El juego de reyes y peones
Por: Juan Sebastián Ohem
1.-
La gente que trata de entender lo
que pasó en 1998 tiende a olvidar que no empezó ese año, sino la década
anterior. En los 80’s la familia Azzarello parecía que había llegado para
quedarse. Habían huido de Nueva Jersey creyendo que Malkin sería un juego de
niños. Se expandieron rápido y consolidaron su poder con mano de hierro. Los
independientes fueron removidos del tablero o absorbidos. Ahí es donde entra
Michael Rath, ladrón y traficante que había preferido unirse a la familia como
un fuereño que terminar seis metros bajo tierra en la carretera como muchos de
sus amigos. Los Azzarello eran vieja escuela, querían rastrear tu familia hasta
Sicilia, de otro modo eras considerado como un extranjero en tu propia ciudad,
pagando tributos exagerados a los iniciados de Baltic y la pequeña Italia. Rath
nunca quedó satisfecho con el trato. Robó de aquí y allá para proveer para su
familia e incluso empezar a incursionar en bienes raíces. Eso no cayó bien con
la familia. Respondía a un teniente de nombre Freddie Primo y los Azzarello le
ponían entre la espada y la pared.
La historia de Primo no era tan
diferente. Un italiano nativo de Malkin que tuvo que unirse a la familia
Azarrello después que mataran a su empleador de muchos años. Lo iniciaron por
necesidad, nunca por gusto, y les encantaba recordárselo. Cuando eventualmente
se hartaron de Michael Rath cayó en manos de Freddie Primo hacerlo desaparecer.
No era tarea fácil, y de hecho nadie entendía por qué era tan necesario. Rath
les hacía mucho dinero y estaban acostumbrados a que sus vasallos robaran un
poco de aquí y allá. Tal es la naturaleza del negocio. Los Azzarello eran la
definición de la vieja escuela. No les importaba si les hacía buen dinero, era
sobre mandar un mensaje y por ello le dijeron a Freddie Primo que terminara con
él, con su esposa Estella y su hijo Victor.
Freddie Primo entendía la jugada,
mataría al bien querido Michael que, a sus 60 años ya había formado una buena
red de amigos en el bajo mundo. Se ganaría el odio de muchos y los Azzarello no
lo respetarían más por ello. Le citó para hablar de un negocio independiente en
una bodega en Morton. Le apuntó con su revólver, pero dudó en jalar el gatillo.
No quería hacerlo, de hecho Michael era su amigo. Quizás dudó por eso, o quizás
por la sonrisa de Michael Rath. No era una sonrisa de aceptación o confusión.
No, estaba orgulloso. No de Freddie, sino de su hijo Victor, quien había
conseguido colocarse detrás de Primo con una escopeta recortada. Freddie Primo
se dio cuenta y se echó a reír. Ése era el Victor Rath que tanto quería, su
ahijado.
Lo que pasó después se sabe por
fragmentos y susurros. Es prácticamente una historia de terror que los
ladronzuelos del viejo mundo cuentan a sus hijos. Los hechos, sin embargo,
hablan por sí mismos. En los siguientes días un pequeño escuadrón de la muerte
compuesto por Michael y su hijo Victor, y por Freddie y su hijo Tony, atacaron
a los Azzarello en cada rincón de Malkin con una saña legendaria. Mataron a los
iniciados, a sus informantes, incluso a uno que otro policía corrupto para
mandarles el mensaje de mantenerse alejados. Cosa que hicieron. Le demostraron
a los Azzarello que Malkin no es Newark, y que en esta ciudad los sanguinarios
y los listos ganan y que es el negocio, el juego, lo que importa, y no las
viejas tradiciones sicilianas. Dejaron los cuerpos de los tenientes en la calle
como perros atropellados. Mataron a sus mejores asesinos en sus casas. Al
final, cuando el mensaje se había entendido, no les dejaron escapar y mataron
al matrimonio Azzarello y a sus hijos, sólo por si acaso. Ocho largos años de
trabajo fueron derribados por cuatro hombres y suficientes balas como para
tomar un país pequeño.
Era un nuevo capítulo y por más
de un mes nadie se atrevió a mover un dedo. Todos esperaban a que los nuevos
reyes organizaran al bajo mundo. No excluyeron a nadie, como los Azzarello
habían hecho. Escogían por talento, por lealtad y cerebro. La nueva guardia no
era como la vieja guardia, no quería hacerse de todo el crimen organizado. El
sindicato irlandés lo agradeció, así como las pandillas de las peores partes de
la ciudad y los agentes independientes. La única regla era no cruzar a Rath y
con la sangre aún manchando el pavimento la gente obedeció. Los más ambiciosos,
o quizás los más necios, sólo esperaban a que Michael Rath muriera para hacer
su movida. Michael y Freddie murieron a un año de diferencia en el ’92 y ’93.
Victor Rath heredó un imperio, Tony Primo quedó como su mano derecha.
Tuvieron algunos reveses poco
después de la muerte de sus padres. Todos esperaban otra masacre, pero Victor
resultó más listo. No mató a la competencia, la compró o la enfrentó contra
otras pandillas. Titiritero del bajo mundo. Y si eso no funcionaba, Tony Primo
se encargaba de matarlos en silencio. Todos sabían quién había sido y por qué,
todos menos la policía. Victor Rath y Tony Primo establecieron sus conectes de
droga con un retirado capitán de la marina que importaba heroína del Medio
Oriente y Europa llamado Ezra Singh, convirtiéndose en los narcotraficantes más
importantes de Malkin. Poco a poco fueron delegando el tráfico directo en las
calles al sindicato irlandés de Sean Mallory, poniendo distancia entre la
fuente y las calles para evitar problemas con la ley.
No todo, sin embargo, era un cuento
de hadas. Tras la muerte de Stacy, Victor se enamoró de la millonaria Sarah
Hughes y, según dice el vox populi, perdió el balón de vista. Bill Reddington,
conocido como Bill Red, unificó algunas pandillas y fue tomando fuerza, incluso
controlando el hipódromo y gran parte de la usura y las apuestas ilegales. Tony
Primo lo vio a tiempo, quiso matarlo desde que se enteró que tenía más de dos
neuronas, pero Victor se rehusaba. Primo era visceral y, aunque entendía el
razonamiento de Victor de evitar una guerra abierta con quien podía llegar a
ser un aliado para lavado de dinero, empezó a darse cuenta que cuando la gente
hablaba de los reyes del bajo mundo, se referían a Victor Rath y no a él. En
1998 Tony Primo decidió que eso iba a cambiar. El italiano había sido cuidadoso
en escoger sus aliados, pero poco a poco se dio cuenta que contaba con más
apoyo que Victor.
Llegó hasta un sitio en construcción
en la MLK y se bajó sin su chofer, Dave. El chico era de confianza, sabía que
si jugaba bien sus cartas podía ser su mano derecha. Primo necesitaba, sin
embargo, hacer una muestra de confianza. Sean Mallory tenía docenas de
contratos de construcción por toda la ciudad con distintas compañías fantasma.
Se movía de un tráiler a otro y coordinaba a su gente desde donde estuviera. El
irlandés era un hombre corpulento y pelirrojo. No hacía ejercicio, pero estaba
acostumbrado a la violencia. Tenía una barriga de tonel y siempre tenía los
nudillos lastimados. Tony Primo parecía su opuesto. Tenía un cuerpo de
gimnasio, pelo negro y enchinado y usaba gafas de alta graduación. Los dos
tenían mal carácter, pero el irlandés estallaba a golpes, mientras que cuando
Primo estallaba prefería hacerlo con una automática o una bomba. Sean tenía
guardaespaldas y a su abogado y amigo George Shannon. El letrado tenía fama de
ser el irlandés más tranquilo del mundo. No le temía a la violencia, pero era
mucho más precavido que su jefe y siempre calculaba su manera de actuar.
-
Damas y caballeros, el primer ministro.- Bromeó Sean encendiéndose un cigarro y
abriendo una cerveza fría del
refrigerador miniatura que siempre acompañaba a su pequeña oficina. Todos se
rieron, menos Shannon. En parte por eso lo quería tanto, no fingía cuando una
broma no era graciosa y siempre le era honesto.- ¿El rey sigue sin dignarse a
visitarnos?
-
Su majestad sigue en su torre de marfil.- Tony Primo se sentó en una silla
plegable y aceptó una cerveza. Señaló a los dos gorilas detrás de Mallory y
sonrió- ¿Son necesarios?
-
Nunca sabes cuando uno de esos negratas puede aparecer a dar problemas. Salgan,
molesten a alguien más. Uno de los yonquis degenerados de Bill Red me amenazó
el otro día. Ya no sé qué pensar de él. Supongo que esperar a que Victor Rath
se digne a proteger a su socio de negocios es mucho pedir. No sé de dónde sacan
los negros la droga, pero es mejor que nuestra coca.
-
No somos nosotros. Y no, Victor está esperando a que se maten entre ustedes
para escoger un bando.- Bebió de su cerveza con tranquilidad, viendo la manera
en que Sean se ponía cada vez más rabioso.
-
Es la movida más inteligente.- Dijo Shannon.- Desafortunadamente.
-
Desafortunadamente para él.- Corrigió Tony.- Mi padre debe revolcarse en su
tumba.
-
Buen hombre Freddie. Él nunca hubiera dejado que un negro controlara la mitad
de la distribución en la ciudad.
-
Hay una manera de matar dos pájaros con un tiro.- Primo saboreó la cerveza y se
encendió un cigarro. Sean se fijó para ver si traía un arma, pero estaba
desarmado por completo.- Si le declaro la guerra a Bill Red estaría cometiendo
suicidio. Siempre que Victor Rath tenga influencia. Mandaría a uno de sus pocos
aliados de confianza a matarme. Probablemente a Ken, me odia desde siempre.
-
No voy a hacerlo.- Dijo Sean de manera cortante.
-
No sabes de lo que te hablo. No tienes que matarlo, sólo darle donde más le
duele. Lo único que le importa es su dinero. Sé dónde lo guarda, tiene rentas
de condominios y edificios, pero no muchas más entradas de dinero legales. Tú
le lavas el dinero.
-
¿No será Red?
-
No, de eso estoy seguro. Yo creo que espera a que Red te mate para usar su
hipódromo.
-
Red lo mataría.- Dijo Shannon y Tony asintió con la cabeza.- Y a ti también.
-
Victor tiene más de quince millones en una bóveda en las oficinas centrales del
National Bank en la ciudad. ¿Tu amigo Clyde sigue haciendo trabajos?
-
¿Cuál sería el porcentaje?
-
Quédate con el dinero, todo lo que puedan robar, lo demás quémenlo. Lo cortamos
por las rodillas. Toda la organización sabrá que la bestia está herida, será mi
momento. Yo tengo el conecte, tú sigues la distribución y juntos aplastamos a
Bill Red.
-
He querido quemar ese hipódromo desde hace tiempo.- Sonrió Sean Mallory.-
Pondré a Clyde en esto. Hemos estado comiendo las sobras de la mesa por
demasiados años Tony, queremos sentarnos en la mesa.
-
Por mí no hay ningún problema. 50% del tráfico, pero quiero una tajada de los
robos y conforme tomemos los negocios de Red lo repartimos todo a la mitad.-
Tiró la colilla de cigarro en la cerveza y se puso de pie.- Espero que puedas
mantener esto en secreto. Estaremos en contacto.
-
Estaremos en contacto Primo, estás haciendo lo correcto.- Se despidieron y, por
la ventana, le vieron entrar al auto e irse. Sean terminó la cerveza y miró a
Shannon, esperando oír de él. El irlandés calmado se tomó su tiempo antes de
hablar.
-
Había oído de una bóveda secreta, Clyde podrá confirmarlo. Incluso si no
comparte la mitad de todo, ese dinero compra muchas armas y muchas lealtades.
Victor Rath despertó pensando en
Stacy, su primera esposa. Recordaba su olor, y recordaba que él no había sido
el mejor esposo del mundo. En el fondo, desde que se habían conocido, sabía que
no la merecía. Cuando había muerto de cáncer hacía años algo le dijo que, de
alguna forma, ella había sido una bendición y él no era digno de ella. Apretó
el botón al costado de su buró de metal minimalista para llamar al ama de
llaves, quien entró con el desayuno. Su esposa Sarah Hughes ya estaba despierta
y haciendo líneas. Odiaba que la servidumbre la viera así, pero lo hacía todo
el tiempo y era imposible detenerla. Hacía años que la relación iba mal, y
meses que había prácticamente erosionado por completo. Cuando le gritó que la
policía podía encerrarlo a él por las bolsas de coca que ella tenía por toda la
casa Sarah sólo le miró a los ojos y le dijo que seguía repitiendo el nombre de
Stacy en sueños.
-
¿Has comido algo aunque sea?- Preguntó
Victor cuando la mucama se fue y mientras cortaba los huevos estrellados en su
bandeja sobre su regazo.
-
¿Por qué, te importa?- Sarah usó un tubo de oro para inhalar otro par de líneas
y terminó lo que quedaba restregándoselo contra las encías.
-
Al menos dile a tu hija que deje de poner colillas de cigarro en mi café.- Miró
la taza y la puso a un lado. Tenía dos colillas flotando. La mucama estaba
harta, pero no podía decirle nada a Cassie Hughes.- Me mató el apetito.
-
No puedo evitar que te odie. ¿Te bañas primero o entro yo? Tengo brunch y
saldré de compras.
-
¿Qué más es nuevo? Yo entro primero.- Victor se quitó la bandeja y leyó el
diario por encima mientras entraba al baño, calentaba el agua y se rasuraba.
-
Como quiera, su majestad.- El portazo no le inmutó. Sarah temía el divorcio,
sabía que Victor no le daría la mitad de nada y él no quería divorciarse porque
sentía que aún tenía que pagar por las infidelidades que había tenido con su
ángel, Stacy. Era masoquismo y le daba náuseas pensar en ello.
Leyó las noticias financieras y las
policíacas. Calculó cuánto dinero tendría que pagarles a los detectives que
investigaban la serie de robos a joyerías en el barrio judío para quedar bien
con Sean Mallory. No apreciaría el gesto, ese era su problema, siempre quería
más y nunca agradecía lo que le daban. Pandilleros arrestados, sabía que era
problema de Bill Red. Aún no se acercaba para pedirle conexiones con la policía
y los jueces, eso le preocupaba. Manejaba sus problemas de manera interna y
Victor sabía que cada pez gordo que la policía atrapaba jamás delataría a Bill
ni a sus tenientes. Se bañó mientras trataba de recordar los contratos de renta
de sus condominios en Oceanic y lo que costaría hacerse de todos. También tenía
que pensar en el aumento de tráfico que Ezra Singh, su conecte, le estaba
dando. Según los rumores se había deshecho de un competidor. Los irlandeses no
podían mover tanta heroína y tendría que empezar a vender a agentes
independientes. Eso no sentaría bien con Mallory.
Al salir de casa notó que Cassie se
escondía de él. La locura de su madre le infectaba. Siempre estaba tramando
algo y a veces no quería ni imaginarse lo que era. Ken lo recogió y fueron a
los condominios. Desayunó ligero en un carrito de hot dogs que le pagaba renta
y se sintió liberado de salir de casa.
-
Big Bob se está encargando de algo para mí.- Le dijo a Ken, un negro enorme que
había estado a su lado desde el principio y en quien confiaba ciegamente. Le
había tentado, le había mandado seguir, pero nunca había hecho nada contrario a
sus deseos. Lloró en el entierro de Stacy porque ella le trataba como un ser
humano y no como un violento mafioso, lo cual era la norma. Había crecido entre
tipos listos y tipos duros, igual que Victor y veían el mundo de manera
similar.- Quiero que revises los contratos de los condominios y de esos
edificios. No le digas a nadie, mantenlo de bajo perfil.
-
¿Los asusto?
-
Probemos con dinero primero, reservemos la violencia para los más tercos. No
quiero nada en los diarios, ningún reporte policiaco ni queja vecinal. Guantes
de seda.- Era difícil para Ken, pero afirmó con la cabeza. Sabía que terminaría
rompiéndole las piernas a algún mocoso terco para disuadir a los demás. Big Bob
tenía mejor toque, pero las circunstancias no le dejaban emplearlo. Ken venía
en dos modalidades, guantes de box y bat de baseball.- Me llevo el auto. Si
tienes cualquier imprevisto y no me encuentras, llama a Sasha directamente.
-
Sí señor Rath. ¿No quiere que lo lleve y le deje el auto?
-
No es necesario.- Del interior de su abrigo de cachemir le pasó un rollo de
dinero.- Hazte amigo de los superintendentes y repara las ventanas que dan a la
calle.
-
Entendido jefe.
-
Gracias Ken.
Los edificios y condominios eran una
ruina, por dentro y por fuera. De vez en cuando tenía que hacer reparaciones,
simple maquillaje. Ken lo entendía, había crecido en un lugar así hasta que
Victor le compró una casa con el primer contrato de bienes raíces que hizo por
su cuenta. Ken podía mudarse ahora, comprarse algo mejor, pero se negaba. Para
él, era cuestión de orgullo. Victor seguía viviendo en casa de su padre, de
modo que entendía el orgullo. Recordaba las noches en vela, escuadra y escopeta
lista, apoyado contra un muro y esperando a que llegaran los asesinos, dándole
a su madre un poco de tranquilidad para que durmiera un par de horas por noche.
Había pasado noches enteras con Tony hablando del futuro que tendrían, si
sobrevivían a los Azzarello. Las dos familias habitaban la casa, Tony se mudó
poco después que el polvo se calmara. Victor no estaba dispuesto a hacer lo
mismo, no por el momento.
