En los días del incendio
Por:
Juan Sebastián Ohem
1.-
Empieza el incendio
Aunque las autoridades digan lo
contrario, la violencia en Morton rebasa a la policía
Desde
una de las ventanas del callejón una radio a todo volumen suena con los
sermones de un reverendo. Se aplica. Hugh Redding tiene problemas para
confesar. Para eso estamos ahí. Confiesa cuando la perspectiva de conocer a su
creador le es cada vez más cercana. Chaparro Redding tose sangre, suelta un
diente. El puño de Henry tiene sangre también. Trevor lo patea en la rodilla y
lo tira al suelo. Le dejo saber lo que tenemos. Es importante que conozca todos
los datos antes de tomar una decisión. Cuchillo de hoja retráctil encontrada en
su zapato, no es bueno, una bolsita con talco mágico, eso es peor, pero es el
revólver el que sella el paquete. Cuarenta a sesenta años de prisión, fácil.
Redding se está dando cuenta de eso.
- Sabes las reglas Redding, nada
de camellos en la calle.- Le hago la
señal a Lynch para que lo ayude a levantarse.- La calle es de los policías.
- ¿Qué dices Hugh, cooperas con
nosotros o acompañas a tus cientos de hermanos tras las rejas?- Trevor me hace
reír. Redding me mira con odio. Que se aguante.
- ¿Quién te vendió la cocaína
Redding?
- Mike, en un los apartamentos
Lincoln.- Territorio de Tito Sandoval. Redding se apoya contra la pared de
ladrillos y nos mira con miedo.- No le digan a Tito, por favor.
- No sé, no tienes nada bueno que
negociar.- Henry Lynch se estira y se truena los huesos. La golpiza solo fue
entrenamiento para él.- ¿Porqué no mejor lo arrestamos con lo que encontramos?
- Sí, supongo que sí. Trevor,
espósalo.
- No, esperen... Sé algo que les
podría interesar.- Trevor Wyms me mira sin saber qué hacer. Le hago una seña,
quiero escuchar al chaparro Redding.- Un sujeto tiene guardados 500 de los
grandes en su casa. Es un proxeneta cualquiera, nadie lo extrañara.
- Eso es mucho jugo.
- Oz tiene razón Hugh, ¿cómo te
enteraste?
- Es éste sujeto, Wilbur Oakley,
es muy parlanchín. Él tiene una boca grande, yo tengo los oídos grandes. Me
dijo del dinero como si no fuera nada.
- ¿Wilbur Oakley?
- Así es Larry, yo no te
mentiría.- Hugh me hace reír.- ¿Qué dicen?
- Es mucho jugo...- Mire a Trevor
y a Henry. No tenía que decir nada más.- Vete Hugh, y no peques más. Y si me
mientes iré por ti. Tendrás suerte si nos contentamos con arrestarte.
Regresamos
al precinto para buscar la información. El teniente Percy me hace conversación,
le caigo bien. Él es feo como una calavera con pelo, se lo hago saber todo el
tiempo, quizás por eso soy su favorito. Trevor Wyms me chifla, tenemos lo que
queríamos. En el camino a lo de Oakley, Henry hace una parada para conseguir
micrófonos. Violo la cerradura del departamento en menos de treinta segundos.
El lugar es vulgar, las paredes decoradas con fotografías obscenas y extraños
ídolos africanos. Buscamos en cada rincón, pero sin suerte. Me siento en el
sillón de Oakley y me fumo un cigarro mientras los otros terminan. El jurado
tiene un veredicto, Redding es un mentiroso de primera. Sólo por si acaso Henry
instala los micrófonos y revisamos que todo esté en su lugar. Esperamos al
chulo en la cafetería de enfrente, Trevor está tan aburrido que hace origami
con las servilletas. Lo miro negando con la cabeza, hay algo mal con ese chico.
Un par de horas y ocho tazas de café después llega la pequeña rata. Hora de
moverse. Nos refugiamos en el auto y estacionamos en un callejón aislado.
Trevor carga con la enorme radio receptora. Uno de los micrófonos, el de debajo
de la mesa de café escucha que va al baño, se fuma un carrujo y, finalmente, va
al teléfono. Con una cantidad tan grande era de esperarse que se sienta
comunicativo. El micrófono en el teléfono tiene estática, pero no nos quejamos.
Con 500 mil dólares soportaríamos la estática que fuera.
- Patridge.
- Rick, soy yo.
- ¿Quién es yo?
- Wilbur, no te hagas el
gracioso. ¿Has notado que cuando te sientas en un sillón cómodo el tiempo pasa
más rápido que en una silla incómoda? Es una máquina del tiempo viejo.
- ¿Cuántos te has fumado ya?
- ¿En el día o en la última
hora?- Patridge resopla enojado y se
murmulla algo para sí.
- ¿Me hablaste para decirme que
tu sillón es una máquina del tiempo?- Trevor se ríe y nos miramos sonriendo.
Hay ciertos beneficios en lo que hacemos que van más allá de la satisfacción de
un trabajo bien hecho.
- Volví a ver a esa rubia en la
calle. ¿Te acuerdas de ella? La del nombre raro. Danielle creo.
- ¿Danielle se te hace raro? Te
llamas Wilbur, fracasado.
- Oye, no deberías hablarme así.
Tengo el dinero de la orquídea y de esa cosa especial, soy un hombre rico.
- Por favor dime que no guardaste
el dinero en tu sillón-máquina del tiempo. No quisiera que el dinero regresara
a la época donde los dinosaurios gobernaban la tierra.- Lynch me pellizca, es
el momento. Todos rogamos porque el junkie meta la pata.
- No, está en la bodega de la
avenida Kentucky. No creo que la bodega viaje en el tiempo.
- Escúchame bien, adefesio.
Controla tus porquerías, porque tienes que estar sobrio para hacer la cosa. No
me obligues a bajarte el viaje a macanazos.
- Calma, calma, todo saldrá a
pedir de boca.
- Ya lo creo que sí.- Dice Lynch
mientras desconecta.
Henry
se queda atrás esperando a que el viajante en el tiempo salga del edificio.
Trevor y yo regresamos al precinto para terminar el papeleo en arrestos
anteriores. Tecleamos en silencio mirando al teléfono. El fondo del retiro está
a punto de hacerse más grande. Cuando finalmente entra la llamada es de noche y
estamos listos. Lo hacemos metódicamente. Henry consigue las llantas. Trevor
consigue las armas. Yo espero a media cuadra de la bodega, por si acaso. Me
subo al auto de Lynch y acelera a toda velocidad. El olor del aceite de las
armas, la sensación de la máscara sobre la cabeza, el rugir del motor. Nuestros
nervios están a punta.
La bodega es un largo
callejón, con unidades en dos callejones más pequeños. Los nombres de los
dueños están apuntados a un lado de los candados de las rejas. Revisamos a toda
velocidad bajo la luz de las moribundas lámparas del techo. Trevor la encuentra
con “W.O.”, mientras Henry rompe el candado con sus pinzas nos burlamos de la
falta de imaginación. Encontramos muebles viejos y un par de alfombras. Abro un
cajón de una vieja cómoda y encuentro los paquetes de dinero. No hay tiempo
para celebrar. Metemos el dinero en una mochila y es hora de decir adiós.
Corremos al auto, parece que nos salimos con la nuestra. Las apariencias
engañan. El disparo resuena como un cañonazo. Me escondo detrás de un pilar,
Henry está en el asiento delantero y Trevor se esconde detrás de la carcacha.
El primer tiro fue de prueba, no podemos dejarle practicar otra vez. Al unísono
nos asomamos y disparamos. Henry y Trevor disparan sin ver. El atacante está en
las sombras y es difícil ubicarlo. Yo le vi la cara. Lo maté, estoy seguro. La
curiosidad me compele a acercarme mientras Lynch me grita que regrese. Le veo
la cara al muerto y reviso su cartera. Su nombre es Rick Patridge, el mismo que
soportó a Oakley en su divagación espacio-temporal.
- Vamos Oz, ¿qué estabas
esperando?- Dice Trevor cuando regreso al auto.
- Sí Larry acéptalo, aún si
tuvieras el coraje para invitarlo a la graduación, no creo que acepte.
- Vamos con Tito.
- ¿Porqué, crees que él si quiera
ir a la graduación?
Trevor y Henry se
ríen. Se dan palmadas. Brincan sobre el asiento como niños mientras Wyms cuenta
el dinero. Les miro mientras enciendo un cigarro y sonrío. Morton es Morton. El
fondo del barril, pero es soportable si se tiene amigos. No dejo de pensar en
ello hasta que llegamos al bar de Tito Sandoval, el otro tipo de amigo. Ley de
conveniencia. Cuando me deje de ser útil lo haré a un lado, cuando le deje de
ser útil Tito no podrá hacer nada, porque sabe que lo mataría. Mi informante no
registrado solía vender barbitúricos a turistas antes de que nosotros
eliminásemos a las pandillas callejeras. Ahora controla casi toda la droga de
Morton, junto con Cornell Williams. La mantiene fuera de escuelas, contiene la
violencia, prohíbe la extorsión a dueños de negocios y se hace rico a costa
mía.
- ¿Crees que esté?- Lynch bajó la
velocidad y le hizo señas al cadenero del bar.
- A juzgar por el jazz y las
mujeres que están entrando, yo diría que sí.
- Cuidado Trevor, no mires
demasiado, no querríamos que Tricia nos regañe.
- Lo que no sabe, no le duele.-
Lynch estaciona y esperamos. Tito viene corriendo.
- Entra de una vez.- Trevor se
hace a un lado para que el flaco de nariz afilada y traje azul se siente.- ¿En
qué velorio robaste ese traje Tito?
- ¿Qué quieres que diga? mi tío
tenía clase.
- Lamento la pérdida.
- Yo no, yo lo maté.- Se alisó
las solapas del saco con orgullo.- Escuché sobre el chaparro Redding y no sé
qué les haya dicho, pero si compró mi mercancía era para su consumo en ese
picadero o en su casa, no para que la anduviera revendiendo.
- ¿Qué tan difícil es que los
camellos hagan servicio a domicilio?
- Calma, calma, ya dije que no
volverá a pasar.
- No te pases de listo.- Trevor
le soltó una bofetada. Cuando el perro se pasa de la línea hay que castigarlo,
si él lo respeta entonces la relación funciona, si el perro se pone violento es
hora de ponerlo a dormir. Tito ni siquiera se mostró ofendido o atacado. Puro
hielo.
- Quiero que tus hombres me
reporten a cada camello que vea en la calle, a cada pandilla que se forme, a
cada venta de armas o nido de pervertidos. Y no sólo de Cornell Williams,
¿entiendes?
- Ese idiota rompe tus reglas Oz,
y no veo que vayas tras él con toda tu fuerza.
- No te hagas al idiota,- le saco
el arma y se la pongo en la nariz. Quiero que huela la pólvora.- todos los que
arrestamos son chicos de Williams que se pasan de la raya.
- Está bien, está bien. Vaya que
eres sensible viejo. He escuchado rumores de los Badessi, los checaremos.
- ¿Esos grasosos se brincaron la
cerca que separa a Baltic?
- En eso están. Lo haremos Oz,
pero tienes que entender que mis muchachos tienen que estar motivados. Ya que
limitaste mis negocios a la mitad y tengo a Cornell pasándose de listo y a esos
italianos que se rascan los dedos con el gatillo, no tengo suficiente.
- Pues llámame Santa Claus.- Meto
mis manos en el dinero. La sensación es placentera. Hasta que miro por el
retrovisor y veo a Tito, entonces se convierte en vulgar.- Esos son veinte mil
dólares. Engrasa los engranajes que sean necesarios. Y otra cosa, sé que
prefieres no hacer la paz con Cornell y tenernos a nosotros de tus gatilleros,
así que te aviso Tito, me pones en esa posición y te mato. Sin contemplaciones.
- Entendido. Es difícil enojarme
con ustedes cuando meto tantos billetes en los bolsillos.
- Está bien, ya bájate.- Tito
camina bailando hasta el club. Lynch acelera y Trevor se dedica a oler el
dinero.- Oye Oz, quiero comprarle algo lindo a Tricia, ¿puedo sacar mil
dólares?
- No, sabes las reglas.- Trevor
no está feliz. Le fijo la mirada. Ojo a ojo. Quien la quite pierde. Wyms la
baja primero y regresa el dinero.- Tenemos que esperar al menos seis meses para
que no sea sospechoso. Si el idiota de Tito se lo gasta hoy en la noche, da lo
mismo que la policía los detecte. Además, éste es nuestro boleto de salida. Un
par de años más de esto, pero ahora
limitando nuestras actividades extracurriculares, y nos retiramos felices.
- Hablando de esperar a gastarlo,
le debemos al señor Richards. Nunca encontramos al demente que le quemó su
restaurante. ¿Unos diez mil?
- ¿Te acuerdas de ese caso del
violador serial hace un año? Galton lo trabajó hasta que le salieron canas y no encontró nada. Ese tipo mató a
Sussie, es la única que ayudaba a su madre. Está ciega la pobre señora y con un
hijo que parece retrasado. Voto por darles diez a ellos.
- Y a Terry Miller, le dejamos en
silla de ruedas por nada, pobre hombre.
- Trevor siempre el romántico.
¿Quieres darle dinero a cada negro que le rompemos algo? Nos quedaremos sin
dinero antes de doblar la cuadra.
Nos
reímos hasta que nos salen lágrimas. Lynch regresa el auto y sus placas
mientras Trevor y yo empezamos a beber. Para cuando Henry llega estamos hasta
atrás, celebrando el prospecto de un retiro temprano. Aún si nunca me
transfieren a robos y homicidios, eso no importa, aún si tengo que tragarme a
Morton día con día, llegará el momento de retirarme con jubilación y el fondo.
Mientras tiramos dardos, cada vez más lejanos a su puntería, hacemos los
cálculos en voz baja. Contando con los cincuenta mil tendríamos cerca de
noventa, tras ahorrar por años de cuidadosos negociosos y robos. Casi puedo
oler los treinta mil que me corresponderían. Casi puedo hacerlo, si no fuera
por el hedor a vómito del baño. Abro los ojos, sigo en el bar. Salgo corriendo
a cambiarme y llego a la estación con la misma cara de cansado y crudo que
Trevor y Henry.
Café.
Donas. Escritorios largos. Humo de cigarro. Persianas entre abiertas con el sol
matutino. Convención de detectives del precinto. El teniente Percy lee el
diario en el podio frente a nosotros. Trevor está nervioso. Henry siente que va
a vomitar. El capitán Zeus Lundy entra acomodándose la corbata. Lundy ha tenido
a anti-bandas en la mira por años. Sonrío, siempre puedo retirarme con treinta
mil dólares. Lundy se aclara la garganta y Percy se asusta al verlo. El
periódico sale de sus manos. Los detectives se ríen. Percy hace muecas y señala
al capitán. Las risotadas son ensordecedoras. A Lundy no le importa, se espera.
Eso no es bueno.
- Que bueno que empiecen su día con
tanta alegría, porque les aseguro caballeros que la diversión se acaba aquí.
Anoche fue asesinado Rick Patridge en un complejo de bodegas. Teniente Percy
hágame el favor de distribuir las hojas. Ahí encontrarán la información
esencial. Patridge había trabajado por cuatro años como policía encubierto en
diversos casos. El hombre era un maldito héroe.- Se me baja la presión. Me bebo
el café del detective de al lado de un solo golpe.- El agente Patridge estaba
ahí para contar el dinero que guardaba un informante nuestro, Wilbur Oakley.
Cincuenta mil dólares. El caso en el que trabajaba tenía como objetivo primario
el arresto del principal traficante de drogas de Morton, Rupert Jackson. Como
seguramente alguno de ustedes ya sabe Jackson es también el cuñado de Tito
Sandoval. El dinero iba a ser usado para una venta y casi todo el dinero está
marcado.- Lynch me mira asustado. Pequeño ataque de pánico. Adiós jubilación
temprana.- El primario será el detective Peter Carson, si encuentran algo
relevante refiéranlo a él. Dado que el objetivo de la información está
relacionado a la mafia negra, el detective Larry Ozfelian y su equipo de
anti-bandas se ocuparán de trabajar ese ángulo. ¿Preguntas?
- ¿Han localizado a Wilbur
Oakley?
- Yo me ocuparé de Oakley, si él
decide desaparecer entonces les pediré ayuda, pero según parece por la
información que tenemos hasta ahora, Wilbur Oakley no es el asesino. Él iba a
ser mi testigo estrella y aún lo será cuando se resuelva ésta complicación y
podamos continuar la investigación contra Jackson y Sandoval. Yo sé que la
muerte de un compañero policía nos pone a todos como toros, pero les pido que
sean objetivos. Todos aquí queremos al maldito mata policías para enseñarle una
lección, pero tenemos que hacerlo siguiendo el libro. ¿Preguntas?- Nadie
levanta la mano.- Muy bien, entonces a trabajar.
- ¿Viste eso Oz?- Me dice el
teniente Percy.- Está desesperado y no es el policía muerto.
- ¿A qué te refieres George?
- Si este asunto le funciona a
Lundy le ayudará para lanzarse a una posición política en el departamento de
Justicia. Según he oído hace su campaña con financiamiento bajo el agua de un
bufete de abogados. Red, o Reed, Sanders y algo. Te daré un consejo Larry, no
lo hagas enojar.
- Haré lo posible.- Henry y
Trevor me esperan en la puerta. La sutileza abandonada.- Por cierto, ¿has oído
algo de mi petición de transferencia?
- Lo siento Larry, pero la
denegaron de nuevo. Sé que quieres algo más calmado, pero parece ser que por
ahora te quedas en Morton. Bienvenido a mi mundo.
- Oz, ven aquí.- Trevor me jala
de la manga del saco en cuanto salgo.
- No digan nada. Esperen a que
estemos fuera. Si hay un policía muerto sin duda vendrá el capitán Lloyd y
entonces estaremos más seguros. Por ahora Lynch, planea un encuentro con
nuestro amigo del traje, que sea en ese bar en construcción sobre la 30. Es más
solitario.
- ¿No crees que nos extrañarán?-
Carson está inundado por papeles, testigos potenciales y otros detectives. Me
mira confundido y le guiño el ojo.
Trevor
se muerde las uñas en el trayecto al punto de reunión. Atravesamos las calles
sin sirenas. Miro los edificios viejos, las ventanas rotas, los pordioseros en
las cloacas, las expresiones de silenciosa desesperación de los que se asoman
por las ventanas. Recuerdo cada espacio por algún crimen. Pasamos la
intersección donde el Kevin Powell mató a su madre, se echó gasolina y se
prendió fuego. En la banca pintarrajeada a media cuadra un demente, no recuerdo
su nombre, se masturbaba frenéticamente hasta que los patrulleros le ordenaron
detenerse y el tipo sacó un arma y mató a uno de ellos. La destartalada caseta
de teléfonos donde Cindy Martínez fue violada y degollada. La tienda de licores
donde dos pandilleros violaron a la esposa del dueño y luego los mataron. No es
ciudad fantasma, porque al menos los espectros están calmados. Es la ciudad en
llamas. Las flamas son invisibles, pero ahí están. Mi pensión ha dejado de
existir, parece que no saldré del incendio.
- Llegamos.- La voz de Wyms es
dura. Entramos al bar, Lynch nos está esperando.
- Tito llegará en cualquier
momento por el túnel. Elegiste un buen lugar, nadie lo verá llegar.
- Espero que se apure.- Me siento
en una vieja silla húmeda y enciendo un cigarro. Una de las paredes tienen el
grafiti de la mafia de Sandoval, un león negro que come borregos.
- ¿Qué vamos a hacer? El dinero
es inservible y matamos a un policía.
- Trató de matarnos Trevor, ¿qué
íbamos a hacer? No sabíamos que era policía.
- Y aún si lo hubiésemos sabido.-
Dijo Lynch.- ¿Cómo lo íbamos a explicar?
- Fuimos cuidadosos, no hay razón
para pensar que, si somos precavidos, iremos a prisión.
- No puedo ir a prisión.- Trevor
se sentó a mi lado y encendió un cigarro.- Hay que pensar en cada detalle. ¿Qué
investigará Carson?
- Hugh Redding.- Lynch miraba
nerviosamente por las ventanas tapiadas.- Él sabía que nosotros sabíamos. Si
Carson lo encuentra, estamos fritos.
- Eso no pasará, por eso estamos
aquí.- La puerta de la bodega se abrió y entró Tito.
- Ayer se veían radiantes, hoy
parece que se murió su perro.
- Hay un caso muy fuerte en
contra de alguien cercano a ti, alguien que podría derrumbar toda tu
organización.- Tito se rascó la barbilla. Controlé mi impulso de agarrarlo a
golpes.- Te diré quién es, pero quiero me hagas un favor.
- Tengo la impresión que no será
agradable.
- Hugh Redding sacó boleto a
ciudad lápida. No quiero que el viaje sea placentero. Que sea a cuchilladas.
Quiero saber cuándo va a ocurrir para estar ahí.
- Pensé que me pedirías algo
difícil. Pondré a alguien de confianza.
