La escalera
Por: Juan Sebastián Ohem
Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
La mañana comenzó con un sol
inclemente. Las paredes de concreto irradiaban calor. Manchas de sudor en las
camisas. Miradas de fastidio. El asfalto hirviendo. Cinta policíaca para
acordonar el área. Novatos riéndose de lo ocurrido para soportar el calor.
Víctima de 30 años de edad, alto de complexión fornida con nariz aguileña y
poco vello facial. Tardo en reconocer lo absurdo del asunto. Tirado en el suelo
con el cráneo abierto, pedazo de tabique incrustado a la mitad del cerebro. Los
otros pedazos de tabique quedaron desparramados a su alrededor. Este es el peor
barrio del sur, donde todo puede pasar. Es Morton. Algún político, llamado
Morton seguramente, quiso “urbanizar” la zona. Eso significa correr a los
drogatas, camellos y rameras y construir multifamiliares para quinientas
familias. Se urbanizó al estilo Morton, con quinientas familias de drogatas,
camellos y rameras.
- No tuvo
tiempo de saber lo que ocurría.- A un lado del cadáver encendedor de oro,
cajetilla de cigarros, uno de ellos suelto.- Aquí tienes la cartera.
- Dimitri
Kolonkov, mil quinientos dólares en billetes de diversas denominaciones,
licencia de conducir, números de teléfono, anotaciones en ruso, tarjetas de
presentación “seguros Prudential”, “Remodelacoines Aceveda”, “construcciones
PhelpCo.”, “Roger & Roger plomería”, los sitios de construcción son buenos
contactos para drogatas y camellos de medio tiempo, “autos usados Mickey”, “W
& W Mudanzas”, un poco de todo.- Terminé de curiosear la billetera y se la
devolví a Martin.- ¿Quiso encender un cigarro antes de morir?
- Y dicen que
el cáncer es lo que mata… Estaba parado prácticamente a un lado de la puerta de
entrada del edificio. Los vecinos le vieron salir, quiso encender su cigarro y fin
de su historia, cayó al suelo con eso enterrado. Nadie vio si el tabique fue
lanzado desde el techo, aunque los muchachos ya subieron y dicen que hay muchos
tabiques idénticos a este tirados por ahí. ¿Pudo ser accidental?- Pandillas de
curiosos, negratas que se robarían cada centavo y encendedor de oro que
pudieran si nosotros pestañeábamos.
- Encendedor
de oro, ruso con dinero, ¿en esta parte de la ciudad? Fue homicidio.
- ¿Porqué no
dispararle?
- Porque esto
no es un robo, por Dios Martin pensé que eso sería obvio. Aseguren cada detalle
de evidencia y saquen el cadáver antes que lo vean todos los niños de la
ciudad.- Multitud de curiosos gritando obscenidades a los policías.
Morton en Morton. Avenida Morton,
zona Morton, número 487, interior 42. Uno de los pocos edificios de tamaño
mediano. Letrero de precaución, demolición en planeamiento. El cartel fue
colocado hace un par de años. Las pandillas le han metido un par de disparos
entre sus batallas. Un poco de folklore mezclado con pólvora. Odio Morton.
Entre negros, chicanos, algunos coreanos que se creen duros, y ahora rusos y
árabes. La ONU en crack y anfetas. Discursos de tolerancia entre las culturas
escritos entre tatuajes de bandas y rituales homicidas de iniciación.
El edificio tenía elevador, pero
desde que un chico de doce años empujó a su abuela por el agujero lo
clausuraron. Cuatro pisos hacia arriba, pero cada escalón nos lleva más
profundo al abismo del infierno. El dueño del edificio murió hace tiempo en
Colombia a manos de cárteles de la droga. Segundo piso. Las escaleras apestan a
orina. Tercer piso. Las prostis menores de edad se exhiben sin saber que somos
polis, sus madres proxenetas las jalan del pelo para cerrar la puerta y
esconderse. Cuarto piso. Felton está verde de náusea.
Interior 42. Puerta verde
deslucida por los años, rendija a la altura de los ojos. Cueva picadero. Unos
golpes, la rendija se abre, se hacen negocios cuando al otro lado de la puerta
Dimitri sostiene una escopeta listo para volarte la entrepierna. Novatos hablan
de buscar un cerrajero. Un par de patadas hacen el trabajo. No es como si los
vecinos fueran a quejarse.
Al centro del minúsculo
apartamento una mujer desnuda sobre la cama. Selva de condones y lubricantes
alrededor del colchón. Pipas, agujas, encendedores, latas, pegamento, el
surtido de caramelos sobre una mesa a un lado de la cama. La chica no responde.
Reviso su corazón y la yugular, aún vive. Llamamos una ambulancia para la
muchacha desmayada, no mayor de 19 años. Carne fresca. La ambulancia tardará.
Los paramédicos se toman turnos para entrar a Morton. Signos vitales y
respiración normal, es un desmayo de droga. La cuchara al lado de su brazo aún
está caliente. El hule de su brazo aún aprieta, su vena hinchada repleta de
hematomas de inyección aún late con furia. Está en el cielo acostada en el
último anillo del infierno.
- ¿Qué en
nombre de Dios es esto?
- Se le acabó
el dinero a la pobre chica.- Me miró perplejo. Los novatos la violan con la
mirada. Es atractiva, rubia, delgada por falta de comida, ojos azules y buena
figura. De prosti debe hacer buen dinero, pero no el suficiente para alimentar
su adicción.- Dimitri es su camello, cuando se le termina el dinero ella le
ofrece rentarse exclusivamente a él a cambio de drogas. Una esclava sexual.
