Algún tipo de justicia
Por: Juan Sebastián Ohem
Del
escritorio de Larry Gustav Ozfelian
Se
suponía que sería sencillo. No lo fue. No lo fue para nosotros. No lo fue para
ella tampoco. Los dominós caen pieza por pieza. El mero olor del dinero vuelve
loco a algunos. Un rastro de muerte, traición, ambición y amor que empezó para
nosotros con un robo. Asalto a la nómina de la mueblería “Brandon”. Guardia de
seguridad herido. El novato cree que se ha graduado y justo a tiempo, el
teniente nos tira al fondo del barril. Le gusta el rojo de la sangre, pero odia
tener que olerla. Martin no se molesta, yo tampoco. Un caso es un caso. En el
fondo, mafiosos, políticos y telefonistas son todos iguales y capaces de lo
mismo.
- Aquí tienen café.- La
recepcionista me pasa una taza y le doy un trago. Es mejor que el del precinto,
pero eso no es mucho. El gerente de la empresa nos mira nervioso desde su
escritorio.
- Gracias.- Martin deja el suyo
sobre el escritorio. No tiene mi resaca, pero sí tiene un traje nuevo. El chico
parte un par de casos y ya se cree intocable.
- Déjeme ver si puedo resumir. La
bóveda, que está en este quinto piso, y que fue limpiada anoche tenía 100 mil
dólares. ¿Y su única protección es un guardia descuidado?
- Roger fue policía por cinco
años.
- Ése fue su error, contratar
ex-policías.
- Hoy pasa el camión de valores,
como cada semana, para llevárselo todo.
- ¿Cuánta gente tiene las tres
llaves necesarias para abrir la bóveda?- Martin apunta cada detalle, yo
prefiero observar. Diez escritorios en este piso, todos los burócratas nos
miran nerviosos.
- Cuatro, el señor Brandon dueño
de la mueblería, el señor Cranston gerente regional, Florence Reeves la jefa de
contadoras y yo. El dinero está asegurado, pero está en juego mi trabajo.
- Alguien no vino a trabajar.-
Señalo el escritorio vacío y sonrío.- Déjeme adivinar, ¿Florecen Hughes no vino
a trabajar?
- No, no se ha presentado. Pero
no pudo ser ella, la señora Reeves es totalmente confiable.
- Dinero es dinero, no se
engañe.- El nervioso gerente aprieta un botón y pide la presencia de Olga
Brecker. Vuelve a acomodarse como si aquello resolviera todo.
- ¿Señor?- Olga Brecker es una
mujer castaña y con un rostro que solía ser hermoso y ahora sólo es curioso.
Demasiada soledad y demasiados bares. Conozco la rutina.
- ¿Ha llegado la señora Reeves?
- No, Florence no ha llegado.
- Somos los detectives Felton y
Oz,- Martin le da la mano y casi me parto de la risa.- ¿conoce a Florence
Reeves?
- La vi trabajando en el
escritorio de al lado.- Interrumpo. Martin me mira enojado. Sonrío. Más
observación chico, si no lo miras te lo pierdes.- ¿Qué más pueden hacer dos
mujeres que comparten más tiempo juntas que con sus familias? Empiece por la
familia de Florence.
- Reeves es su apellido de
casada, su apellido de soltera es Hughes. Tiene una hermana llamada Ashley y un
hijo llamado Conrad. El hijo fue de su primer matrimonio, ahora está casada con
Gabriel Reeves. Le gusta la jardinería y es incapaz de hacer algo así.
- ¿Eso es todo?
- No escribo su biografía
detective, trabajo con ella.
- ¿Dónde estaba usted anoche a
las 9?
- ¿Qué clase de pregunta es esa?
- La clase de pregunta que merece
respuesta.
- Vamos detective,- interrumpe el
gerente.- no es necesaria la hostilidad.
- Mi compañero tiene razón.-
Martin se avispa. Ocho horas juntas. Tres pequeñas llaves descuidadamente
apoyadas en el escritorio, enterradas bajo montañas de papeles.- Las llaves
pueden ser duplicadas.
- Pues yo no lo hice. Anoche a
las nueve estaba en mi casa.
- ¿Sola?
- ¿Y qué? Espere un segundo, ya
sé qué quiere usted.
- Un día tranquilo, algo de sol y
conocer a la mujer de mi vida.
- No me refiero a eso, quiere
saber si puedo comprobar mi inocencia.
- Debería ser detective y no
contadora.
- A las ocho y media pedí unos medicamentos a la farmacia y algunas
revistas. El mensajero, un chico simpático llamado Randal, llegó a las nueve y
algo. Me acuerdo porque me pidió un vaso de agua. Vaya y pregunte, es la
farmacia en Baltic y la 20.
- ¿Y usted?- El gerente ya se
esperaba la pregunta.
- Con mi esposa y unos invitados,
si gusta le puedo dar sus nombres.
- Sí, por favor.- Martin, el
chico bloc y pluma, apunta los detalles. Olga me mira torcida y termino mi café
tratando de no reírme.- Hablaré a casa de Florence Reeves, ¿tiene su número?
- Sí, claro.- Olga marca por él.
Martin lo apunta. Podríamos sacar el número de un directorio, o una llamada al
precinto. Martin aprendió un truco, y ahora lo usa para todo. No lo culpo, yo
aprendí el truco del whisky y lo uso para todos.
- ¿Señor Reeves? Soy el detective
Felton, me preguntaba si podría hablar con su esposa Florence... Ya veo. ¿A las
ocho y media? Y no le pareció sospechoso que no regresara, ¿por qué es eso? Ya
veo. Iremos para allá señor Reeves.
- ¿Y bien?
- Dice que salió de su casa a las
nueve y media y no ha vuelto. No le pareció extraño, pues habían discutido y
pensó que estaría con su hermana Ashley.
- Detective Ozfelian, ¿cree que
podré recuperar los 100 mil?
- No le voy a mentir.- Enciendo
un cigarro, recupero mi sombrero y me dispongo a salir de la oficina cuando el
gerente atraviesa el escritorio como un leopardo y me toma del hombro.
- ¿Y bien?, ¿lo recuperará?
- Como dije, no le voy a mentir.-
Martin trata de no reírse y se pone su abrigo nuevo. Son las siete de la mañana
y hace calor, pero le hace ver más grande.
- ¿Yo ya me puedo ir?- Me
pregunta Olga.
- No sé, su lipstick rosa va con
las cortinas. Vamos chico, hora de irnos.
Martin
prefiere trabajar de día. Yo prefiero la noche. La oscuridad hace que todo sea
tórrido, pero el día me recuerda que vivo en un hormiguero salido de control.
El tráfico tampoco ayuda. Hordas de aburridos y decentes oficinistas apurados
para seguir vendiendo sus almas. Es trágico, pero sobre todo molesto. Martin
revisa sus notas concienzudamente. Apuntó cuanto azúcar pone el gerente a su
café. Enciendo la sirena y subo el volumen a la radio. Eso lo desconcentra. Su
molestia me hace sonreír. Llegamos a la residencia Reeves, una casa de un piso.
Necesitó pintura y resanado hace diez años, ahora necesita un exorcista. Pasto
amarillo. Ventanas con barrotes. Gnomo de jardín decapitado. Perro mordiéndose
las pulgas. Una prisión suburbana. Martin apunta y le doy un zape que le tira
el sombrero. Se ofende. Le quito el bloc y tiro la pluma por la ventana.
- Míralos a los ojos novato. Eso
te dice más que lo que puedas apuntar. Además, ¿para qué apuntaste que el
tapete de la oficina tiene cuadros y rombos?
- No sé, me aburro fácilmente.-
Gabriel Reeves sale de la casa corriendo hacia nosotros. Es un tipo duro,
parece que durmió con la ropa que usa. Está cansado pero sus nudillos están
blancos y su nariz inflada. Está más enojado que preocupado.