Estacionó frente al edificio de su
amante y se hizo pasar con copia de las llaves. Había conocido a Miranda
Boddicker dos años antes. Pagó por su elección como concejal de distrito y se
hicieron amantes antes que ganara. El esposo de Miranda había muerto en un
accidente meses atrás. Era un juez de poca monta, pero una oportunidad que no
dejó pasar. Mediante Sasha donó dinero para una asociación de preservación de
carreteras. Se había ganado amigos jueces de ese modo, además de las
mensualidades regulares. Miranda era todo lo que Sarah no era, una mujer lista
y graciosa que lo relajaba y sus encuentros siempre se sentían como vacaciones.
Era algunos años menor que él, aunque madura y una política cautelosa. Tenía el
rostro alargado con una gran sonrisa que no tenía que fingir con él y ojos
expresivos que eran el opuesto a los ojos pequeños, cansados y tristes de
Victor Rath. El sexo era salvaje pero para ambos era una válvula de escape. Evitaban
hablar de negocios al menos hasta después del regaderazo. Victor nunca le decía
cómo tenía que hacer las cosas, solamente ofrecía su ayuda. Ella le extendía la
misma cortesía.
-
Quiero mostrarte algo.- Miranda le llevo de la mano, aún en toalla, hasta la
sala, donde estaban los esquemas y una maqueta de la estación Oceanic View.-
Tus propiedades triplicarán en precio en un año.
-
¿Cuándo se hace público?
-
Seis o siete meses. Nombre tonto, Oceanic View, pero será bueno para ambos.-
Victor se vistió, su cabeza regresó a los negocios. Nombres, números, problemas
y ángulos. El metro era su secreto, ni siquiera Tony sabía de su existencia y
no sabía si podía confiarle el asunto. Miranda se arrepintió de haber dicho
algo, pero era inevitable. Rath sabía que ella también pensaba en sus propios
problemas.
-
¿Sigues teniendo problemas con los de transporte?- Ella asintió. Habían sido
una espina en el costado desde que asumiera el cargo. Un caballo de Troya del
alcalde.- Los choferes tienen una bodega en Nueva Industrial, calle 56. Es un
prostíbulo de poca monta.
-
Un par de fotos con mis contactos en la policía y la prensa y me los quito de
encima. Eres un ángel Victor.- Le besó lentamente y regresaron a la cama.
Cassie Hughes se había pintado el
fleco de morado para molestar a su padrastro, pero no le importaba. Sabía que
si vivía o moría le importaba poco a Victor Rath. Siempre había asumido que se
había casado con su madre por su dinero, incluso se peleó con ella antes de la
boda por eso. Poco a poco su madre empezó a ponerse de su lado. Eran más unidas
ahora que nunca. Le jugaba bromas pesadas a Victor y su madre a veces le daba
ideas. La de las colillas en el café fue su idea. Sacó una caja de debajo de su
cama, la abrió y se preparó una línea. Lo hacía por diversión, no tenía la
dependencia que su madre tenía. Sarah Hughes entró a su cuarto para despedirse
antes de irse al brunch y se la encontró inhalando una línea.
-
No hagas eso, créeme, no lo quieres.- Cerró la caja y la puso en el escondite.
Su madre obviamente sabía dónde estaba. Según su padrastro estaba perdida por
completo, pero Cassie sabía que su madre de algún modo sabía todo lo que
pasaba.
-
¿Ya te vas con tus amigas?
-
Sí, pero quería verte antes.
-
¿Otro sermón?
-
Sé que te estás viendo con Bill Red.- Cassie se quedó muda. ¿Cómo podía
saberlo? Su madre al parecer podía leerle la mente.- Victor no lo sabe, por
fortuna. Rezner te vio.
-
¿Quién?
-
El idiota que siempre ayuda a Tony. Si hubiera sido Ken sería otra historia.
-
¿Tan malo sería?
-
Conozco al maldito con el que me casé. No le haría nada a Red, creo que le
tiene miedo. Pero no te tiene miedo a ti, ni a mí.
-
Mamá, ¿estás diciendo…
-
¿Me amas?
-
Claro, por supuesto. Te toca y lo mato, no sé por qué lo soportas.
-
Es muy tarde para mí Cassie, pero no para ti. Tienes que hacer orgullosa a tu
familia.
-
Él no es mi…
-
No hija, a tu verdadera familia. Victor no se da cuenta que Bill Reddington es
el futuro, él sigue atorado en el pasado y no cambiará nada… A menos que
alguien cambie la situación.- Cassie absorbió las palabras de su madre. Sabía
lo que tenía que hacer, no sabía cómo, pero lo averiguaría a su tiempo. Se habían
terminado las bromas pesadas y ser niña, era hora de ser una mujer.
La noche consumió la ciudad e inició
una fuerte lluvia. Rezner y Dave jugaban cartas en un departamento vacío, a
excepción de unas sillas plegables, una mesa vieja con tres paquetes de heroína
pura y una escala para pesarlas. Los paquetes eran guardados ahí para llevarlos
a otra ubicación donde serían cortados varias veces para distribución. Aunque
custodiaban miles de dólares de producto, Dave y Rezner apostaban con cigarros.
Dave tenía un traje barato, mientras que Rezner vestía como deportista. El ruso
siempre se vestía como si estuviera en el gimnasio porque le gustaba mostrar
que tenía músculos. Dave siempre lo encontraba gracioso, podía arrancarte la
cabeza con sus propias manos, pero su visión era tan mala que no podía
dispararle a la pared de un establo. Solían apostar con dinero hasta que Rezner
puso su cadena de oro y perdió, casi mata a Dave acusándolo de hacer trampa. Se
había disculpado después que Primo amenazara con usar una lijadora industrial
para borrar sus tatuajes y deportarlo a Rusia. Jugaban con cigarros desde
entonces. Dave le dejaba ganar de vez en cuando. Tocaron la puerta y Rezner agarró
la uzi que estaba a su lado en la mesa.
-
¡Entrega de Pizza Medici!- Gritó uno al otro lado de la puerta. Rezner contuvo
la risa lo mejor que pudo.
-
¿Es lo mejor que se les ocurre?- No habían pedido pizza y podían escuchar al
menos a tres personas. Dave se guardó la automática en el cinturón y
casualmente caminó hasta la puerta como si no pasara nada. La abrió y fingió
sorpresa al verse al otro lado de un revólver. Dos sujetos más entraron armados
con metrallas. Rezner dejó la uzi, se puso de pie y caminó en reversa con las
manos en alto. El negro y los dos desnutridos chicos blancos estaban temblando
de nervios.
-
¡Se mueven y están muertos!- Pusieron los tres paquetes en una mochila y
salieron del departamento. Dave se quedó mirando la ventana, esperando a que
bajaran las escaleras y se fueran. Rezner se echó a reír.
-
Trío de idiotas, uno de ellos casi tira su arma.
-
Está lloviendo, ¿llamas tú o voy yo?
-
Yo voy ganando.
-
Está bien madre Rusia, no vaya a ser que te dé un resfrío. ¡Y no mires mis
cartas!- Sabía que Rezner lo haría, tendrían que volver a barajar. Bajó las escaleras
con calma y caminó hasta el teléfono de la esquina. Había memorizado el número
y marcó mientras castañeaba los dientes.- Quiero hablar con el italiano…
¿Primo?
-
¿Ya pasaron por el cargamento?
-
Sí tres yonquis que casi abren fuego. Tuvimos que ser cuidadosos.
-
Le diré a Red que use a mejores hombres. Finjan sorpresa y nervios. Llamaré a
Victor al rato, lo más probable es que quiera hablar con ustedes.
Tony Primo colgó y regresó caminando
a la banca de parque junto con Lincoln, uno de los hombres de confianza de Bill
Red. Estaba encargado de la usura y tenía una red de apuestas ilegales. Bill le
conocía de la infancia, era uno de los pocos de su cuadra que terminaron la
preparatoria. Un genio de las matemáticas que, en otro ambiente, habría terminado
como científico poniendo gente en la luna o balanceando el presupuesto
nacional. Su memoria era prodigiosa, jamás apuntaba un sólo nombre, ni un sólo
número. Primo se sentó en medio y Bill se encendió un puro esperando escuchar
las noticias. Bill Red era calvo casi por completo, corpulento y de mirada
fría. Había matado al jefe de su pandilla a los trece años e iniciado su
carrera desde entonces. Era un hombre ahora, hacía mucho que dejaba de pensar
en términos de pandilla y lo calculaba todo en dólares y territorio.
-
Está hecho, pero casi haces que maten a dos de mis hombres de confianza.
-
No podía enviar a Tray-tray, tenía que ser cuidadoso en caso que alguien viera
algo. Victor creerá que le robaron tres yonquis cualquiera, dos de ellos eran
blancos así que dudo que sospeche de mí. Sobre todo si apoyas mi versión.
-
Me creerá, no te preocupes por eso. Podrán vender el mejor producto que han
tenido hasta ahora. Los irlandeses podrían sospechar, pero los tengo donde los
quiero, un misil directo a Victor. ¿Sigues teniendo a Holly en el hipódromo?
-
¿Me harás contestar preguntas a las que ya sabes la respuesta?
-
Los irlandeses son lentos para lavar dinero, la construcción es un buen frente,
pero el hipódromo mueve más dinero diariamente. Lo necesitaremos.
-
Ya que seremos socios, no caería mal conocer a tu conecte.
-
¿Santa Claus? Vive en el polo norte.- Bill se rió y masticó su puro
relajadamente. Él no le diría de dónde sacaba la coca, no esperaba que Primo le
diera las llaves del reino.- Creo que con Cassie te basta.- Bill se quedó
helado por un momento.- Rezner, el ruso, les vio juntos. La tienes de trofeo.
-
Carne blanca. ¿Le dirás a Victor antes de matarlo?
-
No, no soy tan cruel. Si los irlandeses no lo matan después que erradiques a
sus camellos, lo haré yo y los demás caerán conmigo o pueden irse al infierno.
Hay tres que me darán problema, pero yo tengo más hombre y llevo planeando esto
por más tiempo.
-
¿Cómo sabes que no apoyará a los irlandeses cuando haga mi movida?
-
Primero, porque será tarde, sabrá que los irlandeses le robaron. Segundo,
porque lo conozco, está esperando que se maten mutuamente. El que espera
demasiado se pierde el camión.- Se dieron la mano y Primo se puso de pie.-
Estaremos en contacto Red.
2.-
Sean Mallory se reunió con su
abogado George Shannon y con Clyde Ford en el tráiler de la construcción de un
edificio en Nueva Industrial. Clyde Ford era un irlandés de cincuenta años de
talante duro y con marcas de viruela que nunca sanaron realmente. Tenía una
lavandería que hacía de frente para su otra actividad, conseguir trabajos y
hacer robos. La serie de robos a las joyerías del barrio judío habían salido a
la perfección, pero al final resultaron en menos dinero de lo esperado. Se
alegró en cuanto Shannon le dijo de un trabajo fuerte, aunque no lo mostró pues
rara vez sonreía. El irlandés calmado había corroborado por medio del amigo de
un primo que el dinero en la bóveda del National era, en efecto, de Victor
Rath. No sería fácil, pero podían ganar más de cuarenta millones.
-
Ya era hora, es difícil hacer lo que hago cuando cada negrata cree que puede
hacer lo mismo por la protección de Bill Red.- Se quejó Clyde en su cerrado
acento irlandés.- Rath es un bastardo, se lo merece. ¿Cuánto pagaron por la información?
-
Un aliado y nada más. ¿Adivina quién quiere salir de la sombra de Rath?
-
Tony Primo, ya era hora. Alguien tenía que hacer algo.
-
Escucha Clyde, no será fácil y hay un par de cosas extra.- Dijo Sean
encendiéndose un cigarro y revisado su refrigerador miniatura en busca de algo
de comer. Sólo tenía cerveza y se contentó con eso.- Quiero gente profesional,
pero habrá que ponerlos a dormir después de esto. No pueden andar por ahí
diciendo lo que lograron. Siempre hay uno que no se va de la ciudad. A Primo no
le importa demasiado si Rath se da cuenta que fuimos nosotros, yo prefiero que
sospeche el hijo de perra, pero nada más. Tienen que estar desesperados.
-
Ya veo…- Clyde le hizo una seña para pedirle una cerveza y meditó el problema
mientras la abría y le daba un trago. Tronó los dedos y se podía ver una chispa
en sus ojos.- Raúl Bolívar, es perfecto. Es un profesional, pero tiene SIDA.
-
Bolívar, es cierto. ¿Cómo está el buen Raúl, aún en la ciudad?
-
Se da sus rondas por el Bongo, busca trabajos aquí y allá. Él conoce gente.
Quizás conozca a otros en su predicamento. Si tienen SIDA estarán salivando con
tal de llevarse una tajada del dinero, esos tratamientos son caros. No vivirán
si son atrapados y van a juicio, no el tiempo suficiente al menos. Es
prácticamente un problema que se soluciona por sí mismo. Me pondré a trabajar
desde ahora.
-
Hay otra cosa.- Dijo Shannon, acomodándose la corbata.- Miranda Boddicker.
-
¿Ésa quién es?- Sean odiaba cuando George empezaba por el medio y no por el inicio.
-
¿Te acuerdas de mi primo Rick?
-
¿El de obras públicas? Buen chico, un maldito degenerado, pero un buen chico.
-
El mismo. Se enteró que la ampliación del metro llegará a la avenida Oceanic.
Se llamará Oceanic View.
-
Que nombre más idiota.
-
Sí, pero eso no es lo que importa. Miranda Boddicker, concejal de distrito,
escogió el lugar, ¿adivina quién es dueño de los edificios y condominios en esa
cuadra?
-
¿Rath?
-
Ajá. Hijo de perra tiene una mina de oro. Están hechos una ruina, pero no
podemos quemarlos y comprarlos. Boddicker puede hacer que se clausuren y se
pongan a la venta, los compramos con el mismo dinero de Rath y listo.
-
¿Puedes disuadir a Boddicker?
-
He oído que está a la venta en casi todo, si no puedo llegar a un acuerdo
monetario la extorsionamos con algo, lo que sea. Está en oficina pública, esos
son fáciles de manchar.- Shannon tomó el periódico de uno de los gabinetes de
archivos y les mostró uno de los titulares en el interior. La historia era
sobre un negocio de prostitución ligado al departamento de transportes y tenía
una fotografía suya.
-
Está subiendo como la espuma, no querrá que le encontremos algo sucio.- Sean
bebió de su cerveza y sonrió hasta que tocaron la puerta y un obrero entró.- ¿Dije
que podías pasar?
-
Pensé que querrías saber esto.
-
¿Qué pasa Mickey?
-
Sharon y sus dos amigos que venden en ese club nocturno…
-
¿Qué pasa?
-
No contestan llamadas, fueron a sus casas, no los encuentran. Desaparecieron.
Uno de los vecinos dijo que secuestraron a Sharon cuando regresaba a casa. No
la reportó porque sabe lo que hace.
-
Red, hijo de perra, siempre quiso vender en el Gerry’s. Sigan buscando, llama a
Joey que pase por mí, los vamos a encontrar o empataremos el juego. Y tú no
digas nada George, nada de esperar y ver. No lo voy a consultar con Primo, es
nuestro socio, pero a veces tienes que hacer las cosas tú mismo.
El hipódromo estaba a reventar. El
lugar entero apestaba a heces de caballo, cerveza rancia y sueños destrozados.
Las oficinas generales se encontraban cerca de los palcos, pero la verdadera
oficina estaba cerca de los establos. Holly manejaba el lugar desde hacía
tiempo, los dueños habían sido silenciados con sobornos e intimidación. No le
temían a Holly, una mulata simpática de cabello rizado, pero se ponían pálidos
cada que ella hacía una referencia a Bill, aunque fuera de pasada. Lavaban
miles de dólares al día y de vez en cuando arreglaba las carreras. Su padre la
había llevado al hipódromo de pequeña, era un apostador compulsivo y ahora ella
controlaba el lugar.
Tray-tray entró a su oficina con una
mochila de deportes que prácticamente doblaba su esbelto cuerpo, pues estaba
atiborrada de billetes. Diariamente pasaba por ahí, a veces dos veces al día.
Cuando Primo dejara de suministrarle a los irlandeses y se la diera a él y a
Ruíz haría ese viaje tres o cuatro veces al día. Tray-tray había estado en la
pandilla en la que Bill mató a Biker, el jefe, y le había seguido desde
entonces. Se llamaba Tremont, pero quería que le dijeran Tray, el problema es
que tartamudeaba de chico y siempre se le salía decir Tray-tray. Red llegó diez
minutos después mientras Tray-tray y Holly platicaban de tonterías.
-
Míralo Tray-tray, me anda engañando y se pavonea como si nada.- Bill sonrió
inocentemente. No tenían ninguna relación estable, aunque a Holly le
encantaría.- He oído que tiene a una blanquita que come de su mano.
-
¿Quién dijo que era blanca?
-
Contigo siempre son blancas.
-
Hieres mi corazón preciosa. ¿Todo bien?
-
Perfecto, y Tray-tray sigue trayendo dinero. Ruíz ya la cortó y la puso en la
calle. Es rápido.
-
En este negocio hay que serlo.
-
¿Cuándo empezamos a movernos?- Preguntó el flaco Tray-tray.
-
Cuando los irlandeses hagan su parte. Matarán a Rath o viceversa, no importa.
Un lado contra otro, así se ganan las batallas que importan. Primo está
cumpliendo con su parte del trato, tienen más producto de lo que saben qué
hacer con ella. Oí que empiezan a reclutar agentes independientes porque los
irlandeses no se dan abasto.
-
Hablando de eso, Gerry’s está desocupado.
-
¿De qué hablas?
-
Es un buen lugar y pensé que sería bueno hacer algo al respecto. ¿Los tres
irlandeses que vendían ahí? Unos amigos los secuestraron en la mañana. Son
blancos, así que no creerán que…
-
¡Idiota!- Bill lo levantó del cuello y por un momento vio rojo. Sabía que
Tray-tray nunca hacía nada con mala intención, pero también sabía que no era
Ruíz. Ruíz era un guatemalteco calmado e industrioso que pensaba dos veces
antes de ir al baño.- ¿Están vivos?
