El hilo invisible
Por: Juan Sebastián Ohem
Del escritorio del teniente detective Vincent
Simone:
Patrick Acosta era un hombre
poderoso. Siendo asesor de obras públicas del antiguo alcalde cosechó docenas
de amistades. Las amistades en la política suelen ser dudosas. Aún así, cuando
la noticia de su muerte llegó al departamento de policía, el departamento del
fiscal de distrito se movilizó antes que nosotros. El fiscal, Jerry Williams,
se presentó en mi oficina a primera hora del martes para “insistir
cordialmente” que supervisara el caso personalmente. Jerry Williams hizo su
carrera procesando policías corruptos. No es necesario agregar que no somos
amigos, sin embargo compartimos amistades que requieren resolución pronta al
caso.
Llegué a la escena acompañado
del detective Ozfelian y el detective Felton. No puedo asegurar que la
enemistad de Ozfelian hacia Williams sea extrema, sin embargo, si algún día
apareciera asesinado el fiscal, él sería del primer policía que sospecharía. Uno
de los uniformados encontró a un potencial testigo y mandé a Ozfelian a tomarle
la declaración. Tiene más habilidad para detectar mentirosos que Felton.
Departamento 65ª del edificio
Belarosa, calle 60. Ostentoso, vecinos importantes y reservados. Amueblado
sencillo, paredes de color marrón y rojo, iluminación sobria, dos habitaciones,
un recibidor, una oficina, cocina y baño. Felton se quedó con los cuerpos en la
oficina. Identificados como Patrick Acosta y Gillian Chambers. Los muertos no
van a ningún lugar y ocupan poco espacio, son los demás metros cuadrados los
que me interesan más. Los detalles no deben ser opacados por lo obvio. La
cocina estaba casi vacía, la estufa primitiva no estaba conectada al gas.
Refrigerador vacío, a excepción de algunas botellas de cerveza, una de champaña
y algo de pollo. Los estantes sufrían de la misma falta de comida. Nadie vivía
ahí, eso era obvio. El departamento era como una habitación de hotel para
hombres casados, no les importaba la comida, solamente la compañía. La
habitación únicamente tenía la cama, buró, una silla y medio baño. Misma falta
de toque personal. Los muebles eran viejos y de mal gusto, de una era
prehistórica cuando la madera astillada con retoques metálicos, que solían ser
dorados hace treinta años, se pensaban como indicación de lujo. En la pared
contraria a la ventana había dos cuadros, niños jugando en el campo de trigo y
otro cuadro de un tigre caminando en la selva. El primero era el típico cuadro
de hotel, básico y aburrido, el segundo tenía vida, era mucho más oscuro y
denso. Ambos desentonaban completamente con el departamento, aunque para ser
honestos todo desentonaba en aquel departamento.
- Homicidio
doble y robo, ¿quiere ver lo robado?
- Me dicen
que es mi trabajo Felton.
La segunda habitación estaba
acondicionada para servir como sala de juegos. Un poco de música y baile para
el festival sexual. La pared a la derecha tenía el closet, abrí las puertas
pero no me llevé ninguna sorpresa, estaba vacío. La pared a la izquierda, sin
embargo, había sido el centro de una tempestad. Un agujero cuadrado repleto de
astillas y polvillo de yeso. En el suelo, contra la esquina, un largo cuadro de
patos volando hacia el sur. Me pregunto si él se lo habría comprado, o si
habría estado en el departamento como el amueblado.
- ¿Caja de
seguridad?
- Eso parece
detective.
Abrir una caja fuerte es un arte
delicado que precisa de tiempo y calma. El culpable no tenía ninguno de los
dos. Las balas, el ruido de tirar el cuadro y reventar la pared, debieron apresurarlo.
Es más sencillo sacar la caja fuerte de la pared, probablemente con una barra
que haga de palanca, para abrirla después. Marcas de ambos lados, la palanca
fue puesta en todas direcciones, apretó la madera desde todos los ángulos.
Había marcas pequeñas y profundas, probablemente de un martillo y cincel,
quizás pensó que partir la madera sería más sencillo que empujar con calzador
la caja apretada. Debajo del polvillo del yeso, a un par de centímetros del
suelo, una marca de sangre. La marca se encontraba alineada justo debajo de la
esquina inferior izquierda del cuadrado.
- Vaya,
estaba furioso.
- Apurado.
Sabía que estaba aquí, detrás del cuadro.
- No es muy
original, admitámoslo.
- Cierto,
pero no es el único cuadro en el departamento. No buscó en la habitación, no
movió los cuadros de lugar ni abrió el clóset.
- Tampoco el
clóset de esta habitación.
- Exacto. Patrick
Acosta guardaba dinero en el departamento que usaba para su amante, ¿qué te
dice eso?
- ¿Tenía
mucho dinero?- Se rascó el bigote violentamente, tratando de disculparse. No
tenía interés en corregirlo. El fiscal de distrito había sido claro “cueste lo
que cueste, lo más pronto posible”. Si fuera por Felton tardaríamos décadas.
- Le escondía
algo a su esposa, además del romance. Pero más importante que eso, no hay
manera de saber cuánto fue el monto de lo robado, podrían ser millones o podría tratarse de cualquier otra cosa,
quizás documentos o quizás la caja fuerte se encontraba vacía y era parte del
departamento junto con los muebles.
Los cuerpos se encontraban en la oficina. Patrick
Acosta era un hombre que se conservaba muy bien a pesar de tener sesenta años.
Medía más de un metro setenta, de cuerpo rotundo, debía ser gordo en otra época
pues su abdomen y pecho eran amplios mientras que sus brazos permanecían
flacos. La edad no le hizo perder su cabello, aunque su negro natural competía
contra sus canas. Vestía de pantalón y zapatos de traje, su saco y corbata
colgaban de un perchero, su camisa azul clara permanecía abotonada. Ahora yacía
tumbado en el suelo entre un escritorio y la pared. Un modesto sillón
reclinable a su lado. Herida en el pecho. En sus últimos momentos debió tratar
de aferrarse al sillón. Debía estar de pie frente al asesino. Gillian Chambers,
a sus cuarenta y cuatro, era una mujer hermosa. Su abundante cabellera rojiza,
su complexión atlética y su rostro juvenil debieron conquistar el corazón de
Patrick rápidamente. Su conjunto de falda larga con blusa amarilla era sobrio.
Sobrio hasta que quedó empapado en sangre. Gillian Chambers a su lado, dos
disparos al vientre. Su cuerpo se desplazó medio metro en el suelo, se empujó
con las uñas contra el tapete color melocotón e incluso empujó su hombro contra
el escritorio. No fue una muerte sencilla ni placentera.
- A juzgar
por los cuerpos, murieron alrededor de las diez la noche del lunes. El calibre
es pequeño, sabremos más en unas horas cuando hagamos todos los análisis.
- ¿La puerta
fue forzada de alguna forma?
- No. No
vimos nada de eso.
- ¿Dónde
quedó su bolso?- El forense apuntó hacia la mesa del recibidor, visible desde
nuestra posición. Felton se colocó guantes para ir analizando, en compañía del
forense, cada uno de los artículos.
- Ya revisé
su cartera, así supe su nombre. La cartera tenía 349 dólares, una tarjeta de
crédito, un par de fotografías de su familia y nada más. Les esperé antes de
seguir con el bolso.
- Veamos,
tenemos maquillaje, lápiz labial, un pañuelo, más maquillaje…- Felto fue
tomando artículo por artículo y depositándolo en pequeñas bolsas plásticas. Su
atención al detalle ha mejorado.- …Aún más maquillaje, tenemos una pluma fuente
de color dorado, nada mal.- La pluma metálica simulaba ser de oro y estaba
decorada por líneas y curvas que resaltaban el metal desde la base hasta la punta.- Un pequeño espejo, un prendedor de
nácar, y lo último es este bote de píldoras.- Medicina para el corazón, a
nombre de Patrick Acosta.- Difícil de creer cuánto cabe en el bolso de una
mujer.
- ¿Ya
revisaron los bolsillos del cuerpo de Acosta?
- No, ¿quiere
que lo haga?
- No, era
solo curiosidad.- El forense tardó en captar la ironía. Felton soltó una
pequeña risa.
- Vaya, no le
odie demasiado, no está acostumbrado a su sentido del humor teniente.
- No tengo
mucho humor cuando Jerry Williams me presiona.
- No hablemos
de ese animal aquí, por favor.- Ozfelian entró al departamento mostrando su
bloc de notas.- Ese inquisidor me provoca úlceras.
- ¿El testigo
es confiable?
- En mi
opinión, lo es. Frederick Ivenson, 50ª del edificio de enfrente ayudaba a su
vecina a sacar un sillón a la calle, eran las diez y media, estaba acompañado
por su hijo…
- Medicación
del corazón teniente, es lo único que encontré. Tenía llaves también, ¿las
quiere?- El forense se interrumpió a si mismo y nos dejó hacer nuestro trabajo.
- ¿Decías?
- Los dos
vieron a una figura sospechosa salir del edificio. La iluminación era muy mala,
por lo que no fueron específicos. Sí pudieron decirme que usaba una gabardina
barata de uso corriente y un sombrero, cargaba dos bolsas de gimnasio. Una de
ellas era muy pesada, se subió a un auto sin placas y manejó a toda prisa sin
encender las luces.
- ¿Le quitó
las placas al auto?
- Así parece.
Dicen que era un Sedán azul con muchos rayones en la puerta del copiloto. No
parecía nuevo, estaba bastante maltratado. La luz trasera izquierda estaba
rota. No pudieron decirme nada más. Revisé los títulos de propiedad, el
departamento era rentado a nombre de Gillian Chambers, me imagino que con
dinero del honrado señor Acosta.
- ¿Qué
hicieron al verlo en la calle?
- Nada, no
pensaron gran cosa anoche. Los vecinos de este edificio no vieron nada, el de
al lado escuchó algunos ruidos pero no le prestó mucha atención.
- El calibre
era pequeño, el ruido del trabajo forzado en la otra habitación debió ser
infernal, pero me imagino que las visitas del señor Acosta siempre eran
ruidosas. ¿Están seguros que no vieron a nadie más?
- Pensé lo
mismo, cómplices. No vieron a nadie más, y estuvieron en la banqueta cerca de
una hora peleándose con el sillón.
- ¿Qué fue
del sillón?- Ambos vimos a Felton. Se encogió de hombros y acompañó al forense.
- ¿Qué opina detective?
- Bueno
teniente, mi dinero está en la esposa.
