miércoles, 22 de julio de 2015

En paralelo

En paralelo
Por: Juan Sebastián Ohem

Del escritorio del detective Larry Gustav Ozfelian
                El café del precinto sabe a ratón muerto. Debe haber algún patán, cada mañana, colocando ratones muertos en la cafetera. Seguramente el teniente. Él sería capaz de algo así. De todas maneras trago el café, la única manera de mantenerme despierto luego de un maratón de reportes y papelería. Cuando la llamada entró pasada la medianoche, pensé que sería un alivio de trabajo. Me equivoqué.

                Brian Phelps, 41 años de edad, un importante empresario especializado en hospitales y plazas comerciales. Paga sus impuestos a tiempo, dona grandes cantidades de dinero a beneficencias para niños huérfanos, tiene buen trato con sus obreros. Brian “Santa Claus” Phelps. Jojojo y blam! Bala a la cabeza.      Debo darle algún crédito, la sangre, los pedazos de cráneo y sesos formaban, alrededor de su cabeza, una especie de halo que le dotaba de un aura de santidad macabra.


                Un hombre de complexión robusta, tez aceitunada, pelo canoso y de barba mal cuidada. Las botellas de ron y vodka debajo de la cama y esparcidas en el diminuto buró decían todo lo que necesitaba saber sobre cómo vivió en esa madriguera. El asesino debió haber estado de cara al baño, Phelps fue asesinado frente a su ventana, a la derecha de la puerta, sangre adornaba las paredes, la puerta y la cortina de la ventana.

                La habitación era su cuartel general. Cajas de archivos, libros de medicina forense, reportes policiales de todo tipo, incluyendo de tránsito. Ese hombre estaba obsesionado. El caso de Edgard Phelps, su hijo de once años que fue asesinado, su cuerpo escondido en un desagüe cercano a su escuela. Fotos en el diario y en las revistas, el gran Brian Phelps y su corazón desgarrado. Frente a cientos de reporteros juró venganza, no descansaría hasta atrapar al culpable. Algo lo atrapó a él.
- Con la lluvia y el ruido habitual de este hotel nadie escuchó nada.- Martin señaló la cortina, una enorme mancha de sangre goteaba hasta el suelo.- La señora de la limpieza vio eso y pidió ayuda. Por lo que entiendo este hotel tiene una salida trasera, directo al estacionamiento, el asesino probablemente salió por ahí.
- La salida de la vergüenza, una oportunidad de oro para que el padre de familia salga avergonzado de este lugar sin tener que mirarle la cara al dueño del lugar.
- Quien por cierto está más borracho que un cosaco.- El comentario me hizo sonreír, Felton tiene ese efecto a veces.
- ¿Quién habla así?, ¿cuándo fue la última vez que viste un cosaco?- Felton refunfuña y se cruza los brazos. Miramos el cadáver sin decir nada, a nuestro alrededor los policías de uniforme y los peritos de escena del crimen tomaban fotos, buscaban huellas y llevaban a cabo su rutina mecánicamente.
- No lleva muerto mucho tiempo.- Dijo el perito. Me lanzó la cartera para que revisara su identificación.
- La sangre todavía gotea de la cortina al suelo Einstein, eso ya lo sé. Avísenos si encuentran algo útil, comparen la bala, huellas digitales, todas esas cosas.- El forense soltó una carcajada, les encantaba traer a los novatos consigo cada vez que sabían que yo estaría en la escena.
- ¿Algo interesante en su cartera?
- Dos billetes de cien, tres de veinte y una multitud de tarjetas e identificaciones. Tarjeta de su seguro, del seguro de su esposa, conserva la del seguro de su hijo. Credenciales de clubes, identificación oficial, licencia para manejar… Vencida, vaya, vaya.
- ¿Le vas a escribir una multa?- Felton recorría la habitación, maravillado ante el espectáculo de fólders, cajas de archivos y mapas de la ciudad.
- No me fuerces, o haré precisamente eso. Un pedazo de cartón blanco, M. 47 #649, parece una dirección pero si no sabemos qué es la M., es prácticamente imposible saber de qué va. La tarjeta de su compañía, PhelpsCo., otra tarjeta de la compañía con un número de teléfono escrita en la parte de atrás, y la tarjeta de presentación de un tal Franz Chelnik. No dice ocupación, número de teléfono o dirección.
-¿Qué son todas estas cosas?- Martin revisó las cajas de cartón y recorrió los folios oficiales de reportes.- Hay de todo, plantilla de docentes de la escuela Saint George, personal de limpieza del departamento de aguas y encargados de los desagües, reportes de tránsito…
- ¿No reconoces al fiambre?
- No, ¿debería?
- Deberías si vieras más los noticieros que las caricaturas. Vamos Martin, hay una viuda que visitar, te explicaré todo en el auto.

                La lluvia hacía imposible apretar el acelerador. Las luces de la sirena no podían llegar muy lejos, únicamente el ruido alertaba a los autos frente a nosotros. Durante el trayecto le di la versión que recordaba, Phelps el humanista, el hombre renacentista, quien perdió a su hijo de una manera misteriosa. Felton se rascaba el bigote y miraba por la ventanilla, sin decir nada, su mirada  perdida no me gustó. Quizás era el clima, quizás la naturaleza del caso, y particularmente del chico muerto, pero Felton parecía tomárselo de manera personal.
- Ya estamos llegando chico, quiero que te concentres, yo hablo con ella, tú dale una vuelta a la casa y revisa todo, botes de basura, agendas, lo que puedas.
- Espera, espera, ¿por qué estoy yo en la sección de basura?
- ¿Tú quieres darle la noticia? Adelante.

                Brian Phelps vivía en una elegante casa estilo tudor que quedaba en Houston #874. La viuda, Joanna Phelps, abrió la puerta al cuarto timbrazo, eran poco más de la medianoche. Vestida en su ropa de dormir nos miró casi con asco. Martin y yo empapados hasta la médula con caras de cansados.
-  ¿Joanna Phelps?
- Sí, ¿quiénes son?
- Detective Martin Felton, este es mi compañero el detective Ozfelian.- Inaudito.- ¿Podemos hablar con usted un momento?
- Claro detective Felton, pasen por favor. ¿Ha ocurrido algo?
- Alárgalo, dame tiempo… compañero.- Felton asintió levemente y acaparó la atención de la viuda como el teniente le había enseñado, permitiéndome hurgar entre sus cosas.

                Por un corredor alterno tuve acceso a la cocina, al parecer había cenado un sándwich, aquello no era exactamente la pieza crucial que buscaba. En el costado del refrigerador se encontraba imantada una hoja de papel con números importantes, doctores, compañeros de trabajo, policía, bomberos y “Chelnik”. El mismo nombre de la tarjeta misteriosa. No tenía mucho tiempo, Martin aceptó un café y tuve que correr para resguardarme en la oscuridad antes que los dos avanzaran. La puerta a un lado de la despensa conducía a las escaleras. El piso superior estaba a oscuras, apenas iluminado por los truenos de la tormenta de afuera. Una habitación cerrada con llave, una habitación repleta de ropa, maletas, toallas, herramientas, equipo de campamento y la clase de cosas que irían en una bodega. La habitación principal estaba desarreglada, la cama caliente, se había acostado para dormir cuando nosotros llegamos. Una taza de chocolate caliente aún humeaba en el buró. El otro buró de cama estaba vacío, el contenido de los cajones indicaba que le pertenecía a Brian, pero parecía que no dormía ahí desde hacía tiempo. En el bote de basura del baño había un paquete de condones, algo me decía que no los usó Brian Phelps. El cesto de ropa sucia fue menos informativo, nada de ropa de hombre, vestidos de mujer, ropa interior y una gabardina empapada que empezaba a apestar todo el cesto. Regresé con Martin sin hacer ruido, la esposa lloraba frente a una taza de café sentada en uno de los sillones de la sala, Martin miraba la suya propia apenado. Error de novato.
- Esto es horrible, primero Edgar y ahora mi marido. Lo debí haber imaginado, ¿entienden?- Retratos familiares por doquier, algunos miraban a la pared o estaban acostados. Los levanté, eran retratos con su hijo, de vacaciones, en la escuela, en casa de los abuelos, lo usual.- No toque eso.
- Disculpe.
- Brian se obsesionaba con esas fotografías, en el fondo nunca nos perdonamos lo que le pasó a mi hijo.
- No es su culpa señora Phelps.
- Tenía once años, ¿sabía que le gustaba llegar caminando a su escuela? Se sentía como un niño grande, un niño que necesitaba que lo abrazara y besuqueara por cinco minutos antes de salir para darle ánimos. Lo dejaba a una cuadra, podía caminar desde ahí, la calle siempre estaba repleta de niños de la misma escuela. El tráfico en esa calle era un infierno, era más cómodo para mí también.
- Su hijo era precoz, eso no es su culpa.- Martin trató torpemente de tomarle la mano y calmarla.
- Háblenos de su esposo señora Phelps.
- Es un buen hombre, ha hecho muchas obras de caridad, cobraba lo justo por sus construcciones, amaba a los niños y adoraba a nuestro Eddie. Se obsesionó tanto que se aisló de todos nosotros, cuando la policía desatendió el caso él comenzó a coleccionar reportes relacionados al caso, los tenía una habitación del hotel Hernan.
- Sí, lo vimos, fue bastante intenso.
- Casi nunca dormía en casa. No quería hablar con nadie, ni siquiera con Liam, su hermanastro, ni con su madre, ni con nadie.
- ¿Dónde está Liam?
- En Europa, Brian prácticamente lo mantenía porque Liam no puede quedarse en un solo lugar, es un aventurero.- Dio un fuerte sorbo a su café y trató de relajarse. Estaba roja de tensión y nervios.- Contrató a un detective privado, Franz Chelnik, para que le ayudara, Brian investigaba el caso en paralelo con él.
- ¿Cómo es este detective privado?
- No lo sé, lo vi una sola vez, solo sé que cobra muy caro y alimenta la obsesión de mi marido.
- Tenemos que hacerle la pregunta de rutina, señora Phelps, ¿dónde estaba usted esta noche?
- Bueno, tomé un café esta tarde con una amiga y vine sola a casa, y aquí he estado.

                Le pedí que me permitiera revisar su chequera y su estado de cuenta, quería tomar nota de su estado financiero. Joanna extrajo una caja de zapatos pulcramente ordenada. Aquello no podía ser obra de Brian el alcohólico. La pareja rozaba la quiebra, había recibos de pago a Franz Chelnik, boletos de avión para Miami y una entrada para un “congreso internacional de ingeniería hidráulica”, hoteles en Roma y Londres, pagos por la habitación de hotel y también había comprado un arma hacía unas semanas.
- ¿Qué es todo esto?
- Lo de Miami creo que tiene que ver con su trabajo, no lo sé. Brian era así a veces, no me decía todo. Se compró un arma aunque le rogué que no lo hiciera, ¿fue la misma arma que…?- No podía terminar la frase, yo no la ayudé tampoco. Nos despedimos y decidimos visitar a Franz Chelnik, los recibos de sus servicios mostraban la dirección de su oficina y la de su casa.