- ¿A quién?
- A Rupert Jackson.- Henry hace
una mueca y se ríe un poco.- ¿Qué pasa?
- Es a él a quien investigan.
- Entonces a George.
- ¿George “el flaco” Aceveda? Me
parece bien, es centrado pero eficiente.
- Y un idiota, pero me es leal.
- Por cierto, espero que no hayas
estando usado el dinero que te di. Resulta que está marcado. Es tan inútil como
si fuera papel periódico. Las autoridades lo encuentran y pueden usar a los
federales.
- Es el primero del mes.- Dijo
Lynch.- Estaremos preocupados por otras cosas, pero eso no se me olvida. No te
hagas al ingenuo.
- Aquí tienen.- Tito saca el fajo
de billetes del bolsillo interno de su saco y puedo ver su pistolera.
- Esconde a Jackson debajo de la
tierra si es necesario. Si alguien está cerca de encontrarlo te avisaremos.
Antes
de regresar al precinto dividimos el dinero. Nos quedamos con una parte y
repartimos lo que queda entre la poca gente decente que vive en Morton. Un poco
a Patrick Konte, un sastre que fue atacado hace unos meses por un par de
adolescentes drogados. Un poco a una anciana que vive sola y que no se puede
pagar sus medicamentos. Un dependiente de tienda que recibió una bala perdida
en una pierna hace unos días. Negros felices. Eso no detiene el incendio
invisible.
Carson
está más desocupado ahora. Lynch usa la vieja excusa de exprimir nuestros
informantes. Está tan tenso que se la traga. Le ayudamos a revisar los primeros
archivos del caso y algo llama mi atención. Ninguna mención de Lychenberger, ni
los antecedentes exactos de Oakley. Trevor investiga al proxeneta mientras
ayudo a Carson a ordenar las llamadas que ha recibido, la mayoría locos o gente
solitaria. Wyms me espera en el baño, sigue nervioso.
- Gran parte de los archivos son
inaccesibles, Lundy se dará cuenta. Lo que sé es que Oakley fue arrestado
varias veces, cuestiones de prostitución. Emplea bien su dinero en abogados,
porque nunca ha tocado prisión. Gerard Torres, Mark Davidson, Cesar Rosas, Mary
Stanton. Esos abogados deben ser buenos, porque lo encontraron con las manos en
la masa y barbitúricos en el bolsillo. Éste nuevo trato con Lundy debe seguir
por la misma línea.
- Oz.- Henry se asoma y señala
hacia atrás.- Tienen algo, vengan a ver.
- Señores, señores, un momento
por favor.- El detective Carson se alisa el cabello rubio y llama la atención
subiéndose a la silla.- Tenemos las placas del auto, fueron robadas anoche así
que pueden olvidarse de esa pista. El
testigo es el guardia de la entrada de las bodegas. Los vio entrar mientras
salía del baño y cuando escuchó los disparos se tiró al piso. Nos dio una
descripción de los sospechosos. Buscamos tres hombres blancos, dos de ellos de
complexión robusta. Usaron máscaras, así que no les pudo ver las caras. El
agente Patridge disparó primero, después los tres hijos de perra respondieron y
lo mataron. Los tres asesinos se dieron a la fuga después de eso.
Afortunadamente, el dinero está marcado, así que podemos confiar en que irán
saliendo los billetes. Nadie roba medio millón de dólares y lo tira a la
basura.
- Incinerador.- Susurró Lynch.
Wyms le da un codazo para que se calle.
- Peter, ¿encontraron el auto al
que le robaron las placas? Quizás saquemos algo de ahí.
- Bien pensado Galton, pero no.
El auto al que le corresponden las placas está en un taller, le quitaron el
motor hace dos días. El taller cierra y no se queda nadie cuidando. Todo parece
indicar que se brincaron la reja, robaron las placas y salieron.
- ¿Detective Ozfelian?- La
uniformada señala al teléfono.- Dice que es su tío Mario.
- Gracias Elisa.- Es la clave.
Tito no llama al precinto, no es idiota, hace que alguno de sus chalanes lo
haga por él.- ¿Tío Mario?
- Encontramos al chaparro, Parque
Ford. ¿Les esperamos?
- No se muevan de ahí.- Le hago
señas a Henry y me entiende de inmediato.- Parque Ford.
- Voy para allá. ¿Tú que vas a
hacer?
- Cubrirnos las espaldas.
Dejo
a Wyms con Carson y salgo como un bólido. Sirenas a todo. No estoy solo. Todas
las patrullas andan como perros hambrientos. Morton lo sabe. A Morton no le
importa. Tres tiradores, tres blancos, la conexión es vaga y tiene que quedarse
así. Me detengo en mi departamento de emergencia en Baltic. Cama, cocineta,
baño y una enorme caja fuerte debajo del suelo. Aparto la vieja alfombra. El
polvo entra a mis ojos. Meto el cuchillo en la duela y abro la trampilla mientras
mis ojos lagrimean. Me pongo los guantes y abro la caja fuerte. El arma con el
que maté al policía encubierto descansa sobre fajos de billetes. La guardo en
un pañuelo y la escondo debajo del asiento. Puedo oler la pólvora en el camino
al departamento de Oakley. Ruego porque el olor no sea tan intenso que el buen
Wilbur la encuentre.
El
callejón huele a cloaca. La escalera de incendios tiembla con cada escalón que
subo. Me deslizo bajo las ventanas hasta llegar a la del proxeneta asesino de
policías. La ventana está asegurada, pero no es nada que mi cuchillo no pueda
forzar. Al dar el primer paso al departamento mi corazón late como si planeara
escaparse de mi pecho. El vecino toca jazz, o eso cree él. No escucho ruidos en
el departamento, estoy solo. La duela a mis pies cruje como si pasara un tanque
y me pone los nervios de punta. Me dirijo a la habitación, pero no llego. Hay
ruidos en la puerta. Saco mi arma y apunto. Si Wilbur, o quien sea, abre esa
puerta le volaré la tapa de los sesos. Patrullas vendrán, ¿estoy seguro que
nadie me vio subir por la escalera de incendios?, ¿puedo garantizar que los
vecinos no me escucharon entrar? Mi mano empieza a temblar hasta que el ruido
se aleja. Escondo el arma al fondo del clóset, entre ropas viejas que no querrá
revisar cuando llegue.
Aprovecho
la intrusión y busco algo útil. Me lleva quince minutos y estoy a punto de
desistir cuando encuentro una pequeña libreta de tapas de cuero pegada a la
parte de abajo del colchón. Reconozco varios de los números, son teléfonos
públicos. Los últimos son los más interesantes. Uno de los números corresponde
a “DL” y otro número sin título está subrayado. Lo apunto y regreso la libreta
a su lugar. Regreso por donde entré y manejo un par de cuadras hasta un
teléfono público. Marco el número sin saber qué esperar.
- Orquídea express, buenas
tardes.- Definitivamente no es lo que esperaba.
- ¿Es una florería?
- Sí, por supuesto que es una
florería. ¿Quiere un pedido?
Quise
preguntarle cómo era que Wilbur Oakley tenía su número. No lo hice. Las cosas
en el precinto se han calmado un poco. Trevor está más tranquilo, ha estado
asistiendo al detective Carson. No tienen nada contra nosotros. La única
dificultad es Ruper Jackson. Le doy los nombres para investigar. “DL” seguramente
es Danielle Lychenberger. Con un apellido así, no me sorprende que use siglas.
No hay noticias de Lynch y se ha tardado más de lo necesario. La esposa de Rick
Patridge entra como un huracán de emociones. Lápiz labial corrido. Lágrimas.
Cabello despeinado. Su hijo pequeño sostenido de su mano la observa con mirada
ausente. Carson trata de razonar con ella, pero será inútil. El chico me mira y
es como un reflector de mil watts. Esa mirada me traspasa. Me refugio en el
baño. Escucho los gritos desesperados. Escucho los “estamos investigando todas
las pistas”. El teniente Percy intercede por Carson. Es una barbacoa allá
afuera, todos están siendo quemados. Me mojo la cara y me miro al espejo. Me
digo a mí mismo que era necesario, como todas las veces que hemos enfriado
pandilleros, gánsteres de imitación y viola chicos. Eso no cambia nada.
Mientras la mujer chilla desesperada al tiempo que los uniformados la arrastran
fuera no puedo dejar de sonreír. Soy cínico. Ha sido por necesidad, era él o
nosotros. Ley de la selva.
- ¿Qué haces?- Mi corazón brinca
de su lugar. Trevor me asusta tanto que brinco.
- Nada, no importa.
- ¿Quién era ella?
- Nadie importante. ¿Qué
conseguiste?
- Mary Ann, la chica que conozco,
me consiguió la información en un pestañeo. Danielle Lychenberger no tiene
antecedentes penales, vende bienes raíces. La dueña de florería es Florinda
Piñero, brasileña nacionalizada hace unos años. También está limpia. Con su
visa de estudiante fue a la Universidad
Moore y un par de años después estableció su negocio. En Wercer y avenida
Baltic. Por cierto, Peter Carson te está buscando. Quiere tu ayuda para ir por
Jackson.
- ¿Adónde?- Me ajusto la corbata
y lo acompaño fuera.
- No sé, pero no creo que haya
problemas.- Carson está agotado. Se arremanga mientras se acerca.
- Larry, quiero tu ayuda. Conoces
bien las calles de Morton. Vamos por Jackson, no quiero que desaparezca y el
trabajo de Patridge se vaya a la basura.
- Vamos por él. ¿Conseguiste su
dirección?
- Algo mejor, un pandillero
informante me dijo que ésta mañana salió corriendo a esconderse como la rata
que es. Está en una casita en la esquina entre la 33 y Tally. Ese lugar es nido
de cucarachas.
- Sé dónde queda. Vamos.- Reconozco
la dirección. Tito guarda su mejor mercancía ahí y cree que es más secreto que
el santo grial.
- ¡Ozfelian, Carson!- El teniente
nos alcanza cuando bajamos las escaleras.- Tengo algo para ustedes. Ejecución
en auto. Tally entre la 20 y Washington.
- Teniente, estoy en asignación
especial del capitán Lundy.- Percy se le planta por un segundo, pero empieza a
perder su nervio.
- Calma Peter, está de camino.-
Es mentira, pero él no lo sabe.- Veamos el fiambre lo más rápido posible y
vamos por Jackson, además nadie más sabe sobre el pitazo, ¿o sí?
- Supongo que no, aún así tendría
que pedirle a alguien más.
- ¿Y perder el collar? Ese
arresto lo tienes que hacer tú, sino Lundy pensará que has estado allá dentro
rascándote las axilas toda la mañana.
- Está bien, vamos.
Carson
quiere el juego de luces. Él manda. Manejo como un demente con la sirena a todo
volumen para ponerlo nervioso. Lo calmo pidiéndole detalles de la
investigación. No tiene nada sobre nosotros. Tomamos la avenida Tally tratando
de ignorar el deterioro progresivo de los edificios a nuestro alrededor. Carson
lo odia. Alza su enorme nariz como si el hedor fuese a contagiarlo. El hedor
viaja con él y no lo sabe. Empiezo a preguntarle sobre Oakley mientras nos
acercamos a la escena del crimen.
- El tipo es un padrote y un
camello. Aún así Lundy y Patridge montaron su trabajo sobre los hombros de ese
sujeto. ¿Realmente crees que es de confiar? Medio millón es mucho dinero.
- Será lo que sea, pero estaba a
un paso de llevar a Patridge, Lundy y quienes hayan estado trabajando el caso
al que suministra de heroína y cocaína a Tito Sandoval. Y no te hagas el
ingenuo conmigo Larry Gustav, Sandoval es un gangster hecho y derecho. Le falta
el apellido italiano, pero es la misma cosa.
- Llegamos. Y no me llames Larry
Gustav. Me recuerdas a mi padre.
- Me sorprende que tuvieras uno.
- A mí no.
Los
curiosos. Los patrulleros fumando apoyados en la patrulla. Las manchas de
sangre contra la pared se alzan como garras. El muerto sentado en la banqueta
con más hoyos en el pecho que el queso suizo. Le doy vuelta con el pie. Tengo suficiente
sangre en las manos por un día. La identificación en la cartera dice Rodolfo
Arias. Es uno de los pandilleros de Tito. Los patrulleros resumen a los
testigos, el auto viaja a toda velocidad, un negro saca la metralla y lo
enfría. Es un chevrolet rojo con el parabrisas golpeado y sin defensa. Hay algo
más en la cartera, 300 dólares.
- ¿Qué haces?- Carson se
sorprende al verme robarle al muerto.
- No creo que los necesite.- Me
acerco a los testigos. Yo soy la razón por la que están ahí.- Ya saben el
trato. Pago por ver y quien me dé información falsa le rompo los dedos.
- Eres cruel Oz.- Entre la
muchedumbre lo veo, es Tavon, le rompí tres dedos hace una semana.
- ¿Qué crees que haces?
- Ayudando a la comunidad.-
Escojo a una viejita sin dentadura. Me dice lo mismo que los patrulleros. Le
doy el dinero y la mando a casa.- Lo creas o no mi equipo y yo tratamos de
ayudar.
- No es lo que he oído. Las
golpizas, por ejemplo. Incluso extorsión.
- ¿Cuál es tu problema Peter? Ese
dinero no irá a ningún lugar útil, el sujeto era un animal que murió como tal.
Al menos sacamos algo bueno de algo malo.
- Detectives.- El patrullero nos
interrumpe y señala a la ambulancia.
- Hazte cargo Carson, voy por un
café.
- No tardes.
Entro
a la cafetería y voy directo al teléfono. Le aviso a Tito sobre la fuga de
información. Tenía razón, ahí se estaba escondiendo Jackson. Compro dos cafés y
me encuentro con Carson. Quiere olvidar el caso, pero estamos a diez minutos de
Rupert y no puedo arriesgarme. Le convenzo de intentarlo, conozco a alguien que
podría ayudar. Nos alejamos un poco para llegar al “Dixon’s”. La clientela
común de junkies, alcohólicos y depravados que necesitan de la oscuridad de las
cabinas del fondo para disfrutar sus enriquecedores materiales de lectura. Podría
limpiar la casa una vez a la semana y cumplir mi cuota de arrestos. No lo hago,
porque se la debo al buen Dixon.
- Dixon Jones, aún respirando.
- Oz, ¿lo usual?
- No.- Le señalo a Carson a mi
lado.- La señorita no bebe durante horas de oficina.
- Es reglamento.- Nos sentamos y
nos terminamos los cafés. Me enciendo un cigarro mientras Dixon sirve un par de
vasos y regresa con nosotros.
- Estamos buscando un Chevrolet
rojo.
- ¿Bromeas?
- Éste tiene un golpe en el
parabrisas, no tiene defensa y lo maneja un negro. Probablemente de la pandilla
de Cornell Williams.
- Sí, eso sí he visto. Me gusta
dejar la puerta abierta para que circule el aire y lo he visto dando de
vueltas.- Dixon se rasca la barbilla y piensa por unos segundos.- Ahora que lo
pienso lo he visto estacionado un par de veces. No muy lejos de mi
departamento.
- ¿Dónde?- Carson saca su libreta
y pluma. Se la arrebato de un golpe.
- ¿Qué crees que haces Carson? No
metas a mi amigo en problemas con su clientela.
- Gracias Oz.- Dixon miró a
Carson como si fuera un idiota. Ese Dixon es buen juez de carácter.- En fin,
que sé dónde es. Hay una casa color lima, tiene dos gnomos de jardín entre las
botellas vacías. Está en la 50, antes de llegar a la preparatoria.
- Sé por dónde es. Gracias
Dixon.- Saco un par de billetes de cien y los dejo dentro de mi vaso de café.
Carson me mira raro cuando subimos al auto.- Le hice algo que no debí, hace
unos años. Le debo mucho más que esos 200.
Sacamos
las escopetas, no hay razón para jugarla a la sutil. Carson golpea la reja y se
identifica. Yo apunto a la ventana, listo para lo que sea. Una mujer abre la
puerta y mira a Carson de arriba para abajo. Peter la empuja hacia adentro y
buscamos entre el cochinero. El tirador no está ahí. No es demasiado tarde aún.
- ¿Cómo te llamas?
- Laura.- Le ha pasado más de una
vez. Ya nada le impresiona.
- ¿Tu novio maneja un chevrolet
rojo y golpeado?
- Sí, ese suena como Norman.
- ¿Norman qué?
- Norman Waters. No sé dónde
está.
- ¿Y ahora?- Carson se sienta en
un sillón, yo busco algo qué comer en su cocina. Laura se queda en medio de la
sala mirándonos en silencio. Uso el teléfono y llamo a la estación.
- Habla el detective Ozfelian,
¿quién habla?... Rogers, ya me acuerdo de ti. ¿Cómo está tu hermano el
boxeador?... ¿En serio? Pues eso espero porque la última vez que aposté por él
perdí mi dinero de almuerzo... Sí, quiero que me consigas el registro de
llamadas de este número.
- ¿Apuestas ilegales?
- No me culpes Carson, Rogers me
juraba que era seguro.- Le apunto a Laura con la escopeta para que se siente.-
Esperaremos a tu noviecito un rato. Tendremos su registro de llamadas, así que
nos daremos una idea de sus amistades. ¿Tienes idea de dónde está?
- No, pero a esta hora siempre se
emborracha y me llama para decirme que me ama.
- Eres tan suertuda de conocer a
alguien romántico. ¿No te gustaría salir con Carson? No es tan feo, tiene un
buen empleo. Es el favorito de su jefe.
- No salgo con cerdos.- Me parte
de la risa. Carson no está tan entretenido.
- Espero que llame pronto. Tenemos
otra cosa que hacer.- Dice Carson revisando su reloj.
- Quince minutos y nos vamos. Es
un arresto fácil, se lo dejaremos a otro.
Cinco
minutos después suena el teléfono. Norman Waters está ebrio. Laura le pregunta
dónde está y le dice que irá para allá. Manejamos al “French Cavern” a toda
velocidad. Carson pide una patrulla. Pateamos la puerta y Waters decide correr.
Lo alcanzo en el baño, mientras trata de salirse por la pequeña ventana. Norman
patea y me da en la cara. Con la culata de la escopeta le doy en la
entrepierna. Lo jalo de un pie y cae cara primero al apestoso suelo. Los
tatuajes son de la pandilla de Cornell. Hago una nota mental de visitarlo para
recordarle las reglas. La patrulla se lo lleva. Carson está nervioso como
colegiala. Le doy el gusto. Llegamos y llamamos patrullas para apoyo. Ésta vez
él se queda asomado a la ventana y yo pateo la puerta para entrar. El lugar
está vacío. Carson tira muebles, voltea colchones y destroza una radio.
El
camino de regreso es tenso. Carson se fuma uno tras otro. No tiene ganas de
hablar. Puede ver la promoción que, sin duda, Lundy le prometió alejándose como
una de las palomas de la calle. Finjo que estoy de mal humor. Maldigo al que le
dio el tipazo. Maldigo a Rupert Jackson. Maldigo al teniente Percy por hacernos
perder el tiempo. Me cree. O al menos eso quiero creer.
- Oz, ya era hora.- Henry espera
apoyado en su auto. Saluda a Carson, pero le ignora.- No lo encontró.
- Brillante deducción. Te
tardaste una eternidad. ¿Qué pasó?
- Tengo lo que necesitamos en el
baúl.
- ¿Cómo lograste que te diera el
cuchillo y la ropa?
- Le dije que era más seguro que
yo me deshiciera de la evidencia, siendo policía y todo eso. ¿Crees tener
problemas con Tito?
- Es bueno tener una póliza de
seguro. Estoy más preocupado por Cornell. Mató a uno de los chicos de Tito. No
importa cuántas veces se lo decimos, no hace caso.
- Te dije Oz, sólo hay lugar para
un rey en Morton.
- Sí bueno, un problema a la vez.
- No ha habido novedad aquí,
pero... el círculo se tiene que cerrar.
- De acuerdo, necesitamos a
Lloyd. Pensé que llegaría antes, pero me equivoqué.
- Lo voy a contactar.- Dice
Lynch, mientras corro al precinto.
- Detective, aquí está el
registro telefónico que pidió.- El uniformado me entrega la carpeta y antes que
pueda agradecerle Lundy choca contra mi hombro y sigue corriendo. Lo veo subir
a las jaulas y salas de interrogatorio mientras me siento en mi escritorio.
- Tienen a ese sujeto que
agarraste con Carson.- Trevor se sienta en mi escritorio y se enciende un
cigarro.- Pidió hablar con alguien y Carson se hizo cargo. ¿Qué es eso?
- El registro telefónico de
Norman Waters.- Reviso las páginas y leo los nombres.- ¿Qué te parece? Cesar
Rosas. El mismo abogado de Wilbur Oakley. Le hablo esta mañana, o quizás fue su
novia.
- Parece que es famoso en Morton.
- ¿Qué ha pasado?
- Peinamos la zona de la bodega,
y me refiero milimétrico. No encontramos nada. Compilamos una lista de autos
que se asemejan a lo que vio el testigo y sacamos más de ochenta sospechosos.
