viernes, 2 de septiembre de 2016

El mito de Sigurt


El mito de Sigurt, el glorioso héroe de Thule


Por: Juan Sebastian Ohem



            Los vitrales de la nave insignia de Thule, el Balmung o espada del cosmos, filtraban las luces de estrellas lejanas y nebulosas en un arcoíris de colores. Sigurt, el joven general, parecía fascinado por el monumental rosetón con la forma de su máximo dios, el Sol negro. Él era el único que estaba tranquilo, pese a la importancia de la misión y la inminente confrontación contra la flotilla del planeta Sisibe. Sus primos, Fafnir y Regin fingían tranquilidad mientras se paseaban por el puente de oficiales revisando los instrumentos y calculando las aproximaciones. Poco se conocía de la colonia en Sisibe, pero algo era bien conocido por todos. El planeta consistía, en su enorme mayoría, de agua y aquel era el recurso más preciado para Atlas y Thule. El planeta que le vio nacer se estaba quedando seco o cubierto de inservible agua contaminada. Lo que antes eran majestuosos océanos, lagos y ríos eran ahora grandes cañones y áridas extensiones de tierra. Había en su rostro, a pesar de la enormidad de la misión, una sonrisa juguetona y un brillo especial en sus ojos. Sigurt era la clase de hombre a quien era imposible leerle el rostro, adivinarle las intenciones. Esto era cierto, a excepción de la hermosa Bryn, hija del rey Gunnar de los Pueblos libres de Thule.


- Primo, nos acercamos a Sisibe desde el ecuador y me informan que un dron ha captado nuestra presencia.- Le advirtió su primo Fafnir.

- Bien.

- ¿Bien? Sigurt, nos estarán esperando.- Le espetó Regin, su otro primo y hermano de Fafnir.- No conocemos sus fuerzas, pero sabemos que no son cosa de risa.

- Fafnir, Regin, ¿acaso los llevaría a la derrota? Estamos en el Balmung, he aquí la espada del cosmos y el final de toda batalla. ¡La última palabra!- Sigurt parecía intoxicado por la promesa de la batalla por venir.

- Siendo comandante de las fuerzas armadas de Thule pensé que lo tomarías con mayor seriedad.- Sigurt contuvo la respiración cuando el Alto Obispo Iben Khayin cruzó los arcos de piedra en la entrada. Había oído todo, al parecer. No le era de extrañar, sabía que el marciano era un espía del Credo de los dos hermanos. Bashda le siguió de cerca con una sonrisa conciliatoria.

- No aventuremos conclusiones, Alto Obispo, los guerreros de Thule son tan experimentados en las batallas espaciales como usted en la oración.- Intervino Bashda, el embajador de Atlas y uno de sus Antiguos.

- Nos esperan.- Dijo Regin con gravedad mostrándole el cubo holográfico y expandiendo la imagen.- Toda su flotilla protege la entrada.

- Los Hermanos tengan compasión…- Iben Khayin no pudo controlarse. La flotilla de Sisibe no protegía únicamente el ecuador, sino que formaban una pantalla que cubría todo ese costado del planeta.

- Me decepcionan, pensé que habría más.- Concluyó Sigurt caminando despacio en el piso de piedra hacia la escotilla para el puente de batalla.

- ¿Más? Sigurt, mira esos cañones, nos superan cuatro a uno. No podemos exponer los tanqueros.- Le advirtió Regin. Sigurt le apretó afectuosamente el brazo y siguió caminando. Todos le siguieron para conocer su plan.

- Podemos dividir nuestras fuerzas, atacar la esquina inferior izquierda y la superior derecha.- Dijo Fafnir, con temor en la voz.- Quizás así los tanqueros podrían descender en los polos.

- No.- Sigurt se detuvo en la escaleras, miró atrás y sonrió a todos.- Atacaremos el centro. Han caído en mi trampa. Han lanzado todo lo que tienen contra nosotros, ése será su error fatal.

- Se ha vuelto loco, como todos en Thule, cree que si muere en batalla habitará los castillos de la Luna roja.



