miércoles, 22 de julio de 2015

Noches de tormenta (parte 1 de 2)

Noches de tormenta
Por: Juan Sebastián Ohem

 - ¿Qué pasa Daniel?,- preguntó el asesino.- ¿tienes miedo? Para ti soy el diablo. Un monstruo. Un enorme agujero negro. Un dios que da vida y muerte. Por eso quieres asustarme.
- No quiero asustarte. Quiero matarte. Te llevaré a un lugar poco frecuentado, te mataré a golpes y enterraré tu cadáver. Como has hecho tantas veces. No eres el diablo, ni un monstruo. Eres un renacuajo cobarde y ridículo. Un chiste. Un aborto fallido. Algo absurdo y estúpido.
- No tienes los pantalones para hacerlo.- Daniel fue bajando la velocidad conforme se acercaba a un espacio poco transitado y oculto por los árboles.
- Nunca había terminado nada en mi vida.- Detuvo el auto detrás de una línea de árboles.- Ya es hora.
- No… No lo hagas Daniel, ¡no me puedes hacer esto!
- Tengo una buena y una mala.- De la cajuela sacó una pala y el bat de baseball.
- ¡No lo hagas!- Gritaba a todo pulmón. Daniel tomó la pistola de la guantera y se la guardó en el cinto.
- ¿Qué pasa?, ¿tienes miedo? La buena es podrás respirar aire libre.- Sacó al asesino extrayéndolo de su cabello. No podía defenderse pues estaba amarrado fuertemente como un capullo.- La mala, es que voy a enterrarte vivo.


Diciembre 10:
                El día había sido fresco y la noche más, pero no había frío en la habitación de Gabriel. Había esperado ese momento por más de una semana. Daniel había estado con su pareja, Alberto Sáenz, casi toda la semana. Era época de hacer inventario, días enteros de contar cada lancha, motor, refacción y tuerca en las amplias bodegas de su tienda de artículos para el agua “Vida Blue”. No sabía qué sentir, menos ahora que estaba exhausto, pues le caía bien Alberto pese a ser aburrido y pesado, pero adoraba a su Daniel. Con esos chinos tan perfectos y esa amplia sonrisa le parecía el hombre más atractivo del mundo. Tenerlo desnudo a su lado era como un sueño hecho realidad que opacaba por completo la triste realidad que, en poco tiempo, se iría de su casa para regresar a dormir con Alberto.

                Daniel Mora fumaba desnudo en la cama mientras Gabriel lo miraba en silencio. Posó su mano sobre su pecho para sentir su respiración y sonrió. Su brillante cabello pelirrojo parecía arder en llamas bajo la tímida luz de la lámpara del buró.
- Extrañaba esto.- Dijo Daniel.- Sin apuros, sin problemas, sin nada.
- Miriam me invitó a una fiesta, no me arrepiento de haberle cancelado.
- Iba a ir con Alberto, Miriam será una harpía, pero es mi amiga.- Se quedó pensando en silencio hasta que concluyó.- Más harpía que amiga, pero da lo mismo.
- ¿Entonces Alberto está en tu casa?
- ¿Al? Para nada, se fue al Cielo. Detesto ese antro, pero como le dije que tomaba el café con una amiga, decidió irse solo.
- ¿Café con una amiga?
- Es cierto, tomamos café.
- ¿Y sólo soy tu amiga?
- Si quieres te reubico como harpía, junto con tu querida Miriam.

                Mientras se besaban, Daniel no dejaba de pensar cuánto le gustaba Gabriel, pero sólo hasta cierto nivel. Gabriel Rojo era un niño, hermoso y divino, pero él necesitaba a un hombre como Alberto. Aburrido, pesado, con el ritmo de una vaca, pero con quien conectaba en un nivel más profundo. No pensaba, ni podía pensar, que le estaba siendo infiel, pues no era la misma clase de intimidad la que tenía con Gabriel que aquella que compartía con su pareja. En cierto modo estaba usando a Gabriel, pero no era como si él no ganara nada.

Su celular comenzó a vibrar y cantar “Yo no soy esa mujer” de Paulina Rubio. Temiendo que se tratara de Alberto, se fijó en la hora 2:40 am, y contestó sin revisar el identificador de llamadas.
- ¿Daniel Mora?- Escuchó antes de contestar.
- ¿Quién habla?
- ¿Es la pareja sentimental de Alberto Sáenz Mont?- La voz era dura, estricta. No preguntaba, sino que dictaba.
- Sí, ese soy yo. ¿Le pasó algo, está bien?

                No recibió respuesta, únicamente una dirección y una orden clara “preséntese de inmediato”. Se despidió torpemente de Gabriel y salió de la casa mientras se vestía la camisa y se ponía las sandalias. Manejó en silencio, sin saber qué pensar o qué hacer. Con el tráfico bajo de las dos de la madrugada llegó al parque de la mejorada en diez minutos, antes de que se consumiera el cigarro que fumaba temblorosamente.

                Dos policías uniformados le detuvieron en cuanto bajó del auto. Podía ver un hombre vestido en bata de doctor, acompañado de dos hombres de traje custodiados por media docena de policías. De inmediato intuyó lo que ocurría. No había ambulancias, no había sido un accidente. Los policías le comunicaron de la muerte de Alberto en su lenguaje incomprensible y arrastrando las palabras. No le dejaron acercarse, pero le aseguraron que la escena no era grata.

                Al principio no lloró, pero comenzó a sentirse mareado y tuvo que apoyarse contra el auto. Un policía le acercó un refresco y trataron de calmarlo, pero bajo ningún concepto lo dejaban acercarse. Sólo quería verlo, tocarlo, besarlo. Necesitaba abrazarlo y gritar hasta que sus pulmones quedaran ardientes.

Se llevaron el cuerpo, ocultado con una sábana, en una camilla hasta una ambulancia. Hasta ese momento los dos policías se alejaron de él sin decirle nada, dejándole desprotegido. Uno de los hombres de traje, alto y moreno, se acercó a él. Le ofreció su pañuelo de tela y trató de decir algo, sin conseguirlo. Daniel tampoco sabía qué decir y se contentó con mirar la cicatriz bajo su ojo izquierdo, parecía una media luna que añadía pesar sobre su rostro largo.
- Descanse, le hará bien. No deberían haberlo llamado. Deje que su familia se encargue de la identificación y demás.

                El hombre se alejó y Daniel sintió miedo. Sabía que tenía que subirse a su auto e ir a casa, pero sabía que aquello dolería, dolería más que cualquier otra cosa en el mundo. La idea de entrar a la casa vacía, silenciosa y oscura, lo llenaba de temor. Temía lo que se avecinaba, una noche de tormenta.

