miércoles, 22 de julio de 2015

La escalera

La escalera
Por: Juan Sebastián Ohem


Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
                La mañana comenzó con un sol inclemente. Las paredes de concreto irradiaban calor. Manchas de sudor en las camisas. Miradas de fastidio. El asfalto hirviendo. Cinta policíaca para acordonar el área. Novatos riéndose de lo ocurrido para soportar el calor. Víctima de 30 años de edad, alto de complexión fornida con nariz aguileña y poco vello facial. Tardo en reconocer lo absurdo del asunto. Tirado en el suelo con el cráneo abierto, pedazo de tabique incrustado a la mitad del cerebro. Los otros pedazos de tabique quedaron desparramados a su alrededor. Este es el peor barrio del sur, donde todo puede pasar. Es Morton. Algún político, llamado Morton seguramente, quiso “urbanizar” la zona. Eso significa correr a los drogatas, camellos y rameras y construir multifamiliares para quinientas familias. Se urbanizó al estilo Morton, con quinientas familias de drogatas, camellos y rameras.
- No tuvo tiempo de saber lo que ocurría.- A un lado del cadáver encendedor de oro, cajetilla de cigarros, uno de ellos suelto.- Aquí tienes la cartera.

- Dimitri Kolonkov, mil quinientos dólares en billetes de diversas denominaciones, licencia de conducir, números de teléfono, anotaciones en ruso, tarjetas de presentación “seguros Prudential”, “Remodelacoines Aceveda”, “construcciones PhelpCo.”, “Roger & Roger plomería”, los sitios de construcción son buenos contactos para drogatas y camellos de medio tiempo, “autos usados Mickey”, “W & W Mudanzas”, un poco de todo.- Terminé de curiosear la billetera y se la devolví a Martin.- ¿Quiso encender un cigarro antes de morir?
- Y dicen que el cáncer es lo que mata… Estaba parado prácticamente a un lado de la puerta de entrada del edificio. Los vecinos le vieron salir, quiso encender su cigarro y fin de su historia, cayó al suelo con eso enterrado. Nadie vio si el tabique fue lanzado desde el techo, aunque los muchachos ya subieron y dicen que hay muchos tabiques idénticos a este tirados por ahí. ¿Pudo ser accidental?- Pandillas de curiosos, negratas que se robarían cada centavo y encendedor de oro que pudieran si nosotros pestañeábamos.
- Encendedor de oro, ruso con dinero, ¿en esta parte de la ciudad? Fue homicidio.
- ¿Porqué no dispararle?
- Porque esto no es un robo, por Dios Martin pensé que eso sería obvio. Aseguren cada detalle de evidencia y saquen el cadáver antes que lo vean todos los niños de la ciudad.- Multitud de curiosos gritando obscenidades a los policías.

                Morton en Morton. Avenida Morton, zona Morton, número 487, interior 42. Uno de los pocos edificios de tamaño mediano. Letrero de precaución, demolición en planeamiento. El cartel fue colocado hace un par de años. Las pandillas le han metido un par de disparos entre sus batallas. Un poco de folklore mezclado con pólvora. Odio Morton. Entre negros, chicanos, algunos coreanos que se creen duros, y ahora rusos y árabes. La ONU en crack y anfetas. Discursos de tolerancia entre las culturas escritos entre tatuajes de bandas y rituales homicidas de iniciación.

                El edificio tenía elevador, pero desde que un chico de doce años empujó a su abuela por el agujero lo clausuraron. Cuatro pisos hacia arriba, pero cada escalón nos lleva más profundo al abismo del infierno. El dueño del edificio murió hace tiempo en Colombia a manos de cárteles de la droga. Segundo piso. Las escaleras apestan a orina. Tercer piso. Las prostis menores de edad se exhiben sin saber que somos polis, sus madres proxenetas las jalan del pelo para cerrar la puerta y esconderse. Cuarto piso. Felton está verde de náusea.

                Interior 42. Puerta verde deslucida por los años, rendija a la altura de los ojos. Cueva picadero. Unos golpes, la rendija se abre, se hacen negocios cuando al otro lado de la puerta Dimitri sostiene una escopeta listo para volarte la entrepierna. Novatos hablan de buscar un cerrajero. Un par de patadas hacen el trabajo. No es como si los vecinos fueran a quejarse.

                Al centro del minúsculo apartamento una mujer desnuda sobre la cama. Selva de condones y lubricantes alrededor del colchón. Pipas, agujas, encendedores, latas, pegamento, el surtido de caramelos sobre una mesa a un lado de la cama. La chica no responde. Reviso su corazón y la yugular, aún vive. Llamamos una ambulancia para la muchacha desmayada, no mayor de 19 años. Carne fresca. La ambulancia tardará. Los paramédicos se toman turnos para entrar a Morton. Signos vitales y respiración normal, es un desmayo de droga. La cuchara al lado de su brazo aún está caliente. El hule de su brazo aún aprieta, su vena hinchada repleta de hematomas de inyección aún late con furia. Está en el cielo acostada en el último anillo del infierno.
- ¿Qué en nombre de Dios es esto?
- Se le acabó el dinero a la pobre chica.- Me miró perplejo. Los novatos la violan con la mirada. Es atractiva, rubia, delgada por falta de comida, ojos azules y buena figura. De prosti debe hacer buen dinero, pero no el suficiente para alimentar su adicción.- Dimitri es su camello, cuando se le termina el dinero ella le ofrece rentarse exclusivamente a él a cambio de drogas. Una esclava sexual. Normalmente las mantienen hasta que les falla el corazón por tanta droga y falta de comida, así las botan en los parques o donde sea.
- Es terrible.
- ¿Tú crees que eso es terrible? A veces los camellos con más experiencia las venden muertas a los vagabundos pervertidos para que ellos se diviertan.- Martin se sentó en la única silla disponible y trató de apartar la mirada.
- ¿Y lo hacen voluntariamente?
- Están tan adictas que nada es voluntario, están enfermas. Cuando cambian de opinión es demasiado tarde, no pueden irse, así que se meten más drogas para olvidarse, o para soportar el dolor, después de todo es mejor ser violada cuando inconsciente que despierta y medianamente sobria.
- Ojalá no haya sido accidental.
- Vamos a revisar el apartamento, quizás eso te tranquilice. Ustedes, traten de no violarla novatos.- Mandan a los novatos engreídos a Morton. Algún político creyó que eso les daría humildad y sensibilidad. Error de político. Ayudantes de camellos, clientes frecuentes y abusivos de las prostis que deben pagarles impuesto de renta, y la ocasional golpiza a negros igual de engreídos que ellos.