-
Sí, creo que sí.
-
¿Crees que sí?
-
Les dije que me esperaran.
-
No quiero una confrontación abierta con ellos, no aún. Vas a ir ahí, les vas a
dar dinero y los sueltas. Saca unos cuatro o cinco mil de ese bolso.
-
¿Para qué? Sabes que lo haremos de todas formas.
-
Tiene un buen punto Red.- Bill se calmó, soltó a Tray-tray y le alisó la
playera de football.
-
Aún no. Primo está quedando bien con ellos para saber dónde están todos. No me
importa donde están tres de ellos. Sé que tenemos ojos en las calles, pero
sabes bien que los mejores lugares son los bares y negocios. Ésa es la
información que Primo va a conseguir. Hacemos un ’88. En una noche sacamos a
todos del tablero, o a tantos que los demás captarán el mensaje y se irán de la
ciudad. No quiero peces pequeños cuando podemos drenar el lago.
-
Está bien, está bien.- El flaco sacó dinero y se lo guardó en los bolsillos.-
Voy para allá.
Victor Rath y Sasha cambiaron de
autos en dos estacionamientos diferentes y manejaron hasta una agencia de
viajes cerca de la central de autobuses. El lugar estaba en una hilera de
comercios venidos abajo o clausurados. Sasha era una rubia de rasgos poco
marcados que normalmente no parecía preocupada, pero ahora estaba nerviosa.
Nunca había conocido al conecte de heroína. Victor le explicó que Ezra Singh
aún tenía contactos militares para meter cosas al país desde Europa y Medio Oriente.
La secretaria del lugar reconoció a Rath y asintió, dejándoles pasar a la
trastienda. La mujer tenía una escopeta en el regazo por si acaso. Ezra nunca
estaba solo, tenía a un par de soldados de su vieja unidad que se salieron
junto con él. Ezra Singh, de pelo cano y afables modales parecía el abuelo
prototípico. Les invitó a sentarse frente al escritorio con un águila calva de
madera, una pequeña bandera y una computadora. Sasha se encargaba de las
finanzas de Victor, ella hacía los depósitos y transferencias pero nunca había
conocido a Singh. No se imaginaba que se parecería tanto a su abuelo.
-
Ésta debe ser Sasha Kint.- Le extendió la mano y Sasha le saludó cortésmente.
No quería saber cómo era que lo sabía. Los soldados la ponían nerviosa, pero el
hombre inspiraba calma.- ¿Cómo marcha todo?
-
Bien, sin contratiempos.
-
Es bueno escucharlo. Tengo un 20% extra del que no hablamos la última vez y que
me lleve el diablo si voy a levantar el teléfono. No señor, no se llega a mi
edad por falta de cautela. ¿Será un problema?
-
No, claro que no.- Singh apuntó la cantidad de kilos y la cantidad de dólares.
Nunca se decía en voz alta y siempre quemaba el papel sobre el que escribía por
si acaso. Sasha usó la computadora para mover el dinero de una cuenta a otra.
Rath no esperaba ese aumento adicional, los irlandeses no serían suficientes
pero nunca se lo diría a Ezra.
-
Muchas gracias querida.- Les pasó panfletos de viajes para que salieran de la
oficina como si hubieran ido a ver una verdadera agencia.- El lugar no ha
cambiado. ¿Cómo está la familia?
-
Cassie es una adolescente, así que… Tenemos eso, pero todos pasamos por esa
etapa. ¿Qué tal sus nietos?
-
Jim saldrá de West Point este año, con honores. Mi hijo Abe no podría estar más
feliz.
-
Como siempre, si están en Malkin y necesitan algo, lo que sea, estoy ahí.
-
Gracias por la oferta Victor.- Se dieron la mano y salieron de la oficina. Los
soldados no movieron ni un músculo. Salieron a la calle y Sasha respiró
agitada. Victor condujo y le encendió un cigarro.
-
Ese viejito afable podría decidir matarnos a todos el día de mañana y seguiría
igual de tranquilo.- Manejó unas cuadras y se detuvo en el estacionamiento de
un tienda de donas. Salió del auto sin decir nada, Sasha le siguió en silencio.
No era común en él ese comportamiento.- Es precavido, vive temiendo que le
pongan un micrófono. Tengo que pedirte algo y si ese auto tiene un micrófono…
No lo quiero ni imaginar.
-
¿Qué ocurre?- Se sentaron y pidieron café y donas de chocolate.
-
¿Qué tan protegidas están las cuentas de las islas Caimán?
-
Tan protegidas como siempre. Sabes que no podemos meter todo al banco, pero…
-
Hubo un robo ayer, tres ladrillos de mercancía pura. Rezner y Dave dicen que
fueron tres yonquis. Primo averiguó, están muertos por sobredosis, pero la
mercancía no está.
-
Menos mal que no le dijiste a Singh.
-
No confío en Primo, ni en Rezner, Dave o el Rat Pack. Tres yonquis no adivinan
dónde guardamos parte de nuestro inventario, no, alguien abrió la boca.- Sasha
se sorprendió al oírlo hablar así.- En otras circunstancias pensaría que Rezner
quiso hacerse de dinero extra, pasa todo el tiempo. Naturaleza del negocio. No
estamos en esas circunstancias. Como están las cosas sólo puedo confiar en Ken,
en Big Bob y en ti.
-
Vic, gracias… Es decir, es horrible pero… ¿Tony?
-
Tengo mis motivos. Ken no podría con lo que te voy a pedir, lo quiero como a un
hermano aunque no se lo demuestre, y Big Bob está en Boston. Oficialmente
buscando conecte de coca, lo que no está muy alejado de la realidad.
-
¿Y extraoficialmente?
-
Buscando al mejor cirujano plástico del país que pueda guardar un secreto hasta
su tumba.
-
¿Vas a cambiarte la cara?- Rath le pasó una fotografía por debajo de la mesa y
Sasha la estudió.- Vic, no te vas a parecer a este sujeto.
-
Quiero que lo hagas personalmente, tú sola sin decirle a nadie. A nadie. Ni a
tu esposo.
-
Nick es…
-
Ni a tu esposo, ni a tu perro. Operamos bajo la presunción que Primo nos
observa en todas partes y escucha todo. Si Dave está comprometido… Significa
que tiene brazos largos. Rezner es un idiota, cualquiera puede convencerlo que
el hada de los dientes existe. El Rat Pack… Son unos matones como los que
encuentras por docena.- Bebió el café mientras Sasha absorbía la información.
-
OK… ¿Qué hacemos con Primo? Puedo invitarlo a cenar, algo de veneno en la
pasta…
-
No. Si no lo manejo con cuidado tendremos guerra civil, tiene gente demasiado
leal a él. Singh confía en mí porque sabe que manejo una casa silenciosa, una
organización silenciosa. Si la casa se prende fuego irá con Sean Mallory, o más
probablemente con Bill Red. Él es quien realmente puede mover el producto y
lavar el dinero más rápido que Mallory y su pandilla.
-
Lo que necesites entonces. ¿Qué hago con esto?
-
Busca a alguien que se parezca a él. Sin antecedentes penales, de preferencia
sin familia, o sólo con familia lejana y con pocos amigos. Busca en anuarios,
no sé, pero es de vida o muerte.
-
Yo me encargo.
-
No tiene que ser idéntico, pero sí muy parecido.- Bebieron café y comieron un
rato en silencio. Sasha nunca lo había visto así de nervioso. No lo había
conocido de cuando empezaba, sólo había escuchado historias del ’88.
- Vic, cuando… Cuando me sacaste de la calle
me prometiste que me pondrías en la Universidad, me prometiste una vida como la
que jamás había soñado. Sólo quiero que sepas que daría mi vida por ti. No
habría conocido a Nick de no ser por ti… Ya estaría muerta.
-
La vida vale una bala Sasha, no es costosa. ¿La lealtad? Eso no tiene precio.
3.-
Clyde Ford había estado buscando a
Raúl Bolívar en el Bongo todos los días. Joe Bongo le aseguraba que siempre
pasaba por ahí. El Bongo era un bar de mala muerte que llevaba abierto desde
los 70’s, un refugio para ladrones y parias. Joe no era el primer propietario,
había habido otros, pero siempre se cambiaban el último nombre a Bongo, de modo
que ni siquiera sabía si Joe era su verdadero nombre. No sabía si le decía la
verdad y sospechaba que Joe lo odiaba. Clyde sospechaba que todos los negros lo
odiaban, en parte porque él odiaba a los negros. Una vez trabajó con un negro,
experto en escapar en auto. El hijo de perra se asustó al oír disparos y se fue
dejándolos detrás. Hizo cinco años gracias a él. Se vengó como la mafia
irlandesa de antaño lo hacía en Malkin. Le clavó las manos a las vías del tren
y fue arrollado. Todos supieron que fue un irlandés y desde entonces dejó de
emplear negros. No tenía problemas con los latinos, para Clyde eran como
irlandeses, inmigrantes que trataban de ganarse el sustento como pudieran.
Creía que nunca llegarían a mucho, no habría un presidente latino como ellos
habían tenido a la dinastía Kennedy, pero no les hacía el feo. En Clyde eso era
lo mejor que se podía esperar.
Raúl Bolívar llegó al Bongo y habló
con el cantinero Joe. Le dijo del racista irlandés que le esperaba en una
esquina. Bolívar era un hombre ancho, aunque de baja estatura, estaba pálido
por el SIDA aunque se cuidaba muchísimo. Le temía a la muerte casi tanto como a
la pobreza y, desde que se había contagiado, su empleador más constante, Sean
Mallory, había dejado de darle trabajos. Había estado pidiendo dinero prestado
a su hermana en Guatemala, cuando la situación debía ser la reversa. Lo
detestaba en el fondo, pero necesitaba el trabajo. Ya no extendía la mano para
saludar, la gente sabía que estaba enfermo y temían contagiarse por meramente
tocarlo. Clyde fue directamente al grano sin dar muchos detalles. Se trataba
del robo de una bóveda en un edificio, cuarenta millones o quizás más.
-
Difícil, pero no imposible.
-
Has hechos cosas más difíciles Raúl. Quiero gente motivada.
-
¿Por esa clase de dinero quién no? Puedo conseguirte al mejor grupo de ladrones
que hayas visto.
-
Ahí está el otro aspecto difícil. Tiene que ser un equipo que realmente
necesite el dinero, hablo de gente con SIDA. Gente que sepa, a ciencia cierta,
que no hablará con la policía.
-
El tratamiento en prisión es nulo, no viviríamos al juicio.
-
Exactamente. Suficiente dinero para todas tus medicinas y demás. Luego de esto
tendrán dinero para vivir en una burbuja de plástico el resto de sus días. Has
trabajado con prácticamente todos los profesionales de Malkin, quizás tengas
mejor suerte que yo.
-
Veré quién ha tenido mala suerte Clyde.
-
Y necesito un hacker, seguramente habrán alarmas.
-
Dejaré recados en los lugares que conozco y haré llamadas.
-
No me menciones, ya sabes cómo funciona.- Clyde le soltó un clip de dinero.-
Hay como diez o doce mil dólares ahí, engrasa las manos que necesites y
cómprate algo lindo.
-
Lo he hecho antes Clyde, saldrá bien.- Tenía sus dudas sobre reunir el equipo,
y la certeza que no saldría bien. Quería clavarle un cuchillo en el ojo, pero
prefería ver qué piezas estaban en juego.
Tony Primo llegó en la tarde a la
casa de Victor Rath. Red había matado de una sobredosis a los yonquis que
habían recogido el paquete, ahora era cuestión de decirle que habían sido
agentes independientes. Sabía que no se enteraría de la mercancía que Red
moviera, no tenía el oído en el suelo y ése siempre había sido su talón de Aquiles.
Se había olvidado de cómo habían llegado hasta ahí. Tony lo recordaba
perfectamente.
-
Ya están poniendo la mesa y la comida está lista, pero mi marido no ha
llegado.- Le ofreció una línea de su espejo y Primo declinó.- Su majestad
llegará tarde, como siempre.
-
No importa esperar. ¿Cassie cena con nosotros?
-
Se está por ir.
-
Me voy a despedir.
-
Siempre tan atento Tony.
-
La familia viene primero Sarah.- La buscó en su cuarto y tocó la puerta antes
de entrar. Cassie tenía un abrigo largo, sabía que traería un vestido miniatura
para verse con Bill Red. Ella quedaría bien posicionada cuando las piezas
encajaran.- Virgen Santa, ¿qué le hiciste a tu fleco?
-
¿No te gusta?
-
¿Idea de Bill?- Cassie se quedó quieta un segundo y luego fingió que no sabía
de quién hablaba.- Tengo que hablar contigo de eso, sé que te estás viendo con
Bill Red. No es exactamente… Inteligente, pero tampoco es un enemigo de tu
padre. Ten cuidado, si yo me enteré, él podría enterarse también.
-
No es mi padre. ¿Le dirás?
-
No, qué demonios. Me caes bien.- Se sentó en una orilla de la cama y la miró
con tristeza.- Es una tragedia realmente. ¿Tu mamá te da problemas? La gente
que se engancha… No siempre piensan del todo bien, pero te quiere, ¿lo sabes,
no es cierto?
-
Lo sé.
-
Nunca me gustó lo que Vic… No, olvídalo. Diviértete y si tienes algún problema
me hablas.
-
No, espera, ¿qué ibas a decir?
-
Es sólo que… No sé, quería esperar a que fueras mayor.
-
Ya soy mayor.
-
Vic es un poco inseguro y es una tragedia que haya tenido que hacer lo que
hizo… Ya sabes, enganchar a tu mamá al polvo blanco. Esa caspa del diablo te
frita el cerebro. No la quería perder, eso era todo. No quiero creer que lo
hizo por su dinero nada más, no creo que haya sido por eso.- La abrazó con
ternura y la dejó ir.- Los hombres somos capaces de todo Cassie, incluso un
hombre seguro de sí mismo como Red.
Cassie se despidió y salió en su
auto pero no dejaba de pensar en lo que Primo había dicho. Le creía, eso era lo
peor de todo. Sabía que Victor Rath era capaz de matarla, porque era capaz de
todo. Ella también era capaz de todo y lo demostraría. Le mostraría al mundo
que era más lista que Victor Rath y más eficaz que cualquier hombre. Manejó al
club Abstract para verse con Bill Red. Reconoció a Tray-tray, era el único en
jeans, playera y tennis. Siempre lo veía con joyería que valía más que su ropa,
pero no tenía sentido de la moda. Le acompañó por la parte trasera, cruzaron
las bodegas donde se hacían apuestas hasta las mesas VIP donde Red la besó y
cargó como trofeo.
Red siempre la trataba como princesa
y Cassie estaba encantada. Era el opuesto a todos los hombres que había
conocido. Sabía que, pese a lo que dijera Tony Primo, era el verdadero enemigo
de Victor Rath. Quizás el único capaz de reemplazarlo, de conquistar el
submundo de Malkin. No entendía por qué no lo hacía, por qué no iba tras los
irlandeses que eran aliados de su padrastro. Sabía que Red había empezado en
Morton con unos cuantos dólares y un cuchillo, ahora era millonario, pero podía
llegar a ser más. Sin embargo ella le ayudaría sin que lo supiera, apretarían a
Victor Rath por ambos lados y haría orgullosa a su madre.
Pasó la noche bebiendo lo menos
posible y alerta de lo que pasaba a su alrededor. Bill se codeaba con gente que
ella no conocía y sabía que hablaban negocios, sin embargo estaba más
interesada en Tray-tray, quien entraba y salía del baño de hombres, cada vez
acompañado de alguien diferente. Tenía sentido, si quería planear algo, ese era
el único lugar donde podría escuchar bien. Se excusó a la larga fila del baño
de mujeres y se encendió un cigarro con algunas chicas para estar cerca de la
puerta del otro baño. Necesitaba escuchar. Estaba por rendirse, su plan no
tenía forma ni método, hasta que Tray-tray le chifló a un par de sujetos que
escondían sus automáticas en sus chamarras.
-
Avenida 40 en Morton.- Les gritó Tray-tray. Cassie podía escucharlo apenas y
estaba bien resguardada entre la oscuridad y la fila de espera.- Ya me dijeron
dónde está. Los ladrillos del segundo cubículo del baño se zafan, se llama
“Hemlock” el lugar. Cambian de turno a las dos.
Cassie terminó su cigarro, su mente
trabajando a mil por hora. Sabía lo que tenía que hacer. Forzaría una guerra
entre los aliados de su padre y los hombres de Bill Red, de ese modo Victor
Rath tendría que escoger y ésa sería su perdición. Red necesitaba un incentivo
y se lo daría. Esperó veinte minutos antes de regresar a su mesa, sorprendiendo
a Red con besos en la nuca. Le susurró algunas frases obscenas y él la cargó
hasta la bodega. Todos se fueron al verle, era obvio que necesitaban
privacidad. Cassie estaba extasiada de estar en sus brazos y de saber lo que
tenía que hacer. Algún día lo sabría, algún día se lo agradecería.
-
Eres fantástico Red.- Se
quedaron en el sofá desnudos y besándose hasta la media noche. De vez en cuando
alguien tocaba la puerta y Bill los echaba de un ladrido.- Deberíamos irnos de
vacaciones, tú y yo.
-
Algún día Cassie, ¿adónde te gustaría ir?
-
No sé, lejos. Muy lejos. Después, ahora no, ya sabes. No puedo desaparecer.
-
¿Por tu padrastro?
-
Al diablo con él, por mi mamá. No quiero dejarla sola. Nos entendemos, no
siempre fue así.
-
La familia es importante, en cuanto salí de Morton saqué a mis padres de ahí.
Ganaban centavos en una maquila ilegal, ahora están en Maine y les mando dinero
para que no tengan que trabajar nunca más. Yo no puedo irme, pero algún día me
tomaré vacaciones.
