miércoles, 22 de julio de 2015

Semilla de la destrucción

Semilla de la destrucción
Por: Juan Sebastián Ohem

                El pueblo de Arkham, al norte de Massachusetts, es una modesta comunidad de algunos cuantos miles de personas. No muy lejos de Boston, pero demasiado rural para el espíritu urbano, Arkham creció penosamente a lo largo de los siglos. Su fértil y boscosa tierra fue fundada con la sangre de los nativos que vivían a orillas del río Miskatonic, más tarde fue sede de incontables cacerías de brujas, estando cerca de Salem; mucho después vivió una época de bonanza económica en virtud de la pesca, fortunas que se perdieron con la Gran Depresión. En la isla frente a Arkham, donde el río Miskatonic conoce al océano Atlántico, los más adinerados de Arkham establecieron una comunidad a finales del siglo XIX siguiendo los consejos del pastor adventista Teobaldo Crane. Recluidos en su isla las familias poderosas de Arkham mantuvieron su ojo vigilante sobre el pueblo. La Depresión les arrebató sus riqueza y, con eso, su exclusividad. La comunidad de la isla, un pequeño pueblo a diez minutos en ferry sirve de atracción turística para la muy afectada economía de Arkham. Christopher Morris nunca había ido a la isla. Su mamá había dejado Arkham y para él era un pueblo ignórate y aburrido. Su hermano no pensaba así, se había hecho religioso mientras que él se había hecho punk. Solos en el mundo, los hermanos Morris habían crecido muy distintos, pero en el fondo seguían unidos. Hacía dos días que  Raymond lo había contactado. Lo había hecho por carta, a la antigua. Chris se asustó desde que vio el sobre. Lo normal hubiera sido un correo electrónico o una llamada de teléfono. En la carta le pedía ayuda, había asesinado a una persona, o al menos eso creía, y se sentía perseguido.

                Se rapó la cabeza en el baño del ferry. El rostro del espejo le parecía diferente. El mohicano verde y los aretes en la nariz lo hacían ver más rudo. Mientras fumaba no podía dejar de sentir que la persona en el espejo era más joven, más débil. La fila afuera del baño era de cinco impacientes personas. Tendrían que lidiar con todo el cabello. Escuchó los insultos todo el regreso hasta su asiento plástico naranja. Algo estaba mal. La maleta no estaba. Buscó por doquier, amenazó e insultó para conseguirla, pero nadie le hizo caso. El ferry atracó cerca del mediodía, Chris bajó primero, empujando y gruñendo. No tenía mucho en su maleta, pero tenía la única fotografía que tenía de su hermano, cumpleaños de su madre cuando tenían 26 hacía cuatro años, y la carta que le había escrito. No le importaba lo demás, solo eran playeras y jeans, pero de cierta forma sentía que la fotografía era de ambos, no sólo suya.

                El pueblo de la isla estaba pensado para turistas. Un par de avenidas centrales con comercios y restaurantes. Una avenida corta el pueblo en dos, el sur para los turistas y el norte para las casas, mansiones y, en una colina, el hospital psiquiátrico de Arkham. La neblina caía de las colinas al norte, aún cubiertas por completo por el tupido bosque. Las casitas estilo colonial y georgiano, así como las iglesias de madera con largas torres con motivos góticos, cubrían el panorama. No había mucha novedad, incluso la casa de bomberos, la clínica y la estación de policías eran antiguas casonas de las familias adineradas que habían caído en desgracia. Chris se registró en el único hotel del pueblo. Ed Crane, el menor de los Crane, le asignó el cuarto más pequeño. Los turistas, vestidos en sus ridículos shorts blancos y camisetas polo rosas, lo miraron con cierto desprecio. Estaba acostumbrado a las calles peligrosas de Boston, a comparación unos cuantos turistas eran pan comido.
- A un lado, vago.- Un turista gordo de nariz roja soltó su maleta en su pie y lo hizo a un lado. Chris tiró su maleta y le dio un codazo.
- Necesito hablar con el dueño.- Ed Crane se presentó, un hombre de 70 años con mirada cansada y sonrisa fingida.- Estoy buscando a mi hermano, Raymond Morris. Es pastor adventista.
- ¿Su hermano es pastor?
- ¿Difícil de creer?
- Mi hermano es pastor, y soy su opuesto.- Salió de atrás del mostrador y se sentó en un sillón de mimbre blanco. Chris se sentó a su lado. En la mesita de café a su derecha había volantes donde se buscaba a una “Vivian McVey”, desaparecida hacía dos semanas.- Vivian, desaparecida.
- Espero que mi hermano no esté desaparecido, es pastor. Vive en Arkham, en el continente. Me dijo que estaba en problemas. Pensé que se habría registrado aquí el jueves o viernes.
- No, lo lamento. Aunque, si estuvo aquí el viernes, sin duda estuvo el sábado. Es la fiesta anual del pez. Todo el mundo estuvo ahí. Mi hermano es el pastor de la isla, y entre usted y yo, el pastor más importante de Arkham. Si su hermano estuvo aquí entonces estuvo en la fiesta y en la iglesia Crane. Le daré un consejo porque me cae bien, vaya a la pescadería Beck. Al final de la avenida. Tendrá que caminar, hay pocos vehículos, pero no está lejos. La procesión termina ahí.
- La fiesta del pez termina en la pescadería, tiene sentido.- Crane le señaló hacia una fotografía en sepia, una procesión religiosa donde hombres de hábito y de traje cargan a una estatua de madera con la forma de un hombre con cola de pez.- Voy para allá.
- ¿No tiene maletas?
- No, me las robaron.
- Espero que su mala suerte no sea una racha. Ya verá, su hermano seguro aparecerá.
- No como esta chica.- Dijo Chris, señalando la foto de Vivian McVey.

Abril 1929 Cuando una mujer se aburre de un circo, se aburre de la vida. Olga siempre lo dice, y ella ha hecho su acto de cuchillos por una década, sin aburrirse ni por un minuto. Me había aburrido de mi acto, ser la ayudante semi-desnuda del mago. Me había fijado demasiado en lo que yo hacía y no en lo que Amadeus hacía. Los pueblos mugrosos dejan de ser aburridos con él. Lee mentes y hace trucos de magia, incluso tiene su acto de curaciones milagrosas. Algunos dicen que realmente ha hecho milagros. Anoche me quedé hablando con él y soy testigo de sus poderes mágicos. Me ha curado del aburrimiento. Mi marido me aburre, Tom Gozlen podrá ser el manager del circo, pero aún así no me llena tanto como Thelonius Amadeus Ford. Lo amo. Es todos sobre él.

                Steve Beck lo dejó solo en la entrada de la pescadería. La madre de Steve, Annabelle Beck era una anciana ciega que se mecía lentamente en su mecedora. Un par de niños juguetones le jugaban bromas, apostando caramelos para quien pudiera poner su mano más cerca de su rostro. Annabelle se siguió meciendo a un lado de la puerta y entre los mariscos dispuestos en el hielo.
- Ya déjenla en paz.- Chris los asustó con las manos.
- Gracias joven, y gracias por regresar.
- Me tiene confundido con alguien más señora.
- Quizás.- No podría asegurarlo, pero creyó que Annabelle le había mirado con esos ojos blancos.
- Aquí tengo el diario, “Arkham Times”.- Steve era un regordete bronceado por el sol y con barba con algunas canas. Al igual que Ed Crane le había tomado simpatía al punk. Chris pensó que quizás estarían hartos de los mismos yuppies turistas aburridos.- Mira las fotos de la fiesta.
- Aquí.- Era una fotografía de la multitude, aunque Ray estaba de perfil lo pudo identificar de inmediato.- Entonces, ¿no ha oído de él?
- No, estuve en la fiesta del pez, como sabrá, la procesión termina aquí, y reconocí casi todos los rostros. No vi a su hermano. El domingo fui a nuestra reunión adventista y tampoco estaba ahí. ¿Está seguro que es seminarista o pastor, no se habrá salido?
- No señor, mi hermano y Dios fueron amigos desde que éramos niños.- Un hombre parecía hablar con Raymond en la fotografía. Larguirucho como un espantapájaros.- ¿Quién es este?
- Henry Abbott, el psiquiatra en jefe del hospital. Seguramente lo habrá visto, solía ser la mansión de Rudolph Crane, pero se incendió.- Chris notó el anillo en el dedo de Beck, una escuadra y un ojo. Recordaba esos símbolos, aunque no podía precisar dónde los había visto.- ¿Mi anillo?
- ¿Estaba mirando tan fijamente?
- Un poco.- Steve sirvió dos limonadas y le ofreció una. Se sentó en un banco alto antes de hablar.- Soy masón, tenemos nuestra logia “los santos del Miskatonic”, quienes defendieron a los colonos de los bárbaros asesinos que vivían a orillas del río y en el bosque. Todas las familias importantes han sido parte de la logia. Es realmente un club para alejarnos de las esposas y jugar dominó, pero las tradiciones son importantes, también la familia. Por eso me caes bien, a pesar de parecer un vándalo, dime ¿qué hay de tu familia, porque no estás aquí con tus papás o tus primos?
- Ray y yo estamos solos. Siempre ha sido así. Mi mamá, siempre le llamé Lucrecia, era alcohólica y se mató en las escaleras. Mi papá era muy viejo cuando mamá se embarazo, se murió de un ataque al corazón cuando éramos niños. El viejo Norman tampoco fue padre modelo. No puedo contar con mis tíos, son iguales a Lucrecia, siempre creyeron que yo era una rémora co-dependiente y que mi hermano era un ángel incapaz de hacer daño. Parece que es al revés.
- Quédate con las imágenes. Te recomiendo que les saques fotocopias y pongas tus datos. Supongo te estarás quedando con Eddie Crane, yo preguntaré en mi tienda. Buena suerte.
- Gracias Steve.- Al salir Annabelle se aferró a su brazo. Trató de jalarse hacia él, sus brazos enclenques temblando por el esfuerzo.- No te dejarán salir, córtate el cuello ahora que puedes.

Amadeus me convenció y yo tuve que convencer a mi marido. No podemos entrar a Boston, la ley es dura ahí. Amadeus quiere ir a Arkham, un pueblo perdido y aburrido. Tom se negó toda la noche, sin importar cuánto insistía, finalmente lo convencí en la mañana. Me preguntó porqué estaba tan obstinada con Arkham y le tuve que mentir. Le dije que era porque Arkham era aburrido pero rico, que tienen la famosa  Universidad del Miskatonic y que los más ricos viven en una comunidad en una isla cercana. Nunca habíamos presentado nuestro circo en una isla. Poner a nuestro elefante, Pequeño Fortachón, en un barco debería ser razón suficiente para ir. Tom aceptó de mala gana, pero no importa. Lo importante es que no sabe la verdad, que ni siquiera yo sé porqué vamos a Arkham.

Hace dos noches entré al tráiler de Amadeus, quería preguntarle a él por qué íbamos a Arkham, no estaba pero me encontré con un libro. Era muy viejo y su pasta de cuero se deshacía en mis manos. Era un antiguo volumen del doctor Price acerca de deidades acuáticas. Amadeus había subrayado el nombre de Dagon. Me descubrió mientras estudiaba las arcaicas descripciones de dioses extraños, desaparecidos antes que el hombre fundara sus primeras comunidades religiosas. Me invitó a su carpa, donde haría su rutina de sanador. Su rutina gana más dinero que cualquier otra.
- Bertha, ayúdame con Oscar.- Oscar, uno de los tramoyistas, haría de anciano ciego que se cura milagrosamente. Era buen actor, cuando no estaba borracho.- Maldita sea.
- ¿Oscar?- Estaba desmayado en la mesa, la botella de whisky en la mano.- Perdimos a nuestro ciego. Hay una multitud que quiere ver milagros, Amadeus puede ganarnos tiempo, pero no mucho. Los Farrely, que se quiten el maquillaje de payasos, no los reconocerán.
- Bien pensado.- Sergio y yo buscamos a los payasos por todas partes, hasta que los encontramos en la tienda de Amadeus, absortos con el espectáculo.
- Oscar está haciendo un excelente trabajo.- Dijo Bob.- La gente se lo está creyendo.
- Ese no es Oscar.- El anciano se reclinó hacia atrás, Amadeus lo sostenía con la izquierda mientras que su mano derecha reposaba en sus ojos. Amadeus susurró algunas palabras en latín y gritó con todas sus fuerzas. El viejo gritó, apretando sus ojos con sus manos y perdiendo fuerzas en las rodillas. Amadeus lo salvó a centímetros del suelo y lo abrazó. Todo estaba en un silencio sepulcral.
- ¡Puedo ver!- El viejo bailaba de alegría, su familia se reunió con él y lloraron. La gente le tiraba el dinero a Amadeus. Su sonrisa, su hermosa sonrisa, tenía a todos cautivados, incluyéndome.

Fue la única curación de la noche y Gozlen se alegró de tenerlo, hacíamos fortunas gracias a él. No estaría tan alegre si supiera lo que siento por Amadeus. Debo, no, necesito saber que él siente lo mismo. Al acabar su acto me acompañó en un paseo alrededor del circo. El anciano estaba ahí, trazando formas con una piedra sobre el polvo de la tierra. Contemplaba las estrellas y escribía sin parar. Amadeus me tranquilizó, dijo que hacía tanto que no veía las estrellas que quería memorizarlas. Quizás era cierto, pero algo en él me asustaba. Ésta mañana descubrí que era. Fui al pueblo para comprar café para el circo. La noticia había alarmado a todo el pueblo. El anciano había muerto. Rompió un vidrio y lo usó para escarbarse la piel del pecho formando una palabra extraña, la hemorragia lo mató. El policía tenía un retrato de la inscripción “Yog Sothoth”.

                No había podido dormir la noche del lunes. Había contado las tablas del techo y después las del piso. Sin resultado. Estaba acostumbrado a despertar a la una o dos de la tarde, ahora estaba de pie y desayunado a las cinco de la mañana. No tenía método para preguntar por su hermano, vagaba por las calles, periódico en mano, preguntando a locales y turistas por igual. Tendría que ser más metódico. Visitó la playa más concurrida, a esa hora vacía casi por completo. La arena era suave, las olas tranquilas. A lo lejos, en la zona de las llamadas “cavernas de arena”, pudo ver a un hombre. Estaba desnudo y era muy alto, más de dos metros de altura. Caminó hacia el mar y no salió. Chris corrió hacia él, quizás lo vería pidiendo ayuda, pero no vio nada. Decidió que era el cansancio jugándole una mala pasada, eso sería menos traumático.

