martes, 6 de septiembre de 2016

El mito del dragón y el lobo


El mito del dragón y el lobo


Por: Juan Sebastián Ohem



            Tyr miró su reflejo en la pantalla, dándose cuenta por primera vez que parecía un pordiosero bañado en sangre. La nave llegaría pronto a Targoviste en la luna Deimos de Marte. Se preguntó si tenía miedo, si creía que su padre Sigurt había tenido miedo antes de ser traicionado por su tío y asesinado por la Iglesia. Siempre había creído que su padre no había sentido temor alguno, pero quizás eso no era cierto pues, aunque la tarea que estaba dispuesto a hacer era desagradable y peligrosa, él temía. No por su propia vida, había crecido sabiendo que eventualmente aún, siendo príncipe heredero, moriría en cautiverio. Tenía miedo, sin embargo, que sus motivos no fueran entendidos nunca. El sentido de su vida, aquello que le había impulsado a vivir incluso en las peores circunstancias, debía quedar en claro y los pueblos libres de Thule tenían que entender la causa por la que valían la pena tantos sacrificios. Comenzó la grabación sin siquiera mojarse el rostro y quitarse la sangre. Existían, entendía ahora y quizás en el fondo siempre lo había entendido, horrores que el Hombre común necesita ver de primera mano. Permaneció en silencio por unos segundos, no estaba seguro de cómo habría de comenzar. Muchos advertían ya que la Iglesia de los dos Hermanos amenazaba con destruir las viejas formas, otros, mal nombrados en su opinión “radicales”, llamaban a una guerra abierta contra aquellos que eran igualmente capaces de hablar de paz y amor entre los Hombres como eran capaces de quemar a los “herejes” en hogueras. Decidió, al fin, contar su propia historia y dejar las teorías para los académicos y diplomáticos.

- “Mi nombre es Tyr, hijo de Sigurt, hijo de Siegfried. Mi padre fue traicionado y asesinado en un intento por desestabilizar a Thule, pero la Iglesia no contaba con que los pueblos libres de Thule estaban dispuestos a seguir a mi madre, la reina Byr. Mis hermanos y yo pasamos varios años existiendo en secreto, por temor a los asesinos de los Arcontes de Marte y a los Inquisidores de la Iglesia. Llegados a edad fuimos presentados para el aclamo de los thules e ira de la Iglesia que, en ese momento, amenazaba con nuestras colonias en las lunas marcianas de Phobos y Deimos.




            “Tras las batallas en el cinturón de asteroides el gobernante de Deimos, llamados Arcontes, Mehmed II, tomó prisionera la nave en que viajábamos mi hermano Fenrir y yo. Un pacto se formó, ellos controlarían Byzantum en Deimos, mientras nosotros tendrías Targoviste en el rostro oscuro de esa luna y, por nuestra permanencia, ellos no atacarían la luna de Phobos donde se estableció el reinado de Bran desde hace más de un siglo. Fenrir y yo estábamos obligados a mandar falsos reportes y mensajes desde Byzantum donde nuestro carcelero, el general Pietrus Pasha, se dedicaba a hacernos la vida imposible. Juntos fuimos testigos de la transformación de Byzantum, la ciudad que en algún momento albergara thules, atlantes y seguidores de los dos hermanos. Les convirtieron en ciudadanos de segunda, con el pretexto de mantener la moral a la altura de las “Escrituras”. Destruyeron sus símbolos y estatuas por considerarlas blasfemas y finalmente Mehmed II ordenó la matanza de cientos de inconformes, llevada a cabo por el general Pietrus Pasha. Fenrir y yo, mientras tanto, fuimos reeducados para glorificar a su único dios, a su maestro y a su profeta. Día tras día, año tras año, se nos forzó a memorizar las Escrituras y mientras más me negaba peores eran los castigos. Los maestros me golpeaban, me mantenían sin sueño, me daban comida echada a perder o forzaban a pasar días enteros en fosas con agua helada hasta la cintura. Mi fe en el Sol Negro, en nuestros dioses y en nuestro destino en los castillos de la Luna roja nunca se doblegó y jamás dudé. No puedo decir lo mismo de Fenrir.



            “Traté, por todos los medios de mantenerle leal a Thule, pero debo decir que, luego de varios años, fracasé y Fenrir fue bautizado en la fe de los Hermanos. Asegurándome que aún era de mi sangre e hijo de Thule, nos tatuamos el dorso de la mano izquierda. Él tenía la cabeza de un lobo, sobrenombre que nuestros captores le habían dado desde el principio, mientras que yo tenía la cabeza de un dragón, símbolo del mal para la Iglesia y del cuchillo Balmung de mi padre. Sabiendo que no podía contar con su ayuda para escapar de nuestro encarcelamiento, conseguí mantenerme en contacto con Iorgovan, el más alto de los nobles, o Boyar, de Phobos quien controla la colonia lunar de Bran en Phobos.