Le susurró el Alto Obispo Iben Khayin al embajador de Atas, pero Bashda no respondió. Sabía que el comentario, en realidad, era para Sigurt, pues lo había susurrado con suficiente volumen como para que lo escuchara. El joven general, quien despreciaba a la Iglesia de Marte, fingió que no le había escuchado. En el puente de batalla, donde no había piedra ni arcos, gárgolas ni vitrales, revisó los mapas estelares y las formaciones de la inmensa armada con la que contaba. Aquella armada, superada por el enemigo por más del doble, debía proteger a los monumentales cargueros. Atlas y Thule habían apostado todos sus recursos y dinero para la misión. Bashda, el Antiguo de Atlas, no estaba preocupado. Había vivido suficiente como para conocer las maniobras de la armada de Thule y, para cuando el Alto Obispo apenas aprendía a gatear, había visto batallas en Aldebaran que habían durado más de un año.

- Su posición más débil es el centro.

- Sí, Sigurt, porque si atacas el centro las cuatro esquinas te envuelven como una hoja.

- No te preocupes Regin, no quedará mucho de su armada para cuando terminemos con el centro.

- ¿Órdenes?- Preguntó Fafnir mientras el Balmung se aproximaba a Sisibe lo suficiente para poder ver la imponente armada de naves de guerra.

- Sacrificaremos el Balmung. Es una lástima romper la espada del cosmos, pero es necesario, es nuestra nave más poderosa y con mayores explosivos. Quiero un enjambre de naves aquí y otra acá, cubriendo y disfrazando al Balmung.

- ¿Sacrificarás a tus propios hombres?- Le espetó el Alto Obispo Iben Khayin.

- El trato era simple, el agua recolectada se reparte entre Atlas y Thule, Marte observa y, si lo desean, pueden convertir a los colonos de Sisibe.- Sigurt dejó de sonreír y miró al Alto Obispo como si estuviera listo para ahorcarlo con sus propias manos.- En ninguna parte del tratado se incluía una clausula según la cual usted podía decirme qué hacer en batalla.

- Que así sea.- Concilió Iben Khayin.

- Carguen las naves con tres cuartas partes de nuestros explosivos, abandonen las naves a piloto automático y las lanzaremos como jabalinas directamente al centro. No lo esperaran y la explosión consumirá casi toda su armada. La que quede estará demasiado confundida como para reaccionar a tiempo. Tomen sus cosas, nos vamos del Balmung.



            Una hora después todo estaba listo para la inmolación de naves. Una larga cadena de enjambres como una espada del tamaño de una luna se estrelló contra las naves al centro de la formación de Sisibe. La batalla ocurrió tal y como Sigurt lo había predicho. La confusión le dio tiempo a la armada de Thule de atacar desde distintos ángulos y en tres horas la armada completa de Sisibe era basura espacial que los drones recogieron para ser reciclados después. Los soldados festejaron con grandes jarras de agua miel mientras la mitad de la armada descendía en el ecuador de Sisibe, en uno de los pocos puntos que no estaban sumergidos en el agua líquida por completo. Bashda oró a sus dioses como Iben Khayin oró a su único dios y los Thules oraron a sus múltiples dioses de su confuso panteón. Se desplazaron los tanques y las naves terrestres esperando oposición que nunca llegó. Sigurt y sus primos, Fafnir y Regin, descendieron a la superficie para dejar la marca del sol negro en el suelo antes de continuar, como era la costumbre y deber religioso.

- Un planeta tres veces más grande que el nuestro, 90% agua. Sobrará agua para el siguiente viaje de los tanqueros. Le mandé el reporte al rey Gunnar.- Le dijo Regin.- Lo recibirá en unas horas, pero estoy seguro que si esto no te gana la mano de Bryn entonces nada lo hará.

- ¡Bryn, Gloria, Fortuna y Luna roja!- Celebró Sigurt mirando a los azules océanos que pronto serían drenados por la flotilla de 20 mil tanqueros.- Quiero fuerzas adicionales para proteger a los tanqueros, ésta gente debe vivir en colonias subacuáticas como los de Atlas, podríamos encontrar resistencia.

- ¿Directrices?

- ¿Bromeas?- Sigurt sonrió y se golpeó el pecho.- Maten lo que se mueva.

- Eso será pronto…- Regin le mostró su holo-cubo, había signos de calor que se aproximaban. A varios kilómetros vieron salir naves acuáticas desarmadas y con las banderas de paz.