                Ausencia de muebles, a excepción del colchón y la silla, pero con cocina integrada al departamento. Cocina de droga, donde se fabrican pequeñas dosis de anfetas. Sustancias volátiles. Eso explica porqué salió a fumar, en vez de quedarse a divertirse con su juguete. A un lado de las ollas humeantes de anfetas y heroína una automática calibre .45. No es necesario decirlo, pero lo hago de todas formas para alejar la mente de Martin de la muchacha desnuda y desmayada.
- Será mejor etiquetar el arma y compararla con el sistema.
- Tienes razón, probablemente se usó en algún delito.- Felton recorrió la habitación vacía. Destellos de inteligencia, una muestra de instinto para compensar la falta de experiencia.- Oz, mira esto.- Golpeó con su talón. Las tablas de madera estaban sueltas. Las removimos con cuidado.- Vaya…
- Deben haber más de tres mil dólares aquí.- Encendí un cigarro mientras Felton y los novatos etiquetaban el dinero. Es mejor supervisarlos, son tan ladrones como los negratas de la calle.- Llévense hasta el último billete, pero quiero que ustedes dos se queden cerca todo el día, en caso que alguien vuelva por el dinero, estaciónense lejos y no sean tan obvios. A menos, claro está, que ustedes prefieran seguir sus actividades normales con los animales de allá afuera.
- No detective, nos quedaremos cerca.
- No sean obvios.
- No, claro que no.- Harían lo que fuera para impresionar a un sargento o a un detective. Morton les da mujeres fáciles y dinero sucio, aún así la mayoría quiere salir.

                Me termino el segundo cigarro cuando llegan los paramédicos. Les seguimos al hospital. La ambulancia se larga de ahí como un bólido. Por más que aceleramos no escapamos de Morton. El hospital queda a cinco cuadras. No hay suficientes habitaciones, ni camillas. Tenemos que pelear, y luego rogar, para que la dejen ocupar una camilla en cuidados intensivos aunque su condición sea estable. Cuidados intensivos es un caos, heridas de bala, cuchillos aún en la carne, doctores metiéndose anfetas para mantenerse al ritmo. Pasarán horas antes que le puedan dar una cama con la población general. Muchas horas antes que la vea un médico y la dé de alta.
- ¿Por dónde quieres empezar Oz?
- No me muero de ganas de investigar la muerte de ese ruso parásito. ¿Tú qué tal, ya tuviste suficiente sol por un día?
- Yo sí, extraño mi escritorio.
- Entonces vete, yo me encargo, pero quédate atento al teléfono, y asegúrate que esos novatos inútiles hagan lo suyo.
- Descuida, estoy en eso.- Buen muchacho, inexperto y torpe, pero con buenos instintos.

                Podría preguntar por amigos y conocidos de Dimitri Kolonkov. Sin tatuajes, sin banda. Paria entre lobos. Macho alfa independiente. No conseguiría nada. Acompaño a la desconocida durante su viaje astral al mundo de los unicornios violadores. Ha tenido suficiente. Tengo que golpear a uno de los heridos de bala, un pandillero que manoseó a una de las enfermeras. A cambio me regalan un poco de ropa de hospital para vestir a la chica. No la conozco, ni su nombre, aunque adivino algunos detalles de su turbio pasado. Aún así le tomo cariño. Se supone que me debe de importar. Es difícil que algo importe en Morton. El pandillero trata de tocar a la enfermera de nuevo, le esposamos por atrás de la espalda. Ahora las enfermeras que pasan le meten un codazo entre las piernas. Diversión para todos.