Los hemos ido reduciendo uno a uno.
- ¡Tenemos algo!- Galton bajó las
escaleras de dos en dos. Wyms y yo nos acercamos.- El tirador, Norman Waters,
nos está dando a Tito Sandoval por el trabajo. Dice que le pagó en su casa, el
arma sigue ahí y drogas, además de muchísimo dinero en efectivo.
- Imposible, Waters es de
Williams, tiene la tinta en el pecho.- Dije, cuando detective Galton se había
alejado.
- Tito no es idiota Oz, no tiene
nada.
- Estoy más preocupado de que
Lundy plante algo. Llama a los patrulleros.- Henry entraba al precinto,
nervioso al ver tanta actividad.- ¡Lynch, a casa de Tito Sandoval, tenemos al
hijo de perra! Ferris, Julian y Wallusky, síganlo.
- ¿Qué hacen?- Preguntó Carson
cuando bajaba las escaleras.
- Iremos por Sandoval, ¿no es
cierto? Ésta vez llegaremos en multitud y rápido.
- Vaya, gracias Oz.
- No lo menciones.
No
dejo de pensar en lo que dijo Trevor, ¿qué tanto confío en el sentido común de
Tito? Tengo la evidencia que conecta al flaco Aceveda con un homicidio. ¿Sería
suficiente si sucede lo peor? Si lo arrestan por lo de Patridge me quitan un
problema de encima, pero el bastardo podría soltar el pitazo. Si lo mato, ¿sus
hombres no vendrán por mí? Si dejo que lo arresten, ¿puedo confiar en alguien
para que lo acuchille en su celda? Demasiadas preguntas, pocas certezas. Afuera,
Morton se incendia con flamas invisibles. Adentro, estoy envuelto en ellas y
arden.
Cuando llego a su
casa, prácticamente una choza, ya hay veinte policías inspeccionando cada
rincón. Lo miro mientras lo esposan en el suelo. Tito me mira a mí con
expresión neutral. Eso es bueno. Ésa es su manera de tranquilizarme. Sabe que
no tienen nada en su contra porque yo lo he protegido, y que no hay nada en su
casa.
- He pedido el registro
telefónico de su casa y su información bancaria, si es que usa un banco.-
Carson esperó en la puerta a los detectives y uniformados que inspeccionaron el
lugar. Uno a uno fueron saliendo con las manos vacías.- Hijo de perra es bueno,
pero yo soy mejor.
Comenzaron
a exprimirlo por Rupert Jackson. Entré a la sala y me apoyé contra el espejo
doble. Carson le gritaba, le hacía preguntas, le mostraba fotografías y
golpeaba la mesa para enfatizar sus palabras. Peter es bueno, Tito es mejor.
Cuando Carson está ocupado leyendo un reporte de una carpeta, con mi espalda
contra los otros policías, le señalo con las manos que se calme. “No tienen
nada” le susurró sin decir nada. Sandoval me entiende a la perfección. La
puerta se abre de golpe y Lundy se asoma. No está feliz de verme.
- El capitán Lundy está aquí por
la muerte de un policía en cubierto Tito, si quieres un trato puedes negociarlo
con él. Pero no te hagas ilusiones, nos darás a Jackson de una forma o de otra.
- Hay demasiada gente aquí.- Dijo
el capitán, mirándome fijamente.
- Si quiere,-dijo Tito, sus
primeras palabras.- yo me voy y les hago lugar.
- No te hagas al gracioso
inmigrante de porquería.
Me
quedo viendo el espectáculo un rato más. Los uniformados hacen apuestas para
saber si hablará o no. John Galton apuesta contra Tito. Pobre ingenuo. Dejo
caer cien. Dinero fácil. Bajo las escaleras fingiendo estar de buen humor. Sigo
igual de nervioso. Lynch tiene razón, el caso necesita cerrarse de alguna
manera. El capitán Rick Lloyd, un hombre ancho y con bigote canoso, habla con
Trevor y Henry. Recibió nuestro llamado de auxilio.
- Lundy jugó ésta con las cartas
pegadas al pecho. No tenía ni idea. ¿Cómo está Tito?
- Está bien Rick, pero estará
mejor si encontramos al mata policías.- Me sirvo un poco de café mientras Wyms
le explica sobre Rupert Jackson.
- Está bien, está bien, entiendo.
¿Quién lo hizo?
- Wilbur Oakley. El informante
estrella. Se pone avaro y mata a Patridge.
- ¿Qué hay del testigo? Él dijo
tres hombres blancos. Hombres que saben lo que hacen, como ustedes.- Rick me sostiene
la mirada. No planeo bajarla. Mi vida puede depender de ello. Se da por
vencido, pero aún así tiene sus sospechas.- ¿Qué hay del testigo?
- Los testigos se equivocan.
- El dinero estaba marcado,
Oakley lo sabía. ¿De qué le serviría el dinero?
- Seguramente tiene maneras de
lavarlo.- Rick nos mira a los tres, de uno a uno.
- Vale la pena intentar. Firmaré
la orden y hablaré con un juez que conozco. Bastará que le diga que es negro
para tener la orden. El sistema funciona.
Rick
hace la llamada. Empieza el ballet. Los uniformados corren a sus patrullas.
Lundy baja corriendo. Carson sale de la sala de interrogaciones con derrota en
los ojos. Lloyd explica que Oakley es sospechoso, aunque sea el proyecto de
ciencias del capitán Zeus Lundy. El dios griego no está feliz. Zeus lanza sus
truenos. Mis muchachos y yo nos encerramos en nuestra oficina y tratamos de
contener la risa. John Galton llama desde el departamento de Oakley, encontró
el arma y los uniformados siguen buscando por el dinero. Carson no puede creer
que sea cierto. Lundy sabe que no es cierto. Regresan al precinto y Lloyd les
aplaude. Un trabajo bien hecho. Carson se niega a soltar a Tito. Lloyd no lo
pelea, sabe que no tiene otra opción.
- El capitán Lloyd tiene razón.-
Le dice Galton.- Peter, no tienes nada.
- Ese sujeto exprime a Morton día
y noche.- Carson gritaba y buscaba la aprobación de Lundy. Zeus lo miró desde
el Olimpo como si no lo conociera.- Está bien, suéltalo tú. No quiero ni verlo.
- ¿Encontraron el dinero?- Me
acerco con mi mejor cara de curiosidad.
- No, nada.- Dice Lundy.- Es muy
sospechoso. Seguiré mi caso contra Jackson y Sandoval, con o sin Oakley. Ese
inmigrante solo aplaza su sentencia.
- La pistola está en balística,
en Central.- Dice Lloyd.- Es su prioridad número uno.
Cae
la noche. Llaman de Balística. No hay duda, es el arma que mató a Rick
Patridge. Trevor y Henry me miran, no sabían que yo había sido quien le había
dado. Ahora lo saben. Trevor dormirá más tranquilo. Recogemos nuestras cosas y
salimos del precinto. Salimos a Morton. Perdimos nuestra jubilación temprana.
Ganamos un fantasma en la conciencia. Y mientras manejo a mi departamento
Morton se incendia bajo las débiles farolas. Cuando me miro en el espejo de mi
baño me pregunto si sigo en llamas, o si estoy salvado.
2.-
Eclosión
El capitán Lundy jura que el caso
de Marvin Gardens será solucionado con prontitud
Las semanas pasan y
con ellas el fantasma de Rick Patridge se hace cada vez más
lejano. Arrestamos a la gente de Cornell Williams. Él se rehúsa a hacer
negocios y trabajar con nuestras reglas. Cree que no nos necesita, se
equivoca. Irrumpimos en sus casas de apuestas. Bravuconadas de negros sin
dientes. Volteamos mesas, golpeamos clientes y destrozamos el lugar. Reportamos
la mitad del dinero encontrado, donamos una parte a la gente decente
que mantiene los ojos abiertos y denuncia a Williams, otra parte va para
nuestro fondo. Trevor se encarga de él, es prácticamente nuestro contador.
Hacemos fluir tanto dinero que los jefes se enteran de ello. Nos
sentaron en una oscura sala y nos llamaron "robin barrio" los robin
hood de los negros. No pasó a mayores, después de todo es Morton.
Mantener feliz a la comunidad funciona, nos avisan de un camión retacado de
pavos y jamones. Cornell quiere ganarse a su gente, pero con dinero baila
el perro. Sus pandilleros los asaltan y extorsionan, pero
se hacen los héroes. Robamos el camión a mano armada enfrente de todos. El
teniente Percy y varios uniformados nos ayudan a repartirlo cuadra por cuadra.
Lundy se enteró al día siguiente y andaba como fiera enjaulada porque no
lo invitamos.
El cariño no es total. La familia Badessi puso un contrato sobre el dueño de un supermercado. Lo encontramos destazado en el basurero del callejón. Los hermanos Badessi se han mudado de Baltic a Morton y su violencia es diferente a la de Williams. Son más inteligentes, más unidos y mucho más ambiciosos. Hicieron estallar una casa de apuestas de Tito. Tres muertos, uno de ellos blanco. Eso trajo a la prensa. Ésta vez Lundy no quería estar invitado a la fiesta, dejó que el buen George Percy explicara ante la prensa que éramos demasiado idiotas para hacer algo al respecto. Lynch y yo detuvimos a un italiano, tenía desde anfetas hasta heroína mexicana, lodo puro. Le rompimos la mano, le dimos una buena golpiza, lo desnudamos y amarramos. Pasamos por uno de los negocios de Enrico Badessi y tiramos a su amigo en la calle. Badessi ni se inmutó, él sabe que no podía matarlo tan públicamente. Él no tiene ese impedimento. Tito está realmente nervioso, dos tenientes muertos y sus negocios más lucrativos están siendo vulnerados. Cornell no quiere ayudar, aunque también recibe daños. Cooperación entre negros.
El cariño no es total. La familia Badessi puso un contrato sobre el dueño de un supermercado. Lo encontramos destazado en el basurero del callejón. Los hermanos Badessi se han mudado de Baltic a Morton y su violencia es diferente a la de Williams. Son más inteligentes, más unidos y mucho más ambiciosos. Hicieron estallar una casa de apuestas de Tito. Tres muertos, uno de ellos blanco. Eso trajo a la prensa. Ésta vez Lundy no quería estar invitado a la fiesta, dejó que el buen George Percy explicara ante la prensa que éramos demasiado idiotas para hacer algo al respecto. Lynch y yo detuvimos a un italiano, tenía desde anfetas hasta heroína mexicana, lodo puro. Le rompimos la mano, le dimos una buena golpiza, lo desnudamos y amarramos. Pasamos por uno de los negocios de Enrico Badessi y tiramos a su amigo en la calle. Badessi ni se inmutó, él sabe que no podía matarlo tan públicamente. Él no tiene ese impedimento. Tito está realmente nervioso, dos tenientes muertos y sus negocios más lucrativos están siendo vulnerados. Cornell no quiere ayudar, aunque también recibe daños. Cooperación entre negros.
En
cuanto sonó la radio supe que no sería bueno. Minowsky hablaba nervioso. Eran
las tres de la mañana. Los tres queríamos irnos a dormir. No lo haríamos.
Múltiples 187’s. Todas las unidades a Maynard #203 con MacCallum y la 22.
Cruzamos a Morton de lado a lado. No es una buena hora para andar por la calle.
Podríamos arrestar a cualquiera que estuviera afuera y sin duda armaríamos un
caso. Negros suertudos, tenemos otras cosas que hacer. Conforme llegamos la
calles están pobladas por hombres en bata y mujeres en camisón. Hay un panal de
patrullas y autos de civil. Un patrullero establece el perímetro con la cinta
amarilla cuando llegamos. Galton entrevista vecinos. El teniente Percy nos mira
en silencio y señala a la casa. La construcción es de ladrillo y estuco, si
algún día tuvo pintura ésta dejó de existir hace mucho.
Tenemos cuidado al
entrar, hay un rastro de sangre que sale de la casa. Pisando cuidadosamente, y
sin estorbarle a los forenses y camarógrafos, nos adentramos en el infierno. La
estructura es básica. Un recibidor, una cocina a la derecha, a la izquierda un
corredor con dos cuartos, una bodega y las escaleras al sótano. Eso es lo único
de normal en esa casa. Hay orificios de balas en la entrada y sangre por todas
partes. La cocina nunca funcionó y solo queda el esqueleto de las tuberías y un
cúmulo de cucarachas devorando los restos de comida en un bote de basura.
Recorremos el pasillo en silencio. La duela se pandea y cruje. Habitación #1 es
un cubo cerrado, las ventanas han sido canceladas con ladrillo. Cuenta con un
riel soldado a la pared que va de un lado a otro del cuarto. Un par de esposas
aún cuelgan. Arañazos en las paredes. Quien haya estado ahí, estaba
desesperado. Habitación #2, la misma idea pero cuenta con una regadera en el
techo. En un rincón, a la altura de mi tobillo alguien escribió en el yeso con
sus uñas “esto es el infierno”. Las marcas tienen sangre seca. Nos detenemos en
la escalera al sótano para que puedan subir los camarógrafos y esperamos a que
los forenses nos dejen bajar. Un médico joven se asoma, iluminado por un solo
foco de baja intensidad. Está pálido y su mirada es ausente.
Bajamos con cuidado.
La sangre está en todas partes, en los escalones, en las paredes e incluso hay
gotas en el techo. El sótano es otro mundo. A comparación el primer piso es un
hotel. Todo el sótano ha sido modificado. Hay camas con colchonetas deshechas,
tubos de acero sólido con garras metálicas para encadenar personas, arietes con
cadenas en el suelo de concreto, mesas con esposas en la base de las patas y a
medio metro en la mesa, para tener a alguien recostado. Lynch señala los
látigos en un rincón. También hay fuetes y pinzas de todo tipo. La mesa tiene
profundas marcas de uñas y hay sangre, tanto vieja como fresca. Miro sobre el
hombro del forense en cuclillas y dejo escapar mi sorpresa. Las dos víctimas no
murieron rápido. El doctor explica en susurros, el arma homicida probablemente
fueron machetes y señala al techo. Hay líneas de sangre que se extienden por un
buen tramo. Le arrancaron la mitad de la mano a una y la garganta, además de
perder un pie y recibir seis tiros al pecho. La otra recibió tres disparos en
las rodillas, el psicópata le cortó una oreja y le arrancó la quijada a
machetazos. El forense concluye con que los asesinos se orinaron sobre ellas,
vivas o muertas no lo sabe. Subimos las escaleras rápidamente, y el hedor no se
va. El lugar entero apesta a carne podrida y pescado, pero el sótano huele a
algo peor.
Me
apoyo contra el auto mientras Wyms vomita en un arbusto y Lynch respira aire
fresco. George Percy me ofrece el whisky de su licorera y le doy un buen trago.
La casa del horror. Me tomo mi tiempo para despabilarme. Galton nos reúne y se
enciende un cigarro. Tiene el sombrero hacia atrás y la camisa abierta. Está
cansado, asustado, asqueado y nervioso. Todos lo estamos.
- He sido designado detective
primario de esta investigación y quiero que ustedes tres me ayuden. Saben de
este mundo, necesito su experiencia.
- No conozco a nadie, ni he
escuchado de nadie que haga esta clase de cosas.- Dijo Lynch.- Pero estoy
contigo. Está fuera de control por completo.
- Empecemos por el principio,-
dijo Trevor.- ¿qué es lo que tienes?
- Ésta calle tiene muchas casas
vacías y no es de fácil acceso, probablemente por eso fue escogida. Ya he
pedido información sobre el dueño de la casa. Los vecinos, como se imaginan,
nunca vieron nada. Un par de junkies querían refugiarse en la casa porque
vieron la puerta abierta e imaginaron que tendrían privacidad. Encontraron...
ya vieron con qué se encontraron y llamaron a la policía. Mi sospecha inicial es
que se trata de un grupo que secuestra y prostituye a mujeres en contra de su
voluntad. Creo que hay más muertas, pero también creo que no las encontraremos
en esa casa. Tenemos agujeros de balas en la entrada y varios rastros de
sangre. Parece que entraron a tiros. Un vecino sí escuchó los tiros y los
gritos de varias mujeres. Probablemente lo hicieron los dueños del lugar. Hasta
ahora tenemos dos muertas. Yo me encargo de identificarla, pero necesito que
ustedes expriman a sus informantes. Esto es importante, no creo que tengamos
una buena noche de sueño en mucho tiempo.
- No te preocupes John.
Parada
técnica. Whisky. Barbitúricos. Anfetaminas. Cruzamos Morton en silencio. Cada
quien su vicio. Trevor le sube a la radio. Pone su jazz de negros. Caemos bajo
su encanto. Golpeo el volante a ritmo. No dejo de pensar en la casa de los
horrores. Nadie puede. Ese cráneo sin mandíbula aparece cada vez que cierro los
ojos. Nos paramos cada dos esquinas. Exprimimos a las trabajadoras. Las que no
quieren hablar con nosotros las zarandeamos. Trevor amenaza a una con su
revólver. Henry se ríe. No me inmiscuyo. El whisky corre por mis venas. Pasamos
una hora en la misma rutina. No dejamos piedra sin voltear, ramera sin
cachetear. Los chulos nos ven y corren. Hacen bien, no estamos de humor. Una
chica tiene algo que decir. Ha oído de las casa de los horrores, se especializa
en clientes sádicos que quieren torturar chicas, en su mayoría muy jóvenes, a
veces menores de trece aunque eso cuesta caro. Una vez que entran, no salen.
Galton tiene razón. La ciudad debe estar repleta de cadáveres. Ciudad de los
huesos, no importa donde estemos parados algo terrible ocurrió allí. Tito no
había escuchado del lugar. Sus tenientes tampoco. Lo obligamos a que despierte
a su gente para preguntarles. Nadie sabe nada. Cornell se ha mudado, al parecer
no quiere ser encontrado. Trevor le dispara a un negro en la rodilla cuando
éste sacó su arma. Los otros agarran la onda, no estamos ahí para arrestar.
Llaman a Cornell y se deja ver. No había escuchado del lugar, ni siquiera a
través de rumores. No sé si creerle. Por si acaso le doy una golpiza.
- La próxima vez que te busque,
más te vale que te encuentre rápido.
Amanece. Las prostis
ya no están. Trevor buscará información sobre los asesinos. Después de una
parada técnica al departamento por un poco de dinero. Vale la pena usar del
fondo de retiro. Para borrar ese cráneo vale la pena. En el precinto todos
estamos igual. Nadie durmió nada. Nadie quiere dormir y soñarlo. La cafetera no
se da abasto. Galton discute con el teniente, pero es obvio que no está
ganando. Si Percy parece una calavera con pelo, Galton parece un niño grandote.
- Estás solo en esto John, lo
siento.- Percy lo señaló cuando Galton iba a decir otra cosa.- No es una
discusión, es un hecho.
- ¿Qué pasa?
- Finalmente Lynch, ¿qué
consiguieron?
- Parece que nada. Nadie sabía
nada, a excepción de ésta prosti que había escuchado rumores. La casa del
horror era prostitución especializada para clientes que les gusta torturar
mujeres jóvenes y niñas. Una vez que entras, no sales.
- Así que tenías razón,- dije
mientras bebía mi café para bajarme el whisky.- deben haber muchos cadáveres
enterrados quién sabe dónde.
- Tengo la identidad de las
fallecidas. Francesca Rivers y Penelope Austin. Secuestradas hace un mes.
Parece que Francesca era prostituta de medio tiempo.
- ¿Serás el único detective a
cargo? Además de nosotros tres, me refiero.
- Sí, además de la unidad
anti-bandas, estoy solo. En el reporte voy a recalcar que Rivers parecía ser
prosti de medio tiempo. No quiero que los asignen a otra cosa. ¿Les molesta?
- No, para nada.- Peter Carson se
acerca y evita mi mirada. Empuja a Lynch con el hombro para hacerse paso. Le
lanzo una mirada a Henry para que se controle. Deja que se haga el macho.
- ¿Me buscabas?
- Sí, quiero que me ayudes en
este caso.
- Imposible, sigo trabajando la
asignación especial del capitán Lundy.
- Vamos Peter, saca tu cabeza de
su trasero y trabaja algo real.
- Eres un buen detective Johnny,
puedes hacerlo solo.
- Si fuera un buen detective, no
estaría en Morton. Sin ofender a Lynch y a Ozfelian.
- No estoy tan seguro de que
deberías incluir a Ozfelian en tu lista.- Galton se desespera y se va. Peter
Carson se queda.- Tengo dos preguntas para ti.
-
Claro, número uno sí soy tu padre, número dos sí fuiste un error que
sobrevivió al aborto. Tu madre es un poco idiota y se espero ocho meses para
hacerlo.
- No te hagas el gracioso conmigo
Ozfelian.- Me señala en el pecho y se requiere de toda mi fuerza de voluntad
para no partirle la mandíbula de un golpe. Lynch lo agarra del cuello y lo
empuja para alejármelo.- Ustedes dos están al borde del abismo, Wyms también.
Encontramos algo del dinero marcado en dos camellos que trabajan para Sandoval.
