El túnel
Por: Juan Sebastián Ohem
Del escritorio del detective Larry Ozfelian:
Agujas en el suelo. Paredes
repletas de graffiti pintados hace décadas. El empapelado dejó de existir hace
mucho. A nadie le importa. La instalación eléctrica cuelga del techo como
lianas. Algunos focos que irradian un tono amarillento y enfermizo. Detrás de
las puertas hay infiernos. El padre bebedor que abusa de sus hijos. La madre
drogadicta que prostituye a sus hijos. Los rateros morfinómanos que se pasan el
día robando y la noche en el suelo. Una que otra prostituta sin dientes que
hace lo que puede. El camello que trata de lucir galán en el corredor. Cuando
llegamos al departamento indicado, el número 40, aún quedan dos pinchados
babeando en el suelo. Ciudad picadero. Tus pesadillas por un par de dólares. La
de Moe Gaffany fue una veloz. Dos tiros al pecho le hicieron caer sobre su
espalda frente a la puerta.
Brinco por encima del cuerpo
para entrar al departamento. Dudo que le importe. Dos novatos adentro, el
forense y Felton estudiando el cuerpo. Los novatos están verdes, tienen miedo
de tocar algo, lo que sea, e infectarse. Hacen bien. Algunos aparatos valen
buen dinero, lo mismo se puede decir de su ropa. Proxeneta al máximo con trajes
color jade y sombrero de plumas. Dos dientes de oro y un enorme anillo con la
letra “M”. No fue un robo. Martin encontró el revólver en uno de los escalones,
había quedado parcialmente oculto debajo de papel de baño usado. Un trabajo
desagradable pero alguien tiene que hacerlo. Bulldog, cañon corto de calibre
25. Ruidosa. A nadie le importa, quienes hayan conocido a Moe Gaffany no debía
haberles importado que estuviera muerto. La mayoría de los inquilinos tenían
que alimentar su hábito.
La decoración dejaba mucho que desear.
Una cama y una mesa sin silla. Rastro de revistas porno de la cama al baño. Un
espejo con rastros de coca en la mesa. Anuncios de “masajes orientales”
prometen el mejor servicio y discreción. Número de teléfono y dirección, 65 #56 interior 40
entre la 58 y 60. Servicio de compañía, la prostitución hecha legal. Los
anuncios están por todas partes, hay una pila de ellos debajo de la cama. Una
hoja de papel debajo del teléfono tenía varias direcciones, calles sin número.
Probablemente calles donde trabajan sus chicas. Tickets de estacionamiento de
diversos hoteles. Me siento en la cama y me tomo mi tiempo. Cigarro en mano los
analizo, tenemos el Weston, Royal y Paraíso. Los dos primeros son de categoría,
el tercero es de categoría clínica, “venga por el servicio, quédese por el
herpes”. Felton se me acerca, trata de parecer interesante al fingir que no
sabe que se está rascando el bigote. Su nuevo look.
- ¿Qué
opinas?
- Un
diseñador de interiores y nuevos vecinos.
- Mejor prenderle
fuego desde el sótano.- Miró por la ventana sucia mientras yo me divertía
contando todos los cupones de descuento del bar “Lito’s” que estaban esparcidos
por el suelo.- El forense dice que murió entre las ocho y las nueve, no hace
mucho. ¿Te parece como algo relacionado a drogas o negocios?
- Noc, noc,
¿quién es? El ángel de la muerte. No tenía mucho que valiera la pena robar,
pero al mismo tiempo, de haber sido un yonqui se habría llevado sus dientes de
oro o su anillo.
- Sí, parece
personal. Hablando de personal, detesto estas cosas.
- ¿La
ventana?- El forense y los novatos se llevan el cuerpo. El casero, de haberlo,
tendrá una nueva renta.
- ¿Cómo
pueden vivir así?
- No lo hacen
Martin, no viven en lo absoluto.- Le toco el brazo. Ensimismado y melancólico.
Extraña su jazz y su novia. No le culpo.- ¿Por qué no te encargas del reporte
de balística?
- Ya sabes
como son, tomará un par de días.
- No, creo
que tengo amigos por ahí. Suelta mi nombre un poco. Si nada cuela, entonces
habla con el teniente.- El humo del cigarro hizo arder mis pulmones. Martin
tenía miedo de preguntar, se le veía en los ojos.
- ¿Has
hablado con ella?- Siempre el novato.
- El día que
me importe lo que pienses sobre mi vida personal me tragaré una bala. ¿Irás a
lidiar con la burocracia y conseguirme ese reporte de balística o no? Mañana a
más tardar.
- Sí, ya voy.
Medias de red y tacones de
cristal bajo postes solitarios. Círculos de luz mostrando sus cansados rostros.
Coches que se detienen para hablar con alguna, sujetos solitarios que jadean al
hablar. El papel con direcciones que encontré en el departamento cobraba
sentido. Todas las calles estaban infestadas de ellas. Arrugas duras debajo del
maquillaje. Les era un estorbo y nada más. Debí estar hablando en chino porque
ninguna parecía entenderme. El eco de sus tacones rebotaba contra los
edificios. Calle tras calle fue una pesca inútil. Por un poco de dinero se
ponen cariñosas, si eres generoso tragan, si eres poli escupen. Me escupieron
muchas veces.
Negrita raquítica. Ojos
saltones, labios secos, tics por todas partes. Adicta a la pipa. En su mejilla
una enorme “M”. Anillo de proxeneta, útil para marcar las reses que se portan
mal. No quiere mirarme. Le tomo del brazo y la empujo contra la pared.
- Escúchame
estúpida no soy de Vicio, soy robo y homicidios, Oz. ¿Qué sabes de Moe Gaffany?
- Nada,
déjame ir.- Le pongo la mano en la cara y aprieto sus cachetes hasta que sus
labios de mono se juntan.- Lo conozco, lo conozco.
- Eso ya lo
sé, tienes su anillo en el cachete.
- ¿Si ya
sabes todo para qué preguntas?
- Moe está
muerto cariño, pero soy del tipo a quien le importa un rábano las víctimas.- Ni
siquiera pestañeó.- Déjame adivinar, ¿ya lo sabías?
- No, no lo
sabía. Me imaginaba que ese idiota terminaría muerto.
- ¿A qué te
refieres?
- Moe estaba
en problemas con un mafioso ruso, no sé quién, creo que debía dinero.-
Mentiras. Sus ojos buscaban desesperadamente dejar los míos. Aprieto mi mano
hasta que sus dientes lastiman sus mejillas.
- ¿Cómo se
llama el ruso?
- Nikolia, es
Nikolai Igovich. El idiota de Moe hizo apuestas que no podía pagar, vendió casi
todo lo que tenía.
- ¿Cuándo le
viste por última vez?, ¿cuándo te hizo eso?
- El lunes,
me marcó en la mañana, en “masajes orientales”, creía que le robaba y estaba
desesperado por pagar.
- Hoy es
miércoles, si no le has visto desde el lunes, ¿quién se hace cargo de ti?
- Nadie,
nosotras estamos prácticamente al aire en cuanto a seguridad, tenemos que pagar
derecho de admisión para trabajar en hoteles. Yo trabajaba en Paraíso, pero me
bajó de nivel.
- No me
mientas, ¿qué pasa con el dinero, si no ves a Moe, a quién le pagas?- Trata de
escurrirse pero le empujo contra la
pared. Su peluca cae al suelo. Trata de rasguñarme la mano que le aprieta el
rostro, pero soy más fuerte.- ¿A quién le das el dinero? No me hagas romperte
la mandíbula cariño, ¿crees que podrás seguir trabajando sin mandíbula? Yo creo
que sí… Vamos a probar.
- Está bien,
está bien.- Le doy un poco de espacio para que respire de nuevo.- Charline,
Charline Roberts pasa cada madrugada.
- ¡No te muevas!-
El grito nos asusta a ambos. Me doy vuelta y me enfrento a un toro. Policía
uniformado que me apunta a la cabeza.
- Larry
Ozfelian, detective. ¿Puedes ver mi placa?
- Disculpe
detective, es que pensé que era un cliente abusivo.- Suelto a la prostituta y
ella echa a correr. Todas las chicas me miran como si fuera un loco.
- ¿Cómo te
llamas?
- Dean
Pounder, ¿le puedo ayudar con algo? Me conozco estas rutas, son mi circuito de
patrulla.
- Moe
Gaffany.- El patrullero es un rubio de metro ochenta que inspira temor. Me
recuerda mucho a mis inicios, hace muchos años.
- ¿El
padrote? Le conozco, es un maldito. Solía pasearse mucho por aquí hasta que le
arresté en el Lito’s hace como un año. ¿En qué anda ese negrata?
- Anda en
ambulancia hasta la morgue.- Guarda el arma y me tiende la mano.
- Discúlpeme,
pensé mal.
- No, es
comprensible.
- Si necesita
algo localíceme por radio, ésta es mi zona de patrulla.
Un proxeneta jugador y
cocainómano que se mete en deudas con la mafia rusa, una madame que comienza a
tomar su lugar. Sentía curiosidad por Charline Roberts así que fui hasta el
local de “masajes orientales”. Complejo comercial de la 65. Tienda tras tienda
en un largo pasillo al aire libre. Mis zapatos producen eco contra el suelo de
baldosas blancas. Me detengo en seco cuando las luces del local se apagan. De
un brinco me oculto detrás de una columna. Una mujer de treinta y cinco en un
traje formal sale del local. Asumo que es Charline Roberts, una madame morena y
apuesta, con una apariencia nada fuera de lo común. Camina sobre sus tacones
hacia la calle. Es tarde, pero no lo suficiente para comenzar las recolecciones
con las callejeras. Guardo mi distancia y la sigo.
Las coladeras sudan un olor a
huevo podrido. El vapor inunda la calle. Recorremos una cuadra juntos, pero por
separado. No era demasiado fea, ni bonita. Charline no destacaba en lo
absoluto. Probablemente tenía hijos que atendían alguna escuela privada
pensando que su madre era secretaria o ejecutiva en alguna empresa. Una mentira
con algo de verdad. Roberts llega finalmente al bar Lito’s. Recuerdo los
cupones que Gaffany tenía en su departamento, probablemente estuvieron juntos
en aquel bar decenas de veces.
Grande y ruidoso. Decorado con motivos selváticos.
Sillones con blanco y negro como cebras. Humo de cigarro, risas y música. Dejo
que se siente en la barra y pida algo de tomar. Prefiero que el alcohol haga su
efecto antes de presionarla. Siento la urgencia de beber mi peso en whisky pero
me contengo por ahora. Decido acercarme cuando otra persona me gana el lugar al
lado de Charline. Un negro de 25 o quizás 26, es alto y delgado y con mirada
nerviosa. Me acerco para escuchar pensando que la trataría de ligar, pero me
equivoco. Escondo el arma y la placa al sentarme a su lado para fingir que no
trato desesperadamente de escuchar su conversación por encima del ruido.
- ¿Charline?- Ella no le reconoce y
trata de ignorarlo.- Vamos chica, no me hagas así, soy Ken.
- ¿Te conozco?
- Ken Labonte.
- Si eres amigo de Moe, te juro que…
- No, la cosa no es así. ¿Qué tal Shorty?, ¿conociste a Shorty?
- No conozco a los clientes primor, ahora vete de aquí.
- Sabías que era un cliente. ¿Cómo crees que te rastree hasta aquí?
- Si tienes algo que decirlo, dilo.
- Cuando Shorty murió, ¿quién estaba con él? Sé que era una de tus chicas,
me dijo que llamaba cada semana, ¿quién era?
- No lo sé, todas son buenas si quieres un poco de diversión.- No le temía,
y eso era un error. Ken parecía nervioso pero estaba decidido. No se trataba de
un chico tímido que trata de conversar con una profesional, era un profesional
discutiendo algo serio. La única duda era, ¿profesional en qué?
- Le robaron a Shorty, y quiero lo que es mío.
- Mira, no sé si le robaron a tu amigo. Me enteré que se murió uno de
nuestros clientes, pero no sabía que era tu amigo ni si se robaron algo.
- Algo importante, y lo necesito de vuelta. Si tú no sabes nada de eso,
entonces dime quién era la chica con quien estaba.
- Si alguna de mis chicas le robó algo a tu amigo Shorty, te recomiendo que
hables con Moe. Hay mucho que él no me dice.
- No sé donde está él, no le he visto.
- Trata con el ruso, Igovich. Seguro conoces a Nikolai.- El negro respondió
afirmativamente con la cabeza.- Si se robaron algo, el ruso lo tiene, porque
Moe le debía más dinero del que tenía.
- Estúpida zorra no puedo ir con un ruso conectado…- Se rascó la cabeza, su
paciencia se agotó. Charline trató de ignorarlo de nuevo bebiendo de su vaso.
Grave error. Labonte le tomó de un brazo mientras que con el otro le mostró el
revólver en su cinturón.- ¿Quién era? No me hagas perseguir humo, ni mafiosos
rusos, dame un nombre perra.
