miércoles, 29 de junio de 2016

Eddie Lupino: La rabia del lobo


Eddie Lupino: La rabia del lobo


Por: Sebastián Ohem

 

            Día en la corte. Asistente del fiscal William Scalia lleva a juicio lo que cree que está en la bolsa. Negocia sentencias casi siempre. Kyle Thomas era un caso seguro. Todo se desplaza para favorecer acusados con abogados privados. Testigos pierden la memoria. La gente olvida el encabezado. Se reduce a evidencias y testimonios de los detectives a cargo. 12 jurados que nos llaman “cerdos fascistas”. Scalia me mira como si trajera la peste. Jurados deliberan por dos horas. Kyle Thomas sale libre. La chica a quien le aplastó el cráneo con el tubo es menos que un recuerdo. El detective Elwood Collins me mira preocupado. Misma sensación que Scalia. Juicio distinto. Keith Mayne, mafioso mediano, muchos testigos, una testigo clave, mucha evidencia. Me llaman como supervisor del caso. El jurado escucha lo mismo quince veces. Tienes que unirles los puntos. Los abogados son brutales contra Elwood, no tiene el récord perfecto que se supone que todos tenemos. Nadie lo tiene, si lo tuviera no podrías confiar en él. Llega el momento de la testigo estrella, Amanda Culver, le vio en persona matando a tres pandilleros y robando sus drogas y dinero. Scalia empieza suave y pronto suda. Amanda Culver cambia versión. Nada de amnesia. Dice lo contrario, dice lo que la defensa necesita escuchar. Receso. William Scalia no me mira como leproso porque me necesita. Ahora soy su “paisano”. Ahora somos dos italianos luchando por salir adelante. Quiero gritarle por arruinar el juicio de Kyle Thomas. Nada de encabezados con ese. Keith Mayne es otra historia, podría darle una mejor oficina. Quiere que siga a Amanda Culver, saber si le pagaron o la intimidaron. Pérdida de tiempo. El daño está hecho. Acepto de mala gana para que me deba favores. Acepto porque Elwood podría perder mucho si el mafioso lo demanda. Soy su sargento, soy su hermano azul.

 

            Scalia no deja de agradecer. Le digo que mañana es mi día libre. Ya no me oye. Vuelve a la sala. Yo me quedo esperando a Amanda Culver. Es una mujer a punto de quebrarse. Lo he visto mil veces. Abogado de oficio de Kyle Thomas me dice que saldrá libre mañana a primera hora cuando mucho. Le gruño como perro rabioso y se asusta. Elwood Collins trata de reír, pero está asustado. Lo mando de vuelta a la sala. Ya no me llamarán a mí, pero él estará en el ojo del huracán al menos por hoy. La veo salir caminando rápido. Pastillas para los nervios. La sigo casualmente. Ama de casa metida en algo turbio. Es obvio en cuanto usa el teléfono público del edificio del juzgado.

- Allison, podría ir a prisión si se enteran que… No, claro que no doctora… Supongo que no. Doctora Abbott, ¿qué pasa si no es suficiente? Claro que… No sé, espero que no pase nada más.

 

            La dejo irse. Un mínimo de presión y reventará del lado equivocado. Tengo algo con qué trabajar. Regreso a la oficina a trabajarlo. Les digo de nuestra derrota en el caso contra Kyle Thomas. Abucheos e insultos contra Scalia y Thomas. Reviso los directorios por doctoras llamadas Allison Abbott y encuentro a una ginecóloga en Marvin’s Garden. Ninguna conexión a Keith Mayne, ni siquiera tangencial. No lo trajo al mundo. No trabajó con su madre, esposa o novia. Mundos aparte, lujoso Marvin’s Garden y miserable Morton. Lo dejo en eso. No puedo pensar demasiado. Luis “Lucky” Fierro quiere empezar su día libre con la peor cruda de su vida. Esperamos a Elwood Collins y a los que terminan turno. El teniente Crane nos da la bendición y vamos a Lucky Six. Bar de policías.

 

            Historias por tragos. Mientras más tragos, más aventuradas. Elwood sigue de mal humor. Lucky le dice de posible fiesta de patrulleros mañana. Eso anima a todos. Diez tragos y olvidamos el sistema de justicia. El que sirve tragos solía ser policía. El dueño era un corrupto policía de narcóticos. El que toca el piano era un legendario rompe-huelgas pagado por la policía. Ahora toca baladas. Antes destrozaba cráneos. Billar de borrachos. Luis y sus apuestas cada vez más ridículas. Nadie se las cobra porque nadie tiene esa clase de dinero, ni siquiera él. El billar atrae a las mujeres. Luis y Elwood cuentan historias sobre mí. “Leyenda viviente”. Ninguna es verdadera. Siempre son las mismas, nos turnamos semanas. La semana anterior había sido Luis. La semana anterior él había rescatado a la pareja de suicidas que casi ahogan a su bebé. Él había detenido una balacera con una mirada. Nadie sabe quién inventó las historias. Simplemente existen, de generación en generación. Folklore azul.

