miércoles, 22 de julio de 2015

El hilo invisible

El hilo invisible
Por: Juan Sebastián Ohem

 Del escritorio del teniente detective Vincent Simone:
                Patrick Acosta era un hombre poderoso. Siendo asesor de obras públicas del antiguo alcalde cosechó docenas de amistades. Las amistades en la política suelen ser dudosas. Aún así, cuando la noticia de su muerte llegó al departamento de policía, el departamento del fiscal de distrito se movilizó antes que nosotros. El fiscal, Jerry Williams, se presentó en mi oficina a primera hora del martes para “insistir cordialmente” que supervisara el caso personalmente. Jerry Williams hizo su carrera procesando policías corruptos. No es necesario agregar que no somos amigos, sin embargo compartimos amistades que requieren resolución pronta al caso.

                Llegué a la escena acompañado del detective Ozfelian y el detective Felton. No puedo asegurar que la enemistad de Ozfelian hacia Williams sea extrema, sin embargo, si algún día apareciera asesinado el fiscal, él sería del primer policía que sospecharía. Uno de los uniformados encontró a un potencial testigo y mandé a Ozfelian a tomarle la declaración. Tiene más habilidad para detectar mentirosos que Felton.


                Departamento 65ª del edificio Belarosa, calle 60. Ostentoso, vecinos importantes y reservados. Amueblado sencillo, paredes de color marrón y rojo, iluminación sobria, dos habitaciones, un recibidor, una oficina, cocina y baño. Felton se quedó con los cuerpos en la oficina. Identificados como Patrick Acosta y Gillian Chambers. Los muertos no van a ningún lugar y ocupan poco espacio, son los demás metros cuadrados los que me interesan más. Los detalles no deben ser opacados por lo obvio. La cocina estaba casi vacía, la estufa primitiva no estaba conectada al gas. Refrigerador vacío, a excepción de algunas botellas de cerveza, una de champaña y algo de pollo. Los estantes sufrían de la misma falta de comida. Nadie vivía ahí, eso era obvio. El departamento era como una habitación de hotel para hombres casados, no les importaba la comida, solamente la compañía. La habitación únicamente tenía la cama, buró, una silla y medio baño. Misma falta de toque personal. Los muebles eran viejos y de mal gusto, de una era prehistórica cuando la madera astillada con retoques metálicos, que solían ser dorados hace treinta años, se pensaban como indicación de lujo. En la pared contraria a la ventana había dos cuadros, niños jugando en el campo de trigo y otro cuadro de un tigre caminando en la selva. El primero era el típico cuadro de hotel, básico y aburrido, el segundo tenía vida, era mucho más oscuro y denso. Ambos desentonaban completamente con el departamento, aunque para ser honestos todo desentonaba en aquel departamento.
- Homicidio doble y robo, ¿quiere ver lo robado?
- Me dicen que es mi trabajo Felton.

                La segunda habitación estaba acondicionada para servir como sala de juegos. Un poco de música y baile para el festival sexual. La pared a la derecha tenía el closet, abrí las puertas pero no me llevé ninguna sorpresa, estaba vacío. La pared a la izquierda, sin embargo, había sido el centro de una tempestad. Un agujero cuadrado repleto de astillas y polvillo de yeso. En el suelo, contra la esquina, un largo cuadro de patos volando hacia el sur. Me pregunto si él se lo habría comprado, o si habría estado en el departamento como el amueblado.
- ¿Caja de seguridad?
- Eso parece detective.

                Abrir una caja fuerte es un arte delicado que precisa de tiempo y calma. El culpable no tenía ninguno de los dos. Las balas, el ruido de tirar el cuadro y reventar la pared, debieron apresurarlo. Es más sencillo sacar la caja fuerte de la pared, probablemente con una barra que haga de palanca, para abrirla después. Marcas de ambos lados, la palanca fue puesta en todas direcciones, apretó la madera desde todos los ángulos. Había marcas pequeñas y profundas, probablemente de un martillo y cincel, quizás pensó que partir la madera sería más sencillo que empujar con calzador la caja apretada. Debajo del polvillo del yeso, a un par de centímetros del suelo, una marca de sangre. La marca se encontraba alineada justo debajo de la esquina inferior izquierda del cuadrado.
- Vaya, estaba furioso.
- Apurado. Sabía que estaba aquí, detrás del cuadro.
- No es muy original, admitámoslo.
- Cierto, pero no es el único cuadro en el departamento. No buscó en la habitación, no movió los cuadros de lugar ni abrió el clóset.
- Tampoco el clóset de esta habitación.
- Exacto. Patrick Acosta guardaba dinero en el departamento que usaba para su amante, ¿qué te dice eso?
- ¿Tenía mucho dinero?- Se rascó el bigote violentamente, tratando de disculparse. No tenía interés en corregirlo. El fiscal de distrito había sido claro “cueste lo que cueste, lo más pronto posible”. Si fuera por Felton tardaríamos décadas.
- Le escondía algo a su esposa, además del romance. Pero más importante que eso, no hay manera de saber cuánto fue el monto de lo robado, podrían ser millones  o podría tratarse de cualquier otra cosa, quizás documentos o quizás la caja fuerte se encontraba vacía y era parte del departamento junto con los muebles.

                Los  cuerpos se encontraban en la oficina. Patrick Acosta era un hombre que se conservaba muy bien a pesar de tener sesenta años. Medía más de un metro setenta, de cuerpo rotundo, debía ser gordo en otra época pues su abdomen y pecho eran amplios mientras que sus brazos permanecían flacos. La edad no le hizo perder su cabello, aunque su negro natural competía contra sus canas. Vestía de pantalón y zapatos de traje, su saco y corbata colgaban de un perchero, su camisa azul clara permanecía abotonada. Ahora yacía tumbado en el suelo entre un escritorio y la pared. Un modesto sillón reclinable a su lado. Herida en el pecho. En sus últimos momentos debió tratar de aferrarse al sillón. Debía estar de pie frente al asesino. Gillian Chambers, a sus cuarenta y cuatro, era una mujer hermosa. Su abundante cabellera rojiza, su complexión atlética y su rostro juvenil debieron conquistar el corazón de Patrick rápidamente. Su conjunto de falda larga con blusa amarilla era sobrio. Sobrio hasta que quedó empapado en sangre. Gillian Chambers a su lado, dos disparos al vientre. Su cuerpo se desplazó medio metro en el suelo, se empujó con las uñas contra el tapete color melocotón e incluso empujó su hombro contra el escritorio. No fue una muerte sencilla ni placentera.
- A juzgar por los cuerpos, murieron alrededor de las diez la noche del lunes. El calibre es pequeño, sabremos más en unas horas cuando hagamos todos los análisis.
- ¿La puerta fue forzada de alguna forma?
- No. No vimos nada de eso.
- ¿Dónde quedó su bolso?- El forense apuntó hacia la mesa del recibidor, visible desde nuestra posición. Felton se colocó guantes para ir analizando, en compañía del forense, cada uno de los artículos.
- Ya revisé su cartera, así supe su nombre. La cartera tenía 349 dólares, una tarjeta de crédito, un par de fotografías de su familia y nada más. Les esperé antes de seguir con el bolso.
- Veamos, tenemos maquillaje, lápiz labial, un pañuelo, más maquillaje…- Felto fue tomando artículo por artículo y depositándolo en pequeñas bolsas plásticas. Su atención al detalle ha mejorado.- …Aún más maquillaje, tenemos una pluma fuente de color dorado, nada mal.- La pluma metálica simulaba ser de oro y estaba decorada por líneas y curvas que resaltaban el metal desde la base hasta  la punta.- Un pequeño espejo, un prendedor de nácar, y lo último es este bote de píldoras.- Medicina para el corazón, a nombre de Patrick Acosta.- Difícil de creer cuánto cabe en el bolso de una mujer.
- ¿Ya revisaron los bolsillos del cuerpo de Acosta?
- No, ¿quiere que lo haga?
- No, era solo curiosidad.- El forense tardó en captar la ironía. Felton soltó una pequeña risa.
- Vaya, no le odie demasiado, no está acostumbrado a su sentido del humor teniente.
- No tengo mucho humor cuando Jerry Williams me presiona.
- No hablemos de ese animal aquí, por favor.- Ozfelian entró al departamento mostrando su bloc de notas.- Ese inquisidor me provoca úlceras.
- ¿El testigo es confiable?
- En mi opinión, lo es. Frederick Ivenson, 50ª del edificio de enfrente ayudaba a su vecina a sacar un sillón a la calle, eran las diez y media, estaba acompañado por su hijo…
- Medicación del corazón teniente, es lo único que encontré. Tenía llaves también, ¿las quiere?- El forense se interrumpió a si mismo y nos dejó hacer nuestro trabajo.
- ¿Decías?
- Los dos vieron a una figura sospechosa salir del edificio. La iluminación era muy mala, por lo que no fueron específicos. Sí pudieron decirme que usaba una gabardina barata de uso corriente y un sombrero, cargaba dos bolsas de gimnasio. Una de ellas era muy pesada, se subió a un auto sin placas y manejó a toda prisa sin encender las luces.
- ¿Le quitó las placas al auto?
- Así parece. Dicen que era un Sedán azul con muchos rayones en la puerta del copiloto. No parecía nuevo, estaba bastante maltratado. La luz trasera izquierda estaba rota. No pudieron decirme nada más. Revisé los títulos de propiedad, el departamento era rentado a nombre de Gillian Chambers, me imagino que con dinero del honrado señor Acosta.
- ¿Qué hicieron al verlo en la calle?
- Nada, no pensaron gran cosa anoche. Los vecinos de este edificio no vieron nada, el de al lado escuchó algunos ruidos pero no le prestó mucha atención.
- El calibre era pequeño, el ruido del trabajo forzado en la otra habitación debió ser infernal, pero me imagino que las visitas del señor Acosta siempre eran ruidosas. ¿Están seguros que no vieron a nadie más?
- Pensé lo mismo, cómplices. No vieron a nadie más, y estuvieron en la banqueta cerca de una hora peleándose con el sillón.
- ¿Qué fue del sillón?- Ambos vimos a Felton. Se encogió de hombros y acompañó al forense.
- ¿Qué  opina detective?
- Bueno teniente, mi dinero está en la esposa.
- Sí, eso pensé yo también, pero no estoy tan seguro.- Acompañé a Ozfelian a darle otra mirada a los cuerpos.- Aquí hay algo más en juego. La caja fuerte, la amante, este departamento…
- ¿A qué se refiere?- Felton dio vuelta el cuerpo de Patrick Acosta para asistir al perito con los bolsillos traseros.
- Tiene la camisa abotonada. Hasta el último botón.
- Vaya, caso cerrado.- Bromeó Ozfelian.
- Vamos Ozfelian, trate de pensar un poco. Patrick Acosta era un hombre de muchas responsabilidades, de  mucho trabajo y, al juzgar por la señorita Chambers, mucha intensidad. Renta un departamento mediante su amante, llega a él en la noche, la blusa de Gillian está a medio abotonar, es más casual. Acosta se quitó el saco y la corbata, pero al hacerlo no se desabotonó como cualquier otra persona. Es como si siguiera estando en su oficina, como si no pudiera relajarse, ni siquiera en este oasis lejos de la presión de la vida cotidiana.
- Vaya… Creo que uno de sus calcetines estaba más bajo que el otro teniente, ¿cree que eso es indicador de un impulso narcisista?
- ¡Teniente!- Felton me interrumpió antes que pudiera desahogarme contra Ozfelian.- Encontramos algo que debería ver.- Un cartón, no más grande que la palma de su mano o su cartera, probablemente recortado de una cajetilla de cigarros “Faraón”. Había sido guardado en el bolsillo trasero y se encontraba sudado y arrugado.- Es raro, él tenía un problema cardíaco, no tiene sentido que fumara.
- Despabílate Martin, no es una cajetilla, es un trozo de ella. No parece tampoco una especie de regalo, algún recuerdo sentimental de su amante o de su esposa… Teniente, me duele admitirlo pero tenía razón.- Ozfelian inspeccionó el cartón buscando algún detalle interesante, o algo escrito encima de él.- Muy bien, Martin antes que nada vamos a asegurarnos de lo que sabemos y no sabemos, busca el registro de utilidades, vamos a ver quién pagaba el agua, el teléfono, el gas y la electricidad. Busca también el registro de llamadas. Buscaré si el señor Acosta rentaba un auto, habitaciones de hotel o alguna otra precaución para su amorío. ¿Usted que piensa teniente?, ¿teniente Simone?

