El mito de Sigurt, el glorioso héroe de Thule
Por: Juan Sebastian Ohem
Los vitrales de la nave insignia de
Thule, el Balmung o espada del cosmos, filtraban las luces de estrellas lejanas
y nebulosas en un arcoíris de colores. Sigurt, el joven general, parecía fascinado
por el monumental rosetón con la forma de su máximo dios, el Sol negro. Él era
el único que estaba tranquilo, pese a la importancia de la misión y la
inminente confrontación contra la flotilla del planeta Sisibe. Sus primos, Fafnir
y Regin fingían tranquilidad mientras se paseaban por el puente de oficiales
revisando los instrumentos y calculando las aproximaciones. Poco se conocía de
la colonia en Sisibe, pero algo era bien conocido por todos. El planeta
consistía, en su enorme mayoría, de agua y aquel era el recurso más preciado
para Atlas y Thule. El planeta que le vio nacer se estaba quedando seco o
cubierto de inservible agua contaminada. Lo que antes eran majestuosos océanos,
lagos y ríos eran ahora grandes cañones y áridas extensiones de tierra. Había
en su rostro, a pesar de la enormidad de la misión, una sonrisa juguetona y un
brillo especial en sus ojos. Sigurt era la clase de hombre a quien era
imposible leerle el rostro, adivinarle las intenciones. Esto era cierto, a
excepción de la hermosa Bryn, hija del rey Gunnar de los Pueblos libres de
Thule.
-
Primo, nos acercamos a Sisibe desde el ecuador y me informan que un dron ha
captado nuestra presencia.- Le advirtió su primo Fafnir.
-
Bien.
-
¿Bien? Sigurt, nos estarán esperando.- Le espetó Regin, su otro primo y hermano
de Fafnir.- No conocemos sus fuerzas, pero sabemos que no son cosa de risa.
-
Fafnir, Regin, ¿acaso los llevaría a la derrota? Estamos en el Balmung, he aquí
la espada del cosmos y el final de toda batalla. ¡La última palabra!- Sigurt
parecía intoxicado por la promesa de la batalla por venir.
-
Siendo comandante de las fuerzas armadas de Thule pensé que lo tomarías con
mayor seriedad.- Sigurt contuvo la respiración cuando el Alto Obispo Iben
Khayin cruzó los arcos de piedra en la entrada. Había oído todo, al parecer. No
le era de extrañar, sabía que el marciano era un espía del Credo de los dos
hermanos. Bashda le siguió de cerca con una sonrisa conciliatoria.
-
No aventuremos conclusiones, Alto Obispo, los guerreros de Thule son tan
experimentados en las batallas espaciales como usted en la oración.- Intervino
Bashda, el embajador de Atlas y uno de sus Antiguos.
-
Nos esperan.- Dijo Regin con gravedad mostrándole el cubo holográfico y
expandiendo la imagen.- Toda su flotilla protege la entrada.
-
Los Hermanos tengan compasión…- Iben Khayin no pudo controlarse. La flotilla de
Sisibe no protegía únicamente el ecuador, sino que formaban una pantalla que
cubría todo ese costado del planeta.
-
Me decepcionan, pensé que habría más.- Concluyó Sigurt caminando despacio en el
piso de piedra hacia la escotilla para el puente de batalla.
-
¿Más? Sigurt, mira esos cañones, nos superan cuatro a uno. No podemos exponer
los tanqueros.- Le advirtió Regin. Sigurt le apretó afectuosamente el brazo y
siguió caminando. Todos le siguieron para conocer su plan.
-
Podemos dividir nuestras fuerzas, atacar la esquina inferior izquierda y la
superior derecha.- Dijo Fafnir, con temor en la voz.- Quizás así los tanqueros
podrían descender en los polos.
-
No.- Sigurt se detuvo en la escaleras, miró atrás y sonrió a todos.- Atacaremos
el centro. Han caído en mi trampa. Han lanzado todo lo que tienen contra
nosotros, ése será su error fatal.
-
Se ha vuelto loco, como todos en Thule, cree que si muere en batalla habitará los
castillos de la Luna roja.
Le susurró el Alto Obispo Iben
Khayin al embajador de Atas, pero Bashda no respondió. Sabía que el comentario,
en realidad, era para Sigurt, pues lo había susurrado con suficiente volumen
como para que lo escuchara. El joven general, quien despreciaba a la Iglesia de
Marte, fingió que no le había escuchado. En el puente de batalla, donde no
había piedra ni arcos, gárgolas ni vitrales, revisó los mapas estelares y las
formaciones de la inmensa armada con la que contaba. Aquella armada, superada
por el enemigo por más del doble, debía proteger a los monumentales cargueros.
