jueves, 23 de julio de 2015

Doc Wild y los diseñadores

Doc Wild y los diseñadores
Por: Juan Sebastián Ohem


            Roman Deveroux, el presidente francés, era un hombre de sueño ligero, aún así no escuchó a Doc Wild, el hombre de oro. Confiado en sus guardias de seguridad reposaba tranquilo a un lado de su esposa. Escuchó los ronquidos de su esposa y no pensó mucho en el asunto, estaba casi despierto, casi capaz de recordar que su esposa no roncaba. Un detalle minúsculo, pero unos segundos después escuchó lo que le pareció ser una silla y al abrir los ojos se vio cara a cara con el hombre de oro. Jack Wild le hizo una seña para que no dijera nada. Roman Deveroux estaba muerto de miedo y también indignado. Wild se movió con la velocidad de una cobra, en una fracción de segundo logró colocarle algo en la cabeza que parecía una diadema y, antes que el presidente pudiera reaccionar, sintió el cañón de una pistola contra sus costillas. Wild encendió la luz de su buró y sonrió.

- No es fácil llegar hasta usted. No se preocupe por su esposa, le inyecté una solución especial, sólo dormirá unas doce horas y no recordará nada. Usted tampoco.
- Esto es un insulto, ¿quién se ha creído que es?
- Mientras más se mueva, más le va a doler.- Doc Wild presionó sobre el centro de la diadema, un cubo de cristal que parecía contener un humo gris oscuro.- Tecnología mental, un pequeño regalo de los neandertales en Languedoc. Crearon una máquina autopensante, yo hice algunas modificaciones. Lo que tiene ahí es mi mente, o al menos una parte de ella.
- Se ha vuelto loco si cree que….
- Gran Bretaña quiere salirse de la Unión Europea, usted se mostrado a favor. Eso tendrá que cambiar. No puedo dejar el destino de la humanidad en manos de políticos miopes. La unión europea es la mejor defensa contra cualquier guerra. Están dejando que ideas anticuadas como la soberanía se interponga en el destino de sus ciudadanos. No puedo dejar que lo haga.
-  ¿Y qué le hace pensar que…- El presidente francés se quedó inmóvil por completo, rígido como una estatua. Doc Wild sonrió y dejó que la máquina mental transfiriera sus pensamientos a su mente. En cuestión de segundos el trabajo estaba hecho.
- Ahora lo ve, ¿no es cierto?
- Tiene razón, la verdadera soberanía es la europea, no las soberanías sectarias.
- Bien dicho. Buena suerte en su discurso mañana.- Le disparó un dardo y el presidente quedó dormido. Despertaría con una leve amnesia, pero los pensamientos del hombre de oro se quedarían en él para siempre.

            Wild dejó Francia preguntándose por los planes de Herman Draxler y Ludia Katsu, sin saber que ella también estaba en Francia. De hecho, se encontraba a unas cuadras de distancia de la residencia de alta seguridad del presidente francés. Vestida toda de negro se hacía invisible en las azoteas de la zona más exclusiva de París. El conflicto estaba en todos los periódicos. Vietnam estaba tomando a los colonos franceses como rehenes, exigiendo exorbitantes sumas de dinero por ellos. Confiando en el plan maestro de Herman Draxler usó su impresionante agilidad para meterse por una ventana abierta del departamento de uno de los dignatarios franceses que hacían de servicio diplomático con el país oriental. Dejó caer al suelo un poco de tabaco. El análisis posterior indicaría que su origen era vietnamita. Entró a la habitación del dignatario Remy Molineaux y le disparó tres veces al pecho mientras dormía usando un silenciador. Su esposa no escuchó nada. El talón de Aquiles de Wild era la política, en el fondo, las dos naciones usaban cualquier excusa para empezar sus pruebas nucleares. El hombre de oro tendría muchas dificultades para calmar los ánimos cuando el mundo se enterara de la muerte de Molineaux y del asesino vietnamita.

            La guerra entre Francia y Vietnam parecía inminente en las últimas semanas de 1949. Los niños del instituto Byron en Atenas estaban nerviosos porque sus padres estaban nerviosos. Las pruebas nucleares eran suficiente para dejarles temblando y los pequeños sabían que algo andaba mal incluso sin ver las noticias. Uno a uno fueron entrando al autobús escolar, pero el tiempo pasó y el director del instituto se paseaba por la entrada, reloj en mano, esperando al autobús lleno de estudiantes que nunca antes había llegado tarde. Eventualmente, luego de una hora y media de retraso, usó su propio auto eléctrico y se sumó a los curiosos alrededor del autobús. La máquina se había detenido en una esquina. No había nadie adentro. Los últimos padres en la ruta estaban histéricos, habían visto al autobús lleno de niños y ahora todos habían desaparecido, incluso el conductor.

            Helmut Ross leyó el diario mientras el monorriel cruzaba por la capital de Sudáfrica. La noticia del asesinato del dignatario Molineaux estaba en la primera plana, junto a las pruebas nucleares de Vietnam y Francia. Enterrado en el diario, en una pequeña columna, se encontraba la noticia de la desaparición de los niños en Atenas. Aquella era la noticia que estaba esperando, o más bien, temiendo. El científico, experto en el recién descubierto campo de la nanotecnología se bajó del monorriel, aún leyendo el periódico y caminó hasta su casa, absorto por completo. El misterio se hacía cada vez más profundo, pues aquella no era la primera desaparición. Sabía que sus amigos le esperaban por el olor a café que se olía a media cuadra de distancia. Natien Moburu lo traía desde la república del Congo, fresco de las montañas azules.

            Helmut Ross no era únicamente un científico universalmente conocido por su genio en l campo de las micro-computadoras, era también un aventurero, miembro de la orden del ojo de Horus y ávido seguidor de la filosofía y aventuras del doctor Jack Wild. Helmut había decidido imitar sus pasos luego de que se inyectara una solución nanotecnológica en la sangre. Pequeñas células-computadoras que eran capaces de crearle nuevos tejidos, nuevos órganos y convertir su piel en una dura armadura de acero. Se había reunido de aventureros como él. Natien Moburu, hijo de un hechicero etíope, quien estaba a cargo del café y también era un excelente cocinero, era capaz de atravesar los espejos como si fueran ventanas. Ésta mágica habilidad les había salvado el cuello en más de una ocasión. La segunda aventurera era algo trágica. Su nombre era Jabetzaren, una vasca española que era capaz de trasladar su mente a otros cuerpos, pero que había perdido el suyo propio hacía mucho tiempo. Las aventuras que habían vivido, se temía Ross, era lo único que mantenía a Jabetzaren cuerda. El cuarto integrante del equipo era un arqueólogo a la vez temido y odiado en su campo. El argentino Arturo Menetti había descubierto culturas que los académicos habían considerado por siglos como invenciones humanas. Se armaba con reliquias de todo el mundo y era tan buen peleador como era lingüista. El tímido académico se armaba con el cetro de Osma, capaz de comandar truenos y también animales. Poseía, entre sus múltiples antigüedades, el revólver de Custer, supuestamente una de las trompetas del apocalipsis derretida para hacer un revólver que nunca agota sus balas. Del oriente se había hecho de la lengua de dragón, una katana que podía calentarse o congelarse. En muchas ocasiones el tímido académico les había salvado la vida a través de su conocimiento de las culturas del mundo, sus lenguajes, y también, por sus reliquias.

            El equipo solía pasar el tiempo en la residencia de Helmut Ross, quien se había hecho de bastante dinero gracias a sus patentes. Su dispositivo eléctrico para asustar a las langostas había salvado la producción agrícola de su país y le había dejado suficiente dinero para viajar por el mundo, ayudando a aquellos que necesitaban de su ayuda. Jabetzaren le saludó con una taza de café, ocupaba el cuerpo de una mafiosa que había aterrorizado al Congo por varios meses, hasta que el equipo desarticuló su mafia.
- Al menos es el cuerpo de una mujer. Ya me estaba cansando de los cuerpos masculinos. Me hacen olvidar que soy una dama…. O al menos eso decía mi madre.
- Te ves preocupado.- Dijo Natien.- ¿Qué ocurre?
- Arturo tenía razón. ¿No han leído el diario?- Lo dejó sobre la mesa del comedor y los tres se agolparon para leer el artículo.- Hasta ahora todos los desaparecidos han tenido algo que ver con la máquina de Antikythera. Entre los niños desaparecidos se encuentra el hijo de uno de los arqueólogos que encontró la máquina.
- Fascinante pieza arqueológica.- Dijo Arturo, luego de leer la noticia.- No se volvería a ver una máquina tan compleja hasta el siglo catorce. La mayoría de los eruditos consideran que era una máquina griega para predecir el movimiento de los astros.
- Tú eres un experto en la materia, ¿cuál es tu opinión?- Preguntó Jabetzaren.
- Creo que hacía más que eso. Después de todo, nadie secuestra a tanta gente por una simple máquina calculadora antiquísima. No, ese reloj debe valer mucho para la organización que esté detrás de todo esto.
- ¿Quién falta por raptar Arturo?- Preguntó Helmut.
- Compilé la lista que me pediste. Incluyendo familiares, faltaría la familia de Abdul Mahed, tengo su dirección en Siria.
- Usaremos mi jet privado. Vamos,- Dijo Helmut.- no hay tiempo que perder.

            Ross era un genio de la ingeniería y había construido un par de jets capaces de volar más rápido que la velocidad del sonido y casi tan alto como los jets de Jack Wild. Sin embargo, ni siquiera el hombre de oro tenía microcomputadoras, como robots diminutos que constantemente revisaban cada engrane y tubo de la máquina, haciendo reparaciones incluso en el aire. Una patente que salvó muchas vidas en los vuelos comerciales. El miedo a volar ya era cosa del pasado. Las autoridades de Sudáfrica le dieron preferencia, además su jet no necesitaba de mucha pista para alzar el vuelo, sólo la mitad que cualquier otra aeronave, pues era la mitad de pesada que los jets de su categoría gracias a las aleaciones de acero y plástico que había inventado. Viajaron hacia Siria en un silencio tenso. Al llegar al país de medio oriente, una de las capitales de la unión islámica, Ross se concentró un instante para mandar la orden a sus nanorobots, convirtiendo su piel en acero. Los demás creían que Ross podía hasta oler el peligro. Segundos después su radar detectó algo en el aire, sobrevolando la dirección de la familia de Abdul Mahed. No podía ver nada, y las cámaras tampoco, sin embargo el radar nunca se equivocaba. Algo estaba allí, algo grande.
- Algo está terriblemente mal. Prepárense para lo peor.- Natien corrió hasta el fondo y, abriendo una puerta, reveló un espejo.
- Yo no veo nada.- Dijo Menetti.
- Yo tampoco.- Dijo Jabetzaren, fijándose por su ventana.
- El radar dice que es grande y… ¡agárrense!- No podía ver la nave, pero sí pudo ver el brillo del arma que atacó al avión y les dejó sin equipo eléctrico por unos momentos.- Lo pondré en piloto automático, todo el mundo, sigan a Moburu.

            Natien corrió hacia el espejo, el cual no reflejaba su forma, y con una pierna adentro fue invitando a los otros. Entró al final y les condujo por una dimensión extraña a la que nunca podían acostumbrarse. Todo lo que los espejos, chicos o grandes, reflejaban, estaba ahí, como si la realidad estuviese desordenadamente cosida. Corrieron por desayunadores que se convertían en baños públicos y finalmente salieron por un espejo en el dormitorio de una niña que gritó a todo pulmón cuando cuatro extraños entraron a su habitación corriendo apresuradamente. Salieron de la casa y miraron al jet. La aeronave recibió otro impacto, pero los nanorobots, trabajando al máximo de su capacidad, mantuvo al jet en el aire hasta estrellarse contra una nave invisible. La asombrosa nave tenía la forma de un cilindro con paneles abiertos en sus extremos.
- No estamos fuera de peligro aún.- Dijo Jabetzaren, señalando a las figuras que se escondían entre los arbustos frente a la casa de Abdul Mahed, secuestrado semanas antes. La mujer sin cuerpo propio sacó un arma y recibió un impacto de Vril que la lanzó de regreso a la casa.
- ¡Sepárense!- Gritó Helmut, mientras recibía un impacto, pero no lo sentía por su piel de acero.