Si Oakley lo robó y planeaba arruinar a Sandoval, ¿cómo llegó allá?
- El dinero viaja Carson, ¿cómo
sabes si Oakley realmente odiaba a Sandoval o si se trataba de un golpe interno
en la estructura criminal de Tito? Tienes que ver todas las opciones,
detective.
- Cuando arrestamos a Tito
Sandoval pedí el registro de sus llamadas. Había una muy interesante. La
llamada salió de una cafetería ¿sabes a qué hora fue eso? Cuando tú y yo
estábamos investigando la balacera. Una llamada y Rupert Jackson desaparece. Tú
hiciste esa llamada.
- Cuidado Carson, si no quieres
tener que digerir tus propios dientes apártate de Oz. Sé que Larry te gusta,
pero no eres su estilo. El asunto Oakley está cerrado, ese desgraciado mató a
Rick Patridge.
- Ése es el problema Lynch,
Oakley saldrá libre. No pudieron armar el caso. Ha decidido seguir ayudando al
capitán Lundy.- Se le enfrenta a Henry, mala idea. Se le planta y lo mira con
asco. Le señala en el pecho y se le acerca tanto que puede oler su aliento.- Y
me vuelves a amenazar y el agujero al que te mandaré será tan pequeño que te
recordará al útero de tu madre.
- ¡Carson! Si no me quieres
ayudar en mi caso, al menos ten el sentido común de dejar a mis compañeros en
paz.- Galton parecerá un niño, pero cuando se obsesiona no hay quien lo
detenga. Empuja a Carson y reduce sus bravuconadas a tonterías. John se va,
pero su amenaza pende de mi cabeza como sé que también de la de Lynch. Oakley
libre, eso no es bueno.- Escuchen esto. El dueño de la casa murió hace cinco
años, nadie paga impuestos ni nada. Aún sí, me gustaría que se entrevistaran
con los hijos del dueño.- Nos entrega una lista de nombres.- Claudette, Emily,
Omar y Victor Rondo. Si el viejo dejó herencia, ¿quién se quedaría con su casa?
Si no dejó herencia, ¿qué hicieron sus hijos? Con una propiedad como esa es
posible que la hayan vendido en efectivo sin tramitar nada. Seguiré buscando
entre los registros de personas desaparecidas, quiero tener una lista de
posibles candidatas.
- Listo. ¿No encontraron armas en
la periferia?
- No, los sujetos fueron inteligentes.
Por cierto, ¿qué quería ese chupa medias?
- Nada importante. Algunas
personas no saben cómo sobrellevar el fracaso.
Conseguimos
direcciones y ponemos rostros a los nombres. Ninguno con antecedentes penales.
Discutimos el asunto de Carson mientras ubicamos el apartamento que buscamos.
La llamada en sí misma no significa nada y si no pueden demostrar que plantamos
esa arma, no tienen nada sólido. Aún así, Lynch tiene razón, el que Oakley haya
salido libre no puede ser por mero tecnicismo legal. El hijo de perra mató a un
poli, no hay tecnicismos en esos casos. Esa llamada había sido necesaria, pero
debí haber sido más precavido.
Encontramos a
Claudette Rondo en su casa. Esposa, madre de dos y excelente cocinera. Nos
comemos unos bollos mientras nos explica la situación. Su padre Kendrick los
educó en otra casa, a nombre de su madre, pero siempre se quedó con la casa en
la que había nacido. Cuando Kendrick fallece no deja herencia y, como ninguno
tiene serios apuros económicos, nadie se interesa por invertir en mejorar la
casa y venderla. Omar tiene una veterinaria y nos cuenta la misma historia. Su
hermano Victor salió del país hace un año. La última Emily, está en el hospital
por leucemia. Su marido, un nervioso profesor universitario no quiere que la
molestemos. Emily insiste en dejarnos pasar. Nos da la misma historia. Con el
tiempo se olvidaron de la casa, era prácticamente una ruina de todas maneras.
En el precinto hablamos con Galton, quien sigue compilando la lista. Nuestra
vía de investigación no lleva a ninguna parte.
- Larry,- Trevor aparece detrás
de nosotros y nos asusta. Lo seguimos a nuestra oficina, para hablar en
privado.- tengo algo. Hay un rumor muy fuerte de dos asesinos a sueldo que
llegaron de otra ciudad para un trabajo de una noche. Algo sanguinario.
Pidieron mujeres cuando acabaron el asunto e hicieron algo de escándalo. Ahora
ya se han ido. Pero mi contacto sí recuerda el tatuaje. Un óvalo negro con dos
cruces de cada lado y algo arriba y abajo.
- Espera un segundo.- Lynch saca
el libro de tatuajes y va recorriendo las pasadas páginas con fotografías hasta
que encuentra una.- Mafia de Calabria.
- Los hermanos Badessi. Se mueven
a Morton y neutralizan la casa de los horrores.
- O ellos la estaban operando
hasta que algo salió mal.
- Llego el capitán Lloyd.- Trevor
señala por la ventana. Me asomo y lo veo hablando con el teniente Percy.- Si
son los Badessi, ¿qué hacemos?
- Si pidieron mujeres ellas saben
quiénes son. Encuéntralas y te dirán donde se hospedaron. Empieza por Morton,
pero vete a Baltic. Seguramente usaron prostis de chulos italianos. Si tienes
cualquier problema nos avisas.
- Ya sé por dónde empezar.-
Salimos, Trevor se va y nosotros nos quedamos con Lloyd.
- Capitán, ¿qué lo trae por aquí?
- Vi esa casa Larry, fue espantoso.
Quiero ayudar. John me explicó lo que tienen y lo que les hace falta. Le asigné
un par de patrullas más.
- ¿Pero no al detective Carson?
- No, siempre que esté trabajando
el caso de Lundy,- Rick se encendió un cigarro para dejarnos en suspenso.- Carson
es intocable.
- Ven con nosotros, hay algo que
queremos mostrarte.- Nos sigue a nuestra oficina y Henry le muestra el libro de
tatuajes.
- Dos tiradores italianos. Es la
familia Badessi, y los hermanos Enrico y Tomasso controlan Baltic. Están tratando
de meterse a Morton, controlar el vicio de los negros. Es malo para el negocio,
como te podrás imaginar. Nuestra tajada se hace corta, la tuya también.
- Aunque claro,- dijo Lynch.- tu
salario es mucho mejor.
- Virginia me sigue presionando
por un auto nuevo, yo también necesito el dinero. ¿Y no saben si decirle a
Galton?
- Es un buen chico, pero no sé
si...
- Díganselo. No sacamos un
centavo de esos grasientos así que no les debemos nada.
Hablamos
con John Galton. Le decimos del rumor, del tatuaje de Calabria y de la familia
Badessi. Jack se sienta en su escritorio y analiza cada detalle. Se le abre un
panorama mucho más grande. A nosotros también. Ahora quiere saber porqué los
italianos se interesarían por la casa del horror, porqué se mueven a Morton y a
qué nivel operaba ese lugar. Trevor llama. Dejamos a Galton con la palabra en
la boca. Sus contactos funcionaron, nos da el nombre del hotel y cómo
encontrarlo. Es un mugroso hotel a las afueras de la ciudad. Cuando llegamos
Wyms está comiendo en la cafetería de enfrente en compañía de una de las
prostis.
- Dile lo que me dijiste.- Le
suelta uno de cien. Henry mira al billete como si una parte de su alma se fuera
cuando la mujer lo mete a su diminuto bolso y se termina la sopa de un trago.
- Éramos cuatro. Había tres
hombres, dos de ellos apenas y hablaban el idioma. No que importe, en el idioma
que sea eran unos cerdos. Estuvimos una buena hora y media, hasta que el sujeto
que sí habla español nos corrió a todas. Cuando nos fuimos estaba llegando un hombre.
- ¿Escuchaste su nombre?
- No. Era alto, muy delgado y
canoso. Eso es todo lo que sé.
- Número de habitación.
- 787. ¿Puedo irme?
- No sé, ¿ya acabaste de comer
primor?
- Idiota.
Trevor
y Henry se ríen mientras Wyms paga la cuenta y vamos al hotel. Pensamos en
subir al cuarto, pero sería en vano. Golpeamos la oficina del dueño hasta que
se despierta de su siesta de la hora de la comida. Le exigimos ver los
registros. Show de placas y pistolas. Nos da el libro sin problemas. El hijo de
perra no apunta nombres, sólo cantidades. Henry se le lanza y se necesita
de Trevor y de mí para calmarlo. El
dueño, tirado en el suelo a un lado de su viejo escritorio lo mira como a un
demente. Cuando Lynch se calma nos disponemos a irnos, pero dos italianos
enormes cierran la puerta. Uno de ellos busca su pistola en la parte trasera de
su cinto y Wyms lo patea en la entrepierna. Lynch se lanza contra el otro y le
quita el arma golpeándolo en las costillas. Escucho que un hueso se rompe
cuando el sujeto cae al suelo. Salgo corriendo al auto y regreso con un bat de
baseball y mi cuchillo. El dueño no lo quiere ver, pero no tiene de otra.
Trevor somete al que se le rompió una costilla y le pone la pistola en la
cabeza. Henry y yo nos volvemos locos. Le golpeamos con el bat, le hacemos
sangrar, le meto su corbata en al boca. Lynch lo acuesta sobre el escritorio y
le cortó el pulgar derecho. Pienso en la casa del horror, en esa mesa con
grilletes.
- Espero que lo hayas visto
bien,- le digo al otro italiano.- es un mensaje a los hermanos Badessi.
Manténganse fuera de Morton. La cloaca nos pertenece. Tienen suficiente dinero
haciendo negocios con los blancos, no se metan con los negros. Ellos son pueden
saciar sus vicios sin problemas.
- Están locos, ustedes golpean a
uno, Enrico mata a seis negritos. Ustedes arrestan a uno de nosotros y Tomasso
vuela una casa de apuestas. No pueden ganar.
- No debiste haber dicho eso.-
Lynch saca su pistola y le apunta en la cabeza. Lo detengo a tiempo. No podemos
matarlo, hay demasiados testigos.
- No pueden hacer nada.- Repetía
el italiano mientras lloraba nervioso.
- Antes iba a dejar que caminaras
hasta allá para dar el mensaje, ahora- le muestro la navaja y se la clavo hasta
el fondo en la rodilla derecha.- te arrastras.
Salimos
de la oficina y escuchamos los gritos de dolor hasta el auto. Una parte de mí
entiende el atractivo de la casa del horror. Me gustaría tener ahí a los
Badessi y a Lundy. Miro a Henry de reojo. Él piensa lo mismo. Por el retrovisor
veo a Trevor. Su mandíbula está tensa y se mira la sangre en sus nudillos como
si pertenecieran ahí. Viajamos en silencio al departamento de emergencias y nos
cambiamos. No podemos regresar al precinto bañados en sangre.
- Ya era hora, ¿consiguieron algo
sobre los tiradores?
- Nada útil.- Una mujer está
sentada en la silla de Galton. Su maquillaje está corrido, su vestido floreado
desentona por completo con sus nervios.
- Ella es Melinda Parish, estuvo
en la casa del horror cuando empezó la balacera. Es un manojo de nervios la
pobre. Estuvo deambulando toda la madrugada. Hace unas horas un par de junkies
trataron de violarla en Lakeview, pero una patrulla los detuvo. Ella no
hablaba, así que la trajeron aquí y el teniente le dio el vestido del clóset de
la extinta unidad de en cubierto. Nos dejaron sin ellos, pero nadie vino por la
ropa. Toda la buena ya se la llevaron, pero me quedé con una chamarra.
- Vaya, vaya, Jack “el rebelde”
Galton.- Bromeó Henry. El detective se rió un poco.
- En el camino empezó a gritar
cosas y repetía la dirección de nuestra casa. Le di un café y unas pastillas,
para calmarla y llevarla a interrogación.
- ¿Interrogación? Vamos Jack,
ella no es sospechosa. Pobre mujer. A la oficina de anti-bandas, hay menos
ruido. Trevor, ¿tienes algo para calmarla?
- ¿Por qué me miran todos a mí?
- Sí, ¿por qué será?- Bromeó
Galton.- Narcóticos no revisará tu locker.
Trevor
usó sus pastillas mágicas y esperamos a que Melinda Parish se terminara su café
para acompañarla a la oficina de anti-bandas. Cuando se sentó y miró hacia las
distintas fotografías y retratos robot concluimos que ya estaba más calmada.
- Tengo que avisarle a mi mamá.
¿Puedo usar su teléfono?
- La llevaré a su casa, no se
preocupe. ¿Podemos hablar primero? Como ya sabes ha ocurrido algo terrible y
queremos saber más sobre esa casa.
- Maynard #203, Maynard #203...
Es todo lo que recuerdo de cuando me subieron a esa patrulla. Sabía que tenía
que salir, que escapar, y pensé que si me concentraba muy duro en repetir esa
dirección quizás me salvaría.- Melinda se frotó las lágrimas de su moreno
rostro y respiró profundo.
- ¿Estabas en esa casa cuando
empezaron los disparos?
- Estuve ahí por dos semanas, al
menos eso creo, no había ventanas. Cuando empezaron los disparos todas nos
tiramos al suelo.
- ¿Todas eran mujeres?- Galton me
ganó a preguntarlo.
- Sí, todas las que vi. Los tipos
abrieron todas las puertas y lanzaron las llaves de las esposas. Corrimos en
manada. Cuando salí escuchó los gritos en el sótano y los disparos.
- ¿Cómo eran estos hombres?
- No los vi bien. Eran altos,
blancos... Uno llevaba un machete. Usaron máscaras de esquiar.
- ¿Cómo vestían?
- Eran trajes oscuros, pero muy
finos. Trabajo en una sastrería, sé de esas cosas.- Dijo con orgullo. Sus
enrojecidos ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.- No sé qué más...
- Calma Melinda, lo haremos a tu
ritmo. No te preocupes.
- ¿Alguien tiene un cigarro? Pase
dos semanas sin fumar.- Le acerco mi cajetilla y le enciendo el cigarro.- Casi
todas las chicas eran morenas o negras, ¿a ustedes qué les importa?
- Aunque suene difícil de creer,
a nosotros no nos importa el color de piel.
- Sí, como no.
- ¿No sabes quién es mi amigo
Larry Oz? Reparte dinero de traficantes.
- ¿Usted es Oz?- Cuando me mira
llorando con una sonrisa temblorosa se me parte el corazón y me cuesta no
demostrarlo.- Mi tío estaba ahí cuando robó ese camión de jamones y lo
repartió. Lo hizo muy feliz. Gracias.
- ¿Qué me puede decir sobre su
secuestro?
- Fue hace dos semanas. Regresaba
de trabajar cuando alguien salió de un árbol atrás de mí y me puso un costal
negro en la cabeza. Me empujó y me caí. Me cargaron entre los dos y me lanzaron
a un camión. Uno manejaba mientras el otro me ataba. No me dijeron nada. Me
llevaron a la casa, me esposaron en un riel y me quitaron el costal de la
cabeza. Los tipos usaban máscaras, chamarras largas y guantes. De qué raza eran
los pervertidos, no tengo idea.
- ¿En algún momento le quitaron
las esposas a usted o a alguna otra chica?- Una manera sutil de saber si había
visitado el taller de Santa.
- No. Una vez al día abrían la
puerta y deslizaban una cosa de metal con comida. Era como para caballos o algo
así. Carne a medio cocer, arroz y a veces un estofado asqueroso. Dos veces
sacaron a dos chicas. Las escuché llorar, pero no de mala manera. Como que
estaban...
- ¿Liberadas?
- Sí. Otras me decían que las
liberaban en cuanto sus familias pagaban. Mi mamá no tiene mucho dinero, así
que pensé que me llevarían abajo.
- Cuéntanos sobre ese sótano.
- Oíamos a otras personas.
Hablaban de lo divertido que eran las chicas que tenían abajo, todas
prostitutas dijo uno.- Se quedó pensando unos segundos y los cuatro nos
quedamos al borde del asiento.- Había dos voces continuas, los oímos
diariamente. También había una mujer que no era clienta. Pasábamos casi todo el
día tiradas en el suelo, muertas de miedo. La vi pasar, al menos sus tobillos.
Era morena y tenía un acento extraño.
- ¿Nunca escuchaste nombres?
- No, pero una vez alguien le
agradeció llamándola orquídea.
Eclosión.
Germina en mi interior como un huracán. Oakley mencionó a una orquídea y tenía
el número de una florería llamada “orquídea express”. La coincidencia es
demasiado grande. Galton no me ve, no puede adivinar la conexión que se hace en
mi mente. Me quedo sentado ahí, mirando a la pobre mujer a los ojos sin
escuchar ni una sola palabra. No me pierdo de nada, Galton le hace repetir todo
varias veces. Cuando termina Trevor y yo decidimos visitar la florería. Jack
Galton quiere que le ayudemos en otra pesquisa, Lynch se encargará de ella. La
unión Oakley y casa de los horrores me pone nervioso. La florería se encuentra
del otro lado del parque Lakeview, en la zona más decente de Morton, que no es
decir mucho. Wyms lo resume mejor, al menos no hay prostis a medio día ni
muertos en botes de basura. Dejo mi pistolera con el revólver y escondo mi
placa, no es hora de jugar al policía.
Orquídea
Express es un largo local cuadrangular con una vitrina del lado derecho y una
bodega en la parte trasera. La única empleada es Florinda Piñero. Olfateo
flores y me hago el interesante esperando que la mujer se acerca. Cuando la veo
caminar en el estrecho corredor de flores en su entallado vestido azul, su
cabello recogido en la nuca y un maquillaje que resalta su piel tostada me
cuesta trabajo concentrarme. Su baja estatura la compensa con largos tacones,
los cuales domina con la agilidad de una tigresa. Entablo conversación amena,
realmente no sé nada de flores así que tengo que pensar rápido. No le parece
gracioso que se llame Florinda y trabaje en una florería. Primer strike. Llevo
la conversación a los negocios. Quiero arreglos florales en grandes cantidades,
vendo material médico y con algo de suerte
podría poner un florero con arreglo floral en cada habitación de
hospital. Le digo que escuché de ella a través de una amiga que quedó encantada
con sus orquídeas. Piñero está interesada, rápidamente habla de dinero y de un
contrato para hacerlo legal. Gran parte de sus ingresos vienen de pedidos por
teléfono y entregas a domicilios o negocios. Le pido que revisemos sus costos bien
de cerca. Vamos al mostrador y me deja pasar. Estoy adentro, ahora es la hora
de Trevor.
- ¿Está abierto?- Wyms entra
distraídamente. Sin su camisa parece un toro rubio y cachetón. Piñero sale de
la bodega y nos mira a mí y a Trevor alternadamente.
- Descuide, yo la espero.-
Florinda me agradece con un gesto.
- Buco flores para mi esposa a
ella le gustan estas... ¿son gardenias?- Florinda le muestra su selección
mientras yo busco su libreta de envíos. Copio todas las direcciones que puedo
tan rápido como me es posible. Cada vez que Piñero va a voltear hacia mí Wyms
señala otra flor.
Espero
a que Trevor termine de comprar, yo ya estoy listo. Le paga en efectivo y sigo
hablando cinco minutos más acerca de mis gastos. Le prometo regresar antes de
que cierre con figuras fijas y planes sólidos. Trevor huele las flores y sonríe
satisfecho. Si Piñero es la misma orquídea de la que hablaron los dueños de la
casa del horror, entonces no querría oler esas flores. Leo las direcciones,
pero nada brinca. Va por toda la ciudad, aunque se concentre en dos o tres
zonas específicas. De camino al precinto escuchamos a Lynch en la radio
policial. Arrestaron a Rupert Jackson y a Tito Sandoval.
Cuando
llegamos al precinto es la misma rutina. Peter Carson los presiona en cuartos
diferentes. Cuando se desespere recurrirá a la vieja rutina de “el otro te
culpa de todo a ti, sálvate con una declaración que lo culpe a él”. Tito y
Rupert no son tontos, no caen tan fácilmente. Tricia Sullivan viene a visitar a
su esposo. Las flores apenas y excusan su ausencia anoche. Wyms no le quiere
decir lo que vieron. Tricia puede llenar los espacios en blanco.
- Ese Trevor es un hombre
suertudo.- Percy se aparece atrás de mí con una taza de café y me asusta.
- Me sorprendes George, tú estuviste
casado y te divorciaste.
- Sí, pero mi esposa era una vaca
que le gustaba flirtear con cualquiera,
su esposa es linda.
- Tus estándares de belleza
Percy, siempre me han fascinado.
- ¿Qué? Podría conseguirme algo
mejor.
- Sí, el cementerio está lleno de
chicas solitarias.
- Muy gracioso. Por cierto,
hablando de regresar de la tumba. Wilbur Oakley fue liberado hace dos horas.
¿Lo puedes creer? El idiota del fiscal no pudo demostrar que estuvo ahí,
incluso había testigos que avalaban su coartada.
- Tenía el arma, ¿qué más
querían? Ese fiscal es un idiota.
