miércoles, 22 de junio de 2016

Eddie Lupino: Alimentar al lobo


Eddie Lupino: Alimentar al lobo


Por: Sebastián Ohem

 

Del escritorio del sargento detective Eddie Lupino.

 

            Roger Fenway, Jean Ruggerio y la historia de amor. Hombre conoce a mujer. Hombre enamora a mujer. Hombre se casa con mujer. Mujer no puede darle hijos. Hombre la mata con un martillo. Hombre jura tener amnesia. Otro día, otro cadáver. No sorprende ni a los novatos. Novatos apáticos. Toda la policía es apática. Toda la policía saber que todos los civiles son violadores y asesinos en potencia. Lo peor de la humanidad es la humanidad. Los novatos cometen un error tras otro. Vieja historia, nuevos errores. Caso fácil a caso difícil. Nada de pruebas admitibles. “No recuerdo”, una y otra vez. Novatos más asustados de mis gritos que de tener a un asesino suelto en las calles.

 

            Saco a Roger Fenway a las escaleras. La paliza en brutal. Guantes negros y cachiporra. “Se cayó de las escaleras” y “creo que quiere decirnos lo que pasó”. Vomita la verdad frente a la grabadora. Quiere abogado. Quiere negarlo todo. Me siento a comer carne cruda, sangre en todo mi rostro. Manos llenas de sangre. Dientes llenos de sangre. No puede verme a los ojos. El abogado me amenaza pero sabe que perderá. Roger Fenway nuevamente confiesa. Vitoreos. El hombre-lobo lo hace de nuevo. Aúllo a la luna y le ladro a los novatos.

 

            Lo olvido al día siguiente. Cada amanecer es un nuevo cadáver. Una nueva historia de terror detrás de cada puerta. Teniente Blake Crane, mi rabino. El hombre me protege tanto como yo lo protejo a él. El abogado le lloró a la comisión disciplinaria. El reporte incluye “se comporta como perro rabioso durante la entrevista”.

- Absurdo, no es un perro, es un lobo.- Luis “Lucky” Fierro sonríe y se enciende un cigarro.

- Es una estupidez, lo sé.- Crane suspira y pone una mano en los reportes de casos que siguen abiertos. Ley de oro, más de 48 horas y se torna en algo tan frío como el cuerpo.- Eventualmente podría investigar a los dos. Ella cree que cuando hay una golpiza tú estuviste involucrado.

- Eso es racista.- Bromea Luis.- ¿Quién es ella?

- Claire Burke.- Es más un gruñido que una afirmación.- Todo se reduce a dinero. Dinero que no tengo. Es la comisión que hay pagar.

- Consigue el dinero Eddie, porque nuestro fondo se vació defendiendo a Lindhoff y al idiota de su compañero hace un mes. Burke sabe que puede hacer buen dinero en Morton.

- ¿Cuánto tiempo tengo?

- Tenemos.- Corrige Luis. Él es muchas cosas, desleal no es una de ellas.

- Uno o dos días como máximo.- Golpe en la puerta. Reporte. Nuevo cadáver.- Esto es de ustedes, arréglenlo rápido y ¿Eddie? Hiciste lo correcto con ese hijo de perra.

- ¿Qué diferencia hace?

- Ninguna, supongo.

 

            Luis el boxeador suertudo y Eddie el lobo están hambrientos. 211 y 187 en Morton. Lucky Fierro está rezando por ganar la lotería. Claire Burke querrá al menos dos o tres mil dólares. Al demonio la hipoteca, podría vivir en mi auto. Si no les importan los civiles, a la gerencia le importan menos los policías. Siempre podemos dar más. Siempre podemos trabajar el doble. Nunca es oportuno quejarse. Nunca es oportuno ser humano. Luis está enojado para cuando llegamos a la tienda de abarrotes con las dos patrullas en el frente. Yo estoy furioso. “Mejor furia que apatía” me aconseja Crane.

