El mito del dragón y el lobo
Por: Juan Sebastián Ohem
Tyr miró su reflejo en la pantalla,
dándose cuenta por primera vez que parecía un pordiosero bañado en sangre. La
nave llegaría pronto a Targoviste en la luna Deimos de Marte. Se preguntó si
tenía miedo, si creía que su padre Sigurt había tenido miedo antes de ser
traicionado por su tío y asesinado por la Iglesia. Siempre había creído que su
padre no había sentido temor alguno, pero quizás eso no era cierto pues, aunque
la tarea que estaba dispuesto a hacer era desagradable y peligrosa, él temía.
No por su propia vida, había crecido sabiendo que eventualmente aún, siendo
príncipe heredero, moriría en cautiverio. Tenía miedo, sin embargo, que sus
motivos no fueran entendidos nunca. El sentido de su vida, aquello que le había
impulsado a vivir incluso en las peores circunstancias, debía quedar en claro y
los pueblos libres de Thule tenían que entender la causa por la que valían la
pena tantos sacrificios. Comenzó la grabación sin siquiera mojarse el rostro y
quitarse la sangre. Existían, entendía ahora y quizás en el fondo siempre lo
había entendido, horrores que el Hombre común necesita ver de primera mano.
Permaneció en silencio por unos segundos, no estaba seguro de cómo habría de
comenzar. Muchos advertían ya que la Iglesia de los dos Hermanos amenazaba con
destruir las viejas formas, otros, mal nombrados en su opinión “radicales”,
llamaban a una guerra abierta contra aquellos que eran igualmente capaces de
hablar de paz y amor entre los Hombres como eran capaces de quemar a los
“herejes” en hogueras. Decidió, al fin, contar su propia historia y dejar las
teorías para los académicos y diplomáticos.
-
“Mi nombre es Tyr, hijo de Sigurt, hijo de Siegfried. Mi padre fue traicionado
y asesinado en un intento por desestabilizar a Thule, pero la Iglesia no
contaba con que los pueblos libres de Thule estaban dispuestos a seguir a mi
madre, la reina Byr. Mis hermanos y yo pasamos varios años existiendo en
secreto, por temor a los asesinos de los Arcontes de Marte y a los Inquisidores
de la Iglesia. Llegados a edad fuimos presentados para el aclamo de los thules
e ira de la Iglesia que, en ese momento, amenazaba con nuestras colonias en las
lunas marcianas de Phobos y Deimos.
“Tras las batallas en el cinturón de
asteroides el gobernante de Deimos, llamados Arcontes, Mehmed II, tomó
prisionera la nave en que viajábamos mi hermano Fenrir y yo. Un pacto se formó,
ellos controlarían Byzantum en Deimos, mientras nosotros tendrías Targoviste en
el rostro oscuro de esa luna y, por nuestra permanencia, ellos no atacarían la
luna de Phobos donde se estableció el reinado de Bran desde hace más de un
siglo. Fenrir y yo estábamos obligados a mandar falsos reportes y mensajes
desde Byzantum donde nuestro carcelero, el general Pietrus Pasha, se dedicaba a
hacernos la vida imposible. Juntos fuimos testigos de la transformación de
Byzantum, la ciudad que en algún momento albergara thules, atlantes y
seguidores de los dos hermanos. Les convirtieron en ciudadanos de segunda, con
el pretexto de mantener la moral a la altura de las “Escrituras”. Destruyeron
sus símbolos y estatuas por considerarlas blasfemas y finalmente Mehmed II
ordenó la matanza de cientos de inconformes, llevada a cabo por el general
Pietrus Pasha. Fenrir y yo, mientras tanto, fuimos reeducados para glorificar a
su único dios, a su maestro y a su profeta. Día tras día, año tras año, se nos
forzó a memorizar las Escrituras y mientras más me negaba peores eran los
castigos. Los maestros me golpeaban, me mantenían sin sueño, me daban comida
echada a perder o forzaban a pasar días enteros en fosas con agua helada hasta
la cintura. Mi fe en el Sol Negro, en nuestros dioses y en nuestro destino en
los castillos de la Luna roja nunca se doblegó y jamás dudé. No puedo decir lo
mismo de Fenrir.
“Traté, por todos los medios de
mantenerle leal a Thule, pero debo decir que, luego de varios años, fracasé y
Fenrir fue bautizado en la fe de los Hermanos. Asegurándome que aún era de mi
sangre e hijo de Thule, nos tatuamos el dorso de la mano izquierda. Él tenía la
cabeza de un lobo, sobrenombre que nuestros captores le habían dado desde el
principio, mientras que yo tenía la cabeza de un dragón, símbolo del mal para
la Iglesia y del cuchillo Balmung de mi padre. Sabiendo que no podía contar con
su ayuda para escapar de nuestro encarcelamiento, conseguí mantenerme en
contacto con Iorgovan, el más alto de los nobles, o Boyar, de Phobos quien
controla la colonia lunar de Bran en Phobos.