                Transportan a la desconocida a una cama junto con los enfermos estables. La enfermera es honesta conmigo, “no espere al doctor, mejor vaya a comer algo”. Le hago caso. El sol azota al sur de la ciudad haciéndolo ver más sórdido y agresivo. En lugares así hay que ocultar la placa y mirar al suelo. Regreso al hospital y parece que me perdí la fiesta. Ha llegado el doctor y la familia espera fuera de la habitación. Las habitaciones son planeadas para una o dos camas, aquí entraron seis. El doctor trata de relajar los nervios, ojos desorbitados, pupilas dilatadas, en la calle le llamaría drogata vulgar, aquí tengo que hablarle de usted.
- La chica se llama Valeria Summers, estaba histérica así que le di algo para calmarse.- De sueño a sueño. Regresa a la inconsciencia pero ahora tiene nombre.
- ¿Le dijo algo antes que se desmayara de nuevo?
- Gritaba preguntando dónde estaba, le expliqué lo que ocurría, lo único que repetía era que no quería ir a casa. ¿Dónde la encontró?
- Esclava de un camello, me sorprende que despertara de su coctel.
- Me lo figuraba, la familia está fuera. Ella estará bien, tengo que checar otros pacientes, pero vuelvo en unos minutos.- Salió corriendo sin decir más nada. Pasarían otras horas antes de verle de nuevo. La pareja entró al cuarto, los demás pacientes se quejaban y gruñían, rogando por morfina.
-¿Ustedes son los padres?
- Soy Ofelia Summers, este es mi marido Richard.- Ella era una mujer devastada por los años, mostrando medio siglo donde solo había cuarenta años. Richard era un hombre corpulento y moreno tostado por el sol.
- La habíamos estado buscando por todas partes.
- ¿Cuánto tiempo llevaba desaparecida?
- Dos semanas, aunque ella siempre va y viene. Ofelia trabaja en una escuela, yo soy electricista, sé que no es excusa, pero aún así debimos ser más cuidadosos con sus amistades.
- Lorenzo Taglia oficial, es su novio. Un drogadicto terrible, vive cerca de nosotros, a media cuadra. De niños jugaban en el mismo parque y siempre fueron amigos.- Historia de amor en el gueto. Dos chicos sin futuro que se dan cuenta de ello y comienzan a volar con jeringas o líneas de coca. Tirados en la calle cantando poemas de amor mientras el otro babea rozando el cielo de los droguis. Políticos como Morton les prometen futuros brillantes. Lo más brillante que han visto es el papel aluminio en que envuelven la piedra.
- Hace un mes nos hizo algo parecido, se fue sin decir nada con Lorenzo, llegaron hasta Las Vegas por un fin de semana de depravación antes de volver rogando dinero. Sé que me robaba, pero es  mi hija, ¿qué se supone que haga?- Clásico. Esperan el perdón de figuras de autoridad. Recuerdo a Valeria Summers desnuda rodeada de condones usados y botellitas de lubricante. Contrapongo esa imagen a la de una Ofelia impotente y cansada.
- Supongo que tiene razón, sería demasiado pedir que la enviaran a un sanatorio, a una clínica de rehabilitación, a trabajar en el campo lejos de las drogas, o un poco de atención para mantenerla limpia. Claro que la planeación familiar no estaría de más.
- Escúcheme bien, no sé quién se…
- Dimitri Kolonkov.- Me aburren los regaños.
- ¿Qué? Nunca he escuchado ese nombre, ¿quién es él?
- Richie, Kolonkov es el ruso, sí lo conoces.
- Ah sí, ese tipo, creo que era el proveedor de drogas de Lorenzo y Valeria, imagino que lo estarán investigando.
- ¿Entonces lo conoce o no?
- Mi marido le llamó para preguntarle por Valeria, el gusano le insultó y colgó.
- El gusano está muerto. Tabique de construcción directo a la cabeza. Lamentablemente indoloro.
- Esto es terrible.- Ofelia hurgó entre sus cosas y me entregó una fotografía. Valeria, su madre, su padre y amigos de la cuadra.- El chico de en medio, ese es Lorenzo Taglia. La tomamos hace unos años, antes que se arruinaran demasiado. Nos ha estado llamando diario por las últimas dos semanas, muerto de preocupación, era violento hasta por teléfono.- Me escribió la dirección del chico en la parte trasera de la foto y prometió prestarle más atención a su hija.- Aquí lo puede encontrar.
- Si les llamaba diario, ¿por qué no le pidieron ayuda a la policía para localizar a su hija?
- Pensamos que había cambiado de novio.- Explicó Richard.- De ser así habría querido mantenerse alejada de Taglia, ese chico es un problema y está obsesionado. Con él un “no” nunca es suficiente.- No con Lorenzo Taglia, ciertamente no con Dimitri Kolonkov que disfrutó de Valeria por dos semanas enteras, y tampoco es suficiente con Morton.

                Estacioné a  media cuadra de la dirección que Ofelia Summers me había dado. La 43 en el límite de Morton. La frontera con la civilización. No lo suficientemente cerca. Casas todas idénticas. Se diferencian por el número y los grados de descomposición. Todas de una planta, un lugar de estacionamiento, dos o tres metros de patio de concreto. Ratoneras que se incendian cada dos o tres semanas. El humo intoxica a la ciudad, es Morton riendo desde sus entrañas. Un par de cuadras detrás de mí las casas son, en su mayoría, picaderos y prostíbulos. Éstas se han salvado, estando tan cerca de la frontera con el resto de la ciudad las habitan familias de inmigrantes y unos cuantos blancos pobres, como los Summers. Las casas estaban diseñadas para dos o tres personas, pero se habitan por docenas. Lorenzo Taglia vive en el número 647, a su izquierda una familia de once puertorriqueños gritones, a su derecha siete blancos con miradas de rufianes. Frente a su casa la familia de chicanos muertos de hambre, los chicos miran por las ventanas aburriéndose a muerte, mientras el padre se ahoga en alcohol frente a la tele y la madre se prostituye en la alcoba que da al patio, bajo las morbosas miradas de sus vecinos. No me sorprenden la cantidad de incendios. No hay los suficientes.

