miércoles, 22 de julio de 2015

El túnel

El túnel
Por: Juan Sebastián Ohem

 Del escritorio del detective Larry Ozfelian:
                Agujas en el suelo. Paredes repletas de graffiti pintados hace décadas. El empapelado dejó de existir hace mucho. A nadie le importa. La instalación eléctrica cuelga del techo como lianas. Algunos focos que irradian un tono amarillento y enfermizo. Detrás de las puertas hay infiernos. El padre bebedor que abusa de sus hijos. La madre drogadicta que prostituye a sus hijos. Los rateros morfinómanos que se pasan el día robando y la noche en el suelo. Una que otra prostituta sin dientes que hace lo que puede. El camello que trata de lucir galán en el corredor. Cuando llegamos al departamento indicado, el número 40, aún quedan dos pinchados babeando en el suelo. Ciudad picadero. Tus pesadillas por un par de dólares. La de Moe Gaffany fue una veloz. Dos tiros al pecho le hicieron caer sobre su espalda frente a la puerta.

                Brinco por encima del cuerpo para entrar al departamento. Dudo que le importe. Dos novatos adentro, el forense y Felton estudiando el cuerpo. Los novatos están verdes, tienen miedo de tocar algo, lo que sea, e infectarse. Hacen bien. Algunos aparatos valen buen dinero, lo mismo se puede decir de su ropa. Proxeneta al máximo con trajes color jade y sombrero de plumas. Dos dientes de oro y un enorme anillo con la letra “M”. No fue un robo. Martin encontró el revólver en uno de los escalones, había quedado parcialmente oculto debajo de papel de baño usado. Un trabajo desagradable pero alguien tiene que hacerlo. Bulldog, cañon corto de calibre 25. Ruidosa. A nadie le importa, quienes hayan conocido a Moe Gaffany no debía haberles importado que estuviera muerto. La mayoría de los inquilinos tenían que alimentar su hábito.



                La decoración dejaba mucho que desear. Una cama y una mesa sin silla. Rastro de revistas porno de la cama al baño. Un espejo con rastros de coca en la mesa. Anuncios de “masajes orientales” prometen el mejor servicio y discreción. Número de  teléfono y dirección, 65 #56 interior 40 entre la 58 y 60. Servicio de compañía, la prostitución hecha legal. Los anuncios están por todas partes, hay una pila de ellos debajo de la cama. Una hoja de papel debajo del teléfono tenía varias direcciones, calles sin número. Probablemente calles donde trabajan sus chicas. Tickets de estacionamiento de diversos hoteles. Me siento en la cama y me tomo mi tiempo. Cigarro en mano los analizo, tenemos el Weston, Royal y Paraíso. Los dos primeros son de categoría, el tercero es de categoría clínica, “venga por el servicio, quédese por el herpes”. Felton se me acerca, trata de parecer interesante al fingir que no sabe que se está rascando el bigote. Su nuevo look.
- ¿Qué opinas?
- Un diseñador de interiores y nuevos vecinos.
- Mejor prenderle fuego desde el sótano.- Miró por la ventana sucia mientras yo me divertía contando todos los cupones de descuento del bar “Lito’s” que estaban esparcidos por el suelo.- El forense dice que murió entre las ocho y las nueve, no hace mucho. ¿Te parece como algo relacionado a drogas o negocios?
- Noc, noc, ¿quién es? El ángel de la muerte. No tenía mucho que valiera la pena robar, pero al mismo tiempo, de haber sido un yonqui se habría llevado sus dientes de oro o su anillo.
- Sí, parece personal. Hablando de personal, detesto estas cosas.
- ¿La ventana?- El forense y los novatos se llevan el cuerpo. El casero, de haberlo, tendrá una nueva renta.
- ¿Cómo pueden vivir así?
- No lo hacen Martin, no viven en lo absoluto.- Le toco el brazo. Ensimismado y melancólico. Extraña su jazz y su novia. No le culpo.- ¿Por qué no te encargas del reporte de balística?
- Ya sabes como son, tomará un par de días.
- No, creo que tengo amigos por ahí. Suelta mi nombre un poco. Si nada cuela, entonces habla con el teniente.- El humo del cigarro hizo arder mis pulmones. Martin tenía miedo de preguntar, se le veía en los ojos.
- ¿Has hablado con ella?- Siempre el novato.
- El día que me importe lo que pienses sobre mi vida personal me tragaré una bala. ¿Irás a lidiar con la burocracia y conseguirme ese reporte de balística o no? Mañana a más tardar.
- Sí, ya voy.

                Medias de red y tacones de cristal bajo postes solitarios. Círculos de luz mostrando sus cansados rostros. Coches que se detienen para hablar con alguna, sujetos solitarios que jadean al hablar. El papel con direcciones que encontré en el departamento cobraba sentido. Todas las calles estaban infestadas de ellas. Arrugas duras debajo del maquillaje. Les era un estorbo y nada más. Debí estar hablando en chino porque ninguna parecía entenderme. El eco de sus tacones rebotaba contra los edificios. Calle tras calle fue una pesca inútil. Por un poco de dinero se ponen cariñosas, si eres generoso tragan, si eres poli escupen. Me escupieron muchas veces.

                Negrita raquítica. Ojos saltones, labios secos, tics por todas partes. Adicta a la pipa. En su mejilla una enorme “M”. Anillo de proxeneta, útil para marcar las reses que se portan mal. No quiere mirarme. Le tomo del brazo y la empujo contra la pared.
- Escúchame estúpida no soy de Vicio, soy robo y homicidios, Oz. ¿Qué sabes de Moe Gaffany?
- Nada, déjame ir.- Le pongo la mano en la cara y aprieto sus cachetes hasta que sus labios de mono se juntan.- Lo conozco, lo conozco.
- Eso ya lo sé, tienes su anillo en el cachete.
- ¿Si ya sabes todo para qué preguntas?
- Moe está muerto cariño, pero soy del tipo a quien le importa un rábano las víctimas.- Ni siquiera pestañeó.- Déjame adivinar, ¿ya lo sabías?
- No, no lo sabía. Me imaginaba que ese idiota terminaría muerto.
- ¿A qué te refieres?
- Moe estaba en problemas con un mafioso ruso, no sé quién, creo que debía dinero.- Mentiras. Sus ojos buscaban desesperadamente dejar los míos. Aprieto mi mano hasta que sus dientes lastiman sus mejillas.
- ¿Cómo se llama el ruso?
- Nikolia, es Nikolai Igovich. El idiota de Moe hizo apuestas que no podía pagar, vendió casi todo lo que tenía.
- ¿Cuándo le viste por última vez?, ¿cuándo te hizo eso?
- El lunes, me marcó en la mañana, en “masajes orientales”, creía que le robaba y estaba desesperado por pagar.
- Hoy es miércoles, si no le has visto desde el lunes, ¿quién se hace cargo de ti?
- Nadie, nosotras estamos prácticamente al aire en cuanto a seguridad, tenemos que pagar derecho de admisión para trabajar en hoteles. Yo trabajaba en Paraíso, pero me bajó de nivel.
- No me mientas, ¿qué pasa con el dinero, si no ves a Moe, a quién le pagas?- Trata de escurrirse pero le empujo contra  la pared. Su peluca cae al suelo. Trata de rasguñarme la mano que le aprieta el rostro, pero soy más fuerte.- ¿A quién le das el dinero? No me hagas romperte la mandíbula cariño, ¿crees que podrás seguir trabajando sin mandíbula? Yo creo que sí… Vamos a probar.
- Está bien, está bien.- Le doy un poco de espacio para que respire de nuevo.- Charline, Charline Roberts pasa cada madrugada.
- ¡No te muevas!- El grito nos asusta a ambos. Me doy vuelta y me enfrento a un toro. Policía uniformado que me apunta a la cabeza.
- Larry Ozfelian, detective. ¿Puedes ver mi placa?
- Disculpe detective, es que pensé que era un cliente abusivo.- Suelto a la prostituta y ella echa a correr. Todas las chicas me miran como si fuera un loco.
- ¿Cómo te llamas?
- Dean Pounder, ¿le puedo ayudar con algo? Me conozco estas rutas, son mi circuito de patrulla.
- Moe Gaffany.- El patrullero es un rubio de metro ochenta que inspira temor. Me recuerda mucho a mis inicios, hace muchos años.
- ¿El padrote? Le conozco, es un maldito. Solía pasearse mucho por aquí hasta que le arresté en el Lito’s hace como un año. ¿En qué anda ese negrata?
- Anda en ambulancia hasta la morgue.- Guarda el arma y me tiende la mano.
- Discúlpeme, pensé mal.
- No, es comprensible.
- Si necesita algo localíceme por radio, ésta es mi zona de patrulla.

                Un proxeneta jugador y cocainómano que se mete en deudas con la mafia rusa, una madame que comienza a tomar su lugar. Sentía curiosidad por Charline Roberts así que fui hasta el local de “masajes orientales”. Complejo comercial de la 65. Tienda tras tienda en un largo pasillo al aire libre. Mis zapatos producen eco contra el suelo de baldosas blancas. Me detengo en seco cuando las luces del local se apagan. De un brinco me oculto detrás de una columna. Una mujer de treinta y cinco en un traje formal sale del local. Asumo que es Charline Roberts, una madame morena y apuesta, con una apariencia nada fuera de lo común. Camina sobre sus tacones hacia la calle. Es tarde, pero no lo suficiente para comenzar las recolecciones con las callejeras. Guardo mi distancia y la sigo.

                Las coladeras sudan un olor a huevo podrido. El vapor inunda la calle. Recorremos una cuadra juntos, pero por separado. No era demasiado fea, ni bonita. Charline no destacaba en lo absoluto. Probablemente tenía hijos que atendían alguna escuela privada pensando que su madre era secretaria o ejecutiva en alguna empresa. Una mentira con algo de verdad. Roberts llega finalmente al bar Lito’s. Recuerdo los cupones que Gaffany tenía en su departamento, probablemente estuvieron juntos en aquel bar decenas de veces.

Grande y ruidoso. Decorado con motivos selváticos. Sillones con blanco y negro como cebras. Humo de cigarro, risas y música. Dejo que se siente en la barra y pida algo de tomar. Prefiero que el alcohol haga su efecto antes de presionarla. Siento la urgencia de beber mi peso en whisky pero me contengo por ahora. Decido acercarme cuando otra persona me gana el lugar al lado de Charline. Un negro de 25 o quizás 26, es alto y delgado y con mirada nerviosa. Me acerco para escuchar pensando que la trataría de ligar, pero me equivoco. Escondo el arma y la placa al sentarme a su lado para fingir que no trato desesperadamente de escuchar su conversación por encima del ruido.
- ¿Charline?- Ella no le reconoce  y trata de ignorarlo.- Vamos chica, no me hagas así, soy Ken.
- ¿Te conozco?
- Ken Labonte.
- Si eres amigo de Moe, te juro que…
- No, la cosa no es así. ¿Qué tal Shorty?, ¿conociste a Shorty?
- No conozco a los clientes primor, ahora vete de aquí.
- Sabías que era un cliente. ¿Cómo crees que te rastree hasta aquí?
- Si tienes algo que decirlo, dilo.
- Cuando Shorty murió, ¿quién estaba con él? Sé que era una de tus chicas, me dijo que llamaba cada semana, ¿quién era?
- No lo sé, todas son buenas si quieres un poco de diversión.- No le temía, y eso era un error. Ken parecía nervioso pero estaba decidido. No se trataba de un chico tímido que trata de conversar con una profesional, era un profesional discutiendo algo serio. La única duda era, ¿profesional en qué?
- Le robaron a Shorty, y quiero lo que es mío.
- Mira, no sé si le robaron a tu amigo. Me enteré que se murió uno de nuestros clientes, pero no sabía que era tu amigo ni si se robaron algo.
- Algo importante, y lo necesito de vuelta. Si tú no sabes nada de eso, entonces dime quién era la chica con quien estaba.
- Si alguna de mis chicas le robó algo a tu amigo Shorty, te recomiendo que hables con Moe. Hay mucho que él no me dice.
- No sé donde está él, no le he visto.
- Trata con el ruso, Igovich. Seguro conoces a Nikolai.- El negro respondió afirmativamente con la cabeza.- Si se robaron algo, el ruso lo tiene, porque Moe le debía más dinero del que tenía.
- Estúpida zorra no puedo ir con un ruso conectado…- Se rascó la cabeza, su paciencia se agotó. Charline trató de ignorarlo de nuevo bebiendo de su vaso. Grave error. Labonte le tomó de un brazo mientras que con el otro le mostró el revólver en su cinturón.- ¿Quién era? No me hagas perseguir humo, ni mafiosos rusos, dame un nombre perra.
- No lo sé, en serio, pudo haber sido Sweet Mary, la única Mary que se acuesta con negros.- Sweet Mary, dulce Mary, Ken trató de recordar si había escuchado de ella. Su mirada iba de un lado a otro y movía la cabeza como un perro que no entiende las cosas.
- Tú sabes algo y me lo vas a decir.