            “Iorgovan y los demás boyars de Bran conocían los riesgos, pero me aseguraron que en Targoviste, en el otro lado de la luna de Deimos, Janos Corvinus aguardaba expectante nuestro escape. Las defensas de Byzantum eran demasiado fuertes para una invasión, pero el masivo ejército del general Pietrus Pasha, mi torturador personal, era muy lento y no esperaban una incursión rápida. Aproveché la amistad que Fenrir había forjado con Pietrus Pasha para poder salir del encarcelamiento y visitar la famosa “iglesia de la penitencia” en la superficie lunar. Salimos de la ciudad de las fuentes y los íconos en una pequeña nave para contemplar los muros lacería, figuras geométricas formadas por pequeños azulejos. El techo, un domo dorado tenía, desde cada esquina, versículos de las “Escrituras”.

- Puedes quedarte aquí Tyr, los infieles son indignos de entrar a la casa de Dios.- Pietrus abrió la compuerta hacia la entrada presurizada de la iglesia y supe que tenía que pensar rápido.

- No hay mayor belleza que el Sol Negro, apuesto que ni Eshua o Muhmed podrían compararse al Yggdrassil. No lo niegues Fenrir, puedes negar a tus dioses, pero no a la estética.

- Necesita ver la gloria de Dios.- Le insistió Fenrir y el general, con una sonrisa repleta de sorna aceptó de buena gana. Bajamos los tres, acompañados de los dos guardias que me mantenían vigilado casi todo el tiempo. Fenrir sintió un escalofrío al hincarse en el suelo de marfil y orar ante el crucifijo y el libro abierto entre las vigas.

- El maestro Eshua murió por tus pecados, ¿no tienes vergüenza alguna?- Espetó Pietrus y los soldados me golpearon para que me tirara al suelo. Rieron entre ellos hasta que usé mis cadenas para aferrar la mano de Fenrir y lanzarme contra uno de los bancos de piedra asegurados al marfil.

- ¡Contén la respiración!- Conseguí gritarle antes que la cúpula dorada volara en mil pedazos y las pequeñas naves de incursión con sus dragones en el frente y sus cañones en los lados desplegaran a las tropas.



            “El general Pietrus Pasha salió huyendo, sabiendo que ésta no era una victoria que pudiera ganar. Los soldados velozmente nos colocaron los trajes de forma que pudiéramos respirar en el vacío del espacio y conseguimos abordar las naves antes que las defensas de Byzantum consiguieran desplegarse. Janos Corvinus había establecido una ruta segura con las pocas naves de guerra que Mehmed II, el Arconte de Deimos, le permitía tener.

- Hermano, ¿qué has hecho? Profanaste una iglesia, insultaste al Arconte y violaste el tratado que mantiene en paz a las dos lunas.

- Fenrir, todos en Targoviste viven como ciudadanos de segunda, ¿es ésa la manera de los Hombres libres? Hablas de mantener la paz con el arconte de Deimos, pero ¿no debería él pagar los impuestos siendo éstas nuestras lunas?

- ¡Comandante!- Iorgovan me saludó afectuosamente y señaló el domo transparente de la nave. Las velas solares soplaban fuertes hacia Phobos.- Bienvenido, mis boyars y nuestros soldados están a su disposición. Janos le manda saludos, espera con ansias sus acciones militares.

- No tendrá que esperar mucho.

- Esto es una locura, ¿tan cerca de Marte y hablas de hacerles la guerra?

- ¿Tan cerca de los dioses y les das la espalda, Fenrir? Naciste en Thule, hijo de Sigurt y Bryn. Eres un lobo.- Le mostré el dorso derecho de la mano con la cabeza del dragón.- ¿Acaso no son ellos el rebaño?, si su dios existe, ¿a quién favorecería, al lobo o a la oveja?



            “Incluso antes que llegásemos a Phobos el astuto Corvinus, máximo boyar de Targoviste, se comunicaba con Mehmed II para llegar a un tratado de paz que incluyera nuestra libertad, haciéndole creer que nos encontrábamos con él. Nuestra nave alunizó en uno de los cráteres mayores y mejor protegidos. Bran era una colonia amplia, ocupando casi todo el interior para la porción habitable y su exterior para los puertos y el comercio. Los boyars, quienes vestían como algunos en Marte, con grandes turbantes y amplios pantalones de tela, nos felicitaron y dieron la bienvenida. A pesar de la prohibición eclesiástica, según la cual, no puede haber un trono hasta que se hubiesen convertido, Iorgovan les desafiaba y en el palacio principal había erigido doce tronos, para los doce boyars que, junto con él, regían la luna de Phobos. Tenía, además, un segundo trono de dos asientos para Fenrir y para mí.