 

            Escopetazo destrozó la cabeza de Charles Ryan en dos. Un ojo colgando de materia gris sobre el neón del anuncio de cigarros. Lo obvio, la registradora no está tocada. Sabían lo que era bueno. Luis sonríe al señalar el agujero en la pared falsa. Abierto con la punta de la escopeta al juzgar por las marcas de pólvora. Estante secreto con paquetes de LSD. Luis golpea el estante de madera de pino con su pluma. Me pongo los guantes cuando se cae y encontramos el resto del dinero y las drogas. Luis no tiene que preguntar. Se va a distraer a los de uniforme, pedirles que empiecen a preguntar a los vecinos. No, no importa si ya lo hicieron. Agarro tanto como puedo, dejo algunos fajos y suficientes ácidos para matar a un rinoceronte.

- ¡Sargento! Querrá ver esto.- Luis es todo negocios frente a los uniformados. Nos metemos al auto. Repartimos el dinero. Le regalo los ácidos. Me traen malas imágenes. La jungla me persigue. Nunca salí de ella. Nací en ella y moriré en ella. 50 y 50. Si algo sobra va para el fondo de la estación.

- ¿Forenses?

- Estarán aquí en un minuto. Pedí información sobre Charles Ryan. No es el dueño de “Ryan’s”, en realidad es de una Patricia Evans, seguramente su novia. La póliza de seguros también está a su nombre. No era casado, padres y hermanos fallecidos. Algunas multas y nada más. ¿Le hablo a la novia para que venga o vamos a ella?

- Vamos a ella. Patricia Evans tenía que saber del dinero y tiene que saber de dónde salían los ácidos. Era una operación pequeña pero bien pensada.

- ¿Cuál es la historia con Claire Burke?- Gruño y me enciendo un cigarro. Llegan los forenses. Doy indicaciones. Me miran aburridos. Regreso al auto.

- Vamos a ver a la dueña del local.

 

            Baltic. Lindo apartamento. Patricia Evans, siete meses embarazada, empieza a llorar. Luis se da una vuelta para ver qué puede encontrar. Si empiezo a toser es señal para que plante drogas. Ella finge no saber nada. Le digo del dinero y la droga de mil maneras diferentes. No sabe nada. Al menos no habla de amnesia. Me recuerda a Jean Ruggerio. Luego de cierto tiempo todos parecen víctimas que has tenido recientemente. La maldición del detective. Luis me muestra las instantáneas. Patricia Evans, Charles Ryan y otra mujer. No es lo que parece. Luis me muestra las fotos de Patricia y la desconocida. Ellas son las amantes, Charles el premio de consolación.

- ¿Revisó debajo de mi colchón?

- Tiene que venir con nosotros.

- ¿Por qué?

- Porque es su tienda, la aseguradora querrá hablar con usted. Le sugiero que mienta y exagere. El dinero de drogas ya lo tienen los forenses e irá al locker de evidencia.- Le señalo los muebles de última moda y su ropa nueva.- Su estilo de vida está amenazado.

- ¡Deme las fotos!- Le doy la señal. Luis se las pasa y las atesora en su bolso. En la patrulla pregunto de nuevo. El romance y los negocios son mala combinación.- Elizabeth Nolan.

- OK.- Luis lo procesa por Recursos e Información. La mujer tiene 68 años.

- Está bien, Victoria Brown.- La información corresponde a la mujer en las fotos.- Fueron los mafiosos, esos malditos bastardos mafiositos. Tienen 17 años y andan por ahí matando gente.

- ¿Sospecha de alguno en particular?

- Arrojen una red, encierren a todos los negratas.

- Voy a revisar su registro de llamadas y el de la cabina de teléfono frente a su edificio.- El comentario la pone nerviosa. Hay oro en esa mina.

- Juro por Dios que se llama Victoria Brown, pero no quiero meterme en problemas. No quería saber nada del negocio que se traían ellos dos.- Miradas furtivas. Ninguno de los dos se lo cree.- El dinero entraba y no me quejaba. ¿Es tan malo?

