miércoles, 22 de julio de 2015

El circo transdimensional del místico Farfan (parte 1 de 2)

El circo transdimensional del místico Farfan
Por: Sebastián Ohem

Damas y caballeros, pasen, pasen y pasen al increíble, el excepcional, el fantástico, el imponente, el fuertemente  adjetivado, el nunca-antes-visto circo transdimensional del místico Farfan. ¿Qué aventuras esconden las gastadas telas de las tiendas?, ¿qué placeres ocultos esperan al espectador? Nada como haya visto antes. Majestuosas sorpresas del pasado, el futuro, el presente y sus alrededores. ¿Busca emociones? Las tendrá a granel. ¿Busca un mundo bello y maravilloso? Será suyo. ¿Busca amor y finales felices? Entonces no sea tímido y dele una oportunidad al místico Farfan. Entren y dejen el escepticismo atrás, déjense sorprender. Tienen mi promesa más solemne de que vivirán algo que nunca hubieran imaginado.

            ¿Qué pasa, no está convencido amable lector? Seguramente ha escuchado promesas semejantes en otros relatos. Éste es diferente, si nos da una oportunidad ya lo verá. Si no le gusta le reembolsamos el tiempo invertido. Así es, nuestro modernísimo sistema de reembolsos nos permite devolverle su tiempo a plazos. Un segundo al día por cuantos días sean necesarios. De lo contrario me cambio el nombre. Ah, es cierto, no me he presentado. Qué torpe de mi parte. Mi nombre es… suenen los tambores… guarden la respiración… ya casi… un poco más… abran los ojos grandes como platos… mi nombre es… Narrador. ¿Qué, porqué la risa de unos y el enojo de otros? Sí, yo sé que es una coincidencia extraordinaria que el narrador se llame Narrador, pero ¿qué se le va a hacer? No es como mi madre me puso, créanme que mi nombre anterior era peor, mi madre me llamó Relator. Eso es ridículo. Mi padre quería llamarme Persona-que-cuenta-historias, pero mi padre nunca tuvo mucha imaginación. Mi gato me quería llamar Miau. Mi canario Pío y mi perro Rodolfo. Sí, mi perro hablaba. Pero suficiente sobre mí, ¿a quién le importa el narrador? A nadie, él no es interesante. Lo que interesa es lo que tiene que contarnos.

            Estoy aquí para invitarlos a pasar al circo transdimensional del místico Farfan. Para que conozcan al místico Farfan y se deleiten con sus aventuras. ¿Qué tan místico es Farfan? Es tan místico que a veces ni él se entiende a sí mismo. Es el gerente del circo y su acto principal. Algunos lo llaman mago, otros místico, otros le dicen charlatán y otros le dicen el detective místico. Farfan, amigo de quienes no tienen amigos y enemigo de aquellos que lo hacen su enemigo ha montado un espectáculo ambulante. Sorprende, mistifica y ayuda a las pobres almas enamoradas. Pero no se vayan a confundir, no señor, Farfan no es cualquier gerente de circo, él es especial. Su circo viaja en el tiempo y el espacio. ¿Pensaban que el título de transdimensional era solamente un adorno? No señor. Les contaré las aventuras de Farfan mientras trata de ganarse el corazón de alguien especial, mientras que al mismo tiempo lucha contra chamanes enloquecidos, hordas de caballeros cristianos y soldados musulmanes. Traerá la lluvia a un pueblo devastado. Competirá contra un mágico circo competidor. En fin, mejor me guardo lo mejor para después.


            Una advertencia debe ser enunciada para aquellos oyentes y lectores que se acomodan plácidamente en sus butacas, sillones, camas, hamacas, taburetes o tronos dorados incrustados de rubíes. Ésta historia no les dejará acomodarse. No señor. Porque ésta historia es como la vida. El místico Farfan diría que la vida es como un mosaico. Cuando miramos atrás no vemos una línea de eventos cuidadosamente acomodados. ¿Qué es lo que vemos? Una combinación de imágenes y olores, un popurrí de vivencias. Un mosaico donde las partes se acomodan donde pueden. Así que no se acomoden demasiado y prepárense para experimentar al tiempo como lo hace el místico Farfan y su tropa. Descuiden, descuiden, el viejo Narrador les ayudará de vez en cuando para que no se confundan entre un episodio y otro.

            Los sibaritas, los conocedores, los snob, los críticos y, en general, los de espíritu tan pesado que no puede danzar con el viento, dirán que eso del mosaico narrativo es una excusa, un simple truco para añadirle sabor a la historia. No podrían estar más equivocados. El extenso, en ocasiones confuso, mosaico que presentaré ante ustedes no es una treta o un truco de mis limitadas habilidades narrativas, éste es el orden en el que de hecho ocurrió, si sus cabecitas pueden asimilar eso. El tiempo es un gran caleidoscopio y nosotros daremos una buena mirada a esa maravilla que es la existencia misma. Un caleidoscopio con historias dentro de historias, todas vanas, todas importantes. Todas reales. Todas ficcionales. Porque como el detective místico diría, la verdad y la ficción son hermanas siamesas. No lo dice porque sí, las vio en una fiesta griega leyendo las piedras para contar las fortunas. Pero de nuevo, estoy desvariando.

            ¿Qué hay de este detective místico?, ¿cómo son el místico Farfan y su tropa loca? El circo consta de algunas tiendas y unas carretas grandes. Acomodan el circo de manera de hacer una vía para los peatones en forma de U. Se garantiza que aquel que le dé toda la vuelta al circo saldrá cambiado y rejuvenecido. Farfan, en la carpa grande al fondo, presente su acto de misticismo. Conoce el secreto de la invisibilidad, puede leer algunas mentes y hacer que su monito entrenado, llamado monito, haga toda clase de piruetas. En una pequeña carreta Akila puede estudiar tu caligrafía y saber el momento exacto de tu muerte. El tramposo Akila rara vez dice la verdad, dice que conviene más prometer vidas sanas y largas. Fadil el magnífico puede hablar con la Naturaleza, comandar algunos animales, saber la posición exacta de todas las personas e insectos en un radio de un kilómetro, habilidades maravillosas que usa para adivinar el peso y la altura de cualquiera y adivinar lo último que comieron.

            Hay un pequeño carruaje que ofrece consejos del filósofo Horemheb, el gato de Farfan que estudia filosofía. El gato no habla, pero por unas caricias y algo de carne cruda permite que se le haga una pregunta de sí o no, el gato responde un maullido para sí y dos para no. Fukana, en una pequeña cabaña puede modelar arcilla en segundos y pintar maravillosas pinturas abstractas. La gente las compra con gusto, pero Fukana esconde su terrible secreto, que sólo es capaz de ver el espacio negativo, el espacio no ocupado por la materia. Mukantagara tiene una tienda doble entre las golosinas y los juegos de habilidad. Mukantagara se despertó un día escuchando voces, pero para su sorpresa esas tres voces son sabias. Mukantagara asegura que esas tres voces son las de los tres reyes magos, que encontraron la manera de esconderse de la ira de Herodes. Sea como fuere, una de sus voces es un comediante y se ha demostrado que no importa cuál sea el problema siempre hace reír a la gente. Tiene su acto donde utiliza la música para llamar insectos, hacerlos dar piruetas y trucos increíbles. Cuando no maravilla al público con su música mágica brinda consultoría hilarante, donde la promesa es “sin importar su malestar, si no lo hago reír en tres minutos, le damos su dinero de regreso”. Hasta ahora no ha fallado ni una sola vez. De Nerón a las viudas de Ghengis Khan, todos se ríen. Por último, pero no por ello menos importante se encuentra Niut, la iluminada. Su conocimiento sobre los mantras prohibidos del Nepal le permiten manipular a la naturaleza y sorprender a sus clientes.

            Me gustaría decir que el circo transdimensional del místico Farfan deambula por el tiempo y el espacio sin competencia. Pero no es así. Frecuentemente se enfrentan al circo Tempus Fugit. La peor colección de viajantes en el tiempo que se pueda imaginar estimado lector. Si el objetivo del circo de Farfan es que las personas cultiven el asombro y sueñen sueños que hagan del mundo un lugar mejor, el circo de tempus fugit se alimenta del tiempo de las pobres almas descarriadas que caen en sus trampas. La gente se deja engañar por los increíbles espectáculos que presentan. Está Iago el que llama a las aves, pero que las usa para espiar en las personas. Está Montano, el que puede darle vida a figuras de arcilla y juguetes, pero solo por un atardecer. Los niños, ingenuos y felices, se los llevan a casa y esas figurillas se roban sus sueños. Lucetta es la dama de la noche, la mujer que vive en la oscuridad y puede moldearla, y utiliza sus habilidades para representar intensas obras de teatro. Podemos encontrar a Antigonus, el que roba recuerdos. Polixenes el hombre más rápido del mundo. Tan rápido que puede correr de un lado a otro con tanta velocidad que es invisible, excepto para los milisegundos que se queda quieto, dando la apariencia de estar en dos lugares a la vez. Polixenes puede estar en cada lugar del circo de Tempus Fugit, vigilarlo todo y al mismo tiempo dar su espectáculo en su carpa. Por último Caphi, la lideresa del grupo, la hipnotista seductora.

            Ahora lo saben lectores y oyentes. Y justo a tiempo, porque es hora de empezar. Antes de comenzar la función respiren profundo, cierren los ojos y visualícense en el circo transdimensional del místico Farfán. Imagínenlo y estarán ahí, después de todo ¿quién dice que es imposible tener un pie aquí y otro allá, en nuestro mundo y en la ficción?

11 de Septiembre 1241 8:30 PM
            Monito escalaba el árbol del lujoso hogar de Dalan, capitán mongol. A los pies del árbol Farfan encendió su pipa larga. El viento soplaba y refrescaba la cálida estepa. El campamento mongol ya era de por sí ruidoso, aunque no tenían órdenes de marchar, estos nómadas siempre estaban listos para la batalla. Los gitanos le contaron a Farfan que cuando llegaron el campamento ya era ruidoso. De hecho estaban sorprendidos al encontrar que ellos no eran los más ruidosos. El hogar de Dalan era una casa blanca de estuco construida al estilo islámico con sus arcos de herradura y su lujo oriental. El mismo Dalan, sin embargo, no era lujoso. Dalan se encontraba apoyado contra los maderos de su caballeriza, viendo al joven gitano Lovro entrenarlos para toda clase de trucos. Farfan suspiró y se apoyó contra el árbol. Le gustaba el campamento Mongol. Sus ropas simples, aunque con detalles lujosos, revelaban algo sobre ellos. Más allá de todos los tesoros y los lujos de la conquista los capitanes como Dalan, con sus pequeños ojos, piel morena y esos bigotes delgados y largos, eran tan naturales a las estepas, a los caballos y a las migraciones como los gitanos.
“Veo que encontraste a Lovro.” Fadil se acercó corriendo. Lo había estado buscando desde que el sol cayó. “Un ratón me dijo que te vio aquí. ¿Has hablado con él?
“No, te estaba esperando. Ven Monito.” El mono bajó y se acomodó en su hombro. “Quiero saber qué es lo que Florica ve en él.”
“Buenas noches Farfan.” Le saludó Dalan.
“No lo vi hoy en el circo capitán. Usted sabe que es gratis para los capitanes.”
“Sí, bueno estaba más interesado en mis caballos.” Señaló a Lovro y suspiró “Me recuerda a mí mismo, cuando tenía su edad.” Dalan se colocó su casco. Farfan notó que estaba golpeado. Su estructura dorada terminaba en punta, pero parecía haber sido golpeado por flechas. “¿Mi casco? Sí, lleva conmigo 30 años. Muchas batallas y mucha suerte.” Se aseguró el casco con las amarras de cuero y le dio unos golpecitos como si  probara su dureza.
“¿Por qué no se compra uno nuevo?” Dijo Fadil. “He visto que los gitanos los venden.”
“¿Para qué? Todavía funciona. Esa clase de cosas es para cristianos y para musulmanes. Les gusta que todo esté resplandeciente de nuevo. Ingenuos, no puedes confiar en tu armadura si es nueva.”
“También les venden a los cristianos.” Fadil señaló hacia la lejanía, sobre una colina extensa, donde se encontraba el campamento cristiano, y más al este se encontraba el islámico. Los gitanos deambulaban por todos los campamentos.
“No sé porqué siguen aquí. ¿Qué podrían ganar? Tan lejos de casa no les sirve este pedazo de tierra yerma.” Continuó Dalan, como si hablara consigo mismo. “Están aquí, prometiéndose batalla, pero demasiado cómodos como para hacerla.”
“Capitán, hay lo tiene.” Lovro se bajó del caballo, luego de regresarlos a todos a sus caballerizas.
“Y aquí tienes tú gitano.” Dalan le entregó una bolsita de cuero con una cuantas monedas. “¿Te lo vas a gastar todo en mujeres fáciles y vino?”
“No señor.”
“Pensándolo mejor, no se parece a mí cuando era joven.” Bromeó Dalan, dándole fuertes codazos a Farfan. “¡Arbolá, la cena!” Ordenó Dalan a una de sus esposas. Ustedes dos, quédense a comer. Arbolá es mi mejor cocinera.”
“Por supuesto.” Respondieron Farfan y Fadil al unísono, aunque se imaginaban que no era pregunta.