Se levanta y se aferra a su brazo. Antes que pueda voltear le lanzo un gancho que le toma por sorpresa. Trato de recuperar mi arma del bolsillo de mi saco cuando me regresa el golpe y atina un derechazo a mi mejilla. El golpe me tira contra la banca. Ya no tengo edad para peleas justas, así que decido hacerla a mi manera. Saco el arma y me preparo a dispararle en la rodilla cuando Ken echa a correr. Es un chico listo, se ha olvidado de Charline y de mí. Corre hacia la pista con la pistola en la mano y dispara tres balas al techo. Los músicos se detienen de inmediato y son los primeros en salir corriendo. En la estampida trato de encontrar a Charline Roberts. En cuanto me acerco la tomo del brazo y salgo junto con ella empujando a los demás. Un sujeto recibe mi codo en la nariz cuando trata de separarnos.

 No dejamos de correr hasta la esquina. No tengo tiempo de hacer presencia policiaca en el bar, mi testigo es más importante. Otros policías podrán llenar reportes y fingir interés. Le muestro la placa y enciendo un cigarro.
- Supongo que debería agradecerle oficial.
- Supongo que sí Charline. Llámame Oz. ¿Dónde estuviste esta noche?
- ¿Porqué la pregunta?
- Moe Gaffany está muerto. En su departamento.- La madame me mira de arriba abajo. Se ata el cabello en una cola de caballo y sonríe.
- Vaya, supongo que era su momento.- Parecía liberada.- Antes de que se dé ideas locas Oz, yo estaba en mi trabajo, y si le pregunta a la veterinaria de enfrente se lo podrá decir, su local queda a quince metros del mío y nos miramos las caras todo el santo día.
- Toda esta agitación… ¿Por qué no caminamos un poco?
- ¿Quieres caminar conmigo por una calle oscura?
- Tengo mi placa para hacerte compañía. Vamos a los “masajes orientales”.
- Necesitarán una orden…
- Necesito mi placa y nada más. Vamos ahora, como amigos, o me desquito contigo por lo que ese negro me hizo. Así que vamos juntos, en silencio, o te arrastro del cabello.
- No eres muy caballeroso.- No estaba flirteando conmigo, pero tampoco me temía. No era salvaje, era inteligente. Quizás demasiado inteligente.
- Y tú no eres nada tonta, si nos la llevamos tranquila tu nombre no tiene porqué aparecer en mi reporte, ni en los diarios.

                Caminamos en silencio hasta el local de masajes. La cabeza aún me dolía por el golpe. Terminé el cigarro en la puerta del local y esperé a que ella abriera la puerta con llave y encendiera la luz. Un recibidor con su escritorio, un baño y dos salas. Ninguna decoración, a excepción de un teléfono y un par de revistas sobre una silla de plástico. No había ni siquiera un letrero que indicara el nombre del local.
- Voy a necesitar listas.
- No puedo, es mi pan de cada día. No tiene ninguna orden judicial Oz, nada de lo que saque de aquí tiene valor en la corte.- Levanté el teléfono con una mano mientras que con la otra alcé mi placa.
- ¿Quieres que busque por ti?
- No haga nada loco con ese teléfono.
- ¿Te refieres a partirte la cabeza?- Me estaba probando a mí mismo. Di un paso hacia ella e instintivamente se estremeció. Miré mi reflejo en la puerta de vidrio de la entrada y vi lo que el oficial Pounder vio cuando amenazaba a la callejera. Una bestia caduca y hostil. Un dinosaurio atorado en el fango desesperado por lanzar las últimas mordidas.
- Las tengo con cinta adhesiva debajo de esa revista, en mi escritorio.- Alcé la revista de modas y encontré una lista de nombres con números.
- Solo hay alias, quiero nombres. Esa pobre chica, Sweet Mary, cualquiera que sea su nombre real, está en peligro, ¿eso no te molesta?
- ¿Te refieres a que si me molesta más o menos que un poli demente me destroce la cabeza?
- Tranquila Charline, no te haré nada.
- Solo quiero estar fuera de esto, es buen negocio y nadie sale herido… Excepto Moe, pero él era un lastre.
- Ayúdame Charline, y te ayudo, pero si me entero que tú mataste a Moe, o que le pagaste a alguna de tus chicas para hacerlo, regresaré aquí y te mataré a golpes con ese teléfono, ni juicio ni nada. ¿Me entendiste?
- Sí…- Estaba pálida. Me creía. Me senté en su escritorio, copié los nombres y números y encendí un cigarro.- Supongo que me necesita, tiene razón. Le explicaré como funciona.
- Me parece bien. ¿Estos números son caseros?
- No, son todos teléfonos públicos, o de la recepción de hotel o del restaurante o bar del hotel. Ésta es la imagen general: Convencí a Moe de investir más dinero en el servicio de acompañantes, es más seguro y deja más dinero. El idiota de Gaffany tenía la idea de que una prostituta que no teme a su empleador será un lastre. Se convenció a los dos meses. Es un negocio perfecto. Los clientes nos llaman aquí, les mandamos a uno de tres hoteles, el Weston, el Paraíso o el Royal. Les pedimos que vayan al bar, y les recordamos que no pagan por el sexo sino la compañía, si hay algo entre ellos es su problema.
- ¿Tienen a las chicas en esos hoteles esperando?
- Exactamente. Tenemos a Lucy en Paraíso, a las Mary en Weston y en el Royal teníamos a Candy, hasta que Moe se hartó de que le dé duro a la pipa. De un bofetón la regresó a la calle.
- Creo que a esa la conocí.
- Fue el lunes, estaba histérico. El ruso le había puesto un límite, no sé cuál sería. En la mañana no podía estarse quieto, muerto de miedo. Mejoró su humor en la tarde, estaba optimista.
- ¿Después de robarle a Shorty?
- No sé que haya pasado con Shorty, recuerdo que fue al Weston y Sweet Mary le recibió, al parecer el negro ese debió convencerla de ir a su departamento en vez de rentar una habitación. Eso sucede todo el tiempo.
- Dijiste antes “las Mary”, en plural. ¿Hay otra además de Sweet Mary?
- Virgin Mary.- Virgen María. Las prostitutas son como Dios, tienen sentido del humor.- Las dos son excelentes profesionales, nunca solicitan desde el bar, esa es la causa primaria por la que el escuadrón de vicio arresta a las profesionales. Mis chicas son listas, se quedan en el bar o paseando, sin hablar con nadie. A veces pasan casi todo el día leyendo el diario en una silla, sin molestar a nadie. Reciben mi llamada y hacen lo suyo.
- Moe se ha convertido en una reliquia.
- ¿Para qué necesitan seguridad cuando ellas pueden escoger quedarse en el hotel y forzar al cliente a pagar la habitación? Moe era un dinosaurio de otra era.
- Estas chicas del Weston, ¿no recuerdas nombres?- Se levantó y me quitó del escritorio, buscó entre sus cosas y encontró una hoja con mensajes garabateados.
- Escribí sus nombres aquí… Las tontas querían abrir una cuenta de banco o algo así, ya no me acuerdo, pero el vendedor preguntó sus nombres y ellas me lo hicieron anotar por si él volvía a llamar.- Buscó entre los diferentes mensajes hasta dar con los nombres.- Sweet Mary su nombre real es Mary, creo que Smith o algo así. No reconozco mi propia caligrafía. Lo que recuerdo es que es un apellido genérico. Virgin es Virginia, no se llama Mary. Virginia Jameson… Estoy casi segura que Sweet Mary es Mary Smith, pero aún así encontrarla será difícil, debe haber miles con ese nombre.
- Más me vale encontrarla antes que Ken Labonte. ¿Dónde puedo encontrar a la otra, Virginia?
- No sé, no apunto direcciones. No estará ya en el hotel Weston, es muy tarde, quizás mañana.
- Quizás mañana Mary Smith esté muerta.

                Me despedí y salí a caminar. Seguía furioso por Ken Labonte. Era un dinosaurio, igual que Moe, y el muchacho supo encontrar mi debilidad. Más ágil, más inteligente, mientras que todo lo que me queda son mañas, vicios y trucos de mago. Llamé al precinto desde un teléfono público cerca del “Lito’s”, donde la policía tomaba declaraciones y tragos con los clientes.
- ¿Oz? Dios mío, ya me iba a mi casa. Tengo sueño maldita sea.
- Turno de cementerio Martin. El teniente tiene su sentido del humor o se cansó de nosotros.
- ¿Qué necesitas?
- Necesito que revises cualquier “Shorty” que haya muerto recientemente, particularmente el lunes. No fue asesinato, o al menos no lo creo. Busca también si es asociado conocido de un Ken Labonte, y encuéntrame su archivo.
- Perfecto, ¿algo más o quieres llenarme de más trabajo?
- Ya que lo dices Nikolai Igovich. I-g-o-v-i-c-h.
- Dios mío, ¿qué tanto haces allá afuera Oz?
- Trabajo mi magia. Necesitaré también una dirección para una Virginia Jameson. Si hay más de una ten en cuenta que es prostituta, así que puedes desestimar a las amas de casa o ancianas.
- Me lleva la… ¿Te quedas en la línea?
- No, al demonio, te marco en media hora.

                Entré al “Lito’s” y pedí un whisky. El ardor de la garganta se transformó en una ola de fuego que regresó vida a mi pecho. Imposible buscar a Mary Smith, el directorio debía tener cientos de ellas. Ken Labonte estaría allá afuera buscándola como un perro cazador. Si la chica es lista correrá. Si es menos avispada se quedará en la ciudad, escondida. Escondiéndose de él, y de mí, la única persona que podría salvarla. No puedo hacer nada por ella, así como no puedo salvarme a mí mismo. Bebo otro vaso de whisky y me siento capaz de sentarme de espaldas a la barra y mirar a la humanidad a la cara. Los de uniforme notan mi placa y se alejan. Detectives en bares tienen prioridad, los uniformados no pueden molestarlos ni hablarles. Somos dioses.

                Jazz a todo volumen y en vivo. Música de negros. Ritmos de la más oscura África avivando a jóvenes juveniles y adultos adúlteros. Cigarros consumidos en ceniceros que pasan de mesa en mesa. La ama de casa que se viste como tigresa y liga con un mesero. Un grupo de gordas bailan frente a mí. Pies gordos abultados en pequeños zapatitos de tacón. Escotes bajos y collares metálicos. Lápiz de labio corrido por tantos besos. Una de ellas me habla. El ruido la calla, sonrío al darme cuenta de uno de los beneficios del jazz. Parlotean y finjo que me importan. Termino el cuarto vaso y pago mi ronda.
- ¿Tienes algo para mí?
- Aquí lo tengo Oz.- No tiene que decirlo, deslizo las palabras por el alcohol. Martin podrá tener bigote, pero no la valentía para llamarme un borracho.- El nombre real de Shorty es Bruce Wagstaf, murió de sobredosis el lunes al medio día. Socio conocido, lo adivinaste, es un Ken Labonte. El expediente de Igovich me lo dan hasta mañana en la mañana, como es de la mafia tiene que pasar por no sé quién que no tiene nuestro turno de porquería.
- No me es tan urgente, ¿dirección de Virginia Jameson?
- Felix 873 #407. Está cerca de Silver Spring, ¿conoces la zona?
- Bien al norte, la conozco.
- ¿Planeas visitarla?
- ¿Porqué preguntas?- Silencio del otro lado. No necesito verlo para saber que está jugando con su maldito bigote.
- Es un poco tarde Larry, quizás esté dormida.
- Es urgente.
- Si no tienes donde quedarte…

                Cuelgo el teléfono a golpes. Rojo de rabia. Espuma sale de mi boca. Golpeo el auricular una y otra vez. Pienso en su estúpido comentario, pienso en Sammy echándome de su departamento. Pienso en mi departamento oscuro, húmedo y apestoso. Pude haberle dicho que la vida de una prostituta estaba en juego, que Mary Smith estaba siendo cazada por un monstruo. Pude decirle cualquier mentira, pero estaba ebrio. Los borrachos no pueden mentir.