- ¿Cuál es la voluntad del dragón?- Preguntó uno de los boyars, sonriendo.- La nave a Thule está…

- No iremos a Thule, mi hermano se ha convertido y yo tengo cuentas pendientes.- Aquello sorprendió a todos, menos a Iorgovan.- El general Pietrus Pasha me torturó por días y noches para que memorizara su inmundo credo, no iré a ninguna parte hasta haberlo matado.

- ¿Cómo planeas hacer eso?- Cuestionó mi hermano.

- Con misioneros. Entiendo que Phobos está lleno de ellos.

- Muchos vienen en secreto y fingen que se han convertido aquí. No sabemos qué hacer, son una plaga.- Contestó Iorgovan manipulando la computadora líquida para mostrar la ubicación de las iglesias.- Algunos de los boyars se han convertido también.

- ¿Los quemarás como hacen en Thule?- Preguntó uno de los boyars, con cierto temor.

- No, por supuesto que no. Destruyan todas sus iglesias, detengan a todos los conversos y misioneros que encuentren. Los mandaremos a Byzantum. Usen cargueros… y llénenlos de explosivos. Avísenle a Janos, para cuando Targoviste esté rodeada los mandaremos, haremos estallar las naves y atacaremos.

- ¡Blasfemia!- Gritó Fenrir y otros dos boyars. Saqué mi arma y maté a los nobles.- Eshua tenga misericordia de nosotros.

- Tus dioses piden misericordia, pero están satisfechos con la tortura y la conquista, al menos los míos son honestos. Eres el lobo, Fenrir, actúa como uno.



            “Tal y como lo había predicho las tropas de Mehmed II, lideradas por Pietrus Pasha rodearon Targoviste y Janos Corvinus comenzó una batalla de trincheras. Fenrir le mandó un mensaje al arconte Mehmed II para decirle de mis locuras y alistamos las naves de guerra. Los cargueros con misioneros y conversos llegaron a su puerto principal, nuestras naves de guerra estaban disfrazadas como naves de comercio. Antes de que fuesen escaneadas hicimos estallar los cargueros y entramos a Byzantum. Mis órdenes fueron sencillas “maten a todos, quemen las casas y comida”. Nos desplazamos bloque por bloque matando a todos los civiles que pudimos e iniciando fuertes incendios. Los cultivos hidropónicos ardieron en llamas por nuestros poderosos cañones. Janos nos alertó que Pietrus, habiéndose enterado de la trampa, enviaba a sus tropas de regreso. Fuimos destruyendo los puertos comerciales mientras escapábamos y en menos de cinco horas habíamos conseguido matar a más de 80 mil de ellos.



            “Targoviste nos recibió como héroes y Janos Corvinus nos abrazó como conquistadores. Había banderines con dragones desde cada ventana y grandes banderas del Sol Negro ondeaban por las calles. En nuestro carruaje abierto Corvinus se veía nervioso, pues según explicó, habían muchos conversos en Targoviste y sabían de la masacre que había ocurrido. En los siguientes días hubo revueltas que fueron sofocadas con puño de hierro. Los conversos atacaban a los “infieles”, mientras que los thules quemaban negocios de creyentes en los Hermanos. Fenrir trataba de llegar a un acuerdo de paz con el general Pasha, consiguiendo un salvoconducto a los creyentes y sus posesiones. El problema, sin embargo, radicaba en la nobleza, tan distinta que en la Thule de la Tierra, los boyars. Sus costumbres eran demasiado cercanas a las marcianas y nunca se podía saber a ciencia cierta a qué dioses adoraban. Los espías y traidores estaban por todos lados, incluso después de la gran migración hubo varios intentos de asesinatos y estallidos de revueltas por toda la ciudad de Targoviste.

- Nuestras tropas están dispersas por toda la ciudad, hay demasiados saboteadores. Ayer mismo trataron de destruir uno de los principales generadores de aire.- Me explicó Janos.- Hemos conseguido una paz que es insostenible.

- Habrá paz, mi amigo, cuando Mehmed II esté muerto.

- Enviarán a otro.- Advirtió Iorgovan.- La Iglesia tiene más Arcontes de lo que sabe qué hacer con ellos. Fenrir habla su idioma, entiende cómo piensan, pero si fracasa en sus conversaciones diplomáticas habrá flotillas de Marte viniendo hacia aquí. Tienen que haber Thanes y duques de Thule dispuestos a mandarnos soldados, ¿no es cierto?

- No lo sé… Mi hermana Auslaug no puede invadir Marte y Fenrir no se lo permitiría. Entenderán, estos que creen en Eshua y Muhmed entenderán que hay cosas que incluso su dios no puede hacer y una de ellas es que posean estas lunas.



