jueves, 23 de julio de 2015

En los días del incendio (Parte 1 de 2) Novela noir

En los días del incendio

Por: Juan Sebastián Ohem


1.- Empieza el incendio

Aunque las autoridades digan lo contrario, la violencia en Morton rebasa a la policía


            Desde una de las ventanas del callejón una radio a todo volumen suena con los sermones de un reverendo. Se aplica. Hugh Redding tiene problemas para confesar. Para eso estamos ahí. Confiesa cuando la perspectiva de conocer a su creador le es cada vez más cercana. Chaparro Redding tose sangre, suelta un diente. El puño de Henry tiene sangre también. Trevor lo patea en la rodilla y lo tira al suelo. Le dejo saber lo que tenemos. Es importante que conozca todos los datos antes de tomar una decisión. Cuchillo de hoja retráctil encontrada en su zapato, no es bueno, una bolsita con talco mágico, eso es peor, pero es el revólver el que sella el paquete. Cuarenta a sesenta años de prisión, fácil. Redding se está dando cuenta de eso.
- Sabes las reglas Redding, nada de camellos en la calle.-  Le hago la señal a Lynch para que lo ayude a levantarse.- La calle es de los policías.
- ¿Qué dices Hugh, cooperas con nosotros o acompañas a tus cientos de hermanos tras las rejas?- Trevor me hace reír. Redding me mira con odio. Que se aguante.
- ¿Quién te vendió la cocaína Redding?
- Mike, en un los apartamentos Lincoln.- Territorio de Tito Sandoval. Redding se apoya contra la pared de ladrillos y nos mira con miedo.- No le digan a Tito, por favor.
- No sé, no tienes nada bueno que negociar.- Henry Lynch se estira y se truena los huesos. La golpiza solo fue entrenamiento para él.- ¿Porqué no mejor lo arrestamos con lo que encontramos?
- Sí, supongo que sí. Trevor, espósalo.
- No, esperen... Sé algo que les podría interesar.- Trevor Wyms me mira sin saber qué hacer. Le hago una seña, quiero escuchar al chaparro Redding.- Un sujeto tiene guardados 500 de los grandes en su casa. Es un proxeneta cualquiera, nadie lo extrañara.
- Eso es mucho jugo.
- Oz tiene razón Hugh, ¿cómo te enteraste?
- Es éste sujeto, Wilbur Oakley, es muy parlanchín. Él tiene una boca grande, yo tengo los oídos grandes. Me dijo del dinero como si no fuera nada.
- ¿Wilbur Oakley?
- Así es Larry, yo no te mentiría.- Hugh me hace reír.- ¿Qué dicen?
- Es mucho jugo...- Mire a Trevor y a Henry. No tenía que decir nada más.- Vete Hugh, y no peques más. Y si me mientes iré por ti. Tendrás suerte si nos contentamos con arrestarte.


            Regresamos al precinto para buscar la información. El teniente Percy me hace conversación, le caigo bien. Él es feo como una calavera con pelo, se lo hago saber todo el tiempo, quizás por eso soy su favorito. Trevor Wyms me chifla, tenemos lo que queríamos. En el camino a lo de Oakley, Henry hace una parada para conseguir micrófonos. Violo la cerradura del departamento en menos de treinta segundos. El lugar es vulgar, las paredes decoradas con fotografías obscenas y extraños ídolos africanos. Buscamos en cada rincón, pero sin suerte. Me siento en el sillón de Oakley y me fumo un cigarro mientras los otros terminan. El jurado tiene un veredicto, Redding es un mentiroso de primera. Sólo por si acaso Henry instala los micrófonos y revisamos que todo esté en su lugar. Esperamos al chulo en la cafetería de enfrente, Trevor está tan aburrido que hace origami con las servilletas. Lo miro negando con la cabeza, hay algo mal con ese chico. Un par de horas y ocho tazas de café después llega la pequeña rata. Hora de moverse. Nos refugiamos en el auto y estacionamos en un callejón aislado. Trevor carga con la enorme radio receptora. Uno de los micrófonos, el de debajo de la mesa de café escucha que va al baño, se fuma un carrujo y, finalmente, va al teléfono. Con una cantidad tan grande era de esperarse que se sienta comunicativo. El micrófono en el teléfono tiene estática, pero no nos quejamos. Con 500 mil dólares soportaríamos la estática que fuera.
- Patridge.
- Rick, soy yo.
- ¿Quién es yo?
- Wilbur, no te hagas el gracioso. ¿Has notado que cuando te sientas en un sillón cómodo el tiempo pasa más rápido que en una silla incómoda? Es una máquina del tiempo viejo.
- ¿Cuántos te has fumado ya?
- ¿En el día o en la última hora?- Patridge  resopla enojado y se murmulla algo para sí.
- ¿Me hablaste para decirme que tu sillón es una máquina del tiempo?- Trevor se ríe y nos miramos sonriendo. Hay ciertos beneficios en lo que hacemos que van más allá de la satisfacción de un trabajo bien hecho.
- Volví a ver a esa rubia en la calle. ¿Te acuerdas de ella? La del nombre raro. Danielle creo.
- ¿Danielle se te hace raro? Te llamas Wilbur, fracasado.
- Oye, no deberías hablarme así. Tengo el dinero de la orquídea y de esa cosa especial, soy un hombre rico.
- Por favor dime que no guardaste el dinero en tu sillón-máquina del tiempo. No quisiera que el dinero regresara a la época donde los dinosaurios gobernaban la tierra.- Lynch me pellizca, es el momento. Todos rogamos porque el junkie meta la pata.
- No, está en la bodega de la avenida Kentucky. No creo que la bodega viaje en el tiempo.
- Escúchame bien, adefesio. Controla tus porquerías, porque tienes que estar sobrio para hacer la cosa. No me obligues a bajarte el viaje a macanazos.
- Calma, calma, todo saldrá a pedir de boca.
- Ya lo creo que sí.- Dice Lynch mientras desconecta.

            Henry se queda atrás esperando a que el viajante en el tiempo salga del edificio. Trevor y yo regresamos al precinto para terminar el papeleo en arrestos anteriores. Tecleamos en silencio mirando al teléfono. El fondo del retiro está a punto de hacerse más grande. Cuando finalmente entra la llamada es de noche y estamos listos. Lo hacemos metódicamente. Henry consigue las llantas. Trevor consigue las armas. Yo espero a media cuadra de la bodega, por si acaso. Me subo al auto de Lynch y acelera a toda velocidad. El olor del aceite de las armas, la sensación de la máscara sobre la cabeza, el rugir del motor. Nuestros nervios están a punta.

La bodega es un largo callejón, con unidades en dos callejones más pequeños. Los nombres de los dueños están apuntados a un lado de los candados de las rejas. Revisamos a toda velocidad bajo la luz de las moribundas lámparas del techo. Trevor la encuentra con “W.O.”, mientras Henry rompe el candado con sus pinzas nos burlamos de la falta de imaginación. Encontramos muebles viejos y un par de alfombras. Abro un cajón de una vieja cómoda y encuentro los paquetes de dinero. No hay tiempo para celebrar. Metemos el dinero en una mochila y es hora de decir adiós. Corremos al auto, parece que nos salimos con la nuestra. Las apariencias engañan. El disparo resuena como un cañonazo. Me escondo detrás de un pilar, Henry está en el asiento delantero y Trevor se esconde detrás de la carcacha. El primer tiro fue de prueba, no podemos dejarle practicar otra vez. Al unísono nos asomamos y disparamos. Henry y Trevor disparan sin ver. El atacante está en las sombras y es difícil ubicarlo. Yo le vi la cara. Lo maté, estoy seguro. La curiosidad me compele a acercarme mientras Lynch me grita que regrese. Le veo la cara al muerto y reviso su cartera. Su nombre es Rick Patridge, el mismo que soportó a Oakley en su divagación espacio-temporal.
- Vamos Oz, ¿qué estabas esperando?- Dice Trevor cuando regreso al auto.
- Sí Larry acéptalo, aún si tuvieras el coraje para invitarlo a la graduación, no creo que acepte.
- Vamos con Tito.
- ¿Porqué, crees que él si quiera ir a la graduación?

Trevor y Henry se ríen. Se dan palmadas. Brincan sobre el asiento como niños mientras Wyms cuenta el dinero. Les miro mientras enciendo un cigarro y sonrío. Morton es Morton. El fondo del barril, pero es soportable si se tiene amigos. No dejo de pensar en ello hasta que llegamos al bar de Tito Sandoval, el otro tipo de amigo. Ley de conveniencia. Cuando me deje de ser útil lo haré a un lado, cuando le deje de ser útil Tito no podrá hacer nada, porque sabe que lo mataría. Mi informante no registrado solía vender barbitúricos a turistas antes de que nosotros eliminásemos a las pandillas callejeras. Ahora controla casi toda la droga de Morton, junto con Cornell Williams. La mantiene fuera de escuelas, contiene la violencia, prohíbe la extorsión a dueños de negocios y se hace rico a costa mía.
- ¿Crees que esté?- Lynch bajó la velocidad y le hizo señas al cadenero del bar.
- A juzgar por el jazz y las mujeres que están entrando, yo diría que sí.
- Cuidado Trevor, no mires demasiado, no querríamos que Tricia nos regañe.
- Lo que no sabe, no le duele.- Lynch estaciona y esperamos. Tito viene corriendo.
- Entra de una vez.- Trevor se hace a un lado para que el flaco de nariz afilada y traje azul se siente.- ¿En qué velorio robaste ese traje Tito?
- ¿Qué quieres que diga? mi tío tenía clase.
- Lamento la pérdida.
- Yo no, yo lo maté.- Se alisó las solapas del saco con orgullo.- Escuché sobre el chaparro Redding y no sé qué les haya dicho, pero si compró mi mercancía era para su consumo en ese picadero o en su casa, no para que la anduviera revendiendo.
- ¿Qué tan difícil es que los camellos hagan servicio a domicilio?
- Calma, calma, ya dije que no volverá a pasar.
- No te pases de listo.- Trevor le soltó una bofetada. Cuando el perro se pasa de la línea hay que castigarlo, si él lo respeta entonces la relación funciona, si el perro se pone violento es hora de ponerlo a dormir. Tito ni siquiera se mostró ofendido o atacado. Puro hielo.
- Quiero que tus hombres me reporten a cada camello que vea en la calle, a cada pandilla que se forme, a cada venta de armas o nido de pervertidos. Y no sólo de Cornell Williams, ¿entiendes?
- Ese idiota rompe tus reglas Oz, y no veo que vayas tras él con toda tu fuerza.
- No te hagas al idiota,- le saco el arma y se la pongo en la nariz. Quiero que huela la pólvora.- todos los que arrestamos son chicos de Williams que se pasan de la raya.
- Está bien, está bien. Vaya que eres sensible viejo. He escuchado rumores de los Badessi, los checaremos.
- ¿Esos grasosos se brincaron la cerca que separa a Baltic?
- En eso están. Lo haremos Oz, pero tienes que entender que mis muchachos tienen que estar motivados. Ya que limitaste mis negocios a la mitad y tengo a Cornell pasándose de listo y a esos italianos que se rascan los dedos con el gatillo, no tengo suficiente.
- Pues llámame Santa Claus.- Meto mis manos en el dinero. La sensación es placentera. Hasta que miro por el retrovisor y veo a Tito, entonces se convierte en vulgar.- Esos son veinte mil dólares. Engrasa los engranajes que sean necesarios. Y otra cosa, sé que prefieres no hacer la paz con Cornell y tenernos a nosotros de tus gatilleros, así que te aviso Tito, me pones en esa posición y te mato. Sin contemplaciones.
- Entendido. Es difícil enojarme con ustedes cuando meto tantos billetes en los bolsillos.
- Está bien, ya bájate.- Tito camina bailando hasta el club. Lynch acelera y Trevor se dedica a oler el dinero.- Oye Oz, quiero comprarle algo lindo a Tricia, ¿puedo sacar mil dólares?
- No, sabes las reglas.- Trevor no está feliz. Le fijo la mirada. Ojo a ojo. Quien la quite pierde. Wyms la baja primero y regresa el dinero.- Tenemos que esperar al menos seis meses para que no sea sospechoso. Si el idiota de Tito se lo gasta hoy en la noche, da lo mismo que la policía los detecte. Además, éste es nuestro boleto de salida. Un par de años más de esto,  pero ahora limitando nuestras actividades extracurriculares, y nos retiramos felices.
- Hablando de esperar a gastarlo, le debemos al señor Richards. Nunca encontramos al demente que le quemó su restaurante. ¿Unos diez mil?
- ¿Te acuerdas de ese caso del violador serial hace un año? Galton lo trabajó hasta que le salieron  canas y no encontró nada. Ese tipo mató a Sussie, es la única que ayudaba a su madre. Está ciega la pobre señora y con un hijo que parece retrasado. Voto por darles diez a ellos.
- Y a Terry Miller, le dejamos en silla de ruedas por nada, pobre hombre.
- Trevor siempre el romántico. ¿Quieres darle dinero a cada negro que le rompemos algo? Nos quedaremos sin dinero antes de doblar la cuadra.

            Nos reímos hasta que nos salen lágrimas. Lynch regresa el auto y sus placas mientras Trevor y yo empezamos a beber. Para cuando Henry llega estamos hasta atrás, celebrando el prospecto de un retiro temprano. Aún si nunca me transfieren a robos y homicidios, eso no importa, aún si tengo que tragarme a Morton día con día, llegará el momento de retirarme con jubilación y el fondo. Mientras tiramos dardos, cada vez más lejanos a su puntería, hacemos los cálculos en voz baja. Contando con los cincuenta mil tendríamos cerca de noventa, tras ahorrar por años de cuidadosos negociosos y robos. Casi puedo oler los treinta mil que me corresponderían. Casi puedo hacerlo, si no fuera por el hedor a vómito del baño. Abro los ojos, sigo en el bar. Salgo corriendo a cambiarme y llego a la estación con la misma cara de cansado y crudo que Trevor y Henry.

            Café. Donas. Escritorios largos. Humo de cigarro. Persianas entre abiertas con el sol matutino. Convención de detectives del precinto. El teniente Percy lee el diario en el podio frente a nosotros. Trevor está nervioso. Henry siente que va a vomitar. El capitán Zeus Lundy entra acomodándose la corbata. Lundy ha tenido a anti-bandas en la mira por años. Sonrío, siempre puedo retirarme con treinta mil dólares. Lundy se aclara la garganta y Percy se asusta al verlo. El periódico sale de sus manos. Los detectives se ríen. Percy hace muecas y señala al capitán. Las risotadas son ensordecedoras. A Lundy no le importa, se espera. Eso no es bueno.
- Que bueno que empiecen su día con tanta alegría, porque les aseguro caballeros que la diversión se acaba aquí. Anoche fue asesinado Rick Patridge en un complejo de bodegas. Teniente Percy hágame el favor de distribuir las hojas. Ahí encontrarán la información esencial. Patridge había trabajado por cuatro años como policía encubierto en diversos casos. El hombre era un maldito héroe.- Se me baja la presión. Me bebo el café del detective de al lado de un solo golpe.- El agente Patridge estaba ahí para contar el dinero que guardaba un informante nuestro, Wilbur Oakley. Cincuenta mil dólares. El caso en el que trabajaba tenía como objetivo primario el arresto del principal traficante de drogas de Morton, Rupert Jackson. Como seguramente alguno de ustedes ya sabe Jackson es también el cuñado de Tito Sandoval. El dinero iba a ser usado para una venta y casi todo el dinero está marcado.- Lynch me mira asustado. Pequeño ataque de pánico. Adiós jubilación temprana.- El primario será el detective Peter Carson, si encuentran algo relevante refiéranlo a él. Dado que el objetivo de la información está relacionado a la mafia negra, el detective Larry Ozfelian y su equipo de anti-bandas se ocuparán de trabajar ese ángulo. ¿Preguntas?
- ¿Han localizado a Wilbur Oakley?
- Yo me ocuparé de Oakley, si él decide desaparecer entonces les pediré ayuda, pero según parece por la información que tenemos hasta ahora, Wilbur Oakley no es el asesino. Él iba a ser mi testigo estrella y aún lo será cuando se resuelva ésta complicación y podamos continuar la investigación contra Jackson y Sandoval. Yo sé que la muerte de un compañero policía nos pone a todos como toros, pero les pido que sean objetivos. Todos aquí queremos al maldito mata policías para enseñarle una lección, pero tenemos que hacerlo siguiendo el libro. ¿Preguntas?- Nadie levanta la mano.- Muy bien, entonces a trabajar.
- ¿Viste eso Oz?- Me dice el teniente Percy.- Está desesperado y no es el policía muerto.
- ¿A qué te refieres George?
- Si este asunto le funciona a Lundy le ayudará para lanzarse a una posición política en el departamento de Justicia. Según he oído hace su campaña con financiamiento bajo el agua de un bufete de abogados. Red, o Reed, Sanders y algo. Te daré un consejo Larry, no lo hagas enojar.
- Haré lo posible.- Henry y Trevor me esperan en la puerta. La sutileza abandonada.- Por cierto, ¿has oído algo de mi petición de transferencia?
- Lo siento Larry, pero la denegaron de nuevo. Sé que quieres algo más calmado, pero parece ser que por ahora te quedas en Morton. Bienvenido a mi mundo.
- Oz, ven aquí.- Trevor me jala de la manga del saco en cuanto salgo.
- No digan nada. Esperen a que estemos fuera. Si hay un policía muerto sin duda vendrá el capitán Lloyd y entonces estaremos más seguros. Por ahora Lynch, planea un encuentro con nuestro amigo del traje, que sea en ese bar en construcción sobre la 30. Es más solitario.
- ¿No crees que nos extrañarán?- Carson está inundado por papeles, testigos potenciales y otros detectives. Me mira confundido y le guiño el ojo.

            Trevor se muerde las uñas en el trayecto al punto de reunión. Atravesamos las calles sin sirenas. Miro los edificios viejos, las ventanas rotas, los pordioseros en las cloacas, las expresiones de silenciosa desesperación de los que se asoman por las ventanas. Recuerdo cada espacio por algún crimen. Pasamos la intersección donde el Kevin Powell mató a su madre, se echó gasolina y se prendió fuego. En la banca pintarrajeada a media cuadra un demente, no recuerdo su nombre, se masturbaba frenéticamente hasta que los patrulleros le ordenaron detenerse y el tipo sacó un arma y mató a uno de ellos. La destartalada caseta de teléfonos donde Cindy Martínez fue violada y degollada. La tienda de licores donde dos pandilleros violaron a la esposa del dueño y luego los mataron. No es ciudad fantasma, porque al menos los espectros están calmados. Es la ciudad en llamas. Las flamas son invisibles, pero ahí están. Mi pensión ha dejado de existir, parece que no saldré del incendio.
- Llegamos.- La voz de Wyms es dura. Entramos al bar, Lynch nos está esperando.
- Tito llegará en cualquier momento por el túnel. Elegiste un buen lugar, nadie lo verá llegar.
- Espero que se apure.- Me siento en una vieja silla húmeda y enciendo un cigarro. Una de las paredes tienen el grafiti de la mafia de Sandoval, un león negro que come borregos.
- ¿Qué vamos a hacer? El dinero es inservible y matamos a un policía.
- Trató de matarnos Trevor, ¿qué íbamos a hacer? No sabíamos que era policía.
- Y aún si lo hubiésemos sabido.- Dijo Lynch.- ¿Cómo lo íbamos a explicar?
- Fuimos cuidadosos, no hay razón para pensar que, si somos precavidos, iremos a prisión.
- No puedo ir a prisión.- Trevor se sentó a mi lado y encendió un cigarro.- Hay que pensar en cada detalle. ¿Qué investigará Carson?
- Hugh Redding.- Lynch miraba nerviosamente por las ventanas tapiadas.- Él sabía que nosotros sabíamos. Si Carson lo encuentra, estamos fritos.
- Eso no pasará, por eso estamos aquí.- La puerta de la bodega se abrió y entró Tito.
- Ayer se veían radiantes, hoy parece que se murió su perro.
- Hay un caso muy fuerte en contra de alguien cercano a ti, alguien que podría derrumbar toda tu organización.- Tito se rascó la barbilla. Controlé mi impulso de agarrarlo a golpes.- Te diré quién es, pero quiero me hagas un favor.
- Tengo la impresión que no será agradable.
- Hugh Redding sacó boleto a ciudad lápida. No quiero que el viaje sea placentero. Que sea a cuchilladas. Quiero saber cuándo va a ocurrir para estar ahí.
- Pensé que me pedirías algo difícil. Pondré a alguien de confianza.
- ¿A quién?
- A Rupert Jackson.- Henry hace una mueca y se ríe un poco.- ¿Qué pasa?
- Es a él a quien investigan.
- Entonces a George.
- ¿George “el flaco” Aceveda? Me parece bien, es centrado pero eficiente.
- Y un idiota, pero me es leal.
- Por cierto, espero que no hayas estando usado el dinero que te di. Resulta que está marcado. Es tan inútil como si fuera papel periódico. Las autoridades lo encuentran y pueden usar a los federales.
- Es el primero del mes.- Dijo Lynch.- Estaremos preocupados por otras cosas, pero eso no se me olvida. No te hagas al ingenuo.
- Aquí tienen.- Tito saca el fajo de billetes del bolsillo interno de su saco y puedo ver su pistolera.
- Esconde a Jackson debajo de la tierra si es necesario. Si alguien está cerca de encontrarlo te avisaremos.

