Harlan Harris: La broma universal
Por: Sebastián Ohem
La miseria hace rico al miserable y
destroza al pobre. Escucho la voz del inspector Kirby “Eres un policía, no lo
olvides”. No es tan fácil. Prostis, yonquis y ladrones. Todos me conocen. El
pelirrojo con los tatuajes en los nudillos. El facilitador. Respondo únicamente
a Kirby, Inspector de División de Inteligencia. Los demás policías de incógnito
no duermen con los vagabundos para escuchar los rumores. No hacen conexiones de
drogas y armas entre pandilleros. Ola delictiva en Malkin, demasiados jugadores
buscando ángulos para exprimir los centavos de la miseria y hacerse rico. Rick
Kirby siente asco por ello, su guerra particular. Yo creo que es de morirse de
la risa. No he visitado mi oficina de investigador privado, mi tapadera para
recibir mi sueldo. Kirby lava mis pecados siempre que le mantenga informado.
Estoy al tanto de demasiadas noticias, difícil enfocarse en una. Prostis negros
mataron a su proxeneta, alguien está formando un establo. Los chacales vueltos
depredadores. El nuevo proxeneta es Gene Bloom. Paga con heroína. La gran H.
Trato de dejarla pero es como si ella no me dejara a mí. Gene prácticamente
tiene un letrero de neón. Me acerco y sabe quién soy. Va rotando a sus prostis.
Cuando quedan demasiado enganchados, y se les nota, les aparta y consigue
nuevos. Depredador. Tipo corpulento, peludo, anillo de estrella de David. Se
hace al macho alfa. Parte de la cadena alimenticia. ¿Dónde quedo yo? No estoy
en la cadena. Estoy de visita. Estudio a la raza humana. A veces no recuerdo
cómo llegué aquí. A veces sí. A veces me da gracia. A veces me hace llorar.
-
Harlan Harris, ¿correcto?- Le muestro los nudillos. H-A-H-A y H-A-HA.
-
Gene Bloom, me han hablado de ti. Puras cosas buenas.- Me enciendo un cigarro
de marihuana y se lo ofrezco.- Fuma de la pipa de la paz, hermano. Tengo la
solución a tus problemas.
-
¿Cuáles problemas?- Me pasa la marihuana y fumo con todas mis fuerzas. Siento
la oleada cálida por espina. Sonrío y me acaricio la “H” de uno de mis
nudillos. Ojos hambrientos. No usa, pero la necesita. Me río al ver los Ovnis
volando sobre nuestras cabezas. Sé que no es real, pero ahí están.- O.K., ¿cómo
la puedes conseguir?
-
Estaré loco, pero no estúpido. Tengo cuentas que pagar, no puedo darte mi
fuente así nomás.- Uno de sus prostis saca una navaja. Bloom le detiene con una
mirada fulminante.
-
No me gusta hablar negocios en la calle, pero he oído que puedes conseguir de
todo. Menos la cordura, claro está.- Bromea y me río.
-
¿Quién querría gastar tiempo en estar cuerdo?
Duermo en mi oficina. Me llama en la
mañana. Tiene que sondearme. Tiene que asegurarse que no sea policía. Le sigo
el juego. Entrevistas de trabajo en distintas cafeterías por tres días.
Danzamos alrededor del tema. Gene es un eslabón en una cadena. Trabaja para
alguien más. Me intereso cada vez más en el caso. Al cuarto día se presenta en
mi oficina. Quiere asegurarse que exista. Quiere hacer la conexión, diez de la
noche en el bar Rover. Me dicta la dirección. Acudo a los italianos. Tony
Brancatto se encarga de la distribución, es el teniente y mano derecha del capo
Caro Palmieri. Lo veo en Olivia, me brinco a Brancatto. Algo de suerte y podré
extender el organigrama de la mafia para la División de Inteligencia.
-
¿Por qué tan de repente?
-
Me sondeaba para saber si soy policía.
-
Eras. Ahora eres un bufón.- Sus gorilas se ríen. Me río con ellos. El
hombre-chivo aparece detrás de él, dándole masaje en la espalda. Pienso en mi
padre. Cierro los ojos y la imagen se va.- No me gusta tratar con adictos.
-
¿Quieres hacer dinero? Nos va a presentar a su jefe. Únicamente pido un 10% por
hacer la conexión.
-
2% y nada más.- Truena los dedos. Uno de sus gorilas me pasa un tubo de oro con
cocaína e inhalo con todas mis fuerzas.- Ahí tienes tu bono, risitas.
La dosis es fuerte. Salgo bailando
del restaurante. El cielo se abre. Veo las galaxias y sé que no estamos solos.
“Consciencia incorpórea”, una de las frases de mi papá. Espero en el auto,
fumando uno tras otro mientras las amibas espaciales dejan de irradiar luz.
Palmieri sigue mi auto. Me cuesta trabajo mantenerme en el carril. Una cerveza
para bajar la coca. Reviso la anotación de la dirección. Casi me pierdo.
Llegamos a Rover y sé que algo anda mal. Tatuajes de suásticas, “88” para H.H.,
estamos con neo-nazis. Fotos en las paredes del Ku Klux Klan. Bandera nazi
sobre la barra. Gene sin su anillo del símbolo judío. Alarmas en mi cabeza. Nos
presenta a su “amigo” Frank Woods. Claramente el líder de la manada de lobos
que nos miran con desprecio. Pontifica sobre la supremacía blanca. “Rostros
negros en la televisión, esto solía ser un país para el hombre blanco” y otros
clichés. Contengo la risa. Luces multicolores bailan alrededor de Frank Woods.