            “Recordándolo ahora sueno… diferente, quizás tenía esperanzas que no debí tener. No fui lo suficientemente sanguinario en nuestro ataque a Byzantum, eso lo sé ahora. Si de mí dependiera preferiría destruir las lunas de una vez que dejarlas caer en manos del enemigo. No era, sin embargo, una esperanza sin fundamento, pues a pesar de los ocasionales saboteadores, se estaba llegando a un relativo estado de paz. Fenrir, quien había aprendido las artes de la diplomacia como yo las de la guerra, había conseguido forjar un tratado de paz con Mehmed II y sus superiores.

- No habrá más ataques en Byzantum y está permitida la libertad religiosa en Targoviste.

- ¿Acaso ellos permiten la libertad religiosa en sus territorios? No Fenrir, no podemos acceder a cosas que ellos mismos no hacen.

- Hay libertad religiosa en Marte.

- No hablo de las sectas de Eshua y Muhmed, ¿si vieran una bandera del Sol Negro, acaso no la quemarían?

- Eso lo podremos negociar.- Asentí y siguió con la lista de demandas, la mayoría cuestiones comerciales.

- Eshua y Muhmed, los pordioseros y su Iglesia la opulenta. Vaya religión que has aceptado, hermano.

- Hay un punto más en la agenda y no creo que Mehmed II quiera negociar, ni yo tampoco.

- ¿Y qué podría ser ese?



            “Fenrir sacó su arma y, luchando por mi vida, me lancé contra él. Disparó la poderosa pistola y salí despedido en un huracán de furia y sangre contra la pared y luego al piso. Los guardias, al oír el disparo, entraron, pero Fenrir ya estaba huyendo con ayuda de varios boyars que habían guardado sus traiciones muy bien. Al despertar en la cama de hospital miré mi mano izquierda, pero no quedaba nada más que un muñón. Me saludó un atlante a quien no veía desde que fuera muy joven, era Bashda, el Antiguo de Atlas que había conocido bien a mi padre Sigurt y que incluso había estado con él en sus últimos momentos. Me explicó que Janos Corvinus había conseguido sacarme de Targoviste con mucha dificultad, que me encontraba en una nave de Atlas y que ahí nos dirigíamos para que se curaran mis heridas. No presté atención, pues la pérdida de mi mano era un dolor insignificante al de perder a mi hermano Fenrir, el lobo.



            “Me negué a regresar a casa, pues ¿qué gloria le llevaba a los pueblos libres de Thule? Auslaug era más sabia que yo y mejor reina de lo que yo habría sido rey. Los dragones no estamos hechos para reinar, sino para escupir fuego. Tal era mi destino, según entendí mientras entrábamos a Atlas. Bashda me mostró uno los lagos luminosos, inmenso en proporción y tamaño y resplandeciente en un color azul como el de los ojos de mi hermana. Tomó del piso a uno de los gusanos iridiscentes y lo colocó en mi mano.

- Había un poeta de Thule que, cansado por todo lo que había vivido, decidió recorrer Atlas, llegó aquí para componer un soneto y, según las historias, enloqueció al ver tanta belleza.

- Suertudo él que tenía espacio en su alma para a belleza.- Lancé al gusano de regreso al lago y, quitándome las botas de cuero dejé enfriar mis pies allí. ¿Qué habría hecho mi padre?

- Pensé que ustedes los thules no creían en la reencarnación.- Sonrió Bashda.- Pregúntate mejor qué harían los vivos. Sé que tu hermana te extraña y tu madre llora por sus hijos varones.

- Ha perdido a uno… He perdido a mi hermano, Bashda.- Le mostré el muñón y le interrumpí antes que hablara.- No quiero una prótesis, no me importa lo realista que se vea. Los thules no somos como ustedes que maquillamos los defectos y reemplazamos lo imperfecto. Llevamos nuestras heridas a flor de piel para mostrarlas con orgullo y bañarnos en gloria.

- Cada año regresan aquí, millones de esos gusanos.- Señaló el techo, casi tan brillante como el sol.- Se amontonan entre ellos, algunos se dejan caer al agua, otros se quedan ahí. Todos, sin embargo, eventualmente regresan a casa. Las lunas de Marte son de Thule, y tú también lo eres. Vuelve a casa Tyr, reúnete con tu familia.



