Perros en la noche
Por: Juan Sebastián Ohem
Del escritorio del detective Martin Felton:
Los lunes no son manera de
iniciar la semana. Oz traspira alcohol y maneja el auto como un abuelo, sin
prisa para llegar a la escena del crimen. Ojeras en sus ojos. Habla sin
detenerse. Piel amarillenta, una sonrisa macabra que me indica que ha tenido un
buen fin de semana. Sammy esto y Sammy aquello. Han regresado y es ahora una
paradoja, su ánimo está vivo, su apariencia dicta lo contrario.
- Que bueno
por ti Oz, ya eres prácticamente un anciano, haces bien en sentar cabeza.-
Enciende un cigarro y sonríe.
- Deberías
hacerlo tú también, consíguete un hombre que respete tu desviación sexual y tu
jazz, te hará bien.- No le digo de Marion. No le hablo del sexo desenfrenado.
No le digo de su cabello lleno de rulos ni de su risa histérica. No le digo
nada. Anoche corríamos del restaurante a mi departamento muertos de la risa.
Expectación. Chispa en sus ojos. Parece que fue hace una vida.
- No lo sé
Oz, si lo hiciera, ¿con quién te casarías después de terminar con Sammy?
- No planeo
hacerlo.
- Me refería
a cuando ella te corra de una vez por todas por borracho.
- Te lo digo
muchacho, no pasará.- Algo en su mirada parecía melancólico. Conociéndole,
podía estar pensando del pasado o del futuro.- Ayer nos tomamos unas copas
porque se fue esta mañana a Florida por dos semanas.
- Trata de no
incendiar su departamento mientras ella no está.
- Lo tendré
en cuenta. Cuando ella regrese de estar con sus padres ese departamento debe
estar perfecto, o me matará. Tengo que lavar todo, cuidar a su perro, te lo
digo, es como un matrimonio, pero con sexo.
- ¿Planeas
casarte y ser el señorito de Samantha?, ¿cuál es su apellido?
- Wiggins.
Pero prefiero “señora Ozfelian”, tendría más personalidad.- Llegamos a la
calle, 48 en Baltic. Patrullas y cordones amarillos. Feria popular. Familias
enteras desperdiciando el lunes tratando de pescar algún detalle macabro.
- Sabemos
quién tiene los pantalones en esa relación. Larry Wiggins.- Su mirada me hace
reír. Los chicos de azul me miran con recelo, es de mala suerte reírse en la
escena del crimen. Mala publicidad frente a la prensa amarillista.
- Estás más
alegre de lo normal Martin, ¿el perro del vecino ya contesta tus cartas de
amor?
- Algo así.
Pasamos a través de los policías
hacia el callejón. El novato de uniforme nos da la noticia. Una mujer pasea a
su perro y éste entra al callejón. La dueña encuentra el cadáver debajo de
bolsas de basura y detrás del basurero. El dependiente de la licorería de
enfrente lo reconoció como un cliente regular. Sus cheques rebotan cada
quincena. Quentin Ford, negro de 37 años de edad. Metro setenta, fornido, viejas
heridas indicando su origen callejero. La garganta cercenada de un solo tajo.
Vestido únicamente con sus pantalones viejos y sucios y unos tenis. No hay
billetera ni nada que valga más que su vida.
- ¿Qué opinas
Martin?
- Vaya, me
preguntas a mí.
- No pareces
tan despistado como de costumbre mi instinto de detective me indica que te has
acostado con algo, probablemente mamífero, así que dilo de una vez.
- Parece un
asalto, aunque no lo sé.- Me quedo de cuclillas mientras uno de los chicos de
bata hace girar al cadáver. Un tatuaje en el omóplato, un perro con ojos
desorbitados fumando marihuana. Es tan tierno como un negro con la garganta
cortada.- Llovió muy fuerte anoche, eso podría haberse llevado gran parte de la
sangre, pero hay un pequeño charco de sangre debajo de él, no la suficiente. Lo
movieron de lugar.
- Genial
deducción Martin, el chico que reparte periódicos sabría eso.
- Le tomaron
por sorpresa, ¿ves esto?- Señalé un moretón grande en uno de los bordes del
cuello.- Esta es la primera y única incisión. No pudo haber sido un hombre
frente a él, tuvo que haberle tomado desprevenido, ha sido un solo corte
continuo. Mucha fuerza y determinación, no hay titubeo. Ya no creo que sea
asalto, no tiene sentido cortarle el cuello para luego robarle unos cuantos
dólares y cargarlo aquí para esconderlo bajo basura.
- No te
creas, son negros, cualquier cosa es posible.- Oz ordenó que se llevaran el
cuerpo de una vez para que pudiéramos regresar al precinto y empezar la investigación.- Otro caso de negros, ojalá
podamos cerrarlo hoy, me exasperan.- Una mujer mayor, negra, nos fulminó con la
mirada detrás de la cinta amarilla. Larry parecía rabioso.- ¡¿Qué me ve?!
- Vamos, Oz,
ya vámonos de aquí.- No hablamos en el camino de regreso. La jovialidad que
tenía en el viaje de ida ya se había esfumado.
El teniente no subió la mirada
de su intensa lectura de un archivo. Vinne paranoias era como Larry, mientras
más oscura la piel, más oscura las oportunidades de cerrar el caso honestamente.
Tatuaje de criminal no ayudan en lo absoluto. “Un negrata menos” murmuró entre
sorbos de café. Su tía reclamó el cuerpo. Noreen Ford no le había visto desde
que entró a prisión. Sin familia, sin ideas. Le di el pésame a la anciana y la
despedí. Ni ella tenía ganas de escucharme. Me distraje lanzando aviones de
papel a la máquina de café hasta que Oz se levantó de un brinco. Una mujer de
un metro setenta, cabello castaño, buena figura, apariencia seria aunque de
rostro jovial.
- ¿Detective
Ozelian?
- Ozfelian.
- Sí, me
dijeron que hablara con usted. Pregunté abajo y me dijeron que usted…
- ¿Es por el
negro del basurero?
- Sí.- Oz me
soltó su pluma y bloc para escribir. Nada sutil.