                Ya no escuchaba. Parado en medio del departamento mi cabeza estaba en otra parte, en otras cosas. Algo había ocurrido, aparte del doble homicidio y el robo. Me encontraba en medio de un laberinto invisible. Algo unía todas las piezas del rompecabezas, algo intangible. Era necesario recrear un momento perdido en el pasado, y para eso necesitaba unir todos los hilos invisibles. El telar del destino no deja de moverse, ha creado un tapiz de muerte y engaño. El tapiz se ha perdido en el pasado, pero cada detalle y cada insinuación formaban parte de la tela, encontrar los hilos invisibles para volver a dar sentido al rompecabezas sería el reto.
- Nos adelantaremos al precinto, ¿le parece?
- No, quiero hablar con la esposa en persona. Ozfelian, hazte cargo desde el precinto y busca toda esa información. Si aparece la esposa, dile que le esperamos en su casa. Martin, vendrás conmigo pero por favor trata de estar atento, si no sabes qué decir…
- No digo nada.
- Exacto.
- ¿Y si me encuentro con el fiscal Williams, qué tanto le digo?
- Según recuerdo, Patrick Acosta estuvo involucrado en un caso de corrupción hace muchos años, me imagino que Williams está recibiendo presión por amistades poderosas para asegurarse que ese escándalo se quede en el pasado. La prensa se volverá loca al saber que tenía una amante, será mejor no asustarlo demasiado, así que sea creativo Ozfelian, pero no lo mate.
- Haré lo posible.

                La residencia de los Acosta era una suntuosa mansión de tres plantas y jardín exterior. La esposa, Megan Acosta, tenía por hábito pasar toda la mañana en casa supervisando a las criadas. La encontramos en la entrada de la casa fumando un cigarro nerviosamente. Una mujer delgada de mediana estatura, en su juventud había sido reina de belleza y modelo profesional. Aún conservaba su apariencia, seguramente como parte de su rol de “esposa trofeo”. Su cabello era corto y delgado, sus facciones marcaban gruesas arrugas de la edad. Nos esperó sin decir nada. Martin hizo las introducciones mientras se quitaba el sombrero. Nos hizo pasar al recibidor y nos ofreció algo de beber. Una botella de píldoras descansaba sobre revistas de modas en la mesa de café.
- Me he tomado algunos calmantes cuando me enteré de la noticia. Habría ido al precinto de no ser que un detective me llamó, Ozelian o algo así.
- Ozfelian.
- Sí, me dijo que ustedes venían en camino, ¿qué está sucediendo?- No dije nada. Traté de asimilar el interior de la casa mientras ella terminaba de tragar la noticia. Los paredes color rosado y los muebles con tapices de bosques. No era difícil saber quién eligió la decoración.- Esto es horrible…
- Lo es, pero es mejor que hagamos nuestro trabajo.- Felton se acomodó en el sillón y me dejó hablar.
- ¿Sabía usted que su marido estaba teniendo una relación extra-marital con Gillian Chambers?
- No, claro que no. Es terrible, ¿lo encontraron en su departamento?
- No, al parecer ella tenía rentado un pequeño departamento. ¿Qué nos puede decir sobre Gillian Chambers?
- No mucho, la conocí en el club de golf junto con Patrick. La conozco poco, pero creo que trabaja en bienes raíces o algo así.- Una de las criadas trajo una bandeja con cafés, Megan tomó una taza y le indiqué a Martin que tomara otra.- No lo puedo creer, con la condición que tenía.
- ¿Qué tan grave era su condición?
- Bastante, el médico le tenía recetado varias medicinas para el corazón. Necesita un trasplante, o necesitaba. No podía caminar mucho, o cansarse, no podía comer lo que le gustaba, ni podía beber demasiado alcohol, ni mucho menos fumar.- Nadie quiso decirlo, pero el que se acostara con una mujer tan activa como Gillian parecía un acto suicida. Era un milagro que no hubiera muerto en la cama con ella.- No habíamos podido… ser íntimos por su condición, aunque claro, ahora veo que no era eso. ¿Cómo pasó?- Necesitaba enojarse para hacer esa pregunta, y la noticia del amorío la tenía muy enojada.
- Le dispararon en el pecho en la oficina del departamento, la señorita Chambers falleció de dos disparos al vientre. Hubo también un robo, al parecer el señor Acosta guardaba una caja fuerte en ese lugar.
- Pobre Patrick.
- El nombre de su marido me resulta familiar señora Acosta, ¿no estuvo involucrado en un escándalo durante la administración anterior?
- Sí, algo terrible. Ahí comenzaron sus dolores de pecho. Ese maldito Miles Bechard, ese sí que tiene motivo. Tienen que hablar con él, hacerle confesar.
- Disculpe, ¿quién es Miles Berchard?
- Hace cinco años hubo un gran escándalo, Patrick fue acusado de desvío de fondos, una de sus compañías hacía obras públicas y se usaron materiales defectuosos, cobrando todo al máximo. Patrick culpaba a Miles, quien era el encargado de la compañía constructora, pero Miles siempre culpó a Patrick. Él siempre odió a mi marido, es un sujeto detestable.
- ¿En qué terminó el asunto?- Felton tomaba apuntes y no paraba de hacer anotaciones y remarcar ciertas partes de la entrevista.
- La corte encontró culpable al ingeniero, Derek Paulson. Paulson compró los materiales defectuosos sabiendo que eran de pésima calidad y luego falsificó los recibos que la ciudad tenía que pagar.
- ¿Y este Derek Paulson, dónde le podemos encontrar?
- Falleció a la semana de entrar a prisión, se suicidó.- Felton regresó a su sillón rascándose el bigote. Es un buen muchacho pero tiene la tendencia a rendirse demasiado rápido y quedarse en lo obvio.
- Disculpe señora Acosta, pero la manera en que  usted lo dice, es como si hubiera pasado ayer. Me refiero que me da la impresión que el fantasma del escándalo aún ronda por sus vidas.
- Vaya que sí. Patrick ha decidido… decidió, despedir a Miles, mi hijo Gavin retomaría su trabajo.
- Eso no hace feliz al señor Bechard, ¿me equivoco?
- No, en lo absoluto. Y a Gavin ni siquiera le interesa, se encuentra en su fase de artista.- Felton levantó la mano como si estuviera en la academia. La señora Acosta le miró como a un bicho raro pero de inmediato supo predecirle.- Mi hijo no vive aquí, por si quieren hablar con él, vive en su loft, es un departamento de artista que su padre le compró hace un año, está en el edificio verde a una cuadra de aquí.
- Querían que se mudara, pero no querían que se fuera lejos, ¿no es cierto?- Me acomodo la corbata. Señal para Martin para que deje de hacer preguntas y me permita hacer mi trabajo. No es momento de alienarla, no aún.
- Sí, supongo que sí.
- Visitaremos a su hijo.
- Ya hablé con él y le di la noticia.
- Aún así.
- Bechard, ese hombre mató a mi marido, estoy segura de ello.
- Le comprendo, pero aún así es necesario hablar con todos.- Presionaba hacia Miles Berchard como Jerry Williams me presionaba a darme prisa con el caso. No había duda de porqué, la prensa adoraría el escándalo de la amante y recordar el escándalo del fraude millonario.- ¿Qué hacía usted anoche?
- ¿Quiere decir que soy sospechosa?
- No, claro que no, es nuestro sistema. Lo que hacemos es proceder a tomar declaraciones y descartarlos uno por uno basados en la evidencia y su testimonio.- Era una mentira pero ella no tenía que saberlo. Nuestro único sistema es hacerles hablar hasta que se incriminen, pero eso es algo que ella no necesita saber.
- Anoche fui al cine. El cineplex de Alvarado, era la función de las nueve cuarenta. No tengo el boleto, pero supongo que podría hablar con alguien del cine.
- Una última cosa.- La pregunta de oro. Por definición siempre corona el final de la entrevista.- ¿Su marido tenía testamento o seguro de vida?
- Sí, el seguro de vida… ¿Cree que fui yo?
- Solo conteste la pregunta, así es más fácil.
- Más fácil para ustedes, me imagino. Puede investigarlo por su cuenta, pero de todas formas le diré, porque sé que soy inocente y Miles Bechard es culpable. La herencia y el seguro de vida me dejan como única heredera. Hizo el testamento cuando nuestro único hijo era aún menor de edad, así que yo retomo sus propiedades y su dinero y lo administro. ¿Eso me hace culpable?
- Recibir millones de dólares por la muerte de su esposo no le hace culpable señora Acosta.- Me levanté y Martin me imitó. Era obvio que habíamos terminado, al menos por ahora.- Matar a su marido la hace culpable. Hablaremos con su hijo y con este señor Bechard, veremos qué tienen que decir, pero no le prometo nada.
- Yo sí le prometo detective Simone, le prometo que verá a mí abogado muy pronto.