 

            Los forenses terminaron. No sacaron moldes de zapatos. No le veían sentido. Dejamos a Patricia Evans para que hable con los aburridos burócratas de la aseguradora. El lugar era una tienda de droga, no le darán nada. Victoria Brown, nada de antecedentes, dueña de un domicilio y una bodega. Se está haciendo tarde, pero no hay nadie en casa. Solicito el seguimiento de llamadas e incluyo el de Victoria Brown. Sé dónde está y sé qué está haciendo. Llegamos a la dirección de su bodega en Industrial. Fácil encontrarlo, está en llamas y hay tres camiones de bomberos. La cocina de ácidos reducida a escombros. Unir los puntos es tan fácil que ni lo decimos en voz alta. Victoria Brown recibió la llamada y se puso a trabajar. Aparecerá en el registro de llamadas. Regresamos al domicilio de la chef. Luis prácticamente tira la puerta abajo cuando la empuja. Placa y armas. Cabellos chamuscados, hollín y olor a gasolina. Sonríe porque cree que se salió con la suya. Pienso en Claire Burke y le gruñó mientras la tomo de los brazos y dejo que Luis la revise.

- Patricia te llamó, te deshiciste de la evidencia. Suficiente para conectarte al asesinato de Charles Ryan. Mi compañero se quedó con una de las fotos. Principio, medio y final.

- No, espere un segundo oficial.

- Sargento.

- Sargento, no tiene que ser así, yo estaba en el salón de belleza, puede preguntar.

- ¿Me da permiso o me está pidiendo?

- Maldita sea, ¡nadie quiere contratar a una química que tuvo que dejar la universidad un semestre antes! No tienen suficiente para un caso, no soy estúpida.

- Nombre, dirección y teléfono del salón de belleza.- La dejo ir mientras Luis le pasa su bloc de apuntes y una pluma. Victoria está muerta de miedo.

- Era un buen negocio, Charlie se lo vendía a Chester Corman, éste se lo pasaba a esos idiotas camellos suyos y yo recogía el dinero una vez por semana.

- ¿Chester salió de Blackbird?

- Parece que sí, sargento.

- ¿Y esos “idiotas camellos”?

- Conozco a uno porque Charlie estaba nervioso, decía que iba todo el tiempo y creía que estaba revisando el lugar. Ya sabe cómo son esos negratas… Jóvenes delincuentes, me refiero.

- Sí, esto no tiene nada que ver, sin duda.- Le señalo mi tono de piel y gruño para que siga.

- Barry Hosmer, un… joven. Prácticamente un niño. Puedo ser su informante, ¿no necesitan informantes? Por favor sargento, no me importa si tengo que arriesgarme, prefiero eso a…

- Está bien, mantén el oído en el suelo, pero más te vale darnos información que valga la pena. No olvides, te tenemos por conspiración para la venta de narcóticos.

- Trato con el diablo.

- ¿Cómo supiste?

 

            La coartada es sólida. Dueño, tres empleadas y dos clientes. No fueron las mujeres en su vida, se habrían llevado toda la evidencia. Pedimos información de Barry Hosmer. Juvenil con arresto junto con Chester Corman y Sam Leggert. Conozco los lugares de Chester. Manejo aullándole al sol que se va ocultando. El lobo está hambriento. El lobo quiere alimentarse. Bar “Gator” y Chester no ha cambiado en nada más que en el tatuaje de su dedo medio. La yema, son cinco años. Bebiendo a solas y con cara de pocos amigos. Embestida de ambos lados. Le apunto con el arma a la entrepierna. Luis le sostiene las manos en la mesa. Chester acepta salir con nosotros. Nos lleva a su auto. No sabe nada, no conoce nombres, no recuerda nada. Es Roger Fenway otra vez. Le doy una golpiza en su auto que recordará el resto de su vida mientras Luis busca dinero y consigue un poco.

- Está bien, ¡está bien! Maldito tío Tom.- Golpe a la boca. Labio partido.- Hijo de… No sé dónde están, donde normalmente… Fontaine, tienen que estar por ahí. Por esa cantidad de dinero es lo mejor que pueden pedir.

- Hay menos de mil dólares.- Me informa Luis. Suelto a Corman y sonrío con malicia.

- Él es el boxeador, yo soy el lunático. La debiste jugar inteligente.- La coca lo ha vuelto débil, pero no por ello menos potente. Chester Corman cambia de opinión.

- Es sólo un poco de ácido, ¿creen que voy a conseguir un buen trabajo con ésta economía? Está bien, malditos vampiros… Debajo del asiento del pasajero. Barry y Sam suelen estar en los patios de las torres a la altura de Fontaine. No les diré que van para allá.

- Con esto suman mil, apenas.

- No se ve muy bien Chester, el que no tengas coartada y todo eso. Si tengo que salir a buscarte, él te dejará en silla de ruedas.