            No entraron a la casa del mongol. En vez de eso, una mujer acercó una plancha convexa de madera y colocó tres platos de estofado. Se sentaron en el suelo y Dalan colocó su cimitarra sobre la extraña mesa de comer. Una vieja tradición mongola, de siempre estar preparados. Hablaron sobre el circo y las relaciones poco menos que amistosas entre los cristianos y los musulmanes. Dalan no entendía las sutilidades políticas de las cruzadas, ni le importaban. “Esos torpes cristianos viajan meses hasta la batalla, cuando se acaba regresan a casa. Ésa no es manera de expandir un imperio.” Dijo, con toda seriedad, antes de terminar su estofado. Farfan y Fadil desearon conocer algún hechizo para hacerlo desaparecer, pero tuvieron que terminarlo, con tal de no enojar al guerrero mongol.
“¿Cuál es su interés en Lovro?”
“Hay una chica enamorada de él, y otra con la que tiene programado casarse.”
“Sí, Simza. La conozco. No puedo decir si es bonita o no, para mí todos los blancos se parecen. ¿Creen que esa otra chica ganará el corazón de Lovro antes que llegue el gran Subotai y los case?”
“No lo sé, pero me gustaría averiguarlo. Florica, la otra chica, tiene un corazón que baila.”
“Y unas caderas que hipnotizan, según entiendo.” Dalan se rió de su propia gracia y los demás lo acompañaron. “Algo es seguro, cuando llegue el gran Subotai los casará de inmediato… No estarán pensando… No, no sería sano para ustedes. Si creen que el gran Subotai dejará que los Romani decidan esto entre ellos, están locos. Bajo ley mongol quienes se casen en un campamento militar, se casan bajo leyes mongolas y por ende pagarán por el honor de ser casados por el gran Subotai.”
“Los Romani, o gitanos, tienen sus propias formas de solucionar esto. Esperemos que las usen antes que llegue el gran Subotai.” Dalan estaba complacido.
“Farfan, Farfan, quiero hablar contigo.” Akila llegó corriendo. Farfan y Fadil se disculparon y agradecieron con reverencias. “No creerás lo que me pasó.”
“Sí, si lo voy a creer.”
“El capitán Arik vino a mi carpa y leí su caligrafía.”
“¿Y bien?”
“Morirá pronto. El 15 de este mes.”
“¿Y qué hiciste Arik?” Preguntó Fadil.
“Mentir, por supuesto, una larga y feliz vida.”
“Interesante.” Dijo Farfan y comenzó a bailar alrededor de ellos a una música que no estaba allá. “Misterio, misterio, misterio. ¿Qué sería de la vida sin él?”

            Aquella noche, durante las funciones. Farfan entretenía a su público con la habilidad de hacerse invisible. “No es tan difícil” le dijo una vez a un niño sorprendido “todo está en movimiento, incluso aquello de lo que estás hecho. Es cuestión de dejar de moverse. Claro, si lo logras entonces dejas de existir, porque la existencia es movimiento, pero mientras más lento, más invisible y menos existes.” Disfrazado con su toga multicolor y con la pintura azul en el rostro con la marca blanca del tercer ojo, su atención no estaba en su público. Su mente estaba en otra parte. Aunque eso se puede decir siempre de Farfan. Su tercer ojo estaba abierto. Podía ver que algo se arremolinaba a su alrededor. Era algo importante.

            Al terminar su función, y habiéndose lavado el rostro, salió del circo a caminar, encantado por una música hipnótica. En la lejanía vio a un grupo de flautistas y violinistas gitanos celebrando alrededor de una fogata. Corrió hacia ellos con los ojos cerrados. La música lo guiaba mejor que sus propios ojos. Brincó sobra ramas, evadió agujeros y alcanzó al grupo.
“Más rápido.” Urgió a los músicos. Ellos, que conocían y respetaban a Farfan, le hicieron caso. Miró al fuego y dijo “aún no es suficiente, ustedes tres, tomen sus tambores y síganlos.”

            Farfan bailó a la música, cada vez más rápida. Miró a las llamas y estudió su ritmo, su constante vaivén. Con gestos de la mano los alentó a que tocaran más y más rápido. Finalmente, llegó al punto donde la música seguía al ritmo de las llamas. Cuando el momento fue idóneo, entre un crepitar y otro, Farfan se lanzó a las llamas. No sufrió daño alguno, es conocido de siempre que si se sigue el ritmo del fuego, éste no puede afectarte.

            Los gitanos siguieron tocando, asombrados de ver a Farfan en medio de la pira y sin sufrir daño alguno. Ni siquiera su canosa barba se chamuscó. Bailó en el fuego, sintiendo su presencia, instintivamente percibiendo su cercanía. Era su amante, el amor de su vida, su alma gemela, era la muerte. Se le presentó como una mujer voluptuosa y desnuda que baila. Toda ella estaba hecha de fuego, pero sus ojos y su cabello eran aún más brillantes.
“Farfan, sabía que no me fallarías.”
“Nunca, mi hermosa dama.”
“Eres el único que me ama, los demás me odian, me temen o me desean utilizar.”
“Déjalos, olvídalos, expúlsalos de tu sagrado corazón. Eres el fuego que ilumina, que consume y que renueva, ¿qué saben ellos de ti si creen que la muerte es el final? No pueden entenderlo, porque no pueden entender el misterio de la vida.”
“Pero tú sí Farfan, que terrible ironía.”
“Puedo tenerte muerte, si tan solo supiera tu nombre inmortal. ¿Acaso no es cierto que aquel que sabe el nombre de un ser lo posee?”
“Es cierto Farfan. Qué divertida propuesta.” La muerte tomó un madero del fuego y con su dedo escribió su nombre, luego rompió el madero en cuatro pedazos. “Tendrás tu prueba Farfan, si puedes recuperar los cuatro pedazos del madero sabrás mi nombre, pero ten cuidado, solo aquel que tenga las características de mi hombre perfecto podrá recuperarlas.”
“Dime, ¿dónde las esconderás?”
“En todas partes, sin duda podrás sentirlo cuando vayan apareciendo en distintos puntos del espacio y del tiempo. Te advierto Farfan, para hacerlo más entretenido, te daré competencia, me apareceré en sueños a todos los miembros de tu tropa, y de la tropa del circo de Tempus Fugit. Veremos como compites contra Caphi y su gente, y, me atrevo a decirlo, contra la tuya propia.”
“No te fallaré muerte, ya lo verás.”

            La muerte lo abandonó y el fuego se apagó. Los gitanos, exhaustos de tocar como nunca antes habían tocado, cayeron sentados. “¿Por qué las caras largas? Vamos a mi circo, les invito la cerveza, hay mucho que celebrar.”


3 de Noviembre 1911 11pm
            Farfan bebía vino frutal con Mukantagara mientras inspeccionaban el viejo cañón. Era largo y tenía la forma de la boca de un dragón. Había sido regalo de un emperador chino al cual Farfan le curó su dolor de espalda con bailes. Aún tenían mucha plata y podían fabricar yoduro de plata con su viejo equipo de alquimia. Las voces de Mukantagara tenían muy claro lo que debía hacerse. “Una de ellas es alquimista.” Dijo Mukantagara señalando a su cabeza. “Pero otra no está segura de que vaya a funcionar.”
“Después del incendio, mi estimado “nacido en guerra” y sus amigos, será mejor que lo hagamos. Se lo prometí a ese caudillo Canuto.”
“¡Farfan!” Laura gritó desde la entrada del circo.
“Es la muchacha Laura Trillo” Dijo Mukantagara, “descuida, yo me ocupo de esto.”
“Laura, ¿por qué esa cara?” Farfan corrió a ella y la abrazó como si no la hubiese visto en años. “¿Está bien tu mamá? Ese incendio fue algo terrible.”
“Sí, mi mamá está bien.”
“Por cierto, vuélvele a agradecer de mi parte por esa maravillosa cena.”
“Lo haré, pero Farfan, ha ocurrido algo terrible.” Caminaron hacia el camino polvoso que conectaba al pueblo. “Se han…”
“Espera un segundo.” Se acercó silenciosamente a Niut, quien hablaba por teléfono. Ella marcó un número y, cuando le contestaron, dijo una palabra. Colgó y comenzó a reír histéricamente, hasta que se dio vuelta y vio a Farfan. Dejó de reírse e intercambiaron miradas. Un segundo de seriedad y ambos se partieron de risa.
“Me encanta eso del teléfono, tengo que conseguirme uno de ellos.”
“Farfan… ¿me puedes hacer caso?” Farfan, avergonzado, regresó con Laura.
“Disculpa, es solo que mi amiga le gusta marcar al azar y decir el mantra de la revelación a algún desconocido.”
“¿El qué del mantra? ¿qué es un mantra?” Laura lo miró sin entenderlo y negó con la cabeza. “Hay cosas más importantes que bromas por teléfono.”
“Todo es importante Laura, por eso nada lo es.”
“Esto sí que lo es. ¿Recuerdas el medallón que mamá te mostró en la cena?”
“Sí, el que sería tu herencia y ha estado en la familia por generaciones. ¿Ese?”
“Sí, ese.” Dijo Laura irritada. “Alguien se lo robó.”
“¿Pero cómo?” Laura no dijo nada hasta que llegaron al pueblo. Más de la mitad de las casas aún humeaban. Escuchó conversaciones mientras caminaban, la gente culpaba al gringo muerto. Las pesadillas que casi todos los habitantes estaban sufriendo también debían ser por su culpa. Según una pareja de ancianos, su cobarde asesinato había traído la ruina al pueblo.
“Aquí estamos.” La casa de Laura y su mamá no había sufrido daños mayores. “Mi mamá cerró con llave anoche antes de irnos y el medallón estaba en la mesa.”
“¿Cómo lo sabes?”
“Porque lo vi por la ventana.” Señaló a las ventanas con barrotes. “Como puedes ver, las casas tienen barrotes y esa puerta es el único acceso.”
“¿Y cuándo regresaron, estaban acompañadas?”
“No, estábamos solas.”
“Interesante.” Un grupo de personas, cansados de lamentarse, habían puesto enormes casas de campañas y tocaban música mientras se servían de comer. Farfan no pudo evitar bailar. Trató de que Laura bailará con él, pero se rehusó. En vez de ella, bailó con unos niños en la calle.
“No entiendo Farfan, un minuto estás aquí y en el siguiente estás allá.”
“Ah sí, me temo que esa es mi virtud y mi maldición. El medallón no está perdido, él sabe dónde está, los que estamos perdidos somos nosotros. Llegaré al fondo de tu misterio, tenlo por seguro, ¿quieres saber cómo?”
“Sí, por favor.”
“Con sabiduría oriental.”
“¿Y cómo es eso?”
“Un discípulo se acerca a Joshu y le pregunta: si el espíritu de Buda está en todo, ¿está también en el perro?” Farfan se quedó esperando una pregunta. “¿No vas a preguntarme la respuesta?”
“Está bien, ¿qué responde Josué o como se llame?”
“Joshu responde con un ladrido.” Farfan comenzó a reír y a tornarse invisible, para alegrar a los niños. “¿Lo ves?
“¿Qué clase de detective baila?”
“El que resuelve misterios que los detectives que no bailan no podrían resolver.”