                Dejamos la mansión sin decir nada. Megan Acosta me hacía pensar en el fiscal de distrito, me hacía pensar en las personas que quedarían en vergüenza. Buscamos entre sus autos y ninguno respondía a la declaración del testigo. Quizás no había sido ella, o quizás no tenía el auto porque le había dejado abandonado después del crimen. Felton manejó con la radio encendida, aunque se trataba de una cuadra había mucho tráfico. Parecía pensar en la entrevista y en la evidencia, su cejo se fruncía mientras masticaba su bigote. Yo deseaba un cigarro, pero no me di el gusto, aún no me lo merecía. Aún no apreciaba la figura del tapiz, aunque comenzaba a sentir los hilos invisibles a mí alrededor siendo jalados de un lado para otro. Martin apagó la radio y estacionó el auto, absorto en sus propios pensamientos, apenas y nos comunicamos con gruñidos al subir por el elevador de carga.

                El loft de Gavin Acosta era un departamento grande de dos plantas conectada por una escalera de caracol en el centro de la sala. Lienzos de pintura y esculturas de yeso contra la larga pared de ventanales, mientras  que la cocina y la sala estaban repletas de manchas de pintura, pinceles y botellas de cerveza. Gavin nos hizo pasar hasta la sala, su apariencia se acomodaba al departamento. De estatura mediana era un joven de complexión delgada, largo pelo negro que cubría parte de su rostro y una postura física que reflejaba su desdén por la vida. Acurrucado en un sillón, con lágrimas recorriendo su rostro, llorando la muerte de su padre, daba otra impresión completamente diferente. No parecía ya el artista muerto de hambre, el fascinante y enigmático idealista, sino el niño con miedo. Martin le ayudó a incorporarse prestándole su pañuelo.
- Me llamó un detective, me dijo que me quedara en casa, y la verdad no quería ir a ver a mi padre. No así.
- No tienes que hacerlo Gavin.- Por alguna razón Martin era eficiente con los jóvenes. Por mi parte, no entendía ni la mitad de lo que veía, y aquello me llamaba la atención. No quería ser interrumpido así que dejé que Martin le consolara e hiciera las preguntas rutinarias mientras que yo me paseaba por el departamento.
- ¿Qué pasará ahora?- Sus esculturas eran de prueba, había tratado de imitar una mano pero había quedado con un muñón desfigurado. No se trataba de una mente retorcida, sino de un novato sin talento. Tenía mejores dotes para la pintura.
- Bueno, nosotros tenemos que hacer nuestro trabajo.- Platos con fruta, retratos de flores, escenas desde su ventana, todo a medio terminar.
- Comprendo, ¿cómo puedo ayudarles?- Tropecé con un banquillo que sostenía un florero de orquídeas y rosas, era imposible que Gavin no notara eso.- ¿Busca algo en particular?
- No, disculpe, solo admiraba el arte.
- No tiene que mentirme, no tengo talento. Mis padres siempre lo recalcan.
- De hecho su padre le encontró trabajo, ¿cierto?- Preguntó Martin.
- Sí, voy a destituir a Miles Bechard en un mes. No es algo que me quite el sueño.- Parecía sereno, había retomado la compostura y dejado de llorar.
- ¿Sabía del romance que mantenía su padre con Gillian Chambers, o del departamento que rentaban los dos?- Gavin me miró con una mezcla de odio y sorpresa. Bebió de la cerveza que tenía sobre la mesa y meditó en sus palabras.
- No sabía que mi papá fuera la clase de persona que… Es decir, un departamento de amante, eso es... Bueno, es vulgar, y nunca vi a mi padre de esa forma. No sabía que tenía un amante, no sé quien sea esta Gillian Chambers, pero seguramente ella sabrá más que yo.
- La señorita Chambers está muerta.- Volvió la mirada a Felton, se quedó pensando un buen rato antes de volver a hablar.
- El matrimonio de mis padres no era perfecto, mi madre sospechaba que había algo raro. Traté de disuadirla, pero no creo que se haya convencido con mis palabras. Incluso creo que llegó tan lejos como para seguirlo.- Me acerqué a la cocina, era un desastre. Un bote de pintura en el suelo, manchas en todos los gabinetes y en gran parte del suelo.- ¿Eso? Anoche tuve un accidente, eso me pasa por pintar borracho.
- ¿Qué ocurrió?
- Tiré algunos botes de pintura en la cocina, me resbalé incluso. Un desastre. Le pedí detergente a mi vecino, pero recordé que tenía productos de limpieza en el baño.- Regresé a la sala para sentarme en uno de los sillones negros, tuve que sacar un bolso de palos de golf antes de sentarme.- Disculpen el desorden.
- ¿Juega el golf?
- Jugaba con mi padre en el club, el “azul marino”.
- Nada mal para un artista que lucha por sobresalir.- Martin no pudo resistirse. Ninguno de los dos, para ser honestos.
- No soy un mantenido, si a eso se refiere, he vendido pinturas. El trabajo que me ofrecía mi padre era algo secundario. Ellos no aprueban del arte, son muy provincianos.
- ¿Tiene un auto Gavin?
- Sí, está estacionado afuera, frente a la puerta, he tenido suerte en preservar ese lugar, es una calle muy transitada.

                Nos despedimos del artista y salimos a la calle a buscar su auto. No tuvimos suerte, no era el mismo que el de la declaración del testigo. Martin se apoyó contra el auto y releyó sus notas, tratando de encontrar puntos débiles o ángulos valiosos. Yo deseaba un cigarro, pero sabía que había algo mejor que eso, visitar la casa de Gillian Chambers.
- No sé qué pensar teniente.- Aquello no era una novedad.
- Llama a una patrulla para que te dé un aventón al precinto, yo quiero revisar la casa de Gillian Chambers. Su prioridad está en las coartadas, pregunten al vecino de Gavin Acosta a qué hora recibió la llamada, y busquen también en el cine.
- ¿Piensa que fue la esposa, por el dinero y el amorío?
- Necesitamos tener sospechosos, ¿no es cierto?
- ¿Pero qué pasa si estaba en el cine?
- Es la rutina más vieja del mundo, va al cine y crea una conmoción para ser notada. Sale a la mitad de la película, asesina a su marido y amante y roba la caja fuerte. Incluso su hijo pensó que su madre había seguido a Patrick Acosta, quizás así se enteró del departamento.
- No lo había pensado así, pero supongo que aún faltan piezas en el rompecabezas.
- Dile a Ozfelian que no golpeé a nadie, tengo que estudiar la otra mitad de la ecuación. Si necesitan hablar conmigo llámenme ahí, pero no envíen forenses, lo único que hacen es distraerme.
-  Sí teniente.- Era esa mirada  y media sonrisa. “Vinnie paranoias” como me llaman. No importaba, había algo más grande en juego.

                No podía concentrarme mientras conducía. La emoción de la cacería me invitaba. Un sentimiento casi sexual en su origen había entumecido mi mente. Había algo en la amante pelirroja que había sobrevivido a la muerte, un fuego especial que ardía desde lo más profundo de sus ojos. Concluí que su residencia estaría ardiendo en esa llama.

                Una patrulla custodiaba el acceso. Ozfelian no había podido encontrar ningún pariente cercano que nos permitiera entrar a la casa, por lo que habría que forzar la entrada. Le pedí al patrullero que me esperara afuera.
- Lo que usted diga teniente, pero mi capitán me pidió que me quede cerca hasta que llegue el señor Williams.- El fiscal comenzaba a ser una molestia. No disponía de mucho tiempo antes de que me interrumpieran los burócratas del departamento de justicia.

                No le contesté, tenía otras cosas en mente. La emoción hacía temblar mi mano al abrir la puerta. Penetraba en un mundo desconocido. La intimidad de Gillian Chambers se abría ante mía, compartiendo sus secretos, dejando ver los hilos invisibles por todas partes. Cada detalle, cada objeto, absolutamente todo lo que existía en aquella casa era parte del tapiz. Solo era cuestión de saber dónde buscar.

                Se trataba de una casa de una sola planta, extensa y rodeada de jardín. Las paredes púrpuras y verdes reflejaban un erotismo ambivalente. Plantas en masetas rodeaban la sala decorada al estilo árabe, mientras que a la derecha comenzaba un pasillo adornado hacia los dormitorios y baños y a la izquierda comenzaba la cocina, lavadero y la entrada secundaria de la casa. Algunos detalles eran más obvios que otros. Su vida entre pragmatismo e intimidad estaba dividida por un oasis salvaje. No había mucho que ver en la sala, a excepción de una chimenea sobre la que colgaba la pintura de una orquídea. Un detalle vaginal para reafirmar su sexualidad.

                La cocina era práctica y repleta de comida. No parecía el hogar de una solterona. A un lado del lavamanos se apoyaba un pequeño envase plástico. A los pies de la puerta de vidrio que separaba a la casa del jardín se encontraban dos platos metálicos para perro. Ambos vacíos, como los platos para el gato. Debajo del teléfono guardaba recibos, entre ellos la receta del veterinario para medicina para perros. Aprendí sus nombres, el perro se llamaba “manchones” y el gato “botitas”. Nada original. ¿Dónde estaban las mascotas? No pudieron escapar, ni estaban en la casa.