Diciembre 12:
                La funeraria estaba llena de gente. Daniel estaba sentado cerca del féretro para mirarle el rostro calmado y dulce. La familia de Al había sido de lo más generosa, sus papás se encargaron de todo y no dejaban de ofrecerle su ayuda. Gabriel no se había aparecido, lo cual agradecía en secreto, las cosas ya eran lo suficientemente confusas.
- ¿Daniel?- Era Miriam. Se saludaron de beso y se sentó a su lado, ofreciéndole un cigarro que aceptó sin dudar.- ¿Quieres fumarlo afuera o prefieres quedarte aquí?
- Quiero quedarme, mis papás llegan en cualquier momento. Gracias por venir, te lo agradezco.
- Soy tu amiga, haría lo que fuera por ti. Si necesitas algo, ropa limpia, comida, que te lleve a alguna parte, no lo dudes.- No lo decía en serio, Daniel sabía que era una harpía, pero le reconfortaba escuchar esas cosas.
- Gracias, en serio.- Miriam sacó una tarjeta de presentación de su bolso y se la pasó.
- El doctor Ramírez es excelente psicólogo. Cuando murió mamá me ayudó muchísimo. Prométeme que vas a intentarlo.
- Lo haré.
- Creo que esa es tu hermana.- Miriam se despidió de beso y le dejó el asiento a Ana Laura.
- Hola.- Ana Laura venía sola. Daniel sintió un terrible vacío en el estómago. Sabía lo que diría a continuación.- Mis papás no pudieron venir, están realmente complicados ahora con eso de la mudanza y demás.
- Se mudaron hace un mes.
- Pues sí, pero sabes cómo son ellos.- De inmediato se dio cuenta que ésa no era la mejor manera de decirlo, pero era demasiado tarde. Odiaba ser la intermediaria entre su hermano y sus papás, y realmente no entendía por qué no habían querido asistir al funeral, por lo que decidió dejar de defenderlos.
- Sé como son ellos. Mi novio fue asesinado y les vale un rábano.
- No digas eso.
- Es fácil para  ti Ana, tú tienes carrera y eres normal. Yo no terminé la licenciatura y soy gay.
- No lo digas así, te aman, pero es que es difícil para ellos.
- El maldito que lo mató lo desnudó primero, después lo cortó con una navaja y le dio de golpes con un tubo hasta matarlo. ¿Crees que no es difícil para mí?
- Tienes razón.- Ana Laura lo abrazó.- Es horrible y tienes razón. Pero sabes que me tienes, ¿verdad?
- Claro que sí, eso no lo dudo. Eres la única persona en quien puedo confiar.- Le mostró la tarjeta del psicólogo.- Quiere que vaya a ver un loquero. Ya fui una vez, cuando papá creía que me podían curar de mi homosexualidad.
- No te cierres, dale una oportunidad. Lo de ese psicólogo fue locura de papá, no los juzgues todos así. Tú estudiaste psicología, así que sabes que no todos son así.
- Lo peor es en la noche, lo extraño tanto que no puedo dormir.- Ana Laura iba a decir algo, pero se distrajo al ver entrar a un hombre trajeado de gris que escaneaba el lugar hasta dar con Daniel.
- ¿Lo conoces?- El hombre le dio la mano a Daniel con cara de compungido.
- ¿Me recuerda? Nos vimos en el parque y le di mi pañuelo.
- ¿No me diga que lo quiere de vuelta?- “Ese es mi hermano” pensó Ana Laura “siempre tratando de usar el humor”.
- No, está bien. ¿Puedo hablar con usted afuera? Tiene que ver con su pareja.- Salieron en silencio y, antes que Daniel pudiera decir algo, le interrumpió con un gesto.- Soy el licenciado Jacobo Soto, trabajo para la Procuraduría General de Justicia del Estado y estoy a cargo de la investigación de Alberto Sáenz. No quise hablar con usted esa noche porque le quería dar tiempo suficiente para pensar y calmarse un poco.
- Gracias, es muy amable de su parte. ¿Le puedo hacer una pregunta?- Soto afirmó con la cabeza.- No me han dicho mucho y necesito saberlo, ¿cómo murió mi novio? Me han dicho que fue un asalto, pero no fueron muy específicos.
- Alberto Sáenz…- No le sorprendía que le dieran esa versión de los hechos, era la versión estándar para mentirle a los parientes.- No fue un asalto cualquiera. Su pareja fue levantada de camino a la discoteca el Cielo aproximadamente a las once de la noche. Fue secuestrado, torturado, desnudado y abandonado en el parque de la Mejorada.
- ¿Ya sabe quién lo hizo?- Daniel reprimió  las lágrimas lo más posible, pero no podía evitar temblar como una hoja.
- Estamos trabajando en ello. De hecho por eso quería hablar con usted.
- Adelante, si puedo serles de ayuda haré lo que quieran.- Soto extrajo una libreta pequeña del bolsillo interior de su saco y consultó un par de anotaciones.- Han surgido un par de nombres, sospechosos. No es seguro que se traten de los culpables, pero son dos pistas que hemos estado siguiendo. Joaquín Beltrán y Miguel Cab, ¿los conoce?
- Me suenan los nombres.- Daniel encendió un cigarro mientras trataba de pensar.- ¿Micky Cab?
- ¿Lo conoce?
- ¿Moreno claro, con canas en los costados?, ¿ese Micky?
- Sí, así es. ¿Cómo lo conoce?
- No somos amigos, pero creo que he conocido a Micky Cab. No estoy seguro del otro, Joaquín Beltrán, pero Micky es amigo de un amigo. Según recuerdo la última vez que lo vi fue en la fiesta de despedida de de un amigo de Miriam, creo que recuerdo porque había salido del clóset hacía poco tiempo y eso generó conversación.
- Espere, espere, ¿Miguel Cab es homosexual?
- ¿No lo sabía?- Soto escribió un par de cosas en su bloc mientras Daniel fumaba nerviosamente, tratando de darle sentido a lo que estaba ocurriendo.- ¿Qué les hace pensar que son sospechosos? Dudo que conocieran a mi Alberto, o incluso que me recuerde.
- Sus nombres habían surgido, pero como le dije, no es nada seguro. Ahora dígame una cosa, la noche en cuestión su novio iba a una discoteca, ¿porqué iría solo?
- Le gustaba mucho la música y yo confiaba en él.- Tembló con mayor intensidad, tratando de no pensar en Gabriel Rojo.- A mí no me gusta ese antro.
- ¿Usted salió a otra parte?
- No, me quedé en casa.- Era una manera sencilla de exigirle su coartada, pero de inmediato supo que algo estaba mal. Daniel Mora le parecía un maricón coqueto, no creía que fuera del tipo que prefería una noche tranquila leyendo un libro a una salida a conocer hombres, o bailar o algo así.
- ¿Sabe de alguien que haya sido cercano a su novio en fechas recientes, como un cliente, un conocido, alguien de ese tipo?- El sentimiento de culpa lo hacía temblar y trató de guardar la compostura al responder negativamente con la cabeza.
- ¿Usted cree que sufrió?- Fue lo único que pudo decir. Soto puso su mano en el hombro, le dio su más sincero pésame y se fue.

                Su mente estaba ausente, su cuerpo funcionaba en piloto automático. Despidió a todos quienes fueron al funeral y quedó sentado en su auto, haciendo lo posible por no llorar. No podía ir a casa, tenía que verlo. Tenía que caminar donde él caminó. Manejó hasta la discoteca, estacionó el auto y recorrió el camino de la puerta hasta el lugar donde el auto había sido encontrado. En algún punto entre la esquina y Prolongación Montejo había desaparecido. Daniel pensó que, lo más seguro, era que el asesino lo engañara, metiera en un auto y desapareciera. No podía pensar en Miguel Cab como teniendo algo que ver en el asunto. No lo tenía, concluyó mientras daba su tercer paseo por la zona, el detective seguramente jugaba con él teniéndolo como sospechoso. Se quedó parado en la esquina, el auto ya había sido llevado por uno de los primos de Alberto. A unos pasos de la esquina había un hilo de manchas de aceite y se preguntó, por un momento, si no estaba caminando en el sendero del asesino.
- No, no del asesino.- Se dijo en voz alta.- De no ser por mí no habría venido, yo soy el asesino.

                Y con eso, se echó a llorar hasta que los ojos le dolieron y sus rodillas en el suelo le ardieron. Se abrazó al poste y siguió llorando hasta que uno de los vecinos le ofreció su ayuda. Daniel trató de caminar a su auto, pero sus piernas le flaqueaban. El vecino le pidió un taxi y lloró durante todo el trayecto. Se calmó un poco cuando estaba en casa, rodeado de fotografías del amor de su vida. Gabriel le habló al caer la noche, inseguro sobre lo que podía decir se limitó a darle el pésame, iba a colgar cuando Daniel lo detuvo.
- Espera, espera, ¿tú recuerdas a un gay llamado Miguel Cab? Creo que lo vimos en una fiesta de Miriam, o de alguien conocido de Miriam.
- Creo que sí, morenito y canoso, mayor de cuarenta, ¿ése es? Creo que era jefe de meseros en el Castrejón.
- Yo creo que sí, ¿qué ha sido de su vida?- Hubo un momento de silencio incómodo, cortado por los momentos en que Gabriel se aclaraba la garganta nerviosamente.- ¿Qué pasa?
- Miguel Cab está muerto Daniel, hasta nos invitaron a su funeral. Bueno, a mí sí al menos. No fui, pero sucedió hace meses, a finales de Octubre. ¿Porqué la pregunta?
- Curiosidad, sólo eso.

Diciembre 14:
Diario de Jacobo Soto
                No fue mi idea, fue de Romina. Semanas enteras de molestarme con eso, así que fuimos al estúpido psicólogo de la PGR. El caso de Sulú Canché dejó fuertes marcas en mi inconsciente. Eso es lo que él dice. Quizás sea cierto, quizás no. Algo es seguro, Daniel Mora miente. Hablé con sus vecinos, lo vieron salir poco después que Alberto Sáenz. Creyó que no me daría cuenta, se le olvidó que los vecinos saben que son maricones y los tienen bien vigiladitos. Se queda con la casa y los autos, aunque ha regalado uno de ellos. Sin embargo, no fue el asesino de Joaquín Beltrán y Miguel Cab, no sólo no cabe en el perfil psicológico, sino que además estuvo de viaje la noche que murió Beltrán.

                Mentiroso, pero útil. Ha confirmado mis peores temores. Tres asesinatos de mismo modus operandi, los tres hombres homosexuales. Mis superiores no están felices, quieren que barramos el asunto debajo de la alfombra, pero yo fui claro en mi posición.
- No es como cualquier asesinato de maricas, de celos y cosas así.
- ¿No puedes investigar algún marica que viva por alguna de las zonas donde desaparecieron, o donde aparecieron sus cuerpos?
- Los asesinos desorganizados matan donde se sienten seguro, en su área de confort alrededor de su casa. Sin embargo, los asesinos desorganizados no son meticulosos, ni tienen un ritual tan sofisticado como éste.
- ¿Realmente crees que se trata de un asesino organizado?
- Sin duda alguna señor, éste volverá a atacar y la comunidad gay nos linchará si lo encubrimos.
- Al carajo con ellos.- El comandante es tan homofóbico como Omar, pero me tengo que aguantar.- ¿Tu sabes lo que nos dirá el alcalde, Panista como el que más, si le decimos que hay que darle trato especial a la comunidad gay? Nos manda por un tubo, no olvides quien gobierna Mérida, y la curia es clara en cuanto a ellos, viven en pecado, mueren en pecado.
- Entiendo lo que dice señor, ¿qué le parece si promocionamos la PGR estatal en estos momentos de crisis? Le damos la oportunidad a la gobernadora y/o al alcalde de tomarse fotos con usted, quizás donarnos algo, y así investigamos el caso sin miedo de las implicaciones morales.
- Bien pensado Soto, por eso estás al mando de esta investigación. Cuídame mucho a Omar, es de los agentes del Ministerio Público más sagaces que tenemos.