Estela Galvez, anoche vio a Quentin Ford desde su ventana siendo
seguido por otro negro en la calle de su edificio, la 48. Grandote como gorila,
un vagabundo que vive en la zona. Escuchó una discusión en el eco nocturno. No
le dio importancia hasta ahora. Una mujer modesta que no quiere meterse en
problemas ni quiere saber nada de disputas entre negros. Oz le asegura que hizo
bien al hablar con nosotros. Tenemos por dónde empezar en un caso que no nos
podría importar menos.
- Me llevo a
unos cuantos uniformados para buscar a este vagabundo. ¿Te quedas y empiezas el
papeleo?
- Perfecto.
Buena suerte.
Aburrimiento con la máquina de
escribir. Aburrimiento transcribiendo las notas de la testigo. Aburrimiento de
escritorio. Aburrimiento de oficina. Desde mi silla veo al teniente, tan
aburrido como yo. Al diablo con esto. Recojo mi saco y sombrero y salgo de ahí.
No tiene porqué ser aburrido ni rutinario. No tengo porqué dejar que un caso se
lo lleve la corriente por no poner suficiente atención ni esfuerzo. Hablo como
Marion. Sonrío al darme cuenta que no me preocupa hacerlo.
El lugar más divertido del
mundo. El más sensual del mundo. La morgue. Marion se encuentra rodeada de
camillas con cadáveres. Algunos tan desagradables que los forenses se echan
rifas para ver quién los analiza. A Marion Bailey no le importa. Feo o bonito,
hombre o mujer, hace su trabajo con gusto. La reina de los muertos con la
sangre caliente hirviendo. Besos. Bromas. Risas. Besos. Caricias. Risas. Besos.
Sus ojos me consumen, me intoxican. Tardes de cervezas y pastillas. Noches de
desvelo en la cama. Sus risos son hipnóticos.
- Basta,
basta, se supone que es secreto, ¿lo recuerdas?
- Silencioso
como los muertos.- Busco al mío. Quentin Ford a siete camillas de distancia del
centro.- Hablando de ellos, ahí está mi muchacho.
- ¿El negro?
- El mismo.-
Sueno desilusionado. Lo estoy. Ella lo sabe. Ella reacciona y me acaricia.
- No tiene
que ser otro caso más llevado por la corriente de la rutina y poco esfuerzo
policial. Ya hemos hablado de esto Martin.
- Sí, lo sé.
- Lo digo en
serio, es importante para ti.
- ¿Puedes
echarle un vistazo?- Gruñidos. Mira sobre su hombro hacia las oficinas. El
forense en jefe, el emperador de los muertos, no está.
- Stephen no
está, se está echando a su secretaria, otra relación secreta supongo.
- ¿Eso fue un
sí?
- Si lo hago,
entonces me quedaré atrás, y ya tengo detectives llamándome por casos más
importantes. Más…
- ¿Blancos?
-
Destacados.- Diplomática.
- No has
dicho que no.
- No he dicho
que no.- Más besos. Soborno.- ¿Esta noche?
- Podemos
salir a beber algo cuando termines.
- Puede ser
tarde, estoy muy atrasada en trabajo.
- Oz cree que
puede cerrar esto antes de las cinco, pero si hacemos esto bien… Si hago esto
bien, quizás el caso tome otras direcciones e investigue por otros rumbos.
- Tienes algo
en mente, dímelo.
- Anoche
llovió muy fuerte. Es natural entonces que haya pocos testigos. El cuerpo tuvo
que haber sido movido. Nadie ve nada por la lluvia. Sin embargo, hay una
testigo que dice haber visto a Quentin ser seguido por un vagabundo.
- ¿Cómo sabía
que era Quentin, o que el otro era vagabundo?
- Exacto.
Quizás no lo sabía, recibimos gente así todo el tiempo. Te dicen que vieron
todo, pero solo tratan de ayudar, no saben nada útil y pueden consumir tiempo.-
Me inclino contra los refrigeradores y pienso en silencio.- El vagabundo lo
sigue, lo asalta, le corta la garganta, pero luego lo arrastra hasta los botes
de basura… ¿tiene sentido?
- Quizás está
loco, o quizás se conocían.
- Necesito
saber más sobre Quentin, tiene un tatuaje como de pandilla, ya lo verás. Pasaré
a hablar con los muchachos de vicio y los de pandillas.- Me mira extraño. La
misma mirada que Oz o el teniente.- ¿Por qué todos me ven así cuando trato de
investigar algo por mi cuenta? No soy idiota Marion, sabes que…
- Calma,
calma, no te juzgo. Estaba pensando en cuánto me gustas cuando actúas como un
detective de verdad y no como un oficinista que carga pistola.
- Disculpa,
es que cada que abro la boca me lanzan miradas extrañas.
- No hay
preguntas tontas, solo detectives ineficientes. Haces muchas preguntas, eso es
bueno.
- Iré a
conocer más a mi muerto, cuando tengas la oportunidad de darle una mirada, te
lo agradecería mucho.
Me doy la vuelta por la sección
de vicio. Los policías más drogadictos de la ciudad. La sección de pandillas
está adornada con murales de fotografías y retratos hablados. Chicos, adultos,
tatuajes, graffiti, de pared a pared con el folclore de la pandillas. Golpes y
sangre inmortalizados en la oficina. Hablo con Phelps. Detective veterano.
Conoció a Oz y tomó lecciones de él. Duro. Desafiante. Alcohólico. Santísima
Trinidad.
- Por lo que
me dices del tatuaje me suena a “los perros”.- Me rasco el bigote en señal de
ignominia y me lanza una sonrisa.- Discúlpame, “los perros” son una banda. Eran
una pandilla mejor dicho. Solían estar en la 48, ahí donde Morton y Baltic se
comunican. El lugar era un asco, prostitutas y camellos por doquier. Los fuimos
confinando a Morton cada vez más y los perros… supongo que desaparecieron.
- ¿No está
seguro?
- Encerramos
a uno, otros se murieron en una pelea… No recuerdo nada más. Violentos como los
demás, pintaban paredes, eran chiquillos furiosos como perros.
- ¿Quentin
Ford, lo recuerda a él?
