los cinco se internaron entre los corredores y las escaleras, siempre desciendo más y más hacia las regiones oscuras donde la universidad parecía más una primitiva cueva. Lortian no tenía idea de adónde se dirigía, pero en un punto las escaleras parecían más recientes y podían oler el mar. La universidad había sido construida, en gran parte, contra la piedra desnuda del largo y ancho puente natural de Oslund, y en su base conectaba con la enorme puerta de mar y sus pesados mecanismos. Engranes, poleas y contrafuertes tan grandes como ellos ocupaban las enormes cámaras de cada lado de las altas puertas. La puerta de mar, hecha de metal y madera se abría por el medio y era lo suficientemente ancha para que dos personas la caminaran, pero el techo de la puerta era resbaloso, pues estaban cubiertas de sangre. Edda se resbaló con la sangre, y de no haber sido por Halbran se habría caído más de cien metros hasta el ancho río. Vonlor se mantuvo en la retaguardia, usando su escudo para defenderse de los arqueros. Cuando estaban a la mitad de las puertas fueron rodeados desde el acceso frente a ellos. Halbran preparó una flecha, pero fue innecesario, pues los soldados cayeron como moscas. Sacerdotisas del culto de Ersala aparecieron sonrientes, mostrando sus cerbatanas.
- No podemos dejar que una de nosotras acabe sus días en la mazmorra.
- Llegan justo a tiempo.- Les agradeció Edda. Los soldados detrás de ellos no se atrevían a acercarse, pues el suelo estaba resbaladizo por la sangre y el escudo de Vonlor comandaba fuertes vientos.- Pero necesitamos salir de aquí y buscar al jefe de mineros, un hombre llamado Gundav.
- Conozco a Gundav.- Dijo una de las sacerdotisas, mientras se cubría el rostro con un velo.- Les mostraremos el camino.

            Las sacerdotisas de Ersala habían drogado a los guardias del acceso del este y no tuvieron mayor problema en salir por escaleras de madera a un lado del viejo molino de viento. Recorrieron las calles escondiéndose de los guardias hasta la casa del maestro del gremio de mineros. Edda forzó la cerradura mientras que Lortian se entristecía al ver que las banderas blancas, el sello invisible del imperio invisible, ya no ondeaban en los techos ni en los postes, el artificio de la liga imperial estaba funcionando. La casa de Gundav tenía dos pisos, con un jardín para un poco de ganado y un  invernadero. Gundav no estaba y aprovecharon la oportunidad para husmear.
- Creo que encontré algo.- Dijo Lortian mientras les acompañaba en el invernadero.- Revisé los cuartos y encontré correspondencia. Unrin VI está realmente desesperado por las minas del este, no escribía muy feliz cuando se enteró que la mina azul se había quedado sin vetas. Prometió enviar más dinero para contratar mineros. Supongo que quiere comprar alianzas para su imperio.
- Este invernadero es impresionante, mandrágoras diurnas y nocturnas, orquídeas salvajes, tracias invernales...- Edda fue señalando las flores y torció la cabeza.- Todas estas plantas se usan para fabricar venenos. Una ocupación interesante para el maestro de un gremio de mineros.
- Gundav no vive sola.- Dijo la única sacerdotisa de Ersala que se había quedado con ellos.- Tiene esposa. Me tiene a mí.
- Vonlor, cuidado.- La sacerdotisa le enterró un dardo envenenado al cuello de Vonlor y sonrió desquiciada. Borden la sometió de los brazos y la amarro con una soga mientras que el príncipe heredero de Brivaria caminaba torpemente hacia un banquillo. Borden trató de curarlo con su espada mágica, pero era inútil.
- Pierden su tiempo.- Dijo la mujer.- Ni siquiera la espada dorada puede curarlo, es una poción mágica muy antigua. Si el príncipe quiere vivir tendrá que someterse a la liga imperial, rendir sus títulos y posesiones y las de sus aliados. Sólo la miel de Talos puede salvarlo.
- Parece que Corlan y su familia han recibido ayuda divina. ¿Cómo compró el culto de Ersala?
- Con más oro del que podrían imaginar.
- A eso se reduce entonces.- Dijo Vonlor, sudando por la fiebre.- Prefiero morir envenenado que ceder ante la liga imperial. La gente sabrá del engaño que fraguaron juntos.

            Halbran levantó una mesa con macetas y la lanzó al suelo, gruñendo maldiciones. Edda trató de calmarlo, pero estaba rojo de furia y su quijada temblaba. De un manotazo lanzó macetas al suelo, pero se detuvo al ver un reflejo en los vidrios azulados de las paredes. Saltó sobre Borden para salvarlo de la flecha que Gundav había disparado desde la entrada lateral del invernadero. El corpulento maestro de mineros lanzó una cubeta con tierra contra Halbran, quien la golpeó en el aire con tanta fuerza que reventó un cristal, mientras corría hacia él gritando de rabia. El corpulento minero no pudo contener la fuerza de Halbran y rodaron fuera del invernadero, enfrascados en una lucha cuerpo a cuerpo en el lodo. Gundav golpeó a Halbran en la cabeza con una piedra, mientras que el gigante le golpeaba los riñones. El minero lo pateó para liberarse de él y corrió entre su ganado. Halbran saltó por encima de un buey y empujó al minero contra las cabras. Gundav trató de defenderse con el trinche que usaba para la paja, pero Halbran se lo arrancó de las manos y con la vara de acero para marcar reses le golpeó en la rodilla y después en el pecho. Cargó al minero hasta el invernadero y lo tumbó sobre una mesa para que Borden lo amarrara, mientras que él se lavaba de la suciedad del chiquero.
- Ésta puede ser una conversación productiva, o tu última conversación.- Le dijo Vonlor acercando su espada al cuello del minero.- Tú llamaste a los académicos para que descubrieran la copa falsa que habían puesto. ¿Quién hizo la copa?
- Un artesano local.- su esposa le regañó por abrir la boca y Gundav trató de gritarle, pero estaba amarrado como un bulto y acostado sobre la mesa con la espada de Vonlor hundiéndose en su cuello.- Su nombre no importa, porque lo maté antes de venir aquí.
- ¿De dónde sacaron el modelo?- Preguntó Lortian mientras revisaba sus bolsillos y le robaba todo lo que podía.- Hay muchas descripciones legendarias de la miel de Talos.
- Eso no lo sé, solo cumplí órdenes de mi señor Corlan.
- Suficiente, nos llevaremos a los dos.- Dijo Vonlor, pero no pudo cargarlo pues apenas tenía las fuerzas suficientes como para caminar encorvado.
- Vamos Gundav.- Halbran lo pateó y lo tiró de la mesa, y luego lo cargó como costal, mientras que Borden cargaba a la sacerdotisa.- Es hora que confiesen ante el pueblo.