Atlas y Thule habían apostado todos sus recursos y dinero para la misión.
Bashda, el Antiguo de Atlas, no estaba preocupado. Había vivido suficiente como
para conocer las maniobras de la armada de Thule y, para cuando el Alto Obispo
apenas aprendía a gatear, había visto batallas en Aldebaran que habían durado
más de un año.
-
Su posición más débil es el centro.
-
Sí, Sigurt, porque si atacas el centro las cuatro esquinas te envuelven como
una hoja.
-
No te preocupes Regin, no quedará mucho de su armada para cuando terminemos con
el centro.
-
¿Órdenes?- Preguntó Fafnir mientras el Balmung se aproximaba a Sisibe lo
suficiente para poder ver la imponente armada de naves de guerra.
-
Sacrificaremos el Balmung. Es una lástima romper la espada del cosmos, pero es
necesario, es nuestra nave más poderosa y con mayores explosivos. Quiero un enjambre
de naves aquí y otra acá, cubriendo y disfrazando al Balmung.
-
¿Sacrificarás a tus propios hombres?- Le espetó el Alto Obispo Iben Khayin.
-
El trato era simple, el agua recolectada se reparte entre Atlas y Thule, Marte
observa y, si lo desean, pueden convertir a los colonos de Sisibe.- Sigurt dejó
de sonreír y miró al Alto Obispo como si estuviera listo para ahorcarlo con sus
propias manos.- En ninguna parte del tratado se incluía una clausula según la
cual usted podía decirme qué hacer en batalla.
-
Que así sea.- Concilió Iben Khayin.
-
Carguen las naves con tres cuartas partes de nuestros explosivos, abandonen las
naves a piloto automático y las lanzaremos como jabalinas directamente al
centro. No lo esperaran y la explosión consumirá casi toda su armada. La que
quede estará demasiado confundida como para reaccionar a tiempo. Tomen sus
cosas, nos vamos del Balmung.
Una hora después todo estaba listo
para la inmolación de naves. Una larga cadena de enjambres como una espada del
tamaño de una luna se estrelló contra las naves al centro de la formación de
Sisibe. La batalla ocurrió tal y como Sigurt lo había predicho. La confusión le
dio tiempo a la armada de Thule de atacar desde distintos ángulos y en tres
horas la armada completa de Sisibe era basura espacial que los drones
recogieron para ser reciclados después. Los soldados festejaron con grandes
jarras de agua miel mientras la mitad de la armada descendía en el ecuador de
Sisibe, en uno de los pocos puntos que no estaban sumergidos en el agua líquida
por completo. Bashda oró a sus dioses como Iben Khayin oró a su único dios y los
Thules oraron a sus múltiples dioses de su confuso panteón. Se desplazaron los
tanques y las naves terrestres esperando oposición que nunca llegó. Sigurt y
sus primos, Fafnir y Regin, descendieron a la superficie para dejar la marca
del sol negro en el suelo antes de continuar, como era la costumbre y deber
religioso.
-
Un planeta tres veces más grande que el nuestro, 90% agua. Sobrará agua para el
siguiente viaje de los tanqueros. Le mandé el reporte al rey Gunnar.- Le dijo
Regin.- Lo recibirá en unas horas, pero estoy seguro que si esto no te gana la
mano de Bryn entonces nada lo hará.
-
¡Bryn, Gloria, Fortuna y Luna roja!- Celebró Sigurt mirando a los azules
océanos que pronto serían drenados por la flotilla de 20 mil tanqueros.- Quiero
fuerzas adicionales para proteger a los tanqueros, ésta gente debe vivir en
colonias subacuáticas como los de Atlas, podríamos encontrar resistencia.
-
¿Directrices?
-
¿Bromeas?- Sigurt sonrió y se golpeó el pecho.- Maten lo que se mueva.
-
Eso será pronto…- Regin le mostró su holo-cubo, había signos de calor que se
aproximaban. A varios kilómetros vieron salir naves acuáticas desarmadas y con
las banderas de paz.
-
Fafnir.- Dijo Sigurt con una voz grave.- Distrae al Alto Obispo, no dejes que
Iben Khayin descienda a la superficie. Estamos bajo ataque de micro-drones.