- No. He
lidiado con demasiada basura. ¿Él es la víctima?- Ahora es él quien se rasca el
bigote.- Hacían asaltos y drogas, pero creo que se han retirado, ya no tienen
edad para competir con los más viejos. ¿Te puedo dar una sugerencia?
- Adelante.
- Ve a la 48,
a la zona vieja, quizás alguien sepa más. Si están de regreso en acción,
entonces alguien lo sabría.
Una pandilla. Los perros.
Furiosos. Salvajes. Todo en la 48. Ya sé algo sobre Quentin, murió donde solía
trabajar. ¿Se retiró en definitiva o refinaron sus métodos para no llamar la
atención? Manejo por la cuarenta y ocho. La transición entre Baltic y Morton es
dolorosa. Es como ver el parto de un animal. Es sangriento, ruidoso y solo
emerge una bestia que lanza tarascadas. Morton el gueto que crece y decrece
como la marea. Las rameras y los camellos avanzan y retroceden un par de
esquinas. Detengo el auto abruptamente. Claxonazos e insultos. El perro que
fuma marihuana en una pared. Estaciono el auto. En una de las paredes de una
cancha de basquetbol, rodeado de otros graffitis de pandilla, se encuentra el
perro. Salgo del auto y pienso sobre hablar con los que juegan ahí. Prefiero no
llamar la atención. Esa clase de basura no es mi especialidad, sino la de Oz. Uno
de los jugadores se quita la playera, en el omóplato tiene el mismo tatuaje. No
están todos muertos o en prisión, ¿se volvieron contra Quentin? Juegan
despreocupadamente, de haberlo asesinado estarían escondidos esperando a que la
policía se olvide del asunto. Esperando a que algún detective poco motivado
atienda a una testigo poco confiable y le tire el muerto a un vagabundo.
Es hora de pensar como
detective. No me acerco a hablar con ellos. Con él particularmente, el del
tatuaje. Prefiero jugármela a lo seguro. Quizás los asuste si hablo con ellos.
Prefiero entrar a la tienda de al lado. “Moon”. Un coreano me grita algo y me ofrece bebidas y
revistas porno. Prefiero no sacar la placa.
- Buenas
tardes señor, ¿Moon?
- Sí, Ki
Moon, es mi tienda. Compre algo.
- Vengo del
Reportero independiente, es un pequeño periódico, no sé si lo haya leído.- No
espero una respuesta. Las mentiras funcionan mejor en avalancha, sin tiempo
para procesarlas.- Estoy armando un artículo sobre viejas pandillas callejeras,
¿ha escuchado de “los perros”?
- No me
importa, compre algo.- El anciano es tan carismático que ni siquiera mueve sus
arrugas al hablar.
- Me gustaría
citarlo en el diario, lo que usted guste, eso quiere decir que escribiré sobre
su tienda.
- Compre
algo.
- Publicidad
abuelo, ¿quiere buena publicidad?, ¿le gustaría que mis lectores leyeran sobre
este respetable establecimiento y sus precios de oferta?- El viejo lo considera
por un segundo. Le sigo bombardeando.- Los perros, era una pandilla que usaban
un tatuaje en el omóplato de un perro fumando marihuana, ¿alguna vez le dieron
problemas?- El viejo ladea la cabeza de un lado a otro, balbucea algo en
coreano, buscando las palabras correctas.
- Ya no son
tan peligrosos.
- ¿A qué se
refiere?
- Me
asustaban hace años, cuando apenas abrí. Ya no. Son solo tres negros que actúan
como negros. Entran y me roban cosas, siempre me roban cuando creen que no les
veo. Pero son viejos, ya no se imponen a sus rivales porque son viejos.- Ley de
la selva urbana, los jóvenes ignorantes matan a los más experimentados y
continúan el ciclo vicioso.
- ¿Únicamente
tres?
- Tres, sí,
siempre juegan en la cancha de al lado. Hable con ellos.
Lo pienso en el auto. Prefiero
no hablar con ellos. No soy bueno con los callejeros. Dejo eso a Oz. Ahora
conozco a mí víctima, al menos un poco más. La pandilla ya no es tan agresiva,
difícil de creer que el vagabundo tuviera rencillas con Quentin, aún quedan
otros dos que podrían matarlo. El vagabundo tendría que estar loco para dejar
el cadáver en la 48, la avenida por la que siempre se pasean. Manejo de regreso
al precinto.
Oz felicita a los novatos de uniforme. El teniente discute detalles
con él. El vagabundo estaba muy golpeado. Oz argumenta defensa propia, trató de
atacarlo con una navaja. Voy directo al escritorio. No sé como plantearlo.
Quizás sí fue el vagabundo, trató de atacar a un policía con una navaja, haría
lo mismo con un pandillero. Quizás todas mis indagatorias fueron en vano. Un
recado al lado del teléfono. Marion debió pasar por ahí, es su letra. Lo leo y
lo vuelvo a leer. No lo puedo creer. Larry celebra con una taza del café de
Sammy, me dice algo pero no le escucho. Lo vuelvo a leer y sigo sin poder
procesarlo.
- ¿Qué pasa?
- Larry,
Quentin no murió de la herida en la garganta. Murió ahogado. La forense
encontró agua en sus pulmones, así como múltiples hematomas en el abdomen, en
la espalda y en la quijada.- Deja la taza de café. Mirada fría. Impersonal. Los
tendones de la quijada se tensan. Piensa en lanzarme un golpe, pero se retiene.
- ¿Autopsia?
- Bueno, es
un…
- ¿Quién
demonios autorizó una autopsia a ese mono? Yo sé que yo no fui, el teniente
tampoco lo pidió.
- Tengo una
amiga allá abajo y le pedí que…
- ¿Autopsia a
un negrata cualquiera cuando hay casos más importantes?- Me apunta al pecho y
con la fuerza de su dedo me hace retroceder. Doy un paso atrás hasta chocar
contra el escritorio.- ¿en qué estabas pensando Martin? Sabes que no eres el
detective primario, ese soy yo, y si quiero tu opinión la pido.