Si ese gordo inútil es el más sagaz del MP entonces estamos perdidos. Fue él quien evitó el peritaje a fondo de la primera víctima, argumentando que los maricones no merecen mayor problema. Fue su idea que le llamaran a Daniel Mora a la escena del crimen, como si aquello sirviera de algo. Lo quería asustar, eso es todo, pero olvida que soy yo el que se ensucia las manos para que al final él lleve el caso al juez penal y se gane los laureles.

Anoche cené con Anastasia, es una excelente asistente y decidí invitarle una comida china para llevar y una cena en mi oficina. Romina se enojó porque no probé su estofado, pero la verdad es que me sirvió mucho cenar con Anastasia. Es buena escuchando, es discreta y puedo ventilar mis frustraciones con ella. Le hablé sobre el caso, ahorrándole los detalles más sórdidos y algunos puntos se fueron clarificando. Todos los hombres fueron secuestrados, presentan cortaduras en las piernas, en el torso y, en el caso de Beltrán, en los brazos, lo cual puede deberse al método mediante el cual el asesino los desnuda. Le es más fácil rasgar sus ropas que desabotonarlos. Beltrán usaba saco al momento del secuestro, lo cual explica sus marcas. Sus manos fueron amarradas detrás de la espalda con una esposa plástica, al igual que sus pies. El asesino los golpeó en la entrepierna con un objeto contundente, probablemente un tubo verde o un bat de beisbol de ese color, a juzgar por algunos fragmentos de pintura enterrados en los genitales de Miguel Cab. La hemorragia de la zona finalmente mata a sus víctimas. No veo la conexión aún, Cab era un jefe de meseros, Beltrán un arquitecto y Sáenz un vendedor de artículos para albercas y playas. No tenían al mismo doctor, ni compartían a los mismos albañiles, ni frecuentaban los mismos clubes, estilistas o restaurantes.

Debe haber algo que los una, además de su desviación sexual. El asesino es ambivalente sobre su sexualidad, los odia porque se odia, pero a la vez los desnuda. Contempla su trabajo, porque sabe que es la culminación del esfuerzo. Fuerte figura paterna, abuso en la infancia, una psique quebrada por completo sosteniéndose únicamente de las ilusiones y fantasías que se ha creado a su alrededor. Si el asesino enfrenta una crisis tan grande que socave su imagen frente a otros degenerará rápidamente y tendremos media docena de muertos en un par de días. Si el asesino es astuto, si se ha acostumbrado a su psicosis, a su vacío interior, a su juego constante de mentiras, seducciones y engaños, entonces lo tendremos por mucho tiempo más hasta que se refine en sus métodos o en sus víctimas y se haga invisible, o bien se mude de estado. De cualquier modo, correrá sangre.
- ¿Realmente crees que matará de nuevo?
- Te apuesto mi salario anual. Ha esperado un mes entre cada asesinato, seguramente los vigila y busca su oportunidad con calma. Es meticuloso, no deja ni una sola fibra en estos tres casos. No me sorprendería si comienza a degradarse.
- Yo creo que ya está lo bastante degradado.- Se acomodó su largo cabello enchinado mientras comía su paquete de algas y arroz. Me vio con sus ojos enormes cuando me hizo esa pregunta.
- No, está en la infancia. Pronto la necesidad de matar crecerá, no será suficiente para callar su furia interior, y comenzará a matar más seguido.- Terminé mi comida y me relajé en mi silla.- Mírame, cenando con una hermosa mujer y hablando de un psicópata, lo siento.
- No, está bien, me gusta escuchar.- Terminamos la cena hablando de mi hijo Mario y la mala comunicación entre él y yo.

Enero 15:
Diario de Daniel Mora
                El psicólogo es un idiota. Me recomendó escribir un diario, este diario. No le hice caso hasta hoy. Una tormenta terrible azotó la ciudad, la colonia Alemán está en la penumbra, el calor de la casa no me da opciones. Ha caído el sol, las velas producen calor, no tengo más remedio que alumbrarme con la única linterna que tengo para escribir sobre este diario.

                Le prometí que pasaría Navidad y Año nuevo con mi familia, o con mis amigos. Le mentí, pero era más fácil mentirle que decirle la verdad. Le mentí a mi familia, le juré a Ana Laura que pasaría las fiestas con Miriam y su familia, y a ella le mentí diciéndole que la pasaría con mis papás. No podía estar con amigos, estoy demasiado deprimido y arruinaría su fiesta. Pasar las navidades con mis papás no era una opción. Me odiaron cuando salí del clóset, me odiaron cuando saqué a Alberto del clóset, me odiaron cuando me mudé con él y dejé la carrera. Aún recuerdo el aliento alcohólico de mi madre mientras me decía obscenidades y juraba que yo había sido el peor accidente que había tenido. Mi papá golpeó la mesa con tanta fuerza que se rompió un hueso, por poco me arranca la cabeza de una cachetada y me ordenó que dejara de ser tan maricón. Jo Jo Jo feliz navidad y próspero año nuevo y paz a los Hombres de buena voluntad.

                Navidad macabra. Leyendo, analizando, estudiando libros de criminalística y ciencia forense. Fotos de estrangulados, violados, torturados y quemados vivos ocupan la mesa de mi comedor. Oscura navidad, Santa Claus no trajo regalos, sino una extensa bibliografía en delitos sexuales y asesinos seriales. Porque eso es lo que es, un asesino serial. Cab y Beltrán, ambos homosexuales, no es una coincidencia. Investigué a Jacobo Soto, es comandante a cargo de la investigación, licenciado en psicología forense. También estudié el vergonzoso historial homofóbico de las corporaciones policíacas del Estado. El caso se tirará a la basura después de un tiempo.

                Gabriel me habló en Navidad, estaba preocupado por mí. No supe que decirle, escuché su discurso, su confusión, pero me quedé sin palabras. Hubo un largo silencio y, antes de que colgara, le pedí un favor.
- ¿Realmente crees que te ayudará? Haré lo que sea.

                Lo hizo, un día después tenía el número de teléfono de la familia de Miguel Cab y una dirección. Su mamá, una mujer delgada y encorvada, me hizo pasar en cuanto le expliqué mis motivos. Su pérdida y la mía estaban conectadas, ella no podía hacer nada al respecto, pero yo sí. Detalló el modo en que encontraron a su hijo con una resignación que pesaba sobre sus hombros.
- De camino a casa, del restaurante. Ahí pasó, no sé donde exactamente. Cada vez que paso frente al Castrejón siento que voy a vomitar.- La señora se levantó del sillón y sirvió dos vasos de agua.
- Gracias.- Me acomodé en la silla al lado de la ventana de la sala, donde un cartel de “Casa Nueva” tapaba el sol.
- Miguel era el sol de mis ojos, él pagaba la renta. Ahora tendré que venderla, como puede ver. Ya vendí su casa en chicxulub.
- Le gustaba el mar.
- Mucho, tenía una lancha o una moto acuática. Se la dejó a su primo.
- ¿Hubo testigos o declaraciones que recuerde?- En el reflejo del vidrio de la ventana vi mi reflejo, las ojeras en mis ojos demostraban mi insomnio.
- ¿Testigos?- Trató de reír pero era demasiado doloroso.- Mi amor, no me dan ni la hora del día. ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Por supuesto.
- Cuando sueñas, ¿lo ves en tus sueños?
- ¿Por qué cree que tengo estas ojeras?

Enero 18:
                Había estando coleccionando periódicos, buscando nuevas víctimas. Tomó su café matutino mientras leía las noticias locales de los distintos periódicos a los que se había suscrito. Al leer la noticia, Jorge Robles había sido atado de pies y manos, desnudado, torturado con saña           y abandonado en una oscura calle de la Emiliano Zapata Sur. El nombre del reportero era Simón Ifigenio Balam, y sin pensarlo dos veces Daniel lo ubicó por teléfono y subió a su auto.
- Llámeme If, señor Mora.- Le recibió en las puertas del diario “La República”.
- Daniel, por favor.- Le ofreció un cigarro y se escondieron del sol bajo la sombra de la entrada del diario.- Leí su reportaje sobre el homicidio de Jorge Robles. ¿Quién está a cargo de la investigación?
- Un comandante Jacobo Soto, al menos eso creo. Me echaron de la escena en cuanto se involucró la Procu. ¿Para qué noticiero trabajas Daniel?
- Ninguno.- Fingió que tocía por el humo del tabaco mientras pensaba algo inteligente que decir.- Me contrató un amigo de la infancia para que investigara un poco.
- Vaya, nunca hubiera pensado que eres un detective.- If lo miró de arriba abajo, un muchacho delgado, moreno y tostado, con cutis perfecta, manicura y cuidado extremo de su pelo. “En todo caso”, pensó el reportero, “parece el Beckham de los detectives.”- Hablaré con la esposa del occiso para la edición de mañana, ¿quieres venir?
- Pásame la dirección.- La apuntó en su pequeño bloc de notas y le sonrió coquetamente.- Creo que iré solo.