Atardecer del 21 Phalguna en el Krita Yuga
            El sol se ocultaba y bañaba a la selva con colores dorados. Había momentos en que el ruido de los animales era ensordecedor. Kapi fue recolectando maderos para hacer una antorcha. Abhilasha estaba demasiado distraída para ayudarle. Una parvada de coloridas aves cruzaba entre los árboles en busca de su nido, más allá del Ganges. Hipnotizada por su belleza persiguió a las aves, hasta la orilla del río que, con el sol de atardecer parecía estar hecho de oro.
“¿Qué es eso?” Kapi corrió hacia ella, pensando que algo le había pasado. “Mira allá.”
“Son mortales, están navegando el Ganges hacia el templo de Agni. Es el mes de Phalguna después de todo.” Las balsas eran pequeñas y delgadas. La madera estaba pintada de rojo y amarillo. Sus ocupantes, casi todos ellos hombres, vestían en telas blancas y lucían sus enormes barbas. Saludaron a Abhilasha con una reverencia de respeto. Los viajantes eran arios, pero ellos dos eran azules. Abhilasha y Kapi respondieron el gesto con su propia reverencia.
“Phalguna…” Dijo Abhilasha. Su rostro se tensó mientras la revelación le caía encima. “No crees que… No, Sanjiv no es tan importante.”
“Quizás, pero su amor por ti lo haces.”
“¿Realmente crees que el Krita Yuga terminará algún día?”
“Está escrito.” Respondió Kapi, como si fuera lo más natural del mundo.
“No estoy segura de que me gustaría ver eso.”
“No estoy seguro de que tengamos otra opción. Vamos, encontré la escalera.”

            Regresaron a la oscuridad de la selva tupida y caminaron guiados de la antorcha de Kapi. Eludieron cuidadosamente a las serpientes, algunas tan anchas como sus cabezas. Kapi señaló a un espacio entre las enormes raíces de dos árboles. Con el pie barrió el suelo de vegetación y descubrió que había piedra debajo. El primer escalón de la escalera al templo, hace mucho abandonado, de Varuna. Construido al inicio del Krita Yuga tenía ahora miles de años. Buscaron el segundo escalón entre las lianas hasta dar con un edificio abandonado. Las plantas lo habían devorado y ya nada quedaba de su anterior lujo. En su interior un tigre brincó por una ventana y trepó a una gruesa rama. La bestia gruñía con salvajismo. Kapi acercó su mano a su espada. “No lo hagas, es nuestro guía.” Dijo Abhilasha.

            La bestia les mostró un camino oculto entre los árboles para acceder a los demás escalones. El segundo escalón, y varios más, no habían soportado el peso de los árboles. Kapi caminó detrás del tigre, sin poder evitar sentir cierto temor. Los escalones eran pequeños y entraban a una montaña. Antes de entrar Abhilasha se detuvo y miró hacia la selva, el sol y el Ganges. Kapi iba a preguntar algo, pero se detuvo al ver que Abhilasha se quitaba los diamantes y los brazaletes en los brazos. Kapi le imitó. Estaban a punto de entrar a un lugar sagrado, pero las joyas distintivas de su rango eran hipócritas, pues sabían que fuera lo que fuera que estaba a punto de ocurrir, no saldrían de la misma forma en la que entraron. Era mejor entrar sin nada.
“¿Estás segura que quieres continuar?” Preguntó Kapi.
“Sí, ahora estoy lista.”

            Siguieron al tigre al interior de la oscura y tenebrosa montaña. Kapi movía su antorcha de un lado a otro, pero no podía iluminar nada más allá del estrecho camino piedras de colores. El tigre corrió y se perdió en la oscuridad. Estaban solos y la oscuridad devoraba hasta los sonidos. Encontraron una luz al fondo que fue haciéndose cada vez más grande conforme se acercaban. Había logrado cruzar la montaña hacia un territorio que ningún mortal, de la casta que fuera, había visto nunca. Se detuvieron en el largo puente mientras admiraban las gigantescas representaciones de Brahma. Cientos de metros más abajo del puente un camino de enormes lotos de oro contenían a sabios brahmanes en profunda meditación. Fogatas hechas con oro y piedras preciosas eran alimentadas en honor a Agni con pasajes del bendito Vedanta. Terminaron de cruzar el puente y bajaron por una empinada escalera de caracol.
“Este lugar es maravilloso.” Dijo Kapi. Abhilasha le mostró un camino de esmeraldas que conducían al exterior del pacífico valle entre las montañas.
“Abhilasha, Kapi, ¿qué hacen aquí?” Era Anandi, la esposa del maestro Dapti. “¿Y por qué se han quitado sus joyas distintivas?” Señaló al zafiro en su nariz, sus cuatro brazaletes en los brazos con versos del Vedanta, sus anillos y los diamantes incrustados en el tatuaje de loto alrededor de su tercer ojo.
“Nos hemos quitado todo eso, porque queríamos entrar puros y libres.”
“¿Qué locura estás diciendo niña? Regresen por donde han venido.”
“No podemos, queremos estar con Sanjiv, tomó el camino a la oscuridad.” Anandi estaba tan sorprendida que tuvo que sentarse en una de los pétalos de oro de un loto. “Lo amo Anandi, amo a Sanjiv más que a nada en el mundo.”
“No seas ingenua, tu amor hacia él va contra tu dharma.” Se levantó y, con una mirada de extraordinaria determinación cerró sus puños y se los mostró. “Sin dharma maya desaparecería en un instante. Eso lo sabes Abhilasha, tú también Kapi.”
“Anandi, por favor, te lo ruego. ¿Qué harías tú si las circunstancias fueran a la inversa y tú estuvieras enamorada?”
“Abhilasha…” Anandi lo pensó un momento y su corazón se turbó. La muchacha tenía razón. “No le diré nada  mi marido Dapti, pero por favor tengan cuidado.”
“Lo tendremos Anandi, gracias.”


14 Septiembre 1241 6 pm
            Los preparativos se habían preparado desde la madrugada. Jóvenes mongoles prepararon sus danzas mientras las mujeres preparaban los trajes. Farfan subió a un árbol y se tornó invisible para poder ver los preparativos y la gran procesión por la llegada del lord de de la guerra, el gran Subotai. Mukantagara le dijo que seguramente lo dejarían husmear, después de todo había salvado al campamento de los cristianos y los musulmanes. Aún así, Farfan prefirió no causar problemas. En la madrugada las mujeres terminaron los trajes de los bailarines y los músicos, eran azules con patrones semi-geométricos de distintos colores. Los sombreros eran los más extraños que Farfan hubiese visto nunca. Se extendían hacia afuera como platos, con terciopelo en la orilla. Sostenían una estructura compleja de madera con la forma de un semicírculo de bucles pintados de dorado, con cabezas de personas sonrientes pintadas meticulosamente.  Los danzantes ensayaron de nuevo a medio día, mientras que los jinetes practicaban sus piruetas y sus carreras. Cien jinetes corrían en círculos, pasándose entre ellos a centímetros y dejando suficiente espacio para que pase Subotai cabalgue en su carro de guerra. Los jinetes cabalgaban con una mano, con la otra sostenían sus cimitarras con la que también realizaban trucos. La vestimenta de los jinetes no era tan festiva como la de los bailarines, pero tampoco tan humilde como los abrigos de pieles y pecheras metálicas de los soldados. Era una armadura de metal y madera tallada con forma de espíritus de buenaventura.

            El lord de la guerra, el gran Subotai, entró al campamento al atardecer. Los músicos, bailarines y jinetes demostraron su talento ante su señor. Mujeres gitanas, de la nobleza sin duda, lanzaban pétalos de flores exóticas a su paso, seguramente para ganarse su favor. Subotai estaba complacido. Se bajó de su carro de batalla y saludó a sus capitanes. Terminada la procesión comenzaron las bebidas y la música. Los gitanos se unieron a la celebración cuando el capitán Vachir dio la autorización. Subotai estaba en su casa de campaña de lino y de oro y, siempre que no fuera molestado, los gitanos podían transitar por la zona.
“Deberías conocerlo.” Dijo Arik. “Le hemos dicho sobre tu proeza. Está sorprendido. Nadie había derrotado a dos ejércitos a la vez usando tus técnicas.”
“Quizás después.” Fuera de la amplia tienda los camellos que habían aguardado el regreso de Subotai desde hacía muchos años, rumeaban felices. Arik señalaba la estructura de madera que Farfan jalaba con un hilo. Sobre una base con ruedas se encontraba una vieja caja de madera roja con dragones dorados.
“¿Y qué es eso?”
“Un regalo para Subotai, esperaba que tú lo regalaras.”
“No seas tímido, Subotai es un gran guerrero, lo conocí en batalla y nunca se comportó con egoísmo, y cuando lo ascendieron nunca se tornó petulante.” Arik escuchó ruidos que salían de la tienda de campaña y guardó silencio. “Parece que no tienes otra opción.”  El capitán señaló a la entrada de la carpa. Subotai emergió con una sonrisa en la boca. No era exactamente lo que Farfan esperaba de un señor de la guerra, Subotai era pequeño y regordete, con ojos grandes y bigote corto.
“Este debe ser el misterioso Farfan del que tanto he escuchado.” Lo abrazó con la fuerza de diez hombres y Farfan apenas pudo respirar.
“A sus órdenes, mi estimado señor. ¿Encuentra todo de su agrado?”
“No estoy acostumbrado a  que todos me hagan regalos, sobre todo los Romani.” Subotai señaló a una pira a varios kilómetros de ahí, en medio del campamento, a medio abandonar, de las tropas islámicas. “Aunque lo prefiero a esos regalos. Me han dicho que han matado a muchos de nuestros perros para quemarlos como insulto a nosotros. ¿Y qué es eso?”
“Le he traído un regalo. ¿Qué es lo único que se le puede regalar al hombre que ha conquistado el mundo? Sabiduría.” Farfan se hincó a un lado de la caja y la abrió. De su interior extrajo dos varas metálicas adornadas que alcanzaron casi su altura, en la forma de un largo rectángulo. En la parte superior del rectángulo se encontraba una pieza redonda dorada que, cuando se le hacía girar iba desenvolviendo una manta enrollada en una pieza idéntica y envolviéndola en la punta. “Se me fue otorgado en Japón, una cultura que, según he escuchado ustedes respetan mucho. El texto cuenta una historia que me gustaría leerle: En una ocasión un humilde picador de piedra estaba cansado de su condición y deseó ser un hombre rico. El deseo se le fue concedido y se convirtió en el más rico mercader. Rápidamente hizo enemigos con sus competidores y, viendo que todos respetaban a los samurái deseó ser el más poderoso samurái. Su deseo fue concedido y vivió como el samurái más poderoso. Encontró que ahora tenía el doble de enemigos y, viendo como el sol no tiene enemigos, pensó que el sol era el elemento más fuerte. Se sorprendió al ver que las nubes, ligeras y veloces, lo podían tapar con facilidad, por lo que deseó ser nube. Se concedió su deseo, pero se encontró con que el viento podía llevarlo y chocaba contra una montaña. Deseó ser montaña, para no ser movido, y se le concedió. Una mañana se llevó la sorpresa de encontrar con que un humilde picador de piedra, lenta y cansadamente, extraía la piedra de su interior. Así se dio cuenta que su primera condición no era tan mala y deseó ser el picador que era en un principio.”
“Farfan, tu sabiduría se ha ganado mi respeto.” Dijo Subotai con gran solemnidad. Detrás de ellos el camello del señor de la guerra, vestido en armadura de oro, gimió con violencia y cayó muerto.
“Veo que a no todos les gustan los cuentos sabios.” Los capitanes y el señor de la guerra corrieron para ver al camello, pero ya no había nada que hacer. Lo habían envenenado. “¿Quién mataría  aun camello?” Se preguntó Farfan en voz alta. “Parece que hay un misterio que resolver.”