- Larry por
Dios, cálmate, no ha sido nada, es solo un favor.- Me agarra de la solapa del
traje. Cabeza roja de rabia. Furioso como perro.
- ¡Yo te diré
un…!-Súbitamente se calma. Respira profundo. Me suelta y suspira.- Disculpa,
fue la mala noche. Normalmente estos negratas no reciben autopsias, hay
víctimas más importantes. ¿Cómo conseguiste la autopsia tan rápido? Normalmente
tengo que esperar días para que respondan mi llamada.
- Tengo una
amiga.
- Vaya, vaya,
vaya Felton tiene amigos en el reino de los muertos. Con razón te veía
diferente hoy, ¿tu amiguita te permite echarte a los fiambres cuando cierran?,
¿te divertiste con algún muchacho muerto en colisión de auto?- Me rió
nerviosamente y Larry aligera el ambiente con gestos obscenos.- ¿Sabes que una
vez sí tuvimos ese problema?
- ¿Y nunca te
atraparon? Vaya, te saliste con la tuya.
- Ja, parece
que quien sea que te echaste te avivó bastante. Ya suéltalo.
- Bueno, pues
investigué el tatuaje de perro en tu vieja división, con Phelps, trabajaste con
él creo. Me mandó a la 48, en una cancha me encuentro…
- No, no, eso
no, lo importante. Dime lo importante, ¿cuál es el nombre de la víctima?
- Marion
Bailey.- El genio está fuera de la lámpara. Espero que Larry sepa guardar un
secreto.
-
Felicidades, ¿y cuándo falleció?- Le doy un codazo y nos reímos.- Ya en serio,
¿qué más tienes?
Le pongo al corriente. Incluyo
al señor Moon y su tienda. Larry se emociona y llama al teniente. Repito la
historia. Coordinamos un plan. Hay que hablar con los otros dos miembros de la
banda. Vinnie paranoias prefiere empezar por los registros de Quentin Ford, si
él es el miembro de la pandilla que hizo tiempo valdría la pena ver en qué
estuvo envuelto. Hay que estudiar a los otros miembros de la pandilla, ver si
tienen cargos pendientes o eslabones
débiles para explotar. El teniente regresa a su oficina para coordinar la
búsqueda de los archivos y comenzar de inmediato.
- Acostarte
con la doctora te ha servido de mucho Felton, felicidades.
- Algo que me
molesta, ¿porqué mentiría la testigo Galvez?
- Para
sacarse de encima al viejo vagabundo, lo más seguro es que le tiene miedo y le
quiso echar algo encima para sacarlo de la calle, sucede todo el tiempo. Casi
caímos en su juego de no ser por ti. Ese viejo es un sociópata absoluto. Me
sorprende que no haya visto la conexión del tatuaje, esa solía ser mi
especialidad. Los pandilleros les gusta etiquetarse, me hacen la vida más
fácil. Debo estar quedando senil.
- Descuida
Larry, un mal día lo tiene cualquiera. ¿Nos ayudas con el archivo de Quentin?
El teniente está feliz como niño en navidad.
- No, tengo
que llevar el perro de Sammy al veterinario, me lo hizo prometer, si se muere
antes que ella regrese, me mata.
- ¿Seguro que
ella tomará tu apellido? Me parece más que serás el señor Wiggins.
- Búrlate
Martin, mientras tienes oportunidad. Serás el señor Bailey en cualquier momento
y entonces veremos quién pasea al perro de quién.
Pasan las horas mientras armamos
el rompecabezas. Vincent Simone en todo su esplendor. Hojea archivos
burocráticos como si fueran las sagradas escrituras. Evangelio según Quentin
Ford. Cuatro años en prisión por asalto con agravantes. En un callejón oscuro,
con navaja, golpeó a dos adolescentes y les robó su dinero. No es el doctor
Moriarti. Nada especial. Simone ladea la cabeza como un perro, ha husmeado una
pista. Dominic Johnson era su compañero de celda. Cadena perpetua. Allanamiento
de morada, violación, secuestro, robo y un cargo de homicidio imprudencial. Su
abogado hizo maravillas pero no pudo hacer milagros, redujeron la pena de
homicidio en primer grado a negligencia criminal.
Arqueología. Desentierro todo lo
que tenemos sobre Dominic Johnson. Vinnie paranoias arma su monstruo
Frankenstein. Dominic entraba a una casa donde viviera una mujer sola, la
golpeaba, ataba, violaba y después robaba todo lo de valor en maletas de
viajes. El desgraciado tenía el descaro de pasar ahí la noche y salir por la
mañana. Debió haber robado así al menos dos casas, pero la primera testigo no
fue de ayuda, ya que usaba guantes y máscara. En el segundo atraco la víctima
se ahogo con el calcetín que tenía en la boca. Le atraparon cuando intentó
vender todas las joyas de un solo golpe. Dueño de la tienda de empeños se pone nervioso, no
confía y llama a la policía.
- Aquí hay
algo interesante.- Interrumpo la lectura del teniente. Dominic le atrae como
una polilla es atraída por las llamas.- Es del archivo de anti-bandas, al
parecer quedan otros dos miembros, Kevin y Robert Fontaine. Los hermanos
Fontaine y Quentin Ford fueron arrestados un año después de que liberaran a
Ford, el cargo era allanamiento de morada. El departamento era de una mujer
soltera, Rene Deveroux que no quiso declarar nada y los cargos fueron
retirados.
- ¿No quiso
detallar cuánto le fue robado o si ella fue abusada sexualmente?
- No. Debió
ser demasiado duro para ella.
- La pandilla
ha evolucionado.- Se pasea por la oficina con las manos entrelazadas en la
espalda, su nariz ganchuda apuntando al suelo. Es un buitre que mira todos los
ángulos.- ¿En qué han estado trabajando?, ¿cometieron los mismos errores que
Dominic?, ¿ya han vendido todos los artículos robados de su último trabajo?
-
¿Traicionarían a Quentin los hermanos Fontaine? La sangre es la sangre y quizás
no quieren compartir el botín.- De nuevo la mirada extraña. No sé si se burla
de mí o si lo está pensando.- Dominic Johnson pudo hacer eso por si solo, estos
son tres, eso reduce el tamaño del pastel.