            Usando su increíble fuerza levantó un auto y lo lanzó en la dirección de sus atacantes. Los cuatro quedaron asombrados al ver que dos de sus enemigos no eran ni siquiera humanos. Se trataba de hombrecillos grises de enormes ojos negros que parecían desnudos, aunque armados con extrañas pistolas. Arturo usó el cetro de Osman para disparar un trueno contra uno de ellos, lanzándole por varios metros y dejándole inconsciente. Los otros atacantes parecían monjes, por sus hábitos religiosos, aquel fue otra fuente de sorpresa. Jabetzaren, lista para el segundo round alcanzó a uno de los hombres de hábito religioso y el violento proceso de introducir su mente a través del mero contacto duró unos segundos. Armada con una de sus pistolas de Vril tomó por sorpresa a sus atacantes y disparó contra dos de ellos.
- ¡La nave!- Gritó Natien, el etíope. Un haz de luz se proyectó luego que el jet de Ross cayera sobre la calle en un millón de pedazos.
- Es demasiado tarde.- Dijo uno de los hombrecillos grises.- Ya hemos dado la señal. La familia ha sido abducida.
- Abduce esto.- Ross lo levantó del cuello y lo lanzó contra los otros con una extraordinaria fuerza bruta.
- ¿Quiénes son ustedes?, ¿qué quieren con toda esa gente?- Preguntó Natien a uno de los religiosos, agarrándole del cuello.
- Habla o entraré en tu cuerpo y saldré tantas veces que sentirás que tu mente es arrancada de tu cuerpo.- Le amenazó Jabetzaren. Ross y Menetti, mientras tanto, reunían a los seres grises y los estudiaban con detenimiento.
- Somos arcolitanos.
- Imposible.- Dijo Menetti.- La orden arcolitana desapareció un siglo después de su creación en la última cruzada.
- Pues aquí estamos. Generación tras generación en contacto con los seres superiores.- Dijo el arcolitano, señalando a uno de los grises que estaba inconsciente.
- Dejemos esto a la policía, ellos sabrán qué hacer.- Dijo Ross, regresando a su forma normal.- Vamos Natien, debemos llegar a la embajada del polo sur. Yo soy científico invitado, me escucharán a mí. Doc Wild debe saberlo.

            A miles de kilómetros de distancia en un laboratorio diez pisos bajo la tierra del Polo sur, Asarlai y Aleister Glas probaban los últimos inventos del hombre de oro. Aleister Glas, quien había quedado en su forma astral verde ectoplásmica desde la inundación de Iluminatta, era capaz de poseer cualquier máquina. Wild había recreado la forma humana, hasta el último detalle, en un robot con piel artificial que era idéntico a Aleister. El bromista ectoplásmico no dejaba de asombrarse por la calidad del detalle. Incluso tenía vello y receptores nerviosos que enviaban leves descargas eléctricas a su forma ectoplásmica en el interior.
- ¿Y qué dices ahora Asarlai? Somos de los últimos Iluminatta en el mundo. Estamos diez pisos bajo tierra, rodeados de muros de hormigón y robots. ¿Por qué no hacerlo especial?
- Yo conozco tu idea de especial Aleister, y la respuesta es no. Siempre será no.
- Vamos, vamos, ¿qué tiene el hombre de oro que yo no tenga?
- Un cuerpo, para empezar.
- Muy graciosa.- Glas revisó entre los bolsillos de su pantalón. Wild había pensado en todo. Le había dejado con una cajetilla de cigarros y un encendedor. Se encendió un cigarro y casi pudo sentirlo, sus pulmones se llenaban de humo y lo dejaban ir. Aleister sonrió como si fuera navidad y le acabaran de dar el mejor regalo de todos.- Ese novio tuyo, es ahora mi mejor amigo en todo el mundo. ¿Cómo sabía qué marca me gustaba?
- Wild tiene sus fuentes.
- ¿Y te dijo que yo trabajé con él en la creación del Leviatán?- Aleister pasó sus manos por el frío acero de la máquina de guerra. Se trataba de un robot pesado y fuertemente artillado.
- Sí, tú dijiste que tuviera muchas armas.
- Bueno, algo es algo.- Encendió un switch y el décimo piso de laboratorios se encendió por completo. Había docenas de robots en forma de cuerpos humanos y diferentes versiones del Leviatán. Todas ellas letales.- Lo he notado más tenso ahora, ¿es por las pruebas nucleares?
- En parte.- Contestó Asarlai. Aleister salió de su cuerpo robótico, dejando tras de sí un rastro ectoplásmico como una mucosa verde que se evaporó rápidamente y entró dentro de una de las versiones más ligeras del Leviatán. Un robot con armas de Vril en los brazos y poderosas turbinas en las anchas piernas.- Cree que Draxler ha vuelto. Me lo confío la otra noche. No le digas a los demás, sólo los pondrás más nerviosos.
- Me encantaría encontrarme con ese maldito, darle un poco de su merecido.- El Leviatán giró a toda velocidad y disparó de sus armas de Vril haciendo añicos un locker.
- Tú y yo por igual. Difícil de creer que por un tiempo fuera el mejor amigo del doc.
- Ramajin viene bajando en el ascensor.- Dijo Aleister.- Ésta cosa está conectada a todos los sistemas de seguridad del polo sur. Puedo ver a través de todas sus cámaras… Incidentalmente, ¿crees que podría convencerlo de poner cámaras en los baños para mujeres?
- No tienes remedio.
- Eso me han dicho.- El elevador se detuvo y el lama oculto de Shangri-la, en su vestimenta común de monje tibetano entró flotando en posición de loto. Su ceño estaba ligeramente fruncido. Asarlai le conocía lo suficiente para saber que algo andaba terriblemente mal.
- Podríamos tener problemas.
- Espera un segundo, estoy conectándome al servicio de televisión por satélite.- Dijo Aleister.
- ¿Le gustaron sus juguetes?
- ¿Bromeas? Ahora vivirá aquí por días enteros.
- Es imposible…- Dijo Aleister.
- Y sin embargo lo es. Un camarógrafo lo capturó todo.
- ¿De qué están hablando?
- Una nave, podría ser de Herman Draxler. Mejor hablar con el doc, está llegando de Francia en su jet privado.- Aleister salió del Leviatán y entró en su cuerpo mecánico.- Me dijo que dejaría uno de estos en cada aeropuerto del mundo. Tenemos hangares especiales. Mi idea por supuesto.
- Sí, claro.

            Se vieron con Jack Wild en la pista del aeropuerto internacional del polo sur. El musculoso hombre de oro parecía un gigante saliendo de la pequeña escotilla del jet. Asarlai no se cansaba de observarlo. Le parecía que cada uno de sus gestos tenía un significado especial. Como un boxeador, forma de combate que había amaestrado a corta edad, se movía lo suficiente para cualquier acción y nunca desperdiciaba sus energías. Tenía la mente siempre en diez cosas a la vez, sin embargo su atención estaba en estado constante de alarma, como un tigre cazando en la selva.
- No es Draxler. Al menos no creo que lo sea.- Explicó en el hangar privado, donde encendió la televisión. La nave en Siria estaba en todos los canales.- El diseño parece fuera de este mundo.
- ¿Dijiste fuera de este mundo?
- Sigue mirando.- El camarógrafo corrió hacia la calle donde se encontraban las extrañas criaturas grises de grandes ojos negros. Segundos después la policía siria lo alejó a gritos y le arrancó la cámara.- Científicos de todo el mundo han desaparecido, parece que sus familias también. Recibí un telegrama urgente de uno de nuestros agentes del ojo de Horus. Parece que uno de nuestros científicos invitados ha estado siguiendo el caso desde el principio. Fue su avión el que se destruyó al chocar contra la nave invisible. Su nombre es Helmut Ross, un aventurero científico, padre de la nanotecnología.
- ¿La qué?
- Computadoras del tamaño de átomos. Revolucionará la manera en que vivimos en unos años. Ya he enviado mensaje, lo veremos, y a su equipo en nuestra embajada en Sudáfrica.
- ¿Llevo el Leviatán?
- Tengo uno en el avión, sólo por si acaso. Vamos.
- Yo sabía que no podríamos tener un tranquilo fin de año.- Dijo Asarlai en un suspiro.- Siempre sale algo.

            Usaron el avión de Vril para misiones peligrosas. La nave, invisible hasta para el mejor de los radares, dejaba atrás la barrera del sonido en apenas unos segundos gracias a sus ocho turbinas y su forma aerodinámica. Se alzaron hasta la estratósfera y rápidamente descendieron sobre Sudáfrica, cambiando la posición de las turbinas para aterrizar en el techo de la embajada. El enorme edificio estaba siempre rodeado de una interminable fila de personas que buscaban permisos para vivir en el polo sur, una demanda casi universal. Cuando vieron el jet supieron que doc Wild había llegado y empezaron a aplaudir. Aleister Glas se asomó y saludó de regreso, pero el hombre de oro sintió una fría punzada en el corazón. La verdad es que no sabían lo que había hecho. Sólo sabían que, gracias a él y a gente como él, Sudáfrica era una potencia en la unión africana y la economía nunca había estado mejor.
- Doctor Wild, es un honor conocerle finalmente. Mi nombre es Helmut Ross.- Los ocho se reunieron en un salón de conferencias y el equipo de Wild se presentó primero.- Ella es Jabetzaren, ha trasladado su conciencia a otro cuerpo. Él es Natien Moburu, capaz de entrar a los espejos y dejar que otros entren con él. Nos salvó la vida antes que la nave chocara. Él es Arturo Menetti, un arqueólogo y lingüista.
- Menetti, había oído de usted, tradujo los códices mayas el año pasado.- Dijo Asarlai.- Lo leí en una revista.
- Es curioso, porque la nave parecía tener inscripciones en el metal. Muy parecidas a la maya, aunque claro, eso debe de ser una coincidencia.- Dijo el tímido académico.
- En el fondo de todo el misterio se encuentra la máquina de Antikythera, todos los científicos que tuvieron algo que ver en su descubrimiento y estudio han sido abducidos, ahora sus familias están siendo raptadas también. La orden de los arcolitanos están detrás de todo esto, pareciera que necesitan enviar una señal para que la nave sepa a dónde usar su haz de luz que parece raptar a las personas.
- ¿Alguna idea de lo que es esa máquina?- Preguntó Ramajin.
- Nadie sabe con certeza.- Respondió Wild.- Pero si vamos a rescatar a estas personas tendremos que saber para qué servía. He tenido algo de interés por ella, es única en su tipo. Vamos, tengo un laboratorio en la embajada.
- ¿En serio?- Preguntó Jabetzaren en el cuerpo de un arcolitano.
- Tengo uno en cada embajada. Es para emergencias.