Regin, ordena a la flotilla a atacar todas las señales de vida.
La flotilla empezó el bombardeo bajo
la falsa idea de estar bajo ataque. Iben Khayin miraba las inmensas
explosiones, como pequeños soles, que se extendían hasta donde el ojo podía
ver. Fafnir, quien estaba celoso de la posición de Sigurt, y quien en secreto,
adoraba a los dos Hermanos, le hizo compañía al Alto Obispo. Le hizo una seña
para que no se moviera, pues el atlante Bashda estaba con él, mirando a los
tanqueros drenar el agua.
-
Estamos bajo ataque de micro-drones.- Mintió Fafnir.- Por ahora solamente hay
cinco mil tanqueros drenando los océanos, pero en cuanto termine nuestra
ofensiva descenderán los demás. Tiene mi palabra y la de Sigurt.
-
El Hermano y el Juez sean alabados.- Dijo Bashda, sonriendo al ver que el
proyecto sería un éxito. Se retiró a sus cuarteles y el Alto Obispo miró a
Fafnir con curiosidad.
-
¿Qué está pasando en realidad?
-
El odio de mi primo hacia la verdadera fe no conoce límite. Matará a todos con
tal que no les conviertan.
-
Hay millones de almas en este planeta.- Dijo Iben Khayin tratando de esconder
la ira que le invadía.
-
No después de hoy no los habrá. Más les vale esconderse bien.
Al atardecer los 20 mil tanqueros ya
estaban drenando el agua, un proceso que duraría al menos cuatro días, pues
cada tanquero era del tamaño de una pequeña ciudad. Regin ordenó a la armada que
aún estaba en el espacio que entraran a la atmósfera y protegieran a los
tanqueros. Un grupo de embajadores de Sisibe, mostrando en alto sus banderas,
se aproximó a la costa desde la que Sigurt contemplaba su victoria. Les dejó
acercarse, con cien soldados detrás de él apuntando sus grandes cañones contra
lo que, ellos adivinaban, eran embajadores de alguna clase.
-
El rey Gunnar me regaló este cuchillo ceremonial.- Dijo Sigurt, luego de
escuchar las súplicas en un idioma que no entendía. El dorado cuchillo era
largo, con el mango en forma de escamas, el cuerpo del dragón de cuya boca
salía la filosa arma.- Está afilado a un nivel molecular y le llamamos, como a
nuestro buque insignia, Balmung. Bajen sus armas soldados. ¡Ahora!
Sin pensarlo dos veces se lanzó
contra los embajadores y el Balmung cortó carne y hueso como si fuera
mantequilla. Los soldados aplaudieron al ver que, a pesar de ser de buena cuna,
era un formidable luchador y experto en el uso del cuchillo largo. Los soldados
apilaron los cadáveres como una escalera desde la que Sigurt contempló el
atardecer y luego las estrellas nocturnas. Podía divisarse, a lo lejos y muy
pequeña, un satélite, una luna, de color rojo y sonrió al saber que al morir
viviría en uno de los castillos de la Luna roja, junto con los demás guerreros
y contemplaría la gloria del Sol negro mientras batallaba y bebía con los
dioses.
Seis días después comenzaron el
regreso a casa con veinte mil tanqueros repletos de agua líquida. Sigurt estaba
feliz pues ahora era digno de la mano de la princesa Bryn. Regin era feliz pues
ya no tendrían que comprarle agua a Marte a los exagerados precios en que los
vendían. Fafnir estaba contento pues tramaba su propia gloria. Iben Khayin,
Alto Obispo de la verdadera fe y Credo de los dos hermanos, era feliz pues
había cumplido su misión de espionaje y, siendo el favorito del Papa, sabía que
habría alguna compensación. Bashda se contentaba con rellenar los cañones,
precipicios y áridas planicies que solían ser los mares que cubrían Atlas.
Siendo dueño de la mitad del agua de Sisibe podían regresar después sin la
armada de Thule y rellenar más tanqueros, pero por ahora prefería que el
esfuerzo fuera el de Sigurt y no el de sus comandantes militares.
Los festejos en las naves se
incrementaron conforme se aproximaban a su planeta y al llegar fueron recibidos
como héroes y Sigurt como una leyenda viviente. Todos los pueblos libres de
Thule, y Atlas, habían escuchado sobre su victoria contra un ejército que les
superaba por más del doble. Thule y Atlas celebraron juntos mientras los
tanqueros depositaban el agua líquida y había una sensación mundial según la
cual el planeta volvía a vivir. Marte les había estado dictando lo que podían o
no hacer, con tal de conseguir agua, pero esto les era independencia y libertad.