“Iorgovan y los demás boyars de Bran
conocían los riesgos, pero me aseguraron que en Targoviste, en el otro lado de
la luna de Deimos, Janos Corvinus aguardaba expectante nuestro escape. Las
defensas de Byzantum eran demasiado fuertes para una invasión, pero el masivo
ejército del general Pietrus Pasha, mi torturador personal, era muy lento y no
esperaban una incursión rápida. Aproveché la amistad que Fenrir había forjado
con Pietrus Pasha para poder salir del encarcelamiento y visitar la famosa “iglesia
de la penitencia” en la superficie lunar. Salimos de la ciudad de las fuentes y
los íconos en una pequeña nave para contemplar los muros lacería, figuras
geométricas formadas por pequeños azulejos. El techo, un domo dorado tenía,
desde cada esquina, versículos de las “Escrituras”.
-
Puedes quedarte aquí Tyr, los infieles son indignos de entrar a la casa de
Dios.- Pietrus abrió la compuerta hacia la entrada presurizada de la iglesia y
supe que tenía que pensar rápido.
-
No hay mayor belleza que el Sol Negro, apuesto que ni Eshua o Muhmed podrían compararse
al Yggdrassil. No lo niegues Fenrir, puedes negar a tus dioses, pero no a la
estética.
-
Necesita ver la gloria de Dios.- Le insistió Fenrir y el general, con una
sonrisa repleta de sorna aceptó de buena gana. Bajamos los tres, acompañados de
los dos guardias que me mantenían vigilado casi todo el tiempo. Fenrir sintió
un escalofrío al hincarse en el suelo de marfil y orar ante el crucifijo y el
libro abierto entre las vigas.
-
El maestro Eshua murió por tus pecados, ¿no tienes vergüenza alguna?- Espetó
Pietrus y los soldados me golpearon para que me tirara al suelo. Rieron entre
ellos hasta que usé mis cadenas para aferrar la mano de Fenrir y lanzarme
contra uno de los bancos de piedra asegurados al marfil.
-
¡Contén la respiración!- Conseguí gritarle antes que la cúpula dorada volara en
mil pedazos y las pequeñas naves de incursión con sus dragones en el frente y
sus cañones en los lados desplegaran a las tropas.
“El general Pietrus Pasha salió
huyendo, sabiendo que ésta no era una victoria que pudiera ganar. Los soldados
velozmente nos colocaron los trajes de forma que pudiéramos respirar en el
vacío del espacio y conseguimos abordar las naves antes que las defensas de
Byzantum consiguieran desplegarse. Janos Corvinus había establecido una ruta
segura con las pocas naves de guerra que Mehmed II, el Arconte de Deimos, le
permitía tener.
-
Hermano, ¿qué has hecho? Profanaste una iglesia, insultaste al Arconte y
violaste el tratado que mantiene en paz a las dos lunas.
-
Fenrir, todos en Targoviste viven como ciudadanos de segunda, ¿es ésa la manera
de los Hombres libres? Hablas de mantener la paz con el arconte de Deimos, pero
¿no debería él pagar los impuestos siendo éstas nuestras lunas?
-
¡Comandante!- Iorgovan me saludó afectuosamente y señaló el domo transparente
de la nave. Las velas solares soplaban fuertes hacia Phobos.- Bienvenido, mis
boyars y nuestros soldados están a su disposición. Janos le manda saludos,
espera con ansias sus acciones militares.
-
No tendrá que esperar mucho.
-
Esto es una locura, ¿tan cerca de Marte y hablas de hacerles la guerra?
-
¿Tan cerca de los dioses y les das la espalda, Fenrir? Naciste en Thule, hijo
de Sigurt y Bryn. Eres un lobo.- Le mostré el dorso derecho de la mano con la
cabeza del dragón.- ¿Acaso no son ellos el rebaño?, si su dios existe, ¿a quién
favorecería, al lobo o a la oveja?
“Incluso antes que llegásemos a
Phobos el astuto Corvinus, máximo boyar de Targoviste, se comunicaba con Mehmed
II para llegar a un tratado de paz que incluyera nuestra libertad, haciéndole
creer que nos encontrábamos con él. Nuestra nave alunizó en uno de los cráteres
mayores y mejor protegidos. Bran era una colonia amplia, ocupando casi todo el
interior para la porción habitable y su exterior para los puertos y el
comercio. Los boyars, quienes vestían como algunos en Marte, con grandes
turbantes y amplios pantalones de tela, nos felicitaron y dieron la bienvenida.
A pesar de la prohibición eclesiástica, según la cual, no puede haber un trono
hasta que se hubiesen convertido, Iorgovan les desafiaba y en el palacio
principal había erigido doce tronos, para los doce boyars que, junto con él,
regían la luna de Phobos. Tenía, además, un segundo trono de dos asientos para
Fenrir y para mí.