            Les llevó al subsuelo usando su ojo como llave para accionar el elevador secreto. El espacioso laboratorio tenía en su centro unos extraños proyectores de colores y una consola que Wild operó sin necesidad de verla. Él la había diseñado, después de todo. Los siete quedaron asombrados por el holograma que replicaba la extraña máquina. Separando la máquina en sus partes doc Wild enfocó toda su atención a la antiquísima maquinaria. Los engranes y su composición era única en su clase.
- Hace algo más que medir la frecuencia en que ciertas estrellas pasan por cierto sector del cielo. Creo que predice algo. Aleister, ¿podrías entrar a la computadora y buscar en la base de datos por todo lo que tenga que ver con la máquina de Antikythera.
- Será un gusto.- Salió de su cuerpo robótico y así asombró al otro equipo. Se acercó a Jabetzaren y le sonrió. Tenía la figura de un hombre trajeado, pero completamente verde como alguna especie de endurecida gelatina.- Yo sé lo que se siente vivir sin un cuerpo.
- Pensé que era la única.
- Ahora, si me disculpa, tengo que poseer una computadora.- Entró a la computadora que ocupaba la pared del fondo y los discos y cintas comenzaron a girar alocadamente.
- Podría hacerte una computadora de un tercio de su tamaño.- Dijo Ross.
- Me encantaría trabajar en eso contigo.- Se acercó a la impresora que comenzaba a soltar papel impreso.- He estudiado de cerca sus circuitos de átomos de oro. Realmente fascinante.
- Gracias, viniendo de usted, significa mucho.
- Aquí hay una lista de curadores.- Menetti se acercó a doc Wild y leyó por encima de su hombro. El musculoso hombre de risos dorados parecía absorto en su lectura. Casi todos los nombres ya habían sido secuestrados.
- Esperen, aquí aparece un Jules Venni, yo no sabía nada de él.- Dijo Menetti.- Quizás aún estemos a tiempo.
- Se encuentra en el polo sur. Uno de los científicos invitados. Vamos, no hay tiempo que perder.- Asarlai le tomó del brazo antes de subir al ascensor y le miró consternada.
- ¿Es Draxler?
- Lo dudo, aunque no puedo estar seguro por completo.- Ella no sabía del cuchillo que Ludia le había dejado, el breve mensaje de su regreso, pero estaba tan consternada como todos en el mundo por el regreso del peor criminal de guerra de la historia.- Sé que el conflicto Francia-Vietnam es de su invención. Está aprovechando el deseo de ambas naciones para explorar el ámbito de las bombas nucleares y echando gasolina al problema, esperando a que estalle.
- Prométeme que no dejarás que estalle.
- Te lo prometo.

            El increíble jet supersónico de doc Wild se llenó con ocho ocupantes y voló en vertical antes de proceder a un movimiento horizontal tan rápido que quienes llegaban a ver su estela tenían que esperar varios segundos para escuchar el rugido de su motor. En el viaje, mientras todos platicaban para conocerse mejor, doc Wild contactó con su central de inteligencia. Le remitieron un reporte de un doble cargamento. Dos contenedores con el mismo código. Alguien estaba metiendo algo al polo sur. Ordenó que se activara el domo mientras hacía descender la nave hasta meterse bajo el agua, pues el jet también funcionaba como un submarino. Ordenó que una cuadrilla del ejército rodeara la casa de Jules Venni y le mantuvieran seguro mientras ellos llegaban. Por lo que había entendido, un equipo scout tenía que disparar un laser de ubicación de modo que la nave supiera dónde lanzar su haz de luz para abducir.

            Las fuerzas armadas del polo, con sus pistolas de Vril, contuvieron al equipo de arcolitanos y grises el suficiente tiempo como para que Aleister Glas irrumpiera en el domicilio de Jules Venni destrozando una ventana y cargara al viejo curador lejos de la zona de conflicto. El domo azul apareció en el aire y la electricidad chisporroteó con violencia alrededor de la nave que abrió sus paneles, como para detenerse y luego alejarse a toda velocidad. Helmut Ross aguantó los disparos de Vril con su piel metálica y alzó a uno de los arcolitanos para lanzarlo contra sus compañeros, mientras que Jabeztaren cambiaba de cuerpos en un proceso tan violento que, con tan solo tocar su piel, les dejaba en el suelo sintiéndose enfermos, como si sus mentes hubieran sido arrancadas de tajo. Aleister Glas regresó con un traje de Leviatán y cortó la vía de escapatoria, disparando una ráfaga tras otra de Vril contra los grises fuertemente armados con lásers que hacían explotar a la zona de impacto. Asarlai usó su anillo de ilusión para hacerles invisibles y Wild corrió hacia ellos, prediciendo cada uno de sus disparos y con su extraordinaria fuerza le arrancó la pistola de las manos y de una patada lanzó a dos de ellos contra una pared de acero. Arturo Menetti disparó su revólver mágico contra los arcolitanos que trataban de huir y logró hacerse de la máquina.
- Es demasiado tarde.- Dijo uno de ellos.- El reloj ha contado los tres mil años en reversa.
- ¿Demasiado tarde para qué?- Preguntó Menetti. Los extraños glifos en el reloj le eran desconocidos por completo, pero parecían marcar en reversa.
- La inquisición no pudo contra nosotros.- Dijo uno de los arcolitanos, luego de que todos se rindieran.- Ustedes no podrán hacernos hablar. Es demasiado tarde para eso.
- Están todos bajo arresto. Les llevaremos a mi laboratorio.- Le dijo a sus fuerzas armadas de blanco y azul.- Hoy hemos descubierto que no estamos solos en el Universo.
- Un pedazo de la nave fue destruida.- Le dijo uno de los soldados.- Por fortuna no lastimó a nadie cuando cayó del cielo.
- Me gustaría verlo.- Dijo Asarlai, con su usual tranquilidad.
- A mí también.- Dijo Menetti.

            Ramajin usó sus poderes telequinéticos para levitar por encima de las casas y edificios, llevándose al argentino con él. El polo sur se preparaba para la gran feria mundial de ciencias de 1950. El cambio de década prometía un mejor futuro y muchas sorpresas. Ésta empezó antes de lo esperado. Ahora el mundo entero sabía que el Hombre no estaba sólo en el cosmos. Descendieron en uno de los parques que bordeaban a los ríos de agua volcánica y estudiaron los pedazos de metal con mucha atención, mientras que las fuerzas armadas hacían lo posible para mantener alejada a la gente.
- No hay duda.- Dijo Ramajin, mientras estudiaba un pedazo de metal haciéndole levitar hasta sus ojos.- Esto está en sánscrito, pero es absurdo. No dice nada.
- No, porque la gramática no es sánscrita, es maya.- Dijo Menetti, concentrado en reunir todos los pedazos y estudiando cada uno de los extraños glifos. Se quedó meditando unos momentos y sonrió.- Por siglos los antiguos hablaban de criaturas extraordinarias, quizás esos grises eran uno de ellos. Una especie de mezcla entre la genética humana y la extraterrestre. Parecían respirar oxígeno, como nosotros, y parecían extrañamente humanos.
- Vayamos a verlos. Wild los ha enviado a su laboratorio personal. Tiene celdas allí, sería bueno hablar con algunos de ellos.

            Los grises no hablaban en sus celdas plásticas transparentes, pero parecían acostumbrados a dibujar. Usando crayones dibujaron por todas las paredes plásticas y el argentino estudió sus dibujos con toda su atención. Ramajin estaba asombrado también. Los dibujos eran de seres con cabezas cónicas, cráneos que se alargaban hacia atrás.
- Esto es asombroso.- Dijo Menetti.- Estas cabezas cónicas, como los dibujos de los primeros faraones, o como los gorros de los magos… ¿Podría ser? Existe la teoría que el gran salto cualitativo del mono al homo sapiens se había dado por maestros de otros mundos.
- Sí, en Shangri-la conocemos bien esa teoría. Seres mitad reptiles que enseñaron el lenguaje divino, el sánscrito.
- No sé si sea posible, pero estas criaturas lo creen. De eso no hay duda. Ahora, ¿qué significa que los tres mil años acabaron? Ésa es la verdadera pregunta.

            Helmut Ross y Jack Wild estudiaron la tecnología de sus poderosos rifles. No eran armas de Vril, como las que Wild conocía demasiado bien. Su fuente poder parecía ser una mezcla de luz solar con radiación. Ross utilizó nanorobots para calibrar la radioactividad de las armas, no era letal para los humanos, pero era suficiente para mantener encendidas las armas.
- Es increíble.- Dijo Wild con la boca abierta mientras que pequeñas pulgas mecánicas regresaban al cuerpo de Ross.- No puedo esperar para tu presentación en la feria mundial 1950. Yo presentaré el internet, la capacidad de comunicarnos, vía satélite usando computadoras. Revolucionará el modo en que entendemos las comunicaciones y la información.
- Fue peligroso de mi parte el inyectarme la solución, pero confiaba en que había logrado minimizar los riesgos.- Wild aceró un microscopio especial y analizó un pedazo de piel muerta de Helmut. Las células parecían humanas, pero donde antes había mecanismos orgánicos, había ahora resortes y maquinaria del tamaño de moléculas.
- La clave fue desarrollar una computadora cuyo procesador fuera un campo suspendido de electromagnetismo sosteniendo partículas de oro para guardar y compartir información.- Dijo Ross, tocándose el cráneo.- Fue doloroso, extremadamente doloroso, pero valió la pena. Y sólo quiero decir que nosotros cuatro estamos a tu disposición por completo. Soy un grado 33 en la logia del ojo de Horus.
- Lo sé, me mantengo en comunicación constante con las centrales de logias. Y gracias por el ofrecimiento, algo me dice que necesitaremos de toda la ayuda con la que podamos contar. Veamos si Jabetzaren y Asarlai han tenido suerte con los arcolitanos.

            Jabetzaren y Asarlai habían formado un buen equipo de policía malo y policía bueno. El modo en que Jabetzaren posesionaba cuerpos era un proceso rapidísimo, pero también extremadamente doloroso para la persona. Asarlai usaba su anillo de ilusión para hacerles creer que los grises ya estaban hablando, susurrándole al oído a Ramajin. Wild y Ross les acompañaron. Wild disparó una de sus armas y dejó en claro que ahora comprendían  el poder destructivo de su tecnología.
- ¡Basta!- Gritó un religioso, después de que Jabetzaren lo posesionara una y otra vez.- Por favor, basta.
- Tus amigos grises ya están hablando. Trataron de raptar a una persona y han raptado a docenas más.- Dijo Asarlai.- Hablen o enfrentarán la justicia del polo sur.
- Ustedes no entienden… Bah, qué sentido tiene proteger el secreto. Nuestras teorías fueron suficiente para que la Iglesia tratara de destruir nuestra orden. Pasamos de generación en generación nuestros conocimientos cósmicos. Los grises son el resultado de incontables generaciones de experimentación genética. Encontramos el reloj en la última cruzada, sabíamos lo que significaba y aguardamos pacientemente.
- ¿Qué pasará cuando los tres mil años terminen?
- Regresarán los diseñadores. Ahora, por favor, déjenos en paz. La cárcel es mejor que esta tortura. Los grandes educadores de la humanidad volverán y la humanidad dará el siguiente paso evolutivo.
- Encontré algo interesante.- Dijo Jack Wild, mientras hurgaba entre las posesiones personales de los religiosos. Mostró un pequeño insecto, un mosquito.- Éste mosquito sólo existe en el Nilo. Nuestros amigos han estado ahí recientemente. Dejemos que las autoridades se encarguen de ellos. Tenemos que ir a Egipto, tengo un mal presentimiento.