 

            Nadie los ha visto. Jóvenes con miradas perdidas o muecas tenebrosas. Soltamos algunos billetes. Se burlan de Sam y Barry, se volvieron “maricones de shorts”, pasan el tiempo en el gimnasio de ese “maricón del box” Wilbur Alexander. Luis lo conoce, peleó contra él. Perdió la pelea y peor aún, perdió su dinero de apuestas. Los chicos se burlan de él por ser un maricón del box. Agarra al más alto y le da un gancho derecho que le deja viendo estrellas. Antes que caiga al piso en agonía “aprende a pelear niño”.

 

            El gimnasio Alexander tiene a hispanos y negros entrenando. Wilbur Alexander ganó un par de títulos, nada serio, ahora pontifica que es mejor resolver disputas en el ring que a balazos. Barry Hosmer y Sam Leggert no quieren hablar. Retan a Lucky. Wilbur le da la señal de la cruz. Se quita la chamarra, se queda en jeans, pantalones y guantes.

- Espero no sea demasiado rudo con esos dos.- Wilbur me invita una cerveza. Me enciendo un cigarro y le ofrezco uno.- No, gracias, hacen mal.

- Me gusta la idea de quemar algo dentro de mí.

-  Deberías probar con el box.

- ¿Quedar como Lucky? No, gracias.- Señalo a los pandilleros y Wilbur sonríe.

- No fue fácil al principio, pero te ganas su respeto y sigues adelante. Tengo a un concejal de distrito que no podría estar más orgulloso.- Señala a la placa con su foto sacudiendo manos.- La colgué casi hasta el techo para que no le pintaran cosas. Fue vergonzoso cuando lo vio.

- Necesito saber dónde estaban.

- ¿Sam y Barry?

- Todos, de ser posible. No hablarán conmigo. Los hispanos porque soy negro. Los negros porque parezco italiano. Todos por principio general porque soy policía.

- No hay problema.- Wilbur golpea la campana. Luis se defendió bien y dejó en el suelo a Sam en más de una ocasión.

- Son buenos, pero no apostaría a su favor.- Le quito los guantes. Le paso un cigarro. Wilbur Alexander pregunta por coartadas. Todos saben de qué va la onda. Todos juran que estuvieron con él, entrenando desde antes de las 4.- Maldita sea, hay una cuestión de límite de tiempo en esto, hombre lobo, ¿qué hacemos?

- Jugarla de oído.- Le chiflo a Barry Hosmer y Sam Leggert. Me miran de arriba para abajo. “Cerdo”, “fascista”, “tío Tom”, lo he escuchado todo.- Déjense de idioteces, no se escondan detrás de su entrenador, ¿dónde estuvieron?

- No digas nada, no puede hacernos nada. ¿Ir a Juvenil? Seríamos los dueños de esa granja.- Bromea Barry Hosmer.

- No por un homicidio, no, irían a Blackbird junto con su jefe Chester “doble-perdedor” Corman. ¿Cuánto van a durar con él adentro?

- No me vas a asustar.- Me reta Sam Leggert.- Aún si pudieras golpearme no lo harías.

- Tenía tu edad, más o menos, cuando le mordí la carótida a un vietnamita y lo vi desangrarse en el pasto. No consigues puntos por hablar como tipo duro. Hablarás conmigo.

- Tipo loco. ¿Al menos es verdad?

- Sí.- Los dos se miran y echan a correr. Los dejamos irse, no tenemos nada sobre ellos más allá del dedo acusador de la química que fabricaba el LSD y un matón de segunda que no fue específico en lo más mínimo.

- Tipos duros.- Remarcó Wilbur.- A su edad y ya son duros. ¿Adónde crees que vaya gente como ellos?

- A la tumba, igual que el resto de nosotros.- Me termino la cerveza y apago el cigarro en la lata.

 

            Se esconden detrás de su entrenador y él lo sabe. No hablará. No así, no aún. Regresamos a la estación. Tengo fotos que puedo mostrarle. Eso podría servir. Tenemos las llamadas de Patricia Evans, Victoria Brown y Ryan’s. Luis deja de escribir el reporte. Enciende un cigarro y me mira. Sé lo que quiere de mí. Al diablo, que se esfuerce.