                Esperaba ver a Sam Spade abrir la puerta. Esperaba a un chico listo con sombrero y cigarro. Un hombre alto y fornido, con mirada de suspicacia. Encontramos a Franz Chelnik. Un sujeto de estatura media, un par de kilos de sobrepeso, incipiente barba y anteojos de montura gruesa. Nos miró fijamente, Martin y yo empapados y goteando, placas en mano y de mal humor. Nos dejó pasar a su departamento, traté de secarme lo más posible para encender un cigarro pero mi cajetilla se mojó tanto que aquello era amasijo de cartón, papel y tabaco.
- Aquí tiene detective.- Me dio uno de sus cigarros y lo encendí.
- Así que ahí está la cooperación entre detectives.
- No, vamos, usted es un detective real, yo soy más bien un investigador.- Nos mostró su licencia y su permiso para portar armas. Un revolver de bajo calibre, Martin se la llevó a la nariz, me miró y negó con la cabeza. No olía a pólvora quemada, no era nuestra arma.- ¿Le puedo servir en algo?
- ¿Además del cigarro?- Me apoyé contra la puerta y le estudié de pies a cabeza. Esperaba a un sujeto duro, un peleador como en las películas. Parecía inteligente, pero nada más.- Brian Phelps.
- Ah sí, el caso Phelps. Una tragedia.
- Ya lo creo, ¿cuánto tiempo lleva en el caso?
- Han sido cinco meses.- Felton hurgó entre sus cosas, revistas de medicina forense, novelas de misterio, todo lo que un amateur necesitaría.
- ¿Y?
- Y bueno, ha habido progresos considerables.- Alcé una ceja. Podía ser un chico tímido, o bien, podía estar jugando al inocente, sabiendo que los policías detestamos a los de su calaña.- He estado revisando y… Disculpe, ¿qué es exactamente lo que necesita?- Yo estaba buscando una pelea, al parecer él no. Di una larga calada al cigarro y tiré las cenizas en su sillón.
- ¿Tiene usted un auto?
- Sí.
- ¿Lo ha perdido?
- No, está estacionado frente al edificio.
- Ya. Entonces no somos policías de tránsito, ¿o sí?- Martin sonrió y se plantó detrás de él para ponerle nervioso.- Déjeme pensar… ¿Consume o distribuye narcóticos?
- ¿Qué?
- Es una pregunta sencilla señor Chelnik.
- No, claro que no.
- No, claro que no, pues entonces no somos de vicio. Así que veamos, es casi la una de la mañana, somos dos detectives con caras de cansados, preguntando sobre gente muerta, ¿qué podrá ser? Ah sí, casi lo olvido, detectives de robos y homicidios. Aunque casi siempre homicidios. Claro, no podemos insertar toda esa explicación en el registro, así que lo dejamos como “robos y homicidios”.
- Dios mío, ¿quién se… Brian Phelps.
- Bingo.- No fue melodramático, tomó asiento y suspiró.
- Se lo dije.
- ¿Qué le dijo?
- Me contrató para ayudarle en su investigación, pasé meses reduciendo potenciales asesinos, revisando a cuanto pervertido, pedófilo, pederasta y violador hay en esta ciudad. Reduje su número por quienes estaban en prisión, quiénes únicamente eligen niñas, toda esa clase de cosas, hasta un candidato prometedor. Se le había visto merodear por escuelas en ese vecindario y pasearse en su auto, una señora lo reportó por masturbarse en el auto frente a una escuela.
- Vaya Martin, encontraron a tu verdadero padre. ¿Cómo se llama el elegante?
- Bruce Nerdin, ahora tendrá entre sesenta y setenta. No tengo los archivos conmigo, se los quedó Brian.
- Brian decide asesinarlo, usted trata de detenerlo pero se sale de control, ¿es así?
- No exactamente, me contrató para matarlo. Estaba fuera de sí, borracho como siempre y tirándome dinero, le dije que no lo haría. No sé donde vive Nerdin, he estado checando con soplones y potenciales soplones, rastrearlo hasta su madriguera, me imagino que Brian le encontró. ¿Cómo fue que el señor Phelps murió?
- Feo.- Le di mi tarjeta.- Revise sus papeles y llámeme mañana cuando se le baje el alcohol y el sueño.
- Por curiosidad- Intervino Martin.- ¿dónde estaba usted esta noche?
- Mariner, es un bar a tres cuadras de aquí, traté de ligar con unas cuantas chicas pero mi cama está fría.
- ¿Porqué, no les atrajo el ángulo del buscador de pedófilos? Vaya muchacho, si eso no las atrae, mejor cómprate un Porsche.

                Regresamos a la lluvia. Regresamos en silencio. El día había sido largo, y el cadáver de Brian Phelps fue el último golpe. Desenterraron a su hijo del fango de una coladera. Desenterró la identidad de un monstruo. Ahora su familia lo enterrará en el fango. Felton parecía leer mis pensamientos. Mirando por la ventanilla a una ciudad inundada Felton se llevaba las uñas a los dientes.
- ¿Cómo puedes hacer eso?- Finalmente explotó.- Hacer chistes y tomarte las cosas a la ligera. Chelnik se refería a un monstruo que se masturba frente a las escuelas primarias esperando a que algún chico se extravíe para robarle la inocencia.
- Me mudé de regreso al apartamento de Samantha.
- Eso debe ser.
- Oye muchacho, no te lo tomes personal. Si dejas que te afecte algo así, no durarás mucho.- No dijo nada más. La noche había terminado.

                A la mañana siguiente decidimos hablar con los empleados de PhelpsCo. Su vicepresidente, mano derecha y mejor amigo, Leland Jones, nos dio un recorrido completo. La compañía era básicamente un piso de oficinas y contratos con empresas de construcción. Aún así Leland nos mostraba un reino que pronto sería suyo. Revisamos la oficina de Phelps mientras Martin le tomaba la declaración. Polvo en el archivero, lo que quería decir que nunca lo tocaba. El minibar, sin embargo, se encontraba limpio, y vacío. En el cesto de la basura una revista porno entre envoltorios de comida; en uno de los cajones una botella de ron; en su agenda personal, la cual no tenía anotaciones desde hacía semanas atrás, estaba repleta de números de línea caliente con adúlteras esposas o candentes colegialas.
- …Muy trabajador, y creo que en muchos sentidos era un hombre modelo sensible a las necesidades de la sociedad.
- Disculpe que le arruine el sermón.- Saqué la porno del cesto de la basura y la arrojé al escritorio.- Pero ambos sabemos que está mintiendo, y eso no me gusta.
- Sí, bueno…- Suspiró con pesadez, había leído los diarios con la noticia de su asesinato en primera plana.- Brian tenía problemas, sobre  todo a últimas fechas, pero realmente era un hombre preocupado por la sociedad, sobre todo desde lo que le pasó a su hijo.
- ¿Qué tanto cambió?- Preguntó Martin.
- Antes bebía, ahora se ahogaba en alcohol. Desde hace meses ha estado luchando con sus demonios, la verdad es que le pedimos que por favor no regresara a su oficina, que el equipo podía llevar a cabo sus funciones.
- ¿Se lo pidieron así nomás a un hombre gastado por el alcohol que no puede regresar a casa porque culpa a su propia esposa por la muerte de su hijo en manos de un pedófilo?- Encendí un cigarro y me planté frente a Leland. No dijo nada al principio, tratando de gesticular una respuesta. Le tomé del hombro y le senté en el sillón de la oficina.
- Está bien, está bien. La verdad es que…
- Y no mientas esta vez, sabré si estás mintiendo y eso no te gustará.
- Muy bien, ya les digo, la verdad es que acosaba a las empleadas.- Jones era un negro flaco y alto, tratando de parecer un reconciliador lo hacía parecer débil y patético.
- ¿En serio?
- Sí, es verdad, una de ellas, su antigua secretaria, quiso demandarnos, le prometí que arreglaría el problema.
- ¿Por eso lo mató?
- No, por Dios, ¿de qué habla? Eso fue hace un mes, tengo los papeles para probarlo.
- Llámeme paranoico, pero…- Felton quedó a su espalda, bufando sobre su nuca mientras yo me plantaba en cuclillas frente a él, cigarro en mano y tan cerca de su rostro que podía quemarlo.- ¿no será que nos está pintando el asunto de tal manera que haga parecer su muerte como algo relacionado a las faldas?, ¿no será que usted quiere su trabajo de tal manera que no le bastó correrlo de su propia oficina, sino que necesita mancillar su memoria?
- Oh Dios mío, ¿qué quiere de mí? Usted dijo que quería la verdad…- Exprimirlo fue fácil. Quizás demasiado fácil.
- Verdad, ¿verdad? Muy bien, dime una verdad, ¿dónde estabas anoche?
- Con mi esposa, como todos los lunes.- Me levanté y le dejé mi tarjeta.
- Si recuerda algo, llámeme. No me haga buscarlo.

                Preguntamos al azar a otros empleados, todos respaldaban la versión de Jones. Un hombre sensible que se fue convirtiendo en un acosador ebrio. Uno de los arquitectos tenía el rumor más candente, un nombre. Brenda Roman Wallace, esposa de Kevin Wallace, el ingeniero hidráulico.
- Usted es el único que lo mencionó, nadie más parecía saber algo sólido, todos sospechaban, pero nadie podía darnos un nombre, ¿cómo lo sabe?
- Bueno, es que trabajé con Kevin en un hospital para niños el mes pasado. No me malinterprete, el señor Phelps era un buen hombre, ese hospital lo construyó a mitad de precio. Realmente adoraba a los niños y él costeó parte del proyecto.
- Sí, sí, fascinante, ¿qué pasó ahí?
- El señor Phelps solo se aparecía en los días en que los obreros llevan a sus familias, siempre platicaba con algunas esposas, pero sobre todo con Brenda. Kevin me confió después que sospechaba un amorío.
- Interesante, ¿dónde está Kevin?
- No, no me malinterprete, Kevin no pudo haber sido.
- ¿Por qué él y Brian son tan buenos amigos?
- Porque está en Miami.

                Conseguimos la dirección de la pareja Wallace. Feliz matrimonio. Kevin ganó el premio a la esposa más bonita de la compañía. El trofeo es más grande que el del golf corporativo. Felicidades Kevin, te has ganado un boleto de avión a Miami patrocinado por el hombre que se está echando a tu mujer. En el auto Martin comparó la lista de llamadas de la casa de Brian Phelps, llamadas a todas horas. La mayoría de ellas en las horas en que Kevin estaría trabajando.