- Es muy tímido, es su problema. Siempre es tímido cuando le gusta una mujer.- Le dice Elwood.

- Así es como sabes cuando el hombre-lobo está enamorado.- Luis le sigue el juego.

- ¿En serio?- Rubia de maquillaje corrido. Mini-falda. Botas de vaquera. Playera cortada en el hombro. La miro de arriba para abajo mientras finjo que soy tan inocente como un monje.- ¿Te gusto, hombre-lobo?

- ¿Por qué no lo discutimos en un lugar más privado? Estos dos borrachos son los peores.- Le aúllo al encargado. Sonríe, lo hacían en su época y funcionaba. Si no está roto, no lo arregles.

 

Salimos del bar por la puerta trasera. Apoya su cerveza sobre la tapa de un bote de basura. Le estoy besando el cuello antes que la puerta cierre por completo. El callejón tiene cerca para impedir que los patrulleros anden de mirones. Se sube la falda mientras pienso en el pobre desgraciado que le toca limpiar el área llena de condones que, para las 5 están en todas partes. Lo hacemos como salvajes. Ella piensa en tener a un hombre que ha visto a la muerte a los ojos y la ha hecho pestañear. Yo pienso en la apatía de los testigos que hacía cuatro meses juraban haber visto a Kyle Thomas matar a golpes a esa chica. La furia se sobrepone al alcohol. La rabia me hace agarrarla con fuerzas. Terminamos en una explosión que me deja alterado. Ella se acomoda la ropa como si nada. Me dice que fue especial. Le digo que así lo creo. Nos mentimos porque es mejor que aceptar la verdad. Tres tragos más en la barra gruñéndole a la televisión. Hora de irme.

 

            Le golpeo la puerta. Le pateo la puerta. La abre en calzones a punto de gritar al idiota que le despierta a las tres de la mañana. Me mira desarreglado, borracho y armado. Le extiendo el sobre al novio de mi madre. Me dice que será precavido. Le golpeo en el estómago. Le digo que le haré tragarse los dientes si ella se entera de dónde vino el dinero o si falta un solo dólar. Se recupera y sonríe como idiota. Manejo a mi departamento con la cabeza fuera del auto. Imposible ir recto. Luces altas. No quiero dormir borracho, pero no quiero estar sobrio para darme cuenta de lo enojado que realmente estoy.

 

            Recesión. Recortes. Cero tiempo extra. Temporada alta de cadáveres. “Otro día, otro cuerpo” el mantra de todo detective de homicidios. Un único día libre a la semana. La presión es suficiente como para hacer estallar a cualquiera. Temprano en la mañana estoy en la oficina de la doctora Allison Abbott en un lindo edificio en Marvin’s Garden. La juego de oído. La juego sin placa. La juego por lo que es, carnada. Me mira sorprendida, ni siquiera ha llegado su secretaría. No soy su tipo de clientela y eso la asusta de inmediato.

- Hay mucha gente interesada en el juicio contra Keith Mayne y lo estás arruinando nena. No me hagas enojar.- Tartamudea. Corroboración, sólo es carnada. Un escalón más en la escalera.- Si me mientes te va peor. Considérate avisada, estás en las ligas mayores ahora, doc.

 

            Tiro algunos cuadros. Le lanzo el pesado pisa papeles de su secretaria sobre su cabeza para mayor efecto. Espero afuera fumando tranquilo. Dedos cruzados. Ella me llevará a la respuesta. Tengo cosas que hacer. Pienso en irme, recuerdo a una testigo contra Kyle Thomas “fue hace mucho, ¿a quién le importa?”. Eso me mantiene ahí. Llega un patrullero de motocicleta. Finjo que estoy encendiendo un cigarro. Reviso el nombre en el uniforme “Scherle”. Pasa quitándose el casco y no me ve. Le sigo un par de segundos después. Ella se asusta y llama un policía. No llegaría un policía de tránsito, sino una patrulla. Scherle no está feliz, puedo oír sus gritos. Regreso a la calle, finjo que espero el autobús mientras anoto la placa de su moto. He oído historias del oficial Gene Scherle de Broker. Lejos de su jurisdicción, pero me lo deja fácil. Sé a qué hora saldrá de trabajar. Seguiré escalando más tarde. Me voy cinco minutos después que él.

 

            Manejo a Morton a la casa de mi madre y mi hermano. Su novio se va y me guiñe el ojo. Entro saludando y me recibe con besos y abrazos. Necesito un desayuno fuerte. Necesito una esposa. Necesito darle descendencia. Necesito muchas cosas, menos decir lo que pienso. Paul Myers me mira sonriente. “Ya era hora, no ha dejado de hablar de ti”. Mi hermano podría vivir solo pero la ama demasiado. Sabe que no podría con ella y ella no podría conmigo. Técnicamente medio hermano. Al demonio los tecnicismos, conocí a su padre más de lo que conocí al mío.