- No lo sé, en serio, pudo haber sido Sweet Mary, la única Mary que se
acuesta con negros.- Sweet Mary, dulce Mary, Ken trató de recordar si había
escuchado de ella. Su mirada iba de un lado a otro y movía la cabeza como un
perro que no entiende las cosas.
- Tú sabes algo y me lo vas a decir.
Se levanta y se aferra a su brazo. Antes que pueda
voltear le lanzo un gancho que le toma por sorpresa. Trato de recuperar mi arma
del bolsillo de mi saco cuando me regresa el golpe y atina un derechazo a mi
mejilla. El golpe me tira contra la banca. Ya no tengo edad para peleas justas,
así que decido hacerla a mi manera. Saco el arma y me preparo a dispararle en
la rodilla cuando Ken echa a correr. Es un chico listo, se ha olvidado de
Charline y de mí. Corre hacia la pista con la pistola en la mano y dispara tres
balas al techo. Los músicos se detienen de inmediato y son los primeros en
salir corriendo. En la estampida trato de encontrar a Charline Roberts. En
cuanto me acerco la tomo del brazo y salgo junto con ella empujando a los
demás. Un sujeto recibe mi codo en la nariz cuando trata de separarnos.
No dejamos
de correr hasta la esquina. No tengo tiempo de hacer presencia policiaca en el
bar, mi testigo es más importante. Otros policías podrán llenar reportes y
fingir interés. Le muestro la placa y enciendo un cigarro.
- Supongo que debería agradecerle oficial.
- Supongo que sí Charline. Llámame Oz. ¿Dónde estuviste esta noche?
- ¿Porqué la pregunta?
- Moe Gaffany está muerto. En su departamento.- La madame me mira de arriba
abajo. Se ata el cabello en una cola de caballo y sonríe.
- Vaya, supongo que era su momento.- Parecía liberada.- Antes de que se dé
ideas locas Oz, yo estaba en mi trabajo, y si le pregunta a la veterinaria de
enfrente se lo podrá decir, su local queda a quince metros del mío y nos
miramos las caras todo el santo día.
- Toda esta agitación… ¿Por qué no caminamos un poco?
- ¿Quieres caminar conmigo por una calle oscura?
- Tengo mi placa para hacerte compañía. Vamos a los “masajes orientales”.
- Necesitarán una orden…
- Necesito mi placa y nada más. Vamos ahora, como amigos, o me desquito
contigo por lo que ese negro me hizo. Así que vamos juntos, en silencio, o te
arrastro del cabello.
- No eres muy caballeroso.- No estaba flirteando conmigo, pero tampoco me
temía. No era salvaje, era inteligente. Quizás demasiado inteligente.
- Y tú no eres nada tonta, si nos la llevamos tranquila tu nombre no tiene
porqué aparecer en mi reporte, ni en los diarios.
Caminamos en silencio
hasta el local de masajes. La cabeza aún me dolía por el golpe. Terminé el
cigarro en la puerta del local y esperé a que ella abriera la puerta con llave
y encendiera la luz. Un recibidor con su escritorio, un baño y dos salas. Ninguna
decoración, a excepción de un teléfono y un par de revistas sobre una silla de
plástico. No había ni siquiera un letrero que indicara el nombre del local.
- Voy a necesitar listas.
- No puedo, es mi pan de cada día. No tiene ninguna orden judicial Oz, nada
de lo que saque de aquí tiene valor en la corte.- Levanté el teléfono con una
mano mientras que con la otra alcé mi placa.
- ¿Quieres que busque por ti?
- No haga nada loco con ese teléfono.
- ¿Te refieres a partirte la cabeza?- Me estaba probando a mí mismo. Di un
paso hacia ella e instintivamente se estremeció. Miré mi reflejo en la puerta
de vidrio de la entrada y vi lo que el oficial Pounder vio cuando amenazaba a
la callejera. Una bestia caduca y hostil. Un dinosaurio atorado en el fango
desesperado por lanzar las últimas mordidas.
- Las tengo con cinta adhesiva debajo de esa revista, en mi escritorio.-
Alcé la revista de modas y encontré una lista de nombres con números.
- Solo hay alias, quiero nombres. Esa pobre chica, Sweet Mary, cualquiera
que sea su nombre real, está en peligro, ¿eso no te molesta?
- ¿Te refieres a que si me molesta más o menos que un poli demente me
destroce la cabeza?
- Tranquila Charline, no te haré nada.
- Solo quiero estar fuera de esto, es buen negocio y nadie sale herido…
Excepto Moe, pero él era un lastre.
- Ayúdame Charline, y te ayudo, pero si me entero que tú mataste a Moe, o
que le pagaste a alguna de tus chicas para hacerlo, regresaré aquí y te mataré
a golpes con ese teléfono, ni juicio ni nada. ¿Me entendiste?
- Sí…- Estaba pálida. Me creía. Me senté en su escritorio, copié los
nombres y números y encendí un cigarro.- Supongo que me necesita, tiene razón.
Le explicaré como funciona.
- Me parece bien. ¿Estos números son caseros?
- No, son todos teléfonos públicos, o de la recepción de hotel o del
restaurante o bar del hotel. Ésta es la imagen general: Convencí a Moe de
investir más dinero en el servicio de acompañantes, es más seguro y deja más
dinero. El idiota de Gaffany tenía la idea de que una prostituta que no teme a
su empleador será un lastre. Se convenció a los dos meses. Es un negocio
perfecto. Los clientes nos llaman aquí, les mandamos a uno de tres hoteles, el
Weston, el Paraíso o el Royal. Les pedimos que vayan al bar, y les recordamos
que no pagan por el sexo sino la compañía, si hay algo entre ellos es su
problema.
- ¿Tienen a las chicas en esos hoteles esperando?
- Exactamente. Tenemos a Lucy en Paraíso, a las Mary en Weston y en el
Royal teníamos a Candy, hasta que Moe se hartó de que le dé duro a la pipa. De
un bofetón la regresó a la calle.
- Creo que a esa la conocí.
- Fue el lunes, estaba histérico. El ruso le había puesto un límite, no sé
cuál sería. En la mañana no podía estarse quieto, muerto de miedo. Mejoró su
humor en la tarde, estaba optimista.
- ¿Después de robarle a Shorty?
- No sé que haya pasado con Shorty, recuerdo que fue al Weston y Sweet Mary
le recibió, al parecer el negro ese debió convencerla de ir a su departamento
en vez de rentar una habitación. Eso sucede todo el tiempo.
- Dijiste antes “las Mary”, en plural. ¿Hay otra además de Sweet Mary?
- Virgin Mary.- Virgen María. Las prostitutas son como Dios, tienen sentido
del humor.- Las dos son excelentes profesionales, nunca solicitan desde el bar,
esa es la causa primaria por la que el escuadrón de vicio arresta a las
profesionales. Mis chicas son listas, se quedan en el bar o paseando, sin
hablar con nadie. A veces pasan casi todo el día leyendo el diario en una
silla, sin molestar a nadie. Reciben mi llamada y hacen lo suyo.
- Moe se ha convertido en una reliquia.
- ¿Para qué necesitan seguridad cuando ellas pueden escoger quedarse en el
hotel y forzar al cliente a pagar la habitación? Moe era un dinosaurio de otra
era.
- Estas chicas del Weston, ¿no recuerdas nombres?- Se levantó y me quitó
del escritorio, buscó entre sus cosas y encontró una hoja con mensajes
garabateados.
- Escribí sus nombres aquí… Las tontas querían abrir una cuenta de banco o
algo así, ya no me acuerdo, pero el vendedor preguntó sus nombres y ellas me lo
hicieron anotar por si él volvía a llamar.- Buscó entre los diferentes mensajes
hasta dar con los nombres.- Sweet Mary su nombre real es Mary, creo que Smith o
algo así. No reconozco mi propia caligrafía. Lo que recuerdo es que es un
apellido genérico. Virgin es Virginia, no se llama Mary. Virginia Jameson…
Estoy casi segura que Sweet Mary es Mary Smith, pero aún así encontrarla será
difícil, debe haber miles con ese nombre.
- Más me vale encontrarla antes que Ken Labonte. ¿Dónde puedo encontrar a
la otra, Virginia?
- No sé, no apunto direcciones. No estará ya en el hotel Weston, es muy
tarde, quizás mañana.
- Quizás mañana Mary Smith esté muerta.
Me despedí y salí a
caminar. Seguía furioso por Ken Labonte. Era un dinosaurio, igual que Moe, y el
muchacho supo encontrar mi debilidad. Más ágil, más inteligente, mientras que
todo lo que me queda son mañas, vicios y trucos de mago. Llamé al precinto
desde un teléfono público cerca del “Lito’s”, donde la policía tomaba
declaraciones y tragos con los clientes.
- ¿Oz? Dios mío, ya me iba a mi casa. Tengo sueño maldita sea.
- Turno de cementerio Martin. El teniente tiene su sentido del humor o se
cansó de nosotros.
- ¿Qué necesitas?
- Necesito que revises cualquier “Shorty” que haya muerto recientemente,
particularmente el lunes. No fue asesinato, o al menos no lo creo. Busca
también si es asociado conocido de un Ken Labonte, y encuéntrame su archivo.
- Perfecto, ¿algo más o quieres llenarme de más trabajo?
- Ya que lo dices Nikolai Igovich. I-g-o-v-i-c-h.
- Dios mío, ¿qué tanto haces allá afuera Oz?
- Trabajo mi magia. Necesitaré también una dirección para una Virginia
Jameson. Si hay más de una ten en cuenta que es prostituta, así que puedes
desestimar a las amas de casa o ancianas.
- Me lleva la… ¿Te quedas en la línea?
- No, al demonio, te marco en media hora.
Entré al “Lito’s” y
pedí un whisky. El ardor de la garganta se transformó en una ola de fuego que
regresó vida a mi pecho. Imposible buscar a Mary Smith, el directorio debía
tener cientos de ellas. Ken Labonte estaría allá afuera buscándola como un
perro cazador. Si la chica es lista correrá. Si es menos avispada se quedará en
la ciudad, escondida. Escondiéndose de él, y de mí, la única persona que podría
salvarla. No puedo hacer nada por ella, así como no puedo salvarme a mí mismo.
Bebo otro vaso de whisky y me siento capaz de sentarme de espaldas a la barra y
mirar a la humanidad a la cara. Los de uniforme notan mi placa y se alejan.
Detectives en bares tienen prioridad, los uniformados no pueden molestarlos ni
hablarles. Somos dioses.
Jazz a todo volumen y
en vivo. Música de negros. Ritmos de la más oscura África avivando a jóvenes
juveniles y adultos adúlteros. Cigarros consumidos en ceniceros que pasan de mesa
en mesa. La ama de casa que se viste como tigresa y liga con un mesero. Un
grupo de gordas bailan frente a mí. Pies gordos abultados en pequeños zapatitos
de tacón. Escotes bajos y collares metálicos. Lápiz de labio corrido por tantos
besos. Una de ellas me habla. El ruido la calla, sonrío al darme cuenta de uno
de los beneficios del jazz. Parlotean y finjo que me importan. Termino el
cuarto vaso y pago mi ronda.
- ¿Tienes algo para mí?
- Aquí lo tengo Oz.- No tiene que decirlo, deslizo las palabras por el
alcohol. Martin podrá tener bigote, pero no la valentía para llamarme un
borracho.- El nombre real de Shorty es Bruce Wagstaf, murió de sobredosis el
lunes al medio día. Socio conocido, lo adivinaste, es un Ken Labonte. El
expediente de Igovich me lo dan hasta mañana en la mañana, como es de la mafia
tiene que pasar por no sé quién que no tiene nuestro turno de porquería.
- No me es tan urgente, ¿dirección de Virginia Jameson?
- Felix 873 #407. Está cerca de Silver Spring,
¿conoces la zona?
- Bien al norte,
la conozco.
- ¿Planeas
visitarla?
- ¿Porqué
preguntas?- Silencio del otro lado. No necesito verlo para saber que está
jugando con su maldito bigote.
- Es un poco
tarde Larry, quizás esté dormida.
- Es urgente.
- Si no
tienes donde quedarte…
Cuelgo el teléfono a golpes. Rojo
de rabia. Espuma sale de mi boca. Golpeo el auricular una y otra vez. Pienso en
su estúpido comentario, pienso en Sammy echándome de su departamento. Pienso en
mi departamento oscuro, húmedo y apestoso. Pude haberle dicho que la vida de
una prostituta estaba en juego, que Mary Smith estaba siendo cazada por un
monstruo. Pude decirle cualquier mentira, pero estaba ebrio. Los borrachos no
pueden mentir.
Pedal hasta el fondo. El motor
ruge. La sirena truena por toda la ciudad. Luces altas y claxonazos. La
cuarenta y cinco hasta Silver Spring. Condominios y zonas privadas. Tomo Felix
hasta alcanzar el 873. Edificio de veinte pisos. La puerta de vidrio está
protegida por decoración de acero que forman cisnes o tonterías semejantes.