                Pedal hasta el fondo. El motor ruge. La sirena truena por toda la ciudad. Luces altas y claxonazos. La cuarenta y cinco hasta Silver Spring. Condominios y zonas privadas. Tomo Felix hasta alcanzar el 873. Edificio de veinte pisos. La puerta de vidrio está protegida por decoración de acero que forman cisnes o tonterías semejantes. Golpeo el vidrio con la placa. Cuando el cuidador abre la puerta le mando callar. El jazz del “Lito’s” todavía suena en mis oídos, aún después de tener las sirena tronando en mi cabeza. Subo al cuarto piso y golpe en su puerta, la 407.
- ¿Virginia Jameson?- La puerta se abre a la mitad, una cadena la mantiene asegurada. Una rubia con un revólver se asoman para verme. Es más de la una de la mañana y probablemente estuvo trabajando todo el día, soportando toda clase de borrachos y vagos. Le faltó uno.- Detective Larry Ozfelian, puede llamarme Oz. ¿Puedo entrar?
- ¿Qué hora es?
- Hora de abrir la puerta. Es sobre Moe Gaffany y Sweet Mary.- Cierra la puerta y la vuelve a abrir, el revólver tiembla en su mano. Le muestro la placa y dejo que carburen sus ideas.
- Disculpe, es que es muy tarde para mí. ¿Qué está pasando?- Me lleva hacia la sala de largos sillones color crema. Enciende las luces y se acerca a un pequeño bar donde deja apoyada el arma.- ¿Algo de beber?
- Whisky o cerveza.
- Tengo de las dos vaquero, a menos que quieras poner creativo y que las mezcle, ¿cuál de las dos?- Se sirve un whisky y le pido uno. Con las luces encendidas me doy cuenta de lo hermosa que es. Rubia, delgada y alta. Su figura es atlética y perfectamente proporcionada. Vestida en bata se sienta frente a mí y cruza sus delgadas piernas. Sus dedos juegan con su largo cabello mientras espera que explique la situación.
- Moe Gaffany murió esta noche.- Se atraganta con su whisky. Me termino el vaso de un trago y lo dejo sobre la mesita. Le ofrezco un cigarro a sus temblorosas manos.- ¿Cómo era su relación con él?
- Vaya, pobre Moe. Parecía tan feliz desde hace algunos días. Era un buen sujeto, si no le robabas. Nunca me hizo nada, y Charline era realmente la de las grandes ideas.
- ¿No era un cocainómano abusivo?
- Todos tienen defectos, pero no era abusivo conmigo. No le conocí sino hasta a los dos meses de trabajar con Charline.- Sus labios finos escondían una dentadura perfecta. El whisky la despertó por completo y disfrutó del cigarro mientras se acomodaba en el sillón.
- ¿Llevas mucho tiempo trabajando en eso?
- ¿Y usted?
- Demasiado.
- Yo no tanto.- Era juguetona. No era difícil ver qué atraía a los clientes.
- ¿Porqué te harías prostituta?
- Cuidado oficial, no soy ninguna prostituta.
- Acompañante profesional, ¿así es mejor?- Su risa era auténtica y me hizo sentir en calma. La rabia que se había apoderado de mí afuera del “Lito’s” ya no estaba en mí.
- Siempre me hacen esa pregunta… ¿Qué respondería usted?
- Es un lindo apartamento, es buena zona, no parece tener problemas de dinero.
- Dinero, dinero, la gente siempre piensa en eso. No lo hago por el dinero… No sé porqué lo hago, hay cosas en este negocio que me gustan. Es flexible, conozco gente interesante, me divierto… No sé, no quise seguir en la tradición paternal de la odontología. ¿Qué tal usted?
- ¿Porqué no soy prostituto? Me estoy quedando calvo, no tengo la edad…- La hice reír de nuevo. Se levantó de su sillón y me miró fijamente. Caminó hacia la pared, donde la sala conducía a su habitación y me miró intrigada.- Yo sí quise seguir la tradición de mi padre.
- ¿Él era policía?
- No, alcohólico.- Juego con el cenicero un poco, tratando de evitar su mirada.
- Usted es distinto detective, no conozco muchos policías, pero usted parece diferente. Apuesto que no puede entender que una mujer pueda vender su cuerpo sin reducirse a un objeto.
- ¿Piensa tan poco de mí?
- No le conozco, aún. ¿Usted nunca ha vendido nada que sea realmente suyo?- Su tono era profundo, serio. La coquetería seguía ahí, le era natural, pero estaba interesada en mí. Por el otro lado, no sería prostituta si no se interesa en sus clientes.
- Sí.- No sé qué me hizo ser honesto con ella, sus ojos azules tenían un efecto calmante en mi persona.
- ¿Por dinero?
- A veces.
- Es un mundo difícil, solo tenemos lo que tenemos y a veces hay que usarlo.
- Apuesto que esa excusa no es la más  popular en las cenas familiares.
- No he visto a mi familia desde que murió mamá.- Su rostro era capaz de la más tierna tristeza.- Quizás los estereotipos tengan razón, mi madre murió cuando era joven y mi papá no era la mejor persona.
- Es difícil enfrentarse solos al mundo, ¿conoces bien a tus compañeras de trabajo?
- No, Charline no gusta de esas cosas. Sigo tan sola como cuando empecé. Trabajo con otra Mary en el Weston. No sé su nombre real, le dicen Sweet Mary. A mí me dicen Virgin Mary, pero me imagino que ya lo sabe. No sé como se llame ella, si es Mary o no, pero me imagino que sí, ¿por qué nos llamarían las Mary si alguna de las dos no se llama así?
- Necesito encontrarla, ¿segura que no me puedes dar nada útil?- Me sentí bien maltratando a la negra callejera. Charline fue distinto, me estaba midiendo a mí mismo, y no me gustó su mirada de terror al verme avanzar hacia ella. Sabía que no podía presionar a Virginia con la violencia. Ella era distinta.
- La he visto trabajando, es decir, en el Weston. La he visto hablar con el jefe de seguridad. Un sujeto desagradable que siempre andaba cerca de nosotras como una lacra. Parecía cuervo, esperando que alguna de las dos solicitara, ya sabe, algo fuera de los registros de Charline. Nunca pasó. Al menos yo nunca lo hice.
- ¿Y Mary Smith?
- Vi que este sujeto…
- ¿Cómo se llama?
- David Stewart, la arrestó el martes, no sé si la atrapó haciendo algo. Sé que se la llevó, muy serio. Luego los vi felices de la vida juntos. Quizás esté con él.- Charline podría haberme mentido. Quizás Virginia me estaba mintiendo descaradamente. Roberts pudo haber llamado antes a Virginia, quizás ponerla sobre aviso. Quizás todas conspiraron para matar a Moe. Ya no me importaba. Estaba más interesado en Virginia. Más interesado en lo que escondía debajo de su bata gruesa color turquesa.- Ya es muy tarde detective, no creo que la encuentre en el hotel. Dudo que Stewart esté ahí.
- Puede ser…
- ¿Qué ocurre detective?
- Larry.
- ¿Qué ocurre Larry?
- Nada, estaba pensando.
- ¿Pensando? Conozco muchos hombres, y hasta ahora no he conocido a un hombre que me mirara así y estuviera pensando en algo que no sea yo.
- ¿Eso le duele o le gusta?- No pude evitar sonreír, muchas cosas en ella me relajaban.
- Las dos.- De un tirón soltó la correa de su bata y ésta cayó al suelo, revelando su cuerpo desnudo.- Estaré en mi habitación detective, por si quiere continuar el interrogatorio.

                Me levanté tarde el jueves. Virginia ya se había ido hacía mucho. Me hice algo de comer mientras curioseaba entre sus fotografías. Imágenes de lugares que había visitado, en ninguna estaba ella. Fotografías vacías en una vida vacía. Un único retrato familiar de cuando ella era una adolescente. La graduación en compañía de sus padres. No estaba sonriendo. Tenía una pista sobre Mary Smith gracias a ella, pero no había aprendido nada sobre ella. Me era un misterio peligroso.

                Después de desayunar me dirigí al precinto, donde en el escritorio de Martin se encontraban los archivos que necesitaba. Nikolai Igovich, ex presidiario con historial de prestamista y asalto con agravantes, teniente de la mafia rusa, se sospecha que sigue siendo prestamista y apostador, tiene su restaurante en Barn street #678. El teniente me interrumpe con un sermón sobre la higiene. Olvidé rasurarme, no pensé que importaría. No tengo tiempo para sus tonterías, así que  le quito el reporte de balística de las manos y lo leo mientras continua su regaño. Mary Smith está cada vez más cerca de la muerte mientras Vinnie paranoias se entretiene escuchando el sonido de su propia voz.

                La pistola fue usada en otro crimen hace dos años por un Frederick O’reilly. Interrumpo al teniente y salgo de ahí. Me queda de camino al hotel Weston de todas maneras. O’reilly vive en la 56, entre la 45 y 38. Colonia popular de casitas de un piso, una arrimada sobre la otra. Frederick practica boxeo en el porche de su casa. Es un irlandés enorme repleto de tatuajes de prisión.
- ¿Qué hice ahora?
- ¿Cómo sabías que soy detective?
- La manera en que camina.- Dejó de boxear contra su sombra y se apoyó contra la pared de su casa.- Soy boxeador, sé de esas cosas.
- Sabes sobre armas también.
- ¿Otra vez lo mismo? Ya cumplí mi tiempo, si quieren que me disculpe con el chico…
- Calma vaquero, esto es distinto.
- ¿No está aquí por el asalto de hace unos años?
- No, me interesa un homicidio. ¿Cómo conociste a Moe Gaffany?- Ladeó la cabeza sin entender, y en cuanto captó que le estaba jugando como sospechoso se cruzó de brazos.
- No sé quién es.
- ¿Cómo te explicas que Moe tenía tu número de teléfono y el arma homicida fue la misma que fue usada en tu atraco a la tienda?- Comenzó una risa gutural, simiesca.
- ¿Eso es lo mejor que pueden hacer? Vaya, eso sí que es desesperado. No conozco a ningún Moe Gaffany, ni maté a nadie, es más, ni siquiera tengo el arma.- Valía la pena intentarlo, una mentira puede ser más efectiva que la verdad si el sospechoso está nervioso.
- Tenía que intentarlo Fred, ¿dónde está el arma? Es la única manera en que te saldrás de este embrollo, y asumo que quieres salirte de este homicidio lo antes posible.
- La vendí antes de entrar a prisión, mi abogado me dijo que gracias a eso no pudieron hacer peor el juicio. No maté al dependiente, y como era negro ningún jurado confió en su descripción.
- ¿A quién se la vendiste?
- No me acuerdo.- Me quité el saco, lo coloqué en las escaleras de la entrada y le mostré la placa.- ¿Qué vas a hacer ahora?, ¿mentirme de nuevo?- Iba a decir otra cosa pero le detuve de un gancho al hígado. No lo vio venir. Rojo de furia pensó en lanzarse contra mí, pero le aplasté la placa contra el rostro, para recordarle quién era. Los ex convictos temen más a los policías que a Dios.
- ¿Quieres regresar a prisión?- Le di un par de bofetadas y  levanté su cabeza jalándole del pelo.- Dame un nombre, y no me mientas, o te juro que te escribiré en mi reporte como sospechoso principal.
- Está bien, está bien, Gordon, se la vendí a Gordon. Solía salir con él antes de mi arresto.
- ¿Cuál es su apellido?
- Macri. Gordon Macri… Sabes que esto es extorsión, ¿verdad?- Antes de tomar mi saco le tiré un par de golpes más. Revancha contra Ken Labonte y mi ego lastimado.
- No idiota, es brutalidad policíaca, aprende la diferencia.

                No tenía tiempo de regresar al precinto. Necesitaba llegar al Weston y hablar con el jefe de seguridad, pero tenía que encontrar a este Gordon Macri. Llamé desde un teléfono público, Felton acababa de llegar a su turno. Le expliqué que estaba siguiendo el arma y necesitaba encontrar a Gordon Macri cuanto antes. Sin sentido del humor, sin bromas ni comentarios sarcásticos. Sabía donde había pasado la noche, no tenía que decirlo, era obvio para los dos. Pensé en el teléfono afuera del “Lito’s”, pensé en la furia. Era temprano, estaba contenida.