            Se alejó de los ocupados capitanes y del gran Subotai y rondó por las tiendas de campaña. La noche estrellada y de luna llena iluminaba los prados repletos de las sombras que danzaban. Farfan se unió a ellas y fue bailando de una canción a otra, conforme se alejaba de las interminables callejuelas de tiendas de campaña de los soldados mongoles. Entre los árboles vio a dos gitanos, eran Lovro y Florica. Lovro buscaba algo entre los pastos altos, mientras que Florica luchaba por su atención con bailes y cantos.
“¿Por qué no te hace caso?” Le preguntó Farfan.
“Ha perdido el cuchillo favorito de Dalan y la preocupación no le deja alegrar su corazón.”
“Entonces sólo necesita más luz.” Farfan miró hacia la luna y extendió sus brazos y sus dedos. Sintió pasar el viento en busca de un momento especial. “Hay que ser cuidadosos, encontrar un rayo de luna que es arrastrado por los vientos y atraparlo a tiempo.”
“Estás loco viejo, no estás en tu circo.” Farfan siguió en esa posición y uno a uno fue cerrando cada dedo. Abrió los ojos y acercó las palmas de dedos fuertemente cerrados. Con habilidad fue uniendo las hebras hasta que tenía una cuerda de luz de luna lo suficientemente grande. “Cierra los ojos Florica y toma la cuerda.”
“Nunca sé cuándo estás en serio y cuándo bromeas.” Pese a sentirse avergonzada Florica lo hizo. Sorprendida, se encontró con que la cuerda era tan fuerte como el mejor nudo gitano. Con todas sus fuerzas jaló y jaló. Luchando contra la cuerda apoyó ambas piernas en un árbol y jaló hasta que la luna se acercó a la hierba. La luna era tan grande que cubría todo el horizonte, tan potente que Lovro encontró al cuchillo en segundos. Florica dejó ir la cuerda y la luna llegó a su lugar.
“Aquí está. Lo encontré Florica, no sé cómo, pero fue como si se hiciera de día.” Lovro se lanzó a abrazarla y Farfan, entendiendo que su labor había terminado, regresó a su circo pensando en camellos y amores gitanos.


Medianoche del 20 Phalguna en el Krita Yuga
            No había palabra para describir qué tan prohibido era hacer lo que Sanjiv y Kapi hacían casi todas las noches. Se disfrazaban con mantas gruesas, como la de los mortales, escondían sus joyas y cruzaban la selva de noche hacia la villa de los mortales. La manera más fácil era bajando la colina por la ladera del templo de Vishnu, labrada en el mármol de la montaña. Ese lado del templo terminaba en las aguas del Ganges, pero los mortales habían esculpido escaleras. Las escaleras provenían de un descanso en el que había una puerta para el interior del templo. Afortunadamente para Sanjiv y Kapi no el interior estaba vacío. De cada puerta descendían cuatro escalones a la izquierda y a la derecha, al término de esos cuatro escalones se encontraba otro descanso con otra puerta, de la cual descendían otros cuatro escalones a ambos lados. La estructura completa daba la forma de un panal blanco.

            Sanjiv y su mejor amigo Kapi, siguiendo la instrucción del maestro Dapti, habían civilizado a los pobladores carentes de sabiduría y dharma. Sanjiv disfrutaba educando a los mortales, pero, al igual que Kapi, detestaba las batallas que el maestro Kapi libraba contra los mortales que no aceptaban el orden celestial. Habían luchado con honor, era su dharma, pero habían visto las secuelas de la guerra. Desde entonces se escapaban de sus hogares para visitar a los mortales y aprender de ellos. Encontraron que los mortales se comportaban distintos si sabían que eran arios azules. Por ello escondían sus identidades.

            Casi todos los mortales dormían en sus casas y chozas, pero algunos se encontraban reunidos en una casa grande. Con cuidado se escondieron entre las personas para poder espiar. Era un grupo amplio, todos ellos brahmanes. Los arios parecían discutir entre ellos, pero la multitud formaba un círculo alrededor de uno de ellos, que los otros llamaban Kiva.
“Está en nuestra naturaleza obedecerles.” Decía el hombre más cercano a Kiva, un sujeto de amplias barbas y las ropas de un sacerdote de Vishnu.
“¿Cómo podemos ser uno con Brahma si los azules continúan sus campañas hacia el sur? No podemos hacer dos cosas a la vez Gomara.” Dijo Kiva.
“Kiva tiene razón, ya ha llegado nuestro momento.” La mayoría de los presentes estaban de acuerdo.
“Dicen que nos protegen, pero se protegen a sí mismos. Nos han enseñado todos los rituales, y los observamos con sumo cuidado, ya no los necesitamos.”
“Herejía.”
“¿Eso crees? El Krita Yuga está por terminar. Es nuestro momento de ser libres y continuar sin ellos. Ellos siempre estarán con nosotros, no digo que sean nuestros enemigos, pero deben entender que nosotros somos los amos de nuestro propio destino. Sin libertad estamos presos y la desesperación terminará por alejar a las demás castas de su senda.”
“No suena tan descabellado Gomara, deberías escucharlo.”
“¿Y qué planea hacer el gran Kiva, voz de los débiles y luz de libertad?” Preguntó el escéptico.
“Llegaremos hasta el templo.” Todos guardaron la respiración, semejante pensamiento estaba más que prohibido. Sanjiv y Kapi se miraron preocupados. “Correremos la cortina y veremos a Brahman.”
“Kiva, no puede ser, ¿qué haremos después?”
“Lo mismo que hemos hecho por cientos de generaciones ya, seguiremos los ritos que nos han enseñado, pero no necesitamos que nos digan qué hacer todo el tiempo. Podemos hacerlo Gomara, ellos mismos saben que el Yuga está por terminar.”
“Tienes razón Kiva, me has convencido.”
“Sanjiv, vámonos de aquí.” Dijo Kapi. Salieron mientras ocultaban sus rostros y manos de las antorchas.
“Él tiene razón Kapi, los Hombres merecen ser libres.”
“Temí que dirías algo semejante.”

            No dijeron nada más en el camino de regreso, pero ambos meditaron profundamente la cuestión.


30 Octubre 1911 1:15 pm
            Calpetun se preparaba para el día de muertos y Farfan no podía estar más emocionado. Temprano en la mañana caminó a la playa, donde los pescadores probaban las balsas decorativas que harían procesión a la isla cementerio. Un niño le regaló una calavera de azúcar con su nombre. Se la mostró a todos sus amigos, quienes la encontraron más mórbida que graciosa. Monito se comió la calavera, mientras que un jinete cabalgaba hacia ellos.
“Es Canuto Ríos,” dijo Fadil “hay que tener cuidado con él.”
“Fadil, Fadil, a veces te es más fácil hablar con la naturaleza que con la gente.”
“Los árboles no mienten Farfan.” El caudillo cabalgó hasta detenerse a pocos metros. Era un hombre robusto, y sus correas de balas y dos pistolas de plata, acentuaban sus densos bigotes.
“¿Usted es el dueño de este changarro?”
“Supongo.” Dijo Farfan. “Las funciones son nocturnas, pero si gusta le podemos preparar algo.”
“Venga conmigo.” Señaló a sus caballos, a medio kilómetro “Use uno de mis caballos.”
“¿Fadil?” Fadil entendió y se agachó al suelo. Colocó un dedo en el suelo y llamó a los caballos con un murmullo. Los dos caballos corrieron hacia ellos.
“¿Cómo hizo eso?”
“Fadil tiene buen tacto con… los caballos y otras cosas.” El caudillo encendió su puro y sonrió.
“Ustedes me caen bien.”

            El caudillo llevó a Farfan hasta el pueblo. Sus soldados saqueaban una iglesia, mientras el sacerdote se peleaba con dos de ellos. Los soldados lo tiraron al suelo y prepararon sus armas. Una viuda se lanzó sobre el sacerdote, y los soldados le perdonaron la vida.
“Este pueblo no tiene mucho, mientras que la iglesia tiene marcos de oro. No es justo. Su circo les quita el poco dinero que tienen.”
“Hasta hoy, señor Ríos, nadie ha salido de nuestro circo  decepcionado.”
“No me importa lo que el pueblo piense de su circo transicional o como se llame.”  Canuto Ríos desechó la idea con un ademán. “Ellos trabajan la tierra de sol a sol, si se gastan su poco dinero que tienen en tonterías, nunca tendrán suficiente dinero.”
“Si gusta, podemos quitar el precio de admisión.” Canuto se quedó pensando un largo tiempo.
“No lo había  pensado… Es buena idea, pero aún así necesitamos más dinero. Les subiremos el derecho de vivir de ellos.”
“El circo transdimensional no tiene ningún problema en devolverle a la comunidad lo mucho, o lo poco, que nos ha dado.” Farfan señaló a los niños y jóvenes que pintaban las paredes de sus casas con los litros de pintura que les habían regalado. El pueblo parecía nuevo, las casas de colores brillantes le daban un nuevo aspecto. No se habían contentado con pintar el exterior e interior de las casas, aún sobraba pintura, por lo que dibujaban hermosos murales en las paredes grandes con patrones de colores primarios y escenas de la vida cotidiana.
“Sí, bueno les agradecemos la pintura, pero mi decisión no cambia.”
“Pagaremos tanto como el caudillo pida, no será problema.” Farfan se encendió su pipa y miró al caudillo. Era un hombre regio, acostumbrado a la violencia, pero Farfan veía en él algo distinto. “Hay algo en lo que podamos ayudar, además del dinero.”
“Son las cosechas.” Dijo Fadil. “El suelo es muy ácido y árido.”
“No ha llovido en mucho tiempo, es cierto.” El caudillo los fue llevando, aún a caballo, a través de las calles del pueblo, donde cada centímetro que no fuera ocupado por la pintura era ocupado por adornos de día de muertos. “El único pozo del pueblo está peligrosamente bajo, si no conseguimos agua pronto el ganado no sobrevivirá el invierno.”
“Discúlpeme don Canuto, pero ¿a qué dioses son esos altares tan bonitos?”
“A ningún dios, si son para los muertos.” Farfan se bajó del caballo y admiró a una representación de la muerte hecha de su tamaño a partir de madera y ropas viejas.
“La muerte está sonriendo.”
“A la catrina le gusta bailar.”
“¿Le pusieron nombre a la muerte? Es brillante, yo he estado buscando su nombre desde… siempre. Y sonríe también. Mira Fadil, ¡la muerte baila!” Farfan tomó al muñeco de la cintura, colocó sus brazos sobre sus hombros y bailó a una música que nadie oía. Canuto se rascó la cabeza debajo del sombrero sin entender sus extrañas costumbres.
“Discúlpelo, tiene sus detalles.”
“Siempre que sus detalles no incluyan huir sin pagar el impuesto, nos llevaremos bien.”