Noto que todos usan camisas formales. Soy el único con playera psicodélica. Siento
las miradas sobre mí. No estoy paranoico, me están estudiando y todos están
armados.
-
Gene me dice que puedes proveernos de dos o tres kilos.- Me habla a mí e ignora
a Carlo Palmieri. Es el primer golpe a su ego.- He oído de ti Harlan, eres un
traidor racial, pero pensé que eras útil. ¿Crees que le daré dinero a un
grasiento? Los sicilianos tienen tantos genes negroides que son negratas
disfrazados.
-
¿A quién crees que le hablas?- Palmieri saca un arma.
Su ego vale más que su vida. Todos
sacan sus armas. Varias escopetas. Las luces multicolores dejan de danzar. Me
pongo de pie y empiezo a aplaudir. Me miran raro. Finjo que mis dedos son
pistolas y empiezo a disparar. Algunos se ríen. La tensión baja. Palmieri
guarda el arma. Me susurra “me vuelves a hacer perder el tiempo y te mato,
bufón de segunda”. Me siento de nuevo, lo dejo irse y sonrío. Frank Woods me
sigue apuntando al pecho. Un segundo, un poco de presión en el gatillo y es
“fuera luces”. Me estiro tranquilo para enmascarar los nervios y se lo toma
como buena señal. “Tengo otra fuente, una aria”, “le debía un favor a ese
grasiento” y “puedo asegurar discreción”. Las palabras correctas, las excusas
correctas. Frank Woods sonríe. Pontifica sobre las razas. Me revisa para saber
si traigo un arma. No cargo con una. Me pregunta si estoy loco. Le sonrío y
mientras manejo a casa me pregunto lo mismo.
Proxeneta neo-nazi haciéndose pasar
por judío con un establo completamente negro. No hay nada en la División de
Inteligencia sobre los supremacistas blancos. Sé lo que diría el Inspector
“conoce al enemigo para destruir al enemigo”. Trabajo rápido. Me veo con Tony
Brancatto. Herí sus sentimientos. Mientras más salvajes y violentos, más
frágiles sus egos. Le regalo una botella de buen vino y todo está olvidado.
“Carlo no tiene por qué enterarse” es su mantra. Lo dice al menos diez veces
mientras repasamos el negocio. Me concede 10% si puedo mantenerlo bajo el radar.
Hablo al Rover, pregunto por Frank Woods. Tony Brancatto me mira con
expectación.
-
Te dije que la conseguiría.
-
¿Tres kilos?
-
No te conoce, quiere empezar poco a poco.
-
Irlandeses, ¿verdad?- No le corrijo. Me río un poco como para confirmar. Tony
me da un pulgar arriba.
Estacionamiento público. Auto
robado. Bolso con tres kilos de heroína. Al menos siete de ellos. No está
Bloom. Woods observa con calma. Uno de sus matones me revisa. Nada de
micrófono. Nada de armas. Podrían matarme y salir impunes. Me repito a mí mismo
que si supieran la verdad ya estaría muerto. Me apoyo contra el auto y enciendo
un cigarro. Frank Woods se acerca finalmente.
-
Tenía que estar seguro. Eres una persona muy interesante, después de todo.
Expulsado del campo de entrenamiento militar. Te salvaste de ir a ‘Nam y
cumplir tu deber de matar comunistas amarillos. Fuiste policía por un tiempo.
Te veo y miro a un demente, pero podría ser un truco, podrías estarlo
fingiendo.
-
No estoy loco, se lo he dicho a una docena de psiquiatras.
-
Sí, un solo año en Blackbird por sobornos y otros cargos. Seis meses en
población general. ¿Cómo fue?
-
Divertido, aman a los ex-policías en prisión.
-
Seis meses en el ala psiquiátrica.- Alarmas rojas por todas partes. Conoce casi
todos los detalles de la cubierta que el inspector Rick Kirby forjó para mí.
¿Cómo lo sabe y cómo es que no habían aparecido en el radar policial si tienen
tanto alcance?- ¿Les gustaron tus tatuajes? Tengo que admitir que son
divertidos. Lo que no sé es si puedo confiar en ti.
-
No estarías aquí si no lo hicieras.- Fumo tranquilo y le paso las llaves del
auto.- Cuidado, es robado. Te mentiría si te dijera que no probé un poco del
producto para asegurarme que sea bueno. ¿El dinero?
-
Aquí.- Truena los dedos. Gorila rapado me pasa una bolsa de terciopelo. Me
pagan en diamantes. Tantas alarmas que me quedo mudo.- Pensé que Jack O’Neil no
vende heroína, únicamente la pasa de una ciudad a otra.
-
Estás bien enterado. ¿Sabías que solía salir con su prima Rose? Me conectó con
uno de esos locos. Pelirrojos unidos, haremos un partido político y todo.
Imagino que tienes el número de mi oficina.
-
Te llamo si necesitamos más.
Paranoia. No sé si me siguen o lo
imagino. ¿Cómo puede saber tanto de mí? No puedo llevarlo los diamantes a
Brancatto. Son robados y querrá el efectivo. Compilo notas de todo lo que he
aprendido. Los detalles antes que se borren de mi mente. Poseer esos papeles =
más paranoia. Me matarían si supieran la verdad. Cine, puerta trasera, autobús,
tres taxis. Es de noche para cuando toco la puerta trasera de la casa del
inspector Rick Kirby. Me hace pasar. Me ofrece café. Acepto unos tragos para
calmarme. Le paso las notas. Le sigo hasta su estudio. Sigue teniendo las fotos
de su esposa e hijo. Gasolina para pesadillas. Gasolina para su guerra
personal. Ladrones los mataron. Le pusieron el arma en la boca y dispararon.