                Hotel Weston. Estructura octagonal. Pasillos flanqueados por columnas. Tapetes con decoraciones geométricas. Familias cargando maletas de un lado a otro. Dos elevadores, dos restaurantes y dos bares. Una ciudad dentro de la gran ciudad. Caras sonrientes. Excitación juvenil. Pregunto por David Stewart, jefe de seguridad. Me hacen pasar a una salita detrás de la recepción. Está oscuro, solitario y apestoso, y se los agradezco.
- ¿Puedo ayudarlo en algo detective Ozelian?
- Ozfelian, pero llámame Oz.
- ¿Sucede algo?
- Estoy buscando a Mary Smith.- Se apoyó contra la puerta y se cruzó de brazos, ladeaba la cabeza de un lado para el otro.
- No me suena, pero tenemos cientos de huéspedes.
- No es un huésped.- Me apoyo contra la mesa y retiro los papeles que la cubren. La necesito vacía.
- No la conozco.
- Sweet Mary, puede que la conozca de esa manera.
- ¿Dulce Mary? Le repito que no sé quien es.- Finge demasiado bien, ni una pizca de enojo.
- ¿Porqué tiene anotado su número en esta mesa si no la conoce?- La sorpresa era visible.
- ¿Cómo dice? No le entendí.
- Mire, aquí está nombre y número.- Apunto a la mesa como si mi vida dependiera de ella. La vida de Mary  Smith podría depender de ella, entre la cooperación de este idiota y la prisa de Ken Labonte.
- Quizás alguno de mis muchachos la conozca, ¿es alguna clase de prostituta?- Se acerca a la mesa y le señalo para que mire más de cerca.
- Algo así.- Le agarro del pelo y le azoto contra a la mesa con todas mis fuerzas. Al levantarlo veo que tiene los ojos en blanco. Le azoto una segunda vez, asegurándome de no romperle la nariz.- ¿Vas a dejar de jugar conmigo?
- Dios mío, ¿qué está haciendo?
- Respuesta equivocada.- Le azoto una tercera vez. Le tengo del cabello y del brazo izquierdo por la espalda, si presiono más fuerte se lo rompo. Le presiono un poco más, para que lo sienta.- Hay un sociópata que la está buscando y la matará sin dudarlo si no la alcanzo primero.
- Está bien, está bien, pero déjeme en paz.
- ¿Me vas a decir dónde está?
- ¡No lo sé!- Solté su brazo y me hice a un lado para que pudiera tomar aire y calmarse.
- Sé que se conocen, quiero saber cómo, porqué, qué han hecho, y de qué han hablado.- Se apoyó contra la puerta, se quito la corbata y encendió un cigarro.
- ¿Está loco, lo sabe?
- Me lo han dicho.
- Esa clase de comportamiento… podría reportarlo.
- Hazlo, ¿sabes lo que le pasan a gusanos como tú que hacen quejas de ese tipo? Los muchachos que reciben las quejas no las reportan si se trata de seguridad privada, policías de mentiras, ellos me dicen a mí, y en los fines de semana los aterrorizamos. Quemamos su buzón, rompemos sus ventanas, esa clase de cosas.
- Esto apesta.
- Sí, apesta mucho. ¿Qué se le va a hacer?, ¿te sientes bien, rompí algún hueso?- Se hizo el macho y llenó el pecho mientras fumaba.
- No, estoy bien.
- ¿Mary Smith?
- Tenía mis sospechas sobre ella y otra chica. Nunca solicitaban, es más, nunca hablaban con nadie, pero de pronto las veía salir de las habitaciones y regresar al lobby a leer una revista. Al menos son decentes, no me meten a mí en problemas. El martes Mary se salió del límite. La otra chica, Virginia, ella nunca da problemas, pero Mary estuvo solicitando. No podía dejarlo pasar.- Le pasé el cenicero y acercó una silla para sentarse.- Tuvimos una convención de dentistas, y esas convenciones siempre atraen muchos borrachos que quieren divertirse. Son los días más pesados para nosotros. La atrapé ofreciéndose a uno de ellos, y ella decidió pagar mi silencio.- Sonrió con la cabeza baja.- En esa mesa de hecho. Me cayó muy bien, y en la noche salimos juntos. No la vi ayer, ni la he visto hoy.
- ¿Qué te dijo del día anterior, el lunes?
- Nada. No hablamos mucho.
- ¿Adónde salieron juntos?
- Pasamos la noche en el motel Pasadena. Pensé que tendría novio, pero me dijo que no.
- ¿Porqué te llevó a un motel y no a su departamento?, ¿parecía preocupada?
- No, en lo más mínimo. Me dijo que su departamento estaba infestado de cucarachas, le gustaba más ese motel y estaba pensando en mudarse ahí. Incluso tenía alguno de sus libros y fotos acomodadas.- Analicé lo que me decía, una Sweet Mary sin preocupación alguna. ¿No se enteraron de Ken hasta el miércoles? Era posible que al robarle a Shorty pensaran que aquello era exclusivamente de Shorty, sin saber que la estaba guardando para Ken Labonte. De cualquier forma, Stewart no me estaba mintiendo, de eso estaba seguro.- ¿Dijiste que estaba en problemas?
- ¿Dónde queda este motel? Quiero llegar ahí lo antes posible.

                Tengo un mal presentimiento. Imagino a Mary histérica tras el paro cardiaco de Bruce Wagstaf, alias Shorty. Pensando en llamar a una ambulancia o a la policía. Encuentra la droga, o el dinero o lo que fuera que le robaron, llama a Moe, y él se encarga de tranquilizarla. Era la salvación para él, seguramente estaban tan felices que pensaron que nadie sabría que ellos robarían algo, quizás con algo de suerte los socios de Shorty no sabrían que Mary estuvo con él cuando murió. Después de todo, no aparece ni en los registros policiales. El martes se siente tan afortunada que rompe la regla de Charline, las convenciones están repletas de hombres que buscan compañía por unas horas. Aún cuando la arresta el poli de hotel todo parece salir bien para ella, ahora tiene al jefe de seguridad del hotel comiendo de la palma de su mano. Todo parece ir de maravilla. En algún momento entra Ken Labonte en la jugada. Quizás se entera antes de enterarse de la muerte de Moe, quizás después, pero ella desaparece.

                No dejo de darle vueltas al asunto mientras manejo a toda velocidad y pido una patrulla por la radio para que la recoja por si no llego a tiempo. No todo me cuadra, si Ken asesinó a Moe, ¿qué le dijo él?, ¿podría haberle dicho que Mary se había quedado con lo robado? Eso tenía sentido, pero lo que no tenía sentido era la manera en que murió. No parecía un interrogatorio, simplemente abrió la puerta y le dispararon. Incluso el arma no me parece cuadrar, ¿quién es este Gordon Macri, acaso es asociado de Ken? Labonte tendría que haberle interrogado, a menos que Moe estuviera muerto antes de que tuviera la oportunidad. El ruso podría haberlo asesinado, para cubrir su rastro, Ken entra en pánico porque sabía que si una de las prostis favoritas de Shorty había robado su mercancía, seguramente Gaffany lo sabría.

                Manejo de un lado a otro de la ciudad antes de darme cuenta. El motel Pasadena era un edificio de dos pisos, la pintura se deslavó hace décadas y las puertas habían perdido todo su brillo. Una patrulla en la entrada. Dos policías de uniforme conversan con el gerente del motel.
- Detective, es por aquí.- No necesita decir otra cosa. Sigo al uniformado por las escaleras hacia el segundo piso, la puerta está abierta. Mary Smith desnuda en el suelo, moretones por todo el cuerpo, quemaduras de cigarro en las piernas y en los senos. El asesino se divirtió demasiado.- Es horrible.

                Demasiado viejo para detener a Ken en el “Lito’s”, demasiado primitivo para mantenerme despierto durante la madrugada y buscar a David Stewart a como diera lugar. Dejé que mis impulsos me llevaran hacia la cama, hacia Virginia y su sexo divertido y pasional. Pasé por encima del cuerpo, con cuidado de no pisar la sangre que había emanado de su cabeza, y esperé a los forenses desde la habitación. Sus ojos vacíos mirando hacia la puerta, esperando que la derribara para rescatarla.  

                Había sido atada de  pies y manos con el cordón de la cortina. Se había hecho sangrar forcejeando en vano con los nudos. La lámpara del buró que fracturó su cráneo y puso fin a su vida permanecía al lado de su cabeza. La habitación había sido puesta de cabeza. La estantería que sostenía sus libros y fotografías había sido derribada. El colchón había sido rasgado con un cuchillo. Hasta el tapete había sido removido en algunos lugares. Era imposible saber si encontró lo que buscaba, sin embargo con esa cantidad de tortura, Mary tuvo que haberle dicho la verdad. Apoyo la rodilla en el tapete y busco debajo de su cadáver sin encontrar nada nuevo, debajo del buró no queda nada, y debajo de la cama queda un condón usado y un pedazo de cinta adhesiva de tipo industrial. El asesino buscó incluso entre los libros y revistas que tiró de la estantería. Entre las revistas encontré las fotos que guardaba, estaba con Virginia y Charline en el “Lito’s”, una morena sonriente y feliz en compañía de amigas. Un mundo excitante y repleto de dinero fácil frente a ellas, lo único que le quedó fue una habitación de motel y un sádico asesino.
- ¿Qué tenemos aquí?- El forense está de buen humor. Interrumpo sus bromas sobre mi apariencia y le urjo a que se apure. No puedo quedarme ahí por mucho tiempo, esa mirada me acusa y me persigue.
- Oz.- Martin entra a la habitación cargando un archivo. Mira con asco a la víctima y después me mira a mí con el mismo asco.- Es horrible.
- La torturó bastante, se divirtió haciéndolo. Parece que Ken Labonte me gana de nuevo. Tenemos que encontrarlo, pon sobre aviso a todas las unidades, este sujeto es demasiado peligroso.
- Lo haré. Ya hablé con los patrulleros, han entrevistado a todos y nadie escuchó nada. Uno creería que tanta tortura la haría gritar, ¿no crees? Por cierto, aquí tienes el archivo sobre Gordon Macri.
- Solo quiero saber dónde está, para presionarlo.
- ¿Presionarlo o reventarle la cabeza?- Me invita a salir del cuarto, necesito el aire fresco.- Larry, por el amor de Dios mírate, estás hecho un asco. No has dormido bien, has estado bebiendo, incluso llegó una queja de Frederick O’reilly, dice que usaste fuerza bruta en una entrevista, que estaba siendo cooperativo y todo eso.- Me apoyé en el barandal del corredor y miré hacia la calle.- Todos sabemos, hasta el teniente, que nadie le presta atención a esas quejas cuando vienen de un ex-convicto. Aún así…
- ¿Tienes algo para mí sobre ese Gordon Macri o no?
- Sí, aquí está.- Abrió el archivo y comenzó a hojearlo.- Último arresto fue hace un año, sospecha de venta de narcóticos, era socio de Frederick O’reilly. Su guardián de custodia temporal reportó que luego del encierro de O’reilly cambió de actitud por completo, estudió enfermería, trabajó como asistente de odontología en “odontología de la Providencia”. Murió semanas después en un accidente de auto.
- Perfecto, el rastro del arma se queda frío. Únicamente tengo a Ken Labonte. Esta chica le robó algo a Shorty, Bruce Wagstaf, seguramente drogas, la estuvo buscando anoche. ¿El tiroteo en el “Lito’s”? El maldito me evadió disparando al techo. Lo perdí en la estampida.
- Detectives, ya terminé con el cuerpo.
- ¿Y qué quieres, un premio?
- ¿Qué nos puede decir doctor?
- Murió no hace más de dos horas, entre ocho y nueve de la mañana. ¿Necesita algo más detective Ozfelian, además de un baño?
- Encuentra a Ken Labonte Martin, por favor.
- Oz…
- ¡Por favor!

                Pensé en ir con el ruso, Nikolai Igovich. Dependiendo de su humor sabría si lo robado llegó a sus manos o si estaba en manos de Ken. A medio camino pensé en la fotografía. Virginia me había dicho que no se conocían, incluso Charline había mantenido esa impresión. El rompecabezas se me caía en pedazos entre las manos. Las piezas empezaban a perderse y furioso lanzaba todo contra las paredes. De un jalón tiré del volante y corté la circulación hasta lograr salir en la intersección. Tras de mí dejé un choque ruidoso. La historia de mi vida.