El comité de Atlas bañó en oro a
Sigurt mientras los artesanos terminaban las gigantescas estatuas de su nuevo
héroe y las mujeres le lanzaban coronas de flores. Había departido un
condecorado militar de los fríos rincones de Thule, había regresado una leyenda
viviente. En el majestuoso castillo de la capital de Thule, cuyos arcos eran
tan altos que apenas eran visibles y cuyos vitrales eran tan complejos que cada
uno había sido construido a lo largo de más de un siglo, el rey Gunnar recibió
al héroe Sigurt en un enorme festival donde la cerveza y el aguamiel fluían de
fuentes y todos los soldados pudieron comer como los nobles. Sigurt, en su
uniforme formal, negro, blanco y rojo, se aproximó al trono de Gunnar subiendo
los cien escalones de mármol y oro. El rey, quien ya era un hombre viejo, tenía
a su lado a su hija Bryn y no podía estar más feliz de verle.
-
Nuestros ríos fluyen de nuevo, nuestros mares están llenos de peces otra vez y
tú Sigurt has traído gloria a los pueblos libres de Thule. No tengo duda que
los duques y Thanes estarán por siempre agradecidos por tu victoria absoluta.
-
Todo sea por el Sol negro y los dioses que nos concedieron la batalla.-
Respondió Sigurt, como era la costumbre en Thule. El rey se echó a reír y con
señas le dijo que se acercara más, pues era digno de estar a su lado bebiendo y
comiendo.
-
Los dioses no conceden victorias, esperan y desean victorias mi querido Sigurt.
Los poetas cantas canciones sobre tu hazaña, los pintores no se cansan de
dibujarte al frente de la armada y ¿qué te puedo yo decir de las mujeres? No
hay una que no desee estar con el grandioso Sigurt.
-
Sólo hay una mujer a quien deseo.- Gunnar aplaudió y se puso de pie. Ordenó a
gritos que todos en el gigantesco comedor del hall guardaran silencio.- ¡En
este día quiero que se sepa que Sigurt el victorioso me sucederá en el trono
como rey de los pueblos libres de Thul, Völ del Sol Negro y la Luna Roja y
esposo de mi hija Bryn, doncella cuya belleza no conoce paralelo en este o
cualquier otro mundo!
Los aplausos sonaron como truenos.
Rey y máximo sacerdote Sigurt abrazó a Gunnar y los que celebraban cantaban “eterna
gloria a Sigurt, el victorioso”. Bryn saltó a abrazarle y se besaron
apasionadamente. Sigurt acariciando su rostro le susurró al oído “Apagaría al
sol y aplastaría a la luna con mis manos con tal de hacerte feliz”. Bryn, quien
había deseado a Sigurt tanto como él había deseado a la princesa le abrazó con
fuerza mientras todos reían de buena gana y aplaudían. Todos los pueblos libres
de Thule se regocijaron con la noticia y celebraron, pues el planeta parecía
vivo de nuevo y todo era gracias a la sagacidad de Sigurt, el valiente.
Gunnar mantuvo cerca a Sigurt para
que le aconsejara en diversas materias y para que aprendiera la complejidad de
ser soberano de un reino que posee en su interior a otros reinos. Le
aconsejaba, casi a diario, que nunca echara a los embajadores de marte, el
poderoso imperio contra el que no podrían conquistar, pero que siempre cuidara
que sus enseñanzas no corrompieran las costumbres antiquísimas de Thule.
Los años, los susurros, las
exageraciones y los poetas terminaron convirtiendo la conquista de Sisibe en un
mito. Sigurt, según una versión, había cortado al dragón que escondía el tesoro
con la espada del cosmos, rompiéndola en pedazos, y luego derrotado a quienes
vivían en la cueva del tesoro con la otra Balmung, la pequeña que también
terminó quebrándose. Según este mito Sigurt conquistaba el tesoro con un gran
precio, la destrucción de las dos Balmung, la mayor con la imagen del Sol Negro
y la menor con la imagen de la Luna Roja. Al final Sigurt lloraba por la
destrucción de Balmung y nunca de sus enemigos. Otros mitos, semejantes en
espíritu, fueron cobrando fuerza con los años, pero siempre mantenían constante
la destrucción del Balmung mayor matando al dragón, a veces añadiendo batallas
campales en la que sus primos ayudaban y en las que, bajo una resplandeciente
Luna roja, los tres conquistaban a miles gracias a su cuchillo Balmung.