Cicatriz en forma de sonrisa. Nadie se atreve a llamarle “Sonrisa Kirby”. No
recuerdo la última vez que sonrió de verdad. Demasiado terco para morir.
-
Mansfield quiere integrar la división de Inteligencia a crímenes mayores e
investigaciones especiales. Tendré que pelear con uñas y dientes. Esto ayudará
mucho.- Se sienta y estudia con cuidado. Ojo en los detalles. Me mira y frunce
el ceño.- ¿Sigues yendo a terapia?
-
Dejé Narcóticos anónimos, trataron de venderme heroína. Veo a mi doc cada que
puedo. Estoy alejándome de lo pesado, pero a veces no se puede evitar.
-
Solía pensar que el trabajo honesto era todo lo que se necesitaba. El
Departamento es regido por gerentes y no policías. Soy una reliquia, pero te
cuidaré hasta la muerte.- Lo dice en serio y lo sé.- Eres mi soldado detrás de
líneas enemigas. ¿Cuál es tu siguiente paso?
-
Días de normalidad, creo que me siguen. Tengo que seguir el rastro de la
heroína. Tengo que saber de dónde salen los diamantes.
-
Yo me encargo de esa parte. ¿Cómo le pagarás a Brancatto?
-
No lo sé. Se vació el fondo para soplones, están en quiebra.
-
“Estamos” en quiebra. Eres policía, no lo olvides.
Confía en mi criterio. Grave error.
Si tuviera buen criterio jamás habría aceptado el trabajo. No puedo renunciar.
Menos aun cuando me topo con pedófilos y animales salvajes como Frank Woods.
Confirmo mi paranoia al día siguiente. Me siguen. Visito a mi padre en su secta
cristiana. Él es quien me regala todos esos libros sobre civilizaciones
perdidas y Ovnis. Ahora es profeta, por un tiempo fue mesías. La gente sigue
atendiendo sus “lecciones”. Me aburro escuchando acerca de alienígenas en la
era antigua, sobre la Atlántida, el diluvio y las profecías de Nostradamus. ¿Es
contagiosa la locura? Trato de decir que no, es lo que el doc diría. Mi padre
abandonó a mi mamá para ponerle los cuernos con Jesús y sus diatribas místicas.
“No estoy loco”, una y otra vez hasta que
termina la “lección”. Me desarmaron en Blackbird y trataron de
rearmarme. Lección que papá nunca aprenderá, no todo está conectado, no todo
puede rehacerse y hay acertijos sin respuestas.
Dejo que me sigan. Bar Leaf, el pub
de la mafia irlandesa. Jack O’Neil juega
con cerillos, siempre robándole a la mafia italiana. Rose O’Neil sigue siendo
igual de hermosa. La hago reír. Cantamos. Se emborrachan y hablan de la Irlanda
independiente. Finjo que no quiero saber. Los siguientes tres días atiendo el
pub religiosamente. Quienes me siguen creerán que la droga viene de ellos.
Brancatto no me encontrará para pedirme el dinero y puedo hacerlo con Rose en
el baño mientras hacemos líneas. Llamo a Kirby cuando todo está tranquilo.
Diamantes reportados como robados, la aseguradora ya pagó a “Diamantes Tolva”.
Dato curioso, es una joyería de judíos.
Hay una estrategia sencilla para
sacarle información a los borrachos. Finjo que no quiero saber. Evito la
política y así me confían lo suficiente para decirme que le pasan dinero al
Ejército republicano irlandés. Poco a poco me convierto en la mascota del pub.
Me piden favores a través de Rose. Jack O’Neil no está feliz al respecto. Les
conecto con pandillas que venden armas, ladrones en busca de trabajo y les paso
datos de lugares que serían fáciles de robar.
-
Mi primo se enteró de lo que hacemos en el baño.- Me susurra Rose. Jack O’Neil
está en una esquina lanzándome miradas asesinas.- ¿Por qué no vamos a tu casa?
-
Me parece perfecto.- Le paso las llaves subrepticiamente.- Estaré ahí en media
hora para no salir juntos.
No puedo saber si es una trampa. No
tengo nada en casa que indique que soy policía. Las sombras del pub empiezan a
asfixiarme. Tengo que irme por unos días. Los policías de incógnito siempre se
equivocan al apurar las cosas. Es mejor tener paciencia. Paso tanto tiempo
entre ellos que no sé de qué bando estoy. Únicamente sé que el bufón cósmico se
ríe conmigo y no de mí.
-
Pensé que no llegarías nunca.- Está desnuda por completo. Cajones fuera de
lugar. Revisó todo. Sonrío y la cargo a la cama. Finjo que suena la alarma de
ataque nuclear y lo hacemos como si fuéramos a morir en los próximos diez
minutos.- ¿Te habías olvidado de mí?
-
Claro que no, pero recuerdo bien la vez que tu primo me dio una golpiza.
-
Se toma las cosas muy en serio. Tuvimos a un policía de incógnito hace dos
meses, le cortó la garganta y lo dejó en las vías del tren. No lo puedes culpar
por estar tenso.
-
Supongo que sí.- Sonrió al ver su aura rosada. Se levanta y revisa mis libros.
Finge que es la primera vez. No es buena mentirosa.
-
¿De dónde sacas todas estas cosas de la Atlántida y esas locuras?
-
Mi papá, está obsesionado con eso. Empezó su secta en los sesentas. Fueron
buenos años para él.- Me hago un cigarro de marihuana y le invito.- Amantes por
todas partes.
-
¿Cómo tú?
-
Me ofende la acusación, eres única Rose.- Me parte el corazón usarla de esa
forma, pero no dejo de sonreír.