                Brenda Roman Wallace era una mujer hermosa. De complexión robusta y con algunas arrugas en el rostro conservaba cierto encanto innato. El diario sobre la mesa de la sala, una taza de café a un lado y un cenicero repleto de colillas. Debió haber leído la nota docenas de veces, probablemente esperando este momento. Nos hicimos pasar y Martin se preparó para curiosear por la casa cuando Brenda le sorprendió.
- ¿A dónde cree que va?
- Señora Wallace, puede confiar en mi compañero.
- Pero pensé que necesitarían una…
- ¿Una de estas?- Le mostré mi placa y le indiqué que tomara asiento.- No se robará nada, descuide. No es su estilo.
- ¿No es su estilo violar mis derechos constitucionales?
- No, no es su estilo su decoración, los elefantes de cristal y los payasitos que lloran dejaron de estar de moda antes de que empezaran a estar de moda.- Encendí un cigarro y me apoyé contra la entrada de la sala, inspeccionándola. Su cruzó de brazos y miró hacia abajo avergonzada. Sintió que la desnudaba con la mirada.- Disculpe señora Wallace, mejor hábleme sobre Brian Phelps.
- Brian y yo somos amigos.
- Mi novia y yo también somos amigos.
- Sé que el rumor en la oficina es constante, pero no era así. Brian y yo teníamos un amorío sentimental.
- Mi novia y yo lo mismo, somos muy sentimentales en la cama.- Ahora fue ella quien me estudió. No me sentí desnudo.
- Es usted despreciable.
- Es usted sospechosa.
- Está loco.
- No, usted está loca si cree que me iré de aquí con su resumen escueto y parcial de su relación con el difunto. Ahora dígamelo todo, desde el principio.
- Cuando conocí a Brian, en una fiesta de construcción, con mi marido, él estaba borracho y diciendo cosas obscenas. Pensé que era otro jefe acosador, no sabía sobre su hijo. Esa vez me miró a los ojos, luego de sugerir algunas cosas sucias, y empezó a llorar. Se disculpó como veinte veces conmigo. Le compré un café y nos sentamos a hablar, la verdad que le tenía lástima, pero con el tiempo fue una verdadera amistad.
- No me imagino cómo los compañeros de su marido pensarían algo distinto.
- Machistas ignorantes, amo a mi esposo pero trabaja en construcciones, es natural que sea un hombre celoso y en ocasiones misógino. Un hombre y una mujer pueden tener una amistad normal y asexual, pero eso es algo que ellos no saben, los obreros e ingenieros creen que comprenden a las mujeres. Son unos cerdos.
- Ya que usted le conocía tan bien, ¿qué me puede decir de estos últimos días?
- Me da miedo que usted lo descubra por su cuenta y después no me crea o me tenga por sospechosa.- Sacó un cigarro de su cajetilla y buscó con qué encenderlo cuando le ofrecí mi encendedor.- Brian contrató a Franz Chelnik, trabaja como investigador privado, se lo recomendó Kevin. Mi marido y Franz son amigos muy cercanos. La cosa está en que Brian Phelps no confiaba mucho en Chelnik estas últimas semanas. Le juraba saber quién pudo haber matado a su hijo, pero que no sabía dónde encontrarle. Aprovechando la cercanía entre Kevin y Franz, Brian me pidió que me acercara a Franz, sacarle información.- Le dio una fuerte calada al cigarro, la fotografía de Brian en el periódico de la mesa le acuchillaba directo al corazón.- Brian estaba empujando a todos, los alienaba con su obsesión y su alcoholismo. Empujó a su esposa hasta que casi se divorcian, pobre Joanna es la única razón por la que Brian no perdió todo su dinero. Es una maga de las finanzas, y cuando Brian quiso hacer el hospital para niños aunque tuviera que costear parte de los gastos de transporte de material, Joanna supo cómo sacar adelante a su marido con las cuentas.
- ¿Qué tanto desconfiaba de Chelnik?- Felton, estando a espaldas de Brenda me hizo una señal de negación. Nada interesante en su búsqueda.
- La verdad es que pensaba que Franz no hacía nada. Lo que Brian quería era encontrar al maldito y matarlo, Franz seguramente quiso evitar eso. Lo conozco de años y sé que no expondría a nadie a un peligro semejante.
- ¿Cómo se conocieron exactamente?
- ¿Franz y yo?
- Sí.
- Por Kevin, mi marido y Franz pasaron un año en una correccional juvenil. “Redondo”. No es lo que piensa.
- ¿Qué pienso?
- Nada bueno seguramente.- Se terminó el cigarro y resopló exasperadamente.- Franz y Kevin estaban borrachos y golpearon a otro chico hasta dejarlo inconsciente. El juez les quiso dar un susto de lo que sería de ellos si seguían ese camino y los mandó un año a Redondo, así se llamaba la correccional. Un lugar de mínima seguridad, casi sin subvenciones.
- Pero lo suficientemente oficial para mancharles la reputación para siempre.
- Así es, Franz no pudo ingresar a la policía y terminó trabajando independiente. Estaba muy determinado, Kevin le ofreció trabajar con su hermano en la empresa W&W, una cosa familiar. Franz no quiso, lo suyo es la investigación.
- ¿Encontró lo que Phelps buscaba cuando se mantuvo cerca a Chelnik?
- No, no realmente. No sé qué buscaba o que quería Brian, él era autodestructivo por completo.
- ¿Dónde está su marido ahora señora Wallace?
- Miami, en un congreso. Ahora, antes que piense mal, quiero decirle de una vez que fue Brian quien le pagó el avión y la entrada.
- ¿Por qué haría eso?
- No me mire así, cuando lo hace me da asco.
- Me confunde con una persona a quien le importa un rábano su sensibilidad, conteste la pregunta.
- Brian se sentía culpable, era como tener un amorío de verdad, solo que no era realmente un amorío. Kevin quería ir, hablaba de eso constantemente, es un congreso de ingeniería hidráulica, entonces Brian se lo pagó como una forma de hacer las paces o algo así. Supongo que, viéndolo en retrospectiva, no fue buena idea, da pie a pensar en cochinadas.
- Una última cosa, y aunque no lo crea es rutina, ¿dónde estuvo usted anoche?
- En casa. Sola. Sé que eso no suena bien, pero lo lamento, es la verdad.

                Había algo en lo que dijo que me mantuvo ansioso al salir de su casa. ¿Se trataba realmente de un amorío sentimental, algo entre amigos, o me estaba  mintiendo? Felton seguía distraído y ausente, seguramente pensando en Bruce Nerdin y niños muertos. Antes de subir al auto le pedí que me acompañara a entrevistar a los vecinos de Brenda. Preguntamos sobre actividades inusuales y si la habían visto anoche, a eso de la medianoche. Muy tarde, a esa hora casi todos estaban dormidos. Su vecina inmediata dijo que las paredes son prácticamente de papel, escuchó la televisión de Brenda hasta las diez. No demostraba nada, no confirmaba su coartada, pero su actitud me estaba cautivando, necesitaba saber si me decía la verdad. No se desarmó como Leland Jones ante la presión, había algo de fortaleza interior en ella y no sabía cómo responder a ello.

                Regresamos al precinto. Todo parecía apuntar a Bruce Nerdin. El pedófilo, el monstruo, el masturbador compulsivo. El carácter de Phelps, sin embargo, mostraba ciertos ángulos oscuros y sospechosos que valdría la pena explorar para estar seguros de ir en la dirección correcta.
- Bruce Nerdin. Tengo los archivos que Brian Phelps tenía en su hotel, trataré de darle algún sentido a ellos.- El teniente apoyó a Martin. Vinnie paranoias no podía estar más feliz, un sujeto rico y famoso muere y él queda a cargo del caso, y mejor aún, nuestro mejor sospechoso es un sujeto que está más loco que él.

                En el escritorio del teniente desparramaron los registros, expedientes médicos y fotografías del caso Phelps, y de casos en los que Nerdin era sospechoso. Mientras ellos se divertían con su mosaico del horror me dediqué a corroborar la coartada de Chelnik. Llamé al bar y pregunté a los muchachos de seguridad, al cantinero, a los meseros, etc., casi todos lo recordaban tratando de ligar a varias chicas, haciendo el ridículo por horas enteras. Llamé al motel Hernan, recordando su forma de herradura. Tiro a ciegas. Bruce Nerdin podía haber estado observándolo desde la habitación de enfrente. La habitación frente a la del fallecido fue rentada para una única noche, la del homicidio, pagó en efectivo y firmó como Walter Mink. Los clientes no están obligados a presentar identificaciones oficiales, podría ser cualquiera, e incluso podría no ser importante en lo absoluto. Revisé todas las declaraciones y entrevistas a los huéspedes del hotel, ningún Walter Mink.

                Después de comer con Sammy regresé al precinto, Felton y Simone seguían en lo mismo. Rompecabezas macabro. La oficina tapizada de fotografías de Edgar Phelps, el pequeño pecoso pálido de once años. Fotos de la escena del crimen, la cloaca a media cuadra de la escuela Saint George, ubicada en un terreno baldío que ahora se ha vendido para convertirlo en supermercado. Simone fumando ansiosamente mientras revisaba expedientes de toda clase. Felton contemplando las imágenes. Absorbiendo la obsesión de Brian.
- Es fascinante Oz. Phelps reunió expedientes médicos, declaraciones de testigos, hechos por la policía y por Franz Chelnik, tiene recortes de periódico, incluso entrevistas con los encargados del departamento de sanidad, que fueron quienes encontraron al chico.
- La autopsia no pudo revelar nada, el estado de descomposición, la temperatura de las tuberías, era una pesadilla forense.- Simone se quitó los lentes y se restregó los ojos.
- ¿Algo sobre nuestro pedófilo?
- Bruce Nerdin, sospechoso de dos casos de violación, ambos involucran menores de edad, se le ha reportado numerosas veces merodeando en lugares con niños, un reporte de masturbarse en su auto.- El teniente revolvió los papeles hasta dar con un folio.- Chelnik rastreó parte de su pasado, no paga impuestos ni tiene propiedades, pero ingresó a una academia militar de joven. Aquí se pone interesante, un día simplemente se fue de ahí. No quiso especificar porqué. El reporte del psicólogo, de dos semanas antes, menciona cambios de actitud repentinos y violentos.
- Lo manosearon entre soldados, educación superior.
- Seguramente. Su último trabajo fue en una empresa de seguridad privada, Sec-Force, ahora extinta. No menciona en qué fue empleado, se retiró hace unos años y nada se sabe de él desde entonces, aparte de los reportes y demás folios. Esta clase de investigación debió costar miles de dólares en sobornos y honorarios.
- Le costó la vida, eso es lo que importa.