La boda con Bryn atrajo a todos los
nobles de Thule y los ancianos de Atlas, incluso a varios obispos menores de
Marte. La fiesta se prolongó por una semana y, con el permiso del moribundo
Gunnar, todos los Thules le juraron fidelidad eterna al nuevo rey Sigurt, a la
reina Bryn y a su sabio reinado. El rey Gunnar falleció tres meses después de
la boda, con un funeral grandioso y una pira funeraria tan grande que no
terminó de consumirse sino hasta el día siguiente. Sigurt de inmediato
convirtió a su primo Regin en consejero y a su primo Fafnir como embajador con
Atlas. El consejo de ancianos de Atlas no podía estar más feliz de tener a Sigurt
como rey de Thule, pues así sabían que tendrían una prolongada época de paz.
Sigurt, quien se había hecho sabio gracias a Gunnar, a su esposa la reina Bryn
y a su primo Regin sabía cómo manejar el caos de nobles y reinados de Thule,
siempre conciliando sin concentrar el poder en su persona. Aquella era una
cualidad que todos los nobles veneraban, pues no todos los reyes habían sabido
cómo mantener el balance.
-
Aún cantan canciones sobre tus hazañas.- Le dijo Bashda, embajador de Atlas en
Thule.
-
Lo sé, pero no puedo dejar que suba todo eso a mi cabeza Bashda.- Le contestó
el rey.
-
No lo hará, si eres cuidadoso. Confío en ti, después de todo yo estaba presente
cuando naciste y las Völgas predijeron tu gloria.
-
Me he casado con dos hombres.- Concluyó Bryn.- Sigurt y su mito.
-
¿Y cuál prefieres, mi amor?
-
A Sigurt, los mitos no besan, ni me dan hijos, ni me acarician. Comparto el
mito con todas las mujeres, pero no a Sigurt.
-
Bryn es un poco celosa, Bashda.
-
No soy celosa, es sólo que te conozco.
-
Sabia es Bryn, reina de los Thules.- Dijo Bashda con una reverencia mientras
Sigurt reía y Bryn le besaba el cuello.
Sigurt se enteró por Regin, su
consejero, quien se enteró por vía de su hermano Fafnir. Regin no le había dado
importancia al principio, se trataba de una discusión de aranceles
interplanetarios con Marte. Atlas, en un esfuerzo por reducir la influencia del
Credo de los dos hermanos, intentaba prohibir los artículos de Marte sin romper
relaciones por completo al hacerlos tan caros que nadie los comprara. Aquello
no sentaba bien con la Iglesia que, al parecer, si no podía importar productos
estaba más que feliz de importar misioneros. El consejo de ancianos se veía en
una posición en la cual, o bien jugaban por las reglas de Marte, o bien
cortaban toda relación y se tornaban hostiles. Regin empezó a informar a Sigurt
de la situación en cuanto algunos Antiguos empezaron a debatir seriamente el
romper relaciones con Marte. Una decisión que, sin duda, traería consigo la
guerra interplanetaria más grande en muchos siglos, y una que no podrían ganar.
Las relaciones entre ambas entidades no podían estar peor y necesitaban un
mediador. Sigurt aceptó de buena gana, después de todo le convenía hablar a
favor de Atlas para luego discutir impuestos a ciertos minerales que
necesitaban y eran muy caros. Atlas aceptó, sabiendo que tendrían que dar algo
a cambio en el futuro. La Iglesia, por otro lado, no quería involucrar a Thule
y pidió que, de haber presencia oficial, no hubiesen armas de por medio, pues
temían por la vida de sus misioneros. Los pueblos libres de Thule eran famosos
por los linchamientos a misioneros de Marte.
Sigurt, Bryn, Regin y los jefes del
ministerio de finanzas y tesorería volaron a Atlas a bordo de la nave diplomática.
