Momo: El juego del chivo
Por: Juan Sebastián Ohem
Navidad evitando a mis
innumerables primos y tíos, a cada uno le digo una versión distinta de lo que
haré. Cena a la italiana en mi departamento sobre la taquería en el centro. No
me molesta, pero es la escasez de clientes en esta época que me pone nervioso.
Me hace aceptar cualquier cosa. Recibo las sobras y doy las gracias. No habría
jugado el juego del chivo de no ser así. En verano tengo clientes suficientes
para vivir bien, pero en mi oficio no hay aguinaldo y los regalos a mis tíos y
sus familias casi me dejan en bancarrota. En mi oficio escondo la verdad más
que encontrarla, cualidad extraña en un detective privado. No es mi
especialidad, después de todo me contratan para callar gente, torcer brazos y,
ocasionalmente, arruinar familias enteras. Me pagan bien y no me quejo.
El 26 de diciembre la pasé en mi
oficina, la taquería. Pensé que me bebería hasta un estupor alcohólico con lo
que el dueño juraba era tequila norteño de la mejor calidad. He olido thinner
con mejor calidad. A esas alturas habría aceptado un caso de divorcio. Los
detesto, pero si hay dinero lo hago. Por lo regular quieren que me acueste con
la esposa, o consiga una escort para el marido, documentar la infidelidad y
dejar que las ruedas de la justicia le consigan lo que sea al cliente. No,
Edgardo Gilberto Chan no era un caso de divorcio. Lo supe desde que se abrió
paso entre las mesas. Masivo como un elefante, con la misma gracia. Miraba
sobre su hombro cada tercer paso. Primera bandera de alarma. Se sentó
saludándome con una mano tatuada al estilo de prisión, bolígrafo ardiente.
Segunda bandera de alarma.
-
¿Quién lo refirió?- Tiré el tequila al suelo, el perro lo olió y puso cara de
asco. Me terminé mi taco de carnitas.
-
Hernández, dijo que le ayudó con problemas de su auto.
-
Sí…- Hernández me pidió que le robara un auto y lo dejara en el garaje de su
competencia amorosa. El pobre tipo está en prisión. Hernández terminó
metiéndole una paliza a su novia. Fue a prisión un mes después. Tercera bandera
de alarma. Ex-convicto en pantalón de vestir, playera de la selección y una
chamarra. Traía pistola y puso sobre la mesa un sobre con dinero. Ex-convicto
con dinero, no se ve mucho en estos días.- ¿Cuánto llevas afuera?
-
¿Afuera de qué?
-
Afuera de los cálidos brazos del Estado, ¿por qué te encerraron?
-
¿Cómo supiste?
-
Soy psíquico. ¿De qué eres inocente?
-
Robo sencillo, ¿algún problema?
-
No si el dinero es real.
-
No es dinero del Monopoly.- Abro un poco el sobre. Tiene razón, no es dinero
del Monopoly.- Quiero que encuentres a una persona.
-
Normalmente no hago esa clase de trabajos.- Era cierto. También era cierto que
necesitaba el dinero. Como siempre decía mi tía Luciana, la conciencia escoge
bandos, el dinero no.
-
Elsa del Perpetuo Socorro Sarabia.
-
¿Quién la odiaba lo suficiente para llamarla “del perpetuo socorro”?
-
Sus padres, me imagino.
-
¿Qué quieres con ella?
-
Ése es mi problema. No te hagas al gracioso, sé que has hecho cosas peores.
-
Treinta mil para encontrarla, treinta cuando te diga dónde está. Si quieres más
que eso, te costará. Si quieres que se esfume del planeta tierra y se vuelva
abono lo hago a mi manera, no tomo recomendaciones y te costará mucho.
-
No te preocupes por eso, sólo tienes que encontrarla.- Sacó treinta mil del
sobre, se guardó lo demás.- Es una antigua conocida mía que desapareció del
mapa.
-
Toma, márcame para tener tu número.- Le doy mi tarjeta y él se la guarda sin
mirarla.
-
No Momo, tú no me encuentras a mí. Yo te encuentro a ti.
-
Linda frase, ¿la pensaste tú mismo o te ayudaron?
-
Felices fiestas… Y apúrate, no te pago para que desayunes.
-
Pienso mejor con el estómago lleno. ¿Dónde la viste por última vez?
-
Adiós Momo, estaré en contacto.
-
Tanta personalidad… Difícil de creer que no eres casado.- Se fue por donde
vino, siempre mirando sobre su hombro. Haces eso cuando te siguen, o cuando has
estado en prisión.
Tenía que saber más sobre mi
cliente. Detesto estos casos de personas desaparecidas, pero odio más saber
nada sobre mis clientes. Lo único que sabía es que había estado en prisión.
Primera parada, el Cereso. La granja de hormigas funciona como el mundo que le
rodea, todo se basa en dinero. Dejo parte en mi casa, pero me llevo otra
conmigo. Manejo con calma, tratando de decidir a quién visitar. Tenía más de un
primo ahí, y varios clientes. Algunos por motus propio, o mejor dicho de la
policía, otros porque yo los puse ahí sin que lo supieran. Decidí que la mejor
apuesta era Fernando Hernández Mu, nunca hablaba de a gratis pero siempre
estaba escuchando cosas. La novia que le ayudé a ganarse eliminando a la
competencia terminó en estado comatoso, pero soborné algunas manos para que le
dieran sólo un año. Me debía por eso, aún así sabía que me cobraría. El favor
era para verlo y nada más. Dejo el arma bajo el asiento y hago fila con los
visitantes. Visitas navideñas, porque nada dice espíritu navideño como unas
cuantas luces en la fila de espera, un par de Santa Claus viejos y enmohecidos
en la sala de revisión. Identificación, firma y una agresiva revisión por un
guardia que me guiña el ojo. He visto a las mujeres con las que trabaja, nadie
podría culparlo.
Hernández se sienta conmigo en las
mesas de visitas. Saludo a mis conocidos, nunca los visito pero ésta vez quedo
bien. Les suelto unos billetes al darles la mano, el apretón de cien o 200
pesos. Suficiente para la mota de aquí a fin de año. Suficiente para pasar el
rato. Hernández me cobra 500 pesos por lo que sabe sobre Edgardo Gilberto Chan.
-
Si me repites lo que sé, guardias o no, te reviento la nariz contra la mesa.
-
Extrañaba tu personalidad ganadora Momo.
-
Son las fiestas, me ponen de humor.
-
Lo único que sé es que le robó a un viejo que se estaba muriendo. Le quitó el
reloj y el anillo, pero la policía ya lo quería para mil cosas más. Dame un
día, te averiguo bien.
-
¿Por qué no? Sabes que me encanta venir aquí, los recuerdos que evoca son
conmovedores.
-
Hiciste tiempo.
-
Yo no. Mi papá, y mi mentor. Malas figuras paternas, lo sé. Normalmente culpo a
la sociedad. Llámame.- Le doy otros 200.- Y réntate algún chico lindo.
-
¿Qué pasó? Yo no le hago a eso.
-
¿Entonces me quieres devolver el dinero?
-
¿Y con qué me lo voy a rentar? Te aviso lo que sepa Momo.
Salí de ahí recordando al viejo.
Miserable. Recordando a mi mentor. Asesino traidor. La radio tocaba canciones
navideñas. Regresé a mi casa sobre la taquería. Cualquier otro detective
privado se habría preocupado por las intenciones de Edgardo. Me valían pepino.
El dinero era real. Tomé café colombiano para sacarme el gusto a prisión.
Siempre me queda un gusto en la lengua como de hierro. Eso es lo que más
recuerdo de las visitas a mi padre. El hierro por todas partes. Eso y las manos
en la revisión.
Me eché en el sillón, taza de café
en una mano y la lap en la otra. Orwell y el Gran Hermano. Bienvenido a Facebook.
Elsa del Perpetuo Socorro Sarabia. Una sola en México. Apuro el café. Me fumo
un cigarro. Nada en su biografía. Directo a fotos. Más o menos recientes, como
si hubiera aparecido a partir de la nada. Selfies. Chica linda. Blanquita y
castaña. Lindo cuerpo. Mirada dura. Quizás por la edad, quizás por la
experiencia. Mi dinero está en lo segundo, sobre todo porque pienso lo peor de
las personas. Hábitos del oficio.
Dejo de husmear en la “egoteca”,
los selfies no me dicen nada. Tiene fotos en Mérida y Bacalar. Reconozco la
laguna. Está con una amiga en un bote frente a un hostal con el letrero del
nombre “La concha” rodeado de conchas de mar. Cursi, perfecto para mochileros.
Las otras fotos en Bacalar son en un hotel de lujo. No lo paga ella, me lo dice
el instinto, sino su amiga. Etiquetada como “Sofía Romero”. Sigo el rastro,
Sofía Romero es una rica heredera con su foto en la sección de sociedad en
todos los diarios yucatecos. Una foto conmovedora de Elsa donándole sangre a
una Sofía con vendajes en el hospital de Altabrisa. Su amiga podría saber dónde
está. Sigo con las fotos de Elsa Sarabia. Tiene más una docena en un Oxxo,
sonriendo con empleados. Ella trabaja ahí, no tiene uniforme pero es obvio.
¿Qué hace una empleada del Oxxo codeándose con una de las jóvenes más ricas de
Mérida?
Una foto del Oxxo me dice su
dirección. Una esquina del parque las Américas. Buena ubicación. Edgardo debe
saber que ahí trabaja, su perfil es público. No quiere asomar la cabeza para
que nadie sume uno más uno. Ese es mi trabajo. Sumar uno más uno para que no
sea igual a dos. Manejo al Parque las Américas. Parejas y familias. Un poco de
frío y lucen sus chamarras y bufandas. Las nubes prometen lluvia, el cielo es
color plomo. El Oxxo rebosa de clientes. Husmeo en las revistas con los ojos en
el cristal, miro hacia afuera, no hay ningún Edgardo Chan, pero también miro el
reflejo. Uno acomoda cigarros. Le suelto 200 y le pido que se fume un cigarro
conmigo.
-
¿Trabaja aquí Elsa Sarabia?
-
Sí.- Se enciende un cigarro y le sigo la pauta.- Es la gerente. No ha venido a
trabajar, yo creo que se fue de vacaciones.
-
¿Cuándo vino por última vez?
-
El 22, nos dijo que se tomaría unos días libres. Conociéndola vendrá el tres de
enero. Es la gerente o se supone que lo es. Nunca la he visto trabajar.-
Vacaciones. Podría ser, o podría ser que mi cliente llega demasiado tarde.
-
¿Quién la hizo gerente?
-
El dueño, don Luis.
-
¿Ése es su nombre? Primer nombre “don” y segundo “Luis”.- Eso le hace sonreír y
olvida el trabajo y el tráfico que entra y sale del negocio.
-
No, Luis Hevia.- Reconozco el nombre. Hace unos años tenía sus manos en muchos
pasteles. Ninguno legal.- Le decimos don Luis, por la edad más que nada.
No pregunto por mi cliente. Si pasa
lo que creo que pasará, no le gustará que haya soltado su nombre en cada
rincón. Mi siguiente parada es Sofía Romero. Las columnas de sociedad daban su
dirección en una fiesta para caridad para niños con problemas motrices. Es una
mansión en un nuevo fraccionamiento del norte rodeada de otras mansiones. El
lugar hace que mi traje se sienta barato. La puerta de madera tallada esconde
el timbre con cámara. Lo toco un par de veces y muestro mi identificación de
detective privado. Espero unos minutos, pensé que me dejaría afuera para
siempre, pero abre la puerta en una bata de baño con el pelo húmedo. La foto no
le hace justicia. Es muy flaca, pero tiene lindos rasgos y buena figura. Me
hace pasar a un recibidor enorme.
-
¿Cuál dijo que era su nombre?
-
Mario Orson, pero me llaman Momo.- La sigo hasta una sala donde se sirve un
cognac. No la juzgo, desayuné con la clase de tequila que sabes que fue creado
por un científico loco para dejar ciega a la población. Rechazo el vaso que me
ofrece, no se ofende y se lo bebe de un trago. Se bebe el mío también. La sala
da a una alberca pero por encima de las puertas de cristal hay una retrato suyo
en un revelador vestido. El selfie de los ricos.
-
¿Qué puedo hacer por usted?- Arrastra un poco las sílabas. No son sus primeros
dos tragos del día.- No todos los días me visita un detective privado. No sabía
que existían.
-
Somos una especie en extinción, pero PETA no quiere ponerme en su lista.- Lanza
una risotada y se echa en un diván mirándome a los ojos. Le sostengo la
mirada.- No puedo revelar la identidad de mis clientes, pero están muy
preocupados por Elsa del Perpetuo Socorro Sarabia. No han oído de ella en un
tiempo y, siendo las fechas decembrinas y todo eso, están un poco consternados.
Me dijeron que usted es su amiga.
-
Elsa, sí. Es una buena persona, yo tampoco la he visto. Vino a mi posada,
quedamos de comer pero no he oído de ella.
-
Elsa es gerente de un Oxxo, ¿cómo la conoció?
-
Las huérfanas tienen que mantenerse unidas. ¿Quién le contrató?- Linda evasión.
-
Sus primos. Primos segundos de hecho. Pero no les diga que le dije.
-
Guardaré el secreto si me espera un minuto, tengo que ir al cuarto de damas.
Me levanto y enciendo un cigarro.
Recorro la sala. El jardín está manicurado por lo que puedo ver. La casa tiene
un estilo minimalista y oriental. Una estatua de, lo que imagino, debería ser
un gallo desentona en el lugar. Tiene un cuerpo torcido, una cabeza como un
sol. La base tiene la firma de alguien que no teme ofender al arte, “O.S.”. A
la distancia puedo escuchar el chorro de agua del lavamanos. Lleva más de un
minuto. Me resigno a lo que sé que vendrá. La puerta se abre de par en par y
entran tres personas. Luis Hevia, alguien que es idéntico a él pero más joven y
un tipo moreno por el sol con cara de pocos amigos. Sofía les llamó desde el
baño. La asusté, eso es obvio. Se supone que debería estar asustado, eso
también es obvio. No tengo ganas de fingir, así que me termino el cigarro, lo
apagó en el cenicero de cristal y saludo a todos con un gesto de la cabeza.