                Charline Roberts se encontraba leyendo una revista en el local de “masajes orientales”. Abrí la puerta de un golpe y al verme se hizo para atrás instintivamente. Puse una mano en el teléfono y la miré fijamente. Por unos segundos nos quedamos en silencio. Charline temblaba de miedo pensando que cumpliría mi promesa de partirle la cabeza con el teléfono.
- Te dije la verdad…- Susurró.
- Mary Smith está muerta.- Dio un largo suspiro y se sentó.
- Dios mío, pobre chica.
- Se la entregaste a Ken. Sabías donde vivía y le dijiste a Ken donde buscarla.
- No, no espera un momento, yo no le dije nada. No he vuelto a hablar con ese negro loco desde anoche. ¿Crees que no llamaría a la policía si viera a ese loco? Amenazó con matarme en ese bar, tú lo viste.- Me inclino a creerle. Ken está desesperado, le habría torturado como hizo con Mary Smith.
- Virginia y Mary, son amigas, ¿me equivoco?
- Creo que son muy cercanas.- Solté el teléfono y suspiró aliviada.- Salimos una vez al “Lito’s”, Mary estaba emocionada de trabajar en el Weston. Era dulce y cariñosa con todos… ¿Sufrió antes de morir?
- ¿Estaría así de enojado si se hubiera muerto entre sueños?
- Primero Moe, ahora Mary… ¿qué está pasando?- Le creí cuando me dijo que no sabía sobre el paradero de Mary Smith, le creí cuando me dijo que no había vuelto a ver a Ken Labonte, pero también le creí a Virginia cuando ella me dijo que no conocía a Mary más que de vista.
- Ha terminado la época de sembrar y ahora cosechamos nuestras tempestades.
- ¿Eso qué quiere decir?
- ¿Virginia y Mary eran cercanas?
- Muchísimo, salían juntas y estaban pensando en rentar un lugar entre las dos. Se lo dije cuando vino por primera vez, ¿no lo recuerda?- Fui un idiota. Cuando Charline buscó sus nombres mencionó que las dos le habían llamado a ella para lidiar con un vendedor.- En lo personal me importa poco sus vidas, pero las dos me tienen mucha estima, o tenían… ¿No estará pensando en sospechar de Virginia verdad?
- No seas ilusa ramera, ¿ahora me dirás lo que puedo o no hacer?- Me miró humillada, de muchas maneras yo también estaba humillado. Demasiado viejo para detener a Labonte, demasiado primitivo para pensar coherentemente cuando estoy cerca de Virginia, demasiado brusco para extraer información.- Disculpa, no sé porqué lo dije.
- Has tenido un día de perros.
- Varios.
- Se te nota.
- Estaré bien… Eventualmente.
- ¿Quién es el iluso ahora?- Me sonrió de manera honesta, algo que no había visto en ella. Encendí un cigarro tratando de ordenar mis pensamientos. Tenía que volver a ver a Virginia, pero a la vez tenía que pagarle una visita al ruso y encontrar a Labonte.- ¿Qué puedo hacer yo?
- Quédate cerca, pero cierra con llave, ¿tienes un arma?- Afirmó con la cabeza.- Si ves a ese negro dispárale, no lo pienses dos veces. Yo te ayudaré si lo haces y si la cosa se complica. Aunque siendo una basura callejera seguramente nadie dirá nada. Te voy a mantener fuera de esto lo más posible, pero recuerda, una mentira y haré de tu vida un infierno.

                Como algo en el camino al restaurante “Oleg” de Nikolai Igovich. Un lugar lujoso repleto de rusos tatuados y bien vestidos. Cada tatuaje cuenta una historia, algún robo o algún asesinato. Sus cuerpos pintados son monumento de sus carreras. En cuanto muestro la placa me dejan pasar y me dirigen a la mesa de Nikolai. Brutales, eficientes y muy inteligentes. Nikolai Igovich es un ruso canoso y corpulento vestido en un traje blanco.
- Oficial, ¿en qué le puedo ayudar?- Apenas y levanta la mirada, está más entretenido devorando su pan con mantequilla. Sus matones nos rodean, y no dudarían en matarme.
- Moe Gaffany.
- ¿Moe?- Pregunta con una sonrisa en la boca. Sus chacales se ríen entre ellos. Algo es seguro, no lloran por su muerte.- He oído hablar de él, un mal apostador según me cuentan.
- ¿Cuánto dinero te debía?- Me mira de reojo con una estúpida sonrisa en la boca. Sabe que no puedo hacerle hablar, aún si tuviera todo el día para reventarle la cabeza contra la mesa.
- Nadie me debe nada, soy un hombre honrado.- Enciendo un cigarro y me sirvo un poco del caviar que hay en la mesa. Sus guardaespaldas se plantean el sacarme de ahí, pero Igovich les detiene con una mirada.- ¿Le gusta el caviar?
- Solo un marinero borracho comería esta porquería.- Tiro la ceniza de mi cigarro en su vino y escupo el caviar sobre su plato.- No sé qué costumbres tengan en el prostíbulo en el que naciste Nikolai, pero en este país comemos comida que no sabe al interior de una bota de soldado.
- Muy gracioso Oz, muy gracioso.- Trata de intimidarme al usar mi nombre. Mucha gente me conoce, no me afecta en lo absoluto. Pueden fingir que me matarán en el callejón, pero no lo harían, Nikolai es demasiado inteligente como para echar todo a perder por culpa de un tratante de blancas de segunda categoría, o en un policía caduco y primitivo como yo.- Ya le dije que he escuchado de Moe, sé que murió, no fui yo. Puede irse ahora.
- ¿De qué año es mi cenicero? Quiero decir, el vino.- Levanto la botella y leo el año, pero la voy acercando a la orilla de la mesa. Me trató de acorralar y ahora tengo al toro por los cuernos, no quiere matarme, no puede tocarme, pero yo sí puedo humillarlo frente a su tropa.
- ¡Maldita sea! ¿Qué es lo que quieres?
- Ken Labonte.- Uno de sus chicos se me acerca y empujo la botella de cientos de dólares más cerca de la orilla. Nikolai le detiene con un gesto y le veo sudar.
- No sé quién es.
- Quizás sí lo sabes, quizás no. Sabes que no puedo tocarte, mucho menos arrestarte por sospecha de homicidio. Tus abogados me harían trizas y el departamento seguramente te está investigando en algo más importante, no dejarían que yo fastidiara su caso.
- Muy bien, nos entendemos, ¿quieres dejar la botella en paz? No conozco a ningún Ken Labonte. Tampoco maté a Moe Gaffany, ¿porqué lastimaría a los que me hacen feliz?- Le creí, Moe pagó a tiempo. El ruso le habría matado con más saña, o quizás habría escondido el cadáver. De cualquier forma, no parecía ejecución de la mafia.
- Te creo Nikolai, o al menos eso quiero. Sin embargo, tengo un problema. Ken Labonte dice que tú le ordenaste matarlo a él y a una chica llamada Mary Smith. Lo escuché por accidente y no pude arrestarlo.
- Pues está mintiendo.
- Sea como fuere, si el departamento tiene un archivo sobre ti, o alguna investigación pendiente, Labonte negociará un trato, saldrá libre y tú aparecerás como el que dio la orden.
- Y usted haría el ridículo porque no pudo arrestar al asesino cuando tuvo la oportunidad.
- Todo el mundo pierde.
- Pues este hombre, Ken Labonte, no me está haciendo feliz, en lo absoluto.- Nos dimos la mano y salí de ahí.

                No quedaba nada más que decir. Prácticamente lo negociamos por contrato. Labonte tendría que huir de los rusos, prácticamente le contraté para que lo matara por mí. Los rusos se habrían de apurar, la mercancía de Shorty se perdió el lunes por la tarde, su pandilla ya tendría que estar exigiendo la mercancía a Ken bajo amenaza de muerte. La radio policial me leyó el pensamiento. Ken Labonte relegado a un código, 187. Homicidio en la 36, la calle trasera del hotel M, en Morton. Pasó de mis pesadillas a Morton, lo cual no es un gran cambio.

                Regresar a Morton siempre me pone de nervios. A cuadras de distancia comienza desfile de prostitutas, camellos y vagabundos. Las casitas de un piso apiladas entre sí comparten la pared, por lo que el ruido de cada casa se comparte en toda la cuadra. Son las doce y media todas las casas explotan en música de borrachos, chillidos de infantes desnutridos y disputas familiares. Siento la urgencia de prenderle fuego a todo el maldito gueto y verlos arder. Cada negro que pasa se me figura como Ken Labonte, y cada blanco me parece Nikolai Igovich.

                Las patrullas cerraron la calle completa. El rastro de violencia comienza desde el callejón del hotel. Vidrios rotos en una ventana, gotas de sangre contra los arbustos en la esquina, de cuando trató de doblar desesperadamente, su cadáver con el rostro en el suelo a unos cuantos pasos de ahí. Seis tiros en la espalda y un tiro de gracia en la cabeza. Esto sí parece ejecución.
- ¿Le puedo ayudar? Soy el detective Jackson.
- Ozfelian, robo y homicidios, éste era mi sospechoso principal en dos asesinatos.
- Bueno, ahora su negro trasero pertenece al escuadrón de pandillas, están con el gerente del lugar si quiere hablar con ellos.- Los dos policías de pandilla visten como civiles, en vez de vestir de traje, y presionan al gerente para ver sus registros.
- No te lo diré de nuevo, déjanos ver el libro o te arrestamos por sospecha. ¿Quién sabe? Quizás tú llamaste a los chicos que lo mataron.
- Está bien, está bien.- El viejo gordo les mostró el libro de registros y los dos policías lo examinaron.
- ¿Randy?- Randy West, cuando le conocí era un muchacho inocente, ahora era un toro.
- ¡Oz! Vaya sorpresa viejo, ¿qué haces en esta parte de la ciudad?
- Visitando, visitando.
- Este es mi compañero, Newman, supongo que no lo conoces.
- Mucho gusto, he oído mucho de usted.- El otro es un regordete barbón que me recuerda a Martin.
- ¿Conoces al fiambre?
- Ken Labonte. Les cuento un poco de él, tiene un amigo llamado Bruce Wagstaf, alias Shorty, quien se muere de un ataque cardíaco cuando le visita una prostituta. Esta chica, Mary Smith, llama a su proxeneta Moe Gaffany y le roban algo. Me imagino que drogas, y Moe lo usa para pagar una deuda con un ruso, Igovich. Ken ha estado buscando su mercancía, rastreó a esa prostituta y todo. La droga o lo que fuera ya estaba en manos del ruso.
- Aquí aparece firmado el nombre de Bruce Wagstaf. Debe ser él, ¿te imaginarías que sería más listo y usaría otro nombre?
- No lo culpes mucho, es negro.- Randy comenzaba a sonar como yo.
- Se registró a las ocho. Debió estar escondiéndose.
- Estilo bunker.
- ¿Qué saben ustedes? Ya les dije la historia con este negro, ¿hay testigos?
- Varios, todos consistentes, tres negros con paliacates en la boca. Color verde. Marca de pandilla para que sepan quién lo mató y porqué.
- Vaya, ¿porqué no dejan una tarjeta de una vez?
- Son negros, no saben escribir.- Definitivamente suena como yo.- ¿Quieres que te mantenga conectado?
- Lo apreciaría.- Intercambiamos teléfonos y tarjetas.
- Gusto en saludarte Larry, trata de dormir, te ves de porquería. Al menos ya se cerró tu caso.

                Mi caso no estaba cerrado. No importaba cuánto trataba de cerrar el expediente, toda la basura seguía saliendo sin detenerse. Los ojos me ardían por falta de sueño y tenía nauseas por la falta de baño. Incluso el teniente me evadió por el olor. No me quejo de eso, me da la excusa de sacar mi botella de whisky del escritorio. Yo le llamo “el almuerzo de campeones”.

                Después de unos tragos tengo coraje de nuevo para enfrentarme con el desastre. Martin hace un par de comentarios y le lanzo bolas de papel hasta que se calle. Busco a Virginia, me digo a mí mismo que es para que me aclaré un par de cosas, saber si ella habló con Ken Labonte, o en todo caso porqué me mintió anoche cuando me dijo que no la conocía. No hay nadie en su departamento. Ella no habría asesinado a Mary, no hay motivo aparente y Charline sabría si Virginia no estaba trabajando.

                Todo estaba destinado a la gaveta de casos abiertos. Los casos de negros olvidados que a nadie le importan. Me molestaba Mary. Labonte no podía haberla torturado en la mañana, de ocho a diez, y estado en Morton registrándose en su pequeño bunker de porquería a las ocho. No, a ese negro lo persiguieron hasta la habitación, rompió la ventana para salir corriendo, y le atraparon en la calle como a un perro. Un perro que no torturó a Mary, pero ¿quién más la estaba buscando o la necesitaba muerta?

                Todo era posible. Comencé a imaginar a Virginia Jameson desnuda con Igovich sobre la mesa de su restaurante. Mary Smith y Charline Roberts teniendo un amorío. Labonte negociando con el ruso para recuperar su droga. Ex-novios celosos que querrían verla sufrir. David Stewart desatando su sádico interior. Revisé los expedientes criminales de Shorty y del ruso. Me hacía falta sentarme y tomarlo con calma.