- Le entregó un “regalo”.- Me dice en susurros mientras ella cocina.- Hace dos días fue el de mi parte.

- ¿Qué conspiran ustedes dos?

- ¿Por qué no dejas que te ayude a comprar una nueva sala, mamá?- Me mira con desprecio.

- Te lo he dicho una y mil veces, Edward. Sólo los católicos reciben limosnas.

- Sí Edward, ¿en qué estabas pensando?- Paul me guiña el ojo.

- ¿Fuiste a la iglesia el domingo?

- Sí mamá.- Podría decirle que maté a alguien ayer, aun así me haría esa pregunta porque ésa es la que le importa.- Tenemos capellán.

- ¿Católico?- Arquea una ceja.

- Claro que no, ¿acaso soy un hereje?

- Eres un caso, eso es lo que eres.- Me sirve más hot cakes de los que podría comer en todo un día y Paul me convida una taza de café. Rezamos en silencio. Pienso en cada excusa que los testigos dieron para no presentarse a declarar. Ésa es mi oración. Ésa es mi gasolina.- Amén.

- Las cosas van serias con este nuevo novio de mamá, Edward.- Sabe que detesto que me diga mi nombre completo. No seríamos hermanos sino hiciéramos eso.

- ¿En serio?

- No empiecen con chismes ustedes dos… Pero sí, es un hombre exitoso y no tiene miedo de compartir lo que gana con el sudor de su frente.- El último que nos estafó a mi hermano y a mí terminó en el hospital con dos huesos rotos. El mensaje no pudo ser más claro.- No es tan tacaño como los católicos que he conocido… Con la excepción de tu padre Eddie.

- Sí, el hombre era un santo.

- Más respeto. Habrá sido un matón, un mafioso y un racista, pero me amaba. Estaría horrorizado de ver que eres policía. Sobre todo considerando lo que le pasó a tu hermano. Nunca terminarás de entenderlo, Morton es Morton.

- Trato de hacer una diferencia, tú me enseñaste eso.

- Sí, además ¿quién comerá las donas de esa tienda a contra esquina de la estación?

- También está eso.- Comemos y platicamos tratando de evitar cientos de temas espinosos. Paul no deja de hablar de su negocio con el auto-cinema. Mamá está orgulloso de él. Se ríe cuando le digo que cada noche está ayudando a repoblar Malkin. Mamá me lanza un tenedor y eso le hace reír más.

- Diles a tus amigos, 2x1 si muestran placas.

- Les diré Paul, gracias.

- Lo que sea por ayudar a la gente.

- Mentiroso, quieres escuchar historias de policías. Te sorprendería saber lo aburrido que es.

- Gracias.- Mamá quiere quitarle las nociones románticas sobre ser policía. Él siempre insiste en acompañar a los patrulleros algún día.- Dile que no es como en Shaft.

- Nunca dije eso.- Paul pensaba precisamente en eso. Suena el teléfono y lo contesto. Me han estado buscando, Luis es el único que tiene el número de la casa de mi madre. Lugar y hora de la fiesta de patrulleros.

- Ellos ponen el alcohol, Elwood y sus amigos en Vicio llevarán a algunas chicas.

- Ahí estaré.

- ¿Con esa belleza mexicana?

- ¿Renata Salinas? Me haces pensar que tienes propósitos dobles.

- Nunca sargento.

- Sí, la voy a llevar.- Me escondo lo mejor que puedo. Otra llamada. Lora Lee Carter, le había prometido una cita desde hacía tres semanas. Tendrá que ser más tarde. Tiene una fiesta a la que quiere que vaya. La clase a la que van sus amigos. “No seas un policía, por un solo día”. Gruño y le prometo intentarlo. Regreso a la cocina y Paul está aplaudiendo.

- Pensé que morirías virgen, Edward.

- Cállate Paul.

- ¡Paul Myers! Esa no es manera de hablar en la mesa. Dirán que te educaron en un burdel. ¿Cómo se llama tu futura esposa?

- Apenas la conozco mamá. Lora Lee. Futura ex-esposa.- Le bromeo. El rostro de la bella Lora Lee se convierte en el de las víctimas del mafioso de Keith Mayne y de Kyle Thomas y el café me sabe inmundo.

 

            Renata es pasional e intensa. Abandonada por veterano de Vietnam. Brinca de soldado en soldado. Odia a los soldados. Le digo que por eso lo hace. Paseamos por tiendas donde no me alcanza para comprarle nada. Vemos una película en el cine. Pienso en Gene Scherle y su relación con Keith Mayne. Es un mafioso y la mitad de los oficiales están a la venta. No es difícil hacer el brinco. Pasa por los mismos problemas que yo. Aún tiene un alma que vender y la pone al mejor precio. Capitalismo puro. No veo la relación entre la doctora Allison Abbott, Gene Scherle y Amanda Culver. Reviso el reloj, tengo tiempo.