            Canuto se fue, pero eso no le importó a Farfan. Siguió bailando hasta que Fadil tuvo que convencerlo de regresar al circo. Fukana comía en su carreta, mientras que Mukantagara y Niut preparaban los fuegos artificiales recién comprados. Fadil se detuvo y dijo “hay dos personas que no pertenecen aquí. Están en la carpa principal.” Entraron a la carpa y se encontraron con que Akila hablaba con Caphi.
“Mencionaste dos, ¿quién es?”
“¿Quién crees? Polixenes.”
“Estoy sola, pero gracias por el interés.” Farfan cargó una pesada cubeta de madera llena de agua y esperó a que Fadil convenciera a la madre Naturaleza de proveerlos con algo de viento. Cuando el viento arreció Farfan tiró el agua hacia arriba, mojándolos a todos.
“¡Cuidado!” Polixenes apareció, se tropezó y cayó un par de metros. “Es peligroso ir tan rápido cuando hay tantos obstáculos, no los puedo evitar y podría aplastarme a mil kilómetros por hora.”
“Tenemos un trato.” Dijo Farfan. Se refería a Caphi y Polixenes, aunque miraba a Akila.
“Solo estábamos hablando.” Dijo Akila.
“Sí, Farfan” dijo Polixenes “sólo hablábamos. Ahora gracias a ti no estoy en mi circo instalando una carpa.”
“Pues vete de aquí, velocista torpe y no vuelvas.” Polixenes desapareció con la misma velocidad que había aparecido.
“Pensé que siempre estabas de buen humor Farfan.” Dijo Caphi, estirando las letras como una serpiente. “Enojarte no te queda.”
“¿Crees que estoy enojado?” Farfan sonrió, tratando de cubrir una risa infantil. “¿Cómo podría enojarme cuando sé que todo va y todo viene? Caphi, hay muchas cosas que no entiendes por tu propio egoísmo.”
“Estás muy seguro de ti mismo porque crees que tú sabrás el nombre de la muerte.”
“Y lo sabré.”
“Te equivocas, lo sabré primero y te dejaré en vergüenza. Es más, ya que quien sabe el nombre verdadero de una cosa la posee, creo que usaré a la muerte para eliminarte de una vez por todas.”
“¿Eliminarme?” Farfan tomó a Caphi de las manos y comenzó a bailar con ella. “¿Y perderte toda la diversión de nuestra atormentada relación?”
“Estás loco Farfan, tu circo siempre ha sido mi astilla en el pie.”
“¿No recuerdas la vez que traste de robar toda la gasolina de ese pobre pueblo para vendérsela de regreso?” Caphi se puso roja de vergüenza.
“Recuerdo que le prendiste fuego y por poco incendias mi circo.”
“Fue tan hermoso ver todo ese fuego… Nunca la había visto bailar así.”
“Y le dijiste a esos estúpidos pueblerinos de dónde sacar más. Era una mina de oro.”
“Fue divertido, no puedes negarlo, urdiendo planes para eliminarnos, convenciendo y usando gente. Debió ser muy divertido para ti.”
“Lo fue.” Farfan rió y aplaudió. El baile había terminado y se inclinó ante ella.
“La verdad es que, Caphi, me diviertes casi tanto como te divierto. Somos opuestos y por eso somos iguales. Pero las reglas son las reglas, no pueden entrar aquí.”
“Está bien, me voy.” Farfan se sentó al lado de Akila. El gato de Farfan, Horemheb, entró a la carpa y se acostó en su regazo.
“Solo estábamos hablando.” Dijo Akila.
“¿Sólo hablando?” Dijo  Fadil.
“Calma Fadil, no hay nada de malo en hablar, ni siquiera con gente conocida por sus habilidades para el engaño. Hay mucho que puede aprenderse de la mentira, al menos te enseña que hay más de una manera de ver las cosas.”
“Quería que me uniera a su tropa” dijo Akila “que mis talentos serían mejor explotados ahí.”
“Puedes irte si quieras, tú sabes que no habría mala sangre de mi parte.”
“Lo sé Farfan, pero no les creí. Caphi tiene una manera de ver las cosas que es… perturbadora.”
“¿Te refieres a que siempre ve la manera de ganar, incluso en situaciones donde no podría obtener nada realmente útil para un circo que viaja en el tiempo?”
“Exacto. Farfan, ella dijo algo que me hizo pensar, ¿si lo que ella hace, robarle los sueños a la gente para alimentar su máquina espacio-temporal, es realmente tan malo, por qué no te importa lo suficiente para detenerla?”
“Muy sencillo, el mundo sublunar es luces y sombras, sin la noche todo se moriría de calor. La luz es buena, define las formas, revela al mundo, pero también calienta y atosiga. La noche es tan necesaria como el día. Quizás no es algo que puedas entender ahora, o que quieras admitir, pero así funciona el mundo.” Puso a Horemheb en el suelo y se puso de pie.
“Creo que entiendo la idea general, pero es muy dolorosa.” Farfan estaba casi en la entrada cuando lo escuchó. Sonrió mientras Horemheb se paseaba entre sus piernas.
“¿Sabías que una vez conviví con chamanes australianos? En una ocasión estaba con un chaman cuando una familia de conejos se acomodó conmigo. Tenía a los pequeños en mis manos cuando los otros jugaban alrededor de mí. El chaman lo vio y me dijo: Debes ser un santo, esos conejos se han acercado a ti con toda confianza, mientras que se alejan de mí como si me temieran ¿Cuál es tu secreto? Yo le dije: No tengo secretos, simplemente no como conejos.”
“¿Es verdad?” Preguntó Akila sin entender nada.
“Qué sé yo, puede ser y eso es lo único que importa. Si puede ser, entonces lo es, en alguna parte de este loco mundo.” Y sin decir nada más salió de la carpa.


            Espero que les esté gustando la historia. ¿Cuántas veces tuvieron que regresar un par de páginas para recordar personajes y situaciones? Ojalá no se haya tornado muy confuso para ustedes, porque falta mucho más en este mosaico. Las preguntas abundan, ¿quién mató al camello del gran Subotai?, ¿quién robó el medallón de Laura Trillo en su casa cerrada a cal y canto?, ¿encontrarán Abhilasha y Kapi a Sanjiv?, ¿cómo salvó Farfan al campamento mongol de manos de los aguerridos musulmanes y los caballeros cristianos?, ¿cuál será la primera prueba de la muerte para conseguir su primer nombre? Todo esto y más después de la pausa. Así que vayan al baño o distráiganse mientras se anuncian nuestros patrocinadores.

            Su reactor fractal nunca se ha visto más hermoso que con el nuevo micro-acelerador de partículas Babu-3000. ¿Por qué seguir soportando esa anticuada luz azul de la microfisión del núcleo, o el monótono zumbido de los trillones de watts de potencia? Los viajes a las colonias estelares es largo, ¿por qué no viajar con estilo? El nuevo Babu-3000 con el nuevo micro-acelerador de partículas recrea las imágenes fractales directamente de la matriz de microfisión. ¿Quiere saber cómo se ve el espectacular ballet de un motor de microfisión? Pues no espere más. Los fractales nunca son iguales. Así es, no hay dos fractales parecidos, así que siéntese y diviértase en familia. Por que las colonias quedan a seis meses, apreciará esos bellísimos fractales. Y si llama ahora, por oferta limitada, incluiremos un oloroscopio, ¿quiere saber a qué huele un átomo de Uritrio-343 enriquecido? Pues lo sabrá con nuestro nuevo Oloroscopio-5000.

            En estos días de viaje intergaláctico y vacaciones submarinas, no puede olvidar empacar el nuevo comunicador telepático Triuno. ¿Para qué conformarse con los comunicadores obligatorios? Esos cacharros no obtienen señal en las naciones subacuáticas, ni qué decir de los servidores saturados más allá de Saturno. El CT-Triuno no sólo le pondrá en contacto con sus seres queridos, y los no tan queridos, sino que puede contener hasta un billón de terabytes. ¡Llévese la oficina con usted y así ya no tendrá excusa de visitar los bellos domos de Namoria y los jardines de Balcuruz! El CT-Triuno le hará saber, al segundo, su crédito en el banco transdimensional. Y si requiere hacer una auditoria express, con tan sólo apretar un botón se ahorrará minutos de aburrido trabajo. No espere más y llame ya. Anuncio no válido para las naciones confederadas de Venus y el colectivo del planeta Obtren-8.

            Y estamos de regreso. Disculpen la interrupción, pero abrí una nueva línea de crédito y esos buitres del banco interdimensional exigieron espacio para sus comerciales. ¿Quién diría que viajar entre los planos sería tan costoso? Pero suficiente sobre mis vacaciones, regresemos a la historia. Su viejo amigo Narrador no se ha olvidado de ustedes, así que vayamos a la mística India.


Mediodía del 21 Phalguna en el Krita Yuga
            Kapi tomó prestado un carro de guerra. Debía darse prisa. Cruzó el camino de pétalos multicolores que cruzaban la selva hacia el templo de Brahma. Inicialmente esculpido sobre la montaña, pronto la construcción fue más grande que la montaña y todas sus piedras fueron utilizadas para la megalítica construcción. Los Vaishyas en el camino se tiraban al suelo en reverencia al ario Kapi. Esperaba que Abhilasha estuviera, como todos los días a esa hora, en las afueras del templo educando a los niños. No la encontró.
“No se encuentra aquí.” Le dijo uno de los gurús. “Está adentro meditando.

            Kapi entró al templo. Por fuera tenía la forma de los tres rostros de Brahma, pero por dentro toda la estructura sostenía una campana que tocaría al final del Treta Yuga. Los gurús, adeptos y arios meditaban sobre plataformas de oro con incrustaciones de piedras preciosas formando lotos. Abhilasha estaba en una de las primeras. Kapi la interrumpió de su meditación. Abhilasha no estaba contenta, pero al ver su expresión de urgencia lo acompañó afuera.
“¿Qué es tan importante que no podía aguardar?”
“Tienes que ver algo.” La subió al carruaje de guerra y Kapi fungió como auriga.
“¿Y no puedes decírmelo?”
“Me temo que no puedo arriesgarme a oídos curiosos.”