-
Venga con nosotros por favor.- Dice el hijo de Luis Hevia.
-
Siempre soñé que me invitarían al baile, pero temo que no tengo ganas de
bailar.
-
No era pregunta.- Dice Luis Hevia.
-
Ya no queda nada de romanticismo en el mundo. Vamos. Despídanme de la señorita
Romero.
-
Le diré a mi novia que no te vuelva a abrir la puerta.
-
¿Novia?- Les sigo hasta la calle.- ¿Y el novio tiene nombre? Ella les dijo el
mío.
-
Así es, Momo. Soy Luis Hevia, este es mi hijo Toño y nuestro chofer, Gabriel.
-
¿Y el auto?- Toño Hevia señala a la casa de al lado.
-
Tienes un trabajo fácil.- Le digo al supuesto chofer. Entramos en otra mansión.
-
Solía perder dinero en uno de sus establecimientos.- Le digo a don Luis mientras
entramos en una casa de nuevo rico. Todo de falso oro y terciopelo. No tiene la
gracia que tiene Sofía Romero. Más dinero del que saben qué hacer con él.
-
Estoy retirado.
-
Claro, claro.- El chofer me empuja contra la sala. Sillones de madera con guirnaldas
de oro. Otro de esos horribles gallos. Otro empujón me lanza contra el mueble
donde está el gallo. El chofer se arremanga la camisa. Sonríe. Yo también
sonrío porque agarro la estatua detrás de mi espalda. Se acerca y le suelto un
golpe a la cara con el gallo que lo rompe en dos. El chofer cae al suelo.-
¿Alguna otra brillante idea?
-
Lamento mucho a Gabriel, no está acostumbrado al retiro.- Dice don Luis.-
¿Quién es tu cliente?
-
Confidencial. Además, imagino que Sofía ya les dijo.
-
Sí, pero no me lo creo.- Dice Toño. Macho Alfa. Playera Polo. Fragancia y
lentes negros sobre el cabello.
-
No quiero decepcionar a la prima de Elsa. Es un agasajo y no veo cuál es el
problema.
-
Tiene razón Toño, cálmate.
-
Papá, míralo, es un igualado. Elsa nunca fue muy estable, lo más seguro es que
esté en Bacalar. Quizás Campeche. Siempre hace lo mismo, ahorra un poco de
dinero, o se lo saca a Sofía, y se va de viaje. Sofía no necesita a alguien
como tú poniéndola de nervios.
-
No fue mi intención.- Lo digo mientras camino hacia ellos pisando a su chofer.
Estará fuera de servicio por algún tiempo.- Sé que son amigas, sólo me
preguntaba cómo se conocieron y si ella sabe dónde está.
-
No te puedo decir dónde, como dije, se va de viaje todo el tiempo.- Se enciende
un cigarro y me extiende otro. La pipa de la paz. Su manera de decir que era
pura postura para su padre. Acepto el cigarro y me lo enciende.- Se conocieron
en una fiesta, eso me dijo Sofía. Ella trabaja en uno de los Oxxo de mi papá,
el de las Américas.
-
Ya puede retirarse.- Toño ve a su padre con nerviosismo. Otra vez no está
preguntando.- Y por favor no moleste a mi nuera.
-
¿Yo? Ni soñarlo.- Salgo de la casa. Toño Hevia me acompaña hasta la puerta.
-
Se retiró, es cierto.
-
¿Así nomás?
-
Es de dar vergüenza, ¿O.K.? No quiero que mi novia sepa a qué se dedicaba papá.
-
Suena justo. Este noviazgo, ¿es serio?
-
Sí, pero más serio para papá. Ya sabes, dinero y todo eso.
-
Me imagino.
-
Realmente no sé de dónde salió Elsa, creo que la vi en una fiesta, la volví a
ver cuando me di mis rondas para ver los negocios de papá. Luego la vi en casa
de Sofía, son amigas. No me meto en ese aspecto de su vida.
-
¿Qué pasó con eso de ganarse a las amigas para ganarse a la novia?
-
Si me meto en su vida y pasado, yo creo que hará lo mismo conmigo. No quiero
que me vea como el hijo de un mañoso mafioso.
-
Tiene su lógica.
Estrechamos manos y me voy de ahí.
El jurado está deliberando en mi mente. Elsa Sarabia, ¿viva o muerta? Aún no lo
sé, no con certeza. Quiero saber de dónde sacó Edgardo el dinero para pagarme,
y parecía que tenía mucho más. También necesitaba saber más sobre Elsa. ¿De
dónde salió? El de Oxxo no sabía nada. Sofía no hablaba y su novio tampoco
sabía. El viejo Hevia sabía, pero buena suerte haciéndolo hablar. Aún tenía
varias cartas qué jugar. Quería saber qué tan retirado estaba realmente don
Luis. Podía checar sus viejos negocios. Ya era de noche y regresé a casa.
Primero el cliente, luego lo que el cliente pida.
A primera hora de la mañana me habla
Hernández. Se supone que no pueden tener celulares, pero el dinero que le pagué
cubre esa necesidad. Tengo que recordarle que soborné a más de uno para que
sólo hiciera un año para hacerle hablar. Ya había gastado lo suficiente en él.
Tenía lo que quería y hasta un extra.
-
Tu amigo Chan mató a un prisionero, Julio Oxté por un juego de cartas. Pagó
para hacerlo accidental. Buenas compañías Momo.
-
No es mi amigo. No me pagó lo suficiente para serlo.
-
Cínico.
-
Como dije, culpo a la sociedad. ¿Qué hacía ahí?
-
Escucha esto, era guardaespaldas de un gringo retirado. Joseph Brittle o algo
así. El viejo se muere, ataque al corazón, y le roba su reloj y anillos. Una
chica lo denunció. Elsa Sarabia, siempre mencionaba su nombre.
-
Con ojos de amor, me imagino.
-
Le mencionó al amigo de un amigo que tenía ahorros afuera. Ésa es la verdadera
razón por la que le condenaron. Los malditos de la procu querían sus ahorros.
-
¿Le pagaban mucho de guardaespaldas?
-
No tanto, pero tenía un negocio aparte. Sólo lo mencionó una vez, pero ya sabes
cómo es, aquí adentro tenemos buena memoria. No hay mucho más que hacer. Dijo
que había robado a un juego clandestino. Quizás más de uno.
-
¿De quién?
-
Santiago Brito, no sé quién sea.
-
Yo sí. Tenía o tiene juegos de cartas, peleas de perros y de gallos.- No le
menciono que Brito solía trabajar para Luis Hevia, eso, claro está, si es que
realmente estaba retirado. ¿Robaba para el viejo retirado o para sí mismo? Era
una buena pregunta.
-
No sé nada más Momo. Te pediría más dinero, pero dudo sacar algo más. Se fue de
lengua un par de veces, nada más. Sólo lo de esa mujer Sarabia le contaba a
todos los que estaban dispuestos a escuchar.
-
Gracias Hernández. ¿Cuándo sales?
-
Febrero. ¿Me vas a venir a recoger?
-
No, te veo por ahí. Quizás tu novia vaya por ti.- Suelta insultos a gritos y le
cuelgo. Edgardo la quería muerta, si es que seguía con vida. No sabía si
entregarla o no. Por algo como esto, esos 30 mil parecían poco.
Es temprano, cae una llovizna y hay
heladez. Imprimo la foto de Elsa y de otras mujeres. Las guardo en un bolsillo
de mi saco. Salgo a ver a Santiago Brito. Lo sacaré de la cama de ser
necesario. El tono de don Luis Hevia me hace manejar en círculos, tratando de
divisar una cola. No la traigo. Traigo la escuadra en el cinto. No espero
problemas, pero a veces los problemas no te esperan a ti. Hevia pudo haber
llamado a sus contactos, a sus viejos socios. Si Brito intentaba algo lo
pondría a dormir, y luego le cobraría extra a Edgardo Chan. Enterrarlos es una
joda.
Brito tiene una casona cerca de la
Plaza, jardín enorme para pelea de perros y gallos. Saca buena lana. Edgardo
debió sacar buena lana si también le robó a los clientes en una noche ocupada.
No me sorprende que quiera mantenerse bajo el radar, hijo de perra podría tener
una sentencia de muerte colgando de su cuello si Brito sabía quién le robó.
Toco la puerta hasta que mis nudillos me duelen, después golpeo con la palma y
agito el picaporte para hacer más alboroto. Una vecina chismosa me mira feo y
regresa a su casa. Santiago Brito abre la puerta. Es corpulento y tiene la
nariz de boxeador, chueca y fea. Hace un silbido cada que respira.
-
¿Qué?
-
Momo, déjame entrar Brito.
-
¿Cómo sabes mi nombre?
-
Porque soy Santa Claus y llegué tarde. ¿Querías la bala de una .45 o una taza
de café y una conversación sobre el robo que sufriste?
-
Me gusta más la segunda tipo duro.- Le sigo. Cierro la puerta. Entramos a una
dilapidada cocina.- ¿Cómo sabes del robo?
-
Hevia.
-
Bastardo. No me sorprendería si el viejo envió a ese tipo a robarme.
-
¿Tampoco sabes quién fue?- Le muestro mi identificación de detective privado y
se calma un poco. Que crea que trabajo para Luis Hevia si eso es lo que quiere.
-
Estaría muerto si lo supiera. Hevia se retiró.- Señaló su cocina a medio derrumbarse
como si significara algo. Le miro ladeando la cabeza mientras me sirve café de
cafetera.- Perdí la mayor parte de mi capital. No dijo nada, sólo que se
retiraba y buena suerte.
-
¿Y el robo pasó después?
-
Como un año después. Trato de sobrevivir y un tipo con máscara me roba y a mis
clientes. Noche ocupada, debió llevarse 500 o 600 fácil.
-
¿No le dijiste nada a Hevia?
-
¿Para qué? Me dijo que estaba retirado y si envió a alguien para robarme, no es
como si fuera a devolverme el dinero.
-
¿Por qué se retiró?
-
Dijo que sacaba más dinero de sus negocios legales que de sus negocios
ilegales. Tiene restaurantes y toda la cosa. Muy respetable.- Me asomo por la
ventana. Tiene el cadáver de un perro en una jaula. Los demás perros ladran
enfurecidos y les grita para que se callen, como si eso ayudara. Me dan ganas
de soltarle a los perros y verlo defenderse en bóxers y playera.- Y no soy el
único.
-
¿El único que Hevia dejó o el único al que le robaron?
-
Lo segundo. ¿Por qué te interesa tanto?
-
Tangencial a un caso que trabajo, si encuentro al maldito que te arrancó la
oportunidad de ser autoempleado bien pagado, te lo haré saber.
-
¿Por un precio?
-
No soy una ONG. ¿Quién más fue robado?
-
Jaime Alfaro y Humberto Poot, ¿los conoces?
-
Me suenan, ¿trabajaban para Hevia?
-
Sí, quedaron como yo, apenas pagando la maldita renta.
-
¿Reconoces a cualquiera de ellas?- Le muestro varias fotos, entre ellas la de
Elsa. Las mira con atención, pero niega con la cabeza.
-
No, mi clientela es mayormente masculina. Las mujeres que vienen no son tan
lindas y el que me robó definitivamente era hombre. Jaime, Humberto y yo te
daremos una buena lana si nos dices quién nos robó.- Me apunta otras dos
direcciones.- Les llamaré para que te reciban. No son tan pacientes como yo.
-
Treinta mil el nombre, cuarenta la ubicación, y si quieres que me haga cargo,
200.
-
No, los perros se harán cargo.
No me cayó bien Luis Hevia, pero
Edgardo trabajaba para ese gringo retirado, Brittle, podría haber hecho los
robos para él. No le entrego a mi cliente porque podría haber más dinero más
adelante. Además, sería bueno si los tres ponen dinero de su bolsillo. Incluso
así tendría que tener cuidado, Edgardo es un elefante peligroso. Sabría que fui
yo, tendría que asegurarme de que estuviera muerto. Es como decía Cazar a un elefante es peligroso, que te cace
uno, es peor aún.
Jaime Alfaro tiene su negocio de
inflado de llantas en la Canek. Me revienta manejar hasta allá, pero prefiero
ser concienzudo. Brito le había llamado. Me espera en jeans y playera fumando y
temblando de frío. No es tan malo, pero quién soy yo para decirle. Nos quejamos
del calor del verano y del frío del invierno. Nos gusta quejarnos. Yo prefiero
que me paguen.
-
¿Hevia? No, no pudo ser. Estaba retirado para cuando me robaron. Zoomanía le
dejaba más dinero. Es un club de strippers.
-
Lo conozco. ¿En periférico?
-
Ajá.
-
¿Reconoces a cualquiera de ellas?- Le muestro las fotos. Niega con la cabeza.
Hombre de pocas palabras.
-
Santiago me dijo que podía darse el caso que encontraras a quien nos robó.
-
Podría ser, es la época de los milagros navideños.
-
Te daría diez mil.
-
Treinta.- Chifló.- Servicio de calidad, como dice tu cartel. Más si quieres que
se vaya para siempre.
-
Nos sacó como 80 esa noche, no nado en dinero, pero valdría la pena.
Humberto Poot, el último nombre en
la lista, tiene un salón de billar cerca de ahí. Es más o menos la misma
historia, sólo que dejó de hacer juegos luego del robo. Sus clientes se negaron
a ir. Hevia no le soltó ni un centavo por los viejos días. Me ofrece diez mil
por el ladrón, le digo que no es suficiente pero los demás ya le dijeron de mi
propuesta. No reconoce a Elsa en las fotos. El retiro de Luis Hevia por casi de
golpe, lo último que dejó fue el Zoomanía. Hago tiempo comiendo algo por ahí
antes de ir al club de strippers. Analizo la situación financiera del caso.