            Los cinco salieron de la casa y se vieron rodeados. Arqueros, desde los techos de las casas de enfrente, dispararon contra los prisioneros para silenciarlos con la muerte. Corlan le ofreció salvación a Vonlor, si renunciaba a todo y les entregaba lo poco que no poseían ya de Brivaria, pero él se negó. Los soldados les empujaron fuera de la ciudad. Halbran quiso pelear, pero al desmayarse Vonlor se dio cuenta que había otras dificultades a tener en cuenta. Soldados del general Burmaus les interceptaron en la villa y se aseguraron que los soldados de Oslund no les mataran por la espalda. El general, al ver al príncipe en ese estado tomó las riendas del asunto y con voz ominosa prometió la madre de todas las batallas con Oslund.
- Ese Burmaus está soñando si cree que podrán tomar Oslund.- Dijo Lortian.- Es un callejón impenetrable. Tenemos que evitar la guerra.
- Además de exponer el fraude de Corlan y sus familiares, y salvar a Vonlor de alguna manera.- Añadió Borden mientras se internaban en un bosque para que Edda le colocara paños de agua de rió en la frente del príncipe.- Todo eso, claro está, en cuestión de dos días o menos. Sería más fácil bajar la luna como hizo Erulen en la gran crisis.
- Las cultistas de Ersala hacen venenos, hay que infiltrarnos en la ciudad y encontrar alguna.- Dijo Edda.- Vonlor no durará mucho tiempo más.
- La miel de Talos... Algo no está bien, y no me refiero a la farsa. Es una réplica muy buena y la mera idea... Pero no tengo ni idea de dónde encontrar el recinto de Fradien V. Sólo sabemos dónde no está, en la mina imperial.
- Hay piedras en las minas Lortian, no sería seguro para ti. Sé que vi un campo, pero podría estar equivocada. Mejor quédate con Vonlor, los demás regresaremos a Oslund.
- Tiene sentido.- Dijo Borden, pero Lortian no estaba convencido. Revisó los artículos que le había robado a Gundav y sonrió.- Conozco esa sonrisa, y no es buena.
- Lo tenía en el bolsillo.- Lortian les mostró el papel y los demás no sabían qué hacer con él.- Es una orden para contratar mineros por fuera del gremio, firmada por el mismísimo Unrin VI, rey de Tervania. ¿Para qué mandaría dinero para contratar mineros discretos para una mina que ya no usan? No pueden usar un gremio de mineros, habría demasiados rumores. Algo hay en mina azul que les obligó a cerrarla por completo, y nosotros tenemos que saber qué es.
- Y yo iré con ustedes.- Vonlor se levantó con ayuda de Borden y de una rama. Sudaba por la fiebre y temblaba como una hoja, pero estaba decidido.

            Fue imposible convencer a Vonlor de guardar reposo y partieron a mina azul, en una montaña no muy lejos de los bosques bajo Oslund. Llevando a Vonlor de los hombros rodearon el acceso a la mina sin hacer ruido, pues un destacamento de guardias protegía la única entrada. Borden y Halbran les asaltaron desde arriba y la batalla terminó antes que pudiera empezar. Siguieron los viejos túneles de mineros, escuchando los ecos lejanos de mineros y obreros. Se abrieron paso con antorchas, pero se detuvieron cuando Edda notó que las antorchas en la pared estaban secas, sin aceite, señal que esos túneles no habían sido usados en mucho tiempo. Siguieron el eco de las conversaciones hasta túneles cavados en muros, añadiendo más vueltas y callejones al laberinto que era la mina azul. Los cinco llegaron hasta un camino superior desde el que pudieron esconderse detrás de enormes columnas de piedra para vigilar la incesante obra de los albañiles a sus pies. Los mineros habían descubierto una antigua edificación, de piedra compacta e incluso ladrillos de metales preciosos. La orden de la estrella reconoció la arquitectura, era semejante a la capital de los enanos bajo las minas de Erulen.

            Un pequeño ejército de mineros y obreros trababan las letales trampas de los enanos, como picos que brotaban del suelo, flechas de las paredes y trampillas en el suelo. La cámara, como del tamaño de una villa, parecía estar separada por un abismo con un solo acceso, que los obreros sellaban con pesadas piedras y argamasa. Los obreros construían un puente para acceder a la segunda parte del recinto, la cual parecía estar protegida por algo muy peligroso, y cuyo tesoro final quedaba oculto por pesadas paredes de hierro. Los cinco evitaron a los obreros en un camino alterno y Lortian casi grita de miedo al ver lo que protegía al recinto, un ejército de enanos hechos de piedra, más de mil de ellos, lanzándose contra el muro de contención que los obreros tan velozmente fortalecían. Los obreros empujaban pesados puentes de madera con patas que giraban por pesadas tuercas, de modo que pudieran enterrarse en el suelo y resistir los embates de los enanos de piedra, y sobre ellos pudieran colocar más secciones del puente.
- Miren eso,- La orden de la estrella se detuvo en el final del camino de tierra, sobre los enanos de tierra y el puente de madera y metal.- la pared de oro al fondo es el muro de Fradien V, ¿pueden ver el resplandor?
- Así es como hicieron la réplica, porque lo vieron de lejos. Y parece que tendrán el verdadero en sus manos en muy poco tiempo.
- ¡Cuidado!- Gritó Halbran mientras preparaba su arco y disparaba hacia atrás. Habían sido descubiertos.

