Porque mentiste
Por: Sebastián Ohem
Febrero 4 2009
Llovió
fuera de época. Las calles del centro empiezan a inundarse. Simón If se imagina
que de entre las aguas negras surge el putrefacto cadáver de Ramón Montalvo y
con él surge todo su pasado. La lluvia estaba terminando, pero la noche era
joven. Cuando llega a la Casa de Todos aún es temprano “no se ha puesto denso
todavía” le explica Lorenzo, el dueño, “espérese dos o tres horas y tiene nota
segura”. If ya tiene su nota, en la forma de Delta Rubí. La conoció en el
funeral de su marido. Un funeral extraño, luego de tanto tiempo tener
finalmente un cuerpo al cual enterrar en la tumba vacía. La mujer que había
visto en el funeral y la mujer que estaba sentada casi al fondo del café
parecían dos personas distintas. Un cenicero repleto de colillas a un lado de
una botella vacía. Mirando a la pared con expresión confundida no se dio cuenta
cuando If se sentó a su lado. Dejó su tarjeta de presentación sobre la mesa.
Delta la miró por un segundo y con un bufido la tiró al suelo. Miró al
reportero a los ojos a través de su mirada ebria y se encendió otro cigarro.
- ¿Qué quiere?- If no podía decidirse si
era guapa o no. Alta y con una figura conservada tenía esa rara característica
libanesa donde una nariz enorme y la piel, entre blanca y amarilla, con pecas
por todas partes daban por resultado una combinación extravagante.- ¿Ifigenio
se llamaba?
- If, me dicen If.
- No quise hablar con usted en el
funeral de mi marido, ¿porqué cree que quiero hablar con usted ahora?
- Quiero imaginar que en algún momento
del día lee el periódico.
- ¿Me va a vender el suyo? No me
interesa.- Buscó dentro de la botella y, al encontrarla vacía, la dejó en el
suelo.
- No le vengo a vender nada.
- Tengo un arma en mi bolso… Si quiere
problemas puede dispararse de una vez, porque estoy tan borracha que no creo
atinarle.
- Lo tendré en cuenta. Gaspar Ernesto
Quintal Parra, ¿lo recuerda?- Delta le miró intensamente, los humos del alcohol
parecieron despejarse por un largo y silencioso momento. Un muchacho le trajo
una botella de cerveza y Delta le pagó.
- Lorenzo ya no me quiere vender.- Tomó
un trago antes de seguir hablando.- Leí la noticia, ¿está muerto?
- ¿Le gustaría que estuviera?- Dio un
largo trago y eructó.
-
Ya no importa lo que yo quiera Ifigenio, estoy vieja y cansada.- Tenía
apenas unos cincuenta, pero sus arrugas calaban hondo.- Tengo cáncer. Los
doctores dicen que debería dejar de fumar.
- Sería buena idea hacerles caso.
- ¿Para qué? Es el final, mi marido ya
descansa en su tumba, luego de tanto tiempo. ¿Qué me queda por hacer? No tengo
hijos, mi dinero se fue todo a comprar la tienda de renta de películas,
realmente puedo morirme en cualquier momento.- Le dio otro trago y suspiró.-
¿Está muerto?
- No, está en coma. Le dieron duro con
un tubo. Los doctores no saben si se recuperará.
- ¿Usted cree que fui yo? Me da gracia.
- ¿Qué cosa?
- Que juegue al detective. No vino aquí
porque le interesara hacer una noticia, ni fue al funeral de mi Ramón para
publicarlo en el Alarma.
- La República, se llama La República.
¿A usted no le da curiosidad el asunto con Gaspar Quintal? Tengo entendido que
fue un robo millonario.
- ¿Qué quiere que le diga? Gaspar era un
sujeto deleznable, seguramente no confiaba en bancos y prefería guardarlo todo
en casa. Parece que al final no resultó una buena idea.- Delta sonrió mostrando
su dentadura amarilla y desigual y encendió un cigarro.- Pareces un niño en su
primera cita, haz la pregunta.
- ¿A qué se refiere?
- No vino aquí por una entrevista, eso
queda claro. Siente curiosidad por el robo de anoche y cree que sabe todo lo
que hay que saber acerca de mi marido y Gaspar. No dudo que Rodolfito le habrá
informado sobre el asunto.
- Sí, hablé con él en el funeral. Según
me dijo usted también estaba segura que Gaspar lo asesinó.
- Así es. Ahora haga la pregunta niño
tímido, ¿dónde estaba yo en la noche en que atacaron a Gaspar?- Levantó el
bolso del suelo y de un golpe lo apoyó contra la mesa. Luego de un incómodo
minuto de silencio mientras buscaba entre sus cosas finalmente sacó un anillo.-
Fiesta de reencuentro de la facultad.
- ¿A qué hora fue eso?- Preguntó If
mientras miraba el anillo de graduación de la facultad de administración de la
UADY.
- A las once. Puede preguntar en la
facultad, se lo dirán.- Sonriendo divertidamente añadió.- ¿Era tan difícil
preguntar?
- El robo sucedió a las siete. ¿Estaba
en su video centro?
- Video Pop. Y no, no estaba ahí. No
abrí porque quería arreglarme para la fiesta. Si yo hubiera atacado a Gaspar le
habría arrancado el corazón. Ese monstruo mató a mi marido. Por cierto, ¿cómo
pasó, dijo algo de un tubo?
- Le dieron un par de golpes al cráneo.
- Ahí está su prueba, al asaltante le
faltó saña, no pude haber sido.
Delta
comenzó a reír histéricamente y luego a toser. Su tez amarillenta se tornó roja
y lágrimas brotaban mientras su ataque de tos empeoraba. If caminó en reversa
hacia la salida. Delta, luchando convulsivamente por respirar se cayó de la
silla y una pareja se acercó para levantarla. Cuando If salió de la Casa de
Todos aún podía escucharla toser, luchando por lo que le quedara de vida. La
lluvia había pasado, pero If la extrañaba.
Julio 15 1998
La
oficina de la calle 86 en la Emiliano Zapata Sur no es realmente una joya. Un
cubo color morado con un letrero en el techo que dice “Inmobiliarias y
constructoras Quintal”. Una oficina, una estancia para esperar, un aire
acondicionado, un baño y una sala de juntas, que es básicamente la covacha y
que nunca se ha usado. La secretaria, María Espíndola, morena regordeta y
simpática, decidió traer el ventilador de su casa, luego de pasar dos meses
muriéndose de calor, pues el aire acondicionado es de uso exclusivo del jefe.
La chica no se enoja, ni pelea, ni llega tarde, por eso no ha sido despedida.
Está en serios apuros económicos y no hace preguntas, los dos requisitos
básicos que Gaspar Quintal sostiene como fundamentos de todo buen empleado.
Quintal
no disfruta despidiendo a sus secretarias, pero sabe que es necesario. Está
tentado a hacer una excepción con María, pero conoce demasiado bien los
riesgos. Aprendió bien eso cuando su antiguo compañero fue arrestado en
Monterrey. Gaspar sufre gastritis cada vez que piensa en eso. Reconoció de
inmediato los errores y los ha enmendado. No puede darse el lujo de tener una
secretaria en una constructora donde jamás llegan clientes, donde rara vez le
visita algún ingeniero y donde se realizan pedidos con factura de gastos
increíbles, cuando ella puede constatar que no entra dinero. El lavado de
dinero es un arte que exige paciencia y cuidado.
Revisa
su reflejo contra el cristal de su auto y se quita la cadena de oro y el
anillo. No le preocupa el cuerpo redondo y fofo, ni sus inicios de canas, ni la
nariz de bola, porque Gaspar Quintal siempre había sobrevivido por inteligencia
antes que por apariencia. Si los incautos lo ven chaparro, gordo y feo tienden
a pensarlo un tonto incapaz de elaborados fraudes. Guarda la joyería en su
maletín vacío. Eso impresiona a sus clientes norteños, pero frente a María debe
dar la apariencia de cruzar por malos tiempos económicos. María lee su revista
y juega con sus rulos mientras entra su jefe. Sus relaciones son cordiales,
pero con cierta distancia, y María esconde su revista y finge que estaba
prestando atención a la estancia.
- ¿Para qué escondes la revista, me
quieres hacer creer que todo este tiempo has estado con la mirada fija a la
pared?- Es amable con ella, porque la extrañará mucho cuando la despida,
probablemente en un par de semanas.- Eso sí me preocuparía. ¿Algún mensaje?
- Dos, el licenciado García quiere saber
para cuándo tendrá su presupuesto y un señor Gerardo Peniche quiere hacer cita
con usted.- El licenciado García tendría que esperar, Gaspar estaba haciendo
hasta lo imposible para comprar cemento robado, a mitad de precio, y cobrárselo
por encima de lo normal.
- ¿Especificó algo este hombre Peniche?
- Dijo que era un proyecto muy
importante.- El asunto tenía gracia, él había hecho esa llamada, como hacía
cada mes, con nombres diferentes, para dar la apariencia de estar operando con
regularidad. Podía fingir la voz y esconderle el hecho que el único negocio que
estaba ocurriendo era el de desfalcar a los incautos que llegaban a confiar en
él.
- Pues ojalá, porque no estamos nadando
en la abundancia.- Tiene un pie adentro de su oficina cuando su secretaria le
corta el paso, preocupada.
- Pasó algo más.
- ¿Qué?
- Vino un señor hace rato y preguntó por
usted.- Gaspar la miró sin entender y María tardó en encontrar la manera de
expresar su preocupación.- Le dije que podía hacerle cita, pero estaba
interesado en nuestros clientes, en cuánto me paga, cosas de ese tipo.
- ¿Qué le dijiste?
- Pues nada, que haga cita.- María le
miró buscando aceptación, pero Gaspar sentía un hueco en el estómago.
- ¿Y bien? No me dejes colgando María,
dime que pasó después.
- Se llama Horacio Martín Gómez, o al
menos eso me dijo. No quiso cita, dijo que viene al rato.
- No te preocupes, seguramente es la
competencia.- El hueco que sentía se hacía cada vez más grande. Con todas sus
fuerzas buscó la apariencia de calma.- En cuanto lo veas me llamas al cel, no
le digas que estoy aquí. Cerraré mi oficina con llave y tú me llamas, ¿entendido?
- Sí señor.
- Y no te preocupes, así es este
negocio, la gente busca intimidar.
Enciende
el aire acondicionado y se instala en su escritorio. Es hora de hacer su rutina
de llamadas, momento de conversar con las otras dos secretarias de los otros dos
negocios, Quintal inversiones y Atenas Constructora. Ninguna de las tres
sospecha que Gaspar tiene otros negocios y eso alegra su humor. Nancy, de
Quintal inversiones, tiene mensajes de los dos licenciados que quieren
comprarle unas jugosas acciones. No tienen idea que los hará subastar,
quedándose con su dinero y anunciado que las ha vendido a otro. Verónica de
Atenas Constructora le habla de un hombre que preguntó por él y sus negocios,
dijo que su nombre era Horacio Martín Gómez.
- No te preocupes, solo quieren
intimidar.
- Eso sería todo ingeniero, ¿regresará a
la oficina?
- Si todo sale bien estaré ahí en dos o
tres horas.
- Haré café.- Verónica es eficiente, es
cierto, y si no fuera porque le roba papelería y fuma dentro de la oficina, se
sentiría tan mal de despedirla como hará con María.
Del
mini bar se abre una cerveza y trata de calmarse. Trata de abrir el seguro del
mueble empotrado contra la pared con alguna de las decenas de llaves en su
llavero. Prueba y error, una y otra vez, mientras piensa que hacía años que no
tenía que recurrir a su caja de seguridad, ni a la de esta oficina, ni a
ninguna otra. No necesariamente significa que la Secretaría de Hacienda lo esté
investigando, de hecho “si fueran de gobierno- concluye cuando finalmente abre
la puerta y pulsa el código de seguridad- no serían tan ruidosos. Sería
sigiloso, haciéndose pasar por mi cliente”. Sacó el portafolio y el arma cuando
sonó el teléfono. Apoyó sus “métodos de persuasión”, como le llamaba a su kit
de emergencias, sobre la mesa y contestó el teléfono mientras se abría un poco
la camisa, tratando de relajarse.
- ¿Gaspar? Es Evan, de modelos Ferrer.
- Ah sí, dime Evan, ¿ya me tienen
precio?
- Serían veinte mil por todo lo que nos
está pidiendo.
- ¿Veinte mil? Pero ustedes me conocen,
saben que soy cuidadoso con las chicas.
- Modelos señor, cualquier cosa que
hagan, más allá de modelar, es un asunto entre adultos que esta agencia de
modelos, Modelos Ferrer, no puede controlar.- Tiene miedo de ser grabado, es
tan astuto como Gaspar.
- Sí, ya lo sé. Cada vez que hablamos es
el mismo discursito. A lo que voy es que siempre que contrato modelos con
ustedes procuro mantenerlas cómodas y bien acompañadas.- La “fiesta de
inversores” no podía costar más de 18 mil, de otro modo de las puras entradas
no le ganaría gran cosa al asunto. No tiene tiempo de localizar a todos los que
atenderán para avisarles que el precio subirá.
- Aún así, toda la noche es costoso.