Podría sacar ochenta fácil con entregarlo, tendría que romperle las rodillas
antes. Encontrarlo, por supuesto, sería difícil aunque no imposible. Tendría treinta
si encontraba a Elsa. Mi primo Gerardo solía decir que, frente a eso de que
vale más pájaro en mano que cientos volando, es mejor llevar escopeta y
bajarlos del cielo. Lástima que murió en un accidente de cacería en Toluca
cazando patos. Al final del día, decidí, podía hacer ambas cosas. Encontrar a
Elsa. Dejarla en manos del destino. Entregar a mi cliente por los robos. Cobrar
en ambos extremos de la cuerda.
Era temprano en la tarde pero el sol
estaba cayendo. Los clientes empezaban a llegar a Zoomanía. Zebras enormes y
leones de plástico en la entrada. Siempre me preguntaba quién compraba esas
cosas en el Triunfo, ahora tenía la respuesta. Las chicas siempre estaban en
guardia, en caso que la municipalidad les tendiera una trampa, pero todas se
vendían por otros lados. No eran la crema de la crema, pero tenían clientes
asiduos. Los idiotas pagan y las chicas con inyecciones de silicona en cada
parte les bailan hasta dejarlos viendo estrellas. Fui directo a la barra, pedí
una cerveza. Tres pistas de baile con tubo, algunas mesas, cabinas, la barra y,
al fondo, una puerta para el dueño. Ahí es donde quería entrar, pero había un
guardia macizo que escaneaba a todos. Le levanté la cerveza como saludo y
regresé la mirada a las chicas. Necesitaba una distracción. No tuve que esperar
mucho. Uno de los clientes debía andar jugando al ginecólogo en una de las
cabinas del otro lado porque el mono de la puerta escuchó algo en su auricular
y salió corriendo. Dejé un billete en la barra y caminé a la puerta como si
perteneciera ahí.
La puerta daba a una salida de
emergencia y a una oficina. Entré con la identificación en la mano izquierda.
La derecha estaba acariciando la escuadra en la parte trasera del cinturón. No
reaccionaron con violencia, de modo que Hevia no les dijo nada o, si los
rumores eran ciertos, realmente estaba retirado.
-
Momo, detective privado. ¿Es el dueño?- Dos sujetos, uno miraba por los
monitores a las chicas en las cabinas, el otro estaba revisando un libro de
contador en el escritorio. El del monitor había avisado a seguridad usando la
radio que tenía a un lado.
-
Alberto Uc, ¿qué quiere?
-
No mucho, sólo quiero mostrarles unas fotos.- Les muestro las fotos, es obvio
que reconocen a Elsa.- ¿Saben dónde está?
-
Ya no está aquí. Eso es seguro.
-
Luis Hevia me mandó. Quiere saber dónde está, algo que ver con la novia de su
hijo.
-
Dile a ese hijo de perra que puede irse al diablo, me dejó en el mes más bajo y
sacó su dinero con apenas una llamada de teléfono.
-
¿Y la dejaste ir así nada más?
-
Se acabó.- El otro se acercó a la radio, le estrellé la cabeza contra el
monitor y lo hice añicos. Lo empujé contra el escritorio y saqué la pistola
antes que Uc tuviera oportunidad. Apagué la radio y me la guardé.
-
Cálmense, vivirán más. Contra la pared, los dos.- Los amarré con el cable del
teléfono y usé sus corbatas para amarrarles de la boca.- Pudo ser tranquilo y
sin problemas, pero tenían que sulfurarse. Sólo busco a una muchacha, no
problemas. Quédense ahí, vendré por ustedes.
Salí de la oficina y de la puerta de
acceso restringido. No volvería por ellos. Estarían volviéndose locos tratando
de zafarse y lo conseguirían. No tenía mucho tiempo. Empecé a soltar dinero a
las chicas y a mostrarles la fotografía. Una de ella la reconoció como Elsa
Sarabia.
-
Soy Momo, ¿cómo te llamas?
-
Magaly Cruz, y sí la conozco. Vivía conmigo, teníamos el mismo horario.
-
¿Trabajaba aquí contigo?
-
Y en el otro negocio…- Extendió la mano. Le solté 500.- Alberto se hizo dueño
de “Masajes Mayas”. Está por Plaza las Américas. No es tan malo. Días allá,
noches aquí.
-
Se hizo cargo dijiste, ¿quién estaba antes?
-
Rafael Bolio hasta que murió.
-
Dudo que haya muerto en sus sueños.
-
Asalto frustrado. Elsa tiene cosas que dejó cuando cambió de oficio, no sé a
dónde se fue. Cambió de piel, como una serpiente. Hasta se mudó sin pagar su
parte de la mensualidad.
-
Qué tragedia, ¿dónde están sus cosas?
-
Renovaron esto, solía ser una pocilga, se dejó una maleta con cosas suyas que
terminó en la parte de atrás junto con las sillas rotas y cosas así. Podría
dártela por siete mil.
-
Tres.
-
Cinco.- El de seguridad me miró y empezó a hacerse lugar.
-
Hecho. Sal conmigo.- La acompañé del brazo a la salida. Empujé una silla para
que el gorila se tropezara y se fuera de bruces. Eso divirtió a Magaly.
-
Esta noche en mi casa.- Le di una libreta y pluma donde apuntar su dirección.
-
¿Nunca te habló de un Edgardo Chan?
-
No o no me acuerdo.
-
¿Un gringo retirado?
-
¿Joseph Brittle? Su “sugar daddy”, así le llamaba. La mantenía bastante bien
hasta que murió de un ataque al corazón y… bueno, descendió un escalón social
al terminar aquí. Tenía su casa chica y toda la cosa. Siempre decía que el
gringo tenía otras chicas, pero ella era exclusiva para él. No sé si sea
cierto, siempre se creyó más que nosotras.
-
Te veo en la noche.
-
Llego 8 o 9. ¿Quieres que me vista para la ocasión? No sería molestia.
-
Lo sería para Alberto Uc. No que me interesen mucho sus sentimientos.- Ella me
devoraba con sus ojos. Era su trabajo. Yo aún tenía mucho por hacer.
Elsa Sarabia, amante de Joseph
Brittle, recurre a la prostitución y mágicamente se convierte en amiga de Sofía
Romero a través de un Luis Hevia que se supone está retirado. Todos los signos,
al menos, indicaban a esa dirección. Faltaban piezas en su rompecabezas.
Explicaba, sin embargo, por qué todas las fotos de su perfil de Facebook fueran
tan recientes. Es como Magaly dijo, ella cambió de piel, como hacen las
serpientes. Arranqué y me alejé a toda prisa.
Joseph era uno de los miles
retirados gringos que pasaban sus últimos años en Mérida. Éste se consiguió una
chica para hacerle compañía, según Magaly tenía a otras, sonaba como
competencia para Alberto Uc y su socio Luis Hevia. Averigüé y me topé con que
Joseph Brittle se había mudado con su hermano mucho menor, Freddie Brittle. Si
el buen Joseph tenía su negocio de prostitución para retirados, seguramente su
hermano lo continuaba. Manejé hasta el centro, una de esas casas renovadas de
colores brillantes. Brittle atendió la puerta, era mayor de 50 pero se
conservaba en buena condición.
- ¿Fred
Brittle?
-
Freddie, por favor.
-
Soy Momo, busca a una conocida de su hermano.- Brittle me miró de arriba para
abajo, como tratando de calibrarme. Le muestro la identificación de detective
privado.
-
¿Quién sería?
-
Elsa Sarabia.- Freddie sonríe y me hace pasar. Su casa no es extravagante, pero
es cómoda. Recuerdos de su vida en los Estados Unidos. Placas de distintos
estados en las paredes. Piano de cola y una barra en la sala. Se sirvió un
highball. No me ofreció nada. Me encendí un cigarro y noté que, incluso cuando
me daba la espalda, me vigilaba con uno de los espejos detrás de la barra
pequeña.
-
¿Quién la busca?
-
Mi cliente.
-
¿Y quién es su cliente?
-
El que paga la cuenta.- Freddie sonrió mientras bebía y estaba a punto de
repetir la pregunta. No desistiría.- Su prima de Campeche. Prima segunda de
hecho, no han oído de ella en algún tiempo. Su hermano mayor la cuidaba, su
sugar daddy, casa chica y todo.
-
Joseph no tenía el mejor de los gustos.
-
¿No le caía bien?
-
¿Es tan obvio?
-
¿Cuál es la dirección de su casa chica?
-
No recuerdo.- Dejé el cigarro en el cenicero. Manotazo contra su vaso, salió
volando. Lo tomé de las solapas de su blazer y lo estrellé contra la pared.
-
Te arrancaré la respuesta de una forma o de otra. Si quieres saber a qué saben
tus dientes postizos, es tu problema.
-
¡Déjalo en paz!- Detrás de mí apareció un hippie de largo y canoso cabello.
Playera de Queen, sandalias y revólver. Solté a Brittle. Mi mano lentamente
acercándose a la escuadra.
-
Está bien, está bien. No pasa nada.- Le dijo a su amigo.- Momo sólo me mostraba
lo serio que es. Podríamos hasta ser amigos, deja el arma y espera en el
jardín.
-
¿Siempre es tan proactivo su amigo?
-
¿Siempre es tan pesado usted?
-
Sólo cuando estoy mal pagado y de mal humor. ¿Qué hay de esa dirección?
-
Le dije a mi hermano que no se la dejara a su nombre. Despilfarro de dinero.
Siempre lo fue. Elsa del Perpetuo Socorro… ¿Qué habrá sido de ella?- Apuntó su
dirección en una tarjeta, estaba en la colonia Mejorada.
-
¿Sigues en el negocio de tu hermano Freddie? Nada como mostrarles a los
retirados algo del sabor local, ¿no es cierto? Sólo por curiosidad, ¿cuánto
cobraba Elsa?
-
Eso es lo que siempre me enojó, linda chica, una pesada. Mi hermano no la
compartía, nadie podía tocarla más que él. Era una ramera y, donde sea que
esté, sigue siendo sólo eso.- Apunta otro teléfono y me pasa la tarjeta.- Mi celular,
creo que podemos hacer negocios juntos.
-
Como están las cosas, suena como una buena idea.- Era obvio que mi rutina no le
había dejado nervioso. Debió ser un tipo duro incluso antes de mudarse.
-
No sé si Elsa tenía familia, para mí que nació de huevo. ¿Es Edgardo Chan, no
es cierto?
-
¿Quién?
-
Le puso en prisión, y merecido. Mi hermano moría frente a él y lo único que
hizo fue robarle sus cosas. No que la perra esa le hiciera bien al débil
corazón de mi hermano. Si la encuentras Momo, dile que no la quiero ver.
-
¿Qué tanto sabía Elsa del negocio que se traían tú y tu hermano?
-
Nada, mi hermano cayó en sus brazos, no en sus manos. Sabía cómo trabajarlas.
Tenía excelente memoria, nunca escribía nada.- Levanto una foto de los hermanos
Brittle en Progreso. Dos gringos más con cara de inocentes. Proxenetas de
clientela selecta. Nadie lo adivinaría. Elsa debía saberlo. Podría haberle
costado la vida.- Nos dijeron que Mérida daba al Caribe cuando nos mudamos.
-
Ja. Sí, no es el primer retirado que se queja de eso.- Recupero mi cigarro y lo
termino.- Les advirtieron del calor y pensaron que exageraban, ¿no es cierto?
-
Nos conoce bien.
-
He tenido clientes como ustedes antes. Me caen bien, pagan en dólares.
-
¿Es lo único que le importa? Eso y mantenerme con vida.
-
Nobles metas. Sí, creo que podremos hacer negocios en el futuro.
-
Nos estaremos viendo Brittle.
-
Sin duda.- Dijo, con sonrisa de tiburón.
Manejo a la casa en Mejorada. El
gringo está demasiado calmado. Con razón mi cliente se esconde tan bien. Le
tiene miedo y debería. El gringo sabe que no encontraré nada en esa casa. Aún
así, vale la pena. Al menos eso me digo a mí mismo. Me queda tiempo antes de
ver a Magaly en Francisco de Montejo. Cohetes en la distancia. Niños se
preparan para volar viejos en Año Nuevo. No les presto atención, me fijo en los
ángulos de este asunto. En los jugadores, lo que sé y lo que me queda por
saber.
La casa en Mejorada ha visto mejores
días. Le falta pintura. Le falta un cristal. Le faltan habitantes. Letrero de
“En venta”. Nunca consiguió venderla, necesitaba el dinero. Terminó en Zoomanía
y Masajes Mayas. Brinco la cerca, violo la cerradura. Tiene rasguños, no soy el
primero en hacerlo. Entro en silencio, pistola en mano. Tenía razón, no era el
primero en forzar la entrada. Lo poco que queda, muebles pegados a la pared y
algunas pinturas genéricas, han sido revisadas. Lo que estaba pegado a las paredes
fue desencajado, las pinturas destrozadas. Alguien buscaba algo, no sé qué
podía ser y no sé si lo encontraron. ¿Edgardo Chan? Posiblemente. Trato de
encender una luz. Los focos fueron destrozados y eso me hace sonreír. Lo más
probable es que no encontraran nada y estaban furiosos por eso. Reviso el polvo
en el suelo, esto fue muy reciente. Los caminos van a todas partes y no hay más
polvo encima de esos caminos dejados por las huellas.
Regreso al auto. Más cohetes. Me
suenan a disparos. Largo día. Tensas horas. La moneda gira en el aire, cara
Elsa vive, cruz Elsa está muerta. Aún no cae. El jurado sigue deliberando. Mi
dinero está en la muerte. Normalmente lo está. Manejo a Francisco de Montejo.