- Asistente del fiscal. Al final
le conmutaron la pena a cambio de continuar sus servicios con Lundy y el chico
maravilla. Ese Lundy debe estar desesperado.
- Y que lo digas.- El capitán
Lloyd me llama. Tienen algo. Lynch y Galton revisan sus anotaciones. Estudio la
expresión de Lloyd, es fría como un témpano. Le sigo la corriente.
- La cosa se ha aclarado un poco
Larry. Entrevistamos a un montón de gente y sacamos algo jugoso. En Morton ha
habido una serie de secuestros rutinarios. Jamás hubo un solo problema, ni
siquiera las maltrataban mucho, como a Melinda Parish. Los secuestradores nunca
piden cantidades estratosféricas así que las familias prefieren no involucrar a
la policía y nunca nos enteramos. Incluso algunos sospechaban que se trataba de
auto-secuestro.
- Es todo un negocio Oz.- Dice
Lynch mientras apaga un cigarro y se frota los ojos. Está cansado, todos los
estamos.- Jack encontró tres víctimas y uno de los padres me dijo que los
secuestradores usaban un viejo camión de carga.
- ¿Placas?
- No tenemos tanta suerte.-
Interrumpió Rick Lloyd.- Pero sí sabemos que el camión tiene un dibujo
despintado con una vaca.
- Se puede rastrear el camión a
partir del dibujo, pero hay muchas carnicerías en la ciudad.
- Entiendo lo que dices Jack,
Lynch y Wyms te ayudarán. Aunque Trevor esté un poco ocupado en este momento.-
Trevor y su esposa se besan en la cafetería. Algunos uniformados chiflan,
algunos detectives les aplauden. Tricia se sonroja. Trevor sonríe y agradece
como campeón olímpico.
- ¿Tú qué harás?
- Estos sujetos tienen dos
negocios, secuestran mujeres de familias que pueden pagar el rescate y aparte
secuestran prostitutas para torturarlas y matarlas. Quiero darme otra vuelta
por el circuito de la carne, a ésta hora deberían estar saliendo, quiero ver si
alguna conoce el nombre de alguna de las secuestradas que ustedes han
corroborado. Quiero ver qué tan separados están los dos negocios.
Una
mentira necesaria. Requiero de tiempo para investigar las direcciones de
Piñero. Necesito saber si está involucrada. Jamás lo admitiría en voz alta,
pero había algo cautivador en ella. No era su cuerpo perfectamente moldeado, ni
su manera de caminar, eran sus ojos grandes y profundos. Necesito saber si algo
tan hermoso es capaz de hacer algo tan terrible. Necesito saberlo porque si el
horror de ese sótano y la belleza de sus ojos pueden coexistir entonces no hay
mucha esperanza para el resto de nosotros. Ordeno la lista geográficamente y
actúo metódicamente. Una a una las voy eliminando. Algunas direcciones son
casas, en Baltic, en Morton, en Alton Heights, en Mimosa. Los negocios tampoco
parecen sospechosos. Ninguno parece ser un frente de algo turbio. Una funeraria
reconocida, un hospital, dos asilos de ancianos. Me entierro entre archivos
para buscar información de los domicilios y sacar nombres. Reviso los nombres
en el sistema, ninguno con antecedentes penales. Por más que le busco, ninguna
mención de actividades sospechosas. Lo mismo va
para los negocios. Quizás está limpia, o quizás es demasiado
inteligente.
- Parece que nos ganaste.- Jack,
Lynch y Wyms están cansados. Yo me estoy quedando dormido en mi escritorio.-
¿Cómo te fue a ti?
- Ni preguntes. ¿Qué tienen
ustedes?- Detrás de ellos Tito y Rupert bajan las escaleras de las salas de
interrogación. Están sonriendo, pero no demasiado. Eso quiere decir que
cerraron el hocico. Carson baja derrotado y frustrado. Ahora soy yo el que
sonríe, pero no demasiado.
- Estuvimos buscando en
carnicerías y plantas. Al parecer se deshacen de los camiones viejos, casi
siempre sin cambiar los papeles. El logotipo, según un carnicero que debe ser
experto en esas cosas, nos refirió a “La mejor de Baltic”. No sabe el nombre
del dueño.
- Voy a revisarlo ahora mismo.-
Trevor salió corriendo y nos quedamos los tres mirándonos las caras. Finalmente
vamos a la cafetería por algo de café. A estas horas el café sabe a calcetín
viejo, pero no me quejo. Trevor regresa con una hoja de papel.- Francis Sutton,
Winston Bell #928, local B, Baltic. ¿Cómo quieren hacer esto?
- Lynch, pide dos patrullas para
que nos sigan. Hablaremos con él civilizadamente, pero quiero estar protegido
en caso de que algo salga mal. Que se queden escondidos, tampoco lo quiero
asustar.
Nos
lanzamos a la noche con una marea de luces azules y rojas. Morton de noche se
hace más macabro. Cruzamos por las cuadras donde los pandilleros le disparan a
las farolas y se adueñan de las calles durante la noche. Me alejo de la avenida
principal, quiero hacer un rodeo largo. Jack Galton me mira sin decir nada. Él
sabe a dónde vamos. Él sabe porqué es necesario ir ahí. Pasamos por la casa de
los horrores. No quiero que a los patrulleros se les olvide ni por un instante
de qué se trata esto. Recorremos callejuelas, casi como si Morton hubiese sido
planeado para que ninguna calle salga y todas entren. Como es prosti dijo sobre
la casa de los horrores, quienes entran ya no salen. La transición a Baltic es
repentina. Ahora los edificios de ladrillo se alzan varios pisos. Ahora las farolas
funcionan. Ahora las calles están limpias y las parejas van al cine o a cenar.
Llegamos a la avenida Winston Bell y apagamos las sirenas. El convoy se hace
silencioso. Estacionamos a media cuadra. Las patrullas se estacionan cada una
en una esquina. Lynch entra primero, para pedir un filete, Trevor entra minutos
después para curiosear y después entramos Galton y yo con nuestras placas y las
manos sobre la pistolera.
- Oficiales, ¿en qué puedo
servirles?- Francis Sutton es un hombre regordete, calvo y de expresión afable.
Le sirve el filete a Lynch y se lo amarra en un paquete de papel.
- Nos gustaría hacerle unas
preguntas sobre un camión suyo.
- Ya no uso camiones, no desde
hace diez años.
- ¿Le molestaría si mi compañero
revisa la parte de atrás?- Galton no se espera a la confirmación y entra a la
bodega.- Hábleme de su camión repartidor, ¿usaba el logo de su carnicería?
- Sí, pero eso fue hace diez años
como le dije. Ya no la tengo. ¿Pasa algo?
- Sí señor Sutton, pasa algo. Su
camión está siendo usado para secuestrar mujeres.
- No hay nada interesante allá
atrás. ¿Qué hizo con el camión señor Sutton?
- Vaya, pues déjeme pensar.- Mira
hacia el techo en actitud contemplativa por unos momentos.- Ya me acuerdo sí.
La vendí hace diez años a un primo de fuera. No recuerdo quién, tengo muchos
primos. El camión debe seguir a mi nombre. ¿Quieren la placa? La debo tener
apuntada en alguna parte.- De una caja en el suelo saca distintas fotografías y
nos entrega un marco con su foto al menos quince años más joven parado al lado
del camión. Galton apunta la placa y le devuelve la fotografía.- Esos eran los
días, el negocio subía como leche hervida.
- ¿A cuál primo se lo vendió?
- Le digo que no recuerdo. No era
realmente mi primo.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Pasé mi infancia en un
orfanatorio, todos éramos primos. Salí a los 21. Me dieron un billete de cien
dólares, una palmada en la espalda y un “buena suerte”. Construí esto con mi
sudor.
- Ahora su primo lo está echando
a perder.
- No creo, como le dije, aunque no
recuerdo su nombre sí recuerdo que vivía fuera de la ciudad. Vino por... no
recuerdo porqué, me visitó y le platiqué de mi camión. Era demasiado caro
mantenerlo. El fin de una época. Se ofreció a comprarlo. Al día siguiente
manejó a Oregon o Alabama, no recuerdo adónde.
- ¿Ese primo suyo- Intervine
antes que Galton abriera la boca.- es del mismo orfanatorio? Si es así, ¿lo
adoptaron o salió como usted?
- No me acuerdo, ¿tiene idea de
cuántos niños éramos en el orfanato de Santa Teresa? Era prácticamente una
institución medieval. Llegaban niños, se iban al fin de semana siguiente,
traían niños y éstos se escapaban para no volver jamás. Este primo que le digo,
ni siquiera me acuerdo tan bien de él, supongo que no éramos amigos.
- Santa Teresa, ¿si lo busco en
sus registros lo encontraré ahí?
- Sí, pero no con este nombre.
Cambiarme el nombre fue lo primero que hice. Me llamaron Francis George Thomas.
Nunca me gustó ese nombre.
- Si recuerda algo más,- Galton
le dio su tarjeta.- no dude en llamarme.
- Sí detective.- Salimos en
silencio y Francis le llamó la atención a Henry.- Señor, su carne.
- Olvídelo, no tengo hambre.
Jack
Galton camina al teléfono público y hace un par de llamadas mientras nosotros
despedimos a las patrullas, pero les pedimos que se den sus vueltas por aquí
por si acaso. Galton cuelga, mira el teléfono fijamente y su rostro se
enrojece. Furia. Demencia. Cansancio y enojo. Galton explota. Arranca el
teléfono y deshace el directorio. Trevor lo trata de calmar, pero John lo
empuja con tanta fuerza que Wyms cae sentado. John grita con tanta
desesperación que la vida en la calle se detiene y lo mira. Nadie dice nada.
Necesita desahogarse. Patea basureros y arranca carteles. Cuando se calma me
pide un poco del whisky que guardo en mi auto. Le da un buen trago y se
tranquiliza.
- Esas malditas monjas no guardan
registros confiables. Me dijeron que había niños entrando y saliendo todo el
tiempo, si la policía no los regresaba se olvidaban de él por completo y lo
borraban del registro. La única razón por la que guardan ese estúpido registro
es para impresionar a sus superiores de sombreros ridículos. Tienen a Francis
George Thomas, pero porque pasó más de diez años allá adentro. No tenemos nada
Larry, nuestra mejor pista nos ha dejado sin absolutamente nada. ¿Y sabes lo
peor? Esos hijos de perra que usaban la casa, nunca los encontraremos.
- Vamos Jack, eso no es cierto.
Esos bastardos hacían buen dinero, seguramente encontrarán otro lugar y otras
víctimas. No creo que se detengan solo porque los Badessi clausuraron su
negocio.
No
le convenzo para nada. Regresamos al precinto, él no quiere ir a dormir. Trevor
es el primero en despedirse, su esposa lo castrará si no llega a casa. Henry y
yo le hacemos compañía a Jack uno rato más y también nos vamos. Lynch se va a
su departamento, según él tiene una cita especial. Claro, la clase de citas que
le pagas en la cómoda. Yo no puedo irme a dormir. Tengo demasiado en la cabeza.
La liberación de Oakley no pudo haber sido tan fácil. Recorro los bares, no
busco desmayarme con alcohol, busco algo mucho más especial. Brinco de un bar a
otro, detecto la escena y calibro mis oportunidades. Finalmente encuentro lo
que busco en el “Lito’s”. La chica es idéntica a Piñero, aunque más alta y de
rasgos menos delicados. Ella dice que es secretaria. Yo digo que soy policía.
La veo esconder su argullo en el bolso cuando le compro otro trago. No la
culpo, no es como si yo fuera mejor. Ella quiere bailar. Yo tengo ganas de
beber hasta que Rick Patridge regrese de la tumba, pero no pasará. Lo llevamos
a mi departamento, el fantasma se queda afuera.
Por un rato me olvido
de Oakley, de Carson, de Lundy, de los hermanos Badessi y del maldito de
Cornell. Pero no me olvido de la orquídea. Ella me mira a los ojos. Se queda
dormida después de fumar en silencio un rato. Mi cabeza da vueltas con lo que
ganamos y perdemos. Lo que se queda atrás y lo que queda hacia adelante. Siento
las llamas de nuevo, pero ésta vez tienen la forma de orquídeas. Empiezo a
quedarme dormido cuando suena el teléfono.
- Larry, tengo un problema.- Es
el capitán Lloyd. La chica, Sally creo que se llama, gimotea a mi lado.-
Necesito de tu ayuda.
- ¿Qué hora es?
- Son las tres.
- ¿Dónde estás?
- Estoy en Marvin Gardens, frente
al edificio Pollock, ¿lo conoces? Está en la Wilcox con la 50.
- ¿Qué pasó?- Trato de peinarme
un poco y despabilarme. Rick Lloyd lo hace por mí.
- Maté a Wilbur Oakley.
- Voy para allá.
Me
visto tan rápido como puedo. En la prisa se me resbala el arma y cae al suelo.
Sally, o como se llame, se despierta asustada. Le digo que siga durmiendo.
Mientras salgo por la puerta poniéndome la corbata ella me pregunta si la veré
de nuevo. La miro con expresión neutral, ya no se parece a Piñero. Un par de
cuadras más adelante me detengo en una farmacia y llamo a Henry. No quiero
meter a Trevor en problemas. Veo a Lynch a una cuadra de su departamento y
vamos a Marvin Gardens a toda velocidad. La zona más exclusiva, y aún así
Oakley muere como un perro. Cuando llegamos el capitán Lloyd nos hace señas desde
un bar. Las patrullas han llegado al edificio. Las blanco y negro son del
precinto de Marvin Gardens, pero uno de los autos de civil es de Peter Carson.
Entramos al bar y nos refugiamos al fondo. Lloyd está nervioso. Nunca lo había
visto así. Se termina el ron con cola y suspira.
- Sacaron a Oakley para hacer un
caso en mi contra, y de esa manera en tu contra. Lo maté, no había otra forma.
No importa qué hiciéramos, lo seguirían sacando una y mil veces. Hasta que
Lundy estuviera en el departamento de Justicia con mi cabeza sobre su pared.
Hijo de perra no le daría el gusto. Pensé que había sido perfecto, pero me
equivoqué.
- ¿Alguien te vio?
- No, de ninguna manera. Tampoco
nos escucharon hablar o el disparo. La pistola es imposible de rastrear. Una de
esas que se supone que se destruyen, pero nunca llegan a su destino. Usé
silenciador. Usé guantes. Uno de los vecinos quería saber si tenía detergente,
como el buen Wilbur se quedaba despierto hasta tarde, el vecino pensó que lo
encontraría. Debí haber robado sus llaves y cerrado la puerta con candado. Aún
así, casi estaba limpio. Pero fui un idiota, me sentí cómodo y tiré el saco
sobre su escritorio. Algo dentro de mi saco se salió de su bolsillo. Los
detectives ya lo encontraron.
- ¿Qué es?
- Una llave de locker de la
estación sur de camiones. No tiene marcas, pero lo sabrán tarde o temprano.
Vamos Larry, Henry, tienen que ayudarme.
- Cálmate Lloyd. Vete a casa,
duerme con tu esposa.- Me pongo de pie demasiado rápido y me mareo. Me controlo
y al ver el rostro asustado de Rick Lloyd me calmo como un témpano.- Lynch, llama
al cerrajero que conocemos. Que esté ahí antes que llegue Carson. Trata de que
el pequeño lame botas no te vea. Dile al cerrajero que mienta, que diga que es
de la estación norte de trenes o algo así. Ese desgraciado es buen mentiroso.
- Hecho.- Henry salió corriendo.
Lloyd se pone de pie y deja dinero para pagar por el trago.- Rick, esto es muy
importante, ¿qué número de locker es?
- 878. No hay registro, solamente
pagas y te dan la llave, no apuntan nada. Iré contigo.
- No, ve a casa. Es muy tarde,
pero trata de hacer feliz a la señora Virginia Ross de Lloyd.
- Larry, gracias. Te debo una, en
serio.
No
hay tiempo para regresar cumplidos. Lynch se ha ido, por sus medios, para
buscar al cerrajero. Yo subo al auto rápidamente para no ser visto por Carson
quien sale a la calle a hablar con los patrulleros. Tengo que hacer una parada
técnica, si el cerrajero no funciona Carson nos tendrá donde quiere y a mí con
las manos en la masa. Hago una parada en uno de nuestros departamentos de
emergencia. En dos minutos subo, agarro el paquete y lo escondo en la cajuela.
Tomo la A-4 hasta Indiana y sigo en dirección sur. Aún sin tráfico me toma
media hora. Todavía no llegan las patrullas. Escondo el paquete en mi abrigo y
uso el sombrero lo más bajo posible para ser aún más anónimo. Pasar
desapercibido no será difícil. Un par de borrachos durmiendo en las bancas. Una
chica que vende lo único que tiene debajo de un vestido descocido. El guardia
de seguridad tiene los ojos rojos y apesta a marihuana. Un pervertido en una
esquina solitaria hace cosas que no quiero saber frente a un cartel de un niño
abordando un autobús. Un ecosistema que cambiará cuando lleguen Carson y
compañía. Todo parece indicar que el cerrajero cumplió, pero la ventana de
oportunidad no es eterna. Recorro los descoloridos lockers y encuentro el 878.
Con las ganzúas que guardo en mi bolsillo trasero abro la cerradura. Quiero dar
un vistazo, después de todo es bueno tener amigos, pero es mejor tener
certezas. Hay una mochila con dinero, un arma y un arrugado folleto de
departamentos Ocean View con un número apuntado en una esquina. Dejo el paquete
de dinero marcado. Son casi 200 mil dólares que no casi caben en el locker.
Más
tranquilo me alejo por las calles laterales. Aún así, tengo la curiosidad. Me
detengo para hablar de un teléfono público. El número registrado en el folleto
me lleva a un buzón de voz, es la oficina de una Ursula Vickins, trabajadora
social. Me apuesto algo que es su amante. Regreso al departamento. Mi orquídea
se ha ido. Me baño para quitarme la suciedad, pero ella no se va tan
fácilmente. Duermo un poco y llego tarde al precinto. Le aviso a Lloyd donde
puede recoger el contenido de su locker. Lynch me cuenta de cómo sacó al
cerrajero de la cama y se agenció de un taxi para cruzar la mitad de la ciudad
en menos de diez minutos. Apenas y llegaron a tiempo. Los mandó al norte y,
Lynch ha escuchado, después encontraron de dónde vino realmente.
- ¿Puedes creerlo Larry?- Percy se
sienta en mi escritorio mientras bebe su café matutino.- Oakley está muerto.
- ¿Cómo?
- Sí, anoche. No tienen nada,
pero Lundy anda tras de ti. Realmente te quiere muerto.
- ¿Y quién lo hizo?
- ¿A Oakley? A quién le importa,
no debieron haber liberado a esa escoria mata policías. Manda el mensaje
equivocado, que cualquiera se puede ir contra nosotros.- Me enciendo un cigarro
y dejo que se beba su café para que siga hablando.- Y ese Wilbur, ¡qué joyita!
Lo salvaron de un caso de homicidio a un chico de 14, hace un par de años. ¿Y
sabes qué es lo que más le enoja a Lundy?
- ¿Qué cosa?
- Le encontraron una llave en su
departamento, correspondía con un locker. ¿Sabes qué había adentro? Miles de
dólares, de los marcados. No hay duda en eso, es el dinero del robo. ¿Quién se
va a creer que ese negrito no mató a Rick Patridge?
- Oz,- Trevor entró de buen
humor.- ¿te enteraste de Oakley?
- Sí.- Percy se disculpa y se va
para hablar con Carson. Le platico sobre la noche anterior y me agradece que no
le haya llamado.
- Oigan, Jack Galton acaba de
llegar, quiere hablar con nosotros.- Lynch se asoma fumando.- Dice que el
rastro se enfría. No tenemos camión, testigo que valga, ni a los tiradores
italianos.
- Tenemos a la orquídea. No
encontré nada ayer que busqué entre sus
direcciones, pero aún así yo creo que Oakley hablaba de ella cuando escuchamos
su conversación, y también creo que es la misma que la testigo escucho. Me mata
siquiera pensarlo, pero vale la pena investigarlo.
- No hay relación entre la
florista y Sutton, que es lo más sólido que teníamos.
- No podemos decirle nada Larry.-
Trevor se apoya contra las persianas y se enciende un cigarro.- Probablemente
Piñero no tiene nada que ver. Sólo conociste la referencia de la orquídea y
Oakley husmeando ilegalmente sus llamadas y revisando sus cosas. No se lo
puedes decir.
- Además,- Añade Lynch.- revisé
por segunda vez las direcciones que viste ayer. La funeraria es de un sobrino
segundo de Tito Sandoval. Como Trevor dice, probablemente es nada, pero aún así
no podemos dejar que ande de fisgón en cuestiones que podrían lastimarnos.
- Ahí están. Los estaba
buscando.- Galton entró y se plantó frente a mí.- Se está enfriando esto, a
menos que ocurra un milagro no creo poder cerrar el caso.
- Sí, Henry me dijo.