                Lorenzo Taglia sale de su casa gritándole a su padre, quien se asoma de la puerta en calzones sosteniendo una lata de cerveza. Salgo del auto y le sigo, estudiándole. Italiano grasiento, no mayor de veinte años, chamarra de cuero, su única posesión que cueste más que su entierro, pantalones gastados que se han ido rasgando por todos lados. Camina como un rufián, hombros tambaleándose rítmicamente, mirada de ave de rapiña estudiando a la gente con la que se topa. Dedos ágiles, es un ladrón de billeteras, se le ve en sus ojos y en sus labios. Se relame al ver carteras gordas, sus dedos se preparan para su arte, pero se detiene al último momento, el calor le hace sudar y dudar. Podría quitarse la chamarra con este calor, pero su camiseta grasosa le da vergüenza. El clásico muerto de hambre que sueña con ser de las grandes ligas. Al cruzar la calle me acerco para hablar con él. Le meto el pie y saco la placa, con una mano cerca del arma para evitarle malentendidos.
- ¿Lorenzo Taglia? Quiero hablar contigo.- Me grita, se limpia la suciedad, aunque la calle está más limpia que él.- Quédate en el suelo.
- A mí no me dices que…- Pupilas dilatadas, nariz roja y labios resecos, se ha metido polvos mágicos. Ahora es King Kong. No saco el arma pero sí le meto una cachetada con mi placa.
- ¿Quieres que te arreste por asaltar a un detective? Siéntate en la acera y quédate ahí.- Duda en responder, es más alto que yo y podría arrancarme la nariz de un golpe, pero se detiene.
- No hice nada cerdo, ve y molesta a alguien más.- Se sienta en el bordillo de una tienda de licores. Los parroquianos nos evitan a toda costa.
- ¿Has estado haciendo llamadas a la familia Summers?
- ¿Qué?- Le metí otro manotazo, ésta vez con todas mis fuerzas, su cabeza se golpeó contra la pared y rebotó con un sonido hueco.
- No me hagas preguntarte de nuevo chico lindo.
- Sí viejo, pero no es ilegal. Estoy buscando a Valeria.
- ¿Porqué?
- ¿Ellos se quejaron de que les hablara?- Alcé la mano de nuevo, no me teme, ni siquiera parpadea. Yo tampoco le temo, probablemente no vivirá lo suficiente para algún día ser un delincuente de las grandes ligas de Morton.- Es mi novia y ha desaparecido. No sé dónde está, pero estoy preocupado, la he buscado por todas partes y no aparece, y los Summers actúan como si eso fuera normal. Creo que saben dónde está y no me lo quieren decir.
- ¿Qué has estado haciendo esta mañana?
- No sé, por aquí y por allá.
- Esa no es una coartada sólida Casanova.
- ¿Porqué necesitaría coartada, algo le pasó a Valeria?- Los drogadictos mienten de todo y por todo, hacen lo que sea necesario para perpetuar su adicción, Valeria chillaría para no regresar a casa, y Lorenzo fingiría éxtasis místico con tal de no confesar a un homicidio.- Espere oficial, ¿esto tiene que ver con Valeria?
- Yo creería que sí genio.- Lorenzo se levantó y se sacudió el polvo. Mirada apologética, vergüenza en su expresión.
- Discúlpeme, no lo sabía. Es solo que Richard me detesta, siempre lo ha hecho.
- Y supongo que Ofelia Summers es la presidenta de tu club de fans.
- No, para nada. Supongo que no. Valeria lleva ausente dos semanas.- Sacó su cartera y me mostró una pequeña instantánea de su visita a Las Vegas.- Tome, ésta es Valeria, ¿puede ver quién está atrás de nosotros?

Error de senilidad. No tengo excusa. Tomo la fotografía y dejo de ver al hábil carterista. Los polvos mágicos en su cerebro hacen efervescencia y le dan la velocidad de un tigre. Puño cerrado al ojo derecho. Los curiosos se ríen de mí. Echo a correr en dirección contraria, al auto. Me abro lugar entre los curiosos a empujones y traspiés. Acelero hasta que el motor aúlla. Marcas de goma de llanta en el asfalto. Me llevaba una cuadra y media para cuando encendí el motor. Le busco con paciencia, escondiéndome entre los autos. Lorenzo Taglia corriendo como un loco y mirando sobre su hombro. El dolor me hace gritar por estúpido, por haberme importado un comino su ridícula historia de amor, por haberle creído, por impotente.