- ¿Cuál es la historia con Claire Burke, sargento?

- Nunca trabajó un caso en su vida, como la mayoría de los capitanes y burócratas que mantienen ésta operación funcionando. Era una secretaria hasta que se acostó con la gente correcta. Liberación femenina al estilo capitalista. Tiene su oficina y caza policías por una cuota. Todo por haber nacido mujer con tal de ponerla en el maldito póster.

- Maldita perra.- Resumió Luis.- ¿Qué le decimos al teniente Crane?

- La verdad Luis, siempre la verdad.

 

            Trabajo de oficina y nuevos datos. Llamadas entre Victoria y Chester Corman. Le doy lo que tengo al teniente. Le doy la versión completa y sanguinaria. Me pide mi opinión, quiero otro día. Lo contempla, ladea la cabeza y entierra el asunto con un “al diablo, que pague Chester Corman”. Orden de arresto a todas las unidades. Luis y yo vamos a su departamento. Uniformados afuera. No hay nadie. Luis suspira cansado y patea abierta la puerta. Buscamos el dinero y al culpable. Ninguna de las dos. Dos uniformados esperándolo en el pasillo. Luis no deja de maldecir en español.

- Me largo a mi casa. No hay más dinero sargento. ¿Qué demonios vamos a hacer?

- Me quiere a mí, no a ti. Tú tranquilo Lucky.

- Como digas Lupo, ¿qué vas a hacer? Al menos consíguete una mujer por una noche.

- Creo que voy a golpear las paredes hasta que me sangren las manos, emborracharme y quedarme dormido.- Se ríe. Lo digo en serio pero no le digo.

 

            Demasiado alterado para dormir. Navego las calles con la radio policial. Cacofonía de crímenes. Orquesta de sangre. Me quedo dormido en un callejón y me despierta el “187” y la voz asustada del patrullero. Encontraron a Sam Leggert. Señales de tortura. Le llamo a Luis. Recuerdo el LSD y manejo a su departamento. Lo regreso a la Tierra con café y agua fría. Lanza fintas como si estuviera por salir al ring. Sirenas y quema de hule. Sam Leggert en un drenaje. Rodillas rotas. Quemaduras de cigarro. Torturado por el dinero. Lógica del asesino, ir a su casa. Siete hermanos. Ningún padre a la vista. Todo revuelto. Siete miradas asustadas. Oficiales de Juveniles tratando de calmarlos. Alguien estuvo ahí, alguien los asustó, alguien revisó por toda la casa. Los forenses buscarán huellas. Llamada de Victoria Brown. La nueva informante tiene lo que necesitamos y está dispuesta a decirlo en la corte. Chester Corman le habló preguntando por Sam Leggert, estaba furioso con él y lo culpaba. Segunda llamada, horas después, pregunta por amigos suyos pero ella no sabe nada al respeto. Todo se resume en que torturó a la persona equivocada, no tenía el dinero y el siguiente en la lista era Barry Hosmer. Le digo que hay muchas huellas en el departamento de Sam Leggert y que las compararán con las suyas. No le molesta, pasó la noche con Patricia y sabe de qué es capaz y de qué no lo es. Yo tengo mis dudas. Por experiencia y porque ser policía es dudar de todos los civiles.

 

            Luis pide la dirección de Barry Hosmer mientras manejo a toda velocidad. Los forenses nos confirman que, tras comparar las huellas latentes con las de Corman tienen positivos. Entre eso y el testimonio de Brown no saldrá de Blackbird. Luis reza en español para que no hayamos llegado demasiado tarde. Yo me insulto a mí mismo porque los pude haber detenido. Les pude plantar droga y mantenerlos en el tanque por un par de días hasta hacerlos quebrar. No lo hice. Le dije a Wilbur mi filosofía básica, naces, haces cosas malvadas y mueres. No esperaba escuchar el eco de mis palabras tan pronto.