            Borden lanzó a Lortian al puente de madera y él atrapó a Edda. Halbran lanzó a Volnor sin avisar y por el golpe Lortian fue empujado del puente y habría caído al ejército de enanos de piedra de no ser por Edda, quien le atrapó a tiempo. Los obreros se lanzaron contra ellos y Vonlor usó su escudo para repelerlos con vientos huracanados. Halbran y Borden no pudieron contener a los obreros que les atacaban y les acompañaron en el puente. Los enanos de piedra golpeaban sus espadas y mazos contra las patas de acero clavadas al suelo, haciendo temblar el puente. Los obreros, al darse cuenta que no podrían atravesar los vientos del escudo de Vonlor, prefirieron destruir esa sección del puente, con tal de impedir que la miel de Talos cayera en manos del imperio invisible. Vonlor trató de levantarse del suelo, empujando su escudo para mantener a raya a los obreros que usaban sus hachas para deshacer las uniones de esa sección del puente, pero sus fuerzas se agotaban y con ellas el poder de los anillos. Halbran disparaba su arco contra los obreros en el paso superior y el puente entero se mecía con violencia.
- No hay tiempo, Vonlor no sobrevivirá.- Edda le tocó la frente e hizo una mueca, nunca había sentido una fiebre tan fuerte.
- Nos tirarán de todas formas.- Dijo Lortian mientras jalaba a Edda al borde del puente. Entre Halbran y Borden agarraron a Volnor y los cinco se lanzaron del puente.
- Ustedes lleven a Vonlor, yo abriré camino.- Dijo Halbran mientras empuñaba su hacha de doble filo. Los enanos de piedra se lanzaron al ataque, pero Lortian sacó la estrella de cristal que Edda tenía como collar y los guardianes de la miel de Talos les dejaron pasar.
- Eres un genio,- Edda besó a Lortian y lo abrazó.- ¿cómo sabías que funcionaría?
- Mi amor, no hagas preguntas de las que no quieres tener la respuesta.

            La orden de la estrella avanzó entre los soldados de piedra, con Vonlor desmayado y perdiendo color. El ejército de piedra protegía la cámara real, donde Fradien V dormía con la copa en sus manos del cráneo de cristal de Atlös con su sangre divina. La pared detrás del trono, de oro sólido con más de cuatro metros de altura y más de diez de largo, contaba la historia del primer imperio con dibujos grabados. Lortian no perdió tiempo y empezó a copiar todo lo que podía en su cuaderno. Los fuegos, en hogueras de metal, no se apagaban nunca y se hizo más fuerte con forme se acercaron. Fradien V abrió los ojos. Vestía su armadura de placas de madera bordeadas de oro con grabados y un pesado casco de madera que ascendía con árboles de oro como corona. Caminaron un par de pasos más, indecisos sobre lo que debían hacer, subieron las escaleras de plata hasta los pies del trono, sobre una placa que, como un vitral de joyas, tenía la forma de un dragón, un enano y un unicornio unidos por las raíces de un árbol con estrellas por follaje.
- Ni siquiera Atlös conocía el destino último de la estrella de cristal, la lágrima del Thulka, y conoció su origen al ser llevado al tercer cielo durante el diluvio.- El enano estaba todo cubierto y tan solo sus ojos y su boca podían verse entre tanta armadura. Sus brazos aún sostenían la miel de Talos como si fueran dos troncos inamovibles.- Atlös sabía que este día llegaría, cuando la humanidad le conocería sólo como Talos, en la época donde la Historia se hace mito.  
- Nosotros le recordamos como Atlös, rey Fradien V. Por eso estamos aquí.- Dijo Borden, con todos hincados, y con Lortian apuntando frenéticamente todo cuanto veía en la pared de oro.
- El padre de los de su raza, y el Hombre más trágico de todos. Nació para ver el final de la primera y de la segunda era. Murió para sacrificarse por ustedes, viendo cómo su imperio caía en pedazos. En el día en que se confundió sabiduría por conocimiento. Los Hombres le traicionaron. Querían un emperador de carne y hueso que pudieran influenciar con lisonjas, amenazas veladas y dinero. Si el pasado es leyenda se puede traicionar y olvidar. ¿Para eso están aquí ustedes?
- Mi amigo está a punto de morir.- Dijo Edda, señalando a Volnor, quien estaba tirado en el suelo. Borden lo arrastró como pudo a los pies del trono. El último rey enano mojó un dedo en la sangre de Talos y tocó la frente del moribundo príncipe, curándolo al instante.
- Ha nacido un segundo imperio, su origen ha sido terrible, pero su destino no tiene por qué ser así.- Dijo Halbran.- Ahora mismo hay quienes desean hacerse de la miel de Talos para justificar su imperio, e incluso han forjado una copa falsa con magia oscura.- La miel de Talos puede ser la piedra de nuestro imperio, uno que se lleva en el corazón y no en el látigo.
- Desencadenar la fuerza de este sagrado cáliz traería la muerte de cualquiera de ustedes, pero el Hombre siempre me sorprende por sus formas de hacer trampa. El cáliz será suyo después del peregrinaje que deben hacer para purificarse. Si el Hombre está preparado y lo merece, la miel de Talos caerá en buenas manos, después del viaje de los 70 mil pasos.
- ¿Adónde debemos ir, sabio rey enano?
- El príncipe oso salvó mi reino, y el primer imperio, de las garras de la destrucción. Lo hizo sin interés propio y sin desear el trono. Sólo aquel que odia el poder merece tenerlo. Sólo aquel que no ambiciona sentarse en un trono y prefiere estar de pie con su gente, trabajando al lado de él, merece en verdad descansar en él. La ruta no está en un mapa, está en su voluntad. Talos se sacrificó por la humanidad para que ésta, cuando la merezca, pueda llegar a la corte de los Ven-ruz y dialogar con ellos. El constructor de puentes ha abierto la puerta, pero ustedes deberán cruzarla. Hasta entonces el rey de la justicia deberá aprender el misterio de la verdadera misericordia. El guerrero del valor deberá aprender el misterio de la verdadera compasión. El sacerdote de la fe deberá aprender el misterio de la verdadera sabiduría.
- El rey unicornio, el rey dragón y el rey oso aceptan la noble misión, rey Fradien.- La copa en manos del rey enano desapareció como si fuera humo y el rey se hizo polvo en su trono.
- 70 mil pasos, no parece mucho.- Dijo Borden, sonriendo al ver que Vonlor ya estaba completamente recuperado.
- 70 mil, como 7 mil o 700,- explicó Lortian.- era una manera antigua de referirse a lo inmenso, a lo infinito o a lo inconmensurable.
- Tienes una manera curiosa de arruinar mis victorias, Lortian.- El suelo empezó a temblar y la pared de oro se cuarteó. Lortian siguió anotando hasta que sus compañeros le jalaron para evitar que las grietas del suelo se lo comieran.