                Franz Chelnik llamó a la puerta. Los tres nos sorprendimos de verle. Vestido ahora de traje y bien rasurado. Nos extendió un sobre manila.
- No supe cómo decírselo ayer. La verdad es que tampoco supe cómo decírselo al señor Phelps, de hecho nunca se lo dije, él se enteró por su cuenta.- El teniente abrió el sobre y desparramó las fotografías encima de las del cadáver de Edgar Phelps. Joanna Phelps con Leland Jones en toda clase de posiciones sexuales.- Siempre me cuesta trabajo ese tipo de cosas, decirles a mis clientes que sus esposas o esposos tienen amoríos con algún amigo cercano. La verdad es que no soy muy bueno en mi trabajo.
- No tan rápido, no tan rápido, ¿cómo pasó esto?
- ¿Necesitas un manual Martin?- Encendí un cigarro mientras el teniente acomodaba a Chelnik en una de sus sillas.
- ¿Cuándo le pidió el señor Phelps que siguiera a su esposa y qué quiere decir con que se enteró por su cuenta?
- Poco después de pedirme que matara a Nerdin, me rogó que siguiera a su esposa. Brian estaba fuera de control, había alienado a todos y ahora sospechaba de todos, sobre todo de su esposa, pues ésta le había mentido en un par de ocasiones acerca de cómo ocupaba su tiempo. Acepté seguirla y tomé las fotografías, es en la casa de Leland Jones, el compañero y vicepresidente de PhelpsCo.
- ¿Qué quiere decir con que se enteró por su cuenta, él también seguía a su esposa?
- No, no fue así. Vino a mi oficina, borracho como siempre. Le dije que no había encontrado nada, como le dije no soy bueno para dar malas noticias. No me creyó, forcejeamos y al ver el sobre en mi escritorio se lanzó sobre él.
- ¿Cuándo fue todo esto?
- El viernes.
- La gabardina mojada en el cesto de ropa sucia, sí salió esa noche. Estábamos tan ocupados con encontrar a Bruce Nerdin que nos olvidamos de lo más obvio.
- Ella hereda el dinero y Leland Jones hereda a la compañía, tienes razón Ozfelian, nos dejamos llevar por los agravantes.
- No le creí cuando me dijo que mataría también a su mujer, él siempre amenazaba con matar a todos cuando estaba borracho.
- Veremos el asunto a fondo, ¿qué ocurre con Nerdin, sigue sin saber dónde está? Nosotros hemos intentado su último domicilio y no hemos encontrado nada.
- Intenté lo mismo, oficialmente no existe, ni siquiera hay registro de posibles amigos pedófilos. Es por eso que he estado hablando con los camellos y los vagabundos. Les pago semanalmente y lo único que tienen que hacer es mantener los ojos abiertos. Me estoy concentrando en áreas cercanas a escuelas. En cuanto ellos me den el pitazo les aviso.- Se quitó los lentes y los limpió con un poco de gaza, parecía derrotado.- El señor Phelps pagó mis honorarios a tiempo y fue más que generoso conmigo, yo creo que lo mínimo que puedo hacer es ayudarles a ustedes de mi propio bolsillo. ¿Nos mantenemos en contacto?
- Me parece perfecto señor Chelnik, le agradecemos su ayuda.
- Quería ingresar a la fuerza policial teniente, ¿usted cree que haga todo esto para que sea aceptado?- Preguntó Felton cuando Franz Chelnik se había ido.
- Si damos con Nerdin no solo lo aceptarán Martin, le ascenderán a sargento.

                Orden de captura para Joanna Phelps y Leland Jones. Nada demasiado oficial, los ricos no son esposados así como si nada. El teniente Simone tuvo que explicarse ante el capitán Parkman por media hora. Joanna no se resistió ni llamó a un abogado. Leland llegó en compañía de su esposa, ambos echando humo. Para ser tan patético, Jones realmente sabía actuar. Joanna está forrada de dinero. Joanna tiene amigos en lugares importantes. La ecuación es sencilla y resulta en que no le llamemos interrogatorio ni se me permita ablandarle con un listín telefónico. Le llamamos entrevista. La misma habitación de espejo doble.
- Están locos. ¿Por qué haría algo semejante, no cree que haya perdido suficiente?
- Perdió a su marido hace mucho tiempo, cuando sucumbió ante la bebida y la culpó en secreto por lo que le ocurrió a Edgar.- El teniente fue tajante, me sacó de la sala de interrogatorios para que viera tras el espejo falso. Vinnie paranoias se encarga de las cámaras, los periódicos, los laureles y las entrevistas, el viejo mago de Oz se ocupa de los rateros, las prostis, los camellos, los violadores, y las ocasionales torturas.
- Sí…
- ¿Fue difícil ese período de alejamiento?
- No era alejamiento, era autodestrucción. ¿Qué estoy diciendo? Me quiere confundir para que acepte algo que no hice. No maté a mi marido.
- ¿Cuánto dinero hereda de la muerte de su marido?
- ¿Cree que puede tratarme como una cualquiera?
- Disculpe, tiene usted razón. Como policías a veces nos dejamos llevar por la violencia diaria. Mis disculpas.
- Eso suena mejor.
- ¿Cuánto hereda del sensible fallecimiento de su amado esposo?
- No soy una harpía, no me casé con él por el dinero. Mis padres tenían dinero.
- ¿Porqué se casó con él?
- Por amor. Él era muy distinto a como… Nos conocimos cuando yo era enfermera, me especializaba en asistencia a recuperación motriz, para casos de accidentados o niños con parálisis. Su hermano tuvo un accidente y así le conocí. Nos enamoramos desde la primera cita.
- ¿Por amor entonces?
-Sí, sí por amor. Si yo no he llamado a mi abogado es porque estoy segura que…- Vincent el loco soltó las fotografías sobre la mesa.
- ¿Y Leland Jones, se lo echaba por amor?- Dio un manotazo a la mesa metálica que tiró el café de Joanna al suelo.- Su marido lo sabía y quería venganza.
- No, no, no…
- Brian estaba loco de furia, Brian era un borracho, Brian estaba en la línea entre la vida y la muerte.
- No, no, no, no….
- Sí, sí señora Phelps. Sí Joanna. Acéptelo.- Joanna rompió en lágrimas. Vincent dio otro manotazo.- Su esposo juró que la mataría, es defensa propia si él la atacó primero.
- No me atacó.- El llanto se volvió incontrolable.
- ¿Entonces qué pasó anoche?
- Lo mismo que pasó cuando Edgar desapareció. Soy una idiota, eso es lo que pasó.- Arrebatos de ira y de llanto. Vincent en cuclillas a su lado. Quitándose los lentes y tomándole la mano. Simone su amigo y confidente.
- No digas eso Joanna.
- No, es cierto, es cierto. Quería ir a tomar un café con una amiga, Eddie llegaba diez minutos tarde, no le di importancia, pensé que estaría tan seguro como siempre, aunque esta vez había menos niños en la calle. No contaba con el pervertido de Bruce Nerdin, una mano en una escopeta y la otra en sus pantalones. Perdí a mi bebé de vista y soy una idiota por eso.
- ¿Y ahora?
- Tenía a Leland entre las piernas mientras el psicópata que lastimó a mi hijo mataba a mi esposo. Estábamos en mi casa, fue una noche tranquila entre nosotros…
- Entre ustedes.

                La pareja Jones se resistía a ir a cualquier sala de interrogatorio, o en su caso de “entrevista”, sin que antes se les explicara el motivo. Simone encendió un cigarro y sonrió. Relaciones públicas es su especialidad. Felton estaba hasta el copete en excusas, disculpas y evasivas.
- ¿Leland Jones?
- ¿De qué se trata esto?- La esposa de Jones, Mildred Gill, un negra alta y orgullosa gritaba a todo pulmón.- ¿Ustedes creen que pueden arrestar a dos negros por el solo hecho de ser negros?
- Calma señora, es solo una entrevista que necesitamos llevar a cabo para nuestra investigación. Señor Jones, ¿dónde estaba usted anoche?
- Estaba conmigo.
- Sí, así es, estuve en casa con mi esposa, ya se lo expliqué al detective Ozelian.
- Ozfelian.
- Sí, a él.
- Creo que deberíamos hablar en privado.
- No tengo nada que ocultar.- Le mostró una de las fotos. De rojo colérico a pálido.- Juegos sucios y baratos, llamen a mi abogado.
- ¿Qué es eso?
- No es nada mi amor, ven, ya nos vamos.- Tomó a su esposa de la mano y la empujó entre los escritorios.- Con mi abogado, ¿me escuchó? Ni siquiera se me acerquen si mi abogado no está conmigo.

                Las sorpresas no terminaron. Poco después la llamada entró y todos saltamos a mi escritorio. El escuadrón de vagabundos hizo lo suyo. Algún camello lo reconoció y pasó el pitazo. Ejército de miseria con policías como gatilleros. Había magia en el aire. Bruce Nerdin en la calle Mons esquina con la 47, número 649. Patrullas. Luces rojo y azul pintando la ciudad. Llamadas. Gritos. Radios. Códigos. Revólveres armados. Escopetas cargadas. Patadas contra las puertas. Drogadictos huyendo como cucarachas en un bote hundiéndose. Los psicólogos lo llaman coitus interruptus. Se aguó la fiesta. Bruce el violador. Bruce el amante de niños. Bruce el gentil. Bruce el masturbador compulsivo. Bruce nos miró desde el suelo. La lengua casi tocaba el suelo. Las moscas disfrutaban de la sangre seca. Anticlímax. Proclive a cáncer de próstata.
- Madre de Dios.- Felton lo tomó mejor que yo. Los policías de uniforme tuvieron que retenerme de los brazos. Gritos. Maldiciones. Más de un ojo morado. Todo entre los hermanos de la fuerza.
- Ozfelian, cálmate o estás fuera del caso.- El teniente se quitó los lentes y dejó escapar una leve sonrisa. Estábamos en el cuartel general del coronel pedofilia. La gruta del monstruo. Las fauces del lobo. Vinnie lo llama Disneylandia.

                Pared a pared de obscenidades. Porno infantil sobre  la silla, sobre el escusado, sobre la cornisa de la ventana mugrienta. Colchón sin cama, condones usados, ¿sería mayor de edad su última víctima? Cucarachas corriendo por doquier, devorando cajas de pizza y cartones de helado. A un lado de la ventana una escopeta cargada que no tuvo oportunidad de utilizar. El rostro de Bruce nos seguía mirando, era un hombre paciente. La lámpara a su lado contaba la historia. Había sido brutal. Había sido un huracán de furia. Moretones por doquier, rostro inflamado. Sangre en los costados. El martillo al lado de su calva fue quien puso fin al encuentro. Un buen pedazo de su cerebro sirvió para alimentar a las ratas. En sus últimos momentos de vida Nerdin hizo lo que había hecho siempre. Sus calzones estaban sucios. El esfínter se afloja frente al miedo y al repentino relajamiento de todos los músculos, añadiéndole un olor especial a la escena. Un verdadero Rembrandt.
- Ustedes tres, entrevisten a todos. Si no se dejan… convénzanlos.- Simone dando órdenes mientras yo me tranquilizaba golpeando la pared. Martin miraba por doquier, encontrando a sus pesadillas cristalizándose frente a sus ojos.- Lleven retratos de Brian Phelps, pregunten por él. Ustedes dos y Felton, comiencen a procesar la evidencia. Todo aquí es desagradable, así que llévense todo, seguramente servirá para otros casos de violaciones y estupro.
- Ozfelian, respira profundo y cálmate, o vete, no podemos tenerte histérico en la escena del crimen.
- ¿Escena?, ¿porqué en singular? Este monstruo es responsable de… Oh, por Dios.- Encendí un cigarro y le tiré una mirada furiosa al perito de escena del crimen para que no me lo recrimine.- Díganle adiós a nuestra hipótesis inicial.
- Phelps no tuvo misericordia.- Debajo del cadáver había un folleto de la ciudad que destacaba a las escuelas para las familias que se mudan con hijos pequeños. Círculos rojos en casi todas ellas.- Tiene marcado todo un tour de visitas, incluyendo el Saint George. ¿Cómo lo encontró Phelps?
- Buena pregunta.- Me senté en el inodoro, a tres metros del cadáver, y en medio de una docena de agentes. Me golpeé la frente con la palma de la mano. Olvidadizo. Dejé que mi odio nublara mi juicio.- Soy un idiota, lo había olvidado. M. 47 #649., eso tenía apuntado Phelps en su cartera.
- ¿Teniente? Oz tú también, creo que querrán ver esto.- Martin nos lo mostró. Biblioteca de la demencia. Libros sobre cómo la CIA tiene máquinas que leen la mente, sobre cómo los judíos y los marcianos están aliados. Fascista perturbado. Entre los libros había una foto vieja y raída en blanco y negro que le mostraba de uniforme, décadas atrás.
- Secu-Force, su único trabajo.
- ¿Dónde está tomada?- Estaba en compañía de otros cinco sujetos de uniforme. Detrás de ellos había un muro y un árbol. Imposible determinar dónde había sido tomada. En el reverso de la fotografía había una leyenda “JR.”- ¿Junior? No tengo idea.
- ¿Señor? Ya tenemos dos declaraciones que ponen a Brian Phelps aquí el día de su muerte.
- ¿Hora?
- Entre las ocho y las diez.
- ¿De aquí al motel?
- Así parece Oz. Tiene sentido, y a la vez no lo tiene.
- ¿Demasiadas piezas en el mismo rompecabezas?
- Exactamente.