-
¿Cuál es la voluntad del dragón?- Preguntó uno de los boyars, sonriendo.- La
nave a Thule está…
-
No iremos a Thule, mi hermano se ha convertido y yo tengo cuentas pendientes.-
Aquello sorprendió a todos, menos a Iorgovan.- El general Pietrus Pasha me
torturó por días y noches para que memorizara su inmundo credo, no iré a
ninguna parte hasta haberlo matado.
-
¿Cómo planeas hacer eso?- Cuestionó mi hermano.
-
Con misioneros. Entiendo que Phobos está lleno de ellos.
-
Muchos vienen en secreto y fingen que se han convertido aquí. No sabemos qué
hacer, son una plaga.- Contestó Iorgovan manipulando la computadora líquida
para mostrar la ubicación de las iglesias.- Algunos de los boyars se han
convertido también.
-
¿Los quemarás como hacen en Thule?- Preguntó uno de los boyars, con cierto
temor.
-
No, por supuesto que no. Destruyan todas sus iglesias, detengan a todos los
conversos y misioneros que encuentren. Los mandaremos a Byzantum. Usen
cargueros… y llénenlos de explosivos. Avísenle a Janos, para cuando Targoviste
esté rodeada los mandaremos, haremos estallar las naves y atacaremos.
-
¡Blasfemia!- Gritó Fenrir y otros dos boyars. Saqué mi arma y maté a los
nobles.- Eshua tenga misericordia de nosotros.
-
Tus dioses piden misericordia, pero están satisfechos con la tortura y la
conquista, al menos los míos son honestos. Eres el lobo, Fenrir, actúa como
uno.
“Tal y como lo había predicho las
tropas de Mehmed II, lideradas por Pietrus Pasha rodearon Targoviste y Janos
Corvinus comenzó una batalla de trincheras. Fenrir le mandó un mensaje al
arconte Mehmed II para decirle de mis locuras y alistamos las naves de guerra.
Los cargueros con misioneros y conversos llegaron a su puerto principal,
nuestras naves de guerra estaban disfrazadas como naves de comercio. Antes de
que fuesen escaneadas hicimos estallar los cargueros y entramos a Byzantum. Mis
órdenes fueron sencillas “maten a todos, quemen las casas y comida”. Nos
desplazamos bloque por bloque matando a todos los civiles que pudimos e
iniciando fuertes incendios. Los cultivos hidropónicos ardieron en llamas por
nuestros poderosos cañones. Janos nos alertó que Pietrus, habiéndose enterado
de la trampa, enviaba a sus tropas de regreso. Fuimos destruyendo los puertos
comerciales mientras escapábamos y en menos de cinco horas habíamos conseguido
matar a más de 80 mil de ellos.
“Targoviste nos recibió como héroes
y Janos Corvinus nos abrazó como conquistadores. Había banderines con dragones
desde cada ventana y grandes banderas del Sol Negro ondeaban por las calles. En
nuestro carruaje abierto Corvinus se veía nervioso, pues según explicó, habían
muchos conversos en Targoviste y sabían de la masacre que había ocurrido. En
los siguientes días hubo revueltas que fueron sofocadas con puño de hierro. Los
conversos atacaban a los “infieles”, mientras que los thules quemaban negocios
de creyentes en los Hermanos. Fenrir trataba de llegar a un acuerdo de paz con
el general Pasha, consiguiendo un salvoconducto a los creyentes y sus
posesiones. El problema, sin embargo, radicaba en la nobleza, tan distinta que
en la Thule de la Tierra, los boyars. Sus costumbres eran demasiado cercanas a
las marcianas y nunca se podía saber a ciencia cierta a qué dioses adoraban.
Los espías y traidores estaban por todos lados, incluso después de la gran
migración hubo varios intentos de asesinatos y estallidos de revueltas por toda
la ciudad de Targoviste.
-
Nuestras tropas están dispersas por toda la ciudad, hay demasiados
saboteadores. Ayer mismo trataron de destruir uno de los principales
generadores de aire.- Me explicó Janos.- Hemos conseguido una paz que es
insostenible.
-
Habrá paz, mi amigo, cuando Mehmed II esté muerto.
-
Enviarán a otro.- Advirtió Iorgovan.- La Iglesia tiene más Arcontes de lo que
sabe qué hacer con ellos. Fenrir habla su idioma, entiende cómo piensan, pero
si fracasa en sus conversaciones diplomáticas habrá flotillas de Marte viniendo
hacia aquí. Tienen que haber Thanes y duques de Thule dispuestos a mandarnos
soldados, ¿no es cierto?
-
No lo sé… Mi hermana Auslaug no puede invadir Marte y Fenrir no se lo
permitiría. Entenderán, estos que creen en Eshua y Muhmed entenderán que hay
cosas que incluso su dios no puede hacer y una de ellas es que posean estas
lunas.