- Excelente
punto. Sus lealtades serían diferentes. Quentin pasa tiempo fuera, estando en
prisión, los hermanos deben permanecer unidos para sobrevivir el final de su
pandilla. ¿Qué otro arresto reciente tiene Quentin Ford en su archivo?- Oz
entra a la oficina.
- ¿Qué me
perdí?
- El caso
detective, el caso.- El teniente se sirve una taza de café y se sienta de nuevo
en su silla.- Felton, ¿arrestos recientes?
- Déjeme ver…
Hace un mes fue detenido por sospecha de venta de narcóticos en la esquina de
la 45 y 32 en Baltic. Quizás siguen vendiendo por debajo del agua para sacar un
poco de dinero.
- Ozfelian,
busque a Kevin y Robert Fontaine, llévese cuatro patrullas si es necesario. Lo
más probable es que los domicilios conocidos del archivo no sirvan de nada, así
que manden a las patrullas para allá primero.
- Parece que
todo lo que hago hoy es recoger la basura. Iré solo, me las puedo arreglar.
- No
detective, lleve refuerzos. Felton, ve con Ozfelian, pero quiero que tú
empieces por la esquina donde le arrestaron. Los camellos son muy
territoriales.
- ¿Piensa que
quizás hizo enojar a algún camello de la zona?
- Es posible.
Mientras tanto buscaré a los detectives del caso Deveroux, probablemente
querrán saber sobre nuestro caso.
Dos patrullas y dos autos de
civiles. Cazando monstruos. Rene Deveroux atada en el suelo. Alguno de los tres
monstruos violándola y escupiendo en su cara. Su intimidad destruida,
manoseada, robada en maletas de viaje. Perros fumando marihuana. Perros
jadeando en su nuca. Cazamos y queremos sangre. El pueblo armado de tridentes,
antorchas y escopetas persiguiendo a la bestia que ha corrompido la inocencia.
Han dejado la cancha con graffiti. El viejo Moon no me reconoce cuando paso al
lado de su tienda. Está ocupado gritando en coreano a sus clientes.
Esquina de la 45 y 32. El último
lugar donde fue arrestado. Estaciono el auto y trato de pensar fríamente. La
sed de sangre no es suficiente. Se necesitan neuronas, es lo que Marion diría.
Salgo del auto con las fotografías de “los perros” en la mano y me paseo por el
parque. Una fila de arbustos en su lado sur, aquí al norte hay un par de
árboles, unos setos y un arbusto solitario. Ha crecido fuera de proporción.
Idea. Quentin podía estar escondido aquí. La policía podría pensar que estaba
vendiendo drogas, pero el lugar es ideal para vigilar. Al otro lado de la calle
hay un bar, “Monday’s”. Imagino a Quentin detrás del arbusto observando a las
mujeres que entran al bar, seleccionando a la presa que atacarán más tarde.
La curiosidad me gana. No hay
preguntas tontas, como dice Marion. Cruzo la calle y entro al bar. El
“Monday’s” es un bar con más de veinte mesas y dos barras de bebidas. Las
paredes tapizadas de fotografías de parroquianos borrachos y alegres. Las
meseras visten uniformes verde con negro. Una mesera me intercepta de inmediato.
Es joven, bonita y sonriente. Prefiero no mostrarle la placa y disfrutar de su
sonrisa. Le dejo saber que soy policía, pero trato de ser diplomático. El bar
se ve muy vacío y quizás ésta sea mi última oportunidad de contar con
potenciales testigos que no estén demasiado ocupados sirviendo mesas. Le
muestro la foto del archivo de Quentin, antes de adquirir la eterna sonrisa en
la garganta, tras ser ahogado.
- Sí, sí le
he visto.
- ¿Viene muy
seguido?
- No, nunca
ha entrado. No que yo sepa.
- ¿De dónde
le reconoce?
- De afuera,
del parque. Siempre está allá sentado detrás del arbusto.- Le muestro la
fotografía de Kevin. Un rotundo no. Fotografía de Robert.- Sí, le he visto
antes. Digo, siempre, viene muy seguido.
- ¿Viene con
alguien?
- No, siempre
está solo. Intenta ligar pero nunca lo consigue. La verdad es que este bar es
bastante caro y él nunca gasta más de quince dólares, así que no tiene mucha
suerte.- Uno afuera, otro adentro. ¿Kevin al volante? Podría ser. Podría servir
mejor como operación de dos personas. Quizás Quentin únicamente se queda para
vigilar que sus compañeros no le traicionen o mientan. Me mira con curiosidad y
se muerde el labio. Regreso del mundo de las especulaciones.- Algunos de los
meseros se quejan de él, pero es inofensivo.- Tan inofensivo como un violador
en masa. No lo digo, se trata de ser diplomático, amable, todo lo que Larry
olvida cada mañana.
- ¿Tuvo
suerte ayer?- Se ríe y se lleva los dedos al cabello. Es una chica coqueta.
Marion me estaría pellizcando. Sabe que soy distraído, pero algunas cosas no
las perdona.
- No, le
tuvimos que sacar.
- ¿No sabe
comportarse con las damas?
- No, no es
eso. Nunca da problemas. Lo que pasa es que ayer, domingo, vino el dueño. A él
no le gusta los de su tipo, ya sabe, pobres. No dio muchos problemas, se lo
pedí amablemente y me disculpé. El dueño es un cretino. Muchos prejuicios contra
los negros.
- Sí, conozco
el tipo.- Trato de pensar en alguna pregunta inteligente y tartamudeo.- ¿A qué…
hora fue eso?
- Doce y
media más o menos. A esa hora fue cuando
ya estaban casi todos los invitados. ¿Eso es todo?
- Sí… No,
espere, una cosa más. ¿Está segura que nunca vio a los dos sujetos juntos?
- No… Quentin
nunca entró, ni habló con el otro… ¿cómo se llama? Me dijo su nombre, pero lo
olvidé.
- Robert.
- Eso, nunca
les vi. Oiga, ¿es por la vez que arrestaron a Quentin? Él no vende pasto como
muchos creen, solo se la pasa bebiendo de una botella en una banca del parque
sin molestar a nadie.