                La tarde se nos fue recogiendo la basura con la que Nerdin había infectado al mundo. Su habitación minúscula era reflejo de su mente enferma. Demasiadas fotos de niños desnudos. Más de una es demasiado. Felton sintió náuseas después de unas horas y se retiró. Compra y venta de fotografías pornográficas. Suficiente dinero como para llevar su estilo de vida. No es vida, es su contrario. Impedimos a los chicos de la morgue con toda clase de excusas. Queríamos verlo. Creerlo. Su rostro deformado por los golpes daba final a eso que fue su vida, su no-vida. Una vida de robar vidas. Simone no tenía que decirlo, ambos lo pensábamos, ambos lo sentimos. Luego de cinco horas de analizar cada centímetro de aquel lugar únicamente quedamos nosotros dos del equipo original de matones policíacos. Teníamos que quedarnos. Teníamos que asegurarnos que estuviese muerto, que las fotografías no se movieran, que los ojos de esos chicos no parpadearan. No se había acabado, la miseria tiene una forma de multiplicarse. Los vecinos de Nerdin desaparecieron en cuanto vieron sirenas. ¿Cuántos de ellos escucharon los chillidos de los críos que Nerdin llevaba allí? Ninguno hizo nada. En sus miserables ratoneras escuchando en silencio los lamentos de los niños sin inocencia. Brutalidad. Ni el capitán Parkman se atrevió a entrar.

                Encendimos la radio policíaca durante nuestro escrutinio. Inundar el lugar con estática y voces, códigos y normatividades. La fría impersonalidad de la civilización. No era eso realmente. Temíamos, o sabíamos, que si quedábamos en silencio, lo escucharíamos. Algún lejano eco, como traído del infierno, como si se hubiera quedado en esas cuatro paredes, los lamentos de los niños, los rugidos de la fiera, los gemidos de Nerdin. El viejo estaba muerto, sus fantasmas no. Cuando terminamos nuestro trabajo nos retiramos sin decir nada. No nos despedimos, no era necesario, ningún “buenas noches”, aquello habría sido sadismo. Subí el volumen de la radio en el auto, no era suficiente. Escalofríos. Podía escucharles.

                Parada técnica a un bar. Ron, cerveza, vodka, valor, tranquilidad, embrutecida paz. Departamento de Sammy. Mirada inculpatoria.
- Dijiste que dejarías de beber y de fumar.
- No preciosa, dije que dejaría de beber solo si seguía con el cigarro, o en su defecto dejaría el cigarro si aumentaba mi bebida.- Me tiré al sillón, encendí un cigarro y abrí otra cerveza. Podía escucharles todavía.
- Estás fumando y bebiendo Oz.
- No, no, estoy disminuyendo las dosis de ambas adicciones. Es tan lento el proceso que parecería que no avanzo en lo absoluto. Tampoco notamos la rotación de la Tierra, “y sin embargo se mueve”, dijera Newton.
- Galileo.
- Como sea.- La mirada no se iba.- No empieces, no quieres saber lo que vi.

                Dormí de a ratos en el sillón. Los ronquidos de Samantha me tranquilizaron. Quedaba algo en el mundo, algo decente por lo que valía la pena cepillarme los dientes y vestirme. Llamada al amanecer, el teniente. La familia de Phelps en el precinto en una hora. Ya me había terminado de cambiar. Salí sin despedirme cuando Sammy aún roncaba.

                Liam Phelps era la única familia que le quedaba a Brian. Hermanastro por parte del primer matrimonio de sua madre, según su propia introducción. Un esbelto y pecoso pelirrojo con unas pocas canas. Al compararle con Brian Phelps su hermanastro parecía ser diez años menor.
- Entiendo que Brian nunca fue el mismo desde lo que ocurrió con Eddie.
- Fue un año difícil. -Se sentó en mi silla y se sirvió una taza de café.
- ¿Sabe a rata muerta verdad?
- Dios, esto es horrible. Tiene razón, sí sabe a rata, probé carne de rata una vez en India.
- Usted viaja mucho, según me confió su cuñada.
- Sí, bueno, es todo gracias a mi hermano, y me mantengo con lo poco que trabajo. No todos somos tan afortunados de tener a alguien como Joanna. Ella prácticamente le ordenaba la vida. Fue así desde que se conocieron, él estaba… No es fácil, ¿han capturado al maldito?
- Hemos capturado a un maldito. Directo a la morgue, su hermano finalmente encontró al hombre que buscaba.- Sus ojos se iluminaron más que los míos. Navidad para él, pero había sido Halloween para mí.
- Juró que lo haría, desde el primer momento, él juró encontrar al bastardo y matarlo. Nunca pensé que lo dijera en serio, supongo que no lo conocí tan bien como creía.
- ¿Cuánto tiempo lleva sin verlo?
- Diez, once años, perdí la cuenta.
- Es bastante tiempo.
- No pude ver crecer a mi sobrino, eso es lamentable. He pasado casi todo el tiempo en Irlanda, la tierra natal de mi padre, lo juré desde el accidente.
- ¿Accidente?
- Sí, por poco me muero en el auto. Joanna fue mi enfermera todo un año, en el Mercy Hospital, así conoció a Brian. Todo fue muy rápido, se casaron cuando ella ya estaba embarazada, tuvo el hijo en el mismo hospital, por un tiempo todo fue perfecto para ellos, y yo disfrutaba de Europa…
- Patrocinado por su hermano.
- Sí, en parte, y ellos vivieron muy felices hasta… Un año difícil. Brian me escribió muchas veces sobre cómo mataría al enfermo que lastimó a su hijo, tenía un arma y todo. Supongo que tener un arma no era buena idea.
- Supongo que no.

                La resaca comenzaba a afectarme. Dejé que el teniente se hiciera cargo del asunto. Mi estómago daba vueltas. Mi mente daba vueltas. Quería golpear algo, me decidí por Leland Jones. Recluté a Martin sobornándole con donas y café que no fuera la porquería del precinto. Desayuno de campeones. Al llegar al domicilio de los Jones nos encontramos con camiones de mudanza.
- Tú, ven acá.- Mostramos placas y detuvimos el bullicio de los cuatro trabajadores.- ¿Qué hacen?
- Mudanza, para eso nos pagan jefe.- El camión tenía un enorme letrero que decía “Walter Mink & Winston Lugo. Mudanzas Internacionales”.
- Estaba pensando en llamarles.- Mildred Jones salió de la casa y lanzó miradas de odio a los trabajadores.
- ¿Se van a alguna parte?
- Yo no, el idiota de mi marido. Quería hablarles para decirles la verdad.
- ¿Leland no estuvo con usted la noche del homicidio?- Asintió con la cabeza.- Quien sabe porqué no me sorprende.
- El gusano me dijo que estaba trabajando esa noche, pero como nadie creería eso, yo tenía que cubrirlo, darle una coartada confiable.
- Señora Jones, ¿sabe usted si Leland es objeto de chantaje?- Ella nos miró perpleja.
- Él confesó todo anoche, me dijo que ustedes tenían fotos, pero que nunca las había visto antes. Yo reviso nuestra cuenta bancaria constantemente, me daría cuenta si el gusano sacara mucho dinero. No creo que lo estuvieran chantajeando. Es tan cobarde que seguramente me lo hubiera dicho.
- ¿No cree que es un poco exagerado?- Martin señaló los camiones.- ¿Tiene tantas cosas su marido que necesita rentar un camión de mudanzas?
- Claro que es exagerado, supongo que el maldito es demasiado perezoso para hacerlo él mismo.- Los cargadores sacaron un escritorio y nos pidieron que nos quitáramos de ahí. Dejamos de estorbar al entrar a la cocina.- Esta compañía cobra una fortuna, pero no importa, él lo paga.
- Ahora que tiene el trabajo, y el salario de Brian Phelps, supongo que puede hacerlo.
- Y su esposa.
- ¿Sabe dónde podemos encontrarlo, se encuentra en su trabajo?
- No, salió un momento pero dijo que regresaría. Enséñenle una lección a ese cerdo. Yo lo haré, no firmó ningún contrato prenupcial, así que puede huir, pero no escapar de mis abogados.- Martin vagó por la cocina y la sala mientras hablaba con Mildred. Regresó de la sala corriendo.
- Oz, ¿recuerdas el nombre de Walter Mink?- Me quedé pensando un segundo. La falta de sueño y el departamento de los horrores habían hecho que lo olvidara.
- Dios mío, tienes razón, Walter Mink tenía rentada la habitación que miraba directo a la de Phelps, ¿es el dueño de esta compañía de mudanzas?- Felton me entregó el recibo de pago de la compañía. En la parte superior llevaba el membrete “W&W”. Cuando Joanna lo dijo pensé que querían decir “Wallace & Wallace”, asumí demasiado.