                Deambulé por la casa por una hora. Era una experiencia voyeur. Me era permitido hurgar en su vida íntima de manera legal. Recorrí cada rincón de  la casa sin buscar nada, únicamente absorbiéndolo todo. No solo el crimen del departamento era un tapiz, también lo son cada personas y cada casa. Elemento por elemento no me dicen nada, pero cuando se forma el conjunto la casa me hablaba. Inspeccioné su ropa, atuendos entre formales y llamativos, después seguí con la ropa íntima, era salvaje y seductora. Un detalle llamó mi atención. Se trataban de dos olores diferentes. La ropa que usaba diariamente olía distinto que su ropa interior y sus vestidos de noche. Distintos suavizantes. Encendí un cigarro, pues finalmente lo merecía. Me senté en la cama tapizada como cebra sosteniendo un cenicero con una mano y una blusa con la otra.

                Usaba dos suavizantes diferentes. Eso quiere decir que separaba su ropa, no solo según color o composición textil, sino por su valor. La ropa que usaba para cazar era lavada aparte. No estaba frente a una mujer sensual, sino salvaje, depredadora. Su habitación estaba adornada con soles sonrientes de arcilla que sostenían plantas de toda clase, las cortinas de las ventanas corrían dificultosamente, como si prescindiera de ellas y compartiera su intimidad con cualquiera. A un lado de las fotografías de sus mascotas tenía un librero repleto de literatura romántica e histórica. La Historia se compone de tragedias y muerte, y el sexo tiene un poco de ambas.

                Entré al baño con un sentimiento ambiguo, a la vez excitación y extraordinaria calma. La bestia había muerto y ahora era lícito vagar en su cueva y aprender sus misterios. El gabinete de medicinas contaba con sales aromáticas y calmantes de todo tipo. La amplia tina carecía de cortina, ella hubiera disfrutado de mi actitud voyeurística, probablemente me habría invitado a entrar. Revisé el caño de la tina, encontrando cabello pelirrojo y negro. El baño debía concentrar mucho vapor, dos pequeñas ventanas sobre el espejo no habrían sido suficientes para desahogar tanta agua caliente. Contemplé aquellos cabellos, Patrick Acosta había estado dispuesto a arriesgar su corazón por ella, literalmente. Con tanta excitación, calor y vapor su corazón podría haber estallado.

                Un espíritu femenino salvaje, su habitación, así como su sala, eran una trampa sexual, y en toda la casa se respiraba ese ambiente vaginal. Desde las plantas, las ambiguas afirmaciones fálicas de soles sonrientes y bigotones, pero que cargan vegetales, el color púrpura, verde y rojo de las paredes. Literatura feminista en el librero, todos los libros estaban repletos de polvo, no habían sido abiertos desde que les compró. Sobre el librero más fotografías de sus mascotas, unas cuantas de ellas en el club “azul marino”, vestida con la ridícula vestimenta del golf y saludando a la cámara con un coctel en la mano.

                La arqueología es la ciencia de desenterrar la basura del pasado, en eso se parece a una investigación de homicidio y robo. Revisé todos los botes de basura de la casa, pero todas las bolsas habían sido vaciadas. Debajo del fregadero guardaba una pequeña colección de bolsas encerradas en una gruesa bolsa negra, como para evitar el mal olor. La basura del baño no me interesaba, sino la bolsa del basurero de la recamara y de la sala. Había papeles de toda clase, en su mayoría anuncios por correo. Todas las bolsas estaban cubiertas de cenizas y cigarros. Pude deducir cuál era la bolsa de basura que correspondía al basurero de la habitación porque había etiquetas de ropa, recién compradas, así como pañuelos desechables y una caja de condones. La otra  bolsa, que debía corresponder a la sala, debido a que contenía ejemplares anticuados de revistas, cargaba con, entre otras cosas, dos botellas de vino, una cajetilla de cigarro y recibos de pago de una vinatería, fechados el domingo, cuando compró cigarros, vino y condones. No se necesitaba ser un genio para saber qué había planeado para el domingo. Y dicen el domingo es el día familiar.

Regresé a la habitación, donde me concentré en una cómoda repleta de joyas extravagantes que contenía también tarjetas de presentación. Seguros de vida, bienes raíces y una que me llamó la atención, William Penn, banquero del First National Bank. Llamé su número con la esperanza de encontrar un hilo invisible que explicara su muerte, además de su peligroso estilo de vida. No pude darme el lujo de recurrir a la diplomacia. No tenía mucho tiempo en mis manos, y aunque me habría encantado quedarme toda la tarde, tratando de diseccionar la vida de la amante cazadora, tenía otras cosas de qué preocuparme.
- Le digo que no la recuerdo, le doy mi tarjeta a mis clientes, pero ella no aparece como…
- Patrick Acosta.- Pasaron unos segundos mientras él buscaba entre sus listas.
- Sí, aquí le tengo.
- Necesito saber cuáles fueron sus movimientos recientes en su cuenta de banco.
- Temo que el secreto bancario…
- Patrick Acosta está muerto, también lo está Gillian Chambers. Hubo un robo a una caja fuerte y necesito saber si sacaron dinero.- Le seguí presionando con amenazas. Verme reducido a un vulgar buscapleitos no me agradó en lo absoluto, habría arruinado mi cigarro de no ser porque el señor Penn accedió a ayudarme.
- Han venido dos o tres veces en el último mes y medio, quizás dos meses. El señor Acosta hizo grandes retiros de su dinero y vació sus cajas de seguridad.
- ¿Qué había en ellas?
- Teniente, por favor, usted sabe que…
- Estoy seguro que lo sabe, y usted sabe que yo sé que usted sabe. Puede ser amable conmigo o iré para allá con tres patrullas y reporteros. Les diré que usted tuvo relaciones con la amante del señor Acosta, tengo entendido que este es un caso delicioso para los tabloides.
- Esto es chantaje.
- No le pregunté su opinión.
- Eran joyas y un poco de dinero… Se veía nervioso. Los dos se veían nerviosos. Recuerdo que ella vino, Gillian Chambers, un par de veces con él, no siempre. Estaban muy tensos.

                Tenía lo que deseaba. Colgué  y comencé a deambular de nuevo, mirada al suelo, manos entrelazadas en la espalda. Prefiero tener mis momentos a solas, lejos del escrutinio de vulgares oficiales. “Vinnie paranoias”. No es paranoia cuando la verdad te golpea en la cara, aún cuando uno no ha resuelto la figura del tapiz. Había algo en movimiento, estaba seguro de eso, pero no podía saber qué era. Mis meditaciones se vieron interrumpidas cuando entró el fiscal de distrito.
- Teniente, ¿ha podido cerrar el caso?
- Aún no, trabajamos tan rápido como podemos, se lo aseguro.- Williams era un hombre regordete de rostro redondo y cabello rubio. Sudaba copiosamente y se encontraba visiblemente nervioso.
- Veo que tiene a Ozfelian trabajando en el precinto.
- Entiendo que desaprueba de sus métodos. Es un detective competente y está haciendo un buen trabajo.
- Seré franco con usted teniente, no me gusta este caso en lo absoluto. Será un escándalo terrible, ¿ha interrogado a su esposa e hijo, en qué estaba pensando?
- Es una investigación de homicidios, y en mi opinión profesional se trata de un crimen pasional.
- ¿Eso le dirá a la prensa?
- No le diré nada, usted es el hombre de las cámaras. Le puedo decir que los dos disparos al vientre de la amante me hacen sospechar de la esposa, quien recibe todo el dinero y cuya coartada no me parece sólida, aunque tengo a dos detectives investigándola a fondo.- Me miró con horror y se sentó en la sala. Con un pañuelo se lavó el sudor que hacía brillar su redondo rostro.
- Terrible, es terrible.
- No me haga perder el tiempo, si ha venido a apurarme entonces ya está, puede irse.
- Puedo ordenar que le inicien una investigación completa, y le aseguro que Asuntos Internos podría hacer su vida una pesadilla. La oficina de Asuntos Internos aún sueña con meter a prisión a Ozfelian y en cualquier momento pueden empezar una investigación, bastaría con que yo levantara el teléfono. ¿Tiene idea de con quién está hablando?
- Sí, con una persona que debe demasiados favores. Le debe favores a la clase de gente que a mí me debe favores, así que es su carrera la que está en peligro, no la mía. Si quiere que tape este asunto y encierre un chivo expiatorio, es momento de decírmelo.
- Cada hora que pasa son más y más reporteros en mi puerta, nadie quiere recordar el desvío de fondos y aún creen que la corrupción no se quedó con Acosta, ni con Bechard, sino que aún existe en las oficinas del alcalde y esa impresión es algo que no podemos permitirnos.- Tenía miedo. Había comenzado el día con amenazas e imperativas, pero con un par de comentarios lo tenía temblando frente a mí.
- ¿Quiere que tape el caso o no?
- ¿Lo haría?
- No, pero quiero saber de qué está hecho.- Su rostro se tornó en rojo carmesí. Contuvo las ganas de soltarme una bofetada. Todas sus cartas, las investigaciones, los amigos poderosos, todas sus bravuconadas habían quedado expuestas. Le tenía acorralado.- Concluiremos la investigación, si resulta que la esposa es culpable, o que Miles Bechard es culpable, o si es el vecino o un negro ladrón, lo arrestaremos como siempre hacemos. No hay nada que pueda hacer al respecto, si por el contrario anuncio a la prensa que quiere tapar el caso, ¿con quién acudirán sus amigos poderosos? No olvide que son también mis amigos, ya he hecho suficiente trabajo sucio para ellos. Le dejarán colgando a usted y me rogarán que solucione el problema.
- Veo que es más pretencioso de lo que dicen por ahí.
- Deje en paz a Ozfelian y a mis detectives, y déjeme en paz a mí. Si lo hace le aseguro que usted se llevará todo el crédito. Incluso si esto tiene que ver con Patrick Acosta siendo un mafioso corrupto, podemos transformarlo en un acto de valentía por su parte.- El teléfono sonó e interrumpió el insulto que estaba preparado para hacer.- ¿Tenemos un trato?
- Me parece bien, haga lo que tiene que hacer sin avergonzar a más gente de la que es estrictamente necesaria, y le deberé ese favor.- Tomé el teléfono de la mesa de café de la sala y tomé asiento, dándole la espalda. Habíamos terminado.
- ¿Teniente?- Ozfelian me puso al corriente, habían trabajado como locomotoras en este asunto.