            Los ocho aventureros comieron en la sala del edificio de doc Wild. Asarlai no tenía apetito. Los malos presentimientos del hombre de oro solían cumplirse. Aleister Glas seguía posesionando computadoras y canales de televisión en su traje de Leviatán. Todos hablaban de los grises. No era posible contener el secreto. Aún no era 1950 y la humanidad trataba de aprender que no estaban solos en el cosmos. Una lección que no todos recibieron de buena gana. Volaron a Egipto en la nave especial del musculoso hombre de oro. La capital de la unión islámica le dio preferencia a su nave y les dejó aterrizar donde quisieran. Wild había destruido todas las colonias, inglesas o de cualquier otro país, y por ello estaban agradecidos con el aventurero. Los ocho llegaron a tiempo para ver algo que no hubieran creído de no estar ahí. Algo ardía en el cielo, mientras cruzaba la atmósfera. Se trataba de una gigantesca nave con forma de ruedas de fuego en todos sus lados. Doc Wild calmó a las autoridades, que a su vez calmaron al público, definitivamente no se trataba de Herman Draxler. La nave dejó de arder, ahora tenía una forma como de T y flotaba entre las pirámides sin moverse. La enorme nave parecía una piedra suspendida en el aire. Algunos nerviosos soldados dispararon, pero no hubo reacción. Al caer la noche Wild trató de usar luces, y la nave respondió repitiendo cada patrón de encendido y apagado de los grandes reflectores.
- Doc, no vas a creerlo.- Dijo Aleister, quien estaba en su traje de Leviatán. Una pesada máquin de guerra con lanza misiles, pistolas de Vril y poderosas turbinas en los anchos pies.- Estoy conectado a todos los satélites que hemos puesto en el espacio. Hay otras naves como ésta en Yicatán, en el océano Atlántico donde solía estar la Atlántida y en el Cáucaso. Parecen naves nodrizas. ¿Crees que quieren atacar?
- No los sé, pero es una posibilidad a la que debemos estar preparados.
- ¡Miren, algo se mueve en su base!- Gritó Jabetzaren. La base, que parecía una columna vertebral por el modo en que estaba organizada, soltó luces de todos los colores y una nave se desprendió de la masiva nave nodriza. Aterrizó a cientos de metros del ejército y todos contuvieron el aliento sin saber qué hacer. Personas salieron de la nave, con banderas blancas y hablando todos los idiomas.
- Esos son los secuestrados, hasta los niños en Grecia.- Dijo Ross.
- Vamos, hay que hablar con ellos.- Wild convenció al ejército de dejarle acercarse en señal de paz, dejando detrás a la poderosa máquina de guerra que era el Leviatán.- En momentos así me olvido de la amenaza nuclear entre Asia y Europa.
- ¡Venimos en paz! No disparen por favor.
- Ustedes, ¿qué ocurrió? Sabemos que fueron secuestrados.- Dijo Ross cuando se acercaron lo suficiente en las eternas dunas del desierto egipcio.
- Nosotros pedimos que trajeran a nuestras familias con nosotros, para que vieran que todo estaba en orden. Es un jardín del Edén, hemos visto a los artífices de nuestra especie. Es sin duda alguna el mayor descubrimiento de nuestra era.
- ¿No les amenazaron de ninguna forma?
- ¿Amenazarnos?- Preguntó uno de ellos, casi en broma.- No sabían cómo seguir consintiéndonos. Hemos aprendido más ahí adentro que durante todas nuestras vidas.- Los grises son unos pesados, pero responden a los diseñadores y ellos son misericordiosos. Han invitado a toda la humanidad a dar el siguiente paso en su evolución.
- Jabetzaren,- Le dijo Wild en susurros, alejándose de los científicos y sus familias.- Sólo por si acaso, posesiona a uno de los grises que tenemos en la base, los vamos a devolver.

            Un violento pánico sacudió al mundo. Nadie sabía qué hacer, qué pensar, o en quién confiar. Las figuras religiosas no sabían cómo responder y los disturbios fueron generalizados por todo el mundo. Doc Wild devolvió a los arcolitanos y a los grises, uno de ellos Jabetaren en misión de infiltración a la nave nodriza de Egipto. A medida que el pánico de las primeras semanas pasaban, doc Wild y sus siete amigos fueron nombrados embajadores de la Tierra y de ese modo fueron invitados a la nave nodriza. Cada músculo del hombre de oro se encontraba en alerta, pero todo a su alrededor era increíblemente hermoso. La nave estaba adornada como un templo egipcio, con algunos símbolos mayas e hindúes, y una frondosa selva ocupaba gran parte de la nave nodriza. Fueron aceptados por los grises, quienes se disculparon en nombre de sus seguidores, argumentando que habían empleado la fuerza bruta mientras que su misión en la Tierra era la de educar y ayudar a la humanidad.
- Nos han hablado de los diseñadores.- Le dijo Wild a los grises que les daban el tour.- ¿Qué son?
- Seres increíblemente antiguos y muy pacientes.- Uno de los grises colocó su mano de tres dedos sobre un panel y con tan solo pensarlo apareció un holograma que parecía real. En la enorme selva con ríos y cataratas se proyectó la imagen de los diseñadores. Gigantes de cabezas cónicas con trajes negros y cintas de luz de distintos colores.-  Se podría decir que son los padres de la humanidad. Enseñaron un gran paso evolutivo para que la humanidad fuera más inteligente y espiritual, convirtiendo a un grupo de monos en seres simbólicos. Ahora están listos para continuar con su misión luego de tres mil años.
- ¿Y se comunican con ustedes?
- Telepáticamente, sí. Los grises que permanecieron en la Tierra nos han advertido de las tensiones nucleares entre dos de sus naciones. Los diseñadores han visto a otras especies inteligentes en la galaxia destruirse por medios atómicos. Parece que hemos llegado justo a tiempo. Ahora que han visto la nave nodriza espero que entiendan que estaremos desplegando todas nuestras naves para todo aquel que deseé participar en el experimento que es la humanidad.

            Doc Wild continúo su oratoria en la ONU para detener las pruebas nucleares. No decía nada acerca de la raza alienígena, aunque todo el mundo le preguntaba. Jabetzaren reportaba que todo estaba en orden. Con el paso de los meses la gente se olvidó de la guerra nuclear y grupos de miles de personas se acercaban a las naves para disfrutar de sus paraísos y aprender lecciones espirituales y ejercicios de meditación.    Ludia Katsu no estaba interesada en clases de yoga en naves extraterrestres. Sus intereses eran más inmediatos.

            Ludia había regresado a la selva. Había vivido la mitad de su vida en ella. Se adentró en la bahía de Ho Min, donde los barcos franceses y vietnamitas compartían cargamento. Se trataba de una de las tácticas de Wild. Alcanzar la paz a través de la libre empresa. Escondiéndose hábilmente entre la jungla se adentró a una base militar vietnamita para hacerse de explosivos. Había entrado y salido sin ser descubierta, caminando sin hacer ruido. Utilizando una lancha cargó con los pesados explosivos plásticos y mantuvo el curso con unos mecates, lanzándose de la lancha minutos antes que se estrellara contra un buque francés y produjera un agujero tan grande que toda la embarcación se hundiera. Mezclándose con los sobrevivientes que escapaban como podían Ludia desapareció con la misma habilidad con la que había entrado a la base militar. En esos meses de pánico el ataque resonó con fuerza y empujó a la unión asiática y a la unión europea a una serie de ultimatums nucleares.

            Jack Wild sabía quién estaba detrás del hundimiento del buque, y detrás del asesinato del delegado Francois Merri, del arbitraje entre la unión europea, por Francia, y la unión asiática, por Vietnam. Draxler lo forzaba al máximo. Sabía que su punto débil era la política. Wild poseía una increíble paciencia, pero no cuando se trataba de tratos sucios y política. Podía prometer mejor tecnología, pero sabía que era inútil, a menos que hiciera algo, los dos bloques entrarían en guerra y, con la presencia alienígena en su planeta, no había forma de saber lo que sería de la humanidad.

            Mientras que todo su equipo, ahora de siete excepcionales individuos, vigilaban atentamente a los visitantes de otro sector de la galaxia, Jack Wild usó sus increíbles habilidades atléticas y científicas para silenciosamente irrumpir en el dormitorio del premier chino. Todas sus peticiones de paz habían caído en oídos sordos en China. Aún no terminaban de reconstruir Pekín luego del severo bombardeo de Vril que Wild había comandado. Poseía, sin embargo, una tecnología con la que Draxler no contaba. Habiendo escalado y penetrado en las instalaciones militares del premier chino, entró a su habitación usando una distracción en el patio. Los guardias revisarían todo, pero para entonces ya no estaría ahí.
- Es difícil hablar con usted, venerable Min Yu.- Le disparó un dardo tranquilizante a su esposa y saltó a la cama donde le apuntó al pecho, indicándole que se acostara de nuevo.- No se moleste con el botón de pánico debajo de su cama, lo he deshabilitado temporalmente. Un emisor de pulsos electromagnéticos. Su esposa no recordará nada. Usted tampoco.
- Su chino mandarín es muy bueno, doctor Wild.- Jack se lanzó sobre él y en cuestión de segundos le amarró el cubo de cristal con humo oscuro en su frente.
- Espere a ver mi siguiente truco de magia. Un emisor de pensamientos, algo para convencerle de ser la voz de la sensatez en esta región del globo. Nadie quiere la guerra, y usted se asegurará que Vietnam libere a todos los colonos cautivos y detenga sus pruebas nucleares. No me haga regresar, porque si me vuelve a ver, me temo que terminará mal para usted.
- No puede…- Min Yu se quedó quieto y rígido como una tabla. Doc Wild había aprendido los secretos de la tecnología mental y la forma de integrar pensamientos a otras conciencias, incluso en contra de su propia voluntad. Al finalizar el proceso le disparó un dardo, los recogió y escapó del complejo militar antes que los soldados lo encontraran.

            El pánico mundial había remitido considerablemente cuando los lazos de la unión europea se reforzaron, Gran Bretaña se quedaría en la unión después de todo. China se había convertido en portavoz de la paz y acompañaba a las críticas internacionales contra las pruebas atómicas. Si bien la visita de otros seres, y su invitación, habían causado terror en algunos y fascinación en otros, no se trataba de la única sorpresa. La luna comenzó a girar una noche. El hecho dejó a todos los astrónomos sin palabras. El eterno conejo en la luna fue gradualmente desapareciendo. La luna no tenía eje, al menos no conocido, y nunca antes había rotado en su movimiento eterno. Ahora el lado oscuro de la luna se mostraba e incluso a simple vista se podía ver lo que parecía ser una ciudad de piedra con algunas tímidas luces. Los diseñadores, a través de sus embajadores los grises, optaron por no compartir su avanzada tecnología, pero Jack Wild y Helmut Ross no podían evitar la curiosidad.

            El hombre de oro ya había fantaseado con la idea de poner un hombre en la luna. Esperaba poder enviar primero un mono entrenado al espacio, pero cuando la luna rotó decidió que iría en persona, en compañía de Helmut Ross, quien le ayudó en su programa espacial. El cohete de turbinas de Vril llevaría una nave, no muy distinta a su avión ultrasónico de Vril, hasta la luna en un viaje de un par de días. Ross y Wild diseñaron la nave y una fábrica especializada en el polo sur se encargó de construirla. Jack diseñó los trajes para sobrevivir en un ambiente sin atmósfera y para poder caminar en una superficie con menor gravedad.
- Las nanocomputadoras se harán cargo de los mecanismos de presión.- Dijo Helmut, mientras revisaban los sistemas por última vez. Ross, como Wild, era un experto en la nueva ciencia de la computación. Habían diseñado simuladores para predecir cualquier error y finalmente se habían convencido que era momento de partir.- Ver la Tierra desde tan arriba, debe ser impresionante.
- Creo que haremos mucho bien Helmut, si vamos y regresamos. La gente está al borde del colapso nervioso, no soportarán muchas sorpresas más.
- ¿Qué crees que haya allá arriba?
- No lo sé, pero si partimos mañana, como está programado, llegaremos a la luna el viernes. Lo sabremos entonces.