            “En una de las naves de Atlas me trasladé a una de los reinos de Thule donde mi madre y mi hermana me esperaban. La gente me recibió como un héroe, fui llamado “el dragón de Thule” y contuve las lágrimas al ver las casas de piedra y techo de pasto, al ver al ganado comiendo cerca de las naves espaciales comerciales, al contemplar los vitrales y arcos que demarcaban la ciudad. Bashda, el sabio, al hablarme del poeta y el lago, se refería a mí y a mi hogar. La madre reina y la reina Auslaug me recibieron con honores, abrazos y besos. Sólo ellas sabían de la traición de Fenrir el lobo, quien de una tarascada me había arrancado la mano izquierda.



            “La visita, sin embargo, comenzó a agriarse conforme llegaban las noticias por los servidores cuánticos sobre el estado de Targoviste y Bran. Fenrir y los boyars convertidos estaban muy cerca de convencer a las tropas para que bajaran las armas y escudos y dejaran entrar al general Pietrus Pasha, mientras que en Phobos las conspiraciones y revueltas eran peores con cada día que pasaban. Iorgovan, era obvio, no podría contenerlos por demasiado tiempo. Las lágrimas me corrían por el rostro mientras Auslaug me pedía que asumiera el trono, perdonara a mi hermano y dejara caer a las lunas de Marte. ¿No era acaso Thule mi verdadero hogar?, ¿no era un trono suficiente para calmar la ira del dragón?, ¿no era mi destino regir a Thule y prepararla para una eventual guerra con Marte?

- Auslaug, no creo que lo entiendas. He perdonado a Fenrir y te prometo madre, que traeré a tu hijo sin daño alguno a Thule. Sin embargo, crecí en cautividad y mis captores deben conocer a lo que han creado. Fenrir lo ha mostrado, es mi turno. Targoviste será tomada por completo en unos días, Bran tardará poco en caer.

- Valiente dragón eres, hijo mío, hijo de tu padre quien estaría orgulloso de ti y a la vez apenado.- Las palabras de mi madre fueron reconfortantes y duras a la vez.- ¿Es qué no sabes que el valor es locura cuando quiere sostener un edificio que se cae?

- Las lunas no caerán, antes las destrozaré, pues prefiero perder una mano que un brazo y dos puertos espaciales que darle al enemigo un centímetro más.

- Sé que deseas irte y llevarte un destacamento contigo, pero te ruego Tyr, reconsidera, pues si te vas no te veremos de nuevo. El orgullo echa a perder al hombre favorecido por el éxito.

- Ahora veo que es bueno que no tengas el trono de Thule.- Me dijo Auslaug.- Porque no han faltado hombres poderosos que han alabado al pueblo sin haberle amado nunca, y en verdad, ¿qué sabe un dragón sobre amar a su pueblo?



            “Cruel y dura fue la despedida en aquella ciudad de nieve y hielo. Tomé dos batallones y sin mirar atrás dejamos atrás el planeta que nos vio nacer para asistir a Targoviste, que tanto dolor me había traído. Janos Corvinus, quien ya había huido a Bran, dejando caer su colonia, nos envió a las tropas que pudo, como también hizo Iorgovan. Desembarcamos bajo los disparos de cañones de pulso e invadimos en grandes números a una ciudad cuyos boyars habían traicionado a su propia gente.



            “Avanzamos poco a poco al principio, quemando las iglesias y matando a los soldados de Pietrus Pasha. Aquellos que las tropas tomaban como prisioneros fueron colgados y apilados sobre lanzas de acero en el palacio principal. Recuperamos los puertos, uno a uno, dejando destacamentos militares y armas de largo alcance para repeler a las hordas invasoras de Mehmed II. Mi muñón se había armado con un cuchillo y en la derecha disparaba mi arma larga, cortando carne y reduciendo enemigos a cenizas. La batalla duró más de dos días, seguidos de dos días de purga en la que el ejército fue retomando cada uno de los túneles y destruyendo todo aquello que llevase una cruz con media luna, símbolo de la religión de los dos Hermanos. Al quinto día la flotilla que Pietrus había preparado nos superaba en números tan grandes que el arconte Mehmed II no tuvo temor en pedir audiencia conmigo. Accedí y ordené un bosque de enemigos empalados en la entrada del palacio. La sangre llegaba a los talones, los aullidos de dolor eran estruendosos y en el centro se encontraba mi mesa de la que comía carne cruda con el rostro y las robas empapadas en sangre. Mehmed II avanzó temeroso, sus soldados vomitaron más de una vez y horrorizados habrían escapado de no ser por la guardia personal del arconte que disparaba a matar a todo aquel que quisiera dar vuelta y huir.

- Siéntese, arconte de Deimos, Mehmed II y beba de la copa de la destrucción.

- ¡Monstruo!

- ¿Acaso no soy un dragón?- Le preguntó con un gritó que se sobrepuso a los aullidos de los heridos.- He aquí a su grey, he aquí a sus amados hermanos en la fe y a sus ciudadanos. ¿Acaso no quiere saludarlos? He comido la sangre de soldados y hombres santos, pero no encuentro diferencia.