- ¿Gabriel Reeves? Oz y Felton,
detectives.- Salimos rápidamente y lo abordamos lo más cerca posible a la casa.
Se planta a varios pasos de la puerta, no parece factible entrar.
- ¿Es sobre Florence?
- Me temo que sí, anoche hubo un
robo en la oficina donde trabaja. 100 de los grandes y alguien desmayó al
guardia de seguridad. Casi le fracturan el cráneo.
- ¿Y?
- Y su esposa no se ha presentado
a trabajar.- Explica Martin.
- ¿Y?
- Y su esposa es una de las pocas
personas que tienen llave a la bóveda.- Martin está inseguro. No lo mira a los
ojos. No mira el enojo.
- ¿Y?
- Y te voy a partir en dos
Reeves.- Lo empujo y cae al suelo. Ya no es tan duro. Lo levanto y le tomo del
cuello de su camisa.- Dices que tu esposa abandonó el palacio media hora antes
del golpe. ¿Por qué crees que estamos aquí? 100 de los grandes Reeves, eso no
se olvida. Dinero es dinero. Si las estás protegiendo te hundirás más.
- Déjeme en paz.- Se separa de un
empujó y piensa en lanzarme un golpe, pero se contiene. Anda novato, apunta
eso.- No he visto a mi esposa desde anoche. Si ella robó ese dinero yo no lo
sé.
- Sea más específico Reeves, ¿qué
pasó anoche? Quiero detalles.
- Discutimos sobre dinero a eso
de las ocho. Su hijo, Conrad, volvió a tirar su rabieta de siempre y se fue de
la casa. Florence me echó la culpa y se fue, más o menos ocho y media. Pensé
que regresaría, como siempre hace, pero me dieron las once y media o la media
noche y la única persona que regresó fue Conrad. El ingrato tenía hambre. De
tal palo tal astilla.
- Y además ganar la medalla al
mérito por padre del año, ¿qué más hace con su tiempo?
- A veces son mensajero.
- ¿Sólo a veces?
- ¿Y qué con eso?
- Es que con su carisma yo pensé
que trabajaría en alguna gran compañía vendiendo palillos de dientes a los
chimuelos o ataúdes a los optimistas.
- No se pase de graciosos
detective, quería detalles y ahora los tiene.
- Todo eso es muy bonito, pero
quiero ver adentro.
- No sin una orden judicial
detective.- Trato de agarrarlo de nuevo pero se defiende.- Llamaré a mi abogado
ahora mismo. Conozco a los de su tipo y no me dejaré intimidar por un burócrata
con pistola y aliento alcohólico.
- Señor Reeves, espere.- Martin
lo llama y le persigue hasta la puerta, pero Gabriel cierra de golpe y con
seguro.- Bien hecho Oz, nuestra mejor pista y lo asustaste.
- Si el robo fue su idea su
esposa no regresaría a él, quizás por su hijo. Tiene suficiente dinero para
dejar a Gabriel Reeves y al castillo en el que viven, recuperar a su hijo y
retirarse en alguna playa mexicana. De un modo u otro le sacaremos más, con o
sin abogado.
- Espero que tengas razón.-
Regresamos al auto y le doy un par de tragos a la licorera.
- No te preocupes por tu récord
campeón, el dinero siempre deja un rastro.
- Hablando de rastro.- Miro por
el retrovisor y detengo el auto. Un chico de 17, más acné que vello facial nos
viene persiguiendo desde la mansión Reeves. Tratamos de salir, pero él se mete
al auto.
- Dele una vuelta a la manzana,
no puedo dejar que mi padrastro me vea con ustedes.
- Tú debes ser Conrad Reeves.
- Conrad Branford, él no es mi
papá. Él insiste mucho en eso. Es en lo único que estamos de acuerdo. ¿Mi mamá
les llamó?
- ¿Por qué haría eso Conrad?- El
chico me mira sin entender nada. Tiembla como una hoja y trata de explicarlo
pero las palabras se le atoran en la garganta. Le ofrezco un cigarro y me
estaciono. Martin trata de quitárselo, pero se lo dejo.
- Gabriel siempre le grita cosas
y le pega. Anoche no lo soporte, tenía que irme. Le metió una cachetada que la
tiró al suelo, traté de detenerlo pero no pude y me fui. Mamá lo defendió, ¿por
qué haría algo así?- No es retórico y no tengo respuesta. Fuma como chimenea y
se repite la pregunta.
- Tu mamá no nos llamó, de hecho
la estamos buscando.
- ¿La están buscando? Pero no
está perdida, está con mi tía.
- ¿Tu tía Ashley?
- Yo creo que sí, eso hace
siempre. Me deja con Gabriel porque sabe que ya soy grande, que puedo escapar
cuando quiera y sé cómo sobrevivir. La llamé un par de veces, pero no parece
haber nadie en casa. ¿Trataron en su trabajo?
- Sí, de ahí venimos.- Nada del
robo, no necesita saberlo. Le paso mi tarjeta mientras me estaciono.- Si tu
mamá te habla, avísame. Si tu padrastro te hace daño, avísame. Le hace falta
una dolorosa conversación conmigo.
- No sabe cómo se pone cuando se
embriaga y se embriaga cada noche. Por favor, tienen que ayudar a mi mamá.-
Sale del auto y brinca la barda de su vecino de atrás. Martin suspira
confundido.
- Sólo dilo Martin.
- ¿Y si Florence no tuvo nada que
ver en el robo?
- Eso lo sabremos muy pronto.
- ¿Tú crees que sí?
- Yo creo que las mujeres tienen
sus límites. Cuando pases la pubertad lo entenderás.
- Por eso todas te dejan.-
Enciende la radio y sonríe.
- Ya sabes lo que dicen, es mejor
haber amado alguna vez que no haber amado nunca.
- ¿Y es cierto?
- No, pero me ayuda a dormir.
Visitamos
a la hermana pero no está en su departamento. Es vendedora de productos de
belleza y recorremos la ciudad hasta las oficinas. La esperamos por una hora
hasta que la secretaria la señala. Ashley Hughes es una mujer alta y castaña,
con dos enormes ojos y bolsas que las acompañan. Camina jorobada y los zapatos
la están matando. En cuanto nos presentamos se pone pálida y pide un vaso de
agua. No le asusta que seamos detectives. Le asusta la parte de “homicidios” en
la descripción de robos y homicidios. Ashley no es una optimista. Martin lo
anota. Le doy un codazo al costado. Deja de anotar.
- Como he tratado de explicarle,
no sabemos nada de su hermana Florence.- Ashley se suena con mi pañuelo y me lo
devuelve.- No gracias, mejor quédeselo. No sabemos si está viva, si está herida
o si está muerta. Pensamos que estaría con usted. Teníamos que descartarla por
el robo a la nómina de su compañía.
- ¿Robo? No, mi Florence no haría
eso. Ella tiene mejor sentido común que robar de su propia compañía.
- Su Florence se casó con Gabriel
Reeves, ¿no le parece que su sentido común tiene algunas lagunas?- Ashley se
ofende, luego lo piensa bien y asiente.
- ¿Cuándo fue la última vez que
contactó con su hermana?- Martin se sienta a su lado y le toma de la mano. El
chico es un Romeo.
- Hace una semana. Dios mío, ¿y
si Gabriel se enteró?
- ¿Enterarse de qué?
- No es mi asunto, yo lo sé, pero
si ella está en peligro no me lo perdonaría si no se los dijera. Florence tiene
un amante, Solomon Merryl. Lo conoció a través de mí hace seis meses. Solomon y
yo empezamos a salir y Florence se enamoró perdidamente. Solomon también.
- ¿Y eso no le molestó?- Martin
evade la mirada de Ashley. Me deja las preguntas difíciles a mí. Policía
terapeuta y policía realista. Es buena combinación.