            Antes de regresar al precinto dividimos el dinero. Nos quedamos con una parte y repartimos lo que queda entre la poca gente decente que vive en Morton. Un poco a Patrick Konte, un sastre que fue atacado hace unos meses por un par de adolescentes drogados. Un poco a una anciana que vive sola y que no se puede pagar sus medicamentos. Un dependiente de tienda que recibió una bala perdida en una pierna hace unos días. Negros felices. Eso no detiene el incendio invisible.

            Carson está más desocupado ahora. Lynch usa la vieja excusa de exprimir nuestros informantes. Está tan tenso que se la traga. Le ayudamos a revisar los primeros archivos del caso y algo llama mi atención. Ninguna mención de Lychenberger, ni los antecedentes exactos de Oakley. Trevor investiga al proxeneta mientras ayudo a Carson a ordenar las llamadas que ha recibido, la mayoría locos o gente solitaria. Wyms me espera en el baño, sigue nervioso.
- Gran parte de los archivos son inaccesibles, Lundy se dará cuenta. Lo que sé es que Oakley fue arrestado varias veces, cuestiones de prostitución. Emplea bien su dinero en abogados, porque nunca ha tocado prisión. Gerard Torres, Mark Davidson, Cesar Rosas, Mary Stanton. Esos abogados deben ser buenos, porque lo encontraron con las manos en la masa y barbitúricos en el bolsillo. Éste nuevo trato con Lundy debe seguir por la misma línea.
- Oz.- Henry se asoma y señala hacia atrás.- Tienen algo, vengan a ver.
- Señores, señores, un momento por favor.- El detective Carson se alisa el cabello rubio y llama la atención subiéndose a la silla.- Tenemos las placas del auto, fueron robadas anoche así que pueden olvidarse de esa  pista. El testigo es el guardia de la entrada de las bodegas. Los vio entrar mientras salía del baño y cuando escuchó los disparos se tiró al piso. Nos dio una descripción de los sospechosos. Buscamos tres hombres blancos, dos de ellos de complexión robusta. Usaron máscaras, así que no les pudo ver las caras. El agente Patridge disparó primero, después los tres hijos de perra respondieron y lo mataron. Los tres asesinos se dieron a la fuga después de eso. Afortunadamente, el dinero está marcado, así que podemos confiar en que irán saliendo los billetes. Nadie roba medio millón de dólares y lo tira a la basura.
- Incinerador.- Susurró Lynch. Wyms le da un codazo para que se calle.
- Peter, ¿encontraron el auto al que le robaron las placas? Quizás saquemos algo de ahí.
- Bien pensado Galton, pero no. El auto al que le corresponden las placas está en un taller, le quitaron el motor hace dos días. El taller cierra y no se queda nadie cuidando. Todo parece indicar que se brincaron la reja, robaron las placas y salieron.
- ¿Detective Ozfelian?- La uniformada señala al teléfono.- Dice que es su tío Mario.
- Gracias Elisa.- Es la clave. Tito no llama al precinto, no es idiota, hace que alguno de sus chalanes lo haga por él.- ¿Tío Mario?
- Encontramos al chaparro, Parque Ford. ¿Les esperamos?
- No se muevan de ahí.- Le hago señas a Henry y me entiende de inmediato.- Parque Ford.
- Voy para allá. ¿Tú que vas a hacer?
- Cubrirnos las espaldas.

            Dejo a Wyms con Carson y salgo como un bólido. Sirenas a todo. No estoy solo. Todas las patrullas andan como perros hambrientos. Morton lo sabe. A Morton no le importa. Tres tiradores, tres blancos, la conexión es vaga y tiene que quedarse así. Me detengo en mi departamento de emergencia en Baltic. Cama, cocineta, baño y una enorme caja fuerte debajo del suelo. Aparto la vieja alfombra. El polvo entra a mis ojos. Meto el cuchillo en la duela y abro la trampilla mientras mis ojos lagrimean. Me pongo los guantes y abro la caja fuerte. El arma con el que maté al policía encubierto descansa sobre fajos de billetes. La guardo en un pañuelo y la escondo debajo del asiento. Puedo oler la pólvora en el camino al departamento de Oakley. Ruego porque el olor no sea tan intenso que el buen Wilbur la encuentre.

            El callejón huele a cloaca. La escalera de incendios tiembla con cada escalón que subo. Me deslizo bajo las ventanas hasta llegar a la del proxeneta asesino de policías. La ventana está asegurada, pero no es nada que mi cuchillo no pueda forzar. Al dar el primer paso al departamento mi corazón late como si planeara escaparse de mi pecho. El vecino toca jazz, o eso cree él. No escucho ruidos en el departamento, estoy solo. La duela a mis pies cruje como si pasara un tanque y me pone los nervios de punta. Me dirijo a la habitación, pero no llego. Hay ruidos en la puerta. Saco mi arma y apunto. Si Wilbur, o quien sea, abre esa puerta le volaré la tapa de los sesos. Patrullas vendrán, ¿estoy seguro que nadie me vio subir por la escalera de incendios?, ¿puedo garantizar que los vecinos no me escucharon entrar? Mi mano empieza a temblar hasta que el ruido se aleja. Escondo el arma al fondo del clóset, entre ropas viejas que no querrá revisar cuando llegue.

            Aprovecho la intrusión y busco algo útil. Me lleva quince minutos y estoy a punto de desistir cuando encuentro una pequeña libreta de tapas de cuero pegada a la parte de abajo del colchón. Reconozco varios de los números, son teléfonos públicos. Los últimos son los más interesantes. Uno de los números corresponde a “DL” y otro número sin título está subrayado. Lo apunto y regreso la libreta a su lugar. Regreso por donde entré y manejo un par de cuadras hasta un teléfono público. Marco el número sin saber qué esperar.
- Orquídea express, buenas tardes.- Definitivamente no es lo que esperaba.
- ¿Es una florería?
- Sí, por supuesto que es una florería. ¿Quiere un pedido?

            Quise preguntarle cómo era que Wilbur Oakley tenía su número. No lo hice. Las cosas en el precinto se han calmado un poco. Trevor está más tranquilo, ha estado asistiendo al detective Carson. No tienen nada contra nosotros. La única dificultad es Ruper Jackson. Le doy los nombres para investigar. “DL” seguramente es Danielle Lychenberger. Con un apellido así, no me sorprende que use siglas. No hay noticias de Lynch y se ha tardado más de lo necesario. La esposa de Rick Patridge entra como un huracán de emociones. Lápiz labial corrido. Lágrimas. Cabello despeinado. Su hijo pequeño sostenido de su mano la observa con mirada ausente. Carson trata de razonar con ella, pero será inútil. El chico me mira y es como un reflector de mil watts. Esa mirada me traspasa. Me refugio en el baño. Escucho los gritos desesperados. Escucho los “estamos investigando todas las pistas”. El teniente Percy intercede por Carson. Es una barbacoa allá afuera, todos están siendo quemados. Me mojo la cara y me miro al espejo. Me digo a mí mismo que era necesario, como todas las veces que hemos enfriado pandilleros, gánsteres de imitación y viola chicos. Eso no cambia nada. Mientras la mujer chilla desesperada al tiempo que los uniformados la arrastran fuera no puedo dejar de sonreír. Soy cínico. Ha sido por necesidad, era él o nosotros. Ley de la selva.
- ¿Qué haces?- Mi corazón brinca de su lugar. Trevor me asusta tanto que brinco.
- Nada, no importa.
- ¿Quién era ella?
- Nadie importante. ¿Qué conseguiste?
- Mary Ann, la chica que conozco, me consiguió la información en un pestañeo. Danielle Lychenberger no tiene antecedentes penales, vende bienes raíces. La dueña de florería es Florinda Piñero, brasileña nacionalizada hace unos años. También está limpia. Con su visa de estudiante fue  a la Universidad Moore y un par de años después estableció su negocio. En Wercer y avenida Baltic. Por cierto, Peter Carson te está buscando. Quiere tu ayuda para ir por Jackson.
- ¿Adónde?- Me ajusto la corbata y lo acompaño fuera.
- No sé, pero no creo que haya problemas.- Carson está agotado. Se arremanga mientras se acerca.
- Larry, quiero tu ayuda. Conoces bien las calles de Morton. Vamos por Jackson, no quiero que desaparezca y el trabajo de Patridge se vaya a la basura.
- Vamos por él. ¿Conseguiste su dirección?
- Algo mejor, un pandillero informante me dijo que ésta mañana salió corriendo a esconderse como la rata que es. Está en una casita en la esquina entre la 33 y Tally. Ese lugar es nido de cucarachas.
- Sé dónde queda. Vamos.- Reconozco la dirección. Tito guarda su mejor mercancía ahí y cree que es más secreto que el santo grial.
- ¡Ozfelian, Carson!- El teniente nos alcanza cuando bajamos las escaleras.- Tengo algo para ustedes. Ejecución en auto. Tally entre la 20 y Washington.
- Teniente, estoy en asignación especial del capitán Lundy.- Percy se le planta por un segundo, pero empieza a perder su nervio.
- Calma Peter, está de camino.- Es mentira, pero él no lo sabe.- Veamos el fiambre lo más rápido posible y vamos por Jackson, además nadie más sabe sobre el pitazo, ¿o sí?
- Supongo que no, aún así tendría que pedirle a alguien más.
- ¿Y perder el collar? Ese arresto lo tienes que hacer tú, sino Lundy pensará que has estado allá dentro rascándote las axilas toda la mañana.
- Está bien, vamos.

            Carson quiere el juego de luces. Él manda. Manejo como un demente con la sirena a todo volumen para ponerlo nervioso. Lo calmo pidiéndole detalles de la investigación. No tiene nada sobre nosotros. Tomamos la avenida Tally tratando de ignorar el deterioro progresivo de los edificios a nuestro alrededor. Carson lo odia. Alza su enorme nariz como si el hedor fuese a contagiarlo. El hedor viaja con él y no lo sabe. Empiezo a preguntarle sobre Oakley mientras nos acercamos a la escena del crimen.
- El tipo es un padrote y un camello. Aún así Lundy y Patridge montaron su trabajo sobre los hombros de ese sujeto. ¿Realmente crees que es de confiar? Medio millón es mucho dinero.
- Será lo que sea, pero estaba a un paso de llevar a Patridge, Lundy y quienes hayan estado trabajando el caso al que suministra de heroína y cocaína a Tito Sandoval. Y no te hagas el ingenuo conmigo Larry Gustav, Sandoval es un gangster hecho y derecho. Le falta el apellido italiano, pero es la misma cosa.
- Llegamos. Y no me llames Larry Gustav. Me recuerdas a mi padre.
- Me sorprende que tuvieras uno.
- A mí no.

            Los curiosos. Los patrulleros fumando apoyados en la patrulla. Las manchas de sangre contra la pared se alzan como garras. El muerto sentado en la banqueta con más hoyos en el pecho que el queso suizo. Le doy vuelta con el pie. Tengo suficiente sangre en las manos por un día. La identificación en la cartera dice Rodolfo Arias. Es uno de los pandilleros de Tito. Los patrulleros resumen a los testigos, el auto viaja a toda velocidad, un negro saca la metralla y lo enfría. Es un chevrolet rojo con el parabrisas golpeado y sin defensa. Hay algo más en la cartera, 300 dólares.
- ¿Qué haces?- Carson se sorprende al verme robarle al muerto.
- No creo que los necesite.- Me acerco a los testigos. Yo soy la razón por la que están ahí.- Ya saben el trato. Pago por ver y quien me dé información falsa le rompo los dedos.
- Eres cruel Oz.- Entre la muchedumbre lo veo, es Tavon, le rompí tres dedos hace una semana.
- ¿Qué crees que haces?
- Ayudando a la comunidad.- Escojo a una viejita sin dentadura. Me dice lo mismo que los patrulleros. Le doy el dinero y la mando a casa.- Lo creas o no mi equipo y yo tratamos de ayudar.
- No es lo que he oído. Las golpizas, por ejemplo. Incluso extorsión.
- ¿Cuál es tu problema Peter? Ese dinero no irá a ningún lugar útil, el sujeto era un animal que murió como tal. Al menos sacamos algo bueno de algo malo.
- Detectives.- El patrullero nos interrumpe y señala a la ambulancia.
- Hazte cargo Carson, voy por un café.
- No tardes.

            Entro a la cafetería y voy directo al teléfono. Le aviso a Tito sobre la fuga de información. Tenía razón, ahí se estaba escondiendo Jackson. Compro dos cafés y me encuentro con Carson. Quiere olvidar el caso, pero estamos a diez minutos de Rupert y no puedo arriesgarme. Le convenzo de intentarlo, conozco a alguien que podría ayudar. Nos alejamos un poco para llegar al “Dixon’s”. La clientela común de junkies, alcohólicos y depravados que necesitan de la oscuridad de las cabinas del fondo para disfrutar sus enriquecedores materiales de lectura. Podría limpiar la casa una vez a la semana y cumplir mi cuota de arrestos. No lo hago, porque se la debo al buen Dixon.
- Dixon Jones, aún respirando.
- Oz, ¿lo usual?
- No.- Le señalo a Carson a mi lado.- La señorita no bebe durante horas de oficina.
- Es reglamento.- Nos sentamos y nos terminamos los cafés. Me enciendo un cigarro mientras Dixon sirve un par de vasos y regresa con nosotros.
- Estamos buscando un Chevrolet rojo.
- ¿Bromeas?
- Éste tiene un golpe en el parabrisas, no tiene defensa y lo maneja un negro. Probablemente de la pandilla de Cornell Williams.
- Sí, eso sí he visto. Me gusta dejar la puerta abierta para que circule el aire y lo he visto dando de vueltas.- Dixon se rasca la barbilla y piensa por unos segundos.- Ahora que lo pienso lo he visto estacionado un par de veces. No muy lejos de mi departamento.
- ¿Dónde?- Carson saca su libreta y pluma. Se la arrebato de un golpe.
- ¿Qué crees que haces Carson? No metas a mi amigo en problemas con su clientela.
- Gracias Oz.- Dixon miró a Carson como si fuera un idiota. Ese Dixon es buen juez de carácter.- En fin, que sé dónde es. Hay una casa color lima, tiene dos gnomos de jardín entre las botellas vacías. Está en la 50, antes de llegar a la preparatoria.
- Sé por dónde es. Gracias Dixon.- Saco un par de billetes de cien y los dejo dentro de mi vaso de café. Carson me mira raro cuando subimos al auto.- Le hice algo que no debí, hace unos años. Le debo mucho más que esos 200.

            Sacamos las escopetas, no hay razón para jugarla a la sutil. Carson golpea la reja y se identifica. Yo apunto a la ventana, listo para lo que sea. Una mujer abre la puerta y mira a Carson de arriba para abajo. Peter la empuja hacia adentro y buscamos entre el cochinero. El tirador no está ahí. No es demasiado tarde aún.
- ¿Cómo te llamas?
- Laura.- Le ha pasado más de una vez. Ya nada le impresiona.
- ¿Tu novio maneja un chevrolet rojo y golpeado?
- Sí, ese suena como Norman.
- ¿Norman qué?
- Norman Waters. No sé dónde está.
- ¿Y ahora?- Carson se sienta en un sillón, yo busco algo qué comer en su cocina. Laura se queda en medio de la sala mirándonos en silencio. Uso el teléfono y llamo a la estación.
- Habla el detective Ozfelian, ¿quién habla?... Rogers, ya me acuerdo de ti. ¿Cómo está tu hermano el boxeador?... ¿En serio? Pues eso espero porque la última vez que aposté por él perdí mi dinero de almuerzo... Sí, quiero que me consigas el registro de llamadas de este número.
- ¿Apuestas ilegales?
- No me culpes Carson, Rogers me juraba que era seguro.- Le apunto a Laura con la escopeta para que se siente.- Esperaremos a tu noviecito un rato. Tendremos su registro de llamadas, así que nos daremos una idea de sus amistades. ¿Tienes idea de dónde está?
- No, pero a esta hora siempre se emborracha y me llama para decirme que me ama.
- Eres tan suertuda de conocer a alguien romántico. ¿No te gustaría salir con Carson? No es tan feo, tiene un buen empleo. Es el favorito de su jefe.
- No salgo con cerdos.- Me parte de la risa. Carson no está tan entretenido.
- Espero que llame pronto. Tenemos otra cosa que hacer.- Dice Carson revisando su reloj.
- Quince minutos y nos vamos. Es un arresto fácil, se lo dejaremos a otro.

            Cinco minutos después suena el teléfono. Norman Waters está ebrio. Laura le pregunta dónde está y le dice que irá para allá. Manejamos al “French Cavern” a toda velocidad. Carson pide una patrulla. Pateamos la puerta y Waters decide correr. Lo alcanzo en el baño, mientras trata de salirse por la pequeña ventana. Norman patea y me da en la cara. Con la culata de la escopeta le doy en la entrepierna. Lo jalo de un pie y cae cara primero al apestoso suelo. Los tatuajes son de la pandilla de Cornell. Hago una nota mental de visitarlo para recordarle las reglas. La patrulla se lo lleva. Carson está nervioso como colegiala. Le doy el gusto. Llegamos y llamamos patrullas para apoyo. Ésta vez él se queda asomado a la ventana y yo pateo la puerta para entrar. El lugar está vacío. Carson tira muebles, voltea colchones y destroza una radio.

            El camino de regreso es tenso. Carson se fuma uno tras otro. No tiene ganas de hablar. Puede ver la promoción que, sin duda, Lundy le prometió alejándose como una de las palomas de la calle. Finjo que estoy de mal humor. Maldigo al que le dio el tipazo. Maldigo a Rupert Jackson. Maldigo al teniente Percy por hacernos perder el tiempo. Me cree. O al menos eso quiero creer.
- Oz, ya era hora.- Henry espera apoyado en su auto. Saluda a Carson, pero le ignora.- No lo encontró.
- Brillante deducción. Te tardaste una eternidad. ¿Qué pasó?
- Tengo lo que necesitamos en el baúl.
- ¿Cómo lograste que te diera el cuchillo y la ropa?
- Le dije que era más seguro que yo me deshiciera de la evidencia, siendo policía y todo eso. ¿Crees tener problemas con Tito?
- Es bueno tener una póliza de seguro. Estoy más preocupado por Cornell. Mató a uno de los chicos de Tito. No importa cuántas veces se lo decimos, no hace caso.
- Te dije Oz, sólo hay lugar para un rey en Morton.
- Sí bueno, un problema a la vez.
- No ha habido novedad aquí, pero... el círculo se tiene que cerrar.
- De acuerdo, necesitamos a Lloyd. Pensé que llegaría antes, pero me equivoqué.
- Lo voy a contactar.- Dice Lynch, mientras corro al precinto.
- Detective, aquí está el registro telefónico que pidió.- El uniformado me entrega la carpeta y antes que pueda agradecerle Lundy choca contra mi hombro y sigue corriendo. Lo veo subir a las jaulas y salas de interrogatorio mientras me siento en mi escritorio.
- Tienen a ese sujeto que agarraste con Carson.- Trevor se sienta en mi escritorio y se enciende un cigarro.- Pidió hablar con alguien y Carson se hizo cargo. ¿Qué es eso?
- El registro telefónico de Norman Waters.- Reviso las páginas y leo los nombres.- ¿Qué te parece? Cesar Rosas. El mismo abogado de Wilbur Oakley. Le hablo esta mañana, o quizás fue su novia.
- Parece que es famoso en Morton.
- ¿Qué ha pasado?
- Peinamos la zona de la bodega, y me refiero milimétrico. No encontramos nada. Compilamos una lista de autos que se asemejan a lo que vio el testigo y sacamos más de ochenta sospechosos. Los hemos ido reduciendo uno a uno.
- ¡Tenemos algo!- Galton bajó las escaleras de dos en dos. Wyms y yo nos acercamos.- El tirador, Norman Waters, nos está dando a Tito Sandoval por el trabajo. Dice que le pagó en su casa, el arma sigue ahí y drogas, además de muchísimo dinero en efectivo.
- Imposible, Waters es de Williams, tiene la tinta en el pecho.- Dije, cuando detective Galton se había alejado.
- Tito no es idiota Oz, no tiene nada.
- Estoy más preocupado de que Lundy plante algo. Llama a los patrulleros.- Henry entraba al precinto, nervioso al ver tanta actividad.- ¡Lynch, a casa de Tito Sandoval, tenemos al hijo de perra! Ferris, Julian y Wallusky, síganlo.
- ¿Qué hacen?- Preguntó Carson cuando bajaba las escaleras.
- Iremos por Sandoval, ¿no es cierto? Ésta vez llegaremos en multitud y rápido.
- Vaya, gracias Oz.
- No lo menciones.