                Llamé al precinto, el teniente tenía noticias. Leland Jones había salido para allá, confesado el amorío y apoyado la coartada de Joanna Phelps. Afirma haber ido a comprar comida china poco antes de la medianoche, lo cual fue confirmado por los vendedores del lugar, quienes recuerdan haberle vendido dos paquetes jumbo esa noche. No hay suficiente tiempo desde el restaurante al motel Hernan.
- Ambos tienen una buena coartada, vergonzosa, pero si lo ubican en ese restaurante de comida china…
- Descuide teniente, aquí tengo algo que le podría gustar. Leland Jones contrató a una compañía de mudanzas, “W & W”, Brenda Wallace me dijo que el hermano de Kevin trabaja en ella. Aquí viene lo interesante, el nombre completo de la compañía es “Walter Mink & Winston Lugo”.
- Walter Mink quien se había registrado en la habitación frente a la de Phelps la noche del homicidio, y la única persona a quien no se le entrevistó. Ya había pensando en ello, por eso revisé el nombre, no era un nombre inventado, pero Walter Mink murió hace años. Veinte años para ser exactos.- Pude escuchar que estaba fumando detrás del teléfono.- Una última coincidencia Ozfelian, encontraron el arma homicida. Un niño se la mostró a su mamá, la encontró en el basurero de un callejón.
- ¿Dónde?
- A una cuadra de la casa de Brenda y Kevin Wallace.
- Madre de Dios, no lo pensé antes. Kevin no está en Miami, está escondido.
- El congreso de ingeniería no guarda registro de los visitantes.
- Caímos en la trampa. Nos dejamos llevar y al final era mucho más simple de lo que creíamos, no era sobre Edgar, eran celos puros y bien justificados.

                Nos despedimos de Mildred y subimos a mi auto. Aún tenía ganas de golpear a Leland, pero me conformaría con Kevin. Martin no entendía lo que pasaba. No me sorprendí. Es un buen chico pero a veces no presta atención a los detalles. Tardé en ordenar mis ideas para explicarle a Martin lo que ocurría. Balde de agua fría sobre mis hombros. Estábamos tan cerca de la pintura que no distinguíamos los trazos.
- Kevin Wallace sabe que su esposa tiene un amorío con su jefe, renta una habitación frente a la de Brian, le vigila, cuando éste regresa de matar a golpes a Bruce Nerdin, Kevin le vuela la tapa de los sesos y se va.
- Pero pensé que estaba en Miami.
- Martin, míralo de esta forma, sospechas que tu jefe se acuesta con tu mujer y de pronto te regala un viaje para que dejes sola a tu esposa, ¿realmente te irías con la conciencia tranquila?
- No sé Oz, es solo que el ángulo de Edgar y Nerdin era demasiado obvio para no verlo, y si a eso le sumamos Chelnik, Joanna y Leland, son demasiadas cosas a la vez.
- Así es la vida muchacho.
- ¿Realmente crees que Joanna nos mintió? Me refiero al amorío sentimental.
- No lo sé. Es difícil saber quién nos está mintiendo en todo esto, hay muchos jugadores, cada uno con un buen motivo.
- Sí, y perdimos a dos de ellos porque aún si tuvieron el motivo, no tenían la oportunidad. Es como ver dos trenes en colisión, Brian Phelps mata a golpes al hombre que violó y asesinó a su hijo, y una o dos horas más tarde, cuando está pensando sobre lo sucedido en su habitación de hotel, el marido celoso le pone una bala en la cabeza.- Martin me  miró intensamente por unos momentos. Casi parecía pensar.- ¿Hay algo que no me estás diciendo Oz, algún ángulo que te estés jugando?
- Ya lo verás pequeño saltamontes, todo a su debido momento. Es solo una teoría que me gustaría experimentar por mí mismo.

                La casa del matrimonio Wallace estaba vacía. La vecina nos ayuda a encontrar a Brenda, le confió que visitaría la primaria estatal número 38, tenía una cita con el director Roger Ortiz. Pedal al metal. Hule quemado en el pavimento. Sin sirena, no quisimos asustar a los niños, ya habíamos enfrentado a uno de los monstruos que sabían dar miedo. Brenda Wallace se despedía de un hombre calvo y envejecido prematuramente, probablemente el director Ortiz. Momento de la intercepción.
- ¿Señora Wallace?- Aplicamos la clásica rutina. Martin se posicionó detrás de ella en caso que intentara huir, yo le llamé la atención para mantenerla ocupada en mí.
- Me asustaron.
- ¿Sabe dónde se encuentra…- Me llevé  las manos a la corbata. El novato metió la pata de nuevo. La corbata significa “cállate ahora mismo”.
- Señora Wallace, quería hacerle una pregunta, pero antes de eso, ¿qué hace aquí?
- ¿Este es un país libre no?
- Eso dicen los políticos. Conteste la pregunta.
- ¿Sabe una cosa? Usted tiene una pésima actitud.
- Créame, he estado muy civilizado estos días, conteste la maldita pregunta, ¿qué hace en esta escuela, quiere trabajar aquí?
- Muy bien, ya, les diré. La última vez que Kevin y yo visitamos a Franz en su oficina vi una tarjeta en su escritorio, del director Ortiz, de esta escuela.
- Fascinante descubrimiento, ¿quiere que llame al periódico?
- Déjeme acabar. No confío en Franz, realmente creo que no estaba haciendo nada, pienso que Brian tenía razón.
- ¿Qué le hace estar tan segura de ello? Descubrió a Bruce Nerdin.- Martin interrumpió de nuevo. Esta vez casi me ahorco arreglándome la corbata.
- Entre Kevin y yo le llamamos docenas de veces, es buen amigo de nosotros y de la familia de Kevin, la cosa está en que le llamábamos a todas horas y siempre estaba en su oficina, como si nunca saliera. Brian una vez me dijo que, en el reporte de los honorarios y gastos mencionaba un viaje a San Luis, pero una semana después, saqué el tema a colación, como Brian me había pedido. Le dije que tenía una prima allá, lo cual no es cierto, le pregunté si él había ido a esa ciudad y si conocía buenos restaurantes. Me contestó que nunca había ido allí.
- Vaya, Brian debía estar desesperado.
- Demasiado. Chelnik siempre tenía excusas para sus honorarios, según él viajaba para entrar en el submundo de los pedófilos y secuestradores. Por eso vine aquí, quise preguntarle al director Ortiz sobre Bruce Nerdin y sobre Chelnik.
- ¿Y bien?
- Chelnik le visitó una vez, le dio la descripción de Nerdin y el director dijo que le había visto antes, en su auto.- Recordé la guía de escuelas que el pervertido tenía cuando Brian lo molió a golpes, el circuito de la perversión.- Estoy tratando de ubicar a Nerdin, ya que Chelnik no quiere hacer nada al respecto.- Felton se mordió la lengua esta vez, controló su impulso de arruinar el asunto y avisarle que Bruce Nerdin estaba muerto.
- ¿No cree que es algo que la policía debería hacer?- Brenda encendió un cigarro y me miró desafiante.
- Sí, ¿y qué?
- Me gusta esa actitud.
- Que bueno por usted, ¿van a seguirme todo el día o tienen horario para salir a comer?
- Lamento romperle el corazón pero hemos estado ocupados. No la estamos siguiendo, su vecina nos dijo donde estaba, quería hacerle una pregunta. Es sobre la prisión en la que estuvo su marido.
- No era una prisión, era una correccional juvenil. Además, el lugar era de mínima seguridad, he visto campamentos scouts con mayor disciplina.
- ¿La juvenil “Redondo” era de bajos recursos?
- Bajísimos.
- Lo que quiero saber es esto, ¿la juvenil contrataba alguna empresa de seguridad para suplir a los guardias oficiales?- Brenda me miró sin saber qué decir.
- Vaya, no lo sé. Kevin mencionó algo de esos locos, mi marido se mantuvo callado y con la vista al suelo durante ese tiempo, no como Franz. Al menos eso dice él, los hombres suelen inventar historias frente a sus esposas y luego contarlas de manera distinta frente amigos para impresionar. Ahora que lo dice, creo que sí.
- ¿Secu-Force?
- Sí, sí, esa empresa. ¿Qué importancia tiene?- Felton quedó tan sorprendido que sus ojos casi vuelan de sus cuencas. La fotografía de Bruce Nerdin y los otros guardias, “J.R.”, no quería decir “junior”, sino Juvenil Redondo.
- ¿Dónde está su esposo?
- ¿Qué clase de pregunta es esa? Ustedes saben que está en Miami.
- No es buena idea mentir, ha sido franca con nosotros, así que no empiece a mentir.
- No sean idiotas, me llamó esta mañana desde su hotel.
- ¿Cómo puede estar segura que era Miami y no en un teléfono cualquiera?
- Felton, maldita sea, ¿quieres que me ahogue con la corbata? Sube al maldito auto.
- Y usted, dígale a su marido que no sea idiota.

                Regañar a Martin por un par de cuadras alivia la tensión. Detesto que hable de más. Detesto que le haga saber a nuestros sospechosos lo que tenemos o lo que intentamos armar. Lo detesto más que el café con sabor a ratón muerto, y odio eso más que la cara del teniente cuando me sermonea sobre brutalidad policíaca.
- Y por última vez, no hables de más, si Brenda se huele lo que traemos entre manos ella irá a casa, armará sus maletas y se largará de la ciudad junto con su marido.- Felton pidió un par de patrullas frente a la casa de los Wallace, solo por si acaso pensaban huir.
- Es que no sé Oz, no sé qué pensar.
- Vaya novedad.

                Yo tampoco sabía qué pensar. Si Brenda Wallace asesinó a su amante, ¿por qué estaría buscando a Nerdin a través de las escuelas y pistas que había dejado Chelnik?, podría habernos estado mintiendo desde el principio. Phelps la obliga a tener relaciones, manda a su marido lejos, la extorsiona con despedirlo si ella no lo acepta, ella se cansa y lo mata en el motel. Brenda tratando de pasar a Franz Chelnik como un holgazán para incriminarlo, tratando de salirse del asunto antes que llegara su marido. Excepto que Kevin seguramente estaba en la ciudad, probablemente lo mataron juntos y ahora se esconde. No tenía sentido que los dos estuvieran juntos en ello y no lo reportaran, después de todo el único chantaje que Phelps podía ejercer era el trabajo de Kevin. La habitación de enfrente rentada por Kevin, ¿por qué haría eso si únicamente planeaba asesinarlo asistido por su esposa?

Chelnik conoció a Nerdin en prisión, sabía que era un pederasta, ¿realmente estaba jugando con Phelps, tratando de quitarle cada centavo alimentándolo con información falsa? Bruce Nerdin el chivo expiatorio. Escoria humana que nadie extrañaría, ¿qué malo hay en ello?, pero ¿sería pura coincidencia que Phelps matara a Nerdin el mismo día que él fue asesinado? Nerdin no tenía amigos, así que nadie vengó su muerte. Coincidencia del tamaño de mi cerebro. Una coincidencia tan grande que estorbaba a mi cerebro. Bruce el inocente, aquello no sentaba bien con mi estómago.