- No, yo casi ni conocía a
Solomon. Dios mío si Gabriel se enteró... Tengo que llamar a mis primos, tengo
que hablarle a mi abogado para que empiece los trámites.
- ¿Qué trámites? No sabemos si su hermana está muerta.
- ¿Usted qué cree?
- Creo que robó esos cien mil
para escapar para siempre.
- Ella no robaría, ¿no lo ve?-
Regresan las lágrimas.- Otro funeral más, después del de mamá no pensé que
podría. Y Gabriel peleará ese seguro hasta la muerte.
- ¿Qué seguro?
- Florence tenía seguro de vida a
mi nombre, lo sacó durante su divorcio para que yo cuide a Conrad hasta que sea
mayor de edad. Otro funeral más...
- Calma Ashley, no sabemos nada
tangible aún.- Le consuela Martin.- Quizás está en un hotel pensando sobre su
futuro.
- Sí, quizás tenga razón.
- No me cuadra.- Martin hace un
rodeo con sus ojos y Ashley me mira enojada.
- ¿Qué no le cuadra?
- Florence está enamorada de ese
Solomon Merryl, ¿por qué no se divorcia? Su matrimonio es un asco y Gabriel es
un padrastro terrible para su único hijo.
- Solomon no es exactamente la
persona más decente. Me refiero a que es una buena persona, pero está
involucrado en... usted sabe.
- No, no lo sé. No tendría que
preguntárselo si supiera.- Martin me señala para que le baje al tono. No
estamos en Morton. Quizás es cierto lo que dicen. Puedes sacar a alguien de
Morton, pero no el olor.- ¿Qué tan delincuente es este Solomon?
- Sol hizo un par de estafas de
bienes raíces y cosas turbias con el bar que solía tener. ¿Feliz?
- No, pero ese es otro asunto.
¿Dónde podemos encontrar a sir Lancelot?
- Vive en una unidad habitacional
cerca de la estación sur, departamento #877 en Read y Canseca, primer piso.
Ojalá no lo encuentren.
- No le haré daño, se lo prometo.
- Espero que Solomon esté lejos,
con Florence y que algún día me llamen para que recoja a Conrad y se los lleve.
Y cuando eso pase, no les llamaré a ustedes. ¿Le cuadra eso?
- Eso me cuadra perfectamente.-
Salimos del edificio sin decir una palabra. Martin no se puede contener.
- No le puedes hablar así a un
pariente.
- ¿Y por qué no?
- Es gente decente Oz, aunque no
creas que tal cosa exista.
- Existe, pero no sé si Ashley
Hughes es parte del club. Seguro de vida a su nombre, su hermana le quita al
hombre de sus sueños, le convence a robar ese dinero y la mata. Haz la cuenta.
- No creo que sea tan fácil.
- Nunca dije que fuera fácil.
- ¿Empezamos a buscar en los
hoteles?
- Manda dos unidades, quiero ver
al amante primero.- Antes de subir al auto Martin se muerde el labio y me mira
perplejo.- ¿Te estás enamorando o vas a preguntar algo?
- ¿Crees que Florence haría a un
lado a su hijo Conrad para escapar con su amante?
- El amor hace cosas raras en la
gente, podría pensar que su hermana lo cuidaría mejor. Quizás ella cuenta con
que la demos por muerta para que el seguro de vida le sirva a Conrad.
- Espero que no sea así.-
Finalmente se sube al auto, pero no deja de morderse el labio.
- Esto no tendrá final feliz
Martin, eso te lo aseguro.
En
cuanto llegamos al complejo multifamiliar entiendo por qué Florence no huyó
antes con su hijo a brazos de su amante. Los edificios forman un laberinto de
callejuelas y accesos secundarios. En el techo los jóvenes entrenan palomas.
Una mirada al traje de Martin y saben que somos policías. Las palomas vuelan en
círculos. Chiflidos y gritos. La policía está aquí. Los proxenetas huyen y los
camellos les siguen. Los drogados se quedan atrás. No entienden lo que pasa o
no les importa. Martin se siente incómodo, yo me siento en mi elemento. Eso me
asusta, pero no niego la emoción. Departamentos de tres paredes, dos de ellas
con apenas los tabiques expuestos. Tres pisos en la galería de la miseria. Ropa
tendida de ventana a ventana. Pasillos protegidos con rejas. Mensajes obscenos
en las paredes. Una menor de edad nos ofrece su cuerpo. Le ofrecemos dignidad,
pero eso no le da de comer. Cien ventanas como ojos que nos perforan en todas
direcciones. Tenemos suerte, es temprano. Al caer el sol sube el nivel de
alcohol en la sangre, sube el humo de la heroína calentada, sube la violencia.
La última vez que la policía trató de entrar fueron recibidos con tabiques que
sacaban de sus paredes y botellas con orina. La policía olvido el lugar después
de eso. Dios lo había olvidado ya hace mucho.
- Abre la puerta Solomon.- Golpeo
la endeble puerta con el número 887.- Si escapas te dispararé por la espalda.
Martin, cubre la ventana.
- Ya voy, estaba en el baño.-
Abre la puerta y le muestro la placa. Martin le apunta con el revólver, solo
por si acaso.- ¿Van a entrar?
- Soy Oz, él es Felton. Robos y
homicidios.
- ¿Y eso qué? Estoy limpio.-
Recibidor, cocina y dormitorio. Revistas sobre atender bares sobre una mesita
de café. Colección de cajas de comida china. Me asomo por la puerta del
dormitorio y sonrío. El único lugar limpio y acomodado, y con una cama enorme
de sábanas de satín. Prioriza, de eso no hay duda.- ¿Qué quieren?
- No te hagas al ingenuo, venimos
por Florence Hughes.- El gorila cambia de tonada. Se sienta y enciende un
cigarro.- Está desaparecida.
- ¿Esto no tendría nada que ver
con el robo a la nómina de esa mueblería? Vamos Oz, no nací ayer.
- ¿Cuál era su relación con
Florence?- Pregunta Martin mientras revisa entre la basura.
- Somos amantes. Muy candente.
- ¿Candente?- De una patada le
bajo las piernas de la mesa de café.
- Candente como unos quince años
por robo, ¿eso te parece candente?
- Debes ser un hombre muy
solitario Oz.
- Sí, pero hablemos de ustedes
dos. ¿Cuál es la estrategia de ella? Porque me imagino la tuya, es vulnerable y
dispuesta a todo, ¿pero qué quería ella de su tórrido romance?
- Florence no quiere que Conrad
me conozca, no hasta que tenga mi bar, no le quiere exponer a este lugar y yo
estoy de acuerdo.- Martin se levanta de revisar el basurero y me muestra cartas
abiertas.- En cuanto abra mi bar ella y yo, y Conrad, estaremos juntos.
- ¿No me digas?
- Pues sí te digo. No es como tú
crees, yo la visité muchas veces a su trabajo, con mucho cuidado por supuesto y
he hecho mucho por ella. Ya soy legal, aunque sea difícil.
- ¿Y qué es esto?- Martin se
acerca agitando las cuentas de banco. Solomon se congela.
Debí haberlo visto,
pero no le miraba a los ojos en ese instante. Se lanza contra mí, trata de
quitarme el arma pero se contenta con sacarme el aire. Martin grita algo que el
dolor no me deja escuchar y lanza un florero como un balón. Golpea a Solomon en
la espalda y lo hace saltar hasta la puerta cerrada. Ahora Martin tiene dos
problemas, someter a Solomon y someterme a mí. Busco sangre y Solomon busca
escapar. Finalmente tomo a Martin del brazo y lo tiro al suelo. Ahora Solomon
se arrastra hasta el novato, ahora sí quiere su protección. Lo levanto del
cuello y lo estrello contra la pared. Trabajo sus riñones y estrello su rostro
contra la pared. Martin tiene que separarme con ambos brazos y trato de
calmarme con mi terapeuta, la licorera.