                Igovich fue arrestado y tenían un buen caso, de no ser porque el abogado convenció al juez de que hubo fuerza excesiva en su arresto. Una costilla rota. Ninguna relación visible con Mary Smith. Suena el teléfono. Randy West tenía algo para mí.
- Te agradezco la ayuda Larry. Tenemos a los idiotas. Tres negros de Spook street, una pandilla local. Parece que Shorty guardaba 50 kilos de cocaína pura, es una fortuna.
- No la pudo entregar a tiempo y lo mataron.
- Exactamente.

                Cincuenta kilos es mucho polvo. Revisé el archivo de Shorty, parecía elevarse de posición, ningún camello guarda tanto en su departamento. Moe tenía razón de alegrarse, lo mismo el ruso. Shorty tenía una larga lista de asociados. Quizás alguno de ellos hacía su propia investigación y alcanzó a Mary antes que Ken llegara a ella. Releí todo el expediente buscando algo que indicara su muerte como un posible homicidio, con tanta cocaína era factible que le asesinaran, quizás incluso Moe. La declaración de testigos es confusa, unos dicen que le vieron llegar a cierta hora, otros dicen que estaba solo, otros más dicen que había dos hombres en su departamento. Ninguna mención de alguna prostituta, ni de una mujer que haya sido vista ese día. En su historial mostraba un arresto serio, como parte de una redada a un grupo bastante grande de narcotraficantes. Wagstaf enfrentaba homicidio por negligencia, cuando atropelló a un sujeto, así como un cargo por conspiración para la venta de narcóticos. El abogado demostró que hubo fuerza excesiva en su arresto y se salvó.

                El patrón me provocaba ansiedad, estaba perdido en un laberinto de posibilidades pero algunas de ellas comenzaban a tener sentido. Me terminé la botella leyendo el expediente de Moe Gaffany. Buscaba algo muy particular, sus arrestos. Arrestado en el Lito’s hacía un años, hubo fuerza excesiva, luego llegó el abogado y tuvieron que dejarlo en libertad. Una ecuación que me estaba fastidiando. En todos estos reportes el nombre del oficial era el mismo que de quien redactó el informe en el caso de Bruce Wagstaf. Oficial Dean Pounder.

                El teniente me estaba fastidiando por el alcohol pero no podía escucharle. Estaba en otra parte. Zen en medio del caos. El ciego que ve por primera vez. Estuvo en mi cara la primera noche. Debía estar histérico tras la muerte de Moe, visitando a todas sus callejeras para saber quién le conocía y quién sabía qué, o hasta qué grado. Una cubeta de agua fría. Salí corriendo con la foto de Dean Pounder hasta el auto y no dejé de acelerar hasta llegar a los “masajes orientales”.
- ¡No me dijiste!- Azoté la puerta detrás de mí. Ella brincó del susto y derramó su café.
- Qué susto me pegaste Oz, ¿qué ocurre ahora?- Comenzó a limpiar el desastre con pañuelos  de papel. Estaba nerviosa y preocupada.- ¿Encontraste a quien mató a Mary y Moe? He estado muerta de nervios.
- Dean Pounder, ¿porqué no me dijiste que Moe tenía un compañero?- Le mostré la fotografía y la examinó horrorizada.
- ¿Era policía?
- ¿No lo sabías?
- No, claro que no. Era cliente regular de las Mary, se la pasaba en el Weston. Lo vi una o dos veces, pero luego le vi el lunes con Moe, estaban celebrando, así que supuse que eran amigos.- Celebrando el negocio del siglo que acababa de caerles de sorpresa.- ¿Qué vas a hacer? Es de los tuyos…
- He vendido muchas cosas por distintos motivos, pero hasta yo tengo mis límites.- Me senté en una de las sillitas plásticas y encendí un cigarro.- Charline, quiero que hagas tus maletas.
- ¿Quieres que huya de la ciudad?, ¿estoy en peligro?
- Quizás.
- ¿Mató a Moe por lo que le robaron a ese Shorty, verdad?
- Le robaron cincuenta kilos, y no sé si fue él. No sé nada. Únicamente sé que no quiero que te pase nada, eres una mujer inteligente y honrada, en lo que cabe para una proxeneta.- Me miró con expresión de sorpresa. La mala noche, la tensión, Virginia y el día de perros que estaba pasando me afectaban visiblemente. Me sirvió un vaso de agua y se sentó a mi lado. Charline había sido una mujer fría y distante desde el principio, pero ahora el miedo la hacía más humana. Me estremecí pensando que no es la caridad sino el miedo el que nos regresa a nuestra condición humana.
- No tienes que hacerlo Oz. Podrías arrestarme, si planeas arrestar a Dean te pedirán evidencia y testimonios, si Virginia no quiere cooperar…
- La palabra de una madame y una prosti contra un policía, eso no sirve. Sería una traición entre policías, y eso se cobra caro.
- Gracias.
- Tienes que entender, se acabó el negocio Charline. Necesito que me entregues las listas que guardas de tus chicas y sus clientes, estoy seguro que las tienes. Diré que las encontré en tu oficina cuando escapaste de la ciudad.
- No apunto nombres, solo están números de habitación, cantidades y las Mary.- Se levantó a buscarlas. Yo no podía moverme, no sabía qué hacer. Perdido como un infante.
- Me salvaste la vida dos veces Oz.- Me entregó su cuaderno de anotaciones.- No aparece Dean en ellas, nada de nombres.- Nos quedamos en silencio un momento.
- ¿Adónde irás?, ¿tienes dónde quedarte?
- ¿Porqué me preguntas?
- No lo sé.- Bajé la cabeza. No estaba listo para aceptar que le tenía estima. Su misterio, su encanto escondido. No prometía los placeres que Virginia prometía, ni sus risas, pero existía cierta plenitud en su manera de ser.
- Puedo ir con mis primos, viven fuera del país.
- Eso sería perfecto. Cuanto antes, y no mires atrás.
 - ¿Atrapaste al negro de anoche?
- No, su propia gente lo mató.
- Que horrible, esto ha sido una pesadilla desde el principio… Oz, lo que sea que haya pasado contigo, quiero decir, tu manera de…
- ¿No sabes cómo hacerme saber que soy un hijo de perra?
- Algo así.- Su risa fue espontánea.- A lo que voy era, ¿por qué haces esto conmigo? Estoy segura que no eres así con todos, perdonándoles delitos cuando podrías arrestarlos e incrementar tu número de arrestos.
- Honestamente Charline, no lo sé. Supongo que tienes algo que yo no tengo.
- Cuando me levanto puedo verme al espejo sin darme asco, ¿es eso?
- Un consejo, haz tus maletas y escapa, antes que toda esta violencia te atrape para siempre. No regreses. Busca otro empleo, algo menos violento.- Me levanté y me dirigí a la puerta. Titubeé al abrirla, quedándome quieto por un largo momento.
- Ese consejo, ¿era para mí o hablabas contigo mismo?- Ella me había leído por completo. La despedida había sido perfecta.

                Estaba en la tierra de nadie, eso me quedaba claro. No importaba qué hiciera, seguramente violaría algunas leyes. Seguramente sería usado en mi contra. Únicamente quedaba una opción. Apretar el acelerador y hacerlo de todas maneras. Hotel Weston. Las familias me parecen menos felices, el ambiente menos cálido. David Stewart discute con uno de sus subordinados en el bar vacío del hotel.
- Quiero hablar contigo.- Se despidió del otro agente de seguridad y quedamos solos.
- Tiene suerte que no le pusiera una demanda…- La bofetada le dejó en silencio.
- Mary Smith está muerta.- La sorpresa le dejó pálido. Se sentó en una de las mesas vacías y balbuceó un par de cosas que no pude entender.
- ¿Sabe quién fue?
- Quizás, pero necesito de tu ayuda. Quiero que me digas donde está Virginia.
- Aún si quisiera, no podría…- Me acerco a él y se levanta asustado.- No, ni creas que podrás intimidarme, hay cámaras, tengo testigos allá afuera.
- Testigos para ver cómo te pongo estas esposas.- Saqué las esposas y traté de encajarlas, pero David se hacía para atrás.- Sospechoso de homicidio, ¿eso le gustaría escuchar a tus jefes? Tú dime, ¿crees que les gustaría saber que su jefe de seguridad se tira a las rameras que pasan por aquí?
- Está bien, está bien. Puedo averiguar. No me tardo.
- No irás solo.
- ¿Cree que me echaré a correr?
- Espero que  lo hagas, para poder dispararte en la rodilla.- Saqué el arma y me aseguré que tuviera balas. Lo quería asustado y así lo tenía. Le seguí a la recepción, habló con algunos de los agentes de seguridad y regresó con el número de habitación.
- 605, pero por favor, no entre a golpes a la habitación.
- Ponte lindo otra vez y atravieso esa puerta con tu cabeza.

                No estaba listo para verla. El niño en el elevador me mira como si fuera un vagabundo. La madre tapa sus ojos. Aparto el saco para que mi arma sea visible, así como mi placa. Me pueden ver, aunque finjan que soy invisible, o peor, que son ciegos. Intercambio un par de palabras. Los uso como excusa. La triste realidad es que no quiero volver a verla. Tan hermosa, tan peligrosa, tan mentirosa. Está metida en el asunto de alguna forma.

                No logré sacar nada en claro del libro que Charline me dio. Distintas cantidades  todas en verde, a excepción del martes, cuando sus números estaban en rojo, mientras que los de Mary Smith se encontraban en un verde brillante, con una carita feliz a un lado. Hacer feliz al jefe de seguridad le daba más puntos. La carita feliz me pareció una ironía, ella no murió con una carita feliz, aunque así fue definida en vida por todas quienes la conocieron. Incluso por la amiga que fingió que no la conocía a fondo. Saliendo del ascensor estaba ella, elegante y hermosa. Su cabello rubio descansaba sobre sus hombros. Me vio llegar y se alegró de verme. La tomé del brazo y la llevé a una salita entre habitaciones, donde se encontraban baños y teléfonos públicos, y lejos de la mirada de los guardias de seguridad que me seguían.
- ¿Viniste por una segunda probada? Podías esperar hasta la noche, pero si quieres te puedo ver después de mi siguiente cliente.- Encendió un cigarro mientras acariciaba mi rostro.
- No me gusta que jueguen conmigo.
- Vamos Larry, fue divertido y tú sabes que solo es un juego.
- No me refiero a tu entrepierna, me refiero a Mary.
- ¿Qué quieres decir?- Contuve las ganas de doblarle el cuello de una bofetada. Notó la ira en mi expresión. Las venas en el cuello estaban a punto de estallar.- Stewart, él sabe dónde encontrarla.
- No juegues conmigo, ya es demasiado tarde. Me mentiste sobre Mary. Me hiciste dar un rodeo y ahora ella está muerta.
- ¿Muerta?
- ¡¿Qué creías que iba a pasar Virginia?!- Mis gritos se escucharon en todo el edificio, amplificados por el eco.
- Maldito, no pensé que la encontrara. Me llamó ayer… Me vas a odiar.
- Es demasiado tarde para eso.
- Dean era cliente de Mary y mío. En ocasiones ayudaba a Moe, le arrestó hace un año en el Lito’s, tenían una investigación en su contra, pero como le propinó una golpiza su abogado le sacó de los apuros.- Su modus operandi paso por paso. Sus huellas en todo el asunto.- Arrestaba a las chicas de la competencia por una tajada del pastel, y cuando el pastel se fue haciendo más pequeño por las deudas de Moe…
- Él pagó con ustedes.
- Sí, exacto. Le vi el lunes en la noche, me dijo que los problemas de Moe estaban solucionados, que todos habían ganado. Pensé que había arrestado al ruso como había hecho con la competencia de Moe, pero  ayer me habló. Estaba histérico, me dijo que no dijera nada. Tenía que admitir lo menos posible, o de lo contrario me metería a prisión. ¿Él mató a Mary, no es cierto?
- Quizás.
- Por eso te mentí, no quería que supieras que era amiga de Mary, tenía miedo.
- ¿Sabes qué le robaron a Shorty?
- ¿Quién es Shorty?
- La solución de Moe, le robaron cincuenta kilos después de que se muriera de un ataque al corazón.
- Mary me dijo de su cliente con ataque al corazón, Bruce algo. Debe ser el mismo, no me dijo de la coca. Era un secreto entre ellos.
- Pues ahora Dean está atando cabos sueltos. Tienes que ir con cuidado.
- ¿Crees que me hará algo?
- No si puedo detenerlo Virginia.- De un brinco me besó aferrándose a mi cuerpo. Recordé la noche anterior y el poco tiempo que pasamos dormidos. Recordé el calor de su cama y el ardor en sus ojos.
- Gracias Oz. Mi caballero en armadura brillante.
- Me han llamado muchas cosas, pero eso…
- Eres un príncipe azul.
- ¿A qué hora sales de trabajar?
- Charline me dio dos nombres, no he hablado con ella desde hace horas. Tengo otro cliente en el sexto piso, tendría que ir para allá en este momento. Quiero hablar con ella primero, insiste en que me reporte entre clientes.
- No lo hagas. No quiero que te cargue más de trabajo. Termina y te encuentro, te sacaré de esto.- Honraba mi pacto con Charline, le daba la oportunidad de largarse sin dejar rastro, antes de que se empezaran a preguntar por ella.