“Recordándolo ahora sueno…
diferente, quizás tenía esperanzas que no debí tener. No fui lo suficientemente
sanguinario en nuestro ataque a Byzantum, eso lo sé ahora. Si de mí dependiera
preferiría destruir las lunas de una vez que dejarlas caer en manos del
enemigo. No era, sin embargo, una esperanza sin fundamento, pues a pesar de los
ocasionales saboteadores, se estaba llegando a un relativo estado de paz.
Fenrir, quien había aprendido las artes de la diplomacia como yo las de la
guerra, había conseguido forjar un tratado de paz con Mehmed II y sus
superiores.
-
No habrá más ataques en Byzantum y está permitida la libertad religiosa en
Targoviste.
-
¿Acaso ellos permiten la libertad religiosa en sus territorios? No Fenrir, no
podemos acceder a cosas que ellos mismos no hacen.
-
Hay libertad religiosa en Marte.
-
No hablo de las sectas de Eshua y Muhmed, ¿si vieran una bandera del Sol Negro,
acaso no la quemarían?
-
Eso lo podremos negociar.- Asentí y siguió con la lista de demandas, la mayoría
cuestiones comerciales.
-
Eshua y Muhmed, los pordioseros y su Iglesia la opulenta. Vaya religión que has
aceptado, hermano.
-
Hay un punto más en la agenda y no creo que Mehmed II quiera negociar, ni yo
tampoco.
-
¿Y qué podría ser ese?
“Fenrir sacó su arma y, luchando por
mi vida, me lancé contra él. Disparó la poderosa pistola y salí despedido en un
huracán de furia y sangre contra la pared y luego al piso. Los guardias, al oír
el disparo, entraron, pero Fenrir ya estaba huyendo con ayuda de varios boyars
que habían guardado sus traiciones muy bien. Al despertar en la cama de
hospital miré mi mano izquierda, pero no quedaba nada más que un muñón. Me
saludó un atlante a quien no veía desde que fuera muy joven, era Bashda, el
Antiguo de Atlas que había conocido bien a mi padre Sigurt y que incluso había estado
con él en sus últimos momentos. Me explicó que Janos Corvinus había conseguido
sacarme de Targoviste con mucha dificultad, que me encontraba en una nave de
Atlas y que ahí nos dirigíamos para que se curaran mis heridas. No presté
atención, pues la pérdida de mi mano era un dolor insignificante al de perder a
mi hermano Fenrir, el lobo.
“Me negué a regresar a casa, pues
¿qué gloria le llevaba a los pueblos libres de Thule? Auslaug era más sabia que
yo y mejor reina de lo que yo habría sido rey. Los dragones no estamos hechos
para reinar, sino para escupir fuego. Tal era mi destino, según entendí
mientras entrábamos a Atlas. Bashda me mostró uno los lagos luminosos, inmenso
en proporción y tamaño y resplandeciente en un color azul como el de los ojos
de mi hermana. Tomó del piso a uno de los gusanos iridiscentes y lo colocó en
mi mano.
-
Había un poeta de Thule que, cansado por todo lo que había vivido, decidió
recorrer Atlas, llegó aquí para componer un soneto y, según las historias,
enloqueció al ver tanta belleza.
-
Suertudo él que tenía espacio en su alma para a belleza.- Lancé al gusano de
regreso al lago y, quitándome las botas de cuero dejé enfriar mis pies allí. ¿Qué
habría hecho mi padre?
-
Pensé que ustedes los thules no creían en la reencarnación.- Sonrió Bashda.-
Pregúntate mejor qué harían los vivos. Sé que tu hermana te extraña y tu madre
llora por sus hijos varones.
-
Ha perdido a uno… He perdido a mi hermano, Bashda.- Le mostré el muñón y le
interrumpí antes que hablara.- No quiero una prótesis, no me importa lo
realista que se vea. Los thules no somos como ustedes que maquillamos los
defectos y reemplazamos lo imperfecto. Llevamos nuestras heridas a flor de piel
para mostrarlas con orgullo y bañarnos en gloria.
-
Cada año regresan aquí, millones de esos gusanos.- Señaló el techo, casi tan
brillante como el sol.- Se amontonan entre ellos, algunos se dejan caer al
agua, otros se quedan ahí. Todos, sin embargo, eventualmente regresan a casa.
Las lunas de Marte son de Thule, y tú también lo eres. Vuelve a casa Tyr,
reúnete con tu familia.
“En una de las naves de Atlas me
trasladé a una de los reinos de Thule donde mi madre y mi hermana me esperaban.