- Eres un idiota Solomon.- Dice
Martin.- ¿Por qué crees que estoy aquí? Para controlar a la bestia. Le gusta la
sangre y le gusta la verdad, y créeme, te las sacará a golpes.
- No quiero regresar a prisión,
¿entienden? No puedo, me moriré allá adentro.
- ¿Por qué trataste de correr?
- Porque vi esas cuentas de
banco, las debí destrozar.
- Sí, las leí.- Me siento en el
sillón y me enciendo un cigarro. Martin le señala a Solomon para que se siente
a mi lado. La idea le aterroriza, pero sabe que no tiene otra opción. Mis
nudillos están blancos y lo sabe.- Mientras Oz estaba bailando les eché una
ojeada. Debías diez mil dólares al banco, pero en la última cuenta la deuda ha
sido saldada. ¿Cómo te endeudaste y cómo la pagaste?
- Por eso no quería que me
arrestaran. Empezar un bar es difícil, para conseguir el dinero he hecho
algunas cosas que son menos que kosher, pero no lastimé a nadie.
- Me lastimaste a mí.- Me mira a
los ojos y tiembla. Reprimo mi instinto de practicarle una endodoncia con los
puños, lo necesito vivo y relativamente sano para encontrar a Florence y al
dinero.- La gente como tú sólo paga deudas con otras deudas. ¿Cómo planeabas
financiarte? Cien de los grandes es más que suficiente para tener un bar.
- Yo no le dije que lo hiciera.-
Está desesperado y busca comprensión. No la encuentra conmigo y recurre a
Martin. Tiene el arma en la mano. Solomon termina con el rostro entre las
manos.- Por Dios tienen que creerme, no puedo regresar a prisión. Todo menos
eso. Preferiría que me mataran aquí mismo. Yo puedo arreglarme sólo, ahora
estoy en un mal momento pero sé manejar el dinero.
- Si descubro que tuviste algo
que ver, cumpliré tu deseo.- Me levanto y le hago una seña a Martin para salir.
No está seguro de hacerlo, su mano tiembla por la adrenalina pero está
decidido. Me sigue cuando salgo del departamento.- Quiero dos detectives de
civil vigilándolo todo el día.
- ¿Crees que nos llevará al
dinero?
- Donde hay mucho dinero, hay sexo.-
Una anciana barre la entrada de su humilde hogar y nos hace señas para que nos
acerquemos.
- Ese chico debe ser popular.
- ¿Por qué lo dice señora?-
Pregunta Martin. La mujer responde con la palma abierta. Me río y le suelto
diez dólares. La mujer no se ríe y la mano sigue igual. Le suelto veinte y
comparte el buen humor.
- Una mujer le visitó antes que
ustedes. Hubieran oído la de chiflidos que se hicieron.
- ¿Y cómo era ella?
- No sé, era una mujer. Yo no soy
chismosa.
- Claro que no, ¿y cuándo fue eso?
- Hace como 40 minutos, lo
recuerdo porque empezaba mi programa en la radio. Se fue como diez minutos
antes que ustedes llegaran. Lo sé porque había comerciales. ¿Es importante?
- Quizás sí, quizás no. No sabría
decirle, no soy chismoso.- Dejamos el complejo y en el auto me entrevisto con
la licorera. Martin tiene hambre, hace su cara de hambre. Le devuelvo el bloc
de notas para que apunte todo lo que recuerda. Omite la confrontación, es un
buen muchacho.
- Florence visitó a su amante,
¿pero por qué no huir juntos?
- Quizás esperan algo.- Llamo al
precinto por la radio y pido por un par de detectives para que vigilen el
lugar.
- Algo no me cuadra Oz. No creo
que una mujer como Florence, que ha sido golpeada y abusada tantas veces,
simplemente estalle y robe ese dinero. No, yo creo que quería escapar desde
antes de la pelea de anoche. Ella lo planeó y si así lo hizo debe haber algún
rastro.
- Dios mío Martin, creo que
sonaste como detective.
- Todos tenemos nuestros momentos
de debilidad.
- Vayamos de regreso con Gabriel
Reeves, ese sujeto no lo paso.
- ¿Quieres comer algo antes?
- Sí, el whisky necesita
compañía.
Un
par de sándwiches después y estamos de vuelta a la residencia Reeves. Hemos
lanzado la red. Hospitales, estaciones de tren y de autobuses, hoteles y
volantes para el siguiente turno de patrulleros. Una red con muchos agujeros,
pero lo suficientemente tensa para captar simples amas de casas. Gente como
Solomon son otra historia, él podría evadirla. Martin no está seguro que
Gabriel no sepa del amorío, yo no estoy seguro que no le conozca personalmente.
El amor hace a las mujeres hacer cosas raras, y el dinero hace a los hombres
traicionar sus amores.
- ¿Qué cree que hace?- La puerta
se abre antes que la golpeé.
- ¿Y usted quién es?
- Soy Henry Allenbeck, el abogado
del señor Reeves.- El trajeado me mira de arriba para abajo y yo le imito.
Zapatos italianos, traje costoso, peinado engominado. Demasiado fino para
Reeves, demasiado caro para alguien que no ha robado ni un centavo.- Mi cliente
me ha hablado de ustedes detectives y conozco sus tácticas.
- Sólo queríamos echar un vistazo
y hablar con Gabriel.
- Si les preocupa que su esposa
Florence esté en casa, ella no lo está. Sería ilegal que yo la protegiera. Si
tienen evidencia nueva que desea discutir con mi cliente, yo le pasaré el
mensaje.
- ¿Quién se cree que es?- Martin
se enoja, quizás porque su traje es mejor. Del costado de la casa veo la joven
mano de Conrad. Me quito el sombrero y me aflojo la corbata. Martin entiende mi
señal, tiene que mantenerlo ocupado. Hora de desaparecer.
- Sus tácticas dejan mucho que
desear.
- Encerramos asesinos señor
Allenbeck.- Se apoya en la pared para obstruir su visión y corro hacia el
costado. Conrad está nervioso, se muerde las uñas y mira sobre su hombro.
- ¿Qué saben?
- No mucho chico. Por cierto, ¿el
nombre Solomon Merryl te suena conocido?
- No, ¿quién es?
- Un compañero de trabajo. Pensé
que quizás tu padrastro lo habrá mencionado, quizás hayan discutido por eso. Le
debe dinero a tu madre.- Me mira sin entender y le creo.
- Creo que Gabriel la lastimó,
¿no estaba con mi tía?
- No, lo siento chico.
- Gabriel no me deja ir con mi
tía Ashley. ¿No podrías darle un susto Oz?
- Tiene abogado, no puedo ni
verlo.- Martin chasquea los dedos, la ventana de oportunidad se cierra. Conrad
no se despide, sólo corre de regreso a la ventana de la cocina.
- ¿Qué fue eso?- Le explico a
Martin y niega con la cabeza.- No se iría sin su hijo.
- No se ha ido. Sigue en la
ciudad. Es hora de ampliar la red. Quiero revisar las llamadas de Merry y de
Reeves.
- Y de los teléfonos de la
compañía, ya que estamos. ¿Crees que Reeves y Merryl se conocen?
- Quizás sí, quizás no. De
cualquier manera, 100 mil dólares no se comparten.
El
teniente no nos dirige la mirada. Hemos caído de la cima del basurero. Sin
coronas de cartón y sin privilegios. Martin no lo ve así. Le ha crecido pelo en
el pecho. Es un buen muchacho. Nos concentramos en los malos muchachos de la
vida de Florence Hughes y en su trabajo. Miles de números. Columnas y filas.