Se trataba de una catedral, con las puntas, dinteles y torres hacia abajo y
vitrales en la parte superior. Aterrizó en uno de los varios puertos marinos y
descendieron al lecho oceánico donde, en grandes burbujas y anexiones como
hongos en un árbol o esferas sobre esferas, se extendía la primera parte de
Atlas, conocida por los militares como la “impregnable”, pues aquella era
solamente una mínima porción de su hábitat, sus grandes ciudades, bosques,
ríos, ranchos y minas se encontraban bajo tierra. Todo en Atlas era tan grande,
tan monumental, que los thules no podían sentirse encerrados, después de todo
había pequeños bosques en las esquinas del puerto de naves diplomáticas, el
techo era enormemente alto y nada daba la sensación de estar atrapado.
La gente de Atlas recibió a Sigurt
con grandes honores y mucho respeto, después de todo la enorme mayoría de
quienes se congregaban en los edificios de estalactitas tenían más de 120 años
y parecían hombres de 70 en buena salud. Los edificios de estalactita,
conectados entre sí por puentes y tubos, eran la primera parte de las grandes
ciudades de Atlas, mientras que el resto de la ciudad ascendía al imposiblemente
alto techo como estalagmitas. Existían, en algunas ciudades, edificios tan
altos en el piso, y en el techo, que la estalactita y la estalagmita se tocaban
y esos edificios parecían pilares. No existía, eso era seguro, nada como eso en
Thule quizás, como decían algunas leyendas, Atlas era incluso más antiguo que
Thule. Aquella cuestión era debatida por catedráticos y académicos de ambas
naciones por varios siglos.
Sigurt se reunió con su primo Fafnir
en la embajada quien le explicó más o menos lo mismo que Regin. El edificio era
el único que poseía la arquitectura de Thule, con gárgolas, vitrales y muchos
techos en dos aguas. Las majestuosas habitaciones fueron mostradas y Fafnir les
entregó reportes en holocubos. Habló de la enorme cooperación de la nación de
Atlas en prácticamente todos los puntos necesarios y urgentes, aunque remarcó
que se podía ejercer presión para tener menos impuestos a los minerales. Sigurt
no entendía porqué su primo estaba siendo tan distante y político hasta que vio
a los ayudantes escaneando los halls y habitaciones con escaners para detectar
micrófonos y cámaras escondidas. Bryn le apretó el brazo a Sigurt sin decir
nada, estaba tan preocupada como el rey. Los ayudantes terminaron, le
informaron a Fafnir que todo estaba limpio y el primo del rey pudo suspirar
tranquilo. Se sentaron en la larga mesa de la habitación del rey y Regin fue el
primero en hablar.
-
¿Cuántos espías has encontrado?
-
Casi tantos como los que yo tengo en Atlas y Marte. La diferencia es que Atlas
es un país, Marte es todo un planeta bajo el mismo reinado. Tengo gente en la
Iglesia, me avisaron que Iben Khayin fue hecho Alto Arzobispo y parece ser el
siguiente en línea para el papado.
-
¿Cuál es el verdadero problema?- Preguntó el rey Sigurt.
-
El Alto Arzobispo Iben Khayin será el mediador mañana en la noche. Su nave
llegó a la estación lunar ayer.- Fafnir les mostró con otro holocubo una
grabación de la nave con la insignia de la media luna sobre la cruz y siguió
hablando.- Se reportaron seis signos vitales. Al llegar a Atlas se negó a ser
escaneado y el reporte oficial indica que llegaron únicamente tres personas, el
Alto Arzobispo y sus dos ayudantes.
-
¿Alguna idea de los otros tres?- Preguntó la reina Bryn.
-
Asesinos.- Todos miraron sorprendidos a Fafnir.- Se encuentran en misión
diplomática, traen diez soldados nada más. ¿Qué mejor oportunidad para matar al
rey Sigurt que en un evento diplomático?
-
No se atreverían, iríamos a la guerra. No pueden controlar a los pueblos libres
de Thule, Sigurt y yo apenas y podemos.- Replicó Bryn.- No hay Thane o noble
que estuviera dispuesto a matar a tantos como pudiera antes de reunirse con
Sigurt en los castillos de la Luna Roja.
-
Es más,- Agregó Regin.- no hay thule con una nave espacial que no quiera armar
su propio escuadrón de la muerte y atacar a la Iglesia.
-
¿Por qué Iben Khayin?- Fue la pregunta del rey y la realizó con calma.
Súbitamente se dio cuenta de los años que tenía, pensando que apenas hacía seis
años habría sacado su cuchillo Blamung y matado a tanto misionero como pudiera
ante semejante insulto. La edad le había hecho sabio, pensó en ese momento y
luego se estremeció al preguntarse, ¿y si la edad me ha hecho débil?