            Wild había enviado robots al espacio, para instalar sus satélites, ahora ellos dos serían los conejillos de indias en un experimento que había capturado la imaginación del mundo entero el segundo que los periódicos reportaron sobre la construcción del cohete. Teniendo todos los sistemas en línea el cohete encendió sus motores y pesadamente ascendió al cielo dejando tras de sí una estela de vapor azul por el Vril en la gasolina. Una vez en el espacio probaron sus trajes, compuestos mayormente de un polímero que Wild había inventado, con un casco parecido a una pecera. Wild llevaba en la espalda un tanque de oxígeno y aire comprimido, para darse direccionalidad. Helmut, por el otro lado, no necesitaba de un tanque de oxígeno.
- Puedo reciclar el dióxido de carbono de mi respiración en oxígeno, como una planta. Sólo es cuestión de crear nuevos órganos.- Le dijo durante el largo viaje.

            La fascinación de Wild por la capacidad de Ross para crear nuevos tejidos le distraía de su misión de reconocimiento e hizo que el tiempo pasara rápidamente para él. Podía, según creía el hombre de oro, resolver el problema de las donaciones de órganos si lograba controlar la ciencia de la nanotecnología como Ross había hecho. La nave descendió en la gigantesca ciudad de piedra, que resultó ser en realidad una enorme máquina de piedra de tres mil años de antigüedad. Robots con forma humanoide parecían estar a cargo de los engranes de piedra. Caminaron por entre las máquinas en las profundas avenidas y callejuelas, incapaces de controlar su emoción.

            Aleister Glas, posesionando uno de los robots Leviatán, coordinó el viaje a la luna usando los satélites terrestres a su máxima potencia. Incluso él, que estaba hecho puramente de ectoplasma, no podía dejar de sentirse nervioso por la rotación de la luna y por los miles de personas que a diario viajaban a las naves nodrizas para gozar del paraíso en la Tierra. Prefería la seguridad de su traje fuertemente artillado a su robot con apariencia humana. Arturo Menetti, siguiendo las instrucciones de Wild, utilizó su radio experimental para poder escuchar las transmisiones entre las naves nodrizas. Para cualquier otro oído hubiera parecido una constante estática, pero el arqueólogo estaba bien versado en el maya, el griego y el sánscrito, de modo que apuntándolo todo se dio una idea de lo que ocurría.
- ¡Estamos en problemas!- Gritó Menetti, corriendo hacia el pesado Leviatán.
- ¿A qué te refieres?
- Wild me pidió que monitoreara las comunicaciones entre las naves nodrizas. Acabo de escuchar que quienes cambian de opinión son abducidos por la fuerza. ¿No lo ves? Quieren cuanta gente puedan conseguir.
- ¿Y la que no?
- No creo que hayan venido en paz.
- Ya no puedo contactar con Wild, pero ven, hay una nave de transporte cerca de nuestra base polar. Si pudiéramos meternos en ella, quizás podríamos verlo con nuestros propios ojos.
- ¿Tienes ojos?- Preguntó el tímido académico.
- Tú concéntrate en tus reliquias y ven conmigo. Sólo porque no tenga órganos, o un cuerpo propio, no significa que esté muerto.

            Natien Moburu, el hijo de hechicero etíope, no terminaba de convencerse de las buenas intenciones de los arcolitanos. Si bien las víctimas de los secuestros afirmaban haber sido tratados como reyes, le pareció que los arcolitanos escondían algo y convenció a Ramajin de ayudarle. Habían liberado a los grises y a los arcolitanos cuando las naves descendieron, pero aún quedaban algunos en el polo sur.
- Aguardaron por siglos, ¿para qué exactamente? Dicen que para experimentar con la genética humana, creando así a los grises,- Dijo Moburu.- pero ¿realmente sobrevivirían las dunas de los siglos con tal de esperar la llegada de los diseñadores?
- No lo había pensado así.- Admitió Ramajin en su templo en el polo sur, donde enseñaba yoga a cientos de alumnos.- Y supongo que sabes qué espejo utilizar.
- Hice mi tarea. Hay uno en particular que me interesa, pero podría necesitar de tu ayuda. Wild fue muy amable dándome éstas armas, pero me sentiría mejor si el miembro más poderoso del equipo me acompañara.
- No soy el miembro más poderoso.- Dijo Ramajin con su usual tranquilidad, mientras que sus pies levitaban a unos centímetros del piso.- Te acompañaré si eso te ayuda.
- Gracias, es todo lo que necesitaba escuchar. Vamos, hay un espejo en el jardín de atrás.

            Ramajin le acompañó al jardín frutal y juntos atravesaron un espejo montado entre los árboles. El lama oculto de Shangri-la quedó sorprendido, le daba la impresión que ahora entraba en otra dimensión, una cosida azarosamente. Natien se movió con naturalidad, rara vez se perdía en esa dimensión. Ramajin le siguió de cerca y, haciendo como él, evitó que la gente les sorprendiera cuando se miraban en el espejo del baño o de la sala. Eventualmente llegaron a un ropero y Natien salió sin hacer ruido. El arcolitano no estaba en el departamento, pero encontraron el ropero vaciado, un par de maletas y un boleto de avión a Lima, Perú.
- Podría ser un viaje inocente, ya se fueron todos sus amigos. Quizás quiera regresar a casa.
- Quizás Ramajin, o quizás planea hacer algo.- Natien le mostró una pequeña maleta llena de dinero.- ¿Planea abrir un restaurante en Perú? Además, él es de Inglaterra. Hay vuelos a Londres desde aquí. No, algo está terriblemente mal.
- Espera, creo que lo escucho.- Se escondieron de regreso al ropero mientras el arcolitano se quitaba el hábito y terminaba de cerrar sus maletas. Natien jaló al lama dentro del espejo y sonrió pícaramente.
- La mejor manera de seguir a alguien es llegar primero.
- ¿Al aeropuerto de Lima?
- ¿Por qué no? Debería tomarnos unos minutos nada más.

            En cuestión de diez minutos los dos cruzaron el océano y gran parte del continente americano hasta llegar al largo espejo del baño de hombres del aeropuerto. Luego de casi matar al conserje de un ataque al corazón se quedaron en la terminal esperando el vuelo desde el polo sur. Horas después siguieron al religioso por toda la ciudad. Ramajin usó sus poderes telequinéticos para levitar a la altura de las nubes mientras seguían su taxi hasta un depósito.
- ¿Cuánto peso puedes cargar con el poder de tu concentración?- Preguntó el etíope.
- Mucho más que esto. Mi maestro, el anterior lama oculto, hizo levitar todo Shangri-la en un momento de absoluta claridad. La clave está en no pensarlo, sólo hacerlo.
- Hablas como mi padre, el viejo chamán nunca quedó satisfecho conmigo. Siempre fui su decepción por no seguir en sus pasos y mezclarme con la África civilizada.
- Yo nunca conocí a mi padre, fui abandonado en las escaleras de la ciudad prohibida. Mira el lado positivo, al menos creciste en una familia.
- ¿Cómo le haces para ver el lado positivo a todo?
- Es un estado mental, solo eso.- Descendieron hasta el depósito y Moburu encontró un acceso desde la azotea. Bajaron por las escaleras metálicas sin hacer ruido y siguieron las voces hasta el centro del depósito, donde una docena de grises y arcolitanos mostraban grandes cantidades de dinero polar a un grupo de delincuentes que les vendían armas de Vril.
- Dejadas atrás en la guerra. Lo mejor de lo mejor.- Dijo el vendedor.
- La humanidad se destruirá por la fuerza del átomo, nuestra escala al poder necesitará de cuantas armas sean posibles de conseguir. El dinero no es problema.
- No, nunca es un problema. Conozco a un general argentino, puedo proveerles por semanas.
- Bien, mis compañeros ya están haciendo lo suyo por todo el mundo, así que no pienses en traicionarnos.
- No lo pensaría, no cuando ustedes están dispuestos a gastar tanto dinero.

            Natien saltó hasta una cadena y mientras descendía a toda velocidad disparó la pistola sónica que Wild le había regalado. Los maleantes salieron volando, los otros tomaron sus armas y corrieron para esconderse entre las cajas. Ramajin fue lanzando las cajas para todas partes con apenas una mirada. Los arcolitanos dispararon sus armas de Vril y sus avanzadas pistolas eléctricas. Ramajin se ocultó en la oscuridad del techo mientras Natien trataba de rodearles con su pistola de microondas, derritiendo los obstáculos para poder tenderles una trampa. Las puertas del depósito se abrieron de par en par. Una docena de grises con sus armas eléctricas entraron disparando. Natien fue alcanzado en un costado y el shock le dejó inmóvil, varios metros más allá. Ramajin trató de rescatarlo, pero por más que pudiera lanzar pedazos de madera y cajas en un torbellino de ruidosa violencia, no podía detener las descargas eléctricas y cayó varios metros al suelo. Los grises les apuntaron a corta distancia. Eventualmente un arcolitano les disparó con una extraña arma de dos mangos y un cañón que se abría, desmayándoles al instante.

            Asarlai odiaba la política casi tanto como Jack, y lo odiaba a él por haberla dejado atrás como embajadora de paz en la nave nodriza egipcia. Se sentía protegida, sin embargo, teniendo a Jabetzaren en el cuerpo de uno de los grises vigilándola todo el tiempo. Sabía que si la raza alienígena ocultaba algo, sin duda lo tendrían bien escondido, de modo que, con ayuda de la vasca española recorrió las partes más privadas de la nave nodriza, lejos de las junglas y los elegantes templos de meditación abarrotados de gente. Usando su anillo de ilusión se hizo invisible y fue hurgando entre las salas de extrañas máquinas operadas por los grises con sus tres largos dedos. Jabetzaren no quería dejarla sola, pero no tuvo opción, uno de sus compañeros grises le llamó la atención. No sabía cómo era que se diferenciaban entre ellos, cuando para ella todos eran iguales, pero de algún modo lo hacían. Y alguien la estaba llamando a ella. Trató de eludirles en la selva, dejando sola a Asarlai. No hablaba su extraño idioma y no tardarían mucho en descubrir que se trataba de una farsa.

            En la jungla, huyendo de los grises armados, escuchó algo detrás de ella. Encontró otra raza inteligente, ésta con forma humanoide, pero con cabeza y manos de reptil y una cabeza cónica y alargada. Las criaturas saltaron sobre ella antes que pudiera eludirles, la selva era su medio natural. Entre tres reptilianos la sometieron con extrañas amarras electrificadas y se la llevaron empujándola con un largo tubo que soltaba chispas. Fue amarrada en un cuarto y encerrada bajo llave, lejos del contacto físico que podría liberarla.

            Wild y Ross se alejaron de la nave por la laberíntica ciudad de piedra, siguiendo lo que se sentía como un temblor cada vez más constante y poderoso. Escalaron por entre la masiva maquinaria y encontraron, en el corazón oculto de la ciudad, varios pisos por debajo, una extensa galería repleta de lo que parecían ser naves de batalla. Tenían una forma semejante a las naves que habían raptado a los científicos y a sus familias, aunque era obvio, por la cantidad de polvo lunar, que habían estado ahí por miles de años.
- Es un depósito de armas y naves de ataque.- Dijo Jack por el comunicador.
- Tres mil años es mucho tiempo.- Súbitamente se iluminó la galería y varias anchas naves entraron por un acceso lejano. Miles de reptilianos descendieron de las naves para armarse y subir a esas naves de combate.- Creo que es hora de irnos.

            Huyeron por entre los engranajes, pero fueron descubiertos por reptilianos que habían llegado a otro puerto. La ciudad lunar parecía gigantesca. Wild disparó su pistola de microondas para abrirse paso, mientras que Helmut Ross se convertía en acero y, con fuerza sobrehumana, lanzaba enormes piedras contra la raza hostil. La ligera ventaja de la sorpresa se evaporó pronto, pues miles de reptilianos llegaban a cada momento y, según juzgó Wild, había al menos una docena de galerías de naves esperando ser abordadas. La luna se encendió por completo, los engranes y la maquinaria fue acercando las naves a su punto de partida y los dos aventureros se escondieron entre las altas callejuelas de piedra de la luna, a miles de kilómetros de su hogar y buscados por una raza hostil.