- Puedes dejarlas toda la noche conmigo,
si no me confías puedes venir por ti mismo. Ellas te lo habrán dicho, estoy
seguro, soy tu cliente perfecto. Si sigues así me vas a espantar y Dios no lo
quiera termine buscando… modelos, en algún otro lugar.
- Bueno, pero es que los costos se
mantienen, aunque es cierto que usted es nuestro cliente preferido.
- 17 mil, nada arriba de esa cifra.
Mira, te estoy descontando protección, compañía, transporte y seguro médico.
- Pero señor Quintal, eso es muy poco.
- Soy la razón de tu existir. Una noche,
de 17 mil pesos, cubre todos sus gastos del mes, y sobradamente, porque les
pagas una miseria a esas pobres chicas.- Su celular comienza a vibrar, de
inmediato se asegura que no pueda ser oído desde la estancia.
- Bueno, está bien.- Es el teléfono de
la oficina, ha regresado el sujeto.- ¿Con tarjeta?
- Efectivo, como siempre.- Colgó el
teléfono, se ajustó la pistola al cinturón, escondiéndola bajo la ropa y,
maletín en mano, salió por la ventana de su oficina hacia la calle.
Mientras
Gaspar se alejaba furtivamente, escondiéndose entre los coches, consideró
finalmente la posibilidad real de que se tratara de un sujeto vengativo.
Algunos de sus fraudes habían salido mal, con la víctima jurando venganza, pero
nunca antes había sufrido venganza alguna. Entró a un tendejón y compró un
refresco mientras charlaba con la dueña, una anciana sorda que terminaba cada
frase con “huay que cosas”. Podía ver la entrada de su oficina, y tuvo que
esperar quince minutos antes de que Horacio saliera del edificio. Se trataba de
un hombre moreno, alto y fornido, con una cabeza esférica que hacía parecer su
rostro como un balón adornado con una cara. Cuando se alejó en su tsuru corrió
hacia su camioneta.
No
le temía a los sujetos forzudos, por lo general cuentan con que su apariencia
intimida y no esperan encontrar resistencia. Gaspar tenía resistencia, una
escuadra con un clip de veinte balas y meses de entrenamiento para dispararla.
Horacio decidió evitar avenidas, lo cual alegró a Gaspar, quien lentamente
comenzaba a acercarse. Finalmente, cuando Horacio frenó para asegurarse que no
vinieran carros, Gaspar aceleró y le chocó en la defensa. Antes de que pudiera
reaccionar se acercó a su auto y, por la ventana abierta, le dejó caer el
maletín y apuntó su arma contra el cachete.
- ¿Qué te traes?- Quintal tenía parte
del cuerpo adentro, empujando a Horacio para que los posibles testigos no
vieran su arma.
- Soy investigador privado, Horacio
Martín.
- ¿Quién te contrató?
- Ramón Montalvo, me contrató para que
lo investigara a usted, cree que se trae negocios chuecos.
- Abre el maletín.- Puso énfasis en la
frase empujando el cañón de la pistola.- Adentro hay quince mil pesos.
- ¿Qué quiere?- Tenía miedo, pero al ver
los billetes se le abrieron los ojos con lujuria.
- Escribes en tu reporte que no
encontraste nada y te puedes quedar con ese dinero, o puedes seguir
investigando y te abro el tercer ojo de un plomazo.
- Reporte, haré el reporte. No me
volverá a ver, se lo juro señor.
- Anda,- Se relajó y guardó su pistola.-
disfruta tu dinero. Lo que hagas con ese dinero es tu problema, Montalvo es el
mío.
Gaspar
regresó a su auto, satisfecho consigo mismo. Horacio condujo lentamente,
planeando todos los modos en que podía gastar ese dinero y pensando “Que
Montalvo y Gaspar Quintal se arreglen como puedan”.
Septiembre 15 1990
No
sabe bien a bien de quién es la casa, pero sabe que lo invitaron y le
prometieron mucho alcohol. Su tío le ha prestado su auto y eso le convierte en
una celebridad, porque cuando llega a la fiesta en compañía de su novia
Berenice todos le invitan un trago a Rodolfo Montalvo. Sabe que no es muy guapo
con su tez oscura, nariz de tucán y una ceja continua que le da la apariencia
de estar malhumorado, pero también sabe cómo hablarle a las mujeres. Sus
compañeros de universidad y otra docena de desconocidos se pasean por toda la
casa, se pelean por las botellas y por empujarse a la fría alberca y nadie se
acuerda de qué se celebra ese día. Rodo, como le gusta que le llamen, le ofrece
una cerveza a Berenice, pero ella está cuidando su cintura y se sirve algo de vodka.
Alguien
pone a Locomia y todos abuchean, Rodo no sabe quién lo hizo pero grita a todo
pulmón. La batalla por el estéreo termina cuando el dueño de la casa pone algo
de Bon Jovi y todos se calman. Platica con un compañero de la carrera y trata
de integrar a Berenice, pero ella mantiene su cara de asco y su actitud de ser
mejor que los demás. Eso le fastidia a Rodo, le gusta la figura de Berenice,
pero su relación sería mejor si tuviera un botón para apagarla y esconderla en
el clóset como una aspiradora.
Finge
que debe ir al baño con tal de alejarse de ella y deambula por los pasillos. En
un cuarto juegan tenis de mesa unos borrachos que no pueden conectar más de dos
golpes seguidos. En otro cuarto una pareja ha perdido toda inhibición y un
grupo de curiosos los observa sentados en las escaleras.
Sale al
jardín en busca de aire libre y entonces la mira por primera vez. Está
conversando con un sujeto y ruega que no sea su novio. Ella es de estatura
media, delgada, con un par de labios enormes y dos redondos ojos que, al
sonreír, forman arcos, como un par de media lunas. Se contonea al hablar y
fumar, danzando con su propia canción,
su propio ritmo. No se cansa de mirarla y no deja de estudiarla. Nota que
normalmente cuando la gente ríe mucho se dobla sobre su estómago, pero ella se
doble contra su espalda, y por alguna razón Rodolfo sabe que esa es la señal
absoluta de haber encontrado a su pareja ideal. Ella le mira de reojo, ¿siente
curiosidad por él o está incómoda de estar siendo observada?
No
puede seguir acechándola en silencio, eso le queda claro, pero no encuentra un
buen pretexto para acercarse y hablar con ella. Al ver pasar a Fredi le toma
del brazo, él es uno de los muchachos más populares de la carrera, si alguien
sabe quién es ella, tiene que ser él.
- ¿Cómo se llama esa chica?- Fredi
sonríe, el asunto le parece divertido.
- ¿Te gusta Daniela Medellín? Esa niña
es un desmán, hazme caso, no quieres meterte con esa lesbiana.
- ¿Es lesbiana?
- Salimos juntos un par de veces y por
más que se metió doscientos pesos de coca, ella nunca se dejó, ¿eso no la hace
lesbiana?- Rodo sintió ganas de reírse de él, pero se contuvo.
- Entonces se llama Daniela, ¿dónde
estudia?
- ¿Cómo voy a saber, soy su biógrafo o
qué?
Era
inútil, Fredi no le sería de ayuda. Al menos sabía su nombre y, al verla fumar
Marlboro, se le ocurrió una idea. Avanzó con paso decidido, sosteniendo su
cajetilla Marlboro y mirándola directamente a los ojos.
- Daniela, creo que se te cayó algo.- Le
mostró la cajetilla y se interpuso entre
los dos.
- Nos vemos después Dani.- Dijo el
muchacho, al captar la indirecta, y se alejó.
- Eso no es mío.
- Lo es ahora.- Sacó un cigarro y
Daniela le ofreció el suyo para encenderlo.
- ¿Nos conocemos?
- Depende, ¿dónde estudias?
- En la UADY, comunicación.- Sin duda
aquellos labios eran los más grandes que hubiese visto en su vida y, estaba
seguro, besarlos sería la gloria.- ¿Y tú?
- Administración de empresas.
Hablaron
de la Universidad, de sus compañeros y de las fiestas. Cuando se cansaron de
estar de pie se sentaron al borde de la alberca y siguieron hablando. Ella
tenía un lado salvaje, eso fue obvio desde el primer momento. Le habló de los
raves, del éxtasis y de dónde comprar unas pastillas que, si se mezclan con
suficiente agua, pueden mantenerte despierto y feliz por doce horas. Rodo no se
asustó, aunque no había experimentado con las drogas más allá de la marihuana,
no la juzgó en lo absoluto. Estaba seguro que ella tenía también un lado tierno
y que, cuando le permitiera verlo, sería tan increíble que se quedaría con ella
para siempre. Fueron interrumpidos por un sonido chillón y repetitivo, era el
beeper de Rodolfo, lo sacó de su bolsillo y se rió.
- ¿Quién es?
- Es mi novia, Berenice me manda
mensajes al beeper cada que se pone celosa, en vez de venir y decírmelo. Ella
dice que es para evitar hacer el ridículo.
- Vaya, hasta me dices que tienes novia,
eres honesto en ser deshonesto.- No estaba enojada, sino cautivada.
- Bueno, pues oficialmente dejo de ser
deshonesto en tres, dos, uno…- Lanzó su beeper a la alberca y, de reojo, pudo
ver a Berenice corriendo afuera de la casa.
- ¿Así nomás?- No podía dejar de reírse.
Rodo sonrió y puso su mano encima de la suya.
- Así nomás.
Platicaron
durante toda la noche, acariciándose con ternura. Toda la fiesta hablaba de
ellos, pero no les importó. Rodo habló de la muerte de sus padres, de cómo
dependía de su hermano, quien había heredado el dinero de sus papás, y cómo
vivía con su tío, quien básicamente le dejaba hacer lo que quisiera. Daniela habló
del divorcio de sus padres, sobre cómo se detestan sus papás a muerte y,
tratando de compensar la situación, le
permiten hacer de todo.
Cuando
salió el sol y todos los borrachos que se habían quedado se fueron levantando
para irse, Rodo la invitó a desayunar. Daniela le invitó a su casa, donde lo
presentó a su mamá como su novio.
Marzo 29 1999
Susanita
terminó su chocolate y pasó cinco minutos lamiendo sus dedos. Elsa le tomaba
del brazo mientras su marido le abrazaba de la cintura y besaba. Una horda de
adolescentes quería unirse a la fila de la taquilla del cine y la pareja tuvo
que hacerse a un lado. La película había sido lacrimógena, el ratoncito de
“Milagros inesperados” había sido el personaje favorito de Susanita y le había
hecho llorar a mares. “No podemos llevarla al cine” se quejó Elsa, “con un
chocolate se arregla” se defendió Julio. Dicho y hecho, el chocolate hace
maravillas.
- Ya llegó la hora de los adolescentes.-
Se quejó Elsa.
- Todavía somos jóvenes.- Julio la
volvió a atrapar en sus brazos y le plantó un fuerte beso.
- ¿Me amas?- Preguntó Elsa.
- De principio a fin.
Elsa
acarició el rostro moreno y regordete de su marido. Aún tenía la vitalidad de
hacía diez años, cuando se casaron. Había subido de peso, el trabajo al sol le
marcaba sus primeras arrugas, sus manos eran callosas y duras, y comenzaba a
perder el cabello. A pesar de todo ello Elsa Virginia lo amaba, aunque al ver
los cambios de su marido temía los suyos propios. De una estatura pequeña, lo
que antes había sido un esbelto cuerpo comenzaba a redondearse. Perdía la
cintura y ganaba circunferencia. Hacía lo posible, sin embargo, por mantenerse
en línea.
- Quiero ver perritos.- Susanita comenzó
a jalar del brazo de su padre hasta que lo forzó a agacharse.
- Amor, en este momento no se puede.
- ¿Julio? Mira quienes van ahí.- Elsa
apunta hacia la pareja que viene directamente hacia ellos, los Montalvo. Ramón
y Delta Rubí.
- Vaya, vaya, que sorpresa. El mundo es
un pañuelo.- Celebró Ramón. Elsa reconoció aquellos ojos grandes y tristes,
algo que notó sobre él desde que le vio por primera vez. Ramón había cambiado
como Julio, pero conservaba su cabello, aunque daba la apariencia de ser un
hombre cansado.
- ¿Qué hacen por aquí?- Elsa se sintió
incómoda frente a Delta, ella era una mujer alta, de largo cabello decolorado,
con una figura imposible de esconder debajo de su ligero vestido de puntitos
rojos. Se conservaba mejor que ella, su cintura estaba claramente marcada e
incluso su rostro de caballo con dientes disparejos tenía cierto encanto.
- No hay muchas otras plazas Delta, me
sorprende que no nos topemos cada tercer día.- Delta se rió de su broma con
toda naturalidad y Elsa sonrió, le hacía sentir pequeña y ordinaria, pero sabía
que Delta seguía siendo la misma buena persona que había conocido en la
facultad y más importante aún, jamás la había sorprendido mirando a Julio.
Ramón
sugiere café y los cinco entran al Sanborns. Los hombres hablan de futbol, las
mujeres de modas y la pequeña Susanita habla con su muñeca. El café es
desabrido pero eso no detiene la animada conversación. Julio habla de su
trabajo con el DIF del estado y los distintos viajes a los pueblos aburridos y,
cuando es momento de escuchar a Ramón, no puede evitar sentir que el pobre
hombre no se halla. Brincando de una inversión a otra, apenas rascando
suficiente dinero para lo cotidiano. Las conversaciones se cruzan y todos
hablan sobre el hermano de Ramón, Rodolfito y su problemática esposa. El tema
va brincando lentamente hacia Susana y sus diez años, sobre su escuela y los
horarios sobre los cuales viven.