Normalmente las mantienen hasta que les falla el corazón por tanta droga y
falta de comida, así las botan en los parques o donde sea.
- Es
terrible.
- ¿Tú crees
que eso es terrible? A veces los camellos con más experiencia las venden
muertas a los vagabundos pervertidos para que ellos se diviertan.- Martin se
sentó en la única silla disponible y trató de apartar la mirada.
- ¿Y lo hacen
voluntariamente?
- Están tan
adictas que nada es voluntario, están enfermas. Cuando cambian de opinión es
demasiado tarde, no pueden irse, así que se meten más drogas para olvidarse, o
para soportar el dolor, después de todo es mejor ser violada cuando
inconsciente que despierta y medianamente sobria.
- Ojalá no
haya sido accidental.
- Vamos a
revisar el apartamento, quizás eso te tranquilice. Ustedes, traten de no
violarla novatos.- Mandan a los novatos engreídos a Morton. Algún político
creyó que eso les daría humildad y sensibilidad. Error de político. Ayudantes
de camellos, clientes frecuentes y abusivos de las prostis que deben pagarles
impuesto de renta, y la ocasional golpiza a negros igual de engreídos que
ellos.
Ausencia de muebles, a excepción
del colchón y la silla, pero con cocina integrada al departamento. Cocina de droga,
donde se fabrican pequeñas dosis de anfetas. Sustancias volátiles. Eso explica
porqué salió a fumar, en vez de quedarse a divertirse con su juguete. A un lado
de las ollas humeantes de anfetas y heroína una automática calibre .45. No es
necesario decirlo, pero lo hago de todas formas para alejar la mente de Martin
de la muchacha desnuda y desmayada.
- Será mejor
etiquetar el arma y compararla con el sistema.
- Tienes
razón, probablemente se usó en algún delito.- Felton recorrió la habitación
vacía. Destellos de inteligencia, una muestra de instinto para compensar la
falta de experiencia.- Oz, mira esto.- Golpeó con su talón. Las tablas de
madera estaban sueltas. Las removimos con cuidado.- Vaya…
- Deben haber
más de tres mil dólares aquí.- Encendí un cigarro mientras Felton y los novatos
etiquetaban el dinero. Es mejor supervisarlos, son tan ladrones como los
negratas de la calle.- Llévense hasta el último billete, pero quiero que
ustedes dos se queden cerca todo el día, en caso que alguien vuelva por el
dinero, estaciónense lejos y no sean tan obvios. A menos, claro está, que
ustedes prefieran seguir sus actividades normales con los animales de allá
afuera.
- No
detective, nos quedaremos cerca.
- No sean
obvios.
- No, claro
que no.- Harían lo que fuera para impresionar a un sargento o a un detective.
Morton les da mujeres fáciles y dinero sucio, aún así la mayoría quiere salir.
Me termino el segundo cigarro
cuando llegan los paramédicos. Les seguimos al hospital. La ambulancia se larga
de ahí como un bólido. Por más que aceleramos no escapamos de Morton. El
hospital queda a cinco cuadras. No hay suficientes habitaciones, ni camillas.
Tenemos que pelear, y luego rogar, para que la dejen ocupar una camilla en
cuidados intensivos aunque su condición sea estable. Cuidados intensivos es un
caos, heridas de bala, cuchillos aún en la carne, doctores metiéndose anfetas
para mantenerse al ritmo. Pasarán horas antes que le puedan dar una cama con la
población general. Muchas horas antes que la vea un médico y la dé de alta.
- ¿Por dónde
quieres empezar Oz?
- No me muero
de ganas de investigar la muerte de ese ruso parásito. ¿Tú qué tal, ya tuviste
suficiente sol por un día?
- Yo sí,
extraño mi escritorio.
- Entonces
vete, yo me encargo, pero quédate atento al teléfono, y asegúrate que esos
novatos inútiles hagan lo suyo.
- Descuida,
estoy en eso.- Buen muchacho, inexperto y torpe, pero con buenos instintos.
Podría preguntar por amigos y
conocidos de Dimitri Kolonkov. Sin tatuajes, sin banda. Paria entre lobos. Macho
alfa independiente. No conseguiría nada. Acompaño a la desconocida durante su
viaje astral al mundo de los unicornios violadores. Ha tenido suficiente. Tengo
que golpear a uno de los heridos de bala, un pandillero que manoseó a una de
las enfermeras. A cambio me regalan un poco de ropa de hospital para vestir a
la chica. No la conozco, ni su nombre, aunque adivino algunos detalles de su
turbio pasado. Aún así le tomo cariño. Se supone que me debe de importar. Es
difícil que algo importe en Morton. El pandillero trata de tocar a la enfermera
de nuevo, le esposamos por atrás de la espalda. Ahora las enfermeras que pasan
le meten un codazo entre las piernas. Diversión para todos.
Transportan a la desconocida a
una cama junto con los enfermos estables. La enfermera es honesta conmigo, “no
espere al doctor, mejor vaya a comer algo”. Le hago caso. El sol azota al sur
de la ciudad haciéndolo ver más sórdido y agresivo. En lugares así hay que
ocultar la placa y mirar al suelo. Regreso al hospital y parece que me perdí la
fiesta. Ha llegado el doctor y la familia espera fuera de la habitación. Las
habitaciones son planeadas para una o dos camas, aquí entraron seis. El doctor
trata de relajar los nervios, ojos desorbitados, pupilas dilatadas, en la calle
le llamaría drogata vulgar, aquí tengo que hablarle de usted.
- La chica se
llama Valeria Summers, estaba histérica así que le di algo para calmarse.- De
sueño a sueño. Regresa a la inconsciencia pero ahora tiene nombre.