                La coartada de Gavin Acosta había sido corroborada, el vecino declaró que habló con él a las once. No tenía tiempo suficiente para ir al departamento y regresar a su loft. Checaron el cine y dos dependientes reconocieron a Megan Acosta. Ozfelian me leyó el pensamiento, podía tratarse de un truco. El listado de teléfonos del departamento donde murió Patrick Acosta tenía únicamente una llamada, a un teléfono público en el parque Greenhill. Convenimos en reunirnos allí para darle sentido a las pocas piezas que habíamos reunido.
- Tenemos dos patrullas buscando el auto, con suerte tendremos algo en unas horas. ¿Encontró algo útil en la casa de Chambers?- Ozfelian no pudo esperar para que me bajara del auto.
- Tenía gato y perro, pero ya no están y quiero saber porqué. ¿Cuál es el teléfono público?- El parque Greenhill era un cuadrado que contenía un círculo de bosque en su centro. Era famoso por la alta tasa delictiva, desde el centro del parque era casi imposible ver más allá de los árboles, y la iluminación era muy pobre. Al centro había una plaza con bancas de concreto y en cada esquina de este pequeño claro se encontraba un teléfono.
- Aquí está.- Recorrimos el parque hasta cruzar el muro de árboles. La caseta a la que se refería Ozfelian tenía un largo cartel en uno de sus costados, era un comercial de cigarros “faraón”. El pedazo de cartón cobraba sentido, y una enorme pieza del rompecabezas cayó del cielo. Acabábamos de tropezar con un hilo invisible.
- Es la misma marca que el cartón que tenía el señor Acosta, pero ¿qué significa todo esto?- Preguntó Martin.
- Hablé con el First National Bank, Patrick Acosta hizo grandes retiros de efectivo e incluso vació sus cajas de seguridad. En ocasiones le acompañó su amante, y ambos parecían nerviosos. Al menos eso según el banquero.- Felton se rascó el bigote y recorrió la plaza. Un par de adolescentes notaron las placas y echaron a correr. Poco a poco Felton fue ubicando que cada caseta de teléfono tenía un cartel diferente, cada uno en una esquina, bien protegido por árboles.
- ¿No lo ves Martin? Une las piezas: largas sumas de dinero, nervioso, hay un lugar oscuro donde tiene que esperar una llamada, es un lugar donde alguien podría fácilmente esconderse.
- Por eso estaba tan nervioso el señor Acosta antes de morir, lo que usted dijo de las mangas de la camisa, era chantaje.
- Recibe algún aviso, Acosta debe llamar a la caseta, recibe instrucciones, se le dice una marca de cigarros y la cantidad, deja el dinero y las joyas en la cabina y se va.- Ozfelian se arremangó la camisa y sonrió.- Ese Miles Bechard de quien me habló Martin, ¿no era el que culpaba a Acosta de los cargos de corrupción?

                No era necesario decir nada más. A toda velocidad cruzamos la ciudad con las sirenas a todo volumen. Irrumpimos la oficina de Bechard sin prestar atención a la secretaria. Ozfelian sacó su placa y la azotó contra su escritorio, Felton hizo guardia en la puerta mientras que Larry y yo rodeamos a Miles, uno de cada lado. Miles Bechard era un hombre rubio de mediana edad y de complexión atlética. Se estremeció al ver la placa y trató de levantarse de su asiento.
- Tranquilo compañero.- Ozfelian le tomó del hombro y le regresó a su sitio.- ¿Cuándo vio a Patrick Acosta por última vez?
- No lo sé, hace años.
- Gavin Acosta, ¿necesita que le diga algo más?
- No sé de qué me hablan, llamaré a mi asistente para que se comunique con…
- Eso es, hágalo. Todos queremos hablar con ella, nos encantaría echar un vistazo a su agenda, seguramente encontraremos a los Acosta.
- Está bien, está bien. He visto a Gavin recientemente, vino el lunes en la mañana por los resultados trimestrales. Patrick quiere despedirme, no veía sentido en discutir los resultados, pero su hijo no me hizo mucho caso.- Me senté sobre el escritorio mientras dejaba que Ozfelian respirara en su nuca y deslizara las vocales al hablar. No le llamaban el “mago de Oz” por nada.
- Apuesto que detestas a ese chico, ¿y quién no? Te despiden, sin importar cuántos años has estado trabajando aquí, y además te reemplaza ese bueno para nada. ¿Tienes planes para tu retiro?
- ¿Qué quiere que le diga? No me gusta la idea de perder mi empleo, mucho menos a ese chico.- En el escritorio, a un lado de la lámpara, descubrí una pequeña estatua de un avión, en la base se encontraban dos espacios para colocar plumas fuentes. Tomé la única que había, se trataba de una pluma metálica que simulaba ser de oro, se encontraba decorada por líneas y curvas de la misma forma que la pluma del bolso de Gillian Chambers.
- ¿Dónde está la otra pluma?
- ¿Qué pluma? Estoy a dos segundos de llamar a mi abogado.- Al tratar de tomar el teléfono Ozfelian le propinó una bofetada que le regresó a su lugar e hizo ver estrellas.
- Contesta la pregunta.
- No lo sé, la he perdido.
- Yo sé donde está señor Bechard, descuide. La tiene Gillian Chambers.- Me miró como si no reconociera los nombres y comenzó a sudar.
- No sé de  qué me habla…- Estaba serio y consternado.
- ¿Quieres otra?- Ozfelian alzó la mano para golpearlo, pero Bechard se agachó tanto como pudo en su sillón.- Asesinaste a Acosta cuando te pusiste avaro.
- ¿Qué?
- Me escuchaste patán.
- No, no, espere… No es eso… Dios mío, ¿qué hago?
- Usted chantajeaba a Patrick Acosta, seguramente con información sobre el desvío de fondos de hace cinco años. En la última entrega ocurrió algo que le hizo terminar el trato, decidió que sería mejor si retiraba el dinero, le siguió hasta el departamento y mató a los dos.
- No, usted no entiende, sí le estaba chantajeando. Tengo copias de los contratos de construcción, él me culpó a mí y al ingeniero, pero fue él quien tuvo la idea y dio las órdenes. Me enterró en este trabajo de porquería y cuando creyó que la crisis había pasado, trató de reemplazarme.- Nadie dijo nada. Me acomodé en mí lugar y Ozfelian hizo tronar sus dedos como una amenaza. Captó la indirecta y siguió explicando.- Juro que no lo maté, ¿porqué lo haría? Era un buen negocio, le enviaba un cartón de cigarros, dependiendo la marca anunciada en la cabina, en 24 horas él llamaba a esa cabina, conveníamos la hora, entregaba una bolsa en la caseta y se iba. Ese parque era excelente.
- ¿Cuánto dinero le exprimiste?
- Millón y medio.- Dijo con una sonrisa.- No podía dejar pasar la oportunidad. En los últimos seis meses me ha hecho un hombre rico, primero era con billetes, pero me ha estado pagando con joyería también, y no me quejo, muchas veces pagaba más de lo necesario porque no calculaba el valor de sus joyas. Puede despedirme si quiere, pero tengo mi plan de retiro asegurado.
- La verdad es que no quiere nada, tampoco su amante Gillian Chambers, nada en lo absoluto. Perdieron la habilidad de querer cuando les disparaste anoche.
- Pero es que nada de lo que me dice tiene sentido. Me pasé la noche contando mi dinero y fundiendo piezas de oro, no maté a nadie. No soy un asesino, yo apenas conocía a Chambers. Megan era quien la conocía desde la infancia, pregúntenle a ella, ¿por qué mataría a la gallina de los huevos de oro?

                No había tiempo que perder. Ordené a Felton que llevara a Miles Bechard al precinto, para procesarle por chantaje y sospecha de homicidio. Ozfelian y yo nos dirigimos a la residencia Acosta, era momento para la señora Acosta de atar algunos cabos sueltos. La puerta de la mansión estaba abierta, sus cuatro abogados y su hijo la acompañaban en la sala. Los cuatro cuervos nos miraron con desdén. Nosotros traíamos la plaga, éramos la muerte.
- No pueden hablar con nuestra cliente sin nuestra autorización.- Oz contuvo su violencia, ambos hubiéramos deseado arrancarle la cabeza al abogado judío que se pavoneaba a nuestro alrededor. Era necesario un recurso más inteligente que la violencia.
- ¿Ha tratado de usar sus tarjetas de crédito señora Acosta?
- ¿Qué le acabo de decir? Detective, tiene que entender que cuando usted contempla a la señora Acosta como su sospechoso principal…
- ¿Dónde escuchó eso?- Interrumpió Ozfelian.- Veníamos a preguntarle por los retiros de efectivo de su marido, queríamos saber si han tenido gastos fuera de lo común.
- No trate de engañarnos, el fiscal puso en alerta a la señora Acosta.- Jerry Williams estaba desesperado. Subestimé su cobardía cuando le enfrenté en la casa de Gillian Chambers, pensé que regresaría a su oficina y me dejaría hacer mi trabajo, o que quizás me preguntaría como ajustar  los resultados a su carrera, y no a la inversa. Teníamos hasta la noche para encontrar culpables y evidencia física sólida, y ahora también teníamos al fiscal arruinando nuestro progreso con tal de evitar aún más escándalos de la prensa amarillista.
- Señora Acosta, ¿sabe que su marido retiró las cajas de seguridad?
- ¿Eso también?- Preguntó Gavin. Megan le tomó del brazo, su mirada denotaba preocupación.
- Intenté usar mis tarjetas, al parecer Patrick gastó todo nuestro dinero.
- Pensamos que podría ser chantaje.- Me senté lo más cerca de ella que pude, mientras Ozfelian merodeaba por la casa, atrayendo la atención de los abogados. Era obvio que no conseguiría nada husmeando por ahí mientras tres cuervos le seguían, pero me daba suficiente espacio para maniobrar con cuidado.
- Ese maldito, lo debí imaginar.
- ¿Sabía usted que mantenían un romance?
- Detective, esa pregunta es francamente…- El abogado me interrumpió, me puso una mano en la manga y sonrió.
- Teniente detective. Teniente para usted. Señora Acosta, debe entender que es difícil hacer mi trabajo en estas condiciones, necesito saber qué sabía usted sobre Gillian Chambers, pues el chantaje podía ser para tapar su infidelidad.- Su mirada cambió, se suavizó. La mentira había funcionado tal y como la había planeado.- Usted conocía a Gillian Chambers desde la infancia, ¿no es cierto?, ¿seguían siendo amigas?
- Me imaginaba cosas, ella siempre estaba muy rara. Yo quería salir con ella cuando mi marido trabajaba hasta tarde y ella siempre estaba ocupada, o no se aparecía por ninguna parte.- Volteó a su hijo, con lágrimas en los ojos.- Será mejor que esperes en la cocina Gavin.
- Sí mamá, si me necesitas estaré ahí.
- Él era distante y pensé que se debía a su afección cardíaca, no imaginaba que Gillian me hiciera eso. Era muy peligroso para Patrick, es una suerte que no muriera de un ataque al corazón en algún motel o algo así.- Se mordió las uñas tratando de ordenar sus pensamientos. Ozfelian no podía mantenerles ocupados por mucho tiempo más, y el abogado que acompañaba a Megan Acosta comenzaba a perder la paciencia.- Compré un auto, le seguí un día, la semana pasada.
- ¿Porqué compró un auto?
- El mío no funcionó ese día, no sé que tenía. Eso fue en la mañana, luego mi marido me dijo que salía por una reunión urgente. Me estaba mintiendo, era miércoles y nunca había reuniones ese día. Lo compré en efectivo y no estoy segura de que eso sea legal, porque no estaba ni registrado ni tenía placas ni nada. El dueño se quería deshacer de él, estaba muy golpeado de un lado.- El auto de los testigos, ¿para eso necesitaba a los abogados, qué otro ángulo manejaban ellos?- Lo seguí hasta el parque greenhill y ahí lo perdí. No estaba solo, estaba con otra mujer, y como era pelirroja yo pensé que se trataba de Gillian. Estaba segura de eso. Me guardé eso por varios días, pero tenía que saber. Llamé a su oficina, me dijeron que no había ninguna reunión, y él regresó hasta tarde. Finalmente el domingo salimos a comer, yo no quería hacer una gran escena… ¿Puede creer que me preocupaba su corazón? Pensé que si le confrontaba violentamente, se me moriría ahí mismo. Me mintió a la cara y evadió todas mis preguntas. Me dijo que le estaba dando un aventón a Gillian, algo inocente, pero que se le olvidó decírmelo. Sobra decir que fue una comida breve.
- Ahí lo tiene teniente, ya pueden irse.
- ¿Qué pasó con el auto?
- ¿Qué importancia tiene?- Los demás abogados regresaron, visiblemente enojados. Ozfelian no podía seguir su farsa.
- Me lo robaron, lo dejé a una cuadra de aquí y se lo llevaron, creo que el jueves o viernes, no estoy segura.- Había comprado un auto en efectivo, y no le importaba que se lo robaran, aún cuando ni siquiera estaba asegurado, ¿el dinero le valía tan poco que no le molestaba?, ¿era posible que pensara que el auto era un juguete provisional, o sabía que era mejor darlo por perdido que someterlo a una investigación forense?