                Conforme abrieron los negocios Chris puso su plan en acción. No asaltaría transeúntes con preguntas y una imagen borrosa de periódico, en cambio atendería a los negocios. Si su hermano estuvo ahí varios días entonces tuvo que comprar o comer algo, y alguien lo reconocería. El supermercado abría sus puertas y preguntó con el gerente y las cajeras que llegaban. Reconocían vagamente a Ray, les parecía un muchacho tímido. Recorrió los negocios de turistas por toda la mañana, con algún éxito. Sabía que había estado ahí, pero nada más.
- ¿Estás perdido?- La patrulla le cortó el paso y salió el sheriff Nestor Mitchum. Era un hombre de mirada intensa, cejo fruncido poblado de gruesas y tupidas cejas. Su mano reposaba sobre su arma. Chris, de botas militares, playera con la A de anarquía, tatuaje de tarántula en el cuello. Había vivido eso antes.
- Busco a Raymond Morris, mi hermano. ¿Me ayudará a llenar  un reporte policial?
- ¿Cómo te llamas?- Se acercó a él, empujándolo contra la pared.
- ¿Me ayudará o no?
- No me gustan los drogadictos como tú en mi isla. Somos gente decente.
- Sí, ya veo. No he violado ninguna ley.- Le soltó un golpe en la boca del estómago. Lo levantó aferrándose a su mandíbula. Chris notó su anillo de masón, igual que el de Beck.- Admiten a cualquiera en esa logia.
- Muy bien, te lo ganaste.- Le dio otro golpe, Chris estaba a punto de responder cuando Nestor ya tenía su macana preparada. Uno en la cara, dos en la espalda. Cargó su cuerpo en el auto y manejó hasta la estación de policía. Sus dos subalternos lo arrastraron hasta su celda, mientras que Chris gritaba y daba de patadas.- Arkham me paga buen dinero para protegerla de gentuza como tú.
- Deberían pedir un reembolso.- Mitchum trató de agarrarlo a través de los barrotes, pero Chris estaba a un paso demasiado lejos.
- No es buena idea hacerlo enojar.- No la había visto cuando entró a la celda. Nestor se fue gritando maldiciones, Chris se presentó.- Un gusto en conocerte, soy Denise Irwin.
- ¿A ti porqué te agarraron?
- Beber cerveza y fumar marihuana. Nos dejarán salir, no te preocupes. Es siempre lo mismo.
- Yo no hice nada. De hecho busco a mi hermano. Él vive en Arkham pero ha estado aquí, se llama Raymond Morris. Es religioso.
- Entonces no lo conozco.- Rió Denise. Chris se sentó a su lado. El mal humor desapareció, al menos tenía buena compañía.- ¿Desapareció hace mucho?
- Me gustaría creer que no desapareció, sino que está sano y salvo, pero no puedo. Hay malas vibras en este pueblo, y no lo digo únicamente por el sheriff.
- Ni me lo digas. Yo vivo aquí. ¿De dónde eres?
- Nacimos en Arkham, pero me fui en cuanto pude. Mi hermano también huyó, aunque no lo quiera admitir. Mi mamá era alcohólica desde… siempre. Usó su religión como excusa para dejarme en casa con ella. Obviamente él era su hijo favorito, yo era el drogadicto que dependía de los demás. Me fui a Boston cuando mamá murió.
- Y ahora estás aquí.
- Ahora estoy aquí. Noté que el cerdo ese tiene un anillo masón, igual que Steve Beck.
- Son malas noticias. Los Beck, los Crane y los Abbott son las familias más antiguas. Los Beck lo perdieron todo en la Depresión. Los otros dos siguen mandando Arkham. De broma decimos que sus antepasados fueron vomitados por el mar y encallaron en esta isla.

                Fueron cambiando de temas hasta llegada la noche. Nestor Mitchum los esposó y subió a la patrulla. Lamentó que no tuviera el poder de mandarlos a prisión y los echó de la patrulla frente al Hotel Crane. Chris le mostró el dedo medio y Denise se partió de risa. Subieron juntos a su habitación. Sobre la cómoda descansaba un libro viejo, como un diario, Chris no le dio importancia. Denise estaba desnuda en su cama y eso ocuparía todas sus energías. Si tenía suerte, podría dormir por agotamiento. Pero Christopher Morris no tendría suerte.

El bote se sacudía con violencia, el elefante estaba nervioso. Debajo de nosotros se mecía un río violento que se perdía en el calmado océano. Había cosas más grandes debajo de las aguas que arriba en los cielos. No necesitaba ser psíquica para adivinar que el Miskatonic nos empujaba furioso hacia la isla. Todos agradecimos a los dioses cuando atracamos sanos y salvos. Amadeus era el más emocionado. Tom convenció a los demás, la isla es de los ricos de Arkham, sin duda podrían cobrar el doble sin problemas.

Amadeus me confió un secreto. Este viaje a Arkham era para contactar con la Orden esotérica de Dagon. No le pregunté cómo contactaría con ellos, pero me leyó la mente. Ellos lo buscarían a él. Amadeus siempre tiene la razón. La primera presentación fue un éxito. Leyó la mente de algunas mujeres de sociedad y entre los dos hicimos algunos trucos de magia básicos como cortar a alguien en dos o el barril de las cien espadas. Al acabar la función un muchacho se le acercó, su nombre era Rudolph Crane. Le mostró un medallón de oro con la forma de un hombre pez. La Orden Esotérica de Dagon quería conocerlo. Le invitó a un paseo por el bosque del Norte, traté de excusarme, pero fue inútil, Amadeus insistió en que fuera. Incluso el joven Rudolph estaba sorprendido.
- Este bosque ha sido un lugar especial por muchos siglos. Los indios de la zona creían que el cielo era el segundo océano.- Nos llevó a una pequeña cantera, donde las piedras estaban demasiado lisas y bien cortadas para haber sido obra de la naturaleza.- Como se imaginan ellos eran pescadores, pero de vez en cuando caían objetos del cielo que ellos creían que eran una segunda comida arrojada desde el segundo cielo. Una comida espiritual.
- Amadeus, mira esto.- La piedra tenía runas extrañas, escritura que nunca antes había visto.
- Aquí fue el epicentro de los rituales a los dioses del segundo océano.- Explicó Rudolph. Eso no era lo que me había asustado. La piedra aún tenía sangre fresca. Quería irme, pero Amadeus apretó mi brazo, obligándome a ir.- Nuestros ancestros puritanos navegaron el Miskatonic matando a todos esos indios peligrosos. Incendiaron la comunidad que vivía aquí. En su nombre mis abuelos iniciaron la logia de los santos del Miskatonic.
- Ya nos tenemos que ir.- Amadeus me miró extrañado. Él no tenía ningún deseo por irse. El terror que sentía, no lo invadía a él.
- Me temo que el señor Ford no puede irse aún. Me falta explicarle porqué es nuestro profeta.
- Tú te puedes ir, ¿recuerdas el camino?
- Sí. Te veo allá.- Amadeus me besó con todas sus fuerzas. Era salvaje, casi violento. Caminé el regreso en las nubes. Hasta que la vi a ella. Era una niña entre los árboles del bosque. Su pecho estaba bañado en sangre, tenía un gran agujero. En su mano derecha sostenía su corazón. Grité del susto y, cuando volví a mirar, ya no estaba. No dormí bien esa noche.

                Sería otra noche de insomnio. Se vistió, frustrado por no poder conciliar el sueño. No tenía insomnio desde después que muriera su mamá y se hiciera adicto al crack. Quería hacer algo, comprobar una sospecha básica. Iría a la logia masónica de los santos del Miskatonic. Denise se despertó mientras él se vestía y aceptó acompañarlo. Unos cuantos turistas y borrachos se paseaban por las calles. Denise lo llevó a unas cuadras de ahí, donde había dejado su motocicleta y después lo llevó a tres cuadras de la logia, caminarían el resto para  no hacer ruido.

                Los santos del Miskatonic tenían un edificio estilo colonial que en algún momento había fungido como iglesia católica. Los pobladores de Arkham le prendieron fuego y corrieron a los herejes papistas con piedras y palas. La logia conservaba vestigios del campanario y la forma de parroquia. Acomodaron cajas y un bote de basura para poder escalar hasta una ventana alta. Entraron por el baño secundario y sin hacer ruido caminaron de cuclillas por la parte trasera de la logia. Los miembros estaban reunidos sobre el piso blanco y negro, y sentados en sus bancas de corte inglesa. El maestro masón sentado en su trono sobre el tapete antiquísimo dirigía la ceremonia. El maestro era un Rudolph Crane viejo y apenas con las suficientes fuerzas para hablar.
- Mira esto.- Entraron en el vestidor y Chris encontró el medallón de San Jorge.- Mi mamá nos lo regaló a los dos.
- ¿Crees que estuvo aquí?
- ¿Tú qué crees? Mi hermano era devoto, odiaba a los masones, pero lo pudieron obligar.
- Cthulhu fhtagn, Cthulhu espera frateres.- Para ser un anciano decrépito, Rudolph Crane podía hacer resonar su voz. La curiosidad los obligó a esconderse en un armario desde el que podían ver parte de la cámara principal.- Hemos sido devotos en los misterios de Dagon, el señor del mar, el que prepara a Yog Sothoth, la llave y la puerta de los Antiguos. Dagon ha preparado la semilla de la destrucción. Su padre no es del reino de los vivos. La siembra está en nuestro presente, en el pasado la espera y la ardua labor, en el futuro el cultivo y sus frutos oscuros.
- Cthulhu fhtagn, los Antiguos habitarán la pirámide.- Era Henry Abbott, el psiquiatra. Chris no se asustaba con la retórica, había ido a la iglesia antes, pero había algo en la mirada de ese hombre que lo hacía parecer amenazante. Terminaron el ritual con rezos y risas histéricas y Chris y Denise se mantuvieron ocultos hasta  que todos hubieran salido.
- Ahora.- Revisaron la habitación principal de la logia sin saber qué buscar. Había un libro con anotaciones de cada sesión, incluyendo la de los presentes. La hoja del viernes había desaparecido.- Esto no pinta bien.
- No, no lo hace. Mejor no lo veas.- Denise trató de ocultarlo, pero Chris la apartó. Había removido el tapete debajo del trono de madera. Había una enorme mancha de sangre. En una esquina pudo adivinar la impresión parcial de una bota.- Una bota, lo sé, ¿bota de policía?
- Malditos… Están todos locos y mataron a mi hermano.- Denise trató de calmarlo, pero era una bestia. Se lanzó sobre la mesa que contenía la parafernalia y tiró las cosas al suelo. Había un idolito de Dagon de oro macizo. Lo sostuvo con todas sus fuerzas y lo lanzó contra el trono, rompiendo su respaldo.- Locos, todos están locos.
- Cálmate.- Le dio una bofetada que pareció dar resultado.- No sabes si es de tu hermano.
- Mencionó algo sobre una persona, creyó matar a alguien. Pero lo sé Denise, en el fondo lo sé. Vámonos.- Salieron por la puerta principal, a Chris no le importaba. Denise miró hacia adentro, hacia la mancha, y se sobresaltó al ver al idolito de oro en el suelo, sangrando también.- Ve a casa Denise, debes estar cansada. Además, esto es algo que ya me olía.
- No te rindas, encontraremos qué le pasó a tu hermano.

                Caminó sin rumbo. Llorando de a ratos y escondiéndose de las patrullas. Tenía práctica para lo segundo, pero no para lo primero. No había llorado, al grado de llanto, desde que su madre había muerto. Se sentó en la playa, ocasionalmente iluminado por el faro de Arkham. Trató de leer el diario que había encontrado en su dormitorio, pero le fue difícil. Oraciones como “Cuando Amadeus me toca estoy viva, cuando se voltea y mira otra cosa envejezco” se le hacían demasiado cursis, aunque las prefería a frases como “otra vez mi sueño de la niña que se mete los dedos por un hueco en su pecho, como el que provocaría una escopeta, y se arranca en corazón. Creo que quiere que lo coma.” Hacía mucho que no leía un libro, y ese no parecía ser un buen inicio. Se distrajo viendo a un par de adolescentes que prendían una fogata y la alimentaban con algas y extrañas flores marinas. Parecían hablar en latín, aunque el rumor de las olas no le dejaba escuchar. Vestidos en sus shorts caqui y camisa color melón se veían ridículos. Súbitamente, una chica que les espiaba desde lo alto de una pequeña colina cavernosa, se resbaló y terminó pecho tierra en el suelo. Chris podía oler los problemas y el modo en que esos dos se acercaban, indicaba que habría problemas.
- Oigan, déjenla en paz.- Corrió hacia ellos, asustándolos. La chica se levantó y limpió su cuaderno de toda la arena. Era una pelirroja de 19 años que le miraba a través de lentes gruesos.
- Gracias señor, llegó justo a tiempo.
- Chris, no me digas señor. ¿Qué haces aquí a la mitad de la noche con esos satanistas de segunda?
- Tarea. Estoy haciendo un trabajo sobre símbolos y rituales marinos en la masonería del Miskatonic. Soy de primer semestre en la Universidad. Me llamo Jane Kimber. ¿Cuál es tu excusa?
- Insomnio, y tengo algo que hacer. Busco a mi hermano, su nombre es Raymond Morris, es religioso adventista, creo que es pastor o algo así.
- Si es adventista y estuvo aquí tienes que preguntarle al pastor Charlie Crane.
- ¿Es hijo de Rudolph Crane?
- El mismo. Mira esto.- Le mostró algunas anotaciones y dibujos de la iglesia adventista.- Está lleno de símbolos acuáticos y masónicos. Mejor aún, te llevaré. No queda lejos de aquí.
- Gracias, no tengo nada mejor que hacer.
- ¿Qué es eso?- Preguntó tras quince minutos de silencio, señalando el diario que llevaba Chris.
- Un libro, o un diario. No sé, no me gusta leer.
- Aquí estamos, la iglesia que Rudolph Crane construyó para su hijo.- El diseño no se decidía entre gótico y puritano, un edificio de tamaño mediano con su campanario y sus grandes puertas.- En esta columna puedes ver el triángulo masónico con el ojo, como en los billetes de dólar, pero este ojo tiene rayos. Me gusta imaginar que son tentáculos, porque aquí había mucho pulpo.
- “Amadeus”- Leyó Chris en el umbral de la puerta.- Está en mi libro.
- ¿De qué trata?
- Es un diario de una señora del circo que vino a Arkham o algo así, pero está enamorada de un tal Amadeus. ¿Podrá ser el mismo?, ¿hubo algún circo a finales de los ‘20s?
- No que me acuerde, pero me puedo fijar. Parece que es el año del gran incendio. Empezó al norte y fue devorando hacia el sur, cuando empezó la Depresión este pueblo estaba casi muerto. Realmente deberías venir mañana y hablar con el pastor Crane, él está muy conectado con todos los adventistas de aquí a Salem.
- Lo haré.- Jane bostezó y tembló, Chris le prestó su chamarra.- Te llevo a tu casa, dime por donde.