- Discúlpenme, ahora vuelvo.- Se excusa
Delta. Julio mira de frente a Ramón, pero siente la mirada escrutadora de su
esposa. Es inevitable que se sienta celosa, piensa Julio, Elsa Virginia siempre
se ha sentido intimidada por mujeres más atractivas que ellas.
- Muy bueno el café.- Concluye Ramón,
mientras espera a su esposa.- Que bueno que tuvimos tiempo de sentarnos.
- Sí, hace mucho que queríamos hacer
eso.- Susanita juega con el envase de crema para café y se le vuelca encima.
Apenada, Elsa la lleva al baño mientras Delta camina de vuelta a la mesa.
- Hemos pensado en tener hijos, Delta y
yo. Es una lástima…- Ramón no dijo nada más, aquel tema era doloroso para
Delta. Habían sufrido por muchos años por su infertilidad.
- ¿De qué hablaban?- Delta se sentó con
su marido y sintió el silencio inmediatamente.
- De futbol.- Respondió Julio
inmediatamente.
Ramón
siguió hablando de su hermano y de la lenta y dolorosa recuperación de Daniela,
pero Julio no estaba prestando atención. Un roce en su rodilla lo puso tenso.
Delta le acariciaba la rodilla con un papel y Julio, tan sigilosamente como
pudo, tomó el papel por debajo de la mesa. No lo abrió hasta que llegaron a su
casa y tuvo un momento de soledad. “Mi marido viaja esta noche, yo creo que el
DIF te podría llamar para algo. Hace mucho que no nos vemos y te extraño
mucho.”
Una
rápida mirada al mapa y ya tenía el nombre de un pueblo lejano. Podía
desaparecer por un par de días, quedarse en casa de Delta. Elsa se sintió
decepcionada, aquellos viajes siempre arruinaban los planes familiares. Julio
pasó las horas en tensión mientras preparaba su maleta y miraba televisión con
su esposa e hija, esperando la hora en que su camión saldría del ADO. Podía
respirar el perfume de Delta mientras se despedía de su esposa.
El
viaje hacia la García-Ginerés fue tenso, pero en cuanto tocó el timbre de la
casa su tensión se tornó en expectación. Hacía semanas que no se veían y habían
pasado meses desde que podían pasar un par de días juntos. Delta le recibió con
una bata semi-transparente, mostrando las torneadas piernas que había adquirido
desde la preparatoria, y en cuanto le sonrió todos sus pensamientos se
difuminaron en la nada.
Enero 15 2009
La
ocasión era demasiado buena para dejarla pasar. La fiesta de reencuentro de los
estudiantes de la carrera de administración había logrado comunicar a casi
todos los egresados de la generación del ’89 a la del ’94. Rodo pensó que sería
una ocasión perfecta para invitarlos a todos a una fiesta en su casa. Hacía
mucho tiempo que Rodolfo hacía una fiesta y Daniela estaba emocionada de
mostrar su nueva vajilla. Los invitados fueron llegando a partir de las seis y
el buen ánimo de Dani y de Rodo aligeró el ambiente.
Julio
y Elsa llegaron a las ocho cargando regalos. Rodo les había rogado una y otra
vez, que no les dieran más regalos, pero era inevitable. Julio, siendo amigo de
su hermano y su esposa Delta, se sentía obligado con Rodo, a quien aún veía
como el hermanito parrandero y desubicado. Elsa había sido su maestra en la
carrera y canalizaba su instinto materno hacia él como si fuera un niño. En
esta ocasión fue una tostadora, Dani y Rodo ya tenían una, pero de todos modos
agradecieron el detalle. Rodo los quería mucho, como si fueran parte de su
familia, pero se sentía incómodo con esos detalles, y no le caía nada bien que
Elsa tuviera a Dani como una cualquiera y la tratara con frialdad. Es cierto,
su esposa había atravesado momentos terribles, pero juntos habían salido
adelante. Dani lo expuso claramente cuando en la cocina le susurró “es que ella
se siente obligada a cuidarte, de ti mismo y de mí. No le des tanta importancia
Rodo”.
Luego
de entregar el regalo Julio y Elsa saludaron a varios compañeros de carrera que
no habían visto en años. Algunos trabajaban en áreas relacionadas con su
carrera, otros habían vivido en el extranjero, e incluso había quienes habían
estudiado otra carrera y se dedicaron a cualquier otra cosa. Julio no pudo
dejar de sentirse nostálgico y se alejó un poco de la turba congregada en la
sala, alrededor del bar.
- ¿Qué pasa?- Preguntó Elsa.
- Nada, es que me siento viejo cuando
veo compañeros de universidad que a sus cuarenta parecen de veinte y yo tengo
esto.- Señaló los gruesos trazos de canas en sus sienes y las arrugas alrededor
de los ojos.
- En ese caso debes pensar que soy una
anciana, como cree Susana.
- ¿Tú? Claro que no, eres muy joven.
- Puros piropos señor Reyes.
- Puras verdades, señora de Reyes.
- ¿Me amas de principio a fin?- Elsa le
tomó de las manos y sonrió con mirada pícara.
- De principio a fin.
- ¿Crees que les haya gustado el tostador? Ojalá
que sí, esos dos son capaces de no tener refrigerador.- Dijo Elsa mientras se
servía otra copa de vino, y con malicia agregó.- Quizás Daniela lo pueda vender
por drogas.
- No seas así, pobrecita tiene
problemas. Pobre de Rodolfito también, desde que murió su hermano no ha tenido
a nadie, su tío ya era un anciano y su esposa… bueno, su esposa es un caso
difícil.- Elsa le pisó el pie ligeramente, indicándole que guardara silencio,
pues en ese instante pasaba Daniela.
- Por cierto, te quedaron muy bien los
sándwiches.- Le dijo Elsa, fingiendo lo más posible que no la veía con cierta
lástima.
Daniela
se sentía fuera de su elemento, no conocía casi a nadie y a los pocos que
reconocía de sus años de universitaria caían en una de tres categorías, o bien
se había acostado con ellos, o bien había hecho drogas duras con ellos, o las
dos. Al verlos cuchicheando entre ellos pensó en sus crisis de nervios y sus
ataques de pánico y trató de calmarse tomando un té de relajación. Finalmente,
después de las diez llegó Delta. Dani y Delta habían formado una profunda
amistad a raíz de su accidente y era de las pocas personas que la conocían profundamente.
- Preciosa, ven aquí.- Daniela corrió a
la puerta y la abrazó.- Me salvas la vida.
- Te ves bellísima esta noche Daniela.
- Tonterías, tú te ves mejor.- Rodo,
quien estaba platicando de los rumores que se habían desatado sobre la
homosexualidad de varios de sus profesores, corrió hacia la puerta.
- Delta, que bueno que pudiste llegar.
- ¿Qué más puedo hacer? Llegué tarde
porque tuve que quedarme en video pop hasta cerrar. Disculpa que no haya traído
nada, iba a pasar por una botella de vino, pero ya era tarde.
- ¿Fuiste a mi doctor?- Delta sacó un
cigarro y comenzó a fumar, mientras se servía una copa.
- Sí, es muy bueno y, antes de que me
olvide, les pagaré la consulta.
- No, ni se diga.- La interrumpió
Daniela.- Ésta va por mi cuenta, suficiente has hecho por mí.
- Eres un tesoro.- Delta pasó su mano
por su cabello y le acarició el rostro. En parte era como la hija que nunca
pudo tener por su infertilidad, y en parte era el testamento a lo malo que
había envejecido, mientras que Daniela le parecía tan joven como siempre.
- ¿Qué te dijo?- Elsa y Julio se
acercaron y le saludaron.
- ¿Qué me va a decir? Tengo cáncer, eso
ya lo sabía. El doctor dice que es el cigarro, pero no le creo, fue tu hermano.
No pasa un día que no extrañe a Ramón.
- Lo mismo aquí.- Dijo Rodolfo.- Pero
darle finalmente sepultura a sus restos me ha ayudado mucho.
- Sí, es extraño tener un segundo
funeral.- Rodo y Daniela salieron corriendo al comedor cuando un borracho se
tropezó con una mesita de refrigerios e hizo un desastre.
- Te queda muy bien ese vestido.- Dijo
Elsa, tratando de cambiar de tema.
- Gracias, lo compré en Chiapas.- Era un
vestido verde oscuro, en parte elegante y en parte seductor, y resaltaba la
figura que aún conservaba.- El año pasado me puse a viajar por todo el sur del
estado hasta llegar a Chiapas, parando en cada pueblito y tomando fotos.
- Suena increíble, nosotros dos hace
años que no viajamos.- Dijo Elsa.
- Es cierto, yo nunca he estado en el
sur del estado, el DIF me mandaba al noreste o al noroeste, por más que les
pedí que variaran mi ruta no hacían caso. Ahora que trabajo para una compañía
me tienen en una oficina sentado y engordando. Deberíamos hacer eso- le dijo a
Elsa.- viajar al sur y conocer el estado.
- Si nos dejan las deudas con la American
Express y Susana.
- ¿Cómo está Susanita? La vi en el
funeral, pero no tuve ocasión de hablar con ella.
- Bien, ya pasó de ser una niña que se
cree adulta a una adulta que se cree niña.
- Y que gasta como adulta.- Bromeó
Julio.
La
fiesta se prolongó hasta casi las cinco y, cuando finalmente se fueron todos
los invitados, Rodolfo y Daniela se acostaron a dormir en el sillón de la sala,
abrazados y vestidos.
Octubre 22 1999
El
atardecer fue lento y húmedo. Daniela, sentada sobre la caja de herramientas en
el garaje, miró a los autos ir y venir esperando a su marido, quien no contestaba
el celular. Rodo sale de trabajar a las seis y Daniela ha estado ahí,
sosteniendo el arma que encontró entre las herramientas, esperándolo. Una
enrarecida calma se apodera de ella, no sabe qué pensar, qué decir, ni qué
hacer, pero sabe que no sucederá nada hasta que llegue Rodolfo. El revólver
pesa en sus manos, pero no lo suelta. Cuando finalmente llega el auto se
sorprende a sí misma, no puede creer que haya pasado más de dos horas y media
en la misma posición. Los músculos le duelen, pero ya no actúa racionalmente,
son sus instintos los que la mueven. Daniela sabe que sus instintos pueden
serle muy autodestructivos, pero también que tienen la suficiente fuerza para
salvar su matrimonio.
- ¿Qué haces aquí?- Dani le muestra la
pistola. Rodo se apoya contra el auto y se rasca la barba mientras piensa qué
decir.- Eso…
- Esto. ¿Dónde la conseguiste? Y no me
digas que es para protegernos de asaltantes.
- ¿Qué quieres que te diga?
- ¿Sabes lo que estás haciendo? Porque
esto arruinará nuestro matrimonio. Entiendo que creas que debes… Yo sé lo que
quieres, pero no lo quieres, no realmente.
- ¿Cómo sabes?
- Sé que lo odias Rodo, pero tú no
quieres matarlo.
- Mató a mi hermano y nadie puede
tocarlo, ¿sabes lo que eso duele?- Rodo grita y llora, está desesperado. Meses
enteros viviendo al borde del abismo y Dani finalmente se da cuenta de lo cerca
que está su marido de lanzarse al vacío. Tanta angustia, tanto dolor, tanto
rencor finalmente han vencido sus defensas, ahora está desesperado.
- Matar a Gaspar Quintal no te regresará
a tu hermano, pero sí te llevara a prisión.- Rodo no puede contener su llanto y
Dani lo abraza, tratando de calmarlo.- No quieres hacer eso Rodo, no está en
ti, no podrías hacerlo aún si quisieras.
- Lo haría después de las seis, cuando
llega a su casa para bañarse y salir a otra oficina, normalmente vestido con
pantalón blanco de lino y guayabera. Entraría a su casa a las cinco y media,
después de que se va la sirvienta, pero antes de que su chismoso vecino llegue
a su casa.- Daniela lo suelta y da un paso atrás.- La mejor manera de entrar es
por la ventana de la cocina, que su sirvienta deja abierta porque le gusta
fumar cuando el patrón no está. Es fácil llegar a ella, solo hay una cerca de
un metro de altura y puedo atravesar el jardín directamente hacia la ventana.
- Rodo, no lo dices en serio.
- Puedo silenciar el tiro con un papa, y
como nadie lo espera al menos por otra hora, puedo aprovechar el tiempo para
simular un asalto y, si aún no ha llegado su vecino, transportar su cuerpo al
garaje techado y llevarme el auto por la carretera libre, a dos kilómetros de
Avala, donde caminando puedo llegar a una estación de camiones y regresar a
Mérida antes del amanecer.
- ¿Qué hay de nosotros?- Daniela le volteó
la cara de una bofetada.- No pasé años de alcohólicos anónimos y
desintoxicación, todo para que tú lo tires a la basura por un capricho. Me
perdonaste eso que hice con el Chivo, no creí que fueras capaz, pero lo
hiciste. Eso debió tomar mucha fortaleza, porque yo no hubiera podido hacerlo,
¿porqué no aplicas esa misma fortaleza en salvarnos de nuevo? Porque lo que
haces nos va a separar para siempre.