- Fafnir.- Dijo Sigurt con una voz grave.- Distrae al Alto Obispo, no dejes que Iben Khayin descienda a la superficie. Estamos bajo ataque de micro-drones. Regin, ordena a la flotilla a atacar todas las señales de vida.



            La flotilla empezó el bombardeo bajo la falsa idea de estar bajo ataque. Iben Khayin miraba las inmensas explosiones, como pequeños soles, que se extendían hasta donde el ojo podía ver. Fafnir, quien estaba celoso de la posición de Sigurt, y quien en secreto, adoraba a los dos Hermanos, le hizo compañía al Alto Obispo. Le hizo una seña para que no se moviera, pues el atlante Bashda estaba con él, mirando a los tanqueros drenar el agua.

- Estamos bajo ataque de micro-drones.- Mintió Fafnir.- Por ahora solamente hay cinco mil tanqueros drenando los océanos, pero en cuanto termine nuestra ofensiva descenderán los demás. Tiene mi palabra y la de Sigurt.

- El Hermano y el Juez sean alabados.- Dijo Bashda, sonriendo al ver que el proyecto sería un éxito. Se retiró a sus cuarteles y el Alto Obispo miró a Fafnir con curiosidad.

- ¿Qué está pasando en realidad?

- El odio de mi primo hacia la verdadera fe no conoce límite. Matará a todos con tal que no les conviertan.

- Hay millones de almas en este planeta.- Dijo Iben Khayin tratando de esconder la ira que le invadía.

- No después de hoy no los habrá. Más les vale esconderse bien.



            Al atardecer los 20 mil tanqueros ya estaban drenando el agua, un proceso que duraría al menos cuatro días, pues cada tanquero era del tamaño de una pequeña ciudad. Regin ordenó a la armada que aún estaba en el espacio que entraran a la atmósfera y protegieran a los tanqueros. Un grupo de embajadores de Sisibe, mostrando en alto sus banderas, se aproximó a la costa desde la que Sigurt contemplaba su victoria. Les dejó acercarse, con cien soldados detrás de él apuntando sus grandes cañones contra lo que, ellos adivinaban, eran embajadores de alguna clase.

- El rey Gunnar me regaló este cuchillo ceremonial.- Dijo Sigurt, luego de escuchar las súplicas en un idioma que no entendía. El dorado cuchillo era largo, con el mango en forma de escamas, el cuerpo del dragón de cuya boca salía la filosa arma.- Está afilado a un nivel molecular y le llamamos, como a nuestro buque insignia, Balmung. Bajen sus armas soldados. ¡Ahora!



            Sin pensarlo dos veces se lanzó contra los embajadores y el Balmung cortó carne y hueso como si fuera mantequilla. Los soldados aplaudieron al ver que, a pesar de ser de buena cuna, era un formidable luchador y experto en el uso del cuchillo largo. Los soldados apilaron los cadáveres como una escalera desde la que Sigurt contempló el atardecer y luego las estrellas nocturnas. Podía divisarse, a lo lejos y muy pequeña, un satélite, una luna, de color rojo y sonrió al saber que al morir viviría en uno de los castillos de la Luna roja, junto con los demás guerreros y contemplaría la gloria del Sol negro mientras batallaba y bebía con los dioses.



            Seis días después comenzaron el regreso a casa con veinte mil tanqueros repletos de agua líquida. Sigurt estaba feliz pues ahora era digno de la mano de la princesa Bryn. Regin era feliz pues ya no tendrían que comprarle agua a Marte a los exagerados precios en que los vendían. Fafnir estaba contento pues tramaba su propia gloria. Iben Khayin, Alto Obispo de la verdadera fe y Credo de los dos hermanos, era feliz pues había cumplido su misión de espionaje y, siendo el favorito del Papa, sabía que habría alguna compensación. Bashda se contentaba con rellenar los cañones, precipicios y áridas planicies que solían ser los mares que cubrían Atlas. Siendo dueño de la mitad del agua de Sisibe podían regresar después sin la armada de Thule y rellenar más tanqueros, pero por ahora prefería que el esfuerzo fuera el de Sigurt y no el de sus comandantes militares.