La mayoría había aceptado Arkham como un descanso. Dinero fácil y gente obtusa que engañar. Olga estaba feliz, no tenía que hacer sus dos trucos en una misma noche. Algunos ya no piensan igual. Barry desapareció. Era un cargador y aprendiz de operario del carrusel, no tenía amigos, pero aún así es uno de nosotros. Los trabajadores van y vienen, muchas veces desertan sin avisar y nos alcanzan a varios pueblos de distancia. Temprano en la mañana iniciamos la búsqueda. Roger lo vio caminando por la playa, pero Roger es un alcohólico depravado, a nadie le importa lo que diga. Aún así Tom nos pone a todos los artistas en la playa. Amadeus no llega temprano, eso genera críticas. No importa, su espectáculo es el más importante y famoso del circo. Estoy seguro que mi sol, mi Apolo, podría hacerse cargo del circo si así lo quisiera. En su ausencia Olga me critica, me dice que soy una tonta por enamorarme tanto, pero ella sólo está celosa. Amadeus apareció cuando las nubes se abrieron, fue apropiado. Caminamos juntos en la playa.
- Ven, moja tus pies.- Amadeus me sonríe como solía hacerlo papá. Él me completa.
- Dime algo Bertha, ¿me amas?- Se quitó los zapatos y caminó en la arena húmeda.
- Tú sabes que sí.
- ¿Dirías que soy hermoso?- Puso su pies bajo el agua y me tomó de las manos. Cuando sonríe un enorme peso me es removido.
- Tú sabes que sí.- Se acercó a mí, sus labios rozando los míos.
- ¿Dirías que soy un dios?- Me contuve a contestar. Él esperaba pacientemente. Es mentalista, seguramente leyó la respuesta en mi mente. Sentí algo en mi pie, algo escamoso y baboso. Al abrir los ojos me encontré con que una docena de peces y cangrejos muertos estaban siendo arrojados del mar. Amadeus me besó y olvidé todo sobre los peces.- ¿Quieres encontrar a tu amigo?
- No es mi amigo.- Salimos del mar mientras una segunda oleada de animales muertos llegaban a la playa. Amadeus señaló hacia una cueva parcialmente escondida por las ramas de un viejo árbol. Al entrar vimos a dos figuras vestidas de rojo que cargaban el cuerpo de Barry.
- ¿Encontraron algo?- Era la voz de uno de los Farrely.
- No, es inútil.- Dijo Amadeus cuando se acercó al payaso sudoroso.- Hablé con personas del pueblo esta mañana, vieron a Barry subir al ferry. Seguramente nos lo encontraremos de nuevo.- Detrás de nosotros pescadores jubilosos se lanzaban sobre los peces y cangrejos. Amadeus había traído los peces, había alimentado familias con apenas colocar sus hermosos pies en el agua. No necesitaba contestar su última pregunta, la respuesta era obvia.

                Se había perdido hacía horas. Se había internado en una zona céntrica donde las calles eran de piedra y las casas se apilaban unas sobre las otras desde hacía siglos. Había un local enterrado entre los edificios. Una angosta escalera que se hundía en el subsuelo de una antigua residencia angosta de tres pisos. Afuera una mujer vestida como gitana fumaba plácidamente. No era hermosa, granos en la nariz y una dentadura irregular y amarilla. Miró a Chris como quien mira a un cachorro y comenzó a reír, intercalando con la tos del cigarro.
- Estás perdido como un perro, ¿necesitas ayuda?
- No sé, ¿necesitas ayuda para conseguir clientes? Podría fundir ese foco, te ves mejor en la absoluta oscuridad.
- No  soy una prostituta Einstein.- Remarcó lo último haciendo énfasis en su vestido y en el cartel al inicio de las escaleras que decía “Tarot Lovette”.- $50 la lectura, pero si quieres algo más íntimo te cobro el doblo.
- Apuesto que no ha visto un billete de cien en años.
- Sabes sumar, felicidades. ¿Qué dices? No tienes nada mejor que hacer.
- Tengo diez dólares.
- Acepto.- No dudó ni un instante. Entraron al diminuto local y sentó a Chris en la mesa vestida con viejos y rasgados manteles de seda. Sacó su baraja deslucida y la preparó.- Tres cartas, pasado, presente y futuro. La primera es el ahorcado. Graves pérdidas y retos, situaciones imposibles que te enseñaron a alejarte del mundo. ¿Cerca?
- Quizás.- No pudo evitar pensarlo. Recordó su infancia difícil, la muerte de Norman, el día que Ray los abandonó y la fatal noche. Se había mentido por años, la negación había sido el único motor de su sobriedad. Con todas sus fuerzas trató de no decirlo, pero no pudo.- Mi mamá vivía deprimida y borracha. Me enganché al crack muy rápido. Pasaba los días fumando y durmiendo. Mi mamá se ahorcó en la sala, enfrente de mi cuarto. Estaba demasiado drogado para detenerla.
- Muy bien, déjalo salir. Ahora el presente, la Rueda de la Fortuna. Indica que corres en círculos, pero que habrá transformaciones. Existe la posibilidad de continuar el ciclo indefinidamente, a menos que una fuerza superior te arranque de la fuerza centrífuga. ¿Cerca?
- Mucho, busco a mi hermano desaparecido y corro en círculos.
- Ahora la importante. La torre.- Lovette se asustó, pensó en esconder la carta, pero Chris estaba demasiado interesado.- Encontrarás  tu tesoro, pero su consecuencia es algo más grande de lo que puedes manejar. Te  puede salvar o te puede destruir.
- Ya me quiero ir.
- Oye chico.- Le agarró de la mano mientras Chris jalaba.- Hay dos clases de personas en el mundo, quienes perecen por su voluntad y los que perecen por su karma. Piénsalo.

                Chris se fue, maldiciéndose por haber entrado. Una jauría de perros callejeros lo esperaba. Al principio casi no los notó, caminaban casualmente a su lado. Escuchó que uno de ellos gruñía y se echó a correr. Necesitaba el sueño, sus músculos ardían. Necesitaba descanso. Necesitaba dejar de pensar en su mamá ahorcada en la sala, su cuerpo doce horas muerto. Huyó de los perros tan rápido como huyó aquel día. Los dejó atrás, pero no pudo rebasar sus recuerdos. Antes de darse cuenta estaba llorando, maldiciendo Arkham y caminando en la misma cuadra en la que había empezado. Había una diferencia. El local de Lovette ya no estaba, era una pared sólida.

George me ha contado una historia que dice haber visto con sus propios ojos. Amadeus estaba ansioso sobre su futuro y visitó a Lovette para que le leyera las cartas. A través de la ventana pudo ver la sesión. La primera carta, la del pasado, Lovette le mostró la carta del Papa. Enseñanza de arriba, infancia privilegiada, aunque estricta, un pasado sano y educativo. El presente fue la Torre, una energía superior que se desborda y que no puede controlar. El futuro, y aquí fue donde Amadeus perdió los estribos, era el Diablo. El antagonista del Papa, su reflejo oscuro. Enseñanza retorcida, esclavitud, desastre de las fuerzas superiores que no está preparado para entender.

Amadeus estaba enojado, pero Lovette lo hizo peor. Sacó un pequeño puñal y se lanzó sobre él, cortando su pecho y diciendo “el avatar debe sangrar sobre su señor para dar vida a la semilla de la destrucción”. George me juró mil veces que su historia era real, y que tenía un epílogo. Amadeus la tomó del cuello y abriendo su boca sopló sobre ella. Amadeus dijo que le quitaba lo que más deseaba, no su vida, sino su habilidad para morir. George temblaba como una hoja cuando me lo dije. Le dije que eran mentiras y que me dejara en paz. Le creí, mi Amadeus es tan poderoso como es hermoso.

                Fueron el cansancio y la culpa los que obligaron a Chris a desayunar propiamente. No podía mentirse, estaba demasiado cansado para eso, su búsqueda por su hermano era su búsqueda por su redención, quizás si encontraba a Ray sano y salvo su mamá no habría muerto, o al menos podría decirle que no fue su culpa. Las miradas de los turistas le servían de distractor para alejarse de esos temas. Empezaba a sospechar que su falta de sueño le estarían provocando visiones, quizás incluso le harían más paranoico. Jane lo sorprendió en el restaurante para invitarlo a la iglesia del pastor Crane. Aquella mañana había estado dibujando algunos símbolos en la capilla, cuando se le ocurrió hablar con el conserje. Había conocido a un Ray Morris el jueves. Chris se sorprendió por el interior de la capilla, era mucho más grande de lo que había imaginado y la bóveda sobre su cabeza era enorme.
- Dígale lo que me dijo a mí.
- Le dije a la jovencita que el jueves conocí a un Ray  Morris, fue breve. Estaba discutiendo con el doctor Abbott y con el pastor Crane.- Jane le señaló al pastor Crane, un hombre regordete de cachetes rosados y barba de candado. El conserje le explicó quienes eran y el pastor se presentó.
- ¿Raymond Morris? Claro que lo conozco, es un gran muchacho. No mencionó ningún hermano.
- ¿Cuándo llegó a la isla de Arkham?
- Miércoles o jueves. Tomó el ferry del viernes.
- El sábado es la fiesta anual del pez, ¿no participó en ella?
- No recuerdo haberlo visto. Quizás lo hizo, entonces se fue el sábado.- El pastor parecía disfrutarlo demasiado. Chris no sabía si se trataba de su paranoia o si era real, pero sentía que el pastor mentía hasta por los codos. De su cuello se sacó su medalla de San Jorge y se la mostró.- Linda medalla. Me regalaron una igual, creo que Hubert tiene una idéntica.
- Aquí está.- El conserje se sacó el collar del bolsillo y se lo mostró.- Antes se vendían en Arkham por centavos, todo mundo tiene una.
- ¿Lo ve? Le aconsejo que busque a su hermano en Arkham.- Se retiró a una puertita cerca de su oficina. Chris no sabía qué pensar. Existía la posibilidad que aquella medalla en la logia no fuese de su hermano, aún quedaban esperanzas. Aunque sabía, sin lugar a dudas, que el pastor mentía.
- ¿Qué quieres hacer?
- Tú Jane, tienes que irte. Esto lo tengo que hacer solo. El fósil miente y quiero demostrarlo.

                Esperó hasta que Hubert se había ido para entrar por la puerta que el pastor había usado. Era una pequeña bodega, pero rápidamente pudo discernir que una pared era falsa y podía empujarse. Descendió por una larga y resbalosa escalera de piedra por muchos metros. Débiles focos amarillentos iluminaban su descenso a los túneles subterráneos. Chris comprendió de inmediato que la isla estaba conectada por abajo, por donde fluían ríos subterráneos. Arcos de sólida piedra y angostos corredores y puentes se abrían paso en un laberinto débilmente iluminado. Tardó un poco en ajustarse a la oscuridad, pero se dio cuenta que había una fuente lumínica secundaria. Un extraño limo amarillento crecía en los pilares que se enterraban hasta el fondo del lecho. La sensación era de otro mundo. La luz le hizo pensar que caminaba en un sueño, persiguiendo la luz de la lámpara de gas que el pastor traía consigo. El pastor pescaba con su caña y una cubeta, la lámpara sostenida de un gancho en la columna. El eco del agua era tranquilizador y Chris jugueteó con la idea de quedarse dormido. Tenía que dormir.

                El pastor Crane había pescado algo. La pequeña monstruosidad era de color verde chillón, tenía delgados brazos amarillos y apéndices rosas, casi como babosas hojas en la parte superior. Al ver a la criatura se percató que todo el lugar estaba infestado de aquellas maravillas marinas. Del techo pendían largas ramas con raíces violetas que parecían latir a un ritmo calmado. Los grabados en las columnas parecían ser indígenas, el laberinto debía ser antiquísimo.

                Tomaba fuerzas para confrontar al pastor cuando sintió el ardor. Dos largos pistilos estaban adheridos a su brazo derecho  y quemaban su piel. La planta había ascendido desde abajo del pasadizo, podía ver gruesas raíces hundiéndose en la oscuridad del río. Se arrancó los pistilos  furioso buscó su fuente, deseoso de arrancar aquél malvado vegetal. Se asomó aferrándose del metal que sostenía al barandal del corredor para no voltearse y caer a la negrura. El limo fluorescente apenas brillaba lo suficiente para poder ver a la planta que lo había atacado. Una criatura que existía entre el reino animal y el vegetal. El cuerpo adherido a la parte de abajo del corredor de madera podrida se inflaba periódicamente, como si respirara, y se sostenía por algas que se adherían a la madera, como una enredadera. Tenía raíces gruesas de color café y negro que se hundían en el agua. La oscuridad era hipnótica. Nunca antes había visto algo más oscuro. Más oscuro que la noche, más oscuro que la nada. El resplandor no era suficiente para iluminar las negras aguas. Algo brillaba debajo de él, podía adivinar su cercanía. Los pistilos se movieron de nuevo, buscando a su presa, pero ésta vez estaba preparado. Mientras luchaba contra aquella bestia se dio cuenta que burbujas salían al exterior y que aquello que brillaba se había movido. Por un instante imaginó que la planta debajo de él estaba adherida a algo debajo del agua. Algo antiguo, algo que no debía existir en este mundo, un ser que pertenecía a una era hace mucho olvidada. La criatura había vivido por siglos en el infierno oscuro debajo del agua, en el punto en el que el Miskatonic, aquel malvado y podrido río, iba a morir. El objeto que brillaba se movió de nuevo y, por un segundo, le pareció ver que parpadeaba.

                Chris se levantó de golpe. Se dio cuenta que estaba parado en maderas podridas y que la planta que se había anclado allí podía derribar la plancha. Al escuchar el crujido bajo sus pies se echó a correr. Corrió y dio varias vueltas, hasta encontrarse perdido. No podía ver al pastor Crane, ni a las escaleras. En su huída había tenido que saltar por encima de varias planchas de madera que estaban totalmente podridas. Se fijó en el agua, ya no podía ver ningún ojo. Se apoyó en una columna para respirar profundo, pero el hedor a agua estancada y muerte le provocaron arcadas. Mientras vomitaba en el suelo notó que estaba más iluminado que antes. Parásito y babosas multicolores se movían en la columna frente a él. Un ballet de colores y luces. Las criaturas parecían inteligentes, pero inofensivas. Quedó perplejo ante la complejidad de su orden, como si hubiesen practicado por generaciones. Las formas cobraban sentido, dibujaron planetas y estrellas, después un objeto que caía a una línea horizontal, que imaginó debía ser la tierra. Las criaturas se alinearon en un círculo levemente oblongo, como una pelota de football americano, Chris había dejado el miedo y ahora estaba absorto en su belleza. Una línea horizontal recorrió de abajo para arriba, como un ojo. Ahora un círculo en medio del ojo se quedaba inmóvil, Chris se preguntó si realmente era un ojo o si estaba siendo paranoico. Se movió hacia la izquierda y el ojo lo siguió. Estaba siendo observado.