La gente me recibió como un héroe, fui llamado “el dragón de Thule” y contuve
las lágrimas al ver las casas de piedra y techo de pasto, al ver al ganado
comiendo cerca de las naves espaciales comerciales, al contemplar los vitrales
y arcos que demarcaban la ciudad. Bashda, el sabio, al hablarme del poeta y el
lago, se refería a mí y a mi hogar. La madre reina y la reina Auslaug me
recibieron con honores, abrazos y besos. Sólo ellas sabían de la traición de
Fenrir el lobo, quien de una tarascada me había arrancado la mano izquierda.
“La visita, sin embargo, comenzó a
agriarse conforme llegaban las noticias por los servidores cuánticos sobre el
estado de Targoviste y Bran. Fenrir y los boyars convertidos estaban muy cerca
de convencer a las tropas para que bajaran las armas y escudos y dejaran entrar
al general Pietrus Pasha, mientras que en Phobos las conspiraciones y revueltas
eran peores con cada día que pasaban. Iorgovan, era obvio, no podría
contenerlos por demasiado tiempo. Las lágrimas me corrían por el rostro
mientras Auslaug me pedía que asumiera el trono, perdonara a mi hermano y
dejara caer a las lunas de Marte. ¿No era acaso Thule mi verdadero hogar?, ¿no
era un trono suficiente para calmar la ira del dragón?, ¿no era mi destino
regir a Thule y prepararla para una eventual guerra con Marte?
-
Auslaug, no creo que lo entiendas. He perdonado a Fenrir y te prometo madre,
que traeré a tu hijo sin daño alguno a Thule. Sin embargo, crecí en cautividad
y mis captores deben conocer a lo que han creado. Fenrir lo ha mostrado, es mi turno.
Targoviste será tomada por completo en unos días, Bran tardará poco en caer.
-
Valiente dragón eres, hijo mío, hijo de tu padre quien estaría orgulloso de ti
y a la vez apenado.- Las palabras de mi madre fueron reconfortantes y duras a
la vez.- ¿Es qué no sabes que el valor es locura cuando quiere sostener un
edificio que se cae?
-
Las lunas no caerán, antes las destrozaré, pues prefiero perder una mano que un
brazo y dos puertos espaciales que darle al enemigo un centímetro más.
-
Sé que deseas irte y llevarte un destacamento contigo, pero te ruego Tyr,
reconsidera, pues si te vas no te veremos de nuevo. El orgullo echa a perder al
hombre favorecido por el éxito.
-
Ahora veo que es bueno que no tengas el trono de Thule.- Me dijo Auslaug.-
Porque no han faltado hombres poderosos que han alabado al pueblo sin haberle
amado nunca, y en verdad, ¿qué sabe un dragón sobre amar a su pueblo?
“Cruel y dura fue la despedida en
aquella ciudad de nieve y hielo. Tomé dos batallones y sin mirar atrás dejamos
atrás el planeta que nos vio nacer para asistir a Targoviste, que tanto dolor
me había traído. Janos Corvinus, quien ya había huido a Bran, dejando caer su
colonia, nos envió a las tropas que pudo, como también hizo Iorgovan.
Desembarcamos bajo los disparos de cañones de pulso e invadimos en grandes
números a una ciudad cuyos boyars habían traicionado a su propia gente.
“Avanzamos poco a poco al principio,
quemando las iglesias y matando a los soldados de Pietrus Pasha. Aquellos que
las tropas tomaban como prisioneros fueron colgados y apilados sobre lanzas de
acero en el palacio principal. Recuperamos los puertos, uno a uno, dejando
destacamentos militares y armas de largo alcance para repeler a las hordas
invasoras de Mehmed II. Mi muñón se había armado con un cuchillo y en la
derecha disparaba mi arma larga, cortando carne y reduciendo enemigos a
cenizas. La batalla duró más de dos días, seguidos de dos días de purga en la
que el ejército fue retomando cada uno de los túneles y destruyendo todo
aquello que llevase una cruz con media luna, símbolo de la religión de los dos
Hermanos. Al quinto día la flotilla que Pietrus había preparado nos superaba en
números tan grandes que el arconte Mehmed II no tuvo temor en pedir audiencia
conmigo. Accedí y ordené un bosque de enemigos empalados en la entrada del
palacio. La sangre llegaba a los talones, los aullidos de dolor eran
estruendosos y en el centro se encontraba mi mesa de la que comía carne cruda con
el rostro y las robas empapadas en sangre. Mehmed II avanzó temeroso, sus
soldados vomitaron más de una vez y horrorizados habrían escapado de no ser por
la guardia personal del arconte que disparaba a matar a todo aquel que quisiera
dar vuelta y huir.
-
Siéntese, arconte de Deimos, Mehmed II y beba de la copa de la destrucción.
-
¡Monstruo!
-
¿Acaso no soy un dragón?- Le preguntó con un gritó que se sobrepuso a los
aullidos de los heridos.- He aquí a su grey, he aquí a sus amados hermanos en
la fe y a sus ciudadanos. ¿Acaso no quiere saludarlos? He comido la sangre de
soldados y hombres santos, pero no encuentro diferencia.