            Los festejos en las naves se incrementaron conforme se aproximaban a su planeta y al llegar fueron recibidos como héroes y Sigurt como una leyenda viviente. Todos los pueblos libres de Thule, y Atlas, habían escuchado sobre su victoria contra un ejército que les superaba por más del doble. Thule y Atlas celebraron juntos mientras los tanqueros depositaban el agua líquida y había una sensación mundial según la cual el planeta volvía a vivir. Marte les había estado dictando lo que podían o no hacer, con tal de conseguir agua, pero esto les era independencia y libertad.



            El comité de Atlas bañó en oro a Sigurt mientras los artesanos terminaban las gigantescas estatuas de su nuevo héroe y las mujeres le lanzaban coronas de flores. Había departido un condecorado militar de los fríos rincones de Thule, había regresado una leyenda viviente. En el majestuoso castillo de la capital de Thule, cuyos arcos eran tan altos que apenas eran visibles y cuyos vitrales eran tan complejos que cada uno había sido construido a lo largo de más de un siglo, el rey Gunnar recibió al héroe Sigurt en un enorme festival donde la cerveza y el aguamiel fluían de fuentes y todos los soldados pudieron comer como los nobles. Sigurt, en su uniforme formal, negro, blanco y rojo, se aproximó al trono de Gunnar subiendo los cien escalones de mármol y oro. El rey, quien ya era un hombre viejo, tenía a su lado a su hija Bryn y no podía estar más feliz de verle.

- Nuestros ríos fluyen de nuevo, nuestros mares están llenos de peces otra vez y tú Sigurt has traído gloria a los pueblos libres de Thule. No tengo duda que los duques y Thanes estarán por siempre agradecidos por tu victoria absoluta.

- Todo sea por el Sol negro y los dioses que nos concedieron la batalla.- Respondió Sigurt, como era la costumbre en Thule. El rey se echó a reír y con señas le dijo que se acercara más, pues era digno de estar a su lado bebiendo y comiendo.

- Los dioses no conceden victorias, esperan y desean victorias mi querido Sigurt. Los poetas cantas canciones sobre tu hazaña, los pintores no se cansan de dibujarte al frente de la armada y ¿qué te puedo yo decir de las mujeres? No hay una que no desee estar con el grandioso Sigurt.

- Sólo hay una mujer a quien deseo.- Gunnar aplaudió y se puso de pie. Ordenó a gritos que todos en el gigantesco comedor del hall guardaran silencio.- ¡En este día quiero que se sepa que Sigurt el victorioso me sucederá en el trono como rey de los pueblos libres de Thul, Völ del Sol Negro y la Luna Roja y esposo de mi hija Bryn, doncella cuya belleza no conoce paralelo en este o cualquier otro mundo!



            Los aplausos sonaron como truenos. Rey y máximo sacerdote Sigurt abrazó a Gunnar y los que celebraban cantaban “eterna gloria a Sigurt, el victorioso”. Bryn saltó a abrazarle y se besaron apasionadamente. Sigurt acariciando su rostro le susurró al oído “Apagaría al sol y aplastaría a la luna con mis manos con tal de hacerte feliz”. Bryn, quien había deseado a Sigurt tanto como él había deseado a la princesa le abrazó con fuerza mientras todos reían de buena gana y aplaudían. Todos los pueblos libres de Thule se regocijaron con la noticia y celebraron, pues el planeta parecía vivo de nuevo y todo era gracias a la sagacidad de Sigurt, el valiente.



            Gunnar mantuvo cerca a Sigurt para que le aconsejara en diversas materias y para que aprendiera la complejidad de ser soberano de un reino que posee en su interior a otros reinos. Le aconsejaba, casi a diario, que nunca echara a los embajadores de marte, el poderoso imperio contra el que no podrían conquistar, pero que siempre cuidara que sus enseñanzas no corrompieran las costumbres antiquísimas de Thule.



            Los años, los susurros, las exageraciones y los poetas terminaron convirtiendo la conquista de Sisibe en un mito. Sigurt, según una versión, había cortado al dragón que escondía el tesoro con la espada del cosmos, rompiéndola en pedazos, y luego derrotado a quienes vivían en la cueva del tesoro con la otra Balmung, la pequeña que también terminó quebrándose. Según este mito Sigurt conquistaba el tesoro con un gran precio, la destrucción de las dos Balmung, la mayor con la imagen del Sol Negro y la menor con la imagen de la Luna Roja. Al final Sigurt lloraba por la destrucción de Balmung y nunca de sus enemigos. Otros mitos, semejantes en espíritu, fueron cobrando fuerza con los años, pero siempre mantenían constante la destrucción del Balmung mayor matando al dragón, a veces añadiendo batallas campales en la que sus primos ayudaban y en las que, bajo una resplandeciente Luna roja, los tres conquistaban a miles gracias a su cuchillo Balmung.