- No hay nada de qué hablar.- Mehmed II vomitó mientras huía del bosque de los lamentos.



            “El mensaje que le envié a Janos fue innecesario, pero satisfactorio. Ya sabía que habíamos retomado Targoviste y manteníamos a raya al ejército de Pietrus Pasha. Me invitó a Bran de modo que pudiéramos convenir una estrategia militar entre las dos lunas y discutir cómo liberarían a mi cautivo hermano Fenrir, quien estaba en el castillo de Bran bajo llave y escrutinio de cámaras y micrófonos. Dejando gran parte de las fuerzas armadas y llevándome apenas algunos capitanes viajamos a Phobos en una nave de incursión. La flotilla con la marca de la cruz y la media luna nos observaban con rabia y mientras les veía por el domo transparente de presurización me hice tatuar a lo largo del cuello una serpiente que en, la garganta, se come a su cola.



            “Me avisaron de un mensaje de mi hermana Auslaug que sabía que vendría, después de todo entendía cómo funcionaba la mente de estos herejes. El Papa demandaba mi cabeza y amenazaba que si llegase a ser rey de los pueblos libres de Thule habría guerra abierta. Me reí del mensaje, prefería enterrar el cuchillo de mi muñón en el corazón de aquel viejo hipócrita que gobernar a los thules. Mi ira no conocía saciedad, pues tal es la ira de los dragones. Iorgovan nos dio la bienvenida y sus hombres rápidamente nos rodearon apuntando sus cañones de pulso. Fenrir no estaba preso, después de todo, y tanto Iorgovan como Janos Corvinus me habían traicionado. Mi hermano me explicó que me necesitaban para ser entregado al Papa con vida, de modo que sufriera siete veces siete por mis crímenes. No se esperaban la masacre de Targoviste, pero solamente haría peor mi destino. Me miró a los ojos, con lágrimas recorriendo su rostro, y lamentó no haberme matado cuando tuvo la oportunidad. Los boyars parecían conmovidos por la piedad de Fenrir, el lobo, mientras que Janos sonreía victorioso pues podía imaginarse como el siguiente Arconte de Deimos.

- Hablan de exiliarme, ¡a mí! Ustedes, creaturas cuyos alientos apestan a los cadáveres insepultos de nuestros propios camaradas, cuyo cariño atesoro tanto como a las ciénagas podridas donde nada crece y que corrompe mi aire. ¡Los exilio a ustedes! Vivan largas vidas con la incertidumbre, dejen que cada pequeño rumor sacuda sus corazones. Sus enemigos se ríen de ustedes que están dispuestos a exiliar y rendir a sus defensores. ¡Son ya cautivos de una nación que les ha conquistado sin asestarles un solo golpe!



“Fui escoltado junto con mis capitanes a las mazmorras del castillo de Bran. Príncipe sin nación, defensor de quienes están dispuestos a matarme por unas cuantas monedas y por miedo a algunas amonestaciones. Mis capitanes trataron de mantenerme el ánimo, pero en ese día comprendí que la traición no comprende límites y la humanidad desconoce las profundidades de su propia bajeza. Podíamos oír las risas de los guardias y sus rezos fervorosos al falso dios y conquistador de mi pueblo. En ese momento me habría gustado preguntarle a Auslaug si era mejor regir a un pueblo sin amarlo, que amar a un pueblo y someterlo.



            “Fenrir, naturalmente, había conseguido convencer a Janos Corvinus de aceptar a los Hermanos en su corazón y ser bautizado. Los boyars se reunieron en el gran comedor para discutir sus nuevas posiciones en lo que sería un Phobos convertido por completo. Fenrir y Janos, no queriendo perder más tiempo, fueron a Targoviste para hacer la entrega oficial de la colonia a Byzantum y para apaciguar a mi ejército que aún no dejaba entrar a las tropas de Mehmed II. Los boyars no notaron sus ausencias, pues la ambición les tenía cegados. No notaron cuando las puertas se cerraron y los pocos soldados que había adentro prepararon sus armas, pues en ese momento vivían en las ilusiones del poder que se avecinaba. Iorgovan había tenido que seguir con la treta de Fenrir y fingir su conversión, a pesar de encerrarme me era leal y se aseguró que mis capitanes y yo siguiéramos con vida. Mató a los guardias de las mazmorras y liberándonos nos habló del gran hall donde se llevaba a cabo la fiesta.