            La mina entera tembló con tanta fuerza que el muro de contención que los obreros habían construido se vino abajo y los enanos de piedra les persiguieron. La orden de la estrella corrió entre los enanos, pero no pudieron tomar el mismo camino que los obreros, pues el techo se caía. Edda gritó de pánico al ver las piedras que caían, pensando en su sueño profético. Corrieron sin rumbo entre viejos y oscuros pasillos, con la destrucción siempre siguiéndoles el rastro a un paso de distancia. Borden olió aire fresco y, siguiendo su instinto, subieron por túneles mineros hasta una fuente de aire puro y luz solar. Emergieron en un costado de la montaña mientras la mina terminaba de cubrirse por toneladas de piedra.
- El enemigo no se hará de la miel de Talos, estará segura.- Dijo Vonlor.- Estará en nuestras manos tarde o temprano, tengo fe.
- Yo tengo fe en esto.- Lortian les mostró sus apuntes.- Estoy seguro que la historia del primer imperio tendrá la llave para encontrar la miel de Talos.
- La fe es buena para muchas cosas,- dijo Halbran señalando al campo a la lejanía.- pero no detendrá a los soldados de Unrin VI que ya empiezan a ocupar los campos de Oslund.
- ¿Qué hacemos ahora? No podremos mostrar su fraude sin la copa real.
- Queda una persona fiel aún, Ulfric.
- Eso pensaste de Yurga al principio.
- Tienes una manera curiosa de arruinar mis victorias, Borden.

            La liga imperial se preparaba para aniquilar las fuerzas de Brivaria y reclamar el sur y este de Medkar como propio. La orden de la estrella avanzó cautelosamente, caminando entre comerciantes y aprovechando la densidad de los bosques para llegar hasta el enorme puente de piedra sobre la que la ciudad estaba edificada. Al anochecer consiguieron entrar a la ciudad ocultos en la paja de una carreta, y nerviosamente tocaron la puerta de Ulfric de Pergos en los establos.
- Entren, entren de una vez.- Godiva, la esposa de Ulfric, les hizo entrar y empezó a servir comida.
- No pensé verte de nuevo Lortian.- Ulfric abrazó a lord gato y tembló.- Mi hermano Frolar murió en la mazmorra. Dicen que se volvió loco y se golpeó contra la cabeza hasta morir. Pocos son leales al imperio invisible, las trampas de Corlan han funcionado, pero ¿cómo podría convencerme a mí, si causó la muerte de mi hermano de esa manera? La gente tiene poca memoria.
- Es bueno saber que no todos han caído bajo los engaños.- Dijo Vonlor mientras se devoraba el caldo de verduras y el pan.- Hemos visto la miel de Talos, me salvó la vida.
- ¿En serio?- Godiva y Ulfric se sentaron con ellos y escucharon cada palabra.
- Es difícil de creer que vivamos en los hombros de gigantes.- Concluyó Ulfric. Lortian estaba por decir algo, cuando Ulfric le tapó la boca y les indicó que guardaran silencio. Le hizo una seña a su esposa y la robusta Godiva comenzó a gritar, regañando a su marido mientras cerraba las cortinas. La mujer se asomó temerosa y suspiró aliviada.- Nuestro vecino ha pedido más guardias, le robaron más ganado y está histérico. No deben saber que están aquí.
- ¿Cómo es la seguridad en la ciudad? Quizás pueda infiltrarme en el castillo y matar a Corlan.- Dijo Borden. Ulfric casi se parte de la risa.
- No a menos que puedas hacerte invisible. Estamos en guerra.- Godiva silenció a su marido con una seña y volvió a su rutina. Ésta vez golpearon la puerta. La orden de la estrella se levantó silenciosamente y caminó sin hacer ruido al único cuarto donde se escondieron de la visita, apretados unos contra otros. Ulfric tiró una botella para disimular el ruido y Godiva le reprendió.
- ¿Para qué me casé? Siempre me lo preguntó.- Edda pudo ver, entre las planchas de madera que hacían de pared, a Godiva abriendo la puerta. No eran guardias, sino una sacerdotisa de Ersala.
- Buenas noches, estamos pasando por el tributo a Ersala.- Dijo la sacerdotisa, vestida en ligeras telas. Ulfric suspiró enojado y Godiva buscó entre sus cajas para darle algo a la mujer.
- ¿Más tributos? Entiendo a los guardias, pero ¿qué harán ustedes? Además de danzar.
- Tenga más cuidado como me habla. Oslund recibe asistencia divina, su fortuna no es de este mundo. Los semi-dioses pueden ser atados y usted no querrá ver lo que Ersala puede hacer si se desata.
- Tenga.- Godiva le entregó dos pollos completos y la mujer los colocó en una bolsa.- Y qué bueno que el culto de Ersala se instala así en esta ciudad, a ver si me consiguen marido.
- Ya te dije que las vacas no se casan Godiva, las ponen en corrales.
- Mejor les dejo a solas, parece que están ocupados.- Godiva y Ulfric siguieron peleando hasta que se aseguraron que no hubiese nadie en la calle.
- Ya pueden salir, creo que ya se fueron todos.
- Debo irme.- Dijo Vonlor con el cejo preocupado.- Mis súbditos me necesitan. Si no consigo detener a mis generales, no quedará nada de la Brivaria fiel.
- Ni se te ocurra.- Interrumpió Edda a Lortian.- En mi sueño estás en el campo y te cae una piedra. No te dejaré salir.
- De hecho,- dijo Lortian con una sonrisa maliciosa.- sé exactamente lo que tenemos que hacer. Y no involucra salir de la ciudad. Tenemos que regresar a la Universidad.
- ¿Qué tienes tú con las universidades?
- Es un buen plan.
- ¿Cómo la vez del lobo de hielo en los bosques de Lonrin?- Preguntó Halbran.- Seis horas son demasiado tiempo para pasar entre cerdos en un chiquero.
- ¿Qué tal la vez que Nituk mató al perro del rey de Gaunnia? Yo cortejaba a su hija, no me habla desde entonces.- Se quejó Borden.
- ¿O la vez que nos convenciste de vestirnos de bufones en la ciudad de los templos? Nunca pasé tanta vergüenza como cuando mi peluca se cayó y hasta los ciegos se rieron de mí.- Dijo Vonlor.
- Por favor, denle una oportunidad.- Pidió Edda.- Dinos Vonlor, ¿cuál es el plan?
- Infiltrarnos en la Universidad, de nuevo, ubicar las puertas de agua y probablemente enfrentarnos a oleadas de guardias reales en una misión prácticamente suicida por una corazonada que tengo.- Los cuatro se le quedaron viendo, y hasta Ulfric y Godiva no daban crédito a sus palabras.- ¿Por qué me miran así? Es una buena corazonada.
- Como decía, debo irme de la ciudad y encontrarme con mis tropas.
- Iré contigo.- Dijo Borden.- ¿Vienes Halbran?
- Nunca le digo que no a una buena batalla, pero Lortian es demasiado terco como para desistir de sus planes y lady oruga demasiado enamorada como para no seguirle hasta el fin del mundo.
- No es tan bueno como la confianza, pero lo tomaré. Me caí de una ventana hasta el establo, podemos subir por ahí.