            No dejo de pensar en lo que dijo Trevor, ¿qué tanto confío en el sentido común de Tito? Tengo la evidencia que conecta al flaco Aceveda con un homicidio. ¿Sería suficiente si sucede lo peor? Si lo arrestan por lo de Patridge me quitan un problema de encima, pero el bastardo podría soltar el pitazo. Si lo mato, ¿sus hombres no vendrán por mí? Si dejo que lo arresten, ¿puedo confiar en alguien para que lo acuchille en su celda? Demasiadas preguntas, pocas certezas. Afuera, Morton se incendia con flamas invisibles. Adentro, estoy envuelto en ellas y arden.

Cuando llego a su casa, prácticamente una choza, ya hay veinte policías inspeccionando cada rincón. Lo miro mientras lo esposan en el suelo. Tito me mira a mí con expresión neutral. Eso es bueno. Ésa es su manera de tranquilizarme. Sabe que no tienen nada en su contra porque yo lo he protegido, y que no hay nada en su casa.
- He pedido el registro telefónico de su casa y su información bancaria, si es que usa un banco.- Carson esperó en la puerta a los detectives y uniformados que inspeccionaron el lugar. Uno a uno fueron saliendo con las manos vacías.- Hijo de perra es bueno, pero yo soy mejor.

            Comenzaron a exprimirlo por Rupert Jackson. Entré a la sala y me apoyé contra el espejo doble. Carson le gritaba, le hacía preguntas, le mostraba fotografías y golpeaba la mesa para enfatizar sus palabras. Peter es bueno, Tito es mejor. Cuando Carson está ocupado leyendo un reporte de una carpeta, con mi espalda contra los otros policías, le señalo con las manos que se calme. “No tienen nada” le susurró sin decir nada. Sandoval me entiende a la perfección. La puerta se abre de golpe y Lundy se asoma. No está feliz de verme.
- El capitán Lundy está aquí por la muerte de un policía en cubierto Tito, si quieres un trato puedes negociarlo con él. Pero no te hagas ilusiones, nos darás a Jackson de una forma o de otra.
- Hay demasiada gente aquí.- Dijo el capitán, mirándome fijamente.
- Si quiere,-dijo Tito, sus primeras palabras.- yo me voy y les hago lugar.
- No te hagas al gracioso inmigrante de porquería.

            Me quedo viendo el espectáculo un rato más. Los uniformados hacen apuestas para saber si hablará o no. John Galton apuesta contra Tito. Pobre ingenuo. Dejo caer cien. Dinero fácil. Bajo las escaleras fingiendo estar de buen humor. Sigo igual de nervioso. Lynch tiene razón, el caso necesita cerrarse de alguna manera. El capitán Rick Lloyd, un hombre ancho y con bigote canoso, habla con Trevor y Henry. Recibió nuestro llamado de auxilio.
- Lundy jugó ésta con las cartas pegadas al pecho. No tenía ni idea. ¿Cómo está Tito?
- Está bien Rick, pero estará mejor si encontramos al mata policías.- Me sirvo un poco de café mientras Wyms le explica sobre Rupert Jackson.
- Está bien, está bien, entiendo. ¿Quién lo hizo?
- Wilbur Oakley. El informante estrella. Se pone avaro y mata a Patridge.
- ¿Qué hay del testigo? Él dijo tres hombres blancos. Hombres que saben lo que hacen, como ustedes.- Rick me sostiene la mirada. No planeo bajarla. Mi vida puede depender de ello. Se da por vencido, pero aún así tiene sus sospechas.- ¿Qué hay del testigo?
- Los testigos se equivocan.
- El dinero estaba marcado, Oakley lo sabía. ¿De qué le serviría el dinero?
- Seguramente tiene maneras de lavarlo.- Rick nos mira a los tres, de uno a uno.
- Vale la pena intentar. Firmaré la orden y hablaré con un juez que conozco. Bastará que le diga que es negro para tener la orden. El sistema funciona.

            Rick hace la llamada. Empieza el ballet. Los uniformados corren a sus patrullas. Lundy baja corriendo. Carson sale de la sala de interrogaciones con derrota en los ojos. Lloyd explica que Oakley es sospechoso, aunque sea el proyecto de ciencias del capitán Zeus Lundy. El dios griego no está feliz. Zeus lanza sus truenos. Mis muchachos y yo nos encerramos en nuestra oficina y tratamos de contener la risa. John Galton llama desde el departamento de Oakley, encontró el arma y los uniformados siguen buscando por el dinero. Carson no puede creer que sea cierto. Lundy sabe que no es cierto. Regresan al precinto y Lloyd les aplaude. Un trabajo bien hecho. Carson se niega a soltar a Tito. Lloyd no lo pelea, sabe que no tiene otra opción.
- El capitán Lloyd tiene razón.- Le dice Galton.- Peter, no tienes nada.
- Ese sujeto exprime a Morton día y noche.- Carson gritaba y buscaba la aprobación de Lundy. Zeus lo miró desde el Olimpo como si no lo conociera.- Está bien, suéltalo tú. No quiero ni verlo.
- ¿Encontraron el dinero?- Me acerco con mi mejor cara de curiosidad.
- No, nada.- Dice Lundy.- Es muy sospechoso. Seguiré mi caso contra Jackson y Sandoval, con o sin Oakley. Ese inmigrante solo aplaza su sentencia.
- La pistola está en balística, en Central.- Dice Lloyd.- Es su prioridad número uno.

            Cae la noche. Llaman de Balística. No hay duda, es el arma que mató a Rick Patridge. Trevor y Henry me miran, no sabían que yo había sido quien le había dado. Ahora lo saben. Trevor dormirá más tranquilo. Recogemos nuestras cosas y salimos del precinto. Salimos a Morton. Perdimos nuestra jubilación temprana. Ganamos un fantasma en la conciencia. Y mientras manejo a mi departamento Morton se incendia bajo las débiles farolas. Cuando me miro en el espejo de mi baño me pregunto si sigo en llamas, o si estoy salvado.




























2.- Eclosión
El capitán Lundy jura que el caso de Marvin Gardens será solucionado con prontitud

Las semanas pasan y con ellas el fantasma de Rick Patridge se hace cada vez más lejano. Arrestamos a la gente de Cornell Williams. Él se rehúsa a hacer negocios y trabajar con nuestras reglas. Cree que no nos necesita, se equivoca. Irrumpimos en sus casas de apuestas. Bravuconadas de negros sin dientes. Volteamos mesas, golpeamos clientes y destrozamos el lugar. Reportamos la mitad del dinero encontrado, donamos una parte a la gente decente que mantiene los ojos abiertos y denuncia a Williams, otra parte va para nuestro fondo. Trevor se encarga de él, es prácticamente nuestro contador. Hacemos fluir tanto dinero que los jefes se enteran de ello. Nos sentaron en una oscura sala y nos llamaron "robin barrio" los robin hood de los negros. No pasó a mayores, después de todo es Morton. Mantener feliz a la comunidad funciona, nos avisan de un camión retacado de pavos y jamones. Cornell quiere ganarse a su gente, pero con dinero baila el perro. Sus pandilleros los asaltan y extorsionan, pero se hacen los héroes. Robamos el camión a mano armada enfrente de todos. El teniente Percy y varios uniformados nos ayudan a repartirlo cuadra por cuadra. Lundy se enteró al día siguiente y andaba como fiera enjaulada porque no lo invitamos.

El cariño no es total. La familia Badessi puso un contrato sobre el dueño de un supermercado. Lo encontramos destazado en el basurero del callejón. Los hermanos Badessi se han mudado de Baltic a Morton y su violencia es diferente a la de Williams. Son más inteligentes, más unidos y mucho más ambiciosos. Hicieron estallar una casa de apuestas de Tito. Tres muertos, uno de ellos blanco. Eso trajo a la prensa. Ésta vez Lundy no quería estar invitado a la fiesta, dejó que el buen George Percy explicara ante la prensa que éramos demasiado idiotas para hacer algo al respecto. Lynch y yo detuvimos a un italiano, tenía desde anfetas hasta heroína mexicana, lodo puro. Le rompimos la mano, le dimos una buena golpiza, lo desnudamos y amarramos. Pasamos por uno de los negocios de Enrico Badessi y tiramos a su amigo en la calle. Badessi ni se inmutó, él sabe que no podía matarlo tan públicamente. Él no tiene ese impedimento. Tito está realmente nervioso, dos tenientes muertos y sus negocios más lucrativos están siendo vulnerados. Cornell no quiere ayudar, aunque también recibe daños. Cooperación entre negros.

            En cuanto sonó la radio supe que no sería bueno. Minowsky hablaba nervioso. Eran las tres de la mañana. Los tres queríamos irnos a dormir. No lo haríamos. Múltiples 187’s. Todas las unidades a Maynard #203 con MacCallum y la 22. Cruzamos a Morton de lado a lado. No es una buena hora para andar por la calle. Podríamos arrestar a cualquiera que estuviera afuera y sin duda armaríamos un caso. Negros suertudos, tenemos otras cosas que hacer. Conforme llegamos la calles están pobladas por hombres en bata y mujeres en camisón. Hay un panal de patrullas y autos de civil. Un patrullero establece el perímetro con la cinta amarilla cuando llegamos. Galton entrevista vecinos. El teniente Percy nos mira en silencio y señala a la casa. La construcción es de ladrillo y estuco, si algún día tuvo pintura ésta dejó de existir hace mucho.

Tenemos cuidado al entrar, hay un rastro de sangre que sale de la casa. Pisando cuidadosamente, y sin estorbarle a los forenses y camarógrafos, nos adentramos en el infierno. La estructura es básica. Un recibidor, una cocina a la derecha, a la izquierda un corredor con dos cuartos, una bodega y las escaleras al sótano. Eso es lo único de normal en esa casa. Hay orificios de balas en la entrada y sangre por todas partes. La cocina nunca funcionó y solo queda el esqueleto de las tuberías y un cúmulo de cucarachas devorando los restos de comida en un bote de basura. Recorremos el pasillo en silencio. La duela se pandea y cruje. Habitación #1 es un cubo cerrado, las ventanas han sido canceladas con ladrillo. Cuenta con un riel soldado a la pared que va de un lado a otro del cuarto. Un par de esposas aún cuelgan. Arañazos en las paredes. Quien haya estado ahí, estaba desesperado. Habitación #2, la misma idea pero cuenta con una regadera en el techo. En un rincón, a la altura de mi tobillo alguien escribió en el yeso con sus uñas “esto es el infierno”. Las marcas tienen sangre seca. Nos detenemos en la escalera al sótano para que puedan subir los camarógrafos y esperamos a que los forenses nos dejen bajar. Un médico joven se asoma, iluminado por un solo foco de baja intensidad. Está pálido y su mirada es ausente.

Bajamos con cuidado. La sangre está en todas partes, en los escalones, en las paredes e incluso hay gotas en el techo. El sótano es otro mundo. A comparación el primer piso es un hotel. Todo el sótano ha sido modificado. Hay camas con colchonetas deshechas, tubos de acero sólido con garras metálicas para encadenar personas, arietes con cadenas en el suelo de concreto, mesas con esposas en la base de las patas y a medio metro en la mesa, para tener a alguien recostado. Lynch señala los látigos en un rincón. También hay fuetes y pinzas de todo tipo. La mesa tiene profundas marcas de uñas y hay sangre, tanto vieja como fresca. Miro sobre el hombro del forense en cuclillas y dejo escapar mi sorpresa. Las dos víctimas no murieron rápido. El doctor explica en susurros, el arma homicida probablemente fueron machetes y señala al techo. Hay líneas de sangre que se extienden por un buen tramo. Le arrancaron la mitad de la mano a una y la garganta, además de perder un pie y recibir seis tiros al pecho. La otra recibió tres disparos en las rodillas, el psicópata le cortó una oreja y le arrancó la quijada a machetazos. El forense concluye con que los asesinos se orinaron sobre ellas, vivas o muertas no lo sabe. Subimos las escaleras rápidamente, y el hedor no se va. El lugar entero apesta a carne podrida y pescado, pero el sótano huele a algo peor.

            Me apoyo contra el auto mientras Wyms vomita en un arbusto y Lynch respira aire fresco. George Percy me ofrece el whisky de su licorera y le doy un buen trago. La casa del horror. Me tomo mi tiempo para despabilarme. Galton nos reúne y se enciende un cigarro. Tiene el sombrero hacia atrás y la camisa abierta. Está cansado, asustado, asqueado y nervioso. Todos lo estamos.
- He sido designado detective primario de esta investigación y quiero que ustedes tres me ayuden. Saben de este mundo, necesito su experiencia.
- No conozco a nadie, ni he escuchado de nadie que haga esta clase de cosas.- Dijo Lynch.- Pero estoy contigo. Está fuera de control por completo.
- Empecemos por el principio,- dijo Trevor.- ¿qué es lo que tienes?
- Ésta calle tiene muchas casas vacías y no es de fácil acceso, probablemente por eso fue escogida. Ya he pedido información sobre el dueño de la casa. Los vecinos, como se imaginan, nunca vieron nada. Un par de junkies querían refugiarse en la casa porque vieron la puerta abierta e imaginaron que tendrían privacidad. Encontraron... ya vieron con qué se encontraron y llamaron a la policía. Mi sospecha inicial es que se trata de un grupo que secuestra y prostituye a mujeres en contra de su voluntad. Creo que hay más muertas, pero también creo que no las encontraremos en esa casa. Tenemos agujeros de balas en la entrada y varios rastros de sangre. Parece que entraron a tiros. Un vecino sí escuchó los tiros y los gritos de varias mujeres. Probablemente lo hicieron los dueños del lugar. Hasta ahora tenemos dos muertas. Yo me encargo de identificarla, pero necesito que ustedes expriman a sus informantes. Esto es importante, no creo que tengamos una buena noche de sueño en mucho tiempo.
- No te preocupes John.

            Parada técnica. Whisky. Barbitúricos. Anfetaminas. Cruzamos Morton en silencio. Cada quien su vicio. Trevor le sube a la radio. Pone su jazz de negros. Caemos bajo su encanto. Golpeo el volante a ritmo. No dejo de pensar en la casa de los horrores. Nadie puede. Ese cráneo sin mandíbula aparece cada vez que cierro los ojos. Nos paramos cada dos esquinas. Exprimimos a las trabajadoras. Las que no quieren hablar con nosotros las zarandeamos. Trevor amenaza a una con su revólver. Henry se ríe. No me inmiscuyo. El whisky corre por mis venas. Pasamos una hora en la misma rutina. No dejamos piedra sin voltear, ramera sin cachetear. Los chulos nos ven y corren. Hacen bien, no estamos de humor. Una chica tiene algo que decir. Ha oído de las casa de los horrores, se especializa en clientes sádicos que quieren torturar chicas, en su mayoría muy jóvenes, a veces menores de trece aunque eso cuesta caro. Una vez que entran, no salen. Galton tiene razón. La ciudad debe estar repleta de cadáveres. Ciudad de los huesos, no importa donde estemos parados algo terrible ocurrió allí. Tito no había escuchado del lugar. Sus tenientes tampoco. Lo obligamos a que despierte a su gente para preguntarles. Nadie sabe nada. Cornell se ha mudado, al parecer no quiere ser encontrado. Trevor le dispara a un negro en la rodilla cuando éste sacó su arma. Los otros agarran la onda, no estamos ahí para arrestar. Llaman a Cornell y se deja ver. No había escuchado del lugar, ni siquiera a través de rumores. No sé si creerle. Por si acaso le doy una golpiza.
- La próxima vez que te busque, más te vale que te encuentre rápido.

Amanece. Las prostis ya no están. Trevor buscará información sobre los asesinos. Después de una parada técnica al departamento por un poco de dinero. Vale la pena usar del fondo de retiro. Para borrar ese cráneo vale la pena. En el precinto todos estamos igual. Nadie durmió nada. Nadie quiere dormir y soñarlo. La cafetera no se da abasto. Galton discute con el teniente, pero es obvio que no está ganando. Si Percy parece una calavera con pelo, Galton parece un niño grandote.
- Estás solo en esto John, lo siento.- Percy lo señaló cuando Galton iba a decir otra cosa.- No es una discusión, es un hecho.
- ¿Qué pasa?
- Finalmente Lynch, ¿qué consiguieron?
- Parece que nada. Nadie sabía nada, a excepción de ésta prosti que había escuchado rumores. La casa del horror era prostitución especializada para clientes que les gusta torturar mujeres jóvenes y niñas. Una vez que entras, no sales.
- Así que tenías razón,- dije mientras bebía mi café para bajarme el whisky.- deben haber muchos cadáveres enterrados quién sabe dónde.
- Tengo la identidad de las fallecidas. Francesca Rivers y Penelope Austin. Secuestradas hace un mes. Parece que Francesca era prostituta de medio tiempo.
- ¿Serás el único detective a cargo? Además de nosotros tres, me refiero.
- Sí, además de la unidad anti-bandas, estoy solo. En el reporte voy a recalcar que Rivers parecía ser prosti de medio tiempo. No quiero que los asignen a otra cosa. ¿Les molesta?
- No, para nada.- Peter Carson se acerca y evita mi mirada. Empuja a Lynch con el hombro para hacerse paso. Le lanzo una mirada a Henry para que se controle. Deja que se haga el macho.
- ¿Me buscabas?
- Sí, quiero que me ayudes en este caso.
- Imposible, sigo trabajando la asignación especial del capitán Lundy.
- Vamos Peter, saca tu cabeza de su trasero y trabaja algo real.
- Eres un buen detective Johnny, puedes hacerlo solo.
- Si fuera un buen detective, no estaría en Morton. Sin ofender a Lynch y a Ozfelian.
- No estoy tan seguro de que deberías incluir a Ozfelian en tu lista.- Galton se desespera y se va. Peter Carson se queda.- Tengo dos preguntas para ti.
-  Claro, número uno sí soy tu padre, número dos sí fuiste un error que sobrevivió al aborto. Tu madre es un poco idiota y se espero ocho meses para hacerlo.
- No te hagas el gracioso conmigo Ozfelian.- Me señala en el pecho y se requiere de toda mi fuerza de voluntad para no partirle la mandíbula de un golpe. Lynch lo agarra del cuello y lo empuja para alejármelo.- Ustedes dos están al borde del abismo, Wyms también. Encontramos algo del dinero marcado en dos camellos que trabajan para Sandoval. Si Oakley lo robó y planeaba arruinar a Sandoval, ¿cómo llegó allá?
- El dinero viaja Carson, ¿cómo sabes si Oakley realmente odiaba a Sandoval o si se trataba de un golpe interno en la estructura criminal de Tito? Tienes que ver todas las opciones, detective.
- Cuando arrestamos a Tito Sandoval pedí el registro de sus llamadas. Había una muy interesante. La llamada salió de una cafetería ¿sabes a qué hora fue eso? Cuando tú y yo estábamos investigando la balacera. Una llamada y Rupert Jackson desaparece. Tú hiciste esa llamada.
- Cuidado Carson, si no quieres tener que digerir tus propios dientes apártate de Oz. Sé que Larry te gusta, pero no eres su estilo. El asunto Oakley está cerrado, ese desgraciado mató a Rick Patridge.
- Ése es el problema Lynch, Oakley saldrá libre. No pudieron armar el caso. Ha decidido seguir ayudando al capitán Lundy.- Se le enfrenta a Henry, mala idea. Se le planta y lo mira con asco. Le señala en el pecho y se le acerca tanto que puede oler su aliento.- Y me vuelves a amenazar y el agujero al que te mandaré será tan pequeño que te recordará al útero de tu madre.
- ¡Carson! Si no me quieres ayudar en mi caso, al menos ten el sentido común de dejar a mis compañeros en paz.- Galton parecerá un niño, pero cuando se obsesiona no hay quien lo detenga. Empuja a Carson y reduce sus bravuconadas a tonterías. John se va, pero su amenaza pende de mi cabeza como sé que también de la de Lynch. Oakley libre, eso no es bueno.- Escuchen esto. El dueño de la casa murió hace cinco años, nadie paga impuestos ni nada. Aún sí, me gustaría que se entrevistaran con los hijos del dueño.- Nos entrega una lista de nombres.- Claudette, Emily, Omar y Victor Rondo. Si el viejo dejó herencia, ¿quién se quedaría con su casa? Si no dejó herencia, ¿qué hicieron sus hijos? Con una propiedad como esa es posible que la hayan vendido en efectivo sin tramitar nada. Seguiré buscando entre los registros de personas desaparecidas, quiero tener una lista de posibles candidatas.
- Listo. ¿No encontraron armas en la periferia?
- No, los sujetos fueron inteligentes. Por cierto, ¿qué quería ese chupa medias?
- Nada importante. Algunas personas no saben cómo sobrellevar el fracaso.