                Se recriminó por haberle coqueteado, aquél era un impulso que no podía contener. Antes lo consideraba una cualidad, ahora sentía un enorme vacío en su interior. Encendió la radio a todo volumen para distraerse, enojándose porque los noticieros no siguieran la nota del asesino en serie. Se mantuvo distraído hasta llegar a la casa de los Robles, una residencia de dos pisos casi enfrente de Plaza Oriente. Se alisó el traje, se arregló la corbata y tocó la puerta. La esposa abrió la puerta al momento, una mujer rubia que lloraba detrás de un pañuelo. Sus hijos se asomaban desde la escalera, tímidos de acercarse. Podía no estar relacionado, o quizás el asesino mataba a cualquiera independientemente de su orientación sexual, pero Daniel había leído demasiados libros de psicología forense como para saber que ese no era el caso. Era un gay de clóset, lo que significaba que el asesino compartía el secreto. Eso podía ser una buena señal, un radio menor de sospechosos.
- Los agentes se acaban de ir, ¿tengo que repetirle todo a usted?- Había rencor en su voz.
- Señora, estamos siguiendo todas las pistas, el homicidio de su esposo es particularmente terrible.
- ¿Trabaja para el comandante Soto que acaba de venir?
- Así es, soy el psicólogo forense. No pude llegar antes, pero eso no importa.- Se sentaron en la sala, donde aún quedaban las tazas y vasos que revelaban la reunión anterior.- ¿Su marido ha hecho nuevas amistades? Quizás conoció a una persona que le pareció agradable, pero que nunca se dejó ver por usted o sus hijos.
- Creo que mi marido…- Se detuvo antes de decirlo, se dio vuelta y con un gesto alejó a sus hijos. Daniel se acercó como su confidente para dejarla más tranquila.- creo que estaba teniendo un amorío. Llegaba tarde, pero tenía excusas tontas, a veces se ponía histérico si le preguntaba. Se volvió misterioso, hablaba poco, esa clase de cosas.
- ¿Cómo era su marido?- Los libros decían que la mejor manera de encontrar a un asesino organizado era buscando en la vida y entorno de la víctima. Se levantó y comenzó a curiosear entre las pertenencias de la familia Robles mientras la esposa se perdía en la ensoñación de los recuerdos.
- Un buen hombre, muy trabajador. Un gran abogado con su propia oficina. A veces eso lo hacía demasiado inestable. Se recuperó de su drogadicción en la clínica Nuevo Amanecer hace unos años. No había sido nada grave, pero él era así, a veces se preocupaba demasiado.
- Y le gustaba la playa.- Dijo Daniel, sosteniendo una foto donde aparecía pescando en su lancha.
- Sí, esa lancha le encantaba.- La miró de nuevo y un poderoso escalofrío lo hizo temblar. Era una lancha “Vida Blue” de su Alberto. Se sostuvo de una cornisa y trató de recuperarse.- ¿Se encuentra bien?
- No es nada. ¿Qué me puede decir de los últimos días, acaso vio algo nuevo, quizás algo fuera de lugar?
- No sé, es que si una se pone a pensar ¿en qué se fija? Cuando salga a la calle todos me parecerán nuevos, voy a pensar que todos son asesinos. Mi Jorgito sale por hamburguesas y no regresa más, nada de esto tiene sentido.
- Le entiendo, ¿pero qué tal en la casa? Quizás hubo llamadas a deshoras, quizás algún coche nuevo en la cuadra.
- Hubo una camioneta blanca…
- ¿De qué tipo?- Le interrumpió Daniel.
- Una Van blanca. No recuerdo al que la manejaba, era muy tarde, pero creo que lo vi fumando. Era muy moreno,  moreno muy oscuro.

                Le agradeció amablemente y regresó a su auto, donde el comandante Soto le estaba esperando en compañía de dos agentes trajeados. Daniel encendió un cigarro y se acercó casualmente. Soto se ajustó los lentes negros y con un gesto le pidió un cigarro.
- ¿Qué lo trae por aquí comandante?
- Prefería cuando me llamabas Licenciado. Comandante suena demasiado oficial. ¿Qué hace aquí?
- Nada, hablando con una viuda.- Soto sonrió, como si aquello lo partiera de risa y, cuando menos se lo esperaba Daniel, le volteó la cara con una cachetada que lo dejó en el suelo recordando a su padre.
- ¿Dónde estabas anoche y la noche en que mataron a Alberto Sáenz?- Daniel no respondió, se levantó ayudándose con el auto y Soto le puso la mano en el hombro, doblándolo de dolor.
- En casa.
- Mentira, tus vecinos derribaron esa coartada en dos patadas. Saliste esa noche, ¿qué hiciste?
- No lo hice, no sea idiota. Yo lo amaba.- Lo soltó y le mostró el dorso de la mano, como si le fuera a cachetear de nuevo.
- ¿Con quién crees que estás hablando? Me dices ahora o te arresto.
- Seguramente vistiéndose de vieja.- Interrumpió Omar Benítez.
- Benítez, guarde silencio.- Al ver que Daniel no respondía, le soltó otro. En esta ocasión con menos fuerza.- ¿Dónde estabas puñal?
- ¡Estaba cogiendo!- Gritó Daniel, llorando de rabia por su impotencia. Nadie se rió de él, sus ojos estaban encendidos por furia.- Estaba poniéndole el cuerno al hombre que amé con Gabriel Rojo. Él se los dirá, yo estaba debajo de él mientras un psicópata molía a mi novio a palos.
- Y por eso estás aquí.- Concluyó el comandante. Le ofreció la mano para que se levantara y le ofreció su pañuelo.
- Éste es el segundo pañuelo de tela que me regala.
- Siempre y cuando no te vuelva a ver.
- Imposible, quiero ayudar.- Los otros dos agentes comenzaron a reír, pero Soto no lo hizo.
- Vaya a casa señor Mora, aquí hay monstruos debajo de las camas, no los quiere ver.
- Puedo ayudar.- Soto le miró con escepticismo.- Muy bien, Sherlock Holmes, ¿sabías que Jorge Robles tiene un amante gay?
- Por supuesto.
- ¿Y sabías que le compró una lancha a mi novio?- Todos se quedaron mudos.- Estaba en una fotografía, hasta decía “Vida Blue”. Si siquiera les importara el caso habrían hecho esa unión.
- Nos importa el caso… Me importa el caso, y si vuelvas a decir eso te suelto otra cachetada. La Procuraduría Judicial del Estado de Yucatán agradece tu contribución al cumplimiento de la ley. Ahora sube a tu auto y lárgate.

                El rostro le dolía, el cachete estaba rojo y ardiendo. Le dolía más el ego y el orgullo. Soto había sido un necio al no involucrarlo. Ya estaba involucrado, y se lo demostraría. Manejó hasta la oficina del abogado. El nombre de Jorge Robles en una diminuta placa dorada en un edificio de tres pisos albergando una docena de oficinas. Sabía que tenía un amante, sabía que ese amante era gay, sabía que debía existir un registro de sus actividades. Ubicó la oficina de Robles en el segundo piso, donde una aburrida secretaria miraba la agenda y hablaba por teléfono. No tenía ganas de hablar, por lo que regresó a la escalera, ubicó la alarma contra incendios y la accionó. Esperó hasta que la secretaria saliera corriendo, junto con una decena de personas, para hacerse pasar hasta su escritorio y robar la agenda de citas del licenciado Robles. En el auto hojeó la agenda mientras manejaba a casa, más de quince “citas de negocios” con un Manuel Miranda. Las citas se daban a todas horas y le ocupaban tres horas de su tiempo, tenía que ser él.

Enero 18:
Diario de Jacobo Soto
                Jorge Robles desapareció en un tramo de diez cuadras entre su casa y el puesto de hamburguesas. El dueño del puesto lo identificó como un cliente regular, pero no recuerda haberlo visto anoche. Su auto fue encontrado a una cuadra de distancia. Presentaba una abolladura en la defensa que la esposa jura que es nueva. El asesino chocó su auto, lo atacó y encerró en el suyo. Robles, un hombre con sobrepeso, debió haber luchado por su vida, los navajazos en sus brazos debieron funcionar como disuasorios.