 

            Compramos helados y discos. A Renata le encanta la música disco. Me pone tenso. Si tuviéramos dignidad le pondríamos una bala en la cabeza a todo ese género de música y lo dejaríamos a los buitres. En mi departamento se pone cómoda. Cervezas mientras cae la tarde. Música, baile y sexo. Detesto las últimas dos, disfruto la tercera. Le gustan las emociones intensas. Le miento sobre la rubia de anoche. Le digo que soy calmado. Le digo la clase de mentira que es obvia para ver si se ríe o se apena. Se ríe y ladro feliz. No puedo dejar de pensar en Lora Lee Carter. En tener un único día de descanso. En tener un salario miserable. En tener tantos fantasmas que no cabemos en el departamento. Revisa mis cajas en el clóset.

- ¿Traes trabajo a la casa?

- Todo el tiempo, pero ninguno de esos son investigaciones activas. Me gusta llevar un registro de todos los casos que no pude solucionar.

- No son tantos. ¿A cuántos has puesto en prisión?- Quiere que la excite con grandes cifras. Al demonio con eso. Demasiados fantasmas en esas cajas.

- Muchas veces sabes quién fue, solamente no puedes probarlo. No, esos son de… Misterios de verdad.

- ¿Tu hermano está aquí?- El fantasma que temía sale a la luz.

- Estuvo por muchísimo tiempo. No podía creerlo. Horas, días, semanas de investigación. Poco a poco me di cuenta que fue uno de las docenas de suicidios de policía. Se llama la “enfermedad de la placa” o “enfermedad azul”.- La hora se acerca. La invito a la fiesta y eso la emociona. Necesita arreglarse y eso me emociona. Me da una ventana de oportunidad.

 

            Empujo a Renata de mi mente con la misma facilidad que ella lo hace. Manejo a la estación de Broker. Gene Scherle y su cabello rubio. Checa la moto nueva. Checa el casco con llamas. Lo sigo por varias cuadras. Territorio de Keith Mayne y sus pandilleros. Entra a un bar, le doy tres minutos y lo imito. Lo habría perdido de inmediato de no haber reconocido a Joe Boggs, la mano derecha de Keith Mayne. Le sigo al baño. Boggs le pasa un sobre con fajos de billetes y un poco de heroína. Las cosas empiezan a tener sentido. Salgo a la calle. Primer teléfono público que encuentro llamo a la doctora Abbott. Necesito corroboración y rellenar los espacios en blanco.

- Es de parte de Gene Scherle, somos amigos y es urgente.- La secretaria se lo cree. Cinco segundos y la escucho respirando nerviosa y saludando como si nada. Le tiene miedo.

- Debería habérmelo dicho ésta mañana.

- Es el loco de la mañana, maldita sea, mire, sin ánimo de ofender…

- Gene Scherle le está chantajeando, así fue cómo Amanda Culver cambió su testimonio. ¿Quiere vivir chantajeada para siempre? Keith Mayne es un perro rabioso, sabrá del trato, irá por usted.

- No, me dijo que nadie sabría. Se robó mis archivos, me dijo que hablara con Amanda y ahora ella me odia… Tienes que entender, hay cosas que los maridos no quieren saber de sus esposas…

- Gene Scherle vio la oportunidad de hacer dinero rápido, además de lo que le drena a usted. Eso podría ser muy malo para usted.

- ¿Podemos hacer un trato? Necesito los archivos, pagaré por ellos, pero no quiero saber nada de mafiosos. Ésas cosas me dan pesadillas.

- Yo le consigo los archivos, ¿adónde le llamo?- Anoto el número de su casa. Suspira aliviada de saber que su martirio terminará muy pronto.

- Ese Gene es un loco, yo creo que…- Lo veo salir del bar. Pupilas dilatadas. Sube a su motocicleta. Ahora o nunca.

- Yo le llamo. Piense en un precio.

 

            Sigo a Gene Scherle hasta su casa con jardín. Esposa, dos hijas, perro y auto en el garaje. El sueño americano. Trato de convencerme que él lo pervirtió. No estoy muy seguro. Sé que me enoja y sé que es tan estúpido que los guarda ahí mismo. Sé cómo conseguirlos. Sé lo que tengo que hacer. Tengo que tener paciencia, esperar a que esté bien dormido. Manejo a la fiesta. Trato de calmarme. Aprieto el volante con tanta fuerza que siento que lo voy a arrancar. En mi mente resuena lo último que Lora Lee Carter me dijo “¿qué sería de ti sin tu rabia constante?”. La música a todo volumen y no puedo salir del auto. Temo romperle la cabeza a alguien. Temo no controlarme allá adentro. Ellos no se controlan. Los patrulleros siempre tienen fama de alocados, yo fui así y mi hermano también. Es la parte más intensa del trabajo. Ellos se desatan y hacen orgías. Yo temo liberar al lobo y matar a alguien. Puedes dejar la selva, la selva no te deja a ti.

- ¡Sargento!- Elwood borracho y agarrando a una chica. Cadenas de oro, camisa negra.- ¿Cuánto tiempo lleva ahí? Ya llegó su cita, pero si no se apura no será suya por mucho tiempo.