            Ulfric ayudó a Borden y Vonlor a salir de Oslund, mientras que Godiva ayudó a Halbran, Edda y Lortian con una larga escalera para llegar hasta la ventana de la biblioteca de la universidad. Recorrieron la biblioteca sin hacer ruido, siempre prestando atención a las rutinas de los guardias. Halbran envolvió su hacha en cuero para que no hiciera ruido contra su armadura, pero no soltó el arco ni un momento. Lord gato se movió lenta y cautelosamente en el laberinto de escaleras, corredores y salas de lectura, guiándoles hasta un depósito con una puerta cerrada bajo llave. El depósito estaba repleto de bancas rotas y muebles sin usar, y tenía un único custodio, un anciano barbón y ciego sentado en una silla en una esquina.
- Escucho botas militares.- Dijo el anciano, con una sonrisa maliciosa.- No son muchos los soldados que son enviados a las puertas de mar. Ya están suficientemente protegidas por criaturas más peligrosas que cualquier arma mortal.
- Cambio de planes.- Dijo Halbran al ver que tenía la llave en la mano.- Las criaturas tienen hambre.
- Ellos siempre tienen hambre. Deben odiarlo,- dijo el anciano al extenderle la llave en la completa penumbra.- los últimos tres guardias que enviaron, nunca regresaron.

            Borden y Vonlor cabalgaron lejos de las tropas de Tervania, hacia la villa más cercana. Los milicianos de la villa esperaban al ejército de Burmaus de Redmer para el amanecer en una tensa espera que no se hizo más fácil con la llegada del príncipe. Le daban por muerto, pero aún con esas buenas noticias los ánimos no mejoraron, pues sabían que su muerte se acercaba. Escucharon la marcha de las tropas, iluminadas a lo lejos por la falsa copa de la miel de Talos, y Vonlor y Borden se adelantaron, ordenándoles a los milicianos que se quedaran fijos, orden que obedecieron sin protestar. Corlan II rompía las reglas de la guerra, estaba dispuesto a atacar de noche, pero respetaron las banderas blancas de los dos solitarios jinetes. El señor feudal de Oslund se acercó con su caballo, acompañado de su hermano Unrin y su primo Lothar.
- Están violando la ley de guerra.- Protestó Vonlor en cuanto estuvieron cerca.- ¿Sorprendidos de verme con vida? La verdadera miel de Talos me salvó la vida.
- La gente solo necesita creer que la miel está con nosotros. A menos, claro está, que tengan ustedes el verdadero cáliz.- Unrin comenzó a reír.- No tienen nada.
- La ley es la ley, ¿o quieren hacerles creer a sus súbditos que carecen de honor?
- Muy bien.- Concluyó Unrin.- Veremos quién es el verdadero rey oso muy pronto, tienen hasta el amanecer. Disfruten las pocas horas que tienen, el sol ya puede verse saliendo por esas montañas.
No vivirán para verlo ponerse en los campos del oeste.