- ¿Cómo sabes
que no vende marihuana?
Se sonroja y me guiñe el ojo. Se me terminaron las preguntas
inteligentes. Es mejor salir cuando se está ganando. No sé qué es lo que sé.
Enciendo el jazz y manejo sin dirección. Quentin vigilando, Robert seduciendo,
Kevin manejando para seguirlas y vigilar el departamento. Quizás no las seduce,
sino que las ve solas y trata de escuchar sus conversaciones. Quizás buscan
mujeres que nunca consiguen ligar, con suficiente dinero para pagar ese bar tan
exclusivo y que salen solas. Quizás Quentin no está ahí porque desconfía.
Quizás no tenga absolutamente nada que ver.
Ninguna novedad en la radio
policial. Hora de regresar al precinto. Donde sea que los Fontaine se esconden,
no es en la calle. De regreso a mi escritorio y el café rancio. Vinnie
paranoias conversa con dos detectives. Frío glacial. Su nariz de buitre apunta
de un lado a otro. Los dos se ven incómodos junto a él. Ahora saben lo que se
siente.
- Ozfelian
sigue algunas pistas de Richards y Garrick.- Me dice en cuanto se van. Parece
cansado, muy diferente a como estaba ésta mañana. Cuando a nadie le importaba
el caso. Ahora les importa. Si no conseguí nada en mi investigación, al menos
conseguí eso.- Trabajaron el caso hasta donde pudieron, pero sin la víctima
como testigo no había nada que pudieran hacer.
- Bueno, si
es Oz quien les busca, estoy seguro que esto terminará antes de la noche.
- Espero,
porque este caso se ha prolongado demasiado.- ¿Me lo echa en cara? Se va sin
decir nada más y me deja con la interrogante.
Un negro muerto. Uno menos y
faltan un par de millones. Un pandillero violador muerto. Un pandillero con dos
cómplices aún en libertad. Una víctima que aún busca justicia. No aprendí mucho
más al hablar con la mesera, pero al menos Rene Deveroux podrá dormir más
tranquila esta noche. Teléfono. Contesto de mala gana y es Marion.
- ¿Qué pasa?
Suenas deprimido, eso no es usual en ti.
- No hay jazz
hoy chica linda. Estamos por cerrar el caso y… No sé, no es lo que esperaba,
supongo que no sé qué quiero.
- Hablando de
lo que quieres, ¿te gustaría esperar unas tres o cuatro horas por mí? El
pequeño favor que me pediste me retrasó. Mi jefe me está enseñando una lección,
me faltan seis cuerpos a examinar.- Estaba cansado. Ahora estoy agotado.
- Claro nena,
no hay problema. Salimos en la noche, cuando salgas. Podemos beber algo con
Larry, su novia no está en la ciudad.
- ¿Larry?
- Vamos, es
buena gente. Un poco infantil, pero…
- ¿Infantil?
Vaya, señor madurez.
- Oye, me
comporto, me comporto. Larry sabe guardar un secreto, descuida. Te divertirás,
ya lo verás.
- Suena bien,
pero espérame. Tengo que colgar, ya regresó el doctor, ahora me toca una
víctima de incendio.
- No puedo
competir contra el glamour de tu vida Marion.
Me muerdo el bigote tratando de
pensar. Estoy cansado, ha sido un día largo. Junto los papeles que irán en el
reporte final, asumiendo que Larry consiga localizar a los perros. La testigo Estela
Galvez, ¿otra Rene Deveroux?, ¿podría ella ser otra víctima silenciosa? No
parece tener mucho sentido pero algo huele mal. La lluvia en la noche hace que
su historia sea inverosímil. Busco su dirección y teléfono y marco sin saber
qué es lo que diré. Odio eso. Odio no tener un plan antes de abrir la boca. Soy
capaz de acusarla de lo que sea y hacer que me cuelgue. Marion sabría qué
hacer. Ella tendría un consejo para mí. No hay preguntas tontas. Marco el
número. Vale la pena intentar.
- ¿Buenas
tardes?- Masculino, voz profunda. ¿Negro o hispano? Suena cansado. Voz
carrasposa, como de cigarro. ¿Treinta o cuarenta? No más de cuarenta años.
- Sí, buenas
tardes. ¿Se encuentra la señorita Galvez?
- ¿Quién
habla?
- Habla el
detective Felton, hablé con ella esta mañana, junto con mi compañero el
detective Ozfelian.- Silencio en la línea. Escucho partes de una conversación
en murmullos.
- No sé de
qué habla, se equivocó de número.
- Espere,
espere, ¿es este el número de Estela Galvez?
- Sí, aquí
vive, es mi esposa. Mi nombre es Roberto Galvez y le digo que tiene el número
equivocado. Estela está enferma y no se ha movido en todo el día.
Cuelgo el teléfono. Me baja la
presión de un golpe. Me invade el frío. Frío como el teniente. El frío antes de
una sobrecarga. El frío que anuncia, que trae malas noticias. El frío que trae
consigo algo que quizás no quisiera saber. Me levanto de un golpe y regreso a
la calle. La sirena a todo volumen. Eso siempre me ánima. En quince minutos
estoy golpeando a la puerta. Un puertorriqueño gordo abre la puerta y me saluda
sin decir nada.
- Detective
Martin Felton, hablamos por teléfono.- Me mira de abajo para arriba y parece
decir algo, pero se detiene.
- Detective,
ha habido una confusión.- Abre su puerta y veo a una mujer de cincuenta años,
de baja estatura y en bata. Me mira desconcertada. Tan desconcertada como lo
estoy yo. Se suena la nariz y rompe el tenso silencio.
- Ya lo veo…-
Está a punto de cerrar la puerta cuando recuerdo los rizos de Marion. No hay
preguntas tontas. Pruebo mi suerte. Pruebo su teoría.- La mujer con la que
hablamos era una mujer de un metro setenta, cabello castaño, buena figura,
tenía un rostro muy jovial. ¿Le suena conocida?
- Déjeme ver…
¿Pelo castaño, dice usted?
- Sí, así
es.- Roberto lo discute con su esposa antes de contestarme.