- ¿Le dijo
algo antes que se desmayara de nuevo?
- Gritaba
preguntando dónde estaba, le expliqué lo que ocurría, lo único que repetía era
que no quería ir a casa. ¿Dónde la encontró?
- Esclava de
un camello, me sorprende que despertara de su coctel.
- Me lo
figuraba, la familia está fuera. Ella estará bien, tengo que checar otros
pacientes, pero vuelvo en unos minutos.- Salió corriendo sin decir más nada.
Pasarían otras horas antes de verle de nuevo. La pareja entró al cuarto, los
demás pacientes se quejaban y gruñían, rogando por morfina.
-¿Ustedes son
los padres?
- Soy Ofelia
Summers, este es mi marido Richard.- Ella era una mujer devastada por los años,
mostrando medio siglo donde solo había cuarenta años. Richard era un hombre
corpulento y moreno tostado por el sol.
- La habíamos
estado buscando por todas partes.
- ¿Cuánto
tiempo llevaba desaparecida?
- Dos
semanas, aunque ella siempre va y viene. Ofelia trabaja en una escuela, yo soy
electricista, sé que no es excusa, pero aún así debimos ser más cuidadosos con
sus amistades.
- Lorenzo
Taglia oficial, es su novio. Un drogadicto terrible, vive cerca de nosotros, a
media cuadra. De niños jugaban en el mismo parque y siempre fueron amigos.-
Historia de amor en el gueto. Dos chicos sin futuro que se dan cuenta de ello y
comienzan a volar con jeringas o líneas de coca. Tirados en la calle cantando
poemas de amor mientras el otro babea rozando el cielo de los droguis.
Políticos como Morton les prometen futuros brillantes. Lo más brillante que han
visto es el papel aluminio en que envuelven la piedra.
- Hace un mes
nos hizo algo parecido, se fue sin decir nada con Lorenzo, llegaron hasta Las
Vegas por un fin de semana de depravación antes de volver rogando dinero. Sé
que me robaba, pero es mi hija, ¿qué se
supone que haga?- Clásico. Esperan el perdón de figuras de autoridad. Recuerdo
a Valeria Summers desnuda rodeada de condones usados y botellitas de
lubricante. Contrapongo esa imagen a la de una Ofelia impotente y cansada.
- Supongo que
tiene razón, sería demasiado pedir que la enviaran a un sanatorio, a una
clínica de rehabilitación, a trabajar en el campo lejos de las drogas, o un
poco de atención para mantenerla limpia. Claro que la planeación familiar no
estaría de más.
- Escúcheme
bien, no sé quién se…
- Dimitri
Kolonkov.- Me aburren los regaños.
- ¿Qué? Nunca
he escuchado ese nombre, ¿quién es él?
- Richie,
Kolonkov es el ruso, sí lo conoces.
- Ah sí, ese
tipo, creo que era el proveedor de drogas de Lorenzo y Valeria, imagino que lo
estarán investigando.
- ¿Entonces
lo conoce o no?
- Mi marido
le llamó para preguntarle por Valeria, el gusano le insultó y colgó.
- El gusano
está muerto. Tabique de construcción directo a la cabeza. Lamentablemente
indoloro.
- Esto es
terrible.- Ofelia hurgó entre sus cosas y me entregó una fotografía. Valeria,
su madre, su padre y amigos de la cuadra.- El chico de en medio, ese es Lorenzo
Taglia. La tomamos hace unos años, antes que se arruinaran demasiado. Nos ha
estado llamando diario por las últimas dos semanas, muerto de preocupación, era
violento hasta por teléfono.- Me escribió la dirección del chico en la parte
trasera de la foto y prometió prestarle más atención a su hija.- Aquí lo puede
encontrar.
- Si les
llamaba diario, ¿por qué no le pidieron ayuda a la policía para localizar a su
hija?
- Pensamos
que había cambiado de novio.- Explicó Richard.- De ser así habría querido
mantenerse alejada de Taglia, ese chico es un problema y está obsesionado. Con
él un “no” nunca es suficiente.- No con Lorenzo Taglia, ciertamente no con
Dimitri Kolonkov que disfrutó de Valeria por dos semanas enteras, y tampoco es
suficiente con Morton.
Estacioné a media cuadra de la dirección que Ofelia
Summers me había dado. La 43 en el límite de Morton. La frontera con la
civilización. No lo suficientemente cerca. Casas todas idénticas. Se diferencian
por el número y los grados de descomposición. Todas de una planta, un lugar de
estacionamiento, dos o tres metros de patio de concreto. Ratoneras que se
incendian cada dos o tres semanas. El humo intoxica a la ciudad, es Morton
riendo desde sus entrañas. Un par de cuadras detrás de mí las casas son, en su
mayoría, picaderos y prostíbulos. Éstas se han salvado, estando tan cerca de la
frontera con el resto de la ciudad las habitan familias de inmigrantes y unos
cuantos blancos pobres, como los Summers. Las casas estaban diseñadas para dos
o tres personas, pero se habitan por docenas. Lorenzo Taglia vive en el número
647, a su izquierda una familia de once puertorriqueños gritones, a su derecha
siete blancos con miradas de rufianes. Frente a su casa la familia de chicanos
muertos de hambre, los chicos miran por las ventanas aburriéndose a muerte,
mientras el padre se ahoga en alcohol frente a la tele y la madre se prostituye
en la alcoba que da al patio, bajo las morbosas miradas de sus vecinos. No me
sorprenden la cantidad de incendios. No hay los suficientes.