            “Para cuando algunos boyars se dieron cuenta que las salidas estaban cerradas fue demasiado tarde. Me vieron, vestido como estaba, de prisionero, con una espada en mi muñón y un arma en mi derecha. Se dieron cuenta demasiado tarde. Los capitanes, soldados, Iorgovan y yo empezamos la carnicería dejando pedazos de sus cuerpos clavados contra las paredes y la sangre bañando los vitrales de patrones geométricos. Iorgovan contaba con apenas algunas docenas de soldados de confianza, temía ser traicionado por cualquiera de sus capitanes. Les convocó en el hall y desde ahí preparamos nuestra ofensiva contra Targoviste, donde mi hermano y Janos Corvinus se encontraban habiendo logrado echar a mis tropas.

- Una pequeña flotilla de naves de guerra de Thule se aproxima a Deimos, lo más sensato sería…

- Esperar, pero no haremos eso. Si queda alguien de tu confianza que pueda mantener a Phobos a salvo mientras no estamos, es hora que le llames.

- Mis hijas no me traicionarían, ellas podrán defender Phobos en caso de una incursión, pero si Mehmed II toma Targoviste, entonces los creyentes aquí harán una revuelta.

- Diles que se vayan si eso pasa, y que sacrifiquen a los colonos destruyendo todos los generadores de aire.- Iorgovan me miró sorprendido.- Prefiero convertir las lunas en polvo espacial que dejarlas en manos del enemigo. No me obligues a hacerlo a mí Iorgovan, has sido muy buen amigo y sabes que yo no le daría tiempo a la gente para evacuar con tal contener la infección.



            “Una vez que Iorgovan tuvo todo preparado partimos para Targoviste como avanzada de la flotilla de Thule que, con la excusa de salvar a los príncipes herederos, y con la promesa de no dejarme gobernar nunca, doblaban los tratados interplanetarios sin violarlos por completo. Mis tropas mandaban mensajes codificados desde servidores cuánticos, la mayoría estaba con vida, pero escondidos y esperando instrucciones. Todos estábamos ansiosos de ir a los castillos de la Luna roja y aquella siempre ha sido nuestra ventaja sobre estos débiles creyentes de los Hermanos. No conocen la gloria, sino el pecado y el perdón, el cielo y el infierno. Aunque nos superan en números temen demasiado a su dios del mal, quizás más de lo que aman a su supuesto único dios creador. No saben cómo piensa aquel que ve en la muerte en batalla una gloria digna de los dioses.

- Mensaje para ti, es la reina Tyr, ¿no prefieres cambiarte?- Miré mis ropas empapadas en sangre, era yo un harapiento prisionero. Negué con la cabeza.

- No, Auslaug debe verme así.- Me acerqué a la pantalla líquida y pude ver el dolor en sus ojos.

- El Papa amenaza con guerra y a menos que regreses a Thule, te escondas y finjamos tu muerte no tendrás protección hermano.

- No, yo soy el Balmung, la espada de mi padre con la que mató a nuestro traicionero tío Fafnir. Mírame, reina de los hombres libres, y contempla al dragón. He aquí el azote de Eshua y Muhmed, la pesadilla de los arcontes y enemigo de los papas.

- Mehmed II ha mostrado tu bosque del horror, al igual que Fenrir. Él trata de llegar a un acuerdo de paz en este momento, iremos a rescatarlo y puedes venir si lo deseas. Pero tienes que entender que en Thule a tu hermano le llaman “el conservador de la paz” y a ti te dicen “carnicero”.

- Retomaremos Targoviste así tenga que matar a cada hombre, mujer y niño para hacerlo. Comeré sus carnes y beberé su sangre de ser necesario. Convierte a Targoviste en colonia militar hermana, es la única manera. Ésta no será tu misión diplomática, pues no hay nadie a quién rescatar. Yo mismo mataré a Fenrir de ser preciso.



            “Furioso, terminé la comunicación y comenzamos a trazar planes. Nuestra pequeña flotilla, una mosca sobre una gran armada fue vista como una inmolación, pues desconocían los planes de mis tropas dentro de la ciudad. Ellos atacaron primero, retomando los puertos y destruyendo las armas defensivas. Conseguimos entrar a la colonia y con fiereza nos concentramos en llegar hasta el palacio de Targoviste, donde mi hermano, Janos Corvinus y Pietrus Pasha planeaban sus traiciones. La masacre consiguió sitiar el palacio y, aunque sus defensas eran poderosas, no tenían mucho tiempo, pues la armada de Thule venía en camino y, a menos que Mehmed II quisiera empezar una guerra interplanetaria sin la bendición papal, tendría que dejar pasar. Entramos al palacio mientras sonaban las poderosas trompetas de los guerreros thules. Matamos a todo el que se interpusiera en nuestro camino y Iorgovan, conociendo los pasadizos ocultos, nos llevó hacia un puerto de escape donde enfrentamos a las cabecillas de la traición.