            Halbran, Edda y Lortian bajaron las angostas escaleras, pasando sus manos por hendiduras en la piedra que no habían sido causadas por espadas o lanzas. El olor del mar se fue haciendo más fuerte y los infiltrados avanzaron con mayor cautela. Las escaleras de caracol terminaron en una antesala repleta de aburridos soldados jugando cartas. Los mecanismos de las enormes puertas de mar podían verse más allá de los arcos de piedra. Los soldados se levantaron sorprendidos y Halbran empezó a disparar sus flechas mágicas. Edda robó el escudo de uno de los muertos y se defendió de dos soldados, mientras que Lortian usaba una espada para atacarles por el costado. Con los soldados muertos se miraron entre ellos, sonriendo apenados de haber creído los cuentos del viejo asustadizo. Se acercaron a los arcos hasta que escucharon el gruñir de la bestia. Un troll apareció entre los enormes engranes, un bruto de tres metros, deforme y vestido en rudimentaria armadura, con un garrote y fauces como de lobo.
- Mátalos a todos.- Gritó Yurga, sosteniendo una piedra café con la que controlaba al bruto. Halbran se defendió como pudo, atacándole con su hacha de doble filo, pero el troll tenía los reflejos de un gato y una sorprendente velocidad.- Imaginé que podrías venir aquí Lortian.
- Me alegra verte de nuevo Yurga, no quería irme sin decir adiós.- Edda contuvo a Lortian, temerosa de su muerte.

            Halbran fue lanzado al suelo y el troll estuvo a punto de tirársele encima para morderlo, cuando Edda lo defendió con una lanza. Mientras Halbran se quitaba de encima al monstruo y usaba su hacha para evitar que atacara a Edda, Lortian se escabulló de su amante para pelear contra Yurga. El hechicero se defendió con una larga espada, sin soltar la piedra. Retrocedió de los engranes, llevando a Lortian hacia las puertas de mar. Lortian peleó como Halbran le había enseñado, pero no fue suficiente. Yurga lo pateó y la sangre que cubría el techo de las puertas le hizo resbalarse. Yurga golpeó con todas sus fuerzas, Lortian rodó de un lado y se agarró de una cuerda cuando cayó de las puertas. La cuerda, amarrada a un poste de la entrada, se tensó y Lortian quemó sus manos por el mecate. Yurga golpeó la soga con su espada, la pisó con fuerza y se preparó para serrucharla.
- Ríndanse, o lord gato muere.- Yurga movió la piedra en su mano y el troll obedeció su mandato mental, alejándose de Halbran y Edda.
- Esto no se queda así.- Halbran preparó su arco, pero Edda se le lanzó encima, forzándolo a rendirse.
- Por favor Halbran, lo matará.
- El gran rey dragón, rindiéndose por mandato de una muchacha.- Se mofó Yurga.

            En los campos más allá del bosque un pequeño grupo de soldados de la liga imperial se internaron en la villa, mientras que los milicianos se organizaban nerviosos, mirando al este por el sol que estaba por nacer y al sur por las tropas de Burmaus que parecían estar retrasadas. Los soldados comenzaron a matar indiscriminadamente. Los gritos llevaron a los milicianos a los asesinos y con ayuda de Vonlor y Borden consiguieron detenerlos. El daño, sin embargo, ya estaba hecho. Corlan II, señor de Oslund, había provocado a los milicianos y ahora ellos se lanzaban a una batalla que no podían ganar.
- Siempre fui un apasionado de las reliquias.- Dijo Yurga, mientras le quitaba el arco de Erulen a Halbran.- Mis bocetos de la miel de Talos estaban muy cercanos al cáliz real. Lástima que no estén todos reunidos, para eso permití que Lortian se acercara tanto.
- Antes que el sol se instale en el cielo, tendré mi venganza.- Dijo Halbran mientras ayudaba a Lortian a subir por la soga. Yurga regresó el troll a su jaula y con ayuda de guardias llevó a los prisioneros por el techo de las puertas de mar hacia la otra sala de maquinaria.
- Mis trolls necesitan comida. Ustedes serán perfectos.- Yurga se mofó de Lortian, quien caminaba con la cabeza gacha en la orilla del techo de la puerta, empapada en sangre, pero no notó que lord gato se había marrado la larga soga al tobillo.
- No creo que al señor de Oslund le guste que alimente a sus trolls en las puertas.- Se quejó un comandante. Yurga señaló al segundo troll, incluso más alto y ancho, quien ansiaba por salir de la jaula, junto con su compañero.
- Algo tienen que comer.- Yurga encadenó a Halbran, señalando el amanecer. Lortian se escabulló entre los mecanismos de la puerta de agua. Los guardias trataron de internarse, pero Yurga les detuvo. No podía esconderse entre los enormes engranes y sistemas de poleas para siempre, y además tenía rehenes.- Sal de ahí, lord gato y enfrenta a tu muerte con dignidad.
- Está bien, tú ganas.- Lortian salió de entre los mecanismos, sin soga amarrada al tobillo, y le guiñó el ojo a Edda.
- Sus amigos debieron convencer a la liga imperial de discutir concesiones y reglas, se ganaron unos minutos de vida. Habrá sido en vano cuando me vean con el arco de Erulen. La liga necesita de los tres tronos.
- Esas no son todas las reliquias, viejo tonto.- Edda se estremeció para que no le encadenara a la pared decorada por las marcas de garras de trolls, y con huesos humanos en el suelo.