- Sí, eso
pensé yo también, pero no estoy tan seguro.- Acompañé a Ozfelian a darle otra
mirada a los cuerpos.- Aquí hay algo más en juego. La caja fuerte, la amante,
este departamento…
- ¿A qué se
refiere?- Felton dio vuelta el cuerpo de Patrick Acosta para asistir al perito
con los bolsillos traseros.
- Tiene la
camisa abotonada. Hasta el último botón.
- Vaya, caso
cerrado.- Bromeó Ozfelian.
- Vamos
Ozfelian, trate de pensar un poco. Patrick Acosta era un hombre de muchas
responsabilidades, de mucho trabajo y,
al juzgar por la señorita Chambers, mucha intensidad. Renta un departamento
mediante su amante, llega a él en la noche, la blusa de Gillian está a medio
abotonar, es más casual. Acosta se quitó el saco y la corbata, pero al hacerlo
no se desabotonó como cualquier otra persona. Es como si siguiera estando en su
oficina, como si no pudiera relajarse, ni siquiera en este oasis lejos de la
presión de la vida cotidiana.
- Vaya… Creo
que uno de sus calcetines estaba más bajo que el otro teniente, ¿cree que eso
es indicador de un impulso narcisista?
- ¡Teniente!-
Felton me interrumpió antes que pudiera desahogarme contra Ozfelian.-
Encontramos algo que debería ver.- Un cartón, no más grande que la palma de su
mano o su cartera, probablemente recortado de una cajetilla de cigarros
“Faraón”. Había sido guardado en el bolsillo trasero y se encontraba sudado y
arrugado.- Es raro, él tenía un problema cardíaco, no tiene sentido que fumara.
- Despabílate
Martin, no es una cajetilla, es un trozo de ella. No parece tampoco una especie
de regalo, algún recuerdo sentimental de su amante o de su esposa… Teniente, me
duele admitirlo pero tenía razón.- Ozfelian inspeccionó el cartón buscando
algún detalle interesante, o algo escrito encima de él.- Muy bien, Martin antes
que nada vamos a asegurarnos de lo que sabemos y no sabemos, busca el registro
de utilidades, vamos a ver quién pagaba el agua, el teléfono, el gas y la
electricidad. Busca también el registro de llamadas. Buscaré si el señor Acosta
rentaba un auto, habitaciones de hotel o alguna otra precaución para su amorío.
¿Usted que piensa teniente?, ¿teniente Simone?
Ya no escuchaba. Parado en medio
del departamento mi cabeza estaba en otra parte, en otras cosas. Algo había
ocurrido, aparte del doble homicidio y el robo. Me encontraba en medio de un
laberinto invisible. Algo unía todas las piezas del rompecabezas, algo
intangible. Era necesario recrear un momento perdido en el pasado, y para eso
necesitaba unir todos los hilos invisibles. El telar del destino no deja de
moverse, ha creado un tapiz de muerte y engaño. El tapiz se ha perdido en el
pasado, pero cada detalle y cada insinuación formaban parte de la tela,
encontrar los hilos invisibles para volver a dar sentido al rompecabezas sería
el reto.
- Nos
adelantaremos al precinto, ¿le parece?
- No, quiero
hablar con la esposa en persona. Ozfelian, hazte cargo desde el precinto y
busca toda esa información. Si aparece la esposa, dile que le esperamos en su
casa. Martin, vendrás conmigo pero por favor trata de estar atento, si no sabes
qué decir…
- No digo
nada.
- Exacto.
- ¿Y si me
encuentro con el fiscal Williams, qué tanto le digo?
- Según
recuerdo, Patrick Acosta estuvo involucrado en un caso de corrupción hace
muchos años, me imagino que Williams está recibiendo presión por amistades
poderosas para asegurarse que ese escándalo se quede en el pasado. La prensa se
volverá loca al saber que tenía una amante, será mejor no asustarlo demasiado,
así que sea creativo Ozfelian, pero no lo mate.
- Haré lo
posible.
La residencia de los Acosta era
una suntuosa mansión de tres plantas y jardín exterior. La esposa, Megan
Acosta, tenía por hábito pasar toda la mañana en casa supervisando a las
criadas. La encontramos en la entrada de la casa fumando un cigarro
nerviosamente. Una mujer delgada de mediana estatura, en su juventud había sido
reina de belleza y modelo profesional. Aún conservaba su apariencia,
seguramente como parte de su rol de “esposa trofeo”. Su cabello era corto y
delgado, sus facciones marcaban gruesas arrugas de la edad. Nos esperó sin
decir nada. Martin hizo las introducciones mientras se quitaba el sombrero. Nos
hizo pasar al recibidor y nos ofreció algo de beber. Una botella de píldoras
descansaba sobre revistas de modas en la mesa de café.
- Me he
tomado algunos calmantes cuando me enteré de la noticia. Habría ido al precinto
de no ser que un detective me llamó, Ozelian o algo así.
- Ozfelian.
- Sí, me dijo
que ustedes venían en camino, ¿qué está sucediendo?- No dije nada. Traté de
asimilar el interior de la casa mientras ella terminaba de tragar la noticia.
Los paredes color rosado y los muebles con tapices de bosques. No era difícil
saber quién eligió la decoración.- Esto es horrible…
- Lo es, pero
es mejor que hagamos nuestro trabajo.- Felton se acomodó en el sillón y me dejó
hablar.
- ¿Sabía
usted que su marido estaba teniendo una relación extra-marital con Gillian
Chambers?
- No, claro
que no. Es terrible, ¿lo encontraron en su departamento?
- No, al
parecer ella tenía rentado un pequeño departamento. ¿Qué nos puede decir sobre
Gillian Chambers?
- No mucho,
la conocí en el club de golf junto con Patrick. La conozco poco, pero creo que
trabaja en bienes raíces o algo así.- Una de las criadas trajo una bandeja con
cafés, Megan tomó una taza y le indiqué a Martin que tomara otra.- No lo puedo
creer, con la condición que tenía.
- ¿Qué tan
grave era su condición?
- Bastante,
el médico le tenía recetado varias medicinas para el corazón. Necesita un
trasplante, o necesitaba. No podía caminar mucho, o cansarse, no podía comer lo
que le gustaba, ni podía beber demasiado alcohol, ni mucho menos fumar.- Nadie
quiso decirlo, pero el que se acostara con una mujer tan activa como Gillian
parecía un acto suicida. Era un milagro que no hubiera muerto en la cama con
ella.- No habíamos podido… ser íntimos por su condición, aunque claro, ahora
veo que no era eso. ¿Cómo pasó?- Necesitaba enojarse para hacer esa pregunta, y
la noticia del amorío la tenía muy enojada.
- Le
dispararon en el pecho en la oficina del departamento, la señorita Chambers
falleció de dos disparos al vientre. Hubo también un robo, al parecer el señor
Acosta guardaba una caja fuerte en ese lugar.
- Pobre
Patrick.
- El nombre
de su marido me resulta familiar señora Acosta, ¿no estuvo involucrado en un
escándalo durante la administración anterior?
- Sí, algo
terrible. Ahí comenzaron sus dolores de pecho. Ese maldito Miles Bechard, ese
sí que tiene motivo. Tienen que hablar con él, hacerle confesar.
- Disculpe,
¿quién es Miles Berchard?
- Hace cinco
años hubo un gran escándalo, Patrick fue acusado de desvío de fondos, una de
sus compañías hacía obras públicas y se usaron materiales defectuosos, cobrando
todo al máximo. Patrick culpaba a Miles, quien era el encargado de la compañía
constructora, pero Miles siempre culpó a Patrick. Él siempre odió a mi marido,
es un sujeto detestable.
- ¿En qué
terminó el asunto?- Felton tomaba apuntes y no paraba de hacer anotaciones y
remarcar ciertas partes de la entrevista.
- La corte
encontró culpable al ingeniero, Derek Paulson. Paulson compró los materiales
defectuosos sabiendo que eran de pésima calidad y luego falsificó los recibos
que la ciudad tenía que pagar.
- ¿Y este Derek
Paulson, dónde le podemos encontrar?
- Falleció a
la semana de entrar a prisión, se suicidó.- Felton regresó a su sillón
rascándose el bigote. Es un buen muchacho pero tiene la tendencia a rendirse
demasiado rápido y quedarse en lo obvio.
- Disculpe
señora Acosta, pero la manera en que
usted lo dice, es como si hubiera pasado ayer. Me refiero que me da la
impresión que el fantasma del escándalo aún ronda por sus vidas.
- Vaya que
sí. Patrick ha decidido… decidió, despedir a Miles, mi hijo Gavin retomaría su
trabajo.
- Eso no hace
feliz al señor Bechard, ¿me equivoco?
- No, en lo
absoluto. Y a Gavin ni siquiera le interesa, se encuentra en su fase de
artista.- Felton levantó la mano como si estuviera en la academia. La señora
Acosta le miró como a un bicho raro pero de inmediato supo predecirle.- Mi hijo
no vive aquí, por si quieren hablar con él, vive en su loft, es un departamento
de artista que su padre le compró hace un año, está en el edificio verde a una
cuadra de aquí.
- Querían que
se mudara, pero no querían que se fuera lejos, ¿no es cierto?- Me acomodo la
corbata. Señal para Martin para que deje de hacer preguntas y me permita hacer
mi trabajo. No es momento de alienarla, no aún.
- Sí, supongo
que sí.
- Visitaremos
a su hijo.
- Ya hablé
con él y le di la noticia.
- Aún así.
- Bechard,
ese hombre mató a mi marido, estoy segura de ello.
- Le
comprendo, pero aún así es necesario hablar con todos.- Presionaba hacia Miles
Berchard como Jerry Williams me presionaba a darme prisa con el caso. No había
duda de porqué, la prensa adoraría el escándalo de la amante y recordar el
escándalo del fraude millonario.- ¿Qué hacía usted anoche?
- ¿Quiere
decir que soy sospechosa?
- No, claro
que no, es nuestro sistema. Lo que hacemos es proceder a tomar declaraciones y
descartarlos uno por uno basados en la evidencia y su testimonio.- Era una
mentira pero ella no tenía que saberlo. Nuestro único sistema es hacerles
hablar hasta que se incriminen, pero eso es algo que ella no necesita saber.
- Anoche fui
al cine. El cineplex de Alvarado, era la función de las nueve cuarenta. No
tengo el boleto, pero supongo que podría hablar con alguien del cine.
- Una última
cosa.- La pregunta de oro. Por definición siempre corona el final de la entrevista.-
¿Su marido tenía testamento o seguro de vida?
- Sí, el
seguro de vida… ¿Cree que fui yo?
- Solo
conteste la pregunta, así es más fácil.