 

            Tiempo record. Torres de Morton. Departamento subarrendado. Cinco hermanos. Nada de Barry Hosmer, salió en la mañana. Nadie ha pasado por ahí. No entienden cuando maldigo y golpeo la pared. Todo lo que ven es otro policía persiguiendo a un chico negro. Peor aún, un policía negro. Lo escuchamos en la radio. Chester Corman bajo arresto. Luis celebra boxeando contra su sombra. Quiere verlo a los ojos cuando le digamos que está hundido por completo. Quiero arrancarle la cara y mostrársela. Manejamos a la estación de mejor humor. Puedo oler la sangre. Puedo oler la carne fresca. Olvido a Roger Fenway y a Claire Burke de la comisión disciplinaria. Mando la orden en el camino, “arreglen la puerta del domicilio del depravado Chester”. Tiene que parecer que no fue arrancada de su lugar. El interrogatorio es una formalidad. Nudillos golpeados y ojeras. Los forenses ya compararon sus huellas, Victoria Brown ya declaró. Chester mira su tatuaje en el dedo de en medio. Hijo de perra no tiene la decencia de fingir que le fue difícil. Reprimo las ganas de golpearlo contra la mesa. Luis tiene lo que quiere, el teniente  Blake Crane tiene lo que quiere y, con algo de suerte, la perra de la comisión disciplinaria aceptará el “impuesto”.

- La comisión habló, quieren que cierres esto oficialmente. Reporte y luego la rutinaria entrevista.- Me avisa Crane mientras bebe café e intenta no bostezar. Le miro torcido como un perro, él sabe lo que pasa por mi mente.- No hay manera en que ese desgraciado haya matado a Barry Hosmer, no concuerda con la línea del tiempo.

- No consiguió el dinero. Tendríamos que esperar a que aparezca el muchacho.

- Si es listo estará en un autobús hacia Chicago.- Bosteza Luis. La droga abandonó su sistema. La adrenalina se fue y recuerda que no durmió nada.

- ¿Se te hace como un chico listo?

- Por el amor de Dios Lupino… Deja que los de Narcóticos encuentren el resto del dinero.

- Mientras el dinero esté afuera todos sabrán que Barry Hosmer lo tiene.- Eso despierta el interés de Lucky.

- Buen punto. No sería mal tributo y reserva para el fondo. Por no mencionar que hay ciertos… No quiero hablar mal de nuestros compatriotas de azul, pero unirán los puntos en dos segundos y ese Barry se hará el duro con la gente equivocada.

- La única diferencia es que no encontraremos el cadáver.- Resume el teniente mientras mira el café.- Está bien, haré algunas llamadas. La bruja puede esperar, oficialmente son parte de la búsqueda.

 

            Todo detective tiene un rabino, algunos escogen a sus conquistas, otros a la botella. Yo tengo a Blake Crane. Luis y yo desayunamos de camino al gimnasio Alexander. No cancelo la orden de búsqueda, es buena pantalla de humo. El chico está trabajando el saco, no sabe de su amigo. El chico duro se quiebra por un instante y se recompone. Sigue golpeando el saco, ahora más fuerte. Imagina que es Chester, imagina que puede golpear sus problemas hasta hacerlos desaparecer.

- ¿Por qué no descansas un rato?- Le dice el entrenador. Wilbur sabe cómo hablarles. Ha estado ahí.- Ponte guantes, creo que Juan podría usar la práctica en el ring.

- Suena bien.- Nada más. No hay eulogías. Cero discurso.

- ¿Qué hay con ese sujeto?

- Vida, mínimo 20 años.- Wilbur asiente pensativo.- Debiste ser honesto ayer.

- Todos los días pasa uno o dos patrulleros para revisar futuros arrestos. Por Dios, no pensé que fuera a pasar a mayores.- Wilbur declina el cigarro que le ofrezco. Se apoya contra el saco y mira al vacío.- Sam y Barry llegaron tarde ayer. No es inusual, son esquineros, no es trabajo de fábrica con un horario bien establecido. Tienes que entender que no serían capaces de matar a alguien. Ellos no son de sangre fría.

- ¿Nos quieres convencer a nosotros o a ti mismo?

- Chester estará en prisión, pero siempre que ese dinero esté libre, él no lo será.- Luis fuma cansado mientras lo mira boxear.- Cualquier imbécil podría hacerle lo que le hicieron a Sam Leggert.

- No tiene una vida fácil, ¿qué puedo hacer al respecto?

- Queremos saber dónde vive, queremos revisar el lugar.- Le doy la dirección porque me juego una corazonada y tenía razón. El boxeador me dice que vive a un lado. Suficiente dinero para su propia caja de zapato.