Ciudad dentro de ciudad. El pequeño Distrito Federal. Como unos tacos en lo que
dan las ocho. No dejo la pistola en el auto. Los cohetes siguen tronando, me
siguen pareciendo balazos. Tenso como los perros callejeros que no saben dónde
guardarse. Mala época para ellos también. Llego temprano a la casa de la stripper.
La rama sigue dando de vueltas pidiendo dinero. Les doy unas monedas y me ven
un avaro. Al demonio con ellos, la tienen fácil. Toco el timbre una y otra vez.
No se encienden las luces. El auto no está. No hay nadie. Me siento en la
banqueta y fumo tranquilo. No puedo dejar de preguntármelo, si Elsa está viva,
¿se la entrego a Gilberto para que la mate?, ¿lo entrego a él a Brito, Alfaro y
Poot por los robos? No soy un caballero de la mesa redonda y meterme con
Edgardo Chan es peligroso. Aún así, es buen dinero. Le dije al gringo que lo
que me importa es el dinero y mantenerme con vida. Freddie Brittle y yo
hablamos el mismo idioma. Él lo habla en dólares, pero la idea es la misma.
Malditos villancicos, me ponen a pensar en lo que haré cuando la encuentre, si
es que está viva y en una pieza.
Espero hasta las 9. Estoy por
resignarme hasta que llega su Taurus verde y viejo. La última vez que la vi
apenas tenía una tanga, ahora trata de vestirse como una mujer normal. No hace
un buen trabajo. Una blusa de tigre dos tallas más pequeñas. Pantalones pegados
de cuero. No le pagan por el estilo, y se nota. Le ayudo a abrir la puerta de
su cochera.
-
¿No te saludó Virginia?
-
¿Quién?
-
Mi perra.- Saco el arma y se asusta.
-
Quédate aquí.
Idiota. Soy un idiota. Revisaron la
casa chica. Tiene sentido que revisen la dirección posterior a esa. Reviso la
entrada, está forzada con una palanca. La perra está muerta en la entrada. Tiro
en la cabeza. Debió confundirse con los cohetes que andan tronando. El lugar
está revuelto. Nada en su lugar. Revisaron hasta las revistas de modas y
chismes. Los sillones volteados, revisados con cuchillo. Magaly Cruz grita al
ver a su perra muerta. Le hago una seña para que se quede atrás y reviso la
casa. Quien haya sido ya se fue. No dejó nada sin revisar, nada sin voltear.
Fue minucioso.
-
Es lo mismo que en la anterior casa de Elsa Sarabia, la revisaron a
profundidad.- Magaly se asusta al ver la pistola y la guardo.- Lo siento por
Virginia.
-
¿Quién le hizo esto?
-
No sé, pero lo voy a averiguar.- Le ofrezco un cigarro y se lo enciendo.-
¿Quieres llamar a la policía?
-
¿Y que roben lo que queda?
-
Buen punto.- Magaly lloraba abrazada de su perro callejero. Malditos
villancicos.- ¿Quieres que me haga cargo? Conozco un veterinario que podría
deshacerse de su cuerpo.
-
No, yo debería hacerlo…
-
¿Uc dejó Zoomanía en algún momento?
-
No, o no creo. ¿Crees que mató a mi perra?
-
Podría ser. Pudo haber mandado a su mono entrenado para hacerlo por él.- Soltó
al perro. Se quedó en el suelo fumando nerviosa. Miraba a su auto y se
estremecía.- ¿Lo trajiste?
-
Sí, vamos.- La ayudé a levantarse y abrió la cajuela de su auto, entregándome
una maleta pequeña de color negro. Estaba polvosa y parecía a punto de
romperse. Se apoyó contra el auto. Le puso el dinero en la mano. Le di otros
500 por el perro. Malditos villancicos. Maldita época navideña. Empezaba a
perder dinero en este caso.
-
Dime de Elsa. ¿Cómo hizo el brinco de ser la amante de un gringo retirado a
bailarina y prosti para Alberto Uc y finalmente gerente de un Oxxo de Luis
Hevia? Ese último brinco es el que llama mi atención. Tenía, o tiene, una amiga
de mucho dinero. La clase de dinero que no se mezcla con cualquiera. Bajó un
escalón social, luego subió como diez.
-
No sé, realmente no lo sé. Nunca hablaba mucho de su vida privada, únicamente
de su amante gringo. Tenía amigos fuera de la profesión, quizás así. No sé
quiénes Momo, no sé quiénes.
-
¿Qué hay de Hevia?
-
Está retirado.
-
Entonces sí existen los milagros.- Le doy una tarjeta con mi número.- Si te
asustas, llámame. Cualquier cosa.
-
¿Cualquier cosa a un precio?
-
Más o menos.
-
¿En qué se metió esa tonta?
-
No lo sé Magaly, no lo sé. Raros amigos, raras situaciones. Armo el
rompecabezas sin la imagen inicial.
Regreso al auto. Reviso la maleta.
El zipper está oxidado y no abre fácil. Recurro a mi cuchillo de bolsillo. Ropa
pasada de moda, incluso cuando era nueva. Hay otra ropa también. Ropa de bebé.
Sin usar. ¿Quién era el padre?, ¿Alberto Uc, don Luis Hevia, su hijo Toño o
Joseph Brittle? Ninguno de los cuatro la hubieran querido con la mano abierta
esperando manutención. Manejé a casa con la maleta abierta a mi lado. No dejaba
de darle vueltas al asunto. Luis Hevia, retirado o no, no podía tener a un bastardo
dando de vueltas y manchando su nombre. Toño Hevia estaba en peor situación,
quería casarse con Sofía Romero y la rica heredera era amiga de Elsa. Triángulo
amoroso salido de control. Joseph habría muerto para entonces, pero Freddie la
habría mandado a volar, aunque sería capaz de matarla para quedarse con la
herencia de su hermano. Si Elsa tenía el hijo de Joseph, tenía que recibir
manutención a partir de sus bienes. Ese era un problema con el que Freddie no
querría contar.
La búsqueda en sus casas era asunto
aparte o eso pensé. No podía conectar las dos cosas. ¿Buscaban pruebas de
paternidad? Esa maleta a mi lado, con la ropa de bebé era una cubeta de agua
fría. Abría toda una gama de ángulos que no había previsto. No era el hijo de
Edgardo Chan, de eso estaba seguro. Él la buscaba, podría haber buscado en sus
domicilios conocidos. Podría haber robado esos juegos a órdenes de Joseph o
Freddie Brittle, después de todo Hevia podía ser competencia con Zoomanía y su
Masajes Mayas. Los dos vendían carne. Le convenía a Brittle, a cualquiera de
los dos, que Edgardo robara esos juegos ilegales.
Entré a mi casa esperando verla en
desorden. El dueño de la taquería recibía su mensualidad por echarle el ojo a
mi casa. Eso no era garantía de mucho. Nadie había entrado. Cené sushi con vino
blanco. Tenía piezas regadas por todas partes y no todas encajaban. Lo único
que sabía era que Edgardo no quería encontrar a Elsa para una amigable reunión
de amigos. Eso lo sabía con certeza. No sabía si Edgardo había robado esos
lugares por motus propio o a órdenes de alguien más. Me convencía cada vez más
que Luis Hevia estaba retirado. En cuanto a las casas de Elsa, su hijo y su
desaparición. No tenía idea. Me faltaba esa parte en su biografía cuando salta
de bailarina prosti a gerente de negocios y amiga de millonaria borracha. Un
escalón importante. ¿Lo subió mediante el chantaje? Era completamente posible.
Escuché el celular antes que el
timbre. Saqué el arma de debajo de la almohada. Me vestí lo más rápido que
pude. El timbre no dejaba de sonar. Contesté el teléfono primero. Era mi
cliente, Edgardo Chan. Estaba asustado y en la puerta. Al demonio con él, me
serví un café primero. Hacía frío en la madrugada. Siguió insistiendo. Abrí el
seguro de la puerta, di un paso para atrás y le apunté a la cabeza.
-
¡Momo, tienes que ayudarme!- El pánico podía ser falso, las lágrimas no.- No
quiero volver, no quiero. Ésta vez me tienen y bien jodido.
-
Odio cuando empiezan la historia por el final. ¿Quién, cómo, cuándo, dónde y
porqué? Y desde el principio.
-
Llegué tarde a mi casa, como a las dos. Estoy rentando un casita, pensé que
nadie sabría dónde estaba.- Me sigue a la cocina. Le ofrezco café colombiano.
Eso lo calma. Aún así, no suelto el arma. No me gusta tenerlo cerca de tantos
cuchillos.- Escuché las sirenas en la calle, pensé que no podía ser bueno. Es
que fui directo a mi habitación. Ni prendí la luz, eso lo hice cuando fui a la
sala para asomarme, ver qué pasaba. Toqué su pie, estaba muerta en el piso. La
policía directo a mi casa. Me largué por el techo.
-
¿Quién era la muerta?- De su enorme chamarra saca una bolsa de mujer y la deja
en el mueble. La reviso con calma. Lo que uno esperaría de una bolsa de mujer,
además de muchos condones y lubricante vaginal. No cantaba en el coro de la
iglesia. Saqué la IFE.- Patricia Oxté. Oxté. ¿Alguna relación con Julio Oxté?
-
¿Quién?
-
No me pidas ayuda y te hagas guaje. Lo mataste en prisión, pagaste para que
pareciera accidental. ¿Es la misma familia?
-
Hermana, una prostituta.
-
¿Para quién trabajaba?
-
Independiente, que yo sepa. Lo era al menos, cuando conocí a Julio Oxté. Sólo
la vi en prisión cuando visitaba a su hermano.
-
Es el juego del chivo. Te quieren de chivo expiatorio Edgardo.
-
¡Pues no lo digas tan calmado Momo!- Seguí bebiendo mi café con calma.
-
¿Quieres que me asuste tanto como tú?, ¿y eso de que serviría?
-
Tienes que esconderme.
-
¿Usaste tu nombre cuando rentaste el lugar?
-
No, pero me conoce de cara.
-
Cosa de tiempo entonces. Te ayudo, por treinta mil te escondo en una casita de
seguridad que uso para emergencias como ésta, la renta es de mil al mes,
tendrás a alguien que te haga las compras y un auto limpio.
-
Eres frío Momo.- Bebí mi café. No iba a ninguna parte sin mi dinero.- Está
bien, tengo mi dinero en la chamarra. Pero que no se te ocurran ideas
graciosas.
-
¿Yo? Ni lo soñaría.
-
Esos treinta mil son para que saques del problema. Ya te pagué para que
encuentres a Elsa. No me sorprendería si ella me hizo el cuatro.- Me paga los
treinta en billetes de 500 y de mil. Tiene fajos de billetes en casa bolsa de
esa chamarra. Calculo la posibilidad de matarlo y robarlo. Podría serme más
útil con vida. Cuento el dinero mientras termino el café.
-
Lo de Elsa va en progreso. ¿Ya la buscaste en sus viejos domicilios?
-
¿Cómo voy a saber dónde vive?
-
Como sea. ¿Trajiste tu auto?
-
No, tomé taxi.
-
Brillante Edgardo, una mente criminal de primera.
-
¿Te vas a burlas o me vas a ayudar, tipo listo?- Me agarra de las solapas del
traje. Yo le apunto a la entrepierna.
-
Si quieres ser papá en algún momento del futuro, sugiero que me sueltes. Si
sobrevives al juego del chivo es gracias a mí, no lo olvides. Vamos a mi auto.-
En el auto llamo a Arturo Can, me debe muchos favores y la renta es para él.
Tendrá todo listo para cuando lleguemos.
-
¿Es de confiar?
-
Mucho. Pídele lo que sea y te lo consigue. ¿La buscas sólo para matarla o para
algo más?
-
¿A quién?
-
Al hada madrina. A Elsa.- Es grande. Es musculoso. Un elefante. Está armado. Es
peligroso. Aún así, no tiene mucho cerebro.
-
Tú sólo encuéntrala.
-
¿Quién te pagó para que robaras los juegos de Hevia?
-
Nadie.
-
¿Brittle? Están en el mismo negocio, no es cierto.
-
El viejo tenía mujeres aquí y en Bacalar. Dicen que Hevia se retiró. Y deja de
investigarme Momo, no te pago para eso.
-
Tengo que conocer a mi cliente, ¿no es cierto?
-
Limítate a sacarme de este desmán y encontrar a Elsa.
-
¿Crees que siga viva?
-
No lo sé, espero que sí.
-
¿Alguna vez se embarazó de tu viejo jefe, Joseph Brittle?
-
¿Cómo voy a saberlo?
-
Tenía que preguntar, no te sulfures.
-
No he pasado una buena noche. No estoy de humor.
-
¿Qué tan bien conociste al hermano de Joseph?
-
¿Freddie? Lo conozco, no éramos íntimos. Menos cuando le robé a su hermano. No
me sorprendería si fue él quien mató a Oxté y la puso en mi casa.
-
No, yo tampoco me sorprendería.- Llegamos. Abre la puerta pero no sale. Me mira
a los ojos y resopla como animal enjaulado.- Si voy a prisión por esto, me
aseguraré que no llegues a viejo Momo. Espero que lo entiendas.
-
El cliente siempre tiene la razón.
Freddie Brittle adivinó que Edgardo
era mi cliente. No le sería difícil ponerlo como chivo. Le creí cuando dijo que
no sabía nada de la posible paternidad de Joseph Brittle. Al menos le creí que
no lo sabía. Si Elsa se embarazó alguien lo sabría. Sofía quizás, pero como
dijo Magaly, ella cambió de piel como serpiente, de modo que la posibilidad era
remota. Alberto Uc lo sabría. Demasiado temprano para Zoomanía, pero no para
Masajes Mayas.
El tráfico es ligero, casi inexistente.