Lorenzo Taglia sale de su casa
gritándole a su padre, quien se asoma de la puerta en calzones sosteniendo una
lata de cerveza. Salgo del auto y le sigo, estudiándole. Italiano grasiento, no
mayor de veinte años, chamarra de cuero, su única posesión que cueste más que
su entierro, pantalones gastados que se han ido rasgando por todos lados.
Camina como un rufián, hombros tambaleándose rítmicamente, mirada de ave de
rapiña estudiando a la gente con la que se topa. Dedos ágiles, es un ladrón de
billeteras, se le ve en sus ojos y en sus labios. Se relame al ver carteras
gordas, sus dedos se preparan para su arte, pero se detiene al último momento,
el calor le hace sudar y dudar. Podría quitarse la chamarra con este calor,
pero su camiseta grasosa le da vergüenza. El clásico muerto de hambre que sueña
con ser de las grandes ligas. Al cruzar la calle me acerco para hablar con él.
Le meto el pie y saco la placa, con una mano cerca del arma para evitarle
malentendidos.
- ¿Lorenzo
Taglia? Quiero hablar contigo.- Me grita, se limpia la suciedad, aunque la
calle está más limpia que él.- Quédate en el suelo.
- A mí no me
dices que…- Pupilas dilatadas, nariz roja y labios resecos, se ha metido polvos
mágicos. Ahora es King Kong. No saco el arma pero sí le meto una cachetada con
mi placa.
- ¿Quieres
que te arreste por asaltar a un detective? Siéntate en la acera y quédate ahí.-
Duda en responder, es más alto que yo y podría arrancarme la nariz de un golpe,
pero se detiene.
- No hice
nada cerdo, ve y molesta a alguien más.- Se sienta en el bordillo de una tienda
de licores. Los parroquianos nos evitan a toda costa.
- ¿Has estado
haciendo llamadas a la familia Summers?
- ¿Qué?- Le
metí otro manotazo, ésta vez con todas mis fuerzas, su cabeza se golpeó contra
la pared y rebotó con un sonido hueco.
- No me hagas
preguntarte de nuevo chico lindo.
- Sí viejo,
pero no es ilegal. Estoy buscando a Valeria.
- ¿Porqué?
- ¿Ellos se
quejaron de que les hablara?- Alcé la mano de nuevo, no me teme, ni siquiera
parpadea. Yo tampoco le temo, probablemente no vivirá lo suficiente para algún
día ser un delincuente de las grandes ligas de Morton.- Es mi novia y ha
desaparecido. No sé dónde está, pero estoy preocupado, la he buscado por todas
partes y no aparece, y los Summers actúan como si eso fuera normal. Creo que
saben dónde está y no me lo quieren decir.
- ¿Qué has
estado haciendo esta mañana?
- No sé, por
aquí y por allá.
- Esa no es
una coartada sólida Casanova.
- ¿Porqué
necesitaría coartada, algo le pasó a Valeria?- Los drogadictos mienten de todo
y por todo, hacen lo que sea necesario para perpetuar su adicción, Valeria
chillaría para no regresar a casa, y Lorenzo fingiría éxtasis místico con tal
de no confesar a un homicidio.- Espere oficial, ¿esto tiene que ver con
Valeria?
- Yo creería
que sí genio.- Lorenzo se levantó y se sacudió el polvo. Mirada apologética,
vergüenza en su expresión.
- Discúlpeme,
no lo sabía. Es solo que Richard me detesta, siempre lo ha hecho.
- Y supongo
que Ofelia Summers es la presidenta de tu club de fans.
- No, para
nada. Supongo que no. Valeria lleva ausente dos semanas.- Sacó su cartera y me
mostró una pequeña instantánea de su visita a Las Vegas.- Tome, ésta es
Valeria, ¿puede ver quién está atrás de nosotros?
Error de senilidad. No tengo excusa. Tomo la fotografía y dejo de
ver al hábil carterista. Los polvos mágicos en su cerebro hacen efervescencia y
le dan la velocidad de un tigre. Puño cerrado al ojo derecho. Los curiosos se
ríen de mí. Echo a correr en dirección contraria, al auto. Me abro lugar entre
los curiosos a empujones y traspiés. Acelero hasta que el motor aúlla. Marcas
de goma de llanta en el asfalto. Me llevaba una cuadra y media para cuando
encendí el motor. Le busco con paciencia, escondiéndome entre los autos.
Lorenzo Taglia corriendo como un loco y mirando sobre su hombro. El dolor me hace
gritar por estúpido, por haberme importado un comino su ridícula historia de
amor, por haberle creído, por impotente.
Guardo mi distancia y le sigo
por cuadras. Es listo, es astuto y es veloz; pero no es Einstein, si lo fuera
no se metería cinco gramos de coca antes de salir de casa y caminar entre
nubes. El ojo me palpita al ritmo de sus pasos. Se aleja de la frontera y por
dentro lo maldigo, nos acerca al centro de Morton. Compra un poco de marihuana
a un negro en silla de ruedas y entra a un patio baldío con el cartel de “Aceveda,
construcción y remodelación”. Bajo del auto y escondo mi placa. Me mezclo entre
los chicanos y los negros, me destaco demasiado. Me acerco a los gordos
italianos que compran hamburguesas de un camioncito y le observo. Lorenzo habla
entre varios obreros que cargan equipo a un camión. Uno de ellos señala a un
italiano bajito y calvo. Conversación que se calienta. Lorenzo cabeza caliente.
El chico es un cerillo buscando una excusa. Lo que sea que le dijo fue excusa
suficiente. No se contenta con romperle la nariz de un golpe, le patea en el
suelo hasta cansarse. Los obreros miran sin intervenir, algunos ríen, otros lanzan
dinero en apuestas, es una apuesta segura. Lorenzo termina cuando el pobre
hombre no puede coordinarse. Taglia camina casi a mi lado sin notarme. No le
arresto. Aún no, me intriga demasiado.