Golpeo el vidrio con la placa. Cuando el cuidador abre la puerta le mando
callar. El jazz del “Lito’s” todavía suena en mis oídos, aún después de tener
las sirena tronando en mi cabeza. Subo al cuarto piso y golpe en su puerta, la
407.
- ¿Virginia Jameson?- La puerta se abre a la mitad, una cadena la mantiene
asegurada. Una rubia con un revólver se asoman para verme. Es más de la una de
la mañana y probablemente estuvo trabajando todo el día, soportando toda clase
de borrachos y vagos. Le faltó uno.- Detective Larry Ozfelian, puede llamarme
Oz. ¿Puedo entrar?
- ¿Qué hora es?
- Hora de abrir la puerta. Es sobre Moe Gaffany y Sweet Mary.- Cierra la
puerta y la vuelve a abrir, el revólver tiembla en su mano. Le muestro la placa
y dejo que carburen sus ideas.
- Disculpe, es que es muy tarde para mí. ¿Qué está pasando?- Me lleva hacia
la sala de largos sillones color crema. Enciende las luces y se acerca a un
pequeño bar donde deja apoyada el arma.- ¿Algo de beber?
- Whisky o cerveza.
- Tengo de las dos vaquero, a menos que quieras poner creativo y que las
mezcle, ¿cuál de las dos?- Se sirve un whisky y le pido uno. Con las luces
encendidas me doy cuenta de lo hermosa que es. Rubia, delgada y alta. Su figura
es atlética y perfectamente proporcionada. Vestida en bata se sienta frente a
mí y cruza sus delgadas piernas. Sus dedos juegan con su largo cabello mientras
espera que explique la situación.
- Moe Gaffany murió esta noche.- Se atraganta con su whisky. Me termino el
vaso de un trago y lo dejo sobre la mesita. Le ofrezco un cigarro a sus
temblorosas manos.- ¿Cómo era su relación con él?
- Vaya, pobre Moe. Parecía tan feliz desde hace algunos días. Era un buen
sujeto, si no le robabas. Nunca me hizo nada, y Charline era realmente la de
las grandes ideas.
- ¿No era un cocainómano abusivo?
- Todos tienen defectos, pero no era abusivo conmigo. No le conocí sino
hasta a los dos meses de trabajar con Charline.- Sus labios finos escondían una
dentadura perfecta. El whisky la despertó por completo y disfrutó del cigarro
mientras se acomodaba en el sillón.
- ¿Llevas mucho tiempo trabajando en eso?
- ¿Y usted?
- Demasiado.
- Yo no tanto.- Era juguetona. No era difícil ver qué atraía a los
clientes.
- ¿Porqué te harías prostituta?
- Cuidado oficial, no soy ninguna prostituta.
- Acompañante profesional, ¿así es mejor?- Su risa era auténtica y me hizo
sentir en calma. La rabia que se había apoderado de mí afuera del “Lito’s” ya
no estaba en mí.
- Siempre me hacen esa pregunta… ¿Qué respondería usted?
- Es un lindo apartamento, es buena zona, no parece tener problemas de
dinero.
- Dinero, dinero, la gente siempre piensa en eso. No lo hago por el dinero…
No sé porqué lo hago, hay cosas en este negocio que me gustan. Es flexible,
conozco gente interesante, me divierto… No sé, no quise seguir en la tradición
paternal de la odontología. ¿Qué tal usted?
- ¿Porqué no soy prostituto? Me estoy quedando calvo, no tengo la edad…- La
hice reír de nuevo. Se levantó de su sillón y me miró fijamente. Caminó hacia
la pared, donde la sala conducía a su habitación y me miró intrigada.- Yo sí
quise seguir la tradición de mi padre.
- ¿Él era policía?
- No, alcohólico.- Juego con el cenicero un poco, tratando de evitar su
mirada.
- Usted es distinto detective, no conozco muchos policías, pero usted
parece diferente. Apuesto que no puede entender que una mujer pueda vender su
cuerpo sin reducirse a un objeto.
- ¿Piensa tan poco de mí?
- No le conozco, aún. ¿Usted nunca ha vendido nada que sea realmente suyo?-
Su tono era profundo, serio. La coquetería seguía ahí, le era natural, pero
estaba interesada en mí. Por el otro lado, no sería prostituta si no se
interesa en sus clientes.
- Sí.- No sé qué me hizo ser honesto con ella, sus ojos azules tenían un
efecto calmante en mi persona.
- ¿Por dinero?
- A veces.
- Es un mundo difícil, solo tenemos lo que tenemos y a veces hay que
usarlo.
- Apuesto que esa excusa no es la más
popular en las cenas familiares.
- No he visto a mi familia desde que murió mamá.- Su rostro era capaz de la
más tierna tristeza.- Quizás los estereotipos tengan razón, mi madre murió
cuando era joven y mi papá no era la mejor persona.
- Es difícil enfrentarse solos al mundo, ¿conoces bien a tus compañeras de
trabajo?
- No, Charline no gusta de esas cosas. Sigo tan sola como cuando empecé.
Trabajo con otra Mary en el Weston. No sé su nombre real, le dicen Sweet Mary.
A mí me dicen Virgin Mary, pero me imagino que ya lo sabe. No sé como se llame
ella, si es Mary o no, pero me imagino que sí, ¿por qué nos llamarían las Mary
si alguna de las dos no se llama así?
- Necesito encontrarla, ¿segura que no me puedes dar nada útil?- Me sentí
bien maltratando a la negra callejera. Charline fue distinto, me estaba
midiendo a mí mismo, y no me gustó su mirada de terror al verme avanzar hacia
ella. Sabía que no podía presionar a Virginia con la violencia. Ella era
distinta.
- La he visto trabajando, es decir, en el Weston. La he visto hablar con el
jefe de seguridad. Un sujeto desagradable que siempre andaba cerca de nosotras
como una lacra. Parecía cuervo, esperando que alguna de las dos solicitara, ya
sabe, algo fuera de los registros de Charline. Nunca pasó. Al menos yo nunca lo
hice.
- ¿Y Mary Smith?
- Vi que este sujeto…
- ¿Cómo se llama?
- David Stewart, la arrestó el martes, no sé si la atrapó haciendo algo. Sé
que se la llevó, muy serio. Luego los vi felices de la vida juntos. Quizás esté
con él.- Charline podría haberme mentido. Quizás Virginia me estaba mintiendo
descaradamente. Roberts pudo haber llamado antes a Virginia, quizás ponerla
sobre aviso. Quizás todas conspiraron para matar a Moe. Ya no me importaba.
Estaba más interesado en Virginia. Más interesado en lo que escondía debajo de
su bata gruesa color turquesa.- Ya es muy tarde detective, no creo que la
encuentre en el hotel. Dudo que Stewart esté ahí.
- Puede ser…
- ¿Qué ocurre detective?
- Larry.
- ¿Qué ocurre Larry?
- Nada, estaba pensando.
- ¿Pensando? Conozco muchos hombres, y hasta ahora no he conocido a un
hombre que me mirara así y estuviera pensando en algo que no sea yo.
- ¿Eso le duele o le gusta?- No pude evitar sonreír, muchas cosas en ella
me relajaban.
- Las dos.- De un tirón soltó la correa de su bata y ésta cayó al suelo,
revelando su cuerpo desnudo.- Estaré en mi habitación detective, por si quiere
continuar el interrogatorio.
Me levanté tarde el
jueves. Virginia ya se había ido hacía mucho. Me hice algo de comer mientras
curioseaba entre sus fotografías. Imágenes de lugares que había visitado, en
ninguna estaba ella. Fotografías vacías en una vida vacía. Un único retrato
familiar de cuando ella era una adolescente. La graduación en compañía de sus
padres. No estaba sonriendo. Tenía una pista sobre Mary Smith gracias a ella,
pero no había aprendido nada sobre ella. Me era un misterio peligroso.
Después de desayunar
me dirigí al precinto, donde en el escritorio de Martin se encontraban los
archivos que necesitaba. Nikolai Igovich, ex presidiario con historial de
prestamista y asalto con agravantes, teniente de la mafia rusa, se sospecha que
sigue siendo prestamista y apostador, tiene su restaurante en Barn street #678.
El teniente me interrumpe con un sermón sobre la higiene. Olvidé rasurarme, no
pensé que importaría. No tengo tiempo para sus tonterías, así que le quito el reporte de balística de las manos
y lo leo mientras continua su regaño. Mary Smith está cada vez más cerca de la
muerte mientras Vinnie paranoias se entretiene escuchando el sonido de su
propia voz.
La pistola fue usada
en otro crimen hace dos años por un Frederick O’reilly. Interrumpo al teniente
y salgo de ahí. Me queda de camino al hotel Weston de todas maneras. O’reilly
vive en la 56, entre la 45 y 38. Colonia popular de casitas de un piso, una
arrimada sobre la otra. Frederick practica boxeo en el porche de su casa. Es un
irlandés enorme repleto de tatuajes de prisión.
- ¿Qué hice ahora?
- ¿Cómo sabías que soy detective?
- La manera en que camina.- Dejó de boxear contra su sombra y se apoyó
contra la pared de su casa.- Soy boxeador, sé de esas cosas.
- Sabes sobre armas también.
- ¿Otra vez lo mismo? Ya cumplí mi tiempo, si quieren que me disculpe con
el chico…
- Calma vaquero, esto es distinto.
- ¿No está aquí por el asalto de hace unos años?
- No, me interesa un homicidio. ¿Cómo conociste a Moe Gaffany?- Ladeó la
cabeza sin entender, y en cuanto captó que le estaba jugando como sospechoso se
cruzó de brazos.
- No sé quién es.
- ¿Cómo te explicas que Moe tenía tu número de teléfono y el arma homicida
fue la misma que fue usada en tu atraco a la tienda?- Comenzó una risa gutural,
simiesca.
- ¿Eso es lo mejor que pueden hacer? Vaya, eso sí que es desesperado. No
conozco a ningún Moe Gaffany, ni maté a nadie, es más, ni siquiera tengo el
arma.- Valía la pena intentarlo, una mentira puede ser más efectiva que la
verdad si el sospechoso está nervioso.
- Tenía que intentarlo Fred, ¿dónde está el arma? Es la única manera en que
te saldrás de este embrollo, y asumo que quieres salirte de este homicidio lo
antes posible.
- La vendí antes de entrar a prisión, mi abogado me dijo que gracias a eso
no pudieron hacer peor el juicio. No maté al dependiente, y como era negro
ningún jurado confió en su descripción.
- ¿A quién se la vendiste?
- No me acuerdo.- Me quité el saco, lo coloqué en las escaleras de la
entrada y le mostré la placa.- ¿Qué vas a hacer ahora?, ¿mentirme de nuevo?-
Iba a decir otra cosa pero le detuve de un gancho al hígado. No lo vio venir.
Rojo de furia pensó en lanzarse contra mí, pero le aplasté la placa contra el
rostro, para recordarle quién era. Los ex convictos temen más a los policías
que a Dios.
- ¿Quieres regresar a prisión?- Le di un par de bofetadas y levanté su cabeza jalándole del pelo.- Dame
un nombre, y no me mientas, o te juro que te escribiré en mi reporte como
sospechoso principal.
- Está bien, está bien, Gordon, se la vendí a Gordon. Solía salir con él
antes de mi arresto.
- ¿Cuál es su apellido?
- Macri. Gordon Macri… Sabes que esto es extorsión, ¿verdad?- Antes de
tomar mi saco le tiré un par de golpes más. Revancha contra Ken Labonte y mi
ego lastimado.
- No idiota, es brutalidad policíaca, aprende la diferencia.
No tenía tiempo de
regresar al precinto. Necesitaba llegar al Weston y hablar con el jefe de
seguridad, pero tenía que encontrar a este Gordon Macri. Llamé desde un
teléfono público, Felton acababa de llegar a su turno. Le expliqué que estaba
siguiendo el arma y necesitaba encontrar a Gordon Macri cuanto antes. Sin
sentido del humor, sin bromas ni comentarios sarcásticos. Sabía donde había
pasado la noche, no tenía que decirlo, era obvio para los dos. Pensé en el
teléfono afuera del “Lito’s”, pensé en la furia. Era temprano, estaba
contenida.
Hotel Weston.
Estructura octagonal. Pasillos flanqueados por columnas. Tapetes con
decoraciones geométricas. Familias cargando maletas de un lado a otro. Dos
elevadores, dos restaurantes y dos bares. Una ciudad dentro de la gran ciudad. Caras
sonrientes. Excitación juvenil. Pregunto por David Stewart, jefe de seguridad.
Me hacen pasar a una salita detrás de la recepción. Está oscuro, solitario y
apestoso, y se los agradezco.
- ¿Puedo ayudarlo en algo detective Ozelian?