-
No hay nada de qué hablar.- Mehmed II vomitó mientras huía del bosque de los
lamentos.
“El mensaje que le envié a Janos fue
innecesario, pero satisfactorio. Ya sabía que habíamos retomado Targoviste y
manteníamos a raya al ejército de Pietrus Pasha. Me invitó a Bran de modo que
pudiéramos convenir una estrategia militar entre las dos lunas y discutir cómo
liberarían a mi cautivo hermano Fenrir, quien estaba en el castillo de Bran
bajo llave y escrutinio de cámaras y micrófonos. Dejando gran parte de las
fuerzas armadas y llevándome apenas algunos capitanes viajamos a Phobos en una
nave de incursión. La flotilla con la marca de la cruz y la media luna nos
observaban con rabia y mientras les veía por el domo transparente de
presurización me hice tatuar a lo largo del cuello una serpiente que en, la
garganta, se come a su cola.
“Me avisaron de un mensaje de mi
hermana Auslaug que sabía que vendría, después de todo entendía cómo funcionaba
la mente de estos herejes. El Papa demandaba mi cabeza y amenazaba que si
llegase a ser rey de los pueblos libres de Thule habría guerra abierta. Me reí
del mensaje, prefería enterrar el cuchillo de mi muñón en el corazón de aquel
viejo hipócrita que gobernar a los thules. Mi ira no conocía saciedad, pues tal
es la ira de los dragones. Iorgovan nos dio la bienvenida y sus hombres
rápidamente nos rodearon apuntando sus cañones de pulso. Fenrir no estaba
preso, después de todo, y tanto Iorgovan como Janos Corvinus me habían
traicionado. Mi hermano me explicó que me necesitaban para ser entregado al
Papa con vida, de modo que sufriera siete veces siete por mis crímenes. No se
esperaban la masacre de Targoviste, pero solamente haría peor mi destino. Me
miró a los ojos, con lágrimas recorriendo su rostro, y lamentó no haberme
matado cuando tuvo la oportunidad. Los boyars parecían conmovidos por la piedad
de Fenrir, el lobo, mientras que Janos sonreía victorioso pues podía imaginarse
como el siguiente Arconte de Deimos.
-
Hablan de exiliarme, ¡a mí! Ustedes, creaturas cuyos alientos apestan a los
cadáveres insepultos de nuestros propios camaradas, cuyo cariño atesoro tanto
como a las ciénagas podridas donde nada crece y que corrompe mi aire. ¡Los
exilio a ustedes! Vivan largas vidas con la incertidumbre, dejen que cada
pequeño rumor sacuda sus corazones. Sus enemigos se ríen de ustedes que están
dispuestos a exiliar y rendir a sus defensores. ¡Son ya cautivos de una nación
que les ha conquistado sin asestarles un solo golpe!
“Fui escoltado junto con mis
capitanes a las mazmorras del castillo de Bran. Príncipe sin nación, defensor
de quienes están dispuestos a matarme por unas cuantas monedas y por miedo a
algunas amonestaciones. Mis capitanes trataron de mantenerme el ánimo, pero en
ese día comprendí que la traición no comprende límites y la humanidad desconoce
las profundidades de su propia bajeza. Podíamos oír las risas de los guardias y
sus rezos fervorosos al falso dios y conquistador de mi pueblo. En ese momento
me habría gustado preguntarle a Auslaug si era mejor regir a un pueblo sin
amarlo, que amar a un pueblo y someterlo.
“Fenrir, naturalmente, había
conseguido convencer a Janos Corvinus de aceptar a los Hermanos en su corazón y
ser bautizado. Los boyars se reunieron en el gran comedor para discutir sus
nuevas posiciones en lo que sería un Phobos convertido por completo. Fenrir y
Janos, no queriendo perder más tiempo, fueron a Targoviste para hacer la
entrega oficial de la colonia a Byzantum y para apaciguar a mi ejército que aún
no dejaba entrar a las tropas de Mehmed II. Los boyars no notaron sus
ausencias, pues la ambición les tenía cegados. No notaron cuando las puertas se
cerraron y los pocos soldados que había adentro prepararon sus armas, pues en
ese momento vivían en las ilusiones del poder que se avecinaba. Iorgovan había
tenido que seguir con la treta de Fenrir y fingir su conversión, a pesar de
encerrarme me era leal y se aseguró que mis capitanes y yo siguiéramos con
vida. Mató a los guardias de las mazmorras y liberándonos nos habló del gran
hall donde se llevaba a cabo la fiesta.