                Buscamos primero en las oficinas de la compañía de mudanzas “W & W”. Roger, el hermano de Kevin, se puso pálido al ver la sirena en el auto de civil. Trató de impedirnos el paso, le empiné el codo en la nariz. La oficina del fondo estaba protegida por un judío gordo y ruidoso que se anunció como su abogado. Imposible romperle la nariz. Nos hicimos lugar contra el gordo abogado para abrir la puerta y entrar los tres.
- Kevin, tenía ganas de conocerte.- Kevin Wallace era un hombre alto de tez morena y mirada inteligente.- No te escondas detrás de tu abogado, eso solo dificulta las cosas.
- No hice nada.
- Señor Wallace, le recomiendo que no diga nada.
- Walter Mink. Firmar de esa manera fue un error grave Kevin, sabemos que lo estabas espiando, ¿qué sucedió?
- Yo no lo maté, ¿me entiende?
- No te hagas el inocente Kevin, tu jefe se acuesta con tu esposa, le mentiste sobre estar en Miami, seguramente la has estado siguiendo, no seas tonto, dinos la verdad, pero no te disfraces como la víctima aquí.
- Mi cliente es una víctima.- Me arreglé las solapas del saco. Señal para Martin de que distrajera al abogado con cualquier excusa.
- Vamos Kevin, ésta es tu única oportunidad. Cuando te llevemos al precinto puedes refugiarte en tu abogado que no importa, todos te creen culpable de todos modos. El juicio será corto, teniendo en cuenta que el arma homicida fue encontrada cerca de tu casa. Ahora es  tu única oportunidad de ser honesto conmigo, aún no te arresto, por lo que todo esto es extraoficial.- Aposté en su mirada inteligente. Brenda me parecía una mujer fuerte, independiente y muy lista, con suerte se habría agarrado a un marido que fuese igualmente avispado. Gané la apuesta.
- Brian tenía una cita con mi esposa esa noche, los quería agarrar por sorpresa, pero cuando oí el disparo salí corriendo. No sé porqué lo hice.
- Porque estabas asustado.- Golpearlo no hubiera servido de nada. No frente a su abogado. Mi mejor oportunidad era pasarme por su amigo. Admito que me dejo influenciar por el loco Vincent.- ¿Cómo sabías todo eso?
- Era bastante obvio. Le conté a Franz sobre mi viaje a Miami, no se necesita ser detective para saber lo que pasaba. Brenda siempre dice que solo son amigos, que casi nunca se hablan, pero sé que eso no es cierto. Brenda le confió a Franz que tenía una cita el martes con Brian, así que me quedé en la ciudad y la seguí, esperando atraparlos.
- ¿Y lo hiciste?
- Brian llegó a su habitación, parecía cansado, por el modo en que caminaba. Estaba desecho, borracho por completo, su camisa estaba arruinada y estaba sucio.
- ¿Pero la viste a Brenda?
- No quiero decir nada más.- Obvio, no incriminaría a su esposa.
- Bruce Nerdin, dime eso y te dejo en paz. Me aseguro que tu abogado se encargue del interrogatorio.
- ¿Nerdin? El pedófilo que mató al hijo de Brian, Edgar, ¿qué hay con eso?
- No mientas chico, no es buena idea.
- No estoy mintiendo.
- ¿Lo conociste en Redondo?- Me miró perplejo. La misma mirada que Brenda.
- Sí… creo que sí… No lo sé, la verdad es que tenía tanto miedo que nunca salía de mi celda, más que para los trabajos obligatorios, no aprendí los nombres de nadie. Franz me dijo después que uno de ellos era Bruce Nerdin, no sé qué quiera decir eso.
- Ya basta.- El abogado empujó a Martin y tomó a Kevin del brazo.- Me llevo a mi cliente a…
- No van a ninguna parte, Kevin Wallace está bajo arresto. Felton, llama un coche patrulla.- Me acerqué a Martin y le susurré sin que Kevin o su abogado me escuchara.- La coincidencia de la correccional y Bruce Nerdin me está matando, tengo que hablar con Chelnik al respecto. Llévatelos a estos dos.

                La oficina del investigador privado tampoco era lo que esperaba. No había persianas a medio abrir filtrando la luz de manera irregular, ni un escritorio con una botella de whisky bajo un ventilador ruidoso. Parecía una oficina corporativa con un escritorio moderno, varios archiveros, un par de libreros retacados de libros jurídicos y dos cubículos para sus asistentes.
- El señor Chelnik no se encuentra, mi nombre es Robert Gray, ¿en qué puedo servirle?- Le mostré la placa y le empujé para pasar.
- ¿Dónde está el otro asistente?
- El señor Chelnik lo tuvo que despedir hace un par de años, el negocio casi se iba a la quiebra en esos días. El señor Chelnik está supervisando un caso de divorcio en el juzgado, si quiere hablar con él le sugiero que vaya ahí.- Robert Gray era un alto y corpulento calvo de tupido bigote con poca paciencia.
- Necesito ver sus registros de gastos y honorarios.
- ¿Tiene una orden judicial?
- Sí, la tengo. Déjeme ver donde la dejé.- Tomé una estatuilla en forma de cubo del escritorio de Chelnik.- Aquí está.
- No estoy de humor para bromas oficial.
- Detective. ¿Me va a mostrar esos registros?
- No.- Le pegué con el cubo en el cachete, un gancho al estómago y estaba en el suelo.
- La orden dice que sí lo hará.- Luchaba para respirar, le metí un par de patadas para que luchara más.- ¿Quiere ver la orden de nuevo?
- Estás demente, haré que te corran por esto, tengo amigos en la fuerza…- Lo levanté del cuello de su camisa y le metí un par de golpes más con mi orden judicial. Comenzaba a sangrar de la nariz cuando lo lancé contra el escritorio, le tomé del poco pelo que le quedaba y lo azoté con todas mis fuerzas.
- ¿Que harás qué?, ¿me quieres reportar gusano? Muy bien, llamaremos al teniente.- Tomé el teléfono y me preparé para reventarle la mandíbula cuando se dejó caer al suelo y se rindió.
- Está bien, está bien, no me haga daño detective.- Señaló el archivero gris detrás a un lado de la ventana.- El primer cajón, pero está bajo llave.- Forcé la pequeña cerradura con mis ganzúas y saqué los expedientes.
- ¿Quieres ayudarme a resumirlos o hacemos un par de llamadas?
- No, maldita sea, no se aloque de nuevo. No sé mucho, es el mejor caso que hemos tenido. He tenido que suplirlo en los otros tres contratos activos que teníamos para que él se dedicara por entero a su investigación, no me dio los detalles de nada, se lo juro, casi nunca le vi. El caso de divorcio sobre el que va a comparecer hoy lo armé yo, fueron un par de semanas de vigilancia.
- Sigue hablando.
- Dios mío, no sé nada más.- Le tomé del cuello para levantarlo de nuevo pero esta vez se resistió con todas sus fuerzas.- Muy bien, muy bien, era un timo, un fraude.
- ¿En qué sentido?
- Cuando Phelps lo contrató Franz me invitó a tomar unas cervezas esa noche, decía que tenía al chivo expiatorio perfecto, lo conoció en la juvenil, un verdadero enfermo, y además sospechoso inicial de las investigaciones policiales.- Mire la pila de papeles, recibos de toda clase, anotaciones en un bloc, se trataba de un expediente completo.
- ¿Y todo esto?
- No sé, sí estuvo trabajando, Phelps venía cada tanto, borracho como siempre, a urgirlo para que trabajara más duro. No sé qué ha estado haciendo, yo he estado ocupado.
- Siéntate en el suelo en ese rincón, mirando a la pared, manos detrás de ti. Te mueves un centímetro y te convierto en eunuco.- No dijo nada más e hizo lo que ordené.

                Eran meses de investigación. Chelnik había estado trabajando, pero a la vez conocía al mejor chivo expiatorio del mundo. Si era inocente o no estaría en los registros, así que me dediqué a revisarlos. Muchos de los gastos eran casuales, cenas, desayunos y comidas, algunas baratas y otras en lujosos restaurantes. Recibos de gasolina que parecían ser falsos, honorarios por 24 horas de trabajo, lo usual en casos de sobrecargo. ¿Cómo era que Joanna, la harpía controladora del dinero no lo había visto? Un alcohólico desesperado pagaría lo que fuera, pero Joanna contaba los centavos para comprarse un café, notaría las irregularidades de inmediato. Seguía estando tan cerca del rompecabezas que no podía distinguir sus partes.

                Miles de dólares en viajes, Oklahoma, San Luis, Las Vegas, e incluso el de Tijuana había sucedido el mismo día que el de Nueva Orleans. Le estaba exprimiendo confundiendo gastos reales con otros imaginarios. Chelnik era listo pero no era brillante. Al fondo del cajón había un pequeño bloc donde anotaba los gastos en sobornos, contratos a otros detectives privados para localizar gentes, y la clase de gastos que no pueden presentarse ante el fisco. Estos gastos tenían fechas, las cuales podían compararse con los viajes. Miles de dólares en sobornos a patrulleros, detectives, alcahuetes, dueños de pequeños hoteles, sobornos para mirar en expedientes militares o académicos, más sobornos para médicos forenses o de hospitales. Debía haber estado investigando todos los casos de violaciones, estupro y homicidios de menores en los últimos años, rastreando a todos los involucrados a todas partes del mundo. Era una gran dedicación para un hombre que ya tenía al culpable. Sobornos a distintos maestros y directores de escuelas primarias, entre ellos la Saint George, doctores del Mercy Hospital, del Stanton, del Moses, de casi todos los hospitales con especialidades en niños. El gasto más elevado fue el viaje a Bogotá Colombia, una noche, donde comió en un restaurante que cobraba cientos de dólares la botella de vino, en su cuaderno de sobornos estaba listado como “forense”. El segundo viaje más costoso fue el de Toronto, donde la comida fue pagada en parte por él y en parte por el doctor Klauser, con cinco mil dólares de soborno marcados como “Mercy”. Los demás viajes eran cortos, a veces de un par de horas, lo cual indicaba que el Chelnik había estado muy ocupado, además de robándole dinero a Phelps en gastos fantasmas. Registros de escena del crimen, entrevistas a potenciales testigos, todo sacado de los informes clasificados de la policía. La descripción de Bruce Nerdin estaba por todas partes, había estado cerca de la escuela Saint George el día del homicidio. Una corazonada inicial, un golpe de suerte de haber conocido al desgraciado, y por alguna razón investigó como un profesional debajo de cada piedra.

                Cuando terminé con los papeles encendí un cigarro y me senté a un lado de Robert Gray, quien se gimoteaba de cuánto le dolía la nariz. Sus quejas me ayudaban a pensar. Necesitaba pensar. Martin había estado equivocado, no era como ver un tren salido de control chocando de frente contra otro. La historia entre Brian y Bruce en colisión directa, sumado al tren de los celos de Kevin Wallace en su pequeño triángulo amoroso. El sol comenzaba a marchitarse tras la ventana, hora de hacer algo. Levanté el teléfono y le pedí a Felton que mandara coches patrulla a casa de Joanna, al juzgado en el que se encontraba Chelnik y que me alcanzara en la oficina de Leland Jones.
- Wallace no ha dicho ni pío desde que le trajimos, el abogado señala que no ha hecho nada ilegal al quedarse en la ciudad en casa de su hermano. ¿Has encontrado algo interesante?
- Ahí está el detalle, importa más lo que no hemos visto que lo que podemos demostrar. Te espero en la oficina de Jones.- Colgué y le tiré un par de billetes de cien a Robert Gray.- Si alguien pregunta te caíste de las escaleras, arréglate esa nariz o vete a un hospital. Te vuelvo a ver y te rompo un hueso, ¿me entendiste?
- Sí oficial.
- ¿Detective?
- Perdón, sí, detective.