- Ozfelian, pero llámame Oz.
- ¿Sucede algo?
- Estoy buscando a Mary Smith.- Se apoyó contra la puerta y se cruzó de
brazos, ladeaba la cabeza de un lado para el otro.
- No me suena, pero tenemos cientos de huéspedes.
- No es un huésped.- Me apoyo contra la mesa y retiro los papeles que la
cubren. La necesito vacía.
- No la conozco.
- Sweet Mary, puede que la conozca de esa manera.
- ¿Dulce Mary? Le repito que no sé quien es.- Finge demasiado bien, ni una
pizca de enojo.
- ¿Porqué tiene anotado su número en esta mesa si no la conoce?- La
sorpresa era visible.
- ¿Cómo dice? No le entendí.
- Mire, aquí está nombre y número.- Apunto a la mesa como si mi vida
dependiera de ella. La vida de Mary
Smith podría depender de ella, entre la cooperación de este idiota y la
prisa de Ken Labonte.
- Quizás alguno de mis muchachos la conozca, ¿es alguna clase de
prostituta?- Se acerca a la mesa y le señalo para que mire más de cerca.
- Algo así.- Le agarro del pelo y le azoto contra a la mesa con todas mis
fuerzas. Al levantarlo veo que tiene los ojos en blanco. Le azoto una segunda
vez, asegurándome de no romperle la nariz.- ¿Vas a dejar de jugar conmigo?
- Dios mío, ¿qué está haciendo?
- Respuesta equivocada.- Le azoto una tercera vez. Le tengo del cabello y
del brazo izquierdo por la espalda, si presiono más fuerte se lo rompo. Le
presiono un poco más, para que lo sienta.- Hay un sociópata que la está
buscando y la matará sin dudarlo si no la alcanzo primero.
- Está bien, está bien, pero déjeme en paz.
- ¿Me vas a decir dónde está?
- ¡No lo sé!- Solté su brazo y me hice a un lado para que pudiera tomar
aire y calmarse.
- Sé que se conocen, quiero saber cómo, porqué, qué han hecho, y de qué han
hablado.- Se apoyó contra la puerta, se quito la corbata y encendió un cigarro.
- ¿Está loco, lo sabe?
- Me lo han dicho.
- Esa clase de comportamiento… podría reportarlo.
- Hazlo, ¿sabes lo que le pasan a gusanos como tú que hacen quejas de ese
tipo? Los muchachos que reciben las quejas no las reportan si se trata de
seguridad privada, policías de mentiras, ellos me dicen a mí, y en los fines de
semana los aterrorizamos. Quemamos su buzón, rompemos sus ventanas, esa clase
de cosas.
- Esto apesta.
- Sí, apesta mucho. ¿Qué se le va a hacer?, ¿te sientes bien, rompí algún
hueso?- Se hizo el macho y llenó el pecho mientras fumaba.
- No, estoy bien.
- ¿Mary Smith?
- Tenía mis sospechas sobre ella y otra chica. Nunca solicitaban, es más,
nunca hablaban con nadie, pero de pronto las veía salir de las habitaciones y
regresar al lobby a leer una revista. Al menos son decentes, no me meten a mí
en problemas. El martes Mary se salió del límite. La otra chica, Virginia, ella
nunca da problemas, pero Mary estuvo solicitando. No podía dejarlo pasar.- Le
pasé el cenicero y acercó una silla para sentarse.- Tuvimos una convención de
dentistas, y esas convenciones siempre atraen muchos borrachos que quieren
divertirse. Son los días más pesados para nosotros. La atrapé ofreciéndose a
uno de ellos, y ella decidió pagar mi silencio.- Sonrió con la cabeza baja.- En
esa mesa de hecho. Me cayó muy bien, y en la noche salimos juntos. No la vi
ayer, ni la he visto hoy.
- ¿Qué te dijo del día anterior, el lunes?
- Nada. No hablamos mucho.
- ¿Adónde salieron juntos?
- Pasamos la noche en el motel Pasadena. Pensé que tendría novio, pero me
dijo que no.
- ¿Porqué te llevó a un motel y no a su departamento?, ¿parecía preocupada?
- No, en lo más mínimo. Me dijo que su departamento estaba infestado de
cucarachas, le gustaba más ese motel y estaba pensando en mudarse ahí. Incluso
tenía alguno de sus libros y fotos acomodadas.- Analicé lo que me decía, una
Sweet Mary sin preocupación alguna. ¿No se enteraron de Ken hasta el miércoles?
Era posible que al robarle a Shorty pensaran que aquello era exclusivamente de
Shorty, sin saber que la estaba guardando para Ken Labonte. De cualquier forma,
Stewart no me estaba mintiendo, de eso estaba seguro.- ¿Dijiste que estaba en
problemas?
- ¿Dónde queda este motel? Quiero llegar ahí lo antes posible.
Tengo un mal
presentimiento. Imagino a Mary histérica tras el paro cardiaco de Bruce
Wagstaf, alias Shorty. Pensando en llamar a una ambulancia o a la policía.
Encuentra la droga, o el dinero o lo que fuera que le robaron, llama a Moe, y
él se encarga de tranquilizarla. Era la salvación para él, seguramente estaban
tan felices que pensaron que nadie sabría que ellos robarían algo, quizás con
algo de suerte los socios de Shorty no sabrían que Mary estuvo con él cuando
murió. Después de todo, no aparece ni en los registros policiales. El martes se
siente tan afortunada que rompe la regla de Charline, las convenciones están
repletas de hombres que buscan compañía por unas horas. Aún cuando la arresta
el poli de hotel todo parece salir bien para ella, ahora tiene al jefe de
seguridad del hotel comiendo de la palma de su mano. Todo parece ir de
maravilla. En algún momento entra Ken Labonte en la jugada. Quizás se entera
antes de enterarse de la muerte de Moe, quizás después, pero ella desaparece.
No dejo de darle
vueltas al asunto mientras manejo a toda velocidad y pido una patrulla por la
radio para que la recoja por si no llego a tiempo. No todo me cuadra, si Ken
asesinó a Moe, ¿qué le dijo él?, ¿podría haberle dicho que Mary se había
quedado con lo robado? Eso tenía sentido, pero lo que no tenía sentido era la
manera en que murió. No parecía un interrogatorio, simplemente abrió la puerta
y le dispararon. Incluso el arma no me parece cuadrar, ¿quién es este Gordon
Macri, acaso es asociado de Ken? Labonte tendría que haberle interrogado, a
menos que Moe estuviera muerto antes de que tuviera la oportunidad. El ruso
podría haberlo asesinado, para cubrir su rastro, Ken entra en pánico porque
sabía que si una de las prostis favoritas de Shorty había robado su mercancía,
seguramente Gaffany lo sabría.
Manejo de un lado a
otro de la ciudad antes de darme cuenta. El motel Pasadena era un edificio de
dos pisos, la pintura se deslavó hace décadas y las puertas habían perdido todo
su brillo. Una patrulla en la entrada. Dos policías de uniforme conversan con
el gerente del motel.
- Detective, es por aquí.- No necesita decir otra cosa. Sigo al uniformado
por las escaleras hacia el segundo piso, la puerta está abierta. Mary Smith
desnuda en el suelo, moretones por todo el cuerpo, quemaduras de cigarro en las
piernas y en los senos. El asesino se divirtió demasiado.- Es horrible.
Demasiado viejo para
detener a Ken en el “Lito’s”, demasiado primitivo para mantenerme despierto
durante la madrugada y buscar a David Stewart a como diera lugar. Dejé que mis
impulsos me llevaran hacia la cama, hacia Virginia y su sexo divertido y
pasional. Pasé por encima del cuerpo, con cuidado de no pisar la sangre que
había emanado de su cabeza, y esperé a los forenses desde la habitación. Sus ojos
vacíos mirando hacia la puerta, esperando que la derribara para rescatarla.
Había sido atada
de pies y manos con el cordón de la
cortina. Se había hecho sangrar forcejeando en vano con los nudos. La lámpara
del buró que fracturó su cráneo y puso fin a su vida permanecía al lado de su
cabeza. La habitación había sido puesta de cabeza. La estantería que sostenía
sus libros y fotografías había sido derribada. El colchón había sido rasgado
con un cuchillo. Hasta el tapete había sido removido en algunos lugares. Era
imposible saber si encontró lo que buscaba, sin embargo con esa cantidad de
tortura, Mary tuvo que haberle dicho la verdad. Apoyo la rodilla en el tapete y
busco debajo de su cadáver sin encontrar nada nuevo, debajo del buró no queda
nada, y debajo de la cama queda un condón usado y un pedazo de cinta adhesiva
de tipo industrial. El asesino buscó incluso entre los libros y revistas que
tiró de la estantería. Entre las revistas encontré las fotos que guardaba,
estaba con Virginia y Charline en el “Lito’s”, una morena sonriente y feliz en
compañía de amigas. Un mundo excitante y repleto de dinero fácil frente a
ellas, lo único que le quedó fue una habitación de motel y un sádico asesino.
- ¿Qué tenemos aquí?- El forense está de buen humor. Interrumpo sus bromas
sobre mi apariencia y le urjo a que se apure. No puedo quedarme ahí por mucho
tiempo, esa mirada me acusa y me persigue.
- Oz.- Martin entra a la habitación cargando un archivo. Mira con asco a la
víctima y después me mira a mí con el mismo asco.- Es horrible.
- La torturó bastante, se divirtió haciéndolo. Parece que Ken Labonte me
gana de nuevo. Tenemos que encontrarlo, pon sobre aviso a todas las unidades,
este sujeto es demasiado peligroso.
- Lo haré. Ya hablé con los patrulleros, han entrevistado a todos y nadie
escuchó nada. Uno creería que tanta tortura la haría gritar, ¿no crees? Por
cierto, aquí tienes el archivo sobre Gordon Macri.
- Solo quiero saber dónde está, para presionarlo.
- ¿Presionarlo o reventarle la cabeza?- Me invita a salir del cuarto,
necesito el aire fresco.- Larry, por el amor de Dios mírate, estás hecho un
asco. No has dormido bien, has estado bebiendo, incluso llegó una queja de
Frederick O’reilly, dice que usaste fuerza bruta en una entrevista, que estaba
siendo cooperativo y todo eso.- Me apoyé en el barandal del corredor y miré
hacia la calle.- Todos sabemos, hasta el teniente, que nadie le presta atención
a esas quejas cuando vienen de un ex-convicto. Aún así…
- ¿Tienes algo para mí sobre ese Gordon Macri o no?
- Sí, aquí está.- Abrió el archivo y comenzó a hojearlo.- Último arresto
fue hace un año, sospecha de venta de narcóticos, era socio de Frederick
O’reilly. Su guardián de custodia temporal reportó que luego del encierro de
O’reilly cambió de actitud por completo, estudió enfermería, trabajó como
asistente de odontología en “odontología de la Providencia”. Murió semanas
después en un accidente de auto.
- Perfecto, el rastro del arma se queda frío. Únicamente tengo a Ken
Labonte. Esta chica le robó algo a Shorty, Bruce Wagstaf, seguramente drogas,
la estuvo buscando anoche. ¿El tiroteo en el “Lito’s”? El maldito me evadió
disparando al techo. Lo perdí en la estampida.
- Detectives, ya terminé con el cuerpo.
- ¿Y qué quieres, un premio?
- ¿Qué nos puede decir doctor?
- Murió no hace más de dos horas, entre ocho y nueve de la mañana.
¿Necesita algo más detective Ozfelian, además de un baño?
- Encuentra a Ken Labonte Martin, por favor.
- Oz…
- ¡Por favor!
Pensé en ir con el
ruso, Nikolai Igovich. Dependiendo de su humor sabría si lo robado llegó a sus
manos o si estaba en manos de Ken. A medio camino pensé en la fotografía.
Virginia me había dicho que no se conocían, incluso Charline había mantenido
esa impresión. El rompecabezas se me caía en pedazos entre las manos. Las
piezas empezaban a perderse y furioso lanzaba todo contra las paredes. De un
jalón tiré del volante y corté la circulación hasta lograr salir en la
intersección. Tras de mí dejé un choque ruidoso. La historia de mi vida.
Charline Roberts se encontraba
leyendo una revista en el local de “masajes orientales”. Abrí la puerta de un
golpe y al verme se hizo para atrás instintivamente. Puse una mano en el
teléfono y la miré fijamente. Por unos segundos nos quedamos en silencio.
Charline temblaba de miedo pensando que cumpliría mi promesa de partirle la
cabeza con el teléfono.
- Te dije la verdad…- Susurró.
- Mary Smith está muerta.- Dio un largo suspiro y se sentó.
- Dios mío, pobre chica.
- Se la entregaste a Ken. Sabías donde vivía y le dijiste a Ken donde
buscarla.