- Más fácil
para ustedes, me imagino. Puede investigarlo por su cuenta, pero de todas
formas le diré, porque sé que soy inocente y Miles Bechard es culpable. La
herencia y el seguro de vida me dejan como única heredera. Hizo el testamento
cuando nuestro único hijo era aún menor de edad, así que yo retomo sus
propiedades y su dinero y lo administro. ¿Eso me hace culpable?
- Recibir
millones de dólares por la muerte de su esposo no le hace culpable señora
Acosta.- Me levanté y Martin me imitó. Era obvio que habíamos terminado, al
menos por ahora.- Matar a su marido la hace culpable. Hablaremos con su hijo y
con este señor Bechard, veremos qué tienen que decir, pero no le prometo nada.
- Yo sí le
prometo detective Simone, le prometo que verá a mí abogado muy pronto.
Dejamos la mansión sin decir
nada. Megan Acosta me hacía pensar en el fiscal de distrito, me hacía pensar en
las personas que quedarían en vergüenza. Buscamos entre sus autos y ninguno
respondía a la declaración del testigo. Quizás no había sido ella, o quizás no
tenía el auto porque le había dejado abandonado después del crimen. Felton
manejó con la radio encendida, aunque se trataba de una cuadra había mucho
tráfico. Parecía pensar en la entrevista y en la evidencia, su cejo se fruncía
mientras masticaba su bigote. Yo deseaba un cigarro, pero no me di el gusto,
aún no me lo merecía. Aún no apreciaba la figura del tapiz, aunque comenzaba a
sentir los hilos invisibles a mí alrededor siendo jalados de un lado para otro.
Martin apagó la radio y estacionó el auto, absorto en sus propios pensamientos,
apenas y nos comunicamos con gruñidos al subir por el elevador de carga.
El loft de Gavin Acosta era un
departamento grande de dos plantas conectada por una escalera de caracol en el
centro de la sala. Lienzos de pintura y esculturas de yeso contra la larga
pared de ventanales, mientras que la
cocina y la sala estaban repletas de manchas de pintura, pinceles y botellas de
cerveza. Gavin nos hizo pasar hasta la sala, su apariencia se acomodaba al
departamento. De estatura mediana era un joven de complexión delgada, largo
pelo negro que cubría parte de su rostro y una postura física que reflejaba su
desdén por la vida. Acurrucado en un sillón, con lágrimas recorriendo su
rostro, llorando la muerte de su padre, daba otra impresión completamente
diferente. No parecía ya el artista muerto de hambre, el fascinante y enigmático
idealista, sino el niño con miedo. Martin le ayudó a incorporarse prestándole
su pañuelo.
- Me llamó un
detective, me dijo que me quedara en casa, y la verdad no quería ir a ver a mi
padre. No así.
- No tienes
que hacerlo Gavin.- Por alguna razón Martin era eficiente con los jóvenes. Por
mi parte, no entendía ni la mitad de lo que veía, y aquello me llamaba la
atención. No quería ser interrumpido así que dejé que Martin le consolara e
hiciera las preguntas rutinarias mientras que yo me paseaba por el departamento.
- ¿Qué pasará
ahora?- Sus esculturas eran de prueba, había tratado de imitar una mano pero
había quedado con un muñón desfigurado. No se trataba de una mente retorcida,
sino de un novato sin talento. Tenía mejores dotes para la pintura.
- Bueno,
nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo.- Platos con fruta, retratos de
flores, escenas desde su ventana, todo a medio terminar.
- Comprendo,
¿cómo puedo ayudarles?- Tropecé con un banquillo que sostenía un florero de
orquídeas y rosas, era imposible que Gavin no notara eso.- ¿Busca algo en
particular?
- No,
disculpe, solo admiraba el arte.
- No tiene
que mentirme, no tengo talento. Mis padres siempre lo recalcan.
- De hecho su
padre le encontró trabajo, ¿cierto?- Preguntó Martin.
- Sí, voy a
destituir a Miles Bechard en un mes. No es algo que me quite el sueño.- Parecía
sereno, había retomado la compostura y dejado de llorar.
- ¿Sabía del
romance que mantenía su padre con Gillian Chambers, o del departamento que
rentaban los dos?- Gavin me miró con una mezcla de odio y sorpresa. Bebió de la
cerveza que tenía sobre la mesa y meditó en sus palabras.
- No sabía
que mi papá fuera la clase de persona que… Es decir, un departamento de amante,
eso es... Bueno, es vulgar, y nunca vi a mi padre de esa forma. No sabía que
tenía un amante, no sé quien sea esta Gillian Chambers, pero seguramente ella
sabrá más que yo.
- La señorita
Chambers está muerta.- Volvió la mirada a Felton, se quedó pensando un buen
rato antes de volver a hablar.
- El
matrimonio de mis padres no era perfecto, mi madre sospechaba que había algo
raro. Traté de disuadirla, pero no creo que se haya convencido con mis
palabras. Incluso creo que llegó tan lejos como para seguirlo.- Me acerqué a la
cocina, era un desastre. Un bote de pintura en el suelo, manchas en todos los
gabinetes y en gran parte del suelo.- ¿Eso? Anoche tuve un accidente, eso me
pasa por pintar borracho.
- ¿Qué
ocurrió?
- Tiré
algunos botes de pintura en la cocina, me resbalé incluso. Un desastre. Le pedí
detergente a mi vecino, pero recordé que tenía productos de limpieza en el
baño.- Regresé a la sala para sentarme en uno de los sillones negros, tuve que
sacar un bolso de palos de golf antes de sentarme.- Disculpen el desorden.
- ¿Juega el
golf?
- Jugaba con
mi padre en el club, el “azul marino”.
- Nada mal
para un artista que lucha por sobresalir.- Martin no pudo resistirse. Ninguno
de los dos, para ser honestos.
- No soy un
mantenido, si a eso se refiere, he vendido pinturas. El trabajo que me ofrecía
mi padre era algo secundario. Ellos no aprueban del arte, son muy provincianos.
- ¿Tiene un
auto Gavin?
- Sí, está
estacionado afuera, frente a la puerta, he tenido suerte en preservar ese
lugar, es una calle muy transitada.
Nos despedimos del artista y
salimos a la calle a buscar su auto. No tuvimos suerte, no era el mismo que el
de la declaración del testigo. Martin se apoyó contra el auto y releyó sus
notas, tratando de encontrar puntos débiles o ángulos valiosos. Yo deseaba un
cigarro, pero sabía que había algo mejor que eso, visitar la casa de Gillian
Chambers.
- No sé qué
pensar teniente.- Aquello no era una novedad.
- Llama a una
patrulla para que te dé un aventón al precinto, yo quiero revisar la casa de
Gillian Chambers. Su prioridad está en las coartadas, pregunten al vecino de
Gavin Acosta a qué hora recibió la llamada, y busquen también en el cine.
- ¿Piensa que
fue la esposa, por el dinero y el amorío?
- Necesitamos
tener sospechosos, ¿no es cierto?
- ¿Pero qué
pasa si estaba en el cine?
- Es la
rutina más vieja del mundo, va al cine y crea una conmoción para ser notada.
Sale a la mitad de la película, asesina a su marido y amante y roba la caja
fuerte. Incluso su hijo pensó que su madre había seguido a Patrick Acosta,
quizás así se enteró del departamento.
- No lo había
pensado así, pero supongo que aún faltan piezas en el rompecabezas.
- Dile a
Ozfelian que no golpeé a nadie, tengo que estudiar la otra mitad de la
ecuación. Si necesitan hablar conmigo llámenme ahí, pero no envíen forenses, lo
único que hacen es distraerme.
- Sí teniente.- Era esa mirada y media sonrisa. “Vinnie paranoias” como me
llaman. No importaba, había algo más grande en juego.
No podía concentrarme mientras
conducía. La emoción de la cacería me invitaba. Un sentimiento casi sexual en
su origen había entumecido mi mente. Había algo en la amante pelirroja que
había sobrevivido a la muerte, un fuego especial que ardía desde lo más
profundo de sus ojos. Concluí que su residencia estaría ardiendo en esa llama.
Una patrulla custodiaba el
acceso. Ozfelian no había podido encontrar ningún pariente cercano que nos
permitiera entrar a la casa, por lo que habría que forzar la entrada. Le pedí
al patrullero que me esperara afuera.
- Lo que
usted diga teniente, pero mi capitán me pidió que me quede cerca hasta que
llegue el señor Williams.- El fiscal comenzaba a ser una molestia. No disponía
de mucho tiempo antes de que me interrumpieran los burócratas del departamento
de justicia.
No le contesté, tenía otras
cosas en mente. La emoción hacía temblar mi mano al abrir la puerta. Penetraba
en un mundo desconocido. La intimidad de Gillian Chambers se abría ante mía,
compartiendo sus secretos, dejando ver los hilos invisibles por todas partes.
Cada detalle, cada objeto, absolutamente todo lo que existía en aquella casa
era parte del tapiz. Solo era cuestión de saber dónde buscar.
Se trataba de una casa de una
sola planta, extensa y rodeada de jardín. Las paredes púrpuras y verdes
reflejaban un erotismo ambivalente. Plantas en masetas rodeaban la sala decorada
al estilo árabe, mientras que a la derecha comenzaba un pasillo adornado hacia
los dormitorios y baños y a la izquierda comenzaba la cocina, lavadero y la
entrada secundaria de la casa. Algunos detalles eran más obvios que otros. Su
vida entre pragmatismo e intimidad estaba dividida por un oasis salvaje. No
había mucho que ver en la sala, a excepción de una chimenea sobre la que
colgaba la pintura de una orquídea. Un detalle vaginal para reafirmar su
sexualidad.
La cocina era práctica y repleta
de comida. No parecía el hogar de una solterona. A un lado del lavamanos se
apoyaba un pequeño envase plástico. A los pies de la puerta de vidrio que
separaba a la casa del jardín se encontraban dos platos metálicos para perro.
Ambos vacíos, como los platos para el gato. Debajo del teléfono guardaba
recibos, entre ellos la receta del veterinario para medicina para perros.
Aprendí sus nombres, el perro se llamaba “manchones” y el gato “botitas”. Nada
original. ¿Dónde estaban las mascotas? No pudieron escapar, ni estaban en la
casa.
