miércoles, 29 de junio de 2016

Eddie Lupino: La rabia del lobo


Eddie Lupino: La rabia del lobo


Por: Sebastián Ohem

 

            Día en la corte. Asistente del fiscal William Scalia lleva a juicio lo que cree que está en la bolsa. Negocia sentencias casi siempre. Kyle Thomas era un caso seguro. Todo se desplaza para favorecer acusados con abogados privados. Testigos pierden la memoria. La gente olvida el encabezado. Se reduce a evidencias y testimonios de los detectives a cargo. 12 jurados que nos llaman “cerdos fascistas”. Scalia me mira como si trajera la peste. Jurados deliberan por dos horas. Kyle Thomas sale libre. La chica a quien le aplastó el cráneo con el tubo es menos que un recuerdo. El detective Elwood Collins me mira preocupado. Misma sensación que Scalia. Juicio distinto. Keith Mayne, mafioso mediano, muchos testigos, una testigo clave, mucha evidencia. Me llaman como supervisor del caso. El jurado escucha lo mismo quince veces. Tienes que unirles los puntos. Los abogados son brutales contra Elwood, no tiene el récord perfecto que se supone que todos tenemos. Nadie lo tiene, si lo tuviera no podrías confiar en él. Llega el momento de la testigo estrella, Amanda Culver, le vio en persona matando a tres pandilleros y robando sus drogas y dinero. Scalia empieza suave y pronto suda. Amanda Culver cambia versión. Nada de amnesia. Dice lo contrario, dice lo que la defensa necesita escuchar. Receso. William Scalia no me mira como leproso porque me necesita. Ahora soy su “paisano”. Ahora somos dos italianos luchando por salir adelante. Quiero gritarle por arruinar el juicio de Kyle Thomas. Nada de encabezados con ese. Keith Mayne es otra historia, podría darle una mejor oficina. Quiere que siga a Amanda Culver, saber si le pagaron o la intimidaron. Pérdida de tiempo. El daño está hecho. Acepto de mala gana para que me deba favores. Acepto porque Elwood podría perder mucho si el mafioso lo demanda. Soy su sargento, soy su hermano azul.

 

miércoles, 22 de junio de 2016

Eddie Lupino: Alimentar al lobo


Eddie Lupino: Alimentar al lobo


Por: Sebastián Ohem

 

Del escritorio del sargento detective Eddie Lupino.

 

            Roger Fenway, Jean Ruggerio y la historia de amor. Hombre conoce a mujer. Hombre enamora a mujer. Hombre se casa con mujer. Mujer no puede darle hijos. Hombre la mata con un martillo. Hombre jura tener amnesia. Otro día, otro cadáver. No sorprende ni a los novatos. Novatos apáticos. Toda la policía es apática. Toda la policía saber que todos los civiles son violadores y asesinos en potencia. Lo peor de la humanidad es la humanidad. Los novatos cometen un error tras otro. Vieja historia, nuevos errores. Caso fácil a caso difícil. Nada de pruebas admitibles. “No recuerdo”, una y otra vez. Novatos más asustados de mis gritos que de tener a un asesino suelto en las calles.

 

            Saco a Roger Fenway a las escaleras. La paliza en brutal. Guantes negros y cachiporra. “Se cayó de las escaleras” y “creo que quiere decirnos lo que pasó”. Vomita la verdad frente a la grabadora. Quiere abogado. Quiere negarlo todo. Me siento a comer carne cruda, sangre en todo mi rostro. Manos llenas de sangre. Dientes llenos de sangre. No puede verme a los ojos. El abogado me amenaza pero sabe que perderá. Roger Fenway nuevamente confiesa. Vitoreos. El hombre-lobo lo hace de nuevo. Aúllo a la luna y le ladro a los novatos.

 

sábado, 11 de junio de 2016

Eddie Lupino: El lobo


Eddie Lupino: El lobo


Por: Juan Sebastián Ohem

 

Del escritorio del sargento detective Edward Lupino

            Ángel en el pavimento. Truenos que caen sobre él. Miradas de asombro. Imagen distorsionada. Chico muerto boca arriba. Tren elevado sobre nosotros echando chispas. Curiosos mirando con ocio. Las patrullas y autos iluminan la escena. Jeans, playera de los Doors. Agujeros en los jeans, manchas de grasa y sudor en la playera. Azules manteniendo el cordón. Lucky Luis Fierro tomando nota. Temporada alta de homicidios. Teniente Crane “resuélvelo rápido”. Luis se aburre, pelea contra su sombra. Ex-boxeador. Termino el cigarro y le miro impaciente. El hombre-lobo tiene hambre de nuevo. Cansancio ganándole al hambre. Resuena en la memoria. “La guerra te hizo cruel, la ciudad te mantiene enojado”, Crane a la yugular “mantente así”. Forenses apurados, choque en Argent, muchos muertos. Se acerca cansado. Ponte enojado.

Ciudadano Alfa: Morton Blues


Ciudadano Alfa: Morton blues

 

            Bobby Exum tenía siempre el mismo sueño, independientemente de la clase de día que hubiese tenido. Le era tan real que, con los años y las repeticiones, comenzaba a sentirlo real y eso le afectaba. Podía oler el pasto mojado, podía sentir las piedras bajos los pies descalzos y los aullidos de los perros. En sus sueños regresaba en el tiempo. En sus sueños era un esclavo que escapaba de sus dueños y era perseguido. Cualquier otra persona, con el tiempo, se habría resignado pues el final siempre era el mismo. Bobby Exum no era cualquiera, él siempre daba todo lo que tenía y descubría que siempre tenía más energías. Corría hasta agotarse y luego corría hasta que sus pulmones le ardían para correr un poco más. Sus dedos acariciaban los pastizales, sus pies sangraban y los capataces de la plantación le perseguían de cerca con ayuda de los perros. Todas las noches huía, todas las noches los perros le encontraban y le destrozaban con sus fauces. No recordaba cuándo había iniciado aquel terrible sueño, pero se convenció que habría sido un recuerdo de una vida pasada. Se despertó de golpe, ya no gritaba, aunque siempre sudaba, como si hubiera corrido de verdad. Faltaba tan poco para que sonara el despertador que decidió que no tenía sentido volver a dormir. Salió de la casa hacia el minúsculo patio y se sentó en una silla vieja tratando de imaginarse a un niño, o una niña, corriendo por ahí. La casa en las orillas de Morton era un espacio apenas suficiente para él y su esposa Mary-Anne, pero se las tendrían que ingeniar para obrar milagros. Acarició los guantes de box sobre la otra silla y miró a la vieja pera, hacía mucho que no practicaba pero sabía que aún lo tenía, podría haber llegado muy arriba, podría haber sido un campeón. Su esposa creía que era un campeón, lo mismo los reporteros y el público en general. Él era, después de todo, el Ciudadano Alfa, la encarnación del sueño americano. Había detenido asaltos, salvado vidas, resuelto difíciles casos y era parte de los cuatro coroneles del Regimiento y, según las versiones oficiales, su líder. En realidad no tenían líder alguno y de tenerlo sería “el general”, el alcalde Nathan Hart.