- A un lado,
policía.- Los chicanos son los primeros en correr. No son tontos. Los negros me
miran desafiantes como si me importara.
Ayudo a otros italianos a cargar al sujeto y llevarlo a la oficina. La
secretaria nos permite acostarlo en el sillón.
- ¿No
deberíamos llevarlo a un hospital o algo?
- No,
tardaría demasiado, solo necesita un poco de descanso.- Miro en su cartera ante
la reprobación de sus amigos, su nombre es Phillip Stanza. Juran que es
decente, juran que no conocen a Lorenzo, los italianos son proclives a jurar.
La secretaria los corre para que vuelvan a trabajar. Me presta el teléfono.
- ¿Martin?
Necesito un favor rápido, ¿tenemos un expediente sobre un Phillip Stanza?- Lorenzo
no trabaja, es probable que le conociera de negocios de droga, seguramente por
algo que tuviera que ver con Valeria Summers.
- No, no hay
nada. ¿Quién es?
- No lo sé.
¿Has encontrado algo con el arma?
- Sí, fue
usada en un atraco hace quince días. Es una linda historia, medianoche, en una
tienda de autoservicio. El dependiente, Gonzalo Fermin, muerto de una bala al
corazón, robo de la caja y de su cartera, la segunda víctima fue Rupert Evans,
también le robó la cartera.- Enciendo un cigarro y la secretaria me sirve una
taza de café. Es una negrita simpática que no sabe cómo lidiar con la policía,
las golpizas y los obreros. La clásica idealista que cree que el trabajo
honesto la sacará de Morton, las desilusionadas del mañana.- Hay más. Los
novatos que dejaste vigilando el departamento hicieron lo suyo.
- ¿En serio?
Me sorprende, ¿qué sucedió?
- Un sujeto
entró al departamento y le arrestaron. Su nombre es Julian Horton, dueño de una
casa de empeños llamada “Horton’s Paw”, hace un año fue sospechoso de vender
cosas robadas.
- Déjame
adivinar, en Morton.
- Gillroy
#298, vive en la trastienda. Sí, en Morton.
- ¿Qué tuvo
que decir?
- No mucho,
le presionamos sobre su conexión con el difunto, hacía negocios con Dimitri,
sin especificar nada, sabía que tenía dinero escondido y quería ver si
seguía ahí. Ha llamado a su abogado y no
dice ni pío.
- ¿Y qué ha
estado haciendo esta mañana?
- Trabajando,
ya revisamos el asunto y parece estar diciendo la verdad. Tenemos a unos
cuantos uniformados revisando su tienda en busca de artículos robados, en caso
de tener suerte.- Phillip Stanza gruñó adolorido, los moretones en su cara y la
sangre de su labio le daban un aspecto macabro que mantenía alejada y alerta a
la secretaria.
- Lorenzo
Taglia, el novio de Valeria, quiero que revises su archivo, si hay alguna orden
de aprehensión pendiente, sugiero que la usen de excusa. Tengo que dejarte Martin,
te llamo después.- Le ofrecí un vaso de agua. Stanza se sentó y trató de
calmarse. Era un hombre maduro y experimentado, no era la primera golpiza que
recibía.- ¿Se siente bien?
- ¿Usted qué
cree?
- ¿Conoce a
ese despreciable?
- ¿Al que me
golpeó?
- No, a su
verdadero padre.- Stanza se tragó el agua y gruñó.
- Lorenzo es
un niño todavía.
- Uno que
estaba listo para matarlo. ¿Sobre qué discutieron?- Me miró como fiera hasta
que le mostré la placa.
- Está
buscando a su chica, Valeria, un bombón rubio. No la encuentra por ninguna
parte.
- ¿Por qué
acudir a usted?
- Sabe que
soy electricista, normalmente me contratan junto con Richard, el padre de
Valeria, me preguntaba si Richard me había dicho algo, si tenía algún otro
novio o cosas así. Es un chico enamorado, y por esa preciosura cualquiera haría
lo mismo.
Regreso al calor y a los
obreros. Me importa un comino si miran mi placa o mi ojo morado. El calor me
pone de mal humor. Lorenzo el loco. Lorenzo el enamorado. Lorenzo el peligroso.
Lorenzo el sospechoso perfecto que se libró de una sentencia perpetua. Lorenzo
el que estará asaltando y robando carteras por el resto de su vida. Enciendo el
motor. Morton me deprime. Morton deprimiría a cualquiera. Manejo sin saber a
dónde voy. Doblar a la izquierda es lo mismo que doblar a la derecha o seguir
adelante, es difícil escapar de Morton, el gueto no necesita direcciones, una
vez que estás en él no te deja escapar tan fácilmente. No hago la conexión
hasta haber dado toda una vuelta circular, de regreso al patio baldío infestado
de obreros en busca de trabajo. “Remodelaciones Aceveda”. La tarjeta en su
cartera. Richard desconociendo a Dimitri. Es un tiro de suerte, docenas sino es
que cientos de obreros, electricistas y técnicos de toda clase buscan trabajos
en lugares así. No tengo nada mejor que hacer.
Ofelia Summers abre la puerta y
me deja entrar a su hogar. Toallas húmedas sobre los sillones rancios de la
sala, cocina en desastre, perro chillando en el patio. El sueño americano.
- Le darán de
alta en la tarde, los doctores dicen que es un simple estado de shock. ¿Ha
avanzado en su investigación?
- Quizás sí.
- ¿Quién le
hizo eso?, ¿se encuentra bien?
- No es nada,
diálogo con un sospechoso.