- Suena como
Anabel. Anabel Smith, ella vive en el 215. ¿Ella le dio el nombre de mi esposa?
- Se
sorprendería si supiera cuántos testigos nos mienten de esa forma. La gente no
quiere entrometerse en un asunto policial y usan el nombre de sus vecinos.
Sucede todo el tiempo.
Subo un piso y golpeo a la
puerta. Nadie contesta. Trato con el vecino. Lo mismo. Trato con el
departamento de enfrente y consigo una respuesta. Un hombre aburrido me mira a
través de sus gruesos lentes.
- ¿Le puedo
ayudar en algo?
- ¿Conoce
usted a una Anabel Smith?
- ¿Quién es
usted?- Le muestro la placa y mi rostro frío. No estoy de humor para esto, pero
detengo mi temperamento. Trato de no tomar las cosas demasiado en serio. Ni
demasiado a la ligera.- Vaya… Yo no sabía que Anabel…
- No está en
problemas. Quiero hablar con ella como testigo, pero sospecho que podría ser
una posible víctima. ¿Es una mujer casada?, ¿tiene un horario rutinario? Esa
clase de cosas.
-
Divorciada.- He picado su interés. Se apoya en el marco de la puerta y toma un
respiro. Parece que va a instruirme sobre la vida privada de su vecina
atractiva. Por su apariencia desaliñada, no tiene nada mejor que hacer que
espiarla.- Sale en fines de semana, anoche salió sola a eso de las ocho y
regreso como a las dos. Acompañada. No sé que habrá pasado porque me quedé
dormido.
- Ya veo. ¿Ha
hablado con ella hoy?
- No, acabo
de llegar. Ya debería estar en su departamento, normalmente viene aquí después
de trabajar. No sé donde trabaje.
- Mala suerte,
trataré de encontrarla mañana.
Dice algo pero ya no presto
atención. Salió sola y regresó acompañada. ¿Sería con Robert Fontaine? La
teoría del seductor es coherente, pero no las horas. Sacaron a Robert a las
doce y media. Política racista. Quizás ella no tiene nada que ver. Quizás la
descripción que le di a Roberto Galvez era tan genérica que la ha confundido.
Quizás la testigo de la mañana vive en otra parte y conoce a Estela a través de
su trabajo, estilista o cualquier tontería semejante. Me había rendido al
llegar al elevador. Callejón sin salida. Los rizos de Marion nuevamente. No hay
preguntas tontas. Antes de salir del edificio busco entre los buzones de la
entrada. Anabel Smith, 215. El buzón está repleto de cartas y promociones y
logro sacar una. Su nombre no aparece como Anabel Smith, ese es su apellido de
casada. Su nombre es Anabel Smith Wiggins.
Ya
no hay frío. No ésta vez. Ahora es calor. Excitación. Confusión. Nauseas. Me
pega tan duro que tengo que apoyarme en la pared para no vomitar. Esta vez no
uso el ascensor. Mi corazón late tan rápido que no soportaría su lentitud. Subo
los escalones de dos en dos. De tres en tres. Tengo que entrar. No quiero
llamar al intendente y pedir su llave maestra. No quiero el lío legal. No
quiero entrar con él. Recuerdo las ganzúas que me compré cuando vi a Larry
violar una cerradura. Pruebo desesperadamente. Nervioso. Manos sudadas. Me
desespero y estoy a punto de aullar. Cuando la cerradura hace clic me aviento
con todo mi peso.
Golpeó la puerta hasta dar con
el interruptor de luz. Cierro la puerta. Absorbo la imagen de un solo golpe. No
se necesita ser un genio para ver lo que ocurrió. Rastro de ganchos de ropa y
bufandas me llevan a la habitación. Clóset abierto y a medio vaciar. Salió
apurada de ahí. La lámpara del buró se encuentra en el suelo, hecha añicos. ¿Durante
su histeria por salir de la ciudad o por otra razón más siniestra? Hay marcas
en el polvo del suelo. Marcas de escoba. Limpieza apurada. Ciega. Furiosa. La
escoba está en el suelo junto a media docena de bolsas de basura. Debajo de la
cama hay vidrios que no fueron barridos.
El baño es caos. Trapeado con la misma intensidad. Aún está húmedo.
La cubeta tirada al lado de las jergas. El espejo fue destrozado, casi todos
los pedazos fueron recogidos, a excepción de algunos pequeños pedazos detrás
del cesto de ropa sucia. Me agacho para ver detrás del escusado y encuentro lo
que temía. Manchas de sangre. Me incorporo frente a la tina y la realización me
pega. Tan duro como tabique. Estoy parado en la escena del crimen. Sangre seca
en los costados de la tina y en la coladera. Ahí fue donde Larry le ahogó. Ahí
fue donde Larry le cortó la garganta para simular un atraco rutinario.
Salgo tembloroso. Camino sin pensar en nada. No es calma. No es
temor. Es un estado intermedio. Zen. Jazz silencioso. Me siento en el auto como
un maniquí. No me atrevo a moverme. La oscuridad de la noche me inunda. Las luces
de la calle se encienden. La banda policial emite un chirrido y escucho el
mensaje. Se solicitan refuerzos, calle 76, número 587 interior 673. Oz ha
encontrado a los hermanos Fontaine. Armados y peligrosos. También lo está
Larry.
Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian:
Cae la noche. Las sugerencias de
los detectives acertaron por completo. Los Fontaine tienen un apostador que
sabe donde viven. La sangre de su nariz está fresca en mis puños. Reviso el
arma y me aseguro de que esté cargada. Me paseó alrededor del teléfono. El faro
de la calle ha dejado de funcionar. No deja de ser Morton. La peor parte de
Morton. Donde ni siquiera los ladrones se sienten cómodos para salir en la
noche.
Tiemblo de pies a cabeza. ¿Cómo
es que no se dieron cuenta en el precinto? Prácticamente balbuceaba. Trato de
no pensarlo pero es inútil. No vi a ningún negro cuando Anabel y yo
regresábamos del bar, después de despedir a Samantha en la estación de
camiones. Borrachos e idiotas. Cosa de una sola vez.