                No lo pensó dos veces y corrió. Ésta vez trató de ubicar la pared de las escaleras o la lámpara de gas del pastor Crane. En su carrera resbaló en una tabla rota, su pierna se fue hacia abajo y algo le rozó la rodilla. Se levantó gritando y siguió corriendo hasta encontrar las escaleras, y no dejó de correr hasta que estaba en la calle. Detrás de él la risa de Crane, chillona y molesta.

Un marino me ha estado enamorando. Iluso, no se da cuenta que sólo tengo ojos para Amadeus. No lo culpo, ni siquiera mi marido se da cuenta. A Amadeus le divierta la situación, el viejo me trae vestidos y regalos, lo único que quiere de mí es una sonrisa y vagas promesas. Nos iremos de Arkham y nunca más lo volveré a ver. Me invitó ayer a conocer lo que él llamó “la ciudad subterránea”. Invité a Amadeus, temiendo que se pusiera celoso, pero me dijo que ya había conocido aquella maravilla. Me enojé con él por no haberme invitado. Salimos temprano a la mañana hacia la logia de los santos del Miskatonic. Los frateres nos dejaron pasar, ellos le tienen una gran estima por haber sobrevivido al hundimiento de su barco, a día y medio de aquí. Según Gerard fue salvado milagrosamente por Dagon, el dios de las profundidades. Tonterías de marino.

Annabelle Beck, una hermosa chica de sociedad nos abrió paso, la única mujer en una reunión de hombres. Las escaleras se encontraban en un cuarto secreto que servía de adoratorio de un idolito negro, casi sin forma, que según ella tenía miles de años y había flotado a la superficie luego incontables siglos de encontrarse prisionero en las profundidades. Las largas escaleras nos condujeron a la maravilla subterránea. Debajo de la ciudad se extendía el final del río Miskatonic, corredores y puentes formaban incontables cuadriculas y gruesos pilares se hundían hasta las profundidades y soportaban los abovedados techos. Los masones habían añadido luz eléctrica, aunque no demasiada, pues según ellos molestaba a las criaturas. Y qué criaturas. Colores que nunca antes había visto, enredaderas que emergían de las aguas, peces de colores chillones y de múltiples ojos. Gerard me condujo a través del complejo subterráneo, señalando inscripciones en las columnas.
- Antes de que los monos existieran, o los dinosaurios, había grandes dioses. Seres cósmicos que gobernaban el cosmos en los tiempos en que el tiempo era joven y absurdo. Su rey, el Dios ciego e idiota Azathoth, Shub-Niggurath la negra cabra de los bosques de los miles de hijos era su esposa. La tierra aún era una idea cuando los hijos de los dioses, los Grandes Antiguos, pulularon el Universo. La mente humana no puede concebirlos y algunos llegaron a la Tierra. Cthulhu el Antiguo más importante, y otros dioses como Dagon, rápidamente se hicieron señores de la Tierra, sometiendo a todas las criaturas a su paso.
- Suena muy lógico.
- No es asunto de risa.- Encendió su lámpara de gas y me mostró la bóveda del techo y los pilares a nuestro alrededor. Habían algunas letras cuneiformes y muchos dibujos que parecían ser de origen nativo.- Los indígenas del Miskatonic conocían estas verdades y estuvieron en contacto con los dioses.
- ¿Y ahora dónde están? Los dioses me refiero, sé que ocurrió con los indios.
- Hubo una gran batalla entra los Antiguos y los Dioses Exteriores. Al final alcanzaron la paz, pero era demasiado tarde, los grandes dioses cósmicos fuero encerrados en un espacio más allá del espacio, fuera del tiempo como lo conocemos. De ahí deriva su nombre, Dioses Exteriores. Los Antiguos sufrieron una pena similar, fueron encerrados debajo de la tierra o en el fondo del océano. Sus ciclópeas construcciones se hundieron con ellos. Los más sensibles hasta el día de hoy pueden sentir su presencia, sus poderes psíquicos construyen las pesadillas más terribles. Los dioses esperan el día en que las estrellas estén bien alineadas para que comience el equinoccio macabro. Yog-Sothoth, el Todo en Uno, el camino y la llave, es la clave para que los Antiguos y los Dioses exteriores gobiernen de nuevo donde antes gobernaron.
- Es una historia imaginativa, eso se lo acepto.- Me llevó en silencio hasta otras escaleras, correspondientes a la mansión Crane en la colina de la zona norte de la isla. Cerca de allí había una abertura en el techo, era un pozo que se extendía del sótano de la mansión hasta el río subterráneo. Los corredores se curveaban alrededor de la abertura y pesadas antorchas esperaban ser iluminadas a su alrededor.- Ésta agua está podrida, ¿para qué quiere un pozo?
- El océano es el segundo cielo, el cielo es el segundo océano.- Sin que me diera cuenta me amarró el tobillo con una gruesa cuerda. Antes que pudiera zafármela me empujó con todas sus fuerzas. Logré sostenerme del barandal con una mano, pero no tenía suficientes fuerzas.- No está muerto lo que yace en la eternidad, y con extraños eones hasta la muerte puede morir.

Mi peso ganó la batalla y caí al agua. Cerré los ojos con fuerza y comencé a patalear, pero me di cuenta que no estaba rodeada de agua, aún estaba hundiéndome y flotando, pero no sentía la humedad. Abrí los ojos esperando la espesa negrura del agua, pero había luces. No eran las luces de seres acuáticos, sino de estrellas. Miles de estrellas a mi alrededor. No había planetas a mi alrededor, pero yo sabía que estaba en el espacio. Detrás de mi encontré a la criatura. Algo en ella demandaba algo más que mi terror, demandaba mi absoluta maravilla. Un conjunto espeso de nubes de color amarillento y miles de burbujas iluminadas. Sabía que no era una simple nube porque parecía crecer y decrecer. Se acercaba a mí, las burbujas creciendo en tamaño. En cuestión de segundos estaba en el interior de una de ellas y era gigantesca, como una esfera kilométrica. En su interior había hielo, pero algo estaba en el hielo. Algo que abrió su gigantesco ojo y me miró.

El tobillo me ardió, la cuerda se tensaba. Gerard jaló con todas sus fuerzas y en segundos estaba de vuelta al río subterráneo. Con otro esfuerzo estaba boca abajo aferrándome al barandal. No sabía qué decir, estaba temblando y orinándome de miedo. Caminé torpemente, Gerard me llevó de la mano hasta el circo, con la mente completamente en blanco. Amadeus me esperaba a la entrada del circo. Con un abrazo y un beso regresé a la realidad. Mi amado me miró sonriente, estaba orgulloso de mí. Quizás aquella pesadilla no había sido tan mala después de todo.

                Chris miró el atardecer desde la banca del parque, aún temblaba de miedo. Estaba agotado, pero conservaba la esperanza de encontrar con vida a su hermano. Cuando Denise lo encontró él terminaba su tercer cigarro consecutivo. No quiso narrar aquella experiencia, había sido demasiado aterradora. Ella se interesó en el libro que guardaba en su chamarra y le contó sobre el incendio el año en que el circo había venido. Chris la detuvo con un gesto.
- Empezó en lo que ahora es el hospital psiquiátrico. Mi hermano estaba con el doctor Abbott el día del festival del pez. Tengo que irme.
- Vamos, te llevo.- Al llegar al hospital Denise confesó que lo había llevado sólo porque le encantaba la idea de irrumpir ilegalmente en él.
- Me alegra te divierta.- El hospital estaba rodeado casi por completo de un frondoso bosque. Lo que antes era un inmenso patio y jardín frontal ahora era un estacionamiento. Entraron en la casona y de inmediato fueron recibidos por una enfermera.
- ¿En qué puedo ayudarlos?- No tenía problemas con Denise, ella vestía normal, pero el punk la ponía nerviosa.
- Vengo a ver al doctor Abbott.
- Está ocupado.
- Querrá verme, es sobre Raymond Morris.

                En cuanto la secretaria los dejó solos para ir a hablar por teléfono, entraron por la derecha hacia las habitaciones. La primera planta tenía habitaciones decentes donde familias enteras compartían tiempo con algún familiar. Chris tuvo la sospecha que no todo el hospital se vería así. Los corredores abiertos al público hacían una herradura, terminando en la parte central del edificio, el lobby. Chris abrió una puerta cerrada con llave a punta de patadas. Más habitaciones, pero diferentes. Nadie había pintado las paredes en años, las luces parpadeaban y por la intensidad de los llantos y chillidos, era claro que la atención médica no era ni constante ni suficiente. Las habitaciones eran como celdas, donde el paciente sobrevivía con apenas un colchón y una cubeta para hacer sus necesidades. Ninguno de los dos dijo nada, había mucha miseria humana entre aquellos muros. En el piso superior la situación era idéntica. Largos pasillos repletos de prisioneros semidesnudos. Chris sintió un impulso primario de dejarlos salir a todos.
- Mira allá.- Denise señaló el altercado al final del corredor. En el suelo una macana de gruesa madera yacía cubierta en sangre. Se acercaron cautelosamente. El guardia estaba desmayado  semidesnudo. Un hombre se ponía sus ropas. Era flaco, al borde de la inanición. Su cabello y su barba no habían sido cortados en meses, quizás años. Los vio pero no les dio importancia.
- Aquí están sus llaves.- Chris las recuperó del suelo y se las entregó.- ¿Sabes a dónde vas? Abrimos una puerta cerrada con llave en el piso de abajo, en el ala este.
- Sí, no, no sé. No sé adónde voy. ¿Sala este, sala oeste, qué es todo eso?- Denise señaló el plano que el prisionero había dibujado en la pared usando sus heces.- Espero que mi mapa esté bien. No puedo quedarme, ¿ustedes en qué celda viven?
- Ninguna.- Nervioso no podía ponerse los pantalones, se desesperaba un lloraba histérico.
- Los experimentos, Dios mío lo que nos hace… No puedo soportarlo, mi familia cree que estoy muerto, solo nos usan como conejillos de indias. Pensé que los shocks eléctricos eran los peores, pero hay cosas que no creerían. Nos dan peyote y leen nombres extraños, estúpidos, sin sentido, nos inducen pesadillas. Ahora viven dentro de mí. Lo peor no es eso.
- ¿Qué es lo peor?
- El ataúd. Te meten y un caparazón de metal te cubre, tiene la forma de una persona con brazos y piernas extendidos. Tiene agua y una espuma. El doctor dice que sirve para privarte de tus sentidos. Pequeñas máquinas mantienen la temperatura y presión. Lo hace encima de un pozo enorme. Estuve pendido ahí, ¿por cuánto tiempo fue? El doctor dijo que fueron seis hora, pero el pelo no crece tan rápido.- Se arrancó un mechón de cabello y lo mostró como evidencia.- Las cosas que vi… No tienen nombre.
- ¡No se muevan!- Guardias armados con escopetas los tomaron por sorpresa. Una mujer estaba con ellos. Laurel Abbott, hermana de Henry Abbott, era una mujer de aspecto distinguido pero mirada severa.- Identifíquense.
- Vete al demonio.
- Deberían estar en la cárcel, dejen que se vaya este pobre hombre.
- Este no va a ninguna parte.- Laurel señaló al guardia de la derecha para que se llevara a Chris y Denise y al de su izquierda para que sometiera al paciente.
- Libertad.- Fue lo único que dijo el pobre diablo. Se lanzó contra la escopeta y ésta se accionó. Su cuerpo quedó mutilado en dos partes. Sus tripas se estrellaron contra la puerta abierta mientras que la sección superior de su cuerpo voló por los aires. Laurel gritó asustada, Chris y Denise se agacharon instintivamente.
- Ese pobre hombre.- El guardia tomó a Denise de la muñeca y la alejó de allí, empujando a Chris con el cañón de la escopeta. Morris se dio cuenta en ese momento que nadie conocería la historia de aquel anónimo. El sheriff Mitchum ni siquiera se daría por aludido. Los Abbott se callarían el asunto y nadie en Arkham sabría la verdad. Lo mismo ocurriría con él.- Chris, Chris, ¿viste eso?
- Les puede pasar a ustedes si no se callan.- Los metió al ascensor y seleccionó el último piso. No se dirigían al lobby para ser expulsados. Denise no se dio cuenta, aún tenía dificultades para respirar. Chris sabía el riesgo, pero no iba a morir, no ahí. Se apoyó contra la pared y lentamente extrajo la llave de su habitación. Era larga y puntiaguda. Cuando la tuvo en la mano apuñaló al guardia por la espalda y se lanzó sobre él, quitándole la escopeta y golpeándolo con la culata.
- ¿Dónde está mi hermano?, ¿dónde está Raymond?- No respondió y lo golpeó de nuevo, desmayándolo.- Denise, tengo que encontrar a mi hermano, podría estar aquí.
- ¿Cómo te ayudo?
- Escapa. No voy a perderte.- Denise lo besó y marcó el primer botón que pudo para bajarse del ascensor y huir.

                El instinto le decía que tenía que bajar. El prisionero había mencionado un pozo, y era muy posible que Abbott estuviera escondido en el corazón del hospital. No tenía mucho tiempo antes de que el cuerpo del guardia fuese descubierto. Temía por Denise, pero sabía que si lograba salir del hospital estaría a salvo, no había necesidad de perseguirlos después, pues nadie creería en su historia, después de todo el doctro Abbott era uno de los ciudadanos modelos de Arkham. Encontró una bodega donde se vistió con la bata blanca de médico y se equipó con una cartilla y estetoscopio. Al fondo del pasillo había un elevador secundario para subir o bajar ropa de la lavandería. Se cruzó con un par de enfermeros que no sospecharon nada y, antes que un guardia terminara de subir las escaleras se metió en el pequeño cajón de elevador, el cual operó desde adentro.

                A juzgar por la suciedad en las paredes intuyó que se encontraba en una zona prohibida. Los amarillentos mosaicos se extendían en largos y estrechos corredores repletos de celdas. Al final del corredor se encontraba una escalera en cuyo dintel se leía “experimentación”. Los gritos de los prisioneros incrementaban la tensión. Regresaba el agotamiento físico y mental. Perdía la capacidad de razonar a cada minuto. Había más que su hermano en la línea, estaba también su cordura.