- No, no espera un momento, yo no le dije nada. No he vuelto a hablar con
ese negro loco desde anoche. ¿Crees que no llamaría a la policía si viera a ese
loco? Amenazó con matarme en ese bar, tú lo viste.- Me inclino a creerle. Ken
está desesperado, le habría torturado como hizo con Mary Smith.
- Virginia y Mary, son amigas, ¿me equivoco?
- Creo que son muy cercanas.- Solté el teléfono y suspiró aliviada.-
Salimos una vez al “Lito’s”, Mary estaba emocionada de trabajar en el Weston.
Era dulce y cariñosa con todos… ¿Sufrió antes de morir?
- ¿Estaría así de enojado si se hubiera muerto entre sueños?
- Primero Moe, ahora Mary… ¿qué está pasando?- Le creí cuando me dijo que
no sabía sobre el paradero de Mary Smith, le creí cuando me dijo que no había
vuelto a ver a Ken Labonte, pero también le creí a Virginia cuando ella me dijo
que no conocía a Mary más que de vista.
- Ha terminado la época de sembrar y ahora cosechamos nuestras tempestades.
- ¿Eso qué quiere decir?
- ¿Virginia y Mary eran cercanas?
- Muchísimo, salían juntas y estaban pensando en rentar un lugar entre las
dos. Se lo dije cuando vino por primera vez, ¿no lo recuerda?- Fui un idiota.
Cuando Charline buscó sus nombres mencionó que las dos le habían llamado a ella
para lidiar con un vendedor.- En lo personal me importa poco sus vidas, pero
las dos me tienen mucha estima, o tenían… ¿No estará pensando en sospechar de
Virginia verdad?
- No seas ilusa ramera, ¿ahora me dirás lo que puedo o no hacer?- Me miró
humillada, de muchas maneras yo también estaba humillado. Demasiado viejo para
detener a Labonte, demasiado primitivo para pensar coherentemente cuando estoy
cerca de Virginia, demasiado brusco para extraer información.- Disculpa, no sé
porqué lo dije.
- Has tenido un día de perros.
- Varios.
- Se te nota.
- Estaré bien… Eventualmente.
- ¿Quién es el iluso ahora?- Me sonrió de manera honesta, algo que no había
visto en ella. Encendí un cigarro tratando de ordenar mis pensamientos. Tenía
que volver a ver a Virginia, pero a la vez tenía que pagarle una visita al ruso
y encontrar a Labonte.- ¿Qué puedo hacer yo?
- Quédate cerca, pero cierra con llave, ¿tienes un arma?- Afirmó con la
cabeza.- Si ves a ese negro dispárale, no lo pienses dos veces. Yo te ayudaré
si lo haces y si la cosa se complica. Aunque siendo una basura callejera
seguramente nadie dirá nada. Te voy a mantener fuera de esto lo más posible,
pero recuerda, una mentira y haré de tu vida un infierno.
Como algo en el camino
al restaurante “Oleg” de Nikolai Igovich. Un lugar lujoso repleto de rusos
tatuados y bien vestidos. Cada tatuaje cuenta una historia, algún robo o algún
asesinato. Sus cuerpos pintados son monumento de sus carreras. En cuanto
muestro la placa me dejan pasar y me dirigen a la mesa de Nikolai. Brutales,
eficientes y muy inteligentes. Nikolai Igovich es un ruso canoso y corpulento
vestido en un traje blanco.
- Oficial, ¿en qué le puedo ayudar?- Apenas y levanta la mirada, está más
entretenido devorando su pan con mantequilla. Sus matones nos rodean, y no dudarían
en matarme.
- Moe Gaffany.
- ¿Moe?- Pregunta con una sonrisa en la boca. Sus chacales se ríen entre
ellos. Algo es seguro, no lloran por su muerte.- He oído hablar de él, un mal
apostador según me cuentan.
- ¿Cuánto dinero te debía?- Me mira de reojo con una estúpida sonrisa en la
boca. Sabe que no puedo hacerle hablar, aún si tuviera todo el día para
reventarle la cabeza contra la mesa.
- Nadie me debe nada, soy un hombre honrado.- Enciendo un cigarro y me
sirvo un poco del caviar que hay en la mesa. Sus guardaespaldas se plantean el
sacarme de ahí, pero Igovich les detiene con una mirada.- ¿Le gusta el caviar?
- Solo un marinero borracho comería esta porquería.- Tiro la ceniza de mi
cigarro en su vino y escupo el caviar sobre su plato.- No sé qué costumbres
tengan en el prostíbulo en el que naciste Nikolai, pero en este país comemos
comida que no sabe al interior de una bota de soldado.
- Muy gracioso Oz, muy gracioso.- Trata de intimidarme al usar mi nombre.
Mucha gente me conoce, no me afecta en lo absoluto. Pueden fingir que me
matarán en el callejón, pero no lo harían, Nikolai es demasiado inteligente
como para echar todo a perder por culpa de un tratante de blancas de segunda
categoría, o en un policía caduco y primitivo como yo.- Ya le dije que he
escuchado de Moe, sé que murió, no fui yo. Puede irse ahora.
- ¿De qué año es mi cenicero? Quiero decir, el vino.- Levanto la botella y
leo el año, pero la voy acercando a la orilla de la mesa. Me trató de acorralar
y ahora tengo al toro por los cuernos, no quiere matarme, no puede tocarme,
pero yo sí puedo humillarlo frente a su tropa.
- ¡Maldita sea! ¿Qué es lo que quieres?
- Ken Labonte.- Uno de sus chicos se me acerca y empujo la botella de
cientos de dólares más cerca de la orilla. Nikolai le detiene con un gesto y le
veo sudar.
- No sé quién es.
- Quizás sí lo sabes, quizás no. Sabes que no puedo tocarte, mucho menos
arrestarte por sospecha de homicidio. Tus abogados me harían trizas y el
departamento seguramente te está investigando en algo más importante, no
dejarían que yo fastidiara su caso.
- Muy bien, nos entendemos, ¿quieres dejar la botella en paz? No conozco a
ningún Ken Labonte. Tampoco maté a Moe Gaffany, ¿porqué lastimaría a los que me
hacen feliz?- Le creí, Moe pagó a tiempo. El ruso le habría matado con más
saña, o quizás habría escondido el cadáver. De cualquier forma, no parecía ejecución
de la mafia.
- Te creo Nikolai, o al menos eso quiero. Sin embargo, tengo un problema.
Ken Labonte dice que tú le ordenaste matarlo a él y a una chica llamada Mary
Smith. Lo escuché por accidente y no pude arrestarlo.
- Pues está mintiendo.
- Sea como fuere, si el departamento tiene un archivo sobre ti, o alguna
investigación pendiente, Labonte negociará un trato, saldrá libre y tú
aparecerás como el que dio la orden.
- Y usted haría el ridículo porque no pudo arrestar al asesino cuando tuvo
la oportunidad.
- Todo el mundo pierde.
- Pues este hombre, Ken Labonte, no me está haciendo feliz, en lo absoluto.-
Nos dimos la mano y salí de ahí.
No quedaba nada más
que decir. Prácticamente lo negociamos por contrato. Labonte tendría que huir
de los rusos, prácticamente le contraté para que lo matara por mí. Los rusos se
habrían de apurar, la mercancía de Shorty se perdió el lunes por la tarde, su
pandilla ya tendría que estar exigiendo la mercancía a Ken bajo amenaza de
muerte. La radio policial me leyó el pensamiento. Ken Labonte relegado a un
código, 187. Homicidio en la 36, la calle trasera del hotel M, en Morton. Pasó
de mis pesadillas a Morton, lo cual no es un gran cambio.
Regresar a Morton
siempre me pone de nervios. A cuadras de distancia comienza desfile de
prostitutas, camellos y vagabundos. Las casitas de un piso apiladas entre sí
comparten la pared, por lo que el ruido de cada casa se comparte en toda la
cuadra. Son las doce y media todas las casas explotan en música de borrachos,
chillidos de infantes desnutridos y disputas familiares. Siento la urgencia de
prenderle fuego a todo el maldito gueto y verlos arder. Cada negro que pasa se
me figura como Ken Labonte, y cada blanco me parece Nikolai Igovich.
Las patrullas cerraron
la calle completa. El rastro de violencia comienza desde el callejón del hotel.
Vidrios rotos en una ventana, gotas de sangre contra los arbustos en la
esquina, de cuando trató de doblar desesperadamente, su cadáver con el rostro
en el suelo a unos cuantos pasos de ahí. Seis tiros en la espalda y un tiro de
gracia en la cabeza. Esto sí parece ejecución.
- ¿Le puedo ayudar? Soy el detective Jackson.
- Ozfelian, robo y homicidios, éste era mi sospechoso principal en dos
asesinatos.
- Bueno, ahora su negro trasero pertenece al escuadrón de pandillas, están
con el gerente del lugar si quiere hablar con ellos.- Los dos policías de
pandilla visten como civiles, en vez de vestir de traje, y presionan al gerente
para ver sus registros.
- No te lo diré de nuevo, déjanos ver el libro o te arrestamos por
sospecha. ¿Quién sabe? Quizás tú llamaste a los chicos que lo mataron.
- Está bien, está bien.- El viejo gordo les mostró el libro de registros y
los dos policías lo examinaron.
- ¿Randy?- Randy West, cuando le conocí era un muchacho inocente, ahora era
un toro.
- ¡Oz! Vaya sorpresa viejo, ¿qué haces en esta parte de la ciudad?
- Visitando, visitando.
- Este es mi compañero, Newman, supongo que no lo conoces.
- Mucho gusto, he oído mucho de usted.- El otro es un regordete barbón que
me recuerda a Martin.
- ¿Conoces al fiambre?
- Ken Labonte. Les cuento un poco de él, tiene un amigo llamado Bruce
Wagstaf, alias Shorty, quien se muere de un ataque cardíaco cuando le visita
una prostituta. Esta chica, Mary Smith, llama a su proxeneta Moe Gaffany y le
roban algo. Me imagino que drogas, y Moe lo usa para pagar una deuda con un
ruso, Igovich. Ken ha estado buscando su mercancía, rastreó a esa prostituta y
todo. La droga o lo que fuera ya estaba en manos del ruso.
- Aquí aparece firmado el nombre de Bruce Wagstaf. Debe ser él, ¿te
imaginarías que sería más listo y usaría otro nombre?
- No lo culpes mucho, es negro.- Randy comenzaba a sonar como yo.
- Se registró a las ocho. Debió estar escondiéndose.
- Estilo bunker.
- ¿Qué saben ustedes? Ya les dije la historia con este negro, ¿hay
testigos?
- Varios, todos consistentes, tres negros con paliacates en la boca. Color
verde. Marca de pandilla para que sepan quién lo mató y porqué.
- Vaya, ¿porqué no dejan una tarjeta de una vez?
- Son negros, no saben escribir.- Definitivamente suena como yo.- ¿Quieres
que te mantenga conectado?
- Lo apreciaría.- Intercambiamos teléfonos y tarjetas.
- Gusto en saludarte Larry, trata de dormir, te ves de porquería. Al menos
ya se cerró tu caso.
Mi caso no estaba
cerrado. No importaba cuánto trataba de cerrar el expediente, toda la basura
seguía saliendo sin detenerse. Los ojos me ardían por falta de sueño y tenía
nauseas por la falta de baño. Incluso el teniente me evadió por el olor. No me
quejo de eso, me da la excusa de sacar mi botella de whisky del escritorio. Yo
le llamo “el almuerzo de campeones”.
Después de unos tragos
tengo coraje de nuevo para enfrentarme con el desastre. Martin hace un par de
comentarios y le lanzo bolas de papel hasta que se calle. Busco a Virginia, me
digo a mí mismo que es para que me aclaré un par de cosas, saber si ella habló
con Ken Labonte, o en todo caso porqué me mintió anoche cuando me dijo que no
la conocía. No hay nadie en su departamento. Ella no habría asesinado a Mary,
no hay motivo aparente y Charline sabría si Virginia no estaba trabajando.
Todo estaba destinado
a la gaveta de casos abiertos. Los casos de negros olvidados que a nadie le
importan. Me molestaba Mary. Labonte no podía haberla torturado en la mañana,
de ocho a diez, y estado en Morton registrándose en su pequeño bunker de
porquería a las ocho. No, a ese negro lo persiguieron hasta la habitación,
rompió la ventana para salir corriendo, y le atraparon en la calle como a un
perro. Un perro que no torturó a Mary, pero ¿quién más la estaba buscando o la
necesitaba muerta?
Todo era posible.
Comencé a imaginar a Virginia Jameson desnuda con Igovich sobre la mesa de su restaurante.
Mary Smith y Charline Roberts teniendo un amorío. Labonte negociando con el
ruso para recuperar su droga. Ex-novios celosos que querrían verla sufrir.
David Stewart desatando su sádico interior. Revisé los expedientes criminales
de Shorty y del ruso. Me hacía falta sentarme y tomarlo con calma.