La paranoia se detiene casi por
completo. No tengo una cola. Puedo seguir a Gene Bloom. Lo único que sé es lo
que me dijo Kirby por teléfono. Nuevo en Malkin, compró un condominio de
bungalós con dinero sospechoso y ya. Ningún arresto. Lo sigo mientras da sus
rondas con sus prostis. Convence a uno nuevo. Se inyecta la heroína de Tony
Brancatto en el auto antes de entrar a la casa. Le doy la vuelta a la manzana y
entro por una ventana desde el patio trasero. Me escondo al oír ruidos.
Conversación lejana. Correspondencia en la cocina. Walter y Diane Fromm. Luces
de colores mientras me acerco a la escalera. Entra el prostituto. Tengo que
correr sin hacer ruidos. Las luces danzan frente a mis ojos. Sonido convertido
en luz. Mente dispersa, pero algo en mi interior me dice “revisa el baño”. Le
hago caso a mi instinto. Medicinas para tratar la sífilis y la gonorrea. Quedo
atrapado en el segundo piso. Ruedo por el suelo hasta quedar bajo la cama.
El prostituto está demasiado drogado
para ponerse un condón. Lo hacen como animales mientras siento que el piso se
abre y me devora. Me asfixio. Agua subiendo hasta cubrirme por completo.
Atlántida. Puedo ver mapas en los patrones del colchón. Es el mapa al refugio
atlante. Al ver los pies del prostituto que se viste siento que despierto. Me
pregunto si hice ruido, si llegue a gritar asustado. Si lo hice, no lo notaron.
Diane toma el teléfono y pongo atención. Me cuesta trabajo, es como acarrear
ganado de vuelta al corral.
-
Ya está Frank, otro infectado más para tu causa… Eran otras épocas y mi Walter
y yo… No, claro, entiendo. No, no quiero al FBI investigando mi pasado… ¿Pero
hasta cuándo? Está bien, está bien. Olvida que pregunté.- Cuelga, se viste y
baja las escaleras.
Frank Woods, supremacista blanco,
soplón del FBI. Eso explica cómo es que sabía todo sobre mí. Explica por qué no
aparecía en nuestro radar, los federales deben usarlo para quemar a otros del
Klan. Tengo que saber qué planea, tengo que ser invisible y brillante. Tengo
que ser contradictorio. Escapo desde la ventana del segundo piso al techo del
garaje y me largo de ahí. Evito mi casa y oficina. En los bares se oyen los
rumores, “alguien le debe dinero a Tony Brancatto”, ese soy yo. Refugiarme en
casa o en la oficina no es una opción. Paranoia. ¿Todavía me siguen? De ser así,
¿quién?
Paso la noche en casa de Rose O’Neil.
Algo anda mal. Está nerviosa. Quiere decirme algo. Las posibilidades recorren
mi mente como una manada de búfalos. ¿Frank Woods le mencionó al primo de Rose
que ellos eran la fuente de la heroína?, ¿Tony Brancatto se lo exigió al
supremacista blanco? Agujero negro en mi pecho. Rose finalmente me lo dice. Su
primo, Jack O’Neil, tiene ladrones de Chicago para robarle a Carlo Palmieri y
me quiere involucrar. Le insisto que soy pacifista, ni siquiera cargo con un
arma. Desaparezco en la madrugada. Tatuaje temporal de una suástica. Guantes
negros. Llamadas de teléfono a contactos conocidos. Entro al pub Leaf con la
certeza que se trata de una trampa y, peor aún, que no podré detener lo que sea
que Frank Woods y su grupo de racistas hayan empezado. Le dejo mensaje en la
contestadora a Tony Brancatto “Me pagaron en diamantes, ya los cambié y tengo
tu dinero. Por cierto, escucho rumores que los irlandeses robarán uno de tus
juegos, o quizás los supremacistas blancos. Ten cuidado”. No lo revisará a
tiempo. La tengo que jugar de oída, como siempre.
-
Me encanta tener una razón para empezar a beber desde la mañana.- Caras nuevas.
Escopetas y metrallas. Listos para una balacera. Jack O’Neil me golpea en el
estómago. Ira. Vasos rotos. Me lanza contra una mesa. Seis cañones me apuntan a
la cara y empiezo a reír.- ¿Todo esto para mí? No sabía que eras de Alabama
Jack, los dos sabemos que no te gusta que tu prima y yo salgamos. ¿La quieres
para ti solito?
-
Maldito demente.- Murmura uno de los nuevos mientras me apunta en la cara.
-
Vamos a robarle a Carlo Palmieri y tú nos vas a ayudar.- Jack no pregunta.
Ordena.
-
Buena idea, tengamos una experiencia cercana a la muerte.- Me paro y sonrió.-
Tony Brancatto tiene varios juegos ilegales que terminarán en unas horas. Mucho
dinero en efectivo. Les puedo decir dónde.
-
¿Y se supone que te vamos a creer?
-
Jack, apostaría mi vida.- No miento, es exactamente lo que hago.- Edificio
Avalon, quinto piso, departamento 569. Necesitaremos máscaras, son políticos,
jueces y gente que los italianos tienen comprados. Así nadie tiene que morir.