                Antes de las escaleras, en una celda ligeramente más grande, se encontraba la oficina del doctor Abbott. Se lamentó por no haber cargado con la escopeta, pero supuso que un viejo no podría ofrecer demasiada resistencia. Se acercó sigilosamente, centímetro a centímetro. No estaba solo. Podía escuchar una voz femenina, Abbott la llamó Wanda, que debía ser su esposa. También escuchó la voz de su hermana, pero algo estaba mal. No podía entender toda la conversación, pues los prisioneros hacían demasiado ruido, sin embargo no parecían estar preocupados por nada, aún más, parecían estar disfrutando. Disfrutaban demasiado. Se asomó por un segundo y los pudo ver a los tres desnudos, teniendo sexo en la mesa. Su hermana lo besaba mientras él estaba sobre su esposa. Era tan repugnante como el episodio en los canales subterráneos. Desde debajo de las escaleras pudo ver a los guardias subiendo, al darse cuenta volteó y el ascensor estaba descendiendo. Estaba atrapado. La puerta de atrás de él se abrió y un hombre lo tomó del hombro y lo jaló dentro, cerrando tras él. Su celda era ligeramente mejor que las otras que había visto, tenía un inodoro y una cama. Lo aplastó debajo de la cama y esperó a los guardias quienes, segundos después, se asomaron para asegurarse que todo estuviera bien.
- Se fueron. Por ahora. Estás en muchos problemas jovencito, pero estás seguro ahora.
- ¿Porqué pudiste abrir tu celda?
- Ellos creen que tiene cerrojo, pero es del siglo XVIII, es de las celdas más antiguas de esta mansión de los horrores. Hice una llave con jabón endurecido.- Sonaba más cuerdo que el paciente anterior, al menos no se arrancaba el cabello.   - Soy Ben, solía trabajar aquí, ¿y tú?
- Buscaba a Abbott, creo que tiene información que busco. ¿Dijiste que trabajabas aquí?
- Trabajé con Henry desde que me gradué de la Universidad del Miskatonic, pero me atreví a amenazarlo con reportar sus abusos y experimentos. Mi familia cree que estoy en Budapest trabajando en un internado, Abbott me tiene aquí en secreto como conejillo de indias.
- La última persona con la que hablé sobre las torturas de este lugar se suicidó con una escopeta.
- No me ha sometido a la peor de todas, el ataúd. Privación sensorial, estados alterados de conciencia. He visto esa monstruosidad metálica encima de ese pozo sin fondo, nadie ha salido de ahí con su cordura intacta. A comparación de eso los shocks eléctricos, el aislamiento y las golpizas son poca cosa. Tengo suerte, aún no me ha sometido a eso, sin duda moriría allí adentro.
- Necesito ayuda, estoy buscando a mi hermano, Raymond Morris. Tengo razones para creer que ha estado aquí. Abbott lo conocía, de eso estoy seguro. Creo que desapareció el viernes.
- ¿Viernes?- Ben se sentó al lado del escusado y trató de concentrarse. Lo miró apenado y buscó las palabras.- El viernes vi a Nestor Mitchum y a Henry empujar una camilla. La persona estaba cubierta por una sábana. Creo que estaba muerta. Discutían con alguien más, pero no lo vi.
- Ray…- Chris luchó por no llorar. Estaba escondido debajo de una cama en una mazmorra. No le daría el gusto a Abbott, ni a Mitchum, ni a nadie.- Dios, necesito dormir, me estoy volviendo loco.
- No querrás dormir aquí. En un rato pasarán los guardias para su última ronda. Hay una salida secreta pasando el pozo.- De atrás del escusado sacó una masa de papel de baño donde había dibujado un mapa utilizando su propia sangre.
- ¿No lo vas a necesitar?
- ¿Bromeas? Tengo ese mapa grabado en la memoria, cada vez que cierro los ojos lo puedo ver.- Hizo un gesto para callar a Chris. Alguien se acercaba. Chris se pegó tanto a la pared como pudo.
- Buenas noches Ben.
- Buenas noches Laurel.- El odio en su voz era inconfundible.- Buenas noches Wanda. Ya se fueron.
- Gracias por ayudarme.
- No lo hago por querer ser tu amigo, sólo quiero que me prometas que matarás a Abbott.
- Haré lo posible, te lo aseguro. Si Ray está muerto, mataré a todos los que tuvieron algo que ver.  A Crane, a Abbott, a Mitchum y a ese tercero, el desconocido que estuvo aquí el viernes.

                Aguardaron en silencio. Los guardias se asomaron a su celda y siguieron adelante. En cuanto los prisioneros se durmieron Ben le abrió la puerta y le deseó suerte. El mapa era exacto. Cruzó la amplia sala del pozo, el ataúd de acero sostenido con cadenas. Escondido entre los mosaicos había un interruptor que abría una puerta secreta. En diez minutos estaba en el bosque.

La función había salido a la perfección. Amadeus se adelantó al bosque, me esperaría por las cuevas detrás de la loma del árbol muerto. Terminé de empacar los trucos y fui para allá. La luna iluminaba débilmente los claros. Conocía el camino, y había estado ansiando este momento todo el día. Amadeus y yo solos era justo lo que necesitaba. Haberle mentido a Tom, mi marido, no me ponía nerviosa. La niña me ponía nerviosa. Me seguía entre los árboles, pero se escondía de mí cada vez que quería acercarme a verla. Su risita me acompañó por toda la colina. Pude verla por un segundo antes de que saltara detrás de un árbol, era la misma niña que había visto cuando caminé con Amadeus y Rudolph Crane por este mismo camino. Tenía una mancha roja en su vestido, pero no sostenía su corazón. En el árbol negro en la cúspide de la colina algo pendía de un lado a otro. La niña corrió del bosque al árbol muerto, su manita apuntando hacia su corazón que estaba amarrado con hilo de una de las ramas. Quise gritar, pero cuando miré de nuevo, no quedaba nada. Amadeus me esperaba abajo. No se sorprendió cuando le hablé de la niña y el corazón. Él también la había visto. Después de lo que había visto con Gerard, una visión así no me asustaba.

Amadeus me mostró el peyote. Lo había estado guardando desde Nuevo México. Lo consumimos entre besos. La luna se hizo multicolores y su luz era tan radiante como la del sol, quizás más. Amadeus me señaló el cielo. Las nubes se iban disipando, permitiéndonos ver las enormes construcciones. “Lo que es arriba es como lo que es abajo. El cielo es el segundo océano.” Me susurró al oído. Eran ciudades enteras. No se parecían en nada a las ciudades humana. Aquellas construcciones ciclópeas estaban hechas de piedras negras y preciosas. No tenía calles y edificios departamentales, como imaginaríamos nosotros a las ciudades. Parecían tener cuevas construidas en ángulos extraños. Entonces lo entendí, a un nivel más profundo que el intelectual, dentro de mí comprendí que los horrores y las maravillas en el lecho oceánico se repetían en los más profundos abismos estelares. Qué pequeños somos nosotros, que no podemos habitar ni en uno ni en otro. Qué extraña historia cósmica de la cual no somos parte ni testigos, meras manchitas parasitarias en el telón del Universo. Había un sentimiento sobrecogedor de estar frente a algo tan masivo que no era, ni podía ser, humano.

Escuchamos pasos detrás de nosotros. Una persecución. Un indio apenas vestido en taparrabos corría entre los árboles. El retumbar de los rifles detrás de él. Eran puritanos quienes le perseguían, santos del Miskatonic. El indio nos miró mientras atravesaba el claro, pero los santos no podían vernos. Amadeus señaló su cuello y lo persiguió jalándome de la mano. Su cuello tenía cuatro protuberancias de cada lado. Eran branquias. Los santos del Miskatonic nos atravesaron, como fantasmas. ¿O éramos nosotros los fantasmas? Los colonos habían cargado sus armas y abrieron fuego. El indio fue alcanzado en la espalda mientras entraba en una cueva. Salió volando un metro y cayó al suelo. Su cuerpo se deshizo en segundos, dejando en su lugar extrañas plantas acuáticas.
- Mira eso.- Señaló Amadeus al interior de la cueva. Los puritanos celebraron su cacería y nos dejaron. Amadeus me llevó un poco más adentro, donde reposaban los huesos de un elefante.
- ¿Pequeño Fortachón?- Estaban limpios de toda carne, sus huesos eran blancos amarillentos.

Pude ver la sombra de dos personas. No parecían indios, pues estaban vestidos. Amadeus me sacó de ahí y comenzamos a besarnos, mientras el peyote continuaba surtiendo efecto en nuestros organismos. Había tenido sexo cientos de veces, pero nunca así. Era salvaje y todo a nuestro alrededor cambiaba de forma. En un momento estábamos en un incendio, en otro el cielo estallaba en llamas y caían meteoritos por todas partes. El pasto crecía y se achicaba. Los colores se reproducían por todas partes. El peyote perdió su fuerza cuando Amadeus y yo terminamos. Apoyé mi cabeza en su hermoso pecho, sus delicadas manos acariciándome el cabello. Entonces pasó.
- ¿Bertha?- Era Tom. Nos había descubierto y no había nada que pudiéramos hacer al respecto. La verdad era que yo no quería hacer nada.- No quise creer los rumores, pero eran ciertos.
- ¿Y qué? Amo a Amadeus, es lo mejor que me ha pasado. Tú fuiste un error.
- Maldito, hijo de perra.- Se acercó hacia nosotros, pero Amadeus se levantó.
- No harás nada Tom, porque yo sé más sobre ti que cualquier otra persona.- Se sorprendió cuando jugué con esa carta. La había estado guardando para esta ocasión.
- Eres una harpía. ¿Quieres quedarte con él? Adelante, ve si me importa.
- Claro que no te importa, él es más hombre que tú, Amadeus es más que un hombre.

                Cuando Chris tenía diez años y vivía en Arkham con su mamá, Ray y Norman, tenía un vecino con un Pitbull feroz. Noche tras noche ladraba y se lanzaba hacia adelante, ahogándose con la presión de la correa que lo ataba al árbol. Día tras día asustaba a los transeúntes con su ferocidad. El dueño, complacido con la bestia asesina que había criado, se alegraba al ver que su bestia no sentía cansancio, que seguía forzando la correa de tela. Lenta, pero seguramente, la tela de la correa se fue adelgazando, hasta que un día, cuando su dueño le servía de comer, finalmente reventó y se lanzó sobre él. Fue la primera vez que vio tanta sangre humana en el pavimento.

                Chris finalmente comprendía aquel episodio de su vida. La locura estaba forzando la correa que la ataba. La correa estaba a punto de quebrar. Mientras vagaba por los bosques hacia la luz de la civilización su cordura fue perdiendo terreno. No necesitaba dormir, tenía que dormir. Agotado y frustrado se tiró sobre el pasto y cerró los ojos. Estaba relajado, a punto de quedarse dormido cuando sintió una brisa helada. No le dio importancia, el sueño valía la hipotermia. Había viento desde arriba, más frío y una luz. Al abrir los ojos se encontró con la vastedad del vacío estelar y una nube de fluorescentes burbujas carnosas. Un ojo lo miraba de entre aquel caos indescriptible. Tras un parpadeo todo se había ido.

                Fuera de sí, lunático, completamente enloquecido huyó. Corrió sin mirar atrás, su conciencia finalmente se había colapsado, solo quedaba la demencia. Gruñendo como un perro y soltando espumarajos se internó entre las calles, temiendo al viento, a las luces y los extraños que le miraban desde las ventanas. Perdió toda conciencia hasta que brincó entre arbustos y se resbaló por una pequeña colina de un diminuto parque. No sabía dónde estaba, ni qué hacía ahí. Jóvenes se reían de él, era un grupo de borrachos que fumaban porros ocultos entre los árboles y arbustos. Denise estaba entre ellos. Se acercó a él, preocupada y alarmada.
- No puedo más…- Denise entendió lo que quería decir.
- Lo sé, yo apenas escapé de ese lugar por un pelito. Me preocupé, pero no podía quedarme ahí todo el día.- Le ofreció una cerveza y un porro y lo sentó entre sus amigos. Chris terminó ambos antes de que ellos se dieran cuenta. Necesitaba los relajantes efectos de la marihuana. Por un momento se lamentó el haber jurado sobriedad, si alguna vez en su vida había necesitado drogas, era en ese momento. Sentía el efecto de la marihuana, pero apenas y podía sonreír. Extrañaba su Percoset y su Valium.
- ¿Quién es?- Preguntó Bruce.
- Se llama Chris, es un punk de Boston. No te pongas celoso Bruce, está aquí de visita.
- Tengo que irme, tengo que dormir, tengo que mantener la cordura. Necesito Valium, ahora.
- Se me acabaron todas.- Le dijo otro amigo de Denise.- Pregúntale al novio de Denise. Bruce, ¿tienes alguna píldora mágica?
- Nada.
- No es cierto.- Le corrigió Denise.- Tienes en ese bolsillo.
- ¿Novio?- Aún no lo había captado. Le pasaron otro porro y se apuró en consumirlo.
- Sí, su novio.- Vestía de cuero y parecía un punk, aunque con los jeans planchados y las botas nuevas.- Y sí, tengo Valium, pero no es para ti.
- La necesito, tú no sabes lo que he visto.- Se lanzó sobre Bruce y a golpes le revisó todos los bolsillos.- Maldita sea dónde está, si no duermo pronto explotaré.
- Déjalo en paz.- Chris se levantó, las píldoras en la mano.
- ¿Realmente es tu novio?
- Sí, realmente lo es.

                Chris se hubiera ofendido, de no ser porque se tragó todas las pastillas de un golpe. Trataron de detenerlo, pero no sirvió de nada. No comprendían la clase de tensión en la que estaba. Se fumó uno de los cigarros robados de Bruce y se fue sin decir nada. Caminó esperando el efecto de la droga, podría dormir en cualquier parte, pero aunque se relajó bastante aún así no podía dormir. Caminó hasta el hotel, ojos rojos por las lágrimas. Su hermano y su cordura se alejaban cada vez más. Estaba a punto de darse por vencido. Ed Crane estaba despierto, de inmediato detectó que algo estaba mal con él y le sirvió un té para dormir. Se acomodaron en el desayunador del hotel. Se habían agotado las servilletas, por lo que Ed usaba los cientos de volantes para buscar a Vivian McVey.
- Mitchum quería que las quitara de las ventanas, ¿puedes creerlo? Es sheriff, no secretario de turismo. La gente se está hartando de él. Apuesto que no te quiso ayudar con tu hermano.
- Para nada.- El té y el Valium lo habían calmado, aunque comenzaba a sumirse en una profunda depresión. La frustración, como la correa de la demencia, se estaba rompiendo, dejando paso a la tristeza.- Noto que no tiene anillo de masón, ¿no quiere ser como su hermano o como Abbott?
- Para nada, ellos son los pilares de la comunidad de Arkham, yo soy un don nadie y me gusta así.- Miró pensativamente a las estrellas, como leyendo un lejano mensaje.- Sé que se equivocan. En el fondo mi hermano y los demás masones de Arkham creen que el Universo es un lugar indiferente al Hombre, como que fue hecho por otros y para otros, pero no para nosotros. No me gusta pensar eso, me hacía sentir… pequeño.
- Yo soy punk, el Universo está en mi contra. En comparación, ellos son más optimistas.
- Me caes bien.- Ed se rió de buena gana y se acomodó en el sillón.- Soy adventista devoto, ellos son politeístas. A mi hermano le gusta maquillarlo, dice que Jesús era el pescador y Dagon el pescado. Creen en Antiguos dioses, adorados por indios y locos, que quedaron atrapados en el espacio más allá del espacio, en otro tiempo.
- ¿Y pueden traer a esos dioses?
- Los Antiguos gobernaron donde ahora gobierna el Hombre, según ellos regresarán cuando las estrellas estén en cierta posición. Dagon, el dios pez, debe presentar a la llave, llamada Yog-Sothoth. Se presenta como una semilla que abre la puerta a los dioses cósmicos, los Dioses Exteriores, ellos sueltan las cadenas que sujetan a los Antiguos. Mi padre hablaba de eso continuamente. Se supone que no debía hablarlo con extraños.
- Esa semilla… Semilla de la destrucción.