            “Pietrus Pasha peleó con honor incluso cuando sus soldados morían a diestra y siniestra, pero conseguí dispararle en el pecho. El general, mi captor y torturador, murió poco después mientras realizaba oraciones a un dios que no le escuchaba. Janos Corvinus y Iorgovan pelearon hasta la muerte, mis soldados intentaron salvar a Iorgovan pero fue demasiado tarde y consiguieron matar a Corvinus. Fenrir se rindió y de una patada lo lancé contra los controles del puerto. Abrí la compuerta primaria, de modo que pudiera ver la flotilla de Thule sobre nosotros a través de la escotilla secundaria y transparente.

- Tú eres quien estorba Tyr.- Dijo Fenrir.- El Papa ha decretado que no habrá más incursiones en las lunas si tú mueres. No tienes para dónde huir.

- ¿Quién dice que huyo?

- Maldito necio, ¿no entiendes que hice lo que era necesario? Perdí todas mis posesiones en Thule en cuanto me convertí, perdí a mi hermano con tal de conservar la paz y perdí todo título nobiliario.

- ¿Te atreves a hablarme de pérdidas, Fenrir? Tú perdiste cosas materiales, ¿no te has dado cuenta lo que yo sacrifiqué por Thule? He dado mi humanidad misma, me he convertido en un monstruo, en algo menos que humano, ¡soy el dragón que todo consume y no conoce piedad! Nadie me lo pidió y no lo hice para agradarle a nadie. Lo hice porque alguien tenía que hacerlo, porque alguien debía convertirse en un monstruo de modo que los thules no olvidaran el concepto de la gloria. ¿Qué seríamos sin ella?, ¿qué quedaría de Thule si todo tuviera una cruz, en cada techo, en cada puerta y ventana? No habría más monstruos y héroes, no habría más dioses, únicamente quedarían mártires y la vergüenza del pecado. ¿Es acaso un mundo que valga la pena?

- Que Eshua tenga misericordia y Muhmed te enseñe el camino, ¿qué tanto te has perdido por tu propia voluntad, Tyr? No queda nada de mi hermano que yo recuerde.

- No, no queda nada Fenrir. Ni siquiera su misericordia.- Le atravesé el corazón con el cuchillo de mi muñón y le sostuve en mis brazos mientras se desangraba.- Que los dioses te acepten Fenrir, ve a dormir sabiendo que no te odio por haberme tratado de matar, por haberme quitado una mano… No Fenrir, no te odio… Esto es lo que los monstruos hacemos.



            “Las trompetas de victoria sonaban incluso en ese apartado puerto espacial. Tomé una pequeña nave luego de despedir a los soldados y, abriendo la última compuerta accioné los motores lejos de Targoviste. La nave se alejó de la flotilla de Thule que debió haber pensado que se trataba de algún boyar atemorizado. Me alejé de Deimos y de Phobos, desplazándome a toda velocidad hacia Marte, desde donde realizo ésta grabación y transmisión a todas las redes quark y cuánticas. Los cañones de órbita alta de Marte me apuntan, es cosa de tiempo antes que me vuelen en pedazos.



            “Quiero que sepan, fervorosos marcianos, que incluso si mi cuerpo ha de arder y atomizarse, incluso si recogieran cada fragmento y lo nulificaran los campos cuánticos. El dragón seguirá existiendo. He bebido su sangre y comido su carne. Me ha hecho inmortal entre amigos y enemigos, entre camaradas y adversos. En sus momentos más íntimos, en sus noches más oscuras, en ese estado entre el sueño y la vigilia, estaré ahí. Rondando entre ustedes, devorándolos, bebiendo su sangre y aterrando a sus hijos. No han conocido peor enemigo que el inmortal dragón, el indestructible y perverso que desconoce toda noción de misericordia, piedad y perdón. Yo soy aquello de lo que las pesadillas están hechas, yo soy el temor que les llega de la nada, yo soy y siempre seré el no-muerto, nosferatu, el stogoi, el vampiro.”



            La nave fue destruida por uno de los cañones segundos después y la transmisión fue cortada. En Thule Tyr es una figura controversial hasta nuestros días, para algunos un carnicero sin consciencia, para otros un guerrero traicionado por su propio hermano y supuestos aliados. En Marte, sin embargo, a pesar de los edictos papales, los niños aún le temen, los ancianos juran verlo en cementerios, los enfermos le atribuyen a él sus dolencias y los párrocos e imames no dejan de bendecir hogares, comercios y naves, con tal de mantenerlo a raya. Los mitos del dragón se diversificaron en Marte, pero para Thule fue siempre el mismo y a pesar de las contradictorias visiones sobre su persona, siempre se le retrata como un dragón manco que ataca y vence al lobo que amenazaba con traer la muerte de los dioses en el Ragnarök.

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