Deambulé por la casa por una
hora. Era una experiencia voyeur. Me era permitido hurgar en su vida íntima de
manera legal. Recorrí cada rincón de la
casa sin buscar nada, únicamente absorbiéndolo todo. No solo el crimen del
departamento era un tapiz, también lo son cada personas y cada casa. Elemento
por elemento no me dicen nada, pero cuando se forma el conjunto la casa me
hablaba. Inspeccioné su ropa, atuendos entre formales y llamativos, después
seguí con la ropa íntima, era salvaje y seductora. Un detalle llamó mi
atención. Se trataban de dos olores diferentes. La ropa que usaba diariamente
olía distinto que su ropa interior y sus vestidos de noche. Distintos
suavizantes. Encendí un cigarro, pues finalmente lo merecía. Me senté en la cama
tapizada como cebra sosteniendo un cenicero con una mano y una blusa con la
otra.
Usaba dos suavizantes
diferentes. Eso quiere decir que separaba su ropa, no solo según color o
composición textil, sino por su valor. La ropa que usaba para cazar era lavada
aparte. No estaba frente a una mujer sensual, sino salvaje, depredadora. Su
habitación estaba adornada con soles sonrientes de arcilla que sostenían
plantas de toda clase, las cortinas de las ventanas corrían dificultosamente,
como si prescindiera de ellas y compartiera su intimidad con cualquiera. A un
lado de las fotografías de sus mascotas tenía un librero repleto de literatura
romántica e histórica. La Historia se compone de tragedias y muerte, y el sexo
tiene un poco de ambas.
Entré al baño con un sentimiento
ambiguo, a la vez excitación y extraordinaria calma. La bestia había muerto y
ahora era lícito vagar en su cueva y aprender sus misterios. El gabinete de
medicinas contaba con sales aromáticas y calmantes de todo tipo. La amplia tina
carecía de cortina, ella hubiera disfrutado de mi actitud voyeurística,
probablemente me habría invitado a entrar. Revisé el caño de la tina,
encontrando cabello pelirrojo y negro. El baño debía concentrar mucho vapor,
dos pequeñas ventanas sobre el espejo no habrían sido suficientes para
desahogar tanta agua caliente. Contemplé aquellos cabellos, Patrick Acosta
había estado dispuesto a arriesgar su corazón por ella, literalmente. Con tanta
excitación, calor y vapor su corazón podría haber estallado.
Un espíritu femenino salvaje, su
habitación, así como su sala, eran una trampa sexual, y en toda la casa se
respiraba ese ambiente vaginal. Desde las plantas, las ambiguas afirmaciones
fálicas de soles sonrientes y bigotones, pero que cargan vegetales, el color púrpura,
verde y rojo de las paredes. Literatura feminista en el librero, todos los
libros estaban repletos de polvo, no habían sido abiertos desde que les compró.
Sobre el librero más fotografías de sus mascotas, unas cuantas de ellas en el
club “azul marino”, vestida con la ridícula vestimenta del golf y saludando a
la cámara con un coctel en la mano.
La arqueología es la ciencia de
desenterrar la basura del pasado, en eso se parece a una investigación de
homicidio y robo. Revisé todos los botes de basura de la casa, pero todas las
bolsas habían sido vaciadas. Debajo del fregadero guardaba una pequeña
colección de bolsas encerradas en una gruesa bolsa negra, como para evitar el
mal olor. La basura del baño no me interesaba, sino la bolsa del basurero de la
recamara y de la sala. Había papeles de toda clase, en su mayoría anuncios por
correo. Todas las bolsas estaban cubiertas de cenizas y cigarros. Pude deducir
cuál era la bolsa de basura que correspondía al basurero de la habitación
porque había etiquetas de ropa, recién compradas, así como pañuelos desechables
y una caja de condones. La otra bolsa,
que debía corresponder a la sala, debido a que contenía ejemplares anticuados
de revistas, cargaba con, entre otras cosas, dos botellas de vino, una
cajetilla de cigarro y recibos de pago de una vinatería, fechados el domingo,
cuando compró cigarros, vino y condones. No se necesitaba ser un genio para
saber qué había planeado para el domingo. Y dicen el domingo es el día
familiar.
Regresé a la habitación, donde me concentré en una cómoda repleta de
joyas extravagantes que contenía también tarjetas de presentación. Seguros de
vida, bienes raíces y una que me llamó la atención, William Penn, banquero del
First National Bank. Llamé su número con la esperanza de encontrar un hilo
invisible que explicara su muerte, además de su peligroso estilo de vida. No
pude darme el lujo de recurrir a la diplomacia. No tenía mucho tiempo en mis
manos, y aunque me habría encantado quedarme toda la tarde, tratando de
diseccionar la vida de la amante cazadora, tenía otras cosas de qué
preocuparme.
- Le digo que
no la recuerdo, le doy mi tarjeta a mis clientes, pero ella no aparece como…
- Patrick
Acosta.- Pasaron unos segundos mientras él buscaba entre sus listas.
- Sí, aquí le
tengo.
- Necesito
saber cuáles fueron sus movimientos recientes en su cuenta de banco.
- Temo que el
secreto bancario…
- Patrick
Acosta está muerto, también lo está Gillian Chambers. Hubo un robo a una caja
fuerte y necesito saber si sacaron dinero.- Le seguí presionando con amenazas.
Verme reducido a un vulgar buscapleitos no me agradó en lo absoluto, habría
arruinado mi cigarro de no ser porque el señor Penn accedió a ayudarme.
- Han venido
dos o tres veces en el último mes y medio, quizás dos meses. El señor Acosta
hizo grandes retiros de su dinero y vació sus cajas de seguridad.
- ¿Qué había
en ellas?
- Teniente,
por favor, usted sabe que…
- Estoy
seguro que lo sabe, y usted sabe que yo sé que usted sabe. Puede ser amable
conmigo o iré para allá con tres patrullas y reporteros. Les diré que usted
tuvo relaciones con la amante del señor Acosta, tengo entendido que este es un
caso delicioso para los tabloides.
- Esto es
chantaje.
- No le
pregunté su opinión.
- Eran joyas
y un poco de dinero… Se veía nervioso. Los dos se veían nerviosos. Recuerdo que
ella vino, Gillian Chambers, un par de veces con él, no siempre. Estaban muy
tensos.
Tenía lo que deseaba.
Colgué y comencé a deambular de nuevo,
mirada al suelo, manos entrelazadas en la espalda. Prefiero tener mis momentos
a solas, lejos del escrutinio de vulgares oficiales. “Vinnie paranoias”. No es
paranoia cuando la verdad te golpea en la cara, aún cuando uno no ha resuelto
la figura del tapiz. Había algo en movimiento, estaba seguro de eso, pero no
podía saber qué era. Mis meditaciones se vieron interrumpidas cuando entró el
fiscal de distrito.
- Teniente,
¿ha podido cerrar el caso?
- Aún no,
trabajamos tan rápido como podemos, se lo aseguro.- Williams era un hombre
regordete de rostro redondo y cabello rubio. Sudaba copiosamente y se
encontraba visiblemente nervioso.
- Veo que
tiene a Ozfelian trabajando en el precinto.
- Entiendo
que desaprueba de sus métodos. Es un detective competente y está haciendo un
buen trabajo.
- Seré franco
con usted teniente, no me gusta este caso en lo absoluto. Será un escándalo
terrible, ¿ha interrogado a su esposa e hijo, en qué estaba pensando?
- Es una
investigación de homicidios, y en mi opinión profesional se trata de un crimen
pasional.
- ¿Eso le
dirá a la prensa?
- No le diré nada,
usted es el hombre de las cámaras. Le puedo decir que los dos disparos al
vientre de la amante me hacen sospechar de la esposa, quien recibe todo el
dinero y cuya coartada no me parece sólida, aunque tengo a dos detectives
investigándola a fondo.- Me miró con horror y se sentó en la sala. Con un
pañuelo se lavó el sudor que hacía brillar su redondo rostro.
- Terrible,
es terrible.
- No me haga
perder el tiempo, si ha venido a apurarme entonces ya está, puede irse.
- Puedo
ordenar que le inicien una investigación completa, y le aseguro que Asuntos
Internos podría hacer su vida una pesadilla. La oficina de Asuntos Internos aún
sueña con meter a prisión a Ozfelian y en cualquier momento pueden empezar una
investigación, bastaría con que yo levantara el teléfono. ¿Tiene idea de con
quién está hablando?
- Sí, con una
persona que debe demasiados favores. Le debe favores a la clase de gente que a
mí me debe favores, así que es su carrera la que está en peligro, no la mía. Si
quiere que tape este asunto y encierre un chivo expiatorio, es momento de
decírmelo.
- Cada hora
que pasa son más y más reporteros en mi puerta, nadie quiere recordar el desvío
de fondos y aún creen que la corrupción no se quedó con Acosta, ni con Bechard,
sino que aún existe en las oficinas del alcalde y esa impresión es algo que no
podemos permitirnos.- Tenía miedo. Había comenzado el día con amenazas e
imperativas, pero con un par de comentarios lo tenía temblando frente a mí.
- ¿Quiere que
tape el caso o no?
- ¿Lo haría?
- No, pero
quiero saber de qué está hecho.- Su rostro se tornó en rojo carmesí. Contuvo
las ganas de soltarme una bofetada. Todas sus cartas, las investigaciones, los
amigos poderosos, todas sus bravuconadas habían quedado expuestas. Le tenía
acorralado.- Concluiremos la investigación, si resulta que la esposa es
culpable, o que Miles Bechard es culpable, o si es el vecino o un negro ladrón,
lo arrestaremos como siempre hacemos. No hay nada que pueda hacer al respecto,
si por el contrario anuncio a la prensa que quiere tapar el caso, ¿con quién
acudirán sus amigos poderosos? No olvide que son también mis amigos, ya he
hecho suficiente trabajo sucio para ellos. Le dejarán colgando a usted y me
rogarán que solucione el problema.
- Veo que es
más pretencioso de lo que dicen por ahí.
- Deje en paz
a Ozfelian y a mis detectives, y déjeme en paz a mí. Si lo hace le aseguro que
usted se llevará todo el crédito. Incluso si esto tiene que ver con Patrick
Acosta siendo un mafioso corrupto, podemos transformarlo en un acto de valentía
por su parte.- El teléfono sonó e interrumpió el insulto que estaba preparado
para hacer.- ¿Tenemos un trato?
- Me parece
bien, haga lo que tiene que hacer sin avergonzar a más gente de la que es
estrictamente necesaria, y le deberé ese favor.- Tomé el teléfono de la mesa de
café de la sala y tomé asiento, dándole la espalda. Habíamos terminado.
- ¿Teniente?-
Ozfelian me puso al corriente, habían trabajado como locomotoras en este
asunto.