- Alguien tiene que hacerlo Dani, ¿no lo
ves? Primero el traicionero de Horacio Gómez miente en su reporte, luego el
juzgado no admite ninguna de las evidencias, alguien lo tiene que hacer.- Le
quita las llaves del auto y lo hace a un lado.
- No eres tú, no eres la persona de la
que me enamoré. No puedo ver cómo… Me iré a casa de mi mamá unos días, cuando te
des cuenta que estás tirando a la basura
todo lo que trabajamos juntos, entonces llámame.- Cuando Daniela se fue,
Rodolfo tomó el arma y lloró.
Febrero 3 2009
Las
patrullas atraen a los vecinos, es irremediable. Lothar tiene que salir y
forzar a los patrulleros para que dejen pasar a If del cordón que han
establecido en el jardín delantero. Son casi las once, por lo que su reportaje
saldría a tiempo en la mañana, quizás incluso primera plana si podía hacerlo
interesante. El reportero toma un par de fotos, de la casa, del estado como el
asaltante dejó los muebles y finalmente de la figura trazada con tiza en el
suelo de la sala. Gaspar Quintal sobrevivió el ataque, aunque los golpes en la
cabeza eran de gravedad. El ladrón debió empaquetar varias maletas, pues no
había cuarto que no estuviera revuelto. Lothar le mostró el primer piso, la
amplia sala que conecta a la cocina, a un comedor detrás de una puerta de
costosa caoba y un baño.
- Dejó unos diamantes en el dormitorio,
probablemente no los vio cuando volcó los muebles.- Lothar le mostró la cocina,
donde cada cajón estaba abierto.- Se robó hasta las cucharas y tenedores,
parece que son de plata por los pocos que dejó.
- El señor Gaspar vivía cómodamente,
años de hacer negocios en las constructoras deben dejar un buen seguro de pensión.-
Dijo If, señalando una marca de barro en el suelo, debajo del fregadero.- ¿Y
eso?
- El asaltante entró por la ventana de
la cocina, es accesible desde el jardín delantero, se ve desde la calle.-
Lothar hizo el recorrido, desde el fregadero de la cocina hasta la sala,
simulando ser el atacante.- Debió sorprenderlo por la espalda. No tuvo
compasión.
- ¿A qué hora fue el ataque?- Lothar se
agachó y le mostró un antiguo reloj de mueble neoclásico con detalles de oro.
- Se cayó mientras peleaban, a las
siete. Un reloj del dormitorio, idéntico a este, probablemente su pareja de
colección, se rompió a las siete cuarenta, por lo que el asaltante se tomó su
tiempo.
- ¿Nadie escuchó nada?
- Los vecinos estaban acostumbrados a
sus fiestas, muy ruidosas según ellos. Imagino que al escuchar ruidos no
pensaron gran cosa.- Lothar se quedó pensando y le tomó del brazo.- ¿Cómo
sabías que trabajaba en constructoras?
- ¿Qué te puedo decir? Tengo mis
recursos. ¿Recuerdas los restos que descubrieron en diciembre?
- Sí, vagamente.- Salieron al jardín
para que los otros peritos acompañaran a los especialistas de la aseguradora a
hacer un inventario e investigar qué tanto había sido robado.
- Ramón Montalvo, así se llamaba. Aquí
está lo interesante, cuando desapareció todos culparon a Gaspar Quintal, su
esposa, su hermano, todos. No se puede demostrar nada concluyente y lo dejan
libre.
- Reaparece Ramón y el sospechoso
principal es atacado… Gracias If, eso será de mucha ayuda.
- Me gusta ayudar a la justicia, si la
justicia me ayuda a mí.- Lothar suspiró, siempre era lo mismo con If, él les
cubría las espaldas en La República, pero siempre les pedía ayuda, a veces
incluso para cosas ilegales. El comandante Prado, sorpresivamente, le tenía
buena estima, lo cual sorprendía a todos, incluso a Lothar que conocía la
estricta reputación del comandante.
- Dios, qué será ahora…
- Nada grande, solo quisiera un poco de
crédito. Si atrapan a quien haya atacado a Quintal, o si alguna nueva pista
conduce a saber lo que le pasó a Montalvo, quiero ser el primero en saberlo.
- Nancy Drew, como siempre… Está bien,
si quieres hablar con los sospechosos antes que nosotros adelante y sí, te mantendremos
al día de lo que pasé su alteza.
- Lothar, un placer como siempre.- Los
regadores se levantaron de golpe y empaparon a todos los que estaban en el
jardín frontal. Los policías corren como gallinas sin cabeza mientras los
comandantes gritan órdenes para que apaguen el sistema de riego.
- La mejor manera de empezar el día.-
Lothar y el reportero no se movieron, dándose cuenta que hubiese sido inútil
correr hacia la banqueta, cuando estaba atestada de policías empapados y de
curiosos que se burlaban de su mala suerte.- Estos regadores de doce horas son
de lo peor, ¿recuerdas mi cumpleaños?
- Sí, eso fue genial.- Se rieron los
dos, recordando cómo el regador se había encendido y arruinado la carne asada
que Lothar, tras horas de preparación, había dejado en una mesita plegable.
- Sí, es divertidísimo hacer carne asada
para que se arruine con agua de pozo. ¿Cómo se llamaba la esposa de Ramón
Montalvo?
- Delta Rubí.
- ¿Bailarina exótica?
- No, pero aún así es un nombre
ridículo. La trataré de localizar. No quiso hablar conmigo durante el funeral.
Rodolfo Montalvo, el hermano, él estaba segurísimo de Quintal. Según él Gaspar
es un defraudador terrible, veremos si sus ambiciones de venganza reaparecieron
cuando reapareció el cadáver de su hermano.
Agosto 9 1997
Ramón
no tenía la culpa, estaba bajo mucho estrés cuando lo dijo. La compañía de
ventiladores le exigía cada vez más y sus negocios pasaban de mal en peor. Aún
así, pensó Delta mientras lloraba desnuda en su cama, lo que le dijo había sido
muy doloroso. No era su culpa ser infértil y a veces Ramón no lo veía de esa
manera. “Un árbol muerto” fue lo que dijo, sazonado con el clásico “quién sabe
a cuántos te echaste antes de casarte conmigo, capaz que alguno te pudrió el
útero”.
Regresaría,
eso era seguro, llorando y rogando perdón. Era el ciclo rutinario donde el
estrés lo hacía explotar y después le rogaba que le perdonara, llorando entre
sus piernas como un niño. Julio siempre se sorprendía de ella, era capaz de
perdonarle cualquier cosa a su marido. Para él es fácil juzgar, no está
presente cuando Ramón le ruega desesperadamente. Tampoco está presente cuando
Ramón la abraza y le miente, diciéndole que todo estará bien. Ramón la
necesita, sin ella no podría vivir.
Delta
se vistió lentamente, mirando el reloj de su buró, ya casi llegaba Julio. Ésta
vez le volvería a insistir, quizás si ambos se divorciaban gradualmente y
esperaban un año, podrían casarse entre ellos. Necesitaba un plan para que
Ramón no se cayera en pedazos cuando Delta se divorciara de él. Julio se burlaba
de ella, diciendo que era un tapete de bienvenida para el fracasado de su
marido, y quizás tenía razón. Podía empezar por allí, ser más estricta con su
marido.
Trató
de vestirse sensualmente, pero no pudo pues se sentía expuesta e insegura. Lo
único que necesitaba era que Julio la tomara entre sus brazos y la hiciera
sentir bonita de nuevo. Ni siquiera tenía ganas de sexo, tan solo pensarlo le
hacía recordar a su marido mofándose de su útero muerto y podrido. Se sentó en
el sillón a un lado del ventanal que da al jardín delantero y esperó leyendo
una revista de espectáculos. Rara vez llegaba tarde y ya casi era hora, sus
piernas le temblaban de emoción y sentía mariposas en su estómago. El teléfono
sonó y a la velocidad de un relámpago lo tomó de la mesita de café.
- ¿Bueno?
- ¿Delta?- Era Julio.
- Esto no puede ser bueno… ¿Qué pasa?
- Susanita está enferma.
- ¿Estás con ella?- Tomó su cajetilla y
se encendió un cigarro.- Yo pensé que del trabajo vendrías para acá, ¿me estás
llamando desde tu casa?
- No, del teléfono público frente a la
oficina. Me habló Elsa y me dijo que está enferma.
- ¿Es grave?
- No, es una gripe con fiebre, no te
preocupes.
- Bueno, pero entonces no es tan grave.
Si quieres, lo que podemos hacer es que…
- Prefiero ir a casa.- Aquello le cayó
como un balde de agua fría.
- Pero si no es grave…
- Es que si no estoy con ella no dejaré
de preocuparme. Me conozco, y no podré concentrarme en el sexo cuando esté
pensando en la fiebre de mi hija cada dos segundos.
- Pero Julio, no tenemos que tener
relaciones.- Por un momento le pareció escuchar un sonido extraño, como una
risa contenida, como si aquello hubiese sido de lo más gracioso.- Te extraño
mucho, Ramón me dijo cosas horribles y quiero verte.
- ¿Qué quieres que te diga? No puedo ir,
nos veremos otro día cuando me pueda concentrar.
- Sí, claro.
- Perfecto. En uno de estos días te
llamo, pero no me llames a mí, no vaya a ser que Elsa se dé cuenta o sospeche
algo.
- Sí, por supuesto.- La tristeza en su voz le sorprendió. La herida había sido profunda, tanto que aún
no la sentía.
Colgó
el teléfono y siguió fumando en silencio. Su marido la odiaba y su amante la
despreciaba. Delta se miró en el espejo y contempló su tez pálida, amarillenta
incluso, donde su multitud de lunares la hacían parecer como un fenómeno de
circo. De pie frente al espejo no reconocía a la mujer que empezaba a llenarse
de lágrimas y enrojecer.
Se odiaba a sí misma. Odiaba su escultural
cuerpo que solo provocaba que los hombres la usaran como juguete sexual. Odiaba
su infertilidad que la hacía sentirse muerta por dentro. Odiaba las promesas
rotas, los juramentes traicionados y los sueños frustrado. Arrancó el teléfono
de su cordón y lo lanzó contra el espejo. El espejo explotó en cientos de
pequeños pedazos y Delta Rubí estalló en llanto, tirándose al suelo donde, en
posición fetal, lloró toda la mañana.
Julio 19 1999
El
calor fuera del juzgado era brutal y Rodolfo sentía que el sol hacía arder su
piel, mientras que la furia lo hacía arder por dentro. Caminaba en círculos,
gruñendo como una fiera, sin poder creer la decisión del juez. No tenía
sentido, no podía tenerlo, porque Gaspar Quintal no era, bajo ningún concepto,
el hombre inocente y puro que su abogado había pintado. Daniela no sabía qué
hacer, si trataba de detener a su marido seguramente se pelearía con ella, pues
ni siquiera ella podía ser capaz de calmarlo. Delta Rubí lloraba detrás de sus
enormes lentes con un pañuelo contra la boca, sin poder tranquilizarse.
La
policía no encontraba el cuerpo de Ramón Montalvo, de modo que no podía saber
si había sido asesinado. La sospecha tenía que existir, Quintal no tenía
coartada alguna para la noche en la que desapareció Ramón. El testimonio,
además, era contundente, la mujer vio a Gaspar Quintal y a Ramón discutiendo, e
incluso vio que Quintal tenía un arma. El juez estaba conmocionado, si bien no
había un cuerpo del delito, sin duda alguna había algo oscuro y terrible en el
asunto. Los tres, Delta, Daniela y Rodolfo, se sentían seguros, el caso estaría
cerrado en cualquier momento. El abogado defensor, la astuta ratita calva y
dientona, demostró que la testigo era una prostituta y, en ese momento, todo el
asunto se vino abajo. La chica se desentendió del asunto y como es costumbre,
el juez no cree ni una palabra de lo que diga una ramera, así sea la hora del
día. Rubí mostró la carta, donde Gaspar le proponía un dineral en un negocio
que podía ser ilegal, pero no había evidencia que demostrara que esa carta
había sido escrita por Gaspar Quintal. El juez tuvo que hacer lo que la ley
demanda y lo dejó libre.
- No pueden terminar esto así, ¿verdad?-
Daniela trató de animar a Delta, pero era inútil.- Quiero decir, la policía
tiene que investigar el asunto y, sin duda, se darán cuenta de quién es Gaspar
Quintal realmente.
- Ahí estás.- Delta tomó del brazo a
Rodo, quien quería lanzarse contra Quintal y su abogado.- Te voy a matar
desgraciado.
- Mi cliente es inocente, incluso ese
investigador privado, Horacio Gómez no pudo demostrar nada,- dijo el abogado
mientras escoltaba su cliente al auto.- ¿qué les hace pensar que ustedes tres
pueden demostrar algo?
- No puedes irte tan fácil después de
matar a mi marido.- Delta intentó, mientras calmaba a Rodo, de franquearle el
paso al abogado y su cliente, pero comenzó a toser violentamente y dejó ir a
Rodolfo, quien de inmediato se lanzó contra Gaspar, tratando desesperadamente
de arrancarle la redonda nariz.