                En cuanto desapareció de mi vista hice la llamada. Necesitaba saber cuál era la ruta de Dean Pounder. Hablé a su precinto, su sargento me confió que tenía mala reputación, demasiado agresivo con los sospechosos, probablemente corrupto. No sabía ni la mitad. Me recordaba a mí mismo.

                No era un juego cualquiera. Era el gran juego. La cacería humana. Me detuve en la vinatería por una botella de whisky. Valor líquido. Me sumergí en Morton, siguiendo la ruta de Pounder. Morton el gueto del que nadie escapa. La tarde caía y las prostitutas salían a trabajar. Miré el sol caer desde las sucias ventanas del auto mientras me atragantaba con la botella. En un semáforo se me acercó un niño para venderme flores, ojos saltones por las drogas. Caminaba en zigzag, arrastraba las palabras. Su padre estaba en la entrada de un edificio, parcialmente oculto y babeando en un coma de heroína. Le miré a los ojos, a sus ojos muertos, y vi mis ojos muertos. No sentía piedad por él, ni empatía. Era demasiado tarde para él, y yo ya había cruzado ese límite. En sus ojos estaban todas las decepciones, todos los engaños, todas las corruptelas de mi vida. Un oscuro reflejo de Samantha residía en esos ojos, una memoria que se alejaba de mi vida como un barco impulsado por los vientos del rencor.

                Seguí rastreando su patrulla. Mi mente divagando entre las mujeres de mi vida, las vivas y las muertas. Pensé en todas las ocasiones en que vendí mi lealtad estando a su edad. Todas las veces que reduje a un sospechoso a una pulpa. No había empatía, él era un animal y yo también. Nunca torturé a una mujer hasta matarla. La excusa no me convencía, era una excusa infantil, lo sabía, pero ya no necesitaba excusas para sentirme mejor que él. Ya no sentía. Los días de tensión, de excesos, de alcohol, de furia, me habían dejado vacío por dentro. Cuando finalmente encontré su patrulla no sonreí, ni sentí temor ante la idea de entrampar a un hermano policía. La única emoción que quedaba era la excitación morbosa del juego.
- Dean, ¿me recuerdas?- Se bajó del auto y le ofrecí de mi botella de whisky. Declinó, había muchos testigos en la calle.- ¿El detective de anoche?
- Ya recuerdo, claro que sí.
- El de la prostituta.
- Sí, disculpe de nuevo. Espero que no le haya interrumpido en su investigación.
- No, está bien. No te busqué para eso, es otra cosa. Tengo que hablar contigo, es sobre una chica.
- ¿Quién?
- Virginia Jameson está diciendo cosas locas sobre ti. Ella es una profesional de Moe Gaffany. Hablé con ella y pasó un buen rato diciendo que tú mataste a Moe.
- Eso es imposible, yo estaba con mi sargento y el consejo de investigación interna. Procesábamos quejas de brutalidad que me habían hecho.
- Lo sé, lo sé, ¿qué clase de policía sería si antepusiera los caprichos y mentiras de una ramera sobre la lealtad entre hermanos de azul?- Me sonrió y me dio de palmadas en la espalda. Un par de mentiras y el idiota comía de mi mano.
- Esa es una tonta y una mentirosa.
- ¿Cómo conoció tu nombre?
- ¿Entre tú y yo? Me la estaba echando. La mejor que he tenido. Seguramente, como le he estado dando de problemas a Moe, sobre todo el arresto en el Lito’s, ella me debe odiar. Ahora que el padrote está muerto me debe detestar con ganas.
- Como sea, te recomiendo algo, entre amigos, habla con ella. Está en el Hotel Weston. Preferiría que hablaras con ella ahí, a que esperaras a que ella se presentara al precinto.
- ¿Dijo que declararía?
- Sí, muy enfáticamente. Por eso te digo, habla con ella.
- Descuida, lo haré. Mejor que ella y yo lo resolvamos entre los dos a que meta a todo el departamento de policía.
- Perfecto, me voy entonces. Solo te quería dar la advertencia y ponerte sobre aviso, como hermanos policías.
- Gracias Larry, nunca lo olvidaré.- De eso estaba seguro.

                La trampa estaba puesta. El sol caía en el horizonte. Las farolas de la calle mitigaban la oscuridad. Por más que intentaran no podían iluminar la oscuridad de las personas. Gradualmente, conforme la oscuridad ganaba terreno, la gente decente aceleraba el paso, y los matones caminaban más despacio. Pensé en Dean, manejando a toda velocidad para dejar la patrulla y tomar su propio auto. No podía acercarse a Virginia vistiendo como patrullero.

                El whisky se terminó antes de llegar al hotel. Estaba ebrio, pero tenía la esperanza de estar suficientemente sobrio como para hacer lo que tenía que hacer. Al llegar al hotel me escondí en un grupo de turistas extranjeros, regresaban después de un pesado de día de divertirse y emborracharse. Con la mirada enfocada al sexto piso pensé en Ken Labonte, en su dilema, en su búnker improvisado en un motel de baja categoría. Corriendo para salvar su vida luego de atravesar la ventana. Odiaba a Labonte, lo odiaba porque nunca pude vengarme de él. Gordon Macri era el otro muerto que me las debía. El rastro de la pistola me había vuelto loco, era un rastro confuso, inexplicable. Le daba vueltas en la cabeza, pero necesitaba más piezas si iba a poder vincular a Gordon Macri con alguno de los jugadores.

                Dean Pounder entró por la entrada trasera del hotel. Fingía ser un civil más, macizo como un toro. Su playera pegada revelaba un torso enorme, brazos como troncos y las venas del cuello marcaban el ritmo cardíaco. Virginia apareció hasta el sexto piso, visible conforme se acercaba al elevador. El grupo de turistas entre los cuales me camuflaba empezaban a irse a sus habitaciones. Rápidamente me refugié en el bar. La mesa daba contra la pared, pero me permitía husmear con el espejo frente a mí. La vista no era perfecta, pero al menos podía ver a Dean, y estaba seguro que él no perdería de vista a Virginia. En cuanto se sentó en un sillón y tapó su rostro con una revista supe que algo pasaba. La chica pasó cerca de él, sin notarle, y se dirigió al estacionamiento, seguramente dirigiéndose a su auto. Dean Pounder se levantó en seguida y se encaminó. Le imité y apreté el paso al ver que ya ambos habían desaparecido del piso del lobby, sumergiéndose en las escaleras que descendían al estacionamiento.
- No irás a ninguna parte.- Dos brazos negros me tomaron del saco. David Stewart y dos agentes de seguridad. Negros enormes. Momento de la venganza.- Te quedarás aquí hasta que llegue tu teniente.
- No seas idiota, estoy en medio de algo.
- Ya hablé con él, un teniente Vincent Simone, o algo así. Muy interesado en escuchar lo que el hotel tiene que decir.
- ¿Le vas a llorar porque todavía te duele la golpiza?- Estacionamiento. Oscuridad. Eco de los pasos. Virginia gritando por ayuda. No podía quedarme quieto por mucho tiempo más.
- Le dije que te sorprendimos teniendo relaciones con una prostituta en un baño. Todos diremos lo mismo.- Me llevaron a empujones hasta uno de los mostradores donde dos agentes de seguridad bebían café.
- Idiota, el hombre que torturó y asesinó a Mary está en ese estacionamiento, va a lastimar a Virginia.- Fui demasiado estúpido y lento para salvar a Mary, no iba a dejar que la historia se repitiera.
- ¿Esperas que me lo crea?- Suspiré, haciéndole creer que estaba vencido. Me apoyé contra el mostrador, acercando mis manos a las tazas de café que bebían.
- ¿Me van a esposar?
- No, sólo quédate tranquilo.

                Tomé las tazas de café a toda velocidad. Una la pude agarrar firmemente con la mano izquierda, la otra la empujé con la derecha hasta tropezarla contra uno de los negros que me mantenía esquinados. Lancé la taza de la izquierda con todas mis fuerzas. Como una pelota de beisbol surcó los aires, lanzando su líquido ardiente sobre algunos transeúntes inocentes. Se estrelló en el suelo en medio de un grupo de trajeados hombres de negocios. Sin perder un segundo me lancé a la derecha, derrumbando al guardia, extraje mi pistola y estrellé el mango contra la nariz de Stewart. Al demonio el teniente, al demonio la brutalidad policíaca. Un policía estaba a punto de asesinar a una mujer, si es que seguía viva, por culpa de estos incompetentes.

                Liberado de mis captores corrí a las escaleras y bajé los escalones a saltos. Al atravesar la pesada puerta que cerraba el estacionamiento pude escuchar los gritos. El eco lanzaba sus súplicas en todas direcciones. Corría de una dirección hacia la otra, sin encontrarlos. Seguramente estarían entre los autos, ocultos casi por completo. Lancé un par de disparos al techo que hicieron un estruendo terrible. Los jadeos se detuvieron, así como las súplicas, dando inicio al sollozo. Grité el nombre de Dean y juré que lo mataría con mis propias manos. Escuché pasos. Imposible determinar la dirección, pero tenía una ventaja, ahora estaba de pie y podría verle la cabeza por encima de los autos. Capté su presencia a mi izquierda y corrí hacia él. No conté con que cargaba con un arma.

                El ruido sonó extraño. Sordo. Calibre bajo. La bala reventó un cristal a dos coches de distancia. En el breve momento en que pude ver su rostro noté los ojos rojos y saltones. Estaba drogado. Virginia se levantó, llorando, aferrándose a un auto y gritando mi nombre. No quería matarlo, pero él me mataría a mí y a Virginia sin dudarlo. Disparó hacia ella, pero dado que estaba corriendo hacia la salida, y estaba completamente drogado, la bala impactó contra el techo. Corrí hacia él, escondido entre los autos. Ya casi salía del lugar, y lo perdería para siempre. Su edad le hacía rápido y ágil, dejando distancia insalvable entre nosotros.

                Faltando una fila de autos antes de la rampa de salida, la puerta del estacionamiento se abrió de golpe. Martin salió volando, como expelido por una fuerza sobrenatural, y derribó al toro. El teniente separó el arma de sus manos y le esposó mientras Felton le sometía. Virginia se acerco, temerosa, hasta que guardé mi arma y puse mis brazos alrededor de su cuerpo.
- No esperábamos ver esto Ozfelian, se lo aseguro.
- ¿Vienen por la queja de Stewart?
- En efecto.
- ¿Quién es este sujeto Oz?
- Oficial Dean Pounder, él asesinó a Mary Smith, no fue Ken Labonte.- Los dos se asombraron. Era un tema espinoso cuando se trataba de un policía.
- Hijo de perra casi me viola, de no ser por Oz…
- Así es, quería arrestarlo en cuanto amenazara a Virginia, pero el estúpido de Stewart me retrasó, y por poco le cuesta la vida a ella.
- Vaya, vaya, mire teniente.- Felton extrajo bolsitas pequeñas con polvo blanco.- Está completamente drogado.
- Oz, voy a confiar en que tienes una excelente explicación para todo esto.- Dijo el teniente. No estaba bromeando, pero tampoco era un regaño.- Vamos a arrestarlo por esos cargos, aparte de la droga, y me explicas todo en el precinto.
- También arresten a Virginia.
- ¿Qué?- Trató de separarse, pero cerré mis brazos y la mantuve controlada.- Yo no hice nada.
- Martin, ¿qué esperas? Me llevo a los dos.
- Pero Oz, ¿por qué me haces esto?
- Nena, hazte un favor y llama a tu papá y a tu abogado.- Su mirada de desaprobación era más fría que un témpano, toda su belleza pareció congelarse en ese momento.