Regla, lápiz y directorio invertido. Uno por uno. Los ojos se cruzan. Nos
concentramos primero en Solomon Merryl. Después de dos horas me doy por vencido
y reviso los nombres uno por uno. Montañas de papeles y expedientes. Tiene
muchos amigos con pasados turbios. Todos los tenemos. Uno de ellos es Winston
Sánchez.
- Es un prestamista local.
- Le marcó muchas veces antes de
pagar su deuda de banco.- Martin truena los dedos y pone su cara de
descubridor. Básicamente parece un idiota que mira hacia la nada. No se
diferencia de sus otras caras. Regresa con un expediente y lo lee en silencio.
- ¿Algo que quieras compartir con
el resto de la clase?
- El bar de Solomon se incendió,
pero el seguro nunca pagó porque se descubrió que fue intencional. El idiota
usó un acelerador de grasa y periódico debajo de la barra. Así que pierde el
dinero con el que pensaba comprar un mejor bar, no tiene nada. Winston le da el
préstamo para pagar el banco. Florence está sentada a un par de metros de cien
mil dólares, él le paga a Winston, ella rescata a su hijo y todos viven felices
para siempre.
- Martin, volviste a sonar como
un detective, ¿te sientes bien?
- Debe ser el café. ¿Visitamos a
Winston Sánchez?
- Vamos.
Le
ordeno a un par de uniformados que regresen casi todos los papeles. Conservamos
aún algunos privilegios. Su domicilio, negocio y centro de operaciones es una
bodega. A Winston no le gusta llegar tarde al trabajo. Opera en Morton. No me
sorprende. “La bodega de Sánchez” en letras amarillas y fondo rojo. Ancianas
comprando floreros y recién casados buscando refrigerados a medio precio.
Winston es un gordo chicano con bigote y camisa floreada que supervisa todo con
un puro en la boca. Señor feudal de sus mediocres dominios. Evitamos los
saludos. Mostramos placas. Empujamos a su oficina. Sabe porqué estamos ahí. Es
demasiado cooperativo. Es demasiado simple. Se muestra amigable. Ofrece
descuentos. Se sienta sobre su escritorio, a un lado de una vieja lámpara y un
cenicero repleto de colillas. Una de ella me llama la atención, tiene lápiz
labial.
- Florence Hughes.
- ¿Quién?- Le muestro la colilla
de cigarro y le doy una cachetada.
- Eres demasiado feo para tener
novia, demasiado desagradable para tener amigas y demasiado estúpido para
mentirme. Martin, encuentra su libro de préstamos.
- Me han confundido.- No le gusta
que Martin revisa sus cajones. Le jalo del cuello y lo tiro al suelo.- Yo no
hago préstamos, ahora tengo un negocio legal.
- Legal, por supuesto. ¿Qué tiene
de ilegal vender refrigeradores descompuestos y abrigos robados? Aunque si son
lo suficientemente estúpidos para confiar en ti, supongo que se lo merecen.
- Detectives...
- Soy Oz, él es Felton. ¿Dónde
está Florence?, ¿ya pagó la deuda de Solomon?
- Ustedes no pueden hacer esto,
puedo llamar a mi abogado.
- Use el teléfono de la calle, le
ayudo.- Lo azoto contra la ventana. El cristal se parte, los clientes se
asustan. Trata de regresar, pero le doy otro empujón. Cuando lo tengo con la
mitad del cuerpo adentro y la mitad afuera le tomo del cuello.- Si Florence
aparece muerta te meteré en uno de esos refrigeradores y te enterraré vivo.
- Aquí tengo el libro.- Lo
regreso a la oficina y lo siento en una silla. Mira al libro y tiembla de
miedo. Se cubre el rostro y trata de pensar, pero no se le ocurre nada.- ¿Quién
más crees que aparece aquí? Ashley Hughes. Hace seis meses le prestó ocho mil
dólares, ha estado pagando mensualmente.
- Seis meses, ¿no fue en esas
fechas cuando Florence conoció a Solomon a través de Ashley?
- Está bien, está bien.- Winston
suspira cansado.- Por favor no me arresten, no sé dónde está esa chica, lo
juro. Le presté dinero a Solomon, y me debe muchos intereses, pero no sé nada
de ningún robo. Revisen mi libro, verán que Solomon aún me debe.
- No te hagas al gracioso, si te
pagaron en la mañana quizás no lo has apuntado aún.
- ¿Me van a arrestar?
- Nos llevaremos el libro, pero
no te arrestaremos aún.- Le doy mi tarjeta y le robo un puro de su escritorio.-
Si Solomon, Florence o Ashley te llaman, tú me llamas a mí. Si no me llamas, te
arrestaremos por obstrucción de la justicia, revisaremos cada artículo en la
bodega, te haremos una auditoría completa y sumaremos este libro como la cereza
en el pastel. En un mes estarás purgando una condena de treinta años y créeme,
no sobrevivirías.
Salgo
de Morton lo más rápido posible. El sol está listo para morir. La vida nocturna
de Morton empieza a despertar. Turno nocturno, favor de dejar su cordura en la
puerta. Ashley no fue de lo más honesta con nosotros. Jugamos la corazonada, no
hay mucho más qué jugar. La encontramos saliendo del edificio.
- ¿Han encontrado a mi hermana?
- No aún, pero algunas cosas
empiezan a tener sentido. Hace seis meses Florence conoció a Solomon a través
de usted, ¿no es cierto?
- No pensarán que Solomon tuvo
algo que ver.
- ¿Un ex convicto capaz de robar
y lastimar? No, eso sería impensable.
- No me gusta su sentido del
humor detective.
- Ése es su problema. ¿Qué papel
juega Winston Sánchez en su triángulo amoroso?
- No es un triángulo.
- ¿Qué hay de Winston?- Martin
suaviza el tono y funciona.
- Florence me contó de los
problemas financieros de Solomon, así que le recomendé a Winston. Yo tengo una
deuda manejable con él, por si se lo preguntaban. ¿Eso es todo? Me gustaría
regresar a casa y llamar a Conrad. Gabriel no deja que mi sobrino salga de la
casa.
- Eso es todo, gracias señorita
Hughes.- Martin el caballeroso. En cuanto regresamos al auto no puede
contenerse.- Podrías ser más amable.
- ¿Sabes de qué otra manera se
saldarían ambas deudas? Con el seguro de vida.
- Tu mente es realmente
retorcida, ¿lo sabías?
- Soy víctima de la sociedad, eso
es todo.- Martin vuelve a escribir en su bloc. Su pequeño diario. Subo el
volumen de la radio, pero no funciona. Le doy los arrugados registros
telefónicos de la oficina de contadores de la mueblería y la lista de teléfonos
relevantes conocidos.- Toma, diviértete con esto.
- Es un problema grave contigo
Oz, tú nunca ves lo bueno en la gente.- Puede analizar cada uno de los cientos
de números telefónicos y hablar a la vez. Sin duda el pequeño está creciendo.
- Hay que ver lo que la gente
hace, no lo que nos gustaría que hiciera. Por ejemplo, me gustaría que
guardaras silencio, pero eso no va a pasar.
- Bueno, eres realista.- Martin
subraya un número y frunce el ceño.
- ¿Alguien llamó a tu novia?
- No, alguien le llamó a Solomon
Merryl.
- El amante llama a su amante,
sin duda un descubrimiento crucial Martin. Creo que estamos a tiempo de detener
las prensas.
- No Oz, le llamaron esta
mañana.- Pongo la sirena, doy vuelta y pongo el pedal hasta el metal.
- Lo mejor en las personas
Martin, lo mejor en las personas.