            Natien y Ramajin despertaron rodeados de personas amarradas con esas extrañas esposas eléctricas. A su alrededor descendían enormes naves de abductoras y otras que dejaban maquinaria de guerra en la ciudad. Ramajin, usando el poder de su mente consiguió liberarse y liberar a Natien, quien tomó por sorpresa a uno de los grises y, tomando sus armas, empezó a disparar. Aprovechando el elemento sorpresa Ramajin protegió a los rehenes con un campo telequinético y rápidamente huyeron hasta el edificio más cercano, donde Natien Moburu ayudó a las docenas de rehenes a cruzar por el espejo. El techo de la casa se vino abajo segundos antes que ellos dos cruzaran al último. Salieron por otro espejo, a kilómetros de distancia, pero importaba poco, pues el mundo estaba en guerra contra enormes máquinas, semejantes a alargadas arañas con rayos abductores. No necesitaban matar a los soldados que defendían a la población, solamente les raptaban y enviaban sus cuerpos inconscientes en otras naves protegidas por naves de batalla que disparaban lásers contra los edificios, tanques y destacamentos militares.

            Ramajin usó sus poderes para lograr tirar abajo una araña y huir de los disparos de la nave de guerra. Moburu usó su pistola de microondas contra los grises y los reptilianos que hacían de soldados de infantería, algunos sobre extrañas bestias con largas púas, y otros en naves más pequeñas y veloces. El lama oculto de Shangri-la bajó al suelo y de un leve movimiento de sus manos empujó a todos los soldados varios metros por los aires. Natien disparó su pistola sónica al cielo, destrozando todos los vidrios. Ramajin usó sus poderes para crear un huracán de vidrio y cristal, cortando todo cuánto se interponía en su camino. Natien pensó que lo lograrían, hasta que notó que la luna estaba encendida por completo, y se podían ver las innumerables naves que se aproximaban.
- Idiota, nosotros fuimos sus sirvientes desde el principio, la Tierra nos pertenecerá.- Le dijo un adolorido Arcolitano.- Lo que quede de ella.
- Sobre mi cadáver.- De un disparo sónico lo lanzó volando contra un pilar de piedra.

            Asarlai llegó a un área de la nave nodriza compuesta en su mayoría de gruesos cables y con algo de esfuerzo consiguió escalar entre ellos, mientras se mantenía invisible gracias a su anillo. Al llegar a la cima se encontró con uno de los gigantescos diseñadores. Sintió que algo parecido a una arma, montada sobre la enorme pared de cristal, le seguía en cada movimiento. Era obvio que podían verla, probablemente por cámaras infrarrojas.
- Has llegado muy lejos.- Dijo la atronadora voz del diseñador.
- Tenía que saber la verdad. No hay paraíso galáctico.
- Su planeta ha sido cultivado, como muchos otros.- Dijo la voz detrás de la máscara. La voz le resultaba tan potente que le recordaba a los truenos en la Biblia.- Criaderos que dejamos progresar por sí mismos una vez que les hemos enseñado lo básico.
- ¿Pero qué quieren de nosotros?
- Sus recursos, nuestro planeta está muriendo. También los necesitamos a ustedes, pues necesitamos esclavos. Les hemos salvado de la destrucción nuclear, parece que llegamos justo a tiempo.- Asarlai se quedó congelada, estaba segura que la mataría. Sabía que podía hacerlo con tan solo aplastarla con su gigantesca bota de hule.
- No les será tan fácil.
- Lo ha sido hasta ahora, y lo ha sido siempre en cada uno de los planetas que hemos cultivado.- El arma en su espalda resonó como un zumbido agudísimo y Asarlai cayó desmayada.

            Arturo Menetti usó su cetro de Osman y su revólver mágico para defenderse de los reptilianos en la nave. El Leviatán le abría camino, el argentino le guardaba las espaldas. Aleister Glas usó la fuerza de su robot y su poderío armamentístico contra todo lo que se moviera. La nave tenía muchas trampas y armas montadas sobre las paredes. El cetro de Osman disparaba truenos y, cuando los enemigos se acercaban demasiado, Menetti usaba su katana, la lengua de dragón, para defenderse de sus enemigos. Llegaron hasta un gigantesco tanque donde había más de cien rehenes suplicando por sus vidas. Los reptilianos les apuntaban a ellos, no a los dos aventureros.
- Dijo que los empezará a matar si no nos rendimos.- Tradujo Arturo.
- ¿Rendirnos? Apenas estoy comenzando.
- ¿Qué vas a hacer?
- Suelta tus armas. Dejaré al Leviatán en piloto automático.
- ¿Me vas a dejar sólo con todos estos soldados sedientos de sangre?
- Más o menos. Buena suerte.

            Aleister dejó ectoplasma mientras salía del Leviatán y se perdía en una pared. Menetti alzó los brazos, tiró todas sus armas al tanque y se dejó empujar por los violentos soldados hasta la orilla del tanque, donde le hincaron y apuntaron a la cabeza. Escuchó el agudo disparo y sintió sangre por todo su cuerpo, pero la sangre no era suya. Las armas en las paredes estaban activadas y la nave entera se había tornado contra sus propios soldados. Menetti se lanzó al tanque, rodó por el suelo, evitando los disparos de los reptilianos en el borde del tanque, y tomando su revólver comenzó a disparar, mientras que con el cetro disparaba truenos y relámpagos hacia todas direcciones. La nave dio una violenta vuelta, las armas siguieron disparando y luego parecieron caer en picada, hasta llegar al suelo, donde el tanque se abrió en su parte inferior, dejando escapar a los rehenes. Arturo escaló el tanque y disparó contra los últimos soldados que quedaban.
- ¿Pensabas que me iría? Vamos a la luna. Si nosotros estamos en problemas, no quiero ni imaginar lo que Wild y Helmut están pasando.
- Buena idea.- Dijo la computadora de la nave y a toda velocidad se dispuso hacia la base lunar.

            Viajando a toda velocidad iban en dirección contraria al resto de las naves que salían de la base lunar. Arturo se asomó por una gruesa ventana y sintió un hueco en el estómago, había miles de esas naves. No tardaron mucho en darse cuenta que había algo mal con la nave y, luego de algunos disparos de advertencia comenzaron a disparar contra ellos. Arturo corrió por toda la nave, golpeándose contra las paredes de metal con cada impacto, en busca de uno de los trajes espaciales de uno de los reptilianos. La nave fue eventualmente cortada por la mitad, la presión jaló toneladas de acero hacia el vacío y Arturo se sujetó de una barra de escotilla mientras la nave se acercaba a la luna. Poderosos rayos de energía salieron de las armas de la base lunar. Aleister trató de evitarlas a toda costa, pero recibió un disparo que destrozó otra parte de la nave. Ahora la gravedad de la luna era lo que movía a la nave y Aleister regresó a su pesado traje de Leviatán para avanzar por los corredores hasta rescatar a Arturo, segundos antes que se soltara y se dejara llevar por los fuertes vientos de la descompresión.

            Jack Wild se abrió camino por entre las callejuelas, con Ross lanzando enemigos por los aires. Una cosa era segura, estaban rodeados y atrapados. Al ver la nave Wild celebró, sólo Aleister Glas sería capaz de hacerlo. Pronto notó que la nave no llevaba dirección alguna y se apresuraron, saltando sobre las altas paredes del laberinto para acercarse lo más posible. Wild perdió piso cuando un disparo destrozó el muro y el Leviatán lo recogió antes que su cuerpo flotara hacia el vacío.
- Nunca pensé que lo diría, pero eres un enviado de Dios.
- Eso me digo en el espejo todos los días, me levanta la moral. ¿Dónde están esos perros reptiles?
- Alrededor de nosotros.- Dijo Ross, mientras se abría paso con su sobrenatural fortaleza.- ¿Hora de irnos?
- No,- Dijo Wild.- tenemos que destruir esta base, cueste lo que cueste.
- Tú no duermes bien en la noche a menos que te impongas un nuevo reto cada día, ¿no es cierto?- Bromeó Aleister, quien parecía disfrutar disparando sus cañones de Vril contra las entradas a la callejuela en la que se encontraban.

            Ramajin convenció a Natien de viajar hasta el Cairo, pues le pareció que hacia allá llevaban a la mayoría de los secuestrados. Escapando de la destrucción y de los rayos que podían nivelar cuadras enteras Natien entró en una casa que se venía abajo y de un salto atravesó un espejo en la sala, junto con el lama, antes que la estructura cediera. Por todas partes, de aquella extraña dimensión, podía verse lo mismo, las máquinas de guerra avanzaban sobre las ciudades y abducían a todos los que podían con sus haces de luz y sus extrañas máquinas semejantes a arañas gigantes. Salieron al Cairo y la escena era aún peor. Naves con forma de dragones con plumas metálicas soltaban extraños gases para hacer crecer vegetación donde antes había habido cemento y concreto. Ramajin se encargó de los dragones, mientras que Natien Moburu se adentraba más allá de la línea del ejército de la unión islámica, buscando a los sobrevivientes para rescatarlos por medio de los espejos. Ramajin ayudó al ejército a replegarse y conseguir mejores ubicaciones tácticas cargando al menos una docena de tanques fuertemente artillados con armas de Vril hacia otros puntos, luego de descubrir que las naves nodrizas tenían un campo de fuerza invisible.

            Asarlai despertó en una jaula. No sabía qué la había golpeado, pero lo que fuera le daba un terrible dolor de cabeza. Miró a su alrededor, había jaulas por docenas de pisos, todas ellas llenas de gente. No sabía por qué la habían dejado en una celda a solas, mientras que los demás compartían las suyas con docenas de asustadas personas que chillaban y rezaban. Máquinas en rieles subían y bajaban, apuntando sus armas hacia los rehenes. Una vez bajó hasta su altura para que un reptiliano llevara con un tubo chisporroteante a un gris con un extraño collar que le dejaba como ausente. No tenía duda, era Jabetzaren. El soldado le gritó cosas que no entendió y luego les dejó a solas para ir a otros pisos y colocar más collares. Asarlai acercó los tatuajes móviles de sus palmas contra el collar del gris y Jabetzaren aulló adolorida.
- Esa cosa me mantenía como en… Dios, es lo que harán con todos nosotros. ¿Cómo hiciste para quitármelo?
- De la misma forma que escaparemos de aquí. Puedo abrir cualquier puerta o seguro con mis palmas. Una técnica útil que aprendí en mi hogar, Iluminatta.
- Me gustaría conocer de dónde vienes, si hay más como tú debe ser interesante.
- Pues tendrás que usar un submarino, Draxler hundió mi hogar y mató a casi todos.
- Y yo tengo una enorme bocota. Discúlpame. Por cierto, ¿cómo planeas escapar?
- Observa y aprende.

            Asarlai abrió su jaula y las dos saltaron varios metros hasta el riel con las armas. Jabetzaren tocó al reptiliano y ocupó su lugar, mientras que Asarlai juntaba sus palmas y soplaba fuego contra las armas que buscaban defenderse. El gris pareció salir de su estado de trance, pero Asarlai le desmayó poniéndole las palmas en la cabeza. Aprendiendo a usar los complejos mecanismos fueron ascendiendo hasta la caseta de vigilancia. Jabetzaren disparó el arma del reptiliano contra la arma montada en la pared, luego contra el cristal e irrumpieron entre los operarios. Asarlai usó su aliento de fuego para neutralizarlos. Mientras que Jabetzaren jugaba con los controles, tratando de abrir todas las jaulas y liberar a todos los miles de secuestrados, Asarlai miró por una gruesa ventana. Podía ver que el desierto se convertía en una jungla prehistórica, el hogar de los reptilianos sin duda. Podía ver a los bombarderos de la unión islámica soltando bombas de Vril, pero no parecían surtir efecto. La nave nodriza disparó contra los aviones y los derribó a todos en cuestión de segundos.
- Creo que ya lo tengo.- Dijo Jabetzaren, abriendo todas las jaulas en su puerta trasera, dejando escapar a los rehenes. Luces rojas se encendieron por todas partes, la nave nodriza estaba en alerta máxima. Asarlai buscó por la avanzada computadora barriendo la pantalla con sus dedos en busca de un mapa. Sabía que estaban cerca de los puertos de naves y encontró lo que buscaba segundos antes que las escotillas se abrieran de golpe y los reptilianos empezaran a disparar.