                Había dejado un torbellino tras mi paso. El teniente fue claro en eso. Quejas constantes por mi comportamiento, sospechas turbias, la balacera en el Lito’s, y ahora esto. Detectó mi aliento alcohólico de inmediato, y aunque no lo mencionó en el hotel, fue muy enérgico en el precinto. Expliqué todo lo que había pasado, exceptuando a Charline. Le dije que había entrado al lugar en la mañana, ella ya se había ido. Simone llamó al sargento de Pounder y confirmó su coartada.
- Entiendo todo lo que dice detective, pero aún no entiendo su obstinación por…
- Lo tengo. Eso es todo.
- ¿Cómo puede saber quién mató a Moe Gaffany? Todos sus sospechosos han quedado libres de sospecha, aunque no fueran inocentes por completo. Incluso el rastro de la pistola le condujo a un laberinto sin salida.- Disfrutó de su cigarro mientras hablaba. Hacía eso cuando terminaba de angustiarse por algo.- Tengo al representante del sindicato de policías, y al abogado, en la sala dos, tengo a esa chica con su padre y su abogado en la uno. Si tienes un as bajo la manga, úsalo.
- Eso es lo que hago, trucos, soy un mago.- Salí de su oficina para que siguiera lidiando con el Hotel Weston y la demanda que querían poner.
- Gracias por salvar a mi hija.- Era el padre de Virginia, quien esperaba en el pasillo que conducía a la segunda sala de interrogación.- He oído que el Hotel le ha entablado una demanda.
- Algo así.- Me extendió la mano y me agradeció calurosamente. Rudolph Jameson estaba idéntico que en la fotografía en el departamento de Virginia. Un rubio alto de mirada nerviosa y con un problema de sobrepeso.
- Puede contar con mi abogado, yo se lo pagaré.
- ¿El mismo abogado que contrató para salvar a su hija de un cargo de homicidio con agravantes?
- Ella no lo hizo detective, me dice que se conocen, que son amigos. Si usted la conoce, sabría que…
- ¿Qué tan bien conoce a su hija?- Fue un golpe bajo, pero así también habían sido mis días.- Algo que no entiendo de ella, ¿porqué no quiso emularle a usted y trabajar en su sanatorio?
- No es un sanatorio, es una clínica asociada al hospital de la divina providencia.
- No contestó mi pregunta.
- Honestamente no lo sé… No sé si la empujé fuera de mi vida tras la muerte de mi esposa, o si… No es una asesina.
- Acompáñela en la sala. Le necesita en este momento.- Entré a la sala de interrogación donde se encontraba Dean Pounder y los dos trajeados, el representante sindical y su abogado. Nadie dijo nada, su cliente estaba absolutamente arruinado.
- Detective- Comenzó a decir el abogado.- he leído el archivo de Mary Smith, y existe duda razonable.
- ¿De qué está hablando?
- Nadie la escuchó gritar, ¿cómo puede estar tan seguro que no la dejaron tirada  ahí?
- Ozfelian- Ahora era el representante sindical.- no crea que le sacará una confesión a golpes. Posesión de cocaína, eso puede demostrar, pero su palabra no es suficiente para condenarlo por intento de violación, ni mucho menos por homicidio. ¿Le vio violar a Virginia Jameson?
- Vamos despacio. ¿Cómo estás Dean?
- No hable con mi cliente, lo que tenga que decir, dígalo a nosotros dos.- Eran buenos en su trabajo, eso seguro.
- Muy bien, si así lo quieren… Aquí hay un par de datos importantes que tendrían que tener en claro. Ken Labonte no era el único que quería encontrar a Mary Smith, después de todo Sweet Mary conocía a Dean, como cliente y como socio de Moe Gaffany.
- Momento, no puede decir eso así nada más, ¿dónde está la evidencia?
- En primer  lugar abogado, no estoy hablando con usted, ni con su cliente. Tengo derecho a hablar en voz alta con la pared, y quiero ejercer ese derecho.- Ese truco siempre les saca de sus casillas. Imaginé al teniente, del otro lado del espejo, fumando divertidamente.- Arrestos con violencia excesiva que son usados para liberar a los mismos criminales es una táctica inteligente. Conoció a Moe hace un año, quizás más, le arrestó para sacarlo de nuevo y negociar. Arresta a la competencia, le pasa algunos datos de redadas y cosas así. Moe se endeuda con el ruso, Nikolai Igovich es un sujeto bien conectado, a quien trata de hacerle la misma jugarreta, aunque no funciona. Sweet Mary acude al departamento de Shorty, Bruce Wagstaf, él muere de un ataque al corazón y se hacen así de cincuenta kilos de cocaína. Pounder es el primero en la escena y se encarga de tomar declaraciones confusas y contradictorias. Ken busca a Mary por la droga y Dean entra en pánico en cuanto muere Moe. Vigila a las callejeras y me conoce, sabe ahora que hay una investigación que se centrará en sus prostitutas. Sabiendo que Labonte está buscando a Mary, Dean habla con Virginia y le amenaza para que no diga dónde vive Mary, ni nada que pueda en algún momento dado comprometerle a él. Dean encuentra a Mary, pone al lugar de cabeza, hace parecer que alguien ha estado buscando algo. ¿Qué tan drogado estabas cuando lo hiciste?
- Detective, ese Ken Labonte era ya un sujeto…
- ¿Un sujeto peligroso? Sin duda, pero estaba en el motel M al mismo tiempo en que murió Mary Smith. No, Pounder le torturó hasta matarla. Le puso una cinta en la boca, por eso nadie escuchó nada. Debí conectar la cinta adhesiva en cuanto la vi debajo de la cama, pero supongo que estaba distraído. Por eso te pregunto Dean, ¿qué tan drogado estabas que dejaste atrás la cinta adhesiva?
- Yo no maté a Moe.- Pounder bajó la cabeza y comenzó a llorar.
- Dean, no digas nada.
- No amenacé al ruso tampoco, quería negociar con él. Hice las introducciones, se lo presenté a Moe, pero el muy idiota apostó más de lo que podía pagar. Igovich habría matado a Moe si él se hubiera presentado solo a entregarle los cincuenta kilos.
- Pero no se atrevía a matar un policía.
- Exacto.- Los llantos se hicieron cada vez más histéricos y salí de la sala. Estaba perdido, su abogado y su representante lo sabían. Habría una investigación interna y pasaría toda su vida en prisión. Nadie podía salvarlo. Me dirigí a la segunda sala de interrogatorios, donde Virginia me miraba asustadamente mientras su abogado le cuchicheaba al oído. Rudolph, su padre, caminaba de un lado a otro de la habitación.
- Todo esto es tan… desconcertante. No sé qué pensar, salvó a mi hija, pero ahora parece que la quiere encerrar por algo que no hizo.
- Detective, más le vale tener buena evidencia, de otro modo le aseguro que mi clienta saldrá libre y entablará una demanda. No olvide que su vida estuvo en peligro para que usted pudiera arrestar al asesino de Mary Smith y Moe Gaffany.
- Dean Pounder acaba de confesar a la muerte de Mary, pero él no mató a Moe. Su coartada calza a la perfección.- Encendí un cigarro y me apoyé contra la pared.- Cuando uno está perdido es cuando uno recorre más distancia y conoce más lugares, ¿te has dado cuenta de eso Virginia?
- No sé si deba hablar contigo Larry.
- Estaba perdido en este caso, entre el narcotraficante, el proxeneta, la madame, los pandilleros, el ruso… A decir verdad sigo perdido. Tú sabes a qué me refiero Virginia.
- Sí Larry, sé a qué te refieres.
- Conoces más cosas pero como estás perdido no les prestas atención. Anda uno como loco esperando ver la luz al final del túnel, no nos detenemos a fijarnos en los detalles.
- Detective, todo eso es muy interesante, ¿tiene alguna pregunta para mi clienta?
- Tú estás perdida Virginia, eres como yo, y lo sabes.- Antes que el abogado volviera a abrir la boca levanté las manos, a forma de rendición y comencé a caminar en círculos a lo largo de la sala.- Dean Pounder estuvo frente a mí y no supe distinguir que había sido más que mera casualidad el que estuviera allí. Otros detalles no me interesaron, pues estaba histérico tratando de encontrar la luz al final del túnel. Ahora los tengo todos claros, pues me he dado cuenta de algo. No hay salida, este túnel es eterno. Lo único que podemos hacer es detenernos y oler las flores.
- ¿Tiene algo que decir, o no?
- La pista sobre el arma me llevó a un boxeador, él me llevó a Gordon Macri, fallecido hace tiempo. Tú me hablaste sobre Mary y el jefe de seguridad del hotel Weston, quien a su vez me comentó sobre una convención el martes. Todo este tiempo creí que lo importante había ocurrido el lunes, cuando Dean y Moe se ocuparon de la droga que Mary había encontrado. Grave error. Lo único que importaba era el martes. Charline me entregó la última pieza del rompecabezas, el libro de cifras, donde se encuentra el martes en rojo. Empezó en el Weston y terminó en el Weston, cuando los arresté a los dos.
- Aún no ha dicho porqué ha puesto a mi clienta bajo arresto.
- Necesitaba mantenerla en la misma habitación que su padre y la idea de arrestarla me vino perfecta.- Los tres se quedaron pasmados. Rudolph palideció. El abogado balbuceó un par de cosas. Virginia no dejaba de pestañar.
- ¿Qué ocurre detective?- Rudolph Jameson se sentó en una de  las sillas metálicas y tomó de la mano a su hija.
- Yo le diré qué ocurre. Ocurre una convención de dentistas. Esa clase de convenciones atrae a mucha gente que se emborracha y renta un cuarto para pasar  una buena tarde lejos de casa y las preocupaciones cotidianas. El único problema es que al abrir la puerta se encontró con su hija. De ahí los números rojos en el registro del dinero. No podía saberlo, al llamar a los “masajes orientales” Charline Roberts le prometió a Virgin Mary, virgen María, así que seguramente esperaba a una Mary, no a una Virginia. La sorpresa los mantiene a los dos de pie, uno frente a otro sin saber qué decir, seguramente se marcharon silenciosamente. El problema está en que un hombre, sobre todo un padre, no puede dejar pasar esas cosas. Tampoco podría una hija que se expone a la sexualidad de su padre, una sexualidad vulgar de solicitar prostitutas. El arma de Fred O’reilly llegó a las manos de Gordon Macri, quien fuera su asistente en la clínica de odontología de la Providencia, donde usted trabaja. Se conocieron y le compró el arma antes de que Macri muriera en un accidente de tránsito. Buscó al proxeneta y le siguió hasta su casa. Bastó con que tocara a la puerta, se asomara Moe en sus calzoncillos y le baleara ahí mismo. Ni ejecución, ni interrogatorio ni nada. Probablemente tiró el arma por los nervios, una vez que la adrenalina bajó de nivel.
- Oh, Dios mío…- Comenzó a decir el abogado.
- Virginia no estaba protegiendo a Dean, sino a su propio padre. Ella era la única que conocía toda  la historia.- Rudolph comenzó a llorar. Virginia le abrazó, su rostro duro de la tensión y rojo por el llanto que estaba conteniendo.
- Mis amigos…- Dijo Rudolph en voz baja.- me la recomendaron mis amigos... Dijeron que era la mejor que habían tenido.- Ella también estalló en lágrimas. Su máscara de sensualidad divertida se había caído en pedazos.- La vergüenza, tenía que hacer algo… Ese maldito abrió la puerta como si nada...
- Dios santo.- El abogado no sabía ni qué decir, ni quién era ya su cliente. Me sentía como él, no sabía qué decir. Nada parecía correcto, así que salí de  la sala de interrogatorios, donde Martin y Vincent tenían la misma expresión. Nos quedamos de pie, sin saber qué decir, como quien atiende un velorio. La puerta se abrió y salió Virginia.
- Larry…- Nos miramos a los ojos, pero no buscábamos palabras, no era necesario. Es un lenguaje propio, ambos estábamos perdidos en el túnel. Ambos perdidos por completo. Cuando empezó a llorar le abracé y sostuve su cabeza.

                El teniente y Martin me miraron extrañados. La sostuve sollozante por unos minutos, finalmente me separé de ella y me fui. La escuché llamar mi nombre pero no volví la cabeza. No quedaba nada más que decir. Ahora todo había terminado, y los secretos de uno se habían revelado a todos. Sin secretos, no queda nada más.

                En el viaje a mi departamento apagué la radio policial. No necesitaba el ruido, no necesitaba que me dijeran lo que ya sabía. Apagué la luz de la sirena y dejé que la oscuridad de la calle confundiera mi auto con los otros. No dejaba de pensar en Charline, en la tranquilidad de su persona, en todo lo que no tenía. Pensé también en Virginia, en el fuego que ardía en su interior y que ya comenzaba a quemarla viva. Cuando las llamas se extinguen no queda nada, más que las cenizas y la oscuridad. Tan perdida como yo, ella fue mi guía, la mejor que he tenido.



No hay comentarios :

Publicar un comentario