Jack me incluye en el grupo como
sabía que lo haría. Pasamontañas. Escopeta. Ocho asaltantes. Dos en el lobby,
otro en el auto, los demás avanzamos al departamento. Si Brancatto escuchó mi
mensaje nos espera una carnicería. Me arremango la chamarra para que se vea la
suástica. Los demás tienen tatuajes de verdad. Todos irlandeses. Mantenerlos
confundidos es prioridad para mantenerme con vida. Patean la puerta. Entramos
gritando. No nos esperaban. El techo en llamas. Me encargo de mantener
tranquilos a policías corruptos y mafiosos fuertemente armados. Kirby me
perdona casi cualquier cosa. Si el departamento se torna en carnicería estaré
perdido. El ruido es insoportable. Flashback a Blackbird. Le reviento la nariz
al primero que acerca su mano a su revólver. Robamos hasta las armas. Salimos
corriendo. Corazón como bongo, mente vudú, ritmo africano. Veo zombis y jungla
por todas partes. El auto acelera a toda velocidad. Estamos en el Leaf y no
recuerdo cómo llegué ahí.
-
Empezaba a pensar que eras policía.- Dice Jack mientras cuenta el dinero.- Me
dijeron que lo manejaste bien. Nadie murió. Algunos huesos rotos y nada más. Tu
parte, siempre y cuando me avises de otros juegos de apuestas en el futuro.
-
Cuenta con ello.- El dinero es más que suficiente para pagarle a Brancatto.
Nuevamente el agujero negro. Lo quiero mandar a la cárcel, Rose quedará
devastada.
Me quito el tatuaje temporal y los
guantes en el baño del bar. Despedidas calurosas. Jack O’Neil me ama. Yo deseo
mandarlo a Blackbird. Yo deseo a su prima Rose. Escondo el dinero en mi unidad de almacén. Manejo a la casa de Roman
Fox. Mi cráneo explota. La contradicción es demasiado grande. Policía. Rata.
Asesino. Ladrón. Amante. Enemigo. Soldado. Criminal. Ala psiquiátrica de
Blackbird. Asociación de palabras. Dos horas descendiendo a la locura. Es
temprano pero toco el timbre hasta que Fox abre la puerta. Mi doctor. Mi
terapeuta. Mi amigo. No es contradictorio. Intento imaginar lo que eso debe ser
y no puedo.
-
Necesito la camioneta. No puedo esperar. Los supremacistas blancos planean algo
grande, lo puedo sentir. Son la maldad encarnada Roman, son…- Corro a una
maceta y vomito. Me invita a desayunar. No me había dado cuenta del hambre que
tenía.
-
¿Y las alucinaciones siguen ahí?
-
No les llames así Roman, son imágenes. Sé que no son reales.- Le explico la
situación de Jack O’Neil y su prima Rose.- Jack ha matado policías de
incógnito, manda dinero a guerrillas. Tengo que detenerlo. Igual que esos
racistas. ¿Por qué infectan a los prostis negros con enfermedades venéreas?,
¿Cuál es el propósito?
-
No es tu trabajo hacer arrestos Harlan. ¿Kirby sabe de tus alucinaciones… o
imágenes?
-
Le dije que no era severo. Terminaré como mi madre Roman. Me desarmaron y
volvieron a armar, pero mal. Y no me preguntes por la heroína, ya la dejé.
-
¿No hay manera que vuelvas a ser policía o te dediques a otra cosa?
-
No después de lo que hice. Estoy cumpliendo mi sentencia merecida, Roman. No me
molesta codearme con ladrones y mafiosos. A veces son más humanos que la
policía. Pero gente como Frank Woods… Eso es demasiado. Por eso necesito la
camioneta. No será admitido en la corte, pero no me importa.- Suspiro y sonrío
cansado.- Es algo que necesito hacer. Es más importante que pagarle a Brancatto
y rogar a los dioses que no me conecte con el robo a uno de sus juegos
ilegales.
-
¿Si consigues que arresten a estas personas, te sentirás mejor?
-
¿Me preguntas si creo en la absolución de mis pecados?- Me río de buena gana y
el doc me mira ladeando la cabeza.- Qué bríos tenemos los humanos. Creemos que
todo esto tiene sentido. El Universo, mi querido doctor Fox, es la broma de lo
universal sobre lo particular. No cabe en los moldes abstractos que queremos
imponerle y me da risa cuando lo intentamos.
-
Dijiste que este sujeto Woods era malvado. ¿No es lo mismo?
-
Él amarga la broma. ¡El bufón cósmico no será desafiado!- Me paro de golpe
tirando el café y mirando al techo. Se parte en dos. El cielo se muestra con su
legión de ángeles. Sé lo que debo hacer. No tengo dudas. Kirby quiere que el
mundo tenga sentido. Yo me conformo con que no se torne en un chiste de mal
gusto.
Roman Fox guarda mi camioneta con
los micrófonos y cámaras. Gene Bloom, el proxeneta de los supremacistas
blancos, tiene condominios de bungalós. El instinto me dice que ahí llevarían a
sus clientes y a su establo enfermo. El lugar tiene forma de herradura y puedo
entrar brincándome la barda de la parte posterior. El lugar parece desierto. Es
demasiado temprano. Reviso los bungalós por fuera, todos tienen cables de
grabación. Chantaje. Existe un único módulo que no es vigilado por cámaras y
coloco los micrófonos por todo el lugar y algunas cámaras. Paso tres horas
conectando su sistema de vigilancia al de la camioneta. Me acomodo, tendré que
esperar. Leo para pasar el rato, mi mente no divaga cuando leo.
Corrida rápida por comida y agua.
Juego de espera y paciencia. ¿Cuánta paciencia tendrá Brancatto con respecto a
su dinero? Paso el rato leyendo e inhalando cocaína para mantenerme despierto.
A las tres empiezan a llegar los clientes. Grabo todo, prostis negros y hombres
y mujeres vestidos de manera elegante. Dos de ellos son judíos ortodoxos,
imagino que alguno de esos es Abraham Tolva, la fuente de los diamantes con los
que me pagaron por la heroína. Al caer la tarde se pone interesante. Gene Bloom
amenaza a uno de ellos con fotos comprometedoras. Le pagan en diamantes. No
está satisfecho. Mis micrófonos captan todo.