- Niño, será mejor que te calmes, porque
sé lidiar con cucarachas como tú.- El abogado se puso entre los dos mientras
Delta tosía cada vez más fuerte hasta quedar en cuclillas.- Tu hermano no era
un santo, se robó dinero de cuanto socio se le adhirió a sus proyectos, no es
mi culpa que haya perdido su dinero, pero yo no lo maté.
- Rodo, ven.- Daniela trató de calmar a Delta,
quien no podía dejar de toser y comenzaba a enrojecer a medida que le faltaba
aire.
- Cuando menos te lo esperes Quintal,
voy a ponerte una bala en la cabeza.
- ¡Rodolfo maldita sea, ven aquí que se
me muere!
Finalmente
los dejó pasar y se acercó a Delta, quien era ayudada por dos policías que la
sentaron en una banca. Delta finalmente calmó su tos y, cuando retiró su mano
de la boca, descubrió con horror que sus flemas tenían sangre.
Diciembre 23 2008
Habían
pasado diez años desde el funeral de Ramón Montalvo, cuando se le hizo un
segundo funeral. Delta nunca había recibido una llamada informándole de la
muerte de su marido, pero ahora Rodolfo le había dado las macabras noticias. Un
grupo de obreros, trabajando en la construcción de un puente en el periférico,
dieron con sus restos. Ramón había sido enterrado con todo y su cartera, y
aunque ésta se degradó por el tiempo, las identificaciones plásticas
sobrevivieron.
Al
principio ninguno de los dos sabía qué pensar o qué sentir. ¿Habían cerrado el
capítulo y olvidado a Ramón? Ciertamente no, pero jamás hubieran imaginado
tener un segundo funeral. No podía ser evitado tampoco y, en cierto modo, era
un alivio para los dos. Ambos deseaban una cristiana sepultura para Ramón.
Daniela hizo las llamadas y contrató la funeraria, un detalle que Delta le
agradeció infinitamente.
El
primer funeral, cuando el ataúd estaba vacío, había reunido varias docenas de
personas, ahora eran menos de diez. Los Reyes llegaron, aunque nadie lo dudaba,
y les dieron el pésame a la viuda y al hermano. Elsa tuvo que convencer a
Susana de que les diera el pésame y les abrazara, aunque no los conocía mucho,
ni le importaba. Ya tenía 19 años, pero Elsa sentía que Susanita seguía
comportándose como una niña. No podía dejar de sentirse preocupada, Susanita
había crecido en una chica guapa, pero muy superficial y su relación con ella
había cambiado tanto desde que ella era una niñita y Elsa su mejor amiga, que a
veces no sabía quién era su hija. Julio detectó la desesperación en sus ojos,
porque de inmediato se puso entre las dos, ocupándose de Susana.
- No hagas eso, desesperas a tu madre.
- Yo no hago nada.
- No le gusta cuando le llevas la
contraria a fuerzas, los Montalvo son amigos de la familia.
- No puedo creer que Rodolfo siga casado
con esa drogadicta, ¿te acuerdas cuando se robó el televisor de su cuñado para
venderlo?- Se sentaron en amplios sillones en una esquina de la funeraria.- Y
mira a Delta, parece una stripper envejecida, con el pelo teñido de rubio.
- No digas eso Susana, es un funeral por
el amor de Dios.- Susana buscó en su bolsa por su Ipod, pero su padre la
detuvo.- No te atrevas. Te aburres, te sales y nos esperas.
- Bueno, está bien. Les quería hacer
compañía, pero siempre me rechazan.- Se fue y de inmediato le acompañó Elsa.
- Es imposible, no sé qué hacer con
ella.
- Tranquila, es una adolescente, es sólo
una fase.- Quedaron en silencio mirando el ataúd, ésta vez tenía a Ramón y, al
igual que Rodolfo o Delta, no sabían qué decir.- Rodolfo se ve bien… me refiero
en general, no en este instante.
- Sí, ha subido de peso, eso es bueno.-
Era cierto, Rodo se había convertido en un hombre sedentario, con un denso
bigote y una barriga inflada por la cerveza. No quiso decir nada más, pues ella
hacía mucho que había perdido su figura y no podía burlarse de la apariencia de
los demás. No que su marido no hubiera cambiado nada, era un hombre robusto,
cuadrado de hombros, con sus facciones moldeadas por el trabajo duro.
- Daniela también se ve bien, no ha
bajado de peso, lo que quiere decir que está comiendo, y no metiéndose coca.
- Quien sabe, quizás ésta vez sí se
mantenga limpia, ya no tiene edad para hacer tonterías. ¿Y nosotros?
- ¿Si nosotros tenemos edad para hacer
tonterías?
- Como amarme de principio a fin.
- De principio a fin.- Se besaron y,
cuando Delta comenzó a toser y ponerse roja, rápidamente salieron al pasillo
por un vaso de agua y una servilleta.
- Maldita sea.- Escupió la flema en la
servilleta. Tenía sangre.- Olvidé mis cigarros en el auto, Rodo cariño,
regálame un cigarro.
- No deberías Delta.
- ¿No prefieres que te traiga algún
chicle?- Intervino Elsa, corriendo hacia su bolsa y extrayendo un paquete.
- No, gracias Elsa. Ya escupí mi flema
así que tendré unos veinte minutos de oxígeno, los quiero aprovechar.
- Toma.- Julio le dio una cajetilla y el
encendedor. Era un acto homicida, todos los presentes lo sabían, pero también
era decisión de Delta.
- Julio, gracias por todo.- No
necesitaba verla a los ojos para apreciar la gravedad de su tono. Delta Rubí se
estaba muriendo frente a ella y no había nada que pudiera hacer.
- No te preocupes.- Se hizo a un lado
para que otros familiares de Delta la distrajeran y regresó con su esposa.
- Darle un cigarro… La estás matando.
- No Elsa, ella ya está muerta. Murió
hace muchos años, el resto es descomposición.
- Disculpe.- If les interrumpió
mostrando su tarjeta de reportero de La República.- ¿Es usted Rodolfo Montalvo?
- No, pero…- If no le esperó y se acercó
a la viuda. Sus primos, dos libaneses enormes, le flanquearon el paso.
- Váyase, no arruine mi cigarro.- Dijo
ella.
- ¿Me estaba buscando?
Rodolfo se
acercó y le ofreció salir del edificio, para dejar a la viuda en paz. Mientras
que recorrían el pasillo y bajaban las escaleras, If explicó sus motivos. El cuerpo
encontrado en la carretera era su noticia y quería entrevistar familiares para
una nota de interés social, ir más allá de la simple crónica. Rodolfo estaba
interesado, había intentado publicar un aviso en el Diario de Yucatán
denunciando a Gaspar Quintal, pero no lo aceptaron, y finalmente tenía su
oportunidad de decir la verdad en un diario. Se quedaron bajo la sombra del
toldo a la entrada, a un lado de Susanita, quien tarareaba absorta en su Ipod.
- Que bueno que se interesa por mi
hermano, no sabe lo difícil que fue para mí que me escucharan hace diez años.- If
suspiró alegrado.
- Yo le hago un favor y usted está
haciéndome un enorme favor, realmente no sabía a dónde iría a parar esta nota.-
Por primera vez se alegró que Lothar le llamara en la madrugada para que les
acompañara a sacar los restos. Había estado sufriendo el agobiante sol por más
de una hora antes de que pudieran, finalmente, sacar los restos y
transportarlos.
- Ahora que tengo la oportunidad…- Dijo
Rodolfo, mientras sacaba su cajetilla y se fumaba un cigarro.- No puedo hacerlo
adentro, Delta tiene cáncer y no me gusta fumar alrededor de ella. Yo le puedo
decir quién mató a mi hermano, fue Gaspar Ernesto Quintal Parra. Ese gordo
chaparro ha estado cometiendo fraudes por años, mi hermano fue una de sus
víctimas.
- ¿Cómo pasó eso?
- Mi hermano heredó todo el dinero de
nuestros padres cuándo éstos fallecieron. Él estaba terminando la carrera y
había hecho unas inversiones en distintos lugares, pero sobre todo en
construcción. Adivinó que esta ciudad crecería al doble, por lo que pensó que
era buen negocio.
- Y lo era.
- Sí, pero se encontró con Gaspar
Quintal. Todo iba bien hasta que mi hermano decidió comprobar los gastos de las
obras, no había tenido razones para dudar de Quintal, incluso le invitaba a
fiestas exclusivas para socios. Los gastos de los materiales decían una cosa,
pero los presupuestos decían otra.
- Compra algo a diez pesos y lo cobra a
veinte, ¿es así?
- Exacto. El maldito hasta introdujo
cemento de Guatemala a la mitad de precio que el cemento local. No sabía que
existiera un mercado negro de materiales de construcción, pero lo hay.
- Y este hombre, Gaspar, él lo
aprovechaba, ¿no es cierto?- Rodo afirmó con la cabeza mientras le daba
profundas caladas al cigarro.- En todo caso, ¿porqué su hermano no fue a la
policía?
- Porque Quintal lo tenía amenazado. En
cuanto se dio cuenta del fraude le confrontó, pero el maldito de Quintal le
dijo que era un negociazo y que, si cerraba la boca, podía ser su socio, en vez
de su víctima. Mi hermano estaba histérico, no solo le había desfalcado una
fortuna en construcciones que se demoraban siglos, sino que ahora le insultaba.
En ese momento mi hermano sabía que, aún si quisiera, nunca podría ser su
socio. Me lo dijo muy claro “si ya me estafó una vez, ¿qué me hace pensar que
no lo haría de nuevo?”.
- Suena como una persona inteligente.
- Lo era, pero en ese momento estaba
derrotado. Quintal se quedó con su dinero y dejó de contestarle llamadas, borró
todo registro de su inversión y fingió que no lo conocía. Pobre Ramón estaba
devastado, había perdido el dinero de mis papás. La manera en que me vio esa
vez, cuando me dio las malas noticias, esos ojos de desesperación…
- ¿Cuándo fue todo esto?
- Mi hermano fue robado por ese tipejo
en el ’89… Sí, entre el ’89 y el ’90.
- Pero su hermano murió en el ’99. Son
diez años, ¿qué le hace creer que Gaspar Quintal esperaría diez años para
matarlo?
- Mi hermano se quedó con nada, lo único
que lo mantenía con vida era Delta. Ella era su salvación, le aceptó en su peor
momento y soportó todos los fracasos de mi hermano. Por un tiempo abrió una
tintorería, pero cerró, y luego trabajó en un restaurante, pero le despidieron.
Se quedó con la idea de ser el inversor, de meter dinero en un negocio y
recibir a cambio parte de las ganancias, pero tomó muchas malas decisiones. La
única inversión que realmente funcionó fue en el ’96, o ’98, cuando pudo abrir
un lugar de renta de películas, Video Pop, donde ahora trabaja Delta. Tuvo que
trabajar en oficina, cosa que detestaba, en una compañía de ventiladores que a
veces lo mandaba de viaje a otros estados.
- ¿Y Gaspar dónde entra en este asunto?
- No pasaba un día que mi hermano no
imaginara una manera de vengarse de Gaspar. Contrató un investigador privado
llamado Horacio Martín Gómez. Estuvo en el caso por más de dos meses, le costó
una fortuna, y su reporte final era que no había nada raro. Eso simplemente no
puede ser, mi hermano había seguido a Gaspar en varias ocasiones y ese hombre
tenía más de una empresa, a veces clandestina.
- ¿Se imagina que Gaspar se dio cuenta
que estaba siendo investigado y decidió matarlo?
- Puede ser. Algo es seguro, una
prostituta le vio armado peleando con mi hermano, pero el juez no aceptó su
testimonio porque, primero no había un cuerpo, y segundo la chica era una
prosti y no pueden confiar en su testimonio. Al parecer también tenía problemas
con las drogas, eso definitivamente no ayudó.
- Me imagino…
- Delta mostró cartas que Gaspar le
había mandado prometiéndole toda clase de negocios, incluyó hasta un contrato
para parecer una persona decente.
- Veré si puedo hablar con esta persona,
Gaspar Quintal, a ver si quiere una entrevista.
- ¿Pero publicará lo que le dije?
- Lo publicaremos, pero yo no puedo
prometerle nada legal, es decir, nuestro diario es más bien de nota roja. No
espere milagros señor Montalvo.
Cuando
el reportero se fue Rodolfo se sintió un poco mejor. Quizás podría quitarle el
sueño a Gaspar nuevamente. Quizás ésta noche, o la siguiente, tras leer la nota
se acordaría de él y temblaría de miedo, como tembló aquella primera vez hace
ya tantos años.
Junio 3 2001
Los
doctores fueron vagos, muy vagos. Rodolfo pensó que habían sido peligrosamente
vagos. El accidente ocurrió de camino a su psicóloga, lo cual no dejaba de ser
irónico. Se había estado quejando de sus ataques de pánico por algunos días,
Rodolfo sugirió una visita a la psicóloga, pero algunos trámites en la oficina
no lo dejaron ir con ella. En el teléfono sonaba calmada, le aseguró que todo
estaría bien. Debió haber sido un espasmo involuntario, un ataque súbito en el
cual perdió el control, se pasó el alto y un camión de carga destrozó el Fiesta
en pedazos. Los doctores no querían especificar nada y, cuando llegó al lugar
del accidente, en el fraccionamiento Yucaltepen, apenas a una calle del Soriana
y a dos de la psicóloga, no la pudo ver pues la ambulancia ya estaba saliendo.