Llegamos
justo a tiempo. El gerente nos recibió aliviado esperando noticias que evitaran
su pronto despido. Le prometemos que estamos muy cerca. Fingimos algunas
preguntas de rutina como si Florence había estado actuando raro o como si los
billetes estaban marcados o serializados. Nos despegamos del gerente y
preguntamos escritorio por escritorio. Varios admitieron que Ashley Hughes
pasaba por Florence varias veces al mes, pero nada más. Todos coincidieron en
que sabían poco de su vida íntima. Si
Olga Brecker hubiera podido empalidecer más habría sido transparente.
- ¿Conoce a Solomon Merryl?
Alguien le habló desde esta oficina y usted parece ser quien mejor la conocía.-
Martin se sienta sobre el escritorio a su lado y la mira con ojos de cachorro.
- Dios mío, debí decírselos
antes. Pero no pensé que...- Olga se parte a llorar y Martin, el caballero andante,
le ofrece su pañuelo.- Y luego ya fue demasiado tarde y pensé que me
arrestarían.
- Calma, no la vamos a arrestar.
¿Por qué le llamó a Solomon esta mañana?
- Porque me habló Florence, me
pidió que le llamara a Solomon, o le dijera si pasaba por la oficina, que lo
ama y que tenga paciencia. Debí decirlo antes, pero ustedes ya se habían ido.
- Sí, debió haberlo dicho antes.
Ahora, por el amor de Dios y trate de concentrarse, porque es importante, ¿le
preguntó a Florence donde estaba?- No tengo el toque Martin, pero al diablo. No
me gusta correr de un lado a otro porque alguien no podía hacer una simple
llamada de teléfono.
- Sí le pregunté y me dijo que
estaba con una amiga de la universidad, pero no me dijo quién. La verdad es que
no sé a quién se referirá. ¿Me van a arrestar?
- Dios sabe que estoy tentado,
pero no lo haremos.
Hacemos
el intento con Gabriel Reeves. El abogado hace de intérprete. Preguntamos por
amigas de la universidad, pero Gabriel dice que no recuerda a nadie. Primero
niega que haya ido a la universidad, pero su abogado le instruye a cambiar la
tonada. Allenbeck es un escurridizo hijo de perra. Gabriel reacciona en un par
de ocasiones, pero el abogado siempre corta y bloquea. No podríamos sacarle ni
la hora del día. Regresamos a la estación sabiendo que tendremos que hacerlo
por la vía difícil. Contactamos con la universidad Ridgeton, pedimos su expediente
y listas de sus compañeros. Se graduó hace mucho, es imposible ir a la
universidad y hablar con los maestros. Florence no parecía tener amigos a quién
preguntarles y justo cuando nos preparábamos para una larga noche sin dormir,
Conrad Branford aparece subiendo las escaleras.
- Conrad, ¿qué haces aquí?-
Martin lo recibe y le compra un chocolate mientras que yo me aseguro que el
teniente ya se haya ido.
- Escuché que preguntaron por los
amigos de mamá de la universidad.- Nos
muestra lo que carga, una placa con nombres y una foto. El chico señala siete
cabezas.- Creo que son estos, pero no estoy seguro. La foto es muy vieja. No sé
por qué Gabriel les dijo que no sabía. La placa estuvo colgada en la sala hasta
hace poco.
- ¿Qué pasará cuando Gabriel descubra
que no estás en casa?
- No me importa, no quiero
regresar nunca. Maldito hijo de perra lastimó a mi mamá.
- Si el teniente lo ve, nos
mata.- Dice Martin.- Pero no podemos regresarlo así no más.
- Gabriel Reeves tiene custodia y
es menor de edad, es mejor que no se entere. ¿Quieres que te llevemos con tu
tía Ashley?
- No, quiero ver a tu mamá.
- Está bien, quédate en ese
sillón mientras revisamos esto.
Nombres,
fotos, números. Números y más números. Son las once y media y los sacamos de la
cama. ¿Conoce a Florence Hughes? Es la pregunta de la noche. Mandamos unidades
a cada domicilio y vamos descartando uno por uno. Cenamos comida china y Conrad
se nos pega. Parece rudo, pero en el fondo es un chico muerto de miedo. Martin
congenia rápidamente, tienen la misma edad mental. La última patrulla se
reporta, no hay señales de Florence. Ninguna de nuestras entrevistas dio fruto
tampoco. Si ella se esconde con alguno de ellos, tendremos que verlo en la
mañana. Tiro la caja de comida a la basura y saco mi botella de whisky de mi
archivero.
- La única manera como le
sacaremos algo es si le confrontamos.- Enciendo un cigarro y pienso en golpear
a Reeves hasta dejarlo hecho una pulpa. Eso pone una sonrisa en mis labios.
- ¿Pero cómo? Allenbeck y Reeves
parecen unidos por la cadera.
- Sí, nunca se despega.- Otro
buen trago a la botella y sonrío.- Pero hasta los abogados duermen.
- Son casi las dos de la mañana,
no creo que hagan pijamada.
- Vamos para allá. Quédate aquí
chico, mandaremos a un uniformado para que te lleve con tu tía.
- ¿Y mi mamá?
- En eso estoy, dame tiempo. Ya
verás, tu mamá aparecerá.
Llegamos
a su casa a las dos y media. Tocamos la puerta. La cara de rata de Allenbeck se
asoma al primer golpe. Hijo de perra sí deben hacer pijamadas. Dice algo sobre
revisar los papeles de Florence sobre la herencia y seguros que no escucho por
estar demasiado enojado. Allenbeck está cansado, pero no se rinde. Gabriel
estalla al verme.
- ¿Dónde está mi hijo?
- Conrad no es tu hijo.- Martin
me detiene de empujarlo, no es buena idea hacerlo frente a su abogado.- ¿Por
qué no se sienta con nosotros y conversamos el asunto?
- No pueden quitarme a Conrad.
- Al seguro de vida querrá decir.
- No pueden detener la custodia
legal.- Dice Allenbeck.
- Yo no detengo nada.
- Entonces traiga a mi hijastro.
- Conrad está con su tía, Reeves.
Si vas por él, si le pones las manos encima te prometo que no comerás sólidos
de nuevo.
- Eso es una amenaza y podría
demandarlo.
- No me importa lo que haga
Allenbeck, llámelo amenaza si quiere, pero es una realidad.
- Vamos Oz, no valen la pena.
- Tiene suerte Reeves, un día no
tendrá a su abogado ni a mi compañero para protegerle.
- ¡Oz!- Martin entra al auto y
señala la radio. Avisan que Solomon evadió a la policía.
- Maldita sea, lo vamos a
perder.- Acelero a toda velocidad. Dirección Morton. Directo a la oscuridad.
Largas
avenidas y tráfico nocturno. Luces rojas como sangre por arterias. Llegamos a
Morton y el tráfico aumenta como gangrena en un órgano enfermo. El mar de rojos
se baña con el rojo y azul de las sirenas. Llegamos tarde. Los policías suben
la cinta amarilla para dejarnos pasar. Al fondo del edificio hay una potente
luz encendida, un reflector. Retazos de papel periódico se arremolina por el
viento y una bolsa de plástico repleta de esos pedazos se arrastra
perezosamente entre las mesas con zapatos. Martin apaga el reflector detrás de
él señala dos orificios de balas en la pared. A unos pasos se encuentra la
puerta trasera. No nos toma por sorpresa. Winston Sánchez está muerto en el
callejón, con dos balas en la espalda. Martin anota furiosamente. Al estar
distraído con lo que escribe casi borra el rastro. Playeras blancas en el suelo
frente al reflector con manchas de polvo y lodo. Huellas de zapatos, zapatos de
tacón.
- Un triángulo mortal. Winston
pareció haber sido el cerebro de la operación, algo sale mal y le matan por la
espalda.
- O algo sale bien. Se quitaron
de encima al prestamista.
- ¿Crees que Gabriel Reeves
conozca a Solomon?