                Ozfelian no dejó de maldecir mientras conducía de regreso al precinto. Tenía razón de estar enojado, el fiscal en persona se había vuelto un obstáculo en una investigación que él mismo apresuró. Canalicé mi ira de manera más constructiva. No necesito golpear el tablero del auto para liberar mis emociones mal dirigidas, como hace Ozfelian. Para cuando llegamos al precinto ya tenía pensado diez números distintos para solicitar ayuda y acorralar al fiscal. Se trataba de una jugada peligrosa, una cosa era fanfarronear frente a él, otra muy distinta era hacerlo un enemigo declarado. No tenía suficiente suciedad sobre su persona como para enterrarlo, y conseguir rumores es siempre un negocio peligroso, pues la fuente puede ir directo con él y ponerle sobre aviso. Era necesario otro enfoque.
- Hijo de perra.- Ozfelian se lanzó sobre él, casi tirándolo sobre el escritorio en el que Felton procesaba la montaña de papeleo. Entre los dos pudimos separar a Ozfelian del fiscal.- ¿La pusiste sobre aviso?, ¿estás demente?
- Ponga una correa a su perro teniente, porque le juro…
- ¿Qué demonios pasa aquí?- El capitán Parkman asomó la cabeza. Haría lo que fuera por complacer al fiscal.- Vamos a mi oficina, y Ozfelian… Ten cuidado.
- Capitán, el fiscal tuvo la genial idea de poner sobre aviso a nuestra sospechosa principal.- No podía esperar a que cerrara la puerta.- ¿Porqué no me dijo que me alejara?, pudimos resolver esto de otra forma.
- Le dije que tuviera cuidado.
- ¿Quiere que Megan Acosta llame al diario y anuncie a los cuatro vientos que el departamento de policía está conduciendo una quema de brujas? Porque eso es lo que pasará, dirá que fuimos tras su marido, no pudimos arrestarlo, pero le quitamos el crédito, después manchamos su reputación con rumores de un romance, y finalmente tratamos de encerrarla a ella.- Jerry Williams se sentó en el escritorio, el capitán permaneció de pie. La cabeza me dolía, necesitaba paz y tranquilidad. Podía sentir mi mente estallando en ruido, perdiendo los hilos invisibles tras el ruido.
- Ella no hará tal cosa.
- ¿Qué le hace suponer eso?- Interrumpió el capitán.- El teniente Simone tiene un buen punto.
- No lo hará porque hice un trato con ella y sus abogados, no los tocamos y a cambio no hablan con la prensa. La compañía de Patrick Acosta tenía varios contratos importantes para el alcalde, los necesita para ganar las siguientes elecciones, si se destapa la coladera esta ciudad se quedará sin un nuevo sistema de alumbrado público, y señores eso es inaceptable.
- Ya veo.- El capitán se sentó detrás de su escritorio y encendió un cigarro. Los tres quedamos en silencio aparente. Debajo de la superficie las aguas se movían con violencia. Tenía que hacer mi movida, proteger a mis detectives y a mí mismo de la cólera del departamento de justicia. No podía hacerme enemigo del alcalde porque entonces perdía todas mis amistades políticas, era necesaria una jugada rápida y certera. El tiempo se me iba de las manos como los hilos transparentes. Encendí un cigarro mientras ordenaba mis ideas.
- Ese Ozfelian será puesto bajo investigación, se lo aseguro, y si ustedes no se andan con cuidado tendré al departamento de asuntos internos sobre los dos. No me importa su rango capitán Parkman, ni el suyo Simone.
- ¿Está familiarizado con la historia naval señor Williams?- El capitán y el fiscal me miraron extrañados.- Es un tema apasionante. La estrategia más sabia es siempre aquella en la cual uno aparenta poner en riesgo sus propios navíos, mientras que acorrala al enemigo.
- ¿Me está amenazando?
- No, por el contrario fiscal, en este momento soy el único amigo que tiene.
-  Está más loco de lo que dicen los rumores Simone.
- Patrick Acosta desvió millones de dólares del erario público. Usted lo sabe y yo también, y la prensa se lo huele, sobre todo después de su muerte. Más importante que nosotros, hay alguien que puede dar la evidencia, Miles Bechard. Le estaba chantajeando con documentos que demuestran la culpabilidad de Acosta. Puede callarlo, ofrecerle su libertad y una suma de dinero. Podemos poner un chivo expiatorio, encontrar un negro y cargarle los muertos. Usted queda bien frente al alcalde y todos ganan.- Me di el tiempo de saborear el cigarro, me estaba poniendo una soga alrededor del cuello, por lo que valía la pena disfrutar ese momento.- Yo propongo hacerle a usted el héroe, y no el chico de los mandados. Usted sale frente a la prensa diciendo que no está dispuesto a ser extorsionado y que en esta ciudad impera la ley. De esa forma, si lo hace hoy mismo, cuando la noticia salga sobre la policía cazando a los Acosta como cacería de brujas, usted les quita crédito y anuncia que ha descubierto al responsable, y no a un chivo expiatorio. Le daré el caso, todo antes de la medianoche, antes de que los periódicos cierren la edición. A cambio quiero que dejen en paz a mis detectives, y por supuesto, quiero que me dejen en paz a mí. El capitán Parkman y usted anuncian que son paladines de la justicia, que arrestaron al chantajista y al homicida.
- Imposible, esa noticia nunca saldrá. Hice un trato y conozco a esos abogados, honraran su parte del acuerdo siempre y cuando usted les deje en paz.
- No me malinterprete, esos abogados mantendrán la boca cerrada. Yo no. Si no hace lo que le digo, hablaré con varios reporteros amigos míos, les diré cómo la ciudad trató de encerrar a Patrick, y ahora quiere investigar a su esposa, también sobre cómo usted quiere callar a Miles Bechard el chantajista e incluso ordenó al capitán buscar a un chivo expiatorio. Puede investigarnos todo lo que quiera, pero Miles me dará esos papeles incriminatorios, o los encontraremos por nosotros mismos y mostraremos cómo en esta ciudad el departamento de justicia protege a empresarios corruptos.
- No puedes hacer eso  Simone, estás loco.- Bramó el capitán, azotando el puño contra el escritorio.
- Llame al alcalde, dígale que seguirá el caso hasta el final, dígale que es usted un paladín de la justicia. Él le tendrá por muerto, pero cuando cumpla su palabra antes de la medianoche, entonces será más que un simple novato que le limpia la nariz cuando estornuda. Como dije, hace peligrar su navío mientras nosotros hacemos todo el trabajo pesado. Si fallo, usted puede hacer lo que quiera y mostrarme a mí como un mentiroso que tiene algo personal en su contra, de una manera u otra usted gana. Incluso si no le encuentro el culpable estoy seguro que el capitán tendrá algún chivo expiatorio, usted habrá derrotado a un departamento de tenientes y detectives corruptos y venció contra todas las probabilidades en su misión eterna por la justicia, el bien y las cursilerías. Lo único que tiene que hacer es llamar al alcalde y hacerle frente, convencerle que es por su propio bien.
- ¿Sabe una cosa teniente? Puedo sacarlo de su cargo, transferirlo a tránsito y meter a alguien más.
- Pero no lo hará, primero porque no tiene tiempo de hacer todo desde cero, segundo porque no se atreve, tercero porque sabe que tengo razón.
- ¿Medianoche?
- Medianoche.
- Si me deja mal frente al alcalde, le crucificaré a usted y a todos en este precinto.
- Sólo recuerde una cosa señor fiscal, me deberá un favor. Usted también capitán. Los dos me las deberán en grande. No quiero ser capitán, prefiero quedarme como teniente, pero bien protegido.- Salí de su oficina con una sonrisa, no todos los días se hace un amigo nuevo. El sol desaparecía tras el horizonte y la ciudad comenzaba a oscurecer.
- ¿Y bien?- Felton y Oz se encontraban de pie en la puerta de mi oficina.
- Martin, Larry, les tengo buenas y malas noticias. La buena es que no estamos despedidos, no aún.
- ¿La mala?
- Acabo de hacerme enemigo del fiscal de distrito, el capitán, y más importante, el alcalde.- Ozfelian encendió un cigarro y entramos a la oficina. Detesto fraternizar demasiado con los subalternos, pero la ocasión lo ameritaba. Mi esposa, si aún viviera, habría estado orgullosa de mí, y eso es lo único que me importa.
- ¿Qué podemos hacer? Felton ha estado interrogando a Bechard, ha dicho de todo menos el homicidio, si quiere le puedo facilitar la confesión.
- No, aún no. Hay muchas cosas que no me cuadran.
- ¿El auto?
- Entre otras cosas.
- Quizás Miles Bechard y Megan Acosta mantenían un amorío, él toma el auto que Megan compró con efectivo, y lo usa para cometer el robo, para él, y los muertos, para ella.- Intervino Felton.
- No, en todo caso lo habría hecho ella sola.
- Pero Larry, ¿cómo sabemos que ella compró un auto? Si no está registrado, quizás no compró nada y protege a alguien, a ella misma o a su hijo, o a algún amante.
- No, no, el teniente tiene razón, muchas cosas no cuadran.
- Todo cuadra detective Ozfelian, si conocemos la imagen completa no hay un solo rompecabezas que no tenga solución. Falta una pieza.
- El auto, sí. Estamos en eso, ¿tengo su permiso para pedir todas las unidades?
- Sí. Pero el auto no es el centro.
- ¿Entonces qué es?
- El gato botitas y el perro manchones. Ahí se decide todo.- Me quité los lentes y azoté la mano contra el escritorio. Nunca me habían visto así y se miraron desconcertados. Vinnie paranoias me llaman. Se ríen de mí a mis espaldas mientras les mantengo con vida y sobrevivo como puedo entre los tiburones políticos.- Hice un trato con el fiscal…
- ¿Qué quiere decir?- El más preocupado era Ozfelian, por obvias razones.
- Él se muere de ganas de encerrarte, y a mí también. Si damos con el o los responsables de este asunto antes de la medianoche, y dejamos que él y el capitán se roben todo el crédito, entonces estaremos seguros, sin investigaciones internas ni preguntas. El capitán me deberá  un favor muy gordo y lo mismo el fiscal. Si no lo logramos…
- Terminamos en prisión… Hablaré con los patrulleros, que se apuren en encontrar ese auto a como dé lugar.- Ozfelian salió de un brinco. Felton se acomodó en la silla como si dispusiéramos de todo el día y se rascó el bigote, mirándome como si fuera  un fenómeno de circo.
- ¿Algo que decir Felton?
- ¿Porqué lo hizo? Me refiero a que podría habernos entregado a Larry y a mí al capitán o al fiscal, podríamos haber enterrado el caso como hemos hecho antes con otros, y asunto solucionado para usted.
- No me quedan muchos… Mi mente no aguantará más años bajo esta presión, se desmorona como está. El precio del genio, toda humildad aparte. No quiero terminar de detective o burócrata, quiero mi pensión de teniente detective con beneficios y disfruto demasiado lo que hago como para forzar mi ascenso a capitán.- Martin sonrió y se excusó. No puedo creer que le dijera eso, había formado cierta confianza en el chico y me estaba encariñando con ellos dos, aunque nunca pensé que eso fuera posible. ¿Porqué no? Era mi último día en el trabajo, sería depuesto en la mañana, así que me tomaba mis libertades. Me encontraba mitad adentro y mitad afuera, apenas sostenido por los hilos invisibles que mueven todas las cosas. Había lanzado mis anzuelos, había formado a mis títeres, había jalado los hilos y estudiado la mayor cantidad de hilos posible, pero ahora me quedaban unas horas.- Martin, espera.
- ¿Teniente?
- No vayas con Oz, quiero que vayas por los Acosta. Tráelos aquí, bajo arresto por sospecha de homicidio.
- ¿Y sus abogados?
- Que vengan. Esto tiene que ser ruidoso.- Lanzaba más y más hilos. Trataba de entender un tapiz homicida mientras yo creaba mi propio tapiz político.
- Teniente, malas noticias.- Ozfelian regresaba con un reporte en la mano.- Encontraron el auto y no nos sirve. Estaba en Morton, en la peor zona posible, robaron las llantas y dos puertas, dejaron la puerta con rallones y los faros delanteros. No sacaremos nada en claro del auto.
- El gato y el perro…
- ¿Manchones y botitas?- Necesitaba pensar, mi mente aullaba a todo volumen y no podía callarla. No encontraba tranquilidad.- ¿Quiere que saque una orden de arresto para un perro y un gato, o prefiere que llame a mi representante sindical y a mi abogado?
- Acompañe a Felton, tengo que hacer una llamada de teléfono.