            Conseguimos direcciones y ponemos rostros a los nombres. Ninguno con antecedentes penales. Discutimos el asunto de Carson mientras ubicamos el apartamento que buscamos. La llamada en sí misma no significa nada y si no pueden demostrar que plantamos esa arma, no tienen nada sólido. Aún así, Lynch tiene razón, el que Oakley haya salido libre no puede ser por mero tecnicismo legal. El hijo de perra mató a un poli, no hay tecnicismos en esos casos. Esa llamada había sido necesaria, pero debí haber sido más precavido.

Encontramos a Claudette Rondo en su casa. Esposa, madre de dos y excelente cocinera. Nos comemos unos bollos mientras nos explica la situación. Su padre Kendrick los educó en otra casa, a nombre de su madre, pero siempre se quedó con la casa en la que había nacido. Cuando Kendrick fallece no deja herencia y, como ninguno tiene serios apuros económicos, nadie se interesa por invertir en mejorar la casa y venderla. Omar tiene una veterinaria y nos cuenta la misma historia. Su hermano Victor salió del país hace un año. La última Emily, está en el hospital por leucemia. Su marido, un nervioso profesor universitario no quiere que la molestemos. Emily insiste en dejarnos pasar. Nos da la misma historia. Con el tiempo se olvidaron de la casa, era prácticamente una ruina de todas maneras. En el precinto hablamos con Galton, quien sigue compilando la lista. Nuestra vía de investigación no lleva a ninguna parte.
- Larry,- Trevor aparece detrás de nosotros y nos asusta. Lo seguimos a nuestra oficina, para hablar en privado.- tengo algo. Hay un rumor muy fuerte de dos asesinos a sueldo que llegaron de otra ciudad para un trabajo de una noche. Algo sanguinario. Pidieron mujeres cuando acabaron el asunto e hicieron algo de escándalo. Ahora ya se han ido. Pero mi contacto sí recuerda el tatuaje. Un óvalo negro con dos cruces de cada lado y algo arriba y abajo.
- Espera un segundo.- Lynch saca el libro de tatuajes y va recorriendo las pasadas páginas con fotografías hasta que encuentra una.- Mafia de Calabria.
- Los hermanos Badessi. Se mueven a Morton y neutralizan la casa de los horrores.
- O ellos la estaban operando hasta que algo salió mal.
- Llego el capitán Lloyd.- Trevor señala por la ventana. Me asomo y lo veo hablando con el teniente Percy.- Si son los Badessi, ¿qué hacemos?
- Si pidieron mujeres ellas saben quiénes son. Encuéntralas y te dirán donde se hospedaron. Empieza por Morton, pero vete a Baltic. Seguramente usaron prostis de chulos italianos. Si tienes cualquier problema nos avisas.
- Ya sé por dónde empezar.- Salimos, Trevor se va y nosotros nos quedamos con Lloyd.
- Capitán, ¿qué lo trae por aquí?
- Vi esa casa Larry, fue espantoso. Quiero ayudar. John me explicó lo que tienen y lo que les hace falta. Le asigné un par de patrullas más.
- ¿Pero no al detective Carson?
- No, siempre que esté trabajando el caso de Lundy,- Rick se encendió un cigarro para dejarnos en suspenso.- Carson es intocable.
- Ven con nosotros, hay algo que queremos mostrarte.- Nos sigue a nuestra oficina y Henry le muestra el libro de tatuajes.
- Dos tiradores italianos. Es la familia Badessi, y los hermanos Enrico y Tomasso controlan Baltic. Están tratando de meterse a Morton, controlar el vicio de los negros. Es malo para el negocio, como te podrás imaginar. Nuestra tajada se hace corta, la tuya también.
- Aunque claro,- dijo Lynch.- tu salario es mucho mejor.
- Virginia me sigue presionando por un auto nuevo, yo también necesito el dinero. ¿Y no saben si decirle a Galton?
- Es un buen chico, pero no sé si...
- Díganselo. No sacamos un centavo de esos grasientos así que no les debemos nada.

            Hablamos con John Galton. Le decimos del rumor, del tatuaje de Calabria y de la familia Badessi. Jack se sienta en su escritorio y analiza cada detalle. Se le abre un panorama mucho más grande. A nosotros también. Ahora quiere saber porqué los italianos se interesarían por la casa del horror, porqué se mueven a Morton y a qué nivel operaba ese lugar. Trevor llama. Dejamos a Galton con la palabra en la boca. Sus contactos funcionaron, nos da el nombre del hotel y cómo encontrarlo. Es un mugroso hotel a las afueras de la ciudad. Cuando llegamos Wyms está comiendo en la cafetería de enfrente en compañía de una de las prostis.
- Dile lo que me dijiste.- Le suelta uno de cien. Henry mira al billete como si una parte de su alma se fuera cuando la mujer lo mete a su diminuto bolso y se termina la sopa de un trago.
- Éramos cuatro. Había tres hombres, dos de ellos apenas y hablaban el idioma. No que importe, en el idioma que sea eran unos cerdos. Estuvimos una buena hora y media, hasta que el sujeto que sí habla español nos corrió a todas. Cuando nos fuimos estaba llegando un hombre.
- ¿Escuchaste su nombre?
- No. Era alto, muy delgado y canoso. Eso es todo lo que sé.
- Número de habitación.
- 787. ¿Puedo irme?
- No sé, ¿ya acabaste de comer primor?
- Idiota.

            Trevor y Henry se ríen mientras Wyms paga la cuenta y vamos al hotel. Pensamos en subir al cuarto, pero sería en vano. Golpeamos la oficina del dueño hasta que se despierta de su siesta de la hora de la comida. Le exigimos ver los registros. Show de placas y pistolas. Nos da el libro sin problemas. El hijo de perra no apunta nombres, sólo cantidades. Henry se le lanza y se necesita de  Trevor y de mí para calmarlo. El dueño, tirado en el suelo a un lado de su viejo escritorio lo mira como a un demente. Cuando Lynch se calma nos disponemos a irnos, pero dos italianos enormes cierran la puerta. Uno de ellos busca su pistola en la parte trasera de su cinto y Wyms lo patea en la entrepierna. Lynch se lanza contra el otro y le quita el arma golpeándolo en las costillas. Escucho que un hueso se rompe cuando el sujeto cae al suelo. Salgo corriendo al auto y regreso con un bat de baseball y mi cuchillo. El dueño no lo quiere ver, pero no tiene de otra. Trevor somete al que se le rompió una costilla y le pone la pistola en la cabeza. Henry y yo nos volvemos locos. Le golpeamos con el bat, le hacemos sangrar, le meto su corbata en al boca. Lynch lo acuesta sobre el escritorio y le cortó el pulgar derecho. Pienso en la casa del horror, en esa mesa con grilletes.
- Espero que lo hayas visto bien,- le digo al otro italiano.- es un mensaje a los hermanos Badessi. Manténganse fuera de Morton. La cloaca nos pertenece. Tienen suficiente dinero haciendo negocios con los blancos, no se metan con los negros. Ellos son pueden saciar sus vicios sin problemas.
- Están locos, ustedes golpean a uno, Enrico mata a seis negritos. Ustedes arrestan a uno de nosotros y Tomasso vuela una casa de apuestas. No pueden ganar.
- No debiste haber dicho eso.- Lynch saca su pistola y le apunta en la cabeza. Lo detengo a tiempo. No podemos matarlo, hay demasiados testigos.
- No pueden hacer nada.- Repetía el italiano mientras lloraba nervioso.
- Antes iba a dejar que caminaras hasta allá para dar el mensaje, ahora- le muestro la navaja y se la clavo hasta el fondo en la rodilla derecha.- te arrastras.

            Salimos de la oficina y escuchamos los gritos de dolor hasta el auto. Una parte de mí entiende el atractivo de la casa del horror. Me gustaría tener ahí a los Badessi y a Lundy. Miro a Henry de reojo. Él piensa lo mismo. Por el retrovisor veo a Trevor. Su mandíbula está tensa y se mira la sangre en sus nudillos como si pertenecieran ahí. Viajamos en silencio al departamento de emergencias y nos cambiamos. No podemos regresar al precinto bañados en sangre.
- Ya era hora, ¿consiguieron algo sobre los tiradores?
- Nada útil.- Una mujer está sentada en la silla de Galton. Su maquillaje está corrido, su vestido floreado desentona por completo con sus nervios.
- Ella es Melinda Parish, estuvo en la casa del horror cuando empezó la balacera. Es un manojo de nervios la pobre. Estuvo deambulando toda la madrugada. Hace unas horas un par de junkies trataron de violarla en Lakeview, pero una patrulla los detuvo. Ella no hablaba, así que la trajeron aquí y el teniente le dio el vestido del clóset de la extinta unidad de en cubierto. Nos dejaron sin ellos, pero nadie vino por la ropa. Toda la buena ya se la llevaron, pero me quedé con una chamarra.
- Vaya, vaya, Jack “el rebelde” Galton.- Bromeó Henry. El detective se rió un poco.
- En el camino empezó a gritar cosas y repetía la dirección de nuestra casa. Le di un café y unas pastillas, para calmarla y llevarla a interrogación.
- ¿Interrogación? Vamos Jack, ella no es sospechosa. Pobre mujer. A la oficina de anti-bandas, hay menos ruido. Trevor, ¿tienes algo para calmarla?
- ¿Por qué me miran todos a mí?
- Sí, ¿por qué será?- Bromeó Galton.- Narcóticos no revisará tu locker.

            Trevor usó sus pastillas mágicas y esperamos a que Melinda Parish se terminara su café para acompañarla a la oficina de anti-bandas. Cuando se sentó y miró hacia las distintas fotografías y retratos robot concluimos que ya estaba más calmada.
- Tengo que avisarle a mi mamá. ¿Puedo usar su teléfono?
- La llevaré a su casa, no se preocupe. ¿Podemos hablar primero? Como ya sabes ha ocurrido algo terrible y queremos saber más sobre esa casa.
- Maynard #203, Maynard #203... Es todo lo que recuerdo de cuando me subieron a esa patrulla. Sabía que tenía que salir, que escapar, y pensé que si me concentraba muy duro en repetir esa dirección quizás me salvaría.- Melinda se frotó las lágrimas de su moreno rostro y respiró profundo.
- ¿Estabas en esa casa cuando empezaron los disparos?
- Estuve ahí por dos semanas, al menos eso creo, no había ventanas. Cuando empezaron los disparos todas nos tiramos al suelo.
- ¿Todas eran mujeres?- Galton me ganó a preguntarlo.
- Sí, todas las que vi. Los tipos abrieron todas las puertas y lanzaron las llaves de las esposas. Corrimos en manada. Cuando salí escuchó los gritos en el sótano y los disparos.
- ¿Cómo eran estos hombres?
- No los vi bien. Eran altos, blancos... Uno llevaba un machete. Usaron máscaras de esquiar.
- ¿Cómo vestían?
- Eran trajes oscuros, pero muy finos. Trabajo en una sastrería, sé de esas cosas.- Dijo con orgullo. Sus enrojecidos ojos se llenaron de lágrimas de nuevo.- No sé qué más...
- Calma Melinda, lo haremos a tu ritmo. No te preocupes.
- ¿Alguien tiene un cigarro? Pase dos semanas sin fumar.- Le acerco mi cajetilla y le enciendo el cigarro.- Casi todas las chicas eran morenas o negras, ¿a ustedes qué les importa?
- Aunque suene difícil de creer, a nosotros no nos importa el color de piel.
- Sí, como no.
- ¿No sabes quién es mi amigo Larry Oz? Reparte dinero de traficantes.
- ¿Usted es Oz?- Cuando me mira llorando con una sonrisa temblorosa se me parte el corazón y me cuesta no demostrarlo.- Mi tío estaba ahí cuando robó ese camión de jamones y lo repartió. Lo hizo muy feliz. Gracias.
- ¿Qué me puede decir sobre su secuestro?
- Fue hace dos semanas. Regresaba de trabajar cuando alguien salió de un árbol atrás de mí y me puso un costal negro en la cabeza. Me empujó y me caí. Me cargaron entre los dos y me lanzaron a un camión. Uno manejaba mientras el otro me ataba. No me dijeron nada. Me llevaron a la casa, me esposaron en un riel y me quitaron el costal de la cabeza. Los tipos usaban máscaras, chamarras largas y guantes. De qué raza eran los pervertidos, no tengo idea.
- ¿En algún momento le quitaron las esposas a usted o a alguna otra chica?- Una manera sutil de saber si había visitado el taller de Santa.
- No. Una vez al día abrían la puerta y deslizaban una cosa de metal con comida. Era como para caballos o algo así. Carne a medio cocer, arroz y a veces un estofado asqueroso. Dos veces sacaron a dos chicas. Las escuché llorar, pero no de mala manera. Como que estaban...
- ¿Liberadas?
- Sí. Otras me decían que las liberaban en cuanto sus familias pagaban. Mi mamá no tiene mucho dinero, así que pensé que me llevarían abajo.
- Cuéntanos sobre ese sótano.
- Oíamos a otras personas. Hablaban de lo divertido que eran las chicas que tenían abajo, todas prostitutas dijo uno.- Se quedó pensando unos segundos y los cuatro nos quedamos al borde del asiento.- Había dos voces continuas, los oímos diariamente. También había una mujer que no era clienta. Pasábamos casi todo el día tiradas en el suelo, muertas de miedo. La vi pasar, al menos sus tobillos. Era morena y tenía un acento extraño.
- ¿Nunca escuchaste nombres?
- No, pero una vez alguien le agradeció llamándola orquídea.

            Eclosión. Germina en mi interior como un huracán. Oakley mencionó a una orquídea y tenía el número de una florería llamada “orquídea express”. La coincidencia es demasiado grande. Galton no me ve, no puede adivinar la conexión que se hace en mi mente. Me quedo sentado ahí, mirando a la pobre mujer a los ojos sin escuchar ni una sola palabra. No me pierdo de nada, Galton le hace repetir todo varias veces. Cuando termina Trevor y yo decidimos visitar la florería. Jack Galton quiere que le ayudemos en otra pesquisa, Lynch se encargará de ella. La unión Oakley y casa de los horrores me pone nervioso. La florería se encuentra del otro lado del parque Lakeview, en la zona más decente de Morton, que no es decir mucho. Wyms lo resume mejor, al menos no hay prostis a medio día ni muertos en botes de basura. Dejo mi pistolera con el revólver y escondo mi placa, no es hora de jugar al policía.

            Orquídea Express es un largo local cuadrangular con una vitrina del lado derecho y una bodega en la parte trasera. La única empleada es Florinda Piñero. Olfateo flores y me hago el interesante esperando que la mujer se acerca. Cuando la veo caminar en el estrecho corredor de flores en su entallado vestido azul, su cabello recogido en la nuca y un maquillaje que resalta su piel tostada me cuesta trabajo concentrarme. Su baja estatura la compensa con largos tacones, los cuales domina con la agilidad de una tigresa. Entablo conversación amena, realmente no sé nada de flores así que tengo que pensar rápido. No le parece gracioso que se llame Florinda y trabaje en una florería. Primer strike. Llevo la conversación a los negocios. Quiero arreglos florales en grandes cantidades, vendo material médico y con algo de suerte  podría poner un florero con arreglo floral en cada habitación de hospital. Le digo que escuché de ella a través de una amiga que quedó encantada con sus orquídeas. Piñero está interesada, rápidamente habla de dinero y de un contrato para hacerlo legal. Gran parte de sus ingresos vienen de pedidos por teléfono y entregas a domicilios o negocios. Le pido que revisemos sus costos bien de cerca. Vamos al mostrador y me deja pasar. Estoy adentro, ahora es la hora de Trevor.
- ¿Está abierto?- Wyms entra distraídamente. Sin su camisa parece un toro rubio y cachetón. Piñero sale de la bodega y nos mira a mí y a Trevor alternadamente.
- Descuide, yo la espero.- Florinda me agradece con un gesto.
- Buco flores para mi esposa a ella le gustan estas... ¿son gardenias?- Florinda le muestra su selección mientras yo busco su libreta de envíos. Copio todas las direcciones que puedo tan rápido como me es posible. Cada vez que Piñero va a voltear hacia mí Wyms señala otra flor.

            Espero a que Trevor termine de comprar, yo ya estoy listo. Le paga en efectivo y sigo hablando cinco minutos más acerca de mis gastos. Le prometo regresar antes de que cierre con figuras fijas y planes sólidos. Trevor huele las flores y sonríe satisfecho. Si Piñero es la misma orquídea de la que hablaron los dueños de la casa del horror, entonces no querría oler esas flores. Leo las direcciones, pero nada brinca. Va por toda la ciudad, aunque se concentre en dos o tres zonas específicas. De camino al precinto escuchamos a Lynch en la radio policial. Arrestaron a Rupert Jackson y a Tito Sandoval.

            Cuando llegamos al precinto es la misma rutina. Peter Carson los presiona en cuartos diferentes. Cuando se desespere recurrirá a la vieja rutina de “el otro te culpa de todo a ti, sálvate con una declaración que lo culpe a él”. Tito y Rupert no son tontos, no caen tan fácilmente. Tricia Sullivan viene a visitar a su esposo. Las flores apenas y excusan su ausencia anoche. Wyms no le quiere decir lo que vieron. Tricia puede llenar los espacios en blanco.
- Ese Trevor es un hombre suertudo.- Percy se aparece atrás de mí con una taza de café y me asusta.
- Me sorprendes George, tú estuviste casado y te divorciaste.
- Sí, pero mi esposa era una vaca que  le gustaba flirtear con cualquiera, su esposa es linda.
- Tus estándares de belleza Percy, siempre me han fascinado.
- ¿Qué? Podría conseguirme algo mejor.
- Sí, el cementerio está lleno de chicas solitarias.
- Muy gracioso. Por cierto, hablando de regresar de la tumba. Wilbur Oakley fue liberado hace dos horas. ¿Lo puedes creer? El idiota del fiscal no pudo demostrar que estuvo ahí, incluso había testigos que avalaban su coartada.
- Tenía el arma, ¿qué más querían? Ese fiscal es un idiota.
- Asistente del fiscal. Al final le conmutaron la pena a cambio de continuar sus servicios con Lundy y el chico maravilla. Ese Lundy debe estar desesperado.
- Y que lo digas.- El capitán Lloyd me llama. Tienen algo. Lynch y Galton revisan sus anotaciones. Estudio la expresión de Lloyd, es fría como un témpano. Le sigo la corriente.
- La cosa se ha aclarado un poco Larry. Entrevistamos a un montón de gente y sacamos algo jugoso. En Morton ha habido una serie de secuestros rutinarios. Jamás hubo un solo problema, ni siquiera las maltrataban mucho, como a Melinda Parish. Los secuestradores nunca piden cantidades estratosféricas así que las familias prefieren no involucrar a la policía y nunca nos enteramos. Incluso algunos sospechaban que se trataba de auto-secuestro.
- Es todo un negocio Oz.- Dice Lynch mientras apaga un cigarro y se frota los ojos. Está cansado, todos los estamos.- Jack encontró tres víctimas y uno de los padres me dijo que los secuestradores usaban un viejo camión de carga.
- ¿Placas?
- No tenemos tanta suerte.- Interrumpió Rick Lloyd.- Pero sí sabemos que el camión tiene un dibujo despintado con una vaca.
- Se puede rastrear el camión a partir del dibujo, pero hay muchas carnicerías en la ciudad.
- Entiendo lo que dices Jack, Lynch y Wyms te ayudarán. Aunque Trevor esté un poco ocupado en este momento.- Trevor y su esposa se besan en la cafetería. Algunos uniformados chiflan, algunos detectives les aplauden. Tricia se sonroja. Trevor sonríe y agradece como campeón olímpico.
- ¿Tú qué harás?
- Estos sujetos tienen dos negocios, secuestran mujeres de familias que pueden pagar el rescate y aparte secuestran prostitutas para torturarlas y matarlas. Quiero darme otra vuelta por el circuito de la carne, a ésta hora deberían estar saliendo, quiero ver si alguna conoce el nombre de alguna de las secuestradas que ustedes han corroborado. Quiero ver qué tan separados están los dos negocios.