-
Sería lindo mandar a mi mamá a Maine, he estado ahí, es precioso lugar.- Decía
Cassie mientras se vestía.- Necesita limpiarse, aire puro, estar lejos de su
marido.
-
Le compré a mis papás un club de golf para que no se sintieran inútiles. Son
pésimos para los negocios, quizás Sarah podría hacer rentable el lugar. ¿Sabe
mucho de eso?
-
¿De clubes de campo? Pasa media semana ahí, cuando no está de compras o con sus
amigas.- Besó a Bill de despedida.- Nos estamos viendo guapo.
Entró a su auto, se vistió con su
abrigo. Destacaría en Morton cualquier día de la semana, pero con el maquillaje
corrido y con ese vestido la tendrían por prostituta. Se detuvo en una farmacia
para comprar veneno para ratas y manejó al Hemlock, un ruinoso restaurante de
dudosa clientela. No podía ver al dueño que tenía una escopeta escondida bajo
su silla, ni a los matones que circulaban por el lugar. No estaba acostumbrada
a ello y no lo veía necesario. Ordenó una hamburguesa y un café. Estaba cansada
por el sexo y olía casi tan mal como el restaurante. Nadie la miró dos veces.
Comió con calma y fue al baño en una esquina. Entró en silencio al baño de
hombres rezando porque estuviera vacío. Entró en el segundo cubículo, zafó los
ladrillos y encontró una bolsa de basura con pequeñas bolsas de cocaína. Las
espolvoreó con el mata ratas blanco tan rápido como pudo, regresó todo a su
lugar y salió de regreso a su hamburguesa. Tenía una hora antes del asalto, no
quería estar ahí para verlo. Pagó con propina y se fue caminando con calma
hasta su auto. Podía ver a su madre ayudando a los padres de Bill a manejar el
club de golf. No tenía por qué saber lo que había hecho. Podía guardar un
secreto, era su especialidad. Cassie ya no estaba cuando entraron seis sujetos armados
al restaurante. No vacilaron en disparar y herir a tres. Robaron la droga y se
fueron. Cargaban con veneno y no tenían ni idea.
Avisaron a Sean Mallory minutos
después de perseguir a los ladrones hasta una camioneta que salió huyendo a
toda velocidad. El irlandés maldijo y gritó hasta quedarse ronco. Siempre
disputaban Morton con Bill Red y su pandilla, pero nunca les habían dado un
robo como ese. Despertó a Clyde Ford para que se apurara con el robo, no podían
esperar mucho tiempo más. La siguiente llamada fue a Primo, quería una muestra
de fuerza, mandar el mensaje que el sindicato irlandés no era cosa de juego. Se
sentía ridículo llamando a Primo para algo como eso, quería armar su escuadrón
de la muerte y cazar a Red personalmente pero en el fondo sabía que tenía que
jugarla inteligente como Primo sugería. Tony sugirió una reunión con Victor
Rath, al menos podrían llegar a un acuerdo monetario. Primo sabía que Sean
quería más que eso y, efectivamente, la mañana siguiente demandó que le
prestaran hombres.
-
Nuestro trato nunca incluyó cocaína.- Dijo Victor, encendiéndose un cigarro en
el remolque en una de las construcciones del irascible irlandés.- Podemos
venderte armas en descuento.
-
¿Venderme? Somos socios Rath.- Le gritó a Victor, pero la intención iba hacia
Primo.
-
Rezner tiene amigos en la mafia rusa de Los Ángeles, está sentado sobre una
armería.- Dijo Tony.- Íbamos a venderlas a los bikers, pero no son de
confianza.
-
¿Cómo sé que no fueron ustedes los que orquestaron el robo para venderme
armas?- Victor se alisó la corbata y fumó tranquilo.- Si quisiéramos venderles
armas, esos hombres no estarían heridos, habría sido un matadero. Llama a
Rezner, por cada caja de Kalashnikov que compres te damos una caja de pistolas
automáticas limpias, las que no se pueden rastrear. Mis amigos en la policía
las acaban de entregar. Es buen negocio Sean, no dejes que ese humor arruine
una oportunidad. Tú y yo investigaremos quiénes fueron, están muertos.
-
Eso es obvio.- Dijo Sean.- Hijos de perra no saben con quién se están metiendo.
-
¿Tenemos un trato?
-
No tengo mucha opción.
Se dieron la mano y caminaron hasta
el auto. Primo calculaba cuánta heroína podía regalarle a Sean Mallory sin que
Rath ni sus personas de confianza se dieran cuenta. El negocio de las armas no
sería suficiente y quería mantener al irlandés de su lado, al menos hasta el
robo. Después le tendería la trampa a él, o a Victor, o a ambos. Entraron en el
Mercedes de Victor y salieron del edificio en construcción.
-
¿Qué opinas Vic?
-
No sé, pudieron ser ellos mismos. Sean está cada vez más errático y menos
concentrado en los negocios. No tiene nada que hacer en Morton.
-
Morton hispano.
-
Aún así Tony, está buscando pelea con Bill Red aunque lo niegue.
-
Rezner llegará al fondo del asunto. No va a esperar para siempre, ¿lo sabes, no
es cierto?
-
¿Sean?
-
Sí, Sean.
-
Sean no necesita mi bendición para cometer suicidio. Es Red.
-
¿El del robo?
-
Quizás, quizás no. Pero es Red a quien debemos observar. No irá tras nosotros.
No, primero atacará a los irlandeses. Tiene que quitar a Mallory del tablero,
no hay manera en que puedan hacer una alianza. Seremos árbitros, no somos los
Azzarello Tony, hay suficiente espacio en Malkin para todos nosotros.- Tony se
encendió un cigarro y reprimió una sonrisa. Sabía cómo iría la conversación.
Victor decía exactamente lo que sabía que diría. Se había vuelto predecible y
eso, en última instancia, sería su perdición.- Partiremos el pan con ambos,
podemos hacer negocios con ambos.
-
¿Y si sucede lo peor?
-
Declararle la guerra a Red es un paso en falso, no tenemos la cantidad de
hombres para una pelea callejera. No podemos hacerlo como en el ’88. No, sólo
si está desgastado de su pelea con Mallory, entonces tendremos la oportunidad.
Pasó casi una semana antes que
George Shannon pudiera verse con la siempre-ocupada Miranda Boddicker, concejal
de distrito. Todos los días Sean le urgía para que hablara con ella, pero
Shannon siempre fue más tranquilo que Mallory y sabía cómo se hacían negocios
en la ciudad. Había un tiempo de espera que mostraba dedicación y seriedad.
Cuando la secretaria de Boddicker le dijo que estaría disponible al final del
día laboral supo que ya le habían investigado y había pasado las pruebas. La
acompañó a su oficina elegante y se sentó con el portafolio sobre sus piernas.
Boddicker le saludó cortésmente y haciendo excusas le pidió que fuera
directamente al grano.
-
El metro Oceanic View que será anunciado en seis o siete meses.- Dijo George,
como siempre empezando desde la mitad.- El consorcio al que represento tiene
interés en un tema relacionado al metro.
-
Ya veo.- Mientras ella le mandaba investigar, George Shannon había hecho su
tarea.- ¿Qué tema sería ese?
-
Hay una serie de propiedades en esa cuadra.- Sacó expedientes de su maletín y
se los mostró. Eran los edificios y condominios de Victor Rath.- Unas ruinas
que mis empleadores desean comprar antes del anuncio.
-
¿Y para qué venir a mí?
-
El dueño no las venderá, sospecho que sabe que tiene en sus manos unas minas de
oro. La renovación de la zona triplicaría el valor en cuestión de dos años.
Usted, sin embargo, podría considerar que estas propiedades deberían ser
clausuradas. Si se fija en los expedientes verá que ha habido quejas y que es
un milagro que cualquiera de ellas pasara las inspecciones.- Miranda Boddicker
podía oler la oferta de dinero. Miró los expedientes aunque los conocía bien.
Si el precio era el correcto no le diría a Victor, la decisión de clausura
podía ser maquillada a través de quienes le debían favores. Rath no tenía por
qué enterarse.- Por su acto de generosidad mis empleadores estarían dispuestos
a donarle cuatro millones, además de un 15% del precio de venta cuando las
propiedades sean adquiridas. Es una oferta más que generosa.
-
No, generosa sería si fueran ocho millones. Tirarán los edificios y harán
nuevos con rentas que serán cinco veces lo que eran antes. El 15% del valor de
compra serán centavos, valen nada esos lugares. Al menos valen nada ahora,
antes del anuncio público. Si va a ofrecerme cuatro millones, quisiera 15% del
total de rentas de los nuevos edificios.
-
Podríamos subir a cinco millones. Mis empleadores no pueden prometer un
porcentaje en las rentas de los nuevos edificios. Aunque este negocio abriría
las puertas a nuevas oportunidades.
-
Seis, en efectivo.
-
Seis me parece razonable.- Se dieron la mano y sonrieron. Shannon podría haber
consentido hasta siete. Miranda, por su lado, sabía que Victor se beneficiaba
del asunto sin incluirla. La había electo y le pagaría las próximas elecciones.
Le servía tenerlo cerca, de modo que tendría cuidado de no dejar un rastro
hacia ella. Fingiría una traición entre sus aliados por la clausura de los
inmuebles y Victor no se enteraría.- Tiene un mes, no será fácil clausurarlos.
-
No será problema.
Shannon regresó a su auto y mientras
el chofer manejaba de regreso a su oficina usó el teléfono para comunicarse con
Clyde. El sindicato no tenía seis millones de dólares para regalar en una
inversión de largo plazo, pero Clyde y sus ladrones podían conseguirle el
dinero. Tendrían suficiente para la clausura, compra y renovación de la cuadra
entera. Clyde le aseguró, en su manera cortante habitual, que podía conseguirle
esos seis millones fácilmente.
-
Hablaré con Sean, ¿tienes el equipo?
-
Ya está, dile que no fue fácil pero lo tengo.
-
¿Primo cumplió su promesa?
-
Sustituyó lo robado con heroína pura, son unos diez mil dólares. Al final nos
convino, he oído que los yonquis de Red han estado cayendo como moscas.
-
¿Por qué?
-
Estaba envenenado el producto. No sé si fue una bendición de la Vírgen o pura
suerte.
-
No creo en la suerte.
-
Pues fueron los hombres de ese negrata, Tray-tray. Deja que él cargue con la
culpa.
-
Aún así, nuestro conecte podría jugarnos chueco, mandé revisar el resto del
producto. Primo dijo que Big Bob estaba en Boston, lo corroboré con unos amigos
de ahí. Está buscando un conecte de cocaína. Podría estar relacionado, pero
cruzaremos ese puente cuando sea momento. Tenemos un mes Clyde.
-
¿Estoy sordo George?- El mal humor volvía a aparecer.- Te oí la maldita primera
vez. Dije que sería difícil, no que sería imposible. Cuando hables con George
dile que todo estará hecho para entonces.
Clyde Ford colgó el teléfono de su
oficina y se reunió con su equipo de ladrones en la parte de atrás. Raúl
Bolívar se había tardado tanto que por un momento pensó que estaría fuera de la
ciudad, pero los había conseguido. Sean a veces pedía lo imposible y era su
trabajo hacerlo posible. No estaba cómodo trabajando con extraños, pero por
cuarenta millones tenía que hacerlo. Únicamente conocía a uno del equipo, Tommy
Mackey. Tommy era un muchacho listo que había trabajado para él, sin saberlo,
en más de una ocasión y se manejaba como un profesional. Le daba lástima tener
que matarlo, pero así eran las cosas. Era hijo de una madame conocida, Claudia
Mackey. Normalmente era divertido, pero el SIDA había cambiado eso, había
bajado de peso y, aunque no estaba pálido como Raúl Bolívar, tenía ojeras y
parecía cansado.
-
Una lástima hijo.- Le dijo Clyde a Tommy.- Había oído de ti por Raúl.
-
Sí, por alguna razón creí que si me tomaba otro examen saldría negativo. Es el
cuarto que me saco y siempre es el mismo resultado.- Tenía la hoja del
resultado en sus manos. Una sentencia de muerte en forma de papel. La dobló en
un cuadrito y se la metió al bolsillo de sus jeans.
-
¿Rameras de tu madre?
-
No, jeringa. Ya lo dejé, digamos que esto te abre los ojos a muchas cosas.
-
Tommy es de confianza.- Interrumpió Bolívar, tratando de enmascarar el odio
hacia Clyde. Conforme hablaba les iba señalando.- También he trabajado con
Alfred Booth. Hicimos un par de trabajos juntos hace unos años cuando aún era
inspector de salubridad antes de contagiarse. Horatio Messner es el hacker que
pude encontrar, me han hablado bien de sus habilidades.
-
Que esté enfermo no significa que haya perdido el toque.
-
¿Messner de Chicago?- Clyde le miró despectivamente.- El trabajo de Garrick
hace dos años, ¿fuiste tú?
-
Hice mi trabajo, desactivé las alarmas e inutilicé la habitación de pánico. No
es mi culpa que haya salido mal.
-
Tres fueron a prisión por ese trabajo.
-
Yo nunca estuve dentro de la casa, no me lo pudieron demostrar y no hablé.
-
He estado en prisión porque uno de mis hombres no hizo su maldito trabajo. Si
se te cruza una idea equivocada no será el SIDA lo que te mate Messner.
¿Entendido?- El hacker asintió la cabeza con gravedad y Clyde se encendió un
cigarro, dejando que Bolívar siguiera nombrando a su equipo. No confiaba en
Messner, pero no tenía otra opción, Sean le pedía algo casi imposible de
encontrar.
-
David Berry viene recomendado por Joe Bongo, lo conoció en San Francisco. Benny
Mitchell hacía robo a mansiones, me lo recomendó Mac y podemos confiar en Mac.
Y por último Ray Smith, me pediste un piloto de helicóptero y aquí lo tienes.
No sé dónde conseguir el helicóptero.
-
De eso me ocupo yo. No saldrán por el lobby, no con todo ese dinero. Puedo
conseguirlo y pintarlo como helicóptero de noticias.
-
¿De qué se trata el trabajo?- Preguntó Bolívar.
-
En el piso cuarenta del edificio Bolton en Riverview, Baltic, están las
oficinas del National Bank. En esas oficinas hay una bóveda con más de cuarenta
millones de dólares. El tiempo será un factor, incluso si Messner desactiva las
alarmas de las oficinas. Si no pueden cargar con todo, quemen lo demás.
-
¿De quién es el dinero?
-
Eso no importa Raúl. La mitad es para mí, la otra mitad se lo reparten cuando
aterricen en la bodega de pieles que tengo en Columbia. No tienen un año para
pensarlo, lo quiero hecho y hecho bien en un par de semanas.
-
Me encargaré del reconocimiento del lugar, conseguir los planos y todo eso.-
Dijo Bolívar.- Es un trabajo de precisión. Nos pondremos a trabajar Clyde.
-
Eso espero.
Salieron de la lavandería por una
puerta trasera. Bolívar se sentía cada vez más inquieto con el trabajo. El
asunto con Messner le había sorprendido, nadie se lo había mencionado. Se fue a
casa preguntándose cuál sería el ángulo de Clyde. Ray Smith se despidió de
todos y cruzó la calle, le dio la vuelta a la manzana para asegurarse que nadie
lo siguiera y regresó a la lavandería. Clyde Ford le abrió la puerta trasera.
-
Hiciste lo correcto al llamarme cuando Bolívar te ofreció trabajo.- Entraron de
vuelta al cuarto y Ray se apoyó contra la pared.- No puedo confiar en Bolívar
con algo como esto, quiero que seas mis ojos y oídos. Raúl planea cada detalle,
es bueno en lo que hace, pero lo noto amargado y eso no me gusta. Lo organizará
todo en el Bongo, si se desvía de lo que me dice a mí, ahí se los hará saber.
Quiero que me digas todo lo que hace. Mantenle los ojos a él y a Mackey, son
muy cercanos. Tendrás otros seis millones cuando el trabajo termine.
-
Por esa cantidad los sigo hasta el baño.
-
No los pierdas de vista Ray.
4.-
Claudia Mackey tenía un próspero
negocio con mujeres que se movían de un edificio a otro. El tiempo y la presión
policial la habían hecho cuidadosa. Manejaba desde las callejeras hasta las
Escort de miles de dólares por noche. Le pagaban a tiempo y cuando tenía
problemas su hijo Tommy los resolvía. Desayunó con él en una de sus oficinas.
No tenía nada personal en ellas, siempre se estaba mudando para evadir a la
policía. Se movía inquieta en su sillón por más que Tommy trata de calmarla.
-
Hace dos años Raúl y yo asaltamos una tienda de ropa y joyería. Uno de los
empleados sacó un arma cuando nos íbamos. Lo pude ver una fracción de segundo
por el reflejo de la puerta de vidrio. Empujé a Raúl antes que le volara la
cabeza y salimos con vida por un pelo. Me debe la vida y es la clase de hombre
que se acuerda de esas cosas. No confío en Clyde, pero sí en Raúl.
-
No sé Tommy, con todo lo que está pasando suena como un riesgo muy grande.
Clyde trabaja para Sean Mallory, sabes que su temperamento es legendario.
-
Por eso quiero sondearlos.- Se terminó el desayunó y caminó a la cafetera para
servirse una taza.- ¿Puedes poner a algunas de tus chicas en eso? Cualquier
información es valiosa.
-
Sí, tengo algunas que me son leales hasta la muerte. ¿Cuarenta millones?
-
O más.
-
No sé… No creo que quieran repartir ese dinero, no a ajenos, usarían a sus
propios hombres.
-
Por eso quiero que uses a tus chicas. Me pareció que uno de ellos, el piloto,
Ray Smith, sólo le dio la vuelta a la manzana. No puedo estar seguro, pero no
le confío.