Igovich fue arrestado
y tenían un buen caso, de no ser porque el abogado convenció al juez de que
hubo fuerza excesiva en su arresto. Una costilla rota. Ninguna relación visible
con Mary Smith. Suena el teléfono. Randy West tenía algo para mí.
- Te agradezco la ayuda Larry. Tenemos a los idiotas. Tres negros de Spook
street, una pandilla local. Parece que Shorty guardaba 50 kilos de cocaína
pura, es una fortuna.
- No la pudo entregar a tiempo y lo mataron.
- Exactamente.
Cincuenta kilos es
mucho polvo. Revisé el archivo de Shorty, parecía elevarse de posición, ningún
camello guarda tanto en su departamento. Moe tenía razón de alegrarse, lo mismo
el ruso. Shorty tenía una larga lista de asociados. Quizás alguno de ellos
hacía su propia investigación y alcanzó a Mary antes que Ken llegara a ella. Releí
todo el expediente buscando algo que indicara su muerte como un posible
homicidio, con tanta cocaína era factible que le asesinaran, quizás incluso
Moe. La declaración de testigos es confusa, unos dicen que le vieron llegar a
cierta hora, otros dicen que estaba solo, otros más dicen que había dos hombres
en su departamento. Ninguna mención de alguna prostituta, ni de una mujer que
haya sido vista ese día. En su historial mostraba un arresto serio, como parte
de una redada a un grupo bastante grande de narcotraficantes. Wagstaf
enfrentaba homicidio por negligencia, cuando atropelló a un sujeto, así como un
cargo por conspiración para la venta de narcóticos. El abogado demostró que
hubo fuerza excesiva en su arresto y se salvó.
El patrón me provocaba
ansiedad, estaba perdido en un laberinto de posibilidades pero algunas de ellas
comenzaban a tener sentido. Me terminé la botella leyendo el expediente de Moe
Gaffany. Buscaba algo muy particular, sus arrestos. Arrestado en el Lito’s
hacía un años, hubo fuerza excesiva, luego llegó el abogado y tuvieron que
dejarlo en libertad. Una ecuación que me estaba fastidiando. En todos estos
reportes el nombre del oficial era el mismo que de quien redactó el informe en
el caso de Bruce Wagstaf. Oficial Dean Pounder.
El teniente me estaba
fastidiando por el alcohol pero no podía escucharle. Estaba en otra parte. Zen
en medio del caos. El ciego que ve por primera vez. Estuvo en mi cara la
primera noche. Debía estar histérico tras la muerte de Moe, visitando a todas
sus callejeras para saber quién le conocía y quién sabía qué, o hasta qué
grado. Una cubeta de agua fría. Salí corriendo con la foto de Dean Pounder
hasta el auto y no dejé de acelerar hasta llegar a los “masajes orientales”.
- ¡No me dijiste!- Azoté la puerta detrás de mí. Ella brincó del susto y
derramó su café.
- Qué susto me pegaste Oz, ¿qué ocurre ahora?- Comenzó a limpiar el
desastre con pañuelos de papel. Estaba
nerviosa y preocupada.- ¿Encontraste a quien mató a Mary y Moe? He estado
muerta de nervios.
- Dean Pounder, ¿porqué no me dijiste que Moe tenía un compañero?- Le
mostré la fotografía y la examinó horrorizada.
- ¿Era policía?
- ¿No lo sabías?
- No, claro que no. Era cliente regular de las Mary, se la pasaba en el
Weston. Lo vi una o dos veces, pero luego le vi el lunes con Moe, estaban
celebrando, así que supuse que eran amigos.- Celebrando el negocio del siglo
que acababa de caerles de sorpresa.- ¿Qué vas a hacer? Es de los tuyos…
- He vendido muchas cosas por distintos motivos, pero hasta yo tengo mis
límites.- Me senté en una de las sillitas plásticas y encendí un cigarro.-
Charline, quiero que hagas tus maletas.
- ¿Quieres que huya de la ciudad?, ¿estoy en peligro?
- Quizás.
- ¿Mató a Moe por lo que le robaron a ese Shorty, verdad?
- Le robaron cincuenta kilos, y no sé si fue él. No sé nada. Únicamente sé
que no quiero que te pase nada, eres una mujer inteligente y honrada, en lo que
cabe para una proxeneta.- Me miró con expresión de sorpresa. La mala noche, la
tensión, Virginia y el día de perros que estaba pasando me afectaban
visiblemente. Me sirvió un vaso de agua y se sentó a mi lado. Charline había
sido una mujer fría y distante desde el principio, pero ahora el miedo la hacía
más humana. Me estremecí pensando que no es la caridad sino el miedo el que nos
regresa a nuestra condición humana.
- No tienes que hacerlo Oz. Podrías arrestarme, si planeas arrestar a Dean
te pedirán evidencia y testimonios, si Virginia no quiere cooperar…
- La palabra de una madame y una prosti contra un policía, eso no sirve.
Sería una traición entre policías, y eso se cobra caro.
- Gracias.
- Tienes que entender, se acabó el negocio Charline. Necesito que me
entregues las listas que guardas de tus chicas y sus clientes, estoy seguro que
las tienes. Diré que las encontré en tu oficina cuando escapaste de la ciudad.
- No apunto nombres, solo están números de habitación, cantidades y las
Mary.- Se levantó a buscarlas. Yo no podía moverme, no sabía qué hacer. Perdido
como un infante.
- Me salvaste la vida dos veces Oz.- Me entregó su cuaderno de
anotaciones.- No aparece Dean en ellas, nada de nombres.- Nos quedamos en
silencio un momento.
- ¿Adónde irás?, ¿tienes dónde quedarte?
- ¿Porqué me preguntas?
- No lo sé.- Bajé la cabeza. No estaba listo para aceptar que le tenía
estima. Su misterio, su encanto escondido. No prometía los placeres que
Virginia prometía, ni sus risas, pero existía cierta plenitud en su manera de
ser.
- Puedo ir con mis primos, viven fuera del país.
- Eso sería perfecto. Cuanto antes, y no mires atrás.
- ¿Atrapaste al negro de anoche?
- No, su propia gente lo mató.
- Que horrible, esto ha sido una pesadilla desde el principio… Oz, lo que
sea que haya pasado contigo, quiero decir, tu manera de…
- ¿No sabes cómo hacerme saber que soy un hijo de perra?
- Algo así.- Su risa fue espontánea.- A lo que voy era, ¿por qué haces esto
conmigo? Estoy segura que no eres así con todos, perdonándoles delitos cuando
podrías arrestarlos e incrementar tu número de arrestos.
- Honestamente Charline, no lo sé. Supongo que tienes algo que yo no tengo.
- Cuando me levanto puedo verme al espejo sin darme asco, ¿es eso?
- Un consejo, haz tus maletas y escapa, antes que toda esta violencia te
atrape para siempre. No regreses. Busca otro empleo, algo menos violento.- Me
levanté y me dirigí a la puerta. Titubeé al abrirla, quedándome quieto por un
largo momento.
- Ese consejo, ¿era para mí o hablabas contigo mismo?- Ella me había leído
por completo. La despedida había sido perfecta.
Estaba en la tierra de
nadie, eso me quedaba claro. No importaba qué hiciera, seguramente violaría
algunas leyes. Seguramente sería usado en mi contra. Únicamente quedaba una
opción. Apretar el acelerador y hacerlo de todas maneras. Hotel Weston. Las
familias me parecen menos felices, el ambiente menos cálido. David Stewart
discute con uno de sus subordinados en el bar vacío del hotel.
- Quiero hablar contigo.- Se despidió del otro agente de seguridad y
quedamos solos.
- Tiene suerte que no le pusiera una demanda…- La bofetada le dejó en
silencio.
- Mary Smith está muerta.- La sorpresa le dejó pálido. Se sentó en una de
las mesas vacías y balbuceó un par de cosas que no pude entender.
- ¿Sabe quién fue?
- Quizás, pero necesito de tu ayuda. Quiero que me digas donde está
Virginia.
- Aún si quisiera, no podría…- Me acerco a él y se levanta asustado.- No,
ni creas que podrás intimidarme, hay cámaras, tengo testigos allá afuera.
- Testigos para ver cómo te pongo estas esposas.- Saqué las esposas y traté
de encajarlas, pero David se hacía para atrás.- Sospechoso de homicidio, ¿eso
le gustaría escuchar a tus jefes? Tú dime, ¿crees que les gustaría saber que su
jefe de seguridad se tira a las rameras que pasan por aquí?
- Está bien, está bien. Puedo averiguar. No me tardo.
- No irás solo.
- ¿Cree que me echaré a correr?
- Espero que lo hagas, para poder
dispararte en la rodilla.- Saqué el arma y me aseguré que tuviera balas. Lo
quería asustado y así lo tenía. Le seguí a la recepción, habló con algunos de
los agentes de seguridad y regresó con el número de habitación.
- 605, pero por favor, no entre a golpes a la habitación.
- Ponte lindo otra vez y atravieso esa puerta con tu cabeza.
No estaba listo para
verla. El niño en el elevador me mira como si fuera un vagabundo. La madre tapa
sus ojos. Aparto el saco para que mi arma sea visible, así como mi placa. Me
pueden ver, aunque finjan que soy invisible, o peor, que son ciegos. Intercambio
un par de palabras. Los uso como excusa. La triste realidad es que no quiero
volver a verla. Tan hermosa, tan peligrosa, tan mentirosa. Está metida en el
asunto de alguna forma.
No logré sacar nada en
claro del libro que Charline me dio. Distintas cantidades todas en verde, a excepción del martes,
cuando sus números estaban en rojo, mientras que los de Mary Smith se
encontraban en un verde brillante, con una carita feliz a un lado. Hacer feliz
al jefe de seguridad le daba más puntos. La carita feliz me pareció una ironía,
ella no murió con una carita feliz, aunque así fue definida en vida por todas
quienes la conocieron. Incluso por la amiga que fingió que no la conocía a
fondo. Saliendo del ascensor estaba ella, elegante y hermosa. Su cabello rubio
descansaba sobre sus hombros. Me vio llegar y se alegró de verme. La tomé del
brazo y la llevé a una salita entre habitaciones, donde se encontraban baños y
teléfonos públicos, y lejos de la mirada de los guardias de seguridad que me
seguían.
- ¿Viniste por una segunda probada? Podías esperar hasta la noche, pero si
quieres te puedo ver después de mi siguiente cliente.- Encendió un cigarro
mientras acariciaba mi rostro.
- No me gusta que jueguen conmigo.
- Vamos Larry, fue divertido y tú sabes que solo es un juego.
- No me refiero a tu entrepierna, me refiero a Mary.
- ¿Qué quieres decir?- Contuve las ganas de doblarle el cuello de una
bofetada. Notó la ira en mi expresión. Las venas en el cuello estaban a punto
de estallar.- Stewart, él sabe dónde encontrarla.
- No juegues conmigo, ya es demasiado tarde. Me mentiste sobre Mary. Me
hiciste dar un rodeo y ahora ella está muerta.
- ¿Muerta?
- ¡¿Qué creías que iba a pasar Virginia?!- Mis gritos se escucharon en todo
el edificio, amplificados por el eco.
- Maldito, no pensé que la encontrara. Me llamó ayer… Me vas a odiar.
- Es demasiado tarde para eso.
- Dean era cliente de Mary y mío. En ocasiones ayudaba a Moe, le arrestó
hace un año en el Lito’s, tenían una investigación en su contra, pero como le
propinó una golpiza su abogado le sacó de los apuros.- Su modus operandi paso
por paso. Sus huellas en todo el asunto.- Arrestaba a las chicas de la
competencia por una tajada del pastel, y cuando el pastel se fue haciendo más
pequeño por las deudas de Moe…
- Él pagó con ustedes.
- Sí, exacto. Le vi el lunes en la noche, me dijo que los problemas de Moe
estaban solucionados, que todos habían ganado. Pensé que había arrestado al
ruso como había hecho con la competencia de Moe, pero ayer me habló. Estaba histérico, me dijo que
no dijera nada. Tenía que admitir lo menos posible, o de lo contrario me
metería a prisión. ¿Él mató a Mary, no es cierto?
- Quizás.
- Por eso te mentí, no quería que supieras que era amiga de Mary, tenía
miedo.
- ¿Sabes qué le robaron a Shorty?
- ¿Quién es Shorty?
- La solución de Moe, le robaron cincuenta kilos después de que se muriera
de un ataque al corazón.
- Mary me dijo de su cliente con ataque al corazón, Bruce algo. Debe ser el
mismo, no me dijo de la coca. Era un secreto entre ellos.
- Pues ahora Dean está atando cabos sueltos. Tienes que ir con cuidado.
- ¿Crees que me hará algo?
- No si puedo detenerlo Virginia.- De un brinco me besó aferrándose a mi
cuerpo. Recordé la noche anterior y el poco tiempo que pasamos dormidos.
Recordé el calor de su cama y el ardor en sus ojos.
- Gracias Oz. Mi caballero en armadura brillante.