 

            Música a todo volumen. Los vecinos saben que es mejor no quejarse. Patrulleros y detectives. Mujeres. Alcohol. Apuestas. Cartas. Piscina comunitaria con ebrios riendo. Válvula de escape. La olla de presión no aguantaría un día más. Hago mi rutina. Ladro, gruño y aúllo. Renata baila conmigo y luego baila con todos. La intensidad de nuestras vidas es contagiosa. Las historias circulan. Qué patrullero detuvo una riña. Qué patrullero inició una riña. Qué patrullero se emborrachó en una licorería de coreanos mientras la asaltaban. Pocas cosas nos sorprenden. Ese es un mosquito que me molesta incesantemente. Debería sorprendernos el degenerado que violó a la niña en Alvarado. El hippie que estranguló a su amante con sus agujetas. El chino traficante de patos repletos de drogas. El lisiado que se masturba frente a la escuela de la 77 casi todas las mañanas. Lo llaman “lo peor de la humanidad”, pero no nos sorprende. El policía es misántropo por naturaleza, experiencia y educación. “Al demonio con ellos” es la filosofía general pero nadie se pregunta “¿entonces para qué lo hacemos?”.

 

            Me siento a jugar cartas. Luis desperdicia su miserable salario contra dos patrulleros de Baltic. Están haciendo trampa, mejor no decir nada. Cada quien defiende su comisaría, su territorio. La plática usual siempre surge. La he oído desde que era un novato en la academia. La clase de plática que empieza en murmullos y termina en alguien vendiendo su alma. Gene Scherle debió escucharla, debió haber decidido que había más dinero por hacerse que escalando posiciones.

- Son administrativos, gerentes de tiendas y nada más. ¿Qué saben ellos de agarrarse a golpes con un mono porque no entiende que no puede inyectarse esa basura en el baño de Sears?- Billy, el gigante patrullero matutino de Baltic. Una leyenda y un racista de varias generaciones.- Sin ofender a los negros, sabes que no tengo nada contra ellos.

- No me ofendo.

- Es lo que me gusta de usted sargento, sabe que es un hermano azul.- Pequeño Billy, dos metros escandinavos con muchos rumores. Dejó morir a su compañero negro. Extorsiona a las prostis negras que se atreven a venderse de día. Se ofrece a Vicio cada seis meses para ser voyeur.- ¿Entiendes lo que digo Lupo? Son gerentes, nada más. Al diablo con el resto de nosotros. ¿Qué le pasa a este mundo? Hay parásitos corriendo por doquier pero es ilegal usar desinfectante. ¿Me equivoco?

- Voy a decir que no hasta que pierda todo mi dinero.- Bromea Luis. Los policías, reaccionarios por naturaleza y profesión. Billy se siente cómodo. Ahora empieza a girar el engranaje en su cabeza.

- Antes había orden. Antes matabas alemanes o amarillos, te daban una medalla y te dejaban en paz. Pero lo que pasamos en ‘Nam, ¿a cuántos no nos escupieron en el aeropuerto? Darwin se equivocó, no evolucionamos, vamos hacia atrás. Solíamos ser los reyes de esta ciudad. Era nuestra ciudad, esos civiles solamente vivían en ella y les dábamos permiso.

- ¿De dónde crees que salieron esos sujetos que nos escupieron en el aeropuerto?- Tengo que aportar algo. Pierdo dinero y pierdo la paciencia. Luis Fierro va en una racha ganadora.

- ¿A qué te refieres Lupo?

- No nacieron de huevo. Si tu generación es la mejor, ¿por qué sus hijos nacieron tan gandayas?

- Ahí te agarró Billy.- Luis sonríe, más porque gana la mano que por otra razón.

- No sabes lo que era antes Lupo, era la ley de la calle y era muy sencilla. Nosotros somos dueños de la calle, ¿quieres drogarte o hacer tus porquerías? Hazlo en privado. ¿Te acuerdas de cuando eras patrullero?

- Lo detestaba, en cualquier momento me volaban la cabeza. No tenía a Chinatown o la pequeña Italia, tenía negros y latinos que me odiaban por completo. Unos por ser negro, otros por no ser lo suficientemente negro. Todos estaban de acuerdo en una cosa, era azul y por lo tanto traidor.

- No puede quedarse así…- Advierte e invita a que le den la razón. Los demás patrulleros lo hacen. Luis empieza a perder. Empiezo a ganar. Lánzale un hueso. Gene Scherle empezó así, terminó comprado por un gánster de segunda y extorsionando a una ginecóloga.

- ¿Les dije de la oferta de mi hermano? 2x1 a todos los policías en su auto-cinema.

- ¿Queda en Morton?

- Sí, pero sigue siendo dos por uno. Nadie de Vicio lo molesta, yo me aseguro de eso.- Chiflaron excitados y miraron a las chicas que les miraban a ellos. Luis mira a Renata como si la Virgen le invitara a ponerle los cuernos a Dios en persona.