                Guardo mi distancia y le sigo por cuadras. Es listo, es astuto y es veloz; pero no es Einstein, si lo fuera no se metería cinco gramos de coca antes de salir de casa y caminar entre nubes. El ojo me palpita al ritmo de sus pasos. Se aleja de la frontera y por dentro lo maldigo, nos acerca al centro de Morton. Compra un poco de marihuana a un negro en silla de ruedas y entra a un patio baldío con el cartel de “Aceveda, construcción y remodelación”. Bajo del auto y escondo mi placa. Me mezclo entre los chicanos y los negros, me destaco demasiado. Me acerco a los gordos italianos que compran hamburguesas de un camioncito y le observo. Lorenzo habla entre varios obreros que cargan equipo a un camión. Uno de ellos señala a un italiano bajito y calvo. Conversación que se calienta. Lorenzo cabeza caliente. El chico es un cerillo buscando una excusa. Lo que sea que le dijo fue excusa suficiente. No se contenta con romperle la nariz de un golpe, le patea en el suelo hasta cansarse. Los obreros miran sin intervenir, algunos ríen, otros lanzan dinero en apuestas, es una apuesta segura. Lorenzo termina cuando el pobre hombre no puede coordinarse. Taglia camina casi a mi lado sin notarme. No le arresto. Aún no, me intriga demasiado.
- A un lado, policía.- Los chicanos son los primeros en correr. No son tontos. Los negros me miran desafiantes como si me importara.  Ayudo a otros italianos a cargar al sujeto y llevarlo a la oficina. La secretaria nos permite acostarlo en el sillón.
- ¿No deberíamos llevarlo a un hospital o algo?
- No, tardaría demasiado, solo necesita un poco de descanso.- Miro en su cartera ante la reprobación de sus amigos, su nombre es Phillip Stanza. Juran que es decente, juran que no conocen a Lorenzo, los italianos son proclives a jurar. La secretaria los corre para que vuelvan a trabajar. Me presta el teléfono.
- ¿Martin? Necesito un favor rápido, ¿tenemos un expediente sobre un Phillip Stanza?- Lorenzo no trabaja, es probable que le conociera de negocios de droga, seguramente por algo que tuviera que ver con Valeria Summers.
- No, no hay nada. ¿Quién es?
- No lo sé. ¿Has encontrado algo con el arma?
- Sí, fue usada en un atraco hace quince días. Es una linda historia, medianoche, en una tienda de autoservicio. El dependiente, Gonzalo Fermin, muerto de una bala al corazón, robo de la caja y de su cartera, la segunda víctima fue Rupert Evans, también le robó la cartera.- Enciendo un cigarro y la secretaria me sirve una taza de café. Es una negrita simpática que no sabe cómo lidiar con la policía, las golpizas y los obreros. La clásica idealista que cree que el trabajo honesto la sacará de Morton, las desilusionadas del mañana.- Hay más. Los novatos que dejaste vigilando el departamento hicieron lo suyo.
- ¿En serio? Me sorprende, ¿qué sucedió?
- Un sujeto entró al departamento y le arrestaron. Su nombre es Julian Horton, dueño de una casa de empeños llamada “Horton’s Paw”, hace un año fue sospechoso de vender cosas robadas.
- Déjame adivinar, en Morton.
- Gillroy #298, vive en la trastienda. Sí, en Morton.
- ¿Qué tuvo que decir?
- No mucho, le presionamos sobre su conexión con el difunto, hacía negocios con Dimitri, sin especificar nada, sabía que tenía dinero escondido y quería ver si seguía  ahí. Ha llamado a su abogado y no dice ni pío.
- ¿Y qué ha estado haciendo esta mañana?
- Trabajando, ya revisamos el asunto y parece estar diciendo la verdad. Tenemos a unos cuantos uniformados revisando su tienda en busca de artículos robados, en caso de tener suerte.- Phillip Stanza gruñó adolorido, los moretones en su cara y la sangre de su labio le daban un aspecto macabro que mantenía alejada y alerta a la secretaria.
- Lorenzo Taglia, el novio de Valeria, quiero que revises su archivo, si hay alguna orden de aprehensión pendiente, sugiero que la usen de excusa. Tengo que dejarte Martin, te llamo después.- Le ofrecí un vaso de agua. Stanza se sentó y trató de calmarse. Era un hombre maduro y experimentado, no era la primera golpiza que recibía.- ¿Se siente bien?
- ¿Usted qué cree?
- ¿Conoce a ese despreciable?
- ¿Al que me golpeó?
- No, a su verdadero padre.- Stanza se tragó el agua y gruñó.
- Lorenzo es un niño todavía.
- Uno que estaba listo para matarlo. ¿Sobre qué discutieron?- Me miró como fiera hasta que le mostré la placa.
- Está buscando a su chica, Valeria, un bombón rubio. No la encuentra por ninguna parte.
- ¿Por qué acudir a usted?
- Sabe que soy electricista, normalmente me contratan junto con Richard, el padre de Valeria, me preguntaba si Richard me había dicho algo, si tenía algún otro novio o cosas así. Es un chico enamorado, y por esa preciosura cualquiera haría lo mismo.

                Regreso al calor y a los obreros. Me importa un comino si miran mi placa o mi ojo morado. El calor me pone de mal humor. Lorenzo el loco. Lorenzo el enamorado. Lorenzo el peligroso. Lorenzo el sospechoso perfecto que se libró de una sentencia perpetua. Lorenzo el que estará asaltando y robando carteras por el resto de su vida. Enciendo el motor. Morton me deprime. Morton deprimiría a cualquiera. Manejo sin saber a dónde voy. Doblar a la izquierda es lo mismo que doblar a la derecha o seguir adelante, es difícil escapar de Morton, el gueto no necesita direcciones, una vez que estás en él no te deja escapar tan fácilmente. No hago la conexión hasta haber dado toda una vuelta circular, de regreso al patio baldío infestado de obreros en busca de trabajo. “Remodelaciones Aceveda”. La tarjeta en su cartera. Richard desconociendo a Dimitri. Es un tiro de suerte, docenas sino es que cientos de obreros, electricistas y técnicos de toda clase buscan trabajos en lugares así. No tengo nada mejor que hacer.