                Taza de café, cajetilla de cigarros y un listín telefónico. Hablé con los vecinos de Gillian Chambers, primero por los inmediatos y después fui ampliando el círculo. Presentación, motivo de la llamada, respuesta, agradecimientos, disculpas y despedidas. Tardé una hora y media hasta dar con lo que buscaba. La familia Thorpe tenía mascotas, tres perros, y usaban un veterinario de la zona, pudieron darme el número sin problemas. El veterinario no conocía a ninguna Gillian Chambers, ni tenía en su registro a esas mascotas. Seguí probando suerte con veterinarias de la zona hasta finalmente dar con una.
- ¿Doctor Davis? Soy el teniente detective Vincent Simone, del departamento de policía. Necesito saber si usted conoce a una clienta de nombre Gillian Chambers.
- ¿Gillian? Sí, por supuesto. La dueña de botitas y de manchones, ese perro es adorable. Nos hemos encariñado con él, es un labrador de lo más simpático.
- ¿Siguen ahí?
- ¿Sucedió algo con Gillian?- Terminé el café y disfruté de mi segundo cigarro. No tenía ganas de repetir mis preguntas.- Es decir, sí, por supuesto que aquí están.
- ¿Qué quiere decir con “por supuesto”?- Por la ventana pude ver a Felton conduciendo a Megan Acosta y a su hijo Gavin a la sala de interrogatorios, mientras los cuatro abogados acechaban sobre Ozfelian e insistían en estar presentes en el cuestionamiento.
- Los dejaron aquí el domingo, como a las siete. Me pagó para un mes completo. Mi veterinaria funciona como pensión. ¿Le pasó algo a Gillian?
- No le ha  pasado nada desde ayer.
- Que bueno, me había preocupado.
- Está muerta, pero a su cadáver no le ha pasado nada. ¿Porqué habló en plural? Usted dice que “los dejaron”, ¿iba acompañada de alguien?
- Es terrible, pobre Gillian… Déjeme pensar, no estuve yo el domingo, es mi día de descanso. Mi secretaria estaba presente, ahora ya se fue, es muy tarde.
- ¿No le dijo nada?
- Era un hombre, eso es todo lo que dijo. No le prestamos atención, es decir, ella es una mujer atractiva, es natural que tenga novios.- Colgué sin decir otra cosa.