- Por eso me caes bien Lupo.- Concluye Billy el escandinavo. Al demonio con él. Al demonio con todos ellos. Siguen creyendo que Malkin es una ciudad y no las puertas del infierno. Ignorantes. Ciegos que buscan líderes tuertos.

- ¡Lucky! Grasiento mugroso, perdí mil dólares en tu última pelea.- Detective de anti-bandas. Ring improvisado a un lado de la alberca.

- Creo que tienes que saldar esa cuenta compañero.

- ¿Vas a apostar por mí?

- Depende Lucky, ¿lo harías tú?

- Sí.- Se golpea el pecho y le guiña el ojo a Renata Salinas.

 

            Renata quiere bailar a un lado de la alberca. Miramos la pelea. Juegan sucio. Luis ha estado dejando gente en el hospital desde que era niño. No tienen ni idea. Dos minutos y gano 200 dólares. Quieren otra ronda. Están borrachos. Están desesperados. Golpear a Lucky=Golpear sus problemas. Luis saca ventaja. “Suertudo” siempre sabe por quién apostar. Chiflan los de Baltic, chiflamos los de Morton. Cada quien representa el territorio que en secreto detesta. Billy y gente como él creen que somos un frente unido. Nos une el alcohol y el sexo barato que las fiestas ofrecen. No nos damos la hora del día en cualquier otra circunstancia.

 

            Sigo las risas mientras Renata se entretiene viendo a Luis sin camisa y luciéndose. Pistolas con silenciador. Fotos de sospechosos. Muro de una alcoba repleta de agujeros. Se toman turnos apostando puntería. Elwood siempre fue un vaquero. Keith Mayne en los ojos. Kyle Thomas en la boca. Poco a poco las fotos cambian por las de comandantes. “La gerencia” es acribillada. Las risas son tan fuertes que no oyes los tiros. Cuarto de whiskey antes de tomar mí turno. Redecoro la cara del asistente del fiscal William Scalia. Empiezo a gritar borracho “¿Qué te hicieron “paisano”? Todos se ríen. Pienso en su indiferencia. Pienso en los familiares que tiene para estar ahí. Pienso en los favores políticos que lo ascendieron. Todos los juicios que no llevó a cabo para mantener un buen porcentaje. Todas las veces que me culpó porque su oficina pierde evidencia o no le dan seguimiento a sus testigos. Disparo un clip completo hasta que la foto queda cortada a la mitad. Me largo del cuarto entre chiflidos y vitoreos. La borrachera me pone melancólico, Paul siempre dice que son mis genes italianos. Pienso en ‘Nam, en los amigos perdidos y en amarillos cociéndose.

- Hombre-lobo.- Luis se apoya contra mi hombro. Nudillos con sangre.- Renata quiere ir a un lugar más íntimo. ¿Cómo le voy a hacer eso a mi hermano de otra madre?

- ¿Pues qué esperas Luis?- Sonríe como niño en Navidad.

 

            Ellos dos se van. Besuqueo a unas cuantas muchachas que quieren oír historias. Las redecoro. Dejo la rabia detrás. Un ojo en sus escotes, otro en el reloj. Tengo que irme. Cita con Lora Lee. Manejo para recogerla. Café para llevar. Autocinema de mi hermano. Lo hacemos detrás de la pantalla. Le digo que se parece a Pam Grier. Me dice otras mentiras que me creo porque estoy demasiado borracho para querer admitir la verdad. No terminamos la película. Vamos a casa de sus amigos. Hippies odia-policías. “No eres un policía ésta noche”, tengo que admitir que tiene razón. La marihuana me calma. Paso los ácidos. Flashbacks de Vietnam. La jungla multicolor transpuesta a mis casos. Mi hermano suicidándose en una choza del Vietcong. Hablamos pestes de policías y soldados. Son fascistas, son cerdos, son corruptos. No habrían sobrevivido en la jungla. Apenas sobreviven la ciudad. Me río mientras dan sus discursos. Creen que Malkin es una ciudad. Igual que Billy y sus camaradas. No tienen ni idea. No es una ciudad, es un estado mental. “Maldito si lo haces, maldito si no, más vale hacerlo entonces”. Sintonízate o múdate. Siempre ha sido así.

- Creen que eres simpático.- Salimos al techo por aire. Necesito estar medianamente sobrio para mi jugada contra el patrullero corrupto Gene Scherle.- He oído que tu papá era un mafioso, el hombre-lobo original.

- Lo mató un policía. ¿Es ironía o poesía? Sus dos hijos policías.

- Al menos el pasto te calma. ¿No les hacen exámenes y cosas así?

- Tenemos a unos mormones que donan la sangre. Nos avisan por adelantado. Cinco dólares por persona, hacen buen dinero.

- Deberías fumarla todo el día.

- No preciosa, me mantengo enojado o no logro nada.

- ¿Qué harías sin tu rabia?- La pregunta del millón. No contestes. Usa evasivas.

- Me enoja porque a nadie parece importarle, ¿me entiendes? Nada avanza. Todos sale peor, día con día.