- ¿Ha estado
buscando al asesino del ruso?
- Tengo que
hacerlo, es mi trabajo aunque no me guste.
- ¿Le importa
más el homicidio que el secuestro?- No es secuestro cuando la drogadicta le
ruega que la violen a diario por unas cuantas dosis. No se lo digo. No por
tratar de aliviar su pena, sino porque muero de sed. Me ofrece un vaso de agua
y se sienta en la mesa de la cocina. Empapelado verdoso con formas de platos
frutales. Marca de ausencia, un halo de mugre de forma cuadrada sobre una
mesita al lado del viejo refrigerador.
- ¿Qué había
ahí?
- Un
televisor.
- ¿Lo empeñó
su hija?
- No, ella se
llevaba las pocas joyas que tenía, o radios pequeñas, cosas que pudiera cargar.
La televisión la empeñó mi marido, no hay suficiente trabajo.- Richard entra
sin prestarnos atención, se abre una lata de cerveza, bebe un poco, y eructa complacido.
Ofelia le pide dinero para hacer compras, Richard le da cien dólares de su
cartera. Mucho dinero para un simple electricista desempleado.
- ¿Ya arrestó
a ese muchacho Taglia?
- No, aún no.-
Enciendo un cigarro y me levanto de la mesa, salimos al patio de concreto para
que Richard alimente al perro.
- Este perro,
Lolo, es de Valeria, nunca le da de comer, ¿puede creerlo?
- Prefiere
gastar el dinero en drogas, es natural.- No le cayó bien el comentario.
- ¿No tiene
hijos verdad? No sabe lo difícil que es darles de comer, una buena casa…
- ¿Empeñando
televisores?- Lo tomé desprevenido. Segunda vez en el día.
- Ah, eso, sí
es que no he tenido suerte en el trabajo. ¿Hay algo que necesite detective?
- Si Taglia
se aparece por aquí, llámeme.- Le pasé mi tarjeta y observó el ojo morado.
Sonrisa maliciosa. Todos en Morton sueñan con ver cosas así. Hasta que alguien
les roba en su casa o se pegan de tiros en su calle, entonces sí aprecian a los
policías.
No tengo reparos en salir de
Morton. Me miro al espejo, el ojo hinchado me mantiene concentrado. Enciendo un
cigarro y cuando me aburro enciendo la sirena. Los autos se hacen a un lado
mientras hago mi espectacular escape de Morton. Siempre es lo mismo. No sé que
gano, no sé qué pierdo, pero sé que poco a poco Morton corroe una parte de mí.
El bullicio del precinto me parece un oasis de calma. Risas y burlas por mi ojo
morado. Felton me asalta a medio camino.
- Llegas a
tiempo Oz, ¿qué te pasó?
- Lorenzo
Taglia, ¿le encontraste algo?
- Lo
arrestaron, no hace más de media hora, posesión de marihuana, y venía drogado.
Le confiscamos también un anillo, seguramente robado pero no ha dicho nada,
está en trance de droga.
Descendimos a las jaulas del
precinto. Borrachos vomitando en sus celdas. Pandilleros paseándose como gavilanes.
Las prostis embarazadas gritando sus derechos. Lorenzo Taglia sentado mirándose
los cordones de sus zapatos. Le tenían una celda reservada para él.
- ¿Cómo
quieres hacerlo?
- Déjame a
mí, quédate aquí, avísame si se acerca alguien y no digas nada, este maldito me
la debe.
- Eso debe
doler.
- Le dolerá
más a él.
Felton puso cara de duro,
captando por dónde iba la cosa, y quedó del otro lado de las barras. Taglia no
notó mi presencia hasta que le golpeé en la cabeza con la culata de mi arma.
Cayó al suelo, agarrándose la cabeza desesperadamente. Gritos ahogados por
otros gritos. La jaula de locos, y los viernes por la noche, la jaula de locas.
- Me la
debías patán.- Le levanté de la chamarra y le metí un gancho al estómago.- Eso
fue por diversión.
- ¿Qué
quieres de mí?- Se acurrucó en una esquina, mirada temerosa. Necesitaba una
dosis, comenzaba a temblar. Tenía poco tiempo antes que las ansias le llevaran
a admitir lo que fuera con tal de salir de ahí.
- Todos tus
problemas pueden solucionarse si eres honesto conmigo.
- Solo dilo y
ya.
- Encontramos
a Valeria.- Se levantó de golpe y trató de acercarme, tratando de sacarme más
información. Le golpeé en la cara con la pistola y regresó a su esquina.-
Tranquilo, todo a su tiempo. Malditos animales… Ella está bien.
- ¿Dónde
estaba?, ¿qué le ha pasado?
- La tenía
Dimitri Kolonkov.- Mirada perpleja, no es difícil en drogadictos. Pude decirle
que su madre la mantenía cautiva en su refri y habría tenido la misma sensación
de revelación.- Murió esta mañana, tabique a la cabeza.- Lorenzo comenzó a reír
y brincar de alegría.
- Gracias
Dios mío, gracias. ¿Puedo verla o hablar con ella?
- ¿No eres
muy rápido para pensar las cosas, verdad?
- Y Dimitri
está muerto, que bueno, es genial.- Reía como un niño. Parecía realmente feliz.
Me gustó arruinarle su momento especial.
- Me alegra
que estés tan feliz, considerando que te encerrarán por homicidio. Cadena
perpetua.- Arruiné su fiesta.- No tienes coartada, era tu chica, no la quisiste
salvar en ese momento porque sería demasiado obvio, así que dejaste que la
policía la ayudara.