Salió
a la calle a fumar y soportar los alaridos de niños llorando. Trató de no
culparse, pero era inútil. Habían hecho un trato, desde aquel terrible día del
Chivo hacía tantos años, que sin importar lo que pasara, los dos estarían
siempre al pendiente del otro. Daniela le había salvado la vida, él le había
salvado la suya y ahora cuando ella tenía una crisis importante, se dejó
envolver por el maldito de su jefe y su estúpida burocracia. Su hermosa y
alocada Dani, con esos enormes labios y ese ritmo indomable nunca fue la misma
desde que dejó las drogas. Lo habían escuchado en las sesiones de alcohólicos
anónimos, algunos cocainómanos sufrían de ansiedad y ataques de pánico incluso
años después de haberse desintoxicado.
- Rodo, Dios mío ¿qué está pasando?-
Delta llegó corriendo y le abrazó. Su cabello largo y teñido estaba despeinado
y el maquillaje se le había corrido.- ¿Qué pasó con Daniela?
- Fue un accidente, bastante brutal por
lo que pude ver.- Terminó su cigarro y lo aplastó con el zapato. No quería que
Delta sintiera ansias de fumar, aunque en ella era inevitable.- Vamos adentro.
No sabía qué hacer, el doctor dijo que quizás podría perder mucha sangre en la
operación y por eso te llamé.
- No te preocupes, puedes contar
conmigo. Yo dono la cantidad de sangre que me digan, si quieres llamo a todas
mis amigas para que hagan lo mismo.- Se hicieron pasar entre la turba hasta
poder esperar de pie cerca de las puertas que comunican a los quirófanos.-
¿Cómo pasó?
- Ha estado teniendo ataques de pánico y
crisis nerviosas. Se toma media docena de pastillas al día, para dormir, para
bajar la ansiedad, para despertar, para todo.
- Pasó de una adicción a otra.- Lo dijo
sin pensar, pero Rodolfo de inmediato se puso rojo.
- No es adicta a nada, son medicinas
terapéuticas.- Delta subió las manos en señal de rendición.
- Disculpa, no quise decir eso.- Pero la
disculpa no era suficiente, Rodo estaba cansado y tenía que ventilar su
frustración en alguien.
- Sé lo que quisiste decir, lo que todos
dicen. Para ti sigue siendo la cocainómana que se robaba las teles y tostadoras
de la casa para cambiarlos por su dosis, ¿no es cierto?
- No, para nada, tú sabes que ella es...
- Ya no es así, es diferente.- Delta
decidió dejarlo que le gritara. La desesperación en su voz parecía rogarle que
se dejara gritar.- Tú no sabes lo que es amar a una persona, estar con ella en
las malas y en las buenas y juntos construir una nueva vida.
- Sé exactamente lo que es, estuve
casada a tu hermano por muchos años.
- Delta, perdón, no lo quise decir así.
Yo sé que soportaste a mi hermano en sus buenas y en sus malas.- Era demasiado
tarde, Delta comenzó a llorar y abrazó a Rodolfo.
- Es mi culpa Rodo, se murió por mi
culpa. Tú eres un ángel con tu Dani, yo no fui lo suficientemente buena con él.
Perdóname, por el amor de Dios, perdóname.
- No es tu culpa, si él tomó decisiones
como invertir con Quintal, o hacerlo investigar, no hay nada que pudieras hacer
al respecto.
- Es mi culpa Rodo, yo nunca fui una
buena esposa.
Abrazó
a Delta hasta que los doctores salieron del quirófano sonriendo. Aunque el
choque había sido aparatoso y las heridas en una pierna y en el costado la
habían hecho sangrar mucho, la operación había sido un éxito total. Delta se
calmó un poco al oír las buenas noticias, y al ver a Rodo soltar una lágrima de
alivio se dio cuenta, ahora más que nunca, que Rodo era totalmente diferente a
su hermano, y que Dani tendría posibilidades que ella nunca tuvo.
Septiembre 5 1989
Ramón
se limpió el sudor con un pañuelo de tela. Ni siquiera hacía calor, un frente
frío bajaba las temperaturas de Mérida, pero los nervios le hacían sudar
copiosamente. ¿Qué le podía decir a su hermano? Pensó que era más inteligente
que los demás, y por un tiempo fue cierto. La obra del hotel, a unas cuadras de
la estación de camiones, se había demorado ya un año y costado el doble a su
dueño. Gaspar le facilitó los contactos en Guatemala para transportar cemento
de bajísima calidad a un precio risible. Gaspar mantenía feliz al cliente con
sus fiestas exclusivas con modelos y prostitutas. Gaspar no lo hacía de gratis,
y ese fue el error de Ramón, creerse más inteligente que su compañero.
Amenazarlo de esa manera había sido una terrible idea, ahora Gaspar se había
quedado con su dinero, con su cliente y con sus contactos. Lo había usado como
chivo expiatorio antes de que él pudiera lastimarlo y había perdido la herencia
de sus padres.
Su
ex sabría qué hacer. Cuando dejó a Delta habían peleado y ella rápidamente
consiguió novio, pero ahora que no tenía pareja quizás podría aceptarle. Aún no
podía creer que la hubiera dejado, Delta Rubí era la chica más guapa de toda la
carrera. Si su simpático rostro, aunque un poco narizón y con mala dentadura,
gustaba a cualquiera, mientras que su esbelto y modelado cuerpo sin duda
seducía a quién quisiera. Estacionó y corrió hacia la puerta, temblando de
nervios.
Rubí
estaba a solas y le dejó pasar al ver el estado en el que estaba. Ramón habló
por horas enteras, sobre sus padres, la herencia, los negocios chuecos que
había estado haciendo y sobre Gaspar Quintal. No tenía a nadie, estaba solo por
completo, y no podía ir a la policía y denunciar a Gaspar sin incriminarse él
mismo.
Delta le
llevó una coca-cola para que le subieran los azúcares, pero dejó que se
desahogara por completo. Escuchaba a su ex novio, pero a la vez pensaba en
todos los momentos que habían tenido en su relación de dos años. Algunos habían
sido buenos y otros habían sido malos. Su relación con Julio había sido mucho
mejor, aunque muy pasajera. Hubo mucha pasión en los primeros, y únicos, dos
meses y medio en que estuvieron juntos. Julio y Ramón eran dos hombres muy
distintos, Julio podía ser muy cariñoso, pero a veces muy egoísta. Le recordaba
a una estrella fugaz, ardía en intensidad pero a veces le lastimaba y, al
final, era simplemente algo breve. Le había dejado por Elsa Virginia, no que le
cayera mal, pero ya habían estado en una relación que, por lo que Julio le
repetía continuamente, era muy superficial y aburrida. Una parte de ella sabía
que la había buscado porque era el opuesto de Elsa, era bonita, intensa y
sensual. Antes aquello le daba mucho orgullo, y sobre todo cuando pudo seducir
a Julio para que dejara a Elsa, pero quizás no había sido suficiente para
mantenerse con el hombre que amaba, Julio Reyes.
La mezcla
entre nostalgia por Julio y el odio visceral hacia él por haberla dejado la
hacían mirar a Ramón de una nueva manera. Aquellos ojos tristes en su moreno
rostro le parecían los de un cachorro adorable y frágil. Mientras Ramón le
suplicaba que le aceptara de regreso no dejaba de pensar que todo aquello era
sumamente injusto. Intuía que si lo aceptaba él dependería de ella al grado que
sería imposible romper la relación. Le había ocurrido ya cuando fueron novios
por primera vez, cada pelea era un ciclo donde
la odiaba, la extrañaba, la necesitaba y finalmente, le rogaba que
regresara con él. Al menos así fue hasta que él rompió con ella, creyendo que
la fortuna que estaba haciendo implicarían mejores mujeres lloviéndole por arte
de magia.
Cuando
finalmente dejó de hablar y había caído la noche, Delta lo besó y
apasionadamente se desnudaron e hicieron el amor en el suelo. En la madrugada,
cuando Ramón salía a buscar trabajo, ahora con ánimos renovados, Delta no
paraba de preguntarse si lo había aceptado por amor o por odio.
Diciembre 3 1999
La
bofetada aún estaba roja en el cachete de Rodolfo. Daniela había tenido
suficiente. Lo subió al auto y salió de la cochera como un bólido. Ninguno de
los dos dijo algo, pero en el primer semáforo en el que no había nadie cerca,
Daniela tomó el arma y se aseguró que tuviera balas. No puedes dispararle a
alguien si no tienes balas, y aunque eso era obvio quería asegurarse que,
cuando llegara el momento, estarían listos para matar a Gaspar. Eran las cinco
quince, la sirvienta ya se tendría que haber ido y, si se apuraba, podían
llegar a su casa a las cinco y media, como era el plan de Rodolfo.
La
discusión había sido breve. Su marido la engañaba, no con otra mujer, sino con
su obsesión de matar al asesino de su hermano. Había faltado al trabajo para
poderlo seguir y tomar notas. Olvidó esconder el cuaderno, y cuando Daniela lo
encontró se topó con planes, horarios, mapas y toda clase de información para
matar a su enemigo y salirse con la suya. Estaba cansada de irse a casa de su
mamá cada vez que se peleaban, y su mamá también estaba harta. Era momento de
poner las fantasías a un lado y ensuciarse las manos. Si no podía lograr que su
marido abandonara la idea de hacer algo estúpido, lo haría con él.
- Ya estamos aquí, y justo a tiempo.- La
casa parecía vacía y no había nadie alrededor.
- No lo hagas.- Dijo Rodolfo.- Esto es
algo mío.
- ¿Recuerdas lo que me dijiste una vez
sobre cómo nuestros problemas se arreglan entre los dos? Fue mi momento más
bajo y te metiste al lodo conmigo y me sacaste.- Salió del auto y escondió el
arma cargando con una sudadera entre sus manos.- Éste es tu momento más bajo y
estoy contigo.
- Daniela regresa al auto, no estoy
bromeando.- Rodolfo trató de no elevar la voz y le abrió la puerta del auto,
pero ella caminaba hacia la casa.
- No Rodolfo, si tú estás dispuesto a
arruinar nuestra relación al ir a la cárcel, entonces los dos lo haremos. Me
sacaste de las drogas, me diste una vida y ahora me la vas a quitar, no te lo
estoy echando en cara.
- ¿Qué cree que hace?- Gaspar Quintal
salía de su casa y se detuvo al ver a Daniela.
- Tanta planeación y te olvidaste del
azar, ¿lo ves?- Era cierto, Rodolfo estimó que los hábitos de Quintal eran como
los de un reloj, pero en ésta ocasión había llegado temprano a su casa.
- ¿Qué quieren?- Daniela sacó el arma y
le indicó que entrara a la casa. Rodolfo se puso pálido, finalmente estaba
ocurriendo. Dani lo esperó en el umbral de la puerta hasta que su marido,
temblando de nervios, entró junto con ella.
- Lo único que queremos es que suba las
manos.- Le entregó a Rodolfo el arma, mientras buscaba una papa en la cocina.
El mapa que había hecho su esposo era muy exacto y encontró la cocina
rápidamente.
- Tú eres el hermano de Ramón… Me sorprende
que tardaras tanto tiempo.- Daniela le dio la papa y, sosteniendo un largo
cuchillo de cocina, se preparó para atacar en caso de que Gaspar luchara por su
vida.- Yo no lo maté. Sé que no me crees, pero debes saber que tu hermano no
era un santo. Él era mi socio hasta que trató de estafarme.
- No digas nada.- Rodolfo clavó el cañón
del pesado revólver a la papa y jaló el martillo.- Mira hacia la pared.
- Te lo juro…- Murmuró Gaspar mientras
lloraba. Rodo trató de concentrarse, empujando a Gaspar contra la pared y
tratando de juntar el coraje para jalar el gatillo. Quintal suplicaba por su
vida hincándose en el suelo. Rodolfo se dio cuenta entonces que no podía
matarlo. No importaba cuánto lo odiara, simplemente él no era así.
- Ahora sabes que puedo matarte cuando
yo quiera.- Daniela se sintió más orgullosa de su esposo que nunca antes.- Si
me ves en algún lugar, te vas en sentido contrario. No quiero volver a verte en
mi vida. Si estás en el cine y me ves entre el público, te vas sin pensarlo dos
veces. Si estamos en el mismo supermercado te largas. Si se te ocurre buscarme,
si tan solo piensas esa posibilidad, vendré a tu casa y te mataré mientras
duermes. Eres un perro patético.
Caminaron
hacia la puerta de entrada y, para enfatizar su monólogo disparó el revólver
contra el espejo del recibidor, haciéndolo estallar en pedazos. Gaspar chilló
del susto y quedó en el suelo llorando. Rodolfo tiró la pistola en cuanto llegó
a la casa y, para olvidarse de todo el asunto, le hizo el amor a la mujer de su
vida.
Marzo 30 1999
Los
nervios no lo dejaban dormir. Se sorprendía a sí mismo de su capacidad
extraordinaria de guardar la compostura en una situación tan endiabladamente
difícil. No solo era difícil, se recordaba Julio a sí mismo, sino muy peligrosa.