-
Es un Alto Arzobispo.
-
Es más que eso Fafnir, estaba con nosotros en Sisibe. Tienen cientos de
obispos, altos obispos, arzobispos, altos arzobispos, incluso arcontes o imames
que podrían haber enviado.
-
Ya entiendes mi preocupación. Éste es un hombre que te odia particularmente.-
Dijo Fafnir.- Tengo a mis espías dentro del equipo que organiza la cena y tengo
el apoyo del Consejo de Antiguos para todo lo relacionado a la seguridad en esa
cena. Aun asi temo por tu vida primo.
-
Era una situación imposible, el rey tenía que venir, no podía rehusarse a los
Antiguos, no cuando se trata de un problema con Marte.
-
Suficiente, atenderemos y es el final del asunto.
-
Debemos descansar.- Se despidió la reina de los primos de su esposo. Sigurt se
quedó mirando por la ventana hacia la gigantesca metrópolis que se extendía más
allá de donde podía ver. Las luces eran como estrellas en el suelo y en el
cielo, pero no era lo mismo.- ¿Seguro que quieres continuar Sigurt?
-
No me gusta estar bajo tierra, no puedo ver el sol o la luna. Las luces
artificiales no son lo mismo.
-
Sigurt el glorioso, Sigurt el victorioso, Sigurt el conquistador… Yo te conozco
mejor, Sigurt mi esposo, mi amante, mi amigo, padre de mis hijos y amor de mi
corazón.
-
No entiendo a Iben Khayin y ya no soy tan joven como para enfrentarme a
enemigos a quienes no entiendo. Los dos hermanos, el maestro crucificado y el
profeta ascendido a un único cielo con un único Dios. ¿Por qué se conformarían
con uno? Nuestros dioses son tan reales como el pasto, la piedra y el acero. Ya
a mi edad no les siento tan cercanos a mí, ¿he errado?, ¿acaso el Sol Negro ya
no me ilumina como hace con los dioses?
-
Cuando sea momento de ir a los castillos de la Luna Roja, que así sea, iremos
mano a mano.
-
No puede haber guerra con la Iglesia, no ahora, no así, no bajo sus términos. Prométemelo.
-
Sigurt… ¿Realmente crees que… Te lo prometo.
-
Eres más sabia que yo, te pido que ames más a Thule de lo que me amas a mí. Es
nuestro voto de fidelidad al tomar la corona.
Bryn no durmió aquella noche y no
esperaba hacerlo tampoco. ¿Por qué le había pedido algo tan grande, tan
incomprensible y tan imposible para ella?, ¿acaso no era el hombre dispuesto a
apagar el sol con un soplido y aplastar la luna con sus manos? Creía que aún lo
era, pero ¿qué estaba dispuesta a hacer ella? No le pedía que se sacrificara,
le pedía que fuera contra su propio corazón. ¿Acaso no era ese el peor acto de
crueldad de un amante?
Vestidos de gala y recibidos con
aplausos se sentaron en una de las tres esquinas del lujoso salón. En Atlas la
arquitectura solía tener tres, o seis, esquinas, pues tres eran sus dioses y
principios. Bashda se sentó cerca de ellos luego de la veneración al Juez, a la
Amante y al Hermano. Aquellos protocolos fascinaban a los thules y con
frecuencia se bromeaba que, si ellos tuvieran los mismos protocolos antes de
los festines, no terminarían de contar a sus dioses antes que la comida se
echara a perder. Al final llegó el Alto Arzobispo y sus dos ayudantes quienes,
siguiendo el ejemplo de Ibe Khayin, se hincaron hasta poner la cabeza en el
suelo para rezar y después persignarse. Una vez que todos estuvieron sentados
empezó una tensa comida que los atlantes intentaron armonizar con las canciones
y danzas del Engañador, la Anciana y el Extraño, los rostros ocultos de sus
tres dioses. Se dieron varios brindis en honor a los invitados y a una
resolución a los problemas. Iben Khayin se levantó, mostró la copa y la tiró al
suelo. Sigurt se levantó de inmediato, junto con los soldados que esperaban
detrás y traían escondidas sus armas. Fafnir corrió al centro del triangular
comedor para calmar a todos y mostró un holocubo.
-
Quisiera ahora presentarles al verdadero Sigurt, el genocida.