- No lo sé Martin, quizás Reeves
es sólo un idiota que sabe que un esposo golpeador es un buen sospechoso y tomó
la sabia decisión de escudarse con un costoso abogado.
- El teniente nos va a matar.
- Al demonio el teniente, yo voy
a matar a los idiotas que debían estar vigilando a Solomon. Al diablo con esto,
me voy a mi casa. Estoy cansado y de mal humor.
- Siempre estás cansado y de mal
humor.
- Sí, pero ahora tengo una buena
razón para estarlo. ¿Sigues viendo lo mejor que hay en Florence y en Solomon?
- No sé, estoy demasiado cansado
y de mal humor.
A
la mañana siguiente revisamos el estado de la búsqueda por Solomon Merryl y
Florence Hughes. Nada, absolutamente nada. Martin y yo pasamos la mañana
engrasando manos. Dinero fluye y lealtades se compran entre mis viejos
contactos criminales. Menos legal que la policía, pero más eficiente. Largas
horas de probar suerte y tiros en la oscuridad. Finalmente recibimos la
llamada. No son buenas noticias. Encontraron a Florence. La encontraron muerta.
Manejo al basurero municipal y recorremos las montañas de basura hasta el grupo
de uniformados y forenses.
- Así la encontraron.- Florence
está a medio enterrar. Su rostro sobresale de la tierra. Su expresión es
plácida. Nada parecida a nuestras expresiones. Los uniformados la desentierran
de su tumba de basura y cal. Los forenses la examinan, pero algunas cosas son
obvias.
- La vistieron de nuevo.- En
cuclillas le muestro a Martin el modo en que está abotonado su abrigo y su
camisa.- No es fácil vestir a un muerto.
- Fue apuñalada en el abdomen.-
El forense desabotona el abrigo y después la camisa empapada de sangre.- Con la
cal y los ácidos de la basura no es fácil determinar la hora de la muerte.
Sabré más después de la autopsia.
- ¿Y cuándo será eso?
- Pasado mañana, con suerte.
- Bueno saberlo.- Enciendo un
cigarro y veo el ritual completo. La cargan a la camilla y se la llevan en una
ambulancia que nunca enciende su sirena. No tiene prisa. Martin no lo soporta y
lo alcanzo en el auto, anotando detalles en su bloc.- ¿Estás bien?
- Sí, sólo quería anotar algunas
cosas.- Es un pésimo mentiroso, pero no lo empujo.- Tenemos que decirle a
Ashley Oz, y a Conrad. Reeves puede irse al diablo.
Ashley
ha salido a vender. La esperamos sin prisa. No hay noticias de Solomon. Martin
se reporta con el teniente y deja que él le avise a Gabriel Reeves. Regresa del
teléfono con la edición matutina. El robo no está en primera página, tampoco lo
estará el macabro descubrimiento en el basurero. Cinco vidas en juego, pero no
es más importante que una promesa vacía de un político. Martin revisa sus notas
y señala la noticia de media columna. El chico tiene razón, Solomon no podría
saber del robo, nosotros no lo mencionamos, a menos que fuera parte de él, pues
la primera mención en el diario es de esta mañana.
- Detectives, ¿alguna noticia?
- ¿Conrad está con usted o en su
departamento?
- No sé, llamé hace una hora pero
nadie contestó. Creo que regresó con Gabriel, pobre chico. ¿Saben algo de mi
hermana?
- Bueno...- Guardo silencio. Dejo
que Martin lo haga. El caballero andante no sabe ni cómo empezar.- Me temo que
su hermana Florence ha fallecido. Encontramos su cuerpo en el basurero
municipal. Lo sentimos mucho, en serio. Hicimos todo lo posible.
- Florence...- Ashley se tambalea
y la salvo de caer al suelo. La siento en el sillón y Martin le trae un café
mientras ella llora a mares.
- Ashley, escúchame muy bien
porque es la única vez que te lo diré. Encontraré a quien mató a tu hermana, se
hará justicia.
- ¿Y si no pueden demostrarlo?
- Entonces se hará algún tipo de
justicia.- Entiende lo que digo a la primera y asienta con gravedad.
- Vamos Oz, encontremos a ese
maldito.- Encendemos cigarros y caminamos en silencio. Le doy un buen trago a
la licorera.- Nunca es fácil, ¿no es cierto?
- Nunca.
- Te pesa después de un tiempo.
- Sí, pero a mí me pesa otra
cosa.
- ¿Qué cosa?
- ¿Cómo sabía?
- ¿Quién?
- Nada, déjalo.
Acompañamos
a las patrullas y me reporto cada quince minutos con mis contactos.
Prostitutas, camellos y estafadores en su mayoría. Llega la hora de la comida
pero no estamos hambreados. Finalmente tenemos suerte. Una de las prostis vio a
Solomon en Morton, asaltó a un proxeneta y se esconde en un edificio en
construcción. Hora de llamar a los perros. Los uniformados entran primero con
paso vacilante. Hay mil maneras en que Solomon nos podría sacar de circulación.
Entre las vigas de metal lo intenta. Trata de escalar la verja. Martin les
grita que disparen bajo. Alguien le atina a su pierna, pero Solomon se niega a
rendirse. Suicidio por policías. Lo libera a él y nos deja a nosotros con
las manos vacías. Revisamos el resto del
lugar sin encontrar nada más, después buscamos en su casa pero tampoco
encontramos el dinero.
- ¿Detective Ozfelian?- Saliendo
del multifamiliar un sujeto me entrega un sobre.- Ha sido notificado.
- ¿Notificado de qué?
- De la demanda por abuso de
autoridad y asalto de Gabriel Reeves. Que tenga un buen día.
- Esto no tiene mi nombre.- Le
muestro el sobre y cuando se agacho le doy un gancho al hígado.
- Sutil.- Se burla Martin
mientras se sube al auto.
- Gracias.- Rompo el sobre en
pedacitos y los tiro por la ventana.- Vamos a notificarlo a él.
- ¿Y el abogado?
- Querrá oír lo que tengo que
decir.
En
el camino le explico mi teoría. Martin anota cada palabra. Bromeó con él, le
hago escribir tonterías. Se ríe y guarda el bloc. El novato está aprendiendo. Allenbeck
nos recibe. Me pregunta por la notificación. Le tomo del brazo y lo saco de la
casa. Gabriel protesta y le suelto un derechazo. Conrad ayuda a Martin a cerrar
la puerta e impedir que entre el abogado. Reeves me golpea en la boca del
estómago. Me dobla en dos, pero me reincorporo para golpearlo con la cabeza.
Con el cañón del revólver en la nariz lo obligo a sentarse en la mesa de la
cocina. Martin se hace a un lado de la puerta y acompaña al abogado a la mesa,
junto con Conrad.
- ¿Está loco? Haré que le quiten
la placa por esto.
- Cálmese Allenbeck, su cliente
no le dejaré.
- ¿Y por qué haría algo así?- Se
revisa por sangre, pero no encuentra nada. El costado debe dolerle como patada
de mula, pero no lo muestra. Me saco el aire y lo empacó a China, pero no lo
muestro. Es un empate técnico.
- No lo hará porque tengo
noticias importantes sobre su esposa. Ha estado encerrado y no creo que lo haya
escuchado, pero Winston Sánchez está muerto. Asesinado en su bodega por un
fallido intento de secuestro.
- ¿Quién es ese Winston y de qué
secuestro está hablando?
- Cierre la boca Allenbeck, no
estoy hablando con usted. Winston Sánchez, el prestamista de Solomon Merryl y
Ashley Hughes, le dice a Solomon que le entregue el dinero robado o no la
dejará ir. Solomon no tiene el dinero, así que lleva papel periódico y una
pistola. El reflector no le deja ver a la mujer, ni a Winston. Le exige el
dinero, pero no lo tiene y le dispara. La luz le impide atinar. Winston se da
cuenta que todo terminó y huye, hasta que la chica lo mata.