Saco mis herramientas para forzar la cerradura y me guardo la pistola. Me
acerco con calma. No hay policías. La puerta está abierta. Alguien adentro. El
cartel en la puerta dice “cerrado del 22 al 2 de enero”. Buenas vacaciones para
la profesión más vieja del mundo, si es que el cartel dice la verdad. Entro sin
hacer ruido, pistola en mano. Lo reconozco incluso de espaldas. Es la mano
derecha de Alberto Uc, el que vigilaba los monitores. Lo desmayo de un culatazo
y cae al suelo golpeándose contra la mesa del lobby. Espero agachado con los
oídos prestos, pero no escucho nada más. Cierro la puerta. Se estaba llevando
la agenda de Masajes Mayas. Reviso los nombres, todos en iniciales, la última
entrada es del 23 de diciembre. “P.O.” y 100 mil pesos. No era sexo, era algo
más. Las iniciales de Patricia Oxté. Le robo el dinero de la cartera, tiene
tres mil pesos. La IFE dice que se llama Alonso Fierro. Le robo el celular. El
último mensaje es de Alberto Uc, “Apúrate, el avión sale en una hora”. Encontré
quién mató a Oxté, pero no quién lo ordenó. La mataron y ahora escapan del
país. ¿Por qué querría Alberto Uc hacerle el juego del chivo a Edgardo Chan? La
pregunta me irritaba. Si Hevia, retirado o no, sabía que Edgardo robó de juegos
ilegales suyos, estaría muerto, le habría dicho a Santiago Brito y compañía. No
le dejarían una ramera muerta como regalo navideño. Lo lanzarían a los perros
de pelea. ¿Brittle tenía alguna conexión con Uc? Según él sería improbable,
pero la cosa con los negocios es que siempre se quiere expandir. Podía ser.
Podía ser que Alberto Uc hubiera sido chantajeado para matar a una de sus
chicas y poner a Edgardo como culpable. Cien mil pesos por hacerlo chivo
expiatorio. Esto fue planeado desde el 23. Ejecutado como reloj suizo.
Me voy de ahí. El estómago me ruge.
Desayuno en un local de tacos árabes. Esos libaneses trabajan como negros y lo
agradezco. Me duermo en el coche un par de horas. Despierto al medio día. No
tengo mucha prisa, sé que Sofía Romero no es de levantarse temprano. Manejo a
su casa y espero en el auto. Saco un libro de la guantera. La última vez que
hablé con ella llamó a su novio y a su suegro. Espero que ahora sea distinto.
La espero con un ojo en el libro, otra en la ventanilla. Vapor por una ventana
a las dos. Otra hora más se arrastra hasta que sale su camioneta BMW. Sigo la
enorme ballena negra con prudente distancia. Dejo un auto entre nosotros.
Maneja a Altabrisa. El lugar está lleno de gente aprovechando las ofertas. La
clave para seguir a una persona no es estar detrás de ellos todo el tiempo,
sino adelantarse. La espero adentro, escondido entre la marabunta de
compradores y familias ociosas. Camina como si estuviera borracha. Incluso
debajo del maquillaje y los lentes negros se puede notar que está cruda, quizás
borracha de la noche anterior.
Tienda tras tienda. Gasta su dinero
sin fijarse en lo que compra. No se prueba nada, si le gusta se lo lleva. Si
bebe como compra su hígado debe estar negro por completo. Canciones navideñas.
Más villancicos. Me desesperan y la abordo saliendo de Sfera.
-
Creo que me recuerda, soy Momo. Platicábamos hasta que llamó a sus vecinos.
-
Lo siento por eso, no sabía quién era o qué quería.
-
¿Siempre se llevó bien con sus vecinos?
-
Sólo con Toño, me voy a casar con él, ¿lo sabía?
-
Lo sé ahora. ¿No le cae bien don Luis? No es de los que salen en Sociales
aunque tenga dinero.
-
Sé adónde va con esto, señor… Momo. Los rumores, pero son sólo eso, rumores.
Está todo en el pasado. Si mira a cualquier familia encontrará al menos a un
pariente que es la oveja negra.
-
Me topé con un conocido suyo, de apellido Brittle. Le manda saludos.
-
¿Brittle? No lo conozco.- Si estaba actuando lo hacía bien, aunque era difícil
de saber por los lentes oscuros.- ¿Es de Nueva York? Pasé un año ahí. ¿Ha ido?
-
Está en mi lista. Hablando de listas…- Le ayudé con las bolsas de compras y me
sonrió divertida. Podía oler el vodka desde donde estaba.- ¿Regalos navideños?
-
De mí para mí.
-
¿Algo para Elsa?
-
Esa bufanda que tiene en la bolsa en su derecha. Le gusta el frío. Quería
hablar de ella, ¿no es cierto?
-
¿Cómo la conoció?
-
La conocí en una fiesta, hago muchas fiestas.
-
No lo hubiera creído.
-
Hicimos conversación. Ella también había viajado mucho con un amigo gringo
suyo, nunca recuerdo su nombre. Siempre fue mejor amiga conmigo que yo con
ella, pero lo voy a solucionar este año, ya verá. Cuando me caí del caballo,
¿quién cree que fue la primera en donar sangre?
-
Elsa.
-
Así es.- Sonríe y me apunta la nariz como si fuera un juego.
-
¿Alguna vez tuvo un hijo?
-
No que yo sepa.- Le seguí el paso a la siguiente tienda. Fue seleccionando las
prendas con apuntarlas y algún empleado las cargaba por ella. Era obvio que
venía todo el tiempo y gastaba fortunas.
-
¿Qué más compartían además de sangre?
-
¿Se está poniendo cándido?
-
Si la situación lo amerita.
-
A veces competíamos por hombres, nada serio.
-
Supongo que usted ganaba. Más bonita, después de toda.- Me guardé el comentario
de que también era más borracha y mucho más rica. No quería que se cerrara.
-
No crea señor Momo, Elsa tenía un encanto natural. Como dije, no era serio,
sólo un juego entre nosotras.
-
¿Cuándo la vio por última vez?
-
En mi posada, se fue poco antes que yo… Bueno, que yo quedara indispuesta.
-
¿Cuándo fue su posada?
-
El 23.- La misma fecha que en la agenda de Alberto Uc. La misma fecha en que el
destino de Patricia Oxté quedó sellado.- No ha respondido mis mensajes, pero a
veces hace eso, se va de viaje. ¿Quiere beber algo conmigo? Tengo ganas de algo
italiano.
-
Por supuesto.- Vamos al restaurante italiano en el segundo piso. Deja que lidie
con todas sus bolsas. Pide un vino rojo antes de mirar la carta. Pido unos
ravioles.- Elsa me enseñó Bacalar, nunca había ido. Precioso lugar. La laguna
con todos los colores, muy bonito. Nos divertimos mucho.
-
¿Ella conocía Bacalar bien?
-
Bastante bien.- Nos sirven el vino y se lo toma de un trago. Yo bebo despacio y
acomodo mi saco para que no se note la .45 en la parte trasera de mi cinto.- No
quiero pensar que… ¿Usted cree que algo le haya pasado?
-
Puede ser.- Si no estaba muerta ya, no tardaría. Edgardo Chan se encargaría de
eso.- ¿Nunca le confió de algún embarazo no deseado?
-
¿Elsa? Esa mujer se cuidaba mucho.- Podía ser que se cuidara desde el parto o
aborto. O podía ser que todo lo que salía de la boca de Sofía Romero era falso
como moneda de tres pesos.- ¿Por qué la pregunta?
-
Tengo que conocerla para poder ubicarla. Lo hace más fácil. Gracias por su
tiempo. La próxima vez que quiera deshacerse de mí, puede pedírmelo.
-
Estoy muy avergonzada por ello, en serio. Discúlpeme.- Me despedí y la dejé
sirviéndose otra copa de vino. Dejé los ravioles a medio terminar. Otra cosa
que odio de estas fechas, los restaurantes se saturan y queman la comida. Como
si no estuvieran preparados. Como si no pasara cada maldito año, por reloj.
Alguien me toca el hombro. Me doy vuelta de golpe. Toño Hevia sonríe y me
extiende la mano.
-
Lamento lo de la última vez. Papá cree que todos quieren sacarle dinero.
-
¿Y usted no?
-
No sabía qué pensar de usted, pero si está buscando a Elsa no puede ser del
todo malo.- Nos alejamos del ajetreo de la puerta.
-
Supongo que su padre aún conserva algunos instintos de los viejos días.
-
Es una vergüenza, no podía creerlo cuando me enteré. No creo que mi madre lo
haya sabido en toda su vida. Las cosas a las que mi papá se dedicaban eran de
dar pena.
-
¿Alguna vez le dijo porqué se retiraba?
-
No me gusta tocar el tema y mi papá tampoco. Una vez me dijo, no sé si sea
cierto. Lo que sé es que sus negocios legales le dan tranquilidad y más dinero.
-
¿Qué es lo que le dijo?
-
El narco se estaba metiendo y las cosas podían ponerse peligrosas para
nosotros.
-
¿Cuándo viste a Elsa por última vez? Tu prometida me dijo que habló con ella el
24.
-
Si lo hizo no me dijo. No sé mucho de Elsa, la verdad es que no sé mucho de las
amigas de mi novia, no quiero saber. Ella tiene sus problemas y siempre tiene
rémoras que quieren sacarle ventaja. La verdad es que tiene un problema.
-
No lo había notado.
-
La quiero desintoxicar antes de la boda. En cuanto a Elsa, la última vez que la
vi fue el 23, en la posada de Sofía. Se fue al último.
-
¿Cómo estaba?
-
En mejor condición que Sofía. Nos encerramos en el baño un buen rato, no quería
que nadie la viera de esa forma.
-
¿Tu padre sigue viendo a sus viejos amigos? Me refiero a Santiago Brito, Jaime
Alfaro, Humberto Poot y Alberto Uc.
-
No, para nada. Se enojaron mucho cuando se retiró. Me da vergüenza que la gente
sepa que invirtió en ese tugurio, Zoomanía. Cuando se retiró Alberto Uc le hizo
amenazas. No llegó a nada. Es cosa de principios, no dinero.
Principios. Su camisa Lacoste no la
pagó con principios. Ni sus zapatos italianos. Los principios te dicen que uno
más uno suman dos. Cosa de principios. La verdad es que no siempre lo hacen.
Normalmente es mi trabajo que no sumen dos, ahora alguien más se está
encargando de eso. Mi cliente es víctima, pero también podría ser victimario.
Llamo a su casa, no está. Si lo arrestan me despido de mis otros treinta mil.
Me gano un enemigo. Me conviene que esté escondido ahí. Él no mató a Patricia
Oxté, fue un trabajo profesional. Fue acordado el 23. La moneda sigue en el
aire, pero estoy seguro que caerá rápido. Elsa está muerta, probablemente desde
el 23, la fecha que Oxté se ganó un boleto de una ida a la morgue.
Freddie Brittle me llama cuando subo
al auto. Tiene algo para mí, no quiere discutirlo por teléfono. Me quiere ver
en su casa. En el camino pienso en el ángulo del narco. No les gustan los
independientes, siempre piden tajada. Don Luis Hevia pudo ser inteligente,
retirarse y no meterse con el narco. Con ellos no hay retiro, es de por vida.
Ahora su hijo se casa con una millonaria borracha. Mejor negocio. Más limpio.
Mientras más lo pienso más sentido tiene que se haya retirado. Tráfico de
vacaciones. Todo en familia. Compro un diario en un semáforo. Lo escaneó entre
los altos. La prensa sabe de Patricia Oxté, ninguna pista de quien rentaba la
casa, era nombre falso. Cosa de tiempo antes que el dueño dé una descripción de
su cara. Las familias van de recalentado en recalentado, sin saber. Sin querer
saber.
-
¡Momo! Pasa por favor.- Súbitamente soy su mejor amigo. Me conduce a la sala
con la barra. Me muestra un fajo de billetes.- Te dije que quería hacer
negocios contigo y lo decía en serio. Estuve preguntando por ahí, obtienes
resultados. Eso me gusta, soy un hombre práctico.
-
Si tiene un problema, puedo ayudarlo.
-
Lo tengo, lo tengo.- Me da el dinero y espera que lo cuente pero no lo hago. No
le quito los ojos de encima.- Son veinte mil pesos, un asunto que debería ser
fácil para ti.
-
¿Qué quiere que haga?
-
Hay un hostal en Bacalar que me está costando dinero. La concha, así se llama.-
La fotografía de Elsa frente al hostal. Ella conocía Bacalar, podría estar ahí.
Ella o su cadáver. Me conviene ir.- Me gustaría que quedara fuera de
circulación. No te pido que lastimes a nadie, de hecho preferiría que nadie
saliera lastimado. Sólo quémalo. Si nadie sale lastimado, hay otros veinte.
Ésta vez en dólares.
-
Poca publicidad, entiendo.
-
Sabía que entenderías. Diez por el trabajo, los otros diez son para que no
hagas preguntas.
-
Hecho.- Estrechamos manos y regreso a mi auto.
Paso por mi casa, armo una maleta
por si acaso y tomo algunas fotografías de Elsa Sarabia y Sofía Romero que imprimí
de Facebook. Luego de llenar el tanque me dirijo a Bacalar. Llamo a mi cliente
Edgardo, no contesta. Seguramente no está ahí. No debería ser un trabajo
difícil, un incendio en la cocina que se salga de control, esos lugares son de
madera y palmas. Los mochileros tendrán tiempo de salir corriendo. Sé cómo
hacer para que parezca un accidente. Bien podría ser una trampa, dejar que la
policía me arreste por el incendio. Podría ser fácil para Brittle hacer una
llamada, nadie dudaría de un retirado americano. Si es su palabra contra la
mía, no duraría mucho.
Viajo escuchando jazz y llego de
noche. Los turistas ya ocuparon los buenos hoteles. Me conformo con uno a la
entrada del pueblo. No necesito una vista a la laguna para lo que haré. Quiero
tener una idea del lugar. Manejo por la costera, me fijo en el hostal.
Mochileros extranjeros, algunos botes, un edificio central de madera y palmas,
no debería ser difícil. No entro, me recordarían fácilmente. Necesitaré
cambiarme para hacer el trabajo, pero antes de volver a mi hotel me consigo
gasolina blanca en una tienda de gringos y compro trapos y otras cosas en otra
tienda.