                La charla cambió a temas más agradables y cuando subió a su habitación se sentía renovado. Sin poder dormir revisó la habitación. Dentro del clóset estaba su maleta. Al principio pensó que sería del anterior invitado, pero tenía sus etiquetas. En su interior no faltaba nada, a excepción de la carta que lo había traído a aquella locura. Podía sentir la mirada de todos los pobladores y turistas de la isla, sus risas y burlas. Una elaborada jugarreta, sabían que vendría. La paranoia reemplazó a su tristeza. Al encontrar la fotografía de su hermano salió del cuarto. Ed Crane trató de decirle algo, pero le dio el dedo medio, ¿cómo podía saber que él no estaba metido en el asunto de su hermano y su maleta? Después de todo, era de apellido Crane.

                No escuchó la advertencia de Crane, Nestor Mitchum lo estaba buscando. El sheriff estaba de mal humor y buscaba fastidiarlo. Mitchum y Abbott llevando un muerto en una camilla y discutiendo con un tercero. La escena le era tan aterradora que podía imaginarla con viva imaginación. Quería usar la fotografía de Ray para hacer nuevos volantes cuando escuchó la sirena de la patrulla detrás de él. Le persiguió por la avenida principal, donde los comercios aún no abrían. Viró a la izquierda en una callejuela donde la patrulla no podía seguirlo, pero no estaba fuera de peligro. La calle, principalmente mansiones afrancesadas no parecía ofrecer ningún escondite. A media cuadra pudo ver a Jane, quien estaba más sorprendida de verlo que él a ella. Al verlo correr asumió que algo estaba mal y ella le mostró el camino. Podían brincar la verja de una de las casas y caer encima de un arbusto, escondidos de la patrulla.
- Sabía que los punks tienen problemas con la policía, pero no sabía que se levantaban tan temprano.- Le mostró un dibujo de su cuaderno, era la entrada de un circo llamado “Gozlen”.- Lo copié en la hemeroteca, no podía sacar el periódico para mostrártelo. Además, quiero mostrarte algo que encontré cuando era niña.
- Te debo una Jane, en serio.

                Cuando se aseguraron que la patrulla no estaba cerca salieron de su escondite. Tomaron un taxi de bicicleta hasta la parte norte. Chris le habló sobre todo lo que había visto en el manicomio. Jane no podía creer que algo tan espantoso estuviera ocurriendo en el pueblo en el que había crecido. Le contó historias de fantasmas que se contaban en el pueblo de Arkham, las supersticiones acerca de hombres acuáticos que cazaban pescadores, pero nada tan espantosamente real como las torturas del doctor Abbott, y sus bizarras preferencias sexuales. Caminaron entre las colinas hasta las cavernas. Jane le habló del incendio que provocó el circo, según la versión de los habitantes acaudalados de la isla, aunque siempre existieron los rumores de una turba fanática de cristianos que prendieron fuego al circo e incendiaron a todos adentro.
- Era muy niña cuando lo encontré, pensaba que era un monstruo.- Eran los huesos de un elefante.- Casi nadie viene aquí, el circuito turístico sigue a la costa. Además, nadie quiere estar tan cerca del hospital.
- Pequeño fortachón… Creo que leí su nombre en el diario ese que me encontré en mi habitación. De hecho…- Jane le dio un codazo y señaló hacia las figuras que se aproximaban. Se escondieron entre las rocas cuando una pareja entró a la cueva y descubrió los huesos. Esperaron en silencio, Jane acomodada entre sus brazos, hasta que se hubieran ido.- Creo que están afuera.
- ¿Qué hacen?- Chris se acercó a la salida caminando a hurtadillas. La pareja estaba teniendo sexo en el pasto.- ¿Chris, qué pasa?
- Todos están locos en este maldito lugar.

                Aprovecharon que la pareja estaba distraída para escabullirse sin ser detectados. Jane se apoyó en su brazo en el trayecto de vuelta. Chris pensó que aquello era dulce y tierno, aunque estaba casi seguro que Jane sentía algo más pasional hacia él. Jane se ofreció a ayudarle a hacer los volantes y repartirlos por todo el pueblo. Quizás tenía una idea general acerca de lo que había ocurrido con su hermano, pero podría ser vital crear conciencia acerca de su desaparición, y de la corrupción policíaca, así como había ocurrido con la desaparición de Vivian McVey.
- No tenías que hacerlo.- Chris le invitó una cerveza cuando terminaron de repartir los 200 volantes. Jane estaba emocionada, era la primera vez que un hombre le invitaba una cerveza.
- Quiero hacerlo. No es solo por tu hermano, también por ti. Necesitas alguien en quien confiar.
- Más en este pueblo, ya no sé quién es quién.
- Puedes confiar en mí. ¿Tienes novia?
- Es raro, pensé que tenía algo con Denise, pero  creo que no.- Chris bostezó, hacía días que no dormía, y sus ojeras eran enormes.- Estoy tan cansado, siento que me voy a morir si no duermo.
- Si quieres te acompaño a tu hotel.- Chris la quería detener, Jane era simpática pero seguía siendo una niña. Quizás para ella sería excitante, pero él regresaría a Boston con sus amigos y la mala vida, y no se quedaría con ella. Al llegar al hotel ella estaba insegura de dar el siguiente paso.
- Jane, eres muy dulce y eres la única amiga que tengo en Arkham, pero no deberías acercarte tanto. Yo me iré en cuanto encuentre a Ray, o sepa lo que le ocurrió. No te ofendas, pero odio este lugar y estos han sido los peores días de mi vida. Peores que cuando asaltaba borrachos en la estación de tren para comprar mi heroína. No soy la clase de sujeto que quieres para ti.
- Supongo que tienes razón.- Se le lanzó y se besaron por un muy largo tiempo.- Te odiaré en cuanto me dejes sola, pero mañana nos podremos ver. Déjame disfrutarte mientras te tengo.

                Chris subió a su habitación visiblemente más relajado. Sabía que la locura estaba a un paso de distancia. Sospechaba que tampoco podría dormir. Pero ahora tenía un plan. Crear conciencia en el pueblo acerca de la incompetencia del sheriff, indagar sobre la desaparición de Ray, mantenerse fuera de logias, manicomios y cárceles. Siempre y cuando estuviera en su habitación, toda la noche si fuera necesario, estaría bien. Nada de visiones ni monstruos, ni horrores.

                Las luces de su habitación estaban prendidas. Algo estaba mal. Del baño se escuchaban ruidos. No estaba solo. Entró con un pie en el marco de la puerta. Del baño salió el extraño. No le llamó la atención que estuviera desnudo y sudoroso, sino que fuera él. No había duda en ese sentido. Era el mismo rostro, los mismos ojos, el mismo cuerpo y hasta los tres lunares en fila que tenía en el muslo, heredado de su madre. Estaba viéndose a si mismo. Tampoco era una aparición, pues terminó de abrir la puerta del baño y sostenía un largo cuchillo. Antes de preocuparse por el arma reparó en sus ojos. Grandes, rojos, pupilas dilatadas. Estaba tan tenso que temblaba, el cuchillo en su mano estaba firme. Pasaron un par de segundos, mirándose los unos a los otros, hasta que el Christopher Morris desnudo se lanzó contra él, gritando a todo pulmón con el cuchillo sobre su cabeza. Asustado, Chris cerró la puerta y dio un brinco hacia atrás, cayendo de sentón con la espalda en la pared.

                Todo lo que había logrado de reparar aquella correa se había desatado en un segundo. La presa había caído, ahora las aguas de la locura lo inundaban con violencia. Salió corriendo del hotel, brazos agitándose de un lado a otro y gritando en chillidos aterrados. Los pocos pensamientos coherentes que flotaban sobre todo aquel pavor iban dirigidos a una única meta. Tenía que salir de Arkham tan rápido como fuera posible. No tenía otra opción. Trataría de investigar la desaparición de Raymond desde el continente. El primer ferry era a las cinco de la mañana.

Han empezado las quejas. Al principio nadie las tomaba en serio, trabajadores desaparecidos e historias de fantasmas. Ahora hasta los artistas quieren irse. Olga se ha colocado como la líder del motín. La verdad es que Tom hará lo contrario de lo que deseé mi amado Amadeus. ¿Qué tan ciegos tienen que estar para no darse cuenta que su genialidad podría salvarnos a todos? Quieren irse del pueblo. Amadeus aún tiene mucho trabajo por hacer, y la Orden Esotérica de Dagon aún no ha cumplido con todas sus labores. Hay algunos que son más fieles a mi amado que a Tom, pero la mayoría se alinea con Olga.
- Roy, he oído que tu hijo se rompió la pierna.- La carpa de Roy “el Hombre más fuerte del mundo” ya tenía todos sus arcones, y los de su esposa e hijo, preparados para irse.
- No es sólo por eso Amadeus. Este lugar me da mala espina.
- ¿Eso es todo? Te ponen nerviosos los fanáticos religiosos, si eso fuera cierto no nos detendríamos en la mitad de lugares en los que nos detenemos. Sé honesto conmigo, ¿qué dice tu esposa?
- Sí es por Mortimer.- Amadeus le hizo una seña a Mortimer, de diez años, para que se acercara. La pierna estaba rota y necesitaba un médico. Podía sentirse la protuberancia del hueso salido. Amadeus le tomó de su pequeña pierna y con crujido seco, la curó.- Hijo, ¿te sientes bien?
- Es un milagro.- Roy se lanzó sobre Amadeus en un abrazo que por poco lo parte en dos.
- Eres de verdad, no lo puedo creer. Siempre lo sospeché, aunque Jill nunca me creía, pero yo sabía que esas sanaciones eran reales. Cuenten con nosotros tres, nos quedamos hasta que tú digas.
- Si tan solo todos fueran tan fáciles de convencer, Olga es mi amiga y no hago que ceda.
- Bertha, déjame decirte algo de tu amiga. Se ha adoptado a una criatura. Por eso se quiere ir, según ella no se la robó, sino que la encontró en el bosque.
- No puede hacer eso, ¿qué tal si los padres nos hacen arrestar a todos?
- Sólo hay una solución.- Amadeus cortó toda nuestra plática inútil y la convirtió en acción. Corrimos a la carreta de Olga y la abrimos de golpe.
- Dios mío.- Era la niña del bosque, el fantasma sin corazón que me perseguía por donde fuera.
- ¿Qué creen que hacen?- Olga se vistió apenas con una sábana y se colocó frente a la niña.
- No te puedes robar niños Olga. ¿Esa es la razón por la que te quieres ir? Me das pena.
- No la robé, ella vino a mí. Se llama Vivian McVey y está muerta del susto con esta ciudad. Y yo también. Hemos estado aquí por más de dos semanas. Todos estamos nerviosos.
- Imaginé que tratarían algo así.- Tom nos sorprendió en el umbral de la puerta. Amadeus y yo salimos con él.- Nos vamos de aquí, si ustedes quieren quedarse, lo pueden hacer.
- Imposible,-dijo Amadeus.- todos deben quedarse aquí.
- Ya lo oíste Tom. Nos quedamos todos.
- No puedo entender cómo te transformaste en una niña tonta por él. Despierta Bertha, te está usando. Lo que sea que se traiga con Tiberius Crane y compañía, es su problema.
- Tom, no me estás entendiendo. Nos quedamos, porque de lo contrario todos sabrán que tú mataste a la hija de Olga.
- Fue un accidente.- Gozlen estaba pálido.- Juraste que lo olvidarías.
- La embriagaste porque querías echártela, pero la pobre chica se ahogó mientras vomitaba.
- Nadie te creerá.
- No es la primera vez que te atraen las niñas de 13 o 14 años, eso lo saben varios.
- Es inútil,- interrumpió Amadeus.- nos quedamos, pues no puedes permitir que el circo entero conozca tus indiscreciones. Lo que es más importante, hay una tormenta terrible y el ferry no puede navegar.
- ¿Tormenta?- Tom volteó al cielo, nublado como todos los días, pero seco.
- Vamos Bertha, tenemos mejores cosas que hacer.- Dicho esto, se desató el diluvio.

                Chris pasó horas sentado en una cafetería mirando hacia el suelo. La saliva escapaba de su boca. Nadie se atrevía a molestarlo. Podía escuchar la tormenta, pero no le molestaba. Su razonamiento era sencillo y efectivo, si no veía ni oía nada, entonces nada podría asustarlo. ¿Había imaginado lo ocurrido en su habitación? Sabía que tenía que decir que sí, aquella respuesta debería ser la respuesta correcta, la elaborada por la sociedad. Mientras se iba de la cafetería y caminaba en la lluvia se dio cuenta que no había sido su imaginación. Tampoco había sido su imaginación en las grutas, ni en el bosque, ni en ninguna parte. No estaba loco, no estaba viendo cosas. Aquellas cosas existían. El hombre en su habitación era él, y estaba loco como una cabra. Sintió que era mejor aceptarlo, aunque no pudiese entender cómo era posible, que seguir culpando de todo a su imaginación.