Tendría que haber sido planeado meticulosamente, pero todo había ocurrido muy
rápido. Ramón los descubrió en la cama, su viaje había sido cancelado en el
último minuto. Aún podía escuchar el ruido sordo que hizo el pesado teléfono
contra su cráneo. Debió haberle pegado muy fuerte, pues el brazo le dolió mucho
y Ramón Montalvo simplemente puso los ojos en blanco y cayó de espaldas. Delta
no gritó del susto, ni él tampoco, simplemente miraron el cadáver por media
hora sin decir nada.
Todo
había ido demasiado rápido. Pasó de ver una película con su esposa e hija a
tomar un café con viejos amigos y de ahí, a retomar las infidelidades
periódicas con Delta y cometer homicidio. No sabe porqué se le ocurrió
enterrarlo, pero fue una buena idea. Un terreno baldío tan grande como ese
implicaba que no habría testigos. Delta limpió la sangre y desapareció la
maleta de viaje.
Quizás
tendrían suerte, pensaba Julio mientras manejaba, y la policía no investigaría
el asunto seriamente. Aquello no sería suficiente, ambos lo sabían, por lo que
asumió el riesgo de salir de casa de Delta en plena luz del día, algo que se
prohibía a si mismo cuando pasaba un fin de semana con su amante. Elsa podía
estar cerca, quizás le vería en la ciudad y sabría de inmediato que le estaba siendo
infiel, quizás incluso adivinaría que su amante era Delta, su ex novia antes de
casarse. Era un riesgo importante, pero valdría la pena. Había citado a la
prostituta en el parque de la paz y le había prometido mucho dinero por una
simple declaración. La chica aceptó y se embolsó los treinta mil pesos que
había estado guardando en secreto para sorprender a su esposa con un nuevo
auto.
Tembló
de miedo mientras le enseñaba a la prosti lo que debía decir, el lugar exacto
donde estarían Ramón y Gaspar, lo que estaban haciendo, todo eso. No le
permitió quedarse con una fotografía, pues si la policía la encontraba se
darían cuenta de todo el asunto. Ahora que regresaba a casa de Delta sus
nervios se estabilizaron, aunque no mucho. Había mucho por hacer, y los
siguientes días serían caóticos, sobre todo para Delta Rubí.
- ¿Cómo te fue?- Escondió el auto en la
cochera y Delta le dio una cerveza para calmarlo.- ¿Crees que te hará caso o
que se quedará con el dinero?
- Esperemos que no me robe. Le dije
todos los detalles de cómo tenía que presentar las cosas.- Entró a la sala y se
sentó en el sillón largo.- Tu marido y Gaspar pelearon, Gaspar tenía un arma y
eso es todo. Es mejor mantenerlo sencillo, es más creíble de esa forma.
- Estoy exhausta.
- Yo también, no dormimos y aparte cavé
ese hoyo.- Delta encendió un cigarro y trató de no pensar en su marido, pero
los recuerdos comenzaban a asaltarla por oleadas.
- ¿Qué hicimos?- Aunque estaba vestida,
no podía dejar de sentirse desnuda y vulnerable.
- No, nunca lo digas. Jamás digas que lo matamos, porque de ahora en
adelante tú eres la viuda adolorida que sabe, aunque no lo pueda demostrar, que
Gaspar Quintal Parra asesinó a su marido.
- ¿Qué pasará cuando la compañía
pregunte por él?
- Mira, lo único que tú sabes es que
salió de viaje y regresa… ¿Cuándo regresaba?
- En tres días.
- En tres días llama a la policía, diles
que te sorprendió que no te marcara antes, pero supusiste que estaba muy
ocupado. Si todo sale como lo planeamos, y si tenemos suerte, estaremos bien.
- ¿Qué hay de Elsa?, ¿dónde se supone
que estás?
- Le dije que me mandaron a instalar
inmobiliario urbano a Becanchen. Tú sabes que el DIF a veces me manda de un
pueblo a otro. Agarré el mapa y escogí el lugar más alejado y al sur que pude
encontrar.
- ¿Y cuando regresas de tu viaje?
- Hoy en la noche. Hace tanto que no nos
veíamos que mi mujer no tiene porqué sospechar, así que yo creo que estaremos
bien.
- ¡Deja de decir que estaremos bien!-
Gritó Delta. El rostro se le deformó por el dolor y la angustia y trató de
controlarse, pero las oleadas de recuerdos le asaltaban inmisericordemente.- No
vamos a estar bien, nunca jamás. Iremos a prisión, ¿tú sabes lo que les hacen a
las mujeres como yo en prisión?
- Nadie irá a prisión, cálmate. No hay
testigos en nuestra contra, pero sí a nuestro favor.- Delta no podía estar
sentada y empezó a caminar en círculos alrededor de la mesita de café donde,
cada dos o tres vueltas, dejaba caer la ceniza del cigarro en el pesado
cenicero del centro.- No olvides buscar esas cartas que tenía Ramón con Gaspar,
las que me dijiste que tenían un contrato y todo, quizás eso pueda pesar en un
juicio contra Quintal.
- Un momento estamos en Gran Plaza, tú
con tu familia y yo deseándote, y en otro matamos a Ramón.
- ¡Te dije que no lo dijeras!- Gritó
Ramón desesperadamente.- Si ninguno de los dos acepta jamás el hecho de que lo
matamos, si ni siquiera lo pensamos, podremos regresar a nuestras vidas
cotidianas.
- Mi vida cotidiana era con mi marido,
pedazo de animal, ¿adónde regreso yo?- Ramón se levantó de golpe y sintió las
ganas de soltarle una bofetada, pero se contuvo.
- Puedes encontrarte a alguien más.
- No, esto no lo puedo olvidar tan
fácil. Además, yo quiero encontrarte a ti, lo sabes. Puedes divorciarte de Elsa.
- ¿Tienes idea de lo sospechoso que
sería si, recién muerto tu marido, me divorcio de mi mujer? No Delta, no
podemos estar juntos nunca.
- Pero podemos esperar, como siempre
soñamos. Quizás un año, ¿no te parece?
- Delta, ubícate por favor, además de
que sería muy sospechoso, cada vez que estuviéramos juntos recordaríamos a tu
difunto esposo.- Delta tomó el cenicero y se lo echó, fallando por centímetros.
- Vienes a mi casa, me usas, me mientes
diciéndome que te divorciarías de tu mujer, ¿y ahora me dejas?
- Estás histérica Delta, trata de
calmarte. Es obvio que no puedo ayudarte a hacer eso. Adiós.- Sin decir más
salió de su casa, y de su vida, para siempre.
- No es justo,- se dijo Delta mientras
lloraba abrazando un cojín.- yo solo te quería a ti.
Mayo 12 1997
Su
hermano le había dicho que la dejara. Primero fueron las pocas joyas que habían
quedado de su mamá, después fue el horno eléctrico, más tarde desapareció la
colección de cd’s, y finalmente el televisor de Ramón. Daniela estaba robando
todo lo que no estuviera clavado a la pared con tal de poder comprar su dosis.
Ramón no podía entender porqué soportaba su ciclo continuo de mentiras,
reuniones de alcohólicos anónimos, el consumo en secreto en el baño o en el
auto y finalmente la adicción incontenible que lograba que la despidieran de su
trabajo. Siempre le rogaba que la perdonara, le prometía que iba a cambiar,
pero siempre recaía. La última vez había sido terrible, no solo la despidieron
de su trabajo como mesera por inhalar coca en el baño, sino que le mintió
diciéndole que pasaría el fin de semana con su mamá para alejarse de las
drogas. Su mamá, por supuesto, no estaba enterada y Daniela había desaparecido.
Llamó
a todos los conocidos de Daniela, ex novios, amigos, camellos y hasta a los hospitales,
pero nadie sabía dónde podía estar. Su antiguo camello le dijo que ya no le
vendía a Daniela, le tenía compasión. Un hombre que se dedica a abastecer a los
drogadictos más bajos y desesperados tenía lástima de su esposa. Aquello le
había caído como una bofetada. Ramón había sido de ayuda, aún cuando no
soportara escucharlo hablar mal de Daniela, porque recorrió todo el centro de
Mérida en auto buscándola en bares, refugios e incluso piqueteros. Finalmente
recibió una llamada de un sujeto que se presentó como el Chivo, el nuevo
camello de Dani, y le dio una dirección para que pasara por ella.
La
casita en polígono tenía a seis personas afuera fumando marihuana. En cuanto
vieron a Rodolfo estacionar el auto se codearon y cuchichearon entre ellos.
Entró a la casa mientras todos se reían de él.
- Ahí está tu mujer.- El Chivo era un
muchacho, no mayor de 26, esbelto y muy alto.- Ya pagó su deuda con todos
nosotros.
Había
al menos diez personas en toda la casa, todos apenas vestidos en bóxers y mirándolo
fijamente. Se acercó al colchón en el suelo donde Dani, semi desmayada, se
encontraba desnuda. Con toda paciencia le puso un pantalón de gimnasio y una
playera y la levantó del suelo. Las risas de burla le siguieron toda la cuadra,
pero Rodolfo no prestaba atención, su mente estaba enfocada únicamente en saber
si Dani estaba sana o sufriendo una sobredosis.
- ¿Rodo, qué haces aquí?- Murmuró
Daniela, mientras continuaba en su trance.
- Tranquila amor, vas a estar bien.-
Poco a poco Daniela fue recordando todo lo que había pasado y se fue haciendo
consciente de la situación.
- Ay, Dios mío…- Comenzó a desesperarse,
estaba cubierta en sudor, propio y de otros hombres, y sentía que los pegajosos
líquidos le ardían.
- Calma, calma, ya casi llegamos a la casa.
Te voy a dar un baño bien calentito y te llevo a la cama.- Daniela comenzó a
llorar. Se sentía tan expuesta que cualquier mirada en la calle le parecía como
si la estudiaran y juzgaran. No podía ver a su marido a los ojos y no sabía ni
qué decirle, sin duda su matrimonio había terminado y, con toda seguridad, su
adicción terminaría por matarla, tarde o temprano.
- Llévame con mi mamá…
- No, vamos a la casa.
- No, en serio, llévame con mi mamá.
- Daniela Medellín, esto no está a
discusión.
- ¿Por qué haces esto? Te robé, te
engañé, te fui infiel, y lo volveré a hacer, tú lo sabes. Deberías hacerle caso
a tu hermano, Ramón tiene razón, te voy a lastimar.
- Vamos a sobrevivir esto.
- No, no lo haremos. Tú no puedes saber
eso.- Daniela comenzó a llorar descontroladamente y a golpearse la cabeza con
furia.
- Tienes razón, no lo sé, pero no
importa.- Rodolfo le detuvo los brazos y apretó con fuerza para que no lo
volviera a hacer.- Sobrevivimos o fallamos como pareja. Esto no es tu culpa, es
de los dos. Sabía que tienes una adicción y no te apoyé lo suficiente. Cuando
uno de los dos está en el lodo, el otro baja al lodo con él, ¿te parece un buen
trato?- Daniela lo miró sin saber qué decir.- Vamos a ir a las sesiones de
alcohólicos anónimos juntos, iremos juntos al ginecólogo mañana y te conseguiremos
una buena psicóloga. Si no me dejan faltar en la tarde en mi trabajo veré de
ubicarme en otra oficina donde me den algunas tardes libres.
- No, no tienes que hacerlo.- Dijo
Daniela cuando llegaron a casa.
- Tienes razón, no tengo porqué hacerlo,
pero quiero hacerlo.
Mientras
Rodolfo la bañaba en la tina de agua caliente, Daniela no pudo dejar de pensar
en la fiesta en la que se habían conocido. Rodolfo había tirado su beeper a la
alberca, y con él a su novia, con tan solo conocerla por un momento. En el
momento había pensado que Rodo estaba loco, pero ahora que los dos llevaban
siete años juntos se preocupó por él. Era capaz de volver a lanzar ese beeper
sin dudarlo ni un segundo. Daniela nunca había sentido tanta determinación de
luchar contra su adicción, pues sabía que no solo estaba su vida en sus manos,
sino la del hombre que amaba.
Agosto 24 1989
La
reunión estaba animada y casi todo el salón estaba bebiendo o jugando cartas,
celebrando el final de la carrera. Ocho largos y dolorosos semestres, pero
finalmente estaban del otro lado. Es cierto, les faltaba presentar un examen, a
algunos les faltaba terminar tesis, pero ya estaban casi licenciados. Ramón
había llevado a su hermanito, quien trataba desesperadamente de ser uno de los
chicos grandes, pero nadie le prestaba mucha atención. Nadie se atrevía a
burlarse de él porque Ramón era sobre protector de su hermano, lo cual tenía
sentido para un par de hermanos huérfanos. Siendo el novato no conocía todas
las trampas que los muchachos podían hacer con las cartas en un juego de póker,
por lo que le dejaron sentarse con ellos y apostar.
Rodolfo
trataba desesperadamente de hacerse amigo de Julio, y él no podía ser grosero
con el hermano del ex novio de Delta Rubí, su escultural novia. Aquello era lo
único que Rodolfo y él tenían en común, ambos conocían a Delta. Cuando le
avisaron a Julio que le llamaban por teléfono se sintió aliviado de poder
salirse de la mesa en la que, por un lado estaba perdiendo todo su dinero en
apuestas con sus tramposos amigos y, por el otro, ya no soportaba la
conversación obscena de Rodolfito.