            Una mentira necesaria. Requiero de tiempo para investigar las direcciones de Piñero. Necesito saber si está involucrada. Jamás lo admitiría en voz alta, pero había algo cautivador en ella. No era su cuerpo perfectamente moldeado, ni su manera de caminar, eran sus ojos grandes y profundos. Necesito saber si algo tan hermoso es capaz de hacer algo tan terrible. Necesito saberlo porque si el horror de ese sótano y la belleza de sus ojos pueden coexistir entonces no hay mucha esperanza para el resto de nosotros. Ordeno la lista geográficamente y actúo metódicamente. Una a una las voy eliminando. Algunas direcciones son casas, en Baltic, en Morton, en Alton Heights, en Mimosa. Los negocios tampoco parecen sospechosos. Ninguno parece ser un frente de algo turbio. Una funeraria reconocida, un hospital, dos asilos de ancianos. Me entierro entre archivos para buscar información de los domicilios y sacar nombres. Reviso los nombres en el sistema, ninguno con antecedentes penales. Por más que le busco, ninguna mención de actividades sospechosas. Lo mismo va  para los negocios. Quizás está limpia, o quizás es demasiado inteligente.
- Parece que nos ganaste.- Jack, Lynch y Wyms están cansados. Yo me estoy quedando dormido en mi escritorio.- ¿Cómo te fue a ti?
- Ni preguntes. ¿Qué tienen ustedes?- Detrás de ellos Tito y Rupert bajan las escaleras de las salas de interrogación. Están sonriendo, pero no demasiado. Eso quiere decir que cerraron el hocico. Carson baja derrotado y frustrado. Ahora soy yo el que sonríe, pero no demasiado.
- Estuvimos buscando en carnicerías y plantas. Al parecer se deshacen de los camiones viejos, casi siempre sin cambiar los papeles. El logotipo, según un carnicero que debe ser experto en esas cosas, nos refirió a “La mejor de Baltic”. No sabe el nombre del dueño.
- Voy a revisarlo ahora mismo.- Trevor salió corriendo y nos quedamos los tres mirándonos las caras. Finalmente vamos a la cafetería por algo de café. A estas horas el café sabe a calcetín viejo, pero no me quejo. Trevor regresa con una hoja de papel.- Francis Sutton, Winston Bell #928, local B, Baltic. ¿Cómo quieren hacer esto?
- Lynch, pide dos patrullas para que nos sigan. Hablaremos con él civilizadamente, pero quiero estar protegido en caso de que algo salga mal. Que se queden escondidos, tampoco lo quiero asustar.

            Nos lanzamos a la noche con una marea de luces azules y rojas. Morton de noche se hace más macabro. Cruzamos por las cuadras donde los pandilleros le disparan a las farolas y se adueñan de las calles durante la noche. Me alejo de la avenida principal, quiero hacer un rodeo largo. Jack Galton me mira sin decir nada. Él sabe a dónde vamos. Él sabe porqué es necesario ir ahí. Pasamos por la casa de los horrores. No quiero que a los patrulleros se les olvide ni por un instante de qué se trata esto. Recorremos callejuelas, casi como si Morton hubiese sido planeado para que ninguna calle salga y todas entren. Como es prosti dijo sobre la casa de los horrores, quienes entran ya no salen. La transición a Baltic es repentina. Ahora los edificios de ladrillo se alzan varios pisos. Ahora las farolas funcionan. Ahora las calles están limpias y las parejas van al cine o a cenar. Llegamos a la avenida Winston Bell y apagamos las sirenas. El convoy se hace silencioso. Estacionamos a media cuadra. Las patrullas se estacionan cada una en una esquina. Lynch entra primero, para pedir un filete, Trevor entra minutos después para curiosear y después entramos Galton y yo con nuestras placas y las manos sobre la pistolera.
- Oficiales, ¿en qué puedo servirles?- Francis Sutton es un hombre regordete, calvo y de expresión afable. Le sirve el filete a Lynch y se lo amarra en un paquete de papel.
- Nos gustaría hacerle unas preguntas sobre un camión suyo.
- Ya no uso camiones, no desde hace diez años.
- ¿Le molestaría si mi compañero revisa la parte de atrás?- Galton no se espera a la confirmación y entra a la bodega.- Hábleme de su camión repartidor, ¿usaba el logo de su carnicería?
- Sí, pero eso fue hace diez años como le dije. Ya no la tengo. ¿Pasa algo?
- Sí señor Sutton, pasa algo. Su camión está siendo usado para secuestrar mujeres.
- No hay nada interesante allá atrás. ¿Qué hizo con el camión señor Sutton?
- Vaya, pues déjeme pensar.- Mira hacia el techo en actitud contemplativa por unos momentos.- Ya me acuerdo sí. La vendí hace diez años a un primo de fuera. No recuerdo quién, tengo muchos primos. El camión debe seguir a mi nombre. ¿Quieren la placa? La debo tener apuntada en alguna parte.- De una caja en el suelo saca distintas fotografías y nos entrega un marco con su foto al menos quince años más joven parado al lado del camión. Galton apunta la placa y le devuelve la fotografía.- Esos eran los días, el negocio subía como leche hervida.
- ¿A cuál primo se lo vendió?
- Le digo que no recuerdo. No era realmente mi primo.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Pasé mi infancia en un orfanatorio, todos éramos primos. Salí a los 21. Me dieron un billete de cien dólares, una palmada en la espalda y un “buena suerte”. Construí esto con mi sudor.
- Ahora su primo lo está echando a perder.
- No creo, como le dije, aunque no recuerdo su nombre sí recuerdo que vivía fuera de la ciudad. Vino por... no recuerdo porqué, me visitó y le platiqué de mi camión. Era demasiado caro mantenerlo. El fin de una época. Se ofreció a comprarlo. Al día siguiente manejó a Oregon o Alabama, no recuerdo adónde.
- ¿Ese primo suyo- Intervine antes que Galton abriera la boca.- es del mismo orfanatorio? Si es así, ¿lo adoptaron o salió como usted?
- No me acuerdo, ¿tiene idea de cuántos niños éramos en el orfanato de Santa Teresa? Era prácticamente una institución medieval. Llegaban niños, se iban al fin de semana siguiente, traían niños y éstos se escapaban para no volver jamás. Este primo que le digo, ni siquiera me acuerdo tan bien de él, supongo que no éramos amigos.
- Santa Teresa, ¿si lo busco en sus registros lo encontraré ahí?
- Sí, pero no con este nombre. Cambiarme el nombre fue lo primero que hice. Me llamaron Francis George Thomas. Nunca me gustó ese nombre.
- Si recuerda algo más,- Galton le dio su tarjeta.- no dude en llamarme.
- Sí detective.- Salimos en silencio y Francis le llamó la atención a Henry.- Señor, su carne.
- Olvídelo, no tengo hambre.

            Jack Galton camina al teléfono público y hace un par de llamadas mientras nosotros despedimos a las patrullas, pero les pedimos que se den sus vueltas por aquí por si acaso. Galton cuelga, mira el teléfono fijamente y su rostro se enrojece. Furia. Demencia. Cansancio y enojo. Galton explota. Arranca el teléfono y deshace el directorio. Trevor lo trata de calmar, pero John lo empuja con tanta fuerza que Wyms cae sentado. John grita con tanta desesperación que la vida en la calle se detiene y lo mira. Nadie dice nada. Necesita desahogarse. Patea basureros y arranca carteles. Cuando se calma me pide un poco del whisky que guardo en mi auto. Le da un buen trago y se tranquiliza.
- Esas malditas monjas no guardan registros confiables. Me dijeron que había niños entrando y saliendo todo el tiempo, si la policía no los regresaba se olvidaban de él por completo y lo borraban del registro. La única razón por la que guardan ese estúpido registro es para impresionar a sus superiores de sombreros ridículos. Tienen a Francis George Thomas, pero porque pasó más de diez años allá adentro. No tenemos nada Larry, nuestra mejor pista nos ha dejado sin absolutamente nada. ¿Y sabes lo peor? Esos hijos de perra que usaban la casa, nunca los encontraremos.
- Vamos Jack, eso no es cierto. Esos bastardos hacían buen dinero, seguramente encontrarán otro lugar y otras víctimas. No creo que se detengan solo porque los Badessi clausuraron su negocio.

            No le convenzo para nada. Regresamos al precinto, él no quiere ir a dormir. Trevor es el primero en despedirse, su esposa lo castrará si no llega a casa. Henry y yo le hacemos compañía a Jack uno rato más y también nos vamos. Lynch se va a su departamento, según él tiene una cita especial. Claro, la clase de citas que le pagas en la cómoda. Yo no puedo irme a dormir. Tengo demasiado en la cabeza. La liberación de Oakley no pudo haber sido tan fácil. Recorro los bares, no busco desmayarme con alcohol, busco algo mucho más especial. Brinco de un bar a otro, detecto la escena y calibro mis oportunidades. Finalmente encuentro lo que busco en el “Lito’s”. La chica es idéntica a Piñero, aunque más alta y de rasgos menos delicados. Ella dice que es secretaria. Yo digo que soy policía. La veo esconder su argullo en el bolso cuando le compro otro trago. No la culpo, no es como si yo fuera mejor. Ella quiere bailar. Yo tengo ganas de beber hasta que Rick Patridge regrese de la tumba, pero no pasará. Lo llevamos a mi departamento, el fantasma se queda afuera.

Por un rato me olvido de Oakley, de Carson, de Lundy, de los hermanos Badessi y del maldito de Cornell. Pero no me olvido de la orquídea. Ella me mira a los ojos. Se queda dormida después de fumar en silencio un rato. Mi cabeza da vueltas con lo que ganamos y perdemos. Lo que se queda atrás y lo que queda hacia adelante. Siento las llamas de nuevo, pero ésta vez tienen la forma de orquídeas. Empiezo a quedarme dormido cuando suena el teléfono.
- Larry, tengo un problema.- Es el capitán Lloyd. La chica, Sally creo que se llama, gimotea a mi lado.- Necesito de tu ayuda.
- ¿Qué hora es?
- Son las tres.
- ¿Dónde estás?
- Estoy en Marvin Gardens, frente al edificio Pollock, ¿lo conoces? Está en la Wilcox con la 50.
- ¿Qué pasó?- Trato de peinarme un poco y despabilarme. Rick Lloyd lo hace por mí.
- Maté a Wilbur Oakley.
- Voy para allá.

            Me visto tan rápido como puedo. En la prisa se me resbala el arma y cae al suelo. Sally, o como se llame, se despierta asustada. Le digo que siga durmiendo. Mientras salgo por la puerta poniéndome la corbata ella me pregunta si la veré de nuevo. La miro con expresión neutral, ya no se parece a Piñero. Un par de cuadras más adelante me detengo en una farmacia y llamo a Henry. No quiero meter a Trevor en problemas. Veo a Lynch a una cuadra de su departamento y vamos a Marvin Gardens a toda velocidad. La zona más exclusiva, y aún así Oakley muere como un perro. Cuando llegamos el capitán Lloyd nos hace señas desde un bar. Las patrullas han llegado al edificio. Las blanco y negro son del precinto de Marvin Gardens, pero uno de los autos de civil es de Peter Carson. Entramos al bar y nos refugiamos al fondo. Lloyd está nervioso. Nunca lo había visto así. Se termina el ron con cola y suspira.
- Sacaron a Oakley para hacer un caso en mi contra, y de esa manera en tu contra. Lo maté, no había otra forma. No importa qué hiciéramos, lo seguirían sacando una y mil veces. Hasta que Lundy estuviera en el departamento de Justicia con mi cabeza sobre su pared. Hijo de perra no le daría el gusto. Pensé que había sido perfecto, pero me equivoqué.
- ¿Alguien te vio?
- No, de ninguna manera. Tampoco nos escucharon hablar o el disparo. La pistola es imposible de rastrear. Una de esas que se supone que se destruyen, pero nunca llegan a su destino. Usé silenciador. Usé guantes. Uno de los vecinos quería saber si tenía detergente, como el buen Wilbur se quedaba despierto hasta tarde, el vecino pensó que lo encontraría. Debí haber robado sus llaves y cerrado la puerta con candado. Aún así, casi estaba limpio. Pero fui un idiota, me sentí cómodo y tiré el saco sobre su escritorio. Algo dentro de mi saco se salió de su bolsillo. Los detectives ya lo encontraron.
- ¿Qué es?
- Una llave de locker de la estación sur de camiones. No tiene marcas, pero lo sabrán tarde o temprano. Vamos Larry, Henry, tienen que ayudarme.
- Cálmate Lloyd. Vete a casa, duerme con tu esposa.- Me pongo de pie demasiado rápido y me mareo. Me controlo y al ver el rostro asustado de Rick Lloyd me calmo como un témpano.- Lynch, llama al cerrajero que conocemos. Que esté ahí antes que llegue Carson. Trata de que el pequeño lame botas no te vea. Dile al cerrajero que mienta, que diga que es de la estación norte de trenes o algo así. Ese desgraciado es buen mentiroso.
- Hecho.- Henry salió corriendo. Lloyd se pone de pie y deja dinero para pagar por el trago.- Rick, esto es muy importante, ¿qué número de locker es?
- 878. No hay registro, solamente pagas y te dan la llave, no apuntan nada. Iré contigo.
- No, ve a casa. Es muy tarde, pero trata de hacer feliz a la señora Virginia Ross de Lloyd.
- Larry, gracias. Te debo una, en serio.

            No hay tiempo para regresar cumplidos. Lynch se ha ido, por sus medios, para buscar al cerrajero. Yo subo al auto rápidamente para no ser visto por Carson quien sale a la calle a hablar con los patrulleros. Tengo que hacer una parada técnica, si el cerrajero no funciona Carson nos tendrá donde quiere y a mí con las manos en la masa. Hago una parada en uno de nuestros departamentos de emergencia. En dos minutos subo, agarro el paquete y lo escondo en la cajuela. Tomo la A-4 hasta Indiana y sigo en dirección sur. Aún sin tráfico me toma media hora. Todavía no llegan las patrullas. Escondo el paquete en mi abrigo y uso el sombrero lo más bajo posible para ser aún más anónimo. Pasar desapercibido no será difícil. Un par de borrachos durmiendo en las bancas. Una chica que vende lo único que tiene debajo de un vestido descocido. El guardia de seguridad tiene los ojos rojos y apesta a marihuana. Un pervertido en una esquina solitaria hace cosas que no quiero saber frente a un cartel de un niño abordando un autobús. Un ecosistema que cambiará cuando lleguen Carson y compañía. Todo parece indicar que el cerrajero cumplió, pero la ventana de oportunidad no es eterna. Recorro los descoloridos lockers y encuentro el 878. Con las ganzúas que guardo en mi bolsillo trasero abro la cerradura. Quiero dar un vistazo, después de todo es bueno tener amigos, pero es mejor tener certezas. Hay una mochila con dinero, un arma y un arrugado folleto de departamentos Ocean View con un número apuntado en una esquina. Dejo el paquete de dinero marcado. Son casi 200 mil dólares que no casi caben en el locker.

            Más tranquilo me alejo por las calles laterales. Aún así, tengo la curiosidad. Me detengo para hablar de un teléfono público. El número registrado en el folleto me lleva a un buzón de voz, es la oficina de una Ursula Vickins, trabajadora social. Me apuesto algo que es su amante. Regreso al departamento. Mi orquídea se ha ido. Me baño para quitarme la suciedad, pero ella no se va tan fácilmente. Duermo un poco y llego tarde al precinto. Le aviso a Lloyd donde puede recoger el contenido de su locker. Lynch me cuenta de cómo sacó al cerrajero de la cama y se agenció de un taxi para cruzar la mitad de la ciudad en menos de diez minutos. Apenas y llegaron a tiempo. Los mandó al norte y, Lynch ha escuchado, después encontraron de dónde vino realmente.
- ¿Puedes creerlo Larry?- Percy se sienta en mi escritorio mientras bebe su café matutino.- Oakley está muerto.
- ¿Cómo?
- Sí, anoche. No tienen nada, pero Lundy anda tras de ti. Realmente te quiere muerto.
- ¿Y quién lo hizo?
- ¿A Oakley? A quién le importa, no debieron haber liberado a esa escoria mata policías. Manda el mensaje equivocado, que cualquiera se puede ir contra nosotros.- Me enciendo un cigarro y dejo que se beba su café para que siga hablando.- Y ese Wilbur, ¡qué joyita! Lo salvaron de un caso de homicidio a un chico de 14, hace un par de años. ¿Y sabes qué es lo que más le enoja a Lundy?
- ¿Qué cosa?
- Le encontraron una llave en su departamento, correspondía con un locker. ¿Sabes qué había adentro? Miles de dólares, de los marcados. No hay duda en eso, es el dinero del robo. ¿Quién se va a creer que ese negrito no mató a Rick Patridge?
- Oz,- Trevor entró de buen humor.- ¿te enteraste de Oakley?
- Sí.- Percy se disculpa y se va para hablar con Carson. Le platico sobre la noche anterior y me agradece que no le haya llamado.
- Oigan, Jack Galton acaba de llegar, quiere hablar con nosotros.- Lynch se asoma fumando.- Dice que el rastro se enfría. No tenemos camión, testigo que valga, ni a los tiradores italianos.
- Tenemos a la orquídea. No encontré nada  ayer que busqué entre sus direcciones, pero aún así yo creo que Oakley hablaba de ella cuando escuchamos su conversación, y también creo que es la misma que la testigo escucho. Me mata siquiera pensarlo, pero vale la pena investigarlo.
- No hay relación entre la florista y Sutton, que es lo más sólido que teníamos.
- No podemos decirle nada Larry.- Trevor se apoya contra las persianas y se enciende un cigarro.- Probablemente Piñero no tiene nada que ver. Sólo conociste la referencia de la orquídea y Oakley husmeando ilegalmente sus llamadas y revisando sus cosas. No se lo puedes decir.
- Además,- Añade Lynch.- revisé por segunda vez las direcciones que viste ayer. La funeraria es de un sobrino segundo de Tito Sandoval. Como Trevor dice, probablemente es nada, pero aún así no podemos dejar que ande de fisgón en cuestiones que podrían lastimarnos.
- Ahí están. Los estaba buscando.- Galton entró y se plantó frente a mí.- Se está enfriando esto, a menos que ocurra un milagro no creo poder cerrar el caso.
- Sí, Henry me dijo.
- Por favor Larry, dime que tienes algo en lo que podamos trabajar.- Lo miro a los ojos, pero por la periferia puedo ver que Wyms niega con la cabeza. Respiro profundo y miro a través de la ventana. Peter Carson discute con Lundy y con Pierce. Mi mirada regresa al detective Galton. Él no se irá a ninguna parte.- ¿Y bien?
- Galton...- Lo miro a los ojos y sé con absoluta certeza que no se detendrá ante nada.- Lo siento, no tengo nada.
- ¡Maldita sea!- Lanza un manotazo contra el escritorio, los papeles salen volando.- Todos salen, todos la libran, todos como si nada hubiera pasado.
- Jack, amigo, los encontraremos.- Trato de calmarlo mientras sale por la puerta.
- Yo sé que sí Oz, así me tome el resto de mi vida.