 

            Wilbur convence a Barry. Nada fácil, pero no es su primer rodeo. Barry sabe que podríamos llevarlo por la fuerza o hacerlo sin él. Necesito que venga. Necesito medir su reacción. Mudo todo el camino. Patrulleros le siguen buscando. Trata de engañarnos con su dirección oficial, pero le sorprendemos al ir al siguiente número. Luis desentona por completo. Vecinos abucheando. Al menos soy un mulato y no parezco policía. Luis es mexicano, lo cual lo hace impopular ahí y tiene toda la pinta de policía, lo cual lo convierte en el diablo.

 

Cama, cocineta, televisión y librero. Marihuana y ácidos bajo el colchón. Cucarachas y un cuchillo a un lado de la cocineta. Arma en el librero sobre revistas porno que esconden heroína de uso personal. Barry Hosmer se burla de nosotros. Será el rey de juvenil, saldrá en tres años o menos si es que la posesión del arma llega a juicio. Todos los chicos del gueto saben de leyes. Tiene razón, pero no se lo digo. Luis y yo buscamos el dinero por todas partes mientras hablamos de los horrores de la granja. El chico de 17, dos días antes de salir fue violado con una escoba hasta morir. Hace año y medio un motín dejó tres muertos. Guardias sádicos y pervertidos que drogan a muchachos y los violan. Un pedófilo arrestado cada tres meses. Serían más, pero perderían a la mitad de sus guardias. Los intercambian como tarjetas de baseball. Luis encuentra fajos de dinero en el ducto de ventilación. Barry deja de sonreír.

- Al diablo con ustedes y sus historias de terror, tengo amigos ahí.

- No entiendes chico, un 211 y 187. Robo y homicidio. Eso es Blackbird. Estarás ahí con Chester Corman. ¿Quieres adivinar cuántos amigos tiene? Más que tú.

- Nadie me hará maricón.- Corre por el arma. Luis lo somete al suelo, esposas en las muñecas.- ¿Para qué me arrestan si ya tienen lo que quieren?

- Nunca fuiste brillante, ahora estás peor. Debe ser el miedo, ¿verdad, Lupo?

- Digan que no lo encontraron y ya.

- No encontramos el dinero, tú sales libre y terminas en una balacera en el Morton hispano.- Me enciendo un cigarro y me siento en el colchón. Cansado y nervioso.- Admítelo, maldita historia de siempre. Un moreno dirá algo estúpido o tú dirás algo estúpido y un balazo te deja desangrándote en la calle. Luego Fierro y yo tenemos que examinar tu cadáver y preguntarnos, ¿valió la pena?

- Ponte de pie chico, sabes que el sargento tiene razón.

- No será así, me iré con mis primos a Chicago. Pueden quedarse con el dinero.

- Dinero para el fondo.- Considero las opciones. Me llega un escalofrío. Luis me mira como si estuviera loco. Si supiera lo que pienso me gritaría.- Déjalo ir. Dale algo de dinero para que llegue a casa de sus primos. Te veo de nuevo y personalmente te romperé las piernas, ¿entiendes lo que digo?

- Lupo, hombre, pero… Al diablo.- Lo libera, le pasamos algunos billetes y lo vemos irse.- Sam Leggert actúo sólo.

- Principio, medio y final. Si pudiéramos culpar a ese chico de todos los homicidios estaría perfecto.

 

            Luis cuenta el dinero, lo reparte por la mitad. Suspendo la búsqueda por Barry Hosmer. Ha sido visto y eso era todo lo que necesitábamos saber. El teniente no pudo detener a la comisión disciplinaria. Claire Burke me está esperando en una sala de interrogación. La conozco, estará en la sala donde la mancha de sangre de carne cruda no ha salido por completo. La orden se repite. Luis toma la radio para dar el código de recibido. Se lo quito de las manos. Prendo la sirena. Vuelta en U. Burke es tan apática como el resto de la administración. Tan apática como casi todos los policías. Es impersonal. Es una transacción de negocios y la disciplina, la justicia y el orden no tienen nada que ver. Me enfurece la apatía. Me enloquece que esté tan furioso. Tiene que significar algo. Barry Hosmer tiene más humanidad que Claire Burke y el departamento entero. Nudillos blancos. Luis fuma nervioso. Gruño un “al diablo las consecuencias”.