-
Esos irlandeses son capaz de todo.- Una luz roja se encendió sobre ellos. La
alarma silenciosa. Escucharon la puerta de metal cerrándose y se fijaron en los
monitores. Un escuadrón de la policía trataba de entrar, pero la puerta de
metal les mantendría ocupados por un buen tiempo.- No entiendo, le pagué a
Remy.
-
Lo vemos después mamá, tienes que salir de aquí.
-
Ven conmigo.- Tommy abrió un túnel secreto al fondo de la oficina y la empujó
para que entrara.- ¡Tommy!
-
¡Ve! Apuraré a las chicas.
El túnel llevaba a otro edificio que
tenía un agujero con dos escaleras de mano para llegar a la calle y escapar por
las callejuelas. Todas sus oficinas eran así. Nunca la atrapaban con las manos
en la masa y las pocas prostis dispuestas a dar a su empleador a cambio de una
sentencia reducida no la conocían más que por rumores, pues se manejaban por
intermediarios. Tommy era el arreglador, él era prominente. Claudia no se
preocupaba porque le hicieran hablar, le preocupaba las golpizas que solía
recibir. Tommy se deshizo de las armas y las drogas en el edificio y apuró a
las muchachas y a los muchachos. Le importaban poco los clientes, a ellos nunca
los procesaban. La policía derribó la puerta de acero y corrieron por los
cuatro pisos repletos de cuartos. Era uno de los burdeles que más dinero le
dejaba a Claudia Mackey. Tommy se enfiló a un túnel que iba en el sentido
contrario que la mayoría de las chicas y que su madre. La distracción serviría
el tiempo suficiente. Lo taclearon entre tres y lo arrestaron junto con dos
chicas que sabían lo que significaría la cooperación. Claudia las mandaría a
las esquinas y callejones. Ninguna de ellas quería ir ahí, les gustaba el
ambiente controlado y los clientes tranquilos. Nunca hablarían y sabían que
Tommy tampoco lo haría, sin importar la golpiza.
-
Thomas Mackey, estás bajo arresto hijo de perra.
-
Saldré en cuanto llegue el abogado, no es ilegal tener amigos.- El comentario
le valió un rodillazo al estómago y lo cargaron hasta una patrulla.
Cassie no podía dejar de sentirse
decepcionada por la falta de acción por parte de Red. Se daba cuenta ahora que
sería necesario algo más que unos yonquis muertos para incitar una guerra entre
los irlandeses y su novio. Había oído de la casa de empeños de Mick a través de
amigos de otros amigos. Era un lugar de la mafia irlandesa. El robo no había
sido suficiente, pero quizás un ataque frontal a uno de sus negocios haría el
truco. Al caer el sol se asomó por el callejón y esperó a que estuviera
despejado. El negocio era grande, ocupaba toda una esquina y tenía grandes
ventanales con televisores y joyería. Encendió el trapo de la botella de
gasolina y la lanzó con todas sus fuerzas. La botella atravesó el cristal antes
de estallar y corrió a su auto para irse por la callejuela antes que los dueños
pudieran salir. Escuchó a su padrastro hablando por teléfono con Sean Mallory. Sabía
que los irlandeses le urgían una guerra contra Red, algo que Bill podía
enfrentar y ganar. En la noche Tony
Primo llegó a cenar y mantuvieron la plática ligera hasta que Sarah y Cassie se
fueron. Cassie se quedó en el corredor del piso de arriba, escuchando por las
escaleras la discusión entre Primo y su padrastro.
-
El robo pudo ser Sean, pero no esto. Mick era uno de sus principales negocios.
Nadie vio nada, pero el consenso es el mismo.
-
Bill Reddington.- Dijo Tony y Victor asintió.- Había oído que el negocio fue
fundado por su abuelo o algo así. Es cosa de principios para él, no de dinero.
-
De eso no estoy convencido, ¿cuánta mercancía robada movían por el Mick? Clyde
no estará feliz de haber perdido a uno de sus principales negociadores. Conozco
a Sean, te hace creer que sus negocios más pequeños son reliquias familiares
cuando es de lo que más sacan dinero.
-
Da igual, lo hecho, hecho está. ¿Qué te dijo?
-
¿Qué crees? Quiere muerto a Red. Ken dice que no fueron ellos, al menos hasta
ahora nadie ha dicho nada. Sus muchachos habrían oído algo. ¿Qué hay del Rat
Pack?
-
Nada tampoco, pero ¿crees que le importe a Mallory?
-
No, claro que no. Hay muchas otras pandillas que quisieran lo que los
irlandeses tienen. Clyde tiene feroz competencia, pero Sean quiere que nosotros
hagamos su trabajo pesado.- Rath quedó en silencio un momento mientras servía
dos vasos de cognac.- Mallory sigue pensando en territorio, las cosas han
cambiado.
-
Red tiene casi todo.
-
Sí Tony, ¿pero qué tenemos nosotros que ellos no tienen? Tenemos jueces,
policías, políticos, bienes raíces por toda la ciudad, y eso es sólo lo legal.
Tenemos extorsión, algunos camellos que venden fuera de la ciudad a espaldas de
Mallory, algunos usureros, pero incluso si ellos tienen eso y más, como Red,
estamos en otro nivel.
-
¿Y crees que Sean lo vea así algún día? Conoces a ese bastardo irlandés, cree
que estás con él de la mano o en su contra. Red puede que actúe como tú dices,
pero Sean puede que venga directo por nosotros.- Tony terminó el cognac y
añadió.- Debimos matar a Bill Reddington cuando unió a los MK con el grupo de
Ruíz en Pacific. Ese fue el momento.
-
No es tan fuerte, el hipódromo, Red está haciendo una fortuna con ese lugar. Su
lugar más fuerte Tony, es su lugar más débil. Si llega a eso, si tenemos que a
fuerzas hacer algo respecto a un asunto que honestamente no veo cómo nos atañe,
ahí es donde atacamos. El idiota de Mallory iría tras sus soldados. No, vas
tras su dinero. Quemas el lugar, mandas investigarlo con nuestros contactos en
la política… Quien sea que esté realmente manejando el lugar y lavando el
dinero saldrá de la jugada y Red seguirá siendo lo que siempre ha sido, un
matón, un pandillero con aire de grandeza y sin el cerebro para dar el paso al
siguiente nivel.
Cassie sentía arder su sangre.
Victor se creía mucho mejor que Bill, cuando Red había construido todo con sus
propias manos. Tenía un imperio más grande que el de Rath y Primo, sin importar
cuántos jueces dijeran que tenían en el bolsillo. Los irlandeses eran unos
cobardes, igual que su padrastro. No darían batalla. Cassie era distinta, lo
haría por ellos. Red sufriría, pero sabía que se repondría, sabía lo fuerte que
era. Victor había mencionado lo que ella debía hacer ahora.
Tommy Mackey salió a la mañana
siguiente. No tenían nada y, en el fondo sabía bien que no querían encontrar
nada. Les era más rentable seguir demandando dinero. El escuadrón de Vicio lo
asustó a golpes y le dejaron dormir en una celda con los borrachos y los
yonquis. El detective Remy Faraday le alcanzó en la calle, él era el peor.
Vicio recibía su tajada, él quería otra aparte. Le puso el brazo sobre el
hombro como si fueran grandes amigos y con su usual sonrisa de estúpido le
saludó como si nada hubiera pasado.
-
No me digas que te asustaste por lo de ayer.
-
Recibes tu dinero Faraday, ¿se lo dices a tus amigos de Vicio?
-
¿Me vas a delatar?
-
No soy idiota.
-
Ése es el espíritu. No olvides que puedo encerrar a tu madre cuando se me pegue
la gana. He estado cosechando mis propias informantes, dirán lo que sea en el
juicio. No trabajan para Claudia, pero el jurado no sabrá eso. ¿Quieres que
mami vaya a prisión?
-
¿Cuánto le debes a tu ex Remy?, ¿estás tan desesperado?
-
Quiero el doble.
-
Una cosa es querer algo, otra muy distinta el recibirla. Lo usual más un 10%...
O puedes clausurar el negocio, enojar a tus propios compañeros y perder a la
gallina de los huevos de oro.
-
Necesito a Claudia Mackey, no al matón de su hijo. Dios no lo quiera y
despiertas muerto.
-
Si me despierto, no estoy muerto.- Dijo Tommy. Estaba por decir algo más cuando
en la otra esquina vio a Ray Smith espiándole. El estómago se le hundió. El
tiempo no podía ser peor, pensaría que trabajaba para la policía y Clyde lo
mataría.- 25% y es mi última oferta.
-
Cada mes chico listo o la próxima vez te planto un arma y te vuelo los sesos.
El detective Remy Faraday lo dejó en
paz y Tommy agarró el primer taxi que pasaba hasta su departamento. Llamó a
Raúl en cuanto entró. Le dijo sobre Ray Smith, ahora estaba seguro que había
dado la vuelta a la manzana para ir a ver a Clyde otra vez, y ahora le estaba
investigando. Era su oreja en un trabajo que ya de por sí era prácticamente
suicida.
-
Me lo temía Tommy. Maldito Clyde, escogió al piloto del helicóptero, al sujeto
que sin duda alguna necesitamos. Y tengo más malas noticias.
-
El día ya había empezado mal, ¿qué es?
-
Horatio Messner.
-
¿El hacker con lentes de fondo de botella?
-
Sí, Clyde no estaba feliz con él y me puse a investigar. Un amigo de Chicago me
dijo que arruinó el trabajo a propósito cuando sus compañeros no quisieron
aumentarle la tajada.
-
¿Alguna idea de a quién vamos a robar?
-
A alguien que tiene más de cuarenta millones de dólares en una bóveda secreta
en un rascacielos fortificado. ¿Quién crees que va a hacer? Mi dinero está en
Rath o en Primo, alguno de esos dos. Eso o algún político con muchos fondos de
campaña. De cualquier manera son malas noticias. En este instante sólo confío
en ti y en Alfred Booth. Lo conozco de antes que se enfermara, es sólido.
Nosotros tres, nada más. Quisiera poder darte buenas noticias gringo.
-
Yo tengo una buena, mexicano.- Tommy sonrió imaginándose la rabia de Raúl.
-
¡Guatemala es otro país!- Sabía lo orgulloso que era sobre eso. Le recordaba a
los irlandeses en ese sentido. Tommy se rió un poco, extrañaba a Bolívar.- Debe
ser una buena si te estás riendo.
-
Mi mamá puso a sus muchachas a hacer trabajo de reconocimiento. Le voy a llamar
para darle más instrucciones. Por ahora se concentrarán en los irlandeses.
Cualquier cosa que podamos sacar será bueno. Te diré lo que consiga, pero
nosotros tres Raúl.
-
Tres mosqueteros.
-
Eran cuatro técnicamente, ¿ese libro llegó a Sudamérica?
-
No es Sudamérica.- Tommy se río y Bolívar también.- Sólo espero que no sea
nuestro último trabajo juntos Tommy.
Tony Primo había pasado varios días
reorganizando sus conectes en la estación de trenes de carga de Viejo
Industrial, tenían a varios del sindicato y a otros supervisores en la nómina y
les alertaban de todo lo que pudieran robar o revender. Era buen dinero,
lamentablemente eso significaba estar pegado a Ken, quien normalmente se
encargaba de ello personalmente. Ken era leal a Victor hasta la muerte y se
había mantenido pegado a él tanto tiempo que no tuvo que cancelar su reunión
con Bill Red, algo que no quería hacer en momentos tan estresantes. Ken había
estado haciendo algo para Victor, aunque Tony no sabía que era, ni le importaba
mucho, era un soldado con más soldados a su cargo, tendría que tenderles una
trampa con cuidado pero no era tan difícil. Eventualmente terminaron de
engrasar las palmas y Ken le dejó en paz para mover lo robado.
Tony Primo se vio con Bill Red,
Holly y Lincoln en su empaquetadora de carnes. El lugar era un frente que Tony
mantenía bajo la supervisión del Rat Pack. Le decían así a la pandilla porque
uno de ellos parecía Sinatra y otro Sammy Davis Junior, incluso era un negro
judío. La reunión no llegaría a oídos de Victor Rath y era necesaria. Tenía que
mostrarle que él no estaba iniciando una guerra con los irlandeses. Recorrieron
el laberíntico lugar hasta el centro, escondido tras una pared falsa. Primo
abrió la bóveda de contraseña y con todas sus fuerzas la abrió para mostrarles
un depósito de lingotes de oro y caja sobre caja de diamantes.
-
Impresionante.- Admitió Lincoln.
-
Desde hace años fui convirtiendo mi dinero en oro y en diamantes.
-
Es tu manera de convencernos que no estás calentando las cosas con los
irlandeses.- Apuntó Red y Primo asintió.- ¿Qué hay de Victor?
-
Dudo que tenga los pantalones para hacerlo. Quiere que se maten entre ellos
para ser árbitro entre los dos o escoger al ganador. Yo ya escogí al ganador.
Rath sólo tiene a Ken, quien no es muy brillante. Sasha que está desaparecida
pero es una contadora nada más y Big Bob que sigue en Boston buscando un
conecte para traer cocaína. Yo tengo a la mayor parte de la organización. Sean
Mallory quiere una pelea, yo me encargaré de lo mío, conseguirte lo que
quieres, dejar que le roben casi todo el dinero a Victor y tenderle una trampa.
¿Seguro que no tienes a nadie en tu equipo que se esté metiendo con los
irlandeses?
-
Siempre ha habido mala sangre, pero nada como esto, no.
-
Tiene que ser Mallory entonces.- Se encendió un cigarro y acarició el oro.-
Propongo un negocio que tomará tiempo, quiero que te encargues de vender el oro
y los diamantes. Sé que conoces gente que lo mueve a mejores precios de lo que
yo podría conseguir. Quiero que Holly lave el dinero en el hipódromo y podemos
quedar en… ¿Cuatro centavos al dólar?
-
¿Cuatro centavos?- Le preguntó Red a Lincoln quien ya estaba haciendo los
cálculos. La calculadora humana estaba adivinando la cantidad de lingotes
multiplicado por el valor que conseguiría, casi del mercado, y restando hasta
que fueran cuatro centavos al dólar. Tenían que ser más de 9 o 10 millones, sin
contar los diamantes. No tenía que decírselo a Red, pues se figuraba que sospechaba
lo mismo, que Primo probablemente tuviera otras bóvedas de dinero además de sus
cuentas en las islas caimán. Aún así, era un excelente negocio.
-
Cuatro centavos es lo justo. El truco está en no invadir el mercado con oro,
tendré que usar a dos o tres personas distintas, cuatro para los diamantes.
Tomará tiempo, años.
-
Un negocio de años entre ustedes y yo significa que podemos confiarnos
mutuamente.
-
Eres el listo Primo, de eso no hay duda.- Dijo Bill.- Me preocupa que Victor o
uno de sus hombres se entere de la bóveda y sospeche de tu Rat Pack entrando y
saliendo con lingotes, quiero dejar a unos hombres de confianza. Como
seguridad.
-
Si te hace sentir más cómodo, adelante. Asegúrate que Frankie Sinatra y sus
muchachos los conozcan, es todo lo que pido.
Clyde Ford recibió a su equipo de
ladrones en la parte trasera de la lavandería. El piloto, Ray Smith, le había
dicho de Mackey en el precinto y su amigo policía. No delataría el trabajo, al
menos no hasta tener su dinero y eso no pasaría. Aún así le preocupaba ese
ángulo. Raúl les había reunido en el Bongo para afinar detalles y Ray le había
aportado todo, parecía que Bolívar era de confianza, al menos hasta ahora.
Alfred Booth colocó mapas y fotos de las oficinas y la bóveda sobre la mesa y
se sentaron a discutir.
-
David Berry y Benny Mitchell tomaron las fotos con una cámara miniatura dentro
de un maletín, se hicieron pasar por gente de Wall Street. Nadie sospechó, pero
no pueden volver ahí hasta el robo.- Benny organizó las fotos a un lado del
mapa que uno de los contactos de Clyde había conseguido, eran casi iguales.- Al
menos tres guardias, quince empleados. Siete cámaras como puedes ver, eso no
estaba en los planos.
-
El piso de abajo no tiene cámaras, está en reparación.- Dijo Alfred Booth.
-
Sí, ahí es donde nos cambiamos, nos ponemos máscaras y tomamos armas. ¿Cómo
vamos con eso Clyde?
-
Las armas están listas, tengo caros de limpieza que pueden usar o maletines.
¿Cómo lo ves?
-
Esto es lo que hacemos: La terminal está en el sótano. Messner desactiva las
alarmas y se va al techo del edificio de enfrente donde Smith espera con el
helicóptero.
-
¿Por qué el otro techo?
-
Nuestro edificio tiene seguridad en el techo, el otro no. Además, Messner me
dijo que los elevadores se incapacitan cuando apagas las alarmas y las cámaras.
-
Tendrán diez minutos.- Dijo Messner.- Conozco el algoritmo de seguridad, no
puedo darles más tiempo.
-
Diez será suficiente.- Dijo Raúl.- Mackey y yo nos encargamos de la gente,
guardias primero como siempre hacemos. Booth y Berry trabajarán la caja fuerte.
-
Dos o tres minutos.- Dijo Berry.- Es una N.X.700, he trabajado con ellas antes.
-
Mientras ellos abren la caja fuerte Mitchell revienta una de las ventanas y
pone la línea de rapel. El techo del otro edificio queda cuatro pisos debajo de
nuestra posición. Los tres meten el dinero en mochilas militares y lo sueltan
al helicóptero donde Messner y Smith lo van guardando. Quemamos lo que no
podamos robar en diez minutos. Nosotros vamos al techo de la misma forma.
Salimos en helicóptero antes que los guardias de seguridad averigüen por qué
los elevadores dejaron de funcionar. Todavía falta saber la rutina de los
guardias de seguridad, sé que tienen al menos dos compañías, la del banco y la
del edificio. Hay otras oficinas importantes ahí, habrá que ver cómo se mueven
y responden en caso de emergencia.