Edda se quitó el pendiente de estrella y se lo lanzó a Yurga, quien aulló de dolor, pues la estrella era letal para un alma tan negra. Lortian usó una costilla que estaba tirada en el suelo para apuñalarlo en una pierna y quitarle la piedra de trolls. Edda se lanzó contra la jaula de trolls y el débil seguro cedió, liberando a las bestias. Los soldados atacaron a uno de los trolls, pero el más grande fue directo contra Yurga. El hechicero traidor huyó hacia los mecanismos, pero la criatura era ágil y podía brincar por encima de las palancas y engranes. El troll más pequeño, herido por las espadas de los guardias, avanzó sobre Halbran. El guerrero, encadenado de las muñecas por un anillo en la pared sobre su cabeza, se defendió con sus piernas. Lortian liberó sus cadenas golpeándolas con el hacha de doble filo y Edda le lanzó el arco de Erulen. Halbran le disparó al troll en la cabeza, le quitó el hacha a Lortian y peleó contra los dos soldados que quedaban. Yurga aulló de dolor, rogando por ayuda. El hechicero podía ver a Lortian, escondido entre dos engranes mientras la bestia de su creación atacaba sus piernas.
- Conoces las reglas del imperio invisible. La misma misericordia que tú nos mostraste.- Lortian lanzó la piedra hacia la puerta de agua, que rebotó y se perdió en el mar.      El troll siguió atacando y jalando de la soga que Lortian amarró a los engranes. La maquinaria entera se deshizo cuando Yurga se escurrió con sus manos y su creación le persiguió.- Ahora viene la parte que no planeé.
- Sabía que dirías eso.- Se quejó Halbran.

            El rey dragón fue abriendo camino contra los soldados. La maquinaria se rompió en pedazos, llevándose al troll y parte del recinto al agua. Las puertas comenzaron abrirse y Edda se puso cada vez más nerviosa, sabiendo que Lortian quería llegar al campo abierto. La otra entrada a las puertas de agua daban a las barracas militares, considerablemente vaciadas por la guerra que se avecinaba. Los tres se abrieron paso por escaleras de caracol hacia el campo de batalla, la columna que sostenía al inmenso puente de tierra estaba resguardada por soldados que miraban al lado contrario cuando Halbran atacó sin piedad. Los comandantes de las tropas de la liga imperial, al ver que las inmensas puertas de mar se abrían ordenaron la desesperada retirada, pero era demasiado tarde. El ejército retrocedió hacia los puentes levadizos que cruzaban el ancho río, pero los temblores que sacudieron la tierra los derrumbaron y quedaron atorados. Las fuerzas de Burmaus apenas llegaban y no daban crédito a sus ojos.

            Las puertas se abrieron completamente y el puente de piedra se sacudió con violencia. Edda gritó algo que, debido a la conmoción, Lortian no pudo entender del todo. Estaban parados bajo el puente de piedra y enormes pedazos caían del cielo. Lortian se tensó como un gato, al ver que una piedra del tamaño de un caballo caía a pocos metros de distancia. Halbran tomó a Edda del brazo y la empujó libre del peligro. Lortian miró a Edda por encima del hombro y, en vez de correr hacia ella, corrió hacia las piedras que caían. Una enorme roca se estrelló a centímetros de su espalda y la conmoción lo hizo caer. Miró hacia el alto techo de piedra, pero el temblor se había detenido y corrió a los brazos de lady oruga.

            Tras el temblor los caballos de la infantería de la liga imperial enfermaron con tanta virulencia que pocos podían mantenerse parados. Las espadas y armaduras se oxidaron en segundos, las tensas cuerdas de los arcos se reventaron y muchos soldados se vieron víctimas de fiebres y alucinaciones. Un cangrejo atacó a un soldado que comandaba una catapulta pequeña, el sorprendido soldado accionó la palanca por accidente y la enorme piedra cayó justo en las grandes catapultas, reduciéndolas a palos y cuerdas. El ejército de Burmaus, cuando pudo contener la risa, tomó prisionero a Corlan, a su hermano Unrin VI y a Lothar. La liga imperial había sido derrotada sin usar una sola flecha, ni pelear una sola batalla.
- Ahora sí que no entiendo.- Dijo Edda.- ¿Cómo te salvaste?
- Viste un futuro donde no sabías lo que iba a pasar, y por lo tanto yo tampoco lo sabía.- Explicó Lortian mientras corrían hacia Vonlor y Borden.- En ese futuro yo hizo lo que un gato haría en esa circunstancia. Congelarse de miedo. Así que hice lo contrario, corrí hacia el peligro como haría Halbran.
- Tengo que admitir, fue un buen plan.- Dijo Halbran.- No entendí qué pasó, pero si funciona para mí es suficiente. Dejo lo demás a los estudiosos como tú.
- Fue muy inteligente.- Dijo Vonlor, mientras celebraba la reunión.- Ahora tenemos a la liga imperial. Firmarán lo que les pongamos enfrente. Sabes tanto de los dioses y sus cultos como yo.
- No realmente, fue una suposición.- Halbran lo miró torcido.- Ánimo grandote, tú mismo lo dijiste, funciona y con eso te basta.
- Agradezco tu humildad ratoncito de campo, pero guárdate la candidez la próxima vez que nos mandes a una loca misión donde un troll casi me come. De no ser por Edda estaríamos muertos.
- La sacerdotisa de Ersala tenía razón, Corlan II obtenía ayuda sagrada. Los semidioses pueden atarse para hacer tu voluntad, ella misma lo dijo.- Explicó Lortian mientras se robaba uno de los tarros de cerveza que Burmaus repartía entre los comandantes por la victoria sin sangre.- No era, sin embargo, Ersala quien estaba amarrada, sino Erbon. Es la capital de los bardos, después de todo.
- Pero Erbon se especializa en arruinar planes y complots.- Dijo Borden.
- Sí, a menos que hagas como Milud, quien lo tuvo bajo agua para que no pudiera susurrar sus locuras e infortunios. Para su culto se requiere de sangre de cabra, como la sangre en las puertas. Las cabras las robaban en secreto, y para eso tenía Gundav sus cabras. También tenía mandrágora nocturna, otro elemento importante. El altar debe estar amarrado por correas de cuero con bordados de oro, como los ciegos de la universidad fabrican todo el tiempo. Por eso no abrían la puerta de mar, golpearía al altar y liberaría a un dios muy enojado.
- Menos mal que se te ocurrió.- Edda besó a su amante y sonrió.- Pero la próxima vez, tratemos de hacer algo que no incluya a Halbran peleando contra docenas de soldados y trolls.
- ¿Te dio miedo un troll?- Se burló Vonlor.- Te llegan a la rodilla. Los he visto en carnavales, son tontos e inofensivos. Vaya Halbran, la vida de casado te sienta mal.
- Era mucho más grande que eso.- Se defendió Halbran, mientras que Lortian indicaba que le llegaba a la rodilla.