            Kapi cabalgó a toda velocidad a través del camino de flores hasta el camino de piedra que conectaba a la villa de los mortales. El camino estaba flanqueado por estatuas de dioses de metales preciosos. La villa de los mortales se encontraba en un valle rodeado de selva y colinas. Aunque el camino era largo, no tardaron en llegar, pues los caballos estaban acostumbrados a las batallas. La villa se encontraba en tumulto. Los arios discutían entre sí y apuntaban a la montaña, sobre la cual emergía la ciudad de templos.
“¿Qué ocurre?” Preguntó Abhilasha al bajar del carro.
“Ellos saben.”
“¿Saber qué?” Abhilasha quiso acercarse, pero Kapi la tomó del brazo.
“Ellos saben que Sanjiv nos ha abandonado.”
“¿Adónde se ha ido?”
“A la oscuridad. El maestro Dapti tendrá su cabeza por semejante afrenta. Sanjiv simplemente no lo pudo soportar.”
“¿Por qué haría algo tan insensato?”
“Porque te ama Abhilasha, más que a la vida misma.” Abhilasha quedó muda. Se sentó en silencio sobre una piedra mientras el sudor recorría su piel azul.
“No puede ser, me casaré con Gopal.”
“¿Lo amas?” Kapi se acuclilló a su lado.
“Es mi dharma.”
“Esa no es una respuesta.” Abhilasha le dio una bofetada.
“Es mi dharma y punto. Hacemos lo que tenemos que hacer.”
“Si el amor y el dharma no empatan, ¿cuál tiene la razón?”
“Esas ideas raras te las metió Sanjiv, seguramente.”
“Tiene razón, si lo amas deberías estar con él.”
“No puedo, incluso si… Incluso si quisiera. Me casaré con Gopal, ha sido decidido.”
“¿Ves a esos humanos? Están aterrorizados porque el mundo que conocían está por terminar y todo porque un ario eligió al amor sobre su dharma. Estás tan asustada como ellos.”
“Pues claro que lo estoy. No estaba escrito que Sanjiv haría algo así, y que lo matarían.”
“Quizás no está escrito, o quizás está escrito que lo amas y que lo amarás siempre.”
“Quizás, pero de nada sirve teorizar. Debemos hablar con el maestro Dapti, ver si…”
“Abhilasha, por favor,” la interrumpió Kapi “¿lo amas?”
“Sí, lo amo tanto como él a mí. Por eso no quiero que nada le pase.”
“Demasiado tarde para eso.”
“Entonces iremos a la oscuridad con él.”
“Dejaré el caballo aquí, iremos caminando. Es un largo camino y sólo te preguntaré esto una vez, ¿estás segura que quieres ir?”
“Nunca he estado más segura de nada en mi vida.”


1 Noviembre 1911 5:45 pm
            El circo de Tempus Fugit se había instalado del otro lado de Calpetun. Se disputaban clientes entre los dos y Caphi exprimía a todo ingenuo que pasara por la entrada. Había carteristas y profesionales del engaño cerca de cada puesto, listos para actuar. Cada fibra de talento mágico estaba canalizado para un único objetivo, mantener la máquina espacio-temporal funcionando a base de recuerdos y sueños de los ingenuos clientes.

            Farfan no quiso llevar a Fadil o Akila a su expedición, sería hipócrita. Había regañado a Caphi y a Polixenes por haber entrado al circo cuando él quería hacer exactamente lo mismo. Se habría disculpado, habría argumentado que Caphi planeaba algo peligroso y era mejor estar preparados, pero era una excusa débil. Decidió que sería mejor llevarse a Niut, quien estaba de acuerdo con la débil excusa de Farfan. Niut se lavó la pintura verde y roja de su cuerpo y trató de vestirse de la manera más inocente posible. Farfan no podía ni soñar con disfrazarse. Era más alto que la mayoría de la gente, su barba larga y canosa le hacía sobresalir fácilmente y se emocionaba como un gatito cuando hacía travesuras como esas.
“Esto va a hacer tan emocionante como la vez que tú y yo nos metimos a ese zepelín y tomó vuelo antes que pudiéramos salir.” Dijo Farfan.
“Sí, para una nave que le decían el indestructible Hindenburg, creo que era bastante inestable.” Niut escondió sus barbas bajo una manta y le colocó un rifle colgando del hombro. “Esto te hará ver más común, pero no dejes que nadie lo toque, ese rifle aún no se inventa.”

            Pagaron sus entradas y se confundieron con la multitud. Farfan estaba seguro que la muerte del americano Emil Lewis Jackson y su maldición sobre el pueblo de Calpetun tenía de alguna forma su origen en el circo de Tempus Fugit. Estaba seguro que Lewis tenía un poco de mago, quizás no tanto como Silvestre  Rodríguez, quien fue educado por chamanes yaquis en la sierra, pero sí lo suficiente como para lanzar una maldición difícil de romper. Evitaron las carpas de los actores principales, Iago daba su primera función y los reconocería de inmediato. Farfan consideró que el momento era idóneo, si las aves espías de Iago y el incidioso Polixenes estaban en escena, no podrían descubrirlos. La carpa que buscaban, extendida sobre el carruaje personal de Caphi, se encontraba al fondo de la extensa avenida improvisada.
“Creo que vi a Lucetta detrás de nosotros.” Dijo Niut. “Ella no da función sino hasta en media hora. Además creo que Antigonus no estaba en su carreta.”
“No te preocupes, ya casi llegamos.” La carpa de Caphi tenía una larga fila. “No podemos quedarnos aquí, sígueme.”
“Eso dijiste en el Titanic.”
“Confía en mí.”
“Eso dijiste en Pompeya.”
“¿Alguna vez mis planes han salido mal?”
“La última vez que dijiste eso Nerón quemó Roma y tuvimos que escapar en burro.”

            Farfan y Niut salieron de la fila y se escondieron entre las carpas. Farfan aflojó la carpa al levantar una de las estacas. Tenían suerte, Caphi no estaba dando función, sino consultorías personales. Los clientes entraban a la carpa y a su carruaje repleto de espejos y trampillas. Caphi, escondida entre los espejos parecía hablar desde la nada. Se asomaron un poco, para cachar el reflejo de los espejos y reconocieron a los clientes. Era Primitivo Zamora, el capitán de Silvestre Rodríguez y Julián Prieto, el escribano del pueblo. Farfan estaba a punto de dar otro paso cuando alguien más entró a la carpa por la apertura que habían hecho. Niut fue tomada por sorpresa, el extraño puso su mano sobre su boca de forma que no pudiera hablar y la jaló para afuera. Farfan salió por su propia voluntad. Eran dos operarios, uno de ellos armado.
“Así que curioseando por aquí.” Dijo el hombre del arma. “Caphi dice que no debemos matarte Farfan, pero yo tengo otra teoría.”
“Lo siento Niut, nos vemos en el circo.” Farfan desapareció. Los dos operarios se miraron sorprendidos. El del arma estaba desilusionado. Se llevaron a Niut y, cuando sus espaldas se habían volteado Farfan se hizo visible de nuevo. Encendió una línea de petardos y los tiró a pocos centímetros de los operarios. Asustados, soltaron a Niut, quien sin perder un segundo dijo el mantra del olvido y los dos operarios cayeron desmayados de espaldas.
“No recordarán nada desde esta mañana. Creo que es hora de irnos.”
“No tan rápido.” Dijo Farfan. Buscó entre sus bolsillos hasta encontrar una moneda persa de oro.
“¿Qué haces? Sabrán que estuviste aquí.”
“Le regaló un montón de éstas a unos niños, así que podremos negarlo, pero en el fondo no lo creerán. Son demasiado desconfiados en este circo. Quiero saber cómo hizo Caphi para entrar a mi circo sin hacer sonar las alarmas que tú instalaste y cómo sabían esos dos monos que estábamos aquí.” Tiró la moneda al suelo y corrió junto con Niut hasta el pueblo.

            Regresaron al circo en mula, riendo sobre sus aventuras. A Farfan le encantaba exagerar las cosas y añadirles detalles cada vez más extraños. Lo que resultaba al final era una hazaña con dragones, estrellas caídas y gigantes de hielo. Niut siempre decía en broma que Farfan podía hacerse un pan con mantequilla y, de alguna forma, inventar toda una nueva mitología para explicarlo.

Niut llegó a tiempo para dar su primera función. Se maquilló el cuerpo completo y se vistió con la toga griega que a ella tanto le gustaba. Ocultó su rostro detrás de una enorme máscara de madera de color verde con líneas blancas y relámpagos rosas de los que brotaban flores azules. El público la esperaba con ansias. Un operario, disfrazado en una mezcla entre nobleza inglesa y nativo africano, fue describiendo un círculo con una mezcla de sal y fósforo. Un operario hizo funcionar la música y Niut apareció brincando y danzando como un chamán africano. El operario, aburrido de asistir en el mismo acto por tanto tiempo, dio su discurso detrás de la cortina negra con monótono y un cigarro en la boca.
“Contemplen a Niut, diosa de la nada. No es un ángel caído, pero conoce el lenguaje de los ángeles. No esperen que se los enseñe, ellos usan 221 letras y algunas palabras toman quince minutos en hablarlas completas.” Niut dijo una palabra en angélico y de la tierra, dentro del círculo, emergieron seis serpientes que dieron vueltas y mostraron sus colmillos. “No teman, no pueden salir del círculo mágico de la gran Niut, pero miren lo que ella puede hacer.” Niut brincaba dentro y fuera del círculo, sin temerle a las serpientes. Con otra palabra en angélico el círculo se prendió fuego. Las llamas verdes y chisporroteantes brincaban casi hasta un metro de altura. Niut siguió danzando alrededor del fuego. Recorrió el espacio entre las sillas, bromeando con los clientes. En el fondo tomó un puñado de tierra y corrió hasta el fuego. Brincó sobre las llamas y, al salir al otro lado, el puñado de tierra se había cristalizado. Entró de nuevo al círculo, las llamas llegaron casi hasta el techo y desaparecieron. La música se paró y las serpientes se habían convertido en hielo. Repartió los cristales, ahora de color verde y rosa, entre la gente, y regaló las serpientes de hielo a los niños. “No olviden dejar su propina en el sombrero de la entrada. Díganle a sus amigos y vuelvan pronto.”
“Creo que podría hacer este número con los ojos cerrados.” Niut se quitó la máscara y resopló cansada. Farfan salió de atrás de la cortina y señaló a un cliente que no se había ido.
“¿Te gustó la función Antigonus?” El devorador de recuerdos se puso de pie y aplaudió.
“Brillante, excelso, hermoso y muchas otras cosas más.” Le tiró la moneda persa a Farfan. “Creo que se te olvidó algo.”
“No es mía, se las regalé a unos niños. Sin embargo, me alegra que estés aquí.” El operador de Niut cerró la entrada de la carpa por fuera, para que Antigonus no escapara.
“¿Debería sentirme intimidado?” Preguntó Antigonus señalando la carpa cerrada.
“¿Cómo entraron a mi circo sin que sonaran las alarmas?” Preguntó Farfan.
“Un mago nunca revela sus secretos.” Niut se acercó a él hasta estar a centímetros de su oído.
“¿Sabías que hay una palabra en angélico para desdoblar la mente?”
“No me asustarás tan fácil. Tienes mantras para todo Niut, pero mi mente está fuerte y ordenada. No puedo ser hipnotizado.”
“No es hipnotismo. Tu mente solo conoce unas 32 letras, hay letras que jamás había imaginado. Letras que, al oírlas, tu mente no podría absorberlas y se resquebrajaría como la cáscara de un huevo.” Niut dijo algo en voz baja y Antigonus la miró intrigado. No escuchó nada, pues sus oídos no estaban entrenados para tales sonidos, pero su mente comenzó a contorsionarse.
“¿Qué me hiciste?”
“Responde mi pregunta Antigonus y te dejaremos ir.” Antigonus cayó al suelo, su mente comenzaba a cambiar tanto que su sentido de identidad se perdía. Pronto perdería memoria de la mayor parte de su vida y su imaginación tomaría el lugar de su razón.
“Está bien, está bien, Silvestre Rodríguez. Su magia es poderosa aquí, tus hechizos orientales no funcionan tan bien en ésta parte del mundo. Aquí hay otros dioses.”
“¿Por qué Silvestre Rodríguez les ayudaría a violar los candados mágicos de mi circo?”
“No lo sé.”
“¿Qué obtiene a cambio?”
“No lo sé, lo juro, Caphi nunca nos dice nada.” Niut buscó la aprobación de Farfan para regresar su mente a su posición original.
“Ahora vete y no vuelvas más.” Salió deslizándose debajo de la carpa y corrió hasta llegar al pueblo.
“Déjame adivinar, quieres que cambie los candados mágicos.”
“De ser posible. Incluye algo de mística local, sólo por si acaso.”
“Debo admitirlo Farfan, tus planes son endemoniadamente sencillos y locos, y aunque muchas veces nos sale el tiro por la culata, por lo general funcionan.”
“¿Cuáles planes? Yo invento conforme voy yendo.” Farfan se partió de risa mientras salía de la carpa y se preparaba para su función.