-
Los dos sabemos que el chantaje no puede durar para siempre señor Tolva. Pero
espero que entienda que su pago en diamantes es mejor que el efectivo. Después
de todo, están asegurados.
-
No me gusta hacia dónde va esta conversación.
-
Podemos dejar todo esto detrás.- Le abraza con un brazo y sonríe como un
tiburón.- La aseguradora sospechará que algo anda mal. A menos, claro está, que
haya un robo completo. La seguridad es impresionante, pero siendo el dueño
puede olvidar las alarmas por una sola noche. ¿No cree?
-
Esa tienda existe desde la época de mis abuelos, significa todo para mí.
-
Y la aseguradora pagará por todo, ¿cuál es el problema? No más chantaje a usted
o a sus amigos. ¿Quiere que su esposa se entere que le gustan los muchachos de
15?
-
Está bien, pero es más complicado de los que cree. La puerta trasera es una
trampa. El frente también es imposible, pasan patrullas cada quince minutos y
no puedo olvidar cerrar con llave, tengo una empleada que se encarga de eso.-
Abraham se encendió un cigarro y lo imité.- Estoy pensando… La casa de al lado
está vacía, su pared da contra nuestro depósito de diamantes. Podría olvidar
poner la alarma en el depósito, después de todo tiene cortinas de acero desde
el frente. Es cosa de tirar unos cuantos ladrillos y listo. Puede ser esta noche.
-
¿Crees que no conozco cómo funciona?- Bofetada tan fuerte que lo tira al piso.-
Pasado mañana llega un cargamento de diamantes.
-
Pero no todos están…
-
Si piensas poner una trampa todos tus amigos hebreos caerán. Tenemos fotos y
videos.
Abraham Tolva accede. Pienso en
posibles ángulos. Roman tiene razón, no es mi trabajo hacer arrestos. Tengo que
ser tan visible que sea a la vez invisible. Estoy por irme cuando en la pequeña
pantalla veo que Bloom le llama a Frank Woods. Se sienta a esperarlo escuchando
música disco. Mis micrófonos no captarán nada. Pánico. Los Ovnis miniatura me
rodean, me quieren llevar a la nave nodriza. Cierro los ojos con todas mis
fuerzas. Me pierdo en la oscuridad. Segundos y horas se vuelven
intercambiables. Escucho las trompetas de Gabriel cuando se detiene la música
disco. Frank odia esa música, culpa a los judíos de envenenar la industria musical.
Le recuerda que sigue estando en período de prueba. Bloom baja la cabeza, le
explica el plan para robar más de tres millones de dólares en diamantes. Cada
palabra que sale de la boca de Frank Woods hace que la sangre me hierva. “El
dinero será bien empleado. Debemos continuar con el micro-genocidio. Los indios
de este país sobre poblaban el territorio, pero casi se extinguen por
enfermedades venéreas. Tenemos que seguir castigando a los hebreos y a los
traidores raciales. Los negratas no durarán mucho entre la sífilis, la gonorrea
y la heroína. Habrá que cambiar el modelo, quizás incluso reportar el éxito de
la operación a nuestros hermanos en otras ciudades. Tu pequeño error en Chicago
quedará olvidado si conseguimos hacer este robo. Tengo planes Gene, grandes
planes para pelear contra las plagas de subhumanos”. El hombre con cabeza de
chivo relincha a mi lado. Veo el mal a través de una pantalla. Cada palabra
grabada. Entiendo a la mafia italiana y a la irlandesa. Ofrecen lo que la
religión y la sociedad le dicen a la gente que está mal, pero Woods es
diferente. Es un perro rabioso.
Siento ganas de vomitar. Me voy tres
minutos después que Frank Woods deja llorando a Gene Bloom. No siento simpatía
por él. No me parece gracioso en lo absoluto. Estaciono la camioneta en el
parque Gavin. Llamo a Kirby para que la recoja y la analicen. Me maldigo porque
quiero algo más que un análisis que terminará en el fondo de la pila de papeles
de los detectives.
-
Entiendo tu preocupación, pero Woods es informante del FBI. Si les damos esas
cintas…
-
No, no es suficiente inspector. Tenemos que hacer una redada.
-
¿No crees que quedarías muy expuesto?
-
Me ha visto dos veces, solamente le vendí la heroína.- Hombres con cabeza de
cabras bailan a mi alrededor. Aquelarre del diablo.- He visto el mal a la cara.
-
¿Estás drogado? No suenas muy…
-
Maldita sea Rick, haz la redada o la haré por ti.- Cuelgo sin decir más nada.
Me miro los nudillos. HAHA en cada mano. Woods echa a perder la broma y detesto
los chistes malos.
Taxi a casa del doc. Recojo mi auto.
Voy a mi casa. Abro la puerta y siento la aguja en mi cuello. Veo a Brancatto y
otros dos matones. Cada palabra suena cada vez más distante. Menciona a su capo
Carlo Palmieri que sospecha el trato que hicimos a sus espaldas. Menciona su
dinero. Menciona algo más, pero ya estoy viajando en el microcosmos de mi
mente. El viaje en coche me parece un sueño. Heroína mezclada con estimulantes.
Me quedo dormido y despierto en un taller mecánico. Sonrío como idiota.
Extrañaba la heroína. Extrañaba el no sentir nada. Carlo Palmieri, Tony
Brancatto y siete matones. La cámara en mi mente se va ajustando. Estoy atado a
una silla. Golpes a la cara para regresarme al mundo y me pregunto ¿cuál de
todos los mundos posibles? Y por alguna razón me causa tanta risa que mientras
más me golpean más me río.