Dejaron
de jugar al póker media hora después, cuando todos estaban tan borrachos que
les costaba trabajo recordar cuánto habían apostado o cuál era el comodín.
Ramón había salido, sin decir a qué, y Rodolfito se sentía solo y fuera de su
elemento. Ser uno de los chicos más populares de la prepa no quería decir que
su popularidad jugaría igual entre personas de 23 a 28 años. Se sentó en el sillón
más alejado de la sala y trató pasar desapercibido mientras buscaba a Julio,
quien se quedó hablando por teléfono una hora entera antes de salir del cuarto,
pálido como una hoja de papel. Recorrió la casa y salió al porche, donde se
sentó en la banqueta y buscó furiosamente sus cigarros entre sus bolsillos.
Rodolfito aprovechó la oportunidad y le dio su cajetilla y encendedor.
- ¿Estás bien?- Julio no quiso
contestar, fumó su cigarro en silencio mientras el color le regresaba al
rostro.- No te ves muy bien.
- No.- Fue todo lo que dijo. Sacó su
cartera y de ahí una arrugada fotografía de Delta.
- Mi hermano no lo quiere admitir, pero
está celoso de ti.
- Él cortó a Delta, no fue al revés.
- Sí, y se arrepiente. No lo quiere
admitir, pero es cierto.- Julio acarició la fotografía y trató de buscar la
fuerza para verbalizar lo que le había dejado pálido.- ¿Ella te llamó por
teléfono?
- No, era la mamá de Elsa, mi ex. Elsa
está embarazada.- Rodolfito, o Rodo como quería que le llamaran, no dijo nada
al principio, era demasiado grande como para asimilarse en un segundo.
- Vaya…- Fue lo único que acertó a
decir. Quedaron en silencio por un tiempo, hasta que Rodolfo se atrevió a
hablar de nuevo.- ¿Qué vas a hacer? No puedes dejar a Delta, ustedes se llevan
muy bien.
- ¿Qué puedo hacer? Tú porque eres un
niño, crees que todo es tan fácil.- Julio se puso de pie y tomó otro cigarro de
la cajetilla de Rodolfo.- Elsa está embarazada, tengo responsabilidades ahora.
- ¿Quieres regresar con ella?
- No es que quiera, tengo que regresar
con ella, ser un hombre y asumir mis responsabilidades.
Julio
manejó en silencio, con las ventanas abiertas para que el viento terminara de
bajarle el alcohol. La llamada lo había vuelto sobrio, la seriedad y
preocupación en el tono de voz de la mamá de Elsa inmediatamente lo dejó frío.
Cuidó su velocidad y sus movimientos, no podía darse el lujo de ser detenido
por la policía. Menos ahora que iba a ser papá. Aquello simplemente no
registraba en su mente, y sospechaba que tardaría semanas antes de procesarlo.
Elsa debió haber estado sufriendo un infierno, sospechando su embarazo, luego
temiéndolo horriblemente y, finalmente, contemplando un futuro que no había
escogido. Su relación con Delta estaba terminada, eso era seguro. Rodolfo
seguramente le diría a su hermano y éste no tardaría ni un momento en decirle a
Delta lo que estaba pasando. La mujer más hermosa que había conocido y, antes
de poder disfrutar realmente de su compañía, todo había terminado.
La
casa de Elsa se encontraba perdida en el centro y le tomó más de media hora
llegar hasta ella. El porche estaba iluminado, y sentada en el escalón de su
casa Elsa lloraba amargamente sosteniéndose de la cerca metálica. Julio
estacionó y se sentó a su lado, ofreciéndole su hombro para llorar.
- No tienes que decirlo, me odias.- Elsa
no quería verle a los ojos, pero Julio le tomó de la barbilla y levantó su
rostro para mirarla a los ojos.
- No digas eso, un bebé siempre es una
oportunidad de oro. No puedo creer que vaya a ser papá.- Elsa lo abrazó y Julio
comenzó a acariciarle el cabello.- Yo creo que serás una madre estupenda, y si
somos cuidadosos, seremos padres excelentes.
- Yo creo que serías un buen padre, pero
no quiero forzarte a hacer algo que no quieras.
- No digas eso, siempre nos complementamos
como pareja y me encantaría regresar contigo.
- Julio, no quiero que regreses a mí
sólo por el bebé.
- Eso no es cierto, no es sólo por el
bebé.
- ¿Me lo juras?
- Te lo juro.- Besó sus labios con
ternura y ella dejó de llora.- Te amo Elsa, y quiero que seas mi esposa.
- ¿Me amas aunque esté embarazada?
- Por supuesto que sí.
- ¿De principio a fin?
- De principio a fin.
Se
quedaron despiertos haciendo planes, sobre el bebé, el trabajo, el lugar donde
vivir y sobre su futuro. Cuando el sol comenzaba a salir entraron a la casa, y
en compañía de los padres de Elsa y varias tazas de café, planearon una vida
juntos.
Marzo 1 2009
Lothar
no estaba seguro si mantenía a If al corriente porque fuera su amigo, o porque
fuera una lata. Simón Ifigenio le había ayudado en muchas situaciones, pero
siempre le daba la impresión que, si algún día se sentaban a sacar cuentas de
quién le debe a quién, sin duda If le debería más. En cuanto escuchó la noticia
lo primero que pensó fue en avisar a If, no era una primicia, pero algo era.
Había estado muy interesado en el caso de Gaspar Quintal desde que se
encontraron los restos de Ramón Montalvo, y cuando escuchó que Quintal había
muerto en el hospital, a raíz del ataque sufrido en su casa el 3 de Febrero, le
rogó que le mantuviera al tanto del caso.
Lothar
fue tan claro por teléfono, como le fue posible. Julio Reyes había tenido un
accidente la noche anterior. No fue grave, pero su auto perdió los frenos y se
estrelló contra otro auto. Afortunadamente, nadie salió herido.
Desafortunadamente para Julio Reyes, la policía encontró un botín escondido en
la llanta de refacción. Había sido detenido en la noche, pero para la mañana
del primero de Marzo ya habían ubicado algunas de las joyas como parte de la
colección de Gaspar Quintal Parra. No tenía coartada para las siete de la noche
de la fecha del crimen, conocía a la víctima y, lo que más convencía a los
agentes a cargo del caso, estaba en apuros monetarios. El monto de lo robado
ascendía, según la aseguradora de Quintal, a dos millones de pesos. Parte del
botín había desaparecido y, la otra parte, estaba en su auto. No podría mover
tanto dinero en joyas y antigüedades sin tener que esperar meses. “Supongo que
tuvo mala suerte” concluyó Lothar, “pues le tienen con las manos en la masa”.
If
no dudó ni un momento en tratar de conseguir una entrevista con Julio Reyes, pero
la policía no le permitió acercarse. El licenciado Bojórquez, abogado de Reyes,
un hombre esbelto, calvo y con nariz aguileña, salió de su reunión con su
cliente completamente pálido. No quiso hablar con él oficialmente, pero le
confesó que su cliente tenía pocas posibilidades de salir libre. Vio llegar a
su esposa, Elsa Virginia, y a su hija Susana, pero tan pronto como Elsa lo vio,
hizo lo imposible por eludirlo.
- Susana, no hables con este señor.- Le
dijo a su hija frente a If.- Es un reporterucho de nota roja.
- Sí mamá, ¿pero no entro contigo para
ver a papá?
- No mi amor, primero tengo que hablar
con él.- El policía le abrió la pesada puerta metálica y le condujo por el
largo corredor hasta una sala donde Julio, detrás de unos barrotes, podía
comunicarse con sus visitantes.
- Elsa, gracias a Dios. Tienes que
ayudarme, el licenciado Bojórquez dice que mis probabilidades no son buenas. Es
asalto, homicidio y robo… Yo no puedo ir a prisión Elsa, tienes que ayudarme.
-
Me sorprende la justicia mexicana.-Dijo Elsa, mientras se sentaba en su
silla metálica.- ¿Acaso no saben que estabas en la fiesta de reunión de los
graduados de administración?
- Sí mi amor, pero el asalto fue a las
siete, cuando me mandaste a comprar el helado de pistache que no encontré en
ningún Oxxo… Espera, eso es cierto, tú les podrías corroborar eso.
- No sé amor, no creo que me crean. Ya
ves cómo son ellos, quieren un chivo expiatorio. Me sorprende que cayeran en
algo tan banal como los relojes destrozados que se detuvieron a las siete.
Cuando llegué se encendieron los regadores, creo que hasta dejé una mancha de
lodo en la cocina que se me olvidó limpiar. Ya conoces mi memoria, no es lo que
era antes.- Su marido la miró extrañado.- Dejé esos relojes a la hora en que te
mandé a buscar algo que sabía te mantendría ocupado al menos una hora.
Realmente pensé que la policía sería más inteligente, pero supongo que con eso
bastó. Drenar el líquido de frenos de tu auto, eso fue lo difícil. Más difícil
aún fue esperar que chocaras. Yo estaba desesperada, si no chocabas pronto
haría una denuncia anónima.
- ¿Porqué?- Julio comenzó a llorar,
buscando las palabras.
- En la fiesta de Rodolfo Delta dijo que
había viajado al sur, tú me dijiste que nunca te habían mandado ahí. Al
principio no lo relacioné, pero después me acordé que cuando desapareció Ramón
tú habías viajado al sur, a Becanchen.- Julio comenzó a llorar y cayó de
rodillas.- El mismo día que nos habíamos topado con Delta. Ya sospechaba que
algo estaba raro, pero cuando regresaste de tu viaje, más tenso que nunca, y
Ramón nunca apareció, pensé que algo estaba mal.- Julio comenzó a repetir
“¿porqué?”, “¿porqué?”.- Claro, nadie quiere pensar que su marido la engaña,
mucho menos que su marido es un asesino, pero cuando vives con alguien te das
cuenta de esas cosas. Es curioso cómo el encontrar el cadáver de Ramón
desenterró también la verdad de su homicidio. Pobre Delta, ni para qué enojarme
con ella, su propia consciencia le dio cáncer, se quedó sin nada, mientras que
tú regresaste a tu familia como si nada hubiera pasado.
- No, bebé no hagas esto, sabes que te
amo.- Estaba desesperado, había perdido el control y chillaba por espasmos.
- Tu hija puede pensar que pasarás el
resto de tu vida en prisión por robo, o puede saber la verdad. La decisión es
tuya, por lo que ten cuidado lo que le dices a Susanita.
- ¿Pero porqué?, ¿porqué me haces esto?
- Porque mentiste.
Sin
decir nada más Elsa se puso de pie y salió de la sala. Susana quiso saber qué
pasó, pero la tomó del brazo y la llevó afuera, donde se encontraron con los
Montalvo y Delta Rubí. Todos le daban el pésame como si su marido estuviese
muerto, y estaban inseguros sobre qué decir, especialmente frente a Susana.
Elsa no prestaba atención a lo que decían, su mente divagó hacia su memoria. Recordó
la boda de Rodolfo y Daniela, cuando Rodo era delgado y de cabello corto y
Daniela tenía un cutis perfecto, como el de una muñequita de porcelana. Ahora
Rodolfo era un gordito peludo y simpático y su esposa una crisis nerviosa tras
otra. Delta Rubí era un fantasma, como su marido le dijera en el segundo
funeral de Ramón, ella había muerto hacía muchos años, y apenas ahora su cuerpo
se daba cuenta de ello.
- Siempre pensé que yo sería quien
matara a Gaspar.- Susana se ofendió por el comentario, pero Rodo lo decía en
serio.
- Mi papá no hizo nada.- Gritó Susana y
se fue al auto, donde se encerró a llorar.
- No quise decir eso, tú lo sabes, ¿verdad
Elsa?
- Sí, no te preocupes por ella. Es
difícil para una hija mirar a su padre de esa forma. Julio me confesó todo el
asunto, pensó que sería una salida fácil de nuestros problemas financieros.-
Delta comenzó a fumar y llorar y, cuando los Montalvo entraron para consultar
con el abogado de Julio, Elsa habló con Delta tomándole de las manos.- Julio te
dejó sin marido y sola, no lo llores.
- Elsa…- Calmó su llanto por un momento
y, mientras se limpiaba las lágrimas, buscó las palabras adecuadas.- Yo nunca
hubiera tenido la fuerza para hacer lo que hiciste.
- No puedo creerlo.- Daniela estaba
histérica.- El abogado nos acaba de decir que Julio se declarará culpable.
- Cuídate Delta, lo digo en serio.-
Abrazó a la amante de su esposo y caminó al auto.
- ¿Mamá?- Preguntó Susana.- ¿papá hizo
todo eso que le acusan?
- Tu papá… Hizo algo muy malo, nos
mintió a las dos.
En
el camino de regreso a casa Elsa no dejaba de pensar en todo lo que había
pasado en treinta años. Ninguna de las dos dijo nada durante el trayecto, y
cuando llegaron a casa cada una se encerró en un cuarto. Elsa pasó varias horas
llorando, rodeada de sus recuerdos y preguntándose si, ahora que estaban solas,
su hija la amaría a ella de principio a fin.
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