- Les dije que perdían el tiempo.- Wilbur Alexander me mira a los ojos y sabe que soy más peligroso que su entrenamiento de box.

- Sí, porque esos dos no mataron a Charles Ryan. Tú lo hiciste. Bastante desesperado poner parte del dinero en su departamento. Él y Sam Leggert te hablaron de ese sujeto, necesitabas el dinero y de pronto todo se hizo más fácil.

- No necesito el dinero, el concejal…

- Tenemos testigos.

- Sabía que Patricia me iba a fastidiar. Le di casi la mitad, pero supongo que no fue suficiente.- Funcionó el bluff. No me sorprende de Patricia Evans, pero quiero toda la historia.- Me vio huyendo, me reconoció. Sam y Barry no sabían, seguí fingiendo que la ciudad seguía aportando fondos, pero les dejó de importar. Él era un traficante, ¿cuál es el daño?, ¿no ven lo que hago por todos estos jóvenes? Años de esfuerzo…

- Vendiste a Barry Hosmer cuando le plantaste evidencia. ¿Crees que sobreviviría Blackbird?

- Hice algo bueno por la comunidad, ¿puedes decir lo mismo?- Me lanzo contra él, pero Luis me sostiene. Estoy furioso porque tiene un buen punto. Podría dejarlo ir. Luis quiere que lo deje ir.

- Tiene que importar Wilbur, tiene que importar lo que dices. ¿Prefieres dejar que  Barry Hosmer decida lo que es justo y lo que no? Corman habrá matado a Sam, pero es como si tú hubieras dado la orden. Es cáncer, ¿es que acaso soy el único que puede verlo? Se esparce maldita sea, infecta todo y nos ahoga en su porquería.

- Está bien… ¿Qué hago?

- Confiesa. La testigo retractará su testimonio, irás a juicio y tendrás mejores probabilidades que Chester Corman. ¿La escopeta?

- Sótano de mi casa.

- Llama a alguien para que la haga desaparecer. Medirán tu estatura y la del disparo, será circunstancial y pasarás como máximo cinco años. La verdad no me importa si matas a Chester Corman mientras estás adentro o si él te manda violar. El momento que por tu culpa murió Sam y nos vendiste a Barry perdiste lo que nos diferencia.

 

            Wilbur nos pasa el resto del dinero, más de siete mil dólares. Nuevo sospechoso, nuevas evidencias. Eso aplaza a Claire Burke, pero la enfurece. Su precio acaba de subir. Crane trata de hacer las paces, pero a ella no le importa. El primo de Wilbur, Jack, se deshace del arma y se encarga del gimnasio. Dejo a Luis con el papeleo y los reportes. Visito a Patricia Evans, la amenazo a punta de pistola junto a Victoria Brown para que me dé el dinero que le pasó Wilbur por su silencio. Evito la entrevista de la comisión disciplinaria por otro día. Reúno lo que le sacamos a Corman, a Barry, a la víctima original Charles Ryan y a Wilbur. Visito a Jack Alexander. Me desprecia y no lo culpo. El jurado será blanco, verán a un ex-matón y nada más. Le paso el dinero, le prometo que le visitaré para ver que sea bien gastado. No se esperaba eso. Me pregunta porqué mientras cuenta el dinero. “A alguien le tiene que importar”. No elaboro y regreso a la oficina.

 

            Claire Burke me saluda alegre y ladeo la cabeza. Capto rápido, Luis cubrió el dinero con su mitad. Me ofrece la mano, una sonrisa y un “estoy segura que no pasará de nuevo”. Le muestro el dedo y le ladro. Todos se ríen. Se asusta y corre al elevador. Me mira con miedo mientras las puertas cierran. Su rostro podría ser el de Jean Ruggerio. Podría terminar muerta ésta noche. La investigaría de todas maneras. Su marido podría hacerle lo que Corman le hizo a Sam. Seguiría el caso como un perro con un hueso. Su vecino podría volarle la tapa de los sesos como Wilbur le hizo a Charles Ryan. Ella tiene el lujo de ser apática. Yo no. Yo tengo que alimentar al lobo.

 
 

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