-
Bien, hasta ahora todo bien.- Era exactamente lo que Ray le había dicho que
discutieron en el Bongo. Bolívar no estaba mintiendo.
5.-
Holly disfrutaba trabajando en el
hipódromo pero últimamente no dejaba de pensar en Sean Mallory y en Tony Primo.
Bill Red estaba seguro que Primo estaba con ellos, pero ella desconfiaba de
todos. Al menos de todos menos de Red y Lincoln. Habían secuestrado a un grupo
de camellos irlandeses, después les robaron mercancía y alguien incendió uno de
sus negocios. Aún así Mallory no atacaba. ¿Era cuestión de tiempo o Primo lo
estaba preparando para sacarlos a todos de la jugada? No podía dejar de pensar
en ello. Caminó por el estacionamiento casi abandonado hasta su auto, la
mayoría de los apostadores se habían ido. Un auto pasó a su lado, frenando de
golpe y rechinando llantas. Vio a una mujer con paliacate en la cabeza y
amplios lentes negros, pero lo que más le llamó la atención fue la automática
plateada y el estruendo del disparo. La sangre en el pecho le asustó más que el
golpe que la tiró contra el asfalto. El auto se alejó a toda prisa, cambiando
velocidades en segundos y ya estaba en el tráfico antes que alguien se asomara
a ver lo que pasaba. Cassie se quitó el paliacate y guardó en ella la pistola.
La tiraría en un drenaje, lo había visto en una película. Red tendría que
atacar ahora, su padrastro había dicho que el hipódromo era su punto fuerte y
su punto débil. No concebía otro resultado más que una guerra de la que su
novio saldría ganando. Haría orgullosa a su madre y, en el proceso, mataría a
su padrastro.
Red, Lincoln, Tray-tray y Ruíz se
vieron en el hospital. El guardia del estacionamiento lo había reportado,
primero a Bill y luego a la policía. Se había quedado dormido y, al ver las
ambulancias, se dio cuenta que Red le daría la golpiza de su vida, si es que le
dejaba vivir. No se había molestado en pasar a su departamento, había ido
directo a la estación de camiones para salir de Malkin.
-
Los irlandeses se hartaron.- Ruíz era un mexicano de 60 años que había pasado
más de la mitad de su vida en el negocio de la droga. Había traído algunos de
sus soldados para cuidar cada entrada y acceso del hospital. El edificio era el
más seguro en la ciudad. No había llegado a su edad por descuidado, sabía que
un ataque al grupo de Bill fuera de la sala de operaciones destrozaría toda la
organización. Bill se sentía intocable, como Tray-tray, pero Ruíz había visto
morir demasiada gente supuestamente intocable. Un hombre de pocas palabras que
únicamente sabía con certeza que cualquiera podía ser asesinado.
-
Deben estar celebrando en algún bar.- Dijo Lincoln.- Hijos de perra, si nos
movemos rápido…
-
No.- Cortó Bill, quien no quitaba los ojos de las puertas de la sala de
cirugía.- Esperamos al robo, una semana más. Primo nos dará lo que necesitamos.
-
¿Cómo sabes que él no está detrás de esto?
-
Porque tenemos su oro. Y, por que a la larga, no importa. Lo único que importa
es descubrir el conecte de heroína de Primo y Rath. Hacemos negocios con él
directamente. Primo dejará de ser necesario.- Los doctores salieron del
quirófano y calmaron al grupo. La bala había atravesado el pecho a centímetros
del hombro, Holly estaría bien. Red le dio una propina en la forma de un fajo
de billetes.- Tendrá compañía, la quiero segura.
-
Yo me encargo.- Dijo Ruíz, señalando a tres de sus soldados de confianza.
Tommy Mackey había crecido bajo las
alas de su madre, por eso le daba espacio ahora. Tenía dos sombras, el
detective Remy Faraday y, a contra esquina, al espía de Clyde Ford, Ray Smith.
Fingía cuidar de uno de los burdeles, pero el edificio de lofts estaba vacío,
su madre y sus mujeres se habían instalado en otra parte. No le gustaba dejarla
sola, tenía quién la cuidara, pero aún así estaba acostumbrado a hacerlo él
mismo. Además, no sabía en quién confiar. Tenía a algunos matones de renta
entrando y saliendo del edificio para que pareciera que estaba en uso mientras
él decidía cómo quitarse de encima al detective Remy Faraday. Sólo había una
manera realmente, de modo que le saludó y Remy salió de su auto sonriendo y
caminando con calma. El hombre no tenía ni una preocupación en el mundo.
-
Tommy, niño de mamá, ¿cómo está todo?
-
¿Tienes orden de cateo? No entrarás ahí sin ella.
-
Buena idea eso de los túneles, quise asustar a tu mamá la otra vez pero todas
hicieron un gran Houdini. ¿Te costé clientes?
-
Siempre hay clientes. ¿Es una visita social o debería tener miedo?- Remy fingió
que le soltaba un golpe al estómago, pero Tommy no se movió.
-
Tipo duro. Tendré una fiesta, tu invitación se perdió en el correo.
-
Maldito servicio postal, ya no se puede confiar en ellos.
-
Sí, los tiempos cambian. Quiero a doce chicas, las de buena calidad.
-
¿Para que las regresen con moretones? Sabes que no pueden trabajar así, y si no
pueden trabajar tú no puedes conseguir tu dinero, ni tus amigos.
-
Oh, el dinero se consigue, no soy tu empleado, soy el cobrador de impuestos.
Doce de las mejores. Quiero impresionar a algunas personas, así que
impresióname. Lo haces bien quedas cubierto conmigo por todo un mes. No puedo
decir lo mismo del resto del departamento de Vicio. Es mejor que nada, ¿no es
cierto?
-
Llama al número regular, diles que Tommy quiere regalar dulces. Esas palabras,
saben lo que significa.- Remy se rió y se despidió de con un gesto.
Ray lo había visto todo. Tommy
pensó en golpear a Remy, pero dudaba que eso cambiara la opinión que Ray Smith
tenía sobre él. Si era el espía de Clyde entonces tenía privilegios especiales
y no los echaría a perder cambiando de opinión. Lo había visto en otros
trabajos, espías de los cerebros mintiendo para conseguir una mayor parte del
botín. Normalmente resultaba en la muerte de los ladrones, sobre todo en grupos
como en el que estaba ahora, donde pocos se conocían entre sí y donde no
confiaban de su empleador. No, el único denominador era la extrema urgencia por
el dinero, el reloj de arena abriendo su boca a causa del SIDA, los granos
cayendo en cascada.
Estaba casi decidido a mandar
todo al diablo, pero no podía hacerlo. No podía dejar a su madre sin un
salvavidas, pues la policía les tenía los colmillos hincados y jamás
terminarían de succionar dinero. La matarían eventualmente para cubrir sus
rastros. No había duda de eso. Entró al edificio vacío, subió unos pisos y se
refugió en una de las habitaciones sin decoración, apartada de quienes fingían
ser clientes y llamó a Raúl Bolívar. La fecha del asalto estaba sobre ellos, no
había tiempo que perder.
-
¿Raúl? Soy Tommy. ¿Has visto a Ray Smith?
-
Me estuvo vigilando anoche en el Bongo. Cree que no lo vi.
-
Ahora me vigila a mí, ha pasado casi toda la mañana. Me vio con un policía.
-
¿Qué?
-
Remy Faraday, extorsiona a mi madre, pero dudo que lo vea de esa forma.
-
Un poco tarde para salirte del juego Tommy, Clyde…
-
Es una amenaza porque estamos enfermos y necesitamos el dinero.- Le interrumpió
Tommy.- Yo tengo un as bajo la manga.
-
Hijo de perra, sabía que le verías salida al asunto.
-
Puse a las chicas a investigar un par de cosas, otros potenciales atracos y
tengo una mina de oro. Literalmente.- Podía escuchar la agitada respiración de
Bolívar.- Una bóveda llena de oro y diamantes. Suficiente dinero para
desaparecer, dejar colgado a Clyde y a los irlandeses.
-
Ahora soy todo oídos. ¿Dónde está?
-
Empaquetadora de carnes.- Le pasó la dirección de la cubierta de Tony Primo y
sonrió relajado. Al principio pensó que Raúl no cambiaría de planes tan
avanzado el programa, nunca lo hacía, pero ahora se daba cuenta que veían el
mismo predicamento.
-
Mandaré a Alfred Booth a ver la seguridad. El trabajo de Clyde es suicida,
incluso si logramos robar el dinero, si todo sale bien, nos matarán antes que
subamos al helicóptero. Quizás aterrizando. De un modo u otro, no veremos un
centavo.
-
¿Qué crees que pueda hacer Booth?
-
Es una empaquetadora de carnes, él aún conserva el duplicado de sus
credenciales como inspector de sanidad, no tienen más opción que dejarlo
entrar. ¿Qué tan seguro estás?
-
Bastante, mis chicas saben sacar información sin que el cliente se dé cuenta.
Booth, tú y yo, nadie más.
-
Nadie más.
Victor Rath se vistió mientras
Miranda Boddicker se bañaba. Tenía demasiadas cosas en la cabeza pero Miranda
había conseguido distraerlo un rato. No dejó de pensar en su primera esposa,
Stacy. Sus infidelidades le habían roto el corazón y había muerto antes que
pudiera perdonarle. Sabía que no la vería en el infierno, pero se preguntaba si
en el cielo le perdonaría alguna vez. Revisó el reloj, tenía tiempo de ir a
comer con Tony y revisar el cargamento de Ezra Singh. Se preguntó si Tony lo
mataría entonces o si esperaría. Ezra estaba en negocios con ambos, era una
fortaleza que Tony tenía, una de muchas. Se sentía en roque, incapaz de mover
las piezas en el tablero. Revisó que Miranda siguiera en la ducha para llamar a
Ken, quizás la voz de un aliado leal lo tranquilizaría.
-
El asunto con los trenes de carga está terminado, todo en orden. Tony podría
sospechar que le estaba vigilando, pero no dije nada jefe. No pude vigilarlo
todo el tiempo.
-
No importa, ¿qué hay de la cuadra?
-
Todos los contratos son de un año o menos. Tuve que romperle las manos a uno de
los inquilinos. Dijo que sin guantes de box, pero era necesario.
-
Perfecto.- Se encendió un cigarro y miró la maqueta en la mesa, Miranda le
estaba dando una mina de oro.- Cuando tengamos nuevos edificios de lujo quiero
que tengas una porción de las rentas a tu nombre. Todo notariado, legal y
bonito.
-
Jefe…
-
La lealtad es todo para mí. Es hora que tengas entradas de dinero que puedas
declarar ante el fisco. Serás promovido Ken, Sasha y Big Bob también. Sólo pido
paciencia.
-
Por supuesto jefe. Un par de hombres de Mallory se me acercaron preguntando
sobre un tiroteo en el hipódromo. Les dije que no fuimos nosotros.
-
Se están cubriendo, debieron ser ellos. Si te vuelven a preguntar ofrece a
alguno de tus hombres para que les sirvan de seguridad, de ese modo podríamos
aprender un poco más de lo que pasa en su campamento. Me tengo que ir Ken, habla
con los abogados para que los contratos sean resguardados y se hagan copias. No
podemos dejar cabos sueltos.
Mientras comía con Tony Primo y
charlaban de los últimos rumores no pudo sino preguntarse sobre esos cabos
sueltos. Primo le dijo del secuestro de algunos camellos irlandeses, lo había
corroborado por su parte y parecía verdad. Tray-tray les liberó con disculpas y
dinero. Mallory se quejaba del robo a su coca, pero estaba envenenada, ¿tenían
problemas con sus propios conectes o lo habían planeado? Era una posibilidad,
después de todo nadie había muerto. Luego estaba el incendio en el Mick, no le
parecía del estilo de Reddington. El atentado en el hipódromo tenía la clase de
firma de los irlandeses, pero Primo aseguraba que la víctima estaba viva. Sean
habría mandado mejores asesinos. Los cabos sueltos estaban por todas partes,
pero no era él quien los dejaba y estaba casi seguro que tampoco era Primo.
¿Había otro jugador? Quedaba la posibilidad de Ezra Singh, pero si era su juego
entonces no entendía su razonamiento. Si iba a cambiar de equipo de ventas,
¿por qué seguían con vida?
-
¿Ezra quiso que fuéramos juntos a recoger los paquetes?- Preguntó Primo.- No es
usual en él.
-
No, no lo es.- Primo le chifló a Dave y a Rezner que encendieron los motores de
los trailers.- Si Ezra está en problemas, si quiere vendernos a la DEA o al
FBI, lo está haciendo mal. No hay nada ilegal en tener acciones mayoritarias en
una compañía de leche en polvo.
-
Sólo por si acaso tú y yo no tocamos los barriles, que Rezner lo haga. Viajamos
a una inspección sorpresa, eso es todo.
Ezra Singh era precavido con el
método de entrega de heroína. Tenía barriles llenos de leche en polvo con
falsos fondos que escondían los tabiques. Los barriles entraban a la fábrica en
cajas para maquinaria. Hasta ahí se encargaba Singh, Victor y Tony tenían a
Dave que se encargaba de un equipo de camioneros que llevaba la leche en polvo
a las bodegas y, cuando se hacía una entrega, Rezner y Dave manejaban los
camiones para sacar los paquetes de los fondos falsos y redistribuirlos en
distintos lugares para ser cortada y preparada a la venta. Los trailers se
desviaron hacia el depósito en la parte trasera de la fábrica. El BMW de Rath
no llegó al estacionamiento administrativo. Una camioneta les esperaba afuera
de la fábrica con el motor encendido y con dos soldados salieron para abrir la
puerta. No era una invitación, era una orden. Salieron del BMW al mismo tiempo
que el viejo ex-capitán de la marina salía de la camioneta y caminaba hacia las vías del tren. El ruido
constante de los trenes ahogaría cualquier micrófono, era una movida
inteligente.
-
Un capitán tiene que inspeccionar su barco de vez en cuando. Sobre todo en
medio de una tormenta. Me llegaron rumores de una guerra entre los irlandeses y
otro grupo, negros en su mayoría.
-
No afecta nada.- Dijo Primo.- Seguimos tan sólidos como siempre.
-
Tony tiene razón, Sean Mallory tiene un temperamento que puede ser explosivo,
pero depende de nosotros. Lo sabe muy bien.
-
¿Y si llegara a ganar este otro sujeto, Reddington?
-
¿Quién importa más, el que dirige Coca-Cola o los locatarios que la venden en
su tienda de la esquina?- Preguntó Rath. Ezra sonrió aunque Victor no sabía si
eso era bueno o malo.
-
Cosa curiosa, cuando aún tenía las condecoraciones en mi uniforme la guerra era
buen negocio. Ahora… La paz es más próspera. No quiero decirles cómo deben
actuar o lo que deben hacer, pero hasta el barco más grande puede hundirse si
la tormenta es demasiado grande. Tengo… amigos en otros sectores y otros
negocios. Parece que la venta de armas en Malkin ha estado creciendo desde hace
dos semanas. Sé que no son ustedes así que la pregunta es, ¿para qué se está
armando un ejército? Sería una lástima que la paz que sus padres consiguieron
se perdiera por… simples locatarios.- Les despidió con un apretón de manos y
regresó a su camioneta. Rath y Primo se quedaron ahí, viéndolo irse y viendo a
los camiones salir de la fábrica. Tony rompió el silencio.
-
¿Qué demonios fue eso?- Primo pensó en Red, ¿había establecido contacto con
Singh? La posibilidad le aterraba. Faltando tan poco para su golpe de estado se
sentía en la cuerda floja. Ezra no era una pieza que quería activa en el
tablero. Si era guerra lo que quería, Rath moriría por culpa de los irlandeses.
¿Pero eso sería suficiente para él o demasiado para él? Era un riesgo calculado
que debía tomar.
George Shannon, el irlandés calmado,
estaba saliendo de su oficina cuando sonó su línea segura. Tony Primo le
corroboraba la dirección del almacén del último cargamento. Rezner el ruso
estaba a cargo, parecía que Rath seguía sin sospechar nada.
-
Una última cosa, ¿han estado comprando armas por su lado? Algo que mi conecte
me dijo.
-
Sean es… Pues ya conoces a Sean. Estamos en pie de guerra Tony, es necesario,
Reddington hace lo mismo. Compramos cuando él compra, aunque todo el armamento
del mundo no es suficiente cuando te superan en número. Tendremos a Rath y a
Bill Reddington sobre nosotros cuando suceda el robo.
-
¿Van a usar irlandeses para el robo?
-
No, Clyde tiene a otros. Sé que en un mundo ideal Victor Rath no sospecharía de
nosotros, pero tenemos que estar preparados. Le diré a Sean de la dirección, en
cuanto al precio…
-
No, eso tiene que seguir igual. Al menos mientras Victor viva, él tiene que
creer que siguen comprando por el mismo precio aunque no sea cierto.
Discutiremos el verdadero precio en otra ocasión, pero no quiero que Sean ponga
tan nervioso a Victor que saque su dinero y se compre un ejército de
mercenarios.
Shannon le discutió un poco más para
guardar las apariencias y colgó. Primo nunca había mencionado el metro Oceanic
View y él no iba a decir nada. Tendrían suficiente dinero, pero suficiente
nunca era realmente suficiente. Bajó al lobby y pidió su auto mientras repasaba
los contratos de construcción y se figuraba nuevas formas de lavar dinero
mediante ellos. Tendrían que trabajar al doble una vez que Rath desapareciera y
Bill Red dejara de ser una amenaza. No podía concentrarse realmente, pues el
asunto del atentado en el hipódromo no había sido sancionado, al menos no por
Sean. Se lo habría dicho, además Holly seguía con vida y era imposible llegar a
ella. Mientras su auto salía del garaje guardó sus cosas en su maletín y se
planteó si Primo había mandado matar a Holly para debilitar a Red. Lo dudaba,
Tony Primo era sanguinario, habría mandado a un escuadrón, y además
probablemente querría mantener las manos limpias hasta después del robo. El
auto se acercó y explotó en una bola de fuego. El estallido lanzó al abogado de
vuelta al lobby tosiendo humo.