                Ofelia Summers abre la puerta y me deja entrar a su hogar. Toallas húmedas sobre los sillones rancios de la sala, cocina en desastre, perro chillando en el patio. El sueño americano.
- Le darán de alta en la tarde, los doctores dicen que es un simple estado de shock. ¿Ha avanzado en su investigación?
- Quizás sí.
- ¿Quién le hizo eso?, ¿se encuentra bien?
- No es nada, diálogo con un sospechoso.
- ¿Ha estado buscando al asesino del ruso?
- Tengo que hacerlo, es mi trabajo aunque no me guste.
- ¿Le importa más el homicidio que el secuestro?- No es secuestro cuando la drogadicta le ruega que la violen a diario por unas cuantas dosis. No se lo digo. No por tratar de aliviar su pena, sino porque muero de sed. Me ofrece un vaso de agua y se sienta en la mesa de la cocina. Empapelado verdoso con formas de platos frutales. Marca de ausencia, un halo de mugre de forma cuadrada sobre una mesita al lado del viejo refrigerador.
- ¿Qué había ahí?
- Un televisor.
- ¿Lo empeñó su hija?
- No, ella se llevaba las pocas joyas que tenía, o radios pequeñas, cosas que pudiera cargar. La televisión la empeñó mi marido, no hay suficiente trabajo.- Richard entra sin prestarnos atención, se abre una lata de cerveza, bebe un poco, y eructa complacido. Ofelia le pide dinero para hacer compras, Richard le da cien dólares de su cartera. Mucho dinero para un simple electricista desempleado.
- ¿Ya arrestó a ese muchacho Taglia?
- No, aún no.- Enciendo un cigarro y me levanto de la mesa, salimos al patio de concreto para que Richard alimente al perro.
- Este perro, Lolo, es de Valeria, nunca le da de comer, ¿puede creerlo?
- Prefiere gastar el dinero en drogas, es natural.- No le cayó bien el comentario.
- ¿No tiene hijos verdad? No sabe lo difícil que es darles de comer, una buena casa…
- ¿Empeñando televisores?- Lo tomé desprevenido. Segunda vez en el día.
- Ah, eso, sí es que no he tenido suerte en el trabajo. ¿Hay algo que necesite detective?
- Si Taglia se aparece por aquí, llámeme.- Le pasé mi tarjeta y observó el ojo morado. Sonrisa maliciosa. Todos en Morton sueñan con ver cosas así. Hasta que alguien les roba en su casa o se pegan de tiros en su calle, entonces sí aprecian a los policías.

                No tengo reparos en salir de Morton. Me miro al espejo, el ojo hinchado me mantiene concentrado. Enciendo un cigarro y cuando me aburro enciendo la sirena. Los autos se hacen a un lado mientras hago mi espectacular escape de Morton. Siempre es lo mismo. No sé que gano, no sé qué pierdo, pero sé que poco a poco Morton corroe una parte de mí. El bullicio del precinto me parece un oasis de calma. Risas y burlas por mi ojo morado. Felton me asalta a medio camino.
- Llegas a tiempo Oz, ¿qué te pasó?
- Lorenzo Taglia, ¿le encontraste algo?
- Lo arrestaron, no hace más de media hora, posesión de marihuana, y venía drogado. Le confiscamos también un anillo, seguramente robado pero no ha dicho nada, está en trance de droga.

                Descendimos a las jaulas del precinto. Borrachos vomitando en sus celdas. Pandilleros paseándose como gavilanes. Las prostis embarazadas gritando sus derechos. Lorenzo Taglia sentado mirándose los cordones de sus zapatos. Le tenían una celda reservada para él.
- ¿Cómo quieres hacerlo?
- Déjame a mí, quédate aquí, avísame si se acerca alguien y no digas nada, este maldito me la debe.
- Eso debe doler.
- Le dolerá más a él.