                La esposa sospecha  un amorío, sospecho que Robles era homosexual, como las demás víctimas. El asesino conocía su secreto y conocía sus movimientos. Estaba familiarizado con la zona, supo cómo atraparlo en una calle silenciosa y oscura. Mora tenía razón, Sáenz le vendió una lancha. ¿Sáenz podría ser el amante? Omar piensa que sí, está convencido que este caso, como casi todos los asesinatos de gays, se deben a su promiscuidad. Me gusta la idea, pero prefiero a Mora, es una fiera que esconde su rabia, la manera en que estalló conmigo ¿así estallaría frente a cualquiera que tocara alguna fibra sensible? No cuadra en el perfil del asesino serial organizado, y su amante corroboró su coartada, pero algo en él me dice que es capaz de matar a una persona sin pensarlo dos veces.

                Romina me exige que pase más tiempo en casa, pero se queja de mi trabajo. Dejé mi despacho sin seguro, Mario entró para ver si tenía dinero flotando por ahí y revisó las fotos. Seguramente cree que se salió con la suya, pero sé en qué posición dejé cada cosa y escuché sus pasos mientras estaba bajando la escalera. No quiero que entre en contacto con ese mundo, está en el Instituto Patria, tiene sus amigos parranderos, sus novias y su auto, no debería abandonar ese mundo frívolo aún. Fue un error mencionárselo a Romina, luego de su discurso me exigió que dejara mi trabajo.
- Trabaja en cualquier otra cosa, no necesitamos el dinero.

                Hace una semana se compró un vestido de tres mil pesos, ayer fue a la estética por un tratamiento de dos mil pesos, hoy mandó su BMW a una limpieza profunda de mil pesos. Miente al decir que no quiere el dinero, a ella le encanta, pero detesta mi trabajo. Detesta el mundo real. No la culpo, yo también lo detesto.

Enero 20:
                El sol de la mañana aún no quemaba su piel cuando salió de su auto y corrió hasta el aire acondicionado del edificio de la Procuraduría. Jacobo se quitó los lentes negros cuando vio que Daniel Mora caminaba hacia él sosteniendo un fólder de papeles. No podía ser nada bueno. Apretó el botón del ascensor y rogó porque Mora no entrara con él, pero se vio demasiado lento y, cuando las puertas casi se cerraban del todo, Daniel logró meter el brazo.
- Buenos días.
- ¿Qué tienen de buenos?
- Quería hablar con usted.
- Mora, hágase un favor y tome el siguiente ascensor. No diga nada, sólo hágalo.
- Puedo ayudar, mire esto.- Abrió el fólder y le mostró los papeles.- En la oficina de Robles encontré su agenda.
- Misma que robó cuando todos evacuaban la oficina, ¿no es cierto?
- Detalles, pero aquí está lo importante. El nombre del amante es Manuel Miranda. En su agenda tiene muchas citas a todas horas, y eso me puso a pensar. Así que hablé con su hermana Beatriz ayer y confirmó mis sospechas. Peor aún, hace tres días que no sabe nada de su hermano.
- Interesante.- El comandante sopesó la información, Mora era un buen sospechoso, pero le estaba siendo muy útil.- Pero de nuevo señor Mora, usted no tiene nada que hacer aquí.
- Maldita sea.- Detuvo el elevador, rojo de furia y mirándolo directamente a los ojos.- Miguel Cab tiene casa en chicxulub y era cliente de mi novio, lo mismo Robles, ¿sabe quién más tenía casa en Chicxulub? Joaquín Beltrán, y ayer me enteré de su dirección, a dos cuadras de Cab. Robles rentaba una casa allá, aunque nada tan cerca de ellos. ¿Puede ver la conexión?
- ¿Y Manuel Miranda está desaparecido del todo?
- Ni su hermana, ni sus familiares, ni amigos, ni nadie sabe donde está desde hace tres días.- Eso quiere decir que el asesino ha matado dos veces en menos de una semana. Podría ser que se esté saliendo de control, o bien que no recibió el suficiente placer la primera vez y tuvo que saciarse con una segunda víctima.
- Ya veo.- Una voz en el interfono preguntaba si todo estaba bien, les podían ver desde las cámaras en el techo, pero el guardia quería cerciorarse.- Todo bien, gracias. En un momento más avanzamos el elevador.
- Quiero ayudar. Quiero trabajar para usted.
- Ni en un millón de años.- Accionó el elevador y en segundos ya estaba en su piso, caminando hacia su oficina.- Le agradezco por todo, pero no puedo tener civiles comprometiendo el caso.
- No soy tonto, por supuesto que no andaré como vaquero metiendo la pata. Le cargo los papeles, le traigo su café, voy a la tintorería por su traje, lo que sea.
- ¿Este joto quiere quitarle el trabajo a Anastasia?- Se burló Omar Benítez.
- Ahora no Benítez.
- Seré como un becario, sin sueldo, 24 horas al días, todos los días de la semana. Tengo mis ahorros.
- Además de la herencia de su amante, muy generosa por cierto.
- No necesito trabajar en nada más que esto, puedo dedicarme de lleno.- Soto se sentó en su escritorio y se aseguró que no hubiera ningún superior a la vista antes de encender su cigarro.
- Eres inteligente, apasionado y obsesivo. Anastasia a veces necesita ayuda con todas sus tareas…
- No lo dices en serio.- Ni siquiera Omar sabía si lo había preguntado o afirmado.- ¿Ese joto trabajando aquí?
- ¿Te molestaría?
- Por supuesto que sí Jacobo, es insultante.
- Pues bienvenido a bordo Mora.- Estrecharon manos mientras Omar gruñía algo y regresaba a su computadora.- Haré tu vida un infierno niño, quiero que lo sepas.
- Ya es un infierno comandante, no me preocupo.

Febrero 1:
                Daniel Mora había cumplido su palabra, recogía su ropa de la tintorería, traía comida para todos, revisaba la ortografía de los oficios y, en su tiempo libre, se familiarizaba con el caso y los procedimientos jurídicos. Había soportado burlas y sabotajes de todos en la oficina, y aún así se esforzaba al máximo. “Es hora de darle una dosis de realidad” pensó Jacobo Soto mientras lo hacía llamar a la escena del crimen. Quería espantarlo y ésta era una oportunidad de oro. Esperó fuera de la casa hasta que llegó Daniel, con bloc y pluma en la mano, listo para tomar notas.

Ambos cadáveres estaban dentro de la casa del fraccionamiento la Reja. El asesino había cambiado su modus operandi, señal de una renovación. El asesino se volvía más profesional, no tenía miedo a la innovación, siempre y cuando matara él estaría dispuesto a cambiar su ritual. Las víctimas eran Federico Pons y su hermana Mina Pons.
- Dejó su rutina de secuestrar y matar, en esta ocasión tocó la puerta y entró como si nada.
- ¿No hay señal de entrada forzada?- Preguntó Daniel mientras apuntaba al marco de la puerta.
- Nada de eso.
- Entonces conocían al asesino.- Afirmó Mora mientras lo anotaba en su bloc. Soto lo detuvo con la mano.
- No estés tan seguro, quizás fingió necesitar ayuda inmediata. Quizás abrieron la puerta a un hombre sangrante, o quizás se disfrazó de agente de policía, bombero o de lo que sea.- Se preparó para escuchar alguna queja, pero Daniel afirmó con la cabeza y tomó nota de la lección.- Agente, entiendo que usted fue el primero en entrar a la casa, por favor haga los honores.

                El policía de uniforme fue detallando cada paso que tomó en cuanto entró al inmueble. Los agentes hicieron lo posible por pisar el mismo camino que el policía oficial, para evitar la contaminación. El asesino había estado ahí por más de una hora, era esencial el peritaje de posibles evidencias dejadas atrás por el atacante. Los cadáveres estaban en la sala. Mina había sido acuchillada salvajemente contra una pared. La sangre, en arcos y manchas, adornaban toda la pared lateral de la casa. Aquello había sido un matadero, pero casi no había sangre el suelo. Podía deberse, le explicó Soto a Daniel, a que el asesino usara un plástico semejante al que usan los pintores para no manchar los muebles. El asesino le había arrancado los ojos a Mina y deformado su boca.
- No fue la víctima principal, me apuesto algo que el asesino no contaba con que Mina estaría aquí. Lugar equivocado, momento equivocado. ¿Ves la zona de sus ojos?- Se colocó en cuclillas y, usando guantes clínicos, levantó su rostro deforme. Las cuencas presentaban cortadas en todas direcciones.- Le arrancó los ojos, los aplastó y trató de romper el cráneo. No quiere que lo vean las mujeres.