La coartada de Gavin Acosta
había sido corroborada, el vecino declaró que habló con él a las once. No tenía
tiempo suficiente para ir al departamento y regresar a su loft. Checaron el
cine y dos dependientes reconocieron a Megan Acosta. Ozfelian me leyó el
pensamiento, podía tratarse de un truco. El listado de teléfonos del
departamento donde murió Patrick Acosta tenía únicamente una llamada, a un
teléfono público en el parque Greenhill. Convenimos en reunirnos allí para
darle sentido a las pocas piezas que habíamos reunido.
- Tenemos dos
patrullas buscando el auto, con suerte tendremos algo en unas horas. ¿Encontró
algo útil en la casa de Chambers?- Ozfelian no pudo esperar para que me bajara
del auto.
- Tenía gato
y perro, pero ya no están y quiero saber porqué. ¿Cuál es el teléfono público?-
El parque Greenhill era un cuadrado que contenía un círculo de bosque en su
centro. Era famoso por la alta tasa delictiva, desde el centro del parque era
casi imposible ver más allá de los árboles, y la iluminación era muy pobre. Al
centro había una plaza con bancas de concreto y en cada esquina de este pequeño
claro se encontraba un teléfono.
- Aquí está.-
Recorrimos el parque hasta cruzar el muro de árboles. La caseta a la que se
refería Ozfelian tenía un largo cartel en uno de sus costados, era un comercial
de cigarros “faraón”. El pedazo de cartón cobraba sentido, y una enorme pieza
del rompecabezas cayó del cielo. Acabábamos de tropezar con un hilo invisible.
- Es la misma
marca que el cartón que tenía el señor Acosta, pero ¿qué significa todo esto?-
Preguntó Martin.
- Hablé con
el First National Bank, Patrick Acosta hizo grandes retiros de efectivo e
incluso vació sus cajas de seguridad. En ocasiones le acompañó su amante, y
ambos parecían nerviosos. Al menos eso según el banquero.- Felton se rascó el
bigote y recorrió la plaza. Un par de adolescentes notaron las placas y echaron
a correr. Poco a poco Felton fue ubicando que cada caseta de teléfono tenía un
cartel diferente, cada uno en una esquina, bien protegido por árboles.
- ¿No lo ves
Martin? Une las piezas: largas sumas de dinero, nervioso, hay un lugar oscuro
donde tiene que esperar una llamada, es un lugar donde alguien podría
fácilmente esconderse.
- Por eso
estaba tan nervioso el señor Acosta antes de morir, lo que usted dijo de las
mangas de la camisa, era chantaje.
- Recibe
algún aviso, Acosta debe llamar a la caseta, recibe instrucciones, se le dice
una marca de cigarros y la cantidad, deja el dinero y las joyas en la cabina y
se va.- Ozfelian se arremangó la camisa y sonrió.- Ese Miles Bechard de quien
me habló Martin, ¿no era el que culpaba a Acosta de los cargos de corrupción?
No era necesario decir nada más.
A toda velocidad cruzamos la ciudad con las sirenas a todo volumen. Irrumpimos
la oficina de Bechard sin prestar atención a la secretaria. Ozfelian sacó su
placa y la azotó contra su escritorio, Felton hizo guardia en la puerta
mientras que Larry y yo rodeamos a Miles, uno de cada lado. Miles Bechard era
un hombre rubio de mediana edad y de complexión atlética. Se estremeció al ver
la placa y trató de levantarse de su asiento.
- Tranquilo
compañero.- Ozfelian le tomó del hombro y le regresó a su sitio.- ¿Cuándo vio a
Patrick Acosta por última vez?
- No lo sé,
hace años.
- Gavin
Acosta, ¿necesita que le diga algo más?
- No sé de
qué me hablan, llamaré a mi asistente para que se comunique con…
- Eso es,
hágalo. Todos queremos hablar con ella, nos encantaría echar un vistazo a su
agenda, seguramente encontraremos a los Acosta.
- Está bien,
está bien. He visto a Gavin recientemente, vino el lunes en la mañana por los
resultados trimestrales. Patrick quiere despedirme, no veía sentido en discutir
los resultados, pero su hijo no me hizo mucho caso.- Me senté sobre el
escritorio mientras dejaba que Ozfelian respirara en su nuca y deslizara las
vocales al hablar. No le llamaban el “mago de Oz” por nada.
- Apuesto que
detestas a ese chico, ¿y quién no? Te despiden, sin importar cuántos años has
estado trabajando aquí, y además te reemplaza ese bueno para nada. ¿Tienes
planes para tu retiro?
- ¿Qué quiere
que le diga? No me gusta la idea de perder mi empleo, mucho menos a ese chico.-
En el escritorio, a un lado de la lámpara, descubrí una pequeña estatua de un
avión, en la base se encontraban dos espacios para colocar plumas fuentes. Tomé
la única que había, se trataba de una pluma metálica que simulaba ser de oro,
se encontraba decorada por líneas y curvas de la misma forma que la pluma del
bolso de Gillian Chambers.
- ¿Dónde está
la otra pluma?
- ¿Qué pluma?
Estoy a dos segundos de llamar a mi abogado.- Al tratar de tomar el teléfono
Ozfelian le propinó una bofetada que le regresó a su lugar e hizo ver
estrellas.
- Contesta la
pregunta.
- No lo sé,
la he perdido.
- Yo sé donde
está señor Bechard, descuide. La tiene Gillian Chambers.- Me miró como si no
reconociera los nombres y comenzó a sudar.
- No sé
de qué me habla…- Estaba serio y
consternado.
- ¿Quieres
otra?- Ozfelian alzó la mano para golpearlo, pero Bechard se agachó tanto como
pudo en su sillón.- Asesinaste a Acosta cuando te pusiste avaro.
- ¿Qué?
- Me
escuchaste patán.
- No, no,
espere… No es eso… Dios mío, ¿qué hago?
- Usted
chantajeaba a Patrick Acosta, seguramente con información sobre el desvío de
fondos de hace cinco años. En la última entrega ocurrió algo que le hizo
terminar el trato, decidió que sería mejor si retiraba el dinero, le siguió
hasta el departamento y mató a los dos.
- No, usted
no entiende, sí le estaba chantajeando. Tengo copias de los contratos de
construcción, él me culpó a mí y al ingeniero, pero fue él quien tuvo la idea y
dio las órdenes. Me enterró en este trabajo de porquería y cuando creyó que la
crisis había pasado, trató de reemplazarme.- Nadie dijo nada. Me acomodé en mí
lugar y Ozfelian hizo tronar sus dedos como una amenaza. Captó la indirecta y
siguió explicando.- Juro que no lo maté, ¿porqué lo haría? Era un buen negocio,
le enviaba un cartón de cigarros, dependiendo la marca anunciada en la cabina,
en 24 horas él llamaba a esa cabina, conveníamos la hora, entregaba una bolsa
en la caseta y se iba. Ese parque era excelente.
- ¿Cuánto dinero
le exprimiste?
- Millón y
medio.- Dijo con una sonrisa.- No podía dejar pasar la oportunidad. En los
últimos seis meses me ha hecho un hombre rico, primero era con billetes, pero
me ha estado pagando con joyería también, y no me quejo, muchas veces pagaba
más de lo necesario porque no calculaba el valor de sus joyas. Puede despedirme
si quiere, pero tengo mi plan de retiro asegurado.
- La verdad
es que no quiere nada, tampoco su amante Gillian Chambers, nada en lo absoluto.
Perdieron la habilidad de querer cuando les disparaste anoche.
- Pero es que
nada de lo que me dice tiene sentido. Me pasé la noche contando mi dinero y
fundiendo piezas de oro, no maté a nadie. No soy un asesino, yo apenas conocía
a Chambers. Megan era quien la conocía desde la infancia, pregúntenle a ella,
¿por qué mataría a la gallina de los huevos de oro?
No había tiempo que perder.
Ordené a Felton que llevara a Miles Bechard al precinto, para procesarle por chantaje
y sospecha de homicidio. Ozfelian y yo nos dirigimos a la residencia Acosta,
era momento para la señora Acosta de atar algunos cabos sueltos. La puerta de
la mansión estaba abierta, sus cuatro abogados y su hijo la acompañaban en la
sala. Los cuatro cuervos nos miraron con desdén. Nosotros traíamos la plaga,
éramos la muerte.
- No pueden
hablar con nuestra cliente sin nuestra autorización.- Oz contuvo su violencia,
ambos hubiéramos deseado arrancarle la cabeza al abogado judío que se pavoneaba
a nuestro alrededor. Era necesario un recurso más inteligente que la violencia.
- ¿Ha tratado
de usar sus tarjetas de crédito señora Acosta?
- ¿Qué le
acabo de decir? Detective, tiene que entender que cuando usted contempla a la
señora Acosta como su sospechoso principal…
- ¿Dónde
escuchó eso?- Interrumpió Ozfelian.- Veníamos a preguntarle por los retiros de
efectivo de su marido, queríamos saber si han tenido gastos fuera de lo común.
- No trate de
engañarnos, el fiscal puso en alerta a la señora Acosta.- Jerry Williams estaba
desesperado. Subestimé su cobardía cuando le enfrenté en la casa de Gillian
Chambers, pensé que regresaría a su oficina y me dejaría hacer mi trabajo, o
que quizás me preguntaría como ajustar
los resultados a su carrera, y no a la inversa. Teníamos hasta la noche
para encontrar culpables y evidencia física sólida, y ahora también teníamos al
fiscal arruinando nuestro progreso con tal de evitar aún más escándalos de la
prensa amarillista.
- Señora
Acosta, ¿sabe que su marido retiró las cajas de seguridad?
- ¿Eso
también?- Preguntó Gavin. Megan le tomó del brazo, su mirada denotaba
preocupación.
- Intenté
usar mis tarjetas, al parecer Patrick gastó todo nuestro dinero.
- Pensamos
que podría ser chantaje.- Me senté lo más cerca de ella que pude, mientras
Ozfelian merodeaba por la casa, atrayendo la atención de los abogados. Era
obvio que no conseguiría nada husmeando por ahí mientras tres cuervos le
seguían, pero me daba suficiente espacio para maniobrar con cuidado.
- Ese maldito,
lo debí imaginar.
- ¿Sabía
usted que mantenían un romance?
- Detective,
esa pregunta es francamente…- El abogado me interrumpió, me puso una mano en la
manga y sonrió.
- Teniente
detective. Teniente para usted. Señora Acosta, debe entender que es difícil
hacer mi trabajo en estas condiciones, necesito saber qué sabía usted sobre
Gillian Chambers, pues el chantaje podía ser para tapar su infidelidad.- Su
mirada cambió, se suavizó. La mentira había funcionado tal y como la había
planeado.- Usted conocía a Gillian Chambers desde la infancia, ¿no es cierto?,
¿seguían siendo amigas?