            Salimos de la oficina. Salimos del precinto. Lundy y Carson hablan en las escaleras y lanzan miradas que matan. Lloyd ganó una preocupación. Galton perdió una pista. Lundy y Carson perdieron su mejor informante. Yo gané una orquídea. No sabía por qué, pero estaba seguro que estaría envenenada.














3.- Sofocado por el humo
Escuadrón anti-bandas ejecuta arresto masivo de los Jesters de Baltic,
culpables de 6 asesinatos y presuntos colaboradores de los hermanos Badessi


















            Me despiertan los golpes en la puerta. Por una fracción de segundo presiento que es Zeus Lundy con una escopeta y me aferró de orquídea #5. La sensación pasa y dejo de fingir que puedo regresar a dormir quince minutos más. Abro en playera, calzones y pistolera en el sobaco. Tardo un segundo en identificarla. Es Virginia, la esposa de Lloyd. Se sonroja al verme así. Debería sonrojarme de regreso, pero no lo hago. Le hago señas para que entre mientras me hago café y me cocino unos huevos. No quiere desayunar.
- Perdón por llegar tan temprano detective Ozfelian, pero lo quería ver antes que saliera.
- Me cubriría con una bata, pero no tengo. ¿Qué puedo hacer por usted?
- No sabía que tenía novia.- Aparta la falda de orquídea #5 que quedó sobre la mesa.- ¿Cómo se llama?
- No sé.- Me siento a desayunar con ella y espero que encuentre las palabras que busca.
- Rick está teniendo un amorío. Cada día pasa menos tiempo conmigo y más con esa mujerzuela, quien quiera que sea.
- Los policías tenemos un horario irregular, usted lo sabe.
- No, esto es distinto. Rick siempre habla de cómo los detectives privados son mañosos y tramposos, por eso vine con usted.
- Rick es mi amigo.
- Le pagaré cinco mil dólares.
- Señora, le recomiendo que...
- Por adelantado.- De su bolso saca un fajo de billetes que deja en la mesa, al lado de mi salero y mi taza de café.- Piénselo, es todo lo que le pido.
- Señora Ross, realmente...- No me espera, simplemente se da media vuelta y se va. Escucho que orquídea #5 se levanta y escondo el dinero. Ésta es de la misma estatura que Florinda, pero no es tan morena. Sigo buscando.- ¿Quieres que te haga de desayunar?
- No, gracias.- Está vestida y se arregla el cabello reflejándose en mi ventana.- Tengo que irme. Escucha, tú eres un gran tipo pero... Es difícil de explicar, es como si...
- Sí, te entiendo.- Está lista para salir cuando le tomo de la mano.- ¿Cómo te llamas?
- Bastardo.- Me escupe en la cara y se va.

            El baño limpia la escupida, pero no la obsesión. Me estoy acercando. El teléfono suena antes de que termine de enjabonarme. Me congelo desnudo en mi sala escuchando a Lynch hablando nerviosamente. El departamento de enfrente puede verme. Le saludo con la mano. Baja sus cortinas y me parto de la risa. Lynch prosigue, el pandillero Jester que dejamos fuera, Gabriel Munch, tiene un tip jugoso. ¿Qué tan jugoso? Se necesitan dos maletas para contener todo ese jugo. En una hora estamos en el taller mecánico. Henry entra por la parte de atrás, Trevor y yo vamos por el frente. No llevamos nuestras armas del departamento. Tenemos los guantes puestos, nadie será arrestado aquí.

            Dos italianos de un lado, un negro del otro. Hay dos maletas en el suelo y los italianos protegen una mochila del ejército. Entramos gritando apuntándoles a la cabeza. Los italianos levantan las manos, pero el negro piensa en huir. Cuando el negro se da vuelta se encuentra el cañón de la pistola de Lynch. Los italianos protestan, creen que no sabemos para quienes trabajan. No tiene sentido explicar nada. Estoy parado detrás de uno de ellos y le disparo al negro en el estómago. Trevor y yo nos hacemos a un lado. Lynch dispara dos veces. La primera directo al cráneo, la segunda al pecho. Le quito el arma al negro. Mientras Lynch y Wyms revisan el dinero y las drogas, me dedico a la escenografía. No basta que tengan las pistolas, tienen que haber residuos de pólvora en sus manos. Les pongo el arma en la mano, disparan al cielo. Hago lo mismo con el negro, aunque sigue con vida.
- ¿Cuánto hay?
- Tenemos diez mil dólares. La mochila del ejército debe tener al menos seis kilos de heroína.- Le abro la camisa al negro, tiene tatuaje. Es uno de los leales a Cornell Williams.
- Ahora sabemos por qué son tan bravos esos grasientos. Williams le compra producto, los italianos atacan a su competencia.
- ¿Qué hacemos con la droga?
- Traigan la mitad, y la mitad del dinero.

            Nuestra primera parada es Tito. Ahora lo hacemos en un techo. Nos estamos poniendo paranoicos. Sandoval también lo está, ve italianos por todas partes. Nos repartimos parte del dinero y le dejamos un bonito regalo a Dixon Jones por el dato sobre esa pandilla de Baltic. Trevor le compra algo a su esposa mientras Lynch y yo vamos al precinto. En el estacionamiento nos topamos con Lloyd. Le damos el dinero, fingimos que eso es todo. Si él realmente se cree eso, entonces merece que le mintamos. Me guardo lo de Virginia, aún no sé qué hacer con eso. Trevor llega justo cuando seguimos al capitán a la bodega del sótano.
- Rick el misterioso, ¿qué ocurre?
- El padre del Olimpo tiene problemas con el caso, sin Oakley hay muchas avenidas cerradas. Así que ha decidido jugar otro ángulo.
- ¿Cuál?
- Tú.
- ¿Una investigación formal?- Henry se altera primero. Yo me tomo mi tiempo, da lo mismo enojarse ahora que en quince minutos.- Tiene que alertar a su representante sindical, por no contar con el teniente Percy y un montón de personas más. No puede irse por la espalda para apuñalarlo.
- Lundy tiene un pie en Justicia y otro aquí. Conoce gente de ambos mundos. El hijo de perra realmente se cree un dios griego. Uno canoso y delgado como perro malnutrido.
- Al grano.
- Sí, perdón. Tienen la llamada para alertar a Tito y el dinero marcado en uno de sus camellos.
- Vamos Rick, esas son viejas noticias. Fue hace un mes o más.
- Eso no es todo. Arrestaron a un Bernard Collins, alias “Berni 8”. Éste negro estuvo en el auto cuando Norman Waters baleó a Rodolfo Arias hace todas esas semanas.
- Ajá, ¿y qué con eso?
- A cambio de su libertad les ha dicho que Rodolfo Arias era el encargado de mover grandes cantidades de producto de quienes sean que suministren a Tito. Ésa era solo la primera prueba, les dirá la identidad de los policías que hacen tratos con Cornell Williams a través de un intermediario y les dará el nombre del intermediario.
- ¿Cuándo le darán el trato?- Preguntó Trevor mientras se mordía las uñas.
- No sé, pero estoy jalando influencias para que eso no pase. El trato es en el más estricto secreto, ni yo debería saberlo, así que le darán tiempo a Berni 8 para hacer su baile, pero conociendo a Zeus no le meterá mucha moneda a la rocola. Lo difícil es que ningún juez, ni jefe, saca dinero extra de Morton, así que realmente no les importa mucho.- Comienza a subir las escaleras y nos deja viéndonos las caras.- Creo que es hora de ver  cuánto empuje tengo realmente.
- ¿Qué hacemos ahora?- Trevor está realmente nervioso.- No te dejaremos solo.
- Ahora Trevor, haremos lo que hacemos mejor, nadar. No me llaman el mago de Oz por nada.
- Escúpelo, mago de Oz.
- Henry, busca el pasado de Bernard Collins. Debe haber algo que podamos usar. Trevor, vienes conmigo, es hora de hablar con nuestro amigo Tito.
- El maldito no nos dijo quién era Arias. Me gusta el plan.

            No hablamos mucho. Wyms no quiere saber qué sanguinarias soluciones se pasean por el camino amarillo. Hacemos varias paradas, haciendo preguntas sobre Tito. Finalmente se aparece en un cabarete de poca monta en un amplio callejón cerca del parque. Mientras me aseguro de tener armadas mis armas dudo en preguntarle sobre la orquídea. Sí, hizo entregas a su casa funeraria, pero ¿qué espero que me diga? Es lo normal. Las mujeres ensayan temprano, los jugadores cuentan su dinero en la barra y Tito está sentado en un sillón de terciopelo rojo al centro y al fondo de las mesas. Una negra desnuda nos ofrece algo de tomar. No estamos de humor.
- Vaya que si están sensibles hoy. ¿Les bajó la regla?- Trevor lo levanta del pelo y le suelto un derechazo al estómago. Sus guardias desenfundan, yo también y no les apunto a ellos, sino a su jefe.- Está bien, guarden sus pistolas. ¿Qué demonios les pasa?
- No nos dijiste quién era Rodolfo Arias, ahora me entero que es tu contacto principal.- Lo levanto del cuello y le suelto un gancho. Trevor lo golpea por la espalda en los riñones. - Ahora uno de mis superiores lo sabe y trabaja el viejo caso del que te salvé en aquella ocasión usando a Arias.
- Está bien viejo, lo único que tienes que hacer es preguntar.- Lo siento y le acerco su bebida.- No es como si antes se molestaran porque no les comparto cada detalle de la operación. Siempre que todos hagamos dinero, no había necesidad.
- La hay ahora. Tú eres el rey del vicio en Morton, los negros necesitan sus diversiones, lo entiendo. Pero ahora tienes a los Badessi, a Cornell y a una investigación financiada desde arriba.
- Rodolfo Arias nunca me quiso decir quién era su contacto. Naturalmente, hice que lo siguieran. El nombre de su suministrador es Ronald Parsons. ¿Crees que vayan a arrestarlo?
- No le llames. Lo quiero encontrar. Lo digo en serio Tito, no me fastidies en esto.
- Está bien, está bien, sólo por favor lárguense de una vez.

            Sacamos su nombre del directorio personal. Tiene una linda casa de dos pisos cerca de Marvin Gardens. El auto no está. Entramos por atrás usando mis ganzúas. No hay señales de violencia, todo está limpio y ordenado. Caminamos despacio, apuntando a todas partes. Sala con tres sillones, mesa de café antigua y arreglo floral, cocina equipada con lo más nuevo y un refrigerador lleno. Subimos las escaleras, habitación por habitación. El tipo ya no está. No sabemos dónde está, pero sí sé que si Tito le puso sobre aviso, lo mato.

            Regresamos al auto pero manejo en círculos, necesito pensar. Trevor se fuma un cigarro en silencio mientras ubico un teléfono público. No puedo hacerlo por la radio oficial, tiene que ser un favor especial. El registro telefónico me cuesta 500, lo acepto. Estoy desesperado. Incluso si el presunto intermediario es desmentido después nuestras carreras habrán terminado y estaremos compartiendo celdas hasta que muramos de vejez, o apuñalado por algún negro rencoroso.

            La lista me está esperando, el policía también. Le pago y contengo las ganas de golpearlo mientras lo veo contar el dinero enfrente de mí. Parsons realizó múltiples llamadas a un teléfono público, incluyendo su última llamada. Mientras Trevor y yo conseguimos la dirección a partir de un directorio él propone cargarnos a Carson.
- ¿Estás demente? Es policía, además no ayudaría mucho.
- A Lundy entonces. Operación bolsa de basura. Nadie tiene que verlo de nuevo.
- Lo mismo, es policía.
- ¿Y?- Trevor está al borde de las lágrimas. La tensión lo sobrepasa y le tiemblan las manos. Lo agarro de los hombros y lo sacudo un par de veces.
- Patridge fue un error. Está en el pasado. De nada sirve sentirse culpable Trevor. Simplemente crece y supéralo antes de que él te supere a ti.
- ¿Qué hacen?
- Lynch, me asustaste idiota.- Wyms se pone de pie y se enciende un cigarro limpiándose las lágrimas.- No es nada, me puse nervioso. ¿Qué encontraste?
- Enterré la nariz al fondo. Si hubiera estudiado tanto así en la escuela hubiera sido abogado.
- Otro día nos congratulamos hasta que nos baje el período. ¿Qué demonios tienes?
- Muy bien, escuchen esto.- Suelta el archivo sobre mi escritorio. Me lo guardo en el bolsillo interior del abrigo. No quiero que Carson lo vea por ahí.- Collins hizo tres años por un homicidio doble. Salió libre, aunque no detallan cómo. Típica táctica policíaca en la que nadie cae. ¿Tres años por dos fiambres? Algo no estaba bien. No se quedó en la ciudad, sino que se mudó a Detroit donde fue arrestado dos veces. La primera por conducir ebrio, la segunda por solicitación. Berni tiene dos hermanos, su hermano menor Jack hizo tiempo en una prisión fuera del estado por el mismo cargo que Berni 8. Hijo de perra le echó el paquete a su hermano y el juez cayó en el juego. Lo mandó lejos al pobre Jack para que no se rastreara tan fácilmente. Su otro hermano es Lazarus Collins, el mayor, arrestado por posesión, por vandalismo, solicitación y multas de tráfico. Ha sido sospechoso en cuatro casos de narcóticos. Según un expediente de Narcóticos, ellos lo ponen como teniente de Cornell Williams.
- No había escuchado una historia tan hermosa desde la bella durmiente.- Me pongo el abrigo y el sombrero y sonrío.- Chicos, hay una luz al final del túnel.
- ¿Te molestaría compartirlo con el resto de la clase?
- Se escribe solo chicos. Cornell sabe que Bernard es un hijo de perra, pero también sabe que su hermano Lazarus es aún más hijo de perra. Así que le hace un trato, se entrega y nos tira la papa caliente o lo delata a su hermano mayor. Usa a otra persona que actúa como supuesto intermediario y presto, la magia se hace.
- Demasiado intelectual para ser cosa de negros.
- Tienes toda la razón, pero primero hay que seguir la pista de Parsons. Hay que encontrarlo antes que Carson. Es hora de ensuciarnos las manos.

            Primera parada el teléfono público. Está en la zona industrial, rodeado de bodegas y fábricas. Nos miramos las caras como idiotas mientras el rastro se enfría hasta congelarse. Regresan los nervios. Asumimos lo peor. Parsons en una sala de interrogación. Carson apuntando cada detalle de la operación de Tito. Trevor señala a una de las entradas. El edificio es una empaquetadora de carnes “Carne Diva”. Un Mercedes Benz de lujo sale a toda velocidad. Lynch anota las placas y pide un reporte del propietario. Es lo único que tenemos, pero al menos es algo. Ésa carne debe ser de lujo.
- Vamos, contesta...- Le marco al capitán desde otro teléfono público. Después de todo, nadie ha muerto por ser demasiado precavido.- Necesito un favor, contesta...
- Oficina del capitán Lloyd, ¿en qué puedo servirle?
- ¿Se encuentra el capitán?
- No se encuentra, salió por cosas personales. ¿Quién le habla?
- El detective Ozfelian. Dígale que me contacte de inmediato.
- ¿Usted es el detective Larry Gustav Ozfelian?
- No, soy otro Ozfelian que también resulta ser detective. ¿Usted que cree?
- Tengo un mensaje aquí de un detective Peter Carson, lo quiere entrevistar a usted y a sus compañeros lo antes posible. Ah, y otra cosa...
- ¿Sí?
- Usted no es gracioso.
- Ya había escuchado eso antes.- Cuelgo y me miran raro.- La secretaria, es una chica dulce.
- ¿Qué quieres hacer ahora?
- Visitar al hermano mayor.

            Era un buen plan, hasta que nuestra unidad fue llamada. La voz de Percy, no había duda. Lynch trata de zafarnos diciendo que estamos en asignación especial del capitán. A George no le importan las asignaciones especiales. Un pequeño desvío cuando trabajamos contra el reloj. Por alguna razón pienso en la orquídea. ¿Realmente hizo lo que vi en ese sótano? Mi sospecha se torna en odio, mi odio se torna en fascinación. Soy hipócrita, no me importa. Tengo planeadas muchas cosas sangrientas para antes de que caiga el sol. Bañaré a Morton en querosén y le prenderé fuego antes de caer. Y si caigo, caeré en llamas y el humo de mi cadáver los asfixiará a todos.

            Vamos a la dirección, nos esperan dos uniformados y nadie más. Es Morton, a menos que sea algo realmente grande, a nadie le importa. Galton está a cargo. De todos los detectives del precinto estoy seguro que Jack es el único con el cerebro suficiente para unir las conexiones. El cuerpo está en el segundo piso de una casa abandonada que parece que fue usada de bodega hacía diez años. Hay mesas rotas, carteles tirados por todas partes, sillas apiladas y el piso entero está alfombrado de agujas. Las ventanas de un costado muestran la calle, los del otro muestran una pared a medio metro de distancia, estilizada con grafitis de leones comiendo borregos.
- Fue torturado antes de ser ejecutado. Por el estado de descomposición fue asesinado anoche. Los disparos en los ojos fueron post-mortem.- El cadáver, tirado sobre una alfombra a medio enrollar, tiene huecos vacíos donde sus ojos solían estar, y disparos en los costados y en las rodillas.- El arma parece de ser una .22. Los orificios de balas son muy peculiares, debe ser una pistola vieja.
- ¿Declaraciones de testigos?
- En eso estoy. No toquen el cuerpo hasta que llegue el forense. Quiero ser cuidadoso con éste, estoy trabajando otro caso y no quiero equivocarme.- Esperamos dos segundos a que se vaya para revisar sus bolsillos y su cartera.
- ¿Oz? Él es Ronald Parsons.- El mareo hace que me apoye contra la ventana.
- Está bien, déjenme pensar. Lynch, ve  al auto y saca una de las .22 que tenemos escondidas. La más vieja que encuentres. Trevor, quédate con la identificación y con cualquier cosa otra identificación o cualquier cosa que ayude a identificarlo. Voy a entretener a Galton.
- Parece que tenemos algo.- John está a punto de entrar, pero bloqueo la escalera.
- Dime.
- El asesino usaba paliacate rojo, con chaleco anti-balas y guantes largos.
- Déjame adivinar, todo su cuerpo estaba tapado.
- Sí. Llegó a toda velocidad, se estacionó y salió empujando a otra persona. Tengo a un anciano que jugaba ajedrez en el porche de su edificio anoche como a las once y jura que escuchó los tiros. Dice que sonaron como cohetes, pero resonaron como campanas. Lo que sea que eso signifique.
- ¿Porqué no habló a la policía?- Lynch entra corriendo. Me hago a un lado para que suba las escaleras.
- Lo hizo, pero las patrullas estaban ocupadas, y se traspapeló la orden. Bendito Morton. Cuando se descubrió el error ésta mañana tuvieron que esperar a que se hubiera alguna patrulla libre. Se desocuparon hasta ahora. Ha sido un día ocupado, hubo un incendio en Morgan y la 20, una vieja bodega. Hubo algunos heridos.- Reconozco la ubicación. Una casa de apuestas de Tito.- ¿Te suena a algo eso del paliacate rojo? Todos lo dijeron como si fuera de lo más importante.
- A los negros les gustan los colores. El rojo es de Tito Sandoval.
- ¿La mafia negra?
- No lo llamaría una mafia, es más como una pandilla.
- Como sea.- Trevor y Lynch bajan las escaleras y esperan afuera. Me hago a un lado para que Galton pueda subir y lo sigo.- Por cierto, tengo otro caso. Un robo en una zapatería, uno de los empleados parece que tuvo afiliaciones de pandilla en algún momento. Si te desocupas de este caso, y de besarle los pies al capitán Lloyd, ¿crees que me podrías ayudar?
- Sí, por supuesto.- Los uniformes le dan otra vuelta. Usan guantes para no picarse con las agujas. Lynch la ocultó bien. La encontraron dentro de una cubeta tirada que quedó parcialmente ocultada por toda la basura.
- Es una .22, perfecto. Llévensela. Me quedaré diez minutos más, si no aparece el forense llamo a una ambulancia regular y que hagan lo que quieran.
- Espera.- Alcanzo al uniformado antes de que salga por la puerta principal.- Tengo un amigo en Balística, quiero llevársela cuanto antes.
- Pero, el registro de evidencia.
- Yo la llevo. No tardaré nada.- El uniformado me entrega la bolsa. Subimos al auto y salimos tendidos con las sirenas a todo volumen.