- Reaccionario como buen policía.

- Reaccionamos al crimen o nos ponemos creativos y lo hacemos nosotros. Tú decide… No sé, quizás me enoja que me salga con la mía tantas veces.

- Pareces decente. Eso es decir mucho de un policía.- Hago ruidos de cerdo y se ríe.- Me gusta más cuando gruñes. Suena más honesto.

- Tengo que irme, aunque no quiero.

- ¿Entonces por qué…

- Porque alguien tiene que hacerlo.- La tristeza me golpea al decirlo. Efecto secundario de la mota.

- ¿Te veo en tu departamento?- Me muestra su copia de la llave y aúllo a la luna.

 

            Hago la llamada luego de tres tazas de café. Informante que trabaja para la compañía de gas. Convirtió su sentencia por robo e intento de violación en información sobre otros degenerados. Nadie sabe que lo tengo. Los cuidas porque son oro puro. Los honestos son unicornios, seres mitológicos. Tienes que jalarles las orejas de vez en cuando, dinero o violencia. Entienden el mensaje. Temen la prisión, temen la placa. Lo arreglamos y manejo a casa de Gene Scherle mientras bebo otro café. Jardín trasero. Guantes y pasa montañas. Perro lame mis manos. Les despiertan a las cuatro de la mañana a gritos y con apuro. Tienen una fuga. Su casa podría estallar. Asusta a las niñas con cuentos de cuadras enteras convertidas en bolas de fuego. Gene y su esposa demasiado dormidos para preguntar porque no han despertado a sus vecinos. Entro por una ventana a la cocina. Recorro la casa mientras da su discurso. Nada de nombres reales. Ficción sobre ficción. Táctica de guerra. El cuerpo está desbalanceado a las cuatro de la mañana, la mejor hora para una emboscada. Reviso desde la cocina hasta el estudio. Las cajas están bajo la cama. Algo hace clic en mi cabeza. Miro su revólver y me juego una corazonada. Podría ser para nada, pero prefiero estar seguro. Las cargo como puedo y salgo de regreso con el perro. Estoy en mi auto en cinco minutos. Teléfono público a la doctora Abbott. La despierto, pero vale la pena. Tengo el premio. Tiene una cifra. No le discuto. Le doy una dirección en Morton para el encuentro temprano antes de entrar a trabajar. Estará ahí, no se lo perdería por nada del mundo. En media hora estoy en mi departamento con Lora Lee encima de mí y gritándome insultos mientras los dos buscamos catarsis.

- No puedo creer que trabajes en tu día libre.- Mira las cajas. Se enciende un cigarro. Me mordisquea el cuello.

- Es necesario.- Eso la enoja más. Nada de cariños. Me pongo de pie y reviso los archivos.

- ¿Qué estás tramando?

- Mi trabajo.- Quiero decir más, pero no puedo. Reviso los nombres otra vez. Me lanzo al clóset, reviso los archivos de casos sin resolver. Dos nombres coinciden. Mujeres abandonadas en basureros en Morton. Las heridas tan graves que nadie unió puntos. Nada de enemigos. Buenos trabajos, buenos hábitos, todos con lo mismo “nadie querría lastimarla”. La sangre se convierte en hielo. Golpeo la caja. Frustración. Ira. Impotencia. Lora Lee me abraza por la espalda. Me pone su cigarro en la boca. Trata de calmarme.- ¿Qué sería sin mi rabia? Alguien tiene que enojarse. Lora, alguien tiene que enojarse.

- ¿Por qué tienes que ser tú?

- No sé, pero nadie se ofreció de voluntario.

- ¿Sabes a quién me recuerdas? Sísifo. Empujas la piedra hasta arriba y vuelve a caer. ¿Qué haces? Empujas la piedra hacia arriba otra vez.

- ¿Quieres que le diga eso a la próxima familia que pierda a alguien?

- Quiero que no seas un policía, por una sola noche.- Me termino el cigarro, me lleva a la cama.

 

            El sexo es más salvaje. Me insulta y gruño enojado. La cabecera se golpea contra la pared hasta dejar marcas. La muerdo en las piernas y brazos. Muerdo demasiado fuerte. Me convierto en lobo. Ella es caperucita roja. Ella es Gene Scherle, Keith Mayne y Allison Abbott. Sale sangre. Se asusta, me empuja. Se viste. “No serías nada sin tu rabia” es su despedida. Me acuesto. No duermo. Demasiado café. Demasiado neón por la ventana. Exhausto, pero no puedo dormir. Sintonía equivocada. Una radio que no funciona. “Alguien tiene que hacerlo, mejor hacerlo bien”. No es consolación cuando estás solo, cansado de estar enojado y enojado por estar cansado y solo.

 

            Ducha. Desayuno ligero. Callejuela en Morton. Llego cinco minutos más temprano. La doctora Abbott ya está ahí. No está sola. Sabía que no lo estaría. El patrullero Gene Scherle cree que se esconde bien detrás de unas maderas. Mano en su revólver. Bote de basura con papeles y maderas quemándose. Una pira funeraria para sus archivos. Se los muestro. No menciono el dinero. Ella quiere quemarlos de inmediato.