-
Yonquis, son todos iguales.- Concluye Palmieri. Saca el arma y la apunta contra
mi frente.- Tony te prestó dinero y no se lo has devuelto.
-
Dinero.- Repito lentamente. Las implicaciones se van formando lentamente.
Conclusiones que crecen como el moho en un baño. No le dijo del trato de la
heroína. El capo no parece saber nada del asalto al juego de cartas. Tony
Brancatto está manteniendo a su jefe en la oscuridad. Mejor no arruinarlo.- Lo
tengo, juro que lo tengo. Estaba ocupado, eso es todo.
-
¿Ocupado con los irlandeses?
-
No trabajo para ustedes, soy un facilitador.- Me río y hablo al mismo tiempo.-
Tienen un robo en mente.
-
¿Y te vamos a creer? Yo nunca confíe en ti Harlan, no sé por qué Tony te prestó
ese dinero.
-
Les dije que no quería ser parte.
-
Sigue drogado, don Palmieri.- Tony está asustado pero actúa su parte. Teme que
hable demasiado. Me he inyectado tantas drogas que este coctel se va pasando.
Les hago creer que sigue funcionando, que no puedo evitar sino decir la verdad.
Les digo dónde tengo el dinero. Me quitan las llaves del bolsillo. Si el dinero
no está ahí, me matarán.
-
¿Qué hacías con los irlandeses?
-
¿Ha visto a sus mujeres? No puedo evitar si me cuentan cosas.
-
¿Cómo qué?- Don Palmieri está interesado.
-
Pasado mañana. Joyería Tolva. Entrarán por la casa abandonada en la parte de atrás.
El dueño no pondrá la alarma. Les llega ese día un cargamento de diamantes que
pasarán la noche ahí.
-
¿Le crees?
-
Don Palmieri, está tan drogado que no creo que pueda mentir. Además, he oído
que se acuesta con la prima de ese irlandés Jack O’Neil.
Esperamos en silencio. La llamada
llega media hora después. Tienen el dinero. Carlo Palmieri me sonríe. Me cortan
las cuerdas y me mandan a casa. Apenas puedo caminar. Les pido aventón y me
sacan del local a empujones y golpes. Trato de caminar derecho, buscar un autobús
o un taxi. Los flashbacks me tiran al suelo. Mi madre hablando en lenguas
cuando mi papá era ministro. Sus discursos sobre el mal y el Espíritu Santo. Mi
madre teniendo una convulsión en el suelo. Todos gritan “Amén”. Paramédicos
gritando insultos. Mi papá gritándoles que la ha poseído el Espíritu Santo. El psiquiátrico
Mercer, los pasillos que huelen a vómito y cloro. Los gritos desesperados. Mi
papá asegurándome que es la voluntad de Dios.
Me despierto en una celda. Es de
noche, casi madrugada. Los patrulleros no me encontraron drogas encima, se
robaron todo lo que llevaba en los bolsillos de mis jeans acampanados y en la
cartera. Los otros nueve prisioneros mi miran como si fuera marciano. No quiero
dormir aunque esté exhausto. Recuerdo el psiquiátrico. Recuerdo a mi papá
llorando a solas en su cuarto. Traicionado por su dios. Recuerdo mis días como
patrullero. Recuerdo la heroína. Al medio día tengo una visita. Rose pasó por
mi casa, todo estaba desordenado y me estuvo buscando en hospitales e incluso
morgues. Me dejan salir de mala gana. No tengo cargos en mi contra y necesitan
el espacio. Rose acaricia mi rostro. El dolor es intenso y al verme en el
espejo noto los moretones y los ojos hinchados.
-
¿Qué te pasó?
-
Hay gente que no comparte mi sentido del humor.- Rose cruza los brazos. Me
apoyo contra la pared. Estoy débil, pero tengo un plan.- Algunas personas me
querían involucrar en algo que yo no quería hacer. Me arriesgué mucho con tu
primo y me conoces, sabes que soy un pacifista.
-
¿Qué querían que hicieras?
-
Es mejor si no te involucro.- Camino lenta y dolorosamente hasta el teléfono al
otro lado del largo corredor.- Tengo que conseguirles un reemplazo o me irá peor…
No tengo dinero, malditos policías, hasta las monedas me robaron.
-
Toma.- Me pasa algo de cambio y llamo al inspector Rick Kirby. Sé que Rose me
está espiando, de hecho cuento con eso.- Primo, escucha, creo que tengo algo
que te podría interesar.
-
Tenemos las cintas Harlan. ¿Estás en problemas?
-
Yo no, pero… ¿Te acuerdas de esos italianos Carlo Palmieri y Tony Brancatto?
Necesitan otro par de manos. Joyería Tolva, mañana. Entrarán por la casa de
atrás.
-
¿Convenciste a los italianos? Harlan, podrías quedar expuesto.
-
No será problema. Al menos eso dijeron, el dueño va a apagar la alarma. Les
llegan los diamantes y será más de dos o tres millones.
-
¿Vas a involucrar a los irlandeses?
-
Sí, tiene que pasar… Les dije que era pacifista y que sonaba demasiado bueno,
pero lo harán de todas formas. No sé de dónde sacaron el jugo para obligar al
dueño a apagar la alarma… ¿Quieres participar?
-
Está bien, haremos redada, pero tienes que borrar tus huellas lo mejor posible.
-
Lo tendré en mente. Sabía que podía contar contigo. Saludos a los tíos.- Cuelgo
y me apoyo contra la pared. Rose escuchó todo. Le dirá a Jack, lo quiere
demasiado y si no le dice y se entera que sabía del robo podría matarla.