                La tormenta empeoró y al acercarse a la playa no pudo ver más que las sirenas. El único camión de bomberos estaba ahí. Un paramédico aburrido le explicó la situación. En el puerto un barco se había acercado demasiado rápido. El choque había inutilizado el muelle, nadie podría salir ni entrar por un par de días. Estaba encerrado. Christopher se terminó de convencer. Todas sus esperanzas de salir de ahí relativamente intacto, con o sin la verdad sobre Raymond, se habían derrumbado por completo. Muertas, sin posibilidad de revivir. No terminaría bien. Chris disfrutó la demencia que lo empujó a caminar hacia el norte. Tampoco terminaría bien para quienes habían lastimado a su hermano. El psiquiatra degenerado era el primero en su lista. Interrogarlo, torturarlo o matarlo. Las tres eran posibilidades muy reales. No tenía objeción sobre ninguna de las tres. Aquel conocimiento lo mantuvo cálido en la helada tormenta hasta llegar al Hospital.

                En el camino se  había comprado cigarros y comida. Su desayuno en la oscuridad, cuando la tormenta cedió, le supo a gloria. Empezaba el viernes. Cuatro días sin dormir y sus músculos estaban más allá del dolor. Disfrutó del amanecer sentado en un tronco muerto a un lado del estacionamiento. Había revisado los pocos autos estacionados, uno de ellos tenía un gafete colgando del espejo retrovisor con el nombre de Laurel Abbott. Al menos estaba la hermana.

                La vio poco antes de las seis de la mañana. Caminaba por los bosques de la parte trasera del Hospital. Cuidando de no acercarse demasiado a los enfermeros y guardias que llegaban para empezar a trabajar, fue rodeando la propiedad. Laurel parecía asustada. Corría hacia el claro, mirando sobre su hombro. Algo la perseguía. Chris corrió hacia ella cuando vio a las dos figuras. Eran dos hombros gordos, con ropas sucias y maquillaje corrido de payaso. Corrieron detrás de Laurel y se acercaron a un paso. Los payasos lo miraron y huyeron despavoridos. Su mente ya no podía preguntarse la lógica de los eventos, simplemente concebía su meta y lo que era necesario hacer. Laurel se quedó en el suelo, viendo cómo huían los payasos y no se alegró al ver a Chris.
- No voy a dormir hasta que sepa qué le ocurrió a mi hermano Raymond. Ahora, no quiero que se haga ilusa, ni quiero que me mienta. Si lo hace, desearía haber sido secuestrada por esos payasos.
- No sabes lo que quieres.- Chris comenzó a patearla en el suelo hasta que Laurel lloró.- Está bien, está bien. Lo conozco, pero no mucho. Era parte de la logia de los santos del Miskatonic.
- Imposible, mi hermano era un devoto adventista.
- ¿Quieres saber la verdad o quieres seguir persiguiendo ilusiones?
- El echarte a tu hermano no te hace Freud.
- Pero es real. Ayudaba a Nestor y a Henry en sus experimentos. Era nuevo en la isla. La última vez que lo vi fue el viernes. Llevé a Henry a la logia en mi auto. Lo vi adentro, sé que estaban con alguien más. Alguien nuevo. No sé quién porque no permiten entrar a las mujeres.
- El viernes en la noche, -dijo Chris, recordando lo que Ben le había dicho en el hospital.- Mitchum y Abbott empujaron una camilla en el área de experimentación. Había un tercero, ¿quién es?
- No sé nada de eso, el viernes dormí en mi casa. No sé quién más estaba en la logia, no le vi la cara. Vestía muy casual, con chamarra de cuero. Desentonaba.
- Dijiste que era nuevo, pero había estado un tiempo en la isla, ¿dónde dormía?
- Tenía su departamento aquí. #34 Maple Street, interior 4. Dejaba la llave debajo del tapete. Quizás está en el continente, la verdad no lo sé. ¿Qué le harás a mi hermano?
- Eso es entre tu hermano y yo y el médico forense.

                No le costó trabajo encontrar el edificio. Los inquilinos, casi todos de vacaciones, se sobresaltaron al ver al vagabundo oloroso y tembloroso que subía las escaleras. La llave estaba donde Laurel dijo que estaría. No sabía qué esperaba, pero temblaba tan fuerte que apenas y podía tomar la perilla. Esperaba monstruos, visiones de criaturas que no debían ser, dobles desnudos armados con un cuchillo. No pudo abrirla y gritó de desesperación. Estaba en su último nervio. Le tomó tres intentos abrir la puerta, y otros dos para empujarla. Nada se movía en el interior. El lugar parecía vacío, pero no ordenado.

                Ray había estado ocupado en los días en que usó el departamento. Periódicos y libros tirados por todas partes. En la pared sobre su cama había escrito con gruesas letras de gis “Semilla de la destrucción” y pegado con cinta adhesiva había una frase en un lenguaje cuneiforme que no había visto antes y una traducción debajo que leía “el padre de la semilla no es del reino de los vivos”. En el buró de la cama había un libro sobre la historia de la masonería con numerosas anotaciones y separadores. Recortes de periódico sobre Vivian McVey. En un cuaderno había anotado árboles genealógicos de la familia Crane y detalladas crónicas de los extraños rituales que se llevaban a cabo en la logia, bajo el título “Orden esotérica de Dagon”. En la pequeña mesa de la sala, que también servía de improvisada cocina, tenía planos del hospital de Abbott y esquemas de los experimentos, entre ellos el ataúd de acero, con las piernas y brazos extendidos. Entre las hojas del cuaderno había una fotografía, varios enfermeros y técnicos con el doctor Abbott, mostrando cómo introducir la madeja de cables dentro del ataúd. Uno de los técnicos era Bruce Jackson.

                Chris se detuvo frente al librero. Los únicos adornos eran un idolito de Dagon en pesada piedra negra, y un par de fotografías familiares. Una de ellas con toda la familia Morris reunida. Norman y Lucrecia sostenidos de la mano, entre ellos Ray y Chris. Era navidad, hacía un millón de años, antes de la muerte de Norman, el alcoholismo de Lucrecia y la desaparición de Ray. La otra fotografía era del funeral de Lucrecia. Chris no había asistido al funeral de su mamá, la culpa no se lo permitía. Mientras él estaba fumando crack debajo de un puente, acompañado de prostitutos y vagabundos, Ray lo odiaba en secreto por haber faltado. Chris extrañaba a Ray, y lo que más le dolía de haberlo perdido era la oportunidad de redención. Los brazos de su hermano, sólo ahí encontraría la paz que buscaba.

                Alguien abre la puerta. Instintivamente tomó el idolito y de un brinco se colocó detrás de la puerta, moviéndose en puntitas y sin hacer ruido. Reconoció el uniforme de inmediato. El sheriff. En cuanto puso un pie en el diminuto departamento, Chris le golpeó en la cabeza con el idolito. Le quitó el arma y lo arrastró hasta el radiador. Luego de esposarlo y quitarle el anillo, lo despertó a base de cachetadas.
- Estás muerto.- Chris le metió el anillo masónico en la boca y lo obligó a tragárselo.
- No quiero estar ahí cuando eso salga. Raymond, ¿quién lo mató y por qué?
- No sabes nada, puedes correr en círculos por años.
- Es inútil.- Le metió un calcetín en la boca y, con la culata de la pistola le dio un golpe en la nuca.- Lo intenté por las buenas, es hora de hacerlo por las malas.

La tormenta había sacado tantas flores submarinas y esponjas que un buen pedazo de la costa se iluminaba fantasmagóricamente en amarillo y rosa. Caminar entre aquellas plantas era como estar en un sueño. Amadeus era lo único que lo hacía real. Sin embargo, mientras nosotros dos nos disfrutábamos mutuamente, en el circo se gestaba un motín. Olga y los payasos se querían ir, estaban desesperados. Tom estaba de su parte y trataba de negociar con Tiberius y Rudolph Crane, mientras que Laurel Abbott, apenas una niña, le lanzaba monedas y piedras a los hermanos Farrely. Habían aprovechado nuestra ausencia para exigirle a los Crane que reabrieran el puerto y los dejaran salir. Roy habló de parte de Amadeus, pero no era lo mismo. Necesitaban mirarlo para poder experimentarlo.
- He visto el puerto, los daños no son tan graves.- Tenía a Vivian tomada de la mano. Quería, necesitaba, salir de la isla para poder empezar una vida nueva para Vivian, la vida que su verdadera hija no pudo disfrutar.
- Mugrosos.- Laurel le tiró piedras a los Farrely y Lovette trató de detenerla, pero Amadeus le tomó del brazo y con una mirada le ordenó dar unos pasos atrás.- No se irán de Arkham.
- Tom, si el puerto está inutilizado, no podemos salir.- No podía verme a los ojos, sabía que yo podía jugar la carta más alta en cualquier momento. Por eso había hecho su ataque mientras nosotros nos habíamos ausentado. Gozlen, el cobarde de siempre, comenzó a tartamudear.- Esa banda de vagabundos de hecho te escucha, por razones que nunca entenderé. Ahora ve allá y convéncelos de quedarse, no tienen otra opción.
- Tú no entiendes Bertha, los trabajadores han amenazado con violencia.
- Ese es tú problema, no el mío.- Gozlen trató  de calmar los ánimos. Empezaron los gritos y los empujones. Los trabajadores culpaban a los artistas, los artistas culpaban a Tom.- ¿Qué hacemos?
- El circo es nuestro pasado, ya no importa.- Amadeus señaló a Rudolph y a Abbott.- Ellos ya no importan. Quemen la carpa.
- Pero Amadeus, eso es una locura.- Me tomó de los brazos, fuego en los ojos.
- ¿Confías en mí?, ¿acaso no soy más que un hombre? Tú mismo lo has dicho.
- Lo eres, y confío en ti.- Tiraron gasolina blanca sobre las carpas y los camiones y le prendieron fuego. Las llamas se propagaron rápidamente. Entre el humo pude ver a Lovette y a su hija, abrazadas y llorando. Olga trataba de escapar, jalando a Vivian del brazo. La carpa cayó sobre ellos, nada salió.- Es  lo más horrible que he visto, por favor mi amor, explícamelo todo.
- Estás siendo una carga para mí.- Estaba ebrio de poder mientras los Crane y los Abbott celebraban las llamas y se intoxicaban con el olor de la carne.- Debes quedarte aquí, yo debo ascender sólo. No te veas sorprendida, ese es el destino de todo gran hombre.
- ¿Y qué se supone que haré aquí?- No me respondió. Me rompió el corazón cuando se fue hacia la mansión de la colina, dándome la espalda sin mirar atrás. Estaba confundida, pero sabía una cosa con toda seguridad, no iba a dejarlo así como así.

                Había recorrido casi toda la costa sur, donde se reunían los pescadores, buscando a uno que aceptaría llevarlo hasta el continente. Ninguno aceptó el trabajo. La tormenta había traído la muy temida marea muerta. Cientos de esponjas multicolores yacían en la arena, pudriéndose y trayendo mal olor. Según el folclore de la zona, las mareas muertas eran de mala suerte, nadie sobreviviría a las aguas del Miskatonic. Contaron de marinos expertos cuyas embarcaciones eran sumergidas por seres subacuáticos. Otras historias contaban que las plantas que eran vomitadas del fondo del Miskatonic, daban vida eterna si se comían o fumaban. Casi todos los marinos y pescadores que confrontó le  hablaron sobre las leyendas acerca de la familia Abbott y su extraordinaria edad.

                Estaba atorado en la isla y con un sheriff secuestrado en el departamento de su hermano. Se alegró de haberle robado el arma, al menos podía defenderse. No tenía suficientes balas para los horrores que  había visto, y lo sabía, pero el frío acero en el cinto le daba cierta seguridad. Brincó del susto cuando sintió la mano en su hombro.
- ¿Estás bien?- Era Denise.- La última vez que te vi estabas… Mal. ¿Pudiste dormir?
- No, y me está volviendo loco. Tengo que salir de aquí.
- Nadie zarpa con marea muerta, es de mala suerte. Por cierto, sobre mi novio, quiero que sepas que no es nada serio. Le digo que es mi novio, pero ni me cae tan bien.
-  Tu novio… ¿Dónde está?
- No, mejor déjalo así. No le dije sobre nosotros, no tiene porqué saber.
- No lo digo por eso, él conoció a mi hermano. ¿Es masón tu noviecito?
- ¿De qué lo estás culpando?
- Sé que le gustan las botas.- Dijo Chris, recordando la marca en la mancha de sangre en la logia.
- A ti también.
- Yo llegué el domingo. ¿Dónde está maldita sea?
- En el hotel Crane, junto con la mitad de la isla de Arkham. Te equivocas sobre Bruce, y te lo voy a demostrar. Vamos.- Usando la motocicleta de Denise llegaron en cinco minutos al hotel. Una turba se había reunido. Gritaban consignas contra la policía del pueblo, mientras que Ed y Charlie Crane discutían acaloradamente.
- Todos sabemos que Mitchum hace un pésimo trabajo.- Le dijo uno de los manifestantes.- Pero se ha cruzado la línea. No han movido un dedo en el caso de Vivian McVey, ni en el de Raymond Morris. Es casi como si no quisieran encontrarlos. Lo peor de todo, escuchamos que Mitchum estaba aquí, pero nadie ha podido encontrarlo. Eddie Crane está de nuestro lado, pero llegó su hermano para pedirle que nos convenza de desistir y regresar a casa.
- Ahí está.- Denise le hizo señas a su novio, quien no parecía estar feliz de ver a Chris.
- Señores por favor.- Ed Crane se subió a una de las mesas de su restaurante y pidió silencio.- Ustedes me conocen, saben que comparto sus inquietudes. Pero Charlie tiene razón.
- Esto va a ponerse feo.- Chris tomó a Denise de la mano y se resguardaron en el hotel, donde Bruce atacó a Chris con un ladrillo. Adolorido, Chris empujó su peso hasta la cocina.
- ¡Vendido!- Alguien le tiró una piedra a Ed, quien se resbaló y cayó al suelo. Estalló la violencia.
- Hijo de perra.- Chris se defendió y le dio una patada en la entrepierna.- ¿Qué le pasó a mi hermano? Sé que lo conoces, tiene una foto donde apareces tú con las torturas del doctor Abbott.
- Sólo fue un trabajo de un día. Raymond me ayudó a cargar cajas de equipo al hospital psiquiátrico, eso es todo.- Denise tomó un ablandador de carne y le dio en la espalda.
- ¡Chris!- Jane se había ocultado en la cocina y apuntaba temblorosa hacia la puerta.
- Christopher Morris.- Era el pastor Crane. Chris sacó su arma, le dio un golpe a Bruce  y le disparó dos veces en el pecho al pastor Crane. Bruce y Denise dejaron de pelear y Jane gritó asustada.
- Eso es por mi hermano. Vamos Jane, te sacaré de aquí. Denise, ¿vienes conmigo?
- Podemos ir por atrás.- Dijo Jane, señalando a la salida de emergencia. Bruce, adolorido y sangrando de la cabeza, se acercó al pastor Crane.
- Lo mataste… Irás a prisión por esto, ¿no te das cuenta lo que has hecho?
- Espera un segundo,- Denise detuvo a Chris y a Jane.- se mueve. ¿Podemos llevarlo a la clínica?
- De ninguna manera.- Se acercó para disparar de nuevo y se dio cuenta que no había sangre. Se alejó instintivamente mientras el pastor se paraba en cuatro patas, sostenido por los dedos y los pies. Sus dientes se cayeron al unísono, en su lugar crecieron afiladas puntas metálicas. Necesitaba alimentarse y se lanzó sobre la víctima más cercana, Bruce Jackson.
- ¡Bruce!
- Denise, no te acerques.- Chris la tomó del brazo y corrieron a la salida de emergencia. Crane devoraba el rostro de Bruce a mordidas, saboreando su sangre.