A la mañana siguiente voy mostrando
la foto de Elsa. Empiezo desde el centro hacia afuera. La reconocen en una
cafetería. Muestro la de Sofía Romero y también la conocían. Me dirigen a un
hotel de lujo. Tres mil pesos la noche. El encargado del hotel es un afeminado
hombre mayor de cuarenta que mira mis jeans y playera como si trajera la peste.
Le muestro las fotos, jura que la discreción es lo más valioso en su trabajo.
Quiere dinero. Al demonio con él. Le doy las gracias y finjo que me voy, pero
me escondo en la entrada. Me fumo un cigarro hasta que se va de la recepción
hacia las habitaciones. Lo tomo por la espalda. Lo estrello contra una puerta,
se abre y lo lanzo contra una de las paredes antes de soltarle un gancho al
costado que le hará orinar sangre por unos días.
-
¿Discreción hijo de perra? Grita y te mostraré lo discreto que puedo ser
rompiéndote el cuello. Dime de ellas dos. Ahora.
-
No me haga nada, por favor. Es que ella es buena cliente, siempre…- Patada en
la entrepierna.
-
Amanecí corto en paciencia. ¿Quieres que te ahogue en la laguna?- Lo llevo
hasta la salida de la habitación que da hacia la laguna pero está listo para hablar.
-
Se pelearon, fue horrible. Estaba borracha, siempre lo está, pero ésta vez
estaba fuera de control.- Lo suelto y se hinca en el suelo llorando de miedo.-
Pelearon por un hombre, lo he visto en la laguna pero no sé su nombre.
-
¿Es local?
-
Sí, renta su bote. No sé su nombre, se lo diría si supiera.
-
¿Cuándo fue esto?
-
¿Noviembre? Sí, finales de Noviembre. La señorita Sarabia tuvo que irse
apurada, la señorita Romero la amenazaba con lanzarle una lámpara. ¿Me hará
daño?
-
No, ven.- Lo levanto y llevo hasta una cama. Le enciendo un cigarro y se lo
paso.- No es personal, busco a Elsa Sarabia. ¿La viste después de eso?
-
No, nunca más.
-
Sí, me imaginé. ¿Sofía Romero pagó por la habitación?
-
Una doble, sí, una semana. Los huéspedes en las habitaciones contiguas se
quejaron por… usted sabe.
-
¿Gemidos?
-
Sí, por más que golpeaba a la puerta no le bajaba el volumen.- Le suelto mil
pesos.
-
Estarás bien, no te asustes si orinas sangre, se irá.- Palideció cuando se lo
dije.- ¿Nadie te ha preguntado por Elsa?
-
No, es el primero.
-
Si alguien más pregunta, no le digas del incidente. Trabajo para la señorita
Romero, no querríamos que la gente tuviera una mala imagen de ella, ¿o sí?
-
No por Dios que no, y puede decirle que ésta siempre será su casa en Bacalar.
Elsa y Sofía peleando por un hombre.
La puedo ver borracha en su fiesta navideña. Quizás la descubrió con Toño
Hevia, quizás lo sospechó. Quizás la mataron ahí mismo. Quizás después.
Pregunto a los lancheros. Todos se conocen y todos saben quién se acostó con
las dos. Mickey. Sin apellidos, sólo Mickey. Lo espero en un hotel donde renta
su bote para los turistas que quieren ver los siete colores de agua. Mickey es
lejos de ser el adonis, quizás ésa era la idea. Es un joven quemado por el sol,
feo pero en buena forma. Le muestro las fotos y sonríe complacido consigo
mismo.
-
A ella en el hotel, se hacía a la fresa pero era salvaje en la cama.
-
¿Qué hay de ella?
-
No, en su casa.
-
¿Dónde queda su casa?
-
¿Y a ti qué te importa?
-
Sofía quiere que la encuentre. ¿Quieres tenerla en la cama la próxima vez que
venga? Sugiero que cooperes.
-
Está bien, está bien. Su casa es la única casa rosa a la salida de Bacalar,
rumbo a Chetumal. Tiene una tienda de jugos a un lado. No la he visto, si
estuviera en Bacalar la habría visto.
-
Calma Casanova.
Empieza a atardecer. En una calle
tranquila mojo los trapos con gasolina blanca y los guardo en una mochila.
Camino al hostal oliendo a gasolina. Enmascaro el olor con colonia sobre la
mochila, pero sigo oliéndolo. No me topo con ningún policía en las varias
cuadras hacia el hostal “La concha”. Para cuando llego hay humo negro que sale
del techo y flamas que salen de una de las ventanas. Mochileros huyendo en
pánico. Edgardo Chan sale corriendo, sube a su auto y se larga a toda
velocidad. Regreso a mi hotel, tiro los trapos y la mochila en otra parte. ¿Mi
cliente está quedando bien con Brittle luego de robarle a su hermano? Era una
carrera, mi cliente ganó. Tenía más motivación para hacerlo, el gringo
seguramente tiene contactos con el narco y quiere ahorrarse problemas. El
hostal es un buen frente para vender drogas, ¿quién lo hizo enojar? Me pagó
para no hacer preguntas, pero no dejo de ser curioso. Alguien lo hizo enojar o
quiso terminar con la competencia, alguna de las dos. Sea como fuere está
conectado, no sé cómo o por qué, pero de algún modo tiene que ver con Elsa, con
Sofía, con don Luis, con Toño, mi cliente, Patricia Oxté y Alberto Uc.
Al día siguiente busqué la casa de
Elsa Sarabia. Todos hablaban del incendio. En las afueras del pueblo me fueron
guiando hasta una casa de una planta color pastel. La cerradura no estaba
forzada, era buena señal. Usé mis herramientas para abrir la puerta. Saqué el
arma y esperé en silencio. No escuché nada. Tenía algunos muebles, revistas y
algo de comida echada a perder. Quien haya revisado sus anteriores domicilios
no sabía de éste.
Sala, cocina y habitación con baño.
Reviso una repisa en su habitación donde tiene algunas fotografías y libros
enmohecidos. Una fotografía con varias chicas tomada en un restaurante, una de
ellas es Elsa, otra es Patricia Oxté. Brittle me pagó veinte mil pesos para
quemar el hostal, ¿qué le daría a Edgardo?, ¿el perdón o lo sacaría del juego
del chivo? Cualquiera de las dos eran motivación suficiente para él. El gringo
podía saber que había robado a los juegos de Hevia, podía tenerlo chantajeado
con eso, además que pudo haber sido bajo sus órdenes. Me guardo la foto y todas
las que encuentro, aunque no reconozco a nadie. Reviso dentro de los libros y
de uno sale flotando la foto de una mujer desnuda en su cama. En la parte de
atrás tiene escrito “Siempre tendremos Bacalar, Olivia de Silva”. No lo habría
conectado de no haber sido por un detalle en la foto, una estatua en una
esquina con la amorfa figura de lo que se suponía debía ser un gallo. O.S.,
igual que en casa de Sofía Romero y de los Hevia. La escultora era una de sus
clientes. La guardo con especial cuidado.
Reviso el baño y la sala sin
encontrar nada. Debajo de cada mueble, en cada cojín. Me muevo a la cocina. Me
tomo mi tiempo, soy minucioso. Detrás del horno hay un Blackberry. Todo está en
inglés y tiene varios contactos, así como una agenda con anotaciones en inglés.
Freddie Brittle estaba equivocado. Le memoria de su hermano Joseph no era tan
buena, lo tenía todo apuntado. Elsa se lo debió robar cuando moría, quizás
antes. Era su protección, ahora sería la mía en caso que Brittle decidiera
jugarme sucio. Comparé los números con el teléfono del asistente de Alberto Uc,
Alonso Fierro, sin encontrar ninguna conexión. Reviso los mensajes, todos en
inglés pero los que mandaba su hermano y los que respondía estaban en código.
Hablaban de drogas. Se corrobora mi corazonada, el hostal era un frente para
venta de drogas a mochileros y tienen contactos con el narco. Salgo de la casa
y me doy otra vuelta por la costera. Siguen las patrullas en el lugar, así como
una marea de curiosos. Me pregunto en cuál de los siete colores está el cadáver
de Elsa del Perpetuo Socorro Sarabia.
No quería irme todavía. Pregunté por
Patricia Oxté con la fotografía de Elsa, pero no conseguí nada. Engrasé algunas
manos para saber a qué doctor acudir en caso de aborto y obtuve algunas
direcciones. Los fui visitando, no sabían nada. Los asusté a golpes, pero era
como querer hacer sangrar a una roca, ni idea de Elsa Sarabia. Imposible seguir
ese rastro en Mérida. Además, pudo haberse tomado pastillas para abortarlo. La
identidad del padre seguía siendo un misterio. Desperdicié el día buscando
fantasmas. A la mañana siguiente estaba listo para irme. Compré un periódico,
había noticias del incendio.
Las autoridades culpaban a Rick
Valentino. Lo reconocí por la foto, fue el que sacó el arma cuando discutí con
Freddie Brittle. El hippie había huido de Bacalar, la policía lo perseguía.
Tenía otros problemas. El gringo era uno, pero el narco era el principal. Manejé
de vuelta a Mérida. Jazz como música de fondo. Gillespie me hacía pensar en
Elsa. Estaba muerta, podía apostarlo. Probablemente el asunto de la paternidad
fue el detonante, quizás Sofía Romero finalmente decidió terminar esa rivalidad
entre mujeres de modo sanguinario. Cinco horas después estaba en Mérida. Revisé
las noticias locales en la radio, Rick Valentino había sido asesinado en la
frontera con Belice, las autoridades aseguraban que era un ajuste de cuentas
con el narco. Luis Hevia tenía competencia desigual, si no se retiraba lo
habrían retirado. Estaciono frente a mi casa, el taquero me mira preocupado y
cruza la calle. No me gusta esa mirada. No me gusta lo que me dice a
continuación.
-
Momo, alguien estuvo vigilando tu casa.- Se limpia las manos en el delantal. Le
suelto mil pesos.- No me preguntes quién, ventanas polarizadas. Supongo que se
hartó y se fue.
-
¿Alguien entró?
-
No sé, he estado ocupado.
-
¿Policías?
-
No más de lo usual.
Manejo unas vueltas a la cuadra
buscando policías. Veo familias sentadas en el porche. Algunos viejos llenos de
cohetes y fuegos artificiales. Un antimotín me rebasa en la segunda vuelta, lo
sigo hasta que se aleja por varias cuadras. Si me están tendiendo una trampa no
puedo verla. Estaciono de nuevo frente a mi casa. Subo las escaleras pistola en
mano. Puerta forzada. Yo no encontré a Elsa del Perpetuo Socorro Sarabia, ella
me encontró a mí. Tirada en el piso de mi sala como si fuera una muñeca de
trapo. El juego del chivo. Tierra en el cabello y en las uñas. La desenterraron
para tenderme una trampa. No me congelo. No entro en pánico. Salgo fingiendo
tranquilidad. Llamo desde mi celular a Octavio Canul, me debe un favor. Mató a
su esposa y lo encubrí, nunca me terminó de pagar y le dije que algún día lo
haría. El día había llegado.
-
Trae una alfombra larga, algunas sillas y un árbol navideño.
-
¿Qué tiene que ver con…
-
Si la policía nos sorprende nos preparábamos para celebrar fin de año. La
sacaremos en una alfombra que tengo guardada. ¿Aún tienes tu camioneta?
-
Sí, pero no voy a manejar con…
-
No lo harás, yo lo haré. Sé dónde enterrarla.
Octavio tarda una hora y media, pero
finalmente llega. Árbol navideño en el techo de su camioneta con todo y
decoraciones. Entramos y salimos varias veces cargando con cajas y sillas. Me
ayuda a acomodar el cuerpo en una alfombra persa. Lástima por la alfombra. La
cargamos a su camioneta y me voy de ahí. No es la primera vez que entierro un
cuerpo, pero es la primera vez que entierro uno sin dinero de por medio. Voy a
la Juan Pablo II, poca policía y muchas casas abandonadas en una extensión que
nunca prosperó. Cavo unos metros en la tierra y la entierro. Elsa salió de un
agujero para entrar en otro. En el regreso a casa tiro la alfombra. Octavio
recoge su camioneta y se va a su casa. Yo limpio la tierra y cabellos que
quedaron en mi piso alfombrado. El caso se salió de control, se suponía que era
fácil, encontrar a Elsa y dejar que Edgardo la matara. O impedirlo, aún no sé
qué habría hecho. Luego Edgardo es hecho chivo expiatorio cuando Alberto Uc
mata a Patricia Oxté, hermana de Julio Oxté, a quien mató en prisión. Le
pagaron bien para matarla, pero no sé quién le pagó. Tenía que limpiar su
nombre, ahora casi me hacen caer en el juego del chivo. Elsa llevaba días
muerta, seguramente desde el 23. Aún no sé de quién se embarazó. Lo único que
sé es que Edgardo me debe treinta mil pesos.
-
¿Aún estás interesado en encontrar a Elsa?- Me contesta a la primera en la casa
de seguridad.
-
Sí, ¿dónde está?
-
Son treinta mil pesos, pasa a mi casa. Te veo enfrente.
-
Llego en quince minutos.
Edgardo pudo encontrarla por sus
propios medios. No es ningún tonto. Es grande y peligroso. Elsa fue acuchillada
por la espalda, probablemente sorprendida de verlo. Tenía que aceptar pagarme.
Sabía que estaba fuera de la ciudad. Para el caso, también el gringo Brittle.
Edgardo llega en diez minutos y me suelta el dinero. Le doy la dirección y
acelera. Me subo al auto rápidamente y en vez de seguirlo voy directo a la casa
abandonada. Esperaba que llegara alguien más, o que no viniera nadie en lo
absoluto. Edgardo llegó quince minutos después que yo. La desenterró para
asegurarse que fuera ella y se fue, limpiándose el polvo de los jeans y de las
manos. Lo sigo por unas cuadras. Se da cuenta y nos estacionamos frente a una
farmacia.