            Un segundo desvío del plan original. En el expediente que Lynch consiguió aparece la dirección de Bernard. Antes de llegar Trevor compra un mapa en una tienda y nos ponemos guantes. Por si acaso apago la sirena un par de cuadras antes y me doy unas vueltas. Hay una patrulla que da vueltas a dos o tres manzanas. Sin duda puesta ahí por Carson. No podía revelar el contenido de la investigación, así que no pudo dar la dirección completa. Me dejan en un callejón y se van a dar vueltas. Me escondo entre la basura hasta que veo pasar la patrulla. Entro por la entrada principal. No es la clase de edificio donde los vecinos registran todo lo que pasa. Es una ratonera donde los únicos sobrios son los ratones y las cucarachas. Forzar las cerraduras con las ganzúas no es difícil. Berni 8 es muy moderno. El diseño minimalista se conjuga con el rococó. Hay una televisión sobre una caja de madera, un librero pintado de azul y naranja con revistas pornográficas y una pipa de crack. Hay un par de sillas, sin mesa por supuesto, y la cocina está adornada por una cocineta tan sucia que prácticamente se ha fosilizado para estudios científicos en mil años. Escondo la identificación de Parsons bajo una bolsa de marihuana en el librero. En el mapa circulo el lugar donde robamos la droga y matamos a los dos italianos y al negro. La magia de Oz en acción. Un pequeño seguro para el futuro.

            Salgo después de que la patrulla desaparece. Me recogen en la esquina y vamos a visitar al hermano mayor. Lazarus Collins es un negro enorme, boxeador aficionado. Lo encontramos practicando con un saco en el porche de una casa a medio construir. Hay que jugarla inteligente, pero hay que tener cuidado. Collins es un perro viejo, sabe cómo funciona. Entramos a su casa y queda de pie con las manos en la nuca. Trevor revisa la sala rápidamente, sin encontrar nada.
- Hábleme de tu hermano Bernard.
- Es mi hermano.- Lynch quiere golpearlo, pero lo detengo con la mirada.
- ¿Cuántos años hizo por ese doble homicidio?
- Cinco años, ¿porqué?
- Siéntate, hay algo que quiero mostrarte.- Le muestro el archivo. Su pronta liberación, su desaparición en Detroit, el arresto simultáneo de su hermano Jack por el mismo crimen y su encarcelación en una prisión fuera del estado.
- Berni... Pobre Jack, lo apuñalaron hace una semana. Un montón de chicanos.
- Vamos a ayudarnos mutuamente Lazarus. Te reuniré con tu hermano para que... discutan el asunto. Pero quiero certezas.
- ¿Creen que dejaré que esto se quede así?
- Aún así, me gustan las certezas.- El gorila lo piensa. Nos ve a los tres, uno a uno, calibrando sus posiciones. Apestamos a desesperación. No tiene oportunidad alguna.
- ¿Qué clase de certezas?
- Párate frente a esta ventana.- Los tres sacamos nuestros revólveres y lo llevamos a la ventana de la cocina. Lynch le pasa la pistola que plantamos en la escena del crimen.- Dispara contra ese árbol, queremos la pólvora en tu mano y tus huellas digitales en el arma. Si te acobardas en el último momento ésta pistola será tu pasaporte a chicano-landia en la prisión donde mataron a tu hermano Jack. ¿Nos entendemos?
- Dame el cohete y cállate.- Tipo duro. Le apuntamos en las costillas. Se da vuelta y dejamos la mitad de su cuerpo sobre la estufa. Dispara dos veces y levanta las manos. Lynch recoge la pistola con su pañuelo y sus guantes.- ¿Cómo sé que no me enfilan al matadero?
- Si quisiéramos eso Lazarus, ¿porqué te habría mostrado el expediente de tu hermano?
- Está bien, arréstenme.
- No, no puede ser tan obvio. Pero estoy seguro que alguien como tú se figura docenas de formas de ser arrestado. Experimenta un poco.

            Nos quedamos en el auto esperando a que salga. No tarda mucho. Lo seguimos discretamente hasta Lazarus se para en una esquina y le hace señas a un poli para que se acerque. El patrullero le hace un par de preguntas. Collins le da un derechazo que lo tira al suelo. El uniformado saca su arma y lo arresta mientras lucha por respirar. Lynch se separa, tiene que registrar el arma en evidencia. Insiste en borrarle las huellas. El gorila se ve determinado, es suficiente que crea que lo incriminaremos, no hay que hacerlo de verdad. Le borra las huellas antes de salir del auto. Me detengo en una farmacia. Mientras Wyms compra aspirinas le marco a Lloyd.
- Capitán Lloyd, ¿en qué puedo servirle?
- Ya era hora Rick.
- Mi secretaria dijo que llamaste y te pasó el recado.
- Sí, quiero posponer esa entrevista lo más posible. ¿Qué has oído?
- Parece que Bernard no ha hablado. Se están haciendo los duros en el departamento de Justicia, pero accederán.
- Dime que tienes el nombre del intermediario que Cornell quiere sacrificar.
- Sí, me lo susurró un juez con el que juego golf cada fin de semana. Richard Dreyfus. No sé cuánto tiempo más pueda retener el asunto. He estado convenciendo a cuanto burócrata me debe favores de entorpecer el proceso lo más posible. Lundy lo quiere jugar a lo legal, así que se está enfrentando a los problemas uno a la vez. Aún así...
- Gracias Rick, en serio.
- Me salvaste el trasero Larry, eso no se olvida.- Cuelgo el teléfono y Trevor me comparte de sus aspirinas. Son las tres de la tarde. Tengo hambre y me duele todo el cuerpo a causa de la tensión. Nadar es un ejercicio cansado.
- ¿Qué te dijo?
- Richard Dreyfus, él es el chivo expiatorio de Cornell. Hay que hablar con Tito, es hora de que sirva de algo.

            Encontramos a Tito en uno de sus edificios. Nos sentamos a comer con él, pero el ambiente es tenso. La posibilidad de prisión tiende a arruinar las comidas. Trevor apenas y come. Tito no  para de quejarse. Últimamente es lo único que hace. Henry nos alcanza cuando Tito termina de comer y Trevor y yo nos damos por vencido, no comeremos bien.
- Son perro Oz, y estoy esquinado. ¿Qué quieres que haga? Sigo tus reglas y me incendian mis casas de apuestas. ¿Dónde está la justicia en eso?
- No seas ingenuo Tito, no hay tal cosa como la justicia. Están los que nadan y los que se ahogan.
- ¿Y eso es todo?
- No seas idiota. Cornell y los Badessi venden en las calles, explotan a sus mujeres, extorsionan negocios. Se salen de la línea. Les caeremos como una tonelada de ladrillos. Mientras tanto, ¿qué hay de Parsons?
- Escuché que está muerto.
- Sí, me imagino que lo escuchaste.
- No me mires así Oz, yo no fui.
- ¿De dónde viene tu producto?
- Vamos viejo, no puedo decirte eso. Me cortarán en pedazos si le digo a un poli.
- Es difícil creerte Tito.- Desenfundo la pistola y la pongo sobre la mesa.- Respiras, comes, jodes y duermes porque yo quiero. No agotes tu conveniencia. No te gustará.
- Está bien... Estás loco viejo, ¿lo sabías?
- No me subestimes Tito, valoro nuestra amistad. Nunca mataría a un amigo, así me criaron. Lamentablemente, el padre de Lynch era un peleador alcohólico sin amigos y no le impartió esa educación. Él no tendrá problemas.
- Un favor por otro, ¿qué te parece?
- Escúpelo.
- Los Badessi se mueven como si tú no existieras. Infúndeles temor.
- Lo haré, pero quiero que tú hagas otra cosa mientras nosotros nos ocupamos de los italianos. Investiga a Richard Dreyfus, Cornell lo dejará colgando. Quiero saber si Dreyfus lo sabe y si es así por qué se está dejando sacrificar. O en su defecto quiero saber si no lo sabe.
- Hecho.- Nos levantamos y salimos, pero Tito corre hacia la puerta.- Oz, haz tu magia.
- Es lo único que hago Tito.

            Hago una parada antes de ir al  restaurante de los hermanos Badessi. A los italianos les gusta la sobremesa, con un poco de suerte y estarán ahí cuando regresemos del departamento de emergencia con un pequeño regalo. El restaurante “Olivos” fue inaugurado hace dos meses en Morton. La manera no muy sutil de los hermanos Badessi de mostrar sus músculos. Ellos incendian casas de juego, pero nadie toca su restaurante. Henry lo resume a la perfección, los italianos están apoyados por familias grandes en este país y en su país de origen. Los negros no tienen a nadie más. Le corrijo, nos tienen a nosotros. Trevor le da la vuelta a la manzana y brinca un alambrado para dejar el regalo entre la basura y cubrir el acceso trasero. Los tres armados con escopetas y listos para cualquier cosa. Pateo la puerta de entrada y empieza la función. En la confusión cuento cabezas. Diez hombres, siete mujeres. Los hermanos en la mesa de en medio mirándonos con sonrisas torcidas. Los meseros se tiran al suelo. Los cocineros salen con las manos en alta, dos de ellos estaban armados. Trevor los saca de la cocina, les quita sus armas y los deja en el suelo.
- ¿Interrumpimos?
- Me sorprende que aún conserve su placa.- Dice Enrico.
- Me sorprende que aún conserves tus dientes.- Lynch tira lo que hay en la mesa con el cañón de su escopeta.- Todos de pie y con las manos arriba.
- ¿Tienen orden judicial?- Un obeso italiano se levanta y gesticula con las manos.
- No la necesito, vi un crimen ocurriendo y tuve que actuar.- Dejo una bolsa de cocaína en el suelo.- Ésa es toda la orden que necesito.
- Están cometiendo un grave error.- Dice Tomasso.
- Dejen Morton, regresen a Baltic.- Mientras Trevor les apunta Lynch les va quitando sus carteras y me las tira. Les quito el dinero y voy formando fajos gruesos.
- Sí, ya hemos recibido sus mensajes antes.- Enrico baja las manos y saca su cartera. Le gritamos que se quede quieto, pero no nos hace caso. Saca su tarjeta de negocios y se la da a Lynch, junto con el dinero.- Si algún día quieren trabajar para el lado ganador, llama a ese número.
- “Enrico Badessi, hombre de negocios” Sólo un italiano creería que eso suena inteligente.
- Estos dos tienen armas.- Lynch se las guarda en el abrigo.- ¿Los arrestamos?
- No, no serviría de nada. ¿Son todos?
- Esos son todos Oz. ¿Cuánto hay?
- Deben haber al menos siete mil dólares. Esa es mucha moneda.
- Un vulgar ladrón.- Dijo una señora. Meto el dinero en un bote plateado para la champaña, le echo alcohol y le prendo fuego.
- Su dinero no vale nada aquí. Sus prostis no pueden dejar a sus padrotes, les venden a menores, tiene a camellos en las calles y extorsionan negocios. No nos detendremos hasta que aprendan la ley cardinal de Morton. La calle es de los policías.
- Disfrute su retiro.- Dijo Enrico mientras salíamos.
- ¿Por qué no les rompimos las mandíbulas a esos hermanos?- Trevor está enojado.
- Porque no podíamos dejar evidencia detrás. Ese restaurante tiene que ser registrado para que encuentren la ropa con que George Aceveda apuñaló a Hugh Redding. Si llegan y ven un baño de sangre sabrán que algo estuvo mal. ¿Borraste las huellas?
- Sí, fui cuidadoso.

            El regreso es silencioso, ambientado con música de blues. Pasamos frente al local incendiado. Me hipnotizan los restos. Es un esqueleto sin vida. ¿Eso es lo que quedará de mí cuando el fuego finalmente me consuma por completo? Un esqueleto silencioso para ser examinado minuciosamente por Lundy y Carson. Sé que no es así. No dejaré de arder, no tengo tanta suerte. Arderé hasta que consuma a la orquídea hasta su esencia más íntima y después no dejaré nada.

            Entramos al precinto por la puerta de la bodega. Todavía no hay orden de aprehensión. Los tres disfrutamos el rancio café de la cafetería, quizás por última vez. No lo decimos, pero todos estamos pensando en eso. Lloyd se agenció de la oficina de Percy. Al teniente no le molesta, puede leer su diario en cualquier parte. El capitán tiene el oído en la tierra, interpretando lo que escucha. No lo veo desesperado, eso me tranquiliza. Trevor y yo nos sentamos en las sillas, Lynch se queda en el marco de la puerta.
- Si quieres quita el abrigo Oz.- Levanto la gabardina y mientras se la paso veo la llave del hotel “Atlantic” de la habitación 501. Recuerdo la expresión de Virginia. Estaba muy segura. Recuerdo los fríos cinco mil. Me siento sucio de siquiera considerarlo.- No hay muchas novedades.
- ¿El negro sigue en su danza tribal?
- Sí, pero los tambores han dejado de sonar. Lundy y un juez se cansaron de esperar. Ésta noche empieza a hablar. Chicos, no sé qué estén planeando. Por su bien, espero que sea bueno.
- Te vamos a pedir una orden de búsqueda a una de las propiedades de los hermanos Badessi, te doy los específicos después.
- Gracias por decirme en adelantado, cuando se trata de la Familia, hay que planearlo con tiempo.
- Necesito otro favor. Lazarus Collins, el hermano de Bernard fue apresado por atacar a un oficial. Tienes que asegurarte que los hermanos compartan celda, y si están en las jaulas, que sea la misma jaula. Es muy importante.
- Lo haré. ¿Qué harán ustedes?
- Sobrevivir Rick, sobrevivir.- Regresamos a la oficina viendo sobre nuestros hombros en todo momento. Todo está relativamente tranquilo, todos los detectives trabajando fuera menos Galton. No veo a Carson por ninguna parte.
- ¿Crees que podemos confiar en él?
- No hagas eso Wyms,- Lynch cierra la puerta detrás de él y le señala que baje el tono de voz.- Lundy es de confianza. Quizás sea el único de confianza.
- Espero, porque irán por nosotros tres.
- Me quieren a mí, y yo no los arrastraré al infierno. Les agradezco la ayuda muchachos, les debo una grande, pero no crean que los delataré como un negro tembloroso cualquiera.
- Gracias viejo.- Enciendo un cigarro y me siento sobre el escritorio. El reporte sobre las placas que pedimos ya está listo.- El Benz es propiedad de Brenton Taruso, dueño de “Carne Diva” empaquetadora de carne. Interesante, Trevor investígalo de cerca.
- Hecho.- Trevor quiere ir con él pero lo detengo.
- Necesito que cheques un nombre, Ursula Vickins.
- ¿Quién es ella?
- Es un asunto personal. No lo puedo posponer indefinidamente.- No estoy seguro porqué se lo pido. La vida privada de Rick es su problema, y no es como si yo fuera conocido por mi carácter monógamo. Aún así, la curiosidad ahí está. Me dispongo a darme una vuelta por el hotel Atlantic cuando Galton me detiene con una fotografía.
- Te he estado buscando. ¿Recuerdas el caso del que te platiqué en la escena de ese Parsons?
- Sí, el de la zapatería, ¿qué con ello?
- El trabajador del que todos desconfían es Winston Hicks.- Me muestra la fotografía de su arresto. No ubico esa cara.- Supuestamente retirado desde que salió de la grande hace tres años.
- Ni idea, pero mantendré los ojos abiertos por ti Jack.
- Gracias Larry.
           
            El Atlantic es un hotel de Baltic categoría tres estrellas, otra manera de decir que las prostis sí tienen todos sus dientes, pero la comida apesta y las sábanas se lavan cada vez que un huésped se desangra. Sus clientes vienen de tres variedades, turistas decepcionados, hombres de negocios aburridos y hombres de negocios con caras relajadas y un par de billetes más pobres. No encajo en ninguna de ella. Escucho la regadera del otro lado de la puerta. Miro de un lado a otro del pasillo y uso las ganzúas tan rápido como puedo. Tengo que tener cuidado, si Lloyd se da cuenta que la cerradura ha sido violentada de alguna manera sospechará que fui yo. Abro la puerta despacio. Escucho a la mujer bañándose del otro lado de la puerta del fondo. La cama está deshecha y de inmediato noto el encendedor dorado de Lloyd y una de sus corbatas. Hago un inventario rápido de la habitación. Pequeño refrigerador, mesa con medias tiradas, tapete arrinconado sobre tacones, cuadro descolorido con patos y niños con un brasier colgando. Una mirada y estoy en el espíritu del lugar. Ahora entiendo porqué no está desesperado, Ursula Vickins lo ha mantenido ocupado. Salgo de ahí tan rápido como puedo y no me detengo hasta entrar al auto.

            Manejo unas cuadras y le marco a Lloyd. No puedo dejar de sentirme un poco culpable, pero se me pasa rápido. Tiene al juez perfecto para emitir la orden. Le doy la dirección. Trevor y Henry siguen ocupados. Me doy una vuelta por “Dixon’s” antes de ir al restaurante. Tito habló al bar preguntando por él. Le pido a Dixon que nos veamos en el bar. Además, las patrullas pasarán por ahí y quiero que vea que respeto nuestro lado del trato.

            Para cuando llego ya están revisando todo el lugar. Enrico y Tomasso siguen ahí. Me miran con expresiones neutras. Si no fuera por los testigos los mato y los entierro donde nadie los encuentre nunca. Claro, eso sería una sentencia de muerte, pero considerando que Lundy ya está escribiendo mi epitafio, no tengo mucho que perder. Galton está ocupado con sus dos casos y Carson está tan jalado de la correa que dudo que pueda respirar, así que ponen a Martin Pollowski, un polaco primo de la persona correcta e hijo de la persona idónea. Aún así, su cerebro a veces funciona casi tan bien como el de un burócrata competente.
- ¿Qué tienes?
- Nos sacamos la lotería.- Señala a un italiano de 39 con saco de tela café y boina.- Ese psicópata es Roberto Valente, buscado en Italia y aquí por una larga lista de asesinatos a sueldo. Es el asesino de confianza de los Badessi.
- Perfecto, pero ¿crees que confesará?
- No necesitamos de tus listines telefónicos Ozfelian, Valente lleva a todas partes la vieja .22 que trajo de su país. Servirá de evidencia en al menos seis casos.
- ¿Qué hay de los hermanos?
- No encontramos nada sólido, el lugar está limpio. Lo único ilegal es Valente.- Un uniformado llega corriendo. Encontró nuestro regalo en la basura. La ropa con la sangre de Redding y el cuchillo. La sangre está seca, pero servirá aunque sea para alejarnos a nosotros y a Tito del golpe.
- Lo encontré en la basura detective.
- Llévenselo... Y cárguense a los hermanos también.
- No pasaré dos noches en prisión.- Dice Tomasso, más una afirmación de hecho que una amenaza.

            Dejo que Pollowski termine y voy directo al “Dixon’s”. El sol se pone. La hora se acerca. Si Tito me falla lo mato en el bar, lo subo a la cajuela y lo desaparezco. Atorado en el tráfico mi mente vuela con planes. Pienso en matar a Lundy y a Carson, hacerlo parecer de la mafia italiana. Planeo maneras de usar a Valente para ello. Ideo formas de matar a Berni 8 yo mismo. Quiero prenderle fuego a Morton y desaparecer en el humo.
- Ahí estás.- Tito cierra la puerta en cuanto entro.- Vi las patrullas. Gracias Oz.
- Servir y proteger, eso es lo que hacemos mejor.- Me siento en un taburete y Dixon me sirve un whisky.- ¿Tienes algo?
- Dreyfus lo hace por su voluntad. Le robó producto a Cornell y lo tienen de las pelotas. El trato es simple, coopera o su hermana Mariana recibe una sonrisa de oreja a oreja.- Alguien está en el baño. Tito nota que me pongo nervioso y me calma.- Es el esposo de Mariana Dreyfus, se llama Mark Rondell. Este sujeto está demente, quiere matar a Cornell él mismo. Yo le dije que lo haga.
- No. Déjame eso a mí.
- No sabe toda la historia, pero es demasiado violento como para confiar en él. Lo que carece de cerebro lo tiene en determinación.- Mark Rondell sale del baño y me mira desconfiado.- Calma Mark, él es buena gente.
- De lo mejor.- La sorna no se registra en su peluda frente.
 - Tito dice que quieres ayudar a mi hermana.
- Ésa es la idea.
- Oye negro, ¿por qué no esperas en mi coche? No tardaremos.
- Está bien, pero no tardes Tito. No me hagas regresar por ti.
- ¿Sabes qué es lo más enfermo de todo esto?- Tito lo susurra en cuanto se va.- Que lo haría. No hay negro en Morton que se atreva a tocarme, saben que sus negocios funcionan o prosperan por mí, que viven o mueren porque yo lo decido. Pero éste sujeto es diferente.
- ¿Qué es lo que querías decirme sin que Rondell se enterara?
- Quería darte esto.- Me extiende una servilleta con una dirección.- Es donde mantienen cautiva a Mariana Rondell. La otra dirección es donde Cornell tiene a Dreyfus.
- Un placer hacer negocios contigo Tito.- Me termino el whisky y le estrecho la mano.
- Oye viejo, tú estás feliz y yo estoy feliz.