- Me han llamado muchas cosas, pero eso…
- Eres un príncipe azul.
- ¿A qué hora sales de trabajar?
- Charline me dio dos nombres, no he hablado con ella desde hace horas.
Tengo otro cliente en el sexto piso, tendría que ir para allá en este momento.
Quiero hablar con ella primero, insiste en que me reporte entre clientes.
- No lo hagas. No quiero que te cargue más de trabajo. Termina y te
encuentro, te sacaré de esto.- Honraba mi pacto con Charline, le daba la
oportunidad de largarse sin dejar rastro, antes de que se empezaran a preguntar
por ella.
En cuanto desapareció
de mi vista hice la llamada. Necesitaba saber cuál era la ruta de Dean Pounder.
Hablé a su precinto, su sargento me confió que tenía mala reputación, demasiado
agresivo con los sospechosos, probablemente corrupto. No sabía ni la mitad. Me
recordaba a mí mismo.
No era un juego
cualquiera. Era el gran juego. La cacería humana. Me detuve en la vinatería por
una botella de whisky. Valor líquido. Me sumergí en Morton, siguiendo la ruta
de Pounder. Morton el gueto del que nadie escapa. La tarde caía y las
prostitutas salían a trabajar. Miré el sol caer desde las sucias ventanas del
auto mientras me atragantaba con la botella. En un semáforo se me acercó un
niño para venderme flores, ojos saltones por las drogas. Caminaba en zigzag,
arrastraba las palabras. Su padre estaba en la entrada de un edificio,
parcialmente oculto y babeando en un coma de heroína. Le miré a los ojos, a sus
ojos muertos, y vi mis ojos muertos. No sentía piedad por él, ni empatía. Era
demasiado tarde para él, y yo ya había cruzado ese límite. En sus ojos estaban
todas las decepciones, todos los engaños, todas las corruptelas de mi vida. Un
oscuro reflejo de Samantha residía en esos ojos, una memoria que se alejaba de
mi vida como un barco impulsado por los vientos del rencor.
Seguí rastreando su
patrulla. Mi mente divagando entre las mujeres de mi vida, las vivas y las
muertas. Pensé en todas las ocasiones en que vendí mi lealtad estando a su
edad. Todas las veces que reduje a un sospechoso a una pulpa. No había empatía,
él era un animal y yo también. Nunca torturé a una mujer hasta matarla. La
excusa no me convencía, era una excusa infantil, lo sabía, pero ya no necesitaba
excusas para sentirme mejor que él. Ya no sentía. Los días de tensión, de
excesos, de alcohol, de furia, me habían dejado vacío por dentro. Cuando
finalmente encontré su patrulla no sonreí, ni sentí temor ante la idea de
entrampar a un hermano policía. La única emoción que quedaba era la excitación
morbosa del juego.
- Dean, ¿me recuerdas?- Se bajó del auto y le ofrecí de mi botella de
whisky. Declinó, había muchos testigos en la calle.- ¿El detective de anoche?
- Ya recuerdo, claro que sí.
- El de la prostituta.
- Sí, disculpe de nuevo. Espero que no le haya interrumpido en su
investigación.
- No, está bien. No te busqué para eso, es otra cosa. Tengo que hablar
contigo, es sobre una chica.
- ¿Quién?
- Virginia Jameson está diciendo cosas locas sobre ti. Ella es una
profesional de Moe Gaffany. Hablé con ella y pasó un buen rato diciendo que tú
mataste a Moe.
- Eso es imposible, yo estaba con mi sargento y el consejo de investigación
interna. Procesábamos quejas de brutalidad que me habían hecho.
- Lo sé, lo sé, ¿qué clase de policía sería si antepusiera los caprichos y
mentiras de una ramera sobre la lealtad entre hermanos de azul?- Me sonrió y me
dio de palmadas en la espalda. Un par de mentiras y el idiota comía de mi mano.
- Esa es una tonta y una mentirosa.
- ¿Cómo conoció tu nombre?
- ¿Entre tú y yo? Me la estaba echando. La mejor que he tenido.
Seguramente, como le he estado dando de problemas a Moe, sobre todo el arresto
en el Lito’s, ella me debe odiar. Ahora que el padrote está muerto me debe detestar
con ganas.
- Como sea, te recomiendo algo, entre amigos, habla con ella. Está en el
Hotel Weston. Preferiría que hablaras con ella ahí, a que esperaras a que ella
se presentara al precinto.
- ¿Dijo que declararía?
- Sí, muy enfáticamente. Por eso te digo, habla con ella.
- Descuida, lo haré. Mejor que ella y yo lo resolvamos entre los dos a que
meta a todo el departamento de policía.
- Perfecto, me voy entonces. Solo te quería dar la advertencia y ponerte
sobre aviso, como hermanos policías.
- Gracias Larry, nunca lo olvidaré.- De eso estaba seguro.
La trampa estaba
puesta. El sol caía en el horizonte. Las farolas de la calle mitigaban la
oscuridad. Por más que intentaran no podían iluminar la oscuridad de las
personas. Gradualmente, conforme la oscuridad ganaba terreno, la gente decente
aceleraba el paso, y los matones caminaban más despacio. Pensé en Dean,
manejando a toda velocidad para dejar la patrulla y tomar su propio auto. No
podía acercarse a Virginia vistiendo como patrullero.
El whisky se terminó
antes de llegar al hotel. Estaba ebrio, pero tenía la esperanza de estar
suficientemente sobrio como para hacer lo que tenía que hacer. Al llegar al
hotel me escondí en un grupo de turistas extranjeros, regresaban después de un
pesado de día de divertirse y emborracharse. Con la mirada enfocada al sexto
piso pensé en Ken Labonte, en su dilema, en su búnker improvisado en un motel
de baja categoría. Corriendo para salvar su vida luego de atravesar la ventana.
Odiaba a Labonte, lo odiaba porque nunca pude vengarme de él. Gordon Macri era
el otro muerto que me las debía. El rastro de la pistola me había vuelto loco,
era un rastro confuso, inexplicable. Le daba vueltas en la cabeza, pero
necesitaba más piezas si iba a poder vincular a Gordon Macri con alguno de los
jugadores.
Dean Pounder entró por
la entrada trasera del hotel. Fingía ser un civil más, macizo como un toro. Su
playera pegada revelaba un torso enorme, brazos como troncos y las venas del
cuello marcaban el ritmo cardíaco. Virginia apareció hasta el sexto piso,
visible conforme se acercaba al elevador. El grupo de turistas entre los cuales
me camuflaba empezaban a irse a sus habitaciones. Rápidamente me refugié en el
bar. La mesa daba contra la pared, pero me permitía husmear con el espejo
frente a mí. La vista no era perfecta, pero al menos podía ver a Dean, y estaba
seguro que él no perdería de vista a Virginia. En cuanto se sentó en un sillón
y tapó su rostro con una revista supe que algo pasaba. La chica pasó cerca de
él, sin notarle, y se dirigió al estacionamiento, seguramente dirigiéndose a su
auto. Dean Pounder se levantó en seguida y se encaminó. Le imité y apreté el
paso al ver que ya ambos habían desaparecido del piso del lobby, sumergiéndose
en las escaleras que descendían al estacionamiento.
- No irás a ninguna parte.- Dos brazos negros me tomaron del saco. David
Stewart y dos agentes de seguridad. Negros enormes. Momento de la venganza.- Te
quedarás aquí hasta que llegue tu teniente.
- No seas idiota, estoy en medio de algo.
- Ya hablé con él, un teniente Vincent Simone, o algo así. Muy interesado
en escuchar lo que el hotel tiene que decir.
- ¿Le vas a llorar porque todavía te duele la golpiza?- Estacionamiento.
Oscuridad. Eco de los pasos. Virginia gritando por ayuda. No podía quedarme
quieto por mucho tiempo más.
- Le dije que te sorprendimos teniendo relaciones con una prostituta en un
baño. Todos diremos lo mismo.- Me llevaron a empujones hasta uno de los
mostradores donde dos agentes de seguridad bebían café.
- Idiota, el hombre que torturó y asesinó a Mary está en ese
estacionamiento, va a lastimar a Virginia.- Fui demasiado estúpido y lento para
salvar a Mary, no iba a dejar que la historia se repitiera.
- ¿Esperas que me lo crea?- Suspiré, haciéndole creer que estaba vencido.
Me apoyé contra el mostrador, acercando mis manos a las tazas de café que
bebían.
- ¿Me van a esposar?
- No, sólo quédate tranquilo.
Tomé las tazas de café
a toda velocidad. Una la pude agarrar firmemente con la mano izquierda, la otra
la empujé con la derecha hasta tropezarla contra uno de los negros que me
mantenía esquinados. Lancé la taza de la izquierda con todas mis fuerzas. Como
una pelota de beisbol surcó los aires, lanzando su líquido ardiente sobre
algunos transeúntes inocentes. Se estrelló en el suelo en medio de un grupo de
trajeados hombres de negocios. Sin perder un segundo me lancé a la derecha,
derrumbando al guardia, extraje mi pistola y estrellé el mango contra la nariz
de Stewart. Al demonio el teniente, al demonio la brutalidad policíaca. Un
policía estaba a punto de asesinar a una mujer, si es que seguía viva, por
culpa de estos incompetentes.
Liberado de mis
captores corrí a las escaleras y bajé los escalones a saltos. Al atravesar la
pesada puerta que cerraba el estacionamiento pude escuchar los gritos. El eco
lanzaba sus súplicas en todas direcciones. Corría de una dirección hacia la
otra, sin encontrarlos. Seguramente estarían entre los autos, ocultos casi por
completo. Lancé un par de disparos al techo que hicieron un estruendo terrible.
Los jadeos se detuvieron, así como las súplicas, dando inicio al sollozo. Grité
el nombre de Dean y juré que lo mataría con mis propias manos. Escuché pasos.
Imposible determinar la dirección, pero tenía una ventaja, ahora estaba de pie
y podría verle la cabeza por encima de los autos. Capté su presencia a mi
izquierda y corrí hacia él. No conté con que cargaba con un arma.
El ruido sonó extraño.
Sordo. Calibre bajo. La bala reventó un cristal a dos coches de distancia. En
el breve momento en que pude ver su rostro noté los ojos rojos y saltones. Estaba
drogado. Virginia se levantó, llorando, aferrándose a un auto y gritando mi
nombre. No quería matarlo, pero él me mataría a mí y a Virginia sin dudarlo. Disparó
hacia ella, pero dado que estaba corriendo hacia la salida, y estaba
completamente drogado, la bala impactó contra el techo. Corrí hacia él,
escondido entre los autos. Ya casi salía del lugar, y lo perdería para siempre.
Su edad le hacía rápido y ágil, dejando distancia insalvable entre nosotros.
Faltando una fila de
autos antes de la rampa de salida, la puerta del estacionamiento se abrió de
golpe. Martin salió volando, como expelido por una fuerza sobrenatural, y
derribó al toro. El teniente separó el arma de sus manos y le esposó mientras
Felton le sometía. Virginia se acerco, temerosa, hasta que guardé mi arma y
puse mis brazos alrededor de su cuerpo.
- No esperábamos ver esto Ozfelian, se lo aseguro.
- ¿Vienen por la queja de Stewart?
- En efecto.
- ¿Quién es este sujeto Oz?
- Oficial Dean Pounder, él asesinó a Mary Smith, no fue Ken Labonte.- Los
dos se asombraron. Era un tema espinoso cuando se trataba de un policía.
- Hijo de perra casi me viola, de no ser por Oz…
- Así es, quería arrestarlo en cuanto amenazara a Virginia, pero el
estúpido de Stewart me retrasó, y por poco le cuesta la vida a ella.
- Vaya, vaya, mire teniente.- Felton extrajo bolsitas pequeñas con polvo
blanco.- Está completamente drogado.
- Oz, voy a confiar en que tienes una excelente explicación para todo esto.-
Dijo el teniente. No estaba bromeando, pero tampoco era un regaño.- Vamos a
arrestarlo por esos cargos, aparte de la droga, y me explicas todo en el
precinto.
- También arresten a Virginia.
- ¿Qué?- Trató de separarse, pero cerré mis brazos y la mantuve controlada.-
Yo no hice nada.
- Martin, ¿qué esperas? Me llevo a los dos.
- Pero Oz, ¿por qué me haces esto?
- Nena, hazte un favor y llama a tu papá y a tu abogado.- Su mirada de
desaprobación era más fría que un témpano, toda su belleza pareció congelarse
en ese momento.
Había dejado un
torbellino tras mi paso. El teniente fue claro en eso. Quejas constantes por mi
comportamiento, sospechas turbias, la balacera en el Lito’s, y ahora esto.
Detectó mi aliento alcohólico de inmediato, y aunque no lo mencionó en el
hotel, fue muy enérgico en el precinto. Expliqué todo lo que había pasado,
exceptuando a Charline. Le dije que había entrado al lugar en la mañana, ella
ya se había ido. Simone llamó al sargento de Pounder y confirmó su coartada.