                Federico había sido desnudado, sus brazos y piernas atados. No encontraron el objeto usado para amarrarlo, pero debido a la forma de las heridas concluyeron que se trataban de las esposas plásticas, un simple cordón plástico casi imposible de romper. Presentaba cortes en piernas y torso, pero no eran muy profundas. A excepción de una cortada profunda en una pierna. “Probablemente el método que usó para inutilizarlo mientras lo amarraba y mataba a su hermana” pensó Jacobo. Los hematomas dejaron su zona genital de un uniforme color negro con morado. Sus genitales habían sido destruidos por completo. Semejantes heridas implicaban al menos una hora de constantes golpes. Una gruesa cinta adhesiva colgaba de su boca, el modo en que había sido silenciado.
- Aquí hay algo.- Anunció un perito que revisaba debajo del mueble bar cerca de Federico Pons.- Es una sustancia blanca espesa.
- Dásela a Mora, él es el experto.- Bromeó Omar.
- No es semen, es crema común y corriente, como Pond’s o Nivea. Creo que eso es  lo único que encontraremos. Este sujeto es bueno, tampoco veo huellas o pisadas.
- Debió cambiarse zapatos más de una vez para evitar llevar sangre de un lado a otro.
- Hay una pisada.- Interrumpió el policía.- En el jardín de atrás.
- ¿Hay algún testigo?
- Ninguno.- Dijo el policía mientras señalaba parte de una huella de zapato en la pared. El asesino había escalado la pared, ayudándose de una palmera a medio metro de distancia. La huella estaba a dos metros de distancia del suelo.
- Debió ser en el momento en que tomó impulso para brincar al techo del vecino de atrás, y de ahí descender a la calle.
- El vecino de enfrente dice que arregló su auto hasta las tres am, no vio a nadie entrar o salir.
- A juzgar por la temperatura del hígado, murieron antes de las tres, entre once y una.- Dijo uno de los peritos.

                Soto y Benítez regresaron a los cadáveres, pero Daniel, quien ya estaba verde, tuvo que excusarse, no sin las consabidas burlas de los policías. Corrió media cuadra hasta que no pudo más y comenzó a vomitar entre los arbustos. Con tal de respirar aire limpio le dio la vuelta a la manzana, calculando por dónde se podría haber bajado el asesino. La casa inmediatamente detrás de los Pons era un tendejón con amplia entrada. Una mancha de aceite llamó su atención, era una mancha en forma de hilo que avanzaba un par de metros. Recordó la mancha cerca del antro donde su novio había sido levantado. Un coche estacionado, una chatarra con las llantas ponchadas, había sido chocado justo en el trayecto del aceite. El auto polvoso, de color marrón, había recibido una transferencia de pintura color blanco. ¿Sería la camioneta tipo Van que mencionó la esposa de Jorge Robles? Nadie más la había visto, pero eso no quería decir que no existiera.

                Regresó a la escena del crimen, el enjambre de curiosos comenzaba a crecer rápidamente. La prensa estaba llegando. Soto le hizo señas para que se apurara a entrar y se escondieron en la cocina. Le explicó que le mentirían a la prensa, un caso desafortunado de robo a casa habitación era mejor que asustar a todo el mundo. Hablarían con la familia para convencerlos de tomar las mismas medidas, siquiera por un tiempo. No podían, por lo tanto, verlo a él o a Omar Benítez en la escena del crimen, sería demasiado sospechoso.
- Al parecer Federico Pons trabajaba como animador de luz y sonido, bailables para eventos, 15 años, bodas, graduaciones, despedidas de solteras o de solteros. Encontramos algo interesante en el clóset.
- Lo etiquetamos de evidencia maricón, así que no te lo robes.- Soto le mostró un látigo y un arnés de sado masoquismo.
- No se preocupe don Omar, mi masoquismo se contenta con olerle el aliento.
- Buena.- Dijo Soto. Encendió un cigarro y se acomodó cerca de la estufa, esperarían un par de horas antes de poder salir.
- Hazte el gracioso Mora, pero al final el pervertido eres tú. Dios no nos hace así, si no lo entiendes entonces no serás de ayuda para este caso.
- ¿Qué hay de Federico y Mina, Dios los hizo víctimas?
- Pervertidos antinaturales, eso es lo que se ganan por andar negando su naturaleza.
- Omar Benítez Puc- Dijo Soto con una voz dura y autoritaria.- vuelve a insinuar que Dios tiene algo que ver en este asunto y me busco otro agente del Ministerio Público.

                Pasaron las siguientes horas en silencio, observando fijamente los cadáveres y asimilando el horror hasta que dejó de ser real. Los ojos de Daniel se acostumbraron a los moretones, cortadas, sangre seca, deformidades y violencia. Se preguntó si eso sería temporal o si estaba siendo pervertido para el resto de su vida.

Febrero 3:
Diario de Daniel Mora
                Crimen de odio. Hasta ahora Soto ha sido hábil para esconder la información, dice que de poco serviría causar pánico, sobre todo cuando no estamos más cerca del asesino que cuando empezamos. La pista de la camioneta Van blanca con problemas de aceite no es muy prometedora, ni siquiera está bien corroborada. En realidad miente, Soto cree tener algo sólido. No han encontrado el cuerpo de Manuel Miranda, pero al revisar su casa en Chicxulub han encontrado residuos de cocaína en la cañería del baño. Puerto, drogas y lanchas. La ecuación es sencilla. Ofrecí que investigaran mi casa y me hicieran auditoría, les dejé que revisaran todos los papeles de mi Alberto. No encontraron nada. Por supuesto que no, mi ángel de ojos verdes no traficaba.

                Gabriel vino a la casa hace unos días, estaba preocupado. Comimos juntos en silencio. No dejaba de ver el rostro de mi Al, esos seductores ojos verdes. El pelirrojo de apellido Rojo trató de convencerme, “es sólo una fase, ya verás que te recuperarás”. ¿De qué me voy a recuperar? Nadie se recupera de la muerte. El postre fue mortal, un silencio incómodo que mataría a un monje. Tenía que decir algo, lo que fuera.
- ¿Qué sabes del sexo sadomasoquista?- Gabriel se atragantó con el tiramisú y tuvo que tragárselo con un gran vaso de agua.- Bueno, no para ahora, me refiero en general.
- No sé, ¿por qué la pregunta?
- La última víctima estaba involucrada en cosas raras, encontramos un arnés y un látigo escondidos en el clóset. Y recuerda, nada que yo te diga lo puede escuchar alguien más, si llega a la prensa me meten a la cárcel. En serio, firmé docenas de contratos de discreción.
- Conocí a un amigo que había escuchado de eso aquí en Mérida. No sé donde se pueda encontrar un club sado aquí.
- ¿Puedes encontrarme dónde o darme unos nombres? Ya sabes, pregunta por ahí.
- ¿Qué va a pasar? Me refiero, entre los dos.- Sabía que llegaría la pregunta, pero no quería que fuese tan pronto.
- No lo sé, en este momento mi cabeza está llena de cosas horribles.
- Pero, ¿te das cuenta que hay vida después de que atrapen al asesino?, ¿qué vas a hacer?
- No lo sé Gabriel, en serio no lo sé.

                Ana Laura se apareció por la casa cargando con bolsas del súper repletas de comida y papel de baño. Lo único que trajo fue atún, pan, frijoles y paquetes de 32 rollos de papel de baño. Me invitó al cumpleaños de papá, al parecer ellos le pidieron a mi hermana que hablara conmigo. Habían tratado de comunicarse conmigo, pero hace tiempo que no atiendo el teléfono, sólo mi celular. ¿Para qué me invita papá, para decirme lo freak que soy?, ¿para que mamá llore debajo de la escalera mientras papá se emborracha y amenaza con sacarme lo joto a golpes? Le juré que iba a ir, le dije que no tenía que preocuparse por mí. Le mentí, prefería volver a estar en esa odiosa cocina contemplando el cadáver de los Pons que pasar dos o tres horas celebrando con la familia el cumpleaños de mi papá.

Febrero 5:
Diario de Jacobo Soto
                Romina me lleva a la iglesia a la fuerza. ¿Cómo lo puso ella? “Dios todavía cree en ti”. Cocinarme en un edificio repleto de gente que canta, reza, se pone de pie, se sienta, se pone de pie, se hinca, se pone de pie, se sienta, se pone de pie y da la mano y se sienta de nuevo. Joqui Poqui para retrasados mentales. Sentado en esa banca incómoda, preguntándome porqué Mario puede faltar y yo no, escucho el sermón del sacerdote. Me recuerda a Omar, gordo y con cara de aburrido. Habla por media hora sobre esposos infieles y por más que intento no dejo de sentirme nervioso. Es entonces cuando me doy cuenta de lo obvio, estoy enamorado. Trato de evitarlo, trato de no pensar en ello, pero me estoy enamorando de Anastasia. Dios no quiere que me enamore, no quiere que le sea infiel a mi esposa, pero Dios no existe. Dios no cabe aquí, no donde hay caníbales, violadores en masa y asesinos de jotos.

                Trato de pasar un domingo en familia, quitarme a Anastia de la cabeza. Mario me trata como idiota, me hace sentir viejo. Romina es fría y de mal carácter, la maternidad la secó como a un árbol viejo. Tengo 45 años, los hombres de mi edad no se enamoran. Trato de ser amable, pero me cuesta trabajo verlos a la cara. Me siento culpable, pero no me puedo detener. La primera vez que salimos juntos ella me invitó a comer, totalmente inofensivo, y yo tuve que decir algo idiota como “sólo como amigos”. Mario casi me descubre, cuando tuve que inventarme una reunión en el restaurante que exigía la presencia de mi asistente, a quien califiqué como “vaca desorganizada”. Se lo creyeron, pero yo no quiero ser así. Una parte de mí deseaba que no me creyeran, con tal de dejar de sentir nervios y culpa.