- Me imaginaba
cosas, ella siempre estaba muy rara. Yo quería salir con ella cuando mi marido
trabajaba hasta tarde y ella siempre estaba ocupada, o no se aparecía por
ninguna parte.- Volteó a su hijo, con lágrimas en los ojos.- Será mejor que
esperes en la cocina Gavin.
- Sí mamá, si
me necesitas estaré ahí.
- Él era
distante y pensé que se debía a su afección cardíaca, no imaginaba que Gillian
me hiciera eso. Era muy peligroso para Patrick, es una suerte que no muriera de
un ataque al corazón en algún motel o algo así.- Se mordió las uñas tratando de
ordenar sus pensamientos. Ozfelian no podía mantenerles ocupados por mucho
tiempo más, y el abogado que acompañaba a Megan Acosta comenzaba a perder la
paciencia.- Compré un auto, le seguí un día, la semana pasada.
- ¿Porqué
compró un auto?
- El mío no
funcionó ese día, no sé que tenía. Eso fue en la mañana, luego mi marido me
dijo que salía por una reunión urgente. Me estaba mintiendo, era miércoles y
nunca había reuniones ese día. Lo compré en efectivo y no estoy segura de que
eso sea legal, porque no estaba ni registrado ni tenía placas ni nada. El dueño
se quería deshacer de él, estaba muy golpeado de un lado.- El auto de los
testigos, ¿para eso necesitaba a los abogados, qué otro ángulo manejaban
ellos?- Lo seguí hasta el parque greenhill y ahí lo perdí. No estaba solo,
estaba con otra mujer, y como era pelirroja yo pensé que se trataba de Gillian.
Estaba segura de eso. Me guardé eso por varios días, pero tenía que saber.
Llamé a su oficina, me dijeron que no había ninguna reunión, y él regresó hasta
tarde. Finalmente el domingo salimos a comer, yo no quería hacer una gran
escena… ¿Puede creer que me preocupaba su corazón? Pensé que si le confrontaba
violentamente, se me moriría ahí mismo. Me mintió a la cara y evadió todas mis
preguntas. Me dijo que le estaba dando un aventón a Gillian, algo inocente,
pero que se le olvidó decírmelo. Sobra decir que fue una comida breve.
- Ahí lo
tiene teniente, ya pueden irse.
- ¿Qué pasó
con el auto?
- ¿Qué
importancia tiene?- Los demás abogados regresaron, visiblemente enojados.
Ozfelian no podía seguir su farsa.
- Me lo
robaron, lo dejé a una cuadra de aquí y se lo llevaron, creo que el jueves o
viernes, no estoy segura.- Había comprado un auto en efectivo, y no le
importaba que se lo robaran, aún cuando ni siquiera estaba asegurado, ¿el
dinero le valía tan poco que no le molestaba?, ¿era posible que pensara que el
auto era un juguete provisional, o sabía que era mejor darlo por perdido que
someterlo a una investigación forense?
Ozfelian no dejó de maldecir
mientras conducía de regreso al precinto. Tenía razón de estar enojado, el
fiscal en persona se había vuelto un obstáculo en una investigación que él
mismo apresuró. Canalicé mi ira de manera más constructiva. No necesito golpear
el tablero del auto para liberar mis emociones mal dirigidas, como hace
Ozfelian. Para cuando llegamos al precinto ya tenía pensado diez números
distintos para solicitar ayuda y acorralar al fiscal. Se trataba de una jugada
peligrosa, una cosa era fanfarronear frente a él, otra muy distinta era hacerlo
un enemigo declarado. No tenía suficiente suciedad sobre su persona como para
enterrarlo, y conseguir rumores es siempre un negocio peligroso, pues la fuente
puede ir directo con él y ponerle sobre aviso. Era necesario otro enfoque.
- Hijo de
perra.- Ozfelian se lanzó sobre él, casi tirándolo sobre el escritorio en el
que Felton procesaba la montaña de papeleo. Entre los dos pudimos separar a
Ozfelian del fiscal.- ¿La pusiste sobre aviso?, ¿estás demente?
- Ponga una
correa a su perro teniente, porque le juro…
- ¿Qué
demonios pasa aquí?- El capitán Parkman asomó la cabeza. Haría lo que fuera por
complacer al fiscal.- Vamos a mi oficina, y Ozfelian… Ten cuidado.
- Capitán, el
fiscal tuvo la genial idea de poner sobre aviso a nuestra sospechosa principal.-
No podía esperar a que cerrara la puerta.- ¿Porqué no me dijo que me alejara?,
pudimos resolver esto de otra forma.
- Le dije que
tuviera cuidado.
- ¿Quiere que
Megan Acosta llame al diario y anuncie a los cuatro vientos que el departamento
de policía está conduciendo una quema de brujas? Porque eso es lo que pasará,
dirá que fuimos tras su marido, no pudimos arrestarlo, pero le quitamos el
crédito, después manchamos su reputación con rumores de un romance, y finalmente
tratamos de encerrarla a ella.- Jerry Williams se sentó en el escritorio, el
capitán permaneció de pie. La cabeza me dolía, necesitaba paz y tranquilidad.
Podía sentir mi mente estallando en ruido, perdiendo los hilos invisibles tras
el ruido.
- Ella no
hará tal cosa.
- ¿Qué le
hace suponer eso?- Interrumpió el capitán.- El teniente Simone tiene un buen
punto.
- No lo hará
porque hice un trato con ella y sus abogados, no los tocamos y a cambio no
hablan con la prensa. La compañía de Patrick Acosta tenía varios contratos
importantes para el alcalde, los necesita para ganar las siguientes elecciones,
si se destapa la coladera esta ciudad se quedará sin un nuevo sistema de
alumbrado público, y señores eso es inaceptable.
- Ya veo.- El
capitán se sentó detrás de su escritorio y encendió un cigarro. Los tres
quedamos en silencio aparente. Debajo de la superficie las aguas se movían con
violencia. Tenía que hacer mi movida, proteger a mis detectives y a mí mismo de
la cólera del departamento de justicia. No podía hacerme enemigo del alcalde
porque entonces perdía todas mis amistades políticas, era necesaria una jugada
rápida y certera. El tiempo se me iba de las manos como los hilos
transparentes. Encendí un cigarro mientras ordenaba mis ideas.
- Ese Ozfelian
será puesto bajo investigación, se lo aseguro, y si ustedes no se andan con
cuidado tendré al departamento de asuntos internos sobre los dos. No me importa
su rango capitán Parkman, ni el suyo Simone.
- ¿Está
familiarizado con la historia naval señor Williams?- El capitán y el fiscal me
miraron extrañados.- Es un tema apasionante. La estrategia más sabia es siempre
aquella en la cual uno aparenta poner en riesgo sus propios navíos, mientras
que acorrala al enemigo.
- ¿Me está
amenazando?
- No, por el
contrario fiscal, en este momento soy el único amigo que tiene.
- Está más loco de lo que dicen los rumores
Simone.
- Patrick
Acosta desvió millones de dólares del erario público. Usted lo sabe y yo
también, y la prensa se lo huele, sobre todo después de su muerte. Más
importante que nosotros, hay alguien que puede dar la evidencia, Miles Bechard.
Le estaba chantajeando con documentos que demuestran la culpabilidad de Acosta.
Puede callarlo, ofrecerle su libertad y una suma de dinero. Podemos poner un
chivo expiatorio, encontrar un negro y cargarle los muertos. Usted queda bien frente
al alcalde y todos ganan.- Me di el tiempo de saborear el cigarro, me estaba
poniendo una soga alrededor del cuello, por lo que valía la pena disfrutar ese
momento.- Yo propongo hacerle a usted el héroe, y no el chico de los mandados.
Usted sale frente a la prensa diciendo que no está dispuesto a ser extorsionado
y que en esta ciudad impera la ley. De esa forma, si lo hace hoy mismo, cuando
la noticia salga sobre la policía cazando a los Acosta como cacería de brujas,
usted les quita crédito y anuncia que ha descubierto al responsable, y no a un
chivo expiatorio. Le daré el caso, todo antes de la medianoche, antes de que
los periódicos cierren la edición. A cambio quiero que dejen en paz a mis
detectives, y por supuesto, quiero que me dejen en paz a mí. El capitán Parkman
y usted anuncian que son paladines de la justicia, que arrestaron al
chantajista y al homicida.
- Imposible,
esa noticia nunca saldrá. Hice un trato y conozco a esos abogados, honraran su
parte del acuerdo siempre y cuando usted les deje en paz.
- No me
malinterprete, esos abogados mantendrán la boca cerrada. Yo no. Si no hace lo
que le digo, hablaré con varios reporteros amigos míos, les diré cómo la ciudad
trató de encerrar a Patrick, y ahora quiere investigar a su esposa, también
sobre cómo usted quiere callar a Miles Bechard el chantajista e incluso ordenó
al capitán buscar a un chivo expiatorio. Puede investigarnos todo lo que
quiera, pero Miles me dará esos papeles incriminatorios, o los encontraremos
por nosotros mismos y mostraremos cómo en esta ciudad el departamento de
justicia protege a empresarios corruptos.
- No puedes
hacer eso Simone, estás loco.- Bramó el
capitán, azotando el puño contra el escritorio.
- Llame al
alcalde, dígale que seguirá el caso hasta el final, dígale que es usted un
paladín de la justicia. Él le tendrá por muerto, pero cuando cumpla su palabra
antes de la medianoche, entonces será más que un simple novato que le limpia la
nariz cuando estornuda. Como dije, hace peligrar su navío mientras nosotros
hacemos todo el trabajo pesado. Si fallo, usted puede hacer lo que quiera y
mostrarme a mí como un mentiroso que tiene algo personal en su contra, de una
manera u otra usted gana. Incluso si no le encuentro el culpable estoy seguro
que el capitán tendrá algún chivo expiatorio, usted habrá derrotado a un
departamento de tenientes y detectives corruptos y venció contra todas las
probabilidades en su misión eterna por la justicia, el bien y las cursilerías.
Lo único que tiene que hacer es llamar al alcalde y hacerle frente, convencerle
que es por su propio bien.
- ¿Sabe una
cosa teniente? Puedo sacarlo de su cargo, transferirlo a tránsito y meter a
alguien más.
- Pero no lo
hará, primero porque no tiene tiempo de hacer todo desde cero, segundo porque
no se atreve, tercero porque sabe que tengo razón.
-
¿Medianoche?
- Medianoche.
- Si me deja
mal frente al alcalde, le crucificaré a usted y a todos en este precinto.