Cassie se golpeó contra el volante.
No esperaba que el edificio tuviera un valet parking. Al menos sabía que había
usado suficiente dinamita. Shannon era amigo de Mallory, lo sabía por Red. Se
sentía horrible por atacar a una amiga de su novio, pero se sentía peor por no
haber matado al abogado. Aún así, en el fondo sabía que había hecho lo
correcto. Su padrastro quedaría en medio de una guerra civil y tendría que
escoger. Ayudaría a Bill a matar a Victor, si es que ella no lo hacía por él
para demostrarle su amor.
6.-
Tommy Mackey, Raúl Bolívar y Alfred
Booth se vieron clandestinamente en la trastienda del Bongo. Joe Bongo les dejó
usar su oficina por unos cuantos dólares. Habían tenido cuidado de no ser
seguidos por Ray Smith. Bolívar lo había engañado saliendo por la parte trasera
de su edificio. Incluso si Smith llegaba al Bongo a buscarle a él o a Mackey,
Joe le diría que no estaba. No habría clientes, aún era de mañana, de modo que
le creería. Clyde Ford ya tenía los detalles de los guardas y sus turnos, los
últimos detalles ya estaban afinados. Tenían un par de días para hacer realidad
este nuevo atraco.
-
Una fortaleza.- Dijo Booth.- Gente armada por todas partes. Muchos accesos y
salidas, pero la bóveda está escondida detrás de un muro, justo al centro del
laberinto. En tan poco tiempo es imposible saber cuántos son y cómo manejarlos.
No hablamos de guardias que ganan centavos la hora, son matones profesionales
que no se van a rendir al ver un arma. No hay manera en que tres personas
puedan controlar toda esa área, abrir la bóveda, que ni siquiera pude ver bien,
y arrastrar el oro. Si tu información es correcta hablamos de toneladas, el oro
es pesadísimo.
-
¿Sacaste fotos?- Booth había usado el truco de la cámara miniatura y les mostró
lo que tenía. El lugar tenía más matones que carniceros.
-
Me pagaron bien por no reportarlos. Lo dejaron en claro que ésta vez sería
dinero y la próxima vez nadie me vería de nuevo.
-
No habrá una próxima vez.- Dijo Raúl, sacando planos del drenaje y cloacas que
pasaban bajo el edificio.- Lo habrán diseñado como un laberinto, pero miren
esto. Es un túnel que pasa exactamente por debajo. Cerramos un lado, cavamos
hacia el oro y los diamantes y usamos una banda para moverlo por la
alcantarilla hasta este punto. Es la salida, lo metemos en camiones y nos vamos
sin que sepan qué demonios pasó.
-
Tomará mucho tiempo.- Intervino Tommy.- Además, podrían oírnos cavar. ¿Qué tal
una antorcha de plasma como las que usan en las construcciones grandes?
Derretimos el techo, el piso de la bóveda y el oro. Los diamantes soportan lo
que sea. Enfriamos el oro y los pasamos por la banda hasta esa salida. Tres
personas pueden hacerlo. Conozco alguien que puede mover ese oro y esos
diamantes.
-
Yo consigo los materiales.- Dijo Alfred.- Pero habrá que ver en persona ese
túnel para ver si son iguales a esos planos.
Sean Mallory nunca había estado tan
enojado. George Shannon había sobrevivido de milagro. Tony Primo estaba
preocupado, parecía que Reddington tenía sus propios diseños pero le parecía
extraño, no era tonto ni impulsivo. Aunque cabía la posibilidad que perdiera
los estribos tras el atentado contra Holly. Primo había llevado a Rezner y,
cuando Sean terminó de gritar obscenidades y se calmó un poco, Sean agarró una
cerveza y se encendió un cigarro.
-
Hijo de perra, ¿y le preguntaste a George por qué compramos armas? Por que Red
compró armas, por eso. Y por esta clase de cosas. Está vivo, gracias a Dios fue
sólo un golpe y un susto. Ésta vez, pero ¿y la próxima?
-
Clyde ha tardado mucho con el robo, ¿cuándo?
-
Tres días, luego es la guerra. Rath me llamó, quiere ser árbitro, como si fuera
una simple disputa por una esquina.
-
Le dije que pagarían lo mismo que siempre por el producto.- Tony calmó a Sean
con una mano antes que estallara a gritos otra vez.- Da lo mismo, no vivirá
para verlo, ¿cuál es la diferencia? No pagarán por nada. Esta guerra será
costosa, será mejor que tengamos todo lo que necesitamos. Por eso Rezner.
-
¿Y qué va a hacer este ruso?
-
Necesitas hombres, te consigo hombres. Te consigo los mejores asesinos rusos de
Nueva York a Los Ángeles.
-
Y no está exagerando Sean, Rezner puede hacerlo con una llamada. Costarán, pero
valdrán la pena.- Era ahora o nunca. Sean podía usar la caballería para atacar
a Red, manteniendo a sus hombres cuidando el negocio, o podía hacerlo al revés.
Primo apostaba por el temperamento, su mayor talón de Aquiles. Querría el toque
personal.- Red no estará haciendo negocios cuando esté en guerra, nosotros no
podemos darnos ese lujo. Los yonquis siguen la droga, tan fácil como eso.
Prefiero que vengan a nosotros que a ellos.
-
No quiero que un montón de rusos hagan mi trabajo. Sin ofender.
-
No hay problema.- Dijo Rezner.
-
Las calles son poca cosa, van y vienen, siempre cambian.- Sean se levantó y
buscó un mapa doblado en un cuadrado dentro de un cajón, a un lado de una
botella de whisky y una automática. Desplegó el mapa y Primo memorizó los
puntos que iba señalando.- El verdadero dinero está en estos lugares, algunos
son restaurantes, otros son bares y clubes, pero aquí tenemos las bodegas y las
fábricas de pastillas. Quiero a tus hombres de confianza Primo, quiero mantener
esos lugares como castillos medievales. Dejaremos que Red tome algunas
esquinas, los de poca monta no me interesan, pero como dices, el negocio tiene
que seguir. En cuanto a Reddington… Matas a una docena de jugadores clave y se
termina la maldita guerra. Tiene que ser rápido y tenemos que ser brutales.
-
Mis contactos en la policía recogerán la basura y te darán espacio. Será otro
’88.
Mackey, Bolívar y Booth recorrieron
el alcantarillado con mochilas llenas de herramientas. Podían cerrar un costado
con una sólida puerta de acero que fundirían al llegar. Nada más grande que una
rata pasaría por ahí. Colocaron luces y marcaron con gis el lugar donde estaría
la bóveda. Booth les mostró una salida de agua y conectó la manguera de
presión, la otra tubería era de gas. Esa les mostraba la salida hasta dos
cuadras de distancia. Midieron los metros hasta la salida para poner una rampa
industrial de rodillos, la gravedad haría el trabajo pesado. Raúl podía
conseguir un par de camiones de carga para llevarse el botín.
-
Más fácil de lo que pensamos.- Dijo Booth mientras caminaban a la salida.- Ésta
salida del drenaje conecta con una estación de servicio, que es esa puerta de
ahí, y estamos prácticamente en la carretera, sé de un lugar donde escondernos
mientras vendemos todo.
-
Yo me encargo de las rampas de rodillos y de la antorcha de plasma, necesitamos
algo industrial.- Raúl estaba por decir otra cosa cuando notó que en el piso
había una pipa de crack. La tomó y seguía caliente y humeante.
Escucharon los pasos por la maleza
fuera de la cloaca. Tommy echó a correr, uno de los pandilleros había oído
todo. Lo tacleó antes que pudiera subir hasta el alambrado y rodó casi de
vuelta al túnel. El sujeto sacó un cuchillo pero Mackey le pateó la mano y se
tiró sobre él para romperle el cuello. Vieron entonces el flash de luz. Miraron
hacia atrás y el estómago se les hundió. Horatio Messner, el hacker, les había
tomado una foto donde Tommy mataba a un pandillero. Booth empezó a correr hacia
él pero Messner alzó la cámara y le detuvo mostrándole un revólver.
-
El trabajo de Clyde incluye que nos maten a todos, incluso si conseguimos
semejante proeza. Esto suena mucho mejor, me gustó mucho el plan.
-
Hijo de perra.
-
No iré con Clyde, nadie tiene que ver esta fotografía. No si me incluyen en su
robo.- Hubo un momento de silencio y Tommy Mackey lo decidió. Era lo único que
podían hacer.
-
Cuatro pueden hacer el trabajo más rápidamente que tres. Lo dividimos en partes
iguales. Lo hacemos el día del robo de Clyde, tenemos dos días para conseguir
todo. Vamos, hay que esconder este cuerpo lejos de aquí.- Messner no soltó el
mango del revólver, era todo lo que le mantenía con vida. Tommy se maldijo, las
complicaciones se apilaban sobre sus hombros.
Cassie estaba maravillada en la casa
de Bill Red. Le hacía sentir como una princesa y el sexo era increíble. Sabía
que no podía quedarse a vivir ahí, su padrastro se enteraría y no quería
molestar a Red. Quería que su hombre conquistara toda la ciudad. Hasta ahora no
lo había conseguido, pero sabía que se estaba acercando. Jugaba a una facción
contra la otra, no podía terminar de ninguna otra manera. Sonó el timbre y Red
se asomó por una pantalla. Bill sonrió, Rezner dejaba a los sujetos de
seguridad un mapa, eran las ubicaciones de la droga de Sean Mallory. Tony Primo
estaba cumpliendo con su palabra. En el mapa venía una nota que leía “pasado
mañana”. Tendría escuadrones de la muerte para entonces. Bill despidió a
Cassie, tenía que reunirse con sus tenientes.
-
Lo siento nena, pero tengo negocios.
-
¿Es algo malo?
-
Estarás bien Cassie.- La besó y ella acarició su rostro.
-
Te ves preocupado, mi padrastro te está dando problemas, ¿verdad?
-
Cassie, eres una niña, pero te enseñaré cómo son los negocios dentro de poco.
Cassie se fue y no dejó de pensar en
el comentario. Ella ya no era una niña. Bill no podía agradecerle el favor que
le hacía al forzar la mano de los irlandeses, pues no lo sabía y nunca tendría
por qué saberlo. Estaba harta, sin embargo, de ser
tratada de esa manera. Su madre se lo había advertido, no la tomarían en serio
hasta que mostrara lo seria que podía ser. Lo demostraría ahora. Mataría a
Victor Rath. Haría algo que nadie en la ciudad se atrevía a hacer. Podía
hacerlo mientras dormía o en la calle. No le importaba. Haría orgullosa a su
verdadera familia.
Probó suerte en casa, pero su
padrastro se iba. Escuchaba los gritos entre ese cobarde y su madre. Ella sabía
que le estaba siendo infiel y Rath la tildaba de loca adicta. Siempre hacía
eso, y Cassie le creía a Tony Primo, él la hizo adicta. Ella mataría a Rath,
ayudaría a Bill y mandaría a su madre junto con los padres de su novio para que
se limpiara y respirara aire fresco. Le siguió hasta un restaurante donde se
vio con su amante. Ella se fijó en su buzón y Cassie sonrió, si algo salía mal
sabría su nombre. No se parecía en nada a su madre, quizás eso era lo que más
dolía. Buscó debajo de su asiento donde tenía un revólver. Pensó en matarlos a
ambos, pero prefirió esperar, el lugar no estaba vacío del todo. Les siguió
hasta el edificio de la amante y esperó a que saliera a la calle para
dispararle e irse. Esperó nerviosa hasta que el sueño le ganó. Se despertó y
notó que el auto de su padrastro ya no estaba. Había perdido una oportunidad,
pero podía lastimarle donde le dolería de verdad. Entró al edificio escondiendo
el arma en su bolso. Cassie revisó el buzón de la amante, leía “Miranda
Boddicker”. Mientras subía en el elevador pensó en lo tonta que ella se
sentiría, mientras agonizaba, de haber revisado su buzón.
Cassie no estaba nerviosa como cuando
atacó a la amiga de Red. Ahora estaba tranquila, tocaba el timbre para matarla
en su puerta. Le diría del buzón, sería su secreto. Vería a su padrastro
removerse de dolor antes de matarlo a él también. Tocó una y otra vez, pero no
había nadie. Trató de empujar la puerta y luego intentó abrir el seguro con una
tarjeta de crédito como había visto en las películas. Estaba por rendirse
cuando revisó debajo del tapete y entre las plantas de la maceta, donde
encontró una llave de repuesto. Le diría sobre eso también cuando le disparara.
Entró en silencio bajo el cobijo de
la oscuridad, revisó los cuartos hasta dar con el dormitorio, pero Boddicker no
estaba. Debió irse también mientras ella dormía. Encendió las luces, decidió
esperarla y vio la maqueta y los planos para una estación de metro. Reconocía
la avenida Ocean, su padrastro tenía edificios ahí. Imaginó lo que esos lugares
valdrían con una estación del metro cerca y corrió al teléfono para llamar a
Bill. Trató en sus clubes y en su casa hasta dar con uno de los últimos números
que le había dado. Hasta ahora no había podido decirle nada de las operaciones
de su padrastro, pues no las conocía y no le decía nada a su madre. Ahora le
sería útil y vería que no era una simple niña.
-
¿Bill?
-
¿Cassie?
-
Tenía que contarte, querrás oír esto. Mi padrastro tiene una amante. Miranda
Boddicker. Por lo que veo se dedica a algo del gobierno. Tiene planos y una
maqueta de una estación de metro, Oceanic View. Mi padre tiene condominios y
edificios ahí. El valor subirá en esos lugares, creo que por eso la está
usando.
-
Miranda Boddicker.- Repitió Red señalando a Ruíz, quien hizo memoria y le
susurró que era una corrupta concejal de distrito.- Preciosa eres la más
inteligente, creo que me acabas de hacer muy rico. Estoy orgullosa de ti.
-
No he tocado nada, saldré sin que se dé cuenta. Puedes contar conmigo para lo
que sea Bill.
-
Ya lo creo.- Red colgó el teléfono y pensó las cosas. Ruíz señaló el teléfono.-
Cassie Hughes.
-
¿La hijastra de Rath?
-
La misma.- Ruíz no dijo nada, pero Bill lo conocía, desaprobaba del asunto.
Ruíz se enorgullecía de ser precavido.- No es como si me fuera a casar con
ella, además nos dio algo útil. ¿Qué sabes de esa Miranda… lo que sea?
-
Miranda Boddicker, tengo un chico que le entrega coca directo a su oficina.
Está a la venta. Con razón Rath no invierte más de lo necesario en esos
lugares, los va a demoler y hacerse rico. La pregunta es si Primo lo sabía.
-
Su as bajo la manga Ruíz, le quitaremos eso también. Manda a tu muchacho de mi
parte con un regalo de polvo y unos 30 mil dólares para que me llame. Creo que
podemos clausurar esos edificios, comprarlos y remodelar la zona. Es una mina
de oro.- Miró hacia los hombres de Ruíz, armados hasta los dientes mientras
vigilaban a quienes cortaban la heroína.- Primo se hace menos y menos necesario
con cada día que pasa. Sea quien sea que le venda querrá seguir vendiendo,
tendrá que venir a nosotros cuando matemos a Primo.
7.-
Victor Rath se vio temprano con
Sasha en su casa. Empezaba a perder la paciencia hasta que le dejó el recado
que había conseguido un nuevo banquero, aquella era la señal. Salieron al
jardín donde estaba la enorme piscina. Sasha le mostró fotografías.
-
Este es perfecto.
-
No tiene familia, pocos amigos, estudia ingeniería en sistemas.
-
¿Nombre?
-
Mark Poole. ¿De qué va el asunto?
-
Vas a tener que mancharte las manos. Secuéstralo, hazlo desaparecer en ácido.
No quiero que quede ni un diente suyo. Mandaría a Big Bob, pero está cuidando
al doctor.
-
¿Regresó de Boston?
-
Nadie lo sabe, todos creen que sigue ahí. Está de niñera. El doctor tiene todo
listo para la cirugía. Hazlo hoy Sasha. Sé que quizás es mucho pedir, pero…
-
No será problema, no se resistirá a una mujer. Lo drogo en mi auto y me lo
llevo a la casa de seguridad que tiene mi marido.
-
Compra lo que necesites con efectivo.
-
Lo sé, lo sé. Me sacaste de las calles Vic, pero no lo he olvidado todo.
-
Mañana sabrás de qué trata todo esto. Buena suerte.
-
Y mala suerte para Mark Poole.
El detective Remy Faraday había
complacido a sus superiores con las chicas que había conseguido. La fiesta
había sido un éxito. Le había prometido a Tommy que eso saldaba una mensualidad
con él, pero si el muchacho no se daba cuenta que era mentira, era su culpa
realmente. Sabía dónde se escondía Claudia Mackey, sus compañeros en Vicio
nunca la habían dejado de tener en la mira, por más que Tommy hiciera teatro
para que pensaran que estaba en otra parte. Le dijo al de la entrada que quería
hablar con Claudia en son de paz. Le hicieron pasar por la casa hasta una
oficina. Miró a uno de los muros, era falso y sin duda su ruta de escape en
caso de emergencia.
-
La mitad de mis chicas regresaron golpeadas Remy, ¿cómo esperas que haga negocio…
-
Tommy ya dijo algo parecido. Y te diré lo que le dije, me pagan de una forma u
otra. Mis amigos se pusieron un poco alterados.- Se encendió un cigarro, se
sentó frente a Claudia y sacó su automática.- La vida, sin embargo, sigue y
sigue. La perra de mi ex-esposa siempre quiere que pague lo que debo así que…
¿El dinero?