Tan borrachos que necesitamos de
la bañera para bajarnos el efecto. Los vidrios rotos me sacaron de trance. La
mirada de Quentin era un poema. No esperaba verla despierta, mucho menos en la
bañera y, ciertamente, no conmigo. Le sorprendo antes que pueda sacar el arma.
Es más rápido que yo. Se recupera y me lanza un golpe al estomago. Sonríe al
darme una patada que casi me tira. Desde el suelo tomo impulso y lo estrello
contra el espejo. Él es un perro cazador, yo soy un perro furioso. Lo meto a la
bañera cuando Anabel todavía no había salido. Ella me grita algo que no
escucho. Empiezo a escuchar de nuevo cuando el negro deja de pelear.
Necesito café. Me alejo del
teléfono y camino media cuadra hasta un pequeño puesto de comida. Resalto entre
los negros como si llevara una señal luminosa. No me importa. No presto
atención. Los gritos de Anabel aún concentran mi atención. Yo no grité. Le
expliqué todo calmadamente. Qué hacer, qué decir, cómo actuarlo. Sé nadar. No
me hundo fácilmente. Le rajo la garganta con un pedazo de vidrio y le envuelvo
en un tapete. Salgo por la salida de emergencia hasta mi auto. Una mala noche
para manejar semidesnudo con un muerto en la parte de atrás. Tiro el cuerpo y
me voy a casa.
Ella actúa perfectamente. Me
hace creer que podemos mantener nuestro desliz en secreto. Sammy me cortaría a
mí la garganta si supiera que me acosté con su prima. Martin echó todo a
perder. No es el mismo bufón de siempre. Ahora se toma en serio su trabajo. Mal
día para empezar a hacerlo. Los vagabundos viven mejor en prisión y nadie
extrañaría a Quentin. Me sorprende que no le hubiera arrancado la cabeza al
escuchar sobre la autopsia. ¿Cómo podía saber que se acuesta con la forense?
Demasiadas variables. Ha sido un trabajo sucio. Hacía años que no tenía que
pedalear tan fuerte. Anabel estaba peor que yo. La mandé a casa de su tía,
fuera de la ciudad e hice lo que pude
por limpiarlo todo. Tendré que volver mañana. No podía tomarme mucho tiempo con
una excusa tan tonta como llevar un perro al veterinario.
De regreso a mi teléfono en la
oscuridad. El mago de Oz ha creado la ilusión, dos ilusiones incluso, pero es
hora de poner la cereza en el pastel. No basta con mentir, hay que crear un
espacio entre las mentiras y tú. No hay mayor distancia que la muerte.
Marco al precinto. Necesito refuerzos. Necesito testigos. Necesito
gatilleros. El teniente me promete una unidad completa en diez minutos o menos.
Él mismo viene en camino. Martin tuvo la ocurrencia de salir. Variable
inesperada. Metiche pero, con suerte, inofensivo. Marco el número que me dio el
apostador.
- ¿Qué?
- Tú debes
ser Robert, o Kevin.
- ¿Quién
habla?- No me queda mucho tiempo. La paranoia me hace escuchar sirenas, o
quizás realmente había unidades cercanas. En Morton todo puede pasar.
- El ángel de
la muerte. Hombres con armas vienen a matarlos. Son muchos y muy desesperados.
Violaron a Rene Deveroux y es hora de pagar.
- No,
escucha, lo que sea estoy seguro que podemos arreglarnos…
- Negrata,
¿estás sordo? Acompañarán a Quentin Ford en el más allá.- Gritos de
desesperación. Ha despertado a su hermano.
Dejo el teléfono descolgado y
cruzo la calle. Las sirenas se acercan y ya puedo ver la luz. El edificio tiene
salida trasera y delantera, sin comunicación con otras azoteas. Como vacas en
el matadero. Abro la puerta de un golpe. Escucho gritos de los policías. Pasos
en las escaleras. Dos hombres. Buscarán la salida delantera, no puedo
permitirlo. Disparo y fallo por encima de Robert. Se da vuelta y apunta una
escopeta. El disparo nos deja sordos y me falla por centímetros. Me tiro al
suelo antes de que su hermano dispare su revólver. Abro fuego al mismo tiempo
que los policías de la entrada delantera. Sus cuerpos danzan con las balas. Por
un segundo disfrutan del mambo de la muerte, antes de caer al suelo.
Más sirenas. Más policías. La
ambulancia recoge los cuerpos. Los curiosos se aglutinan. Los nervios me hacen
temblar. Necesito dormir. El teniente y Martin se hacen paso entre los
uniformados.
- Maletas
repletas de artículos robados. No necesitaremos de Rene Deveroux.- El teniente
no me felicita, únicamente extiende su mano. En su mundo eso implica muchas
cosas. Martin se muerde el bigote.
- Vaya día,
¿qué dices Martin, tú y yo y tu novia? Podría tomarme un par de cervezas. Un
par de galones de cerveza.
- Sí, ¿por
qué no? Ahora que no está Sammy puedes hacer de todo. Encontraron una tina en el
departamento.- Mi corazón pega un brinco. Había olvidado ese detalle. Un golpe
de suerte que no se siente como tal. Hay algo en la manera en que Martin lo
dice.
- Vaya, lo
ahogaron sus propios compañeros.- Enciendo un cigarro y trato de cambiar el
tema.- ¿Pasamos por la doctora o la vemos en algún bar?
- Pasamos por
ella.- Hubo un silencio incómodo. El teniente gritaba órdenes a todas partes.
Quería terminar con el asunto lo más rápido posible. Yo también.- Eres un buen
policía Larry, lo digo en serio.- No me sonríe. Está serio. Eso es raro en él.
Excitación, miedo, angustia, irreverente alegría, incluso vergüenza, pero no
seriedad. No me calma en lo absoluto, y lo sabe. “Eres un buen policía”, hay
algo en la manera en que lo dice.
- No me lo digas
a mí, el caso no me llamaba la atención. Tú fuiste el de las ideas, y tenías
razón desde el principio Martin. Felicidades.
- Supongo que
lo único que importa es que no hubo otra René Deveroux.- Algo en la manera en
que lo dice…
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