-
¿Disfrutaste tu estancia en Bacalar?
-
¿Me viste?
-
Sí, pero al parecer nadie más. Culparon a Rick Valentino, amigo de tu amigo
Brittle.
-
No es mi amigo. Tenía que quedar bien con él. Me dijo que sería una carrera, no
sabía que te pagaría a ti también. De haberme ganado me habrían sacado de la
laguna por partes.- Busca cigarros y le paso uno. Fumamos en silencio unos
segundos.- Es un milagro que no me detuvieran en la carretera. La chismosa a
quien le renté la casa ya dio un retrato mío, está en los diarios. ¿Cómo vas
con eso?
-
Encontré a la chica, ¿no es cierto? El juez no dudaría en mandarte de regreso a
prisión por muchos, muchos años. Mataste a su hermano.
-
Sí, linda trampa que me pusieron.
-
¿Te pagaron para robar esos juegos? Y no te hagas al inocente.
-
¿Qué puedo decir? Necesitaba el dinero y la voz se corre.
-
Elsa se embarazó, ¿lo sabías? Fue durante su amorío con Joseph Brittle, quizás
mientras trabajaba para Alberto Uc en Zoomanía y masajes mayas. Negocios de
Hevia antes de retirarse poco después.
-
No sabía eso.
-
Alberto Uc mató a Patricia Oxté, él o su mano derecha, Alonso Fierro. Se fueron
de viaje. Les pagaron 100 mil pesos para ponerte el cuatro.
-
Difícil no ganarse enemigos. Si sabes quién la mató…
-
¿Qué quieres que haga?, ¿qué vaya a la policía con un mínimo de evidencia? Esto
no funciona así, deberías saberlo. Averiguaré quién te armó el desmán. Fue el
mismo que trató de hacerlo conmigo. A menos que le hayas robado la idea.- Me
empuja contra el auto y me suelta un derechazo al estómago.
-
No eres tan listo como crees.
-
Tú tampoco.- Me reincorporo lentamente. El cigarro cayó al suelo. Edgardo lo
apaga aplastándolo.- Para ser un fugitivo de la justicia no estás pensando
racionalmente. ¿Quieres que pare una patrulla?
-
Ya, ya, no te enojes. Te pago, ¿no es cierto?
-
Lógica indiscutible. ¿La hubieras matado? De haberla encontrado o si yo te la
hubiera entregado me refiero.
-
¿A Elsa?
-
Ajá.
-
¿Tú qué crees? No te hagas al ángel Momo. Todo lo que haces lo haces por
dinero.
-
Bueno para ti, si fuera por principios estarías en prisión.
-
No debí golpearte. La situación me tiene tenso. Estoy estirado a reventar.
¿Crees que Alberto Uc haya matado a Elsa Sarabia?
-
Quizás, quizás no. Mi dinero está en el no. Tenía malas compañías.- Sonrío
pícaramente.- Yo también. Al menos a mí me pagan por ello… Quizás a ella
también. Nos estaremos viendo. Quédate al teléfono.
-
Apúrate Momo, si estoy en prisión no podré pagarte y ¿quién sabe? Quizás sufras
un accidente.
-
Dejé de mojar la cama cuando era muy chico, pero gracias por la advertencia.
-
Tipo listo.
Elsa Sarabia, amante, stripper,
prosti y gerente de un Oxxo. Hevia tenía que saber de su pasado. Saber que
había sido amante de su competencia. ¿Por qué darle trabajo? Se me ocurría una
puerta más dónde tocar. Elsa no era una santa, quizás merecía la puñalada por
la espalda. Pudo haber chantajeado al viejo Hevia. Probablemente se creería
intocable siendo amiga de Sofía Romero. Amigas con problemas. Mickey el
lanchero se las echó a las dos. Sofía la borracha millonaria no estaba feliz
con ella. Elsa no era una santa, tampoco era muy inteligente.
Ubico a la mujer que siempre tendrá
Bacalar. Si hacía el amor como hace esculturas debió ser decepcionante para
Elsa. Olivia de Silva. La familia de Silva tiene dinero. Una casa de dos
plantas en la Alemán. Ya es entrada la noche cuando toco el timbre. Le muestro
la identificación al joven que abre la puerta. La viva imagen de su madre. Me
hace pasar al taller de la escultora. Gallos por todas partes. Algunos más feos
que otros. Algunos metales retorcidos que casi parecen gallos, si uno tiene
mucha imaginación y el dinero para pagarle. La casa tiene estilo, Olivia
también. Se lava las manos antes de siquiera voltear a verme. Le pide a su hijo
Carlos que nos dé espacio. Está tensa, puede imaginarse de qué va esto. Dudo
que Elsa haya sido su único desliz lésbico.
-
¿Té de hierbas y un canapé?
-
No, gracias. Perdí el apetito hace rato.- Pone a un lado la charola. Se sienta
en un banquillo entre sus esculturas y su mirada me habría dado lástima de no
haber visto los ojos vidriosos de Elsa algunas horas atrás. ¿La habría dejado
morir o la habría rescatado? Ahora nunca lo sabría. Alguien se encargó de eso.
-
Me gusta trabajar de noche, es más tranquilo. ¿En qué puedo ayudarle?
-
¿Cuándo vio por última vez a Elsa Sarabia?
-
¿Quién?
-
La mujer que le tomó ésta fotografía.- Palidece al ver la foto y me la guardo
rápido.- No juzgo sus hábitos, aunque no pueda decir lo mismo de su hijo y de
su esposo. Vi el retrato familiar en la sala. Muy chic.
-
Elsa era más que una amiga.
-
Me imagino.
-
No, no lo creo. Tengo una mala espalda. No sabía qué clase de lugar era
“Masajes Mayas”. Ahí la conocí. Nos hicimos amigas y luego, algo más. ¿Quiere
dinero, de eso se trata esto?
-
Normalmente diría que sí. Por ahora limítese a contestar mi pregunta.
-
La vi en la posada de Sofía Romero.
-
¿El 23?
-
Sí, nos fuimos antes que ella. Mi esposo Genaro y yo habíamos bebido demasiado.
Nos trajo don Luis.- Me enciendo un cigarro y respiro profundo.- Es un
caballero.
-
Quizás ahora lo sea.
-
Los malditos rumores, son sólo eso, rumores.
-
Piensa dos veces Rodin. Se retiró, pero todo lo que has oído de él es cierto,
sobre todo las partes malas. ¿De quién se embarazó Elsa?
-
No sabía que se había embarazado. Nunca me dijo nada sobre eso.
-
¿Cómo pasó de masajista a gerente de Oxxo?
-
Don Luis me hizo el favor.- Genaro apareció detrás de mí. Su esposa Olivia
hubiera preferido que no estuviera allí, pero estaba curioso.- No sabía que
existían los detectives privados. Mi hijo olvidó su nombre.
-
Momo.
-
¿Ése es su nombre?
-
¿Por qué la contrató don Luis?
-
Le pedí el favor, y no fume en la casa si es tan amable. Mi esposa dejó el
hábito y le molesta que la gente fume en la casa.- Tiré el cigarro al suelo y
lo aplasté.- Yo facilité el papeleo para que comprara el terreno, mi esposa era
amiga de Elsa y ella necesitaba un empleo así que se lo pedí y don Luis fue tan
amable de hacerme el favor. Se hizo buena amiga de la cuñada de don Luis. Sofía
Romero, quizás ha oído de ella.
-
Sí, la conozco. Su esposa me dice que les trajo Toño Hevia el 23.
-
No, fue su papá, don Luis. Temíamos al retén y él no bebe. No sé por qué mi
esposa se equivocaría.
-
Pensaba abrir un local, quizás pueda ayudarme con el papeleo. ¿Tiene una
tarjeta o alguna forma en que pueda localizarle?
-
Claro, venga conmigo.- Olivia y yo le acompañamos a su oficina en el segundo
piso. Apuntó números de celular en su tarjeta y me la pasó. Olivia me miraba
suplicante. ¿Elsa me habría visto igual? Nunca lo sabría.
-
¿Hablaron con Elsa esa noche?
-
Un poco, estaba muy nerviosa. Mencionó un conocido suyo llamado Edgardo Chan.
Le tenía mucho miedo, aunque no imagino por qué.- Me pasa la tarjeta y la
reviso. Es de su esposa. Cuando no insulta al arte es psicóloga.- ¿Elsa se
encuentra bien?
-
No lo sé, la estoy buscando. ¿Le molesta si hablo con su esposa a solas?
-
De hecho sí.
-
Necesito saber algunas cosas sobre ella e imagino que su esposa le daba
terapia.
-
Bueno, sí, pero usted no…
-
No se ofenda, señor Silva, pero su esposa debe ser una profesional que no anda
pregonando los secretos de sus pacientes a su marido. Una mujer de su clase,
estilo, cultura y profesionalismo sin duda sabe guardar el secreto
profesional.- Está por decir algo, pero le interrumpo.- Sin embargo temo que
Elsa esté en graves problemas y necesito saber sobre ella. No es personal.
-
No tardaré amor. Por aquí, señor Momo.- Salimos de la casa. Olivia no respira
hasta que estamos en la banqueta.- ¿Cómo supo que ésa era mi excusa para verla?
-
Tiene sentido. ¿Siguieron su relación?
-
Hasta hace unos meses, sí. Octubre, quizás Noviembre.
-
¿La dejó por Sofía Romero?
-
Ella… Digo, nosotras, no somos lesbianas… Fue cosa de química. ¿Ha hecho copias
de la fotografía?
-
Quizás sí, quizás no. ¿Qué hay de la pelea con Sofía Romero?
-
Le doy terapia a Sofía. Pelearon por un hombre, de hecho siempre peleaban por
hombres.
-
¿No le importa compartir a su tesoro?
-
No sea vulgar.
-
Sí, tiene razón. Esto es mucho más sofisticado.- Le muestro la foto y se
sonroja.- Hábleme de Sofía Romero. Es una borracha, ¿papi nunca me quiso y me
dejó mucho dinero y nada de amor?, ¿Ésa clase de cosas?
-
Sí, pero su neurosis es… Creo que ella hizo algo terrible.- Me pasa su celular
y va buscando entre los mensajes. “Tenemos que hablar, hice algo y no sé qué
hacer”. Mensaje del 25.- No sé a qué se refiere, nunca quedamos en nada. Las
fiestas nos han mantenido ocupadas a las dos. Seguramente se acostó con su
jardinero, de nuevo. Ya tuvo dos abortos en este año. Uno del jardinero, otro
de un electricista. Su prometido no sabe nada.
-
O se hace al ciego.
-
La fortuna de Sofía haría eso en cualquier hombre.- Le quito el celular y me
marco para tener su número registrado.- ¿Le pasó algo a Elsa? Si sabe algo,
debe decírmelo.
-
¿Quiere mi opinión?
-
No, quiero lo que sabe.
-
Buenas noches señora de Silva. Estaremos en contacto.
Regreso a casa, la cabeza me da
vueltas. Me hago un café irlandés y unas pechugas al limón. Dejo el arma a un
lado en todo momento. Me sirvo un vaso de vino blanco y me lo llevo a la cama.
Reviso los celulares de Alonso Fierro y de Joseph Brittle con calma. Primero
busco el número de Olivia de Silva. No aparece nada. La mayoría de los números
en ambos celulares no tienen nombre de contacto. Llamo uno por uno, los que me
dicen sus nombres no significan nada para mí. Alberto Uc no responde. No me
sorprende. Busco noticias con su nombre, si se lo ajusticiaron como a Rick
Valentino, no está en los diarios. Debe estar disfrutando su dinero en
cualquier otra parte riéndose de Edgardo Chan, esperando a que lo arresten.
Llamo a uno de los números y suena el blackberry. Alonso Fierro y Joseph
Brittle, no me sorprende la conexión. Reviso la fecha de la última llamada y la
comparo con los mensajes de Brittle. Un par de días antes de la llamada Brittle
invita a su hijastro a Mérida, se va dos días después. Reviso la fecha contra
las noticias en internet. Corresponden a la muerte de Rafael Bolio. Me había
olvidado de él, el primer dueño de Masajes Mayas. Joseph Brittle usó a su
hijastro para matarlo. Alberto Uc se encargó después de su muerte. ¿Fue mutuo o
Brittle trataba de eliminar la competencia? Dejo los platos en la comida. Me
acuesto con el arma bajo la almohada, silla contra el picaporte de la puerta.
No hay otro camino, tenía que ir a la boca del lobo.
A la mañana visité a Freddie
Brittle. No tenía opción, sus contactos con el narco significaban que debía ir.
Era eso o esperar a que él viniera por mí. Revisé el arma antes de salir de mi
casa. Esperaba no tener que usarla. También tenía el blackberry de Joseph
Brittle y toda su información guardada por si acaso, pero esperaba no tener que
usar esa carta. No estaba en mis manos, sino en las suyas. Me atendió en bata y
me hizo pasar a su desayunador. Sobre la mesa tenía el diario con el retrato de
Edgardo Chan y otro con la noticia de la muerte de Rick Valentino en la frontera
de Belice.
-
¿Desayuno?
-
Ya desayuné, gracias.
-
Espero que no te haya hecho enojar Momo, era una carrera. Debí decírtelo, pero
quería saber quién lo haría primero.
-
Edgardo me ganó por poco. Me habría quedado sin cliente si hubiera fallado.
-
¿Disfrutaste Bacalar?- Él sabía que estaba fuera, podía haber metido el cuerpo
de Elsa.
-
Más o menos, muchos turistas. No mucho sol.- Me senté en la otra orilla y
despreocupadamente saqué un cigarro y lo encendí, mientras mantenía la
izquierda cerca del arma en el cinto en todo momento.- Lo siento por su amigo
Valentino. ¿Cometió el mismo pecado cardenal que Rafael Bolio?