            La boda con Bryn atrajo a todos los nobles de Thule y los ancianos de Atlas, incluso a varios obispos menores de Marte. La fiesta se prolongó por una semana y, con el permiso del moribundo Gunnar, todos los Thules le juraron fidelidad eterna al nuevo rey Sigurt, a la reina Bryn y a su sabio reinado. El rey Gunnar falleció tres meses después de la boda, con un funeral grandioso y una pira funeraria tan grande que no terminó de consumirse sino hasta el día siguiente. Sigurt de inmediato convirtió a su primo Regin en consejero y a su primo Fafnir como embajador con Atlas. El consejo de ancianos de Atlas no podía estar más feliz de tener a Sigurt como rey de Thule, pues así sabían que tendrían una prolongada época de paz. Sigurt, quien se había hecho sabio gracias a Gunnar, a su esposa la reina Bryn y a su primo Regin sabía cómo manejar el caos de nobles y reinados de Thule, siempre conciliando sin concentrar el poder en su persona. Aquella era una cualidad que todos los nobles veneraban, pues no todos los reyes habían sabido cómo mantener el balance.

- Aún cantan canciones sobre tus hazañas.- Le dijo Bashda, embajador de Atlas en Thule.

- Lo sé, pero no puedo dejar que suba todo eso a mi cabeza Bashda.- Le contestó el rey.

- No lo hará, si eres cuidadoso. Confío en ti, después de todo yo estaba presente cuando naciste y las Völgas predijeron tu gloria.

- Me he casado con dos hombres.- Concluyó Bryn.- Sigurt y su mito.

- ¿Y cuál prefieres, mi amor?

- A Sigurt, los mitos no besan, ni me dan hijos, ni me acarician. Comparto el mito con todas las mujeres, pero no a Sigurt.

- Bryn es un poco celosa, Bashda.

- No soy celosa, es sólo que te conozco.

- Sabia es Bryn, reina de los Thules.- Dijo Bashda con una reverencia mientras Sigurt reía y Bryn le besaba el cuello.



            Sigurt se enteró por Regin, su consejero, quien se enteró por vía de su hermano Fafnir. Regin no le había dado importancia al principio, se trataba de una discusión de aranceles interplanetarios con Marte. Atlas, en un esfuerzo por reducir la influencia del Credo de los dos hermanos, intentaba prohibir los artículos de Marte sin romper relaciones por completo al hacerlos tan caros que nadie los comprara. Aquello no sentaba bien con la Iglesia que, al parecer, si no podía importar productos estaba más que feliz de importar misioneros. El consejo de ancianos se veía en una posición en la cual, o bien jugaban por las reglas de Marte, o bien cortaban toda relación y se tornaban hostiles. Regin empezó a informar a Sigurt de la situación en cuanto algunos Antiguos empezaron a debatir seriamente el romper relaciones con Marte. Una decisión que, sin duda, traería consigo la guerra interplanetaria más grande en muchos siglos, y una que no podrían ganar. Las relaciones entre ambas entidades no podían estar peor y necesitaban un mediador. Sigurt aceptó de buena gana, después de todo le convenía hablar a favor de Atlas para luego discutir impuestos a ciertos minerales que necesitaban y eran muy caros. Atlas aceptó, sabiendo que tendrían que dar algo a cambio en el futuro. La Iglesia, por otro lado, no quería involucrar a Thule y pidió que, de haber presencia oficial, no hubiesen armas de por medio, pues temían por la vida de sus misioneros. Los pueblos libres de Thule eran famosos por los linchamientos a misioneros de Marte.