- Por favor Larry, dime que
tienes algo en lo que podamos trabajar.- Lo miro a los ojos, pero por la
periferia puedo ver que Wyms niega con la cabeza. Respiro profundo y miro a
través de la ventana. Peter Carson discute con Lundy y con Pierce. Mi mirada
regresa al detective Galton. Él no se irá a ninguna parte.- ¿Y bien?
- Galton...- Lo miro a los ojos y
sé con absoluta certeza que no se detendrá ante nada.- Lo siento, no tengo
nada.
- ¡Maldita sea!- Lanza un
manotazo contra el escritorio, los papeles salen volando.- Todos salen, todos
la libran, todos como si nada hubiera pasado.
- Jack, amigo, los
encontraremos.- Trato de calmarlo mientras sale por la puerta.
- Yo sé que sí Oz, así me tome el
resto de mi vida.
Salimos
de la oficina. Salimos del precinto. Lundy y Carson hablan en las escaleras y
lanzan miradas que matan. Lloyd ganó una preocupación. Galton perdió una pista.
Lundy y Carson perdieron su mejor informante. Yo gané una orquídea. No sabía
por qué, pero estaba seguro que estaría envenenada.
3.-
Sofocado por el humo
Escuadrón anti-bandas ejecuta arresto
masivo de los Jesters de Baltic,
culpables de 6 asesinatos y
presuntos colaboradores de los hermanos Badessi
Me
despiertan los golpes en la puerta. Por una fracción de segundo presiento que
es Zeus Lundy con una escopeta y me aferró de orquídea #5. La sensación pasa y
dejo de fingir que puedo regresar a dormir quince minutos más. Abro en playera,
calzones y pistolera en el sobaco. Tardo un segundo en identificarla. Es Virginia,
la esposa de Lloyd. Se sonroja al verme así. Debería sonrojarme de regreso,
pero no lo hago. Le hago señas para que entre mientras me hago café y me cocino
unos huevos. No quiere desayunar.
- Perdón por llegar tan temprano
detective Ozfelian, pero lo quería ver antes que saliera.
- Me cubriría con una bata, pero
no tengo. ¿Qué puedo hacer por usted?
- No sabía que tenía novia.-
Aparta la falda de orquídea #5 que quedó sobre la mesa.- ¿Cómo se llama?
- No sé.- Me siento a desayunar
con ella y espero que encuentre las palabras que busca.
- Rick está teniendo un amorío.
Cada día pasa menos tiempo conmigo y más con esa mujerzuela, quien quiera que
sea.
- Los policías tenemos un horario
irregular, usted lo sabe.
- No, esto es distinto. Rick
siempre habla de cómo los detectives privados son mañosos y tramposos, por eso
vine con usted.
- Rick es mi amigo.
- Le pagaré cinco mil dólares.
- Señora, le recomiendo que...
- Por adelantado.- De su bolso
saca un fajo de billetes que deja en la mesa, al lado de mi salero y mi taza de
café.- Piénselo, es todo lo que le pido.
- Señora Ross, realmente...- No
me espera, simplemente se da media vuelta y se va. Escucho que orquídea #5 se
levanta y escondo el dinero. Ésta es de la misma estatura que Florinda, pero no
es tan morena. Sigo buscando.- ¿Quieres que te haga de desayunar?
- No, gracias.- Está vestida y se
arregla el cabello reflejándose en mi ventana.- Tengo que irme. Escucha, tú
eres un gran tipo pero... Es difícil de explicar, es como si...
- Sí, te entiendo.- Está lista
para salir cuando le tomo de la mano.- ¿Cómo te llamas?
- Bastardo.- Me escupe en la cara
y se va.
El
baño limpia la escupida, pero no la obsesión. Me estoy acercando. El teléfono
suena antes de que termine de enjabonarme. Me congelo desnudo en mi sala
escuchando a Lynch hablando nerviosamente. El departamento de enfrente puede
verme. Le saludo con la mano. Baja sus cortinas y me parto de la risa. Lynch
prosigue, el pandillero Jester que dejamos fuera, Gabriel Munch, tiene un tip
jugoso. ¿Qué tan jugoso? Se necesitan dos maletas para contener todo ese jugo. En
una hora estamos en el taller mecánico. Henry entra por la parte de atrás,
Trevor y yo vamos por el frente. No llevamos nuestras armas del departamento. Tenemos
los guantes puestos, nadie será arrestado aquí.
Dos
italianos de un lado, un negro del otro. Hay dos maletas en el suelo y los
italianos protegen una mochila del ejército. Entramos gritando apuntándoles a
la cabeza. Los italianos levantan las manos, pero el negro piensa en huir. Cuando
el negro se da vuelta se encuentra el cañón de la pistola de Lynch. Los
italianos protestan, creen que no sabemos para quienes trabajan. No tiene
sentido explicar nada. Estoy parado detrás de uno de ellos y le disparo al
negro en el estómago. Trevor y yo nos hacemos a un lado. Lynch dispara dos
veces. La primera directo al cráneo, la segunda al pecho. Le quito el arma al
negro. Mientras Lynch y Wyms revisan el dinero y las drogas, me dedico a la
escenografía. No basta que tengan las pistolas, tienen que haber residuos de
pólvora en sus manos. Les pongo el arma en la mano, disparan al cielo. Hago lo
mismo con el negro, aunque sigue con vida.
- ¿Cuánto hay?
- Tenemos diez mil dólares. La
mochila del ejército debe tener al menos seis kilos de heroína.- Le abro la
camisa al negro, tiene tatuaje. Es uno de los leales a Cornell Williams.
- Ahora sabemos por qué son tan
bravos esos grasientos. Williams le compra producto, los italianos atacan a su
competencia.
- ¿Qué hacemos con la droga?
- Traigan la mitad, y la mitad
del dinero.
Nuestra
primera parada es Tito. Ahora lo hacemos en un techo. Nos estamos poniendo
paranoicos. Sandoval también lo está, ve italianos por todas partes. Nos
repartimos parte del dinero y le dejamos un bonito regalo a Dixon Jones por el dato
sobre esa pandilla de Baltic. Trevor le compra algo a su esposa mientras Lynch
y yo vamos al precinto. En el estacionamiento nos topamos con Lloyd. Le damos
el dinero, fingimos que eso es todo. Si él realmente se cree eso, entonces
merece que le mintamos. Me guardo lo de Virginia, aún no sé qué hacer con eso.
Trevor llega justo cuando seguimos al capitán a la bodega del sótano.
- Rick el misterioso, ¿qué
ocurre?
- El padre del Olimpo tiene
problemas con el caso, sin Oakley hay muchas avenidas cerradas. Así que ha
decidido jugar otro ángulo.
- ¿Cuál?
- Tú.
- ¿Una investigación formal?-
Henry se altera primero. Yo me tomo mi tiempo, da lo mismo enojarse ahora que
en quince minutos.- Tiene que alertar a su representante sindical, por no
contar con el teniente Percy y un montón de personas más. No puede irse por la
espalda para apuñalarlo.
- Lundy tiene un pie en Justicia
y otro aquí. Conoce gente de ambos mundos. El hijo de perra realmente se cree
un dios griego. Uno canoso y delgado como perro malnutrido.
- Al grano.
- Sí, perdón. Tienen la llamada
para alertar a Tito y el dinero marcado en uno de sus camellos.
- Vamos Rick, esas son viejas
noticias. Fue hace un mes o más.
- Eso no es todo. Arrestaron a un
Bernard Collins, alias “Berni 8”. Éste negro estuvo en el auto cuando Norman
Waters baleó a Rodolfo Arias hace todas esas semanas.
- Ajá, ¿y qué con eso?
- A cambio de su libertad les ha
dicho que Rodolfo Arias era el encargado de mover grandes cantidades de
producto de quienes sean que suministren a Tito. Ésa era solo la primera
prueba, les dirá la identidad de los policías que hacen tratos con Cornell
Williams a través de un intermediario y les dará el nombre del intermediario.
- ¿Cuándo le darán el trato?-
Preguntó Trevor mientras se mordía las uñas.
- No sé, pero estoy jalando
influencias para que eso no pase. El trato es en el más estricto secreto, ni yo
debería saberlo, así que le darán tiempo a Berni 8 para hacer su baile, pero
conociendo a Zeus no le meterá mucha moneda a la rocola. Lo difícil es que
ningún juez, ni jefe, saca dinero extra de Morton, así que realmente no les
importa mucho.- Comienza a subir las escaleras y nos deja viéndonos las caras.-
Creo que es hora de ver cuánto empuje
tengo realmente.
- ¿Qué hacemos ahora?- Trevor
está realmente nervioso.- No te dejaremos solo.
- Ahora Trevor, haremos lo que
hacemos mejor, nadar. No me llaman el mago de Oz por nada.
- Escúpelo, mago de Oz.
- Henry, busca el pasado de
Bernard Collins. Debe haber algo que podamos usar. Trevor, vienes conmigo, es hora
de hablar con nuestro amigo Tito.
- El maldito no nos dijo quién
era Arias. Me gusta el plan.
No
hablamos mucho. Wyms no quiere saber qué sanguinarias soluciones se pasean por
el camino amarillo. Hacemos varias paradas, haciendo preguntas sobre Tito.
Finalmente se aparece en un cabarete de poca monta en un amplio callejón cerca
del parque. Mientras me aseguro de tener armadas mis armas dudo en preguntarle
sobre la orquídea. Sí, hizo entregas a su casa funeraria, pero ¿qué espero que
me diga? Es lo normal. Las mujeres ensayan temprano, los jugadores cuentan su
dinero en la barra y Tito está sentado en un sillón de terciopelo rojo al
centro y al fondo de las mesas. Una negra desnuda nos ofrece algo de tomar. No
estamos de humor.
- Vaya que si están sensibles
hoy. ¿Les bajó la regla?- Trevor lo levanta del pelo y le suelto un derechazo
al estómago. Sus guardias desenfundan, yo también y no les apunto a ellos, sino
a su jefe.- Está bien, guarden sus pistolas. ¿Qué demonios les pasa?
- No nos dijiste quién era
Rodolfo Arias, ahora me entero que es tu contacto principal.- Lo levanto del
cuello y le suelto un gancho. Trevor lo golpea por la espalda en los riñones. -
Ahora uno de mis superiores lo sabe y trabaja el viejo caso del que te salvé en
aquella ocasión usando a Arias.
- Está bien viejo, lo único que
tienes que hacer es preguntar.- Lo siento y le acerco su bebida.- No es como si
antes se molestaran porque no les comparto cada detalle de la operación.
Siempre que todos hagamos dinero, no había necesidad.
- La hay ahora. Tú eres el rey
del vicio en Morton, los negros necesitan sus diversiones, lo entiendo. Pero
ahora tienes a los Badessi, a Cornell y a una investigación financiada desde
arriba.
- Rodolfo Arias nunca me quiso
decir quién era su contacto. Naturalmente, hice que lo siguieran. El nombre de
su suministrador es Ronald Parsons. ¿Crees que vayan a arrestarlo?
- No le llames. Lo quiero
encontrar. Lo digo en serio Tito, no me fastidies en esto.
- Está bien, está bien, sólo por
favor lárguense de una vez.
Sacamos
su nombre del directorio personal. Tiene una linda casa de dos pisos cerca de
Marvin Gardens. El auto no está. Entramos por atrás usando mis ganzúas. No hay
señales de violencia, todo está limpio y ordenado. Caminamos despacio,
apuntando a todas partes. Sala con tres sillones, mesa de café antigua y
arreglo floral, cocina equipada con lo más nuevo y un refrigerador lleno.
Subimos las escaleras, habitación por habitación. El tipo ya no está. No
sabemos dónde está, pero sí sé que si Tito le puso sobre aviso, lo mato.
Regresamos
al auto pero manejo en círculos, necesito pensar. Trevor se fuma un cigarro en
silencio mientras ubico un teléfono público. No puedo hacerlo por la radio
oficial, tiene que ser un favor especial. El registro telefónico me cuesta 500,
lo acepto. Estoy desesperado. Incluso si el presunto intermediario es
desmentido después nuestras carreras habrán terminado y estaremos compartiendo
celdas hasta que muramos de vejez, o apuñalado por algún negro rencoroso.
La
lista me está esperando, el policía también. Le pago y contengo las ganas de
golpearlo mientras lo veo contar el dinero enfrente de mí. Parsons realizó
múltiples llamadas a un teléfono público, incluyendo su última llamada.
Mientras Trevor y yo conseguimos la dirección a partir de un directorio él
propone cargarnos a Carson.
- ¿Estás demente? Es policía,
además no ayudaría mucho.
- A Lundy entonces. Operación
bolsa de basura. Nadie tiene que verlo de nuevo.
- Lo mismo, es policía.
- ¿Y?- Trevor está al borde de
las lágrimas. La tensión lo sobrepasa y le tiemblan las manos. Lo agarro de los
hombros y lo sacudo un par de veces.
- Patridge fue un error. Está en
el pasado. De nada sirve sentirse culpable Trevor. Simplemente crece y supéralo
antes de que él te supere a ti.
- ¿Qué hacen?
- Lynch, me asustaste idiota.-
Wyms se pone de pie y se enciende un cigarro limpiándose las lágrimas.- No es
nada, me puse nervioso. ¿Qué encontraste?
- Enterré la nariz al fondo. Si
hubiera estudiado tanto así en la escuela hubiera sido abogado.
- Otro día nos congratulamos
hasta que nos baje el período. ¿Qué demonios tienes?
- Muy bien, escuchen esto.-
Suelta el archivo sobre mi escritorio. Me lo guardo en el bolsillo interior del
abrigo. No quiero que Carson lo vea por ahí.- Collins hizo tres años por un
homicidio doble. Salió libre, aunque no detallan cómo. Típica táctica policíaca
en la que nadie cae. ¿Tres años por dos fiambres? Algo no estaba bien. No se
quedó en la ciudad, sino que se mudó a Detroit donde fue arrestado dos veces.
La primera por conducir ebrio, la segunda por solicitación. Berni tiene dos
hermanos, su hermano menor Jack hizo tiempo en una prisión fuera del estado por
el mismo cargo que Berni 8. Hijo de perra le echó el paquete a su hermano y el
juez cayó en el juego. Lo mandó lejos al pobre Jack para que no se rastreara
tan fácilmente. Su otro hermano es Lazarus Collins, el mayor, arrestado por
posesión, por vandalismo, solicitación y multas de tráfico. Ha sido sospechoso
en cuatro casos de narcóticos. Según un expediente de Narcóticos, ellos lo
ponen como teniente de Cornell Williams.
- No había escuchado una historia
tan hermosa desde la bella durmiente.- Me pongo el abrigo y el sombrero y
sonrío.- Chicos, hay una luz al final del túnel.
- ¿Te molestaría compartirlo con
el resto de la clase?
- Se escribe solo chicos. Cornell
sabe que Bernard es un hijo de perra, pero también sabe que su hermano Lazarus
es aún más hijo de perra. Así que le hace un trato, se entrega y nos tira la
papa caliente o lo delata a su hermano mayor. Usa a otra persona que actúa como
supuesto intermediario y presto, la magia se hace.
- Demasiado intelectual para ser
cosa de negros.
- Tienes toda la razón, pero
primero hay que seguir la pista de Parsons. Hay que encontrarlo antes que
Carson. Es hora de ensuciarnos las manos.
Primera
parada el teléfono público. Está en la zona industrial, rodeado de bodegas y
fábricas. Nos miramos las caras como idiotas mientras el rastro se enfría hasta
congelarse. Regresan los nervios. Asumimos lo peor. Parsons en una sala de
interrogación. Carson apuntando cada detalle de la operación de Tito. Trevor
señala a una de las entradas. El edificio es una empaquetadora de carnes “Carne
Diva”. Un Mercedes Benz de lujo sale a toda velocidad. Lynch anota las placas y
pide un reporte del propietario. Es lo único que tenemos, pero al menos es
algo. Ésa carne debe ser de lujo.
- Vamos, contesta...- Le marco al
capitán desde otro teléfono público. Después de todo, nadie ha muerto por ser
demasiado precavido.- Necesito un favor, contesta...
- Oficina del capitán Lloyd, ¿en
qué puedo servirle?
- ¿Se encuentra el capitán?
- No se encuentra, salió por
cosas personales. ¿Quién le habla?
- El detective Ozfelian. Dígale
que me contacte de inmediato.
- ¿Usted es el detective Larry
Gustav Ozfelian?
- No, soy otro Ozfelian que
también resulta ser detective. ¿Usted que cree?
- Tengo un mensaje aquí de un
detective Peter Carson, lo quiere entrevistar a usted y a sus compañeros lo
antes posible. Ah, y otra cosa...
- ¿Sí?
- Usted no es gracioso.
- Ya había escuchado eso antes.-
Cuelgo y me miran raro.- La secretaria, es una chica dulce.
- ¿Qué quieres hacer ahora?
- Visitar al hermano mayor.
Era
un buen plan, hasta que nuestra unidad fue llamada. La voz de Percy, no había
duda. Lynch trata de zafarnos diciendo que estamos en asignación especial del
capitán. A George no le importan las asignaciones especiales. Un pequeño desvío
cuando trabajamos contra el reloj. Por alguna razón pienso en la orquídea.
¿Realmente hizo lo que vi en ese sótano? Mi sospecha se torna en odio, mi odio
se torna en fascinación. Soy hipócrita, no me importa. Tengo planeadas muchas
cosas sangrientas para antes de que caiga el sol. Bañaré a Morton en querosén y
le prenderé fuego antes de caer. Y si caigo, caeré en llamas y el humo de mi
cadáver los asfixiará a todos.
Vamos
a la dirección, nos esperan dos uniformados y nadie más. Es Morton, a menos que
sea algo realmente grande, a nadie le importa. Galton está a cargo. De todos
los detectives del precinto estoy seguro que Jack es el único con el cerebro
suficiente para unir las conexiones. El cuerpo está en el segundo piso de una
casa abandonada que parece que fue usada de bodega hacía diez años. Hay mesas
rotas, carteles tirados por todas partes, sillas apiladas y el piso entero está
alfombrado de agujas. Las ventanas de un costado muestran la calle, los del
otro muestran una pared a medio metro de distancia, estilizada con grafitis de
leones comiendo borregos.
- Fue torturado antes de ser
ejecutado. Por el estado de descomposición fue asesinado anoche. Los disparos
en los ojos fueron post-mortem.- El cadáver, tirado sobre una alfombra a medio
enrollar, tiene huecos vacíos donde sus ojos solían estar, y disparos en los
costados y en las rodillas.- El arma parece de ser una .22. Los orificios de
balas son muy peculiares, debe ser una pistola vieja.
- ¿Declaraciones de testigos?
- En eso estoy. No toquen el
cuerpo hasta que llegue el forense. Quiero ser cuidadoso con éste, estoy
trabajando otro caso y no quiero equivocarme.- Esperamos dos segundos a que se
vaya para revisar sus bolsillos y su cartera.
- ¿Oz? Él es Ronald Parsons.- El
mareo hace que me apoye contra la ventana.
- Está bien, déjenme pensar.
Lynch, ve al auto y saca una de las .22
que tenemos escondidas. La más vieja que encuentres. Trevor, quédate con la
identificación y con cualquier cosa otra identificación o cualquier cosa que
ayude a identificarlo. Voy a entretener a Galton.
- Parece que tenemos algo.- John
está a punto de entrar, pero bloqueo la escalera.
- Dime.
- El asesino usaba paliacate
rojo, con chaleco anti-balas y guantes largos.
- Déjame adivinar, todo su cuerpo
estaba tapado.
- Sí. Llegó a toda velocidad, se
estacionó y salió empujando a otra persona. Tengo a un anciano que jugaba
ajedrez en el porche de su edificio anoche como a las once y jura que escuchó
los tiros. Dice que sonaron como cohetes, pero resonaron como campanas. Lo que
sea que eso signifique.
- ¿Porqué no habló a la policía?-
Lynch entra corriendo. Me hago a un lado para que suba las escaleras.
- Lo hizo, pero las patrullas
estaban ocupadas, y se traspapeló la orden. Bendito Morton. Cuando se descubrió
el error ésta mañana tuvieron que esperar a que se hubiera alguna patrulla
libre. Se desocuparon hasta ahora. Ha sido un día ocupado, hubo un incendio en
Morgan y la 20, una vieja bodega. Hubo algunos heridos.- Reconozco la
ubicación. Una casa de apuestas de Tito.- ¿Te suena a algo eso del paliacate
rojo? Todos lo dijeron como si fuera de lo más importante.
- A los negros les gustan los
colores. El rojo es de Tito Sandoval.
- ¿La mafia negra?
- No lo llamaría una mafia, es
más como una pandilla.
- Como sea.- Trevor y Lynch bajan
las escaleras y esperan afuera. Me hago a un lado para que Galton pueda subir y
lo sigo.- Por cierto, tengo otro caso. Un robo en una zapatería, uno de los
empleados parece que tuvo afiliaciones de pandilla en algún momento. Si te
desocupas de este caso, y de besarle los pies al capitán Lloyd, ¿crees que me
podrías ayudar?
- Sí, por supuesto.- Los
uniformes le dan otra vuelta. Usan guantes para no picarse con las agujas.