            No confío en un negro demasiado servicial. En este caso, no tengo otra opción. Mark Rondell me espera afuera. Me muestra fotografías de su esposa. No debería pero echo un vistazo. La negra no es fea, y en cada foto en que aparece, Mark está sonriendo. Los miro en un parque de negros, en el estadio y en una casa. No le importan mis excusas. No me deja solo hasta que le prometo que haré todo lo posible por rescatarla. Mientras enciendo el motor me habla de ella. Es maestra de primaria. Le gustan los rompecabezas y ayuda a los ancianos del asilo cada fin de semana. Siento los violines tocando en el otro asiento. Viajo acompañado de fantasmas. Están Redding y Patridge en los asientos traseros. Están enojados porque solo un fantasma podría acompañarme adelante, mi orquídea.
- ¿Cómo te fue?- Wyms me espera en la entrada y camina conmigo.
- Encontraron nuestro regalo, y a un tirador a sueldo. Valente, o algo así. Nuestro amigo negro me dio el reporte completo. Richard Dreyfus robó algo de producto a Williams, así que Cornell tiene a su hermana Mariana, casada con un caso social por cierto, en una casa y la matará a menos que siga el juego. Me dio la dirección de donde tienen a Mariana y donde tienen a Richard Dreyfus. ¿Qué ha pasado por aquí?
- ¿Quieres un café?- Lo espero a que se sirva dos tazas en la cafetería. No estamos solos, así que espero a que termine.
- Gracias.
- Bernard aún respira, dará su confesión en la noche. Algo que ver con el horario de un fiscal que quiere estar presente, asegurar que no haya maltrato. Es lo mejor que Lloyd nos pudo dar. Mañana a primera hora estamos citados a declarar. El interrogatorio no es opcional, usarán medios legales si es necesario. Órdenes de Lundy.
- Hijo de perra.- Trevor cierra la puerta de la oficina del escuadrón anti-bandas detrás de él.- No estamos muertos aún. ¿Qué conseguiste en el dueño del Benz?
- Brenton Taruso y Hugo Wright son dueños de la empaquetadora. Lo seguí por toda la ciudad. A veces él está en los repartos de camiones.
- ¿Qué clase de camiones usa?
- Yo pensé lo mismo, pero son semi-nuevos. Nada que ver con la descripción de la casa del horror. En fin, que él está involucrado a veces. Nada demasiado incriminador en sí mismo. Me metí a su casa. Pasé diez minutos con las ganzúas.
- No te sientas mal Trevor, es un arte que se domina con la edad.
- Me imagino. No encontré nada extraño. Pero ya que estás loco por esa florista Florinda, encontré flores en un mueble. ¿Crees que todo se relacione a tu orquídea?
- No te burles. ¿Anotaste las direcciones a donde surten y las placas de los camiones?
- Aquí está.- Me muestra sus notas y bebe su café. Lynch entra sin hacer ruido y alterna su mirada entre Trevor y yo. Asiento con la cabeza, puede hablar libremente.
- Tengo la información de Ursula Vickins.
- ¿Quién es Ursula Vickins?
- Probablemente nadie, pero quería corroborarlo.
- Vickins es valuadora de propiedades. Al parecer es parte de su trabajo social de ayudar a la calidad de vida en barrios pobres. Es conocida en Morton.
- Toda una santa.- Me río solo. Los casados suelen buscarse algo emocionante, Lloyd se buscó una chica scout. Quizás le susurra detalles de la legislación inmobiliaria mientras rechinan los resortes. Aunque cuando pienso en eso  trato de no imaginarme a Rick desnudo. No si quiero mantener la poca comida que he comido en mi estómago.- Si el negro bailarín habla en la noche para acomodar el horario del fiscal entonces es seguro suponer que será después de horas de oficinas.
- O sea, en cualquier momento.
- Hay que concentrarnos en evitar la crisis. No tenemos suficiente dinero para escapar del país. Nos tienen acorralados, pero sabemos algo que Cornell no sabe que nosotros sabemos. La llave está en la hermana de Richard Dreyfus.
- ¿La rescatamos?
- Lynch,- Enciendo un cigarro y bebo un poco de café.- la vamos a matar.
- Puede funcionar.
- Yo lo haré.- Henry y yo nos quedamos boquiabiertos.- He estado muerto de miedo todo el día. Ni he hablado con mi esposa porque me da vergüenza decirle que iré a prisión porque un hijo de perra necesita un caso para hacerse político, y otro hijo de perra tiene su nariz tan metida en su trasero que le huele el aliento. Además soy más joven, más ágil y más apuesto.
- ¿Estás seguro que quieres eso en tu conciencia?
- Prefiero que mi conciencia no esté atrapada en una celda de prisión.
- Elocuente.- Concluye Lynch.

            Tenemos una única oportunidad. La jugamos a lo seguro. Le damos vueltas a la manzana para estudiar la casa. Cornell la tiene retenida en el centro de Morton, lleno de casas miniatura que se conectan por detrás. Las demás casas de la cuadra están habitadas. Hay dos gorilas en el porche bebiendo cervezas. Vemos luces en la cocina y a un negro más. Nos bajamos en la parte de atrás. Henry y yo caminamos al porche como excusa para que Trevor se brinque la pequeña barda de madera, recorra el jardín y espíe la casa. Esperamos en el porche por si descubren a Wyms agachado de cuclillas fisgoneando a sus vecinos de atrás. Nadie parece verlo. Trevor regresa corriendo y entramos al auto para seguir dando de vueltas.
- El dormitorio está en la parte de atrás, ahí es donde la tienen. Mariana Dreyfus está despierta, algo golpeada y encerrada en el cuarto. Intentó abrir la perilla, probablemente por vez número mil, pero no sirvió de nada.
- ¿Cómo quieres hacerlo?
- Me acerco, golpeo la ventana mostrándole mi placa. La ventana está entre abierta y parece estar atorada con yeso. No es suficiente espacio para que ella salga o yo entre, pero suficiente para que ella se acerque de buena voluntad y yo le dispare.
- A la cabeza Trevor, no olvides eso. Tienes un solo tiro y después cae al suelo y no puedes hacer nada. Tiene que ser a la cabeza. Si ella grita esos monos se irán contra ti. Larry y yo estaremos esperándolos, por si acaso.

            En la cajuela guardo una pistola con silenciador. Estacionamos frente a la casa cuyo jardín da al dormitorio y repetimos la operación. Ya no es el ensayo, es el momento de la verdad. Mirando por la ventana, y a través de la raída cortina puedo ver a un hombre dormido frente al televisor. Si está casado o si hay alguien más, no puedo verlo. Lync se mantiene agachado en la entrada al jardín con el arma en sus manos. Mis sentidos se alteran. Mi respiración suena como una tormenta. Los movimientos de Lynch suenan como si fuera un ejército. El disparo con silenciador parece un cañonazo y juro que todo Morton debió escucharlo. Regresamos al auto y nos vamos a toda velocidad. Trevor está temblando pero se calma cuando bebe de mi whisky.
- ¿Cómo te fue?
- Toqué la ventana. Ella estaba tratando de escuchar por la puerta. Al ver mi placa me sonrió y entonces.... Entonces, lo hice.
- Wyms hijo de perra.- Henry lo zarandea y lo despeina.- El más joven de nosotros y el más hábil. Te ganaste el cielo. Mejor que eso, te aganaste tu libertad.
- Esto aún no termina. Dame el arma.- La recibo con un pañuelo.
- ¿Dónde la vas a tirar?
- No lo haré. Hay que guardarla, por si el caso se pone caliente y necesitamos la pieza para incriminar a alguien más.- La guardo bajo mi asiento y trato de relajarme.- Falta un detalle que afinar. ¿Dónde guardaste las Tommy que robamos a esa pandilla Jester?
- Están en el departamento de Lakeview, no lo quise mezclar con el departamento del dinero.
- Bien pensado.

            Nos armamos con metrallas, disfraces y cambiamos de auto. Tenemos uno para emergencias en un estacionamiento en la zona industrial. Mientras revisamos que los cartuchos estén llenos no dejo de pensar que Bernard Collins está “confesando” y Lundy toma nota de cada detalle. Me repito una y otra vez que no voy a caer. Congelaré el infierno e incendiaré el cielo antes de que eso pase. No es cuestión de integridad, es cuestión de mantenerse flotando. Al diablo la integridad. No ha dado de comer a nadie. Hay algo más grande en juego que ni Lundy, ni Carson, quizás ni siquiera Lloyd pueden ver. Nos necesitan. Nos odian, pero nos necesitan. ¿Quién mantendrá a los monos en sus jaulas?, ¿quién mantendrá al menos la semblanza de justicia en una jungla indomable? Sus reglamentos no significan nada si no pueden ni siquiera mantener a las proxenetas y a los camellos fuera de las calles.

            Richard Dreyfus no necesita guardias, ni estar encerrado. Él sabe lo que pasará si no hace lo que Cornell le pide. La mejor cárcel de todas es el miedo. Entiendo que lo que siente. Nos vestimos con overoles, máscaras y paliacates con los colores de Cornell Williams. Trevor maneja despacio y Henry y yo empezamos a disparar. Una lluvia de balas. Richard se tira al suelo. Buenos instintos. Seguimos destrozando la televisión, las ventanas y las paredes. No queremos matarlo, solamente asustarlo. Wyms acelera y nos largamos de ahí para recoger el otro auto y vestirnos con nuestras ropas. Es pasada la media noche. La cafeína nos tiene alterados. Comemos algo en silencio y hacemos nuestra última parada en lo que Wyms llama “el retorcido camino amarillo para ver al mago de Oz”. Lynch se parte de la risa.

            Tocamos a su puerta con toda la naturalidad del mundo. Brenton Taruso abre la puerta en una bata de seda y Henry lo empuja para dejarnos pasar. Trevor saca el arma y revisa el primer piso. Nos mantenemos alejados de las escaleras, por si acaso. Levanto a Taruso, lo reviso y lo empujo al sillón de su sala.
- Usted y Hugo Wright son dueños de una empaquetadora de carnes, una peluquería, una pescadería y una renta de autos. Entre otros negocios con pocas ganancias.
- ¿Me están arrestando?
- Piensa Einstein, ¿ves que saquemos esposas? Sólo queremos hablar.- Trevor se sienta, pero no guarda la pistola.
- Él es Trevor, el gorila a mi lado es Henry y yo soy Oz.
- ¿Y?
- Sabemos que mueven grandes cantidades de cocaína y heroína. A través de Ronald Parsons le suministraban de vicio a Tito Sandoval.
- Eso no es cierto.
- No me está escuchando. No es un arresto, es una proposición de negocios. Queremos dentro, por una tajada pequeña hacemos de intermediario con los negros para que no se ensucien las manos. Ofrecemos protección de la policía. Ponemos a sus competidores tras las rejas, o seis metros bajo tierra. Lo que robemos de otras pandillas se la venderemos a ustedes. Pero hay reglas, nada de vender en las calles, nada de vender a niños y nada de extorsiones.
- Nosotros no vendemos nada, nos especializamos en suministrar. La traemos del otro lado de la frontera y nuestro principal cliente es Morton. Desde que Cornell Williams cayó bajo los encantos de los italianos, hemos sufrido problemas. No somos como la mafia, somos hombres de negocios. No nos importa quién sea el cliente, siempre y cuando esté preparado para pagar por grandes cantidades. ¿Nos garantizan negocio continuo?
- Si, Dios no lo quiera, Tito se resbala en la bañera y se rompe la nuca, nosotros pondremos a alguien más. Pusimos a Tito. La triste realidad de Morton es que si se dejan prosperar a las pandillas se cae en una sangrienta guerra civil donde cualquier negro con pistola cree que es mafioso. Mantenemos la paz, cierto tipo de equilibrio de fuerzas. Nadie más puede garantizarle eso. Pero solo para que estemos en la misma sintonía, rompen la ley de la calle y los matamos. Sin contemplaciones. No me importa cuánto dinero tengan, el cañón de mi pistola no es sobornable. Fuera de eso, estoy seguro que podemos volvernos muy ricos.
- Hecho.- Brenton se pone de pie y nos estrecha la mano uno a uno. Nos ofrece café, pero hemos bebido suficiente. No le digo que probablemente no tendremos empleo para mañana a ésta hora.

            Nos separamos. Trevor está más calmado y cree que puede enfrentar a Tricia. Henry simplemente está agotado y quiere llegar a su departamento a dormir. No puedo hacerlo. Tengo que hacer otra parada. Me detengo en un bar en Marvin Gardens buscando a la orquídea #6. Paso más de una hora estudiando posibles candidatas. Una morena con la misma mirada me coquetea en la barra. Le pago un par de martinis y hablamos sobre ella. No la escucho por el ruido, así que leo sus labios y me formo una idea aproximada. Hay algo extraño en ella, es la que menos se parece físicamente a Florinda Piñero, pero es la que tiene su exacta mirada. Está el mismo misterio y la mirada penetrante. Estoy consciente que no dormiré ni un minuto, así que trato de seguir su ritmo hasta terminar completamente exhausto. Al verla en la oscuridad apenas alumbrada por el neón que se filtra por las persianas podría jurar que es Piñero. Cuando enciende un cigarro y se acuesta en mi pecho siento la punzada aguda. Ella no es Florinda, ni podría serlo. Eso no me detiene.
- No soy una mala persona.- No sé de dónde viene, pero sale de mi boca como si hubiera estado ahí siempre. Orquídea #6 se acomoda y me mira, dejando el cigarro en el cenicero en mi pecho.
- Mi matrimonio ya estaba muy dañado desde antes. Bobby siempre fue un desgraciado, no tienes nada que ver Larry.
- No me refería a eso. Me refiero a algo más profundo.
- Yo me crié en Alabama, vine aquí cuando a Bobby le dieron trabajo. Cuando cumplí trece años me bautizaron en un río. ¿Nunca lo has visto? Te sumergen en el agua y cuando sales ¡sorpresa! Todo está perdonado. Búscate un río Larry.
- Me estoy sofocando en el humo de un incendio que provoqué. No veo nada pero sé que no soy una mala persona. Si me sumerjo, no creo flotar.
- Lo que tú necesitas entonces es una buena mujer que te enseñe a nadar. Me ofrecería, pero... tú sabes.- Se levanta y quito el cenicero de mi pecho.
- ¿Ya te vas?
- Tengo que estar mañana temprano en mi oficina.- El reloj marca las cuatro.
- Te entiendo. Yo también tengo que llegar temprano. No quisiera llegar tarde a que me arresten.

            No me dijo nada más. Se fue sola y me dejo acompañado del fantasma de Mariana Dreyfus. A primera hora de la mañana estábamos los tres en la entrada del precinto esperando al detective Peter Carson. No decimos nada. No hay nada qué decir. Jugamos la carta que teníamos. Lundy y Carson llegan quince minutos tardes. Algo que Lynch se empeña en recordarles mientras los acompañamos a la sala de interrogaciones. Nos hacen las preguntas rutinarias. Nuestra conexión con Cornell Williams y Tito Sandoval. Si somos traficantes. Si protegemos actividades ilegales. Carson insiste en la llamada a Tito Sandoval. No es nada sólido. Negamos todos. Una y otra vez. Si nos hubieran preguntado si éstos eran nuestros verdaderos nombres lo habríamos negado también. Progresivamente las preguntas se hicieron más difíciles. Comenzaron a manejar a Richard Dreyfus como testigo presencial de actos ilícitos. Una extraña sensación, mencionan muchas golpizas que sí dimos y falsos arrestos que sí consentimos, pero su fuente es más falsa que una moneda de madera.
- Un momento.- La puerta se abre y Lundy apaga la grabadora. Rick Lloyd entra y se disculpa de mil maneras posibles. Lundy no está feliz de verlo.
- Ha surgido algo que ustedes deberían de saber.
- Éste no es el mejor momento capitán.
- Bernard Collins está involucrado en cuatro homicidios. Los primeros tres en una transacción de drogas. El cuarto en la muerte de Ronald Parsons, torturado y asesinado ayer.
- Imposible, Collins estaba con nosotros.- Interrumpe Carson.
- Cierto, pero la evidencia es sólida. En su departamento encontramos un mapa donde claramente identifica los primeros tres homicidios.
- Eso no es contundente.
- Quizás detective, pero también encontramos la identificación de Ronald Parsons en su domicilio. Ahora, tengo entendido que mucha gente tiene acceso a su departamento. Conocidos, familiares y asociados. Quizás él no mató a esa gente, pero parece que fue él quien ordenó que murieran.
- ¿Y qué hacía usted ahí?- Los tres observamos como niños pequeños frente a una discusión familiar.- Bernard Collins era mi prisionero. No lo convierta en otro Wilbur Oakley.
- No es mi culpa que su gusto en testigos sea tan malo. Por cierto, ¿les ha dicho que Bernard Collins murió ésta mañana? Lo apuñaló su hermano. Parece que trataba de silenciarlo.
- No les dije porque no necesitaban saberlo.
- No creo que su representante sindical y sus abogados lo vean de la misma forma.
- El caso se sostiene, incluso sin Bernard Collins. Todo ha sido registrado.
- Sí, el caso sobre cómo tres detectives condecorados y sumamente eficientes tienen relaciones comerciales con Cornell Williams a través de Richard Dreyfus. Quien, por cierto, no ha aparecido. Se esfumó anoche, después de que un grupo de pandilleros tratara de matarlo.- Abra kadabra, ahora lo ves y ahora no lo ves. La magia de Oz.
- Ya veo.- Lundy cerró su expediente y se puso de pie. Nos miró uno a uno sin decir nada. Salió a la puerta y titubeó antes de salir.- Si me entero que ha habido una fuga de información y esos tres psicópatas han provocado todo esto, tendré su cabeza en una charola de plata.
- Estos tres psicópatas no mataron a Collins, ni hubieran tenido la oportunidad. Tampoco a Parsons, ni a los italianos y al negro, ni siquiera hubieran podido saber lo que estaba pasando porque yo no sabía nada hasta hoy y porque los tenía en asignación especial. ¿No lo ve Lundy? Le ladra al árbol equivocado. Me parece que les debe una disculpa.
- Me disculparé el día en que usted sea presidente Lloyd. Ni un segundo antes.
- Vámonos muchachos, hay mejores cosas que hacer.-         Carson me mira con intensidad asesina. Él sabe. Pero no es lo que sabes, es lo que puedes probar. Bajamos las escaleras planeando el desayuno cuando veo a Virginia escondida en mi oficina. Aprovecho que Rick sale junto con Henry y Trevor y corro a la oficina del escuadrón de anti-bandas.
- Detective Ozfelian, ¿pensó en lo que le dije?
- Revisé el asunto, aunque no quería hacerlo. Lloyd no tiene ningún amorío.
- Me da asco.- Virginia camina a la puerta. Me hago a un lado, pero ella se queda ahí mirándome.- Sé que eso es mentira. Ha hablado a casa. La muy zorra cuelga cuando yo contesto.
- Quizás es coincidencia.- Me mira con asco y por un momento veo a Mariana Rondell.- No soy una mala persona, señora Ross.
- Me cuesta trabajo creerlo.- Se va dejándome con la palabra en la boca y el fantasma de Mariana mirando sobre mi hombro.

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