            Sigurt, Bryn, Regin y los jefes del ministerio de finanzas y tesorería volaron a Atlas a bordo de la nave diplomática. Se trataba de una catedral, con las puntas, dinteles y torres hacia abajo y vitrales en la parte superior. Aterrizó en uno de los varios puertos marinos y descendieron al lecho oceánico donde, en grandes burbujas y anexiones como hongos en un árbol o esferas sobre esferas, se extendía la primera parte de Atlas, conocida por los militares como la “impregnable”, pues aquella era solamente una mínima porción de su hábitat, sus grandes ciudades, bosques, ríos, ranchos y minas se encontraban bajo tierra. Todo en Atlas era tan grande, tan monumental, que los thules no podían sentirse encerrados, después de todo había pequeños bosques en las esquinas del puerto de naves diplomáticas, el techo era enormemente alto y nada daba la sensación de estar atrapado.



            La gente de Atlas recibió a Sigurt con grandes honores y mucho respeto, después de todo la enorme mayoría de quienes se congregaban en los edificios de estalactitas tenían más de 120 años y parecían hombres de 70 en buena salud. Los edificios de estalactita, conectados entre sí por puentes y tubos, eran la primera parte de las grandes ciudades de Atlas, mientras que el resto de la ciudad ascendía al imposiblemente alto techo como estalagmitas. Existían, en algunas ciudades, edificios tan altos en el piso, y en el techo, que la estalactita y la estalagmita se tocaban y esos edificios parecían pilares. No existía, eso era seguro, nada como eso en Thule quizás, como decían algunas leyendas, Atlas era incluso más antiguo que Thule. Aquella cuestión era debatida por catedráticos y académicos de ambas naciones por varios siglos.



            Sigurt se reunió con su primo Fafnir en la embajada quien le explicó más o menos lo mismo que Regin. El edificio era el único que poseía la arquitectura de Thule, con gárgolas, vitrales y muchos techos en dos aguas. Las majestuosas habitaciones fueron mostradas y Fafnir les entregó reportes en holocubos. Habló de la enorme cooperación de la nación de Atlas en prácticamente todos los puntos necesarios y urgentes, aunque remarcó que se podía ejercer presión para tener menos impuestos a los minerales. Sigurt no entendía porqué su primo estaba siendo tan distante y político hasta que vio a los ayudantes escaneando los halls y habitaciones con escaners para detectar micrófonos y cámaras escondidas. Bryn le apretó el brazo a Sigurt sin decir nada, estaba tan preocupada como el rey. Los ayudantes terminaron, le informaron a Fafnir que todo estaba limpio y el primo del rey pudo suspirar tranquilo. Se sentaron en la larga mesa de la habitación del rey y Regin fue el primero en hablar.

- ¿Cuántos espías has encontrado?

- Casi tantos como los que yo tengo en Atlas y Marte. La diferencia es que Atlas es un país, Marte es todo un planeta bajo el mismo reinado. Tengo gente en la Iglesia, me avisaron que Iben Khayin fue hecho Alto Arzobispo y parece ser el siguiente en línea para el papado.

- ¿Cuál es el verdadero problema?- Preguntó el rey Sigurt.

- El Alto Arzobispo Iben Khayin será el mediador mañana en la noche. Su nave llegó a la estación lunar ayer.- Fafnir les mostró con otro holocubo una grabación de la nave con la insignia de la media luna sobre la cruz y siguió hablando.- Se reportaron seis signos vitales. Al llegar a Atlas se negó a ser escaneado y el reporte oficial indica que llegaron únicamente tres personas, el Alto Arzobispo y sus dos ayudantes.

- ¿Alguna idea de los otros tres?- Preguntó la reina Bryn.

- Asesinos.- Todos miraron sorprendidos a Fafnir.- Se encuentran en misión diplomática, traen diez soldados nada más. ¿Qué mejor oportunidad para matar al rey Sigurt que en un evento diplomático?

- No se atreverían, iríamos a la guerra. No pueden controlar a los pueblos libres de Thule, Sigurt y yo apenas y podemos.- Replicó Bryn.- No hay Thane o noble que estuviera dispuesto a matar a tantos como pudiera antes de reunirse con Sigurt en los castillos de la Luna Roja.

- Es más,- Agregó Regin.- no hay thule con una nave espacial que no quiera armar su propio escuadrón de la muerte y atacar a la Iglesia.

- ¿Por qué Iben Khayin?- Fue la pregunta del rey y la realizó con calma. Súbitamente se dio cuenta de los años que tenía, pensando que apenas hacía seis años habría sacado su cuchillo Blamung y matado a tanto misionero como pudiera ante semejante insulto. La edad le había hecho sabio, pensó en ese momento y luego se estremeció al preguntarse, ¿y si la edad me ha hecho débil?