Abogados entraban y salían de la sala de interrogación, el asunto era lo suficientemente ruidoso. Momento de actuar. Discernir entre la paja para encontrar algo valioso es un arte metódico, pero un arte al fin y al cabo. Se necesita la mente de un artista para ver las cosas desde distintos ángulos, trabajar sobre especulaciones a partir de aquellos hilos invisibles. Mi mente gritaba de dolor, había sido un día pesado y ruidoso. Me alegré al saber que ya casi terminaba, y muy a tiempo pues los periódicos ya estarían por cerrar las ediciones. Incluso si terminábamos antes de la medianoche pasarían horas para que el capitán y el fiscal pudieran ubicarse en el asunto, hablar con reporteros, salir en las noticias y todas esas idioteces de burócratas. El ruido no se detuvo ni cuando entré a la sala.
- Teníamos un trato con el fiscal de distrito, Jerry Williams…
- Y agradecemos la paciencia que nos han dado, así como la discreción.
- ¿Se burla de nosotros?- Los abogados estaban rojos de ira.- No puede detener a la señora Acosta por sospecha, nos vamos de aquí, porque puede usted estar seguro de algo, y ese algo es que no dirá ni una palabra.
- Que bueno. No quiero que digan nada. Les haré un favor. A ustedes los abogados les gusta saber quién es sospechoso, qué evidencias estamos considerando, cuál será nuestra estrategia, y todo lo demás. Así que les diré todo.- Encendí otro cigarro más. Mi esposa no lo habría permitido, pero finalmente había  logrado unir todas las piezas y merecía mi recompensa.- Señora Acosta, Gavin, pueden irse si lo desean, no están bajo arresto, pero este es el único lugar donde podemos tener esta conversación.
- Diga lo que tiene que decir.- Obviamente estaban interesados. Era fundamental para ellos saber qué piensa la policía, de esa forma tienen siempre  un contraargumento listo para la corte si el asunto trasciende a un juicio.
- Nadie le creía, señora Acosta, que usted compró un auto. Ozfelian pensaba que nos podía estar mintiendo. Es un detective competente, pero no suele ponerse en los zapatos de otra persona. Yo le creo. Cada palabra, de hecho, la creo a pie juntillas. Una mujer acaudalada que cree que su marido tiene un romance y está dispuesta a malgastar miles de dólares en auto, seguramente robado, para seguirlo. No aprecia el valor del dinero de la misma forma que un policía mal pagado, pero tenía usted motivos para hacerlo, satisfacer su curiosidad le era imperativo.
- Que bueno que piense eso, ¿eso es todo?
- Para nada abogado, apenas estoy calentando.- Me mantuve de pie, rondando por la habitación con las manos en la espalda y la nariz apuntando al suelo. Me llaman un buitre al hacer eso, parezco un carroñero que usa su pico para desplazar los huesos y hurgar la carne. Me parece más adecuado que “Vinnie paranoias”.- En una investigación de homicidios siempre partimos a partir de cero, cualquiera en el mundo pudo ser culpable, menos una persona, el muerto. Es una deducción básica. Como tantas otras deducciones básicas, es falsa.- Ahora tenía la atención de todos.- Gillian Chambers fue asesinada, pero eso no la hace inocente.
- Por supuesto que no, se acostaba con mi marido.
- Mamá, por favor, mientras menos hablemos mejor. Nos iremos más rápido si escuchamos y no decimos nada.
- Tiene razón señora Acosta, se acostaba con su marido. Se trata de una mujer seductora, un instinto animal que convierte cualquier contexto en un contexto sexual.- Recordé con cariño mi intromisión voyeur a su hogar.- Su sala era prácticamente algo sacado de una fantasía erótica africana. Se acostaba con su marido, pero ¿qué tanto sexo podría tener su marido sin que su corazón estallara? Muy poco. Apuesto mi pensión a que su marido buscaba la compañía de Gillian únicamente por la emoción. Tenía un pequeño oasis, unas vacaciones de verano.
- ¿Gillian estaba con mi marido para robarle, para eso era su amorío?
- Sí y no. Su marido era un hombre rico pero impotente en la cama, Gillian era una fiera salvaje. ¿Quién le robaba realmente? Miles Bechard. Un hombre resentido y sin escrúpulos, quien exprimía a su marido por cada centavo. ¿Qué sería de la pobre Gillian si su amante perdía todo su dinero? Ciertamente este era un pensamiento que molestaba a Gillian. De hecho era un pensamiento que causaba mucha angustia a todos los involucrados en el caso. Gavin perdería su estilo de vida, usted pierde su mansión, Gillian a su amante rico y Miles  pierde su plan de retiro. Todos aquí querían ver a un Patrick feliz y millonario. Nadie lo quería muerto y humillado.
- ¿Qué intenta decir, que mi papá mató a Gillian o a la inversa?
- No pudo ser su padre, eso seguro. Gillian, por el otro lado, aunque es la víctima, es nuestra sospechosa principal. La pieza final la acabo de encontrar, hablando por teléfono. Gillian dejó a sus mascotas en el veterinario para que les cuidaran por un largo tiempo. La noche antes de morir, ¿porqué haría eso?, dicho de otro modo ¿porqué una persona deja a sus mascotas en una pensión? Lo hace porque no estará para cuidarlas, quizás sea porque estará de viaje o porque ingresará a un hospital. Gillian planeaba un viaje al hospital. Ella sabía que no estaría disponible para su gato Botitas y para el labrador Manchones. Sabía que estaría en el hospital porque tenía planeado recibir un disparo. La mejor manera de aparentar ser una víctima es convertirse en víctima. Esperaba que le dispararan de tal forma que no muriera, pero quedara libre de sospechas. Semejante escenario solo sería posible si trabajara con un socio. Encontramos una pluma en el bolso de Gillian, esa pluma era la gemela de otra pluma, propiedad de Miles Bechard. ¿Sabía Gillian, o Patrick, la identidad del chantajista? Quizás sí, quizás no. Da igual.
- ¿Cómo que da igual?
- A eso voy señora, aguarde. ¿Qué tiene que ver Gillian con Miles Bechard? Era una pregunta que me inquietaba. Una fiera sexual con un amante impotente, ¿qué más podría hacer? Tenía ella misma un amante. La pluma indicaba que su amante era Miles. Un plan macabro, Miles le extorsiona, Gillian se asegura de que pague cada centavo. Por alguna razón Miles se cansa de tener que dividir todo en partes iguales y la mata para quedarse con todo. Miles fue quien nos alertó que Gillian era su amiga de la infancia. Fue Bechard quien alimentó nuestras sospechas sobre usted. ¿Y porqué no? Se queda con la herencia, su coartada es débil pues podría haber salido a la mitad de la función, usted tendría motivos para matarlos. Aún así, no me cuadraba el asunto, ¿para qué necesitaría Miles a Gillian? Era un hombre rico y lo suficientemente inteligente como para cometer extorsión, no se dejaría seducir por Gillian así de fácil. No era un tonto como para caer en sus redes. ¿Para qué le robaría directamente si podía sacarle el dinero de las manos sin usar la violencia?
- ¿Qué demonios quiere decir con todo esto?
- Calma abogado, recuerde que no he hecho ninguna pregunta. Les estoy informando.
- Al grano entonces.- Terminé mi cigarro y lo apagué en la mesa de metal, frente a los abogados que me veían con asco.
- Entre la basura de Gillian encontré recibos de una vinatería fechados el domingo. Ese día, según usted señora Acosta, Patrick se encontraba comiendo con usted. Por lo que encontré entre la basura me figuraba que habría tenido relaciones sexuales con su amante ese día, pero no era Patrick, sino la otra figura misteriosa. En la regadera encontré cabellos negros, muy largos. Es algo romántico tener relaciones sexuales en la regadera. Patrick habría muerto por el vapor y el esfuerzo físico. Miles Bechard es rubio. Únicamente hay una persona que tenía acceso a la pluma que Miles Bechard tenía en su escritorio, únicamente una persona podría haber tenido relaciones con Gillian en la regadera. El hijo seduce a su nueva madre. Es muy freudiano Gavin.
- ¡Madre de Dios!- Gritaron los abogados al unísono.- Nos vamos de aquí.
- ¿Querían saber? Ahora lo sabrán.- Ozfelian saltó hacia la puerta para detenerlos. Martin me miraba con completa sorpresa.
- Gavin decía que no conocía a Gillian, aquello sería inaudito. Amiga de su madre desde que eran niñas, y tanto Gavin como Gillian jugaban golf en el mismo club. No pudo ser Miles porque sacaba buen dinero de Patrick, pero Gavin sabía que su padre perdía dinero, y Gillian le sedujo y le dijo todo. Gillian temía que su amante se quedara sin dinero, ella querría un amante varonil, potente y sobre todo millonario. La seducción debió ser una obra de arte, quizás Gavin le pintó algunos cuadros, como el de las orquídeas que tenía en su sala, o como los cuadros del departamento. Gillian los llevó para decorar el apartamento como una forma de conquista, ella imponía a su macho alfa sobre su macho impotente. La idea era que Gavin robara el auto sin registro de su madre, matara a su padre, robaran entre Gillian y Gavin la caja fuerte, luego ella recibiría un disparo y todos correríamos en círculos. Había una mancha de sangre en la pared de la caja fuerte, fue puesta ahí por un zapato que pisó la sangre de Patrick Acosta, era la huella de Gillian. Gavin, lamentablemente, se puso ambicioso y mató a su amante. Pensaba que nadie pensaría que él tenía un romance con la amante de su padre, todos pensaríamos que fue Miles Bechard porque él puso su pluma en el bolso de Gillian. Gavin le dio una pequeña visita a Bechard, exigiendo ver los resultados trimestrales, todo muy bien planeado, debo admitir.
- Están locos, mi hijo no haría eso.- Las lágrimas en el rostro de Megan Acosta comenzaban a rodar por sus mejillas.
- La coartada de Gavin era conveniente, llama a su vecino por detergente, pero luego insiste en que no necesita nada. Luego de dejar el auto llamaste por teléfono a tu vecino. Al llegar a tu departamento hiciste el desastre para que no dudáramos de tu coartada. Hay un problema, sin embargo, si revisamos las llamadas que hiciste desde tu loft encontraremos que no llamaste a tu vecino a esa hora. Es más, te aseguro que si buscamos entre las llamadas de los teléfonos públicos de la zona en Morton donde abandonaste el auto, encontraremos la caseta desde la que se hizo la llamada.
- ¿Gavin, es cierto?
- No olvides Gavin, que tú acompañaste a Gillian a dejar a sus mascotas. La secretaria te ha identificado.- Gavin bajó la cabeza y comenzó a llorar. El corazón de Megan se enfrió para siempre. Al ver a su hijo, avergonzando y llorando, no lo reconoció.
- ¡Hijo de perra! Te voy a matar.- Se lanzó sobre él, arañando su rostro y dando de patadas y gritos. Ninguno de nosotros la detuvo. Después de todo, el fiscal nos había pedido que no interfiriéramos. Los abogados tuvieron que separarla, luego de hacerle el sangrar con los arañazos. Sus trajes costosos se mancharon de sangre y no pude contener mi sonrisa.- Estás muerto Gavin, yo misma en persona testificaré en tu contra. ¿Cómo pudiste? Era un mentiroso, pero era tu padre y era mi marido, con o sin amante le amaba.

                Arrestamos a Gavin Acosta al cabo de unas horas. Su madre se limitó a reiterar su compromiso para testificar y cooperar de cualquier manera posible. Los abogados no sabían qué hacer o qué pensar. Dado que la herencia  la retenía ella, y el dinero robado de la caja fuerte era evidencia del crimen, Gavin quedó sin fondos para su defensa. Confesó esa misma noche, dando una explicación detallada de la seducción, el crimen, su coartada y el lugar donde escondió las joyas. Jerry Williams, quien se había enfrentado al alcalde en una asombrosa actitud heroica, defendió a la administración al día siguiente. “Una ciudad de la ley, no de la corrupción” era su lema, decía que el alcalde en persona le había urgido a encontrar al culpable sin importar las implicaciones mediáticas. El capitán Parkman tuvo su entrevista y titulares, según su versión de los hechos fue él quien dedujo todos los cabos sueltos y, justo cuando la investigación se tornaba comprometedora, conforme se acercaban a la familia Acosta, fue el fiscal de distrito quien le dio ánimos para seguir, declarando “Jerry Williams siempre ha sido un amigo de la ley, y me dio los esfuerzos para continuar. Me prometió que en esta ciudad la ley se protege para todos y no importan los apellidos, sino las acciones”.

                Ozfelian y Felton salieron a celebrar la victoria. Ozfelian se había salvado, de nuevo, de ir a prisión por una investigación interna. Yo preferí quedarme en casa para terminar mi rompecabezas de mil piezas del Partenón. Al escuchar por la radio que Jerry Williams pensaba lanzarse como candidato en las siguientes elecciones no pude detener la risa, preguntándome si el fiscal era capaz de ver los hilos invisibles que tejían la historia de su vida.


No hay comentarios :

Publicar un comentario