-
Vamos te llevo a mi casa.
Me deja acostado en cama. Finjo que
duermo. La escucho susurrando desde la sala. Cuidadosamente levanto el
auricular del teléfono en el buró. Le pasa la información a su primo Jack. Me
mantiene fuera del asunto, lo juega como si se hubiera enterado ella sola. Jack
O’Neil no la quiere incluir en el robo. Contengo el suspiro aliviado. Cuelgo a
la vez que ella. Continúo con la farsa hasta que escucho que se va. Le llamo a
Tony Brancatto.
-
Por un momento pensé que ibas a cantar todo.
-
Instinto de sobrevivencia Tony. Estoy loco, no estúpido.
-
Recibí tu mensaje demasiado tarde. Parece que uno de los ladrones tenía un
tatuaje de una suástica, aunque los demás parecían irlandeses. ¿Sabes quién me
robó? Palmieri casi me mata al enterarse.
-
Para eso te llamo, creo que el robo a la joyería es una trampa. Todavía tengo
algunos amigos en el Departamento. Me dicen que ese sujeto, Abraham Tolva les
dijo que estaba siendo chantajeado por supremacistas blancos.
-
¿Por qué el súbito interés en mi integridad física?
-
Instinto de sobrevivencia. Estarán los irlandeses y quién sabe quiénes más,
luego habrá docenas de policías. Tony, no te arriesgues.
-
Lo tendré en cuenta. Gracias Harlan. No estás tan loco como Carlo cree. Es un
dinosaurio, ¿qué quieres que te diga?
Sigo mareado. Sigo cansado. Me miro
en el espejo. Calavera por cabeza. ¿Cómo puedo arrastrar a Rose a mi mundo?
Escucho la pregunta/consejo de Roman Fox “Al final del día, ¿alguien está feliz
de verte en casa?”. Lo decido en un impulso. Papel, pluma. Nota. Muchos
tachones. La verdad no es una posibilidad. En mi trabajo mezclo verdad con
mentiras todo el tiempo, ¿por qué esto sería diferente? Me concentro. “Rose,
tengo que mantener bajo perfil por unos días. Los italianos creen que les debo
algo. Están sedientos de sangre, bien armados y muy peligrosos. Algo no está
bien, puedo sentirlo en los huesos. Te veré del otro lado del túnel. Con amor,
HAHA. P.D. ¿Sabes por qué dejé de buscarte? No soporto la idea de verte
lastimada”. No le digo “envío a tu querido primo, quien es como un hermano para
ti, a una trampa”. No le digo “he visto el mal a los ojos y debo destruirlo”.
No le digo muchas cosas. Me siento sucio, incluso después de bañarme en mi
casa.
Paso el día siguiendo a Frank Woods.
No dejo de preguntarme, ¿de dónde sale tanto odio?, ¿lo escogen o cae sobre
ellos como la gripe? No lo veo como un hombre, lo veo como el cabeza de chivo. Me
escondo en casa de Roman Fox. Trata de evaluar mi estado mental. Le digo del
robo. Sigo las noticias con detenimiento. Se interesa por mí, me considera
buena persona. Yo me intereso por mafiosos, ladrones y asesinos. La noche del
robo la policía arrestó a 5 supremacistas blancos, entre ellos Frank Woods.
Siete hombres leales de Carlo Palmieri. Como lo esperaba, Tony Brancatto no le
dijo de mi advertencia. Jack O’Neil y cuatro hombres trataron de salir de ahí a
punta de disparos. Jack murió en el enfrentamiento. A la mañana siguiente Kirby
me informa que Carlo Palmieri está siendo interrogado y que Gene Bloom decidió
cooperar con su libro negro de nombres de su organización y sus víctimas en el “micro-genocidio”.
Frank Woods salió libre gracias al FBI. Mando las fotos que tomé de él mientras
le seguía a su bar Rover. Frank saludando agentes federales y entrando al
edificio. En la noche muere Carlo Palmieri en sospechosas circunstancias. Tony
Brancatto es el nuevo capo. El cuerpo de Frank Woods es encontrado en las vías
del tren, torturado hasta la muerte. Abraham Tolva y cinco empleados más entran
al programa de protección de testigos. El FBI tiene que limpiar su nombre,
fingir que Woods nunca fue su soplón y anuncian una investigación exhaustiva.
Brancatto me manda regalos a mi
oficina de investigador privado poco después de la misteriosa muerte de Carlo
Palmieri. No sabe que sus teléfonos están intervenidos. No sabe que estamos
enterados de los policías que mataron a Carlo y ofrecen sus placas. Nadie
mencionó mi nombre, pero aunque Kirby lo considera un éxito yo no estoy tan
seguro. Funeral de Jack O’Neil en su pub Leaf. Rose me besa y abraza. Dice que
me ama, pero tiene que ir a Chicago por un tiempo. Todos creen que están bajo
investigación policial. La beso con ternura. Salgo a la calle. Salgo a la
tormenta. ¿Si ella supiera, me lo perdonaría alguna vez? La deseo y sé que
volverá. Sé que es una mala idea, pero al demonio, a veces me canso de reírme
solo.
Me río recordando mi última
conversación con Kirby. Él dijo que miré al mal a los ojos y le hice parpadear.
Yo sonreí recordando los discursos de mi padre sobre la naturaleza del bien y
el mal. Le dije “Nadie escapa a la broma universal. ¿Era la encarnación del
mal? Lo universal y abstracto no corresponde a lo particular y material. Todos
somos parte de la broma. La diferencia es que él la estaba echando a perder y
eso no lo soporto”.
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