            Huyendo en la conmoción trataron de ayudar a los rehenes, pero la mayoría fueron capturados nuevamente. Alcanzaron el puerto de naves y, disparando contra los grises y los reptilianos, tomaron una nave de emergencia y, apretando los botones histéricamente, hicieron volar la nave hasta el Cairo, donde descendieron violentamente. Salieron entre las enormes arañas abductoras, pero Ramajin y Natien les salvaron de ser secuestradas y los cuatro se internaron en la naciente selva prehistórica.

            Doc Wild sabía que no contaba con mucho tiempo. Se encontraban en enorme desventaja numérica y tecnológica. Se encontraban rodeados y, más importante aún, se encontraban en la luna. Le tomó unos segundos formular una estrategia y organizar a sus compañeros. Acompañó a Ross hacia los engranes de piedra, abriéndose paso a tiros, mientras que Leviatán y Arturo Menetti hacían de distracción atacando las galerías de naves y armas. El hombre de oro y el hombre de piel de acero llegaron hasta los engranes, que ahora se movían a una velocidad alucinante. Wild saltó de uno a otro, anticipando cada movimiento y empujando su cuerpo al límite. Dejó varias de sus bombas en los engranes y con Ross en la retaguardia protegiéndole de los disparos llegó hasta lo que parecía ser una antiquísima consola de mando. Las bombas en los engranes estallaron, toda la base se puso en alerta, pero la mayoría de los soldados estaban ocupados peleando contra el poderoso Leviatán y Arturo Menetti y sus reliquias. Usando su pistola de microondas derritió la consola y eso pareció silenciar la alarma y detener todos los engranes. Las naves de guerra dejaron de ser empujadas a la galería.

            Ross le ayudó a regresar por entre las ruinas, mientras que Aleister y Arturo se replegaban cada vez más hasta encontrarse en el medio. Wild esquivó un par de disparos, pateó a un reptiliano al suelo y con otra patada le rompió el cuello. Abordó una de las naves y los demás le siguieron. La nave salió volando a toda velocidad, perdiéndose entre el enjambre de naves que se dirigían a la Tierra. Algunas pequeñas con dos cañones en los lados, otras mucho más grandes que llevaban a las arañas y otras máquinas de guerra. La ciudad lunar se vino abajo detrás de ellos y celebraron el triunfo hasta que una voz en el comunicador de la nave ordenó su contraseña. Wild no perdió tiempo, sabía que habían abusado de su suerte. Voló entre las naves, haciendo difícil que les dispararan. Un dispositivo remoto trató de apagar la nave, pero Aleister la posesionó y a toda velocidad cruzaron la atmósfera entre las demás naves de guerra, disparando contra todas ellas y esquivando sus ataques. Fueron alcanzados por un par de rayos de energía a toda potencia y rápidamente perdieron el control. Aferrándose de donde pudieran la nave se dirigió al Cairo, pasando por encima de la nave nodriza y recibiendo otros fuertes golpes que reventaron sus motores y les dejaron caer como una pesada piedra contra la naciente selva del Cairo. Todos los ocupantes gritaron, eran una piedra que caía sin control. Súbitamente sintieron como si algo les jalara y descendieron lentamente hasta estar frente a Ramajin.

            Los ocho aventureros se reorganizaron en el polo sur, donde los emisarios de las diferentes uniones hicieron su campamento allí, lejos de las naves nodrizas y protegidos bajo el domo eléctrico que freía cualquier nave que tratara de cruzarlo. Sabían que necesitarían de la ayuda de los ejércitos de las diversas uniones, esto era algo demasiado grande para sólo ellos ocho. Aún en medio del caos y el miedo, Wild no dejaba de pensar en Draxler. Era su igual y estaba seguro que su plan maestro sería muy difícil de descubrir. Al lee que los vietnamitas habían ejecutado a la mitad de los ex-colonos franceses supo que su mano había estado allí presente, siempre en la oscuridad, moviendo los hilos.

            Doc Wild no podía saberlo, pero en ese mismo momento Ludia Katsu se encontraba en Washington D.C., penetrando las diferentes redes de seguridad que protegían a los representantes y senadores. La guerra había llegado a los Estados Unidos y mientras las grandes ciudades eran atacadas en medio del éxodo masivo más grande de la historia, Ludia logró evadir a los guardias de seguridad y verse en privado con Harry Truman, miembro de alto rango en la logia de Horus y futuro presidente.
-  Por supuesto que todo político que quiera avanzar en su carrera es miembro de la logia.
- Sí, pero que no se le olvide de lo que hablamos.- Dijo Ludia.- Herman estará muy decepcionado.
- Estamos en momentos de guerra. ¿Qué hay de corea?
- Maté a sus contactos armamentísticos. Resultaron ser americanos. Parece que el viejo régimen industrial-militar sigue con vida y gozando de buena salud.
- Sí, pero ni siquiera él pudo predecir que seríamos invadidos por una raza alienígena.
- Las cosas regresarán a la normalidad, estoy segura. Como Herman lo dijo, hay que seguir actuando como si el mundo pretendiera seguir rotando. Vea el lado amable senador, ya todos se olvidaron que sus espías le vendieron la tecnología nuclear a Vietnam y Francia. Con todo lo que ha estado pasando dudo que alguien lo descubra.
- ¿Y si lo hace?
- Draxler quiere que haya tensión nuclear, pero no es ningún tonto. Si alguien llegara a enterarse, entonces moriría. Herman tiene un plan maestro que dudo que incluso Wild pueda detener. Él sólo podrá ver parte de su plan, está en nuestras manos senador, el ver que Herman consiga lo que quiera y usted, por supuesto, consiga esa oficina oval que tanto ha querido.

            En cuanto Wild verificó por las imágenes de sus satélites que la nave nodriza del Atlántico se dirigía a Nueva York, envió a Asarlai y a Helmut Ross para hacerse cargo de la situación. La gran metrópolis había sido reconstruida desde que los platillos voladores de Draxler la destruyeran y marcaran una suástica por todo el territorio de los Estados Unidos. Ahora estaba bajo ataque nuevamente. La nave nodriza se podía apreciar en el horizonte, Asarlai utilizó sus habilidades mágicas para convocar a un poderoso huracán que diezmó las fuerzas hostiles que volaban hacia ellos. Aún así, los pocos que llegaban disparaban sus lásers de alta frecuencia, derribando edificios y abriendo paso para las tropas de reptilianos armados. Helmut convirtió su piel en acero y, uniéndose al ejército que era hecho invisible por el anillo de ilusión de Asarlai, atacaron a los visitantes, deteniéndoles de formar una base fija.
- ¡Helmut! Arriba.- Los torrenciales vientos daban forma a las naves invisibles. El ejército comenzó a disparar sus armas antiaéreas de Vril y lograron derribar a las naves de esclavos, liberando a muchos de ellos.

            Helmut resistió los disparos de las pistolas lásers, lanzándose de un lado a otro y usando su increíble fuerza para lanzarles autos y camiones. Consiguió derribar una nave de ataque y ocuparla. Los controles estaban diseñados para seres con tres dedos, pero no le costó trabajo ascender y disparar. Los invasores se concentraron en él, dándole tiempo a Asarlai de sacar a los esclavos de sus naves y alejarlos de las arañas con rayos abductores. Volando con increíble destreza llevó la batalla hasta las arañas gigantes que avanzaban por las avenidas y consiguió que los lásers derribaran a más de una. Voló por encima de una nave de esclavos, salió de su nave y cayó aferrándose con todas sus fuerzas. Encontró una escotilla y se abrió paso a golpes, mandando a volar a los grises contra las paredes. Reventó las cadenas que sostenían a los esclavos contra la pared y, concentrando toda su fuerza, reventó los goznes de la puerta que les separaba del centro de control de mando. Golpeó a los capitanes con tanta fuerza que los lanzó por los cristales. Empujó los controles, la nave descontroladamente derribando una parte de un edificio para finalmente barrer con tres arañas y dejar escapar a los esclavos a los brazos de los soldados.
- Es inútil, nos superan numéricamente. Incluso con tu huracán y la nave nodriza no se ha dejado de acercar.- Le dijo Helmut, por encima de los vientos atronadores.
- ¡La nave nodriza tiene un campo de fuerza Helmut, necesito una idea!- Le gritó Asarlai, mientras soltaba truenos sobre las arañas que se acercaban cada vez más hasta las bases militares, abduciendo soldados a diestra y siniestra.
- Nuestras armas no pueden penetrar su escudo,- Razonó el hombre de metal.- pero deja salir a sus naves, las grandes y las pequeñas. Creo que tengo un plan.

            La nave nodriza siguió avanzando, dejando salir una nave tras otra y disparando de sus cañones de rieles hacia los altísimos edificios. El huracán le fue siguiendo conforme la línea de los militares era empujada cada vez más por las fuerzas invasoras. La gigantesca nave nodriza volcó todos los barcos, pero gracias a la ilusión de Asarlai, no pudo detectar el puerto y chocó aparatosamente en su base. El escudo de fuerza desapareció y las pocas tropas que quedaban en el área pudieron infringirle castigo. Ross escaló y ocupó una de las arañas gigantes, liberando con tentáculos mecánicos a los esclavos y disparando hacia las tropas enemigas. Su araña recibió varios disparos pero avanzó a toda velocidad, interpretando los controles conforme la marcha, dirigiéndose a la gran nave nodriza. Los militares atacaron a las naves dentro del ojo del huracán, dejando avanzar a Ross. El sudafricano finalmente llegó frente a la nave nodriza que había chocado y destruido el puerto y empezó a disparar, escapando en el último momento, antes que la araña, y las bombas de Vril que había cargado bajo su brazo, explotaran contra la nave nodriza. Asarlai se aseguró de darles una oportunidad a la fuerza aérea y tras un bombardeo intenso la nave nodriza estalló y cayó de lado, muerta por completo, contra los edificios que ocupaban lo que antes había sido el puerto de la gran metrópolis.

            El Leviatán de guerra era una prodigiosa máquina de diez metros por ocho de grueso. Tenía poderosas patas con mecanismos puntiagudos para clavarse en el suelo y cañones de Vril por casi toda su superficie. Aleister Glas avanzó contra las naves en Hungría, disparando una ráfaga tras otra contra las naves invasoras. La nave nodriza ya había convertido al pequeño pueblo de Tabur en una selva. El Leviatán también tenía un poderoso cañón de bombas de Vril, pero eso no detenía a las fuerzas armadas. Súbitamente las naves de esclavos se hicieron visibles, fue entonces cuando supo que Asarlai había logrado destruir una nave.