9 Septiembre 1241 4 am
            Un viento gélido y violento se levantó en la madrugada. El campamento mongol, acostumbrado a la dura vida esteparia soportó los vientos, mientras que el campamento cristiano, en la cima de una colina, no pudo soportarlo. Muchos de los peones, incluso muchos caballeros, tuvieron que madrugar ese día para volver a colocar sus casas de campaña. Envueltos en la tormenta de arena el circo transdimensional del místico Farfan apareció a las afueras de la sección de gitanos en el gigantesco campamento de más de cinco mil Hombres. Los enormes caballos percherones jalaban las pesadas cuerdas y empujaban las carretas, algunas tan grandes como un edificio, hasta que toda la procesión se encontraba en el mismo lugar espacio-temporal. Mukantagara y Fadil brincaron de sus carretas y comenzaron a marcar el espacio con sal, para anclar el circo.
“Ya cruzamos todos.”  Anunciaba a gritos un operario que cabalgaba paralelo al circo.
“¡Suelten anclas!” Gritaba Farfan desde la cúspide del carruaje más alto.  “¿Quién tiene el aceite y el chapopote?”
“Yo los tengo.” Dijo Fukana mientras bajaba de su carruaje cargando con dos botes pesados. “¿Quién está anclando?”
“Mukantagara y Fadil.” Le contestó Niut. “Sólo esperemos que ésta vez lo hagan bien, no quiero que pase como en Holanda.”
“Calma, calma, lo tenemos todos fríamente calculado.” Dijo Mukantagara mientras cargaba el carrito con un agujero al frente para ir soltando la sal.  “Fukana, ponte atrás de mí.”
“Recuerden, ni un centímetro perdido.” Dijo Farfan, mientras miraba por su exageradamente largo telescopio. “Creo que aquí es.”
“¿Dónde estamos?” Le preguntó Niut.
“No tengo idea, pero aquí es.”

            Después de rodear el campamento con sal y cubrirlo con chapopote le prendieron fuego. La llama rodeó al circo y, con un suspiro, se extinguió. Comenzaron el lento proceso de desempacar y establecer el circo, mientras los moradores de los campamentos despertaban con la sorpresa de encontrar un circo instalado tan cerca de ellos en tan poco tiempo. Farfan salió a recorrer los alrededores. Mientras caminaba sintió una extraña premonición. De entre los bolsillos de su ropa extrajo cuatro pequeños cristales de formas irregulares que embonaban entre ellos. Los cristales eran casi transparentes con apenas destellos de otros colores.
“¿Usted es parte del nuevo campamento?” Una figura ocultó el sol. Farfan se levantó y le estrechó la mano con fuerza.
“Soy el místico Farfan y aquel es mi circo transdimensional.” El hombre era esbelto y de piel negra. Vestía con telas blancas y verdes. La cimitarra colgaba de su cinturón de tela. “¿Y quién es usted?”
“Soy el capitán Firuz.” El musulmán hizo una reverencia. Aunque cortés su mirada era profundamente triste. “¿Son parte del otro circo?”
“¿Otro circo?” Farfan ya se lo imaginaba. Firuz se lo llevó entre las callejuelas del campamento hasta un pozo. Desde ahí podían ver el final del campamento mongol, donde se encontraba otro circo. “Tempus Fugit. Parece que Caphi llegó antes.”
“Así que se conocen.  ¿Son del mismo circo?”
“¿Del mismo circo?” Farfan puso su brazo alrededor de su hombro y lo estrechó hasta que sus rostros estaban a milímetros. “Mi circo es mágico, maravilloso y fantástico. Le damos a la gente lo más preciado en el mundo, sueños. No los quitamos, como hacen en Tempus Fugit.”
“Sueños…” Firuz lo empujó. “¿Y para qué querría yo sueños? Soy un hombre de guerra.”
“Desde el peón hasta el rey, todos soñamos. Es lo que nos mantiene con vida. ¿Cuándo hace la guerra no la hace por motivos superiores? Eso es soñar mi estimado.”
“Tonterías, no necesitamos otro circo. Depende de las autoridades mongolas, y no me sorprendería si les dejan quedarse, ya dejaron a los Romani y al otro circo.”
“Algo le aqueja, puedo verlo. Denos una oportunidad. Ésta tarde visite a mi amigo Mukantangara, si él no puede hacerle reír, entonces dígale a todos sus compañeros que nos eviten como a la plaga.”
“Un reto… Me gusta. No he reído en años, no desde la muerte de mi esposa. Le advierto, sin embargo, que tienen competencia fuerte, el otro circo nos ha estado ayudando en secreto.”
“¿Ayudarles a qué?”
“Nos han advertido del plan de los cristianos para liquidarnos a todos, usando a estos gitanos. Si fuera usted, yo tendría cuidado de ellos.”
“Ya veo… ¿Qué le hace creer que Tempus Fugit no le ha dicho exactamente lo mismo a los cristianos?” Firuz lo miró confundido por un segundo.
“Porque la bella Caphi lo prometió.” Farfan supo que había sido hipnotizado, pero también supo que decírselo solo resultaría en que le quitaran la cabeza. En alguna tienda comenzó a escucharse música. Farfan sonrió y bailó alrededor de Firuz.
“Arriba ese ánimo, es un día hermoso.”
“Lo sería si esos malditos gitanos se callarán.”
“Los Romani han tocado música desde que primero emigraron de India, ¿sabe porqué lo hacen?”
“No, tampoco me importa, pero supongo que me dirá.”
“Ellos aprendieron, hace miles de años, que el Universo entero baila. Dedujeron que si baila, entonces hay una canción, y la están buscando.”
“Firuz, tenemos un trato.” Un capitán mongol los interrumpió. Vestía en armadura completa, en parte de grueso cuero y en parte de metal. “Cada quien se queda con su campamento.
“Me voy entonces, pero Farfan, el reto queda en pie. Si tu amigo no me hace reír… No esperes vernos a nosotros en tu circo.” Firuz regresó a su camello y desapareció a todo galope.
“Mi nombre es Farfan, el místico Farfan. ¿Con quién tengo el gusto?”
“Mi nombre es Arik y si quieren quedarse tendrán el mismo trato que los Romani. Cubrirán su tributo y todos los trámites legales, de bodas a funerales, los controlamos nosotros. Cuando el señor de la guerra llegue, el gran Subotai seguramente subirá el tributo. Si no puede pagarlo, le sugiero que se vaya, no tenemos paciencia cuando de tributos se trata.”
“Mi estimado, le pagaremos el tributo que nos ordene.” Los gitanos despertaban y preparaban la comida. Algunas mujeres fueron al pozo cargando cubetas vacías. Farfan se alejó del gentío y Arik lo siguió, interesado en los cristales que sostenía.
“¿Son valiosos?”
“Lo son para mí.” Caminaron a las afueras del campamento y Farfan escogió una roca grande para instalarse. Arik no lo dejaba solo, estaba intrigado. “Dígame Arik, ¿su pueblo lee los movimientos de la luna?”
“Pues por supuesto, somos el imperio más poderoso y civilizado del mundo, estamos bien enterados sobre la luna y sus ciclos.” Arik hinchó el pecho y colocó sus manos sobre la cintura.
“¿Y el sol?”
“¿Qué hay del sol?” Quiso seguir en esa posición, pero se veía absurdo. Se agachó mientras Farfan se sentaba y colocaba la larga serie de cristales hacia el sol.
“¿Qué hay con el sol? Siempre triunfante, siempre idéntico, todos los días sale con el mismo vigor.”
“He aprendido que, así como la luna alberga muchísimos conocimientos en sus variaciones, así el sol anuncia profecías. Una vez que se aprende a valorar la oscuridad se aprende a valorar la luz. Hay millones de pequeñas variaciones lumínicas en el sol, como si se encontrara tallado, en el espejo dorado que es el astro rey, el destino de cada día.”
“Ya entiendo porqué es el líder de un espectáculo ambulante.” Farfan apuntó los cristales directamente al sol y observó los colores que se mostraban en el suelo.
“Es mejor hacerlo a la salida del sol cuando el sol es más expresivo.” Farfan leyó la luz con la facilidad con la que leería un libro y comenzó a dar de brincos y a reír como un demente.
“Pero que le ocurre mi buen hombre, usted está loco.”
“Todo lo contrario mi estimadísimo capitán, son buenas noticias. La muerte dará su primera prueba esta noche. Sin duda lo sabrán todos para ahora, se habrá aparecido en sueños y visiones.” Arik lo miró escépticamente. “Por cierto, morirá una cabra que llevará a un gran descontento y un criado perderá la vida por ello. Le recomiendo que vigilen a las cabras cuando las saquen a comer.”
“Solo para darme el gusto lo haré yo mismo.”
“Perfecto, ahora si me disculpa debo ir a dormir.”

            Farfan corrió hasta su carruaje y fue directo a dormir, mientras que los demás seguían instalando el circo. En sueños vio una flama que crecía en intensidad y violencia. En ella vio a la muerte en su danza eterna. “Farfan, ha llegado el momento. El hombre que deseo debe ser veloz y ágil, por eso la primera prueba será una de habilidad. Hay una caja de madera colgando de la rama de un árbol. En esta caja se encuentra una campana. Debes vigilar la caja de madera hasta el anochecer. Entre la caída del sol y la subida del sol la campana hará ruido. Antes del tercer golpe debes bajar la caja y abrir su interior. Si lo logras, el primer pedazo de la madera con mi nombre será tuya.” Farfan reía deleitado con la noticia “pero dime, ¿quién más lo sabe?” La muerte rió y se acercó a Farfan, casi acariciando su rostro con su brillante mano “todos lo sabrán Farfan, tendrás competencia” le dijo en un murmullo.

            Recorrió la estepa en busca del árbol, pero no estaba solo. Escuchó los graznidos de aves entre los pocos espacios arbolados del paraje estepario. Sabía que se trataba de Iago, quien podía comunicarse con ellas y usarlas como espías. Imaginó que Polixenes estaría ahí también, corriendo tan rápido que sería invisible. No le dio importancia, sabía que la encontraría tarde o temprano. Recorrió el río que bajaba de unas colinas y que estaba flanqueado por árboles. A la salida de una pequeña cueva encontró a la caja. Era casi del tamaño de su cabeza y tenía tallada figuras bailantes. La caja colgaba de una rama alta, por lo que tendría que escalar para detener su repiqueteo.