“Para cuando algunos boyars se
dieron cuenta que las salidas estaban cerradas fue demasiado tarde. Me vieron,
vestido como estaba, de prisionero, con una espada en mi muñón y un arma en mi
derecha. Se dieron cuenta demasiado tarde. Los capitanes, soldados, Iorgovan y
yo empezamos la carnicería dejando pedazos de sus cuerpos clavados contra las
paredes y la sangre bañando los vitrales de patrones geométricos. Iorgovan
contaba con apenas algunas docenas de soldados de confianza, temía ser
traicionado por cualquiera de sus capitanes. Les convocó en el hall y desde ahí
preparamos nuestra ofensiva contra Targoviste, donde mi hermano y Janos
Corvinus se encontraban habiendo logrado echar a mis tropas.
-
Una pequeña flotilla de naves de guerra de Thule se aproxima a Deimos, lo más
sensato sería…
-
Esperar, pero no haremos eso. Si queda alguien de tu confianza que pueda
mantener a Phobos a salvo mientras no estamos, es hora que le llames.
-
Mis hijas no me traicionarían, ellas podrán defender Phobos en caso de una
incursión, pero si Mehmed II toma Targoviste, entonces los creyentes aquí harán
una revuelta.
-
Diles que se vayan si eso pasa, y que sacrifiquen a los colonos destruyendo
todos los generadores de aire.- Iorgovan me miró sorprendido.- Prefiero
convertir las lunas en polvo espacial que dejarlas en manos del enemigo. No me
obligues a hacerlo a mí Iorgovan, has sido muy buen amigo y sabes que yo no le
daría tiempo a la gente para evacuar con tal contener la infección.
“Una vez que Iorgovan tuvo todo
preparado partimos para Targoviste como avanzada de la flotilla de Thule que,
con la excusa de salvar a los príncipes herederos, y con la promesa de no
dejarme gobernar nunca, doblaban los tratados interplanetarios sin violarlos
por completo. Mis tropas mandaban mensajes codificados desde servidores
cuánticos, la mayoría estaba con vida, pero escondidos y esperando
instrucciones. Todos estábamos ansiosos de ir a los castillos de la Luna roja y
aquella siempre ha sido nuestra ventaja sobre estos débiles creyentes de los
Hermanos. No conocen la gloria, sino el pecado y el perdón, el cielo y el
infierno. Aunque nos superan en números temen demasiado a su dios del mal,
quizás más de lo que aman a su supuesto único dios creador. No saben cómo
piensa aquel que ve en la muerte en batalla una gloria digna de los dioses.
-
Mensaje para ti, es la reina Tyr, ¿no prefieres cambiarte?- Miré mis ropas
empapadas en sangre, era yo un harapiento prisionero. Negué con la cabeza.
-
No, Auslaug debe verme así.- Me acerqué a la pantalla líquida y pude ver el
dolor en sus ojos.
-
El Papa amenaza con guerra y a menos que regreses a Thule, te escondas y
finjamos tu muerte no tendrás protección hermano.
-
No, yo soy el Balmung, la espada de mi padre con la que mató a nuestro
traicionero tío Fafnir. Mírame, reina de los hombres libres, y contempla al
dragón. He aquí el azote de Eshua y Muhmed, la pesadilla de los arcontes y
enemigo de los papas.
-
Mehmed II ha mostrado tu bosque del horror, al igual que Fenrir. Él trata de
llegar a un acuerdo de paz en este momento, iremos a rescatarlo y puedes venir
si lo deseas. Pero tienes que entender que en Thule a tu hermano le llaman “el
conservador de la paz” y a ti te dicen “carnicero”.
-
Retomaremos Targoviste así tenga que matar a cada hombre, mujer y niño para
hacerlo. Comeré sus carnes y beberé su sangre de ser necesario. Convierte a
Targoviste en colonia militar hermana, es la única manera. Ésta no será tu
misión diplomática, pues no hay nadie a quién rescatar. Yo mismo mataré a
Fenrir de ser preciso.
“Furioso, terminé la comunicación y
comenzamos a trazar planes. Nuestra pequeña flotilla, una mosca sobre una gran
armada fue vista como una inmolación, pues desconocían los planes de mis tropas
dentro de la ciudad. Ellos atacaron primero, retomando los puertos y destruyendo
las armas defensivas. Conseguimos entrar a la colonia y con fiereza nos
concentramos en llegar hasta el palacio de Targoviste, donde mi hermano, Janos
Corvinus y Pietrus Pasha planeaban sus traiciones. La masacre consiguió sitiar
el palacio y, aunque sus defensas eran poderosas, no tenían mucho tiempo, pues
la armada de Thule venía en camino y, a menos que Mehmed II quisiera empezar
una guerra interplanetaria sin la bendición papal, tendría que dejar pasar.
Entramos al palacio mientras sonaban las poderosas trompetas de los guerreros
thules. Matamos a todo el que se interpusiera en nuestro camino y Iorgovan,
conociendo los pasadizos ocultos, nos llevó hacia un puerto de escape donde
enfrentamos a las cabecillas de la traición.