Horrorizados vieron, como todos los
que captaban las señales de las cámaras, la grabación que Fafnir había
realizado en secreto aquel día en las playas de Sisibe. Sigurt ordenaba un
bombardeo admitiendo que no había hostilidad en su contra, sino que, por el
contrario, había embajadores a quienes después mató él mismo. Sigurt, al
contemplar la traición, entendió la trampa del mismo modo que entendió los
juegos que la juventud le hace a la madurez. Ahora habría dialogado con
aquellos embajadores, habría dado algo a cambio de esa agua. Sin embargo, era
joven, era ambicioso y deseaba el trono y a Bryn más que cualquier otra cosa en
el mundo, ciertamente más que la vida de perfectos extraños.
-
Sigurt debe ser llevado a juicio por crímenes de guerra.- Exclamó el Alto
Arzobispo Iben Khayin, ha traído vergüenza a su barbárico reinado y a la
civilizada Atlas.
-
Me duele tener que mostrar los verdaderos colores de mi primo, pero ésta es la
verdad y esto es lo que ocurrió para que Sigurt fuera conocido como “el
glorioso”, “el victorioso” o “el conquistador”. Has traído vergüenza a los
pueblos libres de Thule.
-
¡Traicionas a tu propia sangre!- Gritó Regin sacando un arma. Los guardias del
Alto Arzobispo sacaron las suyas.- Eres mi hermano pero te volaré la cabeza si
no te retractas.
-
No.- Dijo Sigurt, completamente calmado y con un gesto ordenó a sus hombres a
que bajaran las armas.
-
Habrá guerra si le deshonran con un juicio.- Les advirtió Bashda, el Antiguo, y
embajador de Atlas en Thule.- ¿Están dispuestos a ello?
-
Es la voluntad del Creador que sea encerrado, no puedo hacer nada al respecto.-
Dijo Iben Khayin.
-
Iré a los castillos de la Luna Roja.- Dijo Sigurt, desafiando a todos con una
sonrisa.
-
Morirás en una jaula.- Le espetó Fafnir. El rey Sigurt desempuñó el Balmung y
con un único movimiento le cortó la cabeza.
-
Recuerda tu promesa mi amor.- Miró a Bryn por última vez y le guiñó el ojo. Los
guardias de Iben Khayin se acercaban armados y apuntándole para arrestarlo.- Te
veré en la Luna Roja.
-
¡Bajen sus armas!- Les ordenó la reina a sus soldados con un grito que resonó
en todo el recinto.
-
Reúnete con tu dios.- Le espetó Sigurt a Iben Khayin antes de lanzarle el
cuchillo Balmung y atravesándole el cráneo.
Sus guardias, confundidos y
asustados, por haber fracasado al protegerlo, abrieron fuego y Sigurt fue
atravesado por varios disparos antes de caer muerto. Bryn sostuvo a Regin del
brazo quien gritaba y luego tuvo que taparle la boca para que no ordenara a los
soldados matar a los guardias.
-
Tienen lo que querían.- Les dijo Bryn a los guardias del fallecido Alto
Arzobispo.- El rey está muerto, ¡larga vida al rey!
-
Larga vida al rey.- Se lamentaron los soldados thules, Regin y Bashda, quien se
consideraba amigo cercano del rey héroe Sigurt, destructor de dragones.
-
El trono no estará vacío mucho tiempo,- Le susurró Bryn a Regin quien aún
estaba furioso.- hemos tenido hijos en secreto, pues Sigurt temía que la
Iglesia les hiciera algo. Tyr crecerá y vengará a su padre, pero será en
nuestros términos y con nuestras maneras Regin.
-
Así sea.- Regin la miró a los ojos sin poder contener las lágrimas. Bryn no
lloraba, pues mantenía la promesa que le había hecho a su esposo la noche
anterior. Se acercó al cuerpo de su marido, súbitamente consciente de las
cámaras. Mientras los guardias se retiraban cargando el cuerpo del Alto
Arzobispo Iben Khayin, ella miró a las cámaras y, aprovechando el silencio
atónito, habló.- Que se sepa que hoy ha muerto Sigurt el glorioso, que todo
hombre y mujer de Thule sepa que su sangre hace que las plantas reverdezcan
tras el invierno y que su gloria será pasada a Thule, pues es demasiada para
una sola persona. ¡Larga vida a Sigurt quien nos espera en los castillos de la
Luna Roja y que en este momento mira de cara al Sol negro!
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