- No podría probarlo aunque quisiera. 12 jurados no conectarían a las dos muertas con su operación de abortos ilegales.

- ¿Qué?- Demasiado cansada para mentir. Tiro los archivos al fuego y se acerca sonriendo.- No siempre sale bien. Sabían del riesgo, se los expliqué detalladamente y decidieron hacerlo. La mayoría…

- Dos mujeres que confiaron en usted. Una es un error. Entendería una víctima, lo deja de hacer y ya. Pero el dinero era demasiado bueno. “Cosas que los esposos no entenderían” sería su racionalización. Las mató y las tiró como basura.

- Un momento.- Gene Scherle sale de su escondite. Mano en el revólver.- No me dijiste que era policía.

- Le voy a pagar a Gene, ¿para qué molestarme contigo? Gene sabía que ya era el final de nuestro arreglo.

- Puedes confesar a las dos muertas.

- ¿Y perderlo todo? Lo siento, pero la cárcel no me sienta bien. No me importa.

- ¿No te importa?- Volteo a ver a Gene Scherle. Sabe quién soy. No sabe de lo que soy capaz. La doctora Abbott sonríe satisfecha. Cree que es la parte en que Scherle me dispara y le paga de una vez y para siempre. Extiendo el brazo. El cuchillo se desliza por la manga de la chamarra de cuero. Está agarrada por un plástico y queda a la altura de mi mano. En un movimiento fluido le corto la garganta a la doctora Allison Abbott. Deja de sonreír cuando la sangre sale como una fuente. Gene Scherle queda paralizado. Sangre contra su cara y ropa. Saca el arma. Bang. Bang. Bang. Balas de salva. Sabía que mis intuiciones saldrían ganando.- Tienen que ser balas de plata si quieres matar a un hombre-lobo.

- Hijo de… Maldito negrata.- Sigue disparando hasta que se queda sin nada. Saco el arma y le apunto en la cabeza.

- ¿Dónde crees que estás, Gene? Esto es Morton. Es mi territorio. Voy a investigar este crimen. Nadie me vio hablar con ella. ¿Puedes decir lo mismo?

- No me hagas esto Lupino.

- Testifica contra Keith Mayne. Fue tu idea usar el archivo de la doctora contra la testigo Amanda Culver. Joe Boggs te pagó bien. Lo vi todo. Testifica y esto nunca pasó.

- ¿Y perder mi pase de motocicleta a Narco? Tienes que estar loco.

- Loco no, rabioso.- Le señalo el cadáver de la doctora Abbott mientras se forman burbujas de aire en la sangre de su cuello. Subo a mi auto. Regreso a mi departamento para cambiarme. Tirar la ropa. Tirar el arma homicida.

 

            Llego a la estación de Morton. Rumores de la fiesta. Luis Fierro boxea contra su sombra. Cuentos de su hazaña. Elwood Collins lo hace a menos. El vaquero contra el mexicano. “No la conquistaste, te la pasaron”. Todos se ríen. Luis defiende la virtud de Renata Salinas. Desayuno mientras trato de hablar con William Scalia. Dejo el mensaje para el asistente del fiscal. “Amanda Culver le tenía miedo a un tal Gene Scherle, podría estar conectado con su ginecóloga, Amanda Culver. Es necesario investigar más”. El teniente Crane pregunta por mi día libre. Le digo que no pasó mucho. Ya escuchó sobre la fiesta, no hace muchas preguntas. Prefiere ser discreto, ha estado en nuestros zapatos y muchas veces lo sigue estando. Llamada para Elwood “vaquero” Collins. William Scalia tiene rumores positivos. Escucha emocionado. Se va la cruda. Susurra mientras el teniente nos pasa asignaciones. Reúno a los detectives. Ya tenemos la pesca del día.

- Perdón por interrumpir sargento.- El vaquero chifla y se para en un escritorio. Le tiran papeles y abuchean.- Querrá oír esto. Hay un patrullero de tránsito que mató a una mujer en Morton, lo atraparon tratando de desaparecer un cadáver. Está haciendo un trato con asuntos internos. Testificará contra Keith Mayne por una sentencia reducida.

- Si es que lo sentencian.- Finjo sorpresa. Es creíble. Seguimiento de casos. La rutina comienza de nuevo. Dónde está cada uno. Quién está pescando y quién tiene permiso de seguir investigando.- Luis, tenemos uno fresco. Kyle Thomas, sí, el mismo que salió de prisión hace 24 horas está muerto en la esquina de Virgil y la 67. Alguien no lo consideró tan inocente como el jurado.

- Maldito desgraciado ese, espero que haya sufrido.

- Es sólo otro caso más Luis. Otro día, otro cadáver.- Lo enmascaro, pero la rabia sigue ahí. ¿Qué sería sin ella?

 
 

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