“Pietrus Pasha peleó con honor
incluso cuando sus soldados morían a diestra y siniestra, pero conseguí
dispararle en el pecho. El general, mi captor y torturador, murió poco después
mientras realizaba oraciones a un dios que no le escuchaba. Janos Corvinus y
Iorgovan pelearon hasta la muerte, mis soldados intentaron salvar a Iorgovan
pero fue demasiado tarde y consiguieron matar a Corvinus. Fenrir se rindió y de
una patada lo lancé contra los controles del puerto. Abrí la compuerta
primaria, de modo que pudiera ver la flotilla de Thule sobre nosotros a través
de la escotilla secundaria y transparente.
-
Tú eres quien estorba Tyr.- Dijo Fenrir.- El Papa ha decretado que no habrá más
incursiones en las lunas si tú mueres. No tienes para dónde huir.
-
¿Quién dice que huyo?
-
Maldito necio, ¿no entiendes que hice lo que era necesario? Perdí todas mis
posesiones en Thule en cuanto me convertí, perdí a mi hermano con tal de
conservar la paz y perdí todo título nobiliario.
-
¿Te atreves a hablarme de pérdidas, Fenrir? Tú perdiste cosas materiales, ¿no
te has dado cuenta lo que yo sacrifiqué por Thule? He dado mi humanidad misma,
me he convertido en un monstruo, en algo menos que humano, ¡soy el dragón que todo
consume y no conoce piedad! Nadie me lo pidió y no lo hice para agradarle a
nadie. Lo hice porque alguien tenía que hacerlo, porque alguien debía
convertirse en un monstruo de modo que los thules no olvidaran el concepto de
la gloria. ¿Qué seríamos sin ella?, ¿qué quedaría de Thule si todo tuviera una
cruz, en cada techo, en cada puerta y ventana? No habría más monstruos y héroes,
no habría más dioses, únicamente quedarían mártires y la vergüenza del pecado.
¿Es acaso un mundo que valga la pena?
-
Que Eshua tenga misericordia y Muhmed te enseñe el camino, ¿qué tanto te has
perdido por tu propia voluntad, Tyr? No queda nada de mi hermano que yo
recuerde.
-
No, no queda nada Fenrir. Ni siquiera su misericordia.- Le atravesé el corazón
con el cuchillo de mi muñón y le sostuve en mis brazos mientras se desangraba.-
Que los dioses te acepten Fenrir, ve a dormir sabiendo que no te odio por
haberme tratado de matar, por haberme quitado una mano… No Fenrir, no te odio…
Esto es lo que los monstruos hacemos.
“Las trompetas de victoria sonaban
incluso en ese apartado puerto espacial. Tomé una pequeña nave luego de
despedir a los soldados y, abriendo la última compuerta accioné los motores
lejos de Targoviste. La nave se alejó de la flotilla de Thule que debió haber
pensado que se trataba de algún boyar atemorizado. Me alejé de Deimos y de
Phobos, desplazándome a toda velocidad hacia Marte, desde donde realizo ésta
grabación y transmisión a todas las redes quark y cuánticas. Los cañones de
órbita alta de Marte me apuntan, es cosa de tiempo antes que me vuelen en
pedazos.
“Quiero que sepan, fervorosos
marcianos, que incluso si mi cuerpo ha de arder y atomizarse, incluso si
recogieran cada fragmento y lo nulificaran los campos cuánticos. El dragón
seguirá existiendo. He bebido su sangre y comido su carne. Me ha hecho inmortal
entre amigos y enemigos, entre camaradas y adversos. En sus momentos más
íntimos, en sus noches más oscuras, en ese estado entre el sueño y la vigilia,
estaré ahí. Rondando entre ustedes, devorándolos, bebiendo su sangre y
aterrando a sus hijos. No han conocido peor enemigo que el inmortal dragón, el
indestructible y perverso que desconoce toda noción de misericordia, piedad y
perdón. Yo soy aquello de lo que las pesadillas están hechas, yo soy el temor
que les llega de la nada, yo soy y siempre seré el no-muerto, nosferatu, el
stogoi, el vampiro.”
La nave fue destruida por uno de los
cañones segundos después y la transmisión fue cortada. En Thule Tyr es una
figura controversial hasta nuestros días, para algunos un carnicero sin
consciencia, para otros un guerrero traicionado por su propio hermano y
supuestos aliados. En Marte, sin embargo, a pesar de los edictos papales, los
niños aún le temen, los ancianos juran verlo en cementerios, los enfermos le
atribuyen a él sus dolencias y los párrocos e imames no dejan de bendecir
hogares, comercios y naves, con tal de mantenerlo a raya. Los mitos del dragón
se diversificaron en Marte, pero para Thule fue siempre el mismo y a pesar de
las contradictorias visiones sobre su persona, siempre se le retrata como un
dragón manco que ataca y vence al lobo que amenazaba con traer la muerte de los
dioses en el Ragnarök.
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