- Pero, pero…
- Pero nada,
estás severamente jodido, te llevaremos a juicio y el jurado verá un drogadicto
violento. No volverás a ver a tu Valeria nunca más y nos deshacemos de ti para
siempre.
- Pero usted
sabe que eso no es verdad.
- ¿Y? Lo
único que sé es que investigo la muerte de un sujeto que no me importa, lo
único que me resulta doloroso es que no le hubieran matado antes. No importa
ahora, con que esté muerto me basta, y si de una vez me deshago de ti, mejor.
- Pero, por
favor, no puede hacerme eso…- Se hincó frente a mí agarrándome del saco,
llorando desconsoladamente.- No a prisión.
- Niño, niño,
me vales un rábano. Es más, en este momento me podrías decir que ese anillo era
de tu abuela que no me interesa.
- ¿El anillo?
No, es mío, yo lo compré.
- ¿Con tu
salario de empresario exitoso?
- Me salió
barato, Rupert me dijo dónde, él tiene muchas cosas empeñadas ahí.
- ¿Empeñados?
Creo que más te vale explicar.- Se llevó la mano al zapato y extrajo un
papelito arrugado y maloliente.
- Lo escondí
ahí porque temía que me lo robaran, es mi recibo de compra, sabía que lo iba a
necesitar. Los padres de Valeria creerían que lo robé y les quiero demostrar
que no soy así.- Recibo de compra de la tienda de empeños “Horton’s Paw”.
- Mencionaste
un Rupert, ¿quién es ese?
- Rupert
Evans, le dije que quería comprarle un anillo a Valeria, él me dijo que había
empeñado muchas cosas en “Horton’s Paw”, y que seguro habría algo lindo a buen
precio. ¿Me van a robar el anillo verdad?
- Mira, lo
más seguro es que tu abogado defensor, seguramente un imbécil pagado por el
Estado, te haga firmar una confesión a cambio del anillo. Es mala suerte.- No
me lo podía quitar de encima, tampoco al nombre de Rupert Evans. Felton fue
quien recordó el nombre.
- Evans,
claro que lo recuerdo, es a quien mataron en el atraco con el arma de Dimitri.-
Empujé a Lorenzo, quien regresó a llorar a su esquina. Felton y yo salimos de
ahí.- Sabes que no fue él, ¿verdad?
- ¿Qué diferencia
hay?- Me toqué el ojo. Error. El dolor me hizo gruñir.- Si no conseguimos nadie
alguien tendrá que pagar, si lo llevan a juicio está frito, ambos lo sabemos.
- Supongo que
tienes razón. Será mejor entonces que revisemos los detalles del atraco, hay
gato encerrado.
- Hace cuatro
semanas Lorenzo y Valeria se fueron a Las Vegas, hace dos semanas ella
desaparece y Dimitri mata a Rupert, probablemente por dinero, ahora Dimitri
está muerto. El gato encerrado ya empieza a apestar.
Regreso a mi escritorio. Regreso
al bullicio cotidiano. Es santa paz comparada con Morton. Pensar que tendré que
regresar a ese lugar me da escalofríos. Prefiero enterrarme en registros y
oficios que pensar en la violencia diaria de ese hoyo negro. En un par de horas
armamos una historia escalofriante. Felton y yo, en compañía de hamburguesas
grasosas y soda empezamos a armar un rompecabezas escrito en los folios del
departamento de policía y llamadas telefónicas.
- La cosa
parece estar así- El teniente se interesó en el asunto y Martin quiso
resumirlo.- Rupert Evans murió hace dos semanas, junto con Gonzalo Fermin, en
lo que parecía ser un atraco de rutina.
- En realidad
el atraco era una tapadera.
- Exacto,
pues antes de eso su esposa Amanda murió durante un robo, golpe a la cabeza. No
hay razón para sospechar que el marido estaba involucrado pues se encontraba
trabajando.
- El botín
entonces estaba entre Rupert Evans y Dimitri Kolonkov, quienes vendieron los
artículos robados mediante Julian Horton y su tienda de empeños. Tiene sentido,
¿pero si ambos están muertos, quién es el tercer sujeto?- Tomé el teléfono e
hice una llamada rápida. Martin y Vinnie paranoias con miradas de expectación.
Cuando colgué el teléfono encendí un cigarro y mastiqué la información.- ¿Y
bien?
- Llamé a
“Remodelaciones Aceveda”, ellos estuvieron a cargo de una remodelación hace mes
y medio en el domicilio de Rupert Evans.
- ¿Crees que
al ver todo lo que podían robar decidieron hacer el golpe?- El presentimiento
hizo que me ahogara con el humo del cigarro. Me levanté de golpe y tiré el
cigarro en el café de Martin.
- Las
remodelaciones necesitan electricistas, pregunté y me dijeron que fue Richard
Summers. Apuesto que entre los artículos robados encontrará una televisión. Él
era el tercero. Manden una patrulla para allá.
- ¿Tú adónde
vas?
- Tengo que
tomar el sol.
No valía la pena esperar.
Aceleré tanto como pude. El sol comenzaba a morir. Ya era hora, nos estaba
matando. Regresaba a Morton evadiendo el tráfico lo más posible. Había sido un
presentimiento, ahora era más que eso. Motivo, oportunidad y una línea de
tiempo escalofriante. Estaciono frente al hospital y camino bajo el sol. Un
último golpe de calor. La demencia continúa. Más enfermeras gritonas. Más
heridos de bala. Más cuchillos enterrados. Más anfetas. Por alguna razón las
escaleras del hospital me recuerdan a las del edificio donde vivía Dimitri
Kolonkov. Me abro camino hasta su habitación, Ofelia me mira con miedo. Le tomo
del brazo y le indico que nos deje solos.