- Es un Alto Arzobispo.

- Es más que eso Fafnir, estaba con nosotros en Sisibe. Tienen cientos de obispos, altos obispos, arzobispos, altos arzobispos, incluso arcontes o imames que podrían haber enviado.

- Ya entiendes mi preocupación. Éste es un hombre que te odia particularmente.- Dijo Fafnir.- Tengo a mis espías dentro del equipo que organiza la cena y tengo el apoyo del Consejo de Antiguos para todo lo relacionado a la seguridad en esa cena. Aun asi temo por tu vida primo.

- Era una situación imposible, el rey tenía que venir, no podía rehusarse a los Antiguos, no cuando se trata de un problema con Marte.

- Suficiente, atenderemos y es el final del asunto.

- Debemos descansar.- Se despidió la reina de los primos de su esposo. Sigurt se quedó mirando por la ventana hacia la gigantesca metrópolis que se extendía más allá de donde podía ver. Las luces eran como estrellas en el suelo y en el cielo, pero no era lo mismo.- ¿Seguro que quieres continuar Sigurt?

- No me gusta estar bajo tierra, no puedo ver el sol o la luna. Las luces artificiales no son lo mismo.

- Sigurt el glorioso, Sigurt el victorioso, Sigurt el conquistador… Yo te conozco mejor, Sigurt mi esposo, mi amante, mi amigo, padre de mis hijos y amor de mi corazón.

- No entiendo a Iben Khayin y ya no soy tan joven como para enfrentarme a enemigos a quienes no entiendo. Los dos hermanos, el maestro crucificado y el profeta ascendido a un único cielo con un único Dios. ¿Por qué se conformarían con uno? Nuestros dioses son tan reales como el pasto, la piedra y el acero. Ya a mi edad no les siento tan cercanos a mí, ¿he errado?, ¿acaso el Sol Negro ya no me ilumina como hace con los dioses?

- Cuando sea momento de ir a los castillos de la Luna Roja, que así sea, iremos mano a mano.

- No puede haber guerra con la Iglesia, no ahora, no así, no bajo sus términos. Prométemelo.

- Sigurt… ¿Realmente crees que… Te lo prometo.

- Eres más sabia que yo, te pido que ames más a Thule de lo que me amas a mí. Es nuestro voto de fidelidad al tomar la corona.



            Bryn no durmió aquella noche y no esperaba hacerlo tampoco. ¿Por qué le había pedido algo tan grande, tan incomprensible y tan imposible para ella?, ¿acaso no era el hombre dispuesto a apagar el sol con un soplido y aplastar la luna con sus manos? Creía que aún lo era, pero ¿qué estaba dispuesta a hacer ella? No le pedía que se sacrificara, le pedía que fuera contra su propio corazón. ¿Acaso no era ese el peor acto de crueldad de un amante?



            Vestidos de gala y recibidos con aplausos se sentaron en una de las tres esquinas del lujoso salón. En Atlas la arquitectura solía tener tres, o seis, esquinas, pues tres eran sus dioses y principios. Bashda se sentó cerca de ellos luego de la veneración al Juez, a la Amante y al Hermano. Aquellos protocolos fascinaban a los thules y con frecuencia se bromeaba que, si ellos tuvieran los mismos protocolos antes de los festines, no terminarían de contar a sus dioses antes que la comida se echara a perder. Al final llegó el Alto Arzobispo y sus dos ayudantes quienes, siguiendo el ejemplo de Ibe Khayin, se hincaron hasta poner la cabeza en el suelo para rezar y después persignarse. Una vez que todos estuvieron sentados empezó una tensa comida que los atlantes intentaron armonizar con las canciones y danzas del Engañador, la Anciana y el Extraño, los rostros ocultos de sus tres dioses. Se dieron varios brindis en honor a los invitados y a una resolución a los problemas. Iben Khayin se levantó, mostró la copa y la tiró al suelo. Sigurt se levantó de inmediato, junto con los soldados que esperaban detrás y traían escondidas sus armas. Fafnir corrió al centro del triangular comedor para calmar a todos y mostró un holocubo.

- Quisiera ahora presentarles al verdadero Sigurt, el genocida.