            Jabetzaren se ocupaba de las fuerzas de choque, invadiendo un cuerpo tras otro para empezar a disparar contra otros reptilianos. El ejército de la Unión europea avanzaba con dificultad, las naves abductoras sólo necesitaban apuntar su haz de luz para raptar grupos de soldados. Aleister se comunicó por la red satelital con los otros diez Leviatanes que había traído consigo y atacó a las arañas gigantes. Mientras el ejército de la Unión europea se debatía contra las naves de ataque, las fuerzas de choque se iban replegando, cada vez más cerca de la nave nodriza, que flotaba sobre las montañas y disparaba desde sus poderosas armas de riel contra los pocos edificios que quedaban, y contra las bases de los militares. Jabetzaren sólo necesitaba tocar a un reptiliano para transferir su conciencia y esa ventaja significó la batalla entera para las fuerzas de élite que se acercaron a la nave, más allá de la línea de arañas contra las que Aleister y sus diez trajes de guerra se debatían. Las fuerzas de élite dispararon desde sus cañones de Vril, enviados por el hombre de oro con anticipación y destruyeron parte de la nave nodriza, hasta ser calcinados por los lásers de la nave. Aleister dejó de atacar a las arañas para disparar contra la nave nodriza y los vehículos de esclavos, con Jabetzaren tratando de liberarlos a todos. Los lásers de la nave nodriza se deshicieron de los Leviatanes, pero Aleister no había terminado.

            Huyendo en su forma ectoplásmica hasta una de las arañas, se posesionó de la nave y avanzó contra la nave nodriza, atacando sin piedad. Las fuerzas terrestres se encontraban en un caos, gracias a la vasca española, ahora las arañas también perdían terreno gracias al fantasma que podía poseer cualquier máquina. Un día entero de batalla permitió a todas las fuerzas de la Unión europea unirse en un solo escuadrón y destruir la nave nodriza con sus misiles de Vril. Aún así, la selva parecía hacer más letales a los reptilianos y a sus enormes bestias de cacería, quienes lograron amargar la victoria al empujar al ejército y formar una base bien fortificada.

            Ramajin y Arturo Menetti defendieron el Cairo, aunque había poco que pudieran hacer. De las dunas y del concreto nacían los salvajes árboles y los reptilianos consiguieron defender su base, protegiendo a la nave nodriza que flotaba entre las grandes pirámides. Menetti usó su revólver de Custer para defenderse de los reptilianos mientras que, juntos, se aproximaban a la base de operaciones de los arcolitanos, protegidos detrás de líneas enemigas. Usó su cetro de Osman para controlar a las bestias de cacería y ponerlas contra sus amos, también disparando truenos contra las tropas hasta llegar al centro de operaciones de los arcolitanos, uno de los pocos edificios en el Cairo que aún se conservaba intacto. Ramajin utilizó el poder de su mente para derribar naves y ayudar a las fuerzas de la unión islámica. Consiguió hacer aterrizar un par de transportes de abducidos y defenderse de las arañas gigantes que trataban, disparando sus haces de luces, abducir al lama oculto de Shangri-la. 

            Doc Wild coordinó a las fuerzas panaméricanas para proteger Chichen Itza, donde una nave nodriza descansaba flotando, protegiendo a las naves de rehenes con sus poderosas armas de riel. El hombre de oro disponía de todo un arsenal para defenderse de los reptilianos en su selva prehistórica. Natien Moburu usó un espejo para ayudar a los refugiados, haciéndoles cruzar hasta un espejo en la base central de Mérida. Doc Wild sabía que no podía llegar hasta la nave nodriza, de modo que coordinó a la fuerza aérea en un asalto desesperado bombardeando misiles de Vril que él mismo había diseñado y preparado.
- Hay un espejo en la nave.- Le dijo Natien.- Todos los rehenes están a salvo.
- Estoy algo ocupado.- Dijo Wild, disparando su arma sónica detrás de una gigantesca palmera. Natien corrió hasta él, disparando una pistola de microondas que derretía a sus enemigos. Llevaba entre brazos un espejo y le ofreció la mano.- En ese caso, ¿qué estamos esperando?

            Atravesaron el espejo segundos antes que un trío de arañas dispararan sus haces abductoras. Cruzaron dentro de la nave y, usando bombas de microondas, destruyeron a los complejos mecanismos. Wild defendió a Natien, espalda contra espalda, mientras los ingenieros y soldados trataban de reparar los daños. La bomba consumió todo el metal y el plástico a su alrededor, también emitiendo una poderosa descarga electromagnética que fritó a todas las computadoras en aquel cuarto de máquinas. Escucharon algo, semejante a un tronido, y al sentir los bombardeos de Vril supieron que habían destruido el generador del campo de fuerza.
- Es ahora o nunca.- Dijo Wild, lanzando a Natien contra una esquina y protegiéndose detrás de un enorme pilar metálico repleto de cables y sensores. Activó su reloj y programó las coordenadas con sus manecillas.- Mi reloj está conectado a los silos balísticos en el polo sur. Un misil de tres kilotones debe hacer el trabajo.
- ¿Y qué hay de los raptados?
- Una cosa a la vez Natien.-  Lo empujó dentro de un espejo y lo acompañó, segundos antes que los soldados rodearan la columna. Salieron en otra parte de la nave, luego de recorrer la extraña dimensión detrás del espejo, hasta encontrar los gritos histéricos de los rehenes. Habían miles de ellos en jaulas.- Tenemos al menos diez minutos, hazlos valer.
- ¿Tú qué harás?
- Defenderlos. No te preocupes por mí, llévalos a Mérida, lejos de aquí.

            Mientras Natien Moburu ayudaba a todos a cruzar hacia la extraña dimensión alterna, Doc Wild defendió los cuatro pisos de jaulas con sus avanzadas armas de Vril contra los soldados que trataban de irrumpir a la prisión. Lanzó un par de granadas de Vril contra las escaleras e inutilizó los elevadores con otra bomba de microondas que derritió a los soldados enemigos que trataban de rodearle por el otro lado. Disparó su arma sónica de un lado, su pistola de microondas  por el otro. Los soldados se defendían como podían, pero Wild era difícil de atrapar, se movía de un lado a otro, logrando detectar hacia adonde apuntaba cada arma. Moburu terminó con todos los cautivos mientras que Wild desesperadamente se ocultaba detrás de una columna, protegiéndole contra cientos de soldados. Natien le jaló de un brazo y se lanzaron al espejo. Corrieron por la extraña dimensión hasta salir a la base militar del ejército panamericano. El misil fue visible en el cielo y cayó justo sobre la nave nodriza, estallando en una explosión que barrió con las antiquísimas ruinas mayas y parte de la selva.

            Los ocho aventureros se reunieron en el polo sur para una reunión de emergencia con los jefes democráticos de cada una de la unión de países. Los invasores seguían llegando de su nave en el espacio y formando enclaves e inexpugnables bases en casi todas las grandes ciudades. Doc Wild necesitaba de la aprobación de los jefes para poner en órbita un satélite armamentístico con bombas de Vril concentrado. No le fue difícil conseguir su aprobación, ya había usado su tecnología mental para convencerlos. Mientras el mundo se defendía de sus diseñadores Doc Wild y los mejores ingenieros del mundo, entre ellos Helmut Ross, trabajaron en el gigantesco satélite armamentístico. Un satélite con capacidad para veinte misiles de Vril y aparatos que le daban una precisión milimétrica. Lograron ponerlo en órbita con la ayuda de la división aérea de la base polar, la cual se encontraba bajo ataque continuo. El satélite disparó diez de sus misiles contra la base enemiga que flotaba frente al lado usualmente oculto de la luna. Las explosiones fueron visibles incluso durante el día. Estallidos de varios kilotones desintegraron la nave nodriza y su base en la luna. La invasión, sin embargo, continuaba a toda marcha y los reptilianos y grises parecieron hacerse más atrevidos tras la destrucción de su base espacial.

            Mientras el polo sur se defendía y trataba de mantener una organización de fuerzas entre todas las uniones de naciones, atacadas sin piedad por los hostiles alienígenas, Doc Wild se enterró en su trabajo, junto con Helmut Ross, por varios días. Eventualmente Asarlai bajó hasta su laboratorio privado y lo encontró diseñando nuevos y mejores satélites armamentísticos.
- Jack, ¿qué haces?- Miró los diseños en papel y palideció.- ¿No te das cuenta que seguirán flotando cuando la crisis termine?
- Lo sé, lo sé, pero es que no hay otra manera.
- Me temo que tiene razón Asarlai.
- Esto es tan malo como tener bombas atómicas. La gente se pondrá muy nerviosa sabiendo que la destrucción flota sobre ellos día y noche.
- Asarlai, sabes que no lo haría a menos que tuviera buenas razones. Ésta es la clave para destruir a nuestros enemigos en un solo golpe y a nivel mundial.
- ¿A qué te refieres?
- Descubrí una solución biológica que no afecta a ninguna de las faunas y floras terrícolas, pero es letal para los reptilianos y grises.- Wild le mostró una serie de ecuaciones químicas que significaban poco para ella.- Helmut puede crear nuevos tejidos, nuevos órganos. Ha estado preparándose para crear un órgano que suelte esa sustancia. Pondremos las soluciones venenosas concentradas en cada uno de los misiles. Treinta misiles serán suficientes para liberar a las grandes ciudades y propagar sobre ellos una enfermedad letal.
- Supongo que  tienes razón, sería la mejor manera. ¿Pero cómo sabes que no nos afectará?
- Es gripe, pero he aislado genéticamente a esa enfermedad tan común y, con algo de ingeniería genética reversa… encontré una variante de la época medieval, quizás anterior. Una variante que hace siglos que todos nos volvimos invulnerables a ellas.

            El enjambre de naves enemigas en la estratósfera se deshizo del primer satélite armamentístico de doc Wild. Ahora necesitaban enviar dos, de modo que Aleister comandó a una flotilla de naves de guerra polares. Una vez que los satélites estuvieran en el espacio y en línea, Aleister disparó todos los misiles. Sabían que más de uno sería interceptado, pero importaba poco, pues una enfermedad tan letal para los hostiles se propagaría rápidamente.

            Tal y como el hombre de oro lo había predicho la enfermedad, inofensiva para el hombre, diezmó a las fuerzas armadas alienígenas y muy pronto la humanidad pudo liberarse del yugo de los reptilianos y grises. La humanidad no sólo había conocido que no se encontraba sola en el universo, sino que había amenazas más que terrestres que en cualquier momento podían regresar. Y debido a su rol clave en la liberación de la humanidad la ONU invitó a doc Wild a emitir un discurso al mundo.
- La humanidad ha demostrado que sólo a través de la cooperación se puede encontrar la paz…- Ludia Katsu apagó el televisor y volteó a ver a Herman Daxler.- Sí, y ahora la humanidad le dio la oportunidad de tener armas en el espacio, apuntando constantemente.
- Era la movida natural. No me sorprendió, creo que se está confiando demasiado.- Draxler se sentó en la otra silla sucia del pequeño departamento en Hanoi, Vietnam.- Se ha hecho amo de los destinos humanos. Y todos le aplauden por eso. Quizás no quieran ser libres.
- Una paz sostenida sobre mentiras no puede durar para siempre. ¿Crees que detenga la escalada entre Francia y Vietnam?
- Sí, de hecho, creo que ya lo ha logrado. Ahora sabe con certeza que estoy aquí. Y justo frente a sus ojos. Creyó en mi personaje de Arturo Menetti y nadie sospecha nada. Los años de operaciones estéticas han dado frutos finalmente. No, Jack no nos confía, pero desconfía del versátil Helmut Ross.
- Herman, ¿crees que sea tan buena idea quedarte tan cerca de él?
- Es la única manera de conocer todos los ases bajo su manga. Está escondiendo algo grande, pero aún no descubro qué es. He descubierto que Ramajin y Asarlai no saben nada de la guerra que inició y la destrucción de Iluminatta.
- Tú tienes demasiada paciencia. ¿Por qué no lo matas y ya?
- ¿Y convertirlo en el mártir? No, no le daré el gusto. No creo que incluso eso le haría sentirse bien consigo mismo. Se cree por encima de la humanidad, el único diseñador de la Historia, y para realmente culminar con mis planes debo quebrarlo primero, en público, y después matarlo.



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