Lynch la ocultó bien. La encontraron dentro de una cubeta tirada que quedó
parcialmente ocultada por toda la basura.
- Es una .22, perfecto.
Llévensela. Me quedaré diez minutos más, si no aparece el forense llamo a una
ambulancia regular y que hagan lo que quieran.
- Espera.- Alcanzo al uniformado
antes de que salga por la puerta principal.- Tengo un amigo en Balística,
quiero llevársela cuanto antes.
- Pero, el registro de evidencia.
- Yo la llevo. No tardaré nada.-
El uniformado me entrega la bolsa. Subimos al auto y salimos tendidos con las
sirenas a todo volumen.
Un
segundo desvío del plan original. En el expediente que Lynch consiguió aparece
la dirección de Bernard. Antes de llegar Trevor compra un mapa en una tienda y
nos ponemos guantes. Por si acaso apago la sirena un par de cuadras antes y me
doy unas vueltas. Hay una patrulla que da vueltas a dos o tres manzanas. Sin
duda puesta ahí por Carson. No podía revelar el contenido de la investigación,
así que no pudo dar la dirección completa. Me dejan en un callejón y se van a
dar vueltas. Me escondo entre la basura hasta que veo pasar la patrulla. Entro
por la entrada principal. No es la clase de edificio donde los vecinos
registran todo lo que pasa. Es una ratonera donde los únicos sobrios son los
ratones y las cucarachas. Forzar las cerraduras con las ganzúas no es difícil.
Berni 8 es muy moderno. El diseño minimalista se conjuga con el rococó. Hay una
televisión sobre una caja de madera, un librero pintado de azul y naranja con
revistas pornográficas y una pipa de crack. Hay un par de sillas, sin mesa por
supuesto, y la cocina está adornada por una cocineta tan sucia que
prácticamente se ha fosilizado para estudios científicos en mil años. Escondo
la identificación de Parsons bajo una bolsa de marihuana en el librero. En el
mapa circulo el lugar donde robamos la droga y matamos a los dos italianos y al
negro. La magia de Oz en acción. Un pequeño seguro para el futuro.
Salgo
después de que la patrulla desaparece. Me recogen en la esquina y vamos a
visitar al hermano mayor. Lazarus Collins es un negro enorme, boxeador
aficionado. Lo encontramos practicando con un saco en el porche de una casa a
medio construir. Hay que jugarla inteligente, pero hay que tener cuidado.
Collins es un perro viejo, sabe cómo funciona. Entramos a su casa y queda de
pie con las manos en la nuca. Trevor revisa la sala rápidamente, sin encontrar
nada.
- Hábleme de tu hermano Bernard.
- Es mi hermano.- Lynch quiere
golpearlo, pero lo detengo con la mirada.
- ¿Cuántos años hizo por ese
doble homicidio?
- Cinco años, ¿porqué?
- Siéntate, hay algo que quiero
mostrarte.- Le muestro el archivo. Su pronta liberación, su desaparición en
Detroit, el arresto simultáneo de su hermano Jack por el mismo crimen y su
encarcelación en una prisión fuera del estado.
- Berni... Pobre Jack, lo
apuñalaron hace una semana. Un montón de chicanos.
- Vamos a ayudarnos mutuamente
Lazarus. Te reuniré con tu hermano para que... discutan el asunto. Pero quiero certezas.
- ¿Creen que dejaré que esto se
quede así?
- Aún así, me gustan las
certezas.- El gorila lo piensa. Nos ve a los tres, uno a uno, calibrando sus
posiciones. Apestamos a desesperación. No tiene oportunidad alguna.
- ¿Qué clase de certezas?
- Párate frente a esta ventana.- Los
tres sacamos nuestros revólveres y lo llevamos a la ventana de la cocina. Lynch
le pasa la pistola que plantamos en la escena del crimen.- Dispara contra ese
árbol, queremos la pólvora en tu mano y tus huellas digitales en el arma. Si te
acobardas en el último momento ésta pistola será tu pasaporte a chicano-landia
en la prisión donde mataron a tu hermano Jack. ¿Nos entendemos?
- Dame el cohete y cállate.- Tipo
duro. Le apuntamos en las costillas. Se da vuelta y dejamos la mitad de su
cuerpo sobre la estufa. Dispara dos veces y levanta las manos. Lynch recoge la
pistola con su pañuelo y sus guantes.- ¿Cómo sé que no me enfilan al matadero?
- Si quisiéramos eso Lazarus,
¿porqué te habría mostrado el expediente de tu hermano?
- Está bien, arréstenme.
- No, no puede ser tan obvio.
Pero estoy seguro que alguien como tú se figura docenas de formas de ser
arrestado. Experimenta un poco.
Nos
quedamos en el auto esperando a que salga. No tarda mucho. Lo seguimos
discretamente hasta Lazarus se para en una esquina y le hace señas a un poli
para que se acerque. El patrullero le hace un par de preguntas. Collins le da
un derechazo que lo tira al suelo. El uniformado saca su arma y lo arresta
mientras lucha por respirar. Lynch se separa, tiene que registrar el arma en
evidencia. Insiste en borrarle las huellas. El gorila se ve determinado, es
suficiente que crea que lo incriminaremos, no hay que hacerlo de verdad. Le
borra las huellas antes de salir del auto. Me detengo en una farmacia. Mientras
Wyms compra aspirinas le marco a Lloyd.
- Capitán Lloyd, ¿en qué puedo
servirle?
- Ya era hora Rick.
- Mi secretaria dijo que llamaste
y te pasó el recado.
- Sí, quiero posponer esa
entrevista lo más posible. ¿Qué has oído?
- Parece que Bernard no ha hablado.
Se están haciendo los duros en el departamento de Justicia, pero accederán.
- Dime que tienes el nombre del
intermediario que Cornell quiere sacrificar.
- Sí, me lo susurró un juez con
el que juego golf cada fin de semana. Richard Dreyfus. No sé cuánto tiempo más
pueda retener el asunto. He estado convenciendo a cuanto burócrata me debe
favores de entorpecer el proceso lo más posible. Lundy lo quiere jugar a lo
legal, así que se está enfrentando a los problemas uno a la vez. Aún así...
- Gracias Rick, en serio.
- Me salvaste el trasero Larry,
eso no se olvida.- Cuelgo el teléfono y Trevor me comparte de sus aspirinas.
Son las tres de la tarde. Tengo hambre y me duele todo el cuerpo a causa de la
tensión. Nadar es un ejercicio cansado.
- ¿Qué te dijo?
- Richard Dreyfus, él es el chivo
expiatorio de Cornell. Hay que hablar con Tito, es hora de que sirva de algo.
Encontramos
a Tito en uno de sus edificios. Nos sentamos a comer con él, pero el ambiente
es tenso. La posibilidad de prisión tiende a arruinar las comidas. Trevor
apenas y come. Tito no para de quejarse.
Últimamente es lo único que hace. Henry nos alcanza cuando Tito termina de
comer y Trevor y yo nos damos por vencido, no comeremos bien.
- Son perro Oz, y estoy
esquinado. ¿Qué quieres que haga? Sigo tus reglas y me incendian mis casas de
apuestas. ¿Dónde está la justicia en eso?
- No seas ingenuo Tito, no hay
tal cosa como la justicia. Están los que nadan y los que se ahogan.
- ¿Y eso es todo?
- No seas idiota. Cornell y los
Badessi venden en las calles, explotan a sus mujeres, extorsionan negocios. Se
salen de la línea. Les caeremos como una tonelada de ladrillos. Mientras tanto,
¿qué hay de Parsons?
- Escuché que está muerto.
- Sí, me imagino que lo
escuchaste.
- No me mires así Oz, yo no fui.
- ¿De dónde viene tu producto?
- Vamos viejo, no puedo decirte
eso. Me cortarán en pedazos si le digo a un poli.
- Es difícil creerte Tito.-
Desenfundo la pistola y la pongo sobre la mesa.- Respiras, comes, jodes y
duermes porque yo quiero. No agotes tu conveniencia. No te gustará.
- Está bien... Estás loco viejo,
¿lo sabías?
- No me subestimes Tito, valoro
nuestra amistad. Nunca mataría a un amigo, así me criaron. Lamentablemente, el
padre de Lynch era un peleador alcohólico sin amigos y no le impartió esa
educación. Él no tendrá problemas.
- Un favor por otro, ¿qué te
parece?
- Escúpelo.
- Los Badessi se mueven como si
tú no existieras. Infúndeles temor.
- Lo haré, pero quiero que tú
hagas otra cosa mientras nosotros nos ocupamos de los italianos. Investiga a
Richard Dreyfus, Cornell lo dejará colgando. Quiero saber si Dreyfus lo sabe y
si es así por qué se está dejando sacrificar. O en su defecto quiero saber si
no lo sabe.
- Hecho.- Nos levantamos y
salimos, pero Tito corre hacia la puerta.- Oz, haz tu magia.
- Es lo único que hago Tito.
Hago
una parada antes de ir al restaurante de
los hermanos Badessi. A los italianos les gusta la sobremesa, con un poco de
suerte y estarán ahí cuando regresemos del departamento de emergencia con un
pequeño regalo. El restaurante “Olivos” fue inaugurado hace dos meses en
Morton. La manera no muy sutil de los hermanos Badessi de mostrar sus músculos.
Ellos incendian casas de juego, pero nadie toca su restaurante. Henry lo resume
a la perfección, los italianos están apoyados por familias grandes en este país
y en su país de origen. Los negros no tienen a nadie más. Le corrijo, nos
tienen a nosotros. Trevor le da la vuelta a la manzana y brinca un alambrado
para dejar el regalo entre la basura y cubrir el acceso trasero. Los tres
armados con escopetas y listos para cualquier cosa. Pateo la puerta de entrada
y empieza la función. En la confusión cuento cabezas. Diez hombres, siete
mujeres. Los hermanos en la mesa de en medio mirándonos con sonrisas torcidas.
Los meseros se tiran al suelo. Los cocineros salen con las manos en alta, dos
de ellos estaban armados. Trevor los saca de la cocina, les quita sus armas y
los deja en el suelo.
- ¿Interrumpimos?
- Me sorprende que aún conserve
su placa.- Dice Enrico.
- Me sorprende que aún conserves
tus dientes.- Lynch tira lo que hay en la mesa con el cañón de su escopeta.-
Todos de pie y con las manos arriba.
- ¿Tienen orden judicial?- Un
obeso italiano se levanta y gesticula con las manos.
- No la necesito, vi un crimen
ocurriendo y tuve que actuar.- Dejo una bolsa de cocaína en el suelo.- Ésa es
toda la orden que necesito.
- Están cometiendo un grave
error.- Dice Tomasso.
- Dejen Morton, regresen a
Baltic.- Mientras Trevor les apunta Lynch les va quitando sus carteras y me las
tira. Les quito el dinero y voy formando fajos gruesos.
- Sí, ya hemos recibido sus
mensajes antes.- Enrico baja las manos y saca su cartera. Le gritamos que se
quede quieto, pero no nos hace caso. Saca su tarjeta de negocios y se la da a
Lynch, junto con el dinero.- Si algún día quieren trabajar para el lado
ganador, llama a ese número.
- “Enrico Badessi, hombre de
negocios” Sólo un italiano creería que eso suena inteligente.
- Estos dos tienen armas.- Lynch
se las guarda en el abrigo.- ¿Los arrestamos?
- No, no serviría de nada. ¿Son
todos?
- Esos son todos Oz. ¿Cuánto hay?
- Deben haber al menos siete mil
dólares. Esa es mucha moneda.
- Un vulgar ladrón.- Dijo una
señora. Meto el dinero en un bote plateado para la champaña, le echo alcohol y
le prendo fuego.
- Su dinero no vale nada aquí. Sus
prostis no pueden dejar a sus padrotes, les venden a menores, tiene a camellos
en las calles y extorsionan negocios. No nos detendremos hasta que aprendan la
ley cardinal de Morton. La calle es de los policías.
- Disfrute su retiro.- Dijo
Enrico mientras salíamos.
- ¿Por qué no les rompimos las
mandíbulas a esos hermanos?- Trevor está enojado.
- Porque no podíamos dejar
evidencia detrás. Ese restaurante tiene que ser registrado para que encuentren
la ropa con que George Aceveda apuñaló a Hugh Redding. Si llegan y ven un baño
de sangre sabrán que algo estuvo mal. ¿Borraste las huellas?
- Sí, fui cuidadoso.
El
regreso es silencioso, ambientado con música de blues. Pasamos frente al local
incendiado. Me hipnotizan los restos. Es un esqueleto sin vida. ¿Eso es lo que
quedará de mí cuando el fuego finalmente me consuma por completo? Un esqueleto
silencioso para ser examinado minuciosamente por Lundy y Carson. Sé que no es
así. No dejaré de arder, no tengo tanta suerte. Arderé hasta que consuma a la
orquídea hasta su esencia más íntima y después no dejaré nada.
Entramos
al precinto por la puerta de la bodega. Todavía no hay orden de aprehensión.
Los tres disfrutamos el rancio café de la cafetería, quizás por última vez. No
lo decimos, pero todos estamos pensando en eso. Lloyd se agenció de la oficina
de Percy. Al teniente no le molesta, puede leer su diario en cualquier parte.
El capitán tiene el oído en la tierra, interpretando lo que escucha. No lo veo
desesperado, eso me tranquiliza. Trevor y yo nos sentamos en las sillas, Lynch
se queda en el marco de la puerta.
- Si quieres quita el abrigo Oz.-
Levanto la gabardina y mientras se la paso veo la llave del hotel “Atlantic” de
la habitación 501. Recuerdo la expresión de Virginia. Estaba muy segura.
Recuerdo los fríos cinco mil. Me siento sucio de siquiera considerarlo.- No hay
muchas novedades.
- ¿El negro sigue en su danza
tribal?
- Sí, pero los tambores han
dejado de sonar. Lundy y un juez se cansaron de esperar. Ésta noche empieza a
hablar. Chicos, no sé qué estén planeando. Por su bien, espero que sea bueno.
- Te vamos a pedir una orden de
búsqueda a una de las propiedades de los hermanos Badessi, te doy los
específicos después.
- Gracias por decirme en
adelantado, cuando se trata de la Familia, hay que planearlo con tiempo.
- Necesito otro favor. Lazarus
Collins, el hermano de Bernard fue apresado por atacar a un oficial. Tienes que
asegurarte que los hermanos compartan celda, y si están en las jaulas, que sea
la misma jaula. Es muy importante.
- Lo haré. ¿Qué harán ustedes?
- Sobrevivir Rick, sobrevivir.-
Regresamos a la oficina viendo sobre nuestros hombros en todo momento. Todo
está relativamente tranquilo, todos los detectives trabajando fuera menos
Galton. No veo a Carson por ninguna parte.
- ¿Crees que podemos confiar en
él?
- No hagas eso Wyms,- Lynch
cierra la puerta detrás de él y le señala que baje el tono de voz.- Lundy es de
confianza. Quizás sea el único de confianza.
- Espero, porque irán por
nosotros tres.
- Me quieren a mí, y yo no los
arrastraré al infierno. Les agradezco la ayuda muchachos, les debo una grande,
pero no crean que los delataré como un negro tembloroso cualquiera.
- Gracias viejo.- Enciendo un
cigarro y me siento sobre el escritorio. El reporte sobre las placas que
pedimos ya está listo.- El Benz es propiedad de Brenton Taruso, dueño de “Carne
Diva” empaquetadora de carne. Interesante, Trevor investígalo de cerca.
- Hecho.- Trevor quiere ir con él
pero lo detengo.
- Necesito que cheques un nombre,
Ursula Vickins.
- ¿Quién es ella?
- Es un asunto personal. No lo
puedo posponer indefinidamente.- No estoy seguro porqué se lo pido. La vida
privada de Rick es su problema, y no es como si yo fuera conocido por mi
carácter monógamo. Aún así, la curiosidad ahí está. Me dispongo a darme una
vuelta por el hotel Atlantic cuando Galton me detiene con una fotografía.
- Te he estado buscando.
¿Recuerdas el caso del que te platiqué en la escena de ese Parsons?
- Sí, el de la zapatería, ¿qué
con ello?
- El trabajador del que todos
desconfían es Winston Hicks.- Me muestra la fotografía de su arresto. No ubico
esa cara.- Supuestamente retirado desde que salió de la grande hace tres años.
- Ni idea, pero mantendré los
ojos abiertos por ti Jack.
- Gracias Larry.
El
Atlantic es un hotel de Baltic categoría tres estrellas, otra manera de decir
que las prostis sí tienen todos sus dientes, pero la comida apesta y las
sábanas se lavan cada vez que un huésped se desangra. Sus clientes vienen de
tres variedades, turistas decepcionados, hombres de negocios aburridos y
hombres de negocios con caras relajadas y un par de billetes más pobres. No
encajo en ninguna de ella. Escucho la regadera del otro lado de la puerta. Miro
de un lado a otro del pasillo y uso las ganzúas tan rápido como puedo. Tengo
que tener cuidado, si Lloyd se da cuenta que la cerradura ha sido violentada de
alguna manera sospechará que fui yo. Abro la puerta despacio. Escucho a la
mujer bañándose del otro lado de la puerta del fondo. La cama está deshecha y de
inmediato noto el encendedor dorado de Lloyd y una de sus corbatas. Hago un
inventario rápido de la habitación. Pequeño refrigerador, mesa con medias
tiradas, tapete arrinconado sobre tacones, cuadro descolorido con patos y niños
con un brasier colgando. Una mirada y estoy en el espíritu del lugar. Ahora
entiendo porqué no está desesperado, Ursula Vickins lo ha mantenido ocupado.
Salgo de ahí tan rápido como puedo y no me detengo hasta entrar al auto.
Manejo
unas cuadras y le marco a Lloyd. No puedo dejar de sentirme un poco culpable,
pero se me pasa rápido. Tiene al juez perfecto para emitir la orden. Le doy la
dirección. Trevor y Henry siguen ocupados. Me doy una vuelta por “Dixon’s”
antes de ir al restaurante. Tito habló al bar preguntando por él. Le pido a
Dixon que nos veamos en el bar. Además, las patrullas pasarán por ahí y quiero
que vea que respeto nuestro lado del trato.
Para
cuando llego ya están revisando todo el lugar. Enrico y Tomasso siguen ahí. Me
miran con expresiones neutras. Si no fuera por los testigos los mato y los
entierro donde nadie los encuentre nunca. Claro, eso sería una sentencia de
muerte, pero considerando que Lundy ya está escribiendo mi epitafio, no tengo
mucho que perder. Galton está ocupado con sus dos casos y Carson está tan
jalado de la correa que dudo que pueda respirar, así que ponen a Martin
Pollowski, un polaco primo de la persona correcta e hijo de la persona idónea.
Aún así, su cerebro a veces funciona casi tan bien como el de un burócrata
competente.
- ¿Qué tienes?
- Nos sacamos la lotería.- Señala
a un italiano de 39 con saco de tela café y boina.- Ese psicópata es Roberto
Valente, buscado en Italia y aquí por una larga lista de asesinatos a sueldo.
Es el asesino de confianza de los Badessi.
- Perfecto, pero ¿crees que
confesará?
- No necesitamos de tus listines
telefónicos Ozfelian, Valente lleva a todas partes la vieja .22 que trajo de su
país. Servirá de evidencia en al menos seis casos.
- ¿Qué hay de los hermanos?
- No encontramos nada sólido, el
lugar está limpio. Lo único ilegal es Valente.- Un uniformado llega corriendo.
Encontró nuestro regalo en la basura. La ropa con la sangre de Redding y el
cuchillo. La sangre está seca, pero servirá aunque sea para alejarnos a
nosotros y a Tito del golpe.
- Lo encontré en la basura
detective.
- Llévenselo... Y cárguense a los
hermanos también.
- No pasaré dos noches en
prisión.- Dice Tomasso, más una afirmación de hecho que una amenaza.
Dejo
que Pollowski termine y voy directo al “Dixon’s”. El sol se pone. La hora se acerca.
Si Tito me falla lo mato en el bar, lo subo a la cajuela y lo desaparezco.
Atorado en el tráfico mi mente vuela con planes. Pienso en matar a Lundy y a
Carson, hacerlo parecer de la mafia italiana. Planeo maneras de usar a Valente
para ello. Ideo formas de matar a Berni 8 yo mismo. Quiero prenderle fuego a
Morton y desaparecer en el humo.
- Ahí estás.- Tito cierra la
puerta en cuanto entro.- Vi las patrullas. Gracias Oz.
- Servir y proteger, eso es lo
que hacemos mejor.- Me siento en un taburete y Dixon me sirve un whisky.-
¿Tienes algo?
- Dreyfus lo hace por su
voluntad. Le robó producto a Cornell y lo tienen de las pelotas. El trato es
simple, coopera o su hermana Mariana recibe una sonrisa de oreja a oreja.-
Alguien está en el baño. Tito nota que me pongo nervioso y me calma.- Es el
esposo de Mariana Dreyfus, se llama Mark Rondell. Este sujeto está demente,
quiere matar a Cornell él mismo. Yo le dije que lo haga.