-
Le dije a Bolio que dejara a los retirados, debió escuchar a mi hermano.
-
¿Alberto Uc escuchó a su hermano.
-
Supongo que no se quejó, quedándose con el negocio y todo eso. ¿Cómo está?
-
¿Importa?
-
No, supongo que no.
-
¿Elsa?
-
Sé lo que piensas Momo, y no. No la maté y, que yo sepa, nunca cruzó la línea.
Nunca se metió en los negocios, ¿por qué lo haría? Mi hermano le daba lo que
quisiera. Que no supiera ahorrar es su problema.
-
Alberto Uc debió estar feliz de heredar los Masajes Mayas, don Luis… Ésa debió
ser otra historia.
-
No sé si le importó y no me interesa.- Dijo, mientras comía huevos con tocino
con toda la calma del mundo.- Se empezó a hacer legal. Supo que lo que
significaba, las cosas cambiaban y él no supo adaptarse. Yo sí.
-
¿Y la muerte de Joseph? Murió poco después que Rafael Bolio.
-
Eso me divierte. No la muerte de mi hermano, por supuesto.
-
Por supuesto.
-
Me divierte que crea que alguien como Hevia fuera capaz de matar a mi hermano.
No, el doctor prácticamente predijo la fecha y hora de su muerte. Nunca debió
tomar tanto Viagra, pero si yo creyera que Hevia, o Edgardo o Elsa tuvieron
algo que ver en su muerte, ¿qué cree que hubiera hecho?- Hubo una pausa
mientras seguía comiendo. Levantó la mirada y repitió la pregunta.- En serio,
me interesa su opinión.
-
Habrían muerto en un ajuste de cuentas con el narco. Como Rick Valentino,
¿empezó a vender por su parte? Debía tener una red extensa en Bacalar, no sé
por qué se sorprende.
-
Me sorprendió saber que se extendía en Mérida. Eso no sentó bien con mis
inversores. El día que me vino a ver, cuando se quiso hacer el macho e
intimidarme…- Dejó la pausa deliberadamente. No, Brittle no se asustaba fácil.-
Rick estaba en el proceso de mentir hasta los calcetines con tal de mantenerse
con vida. Edgardo le contrató para encontrar a Elsa, asumo que también le pagó
para que la matara.
-
No, dijo que se encargaría él. No con tantas palabras, pero era de esperarse.
No se tomó el asunto de ir a prisión con mucha filosofía. Está muerta, ¿lo
sabía?
-
Ya le dije que no me interesa. Muerto mi pobre hermano la mandé a volar. Al
diablo con ella. Me gustaría decirte que te tengo más negocios Momo, pero por
el momento…
-
Sí, nada, lo sé. En todo caso es al revés.
-
¿A qué te refieres?
-
¿Vas a salir?
-
No me gusta salir mucho. ¿Por qué?
-
Te llamo al rato.
-
¿Y por qué debería atender la llamada?
-
Curiosidad Freddie, ¿acaso no es natural?- Terminé el cigarro. Me despedí y me
fui sin decir otra palabra. Me tomaría la llamada. Había tomado el anzuelo y
sin necesidad de mencionar el Blackberry de su hermano. Suficiente para
hundirlo. El narco se protegería a sí mismo, no a un gringo retirado. Todo a su
debido momento.
Regresé al auto y manejé sin
dirección. Pensaba en el padre del bebé de Elsa. ¿Por qué creía que se había
embarazado? La ropa de bebé. Mi mente fue en reversa. Antes de Magaly Cruz y la
desafortunada muerte de su perra. Antes incluso de conocerla en Zoomanía.
Golpeé a Alonso Fierro y a Alberto Uc. Magaly pudo mencionar la maleta a
Alberto. La ropa la pudo poner él. Me hizo correr en círculos. Él puso la ropa,
porque Elsa nunca la compró, nunca se embarazó, nunca hubo padre misterioso.
Nunca hubo chantaje. Sabía quién había matado a Elsa, estuvo frente a mí desde
el principio. Sofía Romero tragaba alcohol y culpa. El mensaje a su terapista
Olivia de Silva. Me eché a reír. El juego del chivo. El maldito chivo.
-
¿Edgardo?
-
¿Quién más va a contestar este número?
-
¿Quieres limpiar tu nombre?
-
Tengo el dinero si tienes la solución.
-
La tengo, prepara el dinero.
Cohetes sonaban a la distancia. Aún
era temprano pero los niños no podían esperar las muchas horas antes de las
doce. Podía empezar el 2015 en un ataúd, pero tenía que arriesgarme. Manejé a
casa de Sofía Romero. Me sorprendió ver que hubiera actividad. Estaba
preparando la casa para su borrachera de fin de año. Celebraría el final con un
nudo en la garganta, pero no la detendría de beber hasta un estupor alcohólico.
-
¡Momo! Se me olvidó decirte de la fiesta. ¿Tienes planes?- Me hace pasar a su
sala. Tiene más botellas que una cantina. Hay meseros arreglando la mesa y
cocineros discutiendo lo que servirían.
-
De hecho sí, creo que estaré ocupado hasta el 2 o 3 de Enero. Ya sabes cómo es
la procuraduría en éstas fechas. O quizás no lo sabes, pero son muy lentos.
-
¿Procuraduría?
-
Mataste a Elsa Sarabia.- La dejé fría. Le chiflé al staff que arreglaba todo,
los mandé a volar. Ella les hizo señas para que se fueran. Metió la mano en la
bolsa. Pensé que sacaría una pistola. Sacó su celular. Más o menos lo mismo.-
La apuñalaste por la espalda. No fue por Mickey, aunque eso no ayudó. Siempre
hacían esa misma rutina, ¿no es cierto? Peleando por hombres. Tú tienes el
dinero, ella tenía la experiencia. Demasiada borracha para pensar bien,
actuaste en pánico, no lo pensaste.
-
Ella se invitó sola, no debió haber venido.- La puerta se abre. Toño y su padre
entran con cara de pocos amigos.- ¿No podemos llegar a un arreglo?
-
Te gustan los caballos, ¿has estado en una ranchería? En algunas partes del
mundo ponen cabras o chivos junto con las ovejas o los becerros. Cuando llegan
los lobos los borregos huyen, los chivos se ponen nerviosos y sus piernas les
tiemblan. Los lobos se los comen. Chivos expiatorios. Éste ha sido el juego del
chivo Sofía. Tú no mataste a Elsa, pero te hicieron pensar que sí. Despertaste
borracha y cruda, la viste muerta. ¿Qué le dijiste Toño?, ¿cómo la convenciste?
-
Estás loco Momo, eres un criminal y te reportaré a la policía.
-
No, no lo harás. Probablemente me matarás, porque Sofía sabe que tengo razón,
en el fondo lo sabe. Porque no es sólo sobre Elsa. De hecho empezó con Patricia
Oxté, el 23 llamaste a Masajes Mayas, ordenaste su muerte, dejarla en casa de
Edgardo Chan para que lo encontraran culpable de homicidio y regresara a
prisión.
-
Eso es estúpido.
-
Tu padre se retiró, pero tú no. Rafael Bolio muere, don Luis se da cuenta que
el juego ha cambiado, que Brittle tiene mejores inversores y mucho más
peligrosos. Tú eres el que no quiere renunciar. Seguiste haciendo negocios con
Alberto Uc, necesitabas que Edgardo se fuera. Elsa era amiga de Patricia, tenía
una foto de ellas dos juntas en su casa en Bacalar. No me mires tan
sorprendido, no revisaste esa casa. No sabías que existía. Ella se asusta,
cambia de piel como serpiente pero no es de sangre fría. Tú sí.
-
No tengo que oír esto.- Saca una pistola y alzo los brazos. Don Luis detiene a
Sofía que quiere salir huyendo.- Elsa le tenía miedo a Edgardo, iba a matarla.
Fue a prisión por su culpa.
-
En efecto, pero para cuando me contrató para encontrarla, Elsa ya estaba
muerta.
-
No le hagas caso Sofía, quiere dinero, es un chantajista. No puede probar lo
que hiciste.- Le dice don Luis a Sofía. Ella está congelada en sus brazos. Toño
Hevia me revisa, no traigo arma.
-
¿No lo sospechó nunca, don Luis? Toño sabía de sus juegos ilegales, no Brittle.
O no a detalle al menos. Él contrató a Edgardo para que robara a Brito, Alfaro
y Poot. En todo caso culparían a Brittle. Salió de prisión y se volvió
incómodo, si hablaba quedaba expuesto. ¿Nunca se preguntó cómo es que el ladrón
sabía cuándo y dónde robar?
-
No le hagas caso papá. Sofía mató a Elsa, tú y yo tratamos de protegerla, eso
es todo.
-
Vigilaste mi casa como hiciste con Edgardo, pero yo estaba en Bacalar, no
tuviste la paciencia de esperarme así que no me pudiste hacer la jugada del
chivo como hiciste con Edgardo.
-
¿Por eso la desenterraste?- Preguntó Luis Hevia a su hijo. Encajaban las cosas
y lo sabían.
-
¿Y qué si te retiraste papá? Yo quería mi propio negocio.
-
Sí, y casarte con Sofía que le abre las piernas a cualquiera no era suficiente.
Tendrías más capital, ya tenías un pie en el negocio de la droga con Rick
Valentino, ¿no es cierto?
-
De seguro tú lo mataste. No me veas así papá, te pusiste débil por la edad
cuando Brittle mató a Bolio. Quéjate todo lo que quieras pero cuando maté a
Elsa me ayudaste a encubrirlo.- Sofía trata de huir, don Luis la agarra del
cabello.- La única solución es hacer parecer que Momo y Sofía se mataron entre
sí, no iré a prisión por la muerte de dos rameras que a nadie le importaban.
Tengo otra pistola, límpiale las huellas.- Le pasó el arma de la parte de atrás
de su cinto y don Luis forcejeó con Sofía para apuntarme y mantenerla sometida
del cabello.
-
Mi tía Yuri decía que es de mala suerte ir solo a una fiesta. ¿Realmente crees
que vendría aquí sin arma y a solas?- Edgardo, Freddie Brittle y tres matones
entraron armados con escuadras y escopetas. El silencio era ensordecedor. Toño
Hevia tiró el arma y su padre le siguió.- Lo siento Sofía, pero a menos que
quieras ir a prisión por la muerte de Elsa, creo que tendrás que declarar que
fue Toño quién mató a Elsa y a Patricia Oxté.
Los matones de Brittle amarraron a
los Hevia, el gringo se fue con ellos. Edgardo y yo esperamos a las patrullas
mientras Sofía lloraba desconsolada en una silla. Nos arrestaron a todos.
Pasamos fin de año en una celda, pero ya había hecho los arreglos necesarios.
Escuchamos a los viejos estallar desde ahí. El olor a pólvora estaba por todas
partes. Los policías en turno se divirtieron con sus propios cohetes y se
emborracharon. Incluso nos convidaron de su mezcal.
Edgardo era culpado del homicidio
de Patricia Oxté, pero Sofía Romero declaró haber escuchado a su novio confesar
el crimen y también el de Elsa Sarabia. Uno de los matones de Brittle fue mi
testigo ad hoc, a cambio del Blackberry le hizo declarar que vio a Toño Hevia
enterrar el cuerpo de Elsa Sarabia en la casa abandonada donde la había dejado.
Podían dudar de él y de Edgardo Chan, sin embargo los testimonios de Sofía
Romero, Freddie Brittle y Olivia de Silva fueron suficientes para liberarnos y
atar el paquete. Nadie desconfiaba de la palabra de tres tan distinguidos
miembros de la sociedad yucateca. Olivia, a cambio de la fotografía, testificó
que Elsa le había dicho todo sobre lo que Toño había hecho, sobre la muerte de
Elsa Sarabia y Patricia Oxté. Testificó que en la posada del 23 Sofía estaba
nerviosa porque se había enterado de los negocios chuecos que se traía su novio
con Alberto Uc y que Elsa temía por su muerte por saber demasiado. El turbio
pasado de don Luis Hevia ayudó a darle peso al expediente. Hevia había jugado
el juego del chivo, pero no había estado a la altura. Los periódicos lo
pronunciaron culpable incluso antes que el juez.
Nunca sabría si hubiera entregado a
Elsa a Edgardo. Quizás sí, quizás no. Me gustaba pensar que no, pero en mi
oficio uno más uno no es igual a dos. Podría haberlo hecho, si el dinero era
bueno. Nunca encontraron a Alberto Uc, ni a Alonso Fierro, pero sus mujeres
declararon en su contra por toda clase de crímenes, más de una le había visto
en compañía de Toño Hevia. No podría volver nunca más. Yo dejé que pasara más
de una semana. Edgardo ya había limpiado su nombre, pero aún quedaba un pequeño
asunto. Toño Hevia no había revisado en las casas que Elsa Sarabia había
buscado, ese fue Edgardo. Le dije que tenía un testigo y quería cinco mil pesos
para convencerlo de que se había equivocado de persona. Edgardo estaba más que
feliz de entregármelos. Debió salir de la ciudad mientras tenía la oportunidad.
Me entregó dinero en un
estacionamiento en el centro. Santiago Brito le rompió las rodillas con un tubo
de metal por la espalda. Jaime Alfaro lo desmayó con un taser y Humberto Poot
lo subió a su camioneta donde le ataron con cintas de plástico. Cada uno me
pagó cuarenta mil pesos. Encontraron su cuerpo dos días después. Había sido
destrozado por los perros de pelea de Brito, aunque según los diarios fueron
perros callejeros luego de un robo violento. Quizás lo hice porque nunca me
dijo que Toño Hevia le había pagado por los robos, lo que habría resuelto el
caso en un día. Quizás lo hice porque mató la perra de Magaly Cruz. Quizás lo
hice porque no le hubiera entregado a Elsa Sarabia para que la matara. Quizás
lo hice por el dinero. Quizás, al final, mi cliente era el chivo en que expiaba
mis culpas.
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