- Entiendo todo lo que dice detective, pero aún no entiendo su obstinación
por…
- Lo tengo. Eso es todo.
- ¿Cómo puede saber quién mató a Moe Gaffany? Todos sus sospechosos han
quedado libres de sospecha, aunque no fueran inocentes por completo. Incluso el
rastro de la pistola le condujo a un laberinto sin salida.- Disfrutó de su
cigarro mientras hablaba. Hacía eso cuando terminaba de angustiarse por algo.-
Tengo al representante del sindicato de policías, y al abogado, en la sala dos,
tengo a esa chica con su padre y su abogado en la uno. Si tienes un as bajo la
manga, úsalo.
- Eso es lo que hago, trucos, soy un mago.- Salí de su oficina para que
siguiera lidiando con el Hotel Weston y la demanda que querían poner.
- Gracias por salvar a mi hija.- Era el padre de Virginia, quien esperaba
en el pasillo que conducía a la segunda sala de interrogación.- He oído que el
Hotel le ha entablado una demanda.
- Algo así.- Me extendió la mano y me agradeció calurosamente. Rudolph
Jameson estaba idéntico que en la fotografía en el departamento de Virginia. Un
rubio alto de mirada nerviosa y con un problema de sobrepeso.
- Puede contar con mi abogado, yo se lo pagaré.
- ¿El mismo abogado que contrató para salvar a su hija de un cargo de
homicidio con agravantes?
- Ella no lo hizo detective, me dice que se conocen, que son amigos. Si
usted la conoce, sabría que…
- ¿Qué tan bien conoce a su hija?- Fue un golpe bajo, pero así también
habían sido mis días.- Algo que no entiendo de ella, ¿porqué no quiso emularle
a usted y trabajar en su sanatorio?
- No es un sanatorio, es una clínica asociada al hospital de la divina
providencia.
- No contestó mi pregunta.
- Honestamente no lo sé… No sé si la empujé fuera de mi vida tras la muerte
de mi esposa, o si… No es una asesina.
- Acompáñela en la sala. Le necesita en este momento.- Entré a la sala de
interrogación donde se encontraba Dean Pounder y los dos trajeados, el
representante sindical y su abogado. Nadie dijo nada, su cliente estaba
absolutamente arruinado.
- Detective- Comenzó a decir el abogado.- he leído el archivo de Mary
Smith, y existe duda razonable.
- ¿De qué está hablando?
- Nadie la escuchó gritar, ¿cómo puede estar tan seguro que no la dejaron
tirada ahí?
- Ozfelian- Ahora era el representante sindical.- no crea que le sacará una
confesión a golpes. Posesión de cocaína, eso puede demostrar, pero su palabra
no es suficiente para condenarlo por intento de violación, ni mucho menos por
homicidio. ¿Le vio violar a Virginia Jameson?
- Vamos despacio. ¿Cómo estás Dean?
- No hable con mi cliente, lo que tenga que decir, dígalo a nosotros dos.-
Eran buenos en su trabajo, eso seguro.
- Muy bien, si así lo quieren… Aquí hay un par de datos importantes que
tendrían que tener en claro. Ken Labonte no era el único que quería encontrar a
Mary Smith, después de todo Sweet Mary conocía a Dean, como cliente y como
socio de Moe Gaffany.
- Momento, no puede decir eso así nada más, ¿dónde está la evidencia?
- En primer lugar abogado, no estoy
hablando con usted, ni con su cliente. Tengo derecho a hablar en voz alta con
la pared, y quiero ejercer ese derecho.- Ese truco siempre les saca de sus
casillas. Imaginé al teniente, del otro lado del espejo, fumando
divertidamente.- Arrestos con violencia excesiva que son usados para liberar a
los mismos criminales es una táctica inteligente. Conoció a Moe hace un año,
quizás más, le arrestó para sacarlo de nuevo y negociar. Arresta a la
competencia, le pasa algunos datos de redadas y cosas así. Moe se endeuda con
el ruso, Nikolai Igovich es un sujeto bien conectado, a quien trata de hacerle
la misma jugarreta, aunque no funciona. Sweet Mary acude al departamento de
Shorty, Bruce Wagstaf, él muere de un ataque al corazón y se hacen así de
cincuenta kilos de cocaína. Pounder es el primero en la escena y se encarga de
tomar declaraciones confusas y contradictorias. Ken busca a Mary por la droga y
Dean entra en pánico en cuanto muere Moe. Vigila a las callejeras y me conoce,
sabe ahora que hay una investigación que se centrará en sus prostitutas.
Sabiendo que Labonte está buscando a Mary, Dean habla con Virginia y le amenaza
para que no diga dónde vive Mary, ni nada que pueda en algún momento dado
comprometerle a él. Dean encuentra a Mary, pone al lugar de cabeza, hace
parecer que alguien ha estado buscando algo. ¿Qué tan drogado estabas cuando lo
hiciste?
- Detective, ese Ken Labonte era ya un sujeto…
- ¿Un sujeto peligroso? Sin duda, pero estaba en el motel M al mismo tiempo
en que murió Mary Smith. No, Pounder le torturó hasta matarla. Le puso una
cinta en la boca, por eso nadie escuchó nada. Debí conectar la cinta adhesiva
en cuanto la vi debajo de la cama, pero supongo que estaba distraído. Por eso
te pregunto Dean, ¿qué tan drogado estabas que dejaste atrás la cinta adhesiva?
- Yo no maté a Moe.- Pounder bajó la cabeza y comenzó a llorar.
- Dean, no digas nada.
- No amenacé al ruso tampoco, quería negociar con él. Hice las
introducciones, se lo presenté a Moe, pero el muy idiota apostó más de lo que
podía pagar. Igovich habría matado a Moe si él se hubiera presentado solo a
entregarle los cincuenta kilos.
- Pero no se atrevía a matar un policía.
- Exacto.- Los llantos se hicieron cada vez más histéricos y salí de la
sala. Estaba perdido, su abogado y su representante lo sabían. Habría una
investigación interna y pasaría toda su vida en prisión. Nadie podía salvarlo.
Me dirigí a la segunda sala de interrogatorios, donde Virginia me miraba
asustadamente mientras su abogado le cuchicheaba al oído. Rudolph, su padre,
caminaba de un lado a otro de la habitación.
- Todo esto es tan… desconcertante. No sé qué pensar, salvó a mi hija, pero
ahora parece que la quiere encerrar por algo que no hizo.
- Detective, más le vale tener buena evidencia, de otro modo le aseguro que
mi clienta saldrá libre y entablará una demanda. No olvide que su vida estuvo
en peligro para que usted pudiera arrestar al asesino de Mary Smith y Moe
Gaffany.
- Dean Pounder acaba de confesar a la muerte de Mary, pero él no mató a
Moe. Su coartada calza a la perfección.- Encendí un cigarro y me apoyé contra
la pared.- Cuando uno está perdido es cuando uno recorre más distancia y conoce
más lugares, ¿te has dado cuenta de eso Virginia?
- No sé si deba hablar contigo Larry.
- Estaba perdido en este caso, entre el narcotraficante, el proxeneta, la
madame, los pandilleros, el ruso… A decir verdad sigo perdido. Tú sabes a qué
me refiero Virginia.
- Sí Larry, sé a qué te refieres.
- Conoces más cosas pero como estás perdido no les prestas atención. Anda
uno como loco esperando ver la luz al final del túnel, no nos detenemos a
fijarnos en los detalles.
- Detective, todo eso es muy interesante, ¿tiene alguna pregunta para mi
clienta?
- Tú estás perdida Virginia, eres como yo, y lo sabes.- Antes que el
abogado volviera a abrir la boca levanté las manos, a forma de rendición y
comencé a caminar en círculos a lo largo de la sala.- Dean Pounder estuvo
frente a mí y no supe distinguir que había sido más que mera casualidad el que
estuviera allí. Otros detalles no me interesaron, pues estaba histérico
tratando de encontrar la luz al final del túnel. Ahora los tengo todos claros,
pues me he dado cuenta de algo. No hay salida, este túnel es eterno. Lo único
que podemos hacer es detenernos y oler las flores.
- ¿Tiene algo que decir, o no?
- La pista sobre el arma me llevó a un boxeador, él me llevó a Gordon
Macri, fallecido hace tiempo. Tú me hablaste sobre Mary y el jefe de seguridad
del hotel Weston, quien a su vez me comentó sobre una convención el martes.
Todo este tiempo creí que lo importante había ocurrido el lunes, cuando Dean y
Moe se ocuparon de la droga que Mary había encontrado. Grave error. Lo único
que importaba era el martes. Charline me entregó la última pieza del
rompecabezas, el libro de cifras, donde se encuentra el martes en rojo. Empezó
en el Weston y terminó en el Weston, cuando los arresté a los dos.
- Aún no ha dicho porqué ha puesto a mi clienta bajo arresto.
- Necesitaba mantenerla en la misma habitación que su padre y la idea de
arrestarla me vino perfecta.- Los tres se quedaron pasmados. Rudolph palideció.
El abogado balbuceó un par de cosas. Virginia no dejaba de pestañar.
- ¿Qué ocurre detective?- Rudolph Jameson se sentó en una de las sillas metálicas y tomó de la mano a su
hija.
- Yo le diré qué ocurre. Ocurre una convención de dentistas. Esa clase de
convenciones atrae a mucha gente que se emborracha y renta un cuarto para
pasar una buena tarde lejos de casa y
las preocupaciones cotidianas. El único problema es que al abrir la puerta se
encontró con su hija. De ahí los números rojos en el registro del dinero. No
podía saberlo, al llamar a los “masajes orientales” Charline Roberts le
prometió a Virgin Mary, virgen María, así que seguramente esperaba a una Mary,
no a una Virginia. La sorpresa los mantiene a los dos de pie, uno frente a otro
sin saber qué decir, seguramente se marcharon silenciosamente. El problema está
en que un hombre, sobre todo un padre, no puede dejar pasar esas cosas. Tampoco
podría una hija que se expone a la sexualidad de su padre, una sexualidad
vulgar de solicitar prostitutas. El arma de Fred O’reilly llegó a las manos de
Gordon Macri, quien fuera su asistente en la clínica de odontología de la
Providencia, donde usted trabaja. Se conocieron y le compró el arma antes de
que Macri muriera en un accidente de tránsito. Buscó al proxeneta y le siguió
hasta su casa. Bastó con que tocara a la puerta, se asomara Moe en sus
calzoncillos y le baleara ahí mismo. Ni ejecución, ni interrogatorio ni nada.
Probablemente tiró el arma por los nervios, una vez que la adrenalina bajó de
nivel.
- Oh, Dios mío…- Comenzó a decir el abogado.
- Virginia no estaba protegiendo a Dean, sino a su propio padre. Ella era
la única que conocía toda la historia.-
Rudolph comenzó a llorar. Virginia le abrazó, su rostro duro de la tensión y
rojo por el llanto que estaba conteniendo.
- Mis amigos…- Dijo Rudolph en voz baja.- me la recomendaron mis amigos...
Dijeron que era la mejor que habían tenido.- Ella también estalló en lágrimas.
Su máscara de sensualidad divertida se había caído en pedazos.- La vergüenza,
tenía que hacer algo… Ese maldito abrió la puerta como si nada...
- Dios santo.- El abogado no sabía ni qué decir, ni quién era ya su
cliente. Me sentía como él, no sabía qué decir. Nada parecía correcto, así que
salí de la sala de interrogatorios,
donde Martin y Vincent tenían la misma expresión. Nos quedamos de pie, sin
saber qué decir, como quien atiende un velorio. La puerta se abrió y salió
Virginia.
- Larry…- Nos miramos a los ojos, pero no buscábamos palabras, no era
necesario. Es un lenguaje propio, ambos estábamos perdidos en el túnel. Ambos
perdidos por completo. Cuando empezó a llorar le abracé y sostuve su cabeza.
El teniente y Martin
me miraron extrañados. La sostuve sollozante por unos minutos, finalmente me
separé de ella y me fui. La escuché llamar mi nombre pero no volví la cabeza.
No quedaba nada más que decir. Ahora todo había terminado, y los secretos de
uno se habían revelado a todos. Sin secretos, no queda nada más.
En el viaje a mi
departamento apagué la radio policial. No necesitaba el ruido, no necesitaba
que me dijeran lo que ya sabía. Apagué la luz de la sirena y dejé que la
oscuridad de la calle confundiera mi auto con los otros. No dejaba de pensar en
Charline, en la tranquilidad de su persona, en todo lo que no tenía. Pensé
también en Virginia, en el fuego que ardía en su interior y que ya comenzaba a
quemarla viva. Cuando las llamas se extinguen no queda nada, más que las
cenizas y la oscuridad. Tan perdida como yo, ella fue mi guía, la mejor que he
tenido.
No hay comentarios :
Publicar un comentario