- Mi esposa no haría algo así y
no sé quiénes son esas personas.
- Oz, ¿por qué dices eso?- Conrad
me mira enojado.- Mamá no haría eso.
- No lo haría y no lo hizo. Fue
Olga Brecker, ella le llamó a Solomon Merryl para verlo, no para mandar mensaje
alguno. Olga sabe que Florence robó el dinero, sabe de la relación con Solomon
y se figura lo obvio. Cuando la confrontamos sobre la llamada nos mintió, nos
alejó del camino. Ella fue a ver a Solomon, una vecina la mencionó. La perdimos
por poco. Trató de sacarle información, no funcionó pero ella creía que Solomon
tendría el dinero. Fue con Winston también y le planteó el negocio. El lipstick
era suyo, no de Florence. Un plan sencillo, sacarle el dinero haciéndole creer
que Olga era Florence frente a esa luz. Estaba segura que Florence no estaría
con él, habrían huido de ser así. Ella mató a Winston Sánchez cuando el plan se
arruinó.
- Hasta ahora tienen mucho sobre
esos personajes y poco sobre mi cliente. Poco sobre lo que importa, ¿quién mató
a Florence?
- Arrestaremos a Olga, ella nos
dirá todo. No es una criminal de carrera, sólo ambiciosa y cruel.
- ¿Y dónde está el dinero?
- Es la pregunta de los cien mil
dólares Reeves, pero algo es seguro. Florence nunca lo tuvo, porque ella no
robó la nómina. Florence murió antes que eso. Fue acuchillada en el abdomen y
después vestida.- Enciendo un cigarro y Martin se enciende otro con una sonrisa
torcida.- ¿Por qué Olga, Winston, Solomon o Ashley la vestirían después de
matarla para abandonar su cuerpo en el basurero? No tiene sentido. Primero
pensé que habría tenido sexo después del robo, pero ¿por qué no dejar el cuerpo
en toalla, o con una sábana? Eso fue la clave.
- ¿Qué quiere decir todo eso?-
Pregunta Conrad.
- ¿Por qué vestirla? Sencillo,
porque vestía algo con lo que no debía ser encontrada. Algo que dejaría fuera
toda duda sobre el robo a la nómina y el desastre que Olga Brecker inició
después. La vistieron porque traía puesto su camisón. Ella no robó la nómina,
ella ni siquiera salió de la casa.
- ¿Y tiene evidencia para eso?
- Ya le dije que cierre la boca
Allenbeck. Reeves y yo estamos hablando como hombres.
- No tiene nada en mi contra Oz,
nada.- Gabriel finge tranquilidad. La superficie se quiebra, no durará mucho.-
¿Encontraron ese camisón? No, por supuesto que no. Son hipótesis aventuradas.
- Cuidado Reeves, empieza a sonar
como un abogado.- Dice Martin y le señala con el dedo para evitar que se
levante.
- Hubo otra pregunta que me
molestaba constantemente. ¿Cómo sabía el abogado que vendríamos aquí a la mitad
de la madrugada? Tenían suficiente tiempo para revisar papeles legales después.
- Yo le dije que no se fuera,
imaginé que tratarían algo así. Sabía que estarían desesperados.- Conrad se
avienta sobre él a golpes y Martin lo separa jalándole del cinturón.
- ¡Mataste a mi mamá!
- ¡Cállate que no sabes nada!
- Cállense los dos. El abogado sabía
que vendríamos porque Conrad nos escuchó y llamó por teléfono. ¿Por qué harías
algo así Conrad?
- Lo hizo porque sabe lo que le
iba a pasar si no lo hacía. No me detuve con tu madre, tampoco me detendría
contigo. La verdad es que no tienen evidencia alguna.
- La entrevista se acabó.- Tomo a
Allenbeck del cuello y azoto su cara contra la mesa.
- Esto no es una entrevista y si
vales la mitad de lo que te pagan escucharás y seguirás órdenes, le conviene a
tu cliente.- Gabriel le hace una seña para que se calle.- Conrad no te debe
nada y si sabe que mataste a su madre no te protegería. Te detesta. Ha tratado
de hacer que te arrestemos desde el principio y tu teatro con el abogado es
para reforzar la idea. La verdad es que Conrad mató a su madre y tú robaste la
nómina para alejar el rastro.
- Fue un accidente, Dios mío lo
juro.- Conrad se parte a llorar y Gabriel hunde la cabeza sin decir nada.-
Traté de empujar a Gabriel, pero empujé a mi mamá y ella sostenía el cuchillo.
Fue sin querer y después no sabía qué hacer. Se resbaló Oz, ¿lo entiendes? Se
resbaló.
- Yo la desvestí.- Confiesa
Gabriel.- La volví a vestir y asalté la nómina con sus llaves. No fue difícil,
ella había hablado del lugar muchas veces. Dejé el cuerpo donde pensé que nadie
lo encontraría. Pensé que si nadie lo encontraba nadie iría a prisión, pero si
alguien lo hacía yo sería el sospechoso principal, después del rastro del robo
de la nómina que no llevaría a ninguna parte. Pensé que arrestarían a
cualquiera por el robo. No pensé que ese robo llevaría a más muertes.
- ¿Por qué hiciste eso?
- Nadie creería que su muerte fue
accidental. Me culparían a mí, pero no quería a prisión a menos que tuviera que
hacerlo.
- Sí, pero ¿por qué lo hiciste
Reeves? Pensé que odiabas a Conrad.
- Pobre chico, nunca fui un
padre, ni siquiera uno malo. Él no está hecho para prisión Oz, yo sí. Nunca fui
bueno con Florence, ni con su hijo. Quise hacer una única cosa buena en toda mi
maldita vida, hacerla orgullosa allá en el cielo, ¿me entiendes?
- Eso era lo que no podía
entender, ¿por qué alguien iría a prisión por alguien que nunca quiso?- Apago
el cigarro y le doy vueltas, pero no termino de entender.
- Porque vi lo mejor que hay en
Conrad cuando lo vi llorando a un lado de su madre. Llévame a mí, deja a mi
hijastro. Nadie tiene que saber. El dinero está escondido, es para Conrad.
- Tres muertes y cien mil dólares
desaparecidos, no es fácil barrerlo debajo del tapete.- Martin esposa a Conrad
mientras Reeves lo jalonea. Martin se detiene al ver que no me muevo.- ¿Oz? Es
mucho dinero, se tiene que hacer justicia.
- Confesarás frente a tu abogado
y si cambias de opinión alguna vez, te mataré. ¿Alguna duda abogado?
- Gabriel, no sé qué hacer.
- Haremos lo que dice.- Conrad lo
abraza y llora. Una buena acción limpiando años de gritos y golpes. Una mirada
repleta de lágrimas. Redención en un sacrificio noble. Me cuesta entenderlo.
- ¿Estás seguro de esto Oz?
- Conrad es sólo un chico, morirá
allá adentro. Le esperarían al menos 20 años. A veces algún tipo de justicia es
mejor que toda la justicia.
Gabriel
Reeves confesó a todo, pero insistió en que quemó el papel para no dejar
rastro. Olga Brecker se partió como una rama cuando le mentimos que había un
testigo de la balacera en la bodega de Winston Sánchez. Ambos recibieron
cadenas perpetuas. Conrad se mudó con su tía y, que yo sepa, no tiene intención
alguna de confesarle lo ocurrido. Tiene una oportunidad y suficiente dinero
para hacerla valer, el regalo de un padrastro abusivo. Martin se convenció que
era lo correcto al verlos despedirse. Odia admitirlo, pero casi le saca
lágrimas. Yo asentí, recibí la palmada en la espalda del teniente, cerré el
caso y fui a casa. No dormí esa noche, preguntándome si realmente lo entendía.
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