            La liga imperial se rindió de inmediato y aceptó todas las condiciones cuando Halbran azotó su hacha sobre la mesa de negociaciones. Corlan II renunciaba a su título y Lortian tenía a alguien en mente para sucederle, Ulfric de Pergos el nuevo duque caballo. Lothar duque de Kolmira aceptó su rendición, la coronación de Vonlor, y el sometimiento de sus bienes y de sus conspiradores a la corona del trono de madera. Unrin VI abdicó de su trono en Tervania, aceptando que Vonlor eligiese a un rey que formara parte del imperio invisible. Al medio día el imperio invisible había conquistado el sur y el este de Medkar, sin desgastar ni un solo escudo o espada. Al atardecer les hicieron marchar por Oslund pregonando el fraude de su miel de Talos como una copa cualquiera con algo de miel bendecida por los cultistas de Erbon, y los banderines blancos volvieron a ondear sobre los techos y postes. Al anochecer Ulfric realizó un banquete, tras colocar el sello del duque caballo sobre el trono, un escudo de madera pintada de amarillo con la cabeza de un caballo pintada de azul.
- ¿Pero quién será emperador?- Preguntó Godiva mientras comían.
- Nadie.- Contestó Vonlor.- Gobernaré el reino de Brivaria y sus ducados, pero no habrá emperador. Atlös ordenó Medkar en tres tronos y no asignó reyes humanos por una buena razón, son fáciles de corromper. Al igual que entonces el emperador no puede ser de carne y hueso, pues se podría corromper. El emperador será invisible, como su imperio.
- Mira Lortian.- Edda señaló a los universitarios que juraban fidelidad al señor feudal y los poetas sacerdotes de Erbon realizando fastuosas ofrendas y sacrificios en el fuego enterrado en el suelo de la corte.- Sacerdotes de Erbon, ¿qué no tienen vergüenza? No me las creo que hayan obedecido a Corlan por obligación. A ellos les habría ido muy bien, de haberse consolidado un imperio.
- Tienen que hacer ofrendas, Erbon es caprichoso.- Le explicó Vonlor.- ¿No sabes cómo se fundó Oslund? Existía aquí un reyezuelo mezquino que odiaba los lujos y el entretenimiento. Era práctico en todas las cosas y la gente toleraba sus excentricidades porque había comida y esparcimiento para todos. Ordenó arrestar a los poetas que no hablaran de otra cosa más que de matemáticas. Mandó cerrar las tabernas y las posadas, pues no las consideraba productivas. La gente se fastidió, pues todo era trabajo, y ni siquiera permitía casas grandes o bonitas, todas debían ser igualmente parcas. Los poetas le pidieron ayuda a Erbon y éste visitó al rey. Trató de convencerle, pero el rey no tenía paciencia para el hijo de Gladue. Erbon visitó a las mujeres embarazadas, casa por casa. Tocó su vientre y nada más. Una noche entera se pasó haciendo eso. Los bebés nacieron normales y el rey se creyó superior al dios de la locura. Los niños, sin embargo, fueron creciendo y poco a poco demostraron grandes aptitudes para la poesía. Se hicieron locos cuando crecieron, algunos tenían visiones, otros babeaban y gritaban enloquecidos. El rey se dio cuenta en ese momento que no existe muro alguno que pueda contenerse a las risas, a la locura o a la poesía. Abdicó al trono y le pidió perdón a Erbon, quien así se hizo patrón de Oslund. La ciudad quedó a su mando y su locura y sus caprichos se hicieron cada vez más insoportables, hasta que la gente se dio cuenta que no podían sobrevivir de esa manera. Se encomendaron a Milud, quien forjó su altar y lo puso bajo el agua. Erbon se calmó de esa manera. Nadie más lo había tratado de controlar desde entonces, y Corlan pagó las consecuencias de sus actos.
- Con las puertas abiertas habrá mucho comercio.- Dijo Borden mientras comía una pata de pollo.- Sólo espero que este nuevo señor feudal haya aprendido de los errores de los demás. Tienes mucho que hacer Vonlor, administrar tu propio reino no es cosa fácil. Te lo digo por experiencia.
- Así que te regresas a Arryndel.- Dijo Edda con cierta tristeza.- ¿Y tú Halbran?
- Debo regresar, mi mujer me espera y tiene peor humor que ese troll. Ustedes vendrán conmigo, Nituk seguramente extraña a Lortian. Son muy parecidos.- Concluyó, señalando a Lortian que acaparaba platos de comida y se guardaba comida para después.
- El trono de madera me espera.- Dijo Vonlor suspirando, con la mira perdida en el fuego.- Nuestros enemigos son tan temibles como Meglös, quizás aún más porque él admitía lo que era. Los cortesanos siempre están urdiendo planes y complots sin la decencia de admitir que planean tu final. Mis 700 mil pasos empiezan ahí.
- Trataré de descifrar mis apuntes, lo prometo.- Dijo Lortian.- La miel de Talos podría estar en cualquier parte.
- Recorreremos el mundo entero de ser necesario, pero Medkar necesita de Talos una vez más.

            La orden de la estrella se separó de nuevo, pero la despedida fue alegre, pues sabían que se verían de nuevo. Una nueva aventura iniciaba, una que determinaría el rumbo del segundo imperio por siglos enteros.

No hay comentarios :

Publicar un comentario