            Horrorizados vieron, como todos los que captaban las señales de las cámaras, la grabación que Fafnir había realizado en secreto aquel día en las playas de Sisibe. Sigurt ordenaba un bombardeo admitiendo que no había hostilidad en su contra, sino que, por el contrario, había embajadores a quienes después mató él mismo. Sigurt, al contemplar la traición, entendió la trampa del mismo modo que entendió los juegos que la juventud le hace a la madurez. Ahora habría dialogado con aquellos embajadores, habría dado algo a cambio de esa agua. Sin embargo, era joven, era ambicioso y deseaba el trono y a Bryn más que cualquier otra cosa en el mundo, ciertamente más que la vida de perfectos extraños.

- Sigurt debe ser llevado a juicio por crímenes de guerra.- Exclamó el Alto Arzobispo Iben Khayin, ha traído vergüenza a su barbárico reinado y a la civilizada Atlas.

- Me duele tener que mostrar los verdaderos colores de mi primo, pero ésta es la verdad y esto es lo que ocurrió para que Sigurt fuera conocido como “el glorioso”, “el victorioso” o “el conquistador”. Has traído vergüenza a los pueblos libres de Thule.

- ¡Traicionas a tu propia sangre!- Gritó Regin sacando un arma. Los guardias del Alto Arzobispo sacaron las suyas.- Eres mi hermano pero te volaré la cabeza si no te retractas.

- No.- Dijo Sigurt, completamente calmado y con un gesto ordenó a sus hombres a que bajaran las armas.

- Habrá guerra si le deshonran con un juicio.- Les advirtió Bashda, el Antiguo, y embajador de Atlas en Thule.- ¿Están dispuestos a ello?

- Es la voluntad del Creador que sea encerrado, no puedo hacer nada al respecto.- Dijo Iben Khayin.

- Iré a los castillos de la Luna Roja.- Dijo Sigurt, desafiando a todos con una sonrisa.

- Morirás en una jaula.- Le espetó Fafnir. El rey Sigurt desempuñó el Balmung y con un único movimiento le cortó la cabeza.

- Recuerda tu promesa mi amor.- Miró a Bryn por última vez y le guiñó el ojo. Los guardias de Iben Khayin se acercaban armados y apuntándole para arrestarlo.- Te veré en la Luna Roja.

- ¡Bajen sus armas!- Les ordenó la reina a sus soldados con un grito que resonó en todo el recinto.

- Reúnete con tu dios.- Le espetó Sigurt a Iben Khayin antes de lanzarle el cuchillo Balmung y atravesándole el cráneo.



            Sus guardias, confundidos y asustados, por haber fracasado al protegerlo, abrieron fuego y Sigurt fue atravesado por varios disparos antes de caer muerto. Bryn sostuvo a Regin del brazo quien gritaba y luego tuvo que taparle la boca para que no ordenara a los soldados matar a los guardias.

- Tienen lo que querían.- Les dijo Bryn a los guardias del fallecido Alto Arzobispo.- El rey está muerto, ¡larga vida al rey!

- Larga vida al rey.- Se lamentaron los soldados thules, Regin y Bashda, quien se consideraba amigo cercano del rey héroe Sigurt, destructor de dragones.

- El trono no estará vacío mucho tiempo,- Le susurró Bryn a Regin quien aún estaba furioso.- hemos tenido hijos en secreto, pues Sigurt temía que la Iglesia les hiciera algo. Tyr crecerá y vengará a su padre, pero será en nuestros términos y con nuestras maneras Regin.

- Así sea.- Regin la miró a los ojos sin poder contener las lágrimas. Bryn no lloraba, pues mantenía la promesa que le había hecho a su esposo la noche anterior. Se acercó al cuerpo de su marido, súbitamente consciente de las cámaras. Mientras los guardias se retiraban cargando el cuerpo del Alto Arzobispo Iben Khayin, ella miró a las cámaras y, aprovechando el silencio atónito, habló.- Que se sepa que hoy ha muerto Sigurt el glorioso, que todo hombre y mujer de Thule sepa que su sangre hace que las plantas reverdezcan tras el invierno y que su gloria será pasada a Thule, pues es demasiada para una sola persona. ¡Larga vida a Sigurt quien nos espera en los castillos de la Luna Roja y que en este momento mira de cara al Sol negro!




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