                Cada quien la maneja de modo diferente. Daniel Mora es un excelente ejemplo. Antes de la muerte de Sáenz él era un bueno para nada, un chico lindo brincando de una cama a otra. La culpa lo ha transformado, le ha mostrado su potencial, aunque me preocupa de lo que es capaz. Es inteligente, para ser un joto, y aunque hasta ahora ha sido un asistente completamente confiable, no descarto la posibilidad de tener problemas con él a futuro.
               
Febrero 14:
                El elevador se detuvo y Leticia Pérez fue escoltada hasta el escritorio de Jacobo Soto, a un lado del pizarrón con fotografías, nombres, fechas y posibles pistas. Leticia no sabía qué esperar de una oficina de la PGJ, ciertamente no esperaba que todo fuese cristal, plástico traslúcido y un café más que decentes, hecho cada mañana por Daniel Mora. Los investigadores tampoco sabían que esperar de la primera posible testigo en el caso de la desaparición de Manuel Miranda. Leticia era una mujer con sobrepeso, pero con un cabello enchinado, piel pálida y joyería en dados, manos y cuello. Hacía ruido al caminar y su joyería ambulante finalmente se silenció al tomar asiento. Soto y Benítez tenían pluma y cuaderno a mano, mientras que Mora se sentaba cerca para emularlos.
- Tenemos entendido que usted puede aportar información a la desaparición de Manuel Miranda, ¿es cierto?- Leticia asintió nerviosamente. Anastasia le acercó un vaso de agua y todos le miraron.
- Discúlpenme, es que estoy nerviosa.
- No se preocupe y, por favor, no se ponga nerviosa por nosotros. Como puede ver estamos tomando la desaparición del señor Miranda con la mayor seriedad.
- Bueno, desde el principio. Mi nombre es Leticia Pérez, soy la dueña de la refaccionaria Atlantis en la 35 colonia Pensiones. He sido amiga de Manuel por más de dos años. El 15 de enero, fecha en que desapareció, hablé con él y creo que soy de las últimas en verlo con vida. ¿Sigue con vida verdad?
- No sabemos señorita Pérez, pero no lo descartamos.- Eso pareció tranquilizarla y pudo respirar de nuevo.- ¿De qué hablaron, y dónde lo hicieron?
- Bueno, no hablamos realmente. Lo que pasa es que íbamos a salir juntos esa noche.
- ¿Adónde?
- No estábamos seguros, quizás al cine o quizás al centro.
- ¿Estuvo con él en su casa?
- No, estaba afuera de su casa. En la Alemán, es una casa preciosa de dos pisos, en la 35.
- Vaya, eso es a tres cuadras de mi casa.- Dijo Daniel. De inmediato se apenó por decirlo y bajó la cabeza.
- Él estaba en el balcón, es una preciosidad, tiene un montón de plantas. ¿Alguien ha estado regando las plantas?
- Bueno…- No sabían qué decir, pero sabían que tenían que fingir tener todas las respuestas, o al menos todas las excusas.- Sus familiares las atienden ahora.
- Que bueno, sería un desperdicio.
- Entonces, ¿qué más pasó?
- Le toqué el claxon, él estaba hablando por teléfono, se acercó con su teléfono inalámbrico al barandal y me hizo señas para que esperara. Parecía importante.
- ¿Sabe con quién estaba hablando?
- No, no lo sé. Cuando colgó le pregunté a qué se debía, me dijo que tenía que ver con Jorge. Ellos dos tenían su historia juntos, pero imagino que ya lo saben. Me canceló la salida, diciendo que tenía que ir a Nuevo Amanecer, es una clínica para alcohólicos y drogadictos. Jorge había estado ahí antes.
- ¿Porqué tenía que ir?
- No lo sé. La verdad es que no sabía qué hacer, al principio traté de olvidarlo, ¿sabe usted lo horrible que esto es?- Estaba roja y luchaba por contener sus lágrimas.- Tardé mucho en decírselo a nadie, mi mamá fue la que llamó para obligarme a venir.
- Hizo lo correcto.

                La despidieron luego de tomarle sus datos y no tardaron mucho en decidirse para ir a Nuevo Amanecer. Durante el trayecto Soto puso al día a Mora sobre la clínica de rehabilitación, muy a despecho de Omar Benítez, quien quería dejarlo en la oficina. Nuevo Amanecer era la respuesta del PAN al CRIT del PRI. Las kilométricas instalaciones modernistas estaban dispuestas en forma de herradura. Dentro del edificio principal un guardia de seguridad los escoltó hasta las oficinas de Luis Fanein, administrador general.
- Luis Fanein es hijo del diputado Panista Armando Fanein.- Explicó Soto. Esperaron en una amplia sala minimalista con el mismo decorado que todos los edificios, alfombra azul eléctrico con patrones rojos, televisiones de plasma con videos relajantes de animales y panoramas. Bocinas en las esquinas repiten música y anuncios.
- Estará con ustedes en un segundo.- Les dijo Patricia Rocío, su secretaria.
- Gracias por esperar.- Luis Fanein era un libanés grande, peludo y con una ancha nariz ganchuda. Benítez pensó que era el cliché del libanés, mientras Daniel no pudo evitar pensar que era guapo.- Pasemos a mi oficina. Patricia me informó de su llegada, estaba en el teléfono con Pedro Guty, nuestro especialista en seguridad, quería tenerles algo útil para cuando llegaran.
- Gracias señor Fanein, su ayuda es bienvenida.
- Estoy emocionado, a decir verdad- se sirvió agua y ofreció a los presentes, quienes se negaron.- he estado siguiendo las noticias. Por lo que veo han estado manejando varios casos difíciles, ¿no es así?
- Bueno, es cierto que…- Se quedaron petrificados, aún cuando la prensa no anunciaba un asesino serial, no se necesitaba ser un genio para darse cuenta de lo que ocurría, sobre todo cuando tenía a la PGJ en la oficina.
- Leí sobre la muerte de Miguel Cab y Alberto Sáenz.- Un escalofrío recorrió la espalda de Daniel, no se acostumbraba a escuchar el nombre de su novio como si fuera un objeto.- En fin, ahora lo que les ocupa es Manuel Miranda, ¿es cierto?
- Así es.- Apretó un botón en su computadora e imprimió una hoja.
- Guardamos registros electrónicos de cada entrada y salida, en ocasiones son detallados.- Les dio la hoja a los agentes mientras seguía hablando.- En teoría todos los registros deberían indicar el propósito de la visita, pero en la práctica son tantos los visitantes que en ocasiones no tenemos oportunidad de ser tan metódicos.
- Parece que visitó a un Rafael Borges, ¿lo conoce?
- No conozco a todos los pacientes, pero sí a los problemáticos. Él era uno de ellos. Tuvimos problemas de tráfico de drogas, eso es endémico a toda clínica de este tipo, pero él era un problema grave.
- ¿Dónde está ahora?
- Dejó el tratamiento, salió el día nueve de este mes.- Omar bufó enojado y se aplastó la cara entre sus manos.
-Habla por los tres.- Añadió Soto, quien también hacía gestos de dolor.- Tan cerca y tan lejos. ¿Tiene información de su familia, alguna manera de rastrearlo?
- Por supuesto, en un momento…- Buscó en la computadora e imprimió la información.- Esto es todo lo que tenemos sobre sus antecedentes, tengan en cuenta que puede no ser completamente verídica. Nosotros como clínica no tenemos manera de corroborar la información o mantenernos actualizados.
- Lo encontraremos. Gracias por su tiempo señor Fanein.

Febrero 15:
                Soto se había vestido para la ocasión. Playera del Pachuca, su equipo favorito, gorra de los Venados del Yucatán, tenis viejos y unos jeans que él mismo ensució con pintura blanca. Anastasia le dijo que se veía perfecto, Daniel no estaba de acuerdo, según él había algo en su manera de caminar que gritaba “policía” a todo volumen. Era la única manera, según su superior, de contactar con los agentes que la SIEDO había plantado en Nuevo Amanecer. Era común que cada clínica contara con agentes encubiertos, drogadictos en recuperación hacen perfectos matones para los capos de la droga.