- Sólo
recuerde una cosa señor fiscal, me deberá un favor. Usted también capitán. Los
dos me las deberán en grande. No quiero ser capitán, prefiero quedarme como
teniente, pero bien protegido.- Salí de su oficina con una sonrisa, no todos
los días se hace un amigo nuevo. El sol desaparecía tras el horizonte y la
ciudad comenzaba a oscurecer.
- ¿Y bien?-
Felton y Oz se encontraban de pie en la puerta de mi oficina.
- Martin,
Larry, les tengo buenas y malas noticias. La buena es que no estamos
despedidos, no aún.
- ¿La mala?
- Acabo de hacerme
enemigo del fiscal de distrito, el capitán, y más importante, el alcalde.-
Ozfelian encendió un cigarro y entramos a la oficina. Detesto fraternizar
demasiado con los subalternos, pero la ocasión lo ameritaba. Mi esposa, si aún
viviera, habría estado orgullosa de mí, y eso es lo único que me importa.
- ¿Qué
podemos hacer? Felton ha estado interrogando a Bechard, ha dicho de todo menos
el homicidio, si quiere le puedo facilitar la confesión.
- No, aún no.
Hay muchas cosas que no me cuadran.
- ¿El auto?
- Entre otras
cosas.
- Quizás
Miles Bechard y Megan Acosta mantenían un amorío, él toma el auto que Megan
compró con efectivo, y lo usa para cometer el robo, para él, y los muertos,
para ella.- Intervino Felton.
- No, en todo
caso lo habría hecho ella sola.
- Pero Larry,
¿cómo sabemos que ella compró un auto? Si no está registrado, quizás no compró
nada y protege a alguien, a ella misma o a su hijo, o a algún amante.
- No, no, el
teniente tiene razón, muchas cosas no cuadran.
- Todo cuadra
detective Ozfelian, si conocemos la imagen completa no hay un solo rompecabezas
que no tenga solución. Falta una pieza.
- El auto,
sí. Estamos en eso, ¿tengo su permiso para pedir todas las unidades?
- Sí. Pero el
auto no es el centro.
- ¿Entonces
qué es?
- El gato
botitas y el perro manchones. Ahí se decide todo.- Me quité los lentes y azoté
la mano contra el escritorio. Nunca me habían visto así y se miraron
desconcertados. Vinnie paranoias me llaman. Se ríen de mí a mis espaldas
mientras les mantengo con vida y sobrevivo como puedo entre los tiburones
políticos.- Hice un trato con el fiscal…
- ¿Qué quiere
decir?- El más preocupado era Ozfelian, por obvias razones.
- Él se muere
de ganas de encerrarte, y a mí también. Si damos con el o los responsables de
este asunto antes de la medianoche, y dejamos que él y el capitán se roben todo
el crédito, entonces estaremos seguros, sin investigaciones internas ni
preguntas. El capitán me deberá un favor
muy gordo y lo mismo el fiscal. Si no lo logramos…
- Terminamos
en prisión… Hablaré con los patrulleros, que se apuren en encontrar ese auto a
como dé lugar.- Ozfelian salió de un brinco. Felton se acomodó en la silla como
si dispusiéramos de todo el día y se rascó el bigote, mirándome como si
fuera un fenómeno de circo.
- ¿Algo que
decir Felton?
- ¿Porqué lo
hizo? Me refiero a que podría habernos entregado a Larry y a mí al capitán o al
fiscal, podríamos haber enterrado el caso como hemos hecho antes con otros, y
asunto solucionado para usted.
- No me
quedan muchos… Mi mente no aguantará más años bajo esta presión, se desmorona
como está. El precio del genio, toda humildad aparte. No quiero terminar de
detective o burócrata, quiero mi pensión de teniente detective con beneficios y
disfruto demasiado lo que hago como para forzar mi ascenso a capitán.- Martin
sonrió y se excusó. No puedo creer que le dijera eso, había formado cierta
confianza en el chico y me estaba encariñando con ellos dos, aunque nunca pensé
que eso fuera posible. ¿Porqué no? Era mi último día en el trabajo, sería depuesto
en la mañana, así que me tomaba mis libertades. Me encontraba mitad adentro y
mitad afuera, apenas sostenido por los hilos invisibles que mueven todas las
cosas. Había lanzado mis anzuelos, había formado a mis títeres, había jalado
los hilos y estudiado la mayor cantidad de hilos posible, pero ahora me
quedaban unas horas.- Martin, espera.
- ¿Teniente?
- No vayas
con Oz, quiero que vayas por los Acosta. Tráelos aquí, bajo arresto por
sospecha de homicidio.
- ¿Y sus
abogados?
- Que vengan.
Esto tiene que ser ruidoso.- Lanzaba más y más hilos. Trataba de entender un
tapiz homicida mientras yo creaba mi propio tapiz político.
- Teniente,
malas noticias.- Ozfelian regresaba con un reporte en la mano.- Encontraron el
auto y no nos sirve. Estaba en Morton, en la peor zona posible, robaron las
llantas y dos puertas, dejaron la puerta con rallones y los faros delanteros.
No sacaremos nada en claro del auto.
- El gato y
el perro…
- ¿Manchones
y botitas?- Necesitaba pensar, mi mente aullaba a todo volumen y no podía
callarla. No encontraba tranquilidad.- ¿Quiere que saque una orden de arresto
para un perro y un gato, o prefiere que llame a mi representante sindical y a
mi abogado?
- Acompañe a
Felton, tengo que hacer una llamada de teléfono.
Taza de café, cajetilla de
cigarros y un listín telefónico. Hablé con los vecinos de Gillian Chambers,
primero por los inmediatos y después fui ampliando el círculo. Presentación,
motivo de la llamada, respuesta, agradecimientos, disculpas y despedidas. Tardé
una hora y media hasta dar con lo que buscaba. La familia Thorpe tenía
mascotas, tres perros, y usaban un veterinario de la zona, pudieron darme el
número sin problemas. El veterinario no conocía a ninguna Gillian Chambers, ni
tenía en su registro a esas mascotas. Seguí probando suerte con veterinarias de
la zona hasta finalmente dar con una.
- ¿Doctor
Davis? Soy el teniente detective Vincent Simone, del departamento de policía.
Necesito saber si usted conoce a una clienta de nombre Gillian Chambers.
- ¿Gillian?
Sí, por supuesto. La dueña de botitas y de manchones, ese perro es adorable.
Nos hemos encariñado con él, es un labrador de lo más simpático.
- ¿Siguen
ahí?
- ¿Sucedió
algo con Gillian?- Terminé el café y disfruté de mi segundo cigarro. No tenía
ganas de repetir mis preguntas.- Es decir, sí, por supuesto que aquí están.
- ¿Qué quiere
decir con “por supuesto”?- Por la ventana pude ver a Felton conduciendo a Megan
Acosta y a su hijo Gavin a la sala de interrogatorios, mientras los cuatro
abogados acechaban sobre Ozfelian e insistían en estar presentes en el
cuestionamiento.
- Los dejaron
aquí el domingo, como a las siete. Me pagó para un mes completo. Mi veterinaria
funciona como pensión. ¿Le pasó algo a Gillian?
- No le
ha pasado nada desde ayer.
- Que bueno,
me había preocupado.
- Está
muerta, pero a su cadáver no le ha pasado nada. ¿Porqué habló en plural? Usted
dice que “los dejaron”, ¿iba acompañada de alguien?
- Es
terrible, pobre Gillian… Déjeme pensar, no estuve yo el domingo, es mi día de
descanso. Mi secretaria estaba presente, ahora ya se fue, es muy tarde.
- ¿No le dijo
nada?
- Era un
hombre, eso es todo lo que dijo. No le prestamos atención, es decir, ella es
una mujer atractiva, es natural que tenga novios.- Colgué sin decir otra cosa.
Abogados entraban y salían de la sala de interrogación, el asunto
era lo suficientemente ruidoso. Momento de actuar. Discernir entre la paja para
encontrar algo valioso es un arte metódico, pero un arte al fin y al cabo. Se
necesita la mente de un artista para ver las cosas desde distintos ángulos,
trabajar sobre especulaciones a partir de aquellos hilos invisibles. Mi mente
gritaba de dolor, había sido un día pesado y ruidoso. Me alegré al saber que ya
casi terminaba, y muy a tiempo pues los periódicos ya estarían por cerrar las
ediciones. Incluso si terminábamos antes de la medianoche pasarían horas para
que el capitán y el fiscal pudieran ubicarse en el asunto, hablar con
reporteros, salir en las noticias y todas esas idioteces de burócratas. El
ruido no se detuvo ni cuando entré a la sala.
- Teníamos un
trato con el fiscal de distrito, Jerry Williams…
- Y
agradecemos la paciencia que nos han dado, así como la discreción.
- ¿Se burla
de nosotros?- Los abogados estaban rojos de ira.- No puede detener a la señora
Acosta por sospecha, nos vamos de aquí, porque puede usted estar seguro de
algo, y ese algo es que no dirá ni una palabra.
- Que bueno.
No quiero que digan nada. Les haré un favor. A ustedes los abogados les gusta
saber quién es sospechoso, qué evidencias estamos considerando, cuál será
nuestra estrategia, y todo lo demás. Así que les diré todo.- Encendí otro
cigarro más. Mi esposa no lo habría permitido, pero finalmente había logrado unir todas las piezas y merecía mi
recompensa.- Señora Acosta, Gavin, pueden irse si lo desean, no están bajo
arresto, pero este es el único lugar donde podemos tener esta conversación.
- Diga lo que
tiene que decir.- Obviamente estaban interesados. Era fundamental para ellos
saber qué piensa la policía, de esa forma tienen siempre un contraargumento listo para la corte si el
asunto trasciende a un juicio.
- Nadie le
creía, señora Acosta, que usted compró un auto. Ozfelian pensaba que nos podía
estar mintiendo. Es un detective competente, pero no suele ponerse en los
zapatos de otra persona. Yo le creo. Cada palabra, de hecho, la creo a pie
juntillas. Una mujer acaudalada que cree que su marido tiene un romance y está
dispuesta a malgastar miles de dólares en auto, seguramente robado, para
seguirlo. No aprecia el valor del dinero de la misma forma que un policía mal
pagado, pero tenía usted motivos para hacerlo, satisfacer su curiosidad le era
imperativo.
- Que bueno
que piense eso, ¿eso es todo?