 Felton puso cara de duro, captando por dónde iba la cosa, y quedó del otro lado de las barras. Taglia no notó mi presencia hasta que le golpeé en la cabeza con la culata de mi arma. Cayó al suelo, agarrándose la cabeza desesperadamente. Gritos ahogados por otros gritos. La jaula de locos, y los viernes por la noche, la jaula de locas.
- Me la debías patán.- Le levanté de la chamarra y le metí un gancho al estómago.- Eso fue por diversión.
- ¿Qué quieres de mí?- Se acurrucó en una esquina, mirada temerosa. Necesitaba una dosis, comenzaba a temblar. Tenía poco tiempo antes que las ansias le llevaran a admitir lo que fuera con tal de salir de ahí.
- Todos tus problemas pueden solucionarse si eres honesto conmigo.
- Solo dilo y ya.
- Encontramos a Valeria.- Se levantó de golpe y trató de acercarme, tratando de sacarme más información. Le golpeé en la cara con la pistola y regresó a su esquina.- Tranquilo, todo a su tiempo. Malditos animales… Ella está bien.
- ¿Dónde estaba?, ¿qué le ha pasado?
- La tenía Dimitri Kolonkov.- Mirada perpleja, no es difícil en drogadictos. Pude decirle que su madre la mantenía cautiva en su refri y habría tenido la misma sensación de revelación.- Murió esta mañana, tabique a la cabeza.- Lorenzo comenzó a reír y brincar de alegría.
- Gracias Dios mío, gracias. ¿Puedo verla o hablar con ella?
- ¿No eres muy rápido para pensar las cosas, verdad?
- Y Dimitri está muerto, que bueno, es genial.- Reía como un niño. Parecía realmente feliz. Me gustó arruinarle su momento especial.
- Me alegra que estés tan feliz, considerando que te encerrarán por homicidio. Cadena perpetua.- Arruiné su fiesta.- No tienes coartada, era tu chica, no la quisiste salvar en ese momento porque sería demasiado obvio, así que dejaste que la policía la ayudara.
- Pero, pero…
- Pero nada, estás severamente jodido, te llevaremos a juicio y el jurado verá un drogadicto violento. No volverás a ver a tu Valeria nunca más y nos deshacemos de ti para siempre.
- Pero usted sabe que eso no es verdad.
- ¿Y? Lo único que sé es que investigo la muerte de un sujeto que no me importa, lo único que me resulta doloroso es que no le hubieran matado antes. No importa ahora, con que esté muerto me basta, y si de una vez me deshago de ti, mejor.
- Pero, por favor, no puede hacerme eso…- Se hincó frente a mí agarrándome del saco, llorando desconsoladamente.- No a prisión.
- Niño, niño, me vales un rábano. Es más, en este momento me podrías decir que ese anillo era de tu abuela que no me interesa.
- ¿El anillo? No, es mío, yo lo compré.
- ¿Con tu salario de empresario exitoso?
- Me salió barato, Rupert me dijo dónde, él tiene muchas cosas empeñadas ahí.
- ¿Empeñados? Creo que más te vale explicar.- Se llevó la mano al zapato y extrajo un papelito arrugado y maloliente.
- Lo escondí ahí porque temía que me lo robaran, es mi recibo de compra, sabía que lo iba a necesitar. Los padres de Valeria creerían que lo robé y les quiero demostrar que no soy así.- Recibo de compra de la tienda de empeños “Horton’s Paw”.
- Mencionaste un Rupert, ¿quién es ese?
- Rupert Evans, le dije que quería comprarle un anillo a Valeria, él me dijo que había empeñado muchas cosas en “Horton’s Paw”, y que seguro habría algo lindo a buen precio. ¿Me van a robar el anillo verdad?
- Mira, lo más seguro es que tu abogado defensor, seguramente un imbécil pagado por el Estado, te haga firmar una confesión a cambio del anillo. Es mala suerte.- No me lo podía quitar de encima, tampoco al nombre de Rupert Evans. Felton fue quien recordó el nombre.
- Evans, claro que lo recuerdo, es a quien mataron en el atraco con el arma de Dimitri.- Empujé a Lorenzo, quien regresó a llorar a su esquina. Felton y yo salimos de ahí.- Sabes que no fue él, ¿verdad?
- ¿Qué diferencia hay?- Me toqué el ojo. Error. El dolor me hizo gruñir.- Si no conseguimos nadie alguien tendrá que pagar, si lo llevan a juicio está frito, ambos lo sabemos.
- Supongo que tienes razón. Será mejor entonces que revisemos los detalles del atraco, hay gato encerrado.
- Hace cuatro semanas Lorenzo y Valeria se fueron a Las Vegas, hace dos semanas ella desaparece y Dimitri mata a Rupert, probablemente por dinero, ahora Dimitri está muerto. El gato encerrado ya empieza a apestar.

                Regreso a mi escritorio. Regreso al bullicio cotidiano. Es santa paz comparada con Morton. Pensar que tendré que regresar a ese lugar me da escalofríos. Prefiero enterrarme en registros y oficios que pensar en la violencia diaria de ese hoyo negro. En un par de horas armamos una historia escalofriante. Felton y yo, en compañía de hamburguesas grasosas y soda empezamos a armar un rompecabezas escrito en los folios del departamento de policía y llamadas telefónicas.
- La cosa parece estar así- El teniente se interesó en el asunto y Martin quiso resumirlo.- Rupert Evans murió hace dos semanas, junto con Gonzalo Fermin, en lo que parecía ser un atraco de rutina.
- En realidad el atraco era una tapadera.
- Exacto, pues antes de eso su esposa Amanda murió durante un robo, golpe a la cabeza. No hay razón para sospechar que el marido estaba involucrado pues se encontraba trabajando.
- El botín entonces estaba entre Rupert Evans y Dimitri Kolonkov, quienes vendieron los artículos robados mediante Julian Horton y su tienda de empeños. Tiene sentido, ¿pero si ambos están muertos, quién es el tercer sujeto?- Tomé el teléfono e hice una llamada rápida. Martin y Vinnie paranoias con miradas de expectación. Cuando colgué el teléfono encendí un cigarro y mastiqué la información.- ¿Y bien?
- Llamé a “Remodelaciones Aceveda”, ellos estuvieron a cargo de una remodelación hace mes y medio en el domicilio de Rupert Evans.
- ¿Crees que al ver todo lo que podían robar decidieron hacer el golpe?- El presentimiento hizo que me ahogara con el humo del cigarro. Me levanté de golpe y tiré el cigarro en el café de Martin.
- Las remodelaciones necesitan electricistas, pregunté y me dijeron que fue Richard Summers. Apuesto que entre los artículos robados encontrará una televisión. Él era el tercero. Manden una patrulla para allá.
- ¿Tú adónde vas?
- Tengo que tomar el sol.