                Trató de disimular su manera de andar, aunque sabía que era inútil. Esperaba que su cicatriz de media luna pudiera imbuirle mayor aire de misterio. Pagó su entrada a la Casa de Todos y se sentó de inmediato, “mientras menos camine” pensó el comandante “menos me verán”. Pidió un par de cervezas y bebió con la mirada puesta en la puerta. Eran las once y no se aparecían. Le dedicó breves vistazos a su alrededor, había más de un rufián, o drogadicto, o mayate. A los quince minutos estaba muerto de nervios, la expectación lo forzó a fumar. Romina llamó a su cel, no podía contestarle. El ruido haría imposible mentirle que estaba en el trabajo, y tampoco podía admitir sus verdaderos motivos. Ignoró la llamada y decidió esperar diez minutos más.
- ¿Vienes solo guapo?
- Sácate de aquí puñal.- El joven se sentó sin hacerle caso y se encendió un cigarro.
- Calma Jacobo, no te azotes.- Sabía su nombre, tenía que ser el de encubierto.
- Supongo que pedir una identificación sería demasiado.- Sintió su mano en la pierna y se erizó, volteó para ver que le mostraba su identificación por debajo de la mesa.- Llegas tarde.
- Llegué media hora temprano, tenía que esperar un poco para que pareciera común. Mi jefe me dice que quieres información de Nuevo Amanecer. ¿Qué necesitas?
- Luis Fanein, quiero saber sobre él. No me fío de nadie, sin importar lo ricos que sean.
- Me caes bien.- Le robó de su cerveza y se acomodó.- No tengo nada contra él. Se graduó ingeniero en sistemas, cuando su papi le dejó el negocio se lo tomó en serio. Luchó contra el tráfico, mejoró mil veces la seguridad al hacerse cargo de ella con su programa de Zodiaco seguridad.
- Un buen tipo, ¿es eso?
- En general. Quiero decir, es un junior que rara vez está, pero en general se esfuerza. Detesta que su papá use Nuevo Amanecer con fines políticos. ¿Estabas buscando a Rafael Borges?
- Sí, ¿sabes algo de él?
- Lo estuvimos checando de cerca, se limpió desde su arresto hace seis años. No está impecable, eso es seguro, pero cuando lo vi estaba mejorando. ¿Sabías de su arresto?
- Sí, arrestado por tráfico, un menor de edad que recibió sentencia para niños. No lo hemos localizado aún. La verdad es que primero quería hablar contigo.
- Pues ahí lo tienes, ahora dame una cachetada para que te pueda armar bronca.

                Soto le dio una bofetada ligera y el agente fingió toda una bronca. Soto se fue entre empujones de la Casa Todo y corrió hasta su auto, agradeciendo no tener que trabajar para la SIEDO.

Febrero 19:
                Esperaban en el aire acondicionado mientras observaban a su sospechoso. Martín Borges era un hombre fornido de tez morena oscura, Daniel lo describió como “cuerpo de luchador de lucha libre”. Salía de su auto cargando con botes de pintura y maniobrando para abrir la puerta de la casa abandonada. Un letrero de “Bienes raíces Casa Nueva” señalaba que estaba en venta. Lo interceptaron adentro, mientras se preparaba para pintar la sala. Soto y Benítez mostraron sus identificaciones mientras Daniel guardaba silencio y anotaba todo. Aquella dinámica había funcionado perfectamente durante las entrevistas con los familiares de Rafael Borges, desaparecido el doce de Febrero. Omar se había quejado en un principio, pero Daniel supo mediar la situación, “tu aguanta vara” le dijo el comandante Soto “y te dejo seguirnos”. Por dentro quería estallar, irse a la garganta de alguien, quien fuera, para ventilar su frustración, pero por fuera permanecía silencioso, expectante.
- Es un hombre difícil de encontrar señor Borges. Su familia no sabe dónde está.
- Dicen que les debo dinero, pero no es cierto. Además, ¿para qué me buscan?
- Rafael Borges, queremos saber qué sucedió con él.
- ¿Yo cómo voy a saberlo? Casi no lo conocí, pero sé que se metía de todo. Eso lo aprendió en la Juvenil, ahí se hizo puto también.- Los tres abrieron los ojos sorprendidos.
- ¿Es homosexual?
- Su mamá lo va negar, para eso están las mamás. Mi hermana es una ciega, todo mundo lo sabía. A veces, hasta lo hacía por dinero. Mayate asqueroso.
- ¿Lo sabía usted porque tenía relaciones con su sobrino?
- Óigame, ¿quién se cree que es?- Omar sonrió.
- No se asuste, no se asuste. Éste es el siglo 21, ahora aceptamos a los puñales. Les dicen gays.- Dijo viendo a Daniel.- ¿Usted no es tolerante de la diversidad sexual? Sobre todo siendo su familiar.
- Maricones, ¿a mí qué me importan?
- Le importa al parecer, ¿no se peleó con él en Navidad?- “Bien jugado” pensó el comandante, y se hizo un paso atrás para que Omar pudiera seguir hostigándolo.
- Sí, sí me peleé con él.
- ¿Sabe que está desaparecido?
- Ya les dije, ni lo conocí bien…- Los vio a los tres y tragó saliva.- ¿Creen que yo lo maté?
- Nadie dijo nada sobre matar.
- Son igual a ese Fanein, señor importante jodiéndome por teléfono.
- ¿Qué quería hablar el señor Fanein con usted?- Preguntó Soto.
- Lo mismo que ustedes, y le dije lo mismo que a ustedes.

                Regresaron a la oficina sin dejar de sentirse derrotados. No estaban más cerca de encontrarlo que el día que conocieron de su existencia en la clínica. Conforme caía el sol sobre los amplios ventanales Daniel se sentó a contemplar el pizarrón de fotografías, estudiando todas las pistas falsas, todas las líneas de investigación que se habían abierto y que no habían llegado a nada. Testigo que trató de implicar a sus ex marido. Un sujeto que juraba haber visto cómo el asesino había dispuesto el cadáver de Miguel Cab, pero al final resultó ser un fraude. Hubo más de una confesión, a veces recibida por correo electrónico, a veces en persona. Listas de clientes de Alberto Sáenz. Listas de conocidos de los hermanos Pons. Listas y más listas que llenaban escritorios. Mientras que Daniel contemplaba el circo de la ineficacia su superior, el comandante Jacobo Soto, recibía un masaje contra el estrés de su asistente.

Marzo 4:
Diario de Jacobo Soto
                Hemos decidido seguir los consejos de Daniel Mora y comenzar la vigilancia de los circuitos de prostitutos, especialmente los sadomasoquistas, en virtud de las indagatorias clandestinas que realizó Gabriel Rojo a pedido de su ex novio, tras la muerte de los Pons. El muchacho puede tener razón, quizás sea relevante. Aún así, escucharlo decir que conoce a Rojo como pareja sexual me puso incómodo. No quiero saber nada de lo que él hace o hacía en su cama. Omar sigue sin tragárselo, lo detesta a muerte. Yo lo tolero, es útil para penetrar la mente homosexual, pero me incomoda. Anastasia sí puede escucharlo, le cual le agradezco. El chico necesita un amigo, yo no puedo serlo, Omar sin duda no lo será, así que se queda con Anastasia. Chico suertudo, si no fuera gay lo sacaría al estacionamiento para partirle la cara por mirarla.

                Casi olvido el cumpleaños de mi hijo. Se dio cuenta. La mirada en sus ojos lo decía todo, hay un pozo sin fondo de resentimiento hacia mí. No quiero ser ese hombre. No puedo ser el hombre que olvida a su familia, que persigue a su amante joven y les deja abandonados sin más. No seré como mi padre, no me lo permitiría. He declinado las cenas que me quiere invitar Anastasia, y cuando lo hago no se molesta, en vez de ello Daniel le trae comida para llevar para que comamos juntos en la oficina. Desearía que se molestara conmigo, que me odiara, que le diera asco. Lo que sea con tal de que no se enamore de mí, y creo que es demasiado tarde. Creo que es demasiado tarde para que yo no me enamore de ella.

                Hoy encontramos muerto a Normando Blas, 25 años de edad. Un joven flaco, mesero en “el Hoyo”, un café de homosexuales en el centro, con muchos amigos y gente que lo amaba. Su cadáver fue encontrado envuelto en una sábana en la banqueta frente a un lote baldío cerca del aeropuerto. Viejos método: correa plástica, golpes contra los genitales con un instrumento metálico. Novedades: No hay cortadas, ¿no lo desnudó con una navaja o aprendió a hacerlo sin lastimar su piel?, usó una sábana en vez de botar el cadáver desnudo, ¿siente remordimiento por la víctima?, marca de jeringa en el cuello, ¿el drogarlo implica un perfeccionamiento en sus métodos? Dos de los cadáveres, Rafael Borges y Manuel Miranda no han aparecido, ¿porqué no esconder el tercero?

                Investigamos en su casa en la calle 76 esquina con 80 Colonia centro. Un delgado rastro de sangre desde su puerta hasta la calle, consistente con la inyección forzada. Una de las farolas no sirve, dejando esa parte de la cuadra en la penumbra. El asesino sabía esto, ha estado vigilando a sus víctimas. Uno de los vecinos vio algo interesante. Un hombre corpulento y moreno, vistiendo un mono de pintor, tapabocas azul subiéndose a una camioneta tipo Van color blanca. Pensó que se trataba de un exterminador de plagas debido al atuendo. Daniel me mostró la marca de aceite, un hilo largo que él vio en la escena del secuestro de su novio y en la calle de atrás de la casa de Federico y Mina Pons. La misteriosa Van blanca ataca de nuevo. Reforzado. Remasterizado. Hambriento.

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