-
Sabía que le mentías a Tommy.- Lentamente sacó los fajos de billetes y se los
pasó.- Ahora hazme un favor y vete por un mes.
Remy estaba por decir algo más
cuando se escuchó un estallido, después otro. Antes que pudiera reaccionar
había docenas de agentes del FBI reventando la entrada del túnel y entrando por
las puertas y ventanas de la casa. Los agentes apuntaron a ambos, sin
importarles la placa de Remy Faraday. Claudia gritó obscenidades y le escupió a
los dos agentes que la esposaban mientras forcejeaba.
-
Claudia Mackey, está bajo arresto por tráfico de blancas y organización
criminal. ¡Ahora dígame dónde está su hijo!
-
Muérete hijo de…- Le soltaron un golpe al estómago y la arrastraron junto con
Remy, quien no dejaba de repetir que estaba conduciendo una investigación
criminal.
Clyde miró el reloj, tenían tiempo
antes que las oficinas abrieran. Era preferible atacarlos cuando empezaba el
día, tendrían menos gente con qué ocuparse. Los ladrones iban vestidos de
hombres de negocio y otro de limpieza. Clyde les entregó las máscaras de sky.
-
En el piso 39 hacen contacto conmigo.- Les mostró su radio y cada uno tomó
uno.- Cuando estén en el aire lo repiten. Ya saben la dinámica, entran cada uno
con cinco o diez minutos de diferencia del otro. Hay cámaras en la calle, así
que irán en dos autos, en la 78 hay un estacionamiento sin cámaras donde lo
deja un equipo, tú Smith. Los otros estacionan en la 76, tú Raúl. ¿Están
listos?
-
Sí.- Dijeron todos, aunque nerviosamente.
-
Bien, Mackey y Messner van en la camioneta de Smith.- Tommy fingió que no
pasaba nada, pero era un problema. Smith era el espía, Clyde no le confiaba y
tenían que llegar hasta el otro lado de la ciudad para el verdadero atraco.-
Raúl, tú llevas a Mitchel, Booth y Berry.
Ninguno de los tres conspiradores se
miraron a los ojos. Salieron a la callejuela y subieron a los autos. Ray Smith
manejaba con Messner a un lado y Tommy en el asiento trasero. Ray no dejaba de mirarle
por el espejo. Tommy no tendría tiempo de sacar su revólver, el piloto se daría
cuenta. Messner estaba nervioso también, tenían que ir al otro lugar, al
verdadero robo. Tommy Mackey pensó en su siguiente movida, tenía la fotografía
de un homicidio colgándole por encima, pero necesitaba de Horatio Messner.
-
Messner, ¿le dijiste a Clyde?
-
¿Qué?
-
¿Para eso tienes el arma?, ¿para matarnos a los dos?- Lentamente fue
agachándose, como temeroso de un balazo, para sacar el cuchillo en su calcetín.
-
¿De qué está hablando?- Smith había tomado el anzuelo. Ya no miraba a Tommy,
veía a Messner, quien alzaba las manos y balbuceaba. Tommy aprovechó que la
calle estaba tranquila para aprovechar el momento. Se levantó y le clavó el
cuchillo en la nuca a Ray Smith matándolo en seguida.
-
¡Agarra el volante!- Messner tomó el volante y dobló hacia un solario mientras
Tommy abría la puerta, le quitaba el cinturón a Smith y lo empujaba al suelo.
Rodó sin vida mientras Messner se acomodaba en su asiento y se alejaba del
cadáver. Tommy se quedó detrás del hacker y le hizo sentir el cuchillo en la
nuca.- ¿Dónde está el rollo y la cámara?
-
Te la daré cuando hayamos…
-
Sé dónde vives, lo busqué anoche.- Messner tragó saliva y acercó su mano al
revólver.- Ni se te ocurra, te corto el cuello y te desangras antes que puedas
disparar. ¿Quieres mi confianza? Dame el rollo, serás parte del equipo.
-
Está bien, está bien.- Dobló a la derecha y aceleró. Tommy le quitó el
revólver.
-
¿Mencioné que sé dónde vives? Es a la izquierda. Puedo hacerlo sólo si quieres.
Horatio no dijo nada y le llevo a su
departamento. Subieron las escaleras en silencio, Tommy tenía el revólver en el
bolsillo del saco. Messner miraba su reloj, en treinta minutos Clyde no
recibiría el contacto por radio y sabría que algo andaba mal. Tenían poco
tiempo antes que matones irlandeses les persiguieran por toda la ciudad. Señaló
la puerta y Tommy lo golpeó con la culata del revólver para desmayarlo. Pateó
abierta la puerta y arrastró el cuerpo del hacker. El rollo estaba en una mesa,
pero no podía estar seguro que fuera el único, o la única copia. Tomó aceite
para cocinar y alcohol y preparó el lugar para el incendio. Messner empezó a
recobrar conciencia, pero era tarde. Estaba bañado en vodka y grasa para cocinar.
Mackey lo pateó en la cara, encendió una caja de cerillos y le prendió fuego.
Al salir a la calle se podía ver el humo y mientras manejaba podía ver las
lenguas de fuego que lamían el cielo. Messner estaba muerto y se había deshecho
de un cabo suelto.
Clyde miró su reloj, ya casi era
hora de que le llamaran por radio. Probó una llamada pero nadie contestaba.
Algo había salido mal. Al oír las órdenes y la puerta de la lavandería abrirse
de golpe se figuró que vería a la policía. Imaginó que Thomas Mackey, tal como
le había dicho Ray Smith, le había soltado la sopa a la policía. Se equivocaba.
Eran agentes federales. Lo arrestaron cuando trataba de salir a la callejuela.
Estaba rodeado de armas pero supo que si tomaba uno lo acribillarían.
-
Verán a mi abogado, malditos bastardos.- Un agente negro del FBI lo tiró al
suelo. Clyde le gritó insultos racistas, pero el agente no dejaba de sonreír
mientras le ponía las esposas.
-
Tu jefe, Sean Mallory fue arrestado hace diez minutos por posesión de armas y
de narcóticos. Tenía toda una bodega llena de drogas, más vale que tengas un
equipo legal porque de esta no te salvas bastardo. ¡Recojan cada papel! Es un
ladrón experto y quiero saber qué planeaba.
Tommy llegó a la entrada del túnel
justo antes de que Booth usara la antorcha de plasma para fundir el metal.
Explicó que Messner no les acompañaría. Bolívar y Booth se habían desecho de
los otros dos. Era el momento de la verdad. Tommy activó la antorcha al máximo
de su capacidad y empezó a derretir el techo. En cuanto empezó a caer oro,
Booth lo enfriaba con la manguera a presión y Raúl usaba guantes para ponerlo
sobre la banda para que los rodillos y la gravedad lo sacaran hasta la calle.
Trabajaron por más de media hora. Raúl empezó a cargar el camión con pedazos
amorfos de oro incrustado de diamantes y el metal de las cajas. El calor era
insoportable, pero sería el último trabajo de sus vidas.
-
Debemos llevar más de diez millones.- Dijo Alfred Booth mientras enfriaba y
cargaba más pedazos de oro.- ¿Estás seguro que tu contacto puede mover tanta
cantidad?
-
No te preocupes por eso. Sólo espero que a nadie se le ocurra mirar dentro de
la bóveda.
-
No tendrían por qué si tienen los sistemas congelantes a toda potencia.
El agujero en el techo se fue
haciendo cada vez más grande hasta que los lingotes a medio derretir fueron
cayendo. Ya tenían todos los diamantes y prácticamente habían vaciado la
bóveda. Los tres cargaban los pedazos amorfos en las bandas y se turnaban para
llevarlo al camión. Raúl fue el primero en escuchar los gritos de alarma y los
disparos. Los tres se quedaron paralizados. Encima de ellos tres escuadrones
del FBI se abrían paso por el laberinto, el Rat Pack y los hombres de Bill Red
habían abierto fuego y la empaquetadora era una zona de guerra. Los tres
ladrones echaron a correr cuando escucharon que alguien trataba de derribar la
maciza puerta de acero.
-
¡Déjalo Raúl, no vale tu vida!- Tommy empujó a Bolívar quién aún quería cargar
con más oro empujándolo por la banda.
El FBI derribó la puerta de acero y
sus gritos y órdenes hicieron eco por el túnel. Estaban prácticamente afuera
cuando Tommy se quedó atrás. Booth cerró el camión mientras Bolívar lo
encendía. Raúl miró hacia atrás y sacó un arma. Sacaría a su amigo de ahí
aunque muriera. Booth no compartía el sentimiento. El FBI gritó órdenes y
soltaron disparos de advertencia, pero un par dio con la tubería de gas y la
explosión colapsó gran parte del túnel. Alfred levantó a Raúl, quien había
caído sentado cuando explotó el gas. Lo empujó hasta el camión y aceleró a toda
velocidad. Tommy Mackey había muerto.
Red miraba el reloj con
anticipación, el robo estaría ocurriendo en ese mismo momento. Holly, con un
caballete en el brazo por el disparo, junto con Ruíz, esperaban que Primo
llamara para dar la noticia. Tray-tray entró corriendo al club, pálido de
miedo. Lincoln iba detrás gritado sobre el FBI. Se acababan de enterar que Sean
Mallory y su abogado habían sido arrestados.
-
Hay una rata.- Dijo Tray-tray.- Es Primo, ese hijo de perra sabe todo de
nosotros.
-
Podría ser, no podemos estar todos juntos. Ruíz, llama a tus hombres para que…-
Las puertas se abrieron de par en par y los agentes del FBI irrumpieron como
tormenta.
Tray-tray empezó a disparar, junto
con algunos soldados. Red reaccionó rápido y empujó a Holly y a Lincoln para le
siguieran hacia una salida escondida en su oficina. Llevaba a un túnel en el
suelo que cruzaba la calle. Ruiz les quiso seguir pero recibió un disparo en la
cabeza. Lincoln volteó cuando Tray-tray cayó herido y lo balearon mientras
disparaba salvajemente. Red no miró atrás. Cruzó el túnel y al salir del otro
lado jaló la cadena que hacía estallar pequeñas descargas para colapsarlo.
Pudieron escapar de la red de federales y Red llamó a la caballería.
-
¡Hijo de perra, hijo de perra! Todo este tiempo nos jugó a todos.
-
Hay una manera de saberlo.- Dijo Holly.- Si el FBI no está en casa de Victor
Rath, entonces es la rata, él o Primo.
-
Incluso si no lo es, los matamos a los dos. Ya llamé a mis muchachos. Lincoln,
malditos bastardos. ¿Tray-tray?, ¿Viste si…
-
Lo arrestaron, pero Ruíz está muerto.
La camioneta de Bill Red se vio
acompañada de más autos, eran sus refuerzos. La mansión de Victor Rath tenía
seguridad extra y no tenía a un solo federal. El auto de Primo estaba
estacionado. Bill no necesitaba más prueba. Los mataría a los dos. Había
construido un imperio desde los 13 años y no dejaría que una rata en una torre
de marfil lo echara todo a perder, no cuando estuvo tan cerca de regir a
Malkin.
Abrieron fuego contra los trajeados
hombres de seguridad. El factor sorpresa sirvió para aniquilar a todos los de
la entrada y casi todos los de los jardines. Holly disparaba con una mano, Red
tenía una AK-47 y disparaba a lo que se moviera. Entraron a la mansión, la
balacera arreciaba afuera y comenzaba adentro.
-
¿Qué demonios haces?- Gritó Primo, quien se había quedado arrinconado,
protegiendo a Sarah Hughes y a su hija Cassie.- Teníamos un trato.
-
Maldita rata.
-
Los federales te quitaron a Sean Mallory de encima, ¿qué más quieres?
-
Vinieron por mí también.- Primo se quedó atónito. Había llegado a casa de
Victor para matarlo esa mañana, pero él había salido temprano.
-
Rath, tiene que ser Rath. Sarah, dile para qué vine.
-
¡Ella!- Gritó Holly.- Ella fue quien me disparó, tenía lentes negros pero la
reconozco.
-
¿Cassie?- Red no entendía.
-
Bill, no es lo que crees.
Holly disparó pero Sarah cubrió a
Cassie. Primo sacó un arma y Red disparó contra los tres y soltó el gatillo
cuando Primo quedó irreconocible. Los disparos continuaron, pero ahora sonaban
más. Escucharon las voces amplificadas, era el FBI que llegaba a hacer un
arresto y se encontraba con una galería de tiro. Bill corrió hacia la parte
trasera, pero agentes del FBI saltaban por el muro. Recargó su metralla y
caminó a la puerta delantera. Recordó su primer muerto a los 13 años. Recordó
tener sangre en las manos mientras los federales lo acribillaban y caía al
suelo. Asfixiándose por la sangre se miró las manos. Eran manos de un hombre
maduro. Ahora también tenían sangre.
La semana siguiente se ofició el
funeral de Tommy Mackey. Claudia llegó esposada de manos y pies rodeada de
federales armados. Raúl Bolívar y Alfred Booth no se atrevieron a entrar al
cementerio estando los federales. Claudia puso flores sobre el ataúd y lloró.
Le susurró que estaba en un mejor lugar ahora. El agente Peterson le puso una
mano sobre el hombro.
-
No debieron disparar en ese túnel, perdimos a tres agentes. Lo siento mucho
Claudia. Tommy hizo un servicio ejemplar como informante. No será olvidado.
Tienes una segunda oportunidad Claudia como testigo protegida, es todo lo que
Tommy quería.
-
Lo sé. Gracias agente Peterson. Yo quería empezar de cero con él.
-
Los policías están en prisión esperando juicio. Cassie Hughes se recuperó de
los dos impactos de bala y está hablando. Sean Mallory, George Shannon, Clyde
Ford y más de una docena de sus hombres. Bill Red está muerto, pero tenemos a
su asistente Holly Mayfield, a uno de sus narcotraficantes principales y veinte
más que ya están soltando la sopa. El único que escapó es Victor Rath, pero tenemos
a Rezner y gran parte de su red. No llegará lejos sin su mano derecha, Anthony
Primo.
Sasha, Ken y Big Bob habían pasado
dos semanas en el mismo departamento mientras averiguaban si los federales
tenían algo sobre ellos. Recibieron el mensaje y fueron a ver a Ezra Singh
afuera de la fábrica de leche en polvo. Si Primo hubiera sobrevivido quizás
habría hablado, quizás habrían cerrado la fábrica. Singh también esperó a ver cómo
se calmaban las cosas. Victor Rath les esperaba en un auto compacto. No le
habían visto en semanas.
-
La tormenta pasó, ¿pero qué hay del barco?- Preguntó Ezra Singh.
-
Cambia de capitán.- Dijo Rath.- Lo sabía desde que empecé a sospechar de Tony Primo.
-
Un buen navío no necesita dos capitanes, ese siempre fue su problema.
-
Tengo mis ahorros para mudarme a un país sin extradición. Todo está listo.-
Señaló al auto y bajó Mark Poole. Sasha no había visto el resultado final, pero
era excepcional. Aún tenía moretones y varias puntadas sin sanar, pero era
idéntico.- Mark Poole se hará cargo, tiene historia, papeles, para propósitos
legales es tan real como cualquiera de nosotros. Ya había reencontrado a mi
hijo Tommy hacía unos años, ayudé a su mamá con su negocio. Siempre me sentí
culpable por engañar a mi amada Stacy de esa manera, pero no por eso no quise a
mi hijo. Claudia lo cuidó bien, ella tenía problemas con el escuadrón de Vicio
y es cuando se me ocurrió un programa de protección de testigo para ella y a
Tommy como informante de mis enemigos. Su lamentable y calculada muerte termina
ese cabo suelto. Ustedes cuatro son los únicos que saben que Poole es Tommy
Rath Mackey, y preferiría que así se quedara.
-
Un gusto.- Mark Poole y Ezra Singh se dieron la mano. El viejo estaba
impresionado.
-
Tenías al mundo en contra Victor, probaste estar a la altura.
-
El plan fue de Tommy, conoce todos mis negocios y heredará todas mis
propiedades y asuntos legales.
-
Entonces… Mark Poole, parece que tú y yo estaremos haciendo negocios por muchos
años.
Victor Rath había sorprendido a
Freddie Primo con un arma en la nuca en el ’88, eso cambió todo. Ahora Tommy
Rath había orquestado una maniobra que culminó cuando se escudó en la entrada
de servicio eléctrico del túnel que la noche anterior había logrado abrir.
Michael Rath le había heredado todo a su hijo Victor, quien había extendido el
imperio a nuevas alturas. Tommy Rath lo heredaba de Victor con clara imagen de
quiénes eran sus aliados y quiénes sus enemigos para llevarlo más lejos
todavía. En cuanto Bolívar le dijo del trabajo de Clyde Ford él se convirtió en
la primer persona en sobornar a una clínica para le dieran un falso positivo en
su prueba contra el SIDA. No había podido saber que Cassie Hughes sería una
pieza salvaje en el tablero, pero a la larga había ayudado a que Red
desconfiara de Primo.
Un mes después Mark Poole empezó a
comprar el oro y los diamantes robados a Raúl Bolívar y Alfred Booth. Era mejor
si le creían muerto. Cumplía las promesas de su padre con sus aliados. Ken,
Sasha y Big Bob consiguieron grandes pedazos de los negocios legales. La
reorganización del submundo criminal fue lenta, pero precisa. El espacio entre
Poole y la calle se agrandaba, pero tenía oídos y ojos en todas partes. Los
pocos amigos de Mark Poole perdieron contacto mientras al paso de las semanas
heredaba la fortuna de su padre y sus negocios. Un ingeniero en sistemas se
había vuelto millonario.
La historia se repetía. Lo que pasó
en 1998 había empezado hacía diez años atrás, cuando peón se convirtió en rey.
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