                No valía la pena esperar. Aceleré tanto como pude. El sol comenzaba a morir. Ya era hora, nos estaba matando. Regresaba a Morton evadiendo el tráfico lo más posible. Había sido un presentimiento, ahora era más que eso. Motivo, oportunidad y una línea de tiempo escalofriante. Estaciono frente al hospital y camino bajo el sol. Un último golpe de calor. La demencia continúa. Más enfermeras gritonas. Más heridos de bala. Más cuchillos enterrados. Más anfetas. Por alguna razón las escaleras del hospital me recuerdan a las del edificio donde vivía Dimitri Kolonkov. Me abro camino hasta su habitación, Ofelia me mira con miedo. Le tomo del brazo y le indico que nos deje solos.
- ¿Es usted el oficial que me trajo aquí?- Valeria estaba sentada en la cama, tomando una pastilla y preparándose para  irse.
- Detective Ozfelian. Larry Oz. ¿Te encuentras bien?- Asintió con la cabeza.
- Han sido dos semanas terribles.
- ¿Las recuerdas en lo absoluto?- Guardó silencio y miró las sábanas. Al menos aquí tenía sábanas.- Dimitri, ¿sabes que está muerto?
- Sí, me lo dijo mi mamá. No recuerdo nada de…
- Dimitri estuvo ocupado este mes, asesinó, junto con sus compañeros, a Amanda Evans, luego le robaron su casa.
- ¿De ahí sacó todo ese dinero que siempre andaba mostrando?
- Decidió que su tajada podía ser más grande, así que mató a Rupert Evans.
- ¿Su cómplice lo mató a él?
- No Valeria, fuiste tú. De haber sido por negocios le habrían disparado o algo así, no lanzado un tabique desde el techo.
- No, eso es…
- Estabas desmayada cuando llegamos, pero tú te provocaste ese estado, la cuchara aún estaba caliente cuando llegué.- Me miró con miedo y luego hacia el bulto de ropa que su madre le había traído. Oculto entre la camisa y los pantalones había un pequeño revólver.- ¿Entonces sí fue él?
- Sí.
- ¿Tu madre no lo sabía?
- Se lo dije por teléfono, antes que me trajera la ropa y el arma.- Quiso beber más agua pero se le acabó el agua de su vaso. Le robé una botella de agua al enfermo dormido de la cama de al lado y le serví un poco. Me apoyé contra la pared y encendí un cigarro. En teoría no debería fumar en hospitales. En teoría los hospitales son lugares sanos. En teoría los proyectos urbanizadores asisten a la calidad de vida. En teoría los padres no abusan de sus hijos. En Morton la teoría no sirve para nada.- Papá se dio cuenta que sabía…
- ¿Qué sabías lo del robo?
- Sí, empezó a traer cosas caras, radios, joyas, teles, de todo. Hace dos semanas, estaba furioso conmigo porque le llamé ladrón. Tuvo que regresar varias cosas a una tienda de empeños por eso. Me agarró del brazo y me llevó hasta Dimitri. El ruso le pagó quinientos dólares por mí, le dijo que me daría de comer y me daría mi medicina.- Terminó su vaso y perdió la mirada en el bulto de ropa.- A veces papá iba con Dimitri y me violaba. La verdad es que estaba tan drogada que no me daba cuenta de muchas cosas, pero le vi varias veces, y su olor también. No puedes alucinar esa clase de cosas.
- Por eso le pediste al doctor que no te regresaran a casa… Seguramente estará escondido.
- Sé a dónde le gusta ir.
- Llegué diez minutos tarde Valeria, ¿me entiendes? Dile a tu madre eso. Las perdí a las dos por diez minutos.- Apagué el cigarro con mi zapato y me preparé para salir cuando ella me habló.
- ¿Cómo sabe que no me iré a ninguna parte?
- Esto es Morton, ya estamos en ninguna parte. Si quieres desaparecer hazlo, pero ten en cuenta que tu novio está en prisión por sospecha de homicidio, y lo vamos a procesar si tú no confiesas.
- ¿Lorenzo? No le hagan nada, por favor, se lo suplico…
- Estaré al pendiente del teléfono.

                Ofelia esquivó mi mirada. Yo también la esquivé. Di varias vueltas a la manzana antes de comunicarme con el precinto. No daban con Richard Summers. Yo llegué tarde al hospital, ya se habían ido. Manejé despacio por Morton. No tenía prisa. No estaba en ningún lugar y cuando uno está en un lugar así, no importa la velocidad, es imposible salir. A medida que el sol desaparecía y la noche ganaba terreno las prostitutas se volvían más valientes  y se me ofrecían con mayor descaro. Al principio las espantaba con mi placa, al cabo de una hora necesitaba ser más persuasivo. Muchos polis acuden a ellas para relajarse antes de ir con la familia. Me es imposible aligerar el estrés en un lugar así. Cuando finalmente llegué al precinto subí los pies al escritorio, recliné mi silla y esperé en silencio. Valeria amaba a Lorenzo. Historia de amor del gueto. Podía escapar y no lo hizo. La cursilería adornada de miseria.

                Martin y yo acudimos al bar donde Valeria había asesinado a tiros a su padre. Llamó por el teléfono del cantinero una vez que todos los borrachos salieron corriendo. Omitió nuestra plática y se ciñó a los hechos. Richard Summers, cómplice de Dimitri Kolonkov y Rupert Evans, la vendió como esclava sexual al ruso, para ir y visitarle de vez en cuando. Dimitri fue descuidado, ella no estaba tan drogada como él creía, cuando salió del departamento subió al techo, sin saber muy bien qué quería hacer. Al principio pensaba en saltar al vacío, sabiendo que no había escapatoria. Cuando vio el tabique y escuchó la voz de Dimitri fue cuando tuvo la gran idea. Le lanzó el tabique y al ver que le había matado entró en pánico. Regresó corriendo al departamento y se inyectó su dosis para volver a dormir. Al salir del precinto, arrestada por homicidio y lista para ser sentenciada, su madre y Lorenzo Taglia la esperaban. De los dos únicamente Lorenzo lloró. Valeria tuvo que subir la escalera de la miseria, la escalera que mientras más subes, más te hunde. Finalmente salió de Morton para siempre.


No hay comentarios :

Publicar un comentario