- Para nada
abogado, apenas estoy calentando.- Me mantuve de pie, rondando por la
habitación con las manos en la espalda y la nariz apuntando al suelo. Me llaman
un buitre al hacer eso, parezco un carroñero que usa su pico para desplazar los
huesos y hurgar la carne. Me parece más adecuado que “Vinnie paranoias”.- En
una investigación de homicidios siempre partimos a partir de cero, cualquiera
en el mundo pudo ser culpable, menos una persona, el muerto. Es una deducción
básica. Como tantas otras deducciones básicas, es falsa.- Ahora tenía la
atención de todos.- Gillian Chambers fue asesinada, pero eso no la hace
inocente.
- Por
supuesto que no, se acostaba con mi marido.
- Mamá, por
favor, mientras menos hablemos mejor. Nos iremos más rápido si escuchamos y no
decimos nada.
- Tiene razón
señora Acosta, se acostaba con su marido. Se trata de una mujer seductora, un
instinto animal que convierte cualquier contexto en un contexto sexual.-
Recordé con cariño mi intromisión voyeur a su hogar.- Su sala era prácticamente
algo sacado de una fantasía erótica africana. Se acostaba con su marido, pero
¿qué tanto sexo podría tener su marido sin que su corazón estallara? Muy poco.
Apuesto mi pensión a que su marido buscaba la compañía de Gillian únicamente
por la emoción. Tenía un pequeño oasis, unas vacaciones de verano.
- ¿Gillian
estaba con mi marido para robarle, para eso era su amorío?
- Sí y no. Su
marido era un hombre rico pero impotente en la cama, Gillian era una fiera
salvaje. ¿Quién le robaba realmente? Miles Bechard. Un hombre resentido y sin
escrúpulos, quien exprimía a su marido por cada centavo. ¿Qué sería de la pobre
Gillian si su amante perdía todo su dinero? Ciertamente este era un pensamiento
que molestaba a Gillian. De hecho era un pensamiento que causaba mucha angustia
a todos los involucrados en el caso. Gavin perdería su estilo de vida, usted pierde
su mansión, Gillian a su amante rico y Miles
pierde su plan de retiro. Todos aquí querían ver a un Patrick feliz y
millonario. Nadie lo quería muerto y humillado.
- ¿Qué
intenta decir, que mi papá mató a Gillian o a la inversa?
- No pudo ser
su padre, eso seguro. Gillian, por el otro lado, aunque es la víctima, es
nuestra sospechosa principal. La pieza final la acabo de encontrar, hablando
por teléfono. Gillian dejó a sus mascotas en el veterinario para que les
cuidaran por un largo tiempo. La noche antes de morir, ¿porqué haría eso?,
dicho de otro modo ¿porqué una persona deja a sus mascotas en una pensión? Lo
hace porque no estará para cuidarlas, quizás sea porque estará de viaje o
porque ingresará a un hospital. Gillian planeaba un viaje al hospital. Ella
sabía que no estaría disponible para su gato Botitas y para el labrador
Manchones. Sabía que estaría en el hospital porque tenía planeado recibir un
disparo. La mejor manera de aparentar ser una víctima es convertirse en víctima.
Esperaba que le dispararan de tal forma que no muriera, pero quedara libre de
sospechas. Semejante escenario solo sería posible si trabajara con un socio. Encontramos
una pluma en el bolso de Gillian, esa pluma era la gemela de otra pluma,
propiedad de Miles Bechard. ¿Sabía Gillian, o Patrick, la identidad del
chantajista? Quizás sí, quizás no. Da igual.
- ¿Cómo que
da igual?
- A eso voy
señora, aguarde. ¿Qué tiene que ver Gillian con Miles Bechard? Era una pregunta
que me inquietaba. Una fiera sexual con un amante impotente, ¿qué más podría
hacer? Tenía ella misma un amante. La pluma indicaba que su amante era Miles.
Un plan macabro, Miles le extorsiona, Gillian se asegura de que pague cada
centavo. Por alguna razón Miles se cansa de tener que dividir todo en partes
iguales y la mata para quedarse con todo. Miles fue quien nos alertó que
Gillian era su amiga de la infancia. Fue Bechard quien alimentó nuestras
sospechas sobre usted. ¿Y porqué no? Se queda con la herencia, su coartada es
débil pues podría haber salido a la mitad de la función, usted tendría motivos
para matarlos. Aún así, no me cuadraba el asunto, ¿para qué necesitaría Miles a
Gillian? Era un hombre rico y lo suficientemente inteligente como para cometer
extorsión, no se dejaría seducir por Gillian así de fácil. No era un tonto como
para caer en sus redes. ¿Para qué le robaría directamente si podía sacarle el
dinero de las manos sin usar la violencia?
- ¿Qué
demonios quiere decir con todo esto?
- Calma
abogado, recuerde que no he hecho ninguna pregunta. Les estoy informando.
- Al grano
entonces.- Terminé mi cigarro y lo apagué en la mesa de metal, frente a los
abogados que me veían con asco.
- Entre la
basura de Gillian encontré recibos de una vinatería fechados el domingo. Ese
día, según usted señora Acosta, Patrick se encontraba comiendo con usted. Por
lo que encontré entre la basura me figuraba que habría tenido relaciones
sexuales con su amante ese día, pero no era Patrick, sino la otra figura
misteriosa. En la regadera encontré cabellos negros, muy largos. Es algo
romántico tener relaciones sexuales en la regadera. Patrick habría muerto por
el vapor y el esfuerzo físico. Miles Bechard es rubio. Únicamente hay una
persona que tenía acceso a la pluma que Miles Bechard tenía en su escritorio,
únicamente una persona podría haber tenido relaciones con Gillian en la
regadera. El hijo seduce a su nueva madre. Es muy freudiano Gavin.
- ¡Madre de
Dios!- Gritaron los abogados al unísono.- Nos vamos de aquí.
- ¿Querían
saber? Ahora lo sabrán.- Ozfelian saltó hacia la puerta para detenerlos. Martin
me miraba con completa sorpresa.
- Gavin decía
que no conocía a Gillian, aquello sería inaudito. Amiga de su madre desde que
eran niñas, y tanto Gavin como Gillian jugaban golf en el mismo club. No pudo
ser Miles porque sacaba buen dinero de Patrick, pero Gavin sabía que su padre
perdía dinero, y Gillian le sedujo y le dijo todo. Gillian temía que su amante
se quedara sin dinero, ella querría un amante varonil, potente y sobre todo
millonario. La seducción debió ser una obra de arte, quizás Gavin le pintó
algunos cuadros, como el de las orquídeas que tenía en su sala, o como los
cuadros del departamento. Gillian los llevó para decorar el apartamento como
una forma de conquista, ella imponía a su macho alfa sobre su macho impotente. La
idea era que Gavin robara el auto sin registro de su madre, matara a su padre,
robaran entre Gillian y Gavin la caja fuerte, luego ella recibiría un disparo y
todos correríamos en círculos. Había una mancha de sangre en la pared de la
caja fuerte, fue puesta ahí por un zapato que pisó la sangre de Patrick Acosta,
era la huella de Gillian. Gavin, lamentablemente, se puso ambicioso y mató a su
amante. Pensaba que nadie pensaría que él tenía un romance con la amante de su
padre, todos pensaríamos que fue Miles Bechard porque él puso su pluma en el
bolso de Gillian. Gavin le dio una pequeña visita a Bechard, exigiendo ver los
resultados trimestrales, todo muy bien planeado, debo admitir.
- Están
locos, mi hijo no haría eso.- Las lágrimas en el rostro de Megan Acosta
comenzaban a rodar por sus mejillas.
- La coartada
de Gavin era conveniente, llama a su vecino por detergente, pero luego insiste
en que no necesita nada. Luego de dejar el auto llamaste por teléfono a tu
vecino. Al llegar a tu departamento hiciste el desastre para que no dudáramos
de tu coartada. Hay un problema, sin embargo, si revisamos las llamadas que
hiciste desde tu loft encontraremos que no llamaste a tu vecino a esa hora. Es
más, te aseguro que si buscamos entre las llamadas de los teléfonos públicos de
la zona en Morton donde abandonaste el auto, encontraremos la caseta desde la
que se hizo la llamada.
- ¿Gavin, es
cierto?
- No olvides
Gavin, que tú acompañaste a Gillian a dejar a sus mascotas. La secretaria te ha
identificado.- Gavin bajó la cabeza y comenzó a llorar. El corazón de Megan se
enfrió para siempre. Al ver a su hijo, avergonzando y llorando, no lo
reconoció.
- ¡Hijo de
perra! Te voy a matar.- Se lanzó sobre él, arañando su rostro y dando de
patadas y gritos. Ninguno de nosotros la detuvo. Después de todo, el fiscal nos
había pedido que no interfiriéramos. Los abogados tuvieron que separarla, luego
de hacerle el sangrar con los arañazos. Sus trajes costosos se mancharon de
sangre y no pude contener mi sonrisa.- Estás muerto Gavin, yo misma en persona
testificaré en tu contra. ¿Cómo pudiste? Era un mentiroso, pero era tu padre y
era mi marido, con o sin amante le amaba.
Arrestamos a Gavin Acosta al
cabo de unas horas. Su madre se limitó a reiterar su compromiso para testificar
y cooperar de cualquier manera posible. Los abogados no sabían qué hacer o qué
pensar. Dado que la herencia la retenía
ella, y el dinero robado de la caja fuerte era evidencia del crimen, Gavin
quedó sin fondos para su defensa. Confesó esa misma noche, dando una
explicación detallada de la seducción, el crimen, su coartada y el lugar donde
escondió las joyas. Jerry Williams, quien se había enfrentado al alcalde en una
asombrosa actitud heroica, defendió a la administración al día siguiente. “Una
ciudad de la ley, no de la corrupción” era su lema, decía que el alcalde en
persona le había urgido a encontrar al culpable sin importar las implicaciones
mediáticas. El capitán Parkman tuvo su entrevista y titulares, según su versión
de los hechos fue él quien dedujo todos los cabos sueltos y, justo cuando la
investigación se tornaba comprometedora, conforme se acercaban a la familia
Acosta, fue el fiscal de distrito quien le dio ánimos para seguir, declarando
“Jerry Williams siempre ha sido un amigo de la ley, y me dio los esfuerzos para
continuar. Me prometió que en esta ciudad la ley se protege para todos y no
importan los apellidos, sino las acciones”.
Ozfelian y Felton salieron a
celebrar la victoria. Ozfelian se había salvado, de nuevo, de ir a prisión por
una investigación interna. Yo preferí quedarme en casa para terminar mi
rompecabezas de mil piezas del Partenón. Al escuchar por la radio que Jerry
Williams pensaba lanzarse como candidato en las siguientes elecciones no pude
detener la risa, preguntándome si el fiscal era capaz de ver los hilos
invisibles que tejían la historia de su vida.
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