                Entramos a la oficina al unísono. La antigua oficina de Brian Phelps, ahora con menos porno y menos alcohol. Jones no estaba solo, se encontraba con Joanna, quien también había heredado la compañía. Leland colgó el teléfono y pensó en llamar a su abogado, pero Martin desconectó el teléfono antes que pudiera hacerlo. Redimía sus metidas de pata anteriores. Buen muchacho. Joanna protestó pero Felton se interpuso en su camino y le pidió tomar asiento.
- ¿Qué demonios es esto?
- Una fiesta sorpresa señora Phelps, considérelo una despedida de casada, un regreso a la vida de la soltería.
- Tienes problemas Jones, tu coartada no sirvió para nada.- Encendí un cigarro y me planté frente a Leland para que no pudiera ver a Joanna, buscando su ayuda.
- ¿Qué? Eso es imposible, yo estaba comprando comida china en…
- Ya sé, ya sé, y hay testigos que te vieron ahí. El problema es que, según tú, fuiste a casa de Joanna para consolarla a ella y a tu entrepierna, pero aquí es donde se pone interesante. ¿Conoces a sus vecinos?- El momento de mentir. Una cadena es tan fuerte como su eslabón más débil. Un tiro a la oscuridad que valía la pena.
- No, no realmente.
- Ese fue tu error. Si los conocieras sabrías que la señora de al lado es una chismosa patológica, no se puede controlar.- Martin me miró sorprendido, se las olía pero prefirió mantener su postura de policía competente. Supongo que ambos mentimos bastante bien.- Ella sabe a qué hora Joanna ve la televisión o a qué hora se ejercita, todo lo sabe, pues las paredes son muy delgadas.
- ¿Y?
- Vamos Leland, no te hagas el idiota, ¿no lo ves?
- Tiene cinco segundos antes de que llame a mi abogado.
- La vecina sabe que ustedes dos no estuvieron juntos esa noche. La coartada parece real porque Chelnik te tiene en fotografías, no de esa noche por supuesto, pues esa noche tu trabajo no incluía el sexo. No, era mucho más sencillo.
- Está usted loco.
- Como una cabra. No estuvo con Joanna esa noche, su trabajo era decir que sí estuvo ahí. Todos le creeríamos porque es algo bastante vergonzoso de admitir.-  Comenzó a palidecer. Las paredes de Jericó sucumbían.- Hacerse notar en el restaurante y luego desaparecer unas horas. Pedirle a su esposa que mienta por usted al principio, y finalmente aceptar el amorío, así apoyó la coartada de Joanna de manera creíble y todos nos tragamos a pie juntillas como monos de circo. La recompensa era buena, la empresa, la esposa, mucho dinero y un final feliz.
- ¿Está usted loco?- Interrumpió Joanna.- Quiero llamar a mi abogado en este momento.- Cerebro a toda velocidad, neuronas haciendo click, click, click, plan, estrategia militar.
- Adelante, llame a un abogado si quiere.- Conecté el teléfono y dejé que llamaran, me llevé a Felton lejos de ellos dos y le comuniqué mi estrategia militar, mi toma de Berlín.- Ve al auto, en cuanto llegue el abogado chócale.
- ¿Qué?
- Por Dios Felton, estoy ahogándome aquí, es uno en un millón pero te necesito. Chocas el auto tanto como puedas, no lo mates, pero mantenlo ocupado.
- Mi abogado viene para acá, tendrá su placa por esto.- Martin se retiró, emocionado por la idea de arruinarle un Mercedes a algún abogado forrado de dinero.
- Tenía entendido que arrestaron a Kevin Wallace, uno de mis empleados.
- Sí, lo atrapamos gracias a que usted contrató su compañía de mudanzas, eso fue brillante. Una señal del tamaño de un camión, literalmente.
- ¿Eso es todo lo que usted sospecha?- Joanna comenzó a reír. Carcajadas descontroladas.
- Me alegra su sentido del humor, yo también lo comparto. Todo el asunto es de partirse de la risa. Brian contrata a Franz Chelnik, quien conoce a un pedófilo que se ajusta a la descripción. Cosa de suerte, pero él no se detiene ahí, podía holgazanear y desangrar sus finanzas hasta el fin del mundo, a excepción que, por supuesto, no lo hizo, estuvo muy ocupado.
- Bruce Nerdin mató a mi…- Dejó de reír, ahora fui yo el que se partió de la risa.
- Eso no es lo más gracioso, es solo el contexto del chiste, del golpe de gracia. Aquí está lo verdaderamente chistoso. Chelnik no investigaba a Nerdin, fue fácil localizarle, pero se guardó esa información porque Nerdin tenía una historia que contar. Seguramente le recordó de Redondo, donde Nerdin trabajó de guardia cuando Franz y Kevin estuvieron encerrados. Bruce tiene una historia loca que contar, una historia que merece mayores investigaciones, pero una historia que resulta redituable.- Joanna se puso verde de náuseas. Podía imaginarla rezando por dentro por su abogado, pero Martin le tendría ocupado.- Así que Franz habló con usted al respecto.
- Joanna, ¿de qué está hablando?
- No me sorprende que no lo sepa Leland, no es algo fácil de explicar. Me tomó mucho tiempo atar los cabos. Los sobornos a los médicos del hospital Mercy fueron la pieza final. Sabía que Chelnik les tenía a todos por los hilos, no sabía porqué. Mercy, ¿no fue ahí donde conoció al padre de su hijo?
- Sí, así conocí a Brian, pero no sé porqué Franz habría de…
- El padre de Edgar y su esposo son dos personas distintas. Liam era el padre de Edgar, por eso se encargó de mantenerlo en el extranjero, no quería que viera a su hijo. El pecoso Edgar salió idéntico a Liam, ¿por cuánto tiempo podía mantener a su marido ignorante de ello? Después de todo son medios hermanos, distintos genes.
- Bruce Nerdin…
- Bruce Nerdin no mató a Edgar, fue usted. Nerdin la vio, y por eso aparece en todos los reportes. Claro, siendo un pervertido nadie creería en su inocencia, así que no le dice a nadie sobre lo que vio, a excepción de Franz Chelnik. Su chantajista. ¿Le pagó en dinero o en especias?
- Joanna…- Ella no dijo nada, su rostro de vergüenza se clavó en el suelo, ahí tenía mi respuesta.
- Mantiene escondido a Nerdin, incluso le regala la escopeta que usted mencionó, aún cuando hubiera sido imposible para usted saber eso. Brenda se acerca a la investigación de Chelnik, era un peligro, así que había que sacarla de la jugada, terminar con el chantaje y con las mentiras con las que alimentaba a Brian. De modo que Chelnik le dijo donde estaba Bruce, por eso tenía su dirección en la cartera. Nerdin estaba armado y paranoico, seguramente confiaban en que le volaría la cabeza, pero solo por si acaso era bueno tener un plan de emergencia. Usted en la habitación de hotel, con Leland obedeciendo sus peticiones como un idiota. Si Nerdin no lo mataba, o si Nerdin se iba de lengua, usted terminaría el trabajo. Chelnik fue quien armó su coartada, él nos estuvo manipulando desde el principio, cuando era momento de tenerla por sospechosa nos habló del amorío, cuando era momento de encontrar a Nerdin, nos pasó la dirección, cuando era conveniente que usted dejara de ser sospechosa, arregló para que su coartada fuera corroborada por este idiota. Incluso plantó el arma homicida para que la encontráramos cerca de la casa de Brenda y Kevin Wallace.
- Joanna, ¿es esto cierto?
- Lamentablemente Nerdin no tenía el arma a mano cuando su marido le dio una paliza. No lo mató de inmediato, como ustedes esperaban, después de todo, lo importante era que su esposo o Nerdin se murieran sin saber nada del asunto. Todo salió mal. El plan B fue activado. Brian nunca le pidió seguirla, eso lo hizo por su cuenta para poder documentar su coartada, hacerlo parecer más sórdido y por ende, más creíble. De este modo usted estaba cubierta, pero no así Wallace. Chelnik es amigo de Wallace y le convenció de quedarse en la ciudad, de seguir a su esposa y, finalmente, le dijo que Brian estaría en el hotel esa noche con Brenda. De esa manera cosecharon a un sospechoso perfecto.
- Dios mío… Es cierto oficial, ella me pidió que comprara en algún restaurante, ser muy obvio, desaparecerme unas horas y luego tendría todo lo que habíamos soñado, pero le juro que no sabía sobre ella y ese investigador privado.
- Cállate Leland.
- No, no me hundirás a mí.
- Vamos Joanna, la admiro. Si Bruce mata a Brian, arrestamos al demente, Chelnik es un héroe, usted una viuda que perdió a toda su familia a manos de ese loco. Es un pervertido así que no le creemos si nos dice que la vio a usted, o a la virgen María matar a Edgar Wallace. Caso cerrado. Incluso si Brian mataba a Bruce no pasaría nada. Maldito Nerdin tuvo que decirle todo, decirle cómo la vio a usted meter a su hijo en esa cloaca. Brian le creyó y…
- Y lo maté por eso. Dios mío Edgar era idéntico a Liam, su vivo retrato, el idiota de Brian no se daba cuenta, pero no duraría para siempre. Envenené su cereal esa mañana y lo escondí en ese apestoso lugar, me habían dicho del merodeador pervertido, pensé que todos le culparían. Eddie no sufrió.

                El abogado llegó diez minutos después, cuando Leland me prometía declarar lo que fuera con tal de que aceptara que no sabía nada sobre la muerte de Edgar Phelps, el chantaje de Chelnik o los detalles del asesinato de Brian Phelps. El abogado estaba más preocupado por su BMW que Felton le había estrellado a toda velocidad en el estacionamiento, que en el caso. Felton tendría que pagar una enorme suma del seguro, pero entre el teniente y yo le costeamos la mitad. Valía la pena arruinar el auto por este caso. Joanna finalmente confesó echándole toda la culpa a Chelnik sobre la muerte de Brian y el chantaje de la muerte de su hijo.


                En cuanto a Franz Chelnik, el titiritero que manipuló el desarrollo de nuestra investigación hacia sus propios escenarios, éste desapareció del juzgado cuando habló a su oficina y su ayudante le dijo lo ocurrido. Seguramente se las olía. Le seguimos el rastro un par de días pero pasó toda una semana antes que fuera arrestado tratando de cruzar la frontera a Canadá. Chelnik aceptó todos los cargos dando una confesión completa. El capitán Parkman nos amó durante semanas después de aclarar dos casos tan famosos en los medios. No le dimos importancia pues la mejor condecoración vino de Samantha. Sammy nos regaló diez kilos de café colombiano que no sabe a rata muerta. Nunca resolvimos el misterio del café rancio, algunas cosas son mejores mantenerlas ocultas. Eso es algo que Brian Phelps tuvo que aprender por las malas, buscando la verdad se encontró con que la verdad corría en paralelo a su obsesión, armada y peligrosa. 

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