            Regresó al circo, que ya había sido instalado y que tenía a docenas de curiosos de todos los pueblos que cohabitaban en el campamento mongol. Niut estaba en su camerino, preparándose para su acto. Al ver la sonrisa de Farfan ella supo de inmediato que habían visto la misma visión.
“Y supongo que encontraste la caja.” Farfan brincaba de emoción.
“Sí, así es. La encontré y quiero que me ayudes. Que yo recuerde en ningún momento dijo la muerte que no se podía tener amigos.”
“Supongo que tienes razón, Caphi tratará de hacer trampa y usará a su tropa.”
“Por eso quiero que hagas un candado. Un pequeño mantra para asegurarnos que será una competencia leal.”
“Espero que te des cuenta” Niut se levantó y lo miró con seriedad “que Caphi no será la única que buscará el nombre secreto de la muerte, puede haber alguien en su tropa actuando por su lado, o quizás en tú tropa. Nunca se sabe.”
“Te preocupas demasiado.”
“Farfan,” Niut suspiró frustrada “eres demasiado.”

            Niut buscó entre sus libros por algún mantra específico. Farfan salió a dar la vuelta y rellenar su pipa, estaría despierto toda la noche. Se topó con Firuz, quien fue de los primeros clientes en llegar. Lo vio entrar a la carpa de Mukantagara. Esperó afuera por unos momentos y escuchó una risa grave pero infantil. Había funcionado. Firuz salió satisfecho y abrazó a Farfan. Le prometió que recomendaría a sus soldados que probaran suerte en su circo.
“¡Farfan!” El capitán Arik llegó cabalgando su camello. Firuz se fue al verlo, no quería echar a perder su buen humor. “Tenías razón sobre la cabra. Se cayó del precipicio, traté de salvarla pero estaba tan asustada que me pateó y huyó a la cueva que hay por el río. Ahora está perdida y el peón encargado se las tendrá que ver con Dalan. Confía en mí, Dalan no tiene paciencia para errores.”
“¿Listo para irnos Farfan?” Preguntó Niut.
“Aguarda un segundo, hay algo que tengo que hacer.”
“¿Pero y el hechizo?”
“Aún hay tiempo.” Farfan señaló al sol, que comenzaba a declinar.

            Buscó por todo el circo a Fukana, la única que podría salvar a la cabra y, por extensión, al peón. La encontró fuera del circo, haciendo un modelo de arcilla del campamento y escribiendo mapas de sus calles. Estando parcialmente ciega no había mucho que pudiera hacer, pero su habilidad de ver el espacio no utilizado por la materia le permitía hacer modelos a escala y mapas con una facilidad que nadie más imaginaría. Habilidad que les había salvado a todos la vida  cuando Caphi perdió a propósito una caravana de mercaderes en los peligrosos peñascos, y Fukana había prometido al rey el mejor de los mapas, una enorme maqueta casi de tamaño natural de todo su escarpado reino. Fukana entendió la situación de inmediato y tomaron caballos para seguir a Arik hasta la cueva. Antes de salir del circo Farfan recogió una pesada caja de madera de sus habitaciones. Con cada retraso Niut se ponía cada vez más nerviosa. Niut cabalgaba cerca, viendo siempre al sol que ya atardecía. La cueva donde el animal se había perdido era la misma cueva frente a la cual el árbol sostenía a la caja de madera.
“Encontré otras personas dispuestas a ayudar.” Dijo Arik, señalando a Iago y a Lucetta.
“No se preocupe capitán, mis aves entrenadas ya están en la cueva y me avisarán del lugar exacto de su cabra.” Iago hablaba más con Farfan que con Arik.
“¿Qué hacen ustedes fracasados aquí?” Dijo Niut. “No finjan que quieren ayudar, si lo que quieren es quedarse a un lado del árbol.”
“Envidiosos.” Dijo Lucetta. “Iré a la cueva y veré en la oscuridad, además puedo doblar a las tinieblas como una manta y canalizar luz para dar con la mugrosa cabra.”
“Niut, no vale la pena pelear. Fukana, haz lo tuyo y encuéntrale al amable mongol su cabra extraviada.” Farfan bajó del caballo y abrió la caja de madera. En su interior se encontraba una docena de pesados libros y su gato Horemheb.
“No es por dudar Farfan,” dijo Arik “¿pero qué crees que puede hacer una niña ciega y un gato?”
“Maravillas capitán, maravillas.” Esperaron unos segundos mientras Fukana se internaba cada vez más en  la caverna y el gato desaparecía.
“¡Maldito gato!” Gritó Iago “ya ha cazado a tres de mis pájaros. Y creo que Lucetta se perdió.”
“Farfan…” Murmuró Niut señalando al sol. “Ya es ocaso.”
“Solo un poco más…” Dijo Farfan. Iago empalideció frente a la caverna.
“Maldita sea, Lucetta se perdió y tu maldito gato ha cazado a mi último pájaro.”
“¿Qué hay de la cabra?” Interrumpió el capitán.
“Yo sé dónde está.” Fukana salió de la cueva sosteniendo con la izquierda detallados planos de las cientos de entradas de la caverna y la derecha a la cabra por su cordel. “Lucetta viene detrás de mí, le até un cordón a su cintura.”
“Farfan, te debo una.” Dijo el mongol. “Tus amigos son buenos y confiables.”
“No te preocupes Arik.”  El capitán se llevó a la cabra. Niut señaló el sol, ya estaba casi completamente adentro. Farfan afirmó con un gesto de la cabeza. “Hazlo.”
“Lucetta, Iago, les recomiendo que se muevan.” Niut dijo una palaba de quince sílabas y rápidamente se formó un círculo de pasto amarillo alrededor del árbol. Únicamente Farfan podía tocar el suelo, todos los demás sentirían al suelo tan caliente como al fuego.
“Esto no se queda aquí Farfan, ya lo verás.” Prometió Lucetta.

            Dejaron a Farfan a solas. No había dormido en todo el día y estaba cansado. Se apoyó contra una piedra, la mirada sobre la caja de madera. Para no quedarse dormido se contó historias, pero hasta sus personajes se quedaron dormidos. Farfan pestañó y no volvió a abrir los ojos. El graznido de las aves lo despertaron, el sol ya estaba en el este. La caja había desaparecido. Su gato Horemheb dormía en un arbusto cercano. Farfan se levantó y se cercioró de que la caja no estuviese ahí. Le habían ganado.
“Nadie puede sorprenderme dormido.” Le hablaba a su gato, pero en realidad se hablaba a sí mismo. “Mis dos ojos duermen, mi tercer ojo nunca duerme. Además, para no tocar el suelo hay que ser muy veloz y, sobre todo, muy silencioso. No importa, es hora de desayunar.” Y Farfan regresó al circo silbando y sonriendo.


Medianoche del 22 Phalguna en el Krita Yuga
            Sanjiv bajó del templo sin decir nada. Debajo de él los gritos y los lamentos ensordecían a la selva. Todas las antorchas estaban encendidas, docenas de piras eran alimentadas por mortales que lloraban y se rasgaban las vestiduras como bestias salvajes. Los arios azules le esperaban al pie de la escalera. No había escapatoria, y Sanjiv no quería escapar. El maestro Dapti lo tomó del cuello y amenazó con matarlo. Los otros arios lo detuvieron.
“¡Traidor!” Algunos mortales le lanzaron piedras. Sanjiv tuvo que correr por su vida bajo una lluvia de dolorosas pedradas. Recorrió la villa tratando de esconderse, pero era imposible, la turba enardecida quería matarlo.

            Corrió entre las calles hasta llegar a la plaza, donde se encontraba Kiva. El ario rebelde celebraba con los brahmanes el triunfo del espíritu humano. Cuando una piedra tiró a Sanjiv al suelo, los brahmanes corrieron a asistirle. La turba detuvo su ataque, no podían atacar a sus propios brahmanes. Kiva, ahora vestido como un rey, con tatuajes en todo su cuerpo y las telas más finas, lo puso de pie y lo abrazó.
“¡Kiva!” Gritó Dapti. Él y los arios azules corrían detrás de la turba. “Sanjiv nos pertenece, su castigo está más allá de su compasión.”
“Hermanos,” dijo Kiva, ignorando al maestro Dapti. “para siempre recordaremos este día. Hoy comienza la era del Hombre.”
“Agárrenlo.” Dijo un ario azul. Lo encadenaron en el suelo y lo fueron arrastrando. Sanjiv no decía nada, sus ojos lloraban y su voz se había ido por el llanto.
“¡La era del Hombre que durará para siempre!” Sanjiv gritó de dolor. Kiva le había mentido a su pueblo al decirle que su Era duraría para siempre y no había nada que Sanjiv pudiera hacer.

            Lo arrastraron hasta una colina alta, rodeada de estatuas y altares de oro que brillaban bajo la luz de las antorchas. La colina terminaba en un peligroso peñasco que terminaba a orillas del Ganges. Levantaron a Sanjiv a golpes y amenazaron con lanzarlo encadenado a su muerte. La idea, tentadora para muchos, estaba a punto de convertirse en realidad, cuando el maestro Dapti los detuvo. Ordenó que las cadenas le fueran removidas y, con un cuchillo le cortó la barba y el cabello.
“La muerte sería demasiado sencilla, Sanjiv ha hecho lo inimaginable. Su pena será peor que la muerte.”
“¿Qué hay peor que la muerte?” Preguntó uno de los arios.
“La incertidumbre.” Respondió Dapti. “Sanjiv, los brahmanes te aman, pero eso no te salvará. Perderás tu nombre para siempre y tu castigo será la maldición de la verdad.”
“No,” interrumpió uno de los arios, aferrándose del brazo de Dapti. “eso no. Que tu ira no se torne en crueldad Dapti, mira en tu corazón, sería mejor quitarle su inmortalidad. Nadie debe conocer la maldición de la verdad. Nuestra sobrevivencia y la sobrevivencia del dharma de los mortales depende de ello.”
“No Kimal, lo que Sanjiv ha hecho no tiene nombre. Ha traído el final del Yuga y todo por algo tan inocente y torpe como el amor mal dirigido. Ha violado su dharma, entonces si no respeta la verdad, que la verdad le sea removida como una tela.”
“Es un día oscuro en verdad,” dijo Kimal mirando a Sanjiv “cuando uno de nosotros debe vivir para siempre como un mendigo.”
“Tu castigo es pues, aceptado.” Dijo Dapti. “Cargarás contigo la maldición de la verdad: el saber que no hay verdad, nada en que puedas sostener tu pie. Sabrás que no hay fundación estable. Danzarás para siempre de una piedra en otra, sabiendo que ninguna piedra es absoluta.”
“Sanjiv, ¿qué has hecho?” Se lamentaron todos.
“¿Aceptas tu castigo?” Preguntó Dapti.
“Si fuera mortal y pudiera nacer de nuevo,” respondió Sanjiv “lo haría todo una y otra vez. Infinitamente.”
“Esa es la peor de tus herejías y el más trágico de tus errores.” Dapti lo tomó del cuello y lo lanzó al precipicio. Sanjiv se fue resbalando entre las piedras hasta que pudo ponerse de pie y bajar corriendo hasta el río. Miró hacia arriba por un momento y, sin decir nada, cruzó el río a nado para perderse en la jungla y no volver a ser visto jamás.



No hay comentarios :

Publicar un comentario