                Le dieron la vuelta a la manzana. La manifestación continuaba en una batalla campal, aunque algunos se habían marchado a la oficina del sheriff para causar destrozos. Usaron la motocicleta de Jane para escapar de ahí. Christopher quería dejar a Jane en un lugar seguro, su casa. Ella había insistido en que quería quedarse con Chris, pero era muy peligroso. Los tres apretados en esa motocicleta hicieron quince minutos hasta el domicilio de Jane. El edificio en el que la lectura del tarot de Madame Lovette ocupaba el subsuelo. Su mamá, aún vestida como gitana, la esperaba nerviosamente fumándose un cigarro tras otro.
- Por alguna razón,-dijo Chris.- no me extraña. Dile a tu mamá que espero que se haya equivocado con las cartas.
- Rara vez se equivoca.- Jane le robó un beso y se abrazaron. Ambos sabían que no se verían de nuevo, no era necesario decirlo. Se agradecieron mutuamente y se separaron.
- ¿Adónde vas a ir asalta-cunas? Quiero volver al hotel, quizás Bruce esté con vida. No me caía bien, pero ésa no es manera de terminar. Tú no deberías ir, la policía te estará buscando.
- Iremos al hospital del doctor Abbott.
- ¿Iremos? No me gusta ese plural.- Chris sacó su arma y le apuntó.
- Vamos, o te mato.

No podía quedarme en el circo. Amadeus tenía razón, era el pasado. Mi futuro estaba con Amadeus, le gustara o no. Lo seguí cuidadosamente por el camino del bosque que termina en la entrada secreta de la vieja mansión. Esperé veinte minutos antes de pasar por aquella diminuta salida tallada en la piedra. Había visto el pozo desde el nivel subterráneo de Arkham, ahora podía ver la sala del pozo. Habían decorado las paredes y el suelo de mosaicos con tapetes  y largas mantas en la pared con el dibujo de Dagon. Me oculté en el ducto secreto para contemplar el ritual secreto de la Orden esotérica de Dagon.

Los esoteristas formaban un semi-círculo alrededor del pozo. Dentro del semi-círculo habían personas encadenadas y amordazadas que luchaban por liberarse. Alrededor del pozo se encontraban Tiberius y Rudolph Crane, recogiendo el moho que se formaba en su interior y comiéndolo con desesperación. El coro de esoteristas pasaban del latín a una lengua que no conocía, pero pude reconocer el nombre de Dagon, Cthulhu y Yog-Sothoth.

Tiberius Crane se volvió loco y comenzó a brincar como un chimpancé. Armado con una baldosa se lanzó sobre uno de los prisioneros y lo mató a golpes. Me obligué a verlo, el hechizo de Amadeus perdía su efecto y necesitaba castigarme por haberme enamorado de él de esa manera. Cuando el prisionero murió, un enorme lago de sangre a su alrededor, Tiberius se excitó. Comenzó a  violar el cadáver por la abertura en el cuello que había provocado con todos sus golpes. Dejaron que Tiberius gozara de su necrofilia mientras que Rudolph reía en el suelo, la droga se había apoderado de su sistema. El grupo de esoteristas disfrutaban aquella locura, y los gemidos de pánico de los prisioneros sólo los excitaban más.
- Ya es suficiente.- Gregory Abbott rompió el semi-círculo de esoteristas. Se quitó la capucha del hábito rojo y se acercó a Rudolph.- Tiberius era uno de los santos del Miskatonic, pero ya ha llegado su hora. Lo viejo debe dar lugar a lo nuevo, para que lo nuevo garantice un lugar a los Antiguos y verdaderos Dioses. ¡Ven Rudolph y bebe de su sangre!

                Con una daga le cortó el cuello a Tiberius y dejó que Rudolph bebiera de su sangre. Cuando terminó llamó a sus hijos Henry y Laurel y también bebieron de su sangre. Cuando se satisficieron tuvieron que separarlos, pues copulaban como perros. Empezaba la atracción principal. Amadeus se desnudó y fue colgado de brazos y piernas por encima del pozo, sostenido en largas cadenas que provenían de poleas en el techo. Estaba a cinco metros sobre el pozo, pero pude ver en su rostro que la sensación era como estar dentro del agua. El Miskatonic terminaba en ese punto, su podrida agua era alimento de almas igualmente podridas. El insoportable hedor me mareaba.
- El día se acerca, ya está plantada la semilla de la destrucción.- Amadeus gritaba, su voz se había tornado ronca y primitiva.- Hínquense y adoren a la semilla de la destrucción.
- No tan rápido Amadeus.- Le corrigió el joven Charlie Crane.- El padre de la semilla de la destrucción no es del reino de los vivos. Tú tan sólo eres el inicio.
- Eso no es lo que prometieron.- Finalmente, Amadeus se dio cuenta que había sido engañado, de la misma manera en que yo había sido engañada.
- ¡Su herida!- La herida que Lovette le había provocado aún seguía joven. La cicatriz y la costra se abrieron un poco, debido a la posición de su cuerpo encadenado, y unas cuantas gotas cayeron hasta el río subterráneo.

                Algo rugió desde las aguas. Todos los reunidos huyeron sin pensarlo dos veces. Era suicida permanecer allí. Desde lo más profundo del Miskatonic se levantó una criatura antediluviana. Sus formas y colores diseñadas por un dios ciego y torpe. Alzó un largo tentáculo cubierto en moho grisáceo, al final de la extremidad se abría una flor carnosa cuyos pétalos eran masas informes de rojiza carne, largos pero finos pistilos cubrieron el cuerpo de Amadeus. Gritó y pataleó desesperado, pero el dios quería su sacrificio. El edificio tembló, la criatura desde abajo estaba empujando. Los mosaicos se salieron de lugar, las piras que iluminaban el recinto con su fuego cayeron al suelo y provocaron un incendio al encender a los tapetes y tapices. A un lado del robusto tentáculo se alzaron protuberancias cubiertas en limo negro que tenían hocicos por todas partes. Cada hocico tenía docenas de afilados dientes metálicos que fueron escalando fuera del pozo y que, apoyados sobre el tentáculo, encontraron su presa. Los hocicos devoraron a Amadeus a mordidas, arrancando pies y manos primero. No pude seguir viendo, tenía que huir de ahí, antes que perdiera mi cordura para siempre.

                Denise detuvo la motocicleta en la parte trasera del hospital y entraron por la entrada secreta. El área de experimentación no estaba vacía. Escuchó la voz de Abbott y presionó a Denise para que siguiera caminando, el cañón del pesado revólver clavado en su espalda.
- Finalmente pasó, Christopher te has vuelto loco.
- Probablemente.- Henry y Laurel Abbott los vieron entrar y quedaron inmóviles.- Pero no confío en ti, te conocí de manera sospechosa. El sheriff está metido en esto.
- Déjala ir.- Dijo Henry.- Tienes razón, ella estaba ahí para vigilarte. No queríamos que perdieras la razón. ¿Por qué crees que les fue tan fácil escapar de este lugar?
- ¿Dónde está el ataúd?- Dejó ir a Denise, quien corrió hasta la entrada de la sala de experimentación, sudando y temblando de miedo. Abbott señaló al techo.
- Donde siempre ha estado.- El ataúd colgaba del techo sostenido por cadenas y un sistema de poleas. Chris se acercó más, pero se olvidó de inspeccionar el lugar con cuidado.
- Maldito mugroso.- El sheriff Mitchum le sorprendió por la espalda y le dio con su macana. Chris cayó al suelo, la pistola se deslizó por el suelo de mosaicos.- Por poco me rompo el brazo buscando mis llaves para las esposas.
- Te perdiste la fiesta en el hotel Crane.- Mitchum se lanzó contra él, Chris aprovechó que estaba en el piso para empujarse con los pies en el pozo y deslizarse hasta el arma. Le disparó dos veces. Ésta vez hubo sangre y murió casi de inmediato.- No saldré vivo de esta isla, pero ustedes tampoco. Ahora baja ese ataúd. Tomaré a mi hermano y nos iremos de aquí.
- Muy bien Chris, como tú quieras.- Abbott apretó un botón y las cadenas se deslizaron por sus rieles, bajando el aparato de metal y alejándolo del pozo.- Los seguros están sobre el ataúd.
- Péguense a la pared, no quiero sorpresas.- Los Abbott lo hicieron mientras buscaba entre los botones y seguros sobre el ataúd. Finalmente dio con ellos y el ataúd se abrió por la mitad. Pero no era su hermano quien estaba en el ataúd, sino él.
- ¿Quién crees que mató a tu hermano?- Ed Crane y su hermano, ahora de regreso a la normalidad, entraron a la sala de experimentos.
- No.
- Tu maleta nunca se perdió.- Dijo Ed.- La dejaste ahí. Nunca hubo carta, no fue robada.
- El hombre en chamarra de cuero.- Dijo Laurel.- Eras tú, pero no te lo quise decir.
- Imposible, yo llegué aquí el domingo.
- ¿La mancha de sangre en la logia? Es tu bota.
- Anabelle Beck me reconoció… No, no puede ser.
- Pero lo es.- Dijo Charlie Crane.- Te pidió que vinieras, quería darte noticias importantes.
- No, no me lo creo ni por un segundo.
- Tu ignorancia te hizo estallar y lo mataste en la logia.
- Imposible, ¿por qué haría eso?
- Por la semilla de la destrucción.- Dijo Laurel.- ¿La persona que acompañó a mi hermano y a Nestor a llevar la camilla? Eras tú. El de la camilla era tu hermano.
- ¿Por qué no lo recuerdo?- Miró el ataúd de nuevo. No había duda, era él quien estaba en coma.
- Tu hermano te dijo que ustedes dos podían ser la semilla de la destrucción, cuando mataste a Raymond sólo quedaba una cosa por hacer. Encerrarte en el ataúd. Lo habíamos probado cientos de veces. Nunca antes habían podido estar en dos lugares a la vez. Tu mente confeccionó el recuerdo de llegar a la isla, dándote una razón tan profunda y un impulso tan fuerte que te permitió existir de esa manera tan especial, entre el mundo de los muertos y el de los vivos.
- Por eso no puedes dormir, y por eso has estado viendo tantas cosas que los vivos no podrían ver.
- Pero yo estoy vivo, éste es un simple muñeco.- Lo tocó y era su cuerpo, no había duda.
- Te dejé el diario de Bertha Gozlen para que lo entendieras todo, al parecer no te gusta leer.
- La semilla de la destrucción,- recordó las anotaciones de su hermano.- su padre no es del mundo de los vivos.
- Por eso tardamos tanto. Ésta era la única manera. Teníamos que sacarte a ti, o a tu hermano, del mundo de los vivos, pero a la vez sin matarte. Ésta fue la mejor manera.
- El padre de la semilla…- Miró a Denise, quien se acariciaba el vientre cariñosamente.- No…
- Has hecho bien Christopher, tu semilla vivirá para siempre.
- No, no es justo.- Recordó a su madre, colgada del techo. Recordó cómo mató a su hermano, al reventarle el cráneo con un candelabro dorado. Ahora había condenado al mundo entero.
- Cualquiera de nosotros daría un brazo para un honor como ese.
- Darán más que eso.

                Le disparó hacia Laurel en la cabeza, matándola instantáneamente, mientras que se lanzaba sobre Henry Abbott. En el forcejeo hundió el cañón del revólver en su ojo y jaló el gatillo. El cerebro estalló contra la pared. Buscó con la mirada a Denise, pero ella se había marchado hacía tiempo. El pastor Crane mostró sus afilados colmillos y se lanzó contra él. Evadiéndolo a tiempo pudo correr hacia el ataúd. Se lanzó sobre él, hipnotizado por su propio cuerpo, tan conocido y a la vez tan ajeno. Las cadenas se desplazaron hacia el centro del pozo. Crane aulló como un demente y de un salto se colgó del ataúd de acero. La bestia en el fondo del Miskatonic comenzó a rugir. Crane se dio cuenta de su error demasiado tarde, pero Christopher lo tomó del brazo sin dejarle ir. Recordó a Amadeus, hacía tanto tiempo, y le dio gracia el que siempre había deseado quedarse para contemplar a Dagon. Ahora tendría la oportunidad. Chris no pudo verlo, pero fue imposible no sentirlo. Embistió con una fuerza titánica, el suelo se levantó como un escarpado monte, los mosaicos salieron volando, el pozo estalló en pedazos. Sobre él, el techo y las paredes colapsaban. Un largo tentáculo se aferró del suelo, cientos de casi invisibles pistilos transparentes envolvieron al ataúd. Crane chilló de dolor, quemaban con la fuerza del ácido. Christopher Morris apuntó su pistola a su dormida cabeza y, sonriente, jaló del gatillo.

                El pastor quedó a solas con la criatura. El ácido ardía, pero no dejaba de reír y llorar. Había sido un gran honor servir a Dagon, y sin duda era un gran honor alimentarlo. Poco después de que muriera devorado por los mal formes hocicos de un retorcido brazo alargado, los primeros pisos cedieron y comenzó el incendio. La mansión se derrumbó en cuestión de minutos, los prisioneros no pudieron escapar a tiempo. Denise miró la devastación desde su motocicleta. Era terrible, pero a la vez era el signo de una nueva época. La vida que se gestaba en su interior sería el final de la época humana y el principio de la era de los dioses Antiguos, pues ella cargaba con la semilla de la destrucción.


Finalmente huí de aquella maldita isla. Todos en Arkham hablan del incendio y del circo. Finjo ser una vendedora de puerta en puerta. Hasta ahora nadie ha descubierto mi pasado. Mis malestares matutinos han empeorado, sé que estoy embarazada. No quiero ponerle el nombre de mi marido, ni el del padre de la criatura, lo llamaré como mi padre, Norman Morris. Después de todo lo que ha pasado no puedo sino preguntarme, ¿qué será de mi Norman y sus hijos?, ¿podrán ser una familia normal?  Aunque no he dejado de tener pesadillas sé, desde el fondo de mi corazón, que Norman será feliz y que algún día, de alguna forma, cambiará al mundo.

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