- ¿Es usted
el oficial que me trajo aquí?- Valeria estaba sentada en la cama, tomando una
pastilla y preparándose para irse.
- Detective
Ozfelian. Larry Oz. ¿Te encuentras
bien?- Asintió con la cabeza.
- Han sido dos semanas terribles.
- ¿Las recuerdas en lo absoluto?- Guardó silencio y miró las sábanas. Al
menos aquí tenía sábanas.- Dimitri, ¿sabes que está muerto?
- Sí, me lo dijo mi mamá. No recuerdo nada de…
- Dimitri estuvo ocupado este mes, asesinó, junto con sus compañeros, a
Amanda Evans, luego le robaron su casa.
- ¿De ahí sacó todo ese dinero que siempre andaba mostrando?
- Decidió que su tajada podía ser más grande, así que mató a Rupert Evans.
- ¿Su cómplice lo mató a él?
- No Valeria, fuiste tú. De haber sido por negocios le habrían disparado o
algo así, no lanzado un tabique desde el techo.
- No, eso es…
- Estabas desmayada cuando llegamos, pero tú te provocaste ese estado, la
cuchara aún estaba caliente cuando llegué.- Me miró con miedo y luego hacia el
bulto de ropa que su madre le había traído. Oculto entre la camisa y los
pantalones había un pequeño revólver.- ¿Entonces sí fue él?
- Sí.
- ¿Tu madre no lo sabía?
- Se lo dije por teléfono, antes que me trajera la ropa y el arma.- Quiso
beber más agua pero se le acabó el agua de su vaso. Le robé una botella de agua
al enfermo dormido de la cama de al lado y le serví un poco. Me apoyé contra la
pared y encendí un cigarro. En teoría no debería fumar en hospitales. En teoría
los hospitales son lugares sanos. En teoría los proyectos urbanizadores asisten
a la calidad de vida. En teoría los padres no abusan de sus hijos. En Morton la
teoría no sirve para nada.- Papá se dio cuenta que sabía…
- ¿Qué sabías lo del robo?
- Sí, empezó a traer cosas caras, radios, joyas, teles, de todo. Hace dos
semanas, estaba furioso conmigo porque le llamé ladrón. Tuvo que regresar
varias cosas a una tienda de empeños por eso. Me agarró del brazo y me llevó
hasta Dimitri. El ruso le pagó quinientos dólares por mí, le dijo que me daría
de comer y me daría mi medicina.- Terminó su vaso y perdió la mirada en el
bulto de ropa.- A veces papá iba con Dimitri y me violaba. La verdad es que
estaba tan drogada que no me daba cuenta de muchas cosas, pero le vi varias
veces, y su olor también. No puedes alucinar esa clase de cosas.
- Por eso le pediste al doctor que no te regresaran a casa… Seguramente
estará escondido.
- Sé a dónde le gusta ir.
- Llegué diez minutos tarde Valeria, ¿me entiendes? Dile a tu madre eso.
Las perdí a las dos por diez minutos.- Apagué el cigarro con mi zapato y me
preparé para salir cuando ella me habló.
- ¿Cómo sabe que no me iré a ninguna parte?
- Esto es Morton, ya estamos en ninguna parte. Si quieres desaparecer
hazlo, pero ten en cuenta que tu novio está en prisión por sospecha de
homicidio, y lo vamos a procesar si tú no confiesas.
- ¿Lorenzo? No le hagan nada, por favor, se lo suplico…
- Estaré al pendiente del teléfono.
Ofelia esquivó mi mirada. Yo
también la esquivé. Di varias vueltas a la manzana antes de comunicarme con el
precinto. No daban con Richard Summers. Yo llegué tarde al hospital, ya se
habían ido. Manejé despacio por Morton. No tenía prisa. No estaba en ningún
lugar y cuando uno está en un lugar así, no importa la velocidad, es imposible
salir. A medida que el sol desaparecía y la noche ganaba terreno las prostitutas
se volvían más valientes y se me
ofrecían con mayor descaro. Al principio las espantaba con mi placa, al cabo de
una hora necesitaba ser más persuasivo. Muchos polis acuden a ellas para relajarse
antes de ir con la familia. Me es imposible aligerar el estrés en un lugar así.
Cuando finalmente llegué al precinto subí los pies al escritorio, recliné mi
silla y esperé en silencio. Valeria amaba a Lorenzo. Historia de amor del
gueto. Podía escapar y no lo hizo. La cursilería adornada de miseria.
Martin y yo acudimos al bar
donde Valeria había asesinado a tiros a su padre. Llamó por el teléfono del cantinero
una vez que todos los borrachos salieron corriendo. Omitió nuestra plática y se
ciñó a los hechos. Richard Summers, cómplice de Dimitri Kolonkov y Rupert
Evans, la vendió como esclava sexual al ruso, para ir y visitarle de vez en
cuando. Dimitri fue descuidado, ella no estaba tan drogada como él creía,
cuando salió del departamento subió al techo, sin saber muy bien qué quería
hacer. Al principio pensaba en saltar al vacío, sabiendo que no había
escapatoria. Cuando vio el tabique y escuchó la voz de Dimitri fue cuando tuvo
la gran idea. Le lanzó el tabique y al ver que le había matado entró en pánico.
Regresó corriendo al departamento y se inyectó su dosis para volver a dormir.
Al salir del precinto, arrestada por homicidio y lista para ser sentenciada, su
madre y Lorenzo Taglia la esperaban. De los dos únicamente Lorenzo lloró. Valeria
tuvo que subir la escalera de la miseria, la escalera que mientras más subes,
más te hunde. Finalmente salió de Morton para siempre.
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