- No. Déjame eso a mí.
- No sabe toda la historia, pero
es demasiado violento como para confiar en él. Lo que carece de cerebro lo
tiene en determinación.- Mark Rondell sale del baño y me mira desconfiado.-
Calma Mark, él es buena gente.
- De lo mejor.- La sorna no se
registra en su peluda frente.
- Tito dice que quieres ayudar a mi hermana.
- Ésa es la idea.
- Oye negro, ¿por qué no esperas
en mi coche? No tardaremos.
- Está bien, pero no tardes Tito.
No me hagas regresar por ti.
- ¿Sabes qué es lo más enfermo de
todo esto?- Tito lo susurra en cuanto se va.- Que lo haría. No hay negro en Morton
que se atreva a tocarme, saben que sus negocios funcionan o prosperan por mí,
que viven o mueren porque yo lo decido. Pero éste sujeto es diferente.
- ¿Qué es lo que querías decirme
sin que Rondell se enterara?
- Quería darte esto.- Me extiende
una servilleta con una dirección.- Es donde mantienen cautiva a Mariana
Rondell. La otra dirección es donde Cornell tiene a Dreyfus.
- Un placer hacer negocios
contigo Tito.- Me termino el whisky y le estrecho la mano.
- Oye viejo, tú estás feliz y yo
estoy feliz.
No
confío en un negro demasiado servicial. En este caso, no tengo otra opción.
Mark Rondell me espera afuera. Me muestra fotografías de su esposa. No debería
pero echo un vistazo. La negra no es fea, y en cada foto en que aparece, Mark
está sonriendo. Los miro en un parque de negros, en el estadio y en una casa.
No le importan mis excusas. No me deja solo hasta que le prometo que haré todo
lo posible por rescatarla. Mientras enciendo el motor me habla de ella. Es
maestra de primaria. Le gustan los rompecabezas y ayuda a los ancianos del
asilo cada fin de semana. Siento los violines tocando en el otro asiento. Viajo
acompañado de fantasmas. Están Redding y Patridge en los asientos traseros.
Están enojados porque solo un fantasma podría acompañarme adelante, mi
orquídea.
- ¿Cómo te fue?- Wyms me espera
en la entrada y camina conmigo.
- Encontraron nuestro regalo, y a
un tirador a sueldo. Valente, o algo así. Nuestro amigo negro me dio el reporte
completo. Richard Dreyfus robó algo de producto a Williams, así que Cornell
tiene a su hermana Mariana, casada con un caso social por cierto, en una casa y
la matará a menos que siga el juego. Me dio la dirección de donde tienen a
Mariana y donde tienen a Richard Dreyfus. ¿Qué ha pasado por aquí?
- ¿Quieres un café?- Lo espero a
que se sirva dos tazas en la cafetería. No estamos solos, así que espero a que
termine.
- Gracias.
- Bernard aún respira, dará su
confesión en la noche. Algo que ver con el horario de un fiscal que quiere
estar presente, asegurar que no haya maltrato. Es lo mejor que Lloyd nos pudo
dar. Mañana a primera hora estamos citados a declarar. El interrogatorio no es
opcional, usarán medios legales si es necesario. Órdenes de Lundy.
- Hijo de perra.- Trevor cierra
la puerta de la oficina del escuadrón anti-bandas detrás de él.- No estamos
muertos aún. ¿Qué conseguiste en el dueño del Benz?
- Brenton Taruso y Hugo Wright
son dueños de la empaquetadora. Lo seguí por toda la ciudad. A veces él está en
los repartos de camiones.
- ¿Qué clase de camiones usa?
- Yo pensé lo mismo, pero son
semi-nuevos. Nada que ver con la descripción de la casa del horror. En fin, que
él está involucrado a veces. Nada demasiado incriminador en sí mismo. Me metí a
su casa. Pasé diez minutos con las ganzúas.
- No te sientas mal Trevor, es un
arte que se domina con la edad.
- Me imagino. No encontré nada
extraño. Pero ya que estás loco por esa florista Florinda, encontré flores en
un mueble. ¿Crees que todo se relacione a tu orquídea?
- No te burles. ¿Anotaste las
direcciones a donde surten y las placas de los camiones?
- Aquí está.- Me muestra sus
notas y bebe su café. Lynch entra sin hacer ruido y alterna su mirada entre
Trevor y yo. Asiento con la cabeza, puede hablar libremente.
- Tengo la información de Ursula
Vickins.
- ¿Quién es Ursula Vickins?
- Probablemente nadie, pero
quería corroborarlo.
- Vickins es valuadora de
propiedades. Al parecer es parte de su trabajo social de ayudar a la calidad de
vida en barrios pobres. Es conocida en Morton.
- Toda una santa.- Me río solo.
Los casados suelen buscarse algo emocionante, Lloyd se buscó una chica scout.
Quizás le susurra detalles de la legislación inmobiliaria mientras rechinan los
resortes. Aunque cuando pienso en eso
trato de no imaginarme a Rick desnudo. No si quiero mantener la poca
comida que he comido en mi estómago.- Si el negro bailarín habla en la noche
para acomodar el horario del fiscal entonces es seguro suponer que será después
de horas de oficinas.
- O sea, en cualquier momento.
- Hay que concentrarnos en evitar
la crisis. No tenemos suficiente dinero para escapar del país. Nos tienen
acorralados, pero sabemos algo que Cornell no sabe que nosotros sabemos. La
llave está en la hermana de Richard Dreyfus.
- ¿La rescatamos?
- Lynch,- Enciendo un cigarro y
bebo un poco de café.- la vamos a matar.
- Puede funcionar.
- Yo lo haré.- Henry y yo nos
quedamos boquiabiertos.- He estado muerto de miedo todo el día. Ni he hablado
con mi esposa porque me da vergüenza decirle que iré a prisión porque un hijo
de perra necesita un caso para hacerse político, y otro hijo de perra tiene su
nariz tan metida en su trasero que le huele el aliento. Además soy más joven,
más ágil y más apuesto.
- ¿Estás seguro que quieres eso
en tu conciencia?
- Prefiero que mi conciencia no
esté atrapada en una celda de prisión.
- Elocuente.- Concluye Lynch.
Tenemos
una única oportunidad. La jugamos a lo seguro. Le damos vueltas a la manzana
para estudiar la casa. Cornell la tiene retenida en el centro de Morton, lleno
de casas miniatura que se conectan por detrás. Las demás casas de la cuadra
están habitadas. Hay dos gorilas en el porche bebiendo cervezas. Vemos luces en
la cocina y a un negro más. Nos bajamos en la parte de atrás. Henry y yo
caminamos al porche como excusa para que Trevor se brinque la pequeña barda de
madera, recorra el jardín y espíe la casa. Esperamos en el porche por si
descubren a Wyms agachado de cuclillas fisgoneando a sus vecinos de atrás.
Nadie parece verlo. Trevor regresa corriendo y entramos al auto para seguir
dando de vueltas.
- El dormitorio está en la parte
de atrás, ahí es donde la tienen. Mariana Dreyfus está despierta, algo golpeada
y encerrada en el cuarto. Intentó abrir la perilla, probablemente por vez
número mil, pero no sirvió de nada.
- ¿Cómo quieres hacerlo?
- Me acerco, golpeo la ventana
mostrándole mi placa. La ventana está entre abierta y parece estar atorada con
yeso. No es suficiente espacio para que ella salga o yo entre, pero suficiente
para que ella se acerque de buena voluntad y yo le dispare.
- A la cabeza Trevor, no olvides
eso. Tienes un solo tiro y después cae al suelo y no puedes hacer nada. Tiene
que ser a la cabeza. Si ella grita esos monos se irán contra ti. Larry y yo
estaremos esperándolos, por si acaso.
En
la cajuela guardo una pistola con silenciador. Estacionamos frente a la casa
cuyo jardín da al dormitorio y repetimos la operación. Ya no es el ensayo, es
el momento de la verdad. Mirando por la ventana, y a través de la raída cortina
puedo ver a un hombre dormido frente al televisor. Si está casado o si hay
alguien más, no puedo verlo. Lync se mantiene agachado en la entrada al jardín
con el arma en sus manos. Mis sentidos se alteran. Mi respiración suena como
una tormenta. Los movimientos de Lynch suenan como si fuera un ejército. El
disparo con silenciador parece un cañonazo y juro que todo Morton debió
escucharlo. Regresamos al auto y nos vamos a toda velocidad. Trevor está
temblando pero se calma cuando bebe de mi whisky.
- ¿Cómo te fue?
- Toqué la ventana. Ella estaba
tratando de escuchar por la puerta. Al ver mi placa me sonrió y entonces....
Entonces, lo hice.
- Wyms hijo de perra.- Henry lo
zarandea y lo despeina.- El más joven de nosotros y el más hábil. Te ganaste el
cielo. Mejor que eso, te aganaste tu libertad.
- Esto aún no termina. Dame el
arma.- La recibo con un pañuelo.
- ¿Dónde la vas a tirar?
- No lo haré. Hay que guardarla,
por si el caso se pone caliente y necesitamos la pieza para incriminar a
alguien más.- La guardo bajo mi asiento y trato de relajarme.- Falta un detalle
que afinar. ¿Dónde guardaste las Tommy que robamos a esa pandilla Jester?
- Están en el departamento de
Lakeview, no lo quise mezclar con el departamento del dinero.
- Bien pensado.
Nos
armamos con metrallas, disfraces y cambiamos de auto. Tenemos uno para
emergencias en un estacionamiento en la zona industrial. Mientras revisamos que
los cartuchos estén llenos no dejo de pensar que Bernard Collins está
“confesando” y Lundy toma nota de cada detalle. Me repito una y otra vez que no
voy a caer. Congelaré el infierno e incendiaré el cielo antes de que eso pase.
No es cuestión de integridad, es cuestión de mantenerse flotando. Al diablo la
integridad. No ha dado de comer a nadie. Hay algo más grande en juego que ni
Lundy, ni Carson, quizás ni siquiera Lloyd pueden ver. Nos necesitan. Nos
odian, pero nos necesitan. ¿Quién mantendrá a los monos en sus jaulas?, ¿quién
mantendrá al menos la semblanza de justicia en una jungla indomable? Sus
reglamentos no significan nada si no pueden ni siquiera mantener a las proxenetas
y a los camellos fuera de las calles.
Richard
Dreyfus no necesita guardias, ni estar encerrado. Él sabe lo que pasará si no
hace lo que Cornell le pide. La mejor cárcel de todas es el miedo. Entiendo que
lo que siente. Nos vestimos con overoles, máscaras y paliacates con los colores
de Cornell Williams. Trevor maneja despacio y Henry y yo empezamos a disparar.
Una lluvia de balas. Richard se tira al suelo. Buenos instintos. Seguimos
destrozando la televisión, las ventanas y las paredes. No queremos matarlo,
solamente asustarlo. Wyms acelera y nos largamos de ahí para recoger el otro
auto y vestirnos con nuestras ropas. Es pasada la media noche. La cafeína nos
tiene alterados. Comemos algo en silencio y hacemos nuestra última parada en lo
que Wyms llama “el retorcido camino amarillo para ver al mago de Oz”. Lynch se
parte de la risa.
Tocamos
a su puerta con toda la naturalidad del mundo. Brenton Taruso abre la puerta en
una bata de seda y Henry lo empuja para dejarnos pasar. Trevor saca el arma y
revisa el primer piso. Nos mantenemos alejados de las escaleras, por si acaso.
Levanto a Taruso, lo reviso y lo empujo al sillón de su sala.
- Usted y Hugo Wright son dueños
de una empaquetadora de carnes, una peluquería, una pescadería y una renta de
autos. Entre otros negocios con pocas ganancias.
- ¿Me están arrestando?
- Piensa Einstein, ¿ves que
saquemos esposas? Sólo queremos hablar.- Trevor se sienta, pero no guarda la
pistola.
- Él es Trevor, el gorila a mi
lado es Henry y yo soy Oz.
- ¿Y?
- Sabemos que mueven grandes
cantidades de cocaína y heroína. A través de Ronald Parsons le suministraban de
vicio a Tito Sandoval.
- Eso no es cierto.
- No me está escuchando. No es un
arresto, es una proposición de negocios. Queremos dentro, por una tajada
pequeña hacemos de intermediario con los negros para que no se ensucien las
manos. Ofrecemos protección de la policía. Ponemos a sus competidores tras las
rejas, o seis metros bajo tierra. Lo que robemos de otras pandillas se la
venderemos a ustedes. Pero hay reglas, nada de vender en las calles, nada de
vender a niños y nada de extorsiones.
- Nosotros no vendemos nada, nos
especializamos en suministrar. La traemos del otro lado de la frontera y
nuestro principal cliente es Morton. Desde que Cornell Williams cayó bajo los
encantos de los italianos, hemos sufrido problemas. No somos como la mafia,
somos hombres de negocios. No nos importa quién sea el cliente, siempre y
cuando esté preparado para pagar por grandes cantidades. ¿Nos garantizan
negocio continuo?
- Si, Dios no lo quiera, Tito se
resbala en la bañera y se rompe la nuca, nosotros pondremos a alguien más.
Pusimos a Tito. La triste realidad de Morton es que si se dejan prosperar a las
pandillas se cae en una sangrienta guerra civil donde cualquier negro con pistola
cree que es mafioso. Mantenemos la paz, cierto tipo de equilibrio de fuerzas.
Nadie más puede garantizarle eso. Pero solo para que estemos en la misma
sintonía, rompen la ley de la calle y los matamos. Sin contemplaciones. No me
importa cuánto dinero tengan, el cañón de mi pistola no es sobornable. Fuera de
eso, estoy seguro que podemos volvernos muy ricos.
- Hecho.- Brenton se pone de pie
y nos estrecha la mano uno a uno. Nos ofrece café, pero hemos bebido
suficiente. No le digo que probablemente no tendremos empleo para mañana a ésta
hora.
Nos
separamos. Trevor está más calmado y cree que puede enfrentar a Tricia. Henry
simplemente está agotado y quiere llegar a su departamento a dormir. No puedo
hacerlo. Tengo que hacer otra parada. Me detengo en un bar en Marvin Gardens buscando
a la orquídea #6. Paso más de una hora estudiando posibles candidatas. Una
morena con la misma mirada me coquetea en la barra. Le pago un par de martinis
y hablamos sobre ella. No la escucho por el ruido, así que leo sus labios y me
formo una idea aproximada. Hay algo extraño en ella, es la que menos se parece
físicamente a Florinda Piñero, pero es la que tiene su exacta mirada. Está el
mismo misterio y la mirada penetrante. Estoy consciente que no dormiré ni un
minuto, así que trato de seguir su ritmo hasta terminar completamente exhausto.
Al verla en la oscuridad apenas alumbrada por el neón que se filtra por las
persianas podría jurar que es Piñero. Cuando enciende un cigarro y se acuesta
en mi pecho siento la punzada aguda. Ella no es Florinda, ni podría serlo. Eso
no me detiene.
- No soy una mala persona.- No sé
de dónde viene, pero sale de mi boca como si hubiera estado ahí siempre.
Orquídea #6 se acomoda y me mira, dejando el cigarro en el cenicero en mi
pecho.
- Mi matrimonio ya estaba muy
dañado desde antes. Bobby siempre fue un desgraciado, no tienes nada que ver
Larry.
- No me refería a eso. Me refiero
a algo más profundo.
- Yo me crié en Alabama, vine
aquí cuando a Bobby le dieron trabajo. Cuando cumplí trece años me bautizaron
en un río. ¿Nunca lo has visto? Te sumergen en el agua y cuando sales
¡sorpresa! Todo está perdonado. Búscate un río Larry.
- Me estoy sofocando en el humo
de un incendio que provoqué. No veo nada pero sé que no soy una mala persona.
Si me sumerjo, no creo flotar.
- Lo que tú necesitas entonces es
una buena mujer que te enseñe a nadar. Me ofrecería, pero... tú sabes.- Se
levanta y quito el cenicero de mi pecho.
- ¿Ya te vas?
- Tengo que estar mañana temprano
en mi oficina.- El reloj marca las cuatro.
- Te entiendo. Yo también tengo
que llegar temprano. No quisiera llegar tarde a que me arresten.
No
me dijo nada más. Se fue sola y me dejo acompañado del fantasma de Mariana
Dreyfus. A primera hora de la mañana estábamos los tres en la entrada del
precinto esperando al detective Peter Carson. No decimos nada. No hay nada qué
decir. Jugamos la carta que teníamos. Lundy y Carson llegan quince minutos
tardes. Algo que Lynch se empeña en recordarles mientras los acompañamos a la
sala de interrogaciones. Nos hacen las preguntas rutinarias. Nuestra conexión
con Cornell Williams y Tito Sandoval. Si somos traficantes. Si protegemos
actividades ilegales. Carson insiste en la llamada a Tito Sandoval. No es nada
sólido. Negamos todos. Una y otra vez. Si nos hubieran preguntado si éstos eran
nuestros verdaderos nombres lo habríamos negado también. Progresivamente las
preguntas se hicieron más difíciles. Comenzaron a manejar a Richard Dreyfus
como testigo presencial de actos ilícitos. Una extraña sensación, mencionan
muchas golpizas que sí dimos y falsos arrestos que sí consentimos, pero su
fuente es más falsa que una moneda de madera.
- Un momento.- La puerta se abre
y Lundy apaga la grabadora. Rick Lloyd entra y se disculpa de mil maneras
posibles. Lundy no está feliz de verlo.
- Ha surgido algo que ustedes
deberían de saber.
- Éste no es el mejor momento
capitán.
- Bernard Collins está
involucrado en cuatro homicidios. Los primeros tres en una transacción de
drogas. El cuarto en la muerte de Ronald Parsons, torturado y asesinado ayer.
- Imposible, Collins estaba con
nosotros.- Interrumpe Carson.
- Cierto, pero la evidencia es
sólida. En su departamento encontramos un mapa donde claramente identifica los
primeros tres homicidios.
- Eso no es contundente.
- Quizás detective, pero también
encontramos la identificación de Ronald Parsons en su domicilio. Ahora, tengo
entendido que mucha gente tiene acceso a su departamento. Conocidos, familiares
y asociados. Quizás él no mató a esa gente, pero parece que fue él quien ordenó
que murieran.
- ¿Y qué hacía usted ahí?- Los
tres observamos como niños pequeños frente a una discusión familiar.- Bernard
Collins era mi prisionero. No lo convierta en otro Wilbur Oakley.
- No es mi culpa que su gusto en
testigos sea tan malo. Por cierto, ¿les ha dicho que Bernard Collins murió ésta
mañana? Lo apuñaló su hermano. Parece que trataba de silenciarlo.
- No les dije porque no
necesitaban saberlo.
- No creo que su representante
sindical y sus abogados lo vean de la misma forma.
- El caso se sostiene, incluso
sin Bernard Collins. Todo ha sido registrado.
- Sí, el caso sobre cómo tres
detectives condecorados y sumamente eficientes tienen relaciones comerciales
con Cornell Williams a través de Richard Dreyfus. Quien, por cierto, no ha aparecido.
Se esfumó anoche, después de que un grupo de pandilleros tratara de matarlo.-
Abra kadabra, ahora lo ves y ahora no lo ves. La magia de Oz.
- Ya veo.- Lundy cerró su
expediente y se puso de pie. Nos miró uno a uno sin decir nada. Salió a la
puerta y titubeó antes de salir.- Si me entero que ha habido una fuga de
información y esos tres psicópatas han provocado todo esto, tendré su cabeza en
una charola de plata.
- Estos tres psicópatas no
mataron a Collins, ni hubieran tenido la oportunidad. Tampoco a Parsons, ni a
los italianos y al negro, ni siquiera hubieran podido saber lo que estaba
pasando porque yo no sabía nada hasta hoy y porque los tenía en asignación
especial. ¿No lo ve Lundy? Le ladra al árbol equivocado. Me parece que les debe
una disculpa.
- Me disculparé el día en que
usted sea presidente Lloyd. Ni un segundo antes.
- Vámonos muchachos, hay mejores
cosas que hacer.- Carson me mira
con intensidad asesina. Él sabe. Pero no es lo que sabes, es lo que puedes
probar. Bajamos las escaleras planeando el desayuno cuando veo a Virginia
escondida en mi oficina. Aprovecho que Rick sale junto con Henry y Trevor y
corro a la oficina del escuadrón de anti-bandas.
- Detective Ozfelian, ¿pensó en
lo que le dije?
- Revisé el asunto, aunque no
quería hacerlo. Lloyd no tiene ningún amorío.
- Me da asco.- Virginia camina a
la puerta. Me hago a un lado, pero ella se queda ahí mirándome.- Sé que eso es
mentira. Ha hablado a casa. La muy zorra cuelga cuando yo contesto.
- Quizás es coincidencia.- Me
mira con asco y por un momento veo a Mariana Rondell.- No soy una mala persona,
señora Ross.
- Me cuesta trabajo creerlo.- Se va dejándome
con la palabra en la boca y el fantasma de Mariana mirando sobre mi hombro.
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